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Introducción

El presente trabajo trata de la dialéctica administrativa que no es mas que los tipos
de administración publica que han estado vigentes en la historia. Estas formas de
Administración Pública fueron un tanto simplista, empezando por el Estado
Gendarme que fue ineficaz para resolver las cuestiones económicas y sociales.
Después el Estado Promotor con el cual se crearon estímulos financieros.
Posteriormente el Estado Benefactor que redistribuyo la riqueza. Y por último, el
Estado planificador integral que hasta estos momentos es una creación utópica.

El estudio de la Dialéctica administrativa es un tema el en cual no muchos


estudiosos del derecho han profundizado, por eso es un tanto complejo encontrar
información de dicha parte del derecho administrativo. A continuación, se
presentará la investigación realizada sobre el tema ya antes mencionado.
Dialéctica Administrativa

Estado gendarme

El Estado gendarme tiene un fuerte arraigo en el siglo XIX, es aquel cuya función
única consiste en mantener el orden público vigilando y protegiendo la recíproca
libertad de los individuos dentro de la ley. Es la antítesis del Estado intervencionista
en materias económicas, sociales, técnicas y culturales, cuya manifestación más
aguda se encuentra en el Estado totalitario (Ossorio).

En una primera etapa, a los Estados nacionales se les facultó, como entidades
soberanas, para normar ciertas conductas con respecto de una población dad y
dentro de un territorio especifico. A este primer tipo de gobierno se ha llamado
Estado Gendarme.

Esta facultad normativa le permite (Carrillo Castro, 1978):

1. Garantizar la posibilidad de que se den ciertas conductas y actividades. Estas


garantías se establecen (ejercitando el poder soberano) por medio de
disposiciones legales, parte del sistema jurídico constitucional. Para
garantizar la eficacia de estos ordenamientos, el Gobierno puede ejercitar al
mantenimiento del orden publico y la defensa del país.
2. Registrar actos que requieran este tramite para tener validez y otorgar fe
publica a los que la requieran como requisito formal o solemne para que
cumpla efectos ante terceros.
3. Orientar ciertas conductas y actividades
4. Autorizar o prohibir, en su caso, ciertas conductas y actividades. La
administración publica se encarga de vigilar el cumplimiento de las
obligaciones previstas en el orden público.
5. Arbitrar los conflictos que se presenten en el ejercicio de los derechos y en
el cumplimiento de las obligaciones que el propio estado ha establecido.

La conceptualización del Estado como gendarme o policía hace referencia


inmediata a la teleología del Estado. En la teleología los liberales desarrollaron
como una necesidad metodológica la teoría del pacto social, buscando dar un nuevo
sentido y, por supuesto, un nuevo fin a la existencia misma del orden social y del
poder institucionalizado, esto es, del derecho y del Estado. El modelo de Estado
que planteó el liberalismo es un Estado con funciones esencialmente policiacas,
que debe intervenir en la vida social única y exclusivamente cuando el orden se ha
visto perturbado, y una vez que lo reestablece debe replegar su actuación, para que
de nuevo la sociedad asuma su dirección y funciones. De nuevo vemos un Estado
con un gobierno destinado a servir a los miembros de la sociedad, no ha de llevar
la conducción de la vida pública, lo que corresponde a la propia soberanía (Martínez
Bullé Goyri).

El liberalismo dogmatiza una exagerada creencia, muy rousseauniana, en la bondad


natural del hombre. El pensador suizo suponía un lejano y utópico pasado en el cual
los hombres vivían en contacto con la naturaleza y con una libertad ilimitada. Pero
la sociedad ha corrompido al hombre y le ha limitado su libertad. Nos queda como
recurso mágico, que en realidad no resuelve nada, el pretendido contrato social. Es
el caso de que la libertad, pseudo-libertad de hacer lo que venga en gana se concibe
como ausencia de trabas, cuando en rigor, la verdadera libertad, es una facultad de
dirigirse hacia el bien por motivos racionales.

La organización política del Estado gendarme reduce la función de gobierno a la


sola y pobre tarea de vigilar el orden policial externo. La célebre Ley Chapelier,
típicamente liberal, prohibía toda clase de asociación, creyendo proteger, en esa
forma, la originaria condición de libertad de los hombres. Al derribarse los sindicatos,
las instituciones religiosas de beneficencia, las asociaciones económicas y
culturales de la estructura social, sobrevino la competencia desenfrenada con el
triunfo de los más poderosos. La lucha de todos contra todos convirtió al hombre en
lobo del hombre (El Estado Gendarme).
Entregado a su propia debilidad, el individuo se mantuvo como ente fungible,
aislado, hostil a toda forma de comunidad. Los campesinos fueron desposeídos de
sus tierras; los obreros fueron explotados por el sistema del sudor, considerando su
fuerza de trabajo como mercancía sujeta a la ley de oferta y demanda; los pequeños
comerciantes y la clase media padecieron servidumbre. ¿Y el Estado? El Estado
gendarme vigilaba, con neutralidad de espectador, la enorme y atroz injusticia.

Una libertad imposible, desprovista de los medios necesarios para realizarse y


protegerse, terminó por amargar la conciencia de los ingenuos que creyeron en las
promesas de la demagogia liberal. Se confundió el individualismo con la liberación
y el aislamiento con el triunfo sobre la opresión. La multitud miserable fue fácil presa
de los audaces sin escrúpulos. La doctrina de la plena autonomía individual,
aplicada a la vida social, condujo a la explotación del hombre por el hombre y a la
pérdida de la auténtica libertad. El Estado gendarme del liberalismo contempla a la
sociedad como un agregado de simples átomos que se yuxtaponen
mecánicamente. Al individuo se le concede todo, a la sociedad nada, como no sea
el derecho puramente policíaco. Y esto, a pesar de que todos somos buenos por
naturaleza sin necesidad de coacción, según reza el dogma de Juan Jacobo.

Corresponde a la autoridad, en estricta justicia, combatir los vicios que cunden en


daño de la misma sociedad. De ser consecuente con sus principios, el Estado liberal
tendría que dejar en libertad a los enemigos de la sociedad entera y a los enemigos
de la misma libertad. Dentro de la concepción política del Estado gendarme, el
propietario puede usar y abusar de su propiedad aun con menoscabo del bien
común. El absentismo puede estar a la orden del día. Los monopolios y la usura
podrán prosperar a costa de la felicidad de los pobres. El inmoderado lujo de unos
cuantos florecerá sobre el pauperismo general. ¿Y el Estado? El Estado gendarme
se declarará abstencionista, no intervencionista (El Estado Gendarme).

Mientras tanto el pez grande seguirá comiéndose, dentro de la más estricta


legalidad, al pez chico. Para no rebajar los precios, en virtud de la demasiada oferta
y la poca demanda, se arrojarán al mar el ganado, los cereales y el café. No importa
que haya muchedumbres indigentes; los productores tienen el intocable derecho de
hacer lo que les dé la gana. El carácter social y moral del mundo económico se
ignora o se finge ignorar. La irrestricta libertad de contradicción, admitida por el
Estado gendarme, lesiona a la justicia distributiva. La falta de colaboración social,
consecuencia de un individualismo exagerado, trunca el fin del Estado y menoscaba
la función política de la autoridad.

En medio de la absurda uniformidad postulada por la escuela liberal, hoy


definitivamente anacrónica, surgió un día la revolución social. La libertad de
contratación operará, desde entonces, sobre la previa base de que las partes sean
iguales en fuerza y libres de cualquier coacción. La justicia distributiva exigirá una
igualdad proporcional. A situaciones diversas o desiguales corresponderán tratos
proporcionalmente diversos o desiguales. La proporción entre el débil y el fuerte, en
los cambios privados y en los beneficios a cargas de la vida social, se instaura a
partir del ocaso del Estado gendarme.

En el Estado social de Derecho, a diferencia del Estado liberal de Derecho, el


Estado colabora en la creación de las condiciones favorables para elevar el nivel de
existencia de los más humildes, con objeto de que todos gocen de un mínimo de
instrucción, de educación y de recursos económicos. Sólo así se vive una vida
plenamente humana. Y para eso, precisamente, existe el Estado: gestor del bien
público temporal y no siempre gendarme. Decir que el Estado es gestor del bien
público temporal implica aceptar su intervención positiva en el ámbito económico.

Pero ¿hasta dónde es legítimo y deseable que el Estado intervenga? ¿Cómo evitar
un intervencionismo desenfrenado? ¿Cuál es el justo límite de la intervención
estatal?

Estado promotor

En una etapa posterior, la necesidad de promover ciertas conductas y actividades


que se consideraba conveniente estimular, dio lugar a la concepción del estado
promotor o de fomento, encargado de participar de una manera más directa (sobre
todo en la vida económica) procurando la consecución de ciertos objetivos
considerados valiosos para el progreso del país.

Esta facultad promotora le permite (Carrillo Castro, 1978):

1. Fomentar, por medio de estímulos (tales como financiamiento o la


condonación de impuestos) ciertas actividades individuales o colectivas, o bien
tratar de evitar otras, gravándolas o sancionándolas cuando se le considera poco
valiosas.

2. Informar publica y ampliamente sobre las actividades que lleva a cabo y/o los
gastos que realiza, así como sobre las oportunidades existentes para ejecutar
conductas o actividades consideradas valiosas. En ocasiones, incluso programa
indicativamente tales posibilidades, calculando gastos y actividades requeridas.

Sirvió para motivar a los particulares a fin de que se realizaran ciertas conductas,
estimulando su participación en la vida económica del país; se crearon estímulos
como el financiamiento y la exención de impuestos, para las actividades necesarias,
y se grabaron y sancionaron otras que pudieran resultar nocivas (Del Rio Gonzalez,
1981).

Estado Benefactor

La etapa de consolidación del Estado del bienestar ocurrió entre el final de la


Segunda Guerra Mundial y los inicios de los años setenta del siglo XX. Cada país,
dependiendo de la orientación política de los gobiernos, adoptó características
diferenciadas. Se caracteriza por la posibilidad de intervenir mas directamente en la
vida económica y social, prestando aquellos servicios que no eran producidos
adecuadamente por los sectores privados o que se consideraban indispensables
para el desarrollo integral de la sociedad.
Este Estado fue productor de bienes, encargado de comercializar ciertos productos
y de propiciar la redistribución de la riqueza e incluso el consumo obligatorio de
algunos bienes y servicios, creando mercados cautivos para proteger a los
productos nacionales y subsidiarios, muchas veces, los artículos de primera
necesidad para evitar el aumento traumático de los precios (Del Rio Gonzalez,
1981).

Esta facultad de intervenir directamente en los procesos productivos y de prestación


de servicios le permite (Carrillo Castro, 1978):

1. Producir bienes de producción y de consumo, ya sea con fines de regulación


de mercado, o bien reservándose la producción exclusiva por razones
estratégicas.
2. Comercializar directamente ciertos productos para garantizar una justa
intermediación y redistribución de la riqueza.
3. Consumir obligatoriamente ciertos bienes y servicios para l ejercicio de sus
propias atribuciones, o bien para ejercer una acción reguladora de la
economía.
4. Redistribuir la riqueza material y cultural en su conjunto, en el sentido del
desarrollo económico y social.

La función del bienestar constituye la segunda función social básica del Estado,
después del mantenimiento de la paz y el orden interior y exterior. La función del
bienestar se refiere a la vida económica y social, sus principales campos de
aplicación son las bases ordenadoras de la economía nacional.

Este Estado de Bienestar no es mas que el resultado de una forma de intervención


del Estado en la crisis de 1929. El Estado de bienestar no supone que la regla deba
ser la de mayor intervención del Estado en la vida económica y social; ni tampoco
que se deba practicar una no intervención de los Poderes públicos en la sociedad
(Rodríguez-Aranda Muñoz, 1999).

El autor Jaime Cárdenas García nos dice que la concepción jurídica del Estado del
bienestar se apoya en algunas variables y categorías jurídicas precisas:
1)Reconocimiento constitucional y legal de los derechos económicos,
sociales y culturales, y posteriormente ambientales, así como de otras
generaciones de derechos aunque con garantías institucionales deficientes;
2) crecimiento de la administración pública, de la burocracia y del gasto
público del Estado para satisfacer los derechos reconocidos; 3) principio de
legalidad matizado por disposiciones administrativas reglamentarias que
reciben de la ley y a favor de la administración pública una delegación de
competencias; 4) comienzo de entendimiento de la Constitución como
normativa y no sólo nominal o semántica; 5) fortalecimiento del control de
constitucionalidad y de los jueces constitucionales; 6) nuevas concepciones
sobre la ciencia jurídica y la validez jurídica; 7) mayor peso de los tratados
sobre derechos humanos en el derecho interno; 8) sistema democrático
pluralista; 9) debate entre la capacidad de transformación o de pacificación
de la Constitución sobre el sistema económico-social, y 10) el logro del
Estado del bienestar a través de la legislación fiscal y presupuestal (Del
Estado absoluto al Estado neoliberal).

La estructura jurídica de los Estados aún respondía a las categorías y esquemas


del Estado liberal de derecho, pero poco a poco, la administración pública de los
Estados del bienestar estableció los programas sociales y las políticas públicas de
carácter administrativo para satisfacerlos. Igualmente, los tribunales
jurisprudencialmente fueron reconociendo y ampliando los derechos y
perfeccionando sus garantías.

De esta suerte, el Estado del bienestar debía potenciar los derechos de libertad
como lo había hecho el viejo Estado liberal de derecho, pero también debía
maximizar los de igualdad. La incorporación de los derechos de igualdad en las
Constituciones producía ventajas sociales evidentes: armonizaban el tejido social,
pacificaban a las sociedades, y en algunos casos, catalizaban los procesos de
transformación social hacia la construcción de sociedades cada vez más justas y
equilibradas (Cárdenas Gracia, 2017).

La democracia del Estado del bienestar fue un mero mecanismo para la selección
de élites, un procedimiento de destitución de gobernantes. La democracia en esta
concepción formal y minimalista se concreta y concluye en lo electoral sin que
importe mucho la calidad de las reglas e instituciones o el nivel de participación y
deliberación de los asuntos públicos; se trata de una mistificación que paraliza el
sentido de la democracia en el tiempo. La democracia pone fin a la historia si es
sólo una cuestión de reglas y procedimientos para saber quién gobierna y cómo
gobernará.

El Estado del bienestar debía potenciar los derechos de libertad como lo había
hecho el viejo Estado liberal de derecho, pero también debía maximizar los de
igualdad. La incorporación de los derechos de igualdad en las Constituciones
producía ventajas sociales evidentes: armonizaban el tejido social, pacificaban a las
sociedades, y en algunos casos, catalizaban los procesos de transformación social
hacia la construcción de sociedades cada vez más justas y equilibradas.

La evolución del Estado del bienestar demostró la dificultad para cumplir con las
garantías económicas (la crisis fiscal del Estado y con ello la crisis del Estado del
Bienestar)pero también con las garantías jurídicas.

Durante el Estado del bienestar, el área de los poderes públicos que creció y se
consolidó fue la administración pública. Si en el Estado liberal teóricamente el poder
residió en el Parlamento, en el Estado del bienestar hubo un traslado de poder e
influencia al Ejecutivo, específicamente a la administración pública. Ésta es y era,
en primera instancia, la encargada de la gestión de los derechos económicos,
sociales, culturales, y ambientales. De ese poder de la administración pública
durante el Estado del bienestar podemos señalar algunas consecuencias para el
Estado del bienestar que fueron evidentes (Cárdenas Gracia, 2017):

1) La existencia de grandes aparatos burocráticos que se orientaban por su


propia lógica no siempre coincidente con la lógica de los derechos humanos
o con el principio de legalidad.
2) El incremento de la influencia jurídica de instrumentos normativos como el
reglamento y normas administrativas generales, muchas veces en demérito
de otras fuentes del derecho, principalmente de la ley.
3) Desequilibrios a favor del Ejecutivo entre los tres poderes clásicos.
4) Invasión y limitación de la autonomía de la voluntad de los ciudadanos por
parte del reglamento y otras disposiciones administrativas de carácter
general; ahora el ciudadano debía, además de no infringir la ley no
transgredir el reglamento.
5) El poder, libertad y a veces arbitrariedad de la administración, para interpretar
los alcances en el ejercicio de los presupuestos de los Estados.
6) Los enormes costos de la administración pública.
7) La irracionalidad en el gasto de la administración pública que desembocó en
la crisis fiscal del Estado.
8) El incremento de actos de corrupción por el volumen y discrecionalidad en el
manejo de los recursos administrados.
9) En los países con menores niveles de desarrollo democrático, pero también
en los más democráticos, el uso de los programas públicos gestionados por
la administración, con fines clientelares y electorales.
10) La conformación de gobiernos de técnicos que se colocaban por encima de
los otros poderes y del mismo ciudadano, el que quedaba excluido de la
participación y de la crítica a la misma administración pública, propiciando
una crisis de legitimidad democrática.

El viejo principio de legalidad fue transformado, y con él, el principio de división de


poderes. El legislador, por razones de la complejidad y del carácter técnico de las
nuevas funciones del Estado, comenzó a delegar en distintos ámbitos sus
competencias legislativas a la administración -la legislación delegada-. La
justificación de esa delegación se decía que era la ausencia de competencia técnica
del Parlamento; así como el hecho de que la administración estaba más cerca de
los problemas y los podía entender y regular mejor.

En esta etapa del desarrollo del Estado del bienestar, contraria la lógica del viejo
Estado liberal de derecho, encontramos clasificaciones di versas de las leyes: a)
generales y abstractas; b) generales y concretas; c) particulares y abstractas, y d)
particulares y concretas.
Un rasgo del Estado del bienestar que en nuestros días es aún más importante,
tiene que ver con la conciencia de que la Constitución no sólo era un texto político
y/o retórico, sino que es fundamentalmente un cuerpo normativo. La asunción de la
Constitución normativa representa como ideología jurídica, un desarrollo civilizatorio
significativo porque pretende que la realidad socioeconómica coincida con las
normas fundamentales y viceversa (Cárdenas Gracia, 2017).

Finalmente, para el Estado del bienestar fue de gran trascendencia su marco fiscal
y presupuestal. Se puede establecer que los teóricos del Estado del bienestar
idearon una fiscalidad y una política de gasto público con el propósito de lograr la
redistribución de la riqueza.

Estado planificador integral

Un último tipo, (que aún no se puede hallar operando plenamente en ningún país
del mundo, aunque jurídicamente se han consignado facultades para alcanzarlo)
sería el Estado planificador integral. Estaría facultado para dirigir integralmente la
economía y sociedad.

Esta facultad directora le permitiría (Carrillo Castro, 1978):

Planificar y administrar el funcionamiento global de la sociedad en sus aspectos.

Este estado es neo comunista, neo fascista, neo corporativista de izquierda o


derecha.

1. Es dueño de todos los medios de producción.


2. Es el único medio de comercialización.
3. Se esfuerza por alcanzar la planeación y administración integral.
4. El estado organiza la educación, vivienda, actividades sociales, culturales y
deportivas.

Una creación utópica que no opera plenamente en ningún país del mundo, aunque
jurídicamente se han creado los mecanismos para llegar a alcanzarlo, a fin de
obtener la planificación y administración del funcionamiento global de la sociedad
en todos sus aspectos (Del Rio Gonzalez, 1981).
Conclusión

Actualmente, es imposible encontrar tipos puros de estados con relación a la


administración pública. El ejercicio de tales funciones como son promover, servir o
dirigir, no implica abandonar o desatender aquellas que le han sido anteriormente
asignadas. De hecho, en todo estado moderno confluyen todas estas facultades o
atribuciones; desde las de garantía hasta las de planificación, y las cumple de un
modo variable en mayor o menor medida, de acuerdo con los objetivos asignados
a cada una de sus instituciones, sectores o sistemas, y según sea la estrategia de
desarrollo que adopte.

La finalidad de este trabajo fue presentar, los contenidos sociales y económicos de


cada forma de Estado. La pretensión es que el Estado sí sea agente de garantía de
los derechos humanos y de los principios democráticos; es indispensable la
modificación sustancial de los modos de producción capitalistas actuales y su
sustitución por otros que permitan la construcción de sociedades más libres e
igualitarias ante nuevos retos mundiales nunca conocidos como el cambio climático,
las migraciones masivas y los nuevos desarrollos científicos y tecnológicos.
Bibliografía
Cárdenas Gracia, J. F. (2017). Del Estado absoluto al Estado neoliberal. México:
UNAM.
Carrillo Castro, A. (1978). La Reforma Administrativa en México. Obtenido de
Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM:
https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/5/2430/6.pdf
Del Arco Torres, M. Á. (1999). Nuevas Claves del Estado de Bienestar. Granada:
COMARES.
Del Rio Gonzalez, M. (1981). Compendio de Derecho Administrativo. Cardenas.
El Estado Gendarme. (s.f.). Obtenido de Wordpress:
https://lichectorberducido.files.wordpress.com/2014/01/22-el-estado-
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Martínez Bullé Goyri, V. M. (s.f.). Derechos humanos y Estado liberal. Obtenido de
file:///C:/Users/USUARIO%201/Downloads/5515-4888-1-PB.pdf
Ossorio, M. (s.f.). Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales . Obtenido
de https://brainly.lat/tarea/5305833
Rodríguez-Aranda Muñoz, J. (1999). Nuevas Claves del Estado del Bienestar.
Granada: COMARES.

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