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com
Georg Lukács

SIGNIFICACION
ACTUAL
DEL REALISMO
CRITICO
Primera ediclón en a\em!h: 1958
. Título criglnal: Widu d!!n lt1.ÜxuH.sltHidentll Redlismu.s
El titulo adoptado en la edición española es,
dt: ncuetdo con el autor, el original de esta obrn:
Die GegenWQrfxb!!dwtung -des Kritiuhen Rtali.smu.s
© Editorial Claauen. Hafubll.tgo
Traducción: Mari:;¡ Tuc.(OI. Toral,
re,•isada por F~clerica Al11are:r.
Primern edíción en cspaiiQ\: 1963
Seg>mda edición en esp:lñol: 1967
Tercera edición en español: 1974
Cunrto edición en e~paflol: \917
Quintn edición cri espailol: 1984
D~:rechos rc5ervados en lengua e~pari.oliJ.
© 1963, Edicíonr.s Era, S. A.
Avcnn 102, 09810 Mbcico, D. F.
Impreso y hecho e:n MéKico
~Pr_inletl t~nd Madt in MtJ:ico
INDICE

PROL0001 9

INTRODUCCION, 12

LOS I'RlNClPIOS IDE.OLOClCOS DEL VA.NGUAR.DlSMO, 18

¿ FRA.NZ KAFKA. ,O TifOMA:s MANN. 58

EL REALISMO CRITICO EN LA SOCLEDhD SOCIALIS"tA.1 113

lndice de autQrcs, obras y peuont\je..<;1 1?9


PROLOGO

Este C!.tUdio tuvo su origen en el otoño de 1955, como h:~.se


para una conferencia. La conferencia fue dictada primero
en. la Aeademia alemana de las Artes, en enero de 1956¡ y
se repitió luego en la Academia de Ciencias Sociales de Var-
sovia, en las Universidades de Roma, Florencia, Bolonia,
Turin, Milán y, por úllimo, en 1a Urania de Viena, La du-
ración de la conferencia permitió tratar solamente el primer
grupo de problemas, esto es, aquéllos que conciernen a la
situación actual del realismo burgués en la sociedar1 ·capita-
lista: pero, ya entonces, la segunda parte de este trabajo
estaba plenamente concebida en el proyecto general.
Comci 11 hablar uo es lO misrno que escribir-u, la elabora~ión
por escrito demostró que podía abarcarse mucho más mate-
rial concreto del que fue expuesto en la conferencia, a pesar
de lo cual se han conserVado los límites de un ensayo sín
pretender agotar el tema ni sistematiiarlo rigurosamente. En
lo que respecta a la forma de exposición de la última parte,
ha sido ·de gran importancia el hecho de que su redacción
fuera posterior al xx Congreso· del Partido Comunista de la
Unión SoviéticaJ y C¡u.e coincidiern con las discusiones sus-
citadas por él. Insisto en que esta. circunstar.cia sólo ha ·ill·
fluido. en la forma de expOsición, ya que, todos cuantos
conocen mis obras anteriores, verán con cbridad que lo que
aquí Sostengo no. contiene s"ustandalmcnte nada nuevo con
re~aci6n a lo cjue he m<\nift;.'itado en mis escritos cle ott;\s
épocas. En lo referente al. naturalismo y a la esqucm<l-
tización, !<1 continuidad salta a la vista. Lo nuc.vn en la for•
ma de exposición se evidencia. en mi ·polémica de fondo
contra el Ilarnac;lo romanticismo revolucionario. PerO sólo en
el modo di! d~cirlo. Bn los años éu que prevaleció este con-
cep-to) do:ra.nte mJ.s de das d-c:cadas, na utWcé ni -.-erb:1lmente

9
ni por ~scrita la exprcston "rom_antitismo revolucionario'\ y
siempre be intentado' demostrar con mi trabajo concreto que
se pueden tratar mucho mejor todos los problen1as de la Ji~
tcratura sin necesidad de emplear un ténnip.o que, lejos de
ayudar a su soluci6n, los- corilplica; En la época de Stalin,
durante el predominio de la.~ teorías de Zhdanov, no era
posible u11a oposición 'c_lara. Mi silencio se cons7.deraba en-
tonces como rebelión, y· basta para demostrarlo el hecho de
que se nlC reprochara, en diversas formas, mi obstinación en
uo mencian¡¡_r Ci romanticismo revolucionario. Aprovecho. con
al~gria la primera ocasi6n de poder hablar de esta cucsli6n
claramente, y no en la lengua de Esopo. 'Los lectores de mis
obras precedentes pueden comprobar que, en lo sustancial,
mi put.to de vista no ha sufrido mudanza alguna. Pero creo
mi deber señalar abiertamente ~te cambio en mi tcnnino-
logi~.
EstC prefacio está escrito en septiembre· de 1956. Desde
aquellos o.ños, se han producido, en Hungría y otros pti.íscs,
importantes acontecími~ntos que nos han_ obligado a pens<~r
de nuevo en muchos problemas relacimlados con la obra de
Stalin. La reacción contra esta obra se iriterpreta en el mun-
do burgués, y también a menudo en los Estados sOcialistas,
como U!'la revisión de la doctrina de Marx y Lenin. No hay
dud;~ de que ése es, hoy U.ías cl principal peligro para el
marxismo-leninismo. Pero también es indudable que nos
enfrentaremos indcfcr~sos a este peligro si no rompemos sin mi-
ramientos con el doglllatismo de Stalin y del periodo sta!i-
nista; si no descubrimos su coherencia sistemática, los méto-
dos en que se fundaba, las consecuencias que le siguieron,
etc., y si no nna!i7.amoa cómo fue situándose frente ai marxis-
mo-leninismo. Sólo medinnte esta critica se pu~de apreciar
con justicia histórica lo positivo dé la obra de Stalin, lo mis-
mo que hace algunas décadas una crítica análoga abri6 paso
a una apreciación justa de Rosa. Luxemburgo. Como este
estudio se ocupa solamente de una cuestión específica, aunque
impor~ante, no puede tomar un vuelo teórico tan amplio.
Por ello me permito darlo a la publicidad en su forma ori-
ginal.

10
. No obstante, aunc¡ue se trata de un problema particular dci
nuestra actual vida literaria y cultural, la tOma dC posición
con respecto a él.no es independiente de los problemas ge-
nerales que están hoy en discusión. Por un lado, vemos que,
en efecto, de las discusiones que siguieron al xx Congreso,
ha surgido también en el campo de la ütCratura un revisio-
nismo que rechaza toda la critica marxista dirigida contra la
literatura de la d&adencia, y se c:L¡rige fundamental.nt)nte en
conlra del principio mismo del realismo socialista, conside-
rándolo como un obstáculo para la expansión y el progreso
de la literatura. Por otra parte, los dogmáticos han inibntado
.defender ·e"n bloque todo lo que se ha realizado en las últi-
mas dé:cadas, excepto algunos "errores aislados".· NueStro
punto de vista es aquí el del tercero en discordia, tsr"tium
datur. ·.También Ul c5te caso es válido decir que el revisionis-
mo --el inayor peligro actual para el marxismo-- no puede
ser combatido sin una. crílica enérgica de la teorla y .la prác-
tica dogmáticas. Al igual· que se dibujan claramente los con-
tornos de un nueva estilo en obras de escritores verdadera:.
mente importantes, como Shólojov y Makarenko, se vuelve
confusa la imagen total en cuanto se quiere considerar a to-
da costa como obra maeStra, en nombre de la defensa del
realismo socialista, cualquier producto de la literatura socia-
lista, por vulgar o dcfectumo que sea, Nuestro Úrtium datur
es pues la defensa artística e imparcial de aquellas innova~
cionc.s. de importancia literaria univen;al, que han Jlevado y
llevan al realismo socialista a la producción de obras cumbres.
Toda crítica -por tajante que sea- de obras malogrDdas o
de teorías dogmáticas; tiene por objeto esencial apreciar y
proteaer lo verdaderamente valioSo y nuevo en el realismo
suciali:sta.

Budapert, abril ele 1957


INTRODUCCION

Si hemos de rt'.Sponder con claridad a la cuestión que nos


intere-sa, es nt;c.esario ante. todo eliminar dos pre.juióos, El
primero tiene. un papel domioante en la est~tica y la crítica
burguesas d!! nuestro tiempo. Se. puede resumir. su mnte·
n.ido esencial como sigue: ~ólo e.lU:amado Vaóguardismo tiene
valor como literatura peculiar de nuestra época. Lo que has·
ta ahora se acostumbraba Jla.rnar ·realismo dejada de lado
-susLancialme.r,te los problem;:¡s decisivos de la época, los eo·
!Dascararía (los aburguesada), Por ello, cualquiua que fuese
su ·forma; le sería imposible reflejar la realidad de hoy. Así,
p_ara citar s6lo ·un ejemplo, J<arl Korn, entre otros, en In
discusión de Vezelay r.ntre escritores franceses y alemanes,
reprochaba a ]a. técnica y la burocracia, i_nse¡)arables de la ..
c:ivilizaci6n moderna, su carácter abstracto, y al mismo tiem·
po declaraba qtte una idcolagta del "mundo sallo" es "irrea~
lista", que el realismo socialista enmnscara la realidad, etc.
l?or sn prtrte·oo· son pocos lQs teóric.oo del·rci.lismo soC.ialistí\
que, manifestándolo con mayor o menor claridad, opina!!
que- con el surgimiento del realismo sodallsta se ha su petado
el realiSmo critico, históricamente burgués, el cunl ha perdido
toda signific.ndón para e\ cultivo frutt'ifero del estilo literario
contemporáneo. El peligro que entrañan esta:; dos posicione.~
ex:tremas antitéticas e.'l que arribas ~enen un concepto mono•
lítico de la literatura burguesa contemporáoea, y de éste
modo prescinde(! de determinados hechos furtdarnentales dC
nucst¡p vida social (y, por ende, .cultur:al y literaria).
Naturalmente, los dos grupos ideológicos han surgido de
la. realidad social actual. Puede: decirse que desde las jorna~ _
das d~junio de 1848, en las que se produjo el levantamiento
del proletariado parislno 1 el problema ·fundamental de la
época en que vívimos es In lúr.ha entre el ~ocialismo y el

12
capitalismo, problema que, como es lógico, se .refleja en la
literatura y en las teOrías literarias. Esto no quiere decir de
ningún .m~do que este hecho fundamental tenga que deter-
minar. de manera irunedie.ta y total 1 todos los fenómenos de
nuestra é.poca1 ni siquiera los perlados en que puedo. divi.dirsc.
La fonna en que sr. Rbre paso la tendencia fundamental de
una época es I".Xtraordinariamente compleja: la realidad da
origen) objetiva y subjetivamente, a una gran masa de me-
diaciones, cuya acc.i6n modifi.ca esencialmente el modo de
manifestarse del problema fundamental. Desde el punto de
vista histórico universal, la oposic16n entre capitalismo y so-
cialismo sigue siendo el problema fundamental de nuestra
época tomada en su conjunto. Pero es un error frecuente tra-
tar ele explicar directamente, a partir de esta antítrsis básica,
lo3 fcn6menos y tendencias de un momento determinado, e
incluso de períodos cnteros1 en el seno de una época dada.
Yil en el perlodo anterior a la segunda guerra mundial,
lo que determinó la divisi6n esencial de grupos, en la vida
social y política, no fue esta op05ici6n fundamental -sino la
antítesis fascismo-D.ntifascismo, Es cierto que, en -el campo
capitalista, hubo fuerzns importantes que intentaron de.spla~
zar la línea divisoria hacia la oposición fundárnental; Hitler
sobre todo, pero también otros muchos polltico.s imperialis-
tas. Todo fue en vano. En ·aquel entoncCS;, la antítesis fas-
cismo-antifascismo tenia un cmpt1je.- t!inámico arrollador, y
determin6 durante: un periodo evolutivo importante la divi-
si6n de los hombres en grupos hist6rico~socinles. Despu~s del
aplru.tamiento t!el hitterismo en l-a segunda. -guerra mundial,
pareci6 durante algún tiempo -a partir, aproximadamente,
del discurso de Chur.chill en Fulton- .que la antítesis socia-
lismo-c::apitalismo· llegarla a dotnin<l.r directamente el dc:itino
del mundo. La estrategia de la guerra fría se habla propues-
to como meta el dividir :t los hombres en ' 1dOS mundos11 e"ne-
migos y movilizar contra el sOcialiSmo ·todo lo que -no- ero
socialista. De· nuevo en vano. Tambiéil. esta vez ~mrgieron
nuevns fuer-las, cada ver. más conscientes· y poderosa!!, que se
sublevaron contra el objetivo directo de la estrategia de los
"dos nl.undos" 1 contra la prepiraci6n de .la tercera guerra

13
mundial. No nos proponemos aquí examinar, ni apenas se-
ñalar, el nacimiento y el desarrollo de los movimientos en
favor de la paz. Parí\ nuestro objeto basta indicar que han
despertado 1a condenc.ia de cientos de millones de seres y que
han originado movimientos de masas sin precedentes en la
historia del mundo.
Si examinamos mV de cerca estos grandes agrupainicntos
que han determinado dos períodoS de nur..stra época hlst6-
t:ka, ~e obo¡,ern¡, ?. p:riiDesa vista que ·h?.'i\ w~\~ad0 un.?.. e~:..-.
si6n en el campo de 1>1 burguesía y, en menor grado, también
en el -del prolctarindo. Del .mismo· modo que hubo obreros
equivocados por la propaganda· fascista, también ahora los
hay que han sufrido más o mcflos la influencia de la ideo-
logía de la guerra frh'~· Para nuestras consid.ernciones,·1o más
importante e.o; tal ver. que, al igual que en las filas del antifas-
cismo --e incluso en mayor medida, cuantitativa y cualitati-
vamente-, en loS movimientos por la paz milita una enorme
parte de la burguesía, sobre todo de los intelectuales burgueSes.
No es, pues, aplicable directamente a ninguna de estas tcnden.
cias históricas la antítesis capitalismo-socialismo, ya que se
caracterizan, por el coJltrario, por la colaboraci6n de socialistas
}r burgue~s en la in.isn"ltl lucha. Estos hechos tienen consecuen-
cias- de extraordinari~ importilncia para el desarrollo con-
temporáneo de la literatura burguesa, consecuenciaS· que son
todavía más hondas -¡;i contemplamos la singularid<ld ideoló~
gica de los movimientos por la paz {lo que también fue el
caso en los movimientos antifascistas, aunque en rnenor gra-
do y de manera medOS evidente).· Se ve en seguida que el
carácter tipico de los movimientos por la paz es que surgen
a condici6n de dejar a un lado, fuera de discusión, las dife-
rentes concepciones dc.l mundo: en ellos participan marxis-
tas y defensores de lll- ideología burguesa, ateos y adictos a
todas las religiones, etc., y estas diferencias no perlurban en
absoluto la intimidad del trabajo en colaboración ni la con-
centración de todos tos esfuerzos hacia el mismo fin.
. Si.n emba:rgo, si se cxrunin:a. es\a situación con Illá'll deteni-
miento, resulta bastante más compleja, ya que la praxis de
lm movimientos por la paz plantea toda una serie de pro~

14
blcmas qut! tienen y deben tener cierto ·caráctel' ideol6gico.
A'ií, por cjtmplo1 es imposible miütar con con~icci6n y cfi~
cada en pro del mantenimiento de la paz si no se tiene el
firinC C~nvencimiento de que, en 1~ realidad Socia.l, la fuerza.
"de la razón podrá abrirse camino de una forma o de otra¡
de que los actos humanos, y no s6lo los ·de las :gran.des ma-
sa<~ sino tlllllbién los que proceden de la decisión inJ:.,idual,
pueden influir, sea. como fuere, en el curso de los acon teci-
mientos, etc. Y eS también evidente, por otr<!, parte 1 jlue la
renuncia a estos esfuen.os, la creencia de que la guerra es
inevitable, de que es posible la aniquilaci6n de In cultura hu-
mana por la bomba at6mica y la de ·hidrógeno, se puede
atribuir a.. una visión fa.talista del mundo. Asi, eJ:ta división
espiritual suscitada por los movimientos en defensa de l:t
paz, cntrañ~ ciertos elementos de posición id.eol6gica. Ahora
bien, estos elementos son ideológicos en un sentido limitado
de la palabra, por cuanto funden, como miembros de una
unión espiritual, a horubres de distinto, e incluso opuesto,
modo de pensar; estos hombres colaboran en una obra co-
mún, tienen en comúri una intuid6n inmediata del mundo,
un modo directo de reaccionar prácticamente de acuerdo cun
sus tendenciaS pl'incípalcs, y, a In vez, se permiten interprc-
tacion~ filos6ficas, rcügíosa.s, etc., t()talmcnte contradictorias.
El fatalismo puede ser concebido tanto en un sentido religioso
como pseudocientifico; el convencimiento de que la fuerza
de la raz6n ha de prevalecer, y d¡! que el individuo se ha-
rá responsable de sus. decisiones, puede ser compatible con
la proíe.o;ión de una teodicea o con. la' de una sociología fun-
dada en el materialismo. La comunidad de "ideario" que
surge en la lucha por la paz, y a causa de esa lucha, es tam~
bién, para utilizar el lenguaje de Hegel, "una identidad de
l<~ identidad y de la no identidad". ·
Este principio, sobre el cual descansa hoy día una nueva
forma de agrupación de los hombres, nos va a servir, en
cierto modo, Ull punto de partida de nuestro estudio. Una
11
concepciún del mundo" entendida de es~a suerte, es la que.
caracterjza h. relación entre el escritor y la realidad; aungue
no da lugar, ni en su contenido m' en su aricntaci6n, a nin-

!5
gún c.qutvoco, adrrúte sin embargo, en el plano ·purame1lle
conceptual, las formas más opuestas de interpretación y los
fundamentos más diversos, Para nosotros tiene una 'signifi-
cación decis.hta ese elemento de n:uténtica convergencia en
los aspectos esenciales de la realidad, Este elemento nos re-·
vela la cohesi6n interna y· las raíces sociales de una unid;td
fundam~tal, capa7. de subsistir a pesar de las mayores di-
vergencias, siempre que no afecb=:n su centro mis010: el q.uc
brota~ en la literatura", de 1a más honda natora1eza de la
volu"Otad ~rtistica, y que es, al -mismo tiempo, producto h.iS-
tótico de lns eorrientes ideológkas de.ci!oiva.s del período que.
vlvimos~
Así, pues. nuestro Jen6r:i:teno inicial es esta convergencia
de dos pares de contrarios: de Úna parte, realísmo o antirrea-
lismo (vanguardísmo, pecadentisroo) y, de la otra, lucha
por la paz o guerra .. Naturalmente, es preciso concebir esta
convergencia con pl:'ecituci6n, con roucha.s reservas.. Se tratl'\
siempre de tendencias. generales é¡ue, en cada caso individual,
presentan -muchas variaciones, trarisíciones, virajes totales,
etc. F.l carácter tendencioso de esta constelación de posibili~
dad~s se rn~nifiesta~ efectivamente, en el hecho de que los-
polos así definidos nunt.a son entidn.de!! opuestas entre ·si de:
modo estable y riguroso, .sino polos. -en el . sentido literal
del té.nnino: culminaciones eJ'ttema.s de te.ndencia.s 1 que e.n
general están muy mezdada.!, en continua lur,hn .ent!·e· sí, y
que suelen manifest:lrsc mutuamente transformadas. Seda
simplificar· demasiado la cuestión d reducir esta lucha de
tendencias a una simple oposición de orienrnciones o de per~
sonalidades,. No. También en el interiOr de una sola persa~
·nalidad aparecen con frecuencia estas transicion~s y virajes,
y no .s6lo como diferencias entre l..a!l diversa.! fases de su evo*
lución sino tl\mbién en .una :rnlm:aa época, como contradic-
ción l!\tema tiue mejor revela e.l -ni<~e.l de su -verdadera evo~
lución.
Oo'llo siernpre sucede en ·~t conocimiento de la historia 'y
de .Ja s~ciedad, también a.qui el present~ esclarece el pasado.
Sólo hoy podemos ver que los acontccimir.ntos actuales :;on
culminación d~ (uc.r?.as: que obraron largo .tiempo, J\.. la ép6-

16
ca de predominio del gran realismo, durante la primera mi-
tad del siglo 'Xlx, $Ucedi6 un reflujo después de la I'f'.volut.ión
de 1848, f':s.Pecialmente en el periodo de Napoleón III, a co-
mienzos de la m República, en el período victoriano, etc. Só-
lo hoY podemos ver que el momento !llgido del desarrollo
ccon6mico, el per~odo imperialista, produjo un nuevo auge
del realismo: el de la rebelión humanista contrn el imperia-
lismo. Las raiccs nacionales fuero~ extraordinariame"nte di-
versas; las tendencias estilísticas tal vez más aún, Y así. es
más sorprendente -vista desde la perspectiva de nuestra-·
época- la coherencia ideal de lo que hemos llamado rebe-
lión humanista. Bnsta rrÍencionar a Anatole France y Romain
Rolland, Shaw y Dreíser, Hcinrieh y Thomas Mann, para
ver con toda claridad la afinidad de tendenci~. El realismo
burgués de hoy --considerado desde un punto de vista so-
cialmente objetivo-- es la continuación de esa. rebelión, y
algunos de los representantes nÍás importantes de esta ten-
dencia han intervenido todavia r.n el período actual.
LOS PRlNCIPIOS IDEOLOGICOS
DEL VANGUARDISMO

Es un hecho esencial el que, todavía hoy, en la superficie de


la vida literaóa, parezca predominar la tendencia antirrealis-
ta, vanguardista, Por ello es oportuno iniciar nuestro examen
a partir de la crhica del vanguardismo, con el fin de dedu-
cir las posibilidades del realismo burgués mediante la dia-
léctica misma de la controversia. Es Íf'!dispcnsablc, por lo tan-
lo, comparar entro s[ las dos orientaciones principnles opuestas
de la literatura burguesa actual, en relaci.6n con los ptantea-
m~entos '!.las soluciones de los problemas ideológico-art~sticos
m<IS deCiSiVOS.
En la contrast¡¡ci6n de eJtas dos tendencias. contrapuestas
es preciso hacer ·hinc<tpié en los problemas idcologicos (ideo-
lógicas en el sentido antes definido y no en su aecpci6n es-
trictamente filosófica). Lo que d<'be evitarse a toda costa es
precisamente aquello a que suclt' concederse m:Í.~ importancia
en la teoría art!stica burguesa vanguardista, esto es, la bús-
queda de la divergencia en el aspecto fonnal, sobre toUu en
el modo de c.~críbir, en la técnica literaria, en los procedí-
mientas técnico!\ inmediatos. Desde esa perspectiva resulta
fácil y cómodo oponer lo "moderno" a lo "aotícuado 11 1 a lo
simplemente heredado del siglo XlX; pero~ en verdad, ·as( se
oscurecen precisamente los problemas fundamentales 1 los .más
decisivos en lo que atañe a la fornm1 y se embrollct la esen-
cial dialéctica interna de las transiciones. L:a polarización,
aparentemente clara, que es e:! resultado de este: método de
examen1 trae comígo también la polarización falsa de las
formas intermedias de transición, y oscurece los principios
que determinan la verdadera oposición.
Aclaremos la justeza de este punto de vista con un cjem.
plo. Tomemos el de la técnica del monólogo interior, del
flujo de asociaciones libres, como medio narrativo Y de ca-

18
ractedznción. Si examinamos, por un lado, exclusivamente
desde el punto de vista formalista; los monólogos del señor
Bloom ~on el cuarto de baño y de la señora Bloom en el le~
cl10, al principio y al final del Ulises de James Joycé, y, por
otro lado, el 13-ran monólogo de Gocthe al dc.spertarse en
Carlota en Wcimar de Thomas Mann, nos inclinaremos fácil:.
mente a. ver en ambos casos la Il).anifestadón de la't.p1isma
tendencia literaria, lo que parecen confirmar algunas obser~
vaciones de Thomas Mann acerca, de J oyce y su estilo l_i-
terario. · · .iJ
Y, sin embargo, si nos referi.mos al verdadero estilo de e.~tas
dos obra~, no puede imaginarse antítesis mAs radical,, incluso
en Jas escenas "análogas" que acabamos de señalar. Lo de-
cisivo no es la diferencia' de nivel espiritual1 que llama la
atención inmediata.menté, sino el hecho de que, en Joyce, el
libre flujo de asociaciones no es una mera. técnica estiüstica,
sino' la forma interna de la relación épica de situacionC!i y ca·
ra.cteres; estéticamente,. como _·principio de construcción de
todo el Uli.JKJ, considera tal cosa como lo más importante en
el aspecto artístico: En cambio1 en Mann. ol libre juego de
las asociaciones es un simple recurso técnico utilizado para
descubrir y poner de manifiesto una realidad que está muy
por encima de las circunstancias inmediatas: la personalidad
misma de Goethc y las complejas relaciones, jcrárquicamcn~
te clasificadas, que lo ligan a su ambiente social y espiritual.
Estas relaciones no podrán ser jamás interpretadas Como mo-
mentáneas o simplemente estáticas¡ sino como las tendencias
evolutivas ~ás profundas de la personalidad del poeta, con
las cuales se ha manifestado y se Úlinifiesta respecto al pa~
sadol d presente y el porvenir. Por ellol en Mann, el libre
fluir de asociaciones es s6lo un artificio que no ~ libre más
·que en el plano de lo meramente inmediato; en realidad,
todo está. estructurado con· el mayor rigor -tnnto en su de·
sarrollo como en su amplitud- según una progresión que pe~
netr:i cada vez más en lo esencial; todo lo que emerge para
de nuevo sumergirse (pc1·sonajes, acuutecimientQS¡ etc.), ad~
qui~re su lugar y su peso en este conjunt6:· móvil, de modo
que cada particularidad aparece exClusivamente, según su

19
importancia subjetiva y objetiva, para iluminar lo esencial.
Se trata, pues, dé una composición auténticamente épica
-por su contenido verdadero y su esencia genuina-, que da
forma a las transiciones dinámicas, a sus aceleraciones y re~
tardos, en plen¡;~ conformidad con las leyes tradicionales de
la epopeya, pero de un modo r.:n verdad original.
Seda no h::~.cer iusticia a las intenciones artísticas y a las
íacultado::s literarias de Joyce, interpretar su apegamiento sis-
temático a lo superficial, al momento fugitivo, a ese fluir de.
pensamientos y sentimientos que aparece a lo largo de toda
su novela, como un dcfectoJ como una incapacidad para con-
seguir lo que desea. Precisamentr. es ;t eso ·a lo que aspira
Joycc y Jo que ~aliT.a cabi'llmentl'! con sus peculiares medios
técnicos. Joyce qUiere jUstamente" lo contrario de lo que quie-
re Thomas Mano. La trpopcya se reduce, para Joyce, a1 sur-
gimiento, a trav~s de detalles siempre osCilantes en los que
el dinamismo persiste sin objetivo ni orientación, de un con-
junto puramente estático, que tiende a dar -y que da, en
efecto- una impresión ·global de estancamiento.
La oposición que se manifiesta. así entre evolución e in-
movilismo~ como conjuntos, es tao importante para la com·
paración que nos proponemos hacer aquí, que h~mos de
insistir en ella aún repetidas veces, Por el momento_. esta opo-
sición debe sólo ilustrar el hecho de que, al examinar antes
que nada los problemas pummentc formales y la técnica des-
criptiva, .se pa3a por alto, neces::~.riamente, la especHica sin-
gularidad artística d~ la obra y del escritor considerados. ¿De
c¡ué depende, entonces, el verdadero es Lila de una obr<t? ¿ Qtlf:
es lo que detcrmin"a su intención en este o aquel sentido?
(Hay que observar que de lo que aquí se habla es de la in-
tenci6n que se ha conseguido plasrnar en la obra, la cual l)O
tiene que coincidir necesariamente con c1 propósito conscien-
te d8J autor 'nl c.on su opinión acerca de la misma.) La di-
ferencia, la oposición, que realmente surge, no es~riba pues
ya F:f! la técnica de escribir, en l::L forma --considerada e.n
el sentido formalista del témlino- sino en la "ideología" del
escritor, en la imagen del mundo que ha de" plasmar en su
obra, en la toma de posición del escritor frente a· su visi6n

20
de la reaüdad, en la valoración de la imagen del mundo así:
captada. Del esfuerzo por reproducir e:sa imagen del mundo
en la totalidad de sus datos objelivos y subjetivos, con los
medios lit;rados oportunos, brota la intención a que hemos
hecho referencia; ella es la base del auténtico problema de
la forma en una obra, pero no en un sentido fonnalista, sino
como forma que mana de la esencia del contenido último,
que es la forma específica de este contenido espedfico.
Pero el centro, el núcleo de este contenido que determina
la forma, es siempre en última instancia el hombre. Cual~
quiera G.ue sea el punto de partida directo, el tema concreto,
el fin inmediato, etc., de una creación literaria, su esencia
más honda se expresa en la pregunta: ¿qué es el hombre?
Con esto llegamos al punto en que se hace clammente vi-
sible la línea de separación, Si tomamos esta pregunta en el
nivel más alto de una gcnerali:J:aci6n racional, hacicndo pro-
visionalmente abstracción de toda cuestión de forma litera-
ria, llegarnos a definir la realidad de una tendencia (y: por
consiguiente, In de la literatura) según la definición de .Aris~
tóteles~ la cual surgió también independientemente del pro~
blema estético: Aristóteles Hamó al hombre un zoos politikvs)
un animal ·social1 y dio con ello, a todos cuantos vinieron tras
él, una pauta concreta para. el exameu del mundo. Al mismo
tiempo, aludía también al problema central de toda gran li~
tf!ratura rf!alista. Ya sC trate de Aquiles o de Werther, de
Edipo o de TOm Jonc·-~, dí! Antígona o de Ana Karenina, de
Don Quijote o de Vautrin, el elemento histórico-social, con
todas las entcgor.ías que implica, es inseparable de lo que He-
gel llamaba su realidad efectiVa, de su ser en sí, de su modo
ontológico esencial, para usar un término de moda. La sin-
gularidad puramente humana, profundamente individual y
típica de estas figuras, su manifestaci6n artística, está inse-
parablemente unida a las circunstancia.c; concretas, histórlcas,
humanas y sociales de su existencia.
Es c.:ornJ-lletamente opuesta la intcrición ontológica median-
te la cual los escritores dirigentes: d~ .la literatura Vanguar·
dista determinan la esencia humana. de sus personajes. Para
ellos. -dicho .se·a· brevemente- <~el" hombre, el individuo,

21
existe esencialmente solo por toda la eternidad, ontológica-
mente iniJ.ependicnte de toda relación humana y, cOn mayor
razón, de toda relación social.
El gran novelista norteamericano Thomas Wol(c., prematu·
ramente de.~aparc.cido, hizo, por ejemplo, la siguiente confe-
sión: "Mi sentimiento de. ]a vida se basa en la finne convicción
de que la soledad no es áe ningún modo algo raro y extraño,
algo sólo peculiar de seres solitarios como yo, _sLo la realidad
ineludible que está en el corazón mismo ele toda existencia
hwnana.''
Un individuo que a~í siente puede. entrar e.n relación con
otros individuos, pero de todo!! modos -visto ontol6gicamen-
tc- sólo ele un modo pruivo, externo y cont.ingcntcj los otros
individuos son también, a sU vez, solitarios por esencia, existen
igualmente desligados de toda relación huínana, por lo que
cada quien está en simple ·relación consigo mismo. No debe
confundirse c..!ita soledad -ontológica- de 11el 11 hombre con
algunas figuras solitarias de la literatura. realista. En éstas se.
ti:ata de la. situación de un hombre -más' o menos pasajera,
que en albrún caso puede haberse convertido en pen:nanentc-
debida concretamente a su .cad.cter, a circunstancias de su
vid~ o a la concurrencia de uno y otras; pero esta soledad pue·
de ser puramente. externa, como la cl.c FilocLetes, de Sófocles,
desembarcado en la desierta isla de Lcinnos; o puede ser el
resultado ele una evolución interior necesaria., como la de
Frcdcric Moreau en la Edu.caci6n s11ntimontal de Flaubcrt,
o la d~ Iván Ilich, de Tolstoi. Sin embargo, es siempre par-
te, momento, agudización, culmitlación, etc., de una vida his-
tórico-social concreta, compartida con otros hombres concre-
tos, con influencias e interrelaciones mutua'!. So necesidad es
a lo ~umo !'!l destino característico de determioados tipos, en
circunstancias histórico-sociales determinadas también concre-
tamente. 'Aliado y en lorno de estaS figuras, en constante re-
lación mutua COII su soletlaJ, prosigue la vida en común, la
dependencia recíproca do los demás hombres. En pOcas pa-
labras, esta soledad es un destino social peculiar, nunca una
condüion humaine universal y eterna.
Nc obnante, esta conce.pci6n cs precisamente. la que carac-

22
teriza a los filósofos y escritores de ta decadencia. Aquí he~
mos de hablar lo menos posible de filosofía, pero sería difícil
pasar por alto la exprcsi6n significativa y pintorcsc¡¡, de Hei~
dcgger cuando define la exi.stencia humana como un "haber
sido lanzado". a la vida (estado de )'Befo).. dando asila me·
jm· dc:scripci6n de ~,fa soledad ontológica del individuo hu·
mano. El "estado de yecto" no sólo determina la vidl la it
esencia de cada hombre corno ser aislado, arrancado ele todas
las conexiones y relaciones, sino que de este concepto ss, de·
riva en principio la'.impusibilidad fundamental' de clesf¡cja.r
las incógnitas ¿de d6ndc? y ¿a d6nde? de tal existencia.
De ello se deduce, antes que nada, la ahistoricidad de esta
existencia. (Que el propÍQ Heidegger trai:.c en su sistema do
Una historicidad "propia" no afecta a estas consideraciones.
A este fin, ya el autor ha demostradO en otro lugar que, en
Heidegger, la. verdadera historicidad ~s menosprcciada.c.omo
11
vulgar11, mientras }a llama.da historicidad 11propia 11 es iden-
tificada objetivamente con la ahistoricidad que se acaba de
describir.) En la creación literaria este hecho aparece bajo
dos formas. En primer lugar, el curso del tiempo referido a.
cada ser humano empie?.a y acaba cun su propia existencia
personal j para el hombre wí concebido -y, en consecuen-
cia, para el escritor vanguardista que lo describe- no hay,
ni antes ni después ~e su aparición, nada pgado a su vida,
a su esencia, nada que modifique ni sea modificado por su
existencia.. En segundo lugar, esta existencia, recogida en sí
misma, aparece desprovista de toda historia interior. La esen-
r.h del hombre seda simplemente -por encima de toda sig-
nificación y de un modo inescrutable- haber sido 11 yecto"
en el mundo¡ no puede asi desplegarse en relación vital mu-
tua con este munrln, en contradicción vital con él, como
tampoco puede moldeado ni ser moldeado por él, ni crf'.CCr
o degenerar en él. El máx.imo dinamismo posible es en este
caso un "desvelamiento' 1 de lo que es en si la esencia del
hombre desde la eternidad, esto es, un dinamismo del sujclo
que contempla, pero no de la realidad contemplada.
Naturalmente, sólo la filosofía más abstrti6ta puede llevar
tal principio hasta sus últimaS" consecuencias, y aun así sólo

23
de un modo sofístico y n:ton:ido. Pero, si un escritor, con
un<\5 convicdone.s vangu;trdistas tan señala.r..las, ti.e.ne ade.m&s
verdadero taJento, sus creaciones expresarán siempre, hasta
cierto gr<1do tambi~n, un hic ct nun.:;- Concreto. Así, la ciudad
de Dublin, en Joyce, y la monarquía de los lfabsburgo, en
kafka y Musi,~. se hacen sensibles en Ia atm6sfera que en-
vuelv~ toda la· trama. Sin embargo, en ellos, este a!.pec.to será
s6lo, ~n mayor o menor medida, un subproducto secundario,
y no una parte integrante de la esencialidad artística de sus
Obt<ls.
Este concepto de J<~. esencia del hombre,. al penetrar en
todos los campos de la vida artí..stica en una fonna. pecu\iar,
habla de influir profundamente en todos los principios de la
creaci6n literaria. Para. analizar los rrugos más caractedsticos
y singulares de esta ti:ndcncia, hemos de empezar nuestro
exan1en con una ca.tcgpría que tiene un papel decisivo en Ja
·vida humana, y, por con~igt1ieJ1te, en el reflejo literario de
esta vida: la. categoría de la posibilidad y. su diferenciación
en posibj(jd¡¡,d a~stracta y posibilidad concr-et;~. (que Hegel
llama. "re<.tl"). La correspondencia., dife.rf'.ociad6n y contra-
posición entre estas dos categorÍa!l e!, antes qoe nada, un:l
consecuencia de la propi<~- vida. La posibilidad -desde el
punto de Vista abstracto o .o;ubjetivo-- es siempre más rica
que la realidad; miles y miles de posibilidades :;~.pa.reccn -ante
el ser humat\o, y de cUas $6lo pueden ser realizadas un por~
cent:~.jc infinitesim;'!.l. El subjetivismo modemo, que cree ver
en esta riqueza ilusoria la verdadera plenitud. del alma hu-
mana, siente frente a ella l.Jnn meloneolia impregn_ada de ad-
miraci6n y simpatía, mientras. acoge la reaiid<~.d, que le niega
et c.urnptimie.nto de esas po~>ibi.li.dades, c.on un desprecio igual-
mente melancólíco. Sobeida, en la obra de I-!ofmannstahl,
expresa así el sentimiento de l~ primera generación dominada
por ,~ta. cxp_erienda: ·

El pt$0 dll la poribilida.d una. y otra uu co,uideTada,


l~horo. marchito, muerta ya ...

Pero, ¿hasta qué. punto son estas posibilidades concretas

24
o reales? Ellas no existen más qu~ en la imaginici6r1 subjc·
tiva1 )'a se trate de su~ños, ensoñaciones, fantasías, c:adenas
de asociaciones, etc. Faulkner, autor en quien la posibilidad
en un nive1 subjetivo, y por consiguiente nbstra.cto 1 juega un
papel muy importante, tiene de cuando en cuando una visión
clara de cómo por ella la realidad llega a hacerse completa~
mente. subjetiva y arbitraria. En una escena epis6dica, dice:
"Hablaban todos a la vez, se acaloraban, se excitaban, re-
ñían; de una irrealidad :hacían una posibilidadj luego una
probabilidad, después un hecho indiscutible, sencillamente
como hacen los hombres cuando dejan hablar a sus des~os".
Se puede, naturalmente, en una medida u otra, caracteri-
zar cada individuo según cuál sea ,la posibilidad que surge
en su conciencia, seg(m la tonalidad con que surge 1 según su
frecuencia o intensidad, etc. Pero, prácticamente, incluso· en
las personas menos .imaginativas, su número es infinito y
-para no hablar en absoluto de su destino real- la persa~
natidad no podrá ser jamás definida a partir de tales posi-
bilidades. El carácter abstracto de "lás posibilidades se mani~
fiesta precisamente en el hecho de que puCdan existir sin
influir de man~ra decisiva en el desarrollo de la personalid;~.d;
a decir verdad, los estados de ánimo, aun los d~ captad6n
más. hohda y since.ra del individuo, no· llegan a ser determi-
nantes reales de su vida. La personalidad está. determinada,
en general, por las aptitudes y el temperamento innatos, por
su evolución o por su a.trofia en el transcurso d~ la vida,
por las vicisitudes externas e internas.
Pero la vida puede. tramformar en realidad nuevas posi-
bilidadt;s concretas. Es decir, pueden surgir situaciones en
que el hombre se encuentre colocado ante una alternativa,
en la cual llegue a tx.pre.sarse. su verdadera personalidad eti
una forma con frecuencia sorprendente para él mismo. Las
"peripe-cias internas de la obra literaria, sobre todo de la dra~
mática, tienen por. objeto, en general,· una de estas irrupcio-
nf"..s en la realidad de una posibilidad en sí· real, pero cuya
rr.velaci6n se vio reprimida hasta .ese momento por las cir~
cunstancias. No obstante, se confirina su carácter d~ posibi~
lidad cea! por el hecho de que, a partir de enton~es, sed. la

2S
base de la existencia. de .dicha personalidad, aun cuando .esta
existencia se orie:J.te hacia un destino trágico, Previamente,
r.omiderada desde un punto de vista puramente subjctivo1
esta posibilidad concreta y real no podía diferenciarse de las
innumerables posibilidades abstractas¡ y es cierto que hay ca-
sos en los cuales yace a. lal profundidad que el curso de lm
a.contecimit".ntos no la. hnce surgir en el sujeto ni siquiera
como posibilidad abstracta1 puc..<;1 aún después de Ja e!ccdán,
él mismo no es consciente de los motivos d~ su decisión. Así,
RichaTd Dudgeon, el discipulo dc.l diablo en la. comedia de
Shaw que lleva su. nombre, después de sacrificarse para sal~
var la. vida del pa.~tor Andersen, reconoce que no sabe por
qué lo ha hcr.ho: '!Me he estado fonnulan~o la misma pre-·
e-unta desde entonces y no ·encuentro nineún motivo para
haber actuado como lo hice." Y, sin embargo, es una deci-
si6n que sitúa toda 5u vida en un plano completamente nue~
va. Naturalmente que éste es un caso extremo. Pero el ca-
rácter de" ruptura inhel'ente a toda ·peripecia, ruptura por la
cual se ánulan y conservan a 1.10 tiempo la unidad y la. con·
tinuidad del individuo, no pennltc nunca desprender y dl·
fcrcnciar claramente la posibilidad conca·cta del complejo de
poslbjlidades abstractas de ese sujeto, y oponerla. jncquivoca·
mente a las otras. S6lo en la. decisión y gracias a ella se llega
a la diferenciación entre los dos tipos de posibilidades y lue-
go a su oposición.
Es, pues, comprensible que Ia literatura realista, como fiel
reflejo de la realidad objetiva, prese.nte las posibilidades abs·
trar.tas y concretas de los hombres en esa unidad y oposición
reales, La aparici6n en escena de la posibilidad concreta de
un hombre desenmascara todas las posibilidades abstracta5,
que están cicrtt~.mcntc presentes, pero que son intrínsecamcn·
te falsas. Así, por ejemplo, Alberto Moravia, en su· novela
Los indiferentes~ describe al joven hijo de una familia bur·
gur..~a, Michel, que se pro¡jom: mal,."1.r al seductor de su her-
·mana, En la preparación del crimen, con la más fria pre-
meditación, se nos describe minuciosamente} con matices y
moralidad subjetivas, las posibilidades abstractas de Michel.
No obstante, para su desdicha, cuando llega con todos sus

26
sórdidos detalles a la ejecuCión del pmyccto, aparece su ver-
dadero carácter como digno representante del rnedio al que
pertenece y del cual imagin6 un momento -:-eomo sujeto
aisfado- que podría cscnpnr mornb.hente.
-Así. pues, mientras la. posibilidad abstracta sólo puede ser
concebjda en el sujeto, Ja posjbilil:lad concret;,. ticnee.como
premisa su acción re:dproctl con In!~ hechos objetivos ')o las
fucn.aS vitales, que siempre tienen necesariamente Un carác-
ter objetiVo desde el· punto de vista social-histórico. Es .Jccit,
la descripción literaria de la posibilidad concreta presupone
una· d~cripcióÓ concreta de hombres concretos en concretas
. relaciones con el mundo exterior. Sólo en una acción recí-
proca, vital y concreta, entre los hombres y el mundo que
los rodea, puede l!merger de la infinidad de posibilidades abs-
tractas ·de un hombre. la posibilidad concreta, y conürmarse
además como la posibilidad concreta que determina ·preci-
samente a ese hombre en esa !!tapa de su evoluci6n. Este c.~
el principio único de selección capaZ de diferenciar lo ~on­
creto de la inmensa suma de abstracciones.
·La ontología en que se baSa la concepción del horribrc en
la literatura decadente1 exc.luye a limine tal principio de se-
lección. Si se. piensa que el individuo, refe.rido a. sí: mismo,
solitario y desprendido de las relaciones sociales, es idéntico
a la esencia efectiva., auténtica y mis honda de la re<~.lidad,
tal concepción impide la diferenciación entre po5iLilidad abs-
tl'acta y posibílídad concreta; amba~ se equiparan entonces,
fah;amcnte, en tma indiferencia de principio. Cesare .Pavcse
observa con razón, en D8blin y D~s Passos, una oscilación
entre un "verismo superficial" (naturalismo) y una 10cous~
trucci6n expresionista abstracta"; y exige -frente a Dos Fas-
sos- la creación de personajes "elegidos, con rasgos también
elegidoS" (ya que Jos esbozos de caracteres de Dos f'assos
pueden ser trasferidos de un personaje a otro). Sin referirse
explícitamente a la cUestión de la posibilidad abstracta1 Pa-
vese describe· con mucho acierto las consecuencias artísticas
que se derivan. La degradación ontológic~,..dc esa realidad
objetiva qlle es d mundo ~terior del hqmbre, y la exalta-
ción correspondiente de su subjetividad, conducen necesaria-

27
mente a la~ (~i~torsión, incluso e;n la utruc.tura dinámica del
sujeto.
Se trata, pues, de un problema relacionada con la concep-
. ci6n qul'; la liter;:¡,tura vanguardista tiene del mundo, es decir,
de su actitud fundamental con respecto a ln realidad. Sin
embargo, hay):¡ue tener en .cuenta que, en la medida en que"
esta actitud reclama una. fundamentaci6n teórica, es suscep-
tible de ser elaborada con los procesos mentales más diversos,
e; incluso opuestos, y que, por lo tanto, también en el terreno
literario suele aparecer en las formas más distintas, sin que
por e!o se abandone la concepción "ideológica" común, Des-
de este punto de vista, es indiferente que la disolución de la
forma objetiva en elementos subjetivos aparezca, en Joyce
y sus seguidores, oom9 una técnica. del libre fluir de asocia-
ciones; o que se prodame, con Musi1, la "pasividad activa"
y h e.xi.stencia "sin cuaHdade.s"; o que, virando apar~ntc­
mentc a la oposici6n, se atribuya una pseudo realización a "las
p05ibili.dade.s abstractas, como en la action gratuite dE Gide,
etc. Lo mismo en la vida que. en su reflejo litcraiio, lo que
caracteriza al hombre es la determinación que é.\ toma cuan-
do un::t cuestión decisiva pone en juego su existencia; entre
todas sus posibilidadc.~ concretas, e;sa es la \uiica que expresa
realmente su esencia. La imposibilidad de diferenciar entre
posibilidades abstractas y concretas, allÍ como la ·reducción
del mundo interior del hombre al nivel de una :;ubjetivid;1d
ab5tracta, "trae siempre consigo el profundo desvanecimiento
de lOs contornos de su personalidad.
· Acerca de este tipo de figura humana, dice T.S. E!íot con
certero conocimiento:

Figt'ra .rin forma, maliz: .in color,


fuerza paralizada, gtrto sin movimientO.

Keste. desvanecimiento de la personalidad ·corresponde la


pérdida del mundo para la literatura. En un seritido prccUo,
se fliP,t.a de una simp!e_consecucncia de la concepción de con-
junto que acabamos de describir, pues la indiferenciación
entte. ~~\hi.Eiad ~hstta~t?. '! pc.<!.\b.\ti.i?.d o;:.coct~ta ~n t.\ h~m-

28
b.rc. presupone la inexplicabilidad de la realidad objetiva del
mundo. Y los escritores teóricos que están al frente del van-
guardismo~extrnen muy conscientemente esta misma come~
c.uencia, hasta el punto de que en algunos casos es diftcil de-
cidir si no será ésta la posición ideológica fundamental, ante
la cui'll el subjet,ivismo se convertiría c.n una simple manifes~
tación causal. De todos modos, la relación entre ambos es
clara. Así., Gottfried Benn explica con la mayor decisi6n, "que
no existe esa realidad": "no hay realidad, no hay más que la
conciencia humana que ininterrumpidamente fonna, trans~
forma, elabora, experimenta y acuña espiritualmente sus mun-
dos de creación."
Musil, como siempre, da un giro moral a sus ideas orien-
tadas en este sentido. El héroe de su gTan novela, Ülrich,
interrogado sobre lo que. haría si en sus manos estuviera c.l
dominio del mundo, contesta: "No. me quedarla más que
abolir la rr.alidad." ~l! C.S nc.c.c.sario d!!dr que. la abolic.i6n de
la realidad corresponde, en el plano del" mundo exterior, a
lo que, en ·el plano subjetivo, llamo. una existencia "sin cua~
lidades."
Naturalmellte, esta abolición de la realidad rio siempre se
formula teúric.amente de modo tan extremista como lo hacen
Benn o Musit, quienes, por lo demás, son muy distintos entre
sí; pero es el tema fundamental de la actitud vanguardista.
Cuando Musí!, en una conversación, esboza el tema de su
gran novela y dice que transcurre en el período de 1912 a
1914, se apresura inmediatamente a limitar un dato tnn con-
creto: "Si se me permite hacer una reserva, no he escrito
una novela histórica. La exolicaci6n del suceder real no me
interesa ... Los hechos siemPre son cr.¡uív~cos, Lo que me. in-
teresa es lo tlpico cspiritualJ podría decir m<'is bien: lo fan-
tasffiagórico del suceder."
La palabra 11 fantasmagórico" merece ser subrayada¡ define
una de las orientaciones más importantes. que cOnduce, en
la creaci6n artística, a la disolvencia más o menos completa
de la realidad. Kafka, que en sus: detalles es siempre o:.tra-
ordinaria e impresionan temen te· real, concentra todos los re-
cursos c\e su arte en expresar su visiúu augus"Úosa de la esenc'1a

29
del mundo como si esa visión fuera "la" realidad; y así, a
su manero. peculiar; la elimina igualmente. Los detalles rea-
listas se convierten en su obra en elementos portadores de
una irrealidad fantasmng6ric.a, ·de un mundo de pc.sadilla,
el cual, por consecuencia, tiene que pérdcr preciMmente su ca-
rár.ter de mundo, y sólo p\.!.ede tener una realidad en el sujeto,.
como vehículo de una reacción de angustia. L¡¡, realidad se
transforma así en fantasra. onirica, y esta temlet~~.:ia ól.rtística
sigue subsistiendo aun cuando la disociaci6n, la huida de la
realidad, vaya unida a una tendencia cr.ítico~social, como en
Invernadero de Koeppen. Naruralmente, esta disolución de
la realidad e..5tá tamb.ién presente en el flujo de asociaciones
de Joyce, y Il_ega a ser exorbitante cuando los únicos portadores
de la "realidad" descrita son los sujetl;)s que monologan, espe~
cialruente en los momentos culminantes de esta tendencia,
cuando.los sujetos se manifiestan como idiotas o semi-idiotas,
cuyas ideas confusas, incesantes, incohere.ntcs, tienen que ser
el único medio para hacer accesible al lector el 01 mundo" de
la obra literaria. Así ocurre en la primera parte de El sonido
y la furia. de Faulkner, y, de modo consecuente, hasta el final,
en M olloy de llcckett.
La disolución del mundo y la dis'oluci6n del hombre van
pues unidas1 aumenlan y se refuerzan mutuamente. Su causa
fundamental es la carencia objetiva de unidad. en el hoi"nbre1
su transformación en una succ.ilión confusa de experiencias
moment{meas y, por consiguiente, su impenetrabilidad de
princip.io1 tanto para sí mismo como para los otros. En Cock-
tail Party de Eliot, el personaje más próximo al escritor ex-
presa este sentir Ucl IJiundo del modo siguiente:

Af¡, poro morimos cada dEa1 Ut!OS para los otros.


Lo que sabemos de los demás
no t:S más que la mf!moria de aquellos momento.r
en que los cattor:imoJ. Ma:r dios han camb.iado desde
enlont:cs.
Pretender que .romoJ los mismoJ todavía
es una conuent:i6n social útil.)' conveniente
que alguna ve: debe ser rota. No olvidema.s jJlJ"Ji.á.s

30
que~ en. cada encwmtro~ rJS ~o" un· t1X~raií.o can quitm
tropezaremos.

La disolud6n de la personalidad, que en cierto modo se


ha realizado espontáneamente al cquip<~.rar la posibilidad abs-
tracta y la _posibilidad concreta, llega a ser en ]a autorrefle-
xi6n un sistema consciente. No es casual que Benn til~e su
libro te6rico Doppellebrm (Doble vida), El llcvn la disolu~
ci6n del hombre hasta una disade.ci6n esquizofrénica que se
repite una y otra vez ante ca~a nueva situación·. En el ibom-
bre no hay ninguna coherencia, ninguna síntesis de cUalida-
d~ o conductas diversas. En primer lugar, el elcm~::nto animal
y "el pcmamicnto, que se sublima siempre desnudo", son in-
compatibles. En segundo. lugar, la unidad del pensa~iento y ·
la acción es ·una "idea de trasmundo". En tercer ténUino,
pensar y ser son "esencias tot~lmente separadas". Y, en cuarto,
el hombre es un ser moral o un ser pensante, pcro ser ambas
cosas juntas es imposible. En consecuencia, por donde quiera
que se mire, cada vida es una doble vidn, está írrem1síble-
mentc disociada en s~ misma.
No se trata aqul del entretenimiento mental· de un escri-
tor excéntrico. Por mucho que estas ideas sean fruto del te-
rreno específico de llcnn, están unidas profunda y rciteradn-
mo:intc: l\ todo. el desarrollo del universo ideológiCo de la
decadencia. Hace más de un siglo que Kicrkegaard -uno de
los padres, hoy clásico, de la decadencia moderna- entabló
la. polémica contra la dial~ctica hegeliana, Y, en e;ta lucha,
uno de los problemas centralel era 1<"!- protesta de Kierkegaard
contra el concepto hegeliano de que" lo interior y lo exterior
en la realidad objetiva. y, pm consiguiente, en el hombre,
form:t.n unn unidad dia.léctica, es dr.cir, que a pesar de múl-
tiph:s diferencjas (que pueden .incluso agudizacse hasta llegar
a una oposición) 1 se encuentran, sin embargo, en una relación
indestructible. Kierkegaa.rd negaba toda clase de uni6n entre
lo exterior y lo interior. Según su teoría, cada hombre vive
en un incógnito completamente impenetrable_ parn otros hom-
bres, que ninguna fuerza humana puede atravesar,
Est~ posición íilas6fi.c.a ha gan<tdo una grau populat•\dad

31'
dcs¡:més de la segunda guerra mundial, lo qur. prueba que
incluso conceptos te6ricos abstrusos expresan a menudo rea-
lidades sociales importantes. Sucesivamente Heidegger, Ji..i.n-
ger, C. Schmilt, Benn y otros, se han acogido apasionada-
mente al "eterno" incógnitO de la personalidad humana: en
medio de los .hechos meramente exteriores, los verdaderos
motivos que gUían al individuo deben permA.necer fatalmen-
te escondidos. L6gicamente, tras este misterioso incógnito se
encuentran sucesos tales como la participación de los men-
cionados autores en el régimen de· Hitler, como el pancg1rico
de Hitler por Heidegger, entonces rector de la Univci-sidad
de Friburgo, como las teorías y publicaciones jurídicas de
Schmitt al servicio de la agresión h.itleriana, etc. Los hechos
son demasiado conocidos para poder desmentidos. Pero si el
incógnito impenetrable es la candi!ion hu.maine decisiva
¿quién puede saber si -en este incógnita:- Heidegger o
Schmitt no fueron a(dlentes adverSarios de Hitler mientras
le apoyaban en el mundo de la "exterioridad"? La únic<!- con-
fesi6n pública. de E. ven Salomen en su Cuestionllrio, acer-
ca de: su adaptación, carente de principios, :1! régimen dr.
Hitler {.con algunas reservas críticas, a lo sumo, entre línea~),
desenmascara bien esta patética y pomposa ideologia del in-
c6gnlto, sobre todo en lo que se refiere a Etmt Jün~f'.r.
Era preciso h~cer estf: inciso para ilustrar un poco, con
un ejemplo craso, el sentido social de las categorías ontoló·
gicas etema11. En c.! terreno específicamente literario, las po-
siciones de la doble vida, del incógnito, etc., han adquirido
una importancia decisiva; han roto todos los hilos que rela-
cionan recíprocamente al individuo con su medio humano¡
han df'-~hecho todas sus relaciones con el mundo c;o.::tcrior en
el que aCtúa, y del que recibe su il"lnuf!ncia; y esti ruptura
hn agravado todavía más la destrucción de su nl1cleo mismo
y de sus contornos más caractCrís.ticos, ya iniciada desde el
intl'"rior. Ccimo contraste con esta ·actitud, basta señalar las
consecuencias fecundas Uc esas relociories y contradicciones
en fa evoluei6n real Uel hombre. En todas las grandes figuras
de l'á Hteratura realista ~desde Aquiles, de Homero, hasta
Adrian Lcvcrki.ihn en el Doctor Fau.rto de Maf)-rt, y Grigori

32
Melejov en El Don apacible de ShólojoY- la jnteracci6n
vital de las contradicciones es el principio último que deter-
mina la esencia y la evolución del hombre. creado poética-
mente. Yo. hemos mostrado hasta qué punto la anulación de
la diferencia entre posibilidad abstracta y posibilidad concreta
aniqu¡¡a Ios fundamentos de la cuacterizacíón artística. Aho-
ra vemos que la vitalidad y la fuerza activa de la contradic-
ción en el seno de la personalidad humana llega a destruirse
con la aniquilación de.i nexo entre lo interior y lo e."terior.
Aun cuando algunos escritores de esta oríentací6n están a
veces en condiciones de observar los elementos y las tenden-
cias en que se expresa esta contradicci6n, los principios de
la doble vida, del inc6gnito, e.tc., que ellos mantienen, actúan
de tal modo que la privan de toda fuerza e-;o:.:plosiva, de todo
dinamismo progresivo, y así, esos elementos contradictorios
coexisten pacíficamente, con lo cual ahondan mis la diso-
lución de la personalidad creada.
Indudablemente es una cualidad positiva de Robert Musil
el tener cierta conciencia de las condiciones y consecuencias
de su actividad creadora. A propósito de su hér~e Ulrich,
dice, por ejemplo: "En esta época ignominiosa no cabe otra
elección que colaborar (aullando con los lobos) o convertir~
se en un neur6tico." Con e!!ta frase se· enfoca, con más se~
riedad de lo que. C!l común, el problema del papel de la
patología en la literatura vanguardista de nuestros dias.
Ya en la época del naturalismo surgi6 esta cuestión. Hace:
má9 de cincuenta añoS, Alfred Kerr escribió: · I!En la enfer-
medad r~jde la únka poesía permitida al naturalismo. rue.s
¿qué hay de poético en la vida cotidiana sino la singularidad
nerviosa que es lo que está más cerca de lo no cotidiano?
Ella eleva u!Í pc¡·sonaje literario por encima de la atmósfera
terrestre y lo mantiene sin embargo apoyado en la realidad."
En c:.st::i. manifestación nos parece importante el hecho de que;
se relacione la necesidad artística de lo patológico con la vida
prosaica y cotidiana de la sociedad capilalisla. Con ello se
hace evidc~tC algo sobre lo que insistiremos más adelante, -y
es que, si se consideran los principios últimos del naturalbmo
y del ·vanguardismo en la literatura moderna, se aprecia una

33
linea continua del uno al otro, hasta nuestros días. Claro
que es preciso insistir en que esta continuid~d está mera.
mente circunscrita. a· los últimos principios idcol6gicos. Lo
que al comienzo existió s6Io como gennen, coma presa.gio
de una conmoción universal, se desarrolló en los períOOos
de las dos_ guerras mundiales hasta sobrepasar en mucho
el mero brote inicial. Sin rozar, por.el momento, ni siqu.ic.
ra po¡· asomo, c.sta cu~ti6n, basta indicar simplemente que·
la aparición. cada vez más intensa., de lo patológico en. el
primer plano de la escena, es uno de los elemento~ cons·
ta.ntes de esta ·continuidad. Sin embargo, ·en las distintas
etapas que la dctenninan, en v.írtud de los grandes aconteci·
mientas histórico•sodales, esta evolución hñ adquirido diver •.
s:ts tóni.ca!i_ cualitativas,. nuevos contenidos, nuevas funciones.
en la composición literaria. La deserípcíón de Kerr denota
que la necesidad de lo patológico en el naturalismo y en· el
primer impresionismo era antes que nada de carácter esté.
tico, un lntento dt: escapar Jt:l desierto de Ja vida cotidiana
en In _sociedad capitalista. La frase antes ~itada de Musil
mucstm q'ue !!Se mismo contraste -entre lo cotidiano y lo
patológico-- ha adquirido desde entonces una t6nica moral
que expresa el rechazo estético de toda la bajeza de esa ea~
tidiancidad; lo patológico, que no era mfls que: un fin nr~
tístico, un brochazo de color vivo en f'.ste escenario gris, se
ha cristalizado en una protesta IJlOral contra la bajeza de ese
mundo. En esta evoluei6n plenamente detenninada1 sigue vi~
sible la base social común, pu!!s tanto su enaltecimiento CO·
mo su segregación constituyen elementos importantes de la
ideología que condiciona el trabajo de creación.
En Musil -y en otros muchos escritores actuales- lo pn-
tolóeiea se ha convertido en un ~ef"minus ad que m de la C:OI!l.-
posici6n lit~rari~. Este objetivo revela una doble dificultad
que surge de la ideología general de esos escritores. De un
lado 1 un objetivo semejante hnplica h indeterminabilidad
que va insuperi>blementc iJUpJícita en él, pues la protc~ta
que se expresa con la huida a lo pato16gico es completamen-
te abstracta y vacía: juzga en términos sumarios y generales la
iealidad ·de la que hay que huir1 y no expresr~. nada crítico con-

34
creto ace.rca de ella;- la huida a· io pat0!6gico cs·eso necesaria-
mente, una huida orientada igualmente al vacíO; e_<;, en último
eM.tremo, un nihil. Por otro lado, es una ilusión 'de los repr~sen 7
tantcs de esla tenq.encia creCr que su movimientO de prOtesta
puede ser un principio dinámico efectivo para. la plasmacióú li-
teraria. Si .se proclama una rebelión concreta contra una reali-
dad hist6rico-social concreta, es siempre esta realidad wecisa-
rnente el factor dinámico definitivo;· la revolución but'gucsa
contra ~~ orden feudal-y' la del proleta.riado co'ntra la _burgue-
sía tuvieron como Punto de partida.la.crítica·de·la forni¡lción
social existente entonCes·. No obstante ~Ói-iginado C!n eStá pro-
pia crítica~ existía Un t8rmirtur dd quem muy cOncccto: la
nueva formación. Por muy nchuloscis que pudieran .ser aún
.sus contorrios, estructura, contenidO, etc., 1\cvabart, sin em7
bargo, implícita una Ú:ndencia_ a aclararse y Conáetarse. Esta
fue igualmente la situación en la rebelión hum<i.nist~ contra
el .imperialismo.
En cambio, el caso. que estamos tratando. es muy distinto.
El terminus .o. quo, la ignominia de la. época,. tiene que ser
en este caso el (mico faclor dinámico, ya que el tcr'minus o.d
quem, la huida a lo patológico, no puede oponerte nada con-
Cl"eto puesto ·que el movimiento, al escapar de la. realidad
existente., se manifiCstn cxdusiva1i:t~ute Cn el interior del su-
jeto. Así, pues, desde el pUnto de vista de las relaciones di-
námicas entre el hombre y el i.imbiente, el movimiento carece
de contenido y de orientación. Este vado y esta falta de COJJ-
tcnido se acentúan aún más por el Far6.cter -del torrninus. ad
querri., de lo patol6gico. Convertido, de modo puramente apa-
rente, en aigo positivo y con contcn~do, lo patológico expresa
una tendencia abstracta y vada a escapar del hecho incluc-
tahll'!¡ una tendencia a escapar que, en principio, no puede
·convertirse en acción, y cuya esencia nunca puede elevarse
por encima del nivel del malestar, de la náusea, del deseo, de
la nostalgia, cte. Su contenido (su esencial falta de conteni-
do) está bloqueado porque esa ideología, aplicada a la vida
nórmal, nO puede conocer ninguna finalidad y, por consi-
guiente, tampoco ningún movimieiJto en -~na djrc"t:t:i6n de-
tcnninada. En estas circunstancias, es natural que el escritor

35
cons~de.re la enfermedad r.omo h.1.gar de rr.fugi.o, como Út.,ico
:Punto sólido en que puede apoyarse un contenido literario
c:apa.:r. de eJC.prtsal' lo dpico de su propi.a situadón,
Esta preferencia i~eol6gica hacia lo patológico, como con~
ce.pci6n de~ mun~? 1 r.obrc.pr.sa !'..On n"IJc.ho el ámbito df. \a
literatura. En la Wc.todología fr:eudiana, que tanta influencia
ha ejercido en_ nuestro tiempo, eneal\ tramos una tendenda
sorprendentemente análoga. Sólo en apariencia se plantea el
problema de modo dife~ente que en 13. liter:J.tura. Freud par-
te ciertamente de lo cotidiano, de lbs actos fallidos en l:t
vidól. coti.diano., de bo:. sueños, etc., pero el camino que sigue
para explicarlos le conduce de lleno a la patologta. Así, por
e.jem?lo, en sus. Lllcciofles sobre La resirtencia y la. represión,
Freud ·dice: "Nuestro interés por la psicología de la sinto~
tnatog.énesis. habrá de aumentat" extraordi.nariamente des.de
que el estudio de las condiciones patológicas nos permite lle-
gar a ciertas c.ondus.ion~ a<:.erca. del ~uc.cdc.r p1íquic.o, tan
bien Cncubierto." En éste, como en otros innumerables pa-
sajes, se pone. de roanific!l.to que. freud piensa hallar la ctavc
pnra la comprensión de lo non11al en la psicología de lo
anormal, del hombre enfenuo, Tal vez se ve aún con m6.s
claridad esta tendencia en la tipología de Kretschmer, que
tiene -igualmente pÓr base J¡:¡. ide~J de que las anormalidades
espirituales, los. tipos de enfennedad psíquica, han de ex:p!i-
car las aptitudes, tf~mpcrarnentos 1 etc., de los hombres nor~
males. La posición de r,.o¡ta5 tender1CÍas -ahor<'. dominantes-
en }::L psicología moderna se ~clara t1otablen:tente cuando se
le_~ opone la tipología del materialista l'avJov, que, remontán-
dose a Hípócr:'Ltes, concibe las enfermedades del esp)ritu co-
mo desviaciones de la vidá. psíquica no~mal y estudia ésta
confonne a sus propias leyes.
Conw pUede_ verse, no se trat:t aquí ni de un problema
dcntífi\:o partic:ular :ni de un problema técnico de l¡\ lítt":ra-
tura. Todo este complejo tiene sus rafees. en una c.oncepci6n
filosóf.itt del mundo. Sus líneas fundatllenta.lcs .surgen neec:..
sariamerite de la concepci6n ontológica' sobre la soledad esen-
Cial del hOmbre. La literatura, cuya visi6n del mundo se fon-
da eu_ la ca.nr:e.pc.i.6n ~.:ci.s.tJJ.té.lica del ~ot paW.i..km 1 c. tea fn'l.
tipos en relación orgAnica, indisoluble, con la agudi.zaci6n de
las contradicciones que se revelan en los factores sociales y
en el individuo plenamente desarrollado. Por ello, precisa~
mente, en las obras de esta literatura, las pasiones individuales
má.s extremas están representadas en tipos sodalmente nor-
males {Sh.ake.spcare, Bah.ac, Stendhal), Desde este ángulo,
la vida banal cotidiana y el h.ombrc mediocre aparecen co~
mo formas difusas, debilitadas, de las contradicciones objetivas
y subjetivas, y la excentricidad como una deformación social-
mente condicionada. Pero debe quedar bien establecido que las
pasiones más fuertes de los grandes personajes litera'rios más
representativos, nada tienen que ver con la excentricidad ·en
el sentido propio y más restringida de ('__~te. término. Adrian
Leverkühn no es un excéntrico, mientras que Christian Bud~
denbrook ~;t lo e~.
La ontología del "estado de yecto", del .individuo solita-
rio, tiene como consecuencia, en la literatura, la desaparición
de lo ·típico .real y el conocimiento y descripción, solamente,
del tema abstracto, de los eXtremos abstractos: banalidad co·
tidiMa y excentricidad. Ya hemos indicado las causas par
las cuales los caracteres extremo~ ----que en la literatura rea~
lista constituyen un complemento importante y un rne:dto para
hacer resaltar los personajes socialmente normales pero movi-
dos por grandes pa:.i.onr-.:~.-, en los escritores dccadcnte-.s tien-
den, cada vez con más fue!'7.a, hacia lo vcrdadenuncnte ex-
céntrico, y, en último término, hacia- lo patológico. En la
literatura decadente, lo excéntrico constituye un complemen-
to necesario -aunque indeseado--, una polaridad con res-
pecta a la banalidad promedio, y en e~ta polarización se tiende
a agotar todas las posibilidades del ser humano. Esto, nahi-
ralmentr.., tiene como premisa ideol6g:i.ca la negación de toda
racionalid:1d en la existencia y de toda relnción entre los
hombres. A qu~ profundidad lll':ga este movimiento, .cuán ~n­
timamentc ligado está a la visión del mundo en que se basa
la ·Creación literaria, nos lo demuestra una interesante frase
en la gran novela de Musil: "Si. Ía humanidad soñara colec-
tivamente, de sus sueños ~urgiría Moosbrugger." Este Moas~
bni.~~et e'! un llM'.'l.t(lQ. s.{t.di.m tem.~-tdi..Qt.a..

37
·Lo que en Musa aPare·ce, en cierto modo, corno base ideo-
lógica para la creación ..de semejante carácter, para presentar
la huida a. la neurosis como prOtesta contra la abyecta re<~-­
.lidad, ap~rcr.e P.n otros muchos escritores ·vanguan::Íi.§tas como
la condition humtJine natural, como un hecho definitivo, in-
mutable, tomo centro de ¡.¡ pl~mnación literaria. Para estos
escritoreS, la f!ase aÍ:t.tcs citada -de. Mllsii""¡jierde su "si" eon-
didonai y ;.¡.parece como la única realidad l6gica existente.
El alejarniento del mundo, que "antes .ya heinos señalado, ad-
quiere así. su forma. cx._trema. (aunque siempre coherente con
su tendcn~ia "b6.siya.) .Y la realidad queda reducida a una pe-
!!a.dilla 0 1 -si .es posible, .a la candencia pcrturb;tda de un .idio-
ta. Podemos vl':r la culminación de esta tendencia en la
novela Molloy de Deckett. Ll'\ innovación d~ Joyce, la concep-
ción del mundo corno ·un ·flujo de con~ienda desordenado
por principio, empie:ta ya ·a obten¡;r en Faulkner ese carácter
de pesatlilla idiota. La forma ele composición de Ticcl(e.tt es
una. duplicación y repetición de esta imagen d. el mundo: pri-
mero, el rebajamiento patológico más profundo del hom-
bre hasta ·¡a· existencia vegetativa ·de un idiota, y. después,
como es preciso auxiliaile -por uila in!ttanda qUe se man-
tiene incógnita-, r:lliombre.que le ayuda se sume en el mis-
mo estado de idiotez. Las dos historias paralelas san relata-
das mcdiarite el flujO de asociac~ones: las del per!cc:to idiota
y las del homb1·e en camino de ·serlo.
A est~ simple descripción de lo patológico, de la perversi-
dad, de la idiotez cort:J.o forma típica de la condition humai-
ne1 se agrega con frecuencia su abierta glorificación. Así, en
Pasiphae de Monthcrlant, la perversión, el amor apasionado
de la herotna a un toro y su entrega a él en cuerpo y áima
se presentan como "ideal heroico", coffio el retorno tri un- ·
fantc a Ja Naturaleza, como la. liberación de la auténtica
esencia humana soterrada de la servidumbre de las· conven-
ciones sociales. El coro,. es decir, la voz del propio escritor,
plantea una pregunta retórica que, evidentemente, tiene, se-
gún él, ttna .t"Cspue.sta afirmativa, El autor se pregunta «si
l'ab~ence de fHm!lt: lll l'absence de morale ne contri~uenl pas

3B
beau.coufJ a la digniti des .bétes, des plantes e~ dos cau.t, .. ~~~:
Lo inconsciente, el carácter patol6gico de la protesta social
reprimida, su· rousseauismo pervertido, su antisociabilidad,
se expresan aquí con distinto acento moral y einocional que
en Musil, pero con igual cl::~.ridad. Podría confirmane con
incontables ejemplos el alcance general y el predominio de
estas ca.rR.cteristicas en la literatura vanguardista. T·~ vez
baste. citar a este tenor una pequeña poe..<~Ía de Bcnn: ·

¡Óh; ~i julramos nosotros nuttstros propios lmustroP


Un gru.mido de l&do en un cálido pantano. ·
Vida y muertB, facundad6n y fru.ctificacidn
manando de nuestros mudos humores.
Un puñado de algas & un rizo .en la duna
qu.e el vicnt& modela o por .Íu peso cae~
Ser cnbeza de libilula & ala de gauiota
sería ya demasiado sufrir.

Aparentemente, aqui no se tra"ta de patología ni de perver-


sidad¡' como es el caso en Deckctt y Montherlant, escdtores
que ven en esas formas primigenias tipos ideales de lo esen 4

ciahnente humano, algo que, sin su desenmascaramiento


crítico, seguiría encubierto bajo los prejuicios sociales. Sin em-
bargo, en su invocación a· esas formas primarias, ellos tam.-
bién están orientados en la. misma línea. que Benn. La oricn~
taci6n hacia un prim..itivi.smo rigurosamente opuestO a todo
lo sodal --que se podria comparar, 'en el aspecto filos6fico,
con el intento de Heidegg-er de difamar lEL vida social lla-
mándola el "se"; o con el pleito dcr" alma contra el espíritu,
de Klages¡ o también, y no en último ténnino 1 con la teoria
de los mitos de Rosenbcrg- lleva en s{, necesariamente, una
intenci6n de glorificar lo anormal: un antihwnanlsmo,
Si s:e crea así un mundo literario cuyo cuadro dinámico
está delimitado por los falsos extremos de la mediocridad
burguesa y de la excentricidad patológica, surge cspontáncn-
0
En francés en d original. "La ausencia de penSawiento y de mo 4

ral ¿no contribuyen mucho a la dignidad de l:u bliltias, de las plantas


y de lns oguaa i'"

39
mente la preferehcia estilística por la deformación: Esta tie-
ne, por supuesto, su lugar en la imagen de la realidad autén,
tica y completa, al igual que la excentricidad y lo patológico.
Pero el creador literario debe. tener una.dara idea soci.al '1
humana de lo normal para poder situar la defonnaci6n en
su justo lugar1 ..en su correcta relaci6n, etc., es decir1 para
poder tratarla como dcformac:.ión. Tal concepto es imposible,
sin embargo, en !os casos que estamos considerando, pur:s la
filosofía del mundo que prevalece en el vanguardismo exclu-
ye todo lo normal del campo de la objetividad1 en la vida
y en la literatura, La cotidianeidad en el mundo capitalista,
la me~iocridad burguesa, puede ser tratada -con todo de-
recho-- como defor:mación (como entumecimiento, como di-
sociación) de la person.alidad humana. No obstante, lo pa-
tológico, en tanto que huida a la nada desde esta deformaciGn,
es también una deformación, aunque de signo opuesto. Eo
la plasmación literaria del vanguardi~mo se der¡va1 pues1 uoa
deformación de otra. Surge ast una universalizaci6n ·de la
deformidad. En el seno de esta corriente no hay en absoluto
una fuerza, una tendencia, qUe p~eda oponerse a esta uni-
venRlización; ninguna escala que, relativizando la sirnp1e
deformidad pequeño-burguesa y la deform.idad ·excéntrica,
las coloque en su.justo lugar social. Por el contrario, las co
rrientes que aquí actúa.il están todas orientadas hacia lo ='lb·
salute. ·La deformidad aparece como el estado normal del
hombre, corno el principio determinante. de la forma, como
único contenido adecuado al arte.
Este examen concreto de las bases idcol6gicas de la litel-;t-
tura vaneuardista nos permite ir aún más lejos en -esta di-
rección. El siguiente paso seria reconocer que, con las pre-
misas ya citada5, estas obras litemrias tienen que carecer de
toda perspectiva. Desde luego, esto no es nada sorprenden-
te; vpnguardi~tas tan conscientes como ICt.fka, Benn y Musil,
recha2aban precisamente, COt) indignación.Y absoluto despre-
cio, la pretendida· exigencia de crear una perspectiva. Más
adcl~te volveremos a tratar con más detenimiento la impar-
tanda de la perspectiva en el aspecto ideológico-artístico.
Por el momento nos contentaremos con observar que; en el

40
aspecto lite:rario, sólo elJa puede establecer el principio de la
selección última entre lo esencial y Jo superficial, lo deci:sivo
y lo episódico, lo ~mportantc y lo anecdótico, etc., pues ella
detennina directamente d contenido y la forma de la obra,
y en ella deben culminar, como co todo arte temporal, las
lineas directrices de la creación artística. El hombre plasma-
do literariamente evoluciona en una dirección determinada
por la perspectiva: es ella la que destacará los rasgos y cua-
lidades que estimulan o dificultan esta evolución. Cuanto
más clara sea esa perspectiva, tanto más sobria y contunden-
te podrá ser la selección de los detalles (los griegos, Moliere).
La literatura decadente ha perdido este principio de se-
lección¡ Hevada por su visión subjetiva lo ha condenado o,
lo que viene a ser lo mismo, lo ha sustituido por la idea de
una C"Ondition humaine "eterna" y, por principio, inmutable.
(Recordamos aquí nuestras primeras observaciones acerca. de
la posibilidad abstracta o concreta.) Por esto, la tendcnt':ia
estilística que surge de esta actitud debe se:r, en esencia, na-
turalista. Este hecho, que en nuestra opinión caracteri-z.a todo
el arte decadente (o, por lo menos, el de los últimos Cincuen-
ta atlcs) está encubierto po1· una crítica literaria que ensalza
al v?.ngu<'.rdismo, y que, haciendo del probl_e.ma f'.stilístico y
fonnal el punto central de su aná.lisU, aísla la técnica extc~
rior del contenido ideoló~ico, sobreestirna desrnedidamentc. ·el
aspecto formal, y deja en cambio sin criticar l<L esencia socia!
y a(tl:stica del contenido. En este examen estético desaparece
el verdadero criterio de distinción entre el realismo y el na-
turali~mo: la presencia o la ausencia de una jerarquía en 1<'5
situaciones y en !m caracteres humano.~ plasmados literaria-
mente. "En ello se manifiesta un principio estéticO subyacente
que permite una bifurcación nr.ta. Lns diferencia..~ fonnales
en el inodo de escribir tienen en este a.~pecto una importan-
cia secundaria. Se puede hablar, pues, de. una tendencia na·
turalista fundá.mental en la literatura vanguardista; se puede
con razón ver en ella la manifestación literaria ele·. una con-
tinuidad en la evolución de su concepción del mundo. A la
luz de esta tendencia naturalista co"mún, como base estilísti·
ca, carecen de importancia, para. definir el rasgo común de

41
todo el periodo, las dif!!rencias, opostClOnes, innovaciones y
luchas de orientación, que conciernen a la forma y al estilo.
Naturalmente, no se excluye .el hecho de que cada tendencia
~til.ística sea un reflejo de ciertas variaciones en la estructu-
ra social del período. Pero, con todo, sigue sin ser decisivo que
el principio naturalista de la no selección, de la awenéiil de
una jerarquía, se exprese como irnpo.sición del medio (pri-
mer naturalismo), como atn16sfera (naturalismo tardío, im-
presionismo y también simbolismo), como mOntaje de Ú":ag-
mentos crudos de realidad (neorrealismo), como flujo de
asociaciones (surrealismo), etcétera.
La unidad estilística de todas esta.'i tendencias -.:.en último
término naturalistas- se ve más· claramente si recordamos
l:a irí1portanci~ nrtística de la estaticidad cotno princiPio des-
criptivo de todas elJas. ·Que esta cuestión guarda estrecha re-
~ ación con la de la pen:pectiva es cosa que se ve fácilmente.
Gottfricd Benn enunci~ . ~ta tendencia. con firmen progr<!-·
má.tica desde el título mismo de su importante tomo de poe-
sías Stati.sche_ Gedichte (Poem.aJ estáticos), y ·considera la
negación de toda evolución, de toda hisLoria y, por consi-
guiente, de toda perspectiva, como rasgo característico de la
verdadera penetración en IR. esencia de la realidad. Para ilus-
trarlo con má)'or claridlld puede servir la siguiente estrofa:

Se-r ajeno a lodo cambio,


ésta 'es la pro{~Ln.didad del sabio,
Ni sus hijos ni los hijos· de .suf hijos
la perturban en nada,
ní penetran en ella.

El rechazo de toda rclaci6n poética y filosófica con el por- .


ventr es, pues, para Denn, el criterio de la sabiduría. Pero
incluso los representantes del vanguardismo que no rechazan
con este rigor la historia, 19 evolución, etc., y que tienen la
preocupación de describir literariamente el presente o el pa-
sado inmediato, transfCJrman el suceder histórico-social en
una especie de estaticidad, hacen de su movilidad algo in·
mutable, d~ modo qu~ para la literatura lmporta. poco que

42
la realidad re conciba Como algo eterno o como un C.!itado
; de transición limitado por súbitas catástrofes. (Recordemos
aqlÚ incidentalmente que ya el primer naturalisf!\O describía
n menudo la estáticidad general como enmarcada por catásw
trofcs súbitas1 siu que ello alterara su carácter es'encial.) Así1
flor ejemplo, Musil, en una conferencia sobre El c.rcrit~r y
su ti.t!mpo, dice: "Apenas sabemos nada. del hoy. De un Ia.ti.o,
se entien,de de por sí, como siempre, porque se está demasíaw
do cerca de él; de otra parte1 se podría decir, no obstaste,
en el caso particulu; que estamos ya sumidos a. gran profun·
didad en ese lwy en el que caímos hace ya dm .siglos." Ya
sea que Musil ·est~ o no muy vcfsado en la filooofía de Hci·
degger, en esta frase se descubre claramente la concepci6n
del "estado de yccto" con todas sus consecuencias. Y las ideas
que expone a continuaci6n muestran con toda cln.ridad que,
según Musil1 en ese tiempo Permanente e inmóvil se produce
una Súbita catáEtrofe en 1911. ('cDc súbito, la violencia esta-
ba alll. . . "; la cultura europea "sufrió repentinamente una
desgarradura ... " etc.) 1'.n pocas palabras: \a c¡t~\ici.dad, co-
mo fo1ma de representación literaria de la realidad, uo es
una moda pasajerB.~ sino ·que está profundamente arraigad~
en la concepción del mundo de ·tos escritores vanguardistas.
Si queremos ver más de cerca b.s bases de e.~ta. opmici6n
fundamental al realismo (el cual, desde Homero a Thomas
Mann y Gorki, considera el movimiento y la evolución como
el objeto primordial de la literatura)., debemos excavar más
profundamente hasta llegar a descubrir sus fund.amentos idto-
lógico.~. Dasto.ievsld, en sus Recuerdo! tfe la cara de lo.r muu-
to.r, describe en forma extraordinariamente instructiva el tra-
bajo de los penados. Vernos.a los trabajadores fo.rzo.dos, de he-
cho inactivos a pesar de la disciplina brutal, realizando sus
lrabajos tan sólo en apariencia y mal, hasta que "llega un
nuevO vigilante que les da una Htnrea" prometiéndole!! que al
concluirla podrán regre:m~ a sus hogares. ceLa tarea era gran-
de'', dice Dostoíevski, "pero-¡ ciclos!- ¡ cúmo hicie;ron ahora
su tri\bajo! ¡se acabaron la pereza y la insufj~icncia!" Y en
otro pasaje de la obra, Dosloievski resutne. a~í sus expcricn-
CÍaJ de entonces: ''Cuando el hombre pierde el objetivo y

43
la esperanza no es r-aro que, ante el tedio, se tra:Osforme en
un monstruo ... " Vemos, pues, que cuando consider;!.bamos
el problema de In p~rspectiva en la literatura como principio
cle selección de lo e,encial, había en su base --como siempre
~n los problemas. decisivos de la creación artística- un pro--
blema vital, Ct+Yo reflejo general es In forma de composici?n
correspondiente. En este caso se trata de que todo dinamismo
auténtico del hombre presupone un significado, al menos
subjetivo, de su actividad; mienh"as que la falta cle una orien-
tación, la p~rdida de sentido, como coucepci6n del mundo,
reduce todo dinamismo a mera apariencia e in:tprime al con-
junto el sella de la pura estaticidad,
Como no puede darse la llteratura si.n una apariencia nl
menos de dinamismo, ~ampoco esta afirmación puede conce-
birse desde un punto de vista metafisicamente riguroso. ¿Aca-
so no hemos caracterizado la tendencia a lo p3tológico en la
literatura vanguardista corno una aspiración a escapar de
la "época ignominiosa", como un anhelo por un adót~de en
-pi-im:ipio inde'Lcmún:ulo? No obs\an\.e, esta actitud m<~.nÜt:­
ne la suprernada absoluta, irresistible, del terminus a qu.&,
del estado del cual ~e desea escapar; el movimiento hacia el
terminu.s ad qu.em ¡::stá condenado de antemaJlO a la impo-
tencia. Como la concepción del mundo de estos escritores
....:...eon todas sus diferencias personales y de époco.- se aferra
a la inmutabiüdad ele la realidad objetiva (aun cuando ésta
se conciba como simple estado de conciencia), la posibilidad
de acción del hombre¡ condenada a priori a la impotencia¡
tiene que carecer de sentido.
El sentimiento del mundo que surge de esta actitud ha sLdo
expresado por Kafka en la forma más consecuente y suges-
tiva. Cuan~o en su novela El proaso, el prow.gonista, Josef
K., es llevado a su ejecución, dice muy plásticamente: "Se
acCJdaha de las moscas que con sus patitas roras qüi~ren es-
capar del papel de cola." Esta impresión de total incapaci-
dad, de par~li-:z:ación pnr la {uen.a ciega e invencible Uc_.. las
cir~~:~.nstanciru, es el tema fundamental de su producción li-
teraria. El dinamismo de la acción puede tomar en El castillo
otra dirección, i_ncluso directamente opuesta a .la de El pro--
ce-so) pero la vmon del mundo que concibe a los seres como
moscas atrapadas agitándose en vano, impregna toda su obra.
Esta Gemación de impotencia, elevada y exaltada al rango de
toda una concépci6n del mundo (que en Kafka llega a con~
vertir esa estremecedora viú61l. angustiosa en algo inmanente
al d!!venir del mundo, y a la total entrega ·del hombre a ese
espanto inexplicab]!";J impenetrable e ineludible), hace de su
obra un símbolo de todo este arte moderno. Todas aquellas
tendencias que, en otros escritores) se limitan a convertirse
. en una forma artística o filosófica) en Kafka se manifie.~tan
en un asombro platónico elemental, lleno de temor. pánico
ante la. realidad eternamente extraña y !!nemiga del hombre¡
y todo ello con una inlensidad de asombro, perplejidad y
conmoci6n, sin igual en la literatura. La experiencia funda~·
mental de Kafka se manifiesta como la· angustia concentrada
.de todo el arte decadente moderno.
Que se trata. de una experiencia básica general se puede
comprobar en dos ejemplos tomados de la crítica musieal,
que en este problema se manifíesta a veces con más claridad
y mayor fundamento que la mayoria de los análisis litera~
rios. Hans Eish:r, a propósito de Schoenberg, dice: "Mucho
antes del descubrimiento de los aviones de bombardeo él ha
expresado los sentimientos de los hombres en los refugios an-
tiaéreos." Ya es ale;'o caracterí:stico que Adorno, partidariÓ
del Vanguardismo, en su cónferencia Edades de la música
moderna> h.oya dicho lo s.iguicnte f\Cerca de las tendencias al
estancamiento y dec\inacl6n en la música de vanguardia:
"Los sonidos son los mismos. Pero el elemento de angustia
que se acuñó en su gran manifestación inicial, ha sido repri-
mido." Ha perdido, así, '!IU autenticidad, "la única raz6n de
ser que se le otorgaba." Conforme a estas manifestaciones, los
músicos no pudieron despertar el sentimiento básico de su
prOpio vanguardismo y, por ello, la nueva música hubo de
decaer. Es decir, que la debilitación de la angustia pánica
elementatJ como experiencia básica --cuya causa podría ser,
como opina Adorno, el fallo de la facultad receptiva ante .la
fuen:a gigantesca de esta angustia, O, Como creemos nosotros,
el hecho de que Ja evolución histórica ha sobrepasado ya

45
objetivamente el punto culminante de esta angu.stia, incluso
entre la intelectualidad decadente-,· conduce necesariamen-
te, según Adorno, a la destrucci6n de las ba.o;c.s sentimentales
del contenido central de. ia música moderna y, por ende, a
la pérdida de su autenticidad como o.rtc de vángunrclia;
De este modo queda descrita expresivamente la situación
p~radéjtca del arte de Vanguardi~. precisamente. aut donde
sus representantes llegan a· e>..--presat art:!Sticamcntc su autén-
tica y p1·ofunda ex}Jt:úencia vital. Cuanto más auténtkns y
profunda.:! son eStas e_xp~ricncias 1 tanto más. fuertemente dcs-
garran esa unidad .perceptivo-sensorial que. es la premisa Y
el fundamento de toda creación artística.. Que c.qte desgarra-·
miento de la unidad c.n que se basan los objetos, su conexión,
su movilidad, ele., no es una moda, no es u~ mero descubri·
miento de arlist8.s experimentales, se comprueba por el hecho
de que la filosofía moderna ha aborda~o este problema antes
que el arte y la literatura, y lo ha formulado coneeptualmen-.
te. Basta, a.este respecto, señalar el problema del tiempo. Ha-
ce muchos años que el idealismo subjetivo separó el tiempO.
concebido como abstracción, de la realidad objetiva y del
movimiento. Sin embargo, desde llergson, ya no es suficiente
esta ft.mra para las necesidades ideológicas del período impe-
rialistn. El tiempo "propio", el tiempo "auténtico" será en
adelante el tiempo puramente subjetivo, _el tiempo de la ex-
periencia viv~da, que se h;;o.brá separado as1. pór completo del
mundo real. objetivo; aunque, tanto en llergson como en to- ·
dos los fil6sofos posterior~ que han introducido variantes en
este tema, aparece la exigencia. de penetrar precisamente en
la esencia de la realidad, en la más auténtica realidad {la
subjetiva). Este movimiento, acerca de cuyos matices pura-
mente filosóficos no podernos insistir aquí, empezó a mani~
{estarse también relativamente pronto, en la literatura.
Walter Benjamín describe el mundo creado por Proust y
su modo d.c plasmarlo literariamente, como sigue: "Se sabe
que Pz-oust, en sus obras, no describe una vida tal como ha
sido, sino una vida tal como él la ha experimentado vitalmen-
te, tal cotuo la recuerda. Y1 sin embargo, esto está dicho sin
sutilezas y bastante burdamente. P"ues aqui lo que cuenta,

46
para el autor1 no es tanto c:l papel principal de su experien-
cia vivida~ sino el tejido de :¡u rccuerd01 el trnbajo de· Pené-
lepe del·pensamiento ev"ocndor."
"Es c.vi~entc la. relación de estas ideas con la concepción
del tiempo de Btrgson. Pero mieritra.S en In abstracción "de
la filosofJa de BergSon . se ma~tiene todavfa la a.p!l-riencia
-engaÍiosa- de una imagen unitaria del mundo, Benj!!llJliit
muestra -por la eséncia objetiva ~e su obra, no por su c~nvcn~
cimiento subjetivo--la evaporación de toda objetividad a cau-
sa de esta concepción del 6empo.llevada, ar_tísticamente, adsus
últirrias consecuencias de un modo radical: "Pues un·aconteci-
micnto. vivido ~~os dice- es, en definitiva, al menos si ~stá
circunscrito a la sola esfera de la Yivt::nci<~., un acontecimit::n-
to evocado ilimitadamente, porque no es más que la clave
para todo lo que le precedió y para todo cuanto le· siguió."
Vemos igualmente, con toda claridad, la gran diferencia
entre u~a imagen filosófica del mundo y una imagen litera-
ria. Aunqu_c hacia tiempo que, bajo la influencia del ·ide~­
lisrilo, la filosoHa.había separado conceptualmente el espacio
y el tiempo de una parte, y la realidad objetiva y el movi-
miento de otra, su unidad perceptivo-sensorial fue el modo
de creación lógico, espontárieo, de toda la literatura realista.
Pero la 1iteratura moderna ha introducido en. la obra literaria
la subjetivación del tiempo, lo cual muestra que e.~te problema
está arraigado muy profundamente en la existencia social de la
intelectualidad burguesa del perlado imperialista. El sujeto que
se enfrenta como c.-xtraño al devenir d~l mundo, replegándose
cm sí mhmo, puede en ocasiones vivir con entusiasmo embria-
gador este estado de autorreflexión, pero tan pronto como
llegue a descubrirlo surgirá el espanto: pues ~i no se puede
ni se quiere captar el devenir del mundo, el sujeto que queda
súlo como sustancia --enfrentándose consigo mismo, refle-
jándose meramente en sí mismo-- ha de moshar los rasgos~
terriblemente contraídos, de lo inconcebible. Hofmannstahl
describió hace ya tiempo, poéticamente, esta angustia pánica:

Es una cosa que nadie 5C imagina d~.l todo,


demasiado penosa para poder qucjars"é;

47
que todo se desli.ta.,. lodo es transitorio.
Y que mi propio ,.o, sin que nada lo impida,
se haya desli..t:ado de la primera infancia
corno un perro fat{dico para m! mudo ~ extraño.

No es, en verd"ad, casual que prec.is.amr;nte el tiempo des~


gajado del muc1do objetivo transforme también el mundo
interior del Yo en un fluir fatídico, irreconocible, vacío y abs.
tracto; y que, por ello, aunque pueda pareter paradójif:o
desde un punto de vista puramente formal, ccmdll~C<t a una
inmovilidad terriblemente di.solvente (estaticidad).
Por otra parle, la.<: consecuencias disolventes de esa posi~
ci6n aparecen en la literatura con un e[hpuje. muy distinto
que en la filosofía. Tan pronto corno la plasmacUm literaria
del tiempo se desprende de los objetos y de Su movimiento
y, al transferirse al sujeto, se hace independiente, el mundo
creado se disgrega en mundos parciales heterogéneos y opU!!S·
tos entre sÍ'. Lo que antes, partiendo de distintns puntos de
vista) hemos llamado c:static.idad (inmovilidad), alejamiento
del mundo (pérdida de la objetividad, de la totalillnd}, mani-
fiesta aquí, <lurJquc de distinta. forma según los 'diversos au-
tores, su unidad de principio. F.! mundo del 'hombre --d
único objeto grande de la obra literaria- s~ desgat·ra en
cuanto se arranca un solo componente real df! b.-cstructt\ra.
coherente que sostiene su to.talidad, Ya hemos mencionado
hace un momento el papel del tiempo aislacl(), subjetivado,
en este· procc:so. Síu ernbargo, h.o es el tiempo, de ningún
modo, el único componente de cuyo desprendimiento re.mHa
la apariencia subjetiva de un mundo destruido. También es
Hofmannstilhl quien anticipa la evolución. Su Lord Chan~
dos eserib~ acerca de su propio caso: "He llegado a perder
la facultad de pensar o de hablar cuher!!ntementc acerca· de
cualq~er cosa." Lo que surge, pues, es un. estado de embo~
tamiento y apatía, rolo aquí y allá por é~tasii; casuales. El.
camino que conducirá después ele la protesta a la patologí:,~
(a lalll'~~rversidad o a la idiotez) se bosqueja aquí en una
forma que todavfa resplandece con brillo romfmtico. Pero
es la misma destrucción.
La literatura realista del siglo XIX, aun cuando ejerza la
crítica más acerada contra el mundo que describe, lo plasma
espontáneam.~nte de un modo unitario y en ner~;uja corrt'.'l-
pondencia con el hombre, esto es, coma una unidad vital,
inseparable de sus elem!!ntos constitutivos. Las realistas más
importantes de nuestro tiempo, admitl.":n, a su vez, las ten-
dencias de disociaci6n de los e!Cmentos, el dcverúr subjetivo
e "independiente" del tiempo, Pera las admiten como una
contribución de!ltinada a caracterizar el presente con maya 1
exactitud, de tal modo que, precisamente por ello, lt\ unidad
antes espont~nea del mundo se convierta en una unidad·
consciente (el autor ha demostrado ya 1 en otros pasajf.j, que
el tiempo doble en el Doct,or Fawtn, de Thomas Mann. es
un recurso para acentuar mÁs intensamente la historicidad
concreta), Por el contrario, este mundo disperso y, con él,
la dispersión del hombre mismo, es precisaml!nte la profunda
intención id!.":ológica·artíst1ca del vanguardismo. La angusti-;¡,
que antes hemos mencionado como su e>..-periencia centnil
del mundo, l.":n \;:.. cual afloran todos los problemas estructu-
rales del "estado de-yecto", tiene sus fuentes disolventes emo-
cionales en la experiencia de un mundo destruido, y se
convierte en la expresi6n artística con que se evoca la dcstruc-
ci6n del mundo del hombre.
Si queremos resumir los rasgos esenciales- de la literatura
v<mguarclista que hemos sacado aqui a. la luz, se impone el
examen de la alegoría y. de lo alegórico. Pues, justamente, la
alegoría ---de lo más problemática en sí misma- es la ca-
tegoría estética en que pueden lograr validez artística las
visiones del mundo que lo disocian, haciéndolo descansar so~
bre una trascendencia de su esencia y de su causa última, .:¡
creando un abismq entre el hombre y la realidad. Como es· ·
tilo estético, lo all!górico es profundamente problemático por-
que rechuia en principio el lado de acá como visión artística
del mundo, rechaza el sentido inmanente de la existencia y de
la acti.vidad humanas que -e~pontáneamr.nte, sin· llegar c"on
frecuencia el autor a ser consciente de ello, y unido muy a
menudo en el curso de la historia a. representaciones de tras-
cende_nci;:¡ religiosa, o sea con una falsa conciencia estética-

49
era y c.~ la base de toda praxis artística, Basta recordar lll
hístorÍA del arte medieval para. .,:er como ese lado de ac&
(aunque at«=:nido en todm los aspectos a la temática religio~
sa.) predomina cad... vet mis det::.ir.ivame!llc: (en Giotto, por
ejemplo) sobre lo alegórico del período iniciaL ·
Bien entendido que e..! uso de: esta comparnciórt implic<'l
también algunas reserva.:;·. En primer lugar. hemos de insistir
en la diferencia entre artes plásticas y literatura. Las pd.me~
ra.., pueden superar artísticamente la ale:górica con mucha
mayor facilidad, por cuanto el. objeta determinado idco16:
gicamente puede obtenex· en forma alegór:ica, por la trascen~
dehcia de su sentido, una inmanencia estética. --de todos- mo~
dos puramente decorativa- mediante la cual queda abolida.
estéticamente en un sentido determinAdo (a veces limitado)
la fisura con la realidad representada; basta recordar m u~
chos ni.osaicos bizantinos para comprender este hecho. Pero
en Ja literatura fal_ta uo equivalente est~tico del prirlcipio de~
corativo; a lo s1.nno e.s posible, ampliando su sentido, que Jo
decorativo desempeñe un papel secundario en la literatura.
Obras artísticas de tan alto rango col1lo los mosaicos decora~
tivo~alcg6ricos bizantinos sólo pue-den 5cr fen6menos de ex~
cepción en la literatura. En ~eguodo lugar -y esto es lo que
nos patecc aquí más importante--, el estudio de. la. rc.prc~
sentación alegórica h:l. de partir, para el examen y la crítica
estética., de la diferencia, en sí. histórica, e.[l.\.-rc e1 c.<~..so en que
el predominio de la t!'asccndencia constituya un "todavin
nd' frente a las tendencia!:. inmanentes (:aizanc.io -y Gioltu),
y aqué:l en que constituya un "ya no", ui1 "no m:ís", coUJo
en nuestro caso.
Es e.¡idente que, en la literatura de vanguardia, lo aJegó-
rico corresponde a esta segunda actitud de "no más''. de "ya
no", pues su tra.sccndencia, más o menos consciente, implica
un ¡:-echa.zo de toda posible inmanencia, de toda po~ibilidad
"de e.ste lada", Urt repudio del sentido inherente al propio
mundo en la vida del hombre, en su realidad. Ya hemos
considerado antes las bases ideológicas de esta actitud y a].
gunos de sus resultados literarios más importante..~. Si ahora
intentamos. gc.nerali-z.ar los resultados <!e. e.ste análisis con vis~

50
tas a la comprObación del Carácter alegórico de esta ütcrn~
tura, re!iulla de. lo más oportuno recurrir a la obra c.ritic.a del
teórico más importante ·del vanguardisn:io. Naturalmente;
Waltcr llenj;m¡ic ha esc~to su justüicación, estética de la ale~.
gorí;:,., refiriéndose directamente. al drama barroca alemán.
Un examen más a fondo de su tesis princip<ll inucsti·a, sin cm~
bargo, con toda dnridad, que el· drama barroco akm~ en
sí poco :importante, fue para Benjamín Sólo un motivo ~nsa.·
yístico paro. desarrollar la eStética de la alegoría¡ mejor· dicho,
para formular de modo claro que In estéticá se .manifietf;a a
partir de Ja trasceil.dencia que nace del alcgorÍSUlo. Como
corresponde a este cns~:yo, Benjamin ha ca.rri.ctÚizado In ale-
goría con un penetrante sentido de actualid::td; y no precisa-
mente a causa de determinadas analogías -en sf pálidas y
ex!=esivo.mentc sobrcestimadas por l~ moda de entonces- en-
tre el periodo tratado y nuestra ·~poca, sino aute todo por,
que, con i\udncia y deti.si6n, a propósito del drama bai"roco,
habla bastante al descubierto acerca de la literatura vanguar~
dista actual, desplaza con muchO. ingenio .i.l drama bnrroco el
rasgo caractecístico decisivo de la literatura vanguardista, y
con ello da por primera vez una ba.!ie filosófica a la paradoja
estética de\ vanguardismo:
Benjamín dice: " ... en la alegoría, la faciu hippocratica
de la historia está. a los ojos del espectador como paisaje pri~
nútivo estereotipado. La historia, en todo lo que tiene de in·
tcmpe.stivo, doloroso, inacabado, está impresa en un rostro;
no, r:n un;l cabE:?.a de muerto. Y MÍ, ~n vcrdnd, falta en ella
toda libertad 'simbólica' de expresión, toda armonía clásica
fonmil, todo lo humano j no sólo expresa mal la ·naturaleza
de la existencia humana sino que, significativamente, en ésta
su fiE,J1.lra desnaturalizada·, !e expresa también tOda historici-
dad biográfica como un enigma. Este es el núcleo de la con-
sidcraci6n alegórica del barroco, de la exposición profana de
la historia concebida como Pasión del mundo j s~lo tiene sig-
nificada en las estaciones de su calvado. Todo lo que en ella
hay de significación lo hay también de decadencia mortal,
porque la muerte entierra hasta lo más p~ofundo la línea
queLr:ada de demarcación entre füü y signifiCado."

Sl
Totalmente consecuente desde su punto de vista, ]enjamin
vuelve siempre de nuevo a la relación entre el aniquila-
miento de la historicidt~.d y la alegoría. como forma de repre-
sentación: "Y preci5araente a~í plasmada, la hi~toria no apa-
rece corno proceso de. una vida eterna 1 tino nntcs bien como
proceso de una.'-;dccadencia ininterrtunpida. Por ello la ale-
goría ~e sitüa más allá. de la belleza. L<~.s ¡¡.legarías son en el
reine de las ideas lo que l'a.s ruinas en el. de lfls cosas."
Benjamín _deduce aqui, con más audacia y de modo mB.s
conse.c.uente que cualquiera de sus contemporáneos, las con-
secuencias estéticas del vanguardismo proyectado en el drn-
lll.~ bé\rrocc. Ve con claridad la unidad ÍJ\terna del tiempo
objetivo del historicismo (evoluci6u y progreso) y, por tanto,
ve la subjetivaci6n del ~ic.mpo como el credo de l¡¡ de.struc~
ci6n y l<1 decadencia. Por ello puede contar entre los rasgos
más significati\IOB de lo ··f\\egórito en el drama barroco -con
pe.rle~:;ta razón desde 'su punto de vista.:_ '\1n pres.~ntímicnto
fundamental de 1a problemática del arte": un arte que, por
un lado, .debe expresar ante todo la absoluta trascendencia
y que renuncia por ella a su medio especifico; y, por otro la-
do, un arte encaminado a eslc medio propio y que, corno
fiel expresión de un proceso de dcscomposici6n. y de. destruc~
ci6n de la realidad, está condenado como arte a la auto-diso~
lución, Eu consecuencia; le parece ver. en el barroco una
"mom.truoia s.ubjeti.vi.dad antiartí.stica" que está unida a la
"esencia teológiea de lo subjetivo." (Mostraremos, igualmen~
te, lo que ya hemos demostrado en otro lugar e:on respecto a la
filosofía de Heidegger: que estl:! "ate1smo religioso" había de
tener un carácter teológico inclusa en la literatura.) El ro~
mantic::ismo y, en un nivel más alto, el barroco han reconocido
esta. problemática y la han expur..'itO no sólo teóricamente sino
tambi~n en Íanna artística (alegórica).
"~ imi'.gen", prosigue Bc.njamin, "c.n el campo .de. la in~
tuici6n Eliegóric.a, es fr;:tgrnento y ruina. Se.volati!i7.::J. su bc.!lcza
simbólica pues en ella incide la luz de };t sabiduría divina, Se
extin~<t.!e la falsa ap<~rienc:ia de totalídad. Puc.~, agotado el
eidor, se introduce la parábola y el cosmos se seca interior~
m~nte.."

52
Todo esto tiene incalculables consecur::ncias para la crea~
ción artística. Bcnja.min uo teme extraerla!!: "Culllquier per-
sona, cualquier cosa, cualquier relación puede. significar cual-
quier otra cosa, Esta posibilidad dicta al mundo profano una
sentencia aniquiladora, pero justa; Jo califica como un mundo
en el cual no se llega con rigor al detalle.''
Naturalmente 1 para el autor es perfectamente claro que
esta intercambiabilidad y ani.qu.itación del detalle no sigrtifi-
ca en modo algUno su in!!.X.Ístencia. Por el contrario. Precisa-
mente en el arte moderno, que es en defioitiva el objeto de
sus considerac.i.ones1 los detalles tienen muy <~. menudo una
fuerza sensorial extraordinariamente sugestiva; sobre todo e.n
Kafka. Pero, sin embargo, rw excluye una depreciación per-
manente de los hechos1 su arbihariedad1 su intcrcarnbiabili.
dad a voluntad, como hemos ¡;eñalado en ·Musil, en cuyos
propósitos conscientes no existe. absolutamente ninguna ten~
ciencia a lo alegórico. La literatura. vanguardista cree que
puede expresar asi lo más esencial de .su visión del mundo.
Pero, como dice :Benjamín, ei mundo plasmado en esta forma
".será elevado de rango y a la vez desvalorizado." La no in-
tercambiabilidad de los detalles se basa ideológicamente en la
creencia eli una razón última inmanente, en un sentido del
mundo, en su unidad y su comprensibilidad para el ho.mbrc.
En la literatura reatista cada dc.ta.lle es: inseparable de s.u
csenci<l únicn1 profundamente individual, a la par que lípica.
En cambio, la alegorfa moderna y la ideología en que se
basa suprimen lo típico. De este modo se desgarra es'i\ cohe~
rcncia inmanente del mundo, y el detalle se rebaja al nivel
de .una mera particularidad. (En esto vut:lve a ser visible. la
relación de la literatura. vanguardista con el natura!is.mo.)
Sin embargo, el detall~ -ahora ya en su intcrcambiabilida.d
alegórica- adquiere así una relación dirccta, si bien para-
d6jica, con In trascendencia; se transforma en "\lna abstrac-
ción pura con intenció_n trascendente, En este aspecto, la
singülaridad de la literatura vanguardista consiste. en la te·n-
deneia a sustituir lo típico concrelci por una particularidad
abstracta.
Las últimas ·obst:rvaciones (que naturalrilcnte sobrepasan el

53
texto de Benjamiu sobre todo .eo .. las conclusiones y valora-
dones qu.c heinos deducido) 'transfonnan paradójicamente: su
ensÍ!yo e!l la exposid.ón directa de una estética y de una crf·
tica que tienc.rl ya por objetivo Uirecto al vangu;.trdisroo.. Sin
embaigo, ·no abandona. pof completo su proceso razonador,
aunque.· -con el rotleo:·inhe·r.entc" al ensayo y Con una es~
cala de valores of!Ue.sta- v:iCnc ..a.exp.reslll' la misma idea. J.l.ar~
tiendo de 5U te~ a básicoJ·. ~e expresa acerca de la· época ~o~~
tempol'Áne;l can tanta claridad que se creería ver caer al suelo
la máscara del bartoto y hai:i=úe visible 'ht cabeza de muer-
to ·del vanguardismo. Benjan~io ·di~;~: "La alegoría· desapa-
rece al. vaciarSe, El mal_pur antOno~·nasia· que la fllbergaba en
su abismo interior pertnanenteJ ·c...Oste sólo.. en ella, c..~ únicíl
y eXclusivamente alegoría, significa otra cosa de lo que cs.
Y significa pre~isa.me~te ·Ia inexistencia de aquello que ré·
prese.11ta," · ' ·
La parádoja de ·Jlenjamin, al esbozar de modo original y
audaz la· pecu.liaridaU estética de[ drama barrocO y "! abolir
tod·a.. ostética.· ..,-pi-ecisain~ntc cuando alcanza su objetivo-,
gu;¡rda la analogía más íntima, c:o~o _he~o:S indicado, con
J¡¡ literatura Yanguardisto. actual, csp~cia\mente con su figU-
ra rriás grande, con 'Franz Kafka. c;Jutllldo vemos en Kafka
<l un prototipo del arte· <1lcg6rico, no p~nsawos 1Ü por· asomo
en Jas jn'tcrpl'etacioiJes de sus obras po~ Max l3rod, que quie~
re atribuirles un significado directo -religioso-aleg6rico en el
sentido antig1..1o y anticuado dd término, aunque ta10bién
con elementos modernos. Desmienten estas interpretaciones
Ias propias palabras de K~a, ciue él mismo hubo de pronun-
ciar prccisamcntc ~nte Brod: "Somos ideas nibifutas, ideas
de suicidio itue surgen en la cabeza de Dios." Y, a continua~
ci6n, Kn.fka recha~a un significado gnóstico de esta visi6n de
Dios como dcn-llúrgo maligno: "Nuestro tnti.udu es sólo un
capricho perverso de Dios, un ma1· ella." Pero corno :Urod
quisiera, sin embargo, aferrarse a alguna csperan~a 1 Kafka
denegó .irónicamente: ~'Oh!, e.~peranza no f~lta ¡ hay una
infinita c11ntidíld de esperanza, ¡ s6lo que no es para nos·
otros!" Estas palabras que cita llenjamin en su intere:;ante
ensayo acerca de l<afka, iluminan clarawente la situa.dón
espiritual de la cual surgieron sus obras: "La má.s profunda
experiencia vivida es la. completa: falta de sentido, que niega
toda esperanza; de nuestro mundo, del mundo del hornbrc1
del hombre burgués del presente." Asi, pues, lo reconozca o
no, Kafka e.s ateo. Pero ateo según el cuño moderno bui-gués
que no concibe el alejamiento de Dios del mundo de los
hombres com·o una liberación, como lo conr.ebían Epíepro u
los ateos de la. burguesia revolucionaria, sino como ab;mdono
del mundo por Dios, como soberanía del desconsuelo Pe la
vida_. de la falta de significado de toda finalidaO huma'ffa en
un mundo semejante. El Niels Lyhne de Jacobsen fue la pri-
~era novela en que se plasmó literariamente esta situo.ciárr
de- la intelectualidad burguesa atea. El ateísmo religioso ac-
tual tiene sus raíces ideológicas, por una parte, en el hec;ho
de que el ser incrédulo ha perdido su patho; social, huma-
tUsta (el cielo, una vez vacio, como objeto de tristeza., e.s sólo
·una iruagen proyectada del :mundo humano que ha perdido
toda esperanza de renovación); por otr" parte, y coma· con-
secuencia de: esta situación, también en e1 hecho de que el
anhelo religioso hacia el c:onsuclo y la t'edcnci6n está vital·
mente disminuido en un mundo sin Dios, y toda su intensi-
dad afluye ~ la nada aú surgida.
El Dios de Kafka, los jueces supremos en El proceso, la
verdadera administración en El cast~llo, representan la tras-
cendencia de las alegorías _de Kafka: la nada. Todo &e refiere:
a ellos, todo podría tener !iiguific.a:do sólo en ellos, todos
creen en su cxistCncia y su poder, pero nadie los conoce, na-
die tíene ni siquiera Ídea de cómo- ll~gar a ellas. Cuando aquí
aparece Dios_, es un Dios del atelsrilo religioso: Atlteos abs-
conditus. Lo que aparece en ]a realidad plasmada I:iternria·
mente cs. un pulular repugnante de órganos inferiores: bru-
tal, corrompído 1 injusto, burocrático-pedante, pero a la vc1.
insegUro, irresponsable:. una imagen de la sociedad capita-
lista (con cierto colorido local austriaco}. Lo alegórico con-
siste aquí en que toda la ex\stencia de e.ste estrato y la de
sus víctimas indefensas que de 61 dependen, no está pla.&ma~
da como una realidad concrera sino como·:fe.flejo secular de
aquella nada, de llquclla trascendencia, ·que -sin eK.istir·-

55'
ha d~ dctermin~r toda e~i!te.ncia. A:si, el "Dio!i" oculto e
inexistente del muodo de Kafh obtiene uo calorido espec•
tnt! porque como ínextstentc es la base de tod() lo q1.1e e:-cis~
te: de cue moda la verdadera. rcalídad revelada en detalle
se o::mvíe.rte. a su ve.?. cm espectral a causa de. la $Ornbra dn
una depeode~cia semejante. La traseendcnci:t- -la "n;:,da
::.niqlliladora••· "inconccblblc- sólo tiene poder para dibma.r.
la realidad ofrecida <:amo f(Icin hippocratica. eh: la vjda de
telaci6n de Jos hombres.
Por ella, la PMtkularidad abstract=-. de todo lo creada,
acerca de la cual ya )lemas hablado como c;0¡15tcwencia. es-
tética. de lo nlegQrico, llega Crl Kafka. a su punto culminante.
Ka.fka es un brillante observador·y aún más que esto: le afec-
ta tanto e~ta. f<~rttil.smagorizac.ióo del nlundo, que en él b . es-
cena cotidiana mis sltnple contribuye a la e.vide.ncia dr. un
pre!;ente sinitstro, de pesadilb., Pero, además, e!> un verda-
dero _aÍ'tista que no S¡:! cont!!nta con la simple evocr.c\6n de
ciértos hechos de líi vida recibidos dirtda.tnel"l.te de ht .supo::r-
{\1:.\e., ':'.U\oc ~ue '3\r.lWp'rt: tiene ~cn.dem:.ia ,¿~ h ne.-::.e'<.\d,.,..d de
una univerw.lidad artística. Pero ¿qué. es lo que a.bstr¡u.:? y
¿c6mo? Abstrae lo~· ITiomentos de la vida cotirJianz, d.esvalo-
ri~ados por él misnto, por sus alegorias, por sú nada trascen-
dente, ha..~ta la nulificaci6n. Y precisamente a .caus:1 de esta
trascendencia. <!lcgórica no ¡:Íuede seguir el caJllino del rea-
lismo: los dé talles q.ue tan sugestívanu•.n.te lc a(ettan no real-
zan la sit\gularid~d de lo tí.pit:.o. Al contrario: pre.c.iss.meote
.!iu particularlda.d, su hic et nu.nc partir.:wlar, ql.lc 61 :rnísmo
reconoce corno vano, se disipa inmediatarnentc en la atm6s~
fera sutil de una abstracción carente de todo contenido por~
que está si~ropre determinada por la nnda. A pC:Sfll' de Sl.t
b'\R.n fuen.a de C'/acadán, a p-c:.sa..r de su nlta c..onci.erv:;ia ar-
tística, no puede aspirar, como el rea\i~mo, a\ punto medie
entre la particularidad y la universalid<~d. Su aspírn.cibn t¡c-
nc ~e ser: élevnr lo particul;.~.r en su particularidad momeo·
t.lne;~. de: modo directo y puramente formal (sin universalí-
z.adéP.: -del cantenido) a ta más alta nb.ttracd6n. Ef>te es
adem13 el n5pec.to <~.rtístico de l<t alc.gor~a condicionado por el
contenido. En este aspecto, Kafkn e;; d paradigma de todo

56
el vangua.rdi5mo de nuestra época., aleg6rir.o poi' c~~ncia. Con
esto no se señala al contenido dirr.c.to ni a la forma. d~: C1-
cri.bir espedfir.a artístico-formal, sino a esta posición última
i.deológi.ca en cuanto a forma 'J contenido. Beckett o Joyce,
MusH o Benn, muestran. -<adn uno a su manera- una par-
ticularidad- correspondiente.
Si ahora, en vez de considE:rar individualmente los elemen-
tos estudiados hasta aquí por separado, los consideramos, en
pro Ue la claridad, como elementos de una tendencia irlfini-
tamenle variada pero en último término única, se ve· que no
sólo han de romper las formas tradicion:llcs, como opinan
algunos, sino también, con un mayor alcance, las formas li-
terarias en general. Est~ no es solamentr. e[ caso en Joyce,
en el expresionismo, en el surrealismo, en donde esta situa-
ción e.s evidente. André Gide no quiere en absoluto ser rc·va-
lucion-ario en el aspecto formal; pE:ro el contcniclo de su con-
cepci6n del mundo le arrastra a romper las formas literarias
en genera1. Su obra Lot falsos monederos se pres~:nta. como
una novela. Sin embargo en su construcción esencial tiene la
d_uplitidad vanguardista, según la cu-al la ñove1a_ del héroe
es la de.! esr.dtor que :~e describe en ella. Pero en lo que se
refiere al conleni.do, Gidc se ve obligado a mostrar, como
_escritor, que en ese terreno no puede surgiÍ' ninguna nove! ... ,
· :1-i.nguna. obra literaria modelada estéticamente. L<t autodi-
solución de la estética, demostrada te6ricamentc y con mucho
mérito por Benjamín, se rcalit.a asi. en la práctica literaria.
¿FRANZ k.AFICA O .TI-lOMAS MANN?.

Hetnos ncccsit<ldo describir ·)' an<~.\i'l.ar con tanto pormenor


las bases idcol6gic<~.s y las tcndcncin.s principales arlístico·
formales del movimiento antirrcalista de. nuestro tiempo, por-
que solamente así. podíamos llegar a caracteriz.."U" ese medio
eo el cual puede desarrol\irse hoy una literatura "literaria.11
del mundo burgués, Para desvelar concretatncn~e su base so-
cial, $cría natu.r<~lmcnte_ rnuy oportuno extender este estudio
también a la literatura ''no literaria", pues detcrmin.ados as-
pectos de la dcscripc.i6n de la vida, d~de el punto de vista
de la existencia) apárcCI!Il en· ésta tal vez aím de modo más
· c~presivo que en aquéHa. SiJ por ejemplo, se quiere hablar
del culto a Jo .anormal1 a lo pe1verso, las revistas de dibujos
{comic.r) mu_estran con gran claridad este culto1 pues su crc-
cierlte popula.ddad y preponderancia ~ una intrusi6n d~ la
vida en la literatura y no lo contrario. Aún se ve. con mayor
claridad esta situación en la transformación qu!! han sufrido
la.s llailladas novela.'i policíacas. Mientras las primeras na~
rraciOnes de esla tndolc, como las de la época de Conan
Doyle, se apoyaban en una ideología de la seguridad y ~ran
hL glorificación de aquel sabelotodo que velaba por Ja segu-
ridad de la vida. bi.U"gues:a, hoy pi'iva la angustia, la inseguri·
dad de la cxistencia1 ia posibilidad de que r:.l espanto irrumpa
en cualquier momento en esla vida que transcurre apa-
renternentc fur.ra. de todo peligroJ y que s6io por una feliz
casualidad puede estar protc.gida. Naturalmente qu~ esta fe~
liz casualidad ya está presente, como apología soci;d, me-
diante el happy·et¡d, en los productos de transici6n entre li·
tr:ratura y novela foHelincsca pOl' entregas, .tales como Uu
día como cualquier otro, de :Haye.s. El rechazo de f'.Stos com-
protnisos es uno de los signos de difcrencíación entre el ver-
dad~o vangu.arcfumo y la simple lectura de en~etcnlmiento;

58
aunque naturalmen~e también hay u~ tipo de foUetln en. que
se recurre al t~rror. · Aunque sea muy tentadora la exposi·
ción dc:tn.llado. de las semejanzas y dilcrentias de contenido
y de forma entre el vanguardismo y el folletín mfu; moder·.
no, nos llevaría demasiado lejos de nuestro tema.1 por lo que ·
debemos contentamos con esta simple indicación. Sólo hm-~os
de señalar .la amplia brue socinl que poseen los contcn!do.s de
la c>.:pericncia vital_que toman forma de expresión en el. van·
guardismo. 11
Tras estC: inciso podemos regresal' a nuestro verdadero le·
ma, al vanguo.rd.ismo, o mejor dicho, a !rus formas en· que es·
criben los escritores vanguardistas., como caracterizaci6n sig·
nificativa del meO.io literario actUal. Como se rccot'dará, ya
nos. liemos defendido de antemano conh·a Ja aceptación de
criterios formales·: para delimitar los caminos seguidos por la
literatura realista y la antirrcaüsta. Pero aquellos contenidos
ideol6eicos que determinan. .]a:; direcciones decisivas de la
forma. literaria, ·son igualmente s6Io tendencias. Surgen con
muy distinta. fuerza, decisión, conciéncia, carácter esencial,
cte., no s6lo en un mismo a.utor, sino también a menudo en
una m.isma Obr;:i., Este carácter aparece aún con más· fuer7.a
si" en· vez de seguir et.."ejemplo de los críticos vanguardistas,
que s6lo reconocen su nuevo mundo literario, admitimos, par
el contrario, dentro de este medio, la existencia e importan-
cia. de. tendencias rcaJista.'! y cxamin~mos así toda la vida Ji~
tel'aria como un gran campo de batalla; como escenario de
la guerra entre laS rupira.ciones anti.rrcalistas analizadas has·
ta ahora y los representantes aclu!!lles de ese movimiento al
que hemos llamado en la introducción la rebeli6n humanis~ ·
t;¡,_ As-!', pues, el tema de nuestro ensayo no .se reduce a las
tendencias de la época (que no son dos calidades cerradas
en s:() sino jusfame:nte a la controvernia. eulrc esas dos ten~
dcocias, la cual, repetimos, suele tener lugar muy frecucn-
tcmente1 no s6\o en un. mismo__cs_~!itor sino también dentro
de una misma obra,
La consecuencia de ello es qUe los límil~~ que separan am·"""
bas tendencia.~ se tornan a menudo borrosOs; principalmente,
porque es inevitable cierto grado de realismo en toda obra
: litt.~1·ar.i.a. LZ: vieja vc1·dr.d de que d realismo no l::S \.In esti.lo
, entre otros muchas sino que es.tá en \a base de toda lí.te.ra-
' tura, y de que sólo pueden surgir estilos dentro de su c<\mpo
:o en detcm1inada~ relaciones con él (aun cuando sean de hos-
ltilidad}, resulta verdad también aquí. Lo qlJe observó inge-
niosamente Sch9'penhauer en su tiempo, en el sentido de que
sólo podía encontrarse un solipsista verdádcramcnte conSe-
cuente en un manicomio, podría decirse tambiCn acerca del
antirrealismo consecuente. Esta omnipresencia dd realismo
. se comprueba naturalmentc1 antes que nnda, en los detaUes.
· I3asta record::~.r a Kaíka, en el cual lo inverosímil, lo mis
irreal, pare~e.aJ. a causa. de la. fuerte y sugestiva verosimi-
' litud de los,.getai~0Y se debe aclarar a este respecto que la
evocación perm<~.nente .pe lo fantasmagórico surgiendo de
nuestra existencia total, sin esta omnipresencia evidente del
realismo en los detalles que parecen secundarios, reduciría
la pesadilla a un simple sermón. El viraje al absurdo de la
paradoja en la totalidad de la obra de Kafka presupone ¡me.~
una ba:;c rc.a1i5ta en lO'. p\'i'smaci.6n literaria dd deta\\e. No
se trata de ningún modo de un proceso unilineal q~u:: habríe1
; de cond\~eir al anti.rrealismo, sino -literalmente- de un vi~
: y~jc. ~~de... d re_alismo en ·los rl~,tall~- .~~.~~~.la ne.gación de la
; realidad de este mundo; a eso va dirigido el. conjunto dt: la
. Creación kafkiana,· su·Cahcrenc:a y su estructura. ~n todas .
. las obras 'o'anguardislas se pueden comprobar análogos pdn-
cipíos, aunque, en la mayoría de los casos, sin esa tensión que
logra Kafka mediante el distanciamiento entre los dOs polos,
la intensificaei6n de suS carga~, y la vehemencia del. 'o'iraje.
Clc un polo a otro. Aunqut: en una forma más repartida en
todo el conjunto, también puede observarse ~n Musí\ una
tensión pc.rmancntr., un viraje constante entre la prc.ci.Si6n
históric:n-sociat de los d~taHes (que llega a dat a c:i<'xtas .G.~
g,ur~sgcl canic-tct·de per-sonajes. de novela clave) 'f una( des-
.,t~.J:.l:lpm·alización1 pna. ahistoricid<íd".',I\Jilradigmática del C1:m:.-·-
junto¡ reconoCida por ·el propio" Musif, como hemos visto
<~.ntes. 111. •

Nos parece aún m<Í.s esencial el hecho de qtté Jos elemen-


tos reprcscntati\fos más extremos de ln literatura vanguardis-

60
ta -basta con indicar aquí el problema del tiempo, tantas
veces tratado-- no son simples productos de una fantasía
desbocada,_ajenos en si a la realidad, desgarrados de la vida
p1·csent(:; al contrario: contienen importantes elementos del
reflejo d~ la realidad actual, de las cualid<ldcs típicas, de \a
singularidad dd hombre de hoy (al rnenm del de una deter-
minada capa socia\), de su relación con la realidad, etcétera.
Así, pues, también aquí -incluso en los antirrealtltas cons-
cientes más abstrusos-, las aspiraciones estilísticas no ti~n­
den simplemente a violar la realidad en forma subjetiva, sino
a la invers;~.: es e~te estilo e\ que surge. ue la realidad del pe-
:íodo imperialista. Las. for~ '":~rdistas .son ~qu!~ al
¡gua\ que toda '{orma hteran refle¡~de 1:~. e:astencta l:ust6-
rico-social, aunque también, natura tCnte -como ya hemos.
expuesto y seguiremos mostrando--, desf¡gurad<Jra. y d~1figu.­
rad a, por principio.
Esta.. sltua.dón tan camplícada ~xplica q,uc en las manift:".s-
taciancs públicas y también en las confesiones privadas de
los dirigentes del vangúardismo se compruebe a menudo la
neb~losidad de sus límites. No se trata simplemente de la
protesta provocada por la prohibición del "arte degenera-
do" en la ~poca de Hitler.· Este movimiento de protesta
implicaba además de una toma de posición en defensa de 13.
libertad de escribir, el matiz, no poco esencial, de una de-
fensa del dcreého dd escritor a describir la realidad con toda
fidelidad y como corresponde a su conciencia artístic:~. Co-
mo el v~rdadcro adversario de Hitler era la llroclan1ación
de la verdad, la protesta contra la persecución del "arte de-
generado" implicaba. también la defeosa del realismo.
También es ambigua .la resistencia frente a la eritÍCa que
los dogmáticos stalinista.<1 hacían al "formalismo", tomado
en conjunto, Junto a la autodefensa de los extremistas del
vanguardismo (que eran con frecuencia verdadero~ forma-
li>tas) encontrarnos la ddcnsa justificada -por completo o
rclativnmcntc, ·según los· casos- contra la tendencia dogrná.-
tica que limita el campo. del contenido y de la forma del
n.al\~mo a un?!. ~1.rn:p\ihca.t1&n si.n:re.\i.e.v¡,, a·una e',im1nacitrn

61
del tesoro de sus contradicciones, a una banal\zaci6n, · al
modo del happy-end, de la persp~ctiva socialista.
Estas reacciones pro·vocan con frecuencia oscilaciones del
pén~ulo a los extremos opuestos. Cuando la presión dogmá-
tica trae por comecuencia una e~quematir.aci6n que aplasta
todo estímulo arwtico original, a menudo ganará el juego el
colorido "interesante" de la dccadcncía contra el "ttJdo
grls" de una pscud.o literatura vulgar -lo que es 16gicó sub-
jetivamente, aunque· en. el aspecto objetivo sea injusto--, y
se concebirá la teoría del realismo socialista como un obs-
táculo a la libertad artística. Con ello, no s6lo dcsapal'cCc
del plano de ·la discusión la oposición estética decisiva entre
realismo y antirrealismo, no s6lo se comprenderá mal el ca-
rncter justo y progresista del realismo socialista (y tambi~n
del realismo crítico) sino que, ndemás, se pasará por alto
la honda probl~:mátic~t· artística. del vanguardismo, que he-
m05 expuesto ya. En e.~te aspecto seilalarcmm tan sólo el
carácter amailerado, que a menudo cae también en lo t!S·
quemático, de muchas y muy apreciadas obras vanguard.i.úas.
Esa originalidad rebuscada y arbitraria de la f orma van¡¡úar-
dista encubre, para el lector superficial que súlo obscr~a los
aspcctos formales, el dogmatismo subjetívista de su punto
de p~rtida y lo c~quemá.tico de su realización. Vi5to desde un
aspecto verdaderamente estético, ci~rtas obran <le Jüngcr o
Bcnn, Joyce o Bcckett, etc., sao tan esquemáticas como mu-
chas ol>r~1s del realismo socialis~a, criticadas con razón.
Más importantes que estas polémicas (en las cuales la to-
ma de posición sude estar determinada, muchas veces, más
por el adversario que por el objeto de[endido} son las ma-
de
nifcstatione~ personales de importantes escritores n:alistas
nuestra época, que muestran un vivo interés por mucha~ Íot·-
mas experimr:ntalc:~ del va,1guardismo co las cuales ven la
confim-Jación de cierta afinidad de aspirt.cioncs. No hay que
buscar muy lejos las causas que explican este fen6!neno. Ya
hemos indicado antes qttc estas formas ·experimentales dejan
ver un aspecto que ha de teuer g-ran irnportancia para todo
artista que gira en torno del hoy espccüíco con el objeto de
reflejar la singularidad de nuestro tiempo: La acogida y slm-

G2
patía que encuentran estos recursos formales en muchos es-
critores realislas Cll:presan, pues, anteS gue nada, esta sugcs-
tibilidad propia: ensanchan los tímitf';s de! realismo para
hallar una forma adecuada al conteoído singular del presente.
Esto nos explico. los juicios de Thómas Mann B.ccrca de Kaf-
ka, Jo}'t:e, Gide, etcétera.
Na obstante, aunque estos limites entre realismo y antirrea-
lismo puedan difuminarse en tantos casas particulares, t;.rgucn
existiendo; y precisamente en los casos particularr.s c:oncretos,
pueden trazarse can la mayor precisión, .pue..s, .en su e~ncia
mismaJ contien~n, más que una mera diferencia, una opo-
sici6n decisiva y excluyente, Ya hemos sei'm1ado algunas de
estas polarizaciones bruscas del contenido literario y, por con-
siguientc1 de la forma interna, a pesar de todos los puntos
de contacto externo; precisamente laS señalamos a propósito
del flujo de asoCiaciones en Joyce y Thomas Mann, o sea,
en el contraste entre dos modos de plasmar el tiempo. apa•
renternente afines, La causa fundamental de esta convergen-
cia extern~, unida a la divergencia interna más intensa, se
deLe u que el vanguardismo se comporta frente a determi-
nadas formas de manlfestaci6n del mundo modernO de un
modo inmediato y no ed:tico, mientras que los más destacados
escritores realistas del mismo período suprimen en su pra~is
de e.scritorcs (aunque no incondicionalmente en sus decla-
raciones crhieas) tl carácter inmediato de tales ftn6menos,
y por ello pueden tratarlos con la distancia crítica arttstica-
menle necesaria. Esta crítica consiste en qul! -tornando co-
mo ejemplo el problema del tiempo...:.. los realistas como Tha-
mas Mann no ·abrigan dudas en nin,gún momento acerca -del
car"áctcr puramente subjetivo de la moderna experiericia del
tiempo, pues para ellos es muy claro que estas experiencias
-so·n-c-;:;.traordinariamente características de una determinada
cnpíl. de humbt·es modernos cuyas rasgas l:tpicos se expresan
con la máxima plasticidad preCisamente en eslas expericn-
~,;ias. En cambio, lo inmediato y no crítico de los vanguar-
distas -y de muchos filósofos modernos- llega a tener tal
v,..\idtz que ellos mism~s ven --~-r.' --~~-~-~~-~~1?.~}~-i~-~.0.~.-~!f..~Jeti:v.a~-·
la esencia de la n::a!id'l:éCEn a.l,rjunos rcalístas, es~ "mismo"
~ tiempo-se convertÍ!:;\•.~ u o n1cdio pa1·a describir el carácte1·
: de (9_eterminados pcrsoni)ts;. mientras que en el van¡;uar-
: dismo ..JTeg11" a-hiñ"charse· ·hasta convertirse en contenido de
l:t realidad central y por consiguicnt~: M la forma csenci<J.I
de la realidad plasmada. Thomas Mann muestra una y otra
vez, al lado de 9.o.mbres con esta experieucia del tiempo,
otros personajes que en las mismas condiciones tienen, tam-
bién subj!!tlvamente, una cxp!!tienda dd tiempo objetiva,
normal. Así, por un lado Hans Castorp, y por el otro
J oachim Ziemssen o el consejero Dehrens, en La montaña
mágica. En Ziemssen existe la sospecha de qtiC la moderna
experiencia del tiempo es un¡¡ consecuencia de la forma qc
vida :monnal, aislada hermtticamcnte de la praxir cotidia- .
na, propia del sanntono. Todo ello entrañ>l la siguiente
oposición, de extraordina.ria importancin: el v¡o.nguardista
·, h ace de un reflejo subjetivo -necesario- una realidad : la
realidad propia, una objetividad que se constituye por prc-
: sunción, y por esto da una imagen deformada de Ja realidad
·; "i~\<1 c~:~rno conjunlt>. {Virginia W oo\{ ~s un t:jtrnph> e:ttre\\'lt>
·¡de esta tendencia.) En cambio, la eliminación crítica de este
carf>.cter inmediato en el realismo lleva a situat un fen6meno
n~:ccsario de nuestra época en el lugar que te · Corre~ponde,
por su esencia objetivn, en relación con el co11junto.
Ap:irece la misma diferencia fundamental en el p roblema
de la3 detallc.5. Vistos aisladamcnt~: éstos sofl, cttsi sin ex-
cepción -cuando se trata. de un verdadero escritor- .• au-
ténticos reflejos de l;¡ realidad. Sin embargo, el que de su
~ucesi6n, (le s\t entretejido, surja una im;~gen real del mundo
objetivo, dependerá de nuevo de la actitud que el escritor teuga
hacia la realidad en sp totnlidad . concreta. Estil ;~ctitud es h
que dctennina la función de Jos detalles -e11 sí realistas-
en el tejido del conjunto. Si la obra está conc~bida de modo
inmediato y no c rltico, puede descender a un naturalismo
confu~, pues la filosofía del mundo del r.scritor sopla a su
pMo de modo inconsecuente y le impide ver \a di(erenc\a
entre ~ Íll)portantc (lo que realza sensihlemcnte la esencia
de l~s ~ósa5) y lo meramente fugaz¡ por decido así, extingue
en pdncipio los detalles reduciéndolos al mero oficio de la
[otos;:_afía instantánea. ,Así, por ejemplo, ocurre en Joyce.
Este esae nuéV~specto de la visión vanguardista del
mundo en el cual se manifiesta el carácter naturalista básico
de su voluntad artística.
En Kafka, la situación es más complicada. Kafka es uno
de los p, cos Gri ores vanguardistas cuya concepción del de·
talle es selectiva' acentu ando sensiblemente lo esencial; no
ra ista. Examinado desde un punto de vist:~
puramente fonnal, su tratamiento de los detalles está deter-
minado p,¿r principi~añ1í0gó;"""alo~ del realisnlo. El con-
traste surge cuando se examina la plasmaci6n Jité"'rar:a esen-
cial, esa esencia y esa realidad que determinan en Í1ltima
instancia la selección y ordenación de los detalles. En este
ñSpecto, en Kalka se llega a establecer una trascenden-
cia ineluctable (la nada) y con ello se hace visible el
desgarrarrúento de la unidad literaria provocada por la a le-
gorización.
Pero este problema no puede tratarse solamente en su
aspecto fonnal. Se han dado siempre escritores realistas
importantes ·que trasponen también la realidad histórico-
social inmediata, y cuyos detalles realistas se cimentan en
la· alusión a un· mundo del "más allá". Bastn recordar a
E. T . A. rtoHrnann, en quien el realismo de los detalles está
· también indisolublemente unido a lo fantasmagórico del con-
junto. Sin embargo, en un exam~n más detenido, se descu-
bre claramento:: el contra.~tc de las intenciones literarias ob-
jetivas: la totalidad del mundo de Hoffmann -incluido lo
mágico, lo fantasma\- es una imagen de ·¡a t.ramici6n, en
Alemania, de un absolutismo feudal desfigurado a un capí-
tali.lmo también desfigurado, ·pero en diferente fo rma. El
incluir un ''más allá" es en Hoffmann un rodeo artístico, pre·
cisamentc pa,ra poder describir este específico mundo de "más
acá" en la totalidad de sus datos esenciales, c11 una época
en l:t cual las formas de manifestación no evoluCionadas y
directamente deformadas de la vida social no permitían
una plasmación directa, o. la par que fiel y. significativamente
típica. Esta sólo era posible, en la Francia en evolución, p:~ra
Baha<;:, pero incluso este escritor recurrió a veces _ ,¡ no ca.

65
sualmcntc- a una fonna de creación modelada al estilo de
Hoffmantl, aunque naturalmente, modificada (Melmolh re-.
co-ncilii).
En la .forma, Kafka es mucho mis "del lado de acá" que
Hoffmann: lo fantasrnng6rico permanece dentro de las for-
mas de ''este lado" de la vida cotidiana capitalista; es así
un "devenir fantasmal" de esta vida cotidiana m"i.smá, sin
fantamus a lo Hoffmann. Pero precisamente por ello se d~­
gaaa la lli\idad real del mundo y se .repre~enta.la visión s\lb-
jetiva como esencia de la realidad objetiva. La ;mg¡;stia, el
miedo pánico nnte el mundo del capitalismo imperialista que
se desnaturaliza incesantemente "(con el prcsentirníento de sus
vadantcs fascistas), pasa del ~ujeto a la sustancia, la cual,
sin embarga, na deja de ser una pseudosustancia subjetiva
hipostasia.da, y por esto, la im JEm de la deformación se
transforma en una imagen deformada. Por mucho que Kaf-
ka se distingaJ por sus medios de descripción, de la mayoría
de los vanguardistas, el principio esencial de la plasmació1i
literaria es, en é!J el mismo que en ~stos: el mundo como
alegada de una nada trascendente. En los &uceso,~s de Kafka
estas diferencias palidecen, mejor dicho, desapar~cen, y sur-
ge un vanguardismo nihilista "normal"; así ocurre en · Dcc-
lcctt, que une las motivos de Kafka con las d!l Joyce; as!
también en Rehn, en su obra Nichls in Sícht (·"Nada a la
vista"), en donde los ·principios naturalistas resaltan aún con
nás claridad.
. El hecho de que rechacemos una polarización mctafisica-
ncnte rigurosa entre realismo y vanguardismo, y que -reco-
nozcamos la frecuencia con que se difuminan sus límites, no
presupone una debilitación de la aposición esencial. Al con-
traria: precisamerLlt! por c.sta razón se puede desarrollar una
lucha más precisa, más neta, más efectiva, entre ambas ten-
dencias. Como resumen, podemos decir que el paralelismo
en la técnica, por 1nuy notorio que sea, casi nach definitivo
llUcdc decirnos sobí'c la actitud básica decisiva de los escri-
tores, como tampoco decide cuestiones de fondo la adopción
o el repudio de determinados !'ecursos formales en el modo
de escribir.
¿En dúnde ~tá pues la esencia dC la cuesli6n? Ya hemos
tratado antes sus elementos principales cuando intentamos
reducir las diversas orientaciones de la decadencia a tomás
de posici6n ideol6gic&s. completamente generales, a una conM
cepci6n del mundo tlue detetmina ios principios comunes del
contenido y de la fonna artÍS"tiGB. intemo. (mús que la t_l:cnic.a}
0
en la literatura. de vanguardia. ~
Si qt;eremoS seií.alar ~obre esta base sus principios de diM
vergencia ton el realismo, tenemos, antes q~e n·ad~ que
volver a tratar brevemente el problema "de la perspectiva. La
cuestión que vuelve a ser decisiva en nuestro examen es la
del papel de la pe"rspectiva con:io prin<;ipio de selección ar-
tística, y como base ideológicn para que el escritor venza esa
falta de selectividad en la pla!.maci6n de los detalles que
en el proceso de" creación lo lleva fatalmente hacia el niltu-
.ralismo. Es evidente que este peligro existe constantemente
para todo verdadero escritor: sin. amor artístico a la asom-
brosa riqueza y multiplicidad de la vida es apenas imagina~
ble un verdadero talento literario. Natur.,.1mente, es una
cuestión biográfica dc..<~cubrir hD.sto. ·qué ·punto tal sentimiento
hacia. la vida es compatible con una disciplina estética, pero
c.~ sc.guro que estas dos emociones opuestas entre si, que se
complement;,n a la vez d.ialécticamc.ntc., constituyen al menos
uno de los elementos funda.rnCntales del desarrollo de cada
estilo indiVidual. En este nuev~ aspecto, considerándola .como
principio de selección, se ve aún con m2oyor claridad la im-
portancia artística de la perspsctivá. Max Liehenminn solía
decir: "dibujar c3 suprimir", y est~ aforjsmo puede gcncra-
H.,.arsc perfeCtamente: el arte es una selección de lo imporM
tante y esencial, una supresión de lo no importante y no
esencial.
Pero, sin CIJlbargo, !!jta es una definición aún demasiado
¡scncral y abstracta. Para que el examen de .la obra de arte
sea fructífP.ro, es preciso explicar también los principios sub.
jelivos de la sclccci6n que precede a todo proceso creador,
corno principios de una convergencia (o ~,ivergencia) mtre
lo percibido y pensado por c.1 sujeto y la::objctividad artÍS·
. tica. Pues es claru que esta objetividad artística de ningún
modo sigue: directamente a la. percepción y al jui~io subje~
tivo, ya que la sinceridad, intensidad, agudeza de visión,
cte., que se manifiestan en la selección no pueden ofrecer una
garant'ia, y, mucho menos. un criterio, en cuaUto al c.urnpli~
miento de la -~bjetividad, l'or otra parte, sería un error con.~
cebit ambos .:grupos de principios como .irlcom:il.iablemeote
heterogéneos. Entre la ídea subjetiva y la consumación obje-
tiva h3-y sin duda una brecha, pero no una brecha irracional
abrupta entre dos entidades metaHsicllmente separadas entre
sí, sino Una brecha que _:.sin perder su carácter de tal- dc-
!Je conc.e.bh'!.e corno e.lemeuto de un proceso de despliegue
dialéctico de la subjetividad creadora, de acceso a la esencia.
de la realidad hist6rico~socia1 (o bien como fracaso en e.se
trasunto y esa selección).
La forma en que un escritor enfoca la selección en el mo-
mento decisivo de sú praxis, depende directamente -y, en
cierto ~entido, ineludiblemente- de la naturaleza y calidad
de su personalidad. Sin embaÍ·go, independientemente de la
idea que el sujeto tenga de si mismo, su personalidad no es
algo dado en sÍJ definitivo e intempor?.l. Las aptitudes, el ta~ ·
lento, etc., san cicrtamf':nte innatm, pero la forma en que se
despliegan o truncan, se desarrollan o défor!nan, depende de
la?. re.taci.onc.s mutua!~ entre e\ escritor y la vida, su ambi.ente,
SU3 semejantes, etcétera. Objetivamente, esta vida es ~tanto
si el Cscritor lo sabe o lo desea como si na-- una parte de
la. vida de su época; e.s, por ello, también1 indepcndientc-
mente de las opiniones del cs.critor, un "fen6meno histórico-
social en su f!scncia.
De ello resulta -una vez más con independencia del co-
nucimiento y los deseos·dct:.esqitor- que esta vida na es un
simple ''ser", sino Un devenír, Úna lucha inir"ttcrrumpida en-
tré ay.er1 hoy y mai"i~ha-; .. es-deélr1 una realidad, que no puede·
seP reconocida ni c:-:-perimentada, en su unidad .y pkn.itud,
· sin ex:perim('.ntar y reconocer en su ser (todo momento par~
d~lar dc.l devenir, toma necesaria.men.te la forma del ser)
su ?.~rigen y su destino. Ni el carácter social ni la historicidad
de los momentos de la vida, ni sus ne:-cos dinámicos, son as~
pectos meramente subietivos que e! escritor púeda aceptar o

68
rechazar a voluntad .......cvenl~lalmente sobre la base de una
determinada ·concepción ideológica- sin poner en peligro
el ser y el devenir que les pertenece como realidades y rela-
ciones concretas de la vida, susceptibl_es de plasrnación lite-
raria. Las categorías inher~ntes at ser y al devenir de cada
momento. de la vida, es decir, las formas y contmidos ob-
jetivos de los objetos de la obra literaria, llegarán a marchi-
tarse, a deformarse, si esos aspectos precisos y concretos se
disuelven subjetivamente.
Mientras el examen se mantenga en el marco de la abs-
tracción filosófi~a, serán relativamente muchos los qu·e lle-
guen a aceptar la justeza de este punto de vista. Pero, es
propio de la esencia objetiva de un ser o devenir histórico-
social ser no sólo histórico y social, en general, sino además
momento siempr¡;: concreto de una evolución histódca con-
creta: presente histórico-social que es mom~nto de enlace
entre un pasado hist61ico concreto (y, por lo tanto, tambitn
social concreto) y un porvenir de la misma índole. La ob·
jetivida.d ineludible e irrevocable de esta situación tie~e como
consw.iencia iicéesaria qué ..to'dó h qúc" c'r1'-é'(;;ci-fto7-~.tie;;·c
que ver c,on ~.'.! p~<;>pi,<'\_Yida, todo lo que .como homb.re '(corno .
artista experimenta (incluso en forma subjetiva: mtelectual
o sentimental) ha de tener ese carácter lústórico-~QCÍal .con-
y
creto; que todo·c-üañ"t;;'·;;;- apropr;i"'Cci~~-¡~~;;;b-;~ como es-
critor forma parte irremisiblemente de esr: hic et ntt11c his-
torico-social, y tiene un origen y un objetivo histórico-social.
Todo xeflej~. litc_r.!'r.i<;> adecuado de la realidad abarca e.1e
élíliariíimio...Coñcret~·que tieue una dirección concreta y dc-
..teññin~Uip'"os y_ formas responden, según la ép~ca y
la personalidad del e.scritór:-a·-üna variabilidad estilística in-
finita;. pero, precisámcnte de esa intención de la subjetividad
literaria que selecciona y suprime s~gún el ¿de ·dlndt? y
¿adánde? com;retos de la vid¡¡ autoexpcrirnentada, surge la
ín tiro a unión t!.e.L§.v,j~to..p_q.~tis:~u:~p).!._.Qbje_ti.r1.9.ad, surge ese
salto dialéctico que pasa justamente de la profundidad m:ts
auténtica de la esencía subjetiva ...interior a la esencia. obje-
tiva . (en alguno de sus aspectos ·esenciales) de la realidad
hl;tórico-social de la época..

69
Precisamente, aquí aparece el papel artístico decisivo de
Ja perspéctiva. Para comprender de modo más preciso su
significado es necesario concebir can exactitud la diferencia
entre la realidad objetiva y su reflejo ~t.E:tico. Es un lugar
común decir que, en la realidad, cl.prc.~entc. se constituye del
pasado, y el porvenir. del presente. Cuando hablamos. aquí ·
de una perspectiva de" la evolución se trata; objetivamente,
de esas tendencias. íundo.mentales que llegan a hacerse visi~
b!es en el curse de! pr~~csc hi.st6ri(:to, con ITI~S o mr.no~ da~
ridad; y, subjetivamente (con lo que sobrepasamos, por su~
puesto, los dominios del arte), se. trata de nuc.stra facultad
para percibir clel modo adecuado esas tendencias en sf pte~
scntes y" activas. Sin embarga, cuando la literatura quiere
d.ar una imagen artistica completa de esta realidad, adecuada
a su contenido y con unidad formal, tiene que invertir pri-
lllCro --en E!l orden de la creación- la sucesi6n natural:
mientl'a.s crt la realidad el ¿adóndA? surge del {de dón.dc?
en la creación literaria f!l ¿adónde? determinn el contenido,
clase, eleccióll1 proporci6n, cte., de aquello que en la obra
puede plasmarse n partir. del (ds dónde? Naturalmente1 la
obra acabada es una imagen del proceso real y de su orden
de suce..si6n causal, pero, sin embargo, cstC orden· no tiene
que apegarse a una cronicidad confusa no sclcccion.ada; pre-
cisamente,· la inversi6n a que. aludiylO.Fes-i.nQispcnsable en
el proceso de creaci6n, ya que es l:i...Peropccti~~ (el ¿adónw
del} el terminus ad qu1.1m) I;J. que delBfiñiñi' Ia importa.n·
da o insignifico.ncia de todos las elementos de la de..scripcíón,
desde las sítuaci~:mes y figuras decisivas ha.~ta el dctnUe más
nimio.
En un r.xa.mcn más detenido se ve, sin emUargo1 que la
función creadora de la perspectiva excede con mud1o a lo
hásta nhora bosquejado, y plantea los problemas más im-
portantes de la creación propiamente dicha. No puede bas-
tarnos el simple plantemniento de una relaci6n entre la pers-
pectiva y los problemas de la plasrnación literaria en general;
nuestro examen anterior acerca del carácler histórico-social
necesario en toda pcl.'.'lpcctiva mostraba ya la incvitabilidad
de esta relación. El grado de concreción de la perspectiva

70
tiene también una enorme jnflurncia en la e.'q)resividad y
.vitalidad de la creación: literaria. Y ello es así, antes que
natl.aJ por el hecho de que existe una relaci6n -naturalmente
no muy directa~ sino al contrario, muy mediatizada, múllipk
y compleja- entre los rasgos individuales y los típicos en ·ta
estructura de cada figura, y también entre la forma. y el
gl"ado en que la perspectiva puede concretarse en "14¡ obra
literaria tomada Ct\ su conjunto, y la forma y grado en que
de hecho Jo eslá. Esta relaci6n todavía no ha sido áclarada
en s.u aspecto histórico-estético; mis aún, puede dcci~e que
ni siquiera se ha planteada esta cuestión en absoluto. Así,
pues, aquí s6lo podemos bosquejar someramente al~mos ca-
sos extremos, y aun así solamente "como anticipo a nuestro
problema actual: determinar qué tipo de perspectiva (y en
qll:é grado de concreción) c.s favorable o desfavorable para
la evolución del realismo crítico en nuestros días.
:Expondremos a continuaci6n los puÍI.tos que, en relación
con este· asunto, considerarnos ya s61idamcntc establecidos.
Nos parece, en pl'imcr lugar, que una perspectiva e}!:ccsiva-
mcntc abstracta extendida a todo un periodo ·de la historia
mundif'l del- que se retienen s6lo los rasgos generales requie-
re, sobre todo en obras predominantemente !latiricas {Swiít,
Saltikov-Tchedrin). la descripción. de pcr~ooajes y situacio-
nes típicas; y, tamhién, que se puede lograr la. concreción de
las situaciones típicas con más fuei?.a que la de las figuras
individualizadas y, al mismo tiempo elc.vada.s al rango de
_lo típico. En seeundo lugar -para pasar al·extn:mo opuesv
to-, una perspectiva orientada exclusiva o prcdoniinantev
mente a los sucesos cotidianos requiere la presentnci6n de
ra~gos índ.ividua.lcs naturales o, a lo sumo, superficiahnentc
típicos. La dialéctica de la r.volución hi!;tórir.i:l. pasa por muv
chas alternativas y, precisamente en lo que ~e refiere o. los
rasgos humo.nos que surgen dlrcc{arnenle de los suceSos co-
tidianos, se desVía de modo extraordinario por caminos de
antemano .imprevisibles. S61o un balance "profético" -obtc-
~ido ca5i siempre apostedorísticamcntl!- q~c abarque el conv
sunta de toda uua l!tapa 1 puede mostrar la onidad his~órica
entre dos momentos sucesivos que, a primera vista, puedan
parecernos bruscamente contradictorios.
Dej¡¡.ríamos, sin embargo, inadvertida l::t esencia específica
de la perspectiva --determinante para la literatura- si
identif)dramos. la \lisi.6n "ptofética." de lo esencial de ca¿a
etapa hist6rica-·con la aptitud del escritor para. hacer pre.
visiones políticas correct<LS. Si fuera una. previsión política
de esta índole el elemento fundamental en la perspectiva
literaria, no se hubiera dado ninguna auténtica creación de
tipa$ en toda el siglo XIX, púes 'Prec.:isilmente en los maestro!\
más grandes de esta época, en llaizac y Stet'ldh;:¡J, en Dickcns
y Tolstoi, podemos encot'ltrar los juicios más erróneos en el
campo política. Y a pesar de ello, el que hayan surgido en
sus abras tipas pcrdur~ble.s no se debe a la casualidad ni a
una intuición irracional.
La relación vital rntitua entre la. perspectiva y lo típico es
la base sobre la cual el escritor realista de talento está en
condiciones de comprender y plasmar ias tendencias y orien-
taciones histórico-sociales conforme a la realidad. Sin cm.
barga~ su c:ai.nddend~ con la verdad no se produce en el
campo política-social en sí, sino allí en donde lo esencial es
la fijación y la variaci6n de las formas de conducta humanas,
su valoración, lus cambios en los tipos existentes, el surgir de
nuevos tipoS, etcétera. Determinados hechos acaecidos en su
propi"A. époc.a provocan entre los hombres determinadas mu-
danzas, en particular en el desarrollo del carácter de los in-
dividuos, y, en general, en ot_c:os aspectos, a consecuencia de
las cuales pasan a primer plano ciertas problemas, otro5 re-
troceden a la periferia, cicJ"tas cualidades y su despli~~g1H'~ fat<tl ·
irradi.an d bri.llo de. lo trágic.o, micntra~ otras -tal vc.z, in-
cluso, las que en el pasado fueron trágicas~ se: reducen a la
corqj.ci.dad. Estos dcsphrlr~mientos se realizan consta.ntemcntc
en la realidad histórico-socia\1 pero sólo los grandes escrito-
res realistas llegan a captar objetivamente. su esencia y <1
darf'~ fmma definida. ·
Tal reconocimiento artí.stico de lo esencial hunlrlno en el
proceso histórico -que lleva Ímplícita.mcntc consigv lo escn·

72
cial social-, puede surgir así. y dar pruebas de su juste:z;a,
sin poder, no obstante, anticipar conscientemente su evolu-
ción político-social; sin embargo, esa plasmación artística. está
.lntim<'lmeri"te ligada a una perspectiva, pues el carácter per-
durable de la creación de tipos va precisamente unido al
hecho -de que el escritor refleja el carácter central o pcrifé·
rico, trágico o cómico, etc., de tal modo que la imagen por
él plasmada se confirma por la evolución histórica. ulterior.
(Esto constituye lo perdurable en )Jalzac o Tolstoi, lo a me-
nudo anticuado en Ibsen.) Es evidente, puc.~, ante todo, que
1~ perspectiva, estiffiada por nosotros corno tan necesaria, de
ningún modo puede ser equiparada con una previsión de
acontecimientos históricos; y que, en este sentido, esa pcrs·
pcctiva puede ser de lo más .indeterminada, sin perder por
ello su determinabilidad concreta indispensable corno princi-
pio de la selección literaria.
Además, este miSmo hecho explica por qué tan raras veces
e.s lite.rariarne.nte. fructífera una perspe-;:.tiva construida sobre
los acoOtecirnientos cotidianos, ya que tal perspectiva ~61o es
concreta y precisa ante las cuestiones de menor Únportancia,
mientras que, en lo3 problemas decisivos, no puede dar_ una
respuesta estéticamente clara. Cuando surgen ,tipos realmente
perdurables sobre esta base, la causa decisiva úc ello no re-
side en la orientación hacia los acontecimientos cotidianos,
sino en que el escritor -m!ts o menos independientemente
de esta orientación, pero de todos modos tra5poniéndola_ artís~
ticamente- tiene una perspectiva más amplia en el sentido
antes indicado.
Este a.specta concreto de la perspectiva tiene consecuencias
importantes en lo que atañe a nuestro problema. Muestra,
por ejemplo, que la posibilidad de crear tipos perdurables
-y ésta es la verdadera base del efecto a brgo pl<~.zo de
toda obra literaria- está en íntima relación con una imagen
del mundo concreta y diriámica, ligada a la sociedad y a la
historia. Todo intento de substituir la dinámica de la historia
por cualquier fmma estática cond~ce ·a una debilitación de
la vitalidad .expresada, del carácter típico de lo plasmndo.
De aquí resulta que, desde el naturalismo, haya disminuido

73
rápidamente el número de figuras dotadas de vida, y que,
por ejemplo, un escritor tan notable como Zola no hay:~
creado en toda su obra giguntesca, nioguna figura realmente
perdurable. Aún más llaniativa C..'J esta situad6n en la lite-
ratura vanguardista. Las causas inmediatas diiiereu, natural-
mente, en las distintaS: tendencias, según los autores. Pero,
p_ara la 'inalidad de nuest-ro examen, carece de importancia
que se trate del desvanecimiento de estas figuras en las som·.
bras o de la difurni.nación de sus contornos, de su banaliza-
ción en una superficie dgid<t o de un~ congelación en la irm-
cionalidad fanta!l"ma.l y visionaria. Naturalmente, hay teóricos
del vanguardismo que no quieren ver en esto una dt::sventaja
de la literatltra de vangual"clia, ya sea porque han deshuma-
nizado de tal tnodo el concepto de 1o típico que pueden
considerar también -eomo tipos las figuras de Dcckctt, o por-
. que en toda creación de tipos ven una herencia anticuada
del siglo XIX que hay que su.perar.
Por todo esto, tal vez sea oportuno mencionar alguno~
juicios de escritores que no examinan c.sta cuestión. desde el .
punto de vista fi1cisófico y critico-cultural como nosotros) .sino
que se preocupan e:x:clusivam.ente por la práctica literaria
viva. Ya hace muchos años indiqué a otro respecto un juicio
de Sínc.lair. Lcwis acerca de Dos Passos. Lewis elogiaba su ·
forma "natural" de escribir que había dejado muy atrás las
convenciones narrativas anticuadas; pero, cuando llegó a
hablar de la plasmación de cai"acteres humanos,· tuvo que
manifestar lo Siguiente:· ';Es cierto que Dos Passos no ha.
creado ninguna fig01'a tan perdurable como Pickwic.k, Micaw-
ber, Olivcr, Nancy, David y su tía, Nicolás, Sm.ike y por lo
menos cuarenta más, y que tampoco lo logrará· nunca."
Todavía más ac.t_ual, y en muchos aspectos m~s interesan-
te, es b. dcclnradón de Albert Camus acerca de Roger Mar-
tín du Gard en el prólogo que escribió a ~as obras de es re
autor. Habltt alü de una densidad, de una tridimcnsionalidad
en estas obras que, como él dice, "ha llegado a Sr!r un por:o
insólita en la literatura contemporánea. En efecto, nuestra
pmducción se emparenta mejor, en lo que tiene de valioso,
con DostoievsÜ que con Tolstoi. Unas sombras apasionadflS

74
o inspiradas traznn en ella el comentario g~~ticulanfe. de una
reflexión acerca dd dcslinq." E ingeniosamente, compara. las
mujeres jóvenes de Los endemoniado.s con la Natacha de La
gucl'ra y la. pa.t.: "Hay, dice Camus, la misma diferencia que
entre un personaje cinematográfico y un hé.roe del teatro:
·más anlmación y menos carne." No es neccs?Jio en\¡:ar aquí
en detalles acerca de otras observaciones de Camus i/ menu·
do muy R.guda.s, sobre Dostoicv.ski y Kafka. Tratando de ser
justó, d autor. señala con verdadero v.1gar"la antítq1; entre
ambas formas de plo:u¡mación;· pero Camus tampoco Olvida
señalar que el propio Dostoicvski ha aportado bastante más
de lo que suponen sus epígonos, los "cuales s6lo han recogido
de él ~<una heccncia de sombra..~."
Esta ·generosa confesión es para nosotros tanto más valiosa.
cuando que el propio Camw, por sus obras ~no nntural-
mcntc en el sentido técnico, pero sí por la esencia de toda su
concepción literaria-J pertenece a ese reino "de sombras."
Su descripci6n tan sugestiva de la peste, sobre todo por la
atmósfera crea:da eu torno· a esos hombres obligados fatal·
menle a convivir, es. corno la imagen alegórica de la "con·
dition humaine''j por interesantes y estimulantes qlie sean
los problemas morales qu~ surgen de esta estaticidad m:a~­
tenida en constante alternativa, los hombres que los expresan
siguen siendo, por designio del autor, meras sombras que.
comentan su destino con más o meno.s pasión, con mayor o
menor resignación. No es la .sobriedad estilística -sostenida
muy sabia y consecuentemente-- Ía que los C()ndcna a esta
existencia de sombrél!l, sino, de nuevo, la falta de perspecliva:
su vida no conoce ningún ¿de dó"nde? ni ningún ¿adónde?,
nit1guna movilidad interior, ninguna evolución humana. La
peste -y ya este planteamiento literario de la cuestión es
muy característico-- na es en esla obra una d~sdicha ca.:sual,
no es un episodio tétrico ni una etapa en la continuidad de
Ia vida humana. No continúa un pasado ni conduce a un
porvenil'i-;(S la espantosa realidad de la existcrg:ia humana
en general, y sólo apatcntemente se instala.. ·.Y dt!saparecc don·
dcquiera. Por eso. es tan significativo el. 3.:sombro de Camus
ante el carácter concreto de los tipos creados por Roge(

75
Martin du Ga.rd, acerca de lo cual e5cribe. tanlat cos.as inte-
resantes en el yA. menciorJado prólogo de sus obrns; porque
contiene impllcita, pero con toda claridad, una profunda
autocr.ítica de su propia creación y de sJ:>problemática ar-
tística.
Es.tas digi:esi.ones ~Wlo aparentes- no~ han Hevz.do ro:~S
cerca del problema de la concreción de la perspectiva en la
liter;:ttura. Pero aón teneJl1os que dar otro paso en esta di-
rección1 el decisivo: para el escritor 1 desde hace un siglo, es
imposiblo una toma d~ posición respecto del objetivo de la
vida humana sin una toma de posici6n rP:spee~o del socia·
lillno.
Esto ya era claramente visible en los escritores de la re-
belión humani.sta y s~s contemporáneos. Ya Zola decía co
t1na oeasi6n que cada vez que pretendía :resolver un nuevo
problema topaba con el socialismo. Y en la evolución de
Gcrhard Hauptmann se ve con toda claridad que la fuerza
contundente cié sus primeras obr:lS se debe, en gran medida,
a que, en su hori7.on~e, siempre súrgía, más o menos borrosa,
{¡1. cuestión del socialismo. Y tan pronto como esta imagen
distante e imprecisa se desvaneció para él como una Fat:1
M01·gana. empezó aquella profunda crisis de ·su creación que
llenó a sus más entusiastas adm.irádores de pena y decepción.
Segutrune:nte J'lO es nece~n.ti.o acumular e.stos ejemplos. Todo
el mundo srtbe lo que ha significado el socialismo en. la evo-
ltJción de Ana.to1e France, de Romain Rolland, de Bernard
Shaw, Tampoco es necesario e:<:plícar con detenimiento cómo
wda la critica de la familia burguesa (y, a traVés de ella,
·de la" sociedad bmguesa) en el dele de novelas de Rogcr
Martin du Gard, e.!itá determinada, tanto espiritual comO·
literariamente, por el terminu.r ad quem, por el encuentro
de Jacqu.es Tb.ibault con el sodali.!lmo. .
i primera vhta, podría tal vez deducirse de t'..st~s manifeS-
taciOnes que volvemos de nuevo a la antítesis que hemos re-
ct~sadO anteriormente: de una par'tc, la perspectiva socialista
en t'QJ, realismo socialista, y de la rJ!ra, la falta de perspectiva
c.n ·la decnd~!ndi burguesa.
Nmolros pensamos que n~. Considerarnos que esa separa-

76
cton de caminos, cuyas premisas ideológicas y nrtí.\ticas e:s·
tamos investigando aquf, se realiza dentro de la liter<\tura
burguesa .. No es una antítesis entre· el realism.o socialista y
la decadencia burgue.sa, sínoJ por el contrario, entre el rea-
lismo crítico burgué.s y el vanguardismo decadente, En con.
secuencia, no se trata de que el escritor, para encontrar una
salida a la actual crisis social e ideológica cuyo reflejo es el
problema central de la literatura de nuestra é.poca, tenga que
situarse en el terreno del socialismo, tenga que afirmar el
socialismo j se trata simplemente de que él -en su_ propio
interés humano y artístico-- no rechace el socialismo a limíne,
no tome incondicionalmente una posición en contra del so-
cialismo. Pues con ello - y esto es lo esencial de estas con-
sideradones-llcgar1a a obstruir su propia visión del porvenir,
se confundirían sus facultades para ver el presente tal como
es, y se privada de la posibilidad de:·crear obras dinámicas,
obras con una perspectiva artJsticíliilentc fructífera.
Esta cuestión está desde hace cien años en el centro de la
problemática de la literatura burguesa, y se plantea con una
intemidad creciente a pesar de que el problema en sí varía
a medida qúe cambian los tiempos! tanto en su aspecto cua-
litativo como cstruch.tral. Veamos las primeras manifestaci.o·
ncs. de este problcltla. Aproximad<~mente hará unos cien años
que Heine escribi6 su prefacio púa la edición francesa de
Lutezia, Allí decía entonces que el comuninno, del cual tenía
un miedo csp<lntoso por creerlo contrario a sus interese.<; e
inclinaciones, ejercía sobre é!J a pesar de todo, una atracción
irresistible contra la cual no podía defenderse. Le parecía
que la primera c<1usa de esa atracct6n era la lógica y el es-
píritu de justicia: aquella socicd3d, en la q'ue reinaba la
injusticia, estaba condenada a. muerte y debía desnpareccr
-aun cuando, como él temía, en la nueva sociedad hubie1<~.n
de hacerse, con las hojas del Buch der Licdcr, cucuruchos de
p?lpcl par?l e.l cn{f que entonces comprarla una pobre llnCÍ-'i\-
naJ víctima de la sociedad actual-. La segunda causÉ!. seda
aún más poderosa y demÓniaca: los comunistas serían los
únicos ene1ntgos 'Poderosos de sus enemigo!> -h re\\cción y
el chauvinismo alemanes-, contra los· que había cbmb.atido

77
toda su vida. Con toda, Hei.ne no se hJza socialista, Pero
adapt6 frente al socialismo una p"osici6n que le peimitió mi•
rar sin prejuicios todos lo~ problcma.'l de lA sociedad burguesa
de sU tiempo, ver el camino que c6ndlld'a dcJ pasado al
porvenir e imaginar el futuro sin reparos, hasta el final.
Aquí se empieza_ ya a ver con claridad las variaciones
cuulitativo.s .y estructur"ales que experimentó el problema de
la ·perspectiva en el pen~ámicn~ y la experiencia vital de
-los cscrit9rcs burgueses, a medida que avanzaban los tiempos.
Para los escritores teallsta.o; anteriores a la Rcvoluci6n Fran-
cesa no existía, en general, ningún problema en este aspecto.
Su perspectiva se concentraba en la Superaci6n de la soCiedad
absolutista y feudal. Para ellos f.:ta secundario e indiferente
caber c6.tno seda la- sociedad bmglicsa que había de surgir
de sus escombros, y en donde cstdbaria su problem!l.tica
desde el punto de vista ~;le ln perspectiva. de la creación lite~
rí\ria. hi;uy distinta fue la situación de:~pu~ -de 1a Revolución
Pranc~a. Es digno de atenci6n que en Goethe y Bah:.ac,_ en
Stendhal y Tolstoi, ]a perspectiva cstuvier~. siempre impreg-
nada, en mayor o Jl:\f;nor grado, de elemento!! utópicos. En esto
se manifiesta tanibié.n Wla notable duplicidad en su toma de
posición ante la sociedad burguesa; de una ¡)artc1 la-insisten~
cia_ cO. una perspectiva prog:resista-b_urguesa (en' Tolstoi ple-
beya-ca.ll:l:.pcsina), lo que significa que tampoco iban má.s
allá de la sociedad burguesa en las cuestiones fundamentales¡
de otra parte, la necesidad profunda¡nente sentida de fun-
dam~ntar la afinnaci6n de su propia cx.istenci~ social con
elementos que no podían hallar en la soc~edad de sus días
y que les obligaban a pensar en lo venidero. La perspectiVa
utópic.a de c.gtc génert:;> tenSa, pues,' :para ellru1 ].a función de
abarcar e.l presente en su realidad lnás auténtica y de descri-
birlo ,;in compromisos, guardándoles, no obstante, de caer
en la d~esperación a que. pudiera condena:~lcs el ir sin reparo
hacia un objetivo ~sconocido. ,
Una etapa ulterior·dcl reati!lmo crítico -.:..y Flaubert podría
servirnos en este· caso de paradigma..:_ renuncia con rc.!ligna-
ci6n ascética. a toda f>.spcranza utópica respecto de la saciedad
burgueS<\. Si eri est_e mundo todavía surgen utop!.as, <tdquieren

78
la forma de Una buirla a. Jo lejano en el espacio y en el
tiempo: al exotimto. La doble autocrítica de Flaubert -la
ironía hacia su propio e~otisroo de raíz romátltica, y el recha-
zo de la banalidad del mundo burgués, toml'lndo como norma
lo.s sueiíos, irreaüzables a priori, del romanticismo-- le hizO
posible mira!· la realidad de su tiempo sin espe·ran-za, sin
ilusión, pe.ro también sin temor. En Gu obi-a, que co~tituye
un curiosa caso límite dentro del realismo burgués, la rmagcn
del preserite no tiene que des"moronarse, ni esta~carse, sino
que puede, aunque debilifada, conservar la vieja rique:zd: de lR
realidad y reproducir con decisión y veracidad un mundo
en el "que emp.iez.an ya a manifestarse las discrep:mcias de
contenida que irán a precisarse ulteriormente. En la época
que sigue a la df: Flaubert se plantean cualitativamente nuevos
problemas. Pero para poder tratarlos con más precisión nos
parece conyenicnte iluminar antes brevemente el extremo
opuesto.
Más o menos por la época del Reine de los últimos años,
casi una década dcspub de su confesión antes citada, otro
gran escritor tomó posición frente al mismo problema. Este
escritor fUe Dostoievski. En su -importante narración M e-
morias del .sub5uolo fue uno de lus primeros en "de3críbir
al individuo solitario decadente. Dostoicvski, en este aspecto
temático-ideal general -lo cual es bastante significativo-
está ligado ante todo con el vanguardismo que no tardará
en apareter. Pero en él, este individualismo aparece to~avía
como una relación social mutua de hombres concretos en
una sociedad concreta. Conforme a esto, da la im<\g~n de un
desolador callejón sin salida, sin ide"alizar los hecbos 1 sea como
fuere. Precisamente por ello, las causas y loS· resultados socia-
lc.s de esta a·ctil:ud son claramente visibles, mientras que en
el vanguard.ismo siempre llegan a mistificar-se en JUayor o
menor grado. El héroe del relato de Dostoievski sufre antes
que nada por la inhumnnidad del capítaHsmo nt~cicnte; del
capitalismo que acuíla todas estas relaciones de los hombres
entre si. En medio de ese mundo, contra el cual se rebela
con todas las fibras de su ser, rechaza a.~imismo, o al me-
nos con jgu_a.l pasj6n~ )_¡¡ pe1"sprc6v.n ele 1mi wJucjón sr.~ri>3Ji.sta

79,
(palacio de cristal, hormiguero, etc.). La prote..~ta contra la
inhumanidad del capit<~.lismo vira ya, aqui, hacia ona crítica
sofístico~igualitaria, anticapítaü~a~romántica del sociali.uno y
de la d~!mocracia. El miedo al socialismo transfonna al hom~
brc en I.a sociedad capitalista en un ser p!!rdido; en el caso
de Dm.totevski., su adhestón a una re1igi.osidad y u¡la mhti.c.a
paneslavista encubre esta tendencia, aunque sálo parcialmente
y, en gnm medida, de un modo aparente.
Como es nt~.tural, esta evolución no podía est;iocarse en
su etapa inicial dostoievskiana, Nietzsche, en quien la crítica
de la inhumanidad del capitalismo había de sustitnirse por
la de la incultura capitalista, sistematiza ideológicamr:nte la
actitud ante la vida del héroe de Dostoievski. No es aquí
rn_i misióo mostra.r c6mo esta identificación de capitalismo y
socialismo, este pánico ante la "rebelión de las masas" en
la "era de la técnica", y este recha:m del progreso y de la
democ.rada se hipert~:ofiarQn grad\l'?.lmentc hasta lle.gar :a
la demagogia social hitleriana; ya he expues~o pormenori-
'tadaro.entc esta C\\C"SÜ6n en mi ()hra. EL asalto -~ la. raLÓn.•
AJU se demostr6 íguálmcnte que esta tendencia sigue aún
viVa, en distintas formas, dcspt,~és de la derrota :del hitlcris-
rno, El rechazo del socialismo se convierte en una ideología
de cruznda, y si bien se. ha hecho una consign<' de la salva.
ción y m¡~.ntenimiento de la demacrada, surge el tt".rnor, que
crece de oro: en rlíaJ de que la {Crt:beli6n de las masas" pong~
en creciente péligro la soberanfa de b.s ~<~Jites". Y todo esto
sucede en la atmósfera de la era at6mi~..:a, ante la amenazq
de destrucd6n del mundo, con lo cual d pánico interior,
c~rl::t vez má1! grande, gira, a m~nudo hacia la aceptación
e incluso hacia el atizamicnto de l~ guerra !ría. Tení.amoo
que llevar r.stas consideraciones ·hasla el final J'lar<t poder
extraer con claridad, en el plano del pensrunicnto, sus últimas
p. consecuencias; pe.r:o no prr!tcndemos ligar a lm; escritores
dirigentes de. la dc.cndenda con esta política, ya sen la de
· Hit.ler o la de la guerra fría. De todos es conocido que
#q,Joyce y Kafka han creado sus obras m~s significativas mucho
antes de todo esto, que Musil era pen~onalmente antifascis.
• Edicl6n en e.Jpaiiol (Fondo de Cultura Económk:!.}, México, 1959.

BO
ta, etc. Pero aquí no se trata d~ una torna. de po~ic:i6o
directamente política, sino de la formación de una atmósfera
ideológica como marco general para el reflejo literario de la
re:1lidad (como e.s lógico, principalmente de la realidad
actual), en la cual desempeñan un papel dominante estos
coroponente.s del análisis y valoración del mundo. Para nos-
otros es una cuestión secundaria el que el escritor extraiga
de ello consecuencias politice-prácticas y cuáles sean éstas.
La cuestión que interesa es la de ver si en la imagen del
mundo pla.smada literariamente como eJ<presión de la realidad
objetiva los elementos predominantes son d caos y las formas
de conducta subjetiv;~s que le corresponden: la perdición, la
desesperación y la angustia, es decir, los elementos mentales
y cmocionalc~ de la interioridad humana en los cuales el
fascismo y la guerra fda fundamentan el poder de sus efectos
propagandísticos.
La imagen del mundo r.n esta uiúversalidad (naturalmente
con contamos muy borrosos) guarda la relación más estrecha
con ~1 réchaio en principio del socialismo como _perspectiva.
No se trata aquí de entablar una discusión académica acerca
de lo justo o erróneo de las teorías .socialistas, de su dialéc-
tica, e~c.; esto. podría ser indiferente para la forma en que
un escritor concibe y expresa su presente. Nuestro e":unen
parte siempre de la vida. Al Heine clavado en su lecho, como
al "héroe" qlic se dilacera a sí mismo en el "subterráneo" de
Dostoicvski, lo que les interesa es la cuestión dt:: la orienta~
ci6n definitiva en la maraña de sus propios problemas vita-
les. Y esto es lo que interesa también, todavh1. en mayor
medida, al escritor de hoy en cuaulo a ~~ mi~mo y a sus
personajes. Viven -justamente en Jo inmediato de su vida
y en la iJUagen que se forjan de ella- tomo individuos
solitarios, abandonados y puestos frente a .sí rnisrnm, replc.
gndos Cf! su interior, en medio de una "rchclión de las
mas:~s" que hace abstracción de todos los problemas vitales, y
de una tecnificación universal y uniformadora. Estas fuerzas
parecieron poner en peligro, al principio, tan s6lo la posibi-
lidad de una cultura individual y social; después se sintieron
_amenazadas las ba~es de la propia existencia espiritual y

.81
moral, y hasta de la existencia fí.sicá, por lílS f,uerzas dcsCn~
cadenadas dd "inframundo" que surgió de· P.sta sociedad j
y finalmente, en Ja llamada era atómica, ha Sl!rgido la pers~
pecliva de Ja aniqUilación de toda la humaníd::td,
Ante esta imagen del mundo, d e.scritor --quisiera o no
reconocer sus raíces histórico~sociales- tenía que tomar una
posici6n. La ma}ror!a de suS 11:!Spuestas parecen ser, a primera
vista, simple;.; exprc..,ion~s de su propia persot~alidad, dC su
actitud individual. Esto es :!.SÍ sllas ~aminamt>s en un plano
inmediato, Y' en este sentido, pero tan sólo en. éste, ex¡Jresah
a1go inherente a toda fonna de conducto.: la· impmihilidad
de que un hombre salte más allá de su sombra. Pero Ja
C!Xpresión literaria, aun cuando esté dictada }:lar c1 espíritu
del individualismo más abstracto, más exclusivista, tiene un
objeto: la n:::lación de eSte individuo con d rnundo. En este
sentido -independientemente de lo que e1 ~.scritor . opin·c
subjctivarne~te-, ]a expresión literaria Ue"a implícita, par
un lado1 la re1aci6n (la del individuo por lo rncnos) r.on el
mundo exterior~ con la sociedad de su mornenfo p~e.ntc; par
otro h.do, en toda exteriorización literaria su¡·gc incvitable.-
inente·cierta universaljzaci6n tanto del sujeto C:omo de].objc~·
to: quiéra.lo O no, todo escritor hábla del destino de la hu-
manidad. ·Par ello, el destino que un escritor exprese en su
obra, por 1nuy abstracto e individualista qu.e. se"' 1 tendrá.
su fundamc~:~to objetivo en el destino social de la humanidad.
·Y puesto que en el período del hnpcriaiismo, de las dos
guerras II\Uhdinles1 de las reacciones y revoluciones en el
mundo1 toda respuesta a la perspectiva implica una toma
de posici6n con respecto al socialismo 1 tenC!ll\os derecho n
rastrear detd,s del cinismo y del nihilismo, par individualis~
tas que sea.nJ detrás de la desesperación y de la angustia, por
mistificadas_ que estén, la negación del sociali~mo.
Esto se· ve con claridad sorprendente si cximinamos c2isos
individuales concretas, por paradóji_co que el!Q suene puesto
que est<tn10S hablando en términos complctam~ntc gcnerale5.
Ya h~mos mencionado repetidas veces la "cstó.tica" de llcnn
al referimos a su Doble vida. En una confetencia. titulada
1. Pueden los poetas cambiar d munda?, Benn tom6 posiCión

82
frente a este problema en una forma·totalmente vanguardista
y de claro filistdsmo sin mistificación alguna. Decía: "No,
tengo la idea de que tal vez fuera mucho mM r<tdical, mis
revolucionario, ;y ella requerida mucho más la. fuerza de un
hombre duro y val~:: roso, enseñar a la hum~nidad esto: tú
eres asi y nunca habrás de ser de otro modo, vive como
has vivido y como vivirás siempre, El que tiene dinf!y> será
sano, quien tiene la fuerza no jura en vano, quien tiene
el poder crea d derecho. rEsta es la hlstori_a! ¡ Ecca h~torin!
Aqui está. el hoy, toma su cuerpo y come ·y mu~i't-. 11 El
contenido -bana~ pequeño-burgués, coil.ocido d~:.sdc "ha~;e mu~
cho tiempo gracias a la literatura barata, y Stt forma "pro-
fética", que apunta a la paradoja, nos dan la clave para
descifrar otras manifestaciones muy mistificadas j sobre todo
nos explican el cinismo con que Benn se acomoda lo mtt.s
confortablemente que puede n cualquier real_idad capitalista
.......aunque fuese. la hitleriana-, el cini5mo con que reconoce
el derecho, e induso el ejemplo woral, del máximo honor.
Sí por principio el mundo 'socíal e:s inalterable, sÍ se tiene
suficiente penetración para comprender semejante cariide~
rbtica, ¿se puelle hacer otra Cosa _¿entro_ de la oposición ·
permitida oficialmente- que aullar con los lobos? Todo~ estos.
elementos nos pcrmiteri comprender sin dificultad la "estática"
li tcraria de Bcnn.
Pe.ro, ·con gran frecuencia, resultan también muy claras
estas correlaciones cuando las fonnas de expresión aparecen
totalmente impregnadas de mistica. 'Así; y no sin justificación
ciertamente, Alfred Andersch dcd~~;e que el arte nbstracto
surge de la reaCción "iristintiva o Consciente del a1'le contra
la degencrt\CÍÓn de la idea en ideolog1o.". El fundamento de
su validez actual es el siguiente: "Puí'.Sto que hoy no se h ..
eliminad~ aún el peligro de una recaída en un sistema social
totaJitario~ el arte de la. abstracción sigue s.icndo de actuali-
dad." Pero ¿qué significa para e:l autor esa transfonnación
de la idea en ideología, situada como motivo ~cntra.l? S-igni-
fica ante todo la necesidad de reaccíonfl.r c:ontra [a ideología
del socialismo rcchazá.ndola incondiciona~ntc, El socialismo
ha obligado de nuevo a la burguesía, que desde hace mu~
cho ha dejado de ser revolucionaria, a recapitular sobre los
fundí\.mentos y las c~nsecuc.r.das soci.o.lcs de las ''i.de ...s". L)l.
cultura espiritual de la "interioridad protegida por la fuerza"
consiste. principalmente en hacer aparecer las ideas sin con-
secuencia alguna para la convivencia de los hombres o para
la politicB.; y, según las opiniones dominantes, no sólo no
tienen consecuencia alguna en ese terreno, sino que, además,
no pueden ni deben tenerla. Naturalmente, genios como
Reine y Dostoievski ~a~ uno a su modo- comprendieron
que con el socialismo comem:aba una nueva época en cuanto
a la relación entre la. idea. y la realidad. También podría
decirse que se· trataba de la vuelta a un iüvel anterior más
elevado, puesto que para los hombres de los siglos xvn y
XVIII era lógico pensar que las ideas de Hobbes o Milton, de
Diderot o Rousse'au, en ínÚffia relaci6n con las fuerzas socia-
les de .la época,. ejercían su influencia sobre las decisiones
de tos hombres. ~6lo la época de transición, de "sc.guridad" 1 et
período de la victoria consolidada de la burguesía y de la
debilidad temporal, social e ideológica, del · proletatit~.do,
pudierOn crear esa sitUación pasajera, estilizada por Aitdersch
como un estado ideal .iilte:mporal.
. Desde' el punto de vista de la vida, esa "degen~ración"
de las ideas en ideologías tiene socialmente un doble signili-
cado: primero, ·porque hay una relación que liga toda idea
Con ·fa clase social cuyo ser, devenir y aspiraciones está
llamada a r..xpresar; segundo, porque la lucha de las ideas
se decide --en último término-- en la lucha de clases, en la
evolución de la sociedad, en el cambio, en la revoluci6n
del ser. Para la intelectualidad burguesa, esta nueva situa-
ci6n mundial, la realidad de una uni.ón ineludible entre las
ideas y la pra:o:is, estuvo mu'y encubierta hasta la primera
guerr3.'mundi.al. S6lo cuando, el inkiarse d perlado reVo~
¡:¡. lucionsrio1 en 1917, se hizo evidente una situación que e:<Í.<Itía
objetivamente de5de mucho tiempo antes, todo burgués tuvo
, que tomar esta o aquella posición. Sin embargo, como la
oe. ideología burguesa no estaba en condiciones de oponer al
socialismo ninguna idea equivalente, surgieron para su auto-
11
defensa aquellas ideo1ogí~·~. en se~tido peyorativo (como
la. de Hitler primero, o después la. de }p. guerra ntómic~) 1 CU)'<l
cínica metodología ha sido expresada del modo m~s c:laro
por Bw:nham. De esa autodefensa surgi6 la necesidad de
presentar también al socialismo -por supuesto, en un sentido
sefialadamc.nte peyorativo-- como una "ideología". Pa.ra la
intelectualidad crítico-burguesa evolucion::r.d~, y por consi~
~ientc. también para los escritores, rr.sult6 forzoso, al menos
~mocionalmente, tomar posiei6n frente a la nueva situación
mundial en el terreno de la creac:ión }iteraría, Sin embargo, a
pesar d~ la necesidad y de la demanda, no surgió ningún
nuevo sisteum de ideas que pudiera" oponerse al socialismo
con el pathos de un convencírnienlu inleríor pl"ofundO. Por
ello, la reacción típica tuvo que s.er, o bien dnica, como
ya hemos comprobado· en Gottfried Benn~ o bien de pánico
elemental ante la impotencia, de angustia invencible ante
"la nada", en cuya plasmaci6n Iitcrari.a mistificfl.da hubieron
de aglomerarse la negación apriorística de lo nuevo con Ja
adhesión instintiva a lo viejo y a los nuevos métodos de
défensa por la fuerza. Andersch tiene razón en cuanto a que
el arte abstracto no es un arte "sin contenldoll por antono~
masia, sino que representa aquellos eontertidos cuyas ideas,
dice, están ·degradadas en ideología. Sin embargo, ya hemos
llJOStrado1 por una parte, lo que significa en verdad este
proceso, descrito pero no entendido por Andersch; de otra
parte, al aclarar estas correlaciones, surge con toda ev.ideitcia
que el "contenido" de este abstraerse, de esta huida ante la
realidad del presente, es simplemente el xni.to de la" nadf\;
ef abstraerse al contet"lído social de la época implica nece-
sariamente una negación -encubierta rntticamente, exagerada
hasta convertirla en mito-- de todo eontenido humarlo,.
Maurice Nadeau·, en su ensayo acerca de. Dec:kett, hace
un comentario preciso en torno a estas manifestaciones de
Andersch. Dice que la obra de BeCkett describe una trayec·
toria "que rápidamente deja atr<'is las regiones rccoiridas
por la literatura y penetra en la zona de lo opacoJ .de lo
- indiferenciado, de lo incxpr.esablc; en los límites donde
la palabra se desintegra,_ vida .y muerte llegan a ser i~distin­
guibles~ ser y conciencia·se desli:Úm a "la na.cl;~. y la trayectoria

85
en
Se ·pierde lll antccáxna.ta del silencio, es decir de la realidad
pura." Tambil!n·.habla de una protesta; pero ésta "no es·
mantenida por n_adie,.no tiene fin<1lidad Di co;~usa". Por ello
define la. obra dé Be.ckettJ en cuanto al contenido y esencia
literaria, con1o sigue: "Sumidos en una eternidad de la nada,
no somos nada más que l.Jw·bujas que, una tras otra, estallan
en la superficie ,.de un. charco pantanoso, con un débil rui-
do al que J!RlTlainos existencia." Y como l'~uroen de la
obra de Beckett, Nadeau dice: 01 Con .Samu.el Bcckett se
ins_lala la bLLl1.alh:ación triunfante en e1 interior de la propia
obra.: Yse disuelve en una niebla de insignificancia a medida
que va. creártdosc., ·de tal modo que, en definitiva, .el autor
no sólo flo quiete decirnos nad!l sit1o que real.tuentc nada nos·
dice. El sonido de su ·voz en nuestros oídos es nuestra va·~,
al fin hallada.'' Con esto se dcfíne el -punto fínal de ese
rno.vimicnto cuyO putllo inicial se propuso mO!itra.t Andcrsch
sin tener cabal conciencia de ello.
Naturalmente, también }J.e.y escdtore& burgueses que ven la
esencia. de este proc:ego ·con más claridad qu~ 'aquellos c:jue
· hacen su apología para eógír sobre la· nada una residencia
espiritua-l etüeratne~te confortable. Dromfield se propuso des-
cribir el tipa de Babi.tt c•uingl ans ap-rU', en la novela Mr.
Smith. E!!tc libro, que carece en aUsol~to de valor titera.rio,
of-rece algunos rasgos no exentos de interés para dar la
ímagcn de la 6poca que cstudítl.mos. Atlte. todo el autor
irisistc, con razón~ en qúe los veinte años transcurridos han
cambiado cualitativamente la posición sociol de este .tipo.
01
Todns sus cualidades r sus problemas pcc!.llia~ han !Údo
desplazados en dcrto modo por In cnfennedad .Y el extrav(o,
sin ,que la víctima se diera cuenta ... Babitt babia sido
dcrtamentc tosco ;1 &u· modo, pero sano." (Naturalmente no
estamos totalmente de acuerdo con esto. 'Sinda_¡r Lewis dejó·
::d d~scttbiertn muy sutilmente Ja morbilidad, todavla entonces
subterránea, de este tipo.) Ahora, según Brumfield, la en-
fermedad sc prop<1ga y c<1da día afecta :más a toda la vida
social de los Estados Unidos, "F.n mi oplni6n ~ice-, la
tnfenncdad de nuestra suciedad consiste C.n sc:r- una sociedad
de individuos extravertidos, tlccios o cobardes, que vísi.tnn

86
clubes¡ garitos,. burdelcs1 establecimientos nocturnos o bares
por pura angustia. Se entregan al cine, la. radio, la tell!visióa,
el cabaret, el deporte, porque t~encn un miedo instintivo,
imposible de extirpar. ¿A qué?" La novela completa, mas·
trándonos ci hundimiento de Mr. Smith, d~ la. respuesta a
esta pregunta. ·
En llromfield hallí\mos algunas indicaciones intercsanles
quC3 arrojan luz in~tructivá. Robre la c0rrP:laci6n de ~t..a con·
duda humana con el arlc vanguardista. Veamog córto de..~·
cribe el recuerdo de una excursión realizada por su hf.roc·
{borracheras, !omicaciones, etc.) huyendo de la vtfcicdad
de la vida familiar: 10 Cua:ndo recuerdo este viaje i:ne viene
siempie la impresión de uno de esos cuadros surrealistas
en los que todo el paisaje está forrru~.do por una maraña
de ca.Ilejueb.s, con letreros de ile6n cegadores, anunciando
El genio alegre, El raluaje; un laberinto de manos y bra-
zos desatt.icub.dos, puros fantasmM que en1erg~n de las
estrechas C[\llejas. y de· los portales para atraer al hombre
al mal camino. s~guramen.te ésta es la. imagen que se tiene
cuando se ha bebido dcrn;c;iado." Dromficld se pregunta por
qué Proust ha llegado a. ser para Mr. Sm.ith, en la crisis
d~ su ex:i:;tcncia burgucsa1 el autor más importante: era el
único, nos dice, "que podía mantenerse flotando entre el tedio
y la fascinaci6n. 11 Su predilecci6n por Proust, en último
ténnino, no tenía nad11 de lltci:aría: "Me de..c;cubri6 uña
vida que, pO!· muy decadente que fuera, me parecía t~n
rica .Y excitante como mecánica, estéril y ociosa me parecía
mi propia vida cotidiana desde el día en que me miré al
espejo." En esta última observaci9n Re llega a señalar correc-
tamente el relativo apoyo que puede encontrar entre las
masas el vanguardismo. A lo. luz de un arte refinado el van-
guardismo muestra la pesadilla y vaciedad de la vida coti~
diana de los intelectuales que viven la realidad r.on una
[i[uso['ia del rnuP.do.dr.<;provista de perspectiva alguno.. Mien-
tra.<~ el viejo realismo crítiCo eleva a la altura de lo típi~o
lo más i!XlpOrlantC:' de la vida burguesa -sea positivo o
negativo-- y can ello nlanifjesta y hace camprcmiblc su
impru-í.ancb v.h.a), .aquJ se tnmsfi~_.ran l:a bajeza y l;~. nada

87
OOlo pueden Ucear a tener validez, en- forma de plo.smuci6n
atústica, si se tienen en cuenta esos dos elementos de la
existencia humana (lo normal y lo deforme) en la propor-
ci6n cJialécticarnente justa, Por esto, todo realismo, por muy·
rico en detaUcs que pueda ser en el aspectO fonnal, está a
una distancia del naturalismo como de la tieÚa al ciclo,
mientras que todo dc.~entcndimiento de la naturaleza social-
individual del hombre como totalidad dialéctica trae consigo
una no selectividad y una nivelación que se ¡~cercan al natu-
ralismo, y que hacen imposible el reflejar y plasmar las
ddormacion~ del ser humano y de sus relaciones con los
demás hombres, objetivamente, es decir, como tales dcfor-
madones.
Con todo esto nos encontramos de nuevo ante la esencia
profundamente no artística, incluso antiartística, del van-
guardismo, a que ya hicimos referencia. La legitimidad his-
tórica de su existencia se debe a que la deformación del
hombre, el devenir antiartístico de las relaciones humanas,
es un producto necesario de la sociedad capitalista. Pero
cuando el vanguardismo refleja todo esto en su aspecto in-
~cdiato deformado, cuando imagina fonnas que expresan
estas tendencias como fuerzas autocráticas de la vida, de-
forma la deformidad trasponiendo su fenomenología a la
realidad objetiva, y permite que cJesaparezcan como insignih-
cantcs, como no rclcvarites ontológicamerite, todas las fuerzas
y. tendencias opuestas que en ella son realmente activas.
Es lógicamente comprensible que la ~xperienci;->. vivida en
la sociedad capitalista ac·tual, provoque, c.o;pccialmente en
los intelectuales, seotimientos de angustia, de repqgnancia
de perdición, de- desconfianza hacía sí mismos y hacia los
demás, de desprecio y autodesprccio, de dcsesper:lción, etc.
Es cierto que una descripci6n de la realidad en que no se
evocaran estas emociones, haría falso, teñido de color de
r-osa, todo reflejo del mundo actual. No se trata, pues, de
preguntnrnos ¿existe realmente todo esto en la realidad?,
sino simp1emente: ¿e!. ésta toda la nalidad? No se tr"ta
de interrogarnm: ¿debe describirSe todo esto?, sino simple-
mente: ¿debe dejarse que todo esto siga existiendo?

98
Con estas preguntas, nuestro análisis e'stético desemboca de
lluevo en el problema de la visión del mundo: la.·incrci.a
ante la angustia pánlca como yivencia primigenia del hom-
bre actual trae consigo --de modo consciente o· inconscien-
te- una c:onducta inmediata y no crítica del escritor hacia
la vida de su época. Lo inmediato debe ser cntefldi_do .aquí
---como e:-."Puse hace cerca de veinte años en mi cqrreS~!Jin­
~encia con Anna Scghers--, filosófica y objetivamente, corno
una conducta que toma los íen6menos inmediatos de la vida
económica y social sin crítica, tal como se dan simplemP.i\te
a primera vista, a la primera experiencia. Tal .conducta,
como ya entonces rpanifesté, puede ser compatible con . un
trabájo científico de b.rgo alcance; pero. los fundamentos de
·est~ trabaja,· al no ser investigados críticamente, perman.::-
ccrán en un nivel también inmediato. Todav[a es más fácil
·imagiriar up. producto ardstico importante en el aspecto
formal, que deje totn)mcntc sin examinar sus propiR.S ba.scs,
·En este lugar no podemos tratar prolijamentc accn;a de .}a
complicada acci6n mutua ,que determina e5a actitud, .de
cómo la búsqueda de .lo inmediato surge espontáneamente
de la si~nci6n del ai"tista en la socicdad capitalista, de cómo
esta irlplediatez se mima y cultiya en gran escala para des-
viarse del ~amino que conduciría a 'una crítica de los fun-
damentos de su propia existencia, etc. Lo que importa ahóia
es s6lo indicar la oposición entre lo irunediato y lo crítico·j
··después de haber trata4o ya esta cuestión en su asp~clo
artlstico1 se trata 1 iná.s que nada, de. dejar definido· este
~problema en el terreno de la filosofía. Pero también es o¡}or-
. ~uno recordar una ve?: más la conve~'gencia, deinostmdn ni
;r,rincipio de este estudio, entre el auténtico realismo que se
a.¡~úa críticamente ante su ambiente y denuncia su carácter
~l,nmediato, y la lucha por 1" p:l7, i:¡uc i~.mlm~:nte tir.nr: por
~~e e,sa posición ideológica contm el carácter inrnecüato de
~l.a guerro. fatal; y también poner de nu'evo a la vista el con-
~aste. de esta .. concepción con el carácter esencial del van-
~~_t;a_rc.I¡smo1 ideológicamente na critico, que se. mantiene dc.-
¡\~n!do en el terreno de lo inmediato. :·.'
~~ Franz Kafka es la figura clásica de esta actitud inerte de
99
temática y su estilo predominan también, por ejemplo, en el
. conocido drarna de Beckett Esp6rando a Godot.
Lo nuevo, ·en los diferentes rúvelcs en que se despliega esta
· tendencia, consiste en la creciente exclusividad, en el radi-
calümo, incluso a menudo en la brutalidad con que se rcali~a
la eliminación de las determinaciones sociales concretas. Así,
por ejcebplo, en la reducción de lo cr6tico a lo fálico, en
D. H. Lawrcnce, que en nuestros dias ha alcanzado dimen-
siones inverosímiles en la~ obras de Henry Míller. El críl..ico
alemán Helmuth Uhlig dcsct'ibe esta temática centr:ü con las
siguientes palabras: "Desprecia del trabajo; el alcohol como
medio de alurdirse o como estimulante; el coito corno con-
tenido y estüo de vida; variado, excitante, virulento." Para
compl1:.tar la úc.sc.ripc\ón de los ra.sgos p~opios de Miller} dice~
"El mundo entero parece desenvolverse como una película
pornográfica "cuyo tema trágico sea la impotencia." Uhlig
observa que también surgen problemas análogos en Broch,
Ka(ka, MuBil y otros, y señala con r¡>:z.<$n que en contados
casos se trata de una impotencia física; se trata, más bien,
de "una impotencia espiritual, una renuncia del homlm: al
trato con la mujer, una verdadera traición a la mujer, que
-<:amo en e\ caso· de Mitler- se ve rebajada al rango de
objeto cuyas cualidades no carnales ya no son aprcci11das."
En las manifestaciones de este testigo no sospechoso de pre-
juicios socialistas, es muy visible el proceso. que antes hemos
mencionado. Naturalmente que esta tendencia es mucho ·más
compleja y mediatizada en personalidades que, espiritual y
artísticamente, tienen una calidad muy distinta a la de
Miller ¡ pero lo esencial no cambia en los rasgos íundamcn·
tales. En Bcckctt, ·por ejemplo, esta reducción que, en
definitiva, nos remonta a la angustia, no nos lleva inr.nndi·
cionalmente al tr.,.tamiento exclusivo de problemas erótico·
sexuales, No obstante, en última instancia, ¡;sa reducción es
la que determina el estüo. Ya antes, a otro respecto, hemos
llamado la atcación ~obre el probkma de los detalles, de su
relación con la esencia del mundo plasmado literariamente¡
y señalamos que el alejamiento ideológico de los principios
de selección impulsaron estilísticamcntc al vanguardismo en

96
ia orientación del naturalismo, aun cuando los carat,:teres cx-
·ternos, forrnab:s, de éste, vistos de inmediato, parecen se(
Completamente opuestos a los de aquél. Ahora podemos con-
cretar más esta formulación preliminar y justificarla dialéc-
ticamente:. et principio de selección que parc~e desarrollarse
a partir de la concepción vanguardista del mundo s61o sirve
para ordenar desde un punto de vista abstracto-formalista el
contenido w bruto del.. mundo creado. Mientras en la ver-
dadora sclecci6n se elimina lo que no es esencial, ni social
ni humanamente, para resaltar lo verdaderamente impor-
tante, d acto fonmüista de la. selección en el vanguardismo
condllce a una mutilación y un .despeda-zamiento de la ver-
dadera esencia del hombre (en Miller, por ejemplo, se ex-
tirpa .todo lo que va más allá de fa mera sexualidad). F_.sta
pseudoselección significa una. nivelación del hombre al rango
más bajo, una exclusión de lo esencial humano.
De este modo, se abt·e la puerta al problema de los de-
talles, del naturalismo. Si, como ya. h~mos mostra.dq, la so-
dabilidad es en principio inseparable de !a esencia del hom~
bre, todo dctaUc. resulto. importante cuando reún'e a Ja ver.,
en un fenómeno evocativo-seosible, la unidad llena de Con.:
tradiccionc.s y la tensión dialéctica entre el hombre como ser
social ·y como individuo. Esta tenSión entre unidad y con·
trndicdón en el comportamiento del hombre consigo mismo,
con los demás hombres y con la soc\edad, tensión que con
la evolución del capitalismo ·no deja de crecer, crea relaciones
cada vc1; más complicadas y más mediatizadas, y detenn.lna
las grandes tareas del arte verdaderamente realista de nueS·
tras días~ a s~ber, encontrar en estas complicadas tendencias
evolutivas puntos nodales que pennitan hacer Sensible su
esencia sin una simplificación esquemática. Los detalh:s au·
ténticamcnte realista:; contienen, pues, a menudo, Cil form:J
impllcita, el juicio valorativo acerca dr! lo que esa red de
relaciones significa para el destino del hombrc como iridi·
viduo y como ser soc:ial. Esto no!> lleva también al problema
de lo normal y lo deforrrie.
Coma ambas categorías intervienen precisamente en e.<l'M
rela"cioncs entre _el hombre como indiViduo r como Ser social,

97
}a angustia y el CaOS, Que en la ansusti.a Y el C.;l.OS aparece
concentrado el contenido fundamental subjetivo y objetivo,
determinantt: dP. .su forma¡ de la litera.tura vanguardista, ha
'l>i.do ya sobradamente. deai.astrado. P~ro tampocc es ·diikil
<ierllOStrar que, en principio! el mundo caótícoJ corno cOilte-
nido, procede en último término -natllrahnente, por muchos
y complicados caminos.- de la falta de una. penpectivs. social
(o sea, humana) general. El A.Utoengaño del vanguardismó
y de sus teórico~ se basa, a e..,;te respecto, cñ u.n dogmatismo
pecuUar e interiotrncnte:. lleno de. contradicciones: les van-
guardistas, que en su m:J.yoría proclam<~.n el subjetivismo má.s
extremo¡ consideran la cstaticidad esencial de In realidad, o
por lo menos la de.sorientaci6n y la. fa.lta de sentido. de sus
oscilaciones superfióales, como u11a verdad absolutamc'nte
evidente. que no necesita demostraci6n. Naturalmente, todo
movimiento en el mundo extel'i.or, toda ley natural, actú.a
independientemente de nuestra conciencia. Sin ewbargo, al
advertir o reconocer detennin::..dos fenóiJ:lenos1 su enlace nece-
sario, etc., el hombre desempeña en ellos un cierto papel
inevitable. Hegel diCe con razón: "Quien ve al mundo razo-
ilablemcnte, también es vüto razonableJ~ente por c!l; ambas
cmas Se dctenUinan nmtuarin~nte."
Por consiguiente, no es el caos del mUndo, dogmáticamcntf!
3.tept::tdo, la verdadera causa clc la angustia como emoción
dominantC.1 sino todo lo contra.tio! ~s la incapacidad de cap-
tar ci senli.do y las leyes de la evolución social la que tme
consigo una conducta hada la realidad cuya expresión cmo-
don<~.l C.:'! la ñng¡._\stia. Como es l6gico, la angustia se alimenta
entonces de experiencias del mundo, pero· en csenda, ést¡~.s
son a la vez 'autoexpericncias subjetivas vividas1 y el pretexto
que 1'2ls desencadt:na es en cada c.;\so una realid3.d. intt".rprctada
en el sentido :antes mencionado. Kicrkeg;3.ard, que eo muchos
aspectos es un precur.;or ' 1profético" de estas tendencias actua-
les de la experiencia vivida. y un experto conocedor en el
campo de la nngustiaJ dice acerca clc esto: 11 , , , la nada, que
es el objeto de la angustia, se convierte cada vez más, como
quiera que se~, en algo ... La nada de la -a.ngusüa es, pues,
en este caso, un complejo de presentimientos· que1 reOeján~
do~c en ~í mismos, aparcceJ] más y más cerca del individuo. ' . "
Se trata, puc~, a la i.nv~rsa de lo que admiten las teorías
dogmáticas del vanguardismo, de la prioridad ideológica de
la angustia, y no del caos, en su imagen del IDIJndo. El caos
es la consecuencia ideológica de la angustia, por lo que debe
verse con claridad que la angustia, corno emoción básica
dominante en el sujeto, como emoción a priori del exam~ del
mnndo, es propiamente el producto de utla evolución social:
el efecto de la estructura social forjada por· el imperialismo
sobre un determinado estrato de la intelectualid:~d burgt1esa.
El rechazo explícito o tácito del socialismo como perspectiva,
significa el c~rtar las puertas o el dejar' caer una cortina ante
todo porvenir; no es extraño, pues, que la situación de angustia
y caos en el mundo se convierta en algo permanente, pre-
determinado desde toda la eternidad. De este modo se disuel-
ven las detcrmintJ.ciones sociales del mundo y del hombre. Nos
parece supedluo analizar aún más el complejo ideológico que
surge de todo esto; en la primera parte ya examinamos la
oposición entre dos ontologías: la de Aóstótele.s y la del
existencialisrno; ahora vemos ese fenómeno en una conexión
más amplia.
Desde este momento se ve todavía con mayor claridad el
efecto empobrecedor y deformador que la angustia, como
Ía<.:tor dominante, cjr.rcr. sobre la imagen literaria del hombre
y el mundo. Con una lógica .a priori, y como consecuencia
nahrral de su géne~is social, esa angustia excluye todo aquello
que no puP.da refet~rsc directamente a ella misma, todo lo que
podría dar al hombre y a su ambiente una fisonomía social.
Ya existía en estado latente en el natu~alismo, y culminó en el
Strindberg de la última época. Luego había de tomar uria
forma artística original en la dramática del joven Maeter-
linck. La angusti" que, como espera inquietante, como nostal-
gia sin objeto, constituía ya el contenido de muchas ohras
naturalistas, se convierte ahora en objeto excluyente, único,
cuya omnipotencia inhibe todas las :o~spira.ciones del hombre
Y gue, cómo pura espera, como pura angustia, se eleva a un~
antacracia z.b~cluta. A pesar dc las e.videntef diferencias en
· el modo de escribir y en la moral concreta evocada, esta

95
zonable" de Chcjov, ya que esa ilusoria seguridad de Sinclair
Lewis en la·renovación burguesa excluye la posibilidad de un
rechazo enemistoso del socialismo y de los comunistas, y no
traspone los límitc.s de cic!tas crlti.cas irónicas ocasionales
sobre sus modos de. exteriorizarse.
En .Joseph Conrad la situación es más complicada, Este
escritdf es adversñrio decidido del socialismo y Sil actitud se
manifiesta -originando alguna deformación- cn algunas
de sus obras (EC negro deL Narciso, Con Los ojos de Qc,iden-
teJ etc.). Pero en sus verdaderas obrru maestras nos hallamos
ante un notnble dcsplnzamiento: surgen cuestiones ideológi-
cas ante ·las cuales su fe inconmovible en et capitalismo
adquiere una forma tal que en el suceder concreto "de ]a
obra. no se ·aclara cuál es su concepto de la problemática
social. Los héroes están envueltos en conflictos puramente
morales e individuales sobre si pueden conservar o no su pro·
pia personaüdad individuaL Natmahnente que· estos conflic-
tos generaüzados podrian tener tat~Uién un significado social
general; pr;ro una genera:l1z3-ci6n de esta índole se saldría
ya del marco literario inme.di;lto fijado vor el autor. Así, de
un lado, se hace posible un perfeccionamiento lilcrario inma-
nente~ y, por otro lado, Conrad excluye, precisamente por
esto, la plasmación de la vida en toda su _intensidad circuns·
cribiéndose a la fon:na del cuento y no a la de la novela.
Recuérdese ti.n .sólo Tifón, La. Une-a. de sombra, , . Tambiln; a
pr--~ar de su extensi6n, Lord ]im tiene el carácter de un
cUento largo por su esencial estructura interna. La "pregunta
razonable" de Cónrad, que en este caso implica una. exclusión
de los grandes problemas sociales de la épocaJ permite sin
~::rnbn.rgo un "triunfo del te<\1ismo" al desaparecer de la obra
todos los elcntentos ideológicos del autor que podrían obs-
taculizar o· incluso atrofiar la reprcs_entación verídica dc.l
corrc.s.pondiente s.r.::ctor de la vida.
El método de nuestro "análisis ~e apoya además en la invcs·
tjgación de las relaciones muhlas entre visión del mumlo
y pla::;mació_n literaria. La visión del mundo tiene aquí dos
significado~: en prirrÍer ·lugar,. se col1SÍdera Como fórmula
com,cientc del'cscri.tor para sí y para los demás, como poski6.n

92
directa ante los problemas de su mundo e indirecta frente
a. todo lo que c:oncierne a su época; eri segundo lugar, como
criterio instintivo ·con que se produce la plnsmación at'lística
de esos fen6inenos. Ya Engels ha mostrado que entre ambas
significaciones pueden existir hondas contradicciones (véanse
mis análisis de Baliac y Tolstoi), Estas contradicciones tienen
distinto aspecto según Jos diferentes períodos históricos y, aun
dentro del mismo período, aparecen con extraordinarias va-
riantes según la personalidad del escritor o el tipo de su
conducta hacia la vida. Sólo deberá ser rechazada la oposición,
hoy muy de moda, entre cognición y emoción. Naturalmente,
puede surgir en ciertas personalidades pero es estéril para
la obra literaria. En las-contradicciones fecundas se encuentra
la cognición estrechamente ligada a la emoción, la emoción
convertida en cognición, etc. (R.ccuérdese la contradicción en
Heine).
Taró.bién las obras de Hcmingway, Steinbeck, Thow.as
Wolfe, cte., habrían de analizarse según este método -natÚ-
ralmcnte,· tomando por separado a cada uno de ellos y
tCniendo en ·cuenta los elementos cspecHicos de cada uno,
pues nuestra análisis de Conrad caracteriza s6lo un caso
particular, no es un prototipo ni un c.~quema.:..... y en cada caso
se confirmaría, parlicularizadamente, la verdad de nuestra
tesis respecto a la tendencia histórica. La esencia histórica
de esta verdad se puede cOmprobar también en la evolu-
ción de Thomas Mann. Lo; Du.ddenbrook pertenece todavía,
en este aspecto, a las etapas primeras de su evolución. S6lo
inmediatamente antes de la primera guerra. mundial, y du-
rante ella, la toma de posición con rCllpceto al ~ocialismo
surgió en él como problema concreto que había de determinar
el universo de su creación y la creación de su universo, y
que, a partir de La mo'nlaña mágica, había de dominar toda
&u obra, tanto en lo que se refiere al e!ipíritu como a la com-
posición.
Asl, la llprcgunta razonable" formulada negativamente
(ningún rechazo a j1riori del socialismo) adquiere en la lite-
ratura realista contemporánea su curU.ptimiento literario ideo-
lój!ÍCO con una negatividad complementaria: la superación de

93
nuest1·a- tesis d~: que la negación a priori del socialismo .es un
obstáculo para una descripción realista de la realidad, Pues
la pla.srnación liter'aria del caos y la angustia presupone
necesariamente, como hemos podido comprobar repetidas, ve-
ces, un desvanecimiento de las categorías concretas del medio
ambie11te del hombre, de su conducta .frente a la realidad.
Aquí vemos, clúamente, lo que ya pudimos deducir de las
distint~s declaraciones de los teóricos del vanguardismo y
de su~ formas de plasmación literaria:.- que el reflejo de la
realidad se subjetivíza en el sentido de ona deshistorizaci6n,
de una desociaüzación. Por lo tanto, d caos y la angustia,
vistos en su caráctCl" artístico inmediato, son las consecuencias
uecesarias de esta subjctiv:izaci6n. Su contenido _específico, la
n,:¡turaleza específica de su contenido moraJ, su base ideo16·
gica, surge, sin embargo, de la situ~ción so_cial concreta de
los intelcctua\<';5 en la etapa actual de la evoluci6n imperiali-s-
ta: elloS rechazan~· apasionada o cínicamente," la perspectiva
socialista, pero no pueden oponerle ninguna perspectiva bur-
guesa: los intentos apologéticos de los ideólogos del imperia~
lisrno por establecer te6ricamente una nueva perspectiva de
la e.valttc.i6n. c.api.tali~ta na han encontrada eco alguna en d
terreno de la creación artística. Hasta. un adversario· tan
apasionado del socialismo como el renegado Kocstler reconoce
que después de su abjuración del comunismo el trono de Dios
ha quedado vado. Esta brusca discrcp·ancia entre la ideolo~
gía oficial del imperialismo (demagogia. social de Hitler,
re.voluci6n del mano.ger de Burnham, capitalismo democrá-
ticoJ etc.) y la visión del mundo que se expresa en las obras ·
de los máximos c:ocponentes de la literatura, es una pcculia~
ridad importante de la etapa actual de la evolución ideológica~
Por ello adquiere gran importancia nuestra tesis, "escueta"
y "abstracta"J sobre la no negación del socialismo corno bP.Se
de la "·isi6n del mundo de la "literatura reali~ta de nuestra
época, a5Í como la "pregunta razonable" de Chejov en la
cual puede concretarse. Pero para poder ·aplicarla correcta-
mente no habrá de olvidarse en ningún momento el carácter ·
hist6ric::o de este criterio. Aquí se trata también de una
t..~~.,u~nd'i!. <-~'<~e ~oe. d~"'?l\I!Z?.. oe.n u'l.'.a 1:1!?..~\ü-z.d ht.,té ...:......-c~rn:.h.\

90
concreta, .y nuncR. de una seParac'i6n rigurosn. entre dos.
entidades metafísicas. Nuestro criterio se impone actualmente
en forma cada vez más intensa y decisiva. Pero la evolución
de las diversas culturas es extraordinariamente desigual. Así~
por ejemplo, hay países en los que los residuos del feudali:;mo
ejercen todavía una fuerza tan dominante en todo el ámbito
de la vida que la luch~ literaria puede desarrollarse ·:~n de
. modo totalmente apróblemático bajo el signo de una pers-
pectiva de cambio hacia lo burgués. Basta recor:dar un Wama
realista tan significativo cotuo La cwa de Bernarda Al~a, dc-
García Larca, que, ·tanto en su espíritu como en su estilo,
tiene mucho en común con los dramas· de OstrovsJd (Tor-
menta), pero q"ue ha surgido orgánica y espontáneamente
de la sociedad española de nueStros días. Naturalmente, en
la actual literatura europea. sólo se encuentran en forma.
esporádica estas manifestaciones; pero obtienen mayor im·
portancia en los países ha~ta ahora retrasados que es~?.n en
ví.o.~ de liberarse. Como es lógico, tampoco puede generali-
zarse esquemáticamente esta última declaración: evolucionc.~-­
como, por ejemplo la de la Inc,!ia hacia la conquista de una
moderna civilización, hacia la liqúidación Uc los restos de su
propia edad media, -siguen caminos en los cuales ya figura
el socialismo,_ al menos como uno de sus elementos. Lo más
probable es que la singulatidnd de estas transformaciones
sociales tenga reflejos ~iterados igualmente singulares, no
ajustables a esquemas :ibstractos.
Sin embargo, también dentro del' capitalismo desarrollado
debe tenerse en cuenta nuestra tesis acerca de la tendencia.
sidad histórica que recomienda perrilancccr siempre. en el te-
rreno de lo conct·cto. Ya hemos mencionado antes a Sinclair
Lewis. Sin duda alguna, su perspectiva es siempre puramente
burguesa. Sus ilusiones se basan ·en una supuesta capacidad
de la burguesía para renovarse interiormente. Cuando esta
idea se convierte en el contenido principal de la pfa~mación­
literaria (Esto no puede ocun'i1· erttre nosotros) nos encontra-
mos ante una obra mediocre; pero allí donde s6lo aparece co-
mo perspectiva --en general muy abstrada-, el autor se-
:r:mmt}etw en 1J1timo an.Misis, en el teueno (}2 }e¡ "pregm1ta. r;~.-

91
de la vida en un interés puramente artístico. Esta evolución
se. inició con el naturalismo y se acentúa c:orutantcrnente
tanto en lo que se refi~re al contenido, que cada vez se
vudvc más vado y negativo, como en el continuo refina-
miento de los experimentos formales.
Bromfield roza también a.quí otro problema artístiCo irn~
portnntC en la evolución social de la idcologia burguesa: el
realismo supOne la posibilidad de un mínimo de vida con
sentido {o por lo menos de una esperanz¡1. de esta vida) en la
sociedad burguesa, mientras que en el v~nguardísmo desapa~
rece tal perspectiva. Flaubert, al escribir su EducaúátÍ sen-
timental~ presintió y plasmó proféticamente este proceso. La
novela propiamente dicha, -1a realista, termina en la noche
de las barricadas,, cuando Frédéric More.au ve caer a Dus~
sardier al grita'· de ¡ Viua la República! y reconoce en el
agente de la :eolida a Sénéc~, su camarada "r?r.dkal" de
antaño·. La· novela realista llega ahí a su fin. Para Frédéric
Moreau empieza "la rcchcrche du temps perdun.
La conclusión de la novela de Bromfidd nos remite de.
nuevo a Sinclair Lewis, pero esta vez no a Babitt sino .;_
Arrauumith. Como es sabido, en esta novela se describe
el "destino del hombre de ciencia en la sociedad capitalista
norteameric.'l.na, y la- soluci6IÍ que encuentra Lewis estriba
en que los pocos que no quieren dcja~e corromper, ni directa
·ni indirectamente1 huyen a la soledad del bosque para poder
vívU· inflexibles e incomtptos para la ciencia pura. Tarribién
e.l héroe de Bromfie1d huye de la sociedad y encuentra. en la
soledad un .refugio para" sus problemas insolubles: en una
islita, ocupada por !os norteamericanos durante la segunda
guerr<l mundial,· "-cabaci miserablemente su vida. La· dile·
rcncia. entre los contenidos sodalc..~ de estos dos destinOs
e~presa con precisión ese cambio social de que. habla Brom.
fi.eld, acaecido' en ·e.t lapso. de vci.nt.e años. Por su {orma1 \~
perspectiva de Slnclnir Lcwis l'.S falsa, en todo caso no típica·;
pero, como veremos luego, permite, si no es que exige, la
prcsentaci6n de una irnagen·verídica deJas relaciones sociales
preexistentes, En DrCliU!ield, la "misma" realidad se convierte
en símbolo de una bancarrot~ necc..mria _Y· total.

88
Debemos teccr presente c.~te trasfondo negativo, al menos
en sus .rasgos esenciales, si queremos volver a nuestra visión
hist6rica del_problemn de lo. perspectiva en el realismo bur-
gués. Escritores importantes del período de transición inten-
taron también comprender lo nuevo que aqul surgio.. Ya
Ibscn decía: ce Mi oficio es hacer pregunta~, pero no darles
respuc.5ta." Cl11~jov ha concretado este problema: lo único
que se necesita es que la prP.gunta del escritor sea razonable.
Tanto en él como, por ejemplo, en Tolstoi, las respuestas
son en muchos casos irrazonables; sin embargo, esto no
destruye la plasmación literaria construida a part~r de una
pregunta razonable, ni siquiera la nltera en lo esencial. Los
ejemplos tomados antes, concernientes a la praxis de Sindair
Lewis¡ ilustran claramente esta situación, Ya hemos señaladO
la falsedad de la rc.~puesta en Arrowsmith; la perspectiva de
Babitt~ según la cual los hijos podrán resolver los probleinas
insolubles p.ira el pe.dre¡ es de una delirante ingenuidad. A
pesar de ello -y esto confirma cuán justificado es el punto
de 'Y isla 'de lbsen y Chejo'Y- nuestro recha?.o del contenido de
la perspectiva en las dos novelas mencionadas de Sinclair
Lewis no implica Una crílica de lo que en las obras mismas
aparece plasmado.
PueSto que Ib.sen y Chejov parecen tener nn:ón, ¿en qué
cstr_iba, para ellos, lo rawnable de una pregunta? En !.U
forma más general, la contestación es basüuite sencilla. Una
pregunta razonable es aqt11Hla que. ofrece un pW1tO de Arquí-
medes para la visión del presente1 la que brinda al autor
·facultades y aliento ·para llevar hasta el fin el descubrimiento
de esta problemáticn en su configurnción verdadera, con-
creta y no deformada, para dr-~plegar en toda su riqueza
todas Jas posibilidades, determinaciones y ramificaciones, en
sus formas. de mani.fc.stación típicas o excéntricas. Desde el
¡)unto de vista subjetivo, el criterio 0\ctual para lograr ese
punto de Arquhnetks es la superación de la angustia ante
la realidad, el no considerar ya a la realidad como caos¡ sino
reconoCer .sus leyes, el sentido de.su evolución y el papel
que el hombre desempeña cri ella. ·
La pregunta ra~onablc de Chcjov está r~lacionada con

89
m~edo pánico y ciego nnle la realidad. Su situación excep~
ci.onal en la. literatura actu:<~.l se debe a que consigue expresar
de modo directo y simple este sentimiento ante la vjda; en
él no· existen hs expresiones fonnalistas, tecnífic.atlas, ama-
neradas, de1 contenido básico. Es este contenido mismo, en
su escuet::,_ inmcdiate1:, el que determina su forma. titer:uia
propia. Por esta manera de deduciJ· la forma literaria, Kafka
pirecCi clasificarse en la (amitia de los grandes rcalistüS. Y
-visto subjetivamente- pertenece n esta familia alm en
mayor medida, puto& hay poco!'. escritores que hayan podido
plasmar con tanta fuerza como él la originalidad y elc.men~
t[l.lidad d~ la ooncepci6n y reprcsentací.6n de es:t~ mundo, y
d asombro ante lo que jamás ha sido toda.via. Precisamente
!:::U el momento actual, en que domina la rutina experimental
o esquemática en la mayoría de los escritores y lectores, este
impul!io veherrientc. ha J.e producir una impresión fortísima.
Y I:L .intensidad de esta creación artística aumenta. aún por
el hechO de qti'e no sólo el sentimiento de.~criptivo es de una
sinCeridad· escueta -sinceridad que rara· vez encontramos
hoy día-, sino porque también ~~ mundo plasmadO por el
autor obtiene una· llimplic:idad y una lógica enteramente con 4

cordantes con ese sentimiento. En ello reside la oriRinalidad


más profuntla de Kafka. Kietkegaard dijo en una ocasión:
"Cuanto más original es un hombre, tanto más "profunda es
su angustia," K~fh. ha dado fonua Con auténtica origina~
lidad a esa angustia y a aquello queJ al pareccr1 la desen-
cadena de modo inevitable. e incontrovertible: la estructura
y la objetividad de una realidad que ~e le hace corresponder
y cuya misión consi!>tc. ~n ju~tifi~n.da. La base. -:arthtica de
la naturaleza excepcional de Kafka no es el hallazgo de ·me-
dios de. c.JCpresi6n forrnatcs, hasta. entonces no C}tÍ!>tente.s, úno
la "evidencia, que a lP.. ver. s"ugc.c~tiona y pro~oca · indigna9{,n,
de su mundo objetivo y de ta. (e<tcción de sus. personajes anle
ét. "No es lo monstruoso lu quC nos Choca .....:.dice Adorno a
este respecto~, sino su propi.a lógica.." ·
El mundo ínfernal del capitalismo de hoy día y la impo-
tencia del ser humano para opcinersc a ese inframundo es lo
~ii'ft Jli""Cf{M'Ú.:Ji're~o 'ti, 'i.Wlt~f.tÚ"ir -ffi; 1rc1. 'Jvi"A 1.i,\'t:'J.~'i.:(b. itc Y,..</,1 1'-.~.

100
La sobriednd y sinceridad de su expres10n es -como siem-
pre en el arte- un producto de tendencias complejas que
se crozan, qoe se oponen entre sí. Aquí nos referiremos a un
solo elemento de esta complejidad. Kafka escribió eu una
época en la cual la realidad social objetiva que provoc;1ba
su angustia no alcanzaba todavía, hist6ricamr:nte, su desa-
rrollo total concreto. Así, pues, él no describe como un in- ·
fierno el mundo co"ncreto y realmente infernal del frucisrno.
sino que es la vieja monarquía de los Habsburgo la que id-
quiere a la luz de la angustia "profética" de Kafka ese 3irc
espectral. La indeterminación característica de la angustia
encuentra un objeto artísticamente ildecuado precisamente en
esta casi indcflnida atmósfera psiquico-cspiritual, suprahis-
tórica e intemporal, impregnada de colorido local, de Pra-
ga. Kafka saca partido de su situ~r:i6n en dos sentidos: de
un lado, los detalles concretos ·derivados de su arraigo en
la vieja Austria, originan un indi~cutible hic et nunc, ra
aparienCia de una existencia socia]; de otra parte, Ja inde~
terminación de la objetividad última está pla!lmadn litera~
riamente coo la auténtica ingenuidad clr:I simple .presenti-
miento, del verdadero <~no saber.'.' Es asi comO hi angustia.
asume en la obra de Knfka el valor ele una "condition }¡u..:
maine}) pretendidamcnte "eterna". de .maner'a muchO mús
orgánica. de lo que, en las obras de escritores posteriores, fue-
ron sólo reflejos de una realidad social infernal, provocadora
dr: la angustia, en la que se eliminaba desde el inicio, y muy
artificialmente, las determinaciones sociales conctetas que se
les presentaron ·a estos escritorf?s, obligándolos, para expresar
precisamente el destino intempor<tl de la existencia hUmana,
a disimular esa realidad encubriéndola bajo los refinamien-
tO:! de la expresión formal. Esto hace que en la obra de Kaf-
ka veamos una rnuy superior intensidad del efecto directO,
del poder sugestivo, pr:ro no dhnína el caráder alegórico
-en último término- del hic at mmc kafkiano. Pues los
detalles cnarmcm~ntc. expresivos se t·dictc.n constantc.ml.!nte
a una realidad que los trascíende a. lo que constituye la
''esencia" del período in1pcrialista 1 presentida intuitivamente
')' "l!:!ilir.c.rl.r<~. ,_•tmru ~-!nlttmiJ.Rlt'<ll. ·h:lü, -plll!'S, 'mmput'U -cs-Cffl ht-

101
talles. s.on --como en el realismo-- concentraciones, punlo'l
nodales del desarrollo cOnflictivo de su propia existencia, si.-
uo --en último término- meros signos cifrados de un· más
allá inconcébible. Cuanto . más evidente sea así su fuerza
de·, evocaci.6n, tanto más profun~o ser-á ese abi.smo, tanto
má.s penetrante la rupturn alegórica entre el s·er y el si¡;ni-
ncado. ~-.
---Frí!ñfe a este.- espejismo fascinanteJ };L autr:nl.ica antltesis,
en la senda de una literatura que quiere expresar lo especí-
fico de nuestro tiempo desde el punto di) vista burgtl~S, es
Thomas Mann. Hemos analizado tan a fondo en otros tex-
tos la obra de Thoma.s MA-nn que nos parece ocios_o entrar
aqui en Jetalles prolijos. Nos limitaremos, pues, exclusiva-
mente, a los rasgos que ejemplifican su antítesis. Empecemos·
con el problema de la descripción, En el hic tt n1mc de Tho-
mas Mann no c.T'Icontn\wos tendencia alguna hacia lo tr....o:.-
ce.ndental: lugar y tiempo, con todos sus detalles1 concen-
tran siempre en sí mismos la· esencia histórico-llOcial de una
situación concreta, Thomas M_ann esta siempre '~de este la- ·
do", incluso con respecto a la socLedad burguer,a, Establece ·
con. claridad serena la. perspectiva del socialismo, sin renun-
ciar por ello tampoco, ni siquiera en fom1a vacilante, al
punto de vista del burgués consciente dt.: sí mismó; sin per-
mitirse, como escritor, el menor intento de incluir en su
obra, como objeto literario, algo de ese otro mundo, ni si-
quiera los esfuerzos por acelera¡; su advenimiento. (Esta
perfecta resignación suya MJ dentro del rca.li&mo, el polo
opuesto al fracaso heroico de Rogcr Martin du Gard.)
Peco c.~ta sobria negatividad de la perspectiva tiene una
función decisiva en su obra: a ella se debe la justa propor-
ci.onalidad entre d ~r y el do..:vcnir. Cada fragmento concre-
to del presente se mueve hacía un algo concreto1 y el sentido
humano de cada uno de estos movimientos, su importancia
d~.sth-: d punto de vista del progreso de la humanidad, rc5alta
siempre danummte. Es riucstt"<!- realidad, la que nos.otros
moldca·mos, la que nos moldea, la que hay que aprender a
sentir con toda su p¡·oblemática, con todas las sublevaciones
N.\ .i.t•J.•:.'I.t.'IJJ.'.W.\9 4'-11.!' .h;,o¡r ,!'.>;! J'.th•,' v.il·.'.\..r-l..CI.la C,t;lro!:\ .(U~,!!R!',"-5' .1:!--

102
nuno, como nuestra patria, como "el .circulo !'!!1 que se cum·
plc mi actividad." Cuanto más completo y co¡nplicado apa~
rece lo peculiar de nuestro presente en la obra de Thoma.~
Mann, tanto más vivo, más pleno y decisivo se nos a?atccc
como un fl'agmento en el proceso vital de la humanidad,
con w ufc dánd~? y ¿ad611de? siempre reconocibles con
claridad. Pm ello, su obra, a pesar de la aílción de Tl!..~mas
Mann por la prolija descripción de los detalle~, no conoce la
e.ltaticidad naturalista. Y, también por ello, por muy pro·
íund...,l.len\e que penetre Thomas Mann en el inframflndo
de nuestros días, las deformaciones de nuestra vida por él
pla.1mad¡¡s son deformaciones claramente concretadas y ex-
ploradas hasta sus. raicc.~. .
André Gide, en su estudio sobre Dostoicvski, escribe: "Con
bellos sentimientos se escribe mala literatura", "ninguna obra
de arte nace sin la colaboración del ~cmonio." Estas ideas
ri.o son tampoco extrañas a algunos personajes de ·M ann;
se puede encontrar cierto paralelo con ellas en el Tonio
Krogcr de su primera época. Pero aun en esta rni&ma obra
se capta también el concepto opuesto. El p_ano~ama general
de esta novela surge de la vida actual. Thornas Mann lo
e.xamina y pla·~ma, sin embargo, buscando incansahlementc,
t>.n la estructura y evolución de la sociedad contemporánea,
el lugar que h<1y que asignar a ese principio demoniaco, a
la movilización dd inframundo espiritual. Muy pronto vio
con claridad que precisamente la producción artística es uno
de los foco~ más importantes de este .sentimiento de la vida.
Y de ello re&ulta 5U crítica, cada vez más acerba y socia\.
mente concreta, de los tipos que surgen de ese infrarnundo.
La senda va de Tonio [(rogcr al Doctor FauJto. El destino
de Adrian Lc.vcrk\ihn conceutra la crítka en el presente,
pel'o la hace al mismo tiempo totalmente ru~t6rica: el mis-
mo diablo tiene que reconocer que Goelhe podla pasarse per-
·fec\;m1cnte ~in su ayud11., y que s6lo .1:\s concliciones de ta
cvolu.:ión hist6rico-soéial de Adrian Lcvcrkü!{n le orillaban
inr.vitablcmcntc a poner-le nl servicio del infra.mundo, del
.inficrr.9. Pero el mon61ogo final de Adrían Lcvcrkühn. apun-
ta a otra sociedad, al socialismo, en donde cesa la. necesidad

103
de tat servidumbre, pues la lucha por ese nuevo orden de
reladones humanas rompe el poder del inframundo.
La posidém de Attdré Gide fr~nte a este pmbterna es in-
mediata y no cr(tica, como demLLestr!l-n las das fra!\es cita-
das. Acepta sin resistencia, incluso lleno de curiosidad· inte-
lectual y.··:de tensión interior, y con completo desprecio h acia
la banalidad pequeño-burgu~s, el dominio del inframundo.
No se trata aqui t<tn sólo de la confesión estética citada; el
"acto gratuito" repres~nta, en d plano de la estética, una
confesión idéntica a la de toda la moralidad gideana de la
"sinceridad", con la que está tan estrechamente ligado. L o
que en Mnnn era un tema contemporáneo ju$tifica rlo -jus-
tificado incluso cuando ocupa el lugar central- se convierte
en Gide en málÓrna que unificó\ arte y vida, en principio cle
su común descomposición y de su coroún deformación. Y
2--quí puede verse 'claramente d punto en qu~ se sepai:an los
c.aminos, en donde el realismo critico, el realismo burgués
de nuestros dtas, se desprende de todo vanguardismo, de to-
da decadencia, en donde abicrtarne!lte toma posición con-
tra ellos.
Entre estos polos, qtte podemos designar con los nombres
de los representantes artísticamente más sobresalientes de am-
bas direcciones, Fnnz Kafka y Thomas Mann, ~e encuen-
tra la verdadera alternativa de los escritores burgueses de
hoy. Nadie tiene necesariamente que romper con las formas
de vida burguesa propias, en las que hll. nacido y se ha edu-
cado, para hacer esta decci6n entre la salud soci:'\1 y la en.
fermedad, para emprender el rumbo de la renovación, con·
íonnc a los tícni.pos, de las grandes tradicio11es progresivas
. en oposici6n a los elementos formalistas. (Es evident~ que
siempre habrá escritores que person:\lrnentc rcsuclnn d di -
lema "planteado por la époc?., eligiendo el social ismo corno
~ propio camino. Lo que aquí negamos es, simple men te, que
ésta sea la única elección posible en medio de los conflktos
de nuestro tiempo.)
"<~Lo decisivo es .la resolución humana: E! s6lo pla ntea mien-
to de la "pregunta razo-nable", en el sentido d e Chejov, im -
. ~~~ca, <!f.sde un püru:.ip\D, "\a au~pc\ón Ot \ma Ü)xtcci>'m dt -

104
terminada. Y la determinación de. esa dirección) si ha de
producir un resultado efectivo, fecundo, parte hoy de las
siguientes ·disyuntivas: ¿es fonoso cner en la angustia o
puede escapar5e a ella?, la angustia ¿debe ser c:tcrnizada,
o puede Sl!r superada?, ¿debe ser com.iderada como un !.en-
timiento más entre el cúmulo de los que, juntos, contribuyen
a la constitucióil de la vida interior del hombre, o ha de
aparecer cada d¡a más como la determinante decisiva de l¡1.
tondition humaine? Estas pregunta3 no se dirigen, natural-
mente, de modo primario, al contenido o a la forma de la
literatura, sino a Jci conducta del hombre hacia la vida, cu~
ya manifestación es preCisamente la obra litcrnria. Y, de to-
do cuanto hasta ahora se ha dicho, resulta evidente que la
alternativa estriba en sí el artista se apartará del ser social,
del suceder histórico contemporáneo, e irá hacia el vacío
abstracto -y de este modo a la ocasión que desencadena la
angustia, pues permite que surja e.n la conciencia humana
~~ objetO que directamente la produce-, o si se entregará
concretamente a este ser social, a este. suceder, para com-
batir con ello al enemigo concreto y estimular lo que se juz-
ga favorable. Y de este complejo resulta igualmente evidente
que e.n t:>.l altemativa, en l:a elección entre una. de estas. dos
_formas de conducta, hay impHcita. una nueva pregunta (Jue
exige contestación: ¿debe conce.birse al hombre como vícti-
ma indefensa de fuerzas trascendentes, incomprensibles e jo-
vencibles, o como rniernbo rle una sociedad hurn<~na en la
cual su actividad tiene cierto papd, mayor o menor, pero
en todo caso codetcrminante de su destino?
La presencia de esta a.lterriativa, de este dilema, se puede
r.n~trcrrr en todas las manifestaciones de la vida y en sus re-
flejas literarias, ampliándola y generaH?.ándata. Creemos,
sin embargo, que segón todo lo que hasta ahora se ha dicho,
. no es neccsado ahondar en. el tema. La decisión en la alter-
nativa básica presente -caer en la angustia o salir de ella-..
lleva en sí implkit?t. la posibilidad.· de infinitas aplicaciones,
aunque sólo fuera porque n:sume, en· el terreno ardstico-
idenlógico, el problema central y más importante dC la épo-
ca. Se puede disimular el meollo de esta cuc!>ti6n, condicio-

105
na_cla por la época y referida a la h·i~toria actual, de rnancr~
tan sofística, y apasionada como se quiera¡ y cqnvertir Ia
angustia en una entidad ontolóe;ica intemporal; pero en toda
obra literaria, 'por poco que merezca este nombre, la inten-
ción objetiva estará siempre dirigida a temas tales como el
hitlerisn\OJ la guerra atómica, ele. Precisamente, la esencia
histórico-social dC la verdadera literatura se manifiesta en
que también refleja los acontccimientm de la époCa, los gi-
ros de la época, aun cuando su intención subjetiva¡ cons-
ciente, parezca estar dirigida pm· leyes opuestas. (Esta antí-
tesis entre Ia opl~ón ·subjetiva ·y la impOsición ul.Jjctiva es
precisamente la base de la problemática del vanguardismo:
quiere una revolución contra lo antiestético del capitalismo
pero cae de lleno en Una subleVación contra la esencia del
arte.)
Ya hemos comentado antes la declaración de Adorno de
que la música moderna ha perdido la autenticidad original
de. la angustia:. Si se guisiera de.<~cifrar esta afirmati6n -y
otra¡; parecidas de lo5 últimos años- se llegada necesaria-
mente a hablar del fracaso de los planes atómicos, del retl'o~
ceso de la guerra fria, de la aparición en el horizonte de las
perspectiva~ de paz. El arte vanguardista, orientado artísti~
camcnte hacia la disolución del objeto, hada lá nada, está
en trance de perder esa mágica fuerza de sugcsti6n que, de
la. pérdida de la realidad, de la nada, parcela hacer surgir
una objl!tividad con posibilidades de vida. Por muy dcfor-
madm:a de la realidad que fuera esta materia vivida en su
tl'ansposíción a la obra literaria, todavía podía tener como
vivencia subjetiva cierta autenticidad. Pero la historia uni~
versal, c¡uc marcha irremisiblemente por la vfa. del pmgrr::so¡
la despoja también de &a en día, cada vez con más fuerza,
de esa autenticidad .o;ubjctiva. Mecliantc csle giro de los
acontecilllicntos, la crisis interna del vanguardismo se pro-
fundiza más y más y con ello surge un campo de acción cada
vez más amplio para un realismo crítico a tono t~n los tir.m-
pos. Nunca se acentuará con bastante energía que el giro Uc los
acontecimientos a que nos referimos es primordialmente un gi-
ro deJa conducta l1umru1a/ de la visión dcl munUo, y que ~ólo

106
a través de esta mediación puede ser realnu~nte fructífero-
para la literatura. Pero como complemento de ello nos pa-
rece necesario ~:eco1·dar ·aquella concepción del mundo que
examinamos en la introducción de esta obra y que relacio-
narnos con el carácter peculiar de los i:novimientos por la
paz: hablamos allí de la toma de posici6n ideológica que
permite, en los· temas filosóficamente decisivos (mat,rialis-
mo-idealismo, "etc.) la máxima variabilidad, incluso la Bposi-
dón, y que, sin embargo, muestra tendencias fUertemente
convergentes en lo que se refiere a la conducta del hdnbre
para Consigo mismo, para con la sociedad, para con .el mun-
do. La pregunta razono.ble de Chejov. que hubimos de tra-
tar después como base de una literatuta realista, es una
mediación teórica entre la visión del mundo así concebida
y el proceso creador propiamente dicho.
Por ello es esclarecedor que ~stas transformaciones se rea-
lícen precisamente dentro de las mayores contradiCciones
iUenlóeicM: por un lado "se trata de un lento .cnrnbio de po-
sición en la conducta decisiva del hombre hacia la realidad
histórico-social (Thomas Mann durante· la primera guerra
mundial .y después de ella); por olro ]::~.do, la consumación
de este cambio no implica incondicionalmente una revalo-
ración consciente de todas sus opiniones Y convicciones an-
teriorc..c;, aun cuando c.stas guarden una relación espiritual
muy estrecha con fonnas de conducta anteriores superadas
(relación de Thomas Mann con Schopenhauer y Nict7..sche}.
Si el terreno en el que se produce ¡_¡!-cambio es el del pen-
samiento teórica,· surgen necesariamente fisuras entre la vi-
sión del ·mundo defendida y su formulación filosófica; así,
en Sartre, cuyas conclusiones politicas no son de ningún
modo conciliables con sus premisas existcncialistas a las que
aún no ha ~nunciado. Pero el escritor que se encuentra en
esta situación puede también plantear a la vida una nueva
"pregunta. razonab!C" 1 literariamente justa, pues las. cuestio-
nes que quedan sin solución en el nivel del pensamiento sub-
jellYo pucdtm expresarse CJJ la obn1 como contradicciones de
la vida misma, en un contenido orgánico, ar..tisticamente ho·
rnogéneo, tendiente ::1. la unidad, capaz de dei:emünar la cL'is-

107
talizaci6n de una ohra rcalist<J., como ocun~ en la produc-
ción del propio Sartre.
En Consecuencia, nunca habrán de juzgarse dogroátíca.-
mente las vacilaciones que surgert, sobre el plano del arte,
en la visión del t.nundo de un C:!icritar. Lo que hemos acaba.~
~o por plante:arÓ..os -y no es poco-- es lo siguientt: d e:fec·
to de. una tal visión del mundo s.obre la actitud creadora
del escritor ¿le permite -dig:ttnos mejor: le impone- la
COilc:cpci6n y reproducci6n, en el terreno del arte, de las
cualidades sociales, el dcslino, las relaciones y el condido·
namiento del hombre, en funci6n de su dinamismO determi·
nado y orientado, en Iuncí6n de su pasado y de su porvenir?,
¿o bien le conduce a la pí!rdida de toda perspectiva, a1 es-·
tancamiento y a la alegorlz¡\ci6n, con todas las comecuen-
cias cinkat. y naUlistas ,que ya h~rnos estudiado? Llegamos
asf, también, a la cuesti6n fundar;nental ya planteada de
las dos direcdone!i: ¿caer en l¡1 ang\lstia, con todos los re·
~ultados que de ello se derivan, o escapar de ella? El criterio
del juicio :!obre la..' distintas formas de manif~taci6n deberá ·
Sttbotdinarse a este dilem;~ fl.mdamental.
De modo aún más decisivo a1cam:a validez esta j~rarquía
en d <:ampo de los proble1nas del estilo. Ya nos hemos nega~
do antes, cnam.lo todnvía no se t.ri\ti:\ba mis que de la. apre-
ciación histórico.estética de las manifestaciones literat·ifl.-; m;ls
importantes, ·a trazar una línea de scparaci6n rigurosamente
formalista entre el realismo. burgués y el antirrealismo deea·
dente. En un período de trartSici6n1 en el cual dcsernpefien
un gran papel la bfuqueda de lo nuevo y el recha~o. de lo
viejo, este criterio negativo p!lra establecer un juicio tendrá
·cada ve·l más -peso. Pero lo decisivo será siempre la direc·
ciátl (!mprend~Ua, y no ~t pl... nteau\Í.(.mt<l pasajero d(! delcr·
minndo.<~ problemas fonnalcs. Pe ello no ha de deducirse de
ningLOi m!?da ·b subestimaci6r1 de. estos problemas. Al con~
Lrario. Nos parece que cuanto m.li.~ con~n:tamente sea plan·
teadar a pútir del contenido escoci~l, la cucsti6n de la for·
ma csPecíficfl. que co"nviene a un contenido específico, tanto
mfls profundo puede ser el análísis formal. En este ca~o se trata
de. com-ptobar 1 .e.n e.l c.onteniúo mtsmo de. la obn. li.t.eró\ria, e.\

!08
mov1m1ento hacia la angustia o el movimiento inverso, la
tendencia a abstraerse de la realidad o a acercarse a. el\a, con
la cual la esencia del contenido <1.parece naturalmente. más
concreta que en un exainen estático aislado,
Por esta razón, hoy debemos nprcciar coil gran atención,
con verdadera sensibilidad para los matices y sin pareia.liw
d1\d formalista, los reflejos arthtico:; de una lucha que se
inicia conlra. prejuidos arr<iip;ados. y con pasos vacilanteJ:, en
busca de u11a efectividad. B(l.stará citar un ejemplo: en ge..
neral, es justo decir que el naturalismo representa un des-
censo en la concepción realista de· la realidad. Pero, en las
circunstancias actuales, ~s indudable que c.l naturalismo, por
ejemplo en la obra de Mailer Los desnudos y los muertos,
es un paso hacia adelante desde el desiel'to sin caminos de
las abstracciones en dirección al sufrimiento concreto de
los hombres concretos en la segunda guerra mundial. Por
muy llt:na de estatici.dad que esté. todavía la de.scripclónJ
por mucho que pueda parecefnos un paso atrá.3 la evolución
subsiguiente del autor) desde el primer momento se puede
observar .y reconocer una tendencia que se inlda vacilante.
Esta tentlenr::ia ¡r¡e aprecia también incluso donde, a primr::ra
vista, pareCe anunciarse una orientación muy distinta, Po-
dernos examinar una obr~ como La ruta cimeria, de War-
sinski. EstiHsticamcnte es un cstuUio virtuoso a la manera
de Kafka, con algunos elementos de·-· Joyce y Beckctt.. Sin
embargo, las tinieblas des.humanizantes y las fuerzas que
rebajando. a! honibre le. obligan a capitular, constituyen sólo
en el aspecto· formal una condi&ion lwma.ine descrita n In
manera vanguardista. El verdadero núcleo del libro no es
sólo un destino tipiCo en la época. de.l hundimiento del hit-
lerisrno, sino que se eleva, a trav~s del caso individual del
héroe, hasta expresar el destino típico de toda. una gene-
ración, mejor dicho, de toda una parte de la nación ·ale-
maua en un momento concreto de su historia. Y la bru-
ma, las tinieblas de' la cow.:iencb ane;u~üada dd personaje
central que huye de sí mismo y de su encuentro con el-mun-
do, C..'l más c:l objeto que el medio de la c){presión artísw
tica (aunque desde el punto de vista formal parezca todo

109
io contrario)'; por ello esa bruma puede aclararse -natu·
ralmenté sólo en forma episódica- para dar paso a mani-
festaciones de auténtiCa. humanidad, _y en la. niebla. que se
levanta llcg:unos a ver holllbres vcl-dnderos plasmados de
manera realista. Este libro es así una obra realista. acerca
-del hundimiento del hitlerisrrio. Ocurre algo análogo con
la neblina de ensueño que cubre El inusrnadero de Kocp-
pen, en donde no sólo se llega a expresar un hic e.t nun&
-concreta sino incluso un juicio de orden hist6rico y político
acerca de la restauración de Bonn. Y en Muorte en Roma
-se llega aún más lejos en la concreción realista de las situa-
cionc.~, los hombres y el destino. Podrían multiplicarse los
ejemplos. Pero no intentamos llegar ni siquiera a acercamos
-a completar el tema: sólo pretendemos indicar el ascenso
de una tendencia. de transición y la metodología para es·
tudiarla.
La culminación del cambio social y humano, aquí nnn·
1izado, en la conducta del hombre consigo mismo, con los
·demás y con el mundo, ~ una tarea: indudablemente difi"cil
y compleja, aunque -justamente en nuestros días- reali·
.Zable. De todos modos, no son pocas las premisas humanas,
intelectuales y morales, que para ello se requieren. Es un
hecho que el nihilismo y f:!l cinismo, la desesperación, la an-
gustia y la dcSconfiam.a, el dc~prccio hicia los demás y ha-
cia uno mismo y otros sentimientos análogos, surgen con
cierta ·espontaneidad de In situación social de amplias capas
-de la intelectualidad en la actual sociedad capitalista. Mu-
-chas tendencias de gran influjo en la cducaciún, a través de
la escuela y de la vida, actúan también en igual sentido
tratanQo de persuadirnos, por ejemplo, de que el pesimismo
es un sentimiento más aristocrático y más digno de la élite
que la vulgar creencia en el progreso de In humanidad; de
que el individuo aislado -precisarmmle por pertenecer a la
élite- está sometido impotente a la fatalidad de un dcvc·
· nir sin sentido y sin dirección; de que ]as voces de las ma-
-sas -la ocrcbelión de las masas"- sólo pueden anunc:iar
calarnid<ides, etc. Tanto la prensa de gran difuúón como
la 11 se\ecta", p¡:opalan también en su mayoría -como com- ·

110
plemcnto de su propia campaña de ati.zamiento de la guerra
fría-;- prejuicios en d sentido de que sería indigno de un
intelcc.tua1 cultivado" de nue!itra ¡;poc.a toma• en el inundo
una actitud distinta de la actitud cínico-mística que corres·
pende a la vanguardia del _pensamiento y del arte. Con mu-
ch"a facilidad, un giro hacia el realismo en el arte o hacia
el examen sensato de las posibilidades de coexisten~¡¡. en
la vida de los pueblos -para no hablar en absoluto de un"a
actitUd justa frente al comunismo (que no entraña forzo-
samente una adhesi6n a· él)- pueJ.e 'hacer de un es'l1ritor
un "out-cast'', un ser marginal e"ntrC sus compañeros de
profesión, lo aunl resulta casi sic.mprc funesto para su des-
tino material. Si ya para Sartre se intentó crear esta situación,
¡ d~ qué peligros no esta!án amenazados escritores más j6-
vene.s¡ menos protegidos por -la ·{ama mundial!
Todo. esto, y aún más, es cierto. Pero no debe olvidarse
que precisamente hoy las tendencias opuestas no sólo exis-
"ten, sino que van en aumento. Así,. el escritor que piensa
en. sus _verdaderos inter;eses, coincidentes con los de su
pueblo y con los de la humanidad, y orienta su arte cOntra
la corriente dominante en la sociedad capitalista, ya no est!l.
solo, al menos. ya no debe estar solo. Cuanto 1nás lejos vaya,
r.uando más decidido sea su rumbo, tanto menos será un
30lita.tio, pue!i tanto más fá.d1mente se ha\\ará en contacto '1
se adherirá. a las tendencias decisivas de la época, las cuales,
tarde o temprano, llegarún a ser también las dominantes,
El período de preparaci6n del fascismo 1 el de su dominio
y taátbién el de la guerra fría, han sido desfavorables para
el desarrollo del reali.3mo crítico. A p~sar de ello, se mantuvo
siempre presente y no pudieron matarlo ni el terror físico ni
la presión intelectual. Una y otra vez, el realismo crítico ha
luchado contra la guerra, 111 fría y la caliente, y contra la
aniquilación de la culttinr: Y en ~sta luche se cobtuYienm
tambit:n resultados artísticos importantes. Hoy, la declinación
de la guerra fria y la perspectiva de la coexistencia pacHica
de los pueblos1 amplía de modo muy esencial este espacio
vital efectivo para una gran literatura rcalistR. burgucsa1 aLt·
ténticamente crítica. Y justamente porque -el dilema del dia

111
.no t!S la clo::cción entre capitalismo o socialismo, sino entre la
'guerra y la paz; precisamente porque la misión ideológica
inmediata de la intelectualidad burguesa es la superación
de la angustiil, de_ ese sentimiento permanente y universal de
terror fatalista, para salvar~e del cual se precisa, no la reali-
zación actual del socialismo, sino el esfuerzo de toda la hu-
ma.nidad por S\1 propia salvación; precisamente po<' todo ello,
es hoy más fácil que ayer, para el escritor burgués, . r~..sponder
positivamente a su propio dilema; ¿Franz Ka.fka o Thomas
Mann? ¿Una decadencia artistic;¡.mente interesan!!! o nn rca-
. lísmo crítico verclade•·arnente vital? ·
EL REALISMO CRITICO EN
LA SOCIEDAD SOCEALISTA

Sería incompleto un análisis de las posibilidades actuales del


realismo erlti.co 'ii esta..'> se determinaran sólo c.n su lucha
contra las tendenci3s antirrealistas en la literatura bur€J.¡esa,
si no se examínara en absoluto su rclaci6n con el realismo
socialista. Pero es tambi6n C.'J)dentt! que un examen de esta.
índole -sin salimos del marco perrn.isible en esta obra-
tampoco puede tratar, ni siquiera en forma esquemática, los
problemas más esenciales del realismo socialista. El únlco
camino que nos qued~ és el de limitarnos a sus mutuas re#
laciones, es decir, plantear el problema ·del realismo socia~
lista sólo en cuanto atañe directa o indirectamente ·a las
posibilidades de evolución del. realismo cdcii::o en nuestro
tiempo. Debemos, pues, tener presente que nuestra exposi-
ción ha de ser necesariamente fragmentaria y unilateral.
Si se quiere entrar de una ve7. en el foco de este complejo
problema nos parece conveniente, al igual que en la Com-
paración establecida entre el realismo y el antineal.isrno bur-
gueses, empezar t;unbiln aquí con el anális~s de la perspec-
tiva en el realismo crÍtico y en el realismo socialista. Es
comprensible que para el realismo socialista la 1uchn por d
socialismo y su realización sea el centro de todos los pro-
blemas de su perspectiva; como lo es también que esta j)ei-s-
pectiva haya estado sujeta a mucha..~ vari.lciones1 tanto· en
el contenido como en la forma, según la época en que sur-
giera la obra literaria Y según la tl,!mática. Sin embargo, lo
nueV!) .frente al realismo critico n_o consiste en la simple afir-
maci6n de la sociedad socialísta; esta afirmaci6n también
es posible en el realismo crítico. Pero, por una parte, esta
afirmaci6n no [!.!! la característica' central de todo el realis-
mo burgués de nucstr::t época, y precisamente hcmo;; tratado
de'mOstrar que una actitud negativa a este respecto (no recha-

113
zar a limine la perspectiva socialista, no verla con animo-
sidad) bnsta para lograr algo inl.criOnnentc fructífero. De
otra parte, Ia afirmación dci socialismo en el realismo críti-
co tendrá que s-eguir siendo siempre abstracta; aun cuando
se intente concretar el problema, esto sucederá necesaria-
mente d~sde fuera y no desde dentJ:o.
Con esto hemos llegado ya. a uno de los criterios de
di!erenciaci6n más importante entre 13.9 dos fonnas de· rea-
lismo: con la concreci6n de principio de la perspectiva só-
ci~lista, y con el postulado de que ésta y las f1.1erzas que
estimulan su reil.fuación han de considerarse desde dentro y
no desde fuera. Conácción significa aquí que b socit::.dad so-
cialista ha de Ser tomada en su "ser para sí", y no simple-
mente como "el ser otro" del capitalismo, como el· modo de
sal,ir de sus contradicciones, cual es el caso -incluso nece-
sariamente- entre los realistas criticas más simpatizant~s
con el sodalismo. Aúh es más importante el problema de
lns. fuerzas sociales que traen consigo el socialismo y que lo
hacen evolucionar hacia adelante. As~ como 1'.1 socialismo ut6·
pico y el científico se diferencian en que este último descu~
bre en la evolución misma de la sociedad las te.O.dencias que
objctivament.c pueden fundar el socialismo, asi el re'alismo
socialista examina las cualidades del hombre, sus facultades,
etc., en todo cuanto Cil ellas exüte do voluntad y aptitud
para crear esta nueva realidad positiva. Ln. proieSta contra
lo viejo, contra el capitalismo --es decir, el principal· lazo
di! uni6n entre el realismo crítico ·y b. perspectiva. socialis·
ta-, es en el realismo socialista un elemento subordinado a
la orientaci6n principal de esa amplia positividad. Puesto
que, como ya hemos vi!lto, la perspectiva es uno de los más
jmporb~JJ{C3 principjos de orde11aci6n dr. la obra literaria, y
puesto quo la estructura jerárquica de los hechos, personas,
sittiac.ione.~, l:!tl:!. 1 depende ampliamente de ella, los dos ele-
mentos ·de diferenciación antes citados tienen extraordina-
rias y hondas repercusiones en el estilo del realismo sucialisla.
Antes de seguir adelante hemos de analizar más de cerca
el ·concepto de Jo plasmado literariamente desde dentro y
<le.~·de fuera.. E11 pdmcr Juga.r, insistimos, no se trata en mo~

1.14
do alguno de la oposiClon entre una concepcwn profunda y
otra superficial de los rasgos típicos. Gr"ndes sl\l.Íricos -del
corte de Swift o Saltikov-Tchedrin- han vistu siempre sus
figuras y sus situaciones desde fuera; y, hasta se podría de~
cir que precisamente esta miTada llena de odio, e.stc no que~
rcr penetrar en los problemas subjetivos del mundo descrito,
es el fundamento ardstico de la gran seguridad y dci''J¿,rodi-
gioso ·acierto de su tipicidad. Más bien, de· lo que se trat:i
es de saber si en eJ· traw de los rasgos típicos -principal~
mente en los personajes, pero también en las situaci&h~­
puede encontrarse un punto de partida capaz de dcscmbo·
car en la unidad de lo individual y de Jo úpico en. el indivitluo
mismo y .en sus conflictos personales, para abrir así el paso
a su significación social; o si por el contrario, .es en el- aná-
lisis de las contl'adicciones sociales donde se encuentran el
punto de apoyo de Arquímidcs desde el cual $e pueda plás·
m~r literariamente esta unidad de lo individual y de lo tí-
pico.
Desde luego, se ve inmediatamente que en muchos e5cl"i-
tores realistas pueden coexistir las caracterizaciones desde
dentro y desde fuer::~, iuclusu eu la uJism~ obra. Donde esto
es más visible es en Dickcns, ·que,· en general, describe· sus
personajes del pueblo desde dentro y los aristócratas y bur-
gueses dP-~dc fuera. Este -caso extremo es apropiado para
ilustrar la base histórico-social de esta oposición: en líneas
generales se p.uede ver que los escrito1·es realistas suelen
plasmar predominantemente desde dentro aquellas clases o
capas sociales con las cuales, desde su punto de vista, se pro~
yecta una imagen total· del mundo. Si, por el contrario, cap~
tan litcmriamente desde fuera a las otras clases y capas so~
eiales1 hay que serialar que ~e trata simplemente de Una
tendencia y no de una ley; el mundo de Tolstoi es sin duda
un mundo visto con los ojos de los campesino~ explotados,
y, .sin embargo, la nobleza terrateniente y hasta una parte
de h1. aristocracia, están también plasmadas desde dentro.
Claro que sería de un sociologismo vulgar d examinar las
clases sociales en una coexistencia purnmen.te estática; ellas
representan a la vez, y por c.icrto en s.u ~sr.nc.ia má!l profun~

115
daJ el pasado, el presente y el futuro de una sociedad. 13ero
se puede decir coroo tendencia gr.neral (oaturalm.cnte que
sólo como tendencia) que la mayoría de los escritores tien~
den a plasmar desde dentro todo lo que les proporcione, en
tanto que ar~istns, un punto de apoyo para la cristalización
de una visión' fundada en las realidades de la épocaJ y a ca-
racterizar rlesde Iuct":t el pa.<~<tdo y el futuro {cuando é;stc se
dlstingue cualitativamente del presente). Por supuesto que
los gr:::mdes escritores realista.'! se dlfcn~ncian mucho; unos de
otros, en lo que atañe el ámbito de su eonccpci6n desde· den-
tro; Shakcspearc llega quizi a la mayor amplitud en la des-
cripción desde dentro, incluso de aquéllos a los que plasma
con la mayor animosidad. Pero en este aspecto hay· que de-
jar s~ntado que muchos escritores realistas su.fre1t un autO-
engaño en cuanto a su propio punto de vista. La desct"ip-:
.ci6n, por ejemplo, 'de la antigua nobleza quijotesca en
Bítlzac se: realiza sin duda alguna desde dentroJ pero. es der-
t<~mente de una ironí.a critica. destructiva y en ningún roo.
mente podría equipararse con \a de5c.ripci6n de \a nob\eza
en Vígny o Arnim. A la inversa, Balzac vitupera dectdi.da-
ruente tipos conto Nuc.i.ngen o Gobseck, y,. a. pesar de cito,
los \:leS<:.ribe desde dentro. · ·
Contnndo con estas reservas (y sin enumerarlas t2.mpoco,
ni siquiera en forma aproxi.mada), nunca. se debe. olvidar·
que todas es.tas reladones s6!o han de. enfocarse. coma meras
tendencias; pc.ro no obstante puede decirse que un pasado
.h.i.stórlco-sado.l visto des.de fuera puede. estar, can toda, tt la
altura máxifO.<."l. de la verdad de la vida.. En l:t obra literaria
es también v{¡Jido suponer que la vetdad, d xeconoci.miento
literario verdadero del presente;, :es un indtx sui et falsi; es
decir, que un examen crítico realista del presente puede
expresar también, al mismo tiempo, b verdad sobl'e los re-
si®os de un p<tsado mediante cuya destrucciói:l sr. hn llegado a.
constituir, s·obre sus escombroS 1 el presente histórico de la
http1anidad. Muy clistiutas son las cosas en ctinnto al futuro.
En~~ capítulo anterior ya hemos hablado pralíjamente acer-
ca. de Jas variaciones, en el contenido y en Ja estructura, de
la penpc<:.tiva d_el rc.s.{i:;rno crítico en el curso de r:.u evo!u~

116
d6n. Resulta evidente que el por~enír estará para él cada
vez má.'l intensamente bajo la sombra de la perspectiva del
sociaJismor Aunque los mejores representantes del realismo
critico pu<:dnn crc:a:r, a base de. su pe.rspe.c.ti.va, pdndpios
eficaces para la plasmací6n artística. de la materia vital, nun~
ca estarán en condiciont:!S de poder plasmal' dcMle. dentro a
los hombres del porvE:nir.
Esta limitación sólo podrá ser eliminada en el realismo
socialista. Su base ideológica consiste precisamente en el co-
nocimiento de ese futuro y, como esta perspectiva e..s la que
rige la creac.i.Jn literaria! es la m-ás. U<l.tural que los. csc.ritore.s
cuya vjda est{t orientada hacia la realización de ese porvenir
sean los que más notoriamente logren plasmarlo desde den-
tro. Aquí ya ~e hace visible el primer criterio de diferen~
ciación entre el realismo crítico y r.I realismo soci«lista: la
aptitud para· plasmar desde dentro a los hombres que cons-
buycn el porvenir, cuya ·psicolog1a y cuya moral represen~
tan ese porvenir, Desde el Etienne Lanticr, de Zola, hasta
el Jacques Thibau1t1 de Raga Martín du Gard, loJ mejores·
representantes del realismo crítico han tropezado con este
obstáculo ~~ crear sus obras. La fig~rra de Jacques Thlba\tltl
niño y adolescente, está magistralmente lograda; también
muchos rasgós humanos en la etapa de su cvoluci6ri socia~
lista, como las escenas de amor en agosto de 191•1·1 en París.
Roger Martín du G:i.rd tenia que fracasar, !'lin embargo 1 ante
el problema de la nueva conciencia socialista de su héroe.
Esta línea límite está ligada del modo más íntimo con el
cnrár.ter c.onc.rcto de la perspec.tiva en el realisffió socialista.
Pero se necesita naturalmente una breve explicación de la
concreción propiamente dicha, tanto m:í.s cuanto .que h~mos
de volver todaví?. a determii'HI.dC3 elemcnlos problemáticos
de su realización práctica. Lo concreto significa ante todo
conciencia de la totalidad de la· sociedad en .~n dinamismo;
en su uricntadón y en sus etapas más imporlanh:s. Es t!VÍ~
dente que también los graneles realistas críticos cr'ean imáge~
genes totale5 y dinámicas de la vidéi. social. Pero no debr. o\vi~
dnrsc f)!!l'! existi6 un pcrio.do importante del 'realismo crítico
(la época de Waltcr Scott), en et cual los escritores eran apc·

117
nas o nada consciente& arUsiicamcnte del caxfi.ctcr histórico del
mundo plasmado por el1os. La conciencia histádca.sacitü que
se dC'.sarrolló en el siglo XIX, Y qu.e a menudo sufrió i:egrc·
sión en el período imperialista, era, por su esencia. te6ri.ca,
profundamente problemática. Precisamente eo la encarna~
ci6n del realismo más :amplio y ptofundo --el d~ Dalzac o
To1sto-i- se comprueba a. simple \lista esta concit.ncia como
falsa condeoda, aunque, inseparablemente de ello, también
.sea bflse de una concepci6n grandiosa, extensiva e intensiva,
del hombre como ser social y con\o manücsta.ción histórica,
en su carácter más personal y genuino. Bsta conwtdicdán
se ahonda aún más en el período imperialista -con la dedi·
nación del historicisrno burgué.~- en el que todavía fueron
pasibles grandeg obras literarias (basta citar a Thontas
Mann); pero las relaciones de estas obras. con los principios
ideológicos que! les son· propiosJ son cada vez más paradójicas.
La perspectiva saciEI.!ista cr:-eó también para. la. literatura
la posibilidad de examinar la vida histórico-social con \llla
conciencia no falsa. De c.~tc modo surgen una concepción)'
una .aptitud de oUs:crvaci6n tan amplias que sus resultados
se traducen en un earnbía cualitativo de la visi6n litcrarifl..
Pero si se quiere comprender bien esta situación es preciso
haé'cr:· dog obs:crvacioncs previas. En ,prirner lugar h~y que
tener en cuenta que se trata de una simple pasibilidad que
ha de ser realizada por medios rnuy complejos para qUe pue·
da llegar a ser eficaz r:n la. producción literaria. Umt simple
incH.naci6n hacia el marxismo (para no hablar ya de una
ntei·a participaci6n en el D;J.aviroiento socialistll1 de una pura
afiliación· al partido) sería¡ por sí ~ola, tanto como níl~a. Pe·
ro pa.ra la personalidad del escritor, las experiencias de la vi~
da que traen consigo esa inclinaci6n y esa acLivldadJ h1s
aptitudc.~ intelectuales y morales que en clla:J !le dcspicrlail¡
pueden llegar a se1· muy valios<J.s' para contribuir a trarufor-
mar esa posibilidad en una realidad. No obstante,- sería un
error itw;odo creer que el proceso mediante el cual se rdlc·
ja artísticamente la· realidad ¡;e efectúa! por prlncipio, de
manera más directa y sendlla a partir de una conciencia no
fals<~. guc a partir de utta concícn,cía falsa.
·.
118
En un segundo término -y esto ilo deja de tener relación
con lo que se acaba de decir-1 aunque converjan en muchos
<ISpectos la generalización teó:r.ica y la genéralización artística
jUstas (aspiración a lo tlpico), los métodos· de una y otra
son cliferentci! y sus respectivos resultados no son idénticos. Li'!.
convergencia. está. determinada por el hecho de qu,e ambru
reflejan la mi:nna re<~lidad. Pero el hecho de que .ci'~ con-
vergcnc.ia siga siend~ l'IÓlo una tendencia, una aproxilmtción,
y que, en principio, no· pueda llcg·ar a fraguar~e la id~ti~ad,
es consecuencia de la· diferencia entre el reflejo tcórjCo y r:l
reflejo estético de la realidad, La precisión hist6rico-socia1
de la crea~i6n artistica es, !le una parte, la premisa para su
carácter auténticamente realista y, por otra parte, un com-
ponente insustituible de su eficacia.
Pero j~ás un conocimiento tt:ótico acerca del mundo, dd
hombre, etc. podrá determ..inar la excclencia .. de una obra
Hteraria a menos que el autor .'i!! incorpore plenamente al
terreno de las categorías estéticas y se dejo prepcl.er en ellas,
no importando que ese conocimiento teórico suyo del mun-
do sea objetivaincnte justo o injusto. Insislitnos en e5to por-
que toda teoría1 todo conocimiento, no tiene más función
que la de ayudar rtl escritor a reflejar más profundamente
la realidad en el· plano del arte; pero se trata de una rela-
ción indirecta} dialéctica} en la que el elemento de impor-
tancia· decisiva es únicamente la propia justeza del reflejo
ardstico; precisamente por ello una teoría .en si incompletat
e incluso falsa, puede dnr ul escrltor una pauta frucllfcra.
Un marxista tan riguroso como J..enln reconoció gráfica-
mente c~tc hecho en una carta qUe escribió a Gorki: "Por
lo dP.má.s opino que un artista puede obtener mucho prove-
cho de cualquier filosofía." Y precisamente apuntando al pro-
pio Go:rki, añadió: u ... inclU.'lo de una. filcisofia idealista."
Esto es posible porque tanto el artista como el te6rico as-
piran a cimentar el reflejo de la .misma realídad ínfinít.a:
tanto en extensión como en intensidad, y en pltl.ntcar lo
descubierto con claridad; da .cst'e wudo, los puiltOS de vista
más diversos pueden aquí como allá esd~reecr lo descono-
c.icl.o_,...iJumjn.ar hut.a Jv más .i.ntJgnifka'n.tc,. CWJJpliMdo así
su misión. En especia.l1 esto es cierto si se tiene suficiente-
mente ~n cuenta el hecho fundamental del reflejo arlhtico,
la definici6n de su forma por el contenido, pues, como ya
dijimos, la forma artística es la formA. "particulilr de un con·
tenido particular. La infinitud cuantitativa de los canten[.
dos Uel mundo ñ:o es además una infinitud estática con r{!-
Jación a la cual basta la penctraci6n ca.dn. vez r11á.1 profunda
del sujeto en esa materia ínmutable para lograr un partO·
rama mayor o más intenso. No; esta materia misma está
afectada de un movimiento cons_ta.nte, que tiene precisamen·
te. una dirección de.tennt~~da, aunque no sea rectiünea ..
El movimiento produce, por un lado, contenidos co!11·
plet¡UJJente nuevos y permite que dcsaparczcau, gradual o
rápidamente, los que vil(r.eron largo tiempo hasta edad ve-
nerable; y, por otro lado, pNmite reconocer c.laramente, gra-
ci~ a la acci6n de su sujeto, un contenido largo tiempo exis-
tent~J o las tendencias a. la cd~talización de un cont~nido
que, en períodos anteriores, era invisible. Pero d de.5arrollo,
propagaci6n y profundi?.a~i6n d('; l<~. fonna literaria de.pen·
den .-en último término-- de ~ste enriqvec.imi~nto objetivo
y subjetivo de los conte¡Jidos del mundo.
Precisamente c:n este ;:~specto hay también u"nn evoluci6n,
una historia de lt1S formas artísticas, sin olvidar gue las c;rea-
~i.ones acabadas,. independientemente. de la etapa. e.n que
aparezcan; siguen dcbiéndosr:, en el terreno estético; ;:~. va-
lür-c.s comparables. Este hecho fue ya reconoc.ido por Schillcr
cuandÓ en ·su- conferencia Poesía ingenua y sentimental ·de-
mostró que, como com.ecuenc.ia lógica de la vi.da, poet<~.s
modernos como Shakespeare y Fielding describían a la ¡uu-
jcr de manera más completa y profunda de lo que lo hicic·
ron Jos antiguos, sin que por ello fueran estCticamcintc su-
periores a Hamero o Sófod~.
Asíf un reconocimiento más adecuado y nd.s conCI;eto de
la lucha evolutiv::~. de la homanidad, de sus leyes, de su orien·
tació~ y perspectiva pueden llegar a ser la Uasc ideO!úgica
de untnuevo estilo; en este sentido, y s61o en éste1 puede ha·
biars.C de un progreso art{sti.co, de una etapa superior en b
evolUción dr.l arte. La peispcctiva socialista, c!c:vada a una

120
correcta concepci6n y cristalización o.rústicasl pc.t'mite., pues,
una descripción de la realidad hist6rico~social, más comple~
ta, más rica y más concreta que todas las formas de examen
pasadas, illéluye.ndo entce. e.llas, n?.turalmente, ~t re.alismo
crítico.
Si s~ quío=:ren exponer de un modo imparcial y jwto los
puntos de contacto y de divergencia entre las perspectivas
que venimos confrontando, se debe, como r.s lógico, tener
en cuenta todo cuanto' se expuso en 1o5 primeros capítulos
. acerca de la situaci6n y la ·problemática de !a literatura
burguesa de nueüro pr.:riado. Queremos dejar por ahora sin
discutir· la oposición entre la literatura decadente y el rea~
lismo socialista, pues el contra..~te es de por sl evidente. Sin
embargo, al examinar las obras más notables del realismo
crítico, nos hemos referido a una problemática que debe ser
examinada aquí más de cerca para poder definir clarame.nte
su relación con d rea.lilmo socialista. Nosotros opinamos que
no puede. pasarse en silencio el lugar que ocupa el movi~
miento revolucionario obrero en el conjunto· de la sociedad.
Ya hema!> demostrado -y cHe es muy importante- cómo el
realismo crítico no puede describir desde dentro este drculo
de asuntos; y hemos señalado ademfl.., que, en lo que con~
cierne a la pcr!ecci6n del contenido y de la forma, esa in~ ·
¡;:apacidad tiene una significación completamente· dífereot~
de la de uná posic:ión análoga respecto a las cl<tses y capas
sociales que representan el pasado, ya sea voluntario o invo-
luntario el rechazo de su plasmación desde dentro.
En resumen: existen tres posibilídades. Primera,. un fra~
caso e.n el momento dedsivo, cuando el escri.tol' intenta una
plasmaci6n directa ele la nueva temática (Roger Martín du.::.
Gard y, mucho antes, Zoh); l'iegundal c_.'1sos excepcionales
en los cual~ se puede eludir, navcg<~.r alrededor de este pro:;
hlema (]oscph Conrad, Sinclair Lewis), aprovechando can-
cliciones favorables para dar soluciones excepcionales que
históricamente se conciben cada vez menos ( colonialisino en
la época de ConÍ'ad; Bromfidd, en_ su revisi6n de Babitt};
tercera, intento de describir todos l~s problemas de nuestro
ücm~ cn d m?.'i:CO ..!.c h.. d\?.ll!~üo;:,. pmp.\7< de 1:1. b.w;g~,•,e.s~.a,

121
de fonna que la problemáti~.;a que plantea la vida burguesa
y que tiene su expresión dirr.cta y adecuada en la lucha de
clases, es puesta literariamente en evidencia sin que el escri-
tOr describa esa luCha. es decir, de manera indirecta, a tra-
vés de uña descripción artística jus~a de sus consecuencia.~
psíquica..~, espirituales y morales. Ya hemos visto que Tho-
mB..!I Mane ha sido el maeslio indiscutible de este tipo de
imagen de la vida, Pero es claro ......:....y nadie era más conscien-
te de ello que. el propio Thoma.~ Mann- que por este cami-
no tiene que surgir un arte declinante, :i!.l que le es imposible
poseer la plenitud vital y· el c.strecho contacto con la vida
logrado .por un Ficlding o un Kelter. Pues se necesita un
trabajo duro, pensar mucho, una gran riqueza. de imaeina-
ción y sensibilidad y una fantasía audaz en el aspecto for-.
mal, para pestar una nueva inmedintcz a algo qu~ se ha
originado de modo indirecto; para modelar, a partir de una.
materia que se re5iste e incluso se debilita. un conjunto de.
seres humanos y su objeto ~n la vida.
El realismo ·socialista tiene, social e idcol6gicamcnte, la
poSibilidad de describir todos los aspectOs inmediatos c:on-
. cretas de la sociedad, y rcpr~entula artísticamente a base
de las leyes de su propia evoluci6n. No se tiata aqW --co-
rno en la é.poc.a.. clásica del realismo burgués- de re.pre.<>en-
tar c.o;a totalidad social en su "ser usi" extensivo .. Bab:ac,
cuya ambición se dirigia a este fin, s6lo pudo aspirar a ello
mediante la visión de conjunto de La comedia h~tmana.
Cada· uno de sus trozos es una novela, larga o carla, en la
cual s6lo abarc6, en intensidad, un SCctor relativamr.nte pe-
queño. Lo grandioso de la concepci6n global se. ve en qu~
ésta sigue siempre sintiéndose viva, manifiesta y actual; cada
uno de los trozos es una parte orgánica del conjunto, es de-
cir, en 1as premisas y e.n las cousccucncia.s_¡ en los entrelaza-
mientos y relaciones mutuas, pone de manifiesto la vúla
total de la fiOcicdad, abarcándola, envolviéndola, influyendo
en ella, aunque el ámbito correspondiente a cada trozo en
particular se b~ste a sí mismo como un todo aut6nomo. Es-
te tipo de plasrnnci6n de ~a totalidad que -mutatis m.utan-
di.r- volvemos a encontrar en la mayor¡a de los grandes

1?.2
realistas del período clásico 1 pasa también corno herencia al
realismo socialista. En La madre de Gorki, \rista de irune-
diato, falta el mundo capitalista. Serí;,. .sin t!mbargo pl_l.sar
por alto la peculiaridad de las obras de est~ género si se
;:~.simil<~. esa "falta" a la del proletarit~do en Doctor Frwsto,
pues en esta última novda se trata1 como ya hemos visto,
del reflejo indirecto, psíquico~ moral que proyecta·~ existen-
cia sOcial del proletariado en el destino trágico de la inte-
lectualidad burguesa1 mientras que en la de Gorki se mani-
fi~ta. ~oncrcta.· Y. directamente la propia ·lucha <l.e clases,.
aunqu~ la burgue.s.ía esté ausente de la descripción. El rea.-
li5mo socialista., si bien como hijo que r..s de su época est.~
obligado a conocer todos Jos problemas de ésta -inch.1so los.
artísticos-y a tomar posición ante ellos, tiene, pues, en la
manera esencial de su método descdptivo, una mayor afi-
nidad con el reafumo de la época clásica que Con el de
nuestra época, pu~ aquél no !.e reducía todavía a.I procedi-
miento indirecto de ThomaS Mann. No :;ólo Gorki sino tam-
bién ShólojOv y otros escritores dan claro testimonio de esto
situación.
Esto no significa -ya el ejemplo de La mo.t:l.rs lo demues-
tra- que la exigencia y posibilidad de totalizaCión del rea-
lismo socialista sean los caracteres distintivos de su estilo.
'l~ampoco lo emn en el r-ealismo clásico¡ precisamente he~
mas indicado ya la diferencia entre la conccpdón global en
Bab:ac y su rcalizaci6n particular. De todos modos, nuestras
observaciones hechas hasta ahoro., unilaterales y limitadas,
han demOstrado ya que la conciencia justa subyacente en el
realismo socialista trae consigo uil.a intención hacia la tota-
lizaci6n más fuerte de la que podía correspond.er al realismo
critico. La relación real, las vías del arte para llegar a la
realitación ;:~.uténtic.a, son sin embargo muy C()mplicadas. Es
digno de notarsc que también en el realismo critico la apa-
rición de un· ideal monográfico completo, como ·en Zola,
fue expresión de uná problemática interior, y más adelante
intentaremos mostrar que la penetración de l!stas aspiracio-
nes en el realismo socialista ha sido ta~bién problemática.
Allí donde actúan tendencias genuinamente artísticas, el
punto de vista d~ la totalizaci6n es, cada vez más, una pauta
para plasmar un elemento concreto de la vida, valürando
sus determinaciones decisivas peculiares lo más cerc2. posi~
ble de una totalidad intensiva. Len.in ha exigido esta con-
cepción dialéctica de la totali-z.ac.i6n en el terre.no de la cien·
cia: "Para c.onqCer realmente un objeto es preciso captarlo
y examinarlo en todas sus facetas, en todas sus relaciones y
'mediaciones'. Nunca llegaremos a alcanzar esto pol' com-
pleto, pero la exigencia de la multilateralidad nos preserva-
rá de errores y obstinacionr-..s." Es de lo más natuml que, en
la creaci6n literaria., en la rwtl 1a totalización intensiva pri-
vaJ como es Iógico, sobre lz,. ~xtensiva, esta e:-::igenc.ia sea to-
davía más imperiosa.
Podría parecer que d~ esta forma el realismo crítico y d
realismo socialista se hubieran acercado tanto, mutuamente,
que llegaran a· la indiferenciación. Pero, precisamente en el
terreno de esta proxlrniclad, la estrecha uniOn de IJ.na pers·
pect.iva concreta y una conciencia justa es la que produce,
no obstante, las diferencias. cualit'J..tiva.s. La medi.da y clari.
dad en b. plasmación de la unidad de los elemento.~ indivi-
duak~ y sociales del hombre (en su evolución, en su Situa-
ción en la vida, en su historia) que dicha unión· hace posibles,
señalan ya la posibilidad de un salto cualitativo. Si aún aiia-
dimos a esto que la conciencia justa sitúa en una luZ com·
pletamente nueva la :relad6n entre la teoría y la práctica, y
que con ella surge una nueva forma de autac.onacirnicnta y
la posibilidad de la cristalización del prcpio escritor como
miembro de la comunidad de hombres conscientes, re5ulta
visible con mayor claridad esta innovación cualitativa,
Pet·o tambjén h"y que señalar el hecho de que lo nuevo
se mrmificsta igualmcnte en el contenido; la nue.vn forrn.a,
en los es.critores Ve.rdadcros, es la consccu'<',ncia necc~~úia de
lo n~vo surgido en la vida, elevado cada vez más a la con·
ciencia del hornbrc, Pién~ese sólo en una obra cama Poema
fJt!dtlgógico dc Makarenko, y se adv~rtirán las posibilidades
ilimH.?telas de una forma nueva desarrollada orgánicamente a
partir de }os nuevos contenidos de la vida. También las no.
vd.a.s. de. tue.na ~lJ.e.dc.n a(rr.ce.r l.lna ros.ibilida.d aruí.lo~a.
Desde Sú1 noucdad en el {re11te hasta Los desnudos y los
muer,os no son pocas las. obras que han surgí.do fletes a la
verdad y, al mismo liempo, con el más alto nivel literario,
Para abaréar este tema en la totalidad de sus detenninacio.
ne' .se requiere, ademis de Wla perspectiva concreta de ·su
cvaluciónJ el conocimiento adecuado y concreto de sus
fuerzas motrices, como ocurre en la Educación antt Verdún
de Arnold Zweig, o en Calzada de Wolokolamsk de A. Beck.
Pero aún hay que tener en cuenta, para concretar lo que
hasta ahora hemos dicho ·sólo en forma general, que preci~
samente las obras últimas citadas, por .P"luy lejos que -'estén
de una descripción monográfica de la totalidad, elevan con
l;~ mayor energía el destino personal-a través del tratamien-
to de acciones individuales- al nivel de Jo típico, dcscribien·
do en sus relaciones mutuas figuras típicas concretas que
constituyen toda t!Oa visión global.
El descubrimiento de todos los lazos de unión entre el rea-
lismo critico y el ~realismo socialista -sin perjuicio ~e ]a.<~
diferencias e incluso de las oposicionf".!'; cualitativas- ha de·
continuar incompleto e: insuficiente mientras no ~ de.mues--
trc la. aliafl7.a, históricamente necesaria, de ambos estilos.
La base tc6rica inmediata de esta alianza reside en el inte-
rés elemental y constante del movimiento socialista pOr el
!'econocirnicnto de la verdad. El marxismo sitúa el reflejo de
la. realidad objetiva en e.l centro de su esté.ticá. de manera
tan decidida y plena como nunca antes se hiciera. Pero esta
posición está íntimamente relacionada con los e.!ementos esen·
ciales _de la visi6n marxista del mundo. A los ojos de un
mar;-¡ista, el c<'miuo al socialismo es el curso mismo de la
realidad social; todo fenómeno típico, tanto si tiene carácter·
objetivo como subjetivo, es un elemento de importancitl., ca-
paz de estimular ese procesó, de inhibirlo, retardarla, cau·
sar su desviaci6n, cte.; la va\orhacíón correcta de e~tos fenó.
menos es una cuesti6n vital para toda pensador social-ista. Así,
la descripción de una imagen aut6ntica de la realidad es, se
lo proponga o no el autor, un ··apoyo real a la cdtica mar-
xista dél mundo capitalista, y .co.ntribuyc a la construcci6n
del socialismo. Por esta causa, una. alianza· entre c1 socialis-

125
mo y todo realismo en arte, corresponde a la esencia misma
del movimiento obrero revolucionario; por el· contrario
--coi:no ya. demuestran la época de Mussolini y de Hitler, o
el per1odo del maccarthismo-, todo régimen que signe el
camino de la guerra, de la opresión y de la 5educciún d.e las
masas1 ha de tomar necesariamente una posición contra el
realismo arWtíco. .
Pew la alianza entre el realismo crítico y el rcnlbmo so-
cialista se funda también en los principios mismos del arte.
ES imposible el desarrollo Y progreso del realiSmo socialista
sin llevar teóricamente hasta sus últimas consecuencins la
antítesis funclamCntal Cntre realismo y antirrealismo. D~sde
hace tiempo esto está bien claro para los teóricos del n~alis­
mo socialista en todo lo que se refiere a la herencia del pa·
sado; y así, consideran siempre co~lo aliados en la .luc):la por
la primacía del realismo en estética, a los antiguos grandes
representantes del realismo crítico. Y esto no sólo desde un
punto de vista puramente teórico-cstét..ico, pues lo que las
obras de los clásicos del realismo revelan del curso de la his-
toria y la forma artistica eo que lo hacen es insepnrable de
todo conocimiento justo de los caminos que conducen al
presente y se abren hada el porvenirj inseparable de una vi-
sión .certera en la lucha del progreso contra la reacción, de
la vida contra la muerte y la corrupción. Quien renuncia a
este arsenal 1 se priva de las armas más importantes para
vencer te6rica y prácticamente al antirrealismo de la deca-
dencia. Algunos realistas críticos contemporáneos han des-
empeñado ta.mbil:n este papel de aliados del n;ali.sroo socia-
lista, y por cierto muy conscientemente; basta mencionar a
Romain Rolland. .
Con· ello se reconoce prácticamente la existencia de esa
. alianza. Se trata ahnra de descubrir simpleiUentc sus funda-
mentos d 13 .principio1 para mostrar que la alianza del realis-
mo socialista, por ejemplo, con Thomas Mano, no es una
simple "táctica", como no lo es tampoco apelar a Gocthe o
Tolstoi. Hay naturalmente casos legítimos e importantes eu
los que se trata de un lrahajo en colaboraci6n puramente
táctico, el cual, por esencia, ~::s completamente independien-

126
te de las afinidadeS literarias que estamos tratando a.qlú; ~sí
ocurri6 en la lucha contra el fascismo, así sucede en la lu-
cha por el mantenimiento de la paz. En estos casos sería una
limitación sectaria evocar tan siqu.iera el problema del rea-
lismo. Es verdad que, en la práctica, resulta a veces fasti-
dioso puntuali.zir estas distinciones, y sucede, en efecto, que
no se precisan en manera alguna. Recuérdese Ia época. enlre
1
las dos guerras mundiales, el corto período en que Malraux
y Gidc simpatizaron con las izquierdas. Este tipo de acer-
camientos no se basa. de ningún modo en principio!! i:!lcoló-
g.ico-al:'tísticos; necesariamente son mcrm episodios para am-
bas partes. La praxi..t actual de los movimientos. por la paz
demuestra .que es posible valorar en sí la toma de posesiún
político-social de un .artista, separándola netamente del ca-
rácter realista o no de su obra artística. Y, en interés de una
gran claridad te~rica y artística, vale la pena esforza~sc por
establecer incondicionalmente esta distinción, pues en la po ..
Jémica se llega con frecuencia a exageraciones --como, por
ejemplo, a no ver las tendencias antirrealistas de Gide· en la
época de ·su acercamiento a la izqtúerda, y a subestimar !'IU
importam;ia en la literatura actual después de t;U defec-
ción- ·cuandO en re::1lidad no varían nada los principios que
deciden esta cuc.sti6n.
La alianaa entre el rcaHsmo c:r1tko y el re::üismo socialista
tiene profundas basc.s ideológicas, Entre ellas, tal vez la Wás
importante sea el carácter nacional de toda cultura socia~
lista. Como es natural, esta esencia nacional no surge de un
espíritu popular, místico, ni menos de cualidades raciales
"eternas'' supuestamente suprahistórica~. Es producto de la
mancr:a peculiar en que, debido a diversas circunstancias, se
desarrolla, histórica y socialmente, cada pueblo. Ya las íor-
lll&\S en que evoluciona el comunismo primitivo, no son las
mismas en tod~ p~!'tes¡ cada pueblo 13UTop¡;o.o p;:¡,.~r·, de modo
distinto por In etapa del feudalismo, y también son diferen-
tes las formas en que al salir de esa etapa inició la evolución
capitalista, su tipo de movimiento obrero, etc., a pc.sar de Jos
rasgos comunes que carac!.e.r.izan esas deterlnÍnadas form:J-
·cionc.s, A medida que- cada pueblo, dentro "de la validez de

127
las leyes generales, formula las bases objetivas especiales cl.e
su carácter naciomll, se desarrolla y las desarrolla cada vez
mfls hasta constituir su ·propia fisononúa nacional d~termi­
n<l.da. Todo índividuo de una. nación nacerá en ~ta comu-
nidad especifica; bajo su influencia se convertirá en un ser
pensante y cr'eador. Pero dc.be señalarse. clararoente que las
grandes obras del realismo han creado, en gran medida, ese
me;dio P..spiritual en el cual r por el cual ha de llegar a ;:~.cu­
IÍarsc la personalidad nacional. Est;:~s obras tr2.nsroiten al
hombre, de modo directo, plasmado y manifiesto, las deter-
minaciones peculiares de su existencia nacional; en su!'i for-
mas, en sus tradiciones fonnales, rel:.a1ta. con tod~ claridad
cúmo de la índole peculiar de su ser pacional han brotado y
brotan los rasgas pnwios de la conciencia nacional. Cuanto
mÁs íntima y profunda sea la unión eillre el artista y la con-
ciencia nacional, entre el escritor y la continuidad nacional
d~ la culrura -henchida. de alternativas, fisuras, saltos y
crisis-, tanto más rica. y original llegará a ser su obra; y
ello ea vc\lido, i.nduso, en e\ C8.3D de que, opo,niéndm.~ vio~
lentamente a la realidad de !u tiempo, el escritor tenga que
acudir, en In. lucha Consiguiente, a la ayuda de culturas ex-
tranjeras. (Lessing y Shakespeare. En otra· obra he tratado
de demostrat· eómo la influencia de Tolstoi en Thomas Mann,
Romain Rol!and y Der11ard Shaw. ha profunditado precisa-
menrc la esencia alemana, francesa e inglesa, respectivl\men-
te, en estos autores.)
L:~. consecuencia necesaria de. c.~ta. evolución general de la
cultura nacional es que el realismo socialista que surge en
cada pueblo. cuando no es un producto nrtificial de labo-
ratorio procedente de un sectarismo ajeno a la vida (culto
del pcoletariado) ,. ha de estar profundamente intorporadu
a. esa. continuidad _peculiar de fonnas y contcDidos nadona~
11'-; de nqui que el ni. ve! superior de su modo .de ver la.~ co~
sas1 de su perspectiva, etc. 1 -sin perjuicio de su originali~
dad, e inclwo reforzándola '/ concrct:.\ndola- sea fruto de
M'.,plisma problemií.tica pla11teada ante el realismo crítico
contemporánea, y de la misma re¡t]idad social que éste reflc~
ja artls.tícaml'!nte, Ba.s.ta recordar la relación de Aqden;oo

128
NexOs con Pontoppid.an (que este último ha rc.c.cmoctdo} o
los lazos que unen las obms de Gorki joven con Tolstoi, Che.
jov, Korolcnko, etc. En estr. caso, como siempre, la Jitera.
tura, :tl igúal que el destino de las obrns y de los autores, es
'un refleja de la evolución social.
Señalemos solamente por ahora que, en c~tos períodos, el
realismo crítico y el realismo socialista libran en general la
misma tucha contra la reacdón política y culturaL Lenin ha
insistido una y otra. vez en que no hay una muralla de la
China que separe la revolución democrático-burguesa de la
dd proletariado. En la col:':xistencia humana, ta1 muraHi de
la China es to.davía menos probable tratándose de escritores.
Si se Observa, por ejemplo, la evolución di:': Gorki, se verá
que las transiciones que. preparan el salto cualitativo de
la democracia plebeya al socialis~o son apenas perceptibles,
y que precisamente se puede observar también este mismo ti-
po de transiciones en los escritores bu.rgucses de la época,
aun cuindo no hayan pasado el Rubicón, como t:n el caso del
Chcjov de la. última época. :rhomas Mann ha tenido una
idea muy clara acerca de estas formas de transición desde
una coriciencia bu•guesa hacia su a.utocrítica y hacia el so-
cialismo que se asorria en el horizonte. Ya en el año 25 él
escribfa en su Informe paririen.r6: "Yo tambié.n soy un 'bur-
gués'. Pero el simple hecho de saber cuál es hoy la situación
hist6rica. de la burgucsia significa ya que se escapa. a esa
forma de vida y que se lanz<>. una mirada de lado a uoa
forma nueva. Se subestima el con~cimier1to de uno mismo
cuando ~ la tiene por superflua, cuando se la tacha de. quic-
ti.smo y pietismo. Desde el momento en que uno s~ reconoce,
no se es ya el hombre que se era". Por muy numerosos que
puedan ser esos elementos de transición, su número no )m-
pide de niuhrún modo que se trate, en conjunt~, de un salto
cualitativo. El_ hecho mismo de que· existan, y lo qUe signifi-
can para toda realización auténtica tlcl realismo socialista a
lo largo de estos períodos intermedias, intli.can suficientemen-
te que la alianza entre el realismo. crítico y el realiSmo so-
cialista está fundamentada en base.'! .<~Midas y profundas.
Claro est~\ que, para describi.r de manera. general la gé-

129
nesi.s del r~alismo socialista en las etapas en que toUavía rr.ina
el capitalismo, J?.b se deben menospreciar tampoco las ca~
rrientes reaccionarias o decadentes que· se manifiestan en la
vida :social,. ~n la cuhura y en lá literatura,· y que ejercen 1
ellas.. tan1bién, su influencia sobre el contenido y .la. forma del
rralismo socialista· en sus jJlicios. La evolución de Becher o
de ·nrecht hacia un arte socialista sería incomprensible sin
loS movimientos alemanes exprr~'lionista y nco-:-rcalista· ("Neu8
-Saihlic~keit"), y la de Aragon y Eluatd seda igualmente
inexplicable sin el preccdei:lte dd ~urrco.lisma francés. Es pre~
-ciso, no obstante, ·ver este· fcnóméno má3 de cerca. Sin una
co~vulsión interiOr de ".fuerzas ant¡¡gónicas ninguno de estos
escritores, a partir· de sus _solos inicios, podría haberse con·
vertido 11 a sí mismo" y de IJ?-;mcra "puramente orgánico.''., en
un escritor socialista.· Las fuerzas_ antagónicas a Jas que nos
referimoS,. son, por supuesto, las de la vida misma, y pueden
muy bien tener su origen .en el .extranjero; basta recordar la
~norme influencia ideológica de la Revoluéi6n dé Octubre
y_. más tarde, la -de la edificaci6n socialista cle la URSS: Esto
no excluye el que, ei-1 e.'la cOnvulSión intern=~., ·las fuerza.<; lite·
nnia.!i naciollales del .pasado y del p~entc jueguen también
.qiJ papel. No estamos cscribienrlo una historia de la litera~
tura, y nos basta re·c;:ordar·a. e"ste rC.~pccto_ !i'l papel de Hcine
y HOlderlin en la e\161Uci6n: que debía· hacer de Bccher un
escritor_"socialísta. Una vez más; la tádicí6rt literaria y la
. prcs:encia. del gran rcalis-m_o burgués Ífl:tervicncn corno alia·
dos del realismo. socia]jsta. .
No creenios que cón~lusi~ilcs dé este tipo puedan ser seda-
mente impugnadas; pero ,¿ c6mo Concebir la relaci6n entre
el reaüslrio .critico y el" realismo socialista despul:s do la toma
del poder po~ el proletariado? Es 'p_rcciso dejar bien sentado ·
desde un principio que, sin bien :esa tqrna del poder repre-
senta un salto inmenso, nó implica automáticamente en la
rriayoría de los hombres --sin -ex!!~ptUar a los escritOres~
una transformación esencial. Mucho antes del 17, Len in
subrayaba que el socialismo no puede cdíficarse más que con
hombri=:s formados en· ot- régimen c:apitalls:ta, Una vc:r. má~,
h::.!y ,qm pmu:I-· tk r.-:.1,\ev& .q¿_'!J ¿Wr.,' nO Je ·!'CIJJVjc.r.te en JJ.o

130
hombre nuevo sino en In medida l!n que contribuye activa~
mente n modificar la realidad. No es, pues, ni mucho menos
forzoso que, en el instante mismo en que se instau:ra la die~
tadura del proletariado, lo.s e.scritores burgueses de tendencl:l
realista -no hablamos aqul de los decadentes-, cuales-
quiera que puedan ser sus sentimientos progrcsistaJJ, t,&ngan
qne adoptar de golpe el punto de vista social~ta. Ha/ que
tener en cuent;\ también que, durante esta etapa en que se
intensifica la lucha de clase:;, puede suceder que algunqf. in-
t~h:ctualC~:~ que profc.sa.br.n hasta entonces ideas avan1.adas,
se unan provisíonahnente al campo de la rcacci6n¡ incluso
. Huede preverse que et choque provocado por un cambio
socin.l tan importante como };¡, jnsl<\uraciúu del poder prole-
tario puede hacer dudar seriamente a C!JCritores que eran par-
tidarios del socíalismo. desde mucho tiempo antes. (Basta re-
cordar el comportamiento de Gorki en la época· de las luchas
de clase más cncnrnizadns.)
Sin elr!bargo, _en un terreno tan puramente ideológico
como la literatura, lao; agrupaciones suelen ser mucho mis
complicadas que cuando se trata .de persona~ cuya actividad
se reficrr; dr.' modo inmedinto a la producción, a la vida po-
Htiea. El anhelo de seÓ.sacionalismo, el deseo de la novedad
por la novedad, y el anticD.pitalismo rom(mtico abstracto
pueden acercar temporalmente· al socialismo a los represen-
tantes de la decadencia extrema, despertando en ellos la ilu~
sión de que su "revoluci6n de la forma 11 se itlcutifica cuu la
revolución socialis~n y es su .expresión' ideológica: más idónea.
En la in.telligsnf.ria comunista sectar~a surgen el sueño de
una cultura "puramente proletaria" y la ideo. de que es po-
sible cultivar exl la retorta1 por decirlo aRÍ, un arte s.oe_ialista
uradicalmcnte nuevo", en completa indcpcndoncia de cual-
quier arte anterior. Necesariamente, estas tendencias clesem~
pcñan un cierto papel en los años ,iniciales de 1<~. dict<Ltlura
del proletariado; su superaci6n (aunque los comunistas de
más claro pensamiento teórico, sobre todo Lenin, se dan
per:ecta cuenta desde el principio de su inau.tcnticidad y de
.s~ Inconsistencia objetiva interna con respectó al socialismo)
solo pued~ realizaro¡.e cuando en la conci~nci.a ele las grandes

131
masas ~e eoraiz<\n profundamente las experiencias del nuevo
estado social, y Cuando, por lo t1\nto1 UJ.Uthos artistas han
aprendido por propia BJr;pcriencia. a comprender, incluso desde
el punto de vista artístico, lo real!llente nuevo de la nueva
sociedad
No es ca~i.J.al que la expresión "realismo socialista." sólo
haya tenido amplia acogida a partir del I Congreso de la
Unión de Est.ritorcs Soviéti.cos, o sea 17 años des.ymés. de la
conquísta del padcr por el proletariado. No pueden descri·
birsc aq11í las luchas ideológicas anteriores, Sólo diremos. q1.1e
la definición del realismo socialista por el mencionado Con-
greso1 sobre todo gracias a la poncnci.., de Gorki1 fue el re-
!.ulbdo de discusione:s y luchas de orientar.i6n que duraron
años. Para nuestro j:lroblema1 es también esencial la valora-
cí6n de los denominados compañeros de viaje. En pr.imer
lugar, y desde. el púnto de vUta del contenido, los compañe-
ros de viaje son e.scrítores· burgueses1 realistas criticas, que
sin embargo simpatizan con la meta socialista de 1a dictadura
del proletariado, o que al menos se adaptan al orden de la
soci.cdad socia1ista. La cxpres.lón c:ompañera de viaje indica
que por parte de las instancias competentes existía una ten.
dencia a considerarlos como aliados en la constrUcción de
una cultura saci¡J.lista. Pero este punto de vista ~ólo logró
imponerse tras d1.1ras luchas de orientación. Aunque por
aCuerdo del Comité;: Oel\\tal se rer.onoci6, en el año de 19'25,
dicha alianz:il1 en la pr!u;tica la Rapp, que poco después ad-
quirió una gran importancia, se encargó tic suprimirla,. e
inCluso surgió la tendencia a considerar como verdad~ramen­
te "proletarios" sólo al grupo "lllás con.sciente" de escritores
que se declararon abiertamente en favor del socialisffio. (En
este sentido se Uegó a atacar a Gorki y a Sh6Jojov.) Unica-
mcnte cuando se disolvió la. Rapp (1932) se retornó a la
l!ian.z<!-, .pero hasta época muy reciente· se vinieron mani.Ies-
tando y criticando intentos esporádicos de resurgimiento de
lfl: ideología de la Rapp.
<)Estas luchas de oricntac:i6n ~n la Uniün Soviética han c:on-
creta.do considerablemente nuestto problema. Si.n embargo,
o;.e.rta i.t~~~ W~ner ':!¡_"-~'<!. h'i. ?Ú~!'. qu~ n1-.n '!l!.guldu mudVJ.

132
más tttrde la senda del soclalismo pueden hacer suyos s.in más
ni más los resultados obtenidos en Ja. URSS tras difíciles
controve.r.sil!S ideol6gicas, Lenin critica una y otra vez rJ
punto de vista sectario según el cual lo que se ha hecho cons-
ciente pnra la vanguardia puede ser aceptado sencillamente
por !as mas.as; bien al contrario) Lenin subraya qut las masas
sólo pueden ser convencidas de una nueva verdad al travlfs
de su propia experiencia. Resulta ohvio que el escritor tam-
bién pertenece a la masa en muchos aspectos, aunque en ge-
neral no Jo reconozca fácilfficnte, Pero aparte de ello, la
literatura es un oficio en el cual las propias c...xperiencias son
irnprescindibles1 y no pueden saltarse a la torera ni aun con
los propósitos más honestos y flnnes. La e}.-periencia de la
Unión Soviética puede acelerar o acortar, en detenninadas
circunstandas, dichos procesos, pero jamás puede convertir
en cosa superflua el camino del escritor a través de su propia
cxperit'!ncia, Tanto más cuanto que1 con la excepción de
Chi~a y "de Yugoslavia, ninguno de los. nuevos Estados socia-
listas ha surgido de. una guerra civil. En algunos aspectos,
esto tiene sus ventajas, pero desde luego no siempre. Las
conmociones sociales, Ia.s situaciones en que se impone una
elección personnl responsable, y que provocan en muchos
hombres -entre ellos también los escritores:--. una conver-
sión, una peripecia> no han alcanzado en tales procesos de
desarrollo la agudezn y ll'l. profundidad vitales que alcan~an
en la guerra civil. Por ello, ideológicamente, la transmutación
que se prOduCe en esos países no prcsuporle menos esfuerzo,
sino mM. E-n t--\ta~ lineas no hemos llegado a esbonr ni con
mucho todos los motivoS reales de progreso y de retraso en
esa evoluciórJ, pero esta breve exposición pretende demmtrar
solamente el. hecho social inevitable de que" aunque gmpos
importantes de escritores burgueses con talento simpaticen p_o-
lí.ticarnente con 1a realización del socialismo, unn vez ~ta­
blecida la dictadura del proletariado persistirá durante mucho
tiempo en ellos el punto de vista del realismo crítico.
Con ello se habrla demostrado que d realismo critico per-
siste durante un lapso relativamente J;ugo en una sociedad
soCialista. Sin· embargo, el hecho de su i::xistencia no sirve de

133
prueba para' su justificación." En páginas anteriores ya hemos
expuesto 'algunos a~pectos de esta problem;ábca. En primer
lugar, hemos indicado la necesidad de no rechazar a limine
cl socialismo como pen;pcctiva, incluso para la a.utoconser~
vación y la. 'capacidad de renovación del. reali&mo critico en
la propia sociedad capitalista. Por su naturaleza, esta nece-
sidad se impone con mayor energía en el socialismo. Sin em~
bargo_, ello sucede de modo dialécticamente contradictorio.
Bajo el socialismo, la perspectiva socialista se concreta
ininlenuropidnmente, se transforma gradualmente en una
realidad· actual, de lo cUal puede surgir, por un lado, una
aproxllu.ación crccient~ del escritor hacía e.!;¡¡, pétspcotiva,
pero ac;:aso lambié.n, por el otro, un alejamienlo v~hcmente
o tcaaz.-Aquf, como en todas las demás situaciones, la actitud.
estática sólo ~"-~ posible como qasa limite extraordinariaroe11te
raro; Ja. .lnstauraci6n· dc.l socialismo hac:e que el equilibrio
precario. del escritor1 que en el capitalismo llega a veces a pa~
recer perenne, experimente oscilaciones más o menos violen-
tas, cuya d..irccci6n final depende de dcmasiado.s componen-
tcs,·tanto objetivos como s~tbjetivos, como para que se puedan
formular sus leyes de modo.generaiment~ vá..lído.
En ·segundo lugar, hemos indicado también los problemas
del realismo cdtico can respecto a b. reprc.senta.d6n literaria.
del ser social surgido de la tealidad soclaüsta Y. perlel1eciente
a una clase extraña al escritor burgués. ~muo ya se ha de~
mostrado, cstf\ prob\emáti~a, que existe tarnbién r:n· el capita-
lismo a.ctu¡¡.\, sufre con el-surgimiento de la sociedad socialista,
una. potenciación cualitativa para los realistas critkos que
viven en ella. y que están empeñados en representarla y cJt~
prcsarla artísticamente. El escritor realista se enfrenta, en e(
socialismo, a un ser al cual quiere eJtpresar desde dentro,
pero cuya..~ tendencias evolutivas y cuyos resultadoS humanos
e interhumanos tienen algo de otro mundo. Y dado que t:1
socialjsmo ya no·es para él simplcme-!1U~ una perspectiva, sino
un sel.'_,- ·e incluso el fundamento ontológico de su propia exis-
tencia, se estrecha el .\mbito que permite escurrir el bulto
ante la representación directa de este círculo vital, en com-
paración con la situ<lción en la cual se encontraba por ejem~

!34
plo Thomas Mann, como escritor, dentro del capitalismo. En
estas circunstancias, ¿existen_ todavía para el realismo critico
·objetos concretos y reales, y putitos de apoyo para la plas-
maci6n arthtica?
Desde lue'go que sL Ante todo, es necesario no olvidar que
las viejas formas de existeriCia y sobre todo de_ conciencia,
siguen constituyendo ·durante cierto tiempo una ptt¡te, al
-ptincipio considerable, de la substancia de la vida. Desde
luego, y esto es lo· decisivamente imporL:ante, no de la misma
manera que antes. Sabemos que todo Rcr adqUiere stlfp'ecu-
liar "ser así" por el sentido· de su evolución. Con Cada cambio
de dirección no sólo se transforman inmediatamente muchos
cOntenidos y formas de dicho ser, sino. que incluso las fun~
cienes relativamente estables adquieren funciones cualitati-
vamente nuevas. Por lo tanto, :aunque la ·menciofiada subS-
tancia de la vida pueda ser períectamcflte. conocida del
escritor burgués gracias a expe'riencia.S previas, cndn. vez tiene
que enfrentarse ahora con un ser cualitatlvamente'nucvo. Y
Y": no del 1llismo modo. en que experln~cntaba e investigaba
las transformaciones históricas del capitalismo para poder
captar y expresar adecuadamente su realid~d. Bien al con,
ti'Llrio, en e&te caso el problema de lo nuevo presenta una faz-
nueva: su anterior compottani.icnto abstracto, sini.plemente-
no antagonista á:m re.specto a la perspectiva socialista1 ticné
que concretarse ahora. continuamente para p~dcr captar y
repre.s~ntar lo tiuevo en su novedad misma, y no simplemente
como -disolución,. deslrucci6n, etc. 'Hasta cierto límite, este
proceso es posible en una concienc_ia todavía burguesa, pero
liimultáneamente: .puede entrañar Un acercamiento interior
hncia el punto de vista socialista, En todo caso, de esta ina-
ner<~. · surg:en nwncrosos grados· intei-mcdios entre el realismo
crítico y el socialista, sobt'e los cuales volveremos a hablar.
Sin embarga,· es· neccs;uio asimismo reconocer el valor pro-
pio de 'esas creaciones -del realismo crítico. En e(ecto la cstre-
di.ez sectaria burocrática de la época stalillista llevaba apa-
rejado el que se exigiera de modo permnn.ente una intensa
conciencia coffiuni~ta, e incluso que s6lo á'· ésta se le canee~
diera. el derecho de eXpresar dt(i.cultadc.5 y dcsvi.at.\ones. Cta~·o-

135
.está. que a condición de que estns dificultades se resolvieran
inmr.diatamcnte en la .misma. abra, cte. Incuestiotlablemcnte,
también aquí aparece la defannn.ción secto.ria burocrática.
E'.n el campo de b vida económica y pc:.lítica, pPr ejr.rnplo,
Lenin sostuvo siempre la necesidad de defender Jos derechos
.de los trabaj3dares incluso contra sus propias a.utorida.deS
·soviéticas, pues el burocra.tü;mo de las mismas podía muy fá·
cilmcnte ser la causa ele tales conflictos. EstBS y otras reali·
dad(!s de la vida deHnen el ámbito verdadero del realL<;mo
crítico en la sociedad socialista en desarrÜllo 1 en un mundo
en tran.~fr:Jrmaci6n, cada uno de cuyos pasos se refll!ja en las
diferentes clases y capas sociales (o en sus restos) de modo
e,ctraordinariamente diverso. Incluso cuando Si!: rtprueba ia
tende.nóo. fundament~ de. la evolución, ln. o.c.titud positiva
frente a dichas fases puede resultar muy diversa, según la
certeza -o el error (cvcntn~lrnentc p<~.rcíal) de talc:s o cuaks
medida.s1 según la comprcnsi6n o no, en los correspondientes
estratos sociales, de lo que. es esencial en cada éxito a fracaso.
Con esto~ naturalmente,_ s6lo se. han esbozado algunos rasgos
gcncrnles de una temátic:a socialmente justificada para el
realismo critico en esta fase de transid6n. D:a.do q_u~ el ver·
dadcro marxismo, sin dcfoiTnaciones burocráticas ni subjeti-
vista.s, se basa Cn In invcstig¡~ci6n cada vez más profunda de
la re~lidad objetiva, tie11e que considerar como aliado, en el
campo de la literatura, o. un l'ealísmo cdtico di!: este tipo.
Obviame1:1le, un contenido t~n diferenciado pU(~de do.r
or¡gen a formas muy diversas. El estrechamiento sectario bu-
rocrático se demuestra especialmente porque, de 1ma parte,
tral cado., crítica se exige la. corrccci6o inm~dirl.ta de! error¡ y
de ·otra, porque el e.njuicialfliCnto sólo se realiza desde d
punto de vista de la vanguardia comunista) t:tchando de voz
enentiga todo lo" que se separe de dicha concepción. Can ello se
li:pita. el ámbito objetivo -produc.idO pOt' la l!Vo1uci6n de la
sociedad misma- del realismo crítico, y en -muchos casos se
U~a ~ anularlo. Su trascendencia con~lstP. justame(llc cñ re~
!t'éfar d <ksarrollo hacia el socialismo en una conc.icncía no
socialista, pero capaz:· de expresar en sus aspectos suhjetivos y
objedvos, la riqueza de la l.1Ueva vida, su fuen:a de h·i\nsfor-

!36
mac.i6n y lo. c.arnpkjidad del camino emprendido. (Al anal~­
~ar la s1tuaci6n en .el capitalismo, ya señalamos c6mo un pun-
to de vista hostil a la perspectiva socialista impedía al escritor
la expresi6ñ del realismo critico j en el régimen soci¡~.lista ello
es, por supuesto, mucho más evidente.) Así, pues, el realismo
crítico puede llegar ;1. adquirir una. gmn importancia y, tanto
social como nrtísticnmcnte, ser un uliado importante del so-
cialismo naciente.
Nuestras antei-iores observaciones se refieren a la realidad
presente como tema de la .litcratma. Pero, naturalmente,
también los temas que el escritor toma de.l ""[lasado irnnediato
o lejano sufren alteraciones ünportantes, pues·la realización
clel socialismo ilumina el pasado con una luz nueva, al hacer
claramente visible el {adónda? de su evolución. Y no s·e tra-
ta ~implemente de situar bajo una nueva lu?. "los mismos''
hombres, l"clnciones, ?.contedm\cntos, etc., !lino rnüs bien de
ver y valorar de manera c.o;encialmcnte nueva1 esos conteni-
dos, relaciones y estructuras, porque al concretarse el ladóu-
de?, se convierten en· no esenciales a.~pectos que hasta enton-
ces paredan importantes y, en cambio, pasan <l. primer pla110
cuestiones olvidadas y menospreciadas, Todo e5tO no excluye,
como es lógico, un tratamiento fmctüero de estos temas por
parte de un c.scritor que todavía siga siendo burgués, sobl'e
todo si ya antes había partido de un punto de vista popular.
N iluminarse el ladó11de? del pasado cu h existencia socia-
lista, ese escri.tor burgués ab.a ·evidentemente su "\li.si6n a un
nivel cualitativamente superior, sin que ello tenga que im-
plicar corno consecuencia forzosa una ruptura completa con
su perspectiva popular rcvoluo::ionar!a. De aquí resulta, pav
ra el rNtlista crítico, tUl acercamiento, un camina\" juntos,
incluso ·una coincidencia con h tr.;ndcnc.i"<l. de1 realismo sO·
cialista.
A ello se añade el motivo que ya mencionamos al hablar
de Reine: el socialismo es el adversario más abierto Y eficaz
de :lCJuc!las fuerzas contra "las cualc5 se encuentran sicmpi:e
en lucha los mejores escritmr:s burgueses. En 1a 'época de
Hcine, el socialismo era el enemigo· del chauvinismo alemán;
más tarde, de l<~s diversas variantes del fascisn·JOj hoy, de 1::1

137
idcÓ!ogía de la guer-ra fría 1 de la preparación de. una guerra
_real. Todos estos motivo.s1 que pueden. ser la base d"e sóJidas
alianzas políticas ·en el presentC, crean ade.más para el rea- .
lismo crítico otras posibilidades: las _de valorar el objetivo
hisMrico del soc¡alismo y reproducirla desde su propia pers-
pectiva, sin tener que. abandonar por ello sus principias· ideo-
lógicos. Cuanto menOs directamente se relacione el pasado,
convertido en asunto litc:rario 1 con el advenimiento del socia-
Ji.smo, tanto mayor será ·el espacio vital en que se ¡llueve el
escritor burgués realista. crítico. Sin embargo, el sOcialismo
nd debe ser tampoco extraño a la 1n.tinia trabazón del rc?olis·
mo cdtico. Basta recordar el problema del carácter nacional
de toda evoluci6n socialista. Entre el IIlOvim.iento que per-
. mitc a un pueblo convertirse en nación y sus luchas de clase
decisivas ~te una. Íntima relación mutua que no sólo dett~.r­
mina el destino nacional sino que marca con un sello t::~.m~
bién nacional las lucha!! ·revolucionarias anteriores al prole..
tariado y el propio movimiento obre"ro. Es evidente que el
análisis y valoración de las relacioneS" sociales a la nueva lu.z
del Socialismo es tarea principal de la investigaci6n marxista
de la h.istoria 1 pero la literatura puede desempeñar en ello.
un papel de pionero independiente.
Al llegar aquí aparece con toda claridad el carácter de la
itlianza. entre el realismo crítico y el realismo socialista. En
qué medída los movimientos populares, y· después la Iucha
de clases del proletariado, han representado los verdaderos
intereses nacionales, el verdadero camino para el surgimiento
de las naciones modernas contra las clases dominantes {lu-
chas de los campesinos alemanc!l y h~ngarmr en el siglo XVI,
revolución francesa1 etc.), es algo que no s6lo no ha sido
e$tudindo suficil!nlementc desde el punto de vista hist6rico
objetivo, sino que incluso, por mucho tiempo, no Heg6 a ser
un compone-nte firme de la conciencia !;ociaH5ta. Para mu·
chos escritores de Posición plebeya o Lurguesa1 el rnolivo so-
cial puede carecer de importancia en comparación c.on el na-
cional j pero, para el socialista, todo csclarecimien.to de las
relaciones ent.Je ambos motivos es un paso fundamental en
la fannación de una conciencia socialista multilateral y au-

13B
téntiéa,. que tenga suficientemente en cuenta el carácter
nacio[u¡,J~
Hay que observar no obstante que, precisamente en los. rc-
present<'l.ntes del socialismo realista, ocurre. que, junto a la
gcncralizaci6n del contenido socialista de la lucha de clases,
desaparece o palidece la· peculiaridad de ¡;u carácter nacio~
na l. Por. cuanto el realismo critico sitúa en primer pol¡no este
aspecto del complejo -aunque también de todos .modos, con
. cierta unilateralidad-, se justifica su papel de ·aliadoj aporta
elementos nuevos e importantes y corrige1 a pesar d@ su u ni~
lateralidad1 otras tm.ilateralidades. Basta con indicar a este
tenor la importancia de la obra de Gyula Ilyés, La trag~:dia
de Dósza~ sobre la revolución de los campesitlos húngaros en
1514.
Las tendencias hasta ahora mencionadas se intensifican aún
· más en el plano subjetivo. Insistamos una vez más:. subjeti~
vamente no es posible un estado de equilibrio; tal equilibrio
se tÍ"amforma d~; facto en. un movimiento regresivo, eSpc~
cialm~nte en épocas turbulentas. Ya hemos señalado la con-
tradicción dial~ctica. exi.stente en la. reacción de la lntelec~
tualidad burguc.~a ante el adverÜmiento y evolución dd
socialismo. Añadiremos ahora, dc.c;dc el punto de vista de la
existencia del escritor1 que una reacción puramente negativa
.;~.nte lOs hechos históricos puede ir acompañada del peligro
de que el escritor pierda contac~o con la realidad, de que_ su
perspectiva¡ que. entonces está anclada más en el pasado que
en el presente, se diluya en la más !13CÍa abstracción y de que
con ello, deje de ~tar en condicione.~ de ordenar en forma
literaria la sustancia vital de su pr()pia vida social y humana.
Cuanto más profundo. y amplia sea esta fisura 1 tanto más
dt!sarraigado será el mundo" que le es accesible para su obra
literaria 1 y este alejamiento llegará a abarcar incluso aque-
llos círculos de la vida en los que el escritor pod[a confiar
más profund<'lme"nte. Este es en esencia el destino de los CS·
critores de la emigración. La llamada emigr~ci6n ·interna se
distingue de la emigración exterior -para desventaja su·
ya- eil que d alejamiento espiritual trae c.Onsigo muy· a me-
nuCo una aDaptación exterior1 cuyas contraCicdon¡;:;s lnma-
nentc:s en general se pueden equi.parar a la hipor:resía o ;:,\
cinismo; ya hemos mostrado estos rasgos en la evolución de
la literatura burguesaJ en Dcnn, Jiinger y Saloman, (El que
los errorC.'I e incluso la corrupción del régimen de Stalín pa-
rezcan confirmar alg'Uilos hechos exptlestos en la literatura
de la emigraCión, hoto inte.rna como e:rterior, no varía en
nada la situación general de esos escritores en la evolución
hi..,;tórica, en la perspectiva de su obra literaria.)
Esta situación, generali:~:ada -por decirlo así- sociológica-
mente, tcní::~. que ser bosquejada. en ht forma en que lo he~
mo~ hecho, porque sólO sobre ~ta b~e se pueden mostrar
las diJcrcncias esenciales, e inclwó las antítesis de la evolu-
ción que estudiamos. Serla, por ejemplo, una actitud extra-
ordinariamente abstác:;ta, que la negación de un escritor
frente a una realidad hist6rico~social dnda 1 fuera concebida de
modo idéntico en cada c.aso particular. El recha.1.o del escri-
tor puede ser abstracto o concreto; puede igualmente surgir
de la incapacidad para eJHcnder una nueva etapa de la evo~
lución humaDa, o de la visión justa ante un retroceso reac#
cionnrio. Los dos pares de estas antítesis no son fácilmente
coordinabb. Cierto que a roenUdo coinciden la negación
abstracta y Ia incapacidad de entender lo nuevo, el rechazo
concreto y la visión de lo reaccionario, pero sería una crasa
simplificación concebir como conceptualmente ~eccsarias estas
coincidencias. Recuérdese ta'O s6lo la hennosa narraci6n de
Vcrc:ors, El silencio del mar~ que telata un episodio de la épo-
ca de la oc.upací6n de Francia por Hitler; la negación es
abstracta~ pero la perspectiva histórica está basada en hechos
reales~ en la evolución real. Se podrían indicar ejemplos an.::i#
logos en todas las combinaciones ¡:¡oslblel.
Para aclarar la cue.s.tióD. es también necesario hacer inter-
venir la antítesis de progreso y reacción, de critica de un
sí.-fcma desde la izquierda o desde la derecha. Se demuestra
entonces que la emigración intern.n o la exterior contra una
e..,~luci6n !.Dcial~sta está condcn:>.da a perder el contacto cr.:m
la ?calidad .histórica) y por ello a agotarse tanto arthti.ca co-
mo ideológicamente i por el contrario, la emigraci6n antifa.,.
cista ha podido concebir ún i.uicio más 'p(ofundo de la. rcaJi.

14\l
dad del que poseía, a menudo1 antes de l;:~. emigración,
precisamente por su actitud oposicionista (los ejemplos de.
Arno!d Zweig o Feuchtwang~r son elocuentes, para no ha-
blar ya de Heinrich y Thomas Mann.)
Vemm, pues, que no faltan conflictos, pera nunca son de
antem;¡.no insolubles. Al contrario. Estos conflictos han sido
muy a menudo enonnemente fructíferos, auaque sólo sea por
et hecho de haber vla[lteado en la literatura algunos de los
grandes temas del período de tranS¡ción, entre ellos el de 13
relaci6n del escritor burgués con la real1dad socialista. Es
sorprendente que tanto la literatura burguesa como la socia-
lista tengan como uno de sus caracteres esenciales el de la
prefercnt.ia por la ·novc.la edut.?otin, a menudo autobiográíi-
c:t. No se trata de un paralelismo casuaL Las das ·sacledadesl
cn comparación con las estructurrts sociales anteriores, están
en una evolución dinám.ica continua, y por ello no es lógico
que en el individuo que en ellas <:rece se desarrolle espontá-
neamente una actitud hacia la vida que le haga apto para
ocupi\t' en \a sociedad su lugar adecuado. Otro 'il.spe~:to de
la misma situación e.s 1 como ya indicara Marx en su juven-
tud, que el capitalismo hace más o menos contingente la per-
tenencia de cada individuo a una cierta cla.s·c. Ya no se es,
por simple razón de nacimiento, burgués o proletario, sino
que se llega a ser de una u otra clase ~n el curso de una evo-
lución pel'sonal; por el contrario, en las sociedades firme-
. mente estratificadas,' este. hecho es da.da -corno regla gene-
ral- :'lin e-lección, inevitablemente,_ "na.turalnlenteu: No es
preciso e;-:poner proliJamente que la eontiOgcncia a que se
acaba de aludir persiste y aumcnla en el sociaüsmo, en ese
crisol en que se. funden las clases, en dondé algunas desaPa-
re.cen definiti..-<'mcnte mientras otras,, antes de ·la fusión c.n
una ·sociedad sin clases, adqulcreo. un rostro esencialmente
nuevo. En el socialismo, la pertenencia definitiva a un gru-
po socíal depende, en mucha mayor medida que en e-l capi-
talismo, de la Jibrc acción del individuo: libertad, natural-
mente~ pero no concebida como Una necesidad cit:ga sino
reconocida y 'entendida como uri.a nec~i.dacl que sólo e-s efi-
caz c.onsc.;vanda lO!. {on.OSO'!i deme1ltos tk \a cont(np,enc\a,

Hl
Pero nos Parece más importante hacer resaltar· las diferen-
cia& que las analogías. Por lo c;~epuesto hasta ahora 1 parece
lógico que la "novela de educaciánu desempeñe un papel tan
importante, en forma directa o .indirecta, en· ambas 1socieda-
de..~. Sin embargo, ya Hegel -con un "cinisffio", que nos re-
cuerda a Ricardo- h~bía subrayado ·el sentido social de. esa
educaci6n en Ja. sociedad capitalista: "La finalidad de esos
años de estudio estriba en que el sujeto asiente la cabeza, se
adapte con su deseos y opinlone.o; a las relaciones existentes
. ·y a la racionalidad de las mismas, encaje en el encadenamien-
to del mundo y en él adquiera un punto de vista adecuado".
En cierto sentido, muchas de las mcjoms novelas burgue.~a.'l­
c~ntrad.icen esta definición de Hegel, pero en otro delermi-
. nado sentido la confirman. La contradicen por el hecho de
que la educación en ellas plasmada de ningírn modo dcsem-
bo.ca .siempre en tJ~ reconocimiento d~ la sociedad burguesa:
.La lucha por una. realidad que corresponda a los Sl_teños de
la juventud. y a sus c:onvieciones podrá ser sofocada por la
fuerza de la soci.edad; a menudo los rebeldes habrán de do-
blegarse, hu.ir .a la sol~datl, etc., pero no siempre se Jcs podrá
..arrancar la reconciliación d~ que habla Hegel. De todos mo"-
.dos1 cuando la lucha. acaba. con la abdicación del autor, el
resultado se acerca. al que indica Hegel: por una parte, triun-
fa la realidad social objetiva sobre lo subjetivo de las aspi-
raciones individufl.lcs y, por ot.ra parte~ la reconciliación pro-
clamada· por Hegel yí\· no ·e.." extraña a esta abdicación.
En lá sociedad socialista la situaci6n es completfl.mcntc dis-
tinta. Sólo en la apariencia abstmcta se pUede aplicar a la
"novela. educativa" de este otro mundo el csr¡uÍ::ma. que se
·acaba de esbozar para la del capitalismo. Se trata ab.ora, ·en
la novela del socialismo, de la manera en qur. el individualis-
ta burgués, qUe sÓlo acepta lo social de un modo inconsciente
y conlra su voluntad, se reeduca en la vida misma h'lst.a ad-
quirir una conciencia. 5ocial. Su desenlace no es de ningún.
modo una abdicación; al contrario: el camino lleva de una
conducta general lendcnlc a la 1'cnuncia, a la fundamenta-
ción humana de una actividad socia.l. No cs1 pucs1 , un ca-
mino a la soledad,. como el d~ la ma;vorja d~ las novelas im~
portantes de la última época del realismo crítico~ sino~ por
el contrario,· una senda que conduce de la sal~dad a la fa.
miliru-i"zación ton las fuerzas sociales, can los hombres que
tienen aspiraciones idénticas: el camino hacia una forma
nueva y superior .de la pcrsonaüdad. Por· ell01 no es casual
que las obras más signüicativa.s de este tipo¡ ~n oposici6n a
las novela.1 educativas burguesas Hpica!i, incorporen a me-
nudo en sus temas ·la crisis provocada en la intele¿t!O.alidad
bUrguesa por el e:stableci.mJento del social.i.!:mo. En amboJ ca-
sos, ha.y un elemento autobiográfico condicion_ado sócW.lmen-
te: en la sociedad capitalista, la contingencia de la eXIstencia
humana en general, ya reconocida por Marx, y, en el socia-
lismo, el reflejo de Ja crisiS desencadenada en la intelectua-
lidad burguesa por !9. rcvoluci6n socialista.
Especialmente en los inicios del régimen socialista, el tema
central. objetivo1 que· s~ impone .a la intelectualidad burgue-
sa (lá. decisión in(erior, ]~ toma de posición en pro o ·en con-
tra) converge con una fot'Il?a .li.teraria autobiográfica, Esta
convergencia es tan .íuer.te que· la conducto. social humana y
la conducta literaria se· refuc~n .mutuamente: las experien-
cia~ personales y vitales del .autor se enriquecen en contA.cto
con el orden socialista e impregnan su ·lahor litcrarin·; y, al
mismo tiempo, la. plasmaci6n de· esa labor literaria ·le obliga
a responder con claridad a los problemas planteados por la
yida: Naturalme!l"Íe que aquí sólo se trata de una mayor
posi.bilidad para.lo. cvoluci6n humana y literaria del esCritor;
tal vez se produzca, t~l vez no; pero·no deja de ·ser sorpren-
dente el gran paPel quti han descalpeñado en el estadio ini-
cial de: la existencia sociali~ta, ese .. tipa de obras en lns que
.se expresa el examen autocrítico dC'la propia conciencia bur-
guesa del escritor. También llama la atención -además de
no ser un hecho fortuito- que ptecisamcnte este examen
autocritico haya nbierto a algunos escritores el camino .a la
concieni:ia socialista, el paso del realismo crítico al realismo
socialista. El mejor ej~mplo de ello sigue siendo el de la ad·
mirablc trilogía de Alcxis Tolstoi, Gólgotha, · cuya primera
parte n11.ci6 cuando su autor se hallaba todavía en el exilio
voluntario, mientras que la conclusión reiJ€]a ya la conquista

143
de una conciencia socialista. Se puede hallar algo parecido
en los casos de Fedin, Shaguinián y otl'os muchos escritores.
Estos hechos. demuestran -y ello estaba ya implícito en
nuestras anteriores reflexiones- que no es posible trazar con
rigor metaf!~ico los límites entre el realismo crítico y el rea·
\ismo socialiSta en el periodo en que se verifica la tramicíón
al socialismo; que si bien los dos estilos -en el nspecto con·
ceptual de la estética~ se distinguen netamente entre si,
puede haber transiciones imperceptibles del realismo crítico
ul realismo socialista en un mismo escritor e incluso en una
mi.sm~ obra. {E.videntemintc, también puc.de darse un mo·
vimiento regresivo.) Por lo que se ha expuesto hasta ahora~
no hay nada de Sorprendente en ello. Si ya en el caso del
realismo critico en 'el mundo capitalista, el no rechazar a li·
mine la perspectiva socialista ha llegado a ser el criterio .de
una mayor fecundidad, es evidente que esa penetración del
punto de vista ~ocialist<\ en el campa de JJM. existencia so-
cialista -o en camino de. serlo- ha de aparecer cada vez
en mayot" grado, y que, en este nuevo medio, han de borra.t"·
se paulatinamente· las diferencias que se perfilan con clari-
dad en el ambiente hurgué..~, originhndose transiciones en
est~do de fluencia. Esta evoluci6n es, en realidad, un reftcjo
de la existencia. La instauraCión de la dict<~.dura del prole-
tariadd no puede crear inmediatamente, salvo en detenni-
nados campos, formas c;<presns de eXi.stenci~ socialista; aun
en estos campos determinados, la conciencia quedarú totlavia
largo tiempo· rnagarli\; es decir, lRs formas de existencia :~o­
cialisl'a, estatales y liOCiales, funcionarán por largo tiempo de
tal modo que los hombre.~ que en ella vivan cumplirán cicr·
tamentc con sus preceptos, pero lo harán todavía,, en gnm
medid.a, con l.Ula conciencia que en muchos casos seguirá
siendo burguesa. En otros sectores mUy importantes de ]a
fvida, por ejemplo, en la agriculturA, esta tromici6n es nón
más lenta. No sólo seguirán existiendo largo tiempo formas
.,burguesas de la existencia socia\, sino que, incluso las que
~e han ido superando gradualmente, no tendrán en absoluto
-sobre todo al principio-- un carácter rc~ueltamente so·
cialista.

144
Las formas de traruici6n entre el realismo crítico y el rea-
lismo socialista tienen, pues, un s6lido fundamento en la cvo-
luci6n necesúia del propio socialismo. Mientrru los n:alistas
críticos qué mantienen en el régimen socialista sus viejas tra-
diciones, reJuelven la·s contradicciones correspondientes al
mundo viejo, se adaptan al nueVo y logran dc.~cribir y crear
literariamente personajes y situaciones típicos de la vida, no
es solamente en ellos mismos en quienes se refuen.an los ele-
mentos de transición, sino que, a la ve:z, ~te esclarecimiento
de contradil:ciones -que de otro modo quedarían ocUita:s o
pasarÍ"'-n des~percibidas-, esta atención dirigida n sus for-
mas peculiares de manifestación, refuerzan objetivamente la
ya mencionr..da a1ian:z;a entre el realismo crítico y el realismo
socialista, aunque, como corresponde a la tradición natural
de estos C3critores, ellos hagan recaer el acento con más fuer-
za en las contradicci.onl!'3 I:Ilbmas que en las forma.' de su
<\boiici.6n. A medida que el tema tratado sea más general,
cul\nto. mis investiguen loo. escritores (desde los dos distinto:;
ángulos señaladoo) las mismas condiciones y direcciones de
evolución de la Ínisma nali.dad, cuanto má-s fuertemente se"'·
transforme ésta en una realicl~d que va hada su propi.a sup~­
raci.6n o e..s ya puramente sodtl.!ista, tanto más llegará a acer-
carse el realismo crítico al realismo socialista., tanto m:ás su·
perspectiva negati.va (s~mplcmr.nte: -el no re('_hazo del socia-
lismo) se tr"ansf<"l_rmará, pasando por much-as transício"ncs, en
una perspecüva positiva. (afirmativa}, es decir, socialista,
En resumen, se trata de un prOCt'.so t:n el que, con la eVo,.
lución
realismocompleta
crlli.r.:o endelsu wcialismo, se e.xll~~n~gu~e~·
propi.ü campo¡ como ~l:~~~~ij~¡~J
culiar. Ya hemos indicado algunas de

necesariamente. en d
les y el complejo conjunto de. problemas
terreno del sodatism~o¡;i~:~~::~,~~~~~
siclr:rado COU\o tendencia- ha de li.mitar
espado" vital del realismo crítico en la
nt surgir un mundo social cuya descr.ipci6n
cada vez más inaccc.c;.iblc para el realismo crítico.
neamente, como to.mbién hemos intentado""mostrar, en·el·,iéá:·
lismo crítico suroién cada ve¡; con más . fuct"~a. formas· de

115
transición qüe conducen al punto de vista del realismo socia·
lista. La constante intensifi.caci6n -no rcctilí.nea1 pero t.am~
.poco r~gresiv':l...:.....- de azp.b<U! tendencias, Conduce eradua!men~
te a lo qu_e ya hemos llamado antes la extinción del realismo
crítico. Y la expresión 11<!Xtinción" ha de ser tomada en la
acepción rigurosa de la palabra. Es inevh?-blt: que surja una
sítuaci6n social que .. sólo pueda ser descrita adec'uadamcnte
por el rc....:Jismo sociolistrt. ·y si bien este proceso c.s largo
-¡n_ucho .w.ás largo de lo qUe suelen. desear y proclamar los
sectarios impacientes-, .ese final_es · Ín~vitable. Pero este
Ocaso ineludible es, no obstante, de carácter orgánico: es uno
de Jo:r moroer~tos esenciales del pi-oceso c~ado'r, .determinado
ya desde el brote mismo de toda forma -particular y origina-
-clo en. la.<i peculiaridades de su propio coi:Jtenldo. t:.J desenla-
ce del 'realismo crítico es· umt. r..xdndún; al igual que hubie~
rOn de extinguirse a su tiempo las fOrmas que surgieron de la
visi6n· delmJJndo .fe_udal, Es evidente; la opi.ni6n pública d~
creadores y lectores puede acelerar.cicrtos pasos, puede hacer
. que se verifiquen sin fricción; pero, en último téimino, el
espacio vital de estaS influenci<ts depecdc de la evolución de!
ser social. De· nada pueden servir aquí -antes. al contrario-
proclamas e incluso dccretos1 pues los re..~iduos. del capitalis.~
mo en la. conciencia y en el ser', no put":den desaparecer por
estos medios.
Estns consideraciones parten· siempre de la 'superi01idad ar·
ti'stica, condiciar1ada h.istáricamentcJ del r-ealismo socialista.
(De todos modas, n)J.nca· se ínsistírá bastante en que hay que
guardarse contra las interpretaciOnes que _quier~n deducir de
esta confrontación histórica conclusiones directas sobre la ca-
lidad artística. de dctcrm.jnadas obras en particular, ya se~ en
sentido .afirmativo o negativo.) La base ideol6gka de esta
superioridad está en la clara 'visión que proporciona. nl escri·
üu la. c.Once.pción del mundo socialista, la pc.rs[lecüVa socia·
lista: la posibilidad de abarcar, reflejar y describir el ser y
la coneienciA. socí~le.s, el hombre y las relaciories hwnan:~S, la
problemática de la vida y sus soluciones, más profundamente
de lo que las antcriore5 _concepciones del mundo hicieron po-
sible.

146
Sin embargo, es preciso repetir que se trata tin :;ólo de
una posibili~ad, cuya realización puede ser fomentada o in·
hibida por lo favorable o dc¡;faVorable de las circunstancias
histórico-sociales -prescindiendo del talento literario de los
representante:~ de este nuevo estilo, cuya -presencia o ausen-
cia está también sometida a la contingericia-: La sensibili-
dad de todo nuevo estilo a ·estas influencias exteriov.s · e.~tá
incrc.mentaq.a en sus comienzos pcir un doble peligro, di! cual
llega a SUlgir, con mucha frecuencia Cn la historia, una cierta
problemática de tr.::i.nsición: o biCn aparece el·t~mur a ~traer
tOdas las consecuencias del nuevo contenido, es decir, un en-
castillarse en lo viejo, ·un espanto a. abandonar .los caminos
trillados de la rutina, o bien se llega a expresar en forma de-
masiado abstracta la esencia a.bstmcla del nuevo contenido.
(Todo lo nuevo, como dice Hegel, aparece al principio en la
llistoria en forma abstracta.) ·Sí la abstracción alcanza un
grado ~cesivo, los aspectos concretos del contenido, la posi-
bilidad de conquistar una tierra nueva pata la nueva cori-
cepción literaria, se perderán o por· lo menoS se debilitarán.
En la historia evolutiva de la literatura bu.rgut.!a, el primer
tipo de peligro está encarnado eo las trage.di&!l de Voltaire
y el segundo ·en los dramas de Lillo y Didcrot.
A C.'ltos dos peligro~ estaba y aún está expuesto el realismo
socialistn. Y el foco principal de peligro ha de cncontranc
allí donde residen precisamente las fuentes de su superiori-
dad: en la nueva forma de manifestaci6n, cualitativamente
superior, más concreta y más a.mpl~a, de la perspectiva. La
falta de audacia e:~} en el realismo soCinlista, el peligro que
aparece más rara vez en la práctica, y Cl más sencillo, con
mucho, de resnlverse teóricamente. Pero, como es lói;ico,
siempre habrá e.~critores que se. asusten ante. las consecuen·
cias últimas de su tema, guc se espanten. de su perspectiva
verdadera,· y que por ello recaigan en un nivel soci.::d e his-
tóricameut~:: superado, al tratar de conciliar el contenido y
sus formas. Surge asi una. variante insarin y desvalorizada rlc.l
reall.~mo burgués, o por lo menos un acercamiento muy pro·
blcmático a sus nicdios de expresión, en el _que, como es na-
tura!, .han de faltar precisamente la.~ grandes virtudes de ese

147
realismo. Y esto sucede tanto más cuanto que esta n'rtificial
concilíación de forma y contenido suele orientarse según las
tendenCias más problemática..'l de la literatura burguesa tar~
dla (manera de Zola, "neorrcalismo "lemán", estJ.lo de re~
portaje o de montaje, etc.) y no con las del perlado clásico
del realismo.:Úítico. Sería un gran error colgar la misma eti~
queta a estos productos y a las obras realistas críticas antes
indicadas en las que se aprecia el periodo de transición al
realisnlo socialista. Como ya hemos señalado al comparar el
vanguardismo .y el realismo crítico de nuestros días, en estos
casos lo decisivo -también artistica~nente- flO es la visión
estética de un cierto estadio, sino la dirección) el movimiento,
del cual cada estadio no es más que un elemento. Con mu-
cha frecuencia, ese -movimiento es regresivo. en lugar de ser
progresivo, lo que se observa claramerite, por ejemplo, en el
predominio de la estaticidad. Pero este aspecto de la cuestión
ti~ne poca importancia para lo que aqul nos interesa, es de-
cir, para la relación entre el realismo crí:tico y el realismo
socialista.
En flue5tra opinión, es mucho más importante el otro pe-
ligro: la o::ageración de la perspectiva. En mi irúorme al IV
.Congreso de Escritores Alemanes esbocb brevemente algunos
de los rasgos predominantes' de la problemática que surge: en
este caso. La cuestión central en aquel .entonces era. -y con
razón- la· medida en que podla atribuirse a la .perspectiva
el carácter de realidad; muchos escritores identificaban con
la realidad misma lo que 5Ólo existe como tendencia anun-
ciadora del porvenir, tendencia que, bien entendida, podía
ser un punto de vista decisivo para valorar la etapa actual
en cuestión; describían como rcalidade~ plenamente dcsarro-
UadaS principios que fn::cucntemcnte sólo existen en germen,
y equiparaban mecánicamente entre sí perspectiva y renli·
IHad. En.'ese informe me ocupé de las consecuencias, artísticas
inmediatas de este cortocircuito. También ahora es necesa-
¡io decir algo concreto sobre ello, pero ante todo interesa
~asar- .al desenmascaramiento de las bases ideológicas de este
error artístico, pues loS' re~ultados del XX Congreso y las dis-
cusiones que suscitaron, empiezan a alumbrar política e ideo~

148
t6gicamente el período precedente con más claridad de lo que.
fue posible hastA. ahora, sin que naturalmente se hayan lle-
gado a extro.er c.n c.1 campo de la literatura todas las conse-
cuencias de· esta nueva visi6n, ·
Empie:zo con lo que considero la cuestión central. En su
última obra sobre economía, Stalin criticó duramente el Jla-
mado subjetivismo económico, el desdén hacia el hecho fun-
damental de que también la sociedad socialista C!ltá regida
por leyes económicas objetivas. Sólo podría conseguirse el
dominio sobre la vida económica, al igual que el dominio
sobre la Naturaleza, mediante el exa{'_to c:onoci.miento de es-
tas leyes objetivas; pero el subjetivismo económico pretende
penetrar en las intenciones y objetivos humanos dcs.Preocu-
pindose de. las lc.yes objetivas, despreciándolas. Cornu ocu-
rrió con frecuencia durante su vida, Stalin formuló a !IU mo·
do, pero correctamente, Vf'.rdades enunciadas hacía largo
tiempo por los clásicos del mnrx.ismo. También era justa :m
toma de posici(m contra el subjetivismo económico y ru de-
nuncia del peligro que éste significa para J:-~. teoría y Ja prác-
tica socialistas. Lo contradictorio e inclu.~o lo trágico de su
posición era, no ohst:mte, que precisamente su propia prác:.
tic:a y muchos de sus planteamientos teÓfÍf'.OS antcriorc.~ ha-
bian labrado en gran m~::dida el subjetivismo económico en
la vida de la Unión Soviéticu1 pues lo que la crítica a Stalin
ha llnmado luego "culto <1 la personalidad" no es en esencia·
otra casa que un ".ric uolo~ sic jubeo'J mauifcstado frente n
todos los hechos y ante todas las leyes.
Hablamos aquí de Jos métodos. Por ello no es ele nuestra
incumbencia señalar los casoS, no raro!! por cierto, en que el
contenido de este ti.po de decretos era sustanci<llmcnte justo.
·Sólo se trata de llegar a ver cómo el subjetivismo· económico
no era sólo otro error casual, iemporal, que Stalin posterior-
mente criticara y corrigiera, sino un<\ consecuencia ideológica
necesaria del "culto a la personalidad". En In economía)
la voluntad humana tropie:za con duras realidades; pero la
ideología parece ser un campo en donde se ha de lidiar con
un material blando, incapaz de resistencia. Y en verdad las
ideologí'as resisten aparentemente con mUcha tnenos tt:naci-

149
dad. NO sólo el papel e.s_pacientc, también la piedra; ·permi-
te por igual que en ella se. talle algo plásticamente falso, o
una abra ma.cstr:a. Naturalmente, esta docilidad es s6io apa-
rente,· pues las leyes formales del arte, con todas !lUS compli-
cadas relaciones mutuas entre forma y contenido, entre vi-
sión ·del mundo .y· esencia estética, etc., son tambié'? de
naturaleza esencialmente objetiva..Es cierto que su violación
no tiene consecuencias prácticas i..nmediatas, corno las que
provo.ca. el desprecio .de las leyes de la cc.ononúa, peró traen
consigo también obras incvitahlemcn"tc problemáticas, malo-
gradas, o de menoi valor. El mé:todo de Stalin pudo penetrar
en la ideología con mucha. mcn(l~ frkción que en la econo-
mla, ya que, en este último campo, Stalin ·--como hombre
ínteligcmte que era- tuvo que ceder ante la. materia que St'
le oponia. U na consecuencia 16gic~ de esta situación es que·
tanto las ciencias de la naturaleza {sobre todo en su aplica~
ción técnica} como algunas discipl.ina.s te6óc:a.s estuvieran
meno~ exPuestas al subjetivismo eco06mico,_ al cu.lto de 1a
personalidad y a sus consecuencias metodológicas arbitrarias,
que las ciencias sociales o la literatura.· En la literatura sur~
gi6 una nueva fonna de sectarismo que, si bien llevaba· en
sí yjejos rasgos escnciales1 era distinta cualitativamente de
las orientaciones anteriores de análoga natur~lc.za. No han
de buscarse, -pues, la,s fuentes de este sectarisr11o en el culto
del pmletariado, etc., pues se trata de un sectarismo sui ge-
ncrú.
¿En qué consiste su esencia? Ya h!!Il1os Seil.al;ido su equi·
\lalencia · con el subjetivismo econ6mico. Pero con ello aún
no esti agotada la cuestión decisiva deSde "el punto de vista
dt' la metodología; es preciso añadir que c:on el abandono,
en la pd..ctica:, del objetivismo marxista-leninista ·-abandono
que no excluye su reconocimiento de p·alabra, e incluso, even-
tualmente, una intención justa en el aspecto :fUbjetivo-- .~c
rda.ia por lo menoS, de modo muy peligroso, el nexo dia.·
léctico, lleno de contradicciones y a la vez unificador, c.!ltre la
teoría y la práctíca, entre la libertad y la necesidad 1 cte. En
f'.Stc aspecto, la cuc¡;tiún m.is interesante es hl gue se. refiere
a 13. rel~dbn cutre los grandes problcma~ de principio y las
(
!SO
. .
cuc.stionc.s prácticas cotidia:rias, entre lás perspectivas hist6ri·
ca.s univen;ales y las necesidades momentáneas -a menudo
transitorias- de la acd6n polltica. Esta ~elación eS en la
realidad -y, por lo tanto, en la teoría marxiSta- muy conl~
pleja y sujeta a diversas mcdiacionc.s. Sin embargO, bájo los
efectos del sectarismo y dd subjetivismo, se. transfon;¡a tncn;
talmente en una relación directa, no mediatizada. . "P
La ruptura de ·la mediación dialéctica origina, tanto en la
teoría como en la práctica, una falsa polari~ci6n:· gn un
polo, el p·rincipi9 del marxismo como "guia para la acci6n11
Stl congela en Ufl dogma, mientras en el otro desaparece el
elemento de la contradicción (con frecuenCia tam~ién el de
la contingencia) de los hechos particulares· de la vida. En
términos g~nernlc.s: surgen los polos cómplementarios y fal-:-
sos del dogmatismo y el practicismo. Acerca del primero se
ha. hablado mucho en el XX Congreso y en las discusiones
suscitadas por. ~l. pero el segundo ha sido escasamcrÍtc exa-
minado hasta ahora.· Sin emba.rgo1 sÚ importancia teórica y
pr!ctica es muy grande1 pues C5 e~identc que el marxismo
sóló puede ser una-pauta dialé:ctic.a, verdaderamente científi-
ca, para la acción, cuando la compleja .y mcdiatizáda rela-
ción que en reaüdad existe entre los principioS (perSpectiVa
histórica universal, etc.) y los hechós se concibe y aplica sin
simplificaciones ni vulgarizaciones. Al eliminar laS media-
ciones realrnenl.e existentes, "cada cuestión adqui~re de "hecho
la forma de un dato inmedi<\tamente puro, de un jactuin bru-
lum, Su subsunción dirf:cta bajo ¡Írincipios co~pletamente
gericrales (que por ello s~ congelan ..a su vez en abstracci6n)
no puede eliminar ese carácter pueS la subsunci6n demasia-
do directa· sólo puede reali;r,ar una uni6n aparente entre los
principios. y la práctica, En tanto que los hechos siean Ilion-
do utilizados en lugar de ser tomados en consideración -y
sin cierto .respelo hacia. los hechos no.hay. acci6n posible-
esa unión sólo puede vcrific..,.rse eii una forma meramente
empírica, práctkaJ en último término subj_etivista.
También en este a~pecta 1 como corre.c;pof!.de a la finalidad
d~ este trabajo¡ hemos de contentarnos con esta afirmación
ge,.-¡ez-al; nuestr& a.ten.dán se: dirige a} esdn.redmlema de la..~

151
consecuencias literadas de est.a constc1;¡ci6n rlc cue~tioncs teó-
ricru. Ahora bien, es cviderJtc que, cuando se tratil de ¡·efla·
j;)r la realidad· objctiv;1. ~n una obra literaria, la c.or1ctpd6n
y reproducción correctas, no simplificadas, de las· n1ediaci~­
nes realmente efectivas, tienen una. importancia pof lo :¡ntnos
igual n ,la q\>e tit:nt en el a~pec.to teóri~o. En literatl..!ra, h
elim.inad6n óel carácter inmediato de lo ~implemente [ac-
tual no es .más que la premisa para producir una nueva in-
mediatez_ artística, en la cual aparecen fundidos Jos princi-
pios y perspectiva.~ de Ja realidad móvil con los hcchag
singulares únicos, para coostituir t>na o.mídad evidente e
indestructible. La falsa polat~ación ideol6gica antes tnenc::ía-
nada signiEca:, por [Q tanto, p;~ra ll!. literatura, la ünpc~ibíli­
dad d~ superar las tendrmc.iílli naturalista~ en la de.scripci{m.
En el curso de ·la historla dt: 1;~ literatura ha habido una
gran variedad. en las reprodt.tcciones naturalistg.s de lt1 rcali-
. dad. Pero tienen todas en corr¡ún r:l rasgo de que la media-
ción entre los hechos particulare& y los prindpios ideológicos
se dcuilita o se pierde totalmente, Puede decirse que: el prac-
ticismo, el empiri5'n'\O en la. visión dct mundo, tieí\e una afi-
nidad !lluy grande r.rm el naturalismo lit~rario.
F.n el rr,;;t\ismo socialista, bajo las condkíooes de la dict~­
dura. del proletarlitdo, estas tendenci:J.S al n;J.t1,¡ralismo .po~cerl,
como es lógico, una fisonomla. completamente peculiar. Mien-
tr:u en el mundo burgués el naturalistlla eJCpfesa en gen~r:tl
un extravío en la l'ealidacl, una íncapacid¡¡d o tlO!l llpatlil
escéptica para elevarse por encima de lo sirnplcttt.c.tlte bctual
d~l fei>(Hucno particular, en e! mundo 5ocialista la polari~ad
antes indicada, dogmatisll).O y ptacticis!1lo, Uega a ~e.r la do-
minante ideológica decisiva. (Observemos s6lo incidentalmen·
te que también en la llterat~(a burgue.sa s~ presentan cn~os
en que Jos hechos de~nudos descritos de modo natt.Jr<lligta ·se
enla~an sío mediación ¡;¡ gcn~ralidadcs ~bstr¡¡ctas¡ Zola es el
ejemplo más notable de P..Stc tipo de naturalistno, pero tam-
bién .lo wn otros cscrít<lres de menor .¡alía, como Upton Sín-
dair, y muchos representantes del "ncorrealismo''.) La <iis.
tancia entre los <:los polos de que venimos hablando, así éOmo
su falsedad, aumenta en el terreno arthtico por el hecho de

152
que el principio ideológico general que s~ pone dircctam~nte
en relación con los hechos no e11 simplemente un principio
marxista general sino que, como ya se ha visto, pretende si~m­
pre tener ademá5 una relación inmediata con una detenni-
nada cuestión de actualidad. Desde el punto de visto. del
pen~amit.nto polltico esta cuestión de actualidad podria ser,
eo efecto, con respecto al principio general, su expresión es-
pecial o particular, pero, en tanto qu~ contecido ideológico
que exige una forma literaria, el principio general se enfrenta a
las singularidades de la vida como generalizad6n abstracta
que es. Naturalmente, toda cuestión actual, así como toda
respuesta táctica que se le dé, surgen de la vida. Es, pues, po-
sible, describir en fonua literaria la génesis vit:ü de toda
cuestión actual, y de comprobar o no, en la vida misma, la
justeta de una determinada decisión táctica. Sin embargo, en
el periodo de Stalin sr: planteó muy rara vez el problema
fundamental en sus verdaderos términos; por el contrario,
conforme al subjetivismo económico, se llegó a exigir dog-
máticamente que, mediante los hechos, se probara la juste?.a .
d~ tal o cual decisión de politíca cot1diana. La solud6n lite-
raria no surgía de la dinámica llena de contradicciones de la
vida social, sino que más bien hubo de servir de ilustración
a una verdad que resultaba abstracta ~n comparación con la·
vida. Las consecuencias art¡sticas de este modo de. plantear
la cuestión son evidentes: incluso en el caso en que la ver-
dad que haya que ítustrar sea realmente una verdad (y no,
corno puede suceder en general en tales caso~, \In error o una
aproximación incompleta a lo correcto, que en la propia vi-
da polltica pueda llegar a corregirse), el principio de la: ilus-
tración literaria puede arruinar toda una serie de obras Ji.
terarias o perjttdicarlas muy seriamente.
Este carácter ilustrativo de la literatura muestra de nuevo
un paralelismo sorprendente con una tendencia te6rica ftln-
damenta\ del p"eríodo de Stalin. Esta comiste _en una inver-
sión -muy consecuente, a su manera- de la relación entre
inv~~tigaclón, propag;mda y agitación. En vez de dcsarrollnr
una propaganda justa a base de una invesrigaci6n profunda
que revele lo nuevo, y desarrollar c<ln esta propaganda así

153
enriquecida una agitación de principios daros1 plena de con·
tcnido 1 se hace de la agitación --de nuevo a causa del nexo
dil-ecto entre el principio ge_ncr:i.l y e\ caso particular- la
forma primordial, el modelo de la .propaganda y la investi-
gación, las cualeS, por ello, se VuelVen rígidas1 se embotan, se
c.sque.matiz.an en pum practidsrno.
También en literatura., la agitaci6n se con~"ierte en la idea
reguladora. Claró que siempre ha habido una literatura apa~
yada apas.ionadarnentc en ia lucha. cotidiana, de la cual ex~
trae s.u contenido y su pn,hos. S_iemprc la habrá -así lo espe-
ramos-, y pudo y puede c.sc.ala:r la cima más aita .dc·Ia
perfección literaria. Sin embargo, en primer lugar, no puede
reducirse sin graves perjuící.os toda la literatura· a este úníco
tipo, y, en segundo término, la.rri.bién aqui la literatura ha
de buscar, con sus propios medios y a base de su propio plan-
teami..ento de la cuestión, el c.amlno de la convergencia con
}a. politica dr.l día, como hicieron, Por eje.mplo1 PetOfi o M a·
yakovski. Sin embargo, la literatura ilustrat.iva que cOnsidera
a li .agüaci6n corno únko modelo y guía de la creación }jte~
raria, es radicalmente distinta de la de c.sos dos graildc.s
ejemplos.
Voy: a intentar aclarar la cuestión en un caso que es fun-
damentalmente importante. Unn de las diferencias decisivas
entre las sociedades de clase precedentes, sobre todo la- del
capitalismo, y la sociedad socialista, es la eliminación en la
evolucíón social en general, del carácter anlag6ni90 de la
contradicción. Para la literatw::a. es Ut:J.a tarea gigantesca y
cnonnernente fructí.fera. revelar este proceso en su gradación
irregular~ abarcar los nuevos problemas psíquicos y morales
que de ello resultan, e iluminar la desaparición .de aleunos
problemas viejos y el cambio de funci6n de otros en su nue-
va peculiaridad. (En distintos csttldios, en C!lpeci;ll en el
dedicado a Makarcnko,· .he intentado tratar concn:tarnente
algúno5 dé estos problemas.) Pero si la eliminación de{ ca-
rácter antagónico de las contradicciones no se trata como un
proceso, sino como todo un estado dominante por igual, Cl;b-
sqlutizado, desaparece de la vida descrita no s6\o el antago-
nismo .s.ino t.ambjén el molDJ" de todJJ vjd.\1, .cle toda D.in.ámic.a:

154
Ía contradicción. Que esta dirección de la evolución -que
c..úainos bosquejando teóricamente- corresponde a los hc-
ch0s1 lo con!irma la propia crhica soviética, ya que, desde
hace unos años, tuvo que tomar posición contra la teoría y
la prá.ctica, muy difundid:;ts, del "drama sin conflicto';. Y
no sólo .se trat'aba de los dramas, síno que también las nove-
las, na_rraciones y poc.sía.c; llegaron a convertirse en aP¡as. sin
conflicto. · . ·
Este no cs. el único caso en que fueron criticadas duramen~
te la~ consecuencias de la situación surgida ·del se~rismo
dogmático; ya hemos seiialado antes la crítica del propio
Stalin al subjetivismo económico. Pero hay que preguntar
ahora si estas condenaciones de las consecuencias periféricas
llegaron a las ralees del problema, y si estaban en condicio-
nes de eliminarlas. Nuestra opinión es que no. Aunque se
relegara a último técmino la omisión radical de las corttradic-
cioncs y conflictos, seguía con toda su fuerza en la literatura d
ne.xo inmediato y dirc~;to eulre los -principios y los hechos,
haciendo del escritor el prototipo obligado del agitador. Aho-
ra bien, la situación en la vida es tal que el buen agitador ha
de conlcstar inmediatamente n Jns preguntas que se Jc diri-
jan; si es sensato habrá· de indicar en su rcsvuesla, según
la~ circ::unstancias, que la solución real de algunos problemas
ha de requerir muchísimo tiempo, y que tan sólo dc.spu& .de
vencer muchos obstáculos y re.sistericia.s se podrá. llegar a
fondo a .la eliminación de determinadas contradiccionc..~. Sin
embargo, a un número considerable,de escritores les falta esta
sensatez de riur.:slro agitador. Y una gran parte de la crítica
les exige, antes que nada, precisami:!nte esta. falta de c::ircuns-
p~cción. Evidentemente, los escritores muestran -y no siem-
pre de manera .incorrecta- determinados conflictos en la vi-
da socialista del presente. Pero estos conflictos h~n de lograr
siempre su solució.n inmediata y completa en el marco mismo
de Ja novela, relato o drarlla en cucslión.· Supongfl!llas1 por
ejemplo> que se trata de un· especulador en una aldea; éste
ha de corregirse, o bien ha de ser castig~do. El subjetivis-
mo de ·que venimos habhmdo implde un examen adecuaúo-
ca.paz de darnos a conocer la persistencia, en el advcni-

!SI
mi~11to de la sociedad socinlistn1 dr.. dr.:terminadas contr;~~
dicciones antagónicas, el hecho de que sólo gradualmente
se. abre paso e1 cará-cter no antagónico de la'5 contradicciones,
y Ja evidencia de que en una. sociedad no dominada ya por
contradicciones antagónicas, todav!a siguen siendo posibles
para el individuo situaciones sin s<~olida¡ el desdén de ese sub~
jetivismo e~onómico hacia las contradicciones persis~entes
-no antagónic:as por nn.turalc?.a.~ puede transformarlas de
nuevo en antagónicas para toda una capa social. El deseo~
noc:irniento de toda esta problemática es· mucho más que un
simple empobr!'..cimiento de la nu.eva estructur.a de la reali·
-dad en la que, gradualmente, prt:do.nlinan las contra.diciones
no antagónicas, Cttan<lo la nueva y específica dialéctica de
las contradicciones no antagónicas llega a desconocerse, el
reflejo literario de lá nueva realidad se deformará por com·
ple.to: en h.tgar de una nueva dialéctica ~e ah.a ante nosotros
un esquema estático. También aquí !le aprecia el arraigo
ideológico de un nuevo naturali~mo durante la época de
Stalin. Nada más lógico, además, ql.le esta imagen defor·
macla lleve el sello "~rnbellecedor" del romanticismo revo·
lúcionario .
. De este modo se plantea el problema de la Wt.nsformaciá!l
del optU:nisr.uo ideológico justificado, extraordinariamente
fructífero para el arte.,· en un Ú!l1ple optirnisrno edrico, 'i
con ello el adv~nhniento de una variante. del happy.end, En
wi e:Hud.io de la obra de Sh6lojov, Campo~ rottJ.rado~, me
lH!. ocupado prolijoincntc de esta cuestión, y he mostrado1
por l)na parte1 que I<~.s objecione$ de muchos críticos bur·
guc.sc~ contra el optimismo de la litct·atura sochtlista surge
.d.c la incapacidad de esos críticos para captar la esencia de
la nueva evolución social; por otra p(l.rtc, he intentado de.
mostrar taro.bién que incluso en los casos et1 que cierlas
cp,jec:iones Oc este tipo tienen un;\ justificación inmediata.,
se tra-ta sin embargo, de alg'> cu<\litativa01entc distinto del
happy-end de la. literatura burguc..s~. Corno causa seiÍnlé ya,
&.aquel estudio, el esquematismo en la forma descriJJtivo., e
insistí en la oposición que existía, a pesar de ello, entre 1~
.d.os fof1Jlas de happy.end: "En tales casos no se. trata (en la

!56
literatura socialista} de. una fahüicaci6n consciente d~ los
fenómenos sociales y de Stl inversión a to contraáo, sino sólo
de una sirnplific::aci6n inadmisible de sus. causas y de su cur~
so ... El optimismo de cnrácter histórico universal ante el
proceso global --optimismo que se exterioriza de modo ex~
traordinariamente diverso en los verdaderos escritore<J, me~
diante la plasmación literaria concreta de una etapa dada
con arreglo a su ct'lrácter esp!!CÍÜco- :~e rebaja a un 'opti-
mismo eririco. Puede surgir en el lector un senti.nticnto de
tedio parecido al que: le inspira· el happy-end, pero, como ya
hemos señalndo, esla tcndcnci¡¡. a la esqucmatizacíón nada
tiene que .ver COFl el happy-cnd burgués."
No tengo nada esencial que nñadir a estas observaciones,
pues resulta ocioso subrayar que esta. actitttd con respecto al
objeto artístico determína la esquematización, y que en tanto
esta tc~denda domine la vida soci<\l, como en el período
stalini..sta) no será posible. eliminarla con ninguna crltica. es-
tética de 1o3 de;talles, :l.spccto en el (¡ue nunca ha faltado y
que, en much\simos ·casos¡ ha dc.nunti.ado correctamente los
síntomas. ·
Nos parece importante demostrar la necesidad de estas co-
rrelaciones en algunas cuestiones decisivas de la creación lite-
raria. Fa.deiev ha señalado repetidas· veces, y creemos que
con razón, que en muchas novelas sovié:ticas hay una seriC
de figuras superfluas. Los he<.hos lo confirmanJ pero . ¿dónde
hay que buscar la causa? En nuestra opinión hay que bus~
carla precisameritc en c.sa constelación poHtico-estética que
nos hemos esforzado en derivar de los rasgos teóricos esen-
dales del periodo sta!inista. Si el ·escritor se siente obligado,
como un agitador, a dar sistemáticamente Il!.':puestas inme-
diatas, definitivas y tranquilizadora3 a todas las r:~offiífi<:acio­
ncs políticas ·y teóricas de. un conjunto de prnblc.mas actuales,
esta intención ha de repercutir en toda !a Hnca· fund"amentat
de su Cornposici6u. Situado en este terreno, el a~tor no puede
partir de destinos humanos concn:tos ni elcvs.r!os al nivel
de lo típico para iluminar -penSei!J.OS en Balzac o en
Tolstoi- los problemaS cstmciales de toda una época. La
con'catcnaci6n -marcadamente individual, múltiple e insu·

157
perab}emente casual---.. de los pcrsor1a.jcs literarios, debe hacer
desaparecer 'la .rdación -que el agitador hace dh·ecta y
necesaria.__ con la pa..!ajera aclualidád. cotidiana, y también
la relaci6n sistemática directa de toda cuestión concreta con un
principio teórico. El autor inmeno ~n el ¡;ubjctivismo tiene i)ue
dc3mcnuzar me~talmcnte el ""problema", e imaginar~ para
cada una de sus rúbricas y subrúbrica&, hombres y destinos que
sirvan piH~t ilustrarlas. Smge así una contradicción insalvableJ
puesto que ese prop6sito sistcmti.tico n.o sc.puede disimular más
que con una trama penosa y artificial de los person21.jes que es-
tán llamados a ilustrar la tesis; pe.ro~ además, al elucubrar esta
composición secundaria -que no es más que una superes-
tructura pseudoartística de la estructura politico-teóric.a pri-
maria- se. revelan por su ausencia, de macla espontáneo y
a p~ar del a.utor, las exigencias y lru leyes de toda compo-
sición artí.stica genuina; a saber, la 1nterrelaci6n· entre hom·
bres y destinos concretos mediante acciones individuales, ac-
ciones que se complican o se rc.suclven obligando n desarrollar
al má..ximo"los aspectos concretos de la vida peculiar de cada
personaje, revelando al mismo tiempo el aspecto típico que
le. e:; inherente. Una obra literaria concebhla en el sentido
subjetivísta qo~ acaba de exponerse, no puede !;atisfaecr estas
últirnas exigencias. Por ello Fadc.iev tiene toda la l"ai6n: De5-
dc t.1 punto de vista artístico, muchall de estas figuras "flo-
tan'' en el aire, andan errando sin plan en la composición
y giran en tomo a la trama, aunque en el aSpecto politir.o-
teórico sean componentes que integran la sistemática original.
La causa no está siempre en un(l. falta de dntcs literarias ni
en una negligencia. en el trabajo literario -algu~as de estas
obras han sido escritas por autores escrupulosos de indudable
tal{!tlto-, siho en la discrepancia ya señalada en los prin-
cipios mismos de la. concepciún global.
Ya hemos aludido ;!qtií al problema de lo típico. ¿En qué
consiste el "secreto" de las grandes figuras típicas? Todo el
tnundo lo sabe: Ja figura trpica nn es una ligur<'~ promedio
(salvo en casos extremos y esporádicos), ni tampoco excéntri-
ca. (aunqueJ en !)Cneral, trasportga ampliamente los límites
de lo cotidiano). Llega a ser típica porque la esencia má:

158
íntima de su personalidad se halla.perfilada por determina-
ciones que corresponden objetivamente a alguna de las ten-
dencias evolutivas fundamentales de la sociedad, Sólo cuando
una objetividad social de gran validez univ.ersal emerge. de
la más auténtica entraña de una· p!!rsonalidad, puede surgir
litcmrilllllente un tipo verdadero. Pero además, estos ·tipos
-que cuando se ven desde fuera, parecen exagerado¡, excén-
tricos-, como Vautrín o Julian Sorel, en la atmósfera1en que
se manifiestan, por su índole y grado ·de actuaei(m, revelan de
modo manifiesto cualidades particulares de su. t.ipica; ~oncen­
tran en su ex.istencia las determinaciones de una tendencia his-
tórica real, péro nHnca son su encarnación ni su ilu5lración.
En cuanto los percibimos como vel'daderos tipos, se nos hace
evidente de modo inmediato la dialéctica de no particular, .
con todas sus contingencias individuales, y, a la vez, la dia-
léctica de lo típico. Si vivimos las cxpcrimcias de un Kom-
tantin Levin, por ejemplo, noble terrateniente de uria época
de tramici6n en que "todo está revuelto", vernos sus singu-
laridades personales y pensamos a veces -y no del todo ~in
razón- que en él vemos un ente original y CJ<traño; pero,
súbitamente, advertimos con ·claridad que, precisamente por·
sus bufonadas, expresa las d~terminantcs más decisivas de
esa época de transición.
·Esta atm6sfera, esta aura, han de faltar nece,gariamcnte a
. los personajes creados según esa orientaci6n de. carácter es-
quemático que hemos descrito antr.\. Su típica no c~l{¡ r~la­
cion~da con las grandes tendencias, yitaks de todo un perío-
do, sino que, en general, va unida a un momento de pasajera
actualidad, y sus cualidades tlpicas· están en cierto modo es-
tablecidas de antemano, positiva o negativamente, por \tna
finalidad poHtica precisa. Hay que observar, además, que en
las figuras t\picas auténticas resulta muy difkil hablar,
en general, de cualidades cspc_ó iicamcnte t\picas. Por la
estructura compleja de su personalidad son aptas para reac-
cionar de modo manifiesto y típico ante un p~ríodo detcrmi·
nado, en situaciones Üpicn.s, frcc:ucntcmcntc extremas. Pero
son típicas, por así decirlo, en c:amc y hueso, y no e.~ posible
arrancar algo en particular de esta totalidad. Cuando el rca-

1S9
1is.rno s.oc.ialis.ta ha creado v·erdaderos tiplls, como d Levimon
de Fadde.v o el Grigori Mélcjov de Sfl6lojav, nos entontrtL-
mos con la misma inscpatabilidsd de su m.1.s profundo ser
individual y del elemento t!pico, igualmente profundo y ge-
neral. En c~mbio, las figuras producto di: la esquema.tización
se mueveq a la vez por encima y por debajo de lo típico. Sus
C\lalida.dci; individuales únicas no akam.an el plano de lo
tí.pico ~a dif(!rcnci.n. de lo que suc.ede con el "alegre paso"
de Natacha Rostova. a ct vestido de. bai.lc de Ana Karcninll-
y aqucl1as ele sus cualidad~ que soil descritas como típicas,
no son a menudo necesariamente c!!ntrales, si se examínan
como personalidades compleja.5. En todo esto se manifiesta
el carácter proble:málico general de todo naturalismo; ·se·
pueden hacer co¡t:tprobacioncs análogas en los tipos creados
por Zo1a. ·
Las citcunstanr.)as e.spec.iales que. dctcnuinan el su~gírni.en~
to de tendencias naturaüs.tas en el roc.iali!tllO, producen. Cor-
riJas de maniíestaci6n igualmente espccíales. Se ajustan; en
partictUar, a una concepción -subjetivista, con !rccuéncia-
dc lo que debe considerarse como típico en -Jos fen6menos
sociale.~, e incluso d~ Jo que puede considerarse como típico,
Prescindi~ndo de las deformaciones qtie1 en la concepción
te6rico-social de lo típico, provjenen del subjetivismo eco-
n6míco, dd dogmatismo sectario y dd culto de la persona-
lidad, es tambt¿n frecuente que una cotlcepci6n te6dco-po-
lítica de lo típico se aplique rnecánicaiDeilte, sin mo/diadones,
a la Iiteratttra. F.n polític<~, lo típico es lo contwrio tanto de
lo e;occepcional corno de lo singular; pura un complejo
de fenómenos, ·en una cierta etapa histórica, no existe con
frccue.nc.ia más G,ue un solo tipo decisivo (o un número. muy
limitado de tipos) ; la conccpcí6n cicutífico-po1íticrt M t:¡_l
etapa arranca ptcchmnente -de la idea de que lo tipi.ce~ ha
f:: diferenciarse claramente de In pluralidad de los acontC-
. cimientOs no tlpicos. A~í, Lenin, en la prirnera guerra lltUI!--
dial, diferenció con extraordinario. rJ.itide¡o; los fenómenos
tfl.ipicos de lo!! no típicos, y, en ·primer término1 d.cfiai6 la gue~
rra misma como manifestnci6n típica del imperialismo, como
:~ñtite;sis excluyente de los fenómenos pArticulares o 3iniu1ares.

160
de: la época. Cuando se dirige, en el mismo contexto, con.
trfl aquéllos que tcn1an por imposible la guerra nacional en l:a
época del imperialirn1o, Lenln ins.iste en que "una época e.s. una
su:ma de distintos fenómenos, en l<\ cual, además de lo lÍpico
hay también Jiempre otra cosa". Por el contrario, lo carac-
terístico de la literatura y el arte es la pluralidad de lo típí·
ca: tendencias accesorias) corrientes cpis6dic~ de un sector
de la evolución pueden ser encarnadas arústic<~mentc en for-
ma tí:pica ¡ e incluso deben st=,rlo~ si la plasmaci6n ha de tener
valor ~t~t.ico duradero. Así, mientras en la ciencia (y en la
política) lo típico se opone claramente a lo no típico, en
la literatura no hay ninguna figura verdader<\ que no sea
típica a su modo; tendencias que examinadas ·científicamente
son simples particularidades, singularidades de caráct1::r no
típico, en la fonna literaria :1.dquieren una esencia típica.¡ y,
al establecerse la jerarqúía estética de toda composición lite-
raria, d~be tenerse muy en cuenta que por esta nueva vla
puede. surgir un reflejo, tan verdadero como d de la ciencia,
de la misma realidad objetiva. La aplicación dogmática, en
el teri-eno del arte, del concepto que de lo típico tiene la
ciencia. política, provoca la e.strcr.hez y la deforrnaci6n Oe1
arte mismo. Ello es así, especialmente, cuando el dogmtttis.
mo político defonna subjetivament~ la realidad -como en
el período stalini.sta- y exige del arte una .defin.id6n de lo
típico establedda de antemano por é.l -í".<15Í siempre de un
morlo arbitrario--- como la única· concepción justificada y
artfstic.amente utilir.abic. Es "lógico que el predominio de una
tipica de esta natur'aleza no haga sino agudizar aún más la
rigidel. c.spedfica y la falta de. vida de un natura.lisrri.o "so·
cialista".
Nué.stra.o; consideraciones han insistido hasta ahora, con
cierta unil.atcralidad, en los elementos problemáticos de est<ts ·
tendencias naturali.~tas. Sin embargo 1 en .!iu "critica del natu~
ra!isma alem{tn1 Fra.nz Mchring scñai6 ya, con agudeza y
fino ~entido. crít.ico, los clcmeiltos románlicos que eran la
coru.ec.uenc.ia y, en c.icxto modo, el i.:omplemento de. su de.
ficienda. Y, en verdad, el romanticismo -no en el sentido
en que nació, a comien7.os. del siglo XIX, como orientación

161
literaria de la reacción contrá la Revoluci6n Francesa, sino en
el sentido vago y gCneral que tom6 luego- puede tal v.ez
considerarse como la conciencia culpable del nnturnlismo.
Claro que éste es sólo el aspecto sentimental de la cuesti6n,
pt:ro atañe también al aspecto art.lstico. Es un aspecto muy im-
portante, porque· gracias a él se comprende la difwí6o . y·
. popularidad de. esa propensión romántiCa, convertida en fra·
:se hecha, en distintos pt:ríodos y en·las conclidnncs más di-
ferente-5; pero no bll.sta para exponer con toda claridad la
génesis social de ~ta corriente. Tenc.mos, pu~, que enfien-
tarnos con ella, de todos modos¡ teniendo en cuenta que las
deficiencias del naturalismo siempre han contribuido mucho
a la propagaci6n de tendencias románticas.
Es de todos sabido que desde hace más de dos décadas c.l
romanticismo revolucionario ha· llegado a ser considerado
como rasgo caraetcri.stic:o del realismo socialista. ¿Por dónde
llegó a penetrar tan súbitamente en la teoría de la·estétiea.mar-
xista, un roma.nticismo adornadO con adjetivo tan seductor,
cuando sabemf:!S que Marx y Lenin nunca pronunciaron ese
término sin repulsa burlona? Creemos que el motivo hay que
buscarlo allí donde hemos hallado las causas de las ·tendcn-
cin!l .naturalistas: en el subjetivismo económico, en aquella
arhitrariedad surgida del culto de la personalidad como fac-
tor activo social. Creemos que el romanticismo revolucionario
es seúdllamente un equivalénte estético del subjetivismo eco-
nómico.
Las razones no son difíciles de ycr: el subjetivismo econ6-
rn.ico borra los límites entre el deseo subjeLivu y la realidad
objetiva. De este modo, como ya hemos visto, se trae la pers-
pectiva al nivel de la existencia corriente. Como la poesía
inmanente a la realidad se manifiesta en el autodinamisfno su-
jeto [l. leyes de lo real, esa nivclac:i6n de la perspectiva y la
existencia cotidiana despoetiza la realidad (y provoca el
surgimiento del naturalismo como forma descripliva). Por
el contrario, el autod.inamismo de la realidad revela, por una
parte, que las determinantes fundamentales, las tendencias
evolutiva~ decisivas de la humanidad se expresan claramc~tc
en las manifestaciones extern<\s de la vida de los propios

162
hombres1 en su crecimiento, en los ~esplazamicntos graduales
de su relación; y, por otra parte, ese autoclinamismo hace
evidente -como solla decir Lenin- lo "ta:imadou de ·la rea-
lidad, es decir, el hecho de que las leyes de la existencia no
solamente son siempre, en sí1 más complicad3.s que su reflejo
en el pe"nsamiento del hombre más atentO, sino que, además,
los caminos por los cuales se reali~<:an en la vida so¡¿ tan in-
trincados que desafían toda previsión general y, ~r ello,
ampllan y cnriquecet1 nuestro. conciencia. A esto se debe ese
profundo respeto hacia la Tealidad verdadera, no fal§ficada 1
que suelen sentir los gTandcs. espíritus -ya sCan J_.eonardo
de Vinci o Lcnin, Goethe o Tolstoi. A ello se debe también
el encanto impereccdeTo de aquellas obTas de nTtc que cap-
tan o, al menos, se aproximan mucho a la captaci6n de esa
inagotabilidad dinániica del mundo, y pueden evocarla.
Todo na,turalismo, .incluido como es lógico el que ha sur-
gido en las concliciones de la vida socialista, despOetiza la
realidad y transforma su imagen literadn en una .prmn tri-
vial, precisamente porque su modo de examen esquemático
le impide ver toda esa riqueza 14 taimada" ante cuya belleza
pasa de lado; al servicio de int~resi!S de agitación pasajeros,
poda, extirp·a o rebaj<t a la trivialidad sus rasgos partícula-
re~, en los cuales pueden ser visibles leyes profundas y sccrc·
tamentc activas. La despocti7.a.ción de la vida suscitada por
la literatura naturalista es advertida, en· general, incluso
Por aquéllos que son directamente culpables de ella, Es muy
signüicativo que el giro hacia el n~turalismo no haya desen-
cadenado nunca en la opini6n pública de la sociedad socia-
lista esa autoeomplacencia, esa vauiUusa cOnciencia de van-
guardia que hemos podido comprobar en la burguesía de
nuestra é.poca. Siempre ha habido una crítica de esta prosa.
Sin embargo, como el pei'Íodo sto.lini~ta, pr~ci~amcntc en los
puntos aqul decisivos, oscureció y dcsvi6 la teoría mandsta.,
en lugar de llegar a una. verdadera solución ideológico-esté-
tica, se. prefirió, en general, la elaboración de un sucedáneo
de la poesía: el romanticismo revolucionario.
La concepción falsa de la persPectiva, su·· coÍlf usión con la
realidad, desempeña también aquí un p·apel decisivo. Si

163
la consecuencia de esa confusión había sido la despoetizadón
naturalist\ de la. realidad, era pretiso transformar de nuevo
la prosa en poesía, Para cimentar teóricamente este proceder
hubo necesidad de desviar de nuevo el mano;i~mo arbitraria~
met~b:, adoptando, t!n el sentido del sUbjetivismo económi~o,
una actitud_. voluntarista. Es ciertamente exacto que, según
Marx, la revolución socialista, a diferencia de la burguesa,
no puede crear su poesía del pasado, sino "sólo del por\"e-
ni.r". El resultado dr:: esto fue que, en oposición a las ilusiortes
ideológicas de las revoluciones burguesas -justificadas, es
cierto~ en la historia uoiversal, pero objeli.varuente falsas-
la revolución proletaria ~e critica constanterúente a st mis~
ma, ~ incluso, cowo ha mostrado Marx, lo hnce. con gran
detalle, con la mayor escrupulosidad, hf\sta con acritud. En
la época de. la ComUna de. Pads, Marx ddinió la misión de la
clft.5e obrr::ra revolocionaria en la revolución socialísta con
las siguientes palabras: ' 1No tiene un ideal que realizar; sólo
tiene que poner en libertad los elementos de la. nlleva sacie~
dad que ya se har1 desarrollado en el seno de la ~ocicdo.d
burguesa que se desmorona"_ La poesía que irradia del por~
venir hacia el presente, el Ú-5plandor de h:t perspectiva so~
cialista, significa para Marx la nece~idad de una crítica rigu-
rosaJ sobria e inexorable1 de todos los pasos que conducen en
verdad (no en la imaginación) al socialismo, que ayudan a
realizarlo. La poesí<J. del porvenir es uno de los rnedio~ para
b\\SC?o:r y c.ncontrar la e.sencia (y con ello la -poesía} del pre~
si:.'ntc, w la totalidad rilóvil de sus detcrminante..s y !efes
verdadera~. La. repiJisa Ue todo romanticismo ~tá tan pro~
fuudament~ grabada en t~sla concepción qt\C para negarlo·
bastaba una alusi6n. No es pues casual que Marx, también
como critico literario,· rechace todo romanticismo y vea en
los grandes realistas críticos universales, objetivamente de$·
¡;piadados, sobCc todo en Shakc.speare y Dalzac, a los escritO-
res más perfeCtos de la literatura moderna. ·
La tcorla del romanticismo revolucionario ~e suele valer
1
&:~n frecuencia de 1M .beÍlas página~ de Lenin en ·.su gran
obra de juventud ¿Q.ué ho.cer?1 que seña\an la necesidad de
soíiar (?ira el revoluciorÍario, Es un recurso totalment~ injus~

!64
tiíicado, · pue.•;, en esta obra, Len in dístingue con gran rigor
perspectiva y realidad, precisamente cuando mue5tra de ma-
nera clara su inseparabilidad. Hace mofa de los emp.í.ricos
que se afe;ran sólo al trabajo co-tidiano -concibiéndolo,
además, de un modo falso, practicista- y que, con Bcrnstein,
glorifican el "movimiento'' enirentá~dolo al "objetivo final"
tanto teórica como prácticamente. El "sueño" de Lcnin no
es otra cosa que una visión clara y apasionada de todo lo
que pued~ alcanzarse -e incluso de lo que debe alcanzarse-
mediante medidas revolucionarias sobrias y realistas, bien
concebidas y correctamente aplicadas. Este "sue.ño", esta pers-
pectiva., ilumina los paso~ rcale!>, indmo lm, más modestos,
dándoles su impulso y su palhos; pero a condición de que
estas medidas procedan del conocimiento justo de la realidad
objetiva, y cuando su realizaci6u haya tenido en cuenta, Jo
más exactamente posible, toda la complejidad y el carácter
"taimado" de esa realidad. Para_ ridiculizar a sus adversa~
rios, Lenin utiliia una -cita de. Pi.qarev acerca de los .sueños
sanos que el~an la vida, en la cual se condiciona esa· virtud
n que "la persona que sueña ... se fije atentamente en la
vida1 compare sus observaciones con sus castillos en el aire
y trabaje escrupulosamente en la realización de sus fanta-
sías".~ Tampoco es,,pues 1 una casualidad que Lenin al jgual
que Marx1 haya visto e.n d reali.smo de Tolstoi -con todas
sus debilidades ideológiCas claramente reconocidas- ]a gran
herenda que ha de Servir de pauta a la literatura nueva.
El crsut:ño" de! rqmanticismo revolucionario es rigurosa~
mente lo contrario de Jo que opina Lenin. Nadie puede
negar a la pocsla la posibilidad de anti.cipar e.l pot-vcnir. Y
esto no es de ningún modo un privilegio exclusivo de la líri~
ca, gén~o en el qne este sueño anticipado ha dcsempefiado
siempre tan important~ papel entre los poetas revoluciona-
rios;~ igua.Jmentc legítimo que sueñen de este modo algunos
personajes de la literatura épica o dramática. Pensemos tan
sólo en d sueño del joven Nicolás Bol"konski en las últimas
p~ginas de La ,¡;uerra y la paz de Tolstoi; en este. sueño apa-
.¡¡ { Qu! ht~c:erJ ObrnJ Escogidas, en 1 tomot Torno I, pig, 288,
(Ed. Lenguas Extrnnjcras, Moscú 1911}; '

165
rece la pcrspec~iva de la sublevación decembrista, y esto sitúa
a toda: la obra en lá. continuidad progresiva de la evolución
histórica ru.sa. Pero también aqui esl:án cla.rnmentc dif(:rcu-
ciadas perspectiva y rcalldad. El sueño del joven puer.le ilumi-
nar de antemano el porvenir~ con evidencia po6lica, porque
ya antes hemos advertido en la realidad mism:t --en la ac-
tividad de Pierrc Bcsujov en San Peter.;burgo y en las reac-
ciones de stu amigo:.- las tendencias vitale5 que se mueven
respectivamente en la dirección de ese futuro y. en contra de
t;.L No debe olvidarse que en la lírica eS igualmente válida
est'l duplicidad de realidad y perspectiva. Pero tampoco en
Ja lírica puede riunca el escritor librarse a una Subjetividad
indef.irúdam~;JÍte ilimitada; también tiene que afincar su pun-
to de partida en la propia realidad~ conforme a las mismas
exigencias válidas para. el reflejo correcto de lo real en la
épica. o la dramática. Si :no, el '"sueño" se disuelve en jirones
de vida no cstructurables, cámo tan frecÚcntemcntc ha sucedi-
do en el exPr~ionismo alemán, mí~nh·as que, por ejemplo1 lo.
grandiosa. yjsi6n de odio, mediante 1a cuaJ el joven :Srecht
evoca. los soldados muertos, obÚene pn~c1samQnte su cviden·
cia convincente gracias a esta relación coucttn éntrc l'Cali-
dad y pen:pectiva.
Ya hemos subrayado la doble función perturbadora del
subjetivismo ccon6mico en la literatura: rebajEL la verdadera
reproducci.ón de la realidad a una especie de naturalismo, y
allí en donde la poesía auténtica se marchita hasta el pro·
sa~mo, crea, en colaborací6n con el romanticismo revolu- ·
cionario, un sustitutivo de la poesía.
(Aunque no c.orresponda directamente a nuestro teJ;tta, clebe
por la ruenos indicarse, a este respecto, que esta! tendcllcias
han conducido también a una dcsviad6n subjctivista de Ja
concepción de Lenin acerca· de la parcialidad, Mientras que
Lenin, combatiendo el objctivismo de Struvc, demostró que el
marxismo conjuga una objetividad más rica y profunda
con una parcialidad subjetiva consciente, en el período sta·
linista se rechazó toda objetividad tachándola de "objetivls-
mo" y sustituyéndola por la pardaüdad completamente
subjetiva: es evidente la relación de esta actitud con el sub-

166
jetivlsmo econ6mico. Además, es también visible que con
ello había de abrirse un verdadero abismo entre el realismo
crítico y el realismo socialista.)
E ste efecto que hemos examinado en su ·nspecto general,
se intensifica aún por el contenido de la perspectiva. Stalin
seiial6 dos perspectivas, falsas. las dos, y que se cxcl"!len mu·
-l uamente, Una es Ja de la intensificación continu~ de la
oposici6n de clases, que ya ha sido enérgicamente corregida
por el XX Congreso; la ot.ta ·es la de l01 casi. inmedi~¡¡ pto·
ximidad de la segunda fase del socialismo, el com'?fni.smo.
Staün trató de eliminar la contradicción entre ambas pcrs·
pectivas corrigiendo la teoría marxista sobre la extinción
del Estado: el comunismo podrla ya realizarse ;--según Sta·
lin- en el pc:ríodo en el que el único Estado socialista exis-
tia todavía rodeado por el círculo capitalista; y se cumplida
la consigna: "de c-.ada uno según sus capacidades, a cada uno
según sus necesidades", con Estado, con policía política y c.on
toda5 sus consecuencias . ..
Bl mundo plasmado por ·la literatura es un mundo concrc·
to, y es imposible utilizar en la labor literaria perspectivas
t:¡n heterogéneas y divergen tes. Las dos componentes de la
perspectiva señalada por Stalin han ac::tuado en general por
separado, y no en beneficio de la unidad de la obra literaria.
La teoría dog~átlca de la agudización permanente de la Ju·
~ha de clase~ condujo en la vida pública del período ~talini~·
ta a concebir las contradicciones realmente existentes, y las
oposiciones politico-sodales que de· ellas ~urgieron, corno
conspiraciones de enemigos. Esta tendencia llegó a su cul-
minación en el monstruoso proceso 'de Moscú, en el cual )as
diferenci113 idcológieo-polltieas de la evolución soviética fue-
ron transformadas en actividades de csp¡as y dive rsionistas.
La crueldad y la ilegalidad de las terribles injusticias· que allí
se cometieron obtUvieron una vulgarización grotesca : todos
los conflictos y dificultades de la construcción socialista hu-
bieran podido evitarse, según esta concepción, si Jos orga·
nismos de seguridad hubieran trabajado mejor y hubieran
hecho inofensivos, ya desde · 1917, a Bujatin, Zinoviev, etc.
Si se transfiere esta r.onccpci6n a la vida literaria, la vulgarl·

ló7
zacián pierde, con todo aquello que pretendla poetizal'la, su
grotesca cnleldad, y se transforma en un esquematismo te-
dioso: en esta líteratura, dondequiera. que surge una dificul-
tar! en la construcción socialista, se atribuirá a la actividad
subte!Táne:i dt los agentes dd enemigo, y la solución "litera-
ria" del :'con!Ucto no residirá solamente en ~u dcsenmasca-
r:unicnto, sino también en el esclarecimiento correspondiente
de ~us causas: antes de la aparición del agente y después ·de
su desenmascaramiento, todo transcurrirá sin conflictos. Na-
turafmente, no es posible negar que, en t>~nto existan "dos
mundos", ha dt: haber espías, divcrsionistas, etc. Pero éstos
aprovechan por lo regular, para sus fines críminale5, la~ di-
ficultades, contradicciones, c:rrore~, etc., que ya existían antes,
indcpendlentemerhe de stt actividad. lA perspectiva establecida
por Stalin trajo por consecuencia que estos enemigo$ fueran
introducidos en sús obras por muchos escritores para crc;~r
directamente las debilidades¡ !lQ como espía$ que se beocfi-
tíaban de ellas, sino como a.getltes provocadore.~ que las
determinaban. Coirto es !6gk<1, en el periodo del culto de la
personalidad, la solución s6lo podfa llegar por una instancia
superior qlzc aparecía como un deus ex.· maclzir1a. Surgieron
así (luras en las <:uale~ l~ at~téntic:a. tensión literaria de la
lucha por el socialismo fue sustituida por la temi6n falsa r
externa de una. ·narración policíaca1 por el dc.~pcrtar de la
curiosidad sobre qui.:n había de 5et el crlmint.l secreto, sobre
c::6rno sería deset¡ma~carado, por quién, etc. Como estas obrM
partían de tensiones puramente. externa~, no podían basar~e
en realidacles auté!'lticas ni elevarlas a nivele:; literarios; de
hecho ten(an que ab;mdonar cort frecuencia el terteno de la
más elemental vcrosi1nilitud. Las exageraciones que surgie-
ron, expuesta, con 'Un:\ psicología l!anam cnt~ naturalista,
sáfo pudieron obtener un ornato "poético" y una justific1'-·
ci6n te6rica gracias al rot11anticlsmo revolucionario.
La perspectiva del :rápido ad;rcnimiento del comunismo
trajo consigo una doble ddormaci6n -"romántica y revo-
rúcionaria"- en la p.licología, la mor¡¡!, y la" tipología de
muchas obras. Por una parte, sucesos que bajo las condícío-
tV'..Ji. W'.t~<¡,_k<!. <k 1:,.. ~<:'ll:\'1..~r\).~.~t6"' <fRf:.\?.~\.,A?> wb y.~.W."--"'- o¡r.s {.,__.

168
nómenos de excepción, tuvieron que ser descritos como típi-
cos, e ~ncluso poco menos que como casos habituales. Así,
en obras de escritorr.s de talento, que de otro mudo serían
interesantes, se encuéntran escenas como aquélla en q llt una
campesina de w1 koljós rechaza ser premiada con el regalo
de un cordero criado por ella misma, basándose en que )a
propiedad común está más cerca de su coratón que la pose-
sión privada. En otro capítulo una brigada de korruomoles
quiere ganar a sus competidores en la recolcr.ci6n y p11ra
hacerlo trabaja durante el descanso de mediodía, r~nunci11
a la comida y s6lo puede ~er obligada a comer y de5can~ar
por una orden estricta del comisario político. Y este mi.smo
comisario ve ya t;n estos hechos las realizaciones del comu·
nisrno que se acerca. En esta obra se trata e.~presamcntc de
un koljós atrasado en una :zona l\trasada.
Al criticar estas manüest::~ciones del .romanticismo revo-
lucionario no discutimos si los hechos mencionados son o no
ciertos; lo que interesa c.s sí han de ser considerados co.mo
típicos. No lo son en el sentido literarLo del té.nuino, pues
de serlo habrían de rodearse de la atmósfera. adecuada a los
casos excepcionales típicos, y, por el contnúio, ~e mencio-
nan como tipicos normales.· T ampoco lo son en el sentido
te6rico-politico de la palabra. Son enc:~rnaciones, ilustrado·
nes de un "debe ser" abstracto, pues el subjetivismo econó-
mico, 1~ falsa teoría de que el paso al comunismo es la
perspectiva inmediata de nuestra vida cotidiana, pretende
imponen~ a la realidad . Por ello este "debe ser" es abstracto
y las lJguras y ~ituaciones que · Jtnn de ser pln.~madas a base
de· este "debe ser" y no de la realidad, han de tener ig1.ral·
mente uri carácte:r abtracto, exang\.ie, de co1Úornos bol'l'o·
sos. La teoría del rornantídsmo revolucionario sirve para
prestar 3 estos rdlejos falsos, no . típicos, de In rc;t]idad, la
aureola de una rcaliclad superior, rofts auténtica. Pr.ro una
teoría tan frágil puede hacer la npología crítica de obras ar-
tístic:~mente frustradas pero no 'in~uflarles la fuerza de con-
vencimiento artí~tico que les falta.
Lcnín, y dcspu~5 de él Stnün en más de una oca~i6n, han
considl!rado como· una tarea central de la época de t r:msi-

169
ci6n1 "despertar y consolidar el interés pcrsonnl de los traba-
jadores en su la"bor (por medio de csca.las de salarios1 pre.-
rolos1 etc.) Y .en la crítica que se hizo del pasado en el XX
Congreso1 se concedió, con raz6n1 gran importancia. al he-
cho de quc1 este principio 1 tan esencial en la educ~ción gra-
dual, sucesiva1 del hombre para el socialismo, se hubiera
llevado a la práctica en cscnln. muy reducida. La. cituación
típica es, por lo· t:mto, que las fucrzi'!S trabajadora<: activas
han de ser educadas· para el socialismo. En c.::J.mbio, en las
obras que acabamos de criticar, aparecen ya ejemplos de
una anticipación humana del comunismo presentados como
la forma de conducta típica, socialista, que ha sido ya· com-
prendida, en general, como un trampolln para la comunista.·
Nunca discutiremos, naturalmente, que estos caso¡; puedan
presentarse. Ni siquiera que pucdañ lograr cierta importan-
cia sintomática típica. Los diversos períodos d!! la evolución
de la humanidad 110 están separados entre sL de :wodo me-
tafísico riguroso1 y. corresponde a la preparación del comu·
ni.smo no sólo elevar la producción de modo que cada uno
pueda consumir según sus necesidades (y no conforme .a su
rendimiento. de trabajo. como en el sociali:>mo), sino lograr
también aquella ética, según la cual, como decía Marx, el
trabajo no sólo es un medio para la vida 6ino que "Hega a
scr1 él mismo, la primera necesidad vital".
Claro que esta nueva actitud hacia el trabajo, al igual que
la evolución de las fuerzas produCtivas, empier;a a surgir ya
durante el socialismo y gradualmente alcanzará. la fase su-
perior, el comunismo. La aparición de cualidades y hechos
de esta fndole, anticipadores del porvenir. puede, pues, lle-
gar muy Uien a convertirse en objeto de una obra llteraria
actual y aparecer en ésta, en una forma determinada, pro-
vista del nc:ento de lo tfpico. Sin embargo, tiene que corrc.s-
ponderle, como ya dijimoS al hacer la criticu del naturalis-
mo, la plasmación de la atmósfera pc~uHar de todo fenómeno
típico. :Precisamente, en relación con el problema que aquí
se trata, nos parece muy instructiva la íonna en que Cher•
nishevski concibió su obra {Qul hacer? Chcrnishevski quie-
re expresar en eHa claramente, en forma Ji:craria, la esencia

170
de los nuevos hombres. Por un lado, crea los repre.scntantcs
·medios de este nuevo fenómeno, los normales, según su ex-
pre.sión, los Lopujov, Kirsánov, Vern, que superan las con-
tradícdoncs de la vieja sociedad a base de la ética del egots-
rno razonable. Por otro lado, se alza la figura heroica de
Rajmdtov, héroe del trabajo revo~ucionario que ~preride
la liquidación de las viejas supervivencias ~ocialcs. Unos y
otros están plasmados como figuras típicas. ·Pero en ambos
caso51 sus personalidades y sus destinos son los que ~rmiten
ver de jnmediato con· claridad en qué. íl:Specto son típic·os Y
qué lugar ocupa su tipismo en la evolución histórico-social.
El naturalismo1 como ya hemos vi..sto1 renuncia· a esta atmós-
fera social de lo Hpico, a la jerarquizaci6n social y verdadera
de los tipos. El romanticismo rtvoludonario no es tampoco
una poesía de la vida, sino un sustitutiva de la poesía, por
cuanto no elimina esa 9-h\!1tcricidad rigmm.amcntc esquc-
.rnátlca, esa pérdida de atmósfera de 1o típico, sino que más
bien permite que aún se. congele más, Y sólo se rodea de los
hechos pscudopositivos de una supuesta -anticipación del
porvenjr, -:-abjetivamente falsa- como realidad presente.
Por otra parte, debe ponerse de m¡mifiesto que en .la~ pa-
labras acer·ea cid interés personal de los hombres por su trn~
bajo -como en todas las soluciones importantes del camino
hacia el socialismo-, no debe verse de ningún modo una
mera medida táctica, por muy grande que fuera su importan-
cia táctica y práctica en la etapa de transición. En ellas se ex-
presa.1 ·a la ..,.cz., el carácter antiascético di! la. visión del mun-
do del socialismo científico, en opOSición al ascetismo de sus
primitivos Jllantenedorcs y de sus descarriados sectarios ul-
teriores. Ya hacia la década de los cuarenta del siglo pasa-
do, Engcls, entonces joven, reconoció la importancia de esta
cuestión y la subray6 en una carta a Mnrx a prop6sito de[
libra de Stirncr, El único y su propiedad, que acababa de
aparecer. Aqui no nos interesa. su refutación tajante y severa
de la obra de Stirncr, sino la polémica igualrn~nte acerada
contra Moisés Hcss, el cual -con una actitud Fl.~dtic.o-idea·
lista- desdeñaba d elemento egoísta e11 la evolución social
y también, por (;Qnsecucncia, en la teoría dct socialismo. En

171
esta cuestión veia Engels el ónice elemento relativamente
justificado de la obra de Stirner. Aquí sólo podemos dtar
Jos puntos decisivos de su argumento: "Y lo que en todo
caso es cierto es que, antes de poder tomar partido por \,lna
.causa, hemos· de hacer de ella .nuestra propia causa, egoís·
tamentc:, y,:;que en este sentido, prescindiendo de evcntu¡1les
espcran:zas materiales, por cgotsmo somos comunistas, por
egoísmo queremos ser hombres y no simples individuos- ..
Pero si el individuo de carne y hueso es la verdadera base, el
punto de partidfl. de los "hombres" que queremos ser, t.am·
bíén será lógicamente el egoísmo -aunque no sólo el egoís.
mo Ú11Íco como lo entiende Stirner, sino también el egoísmo
del coro.zdn- el punto de partid~ de nuestro amor a los
hambres, que de o~ro rnodo flotaría en e[ aire."
Tal ascetismo emerge una y otra vez -bajo distintas for.
mas en cada etapa....__ en el curso de la evolución hacia el so-
cialismo. E~ un. fe.n6meno muy contradictorio, pues no sólo
puede surgir por los motivos subjetivos más nobles, sino que,
especialmente en situaciones n:volucionaria.s tensas1 actúa de
modo pos\t\:vo1 incluso sii"\\iendo como modelo, aunque alber-
gue también, e..~cncialmente, tendencias reacdomuias ·en re-
lación con la auténtica formación de los .hombres del socia·
·lismo. Por ello, en el <:ursa del camino· concreto hacia el
-so.cialismo, ha de ser corregido y criticado constantemei1le
por .e_l sector 1nás consciente del movimiento. Así1 en la lite·
ratura soviétic¡1. se critica la figura de Nagulnov1 en la !lO·
v"ela de Sh6Jojov Campos roturados, y la de Lcvin1 en la de
Platonov Los inmort(lles, etc. (Con respecto a este pi'Oble~:na,
he analizado precisamente ambas obras en mi libra El rta.
li.smo ·ruso en la lüsmtum ~niversnl, La importante. perso-
nalidad de Julius Fucik se alza ante nosotros a motlo de
ejemplo que nos rnuc..5tra realmente cl porvenir, pues, en las
pbras que nos dejó como legado p6stumo, nos dab"a. la ima-
gen de un heroísmo antiascético, de un sacrííicio antiascéti·
(,O; y en la mayoría de las cartas, no hace mucho publica-
&s, de los mñrtires ejecutados por el fascismo Se ven :rasgos
parecidos.
El plantearnknto correcto del problema del ascetismo ha

172
adquirido especial importancia en las. últimas. décadas) ya
que el burocratismo que se desarrolló enormemente como
consecuencia del culto a ta penonalidad en la époci de Sta-
lin, ha (omenta"do un matiz peculiar dd ascetismo: la exi-
gencia, por parte de los bu!'Ócratas de una conducta ascética
de las masas, R.unque de ni.ngún modo los buróc.ratas rdaci.o-
nen con ellos mismos esta exigencia. La crítica y la liquida-
ción del culto a la personalidad, y el desarrollo de la demo-
cracia soci3.Üstn, llegarán a liquidar también sin duda esta
desviación. Pero tenía que ser seií.alada aquí, a~nque bre-
vemente, para poner en claro todo el alcance "de nur:stro
problema.
También se vio que el interés personal -"egoísta"- de
los hombres en su trabajo tiene. un gran trasfondo ideo-
lógico que l'.'ltá estrechamente relacionado con cuestiones tan
decisivas como el advenimiento de personalidades polibcé-
ticas1 y que es un elemento prácticamente imprescindible en
la cristalización de las mismas, un eslabón· de la cadena
le.ninis~a. Al de.sdenar udesde :arriba" las dc.tc.rmimmtc.s de-
cisivas de la evolución (a!· igual que el naturaüsmo; que lo
completa, las ha ignorado "desde abajo"), al pasar por alto
las etapas necesarias de esta evoluci6n y confundir el ser y
el llegar a ser, y al despojar a los diverSos tipos de las fases
que corrC3ponclían :a. su carácter específico, el romanticismo-
revolucionaria completó la csquematizadón y vulgarización
de la realidad .socialista que se desplega.b;J. gnmdiosnmente-
:ante nuestros.· ojos., terminando así lo que c.l naturalismo em-
prenúiera con "tanto 6xito",
Lo repetimos un<i. vez más: nuestra crítica no ataca, por-
supuesto, a todo el conjunto de la literatura sociali~ta; todo-
rJ mundo sabe que el Klim Samguín de Gorki, las obras cle-
Shólojov,. Maka•enko, Alexis Tolstoi, Trenov, Fc.din, Anna
Scgher.s, Tibor Déry, y otros muchos escritores, nada tienen
en común con la tendencia que hemos criticado,. Repetimos-
también: el valor estético, el nivel histórica de un arte ha
estado y estará siempre clcterrilimido -y con raz6n- por
3u:s obras C1.1rnbrC3, y c:l promedio de tos libros restantes se
huncle al cabo de ~lgtm tiempo en el bien merecido olvido.

173
·C~ando,.ha.blamos de. Ja dramátici isabelina pensamos en
Shake.speare y, a. lo sumo, en algunos de sus raás. notables
01Dtm1por6.neos, pero no en Middlcton ~ y cua1~~o valoramos
1 el realism-O .de comienzos del siglo XIX, pensamo~_.,en Dalzac

·-yJJSi:endhal, ·na en los incontables uovdistas,q~~-'t~r·v,~.~l!-~, .


cónteinpoiáncos admiraron por igual o ~-c~u~_o: ffi~_s, gue !~~~ !•
los. pritñ.e.ros. Sólo «;:Cm este criterio se pod¡;á .~Rr.t:r~i~r ,~1 .re<!-~.~
1lsmo socialista qtte ~abrá"•dc- hacer époc.J¡L,_,.; _,,.,; di'l"·' :¡¡;•,:-,"'
,-:.Esta justa apreciación· debe triunfar tambi~n-,cn~cl 1 ánibito;.
·in'ternácional. La verdader~' coexlstcncin ·en ;el. t:ampo:. de .ta·t
·.cultili'a;·et·"diáiogo efitai' entre .representantes :de _distintasc,;j:
- cultUras,- ·s'6lo puede sdr-gir sobre la base de unA.. niutua com~ • '
:- .-'prénsi6n;:daun-• cuando'•IM opiniones sean.· diamelralme·nte
. -npuéstasFpor--lo menos· sé' hablará del mismo .problero~ .. Está·
·base es hoy- deJo más insegura cuando se plailtea }ª,cuestión
de l¡¡,,',li_tc:ratul;"a del realismo socialista. De ello- son. <:ulp?..blCs
-en primer lugar los ide6logos de ·la guerra frh=!. 1 que calum~1
nian todo la socialista, as-í coma los propagandistas del Van- ,;·.i
-guardisrno, a cuyos ojos J?.inguna; obra. literaria ,puedc.:'ii:!I"'JI
-consi4gl'E;P,f,\ C'!ffiO· ar_tc .verdadero si nu lleva la marca dd·.·
form<t:liY,!lO decadente. Pero no debe olvidarse que la única ·
axma realmente eficaz para enfrentarse a las calumnias y
deformacior1~s consiste en dedr todo.· la verdad. Y fo1·ma
pai-le de la verdad acerca del realismo socialista el hecho·
-de que, durante el pcr~odo .stalinista su co'ntenido y su forma
fueron muchas veces seriamente deformados a causa de gra-
ves errores, por lo menos en lo qt~;e atañe n una parte de b ...
literatura. Y no es suficiente dcscubór esta deficiencia esté~
licn y sus bases ideológicas, sino que, sobre todo, es preciso
diferenciar neta:mentc: las obras nacidas auténticamente del
realismo socialista d~ las que sufrieron tales clcformaciones.
Es una calumnia decir . que en el período stnlinista se
hundi6 la democracia sOcialista, el carácter socialista de la
estructura económica, etc.; sin _cmbu&o, sólo podrá definirse
.c;orrecta y convincentemente l11 verdadera fi~onomía de este
período si se substraen del presente actual las fuerzas anta-
gonisto.s que actuaron en los últimos decenios y se lleva Ia
crítica al pasado mismo. Todo cuanto se ha expuesto hast?..

174
ahora en este trabajo tiene esa finalidad. Quien desee un
efecto~ lo menos perturbado· posible de las obras verdadera~
mente importantr.s y realmente representativas cl.el realismo
sociali:~ta, ha ele esforzarse por lograr en ~te campo una
dis~~i6n cla.'ra e1_Hre lo artísticamente auténtico y verda~
deramente:, nuevo y lo complc~ o parcialmente deformado.
Tal vez se nos.p~egunte:. ¿qué tienen que ver to4,as estas
piol~ji~ .c~plica~i~ni'.S neerca de _las diversas tcndcn~ias en
Ja evoluCi61}_,.frustFaP.:i!:-.·.4c1 rcali.sruo socialista, cu~nclo lo que
t~o~.)mp_9rt.a ,e3 Pr~cisa~ la relación entre éste y el :q¡.alismo
.cdtii::o .. cn. el régimen 5oci.~lista? En nuestra opinión tienen
·que vei: 'mi.tchíslmo, ..pues~.Ya hemos podido obscn·ar qUe las
t~~'dEiO:ci~· rÓ:fuánticO-ilitttir3.1istas que hemos analizado minan
PrEiCi~~C\l'té. él' étC.OíC;.t~ :Gritico de la afirmaei6n socialista.
e~ :.~~· :Pr8P.ra·. cvolh~ió:n.' :'jU:stamente el carácter ·•·taimado"
,ll~no de co.~'t~iq.iccio"~~s;.,~e..-la renlidnd socialista, su triunfo
en . tnritos cornba'tCs c~útra; resisten 'cías efectivos, intCriores
. y ext~riores, y la realidad de cada uno de. sus pasos hacia
~us objetivos, se dcsvanec~~ ·aquí.cn el polvo insushmciaJ de
Un subjetivismo eSquemát_iéo sin relieve. Pero, precisamente,
revelar estas resistencias y describir los caminos enmaraña-
dos, es la tarea que puede brindar la mayor fuerza a los
realistas críticos verdaderamente importantes. Estos pueden
ser los mejores alindas del realismo socialista en el proceso
de curaci6n de estas heridas.
Sería injusto y fnlsead6r no mencionar que en la literatura
y la crítica socialistas ha surgido ,una y otra vez un senti~
miento claro de esta situación. Constantemente se han "hado
voces reconociendo lo estéticamente inadmisible de muchos
productos del realismo só"cia.Jista, señalando en cambio la
"maestría" 1ilcraria de lus gl'andc.s n:alistas del•pasado y del
presente, y recomendando aprender de ellos comO remedio
contra las debilidades artísticas de muchas obras.: ·S¡ en esta
v~loración de los grandes realistas sólo vernos uil. :"~cntimien~
to~'. justificado. y .no un reconocimiento cabal,· es' porque en la
mayoría de los casos ese juicio só~o pcl'cibió los últimos y
má..~ evidentes resultados de aquella "mae~~ría", pero no des~
"cubrió sus orígenes¡ se admiró sólor aislachtment¿, el arte de

175
r:scribir de manera sugestiva, sin discernir su complejidad y
sus causas¡ es decir, se apreció una. maestría que: podemos
colocar entre comillas. Hemos intentado mostrar que· esas
causas tienen raices mucho más profundas que las del propio
arte de escribir bien. Sin querer disminuir su importancia,
hemos de ins.iStir en que Jas raíces de la verdader::~. grandeza
de: un escritor están .en la profundidad y riqueza de sus
relaciones con la realidad. 5in elhs, todo :arte del bien es-
cribir se cOnverti!"á en vacío virtuosismo, en un amaneramien-
to habilidoso. El aprendizaje de la "maestría~' en los escrito-
res importantes del pasado y del presente ha de tener su
centro en esa profundidad de la coücepci6n de.l mundo y,
sobre esa base, en la amplitud, intensidad y hondura de
las relaciones vitales :con la realidad. Sólo por este camino
puede surgir una gnin figura de escritor, con personalidad
literaria; sólo así puede desarrollar el escritor su' peculiar
mae:;tría: mediante el- hallazgo de la formh Iit_ed.ri~ especial
y ::ldecuada a su propi.-2¡ personalidad. Eh "esta ·conCepci6ri.· ·'
de la maestría -sin_ ~ortfilh.s- coincidieic;m todos los gran~'\.
tli:s realis'tas, desde_ ~iclding hasta :Gorki•. Alguríos ·de, ellos . ·
h<~n refCrido Cn casos particulares -y Goethe y ·Gorki de
manera sLslCmática1'en ·s'us nutobiografías~·-cómo se realiza
es.te aprendizaje'" Cl·uét!fcio~:¡ de la vida y de. h•:J literatura.
·rl Si 'veinds a.'q·Úí 'una h~se para la renovación Y profundiza-
1

,:_¿~or. .de· 1a; _a\~ani~ ·'e:ntr·~· ·et reali~mo c.rtttco y el realismo


'·ib1cialis'ta;··e;. 'po~G_Ue la 'situación de la .literatura soviética
es 'In u)/ di~Unta" a la de lás literaturas de las sociedades más
jóvenes que sólo ahora comienzan a marchar por el camino
del sociaHsmo. La transformación de los -realistas críticos en
escritores del realiSmo socialista· se ha re:üimdo· i'ffl. ~:scncial­
mente -en -la Unión Soviética. Del realismo socialista han
surgido toda una serie de obras maestras y de grandes es-
. cr¡).tores cuyo arte brota directamente ~e la actitud socialista
ante una realidad sodallst~. La alianza. entre el realismo critico
y ·el ·realismo socialista e;, la Unión SOviética se ha tz·ansfor-
n(a:i;lo esencialmente en el problema general Y permanente
de 1~ nsimilac.i6n crítica de. las tcndP-~cias literarias heredadas,
\o que no excluye, müuralmcute, \~ ex.lste~ci.a de aquella re\a-

176,
dón con respecto a realistas críticos importantes en otras
sociedades socialistas o no socialistas.
Pero la cuestión es completamente distinta en las sociedades
:l<lcialista~ más jóvenes. En ella) viven y trabajan toda.vta
representantes importantes del realismo critico, Y en interés
de la verdad -y la sinceridad es la base de toda alianza
·fructífera- debe declararse que el esquematismo sectario del
pedodo stalin.ista provocó fuertes distanciamientos entre rea-
listas <:r1ticos y realhta.s socialistas. En un sector de estos
últimos surgió la "vanidad comunista" -:>.. menudo denun-
ciada por Lenin-, una autocomplaccncia que buscó y halló
sil aparente justificación precisamente en la estrechez sec-
taria, ideol6gica y artística, del período stalinista. Y algunos
realistas críticos enmudecieron en esta atmósfera o aceptaron
compromisos superfi(ia.lcs sin ningún convencimiento íntimo.
S~gurarnente hubo también··C<lSOS de escritores que se aleja-
ron de la realidad .st'lci!\lista, de la marcha de la sociedad
hacia er socialismo, lo que hubo de. daña.r gravemente .los
fundamentos mismos de su existencia como e$critores.
Las discu~innes stlsci\adas por et XX, Congreso del Partido '
Comunista de la Unlón Soviética, los resUltados que han
traído consigo y sobre todo los que aún han de traer, pueden
contribuir ·_.mucho a · eliminar los elementos de anquilosa-
miento; 1 n curar lo, .patológico, a consolidar entre realistas
cnti.cos ·Y realistas· socialistas 11na finne alianza conforme lo
exige la f:poca: Cuanto más auténtica.mcnte se desarrolle la
demccrad?., cuanto tn~s genuina y originalmente busque y
h.Ule cada pueblo el camino hacia el sadalismo adaptándolo
a. su singHiarídad nacional, tanto más profund¡~ será esta
<1lianza. Las vtvas tradiciones del rcali~mo crítico pueden
desempeñar 1 todavla · un gran papel de adelantados, dcscu·
briendo ll iluminando los intrincado~ c<tmínos que conducen
al ~ociali~mo.

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