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u. • .•^v\* . \\t\fci>.*,'t.i,->-ui..-¿a
Héctor Ca\'ieres, Licenciado, Psicólogo y
Dr © en Psicología de la Universidad de
Chile. Profesor del área de psicología social.
Coordinador /Vcadémico y Profesor de la
carrera de Psicología de la Universidad
Católica Silva Henríc[uez.
Conzalo Miranda, Psicólogo y Magíster en
Psicología Clínica Pontificia Universidad
Católica. Profesor de las Universidades
)crto Hurtado y Católica Silva Henríquez.
udiante Programa de Doctorado en Salud
blica de la Facultad de Medicina de la
jiiversidad de Chile.
Antonio Stecher, Psicólogo y Magíster en
Filosofía, Universidad de Chile. Profesor
Asistente, Facultad de Psicología Unixersidad
Diego Portales. Investigador, Programa de
Estudios Psicosociales del IVabajo, Universidad
Diego Portales. Actualmente finaliza sus
Estudios de Doctorado en Psicología Social en
la Universidad Autónoma de Barcelona.
Rodrigo De La Fabián, Psicólogo, Doctor en
Psicopatología Fundamental y Psicoanálisis
Universidad Paris 7, Denis Diderot, Francia.
Director de Postgrado e Imestigación Facultad
de Psicología Universidad Diego Portales.
Docente de Pre y Postgrado Facultad de
Psicología UDR
Adriana Kaulino, Psicóloga clínica y licenciada
en Psicología. Magíster en Psicología
Social (UFRJ/BR). Doctor© en Psicología
Universidad de Chile. Docente y Decana de la
Facultad de Psicología de la Unix'crsidad Diego
Portales. Areas de trabajo: Epistemología,
Etica e Historia de la Psicología. Subjetividad
e Ideología.
Andrés Haye, Psicólogo Pontificia Universidad
Católica. Doctor en Psicología Social de la
Universit)'of Sheffield, Inglaterra. Investigador
y profesor asociado de la Escuela de Psicología
•de la Pontificia Universidad CatóHca de
•Chile.
índice
Introducción
Héctor Calieres Higuera
Apertura
Etica e Ideología: Nombres posibles para la Psicología
Gonzalo Miranda Hinart 1_3_
10
ciplina psicológica es en esencia una disciplina marcada por el
pluralismo, siendo este aspecto una cuestión que, entendiéndose
como medular, no es una deficiencia a superar. En este marco la
ética en psicología es también entonces una cuestión constituti-
\'amente plural siendo por tanto necesario retomar la pregunta
por las implicancias éücas de un saber psicológico.
Más allá de si son ciertos o no estos cargos, hay una cuota impor-
tante de injusticia en esta lectura, en tanto se desconoce el papel
de la psicología en el siglo XX como receptora de malestares a
los que no son sensibles las disciplinas hegemónicas (el caso más
claro lo tenemos en la relación psicología clínica y biomedicina)
y observadora privilegiada de lo que no funciona en las prácticas
que intervienen en lo social (por ejemplo, las brechas entre lo
que se enseña y lo que se aprende, o entre lo que se planifica y
lo que resulta).
16
Para entender mejor de qué vamos a hablar, es conveniente
hacer un poco de historia. Han visto en el programa que para
este coloquio tenemos planificadas dos mesas; la primera sobre
ideología y psicología. El término ideología nace en plena Re-
volución Francesa, y muy cerca de la noción de biología, para
designar al análisis de las sensaciones y las ideas. O sea, bien
pudo ser la rúbrica de nuestra disciplina, o algo parecido a una
ciencia cognitiva. Pero su destino quedó sellado por el uso que
diera Napoleón a la palabra ideólogo, que de manera despectiva
se refiere a alguien con escaso realismo y poco sentido político.
Una ideología pasa a ser entonces una doctrina más o menos pri-
\ada de x'alidez objetiva, que se sosdene en fiínción de los intere-
ses de un grupo particular. Ese es el uso que le da Marx, el gran
divulgador del término, mientras Engels no duda en calificar a
la ideología como una falsa conciencia. Por mucho tiempo, la
ideología se definía en oposición a una teoría científica; la ciencia
tendría una validez basada en la experiencia, mientras las ideo-
logías subsisten por su valor persuasivo y su efecto cohesivo en lo
social. Esto hasta que se instala la sospecha de que la ciencia y la
técnica también pueden ser utilizadas como ideologías.
19
viduo moderno no es más que la emoltura de la conciencia, un
sofisticado producto de un largo camino de consagración de la
interioridad y la unicidad como atributos determinantes del ser
humano. Pero el enigma es el mismo: cómo explicar aquello que
aparta al hombre del animal, la vida menlal-moral del hombre
y su aspiración a la trascendencia. Especialmente si ya no hay
Dios. Sabemos que la secularización y el rechazo de la sujeción
moral a la religión nos dejan una ética laica que es también es un
orden universal que remite a una naturaleza humana.
20
ciencias como actixidades sociales y constructivas, o que dejan
en cxidencia el desdoblamiento implícito a la tarea científica. Se
trata de interrogarse sobre el origen y fundamentos de nuestra
disciplina tal como se encuentra constituida hoy.
21
Primera parte:
Psicología e ideología
Lodisputadelaídeología^
Andrés Hoye
(Dedicado a Eduardo \ergara)
La ideología es el concepto más
elusivo de las ciencias sociales.'
25
una maquinación de los poderosos (Enciclopedismo). También
se discute si la ideología es convergente con la base social, como
cuando se propone que el proceso ideológico reproduce las re-
laciones de producción (Althusser), o si es divergente en cuanto
idea desprendida de lo real (Aron). No sólo se ha puesto enjuego,
a propósito del problema de la idealidad, la identidad o diferen-
cia entre la idea y lo que es, sino también la naturaleza cognos-
citiva de las ideas, como cuanto se las entiende en términos de
representación de lo real, enfatizando así el riesgo de distorsión
propio de toda idea (Bacon), en contraste con el concepto de idea
como creación que refracta lo real (\bloshino\'). En síntesis, la
disputa en torno a la noción de ideología gira en parte en torno
al tema de la pretensión de autonomía de las ideas con respecto
al orden social existente.^
Para una discusión de este aspecto puede re\isarse .-\doino, T.; 1969,. La ideo-
logía. En La sociedad. Lecciones de sociología i^p. 183-205). Buenos .Aires: Proteo.
Asimismo, \blosino\; \ ' N. (1929/1992). El marxismo y la jilosofla del Imguaje.
Madrid: Manza.
La polémica Habermas-Luhmann con respecto a la po.sibilidad de una tal
crídca de las ideologías es instructiva en este punto.
26
En tercer lugar, la subjetividad. Se discute si los sujetos pueden o
no resistir a la ideología predominante en su sociedad, y si ésta se
aplica por igual a todos los sujetos de tal sociedad. Si los sujetos
son formados por la ideología y si éstos la reciben pasivamente,
como si la ideología programara su subjeti\idad, o si se relacio-
nan con la ideología de manera flexible y estratégica, empleán-
dola para sus fines subjeti\'os, o si reaccionan activamente a ella.
En resumen, la disputa en torno a la noción de ideología gira
también, en parte, en torno al tema de la relación entre los suje-
tos y el orden social.*
** *
4 Para una problematización resumida pero aguda de este aspecto véase Ibáñez,
r. :2001;. Zoom a la ideología. En Municiones para disidentes (pp. 183 196). Bar-
celona: Gedisa.
27
gresismo racionalita de inicios de la modernidad, así como de
su posterior "superación" relativdsta. Más fundamentalmente, la
disputa de la ideología se entiende sobre el trasfondo de los cam-
bios sociales que generaron y desarrollaron la diferencia entre
producción y creación, entre la cosa y la idea. Esta diferenciación
presupone la operación sistemática y en expansión de estructuras
de poder que, de acuerdo con Adorno, mediadzan el poder y, en
este sentido, lo atenúan hasta volver problemática la sociedad.
Se abre con ello el problema de la pretensión de autonomía de
las ideas con respecto a la totalidad social, el de la opacidad de la
cultura, y el de la libertad de los sujetos.
** *
28
la disputa, o sea, de la noción de ideología, sino del objeto en
cuanto preevaluado por los otros. Es decir, los interlocutores en
la disputa de la ideología toman posición unos respecto de otros,
haciéndose toda clase de guiños y dirigiéndose las miradas más
se\-eras.
29
Cabe notar que la disputa de la ideología, en cuanto campo te-
mático, comporta la cualidad ideológica de cualquier tema o
asunto estructurante del discurso. Es decir, el carácter ideológico
de un campo temático se comprueba inmediatamente en que
condiciona el discurrir a las huellas, relieves y resonancias que la
historia de posicionamientos ha venido dejando en aquel campo,
al mismo tiempo que pro\'oca el discurrir, imita a la generación
de siempre nuevos posicionamientos frente a tales huellas y reso-
nancias. En esto se diferencia primeramente la palabra ideológi-
ca de la palabra como mera forma lingüística.
30
pone un mundo de perspectivas contradictorio en que la verdad
se ha \uelto un problema frente al que sólo cabe tomar partido
por cierta propuesta de sociedad, por infundada que sea.
31
Poéticas del sujeto en el Chile
actual: Lecturas sobre los cambios
sociolaborales, culturales e ídentitaríos
en el nuevo capitalismo
Antonio Stecher
Introducción
35
El interés del presente ensayo es reflexionar sobre las formas sub-
jetivas e idendtarias que emergen en Chile en el marco de este
proceso de reconfiguración societal. Más específicamente, el pro-
pósito de este artículo es describir, ilustrar y discutir críticamente
dos modelos de identidad (poéticas del sujeto) que han ido cris-
talizando y voKdéndose hegemónicas en el Chile postdictadura,
relevando, a su vez, las conexiones entre dichos modelos y los
discursos del nue\o capitalismo. Esperamos, por último, que la
argumentación presentada sir\'a para ilustrar la importancia del
concepto de ideología en una reflexión crítica sobre los modelos
de identidad hegemónicos en nuestra sociedad.
36
los sujetos van configurando sus narrativas identitarias (Larraín,
2005; Portocarrero, 2001; Taylor, 1996). Estas narrativas, que se
construyen siempre como relatos para sí y para los otros en con-
textos interaccionales específicos, pueden ser entendidas como
apropiaciones personales y síntesis singulares de los mandatos y
modelos sociales dominantes (Melucci, 2001). Estudiar las poéti-
cas del sujeto, así como el modo en que éstas son movilizadas, ac-
tualizadas, resignificadas y resistidas en los procesos de construc-
ción idendtaria, constituye un camino posible para explorar la(s)
subjetividad(es) en el Chile actual. Esto es, el parücular entrama-
do - histórica y culturalmente situado, biográficamente inscri-
to y corporalmente encarnado - de percepciones, sentimientos,
anhelos, memorias, malestares, sensibilidades y representaciones
que orientan y animan la acción de una persona en el mundo y
que implican una particular perspectiva y posición desde la cual
se experimenta y significa la realidad (Guell, 2001; Ortner, 2005;
^Villiams, 1977)
37
Teniendo en mente estas consideraciones de orden más concep-
tual, en lo que sigue de este ensayo buscaremos describir y dis-
cutir críticamente dos poéticas del sujeto que se han ido consoli-
dando con particular fuerza en la sociedad chilena a partir de los
años 90, y que muestran profundas afinidades con los discursos
y valores del nuevo capitalismo. Se trata de un ejercicio reflexi-
\'o basado en un conjunto de investigaciones empíricas sobre los
cambios del mundo del trabajo en Chile, así como en diversos
análisis de índole más teórico y general sobre los procesos iden-
titarios en el mundo contemporáneo. Más que respuestas con-
cluyentes nuestro interés es abrir interrogantes, sugerir posibles
lecturas y explorar, en el diálogo con otros, la fecundidad y los
límites de las herramientas analíticas y las estrategias argumenta-
tivas que acá proponemos.
38
por el triunfo y el éxito, o en la que deben esforzarse por superar
desafios personales de tal modo de avanzar en el camino de la
autorrealización y la autenticidad^
39
\iáa de los sujetos (Moulian, 1998). ^^1 igual que en las maratones
promovidas por las grandes marcas, el salir adelante depende
únicamente de la velocidad con que cada uno corre y del ser más
rápido que los otros competidores.
40
laborales e incluso afectivas que debemos recorrer, los posibles
resultados del mérito y el esfuerzo individual están fuertemente
condicionados por variables de estructuración social (clase, etnia,
generación, género) que anteceden a los individuos y que abren
y cierran, en forma absolutamente desigual, posibilidades de de-
sarrollo y bienestar. Como hemos observado en investigaciones
con trabajadores de diferentes grupos ocupacionales, los actuales
procesos de individualización en la sociedad chilena tienen im-
plicancias muy distintas según los recursos con que cuenten los
actores (Díaz, Godoy Stecher, 2005). Para una élite de sujetos
incluidos y protegidos en diversas redes laborales, de consumo,
familiares, de servicios públicos, etc. la individualización es expe-
rimentada como una oportunidad, como una ampliación de la
libertad personal que llega con el alentador mensaje de "haz de
tu vida lo que quieras". Para otro grupo de sujetos, excluidos de
esas mismas redes y sin acceso a formas de protección desde el
Estado o el mercado, la individualización es vivida muchas veces
como precariedad, abandono, desafiliación, como una amena-
za que llega con el desolador mensaje de "estas solo, arréglatela
como puedas" (Castel, 2004; Robles, 2005).
41
en las distintas pruebas recorridas, de no aceptar el desafío de
superación y autorrealización que la sociedad nos plantea a to-
dos por igual, ¿por qué habríamos de preocuparnos y ocuparnos
colectivamente de ellos?.
En este modelo, la \ida podría ser pensada como una gran pis-
ta donde distintos sujetos buscan explorar individualmente sus
propios límites y configurar la propia identidad a la luz de los
anhelos más íntimos. Lo que en esta poética se cristaliza es el
mandato de la búsqueda de la propia vocación, de la autorreali-
zación singular y privada que nos ofrecería como un derecho y
un deber el mundo contemporáneo. Ser un indi\iduo legítimo
y valioso es comprometerse en una búsqueda incesante de au-
tenticidad, expresi\idad, liberación de las presiones externas y
las imposiciones de los otros. Una aventura de autoexploracion
que supone escuchar y cultix'ar nuestra voz interior dejando atrás
aquellos elementos que, desde dentro o fuera de nosotros, nos
condicionan, limitan y restringen.
42
ro, 2001). Podemos com'ersar con otros, apoyarnos mutuamente,
solidarizar con sus esfuerzos, incluso acompañarnos y nutrirnos
mutuamente en el marco de los vínculos de amor, afecto y fami-
liaridad que hemos construido, pero eso no debe hacernos olvi-
dar que cada uno debe correr individualmente esta carrera de
la autorrealización, y que cada uno puede ganar esa carrera si
es capaz de vencer sus propios límites, sus personales flaquezas
y debilidades que no le permiten encontrar y expresar su verdad
interior, única v singular.
43
nizan, en las tramas seductoras del consumo y el espectáculo, a
las subjetividades tardomodernas.
44
rácter antagónico, ambos modelos de identidad, tal como circu-
lan y se encarnan hoy en día en distintas producciones simbólicas
y marcos institucionales, se hermanan en la configuración de un
imaginario profundamente individualista y mercantilizado que
reduce la vida social a una carrera incesante entre entes aisla-
dos, ansiosos por demostrar(se) su éxito y profunda autenticidad
amparados en los códigos y la estética del consumo. Los kioscos
que en los aeropuertos ofrecen a los miles de turistas, migrantes y
hombres de negocio un escaparate lleno de manuales de manage-
ment para emprender exitosamente nuevos negocios, y otro lleno
de libros de autoayuda para cultivar una renovada espirituali-
dad, son una imagen precisa de estos discursos hegemónicos cjue
contribuyen a modelar las subjetividades contemporáneas.
45
Chiapello, 2002; Sennett, 2000; Steelier, Godoy y Díaz, 2005).
Investigaciones realizadas los últimos años con grandes empresas
y sus trabajadores en Santiago de Chile (Díaz, Godoy y Stecher,
2005) muestran una fuerte individualización de las representa-
ciones del trabajo, una heterogeneidad de los espacios laborales,
el debilitamiento de las identidades de clase y de la cultura obre-
ra, y una significativa apropiación por parte de los trabajadores
de los discursos de gestión empresarial del nuevo management -en
particular en los sujetos más jóvenes, con cargos de jefatura o
gerencia, o insertos en el sector comercio-. Estos discursos apelan
a la apertura, la elasdcidad, la agilidad, la innovación, la flexibili-
dad, el desarrollo tecnológico, la compedd\idad, la adaptación al
cambio y la incerüdumbre, la (auto)mon\ación en base a nuevos
desaños, la innovación, la inteligencia emocional, la eficiencia,
la compedtividad, el desarrollo y autorrealización personal, al
referirse, no sólo a las transformaciones en las formas de orga-
nización de la producción y en las relaciones laborales, sino, y
esto es lo importante, al intentar dar cuenta del nue\o ideal de
"sujeto trabajador" requerido por la nueva fase global del capital
(Adkins & Lury, 1999; Díaz, Godoy y Stecher, 2005; Du Gay,
2003). La empresa flexible y la nueva cultura del capitalismo han
desarrollado un laborioso trabajo de desmontaje de anteriores
formas de subjetividad laboral, procurando, a tra\'és de variados
mecanismos de control (coercitivo pero sobre todo normadvo),
instituir nuevas formas de idenddad laboral que encarnen dicho
ideal (BatdsUni, 2004). Así, la reconfiguración de los contextos y
experiencias laborales ocurridas en las úldmas décadas ha impli-
cado el desphegue de un conjunto de (nuevas) prácucas, técnicas,
estrategias, autoridades y discursos que, dicho foucultianamente,
instalan nuevas formas de gobierno y subjeüvación de los traba-
jadores, instalando una nueva étíca del trabajo que define lo que
supone ser un buen empleado y que modela al trabajador como
sujeto moral comprometido libremente con ciertas virtudes, pro-
pias y funcionales al nuevo escenario laboral (Abal, 2004; Chan
& Garrick, 2002; Montes, 2005; Rose, 2003)
Ese nuevo ideal del trabajador flexible, esa nueva ética del tra-
bajo, esas nuevas formas de subjetivación laboral que relevan las
invesügaciones para el caso de Chile, tienen importantes simi-
46
litudes con las dos poéticas del sujeto que hemos analizado. Se
trata de un trabajador crecientemente individualizado, competi-
ti\'0, emprendedor, autoregulado, independiente, capaz de adap-
tarse a horarios, salarios y contratos flexibles; al mismo tiempo
que compromeddo intensamente con la búsqueda del éxito en
una carrera laboral donde los otros son vistos como amenazas o
aliados estratégicos y donde la lealtad principal es con el propio
proyecto de autorrealización personal y desarrollo profesional.
47
gundo lugar, las relaciones de dominación pueden ser sostenidas
a través de la movilización de sentidos qwt fragmentan y dividen a
los sujetos, impidiendo formas de identificación y acción colec-
tiva que cuestionen las formas de dominación. Para el caso de
las poéticas analizadas es claro el modo como éstas contribuyen
a generar una fuerte atomización e individualismo en la arena
social. El mandato de que cada quien debe buscar por si mismo
su camino, en una carrera que supone una competencia constan-
te contra otros, obviamente dificulta la configuración de alian-
zas, sentidos de pertenencia y proyectos políticos que desafien
las relaciones de poder imperantes. En tercer lugar, las formas
simbólicas hegemónicas pueden servir a los grupos dominantes
a trav^és de naturalizar las relaciones de dominación, presentando
como inevitables, a-históricas y naturales las relaciones de poder
de un parücular momento histórico. En el caso de las poéficas
presentadas, y como \o señalamos explícitamente arriba, es cla-
ro el modo en que ambas contribuyen al imaginario de que el
nuevo orden económico global es un proceso inevitable, que no
depende de los actores sociales y al cual sólo queda adaptarse
para poder sobrevivir. La matriz neoliberal de desarrollo, la cul-
tura y el sujeto empresarial, más que como un proyecto políti-
co particular es vista así como la única respuesta posible ante la
esencial e inmodificable naturaleza del mundo contemporáneo:
un mundo incierto, desbocado, competitivo, amenazante, en que
el único camino para sobrevivir es reinventarse, flexibilizarse,
transformarse en un empresario de uno mismo y buscar el éxito
individualmente.
48
una élite política y una ciudadanía desprovista de poder, somos
una comunidad política en que todos sus individuos estamos lu-
chando en condiciones de igualdad por superarnos, progresar y
autorrealizarnos (Eagleton, 1997).
49
Sin embargo, y este es el foco de esta cuarta puntualización, el
reconocimiento del carácter ideológico de estos modelos de iden-
tidad prevalecientes no debería llevarnos a una condena de la
individualidad como fuente de todos nuestros males, ni a reducir
la complejidad y ambivalencia de los procesos de autoafirmación
y despliegue de la subjetividad individual en el horizonte de la
modernidad. Estos han implicado -y eso es lo propio de la condi-
ción moderna y los procesos de modernización- combinaciones
variables e inestables de libertad y sujeción (Wagner, 1997). Más
allá de sus actuales deriv'as y versiones individualistas, empresa-
riales y narcisistas, el horizonte emancipatorio de la moderni-
dad supone la aspiración de construir sociedades democráticas
e individuos autónomos capaces de autodeterminarse y modelar
sus propias vidas. Pensamos que en el horizonte de la actual fase
de la modernidad, una de las tareas del pensamiento crítico es,
justamente, contribuir a modelar imaginarios alternativos de la
individualidad, capaces de recuperar el potencial crítico de las
nociones de autonomía y autorreahzaáón y de debiJiíar h he-
gemonía discursiva que las industrias mediáticas y el capitalismo
flexible han construido sobre lo que significa ser un individuo o
un trabajador exitoso, autónomo y realizado. En ese desafío, una
psicología de orientación cridca debería jugar un rol central, des-
tacando aspectos tales como: que no hay autonomía individual
sino al amparo de imaginarios colectivos y formas institucionales
que habilitan la autodeterminación democrática; que no podre-
mos proteger la pluralidad de formas de ser y vivir que nos ha
legado la modernidad sino cultivamos aquellos dempos y espa-
cios de encuentro no mercantílizados donde los sujetos forjan, a
través de la palabra y sus acciones, lazos de confianza y coope-
ración en torno a proyectos compartidos (Guell, 2001; Lechner,
2002); que no hay fidelidad a uno mismo, a aquel espacio de
interioridad singular y privado, que no se construya y sostenga
en los entramados intersubjeüvos y dialógicos en que se confi-
gura toda identidad (Taylor, 1997); que no hay libertad posible
sino en eí reconocimiento y eí trabajo reflexivo sobre ías deter-
minaciones sociohistóricas, las dependencias intersubjetivas y los
diversos límites que nos consdtuyen como agentes siempre suje-
tados, frágiles y divididos (Stecher, 2004); que no hay autonomía
50
sustentable sino se garantizan condiciones mínimas de igualdad
social entre los miembros de una sociedad. La visibilización y
actualización de estos núcleos de sentido son cruciales en la tarea
de impulsar, hoy en día, un imaginario y práctica de la indixi-
dualidad que encarne y expanda los principios ético-políticos de
autonomía, igualdad y democracia que dan forma al proyecto
crítico y emancipatorio de la modernidad.
Para finalizar
Los argumentos presentados son una imitación a seguir desa-
rrollando imestigaciones psicosociales sobre los procesos de
construcción identitaria en la actual sociedad chilena. Dentro
de nuestra disciplina estas imestigaciones deberían atender al
modo en que las prácticas discursivas de los saberes psicológicos
han contribuido a la cristalización del modelo del "indi\'idua-
lismo competiti\'o" y el de la "autorrealización narcisista". En
esta amplía tarea, el análisis de los procesos ideológicos resulta
fundamental para proponer lecturas críticas que contribuyan a
visibilizar las relaciones de dominación y a imaginar y concretar
nue\'as y más democráticas formas de organizar la vida social. Es
posible y necesario como propone Thompson (1984, 1988, 1990)
recuperar el específico potencial crítico de la noción de ideología,
sin que eso implique necesariamente afirmar la determinación
estructural de la cultura por la economía, o reducir las relaciones
de dominación al antagonismo de la relación capital-trabajo, o
desatender al acti\'0 proceso de interpretación y resignificación
que llevan a cabo los sujetos sobre los productos simbólicos'', o
reintroducir una oposición entre la falsa ideología y la verdadera
ciencia' (Chiapello, 2003).
52
do- de dichas poéticas del sujeto, la forma en que su hegemonía
expresa y sostiene las relaciones de dominación, las rjue a su \'ez
son el resultado contingente y parcialmente estabihzado de la
historia de luchas sociales dentro de la sociedad. Dicho en otros
términos, es fundamental no dejarse seducir por la aparente uni-
dad, uni\-ocidad y dominancia de dichas poéticas del sujeto en
ciertas producciones simbólicas, cayendo en el error de equipar
la descripción genérica y abstracta de las mismas con una com-
prensión acabada de las subjeti\idades (múltiples, conflictuales,
di\ersas. constituidas v constituyentes) en el Chile actual.
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Rose, N. (1996). Inventing Our Selves: Psychology, Power and Personhood. New
York: Cambridge Uni\-ersity Press.
56
el mundo contemporáneo. Lima: Red para el desarrollo de las Cien-
cias Sociales en el Perú.
57
Ideología y subjetividad en el marco
de la Modernidad tardía
Níklas Bornhauser
L a mera mención del término "ideología" hoy en día e\'oca
un sentimiento nostálgico, melancólico, anacrónico, impro-
pio de estos dempos, caracterizados por la disolución de las sus-
tancias, la ligereza conceptual y la transitoriedad y arbitrariedad
-en el sentido de su intercambiabilidad ilimitada- de las forma-
ciones teóricas. En consecuencia, la alusión a este concepto po-
dría parecer un gesto arcaico, \'etusto, alusi\o a un momento y
un estilo del pensar remoto y caído en el olvido.
61
La caída en descrédito del concepto de ideología -y de las tor-
maciones teóricas asociadas, en las cuales esta noción juega un
papel preponderante-, al menos a lo largo de la última década
coincide, paradójicamente, con el (re)surgimiento de una serie de
movimientos, por un lado, heterogéneos y disímiles, pero, por el
otro, lo suficientemente parecidos en cuanto a su forma o modo
como para constatar que clásicamente habrían sido designados
como ideológicos. Esta situación, portadora de la estructura de
una contradicción o de un contrasentido, arroja la siguiente pre-
gunta: A qué se debe que en el mundo contemporáneo, ator-
mentado por conflictos que cabe denominar como ideológicos,
la noción misma de ideología se haya e\"aporado, aparentemente
sin dejar huella alguna en los escritos postmodernos y postestruc-
turalistas?
62
buir a formular una respuesta a la pregunta inicialmente plan-
teada, centrándose, en particular, en el plexo de relaciones entre
el (desuso del) concepto de ideología y la concepción actual de
sujeto.
10 Para una problematización del giro lingüístico remítase a Rorty, R.: The Lin-
guistic Turn. Essays in Philosophical Method. Chicago: L'ni\'crsit\- of Chicago,
1967; Wittgenstein, L.: Investigacionesfilosóficas.Barcelona: Crítica, 1988; Ga-
damer, H. G.: Mrdad v método. Salamanca: Sigúeme, 1996 y Lafont, C : Sprache
und W'eltcrschliessung ^ur linguistischen Wende der Hermeneutik Heideggers. Frankfurt
a. M.: Suhrkamp, 1994.
11 No se puede insistir lo insuficientemente en la absoluta imposibilidad de de-
finir, de manera tajante \ definiti\a, el concepto de ideología. Esta expresión
ha sido asociada a un amplio y contradictorio abanico de significaciones, las
cuales establecen, entre .sí, todo tipo de relaciones. Predomina, por sobre la
imi\ocidad posible de una e\entual definición, la proliferación de significa-
dos dispersos, heterogéneos )• múltiples, lo que obliga a concebir el vocablo
ideología como im punto sobredeterminado, tejido con diferentes filamentos
discursix'os, conformado, a modo de un nudo, por historias dispares y diferen-
tes. Sin embargo, si es posible distinguir ciertas formulaciones y usos, ligados
a tendencias o momentos del pensar, cuva especificidad y particularidad les
ot;organ un carácter singular e inconfundible a cada una de ellas, establecién-
dose, de este modo, un entramado de relaciones de diferencias en el cual uno
puede situarse con cierta precisión.
63
ferencia el texto "Nietzsche, Freud, Marx", escrito por Michel
Foucault, presentado en el marco del 8° "Colloque de Royau-
mont" dedicado a Friedrich Wilhelm Nietzsche, que fue realiza-
do en París durante el mes de julio de 1964.
64
Foucault, en el ensayo en cuesdón, plantea asimismo que la in-
terpretación, lejos de apuntar a una interpretación definitiva y
concluyente, es, de lo contrario, una tarea infinita, inagotable,
interminable, pues, en estricto rigor, como se apresura inmedia-
tamente de esclarecer, no hay nada que interpretar Lo anterior
implica, a su vez, que no existe nada absolutamente primordial u
originario, anterior, primario o primero a lo cual se aplicaría, en
un segrmdo momento, la interpretación, sino que, de lo contra-
rio, todo es ya -desde y para siempre- interpretación. En con-
secuencia, por un lado, no es que la interpretación se aplique a
una materia prima, compuesta por el conjunto crudo y bruto de
las cosas en su estado natural, sino que la interpretación ya opera
sobre una interpretación precedente, y por el otro, la interpreta-
ción, por muy sofisticada y perspicaz que sea, nunca desemboca
en una interpretación concluyente y final.
65
En estrecha relación con lo anterior, lo que ha sido experimen-
tado como la disolución del sentido - al menos en su acepción
como sentido único, exclusi\'o y singular -, ha tenido sus reper-
cusiones sobre la manera de pensar el problema de la ideología.
Concretamente, mientras que durante la llamada fase "clásica"
del sistema, las apelaciones retóricas, morales y normativas a de-
terminados valores, fijos e inamovibles, desempeñaron un papel
central al interior de la estrategia de convencimiento/justifica-
ción, actualmente esta referencia argumentativa ha sido susti-
tuida por formas de gestión que son principalmente de tipo es-
tratégica o tecnocrática. En otras palabras, puede decirse que el
capitalismo tardío, a diferencia de sus precursores, actúa "por si
solo", sin necesidad de recurrir a justificación discursiva alguna.
La sociedad capitalista contemporánea ya no se preocupa de si
sus respectivos sujetos-soportes creen o no en ella, ya que lo que
la mantiene unida y asegura su reproducción no es la conciencia
o la ideología en su sentido más convencional, sino que sus pro-
pias operaciones sistémicas complejas.
66
El consumismo prescinde del problema de la significación, el que,
para éste, constituye, más bien, un obstáculo o una barrera a ser
sorteada, para envolver e involucrar al sujeto de manera libidinal
y prerreílexí\-a a ni\el de su repertorio de respuestas \iscerales
reflejas. En la medida en que el funcionamiento del capitalismo
tardío apela al deseo inconsciente en lugar de la conciencia re-
flexiva, su sustento está constituido no tanto por el sentido, sino
que por la falta - de él.
67
que tendría un acceso favorecido o aventajado a la verdad, sino
que, incluso, en la medida en que toda ciencia es ciencia de una
ideología a la que critica y explica, están entrelazadas recíproca
e inexorablemente en un movimiento dialécüco comprometido
en el desvelamiento de la verdad.
69
e inexorablemente tanto a los sistemas de poder, que la producen
y mantienen, como a los efectos de poder que ella induce.
70
ideología a un dominio abstracto y etéreo, ajeno a las prácticas de
liberación, sería un obstáculo y un impedimento al momento de
formular una teoría emancipatoria de la sociedad que cuente con
la idea de ideología entre sus conceptos fundamentales.
71
pero, si el capitalismo avanzado, tal como se desprende de la
argumentación precedente, convierte al ser humano - o devela
que siempre lo ha sido- en un manojo de funciones fisiológicas,
dispuestas a ser gatilladas ante el menor estímulo'^, para decir-
lo en términos cuandtativos, no hay suficiente subjetividad para
que la ideología «eche raíces» y se sujete a ella.
72
sancio, implica la diferencia entre la realidad social, los propios
presupuestos y las condiciones efectivas, por un lado, y la repre-
sentación distorsionada, el falso reconocimiento, la conciencia
deformada y desfigurada, por el otro. La respuesta o solución,
inmediatamente generada por los primeros teóricos de la ideo-
logía, es consabida: llevar la conciencia ideológica ingenua has-
ta un punto en el que pueda reconocer sus propias condiciones
efecti\'as.
73
a la realidad fáctica y de salir de su adormecimiento ideológico.
Peter Sloterdijk, en Rntik der zynischen Vernunft, propone pensar a
un sujeto cínico, que sería aquel que sabe de la disünción entre
la máscara ideológica y la realidad social, que es conciente de
la brecha que las separa y de la inautendcidad de su existencia,
pero, pese a ello, insiste en la máscara, el disfraz y el velo. En ese
sentido, la célebre frase de Marx, aplicada a la realidad del sujeto
cínico, habría que ser reformulada de la siguiente manera: "Ellos
saben muy bien lo que hacen, pero aún así lo hacen."
A nivel coddiano, los sujetos saben muy bien que son las relacio-
nes entre las personas las que determinan y se materializan en las
relaciones entre las cosas. El problema, que no es un problema
cognoscitivo, ni que se resueKa - al menos únicamente - a nivel
de la conciencia, consiste en que los sujetos, en su práctica social,
en lo que hacen, actúan como si el dinero, en su realidad mate-
rial, fuera la encarnación inmediata de la riqueza en cuanto tal.
Por decilio de manera abre\iada, son fedchistas en la práctica,
no en la teoría.
74
contemporánea, es solo una manera - entre varias - para cegar-
se al poder estructurante de la fantasía ideológica, debido a que
por más que el sujeto cínico no se tome las cosas en serio, aún
cuando mantenga una distancia cínica - que no debe ser confun-
dirse con la distancia crítica -, aún así lo hace.
Referencias Bibliográficas
Bachelard, G.: Lafilosofíadel no. Buenos Aires: Editorial Amorrortu,
1973.
75
Castro, E.: El vocabulario de Michel Foucault. Buenos Aires: Editorial Uni-
versidad Naciona\ de Qui\mes, 2004.
Ruhs, A.: "Die Untiefcn der Seele", Der Vorhang des Parrhasios. Wien:
Sonderzahl, 2003.
76
Segunda parte:
Psicologia y Ética
Compromiso Social y Pluralismo:
Claves éticas de la psicología moderna
Introducción
79
pluralista de la psicología. Proyecto que sentara las condiciones
de posibilidad para la asunción de una identidad plural que, lejos
de representar una deficiencia a ser superada, ha sido la expre-
sión de los insoslayables compromisos de la psicología con los
contextos socio-históricos.
81
no debería solicitar la intervención del Estado para regular las
relaciones sociales. Es el yo autorregulado el que controla y con-
duce a los sujetos a una convivencia pacífica en la que se respetan
el derecho a la libertad de cada uno.
82
hay un énfasis en la singularidad subjeti\'a y, consecuentemente,
en la di\'ersidad de los proyectos de \ida indixiduales. Sin em-
bargo, este énfasis comi\-e con la tendencia a la valoración de
figuras carismáticas capaces de orientar el desarrollo espiritual.
Coexisten, por tanto, un ideal libertario con la exaltación de una
cierta jerarquía ordenada según los ni\eles de logro de desarrollo
espiritual.
83
Otras afinidades étícas se muestran entre el psicoanálisis ñ"eu-
diano y los ideales románticos y liberales, z^lgunas perspectivas
psicoanalíticas se acercan más al liberalismo, como por ejemplo,
la psicología del self y otras más a los ideales románticos, como
el caso de algunas propuestas inspiradas por la lectura lacaniana
del psicoanálisis. En el primer caso, cobra relevancia el fortale-
cimiento del yo que se expresaría en una mayor autonomía y
estabilidad de la idenfidad personal. En el segundo, el fortaleci-
miento del yo puede ser interpretado como un énfasis desmedido
y riesgoso en una dimensión psíquica imaginaria, y por tanto,
podría estar a servicio de la alienación del sujeto respecto de su
deseo. En esta perspectiva, las dinámicas pulsionales denen una
notable preeminencia en la explicación de la dialéctica entre na-
turaleza y cultura. En todo caso, en ambas perspectivas, el valor
de la individualidad y singularidad subjetiva sigue orientador de
sus práctícas de intervención. No obstante, para la perspectiva
de inspiración lacaniana la psicología del yo, lejos de fomentar la
singularización, contribuye a la homogenización y adaptación de
los sujetos mientras que para los psicoanálisis más centrados en
el fortalecimiento del yo, la perspectiva lacaniana sufriría de cier-
to pesimismo oscurantista con relación a la libertad individual.
85
Aliora bien, cada una de estas posiciones, en su fundamenta-
ción, requiere de ciertos supuestos antropológicos o psicológicos
que pudieran justificar sus propias aspiraciones. Por un lado,
para la ética del discurso, su realización presume y solicita la
participación de los sujetos con competencias comunicativas en
las decisiones acerca de la corrección y universalización de una
norma. Nótese que, desde esta postura, es imperioso que los su-
jetos desarrollen competencias lingüísticas y comunicaüvas para
poder participar en las situaciones de diálogo simétrico. En este
caso, el afianzamiento de competencias comunicativas implica la
presencia de sujetos con un fiíerte sentido de identidad personal.
Estos requerimientos de la ética del discurso se distinguen, con
más o menos claridad, tanto en los planteamientos teóricos y los
modelos de interv^ención de algunas perspecdvas psicoanalíticas
contemporáneas como en muchas propuestas de la psicología
cognitíva y constructi\ista (SepúKeda, 2001). Asimismo, ciertas
orientaciones humanistas estarían de acuerdo con el fortalecer la
identidad personal a través del diálogo con el otro.
El análisis anterior muestra que las afinidades éticas entre las psi-
cologías y las propuestas éticas actuales no se reducen a aspectos
estrictamente prescripri\os. Hay que ir más allá de los mandatos
éticos cuando se in\'estiga los fundamentos éticos-normativos de
la psicología. En este sentido, las perspecti\-as teóricas y metodo-
lógicas de las psicologías están muy preparadas para eludir las
e\idencias de su compromiso con los temas normativos presentes
en las sociedades de las que forman parte.
87
go y la investigación que no pueden llegar a ninguna conclusión
defínitiva. Si es posible discriminar a las psicologías desde sus
grados de compromiso ético-normativo con lo fáctico y lo po-
sible, entonces no hay lugar de reposo para la reflexión crítica
en un mundo que tiende al pluralismo de las formas de \ida y el
incremento de las contradicciones sociales.
Referencias bibliográficas
Drawin, C. R. (2003): O futuro da Psicología: compromisso ético no pluralismo
teórico. En: Bock, A. M. (2003): Psicología e o compromisso so-
cial. Editorial Cortez. Sao Paulo.
93
que esta alienación podía ser más nefasta que el sufrimiento que
provocaban los síntomas.
94
disparatado o incompleto, como si hubiera fracasado el empeño
de traducir el sueño a la \"ersión correcta, también esta falla de
la expresión fríe respetada por nosotros. En resumen, tratamos
como a un texto sagrado lo que en opinión de otros autores no
sería sino una impro\isación arbitraria, recompuesta a toda prisa
en el aprieto del momento."
95
analizante, como todo sujeto, habita en la cultura con el malestar
propio de no ser representado por ella, de no poder formar una
comunidad perfecta con los otros. Al legitimar el derecho de los
pacientes a resistirse, el derecho a no ser comprendidos, lo que
hace Freud es, por una parte, localizar este malestar dentro de la
sesión analítica y, por otra, mostrar que frente a esta imposibi-
lidad el psicoanálisis, más que intentar borrarla, intenta realizar
una práctica a partir de este límite. Yo llamaría a esta práctica
una clínica de la no compresión, una clínica que no sitúa la dimen-
sión del acuerdo entre sus partes como algo fundamental.
96
para llegar al punto de formar comunidad con otro -sea ésta de
sentido, social, transferencial, etc.
97
esa primera experiencia como traumática. De hecho Freud dice
que el trauma sexual es el único caso donde el recuerdo es más
vivido que la experiencia
Este desvío por lo sexual y el trauma nene que ver con poder
mostrar el tipo de alteridad que está enjuego en la clínica psicoa-
nalítica. Cuando Freud se detiene frente aljuror curandis o cuando
decide legitimar un derecho a la resistencia de sus analizantes,
no está sino demarcando la alteridad que implica el encuentro
con el otro en tanto que sexuado. Por lo tanto, el psicoanálisis,
al tomar partido por la sexualidad, por decirlo de alguna ma-
nera, no toma partido ni por la salida al malestar del lado de
lo colectivo -de la transferencia positiva, de la sugestión-, ni la
salida existencialista de la exultación de la singularidad, sino por
el encuentro con el otro fundado en la imposibilidad misma de
este encuentro.
99
Por lo tanto, en términos éticos, para Freud un analista que se
acuesta con sus pacientes más allá de violar la moral y las buenas
costumbres, está inflingiendo algo que me atrevería a nombrar
como un imperatívo categórico del psicoanálisis: nunca jamás iden-
tificarse con el destinatano transferencial del analizante. Lo que el ana-
lizante busca, siempre, por principio, está en otra parte. A este
gesto propiamente kantiano yo lo he llamado duelo trascendental
por no tener lo que el paciente busca. El analista, en su propio
análisis, en la medida que es capaz de desidealizar a su analista,
es decir, atra\'esar la ilusión transferencial, ha realizado la expe-
riencia de la vanidad del objeto imaginario. Es esta experiencia
la que intentará transmitir a su analizante, no obturando su de-
manda con pseudo-objetos de satisfacción.
100
del analista es el de producir "la diferencia absoluta", es un de-
seo que afirma su valor sin medida por sus consecuencias. Es así
como podemos entender que Lacan diga que el hecho de que un
analista haga coincidir en algún grado su deseo de analizar con
el de darle algún bien al analizante no sólo no es ético, sino que
es una estafa. Esta absoluta insatisfacción del analista con respec-
to al orden terapéutico del análisis, es decir, esta disconformidad
radical con cualquier tipo de cura sintomática producida por el
analizante que intente sadsfacer el deseo de analizar del analista,
va a identificar al analista, de manera paradojal como lo muestra
P. Guyomard, con un objeto resistente a toda identificación, con
un objeto que, como dice Lacan, no es un objeto sino el punto
lógico donde todos los objetos se superponen en tanto que no
dan la satisfacción esperada.
"Cuando les digo que el deseo del hombre es el deseo del Otro,
surge en mi mente algo que canta Paul Eluard como el duro deseo
de durar. No es otra cosa sino el deseo de desear."
101
En lo que sigue, quisiera esbozar una crítica a esta concepción
freudo-lacaniana. Esta críüca la inscribo como formando parte
del gesto inaugural de separación de Ferenczi respecto a Freud.
Es más, para ponerla en términos sensiblemente ferenczianos,
quisiera denunciar una cierta hipocresía.
Si hay algo por lo cual Lacan luchó y que le costó caro en tér-
minos de sus relaciones con la institucionalidad analítica, es por
el hecho de no distinguir entre el psicoanálisis llamado didáctico
-es decir aquel desuñado a la formación de futuros analistas-
del psicoanálisis a secas o personal. Y sin embargo, una vez que
Lacan desarrolla esta apuesta ética, de manera inesperada, la
distinción reaparece bajo su pluma:
102
"Entendamos: el "\uelco" no descansa sobre una \irtud o una
pureza propia del psicoanálisis didáctico. Se trata más bien de
una regla metodológica, que consiste en suspender la preocupación
terapéutica."
103
contrario, lo que caracterizaría a un analista es la posibilidad de
aproximarse al otro, al analizante, de una manera frágil y expues-
ta a lo que ese analizante presentifica como irreducible a toda
legalidad. Si Lacan supone que el duelo trágico trascendental
debería permitirle al analista asumir la inexistencia del objeto del
deseo, lo que propongo en lugar de éste es el duelo del Duelo, es
decir, el duelo frente a la imposibilidad de hacer ese duelo trágico
trascendental. Es sólo el duelo del Duelo, el que deja al analista
expuesto a la experiencia de la alleridad sexual y contingente del
otro. A mi juicio, el análisis personal del analista en lugar de ser
la garantía de una experiencia trascendental que lo proteja de la
contingencia de los futuros analizantes, debiera concebirse como
la posibilidad de erotizar esta contingencia. Es decir, en cuanto al
problema de la relación entre análisis didáctico y personal, diría
que el duelo del Duelo implica poder comi\ir con la imposibi-
lidad de nos ser inquietados, interrogados por el orden del bien
y de la cura sintomádca. Desde este punto de vista, trabajar con
y no contra el límite que marca la diferencia sexual, implica una
clínica donde ninguna premisa -sea esta ética, técnica o metodo-
lógica- puede anticipar las consecuencias, siempre contingentes
y particulares, del encuentro con cada analizante. Mi crídca a la
apuesta ética de Lacan no dene tanto que ver con su contenido,
sino con su forma. Al hacer suya la estructura del imperativo ca-
tegórico kantiano, introduce una ley que termina por anular las
consecuencias del encuentro con el analizante.
104
mo tiempo, a la hora de e\'aluar sus éxitos y fracasos, la remisión
sintomática sigue siendo muy importante. Es evidente que este
punto de inquietud por el peso de las pacientes anoréxicas, por
ejemplo, tocaba fibras sensibles de mi propia neurosis. No creo,
ni pretendo, tratar de objetivar esta perturbación por el otro. ^^1
contrario, me parece que si de algo habla son de mis propios
limites de escucha, de sostener una escucha en la neutralidad
del significante. Que se entienda que no estoy para nada procla-
mando un psicoanálisis asistencialista. Mi crítica no pasa por una
idealización de lo terapéutico, mi crítica \a a la idealización de
un analista capaz de desentenderse de esta dimensión, mi crítica
va hacia toda construcción que sirva como forma de protección
para evitar ser inquietados, perturbados, por lo enigmático del
encuentro con el otro. Frente a la santa indiferencia de Lacan, pro-
pongo la impura imposibilidad de no sentirnos concernidos por
el bienestar de nuestros pacientes, es decir, de desembarazarnos
del orden terapéutico.
105
sostener ese lugar, de aceptar esa imposibilidad. Es exactamente
del mismo modo que pienso que la dimensión terapéutica al ser
un límite a la escucha analítica, un límite que revela, sobre todo,
algo de la neurosis del propio analista, es parte del análisis. Por el
contrario, la salida lacaniana a este impasse podría ser el cuestio-
nar el hecho de sentirse interpelado por la demanda del pacien-
te. En efecto, desde Lacan uno podría sospechar que la sensación
de "fracaso" tiene que ver con una secreta esperanza de "éxito",
es decir, tiene que ver con el hecho de querer responder a una
demanda y de pretender que "eso se puede solucionar".
106
¿Qué hubiera pasado si yendo hacia su destino trágicamente
elegido, Antígona se hubiera tropezado? Seguramente ella se
abría lexantado rápidamente, sacudido el polvo, para retornar
lo antes posible a la solemnidad de la escena. Lo que me parece
interesante, es que ese pequeño tropiezo nos abría enseñado una
dimensión de la castración extranjera a lo trágico, la castración
como un límite no asumible, la castración como el encuentro
con lo absolutamente contingente del Otro -en este caso una
pequeña piedra en el camino. Antígona, por lo tanto, representa
el ideal de la ausencia de todo ideal, de la santa indiferencia.
107
está lejos de ser un intento psicótico de responder a esa interpe-
lación. Lo único que me interesa marcar es que esa interpelación
habla de la irreductibilidad del analizante, de su alteridad sexual.
Si por el contrario, reducimos esa interpelación a resistencias de
parte del analista, si suponemos que siempre a priori el analizante
se dirige al Otro, lo que hacemos es negar su alteridad. La expe-
riencia de ser testigos de la extraordinaria excepcionalidad del
otro, no puede ser \ivida sino que dejando al testigo en posición
solitaria y su vez excepcional. En efecto, cada \'ez que presencia-
mos un hecho insólito, poco probable, nos constituimos nosotros
mismos en seres insólitos e improbables para otro.
Referencias bibliográficas
Bercherie. E: Génesis de los conceptosfieudianos;Editorial Paidos, Argen-
tina. 1988.
Ferenczi, S.: Sin simpatía no hay curación. El diario clínico de 1932. Amorror-
lu Editores, Buenos /Vires, 1997, Apuntes del 31 de enero.
109
Freud, S.: Elyo y el ello, O.C, T. XIX, p. 51:
Lacan, J.: El Seminario Libro 11. Los Cuatro Conceptos Fundamentales, Edito-
rial Paidós, Argentina, 1992, p. 284.
Lacan, J.: Escntos 1, Del sujeto por fin cuestionado. Editorial Siglo XXI,
México, 1990, p. 221.
no
Sobre el uso de la psicoterapia como
dispositivo g u b e r n a m e n j a l ^ _ ^ _
Esteban Radíszc
I
113
Sin duda, el proyecto de medicalización de la clínica psicológica
sostenido por la PbE se confronta a profundas dificultades epis-
temológicas, metodológicas y políticas-^\ mientras que la EbM
ha sido objeto de numerosas consideraciones crídcas (Grahame-
Smith, 1995; Duelos, 1999; Druss, 2005; Maxwell, 2005) que
bien podrían ser aplicables a su \ástago psicoterapéutico. No
obstante, no trataremos aquí estos importantes problemas. De
hecho, ni siquiera abordaremos de manera sistemática los múlti-
ples inconvenientes a los que se enfrenta la PbE.
114
un principio de "gubernamentalidad" por medio del cual admi-
nistrar un campo solamente definido gracias al ejercicio de ese
mismo principio; una tercera dimensión económica que, orientada a
promover la eficiencia y la racionalidad del gasto, aspira siempre
a obtener más por entregar menos; y una última dimensión propia-
mente moral en \irtud de la cual se pretende ejercer una defen-
sa de las poblaciones crédulas e indefensas frente a la amenaza
constante de un atropello en sus derechos.
II
Esta úldma dimensión que calificamos de moral, está lejos de ser
un simple agregado de importancia menor. Es justamente por
dicha defensa moral que el dispositi\'o se re\'iste de una auto-
ridad sin precedentes: "Yo, garante de la verdad que confiere
la experticia, protejo a las poblaciones de los siempre presentes
inescrupulosos moti\ados por intereses personales".
A decir verdad, estos dos elementos sobre los que reposa la di-
mensión moral del dispositivo de la PbE, coinciden ampliamente
con los déficits político y ético que Roland Gori y Marie-José Del
Volgo (2005) han podido perspicazmente indicar como distinti-
vos de la contemporánea medicalización de la existencia. Déficit
político en la medida que los actores concernidos se encuentran
reducidos a meros consumidores sin discernimiento únicamente
convocados para refrendar lo validado a través del ejercicio de
una vigilancia de la calidad del producto ofrecido respecto de
la validación advenida al lugar - completamente incuesüonado
- del ideal. Pero, también, déficit ético por cuanto la reducción
de la valoración a una validación promovida al rango de un uni-
versal, deja enteramente indiscutida la cuestión del valor y de
su promoción en el conjunto de las poblaciones. De hecho, tal
y como lo subrayan los autores, este úldmo déficit resulta ple-
namente palpable en la progresiva profesionalización del juicio
moral que, en conjunto con la proliferación de los comités de
bioética, denuncian la más desgarradora desvinculación de la
116
intenención (médica o psicoterapéutica) del horizonte ético que
ella implica en tanto acto humano.
117
Kaipainen & Renlund, 2008; Knekt, Lindfors, Laaksonen, Rai-
tasalo, Haaramo, Járvikoski & Helsinski Psychotherapy Study
Group, 2008).
IV
Pero el punto que quisiéramos sobretodo subrayar, es algo bas-
tante más inquietante que solamente adquiere relieve cuando se
examinan las dimensiones tecnológica y burocrática del asunto. Pues,
cuando nos detenemos en ellas, surge - desde nuestra perspecti-
va - una preocupante definición de la Clínica y, en especial, de
la Psicoterapia como dispositivos biopolíticos de normalización
social de las poblaciones. En otras palabras, por medio de la PbE,
la imestigación empírica en psicoterapia parece introducirse de
tal forma que el orden de \-eridicción que ella produce, sirve para
sostener aquella forma específica del ejercicio del poder que, en su
curso del año 1977-78 en el College de France, Michel Foucault
(2006) denominó con el término gubernamentalidad. De esta mane-
ra, el problema fundamental al que nos confrontaría la PbE sería
acjuel que, introducido en función de la dimensión burocrática, se
apoya en la articulación de un dispositivo de seguridad constituido a
partir de la dimensión tecnolóffca. En tal sentido, la dimensión eco-
nómica no sería más que un corolario necesario de la dimensión
burocrática, mientras que la dimensión moral correspondería al
complemento ideológico del la dimensión tecnológica.
119
a la investigación en psicoterapia que, si se tienen en cuenta sus
límites, puede tener un lugar en la discusión en torno a los desa-
rrollos de la terapéutica psicológica.
22 Para un agudo análisis de las aporías a las que se expone la noción de suges-
tión, \'ease Castel ¡2006).
23 Respecto del efecto placebo, baste con subrayar que su caracterización como
curación a consecuencia de actos ()', por lo tanto, palabras) inespecíficos, deja
enteramente sin resoKer el asunto del carácter transformador del aeto í\ de la
palabra), sea éste intencionado o no. ¡No por ser placebo, el mentado efecto es
menos efecti\'o!
120
Pero, si se e\alúan los efectos de un tratamiento por la cercanía
o lejanía que un paciente podría llegar a tener respecto de una
norma ideológica, lo único que se estaría haciendo sería detec-
tar cuanto ha ser\ddo un determinado tratamiento para corregir
una desviación subjetiva. Incluso si la norma sólo responde a
un criterio estrictamente estadístico, ello no resuelve la cuestión
que, con justicia, destacaba Hannah Arendt (2005) respecto del,
para nada inofensivo, ideal científico de uniformidad estadística,
mediante el cual se desliza el ideal político de una sociedad ab-
sorbida en la preservación de una rutina cotidiana avocada a la
reproducción totalitaria de lo homogéneo.
121
No obstante, el dispositivo de la PbE no parece detenerse con la
expropiación de la singularidad mediante la reducción del sujeto
humano al ejemplar de la especie. Para lograr esto úlümo, le re-
sulta imprescindible disponer de un operador fundamental que
ejecute la mencionada conformación de series de componentes
uniformes. En consecuencia, los psicoterapeutas aparecen preci-
samente llamados a ocupar el lugar del agente del bio-poder, el
cargo del burócrata que, por la vía de una técnica estandarizada
-e, incluso manualizada-, se encargaría de reestablece la norma
necesaria para operar una administración de las poblaciones.
V
Para concluir quisiéramos dejar lanzadas un par de ideas que,
estando en el fundamento de lo que acabamos de presentar, des-
graciadamente no podremos desarrollar. La primera dice rela-
ción con eJ hecho de que los propósitos aquí sostenidos podrían,
eventualmente, ser denunciados como decidida y abiertamente
morales. Sin embargo, frente a tal acusación resultaría necesa-
rio rescatar una distinción entre una moral constituida sobre la
Universalización de un Bien bajo la forma de un deber unifica-
122
do y una ética fundada sobre una moral que, para retomar los
términos de Theodor Adorno (1987), se ardcularía en función
una Minima Moralia que, lejos de constituir una mínima moral,
representa una moral de lo mínimo, es decir, una ética que, re-
sistente a toda universalización, reposa sobre la singularidad. En
el fondo, la mayor diferencia entre la una (moral) y la otra (ética)
no residiría tanto la oposición entre una moral del Bien Supremo
V una édca del Deber Un¡\ersa!, sino más bien entre una mora!
fundada sobre la universalización de un Particular y una ética
sostenida en función de la singularización de un Universal.
123
una regularidad sin desviación mediante la cual garantizar una
reproducción uniforme, toda tecnología parece revelarse más
o menos próxima a sostenerse como un dispositivo moral. De
hecho, la fórmula im^ersa no se revela de manera algima desca-
bellada, en la medida que la moral se deja ampliamente repre-
sentar como una suerte de tecnología subjetiva enfocada hacia la
homogeneización de las singularidades. Pero más allá de resolver
este difícil asunto, resulta meridianameníe claro que, al menos,
la pregunta por la posible contradicción fundamental entre ética
y técnica, representa una interrogante ineludible al momento de
discernir respecto de aquello que orienta la forma particular por
la que un psicoterapeuta singular conduce concretamente una
cura.
Referencias bibliográficas
Adorno Tli., Minima mordía: reflexiones desde la vida dañada, Madrid:
Taurus, 1987.
124
Gadamer HG, El estado oculto de la salud, Barcelona: Gedisa, 2001.
Gori, R & Del \'blgo, M-J, La santé totalitaire, Paris: Denoél, 2005.
Knekt, P & Lindfors, O, A randomized trial of the effect offour forms of psy-
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125
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Sackett DL., Rosenberg WMC, Gray JAM, et al., E\-idence Based Me-
dicine: what it is and what it isn't. BMJ, 1996, 312: 71-2.
126
Ética Negativa y Psicología: de
las implicancias del retiro de las
valoraciones
Héctor Cavieres H.
A l comenzar lo primero es ser claro, respecto de los derechos
de autor, con la propiedad intelectual de la idea de ética
negati\'a en la cual se basa la siguiente ponencia. Esta surge de
la reflexión del filósofo nacional Cristóbal Holzapfel con quien
tu\e la posibilidad de compartir un curso de ética en el marco del
Doctorado en Psicología de la Universidad de Chile.
I. Ética y valoraciones
La ética en su acepción más común se relaciona a un ethos y un
mores, o sea en una simplificación extrema guardará relación con
la usanza con lo que se hace, de cómo se obra en determinado
lugar, tendrá relación con lo que en lenguaje estadístico se cons-
tituye en norma y que con el paso del tiempo se valida constitu-
yéndose como conducta apropiada.
129
Desde la ética, algunas de estas normas, de estos comportamien-
tos adecuados, adquieren un cariz, una valoración positiva: algu-
nas acciones serán entonces buenas y otras acciones serán evalua-
das como negativas ("malas" acciones).
130
"adiafórico", esto significa que no hay diferencias entre las cosas
que coexisten en el continuo. En él todo fluye.
Para referimos a las cosas que existen en el flujo (en el todo), uti-
lizamos categorías o conceptos, elementos que de por sí marcan
diferencias y que de manera, algunas \'eces implícita y otras no
tanto, implican \-aloraciones. Esto produce un impasse entre los
elementos del continuo y su representación en las categorías que
resultan necesarias para poder operar con y en ellos.
26 Es importante señalar que son las \aloradones las que guardan relación con
las costumbres y los lugares pues dependiendo de las usanzas en determinados
lugares es que algo cobra \alencia.
131
pos nos hacen, por ejemplo, alejarnos de personas sin siquiera
dar la oportunidad para conocerlas, sencillamente, por ejemplo,
porque pertenecen a un determinado grupo social, o en la psi-
cología en clínica cuando se comete el error de considerar' desde
un comienzo que se tiene claro el cuadro patológico del paciente
por haber intuido o descubierto algún indicador que con premu-
ra conduce a tal conclusión.
132
se nos plantea como una necesidad profesional el ser capaces de
desprendernos de estas valoraciones.
133
Siguiendo de manera lógica el argumento de la suspensión del
juicio, si tal actitud pudiese aplicarse a un evento, esto nos plan-
tea la posibilidad de suspender el proceso habitual de valoración
de las representaciones de los objetos, cosas, fenómenos o situa-
ciones del mundo en general, entregando la posibilidad de evitar,
al menos en parte, el impasse propio de la discondnuidad.
134
¿Pero será posible en la prácdca, en lo cotidiano, en el ejercicio
profesional, suspender todos los juicios todas las \'aloraciones?.
La respuesta es única: no, no es posible.
135
Un primer problema puede apreciarse en la relación entre ética
y sentido, pues la ética afirmativa, y su carácter valorativo, nos
sirve de marco o de guía en la acción, esto ya que mucho de lo
que hacemos remite a algún valor, o al menos eso esperamos.
Luego existe una relación entre ética y sentido en su acepción de
direccionamiento, pues lo "ético" nos da un marco, una orienta-
ción; marco que estaría ausente en la predisposición al redro de
las valoraciones.
136
distinta con la culpa. Pudiese ser que se haga patente el dicho
de que "no hay juez más cridco que uno mismo" en relación al
grado de severidad y de generación de culpa en base al cumpli-
miento o no de un canon autoimpuesto.
137
5. La actitud por contraste como mediación entre las
valoraciones y la necesaria predisposición al retiro de ellas
Como último acápite considero relevante mostrar una manera
de potencial puesta en práctica de la ética negativa, o más bien
de su premisa fundamental: la disposición al retiro de las \alo-
raciones.
138
aparente apertura y tolerancia (por demás tan propia del mundo
actual); que más bien corresponde a una fragmentación en don-
de existe un discurso de tolerancia en la medida que se respete la
parcelación de los espacios y que no apunta a una integración,
sino más bien a mantener las divisiones y fragmentaciones.
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La tuerza de la Religión de
de nuestros antepasados
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EI estatuto científico de la psicología, así como de otras
ciencias sociales o humanas, no deja de generar tensiones y
posturas encontradas, y no poco de ello puede advertirse en
las ponencias que conforman este texto.
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