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Luis Reggio Branciforte y Colonna

Reggio Branciforte y Colonna, Luis. Príncipe de Campoflorido (IV), en el Reino de Sicilia. Palermo (Italia), 7.XI.1677 ant. –
Iacci (Italia), 29.X.1757. Diplomático.

Hijo de Esteban Reggio y Saladino (1657-1701), príncipe de Iacci, y de Dorotea Branciforte y Colonna (1657), ambos de
Palermo, pertenecía a una ilustre familia siciliana, adicta a Felipe V. Caballero de Calatrava a los cuatro años, desde el 11
de agosto de 1709 y grande de España desde 1710, era coronel en la isla “donde se halla continuando su mérito” y el 25
de enero de 1713 fue ascendido a general de las galeras de Sicilia, cargo que dejó el 20 de octubre para no quedar bajo el
dominio sardo. Pasó entonces a España “con toda su familia, no queriendo como algún otro hacer a dos palos” (San
Felipe). Mientras sus hermanos menores, Andrés y Miguel, iniciaban una carrera en la Marina real, el 17 de enero de
1715 Luis fue designado para el puesto de capitán general de Guipúzcoa, que desempeñó hasta el 1 de mayo de 1720,
siendo entonces promovido capitán general interino del Reino de Valencia, en ausencia del titular duque de San Pedro.
Fallecido éste el 15 de mayo de 1727, obtuvo Campoflorido la propiedad del cargo (19 de septiembre), que ejerció unos
diez años. Durante su larga gobernación, el príncipe se vio implicado en negocios poco limpios y acusado de concusión y
malversaciones, entrando en conflicto con el intendente y la audiencia.

Aunque mantenido en su puesto y equiparado a teniente general (como exgeneral de galeras), tuvo que hacer frente a
las crecientes sospechas de Patiño.

Muerto éste en 1736, el príncipe se acogió a los valedores que tenía en la Corte, el marqués Scotti y sobre todo la reina,
para encontrar una salida decente.

Fue ésta la embajada de Venecia (11 de mayo de 1737). Pagadas sus deudas, dejó Valencia el 7 de agosto y llegó a su
destino el 25 de septiembre. Después de poco más de dos años, ascendió a embajador en Francia (1 de marzo de 1740),
siendo preferido por Fleury al conde de Montijo. Esta eleción sorprendió al cuerpo diplomático en París, que apreciaba
poco sus dudosos antecedentes. El marqués de Argenson lo pintaba así: “Poco experto en la guerra, ha mandado sin
embargo en Valencia donde robaba cuanto podía, pero lo gastaba. Locamente magnífico [...], gran bribón, digno de ser
italiano, no perdiendo de vista ni por un momento su objetivo, hombre de muchas zalamerías, pero capaz de reacciones
ásperas, tal es el sujeto que se ha dado el cardenal [...]. Se dice que es uno de los mejores estafadores que aquí se han
visto [...].

No se desvía de su meta, a ella camina desplegando flexibilidad, bajeza, altivez, engaño; ninguna fe, ninguna palabra,
todas las mentiras, todas las picardías son sus medios”. Llegado a París el 4 de junio de 1740, Campoflorido tuvo
audiencia de Luis XV en Versalles el 6, apareciendo como “de figura mediocre pero que parece tener gracia”. Aficionado
a Francia y a la vida cortesana de Versalles, el embajador puso todo su cuidado a congraciarse con todos. En sus
mansiones de París y Versalles, dio comidas, cenas y recepciones de mucho prestigio. Durante los cuatro primeros años
de su embajada sus relaciones con la Corte de Francia fueron buenas. Bien admitido por la Familia Real, tolerado por
Fleury (quien le tachaba de “pantalón con el que no es fácil concluir”), poseía la confianza de Amelot, secretario de
Exteriores, y con él obró para lograr la firma del segundo pacto de familia (25 de octubre de 1743) y la negociación del
enlace entre el delfín de Francia y la infanta María Teresa. Si a través de los altibajos de la política, el príncipe

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