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Desigualdad y ciudadanía económica

Luis Gómez González


Luis Gómez González Desigualdad y ciudadanía económica

Aproximación al proceso de dualización en los países avanzados


El desarrollo de la sociedad de la información y el cambio que el nacimiento de las
nuevas tecnologías conlleva en los métodos de producción y en las formas de
consumo está produciendo un profundo proceso de polarización y dualización social.

La difusión de las tecnologías ha contribuido a modificar el ritmo productivo y los


sistemas de intercambios. Paradójicamente, aunque por un lado el desarrollo de la
sociedad de la información contribuye a la democratización del conocimiento, en el
sentido de que la información queda al alcance de todo aquél que dispone de medios
para poder acceder a ella, a su vez está produciendo, por esta misma razón, un proceso
de diferenciación y dualización social.

Por lo tanto, la posibilidad de acceso a la información es un primer factor


condicionante en el establecimiento de las causas de la desigualdad, tanto para la
desigualdad entre naciones (según el informe de la Oficina Internacional del Trabajo
(OIT), "World Employment Report 2001: Life at Work in the Information Society",
sólo la mitad de la población mundial dispone de acceso a la electricidad, teléfono y
otras infraestructuras necesarias tanto para la adaptación de las nuevas tecnologías a
sus sistemas productivos como para su consumo, con lo que se va ampliando la ya
ancha “brecha digital” existente entre “los ricos y los pobres” tecnológicos) como
para la desigualdad entre los individuos de un determinado Estado.

En el presente estudio, nos centraremos en el segundo tipo de desigualdad


mencionada, la relacionada con las diferencias entre individuos de un mismo Estado,
abarcando solo a los países industrializados y tecnológicamente avanzados, pues es
precisamente en ellos donde la tecnología está produciendo cambios sociales,
cambios que se reflejan en los modos de pensar, de analizar y de organizar tanto el
trabajo intelectual como las formas del ocio. De cualquier forma, y aunque no sea
objeto directo de este estudio, el problema humano creado por los niveles actuales de
desigualdad entre las diferentes naciones del llamado “sistema de estratificación
mundial” es sobrecogedor y, al igual que la exclusión intra-estatal, dice muy poco a
favor de los humanos en cuanto a especie.

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Junto al trabajo, la tecnología es también una variable de estratificación social pues,


como mantiene Lenski1, interviene en la fijación de los criterios de distribución de los
excedentes generados por el aumento de la productividad.

Puesto que el trabajo es una de las principales variables en la estratificación social y la


falta del mismo es el mayor condicionante de la exclusión social, prestaremos una
atención preferente sobre aquellos procesos sociales relacionados con el empleo en
los países avanzados.

El trabajo tiene, como se ha proclamado por todos los sociólogos desde los albores de
nuestra disciplina, un valor de cohesión social, un valor integrador de la vida social de
los ciudadanos, y por consiguiente, la falta de trabajo es un elemento perturbador de la
cohesión social. En palabras de Robert Castel 2: “El trabajo (…) es más que el trabajo,
y por lo tanto el no trabajo es más que el desempleo”.

El crecimiento económico no basta para absorber la mano de obra sobrante por la


aplicación de la tecnología a los procesos de producción y tanto las diferencias en
tasas de crecimiento como el nuevo modelo de organizar la producción han
desestructurado la economía, desconectando cada vez más los mercados
internacionales de capital y los mercados nacionales de trabajo. La primera
dualización se da, por tanto, atendiendo a la lógica económica del sistema: empleados,
con cualquier trabajo remunerado, en contraposición a desempleados.

Con referencia a la dualizacion social en nuestra sociedad tecnológica, J. Félix


Tezanos3 apunta la existencia de una amplia variedad de manifestaciones de la misma:

 Explotadores/explotados, con referencia a las clases sociales


 Arriba/abajo, con referencia a los estratos sociales
1
Gerhard Lenski, “Poder y privilegio. Teoría de la estratificación social”, Paidós, Buenos Aires, 1969,
Pp. 60-61. Citado por José Félix Tezanos en “La sociedad dividida. Estructuras de clase y
desigualdades en las sociedades tecnológicas ”, Biblioteca Nueva, Madrid,2001
2
Castel, R., “La metamorfosis de la cuestión social”, Paidos, Barcelona, 1997, p. 390, citado por José
Antonio Díaz en “Ciudadanía política y exclusión social”, Las terceras vías, Ediciones Internacionales
Universitarias, Madrid, 2001, p. 91.
3
J. Félix Tezanos, op. cit., p. 340.

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 Dentro/fuera, con referencia al sentido de pertenencia a propia sociedad dual


 Centro/periferia, respecto a las nuevas formas de colonialismo
 Nativos/foráneos, respecto a la nacionalidad
 Normales/atípicos, respecto a la cultura establecida

En los mercados de trabajo se produce una dualización como resultado principal de


los crecientes avances tecnológicos que han posibilitado la globalización económica.
De un lado están quienes poseen cualificaciones superiores y un alto nivel económico
y de reconocimiento social, y de otro se produce una proliferación a escala mundial de
puestos de trabajo poco gratificantes, de duración temporal, mal remunerados y con
escaso nivel de protección social, siendo especialmente preocupante el problema de
los 'trabajadores empobrecidos', es decir, aquellos que tanto en la economía regular
como en la informal no pueden salir del círculo de la pobreza aun prestando una
actividad laboral, por no hablar ya de los desempleados.

Las ocupaciones especializadas que exigen para su desempeño conocimientos


superiores, y que suelen estar relacionadas con tecnología avanzada, son ocupadas por
grupos profesionales de elite, con buenas condiciones laborales, que contrastan con el
resto de trabajadores, sobre todo con aquellos cualificados pero de industrias en
declive, que están mucho más expuestos al paro y a la precariedad laboral.

El cambio en los modos de producción influye decisivamente en la precariedad del


empleo, en el deterioro de las condiciones de trabajo, y a la pérdida de monopolio de
la fuerza de trabajo por parte de la población asalariada que es sustituida por robots, y
todo ello dentro de un contexto de pérdida del poder de presión y negociación de los
sindicatos. El actual marco laboral es, por tanto, el de los contratos laborales
precarios, inestables y/o de baja calidad, especialmente entre los jóvenes y las
mujeres, de forma que en muchos países la proporción de personas que se encuentran
en paro, que tienen empleos temporales, a media jornada o en condiciones de «bajo
salario» representan la mayoría del conjunto de la población activa; en palabras de J.
Felíx Tezanos4 “lo «anómalo» está tendiendo a convertirse en lo habitual, en lo

4
José Félix Tezanos, “Desigualdad y exclusión social en las sociedades tecnológicas”, Revista del
Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales número 35, 2002

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predominante, con todos los efectos sociales y humanos que de ello se derivan, sobre
todo para las nuevas generaciones”

Tezanos señala también hacia la cualificación profesional como factor corresponsable


de la dualización en la estratificación social de las sociedades emergentes5:

“Se está produciendo una segmentación ocupacional que obedece a que los modelos
de producción económica emergentes requieren para su funcionamiento de dos tipos
de trabajos muy diferentes entre sí; por un lado, una minoría de ejecutivos, expertos
y técnicos de alto nivel que organizan, diseñan, programan, etc., y que son muy
necesarios para el sistema –lo que algunos analistas como Robert Reich han
calificado como los «analistas simbólicos» – y, por otra parte, una masa de
asalariados indiferenciados, intercambiables, «descualificados», «devaluados» y
«prescindibles» que realizan tareas menos «importantes» para la funcionalidad del
sistema como tal –lo que otros analistas como Manuel Castells han calificado como
la «mano de obra genérica»–. Lo importante sociológicamente es que la polarización
entre estos dos sectores ocupacionales está conduciendo a una notable dualización
de ingresos, oportunidades vitales, estilos de vida, etc., hasta el punto que la
estratificación por el trabajo (también como «carencia») está convirtiéndose en uno
de los principales factores de estratificación social.”

Estos expertos en el funcionamiento sistémico, los “analistas simbólicos” de Robert


Reich6, se encargan de que los sistemas complejos funcionen adecuadamente. Son
también denominados “trabajador intelectual” o “trabajador del conocimiento”.

Por su parte Robert Castel7 habla de la “desestabilización de los estables” para


referirse a la situación económica que pone en situación de peligro potencial de
exclusión, no solo a las clases medias o bajas, sino a toda la ciudadanía.

5
Ibíd., pp. 45-46
6
Robert Reich, “El trabajo de las naciones”, Vergara, Madrid, 1993. Citado por J. Félix Tezanos en
“Desigualdad y exclusión social en las sociedades tecnológicas”, op. cit.
7
Castel, R., “La metamorfosis de la cuestión social”, Paidos, Barcelona, 1997, p. 390, citado por José
Antonio Díaz en “Ciudadanía política y exclusión social”, Las terceras vías, Ediciones Internacionales
Universitarias, Madrid, 2001, p. 91.

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Los Estados, en una política de lucha contra la exclusión a todas luces insuficiente,
destinan recursos para toda una serie de programas encaminados a aumentar la tasa de
empleo de los más desfavorecidos. Generalmente se trata de estrategias de
capacitación que tienen como objetivo aumentar las posibilidades de empleo de los
sectores menos cualificados y más proclives a la conflictividad social, a través de
cursos cortos e instrumentales.

El paso del tiempo ha demostrado en muchos casos que tales programas no han
favorecido la integración en el empleo de esos grupos, porque las empresas ya estaban
inmersas en cambios tecnológicos acelerados en los que no encajaban los asistentes a
cursos que sólo proporcionaban algunas habilidades básicas. Como vemos, la
efectividad productiva basada en la automatización tiene un coste muy grande: el paro
estructural.

Por otra parte, flexibilidad y disponibilidad son los dos conceptos claves del mundo
laboral moderno. De hecho, en contraposición al absentismo, surge la figura del
“presentismo”. G. Standing escribe que actualmente es lugar común entre los
profesionales médicos el fenómeno de los trabajadores que evitan pedir la baja cuando
se sienten enfermos por miedo a perder su empleo, de tal forma que hay personas que
por no cuidar una pequeña dolencia acaban seriamente enfermas8.

El resultado general de todos estos procesos es un aumento de las situaciones de


vulnerabilidad y de la exclusión social. Se están repitiendo viejas condiciones de
dualidad social y están dando lugar a un modelo de doble ciudadanía; por un lado
aquellos que están integrados en la sociedad, tienen vivienda, ingresos regulares
proporcionados por un trabajo estable, relaciones sociales también estables, todo lo
cual les permite mantener un nivel de existencia digno y una perspectiva vital
satisfactoria. Y, por otra parte, están todos aquellos sin un trabajo digno o seguro, que
están obligados a aceptar lo que sea para sobrevivir en condiciones precarias, pasando
largos períodos sin empleo, sin posibilidad de acceso a una vivienda propia, etc.
8
22 G. Standing,” Global Labour Flexibility. Seeking Distributive Justice”, MacMillan, Londres, 1999,
pág. 188. Citado por José Luis Rey Pérez en “El derecho al trabajo, ¿forma de exclusión social? Las
rentas mínimas de integración y la propuesta del ingreso básico”, seminario sobre “Exclusión social”
organizado por la Oficina de Compromiso Solidario de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid

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Una vez que hemos examinado parte de las causas de las nuevas formas de
desigualdad que están emergiendo con las nuevas tecnologías en las sociedades
tecnológicamente avanzadas, estamos en disposición de describir qué forma adapta la
nueva pirámide de estratificación social.

La nueva pirámide de estratificación social


J. Félix Tezanos9 distingue en su libro “La sociedad dividida. Estructuras de clase y
desigualdades en las sociedades tecnológicas” tres tendencias fundamentales en el
surgimiento del nuevo modelo de estratificación en las sociedades tecnológicamente
avanzadas, tendencias que ya han sido comentadas:

 La mesocratización difusa de las estructuras sociales


 El paro estructural de larga duración y la precariedad laboral
 La configuración de grupos excluidos y postergados y de infraclases definidas
por su ubicación en la periferia del sistema económico

Con este marco contextual, Tezanos propone como figura descriptora del modelo de
estratificación propio de estas sociedades el siguiente:

“…una figura híbrida y dual en forma de hongo, con un perfil semicircular y una base
inferior trazada como un paralepípedo poco comunicado –con escasa movilidad
ascendiente- con la zona superior. La parte superior de este modelo de estratificación
presenta perfiles poco discontinuos y diferenciados como consecuencia del
predominio de unas clases medias difusas y muy amplias, en un contexto bastante
poroso en el que no resulta fácil visualizar un núcleo de poder superior de cierta
entidad numérica, tanto debido a factores de opacidad y de poca transparencia social
como a su progresiva reducción, en un proceso impresionante de concentración de
riqueza en manos de un pequeño grupo de personajes y grupos que tienden a
conformar una verdadera superclase que opera fundamentalmente a nivel
internacional. A su vez, la parte inferior de la figura se puede representar como una
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J. Félix Tezanos, “La sociedad dividida. Estructuras de clase y desigualdades en las sociedades
tecnológicas”, op. cit., pp. 330 y ss.

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especie de contenedor al que van cayendo todas las personas que se ven postergadas y
excluidas, y que sufren un deterioro y precarización de sus condiciones sociales
(infraclases)”

Con respecto a la composición de la “superclase” que sustenta el poder, mencionada


por Tezanos, la siguiente reflexión es ilustrativa10:
“Un gran semanario francés publicaba recientemente una encuesta acerca de los 50
hombres más influyentes del planeta. Ni un solo jefe de estado o de gobierno, ni un
ministro o diputado de ningún país, figuraba en ella”.

Como también apunta Tezanos, un sistema dual de estas características siempre se


encontrará en una situación de equilibrio social inestable, y dicho equilibrio
dependerá en gran parte de la proporción entre el numero de individuos que se
encuentra en la parte alta de la figura y que conformarán la denominada “mayoría
social pro-sistema”, “conformista” o “mayoría satisfecha” y los que están en la parte
baja, y de cómo el sistema de prestaciones sociales amortigüe las carencias de los
mismos.

Con respecto a la hipotética resolución de la conflictiva situación de equilibrio social


mencionada, comenta el mismo autor11:

“Probablemente no tardarán en producirse reacciones sociales contundentes contra


el estado de cosas hacia el que evolucionamos. Algunas ya han empezado a
producirse en una forma que está dejando perplejos a muchos ciudadanos y
notablemente desorientados a determinados núcleos de poder. Pero es muy posible
que lo que hasta ahora hemos visto sea sólo un pálido anticipo de lo que está por
venir.
La acentuación de los climas de protesta,de violencia, de delincuencia, de apatía y
distanciamiento político, vendrá a superponerse a los procesos de deterioro interno
del actual sistema económico, debido a todos los problemas funcionales que están
señalando los analistas. No me refiero sólo a los riesgos de estallido de la burbuja

10
Noam Chomsky e Ignacio Ramonet, , Cómo nos venden la moto , Icaria, Barcelona, 2002, p.56
11
José Félix Tezanos, “Desigualdad y exclusión social en las sociedades tecnológicas”, op. cit.

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financiera, de recesión, de congestión de la capacidad de consumo debido a las


propias regresiones sociales, de esteoporosis cívica, o de entropía del sistema, sino
también a la propia erosión de fondo que implica la lógica de un modelo que sólo es
capaz de alentar un patrón de actuación en el que las unidades de actuación
económica (empresas) únicamente «miran por sí mismas».”

Puesto que hemos mencionado esa dualización que se da también en la ciudadanía,


ahondemos un poco más en este concepto de ciudadanía, ya que el mismo resulta
fundamental para entender la historia de la democracia actual y sobre él se ha de
fundamentar la defensa de los verdaderos valores democráticos en el futuro.

De la ciudadanía civil, política y social


Las bases del concepto moderno de ciudadanía se crean, en opinión de muchos
autores, a partir de la Declaración de los Derechos del Pueblo de Virginia (12 de junio
de 1776), la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (4 de julio de 1776)
y la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de la Revolución
Francesa de 1789, declaraciones todas ellas que reflejan explícitamente la asunción de
que los hombres son libres, independientes y gozan de los mismos derechos innatos.

Sin embargo, bajo mi punto de vista, se da a circunstancia paradójica de que los


fundamentos teóricos previos a las declaraciones anteriores definían, aunque no
explícitamente, una “ciudadanía” más completa, más social. Es decir, la aplicación
directa de los fundamentos teóricos iniciales llevaría a una ciudadanía social que, sin
embargo, ha costado siglos conseguir.

En relación con la afirmación anterior, son muy interesantes las aportaciones de


Montesquieu a la Teoría del Derecho articuladas sobre la preponderancia del Derecho
Consuetudinario (su pensamiento general se expresa en el Libro XIX). George H.
Sabine, todo un clásico en el estudio de las teorías políticas, escribió lo siguiente con
referencia a Montesquieu:

“…su residencia en Inglaterra le sugirió una nueva idea –que la libertad puede ser
resultado no de una moralidad cívica superior sino de una organización adecuada

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del estado-.”12

Por supuesto, los escritos de Rousseau sobre el Contrato Social son también un punto
de referencia en desarrollos posteriores. Recordemos que el contrato social surge, en
palabras de Rousseau, por algo que en nuestro planeta globalizado parece olvidado
por los poderosos; porque el derecho basado en la fuerza no es tal derecho:

”Convengamos, pues, que fuerza no constituye derecho y que no se está obligado a


obedecer sino a los poderes legítimos.” (Libro I, cap. III, Del derecho del más fuerte)
“Puesto que ningún hombre tiene una autoridad natural sobre sus semejantes, y
puesto que la Naturaleza no produce ningún derecho, quedan, pues, las convenciones
como base de toda autoridad legítima entre los hombres” (Libro I, cap. IV, De la
esclavitud)

La “voluntad general” viene inequívocamente unida a determinadas cualidades


morales que sustenta. Es en el proceso de “socialización” del hombre, desde el estado
“natural” hasta el pacto social, en el que el hombre adquiere la entidad moral
necesaria para contribuir a la voluntad general. El hombre entra, pues, en el reino de
la moralidad cuando deja de ser hombre a secas, que es lo que era en su estado
natural, y se convierte en ciudadano. Y lo que hace de él un ciudadano es su
pertenencia a ese todo colectivo constituido por la vigencia de la voluntad general. Sin
embargo la voluntad general no es la voluntad de todos.

“Hay con frecuencia gran diferencia entre la voluntad de todos y la voluntad


general; ésta se refiere solo al interés común, la otra al interés privado, y no es más
que una suma de voluntades particulares”(Libro II, cap. III)

Lo que hace que la voluntad general tenga este carácter no es el hecho cuantitativo y
externo de su mayoría, sino la cualificación interna, moral, del bien que persigue. La
voluntad es general cuando persigue el bien común, y pone a éste sobre el interés
particular. Por lo tanto, podríamos establecer una hipotética correlación entre las
políticas públicas del Estado del bienestar y las directrices de la “voluntad general”.

12
George H. Sabine, “Historia de la teoría política”, FCE-España, 1999 (cuarta reimpresión), p.423

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De cualquier forma, al margen de la anterior interpretación de Rousseau y de las


declaraciones de derechos mencionadas, se considera que la formulación de una teoría
sociológica sobre la ciudadanía aparece por primera vez en 1949, en la obra
“Ciudadanía y clase social”. El texto fue redactado a partir de una conferencia que su
autor, el profesor T. H. Marshall dio en la universidad de Oxford.

T. H. Marshall13 clasificó, en sus celebres conferencias de 1949, la ciudadanía en tres


etapas evolutivas bien diferenciadas:

1. La ciudadanía civil, que se corresponde con los derechos


fundamentales o derechos individuales básicos, como la libertad
del individuo, la libertad de expresión, de religión y de
pensamiento, derecho a la justicia, a la propiedad y a establecer
contratos válidos. En esta primera etapa se establece el sufragio
censitario.

2. La ciudadanía política, que se corresponde con el derecho de los


ciudadanos a participar en la conducción del Estado 14. En esta
etapa los sindicatos, partidos de masas e ideologías democráticas
van conquistando paulatinamente más derechos hasta que se
alcanza el sufragio universal y se acaban conformando los
modernos Estados de Derecho.

3. La ciudadanía social, propugnada por Marshall como necesaria


para completar las dos etapas ciudadanas anteriores. Se trataba
ahora, en palabras de Marshall15 de “…que se produzca un
enriquecimiento general del contenido concreto de la vida
civilizada, una reducción generalizada del riesgo y la
inseguridad, una igualación a todos los niveles entre los más y

13
T.H. Marshall y Tom Bottore, “Ciudadanía y clase social”, Alianza Editorial, Madrid, 1998.
14
“Por elemento político entiendo el derecho a participar en el poder político como miembro de un
cuerpo investido de autoridad política, o como elector de sus miembros”, Ibíd, p.23.
15
Ibíd, p.59.

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los menos afortunados, los sanos y los enfermos, los empleados y


los parados, los jubilados y los activos, los solteros y los padres
de familia numerosa. La igualación no se produce tanto entre las
clases como entre individuos dentro de una población que, a este
propósito, consideramos ya una clase”

Respecto a las etapas que Marshall refiere para las ciudadanías, J. Félix Tezanos 16 las
relaciona con diferentes fases de la evolución de las sociedades industriales y con
diferentes grados de maduración política y de explicitación de nuevas necesidades
sociales y exigencias políticas.

La ciudadanía civil se correspondió con la transición desde las sociedades agrarias


tradicionales a las sociedades industriales capitalistas, cuando las necesidades
jurídicas evidenciaron que se requería un marco más amplio de derechos de ésta
naturaleza para contratar y actuar sin trabas feudales.

La ciudadanía política, con la mayor complejidad adquirida por la evolución de las


sociedades industriales, que suscitó nuevas exigencias jurídicas y políticas, de la
mano de las demandas de los pujantes movimientos sociales.

La ciudadanía social, tuvo su origen en la mayor sensibilización existente ante los


problemas sociales, el protagonismo ascendente de los sindicatos y los grandes
partidos de raíz obrera, que explicitaron la necesidad de completar la democracia
liberal establecida con tintes sociales que permitieran distribuir los recursos y las
oportunidades de una manera más equitativa. Las concepciones teóricas de ésta etapa
se convirtieron en la práctica en el modelo de Estado de bienestar.

Según Marshall17, la ciudadanía social está en constante relación dialéctica con el


capitalismo: “Ya he señalado que en el siglo XX la ciudadanía y el sistema de clases
del capitalismo se han hecho la guerra…()…los derechos sociales en su forma
moderna suponen una invasión del contrato por el estatus, la subordinación del precio

16
José Félix Tezanos, “La libertad de los iguales”, Revista Sistema, n.173, Enero 2003, Madrid, pp. 5-6
17
T.H. Marshall y Tom Bottore, “Ciudadanía y clase social”, op. cit., pp. 68-69.

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de mercado a la justicia social, la sustitución de la libre negociación por la


declaración de derechos ”.

Puesto que el debate sobre la ciudadanía social ha estado estrechamente ligado, en su


desarrollo, al surgimiento y evolución del Estado del bienestar, pasemos ahora a
examinar los rasgos distintivos de ambos.

El Estado del bienestar y la ciudadanía social


A diferencia del Estado liberal, cuya responsabilidad se limita a garantizar el ejercicio
de los derechos civiles y políticos de la población, incluyendo la salvaguarda del
orden público, la protección de la seguridad de los bienes y de las personas, el Estado
del bienestar se fue conformando progresivamente para suministrar otro tipo de
prestaciones a los ciudadanos. Al principio de igualdad abstracta, que deja
formalmente de lado las diferencias de estatus socioeconómico, se va añadiendo el de
la solidaridad, según el cual la sociedad en su conjunto tiene el deber de ayudar a los
menos favorecidos. No se trata ya de caridad o de sentimientos altruistas, sino del
interés de todos en compartir los riesgos que la civilización moderna impone al
individuo, sobre todo en su condición de trabajador: desempleo, enfermedad,
incapacidad y vejez.

El concepto de ciudadanía social está inexorablemente unido con el de Estado de


bienestar, y a su vez, no se puede concebir éste último sin el cambio de rumbo en la
política económica ultraliberal de no intervencionismo del Estado que se dio en los
años 40, gracias a las aportaciones teóricas de Keynes. Por lo tanto vamos a
detenernos un instante en examinar aquellos postulados que cambiaron la forma de
entender las relaciones entre economía y sociedad.

Para Herbert Spencer y su “darwinismo social” el socorro público a los necesitados, e


incluso la sanidad pública, tendían a perpetuar los miembros más vulnerables de la
raza. Tratar de mitigar la miseria equivaldría a manipular un proceso de la naturaleza
según el cual ésta se asegura el progreso.

El apogeo del darwinismo social en los EE.UU. coincidió con el auge de las grandes

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fortunas, con los años de gran desigualdad y de enorme ostentación. Puesto que las
cualidades superiores se transmitían hereditariamente, se legitimaba la riqueza
heredada, lo cual favorecía especialmente a los biológicamente superiores. Mientras
tanto, los olvidados obreros que hacían posible esta riqueza vivían en fétidas
barriadas. El socorro público, e incluso el privado, fue desterrado, no por
insensibilidad, sino por un reconocimiento de las leyes de la naturaleza tal como las
enseñaba la doctrina darwinista. En este contexto sobrevino la crisis del 29, que trajo
consigo el desempleo masivo y el aumento radical de la pobreza.

Algunos economistas empezaron a mostrar una manifiesta disconformidad con un


modelo económico basado en el mercado, que ponía al dinero y a los inversores en el
centro de sus intereses, muy por encima de los valores sociales o el bienestar de las
personas. Entre los especialistas, Kart Polany18 escribía en The Great Tranformation,
su obra más conocida: “Permitir que el mecanismo del mercado sea el único rector
del destino de los seres humanos y de su entorno natural se traduciría en la
destrucción de la sociedad”.

Junto a Polany, en su visión de que los mercados mundiales debían trabajar para la
gente y no a la inversa, se encontraba John Maynard Keynes, un influyente
economista formado en Cambridge, que en su obra La teoría general del empleo, el
interés y el dinero19, publicada en 1936, postulaba que si no se cambiaba el laissez
faire por un sistema donde existieran normas y controles por parte del Estado, el
capitalismo moriría victima de su propia codicia.

El Estado de bienestar encontró en la economía keynesiana una base complementaria


para afianzar su éxito de posguerra, hasta el punto de que algunos autores lo califican
como «Estado benefactor keynesiano». La política de defensa y expansión del
empleo, así como el seguro de paro, permitían evitar las crisis de subconsumo, gracias
a las intervenciones coyunturales del Estado. Igualmente, la política de intervención y
regulación de la economía permitía atenuar los ciclos de crecimiento y recesión que el
mercado tiende a producir. De esta manera, el Estado de bienestar se convirtió,
18
Kart Polany , “The Great Transformation”, Rinehart & Company, Inc, 1944
19
John Maynard Keynes, “The General Theory of Employment, Interest and Money”, Macmillan
Cambridge University Press, for Royal Economic Society, Londres, 1936

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durante tres décadas, en parte integrante de las formas de vida de los habitantes de los
países avanzados, hasta que la crisis que se inició en la década de los setenta socavó
las bases del modelo y replanteó el problema de su viabilidad. Algunos de los factores
que han influido en estas dificultades son el envejecimiento de la población, el
crecimiento de los costos de atención en salud, los cambios en el mercado de trabajo
(que tienden a reducir la proporción de empleados contribuyentes a la seguridad
social) y, finalmente, la inestabilidad financiera, que disminuye los ingresos y
aumenta los riesgos de los fondos financieros dirigidos a ese fin.

En los años ochenta, el advenimiento del neoconservadurismo de Margaret Thatcher y


Ronald Reagan y su faz ideológica en el campo económico, el neoliberalismo o
fundamentalismo de mercado, en su propagación copó también a los organismos
multilaterales de crédito. Sobre todo al FMI. Y así las cosas, el Fondo se encargó de
imponer políticas económicas restrictivas, sobre todo a los países periféricos,
inspiradas en una revitalización dogmática de los postulados de la economía clásica,
justamente aquellos que Keynes, a la sazón padre de la criatura, había intentado
combatir. Toda una paradoja de la historia.

Por otra parte, actualmente podemos diferenciar, de acuerdo a su grado de


implicación, diversos tipos de Estado de Bienestar. En palabras de Ernesto Águila20:

“…distinguiremos tres: a) una forma residual o liberal, b) uno "institucional" o


socialdemócrata y c) modelos intermedios.

La forma liberal o residual de Estado de Bienestar correspondería a países como


Estados Unidos, Canadá y Australia. En este modelo el Estado juega un papel
subsidiario en la satisfacción de las necesidades y las instituciones públicas de
bienestar interviene cuando los mecanismos "naturales" o tradicionales de
satisfacción de necesidades -la familia y el mercado básicamente- fallan o son
insuficientes. La forma de intervención estatal es mediante la garantía de
20
Ernesto Águila, “Estado de bienestar: hacia una ciudadania politica y social”, Comunidad Virtual de
Gobernabilidad, desarrollo humano e institucional., artículo enviado el Lunes, 26 de Enero del 2004.

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subsistencia mínima en la prestación de determinados servicios.

Por su parte, en el tipo "institucional" o socialdemócrata más puro, el Estado está


comprometido con políticas activas de promoción de la solidaridad e igualdad. En
este modelo adquieren relevancia las políticas de planificación y solidaridad salarial,
predominan las transferencias universales, altas tasas de sindicalización, alto gasto
público y niveles importantes de desmercantilización de las relaciones sociales. Se
los ha denominado también "Estados de bienestar intervencionistas fuertes". Estos
son los casos de Suecia, Noruega, Finlandia.

Entre estos dos modelos, existe una amplia gama de fórmulas intermedias de Estado
de Bienestar, siendo el caso más paradigmático Alemania (se lo ha llamado también
"Estado de Bienestar compensatorio blando"). En este éste, el mercado laboral y su
regulación, es el mecanismo principal de asignación inicial de los recursos. Las
instituciones de bienestar social juegan un papel auxiliar de la economía y de la
acción del mercado. Este modelo no provee cobertura a todo el mundo, sino a
aquellos que han realizado las contribuciones o cotizaciones necesarias en el pasado.
Los beneficios y prestaciones guardan relación con las contribuciones realizadas.”
La regulación de los conflictos entre el capital y el trabajo es otra función que ha
contribuido a la vigencia del Estado de bienestar, al situarse éste como árbitro
regulador y redistribuidor del ingreso, tanto por medio de leyes de protección de los
derechos de los más desfavorecidos, como por la vía de los sistemas de impuestos y la
prestación de servicios universales. El nuevo tipo de Estado que emerge se caracteriza
por socializar la responsabilidad y generalizar el aseguramiento.

Pero los límites del Estado de bienestar no sólo son técnicos sino políticos, ya que las
críticas que se le dirigen frecuentemente están orientadas por un modelo teórico que
recomienda la retracción del Estado y la ampliación del espacio del mercado en el
campo de la seguridad y los servicios sociales. Esta orientación ha tenido cierta
influencia en las reformas a los sistemas de seguridad social que se han producido en
los últimos años, donde tanto el concepto de ciudadanía social como el de Estado de
bienestar han recibido diferentes críticas. Una de ellas es la que considera que la
ciudadanía social enfatiza en el carácter pasivo del ciudadano como receptor de

16
Luis Gómez González Desigualdad y ciudadanía económica

prestaciones por parte del Estado. Por otra parte, existe la duda acerca de si los
derechos sociales pueden ser considerados conceptual y prácticamente idénticos en
estatus a los civiles y políticos. En efecto, si los primeros exigen una intervención
genérica del Estado para garantizar “condiciones externas” de igualdad, como la
existencia de un sistema de justicia imparcial no sesgado por la condición
socioeconómica de los sujetos, los derechos sociales exigen una intervención mucho
más explícita del Estado en la vida económica y social, cuyos costos, efectos y
limitaciones complican las posibilidades de aquél de cumplir efectivamente con las
prestaciones derivadas de esos derechos.

Es por ello que en el ámbito jurídico se debate si los derechos sociales son
“programáticos” o plenamente exigibles. Según la primera posición, representan sólo
una obligación moral y política para el Estado, pero no podría un individuo acudir a
un tribunal para exigir empleo, tal como puede de pleno derecho acudir para exigir la
protección de su vida o sus derechos políticos.

Para la segunda, son derechos del mismo carácter que cualquier otro, y deben ser
exigibles, aunque se reconoce que su realización efectiva es más una cuestión de
capacidad política que de orden estrictamente jurídico.

Hasta aquí hemos explicado los fundamentos teóricos en los que se basó la economía
occidental de la posguerra, la creación en Europa de los Estados del bienestar. Pero
como apunta José A. Díaz Martínez 21, más allá del Estado del bienestar se encuentra
el Estado social. Mientras que el primero fundamenta su visión cultural de la sociedad
sobre valores de competitividad, el segundo lo hace sobre valores de igualdad; el
primero se da en una sociedad que da la mayor importancia al esfuerzo individual y al
trabajo personal mientras que el segundo se dará en sociedades que valoran en primer
lugar la pertenencia al grupo, la cooperación entre individuos y la ayuda mutua.

Podríamos decir, utilizando una escala basada en índices de competitividad por un


lado y de solidaridad por otro que el Estado de bienestar "institucional" o

21
José Antonio Díaz Martínez, “Ciudadanía política y exclusión social”, Las terceras vías, Ediciones
Internacionales Universitarias, Madrid, 2001, p. 91.

17
Luis Gómez González Desigualdad y ciudadanía económica

socialdemócrata más puro, descrito anteriormente, se aproxima a la idea de Estado


Social al estar comprometido con políticas activas de promoción de la solidaridad e
igualdad, mientras que la forma liberal de Estado de Bienestar, con el Estado en un
papel pasivo en la satisfacción de las necesidades, limitando su intervención a la
garantía de subsistencia mínima en la prestación de determinados servicios, está en el
otro extremo del continuo, cada vez más erosionado y cercano a las tesis neoliberales.

En la base de actuación del Estado social estarán los procesos de inclusión social
mientras que la concepción del Estado de bienestar, al vincularse con un modelo
donde puede existir exclusión social, lo lleva a paliar los problemas relacionados con
dicho modelo económico.

Ciudadanía Económica
Como podemos ver, el concepto de ciudadanía social tiene una gran carga de lo que
podríamos denominar “solidaridad social”, que a su vez se fundamenta en una
subyacente idea de igualdad, que se hace más explicita en el texto de Marshall
mediante el termino “igualación”. A este respecto viene muy al caso la
conceptualización de J. Félix Tezanos22, que en su obra “La democracia incompleta”
explica que, en su sentido más profundo, la democracia es igualdad.

Volviendo a Marshall, en la definición que hace de la ciudadanía, ésta aparece


condicionada por el momento histórico y social en que se aplique, pues no hay una
norma explicita que determine qué derechos o deberes caen bajo el paraguas de la
misma23:

“Un estatus (la ciudadanía) concedido a aquellos que son miembros plenos de una
comunidad. Todos aquellos que poseen el estatus son iguales respecto a los derechos
y deberes con los que el estatus está dotado. No hay un principio universal que
determine cuales son estos derechos y deberes, pero las sociedades donde la
ciudadanía es una institución en desarrollo crean una imagen de una ciudadanía
ideal con la que puede medirse el logro y hacia la cual pueden dirigirse las
22
José Félix Tezanos, “La democracia incompleta. El futuro de la democracia postliberal”, Madrid,
Biblioteca Nueva, 2002
23
T.H. Marshall y Tom Bottore, “Ciudadanía y clase social”, op. cit., p. 37.

18
Luis Gómez González Desigualdad y ciudadanía económica

aspiraciones”

Pues bien, como ya hemos comentado hasta la saciedad, estamos actualmente


retrocediendo en derechos adquiridos, forjando una sociedad de excluidos y de
incertidumbre laboral donde los trabajos son cada vez más escasos y precarios. En
este contexto, como señala André Gorz, “la sociedad del trabajo está caduca: el
trabajo no puede servir ya de fundamento para la integración social”24.

El fracaso en el modelo del Estado de bienestar que se viene produciendo desde


mediados de los 70 y sobre todo a partir de la década de los 80 se ha agudizado aún
más con la presión política organizada que se está ejerciendo en el mundo para
promover una mayor regresión en las políticas sociales 25. El nuevo auge de las
concepciones neoliberales y de los dogmas de la «nueva economía», y del “nuevo
orden de la economía mundial”, apoyados por las políticas del Banco Mundial, el
FMI, y la Organización Mundial del Comercio (OMC), suponen una vuelta al
individualismo de los años previos a la Gran Depresión26.

Así las cosas, los ciudadanos están atenazados por problemas de índole laboral y

24
A. Gorz, “Metamorfosis del trabajo. Búsqueda del sentido. Crítica de la razón económica”, Sistema,
Madrid, 1995, pág. 97.
25
“La primera tendencia que se está registrando en la mayor parte de los países desarrollados es la
regresión en las políticas de protección social. De manera específica en los países de la Unión Europea
desde el año 1993 se está reduciendo la proporción del PIB destinado a gastos de protección social,
habiendo pasado del 29,1% del PIB en la media de la UE en 1993 a un 28,4% en 1997. Las
disminuciones han sido mayores no siempre en los países donde los niveles de gastos sociales más
altos pudieran hacer factible un mayor grado de ajuste o economización de gastos, sino en algunos de
los países donde eran menores, como Irlanda, donde se ha pasado del 21% al 17,8% del PIB, o en
España, donde se ha bajado del 24% al 21,4% en 1997.” José Félix Tezanos, “Desigualdad y exclusión
social en las sociedades tecnológicas”, Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales número
35, 2002, p. 38
26
“La segunda tendencia-marco es la que se refiere a la presión política organizada que se está
ejerciendo en el mundo para promover una mayor regresión en las políticas sociales. Esta presión se
hace notar básicamente desde tres perspectivas: en primer lugar a partir del predominio de las
concepciones neoliberales y de los planteamientos propios de la «nueva economía», cuya influencia se
ha extendido incluso a sectores socialdemócratas, y que supone una afirmación de criterios extremos de
individualismo insolidario y de búsqueda del lucro y la codicia. La prevalencia de estos enfoques está
conduciendo a una nueva experiencia de lo social que se traduce, como luego veremos, en un aumento
notable de los procesos de desigualdad y de exclusión social. En segundo lugar, opera también a favor
de esta tendencia regresiva la influencia que se ejerce a través de determinados organismos
internacionales, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la OCDE, etc., que actúan
como una especie de «intelectuales orgánicos » de la nueva situación, haciéndose portavoces explícitos
de los sectores políticos más proclives a las políticas de recortes sociales.”, Ibíd., p.40.

19
Luis Gómez González Desigualdad y ciudadanía económica

económica, y son estos problemas los que actualmente más limitan el ejercicio de la
ciudadanía plena en nuestra sociedad. Las inseguridades perturbadoras para una
existencia digna que la ciudadanía social pretendía erradicar por medio de un conjunto
de derechos sociales, no solo siguen existiendo, sino que han aumentado
considerablemente. Por lo tanto es necesario avanzar, como en su día se avanzó desde
la ciudadanía política a la ciudadanía social, hacia una ciudadanía económica que
genere las condiciones para que todos los miembros de la sociedad tengan
oportunidades razonables de acceder al desempeño de una tarea útil y retribuida de
acuerdo al nivel de riqueza y desarrollo alcanzado por la sociedad.

Con las nuevas tecnologías se producirán cambios culturales que afectarán al ocio, la
salud, la seguridad, etc., y surgirán nuevos yacimientos de empleo. A todo ello habrá
que unir un cambio en las políticas sociales del Estado. Como comenta Tezanos en
“La libertad de los iguales”27:

“… la noción de ciudadanía económica se deberá desarrollar también por medio de


servicios sociales más amplios y universales, de políticas que hagan accesibles las
viviendas (en alquiler, con créditos subvencionados en parte, con suelo público, etc.),
de salarios sociales (o “rentas de inserción”) para casos extremos, de lucha contra
la exclusión social (tanto con medidas paliativas, como de inserción y motivación,
etc.) así como de un conjunto de iniciativas que tiendan a extender la democracia en
el ámbito de las actividades económicas (democratización del trabajo, presupuestos
participativos, fiscalidad con bonos de participación, etc.).”

“Con la actual revolución tecnológica –nos dice Tezanos- y la correspondiente


emergencia de un nuevo paradigma social -las sociedades tecnológicas avanzadas-
se hacen necesarios nuevos desarrollos de la democracia que puedan dar respuesta a
los retos y exigencias de la etapa histórica emergente, tanto para hacer frente a los
problemas de la exclusión social, la precarización, la crísis del trabajo, la
dualización y las fracturas sociales, como para propiciar los avances que las nuevas
condiciones técnicas y culturales permiten”28

27
José Félix Tezanos, “La libertad de los iguales”, op. cit., pp. 13-14.
28
Ibíd, p. 6.

20
Luis Gómez González Desigualdad y ciudadanía económica

La desestructuración del mercado de trabajo está quebrando nuestra sociedad. Y ante


los nuevos fenómenos de exclusión social, hay que idear nuevas respuestas que
sustituyan el derecho al trabajo como nexo de cohesión social. Es aquí donde surge la
idea de una ciudadanía económica, como alternativa crítica a esta forma de distribuir
el trabajo y sus recompensas.

El concepto de ciudadanía económica proviene de los sectores de la izquierda,


especialmente de parte de algunos ideólogos de la llamada "tercera vía" 29. Las
diferenciaciones que se basan en el mercado, en el capital y en el trabajo son objeto de
un profundo cuestionamiento, especialmente entre los ideólogos de la tercera vía; se
objeta que ello representa un sistema que consagra las desigualdades existentes, en la
medida en que evidentemente el mérito y las contribuciones, y por ello las
recompensas, son desiguales.

Es más, se aduce que este sistema impediría incluso una verdadera meritocracia en la
medida en que los padres pueden transmitir a sus hijos sus ventajas adquiridas en
términos de acceso a la educación y por lo tanto no existiría igualdad de
oportunidades, creándose así un traspaso hereditario de las desigualdades. Sobre todo,
se teme que sería un factor de polarización, de destrucción de la mínima cohesión
social necesaria para vivir en democracia. Marshall 30 captó perfectamente la esencia
de este problema: “Obligar a los niños de cierta edad a pasar un número requerido de
horas en el colegio es fácil, pero no lo es tanto satisfacer las aspiraciones legítimas a
tener profesores formados y clases de un tamaño apropiado”

De este diagnóstico surgen propuestas alternativas que reclaman una rectificación de


la desigualdad a través de un sistema en el cual los beneficios, el status, el prestigio,
los niveles materiales de vida, etc. sean definidos, no por el mercado, sino a través del
sistema legal y político a los cuáles, a su juicio, les corresponde en definitiva
establecer los deberes y derechos de los ciudadanos. La "ciudadanía", entonces, es la
única categoría válida de legitimación de las recompensas, introduciéndose así el
29
Ver Blair, T., “La tercera vía”, El país-Aguilar, Madrid, 1998. También “Las terceras vías”,
Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid, 2001.
30
T.H. Marshall y Tom Bottore, “Ciudadanía y clase social”, op. cit., p. 61.

21
Luis Gómez González Desigualdad y ciudadanía económica

principio de distribución de los beneficios "por ciudadanía", vale decir, por extensión
de los derechos civiles, políticos, sociales. En consecuencia, se trata de un mecanismo
de recompensa intrínsicamente igualitaria, porque el derecho a la igualdad proviene
de la pertenencia a una ciudadanía.

Por lo tanto, el principio fundamental sobre el cuál se funda la teoría de la ciudadanía


económica, entonces, es la igualdad. No la igualdad de oportunidades, por cuanto ello
podría llevar incluso a una sociedad más estratificada, sino que, se trata de la igualdad
de logros, significando entonces la ciudadanía un conjunto de derechos que todos
gozan por igual, a los cuales se accede en virtud de la calidad de ciudadano y que, por
ello, son iguales para todos. La ciudadanía se vincula a temas distributivos, porque se
considera que hay beneficios a los cuáles se tiene derecho al margen de la economía
de mercado en virtud de un concepto de justicia social.

A medida que avanzamos más en la ciudadanía económica, más se pone de manifiesto


la dialéctica entre capitalismo y ciudadanía. Un elemento cumbre en esta
contraposición es el concepto de “ingreso básico” o “renta básica” por ciudadanía.
Adela Cortina31 explica muy claramente este concepto:

“…Ahora bien, ¿qué ocurriría si invirtiéramos el orden de los factores? ¿Qué


ocurriría si el reconocimiento de la ciudadanía fuera anterior al de la
autosuficiencia, de modo que una comunidad política estuviera obligada, para ser
legítima, a intentar garantizar a sus ciudadanos la propiedad necesaria como para
ser autosuficientes? Frente al libertarismo capitalista, no gozarían de propiedad sólo
las personas que la han adquirido por herencia o por compra, sino todo ciudadano
por el hecho de serlo; frente a los colectivismos de distinto cuño, la persona no
dependería del cuerpo social, sino que sería su propia señora; más allá de la
sociedad que liga la suficiencia económica al trabajo, ésta quedaría ligada a la
ciudadanía. Desde un punto de vista económico, las personas podrían ser
protagonistas de sus vidas, junto con sus iguales, por tener la propiedad suficiente
como para no tener que depender de otros.”

31
Adela Cortina, “Ciudadanía económica cosmopolita”, articulo aparecido en El País, 05-06-2001.

22
Luis Gómez González Desigualdad y ciudadanía económica

Por último, cabe mencionar el “Esquema de Renta Básica” 32 que ha sido, y es, un
concepto emblemático en la política económica que propugna la ideología verde. La
idea es que los actuales sistemas de subsidiación se eliminen y en su lugar cada
persona reciba una retribución semanal, sin corresponderse con los recursos
económicos, y suficiente para las necesidades básicas.

Paul Ekins argumenta que no es extraño que el actual sistema de subsidios esté a
punto de desplomarse. Ekins enumera una serie de “trampas” por las que el sistema
no puede ser viable; la trampa de la pobreza, por la cual un aumento del sueldo para
un salario bajo puede resultar en realidad una perdida de renta debido al retiro del
subsidio, junto con la trampa del desempleo, en la que si solo se dispusiera de
trabajos de renta baja, trabajar podría suponer una caída de renta debido a la retirada
de subsidios; la trampa de la sociedad que acarrea las prohibiciones de hacer trabajo
voluntario y no hacer otra cosa que buscar empleo, incluso cuando no lo hay; por
último la trampa del derrochador, que convence a la gente para no ahorrar, porque
pierde el subsidio por tener activos financieros.

No vale la pena, nos dice Ekins, reparar un sistema así, es mejor construir uno nuevo
con principios cuyas raíces residan en las realidades, estilos de vida y aspiraciones de
los ciudadanos. Este es el Esquema de Renta Básica. Este sistema otorga un derecho a
una renta a todos los ciudadanos, al margen de otra renta, estado laboral, civil o sexo.
Por motivos de justicia, lógica y sencillez recomienda además sustituir los subsidios y
desgravaciones por un sistema de impuestos y subsidios integrado.

La exclusión social en las sociedades tecnológicamente avanzadas


El desarrollo de la sociedad de la información, los procesos de desarrollo económico
de las sociedades occidentales avanzadas, ha generado una estructura social dual y
segmentada, y unos colectivos sociales con una proyección centrífuga en función de
su posición social. Es decir, en el seno de nuestras avanzadas sociedades han surgido
nuevos fenómenos de pobreza, marginación y aislamiento social, que afectan a una
32
Paul Ekins, “The living Economy”, Paul Ekins -ed.-, Routledge y Kegan Paul,
Londres, 1986

23
Luis Gómez González Desigualdad y ciudadanía económica

parte significativa de la población y que acaban configurándose en términos de


exclusión social.

J. Félix Tezanos sostiene la siguiente visión sobre la exclusión en nuestra sociedad:

“De alguna manera, lo que está ocurriendo obliga a considerar a nuestras


sociedades no como conjuntos integrados, sino como un modelo de círculos
concéntricos, en el que el máximo nivel de integración y de pertenencia sólo es
alcanzable por los ciudadanos plenos que se sitúan en el núcleo o esfera central de la
sociedad, mientras que en las zonas periféricas se conforman distintos grados de
pertenencia y de oportunidades sociales y vitales hasta llegar, en una serie de
círculos o estratos, a aquellos que quedan arrojados en las fronteras exteriores del
sistema, donde quedan desdibujadas las condiciones de ciudadanía y no se reconocen
prácticamente muchas de las conquistas de la modernidad.

El continuo inclusión-exclusión viene delimitado, de esta manera, por un conjunto de


variables de carácter laboral, familiar, social, habitacional y, en su caso, asistencial
o reintegrador, que dan lugar a que en nuestras sociedades, junto a las zonas negras
de la exclusión social, se estén perfilando espacios grises donde se hace presente la
vulnerabilidad social, hacia la que se deslizan millones de personas, con el riesgo
consiguiente de que, si no se hace nada para remediarlo, mucha gente puede ir
deslizándose progresivamente desde la vulnerabilidad hacia la exclusión social, con
todos los riesgos de surgimiento de enconamientos, y de fracturas sociales que de ello
se pueden derivar.”

El concepto de pobreza hace referencia a una cuestión económica y, estrictamente, al


nivel de ingresos. La pobreza alude a estados carenciales o de necesidad, mientras que
el concepto de exclusión social alude a una realidad más amplia. Se trata de un
proceso social de separación, del conjunto de integrantes de un grupo social, de sus
posibilidades laborales, económicas, sociales, educativas, culturales y políticas a las
que otros colectivos sociales sí tienen acceso y posibilidad de disfrute.

Frente a la pobreza, que es un estado referido a una dimensión básicamente

24
Luis Gómez González Desigualdad y ciudadanía económica

económica, la exclusión social es entendida como un proceso estructural que afecta,


más bien, a colectivos sociales y que se define por un componente multidimensional
de factores (laborales, económicos, sociales, educativos, culturales, políticos,....).

El término exclusión social hace referencia a aquellas personas que, de alguna


manera, se encuentran fuera de las oportunidades vitales que posibilitan la ciudadanía
plena (más adelante trataremos en profundidad el concepto de ciudadanía), y por
tanto ajenos al conjunto de conquistas económicas, sociales y culturales que nuestras
sociedades desarrolladas han sido capaces de generar. La exclusión no se equipara sin
más con la pobreza sino que, entre ambos conceptos, aunque estén estrechamente
conectados, existe una diferencia fundamental.

La exclusión es un proceso dinámico, no una situación estable, afectando, por tanto,


de forma cambiante a personas y colectivos y no a grupos predeterminados. Es una
consecuencia de la nueva realidad de las sociedades avanzadas, una distribución de
riesgos sociales mucho más compleja y generalizada. Riesgos que pueden trasladar
hacia zonas de vulnerabilidad y exclusión a todo tipo de personas y colectivos, en
diversos momentos de sus ciclos vitales.

A continuación se muestran algunas de las áreas de la organización social y la vida


humana donde podemos establecer indicadores básicos de vulnerabilidad y de
exclusión social (utilizados para prever situaciones de exclusión social):

1. Acceso a los recursos económicos.


2. Acceso al empleo e inclusión laboral.
3. Acceso a los recursos educativos y a la formación.
4. Acceso a la vivienda, equipada y adecuada a las necesidades personales y
familiares.
5. Disponibilidad de equipamientos básicos del entorno residencial.
6. Participación, formal e informal, en las redes sociales y grupos.
7. Participación en la planificación y desarrollo de la comunidad, con especial
incidencia de los recursos de compensación social de situaciones de
desigualdad o diversidad de partida.

25
Luis Gómez González Desigualdad y ciudadanía económica

8. Acceso a los recursos y posibilidades de movilidad y flujo.


9. Acceso a los recursos sociales, sanitarios y de promoción de la salud para el
bienestar físico y emocional, personal y colectivo.
10. Acceso a los sistemas de garantía, previsión y seguridad futura.

En definitiva, la exclusión social es, para quien la sufre, la inaccesibilidad a un


conjunto de oportunidades vitales que otros sí tienen, como la imposibilidad o
dificultad muy intensa de acceder a los mecanismos de desarrollo personal e inserción
sociocomunitaria y, a los sistemas preestablecidos de protección. Por ello la exclusión
social equivale a la desafiliación, conlleva un desgarramiento del individuo respecto
de su entorno social, que se traduce en una fractura de las relaciones sociales que, de
facto, produce la pérdida de la ciudadanía social, definida como conjunto de derechos
de carácter político, social, económico y laboral en el individuo y en el grupo que
sufre tal proceso.

La exclusión social en España


Como ultimo capítulo de este trabajo, nos fijaremos en los datos de nuestro país y
comprobaremos que el fenómeno de exclusión social, como no podía ser de otra
forma, está también muy presente en nuestro país. Los datos mostrados han sido
extraídos de un informe del Ministerio de Asuntos Sociales preparado para el Plan
Nacional para la inclusión social, “Diagnostico sobre la situación de exclusión en
España”.

ÁMBITOS DE EXCLUSIÓN Y COLECTIVOS AFECTADOS


1. Pobreza, en el sentido de ingresos económicos.
2. Dificultad en la Integración laboral.
3. Dificultad de acceso a la Educación y los mínimos educativos.
4. Ausencia de un Alojamiento digno

26
Luis Gómez González Desigualdad y ciudadanía económica

5. Carencia de Salud, de capacidad psico-física y de asistencia sanitaria.


6. Ausencia o insuficiencia de apoyos familiares o comunitarios.
7. Ámbitos de Marginación social.

1. POBREZA
Se considera como pobre a toda persona cuyos ingresos monetarios netos son
inferiores al 60% de los ingresos medianos. Este es el criterio que actualmente utiliza
la Unión Europea para sus estadísticas, y es al que se refieren las tablas nº 1 y 2,
basadas en el Panel de Hogares de la Unión Europea (PHOGUE).

Los datos que se ofrecen en la tabla siguiente indican que en España existían en
1995 unos 7 millones de pobres.

Evolución de la Pobreza en España 1993-1995


AÑO NÚMERO DE POBRES % SOBRE POBLACIÓN TOTAL
1993 7.757.000 20%
1994 7.381.000 19%
1995 7.265.008 18´5%

Fuente: Panel de Hogares de la UE. (a) La publicación se ha realizado un año después


en los tres casos. Esta reducción de los datos brutos y porcentuales que se aprecia en
la evolución de las tres oleadas del Panel de Hogares también se corrobora si
tomamos una perspectiva longitudinal más amplia.
Cabe destacar que el número de integrantes de la unidad familiar afecta directamente
al nivel en que se experimenta la pobreza. De esta manera, la pobreza en España
afecta más a los núcleos familiares con 1 o 2 miembros (familia pequeña) y, en el otro
extremo, a las familias numerosas o muy numerosas (6 o más miembros). En todo
caso, la mayor pobreza, los mayores problemas graves (droga, alcohol, ....) y la peor
situación en general, afectan más a las familias numerosas o muy numerosas.

Con respecto al género, hay que destacar la tendencia hacia la feminización de la


pobreza en virtud de un riesgo mucho mayor para los hogares encabezados por
mujeres. Se trata, sin embargo, de una realidad difícilmente mensurable cuando la

27
Luis Gómez González Desigualdad y ciudadanía económica

referencia es el conjunto de las mujeres, pero que afecta especialmente a las mujeres
mayores de 65 años que viven solas o a mujeres solas con hijos a su cargo, es decir, a
las familias monoparentales.

Índices de Pobreza según Tipos de Hogar


(Índice 100: % medio de pobreza del conjunto de la población)
Tipo de Hogar Nº índices
Solo. Menor de 65 años 90
Solo. Mayor de 65 años 60
Pareja sin niños. Menor de 65 años 70
Pareja sin niños. Mayor de 65 años 113
Solo con niños 118
Pareja con un niño 74
Pareja con dos niños 100
Pareja con tres niños 190
Pareja con hijos/s no dependiente/s 104
Otros tipos 87
Fuente: Income, Poverty and Social Exclusión. Eurostat, 2000 (con datos del
PHOGUE realizado en 1995).

2. DIFICULTADES DE INTEGRACIÓN LABORAL


Índices de pobreza según situación laboral
(Índice 100: % medio de pobreza del conjunto de la población)
Situación Laboral Nº índices
Empleado 64
Desempleado 257
Jubilado 90
Otra Población Inactiva (amas de casa, estudiantes, etc.) 141
Fuente: Income, Poverty and Social Exclusión. Eurostat, 2000 (con datos del
PHOGUE realizado en 1995).

Minoría Étnica (Gitanos) con problemas de Exclusión Social


Problemas de Exclusión Total Personas de Etnia Gitana

28
Luis Gómez González Desigualdad y ciudadanía económica

Total Población excluida 300.000


En el Empleo
Empleos precarios 67.000
Desempleados 33.500
Perceptores de rentas mínimas 66.000
En la Educación
Absentismo escolar 120.000
Abandono en Secundaria 45.500
Analfabetos 135.000
En la Vivienda
Chabolistas y asentamientos segregados 51.000
Infravivienda 135.000
Hacinamiento 135.000
En la Salud
Control sanitario inadecuado 150.000
Toxicomanías y VIH 4.000
Fuente: Asociación Secretariado General Gitano

Otro colectivo importante que experimenta significativas dificultades en la


integración laboral viene conformado por los inmigrantes económicos, especialmente
los que se encuentran en una situación no regularizada, desde el punto de vista
jurídico. Este grupo concreto, de la totalidad de inmigrantes asentados en España, se
encuentra en situaciones de mayor vulnerabilidad, viviendo sin sus familias, solos en
pensiones, o agrupados con parientes o amigos en pisos, ocupados por lo general sólo
por hombres o sólo por mujeres. En las grandes ciudades compiten por ocupar los
espacios sociales que previamente ocupaban los trabajadores más desfavorecidos o
marginados, en concreto en la venta ambulante, el servicio doméstico (empleadas de
hogar externas e internas), el peonaje eventual en la construcción o en la agricultura,
la jardinería, la carga y descarga en los mercados, etc.. En las zonas rurales se
emplean como temporeros en las épocas de trabajo agrícola intensivo. En suma, por
regla general, en el mercado de trabajo se encuentran en riesgo de explotación,
marginación laboral, bajos salarios, eventualidad en el empleo y horarios
incontrolados.

29
Luis Gómez González Desigualdad y ciudadanía económica

3. DIFICULTADES DE ACCESO A LA EDUCACIÓN Y MÍNIMOS EDUCATIVOS

Población Analfabeta de 16 y más años por Género y Grupos de Edad


AÑOS TOTAL HOMBRES MUJERES
De 16 a 19 años 4.900 3.700 1.200
De 20 a 29 años 35.600 18.500 16.600
De 30 a 39 años 40.500 22.300 18.200
De 40 a 49 años 57.400 23.700 33.700
De 50 a 59 años 121.700 35.900 85.800
De 60 a 69 años 318.700 96.900 221.700
De 70 y más años 562.100 139.500 422.700
Total 1.140.400 340.300 800.100
Fuente: Encuesta de la Población Activa (Cuarto Trimestre de 2000), INE.

30
Luis Gómez González Desigualdad y ciudadanía económica

Población con Estudios Primarios Incompletos de 16 y más años por Género y


Grupos de Edad
AÑOS TOTAL HOMBRES MUJERES
De 16 a 19 años 19.500 11.000 8.500
De 20 a 29 años 78.600 46.300 32 .200
De 30 a 39 años 158.500 74.100 84.400
De 40 a 49 años 325.600 141.900 183.700
De 50 a 59 años 710.100 299.900 410.200
De 60 a 69 años 1.284.900 572.300 712.700
De 70 y más años 1.999.300 792.600 1.206.700
Total 4.576.500 1.937.900 2.638.500
Fuente: Encuesta de la Población Activa (Cuarto Trimestre de 2000), INE.

Los estudios empíricos realizados sobre el fracaso escolar muestran que éste es, en
gran medida, reflejo de las condiciones de desigualdad y exclusión social en la que se
encuentran las familias de los alumnos.

Los datos del Panel de Hogares de la Unión Europea muestran que las
probabilidades que tienen las personas con un nivel educacional bajo de adscribirse
a la pobreza son del doble de quienes presentan unos estudios medios, y del
cuádruple de aquellos con estudios superiores. Fuente: Income, Poverty and Social
Exclusión. Eurostat, 2000 (con datos del PHOGUE realizado en 1995).

4. AUSENCIA DE UN ALOJAMIENTO DIGNO


Principales déficits de la Vivienda en España
PARÁMETROS DATO ABSOLUTO
Personas en barrios desfavorecidos en ciudades de 20.000 y más habitantes (1)
3.750.000 personas
Hogares con humedades (2) 2.487.902 hogares
Hogares con goteras (2) 1.402.494 hogares
Hogares con podredumbre en suelos o ventanas de madera (2) 731.736 hogares
Hogares con altos índices de delincuencia o vandalismo en sus alrededores (2)
2.439.120 hogares

31
Luis Gómez González Desigualdad y ciudadanía económica

Viviendas que no reúnen las condiciones mínimas de habitabilidad (2) 387.000 casas
Viviendas en estado ruinoso (2) 37.000 casas
Chabolas (3) 48.000 chabolas
Hogares con mucha dificultad para llegar a final de mes (2) 1.908.800 hogares
Fuente: (1) La desigualdad urbana en España, Ministerio de Fomento, 2000. (2) Panel
de Hogares de la Unión Europea, INE, 1996. (3)
Jornadas sobe vivienda e inserción social. Materiales de Trabajo nº 6. MTAS, 1999.

5. CARENCIA DE CAPACIDAD PSICO-FÍSICA, SALUD Y ASISTENCIA


SANITARIA

Estimación de Drogodependientes y Alcohólicos en España


COLECTIVO Estimación en Datos Absolutos
Drogodependientes 435.000
Alcohólicos 435.000
Fuente: Elaboración del Ministerio a partir de diversas fuentes

Según el Registro Nacional de SIDA del Ministerio de Sanidad, de los 59.466 casos
de SIDA detectados hasta 31 de diciembre de 2000, el 46,7% permanece vivo (27.777
personas).

6. AUSENCIA O INSUFICIENCIA DE APOYOS FAMILIARES O


COMUNITARIOS
Según datos de la Encuesta de Población Activa (tercer trimestre de 2000), existen en
España un total de 13.031.900 hogares de los que el 15% (en términos absolutos
1.960.900) está compuesto por solo una persona. Visto en perspectiva longitudinal
cabe reseñar el importante crecimiento de este fenómeno.

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Luis Gómez González Desigualdad y ciudadanía económica

Personas de 65 y más años que viven solas


1990 1995 1996 1997 1999 (1)
Total 819.900 1.033.300 1.002.400 1.026.400 1.057.700
Hombres 136.800 193.400 186.100 206.000 212.200
Mujeres 683.100 839.900 816.200 820.300 845.500
Fuente: Las personas mayores en España. Informe 2000. Ministerio de Trabajo y
Asuntos Sociales,

7. ÁMBITOS DE MARGINACIÓN SOCIAL


Población Reclusa en el Año 2000
Reclusos en cárceles españolas 45.693
Fuente: El sistema Penitenciario en cifras, DGIP. Ministerio del Interior, 2000.

Número de Detenciones de las Fuerzas de Seguridad del Estado


Por Motivo de Delincuencia Juvenil Año 1999
Género Total Menores de 14 años Jóvenes de 14 y 15 años Jóvenes de 16 y 17 años
Total 25.856 3.885 7.040 14.931
Chicos 23.802 3.492 6.468 13.842
Chicas 2.054 393 572 1.089
Fuente: Anuario Estadístico del Ministerio del Interior, 1999.

Denuncias de Malos Tratos Recibidos en el Ámbito Familiar


Género que ha recibido el mal trato Total Delitos Faltas
Mujeres 29.405 8.155 21.250
Hombres 9.478 1.539 7.939
Total 38.883 9.694 29.189
Fuente: Anuario Estadístico del Ministerio del Interior, 1999.

Estimación de la Población Sin Hogar


Números absolutos
Personas Sin Hogar 250.000
Fuente: Muñoz, M. y Vázquez, C.: “Las personas sin hogar: aspectos psicosociales de
la situación española”. Intervención Psicosocial, Vol. 7 nº 1, 1998. Págs, 7-26.

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