Yo tenía un gato, un gato tragón y flojo, bien Garfield... ¿o lo sigo teniendo? la
verdad no estoy seguro. ¿Por qué? La culpa la tienen los lunes, parece que tuviesen una maldición sobre ellos, una maldición que los hace más normales de lo que deberían ser, sí, normales, tan solo decir aburridos me produce escalofríos. Lo malo de los días normales ¿bonito eufemismo no? , es que te incitan a hacer cosas que no deberías. Pero en fin… tenía mucho tiempo libre. Me puse a pensar en opciones para aprovechar o desperdiciar mi tiempo de la mejor forma… ¿bromas por teléfono?, nah, demasiado infantil, ¿salir a caminar un rato? no, estaba muy cansado, ¿videojuegos? Ya hace mucho me había hartado de ellos. ¿Alguna apuesta? … interesante, ciertamente necesitaba un poco de dinero. Invite a un amigo a casa. -Tiene días sin contestar mis llamadas -Menos mal, ¡tiene una voz taaaan molesta! -¡Por supuesto que no! -Sabes que sí, es más, hasta a mi gato le desespera, comienza a ponerse como loco siempre que la oye… -¡¿quieres apostar a que no?! El amor… es increíble la manera en que la dopamina puede cambiar tu raciocinio… y hacerte ganar dinero también. ¿Cómo demostrar quién tenía razón? Afortunadamente sabía como A mi disposición tenía una caja, frascos, amoniaco, algunas herramientas… Tengo que aceptar que no fue nada fácil; construir un dispositivo en el cual un frasco con amoniaco esté sujeto sobre un martillo con la posibilidad de que este lo rompa no es nada sencillo. Después de eso no tenía que hacer más que meter el gato en la caja junto con el recién hecho dispositivo, esperar a que la novia de mi amigo lo llamase y poner el celular en altavoz. Había de dos, o su voz hacía que mi gato se desesperase y enloqueciese al oír la voz de dicha mujer o que se quedase tan tranquilo como siempre. Y al fin llegó la hora de la verdad, la tipa lo llamó. Por extraño que suene, el gato dentro de la caja estaba vivo y muerto a la vez, no podríamos saber el resultado sino hasta abrir la caja. Abrí la caja… y fin. Esa fue la historia del como gané la apuesta y perdí a mi gato… aunque, estoy seguro que él sigue vivo, vivo y muerto a la vez. Y no, no me llamo Schrödinger