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1.

Introducción

Sin lugar a dudas, la delincuencia juvenil es un fenómeno muy representativo desde el


siglo pasado, la delincuencia juvenil es uno de los problemas criminológicos que crece
cada día más, no solo en nuestro país, sino también en el mundo entero; es una de las
acciones socialmente negativas que va a lo contrario fijado por la ley y a las buenas
costumbres creadas y aceptadas por la sociedad.

La delincuencia juvenil es un fenómeno social que pone en riesgo la seguridad pública


de la sociedad, así mismo va contra las buenas costumbres ya establecidas por la
sociedad.

La delincuencia juvenil es un fenómeno de ámbito mundial, pues se extiende desde los


rincones más alejados de la ciudad industrializada hasta los suburbios de las grandes
ciudades, desde las familias ricas o acomodadas hasta las más pobres, es un problema
que se da en todas las capas sociales y en cualquier rincón de nuestra civilización.

2. Antecedentes históricos:

A pesar de no tener ninguna duda sobre la existencia de un derecho penal precolombino,


como por ejemplo el de los pueblos Aztecas, Mayas, Incas o de Mesoamérica,
desconocemos si existía alguna regulación especial, o particular para niños o jóvenes
que cometieran algún "delito". Lo mismo que se desconocen las regulaciones de esta
situación en el llamado derecho colonial americano. El inicio legislativo de la "cuestión
criminal" surge en el período republicano, luego de la independencia de las colonias
europeas. Aunque a finales del siglo XIX la mayoría de los países latinoamericanos
tenían una basta codificación, especialmente en Constituciones Políticas y Códigos
Penales, la regulación de la criminalidad juvenil no era objeto de atención particular.

Es a principios de este siglo en que se ubica la preocupación por la infancia en 105


países de nuestra región. Esto es el resultado, por un lado, de la internacionalización de
las ideas que se inician en el Siglo XX, primeramente con la Escuela Positiva y luego
con la Escuela de la Defensa Social, y por el otro lado, es el resultado de la imitación
latinoamericana de las preocupaciones europeas y de los Estados Unidos de América
por la infancia, lo cual se vio reflejado en varios congresos internacionales sobre el tema
de la infancia.

La primera legislación específica que se conoce fue la argentina, promulgada en 1919.


Pero fue en décadas posteriores en donde se promulgaron la mayoría de las primeras
legislaciones, por ejemplo Colombia en 1920, Brasil en 1921, Uruguay en 1934 y
Venezuela en 1939. Durante este período y hasta los años 60, podemos afirmar que el
derecho penal de menores se desarrolló intensamente, en su ámbito penal,
fundamentado en las doctrinas positivistas-antropológicas.

En la década de los 60, con excepción de Panamá que promulgó su primer ley específica
en 1951 y República Dominicana en 1954, se presenta un auge del derecho penal de
menores en el ámbito legislativo, con la promulgación y reformas de leyes especiales,
por ejemplo, en los siguientes países: Perú en 1962, Costa Rica en 1963, Chile en 1967,
Colombia en 1968, Guatemala en 1969 y Honduras también en 1969. En la década de
los 70, se promulgan las siguientes legislaciones: México en 1973, Nicaragua en 1973,
El Salvador en 1973, Bolivia en 1975, Venezuela en 1975, Ecuador en 1975 y Cuba en
1979. En todo este período, se caracteriza el derecho penal de menores con una
ideología defensista de la sociedad, basada en las concepciones de peligrosidad y las
teorías de las subculturas criminales.

Las concepciones ideológicas del positivismo y de la Escuela de Defensa Social, fueron


incorporadas en todas las legislaciones y sin duda influyeron en la codificación penal.
Pero en donde estas ideas encontraron su máxima expresión, fue en el derecho penal de
menores. Postulado básico fue sacar al menor delincuente del derecho penal común, con
ello alteraron todo el sistema de garantías reconocido generalmente para adultos.
Convirtieron el derecho penal de menores en un derecho penal de autor, sustituyendo el
principio fundamental de culpabilidad, por el de peligrosidad. Esto llevó a establecer
reglas especiales en el derecho penal de menores, tanto en el ámbito sustantivo como
formal, como por ejemplo, la conducta predelictiva, la situación irregular y la sentencia
indeterminada. Principios que han servido, y aún hoy se encuentran vigentes en varias
legislaciones latinoamericanas, para negar derechos humanos a los menores infractores,
como la presunción de inocencia, el principio de culpabilidad, el derecho de defensa,
etc.

Un hito en el desarrollo histórico del derecho de menores lo marcó la promulgación de


la Convención General de los Derechos del Niño en 1989. Luego de la entrada en
vigencia de esta convención, se ha iniciado en los años 90 un proceso de reforma y
ajuste legislativo en varios países de la región, específicamente en Colombia, Brasil,
Ecuador, Bolivia, Perú, México y Costa Rica.

2.1 Panorama Actual de la delincuencia juvenil.

La delincuencia juvenil ha aumentado de forma alarmante en los últimos tiempos,


pasando a ser un problema que cada vez genera mayor preocupación social, tanto por su
incremento cuantitativo, como por su progresiva peligrosidad cualitativa. La
delincuencia juvenil es además una característica de sociedades que han alcanzado un
cierto nivel de prosperidad y, según análisis autorizados, más habitual en los países
anglosajones y nórdicos que en los euro mediterráneos y en las naciones en vías de
desarrollo. Es decir, en las sociedades menos desarrolladas la incidencia de la
delincuencia juvenil en el conjunto del mundo del delito es menor que en las
comunidades más avanzadas en el plano económico. En las grandes ciudades
latinoamericanas, la delincuencia juvenil está ligada a la obtención —delictiva— de
bienes suntuarios de consumo y por lo general no practican la violencia por la violencia
misma sino como medio de obtener sus objetivos materiales.

Los estudios criminológicos sobre la delincuencia juvenil señalan el carácter


multicausal del fenómeno, pero a pesar de ello, se pueden señalar algunos factores que
parecen decisivos en el aumento de la delincuencia juvenil desde la II Guerra Mundial.
Así, son factores que se encuentran en la base de la delincuencia juvenil la
imposibilidad de grandes capas de la juventud de integrarse en el sistema y en los
valores que éste promociona como únicos y verdaderos (en el orden material y social,
por ejemplo) y la propia subcultura que genera la delincuencia que se transmite de
pandilla en pandilla, de modo que cada nuevo adepto trata de emular, y si es posible
superar, las acciones violentas realizadas por los miembros anteriores del grupo.
3. La violencia

Consiste en la presión ejercida sobre la voluntad de una persona, ya sea por medio de
fuerzas materiales, ya acudiendo a amenazas, para obligarla a consentir en un acto
jurídico.

La violencia es un elemento que se encuentra comúnmente en la delincuencia juvenil y


es uno de los factores que influyen a los jóvenes a cometer actos ilícitos llevados por la
violencia.

Causas de la Violencia

El fenómeno de la violencia es muy complejo. Hay muchas causas, y están íntimamente


relacionadas unas con otras y conllevan a la delincuencia de menores. En general se
agrupan en biológicas, psicológicas, sociales y familiares. Tan sólo por citar algunos
ejemplos dentro de cada grupo, tenemos:

Causas Biológicas

Se ha mencionado al síndrome de déficit de atención con hiperactividad (DSM IV


314.*/ICD10 F90.*) como causa de problemas de conducta, que sumados a la
impulsividad característica del síndrome, pueden producir violencia. Un estudio con
niños hiperquinéticos mostró que sólo aquellos que tienen problemas de conducta están
en mayor riesgo de convertirse en adolescentes y adultos violentos. La conclusión es
que hay que hacer un esfuerzo para aportar a aquellos niños hiperquinéticos con
problemas de conducta recursos terapéuticos más oportunos e intensivos.

Los trastornos hormonales también pueden relacionarse con la violencia: en las mujeres,
el síndrome disfórico de la fase luteínica se describió a raíz de los problemas de
violencia presentes alrededor de la menstruación, específicamente en los días 1 a 4 y 25
a 28 del ciclo menstrual, pero el síndrome no se ha validado con estudios bien
controlados, aunque se ha reportado que hasta el 40 por ciento de las mujeres tienen
algún rasgo del síndrome y que entre el 2 y 10 por ciento cumplen con todos los
criterios descritos para éste. De 50 mujeres que cometieron crímenes violentos, 44 por
ciento lo hizo durante los días cercanos a la menstruación, mientras que casi no hubo
delitos en las fases ovulatoria y postovulatoria del ciclo menstrual 4. Con frecuencia, el
diagnóstico de síndrome disfórico de la fase luteínica está asociado con depresión
clínica, que puede en algunos casos explicar su asociación con la violencia.

Causas Psicológicas

La violencia se relaciona de manera consistente con un trastorno mental – en realidad de


personalidad – en la sociopatía, llamada antes psicopatía y, de acuerdo al DSM-IV,
trastorno antisocial de la personalidad (DSM-IV 301.7; ICD-10 F60.2) y su contraparte
infantil, el trastorno de la conducta, llamado ahora disocial (DSM-IV 312.8; ICD-10
F91.8), aunque hay que aclarar no todos los que padecen este último evolucionan
inexorablemente hacia el primero, y de ahí la importancia de la distinción. El trastorno
antisocial de la personalidad se establece entre los 12 y los 15 años, aunque a veces
antes, y consiste en comportamiento desviado en el que se violan todos los códigos de
conducta impuestos por la familia, el grupo, la escuela, la iglesia, etc. El individuo actúa
bajo el impulso del momento y no muestra arrepentimiento por sus actos. Inicialmente
esta violación persistente de las reglas se manifiesta como vandalismo; crueldad con los
animales; inicio precoz de una vida sexual promiscua, sin cuidado respecto al bienestar
de la pareja; incorregibilidad; abuso de sustancias; falta de dirección e incapacidad de
conservar trabajos; etc. Salvo que tengan una gran inteligencia o que presenten formas
menos graves del trastorno, fracasan en todo tipo de actividades, incluyendo las
criminales, ya que carecen de disciplina, lealtad para con sus cómplices, proyección a
futuro, y siempre están actuando en respuesta a sus necesidades del momento presente.
El trastorno es cinco a diez veces más frecuente en hombres que en mujeres. Como
estos sujetos están más representados en los estratos más pobres, hubo alguna discusión
sobre si la pobreza induce o potencia estas alteraciones. Esto se ha descartado: los
individuos con trastorno antisocial de la personalidad, por su incapacidad de lograr
metas y conservar empleos, tienden a asentarse naturalmente en los estratos de menores
ingresos.

Causas Sociales

La desigualdad económica es causa de que el individuo desarrolle desesperanza. No se


trata de la simple pobreza: hay algunos países o comunidades muy pobres, como el caso
de algunos ejidos en México, en los que virtualmente desconocen el robo y la violencia
de otro tipo. Sin embargo, la gran diferencia entre ricos y pobres y sobre todo la
imposibilidad de progresar socialmente sí causa violencia: la frustración se suma a la
evidencia de que no hay otra alternativa para cambiar el destino personal.

Más importante como causa social es la llamada subcultura delincuente. Aunque sus
detractores dicen que esta hipótesis carece de evidencia experimental, hay comunidades,
barrios y colonias en donde niños y jóvenes saben que para pertenecer al grupo y formar
parte de su comunidad necesitan pasar algunos ritos de iniciación, entre los que se
encuentran robar, asaltar o quizá cometer una violación. La falta de medición requiere
de estudios, sí, mas no de desestimar lo que obviamente es un factor de formación de
conductas y conceptos sociales.

Entorno Familiar

En la familia, los dos factores que con más frecuencia se asocian al desarrollo de
violencia es tener familiares directos que también sean violentos y/o que abusen de
sustancias. Un entorno familiar disruptivo potencia las predisposiciones congénitas que
algunos individuos tienen frente a la violencia (i.e. síndrome de alcohol fetal) y por sí
mismo produce individuos que perciben a la violencia como un recurso para hacer valer
derechos dentro de la familia.

Un estudio con niños adoptados mostró que los actos que desembocaban en una pena de
prisión correlacionaban mejor con el número de ingresos a la cárcel de sus padres
biológicos que con la conducta de sus padres adoptivos.

El Individuo Violento

En los individuos violentos vemos la interacción de los trastornos descritos. Por


ejemplo, en los delincuentes crónicos se encuentran varios o todos los siguientes rasgos.
1.
2. Socialización pobre como niños: pocos amigos, no los conservaban, sin ligas
afectivas profundas, etc.
3. Poco supervisados o maltratados por sus padres: los dejaban solos, a su libre
albedrío, y cuando estaban presentes, los maltrataban.
4. Buscan sensaciones en forma continua: desde chicos son "niños problema," y los
mecanismos de control social no tienen gran influencia sobre ellos.
5. Manejan prejuicios como base de su repertorio: "todos los
blancos/negros/mujeres/hombres son así"
6. Abusan del alcohol.
7. Nunca han estado seriamente involucrados en una religión principal.
8. Carecen de remordimientos, o aprenden a elaborar la culpa y así evitarlos.
9. Evitan asumir la responsabilidad de sus actos: construyendo casi siempre una
pantalla o justificación que suele ser exitosa para librarlos (i.e. "es que cuando
era niño me maltrataban").

3.1 Agresión, agresividad, violencia y delito.

El término agresión procede del latín que posee dos acepciones, la primera significa
"acercarse a alguien en busca de consejo"; y la segunda, "ir contra alguien con la
intención de producirle un daño". En ambos la palabra agresión hace referencia a un
acto efectivo. Luego se introdujo el término agresividad que, aunque conserva el mismo
significado se refiere no a un acto efectivo, sino, a una tendencia o disposición. Así, la
agresividad puede manifestarse como una capacidad relacionada con la creatividad y la
solución pacífica de los conflictos. Vista de éste modo la agresividad es un potencial
que puede ser puesto al servicio de distintas funciones humanas y su fenómeno
contrapuesto se hallaría en el rango de acciones de aislamiento, retroceso,
incomunicación y falta de contacto.

Frente a esta agresividad que podríamos llamar benigna, existe una forma perversa o
maligna: La violencia. Con esto queda claro que no se puede equiparar todo acto
agresivo con la violencia. Esta queda limitada a aquellos actos agresivos que se
distinguen por su malignidad y tendencia ofensiva contra la integridad física, psíquica o
moral de un ser humano. En otras palabras, desde nuestro punto de vista no constituye
violencia la descarga de un cazador contra el animal que desea cazar con la finalidad de
saciar el hambre o mantener el equilibrio ecológico. Por otra parte, siempre constituirá
violencia, como su nombre lo indica, el acto de violación sexual. Esto nos permute
introducir otros elementos para reconocer al acto violento: su falta de justificación, su
ilegitimidad y/o su ilegalidad. Ilegítimo por la ausencia de aprobación social, ilegal por
estar sancionado por las leyes.

La agresividad puede ser detectada en toda la escala animal, no así la violencia, casi
exclusiva del ser humano.

Como es sabido, es sumamente raro que un animal inferior, ataque a otro de especie
diferente, si no es con el fin de alimentarse, o que luche contra otro de su misma especie
si no es con el objeto de defender su territorio, la hembra, la cría o el alimento.
Inclusive, cuando la lucha se presenta su mayor componente es ritual; rito que va en
sentido de demostrar cuál es más grande o lucha de aquellos animales viejos o muy
jóvenes, así como, animales de sexo diferente y/o ejemplares que se conocen entre sí.
Desde la niñez tenemos la experiencia de haber observado la lucha por territorio o
alimento entre dos lagartos: cambian de color, aumentan a su tamaño extendiendo sus
espículas cartilaginosas, etc.. Si ninguno abandona se llega al contacto físico en forma
de mordida, una lucha breve que termina con el abandono del más débil sin que el otro
lo persiga para darle muerte.

Por otro lado, los elementos de ausencia de aprobación social e ilegalidad de la


violencia vienen, en nuestro caso, de la óptica jurídica romano-germánica, el derecho
francés, en el que se plantea una gran clasificación de la violencia en moral y física.

De un modo general sostiene que la "infracción es un hecho ordenado o prohibido por la


ley anticipadamente, bajo la sanción de una pena propiamente dicha y que no se
justifica por el ejercicio de un derecho".

Por su parte, Jiménez de Azúa refiere que "el delito es un acto típicamente antijurídico,
culpable, sometido a veces a condiciones objetivas de penalidad, imputable a un hombre
y sometido a una sanción penal".

En la vocación práctica la diferencia entre delito y crimen, es en última instancia de


orden gradual, cuantitativo: el delito es de tipo correccional (hasta 5 años de reclusión)
y el crimen, como su nombre lo indica, es criminal (5,1º,15 y 20 años de reclusión y de
20-30 si es con agravante). La relación entre violencia y delito o crimen resulta obvia a
partir de sus definiciones.

En resumen: agresión es un acto efectivo que implica acercarse a alguien en busca de


consejo o con la intención de producir daño. No así la agresividad, que no se refiere a
un acto efectivo, sino, a una tendencia o disposición que se halla bajo los designios de la
creatividad y la solución pacífica de conflictos. Violencia es una forma perversa o
maligna de agresividad que ejerce un individuo contra otro de su misma especie y que
se caracteriza por su carencia de justificación, tendencia ofensiva, ilegitimidad y/o
ilegalidad.

4. Concepto de delincuencia.

Delincuencia, conjunto de infracciones de fuerte incidencia social cometidas contra el


orden público. Esta definición permite distinguir entre delincuencia (cuyo estudio, a
partir de una definición dada de legalidad, considera la frecuencia y la naturaleza de los
delitos cometidos) y criminología (que considera la personalidad, las motivaciones y las
capacidades de reinserción del delincuente).

4.1 Definición de Delincuencia Juvenil

Delincuencia, conjunto de infracciones de fuerte incidencia social cometidas contra el


orden público. Esta definición permite distinguir entre delincuencia (cuyo estudio, a
partir de una definición dada de legalidad, considera la frecuencia y la naturaleza de los
delitos cometidos) y criminología (que considera la personalidad, las motivaciones y las
capacidades de reinserción del delincuente).

Visto el concepto de delincuencia, resulta necesario delimitar el adjetivo de juvenil, es


decir, ¿cuándo la delincuencia es juvenil? Vaya por delante que no podemos emplear al
objeto de este trabajo el significado etimológico de tal adjetivo, pues desde este punto
de vista, quiere decir lo relacionado con la juventud. Y no es aplicable, decimos, este
concepto etimológico, porque dentro del campo de las ciencias penales viene
entendiéndose por delincuencia juvenil la llevada a cabo por personas que no han
alcanzado aún la mayoría de edad , mayoría de edad evidentemente penal.

5. La delincuencia Juvenil

Apuntábamos en páginas anteriores que el término delincuencia juvenil no tienes el


mismo significado para todos los criminólogos. Difieren básicamente en dos puntos

 El primero en determinar la edad a partir de la cual se puede hablar de


delincuente juvenil y
 El segundo, que radica en determinar cuáles deben ser las conductas que dan
lugar a calificar a un joven como delincuente.

Por cuanto hace a la edad en que podemos referirnos a la delincuencia juvenil,


participamos del criterio de estimar como tales a los que cuentan con más de 14 años de
edad.

El menor infractor lo podrá ser hasta los 14 años de edad, a partir de este límite, deberá
ser considerado como delincuente juvenil con los grados de responsabilidad ya
apuntados, los que desde luego no tienen pretensión de definitividad, pues dependerá de
los estudios que en lo futuro se realicen y que permitan conocer los fenómenos físicos y
psíquicos del adolescente que puedan obligar a variar los límites de edad ya señalados,
los que están apoyados en los estudios más aceptados hasta la fecha.

El anterior punto de vista, no es actualmente el que aceptan la mayoría de los Códigos


penales de la República, pues por ejemplo el Código del Distrito Federal y el estado de
México, fijan como límite para la responsabilidad penal la edad de 18 años, el Código
Penal de Durango se inclina por el límite de 16 años y en igual sentido el de Tamaulipas
y otros Estados.

5.1 La delincuencia juvenil y entorno social.

El estudio de la criminalidad juvenil constituye un tema de actualidad, no sólo del


derecho penal, sino también de la criminología y de las ciencias conexas. El constante
aumento de los conflictos sociales, y con ellos el de la delincuencia, ha incrementado el
interés por el tema, tanto en los países industrializados o centrales, como también en los
llamados países periféricos, como son los de América Latina.

Para comprender el interés por el análisis y la búsqueda de soluciones para la


delincuencia juvenil, es necesario ubicar este fenómeno dentro de la problemática de la
sociedad actual. La estructura social en que les ha tocado vivir a los niños y jóvenes de
hoy, está caracterizada por una complejidad cada vez mayor, donde la búsqueda de
soluciones no depende ni de fórmulas tradicionales, ni de líderes carismáticos.

La delincuencia juvenil se ubica, por lo menos en América Latina, dentro de un


contexto social caracterizado por grupos de niños y adolescentes ubicados dentro de
niveles de miseria o pobreza, desempleo, narcotráfico, concentración urbana, baja
escolaridad o analfabetismo, agresiones sexuales y desintegración familiar. A estos
grupos sociales se les ha negado todos los derechos humanos, tales como el derecho a la
vida, la salud, la educación, la vivienda, en fin, el derecho al desarrollo.

Sumado a este contexto, hay que agregar que la sociedad actual se caracteriza por un
debilitamiento de los sistemas tradicionales de apoyo para el desarrollo de la niñez y de
la adolescencia. Quisiéramos mencionar, por lo menos, tres medios de apoyo que con
los cambios sociales, se han debilitado como para dar una respuesta efectiva al
desarrollo de la niñez y de los adolescentes. En primer lugar tenemos que mencionar a
La Familia. Los medios de comunicación, sobre todo la televisión, han suprimido la
jerarquía y hegemonía que la familia tenía como formadora de costumbres sociales.

Además, la incorporación de la mujer al sistema laboral, por necesidad u oportunidades


de desarrollo, y otros cambios en la estructura familiar, como la ausencia generalizada
del padre, replantean las relaciones del niño y del joven. La Escuela, por su parte, se
caracteriza por un marcado énfasis academicista y por la competitividad feroz, borrando
el sentido comunitario y la promoción del desarrollo integral de los jóvenes. Además,
los Sistemas de Asistencia y Recreación, como apoyos alternativos, son mínimos y
siempre insuficientes para la satisfacción de las necesidades de la población juvenil.

Por último, quisiéramos manifestar que la delincuencia juvenil es el resultado de la


combinación de diversos factores de riesgo y respuesta social. Se presenta en toda
sociedad, en donde los antivalores de violencia, agresividad, competencia salvaje,
consumo, se imponen a los valores supremos de la sociedad, como la tolerancia, la
solidaridad y la justicia.

6. Las pandillas y su regularización ante la ley

¿Qué es una pandilla?

Una pandilla es un grupo de adolescentes y/o jóvenes que se juntan para participar en
actividades violentas y delictivas. Las pandillas están constituidas comúnmente entre
niños y/o jóvenes de 13 a 20 años.

A través del tiempo este fenómeno social ha ido evolucionando y creciendo cada día
más, por eso, los legisladores se vieron en la necesidad de agregar esta figura como
agravante en nuestro Código Penal, las pandillas hoy en día están constituidas por la
mayoría de jóvenes que llegan a delinquir en algún momento, la pandilla puede ser un
causante para que los jóvenes delinquen y vallan contra las buenas costumbres
establecidas y aceptadas por la sociedad. A continuación analizaremos el concepto de
pandilla y la diferencia con la delincuencia organizada.

Los problemas del pandillismo o pandillerismo juvenil urbano dieron lugar a la reforma
del Código Penal que introdujo dicha figura como agravante en la comisión de cualquier
delito: hasta una mitad más de la pena aplicable a este. Por pandilla se entiende "la
reunión habitual, ocasional o transitoria de tres o más persona que sin estar organizadas
como fines delictuosos, cometen en común algún delito" (Art. 164-bis). Existe una
agravante de la agravante, a saber, el caso en que algún miembro de la pandilla sea o
haya sido servidor público de cualquier corporación policíaca (Ibedem).
La jurisprudencia se ha ocupado en distinguir la pandilla de otras figuras penales y
establecer el carácter heterónomo de aquella de aquella. En cuanto al primer asunta, se
afirma:

Hay notas distintivas entre el llamado pandillerismo y la asociación delictuosa. En el


primero se trata de una reunión habitual, ocasional o transitoria de tres o más personas,
que sin estar organizadas con fines delictuosos cometen comunitariamente algún ilícito;
en cambio, la asociación delictuosa se integra también al tomar participación en una
banda, tres o más personas pero precisa que aquella – la banda y los cierra" esta
organizada para delinquir. Aquí de advierte la primera distinción entre una y otra de las
figuras analizadas: la consistente en que el pandillerismo, no hay organización con fines
delictuosos, y en la asociación si la hay. Pero todavía más. En esta segunda figura se
requiere un régimen determinado con el propósito de estar delinquiendo, aceptado
previamente por los componentes del grupo o banda; es decir, que debe de haber
jerarquía entre los miembros que la forman, con el reconocimiento de la autoridad sobre
de ello el que manda, quién tiene medio o manera de imponer su voluntad (A.D. 4379-
72, Marcelo Alejandro Verdugo Cenizo 28 de febrero de 1973 unanimidad de 4 votos,
componentes: Ernesto Aguilar Álvarez).

Por lo que toca el segundo tema mencionado, la jurisprudencia ha manifestado


reiteradamente que la pandilla no constituye un delito autónomo, sino que solo una
circunstancia agravante del delito o los delitos acreditado en el proceso; se trata, pues de
una calificativa heterónoma, según ha dicho – por ejemplo – El segundo Tribunal del
Sexto Circuito:

El artículo 174 bis del código unitivo del distrito federal, así como los demás
ordenamientos de las entidades de la república que contienen la misma disposición, no
establece el pandillerismo como delito autónomo, sino como una circunstancia
agravante de las infracciones que por naturaleza la admiten, pues su texto establece que
se aplicara a los que intervengan "además de las penas que les correspondan por el o por
los delitos cometidos…"

Lo que solo incrementan la sanción en relación directa con los ilícitos cometidos "en
pandillas" (A.R. 609-95, Adelfo Poblano Peña, 24 de enero de 1996).

La figura penal de la pandilla fue más lejos de lo que se quiso originalmente. Se trato
entonces de agravar la sanción aplicable a los miembros de grupos reunidos, con fines
diferentes de la comisión de delito. Como señale, estos grupos se constituían ha menudo
con personas jóvenes, que aprovechaban su numero y la circunstancia de la reunión para
incurrir en conductas ilícitas.

Por supuesto, en estos agrupamientos, también intervenían he intervienen maleantes,


vagabundos, individuos que se reúnen "sin oficio ni beneficio", como se suele decir.

A despecho de lo anterior que exigía una precisa formulación de la figura de pandilla, la


extensa descripción de esta en el artículo 164-bis permite que bajo este concepto queden
abarcados prácticamente todos los casos de cuautoria y participación delictuosas,
cuando los coautores o participantes son tres o más. Por ejemplo, si un sujeto comete un
fraude mediante operaciones con títulos de crédito y para esto efecto cuanta con el
auxilio de dos individuos, será aplicable la agravante de pandilla. Obviamente este caso
no corresponde en lo absoluto al problema que tuvieron a la vista los legisladores que
incorporaron la agravante de pandilla en el Código punitivo.

Los excesos que pudieran ocurrir en este ámbito se modera bajo la referencia que
contiene el artículo 164-bis a la circunstancia en que operan los infractores: para que
haya pandilla se requiere que exista una "reunión habitual, ocasional o transitoria", no
una mera reunión o concertación. La reunión impone una idea de espacio, lugar, ámbito
en el que se hayan y actúan quienes están reunidos; no podría tratarse por ende, de
individuos unidos en un fin delictuoso – habitual, ocasional o transitoriamente", pero
distantes uno de otros. El Diccionario de la Real Academia señala que reunión es
"acción y efecto de reunir o reunirse", o bien "conjunto de personas reunidas"; y reunir
es "volver a unir", o bien, "juntar, congregar, amontonar".

Resulta lógica la precisión que intento el segundo tribunal Colegiado de Sexto Circuito,
en el A.R. 609-95, que antes mencione, invocando la aplicación de la calificativa con
respecto a los delitos que por su naturaleza (…) admite" aquella. Sin embargo, esa
acotación tiene que ver más bien con el propósito del legislador en función de los
requerimientos que movieron a establecer la calificativa, que con la naturaleza misma
de las infracciones. Difícilmente se podría rechazar la aplicación de la calificativa en
virtud de la naturaleza del delito, aún cuando el derecho punible se aleje
considerablemente de la preocupación del legislador.

Si éste "pensó" en el homicidio, lesiones, robo, violación, atentados al pudor o abusos


deshonestos privación de libertad y otros semejantes, no fue eso lo que "dijo". Tomando
en cuenta en cuenta la fórmula legal, no resulta imposible aplicar la calificativa a delitos
tales como difamación o calumnia, violación de correspondencia, quebrantamiento de
sellos, peligro de contagio, ultrajes a la moral, rebelión de secretos , variación del
nombre o del domicilio y varios otros que pudieran hallarse a gran distancia del origen y
el propósito de la norma.

La primera expresión de la delincuencia organizada, a la que adelante me refiere, se


aproximó apreciablemente a la idea de pandilla, en cuanto no se considero que dicha
organización constituyese por sí misma un delito, no así en los efectos jurídicos
inmediatos del agrupamiento. Sustantivo en el caso de la pandilla y sólo adjetivos – de
carácter precautorio o cautelar, asociados con la retención—en el supuesto de
delincuencia organizada.

6. 1 Jurisprudencia sobre la pandilla.

Novena Época

Instancia: Primera Sala

Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta

Tomo: XVI, Agosto de 2002

Tesis: 1ª./J. 34/2002

Página: 86
PANDILLA. PARA LA CONFIGURACIÓN DE ESTA CALIFICATIVA NO ES
NECESARIO QUE SE HAYAN REALIZADO ACTOS VIOLENTOS EN LA
EJECUCIÓN DEL DELITO BÁSICO. De la interpretación gramatical de lo
dispuesto en el artículo 164 bis del Código Penal para el Distrito Federal se desprende
que el pandillerismo es una mera circunstancia calificativa en la comisión de hechos
delictuosos, en virtud de la cual se aumentan las sanciones de los delitos cometidos por
tres o más personas que se reúnen de manera habitual, ocasional o transitoria, aunque no
estén organizadas para delinquir ni tengan como fin propio la comisión de delitos,
sanción que se eleva según la calidad del sujeto activo, bien sea o haya sido miembro de
alguna corporación policíaca, por lo que para su configuración no es necesaria la
circunstancia de que en la ejecución del delito básico se hayan realizado actos violentos.
Lo anterior es así, porque dicho numeral califica, en razón de la pandilla, la comisión de
otros delitos, pues su naturaleza funcional es la de un dispositivo móvil, no vinculado en
abstracto con tipo alguno, de manera que puede ser conectado, en concreto, con todas
las figuras delictivas del Código Penal, se ejecuten o no con violencia, siempre y
cuando haya compatibilidad con la estructura típica de aquéllas, produciéndose así el
fenómeno jurídico, en el que, a la sanción principal del delito de que se trate, se
sobrepone la sanción accesoria de la agravante en cuestión; por lo cual, dicha
compatibilidad no está referida a los delitos que se cometan o no con violencia, sino a la
incompatibilidad que pudiera darse de tal calificativa con el tipo básico de que depende;
por ejemplo, no puede darse la calificativa mencionada en los delitos que se cometan en
complicidad correspectiva, prevista en la fracción VIII del artículo 13 del código
señalado, por tres o más personas, porque entonces se estaría recalificando una conducta
en contravención al principio jurídico non bis in idem que consagra el artículo 23 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; asimismo, la agravante de las
penas para los delitos de abuso sexual y violación a que se refiere el artículo 266 bis,
fracción I, del código en mención, cuando es cometido con la intervención directa o
inmediata de tres o más personas, así como el delito de privación ilegal de la libertad a
que alude el diverso artículo 366, fracción II, inciso c), de dicho ordenamiento, cuando
se lleva a cabo por un grupo de tres o más sujetos, no presentan la característica de
compatibilidad de la calificativa de pandilla con el tipo básico, pues en ambos casos, y
otros análogos, se estaría sancionando doblemente una misma conducta.

Contradicción de tesis 25/2001-PS. Entre las sustentadas por los Tribunales Colegiados
Primero y Quinto en Materia Penal del Primer Circuito. 22 de mayo de 2002. Cinco
votos. Ponente: Humberto Román Palacios. Secretario: Eligio Nicolás Lerma Moreno.

Tesis de jurisprudencia 34/2002. Aprobada por la Primera Sala de este Alto Tribunal, en
sesión de veintidós de mayo de dos mil dos, por unanimidad de cinco votos de los
señores Ministros: presidente Juan N. Silva Meza, Juventino V. Castro y Castro,
Humberto Román Palacios, José de Jesús Gudiño Pelayo y Olga Sánchez Cordero de
García Villegas.

Séptima Época

Instancia: TRIBUNAL COLEGIADO DEL DÉCIMO CIRCUITO.

Fuente: Apéndice de 1995

Tomo: Tomo II, Parte TCC


Tesis: 621

Página: 386

PANDILLERISMO. NO TIENE EL DE DELITO AUTÓNOMO.


(LEGISLACIONES DE LOS ESTADOS DE TABASCO). En lo que toca al
pandillerismo, cabe decir que en la particular construcción del precepto que lo define, a
pesar de estar incluido dentro del Título de Asociación Delictuosa, no origina ningún
tipo legal autónomo, porque no describe conducta o hecho concreto a los cuales
relacione la sanción, sino constituye una simple circunstancia agravadora de la
penalidad por la calidad de la ejecución de uno o más delitos, cometidos por pandilla.

TRIBUNAL COLEGIADO DEL DÉCIMO CIRCUITO.

Séptima Época:

Amparo en revisión 71/73. Pedro Córdova Tosca y coags. 12 de abril de 1973.


Unanimidad de votos.

Amparo en revisión 236/74. Jesús

Zavala. 23 de septiembre de 1974. Unanimidad de votos.

Amparo en revisión 293/74. Juan Ventura de Dios. 13 de marzo de 1975. Unanimidad


de votos.

Amparo en revisión 35/75. Gabriel Dorantes Ortiz. 24 de abril de 1975. Unanimidad de


votos.

Amparo en revisión 92/75. Carlos Ramón Acuña Martín. 24 de abril de 1975.


Unanimidad de votos

7. Menores infractores

Determinar la minoría de edad para los efectos de la responsabilidad ante la Ley penal,
es un tema debatido, y existe una gran variedad de criterios para fijar la edad límite en
que una persona pueda considerarse como menor.

En términos generales se considera menor de edad a quien por su desarrollo físico y


psíquico no tiene "La capacidad de autodeterminación del hombre, para actuar
conforme con el sentido, teniendo la facultad, reconocida normativamente, de
comprender la antijuricidad de su conducta".

En el ámbito jurídico-penal la capacidad de autodeterminación recibe el nombre de


imputabilidad de ahí que quien no satisfaga el límite de edad que señala la ley, se le
considerara un inimputable.

De acuerdo a la dogmática del delito, éste sólo se puede cometer, si los elementos del
mismo se integran en su totalidad en cada caso concreto.
"No es posible en este trabajo ahondar en el estudio jurídico del delito, y sus elementos,
tema cuya profundidad indiscutible y sobre el cual se está muy lejos de llegar a
conclusiones definitivas; para Edmundo Mezger: "El delito es la acción típicamente
antijurídica y culpable"".

La definición del tratadista alemán no hace referencia alguna a la imputabilidad,


concepto que la opinión más generalizada la estima como un presupuesto del elemento
culpabilidad

La imputabilidad ha sido definida por el Código Penal italiano como la capacidad de


entender y de querer, capacidad que requiere satisfacer un límite físico, o sea la mayoría
de edad que señala la propia ley, y un límite psíquico que consiste en la posibilidad de
valorar la propia conducta en relación a la norma jurídica.

En otras palabras, el menor de edad, no tiene de acuerdo a la ley la suficiente capacidad


de entender y querer, por una evidente falta de madurez física, que también, lo es
psíquica.

El menor de edad podrá llevar a acabo actos u omisiones típicos, pero no culpables,
pues para que se le pueda reprochar su conducta, a título doloso o culposo el menor
deberá tener la capacidad de entender y querer su conducta, de tal suerte que no se
puede formular el reproche que entraña la culpabilidad por falta de base o sustentación
mencionada.

Lo anterior nos lleva a concluir que el menor no es, no puede ser delincuente, simple y
sencillamente porque su conducta no puede llegar a integrar todos los elementos del
delito, pues es un sujeto inimputable y ésta es condición esencial para que pueda
integrarse el elemento de la culpabilidad.

8. Menores infractores de la frontera sur

Dentro de la conferencia magistral pronunciada por el Lic. Marco Antonio Díaz de León
hace referencia que al menor que realiza una conducta delictiva no debe llamársele
delincuente, si no mas bien, menor infractor de reglamentos administrativos.

Debemos hacer mención de la definición del concepto Infractor a lo cual se dice que es
aquella persona menor de edad, la cual realiza una conducta que es tipificada en un tipo
penal, entendiéndose esto, como el encuadramiento de una conducta en algún Delito
establecido en el Código sustantivo.

En las grandes urbes cada día son más los niños y jóvenes que, al verse imposibilitados
para satisfacer sus necesidades en forma adecuada y socialmente aceptada, asumen
comportamientos irregulares que les llevan a transgredir las leyes promulgadas para
proteger el bien común de la sociedad, convirtiéndose así en menores infractores.

El consejo de menores es competente para conocer de la conducta tipificada por las


leyes penales del estado, de las personas mayores de 11 años y menores de 18 años de
edad.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos detectó casos graves de violaciones a las
garantías básicas en la mayoría de los Centros para Menores Infractores del país, sobre
todo respecto a sobrepoblación, abusos –golpes y malos tratos-, hacinamiento, pues en
lugar de dormitorios se les envía a celdas que tienen como paredes mallas metálicas que
semejan "jaulas para animales". Además, se mantiene en los mismos lugares a niños de
7 años con jóvenes de 16 y 17 años, y niñas embarazadas.

La aseguró que el peor centro para menores se ubica en Chiapas, donde se constató "la
estancia de dos menores infractoras con sus hijos, quienes se encontraban en
condiciones precarias. En Veracruz se ubica el segundo peor centro para la atención de
los menores. Ahí se encontraron recluidos a dos menores de 7 años, uno de ellos
acusado de allanamiento de morada y otro de robo, quienes conviven con jóvenes de 18
años".

En la mayoría de esos centros las condiciones de vida son deplorables, pues hay fugas
de agua, corrosión en instalaciones sanitarias, eléctricas, puertas y ventanas; duermen en
planchas de concreto sin colchón, y otros en el piso; no se les clasifica y separa. En el
caso de los niños recluidos en Tijuana, se les levanta a las 4 de la mañana para elaborar
diariamente mil 500 kilos de tortillas para el penal Jorge Duarte Castillo".

Otras de las irregularidades constatadas durante 2002 en las visitas a los centros para
menores del país son "la escasez de medicamentos; ausencia de médicos, sicólogos y
especialistas que los atiendan, y que las niñas y adolescentes no cuenten con espacios
construidos exclusivamente para albergarlas. Esta situación ha obligado a que cocinas
sean transformadas en dormitorios", destacó ayer el presidente de la osé Luis Soberanes
Fernández, al presentar el Informe especial sobre la situación de los derechos humanos
de los internos en los centros de menores de la República Mexicana.

"La situación en que viven los menores infractores del país podría mejorarse muchísimo
si hubiera voluntad política del Ejecutivo y de los gobiernos estatales. Si ellos quisieran,
en 3 años les aseguro que cambiaría mucho la situación, pues no es una gran inversión
la que se requiere", subrayó Soberanes Fernández.

En el país, dijo el titular de la ND, existen 54 centros de internamiento para menores. En


2002, fecha en que se elaboró el informe, albergaban una población de 4 mil 753
internos. De ellos, 4 mil 496 eran varones y 257 mujeres; 123 indígenas, 20 extranjeros;
13 niñas se encontraban en estado de gravidez; "4 internas tenían a sus hijos viviendo
con ellas en el establecimiento correspondiente. La edad promedio de los varones
internos era de 17 años y la de mujeres de 15".

Durante los recorridos por esos centros, los visitadores realizaron una encuesta respecto
a la utilización de sustancias tóxicas. Se detectó que 55 por ciento de ellos -2 mil 620-
han utilizado sustancias tóxicas en algún momento. Ha consumido alcohol 48.7 por
ciento, marihuana 35.7 por ciento, cocaína 22 por ciento, solventes 17 por ciento,
pastillas psicotrópicas 8.8 por ciento, narcóticos conocidos como cristal 6 por ciento y
piedra 4.5 por ciento.

La mayoría de los internos cometieron infracciones del fuero común: robo en todas sus
modalidades, 2 mil 646 varones y 100 mujeres; violación, 506 varones y 2 mujeres;
homicidio, 457 varones y 29 mujeres; y lesiones, 206 varones y 11 mujeres.
De acuerdo con las entrevistas realizadas por los visitadores de la la mayoría de los
directores de esos centros refirieron que el robo está directamente relacionado con el
consumo de sustancias psicotrópicas; inclusive algunos niños adictos al narcótico
conocido como piedra manifestaron que cuando empezaban a usarlo ya no podían parar,
por lo que tenían que robar para seguir drogándose.

También se advirtió que en 71 por ciento de los casos los padres de los menores eran
adictos a sustancias tóxicas, 36 por ciento tenía familiares presos, 37 por ciento se
habían fugado de sus casas, 25 por ciento formaban parte de pandillas, y 18 por ciento
fue víctima de violencia intrafamiliar.

8.1 Sistema jurídico.

Dentro de nuestro sistema jurídico que regula estas cuestiones de, infracciones de los
menores podemos citar, lo que corresponde el marco jurídico, en el cual encontramos:

 CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOES ESTADOS UNIDOS MEXICANOS


 CONVENCIÓN SOBRE LOS DERECHOS DE LOS NIÑOS
 LEY PARA EL TRATAMIENTO DE LOS MENORES INFRACTORES
 LEY SOBRE LOS DERECHOS DE LAS NIÑAS, LOS NIÑOS Y LOS
ADOLESCENTES
 CÓDIGO DE PROCEDIMIENTOS PENALES.
 LEY DE TUTELA Y ASISTENCIA SOCIAL PARA MENORES
INFRACTORES DEL ESTADO DE GUERRERO.

Dentro de la Constitución Política encontramos en el Art., 29, fracciones IX, sobre la


competencia del Congreso de la Unión, que dice:

"Legislar sobre el establecimiento de instituciones para el tratamiento de los menores


infractores y la organización del sistema penitenciario sobre la base del trabajo, la
capacitación para el mismo y la educación como medios para la readaptación social del
delincuente".

La Ley Para La Protección Y El Tratamiento De Menores Infractores Para El Estado De


Chiapas en su articulo 1° dice: La presente ley tiene por objeto reglamentar la función
del estado en la protección de los derechos e integridad de los menores, así como en la
adaptación social de aquellos cuya conducta se encuentra tipificada en las leyes penales
del estado.

Los menores que cometan infracciones a las normas administrativas o bandos de policía
o buen gobierno solo les será exigible la reparación del daño y/o la sanción que
corresponda, con excepción del arresto, a través de las personas que ejerzan la patria
potestad o de quien los tenga bajo su guarda o custodia de conformidad con la ley civil.
Esta disposición se hará efectiva directamente por la autoridad administrativa que
corresponda, sin que se instruya procedimiento ante los órganos del consejo de
menores.

1. Las diferencias en las legislaciones


En nuestro país no hay uniformidad en las leyes que fijan la edad mínima para
considerar a un niño menor infractor y tampoco para establecer la edad penal. En
Tamaulipas un niño es menor infractor a los 6 años; en Aguascalientes a los 7; en San
Luis Potosí y Tabasco a los 8; en Coahuila a los 10; en Baja California, Campeche,
Chiapas, Chihuahua, Distrito Federal, estado de México, Guanajuato, Morelos, Nayarit,
Oaxaca, Querétaro, Sonora, Tlaxcala y Yucatán, a los 11 años, y en Baja California Sur,
Durango, Hidalgo y Nuevo León a los 12 años.

Mencionaba el Lic. Marco Antonio Díaz de León que en nuestra legislación, se


considera menor hasta los 17 años 11 meses En tanto, la edad penal es considerado a
partir de los 16 años en 14 entidades, a los 17 años en Tabasco, y a los 18 años en 17
estados.

Soberanes Fernández destacó que el término menor infractor "sólo debe aplicarse a
aquellos que han infringido las normas penales, por lo que los niños que se encuentren
en otros supuestos, y que necesiten de la intervención preventiva del Estado, deben ser
atendidos por instituciones de asistencia social".

El informe señala que la mayoría de los estados no cumple con lo estipulado en la


Constitución respecto a la protección y respeto a los derechos humanos de los menores
infractores, y tampoco se respetan los ordenamientos internacionales.

Asimismo expresa la conveniencia de que se homologuen las legislaciones estatales en


cuanto a edad penal y al uso del término menor infractor, aplicando la jurisdicción
internacional y la Ley para la Protección de los Derechos de las Niñas, Niños y
Adolescentes, en la que se precisa que menor es todo el que no ha cumplido los 18 años.

La justicia de menores infractores en México, se integra de una le y federal y 31 leyes


locales. De acuerdo con dichos textos normativos, se destaca los siguientes aspectos:

 En relación a la edad mínima y máxima, en 14 estados se establece como


mínima l a de 9 a 11 años, lo que representa un 43.7 %; en 7 entidades de 12 a
14 años, lo que hace un 22.9 %; y los restantes se encuentran en un rango de 6 a
8 años.

Respecto de la edad máxima, en 18 entidades se fija a los 18 años, en otras 12 a los 16


años; tabasco señala a los 17 años y Michoacán no especifica.

10. Consejos Tutelares

En nuestro país, como en muchos otros, se han establecido métodos e instituciones


exclusivos para la atención de los menores de edad, tanto en instancia judiciales como
correccionales. El 22 de abril de 1841, se crearon en el Distrito Federal los tribunales de
Menores; en 1973 éstos fueron declarados obsoletos y sustituidos por los Consejos
Tutelares. El 16 de mayo de 1978, se promulgó en el estado de Tamaulipas, la ley que
permitió crear los Consejos Tutelares.

Por efecto de esta ley, las personas mayores de 6 años y menores de 18 no podrán ser
perseguidas penalmente al incurrir en conductas previstas por las leyes penales como
delictuosas; quedarán en este caso bajo la protección directa del Estado.
Los menores que requieren la protección asistencial por haber cometido infracciones
contra los reglamentos administrativos, o por incurrir en conductas que manifiesten su
inclinación a causar daño a la sociedad, a su familia o a sí mismo, deben ser atendidos,
de acuerdo con esta ley, por el Sistema para el Desarrollo integral de la Familia (DIF)
de Tamaulipas.

Los Consejos Tutelares tienen como base el principio de que la conducta antisocial de
los menores de edad no necesita castigo, sino tratamiento; de esta manera se modifica
de raíz la idea de punibilidad e imputabilidad de los delitos cuando se trata de niños o
adolescentes.

Los menores infractores han sido del Derecho Penal porque si inmadurez mental les
impide conocer la trascendencia de sus acciones, aun cuando éstas se encuentren
previstas en las leyes penales como delictuosas, debiendo intervenir el Estado
únicamente en la función tutelar y represiva.

La ley también establece que los Consejos deben tener los promotores necesarios para
vigilar la observación de las disposiciones sobre los menores y promover la revisión de
los casos cuando sea necesario.

11. Jurisprudencia de México sobre: El menor infractor, la pandilla y la


imputabilidad.

Novena Época

Instancia: SEGUNDO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA PENAL DEL


SEXTO CIRCUITO.

Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta

Tomo: XVI, Octubre de 2002

Tesis: VI.2o.P.38 P

Página: 1422

PRESCRIPCIÓN DE LAS INFRACCIONES DE LAS LEYES PENALES O DE


DEFENSA SOCIAL. SUBSISTE EN LA LEY DEL CONSEJO TUTELAR PARA
MENORES INFRACTORES DEL ESTADO DE PUEBLA. Es cierto que en esta
legislación no aparece disposición relativa a la prescripción, sin embargo, tomando en
consideración que una de las conductas de que puede conocer el consejo tutelar,
respecto de los menores de dieciséis años de edad, son las infracciones a las leyes
penales o de defensa social (artículo 2o., fracción I, de la propia ley), incluso, por el
injusto o injustos relativos señalados como tales en el Código de Defensa Social, deriva
su competencia, y se cita al menor, en su caso, entonces se está en presencia de una
laguna, dado que no sería posible desvincular la prescripción del delito cuando se trate
del caso en que del hecho deba conocer el consejo tutelar por haberlo cometido un
menor de dieciséis años, que cuando conocen de él los tribunales ordinarios, porque ello
llevaría al absurdo de que tratándose de coacusados, en donde uno de ellos fuera
imputable y el otro inimputable (por minoría de dieciséis años), y el delito estuviera
prescrito, el primero gozaría de la libertad, mientras el segundo enfrentaría la represalia
del aparato estatal, lo que obviamente no corresponde a la política criminal que el
Estado observa desde que instituye la figura de la prescripción; de allí que la laguna
anotada deba integrarse conforme al artículo 14 constitucional, en el entendido de que
este vacío radica en la falta de regulación en la Ley del Consejo Tutelar acerca de la
figura de la prescripción, por lo que atendiendo al principio de analogía, conforme al
cual donde existe la misma razón debe aplicarse igual disposición, cabe concluir que la
prescripción debe operar en la forma que el legislador ha señalado en el Código de
Defensa Social para el hecho delictuoso, cuya competencia deriva en la intervención del
consejo tutelar.

SEGUNDO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA PENAL DEL SEXTO


CIRCUITO.

Amparo en revisión 173/2002. 23 de mayo de 2002. Unanimidad de votos. Ponente:


Diógenes Cruz Figueroa. Secretaria: Yolanda Leticia Escandón Carrillo.

Novena Época

Instancia: SEGUNDO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIAS


ADMINISTRATIVA Y DE TRABAJO DEL SÉPTIMO CIRCUITO.

Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta

Tomo: XIV, Noviembre de 2001

Tesis: VII.2o.A.T.17 K

Página: 517

MENORES DE EDAD, AMPARO PEDIDO POR. SU REPRESENTACIÓN EN


EL JUICIO DE AMPARO. Por regla general, los menores de edad sólo pueden
ocurrir al juicio constitucional por conducto de sus representantes legítimos, llámese
padres, tutor, curador, albacea, etcétera; sin embargo, de una correcta exégesis del
artículo 6o. de la Ley de Amparo, se advierte que prevé los casos en los que, por
excepción, el menor puede acudir en forma personal y directa a presentar su demanda
de garantías, ya que el primer párrafo se refiere en especial a los menores de catorce
años, a quienes otorga el derecho de promover su demanda por sí, cuando su
representante o representantes legítimos se encuentren ausentes o impedidos para
promover el juicio; en tal caso, el Juez de Distrito está obligado a nombrarles un
representante especial que intervenga en el juicio a nombre del menor, sin perjuicio de
que dicte las medidas necesarias o tome las providencias urgentes, a efecto de
determinar tal ausencia o el impedimento del o los representantes legítimos; el segundo
párrafo hace referencia a menores de edad mayores de catorce años, a quienes se
autoriza para la promoción de la demanda de amparo en forma directa, facultándolos,
además, para designar un representante que intervenga y gestione por ellos en el juicio
de amparo; en este segundo supuesto, puede suceder que el mayor de catorce años no
designe representante para efectos del juicio, en tal caso, el Juez de Distrito debe
nombrarle uno especial, aun cuando sea provisionalmente, pues tratándose de un
inimputable, debe estar representado en el juicio. Conforme con lo anterior, tratándose
de menores de edad que no hayan cumplido catorce años, o de mayores de tal edad, que
no hayan designado representante, si el Juez Federal elude su obligación de hacer el
nombramiento del representante especial, o en el caso de los mayores de catorce años
que hayan designado tal representante, no provee en relación con tal designación hecha
por el menor, tal irregularidad constituye una violación a las normas reguladoras del
procedimiento en el juicio de amparo, lo que provoca indefensión al menor quejoso.

SEGUNDO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIAS ADMINISTRATIVA Y DE


TRABAJO DEL SÉPTIMO CIRCUITO.

Amparo en revisión (improcedencia) 99/2001. Melina Lagunes Utrera. 7 de junio de


2001. Unanimidad de votos. Ponente: Ramón Raúl Arias Martínez. Secretario: José
Arturo Ramírez Hernández.

Véase: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo II,


septiembre de 1995, página 516, tesis VI.2o.6 K, de rubro: "AMPARO. PROMOVIDO
Y TRAMITADO POR MENOR DE CATORCE AÑOS, QUE DESIGNA
REPRESENTANTE. VIOLACIÓN AL PROCEDIMIENTO, CUANDO SE OMITE
ACORDAR AL RESPECTO.".

Novena Época

Instancia: SEGUNDO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA PENAL DEL


TERCER CIRCUITO.

Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta

Tomo: X, Octubre de 1999

Tesis: III.2o.P.57 P

Página: 1304

MENORES INFRACTORES. NO SON SUJETOS A LA LEY PENAL, SINO A


PROCEDIMIENTOS ESPECIALES (LEGISLACIÓN DEL ESTADO DE
JALISCO). Los menores infractores no son sujetos a la ley penal, pues de la lectura del
artículo 13 del Código Penal para el Estado de Jalisco, en su capítulo IV, relativo a las
causas excluyentes de responsabilidad, se desprende que: "Excluyen de responsabilidad
penal las causas de inimputabilidad, las de inculpabilidad y las de justificación. I. Son
causas de inimputabilidad: a) El hecho de no haber cumplido dieciocho años de edad, al
cometer la infracción penal ..."; asimismo el artículo 1o. de la Ley de Readaptación
Juvenil para la citada entidad, textualmente dispone: "Los infractores menores de
dieciocho años, no podrán ser sometidos a proceso ante las autoridades judiciales sino
que quedarán sujetos directamente a los organismos especiales a que se refiere la
presente ley, para que previa la investigación y observación necesarias, se dicten las
medidas conducentes para su educación y adaptación social, así como para combatir la
causa o causas determinantes de su infracción ... Se considerarán menores infractores
los que teniendo menos de 18 años de edad, cometan una acción u omisión que las leyes
penales sancionen."; por su parte, el numeral 6o. de la referida ley especial, establece:
"Son autoridades y órganos encargados de la aplicación de la presente ley: I. El Consejo
Paternal de la capital del Estado y los que se establezcan en las cabeceras municipales
en los términos de ley. II. La Granja Industrial Juvenil de Recuperación. III. Las
dependencias del Patronato de la Asistencia Social en el Estado y los hogares
sustitutos."; por otro lado, el precepto 18 de la Constitución Federal, en su párrafo
cuarto, dispone: "La Federación y los gobiernos de los Estados establecerán
instituciones especiales para el tratamiento de menores infractores."; con base en lo
anterior, debe válidamente sostenerse que los menores de edad infractores no son
delincuentes sujetos a la ley penal, y por tanto, no es posible que en el procedimiento
administrativo al que se encuentren sujetos, se analice si en su detención medió o no el
supuesto de la flagrancia, pues aun cuando el artículo 1o. de la Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos, señala "En los Estados Unidos Mexicanos todo
individuo gozará de las garantías que otorga esta Constitución ..."; sin embargo,
tratándose de los infractores menores de dieciocho años, al no poder someterlos a
proceso ante las autoridades judiciales competentes, es obvio que quedan sujetos
directamente a organismos e instituciones especiales para su tratamiento, para que a
través de ellos y mediante medidas educativas y de adaptación social, procedan a
combatir las causas que determinaron su infracción; de donde se desprende que si por
disposición de la propia ley, los mencionados menores no pueden ser sujetos a proceso
ante las autoridades judiciales, menos es dable observarse la aplicación de preceptos
legales que atañen sólo a la esfera del proceso mismo (instruible sólo a personas
mayores de dieciocho años), como es el caso dispuesto en el párrafo sexto, del artículo
16 constitucional (antes de su última reforma, publicada en el Diario Oficial de la
Federación, el día ocho de marzo de mil novecientos noventa y nueve, en vigor al día
siguiente), el cual en lo conducente, dice: "En casos de urgencia o flagrancia, el Juez
que reciba la consignación del detenido deberá inmediatamente ratificar la detención o
decretar la libertad con las reservas de ley.", apartado este, que por aludir al "Juez que
reciba la consignación del detenido", necesariamente se vincula con las restantes
garantías que tiene el inculpado en todo proceso del orden penal, que diáfanamente
enumera el artículo 20 de nuestra Carta Magna; de ahí que no exista obligación por
parte del presidente del Consejo Paternal, para calificar si en la detención de un menor,
medió o no el supuesto de la flagrancia. En tal virtud, si la detención de un menor
infractor se lleva a cabo sin que exista orden de aprehensión y no se da el supuesto de
flagrancia, ningún perjuicio le irroga, supuesto que, se itera, los menores, por
disposición legal, no deben ser sometidos a proceso penal ante autoridades judiciales
competentes, y por ende, no deben aplicarse preceptos legales que atañen a la esfera del
proceso mismo (aplicables sólo a mayores de dieciocho años); por tanto, no es
indispensable que para la retención de un menor medie flagrancia u orden de
aprehensión, en virtud de que tal requisito sólo es dable tratándose de personas
imputables, respecto de las cuales exista denuncia, acusación o querella de un hecho
determinado que la ley señale como delito, sancionado cuando menos con pena
privativa de libertad y existan datos que acrediten los elementos que integran el tipo
penal y la probable responsabilidad del indiciado en su comisión. A mayoría de datos,
en el caso los menores de edad, no perpetran delitos, sino que cometen infracciones, por
tanto, no pueden ser sometidos a proceso penal ante las autoridades judiciales, ni
tratárseles como delincuentes, sino que quedan sujetos a las instituciones y organismos
especiales, para su educación y adaptación social, conforme a lo dispuesto en los
artículos 18 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, 1o., 5o., 21,
22, 23 y 24 de la Ley de Readaptación Juvenil para el Estado de Jalisco.
SEGUNDO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA PENAL DEL TERCER
CIRCUITO.

Amparo en revisión 92/99. Presidente y Secretario del Consejo Paternal para Menores
Infractores de Guadalajara, Jalisco. 3 de junio de 1999. Unanimidad de votos. Ponente:
Óscar Vázquez Marín. Secretario: Ernesto Antonio Martínez Barba.

Novena Época

Instancia: SEGUNDO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA PENAL DEL


SEGUNDO CIRCUITO.

Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta

Tomo: X, Octubre de 1999

Tesis: II.2o.P.60 P

Página: 1304

MENOR DE EDAD. VALOR PROBATORIO DE SU CONFESIÓN


MINISTERIAL, COMO COACUSADO DEL PROCESADO. La confesión
ministerial formulada por un menor de edad como coacusado del procesado, no resta
credibilidad a lo por él declarado, independientemente de que haya o no intervenido su
representante o tutor, ya que al no existir disposición legal que obligue a ello, no puede
estimarse que por ser penalmente inimputable y perder su calidad de coinculpado su
dicho carezca de valor; pues con independencia de que su conducta deba ser examinada
por un consejo tutelar para menores, su imputación en contra de otra persona, sin
pretender eludir su propia participación delictiva, adquiere fuerza como indicio y
alcanza plena validez cuando existen elementos que la corroboran.

SEGUNDO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA PENAL DEL SEGUNDO


CIRCUITO.

Amparo directo 199/99. Sixto Peña Pérez. 10 de junio de 1999. Unanimidad de votos.
Ponente: Jaime Raúl Oropeza García. Secretaria: Cleotilde Juvenalia Meza Navarro.

Novena Época

Instancia: Primera Sala

Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta

Tomo: VII, Mayo de 1998

Tesis: 1a. /J. 25/98

Página: 302
PANDILLA. AGRAVANTE DE. ES APLICABLE AUN CUANDO UNO DE LOS
PARTICIPANTES SEA MENOR DE EDAD. El hecho de que uno de los que
intervienen en un hecho configurado como ilícito penal sea menor de edad, y por ende
inimputable, en nada afecta o impide que a los participantes mayores de edad les sea
aplicada la agravante de pandilla, ya que en términos del artículo 164 bis del Código
Penal para el Distrito Federal en Materia del Fuero Común, y para toda la República en
Materia del Fuero Federal, por pandilla se entiende: la reunión habitual, ocasional o
transitoria, de tres o más personas que sin estar organizadas con fines delictuosos
cometen en común algún ilícito. Concepto jurídico respecto del cual sólo se desprende
como requisito, en cuanto a quienes la integran, la pluralidad de personas, entendidas
éstas como participantes, sin que señale excepción alguna, de que no se aplicará si uno
de éstos resulta ser menor de edad; por tanto, la pandilla se configura aun cuando uno de
los que la conformen sea menor de edad; siendo irrelevante que el hecho típico de la
conducta del menor al infringir las leyes penales, lo hagan acreedor a un tratamiento
especial en los consejos para los menores infractores, ya que tal extremo sólo atañe al
menor, pero ello no impide que la calificativa pueda ser aplicada a los mayores de edad
participantes. Determinar lo contrario, bastaría para que dos o más sujetos activos que,
sin estar organizados con fines delictivos, inviten a un menor a perpetrar un ilícito, ello
para garantizar que no se les aplicará lo establecido en el primer párrafo del mencionado
artículo 164 bis del Código Penal; lo que jurídicamente no puede admitirse, pues
acreditada la pluralidad de participantes exigida por el precepto legal en cita, hace que
se configure la agravante.

Contradicción de tesis 34/97. Entre las sustentadas por el Primero, Segundo y Tercer
Tribunales Colegiados, todos en Materia Penal del Primer Circuito. 25 de marzo de
1998. Cinco votos. Ponente: Juventino V. Castro y Castro. Secretaria: Rosalba
Rodríguez Mireles.

Tesis de jurisprudencia 25/98. Aprobada por la Primera Sala de este Alto Tribunal, en
sesión de veintidós de abril de mil novecientos noventa y ocho, por unanimidad de
cinco votos de los Ministros presidente Humberto Román Palacios, Juventino V. Castro
y Castro, José de Jesús Gudiño Pelayo, Juan N. Silva Meza y Olga Sánchez Cordero de
García Villegas.

Novena Época

Instancia: TERCER TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA PENAL DEL


PRIMER CIRCUITO.

Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta

Tomo: I, Junio de 1995

Tesis: I.3o.P. J/2

Página: 335

PANDILLERISMO. CALIFICATIVA NO CONFIGURADA. La correcta


interpretación del artículo 164 bis del Código Penal para el Distrito Federal, obliga a
considerar que, para tener por justificada la calificativa que tal precepto describe, es
necesaria "la reunión habitual, ocasional o transitoria, de tres o más personas que sin
estar organizadas con fines delictuosos, cometen en común algún delito", es decir,
personas que se encuentren dentro de la esfera del derecho penal, de tal suerte que si
con dos adultos que cometen un delito concurre un menor de edad, tal calificativa no se
configura, porque la imputabilidad es el presupuesto necesario para tener por
comprobada la culpabilidad y, como el menor de edad es inimputable, no comete delito,
pues los hechos típicos de su conducta cuando infringe las leyes penales lo hacen
acreedor a un tratamiento especial en los Consejos Tutelares para Menores Infractores
del Distrito Federal. Por consiguiente, si en el caso concreto concurrió un menor con
dos adultos en la comisión de un ilícito, podrá dar lugar a la responsabilidad de estos
últimos, en todo caso, para que se integre el diverso delito corrupción de menores, por
inducirlo en la comisión de hechos ilícitos, siendo evidente la inexacta aplicación de la
ley penal, cuando se considera tal calificativa justificada y, con base en ello se
determina aumento en la penalidad, pues tal proceder, es ilegal, procediendo la
concesión del amparo y protección de la Justicia Federal, para que se elimine tal
calificativa y sus consecuencias.

TERCER TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA PENAL DEL PRIMER


CIRCUITO.

Amparo directo 428/91. Rodolfo Flores Ponce. 12 de septiembre de 1991. Unanimidad


de votos. Ponente: Guillermo Velasco Félix. Secretario: Tereso Ramos Hernández.

Amparo directo 2401/92. David Alvarado Medina. 17 de marzo de 1993. Unanimidad


de votos. Ponente: Carlos de Gortari Jiménez. Secretaria: Marina Elvira Velásquez
Arias.

Amparo directo 125/93. Leonardo Flores Cruz. 30 de abril de 1993. Unanimidad de


votos. Ponente: Guillermo Velasco Félix. Secretario: Tereso Ramos Hernández.

Amparo directo 2027/94. Federico Ramírez Portes. 17 de enero de 1995. Unanimidad


de votos. Ponente: Manuel Morales Cruz. Secretario: V. Oscar Martínez Mendoza.

Amparo directo 339/95. Enrique Guerrero Vargas y otro. 30 de marzo de 1995.


Unanimidad de votos. Ponente: Manuel Morales Cruz. Secretario: V. Oscar Martínez
Mendoza.

Véase: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo VII,


mayo de 1998, página 302, tesis por contradicción 1a. /J. 25/98 de rubro "PANDILLA.
AGRAVANTE DE. ES APLICABLE AUN CUANDO UNO DE LOS
PARTICIPANTES SEA MENOR DE EDAD.".

Octava Época

Instancia: SEGUNDO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIAS PENAL Y


ADMINISTRATIVA DEL SEGUNDO CIRCUITO.

Fuente: Semanario Judicial de la Federación

Tomo: XV-II, Febrero de 1995


Tesis: II.2o.P.A.262 P

Página: 370

INIMPUTABILIDAD. DE LOS MENORES INFRACTORES. Si en el momento en


que sucedieron los hechos, el inculpado era menor de edad y por ello no puede ser
castigado conforme al artículo 4o. del código punitivo del Estado de México, ya que
para que el menor de edad sea juzgado por este ordenamiento, es presupuesto sine qua
non que sea culpable y para ello es necesario que primero sea imputable es decir, para
que conozca la ilicitud de su acto y quiera realizarlo debe tener capacidad de entender y
de querer, y un menor carece de esta capacidad, por ello resulta inimputable, y toda vez
que la imputabilidad es un presupuesto necesario para la culpabilidad elemento del
delito, faltando ésta, la conducta asumida no puede ser considerada como tal, por lo que
el menor se encuentra exento de la aplicabilidad de las normas penales, pues la
corrección de su conducta se encuentra sujeta a instituciones especiales como el
Consejo Tutelar para Menores, por lo tanto si el inculpado al desplegar la conducta
definida como delito era menor de edad; debe decirse que no existe el supuesto jurídico
necesario para que las leyes penales le sean aplicables y para que un juez de instancia
tenga jurisdicción para juzgarlo, ni aun cuando en la fecha en que fue librada la orden
de aprehensión que se impugna éste hubiera cumplido la mayoría de edad, en virtud de
que lo que debe tomarse en cuenta es la edad del activo en el momento de la comisión
de sus actos, no en la época posterior a su realización.

SEGUNDO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIAS PENAL Y


ADMINISTRATIVA DEL SEGUNDO CIRCUITO.

Amparo en revisión 230/94. Oscar Salgado Arriaga. 13 de octubre de 1994. Unanimidad


de votos. Ponente: Juan Manuel Vega Sánchez. Secretaria: Luisa García Romero.

Octava Época

Instancia: SEGUNDO TRIBUNAL COLEGIADO DEL CUARTO CIRCUITO.

Fuente: Semanario Judicial de la Federación

Tomo: XII, Julio de 1993

Página: 213

EVASIÓN DE PRESOS, DELITO DE, MENORES INFRACTORES. Si bien es


cierto que la figura delictiva prevista por el artículo 166 del Código Penal del Estado de
Nuevo León, se denomina "Evasión de presos", también lo es que ello sólo constituye
su denominación semántica que de ninguna manera influye en el núcleo del tipo, pues
para su materialización no es requisito indispensable de que las personas fugadas tengan
el carácter de presos, pues lo verdaderamente importante es que se trate de individuos
que se encuentren privados de su libertad, situación jurídica que guardan los menores
infractores que se encuentran a disposición del Consejo Tutelar para Menores, en el
centro de observación e investigación con que cuenta al efecto para lograr su
readaptación social, ya que la guarda temporal del menor en dicha institución se traduce
en una detención de índole administrativa, suficiente para colmar las exigencias de la
figura típica que nos ocupa.

SEGUNDO TRIBUNAL COLEGIADO DEL CUARTO CIRCUITO.

Amparo directo 252/93. Jesús Rocha de León. 12 de mayo de 1993. Unanimidad de


votos. Ponente: Enrique Arizpe Narro. Secretario: José Garza Ruiz.

Séptima Época

Instancia: Pleno

Fuente: Semanario Judicial de la Federación

Tomo: 181-186 Primera Parte

Página: 129

MENORES INFRACTORES, CONSEJO TUTELAR PARA, DEL DISTRITO


FEDERAL. COMPETE A UN JUEZ DE DISTRITO EN MATERIA PENAL
CONOCER DE SUS ACTOS CUANDO AFECTEN LA LIBERTAD PERSONAL
DEL QUEJOSO. Una resolución pronunciada por alguna de las Salas del Consejo
Tutelar para Menores Infractores del Distrito Federal, en la que se ordena la internación
de un menor en las instituciones que correspondan, para su readaptación social, no
obstante que no puede considerarse como la imposición de una pena, sí afecta la libertad
personal del menor, por lo que, conforme a lo dispuesto por la segunda parte de la
fracción III del artículo 41 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación,
compete el conocimiento de la demanda de amparo interpuesta en contra de dicho acto
al correspondiente Juez de Distrito en Materia Penal.

Competencia 279/82. Suscitada entre los Jueces Octavo de Distrito en el Distrito


Federal en Materia Penal y Octavo de Distrito en el Distrito Federal en Materia
Administrativa. 15 de mayo 1984. Unanimidad de dieciocho votos con los puntos
resolutivos del proyecto y por mayoría de once votos (ver consideraciones). Disidentes:
López Aparicio, Franco Rodríguez, Cuevas Mantecón, Castellanos Tena, Langle
Martínez, Fernández Doblado, Pavón Vasconcelos, Rodríguez Roldán, Palacios Vargas
y Calleja García. Ponente: J. Ramón Palacios Vargas. Secretaria: María del Carmen
Sánchez Hidalgo.

Nota: En el Informe de 1984, la tesis aparece bajo el rubro "CONSEJO TUTELAR


PARA MENORES INFRACTORES DEL DISTRITO FEDERAL. COMPETE A UN
JUEZ DE DISTRITO EN MATERIA PENAL CONOCER DE SUS ACTOS CUANDO
AFECTEN LA LIBERTAD PERSONAL DEL QUEJOSO.".

Séptima Época

Instancia: TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA PENAL DEL PRIMER


CIRCUITO.

Fuente: Semanario Judicial de la Federación


Tomo: 103-108 Sexta Parte

Página: 40

AUTO DE FORMAL PRISIÓN. CESAN SUS EFECTOS. SI EL JUEZ DEL


PROCESO DECLINA SU COMPETENCIA EN FAVOR DE LOS CONSEJOS
TUTELARES PARA MENORES INFRACTORES DEL DISTRITO FEDERAL.
El auto de formal prisión tiene, entre otras finalidades, que el procesado quede sujeto a
la jurisdicción de la autoridad judicial para la prosecución del proceso, en los términos
de la ley procesal penal, pero estos efectos desaparecen si declina el Juez del proceso su
competencia en favor del Consejo Tutelar para Menores Infractores del Distrito Federal,
el que no se rige por las formalidades de la ley procesal penal, sino conforme a las
normas de la ley que crea los Consejos Tutelares para Menores Infractores del Distrito
Federal, cuando los menores de dieciocho años infrinjan las leyes penales o los
reglamentos de policía y buen gobierno, con la finalidad de promover su readaptación
social.

TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA PENAL DEL PRIMER CIRCUITO.

Amparo en revisión 60/77. Demetrio Reyna Moreno. 31 de agosto de 1977. Unanimidad


de votos. Ponente: Aulo Gelio Lara Erosa. Secretaria: Olivia Heiras Rentería.

12. Precocidad Delictiva.

Igualmente se predijo una mayor precocidad en el acceso a la vida criminal, los niños,
los adolescentes y los jóvenes accederían a estas actividades en edades cada ve más
temprana, del mismo modo que ingresarían pronto a las tareas económicas.

En realidad, aquí es necesario tomar en cuenta la frecuente participación de los niños y


adolescentes en el mundo irregular, el universo de la "mala vida"; de ello han dado
testimonio de crónicas de la delincuencia e inclusive muy pocas obras, la mejor
literatura Abundan los "lazarillos" y "periquillos" en la picaresca. Dickens ilustró los
tropiezos de la infancia, que ponen en movimiento el aparato de la justicia penal.

Ahora bien, es necesario que los niños y adolescentes suelen figurar en algunos grupos
de infractores, organizados o presididos por adultos, como también lo es -- con
frecuencia deplorable--que aquéllos son a menudo las víctimas directas de la conducta
de la conducta delictuosa: el llamado tráfico de menores es una expresión bien conocida
de la delincuencia organizada; también lo es el tráfico de órganos humanos, sustraídos a
menores de edad; y en este mismo ámbito cuenta la proliferación de la prostitución
infantil o la pornografía infantil que se vale de los niños.

13. Reducción de la edad penal

Funcionarios gubernamentales y representantes populares han vuelto a tocar el tema de


la reducción de la edad penal, desde la óptica de reducirla a los 16 o bien aplicar la
imputabilidad casuística. En la actualidad en el Distrito Federal es ésta la edad en que se
puede responsabilizar a una persona .
En 1987, el entonces Procurador General de Justicia del D.F., Renato Sales Gasque,
recomendó el establecimiento de una imputabilidad casuística; es decir, de una
imputabilidad que iría de acuerdo a la capacidad de discernimiento o no de los menores
entre 16 y 18 años, así como la gravedad o reiterancia del ilícito. La consecuencia: que
el menor fuese consignado al Consejo Tutelar, en caso de considerarse inimputable, o al
sistema carcelario para adultos, en caso de probarse su imputabilidad. Circunstancia que
violaría el derecho de igualdad, seguridad jurídica y legalidad de los jóvenes en
cuestión.

Así también el 18 de julio de 1994, en conferencia de prensa la ex. Asambleísta,


Carmen Segura, presentó un documento a la II Asamblea de Representantes del Distrito
Federal, en el habla de tres criterios legales, respecto al tema: el biológico que considera
que la falta de madurez impide al sujeto la realización de un juicio acertado y por tanto
de compresión; el psicológico que dice que necesita un mínimo de salud mental para
entender lo antijurídico del acto, y el mixto adoptado por nuestro Código Penal, en el
cual se considera imputable al sujeto a partir de los 18 años. La Lic. Segura argumenta"
un individuo menor de edad puede haber alcanzado tal grado de desarrollo que le
permita conocer lo ilícito de su conducta u actuar en forma sumamente peligrosa porque
se sabe ajeno a la posible comisión de delitos, pues se considera que sólo los adultos son
capaces de delinquir".

Una de las propuestas para reducir la edad Penal: Junio de 1994, basada, supuestamente
en el aumento de peligrosidad de los menores (al igual que hoy) y proveniente de un
grupo de asambleístas y respaldada por el Procurador General de Justicia del D.F., y por
la Barra Mexicana de Abogados.

En ese entonces como ahora, resulta sorprendente y cabría preguntarnos ¿Qué sucedió
con uno de los resolutivos del Primer Taller Sobre Menores Infractores organizado por
la Comisión nacional de Derechos Humanos y la Secretaría de Gobernación (Mayo '94)
en donde se acordó homologar las legislaciones estatales para considerar la edad penal a
los 18 años en todo el territorio nacional, de acuerdo con la Convención de los Derechos
del niño?

13.1 ¿Qué implicaciones traería esta decisión de reducir la edad penal?

Si alguna persona menor de esta edad comete un hecho que la ley señala como delito se
le considera infractor y lo sujeta a un procedimiento suigeneris, en el que el menor
prácticamente se le juzga como si fuera adulto. La diferencia radica en que al menor se
le sujeta a tratamiento "por ser inimputable" casi discrecional por parte de las
autoridades encargadas de las instituciones gubernamentales. El procedimiento tutelar
del estado ha llevado a la doctrina a señalar que los menores están sujetos a un régimen
especial en el cual no se les castiga sino que se les brinda tratamiento, dicha
normatividad se encuentra regulada en la Ley para el Tratamiento de Menores
Infractores del Distrito Federal.

Dicha ley cuando entro en vigor en febrero de 1992, provocó grandes controversias, cito
por ejemplo a Salomón Augusto Sánchez Sandoval, en un artículo del Área Jurídica de
la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, en la que
decía:
[...] la nueva Ley para el Tratamiento de Menores Infractores, quita la potestad de
"perseguir delitos", en el artículo 21 constitucional, al Ministerio Público y se la otorga
a la "Unidad encargada de la Prevención y Tratamiento de Menores" (artículo 35,
Nueva Ley). El Ejecutivo pues, persigue, atrapa, presenta pruebas, juzga y decide la
pena que el menor deberá cumplir, sin poder recurrir a apelación ante autoridades
judiciales puesto que el Consejo de Menores, al ser un órgano administrativo (artículos
13, 15, VI; 16, IX; 20, VIII de la Nueva Ley), no forma parte del Poder Judicial, y
legalmente no tiene base constitucional para administrar justicia, ya que el ejercicio del
Poder Judicial de la Federación está depositado en la Suprema Corte de Justicia
(artículo 94 de la Constitución).

Plantea que el "estudio bio-psico-social" (artículo 38, Nueva Ley) determina el grado de
peligrosidad del menor, cuando aún no se ha probado su responsabilidad o su
participación en los hechos, viola el "Principio de Inocencia" de la Convención sobre
los Derechos del Niño (artículos 40, 2) b) i) y VII), 40, 2 a), donde se dice que el menor
sólo será acusado por actos u omisiones contenidos en las leyes nacionales e
internacionales, y no con base en estudios que determinan carencias bio-psico-sociales
realizados antes de saber si el sujeto es culpable o no y que, además, pueden condenar o
agravar la pena del mismo. Esto, dice, crea estereotipos de "peligrosidad social" al
etiquetar a los menores como tales y castiga doblemente, "pues impone una pena por la
responsabilidad del "acto" cometido, y otra pena por la responsabilidad del "autor", es
decir, por ser biológica, psicológica y socialmente como es".

Dolosamente las autoridades gubernamentales han hecho creer a la opinión pública, que
al menor no se le castiga cuando comete un delito y que han ido en aumento la comisión
de delitos graves cometidos por menores. Por ello la opinión pública oficial ha
impulsado una campaña en donde trata de simbolizar la conducta de un menor que
comete un delito abominable, y lo presenta como un ejemplo falso de que la generalidad
de los jóvenes son delincuentes peligrosos que deben ser castigados como adultos .

A los menores de edad, si se les castiga, puesto que las leyes para menores infractores
de todos los estados de la República, independientemente de la denominación que se les
otorgue, consideran en general sujetos de aplicación a dichas leyes a menores a partir de
los 11 años por lo general. Y las condiciones de privación de libertad son las mismas
que para los adultos, como sucede en el D.F. donde se establece que tendrán la libertad
bajo fianza en los términos señalados por el Código de Procedimientos Penales.

Según datos proporcionados por la misma Procuraduría General de Justicia del D.F. se
observa que el principal delito cometido por menores eran por robo o daños en
propiedad ajena, seguidos por lesiones, homicidio; sosteniendo dicha dependencia que
en promedio el 63% de los menores infractores son de peligrosidad baja y el 17% de
alta peligrosidad.

Otra cuestión no abordada por los autores de la propuesta de reducir la edad penal es la
de no atender la realidad que pernea en los Centros de Internación para Menores; falta
de organización, de capacitación por lo que los maltratos, abuso de autoridad,
segregación, entre otras violaciones a los derechos humanos son la cotidianeidad ; así
como el viacrucis que padecen cuando son detenidos, enviados a la agencia
especializada y posteriormente al Consejo, con las concernientes horas de espera por
falta de personal o vehículos para el traslado y ¿alguien se ocupa de suministrarle
alimentos o de abrigarle?.

Tampoco se ha atendido por las autoridades el ambiente cadenciado del menor, que un
elemento que hace proclive a los menores a cometer infracciones. Es común que los
niños que presentan problemas con la ley procedan de familias desintegradas y de
escasos recursos. La crisis económica que desde hace años golpea a nuestro país afecta
básicamente a las grandes mayorías marginadas, tanto urbanas como rurales. Los niños
infractores tienen baja escolaridad y un importante porcentaje de ellos se ocupa en
actividades diversas: Empleados; comercio ambulante, subempleo (limpia-parabrisas,
lava coches, boleritos, etc.) y estudiantes. Curiosamente a la idea de vagancia y
malvivencia que se tiene de los menores, casi la mitad que cometen infracciones están
dedicados al trabajo, y por ende, viviendo una situación de responsabilidad y conflictos
que no corresponde a su edad. Hay también un elevado índice de reincidentes.

Por todo lo anterior nosotros sostenemos que los menores de 18 años en general deben
seguir siendo "inimputables", ya que está en juego tanto la capacidad de entender, que
tanto se señala para justificar la reducción de la edad penal, como la libre voluntad de
acción. No se trata ya que el individuo sea capaz de comprender que una conducta es
ilícita, sino se esté en condiciones, sabiendo que es contrario a Derecho de actuar o no
por sí mismo, en absoluto ejercicio y dominio de su libertad de acción para realizar una
determinada conducta. Además, diversos autores definen a la imputabilidad como " la
capacidad condicionada por la madurez y salud mentales, de comprender al acto
antijurídico de la propia acción u omisión y determinarse de acuerdo a esa comprensión.
En otras palabras la responsabilidad penal está ligada tanto a la capacidad intelectual
como a la actitud de actuar con base en esa comprensión, en completo dominio de los
propios actos.

Quienes sostienen que debe reducirse la edad penal, argumentan que los jóvenes
actualmente maduran demasiado rápido, ya comprenden el alcance de sus actos . Sin
embargo, no consideran que los adolescentes se encuentran en proceso de maduración
orgánica, psicológica y social, sujetos a un proceso de socialización a través del cual
irán adquiriendo las normas y valores a los que ajustarán su conducta social; por lo
tanto, todavía no han alcanzado la plena organización de su personalidad para estar en
condiciones de un comportamiento que les pueda ser plenamente atribuido. De ahí lo
incorrecto del argumento de la necesidad de reducir la edad penal debido a que los
jóvenes ya entienden a esa edad (la que consideran conveniente para reducir) por que
actualmente maduran muy rápido.

La reducción de la edad penal constituiría una flagrante violación a los derechos de los
menores y, consecuentemente el incumplimiento de tratados y convenios
internacionales ratificados por México y que conforme al artículo 133 constitucional
son obligatorios con carácter de ley suprema al igual que la constitución. El gobierno
mexicano tiene la obligación de cumplir con estas convenciones internacionales pues
ratificó también la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados que dispone
en sus artículos 26, 27, 29, 42.2, que todo Estado parte de un tratado (acuerdo entre
Estados) no puede suspender su aplicación, ni invocar derecho interno en contrario una
vez que se ha comprometido.

13. 2 Argumentaciones jurídicas en contra de la reducción de la edad penal


De lo anterior se desprende lo siguiente:

 Se violaría el artículo 4 constitucional que protege la familia y los menores;


 Contraría el artículo 13 constitucional que rige el principio de igualdad ante la
ley, así como los artículos 14 y 16 de la misma constitución que regulan las
garantías de legalidad y seguridad jurídica de toda persona.
 Así como los artículos 1, 7,10 y 11 de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos que establece la igualdad de todos los seres humanos en dignidad y
derechos, la igualdad ante la ley y a ser escuchados públicamente ante un
tribunal independiente y el derecho a presunción de inocencia.
 Los artículos 2,9,14,y 17 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
que señalan los derechos de libertad y seguridad personales; no poder ser
privados de la libertad salvo por causas fijadas en la ley y mediante un
procedimiento; derecho de igualdad ante la ley y no sufrir injerencias arbitrarias
ni ataques a la honra y reputación.
 Los artículos 8,9 y 17 de la Convención Americana Sobre los Derechos
Humanos que consagran los derechos de presunción de inocencia, de un juicio
mediante procedimiento fijado de antemano por la ley; de igualdad y protección
de la familia.
 Las Reglas Mínimas de la ONU para la Administración de Justicia de Menores (
Reglas de Beijing) y las Reglas de la ONU para la protección de los menores
privados de su libertad, que reafirman el derecho de los jóvenes de ser tratados
en base al principio de inocencia, y sostienen que la privación de la libertad debe
ser el último recurso pues antes deben hacerse todos los esfuerzos para aplicar
medidas alternativas y políticas, programas y medidas preventivas eficaces
tendientes a eliminar el involucramiento y explotación de los jóvenes en
actividades criminales.
 Directrices de la ONU para la Prevención de la Delincuencia Juvenil
(Directrices de Riad), que contemplan la creación de oportunidades,
especialmente educativas, para atender las diversas necesidades de los jóvenes
estableciendo un marco de apoyo para velar el desarrollo personal de todos los
jóvenes, en particular, los que están en peligro o situaciones de riesgo social.
debiendo formularse doctrinas y criterios cuya finalidad sea reducir los motivos,
la necesidad y las oportunidades de comisión de infracciones o las condiciones
que las propicien. Establecen, así mismo, la importancia de reconocer el hecho
de que el comportamiento o la conducta de los jóvenes que no se ajustan a los
valores y normas generales de la sociedad, son, con frecuencia, parte del proceso
de maduración y crecimiento. Por último, también parten de la necesidad de
crear conciencia de que calificar a los jóvenes como " extraviados",
"delincuentes", contribuye a que desarrollen pautas permanentes de
comportamiento indeseable.
 La Convención Sobre los Derechos del Niño, que entiende por niño a todo ser
humano menor de 18 años. Señala la obligación de todos los Estados parte de la
Convención de aplicar ésta a cada niño sujeto a su jurisdicción sin distinción
alguna, protegiendo de injerencias arbitrarias o discriminación, mediante la ley,
a todos los niños. También se especifica que la privación de la libertad debe ser
un último recurso y durante el periodo más breve que proceda, y considerarse
otras posibilidades alternativas a la internación en instituciones para asegurar
que los niños sean tratados de manera apropiada para su bienestar y que guarde
proporción tanto con sus circunstancias como con la infracción.
No podemos negar, que la delincuencia organizada cada vez más a recurrido a utilizar a
menores para la comisión de ilícitos, sin embargo decisiones que ojalá nuestros
legisladores tengan la suficiente sensibilidad para no aprobar propuestas como estas que
solo atacarían las causas y no los efectos. Por tal motivo, debemos pugnar por que
nuestras autoridades encargadas de la administración y procuración de justicia, apliquen
las disposiciones previstas en el Código Penal, donde se sanciona quienes utilicen a
menores para delinquir.

En resumen, debemos orientar nuestros esfuerzos en tres líneas estratégicas como son:

 La promoción y fortalecimiento de una cultura de conciencia y sensibilidad


social.
 Diseño, instrumentación y evaluación de políticas públicas dirigidas al sector y,

Propuestas legislativas tendientes a modificar el actual marco jurídico, recordemos, que


tenemos aún como asignatura pendiente, la construcción de un verdadero sistema de
justicia para jóvenes, sin olvidarnos de la asistencia y medidas compensatorias para
ellos.

Por su parte el Dr., Sergio López Tirado, desde el punto de vista psiquiátrico, el sujeto
es responsable penalmente, si posee la capacidad psíquica del delito; dicha capacidad a
su vez, esta formada por dos elementos: a) Una Capacidad de discernimiento, que
conviene a las funciones intelectuales y que permite al individuo comprender el
contexto normativo que le obliga y b) Una capacidad de ajustar su conducta en el
sentido que le obliga esa normatividad.

13.3 Reducir la edad penal, ¿por qué, para qué?

"Con las carencias y problemas actuales que enfrentan los centros penitenciarios ¿se
quiere aumentar su población? ¿Qué lógica está detrás de esta propuesta?

Los que apoyan la reducción de la edad penal tienen posturas semejantes a las de
aquellos que, frente al aumento de la violencia, en vez de proponer combatir la grandes
fallas sociales que la alimentan (desempleo, carencia de servicios de salud, educación,
de políticas sociales básicas, etc.) o bien, de adaptar a los individuos a vivir en tales
condiciones, por absurdo que parezca, proponen como solución la pena de muerte.

Es evidente que la reducción de la edad penal se enfoca a combatir el efecto en lugar de


dirigirse a eliminar las causas, postura que reduce lo complejo del universo social a sus
efectos. Postura por demás reduccionista que resulta absurda, ilógica, de un olvido y
negación enorme de lo que sucede en el sistema penal o de readaptación social ¿y qué es
lo que sucede ahí? Un enorme fracaso en la función original de los llamados centros de
readaptación.

Si estos centros fuesen efectivos y cumplieran su labor, tal vez podría considerar la
posibilidad de la reducción de la edad penal.

Ya Michael Foucault expone claras y certeras críticas a estas instituciones en su libro


Vigilar y Castigar, cuyo subtítulo, olvidado con frecuencia es: historia de la violencia en
las prisiones.
Los sistemas de privación de libertad se han mostrado sumamente ineficaces pues
¿hasta qué punto repara el daño causado por el criminal? Una vez que queda probado,
claro, por la justicia que alguien cometió un crimen ¿hasta qué punto lo resocializa y
reintegra a la sociedad? ¿Hasta qué punto esos centros protegen a la sociedad y no
simplemente castiga a los que carecen de medios para defenderse? ¿Qué sucede dentro
de ellas y "dentro" de las personas que "caen" ahí? ¿Acaso desconocemos la
sobrepoblación de internos, la ociosidad perniciosa a la que se ven sometidos, al
ambiente criminógeno que priva en ellas, a la falta de oportunidades de trabajo, de
estudio y mil etcéteras más?

Un sistema de atención a personas, cualquiera que ésta sea, si es caro e ineficiente, debe
de ser cuestionado, por lo menos.

Siendo así ¿qué argumento habría para reducir la edad penal, es decir, para aumentar el
número de personas que ingresa a estos centros, si ni siquiera pueden con la población
actual? ¿Quieren aumentar la faja etérea de sus atendidos? ¿Para qué? ¿Para iniciarlos a
más temprana edad en la carrera delincuencial, para que conozcan desde más jóvenes
cómo es dura la vida en cautiverio?

¿Para qué someterlos a un sistema de violencia, si a muchos de los jóvenes que "caen"
ya se les ha violentado, negándoles oportunidades de recreación, educación, deporte,
salud, alimentación?

Quiere decir que aquellos niños y jóvenes que han crecido en un ambiente de maltrato y
carencias hay que hacerlos entrar en cintura "por la mala", siendo que "por la buena"
poco o nada se ha hecho con ellos.

Quiere decir que como sociedad vamos ¿para dónde?

Reducir la edad penal ¿por qué? ¿Para qué? ¿Qué lógica está detrás de esa propuesta?

14. ¿Qué tan amplia es la participación de niños y adolescentes en actos delictivos?

En México estamos lejos de que las estadísticas muestren de manera contundente el


aumento de infracciones en la población menor de 18 años. Los responsables de
proponer medidas como la baja de la edad penal deberían antes de ofrecer datos
confiables al respecto, mismos que tendrían que ser comparados con otro períodos
específicos en el país como para estar ciertos de existe tal aumento.

En los Estados Unidos por ejemplo, pese a la vigencia de la pena de muerte y la cadena
perpetua en adolescentes, todas las estadísticas muestran que la criminalidad no se
detiene y de forma contrastante las prisiones están llena de las minorías con poca
capacidad económica (negros y latinos principalmente).

Los 15 Estados de la República Mexicana que han reducido la edad penal a los 16 años
tampoco han mostrado estadísticas que afirmen que esa medida ha ayudado a la
disminución de delincuencia durante períodos sostenidos.
UNICEF plantea que el hecho de que los medios de comunicación presten tanta
atención a los casos de esta naturaleza debería considerarse más como una prueba de su
rareza que de su incidencia creciente (UNICEF, 1997).

Llama la atención por ejemplo, que las propuestas de reducir la edad penal aparezcan
nuevamente en un momento en el que recientemente una comunidad en Tlalpan, al sur
de la Ciudad de México linchó a un presunto profanador de imágenes religiosas.

Cuando en una sociedad cobran fuerza las propuestas para que a una más temprana edad
un sujeto se incorpore a un sistema penal como el descrito antes - y aún a sabiendas de
que de ninguna forma logrará rehabilitar, es difícil encontrar otra razón de sustento que
el deseo de venganza en un contexto de profunda inseguridad y de una precaria
procuración de justicia.

Pareciera también que ciertos medios de comunicación han encontrado una especial
fuente de ventas en casos que alarman a la sociedad, sin que ello se fundamente en
estadísticas reales, como ocurre cuando se habla del incremento de la delincuencia
juvenil.

Pero además los estudios en países en donde existen sistemas de información


apropiados muestran que existe una correspondencia entre el aumento de la
criminalidad (tanto de adultos como de infracciones en el caso de adolescentes) con la
aplicación de medidas económicas determinadas que ponen a las familias en
condiciones de extrema vulnerabilidad.

El principio del interés superior del niño, establecido en la Convención de los Derechos
del Niño en su artículo 3º implica la obligación de los Estados a considerar el impacto
que las políticas económicas y sociales tendrán en la infancia, antes de ser llevadas a
cabo. Así, los gobiernos deberían de prever entre otras cosas la forma en que una
decisión facilite que los niños y adolescentes se vean confrontados con la ley.

Un apropiado sistema de justicia tendría que incluir, por tanto, sanciones para quienes al
tomar una decisión pongan en riesgo a miles de niños, niñas y adolescentes de verse
confrontados con la justicia. Así mismo una reforma penal debería de aumentar las
penas para quienes usen a menores de edad para cometer actos delincuenciales.

15. ¿Un niño o adolescente que comete un acto de brutalidad debe de quedar
impune?

De ninguna forma. Incluso es posible señalar que en ninguno de los tratados


internacionales sobre adolescentes y jóvenes en conflicto con la ley existe pretensión
alguna de promover la impunidad o la indulgencia. Todo lo contrario el derecho
internacional en esta materia establece una figura superior: hacer responsables a los
adolescentes de la reparación del daño.

Sin embargo, existe un aspecto en el cual se pone particular insistencia: la


rehabilitación. Este es un tema fundamental en cualquier sistema penal, pero cobra
mayor fuerza para el caso de niños y adolescentes, porque se considera que existen aún
más posibilidades de re-educación al encontrarse éstos en un período en el que aún no
se han configurado completamente los procesos de pensamiento y socialización, como
muestran la mayor parte de los estudios.

Todo indica que entre menos edad se tiene, mayores posibilidades existen de modificar
determinados comportamientos que ponen a un niño o a un adolescente en conflicto con
la ley. Pero esto sólo es posible si existe un sistema apropiado que debe de ser diferente
al de los adultos.

Esa noción ha dado paso a lo que se conoce internacionalmente como "sistema de


justicia juvenil".

Un sistema de justicia juvenil trata de responder a la necesidad de justicia demandada


por una sociedad pero sin violar los derechos del niño.

Quienes proponen crear un sistema de justicia juvenil sostienen que los menores de 18
años deben de ser penalmente inimputables – es decir, no ser sometidos a un proceso
penal como los adultos, pero aquellos que se ubican entre los 16 y los 18 años deben de
ser legalmente responsables, es decir, incorporarse a un sistema en el que afronten la
responsabilidad de sus actos pero gozando de las garantías que incluso los adultos gozan
hasta en los casos más severos (como la posibilidad de contar con una defensa, de ser
informado de los cargos, de que se presuma su inocencia hasta que se demuestre lo
contrario, etc.). Así se evitaría procedimientos arbitrarios hacia los grupos más
vulnerables (como pueden ser niños de la calle o indígenas) sólo porque parezcan
"sospechosos" y nadie vigile sus derechos.

Un sistema de este tipo destaca la importancia de que el encarcelamiento sea


considerada una medida de último recurso, es decir, que se destine para los casos más
extremos – que por otro lado siguen siendo los menos comunes. Además se busca que el
personal dedicado a centros de rehabilitación o re-educación cuente con la capacitación
apropiada para desarrollar programas que lejos de alienar, verdaderamente rehabiliten.

Además, como señala Nigel Cantwell- especialista en el tema (1997) una política de
justicia juvenil no es una política si no incluye la prevención.

La reducción de la edad penal sirve como una cortina de humo para que los gobiernos
no se sientan obligados a fortalecer las medidas para prevenir la incidencia de conflictos
de adolescentes con la ley.

En otras palabras las propuestas para reducir la edad penal parecen una medida barata
ante el hecho innegable de que la reducción real de la criminalidad sólo es posible en la
medida de que se garanticen plenamente el acceso a servicios de salud y de educación
de calidad; de que se amplíe la oportunidad de acceder a espacios de recreación,
esparcimiento o formación para el trabajo; de que el Estado cumpla con la obligación
que le marca la Convención de los Derechos del Niño, de desarrollar programas para
apoyar a la familia y la comunidad en el cumplimiento de sus funciones referidas a criar
y educar a sus hijos en un ambiente de confianza y comprensión.

Un sistema de justicia tanto juvenil como penal, así como medidas de prevención
apropiadas sólo son posibles si los gobiernos asignan mayores recursos para que los
programas sean realmente eficientes.
Aunque en el corto plazo pareciera que es más barata la reclusión que la prevención,
estudios recientes de criminólogos en los Estados Unidos muestran que en el largo plazo
los costos que tiene el dejar de invertir en el cumplimiento de los derechos tendrán un
mayor impacto económico, además del social y político.

Por ello las propuestas de reducción a la edad penal son violatorias de una gran cantidad
de tratados internacionales establecidos para proteger los derechos del niño en la medida
de que ocurren en un marco en el que no se plantea la reforma del sistema penal para
que cumpla con la función de rehabilitar, alimenta los deseos de venganza frente a los
de justicia y esconde la responsabilidad de las políticas económicas y sociales en la
formación de la criminalidad.

De ahí que es necesario aprovechar el debate que se ha generado en torno a la reducción


de la edad penal, para insistir en:

 Realizar una profunda reforma a los sistemas penales para que cumplan con la
función de rehabilitar.
 Crear un sistema de justicia juvenil que haga verdaderamente responsables a los
adolescentes de sus actos, pero que no los condene a la marginación.
 Fortalecer las leyes vigentes a fin de garantizar el pleno goce y cumplimiento de
los derechos por parte de millones de niñas. Niños y adolescentes excluidos del
desarrollo.
 El pleno respeto y cumplimiento de Tratados Internacionales en materia de
Derechos del Niño por parte del Estado Mexicano, sobre todo en los adquiridos
en la pasada Sesión Especial de la ONU sobre Infancia celebrado en Nueva
York.

Bibliografía

Fidel de la Garza "La cultura del menor infractor" Editorial Trillas, México. 1987

García Ramírez Sergio "Delincuencia Organizada" Editorial Porrúa, México.2002

Herrero Herrero, C.: "Criminología (parte general y especial)", Dykinson, Madrid,


1997

ORELLANA, WIARCO. Octavio A. "Manual de criminología", México, Editorial


Porrúa. 5ª. 1993 Pág. 320Porrúa. 5ª. 1993 Pág. 320

VILLORO,TORANZO. Miguel. "introducción al Estudio del Derecho" México,


Editorial: Porrúa, 2002.

VELA.TREVIÑO. Sergio. "culpabilidad e inculpabilidad" Editorial: Trillas, México,

http://www.monografias.com/trabajos15/delincuencia-juvenil/delincuencia-
juvenil.shtml

La delincuencia juvenil
La delincuencia juvenil es uno de los problemas éticos más
acuciantes que caracterizan nuestra época. Los valores y
actitudes positivas que se predican en los colegios parecen
ser meros estribillos que no tienen sentido para algunos
jóvenes. Aunque es cierto que la conducta delictiva es tan
antigua como la existencia de las leyes, ¿por qué aumentó
tanto en los últimos años? Es lo que trataremos de averiguar a continuación.

Delincuencia y criminalidad

Se considera delincuencia la conducta que se desvía de


las normas legalmente establecidas y las infringe, pero de
baja peligrosidad social. Hay otro tipo de conducta desviada
más peligrosa porque pone en riesgo la vida humana;
esta recibe el nombre de criminalidad.

Un delincuente es una persona que viola las normas sociales


contra la propiedad y los bienes
o se dedica a actividades ilegales;
un criminal dirige sus acciones
peligrosas contra las personas.

Pero, por lo general, delincuencia y


criminalidad van juntas, porque ante
cualquier amenaza, el delincuente
puede recurrir a un acto criminal,
como violentar o matar.

Causas más comunes de la delincuencia juvenil

Se distinguen cuatro causas fundamentales


de la conducta delictiva
(Enciclopedia hispánica, tomo 5,
pág. 112):
Económicas: La pobreza, provocada
por la escasez de empleo, lleva no sólo a la búsqueda
directa de recursos elementales mediante prácticas ilegales,
sino que fomenta la aparición de otras circunstancias,
que aumentan todavía más la posibilidad de delinquir.

La tendencia de la población con escasos recursos económicos


a agruparse en determinadas zonas, donde además
de recibir menor dotación de servicios cuenta con menor
recurso policial, crea ambientes propicios al desarrollo de
actividades ilegales.

Culturales: La urgencia de resolver necesidades básicas


de supervivencia lleva a descuidar las actividades que no
parecen rentables, al menos de forma inmediata, como la
educación. Además de producir un empobrecimiento de
los recursos de que dispone el individuo para afrontar esta
tarea de supervivencia y conseguir un trabajo, impide una
adecuada transmisión de valores sociales que favorecerían
la integración en la vida de la comunidad.

Psicológicas: Resulta fundamental en los años de la


adolescencia el papel desempeñado por los grupos y pandillas,
por la influencia que ejercen en el joven. En estas
agrupaciones, por lo general, se buscan no sólo la obtención
del reconocimiento social de la propia identidad, sino
también cualquier posibilidad de liderazgo, que pasa por
el rechazo de las actitudes civilizadas y el desarrollo de
acciones que suponen valor, hombría,
independencia, etc.

Es también en estos grupos donde


suele iniciarse el consumo de todo tipo
de estimulantes, desde la bebida alcohólica
hasta las drogas.

Sociológicas: Entre los factores sociológicos,


el grupo familiar tiene preponderancia,
porque es en este grupo básico
donde los niños y jóvenes forman
sus valores y actitudes frente a la vida.

Las estadísticas revelan un alto número


de delincuentes que proceden de familias
conflictivas. La urbanidad y la ruralidad
son otros factores sociológicos que
influyen en la conducta delictiva: las
zonas urbanas presentan un nivel más
elevado de delitos que las rurales.

¿Es la delincuencia juvenil una pasantía de los peores delincuentes?

Suena fuerte, pero en la delincuencia juvenil, que a veces


se inicia como una simple manifestación de rebeldía
pasajera, se encuentra la génesis de la gran mayoría de las
conductas delictivas posteriores.

La siguiente pregunta es: ¿Qué se puede hacer para


solucionar el problema? Son imprescindibles las actuaciones
de todos los sectores sociales y el Estado para
mejorar los niveles económicos y culturales de la sociedad.
En cuanto al ámbito penal, es necesario establecer
formas de castigo que no se limiten a la represión, que por
lo general sólo logran una mayor marginación y hostilidad.

Se debe buscar la rehabilitación del delincuente juvenil


para su futura reinserción en la sociedad.

Delincuencia juvenil
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La delincuencia juvenil se refiere a los delitos realizados por jóvenes o menores de


edad. Un delincuente es aquel que reincide y comete crímenes repetidas veces. La
mayoría de los sistemas legales consideran procedimientos específicos para tratar con
este problema, como son los centros juveniles de detención. Hay multitud de teorías
diferentes sobre las causas de la criminalidad, la mayoría de las cuáles si no todas
pueden ser aplicadas a las causas de los crímenes juveniles. Los delitos juveniles suelen
recibir gran atención de los medios de comunicación y políticos. Esto es así porque el
nivel y los tipos de crímenes juveniles pueden ser utilizados por los analistas y los
medios como un indicador del estado general de la moral y el orden público en un país,
y como consecuencia pueden ser fuente de alarma y de pánico moral.

Como la mayoría de los tipos de delitos, los crímenes cometidos por jóvenes se han
incrementado desde mediados del siglo XX. Existen múltiples teorías sobre las causas
de los crímenes juveniles, considerados especialmente importantes dentro de la
criminología. Esto es así, porque el número de crímenes cometidos crece enormemente
entre los quince y los veinticinco años. En segundo lugar, cualquier teoría sobre las
causas de la delincuencia deberá considerar los crímenes juveniles, ya que los
criminales adultos probablemente habrán tenido un comienzo en la delincuencia cuando
eran jóvenes.

Por otra parte, otro posible origen de la delincuencia juvenil son problemas como la
esquizofrenia, trastornos conductistas/mentales, estrés postraumático, trastorno de
conducta o trastorno bipolar.

Contenido
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 1 Perspectivas teóricas en delincuencia juvenil


o 1.1 Teoría de la elección racional
o 1.2 Teoría social de la desorganización
o 1.3 Teoría de la tensión
o 1.4 Teoría de subculturas
o 1.5 Teoría de Asociación diferenciada
o 1.6 Teoría del etiquetado
o 1.7 Delincuencia juvenil como fenómeno masculino
 2 Factores de riesgo
o 2.1 Factores de riesgo individuales
o 2.2 Trastornos mentales
o 2.3 Entorno familiar
o 2.4 Prevención de la delincuencia
 3 Consecuencias para la sociedad
o 3.1 Trastornos mentales no tratados
 4 Véase también
 5 Enlaces externos

[editar] Perspectivas teóricas en delincuencia juvenil


[editar] Teoría de la elección racional

La criminología clásica considera que las causas del crimen tienen principalmente su
origen en el propio delincuente, más que en su entorno externo. Para los clasicistas, lo
que motiva a los delincuentes es el propio interés racional, y se remarca la importancia
de la decisión libre y de la responsabilidad personal. La teoría de la elección racional es
el ejemplo más claro de este planteamiento.

[editar] Teoría social de la desorganización

Los planteamientos positivistas actuales generalmente se centran en la cultura, lo que


produciría la ruptura de las relaciones de familia y con la comunidad, de los valores y
con un mayor individualismo. Estudios demuestran que solamente un 16 por ciento de
los niños harán algo malo, al contrario que un 26 por ciento de los adultos hará algo
ilegal.

[editar] Teoría de la tensión

La teoría de la tensión se asocia principalmente al trabajo de Robert Merton. Merton


creía que en la sociedad hay trayectorias institucionalizadas hacia el éxito. La teoría de
la tensión sostiene que el crimen es causado por la dificultad que tienen los que viven en
pobreza para alcanzar por medios legítimos metas socialmente valoradas. Para aquellos
que, por ejemplo, no consiguen logros educativos es más difícil alcanzar la riqueza y el
estatus social asegurado por un empleo bien pagado, y por tanto, es más probable que
utilicen medios criminales para obtener estas metas. Merton sugiere cinco adaptaciones
a este dilema:

1. Innovación: individuos que aceptan metas socialmente aprobadas, pero no


necesariamente los medios socialmente aprobados.
2. Retirada: los que rechazan metas socialmente aprobadas y los medios para adquirirlos.
3. Ritualismo: los que compran en un sistema de medios socialmente aprobados, pero
pierden de vista las metas. Merton creía que los consumidores de droga están en esta
categoría.
4. Conformidad: los que se ajustan a los medios y a las metas del sistema.
5. Rebelión: gente que niega metas y medios socialmente aprobados creando un nuevo
sistema de metas y de medios aceptables.
Una dificultad con la teoría de la tensión es que no explica porqué los niños de familias
con ingresos bajos tendrían un mal desempeño educativo en un primer momento.
Indicar el hecho de que mucho crimen juvenil no tiene una motivación económica. La
teoría de la tensión no logra explicar el delito violento, el tipo de crimen juvenil que
causa la mayor ansiedad al público.

[editar] Teoría de subculturas

Se relaciona con la teoría de la tensión. La dificultad de la juventud para alcanzar


objetivos y un status socialmente reconocido produce grupos de gente joven que forman
subculturas delincuentes y desviadas del buen camino, que tienen sus propios valores y
normas. Dentro de estos grupos el comportamiento criminal puede ser valorado
realmente, aumentando el estatus de un joven. La noción de subculturas delincuentes es
relevante para los crímenes que no están motivados económicamente. Los miembros
masculinos de las bandas pueden discutir para tener sus propios valores, tales como
respecto por la habilidad para luchar y por el atrevimiento. Sin embargo no está claro
porqué los hace diferentes de los jóvenes normales "no-violadores de la ley". Además
no hay una explicación de porqué la gente incapaz de alcanzar metas socialmente
reconocidas debe elegir necesariamente sustitutos criminales. Las teorías de subculturas
también han sido criticadas por haber mantenido una distinción demasiado grande entre
lo que es "normal" y lo que es un comportamiento "desviado". Hay también dudas sobre
si la gente joven rechaza conscientemente los valores generalmente aceptados.

[editar] Teoría de Asociación diferenciada

La teoría de la asociación diferenciada trata de los jóvenes en un contexto de grupo, y


mira cómo la presión de los compañeros y la existencia de bandas puede conducir al
crimen. Sugiere que los jóvenes son impulsados a cometer crímenes por compañeros
delincuentes, de los que aprenden destrezas criminales.

También se ha citado como factor de disminución de la delincuencia la reducción de la


influencia de los compañeros cuando los hombres se casan. Hay pruebas evidentes que
la gente joven con amigos criminales es más probable que cometa crímenes. No
obstante puede darse el caso de delincuentes que prefieren asociarse, entonces los
compañeros delincuentes hacen que algunos empiecen a delinquir. Además se plantea la
cuestión de cómo el grupo de compañeros delincuentes empezó a delinquir inicialmente.

[editar] Teoría del etiquetado

La teoría del etiquetado indica que una vez que han etiquetado a la gente joven como
criminal, es más probable que delinca. La idea es que una vez que se ha etiquetado a un
joven como diferente, este puede aceptar el papel y es más probable unirse a otros que
han sido etiquetados del mismo modo. Los teóricos del etiquetado dice que existe una
mayor probabilidad que los niños masculinos de familias pobres sean etiquetados como
diferentes, y esto se puede explicar parcialmente porqué existen más delincuentes
masculinos jóvenes de clase baja.
[editar] Delincuencia juvenil como fenómeno masculino

El crimen juvenil cometido por hombres es mucho más elevado que el


femenino.[cita requerida] Teóricos feministas y otros han estudiado las causas de este
fenómeno. Una sugerencia es que las ideas de masculinidad pueden hacer que hombres
jóvenes delincan con mayor probabilidad. El ser resistente, tener mayor capacidad, ser
agresivo, atrevido y competitivo pueden ser maneras con las que los jóvenes expresan
su masculinidad. La expresión de estos ideales puede hacer más probable que jóvenes
adquieran un comportamiento antisocial y criminal. Alternativamente, algo que hace
que los hombres jóvenes actúan como hacen es debido a la presión social para ajustarse
a los ideales masculinos; los hombres jóvenes pueden ser naturalmente más agresivos,
atrevidos, etc., pueden existir factores biológicos o psicológicos, la manera que los
padres tratan a los hombres jóvenes pueden hacerlos más susceptibles de delinquir.

Según un estudio llevado a cabo por el doctor Kevin M. criminalista de la Universidad


del estado de Florida (EEUU), los varones adolescentes que poseen cierto tipo de
variación en un gen específico son más proclibes a reunirse con otros delincuentes.

[editar] Factores de riesgo


[editar] Factores de riesgo individuales

Entre los factores de riesgo individuales psicológicos o del comportamiento que pueden
hacer delinquir con mayor probabilidad se pueden citar, la inteligencia, la impulsividad
o la inhabilidad para retrasar la satisfacción, la agresión, la empatía, y el desasosiego.
Los niños con baja inteligencia es probable que tengan un peor desempeño en la
escuela, y esto puede aumentar la probabilidad de delinquir por un logro educativo bajo.
Jóvenes que tienen un pobre desempeño escolar es probable que se ausenten de la
escuela, lo cuál está también enlazado con la delincuencia.

Si la teoría de la tensión o la teoría de subculturas son válidas, el logro educativo pobre


también puede llevar al crimen ya que los menores no pueden lograr por vías legales la
riqueza y el status social deseado. Sin embargo también se debe tener en cuenta que los
métodos de definición y medición de la inteligencia son problemáticos. Los varones
jóvenes son especialmente impulsivos lo cuál puede implicar que no consideran las
consecuencias a largo plazo de sus acciones, que tienen una carencia del autodominio, y
que no pueden posponer una satisfacción inmediata. Esto puede explicar porqué
delinquen de manera tan acusada.

Estos son considerados por algunos como los aspectos clave de la personalidad de un
joven que empieza a delinquir. Sin embargo no está claro si estos aspectos de la
personalidad son un resultado de “déficits en las funciones ejecutivas del cerebro”, o un
resultado de influencias parentales o de otros factores sociales.

[editar] Trastornos mentales

Los trastornos de conducta normalmente se desarrollan en la niñez y se manifiestan


generalmente durante la vida adolescente. (Holmes y otros: 2001 p.183) Un cierto
comportamiento juvenil se atribuye al trastorno diagnosticable conocido como trastorno
de conducta. De acuerdo con el DSM-IV-TR códigos 312.xx (donde xx varía de
acuerdo con el subtipo específico) los adolescentes que tienen trastornos de conducta
también muestran una carencia de empatía y una despreocupación por las normas
sociales. El DSM es el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales
publicado por la Asociación Psiquiátrica Americana y referenciado a menudo por
Psiquiatras para diagnosticar trastornos mentales. Los delincuentes juveniles que
reinciden en el sistema de justicia penal a veces se les diagnostica trastornos de
conducta porque muestran una indiferencia continuada sobre su seguridad y la de otros
y de sus pertenencias.

Una vez que el joven continúa teniendo los mismos patrones de comportamiento y llega
a los dieciocho, entonces está en peligro de diagnóstico con un trastorno antisocial de la
personalidad y es mucho más propenso a convertirse en un criminal serio. (DeLisi: 2005
p.39) Uno de los elementos principales usado en el diagnóstico de un adulto con
Trastorno antisocial de la personalidad consiste en presentar un historial documentado
de trastorno de conducta antes de los 15 años. Estos dos trastornos de personalidad son
análogos en su comportamiento errático y agresivo.

Esta es la razón por la que delincuentes juveniles habituales diagnosticados con


trastorno de conducta es probable que muestren signos de Trastorno antisocial de la
personalidad en la madurez. Una vez que los adolescentes alcazan la madurez, su
comportamiento social inaceptable se ha convertido en un estilo de vida y se convierten
en criminales de carrera.

Los criminales de carrera comienzan con un comportamiento antisocial antes de entrar


en la escuela de grado y son versátiles en el sentido que se enganchan a un arsenal de
comportamientos destructivos, delinquen a unas tasas muy altas, y es menos probable
que paren de delinquir mientras van envejeciendo.”

La investigación cuantitativa fue hecha hace bastante tiempo sobre 9.945 delincuentes
masculinos juveniles entre edades de 10 y 18 en los años 70. La cohorte longitudinal de
nacimientos fue utilizada para examinar la tendencia de un pequeño porcentaje de los
criminales de carrera que explicaron el porcentaje más grande de la actividad criminal.
La tendencia mostró un nuevo fenómeno entre los delincuentes habituales. Para este
estudio los delincuentes habituales eran jóvenes que tuvieron más de cinco detenciones
de la policía. (Wolfgang y otros: 1972) El fenómeno indicó que solamente el 6% de la
juventud estaba dentro de la definición de delincuente habitual pero que era responsable
del 52% de la delincuencia dentro de todo el estudio. (Wolfgang y otros: 1972) El
mismo 6% de delincuentes crónicos explicaron el 71% de los asesinatos y el 69% de los
asaltos con agravante. (Wolfgang y otros: 1972). Este fenómeno fue investigado más
adelante entre una población adulta en 1977 y dio lugar a resultados similares. El S.A.
Mednick hizo una cohorte de nacimientos de 30.000 varones y encontró que el 1% de
los varones eran responsables de más de la mitad de la actividad criminal. El
comportamiento criminal habitual de jóvenes descubierto es similar al de los adultos.
Los delincuentes habituales “harán “una carrera” de malas decisiones y mal
comportamiento y terminarán probablemente, más pronto ó más tarde, muertos o en
prisión” (DeLisi, 2005). Estos delincuentes juveniles necesitan tratamiento porque
tienen una predisposición negativa y una alta propensión a continuar cometiendo
crímenes. (DeLisi, 2005)
[editar] Entorno familiar

Entre los factores familiares que pueden tener una influencia negativa podemos incluir
los siguientes:

 El nivel de supervisión parental.


 La manera de disciplinar a los hijos por parte de los padres.
 Un conflicto o una separación parental.
 Padres o hermanos criminales.
 Un abuso o una negligencia parental.
 La calidad de la relación padre-hijo.

Los niños criados por padres separados es más probable que comiencen a delinquir que
los que tienen ambos padres naturales, sin embargo, si se tiene en cuenta el lazo que un
niño siente hacia sus padres y el nivel de supervisión parental se considera que los niños
en familias de madre o padre solteros no es más probable para delinquir. El conflicto
entre padres se considera mucho más importante para que empiecen a delinquir que ser
criado por un padre separado.

Así como si un niño tiene una supervisión parental baja. Muchos estudios han
encontrado una correlación fuerte entre una carencia de supervisión y la delincuencia, y
esto parece ser la influencia más importante de la familia. Cuando los padres no saben
comúnmente donde están sus niños, cuáles son sus actividades, o quiénes son sus
amigos, es más probable que se ausenten de la escuela y que tengan amigos
delincuentes que les conducen a delinquir. Una falta de supervisión está enlazada con
relaciones deficientes entre hijos y padres, ya que hijos que están a menudo en conflicto
con sus padres suelen estar menos dispuestos a discutir sus actividades con ellos.
Jóvenes con un lazo débil con sus padres es más probable que delincan.[cita requerida]

[editar] Prevención de la delincuencia

La prevención de la delincuencia es el término general empleado para todos los


esfuerzos encaminados a evitar que la juventud participe en actividades criminales o
antisociales. Cada vez más, los gobiernos están reconociendo la importancia de asignar
recursos para la prevención de la delincuencia. A menudo es difícil que los estados
proporcionen los recursos financieros necesarios para la adecuada prevención, las
organizaciones y las comunidades. Por todo esto los gobiernos trabajan en colaboración
para la prevención.

Con el desarrollo de la delincuencia en la juventud, influenciada por numerosos


factores, perspectivas de esfuerzos en la prevención son comprensibles. Entre los
servicios para la prevención se incluyen actividades tales como educación y tratamiento
del abuso de sustancias estupefacientes, asesoramiento de la familia, tutoría y
protección de la juventud, educación parental, ayuda educativa, e intervención social.

[editar] Consecuencias para la sociedad


[editar] Trastornos mentales no tratados

Una vez que el delincuente juvenil alcanza la madurez es probable que continúe
mostrando comportamientos de desadaptación y que aumente su riesgo de ser procesado
a través del sistema de justicia penal como delincuente adulto. Debido al pequeño
porcentaje de delincuentes adultos y juveniles habituales que contribuyen en alto
porcentaje a los delitos violentos (es decir, asesinato y asalto con agravantes) el sistema
de justicia penal debe supervisar esa pequeña población de criminales profesionales en
un esfuerzo para prevenir la proliferación de delincuentes violentos serios.

Si los trastornos mentales tales como el trastorno de conducta no se diagnostican y no se


tratan el delincuente juvenil tiene el potencial creciente de desarrollar un trastorno
antisocial de la personalidad y continuar más adelante su vida como un criminal
profesional. La mayoría de delincuentes violentos exhibe rasgos del trastorno antisocial
de la personalidad y los muestran antes de los 15 años. El trastorno antisocial de la
personalidad es un diagnostico común para un asesino en serie. Los autores Álvarez y
Bachman encontraron que una similitud entre los asesinos en serie eran sus anteriores
convicciones criminales. En este caso el trastorno de conducta se puede convertir en un
elemento probable para el asesino en serie si no se diagnostica y se trata antes de que se
convierta completamente en la edad adulta en un trastorno antisocial de la personalidad.

El trastorno de conducta y el trastorno antisocial de la personalidad se categorizan como


trastornos de personalidad con definiciones extremadamente similares en DSM-IV-TR y
según lo explicado arriba en trastornos mentales. Algunas de las características comunes
incluyen el incumplimiento constante de normas sociales, el comportamiento agresivo
hacia la gente, y una desvinculación de la emoción de la empatía. Estos rasgos son
también comunes entre los asesinos en serie y si los comportamientos de desadaptación
no se tratan tienen el potencial de crear a una persona que fantasea con matar a varias
víctimas y después satisfacer su impulsividad cuando ya no son capaces de reprimirse.

DELINCUENCIA JUVENIL Y SEGURIDAD CIUDADANA.

Daniel González Alvarez.

Magistrado de Casación Penal.

Profesor del Posgrado en Ciencias Penales, UCR.

Costa Rica.

1.- LA DELINCUENCIA JUVENIL

De muchas maneras las comunidades han denominado los grupos de


jóvenes y adolescentes calificados en "riesgo social" por sus actitudes,
costumbres, situación de vida. Esos nombres varían: pandillas, barras,
huelgas, maras, chapulines, gamberros, hooligan, etc.; pero tienen en
común dos cosas: por un lado la preocupación y la alarma social que
provocan y, por otro, la falta de distinción entre lo que constituye una
actividad delictiva propiamente dicha y un comportamiento simplemente
desviado de las costumbres y tradiciones, o lo que es peor, "desviado" por
los condicionamientos socioeconómicos en que se encuentran y la
ausencia de una familia.

El problema ha alcanzado una magnitud tal que pretende motivar y


determinar la totalidad de la incipiente política criminal referida a los
menores de edad. Esto es grave en virtud de que el problema
delincuencial es bastante más heterogéneo y además que muchas de las
conductas y actitudes de esos grupos no son delictivas, lo cual debiera
descartar la intervención represiva del Estado.

En estas líneas pretendemos exponer algunas ideas relativas a la


reacción que esos grupos generan en la sociedad, como respuestas
dirigidas a resolver un conflicto con el fin de implantar una mayor
"seguridad ciudadana".

Tenemos claro que "seguridad ciudadana" es un concepto bastante


difuso, y que hoy se utiliza con muy diversos propósitos, como en épocas
pasadas se utilizaron los conceptos de "seguridad nacional" y
"seguridad del Estado" en el plano ideológico, que pretendieron constituirse en
la razón de ser de la política criminal y justificaron una gran cantidad de atropellos a
los derechos humanos.

Cuando se habla de las pandillas y grupos juveniles, "seguridad


ciudadana" se utiliza, por lo general, como sinónimo de seguridad física
en las calles y las casas, olvidándose que un verdadero concepto del
vocablo debiera incluir también otras libertades públicas y
privadas, conformadas por derechos básicos y fundamentales
como los derechos políticos, los derechos económicos y los
derechos sociales, los cuales nunca se ven afectados -ni
amenazados- por la existencia de
esos grupos.

Sin embargo hay un verdadero


"estado de guerra" generado por la
existencia y el accionar de los grupos
juveniles, en especial los que se
dedican a realizar hechos delictivos,
y en esa misma proporción, como
veremos, algunos llegan a justificar
actuaciones estatales alejadas de los derechos humanos.
La situación se ha agravado porque los ciudadanos han sido culturizados
hacia la solución represiva como único medio capaz de defenderse ante
estos peligros para la seguridad.

Se trata de un "estado de guerra" provocado psicológicamente por una


percepción distorsionada o exagerada de la realidad, en la que no hay
concordancia con el verdadero índice de criminalidad.

Hay razón por la alarma social que provocan ciertos delitos que van en
constante aumento, como los delitos contra la propiedad, sin embargo
algunos de éstos provocan mucha alarma social no obstante su nivel
relativamente bajo de violencia, como ocurre con los arrebatos de bolsos y
carteras, sólo porque son realizados por menores de edad organizados en
grupos.

Paralelamente, hay delitos que han aumentado en forma exagerada en


relación con años anteriores, que afectan derechos básicos como la vida,
pero que no provocan una alarma social proporcionada a esa gravedad.
Tal es el caso de los accidentes de tránsito o de la circulación, que
generan una gran cantidad de muertos (en muchos países en cantidades
bastante mayores que los homicidios dolosos) y sin embargo no provocan
una reacción y preocupación equivalente con los resultados.

En igual sentido podemos citar los delitos no convencionales (ecológicos,


abuso de poder económico y abuso de poder público) cuyos resultados
tienen serias repercusiones en los derechos básicos de todos los
ciudadanos, pero no llegan a provocar una reacción proporcional con esos
resultados, a diferencia de los asaltos en las calles.

La criminología distingue entre delito (constituido por el volumen real de


la criminalidad y sus repercusiones) y temor al delito (constituido por la
percepción de la criminalidad y el riesgo de ser victimizado). La
percepción de la criminalidad y el temor a ser víctima de un delito
agiganta y distorsiona la realidad, con un efecto multiplicador
desproporcionado, sobre todo tratándose de hechos realizados por grupos
de jóvenes y adolescentes, lo cual aumenta la posibilidad de adoptar
políticas equivocadas e inconstitucionales en aras de la prevención
general.

De ahí entonces que haya un sentimiento generalizado en la ciudadanía


para resolver el problema de la delincuencia infantil y juvenil por medio
de la confrontación y el castigo.

En Costa Rica, cuya población se precia de ser pacifista, en 1992 una


encuesta publicada en uno de los diarios de mayor circulación reveló que
más del 70% de los encuestados estaban de acuerdo con la pena de
muerte. En 1994 hubo muestras públicas de apoyo (cartas en periódicos,
recolección de dinero para la defensa, etc) para policías acusados de
torturar y asesinar a un joven detenido, quien era sospechoso de haber
agredido a un compañero de los policías. En 1995, en un programa de
televisión (En la Mira) se hizo una consulta telefónica en que más del 40%
de los consultados se mostraron de acuerdo con escuadrones de la
muerte, luego de encontrarse un cuerpo sin cabeza ni manos y de
acusarse a policías judiciales del hecho.

En otros países latinoamericanos todavía operan grupos paramilitares


dedicados a "limpiar" de delincuentes juveniles las calles, según
denuncian los cables internacionales, de ahí que clasificamos las
respuestas al problema conforme lo hacemos de seguido.

2.- LAS RESPUESTAS INCONSTITUCIONALES FRENTE A LA


CRIMINALIDAD JUVENIL (RADICALES).

En muchos países latinoamericanos, de manera directa los menos, por


tolerancia, indiferencia o complicidad los más, se sostiene que la
criminalidad juvenil sólo es posible enfrentarla recurriendo a métodos
violentos, con el fin de defender a la sociedad.

Es así como se plantea la necesidad de


organizar grupos paramilitares, compuestos
por miembros de las fuerzas armadas,
policías, grupos privados de vigilancia,
comerciantes y otros ciudadanos, dedicados
a actuar en forma

clandestina, con el fin de aplicar


ajusticiamientos sobre aquellos jóvenes a
quienes el grupo "juzga" como personas
indeseables para la sociedad. Tal es el grado
de tolerancia e impunidad con que operan,
incluso todavía hoy, que en algunos casos ni
siquiera se preocupan por hacer desaparecer
los cuerpos.

Otros, al menos en forma más abierta que los


anteriores, pero tan radicales como ellos, estiman que a los "delincuentes"
no deben reconocérsele derechos, y que en consecuencia deben ser
juzgados en procesos sumarísimos, con aplicación irrestricta de la prisión
preventiva, invirtiendo el principio de inocencia y sustituyéndolo por el de
presunción de culpabilidad, sin costear servicios de abogado defensor, y
aplicando penas muy severas que saquen de circulación por largo tiempo
a estos delincuentes.

Algunos pretenden que los jueces desconozcamos esos derechos en la


práctica, pero sin modificar la Constitución, ni la adscripción a
convenciones internacionales de derechos humanos, criticando a los
funcionarios judiciales por su excesivo garantismo en beneficio de los
"delincuentes".

Esta última posición encuentra mucha resonancia en la opinión de la


gente, en los medios de comunicación, en los órganos represivos (policías,
fiscales), e incluso en los mismos tribunales. Hay una marcada tendencia
a creer que "sistema duro y represivo" es sinónimo de "sistema penal
eficiente", cuando en realidad la historia nos demuestra totalmente lo
contrario.

En efecto, en la práctica los sistemas penales más represivos,


caracterizados por desconocer los derechos de los acusados, no han sido
los sistemas más eficientes para tutelar los derechos fundamentales de
los ciudadanos, sino que por el contrario aumentan la criminalidad y la
impunidad.

El mejor ejemplo, para no salir de nuestra región, lo constituyen los


sistemas penales típicos de las dictaduras militares latinoamericanas, los
que -con notables excepciones- legitimaron esos sistemas de poder,
convalidaron sus actuaciones y permitieron los mayores abusos que
podamos imaginarnos sobre los ciudadanos. Iniciaron con la delincuencia
común (supuestamente), pero pronto ampliaron sus actuaciones sobre los
grupos que afectaban la "seguridad del Estado" y la "estabilidad social",
persiguiendo sindicalistas, dirigentes, opositores, simples ciudadanos, y
así surgieron miles de desaparecidos, fosas comunes, el genocidio, para
citar solamente lo más grueso.

Debemos preguntarnos si esos sistemas penales caracterizados por


desconocer los derechos de los acusados, que funcionaron paralelamente
con grupos clandestinos dedicados a exterminar personas
(supuestamente delincuentes, indigentes, opositores, críticos, etc.),
representaron (y representan) una alternativa viable para defender los
derechos básicos de los ciudadanos. Desde luego que la respuesta es
negativa, pues la "la seguridad ciudadana" (entendida, ahora sí, como
el conjunto de los derechos básicos de los ciudadanos, incluidas las
libertades políticas, económicas y sociales) nunca se vio tan
comprometida y disminuida que en esos sistemas.

Debemos aprender de la historia, la cual nos enseña que los sistemas


represivos de esa naturaleza no constituyen un medio eficaz para
disminuir la criminalidad y menos para proteger los derechos humanos.
Por el contrario, ellos dieron ( y dan) espacio a un mayor margen de
impunidad porque el genocidio fue patrocinado directamente por las
estructuras de poder público, con la complicidad de los órganos
encargados de reprimirlos, incluyendo a los tribunales.

Algunos ciudadanos creen en esas alternativas como único medio para


combatir una creciente criminalidad, sobre todo ante la ineficacia de los
cuerpos represivos para disminuirla, pero equivocadamente estiman que
el empleo de esos métodos inconstitucionales no los llegará a afectar a
ellos, cuando la experiencia demuestra totalmente lo contrario.

El problema se ha acrecentado al estimar una gran mayoría que el


garantismo judicial es sinónimo de impunidad, cuando la verdad es que
todo depende del trabajo eficiente de la policía y del Ministerio Público en
la recopilación de los elementos de prueba que permitan incriminar a una
persona como autora de un hecho delictivo. Si hay suficientes y eficientes
elementos de prueba de cargo, independientemente de los derechos
acordados al acusado para el ejercicio de su defensa, existirá una
condena.

Las garantías
procesales no
constituyen un
obstáculo para una
correcta aplicación de
la ley penal. El proceso
está conformado por
un conjunto de reglas
cuyo denominador
común lo forma la idea
de resolver o
transformar un
conflicto en otro con
menor contenido de
violencia, y es un
medio para prevenirse de la arbitrariedad y de la ineficacia de los
órganos represivos. Estos últimos eluden su deber cuando pretenden que
los tribunales apliquen la pena sin tramitar adecuadamente un proceso,
en el cual se examinen los elementos de prueba válidos que se hubieren
recopilado para averiguar la verdad.

3.- LAS RESPUESTAS TRADICIONALES AL PROBLEMA DE LA


DELINCUENCIA JUVENIL (CONSERVADORAS).

Dentro del marco constitucional y en forma bastante más moderada que


las anteriores corrientes, algunos sectores (dentro de los cuales se ubican
en su mayoría los mismos órganos represivos del Estado y los
Tribunales, así como los medios de comunicación colectiva) proponen las
"soluciones" tradicionales al problema de la delincuencia en general, y de
la delincuencia juvenil en particular.

Estas respuestas tradicionales están inspiradas en la idea de


"endurecer" el sistema penal dentro de los límites constitucionales, con
algunas medidas que son las que siempre se han utilizado con mayor
frecuencia para combatir la criminalidad:

Aumentar y militarizar a la policía.

Aumentar y endurecer las penas.

Aumentar el número de personas detenidas.

El aumento y la militarización de la policía.

Es cierto que es necesaria una mayor presencia de los cuerpos de policía


civil en las calles. Con ello se previenen hechos delictivos y se facilita una
intervención rápida para impedir mayores consecuencias, se logra
prestar algún auxilio a las víctimas, y además permite realizar de
manera más eficiente la labor de aseguramiento y recolección de
pruebas, así como también propicia la identificación y detención de los
presuntos agresores, entre otras cosas.

Sin embargo, el aumento del número de


policías o su militarización, no se
traducen necesariamente en una mayor
"seguridad ciudadana".

En primer término porque una gran


cantidad de delitos de los que provocan
alarma social no se realizan en las calles,
pues ocurren en ámbitos de intimidad, al
interno incluso de las familias o en oficinas y lugares cerrados.

En segundo lugar, porque la eficiencia del sistema depende del buen


funcionamiento de la totalidad de sus componentes (policía, fiscales,
jueces, sistema penitenciario, etc.) y el subcomponente policial no actúa
mejor cuando aumenta su número o cuando utiliza métodos militarizados
en sus actuaciones contra la criminalidad.

En tercer lugar, como ha puesto en evidencia la criminología, no tiene


sentido pretender reducir la violencia callejera (en especial las agresiones
y los homicidios) aumentando el número de personas armadas en las
calles. Como muy bien se afirma "... en los países que transitan por
esa vía errada no se ha reducido la criminalidad, y se ha
generado en cambio un fenómeno circular: los delincuentes
sancionados por el sistema penal pertenecen en forma
desproporcionada a los grupos más pobres de la población, y la
numerosa policía que los persigue, con salarios miserables,
pertenece también al mismo estrato. Y ambos grupos interactúan
multiplicando una violencia espantosa que, obviamente, no puede
detenerse sino multiplicarse cada vez más de esa manera"
(Carranza, Elías. Criminalidad ¿Prevención o promoción? Euned,
San José, 1994, p. 74)

Lo anterior no significa, desde luego, que descartemos la necesaria


intervención policial. Por el contrario, creemos que es indispensable
para una adecuada y correcta aplicación de la ley penal, sin
embargo la forma de mejorar su intervención no se reduce a un problema numérico, ni
a militarizar sus actuaciones, sino a la profesionalización y a un mejoramiento de la
totalidad de las condiciones laborales y sociales en que se encuentra la policía,
incluyendo aspectos como el salario, la capacitación, instrumentos de trabajo, etc.

El aumento y el endurecimiento de las penas.

Otra de las respuestas que solemos encontrar con mayor frecuencia para
combatir la criminalidad en general, es la de aumentar y fortalecer la
dureza de las penas previstas en el Código Penal y leyes especiales, con
la esperanza de que constituyan una forma de desestimular la conducta
proclive al delito. Los penalistas denominan ésta la función de prevención
general o intimidación, reservada a la pena incluida en el tipo penal.

Si bien en materia de menores los montos de la pena de prisión previstas


en cada figura delictiva no tienen aplicación directa, la verdad es que
siempre tiene alguna incidencia porque los tribunales de menores tienden
a establecer el tipo de "medida tutelar" en proporción a la gravedad del
hecho y a la gravedad de la pena prevista para los adultos en la ley, más
que a las necesidades de tratamiento y atención que requiera el menor.

De acuerdo con esta idea, las personas (menores o mayores) no van a


cometer hechos delictivos si la pena prevista en la ley para esos delitos
es dura y grave. Se tiene la creencia que existe una relación directa entre
cantidad y gravedad de la pena por un lado y no inclinación hacia el
delito, por otro. Vemos una tendencia en algunos países de América
Latina a aumentar las penas de prisión, haciéndolas más largas en el
tiempo, así como también a regresar a la pena de muerte (al menos a
formalizarla en la legislación).

Nuevamente los criminólogos se han encargado de desencantarnos. Por


medio de la "teoría de la indiferencia de las sanciones", las
investigaciones han mostrado que cualquiera que sea la sanción prevista
en la ley (prisión, muerte, inhabilitación, prueba, trabajo, servicio
comunal, multa, etc.) ninguna en especial ha tenido incidencia o eficacia
en generar menos niveles de delincuencia que otra por el sólo hecho de
encontrarse prevista en abstracto y con independencia de su aplicación
real. Las razones por las cuales las personas deciden realizar hechos
delictivos son otras, y la pena prevista en la ley cuenta sólo algunas
veces para determinar los costos del hecho (riesgo), como ocurre en
materia de drogas, homicidio, o en delitos como el aborto.

En realidad no existe una relación directa entre gravedad de la sanción y


desestímulo del hecho. Baste citar el caso de la lucha contra el tráfico de
drogas y el "lavado" de dinero para comprenderlo. En esta materia hemos
aumentado y endurecido desproporcionadamente las penas, sin embargo
ello no se ha traducido en una reducción de la actividad que se quiere
reprimir. También en otras áreas hemos incurrido en el mismo error, como
ocurrió en Costa Rica donde recientemente se aumentaron las penas de
prisión a 50 años, pero ello no ha tenido ningún efecto positivo para
disminuir la delincuencia, sino por el contrario comienza a agravar la
solución o la redefinición del conflicto. En los países que han adoptado la
pena de muerte tampoco encontramos índices de criminalidad y violencia
menores que en los países que no la tienen.

Por lo anterior, tampoco el camino del aumento y del endurecimiento de


las penas ha sido eficaz para disminuir o atenuar los índices de
criminalidad.

El aumento del número de menores presos en prisión


preventiva o sentenciados.

Al igual que el aumento y el endurecimiento de la pena, el aumento del


número de personas detenidas constituye una de las respuestas más
populares para combatir la criminalidad. Popular porque exista una
generalizada creencia -sobre todo en sectores externos al sistema penal-
de que a mayor cantidad de personas detenidas menor índice de
delincuencia existirá en el país.
Esta posición tiene dos vertientes. Por un lado se propugna un mayor uso de la prisión
preventiva con el fin de "sacar de la circulación" lo más pronto posible a menores que
se estima son presuntos violadores de la ley penal desde el inicio de cualquier
procedimiento judicial; y por otro también se propugna que la "medida tutelar"
definida en sentencia, cuando se determina que el menor efectivamente realizó el hecho
delictivo, se aplique en centros cerrados, de manera que también se impida su libre
circulación en las calles, para lo cual deben desconocerse todo tipo de beneficios de
salida y permisos.

Esta es la respuesta que con mayor frecuencia clama la policía frente a


los Tribunales. Su queja constante es que ellos detienen a los presuntos
delincuentes y los jueces los dejan en libertad, lesionando así -en su
opinión- la seguridad de los ciudadanos. Los ciudadanos también tienen
una gran confianza en la prisión (preventiva o no), pues creen que es
posible por ese medio frenar los índices de delincuencia, y por lo general
se pronuncian contra todos los programas dirigidos a racionalizar el uso
de esa medida represiva, como resultan ser las medidas sustitutivas, la
libertad bajo palabra, la prueba, la excarcelación, etc.

En realidad no existe ningún estudio técnico que permita afirmar que a


mayor cantidad de personas en prisión habrá menor cantidad de delitos,
pero sí hay estudios que señalan que los países que han aplicado
desproporcionadamente la prisión preventiva no han disminuido los
índices de criminalidad, y han multiplicado sus problemas.

En efecto, cuando se hizo el estudio sobre "El preso sin condena en


América Latina y el Caribe" (CARRANZA, Elías; MORA, Luis Paulino;
HOUED, Mario y ZAFFARONI, Raúl; Ilanud, San José, 1983, pág.22)
Paraguay mantenía un 94.25% de presos sin condena en proporción a la
población total privada de libertad, Bolivia el 89.70% y El Salvador el
82.57%, sin que a la fecha hayan mejorado esas cifras; pero ninguno de
esos países ha logrado disminuir los índices de criminalidad y por el
contrario en la actualidad están empeñados en modificar totalmente la
legislación penal con el fin de buscar nuevas respuestas para resolver
este grave problema, con fórmulas menos rígidas y más modernas que la
represión indiscriminada. En este sentido también debiéramos de
aprender de la historia, pero lamentablemente parece ser que tampoco es
así.

Además de lo anterior, la prisión no constituye un medio eficiente para


lograr la reeducación, la resocialización o la rehabilitación de una
persona, ni siquiera sirve para reafirmar en ella la práctica de una vida
sin violación de la ley. Por el contrario, los penitenciaristas han insistido
en que la finalidad rehabilitadora no pasa de ser una aspiración difícil de
alcanzar no sólo por la falta de recursos y el medio en que se habría que
desenvolverse, sino también por la naturaleza misma del encierro
carcelario, donde las relaciones son impuestas. Enseñar a alguien en la
cárcel a vivir en sociedad es como enseñarlo a nadar segregándolo del
agua.

Por otra parte, la prisión tiene un altísimo costo. Es una de las respuestas
más caras con que cuenta el sistema penal. Sin tomar en consideración la
afectación económica que se produce en la persona privada de libertad y
su familia, porque no puede trabajar, nos señalaban en el Ministerio de
Justicia de Costa Rica que en 1990 el costo mensual de mantenimiento
de un reo en prisión ascendía a 312 dólares (USA).

Como muy bien se afirma "... ni para adultos ni para menores de edad
exacerbar el uso de la prisión parece ser la solución recomendable. En
materia de menores UNICEF ha determinado que en América Latina los
institutos de internación alcanzan a cubrir solamente el 4.5% del
fenómeno de los llamados menores de edad en "situación irregular". De lo
que se desprende que, además de sus desventajas y efectos negativos
(tales como el de "prisionización" y "rotulamiento" de los niños), los
institutos de internamiento no son la solución posible hacia la que los
países en vías de desarrollo podrían orientarse." (CARRANZA, Elías; y
MAXERA, Rita. El Control social sobre niños, niñas y adolescentes
en América Latina, en "La niñez y la adolescencia en conflicto con la ley
penal, ed. Hombres de Maíz, San Salvador, 1995, p.78)

En resumen, tampoco la prisión ha constituido un medio eficaz para


disminuir los índices de criminalidad, ni para resolver los conflictos
provocados por los hechos delictivos, aunque constituye la respuesta más
buscada por los ciudadanos para esos fines.
4.- LAS RECOMENDACIONES TECNICAS (NACIONES UNIDAS).

En contraposición a las respuestas inconstitucionales y las tradicionales


existe toda una gama de recomendaciones y directrices giradas por los
sectores profesionales vinculados directamente con el tratamiento de los
menores en riesgo (psicólogos, educadores, trabajadores sociales,
abogados, psiquiatras, sociólogos, criminólogos, religiosos, orientadores,
etc.), cuyo propósito ha sido dirimir los conflictos provocados con la
delincuencia juvenil, disminuir o atenuar este tipo de problemas y dar
tratamiento y orientación a los menores, todo dentro del orden
constitucional, los derechos humanos, y con profundo respeto para todos
los seres humanos involucrados en el conflicto.

Para exponer esas "recomendaciones técnicas" creemos conveniente


utilizar principalmente las directrices de Naciones Unidas, recogidas en
cuatro textos internacionales de aplicación constante en esta materia:

Directrices de las Naciones Unidas para la


prevención de la delincuencia juvenil (Directrices de
Riad, aprobadas por la Asamblea General de las N.U.
mediante resolución 45/112 por recomendación del 8º
Congreso de N.U. sobre Prevención del Delito y
Tratamiento del Delincuente)

Reglas de las Naciones Unidas para la protección de


los menores privados de libertad (Proyecto de
resolución presentado a la Asamblea General de las
N.U. por el 8º Congreso sobre Prevención del Delito y
Tratamiento del Delincuente)

Reglas mínimas de las Naciones Unidas para la


Administración de la justicia de Menores (Reglas de
Beijing, Proyecto de resolución presentado a la
Asamblea General por el 7º Congreso de las N.U. sobre
Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente)

Convención sobre los derechos del niño (Aprobada en


el cuadragésimo cuarto período de sesiones de la
Asamblea General de las Naciones Unidas, el 20 de
noviembre de 1989)

Dichos textos constituyen el mejor testimonio y el más adecuado conjunto


de ideas que podamos encontrar para resolver este grave problema de la
delincuencia juvenil, en especial para dar alguna respuesta serena,
profesional y efectiva frente a la cada vez mayor cantidad de voces que
solicitan resolver el conflicto recurriendo a una mayor violencia, como de
hecho está ocurriendo en nuestros países.
La prevención antes que la represión.

Esta parece ser la regla básica en


materia de menores, a la que
debiéramos dedicarle mayores
esfuerzos institucionales. La mejor
manera de prevenirse contra la
delincuencia juvenil es la de impedir
que surjan delincuentes juveniles,
para lo cual se requieren adecuados
programas de asistencia social,
económica, educacional y laboral.

Mientras respecto de otros sectores de


la criminalidad el Estado realiza
importantes esfuerzos para
prevenirla, en materia de menores
observamos una actitud bastante más
pasiva. En efecto, vemos que las
instituciones públicas y privadas
dedican gran parte de su tiempo para
prevenir delitos forestales, con
adecuados mecanismos y programas
de control que alerte sobre la deforestación; apreciamos también
preocupaciones respecto a los delitos ecológicos en general, donde se
discute de los mejores y más eficaces métodos para producir sin
contaminar; observamos que en materia económica la comunidad busca
prevenirse de los abusos de poder de las empresas; que existen
programas para prevenir accidentes de tránsito y evitar los delitos en la
circulación de vehículos, etc.

Pero cuando llevamos este discurso al tema de los menores de edad


parece que la situación es distinta,
porque se piensa más en la
represión y en la necesidad de
someter a castigo a los potenciales
delincuentes.

Es obvio que debemos prevenir la


delincuencia juvenil, y en esto no
creo que haya disidentes. El
problema está en ver si estamos
dispuestos a intentarlo, y más
aún, a transformar ese deseo en
una verdadera política de
gobierno en todas sus implicaciones, pues requiere de la
participación de una gran cantidad de sectores, tanto públicos
como privados. La prevención verdadera implica el desarrollo de
políticas y programas que permitan una mayor distribución de la riqueza,
más adecuados programas de asistencia social, el fortalecimiento de la
educación en todos los niveles como una prioridad, oportunidad de
trabajo, en fin mejores oportunidades de vida en todos los sentidos y
para todos.

El tema de la prevención aparece claramente recomendado en las


Directrices de Riad (Directrices de Naciones Unidas para la
prevención de la delincuencia juvenil):

Artículo 5. Deberá reconocerse la necesidad y la


importancia de contar con políticas progresistas de
prevención de la delincuencia...Esas políticas y medidas
deberán comprender lo siguiente:

o Suministro de oportunidades, en particular educativas, para


tender las diversas necesidades de los jóvenes y servir de marco
de apoyo para velar por el desarrollo personal de todos los
jóvenes, en particular de aquellos que están latentemente en
peligro o en situación de riesgo social y necesitan un cuidado y
una protección especiales.
o Doctrinas y criterios especializados para la prevención de la
delincuencia, basados en las leyes, los procesos, las instituciones,
las instalaciones y una red de servicios, cuya finalidad sea reducir
los motivos, la necesidad y las oportunidades de comisión de las
infracciones o las condiciones que las propicien.
o Una intervención oficial cuya principal finalidad sea velar por el
interés general del joven y se inspire en la justicia y la equidad..."

"Artículo 9. Deberán formularse en todos los niveles del


gobierno planes generales de prevención que comprendan,
entre otras cosas, lo siguiente:...

o Políticas, estrategias y programas basados en estudios de


pronósticos que sean objeto de vigilancia permanente y evaluación
cuidadosa en el curso de su aplicación.
o Métodos para disminuir eficazmente las oportunidades de cometer
actos de delincuencia juvenil.
o Participación de la comunidad a través de una amplia serie de
servicios y programas.
o Estrecha cooperación interdisciplinaria entre los gobiernos
nacionales, estatales, provinciales y locales, con la participación
del sector privado, de ciudadanos representativos de la
comunidad interesada y de organismos laborales, de cuidado del
niño, de educación sanitaria, sociales, judiciales y de los servicios
de represión, en la adopción de medidas coordinadas para
prevenir la delincuencia juvenil y los delitos de los jóvenes.
o Participación de los jóvenes en las políticas y en los procesos de
prevención de la delincuencia juvenil, incluida la utilización de los
recursos comunitarios, y la aplicación de programas de autoayuda
juvenil y de indemnización y asistencia a la víctimas.
o Personal especializado en todos los niveles."

"Artículo 10. Deberá prestarse especial atención a las


políticas de prevención que favorezcan la socialización e
integración eficaces de todos los niños y jóvenes, en
particular por conducto de la familia, la comunidad, los
grupos de jóvenes que se encuentran en condiciones
similares, la escuela, la formación profesional y el medio
laboral, así como mediante la acción de organizaciones
voluntarias. Se deberá respetar debidamente el desarrollo
personal de los niños y jóvenes y aceptarlos, en pie de
igualdad, como copartícipes en los procesos de socialización
e integración."

b.-Minimizar el uso del sistema de justicia tradicional:

Otra de las importantes recomendaciones deducidas de los principales


instrumentos de Naciones Unidas es la necesidad de reducir al máximo
la utilización del sistema de justicia tradicional, con el objeto de resolver
los conflictos generados con la delincuencia juvenil, de manera que se
utilicen principalmente otras vías y medios para lograrlo, antes de que
intervenga el Juez.

Esta minimización del uso del sistema de justicia ordinaria tiene varias
implicaciones y puede obtenerse utilizando diferentes mecanismos y
alternativas.

b1.-Minimizar la intervención estatal

En primer término implica la necesidad de reducir la intervención de


todos los subsectores del sistema represivo del Estado, tales como la
policía, el Ministerio Público, los Jueces y el sistema penitenciario, así
como de otros sectores del Estado, dándole mayor intervención a otros
grupos de la vida social en la solución del conflicto y en la búsqueda de
alternativas viables, como la familia, la escuela, la comunidad, las
asociaciones, etc.

En parte lo señalan claramente las Reglas de Beijing (Reglas Mínimas


de N.U. para la administración de justicia de menores) al disponer:

"Artículo 1.3: ...al menor que tenga problemas con la ley, se


concederá la debida importancia a la adopción de medidas
concretas que permitan movilizar plenamente todos los
recursos disponibles, con inclusión de la familia, los
voluntarios y otros grupos de carácter comunitario, así como
las escuelas y otras instituciones de la comunidad."

"Artículo 11.1: "Se examinará la posibilidad, cuando


proceda, de ocuparse de los menores delincuentes sin
recurrir a las autoridades competentes, mencionadas en la
regla 14.1 infra, para que los juzguen oficialmente"

También los arts. 11.2 y 11.3 de ese mismo texto facultan a la propia
policía, al Ministerio Público y a otros organismos que se dediquen a estos
problemas, e incluso a la propia comunidad para que "fallen dichos
casos discrecionalmente"

En el mismo sentido podemos citar las Directrices de Riad (Directrices


de N.U. para la prevención de la Delincuencia Juvenil) al disponer:

"Artículo 2. Para tener éxito, la prevención de la


delincuencia juvenil requiere, por parte de toda la
sociedad, esfuerzos que tiendan a garantizar un desarrollo
armonioso de los adolescentes, que respete y promueva su
personalidad a partir de la primera infancia."

En el marco de estas ideas también se plantea la necesidad de reducir el


campo de acción del sistema de administración de justicia penal
(despenalización) y a su vez señalar en forma clara su campo de
competencia (racionalización). También en materia de menores es posible
plantear el problema de la "despenalización" entendida como una
reducción del campo de intervención del Estado en los conflictos penales.
Su propósito consiste en reservar al sistema de administración de justicia
los casos realmente relevantes, dejándole a los demás (escuela, hogar,
comunidad, lugar de trabajo, etc.) la tarea de resolver los conflictos
menores y de orientar al menor.

Desde ese punto de vista "despenalización" consistirá en materia de


menores en una adecuada racionalización del uso del sistema oficial.

b2.-Minimizar y hasta eliminar el uso de la prisión preventiva y el


encarcelamiento

Todos los textos de Naciones Unidas que citamos supra recomiendan la


necesidad de usar el encarcelamiento como una regla excepcionalísima
tratándose de menores de edad.

Las razones son obvias y se desprenden de las consideraciones que


hemos hecho antes sobre el encarcelamiento.
Las Reglas de N.U. para la protección de los menores privados de
libertad señalan:

"Artículo 17... En la medida de lo posible deberá evitarse y


limitarse a circunstancias excepcionales, la detención antes
de la celebración del juicio. En consecuencia, deberá hacerse
todo lo posible para aplicar medidas sustitutorias..."

Las Reglas mínimas de N.U. para la administración de justicia de


Menores (Reglas de Beijing) disponen:

"Artículo 13.1: Sólo se aplicará la prisión preventiva como


último recurso durante el plazo más breve posible"

"Artículo 13.2: Siempre que sea posible, se adoptarán


medidas sustitutorias de prisión preventiva, como la
supervisión estricta, la custodia permanente, la asignación a
una familia o el traslado a un hogar o institución educativa"

"Artículo 17.1.b: Las restricciones a la libertad personal


del menor se impondrán sólo tras cuidadoso estudio y se
reducirán al mínimo posible."

"Artículo 17.1.c: Sólo se impondrá la privación de libertad


personal en el caso de que el menor sea condenado por un
acto grave en el que concurra violencia contra otra persona..."

En similar sentido, las Reglas de N.U. para la protección de los


menores privados de libertad señalan:

"Artículo 1: El sistema de justicia de menores deberá


respetar los derechos y la seguridad de los menores y
fomentar su bienestar físico y mental. El encarcelamiento
debería usarse como último recurso."

Y también la Convención de los Derechos del Niño estatuye:

"Artículo 37.b) Ningún niño será privado de su libertad


ilegal o arbitrariamente. La detención, el encarcelamiento o la
prisión de un niño se llevará a cabo de conformidad con la
ley y se utilizará tan sólo como medida de último recurso y
durante el período más breve que proceda."

c.- Flexibilizar y diversificar la reacción penal:

El sistema penal de adultos instauró la rigidez como sinónimo de


garantía, para prevenirse de la arbitrariedad. De acuerdo con el principio
de legalidad no es posible imponer una sanción penal si ésta no se
encuentra prevista con anterioridad en la ley para el tipo de delito
realizado. En consecuencia, para cada hecho ya está predeterminada la
reacción penal correspondiente, y el juez sólo puede hacer algunos
ajustes para el caso concreto, sobre todo determinar el tiempo en que se
aplicará la medida entre los límites ya establecidos por el legislador.

El sistema de justicia de menores debe prevenirse también de la


arbitrariedad, y es necesario sobre todo exigir el cumplimiento del
principio de proporcionalidad, de manera que la "medida tutelar" que se
llegue a adoptar en el caso concreto guarde relación con el disvalor de la
conducta delictiva atribuida al menor, para que constituya un límite a la
intervención del Estado.

Sin embargo, no obstante lo anterior, dos de las características básicas


de la justicia de menores es que exista una amplia gama de respuestas
posibles frente al caso concreto, con el fin de escoger la más adecuada a
las necesidades del menor; y por otro, que esa medida sea flexible, se
pueda ajustar y acondicionar periódicamente a las circunstancias del
menor, según las condiciones, el avance y el progreso en el tratamiento o
en la ejecución de la medida.

Se trata de cumplir con el principio de "personalización de la medida


tutelar", según el cual la reacción debe ser proporcional a la gravedad del
caso (límite), pero al mismo tiempo adaptarse a las condiciones y
necesidades del menor.

Al mismo tiempo se requiere de la adopción de medidas alternativas de


solución de conflictos, así como medidas sustitutivas a las respuestas
tradicionales, con el fin de permitirle a los funcionarios estatales la
posibilidad de escoger, entre una gruesa gama de opciones, la medida
que mejor se adapte a las condiciones objetivas y subjetivas del caso.

Estas ideas surgen de las Reglas Mínimas de N.U. para la


Administración de Justicia de Menores (Reglas de Beijing), al
disponer:

"Artículo 6.1: Habida cuenta de las diversas necesidades


especiales de los menores, así como de la diversidad de
medidas disponibles, se facultará un margen suficiente para
el ejercicio de facultades discrecionales en las diferentes
etapas de los juicios y en los distintos niveles de la
administración de justicia de menores, incluidos los de
investigación, procesamiento, sentencia y de las medidas
complementarias de las decisiones"

"Artículo 18.1: Para mayor flexibilidad y para evitar en la


medida de lo posible confinamiento en establecimientos
penitenciarios, la autoridad competente podrá adoptar una
amplia diversidad de decisiones. Entre tales decisiones,
algunas de las cuales se pueden aplicar simultáneamente,
figuran las siguientes: a) Ordenes en materia de atención,
orientación y supervisión; b) Libertad vigilada; c) Ordenes de
prestación de servicios a la comunidad; d) Sanciones
económicas, indemnizaciones y devoluciones; e) Ordenes de
tratamiento intermedio y otras formas de tratamiento; f)
Ordenes de participar en sesiones de asesoramiento
colectivo y en actividades análogas; g) Ordenes relativas a
hogares de guarda, comunidades de vida u otros
establecimientos educativos; h) Otras órdenes pertinentes."

d.- Aplicar a los menores infractores todos los derechos previstos


para los adultos:

Exigir que a los menores se les reconozcan -al menos- los derechos y las
garantías previstas para los adultos, parece ser una verdad que no
requiere de justificación. Sin embargo es la práctica la que se encarga de
establecer esa necesidad, pues se discute y se avanza mucho sobre los
derechos de los acusados adultos, pero se niegan cuando se relacionan
con menores, con base en supuestas exigencias de rehabilitación.

Como muy bien se afirma, " 1) Tanto la tutela como el castigo reclaman
un sistema de garantías;.. 2) Como las garantías no son unitarias ni se
procede por simple acumulación, sino que se estructuran desde la
finalidad de protección y según el tipo de respuesta estatal, existirá una
estructuración diferente, ya no sólo si se trata de tutela o castigo, sino por
cada tipo de tutela y por cada tipo de castigo." (Binder, Alberto. Menor
infractor y proceso... ¿penal?: un modelo para armar. En "La niñez
y la adolescencia en conflicto con la ley penal", ed. Hombres de Maíz, San
Salvador, 1995, p. 95).

Sobre esos extremos Las reglas mínimas de N.U. para la


administración de justicia de menores (Reglas de Beijing),
disponen:

"Artículo 7.1: Se respetarán las garantías procesales


básicas en todas las etapas del proceso, como la presunción
de inocencia, el derecho a que se le notifiquen las
acusaciones, el derecho a no responder, el derecho al
asesoramiento, el derecho a la presencia de los padres o
tutores, el derecho a la confrontación con los testigos y a
interrogar a éstos y el derecho de apelación ante una
autoridad superior"

"Artículo 27.1: En principio, las Reglas Mínimas para el


tratamiento de los Reclusos y las recomendaciones conexas
serán aplicables en la medida pertinente al tratamiento de
los menores delincuentes en establecimientos penitenciarios,
inclusive los que estén en prisión preventiva."

En igual sentido pueden consultarse los artículos 12, 13, 14 y 18 de las


Reglas de las Naciones Unidas para la protección de los menores
privados de libertad.

En general, sobre los derechos de los niños y adolescentes véanse los


artículos que forman la Primera Parte de la Convención sobre los
derechos del niño (arts 1 a 41), y sobre sus derechos procesales, entre
otros, véanse los siguientes:

"Artículo 37: d) Todo niño privado de su libertad tendrá


derecho a un pronto acceso a la asistencia jurídica y otra
asistencia adecuada, así como derecho a impugnar la
legalidad de la privación de su libertad ante un tribunal u
otra autoridad competente, independiente e imparcial y a
una pronta decisión sobre dicha acción "

"Artículo 40: 2. b) Que todo niño del que se alegue que ha


infringido las leyes penales o a quien se acuse de haber
infringido esas leyes tenga, por lo menos, las siguientes
garantías:

1. A que se le presuma inocente mientras no se pruebe su


culpabilidad conforme a la ley.
2. A ser informado sin demora y directamente o, cuando sea
procedente por intermedio de sus padres o su representante legal,
de los cargos que pesan contra él..."
3. A que la causa sea dirimida sin demora por una autoridad u
órgano judicial competente,...."
4. A no ser obligado a prestar testimonio o a declararse culpable,..."

e.-Profesionalizar y especializar a la policía de menores:

Los sectores que buscan mayor eficiencia en los órganos encargados de


la represión penal debieran centrar más sus expectativas en la
profesionalización y la especialización de los policías encargados de la
delincuencia juvenil, al menos con mayor intensidad que aquella con la
cual propugnan medidas más represivas y severas.

En efecto, la eficiencia del sector policía no se logra con mayor


drasticidad y violencia, como algunos pretenden, sino en la posibilidad
de mejorar su situación en todos los niveles. Debe mejorarse el aspecto
técnico, para lograr una mayor efectividad y eficacia, en la medida en
que actúen profesionalmente, en cumplimiento del orden legal y
constitucional. Debe complementarse su preparación con conocimientos
de cívica, e informarlos mejor sobre los derechos de los ciudadanos. La
situación económica del policía debe mejorarse, pagando salarios
adecuados, con el fin de atraer personal mejor preparado y para darle
mayor estabilidad económica a la familia del policía. Debe crearse la
carrera policial, con cierto grado de permanencia, para evitar las
destituciones masivas y las contrataciones masivas generadas con cada
renovación de los órganos políticos del Estado, así como también para
mejorar la selección y el ingreso a la institución. Deben crearse
mecanismos permanentes de control y disciplina, para evitar los abusos,
o al menos ponerlos al descubierto y aplicar los correctivos.

Señalábamos que el abuso del poder policial es un problema muy grave,


pero más grave es aún el sistema que no reacciona frente a la existencia
de los abusos, que los disimula, los oculta, los protege o los ignora.
Ningún sistema se encuentra vacunado contra los abusos, pero éstos
deben ser puestos en evidencia, señalados al público, así como también
debe perseguirse a sus autores.

En materia de menores -como en ningún otro caso- se requiere de la


especialización. Agentes con capacidad y conocimiento para tratar a los
niños y niñas en riesgo social, a los infractores, a aquellos jóvenes
agresivos de las calles, con el fin de buscar adecuadas medidas para no
aumentar el conflicto ya provocado por la sola existencia de los menores.

Esa especialización la refiere directamente Las reglas mínimas de N.U.


para la administración de justicia de menores(Reglas de Beijing):

"Artículo 12.1: Para el mejor desempeño de sus funciones,


los agentes de policía que traten a menudo o de manera
exclusiva con menores o que se dediquen fundamentalmente
a la prevención de la delincuencia de menores, recibirán
instrucción y capacitación especial. En las grandes ciudades
habrá contingentes especiales de policía con esa finalidad."

Estas y muchas otras medidas se encuentran recomendadas en los


textos que venimos citando, en relación con la delincuencia juvenil, las
cuales sugieren respuestas más adecuadas, profesionales y con alguna
posibilidad de éxito. Para no equivocarnos, sobre todo adoptando
medidas dirigidas exclusivamente a la represión desproporcionada,
debemos mirar las experiencias pasadas y presentes de nuestros
vecinos, y también es necesario contar con mejor y mayor información
sobre los problemas que se han enfrentado.

5.- A MODO DE CONCLUSION: transformar el proceso judicial en un


instrumento mas eficiente para redefinir el conflicto.-

En consonancia con lo expuesto con anterioridad, es indispensable que el


proceso judicial relativo a los menores de edad constituya una verdadera
alternativa de solución. Que no sea parte de un problema, sino de una
solución, y que el objetivo esté centrado en buscar una alternativa viable
y aceptable para las partes en conflicto, más que en buscar la represión y
el castigo.

El proceso de menores tiene que comenzar por sincerarse. En muchas


ocasiones el lenguaje encubre y oculta la realidad: llamamos a los
menores infractores "niños o adolescentes en riesgo social", pero no
imputados de delito, ni acusados; a quienes les aplicamos "medidas" pero
no penas privativas de libertad; que todo su abordaje se realiza para
"protegerlos" y "tutelarlos", pero no para castigarlos; y que su minoridad
justifica adoptar respuestas excepcionales, sin proporcionarlas al hecho
del cual se le acusa, sino a su "situación social". Estos sistemas
procesales toman al menor como un objeto de protección, y no como un
verdadero sujeto de derechos, al extremo de que con ese lenguaje se han
ocultado serias violaciones a los derechos que debe tener cualquier ser
humano por el solo hecho de serlo.

El proceso debe desterrar ese


lenguaje, pues ha servido para no
reconocer que los menores tienen al
menos los mismos derechos de los
adultos cuando son acusados de
delito; lo cual ha llevado a que las
"medidas tutelares" sean peores que
las penas privativas de libertad,
porque frente a ellas no se tienen las
garantías previstas para los adultos,
en especial la proporcionalidad frente
al hecho, tipicidad, culpabilidad,
apelación, fundamentación,
transparencia, etc. En este esquema
se suele confundir flexibilidad con
arbitrariedad.

Ninguna utilidad práctica tiene la


represión. Con ella todos pierden: la
víctima, porque no se recupera de los derechos lesionados; el infractor,
porque ningún beneficio le aporta, ni implica una razón para cambiar su
comportamiento o actitud; la sociedad, porque se genera un nuevo
conflicto, algunas veces más violento que la propia infracción.

Nos queda una posibilidad: atenuar, disminuir o canalizar un conflicto


por otro de menor violencia, y a lo mejor intentar alguna solución de
reorientación, que permita reafirmar en el menor una actitud de mantener
un comportamiento menos agresivo, sin lesionar los derechos de los
demás, de mayor provecho para él y mayor tolerancia para con los otros.
En alguna medida estas ideas se desprenden de Las reglas mínimas
de N.U. para la administración de la justicia de menores (REGLAS
DE BEIJING), al disponer:

"Artículo 1.4: La justicia de menores se ha de concebir como un aparte


integrante del proceso de desarrollo nacional de cada país y deberá
administrarse en el marco general de justicia social para todos los
menores, de manera que contribuya a la protección de los jóvenes y al
mantenimiento del orden pacífico de la sociedad."

Como bien lo ha señalado el profesor Binder, debemos preguntarnos si


"¿tendrá el proceso de menores capacidad para dar respuesta a estos
movimientos de política criminal? Todavía no podemos saberlo. En primer
lugar, debe quedar claro que no podrá hacerlo si el proceso se estructura
sobre una base rígida y secuencial. La "flexibilidad" aparece como una
condición de adaptabilidad..... En segundo lugar, la idea "participativa"
aparece como una condición de certeza en las decisiones. Esta idea de
participación se expresa en la necesidad de recuperar a los sujetos
procesales reales (menor infractor y víctima) y facilitar la comunicación
procesal... En tercer lugar, el proceso debe clarificar, no oscurecer: lo que
sea castigo que se manifieste como castigo; lo que sea tutela que se
manifieste como tal... En cuarto lugar, el proceso debe facilitar la
estructuración de las garantías... En quinto lugar el proceso debe
fortalecer la reducción del castigo." (Binder, Alberto. Op. ult. cit., pp.
96-97).

El Sistema Penal, y en general la justicia ordinaria, se ha quedado al


margen para resolver los grandes problemas sociales que demandan los
ciudadanos y los actuales cambios estructurales. En América Latina
asistimos a una total perdida de confianza de la justicia penal y de la
justicia en general. Es nuestra obligación al menos intentar restablecer
ese costoso mecanismo que constituye el proceso para resolver nuestros
conflictos de una manera civilizada, pacífica, sin generar mayor violencia.
Sólo así podremos recuperar un poco esa confianza perdida.

6.- UN COMENTARIO FINAL: La Ley de Justicia Penal Juvenil de


Costa Rica, un ejemplo técnico y conservador.

Muy recientemente Costa Rica aprueba una nueva legislación penal


dirigida a los menores de dieciocho años de edad (Ley de Justicia Penal
Juvenil N° 7576 publicada en La Gaceta N° 82 del 30 de abril de 1996).

En principio podemos afirmar que el texto recoge los principales


postulados técnicos al establecer, finalmente, una serie de reglas y
garantías según las cuales rigen también para los menores de edad (de
doce a dieciocho años)todas las garantías previstas para el juzgamiento
de los adultos, y además las que les correspondan por su condición
especial de menores.

La nueva legislación señala en forma expresa que el juzgamiento de los


menores de edad se rige, entonces, por una serie de principios rectores
tales como el derecho a la igualdad y a no ser discriminados, el principio
de justicia especializada, el principio de legalidad, el principio de
lesividad, la presunción de inocencia, el derecho al debido proceso,
derecho a no declarar, el principio del non bis in idem, aplicación
retroactiva de la ley más favorable, derecho a la privacidad, principio de
confidencialidad, principio de inviolabilidad de la defensa, derecho de
defensa, principio de racionalidad y proporcionalidad, etc.

Estas garantías y principios son desarrollados en todo el articulado de la


ley, de manera que se destierran viejas prácticas como la que permitió
durante mucho tiempo la aplicación de "medidas cautelares" frente a
menores de edad que no habían delinquido, por el solo hecho de
encontrarse en "riesgo social".

Ahora, de acuerdo con los nuevos postulados, ninguna intervención podrá


tener la justicia juvenil si no se acredita que el menor ha realizado una
conducta que daña o pone en peligro un bien jurídico tutelado
penalmente.

Esa ley también obligó a crear fiscales del Ministerio Público


especializados y dedicados exclusivamente al ejercicio de la acción en la
justicia penal juvenil, así como también debieron crearse cuerpos de
defensores públicos para que atendieran a los menores acusados, que se
adscribirán a los tribunales especializados en menores de edad.-

En consecuencia, al separar muy bien la función jurisdiccional de aquella


que corresponde al Ministerio Público también se consolida un proceso
marcadamente acusatorio, con jueces dedicados en forma exclusiva a la
garantizar el respeto de los derechos fundamentales en la justicia de
menores.-

Podríamos continuar señalando las bondades técnicas de la nueva


legislación, porque en verdad las tiene tanto procesales como sustantivas
(véase en tal sentido TIFFER SOTOMAYOR, Carlos. Ley de Justicia
Penal Juvenil comentada y concordada. Ilanud, Unión Europea,
editorial Juritexto, San José, 1996); sin embargo debemos mencionar
lamentablemente que una vez que el proyecto había sido discutido y
presentado al parlamento, los diputados optaron por aumentar las penas
previstas para los menores, de tal manera que éstas ascienden hasta
diez años de prisión para las personas de doce a quince años de edad; y
hasta quince años de prisión para los sujetos de quince a dieciocho años
de edad, evidenciándose así un carácter esencialmente represivo en
comparación con las legislaciones latinoamericanas y europeas.

Esas penas desproporcionadas se decretaron principalmente


atendiéndose la opinión de los ciudadanos y de los medios de
comunicación, que claman por la adopción de las medidas que hemos
denominado tradicionales y conservadoras, en la creencia de que el
aumento y el endurecimiento de las penas tiene un efecto disuasivo muy
eficaz para frenar la ola de criminalidad juvenil, sobre todo los asaltos
callejeros y la creación de bandas o pandillas juveniles organizadas para
cometer delitos.

Desde luego que tanto los sectores técnicos y en especial la Corte


Suprema de Justicia, se habían pronunciado porque las penas previstas
en la legislación para los menores de edad no sobrepasaran en ningún
caso los diez años de prisión.- La recomendación y las consultas no
fueron atendidas.-

De nuevo un ejemplo más de una respuesta técnica acompañada de


criterios tradicionales y conservadores, lo que lamentablemente no
constituye un adecuado mecanismo para resolver el problema de la
criminalidad juvenil.-

NOTAS

1 Conferencia pronunciada en el "Taller para Directores e Instructores de las Academias


Policiales de Centroamérica", I.I.D.H. Academia de Policía de Panamá.- Publicada en
"Nueva Doctrina Penal", Buenos Aires, tomo B, segundo semestre de 1996.-

Tiempos de Ira Juvenil.


"Se expresan a través de la violencia".

Funcionarios de minoridad opinan sobre violencia juvenil y abuso


sexual en niños. Según Marta Pascual, titular del Consejo
Provincial del Menor, los jóvenes se expresan a través de la
violencia

"Hoy" consultó a funcionarios del área de minoridad con relación a dos


temáticas preocupantes: la violencia en los ámbitos juveniles y el
aumento de los casos de maltrato y abuso sexual de niños.

Según Marta Pascual, titular del Consejo Provincial del Menor, los
adolescentes se expresan a través de la violencia. "La violencia no es
patrimonio de las clases sociales bajas. Hoy, los adolescentes tienen
cortado el diálogo y la posibilidad de expresarse con los adultos, y lo
hacen a través de la violencia" indicó.

La funcionaria recordó hechos como la muerte de una joven en una fiesta


de egresados en Mar del Plata, la puñalada propinada por una
estudiante secundaria a un compañero en una choriceada, o la pelea del
fin de semana en una disco del Camino Centenario, de nuestra ciudad.

Rol trascendente.

En ese sentido, sostuvo que "los chicos vienen con mucha violencia contra
sí mismos y contra los demás. La escalada de violencia juvenil tiene que
ver con que las familias, la escuela y las instituciones barriales, que
fueron las transmisoras de valores, hoy están ausentes, no cumplen ese
rol trascendente".

Las causas de la
violencia de los
jóvenes, para
Pascual, se relaciona
con un modelo de
vida, de sociedad y
con una forma de
expresarse, que no
pasa por palabras,
gestos o
comunicación
interpersonal.

"Las instituciones que antes contenían a los jóvenes han desaparecido y


la única contención la dan los grupos de pertenencia, como las barras de
la esquina. Además, los chicos tienen otra escala de valores respecto de
la vida: no quieren ni les importa su vida y tampoco les importa la de los
demás", opinó.

El Estado.

Ante el aumento de los casos de violencia en los que participan jóvenes y


adolescentes, "el Estado puede cooperar con las instituciones
comunitarias. Este es un trabajo muy fuerte" indicó Marta Pascual, titular
del Consejo Provincial del Menor.

"No es cuestión de represión o poner más policías, sino que todo pasa por
la prevención y por otorgar espacios a los jóvenes donde puedan
canalizar en forma positiva sus valores, sus habilidades y condiciones
naturales" concluyó.

Los niños, víctimas sexuales.


La Argentina no permanece ajena al incremento de los casos de maltrato
y abuso sexual en que los protagonistas son niños. Lejos de eso, el país
ingresó al mercado de la pornografía infantil. Además, según Atilio
Alvarez, titular del Consejo Nacional del Menor y la Familia,
disminuyeron las edades en la prostitución infantil -a 12/14 años- y se
registra un aumento del abuso sexual intrafamiliar.

En diálogo con este medio, Alvarez aseguró que "en la base de la


pirámide del problema, se encuentra el abuso sexual intrafamiliar".

La cuestión principal, en abuso intrafamiliar, es la falta de denuncias.


"Son muy pocas. No se sabe qué porcentaje representan de la totalidad
del cuadro general. Hasta que no se logre en la comunidad una confianza
en que hay que denunciar, el abusador queda impune" refirió el
funcionario.

"Para evitar la impunidad, es necesario tomar medidas como


modificaciones legales y en el trato a la víctima" dijo Alvarez. La víctima
de abuso sexual "no debe ser investigada porque eso desalienta la
denuncia". En otro orden, la práctica del turismo sexual internacional, que
se vale de niñas y niños, también registró un fuerte incremento. Si bien la
Argentina no está señalada como una plaza importante, "hay que
cuidarse de esto" destacó el titular del Consejo Nacional del Menor y la
Familia.

NIÑOS QUE TRABAJAN.


Cada vez más, cada vez peor.
En Uruguay hay 12 mil niños de 12,13 y 14 años que integran un
ejército de mano de obra barata. Diferenciados de los llamados niños de
la calle, la inmensa mayoría trabaja "en negro", una estrategia de
supervivencia que los margina de la enseñanza y les amputa la
infancia. Competidores de hecho de los jóvenes desocupados de entre 20
y 24 años, expresan un fenómeno social nuevo: el trabajador infantil, la
otra cara de los éxitos de la macroeconomía.

Samuel Blixen

No hay estadísticas que registren la categoría laboral de esos gurises de


entre tres y doce años que te cuidan el auto, te limpian el parabrisas, te
venden una estampita de la virgen en el ómnibus al mediodía o una rosa
de plástico en un bar a medianoche. No existen como trabajadores, se
pierden en el anonimato de las grandes cifras sobre marginalidad,
infancia empobrecida, minoridad desamparada; y sin embargo, con su
mendicidad disfrazada le dan una mano al Estado, que prolija sus
cuentas reduciendo el gasto social.

Esos gurises se sienten trabajadores,


"venden bonos", y en todo caso
resuelven problemas muy concretos de
subsistencia. Es posible que los
horarios de trabajo sean elásticos y las
relaciones laborales se atenúen con los
lazos sanguíneos, pero cumplen cada
jornada con la noción del deber de un
adulto. En cierto sentido son adultos,
desgraciadamente, pero no hay estadística que mida su actividad en
tiempo y dinero. Como tampoco se registra la labor más productiva, parte
de una cadena industrial, de los pibes que recorren de madrugada la
ciudad, copilotos de un carrito, levantando basura que será clasificada
para el reciclado.

No hay estadísticas porque el concepto técnico de población


económicamente activa (PEA) toma como referencia la edad de 12 años,
ese umbral de la madurez anticipada que el Código del Niño admite para
casos excepcionales. De modo que el trabajo infantil informal en la
temprana edad queda sumergido en el fenómeno de la marginalidad y
opacado por otras realidades: la delincuencia, la drogadicción, la
disgregación del vínculo familiar.

Las estadísticas tampoco registran con rigor el trabajo del menor, la


incorporación al mercado de trabajo de la población de entre 12 y 17
años porque, en la práctica, hasta hace muy poco se consideraba que,
desde el punto de vista de la incidencia en la economía, esa fuerza
laboral era irrelevante.

El censo de 1996 y la Encuesta


Continua de Hogares han revelado, sin
embargo, que los niños uruguayos de
las franjas sociales más pobres (esas
franjas que exhiben índices del 55 por
ciento de abandono de la enseñanza)
han ingresado definitivamente como
factor significativo en la actividad
económica.

Puesto que la actividad laboral infantil


no es objeto, aún, de un estudio
específico, el relevamiento de la PEA y
los índices de ocupación y
desocupación se manejan con franjas
etarias que van de los 15 a los 24
años, un segmento que incluye a
menores y mayores. El mínimo de 15
años tiene que ver con la edad fijada
por las normas legales para autorizar el trabajo.

Sin embargo, al formular la pregunta "¿trabaja o ha trabajado en la


última semana?" los encuestadores del censo de 1996 han recolectado
cifras sorprendentes que cuestionan a otros dos organismos del Estado,
el Instituto Nacional del Menor (INAME) y el Banco de Previsión Social
(BPS).

En el censo, sobre una población total de 103.542 niños de 12 y 13 años,


un 5,5 por ciento admitió que trabaja, trabajó o busca trabajo. Para los
52.207 niños de 14 años, el porcentaje se eleva al 12 por ciento. Es decir
que existen 5.694 niños trabajadores de 12 y 13 años y 6.264 niños
trabajadores de 14 años; una mano de obra menor de 15 años que forma
un ejército asalariado de 12 mil niños.
Esa es la proyección a nivel nacional; hay casos extremos, como el de
Rivera, donde los niños trabajadores de 12 y 13 años llegan al 12 por
ciento, y los de 14 años al 18 por ciento. La estructura de las franjas
impide saber cuántos menores de 15 a 17 años han ingresado al
mercado de trabajo, un dato absolutamente indispensable porque
coincide con el tramo de mayor deserción estudiantil.

Especialistas vinculados con organizaciones sociales han comentado que


si surge del censo, en proporción, un estimado del 8,5 por ciento de la
población de 12 a 14 años en actividades laborales, ese porcentaje debe
triplicarse, como mínimo, para la franja de 15 a 17 años.

En algún lado fallan los mecanismos de control: el BPS tiene computados


4.666 cotizantes de 17 y menos años, entre los que se sumergen los
trabajadores de 12 a 14. La cifra del total de menores formalmente
inscriptos como trabajadores es tres veces menor que la cantidad de
niños de 12 a 14 años que admiten trabajar según el Instituto Nacional
de Estadística (INE).

La conclusión es obvia: una abrumadora mayoría de los trabajadores


infantiles está "en negro", lo que no quiere decir necesariamente que
integren el sector laboral informal. No cuentan, por supuesto, con la
autorización del INAME, pero esa irregularidad se extiende incluso a
muchos de los menores que están en planillas y aportan al BPS.

El trabajo infantil es, en opinión de asistentes sociales, una realidad


emergente de la infantilización de la pobreza. La estrategia de
supervivencia, tal como los especialistas califican la mendicidad
disfrazada, se extiende a menores obligados a vender su fuerza de
trabajo en condiciones de absoluta desprotección. Ernesto Murro,
integrante del directorio del BPS, encuentra una relación significativa
entre las cifras del censo y la reducción de la cobertura de Asignaciones
Familiares. Desde que las nuevas normas de seguridad social
introdujeron topes a los ingresos familiares para la cobertura del
beneficio, unos 100 mil niños dejaron de percibir la asignación. La
cuestión se agrava con el incremento de la desocupación: Murro afirma
que "en las familias de bajos ingresos, la eliminación de la Asignación
Familiar es un golpe significativo. Así, el niño es empujado a trabajar".

Si ni siquiera están identificados como trabajadores, menos conocidas


son las condiciones de trabajo a que están expuestos los menores. Según
funcionarios del INAME, las infracciones verificadas en algunas
empresas inspeccionadas sugieren que los empleadores violan las
normas establecidas en el Código del Niño respecto a extensión de la
jornada, trabajo insalubre, trabajo de riesgo y trabajo nocturno. La
inexistencia de una planilla de menor es la infracción más común
verificada en las inspecciones del presente año. Se contabilizaron,
además, once infracciones a las normas sobre trabajo de riesgo, cinco
sobre jornadas excesivas y seis sobre trabajo nocturno. Pero las
inspecciones no deben considerarse exhaustivas: existen sólo 13
inspectores para todo el país. La reciente creación del Departamento
Laboral del Adolescente en el INAME tiende a profundizar los controles,
priorizando el concepto de capacitación en el trabajo de los menores.

Puesto que la mayoría de los niños es contratada "en negro", es admisible


sospechar que los salarios son extremadamente bajos y que los menores
perciben remuneraciones inferiores a las de los adultos con igual tarea.
Para los 3.296 menores de 18 años que aportan a Industria y Comercio,
el promedio del salario es relativamente alto, 1.613 pesos por mes. Pero
la mayoría está "en negro"; en opinión de Enrique Saavedra, de Gurises
Unidos, cuando el adolescente se ve obligado a vender su fuerza trabajo
lo hace sin poner ninguna condición, tal lo que surge del contacto
cotidiano con niños y adolescentes en ese centro.

"Los menores son los que más padecen la falta de respeto a la seguridad
social", afirma Murro; Saavedra sostiene que las condiciones que debe
aceptar el menor lo inhabilitan para negociar su fuerza de trabajo cuando
ya es mayor. "Cuanto antes el adolescente ingresa al mercado de trabajo,
más precaria es su capacitación y más frágiles sus posibilidades de
defender sus derechos; hipoteca su futuro como trabajador", sostiene
Saavedra.

Más de un tercio de los trabajadores en el seguro de paro son menores de


29 años y la mayoría se acoge al beneficio por la causal de despido,
cuando hace tres años la principal causal era "suspensión". Los
desocupados invierten un promedio de ocho meses para obtener empleo y
el 58 por ciento de los que vuelven a trabajar no pone ninguna condición.
Con la advertencia de que no existen datos concretos, los consultados por
BRECHA coinciden en que la situación se agrava en tanto crece la oferta
de mano de obra de menores. El subregistro, la no declaración, la
subdeclaración, la reducción de las retribuciones y la ampliación de las
jornadas son factores que determinan las condiciones de trabajo de los
menores.

Si la doctrina sobre el trabajo infantil no exhibe una opinión unánime,


sino que refleja la contradicción entre quienes sostienen que el trabajo
dignifica y quienes afirman que la sociedad debe asegurar la normal
infancia y adolescencia, impidiendo que los niños trabajen; no debería
sorprender que exista dualidad de criterios en los organismos que se
encargan de vigilar el trabajo del menor.
Por la vía de excepciones, el INAME ha incrementado el otorgamiento de
autorizaciones para trabajar a niños de 12, 13 y 14 años. Existen algunos rubros
comerciales, como los de supermercados y empresas de venta de comida rápida, que
han generalizado la contratación de menores para tareas de cajeros y vendedores. En
algunos casos, la negociación de las condiciones de trabajo ha permitido asegurar una
compatibilidad entre el trabajo y la asistencia a clases. Pero en general las
remuneraciones por jornadas de seis horas son exiguas. El fenómeno se ha agravado
ya que, por la vía de convenios y pasantías, el Instituto Nacional de la Juventud (INJU)
ha admitido el trabajo de menores en jornadas de siete horas por un salario mínimo
nacional; a la vez, en estos casos, ni las empresas ni el INJU registra a los muchachos
en la seguridad social ni pagan sus aportes personales.

Muchos especialistas y asistentes sociales estiman que la tendencia a


incorporar menores al mercado de trabajo en esas condiciones afecta el
concepto de capacitación; "ahora se ve como una conquista el capacitar
niños para que sean cajeros de supermercados, como si esa capacitación
fuera el objetivo final", señalaron.

Con tal panorama, las condiciones de trabajo de los menores "en negro"
deben estimarse como deplorables. Los registros de accidentes son un
indicador de la manera en que, en los hechos, se violan todas las
normas: fracturas por caídas de caballo, accidentes de tránsito, explosión
de botellas y mutilaciones con máquinas y herramientas son las más
comunes. De los accidentes laborales de menores registrados en lo que
va del año, 32 ocurrieron en el Interior (cuatro de las víctimas eran
menores de 15 años) y 107 en Montevideo (uno de los accidentados tenía
14 años). En dos años se registraron 2.700 menores accidentados en el
trabajo. "Las máquinas industriales han sido concebidas para ser
operadas por adultos. Pero donde no entra la mano del mayor, sí entra la
de un menor", explicó gráficamente un funcionario del INAME.
Para ese funcionario es evidente que se está generalizando un nuevo
fenómeno: "Donde un adulto no acepta trabajar por determinada
cantidad de dinero y en determinadas condiciones, un menor sí lo hace".

Existen diferencias cualitativas, de todos modos, entre el panorama del


trabajo infantil que se viene generalizando en el país y las condiciones
extremas de explotación que se denunciaron meses atrás en obrajes de
forestación y empresas citrícolas, donde algunos niños estaban
sometidos a régimen de esclavitud. Pero lo alarmante es el proceso de
consolidación de una fuerza laboral infantil cuya característica es la de
ser mano de obra barata y sumisa, y que progresivamente va
sustituyendo al trabajador adulto en ciertas actividades. Es un fenómeno
nuevo, que expresa la polarización de la realidad económica y social.

Hay un ejército de 12 mil trabajadores de entre 12 y 14 años. ¿Cuáles


son las cifras reales del total de trabajadores menores de 18?

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