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Cuenta una fábula sufí que un joven llamado Nasrudín llegó a un pueblo después de muchas

horas de travesía por caminos polvorientos. Estaba acalorado y sediento. Dio con el mercado y allí
vio unas frutas rojas desconocidas, pero aparentemente exquisitas y jugosas. La boca se le hizo agua. Fue
tanto su júbilo que se compró cinco kilos. Buscó la sombra de un buen árbol en una calle tranquila y
empezó a comérselas. A medida que comía, sentía un calor más y más intenso en la cara y en el resto del
cuerpo. Empezó a sudar copiosamente, y su rostro y su piel se volvieron de un rojo encendido. Pero él
siguió comiendo. Un viandante pasó por su lado y, sorprendido, le preguntó:
—Pero ¿qué haces comiendo tantos pimientos picantes con este calor tan terrible?
Y Nasrudín contestó:
—No estoy comiendo pimientos, me estoy comiendo mi inversión.
A menudo, las personas nos comemos nuestra «inversión» en la pareja aunque nos siente mal, aunque
experimentemos la relación como equivocada o desvitalizante. Pero lo prudente y positivo puede ser
abandonar el empeño, saber soltarse, deponer las armas, reconocer las señales de tensión en el cuerpo
cuando lo que vivimos no nos produce satisfacción ni nutre a la pareja. Porque una pareja mantiene su
sentido mientras sigue siendo nutritiva, creativa, y un campo abonado para acoger los movimientos del
alma profunda de sus miembros, pero deja de tenerlo cuando no es así. En ese caso, hay que afrontar,
tarde o temprano, la ruptura. Y el valor y el arte para la ruptura son tan cruciales como el coraje y el arte
para la unión. Hay que rendirse, soltar lastre, desapegarse, aceptar.

Joan Garriga
Del libro "El buen amor en la pareja"
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Lo importante no es tanto el hecho de que no nos hayan querido o no nos hayan querido
suficientemente bien (la percepción de si somos amados o no es muy variable y subjetiva),
sino si nosotros seguimos amando o no. El malestar, la angustia, el infierno, la caída o
como quiera llamarse no es tanto el hecho de no haber recibido el amor de afuera, sino la
falta de amor hacia los demás que sentimos dentro de nosotros.

Joan Garriga
Del libro "¿Dónde están las monedas?"

No importa tanto qué sentido tiene la vida para mí, sino qué sentido tengo yo para
la vida. Es decir, cuál es nuestra aportación a la belleza y el canto de la vida.

Joan Garriga
Del libro "¿Dónde están las monedas?"

Caminar hacia la vida es una decisión que requiere fuerza para dejar atrás nuestro
dolor; requiere renunciar a los beneficios que obtenemos de nuestras heridas.

Joan Garriga
Del libro "El buen amor en la pareja"

Una relación concluye sanamente cuando, con el tiempo necesario, en el interior


vuelve a fluir el amor desde otro lugar y en el exterior quedan claros los límites.
Joan Garriga
Del libro "El buen amor en la pareja"
Lo nuevo se construye sobre lo viejo cuando lo viejo no son ruinas y cadáveres,
sino buenos cimientos de amor, respeto y gratitud.

Joan Garriga
Del libro "El buen amor en la pareja"

El protagonista de una historia de Jorge Bucay explica: «Fui a comprar un final


feliz, y busqué y busqué, pero no lo pude encontrar, y viendo que no lo podía
encontrar preferí invertir en un nuevo comienzo».

Joan Garriga
Del libro "El buen amor en la pareja"
Una simple mirada nos enseña que en el vivir todo es ruptura y metamorfosis, que
todas las pérdidas empiezan ahora, enmarcadas en lo que tenemos, en aquello que
hemos construido y ganado en nuestra vida.

Joan Garriga
Del libro "El buen amor en la pareja"
Vivir nos obliga al ejercicio constante de saber abrir y saber cerrar, empezar y terminar,
expandir y contraer, ganar y perder, ampliar y reducir, amar y sufrir.

Joan Garriga
Del libro "El buen amor en la pareja"

El bienestar no viene de asentarse en el victimismo y el resentimiento por lo que


sucedió y dolió, sino de integrar todo lo que la vida nos ha traído, por doloroso que
sea, en beneficio nuestro y de la vida misma.

Joan Garriga
Del libro "El buen amor en la pareja"
La intuición es algo maravilloso, solo que no sabemos exactamente qué es. Si
accedemos a nuestra inteligencia instintiva, a la emocional, a la racional, a la
mente relacional o sistémica, y todo ello lo aderezamos con un fondo de
inteligencia espiritual y lo mezclamos, se podría llamar intuición, que se expresa
como certeza de algo, claridad, norte o fuerza genuina. Así somos congruentes y
seguros, y elegimos lo que nos conviene y lo que calza con nuestro ser más
profundo.

Joan Garriga
Entrevista para la Revista Psicología Práctica, disponible enhttp://joangarriga.com/
…/pr…/Revista_Psicologia_Practica.pdf
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La pareja no puede hacernos infelices en un sentido estricto, pues la felicidad es
un estado interior que en última instancia sólo depende de uno mismo y del cultivo
de una conciencia mayor, así como del conocimiento claro de nuestro ser. No
obstante, de vez en cuando nos olvidamos de todo ello y pretendemos que la pareja
se convierta en el remedio para todos nuestros males y carencias afectivas. Nos
«desresponsabilizamos», ponemos nuestro destino en manos ajenas y renunciamos
a una parte fundamental de nuestra libertad y de nuestro ser. Y no somos
conscientes de que, al pensar y obrar de este modo, otorgamos al otro un poder
que no le corresponde y que incluso le puede resultar un fardo pesado; un poder
que, en cualquier caso, es un lastre para la pareja.

Joan Garriga
Del libro "El buen amor en la pareja"
La felicidad también depende de que permanezcamos en la fuerza real que viene
de reconocer nuestra responsabilidad, esto es, nuestra capacidad de respuesta en
todo momento. Los falsos poderes abocan inevitablemente al sufrimiento y hacen
sufrir a los demás. Es más feliz quien actúa como discípulo de la realidad y de los
hechos, y los aprovecha para bien propio y de la vida. Es más feliz quien, en lugar
de quejarse y sufrir resignadamente, toma posición, orienta sus acciones, genera
esperanza y dibuja un futuro prometedor; en definitiva, quien se convierte en
discípulo de la realidad, y no en su víctima.

Joan Garriga
Del libro "El buen amor en la pareja"

Es un clásico esperar que la pareja nos dé felicidad. A través de ella tendrás


intimidad, sexualidad, ternura, vinculación, sentido de pertenencia, confrontación,
crecimiento… Y si lo sabes llevar bien, te acercarás a un tipo de gozo, pero la
felicidad es otra cosa. La pareja te la puede dar, pero no tiene el poder de hacerte
feliz, el matiz es importante. La buena noticia es que, a pesar de los malos
momentos, en realidad nadie tiene el poder de hacerte desgraciado, pues siempre
queda en tus manos decidir cómo vas a vivir las cosas y la posibilidad de encaminarlas
hacia lo positivo.

Es un clásico esperar que la pareja nos dé felicidad. A través de ella tendrás


intimidad, sexualidad, ternura, vinculación, sentido de pertenencia, confrontación,
crecimiento… Y si lo sabes llevar bien, te acercarás a un tipo de gozo, pero la
felicidad es otra cosa. La pareja te la puede dar, pero no tiene el poder de hacerte
feliz, el matiz es importante. La buena noticia es que, a pesar de los malos
momentos, en realidad nadie tiene el poder de hacerte desgraciado, pues siempre
queda en tus manos decidir cómo vas a vivir las cosas y la posibilidad de encaminarlas
hacia lo positivo.

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