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TRATADO DE DERECHO
ADMINISTRATIVO
Y DERECHO PÚBLICO GENERAL
TRATADO DE DERECHO
Tomo I. Historia de la instituciones
ADMINISTRATIVO jurídico-administrativas - 1
El autor ha acometido esta gran labor desde la Tomo IX. La organización territorial
perspectiva de que, en nuestro país, los principios del Estado - 2
tradicionales que han marcado el derecho público
han sido progresivamente desplazados por otros Tomo X. La administración del Estado
principios, reglas de comportamiento e instrumen-
tos: descentralización, fragmentación de la ley y del Tomo XI. Instituciones autonómicas y locales
PEDIDOS A:
VII
EL REGLAMENTO
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
Catedrático de Derecho Administrativo
Universidad Complutense de Madrid
TRATADO
DE DERECHO ADMINISTRATIVO
Y DERECHO PÚBLICO
GENERAL
VII
EL REGLAMENTO
http://publicacionesoficiales.boe.es
X.
Ordenanzas y otras normas municipales . . . . . . . . . . . . . . . . . 184
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 338
La distinción entre los reglamentos y las leyes resulta fácil para cual-
quiera. Aunque ambas normas, una vez aprobadas, se publican en los
15.
Diferencias mismos diarios oficiales, sus textos presentan elementos formales de
externas con la ley. identificación que no permiten la confusión, empezando por lo más
fácil y evidente que es su propia denominación (ley, frente a real
decreto u orden que es la forma que revisten habitualmente los regla-
mentos) que es, justamente, la señal de identidad que primero apa-
rece en el texto escrito de las normas. No será preciso completar este
análisis con otros más detallados sobre los procedimientos de elabora-
ción, la competencia para aprobar cada clase de norma, etc., para
despejar cualquier duda sobre su naturaleza.
La diferenciación no es, sin embargo, siempre tan sencilla cuando
16. se pretende distinguir entre reglamentos y actos administrativos, o
Reglamentos,
actos, instrucciones. entre aquellos y las instrucciones, circulares y otros comunicados inter-
nos, que se elaboran de forma articulada, pero que son instrumentos
que, ordinariamente, no pueden tener carácter normativo y sirven
para organizar las dependencias administrativas y su actividad y, ade-
más, no se aprueban en ejercicio de una potestad reglamentaria sino
de las atribuciones jerárquicas que pertenecen a los órganos superio-
res de la Administración.
17. La distinción entre reglamentos y actos administrativos tampoco es,
Diferenciación
de los actos sin embargo, difícil de establecer y resulta de gran trascendencia
y los reglamentos.
hacerlo considerando los muy diferentes regímenes jurídicos a que
están sometidos unos y otros. Los reglamentos son normas y los actos
no lo son nunca. Esta última clase de decisiones suelen ser singulares
y se refiere a una persona o conjunto de personas definido a los que la
Administración se dirige resolviendo cualquier procedimiento incoado
o aplicando las previsiones de una norma. Los actos tienen forma
escrita, por lo normal, y su contenido íntegro se notifica a los interesa-
dos usando alguno de los procedimientos previstos en el artículo 58
LRJAP.
Esta caracterización general de los actos administrativos, en cuyos
18. pormenores no podemos entrar ahora, tiene diversas proyecciones
Criterios.
jurídicas que los separan de los reglamentos. Principalmente, los crite-
rios de diferenciación más evidentes y más usados por la doctrina y la
jurisprudencia son:
fusión. Las leyes del rey utilizaban nombres variados como constitucio- 37.
El universo
nes, estatutos, pragmáticas sanciones u ordenanzas. Entre todos estos de las normas
términos, fue el de ordenanza el que más se empleó y el que, con el en el Antiguo
Régimen.
tiempo, se haría equivalente al concepto «ley del rey». Tales normas, a
su vez, podían ser generales o particulares y privilegiadas. Los privile-
gios, por su parte, particulares y colectivos, dependiendo de que se
refirieran a un individuo concreto o a ciudades, pueblos, estamentos,
o grupos dentro de una ciudad. Las ordenanzas generales recibían
ordinariamente la forma de lettres patentes, nombre que expresaba su 38.
Tipos de normas
condición de cartas abiertas inscritas en un pergamino, que empezaba en Francia.
identificando el nombre del rey, sus títulos, y el mandato que conte-
nían. Las lettres patentes, como forma de la ordenanza, también admi-
tían variantes como el edicto o la declaración, que eran resoluciones
de carácter más concreto, habitualmente de contenido interpretativo.
Las leyes del rey eran preparadas en alguna de las secciones de su
Consejo. El chancellier verificaba la conformidad del texto con la legis-
lación del reino y advertía al rey de cualquier riesgo de que su con-
fianza pudiera haber sido lesionada antes de someter definitivamente
la norma a su aprobación.
Inmediatamente se procedía al registro de las normas aprobadas,
práctica que en Francia arranca del siglo xiv y que se genera especial- 39.
mente en el ámbito de los tribunales de justicia, cuyos miembros están Registro
de las normas.
interesados, como ningún otro órgano del Estado, en contar con una
relación manejable del Derecho legislativo que estaban obligados a
aplicar. El Parlamento de París extendió esta práctica al resto de los
parlamentos de Francia.
Antes de practicar el registro, los parlamentos podían dirigir al rey
observaciones sobre el contenido de las normas. Esta práctica se con-
solidó con el apoyo del monarca a partir del siglo xv porque le resul-
taba evidentemente útil para controlar más las decisiones que se le 40.
Las remontrances
proponían, y también para evitar arbitrariedades en el otorgamiento de los Parlamentos.
de privilegios o regulaciones particulares de cualquier clase. Las obser-
vaciones de los parlamentos tomaron el nombre de remontrances o
représentations. Terminó extendiéndose la práctica a toda clase de
disposiciones de modo que, antes de registrarlas, los consejeros de los
tribunales podían hacer un examen de su texto para valorar sus posi-
bles errores, anomalías y abusos de Derecho en que incurrieran. Si los
parlamentos se dirigían al rey, «con muy humildes y muy respetuosas
remontrances» (era la fórmula habitual), podían rechazar el registro de
la nueva norma. Recibidas las observaciones, el Rey podía desestimar-
24 vii. el reglamento
tad de hacer las leyes reside en las Cortes con el Rey». La participación
real se instrumenta fundamentalmente a partir de la institución de la
26 vii. el reglamento
sobre cualquier materia no regulada por la ley. Y aun así, como dire-
mos enseguida, con muchas matizaciones, puesto que durante muchos
decenios a lo largo del siglo xix se arbitrarán diversas fórmulas y expe-
dientes técnicos para permitir que el ejecutivo pudiese adoptar deci-
siones consistentes en la modificación de regulaciones legales, o en
el restablecimiento de normas derogadas, aunque tuvieran carácter
de ley.
Pese a las épocas de excepción, esta es una regla en la que todos los
autores franceses (incluso los que, como Duguit y Carré de Malberg,
polemizaron sobre la posición del reglamento en relación con la ley)
coinciden en identificar una «tradición republicana» que arranca, sin
rupturas, de la Constitución de 1791, cuya vigencia todavía invocaba
Duguit a estos efectos.
90.
Locke explica en su obra el origen de la propiedad privada en términos
El origen que seguirán directamente en las Constituciones y las Declaraciones de
de la propiedad
privada. Derechos. Especialmente en los sistemas continentales europeos, sus
ideas sobre el origen de la propiedad servirán para fundamentar el nuevo
orden social económico, que renovará esencialmente las estructuras del
Antiguo Régimen. En el constitucionalismo norteamericano se aplicarán
directamente para justificar la apropiación de las tierras por los colonos.
Parte Locke de afirmar que en el estado de naturaleza los bienes fueron
entregados a la humanidad en común. A partir de esa comunidad general
de bienes, se produjeron las apropiaciones individuales, que Locke justi-
fica en el esfuerzo y el trabajo del hombre. El producto de este esfuerzo
es propiamente suyo, como lo es su misma persona, de modo que «siem-
pre que alguien saca alguna cosa del estado en que la naturaleza lo pro-
dujo y lo dejó, ha puesto en esa cosa algo de su esfuerzo, le ha agregado
algo que es suyo propio y, por ello, la ha convertido en propiedad suya…».
176.
La protección de los derechos frente al legislador es también un
La preservación componente básico de la reserva de ley en la actual Constitución. Es
del contenido
esencial capital en este sentido el artículo 53.1, en cuyo segundo inciso se esta-
de los derechos blece «Sólo por ley, que en todo caso deberá respetar su contenido
como límite
al legislador. esencial, podrá regularse el ejercicio de tales derechos y libertades,
que se tutelarán de acuerdo con lo previsto en el artículo 161.1.a)».
También en este caso el límite del contenido esencial es una técnica
traída de la experiencia alemana, que está recogida expresamente en
el artículo 19 de la Ley Fundamental de Bonn, como un componente
definitorio de la reserva de ley en materia de derechos fundamentales.
Nuestro Tribunal Constitucional explicó enseguida, acogiéndose a la
experiencia doctrinal germánica, el concepto de contenido esencial.
iii. los dominios de la ley y el reglamento 69
la reserva de ley orgánica (así por ejemplo, para integrar las denomina-
das leyes penales en blanco que remiten su concreción a disposiciones
reglamentarias: SSTC 24/2004, de 24 de febrero, y 34/2005, de 17 de
febrero).
general que se dicten en ejecución de las leyes, así como sus modifica-
ciones».
262. La regulación actual y definitiva del trámite de consulta al Consejo
Tramitación actual
de los reglamentos de Estado, en relación con los reglamentos ejecutivos, tal y como la ha
ejecutivos.
interpretado la jurisprudencia y el propio Consejo en sus dictámenes,
no deja dudas ni en cuanto a su extensión, ni por lo que concierne a su
significado:
263. — Por lo que respecta a lo primero, el trámite tiene que cumplirse
Generales
y parciales. tanto cuando se aprueban por primera vez los reglamentos como
cuando se modifican total o parcialmente (a la práctica elusiva de no
someter a consulta las reformas, se refirió en términos críticos la citada
Moción de 1969). Por otro lado, es preceptiva la consulta tanto si el
desarrollo de la ley se lleva a cabo por un solo reglamento general
como si se ejecuta por varios que se ocupan separadamente de cada
uno de los capítulos o partes en que la ley se divide.
— El Dictamen del Consejo está en conexión íntima con el princi-
264. pio de legalidad que consagra el artículo 9.3 de la Constitución, en
Legalidad
y oportunidad. cuanto contribuye a su cumplimiento, así como de la observancia por
la Administración de las obligaciones de objetividad e imparcialidad a
que deben someterse todas sus decisiones, según el artículo 103 CE.
En este sentido, el Consejo de Estado debe analizar la buena técnica,
la oportunidad y la idoneidad de las disposiciones incluidas en el regla-
mento que se le somete a examen.
Esta disciplina específica, en cuanto al procedimiento de elabora-
ción, de los reglamentos ejecutivos de las leyes, no se extiende a los
reglamentos independientes. Si se considera que la jurisprudencia es
terminante a la hora de decidir la nulidad de los reglamentos ejecuti-
vos que se dictan sin cumplir el trámite de referencia, se comprenderá
la importancia de afinar la definición de reglamento ejecutivo para
establecer exactamente los dominios del trámite procedimental de
consulta al Consejo.
Consciente de esta dificultad, el propio Consejo de Estado propuso
265.
La definición en la citada Moción al Gobierno de 22 de mayo de 1969, una defini-
de reglamento ción con la que se trataba de sobreponer a la confusión reinante.
ejecutivo.
Desde entonces es seguida habitualmente por la doctrina y la jurispru-
dencia. Reglamentos ejecutivos son, según el Consejo, los que están
«directa y concretamente ligados a una ley, a un artículo o artículos de
una ley, o a un conjunto de leyes, de manera que dicha ley (o leyes) es
completada, desarrollada, pormenorizada, cumplimentada o ejecu-
tada por el reglamento».
iv. la articulación técnica de las relaciones entre la ley y el reglamento 99
Los autores que han analizado las técnicas con las que se articula la 286.
relación entre la ley y el reglamento en nuestro ordenamiento jurídico El uso
de los conceptos.
han utilizado algunos conceptos, en nuestro criterio, de un modo
inadecuado.
Especialmente, la técnica de la remisión normativa que se presenta
en las exposiciones doctrinales dominantes (todas basadas en una muy
influyente por su fuerza argumentativa y expresiva, que puso en circu-
lación García de Enterría al inicio de los años setenta), mezclada con el
reenvío, con la recepción normativa y con las delegaciones cuando
todas son técnicas distintas, no intercambiables y, algunas de ellas,
insusceptibles de ser aplicadas a las relaciones ley-reglamento.
La remisión de la ley al reglamento para que este complete las nor-
mas contenidas en aquella, sería, según esta corriente doctrinal, una 287.
Reenvíos.
variante del reenvío. El reenvío, operación por la que una norma pres-
106 vii. el reglamento
impone. Existen, sin embargo, algunas prácticas legislativas, que pue- 291.
Reenvíos a
den calificarse técnicamente como reenvíos, cuya legitimidad ha sido reglamentos y leyes
aceptada por el Tribunal Constitucional pese a producirse en materias en blanco.
una decisión incluida en una ley por la que se permite que las normas
de valor reglamentario puedan, en lo sucesivo, regular materias que,
hasta entonces, estaban contenidas en leyes. Las leyes de deslegaliza- 297.
Límites de las
ción presentan bastantes diferencias con las remisiones normativas a deslegalizaciones.
301. El límite que las reservas de ley imponen a las remisiones normati-
Remisión y reservas vas es general, se aplica a todas ellas, cualquiera que sea la configura-
absolutas.
ción absoluta o relativa con que la Constitución las concibe. La diferen-
cia entre una y otra clase de reservas será que el contenido de la norma
legal remitente tendrá que ser más completo cuando se esté en pre
sencia de reservas absolutas de ley. Sin embargo, la incorporación de
una regulación mínima a la ley es imprescindible en todos los casos de
reserva.
ría las que sólo alcanzan a regular las relaciones con los ciudadanos en
la medida en que ello es instrumentalmente necesario para integrarlos
en la organización administrativa por existir entre aquélla y éstos espe-
cíficas relaciones de superioridad, pero sin que estos reglamentos
puedan afectar a derechos y obligaciones de los citados administrados
en aspectos básicos de carácter general» (STS de 17 de julio de 1999).
En materias distintas de las referidas, también pueden habilitarse
potestades reglamentarias a los ministros, pero, en este caso, siempre
«en los términos previstos en la legislación específica».
b) La potestad de dictar reglamentos ejecutivos generales corres-
ponde de modo exclusivo al Gobierno.
c) Las potestades reglamentarias que tenga atribuidas un órgano
son insusceptibles de delegación [artículo 13.2.b) LRJPA], lo cual pone
en cuestión todas las delegaciones de segundo grado hechas mediante
120 vii. el reglamento
Con todo, los planes más importantes en nuestra práctica, por los
efectos jurídicos que producen sobre los derechos e intereses de los 390.
Planes urbanísticos:
ciudadanos, son los planes urbanísticos, que, al ser elaborados y eje- remisión.
rente, según la cual los conceptos de valor y rango de ley son equiva-
lentes y, en la actualidad, no aluden a otra cosa que al dato procedi-
mental de que la norma a la que asigna tales características sea
susceptible de recurso de inconstitucionalidad, habría que concluir
que los reglamentos de las Cámaras tienen valor y rango de ley. La
conclusión, de todas maneras, expresa muy poco sobre las caracterís-
ticas normativas de los reglamentos en cuestión que, en todo lo demás,
resulta imposible parangonar con las leyes: no tienen, sin duda, la
fuerza activa de la ley en cuanto que ninguna de las materias disponi-
bles para la ley pueden ser objeto de regulación por aquellos (como ha
dicho la STC 121/1997, de 1 de julio, «la autonomía organizativa de las
Cámaras —artículo 72.1 CE— no cobija una potestad normadora de
carácter genérico. Antes bien, como prerrogativa constitucional al servi-
cio de su independencia frente a eventuales injerencias de otros pode-
res del Estado, dicha potestad normativa interna se proyecta exclu-
sivamente sobre el ámbito material que determina el propio
artículo 72.1»); no son aprobados por ambas Cámaras sino por cada
una de ellas separadamente y siguiendo otros procedimientos distin-
tos de los aplicados a la elaboración de la ley; no son sancionados por
el Jefe del Estado; tampoco son susceptibles de ser desarrollados por
reglamentos gubernamentales como ocurre normalmente con las
leyes; ni las normas y actos que se dictan para completarlos se some-
ten al control de la jurisdicción contencioso-administrativa, etc.
No procede, por tanto, equiparar los reglamentos parlamentarios a
las leyes por todas las razones expresadas, aunque algunos elementos
de su régimen jurídico (la reserva material rígida o el control jurisdic-
cional) sean parangonables.
Los demás reglamentos de los órganos constitucionales tampoco
tienen un régimen exactamente idéntico. De nuevo la cuestión
depende de la posición constitucional del órgano y de la función que 405.
Diferencias
la propia Constitución atribuya al reglamento. Las normas que, por de los demás
reglamentos
encargo constitucional, regulan la clase de órganos que estamos con- entre sí.
siderando, forman parte del Derecho constitucional material necesario
en cuanto que completan una parte de la organización constitucional
misma, como ha señalado con razón E. W. Böckenförde en relación con
el Reglamento del Gobierno en Alemania. Pero en nuestro sistema
esta función de complemento de la organización constitucional la
cumplen más directamente las leyes a las que la propia Constitución se
remite, de manera que solo se pueden situar los reglamentos en tal
posición en la medida en que su contenido sea realmente definitorio
de las características del órgano, cosa que ocurre difícilmente.
150 vii. el reglamento
tal, por estar dirigidas por personas nombradas para períodos tem-
porales predeterminados, dotadas de un cierto estatus de indepen-
dencia y separación del ejecutivo; además, se empezaron a acumular
en dichas entidades no solamente funciones de carácter ejecutivo,
sino también de reglamentación de los sectores cuya supervisión se
les encomendaba, así como de la resolución de los conflictos genera-
dos entre operadores. De modo que paulatinamente se consolidó en
ellas un estatus de independencia y el ejercicio acumulado de funcio-
nes de carácter normativo, ejecutivo y cuasi judicial, conjunción que
era impensable en el caso de cualquier otro órgano administrativo
clásico.
426. Todo el movimiento de reforma de la Administración norteameri-
Desarrollo
y funciones de las cana, acontecido a finales del siglo xix, que dio lugar al nacimiento de
agencias en EE.UU.
las entidades reguladoras que hoy conocemos, pretendió sobre todo
que la supervisión sobre los mercados fuera responsabilidad de orga-
nismos suficientemente separados del debate político y de la influen-
cia de los cambios provocados por las elecciones, y, por otra parte, la
protección de los intereses generales y el respeto de los consumidores
en los mercados en los que se desarrollaban actividades de interés
general. Las primeras manifestaciones de la regulación económica se
produjeron con ocasión de la expansión de los ferrocarriles, pero pro-
gresivamente fue extendiéndose a todos los demás campos de la eco-
nomía. Al principio las agencias actuaban utilizando únicamente fun-
ciones de carácter informativo, y más tarde fueron asumiendo otras de
inspección, tarifarias, arbitrales, sancionadoras, etc. La más importante
agencia de aquella primera generación fue la Interstate Commerce
Commission (ICC), creada por la Ley del Comercio Interestatal de 4 de
febrero de 1887.
Aunque la atribución masiva de funciones a las agencias indepen-
427. dientes, la excesiva concentración de poder, el control de sus decisio-
Traslación
del modelo a los nes y el aseguramiento de su independencia real, han sido cuestiones
Estados europeos:
razones. problemáticas desde su creación, en todos los países europeos
empezó a imitarse el ejemplo de las agencias reguladoras con ocasión
de los procesos de liberalización económica incoados en los años
ochenta del siglo xx. La doctrina empezó a denominarlas Administra-
ciones independientes para destacar que sus órganos de gobierno y
administración eran designados habitualmente por el Consejo de
Ministros para períodos de tiempo fijos, lo cual aseguraba la separa-
ción de las interferencias directas del ejecutivo. Por otra parte, se les
atribuyeron funciones de supervisión de los mercados, tarifarias y
vii. la potestad reglamentaria de las administraciones independientes 159
arbitrales y, desde luego, de carácter normativo que son las que ahora
nos interesan.
A) Criterios de periodificación
504. Expresada de este modo, tal vez la aseveración indicada sea difícil
La evidencia
histórica del poder
de discutir. Sin embargo, enseña poco respecto del alcance de la
normativo. potestad normativa local y la posición de las disposiciones municipales
en el ordenamiento general, así como su relación con las demás nor-
mas que lo integran.
Tiene poco sentido, por ello, partir de la constatación de que nor-
mas locales han existido siempre a lo largo de la historia para proceder
acto seguido al análisis de su evolución sin tener en cuenta, como es
debido, que esa potestad normativa ha pasado por diferentes fases
que presentan muy pocos rasgos comunes entre sí.
ejecutivo de «hacer ninguna ley, incluso provisional, sino tan sólo pro-
clamaciones conforme a las leyes para ordenar o reclamar su obser-
vancia».
Ya hemos estudiado que la exclusión total del poder reglamentario
del ejecutivo no fue posible nunca. Dentro del concepto «proclama- 515.
Nacimiento
ciones» que incluía el precepto que se acaba de transcribir, se incluye- del poder
ron enseguida prácticas equiparables con el ejercicio del poder nor- reglamentario
de ejecución de las
mativo, del que saldría poco tiempo después un verdadero poder leyes: Francia.
reglamentario de ejecución de las leyes, que terminaría reconociendo
definitivamente, ya transcurrido el período revolucionario, la Carta
Otorgada de 1814, donde se reafirma el poder reglamentario del rey
para hacer «los reglamentos y ordenanzas para la ejecución de las
leyes, sin poder jamás ni suspenderlas ni dispensar su ejecución».
La eliminación del poder reglamentario en España, al reformarse el 516.
Emergencia
absolutismo monárquico en el primer movimiento constitucional, tam- del poder
poco llegó a ser absoluto nunca, pese a las apariencias que ofrece el reglamentario
en España.
Decreto I de 24 de septiembre de 1810, donde también se formula el
monopolio del poder legislativo. Atribuía dicho Decreto a las Cortes
Generales y Extraordinarias «el poder legislativo en toda su exten-
sión». Pero además de que poco tiempo después el Decreto XXIV de
16 de enero de 1811, que aprobó el Reglamento provisional del
Poder Ejecutivo, encomendó al Consejo de Regencia, la obligación
de que «se lleven a efecto las leyes y decretos de las Cortes», lo cual
le permitiría adoptar provisiones que muchas veces habrían de tener
naturaleza reglamentaria, como las «proclamaciones» francesas, la
inmediata Constitución de 1812 despejó cualquier duda sobre la atri-
bución de un poder normativo de carácter reglamentario al ejecutivo.
El artículo 171.1.º le atribuyó en efecto la facultad de «expedir los
Decretos, Reglamentos e Instrucciones que crea conducentes para la
ejecución de las leyes».
Resulta paradójico comprobar que la reacción de los revoluciona-
rios franceses contra los poderes normativos no ejercidos por la Asam- 517.
blea legislativa, donde radica la soberanía y se expresa la voluntad El respeto inicial
del poder
popular, se dirige directamente a contestar las potestades normativas normativo local.
del ejecutivo, así como su ejercicio por los tribunales, directamente
(arrêts de règlement), o interfiriéndose en las decisiones del poder
legislativo (derechos de registro y devolución), pero no se nota, en los
primeros momentos de la Revolución, la misma aversión contra el
poder ejercido por las autoridades locales.
188 vii. el reglamento
bandos [artículo 21.1.a)], a los que no hay razón para reconocer valor
normativo sino en circunstancias de excepción [artículo 21.1.m)]. Para
las ordenanzas, en fin, se establece un procedimiento de elaboración
que, con carácter general, se conduce por los trámites establecidos en
el artículo 49, sin perjuicio de que algunas ordenanzas tengan una tra-
mitación especial y también de que las Comunidades Autónomas hayan
fijado requisitos específicos que tienen que cumplir las ordenanzas de
los municipios de su demarcación.
Aunque existe un deber de información a la Administración del 595.
Información
Estado o de las Comunidades Autónomas respecto de todas las orde- a la Administración
nanzas aprobadas (artículo 56 LRBRL), han quedado fuera de la Cons- estatal
o autonómica.
titución (SSTC 2/1981, 32/1981, 214/1989, 109/1998, etc.) los poderes
genéricos de control y aprobación ejercidos tradicionalmente por las
Administraciones territoriales superiores. El control de las ordenanzas
está atribuido, en la legislación vigente, exclusivamente a la jurisdic-
ción contencioso-administrativa (artículos 65 a 68 LRBRL).
Esta es la configuración general del poder reglamentario municipal 596.
Diferencias
en la Constitución de 1978. Es un poder vinculado esencialmente a la con el sistema
autonomía que la Constitución reconoce a dichas clases de corpora- normativo unitario
y centralizado.
ciones territoriales. Tales rasgos constitucionales difieren en extremos
de gran relevancia de los que caracterizaron al poder de ordenanza en
todo el período anterior a la Constitución, en el marco del ordena-
miento unitario y centralizado.
En un sistema jurídico de esta última clase domina en plenitud el
dogma de la primacía de la ley y de la subordinación de todos los
poderes normativos a la fuerza de la ley del Estado, a la que corres-
ponde, sin límite, configurarlos y definir su ámbito. No existe ninguna
597.
potestad normativa local al margen de la ley. Ha de ejercerse aquella Características
del poder
en los términos que la ley establezca. Pero no hay ninguna materia en de ordenanza
la que la ley estatal no pueda sustituir a las regulaciones locales. No en el modelo
centralizado.
existe ningún ámbito de disposición constitucionalmente protegido.
Es también indiferente, desde una perspectiva constitucional, que la
ley estatal atribuya la tarea de completar o desarrollar sus determina-
ciones a reglamentos estatales o a ordenanzas locales. En punto
a la ejecución de la ley, ambos instrumentos normativos son inter-
cambiables.
212 vii. el reglamento
reconocido previamente en la ley, sino que además tiene que compa- 602.
Habilitaciones
tibilizarse con la existencia de un poder reglamentario de carácter legales del poder
nacional al que la Constitución francesa parece atribuir un cierto mono- reglamentario local.
polio.
La mayoría de la doctrina francesa ha sostenido, por tanto, tradicio-
603.
nalmente, que del principio de «libre administración» de las corpora- «Libre
administración» no
ciones locales no puede derivarse también un principio de «libre regla- equivale a «libre
mentación», que suponga el reconocimiento de un poder normativo reglamentación».
cias de los entes locales, que son, en definitiva, una pieza de aquellos
con quien se relacionan prioritariamente.
No obstante las indicadas competencias de los Länder, la práctica
630.
Relaciones constitucional alemana revela que, con harta frecuencia la Federación
de los Länder
y de la Federación
decide reconocer o ampliar competencias de los municipios; inter-
con los entes viene, por tanto, en relación con su régimen competencial, con abso-
locales.
luta normalidad. Y, por otra parte, las relaciones Federación-entes
locales son frecuentes, y estos actúan de modo relativamente ordina-
rio como piezas operativas del aparato de aquella para la atención de
determinados asuntos. De manera, pues, que no es cierto, al menos en
términos absolutos, lo que resulta del juego de la cláusula residual de
competencias que hace a los Länder titulares exclusivos de la materia
«régimen local» y permite que sean aquellos quienes monopolicen las
relaciones con los entes locales, que son, en fin, una pieza de su propio
aparato organizativo. Para explicar constitucionalmente la indicada
realidad práctica, alguna doctrina alemana (Burmeister principalmente
y luego Roters y otros) propuso una interpretación del texto constitu-
cional en relación con la autonomía local. Lo más notable de las tesis
renovadoras puede resumirse en las siguientes proposiciones que han
631.
La regulación recogido, entre nosotros, Parejo y A. Embid: 1.º El régimen local no es
del régimen local una «materia», en el sentido en que lo son los demás asuntos recogi-
concierne a la
autoorganización dos en las listas de competencias fijadas en la Constitución; los entes
de los Länder.
locales son instancias integradas en la estructura interna de los Länder
y, por tanto, su regulación puede tenerse por una cuestión estricta-
mente autoorganizatoria que no corresponde al orden de la distribu-
ción competencial. La disposición sobre el régimen local es una acción
reflexiva —como ha notado, entre nosotros, la Sentencia del Tribunal
Constitucional de 28 de julio de 1981— de los Länder sobre su propio
aparato; una acción de autodisposición sobre sus estructuras. Com-
632.
No es objeto prendido así el problema, es incluso absurdo pensar, en el sistema
de reparto material
de competencias.
federal alemán, que una cuestión de organización interna haya sido
objeto de un reparto material de atribuciones. No tiene por qué traerse
a colación la cláusula residual de competencias para explicar que la
regulación del régimen local es una competencia de los Länder. Esta
633. materia no ha podido figurar en las listas de competencias y, además,
Distinción entre
los aspectos
teniendo los Länder naturaleza estatal es necesario reconocerles com-
organizativos petencias autoorganizatorias plenas, que comprenden, desde luego,
del régimen local
y las competencias la organización local. 2.º La anterior precisión es válida, sin embargo,
de actuación. para los aspectos estrictamente organizativos del régimen local. Pero
es claro que los entes locales, una vez establecidos, actúan sobre sec-
tores materiales concretos. Estos sectores, al contrario de lo dicho
para la organización, sí que han sido atendidos en las listas que atribu-
x. ordenanzas y otras normas municipales 223
653.
El análisis de la situación del poder reglamentario local en todo el
Poder período que va desde el primer constitucionalismo decimonónico
reglamentario
vicarial hasta la aprobación de la Constitución de 1978, revela su condición de
o subordinado. poder vicarial o subordinado, cuando no su carácter de potestad com-
partida o ejercitada con un fuerte control de la autoridad gubernativa
estatal.
Estas circunstancias han sido justificación bastante para que no se
desarrolle en España una dogmática del ordenamiento jurídico muni-
cipal completa y, en lo preciso y justo, parangonable con la utilizada
para explicar la estructura y dinámica interna de otros ordenamientos
superiores, como el autonómico o el estatal.
Queremos señalar con ello que las explicaciones dominantes del
654.
Estructura del ordenamiento jurídico local, no tratan de él como un verdadero subsis-
ordenamiento local. tema normativo, enmarcado inevitablemente en otros ordenamientos
x. ordenanzas y otras normas municipales 229
696.
— Decretos de la alcaldía: son «las disposiciones de carácter gene-
Decretos ral dictadas por el alcalde o alcaldesa en el ámbito de sus propias
de la alcaldía.
competencias, tanto de naturaleza organizativa como de ordenación
social, en este último caso, en ejecución de reglamentos y ordenanzas
aprobados por el Consejo Municipal. Cuando proceda, tienen la forma
de instrucciones del alcalde o alcaldesa». La potestad normativa que
se reconoce al alcalde por el transcrito artículo 26.2.d) de la Carta
697.
Potestad Municipal, tiene un ámbito autónomo, que se corresponde con las
reglamentaria cuestiones organizativas de competencia del alcalde, y otro dominio
autónoma
y de ejecución que es el de la «ordenación social» (id est, reglamentos con efectos ad
del alcalde.
extra). En el plano organizativo, los Reglamentos de la alcaldía tienen
un ámbito autónomo propio, distinto de los reglamentos de organiza-
ción del Consejo o de la Comisión de Gobierno. Se concibe en la ley
una potestad de autoorganización de la alcaldía, correspondiente a las
competencias que, en la materia, le atribuye el artículo 13 de la propia
Carta. Sus relaciones con las demás normas organizativas del Ayunta-
miento tienen que basarse en el principio de competencia. En cambio
en materia de «ordenación social», sus competencias se constriñen a la
ejecución de los reglamentos y ordenanzas aprobadas por el Consejo
698. Municipal. El problema principal que plantea la articulación de estos
Relación
de los reglamentos reglamentos de desarrollo y ejecución es su relación con los que puede
ejecutivos
del Alcalde aprobar la Comisión de Gobierno. En uno y otro caso, la habilitación
y de la Comisión
de Gobierno.
para dictarlos debe de estar incluida en las propias ordenanzas del
Consejo Municipal, que indicarán en cada caso el órgano competente
para desarrollarlos y ejecutarlos. En tanto que son normas de ejecu-
ción, están jerárquicamente subordinadas a las normas que desarrollan
normativamente. En los supuestos en que las ordenanzas del Consejo
no atribuyan al alcalde la función de desarrollarlas, podría plantearse si
la preferencia a favor de la Comisión de Gobierno vulnera las compe-
tencias que el artículo 13 de la Carta atribuye al alcalde.
De la regulación de los Decretos de la alcaldía como inequívocas
699. disposiciones de carácter general cabe destacar, desde luego, el aban-
Afirmación del
poder normativo
dono de las posiciones doctrinales contrarias a que los alcaldes pue-
del alcalde. dan dictar normas de cualquier clase, negando su legitimación para
x. ordenanzas y otras normas municipales 241
702. consagrada en los artículos 137 y 140 CE. Por un lado, no constituía
Compatibilidad con
la CE de los una potestad de supervisión genérica o indeterminada del Estado
procedimientos de
supervisión estatal
sobre las corporaciones locales, sino específico y concreto y, en cuanto
sobre la aprobación tal, compatible con la Constitución. Y por otra parte, la verificación
de normas locales.
que se atribuía a la Administración estatal quedaba limitada a la com-
probación de que la ordenanza o reglamento aprobados se adecua-
ban a la legalidad, sin incluir consideraciones de oportunidad; este
marco limitado de intervención también se consideró por la Sentencia
mencionada compatible con la Constitución.
Fue el legislador, por su exclusiva iniciativa, el que cambió algunas
reglas del procedimiento de elaboración de las disposiciones genera-
703.
Intervención de las les de los entes locales, excluyendo definitivamente el trámite de veri-
Administraciones
estatal
ficación. Se mantiene, como resulta razonable, el deber de las entida-
y autonómica des locales de remitir los acuerdos que adoptan (entre ellos, las
en el nuevo
procedimiento. normas) a las Administraciones del Estado y de las Comunidades Autó-
nomas (artículo 56 LRBRL), y la facultad de estas de solicitar ampliación
de la información (artículo 64 LRBRL) y de impugnarlos ante la jurisdic-
ción contencioso-administrativa cursando o no previamente un reque-
704. rimiento de anulación. Pero la suspensión de la eficacia de los acuer-
Jurisdiccionalización
del control. dos, en caso de impugnación, depende de las decisiones que adopte
el órgano jurisdiccional competente, con la única excepción del caso
en que la corporación apruebe actos o acuerdos que atenten grave-
mente al interés general de España, supuesto en el que existe una
habilitación a favor del Delegado del Gobierno para que pueda deci-
dir la suspensión, antes de impugnar el acto o acuerdo ante la jurisdic-
ción contencioso-administrativa (artículos 65, 66 y 67 LRBRL).
La LRBRL (artículo 49) ha establecido el procedimiento vigente,
cuyos trámites esenciales son:
— Aprobación inicial por el Pleno.
ticos (con algunas excepciones para las grandes ciudades que ense-
guida se dirán) y de las ordenanzas fiscales (artículo 54 TRRL).
También es preceptivo en el procedimiento previo a la aprobación
inicial la intervención de la Comisión informativa que sea competente
por razón de la materia. Según el artículo 123 ROF, estas Comisiones 735.
Informe
tienen competencias de estudio e informe en los asuntos que hayan de la Comisión
Informativa.
de ser sometidos al Pleno o, en su caso, les sometan la Junta Municipal
de Gobierno o el Alcalde. El artículo 126 del mismo Reglamento cali-
fica los informes de las Comisiones de preceptivos y no vinculantes.
Ninguno de estos trámites aparece específicamente reseñado,
como ya nos consta, en el artículo 49 LRBRL, de manera que puede
736.
plantearse la cuestión de si la omisión de los mismos tiene efectos Los efectos
invalidantes. A nuestro juicio, el valor que haya de dar a dichos infor- invalidantes
de la omisión
mes preceptivos y previos, es semejante al que ha de reconocerse a de los informes.
los informes de los órganos internos del Departamento proponente,
previstos en el artículo 24.1.a) y b) de la Ley del Gobierno de 1997, ya
citada. Como es conocido, la jurisprudencia ha mantenido una actitud
inconstante y dubitativa sobre las consecuencias de la omisión de
dichos trámites. Por lo que concierne a la elaboración de ordenanzas,
la jurisprudencia ha considerado, en algunas ocasiones, que la omisión
del informe del secretario y del interventor no tiene, por sí misma, 737.
Posición
efectos invalidantes (SSTS de 17 de junio de 1981, 4 de enero de 1983, de la jurisprudencia
sobre omisión
16 de junio de 1995, etc.). Aplica a este propósito la doctrina según la de los informes.
cual la infracción de una regla de procedimiento no afecta a la validez Valoración crítica.
Entre los trámites previos, también hemos reseñado más atrás que
alguna Sentencia del Tribunal Supremo ha llegado a deducir del prin-
747. cipio de colaboración entre las Administraciones Públicas y de respeto
¿Trámite de
consulta a otras al orden de competencias establecido, que cuando, al elaborar una
Administraciones? ordenanza, se pueda llegar a afectar de modo manifiesto a las compe-
tencias de otra Administración superior, es pertinente agotar, antes de
aprobar el proyecto, un trámite de consulta a las Administraciones
afectadas (la Sentencia del Tribunal Supremo de 15 de junio de 1993
dedujo esta exigencia de lo establecido en los artículos 10.1 y 55 LRBRL,
aunque la nulidad de la ordenanza que examinaba la declaró no por
razón de la omisión de la consulta, sino por la vulneración efectiva del
orden de competencias en que incurría).
La Ley del Suelo establece, a partir del artículo 29, una serie de
reglas sobre la competencia de las Administraciones Públicas para for-
790. mar y aprobar planes. Además de atribuir la iniciativa a los organismos
Iniciativa pública.
públicos competentes en la materia, también reconoce la iniciativa
791. particular en el planeamiento. Se trata no solo de facilitar la actuación
Iniciativa particular.
administrativa, sino incluso de evitar que de la inactividad administra-
tiva puedan resultar perjuicios notorios para el interés general o para
el interés concreto de determinados ciudadanos. En su virtud, la LS
establece un sistema de colaboración de los particulares que, en el
caso de la elaboración de los planes, se concreta en la posibilidad de
que las personas privadas formen planes municipales, especiales y
proyectos de urbanización (artículos 52 LS y 136.1 RP).
La jurisprudencia recaída sobre si la Administración está obligada a
tramitar los planes de iniciativa particular o puede rechazarlos a limine
se ha mantenido abierta en dos líneas entre las que son visibles algu-
nas discrepancias (las dos posiciones matizadas mantenidas al res-
x. ordenanzas y otras normas municipales 265
lugar a una polémica, que aún hay base para sostener, acerca de si
quien otorga la aprobación definitiva puede introducir en el proyecto
de plan modificaciones de legalidad y de oportunidad, o solamente 801.
Potestades del
hacer observaciones de legalidad. Si el acto aprobativo pudiera hacer órgano competente
para la aprobación
lo primero, se configuraría como un acto de tutela. Si lo segundo, definitiva.
como un acto de mera fiscalización.
Las consecuencias de aceptar una u otra interpretación son impor-
tantes respecto a la autonomía local, puesto que la calificación del
acto aprobatorio como acto de fiscalización reduce las potestades de
la Administración estatal en cuanto a las modificaciones que es posible
introducir en el plan aprobado provisionalmente; mientras que en el
segundo caso (considerado como acto final resolutorio del procedi-
miento), permite a la autoridad estatal decidir con total libertad no
solo acerca de la legalidad del plan, sino, con la profundidad que 802.
Las posiciones
desee, también sobre la oportunidad global o la de sus determinacio- doctrinales.
nes pormenorizadas (Carceller, Góm ez-Ferrer, González Pérez).
La jurisprudencia ha mantenido una posición vacilante al respecto:
la mayoría de las Sentencias anteriores a la aprobación de la reforma
de la Ley del Suelo (1975) se inclinaban por considerar al acto de apro-
bación definitiva como la resolución final del procedimiento (las SSTS de 803.
Posición de la
2 de diciembre de 1974 y 2 y 17 de abril de 1975), mientras que pue- jurisprudencia.
den encontrarse otras (como la de 22 de enero y 26 de junio de 1976)
en las que el referido acto se califica como de fiscalización.
El Texto Refundido de 1976 ofrecía algunos datos valiosos para 804.
resolver el problema planteado: por una parte, determinaba que la El problema
en el TR de 1976.
autoridad administrativa competente para otorgar la aprobación defi-
nitiva debía examinar el plan «en todos sus aspectos» (artículo 41.2),
expresión que es lo suficientemente amplia como para cobijar no solo
controles relativos a la legalidad del plan, sino también para que dicha
autoridad administrativa pueda valorar el plan, antes de aprobarlo,
desde un punto de vista de su oportunidad global o de la de sus deter-
minaciones concretas. Sin embargo, por otra parte, de lo que se dis-
ponía en el artículo 225 de la Ley se podía llegar a la conclusión de que
se había querido calificar el acto de aprobación definitiva como de
fiscalización. Dicho precepto, en efecto, al referirse al régimen de
impugnación de los actos de aprobación definitiva se remite a lo dis-
puesto en el artículo 29 LJCA (versión de 1956), artículo que, como es
sabido, se refería en su párrafo 2.º a la impugnación de actos en los
supuestos de ejercicio de potestades de fiscalización. Puede dedu-
cirse de ello que la ley quiso calificar el acto de aprobación definitiva
como de fiscalización y que, por consiguiente, la referencia legal a la
268 vii. el reglamento
Sobre esta cuestión han venido también a incidir las leyes autonó- 809.
La extensión
micas, normalmente en el sentido de reducir el control de la discrecio- del contenido
nalidad al otorgar las aprobaciones definitivas. La Ley catalana de 9 de en la aprobación
definitiva
enero de 1984, redujo el trámite de aprobación definitiva a un control en cuestiones
de oportunidad.
de pura legalidad (artículo 6.5).
Por su parte la jurisprudencia ha admitido, en ocasiones ulteriores,
la posibilidad de que el control se extienda a algunos aspectos que no
son de estricta legalidad. Esta apreciación es clara en la Sentencia del
Tribunal Supremo de 13 de julio de 1990, y las que han seguido sus
pasos, cuya doctrina puede resumirse en lo siguiente:
— La aprobación definitiva de los planes, configurada legalmente 810.
Examen del plan
como el resultado del estudio del plan «en todos sus aspectos», ha de «en todos sus
aspectos».
ser entendida a la luz de las exigencias de la autonomía municipal.
— Ahora bien, esa autonomía municipal no puede tener por objeto
incidir de forma negativa sobre los intereses generales o supralocales. 811.
Límites de la
De hecho, la aprobación definitiva de los planes por parte de la Admi- autonomía local
nistración autonómica responde a la diversidad de intereses presentes de planeamiento.
Competencias
en el campo del urbanismo. Precisamente esa diversidad es lo que compartidas.
2.º Como ya nos consta, todos los poderes normativos recono- 833.
cidos directamente por la Constitución, pueden ser, en diferentes Delimitación
del poder
grados, delimitados por otras disposiciones subconstitucionales. En de ordenanza
el caso de las Comunidades Autónomas ello ocurre a través de los por normas
subconstitucionales.
Estatutos de Autonomía, y en el de las entidades locales se lleva a
cabo por las leyes generales de régimen local. Aquel es, sin embargo, 834.
una norma rígida elaborada con la participación del territorio intere- Límites
a la intervención
sado, de forma que esta misma circunstancia sirve para añadir pro- legislativa
tección formal a la garantía constitucional de la autonomía. Pero, en la delimitación
del poder
aunque no exista idéntica sobreprotección en relación con las leyes normativo local.
que delimitan la autonomía local, las regulaciones que contengan
siempre tienen que respetar el contenido de la autonomía constitu-
cionalmente garantizada. No solo no pueden desconocerla, sino
que tampoco pueden desfigurarla, de modo que no incluya los
poderes que son precisos para ejercerla, ni las responsabilidades
que la hacen reconocible, ni sustituirla por un régimen de sumisión
a los poderes territoriales superiores que no deje margen, ni norma-
tivo ni ejecutivo, para la aplicación de criterios propios a la defensa
de los intereses cuya salvaguardia tienen confiados los entes locales.
Desde la Sentencia 32/1981, de 28 de julio, el Tribunal Constitucio-
nal tiene dicho que «las autonomías garantizadas no pueden ser
abolidas, pues la protección que la Constitución les otorga, des-
borda con mucho de la simple “remisión a ley ordinaria en orden a
la regulación de sus competencias”. El legislador puede disminuir o
acrecentar las competencias hoy existentes, pero no eliminarlas por
entero y, lo que es más, el debilitamiento de su contenido sólo
puede hacerse con razón suficiente y nunca en daño del principio de
autonomía que es uno de los principios estructurales básicos de
nuestra Constitución».
836. Las leyes que regulan cada sector o materia llevan a cabo, por ello,
Paralelismo con la
delimitación del una última delimitación de las atribuciones, normativas o no normati-
poder normativo vas, de los entes territoriales que tiene reconocidas competencias de
de las
Comunidades actuación. En el caso de las competencias de las Comunidades Autó-
Autónomas.
nomas, esta función delimitadora se reconoce a la legislación estatal
con diversas fórmulas constitucionales; en el caso de las competencias
locales, la misma función delimitadora resulta expresamente recono-
cida a la legislación sectorial, estatal o autonómica, por el artículo 25
LRBRL. Estas operaciones de concreción legal del contenido de la
competencia local, tienen, a la postre, la misma limitación de respetar
la garantía constitucional de la autonomía local que las leyes que esta-
blecen su régimen general (artículos 75 bis y siguientes LOTC).
887.
La jurisprudencia sobre las limitaciones a la libertad de empresa
Casuismo. por las ordenanzas es muy casuística, aunque responde a los princi-
pios generales que ya se han indicado. Bastarán algunos ejemplos
mas: una ordenanza de publicidad puede contener los criterios para
el otorgamiento de licencias de instalación de carteleras publicitarias
888. (STS de 19 de noviembre de 1998). Aunque este tipo de regulaciones,
Apelación
a la existencia como cualquiera otras que las ordenanzas pretendan, tienen que
y contenido de las
competencias mantenerse dentro de la órbita de la competencia local en materia de
locales como publicidad (SSTS de 10 de marzo de 1987, 22 de julio de 1993, 8 de
criterio esencial.
enero de 2000). Esta búsqueda de la competencia específica del
Ayuntamiento, concluye a veces con el reconocimiento de una com-
petencia general para regular cualquier materia que quede dentro de
la esfera de los intereses cuya tutela tiene encomendados la entidad
correspondiente (con algún fundamento en la STC 32/1981, de 28 de
julio, así lo han reconocido también autores como F. Sosa o T. Font i
889.
¿Competencia Llovet, y está en la Ley catalana 22/1998, que aprueba la Carta Muni-
universal de
ordenanza?
cipal de Barcelona, artículo 58; la competencia universal parece asen-
tarse también en los artículos 3, 4.1 y 4.2 de la Carta Europea de
Autonomía Local. Algunas Sentencias del Tribunal Supremo —cfr. las
de 7 de junio de 1988 y 13 de noviembre de 1989—, han considerado
algunas competencias municipales como atribuidas a los mismos, «por
su propia naturaleza»).
Esta apelación a la competencia, como criterios principales de lega-
lidad de la ordenanza, la usa la STS de 7 de noviembre de 1990 para
determinar la cobertura que pueden tener ordenanzas de prevención
de ruidos y de gestión de residuos, que encuentra en preceptos gene-
rales de la LRBRL y de la Ley General de Sanidad de 1986 (posterior-
mente sobre residuos, más específicamente la Ley 10/1998, de 21 de
x. ordenanzas y otras normas municipales 295
905. de preceptos jurídicos (lex previa) que permitan predecir con suficiente
El límite de la ley
formal y el papel grado de certeza (lex certa) aquellas conductas y se sepa a qué ate-
de la ordenanza. nerse en cuanto a la aneja responsabilidad y a la eventual sanción; la
segunda, de carácter formal, relativa a la exigencia de una norma de
adecuado rango y que este Tribunal ha identificado como ley en sen-
tido formal, interpretando así los términos del artículo 25.1 CE». Lo
concerniente a las exigencias de lex previa y lex certa, podrían cum-
plirse sin ninguna dificultad por las ordenanzas municipales. El obstá-
culo principal para su intervención en esta materia es el requisito de la
ley formal. Aunque la propia jurisprudencia citada acepta que la
reserva de ley en este punto es flexible o abierta, de modo que no es
obstáculo para que puedan efectuarse remisiones a normas reglamen-
tarias, lo que no acepta la doctrina asentada en la jurisprudencia cons-
titucional son las remisiones en blanco, que no partan de una regula-
ción básica y esencial contenida en la ley.
906. Este cambio radical del régimen del Derecho sancionador, en rela-
Incorporación
a la Ley 30/1992 ción con lo ocurrido en el ordenamiento preconstitucional, también se
de los principios elevó a sistema mediante la Ley 30/1992, que estableció una bastante
de la potestad
sancionadora pormenorizada regulación de los principios que disciplinan el ejercicio
administrativa
y la aceptación
de la potestad sancionadora de la Administración (artículos 127 y
reglamentaria siguientes). En la medida en que las ordenanzas locales tuvieran que
de excepciones
en favor de las adaptarse estrictamente a estas determinaciones, puede darse por
ordenanzas. seguro que la nueva disciplina del principio de legalidad en materia
sancionadora, llevaba consigo la desautorización de cualquier cons-
trucción o tipificación de infracciones y sanciones en ordenanzas loca-
les de cualquier clase. Tal consecuencia era tan manifiestamente evi-
dente que el Reglamento del Procedimiento para el ejercicio de la
potestad sancionadora (RD 1398/1993, de 4 de agosto), dictado para
desarrollar el capítulo correspondiente de la Ley 30/1992, estableció
en su artículo 2.2, un régimen, para las ordenanzas y reglamentos
municipales que contuvieran la tipificación de infracciones y sanciones,
completamente distinto del que podría aplicarse a los reglamentos
estatales o autonómicos ejecutivos de las leyes. Dice el indicado pre-
cepto que «las entidades que integran la Administración local, cuando
tipifiquen como infracciones hechos y conductas mediante ordenanzas
y tipifiquen como infracción de ordenanzas el incumplimiento total o
parcial de las obligaciones o prohibiciones establecidas en las mismas,
al aplicarlas deberán respetar en todo caso las tipificaciones previstas
en la ley». El precepto implica una interpretación singular de la reserva
de ley en materia sancionadora, para darle una significación distinta en
907. el caso del Derecho sancionador local. No se exige a las ordenanzas
Vinculación
negativa a la ley. locales que sean simple desarrollo o especificación de lo que establez-
x. ordenanzas y otras normas municipales 301
E) Ordenanzas y costumbre
936. En la legislación general de régimen local del siglo xix, como hemos
La apelación
a los contenidos
tenido oportunidad de ver más atrás, ya quedó consignada una cierta
regulatorios preferencia de las costumbres locales sobre las ordenanzas, a los efec-
de la costumbre.
tos de la regulación de los aprovechamientos comunales. Puede con-
siderarse que se trata de una última reminiscencia sobre la fuerza nor-
mativa de la costumbre en el ámbito local, frente a la creciente
dominación de todo el Derecho por la ley general, que es la regla que
empieza a implantarse con el crecimiento del Derecho regio y, sobre
todo, que se consolida con el constitucionalismo. Pero aquella apela-
ción a la costumbre, aún en la legislación decimonónica, quedaba limi-
tada a materias muy determinadas y, desde luego, su eficacia depen-
x. ordenanzas y otras normas municipales 313
que cada uno de los trámites sea cumplido. Por ejemplo, en relación
con el impulso del procedimiento, los plazos para cumplimentar los
trámites, la necesidad de reiterarlos cuando, con ocasión de las obser-
vaciones formuladas, se reforma el proyecto, las entidades representa-
tivas que deben ser llamadas a informar; o en relación con defectos
formales como no incluir memorias técnicas y económicas en el pro-
yecto, prescindir de tablas de vigencias detalladas, etc.
El desglose general de los trámites que integran el procedimiento 952.
Valoración jurídica
permite advertir que coexisten con los de gran relevancia otros cuya de las omisiones
utilidad es discutible para los fines que se pretenden y que se han e infracciones.
B) Requisitos materiales
afirmar que solo son nulos los reglamentos cuando contienen propo-
siciones normativas incompatibles con las disposiciones y principios
enunciados en el artículo 62.2. Para los demás tipos de infracciones
no prevé la ley ninguna sanción, de lo que se ha derivado, como solu-
ción posible, la aplicación del régimen de la anulabilidad establecido
en el artículo 63 de la misma Ley.
Cualquiera que sea la significación del concepto «vulnerar», en el 991.
La flexibilización
fondo de propuestas como la indicada late la duda de que sea ade- de la sanción
cuado, siempre y necesariamente, sin ninguna matización, aplicar la de nulidad para los
reglamentos
sanción de nulidad de pleno Derecho a cualquier clase de ilegalidad ilegales.
en que incurran los reglamentos.
La cuestión es, en efecto, si ha de aplicarse una sanción tan grave a 992.
cualquier ilegalidad, aun considerando que algunas de ellas tienen una La distinta
relevancia de las
mínima relevancia. En tal caso, ¿cómo evaluar la importancia de la diversas
ilegalidades.
infracción y determinar las diferencias?
Una cierta conciencia de que la sanción de nulidad puede ser exce- 993.
Proyecciones
siva para corregir algunas ilegalidades cometidas al aprobar un regla- en la jurisprudencia:
mento, se ha puesto de manifiesto repetidamente cuando la jurispru- infracciones
irrelevantes.
dencia ha tenido que enfrentarse con la valoración de ciertos vicios de
procedimiento y de forma. Por ejemplo, como ya hemos tenido oca-
sión de referir en un apartado anterior [supra 1.a)], la jurisprudencia
del Tribunal Supremo ha evitado las declaraciones de nulidad en
determinados supuestos de omisión del trámite de audiencia a los
interesados (si estos han tenido oportunidad de emitir informes o
consultas en el proceso de elaboración: STS de 25 de febrero de 1994),
que han terminado recogiéndose como irregularidades no invalidan-
tes en el artículo 24.1 de la Ley del Gobierno de 1997. Tampoco ha
sacado ninguna conclusión anulatoria de la omisión de los informes
de la Secretaría General Técnica cuando este organismo ha partici-
pado en la elaboración del proyecto de disposición (SSTS de 19 de
julio y 25 de noviembre de 1993), o cuando se han omitido informes
de organismos más cualificados técnicamente (SSTS de 14 de octubre
de 1996 y 14 de noviembre de 1998).
En relación con el cumplimiento de otros requerimientos legales,
que eventualmente pueden ser importantes, también es absoluta-
mente común en la jurisprudencia la no aplicación de sanciones de 994.
Defectos formales
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Predeterminación de las conductas y
141 a 152.
grado de concreción, 222.
«Materia reglamentaria», 140.
Sanciones administrativas, 223 a 225. Reglamentos autónomos en el orde-
Ver Remisión normativa, Reserva de namiento constitucional español,
ley y ordenanzas municipales. 153 a 156.
Relación ley-reglamento, 139.
Reserva de ley en materia tributaria Restablecimiento jurisprudencial de
Creación de tributos, 228. la primacía de la ley, 151.
Diferencias según tributos, 229.
Ordenanzas locales de carácter tri- Ripollés, R., 416.
butario, 230, 231. Rivero, J., 151.
índice analítico y onomástico 375
TRATADO DE DERECHO
Tomo I. Historia de la instituciones
ADMINISTRATIVO jurídico-administrativas - 1
PEDIDOS A: