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Sobre “La nueva lucha de clases” de Zizek

por Mauricio Fuentes

Si bien la tesis de Fukuyama del fin de la historia y del triunfo a nivel global de la
democracia liberal ha quedado desacreditada, no es menos cierto que las relaciones
capitalistas se han impuesto en todo el orbe. La capacidad adaptativa que ha mostrado el
capitalismo global es un elemento a tomar en consideración. A pesar de “la pluralidad de
religiones, culturas y tradiciones locales” existentes a nivel mundial, las relaciones
capitalistas han logrado imponerse globalmente. Más aún,“la máscara de la diversidad
cultural la sustenta el presente universalismo del capital global, y este nuevo capitalismo
global funciona aún mejor si se organiza políticamente según los así llamados 'valores
asiáticos', esto es, de manera autoritaria” (Zizek, 2016, p. 25). Esta misma idea en torno
a la posibilidad de organizar políticamente el capitalismo de una manera distinta de la
democrática liberal, la podemos encontrar en El Estado y la Revolución de Lenin: “Las
formas de los Estados burgueses son extraordinariamente diversas, pero su esencia es la
misma: todos estos Estados son, bajo una forma o bajo otra, …, necesariamente, una
dictadura de la burguesía” (Lenin, 1960, p. 321). Si bien, en el caso de Lenin, el énfasis
está puesto en la dominación de una clase, la burguesía, y la capacidad que tiene ésta de
realizar dicha dominación bajo formas políticas diversas, el fondo es el mismo, la
capacidad de adaptarse que tiene el capitalismo, la posibilidad de que el dominio de la
burguesía o del capital se lleven a cabo mediante formas políticas diversas, en contextos
culturales diversos.
Sin embargo, el capitalismo global, está lejos de ser un idilio. Al referirse a la crisis
migratoria en Europa y América del Norte, Zizek va a afirmar que “los refugiados son el
precio que paga la humanidad por la economía global” (Zizek, 2016, p. 116). De acuerdo
con el pensador esloveno, lo que va a fundamentar el alcance global de las relaciones
sociales capitalistas es “que introduce una división radical de clases en todo el mundo,
separando a los que están protegidos por la esfera de los que quedan fuera de su
cobertura” (Íbid., p. 12). De esta manera, la crisis migratoria se presenta ante sus ojos
como una “nueva lucha de clases”, entre, por un lado, los inmigrantes (quienes se
encontrarían en el exterior de la globalización capitalista), y, por otro, los defensores del
capitalismo global (quienes se encontrarían al interior de la esfera de la globalización
capitalista).
Es en este contexto que Zizek va a afirmar que nos encontramos atrapados en
medio de un “doble chantaje”: por un lado, la izquierda liberal, indignada ante el hecho de
que millares de inmigrantes se ahoguen en el mediterráneo, exige la apertura absoluta de
las fronteras; por el otro, la derecha populista, clamando por la defensa de “nuestro modo
de vida”, plantea “dejar que los africanos y los árabes solucionen sus problemas solos”
(Íbid., p. 14). La hipocresía abunda entre los primeros, agrega,“saben perfectamente que
eso [la apertura absoluta de las fronteras] nunca ocurrirá” (Íbid.), pues tendría como
consecuencia una revuelta populista en Europa. Atrapado en este doble chantaje, Zizek
vuelve a la pregunta Leninista: ¿Qué hacer?
Considero que hay dos cuestiones a resolver:

1.- Por una parte, ¿Qué hacer con los millares de refugiados que buscan ingresar a
Europa? Ya hemos visto que para Zizek la apertura total de las fronteras no es una opción
realista. Pero, aun cuando lo fuera, la democracia se vería afectada: “¿son concientes de
que, puesto que nuestras deocracias son naciones estado, su exigencia [de apertura total
de las fronteras] equivale a la suspensión de la democracia?” (Íbid., p. 17)

2.- Por otra parte, derivado de lo anterior, ¿qué hacer con las diferencias culturales entre
“los occidentales” y los refugiados provenientes de África o Medio Oriente? De acuerdo a
la izquierda liberal deberíamos ser tolerantes y entender que los DD.HH. tienen un sesgo
que da preferencia a los valores y normas culturales occidentales (la prioridad del
individuo sobre su comunidad, igualitarismo, derechos fundamentales), su universalidad
es puramente abstracta y por lo tanto falsa.
Nos referiremos primero a la segunda de estas cuestiones para luego volver sobre
la primera. Si bien la universalidad de los DD.HH. es abstracta, Zizek va a considerar que
“deberíamos añadir que la defensa anticolonialista y multiculturalista de la
multiplicidad de “medios de vida” tambiés es falsa: encubre los antagonismos que hay
dentro de cada uno de esos modos de vida en concreto, y justifica actos de brutalidad,
sexismo y racismo como expresión de un modo de vida concreto que no tenemos derecho
a medir con 'valores occidentales' extranjeros” (Íbid., p. 77). En otro de sus escritos hace
la siguiente pregunta: “¿qué pasa con las prácticas como la quema de las mujeres
después de la muerte de su marido, que forma parte de la misma tradición hindú que las
vacas sagradas? ¿Deberíamos (nosotros, los multiculturales occidentales tolerantes)
respetar también estas prácticas”? (Zizek, 2004, p. 17) El multiculturalismo va a agregar,
se ve obligado a utilizar un criterio eurocéntrico que nada tiene en común con el
hinduismo: “toleramos al otro con respecto a las costumbres que no dañan a nadie, en
cuanto tocamos alguna dimensión (para nosotros) traumática, la tolerancia se acaba.
En suma, la tolerancia es tolerancia al otro en la medida en que este no sea un
'fundamentalista intolerante'” (Íbid.). La misma idea la vuleve a repetir en el texto que
estamos analizando: “la situación estalla cuando miembros de una comunidad religiosa
experimentan como una ofensa blasfema y como un peligro para su modo de vida no un
ataque directo a su religión, sino el mismísimo estilo de vida de otra comunidad” (Zizek,
2016, pp. 113-114). Para Zizek va a ser necesario ir más allá de la tolerancia, de acuerdo
con él, el conflicto del multiculturalismo no es un conflicto entre culturas, es un conflicto
“entre diferentes visiones de como pueden y deberían coexistir diferentes culturas” (Íbid.,
p. 115), asímismo, el conflicto con los refugiados no sería un conflicto cultural, sino uno
político y social. Lo que tenemos que hacer para no quedar atrapados en la pregunta de
cuan tolerantes deberíamos ser, es proponer un proyecto universal positivo que
compartan todos los participantes y luchar por él” (Íbid.). Habría que “avanzar en una
Leitkultur emancipadora y positiva, lo único que puede sustentar una auténtica
coexistencia y una mezcla de distintas culturas” (Íbid., pp. 115-116).
Volvamos ahora al problema de las fronteras y los millares de refugiados que se
ahogan en el mediterráneo. Las dos alternativas expresadas en el doble chantaje van a ser
malas opciones. ¿Qué deberíamos hacer entonces? Lo que deberíamos hacer, es
“reconstruir la sociedad global de tal modo que los refugiados ya no se vean obligados a
vagar por el mundo” (Íbid.). La solución es política pues Zizek va a encontrar en las
políticas económicas mismas, impuestas por los Estados Unidos y la Unión Europea
(llevadas a la práctica por el BM y el FMI), la causa de la crisis migratoria. La
“globalización de la agricultura”, por ejemplo, el resultado de las políticas antes
nombradas, implicó “la integración de la agricultura local en la economía global: al
tiempo que exportanban las cosechas, los granjeros eran expulsados de sus tierras y
acababan en los suburbios donde quedaban a merced de empresas subcontratadas que
los explotaban, y los países tenían que comprar cada vez más comida importada” (Íbid.,
p. 53). La crisis alimenticia derivada de la globalización de la agricultura sería una de las
causas de la crisis migratoria: “Basta con recordar el caso de México, un país importador
de comida con una agricultura local arruinada que exporta millones de habitantes a los
Estados Unidos” (Íbid., p. 54). Zizek va a dar otro ejemplo, en este caso sobre el conflicto
en el Congo y el control y comercio de los recursos minerales naturales como coltán,
diamantes, cobre, cobalto y oro: “olvidémonos del salvaje comportamiento de la
población local: lo único que hemos de hacer es eliminar a las empresas extranjeras de
alta tecnología de la ecuación y todo el conflicto de la guerra étnica alimentada por
viejas pasiones se desmorona” (Íbid., p. 55). En resumen: la causa de todos los males
estaría en las políticas económicas capitalistas aplicadas en todo el orbe. El problema es
que esto no logra dar cuenta de por qué razón son estas las políticas aplicadas. No creo
que sea necesario el Oráculo de Delfos para, al menos, sospechar que tratar las cosechas
como mercancías, y no como un derecho vital de los probres, traería consecuencias
nefastas. Considero que la pregunta que deberíamos ser capaces de responder es: ¿por
qué, a pesar de la obviedad de lo anterior, las políticas desplegadas mundialmente trataron
las cosechas como mercancías? Aquí no se puede responder abstractamente, no basta con
decir que la lógica del capitalismo impone tales políticas, como mínimo habría que
mostrar la manera en que esto último ocurre. ¿Cual o cuales serían los elementos que
determinarían dichas políticas? Esto es relevante si se pretende reconstruir la sociedad
sobre bases nuevas, ¿cómo podría ser posible tal reconstrucción si solamente tenemos
ideas vagas sobre las causas de la sociedad que queremos cambiar? Aunque se estuviera
de acuerdo con Zizek, es necesario reconocer que su argumentación en relación a lo
anterior no es convincente, son demasiadas las interrogantes que quedan sin ser
respondidas.
Avanzar en una Leitkultur emancipadora y positiva, y reconstruir la sociedad de tal
forma que no sea necesaria la existencia de refugiados. Zizek va a ser partidario de
reinventar la idea Comunista, habría para ello que “encontrar en la realidad histórica
antagonismos que conviertan esta idea en una urgencia práctica” (Íbid., p. 118). Va a
encontrar cuatro de estos antagonismos: la crisis ecológica, el fracaso de la propiedad
privada para integrar la propiedad intelectual, las implicaciones socioéticas de los nuevos
descubrimientos tecno-científicos, y las nuevas formas de apartheid. Los tres primeros de
estos antagonismos designarían el dominio de lo que Hardt y Negri “denominan 'bien
común', la sustancia compartida de nuestro ser social” (Íbid., p. 119). Estos dominios
serían tres: 1) el bien común de la cultura, 2) el bien común de la naturaleza exterior, y 3)
el bien común de la naturaleza interior. La defensa de estos tres dominios justificarían la
resurrección de la idea del comunismo, la privatización de estos bienes implicaría la
“proletarización de aquellos que quedan excluídos de su propia sustancia” (Íbid., p.
120). Sin embargo, estos bienes se podrían “devolver a la colectividad humana sin
comunismo, en un régimen autoritario-comunitario” (Íbid.). De acuerdo a esto, será el
cuarto antagonismo, el que se da entre los incluídos y los excluídos, el fundamental. Los
tres primeros antagonismos pierden su carácter subversivo sino se relacionan con el
cuarto. Zizek va más allá, y afirma que “los refugiados... son la prueba de otro bien
común en peligro: el bien común de la humanidad amenazada por el capitalismo global,
que genera nuevos Muros y otras formas de apartheid” (Íbid, p. 121). Los tres primeros
antagonismos se referirían a meras cuestiones de supervivencia, el cuarto en cambio se
referiría a una cuestión de justicia.
A pesar de identificar estos cuatro antagonismos, Zizek no es optimista con
respecto al futuro: “la postura realmente valiente consiste en admitir que es probable que
la luz al final del túnel sea la de un tren que se acerca en dirección contraria” (Íbid., p.
123). Las tendencias objetivas de la historia no irían en la dirección de superar los
antagonismos inmanentes del capitalismo global, todo lo que cabría hacer es improvisar:
“¿Acaso el verse libres de la historia no alimenta su libertad para experimentar de
manera creativa” (Íbid, p. 124)? Va a repetir lo mismo en su “Repensar Lenin”, cuando
analizaba la situación rusa de 1917 antes de la llamada revolución de octubre: “¿Y si la
absoluta desesperanza de la situación, al estimular los esfuerzos de los obreros y los
campesinos diez veces más, nos brindara la oportunidad de crear los requisitos
fundamentales de la civilización de un modo diferente al de los países de la Europa
Occidental” (Zizek, 2004, p. 11)? Refiriéndose a la catástrofe que significó para el
movimiento obrero la votación a favor de los créditos de guerra por parte de la
socialdemocracia alemana en 1914, llega a afirmar que: “Este momento de Verzweiflung
(desesperación), esta catástrofe abrió el escenario para el acontecimiento leninista, para
romper el historicismo evolutivo de la segunda internacional, y sólo lenin estuvo a la
altura de esta apertura, sólo él articuló la verdad de la catástrofe” (Íbid., p. 3). Lo que
habría que hacer, era “repetir, en las actuales condiciones globales, el gesto 'leniniano'
que reinventa el proyecto revolucionario en las condiciones del imperialismo, el
colonialismo y la guerra mundial” (Budgen, Kouvelakis, Zizek, 2010, p. 7). No se
trataría de hacer referencia a una serie de hechos objetivos, se trataría, más que nada, de
encontrar la manera de “socavar la propia norma” (Zizek, 2004, p. 11). Ahora bien, en el
texto que analizamos, la catástrofe que se avecina parece ser total pues lo único que
podría prevenirla sería “el puro voluntarismo, es decir, nuestra libre decisión de actuar
contra la necesidad histórica” (Zizek, 2016, p. 123).
Zizek intenta realizar él mismo lo que ha entendido como el “gesto leniniano”, sin
embargo su reinvención del proyecto revolucionario queda en una pura abstracción. Su
alternativa de construir un mundo en que no existan refugiados no es mejor que la de
aquellos que plantean que se abran las fronteras de par en par. Si éstos saben que aquello
es imposible, Zizek sabe también que ese mundo en donde no existan refugiados, no está
a la orden del día. Su idea de una Leitkultur emancipadora y positiva no es menos
abstracta, no muestra cómo esta podría surgir ni desarrollarse. No puede bastar el
proponer un proyecto universal, es necesario mostrar la posobilidad real de tal proyecto.
Zizek busca mantener una especie de continuidad con el marxismo clásico al
intentar replantear la lucha de clases, sin embargo, hay cuestiones importantes que surgen
de dicho intento a las que habría que dar respuesta: ¿en qué sentido son una clase los
inmigrantes?, esta pregunta implica otra, ¿en qué sentido todos quienes no son
inmigrantes podrían ser considerados la clase antgónica? Estas cuestiones no quedan para
nada claras, menos aun cuando Zizek afirma lo delirante del proyecto de “importar un
proletariado radical” desde fuera. Si tal idea es delirante, no entiendo como es posible
afirmar la existencia de una división radical de clases a nivel mundial entre los que están
al exterior y los que se encuentran al interior. Si la revolución no se puede exportar, cosa
que está afirmando Zizek (y que compartimos), el producto de esta supuesta nueva lucha
de clases no será nunca la revolución, pues los refugiados, en su clalidad de tales no
podrían realizarla al encontrarse al exterior. En realidad deberíamos preguntarnos al
exterior de qué se encontrarían realmente los inmigrantes, ¿existe realmente algo así como
un exterior? Los inmigrantes quizás están en el exterior de los Estados nacionales, pero
¿existe un exterior de la globalización capitalista? Si las políticas económicas de
occidente han sido la causa de la existencia de los refugiados, cosa que afirma Zizek, no
es posible entenderlos en una relación de exterioridad con ésta, pues, serían su producto
necesario.
El reemplazo de la clase obrera por los inmigrantes que realiza Zizek no lo lleva
muy lejos. La nueva lucha de clases que postula no parece seguirse de un análisis
sitemático de las fuerzas sociales realmente existentes del capitalismo actual, sino del
intento mismo por mantenerse en continuidad con la tradición clásica del marxismo.
Ejemplo de esto es el que busque en la realidad ciertos antagonismos (siendo uno el
fundamental) que conviertan la idea comunista en una urgencia práctica, y al mismo
tiempo reconozca su falta de optimismo para con el futuro afirmando que lo único que
podría frenar la catástrofe que se avecina sería el voluntarismo. A las finales, la abstracta
propuesta política de Zizek termina en unos “consejos desde la desesperanza... : la visión
de una sociedad transformada sin esperanzas reales de atravesar un proceso de
transformación” (Meiksins Wood, 2013, p. 67).
Referencias bibliográficas

Budgen, S., Kouvelakis, S., Zizek, S., ET AL. (2010). Lenin Reactivado. Hacia una
política de la verdad.
Lenin, V.I. (1960). El Estado y la revolución. En, Obras Escogidas vol. II (5ª ed., pp. 291-
389), Moscú, Editorial Progreso.
Meiksins Wood, E. (2013). ¿Una política sin clases? El post-marxismo y su legado.
Buenos Aire, Ediciones RyR.
Zizek, S. (2004). A propósito de Lenin. Política y subjetividad en el capitalismo tardío.
Buenos Aires, Atuel.
_______. (2016). La nueva lucha de clases. Los refugiados y el terror. Barcelona,
Editorial Anagrama.
Sobre ¨la nueva lucha de clases” de Zizek
por Mauricio Fuentes

Profesor: Marcos García de la Huerta


Curso: La teoría liberal y la cuestión de los derechos humanos

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