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La epidemia de fiebre amarilla que en 1871 despobló a Buenos Aires sirvió para
reforzar la imaginación de la enfermedad epidémica representada como el nuevo enemigo
común que amenazaba a todos por igual “…la concepción de enfermedad como un cuerpo
demográfico amenazado, por un peligro “invisible” (microbios, bacterias y gérmenes),
que inicialmente, no distinguía clase social, pero cada vez tuvo más asociados a la pobreza
y a los sectores populares…”2 Así el higienismo, que a partir de 1875 adquirió prestigio
mundial, comenzó a imponer su modelo de análisis de lo salubre versus lo insalubre y a
convertirse en uno de los pilares fundamentales del proyecto de modernización de la
nación.
Después que paso la fiebre amarilla. Se seguía culpando de la epidemia a los pobres,
a sus hacinamientos, a sus costumbres poco higiénicas. Muchas voces pertenecientes a la
elite llegaron a la conclusión que, si se hubieran tomado previsiones y se hubieran
quemado los conventillos de la Boca, cerrado todos los saladeros y desocupado las casillas
1
Armus, Diego, La Ciudad Impura, Salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870-1950,Ensayo, Edhasa,
2007,pp.18.
2
González Leandri, Ricardo, Notas acerca de la profesionalización medica en Buenos Aires, 1999, pp 59.
precarias, la ciudad su hubiera ahorrado grandes gastos y vidas y la “gente decente” no
tendría que haberse mudado.
La epidemia fue utilizada para disciplinar a las clases bajas, sobre todo a los
inmigrantes, reforzando la autoridad del Estado y el avance de los higienistas sobre los
espacios de la vida privada y pública.
Primero a través del Consejo de Higiene Pública y luego 1880 con la creación del
Departamento Nacional de Higiene, los higienistas comenzaron a actuar en la sociedad.
Los doctores Guillermo Rawson, Pedro Malló, Eduardo Wilde y Emilio Coni fueron los
primeros que marcaron la importancia de la higiene interna e impulsaron la acción estatal.
Para ellos sanear la ciudad era una forma de garantizar la inmunidad de la sociedad, porque
estaba comprobado que la enfermedad, si bien surgía entre los pobres, una vez difundida no
podía evitarse que atacase a los ricos.
En esa producción discursiva estos burócratas pedían siempre una legislación que
legalizara sus acciones.
“…Los médicos, sin órgano de expresión propia no lograban que sus opiniones
higiénicas trascendieran… […] Con el nacimiento de la Revista Médico-Quirúrgica, años
más tardes, la cuestión adquirió una mayor envergadura…”4
3
Armus, Diego, La ciudad impura, Salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870-1950, Ensayo Edhasa,
2007, pp, 138.
4
Gonzalez Leandri, Ricardo, “notas acerca de la profesionalización medica en Buenos Aires durante la
segunda mitad del siglo XIX, en Suriano, Juan (comp), La cuestión Social en argentina, 1870-1943, Ed.La
Colmena, 2002,pp. 224.
“…no bien se conciben los propósitos y fines de la higiene, se reconoce la
necesidad de convertir sus preceptos en ordenes que revistes el carácter de leyes para el
que quiera conservar la salud…”5
La política se hizo inseparable de los temas de salud pública, tanto los doctores
Guillermo Rawson, Eduardo Wilde o Ramos Mejía desempeñaron el doble papel de
dirigentes políticos y médicos. Estas autoridades utilizaron las ciencias no solo para
consolidar el poder del Estado central y sus instituciones sino para ejercer un control
sistemático de las masas populares.
6
Wilde, Eduardo, Curso de Higiene Pública, Lección primera, Bs.As. 1877
7
Álvarez, Adriana, Ramos Mejía: “ Salud Publica y multitud en la Argentina Finisecular”, en Lobato Mirta,
Políticos, médicos y enfermedades, Biblos, Buenos Aires, 1996 pp.77
8
Wilde, op.cit. pp. 9-11
9
González Leandri, Ricardo, op.cit. pp. 235
El rápido crecimiento urbano producido por las influencias inmigratorias había
puesto ante los ojos de los higienistas la existencia de ciertos grupos sociales cuyas
condiciones de vida constituían un riesgo para la salubridad, se hacía necesario el
saneamiento interno.
Ramos Mejía desde las páginas de las Memorias del Departamento Nacional de
Higiene (del que era presidente), explico la expansión nacional de la higiene Argentina
como obligada respuestas estatal a los democráticos reclamos de “la opinión pública”,
impresionaba con el recuerdo fatídico de la epidemia de 1871, (que) exigía a sus
autoridades, medidas precauciónales rigurosas, contra toda procedencia extranjera.
Susceptible de ser vehículo de los tan temidos gérmenes10
Después de junio de 1871 Buenos Aires había entendido la lección que le había
dejado la muerte a su paso y ya no volvería ser la misma.
10
Ramos Mejía, José M, Memorias del Departamento Nacional de Higiene correspondiente al año 1892,
citado por Salessi
11
- González Leandri, Ricardo, op.cit., pp.237.
12
Dre. Malló y Wilde, Informe… op.cit. pp. 127
13
Gonzalez Leandri, Ricardo, op.cit. pp. 236
Cambiaron las condiciones higiénicas de la ciudad a través de las obras de
salubridad que le devolvieron el “honor” perdido, una ciudad higiénica era una ciudad
ordenada que se elevaba hacia el progreso y se consideraba “civilizada”.
El espacio urbano se modifico, las clases altas se mudaron a otros barrios, lejos de
los focos infecciosos y de las viviendas precarias de los inmigrantes, crearon sus propios
espacios de bienestar y marcaron aun mas las diferencias sociales.
La higiene fue la nueva bandera del progreso que levantaron los gobiernos.
Un pueblo sano significa un pueblo fuerte para trabajar y llevar adelante el orden
económico. Los higienistas comenzaron actuar junto con el Estado para disciplinar esa
mano de obra y consérvala limpia, sana y laboriosa.
En ella estriba el vigor y la felicidad de sus hijos que por ella se hacen aptos para
atender a los llamados que la conservación del orden político y el adelanto del orden
económico hacen necesarios, y que sin ella caen en el marasmo que lo esteriliza y pervierte
todo.14
14
Malló y Wilde, op.cit.
15
Gonzalez Leandri, Ricardo, op.cit, 242.
BIBLIOGRAFIA.
Lobato, Mirta, Políticas, médicos y enfermedades, Biblos, Mar del Plata, 1996.
Suriano, Juan, (comp) La cuestión social en Argentina 1870.1943, La Colmena,
Buenos Aires, 2002.