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RESUMEN: La atención de este trabajo se dirige en dos direcciones: en primer lugar, intenta
ofrecer algunos elementos para una urgente respuesta a una lacerante pregunta y enigma ante
la muerte que recae sobre el hombre como una pesada losa; en segundo lugar, un intento de
ofrecer un análisis de los textos para tratar de alcanzar lo que los relatos evangélicos han que-
rido transmitirnos sobre el sepulcro vacío de Jesús.
1
Hb 2,14-18; Mc 12,18-27 par: Mt 22,13-33; Lc 20,27-40; GS, nn. 18.33.45)
2
Ofrezco una selección de la amplísima bibliografía existente sobre los relatos
de la resurrección de Jesús: P. BENOIT, Pasión y Resurrección del Señor, FAX,
Madrid, 1971; AA.VV., La Resurrección de Cristo y la exégesis moderna, Studium,
Madrid, 1974; J. DANIELOU, La Resurrección, Studium, Madrid, 1971; R. MAR-
TIN – AGHARD, De la muerte a la resurrección, Marova, Madrid, 1967; W.
MARXSEN, La Resurrección de Jesús de Nazaret, Herder, Barcelona, 1974; Id. La
Resurrección de Jesús como problema histórico y teológico, Sígueme, Salamanca,
1979; N. PERRIN, The Resurrection Narratives. A New Approach, SCM Press,
London, 1977; S. SABUGAL, Anástasis. Resucitó y resucitaremos, BAC, Madrid,
1993; E. SCHLIER, De la Resurrección de Jesucristo, Desclée de Brouwer, Bilbao,
1970; U. WILKENS, La Resurrección de Jesús.(Estudio histórico-crítico del testi-
monio bíblico), Sígueme, Salamanca, 1981; L. HURTADO, “Jesus Resurrection in
the Early Christian Texts: An Engagement with N. T. Wright”, JournStudHistJesus
3 (2005) 197-208; V. SIBILlO, “La resurrezione di Gesu nei racconti dei quattro
Vangeli,” Teresit 57 (2006) 3-66; M. WELKER, “Kanonisches Gedächtnis. Wie die
Auferstehung Jesu im Abendmahl erfahren wird,” Evangelische Kommentare [Stutt-
gart] 32 (1999) 37-39; R. D'ANGELO, “Re-Reading Resurrection”, TorontoJoum-
Theol 16 (2000) 110-129; W. REINSDORF, “The Gospel Resurrection Accounts”,
Bible Bhashyam 27 (2001) 241-254; A. DEL AGUA, “El testimonio narrativo de la
resurrección de Cristo”, EstEcl 77 (2002) 241-273; S. N. WILLIAMS, “The Resur-
rection of the Son of God”, International Journal of Systematic Theology [Oxford-
Malden, MA] 6 (2004) 421-431; M. BOCKMUEHL, “Compleat History of the Res-
urrection: A Dialogue with N. T. Wright” JournStudNT 26 (2004) 489-504; S.
ERIKSSON, “The Resurrection and the Incarnation - Myths, Facts or What?”, Stud-
Theol 55 (2001) 129-144; G. R. HABERMAS, “Resurrection Research from 1975 to
the Present: What are Critical Scholars Saying?”, JournStudHistJesus 3 (2005) 135-
153; C. C. NEWMAN, “Wrighting the History of Jesus: A Review Essay of Jesus
EL SEPULCRO VACÍO 9
and the Victory of God”, Critical Review of Books in Religion [Atlanta] 10 (1997)
121-144; A. S. TUNE, “Quantum Theory and the Resurrection of Jesus”, Dialog 43
(2004) 166-176; B. STANDAERT, Évangile selon Marc. Commentaire. III (Mc
11,1 à 16,20), 1171-1214, Gabalda, Pendé, 2010, pp.1171; N. T. WRIGHT, La resu-
rrección del Hijo de Dios. Los orígenes cristianos y la cuestión de Dios; Verbo Di-
vino, Estella, 2010, 999 pp.
3
R. PESCH, Marco, II, 757.
4
Indicaciones temporales (15,42; 16,1.2); indicaciones sobre la adquisición del
sudario y de los aceites balsámicos (15,46; 16,1); anotaciones sobre la sepultura
(15,46-47; 16,6); referencia al sepulcro con la alternancia de los términos (15,46.47;
16,2.3.5.8); cierre del sepulcro por medio de la piedra y su apertura (15,46; 16,3.4);
indicaciones sobre la observación de las mujeres (15,47; 16,4); lista de los nombres
(15,47; 16,1).
5
Exordios con indicaciones de tiempo en genitivo absoluto (15,42; 16,1); los
cuatro participios conjuntamente (15,3.44-45.46; 16,1.4.5.8); en caso de cambio de
sujeto, introducción de acciones de personas mediante el artículo (15,44.47 y 16,6,
pero no en 15,46 y 16,8).
6
16,1 y 15,42; 16,1 y 15, 46; 16,2 y 15,47; 16,3 y 15,46; 16,5 y 15,46; 16,6 y
15,4 7; 16,1 y 15, 40; 16,2 y 15,1.25.33.34; cf. 14,17); 16,4 y 15,40; 16,6 y 14,28;
16,7 y 14,28. Incluso observaciones lógicas y psicológicas indican la pertenencia de
16,1-8 al la historia premarcana del la pasión: el deseo de las mujeres de ungir a Je-
sús en 16,1 presupone su muerte y su sepultura (R. PESCH, Marco, II, 757ss).
7
Todos los detalles constituyen el tejido narrativo (ida al sepulcro, entrada en el
sepulcro, huida del sepulcro) y la estructura del texto (v. 2.5.8), cuya perspectiva es-
tá centrada en el sepulcro.
10 G. SÁNCHEZ
Entre los tres relatos sinópticos Mc y Mt están más cercanos entre sí.10
Los tres temas narrativos joánicos: María Magdalena en el sepulcro (y la apa-
rición del ángel); la ida de Pedro y del otro discípulo al sepulcro; la aparición
8
Cf. Dn 7,15.28; 8,17.27; 10,7.
9
R. PESCH, Marco, II, 769s.
10
Mt 28,1-8; Mc 16,1-8; Lc 23,56; 24,1-10; cf. Jn 20,1-18.
EL SEPULCRO VACÍO 11
Dn Mt Ap.Abrah. 2En.
Introducción de los receptores (1) 10,2-4 1,18-20 10,1-4 1,3
Aparición del ángel (2-3) 10,5-7 1,20 10,4 1,4
Temor de los receptores (4.8) 10,7-10 1,7
Palabras de consuelo (5) 10,11-12 1,20 10,5-7 1,8
Revelación (5-6a) 10,13-14 1,20 10,8-14 1,8
Mandato (6b-7) 1,21 10, 15-17 1,9
Respuesta obediente (8) 1,24-25 12,1-131 1,10
11
28, 11-15; cf. 28, 4.
12 G. SÁNCHEZ
El relato del mensaje del ángel y de Jesús mismo (Mt 28,5-8 y 9-10) son
muy similares, de tal modo que, exceptuadas algunas diferencias (en el pri-
mer texto es el ángel quien transmite el mensaje; en el segundo es Jesús
mismo), parece calcado el segundo del primero:
12
Ambos grupos se encuentran junto al sepulcro de Jesús (vv. 1.4); ambos ven un
ángel (vv. 2.5); ambos experimentan el temor (vv. 4.8); ambos abandonan el sepulcro
con la misión de decir a otros lo que ha sucedido (vv. 8.11); y ambos nos dicen en
nombre de otros lo que han de decir (vv. 7. 10. 13-14). La diferencia estriba en que
mientras las mujeres dicen la verdad a los discípulos, los soldados dicen una mentira
acerca de los discípulos (D. ALLISON, Matthew, 659; A. SAND, Matthäus, 583).
13
Es la patria de las mujeres, que siguieron a Jesús (27,55.56), el país, en el que
Jesús consiguió un importante éxito mediante sus palabras y sus actuaciones (2,22;
4,23; 21,11).
14
1) Tres mujeres (Mc), ahora son dos (falta Salomé). 2) Las dos noticias crono-
lógicas en Mc 16,1 y 2 (cuando hubo pasado el sábado, muy temprano el primer día
de la semana), que se refieren a dos cosas distintas (la compra de los aromas y la vi-
sita al sepulcro) combinadas en Mt y las refiere solo a la visita. 3) Mt omite la com-
pra de aromas (Mc). 4) Igualmente omite la pregunta de las mujeres acerca de quién
EL SEPULCRO VACÍO 13
¿Cómo pudieron evolucionar en este sentido y cuáles eran las posibles in-
fluencias literarias?15 Después de un análisis detallado de las posibles in-
fluencias literarias podemos reconstruirlo de la siguiente manera: Una
primera redacción (de la que depende, sobre todo, Jn/Lc): “El primer día de
la semana, de muy buena hora, ellas van al sepulcro y ven la piedra apartada
de la entrada del sepulcro; corrieron y vinieron a Pedro y le dijeron: Han ro-
bado al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. Pedro se levantó y corrió
al sepulcro”. Esta primera redacción seguida de una segunda que subraya
más los aspectos teológicos y no puramente narrativos (dependería de ella
Mc/Mt): “Muy pronto, el primer día de la semana, ellas fueron al sepulcro y,
habiendo mirado, observaron que la piedra había sido rodada. Y, habiendo
entrado en el sepulcro, vieron un ángel sentado y tuvieron miedo. Pero él les
dijo: No temáis; ¿Buscáis a Jesús, el Crucificado? Ha resucitado de entre los
muertos; no está aquí; he ahí el lugar en el que le pusieron. Y habiendo sali-
do del sepulcro, corrieron a anunciarlo a los discípulos”.16 Se trata de esce-
nas de revelación en un estilo fuertemente apocalíptico. La presencia de lo
divino provoca temor en los receptores. Con un mensaje muy concreto y
trascendente. Cuán estrechamente unido esté el texto con su contexto se pue-
de observar por algunos elementos importantes (Mt 28).
les removería la piedra que cierra el sepulcro (Mc). 5) Solo Mc indica claramente
que las mujeres entraron en el sepulcro. 6) La aparición de un joven vestido de blan-
co (Mc) se convierte en Mt en una gloriosa angelofanía con detalles apocalípticos
(28,2-4). 7) Jesús es el Nazareno en Mc 16,6; en contraste con Mt 28,5. 8). La ex-
presión del ángel “como él os había dicho” es asociado en Mt no con la profecía
acerca de Galilea (así Mc 16,7) sino con las predicciones de la resurrección (28,6). Y
otros detalles (cf. D. ALLISON, Matthew, 660).
15
A. JOHNSON, “Our God Reigns: The Body of the Risen Lord in Luke 24”,
WordWorld 2 (2002) 133-143. (NTA 2001-1); R. K. FISHER, “The empty tomb
story in Mark: its origin and significance”, Neotestamentica 33 (1999) 59-77. Mc
16,1-8 es la primera textualización del material previamente transmitido oralmente.
M. TRAINOR, “intertextuality, the Hermeneutics of 'Other', and Mark 16,6-7: An,
but Not New Challenge for Biblical Interpreters”, BibTheolBull 35 (2005) 144-155.
Recurso a la intertextualidad para una interpretación con particular atención a la
importancia de la hermenéutica del “otro”.
16
P. BENOIT – M. E. BOISMARD, Synopse des quatre évangiles. II, Du Cerf,
Paris, 1972, 479.
14 G. SÁNCHEZ
17
J. A. FITZMYER, Lucas, IV, 550s.
18
V. TAYLOR, Passion Narrative, 103-109; I. H. MARSHALL, Luke, 882-883.
Lc no hizo uso de la recensión de Mt (J. A. FITZMYER, Lucas, IV, 551). En el rela-
to de Lc las principales diferencias son: el descanso sabático de las mujeres (que se
presupone en Mc aunque no se menciona); la despreocupación por quién les correría
la losa; el dato explícito de que las mujeres no encontraron el cadáver de Jesús; la
mención de “dos hombres” en lugar de “un joven”; la reformulación del mensaje di-
rigido a las mujeres; la mención posterior de sus respectivos nombres; y la verifica-
ción por parte de Pedro de que el sepulcro estaba vacío (J. A. FITZMTER, Lucas,
IV, 551).
19
R. E. BROWN, Juan, II, 969-1000; J. A. FITZMYER, Lucas, IV, 552.
EL SEPULCRO VACÍO 15
20
J. A. FITZMYER, Lucas, 554.
21
J. ERNST, Markus, 484.
22
R. PESCH, Marco, II, 760s.
23
La clausura del sepulcro con la piedra grande (v. 3; cf. 15,46); el aconteci-
miento de la apertura milagrosa de la puerta que aconteció de noche (presupuesto
por la indicación del v. 2); la misma apertura milagrosa de la puerta (v.4) que no ha
tenido testigos y por lo tanto puede ser comprobada solamente a posteriori; la inter-
pretación de la liberación de Jesús del sepulcro como acción divina (v. 6); el motivo
de la incontrabilidad (inhallable) de aquel que ha sido liberado de la prisión, admite
16 G. SÁNCHEZ
bre todo ampliando el contexto con las escenas de los soldados). 2) La rela-
ción con el género de relatos de epifanía o de angelofanía está claramente
presente en algunos rasgos del relato.24 3) Mayor relevancia tendría la rela-
ción con el género de narraciones que presentan la búsqueda y la inhallabili-
dad de personas raptadas o resucitadas. En ellas se expresa en forma
parcialmente apologética la fe en el rapto o en la resurrección de personajes
venerados, surgida después de su muerte. En la redacción lucana esta rela-
ción o información está claramente reforzada por la expresión clave “no en-
contrar”. En la tradición del AT este género se encuentra en las narraciones
de la búsqueda infructuosa del desaparecido Elías por parte de los hijos de
los profetas (2Re 2,16-18).25 4) A este género pertenecen también las tradi-
ciones de la 'tumba vacía' del apóstol Juan;26 y esto mismo está atestiguado
27
Su persistencia está atestiguada en el ámbito palestinense incluso de la leyenda
del sepulcro vacío de Simeón el necio, que vivió en las riberas del Mar Muerto en el
s. VI d.C. (PG 93, 1741-1747).
28
Ilustraremos al menos con algunos ejemplos sugerentes y rasgos constitutivos
del género que trata de la búsqueda del cadáver del supuesto raptado y de su inhalla-
bilidad (de Heracles se cree que fue llevado a otro lugar por la hoguera). (PLU-
TARCO, Numa 2,2; seguidamente no se consigue encontrarlo) (citados por R.
PESCH, Marco, II, 765s)
29
Según 18,1 (cf. Jb 1,19), el diablo ha hecho hundirse la casa sobre los hijos de
Job, matándolos; la mujer de Job, Sítido, ruega más tarde a sus amigos que son pre-
sentados como reyes (39,8s.). Pero Job, el mártir-profeta, la entretiene y dice (análo-
gamente a Eliseo en 2Re 2,16; al ángel en la historia del sepulcro): “No os esforcéis.
Es inútil, no encontraréis a mis hijos; han sido asumidos al cielo, por su rey creador”
(39, 11s). Job se hace consolar y ruega y anuncia una visión de confirmación, que
convence a su mujer de la verdad de su afirmación.
30
En Mt la aparición del Resucitado (28,16s) es interpretada a la luz de este tras-
fondo después que las mujeres han recibido el encargo de anunciar la resurrección
de Jesús (28,7). Cf. también la Epistula Apostolorum 10s.2s: EvNic 14,1; Hennecke-
Schneemelcher I, 354). Una visión de confirmación (o aparición) es narrada además
18 G. SÁNCHEZ
en Acta Pauli II, 4,6 (ibid. 1,266s); Acta Petri 40 y Acta Thomae 168, 5 (citados en
R. PESCH, Marco, II, 766s.).
31
R. PESCH, Marco, II, 766s.
32
Jc 6,11-24; 13,1-25; Dn 8,15ss; 10,5ss; Ez 1,26-28 (textos de importancia para la
comprensión de los relatos evangélicos); U. DALFERTH, “Voiles Grab, leerer Glau-
be? Zum Streit um die Auferweckung (Gekreuzigten)”, ZeitTheolKirch 95 (1998)
379-409.
EL SEPULCRO VACÍO 19
33
Muchos han pensado también que las tradiciones acerca de Apolonio estuvie-
ron influenciadas por el cristianismo.
34
5 Cf. JOSEFO, Ant. 4,219 (“de las mujeres no se puede aceptar nada como
cierto, a causa de la ligereza y temeridad de su sexo”); cf. m. Sebu. 4.1; m. Ros. Has.
1.8; b. B. Qam. 88a; nótese también Lc 24,22-3 y 2Tim 3,6-7. Celso, según el testi-
monio de Orígenes (Contra Celsum 2,59), se mofa del testimonio sobre el sepulcro
vacío porque proviene de unas mujeres medio-frenéticas. La ausencia de mujeres en
1Cor 15,3ss es comprensible (Cf. 1QSa 1,11, que ha sido erróneamente interpretado
por algunos como permitiendo el testimonio de mujeres testigos).
20 G. SÁNCHEZ
35
Cf. J. GNILKA, Marcos, 2, pp. 345-347. ¿También la cristofanía a María Magda-
lena habría que relacionarla con una antigua tradición? (D. ALLISON, Matthew, 662).
36
B. STANDAERT, Évangile selon Marc, p.117; N. T. WRIGHT, La resurrección
del Hijo de Dios, especialmente: 751-770 (Mc); 771-788 (Mt); 789-806 (Lc); 807-832
(Jn); R. STRELAN, “To sit is to mourn: the women at the tomb (Matthew 27, 61)”, Col-
loquium 31 (1999) 31-45. “Las mujeres presentadas en Mt 27, 61 se lamentan y lloran
ante el sepulcro de Jesús, y Mt las describe en una postura simbólica cultual de pesar,
lamentación dolor. Ellas realizan un ritual. Sentadas en el suelo simboliza su asociación e
identificación con la muerte, sus vestidos estaban sucios y sus cabellos desmelenados,
sus rostros velados, sus voces exhalan agudos y punzantes lamentos, gritos agudos y pro-
nuncian lamentaciones con emotivos cantos y posiblemente se hacía sonar la flauta”
(NTA 2000-1); (D. ALLISON, Matthew, 664).
37
Según Mc, el motivo es ungir el cadáver; según Mt, van a visitar el sepulcro;
este cambio se debe a la introducción del relato acerca de la guardia; con todo, cons-
tituye un punto en el que Mt se aparta de su fuente. Jn no menciona motivo alguno.
EL SEPULCRO VACÍO 21
38
Es más probable que las mujeres fuesen a visitar el sepulcro (Mt y Jn) que a
ungir el cadáver (Mc y Lc). Cf. BILLERBECK, II, 53; V. TAYLOR, Marcos, 732.
Era habitual en aquella época llevar aromas al sepulcro durante los tres días siguien-
tes a la sepultura. Tenía un buen conocimiento de las prácticas requeridas por las
costumbres funerarias judías. Sem 8.1 nos informa de la costumbre de visitar las se-
pulturas hasta “el tercer día” (cf. Jn 11,17.39) a fin de prevenir enterramientos pre-
maturos (ejemplos los encontramos en Semaijoth). Si este es el presupuesto de Mt
28,1, entonces “las mujeres que fueron (seguramente con tristeza) a confirmar la
muerte de Jesús se convirtieron (con inmensa alegría) en los primeros testigos de la
resurrección (D. ALLISON, Matthew, 664).
39
J. A. BEDENBENDER, “Die Epilog des Markusevangeliums-revised”, Texte
& Kontexte [Berlin] 22 (1999) 28-64.
22 G. SÁNCHEZ
primera aparición del Señor a Cefas (1Cor 15,5).40 Por otra parte, esta expe-
riencia de las mujeres se ha convertido en el punto de partida para explicar el
hecho de la resurrección de Jesús en todos los relatos evangélicos. En Mc, la
integración de este elemento en el relato llama la atención y plantea algún in-
terrogante ya que las mujeres no contaron a nadie su experiencia porque es-
taban espantadas y aterrorizadas (Mc 16,8); en cambio Lc afirma que las
mujeres se marcharon del sepulcro y contaron todo a los Once. De este modo
une la experiencia de las mujeres con el resto del relato. En esta versión lu-
cana (v. 6) se recuerdan unas palabras anteriores de Jesús: “Recordad cómo
él os dijo cuando aún estaba en Galilea…”. Esta referencia a una anterior
predicción hecha por Jesús en Galilea asume el lugar de una promesa rela-
cionada con una aparición en Galilea anunciada en Mc 16,7 (cf. 14,28). Lc
24,12, recoge una visita de Pedro al sepulcro vacío (cf. Jn 20,1-7), que podría
ser una inserción lucana a partir del relato joánico.41 Mt añade la información
de que Pilato, a petición de los sacerdotes y fariseos, concede algunos solda-
dos que custodien el sepulcro.42
40
Para inspirar confianza a las mujeres, el mensajero les indica que está al tanto
del motivo de su búsqueda, es decir, a Jesús de Nazaret el crucificado, como en 1Cor
1,23; 2,2; Gl 3,1, como si él estuviera siempre para interceder por nosotros (cf. Hb.
7,25). El aoristo êgérthê indica y subraya que el momento de la resurrección ha pa-
sado ya, en cambio Pablo utiliza el perfecto egégertai (1Cor 15,4.20), que refleja el
efecto permanente de la resurrección. Para que las mujeres comprueben bien que no
han equivocado el sepulcro, el ángel les muestra el lugar donde el cuerpo había sido
momentáneamente colocado (J. M. LAGRANGE, Marc, 446s). Pablo no refiere en
sus cartas el hecho del sepulcro vacío, aunque la secuencia murió… fue sepultado…
resucitó en 1Cor 15,3s, implica la convicción de que el sepulcro estaba vacío. Como
Pablo recuerda que él ha “recibido”, mucho antes de la composición de los evange-
lios, lo que les transmitió, probaría la certeza de que la resurrección de Jesús encon-
traría su apoyo no solo en las apariciones, sino también en el “sepulcro vacío”. Estos
datos sobre el sepulcro nos permiten retroceder hasta los primeros años de la Iglesia,
aunque no es fácil una explicación plenamente satisfactoria
41
W. MANSON, Luke, 265; M. VAHRENHORST, “'Se non e vero, e ben trova-
to'. Die Frauen und das leere Grab” ZeitNTWiss 89 (1998) 282-288. El antiguo
judaísmo enseña que el testimonio de las mujeres carece de valor, tendría su particu-
lar ambiente vital en las leyes judiciales.
42
T. H. ROBINSON, Matthew, 234s; A. DENAUX, “Matthew's Account of
Jesus' Burial and Resurrection (Mt 27,57-28:20)]”, Collationes 32 (2002) 25-46.
43
Cf. Mt 28,2.5; Lc 24, 4.23; Jn 20,12; cf. 2Mc 3,26.33.
EL SEPULCRO VACÍO 23
44
C. E. B. CRANFIELD, Mark, 465s.
45
T. H. ROBINSON, Matthew, 235.
46
J. M. LAGRANGE, Matthieu, 538.
47
Según un tipo muy común, la cámara sepulcral ofrece en medio un paso entre
dos banquetas, derecha e izquierda; muy frecuentemente hay una banqueta en el
fondo, en trapecio en relación con las otras dos. En el sepulcro de José, excavado pa-
ra él, sólo había una plaza. La presencia del joven sentado a la derecha parece indi-
car que Jesús había sido colocado a la derecha en un hueco o sobre una banqueta de
piedra. Mc no dice que ese joven era un ángel (cf. 2Mac 3,26; cf. Ap 7,13; J. M.
LAGRANGE, Marc, 446).
48
S. L. GRAHAM, “Silent Voices: Women in the Gospel of Mark”, Semeia 54
(1991) 145-158; L. LEGRAND, “La finale de Marc comme recit d'annonce”, EstB
50 (1992) 457-473; H. MERKLEIN, “Mk 16,1-8 als Epilog des Markusevan-
geliums”, dans The Synoptic Gospels, (BEThL, 110), C. Focant ed., Leuyen, 1993.
238; R. KUHSCHELM, “Angelophanie – Christophanie in den synoptischen Gra-
besgeschichten Mk 16,1-8 par”, ibid., p. 556-565; J. D. LEVENSON, The Death and
Resurrection of the Beloved Son, New Haven, CT, 1993; 8; J. D. HESTER, “Dra-
matic Inconclusion: Irony and the Narrative Rhetoric of the Ending of Mark”, JSNT
57 (1995) 61-86; D. MUÑOZ LEON, “'Iré delante de vosotros a Galilea' (Mt 26,32
y par)”, EstB 48 (1990) 215-241; M.W. MEYER, “The Youth in the Secret Gospel
of Mark”, Semeia 49 (1990) 129-153; S. R. JOHNSON, “The Identity and Signifi-
cance of the neaniskos in Mark”, Forum 8 (1992) 123-139. El número de duplicados
24 G. SÁNCHEZ
en esta perícopa podría inducir a pensar que se han fusionado aquí dos tradiciones, a
menos que el redactor no haya aportado correcciones y añada repeticiones literarias
a un relato en formación.
49
P. LAMARCHE, Marc, 393s.
EL SEPULCRO VACÍO 25
Todos los elementos (Mt 28,2-4) recuerdan los signos que acompañarían
la venida del Señor al final de los tiempos y la irrupción del reino de Dios.
Saber si la piedra es removida con el fin de que otros puedan ver el interior
50
Nótese la dignidad y sobriedad de la narración, la ausencia de todo intento de
describir la resurrección misma o una aparición de Cristo resucitado, características
que son relevantes cuando comparamos la narración con los relatos posteriores de
los relatos evangélicos y del EvPe.
51
Quizá en la década de los sesenta, cuando escribió Mc, no fue posible otro tipo
de narraciones, porque una generación había concentrado su atención en las apari-
ciones del Señor resucitado (cf. 1Cor 15,4-8) y en el hecho de la resurrección misma
(Hch 2,24; Rm 1,4, etc.; V. TAYLOR, Marcos, 734).
52
En Mt 24,7 se anuncian los terremotos escatológicos (cf. su frecuencia en el
Apocalipsis), y 27,51-3 recuerda el terremoto que acompañó la muerte de Jesús, en
cumplimiento de la profecía de Zc 14,4-5. No podemos identificar el terremoto de
27,51 con el de 28,2.
53
Algunos textos atribuyen el terremoto a los ángeles (Ap 8,5; 17,17-18; Sepher
ha-Razim 2.44).
54
En Lc 24,4; Jn 20,12; y EvPe 9,36 hay dos ángeles. Antes del s. I los ángeles
se convierten en personas concretas con sus propios nombres.
55
D. ALLISON, Matthew, 665.
26 G. SÁNCHEZ
del sepulcro56 o para permitir que Jesús saliera de él57 no se dice expresa-
mente. La primera alternativa parece ser la más probable, dado que Jesús
evidentemente ha resucitado antes de que las mujeres llegasen al sepulcro.58
Era, probablemente, convencional cambiar el término joven por el de án-
gel;59 en todo caso el texto de Mt 28,2s despeja la duda acerca de la autori-
dad del pregonero.60 La presencia de ángeles recuerda la transfiguración de
Jesús (Mt 17,2). El terremoto es un lugar o un recurso característico utilizado
en el antiguo Testamento para representar una liberación milagrosa;61 por
tanto, en la compresión de Mt se trata de una acción divina: un ángel de
Dios62 abre el sepulcro. La forma verbal utilizada por Mc 16,4 podría ser en-
tendida como un pasivo divino, es decir, como un recurso reverente para in-
dicar que Dios mismo ha removido la piedra. Mt 28,2 afirma que fue obra
del ángel. La apertura del sepulcro de Jesús es una garantía de la apertura de
todos los sepulcros (Jn 5,28s.) en la vuelta del Señor.63 En la mente de los
narradores el desplazamiento de la piedra insinúa la resurrección; la clarifi-
cación plena procederá del mensaje del ángel.
56
TEOFILACTO, ad. loc.: “Cuando el Señor resucitó, la piedra estaba todavía
cerrando el sepulcro”.
57
Este parece ser el caso en EvPe. 9,37-10,42.
58
D. ALLISON, Matthew, 665.
59
Cf. 2Mac 3,26.33; Hch 10,30; JOSEFO, Ant. 5,277; EvPe 9,36; 13,55; EnEt
1,4-7.
60
Cf. Test. Abr. A 20.10-12; Test. Job 52.1-11; Apoc. Mos. 37.1-6. Ciertamente,
la tradición, encuentra en EvPe 9,35-10,42 y Mc 16,3b, la escolta angélica para
acompañar a Jesús en su subida al cielo (EvPe 9,36 habla de un “gran brillo o res-
plandor).” Cf. Dn 7,9 y 10,6; Ap 1,14; 2,18; 19,12; 1QS 3,20; 1QM 13,9-10; 4Q547
frag. 1, 5; LAE 9.1; EnEt 71,1; Test. Levi 8,2; 2Cor 11,14; TestJob 3,1; 4,1; 5,2; Pap.
Chester Beatty XVI 25a verso; EnEs 1.5 (“más blanco que la nieve”); Jn 20,12; Hy-
post. Arch. 93.13-15 (citados por D. ALLISON, Matthew, 666).
61
Cf. Ex 19,16-25; Is 29,5-9; Jr 4,19-31.
62
Cf. 1,20.24; 2,13.19
63
J. ERNST, Mark, 486.
64
L. DOOHAN, “'If Christ Has not Been Raised, Your Faith is Futile and You
Are Still in Your Sins' (1Cor 15,17)”, Scripture in Church [Dublin] 33 (2003) 250-
255. El final de Mc 16,8 enfatiza la ausencia de Jesús; H.-J. GAGEY, “II est ressus-
cite, il n'est pas ici”, RechSciRel 88 (4,2000) 523-545.
EL SEPULCRO VACÍO 27
Los cuatro evangelistas dan testimonio del hecho del sepulcro vacío.66 La
conjunción (hoti) tiene aquí sentido recitativo, es decir, las mujeres deberán
repetir las palabras que siguen. Estas palabras no significarían que Jesús se
va a aparecer a los discípulos en Jerusalén para conducirlos a Galilea, sino
que es una invitación que Jesús dirige a sus discípulos indicando que él irá el
primero a Galilea. “No se puede comprobar que las mujeres no anuncien las
apariciones en Jerusalén; no las excluyen ciertamente, pero suponen que el
autor no tiene la intención de narrarlas. Las palabras del ángel no manifies-
tan todas las intenciones de Jesús, sino solamente aquellas que entran en el
plan de la obra. Parece que Mc se propuso narrar o contar las apariciones de
Galilea, y esta inferencia bastante natural es confirmada por el procedimien-
to de Mt”.67
65
A. SAND, Matthäus, 581.
66
El uso del pasivo (egerthê) no se debe forzar aquí, puesto que a veces es utili-
zado con valor propiamente de pasivo (cf. 2,12); los autores específicamente se re-
fieren a la resurrección como acción de Dios (cf. Hch 3,15; 4,10; Rm 4,24; 8,11;
10,9; 1Cor 6,14; 15,15; 1Pe 1,21; C. E. B. CRANFIELD, Mark, 466).
67
J. M. LAGRANGE, Marc, 447.
28 G. SÁNCHEZ
El ángel toma la palabra (Mc 16,6) y comienza por tranquilizar a las mu-
jeres despavoridas y llenas de temor; este gesto es un cliché habitual de las
epifanías como demuestra la narración bíblica. El mensaje así introducido es
en sí mismo positivo. No obstante, antes de enunciarlo, el ángel continúa di-
rigiéndose directamente a las mujeres68 permaneciendo en el plano que le es
propio: aquel a quien buscan es ciertamente a Jesús Nazareno, dicho de otra
manera, el Jesús de la historia terrestre, historia terminada, que estaba en el
sepulcro. Este es el marco para recibir el anuncio central: que el Crucificado
ha resucitado.69 La antítesis crucificado-resucitado recuerda el kerigma de
Pedro en Hechos, que contrapone el actuar humano y el divino. El ángel
aporta una revelación, informa sobre el actuar de Dios. El anuncio de la resu-
rrección de Jesús no es presentado de hecho como una deducción extraída
del sepulcro vacío, sino que más bien se presenta la incontrabilidad de Jesús
en el sepulcro como “consecuencia” de su resurrección (por obra de Dios),
de la que solamente un mensajero divino puede informar.70
68
Se duda, en lo referente a la frase lesoún zeiteîte tòn Nazarénon tòn estauro-
ménon, entre entenderlo como afirmación o como un interrogante. Lc 24,5b ha com-
prendido a Mc en el segundo sentido (Mt 28,5c).
69
Mc 8,31; S. LÉGASSE, Marc, II, 1001s.
70
R. PESCH, Marco, II, 776.
71
No esta aquí, ha resucitado (Lc 24,6): Es decir, Dios lo ha resucitado. Como
en Lc 11,8; 13,25 se emplea también el aoristo pasivo en sentido intransitivo (“le-
vantarse”), se ha intentado a veces traducirlo de ese modo en este pasaje. Sin embar-
go, en otros pasajes, Lc atribuye la resurrección de Jesús a “Dios”, más que a la
actividad personal del propio Jesús, como hacen otros escritores del nuevo Testa-
mento. Se trata de una utilización de la forma conocida como “pasiva teológica”. Es-
ta nueva formulación mantiene los vínculos de Cristo resucitado con “Galilea”, pero
solo a modo de recuerdo.
72
Mt 28, 6 y Lc 24,6 lo han establecido cada uno a su modo.
EL SEPULCRO VACÍO 29
La lectura del relato mateano (Mt 28,6) plantea una pregunta ¿cómo se
puede hablar de la actuación de Dios? Para responder adecuadamente es ne-
cesario recurrir al lenguaje metafórico y simbólico, que no anula el acerca-
miento histórico y científico. El discurso simbólico con su lenguaje
descriptivo-comprobador se utiliza para expresar su inexpresable experiencia
y su profunda dimensión, pero no es suficiente ya que cuando se trata de la
acción de Dios no se puede hablar únicamente de comprobación descriptiva,
sino que es necesario recurrir al lenguaje kerigmático. Por eso el evangelista
habla de “despertar” (“ser despertado”) para describir, por medio de un cir-
cunloquio, el acontecimiento central.75 En Mc 16,6, el mensaje se ajusta al
esquema de un pensamiento antropológico concreto: si Jesús ha resucitado
realmente, su cadáver ya no está en el sepulcro. La referencia al lugar, en el
que Jesús había estado depositado, confirma la afirmación de que no encon-
traron allí a Jesús. “Esto significa que la proclamación de la resurrección de
Jesús no puede apoyarse en una prueba demostrativa. El lector recibe la se-
ñal de en qué 'forma' Jesús es encontrado como un ser vivo: la palabra de la
proclamación. El kerigma se asienta en la realidad de las apariciones que son
revelaciones; el relato del sepulcro vacío es, por así decirlo, una condición
importante.”76 Esto sugiere que Jesús fue un personaje real que puede ser lo-
73
Que podría expresarse con estos términos u otros equivalentes: la resurrección
es un acontecimiento trascendente, metahistórico, escatológico, universal que inclu-
ye y supone la resurrección corporal también.
74
S. LÉGASSE, Marc, 1002s.
75
Cf. 1,24; 2,13.14.20; 3,9; 8,15.25.26; 9,5.6.7.19.25. (H. FRANKEMÖLLE,
Matthäus, II, 522).
76
J. ERNST, Mark, 487.
30 G. SÁNCHEZ
77
De nuevo Mc utiliza el pasivo divino de tal manera que “ha resucitado” (más li-
teralmente “ha sido resucitado”) significa que Dios le ha resucitado (J. A. BROOKS,
Mark, 270s).
78
M. Shebu. 4.1; Ros Has 1:8; JOSEFO, Ant. 4.8.15: “El testimonio de las muje-
res no debe ser aceptado a causa de la fragilidad y la presunción de su sexo”
79
J. A. BROOKS, Mark, 271.
80
La representación encaja más estrechamente con lo que se dice en 2Mac 7 que
con Dn 12,1-3, que habla de una resurrección colectiva.
81
Con las palabras “no está aquí” se recurre a una fórmula de la incontrabilidad,
ya utilizada para designar la consecuencia del rapto de Enoc. Esta expresión corres-
ponde a un motivo tópico, a la descripción de la “búsqueda” de las mujeres. La dife-
rencia entre las mujeres y Pedro aparece cuidadosamente señalada en lo que se
refiere a la responsabilidad de la fe pascual (véase la diferencia entre Eliseo como
testigo del alejamiento de Elías y los discípulos del profeta, que atestiguan su incon-
trabilidad). Las mujeres se han convertido en testigos de la incontrabilidad de Jesús
EL SEPULCRO VACÍO 31
2.4.- MENSAJE DEL JOVEN, ÁNGEL O DOS HOMBRES: “¡ID Y DECID A LOS
DISCÍPULOS!”
revelación pascual mediante las apariciones del Resucitado. “De este modo
Galilea está enriquecida por el valor teológico de la continuidad entre el Je-
sús histórico y el Cristo resucitado. Ahora ya no se trata solo del evangelio
que Jesús predicó durante su vida terrena, sino y sobre todo del evangelio de
Jesús el Mesías, el Crucificado y Resucitado, al que ellos verán, es decir, que
no solo habrán de reconocerlo, sino también confesarlo”.86 Algunos han pen-
sado que la doble tradición de las apariciones de Jesús resucitado (Galilea y
Jerusalén) se ha de explicar a partir de la existencia de dos corrientes del
cristianismo primitivo, una con el centro de interés en Galilea, que fue con-
templada como “tierra cristiana” y fue el escenario principal del ministerio
del Jesús histórico y destinada a ser el lugar del cumplimiento escatológico,
mientras que para la otra el centro de interés fue Jerusalén, y el punto de re-
ferencia sería la parusía misma.87
Se podría entender el texto como una promesa de una aparición del Resu-
citado o apariciones en Galilea, y suponer que Jesús quería encontrarse con
sus discípulos allí por algunas razones especiales. El camino de vuelta del
sepulcro hacia los discípulos conduce a las mujeres a la comunidad primitiva
de los galileos (Mc 16,6-7; cf. Hch 1,11; 2,7), que es dirigida por los legíti-
mos testigos de la Pascua, Pedro y los Doce, reafirmada con la referencia a la
visión de confirmación: “Él se apareció a Cefas, después a los Doce” (1Cor.
15,5). Lo que los discípulos narran después de la Pascua es lo que han visto
ellos mismos. La alusión conclusiva del ángel a las mismas palabras de Jesús
86
La mención especial de Pedro se explicaría mejor como debida al hecho de
que después de negar a Jesús él necesitaba una especial seguridad de que no ha sido
rechazado. Ha podido entenderse que le señala como el jefe de los apóstoles, proba-
blemente habría sido mencionado antes que los otros en vez de después de ellos. La
última parte del versículo contiene una referencia retrospectiva a 14,28. (Teofilacto:
Tòn Pétron jôrízei ôs korifaíon kat´éxojên autòn onomázôn ektós ekeínôn. Ê epeidê
êrnésato ho Pétros (citado por J. ERNST, Markus, 488; J. M. LAGRANGE, Marc,
447)). En Mc allá se opone a la primera palabra: “no sigáis atónitas o fuera de sí…
sino más bien”. Vuestro plan no tiene ya razón de ser, se os ha encomendado otra mi-
sión y tarea. El estilo es siempre muy rápido; los dos verbos “id, decid” producen el
mismo efecto que el tajù poreutheîsai de Mt. La conjunción hóti es recitativo: las mu-
jeres deberán repetir las palabras que siguen. Estas palabras no significarían que Jesús
se va a aparecer a los discípulos en Jerusalén para conducirlos a Galilea, y fijan en
consecuencia el sentido de proáxô en 14,28. (C.E.B. CRANFIELD, Mark, 467s.).
87
Otros creen que “Galilea” es un símbolo teológico. Esta línea de interpreta-
ción, que nos conduce a los primeros días (Agustín, Gregorio el Grande, Beda el
Venerable), se ha hecho habitual de nuevo en nuestros días.
EL SEPULCRO VACÍO 33
88
Cf. Ap 6,11; 7,9.13; Mc 9,3 (R. PESCH, Marco, II, 779).
89
D k transforman v. 7b en primera persona singular: “Mirad, voy delante de vo-
sotros a Galilea. Allí me veréis, como os he dicho.” (J. GNILKA, Marcos, II)
90
A. SAND, Matthäus, 582.
91
A diferencia de estos dos textos, donde el apóstol es designado con los nom-
bres de Kefas y de Simón, nuestro pasaje le nombra Pedro, como en otros lugares de
Mc a partir de 3,16 (14,37 es una excepción).
92
La frase “como él os lo dijo” está sin duda mal colocada, puesto que se une a
“él os precede en Galilea” (la relación con 14,28 lo prueba), pero, al final, subraya la
autoridad de Jesús en sus disposiciones (S. LÉGASSE, Marc, II, 1003s).
93
S. LÉGASSE, Marc, II, 1004s. H. FRANKEMÖLLE, Matthäus, II, 521.
34 G. SÁNCHEZ
94
J. ERNST, Markus, 487s.
95
En el trasfondo existen fórmulas bimembres como Hch 4, 10; 1Ts 4, 13; 1Pe 3,
18; 1Cor 15, 4.
96
“Ir delante a Galilea” (B. M. F. van IERSEL, “'To Galilee' or 'in Galilee' in
Mark 14, 28 and 16, 7?”, ETL 58 (1982), pp. 365-70) supone que dè tiene el mismo
sentido que en el griego clásico pero, precisamente en el periodo en que Mc escribió
su evangelio, la preposición en (in) comienza a caer en desuso mientras que la pre-
posición eis (que originalmente significa “a”, y “hacia”) comienza a usarse por “en”
tanto como “a, hacia”. La diferencia entre “a” y “en” conduce a un sentido muy dis-
tinto de este logion.
97
J. A. BROOKS, Mark, 271.
EL SEPULCRO VACÍO 35
Las palabras finales del episodio del sepulcro vacío no son idénticas en
los tres relatos evangélicos. Por otra parte, Mt y Lc dependen del relato de
Mc. ¿Cómo explicar el final de Mc? ¿Cómo explicar el final del relato en Mt
y en Lc? Porque ateniéndonos al relato de Mc las mujeres guardan silencio y
no dicen nada a nadie, en tanto que en la versión mateana y lucana se afirma
que corrieron y dieron la noticia a los apóstoles.
98
Mt 21,11; 26,69). Un lector conocedor del contexto bíblico observa que Gali-
lea de la que se habla en Mt 4,15 ha de ser entendida a la luz de Is 8,23-9,1 que
habla de “Galilea de los gentiles” que en otro lugar aparece junto a otros nombres:
Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania (4,25 tomado del Deuterono-
mio: 33,6-25; 1Sam 3,20; 2Sam 3,10); no solamente se encuentra en el sumario de
Mt 4,23-25 sino también en el sermón de la montaña (Mt 5-7) y en el punto central
de su relato evangélico, en el discurso parabólico del c. 13 donde se dirige la palabra
a judíos y no judíos.
99
A. SAND, Matthäus, 579.
100
S. MILLER, “'They Said Nothing to Anyone': The Fear and Silence of the
Women at the Empty Tomb (Mk 16, 1-8)”, Feminist Theology [London-New York]
13, 77-90. En la visión apocalíptica del mundo de Mc el conflicto de las mujeres en-
tre la fe y el miedo representa la lucha apocalíptica entre la vieja y la nueva creación.
36 G. SÁNCHEZ
101
La mayor parte de manuscritos griegos que se han conservado, bastantes ver-
siones antiguas y posteriores, y bastantes escritores cristianos antiguos y posteriores
tienen los vv. 9-20 que constituyen la así llamada conclusión larga. Entre los autores
cristianos primitivos que mantienen el final largo son Justino (?) (165 d.C.), Ireneo
(202 d.C.), y Tertuliano (220 d.C.). Antiguos manuscritos latinos añaden después del
v. 8 lo que se ha convenido en llamar la final breve.
102
Los hechos decisivos se apoyan sobre dos de los más antiguos y fiables ma-
nuscritos de los evangelios y sobre las afirmaciones de Eusebio y S. Jerónimo. La
mera existencia de tres finales largos diferentes levanta la sospecha.
103
Alguna de las teorías elaboradas para explicar la amputación y decir cómo es-
taba compuesta la continuación desaparecida no aportan los argumentos susceptibles
de fundamentarla; sobre estas teorías (accidente del copista, supresión deliberada
(cf. J. GNILKA, Marcos, II, 345, nota 41).
104
Cf. 1Cor 15, 5ss, y también Hch 1, 22; 2, 32; 3, 15; 10,41; 13, 31.
105
N. DENYER, “Mark 16, 8 and Plato”, Protagora, TVIlBlI1l 57 (2006) 149-
150. El final del discurso de Protágoras en la obra de Platón proporciona la prueba
del final sorprendentemente abrupto efoboúnto gár en Mc 16,8 y que pudo muy bien
haber sido deliberado (NTA 2007-1). J. F. WILLIAMS, “Literary Approaches to the
End of Mark's Gospel”, JournEvangTheolSoc 42, (1999) 21-35. Los así llamados final
breve y largo no son originales. Mc concluye con la promesa (16,7) y el fracaso
(16,8) (NTA 1999-3). X. ALEGRE, “Un silencio elocuente o la paradoja del final de
Marcos. 'Y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo' (Mc 16, 8b) (I)”,
RevistLatAmTeol 20, 3-24. Mc 16,8b es una conclusión querida por el evangelista y
EL SEPULCRO VACÍO 37
proyectó incluir al menos un relato de ellas, pero por alguna razón nunca
terminó su evangelio.106
La certeza interna parece inclinar la balanza a favor del final que encon-
tramos en el v.8.107 El final largo comienza como si los vv. 1-8 no existieran.
María Magdalena es introducida (v. 9), como si ella no hubiera aparecido en
el relato anterior. El final largo no tiene apariciones de Jesús en Galilea o a
Pedro, como se podía esperar por lo que se anuncia en el v.7 y parece ser una
mezcla de noticias tomadas de los otros relatos evangélicos e incluso otras
partes del nuevo Testamento.108 Mt y Lc ya no siguen el relato de Mc a partir
del v.8, lo que sugiere que los manuscritos del evangelio de que disponían no
tenían el final largo.109 Pero ¿pretendió Mc terminar su evangelio con el v.8?
Parece inapropiado terminar un libro o incluso una sentencia con una con-
junción.110 Parece igualmente inapropiado terminar un evangelio, un relato
sería el final original. Id., “Un silencio elocuente o la paradoja del final de Marcos.
Y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo (Mc 16, 8b) (II)”, RevistLatAmTeol
20 (2004)135-161. El silencio de las mujeres en Mc 16,8b sirve para subrayar la
cruz como el clima del evangelio de Mc K. R. IVERSON, “A Further Word on Final
rap (Mark 16,8)”, CBQ 68 (2006) 79-94. Las frases que terminan con gar son menos
habituales en la literatura griega narrativa que en la literatura filosófica. Aunque el
final con gar aparece con poca frecuencia en todos los tiempos y abarca toda clase
de literatura, su presencia en Mc 16,8 no es concluyente respecto a la conclusión
original de este evangelio. Estamos ante un texto mutilado o ante una conclusión
abrupta (NTA, 2006,2). Efoboûnto gàr es, por tanto, una conclusión posible. Esta
opinión ha estado plenamente establecida por M. Morton, S. Enslin (Journal of Bibl.
Liter. 1927, p. 62ss.) y por M. R. R. Ottley (J. th. St. 27,407ss), que han
proporcionado muchos casos de frases terminadas por gàr. El hecho de que
efeboúnto es un imperfecto no es un impedimento: es el tiempo del verbo que
corresponde a la situación. El EvPe termina este episodio bruscamente: tóte hai
gunaîkes fobêtheîsai éfugon (13). Suponiendo que haya imitado a Mc, él no ha leído
más sobre este asunto (J.M. LAGRANGE, Marc, 447s).
106
Se han aportado testimonios literarios que clarifican este caso (E. B. CRAN-
FIELD, Mark, 470s).
107
El lenguaje (vocabulario, gramática, estilo) tanto del final largo como del fi-
nal breve no encaja con el estilo de Mc, o sea, no es marcano.
108
V. 9: cf. Lc 8,1-3; v. 10: 10,19; 24,13-32; v. 13: 24,33-35; v. 14: 24,36-38; v.
15: cf. Jn 20,18; v. 12: cf.Mt 10,1; 28,19; Hch 1,8; v. 16: cf. Jn 20,23; vv. 17-18:
Hch 2,4; 3,14; 14,8-10; 28,3-6; 1Cor 12,10; 14,18.
109
J. A. BROOKS, Mark, 273.
110
La conjunción gàr, traducida como “porque” en la NIV, es la última palabra
en el texto griego.
38 G. SÁNCHEZ
de buenas noticias con una nota de temor o espanto y sin ninguna aparición
del Resucitado. Se han recogido varias sentencias que terminan con gar, in-
cluyendo Jn 13,13. Una probabilidad de que algunos libros terminen con gar
existe. Si Mc no tenía la intención de terminar su obra con el v 8, surgen
otras cuestiones adicionales.111
111
J. A. BROOKS, Mark, 273ss.
112
C. E. B. CRANFIELD, Mark, 469s.
113
El número de cláusulas con gàr que expresan una actitud, sentimiento o emo-
ción en las partes narrativas del texto aparecen con esta frecuencia en los evangelios
sinópticos (5 en Mt, 24 en Mc y 8 en Lc).
114
Se ha hecho notar que el asombro y el temor son las dos emociones más fre-
cuentemente evocadas en Mc (19 y 12 veces respectivamente) y por tanto también
las emociones que el narrador espera provocar en el lector.
EL SEPULCRO VACÍO 39
115
Lo que debe determinar la dirección de la interpretación no son las identifica-
ciones actanciales (mensajero = Marcos; las mujeres = el lector) sino las identifica-
ciones temporales. Si lo entendemos correctamente, su objeción se apoya en una
incomprensión. No se trata de una identificación sino de una equivalencia, y en este
caso no la equivalencia entre las mujeres y el lector sino entre los discípulos y los
lectores (B. M. F. van IERSEL, Mark, 503).
116
En 1,22.27; 2,12; 4,41; 5,15.33.42; 6,51; 9,6.15.32; 10,24.32; 11,18; 12,17;
14, 50-52; 15,5-6; 16,5-6. En el v. 8 se dice que “estaban alarmadas”. En 10 de los
ejemplos anteriores, Mc utiliza una de las mismas palabras que en 16,8; en 5 ejem-
plos utiliza un verbo de la misma raíz y significado de uno de los nombres en 16,8;
en otros ejemplos ha utilizado sinónimos (J. A. BROOKS, Mark, 273s).
117
J. A. BROOKS, Mark, 273s.
118
T. GEDDERT, “Beginning Again (Mark 16: 1-8),” Direction 33 (2004) 150-
157: Los hombres han fallado en el seguimiento de Jesús en el camino de la cruz y
las mujeres han fallado en la proclamación del mensaje de la resurrección (cf. Mc
14,27-28; 16,7); J. R. LUNDBOM, “Closure in Mark's Gospel”, Seminary Ridge
Review [Gettysburg, PA] 9 (2006) 33-41. El enigma presentado por el final abrupto
de Mc 16,8 habría que buscarlo en la comprensión correcta de la retórica y composi-
ción hebrea y su utilización del artificio de la inclusio. Precisamente así como Mt (1,
23/28,20) y Lc (1, 64-68/24,50-53) terminan con una inclusio, así ocurre en Mc
(1,44-45/16,7-8).
119
Cf. Mc 4, 41; 5, 15.33.42. (J. ERNST, Markus, 489).
40 G. SÁNCHEZ
Desde el punto de vista histórico, el hecho del sepulcro vacío sigue sien-
120
A. B. SPENCER, “The Denial of the Good News and the Ending of Mark,”
BullBibRes 17 (2007) 269-283. Mc 16,8 es la mejor forma de terminar su relato. El
hecho de cerrar el conjunto del relato con la ambivalencia de las mujeres es una si-
nécdoque (metáfora consistente en designar una cosa con el nombre de otra), del
conjunto del evangelio.
121
Cf. 1Sm 3,16; Lib. Ant. 53,12; Dn 7, 28; cf. También los mandatos de guardar
silencio que aparecen en el contexto afín de la epifanía milagrosa (Mc 1,44; 5,43;
7,36; 4, 41; 5, 15.33.42; J. ERNST, Markus, 489; H. R. BALZ, ThWb IX, 2065).
122
R. T. FORTNA, “Mark Intimates/Matthew Defends the Resurrection”, Forum
10 (1994) 197-218.
123
A. SAND, Matthäus, 582.
124
Y. TISSOT, “Rédécouvrir le tombeau vide”, LumVie 51 (2002) 41-54. (NTA
2002-3). Tissot reconstruye la tradición cristiana primitiva que está a la base del re-
lato actual y muestra cómo cada evangelista (Mc, Mt, Lc y Jn respectivamente) de-
sarrolla esta tradición manteniendo sus perspectivas propias tanto literarias como
teológicas. J. J. LOWDER, “Historical Evidence and the Empty Tomb Story: A Re-
ply to W. L. Craig”, JournHighCrit 8 (2001) 251-293.
EL SEPULCRO VACÍO 41
do una cuestión para investigar. En servicio de una mayor claridad deseo tra-
tar este asunto en dos momentos. Recogeré diversas opiniones para que el
lector pueda tener más posibilidades de información. Al final ofrezco la que
a mi entender es la mejor solución. Debemos reconocer que no se puede pe-
dir al historiador más de lo que puede verificar. Un análisis crítico de la tra-
dición, que tenga debidamente en cuenta los datos de la crítica de los géneros
y de las formas y en particular la riqueza de los motivos teológicos de la na-
rración, nos permite formular la siguiente valoración sobre la historicidad del
antiguo fragmento conclusivo de la historia premarcana de la pasión: en pri-
mer lugar, el dato histórico decisivo que determina la composición del frag-
mento es la fe de la propia comunidad primitiva en la resurrección corporal
de Jesús. En segundo lugar, la fe en la resurrección de Jesús ha sido expresa-
da con recurso estilístico en forma narrativa. En tercer lugar, el descubri-
miento del sepulcro abierto y vacío por parte de tres mujeres galileas el
primer día ferial después de la crucifixión y de la sepultura de Jesús lo hace
verosímil históricamente.
125
Solamente en el s. IV se comprueba un cierto interés por el sepulcro de Jesús;
el interés por “sepulcros vacíos” conserva, en la literatura, solamente la incontrabili-
dad de personas que se creía que habían resucitado o desaparecido (R. PESCH,
Marco, II, 782).
126
R. PESCH, Marco, II, 782s.
42 G. SÁNCHEZ
Puesto que las mujeres citadas eran conocidas por la comunidad primitiva
y probablemente vivían en ella, es necesario preguntarse si los narradores de
la historia de la pasión habrían podido introducirlas libremente como perso-
najes en una leyenda de fundamentos históricos. En este caso es irrelevante
que las mujeres fueran consideradas testigos fiables127 (cf. Lc 24,11), en
cuanto que las mujeres galileas que fueron testigos de la crucifixión de Jesús
(Mc 15) eran las únicas que pudieran ser tenidas en consideración para re-
presentar la ida al sepulcro, después de la huida de todos los discípulos y en
consideración del hecho de que el embalsamamiento de los muertos era con-
siderado tarea de las mujeres. “La introducción de los personajes no aptos
para testificar elimina a priori un examen público y oficial de los hechos
afirmados (percepción de la apertura del sepulcro y del ángel). La lista de sus
nombres no es suficiente, por tanto, para sostener la hipótesis de un funda-
mento histórico de nuestra narración, que habría estado unida a las muje-
res”.128
127
Cf. BILLERBECK, II, 441; III, 217.251.559
128
R. PESCH, Marco, II, 783.
129
Considerando su afinidad al kerigma central de los discursos de Hch, que a su
vez resuena claramente en el mensaje del ángel del v. 6.
130
Aunque algunos piensan que el acontecimiento del sepulcro vacío, desde el
punto de vista histórico, “no se puede considerar históricamente aceptado”, esto no
permite: a) deducir que sea rebatido el dato del hecho del encuentro del sepulcro va-
cío, ni b) excluir la fe en la resurrección del cuerpo de Jesús. Con tal juicio se intenta,
EL SEPULCRO VACÍO 43
En segundo lugar, esta tradición ¿se basa en recuerdos fieles? Este valor
de actualidad, ésta significación de la tradición para los que la reciben y la
transmiten ¿se opone a la calidad de un recuerdo auténtico?
por otra parte, sostener que toda afirmación “del dato que se refiere al hecho del sepul-
cro vacío” no tiene correspondencia en la tradición (R. PESCH, Marco, II, 781).
131
La fundamentación de la fe pascual en la actuación del Jesús terreno solo pue-
de ser indirecta, pero su conocimiento es condición irrenunciable para el reconoci-
miento del Resucitado (J. GNILKA, Marcos, II).
44 G. SÁNCHEZ
En cuarto lugar, esta tradición ayuda a leer en la fe, fundada sobre el tes-
timonio apostólico, un hecho extraño. Un apologista habría inventado mejor
los relatos y habría insistido en más detalles: por ejemplo, en la presencia de
más hombres en el sepulcro. Se trata de un acontecimiento que será reafir-
mado e interpretado por las apariciones y es incluido en el relato de la pro-
clamación. El relato de Mc que siguen Mt y Lc esta estructurado en la forma
literaria de anuncio de una revelación o una vocación para una misión. El re-
lato del sepulcro vacío es inseparable de la explicación del ángel que es una
revelación. Por tanto, la comprobación del sepulcro vacío es un punto de par-
tida. Que el sepulcro de Jesús ha quedado vacío, es una realidad histórica
que necesita una revelación de lo alto a través del mensajero celeste. Las
apariciones confirmarán el acontecimiento de tal manera que la fe en la resu-
rrección de Jesús se apoya y arranca de la revelación ofrecida a los testigos
elegidos que la reciben de lo alto.
132
A. SAND, Matthäus, 587.
EL SEPULCRO VACÍO 45
bre este tema de que los muertos son resucitados.133 En los casos referidos
significa “despertar, resucitar”, que el muerto vuelve a la vida anterior para
un tiempo limitado. Tal representación no es imposible para el hombre anti-
guo. Según la comprensión del antiguo judaísmo esta descansa en el poder
de Dios, solo él puede hacer revivir o resucitar a los muertos.134 En efecto,
existían las fronteras que fluían entre la vida y la muerte; según Sl 13,86 (cf.
Sl 30,2-4) hablan ya de un inminente atormentador de la muerte, según otros
textos se habla de un hombre gravemente enfermo. En segundo lugar, otra
visión se encuentra en la aceptación de una resurrección futura-escatológica.
Los fariseos se representaban los hechos de esta forma. Jesús afirmó que los
resucitados serían como los ángeles del cielo (pero esto no significa una
existencia sin cuerpo). Sobre la incomparable forma de la nueva vida se ex-
presa, ante todo, Pablo en 1Co 15,35-44.50. En tercer lugar, todavía podría
tenerse en cuenta otra significación o modo de existir (Ef 5,14: “Levántate
de entre los muertos”). La llamada de la muerte a la vida ha trasferido el sen-
tido: el bautizado experimenta en sí mismo ya desde ahora la fuerza de la re-
surrección (cf. Cl 3,1), aun cuando su plenitud no es un hecho presente.
“Esta interpretación de la resurrección de los muertos en el sentido de una
escatología presente se transformó más tarde en un error consistente en que
la resurrección ya ha acontecido.135 Con todo eso la primitiva parenesis cris-
tiana ha espiritualizado esta mediante la acogida por la fe, es decir, mediante
el conocimiento de sí mismo”.136
133
Mc 5, 42; Lc 7,14; Hch 9,40; Jn 11,23.
134
1Sam 2, 6; cf. Rm 4,17s; Hch 26, 8.
135
Cf. 2Tm 2, 18.
136
A. SAND, Matthäus, 587s.
137
Cf. 1Ts 1,10; Rm 10,9: “Dios le ha resucitado”, el Crucificado es declarado
Kyrios. Incluso en la formulación “Jesús se levanta” (1Ts 4,14) se entiende que la
46 G. SÁNCHEZ
resurrección solo la puede realizar Dios. Otras fórmulas neotestamentarias para ex-
presar una realidad cercana y relacionada con ella son: la “exaltación” (Flp 2,9; Hch
2,33) o “glorificación o ensalzamiento” (Lc 24,26; Jn 7,39), “ascensión” (cf. Lc 24,
51; Hch 1, 9-11) (A.SAND, Matthäus, 588s).
138
Cf. Lc 24,34, donde recoge una antigua tradición; el versículo formula la con-
fesión pascual (1Cor 15,3-5).
139
Ex 3,2; Dt 33,16; cf. Ap 7,30.35. En los más primitivos testimonios escritos
se verifica esto –en contraposición a los relatos evangélicos y al relato de los
Hechos– exclusivamente en el uso del término ophthe (que deriva de oráô ver, mi-
rar, observar, fijarse en); en pasivo: “ser visto, estar o ser manifiesto, mostrarse, apa-
recer, presentarse, comparecer.” En el antiguo Testamento (según la versión griega
EL SEPULCRO VACÍO 47
de los LXX) es utilizado con frecuencia con este fin: para expresar la manifestación
de Dios o de su mensajero celeste
140
Cf. 1Cor 9, 1; Gl 1,15s; Flp 3, 8; 2Cor 4,6.
141
Mc 16, 9-20; Mt 28,1-15 [16-20]; Lc 24; Jn 20,21.
142
A. SAND, Matthäus, 590s.
143
Cf. Hch 23, 8; cf. Mc 12,18-27par; Mt 22,23-33/Lc 20,27-40. G. KITTEL,
“Das leere Grab als Zeichen für das überwundene Totenreich”, ZeitTheolKirch 96
(1999) 458-479: Mc 16, 1-8 ha de ser interpretado como un relato que desarrollando
1Cor 15,4 proclama la resurrección de Jesús como una victoria sobre el reino de la
muerte y como el amanecer de una nueva creación. La cuestión decisiva no es si
hemos de ver el relato como históricamente fiel y verdadero sino más bien si real-
mente entendemos el lenguaje bíblico que apunta parabólicamente hacia la realidad
de Dios y su poder de dar la vida (NTA 2000-2).
144
A. SAND, Matthäus, 587.
48 G. SÁNCHEZ
145
A. JOHNSON, “Ripples of the Resurrection in the Triune Life of God: Reading
Luke 24 with Eschatological and Trinitarian Eyes”, HorBibTheo l24 (2002) 87-110.
146
J. DELORME, “Resurrección y sepulcro de Jesús: Mc 16,1-8 en la tradición
evangélica”, La Resurrección de Cristo y la exégesis moderna, Madrid, Studium,
1974,105-152. F. NAULT, “L'ouvert de la révélation: autour du tombeau vide”,
EtudTheoRe 79 (2004) 227-237.
EL SEPULCRO VACÍO 49
147
H. FRANKEMÖLLE, Matthäus, II, 521s.
148
H. FRANKEMÖLLE, Matthäus, II, 523s; J. GNILKA, Marcos, II 489.
149
1Cor 15,44; 2Cor 5, 4.
50 G. SÁNCHEZ
150
J. ERNST, Mark, 490s.
151
J. GNILKA, Marcos, II.