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La Guerra en el Mundo

Antiguo

Esteban Darío Barral - Jorge Ariel Vigo (Comps)

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La Guerra en el Mundo
Antiguo

Esteban Darío Barral – Jorge Ariel Vigo (Comps)

2
La Historia Militar en el Mundo Antiguo
Introducción
Mg Esteban Darío Barral
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires

La guerra en el mundo antiguo es muy extensa y abarca un período que


podíamos marcar entre la primera batalla registrada y con una cierta
documentación de la misma, la batalla de Meggido (en 1476 a.C), hasta la caída
del Imperio Romano de Occidente, cuya última batalla importante fue la de
Chálons o de los campos Cataláunicos (también se la conoce como batalla de la
llanura de Mauriac, en el 451 d.C.).

Hablar de guerra en el mundo antiguo conlleva muchas veces en la creencia


que la misma era un mal endémico en los estados de la antigüedad, sin embargo
no era mucho más frecuente de lo que lo es hoy en día. La guerra fue un elemento
estructurante en las distintas sociedades y tal como expresará Clastres sobre su
visión de la guerra en las sociedades pre estatales, condicionaba la posición social
de los hombres en base a su función guerrera.

La Historia Militar de la antigüedad, una de las más complejas y largas, ha


derivado en el estudio, en muchos casos, sólo en los asuntos estrictamente
militares o estrictamente sociales con connotaciones político-militares de acuerdo
al trabajo que se haya realizado.

Para una mejor comprensión del estudio de la Historia Militar antigua podemos
establecer que es necesario tener en cuenta ciertos aspectos que creemos
fundamentales para poder comprender mejor el fenómeno de la guerra.

En primer lugar, debemos comprender que hay terminología y consideraciones


políticas o militares de lenguaje actual que no encastran correctamente en la
antigüedad. Hablar de conceptos tácticos o estratégicos en todos los niveles como
si de un manual militar se tratara es un error en el que no podemos caer
académicamente, pues no estaríamos comprendiendo el contexto socio cultural de

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la época que analizamos. La táctica y la estrategia son aspectos militares que
están dentro de las decisiones políticas de un estado, pero siempre teniendo en
cuenta la contextualización temporal que analizamos. Si analizáramos la toma de
la ciudad de Platea por una fuerza tebana en el 431 a.C y que dio lugar al inicio de
la guerra del Peloponeso, de acuerdo a la estructura temporal de Tucídides, en
base a conceptos tácticos y estratégicos, sin tener en cuenta la decisión política y
el por qué de dicha acción, el resultado sería muy subjetivo, como también si no
tuviéramos en cuenta el significado de la guerra en las distintas poleis griegas, el
papel fundamental que llevaba a una ciudad estado al estado de beligerancia, etc.
Es decir, los aspectos militares no pueden ser analizados simplemente desde una
óptica simple y particular sin ver el todo.

En un segundo lugar, y uno de los errores más comunes en muchos


historiadores militares, son la limitaciones que los ejércitos de la época tenían, o
por el contrario, de la sobrevaloración de las mismas. Los soldados o guerreros
antiguos tenían capacidades físicas que en muchos casos sobrepasaban a un
soldado regular de los ejércitos actuales y esto era debido al contexto en el que
éste se desarrollaba físicamente desde que nacía hasta su muerte. La masa del
trabajo realizado por el hombre antiguo era netamente mecánica y de fuerza,
auxiliándose en pocos casos de la escasa tecnología imperante. Eso le brindaba
una adaptación mayor a las inclemencias del tiempo y al trabajo físico por
excelencia. Si bien es cierto que su estructura física era más pequeña, una altura
promedio era de 1,65 mts, su entorno de trabajo mecánico los hacía fuertes. Si
estudiamos la batalla de Maratón en 490 a.C. nos viene a la mente el nombre de
Fidípides, el corredor griego que fue de una polis a otra transmitiendo mensajes
hasta caer extenuado al costo de su vida a las puertas de Atenas, tomando dicha
acción como un acto excepcional de capacidad física. Sin embargo, pocos hablan
de los 10.000 hoplitas restantes del ejército griego que cubrieron los 42 kilómetros
que hay desde Maratón a Atenas antes de que las fuerzas persas de asalto que se
trasladaban por mar llegaran a su objetivo. Estos hombres marcharon a una
velocidad y a un ritmo agotador, y con todo su equipo al completo, haciendo dudar
de cuantas fuerzas militares actuales estén en capacidad de repetir dicha acción.

4
Por el contrario, también encontramos ejemplos de exageración en la
sobrevaloración de las capacidades militares de ciertos ejércitos y se los compara
con fuerzas actuales a modo de establecer paralelismos, sin tener en cuenta la
distancia temporal y de contextos donde unos y otros se desarrollaron.

Esto mismo sucede con los conductores militares, donde incluso se ha llegado
a establecer una especie de ranking de los mejores generales de la historia como
si de un concurso de baile se tratara. Si tomamos una lista de los diez mejores
comandantes, probablemente los nombres de Alejandro, Aníbal y Cesar no
faltarán en la misma. Se harán comparaciones de Alejandro con Napoleón, o de
Rommel y Aníbal, sin tener en cuenta la distancia temporal y de contextos que
separan a unos y otros. Es algo poco serio y probablemente de aficionados, pero
no del mundo académico.

Los comandantes militares antiguos se regían por conductas y normas de la


época que les tocó vivir y con muchísima menos información que un comandante
del siglo XIX o el XX, de Alejandro a Aníbal había una distancia enorme en formas
de luchar, en maneras de ver la guerra, en la composición de los ejércitos y en
muchos aspectos más, como para poder comparar a uno y a otro. Ese es otro
error fundamental, creer que cuando hablamos del mundo antiguo todos los
períodos del mismo fueron iguales. Los tiempos cambiaban de una manera radical
de un período a otro, si bien en forma mucho más lenta que en los momentos
actuales; sí había cambios, aunque muchas veces la información tardara años de
llegar de un lugar a otro, meses o tal vez pocos días de acuerdo a la distancia,
geografía u otros factores a tener en cuenta. De la misma manera la información,
como base del conocimiento, tardaba mucho tiempo en adquirirse y tal o cual
procedimiento de combate sólo se conocía cuando se enfrentaba a nuevos
enemigos.

Los ejércitos romanos lograron vencer en las guerras de insurgencia 1 o


rebellio,2 tal como la llamaban los romanos, adaptándose a la nueva forma de

1
Insurgencia proviene del latín insurgere, supino del verbo isurrectum (levantarse), y que puede
traducirse como levantarse hacia dentro. Insurrectio, (levantarse) o insurrectionis (levantamiento)

5
lucha que encontraron en sus provincias. Como nunca antes habían combatido de
esa forma y contra un enemigo que combatía distinto, los comandantes romanos
debieron adaptarse sobre el terreno, pues el conocimiento aún no había llegado a
ellos tal como nos llegaría ahora a nosotros a través de un manual de
contrainsurgencia. Con esto intentamos demostrar que es incomparable poner en
un mismo plano a un general romano que a un general de la Segunda Guerra
Mundial, pues el primero debió adaptarse a la guerra a medida que la misma se
hacía, en tanto que el segundo lo pudo hacer debido a su preparación previa y a la
información con que contaba y que le permitiría adaptarse en mucho menos
tiempo.

Otra manera de caer en error es intentar dar consejos de táctica y lo que


debiera haber hecho tal o cual general en el desarrollo de una batalla, sin tener en
cuenta que muchas maniobras que hoy se pueden realizar debido a los elementos
de mando y control, en el mundo antiguo hubieran sido imposibles. Adaptar los
principios de la guerra actuales para comprender una campaña antigua es otra
manera de inducir a errores de apreciación durante el análisis de la misma, ya que
los mismos no existían como tales, sino que en cada período de la guerra antigua
hubo principios propios de cada pueblo y que se adaptaron de acuerdo a la forma
de guerrear que tenían. Hablar de sorpresa estratégica durante la batalla de
Qadesh en el 1290 a.C, tal como aparece en muchos textos sobre la batalla, es
una falacia ya que no existió tal cosa, pues los ejércitos de la época no buscaban
tal efecto sino todo lo contrario, enfrentarse al enemigo y batirlo en campo abierto,
pues esa era su manera de luchar. Las batallas eran más ritualizadas de lo que se
presume actualmente, y buscar un campo para medirse era más común de lo que
se piensa. Ramsés no buscaba la sorpresa estratégica, simplemente, porque no
tenía idea de que era eso.

En tercer lugar, y uno de los puntos más importantes a tener en cuenta, es lo


que sucedía en el propio campo de batalla. Para ello haremos un breve resumen
de la guerra.

2
Rebellio significa rebelarse como sinónimo de resistencia a algo.

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La táctica de combate y los elementos de la misma tal como los conocemos
ahora, se iniciaron antes del mundo antiguo, específicamente, cuando el hombre
aprendió a maniobrar en grupo y contra otro grupo humano de similares
características. El empleo de tácticas de caza para combatir, de la misma forma
que la utilización de las armas, fue una larga adaptación del hombre al combate. A
medida que la tecnología avanzaba, de la piedra al bronce y de este al hierro,
también avanzaba la manera de maniobrar en el campo de batalla, naciendo
procedimientos tácticos que se irán puliendo con el tiempo. El fuego y el choque
serán los principios que rijan los campos de batalla de oriente, en tanto que la
masa y el choque regirán el mundo occidental de la mano de los griegos.

El paso del nomadismo al sedentarismo permitió contar con un excedente de


producción tal que les permitió a los diferentes grupos humanos un mayor grado
de complejidad y estructurar de manera distinta su organización social. El
comercio entre distintos grupos establecidos fue un elemento fundamental para el
crecimiento de estas poblaciones, pues el excedente no sólo les permitía dicha
actividad sino que también acrecentaba el poder en base a la capacidad que esto
daba. El comercio y el acopio de excedentes en mercancías de distinto tipo
hicieron necesaria la aparición de las primeras organizaciones militares, tanto para
su defensa como también para incursionar en otro territorio y tomar lo necesario
de otros pueblos.

De esa manera se formó un matrimonio muy difícil de evitar, el del desarrollo de


un pueblo y el poder militar que podía mostrar. La agrupación social en aldeas era
una manera de protección del colectivo, pero la erección de defensas de las
mismas fue un elemento fundamental para poder contrarrestar al accionar militar
enemigo. Las incursiones con fines de pillaje, de capturar prisioneros o adueñarse
de la producción económica de otros, era uno de los objetivos de las fuerzas
militares y que de alguna manera obligaron a conformar las primeras
fortificaciones.

Contar con fuerzas militares fue una necesidad imperante. Ahora, contar con
fuerzas militares es una cosa y contar con una eficiente fuerza militar es otra. Las

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primeras organizaciones militares eran grupos de hombres armados que
concurrían ante un llamado para satisfacer una necesidad bélica, ya sea, para la
defensa de un grupo o para incursionar sobre otro grupo social. Pero a medida
que las sociedades fueron complejizando sus estructuras, también se complejizó
el entramado militar que debía sostenerla. Colocar un ejército en campaña llevaba
implícitas ciertas dificultades a resolver:

1. La instrucción.
2. El equipamiento.
3. La conducción, que requería de hombres con conocimientos para tal
actividad.
4. La logística necesaria para poder sostener a una fuerza militar en
campaña por un breve tiempo.

Satisfacer estas necesidades no era fácil en las primeras civilizaciones. La


instrucción militar estaba a cargo de un núcleo de soldados a sueldo que debían
ser costeados por la ciudad-estado de acuerdo a sus posibilidades, en tanto que el
resto de los integrantes de una fuerza militar eran, normalmente, campesinos que
se reclutaban en ciertos períodos para una campaña y que al finalizar la misma
debían retomar sus tareas. La instrucción de estos era mínima y es por ello que
las primeras organizaciones militares contaban con mayor cantidad de hombres
que luchaban en tácticas irregulares por sobre las maniobras lineales en un campo
de batalla.

Para conformar una fuerza con posibilidades de éxito en una operación militar
se requería disciplina y conocimientos militares que eran impartidos por los
militares a sueldo, pero que tenían una serie de deficiencias difíciles de subsanar.
La materia prima con la que trabajaban eran básicamente campesinos-milicianos,
en muchos casos, y dependiendo de las sociedades que hablemos, eran
propietarios que se costeaban su propio equipo y que podían aportar una pequeña
parte de su tiempo a la instrucción militar y a la guerra. Esto limitaba mucho las
decisiones políticas de los gobernantes en caso de que fuera necesario ir a la
guerra o utilizar la violencia en provecho de una estructura social dominante.

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La centralización de las actividades político-militares-sociales en torno al
palacio, permitió un tejido complejo de relaciones permitiendo a su vez la división
de las responsabilidades políticas, militares y religiosas. Esto fue fundamental para
la práctica guerrera compleja y que la diferenciaba sustancialmente de la guerra
de bandas en las sociedades pre-estatales.

Las habilidades militares debían adquirirse a través de una centralización de un


núcleo duro de combatientes que se debían mantener pagos a expensas del
estado. Los milicianos debían aprender ciertas técnicas y procedimientos de
combate que llevaban tiempo, por lo tanto lo mejor era adaptar las cualidades de
labradores al uso de las armas para lograr una mayor confiabilidad entre los
combatientes.

Al ser el hombre reacio a matar a un semejante, el guerrero debe pasar por un


proceso de entrenamiento tal que le permita ver al enemigo no como un
semejante, sino como una amenaza. Lograr eso es el primer paso para entrenar
combatientes. El segundo, es mantenerlos formados en el combate, ya que como
el hombre es reacio a matar a un semejante, también tiene miedo a morir y por lo
tanto tiende a escapar del campo de batalla. Esta disciplina era muy difícil de
lograr entre tropas no profesionales y por lo tanto quedaban los mismos expuestos
a una rígida disciplina y a códigos de valor sociales que los conminaran a
mantener su puesto en la formación.

En los primeros ejércitos de la edad del Bronce, los lanzadores de armas


arrojadizas eran más numerosos que la infantería de choque, debido en gran parte
a costumbres regionales de grupos cazadores de donde eran reclutados dichos
hombres. Pero esto a su vez requería una cierta especialización por lo que
muchas veces se debería requerir la contratación de mercenarios que eran
generalmente, quienes poseían la mayoría de las habilidades guerreras.

Sociedades como la egipcia, hitita o asiria, lograron crear ejércitos con un alto
grado de complejidad y con un elevado tecnicismo militar que les permitía realizar
campañas de conquista sobre pueblos vecinos. La logística militar necesaria para

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llevar a cabo operaciones militares fue posible gracias a la centralización palacial
de la que ya hicimos mención anteriormente; pero fue también esa centralización
política la que llevó a los ejércitos de la Edad del Bronce a no poder mantener los
territorios conquistados y ser derrotados por pueblos que desarrollaron una cultura
guerrera superior. El autoritarismo y la estricta jerarquización de las estructuras
militares, donde las decisiones estaban en manos normalmente de una casta
guerrera, y donde la responsabilidad recaía en el propio soberano, llevó a las
principales organizaciones militares a la derrota, debido a que de esa manera no
se aseguraba una eficiente conducción militar. Otra debilidad de este sistema
jerarquizado y centralizado era la sucesión real, que hacía muchas veces de las
intrigas y golpes palaciegos el elemento principal de la política interna,
descuidando la capacidad militar para terminar con posibles rivales de estados
vasallos o de provincias rebeldes.

La logística y el mando y control de las fuerzas eran muy primitivos y por lo


tanto hacían de las maniobras acciones difíciles de llevar a cabo; cuanto más
estrecho era el campo de batalla, mejor era para el comandante. Esto llevó a
conformar dispositivos lineales y a restringir las maniobras en forma frontal, pues
dicha rigidez estaba en concordancia con la capacidad casi nula de redirigir
fuerzas en el campo de combate. El comandante planificaba la batalla y una vez
que la misma comenzaba a desarrollarse ya no tenía manera de influir en ella, por
lo tanto lo único que le quedaba era la disciplina de sus fuerzas y la acción de los
mandos subordinados para mantener la línea en formación.

Cuando comenzaba el combate los hombres debían soportar el fuego producido


por las armas arrojadizas, flechas, hondas y jabalinas; posteriormente aguantar el
embiste de los carros que también lanzaban proyectiles y que intentaban romper
la línea formada. La nube de polvo y la confusión creaban en los combatientes el
terror lógico de la posible muerte, y cuando se producía el choque cuerpo a cuerpo
quien primero desasiera la formación estaba condenado. La mayor cantidad de
bajas se producían cuando una fuerza rompía su línea e intentaba escapar del
enemigo. La falta de uniformidad en los milicianos, la ausencia de comunicaciones

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fiables y la poca visibilidad del campo de batalla creaban un ambiente paralizante
para la fuerza menos entrenada; y es en ese momento cuando se producía la
ruptura del dispositivo y la derrota de un ejército.

La guerra primitiva en las sociedades pre-estatales se diferenció de la guerra


organizada de los primeros estados en la ausencia de una organización apta para
maniobras y campañas fuera de los raids y las emboscadas que la caracterizaron,
marcando un posible horizonte militar que las diferenciara. La guerra en las
sociedades pre-estatales era un estado permanente de hostilidad entre
comunidades políticas autónomas (Meggitt) 3 con un alto nivel de recurrencia a
estas prácticas guerreras y no por ello menos violentas o sangrientas tal como lo
expresaran Keegan o Turney High 4 dejando a estas sociedades en un plano
inferior en sus capacidades guerreras.

Sin embargo, los campos de batalla del mundo antiguo no se diferenciarían de


los combates entre bandas, como muchos creen, por la cantidad de muertos o la
letalidad del modo occidental de hacer la guerra, sino por la capacidad prolongada
de mantener ejércitos en una operación militar, por el desarrollo tecnológico
necesario y por la logística atinada. Pero por sobre todas las cosas, por la
estructuración social y la capacidad intelectual y cultural de un estado para
desarrollar todo lo anterior.

Los sumerios fueron los primeros en organizar una civilización tal como hoy en
día la podemos conocer, ya que no sólo implementaron los primeros métodos para
trabajar el suelo y llevar a cabo la revolución agrícola, sino por sus leyes y su
religión que legaron a pueblos posteriores como los asirios y caldeos. La
organización militar sumeria puede apreciarse en una de las principales fuentes de
la antigüedad: la estela de los buitres. Una piedra caliza tallada de 1,80 metros
de alto por 1,30 de ancho y que narra la victoria del Rey Eannatum de Lagash
sobre Umma. Datada sobre el 2500 a.C., nos deja ver que hay una posible

3
Mervyn Meggitt, antropólogo que entre sus tantos trabajos etnográficos también estudió la guerra
entre los Mae Enga en Nueva Guinea.
4
Ver las obras de John Keegan Historia de la Guerra y Halbert Turney High The Primitive War.

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organización militar en los ejércitos con una especie de formación en falange de
una infantería de choque y carros de combate con lanceros. De la misma manera,
podemos apreciar en el llamado estandarte de Ur, 2600 a.C, una caja trapezoidal
que en la llamada “cara de la guerra” se pueden ver los componentes del ejército
sumerio con carros de guerra e infantería de choque.

Parte de la estela de los buitres donde se aprecia la organización de una proto-


falange.

Un ejército compuesto con carros de combate, infantería de choque y armas


arrojadizas y que podía adoptar formaciones en el campo de batalla, requería de
disciplina, organización, logística y un mando y control especializado. Esto es lo
que diferenciaba a los ejércitos de la guerra organizada de los compuestos por
bandas en las sociedades pre-estatales. La guerra de bandas nómades pasaba de
esa manera a constituir el monopolio de la violencia de los estados, y tal como
dijimos anteriormente, las armas que se utilizaban para cazar, de la misma
manera que los útiles agrícolas, pasarán a utilizarse para la guerra debido a la
familiaridad de los hombres con las mismas. Es por ello que los lanceros y los
arqueros predominarán en los campos de batalla de la Edad del Bronce.

A las armas ofensivas siempre se le opusieron ciertas defensas, ya sea para


protección individual o colectiva. Los hombres de la infantería sumeria estarían
equipados en apariencia con una pequeña coraza de bronce y un casco de cobre
que estaría acolchado con fieltro por dentro para proteger la cabeza de su usuario.

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No sabemos si todos los infantes de las fuerzas de choque irían equipados de la
misma manera o sólo algún núcleo de profesionales contratados lo harían así.

A medida que la tecnología suplía las necesidades del combate las estructuras
sociales permitían un mayor grado de complejización de la guerra, debido a su
necesidad obvia de mantener ejércitos con profesionales permanentes que
nuclearan las levas necesarias para una campaña. La superioridad en armas y
organización de los sumerios les permitió a estos imponerse sobre sus vecinos
que no contaban con una sociedad preparada como la de estos. Los estados
colindantes incluían a toda la sociedad para llevar a cabo una guerra, en forma
similar a como lo hacían los grupos pre-estatales, sin una estructuración y
organización debida para llevar a cabo una guerra abierta contra un estado como
Sumer. A diferencia de los primeros, los sumerios preferían involucrar ejércitos
más pequeños pero con profesionales adiestrados, equipados y organizados para
una campaña coherente. El resultado en el campo de batalla no se hizo esperar y
la totalidad de los estados adyacentes cayeron bajo las huestes sumerias uno tras
otro.

Pero a los sumerios les sucedería algo que es propio de la lógica y la dinámica
de la guerra, tarde o temprano el enemigo aprende de sus derrotas y comprende
que la mejor forma de luchar es imitando al vencedor. En pocas palabras, sin
querer se enseña al enemigo a luchar. Y cuando los conocimientos militares de los
sumerios se expandieron a estados vecinos, el poder de sus fuerzas militares
quedó sellado. Un ejemplo de ello fue Sargón quien hacia el año 2270 a.C al
frente del reino de Kish inició una campaña contra Uruk a la que conquistó luego
de un asedio. Para ello seguramente debió contar no solo con los conocimientos
propios para combatir en un terreno restrictivo como lo es una ciudad amurallada,
sino de ciertos conocimientos básicos del arte de sitiar ciudades, algo que para la
fecha que nos corresponde era muy difícil de concretar.5

5
El arte de sitiar ciudades se basaba en una serie de procedimientos que incluían la preparación
territorial, el cerco, la excavación de trincheras, minar la muralla y contar con ciertos ingenios que
les permitiera a las tropas de asalto ingresar a la ciudad. Las primeras ciudades amuralladas, de
acuerdo a los hallazgos arqueológicos realizados hasta el momento, datan del 8000 a.C., por lo

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Las campañas de Sargón lo llevaron a dominar ampliamente la región que hoy
conocemos como el Golfo Pérsico y probablemente a fundar la ciudad de Acad.
Su imperio dominó a todos los estados vecinos, y esto fue posible gracias a contar
con una organización social y administrativa tal que le permitía mantener fuerzas
profesionales adiestradas para emprender largas campañas de conquista.

La unidad socio-económica básica podría haber sido la aldea a lo largo de toda


Mesopotamia, conformada a su vez por una cierta cantidad de familias de tipo
nuclear, donde la religión ocupaba un lugar preponderante dando al templo la
calidad de elemento recaudador alrededor del cual se constituía la comunidad.
Esto probablemente no se haya dado en todos los lugares de la misma manera y
probablemente varió de una región a otra. La aldea dio paso a las agrupaciones
más grandes que constituyeron las ciudades, tal el caso de Uruk que fue el
resultado de la fusión de Kullaba y Eanna.6 El rey cumplía funciones de
sacerdote-soberano y el templo y el palacio pasarán a constituir el estado. El
excedente de las ganancias agrícolas que no se guardaban como reservas, eran
para pagar diversos gastos entre ellos a los damgar, los soldados profesionales
que llevarían a cabo las principales campañas militares. Este complejo entramado
social va a marcar la diferencia en recursos para ir a la guerra.

Sargón va a realizar, de acuerdo a las crónicas, unas 34 campañas militares,


muchas de ellas de conquista, aunque la mayoría serán de contrainsurgencia
contra territorios rebeldes. El ejército se conformaba, tal como dijimos
anteriormente, por un núcleo de infantería profesional equipados con casco,
coraza, escudo y lanza y con capacidad para combatir en una formación de proto-
falange. A estos hombres se los acompañaba con un mayor número de soldados
de infantería miliciana de levas obligatorias y que probablemente no estarían ni
instruidos, ni equipados como los profesionales. Otras habilidades necesarias se
debían tercerizar o bien se utilizaban de los hombres reclutados en ciudades

tanto los conocimientos para contrarrestar las defensas de una ciudad deberían haberse ido
puliendo y perfeccionando para el 2500 a.C., a un grado tal que la mayoría de los ejércitos
poseyeran estos conocimientos.
6
Roux, George. Mesopotamia. Historia política, económica y cultural. Ed Akal. 2002. Pag 146

14
aliadas o conquistadas, tales como los arqueros, cuyos operadores eran en su
mayoría mercenarios contratados. Los acadios fueron los que en algún momento
durante el reinado de Naram-Sin, incorporaron el arco compuesto un arma
avanzada para la época y que podía llegar a alcanzar los 150 metros de
efectividad.

Las tácticas se basaban en la potencia de fuego y en el choque. Se utilizaban


gran cantidad de arqueros que abrían fuego sobre las concentraciones enemigas
con el objetivo de desacomodar a la línea de batalla, posteriormente la infantería
pesada arremetía contra las líneas dislocadas y abría grandes brechas que
terminaban normalmente con la derrota del enemigo. Este sistema de combate dio
a los acadios la posibilidad de la victoria, pero a la muerte de Sargón, se
sucedieron una serie de guerras insurgentes especialmente en los montes Zagros
con los pueblos gutios; los que no pudieron ser controlados y terminaron con
controlar Acad, destruyendo la ciudad y ocupando el norte del territorio, pues en el
sur habían pactado con los sumerios lo que les permitió a estos resurgir una vez
más.

Los hititas, que crearon un imperio en parte de la actual Siria, lograron


conformar un ejército altamente móvil cuyo fuerte eran los carros de guerra,
introduciendo de esta manera esta formidable arma de combate.7 El carro estaba
tirado por dos caballos y transportaba a un conductor y un arquero, aunque
muchas veces también llevaba soldados equipados con jabalinas. La evolución del
carro de guerra fue lenta pero inexorable y estuvo íntimamente relacionada con la
cría de caballos capaces de tirar con fuerza y velocidad del mismo. En principio se
cree que los primeros carros eran lentos y pesados, con ruedas macizas y tirados
por asnos, representando más una base de apoyo que un elemento de maniobra y
fuego como era el carro hitita. Podemos decir que los carros hititas con ruedas de
radio fueron una verdadera innovación militar para la época ya que los egipcios y

7
La introducción del carro de guerra por los hititas está en duda por varios historiadores que
establecen que fueron los hurritas los primeros en introducir el carro de guerra y que los primeros
sólo lo hicieron como contramedida después de haber sido derrotados en combate por los
segundos.

15
todos los ejércitos posteriores también lo adoptarían. El carro conjugaba dos
acciones importantes para la táctica militar: la maniobra y la potencia de fuego.
También habían logrado una variante en su utilización con lanceros equipados con
largas picas para contener a una formación enemiga a la distancia, maniobrando y
huyendo cuando era necesario. El carro desarrolló todo su potencial militar entre el
1600 y el 750 a.C., permitiendo a una aristocracia militar en varios estados pivotar
entre su estrategia militar y política, y reinando de manera absoluta en las batallas
por al menos 1000 años y llegando a extenderse tal práctica hasta China y los
Estados del Egeo.

De esta forma el ejército hitita conformaba su fuerza de combate letal en base a


los carros, en tanto la infantería pesada y la ligera operaban en apoyo de estos
cuando se desarrollaban las acciones militares. Ambas infanterías eran aptas para
maniobrar en terrenos donde los carros no podían hacerlo o en los asedios donde
éste era inútil. Los hurritas desarrollaron formas de combate similares y fueron a la
batalla con ejércitos con alto grado de tecnicismo y un mando y control eficiente
basados en una aristocracia ciudadana llamada mariannu. Estos se alistaban
para conformar la fuerza de choque de los carros de guerra en tanto que la
infantería operaba también en apoyo a estos.

Los acadios habían demostrado ser, tal vez, los primeros en desarrollar un
imperio, que aunque hoy nos parezca un término común en el 2400 a.C era un
paso enorme ya que el mismo significaba superar el marco de la ciudad-estado. A
partir de ellos, varios estados van a desarrollar fuerzas militares con el objeto de
intentar expandirse sobre sus reinos vecinos formando verdaderas potencias
regionales. Uno de ellos es el Egipto faraónico.

Hacia el 2900 a.C. el llamado Egipto faraónico entró en la región a tener una
importancia político-militar que iría en aumento de acuerdo a su instrumento militar
se fuera fortaleciendo.8 Entre el Antiguo Imperio y el Imperio Medio, Egipto no
lanzó campañas militares contra sus vecinos con el objetivo de expandirse. En una

8
También se lo conoce como Egipto Imperial, Antiguo Imperio hacia el 2900 e Imperio Medio hacia
el 1650 a.C. aproximadamente.

16
zona geográfica compleja y dependiendo en gran parte de la situación hídrica del
Río Nilo, hasta la invasión de los hicsos no sufriría agresiones externas
significativas. Pero cuando estos invadieron hacia el fin del Imperio Medio, 1600
a.C aproximadamente, Egipto se convirtió en un estado militar. La situación
regional a comienzos del segundo milenio ya no lo mantenía aislado de los
intereses de sus vecinos y por lo tanto debió adoptar una fuerza militar tal que le
permitiera mantener su posición geoestratégica favorable en la zona.

Imperio Hitita

Mitani
Mar Mediterráneo
Asiria

Bajo Egipto

Alto Egipto

Etiopía

El Imperio egipcio y la posterior expansión militar hacia el fin del Imperio Medio en
el segundo milenio.

17
Para fines del segundo milenio los babilonios tras el reinado de Hammurabi
(hacia el 1700 a.C.) se encontraban dominando toda la región conocida como de
los dos ríos, pero la posterior invasión de los pueblos casitas llegados de las
montañas terminó con dicho imperio. Esto alteró la situación geoestratégica de la
región y Egipto ya no podía quedar al margen de la expansión de los aguerridos
pueblos montañeses. La guerra no era indiferente a los egipcios ya que la misma
había estado presente en el valle del Nilo pre-estatal de la misma manera que lo
había estado en otras regiones. Los hallazgos arqueológicos así lo demuestran y
tal como había sucedido en otros lugares la guerra primitiva también tuvo su lugar
en la historia egipcia.

La llegada de los hicsos con poderosas fuerzas de carros de combate arrolló a


las milicias egipcias del campo de combate y dejó en ellos la marca necesaria
para desarrollar posteriormente una fuerza militar que los convertiría en una de las
principales potencias del mundo antiguo. La invasión de los hicsos permitió a los
egipcios introducir el carro y los caballos, que estos no poseían hasta ese
momento y además, aprender que debían poseer un eficaz instrumento militar si
querían mantener su soberanía en la zona. La expulsión posterior de los hicsos y
la conformación del Imperio Nuevo, 1560 a.C., trajeron aparejadas ciertas
modificaciones tales como la instalación de una nueva capital, Tebas, y la
conformación de un ejército regular formado por un núcleo profesional, fuerzas
mercenarias contratadas y milicias de leva que serían reclutadas de acuerdo a la
necesidad.

Durante el Imperio Nuevo a los egipcios se le presentaban ciertos problemas de


carácter estratégico. Por un lado, se debían ampliar las fronteras para crear lo
que podemos denominar como profundidad estratégica, cuyo objetivo principal era
el de mantener una zona de amortiguación lejos de las fronteras. En segundo
lugar, esa expansión militar era necesaria para ganar nuevos territorios y proveer
de materias primas y mano de obra; las mismas estaban dadas por la consecución
de territorios que poseían minerales en minas que debían ser explotadas, para ello
era necesaria la mano de obra, que muchas veces era esclava y otras contratada.

18
En tercer lugar, la expansión les permitía el control de las principales rutas
comerciales. Así la situación y para lograr tales objetivos era necesario conformar
una eficiente maquinaria militar capaz de poder llevarlos a cabo.

El Ejército egipcio, nos referimos al establecido en el Imperio Nuevo y no en


períodos anteriores, contaba como dijimos anteriormente con fuerzas militares
estacionadas profesionales, que ocupaban en muchos casos puestos militares de
frontera y fortalezas, tal como ha quedado demostrado por los hallazgos en Nubia,
y de fuerzas que eran levadas en caso de una campaña. También se recurría a
fuerzas mercenarias para fortalecer ciertas operaciones militares que requirieran el
empleo de estas fuerzas especializadas.

En ése período parece que gran parte de las fuerzas profesionales provienen
de una mayor afluencia de voluntarios, muchos de los cuales han heredado la
profesión de sus padres o de otro miembro de la familia; también se observa una
gran presencia de tropas mercenarias reclutadas entre diferentes grupos étnicos
con aptitudes especiales propias de su sociedad. Entre estos combatientes
estarían los arqueros, lanzadores de honda y de jabalinas, es decir, de mano de
obra especializada que se debía tercerizar. Esto hace suponer que la guerra
seguía siendo estacional, de acuerdo a los períodos de siembra y cosecha, que
era cuando se realizaban las levas de campesinos para conformar las fuerzas del
faraón.

Estos milicianos a tiempo estacional, contarían con una preparación militar muy
específica pero no especializada, la que quedaría en manos de los profesionales y
los mercenarios. El entrenamiento militar de los profesionales era duro y basado
en una rígida disciplina, la que también se imponía a las milicias, y se dirigía a
mantener una buena forma física y de combate. Ejercicios de lucha cuerpo a
cuerpo y maniobras de marchas agotadoras eran normales dentro de la
preparación física de los combatientes.9 Los hombres recibían tierras y parte de
los botines conquistados, lo que hacía de la vida militar una profesión nada

9
En el papiro Anastasi I se puede observar el entrenamiento a que se sometía un recluta cuando
era enviado y acuartelado para una campaña militar.

19
despreciable ya que muchos ex soldados llegaban a tener hasta esclavos, algo
que no todos los ciudadanos estaban en condiciones de poseer.

La infantería era el arma líder en el ejército egipcio, al revés de lo que muchos


piensan que eran los carros de combate, tal como sucedía, por ejemplo, con los
hititas. Se puede inferir por los textos de la batalla de Megido y Qadesh que el
ejército egipcio se dividía en Cuerpos de Ejército, donde cada uno llevaba un
nombre como Amón o Ra. Cada Cuerpo poseía un número de hombres cercanos
a los 5.000, aunque como sucede en todos los ejércitos del mundo y de todos los
tiempos, su cuadro de organización sería variable y probablemente nunca llegara
a contar con los efectivos completos. A estos hombres de infantería, se les
sumaban unos 500 carros por Cuerpo, es decir unos 1000 hombres más.

La infantería se formaba alrededor de Compañías de 200 hombres cada una


que a su vez se dividían en Secciones de 50 hombres. No se sabe a que
respondía esta articulación y organización puesto que la infantería luchaba en
orden de falange y por fuera de ella la infantería ligera especializada en
escaramuzas y con armas arrojadizas. No solo los egipcios adoptaban estas
formaciones cerradas en falange, ya hemos visto como los ejércitos acadios
también lo hacían. En toda lucha los hombres tienden a juntarse, o mejor dicho a
apelotonarse, buscando normalmente la protección de otros ya que el principal
temor de un soldado que lucha en una multitud y con armas de filo y punzantes es
quedar aislado. Es por ello que la adopción de la falange en ejércitos poco
profesionales era una solución más práctica que táctica. El hombre tiende a huir y
evitar matar tanto a un semejante como evitar perder la propia vida, y mantener
una formación cerrada es la mejor opción para evitar la deserción en pleno
combate. La disciplina y la conformidad al grupo humano con el que se adquiere
un compromiso corporativo hacen el resto.

Los mandos medios debieron ser tropas profesionales experimentadas que a


base de una rígida disciplina impartida y a órdenes sencillas, lograban mantener la
formación de la infantería en la lucha. No sabemos la adopción concreta de
formaciones de combate que los soldados egipcios estaban en capacidad de

20
realizar, como por ejemplo adoptar una formación en cuadro para contrarrestar el
ataque de los carros enemigos. Podemos presuponer que esta formación de
falange debería tener variaciones tácticas y procedimentales necesarias para las
circunstancias que debieran enfrentar, esto se puede inferir de la articulación en
compañías y secciones, aunque la misma podría responder a cuestiones
netamente administrativas y no tácticas.

Las tropas especializadas combatían fuera de formaciones rígidas y


básicamente con armas arrojadizas, siendo la principal el arco y las flechas. Estas
aptitudes estaban en manos de mercenarios, ya que eran los únicos que poseían
estas habilidades debido al tiempo que requería adquirirlas como tales. Los
mercenarios que luchaban en varias campañas terminaban especializándose y
convirtiéndose en una estructura indispensable para una operación militar de
envergadura. La función de estos estaría dada en combatir en forma de
escaramuzadores o como tropas irregulares, aptas para la lucha contra otras
tropas de similares características y especialmente en operaciones de
contrainsurgencia o en el sitio de ciudades amuralladas. En el combate
convencional su misión estaba referida a la transferencia de un fuego de
proyectiles eficaz para desorganizar a las formaciones enemigas.

Las fuerzas de carros de combate eran otra tropa aparte. La fuerza de carros de
combate en el ejército egipcio fue parte de un proceso de modernización que
estuvo relacionado con la experiencia de la derrota en campañas anteriores; y fue
durante el Imperio Nuevo que se llevaron a cabo estas modificaciones militares de
crear una fuerza de carros de guerra.

Los primeros carros utilizados por los egipcios eran una copia de los
canaánitas, y fue el carro que tecnológicamente tuvo el mejor diseño de todos los
de la antigüedad, cuya estructura ligera lo capacitaba para ser utilizado como una
plataforma de fuego capaz de transportar un arquero equipado. Su diseño ligero y
altamente móvil no lo hacían adecuado para combatir contra otros carros o en
formaciones cerradas.

21
Para el ejército egipcio la infantería llevaría el peso de los combates, pero el
carro era ligado íntimamente con la aristocracia militar, y las ceremonias de la elite
hacían de su uso algo que marcaría la estructura social de Egipto.

Los carros eran agrupados en las Compañías de infantería en número de 25


por cada una de ellas y operaban como base de fuego de la misma; también se
los podía agrupar en una fuerza de combate aparte del tamaño de Batallón que
contaba con unos 250 carros y se los conocía con el nombre de Pediet. Los
egipcios contaron con fuerzas de carros de otros reinos como los Neharin
amorreos que participarían en batallas como la de Qadesh.

El armamento utilizado por la infantería egipcia, las fuerzas auxiliares y las de


carros de combate eran similares a las de sus estados vecinos, debido
probablemente a la transferencia de tecnología lógica en los intercambios. La
lanza era el arma principal del infante, junto al hacha de guerra, el arco y las
jabalinas. Con el Imperio Nuevo se agregarían los carros de combate y las
espadas como arma secundaria del soldado. Algunas de las armas de la infantería
nos pueden dar una descripción de la forma de combatir de ésta, tal como el
hacha a dos manos que utilizaban los egipcios, o también la maza de bronce que
se utilizaba para aplastar los cráneos de los enemigos. No estamos seguros que
ambas armas fueran utilizadas en el Imperio Nuevo, debido a que ambas no eran
aptas para combatir contra enemigos que portaran escudos y corazas, sí para
luchar contra organizaciones tribales que no poseían infantería pesada sino
hombres ligeramente armados y sin protección alguna. Las más adecuadas para
el período del Imperio nuevo son las lanzas, arcos y espadas de las que había dos
modelos principales: la tipo Kopesh o espada de hoz y la falcata; otros modelos
de menos uso por su tamaño eran las espadas cortas y las espadas anchas.

Probablemente la infantería pesada, con lanza y escudo, ocupaba el centro del


dispositivo con los arqueros detrás para que los primeros les brindaran algún tipo
de protección ante la carencia de ésta por parte de estas tropas. Los primeros
arcos egipcios no tenían un alcance mayor a los 100 metros y con poca capacidad
de penetración, no había habido una evolución debido al enemigo al que se

22
habían enfrentado siempre los egipcios que eran tribus de montañeses sin
armadura alguna; es por ello que dependían de la protección de la infantería
pesada para poder lanzar sus flechas con alguna protección. Su misión consistía
en darle potencia de fuego al ataque frontal de la infantería y obligar al enemigo a
tomar alguna formación de protección que dificultara el enfrentamiento cuerpo a
cuerpo de las infanterías.

En las alas se ubicaban las fuerzas milicianas reclutadas entre los estratos más
bajos de la población o entre tribus aliadas. Armados ligeramente con hondas y
jabalinas su misión principal era cubrir los flancos de la infantería pesada en
falange y evitar un envolvimiento. Es probable, y lo veremos en las batallas, que
los carros se ubicarán delante de todo el dispositivo en forma lineal para arremeter
a la primera línea enemiga y desarticularla para permitir posteriormente a la
infantería romper su formación.

Para poder establecer ciertos parámetros de la utilización de las armas de


combate, la táctica y los procedimientos de combate realizaremos un breve
análisis de la primera batalla documentada de la que se tiene registro: la batalla de
Megido.

A la muerte de Tutmosis II le siguió su hijo Tutmosis III, aunque gobernaría


Hatshepsut en su lugar debido a la corta edad e inexperiencia de éste, cuya
función como principal líder político era la conducción del ejército; y liderarlo en
campañas militares no solo aumentaba la popularidad del faraón sino que también
era una obligación. Al poco tiempo murió Hatshepsut y estallaron una serie de
revueltas en Canaán cuyas ciudades-estado le rendían vasallaje, pensando tal vez
en la debilidad del estado egipcio y la llegada al poder de Tutmosis III, decidieron
tentar la suerte para lograr su emancipación.

Sin embargo Tutmosis III demostró una gran capacidad de organización y


según las fuentes antiguas pudo poner en campaña unos 20.000 hombres. Es
curiosa la cifra ya que si tomamos que cada Cuerpo de Ejército contaba con unos
5.000 efectivos, probablemente esa sea la cantidad de Cuerpos de Ejército en

23
capacidad de formar que poseían los egipcios. También cuatro cuerpos van a ser
los utilizados en la batalla de Qadesh posteriormente y la cifra es acorde a la
cantidad de hombres en capacidad de reunirse para el período que nos toca.
Teniendo en cuenta que para estas fechas reunir y mantener un ejército de
semejante tamaño es muy difícil y complejo, por eso se deben tener en cuenta las
cifras cuando analizamos la capacidad de una fuerza en combate y la que
realmente poseía o podía llegar a poseer.

Ejército Cananeo

Megido

Ejército Egipcio

Batalla de Megido
1457 a.C.
Yaham

Batalla de Megido (1457 a.C). Hasta el momento es la primera batalla


documentada de la historia militar.

24
El rey de Kadesh, en el Oronte, había desafiado el poder de Egipto y con su
ejército se dirigió hacia el sur, donde se encontraban varias ciudades aliadas que
le proveerían de más hombres y recursos. Además, con esta maniobra intentaba
bloquear a las fuerzas egipcias que se dirigirían hacia el norte bajo el mando de
Tutmosis. El ejército del rey de Kadesh era una amalgama de varios grupos
tribales que respondían a cada jefe difuminando y complicando la cadena de
mando necesaria para la eficiencia en combate. La fuerza que había logrado
reunir era similar a la de los egipcios, y tal vez un poco menos pero despreciable a
la hora de la batalla, pues su número no era el problema, sino la organización
necesaria para el combate.

El ejército cananeo se ubicó en las cercanías de la ciudad de Megido, un


importante enclave estratégico debido a que el mismo controlaba un nudo de
caminos. Ubicó a una fuerza de carros de combate importantes en el centro del
dispositivo y a dos fuerzas de infantería en cada ala del mismo ocupando
posiciones entre las rutas sur y norte respectivamente. Por su parte, el ejército
egipcio se acercaba a marchas forzadas y nueve días después de haber salido
llegaba a Gaza ocupando posiciones en la ciudad de Yaham. Allí Tutmosis decidió
planificar las acciones a seguir ya que se le presentaba la siguiente situación:

 Avanzar directamente a través del desfiladero de Aruna.


 Utilizar la ruta norte, por Yefti y maniobrar por el norte de Megido.
 Avanzar por la ruta del sur que llevaba a Taanacia y permitía maniobrar
por el sur de Megido.

Estas tres opciones dificultaban la toma de decisiones de Tutmosis agravando


la misma los reconocimientos de sus exploradores, que le informaban de la
disposición del ejército enemigo en torno a Megido y las rutas circundantes. Sus
oficiales más experimentados asesoraron sobre no usar la ruta más corta y
directa, ya que la misma era una vía difícil para poder maniobrar y las fuerzas
deberían marchar encolumnadas. Esto ponía en peligro la integridad de todo el
ejército, ya que si se producía una emboscada a la vanguardia, la retaguardia no

25
llegaría a intervenir, e incluso las fuerzas de carros de los Cuerpos no lograrían
desplegar para actuar contra la infantería enemiga.

A pesar de todas las contras que la decisión posterior conllevaba, Tutmosis


tomó la más corta y directa y fue en busca del enemigo. Esto fue un acierto que
salió bien, no sería la primera vez que el enemigo esperara a una fuerza por las
avenidas de mayor expectativa y no por la de menor como en este caso. Lograron
llegar al sur de Megido y decidió esperar la retaguardia para poder contar con
todas sus fuerzas y poder desplegarlas en el terreno. El campamento se
estableció a orillas del río Quina al sur de Megido. Atacarían al día siguiente.

Ejército Egipcio

Arqueros Arqueros
Inf Lig I I Inf Lig

Carros
Batalla de Megido
1457 a.C.
Carros
Infantería tribal Carros
I
I I I

Ejército Cananeo

Como dijimos antes, Megido tenía una importancia estratégica debido a que
ocupaba un nudo de rutas y especialmente la salida al Wadi Ara que conectaba
con la llanura costera de Palestina. Era una importante vía de comunicación que
conectaba a Egipto con Mesopotamia y permitía el acceso al creciente fértil. El
control de Megido permitía el control de esa ruta vital, por lo tanto la fuerza
cananea debía ser destruida y desalojada de allí.
26
Con la madrugada del día siguiente el ejército egipcio inició el ataque. Los
carros atacaron en primer lugar y lanzaron proyectiles con una precisión
devastadora sobre las mal conducidas y desordenadas filas cananeas. Mientras
tanto la infantería pesada egipcia iniciaba la marcha y encontró a la primera línea
enemiga demasiado desordenada como para aguantar la presión, en tanto los
arqueros montados en los carros realizaban una verdadera matanza en sus filas.
En algún momento la línea cananita se quebró y la retirada se convirtió en una
huída desesperada buscando la seguridad de los muros de la ciudad. La
persecución no fue efectiva y podría haber aniquilado al completo las fuerzas del
rey de Kadesh, de no haber sido porque los soldados egipcios se dedicaron a
saquear el campamento enemigo. Esto dio tiempo a los cananeos a resguardarse
tras los muros de Megido, la que debió ser sometida a un sitio de siete meses
antes de tomarla.

Guarniciones y fortalezas fueron dejadas en la zona como para marcar una


frontera, aunque sea de forma defensiva, pero con el objeto fundamental de
mantener presencia en la región. Otra batalla que también se puede rearmar en
base a fuentes de ambos lados es la de Qadesh en 1295 a.C., cuando el imperio
hitita bajo el liderazgo de Muwatalli se enfrentó al ejército egipcio liderado por
Ramsés II. La victoria recayó en el lado egipcio pero los hititas no serían vencidos
completamente. Tal fue así que Muwatalli poco tiempo después lanzó una nueva
ofensiva con el objetivo de recuperar los territorios perdidos pero no logró ningún
hecho decisivo como para afianzarse en los mismos.

Con la muerte de Muwatalli hacia el 1288 a.C., Ramsés lanzaría nuevas


campañas para llegar a Oronte, dominando gran parte de Oriente Próximo. Casi
dos décadas después ambos adversarios terminaron firmando un tratado ante la
definición decisiva de la guerra. Estas serían las últimas campañas importantes
del ejército egipcio, será hasta la campaña contra los pueblos del mar que no
veremos otras acciones militares de relevancia.

El ejército egipcio fue uno de los más imponentes del mundo antiguo y no sólo
tenía capacidad para operar por tierra sino que también lanzó operaciones anfibias

27
cuya flota se armaba con madera traída del Líbano y almacenada en los depósitos
de Tebas. Tutmosis III lanzó una serie de ofensivas para cruzar el Éufrates y
atacar Mitanni, sus fuerzas fueron transportadas en barco hasta la costa Siria y
desde allí lanzaron varias acciones ofensivas, tanto terrestres como ribereñas.

La decadencia del Imperio Nuevo cuyas causas son más internas que externas
repercutió en las fuerzas militares y para el 1100 a.C. Egipto había dejado de ser
una potencia militar.

El ejército egipcio había demostrado en batallas como Megido y Qadesh la


conformación de un sistema militar complejo basado en un alto grado de
profesionalidad en los mandos y difícilmente igualado por ejércitos posteriores.
Para el grado de tecnificación propia de la Edad del Bronce podemos decir que los
egipcios habían demostrado poseer cualidades militares muy eficientes y la
capacidad manifestada para organizar y mantener ejércitos de gran tamaño en
operaciones nos dicen mucho de su estructura social y calidad de su Imperio.

Tanto los sumerios como los acadios y posteriormente los egipcios fueron
potencias que desarrollaron sendos ejércitos y sistemas militares eficientes, pero
el primer Imperio militar del mundo antiguo fueron los Asirios. No hay fuerza militar
que llame más la atención después de griegos y romanos que el imperio asirio;
muchos ejércitos posteriores copiarán su complejo y eficiente sistema militar,
aunque sus campañas militares aún despierten la indagación científica en los
historiadores militares por la eficiencia adquirida en el campo de batalla.

La civilización asiria asimiló mediante un amplio proceso de aculturación, las


costumbres, leyes y conocimientos de babilonios y sumerios; especialmente de los
babilonios, en una proporción tal como Roma lo hizo con la Grecia clásica. Una de
sus políticas principales y más controvertidas fue la de crear colonias mediante el
desplazamiento de grupos humanos y reasentándolos donde estratégicamente
convenía. Estos desplazamientos se ejecutaban sobre pueblos dominados que
habían sido sojuzgados militarmente.

28
Asiria conoce dos períodos: el primero abarca desde el siglo XIV al siglo XI,
donde demostrará su capacidad militar hasta su caída posterior a la invasión de
los pueblos del mar en el 1170 a.C. aproximadamente. El segundo, y tal vez el
más interesante para la historia militar, es el denominado como Imperio Neoasirio
cuyo período abarca desde el siglo XI al VII a.C. Es en éste momento donde
mediante una serie de brillantes campañas militares dominaron el mundo antiguo
de esa época.

La estrategia asiria se basaba fundamentalmente en neutralizar las amenazas


inminentes sobre sus fronteras. Entre el 900 y el 800 a.C., Asiria se encontraba
con potenciales o reales problemas en tres frentes: El frente occidental, donde la
región del actual Israel englobaba una serie de ciudades estados aguerridas y
altamente tecnificadas, pues habían sido de los primeros en dominar el hierro,
cuya amenaza de expansión era latente, o al menos eso era lo que pensaban los
asirios. En el sur se encontraba el frente babilonio, donde las tribus elamitas
ocupaban las altas mesetas de Persia y al igual que los israelitas constituían una
verdadera amenaza. En el norte, se hallaba la región montañosa de Urartu, que
estaba habitada por aguerridas tribus hurritas que hacían una guerra de desgaste
y se amparaban en una zona de difícil acceso. Frente a estas amenazas y ante la
política expansionista de los reyes, los asirios desarrollarían una de las mayores
maquinarias bélicas de la historia y uno de los ejércitos más eficientes de la
historia militar.

La respuesta militar asiria se basó en tres elementos para poder neutralizar a


sus enemigos:

 Entre el 900 y el 700 a.C. se realizaron varias campañas militares


limitadas, en forma de grandes incursiones, con el objetivo de destruir a
las fuerzas enemigas o reducir al mínimo su capacidad operativa. Estas
campañas eran un modelo de lo que hoy se conocería como acciones
de guerra preventiva, donde se ataca ante una posible amenaza,
aunque aún la misma no se haya materializado como real. Dentro de

29
estas campañas se encuentran las destinadas a destruir a las tribus
israelitas y dominar su eficiente sistema de fortificaciones.
 En el frente norte se llevaría a cabo una despiadada guerra de
contrainsurgencia contra las tribus hurritas que operaban en base a
procedimientos propios de la guerrilla, por lo tanto los asirios
desarrollaron los primeros procedimientos contrainsurgentes de la
historia militar de manera efectiva.
 Otro de los elementos fundamentales que caracterizaron a los asirios
fue la campaña de terrorismo interno llevada a cabo sobre las ciudades
estado sometidas. Si bien el término terrorismo no es empleado de la
misma manera que en la actualidad, sí fue una campaña de terror tal
como se llamo al terror jacobino durante la revolución francesa en el
siglo XIX.

Para poder dar cumplimiento a los objetivos que se fueron imponiendo por los
distintos reyes se debía contar con una herramienta eficiente y eficaz, y para ello
se conformó un ejército cuyas características serían imitadas posteriormente.

El ejército asirio era una fuerza integrada básicamente por infantería ligera y
pesada, pudiendo combinar ambas para diferentes misiones. La infantería pesada
estaba compuesta por profesionales y tropas reclutadas en levas obligatorias de
las provincias del imperio. Los especialistas como honderos, arqueros y
lanzadores de jabalina, tropas de asalto e ingenieros de combate, normalmente
eran profesionales contratados, llegando a contar con una excelente calidad de
sus fuerzas. Fueron los primeros en desarrollar una caballería como fuerza; en
tanto la misma reforzaba a grandes unidades de carros de guerra. Los arqueros
montados fueron en su momento una de las grandes innovaciones, probablemente
influenciados por las tribus escitas que ya luchaban de esa manera.

También debieron emprender campañas militares en varios ambientes


geográficos particulares, como la llanura y la montaña, debiendo innovar en la
organización militar de sus fuerzas para luchar en dichos terrenos, demostrando
con ello una flexibilidad apta para lograr maniobras complejas.

30
Ejército Asirio
Líneas de las
diversas campañas
contra las tribus
israelitas Meggido

Campañas
de Sargón
713 a.C
Jerusalén
Gath

Gaza

Raphia

Campañas Asirias
en el Frente
Fuerzas egipcias Occidental

Uno de los elementos más importantes con que contaba el ejército asirio eran
los ingenieros de combate, logrando desarrollar no sólo una multiplicidad de
equipos para franqueo y transporte de tropas en zonas de difícil acceso, sino que
también desarrollaron grandes capacidades para construir maquinas de asedio.
Combinados todos los elementos militares hacían de la maquinaría bélica asiria
una herramienta colosal para poder aplicar su política conquistadora.

31
No hay ejército eficiente si su sociedad, cuyas fuentes humanas nutren al
mismo del principal elemento de éste, si la misma no estuviera preparada para ir a
la guerra. El punto principal por el cual Asiria se había convertido en una máquina
de matar tan eficiente era su sociedad militarizada. Desde el rey hasta el último
miembro de la comunidad formaban parte de una estructura militar, pues la
organización jerárquica del ejército se había extendido a la sociedad. Podemos
decir que fue la primera sociedad militar del mundo.

Las cargas administrativas eran designadas de acuerdo a términos militares,


donde el rey debía conducir su ejército en campaña. Los gobernadores de
provincia también podían conducir a sus fuerzas en operaciones militares más
limitadas, ya sea en las propias o en regiones conquistadas. Esta estructuración
de la sociedad para la guerra era el resultado de ésta última como un elemento
estructurante, de la misma manera que lo había hecho en sociedades pre-
estatales y tal como habría remarcado Pierre Clastres.10

Las campañas militares asirias tuvieron como objetivo primario el control de las
fronteras y sus zonas adyacentes buscando una profundidad estratégica
adecuada para su supervivencia, pero posteriormente comenzaron a lanzar
campañas cada vez más intensas y profundas con el objetivo de conquistar
nuevos territorios, conseguir esclavos y zonas de recursos que les permitiera
ampliar sus fronteras nuevamente. Al reemplazar en los campos la mano de obra
de los campesinos por esclavos, permitió que las campañas militares no fueran
estacionales y por lo tanto sus ejércitos tuvieron una mayor cantidad de mano de
obra libre para reclutar y por el tiempo necesario que las mismas requiriesen.

El imperio asirio demostró una gran capacidad de organización para las


empresas militares. En primer lugar, los recursos humanos con que contaban y al
haber estructurado su sociedad en forma militar les permitía contar con unas
fuerzas de alrededor de 150.000 hombres, que por supuesto no podían poner en
el campo de batalla. No se debe confundir la cantidad de hombres que se podían

10
Clastres, Pierre. Arqueología de la Violencia. La guerra en las sociedades primitivas. Ed Fondo
de Cultura Económica. 2007

32
reclutar con los que se podían alinear en un campo de batalla. De los 150.000
hombres que se podrían reclutar, un 30 % al menos debían estar desperdigados
en las guarniciones de frontera con el objeto de resguardar las mismas ante un
ataque en caso de que el núcleo principal del ejército estuviera empeñado en una
operación. Otro tanto debían permanecer en reserva para poder acudir al
momento del llamado en caso de que se los necesitase, por lo tanto del resto, la
mayoría eran tropas auxiliares que cubrían los puntos estratégicos a medida que
la fuerza principal avanzaba, dejando que para una batalla o un asedio, un
comandante contaría con entre 30.000 y 35.000 hombres como mucho. Esta cifra
hoy nos puede parecer muy baja, pero para la época era un ejército enorme.

El tren logístico necesario era muy grande, generalmente basado en carros


tirados por asnos y en camellos que eran los que mejor se adaptaban para la
lucha en zonas desérticas. Los gobernadores de provincia debían acopiar todo
tipo de recursos para abastecer al ejército una vez que el mismo pasara por su
zona de incumbencia, las postas y los lugares de acuartelamiento eran necesarios
para el reabastecimiento de las columnas. La concentración de las fuerzas se
hacía en puntos previstos de antemano de los que se han identificado como tales
a Nínive, Khalu o Khorsabad.

Arquero y lancero asirio. Obsérvese la calidad del equipo y de la panoplia de


combate.

33
Las primeras guerras libradas fueron de carácter defensivo y guerras
preventivas con el objeto de mantener sus fronteras en la estrecha llanura ribereña
del Tigris, además de mantener abiertas las rutas comerciales que eran
indispensables para su supervivencia. Pero al finalizar el siglo X, todas las rutas
comerciales se hallaban cortadas y los pasos de montaña bloqueados por tribus
rebeldes que realizaban una constante guerra de guerrillas en los montes Zagros y
las alturas del Tauro, creando sendos frentes en el Norte y el Este. En el sur la
situación se volvía cada vez más complicada por las constantes reivindicaciones
del los distintos reyes. Ante estos acontecimientos se decidieron lanzar campañas
militares de las cuales nombraremos algunas para darnos una idea de cómo
luchaban los asirios y cómo funcionaba su maquinaria militar.

Las iniciales campañas que realizarán los asirios podemos calificarlas como de
contrainsurgencia, sin confundirnos con los procedimientos actuales y haciendo
referencia a que la misma no es un término moderno sino como explicamos
anteriormente mucho más antiguo de lo que pensamos habitualmente. Las tribus
del norte hacen una guerra insurgente donde no reconocen a la autoridad de
Assur y se rebelan en forma constante, utilizando procedimientos propios de la
guerra de guerrillas tales como incursiones, golpes de mano, emboscadas, etc.
Pero lo que es peor, es su capacidad para levantar en forma constante a otras
tribus de la región para que hagan lo mismo y con el objeto de crear zonas
controladas por ellos y que permitan que dicho control se ejerza sobre las rutas
comerciales que entran y salen de Asiria.

Como toda campaña contrainsurgente de la antigüedad, el principal objetivo era


la destrucción física del adversario o su sometimiento a la esclavitud. Esto
conllevaba también la destrucción de la infraestructura de las tribus rebeldes y la
deportación de los no combatientes en regiones designadas como colonias. El
desplazamiento forzado de pueblos enteros fue parte de la estrategia de guerra

34
asiria; en muchos casos fue de población sometida y en otros de población
designada para tal fin.11

De las operaciones contrainsurgentes, los asirios pasaron a lanzar acciones de


guerra preventiva contra enemigos que quedaban en las fronteras de las tribus
insurgentes sometidas; pero estos ya no eran el mismo enemigo. Estados como
los hititas, babilonios, mitanios o egipcios, requerían de campañas militares
distintas y más largas, puesto que dichos enemigos contaban con fuerzas militares
similares y por sobre todas las cosas con numerosas fortalezas distribuidas en un
amplio territorio.

La justificación de la expansión militar asiria no sólo debe basarse en los


beneficios económicos que las mismas tienen, sino también en una ideología
divina regida por el dios Assur que los conminaba a la supremacía por sobre el
resto de los pueblos. Los asirios no serían ni los primeros ni los últimos en utilizar
la religión como elemento ideológico para la captación de masas y lograr el
convencimiento de las principales estructuras sociales de los beneficios de la
guerra.

Los asirios basaron la planificación de sus campañas en diferentes aspectos


militares operacionales tales como:

1. La flexibilidad táctica de sus fuerzas.


2. La rapidez en la concentración de los efectivos para lanzar acciones
preventivas.
3. Una preparación territorial que les brindaba una cadena logística de
sostenimiento.

11
Según Chaliand en los tres siglos que duró el apogeo militar asirio en su imperio, unos 4.000.000
de personas fueron desplazados en operaciones de deportación masiva. Semejantes cifras
demuestran posiblemente que los asirios fueron los pioneros en este tipo de operaciones, aunque
muchas veces la relocalización de colonos no fue violenta, sí lo fue en la mayoría de las veces. Si
bien muchos autores han minimizado estas acciones, probablemente haya sido peor de los
suponemos o sabemos, debido a la brutalidad de la guerra y a una política que se distinguía no
precisamente por su bondad y misericordia.

35
4. Una configuración estructural de sus fuerzas para combatir en
formaciones lineales o para asaltar zonas restrictivas como ciudades o
fortalezas de montaña.

El imperio asirio asentó sus bases de acuerdo a la política militar de dos de sus
principales reyes: Asurnasirpal II (883-859 a.C.) y posteriormente su hijo
Shalmanaser III (859-824 a.C.). Con ellos las fronteras comenzaron a ampliarse y
un imperialismo basado en la conquista de pueblos adyacentes surgió con los
mismos.

Estudiando las campañas de Asurnasirpal II podemos vislumbrar que las


mismas estaban destinadas a conformar una zona de protección en torno la
capital Khalu y sus regiones adyacentes. En una especie de creación de zona de
amortiguación, su primer objetivo fue la de dominar a las tribus hostiles del norte,
este y sur y crear las bases necesarias para posteriormente adentrarse y ampliar
sus fronteras. En estas campañas el rey asirio desarrolló dos aspectos
fundamentales para someter a los rebeldes: una guerra psicológica basada en el
terrorismo,12 y la velocidad para dirigirse de un lugar a otro y derrotar a sus
enemigos. Su hijo haría exactamente lo mismo.

Con estas campañas exitosas las fronteras aseguradas y expandidas


aseguraban controlar una importante vía fluvial como el Éufrates, necesario para
lanzar operaciones anfibias hasta el Mediterráneo cuando los estados del corredor
sirio-palestino se rebelaran. La conquista de la región de los montes Zagros acabó
con la resistencia de los insurgentes montañeses y la frontera se logró fijar en
Babilonia.

Posteriormente Asiria viviría un período de guerras civiles y reyes con poca


capacidad de liderazgo y que muy lejos estaban de parecerse a Asurnasirpal II o
Shalmanaser III, llevando al imperio a un grado de decadencia que en un

12
La base de esto fue el uso del terror con un fin netamente psicológico para lograr rápidamente la
sumisión de las regiones rebeldes. La tortura, la decapitación y la mutilación en todos sus
aspectos, además de una serie de procedimientos horrorosos, fueron ejecutados con la finalidad
de crear en el enemigo una conciencia de la derrota y la no oposición al poder militar asirio.

36
momento pareció que su derrumbe era inminente. Pero con la llegada al poder de
Tiglat Pileser III (744-727 a.C.) quien mediante una serie de reformas militares y
aplicando una estrategia de largo alcance devolvió a Asiria todo su poderío; peor
aún, hizo del ejército asirio una maquinaria bélica sin parangón y sin imitación que
podemos decir recién con la legiones romanas la aparición de un ejército similar.

Con la muerte de Tiglat Pileser III le sucedieron una serie de reyes de gran
capacidad militar que llevaron las fronteras del imperio a su máxima extensión. Y
fue esa extensión la que comenzó a forjar su decadencia, como también la
inevitable política interna y estructura fiscal fallida para la administración del
mismo la que provocaría su decadencia y posterior caída. Pero un factor que los
historiadores del próximo oriente no han tenido en cuenta al momento de evaluar
la caída del Imperio asirio ha sido la capacidad de sus enemigos para adaptarse a
la guerra que Asiria les llevó. Cuando un ejército tan eficiente como el asirio se
convierte en una máquina de matar imparable, lo más lógico es que sus enemigos
derrotados lo imiten, tal como había ocurrido con los sumerios y acadios. De esa
manera y sin buscarlo, los asirios habían enseñado a sus vecinos a pelear. Todos
los ejércitos que lucharon contra ellos comenzaron a imitar sus tácticas, a
organizarse de la misma manera y a crear en sus sociedades una conciencia
militar para la guerra que les brindara los recursos necesarios para llevarla a cabo
con eficiencia.

De esa manera los ejércitos medos y babilonios crearon estructuras de combate


eficientes y con sólidos recursos para poder contrarrestar el poder asirio. Luego de
300 años de esplendor, en el 612 a.C. un ejército aliado compuesto de tropas
medas, babilonias y escitas entraba en la capital Nínive y destruía lo último del
poder asirio.

Los medos darían posteriormente origen a otro de los grandes ejércitos de la


antigüedad: el ejército persa. Más tarde se haría famoso durante las guerras
médicas y que gracias al historiador Heródoto conoceríamos mucho más de él que
de otros ejércitos orientales. La guerra en la antigüedad tenía aún mucho camino

37
para recorrer, y Grecia y Roma nos legarían una forma occidental de combatir que
ellos habían heredado del Oriente Próximo Antiguo.

38
Bibliografía

BRICE, Lee. Brill's Companion to Insurgency and Terrorism in the Ancient


Mediterranean World. Editorial Lam. 2015
CLASTRES, Pierre. Arqueología de la Violencia. La guerra en el mundo primitivo.
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FERRIL, Arther. The origins of war; from the Stone Age to Alexander the Great.
Editorial Westview Press. 1997
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TURNEY-HIGH, H. H. Primitive War: Its Practice and Concepts. Editorial University
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STILLMAN, N., & Tallis, N. Armies of the Ancient Near East. Sussex: WRG
Publications. 1984
WRIGHT, Quincy. A Study of War. Editorial University of Chicago Press. 1942

39
Los Orígenes de la Guerra

Mg Jorge Ariel Vigo


Universidad de Buenos Aires

―Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente,


que decía, ven y mira: Y salió otro caballo, bermejo; y al que
lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y
que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada‖.
Apocalipsis 6:4

No he elegido al azar emplear el plural en el epígrafe. Al hablar de origen


podemos hacer referencia a tres situaciones: la determinación temporal de la
primera aparición del fenómeno, la explicación de las causas que le dieron origen
o a su naturaleza. Lo que se resume en responder a tres preguntas: ¿Desde
Cuándo hay Guerra?, ¿Por qué apareció?, y ¿Qué es?

¿Desde Cuándo hay Guerra?

Explorar el tiempo pasado en busca de la primera aparición de la Guerra es una


tarea compleja no sólo por su antigüedad sino también por las condiciones en las
que las pruebas aparecen.

La búsqueda de evidencias debe orientarse hacia los hallazgos de restos


humanos que registren traumas producidos por armas –especialmente proyectiles
incrustados en los huesos- y el registro de fortificaciones.

Los humanos comenzaron sus rituales mortuorios hace unos 150.000 años,
pero esas prácticas comprenden la sepultura –que puede proporcionar datos- pero
también la cremación y la exposición de cadáveres13. Aun así no siempre es
posible distinguir entre heridas producidas por accidentes, las provenientes de
violencia individual y las sucedidas en ocasión de violencia grupal, siendo éstas
las que aportarían datos a esta investigación.

13
(Keely, 1996)

40
Las armas aparecen regularmente 40.000 años atrás y las fortificaciones están
sujetas al sedentarismo que aparece alrededor de hace 14.000. Lo que establece
un marco temporal amplio pero más preciso si tenemos en miras que nuestra
especie camina sobre la tierra hace dos millones de años, y que el homo erectus
hace 500.000 años. Entre éstos “…el Hombre de Pekín, el “Prometeo” que
aprendió a conservar el fuego, lo utilizó para asar sus hermanos: al lado de los
restos del primer uso regular de fuego se encuentran los huesos mutilados y
tostados del propio Sinanthropus Pekinensis…”14, podría hacer suponer alguna
actividad asociable a la guerra, sin embargo sólo muestra una gran habilidad para
sobrevivir y seguramente orientada a la caza.

Con mayor certeza de la causa de muerte se han hallado restos en Italia y


Francia –entre 34.000 y 24.000 años- en Egipto -20.000 años- y Nubia – de
14.000 a 12.000 años-. Las evidencias más fuertes por su regularidad aparecen
en el Mesolítico de 10.000 a 5.000 años y con más firmeza en el Neolítico donde
los primeros agricultores aparecen entre el 7.000 y el 4.000, coincidiendo con la
introducción de fortificaciones como Jericó (9.000 a.C.), Çatal Hüyük (7.000 al
4.000 a.C.) y Arkaim (4.000 a.C.).

Bajo estas manifestaciones podemos estimar que el hombre eligió la Guerra


como uno de los medios para resolver conflictos dentro de la especie hacia el
período comprendido entre los 30.000 y los 20.000 años hacia el pasado. Esta
datación refiere a la Guerra como fenómeno humano integral, sin embargo es
posible marcar dos períodos dentro de él que están determinados por la forma en
que la comunidad la enfrenta.

El “Horizonte Militar”

14
(Lorenz, Sobre la agresión: el pretendido mal, 1971) (Ferril, 1997)

41
En 1949 Harry Holbert Turney-High15 formula su teoría del “Horizonte Militar”
para separar esos dos períodos que quedarán bautizados como ―Guerra Primitiva
o Ritual‖ y ―Guerra Real o Civilizada‖. El planteo parte de la idea que la diferencia
entre las dos se debe a que en la primera sus ejecutores son pueblos iletrados
que desconocen las normas básicas de la ciencia de la guerra, esencialmente no
tienen táctica y ello lo manifiestan por su ausencia de formaciones de combate.
Propone cinco condiciones necesarias para una:

1. Operaciones Tácticas
2. Comando y Control definidos. Sin definición de una autoridad militar en
control durante la acción, sólo se obtiene una riña sangrienta
3. Habilidad para conducir una campaña para la reducción de la resistencia
enemiga si la primera batalla falla. Esta es una condición muy importante,
es mucho más que un raid, e implica una mayor autodisciplina y
organización social
4. El motivo debe ser claro. La guerra debe estar basada en un motivo grupal
y no individual, o por causa de parentesco. La guerra verdadera está por
encima de las disputas hereditarias o familiares; es una cuestión política
propiamente dicha.
5. Adecuado abastecimiento

Turney-High sostiene que ninguna tribu primitiva puede llenar estas


condiciones, especialmente la quinta. Mantiene además, después de enumerar
catorce principios de táctica, que el que refiere a “correctas formaciones” no se
verifica en grupos prehistóricos. Comenta que en ese antiguo pasado la guerra no
tiene objetivos prácticos o racionales, como las causas políticas y económicas, por
ello dice que la guerra primitiva se produce por motivos personales, psicológicos y
sociales, y que la aventura, el deporte o el aburrimiento pueden ser causas
válidas. Indica que las cuestiones psicológicas en la guerra civilizada se
manifiestan en el soldado individual y en pequeñas unidades. Finalmente asevera

15
(Turney-High, 1949)

42
que la victoria puede no producirse o ser sólo aparente y que tiene mayor valor la
supervivencia del guerrero.

Esta hipótesis que parece convincente es más intuitiva que científica y su


principal legado es haber proyectado la imagen de una guerra primitiva muy
parecida a un deporte inofensivo dirigido a objetivos imprácticos e incapaz de
afectar cualquier aspecto esencial de la sociedad, con lo que dio origen al
concepto de la guerra primitiva relativamente benigna que floreció a posteriori de
la Segunda Guerra Mundial.

Pese a lo errado, aunque atractivo de su estudio, Turner-High nos dejó la idea


del “Horizonte Militar”, que todo historiador militar ha utilizado con iguales o
diferentes argumentos. Con sus deficiencias, sin embargo tiene una cita muy clara
que ayuda a mejorar su teoría. Veamos ese párrafo:

―Los etnólogos frecuentemente reportan que ciertas tribus recogían bayas y


frutos secos y… pueden haber dependido de alimentos vegetales salvajes para su
principal sustento. Tal condición no los hace agricultores, a pesar de que pueden
haber comido no más carne que una tribu agrícola. Hay algo más el complejo de la
agricultura es bastante más que la simple dieta, como hay más en la guerra que la
mera matanza…Para ser considerado un pueblo agricultor, sin embargo, de hecho
habrían tenido que domesticar la planta de alimentos, poner su crecimiento bajo
su control, y sistemáticamente sembrar, cosechar y guardar cierta cantidad de
semillas para la siembra futura. Wilhelm Schmidt sostiene que el horizonte de la
agricultura verdadera consiste en la alteración de las condiciones de vida de las
plantas y alterar el suelo. A menos que se trabaje el suelo, por lo tanto, la
producción de plantas de comida no se puede considerar verdadera la
labranza…El umbral, entonces, que divide la verdadera guerra del combate sub-
militar, debe ser tomado como la invención de tácticas‖16.

Este párrafo es el que le da vida y posibilidades a la teoría del ―Horizonte


Militar‖, pero creo que no como Turner-High lo pretendió.

16
(Turney-High, 1949)

43
Es cierto, para seguir con la metáfora, que recoger lo que la naturaleza brinda
sin control, no es lo mismo que cosechar lo plantado; pero esencialmente son dos
actividades idénticas en dos etapas de evolución, diferenciables por esta condición
temporal. Con la guerra sucede lo mismo, Turner-High no ve la guerra primitiva
como una etapa de aprendizaje bélico, y pretende por otra parte que la táctica es
una invención -que ciertamente lo es- pero que se creó completa en un solo acto,
que aún sería previo al primer combate civilizado. La diferencia que sí es
apreciable es que los objetivos primitivos eran menos concretos, y más variados y
las formas muy laxas.

En la vida del hombre prehistórico la guerra tenía un carácter ocasional, pero


las acciones existían tanto rituales como de guerrilla. Esta última forma de lucha
también contradice a Turner-High, pues exige de procedimiento, organización,
liderazgo y planeamiento, que aunque primitivos no pierden entidad.

La ―Guerra Real‖ habría comenzado a crearse alrededor del 10.000 a.C. y


recién en el 3.100 a.C. aparecerían los ejércitos permanentes. En ese tiempo
parece que la ―guerrilla‖ habría desaparecido, o mejor dejó de hablarse de ella
como guerra y luego la historia militar también la remitió al olvido. Una explicación
de porqué una vez que se estableció la guerra civilizada esta forma de combate
fue rechazada y considerada un crimen es debido a que era (o es) ―cruel con los
débiles y cobarde en presencia de los bravos‖, es decir todo lo contrario a lo que
sostienen los valores de la profesión militar; esto ha hecho que algunos
académicos y el público en general se hayan negado durante mucho tiempo a
considerar la guerrilla como guerra verdadera, lo que es un error pues se trata de
un simple procedimiento de combate.

Hugh Kennedy explica lo que llama la “Paradoja del Nómade”17 . ―En la historia
de la guerra ha sido generalmente el caso que la superioridad militar reside en los
estados más ricos y los que tienen la más desarrollada administración… Los
nómadas que asolaron y a veces dominaron las tierras… de Europa, eran una
excepción a esta regla. Casi por definición, no tenían estado y aparato
17
(Kennedy, 2002)

44
administrativo, a menudo venían de tierras pobres y completamente ignorantes en
las artes de la civilización‖. Sin embargo causaron el terror de estados modernos y
se impusieron a ellos. ¿Cómo lo lograron? Kennedy destaca que poseían una
mayor movilidad, que todos los hombres adultos eran guerreros y que sus líderes
eran seleccionados por su habilidad para hacer la guerra. Pero la paradoja
comprende algo más, aun los más exitosos guerrilleros tienen que convertirse en
guerreros convencionales y adoptar sus tácticas cuando alcanzan un gran éxito,
pues entonces son ellos los que tienen tierras y riquezas que deben defender y
administrar.

Si la guerra irregular es la primera forma de guerra y está ligada a las formas


nómades de vida; y si se acepta que esta forma de guerra desaparece cuando los
nómades se hacen sedentarios, al disponer de mayor seguridad y estabilidad, es
entonces forzoso reconocer que el cambio de la guerra irregular – cambio que
debió haber arrastrado a la guerra ritual- a la guerra regular, real o civilizada se
debe a que las condiciones de seguridad y estabilidad son deseables para el ser
humano, y esto le ocurrió históricamente al hombre primitivo al asentarse con el
descubrimiento de la agricultura, lo que trajo aparejada la necesidad de defender
tierras y posiciones que antes eran fugaces propiedades. Esto nos indica que la
imaginaria línea del ―Horizonte Militar‖ no está asentada en la táctica como
propuso Turner-High, sino en el cambio en las condiciones de vida que alteraron
toda la concepción cultural e intelectual del hombre. Esos cambios hicieron a los
objetivos de guerra más racionales y políticos, y de allí surgió una mejora en la
forma del combate y la conducción bélica, cosa que llevó mucho tiempo. Pero esto
es sólo una parte de los cambios, o más bien una explicación de ellos pero no las
posibles causas de los cambios que están muy vinculados a la guerra.

El inicio de la Guerra puede entonces datarse hace 30.000 o 20.000 años atrás,
mientras que la forma de Guerra en la que hoy todavía nos movemos puede
estimarse que comenzó a introducirse de manera discontinua y sujeta al grado de
evolución del grupo comunitario entre los 12.000 y los 10.000 años.

45
Ahora que conocemos su antigüedad y su práctica tan variada es forzoso
admitir que la Guerra es un conocimiento, un saber humano profundo y arcano
que no puede soslayarse, y que obliga a estudiarlo, aprenderlo y desarrollarlo bajo
la condena ―de pérdida de lo que nos es más querido‖ que nos indicara Sun Tzu18.

¿Por qué apareció la Guerra?

La cuestión de las causas que dieron lugar al advenimiento de la Guerra refiere


a por qué el hombre recurrió a ella como método de resolución de disputas y no
debe confundirse con la naturaleza de la Guerra que concierne a la esencia y
propiedad característica del fenómeno y determina su especie, cosa que veremos
más adelante.

Si tomamos la categorización de ―Guerra Ritual‖ y ―Guerra Real‖ podríamos


decir que la primera está más ligada a motivaciones personales y psicológicas de
jefes tribales y guerreros, mientras que la última es provocada por motivos
políticos o económicos. Este camino lo han seguido algunos investigadores, pero
creo que aceptar que cada período tiene causas diferentes lleva a aceptar que no
se trata de dos períodos de un mismo fenómeno sino de fenómenos diferentes, y
pienso que debe haber una causa unificadora que afecte a ambos como
calificadores de un único instituto.

Veamos el enfoque que John Keegan19 brevemente da a este tema: ―Algunos


insisten en ver la guerra primitiva como "cultural", una canalización de los instintos
masculinos hacia la violencia colectiva, así como una expresión de la identidad de
los machos que forman una comunidad particular. Otros consideran que se lucha
como un medio de la competencia por los escasos recursos y señalan que,
aunque las batallas campales parecen lograr escasos resultados, las
colectividades más fuertes alcanzan, con el tiempo, prevalecer sobre las más
débiles, ocupando el territorio que ellas no son capaces de defender…La
Competencia por Recursos Escasos (CRE - un término acuñado por el profesor
Ronald Cohen de la Universidad de Florida) habría dado lugar a algún grado de
18
(Sun, 1973)
19
(Keegan, The Mask of Command, 1993)

46
especialización militar en la sociedad primitiva; el primitiva batalla campal
individualista en la que los participantes practican duelos hombre a hombre,
aunque no necesariamente en contra del mismo hombre, debe haber dado paso
bajo presiones competitivas al esfuerzo más unificado. Unificación predica
liderazgo y organización de partidas de caza, que era fundamental para la
sociedad primitiva, proveyó un modelo a partir del cual el liderazgo podría ser
trasladado al campo de batalla‖.

Creo que la separación entre causa cultural y competencia por recursos es


artificial y no se contradice. Ciertamente el impulso de la lucha resulta afincado en
la necesidad de obtener recursos para la comunidad (competencia) y la
construcción de la violencia colectiva (cultura) para lograrlo. La cuestión es por
qué y cuándo la obtención de recursos encuentra en la guerra su medio de
satisfacción en lugar de otros artificios.

La búsqueda de recursos tiene por objetivo la supervivencia de la comunidad.


La condición de escasez de los recursos y su fundamental función hacen que su
obtención sea una gestión permanente e irrenunciable, lo que también explica que
las agrupaciones humanas compitan entre ellas por conseguirlos y en cantidad
suficiente. La escasez es resultado por una parte de la disponibilidad real de los
recursos, y de los medios disponibles para su obtención por la otra. En este
sentido Marvin Harris20 señala que la necesidad de recursos y asegurarlos
promueve a la intensificación de los procesos de obtención. Cuando ello ocurre, si
se emplean nuevas tecnologías se pueden obtener más recursos sin agotar sus
fuentes, por el contrario la explotación continua sin mejoras técnicas termina por
eliminar el recurso permanentemente. Esta privación obliga a la comunidad a
tomar medidas internas de reducción poblacional –como el infanticidio femenino- y
a salir a buscar nuevas tierras con nuevos recursos lo que lleva a encuentros con
otros grupos y abre la posibilidad de la guerra. Esta guerra no sería de expansión
sino antes bien de equilibrio ecológico recursos-población; ese equilibrio significa
supervivencia.

20
(Harris, Caníbales y Reyes, 1986)

47
Desde otro enfoque Claude Meillassoux21 observa que en las sociedades
donde se alcanza el progreso de la horticultura –actividad en la que las mujeres
tienen alta participación- se denota la debilidad femenina durante los períodos de
embarazo y lactancia, esto llevaría a la obtención de hembras fuera de la
comunidad derivando en guerras inter-tribales. Confirmando la condición de
recurso para la mujer Meillassoux destaca que las hembras “conquistadas” eran
objeto de protección por el conquistador y tratadas como las otras de la tribu. Ese
trato consistía en el sometimiento de la mujer a la familia en un principio y a las
élites gobernantes después, lo que las convierte en un objeto. Se debe observar
que desde este enfoque el recurso buscado no es la mujer en sí, sino su
capacidad reproductiva.

Si proyectamos las propuestas de Keegan, Cohen, Harris y Meillassoux en


conjunto nos brindan un escenario donde el término ―recurso‖ es más amplio que
el de objeto material alcanzando un nivel conceptual que abarca todo aquello que
posibilita la supervivencia de la población. Esta perspectiva es muy importante
para comprender y distinguir las causas esenciales de la Guerra centradas
siempre en la supervivencia. Así al desarrollarse la civilización el dueto recurso-
supervivencia comenzó a asumir distintas fisonomías. En primer lugar los recursos
pudieron medirse en valores económicos dando lugar a Guerras para obtener
riquezas con las que conseguir los recursos directamente vinculados a la
capacidad de continuar viviendo. Del mismo modo que la Guerra puede producir
una sobreabundancia de recursos que podría permitir vender el sobrante y
emplear lo obtenido en nuevos y diferentes recursos. Esto es lo que ha dado lugar
a una repetida y mal interpretada frase acerca de que las Guerras siempre tienen
causas económicas, antes bien los recursos, las necesidades y su satisfacción
tienen valor económico pero la causa es siempre la supervivencia.

La expansión de la relación recursos-supervivencia alcanza también a


circunstancias que no tienen una valoración económica pero que igualmente
aseguran la continuidad. Por ejemplo el prestigio que da una victoria militar

21
(Meillassoux, 1975)

48
produce intimidación y disuasión en otras comunidades que podrían terminar
como tributarias de recursos. En nuestro mundo la capacidad de sostener la
propia soberanía es presupuesto de reconocimiento por la comunidad
internacional y facilita la obtención de recursos tanto por las vías pacíficas como
las bélicas. Así la sofisticación de la civilización ha llevado a un refinamiento del
concepto “recurso‖ lo que nos ha guiado a la disminución de la aplicación de la
Guerra como medio de supervivencia.

Es obligado admitir que hay Guerras cuyas causas no reconocen ningún vínculo
con la supervivencia, ni aun remotamente. En estos casos es mi opinión que no se
trata de Guerra, sino de un acto criminal de máxima magnitud donde tanto las
poblaciones como sus fuerzas armadas son abusadas y bastardeadas por los
promotores de acciones violentas colectivas que sólo llevan a su propio beneficio.

¿Qué es la Guerra?

La cuestión aquí es responder a la clásica pregunta acerca de si la Guerra es


un fenómeno ―Natural‖ al hombre o es un hecho ―Cultural‖. Aceptar el primer
postulado es admitir que la Guerra siempre e inevitablemente convivirá con la
especie humana; el segundo postulado plantea que la Guerra es producto de una
forma o estilo de vida comunitaria y que un cambio podría hacer que cayera en
desuso. La cuestión suscita fuertes y prolongadas discusiones y, lejos de concluir
se amplía el espectro permanentemente, por lo que reduciré el tema a la
generalización de algunas posturas y la fijación de las que considero más
adecuadas para explicar el fenómeno.

La teorización acerca de la naturaleza de la guerra no es un tema ligero pues es


el inicio del camino para eliminar o restringir al menos el acto de mayor violencia
de la humanidad. Su relevancia es tal que, por supuesto no escapa a los intereses
políticos que con distintas pretensiones –tanto pacifistas como belicistas- tratan de
torcer la ciencia; afortunadamente el asunto es también tan esencialmente
humano que los fraudes resultan demasiado groseros y evidentes.

49
En intención de simplificar las posturas vigentes tomaremos como guía la
estructura de la síntesis de teorías realizada por Annalee Newitz y Joseph
Bennington-Castro22 :

El 'macho guerrero': Seguida por algunos psicólogos evolucionistas, supone


que los hombres se convirtieron en violentos para asegurarse el acceso a los
recursos y a las mujeres. Esta noción se reduce a la idea de que los impulsos
sexuales de los hombres están en la raíz de la guerra, pero eso es sólo la mitad
de la historia. De hecho, la idea es que los hombres evolucionaron para formar
bandas de guerra entre sí para obtener acceso a los recursos. Tener esos
recursos les habría hecho más capaces de apoyar a las familias y las
comunidades, y así pasar a algo así como una predisposición genética para la
formación de ejércitos; es obligado aclarar que si tal transmisión existe es cultural
y no biológica.

La hipótesis de la masculinidad demoníaca:23 Sugiere que el impulso de ir a


la guerra se remonta al último ancestro común entre los humanos y los simios.
Debido a que el comportamiento de algunos chimpancés es bélico - con una
banda que ataca a otra banda - los biólogos evolucionistas han sugerido que los
varones humanos heredan las ganas de hacer la guerra de los ancestros
evolutivos distantes que compartimos con otros homínidos. Heredar “ganas de” no
significa materializarlas ni mucho menos, pero aun cuando se exteriorizasen se
manifestarían culturalmente de modo que todos en la comunidad las
comprendieran.

La guerra como depredación:24 la ensayista estadounidense Barbara


Ehrenreich opina que el origen de la conducta belicista está en el miedo de
nuestros antepasados ante animales depredadores más hábiles. Al evolucionar los
humanos aprendieron a construir instrumentos de guerra y a celebrar la victoria
sobre los animales lo que luego convirtieron en rituales bélicos. Esta teoría explica

22
(Newitz & Bennington-Castro, 2012)
23
(Peterson & Wrangham, 1996)
24
(Ehrenreich, 1998)

50
por qué la guerra no suele sentirse "natural" a la mayoría de los hombres, y
requiere un tipo de transformación ritual del guerrero o de una formación básica.
La guerra es un comportamiento aprendido, y sus rituales son una defensa contra
el miedo de la depredación.

La persuasión de los Halcones: Frente al conflicto hay partidarios de las


acciones militares ('halcones') y de las negociaciones ('palomas'). Normalmente
ganan los 'halcones' porque la gente es propensa a las ilusiones; el premio nobel
de economía Daniel Kahneman y el experto Jonathan Renshon han señalado: “La
investigación psicológica ha mostrado que una gran mayoría de las personas
creen ser más inteligentes, más atractivas y más talentosas que la media, y que
comúnmente sobrestimar su éxito futuro. Las personas también son propensas a
una „ilusión de control‟: Ellos exageran sistemáticamente la cantidad de control
que tienen sobre los resultados que son importantes para ellos - incluso cuando
los resultados son de hecho al azar o determinados por otras fuerzas”. Como dirá
Margaret Atwood: ―Las guerras ocurren porque los que las inician piensan que las
pueden ganar‖. Una idea relacionada es la "Teoría Rubicón"; sugiere que cuando
las personas creen que ya están bajo amenaza, cruzan un umbral psicológico
donde nuevos sesgos toman posición. En lugar de proceder de manera racional,
aparece un exceso de confianza y se involucran en conductas más riesgosas -
como el inicio de una guerra en lugar de buscar alternativas pacíficas.

Las guerras como resultado de la sobrepoblación: Está basada en las


teorías de población Thomas Malthus que sugieren simplemente que la guerra es
el resultado inevitable de una población en expansión con recursos escasos. El
economista de Stanford Ran Ambramitzky explica esta idea así: la población
humana aumenta a un ritmo geométrico, más rápido que el suministro de
alimentos. “Controles Preventivos” voluntarios tratan de mantener el crecimiento
demográfico bajo, por ejemplo, cuando las personas toman decisiones racionales
sobre el número de niños que van a tener en base a sus ingresos, o controles de
natalidad estatal. Cuando estas comprobaciones fallan, los "Controles Positivos",
que incluyen la guerra, el hambre y las enfermedades, reducen la población y el

51
equilibrio con los recursos. Malthus creía que mientras la humanidad no llegar a
establecer controles preventivos decentes, la acción positiva de la guerra se
aseguraría de que la población no superará a la oferta de alimentos. Esta idea se
superpone un poco con la teoría del "desequilibrio ecológico" de la guerra, en la
que "los puntos de inflamación de conflicto" son el resultado de estrés ecológico
de los humanos que explotan demasiados recursos de la tierra. Cuando los
recursos se agotan, surgen los conflictos.

Rebeldía juvenil:25 Una teoría popular en este momento, sugiere que la


violencia y las guerras son el resultado de una gran población de hombres con la
falta de oportunidades de empleos pacíficos. El exceso de jóvenes desocupados
se sentiría atraído por la lucha y al morir, la población se reduciría. "Si usted no
tiene otras opciones y no hay mucho más en juego, el costo de oportunidad de
unirse a un movimiento armado puede ser bajo", dice Michelle Gavin. Esta teoría
se puede vincular, ampliada con Mao Zedong. En 1917, describió las terribles
condiciones de los pobres campesinos chinos en la provincia de Hunan; la línea
ortodoxa comunista pensaba que los campesinos tenían un potencial
revolucionario limitado, pero Mao insistió en que las condiciones eran tan malas en
Hunan, y en la China rural, que la revolución podría basarse en el desesperado
campesinado chino, pues vivían tan mal que no tenían nada que perder. Como
comentaron John Shy y Thomas W. Collier: ―Sólo podemos preguntarnos: si un
gran número de personas, en grandes partes del mundo, se hunden hasta el nivel
del campesinado de Hunan en 1917, crearía un gran potencial explosivo de la
guerra revolucionaria‖26.

Pensamiento de grupo:27 Esta teoría explica que durante una crisis, los
grupos - no importa cuán inteligentes o bien informados - suprimirán las opiniones
disidentes, debido a la presión de ponerse de acuerdo sobre un plan de acción, lo
que lleva a tomar decisiones terribles. Esto es en cierto sentido una versión
complementaria de las teorías del macho guerrero y la persuasión de los

25
(Beehner, 2007)
26
(Paret, 1986)
27
(Janis, 1982)

52
halcones. La idea es que, cuando se ve amenazada, la gente se forma
naturalmente en bandas de "nosotros" contra "ellos", y luego toma decisiones
arriesgadas para mantener su sentido de identidad de grupo superior. Esta teoría
se ha aplicado con frecuencia para analizar la guerra en Irak.

Las guerras como técnica de negociación: Dicen algunos científicos


sociales, la guerra no es una necesidad profundamente arraigada o una reacción
emocional que viene de nuestra evolución. Tal vez es sólo una forma de
maniobras políticas que hemos desarrollado junto con la civilización. Desde esta
perspectiva, la guerra es simplemente una versión extrema de la negociación, en
la que dos grupos tratan de resolver las disputas sobre todo, desde la asignación
de recursos a la justicia social. Escribe el estudioso Dan Reiter:
―Fundamentalmente, el modelo de negociación no ve la guerra como la ruptura de
la diplomacia, sino más bien como una continuación de la negociación, ya que se
producen las negociaciones durante la guerra, y la guerra termina cuando se llegó
a un acuerdo‖. Este modelo es útil para las relaciones internacionales, ya que
sugiere que toda guerra es una negociación y su resolución a punto de ocurrir en
cualquier momento.

Gestión del Terror: La teoría sugiere que los seres humanos forman grupos
culturales como tribus y naciones, porque necesitan creer en algo de ellos va a
vivir después de su muerte. Todos tememos nuestra propia mortalidad, pero en
nuestras culturas nos damos creencias y rituales que amortiguan ese miedo. Los
problemas surgen cuando estas creencias se ven amenazadas. La teoría de la
gestión del Terror sugiere que para muchas personas, un ataque contra su nación
o su grupo despierta su miedo básico de la muerte. Puede verse alguna relación
con la teoría del Rubicón, donde las amenazas al grupo son la causa de que las
personas crucen un umbral en el que están dispuestos a tomar decisiones
violentas que nunca harían en la vida cotidiana. La teoría de la gestión del Terror
sostiene que cruzar este umbral hace que la gente esté dispuesta a morir para
preservar su cultura - porque, después de todo, es sólo su cultura lo que puede
vivir después de ellos.

53
El Impulso Agresivo: La agresión es un instinto de lucha que ayuda a los
individuos y especies a sobrevivir. En los animales, hay inhibiciones innatas contra
matar a otros de la misma especie, como el despliegue de gestos de sumisión.
Pero es diferente para los seres humanos: las armas y agresión comunitaria ("el
entusiasmo militante") aumentan nuestra capacidad para defendernos, y también
para infligir violencia sobre otros grupos. La expresión inevitable de la agresión
humana es la guerra. Esta idea sugiere que la guerra es específica para la
humanidad, como resultado de nuestras herramientas avanzadas y la
organización social. Esta teoría está vinculada con las ideas de Konrad Lorenz.

Si se observan, estas posturas siempre concluyen en la guerra como una


manifestación cultural empleando construcciones inequívocas en este sentido.
Creo que apuntan en la dirección correcta así que veamos lo que autores de valía
dicen al respecto.

Las corrientes que suponen que la guerra es ―natural‖ al hombre se apoyan


generalmente en el instinto agresivo de la especie, señalado por los trabajos de
Konrad Lorenz28 . Sin embargo nadie hasta el presente ha logrado establecer la
existencia de un instinto agresivo comunitario de raíz ―natural‖ y no influido o
determinado por la cultura. La presencia de la cultura en todo grupo humano
limita, sino restringe absolutamente, la ―naturalidad‖ de la conducta de nuestra
especie. ―Cultura son las formas socialmente aprendidas de vida que se
encuentran en las sociedades humanas y que abarca todos los aspectos de la
29
vida social, incluyendo tanto el pensamiento como el comportamiento‖ . Es justo
decir que Lorenz nunca excluyó la influencia de los factores culturales en sus
investigaciones.

El hombre es una especie animal más del planeta tierra y, como las otras
especies, tiene características que le son propias, que lo distinguen. Su aspecto
es el de una especie débil sin elementos físicos que lo hagan peligroso como
garras, fauces feroces o caparazones y espinas. Sin embargo esa apariencia es

28
(Lorenz, Sobre la agresión: el pretendido mal, 1971) (Lorenz, On aggression, 2002)
29
(Harris, Theories of Culture in Postmodern Times, 1999)

54
engañosa esconde dos herramientas más peligrosas que todas las otras. Por una
parte el hombre tiene una psique compleja, o más compleja que la de otros
animales, que le da la capacidad de modificar el entorno y adaptarse; la segunda,
que está íntimamente ligada a la primera, es su carácter gregario, su capacidad de
reunirse en comunidades organizadas. Como consecuencia de la acción conjunta
de estas virtudes aparece una tercera primordial a las otras que es la generación
de cultura. Así el hombre es un ser biológico al par que es un individuo social.30

Conforme lo expresa Levi-Strauss el hombre desde siempre realiza actividades


que son cultura, no hay un período anterior en que sólo se desarrolle en
―naturaleza‖. ―La cultura no está simplemente yuxtapuesta, ni simplemente
superpuesta a la vida. En un sentido la sustituye; en otro, la utiliza y la transforma
para realizar una síntesis de un nuevo orden‖. Es decir el cambio del orden está
promovido y mantenido culturalmente, y si es así, también lo debe haber sido el
primer orden. Ahora determinar ese primer punto, si es que existió como algunos
pretende, es prácticamente imposible. Desde el punto de vista experimental hallar
el paso de lo natural a lo cultural exigiría de mucho tiempo en razón de poder
establecer el momento espontáneo del paso de natural a cultural claramente y
distinguir un estado y otro; ese experimento prolongado debería mantenerse
dentro de un ambiente de naturaleza que, cono no lo conocemos se construiría
con supuestos que por tanto resultarían de construcción artificial. La construcción
de ese “ambiente natural-artificial” no es menos artificial o no natural que la cultura
misma. Para mayor abundamiento toda intervención del observador, como en todo
experimento, tendría un grado de influencia sobre él y, tratándose de cultura tal
participación arruinaría la prueba.

―Es posible observar que un animal doméstico –un gato, por ejemplo, o un pero
o un animal de corral- si se encuentra perdido y aislado vuelve a un
comportamiento natural que fue el de la especie antes de la intervención externa
de la domesticación. Pero nada semejante puede ocurrir con el hombre, ya que en
su caso no existe comportamiento natural de la especie al que el individuo aislado

30
(Lévi-Strauss, Las estructuras elementales del parentesco, 1991)

55
pueda volver por regresión…No se puede entonces tenerla esperanza encontrar
en el hombre ejemplos de tipos de comportamiento de carácter pre cultural‖31. El
hombre construiría una comunidad similar o muy diferente a la que conoció, pero
siempre una comunidad y producirá cultura.

La referencia a una naturaleza del hombre como una dimanación de la propia


condición de humano es una creación. Tal atribución pretende establecer una
condición inexorable para toda la especie humana por lo que se repetiría en todo
tiempo, lugar y bajo cualquier condición con uniformidad. Sin embargo tal
condición no existe, más allá de los límites de la biología humana que como
expresé también es culturalmente influenciable.

Margaret Mead (1901-1978)

Esta línea lleva a coincidir con el postulado de Margaret Mead32 . La guerra no


es un producto de la biología-naturaleza del hombre sino que es su producto
cultural, más específicamente su invención. La sola existencia de impulsos de
hostilidad y violencia no alcanza para inducir a los hombres a la guerra si esos
hombres no tienen el concepto de guerra, la idea de guerra ―…y esta idea es tan
esencial para la realización de la guerra real como un alfabeto o un silabario lo es
a la escritura‖. Las sociedades no hacen la guerra si no han aprendido que la
guerra es un medio de resolver cuestiones. “Si un pueblo tiene la idea de ir a la
guerra y la idea de que la guerra es la forma en que ciertas situaciones, definidas
dentro de su sociedad, así deben ser gestionadas, a veces irá a la guerra‖. ―…si
nos desesperamos por la forma en la que la guerra parece un hábito tan arraigado
de la mayor parte de la raza humana, podemos tomar consuelo en el hecho de
que una mala invención suele dar lugar a una mejor invención…, dos condiciones
al menos son necesarias. Las personas deben reconocer los defectos de la
antigua invención, y alguien debe hacer una nueva…, además, la creencia de que
invento social es posible y la invención de nuevos métodos que hagan la guerra
tan anticuada como el tractor está haciendo con el arado, o el coche de motor del

31
(Lévi-Strauss, Las estructuras elementales del parentesco, 1991)
32
(Mead, 1940)

56
caballo y carruaje. Una forma del comportamiento mismo se vence sólo cuando
otra cosa ocupa su lugar, y con el fin de inventar formas de conducta que harán
obsoleta la guerra, es un primer requisito para creer que una invención es posible‖.

El punto de vista de Mead es el más contundente pues el hombre es un creador


cultural que, en principio está sometido a la relación entre la biología y la cultura.
Es cierto que la primera limita a la segunda, mi cultura puede decir que los
hombres vuelan no obstante mi biología lo niega. Pero al mismo tiempo la cultura
también puede limitar y encauzar la biología, la cultura de los alimentos dirige
nuestra capacidad biológica de procesarlos, hemos perdido el bello corporal en
favor de la vestimenta cultural, muchas manifestaciones biológicas han sido
ordenadas en sus efectos por la cultura. La Guerra no es ajena a esa relación pero
su contenido es cultural y la biología aparece como elemento secundario limitativo
de lo que la cultura propone hacer.

En cuanto a esta relación es coincidente y relevante el trabajo de Bronislaw


Kasper Malinowski “An Anthropological Analysis of War”33 .

Bronislaw Kasper Malinowski (1884-1942)

Este autor señala que los impulsos biológicos más relevantes –vitales- como el
hambre, la fatiga, los impulso sexual, etc., nos exigen una conducta de respuesta,
por ejemplo el hambre mueve a la búsqueda de comida, su ingesta y la producción
de saciedad. Esta relación que inicia con un impulso, es seguido de una reacción
del cuerpo y concluye en una satisfacción que está influida por la cultura. La
secuencia se compone en síntesis de: Impulso Reacción del cuerpo 
Satisfacción. De los tres elementos el central es el menos influenciable por la
cultura, mientras que el lazo fisiológico entre el primero y el segundo y el lazo
psicológico entre éste y el tercero si se ven afectados por la cultura, esto hace que
toda la secuencia se interinfluencia culturalmente sin dejar de ser ineludible. ―La
cultura en todas sus innumerables variedades redefine las circunstancias bajo las
cuales se puede producir un impulso, y es posible que en algunos casos remodele
33
(Malinowski, An anthropological analysis of war, 1948) (Malinowski, Magic, Science and Religion
, 1948)

57
el impulso y lo transforme en un valor social…, sin embargo, en cualquier cultura
nunca puede producirse la eliminación completa de cualquiera de estas
secuencias vitales, impuestas a cada cultura por la naturaleza [biología] humana…
cada cultura tiene que incorporar integralmente la secuencia completa vital de las
tres fases‖.

Existen además los impulsos no vitales que pueden ser excluidos culturalmente
por no ser esenciales a la continuidad comunitaria. La agresión, la hostilidad, el
odio o la violencia forman parte de estos impulsos que resultan ser además
impulsos derivados. Así un freno, bloqueo u obstaculización de una secuencia vital
puede dar lugar a una agresión que tenga por objeto remover el estorbo. Pero la
agresión también puede surgir de una gran variedad de elementos no orgánicos
determinados por factores culturales como la propiedad económica, la ambición,
valores religiosos, sentimientos personales, dependencia, autoridad, etc. Los actos
de violencia están determinados culturalmente, no biológicamente. Los
sentimientos culturales o definidos culturalmente pueden guiar o ser guiados hacia
actos de violencia, por ejemplo a través de imperativos convencionales,
tradicionales o ideológicos. Entonces la hostilidad puede transformase
culturalmente por medio de propaganda, alarmismo, adoctrinamiento, educación u
otras vías de inducción y conducción. La educación primariamente apunta a
contener los impulsos de hostilidad individual y regularlos para sostener la unidad
comunitaria; también conduce a la violencia grupal hacia afuera según los
lineamientos culturales del grupo. Los casos de agresión puramente fisiológica son
muy escasos y mayormente objeto de atención psiquiátrica.

Es cierto que en situaciones límite o muy específicas de peligro –incendios,


cárceles, naufragios, etc.- actos de violencia individual aparecen como producto
del miedo o pánico que produce el poner en riesgo la propia supervivencia dentro
de un entorno donde la cultura habitual ha colapsado. La causa de estos hechos
es igualmente cultural. En tanto la cultura de la comunidad se manifieste estable,
eficaz y aceptada la violencia individual es residual, y esa misma cultura buscará
eliminarla.

58
―…La materia prima de la hostilidad existe ciertamente. Pero no es de ninguna
manera el núcleo biológico de cualquier tipo de violencia organizada, en el sentido
en el que el sexo es el núcleo de la vida organizada de la familia, el hambre de la
administración, la evacuación de las instalaciones sanitarias, o el mantenimiento
de la temperatura corporal, un factor biológico, alrededor del cual se centran los
ajustes culturales de la ropa y la vivienda‖.

―La ira y la agresividad pueden estallar casi en cualquier momento en el curso


de una actividad de cooperación organizada. Su incidencia disminuye con el
tamaño del grupo. Como un impulso, la pugnacidad es indefinidamente plástica.
Como una categoría de comportamiento, la lucha se puede vincular con una
indefinidamente amplia gama de motivos culturales…En todas partes, en todos los
niveles de desarrollo, y en todos los tipos de cultura, nos encontramos con que los
efectos directos de la agresividad se eliminan mediante la transformación de la
hostilidad en odios colectivos, políticas tribales o nacionales, que conducen a
organizar y ordenar la lucha, pero impiden la realización de las reacciones…
[Personales]… de la ira‖.

La violencia individual es canalizada por la cultura, de modo que no altere las


condiciones y lazos de la vida comunitaria, a través de la educación, el
adoctrinamiento, las costumbres, los valores compartidos, las leyes. De este modo
la cultura tiende fraccionar y desarticular toda posibilidad de hostilidad organizada
dirigida hacia el interior de la sociedad.

Estos mismos elementos también construyen el odio y la pugnacidad colectiva


para ser dirigida hacia afuera de la colectividad. Cuando la cultura y sus elementos
contingentes son incapaces de impedir la violencia organizada hacia adentro es
debido a que el principio de orden y organización que construyó esa sociedad ya
no es reconocido por sus integrantes como válido y eficaz.

―Los seres humanos nunca pelean en gran escala bajo la influencia directa de
un impulso agresivo. Luchan y se organizan para la lucha porque, a través de la
tradición tribal, a través de las enseñanzas de un sistema religioso, o de un

59
patriotismo agresivo, han sido adoctrinados con ciertos valores culturales que
están dispuestos a defender, y con ciertos odios colectivos sobre los que están
listos para el asalto y el asesinato. Dado que la pugnacidad está tan extendida,
pero indefinidamente plástico, el verdadero problema no es si podemos eliminarla
completamente de la naturaleza humana, sino cómo podemos canalizarla a fin de
que sea constructiva‖. Esta posición complementa la de Margaret Mead.

Considero que lo expuesto pone de manifiesto que la naturaleza de la guerra es


cultural y que sus vínculos biológicos no hacen a su genética estructural, sólo
manifiestan situaciones de la especie que eventualmente guardan alguna relación
con el fenómeno bélico sin que se trate de una vinculación inexorable. Por otra
parte la suposición de una índole ―natural‖ de la guerra creo que queda descartada
con las argumentaciones de Levi-Strauss.

No escapa a mi entendimiento que existen teorías contrarias a las aquí


presentadas como las que se desprenden del Dawinismo Social, la Sociobiología y
otras. Sin embargo es mi convencimiento científico que las expuestas son las más
adecuadas para explicar la naturaleza de la guerra como institución humana.

Otra línea de ideas que apunta a esta condición cultural de la guerra es que
muchas teorías que tratan de explicar la funcionalidad de la guerra en la especie
humana siempre derivan y concluyen sus posturas vinculándola a la cultura de la
sociedad. Creo correcto citar una de ellas que parte de la crítica a otra.

Creo que es indiscutible que uno de los libros fundamentales para comprender
la guerra como fenómeno es la “Historia de la Guerra” de John Keegan34 . En esa
obra su autor expone, ciertamente con un enojo que las letras impresas no pueden
ocultar, que cuando Clausewitz plantea su famosa frase “la guerra es la
continuación de la guerra por otros medios”, se equivoca pues en ocasiones la
guerra pierde o carece de objetivo político. Cita entre otros casos la guerra
sucedida entre los rapanui habitantes de la Isla de Pascua que ante el
agotamiento de los recursos y la consiguiente ruptura del equilibrio ecológico

34
(Keegan, Historia de la Guerra, 1995)

60
comenzaron una lucha por el liderazgo de la tribu que terminó con el exterminio de
los grupos en pugna. Y más claramente considera que el empleo de las armas
nucleares no encaja en el enunciado del prusiano pues su nivel de muerte y
destrucción no puede considerarse un objetivo político. Más allá de estar o no de
acuerdo todo los factores que esta elucubración emplea –supervivencia, ecología,
extinción, tecnología, muerte, política- confluyen sobre la cultura lo que coincide
con la postura que sostengo.

61
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63
Los números y la guerra: El Ejército de Jerjes

Mg Jorge Ariel Vigo

Universidad de Buenos Aires

"Los persas perdieron sus guerras en Grecia en parte, porque los griegos
triunfantes escribieron las historias y otros textos que sobreviven"

J.M. Balcer.

De hecho, para los estudios persas, debemos confiar en los griegos y


especialmente en Herodoto como nuestra principal fuente escrita. Creo que la
mayoría de los estudiosos se han basado principalmente en el historiador griego.
En los últimos treinta años sin embargo han aparecido estudios de historiadores
más dispuestos a considerar la perspectiva persa aprovechando el valor de la
arqueología y la epigrafía aqueménida. Lamentablemente, esta evidencia se usa a
menudo para apuntalar las fuentes literarias, lo que significa que algunos
estudiosos vuelven sobre Herodoto o pretenden reforzar sus argumentaciones. En
este punto, creo que es más importante tener en cuenta toda la evidencia
disponible. Esto significa, por lo tanto, hacer uso de Herodoto y otros autores
antiguos útiles; para evidencia epigráfica tenemos varias inscripciones de los
reyes y tabletas aqueménidas de Persépolis. También hay considerable evidencia
arqueológica relevante para el tema en forma de arte persa y griego. Los relieves
en Persépolis y las tumbas reales muestran detalles inmensos y no siempre es
obvio lo importante que resultan. Los jarrones griegos del período son útiles con
respecto a la aparición de tropas, tácticas y formaciones persas.

Jerjes era el comandante supremo de la fuerza de invasión del 480 a. C., pero
el funcionamiento del ejército, como de todo el imperio, dependía de la capacidad
del rey para delegar. Para asegurar la lealtad hacia su persona, muchos de los
principales comandantes y comandantes de contingentes secundarios estaban

64
relacionados con el Rey y la casa real. Por ejemplo, Mardonio, uno de los seis
grandes generales del ejército, era el cuñado del Rey y Masistes era el hermano
de Jerjes.

Además de Hydarnes, Mardonio, Tritankaimes, Smerdomenes, Masistes,


Gergis, y Megabyzos conformaban el escalón más alto del comando militar
después del Rey y todos estaban emparentados con él. Herodoto los llama
Arcontes, y cada uno de ellos parece haber sido responsable de lo que podríamos
equipararse con un moderno comando de cuerpo de ejército. Por lo tanto, cada
Arconte comandaba una gran unidad compuesta por varios comandantes menores
y sus diversos contingentes. Sin embargo, hay algunas pruebas de que el ejército
reunido podría haber tenido sólo tres cuerpos; y que cuando se constituían fuerzas
independientes, su comando contaba con dos Arcontes. Este es un punto difícil de
evaluar ya que Herodoto nunca nos dice qué contingentes y qué comandantes
sirvieron bajo cada Arconte, lo que nos permitiría ver si las fortalezas numéricas y
los tipos de unidades eran comunes a cada comandante superior.

Se menciona también el cargo/grado de Toparca que parece ser equivalente a


Arconte o que pueden ser la misma cosa y que cada uno tendría fuerzas tipo
cuerpo bajo su mando como Cyrus el Joven, cuyo cargo era Karanos o Rey. Se
cree hubo siete Toparquías en la época de Jerjes. Herodoto suma a los tres
generales de caballería a los que denomina Hiparcontes o Arcontes a caballo, por
lo tanto se puede suponer que estos tres jefes habrían tenido el mismo rango que
Mardonio y sus cinco camaradas. Dos Hiparcontes de caballería eran medos,
Harmamithres y Tithaeus, habitualmente mejores jinetes que los persas. El otro
era Pharnuches, su ascendencia no se conoce, pero sabemos que cayó enfermo
en Sardis y fue reemplazado por Masistius en Platea.

Hydarnes era hijo de Hydarnes quien conspiró para llevar al trono a Darío I, y
tenía una posición de mando totalmente independiente era responsable solo ante
el Rey a diferencia de los otros comandantes. Su comando era el de los diez mil
Inmortales. Había otras cuatro unidades de guardia, dos de mil lanceros y dos de

65
mil jinetes cada una, estaban bajo el control de Jerjes, pero podían destacarse
como en Platea.

Bajo el mando de los Arcontes había contingentes de infantería formados por


tropas de distinta procedencia, por lo que Herodoto los llama Ethneas. Estaban
comandados por persas y muchos de ellos estaban, una vez más, relacionados
con la casa real como Hystaspes, el hermano del rey que comandaba la Ethnea
Bactriana y Sacae. Las Ethneas se reunían en veintinueve Miríadas bajo un
comandante de tipo divisional persa o Miriarca que podría liderar uno o más tipos
raciales.

MIRÍADA COMANDANTE MIRÍADA COMANDANTE


INFANTERÍA
Persas Otanes Lidios -Misanos Artaphrenes
Medos Tigranes Tracios de Asia Bassaces
Elamitas –Cissianos - Anaphes Pisidians -Cabalees - Badres
Kashishitas Milyae
Hyrkanos Megapanus Moschi -Tibareni Ariomardus
Asirios -Caldeos Otaspes Macrones - Artaycres
Mossynoeci
Bactrianos - Sacae Hytaspes Mares Pharandates
Colchians
Indios - Etíopes Pharnazathres Alarodes Saspires Masistius
Orientales
Arianos Sisamnes Exilados, tribus
isleñas
Parthos -Korasanos Artabazus Utianos -Mycians Arsamenes
Sogdianos Azanes Paracaninans Siromitres
Gandaros -Dadicos Artyphius Árabes – Africanos - Arsames
Etíopes
Caspios Ariomardus Libios Massages
Sarangae Pherendates Paphlagonians - Datus

66
Matienos
Pactycs Artayantes Ligyes –Mariendeni - Gobryus
Sirios
Armenios - Frigios Artochmes
CABALLERÍA
Persas – Sagartos S/D Caspios S/D
Elamitas –Cissianos - S/D Libios -Paricanos S/D
Kashishitas
Indios (Carros y S/D Árabes (Camellos) S/D
Caballos)
Bactrianos S/D Medos S/D

El diagrama muestra la composición de estas divisiones con sus comandantes


según la cuenta de Herodoto. El término Miriarcas sugiere que cada Miríada era
de diez mil soldados. Es posible que esto no fuera así y que se derive de una
manera griega de describir grandes cantidades y también de las generalizaciones
de Herodoto, quizás debido a falta de fuentes específicas o al mero deseo de
completar el relato. Tenga en cuenta que las Miríadas de caballería que se
muestran en el diagrama no tienen Miriarcas al mando según Herodoto que
probablemente no tenía la información concerniente a los comandantes de
caballería. Otra posibilidad es que las unidades montadas estuvieran en apoyo
directo y subordinadas a algunas Miríada de infantería, pero esto parecería negar
la necesidad de los tres Hipparchontes. La lista completa puede ser falsa,
incompleta o relativamente confiable.

Bajo la organización de Miriarcas el criterio decimal era prominente; los


comandantes de mil hombres llamados Quilarcas seleccionados por Miriarcas. El
término Quilarca puede corresponder con el persa Hazarapatish. La subdivisión
continúa con los Miriarcas seleccionando los Hekatontarcas y Decarcas,
comandantes de cientos y decenas, respectivamente, lo que podríamos llamar
compañías y escuadrones. Jenofonte menciona escuadrones de cinco hombres

67
bajo un Pempadarca. Herodoto dice que además de los oficiales persas, los
líderes nativos también acompañaban a sus hombres. De nuevo, Herodoto es más
vago al dar detalles de la caballería. Dice que los persas, los sagartianos, los
cissianos, los bactrianos, los caspianos y los paricanianos suministraron la
caballería. Los indios suministraron caballería y carros, los libios solo carros. Los
árabes suministraron tropas montadas en camellos. Agrega que solo estas
naciones suministraron tropas montadas, pero no se menciona a los Sacae que
desempeñaron un papel prominente en Platea. La organización de los
contingentes montados era probablemente decimal, pero el número de carros (si
es que existían) y cómo se organizaron es imposible de decir. Quizás ellos
también pudieron haber sido decimales. Una miríada de carros, sin embargo, o
incluso tres mil (tres hombres por carro es una posibilidad) parece absurdo si se
considera que toda la confederación hitita reunió un máximo de dos mil quinientos
para la batalla de Qadesh.

Herodoto nos da una gran cantidad de detalles con respecto a las unidades en
el ejército de Jerjes. Dos pasajes son especialmente importantes. En primer lugar,
cuando Jerjes deja Sardis, se describe el núcleo élite del ejército. Jerjes tiene dos
unidades de guardias, cada una fuerte en mil hombres, que no están conectadas
con los Inmortales. Herodoto los llama Aichmophoroi o portadores de lanza.
Dichos soldados a menudo se llaman Doryphoroi, con el mismo significado. Es
posible que estos soldados sean del tipo de los representados en los relieves de
Persépolis con una lanza y un pequeño escudo en forma de ocho y sin arco, por lo
general con el sombrero acanalado de Polos. Sin embargo, en la campaña, los
persas vestían como medos, aunque el equipo parecía haber permanecido igual.
Una de las unidades estaba formada por nobles y la otra era una fuerza selecta.
Las dos unidades de guardia montadas que se describen en el mismo pasaje eran
también de mil hombres cada una y la única unidad que quedaba con Mardonio
era de nobles.

Los Inmortales eran diez mil y siempre se mantenían con toda su fuerza.
Herodoto no los describe como Aichmophoroi o Doryphoroi, sino como soldados

68
de infantería (Pezoi), sugiriendo que eran como otra infantería nativa en el ejército
y con similar equipamiento equipo; es decir con una combinación de arco, lanza y
escudo. De los diez mil Inmortales, Herodoto dice que nueve mil tenían lanzas
adornadas con granadas de plata en lugar de púas y que los mil restantes tenían
granadas de oro. Estos mil hombres habrán formado la línea del frente de
Decarches en el campo de batalla y es posible que llevaran el Gerra (escudos de
mimbre). Herodoto también menciona que los más cercanos a Jerjes –Angchistas-
tenían manzanas (Mela) en lugar de granadas en sus lanzas. Esta distinción
parece relacionarse con las dos unidades principales de guardias de mil hombres,
lo que convierte a uno de ellos en Melophoroi. Esto hace que la división de
guardias de Jerjes tenga un total de catorce mil hombres. En este punto no hay
ninguna razón para dudar de las fuentes de Herodoto, ya que la organización es
similar a los ejércitos Aqueménidas posteriores.

Las unidades descritas en la lista del “Ejército de Herodoto”, como a menudo se


lo llama, plantean un problema muy difícil. Los contingentes que enumera y sus
comandantes persas son muy convincentes, especialmente si uno agrega sus
descripciones de los equipos y vestimentas de cada contingente. Todo ello
complica la perspectiva del tamaño del ejército de Jerjes guiándonos hacia
volúmenes de tropas insostenibles. Esto se debe a que todos los estudiosos
clásicos han tenido la idea de que los griegos del siglo v enfrentaban a un ejército
gigantesco, formado por naciones bajo el Gran Rey, firmemente implantadas en su
subconsciente. Esto se puede ver aún hoy en algún libro sobre las Guerras Persas
o en algunas disertaciones académicas. Parece existir un sentido del deber o
necesidad de justificar la veracidad de Herodoto y, lo más importante de todo, un
intento obvio de racionalizar el tamaño del ejército persa a través de la medida
decimal. Aunque la mayoría de los eruditos inmediatamente rechazan tres
millones para el tamaño del ejército, aún intentan mantener el total del ejército muy
alto. Posiblemente la ideología de occidentales contra orientales con respecto a
las guerras persas es la culpable. Y esto comenzó cuando Herodoto escribió su
historia por primera vez. Con la idea de un vasto ejército persa en la mente, es
muy difícil no creer en su lista de contingentes de sujetos. No será hasta la

69
publicación de “Historia del arte de la guerra en el marco de la historia política” de
Hans Delbrück en 1900 que se comience a racionalizar el volumen del ejército
peras y de los ejércitos de la antigüedad en general.

No hay evidencia para contradecir los veintinueve nombres de los comandantes


persas que da Herodoto, pero resulta demasiado perfecta la coincidencia con
veintinueve divisiones de infantería y es llamativa la ignorancia de los
comandantes de los contingentes de caballería. La división de guardias de catorce
mil hombres parece apropiada. Las otras unidades son más problemáticas. Según
sabemos Herodoto tuvo la oportunidad en Sardis de obtener acceso a fuentes
oficiales para los veintinueve comandantes persas que efectivamente estaban al
mando. Sin embargo una lista de las veintinueve divisiones y su constituyente
Ethnea es más sospechosa, dada la permanente reconstitución de las unidades
en combate para reponer las bajas. Aunque sea una visión pueril puede que haya
asignado pueblos sujetos dentro del imperio a contingentes hipotéticos bajo los
veintinueve comandantes persas.

Hay varias razones para esto. Es evidente que Herodoto recopiló su


información sobre el Imperio Persa y sus recursos de diversas fuentes. Su lista de
satrapías no es igual a su lista del ejército en cuanto a los pueblos. Un ejemplo es
la división bajo Artochmes consiste de frigios y armenios, pero en la lista de
satrapías, Frigia es parte de la Tercera Satrapía y Armenia es parte de la Décimo
Tercera junto con Pactyes; es dudoso que dos satrapías diferentes respondieran a
la misma oficina de reclutamiento. Además, geográficamente, los armenios no
eran contiguos con los frigios y, por lo tanto, parece extraño que fueran reunidos
en una unidad de combate. Tenga en cuenta que Partos y Korasanos estaban en
la misma división bajo Artabazus, hijo de Pharnaces, y son geográficamente
contiguos y son parte de la Décima Sexta Satrapía. Las fuerzas de los asirios y
babilonios (caldeos) fueron asignadas juntas y estaban geográficamente
adyacentes en la Novena Satrapía. Por lo tanto, parece que la Lista del Ejército de
Herodoto es más sospechosa o no es coherente que su Lista de Satrapías, ya que
las inscripciones de los gobiernos de Jerjes y Darío que registran los pueblos

70
debajo de ellos son más compatibles con la Lista de Satrapías que con la Lista del
Ejército, aunque de manera aproximada, teniendo en cuenta los problemas de
propaganda política inherentes a la naturaleza de las inscripciones. Herodoto
describe el imperio desde el punto de vista griego y en lugar de hacerlo con la
visión persa. La Lista del ejército de Herodoto, sin embargo, puede decirnos las
razas en el imperio y su equipo (no con demasiada precisión), y se cree que la
Lista del Ejército es correcta en su identificación de unidades, pero esto todavía no
significa que éstas fueron las tropas que acompañaron Jerjes en Grecia. Las
descripciones de Herodoto sobre algunos tipos de tropa suenan verdaderas
combinadas con los relieves de Persépolis; pero no es verdad para todas las
naciones que enumera. No podemos ubicar a los caspios o los frigios en
Persépolis. Cualquiera que sea la fuente de Herodoto, parece inclinarse hacia la
parte occidental del imperio, en la que hay una gran parte del ejército de Jerjes
reclutado de miembros de tribus montañesas de Asia Menor y armado con
jabalinas como los frigios, los micianos y los pafionianos y psidianos. Ninguno de
estos puede ser visto en Persépolis. Tal vez esto sugiere la disposición de mayor
detalle para la parte occidental del imperio, y menor a medida que se adentra en la
región oriental. Sardis pudo haber sido también la fuente de Hecateus. Heródoto,
tal vez y simplemente haya hecho que estos contingentes surgieran de un
conocimiento bastante básico y poco equilibrado del Imperio Persa. Parece
curioso que las tribus duras y avispadas de montañistas pudieran criar una miríada
de hombres cada una cuando Jerjes podía reclutar solo diez mil Inmortales y diez
mil persas nativos en la más próspera Persis. Creo que un dato de las tendencias
creativas de Herodoto se aprecia en su cuenta del imperio de Darío: sesenta y
siete naciones, para sesenta y siete contingentes de ejército, marina y caballería
de y que los líderes heroicos en la Ilíada (griegos y troyanos juntos) totalizaban
sesenta y siete. Por lo tanto la Lista del Ejército no puede ser tratada como algo
completamente verdadero, sino más como un indicio.

Las tropas que quedaron atrás en Grecia con Mardonio en 479 a. C. muestran
un gran predominio de las unidades iraníes e iraníes orientales: persas, medos,
bactrianos, sagartianos y sacae. Solo indios, frigios, misios, poenios, tracios y

71
algunos infantes de marina egipcios y etíopes son además mencionados. Esto
hace que uno cuestione el paradero de los psidios, moschi, macrones y otros de
menor valor combativo, pues parece extraño que Jerjes devuelva a Asia sus
tropas más prescindibles. Herodoto usó fuentes de Asia Menor y su imaginación
para completar unidades para la lista de veintinueve comandantes persas. Sin
embargo la diferencia en las unidades aplicadas a Platea sugiere que Herodoto
tenía otra fuente; presumiblemente un ateniense u otro testigo ocular griego de la
batalla que describió lo que vio. Otras piezas de evidencia que respaldan esto son
los jarrones Áticos de Figuras Rojas del período. Ninguno de estos muestra a las
tropas de Jerjes en nada excepto en el ropaje de medos. Pudo haber sido que los
pintores de vasos griegos siempre representaban a un persa estereotipado. Esto
es posible, pero solo hay unos pocos que muestran soldados armados etíopes de
la época; probablemente el soldado de tipo marino etíope o egipcio en Platea, lo
que sugiere que los artistas griegos podrían haberlos diferenciado si tenían ideas
adecuadas de las tropas vistas por ellos mismos o por las descripciones de los
veteranos griegos. Otra posibilidad es que todos los miembros del ejército del
Gran Rey estuvieran equipados al estilo persa. Pero, incluso con sus recursos
financieros, no es creíble que gastase su dinero en un equipamiento tan costoso
como poco relevante; por demás los montañeses de las tierras altas no tendrían
las finanzas suficientes para ello. La caballería, sin embargo, puede haber podido
permitirse esto, ya que sería la rica aristocracia la que la mantenía en las formas y
el equipo persa.

El ejército fue reclutado sobre la base de que todos los reclutados deben
obedecer ese llamado a las armas y seguir al Gran Rey. Incluso solicitar la
exención podría resultar en la más dura de las penas, como descubrieron
Oeobazus y Pythios que pagaron con la vida de sus hijos tales pedidos. La
elegibilidad para el servicio armado comenzaba a la edad de veinte años y las
personas permanecían calificadas hasta los cincuenta años. Jenofonte dice que
había casi 120,000 persas en el imperio; lo más probable es que se refiera a los
hombres en edad militar, pero es difícil determinar cuán precisa es esa cifra. Entre
los persas, la infantería era reclutada de los granjeros y la nobleza formaba la

72
caballería. Medos, bactrianos y sacae eran otra constante en los ejércitos de
Aqueménidas. Estas naciones formaron la mayoría de la caballería. Los
campesinos más pobres parecen haber sido citados por los aqueménidas como
honderos, pero estos solo son mencionados por Jenofonte y Curtius. No puedo
creer que la honda, un arma campesina típica, solo se usara desde el tiempo de
Jenofonte en adelante. Herodoto no los menciona. Esto sugiere que Jerjes solo se
llevó su mejor y más útil infantería y que tales campesinos mal armados fueron
reunidos solo en defensa de su patria contra los Diez Mil de Jenofonte y los
ejércitos de Alejandro en Issus y Gaugemela.

Hay documentos de Babilonia que enumeran los equipos que un jinete tenía
que proporcionar y hacen evidente que, al menos, se podría contratar y equipar a
un sustituto en lugar de realizar un servicio militar personal. Tal vez Oeobazus y
Pythios también deberían haber ofrecido sustitutos; parece extraño que no lo
hicieran. El Rey de Reyes, sin embargo, tenía un poder absoluto y tal vez haya
razones políticas y estratégicas para estas decisiones. Estados semiautónomos
también proporcionaron tropas; los cilicianos, si se puede creer en Herodoto,
proporcionaron infantería de marina. Uno debe notar que hubo mercenarios
incorporados y mantenidos por Jerjes. Un ejemplo notable es la guarnición judía
de Elefantina en Egipto. Muchas de las tribus de las montañas de Asia Menor bien
pudieron haber sido mercenarios pagados, tal vez, a través del saqueo. Los
psidianos, por ejemplo, parecían propensos al bandolerismo y las incursiones. De
nuevo, esto no significa necesariamente que estuvieran en el ejército de Jerjes y
seguramente serían incapaces de enfrentarse a una pesada falange de hoplita.
Los nómadas escitas bien pudieron haber sido mercenarios al igual que los indios
en el ejército de Jerjes. Tengamos en cuenta que Mardonio los conservó para su
campaña de Platea. Esto enfatiza su calidad ya que el ejército de Mardonio era
una fuerza selecta.

El entrenamiento de las tropas fue muy variado. Darío habla de ser un buen
jinete, arquero y lanzador, tanto a pie como a caballo. Probablemente, resume el
entrenamiento solo para la nobleza. Lo más probable es que la arquería se

73
aprendiera de los escitas inicialmente, como lo habían hecho los medos. Los
atenienses usaban escitas a bordo de sus barcos y como fuerza policial. Son
comunes en jarrones griegos en este período y deben haber sido maestros de su
oficio. Estrabón da una cuenta del entrenamiento persa. Mucho, al parecer, se
aprendió de la caza: lanzamiento de lanzas o jabalinas, tiro con arco y,
curiosamente, el uso de la honda. Sin embargo, escribe sobre Cardaces, antes del
año 368 a. C., lo que lo hace un tema difícil de interpretar. Las tropas parecen ser
parte de la nobleza, pero su armamento (excepto la honda, quizás usada solo en
la caza por nobles) resulta idéntico a la descripción de Herodoto de la infantería
persa ordinaria, que debe haber sido hábil en arqueros y lanceros cuando se
inspecciona el cuentas de Termopilas y Platea. La infantería básica simplemente
carecería de tiempo para llegar a ser tan hábil como la nobleza. Las unidades de
guardia eran profesionales de tiempo completo, obviamente superando en calidad
a las tropas de la línea. El entrenamiento para los medos y los cisianos y susianos
era casi seguramente similar, ya que eran razas importantes dentro del imperio;
pueden haber contribuido con hombres a los Inmortales. Los contingentes iraníes
orientales como los bactrianos y sus parientes eran en gran parte nómadas; la
capacitación volvería a surgir de la caza y de cualquier disputa local que pudiera
ocurrir.

Para los mercenarios, la guerra y, a menudo, el deber de guarnición era una


forma de vida y, por lo tanto, de entrenamiento. Las habilidades de las tribus
montañesas dependerían del individuo. Según Sekunda, los estados conquistados
tenían su potencial militar extinguido por la ocupación y se desalentaba cualquier
entrenamiento marcial. Cita a los lidios, pero esto entraría en conflicto con lo que
sabemos sobre la caballería lidia y demostraría además que la Lista del Ejército de
Herodoto es una fabricación, dado que los misios, caspios y otros no habrían visto
ningún entrenamiento, de ser así serían mercenarios. Concluir que solo las tropas
regulares persas y los mercenarios se usaron en 480 a. C. puede ser ir demasiado
lejos porque los frigios, los misios y los tracios son mencionados en Platea.
Esquilo, un veterano de Salamina, señala a los misios con jabalinas, lo que
sugiere que no eran una parte inusual del ejército persa. Una tableta babilónica de

74
513 a.C. menciona el pago de una madre a un comandante del ejército en Elam
por su hijo, lo que sugiere que no todo el entrenamiento militar babilónico había
cesado hasta esa fecha al menos. Una nación en particular que sirvió como
vasallos en lugar de mercenarios y no fue desmilitarizada fue Egipto. Sus tropas
sirvieron muy eficazmente como infantería de marina en la flota y luego fueron
transferidos a la fuerza terrestre de Mardonio. Había dos clases de soldados: los
Kalasires y los Hermotubies. Herodoto dice que eran profesionales, ya que tenían
prohibido practicar cualquier otro oficio. Es posible que los Kalasires fueran
egipcios y los Hermotubies fueran libios. Herodoto pudo haber confundido a los
etíopes de origen libio.

Después de tener una idea sobre la organización del ejército de Jerjes, ahora
es necesario observar el tamaño de la fuerza. Como mencioné antes, casi todos
los eruditos se sienten obligados a hacer que el ejército del Gran Rey sea lo más
grande posible sosteniendo el espíritu de Herodoto. Para establecer esa magnitud
de fuerzas creo conveniente considerar no sólo los ejércitos de invasión, sino
también los de defensa, que son casi siempre más grandes que las fuerzas
ofensivas enviadas fuera del país de origen simplemente porque es posible
obtener el máximo reclutamiento aprovechable. En este último sentido es útil
considerar las fuerzas aqueménidas hasta las campañas de Alejandro Magno.

En primer lugar se debe abandonar la idea de ejércitos de “millones” más


dignos de fantásticas propagandas políticas que de serios estudios militares.
Evadida es mitología intencional, es ineludible considerar que el número de
soldados bajo las armas depende del tamaño de la población disponible y de la
capacidad logística para equiparlo y alimentarlo. Estos son los factores
primordiales a considerar.

Se ha propuesto que 300.000 hombres era el tamaño del ejército de Jerjes,


estimando que hasta Salamina la logística por tierra y vía la flota resultó capaz de
abastecerlo. No hay duda de que los persas eran hábiles y estaban bien
organizados en lo que respecta al suministro. La invasión había sido planeada
durante tres años y las tabletas de Persépolis dan la impresión de que la

75
administración persa era capaz de organizar las raciones necesarias con
suficiente idoneidad. Cambises ya había cruzado el desierto del Sinaí para atacar
a Egipto por medio de la inteligente planificación de suministros. Las campañas de
Artajerjes en el siglo IV estaban bien provistas y equipadas. No hay ninguna razón
para pensar que Jerjes estaba menos preparado. Se instalaron depósitos de
suministros avanzados en las áreas controladas por los persas, en la costa Tracia,
Tyrodiza, Doriscus, Eion y Macedonia. Cuando Herodoto escribe sobre los
abderianos de Tracia y los tasianos de la isla de Tasos, sugiere que Jerjes tendría
su ejército provisto por vasallos cuando fuera conveniente. Además, los intentos
de presionar a los estados griegos para que ofrezcan tierra y agua como muestras
de sumisión eran también su forma diplomática de obtener posibles bases de
suministro directo. Una Tebas simpatizante de los medos suplió tales necesidades
en el tiempo de Platea. También Jerjes había dicho "…llevamos mucha comida
con nosotros mientras marchamos y tendremos más comida de aquellos cuya
tierra y gente invadimos. Porque los hombres contra los que marchamos no son
nómadas sino agricultores‖. Jerjes estaba muy consciente de lo que le había
sucedido a Darío en Scythia, donde hubo de enfrentar una estrategia de tierra
arrasada. Mientras no encontrase una resistencia obstinada, él podría establecer
su base de suministro en Grecia continental. Fue esa resistencia que el Gran Rey
subestimó lo que llevó la campaña al fracaso.

Aun sosteniendo las consideraciones anteriores reducir el número en el ejército


de los 2.100.000 de Herodoto a 300.000 o 200.000 hombres y 75.000 animales,
como algunos han propuesto, no alcanza a convencer sobre la posibilidad
logística. Debemos pensar que una vez lejos de la base de suministro en Therma,
los recursos persas se tensaron a pesar de que la invasión fue programada para
coincidir con la cosecha griega. Números tan altos no eran factibles, ni en esa
época ni en las posteriores. Además debemos estimar que si el número general
del ejército es menor a lo que muchas veces se ha dicho, también la cifra de los
contingentes destacados debe ser menor, por ejemplo no serían 70,000 las tropas
de Mardonio en Platea. De ser así cualquier superioridad numérica que los persas
tuvieran era mínima.

76
Por otra parte el Imperio Persa tenía otros problemas en 480 a. C. entre los que
Grecia era sólo uno de ellos, y no el único. Egipto había sido recientemente
recuperado después de una revuelta, requiriendo una guarnición mercenaria persa
y judía, y Babilonia también había sido obligada a volver a la sumisión. No es
posible determinar con cuánta fuerza se llevaron a cabo las operaciones en
Macedonia y la cuenca del Indo. La frontera norte del imperio siempre fue
vulnerable a las incursiones escitas por lo que requería vigilancia. Además de todo
esto, las provincias menos volátiles tenían que ser igualmente guarnecidas y
administradas. La población nativa persa no era siempre numéricamente pródiga,
ya que un millar de hombres parece haber sido el comando de guarnición más
grande que podría tener un sátrapa. Para obtener una idea del tamaño del ejército
de Jerjes hay que observar las fuerzas posteriores desplegadas por el Gran Rey.

La batalla de Issus tuvo lugar en 333 a.C. y Arriano dice que Darío tenía
600,000 soldados en el total de su ejército, pero las tropas efectivamente en
campaña ascienden a 140,000. De éstas, 30,000 eran mercenarios griegos,
30,000 eran caballería y 20,000 eran infantería ligera. La infantería ligera son los
honderos y jabalinas del tipo encontrado en Anabasis de Jenofonte. No se
mencionan los honderos citados por Herodoto, pero sí están en la Cyropaedia de
Jenofonte; eran campesinos reclutados solo en tiempos de crisis local, no las
tropas de calidad necesarias para la fuerza de tarea de Jerjes. Los mercenarios
griegos no estaban disponibles para Persia en 480 a. C. y los griegos asiáticos no
eran del mismo calibre. Arriano, sin embargo, escribe sobre 60,000 Cardaces;
estos profesionales de la guerra estaban equipados de manera muy similar a la
infantería de línea del tiempo de Jerjes y formaban parte regular de los ejércitos
persas. Sería imprudente decir que los Cardaces y la infantería de línea persa de
Herodoto eran el mismo tipo de unidad, pero la similitud en el equipo y su función
en el campo de batalla debieron ser similares en función y diferentes en calidad.
Esto hace que su número de 60,000 se pueda sugerir como un máximo para la
buena infantería persa nativa disponible para la defensa del imperio. Cualquier
fuerza enviada al exterior ciertamente debería ser menor. Incluso en el supuesto
de que hubo declinación de la población entre los persas nativos desde 480 hasta

77
333 a.C. (y no se evidencia ninguna), la cantidad de buena infantería persa
disponible para las acciones en el extranjero no podría haber excedido los 60,000.
Los números de Arriano también pueden ser exagerados y podríamos, tal vez,
disminuir esta cifra. Nótese también que mientras Persia usaba mercenarios
griegos en este período, Jerjes tenía unos 13,000 aliados griegos en Platea. Así
que consistentemente los griegos, de una forma u otra, formaron una parte
considerable de los ejércitos aqueménidas desde 479 a.C. en adelante en el teatro
occidental. Alrededor de 14,000 estaban en el ejército de Ciro el Joven de 401 a.
C. Sólo las tropas de valor militar útil se habrían llevado a Grecia con cualquier
aliado confiable reclutado en el camino.

Como consideración general a lo largo de la historia los ejércitos que


regularmente se encuentran en combate oscilan en máximos de 40.000 a 70.000
hombres hasta el siglo XVII.

Si miramos a la caballería, vemos que 35,000 estaban disponibles para


Gaugamela. Esto nuevamente sugiere un maximium para defensa local.
Gaugamela fue una gran batalla para el imperio con muchos de los jinetes bajo
Darío III traidos desde la mitad oriental del imperio, mientras que la invasión de
Jerjes fue en realidad una gran expedición. En Cunaxa, Ciro tenía solo alrededor
de tres mil jinetes y Artajerjes, unos seis mil. Esto parece bastante pequeño pero
puede ser representativo de las verdaderas fuerzas montadas que las porciones
oriental y central del imperio eran capaces de reunir. Los relatos de batallas
posteriores de los Aquemenidas entran en conflicto con las declaraciones sobre
las tropas que Herodoto da para su período. Los aracosianos del sur de bactria
proporcionaron la caballería en Gaugemela; no proporcionaron tropas en 480 a.
C., sin embargo, aparecen en Persépolis. Los Hirkanos proporcionaron la
caballería en Gaugemela pero solo la infantería para Jerjes. Mientras que los
eventos de ciento cincuenta años podrían alterar la situación en gran medida, no
tenemos evidencia real de cambio dentro del marco miliar del imperio. Sabemos
en qué fuentes se basó Arriano para su historia de Alejandro; pero con Herodoto

78
no podemos estar tan seguros y podemos conjeturar que la Lista del Ejército es,
en su mayor parte, una fabricación.

Conclusiones

Podemos concluir, por lo tanto, que el ejército de Jerjes se basó en el sistema


decimal. Pero no se puede considerar de facto que los contingentes vasallos se
organizaran de esta manera; probablemente solo los guardias, los persas, los
sacaí, los medos, los bactrianos, los egipcios y tal vez los indios, todos citados en
Platea, estaban así organizados. Ciertamente no podemos tomar las
declaraciones de Herodoto para muchas de las veintinueve divisiones que él
enumera como precisas. Cualquier unidad no mencionada en Termopilas o Platea,
como Caspios y Cabalis puede ser pura invención y debe tratarse con gran
precaución. Muchos de estos Ethnea no califican para un puesto en las
inscripciones de Darío o de Jerjes, ni en los relieves de Persépolis. Además, los
pueblos no citados por Herodoto aparecen en períodos posteriores de la historia
de Aquemenida y algunos otros si se mencionan en 480 A.C. apareciendo como
infantería pero en una fecha posterior como jinetes. Si alguna Ethnea de la Lista
del Ejército de Herodoto participó en la invasión de Grecia, su papel seguramente
era proteger los depósitos de suministros y las largas líneas de comunicación de
vuelta a Sardis, lo que sería una tarea lógica para soldados y miembros de tribus
de baja calidad, además de poder ser catalogados fácilmente por permanecer
estáticos. Es posible que los frigios, los tracios, los misios y los poenianos fueran
las únicas tropas usadas además de las antes citadas y que Artabazos se haya
retirado de Platea con ellos porque sabía que su calidad era definitivamente baja.
Deberíamos notar que fueron los griegos vinculados a los medos los que
constituyeron una parte considerable de la fuerza de Mardonio (tanto en infantería
como en caballería) y este punto argumentaría que, hasta Platea, la invasión
persa tuvo mucho éxito ya que Jerjes ocupó la mayor parte del norte de Grecia.

El tamaño del ejército de Jerjes será una fuente de controversia, durante mucho
tiempo más. Lo cierto es que las ideas sobre el tamaño demasiado grande del
ejército no se sostienen y que Jerjes tendría muchas menos tropas sujetas

79
efectivamente al campo de batalla de las que realmente llevó a la campaña en
Grecia. Además, otras áreas y fronteras del imperio tuvieron que atenderse
militarmente al mismo tiempo. Los ejércitos aqueménidas que representan un
reclutamiento completo para la defensa local contra Alejandro en el siglo IV,
alcanzarían alrededor de 100.000 para la máxima leva útil disponible. La fuerza de
Jerjes, que operaba fuera del imperio, debía ser menor. Tal vez la figura de
Jenofonte de 120,000 persas en el imperio sea bastante realista.
Independientemente del tamaño real del ejército de Jerjes, Herodoto lo magnificó
porque él y otros griegos querían creer que era así. Nos tomó casi dos milenios y
medio para dejar de desear que fuera así también.

80
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81
La Batalla de Qadesh. Un ejemplo de la guerra en la Edad del
Bronce

Lic Roberto Cari


Universidad de la Defensa Nacional

Introducción

El antiguo Egipto se remonta al 3000 AC y por treinta dinastías, su cultura y


civilización se desarrollaron junto al Nilo. Sobreviven de él, magnificas
construcciones que aún nos impresionan y que no alcanzamos a entender en su
totalidad. Pero uno de sus gobernantes Ramsés II, perteneciente a la dinastía XIX,
nos legó una importante cantidad de documentos, que nos permite un viaje a su
época y entender, una parte de su historia.

Una sociedad tan compleja como la egipcia, debió a lo largo del tiempo
evolucionar en un complejo imperio. El cual para sostenerse precisaba de un
gobierno fuerte, y esta fuerza necesariamente estaría dada por un ejército
permanente que lo sostuviera, pero además necesitaba de una burocracia
administrativa que permitiera sostenerlo. Uno de los episodios de este reinado nos
permite, ver la complejidad de su organización en una de las actividades sociales
más antiguas de la humanidad.

La batalla de Qadesh librada por los imperios hitita y egipcio en el siglo XIII
antes de Cristo, tiene varias características que la han hecho particular. Quizás la
más importante de ellas es que es junto a la batalla de Megido uno de los primeros
hechos de armas que están documentados, aunque en Qadesh y a diferencia de
Megido por ambas partes contendientes. Al igual que el tratado de paz que puso
fin a esta guerra está debidamente registrado y por último el choque de la
tecnología, aquí se enfrenta el hierro contra el bronce. Solo con estas
peculiaridades la batalla se gana un debido lugar en la historia. Pero además en

82
su desarrollo va a presentar; técnicas procedimientos y modos de luchar que se
van a repetir a lo largo de la historia de la guerra. Aquí podemos encontrar las
primeras lecciones que separadas por; tiempo, espacio, y procediendo de
diferentes sociedades militares, van a repetir las soluciones a los problemas que
se le presenten. Esto nos lleva a la obvia conclusión, de que existen principios
universales, que guían las acciones de armas. Si bien una enseñanza puede estar
debidamente documentada, al no ser accesible, obligará a repetir o redescubrir
acciones para llegar a las mismas conclusiones. Finalmente la presencia de los
máximos líderes en la contienda nos da la pauta de que siempre el instrumento
militar estuvo subordinado a la política.

Muwatallis y Ramsés II, descienden de gobernantes que ya han estado en


conflicto y que pese a sucesivos tratados, no han alcanzado una estabilidad en la
región en disputa. La desconfianza de ambos monarcas los llevará nuevamente al
campo de batalla. Ramsés II, que no está del todo de acuerdo con los tratados
anteriores, decide emprender una campaña ofensiva para asegurar su frontera
norte, y recuperar lo que considera le pertenece a su imperio. Por su parte
Muwatallis prepara sus fuerzas para la defensa, y manda reunir un ejército entre
sus reinos vasallos. Los egipcios deben aproximarse hasta las fuerzas hititas
atravesando el Sinaí y la moderna Israel. En las cercanías de la ciudad de Qadesh
se encuentran ambos ejércitos. El choque de las fuerzas fue desde el inicio
desordenado, y cuando la victoria parecía favorecer a los hititas, los egipcios
reaccionaron y lograron controlar la situación, el final no fue claro. Pero el tratado
firmado años después da la pauta de que ambos contendientes consideraron que
continuar con operaciones bélicas solo causaría pérdidas sin obtener beneficios.

El estudio de la batalla se desarrollara sobre: la conformación de los ejércitos


sus tácticas y equipamiento, y cómo se sucedieron las diferentes fases del hecho
de armas.

83
Desarrollo

La conformación de los ejércitos, las diferentes obras que tratan el tema,


tienen más documentación sobre los egipcios que sobre los hititas, es por ello que
le dará un mayor detalle a los primeros y se evitara especular sobre los segundos.

El ejército egipcio de la época es el resultado de casi mil años de historia. Ha


evolucionado de un ejército con características de guardia local del Imperio
Arcaico, a un ejército con capacidad ofensiva limitada que permitió la unificación
del Imperio Antiguo en el bajo Nilo; durante el Imperio Medio el ejército logró
unificar el alto y bajo Nilo puesto que su capacidad ofensiva aumentó pero siempre
atado al rio, esto se comprueba en el hecho de que no pudo contener la invasión
de los Hicsos.35 Finalmente durante el Imperio Nuevo, logran los egipcios
conformar un ejército con capacidad ofensiva para operar allende las fronteras del
Nilo, que le permitieron expulsar a los invasores y controlar sectores más allá del
río al cual estaban unidos para su subsistencia.

Durante el auge del Imperio Medio se desarrolla la batalla de Qadesh. Para esta
época tanto sus gobernantes como su clase dirigente, han cobrado debida
conciencia de la necesidad de poseer un adecuado instrumento militar. Es así que
los faraones y los miembros de la nobleza, se ocupan de las tareas castrenses,
tanto en la asignación de recursos en el sistema burocrático de gobierno, como en
la integración de la oficialidad para la dirección del ejército. Si bien los principales
cargos y funciones eran ocupados por nobles, éstos eran profesionales ya que
desde temprana edad, la educación de los mismos se realizaba en los cuarteles,
hecho que incluía a los príncipes herederos. Por su parte la tropa provenía de la
leva que se realizaba sobre la población, la misma tenía un sistema de carga
impositiva, ya que la administración contaba como impuesto, los miembros que se
aportaban al ejército. Además contaban con tropas provenientes de las tribus y
pueblos conquistados, que por sus destrezas y habilidades, conformaban

35
La invasión de los hicsos no debemos tomarla sólo como una irrupción violenta de los mismos,
sino más bien como una irrupción progresiva ante un debilitado sistema administrativo y político
egipcio.

84
unidades especiales, siendo los más característicos los Nubios y los Sherden,
estos últimos tan valorados que conformaban la guardia del faraón.

Es probable que la falta de amplias pasturas, provocada por el régimen de


inundaciones del Nilo del cual dependían los egipcios para su subsistencia, no les
permitiera la cría masiva de ganado, por lo cual no desarrollaron una cultura
ecuestre. Por ello se infiere que la masa de su ejército estuviese compuesta por
infantería. La misma estaba equipada con armas de la edad de bronce y
consistían en escudo de cuero, lanza con moharra de bronce y la espada kopesh.
Esta última muy característica de los egipcios, su forma derivaba de la hoz que se
empleaba para el trabajo agrícola, y se diferenciaba de la misma por su mayor
dimensión y por su filo externo, el cual al ser curvado causaba heridas cortantes
profundas. Es de destacar que no llevaban ningún tipo de protección corporal y
que los cascos o yelmos eran poco comunes. Las tribus y pueblos aliados
conservaban sus armas tradicionales, en el caso de los nubios arcos y para los
sherden espadas y mazas. Si bien se desarrolló el arma de carros ésta no era
numerosa en las organizaciones egipcias. Pero es de destacar que sus carros
estaban construidos para poder ejecutar rápidas maniobras y ser plataformas
estables. Esto se conseguía con la ubicación del eje de las ruedas en la parte
posterior del carro y con una amplia separación de las ruedas. El carro
normalmente llevaba auriga o conductor y arquero. Éste último brindada poder
letal por su alcance y volumen de flechas que podía disparar.

Las principales unidades egipcias que ejecutaron la campaña que llevó a la


batalla de Qadesh eran: Amón, Ptah, Ra y Suketh, los nombres se correspondían
con los dioses locales y estaban relacionados, con las ciudades de las cuales
provenían la masa de sus integrantes. A su vez estas unidades que bien pueden
ser consideradas el equivalente a las modernas divisiones, estaban subdivididas
en formaciones menores. Éstas eran el equivalente a las actuales compañías y
sumaban un total de veinte. De las cuales dieciocho eran de infantería y dos de
carros. Cada compañía tenía un efectivo aproximado de doscientos cincuenta
hombres, siendo la excepción los elementos de carros que llevaban el doble.

85
Como se puede apreciar la masa de la fuerza compuesta por la infantería,
tendría la misión principal de conformar el elemento de choque y los carros se
reservaban, para conformar vanguardia, exploración, guardaflancos y el concepto
de reserva. Esta última función será determinante en la batalla de Qadesh. La
infantería combatía en formación de falange, en los relieves de la época se puede
observar que las mismas estaban compuestas por una formación en cuadro, con
un frente de ocho hombres y una profundidad de once, esto da un total de ochenta
y ocho hombres, lo que podría implicar que las compañías se subdividían en tres
fracciones, o que por cuestiones de escala en la representación, solamente
formaban un cuadro compacto de un reducido frente con una considerable
profundidad. En el primer caso tendríamos subunidades con una amplia capacidad
de maniobra, mientras que en el segundo tendríamos una subunidad con una gran
capacidad de choque, pero con dificultades a la hora de realizar maniobras
rápidas.

El ejército hitita, estaba conformado por una gran cantidad de pueblos, pero que
eran homogéneas en su modo de vida. A diferencia de los egipcios que
desarrollaron como agricultores a orillas del Nilo, los pueblos de Anatolia (la actual
Turquía asiática) fueron en principio cazadores, que devinieron en pastores y que
luego se dedicaron a la agricultura. Esto les dio la característica común de
desarrollar la cultura guerrera más apta para la conquista. Los pueblos que logró
agrupar Muwatallis para esta campaña, por lo tanto eran más aguerridos que los
egipcios. Y a diferencia de los habitantes del Nilo, confiaban más en los carros que
en la infantería, de manera tal que la mitad de los efectivos que se reunieron para
esta campaña correspondían a esta arma. El carro de los hititas era más pesado
que su homólogo egipcio y tenía tres tripulantes. Auriga, lancero y escudero, lo
cual le confería un mayor poder de choque, sacrificando la velocidad y capacidad
de maniobra. Esto nos lleva a inferir que en el combate estas unidades explotaban
lo que hoy se llama, el efecto psicológico paralizante. Cuando se lograba esto sus
rivales quedaban inermes frente a los carros, o en el mejor de los casos echaban
a correr. La dificultad del empleo de estas tácticas, reside en el hecho que el
terreno debía reunir ciertas condiciones, tales como estar despejado de

86
obstáculos, ser llano y amplio. La mejor formación de carros para lograr el efecto
citado, era la de línea, y cuanto la línea era más extensa que profunda mayor, era
el efecto.

Campamento de
Ramsés Viejo Qadesh

Qadesh

Shabtuna

Bosque de
Robawi Alrededores de
Kamuat el-
Qadesh
Harmel

El problema era que para desplegar una extensa línea de carros, era necesario
un terreno todavía más amplio que el habitual. Estos terrenos son difíciles de
conseguir y por lo general no están ubicados convenientemente. Por lo cual es
necesario desarrollar una maniobra previa, para llevar al enemigo al terreno
elegido, o preparar con anterioridad al paraje donde se prevé se va a llevar a cabo
la batalla. Las diferentes tribus y pueblos que integraban el ejército de Muwatallis,

87
aportaron los contingentes de carros para formar dos grandes columnas que
totalizaban alrededor de tres mil quinientos carros, casi once mil hombres. Por su
parte la infantería estaba compuesta por una agrupación de nueve mil hombres.
Estos estaban armados con escudos, lanzas y espadas, pero a diferencia de los
egipcios, llevaban armaduras de escamas (cuero y bronce) y sus espadas eran de
hierro. Lo que pareciera ser una ventaja tecnológica clara para los hititas no fue
explotada en su totalidad, porque estos privilegiaron el empleo de carros con
lanzas, al choque de falanges de infantería. Esto se debe básicamente al menor
número de los últimos.

La principal similitud de ambos ejércitos, está en el aspecto de la conducción.


Tanto Muwatallis como Ramsés, reunían en sus personas los niveles estratégicos,
operacionales y tácticos. Fueron quienes decidieron ir a la guerra para asegurar
los límites de sus reinos, quienes diseñaron las líneas de operaciones para
alcanzar dicho objetivo y finalmente quienes condujeron a sus hombres en batalla.
Este hecho nos habla de una época menos compleja, pero también de un eficiente
sistema burocrático, que les permitía llevar adelante los asuntos de gobierno en
ausencia del ejecutivo y de una adecuada cadena de mando en el ejército.

El hecho de armas, el faraón Ramsés va a iniciar la campaña con la finalidad


de asegurar su frontera norte con los hititas.

El ejército egipcio inicia su desplazamiento y el dispositivo que adopta para


atravesar la península del Sinaí, le hubiera resultado muy familiar a un espectador
de las guerras napoleónicas. Las agrupaciones; Amón, Ptah, Ra y Suketh, no
marchan por un solo camino, ni reunidas. Sino que lo hacen por distintos caminos
y separados por días, en una especie de bataillon carre.36 Los egipcios marchan
de esta forma, tanto para no agotar los suministros de las poblaciones que van
atravesar, como también para reducir los tiempos de desplazamiento. Si bien el
sistema burocrático egipcio les brindaba un adecuado flujo de suministros a los
ejércitos en campaña, el mismo nunca era suficiente y las fuerzas debían vivir del

36
Una de las maniobras del ejército napoleónico por el cual sus fuerzas marchaban separadas y se
unían en una batalla posteriormente.

88
terreno. Los caminos de la época no tenían un ancho considerable, por lo cual los
hombres que se podían desplazar por los mismos no podían ser más de cuatro y
no toleraba más de un carro a la vez. Esto significa que una columna de infantería
de cuatro mil hombres, avanzando en frente de cuatro ocuparía un kilómetro de
extensión pero la columna de quinientos carros ocuparía tres kilómetros, con lo
cual la columna final con separaciones mínimas se extendería por seis kilómetros.
Si se suman los cuatro cuerpos en una sola columna se extendería por
veinticuatro kilómetros (cálculos conservadores), lo cual la haría poco flexible y
difícil de conducir con los medios de la época.

El ejército egipcio logro atravesar el Sinaí, siguiendo la línea costera con las
separaciones antes descriptas. Tras superar los territorios de Palestina y a la
altura de la ciudad de Biblos, se alejó de la costa y siguiendo el curso del Orontes,
se dirigió a la ciudad de Qadesh, que era uno de los objetivos, con el cual
conseguiría asegurar sus fronteras. El encolumnamiento de sus divisiones era el
siguiente: Amón (con el faraón), Ra, Ptah y Suketh. Muy próximo a Qadesh
Ramsés encontró indicios de que el ejército hitita se encontraba próximo.
Evidentemente Muwatallis para emplear mejor sus fuerzas, compuestas en su
masa por carros, debió elegir el lugar donde presentar batalla. Para lograr que los
egipcios se dirigieran hacia el lugar, dejó unos soldados adecuadamente instruidos
para informar a las fuerzas egipcias sobre la supuesta ubicación de los hititas.
Esta técnica por increíble que pueda parecer resulto efectiva, lo que evidencia que
los egipcios no poseían un adecuado elemento de información. No poseían
informantes locales, lo que se puede deber a que eran considerados extranjeros, y
la seguridad inmediata que le brindaban los carros, no estaban suficientemente
adelantadas como para funcionar como fuerza de cobertura. La información que le
fue suministrada al faraón, era de que las fuerzas hititas eran mínimas y que se
retiraban más al norte de Qadesh, hacia el lago de Homs. Por lo cual el faraón
decidió reunir a sus fuerzas para atacar a los hititas bien al norte de Qadesh.

El faraón con la división Amón, establece su campamento al norte de Qadesh, a


la espera del resto de las divisiones. La más próxima a alcanzar el campamento

89
del faraón es la de Ra. Los hititas que esperaban atacar a las fuerzas egipcias por
separado, se abalanzaron sobre la división de Ra, siendo los carros la punta de
lanza del ataque.

Neharin
Hititas
Refuerzos Campamento Hititas
egipcios Egipcio
provenientes
de Amorru Amón

Qadesh Hititas

Ra

Batalla de Ptha
Qadesh

Bosques
Suketh de Labui

El hecho de haber podido atacar en el lugar más conveniente para el empleo de


los carros, hace suponer que esta acción fue previamente planeada. La división
Ra en movimiento fue sorprendida, y poco pudo hacer contra los carros, que
atravesaron la columna, dispersando a la tropa. Los carros hititas no se dedicaron
a masacrar a las fuerzas de Ra, sino que se dirigieron al norte para alcanzar a las
fuerzas de Amón en el campamento del faraón. La destrucción de las fuerzas de

90
Ra, fue tarea para la infantería hitita, que hizo bien su trabajo, porque la división
no volvió a tomar parte en la batalla.

El faraón en su campamento recibió las noticias de lo acontecido, cuando se


escucharon las alarmas por el ataque de los carros hititas. La resistencia de la
división Amón fue más sólida que la de Ra, logrando contener a los hititas
causándole las bajas de sus principales comandantes que marchaban a la cabeza
de sus formaciones. La infantería egipcia adoptó formaciones de falange, lo que
restó eficacia a los carros hititas. Esto se puede atribuir al hecho de que los carros
hititas, armados en su mayoría con lanzas, no tenían el poder letal a distancia que
tienen los arqueros. Para emplear eficazmente la lanza el enemigo debe estar en
movimiento y aislado, cosa que no ocurría con un enemigo formado en falange. La
velocidad de estos carros no era tal como para arrollar una falange erizada de
lanzas, cosa que de todas maneras no era factible por la resistencia de los
caballos que en el último momento, se detenían para evitar ser ensartados por las
moharras. Por lo cual es de esperar que los carros siguieran su marcha paralelos
a la línea de la falange.

Esta maniobra hubiese requerido una gran coordinación y amplios espacios


para maniobrar, algo similar a la compleja maniobra de caracola de la guerra de
los treinta años. Por lo cual es de esperar que los carros se detuvieran frente a la
falange egipcia. La variante de emplear de otra forma a la lanza como un dardo
arrojadizo, presenta el problema que la misma no se puede recuperar, no era de
esperar que el carro llevara tantas lanzas para hacer de esto una técnica
eficiente.37

Desatada la batalla alrededor del campamento y cuando los hititas parecía que
tenían la victoria en sus manos, ésta se malogró, porque las tropas de Muwatallis
se desorganizaron dedicándose al pillaje. Al parecer el campamento egipcio y los
bienes que llevaba el faraón, despertaron la codicia de los hititas. Este valioso
tiempo que se les dio a los egipcios, fue bien empleado por el faraón, que organizó

37
Debemos tener en cuenta que las mismas no estaban diseñadas para ser arrojadas pues no
eran del tipo jabalinas y esa opción no era factible en el desarrollo de la batalla.

91
los carros que tenía disponible, y atacó a los hititas que estaban distraídos en el
saqueo de su campamento.

Cuando los hititas comenzaron a retirarse, empujados por los carros egipcios,
se unió a la batalla la división Ptah, que al parecer alertada por mensajeros apuró
su marcha. Esto significó la debacle del ataque hitita, los carros sin el apoyo de la
infantería, volvieron por el camino que llegaron y se retiraron del campo de batalla.
La persecución de los egipcios no fue eficaz, es probable que en su camino
siguiendo a los carros, se hayan encontrado con la infantería hitita, que había
destruido a la división Ra, y al medir fuerzas con ella, optaron por abandonar
definitivamente la persecución.

Si bien el ejército egipcio pareciera haber quedado dueño del campo de batalla,
no hay indicios de que haya continuado su campaña más al norte, como tampoco
los hititas procedieran a avanzar hacia el sur. El tratado firmado luego por ambas
partes, reconoce implícitamente que ambas partes se encontraban en situación de
equilibrio de fuerzas, por lo cual era mejor un tratado de paz y amistad.

La reconstrucción de la batalla de las diferentes obras se basa en su mayoría,


sobre las inscripciones del Ramuseum (la tumba de Ramsés II) y las que se
encuentran en diferentes templos para celebrar la victoria del faraón, así como
también en el tratado de paz firmado por ambos monarcas. En algunos templos
egipcios de la época, se inscribieron poemas que celebraban la brillante victoria
del faraón sobre los hititas. Al margen del resultado incierto de la batalla, podemos
apreciar como ya en la época, con el empleo del relato favorable y realizando
modificaciones a los hechos se recurría a la propaganda, con la finalidad de
acrecentar el prestigio del monarca frente a sus súbditos y frente a la posteridad.

Conclusiones

Mil trescientos años antes de Cristo que sumados a los dos mil de nuestra era,
nos dan como resultado una distancia de más de tres milenios, un espacio de
tiempo tan amplio que casi roza la prehistoria. Recién en el siglo tres antes de
Cristo con la conquista de Alejandro, occidente tiene una mirada más acabada de

92
esta civilización, que para esa época ya ha tenido su época de esplendor milenios
antes. Lo que conocemos como relatos orales de la historia y tradiciones egipcias,
se corresponden a esta época. La distancia temporal es tal que cuesta poder
ubicarse en el momento de los hechos de la batalla. Por ello las conclusiones
apenas pueden ser catalogadas como conjeturales.

Por las exigencias de mantener la seguridad en un amplio territorio, los egipcios


debieron crear unas fuerzas armadas semi-profesionales, tanto para mantener el
orden interno como para protegerse de enemigos extranjeros. Esta fuerza estaba
debidamente asentada con un acabado sistema burocrático, que le permitía
reclutar, equipar y conducir en batalla grandes contingentes. La conformación de
una fuerza con su masa de infantería, se debió más a las posibilidades
económicas, que a una elección deliberada. Las tácticas y principios que
empleaban pueden ser reconocidas hoy en día, porque se ajustaron a principios
generales del empleo de la fuerza. Vemos como los hititas emplearon la sorpresa
para desarticular al enemigo, pero también la capacidad como conductor de
Ramsés que logró constituir una fuerza para contraatacar y cambiar la situación.
Tal vez la operación más compleja que realizó el ejército egipcio fuera la
aproximación lejana. Dividida en agrupaciones independientes, por diferentes
caminos y separadas en tiempo y espacio, como un cuerpo de ejército de la
época napoleónica.

La división de las responsabilidades de los monarcas no era tan taxativa como


lo son hoy en día. Es difícil imaginar que los gobernantes de la época dejaran en
manos de otros, algo tan serio para ellos como lo era la guerra. También revela un
sistema administrativo que les permitía, dejar estas cuestiones en manos de
burócratas profesionales. También podemos apreciar como los gobernantes
podían variar el relato de los hechos a su favor. Pero también vemos la astucia en
el manejo de la política, ya que al margen de los resultados en el campo de
batalla, se negoció una paz favorable para ambos reinos.

93
Bibliografía

DELBRUCK, H. History of the Art of War within the framework of Political History -
Warfare in Antiquity . USA: University of Nebraska Press. 1975

DE SOUZA, Philip. La Guerra en el Mundo Antiguo. Editorial Akal.


DRIOTON y VANDIER. Historia de Egipto. Editorial EUDEBA. 1973

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Editorial. Ariel. 2011

FERRIL, Arther. The origins of war; from the Stone Age to Alexander the Great.
Editorial Westview Press. 1997
KEEGAN, John. Historia de la Guerra. Editorial Planeta. 1995
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ciudad griega. Editorial Akal. 2012

MARINI, Alberto. De Kadesh al Ebro. Editorial Circulo Militar. 1966

PARKER, Geoffrey. Historia de la Guerra. Editorial Akal. 2010

94
GUERRA Y FORMACIÓN SOCIAL EN EL MUNDO GRIEGO
ANTIGUO

Lic Enrique D. González

Universidad de Buenos Aires

El establecimiento y desarrollo de diferentes prácticas militares a lo largo de la


historia permite preguntarse acerca del tipo de organización que emplean los
hombres para llevar adelante la guerra, y cómo a su vez esto influye en las
representaciones que sobre ella los mismos construyen y reproducen. Por lo
tanto, para responder a estas cuestiones no podemos soslayar el papel que ha
tenido la guerra a la hora de erigir y también destruir órdenes sociales por lo que
consagrarse a su estudio lejos de asociarse al pasado enriquece el conocimiento
del presente.

En este sentido, comprender la forma en que se realizaba la guerra en la Grecia


Antigua requiere analizar los fundamentos sociales y estructurales de la
conformación de la infantería hoplita y su modo de combatir, para poder luego
señalar algunos de los aspectos que introducen cambios y nuevas perspectivas en
el sentido con el que se piensa y desenvuelve el conflicto armado.

Por ello, aquí no nos interesa tanto comentar puntualmente batallas que ya han
sido descriptas con muchísimo detalle en innumerables libros y artículos, aunque
mencionaremos y glosaremos algunas de ellas para enfatizar los elementos que
nos sirven en función de observar y pensar la relación entre guerra y formación
social durante este período histórico. A su vez, haremos algunas consideraciones
sobre la importancia que en la actualidad algunos autores le otorgan a este
período, con su consecuente revalorización como fuente para entender los nuevos
conflictos armados que existen en la actualidad.

95
I – La falange

“… Al punto corrimos a su encuentro, y armados de escudo y lanza


los atacamos. La ira hervía en nuestros pechos; nos tocábamos hombre con
hombre; nos mordíamos los labios de coraje, y una nube de dardos
oscurecía el cielo…”

Aristófanes, Las Avispas1

El creciente desarrollo de la agricultura en las aldeas griegas, con la


incorporación de nuevas tierras para el cultivo y la obtención de mayores
excedentes, dio paso a una estructura social más amplia que influiría tanto en la
cultura como en la práctica de la guerra: la polis, cuya base social estaba
constituida por propietarios que poseían la tierra en condición de igualdad y en
cuyo seno las relaciones económicas y políticas se definían dentro de esta
dinámica.

Esta condición de propietarios hacía de los individuos ciudadanos de la polis, y


a su vez, en tanto tales, ellos asumían su rol de soldados en la defensa o el
ataque que podían disponer las ciudades-estado en un momento determinado.
Esto implica que no existía una especialización y desarrollo militar pensado para
crear una polis que se destacara por su capacidad de combate 2, sino que a partir
de la posesión de la tierra se definía tanto la condición de ciudadano como el
papel que éste desempeñaba a la hora de la batalla. Dicho clivaje, a su vez,
supone una estrecha relación y colaboración tanto para la producción como para
la guerra; hecho señalado por uno de los mayores especialistas del período, Victor
Davis Hanson, para quien la comprensión de la sociología rural de la polis es
indispensable para entender cómo se definían las prácticas guerreras.3

Al ser la guerra uno de los elementos fundamentales del mundo griego antiguo,
cada incursión o invasión a gran escala tenía como fundamento el intento de
devastar el territorio agrícola del enemigo, como indica van Wees4. En tanto se
buscaba afectar la agricultura, las batallas dependían de los ciclos de siembra y
cosecha por lo que estaban acotadas espacio temporalmente, lo que producía un

96
abandono transitorio por parte de los propietarios-soldados quienes abandonaban
provisoriamente sus labores para colaborar en la batalla.

Esta colaboración y organización tenía su expresión por excelencia en la


falange, que si bien sabemos aparece anteriormente en la historia, se generaliza y
asume un papel crucial en Grecia. Constituida por los soldados de infantería
llamados hoplitas, de acuerdo a la panoplia militar conformada por el escudo
(hoplon, de allí proviene el nombre hoplita), la armadura corporal (tórax), el casco
(kranos), las grebas (knemides), una espada (xifos) y una lanza (dori), de este
equipamiento sólo podían proveerse los propietarios debido a su costo, mientras
que las fracciones sociales más empobrecidas de la polis combatían como
infantería ligera (psiloi) o tenían su lugar en la flota como marinos (thetes).

Sólo mencionaremos los aspectos de esta forma de combatir que tomamos


como centrales para pensar el desarrollo posterior: el combate entre falanges
dependía de una táctica rudimentaria, la cual era un choque cuerpo a cuerpo corto
y violento, en un terreno llano, debido a las dificultades para la maniobrabilidad
que suponía tener un equipo pesado, y en el que vencía aquel que lograba
dominar al enemigo o hacer que abandone el campo de batalla. Una vez
producido este choque masivo, cabría la posibilidad de algún tipo de
desarticulación que diera paso a una serie de combates semi individuales, aunque
la victoria no dependía de la aniquilación sino de obtener alguna ventaja clara y
perceptible sobre el enemigo, reuniendo a su vez trofeos de guerra para simbolizar
el triunfo.

Debido al carácter ritualizado del combate, realizado bajo parámetros


reconocidos y aceptados por los contendientes, existía una percepción simbólica
reproducida por ambos que implicaba la exaltación de la virtud (areté) y las
cualidades morales adscriptas necesarias para mantener el orden y la disciplina
(heroísmo, valor, ferocidad, confianza en los demás, etc.). Por eso, dicho trofeo
era la última instancia de representación simbólica que partía de las ceremonias y
sacrificios realizados antes de la batalla y concluían en él, en tanto exhibición de
dichas cualidades5.

97
Pero es magnífico a su vez, como indicamos con Aristófanes, las formas que
asumían los relatos sobre este tipo de choques, tanto en las comedias como en
las tragedias, lo que ponía al alcance de los sentidos de todos los integrantes de la
polis el relato sobre el desempeño de los hoplitas. La fuerza bruta y sus
componentes elevaban a los hombres, logrando así una marcada reproducción de
las costumbres y valores bélicos, que también incluían la representación de las
acciones en las celebraciones y esculturas. Pensemos que, al no ser cuerpos
militares profesionales a excepción de los espartanos, era de suma importancia
lograr involucrar a toda la polis, y más aún a los combatientes, en la defensa o el
ataque a llevarse a cabo.

La interacción entre las formas en que se organizaban la agricultura y la guerra


señala pues una manera particular de desarrollo de ambas, asociadas además a
las limitaciones temporales y estacionales, al modo en que se combate y a las
representaciones que ello genera en las relaciones dentro y entre las polis griegas.

Como acertadamente señala Ferrill, debemos comprender que la falange no


sólo fue una formación táctica sino una forma de vida y un código de virilidad y
moralidad,6 haciendo de ella una verdadera y reconocida institución social de
amplio alcance en el mundo griego.

Aquí sólo hicimos referencia al modelo típico de la falange de las polis griegas,
y no a la falange espartana cuya actuación era altamente eficaz debido a que a su
organización en tanto fuerza militar profesional y permanente, se sumaba una
composición organizada en subunidades lo que generaba en su integración una
mayor flexibilidad.

Esta breve caracterización servirá para poner de manifiesto luego qué


elementos concurren para ir modificando la práctica de la guerra y cómo ellos
influyen cuando dicha actividad se expande fuertemente por el conflicto entre
Atenas y Esparta conocido como Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.)

98
II- Cisma al interior del mundo griego

“Mucho sería de estimar un dardo


que pudiese diferenciar los buenos de los ruines”

Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso7

Luego de superada la amenaza de la invasión del imperio Persa gracias a las


victorias obtenidas en las batallas que van de Maratón a Salamina, Atenas y
Esparta emergen como actores fuertes y relevantes que intentarán a través de
diferentes políticas de alianza imponerse como núcleo dominante en el mundo
helénico. Los crecientes conflictos entre los aliados de ambas polis y entre
atenienses y espartanos, solucionados provisoriamente con acuerdos de paz y
negociaciones permanentes para evitar el enfrentamiento, finalmente conducirán a
una confrontación inédita dentro de un nuevo marco en el cual progresivamente
aparecerán algunas transformaciones en el modo de hacer la guerra.

En la Guerra del Peloponeso (431-404), durante la primera etapa Atenas y


Esparta implementan dos estrategias asociadas a sus capacidades y
potencialidades militares: mientras que Esparta, al invadir el Ática y tratar de
devastar los campos busca que los atenienses enfrenten la batalla en campo
abierto, estos últimos al saber que de esa manera existían grandes posibilidades
de ser vencidos, usarán su potente y desarrollada flota para por un lado obtener
recursos a través del comercio marítimo y por otro realizar incursiones anfibias
dentro de las zonas pertenecientes a los aliados de Esparta.

Para Donald Kagan, en esta primera fase la estrategia seguida por el ateniense
Pericles tenía dos facetas: encerrarse dentro de las murallas de la ciudad y dejar
el campo en manos de los espartanos, suponía que los recursos podían obtenerse
por el comercio utilizando el poderío naval de la polis, a la vez que dicho poderío
permitiría hostigar al enemigo en las costas bajo la forma de incursiones a los
lugares bajo su control. Si chocar contra la falange espartana conllevaba un gran
riesgo debido a la alta probabilidad de derrota, se suponía que esta estrategia

99
sería una muestra clara de cómo podía Atenas dañar al enemigo allí donde éste
no pudiese estar presente8.

Ahora bien, ante esta estrategia que rehuía el combate tradicional, los
espartanos debían concebir algún tipo de método que no sólo implicase las
invasiones al territorio agrícola del Ática. Sin embargo, tal como indica Fornis el
problema principal era la carencia de dinero para expandir la flota en función de
adquirir naves y remeros, por lo que cualquier intento de disputarle el mar de los
atenienses necesitaría de un apoyo importante por parte de las flotas de sus
aliados9.

El uso de estas concepciones estratégicas implicaba un desgaste mutuo, pero


tal como se observó rápidamente, con ellas ninguna de los dos podía llegar
efectivamente a un resultado decisivo con el que se pudiera finalizar la guerra. A
su vez, el hecho de no combatir en un choque de falanges trastocaba el imaginario
cultural tan arraigado en los combatientes y las polis griegas.

Lo significativo de esta primera etapa del conflicto, y que luego repercutirá en


las siguientes, es por un lado la ampliación de la dimensión espacio-temporal de la
guerra: ésta ya no dependerá de un uso del tiempo ligado a los ciclos agrarios ni
tampoco de la posibilidad de resolver en un campo de batalla favorable y de una
vez, el conflicto. La geografía y el tiempo no serán más determinantes de los
enfrentamientos, sino un elemento que pasará a complejizar el conflicto.

Esto implicaba un doble esfuerzo representado tanto por la capacidad de


movilizar recursos de todo tipo para mantenerse en guerra, como una nueva
concepción de la política de alianzas que se debían establecer y explotar para
lograr los resultados decisivos. Estas políticas de alianzas tensionarán el
escenario de manera tal que en diferentes polis estallará la guerra civil (stasis),
fenómeno que por supuesto no era novedoso, aunque sí los consecuentes exilios
y movimientos de población inéditos por su escala en toda Grecia.

Por otro lado se desprende de lo anterior que, debido a la ampliación del tiempo
y espacio de lucha entrarán a primar nuevos sujetos cuyo rol, que antes era

100
eminentemente secundario en la batalla irán asumiendo un mayor protagonismo y
centralidad: si Esparta tratará de ir conformando una flota para disputar el mar a
los atenienses decididamente y contratará mercenarios, Atenas buscará mejorar la
calidad de sus fuerzas terrestres, dándole un mayor impulso a la infantería ligera.

También tenemos que pensar que cualquier despliegue para el combate de las
fuerzas terrestres espartanas tenía que seguir una lógica centrípeta, es decir
siempre debían considerar que no podían alejar demasiado todos sus efectivos
para el combate a grandes distancias de la polis y sus adyacencias, ya que ello
supondría la oportunidad para que se rebelasen los ilotas y las fracciones sociales
sojuzgadas.

Sobre esta cuestión del nuevo impulso a la infantería ligera por parte de los
atenienses, la ocupación y batalla de Pilos y Esfacteria (425 a.C.), marca un gozne
en la forma en que se realiza la guerra y cómo repercute su resultado al interior
del mundo griego. No sólo los atenienses utilizan en gran número infantería ligera
y arqueros sino que logran vencer a una unidad espartana e incluso toman gran
cantidad de prisioneros, lo que repercute en dos sentidos: dan por tierra con la
imagen de la invencibilidad terrestre espartana y con el principio arraigado de que
los espartanos prefieren morir antes que ser prisioneros, a la vez que se
manifiesta de qué manera pueden usarse la combinación de infantes y arqueros
para imponerse en la batalla.

Pensemos que el hecho de combatir a distancia y una mayor movilidad


cuestiona dos pilares fundamentales de la falange: la puesta en acto de esa
táctica en sí misma y la percepción de los componentes virtuosos y heroicos que
supone batirse cuerpo a cuerpo, en formación y colaborando dentro de ella. Las
palabras de Tucídides nos indican esta lógica hacia el final de la batalla de
Esfacteria: los espartanos eran acosados por proyectiles que les arrojaban, ponían
en fuga a los soldados de infantería pero ellos se volvían y proseguían la lucha, el
terreno era difícil y con sus armas pesadas no podían perseguirlos, no se podía
ver por el humo debido a los incendios intencionalmente provocados por los
atenienses ni escuchar las órdenes por el griterío enemigo, etc. 10

101
Destacamos en cursiva parte del párrafo anterior ya que si la falange
necesitaba de un terreno llano para lograr un despliegue efectivo en la medida en
que estaba equipada pesadamente, es lógico que llevándola a un espacio
desfavorable se verá afectada su capacidad de lucha y se le dificultará la forma en
la que pueda disponerse y maniobrar. Esto supone una interacción de nuevo tipo
entre enemigos que no actuarán de modo previsible, lo que consecuentemente
debe llevar a una adaptación para el combate.

Esta cuestión de la adaptación es crucial para entender de qué manera también


hacia el final de la guerra y ya en el mismo siglo IV, la infantería ligera y los
mercenarios empezarán a asumir un mayor protagonismo e influencia, y cómo eso
impacta en otro de los pilares simbólicos de la falange: el empleo de armas que
pueden matar o herir a distancia hacen mella en la representación sobre los
valores de honor y virtud que encierra el clásico combate de choque y lucha
cuerpo a cuerpo. Así lo relata Tucídides en el encabezado que abre este
apartado, en el cual pone en boca de un soldado espartano la imposibilidad de
saber si los caídos pudieron morir honorablemente, ya que un dardo o flecha no
distinguen las cualidades como el honor y la valentía propia de cada combatiente.

Al considerarse un acto de cobardía utilizar armas arrojadizas, la muerte


honorable era la que se recibía a manos enemigas en enfrentamiento directo,
hecho que reflejaba a su vez un ideal individual y colectivo: morir luchando por la
polis era el mayor acto de arrojo y entrega que un ciudadano podía realizar.

Como estos valores eran necesarios y entraban en juego a la hora de mantener


la organización y a su vez evitar el desbande cuando se producía el choque, cabe
imaginar que de alguna manera deberían resignificarse en el momento en que
apareciera un enemigo cuyo fin fuera acosar, tratar de desorganizar o confrontar a
la falange en forma tal de generarle incomodidad para la lucha.

Algunas de estas nuevas lógicas que se irán presentando en las diferentes


fases de la Guerra del Peloponeso, dinamizan y dan lugar a cambios en la
configuración de la formación social del mundo griego. Si consideramos la

102
omnipresencia del conflicto, su extensión y duración, la creciente relevancia de los
nuevos sujetos, la percepción y valoración de la guerra, entendemos tanto para
este período histórico como para los demás que la guerra no sólo puede dar
origen, sostener o modificar diferentes órdenes sociales sino que también no
puede percibirse simplemente como una actividad especializada escindida de las
estructuras y parámetros existentes en un momento dado.

III- Nuevos sujetos e innovaciones militares

Si bien la Guerra del Peloponeso concluye con la victoria espartana gracias en


parte a la asistencia persa, la extensión de la misma produjo que a su fin ambos
contendientes tuvieran que sufrir un contexto de penuria económica y, en los años
posteriores, que se generaran nuevas disputas entre las polis, debido a que las
duras condiciones impuestas por Esparta harían que ésta no logre conformar una
alianza duradera y reconocida con las diferentes ciudades-estado helénicas.

Uno de los aspectos que creemos es interesante pensar es el hecho de que a


partir del siglo IV costará cada vez más que aquél que salga victorioso de una
guerra consiga estabilizar la situación política por largo tiempo. Seguramente,
esto se debía a una multiplicidad de factores, pero consideramos uno muy
influyente la existencia de mayores fuerzas disponibles para resolver militarmente
los problemas y también la emergencia de liderazgos que producen cambios
marcados en el modo de hacer la guerra.

En el apartado anterior hicimos referencia a cómo comenzaban a desarrollarse


algunas modificaciones, siendo una de ellas el empleo en mayor escala de la
infantería ligera y los mercenarios: aquí describiremos con la figura de Ifícrates el
rol fundamental que cobran ambas, señalando las características de su
equipamiento y su empleo a la hora del combate, específicamente en la batalla del
Lequeo durante la Guerra de Corinto (395-387 a.C).

Con las reformas e innovaciones que se le atribuyen a Ifícrates observamos el


intento general de constituir una fuerza con mayor movilidad y adaptable a
diferentes terrenos, de ahí la necesidad de aligerar los elementos que el soldado

103
utiliza. Por un lado, tenemos la creación de botas más ligeras y que se atan más
fácilmente, junto a la generalización del uso de cota de malla, específicamente el
linothorax (coraza de lino), en lugar de la coraza de bronce.

Sobre el linothorax, pensemos que no sólo ofrecería protección sino que


también aligeraría el peso sobre el cuerpo, otorgándole al combatiente comodidad
para el desplazamiento, hecho fundamental en la medida en que a su vez se evita
una rápida merma física antes y durante el combate, tal como ocurría con los
choques entre las falanges.

Al elaborarse con un material que se encontraba fácilmente en la región, como


señala Aldrete, la coraza de lino estaría disponible incluso para las personas de
limitado poder adquisitivo a la vez que, a diferencia de una coraza de bronce, no
necesitaba ser confeccionada a medida sino que se adaptaba a las diferentes
formas de los cuerpos gracias a su correaje.11

A su vez, la sustitución del escudo de bronce, pesado y grande, por la pelte,


escudo de tamaño medio y mucho más liviano, también ayudaría a facilitar los
movimientos. Y no es menor que, a diferencia del escudo hoplítico, la pelte estaba
pensada para el combate individual y provista de tiras que permitían ponerla a la
espalda si es que había que huir (del uso de la misma deriva el nombre peltasta).
La existencia de la posibilidad de huir, impensada dentro del ethos hoplítico, es
importante para entender de qué manera podían emplearse este tipo de tropas
ligeras en función de incomodar y acosar a fuerzas pesadamente equipadas,
retirándose y avanzando permanentemente.

Pero lo interesante es que Ifícrates no sólo innovo en la protección sino


también en el armamento, con el aumento de la longitud de las lanzas (hecho que
se produjo luego de su derrota en Egipto, donde estaba al servicio de los persas
junto a sus mercenarios) y la utilización de la espada en lugar del tradicional puñal
o espada corta.12

Con todos estos elementos a disposición pues, costearse el equipamiento


militar sería más accesible de manera tal que suponemos existiría la posibilidad de

104
una mayor incorporación de hombres como infantería ligera o mercenarios. Pero
también, Ifícrates hacía del entrenamiento y la instrucción uno de los pilares de la
organización de sus fuerzas con lo cual constantemente éstas iban aprendiendo y
especializándose en diferentes formas de ataque y defensa.

Por ello, este tipo de organización de alguna manera complejizaba la guerra en


tanto actividad social, por la creciente profesionalización de las fuerzas y la
emergencia clara de liderazgos militares innovadores. Ello generaría un nuevo
camino para las polis, al tener que tomar en consideración la existencia de nuevos
elementos que podían resultar decisivos a la hora de dar la batalla.

Uno de los ejemplos del empleo exitoso de este tipo de fuerzas lideradas por
Ifícrates ocurrió en la batalla del Lequeo, durante la Guerra de Corinto (que
enfrenta a Esparta contra una coalición de polis liderada por Atenas que también
incluía a Tebas, Corinto y Argos), cuando en el 391 a.C derrotan a una mora
espartana (600 hombres), causándole unos 250 muertos. Los espartanos,
sorprendidos por la aparición de los peltastas ificráticos y por cómo les arrojaban
jabalinas, intentaron perseguirlos aunque obviamente el menor peso del equipo y
las armas hacía que los peltastas huyeran, a la vez que como relata Jenofonte, la
orden de Ifícrates era no entablar lucha cuerpo a cuerpo con los hoplitas sino
diseminarlos, en función de poder derrotarlos con las armas arrojadizas desde el
frente e individualmente por los flancos.13

En esta batalla se observa cómo los peltastas hacen uso de sus cualidades
para evitar el choque con los espartanos, utilizando su movilidad para
incomodarlos permanentemente, desordenándolos para poder atacarlos sin su
núcleo de fuerza constituido, desgastándolos en función de que su equipo resulta
más pesado e incómodo y venciéndolos en un marco en el que sus condiciones de
agilidad y acoso se imponen por sobre la fuerza bruta espartana.

Entonces, de acuerdo a lo que venimos describiendo, pensemos que si la


falange en su forma clásica necesitaba de la unidad y la cohesión para el choque,
junto al empleo de su equipamiento pesado y la fuerza bruta para lograr

105
imponerse en un combate corto dentro de un terreno uniforme, la actuación de los
mercenarios y tropas ligeras, al combinar movilidad gracias al equipamiento liviano
con la posibilidad de utilizar armas arrojadizas, dentro de una organización y
disciplina propias, establecería una diferencia con la cual poder imponerse
efectivamente en el campo de batalla.

De tal forma, la actuación de las tropas ligeras que demostraba un germen de


potencialidad en Pilos y Esfacteria, (aunque existiera una marcada superioridad
numérica ateniense ante los espartanos) y durante las etapas finales de la Guerra
del Peloponeso, se transformará durante la Guerra de Corinto en una evidencia
incontestable de la vulnerabilidad hoplita ante los ataques de la infantería ligera
organizadas al estilo ificrático, es decir entrenadas y disciplinadas en función de
actuar de manera autónoma o en combinación con los hoplitas.

Ahora bien, si para esta época se generalizó el empleo de tropas ligeras, el


costo del equipamiento era menor y había mayor cantidad de hombres en
disponibilidad, en parte debido al contexto económico, para sumarse como
mercenarios, una vez establecida la creciente superioridad e importancia de la
infantería ligera cabe preguntarse por qué la táctica de la falange clásica no llegó
progresivamente a su fin.

La nueva dinámica de las relaciones militares junto a la extensión espacio


temporal de la guerra, hizo que la correa de transmisión primigenia entre
propietario-ciudadano-soldado se viera decididamente afectada, aunque ello lejos
estuvo de impedir que el combate entre falanges continuara desarrollándose
durante el siglo IV a pesar de las crecientes evidencias respecto a que su estilo ya
no era del todo adecuado para esta época.

Tenemos que señalar entonces que aún en este contexto de importantes


cambios, los atributos de la falange en tanto institución social (como indica Ferrill)
seguían influenciando el imaginario de los actores del mundo griego y si bien
tenían frente a sí las pruebas de que existían otras maneras con las que lograr
resultados favorables, todavía era considerada como la forma de combate más

106
adecuada para hacer la guerra. El peso de lo simbólico pues seguiría actuando e
influyendo fuertemente a la hora de disponerse para la lucha.

Por ello, aunque posteriormente se introducirían algunos matices en la


formación de la falange como el orden oblicuo y una mayor profundidad en cuanto
a número de efectivos, aún bien entrado el siglo IV el choque entre dos fuerzas de
infantería generaba una atracción innegable. De alguna manera, la complejización
y los aspectos innovadores presentes en esta época todavía no habían arraigado
lo suficiente como para descartar de una vez al choque como modo de lucha
preferencial en la guerra griega.

Conclusiones

A lo largo del artículo, intentamos describir algunas cuestiones acerca de cómo


el desarrollo de la guerra está ligado a las particularidades de la formación social
de la que emana. En este caso, entender la guerra entre falanges implica
reconocer la existencia de un clivaje social del conflicto armado y sus
representaciones, que organizaban buena parte del imaginario del mundo griego
de la época; por ello a su vez nos interesó hacer referencia a los fundamentos de
la falange para luego analizar actores como la infantería ligera y los mercenarios,
dentro del marco dinámico que introducían aspectos como la extensión espacio-
temporal de la guerra, los tipos de equipamiento utilizados y el rol simbólico que
ella desempeñaba.

Una correcta apreciación del mundo griego antiguo como totalidad implica
reconocer que los hechos armados no eran algo aislado, sino que influían
decisivamente en las actuaciones individuales y colectivas, y cuya densidad
también pesaba a la hora de construir un mundo cultural más amplio y asequible
para todos los ciudadanos. En este sentido, pensar la guerra en esta etapa no
puede escindirse de las lógicas que dan forma a las configuraciones sociales
existentes, y el tipo de cambios que éstas sufren a partir del desarrollo del conflicto
armado.

107
En la actualidad, de la mano de reconocidos académicos como Victor Davis
Hanson y Donald Kagan, pioneros en su momento en el estudio y difusión del
lugar de la guerra en la antigüedad helénica14, el mundo griego es considerado un
ejemplo histórico de cómo ciertos valores constituyen y disponen a una
determinada formación social para luchar. Sin embargo, esta revalorización de los
ideales guerreros y heroicos de los griegos es utilizada en función de sostener una
justificación de las doctrinas y principios intervencionistas de la política exterior
norteamericana15.

De acuerdo con esta concepción, se nos sugiere que entendamos los conflictos
armados actuales desde un prisma histórico que, partiendo desde Grecia, nos
remita en última instancia a los modos en que la superioridad occidental se ha
manifestado a lo largo de la historia, y a cómo ella tiene que ser utilizada para
asegurarla ante las amenazas y desafíos que plantea, por ejemplo, el terrorismo
como nuevo enemigo difícil de asir y combatir.

De alguna manera, este tipo de argumentos señala que el estudio de las


dimensiones que constituyen los fenómenos sociales y militares del mundo griego
antiguo, sigue siendo una tarea necesaria y relevante para entender las relaciones
que vinculan sociedad y guerra. Todos los aportes que podamos hacer en este
sentido buscan tanto enriquecer el conocimiento del pasado como situarnos
correctamente dentro del conflictivo panorama actual.

108
Notas

1. Aristófanes. Las Avispas, Buenos Aires, 1944, pág. 62. Muchas de las obras
teatrales griegas se referían al comportamiento de los hoplitas a la hora del
combate. En este caso, el autor alude a la batalla de Maratón.

2. El único caso de este tipo lo constituye Esparta, en tanto polis militarizada en la


que sus ciudadanos en edad de combatir formaban parte de un cuerpo profesional
y en la que las labores agrícolas eran realizadas por los ilotas, población sometida
a las tareas de producción y reproducción económica.

3. Hanson, Victor Davis. “Génesis de la infantería”, en Parker (Ed.) Historia de la


Guerra, pág. 27.

4. Véase van Wees, Hans. La guerra en la Grecia Arcaica y Clásica, en De Souza


(Ed.) La Guerra en el Mundo Antiguo, pág. 111. Victor Davis Hanson, (2010) en
una observación bastante acertada, matiza esta afirmación al señalar que dicho
intento de devastación resulta complejo e implica el uso intensivo de la energía de
los hombres a disposición, por lo que también es posible aprovechar estos
recursos para el uso propio o abastecer a las fuerzas en el terreno.

5. Una buena descripción sobre el papel de los trofeos la encontramos en


Gabaldón Martínez, María del Mar. “El trofeo griego. La memoria y el símbolo en el
campo de batalla”, en Desperta Ferro Antigua y Medieval, Núm.21, pp. 44-49,
septiembre-octubre 2016.

6. Ferrill, Arther. Los Orígenes de la Guerra, Cap. 4: La Guerra Griega Clásica,


pág. 201.

7. Tucídides. Historia de la Guerra del Peloponeso, Libro IV, Apartado IV, pág.
231.

8. Kagan, Donald. Sobre las causas de la guerra y la preservación de la paz, pp.


72 y ss. El autor señala que una vez muerto Pericles, la mayoría de los

109
atenienses creía conveniente utilizar una estrategia con algunos elementos
ofensivos que incluya el combate directo con los espartanos.

9. Fornis Vaquero, César. “A propósito de la flota peloponesica en 431 a. C.”,


pp.286-287, en Los mares de griegos y romanos, Valdepeñas, UNED, 1995.

10. Tucídides. Historia de la Guerra del Peloponeso, Libro IV, Apartado IV, pp. 228
y ss. Ediciones Orbis, Barcelona, 1986.

11. Aldrete, Gregory. “Ejércitos de lino. El linothorax en los siglos V y IV a.C”,


Desperta Ferro Antigua y Medieval, Núm.21, pp. 44-49, septiembre-octubre 2016.

12. Moreno Hernández, Juan José. Ifícrates y la infantería ligera griega, pp. 218 y
ss. en POLIS. Revista de ideas y formas políticas de la Antigüedad Clásica 14, pp.
197-224, 2002.

13. Jenofonte, Helénicas, Libro IV, Capítulo 5, Gredos, Madrid.

14. Algunas de las obras fundamentales respecto a esta cuestión: por parte de
Hanson, su trabajo de edición en Hoplites: The Classical Greek Battle Experience.
(Routledge, 1991) y su The Wars of The Ancient Greeks (Cassel, 1999). Kagan
con su trabajo sobre La Guerra del Peloponeso (Edhasa, 2009), versión abreviada
del estudio original de cuatro tomos publicado por este autor entre los años 1969-
1987.

15. Nos referimos a Matanza y Cultura. Batallas decisivas en el auge de la


civilización occidental. (Turner-FCE, Madrid, 2006.), sobre todo el prólogo a la
segunda edición. Aquí Hanson habla de la superioridad de Occidente y el papel
que debe tener a la hora de defender la democracia y sus valores. También en
Guerra. El Origen de Todo. (Turner-FCE, Madrid, 2011), en diferentes artículos
dicho autor describe los valores e ideales de las guerras del pasado en función de
remarcar cómo influyen en los conflictos actuales. Algo similar sucede con el
capítulo 4, “Epaminondas el Tebano y la doctrina de la guerra preventiva”, incluido
en la obra de la que Hanson es el editor: El arte de la guerra en el Mundo Antiguo
(Crítica, Barcelona, 2012).

110
Por su parte Kagan, en su Sobre las causas de la guerra y la preservación de la
paz (Turner-FCE, Madrid, 2003) desarrolla la idea de que sólo es posible la paz a
partir del mantenimiento de una superioridad militar permanente, lo que supondría
intervenir a tiempo antes que esperar el desarrollo de los acontecimientos.
Además, Kagan junto a su hijo Frederick y Robert, eran asiduos colaboradores y
referentes del Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense, think tank pionera en
la difusión de los valores neoconservadores y el apoyo a la política exterior del
gobierno republicano de George W. Bush.

Ambos autores a su vez han escrito innumerables artículos sobre estas cuestiones
en varios diarios y revistas, la mayoría de ellos disponibles online.

111
Bibliografía

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VAN WEES, HANS. La Guerra en la Grecia Arcaica y Clásica, en DE SOUZA,


Philip. La Guerra en el Mundo Antiguo. Ediciones Akal, Madrid, 2008.

113
De Agricultores a Soldados. La guerra y su impacto social en la
Grecia Antigua

Mg Esteban Darío Barral

Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires

Introducción

Debatir sobre la base agraria de las poleis griegas y las características


esenciales de la infantería hoplita es algo que ha quedado unido en el mundo
griego antiguo y en la que la mayoría de los historiadores está de acuerdo. La
interacción de la agricultura y la guerra ha sido estudiada muchas veces, y es sin
duda algo inseparable para poder comprender el impacto social que la guerra
produjo entre los griegos.

Devastar el territorio enemigo era en prima facie uno de los objetivos de la


guerra griega entre los siglos VII y IV a.C. Afectar su economía e impedir el acopio
de recursos pareció ser la base de la estrategia fijada para obligar al enemigo a
rendirse. La guerra entre las distintas ciudades fue prácticamente endémica de
acuerdo a las fuentes antiguas, pues el estudio de las mismas hace ver que no
hay períodos de paz prolongados (Garlan-Vernant).38

La transformación de la guerra estuvo acompañada del desarrollo de la


agricultura. En primera instancia, la actividad agraria en la Grecia arcaica era
similar en su desarrollo y práctica a como se daba en Medio Oriente, donde el

38
Según van Wees en el período clásico resultaron destruidas o aniquiladas cerca de veinticuatro
poleis, donde se cometieron todo tipo de abusos. Hay numerosos ejemplos en las fuentes clásicas
que hablan de la periodicidad de la guerra entre los griegos. Cuando la guerra entre las poleis
llegaba a su fin, dentro de la misma polis se sufría la stasis, la guerra civil. Es probable que los
griegos hayan sido belicosos e incluso que la guerra llegara a ser parte de sus actividades
políticas, propias de quienes creen en el sometimiento de semejantes o por cuestiones de
conveniencia económica. Hans van Wees. La Ciudad en Guerra. En Robin Osborne. La Grecia
Clásica. Editorial Crítica. 2002.

114
palacio cumplía una función centralizadora no solo de las actividades estructurales
y fiscales, sino también en la redistribución del excedente de recursos como
elementos fundamentales del control monárquico.

La eventual desaparición de los palacios micénicos durante la llamada edad


oscura (1.100 al 800 a.C aproximadamente) y cuando el monopolio de la violencia
pasó a manos de ciudadanos propietarios, se produjo una transformación que
cambiaría el modo occidental de la guerra (Hanson). Esa transformación vino
acompañada de la creación de una nueva cultura en la polis, pues fue en esta
comunidad de propietarios iguales donde entre los siglos VIII y VII apareció la
forma de hacer la guerra tal como la conocemos ahora. Las poleis griegas se
conformaron en base a un proceso de sinecismo de la estructura aldeana a la
ciudad y que permitió transferir una cultura agraria que trascendería a conformar la
base campesina de la infantería hoplita (Gallego).

Que los griegos utilizaran una forma de guerra simple pero extremadamente
violenta y decisiva, es consecuencia de un proceso cultural íntimamente ligado a
la economía y a la base agraria de la polis, aspectos que analizaremos en el
presente trabajo.

El Surgimiento de la Polis

La polis se fue desarrollando, liderada en un principio por los basileis, es decir,


los aristócratas que ejercían el poder y que conformaban un poderoso estamento
social, como un lento proceso de agregación de las diferentes comunas aldeanas
que ocupaban gran parte del territorio griego. Este proceso que fue denominado
sinecismo, permitió aglutinar en torno a un centro urbano a diferentes
comunidades aldeanas, que terminaron conformando un complejo sistema por el
cual los aldeanos complementaban militarmente, refiriéndonos sólo al uso militar
de la misma, a la ciudad-estado. Esta se articularía en la relación entre polis,
basileía y kóme,3940 tal como lo describe Aristóteles. La integración aldeana a la
polis permitió a la misma una determinada organización social donde lo aldeanos
39
Gallego, Julián. Campesinos en la Ciudad. Editorial Del Signo. 2005. Pag 25
40
Komé: Aldea o Comunidad Aldeana.

115
tendrían una cierta igualdad institucional. La posibilidad de participar en la
Ekklesía (Asamblea), los integraba a la comunidad política, como también y de
acuerdo estamentariamente a su capacidad de recursos, de conformar parte de la
organización militar de la polis en la falange de hoplitas, pero al formar parte de la
misma (la Ekklesía) les daba una autonomía propia de quienes toman decisiones
de estado debido a que era parte de la capacidad de la Asamblea.

La polis ha sido el resultado de la integración tanto de lo urbano como de lo


rural, “…la ciudad y el campo, juntos como una unidad, no como variables distintas
en competición o conflicto, real o potencial. Incluso los agricultores que vivían
fuera de la ciudad, estaban integralmente en la polis.‖41 …Muchas aldeas se van a
comenzar a unir políticamente, aunque no físicamente, en torno a un centro
común, delineando un nuevo tipo de organización socio-espacial. Algunas de las
poleis serán el centro de otras más pequeñas, e incluso un gran sector aldeano
quedará bajo el centro de esta. Tal será el caso de Atenas y Esparta, por tratarse
de las dos más poderosas y que mayor influencia tuvieron en el mundo griego
antiguo, aunque hubo otras como Tebas y Argos, que también supieron cubrir un
rol importante en el desarrollo de la cultura griega.42

Es en este contexto de integración entre la aldea y la ciudad, donde los campesinos


adquirirán un relativo protagonismo ya que los trabajos de la tierra les rendirán
determinadas capacidades permitiéndoles producir, almacenar y consumir. El excedente
de producción de las tierras dará una cierta posición social de la que antes no gozaban,
ya que en determinados casos les permitirá comprar esclavos o pagarlos, ya que muchos
se debían esclavizar para pagar las deudas, y poder adquirir la panoplia hoplita lo que los
ponía en una posición social diferenciada. Esta modificación del orden social será una
constante, debido a la guerra que operara como elemento estructurante de la sociedad
griega, ya sea en las poleis más grandes, como también en las más pequeñas.

El renacimiento cultural griego después de la edad oscura, entre los siglo VIII y
VII a.C., fue el resultado no solo de la integración de la aldea a la ciudad, sino de
la clase de propietarios iguales con capacidad de producir un excedente y que

41
Finley, Moses. La Grecia Antigua. Editorial Crítica. 2000. Pag 37
42
Gallego, Julián. Op Cit. Pags 28-33

116
diferenció a los diferentes grupos sociales que ahora convivían dentro de la
ciudad-estado. Para definir al campesino es necesario sumar cuatro aspectos
básicos:

 La unidad de explotación familiar como modo principal de organización


social.
 El trabajo agrícola junto con la cría de ganado como primordiales medios
económicos.
 Una cultura tradicional específica derivada de la vida dentro de pequeñas
comunidades rurales.
 La subordinación ante el dominio de poderosos agentes externos a las
aldeas.43
Las diferencias sociales estarían marcadas por la tenencia de tierras, ya que los
labradores pobres debían emplear su propia mano de obra en tanto que los
propietarios ricos podían contratar o mantener esclavos. Hay que comprender que
había una serie de actividades compartidas ya sean las mismas comerciales,
sociales o religiosas, que conformaban la comunidad aldeana como tal. ―Las
prácticas agrícolas y las relaciones de sociabilidad definidas al nivel de la
comunidad aldeana comenzaron a quedar encuadradas en la pólis como entidad
de nuevo tipo en lo que respecta a su configuración como estado.‖44

El caso de los periecos en Esparta

Si bien los periecos se hallarían integrados a alguna de las numerosas


comunidades locales que se encontraban diseminadas por toda lacedemonia, en
realidad formarían parte de una polis única. Los periecos no formaban parte del
núcleo social que dirigía la vida espartana debido a que el derecho a ciudadanía
era solo para una elite dominante: los espartiatas. En Esparta hay cuatro aspectos
que debemos tener en cuenta y que excluían a los periecos:

43
Gallego Julián. Op Cit. Pag 44
44
Ibidem. Pag 47

117
 Los homoioi,45 participaban de una comida en común para lo cual
aportaban una cuota fija de alimentos.
 Solo los homoioi podían tener acceso a la tierra y a los hilotas, que eran los
que trabajaban y cuya producción les permitía hacer las contribuciones
obligatorias a las mencionadas comidas.
 Solo los homoioi participaban de las asambleas donde se tomaban las
decisiones políticas.
 Los espartanos participaban de un modo de vida público exclusivo.
Los periecos se agrupaban en base a comunidades aldeanas campesinas y
todas sus labores estaban relacionadas con tareas agrícolas relevando a los
espartiatas de todas aquellas tareas no esencialmente militares. Dentro de las
tierras conocidas como perioikis, no había una igualdad entre todos los periecos
pues al menos se distinguen tres grandes grupos: los labradores propiamente
dichos y que aparentemente eran la mayoría; los terratenientes y los tenderos.46
Los ejércitos espartanos no sólo se formaban con los espartiatas, tal como
muchas veces parece, sino que por el contrario la mayoría de la los integrantes de
la falange serían periecos cuyas posibilidades de recursos económicos les
permitiera la adquisición de la panoplia hoplita. Según Cartledge, muchos periecos
estaban desligados de la producción directa gracias a que poseían esclavos para
esas actividades.47

Para tener una idea de la función militar, para la batalla de Platea los
espartanos lograron formar una fuerza militar de cerca de 10.000 hoplitas, de los
cuales más de la mitad eran periecos. Esto no quiere decir que había igualdad de
unos con otros, puesto que en la falange los espartanos formaban solos, mientras
que las otras falanges estaban compuestas exclusivamente por periecos.48

45
Tradúzcase como semejante, no iguales como muchas veces se ha traducido. Cartledge, Paul.
Los Espartanos. Ed Ariel. 2009. Pag 16
46
Gallego, Julián. Op Cit. Pag 64
47
Cartledge, Paul. Op Cit. Pag
48
Hanson, Victor Davis. The Western Way of War. Editorial Caliber Press. 1998. Pag 88. Para
Hanson, la capacidad militar espartana estaba limitada por la poca demografía existente entre los
espartiatas y su miedo constante a la rebelión de los hilotas. Nunca enviaban fuerzas más allá de

118
En el siglo V aumentó la importancia del reclutamiento de los periecos, debido
en gran parte para sustituir las pérdidas de la guerra y, ya durante la guerra del
Peloponeso, conformar un mayor número de fuerzas militares, donde se incluía
una activa participación de los mismos en el control de los hilotas. El ejército
espartano se vio solicitado cada vez más a enviar fuerzas fuera del Peloponeso, y
el temor a una rebelión de los hilotas, los périecos resultaban una fuerza militar a
la que podía recurrirse sin que opusieran muchos obstáculos. Es así que los
espartanos van a dar a los periecos una mayor participación, sin dejar de ser por
ello los espartiatas la clase dominante.

La guerra del Peloponeso cambiaría sustancialmente la situación de los


periecos ya que los mismos se habían visto incluidos en las falanges de hoplitas
junto a los homoioi debido a las pérdidas de los mismos y a una cada vez más
baja demografía. Este elitismo social tarde o temprano terminaría colapsando y
daría una mayor participación a los periecos, ahora relegados también al control
de los hilotas cuya explotación también los beneficiaba.

Con la invasión tebana y el declive militar espartano las poleis periecas fueron
arrasadas cuando Epaminondas lanzó su campaña que llegó hasta las puertas de
Esparta. La devastación del territorio sufrido por lo periecos y la activa
participación de estos en la guerra, además de haber demostrado su lealtad, les
permitió hacerse cargo políticamente de sus poleis, logrando un cierto
autonomismo del cual antes no habían gozado.

La subordinación militar y cultural de los periecos no terminaría, pero si había


modificado sensiblemente las relaciones intrasociales. Esparta ya no volvería a ser
la misma de antes. Los periecos carecían de poder para incidir sobre las
resoluciones que los espartanos tomaban en la asamblea, pero esto no los
diferenciaba de sobremanera de otras poblaciones que también gozaban de la
posibilidad de desarrollar una vida autogobernada dentro de sus comunidades,

su área de influencia en el Peloponeso y el total de las mismas no era superior a las dos terceras
partes de las fuerzas que quedaban en territorio espartano.

119
aún cuando fueran dependientes de una pólis mayor en el terreno político y
militar.49

Los Zeugítai Atenienses

La situación social en Atenas sería muy diferente a la espartana, puesto que la


incorporación política plena permitía a las diferentes comunidades estructurarse
en función a la misma. Fue Solón quien innovó con una serie de cambios y dio a
Atenas la forma de una comunidad de propietarios iguales, es decir, de
campesinos libres. Las reformas solonianas estuvieron relacionadas con la Stasis,
o guerra civil, a la que él mismo logró poner fin y haciendo reinar nuevamente el
orden. A fines del siglo VI a.C., Solón se encontró con que en Atenas la Stasis
había logrado polarizar a la sociedad entre terratenientes ricos y campesinos
pobres. Ante esto decidió hacer algo lógico y que pudiera devolver la cordura a la
polis, censó a los campesinos en una clase denominada Zeugítai, o dueños de
una yunta de bueyes. Esto permitía a aquellos que se encontraban debajo del
censo de hoplitas, es decir los que forman en la falange, ser ciudadanos. De todas
maneras esto no significaba que las jerarquías sociales hubieran dejado de existir,
por el contrario la misma seguiría existiendo.

Más tarde con las reformas de Clístenes donde las comunas campesinas fueron
elevadas al rango de demos ligándolas definitivamente al poder central de la polis.
―De esta manera se manifiesta el lugar de la aldea en la base de la pólis
ateniense, y es justamente mediante su existencia que podemos entender la
especial disposición del territorio ático como espacio político. Clístenes politizó el
campo ático y arraigó allí la identidad política. Desde entonces, la integración entre
campo y ciudad adquiriría una forma orgánica por la cual los vínculos entre las
comunidades locales y la sociedad global se regirían por los lazos políticos e
institucionales. Las reformas de Clístenes permitieron incorporar a la comuna
política a los campesinos, como miembros con todos los derechos. Es hasta las
guerras Médicas que la pólis y la democracia progresaron en forma conjunta y
paulatina, pero al finalizar la misma el Areópago apareció de modo visible al frente
49
Gallego, Julián. Op Cit. Pag 88

120
del gobierno de la ciudad debido al prestigio que adquirió al impulsar el desenlace
y apoyar al estrategia que finalizaría con la decisiva batalla de Salamina.
Posteriormente con Efialtes, el Areópago sólo ejercería funciones judiciales,
mientras que la asamblea, el consejo y los tribunales realizarían de modo práctico
los principios del poder popular.‖ 50

La guerra tendría un carácter estructurante central debido a la conformación de


la falange hoplita, pues la incorporación al cuerpo cívico estaba dada por la
capacidad de adquisición de la panoplia hoplita; pero con las guerras médicas la
infantería hoplita había agotado en parte esta realidad, ya que la fuerza de los
remeros de la flota, los thétes, habían permitido el triunfo sobre los persas y no a
la inversa. Por otra parte, muchos campesinos se enriquecieron aún más con la
guerra en tanto que otros se empobrecieron; también muchas tierras quedaron sin
mano de obra debido a que los propietarios murieron y las mismas engrosarían
muchas veces el patrimonio de otros. En gran parte los zeugítai llevarían el peso
de la falange hasta que la guerra se volviera más profesional.

La agricultura en la Grecia antigua

La base de la economía griega se fundamentaba en su capacidad de procesar,


agrícolamente hablando, tres cultivos principales: cereales, vides y olivares.
Según Hanson los mismos pueden ser destruidos pero con diferentes grados de
complejidad. Por un lado, los distintos tipos de cereales pueden ser destruidos, ya
sea mediante el fuego o la destrucción mecánica de los mismos, 51 siendo su
recuperación un tanto más dificultosa debido a las técnicas que se empleaban en
la época. Por otro lado, la destrucción de los olivares y la vid requiere mayor
trabajo para quien intente dicha acción, ya que es muy difícil dadas las
características de estas y siendo su recuperación bastante más rápida que el de
los cereales. Si tenemos en cuenta que estos últimos representaban un elemento

50
Gallego, Julián. Op Cit. Pag 109
51
Las técnicas mecánicas utilizadas eran las siguientes: el pisoteo o el corte con elementos de filo.
Hay dudas sobre la efectividad de la aplicación de las mismas debido a que se necesita una buena
cantidad de mano de obra para llevar a cabo la tarea y también debiendo tenerse en cuenta el
tiempo que insumía esta actividad. Ver Thorne, James. Warfare and Agriculture. The Economic
Impact of Devastation in Classical Greece. Art. Greek, Roman, and Byzantine Studies. GRBS. 2002

121
constitutivo importante en la dieta de los griegos por sobre las aceitunas y la uvas,
nos da la pauta de que la destrucción de estos podría afectar en gran medida no
sólo a la economía de una polis, sino también a la población.

Es obvio que las distintas poleis no basaban tan solo su economía en la


acumulación de excedentes producidos, sino que también el comercio era
sumamente importante, tal como la importación y exportación de granos, dejando
un interrogante de qué tan efectivo sería como objetivo bélico – tal como sucedió
durante la fase de la guerra arquidámica en la Guerra del Peloponeso – la
devastación de los cultivos enemigos como elemento de desgaste y de opresión
para ganar la contienda.

Ante esta situación debemos tener una cierta cintura para afirmar, como dice
Hanson, de que la devastación de los cultivos podía transformar la guerra. Puede
que sea así en parte, pero no era una causa exclusiva. Según Gallego ―La
importancia de las legumbres ha sido reconsiderada, y se ha llegado a plantear si
en realidad la famosa tríada no sería más bien un cuarteto. El cultivo de
leguminosas tiene varias implicaciones, pues se asociaría con una producción
agrícola intensiva con mucha atención puesta en el mejoramiento del terreno,
buena provisión de agua, pocos animales y elevada utilización de trabajo manual,
que además de vid, olivos y árboles frutales, combinaba cosechas de cereales y
legumbres, con menos tiempo dedicado al barbecho.‖52 Como podemos observar
la agricultura era vasta y no se acotaba solo a la vid y olivos, haciendo que la
economía de la polis no quedara limitada. Los campesinos griegos hacían un
aprovechamiento masivo de los recursos a su alcance y efectuaban una labor por
demás dura y compleja, ya que el cultivar las tierras venía de la mano de diversas
tareas previas, como la preparación del suelo mediante el abono y conformar
canales de riego en una zona bastante difícil para el beneficio agrícola.

52
Gallego, Julián. La Agricultura en la Grecia Antigua. Los labradores y el despegue de la Polis.
Revista SEHA. Historia Agraria. Pag(s) 15-35. 2004

122
Hoplita griego luchando contra un guerrero persa. Siglo V a.C.

Los campesinos griegos cultivaban sobre pequeñas parcelas de terreno y


fueron incrementando las mismas hasta hacerlo sobre tierras marginales,
ampliando de esa manera las zonas cultivables. Como toda actividad, la
agricultura requiere también de una gran ayuda del medioambiente y de las
condiciones meteorológicas favorables para poder obtener resultados
satisfactorios, algo que no siempre se da. Por lo tanto, las épocas de malas
cosechas no sólo mermaban la capacidad de producción para la subsistencia, sino
también para el acopio de excedentes. Menos excedentes, menos recursos.

―El desarrollo de la agricultura en la Grecia antigua, no fue un simple fenómeno


agroecológico o económico, sino que constituyó una de las bases que dieron
sustento a la polis como organización social‖. 53 Y como veremos, a los ejércitos de
hoplitas.

La Infantería Hoplita y la Falange

Entre los siglos VIII y VI a.C. en algunas poleis54 se introdujeron ciertos cambios
militares que llevaron a los griegos a una nueva forma de combatir: la falange de
hoplitas. La falange no fue inventada por los griegos, pues este tipo de formación

53
Ibidem. Pag 28
54
Decimos en ciertas poleis porque no se ha podido establecer con seguridad en cual o en cuales
a la vez se dio la aparición de una formación de falange.

123
es mucho más antigua, e incluso en la llamada época heroica de la Grecia de
Homero los heróes no luchaban solos sino que junto a ellos había hombres
llamados promachoi, o los primeros de la fila, que luchaban juntos en una especie
de formación que podría haber antecedido a la falange. Si observamos la famosa
Estela de los Buitres de Naram-Sin, también podemos prestar atención a una
formación en falange.

La falange estaba constituida por soldados de infantería conocidos como


hoplitas, debido a la panoplia militar que consistía en escudo (hoplon, de aquí
proviene hoplita), una lorica o armadura corporal (tórax), el casco (krános), las
grebas (knemides), una espada (xifos) y una lanza (dori). Este equipamiento hacía
de la falange una organización lenta para maniobrar y muy limitada en cuanto a
procedimientos de combate hablando. La falange consistía en una formación
cerrada donde solo se empeñaban las primeras filas mediante el empuje
constante de las filas posteriores. No había relevos y el mismo se realizaba
cuando el hombre de adelante caía.55 Pero antes de ver como operaba la falange
es necesario hacer una breve raconto de quienes integraban la falange

Los ejércitos griegos no eran ejércitos profesionales, salvo el espartano, y no


eran costeados por la polis, por lo tanto, cada ciudadano debía proveerse de la
panoplia. Obviamente que la misma no estaba al alcance de cualquiera. Eso
dejaba a los estratos más pobres fuera de la falange, donde terminaban
combatiendo como psiloi (infantería ligera) o sirviendo en la flota como marinos
(thétes). No se ha podido establecer con certeza cuántos hombres estaban en
capacidad de servir en los ejércitos griegos – tomando como ejemplo a la polis
ateniense -, ya que los modernos cálculos demográficos son casi imposibles de
utilizar para ello. Para Pomeroy, ―Dada la importancia de la falange para la
supervivencia de la polis, y teniendo en cuenta que las armaduras capturadas eran
repartidas como botín y que diversos elementos del equipo eran regalados, sería
razonable calcular que al menos la mitad del grupo de los mésoi en general

55
Aún hoy está muy debatido la forma en que funcionaba la falange, pues su funcionamiento
concreto no está muy claro. De todas maneras, daremos la explicación que creemos por lógica se
ajusta o aproxime a la realidad.

124
estaban en condiciones de prestar servicio en la falange. Así, pues, alrededor del
60 % o más de un ejército hoplítico típico pertenecería a las familias no
aristocráticas de la polis.‖56

Es en la organización de los ejércitos que se conforman en base a una


estratificación social donde se puede observar la constitución ideológica de la
polis, tal y de la misma manera cómo podríamos observar una conformación
similar en los ejércitos romanos monárquicos y republicanos hasta las reformas de
Mario. Formar parte de la falange no era solamente una necesidad militar. El
ciudadano formaba parte de la misma por lo que era, por la areté, por la creencia
en la preeminencia del heroísmo por el resto de otras cualidades. El valor
demostrado por los héroes homéricos, era ahora el valor de todos los integrantes
de la falange, que luchaban codo a codo y de forma brutal sin abandonar su
puesto en la fila.

Esta concepción ideológica del campesino-ciudadano-soldado es fundamental


para poder comprender la utilización de una formación, la falange, tan poco apta e
inadecuada para operar en un terreno totalmente agreste y montañoso. Es aquí
donde debemos concatenar tres elementos: la base aldeana de la polis, que da un
carácter agrario en cuanto a la conformación ideológica de sus ciudadanos; la
areté (la virtud), fundamental para conformar una falange de hoplitas y la propia
función de soldados-propietarios que harán caracterizar la forma de combate de
los griegos.

La falange presentaba muchos puntos débiles, especialmente en sus flancos.


Era pesada y lenta para maniobrar, y para colmo, en sus comienzos, los griegos
no utilizaban ni caballería, ni infantería ligera en apoyo de la misma, pues la
utilización de estos últimos era denigrante para el hoplita. La utilización de armas
arrojadizas no era compatible con la areté griega, ésta sí lo era con la
preeminencia de los propietarios iguales y su capacidad para mantener su puesto
en la línea. Es difícil y materia de controversias saber cómo luchaba exactamente
la falange, pero sí es claro que la misma se basaba en hileras de ocho hombres
56
Pomeroy, Sarah. La antigua Grecia. Editorial Crítica. 2011. Pag 134.

125
en profundidad57 y cuya flexibilidad era prácticamente nula, ya que si alguien
abandonaba su puesto la misma corría peligro de fraccionarse.58 ―Análogamente,
el soldado ciudadano busca el honor, la gloria y la fama con tanto celo como el
héroe homérico, pero solo podía ganarlo al servicio de la polis.‖59 Hay que tener en
cuenta que para los antiguos griegos las obligaciones militares de los ciudadanos
estaban relacionados a su situación social en la comunidad. Las relaciones
intracomunitarias pautaban que se era soldado en la medida en que se era
ciudadano y no a la inversa (Garlan), pues era en la falange y durante la guerra
cuando estos demostraban su verdadera condición.

El entrenamiento de los soldados no se realizaba como en los ejércitos actuales


mediante un programa de instrucción metódico, sino que los mismos lo hacían
individualmente en gran parte, y gradualmente en forma colectiva. La gimnasia y la
práctica de deportes como el Pankratio,60 la lucha, el pugilato y la mayoría de los
deportes olímpicos están relacionados al entrenamiento militar.

También la danza, por lo menos hay mucho autores que están de acuerdo con
esto, permitía el entrenamiento rítmico necesario para mantener la formación en la
falange. A diferencia de todo esto, sólo los espartanos rompían con todos los
moldes, ya que eran la única polis en mantener un ejército profesional. Mucho se
ha hablado con respecto a ello, pero a diferencia de los demás ejércitos de las
otras poleis, los espartanos eran más un ejército de ocupación en su propio
territorio que para defenderse o atacar a otras poleis. El sometimiento de los ilotas
en la región de Mesenia, el elitismo reservado solo a los homoioi, y el poco
despegue demográfico de estos ante un avance de la población ilota, hizo que los

57
Esto iría variando con el tiempo hasta llegar a la falange macedónica que fue la última reforma
importante que sufrió con Filipo II y Alejandro. La formación de falange sería derrotada por la
mucho más ágil y flexible Legión romana en las batallas de Cinoscéfalos y Pidna en el marco de
las guerras macedónicas.
58
Como es propio de toda batalla o combate, cuando alguien pierde su puesto en la línea y huye,
normalmente arrastra a otros a imitar su conducta, por lo tanto, la preparación psicológica del
soldado es más que necesaria. La inculcación de valores, el sentido de lealtad para con el grupo y
la virtud se revelan como elementos esenciales para poder conformar una formación tan rígida
como la falange.
59
Pomeroy, Sarah. Op Cit. Pag 135.
60
El pankratio era el antecedente más cercano de las actuales MMA o Artes Marciales Mixtas, ya
que utilizaba técnicas de boxeo y lucha libre, valiendo combatir tanto de pie como en el piso.

126
mismos dedicaran sus fuerzas a convertirse en un ejército de ocupación y de
control sobre aquellos elementos sometidos. Pocas veces los espartanos van a
arriesgarse a emplear sus fuerzas fuera del territorio Lacedemonio. Los cambios
comenzarían durante la Guerra del Peloponeso que obligaría a una
reestructuración de la manera de combatir de Esparta.

La Guerra de Falanges

Ya hemos dicho que el funcionamiento de la falange era limitado militarmente


¿por qué? La respuesta hay que buscarla en la concepción agraria de la polis y la
base campesina de la infantería hoplita. Para Hanson, el despegue cultural griego
de los siglos VIII y VII a. C. dio paso de lo colectivo a lo individual y a un cambio
en la producción agraria, ocasionando también un cambio en la forma de hacer la
guerra. La presión demográfica obligó a los griegos a recurrir a explotaciones
agrarias particulares y privadas, permitiendo una acumulación de excedentes
alimenticios e impidiendo la intromisión burocrática de los estratos dominantes.
Estos nuevos grupos campesinos dieron lugar a oligarquías de base amplia y ética
cultural igualitaria entre terratenientes, basadas en la propiedad.

Esto ocasionó que los hábitos agrarios se llevaran a la lucha de falanges. El


cooperativismo entre propietarios iguales se refleja en la forma de asistencia que
llevan los hoplitas dentro de la falange. La protección de uno sobre otro y el
sentido de pertenencia, hizo de la guerra griega muy particular, por lo menos hasta
la Primera Guerra Médica, cuando el contacto con el ejército Persa provocará
cambios radicales en la forma de guerrear de los griegos y que se modificarán
sustancialmente con la Guerra del Peloponeso y la posterior Guerra de Corinto.

Esos hábitos agrarios dieron lugar a un protocolo militar extendido entre las
diversas polis, generando un carácter ritualizado y prácticamente acordado de
lucha. La falange no podía luchar en cualquier lado, era vulnerable en muchos
aspectos, pero no pareció importarle a los hoplitas hasta entrado el siglo V a.C. Si
la lucha se llevaba a cabo en territorio escabroso se corría peligro de romper la

127
formación, por lo tanto, los ejércitos se encontraban en campos acordados de
antemano para luchar en forma brutal y sangrienta.61

Las falanges empujaban hasta que una de las dos cedía y abandonaba el
campo de batalla. No había persecución del enemigo, sino que se rehacían las
filas, se levantaba el botín y se retiraba a continuar con las labores agrícolas. La
táctica era muy rudimentaria y estaba limitada por esa concepción ideológica de
los integrantes que veían como algo innoble la lucha fuera de estas
características. ―Los historiadores parecen a veces reacios a tener en cuenta la
naturaleza deliberadamente agraria de aquella forma de combate: el grado
asombroso en que el protocolo del cultivo y la sociología rural de la polis definía la
práctica de la guerra en todo el abigarrado paisaje de las nacientes comunidades
griegas.‖62 Esta forma de lucha se basaba en el choque y se limitaba al mismo, era
una exposición de fuerza bruta donde se empujaba hasta hacer ceder al
adversario. Para poder lograr mantener las filas prietas y evitar el desbande de las
mismas se hacía necesario un convencimiento tal que los hombres obraran
cooperativamente de la misma manera que lo hacían en las labores agrícolas.
Pero esto sólo no bastaba. La literatura, la cerámica, la escultura y un
adoctrinamiento basado en el heroísmo y el reconocimiento colectivo completaban
esta capacidad de los campesinos soldados para poder combatir como hoplitas en
la falange.

Por otro lado, estaban las fuerzas menos apreciadas en la guerra griega: la
infantería ligera o psiloi. A diferencia de los hoplitas estos no compartían los
mismos principios que guiaban a estos, ya que para aquellos que luchaban dentro
de la falange era un acto innoble el luchar con armas arrojadizas y a distancia.
Matar a distancia no es lo mismo que matar apuñalando, y eso diferenció en gran
medida a la infantería pesada de la infantería ligera, independientemente de cuál
de las dos era más apta para el combate de acuerdo a las circunstancias. De la

61
Hanson hace referencia y diferencia la guerra hoplita arcaica con la de la Grecia clásica en una
forma de defender sus tesis contra los análisis de Krentz o Han Van Wees. Ver la obra de Kagan,
Donald y Viggiano, Gregory. Hombres de Bronce. Hoplitas en la antigua Grecia. Ed Desperta Ferro.
2017
62
Hanson, Victor D. The Wars of the Ancients Greeks. Editorial Cassell. 1999

128
misma manera ocurría con la caballería y con los marinos de la flota (Jenofonte),
que no eran considerados como los hoplitas ya que no compartían los mismos
riesgos que estos.63

La guerra entre las polis no podía ser larga y extenderse mucho más allá de
cierto período de tiempo y en ciertos períodos del año. La misma estaba
circunscripta a los tiempos de siembra y cosecha, es decir en verano en un
concepto de la decisión militar que impregnó los campos de batalla. La logística no
estaba muy desarrollada en los ejércitos griegos y los mismos debían, en parte,
vivir del territorio que atacaban. Va a ser durante las guerras Médicas y su
contacto con ejércitos desarrollados como el persa donde comenzarán a organizar
los suyos (Ferrill).

Hanson ha sido uno de los historiadores militares que más ha estudiado la


guerra de falange y refiriéndonos nuevamente a él podemos reproducir un
combate hoplítico de época arcaica:

―La campiña griega inadecuada para mantener una población ecuestre, no se


presta a maniobras de caballería; una vez que las falanges llegaban a un
llano del que se convenía que reunía las condiciones para la prueba de
fuerza –cuando los griegos van a la guerra eligen el lugar mejor y más llano
para realizar en él la batalla, escribió Herodoto – y no paraban en mientes.

Tras cruzar una tierra de nadie quizás de 150 metros en un conato de


carrera, bajo un peso de armas y coraza de más de 32 kilos, los
contendientes se embestían. Cada individuo habría elegido un blanco para el
momento del choque, con la intención de introducir la lanza en el resquicio
existente entre un escudo y otro y tratando de acertar en una porción de
carne no protegida por la coraza: garganta, axila o ingle. La oportunidad era
efímera. Conforme la segunda y sucesivas filas se apiñaban por efecto del

63
La Guerra del Peloponeso va a demostrar en gran parte cuan equivocados estaban los griegos
con respecto al uso de la infantería ligera siendo un ejemplo de ello la derrota de Pilos y Esfactería
de una Unidad espartana en manos de infantes ligeros. Posteriormente la utilización de
mercenarios con una estructura basada en infantes ligeros y al mando de Ifícrates aniquilará a un
Regimiento espartano en Lequeo en el marco de la guerra corintia.

129
encontronazo, la falange al unísono, echaba el peso de siete hombres sobre
la espalda de los de la primera fila en colisión con el enemigo y bajo ese
impacto algunos hombres caían inevitablemente muertos, heridos o
aplastados por los de atrás; ello podría crear una brecha en el muro de
escudos, y los de las filas segunda y tercera se esforzaban por ampliarlas
con las lanzas, ensartando y pinchando desde su posición relativamente
protegida. Si la brecha se ensanchaba, se producía el othismos o empujón
con el escudo para abrirla aún más y crear más espacio para poder
desenvainar la espada, segunda arma del hoplita, y propinar tajos en las
piernas del enemigo; y era el othismos el método más eficaz, pues podía
producir la pararrexis o rotura cuando aquellos más fuertemente apurados
por la presión del enemigo cedían al impulso de huir, y deshacían las filas de
atrás o, lo que era más humillante, trataban de retroceder desde la mortífera
brecha, contagiando el pánico a sus compañeros.‖64

Hay ciertas dudas de que la batalla se haya dado siempre así, dado la dificultad
que conlleva poder luchar en forma tan apretada. De haberse dado el combate tal
cual la descripción que hemos hecho, la misma limitaría enormemente la maniobra
individual y sería casi imposible mantener algún tipo de formación lineal durante
cierto tiempo. Amalgamar hombres para que luchen con un campo de maniobra
restringido y sin posibilidades de retroceder es sumamente complejo de lograr,
sólo con una gran disciplina y altos valores socio-morales podría lograrse. Los
espartanos poseían esa capacidad y la harían valer a lo largo de la guerra del
Peloponeso; para el resto de las poleis nos reservamos en su aplicación.

Lo más probable es que se haya llegado al choque en masa y después se


culminará en una melé de combates semi individuales que poco tenían de
parecido a como se iniciaron. La formación en algún punto debía de perderse y se
pasaría de la lucha colectiva a combates singulares.

64
Hanson, Victor D. Citado en Keegan, John. Historia de la Guerra. Editorial Planeta 1995. Pag(s)
305-306. Ver también, Hanson, Victor D. The Western Way of War. Infantry Battle in Classical
Greece. Editorial University of California Press. 1989. Pag(s) 135-151. Cap 12, The Charge.

130
Beocios CORINTIOS ARGIVOS EUBEOS ATENIENSES

ALIADOS ALIADOS ALIADOS ESPARTANOS

Batalla de Nemea
394 a.C. Primera Fase

La batalla de Nemea durante la Guerra de Corinto demostró una forma de


combatir, si bien con ciertas modificaciones, de las falanges.

Si ésta manera de combatir era tan compleja ¿por qué se la utilizó durante al
menos tres siglos? Para poder explicarlo debemos volver hacia atrás a la base
agraria de la polis y a que la falange era más una representación social que militar.
La aparición de los hoplitas causó un cambio, para algunos historiadores fue una
revolución, y para otros fue un proceso gradual que terminó en lo que hoy
conocemos. Hay que ver a la falange como la representación ciudadana y
estratificada de la polis, donde la extracción del campesino-ciudadano-soldado de
sus tareas civiles era mínima (Garlan). Se debe tener en cuenta cuando hablamos
de la falange, que la misma representaba una modalidad de hacer la guerra donde
lo lúdico y gregario tenía una función inseparable. La guerra de hoplitas era
simple, violenta, corta y ritualizada. La misma era una expresión social de la polis
y la guerra se hacía porque estaba en la cultura de los ciudadanos. La literatura, el
arte, el deporte y todo lo concerniente a la formación social de una polis estaban
ligados a la guerra. La guerra y la sociedad griega arcaica y clásica son

131
indivisibles y comprenderlas de otro modo es muy difícil, pues no se podrían
comprender ciertas acciones y valoraciones éticas que se le daba a la guerra y a
quienes combatían en ella.

EUBEOS

Beocios CORINTIOS ARGIVOS

ESPARTANOS

ALIADOS
ALIADOS
ALIADOS

Batalla de Nemea
394 a.C. Segunda y Tercera Fases

Hay una diferenciación muy importante entre la falange espartana y el resto de


las ciudades griegas. Ya hemos dicho que los mismos eran los únicos soldados
profesionales de la época, pues eran un ejército a tiempo completo. La
organización de la falange espartana era simple: el ejército espartano estaba
formado por seis Mora, para hacer un paralelismo actual el mismo equivalía más o
menos a una Brigada en nuestro ejército (o Regimiento en otros ejércitos), que a
su vez se dividía en cuatro Locoi o Batallones. Estos se conformaban por dos
Pentekostyes que también se conformaba en base a dos Enomotía. Una Mora
estaba bajo el mando de un Polemarca y la totalidad del ejército quedaba bajo el
mando de uno de los dos reyes.65

65
Esparta tenía dos reyes, era una diarquía. Se suponía que uno controlaba al otro, pero a su vez
también se reemplazaban en las tareas propias del liderazgo.

132
Hoplita griego. Obsérvese la posición para el combate; la misma hace repensar
en la forma de combatir de la falange, ya que sí ésta era la posición que debían
adoptar para la lucha el espacio necesario para llevarla a cabo entre hombre y
hombre es mayor que la explicación normal de que iban hombro con hombro.

El ejército de Atenas estaba conformado por diez Taxeis, equivalente a un


Regimiento actual, y bajo el mando de un Taxiarca. Los atenienses nombraban un
Estrategoi, uno por cada tribu de las que comprendían la sociedad ateniense.
Esto trajo aparejado ciertos problemas de mando; lo podemos ver durante la
batalla de Maratón en el 490 a C. cuando los Estrategoi atenienses no se ponían
de acuerdo para lanzar la ofensiva sobre el ejército persa acampado en la llanura
que da nombre a la batalla.

El profesionalismo de los espartanos quedaba definido por la necesidad, y no


por la limitación de las prácticas agrícolas de los terratenientes, de controlar a una
población de unos 200.000 ilotas sometidos a una condición de semi-esclavitud.
Su debilidad radicaría, a la larga, en la incapacidad demográfica de mantener una
cierta población de homoioi para conformar el ejército.

133
Las Guerras Médicas (490 y 480-478 a.C.) demostraron que dos poleis
sobresalían por el resto: Esparta y Atenas. Ese liderazgo llevó a ambas a intentar
imponerse política y socialmente sobre la otra, desencadenando el largo y cruento
conflicto conocido como la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.).66 Pero la
diferencia social notoria entre ambas salió a la luz durante ésta guerra, y si algo
caracterizó a la contienda fue que modificaría la forma de guerra de las falanges, y
por ende la composición social de las poleis.

La Guerra del Peloponeso

La guerra provocó cambios sustanciales en la forma de lucha y en las


sociedades atenienses y espartanas. Esto se debió a que la guerra entre dos
ejércitos dirimidos en una determinada época del año feneció. La guerra se
prolongó durante veintisiete años y los campesinos soldados pasaron más de un
verano en campaña. Los espartanos decidieron, en la primera etapa de la guerra
llamada Arquidámica,67 invadir y asolar el Ática, es decir, devastar la economía
ateniense y asfixiarla. Era sabido que la infantería ateniense no podía enfrentarse
en campo abierto a los hoplitas espartanos y optaron por una actitud estratégica
defensiva, basada en incursiones anfibias a lo largo de toda la zona aliada de
Esparta.

La estrategia espartana resultó ineficaz, ya que no logró doblar la economía


ateniense y tampoco logró que el ejército lograse un encuentro decisivo en el
campo de batalla. Las acciones espartanas se frustraron debido a que la
devastación de la zona agrícola por sus tropas no surtió el efecto deseado, ya que
hemos explicado anteriormente la dificultad para destruir los cultivos por completo,
pero también porque Atenas logró mantener una exportación de granos constante
gracias a su dominio del mar. Si hubiera sido que su economía dependía
exclusivamente de su agricultura, probablemente no habría durado mucho. Cinco
invasiones sufrió el Ática en esta etapa de la guerra: a mediados de verano en el

66
Anteriormente se vivieron varias acciones bélicas entre ambas polis y también entre sus aliados,
así que estas fechas son relativas a cuanto la duración del conflicto bélico.
67
Por el rey espartano Arquidamo que diseño la estrategia de dicha fase de la guerra.

134
431, cuando el grano estaba maduro; a principios del verano en 430 cuando el
grano estaba maduro; en los veranos del 428 y 427 en las mismas condiciones
anteriores y en 425 antes de que el grano madurara (Tucídides). Los espartanos
intentaron segar las cosechas mediante el fuego, algo que no consiguieron en su
totalidad, aunque muchos campesinos ateniense y aliados resultaron arruinados
económicamente.

Otra de las formas que tenían los espartanos de impedir la siembra era
ocupando las tierras de labranza, pero esto tenía una contra: el tiempo que debían
mantener fuerzas en tareas de este tipo, y si algo habían demostrado los
espartanos durante las guerras Médicas era su negación a mantener fuerzas fuera
del Peloponeso. Esto se debía a que cuantas mayores fuerzas se concentraran
fuera de su zona de control de los territorios bajo su dominio, mayor era el peligro
de una sublevación de los ilotas. Es por ello que los períodos de invasión y
devastación fueron cortos.

La estrategia Arquidámica no surtió mucho efecto más que el desgaste de las


propias fuerzas y un relativo desgaste económico en el enemigo. Nunca se logró
la sorpresa estratégica, pues de antemano se podía adivinar la intención de
Esparta, ya que al no poseer la flexibilidad de la libertad de movimientos que le
brindaba una flota, sus acciones estaban circunscriptas a la guerra terrestre,
mucho más lenta y pesada.

Por su parte los atenienses impusieron otra forma de devastar la economía, y


tal como los espartanos lo hacían en forma terrestre ellos lo hacían con
incursiones anfibias a pequeña escala. En 431 a.C. una fuerza de incursión asoló
el Peloponeso, devastando las zonas que mejor le parecieran y golpeando allí
donde no encontraban gran oposición del enemigo.

Ambas estrategias no llevaron a ninguna parte y se debieron cambiar las


mismas. Esparta optó por conformar una flota, contratar mercenarios,
especialmente fuerzas de caballería, y flexibilizar sus mandos. Atenas comenzó a
mejorar sus fuerzas terrestres y a considerar mejor a la infantería ligera, que

135
lograron un resonante triunfo en Pilos y Esfacteria al derrotar a un Locoi
espartano y obligarlo a rendirse.

Después de casi treinta años de combates ambas ciudades estaban


extenuadas económicamente. La guerra demostró que la forma de lucha agraria
de la polis había llegado a su fin, pues ya no se podía pensar la guerra en base a
tiempos de siembra y cosecha, la guerra extendió los tiempos y otros
combatientes comenzaron a ser relevantes, tales como la infantería ligera, la
caballería, los mercenarios y los marinos de la flota, todos ellos relegados
socialmente y que ahora iban a ocupar un puesto más predominante. Un caso
fueron los periecos lacedemonios que conformaron el ejército espartano ante la
carencia de ciudadanos espartiatas aptos para el combate ante una disminución
sustancial de su demografía.

La guerra confirió una nueva estructura social tanto en Esparta como en Atenas
que a la larga provocaría consecuencias enormes y trascendentales.

Consideraciones finales

La guerra de falanges hoplíticas se desempeñó como un elemento


estructurante de las sociedades griegas, pero posteriormente obró a la inversa:
como factor desestructurante.

La forma de guerrear de los griegos no podía durar demasiado tiempo, era


básica, sencilla y brutal, pero poco práctica a la larga. El contacto con los persas
modificó en gran parte la forma de pensamiento militar, ya que demostró la
importancia de la combinación de diferentes elementos combatientes para hacer
de un ejército una maquinaría eficiente y eficaz. La importancia de fuerzas ligeras,
por ejemplo, algo tenido fuera de consideración por los griegos ya que la misma
era más un condicionamiento social que militar, demostró su capacidad posterior
en la Guerra del Peloponeso. De la misma manera la caballería y la flota de
guerra. La importancia de este tipo de combatientes conformó un nuevo
entramado social en Atenas por un lado y en Esparta por otro. La importancia de
los Thétes de la flota luego de la decisiva batalla de Salamina contra los persas

136
terminó siendo sustancial, y posteriormente durante la Guerra del Peloponeso
cuando la estrategia ateniense se basó en su fuerza ¿si eran tan importantes
como los hoplitas, porque no tener los mismos derechos? Esparta tuvo que
reclutar a los periecos que habían sufrido en gran parte el ataque y la devastación
de sus tierras por parte de las incursiones atenienses, debido a la oliganthropia
68
que sufrían los espartiatas y que incluso debieron recurrir a los ilotas para
conformar fuerzas suficientes y cubrir las bajas de sus homoioi.

La devastación de la tierra tuvo consecuencias sociales importantes, pues no


afectó a todos de la misma manera. Los grandes terratenientes poseían reservas y
recursos en dinero que les permitía afrontar las pérdidas, pero a los pequeños
propietarios los empobreció irreversiblemente. Muchos debieron endeudarse al
contraer prestamos difíciles de pagar, otros debieron hipotecar sus tierras de por
vida estableciéndose una relación de explotación como no había existido antes.
Como en todas las guerras hay quienes se hacen ricos y quienes se vuelven muy
pobres.

La guerra se había modificado para siempre. La Guerra de Corinto demostraría


la importancia de las fuerzas mercenarias con Ifícrates y sus peltastas al aniquilar
a una Mora espartana en la batalla de Lequeo. Algo que comenzó durante Pilos y
Esfacteria sería una norma en combates posteriores. Las escaramuzas, los golpes
de mano, las incursiones anfibias y el asedio de ciudades conformaron la nueva
guerra que fue sustituyendo a la guerra hoplítica de falanges.

La nueva forma de hacer la guerra había comenzado una nueva etapa, atrás
quedaba la lucha de los hoplitas atados por constricciones sociales a la base
agraria de la polis. Ahora la guerra se volvería mucho más compleja, pero también
destructiva y perversa.

68
Restricción en la natalidad.

137
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139
La antología guerrera de la historia de occidente
Dr Diego Gonzalo Cejas
Universidad Guido Di Tella

En la historia de los pueblos en guerra estuvieron siempre presentes un


conjunto de fuerzas, conocidas como fuerzas del espíritu o fuerzas morales, que
fueron los cimientos de los ejércitos y su más firme engranaje de estructuración.
Napoleón Bonaparte, gran estudioso de la historia militar aconsejaba. -“Leed y
releed la historia de las ochenta y ocho campañas de Alejandro, Aníbal César,
Gustavo, Turenne, Eugenio y Federico”, dijo enfáticamente. Pero, ¿qué fue lo que
encontró en los relatos de esa sucesión de campañas?
Las marchas y contramarchas, los principios generales del ataque y la defensa,
son todas cuestiones elementales. Lo más valioso que extrajo de sus lecturas fue
el estudio de la naturaleza humana en condiciones bélicas; detalles respecto del
comportamiento de hombres sometidos a disciplina, afectados por el miedo, la
falta de confianza o el exceso de ella, el patriotismo, los intereses políticos, las
tensiones físicas, emocionales, mentales y morales69. Napoleón aprendió de la
historia el alto valor del elemento moral, y su empleo de esos conocimientos se
hizo instintivo. Pudo así trabajar sobre las mentes y las emociones de sus propios
hombres y prepararlos para imponerse a cualquier adversario.
En base a su experiencia en las guerras napoleónicas, Clausewitz escribió
sobre el sentido psicológico de los conflictos: “La guerra es la región de los
esfuerzos y de los sufrimientos físicos, y para no sucumbir, se necesita de cierta
fuerza del cuerpo y del alma que por instinto y educación nos insensibilice contra
aquellos70”.En líneas generales, el factor hombre en la guerra fue siempre superior
a cualquiera de las armas por él creadas. El soldado no fue un auxiliar del arma,
porque éstas, sin las fuerzas morales que las empuñasen, no tuvieron ningún
valor. Los ejércitos valieron por su moral viva que los empujaba hacia delante. Fue

69
LAFFIN, John, Grandes batallas de la historia, 1ra ed, Buenos Aires, El Ateneo, 2004, p 33.
70
CLAUSEWITZ, Carlos von, De la guerra I. Sobre la naturaleza de la guerra, Buenos Aires,
Biblioteca del Oficial, 1968, p 271.

140
efectivamente en ese ámbito que los versos guerreros influyeron sobre las fuerzas
morales.
Se puede afirmar que, dentro de la cultura occidental, entendida de manera
muy amplia, existe lo que podría llamarse una “tradición” de versos de guerra, que
hunde sus raíces en Grecia, Roma, la himnodia guerrera germana y la canción
épica hispana. Por lo tanto, es de interés para nuestro objeto de estudio el
explorar brevemente esa tradición de la cual los poetas del Plata se sintieron
herederos.
Por lo menos desde el siglo VI A.C.71, la canción guerrera definida como una
combinación armónica y rítmica de sonidos, destinada a estimular la disciplina del
cuerpo, así como a despertaren el alma vibración patriótica y sentimientos
guerreros72, proporcionó al hombre un medio para estimularse al combate,
exteriorizar sentimientos de alegría por la victoria, admiración a sus jefes o
identificación con ideales. Los espartanos, en particular, avanzaban cantando el
himno guerrero nacional o peán que les instaba a reverdecer las hazañas de sus
ancestros73. Una de los versos guerreros más antiguos que Occidente atesora fue
escrito por Calino de Efeso y decía así:

Honroso es en verdad, y glorioso, que un hombre batalle


contra los enemigos. La muerte vendrá justo el momento
en que lo hayan hilado las Moiras. ¡Que todos avancen
empuñando la espada y acogiendo tras el escudo
un corazón valeroso, apenas trábese combate!
Porque no está en el destino de un hombre escapar
a la muerte, aunque venga de dioses su linaje.
A menudo rehuye alguno el combate y el sonar de los venablos,
y se pone a cubierto, pero en casa le aguarda, fatal, la muerte.

71
ESCUELA SUPERIOR DE GUERRA, Manual de Historia Militar, 2da ed, Buenos Aires, Talleres
Gráficos de la Escuela Superior de Guerra, t I, p70
72
FERNÁNDEZ DE LATORRE, Ricardo, Historia de la música militar de España, Madrid, cit,
preludio.
73
ANGLIM, Simon y otros, Técnicas bélicas del Mundo Antiguo. 3.000 a.C- 500 d. C.
Equipamiento, Técnicas y Tácticas de Combate, Madrid, Libsa, 2007, p 20.

141
Mas ese no será recordado ni amado por el pueblo,
mientras que al otro, si cae, lo lloran tanto el grande como el chico
pues a toda gente afecta la nostalgia de un bravo
que supo morir. Y, si acaso pervive, rivaliza con los héroes,
porque a su paso admíranlo cual si fuera una torre en el muro;
hazañas acomete que valen por muchos, siendo él uno74.

Otros contemporáneos compusieron exhortaciones guerreras en verso como las


de Néstor en la Ilíada, para que los jonios expulsen a los extranjeros cimerios de
su patria. El influjo de amenazas externas explicó también el énfasis bélico de
Calino. Su poesía fue estímulo al combate; no tras la estela de un rey o de un
héroe, como en Homero, sino que incitó a un grupo de individuos para que
combatiesen en masa compacta de ciudadanos.
Sin embargo, por más que se haya ampliado la base social de sus
destinatarios, en los versos predominaron valores aristocráticos. La poesía vinculó
las novedades tácticas con el pasado heroico y su lenguaje épico. Así Calino
cantó: ―¿Hasta cuándo permaneceréis sin obrar? ¿Cuándo, oh jóvenes, llegaréis a
tener un corazón valeroso? ¿No tenéis vergüenza de vuestros vecinos por esa
falta de ánimo? ¡Creéis estar en el reposo de la paz cuando la guerra se ha
adueñado de toda la tierra! … y cada uno arroje al morir su último dardo.
En Esparta, a las innovaciones tácticas Tirteo correspondió con una nueva ética
para los hoplitas y cantó: es hermoso que un valiente muera, caído en las
primeras filas, luchando por su patria. Es en cambio la cosa más dolorosa de
todas vivir como un mendigo, abandonando la patria y sus fértiles campos, errante
con la madre querida y el padre anciano y los hijos aún niños y la esposa legítima.
Éste será objeto de odio para aquéllos a cuyo país llegue cediendo a la necesidad
y a la horrible pobreza; deshonra su linaje […]
Su impulso definió claramente la acción que el momento requirió y así cantó:
luchemos valientemente por nuestra tierra y muramos por nuestros hijos sin

74
AAVV. TRAD RODRIGUEZ TOBAL, Juan M., Los inicios del canto. El ala y la cigarra. Fragentos
de poesía arcaica griega no épica, Madrid, Hiperión, 2001, versos 8 a 21. Fragmento 1.

142
ahorrar nuestras vidas. Así pues, oh jóvenes, luchad unidos y no déis la señal de
la huída vergonzosa ni del miedo75. La épica de Tirteo devino de un nuevo
principio: un patriotismo que reemplazó la búsqueda del honor individual. Junto al
patriotismo se revelaron otros valores guerreros: en el combate no importaba la
riqueza ni el linaje. El valor los igualaba; esto es lo que Oswin Murray llamó la
nueva moral76.
Puede asegurarse que la poesía de guerra de Calino y Tirteo utilizó palabras e
ideas provenientes de la Ilíada77. Para un hoplita, el coraje guerrero (areté)
demostrado en batalla era considerado la mayor virtud a la que podía aspirar un
griego78. Así, quien exhibía ese valor era un valiente (agathos), opuesto al cobarde
(kakos). Esto impone calificar conductas específicas: para ser valiente ¿qué debía
hacerse? ¿Mantenerse firme en la falange o tener actitudes agresivas?
En la poesía homérica el coraje se vinculó más con la agresividad, pero en el
seno de la Polis la areté se relacionó con el modo en que el hoplita mantuvo firme
su posición en la consecución de la victoria de la falange 79. El hoplita ya no se
destacaba en la habilidad individual con su lanza, sino en la decisión de mantener
su puesto en la fila y no huir cobardemente, lo que implicaba el abandono del
escudo, sobre el cual pesaba el mandato materno de regresar con él o muerto
encima de él80.
En la sociedad espartana no fue el poeta (aedo) el dador de gloria, sino que la
polis, en su continuidad temporal, garantizaba al combatiente el recuerdo de sus
acciones. La propaganda espartana hizo de la “bella” muerte una ley y sus
hombres de armas la cumplieron. Una estricta codificación premiaba al guerrero
victorioso con una vida honorable, y si éste moría, su muerte era vista como un
contratiempo necesario. Una bella muerte salvaba la polis, pero la disciplina

75
TIRTEO, VI
76
MURRAY, Oswin, Grecia arcaica, Ed. Taurus, Madrid, 1981, p 126.
77
No hubo en Tirteo información táctica o militar expresa, sino incitaciones de tipo ideológico para
sostener la guerra Las exhortaciones al combate son iguales a las de Homero; así Tirteo intentó
expresar una nueva mentalidad pero a través de una antigua traición poética.
78
JAEGER, Werner. Paideia. Los ideales de la Cultura Griega,, 15 reimpresión, México, Fondo de
Cultura Económica, 2001, p 317.
79
HANSON, Victor D., ―Génesis de la Infantería, 600 – 350n a C.‖ en PARKER, Geoffrey, Madrid,
Ed Akal, 210, p 37
80
Tirteo VII; VIII; X; Calino I

143
hoplítica salvaba de la muerte a la mayoría de los combatientes. Por eso
condenaba a quien huía (trésas) o era cobarde.

Himnodia guerrera
Los ideales que divulgó Tirteo fueron propios de los dorios: una aristocracia
fundada en el privilegio de las armas y sostenida por el culto a las virtudes
guerreras de los antepasados. En los 230 versos que se conservan de él, pueden
leerse el elogio de la muerte en batalla por la patria, la descripción del combatiente
valeroso y la exaltación de la constitución espartana. Las elegías de Tirteo, de
tono firme y severo, caracterizaban el elogio del valor guerrero y la vigorosa
afirmación del ideal moral de la patria espartana. El heroísmo que propuso no se
fundó en gestas personales, sino en acciones disciplinadas de las tropas, acciones
requeridas por la nueva táctica hoplítica. Por estos motivos sus cantos de guerra o
peanes tuvieron gran fortuna en toda la Grecia y fueron cantados en las escuelas
y en los campamentos y suscitaron sentimientos de virtud: Para un valiente es
hermoso caer muerto en la primera línea de la lucha.
El culto de las virtudes guerreras y la convicción de que ningún mal era mayor
para el espartano que la pérdida de su patria, fueron los motivos fundamentales de
su poesía. En su composición El buen gobierno ensalzó la nueva constitución “de
Licurgo” introducida en Esparta luego de la segunda guerra mesenia. Esta
situación aportó un nuevo elemento a la guerra, el soldado combatiente decisor de
la política de estado. Ello contribuyó a la cohesión de la falange, basada en que
sus integrantes eran ciudadanos con iguales derechos y que confiaban en el
apoyo mutuo que se brindaban. Esta fue una característica fundamental de la
falange griega: el soldado peleaba por su sociedad81. Este modelo de una
formación concentrada con una alta moral y espíritu de cuerpo resultó eficaz

81
VIGO, Jorge, Fuego y Maniobra. Breve Historia del Arte Táctico. Buenos Aires, Folgore, 2007, p
32.

144
contra los persas en Maratón y Platea, acciones en las que un himno compuesto
por Tirteo82, contribuyó a decidir las victorias del 490 y 479 a. C.
Preguntado el rey espartano Agesilao por qué sus soldados iban a la pelea al
son de flautas, respondió: Para que pueda verse, mientras avanzan a compás,
quienes son cobardes y quienes valientes; porque así como el ritmo anapesto
aumenta la energía de los esforzados, descubre la debilidad de los pusilánimes,
en que el pie de estos vacila y no sigue bien la cadencia rítmica de la flauta 83.
Plutarco recordó el influjo que el Himno de Cástor imprimía en los combatientes:
Formada la falange y estando ya a la vista de los enemigos, el Rey […] daba la
orden a los flautistas la de que tañesen el aire de Cástor, y también daba el tono
para el himno de embestir: de manera que todo esto hacía grave y terrible la vista
de unos hombres que marchaban al numeroso sonido de las flautas, sin claros en
la falange, sin turbación alguna en sus espíritus, y que más bien con semblante
dulce y alegre eran por la música como atraídos al peligro84.
Tucídides recordó una similar impresión que los espartanos causaron en la
Batalla de Mantinea: Los argivos y sus aliados comenzaron con gran violencia y
furia, mientras los espartanos avanzaban con lentitud al son de la música de los
numerosos flautistas de sus filas. Esta costumbre no tiene nada de religiosa: su
propósito es que marchen al paso todos juntos, sin desorganizar las filas 85. Los
espartanos y otros ejércitos posteriores avanzaban con el canto del himno
guerrero nacional o pean, que les instaba a reverdecer las hazañas de sus
intrépidos ancestros86.
Jenofonte recordó su empleo en la Batalla de Cuxana: los griegos avanzaron
hacia el enemigo entonando el peán87. Ello dio pauta de la popularidad de esta
composición que sobrevivió muchos años a su autor y fue empleada, en campaña,

82
Himno de Cástor: canción guerrera que estaba en uso entre los lacedemonios y al compás de la
cual marchaban al combate. Se celebraban en ella las hazañas de Cástor; cfr PEDRELL, Felipe,
Diccionario Técnico de la Música, Edit Maxtor, 2009, p 221.
83
ASENJO BARBIERI, Francisco, Escritos, Madrid, Editorial Complutense, 1994, p 423.
84
PLUTARCO, Vidas Paralelas, v 1, París, Librería de A. Mezin, 1847, p 92.
85
TUCÍDIDES, Historia de la Guerra del Peloponeso, Barcelona, Ediciones Orbis, 1986, p 46.
86
ANGLIM, Simon y otros, Técnicas bélicas del mundo antiguo (3000 a. C. – 500 d. C.
Equipamiento, técnicas y tácticas de combate, cit, p 20.
87
JENOFONTE, Anábasis Retirada de los Diez Mil. Estudio de Carlos García Gual, 3 ed, Madrid,
Biblioteca Edaf, 2004, p 26.

145
después de la cena, los soldados juntos cantaban himnos en alabanza de los
dioses. Cuando estaban ya para cargar al enemigo el rey ofrecía sacrificios a las
Musas para que les ayudasen a ejecutar acciones dignas de pasar a la posteridad.
Se coronaban los soldados de flores, y se iba adelantando el ejército al sonido de
las flautas que tocaban el himno de Castor88.
La historia militar griega brindó ejemplos de comandantes que incitaron
psicológicamente a sus tropas y “antes de preparar sus armas, prepararon sus
almas”89. Para ello, hicieron conocer las causas y aspiraciones que los guiaron a la
batalla. En el mundo griego, revelar el propósito que condujo a la guerra, orientó
la acción militar necesaria. No sólo entre los guerreros, sino entre las poblaciones
sujetas a ingentes sacrificios, cuantiosas pérdidas y desequilibrios económicos
que atentaban contra su propia felicidad.

Horacio y Virgilio, de la República al Imperio


Sobre el perfil moral de cohesión que había alcanzado la falange griega, Filipo
de Macedonia prefirió la base del soldado profesional de adiestramiento minucioso
cuyo espíritu de cuerpo se generaba por la permanencia en las filas. Disgregado el
Imperio de Alejandro, el legado militar de Grecia fue retomado y continuado por
Roma que incorporó sus tradiciones militares. Sin embargo, sus héroes no
tuvieron nunca el individualismo homérico. Fueron héroes en función del Estado,
que cayeron por la Ley de Roma. Allí el héroe se disciplinó.
En época de la República Romana, el servicio militar pasó de ser un deber
cívico a una profesión de largo plazo. Las reformas de Mario estimularon el
espíritu de cuerpo y la moral de las tropas, incluso otorgaron a cada legión un
estandarte que proveía de identificación y establecía lazos de pertenencia entre
los legionarios.
Sin embargo, el sistema militar que llevó a Roma a ser dueña del mundo
occidental, favoreció su disolución. En líneas generales, Roma confió en la
profesionalidad de su ejército yse ocupó poco de generar entusiasmo por las

88
ANTEQUIL, M, Compendio de Historia Universal, Madrid, Imprenta de Aguado, 1831, p 303.
89
BURGUETE, Ricardo, “La Ciencia del Valor, Psicología de la Guerra”; cit en MARINI, Alberto, La
psicología al Servicio de la Guerra, Buenos Aires, Círculo Militar, 1954, p 25.

146
tradiciones militares. Valores como el patriotismo o la fidelidad al Emperador
fueron conceptos más bien lejanos90. Al no poder sostener aquél sistema
indefinidamente, terminó entregando su defensa a los bárbaros romanizados
quienes impusieron su modelo de milicia local con rasgos regionales y étnicos; de
allí al desmembramiento del Imperio distó poco, tal como lo cantó el poeta
Horacio91 en el “Delicta maiorum”:
[…] No fueron estos padres los que engendraron la juventud que tiñó los mares
con la sangre cartaginesa y venció a Pirro, al poderoso Antíoco y al cruel Aníbal,
sino la prole varonil de rústicos soldados, diestra en remover la tierra con los
azadones sabelios, que, obediente a la voz de sus severas madres, cargaba con
los troncos de leña, cortados en la selva, cuando el sol prolongaba Ias sombras de
los montes, hacía desuncir los bueyes cansados, y fugitivo en su carro traía las
horas plácidas del reposo92.
Con estos versos Horacio anticipó la decadencia romana. Otro poeta, Virgilio
creyó poder detener este proceso y escribió un ambicioso poema patriótico
inspirado en las grandes epopeyas homéricas, la Eneida, que cantó las virtudes
del pueblo romano y cimentó una mitología propia para la nación. La composición
de este poema épico de doce cantos fue un modelo de perfección literaria tanto
por su equilibrio métrico como por su musicalidad.
La Eneida narró las aventuras de Eneas, héroe troyano, desde la caída de
Troya hasta su posterior arribo a Italia. La obra glorificó a la familia de los Julios (la
del emperador Octavio Augusto)93 y la entroncó con Eneas y, por tanto, con Marte
y Venus. Fue el gran poema nacional romano porque ensalzó sus orígenes y un
glorioso destino. Sirvió para desarrollar un sentimiento de superioridad respecto a
los demás pueblos con mensajes que se repiten a lo largo de la obra:"A éstos no
les pongo límites ni en espacio ni en tiempo: Les he dado un imperio sin fin.
Incluso la áspera Juno, que ahora castiga el mar, la tierra y el cielo llenándolos de

90
GIBBON, Edward, Decadencia y Caída del Imperio Romano, Girona España, Atalanta, 2012, v I,
p 7.
91
El gran diccionario histórico, o Miscellanea curiosa de la Historia Sagrada y Profana, Tomo
Quarto, F – H, París, Hermanos Detournes, 1753, p 847.
92
Horacio. Epodos, Odas y Carmen Secular. Introducción, versión rítmica y notas de NUÑO, Rubén
Bonifaz, México, Universidad Autónoma, 2007, pp 138-139.
93
PLUTARCO, Vidas Paralelas, cit, p 211.

147
temor, cambiará para bien sus designios y de acuerdo conmigo, protegerá los
romanos, señores del mundo, el pueblo que se cubre con la toga. Así ha sido
establecido"94.
La Eneida fue parte de la acción psicológica con que Augusto fortaleció las
estructuras del imperio. Además de aplicar leyes y reformas sociales, una de las
principales armas con que contó fue la propaganda y por ello mandó componer
esta epopeya nacional, una obra que revelase la grandeza que aguardaba al
Imperio Romano, y la ascendencia divina de sus conductores. Virgilio trabajó once
años y Augusto editó la obra a pesar de tener varios versos inconclusos por la
muerte de su autor. "¡Idos, escritores latinos; idos, los griegos!, No sé qué cosa
nace más grande que la Ilíada", escribió Propercio al conocer la obra 95.
Ningún romano pudo ser indiferente ante los sucesos relatados en la Eneida, y
esto fue un signo claro de que Virgilio logró el objetivo perseguido por Augusto96.
Fue importante para la divulgación de la obra, su gran valor literario que la hizo
perdurar durante siglos y fue el modelo épico, hasta incluso en el Río de la Plata.
Así Augusto encontró en la Eneida un gran recurso para la reorganización del
poder. La obra fue leída en las escuelas y divulgada en todos los círculos
influyentes del imperio y entre los ciudadanos.

Los cantares de gesta: El Cantar de Roldán y el Mío Cid


Fue necesario que los pueblos bárbaros invadieran Roma para que la épica
guerrera de los bárbaros reviviese el género97. Entre aquellos, se atribuyó a
Clodoveo, rey de los francos, una canción guerrera dedicada a Rolando, muy
difundida en su época. El Cantar de Roldán (La Chanson de Roland,) fue un
poema épico de varios cientos de versos, escrito a finales del siglo XI en francés
antiguo. Fue el cantar de gesta más antiguo escrito en lengua romance en Europa

94
VIRGILIO, Eneida, I., Madrid, Editorial Labutxaca (Texto latino de la editorial Bernat Metge), 19
A.C. v VI, pp 847-853.
95
PROPERCIO, Elegías, v XXXIV, 26 A.C., pp 65-66.
96
MONSERRAT, Tudela y Penia, “La Cultura como a eina de propaganda de la política D`August”,
en Revista Auriga, n° 69, Barcelona, feb 2014, pp 12 -19
97
FERNÁNDEZ DE LATORRE, Ricardo, Historia de la Música Militar de España, cit, p 26.

148
y se dató como compuesto entre 1060 y 1065, ya que testigos aseguraron que los
normandos lo cantaban durante la batalla de Hastings.
Este Cantar narró legendariamente la acción de Roncesvalles, que enfrentó a
los vascones contra la retaguardia carolingia al mando del conde Roldán, prefecto
de la Marca de Bretaña. El combate de 778 fue resignificado tres siglos después y
Roldán, filiado con el emperador Carlomagno, adquirió una dimensión épica y
heroica. Su hecho de armas fue contado como un ataque de 400.000 sarracenos
que derrotaron a Roldán por una traición. Esta gesta simbólica repercutió en la
literatura europea e inspiró otras canciones militarizadas como la siguiente,
compuesta por Bertrand de Born:

Bella es la joya de los escudos


de colores rojo y de azur,
de enseñas y gonfalones,
de diverso colorido;
alzar tiendas y abrigos y ricos pabellones,
romper lanzas, agujerear escudos y cortar
los yelmos bruñidos; dar golpes y recibir.
Y siento gran alegría
cuando veo en el campo alineados
monturas y caballeros armados.
Os lo digo: nada tiene para mí sabor,
ni comida, ni bebida, ni el dormir,
como lo tiene escuchar: «¡Adelante!»
de ambos lados y oír relinchar
los caballos desmontados en el bosque,
y gritar: «¡Ayuda, ayuda!»
y ver cómo caen en los fosos
grandes y pequeños en el prado,
y ver los muertos con los trozos

149
de la lanza en su costado y sus banderolas98.

Al entrar en la península ibérica, las canciones militarizadas encontraron un


terreno muy fértil.Una vez allí, estos cantares exaltaron la figura de personajes
relevantes y hechos de armas entre cristianos y sarracenos o entre la monarquía y
la nobleza feudal99. Su divulgación fue obra de juglares, oídos con atención por
aldeanos y señores feudales. El cantar de gesta sirvió a los aldeanos como relato
histórico de hechos y personajes célebres y también como medio informativo de
sucesos recientes. En Castilla llamaron “cantos noticieros” a ciertos relatos breves
inspirados en novedades acaecidas.
Los sucesos no se recogieron por escrito porque estaban destinados
exclusivamente a la recitación. Los pocos “manuscritos de juglar” que aún se
conservan, sirvieron a los juglares para auxiliar la memoria de ser necesario; por
ello son escasos los textos originales o copias de los mismos. El Cantar de Mio
Cid fue un cantar de gesta anónimo que relató hazañas heroicas inspiradas
libremente en los últimos años de la vida del caballero castellano Rodrigo Díaz el
Campeador.
Según Ramón Menéndez Pidal el Cantar del Mío Cid aportó a la conquista y
unidad nacional española. Originó el sentimiento de supremacía castellana sobre
los demás reinos y le dio un destino imperial. Este sentir fue prerrogativa del Reino
de León al considerarse heredero de la monarquía visigoda, pero pasó con el Cid
a hacerse parte de la identidad del Reino de Castilla100. Así, abrió a España las
puertas del Imperio y exaltó aquellas cualidades y virtudes que constituyeron el
alma de la historia nacional.

El Cantar como preceptiva moral, filosófica y militar hispana


Como preceptiva moral, filosófica y militar, el Cantar promovió conceptos como
fidelidad y patria. Divulgó también el «espíritu de frontera» y la oportunidad de

98
Recogido en LE GOFF, Jacques, La Civilización del Occidente Medieval, Barcelona, Ediciones
Paidós Ibérica, 1999, pp 299-300
99
LE GOFF, Jacques, Mercaderes y Banqueros de la Edad Media, Buenos Aires, Eudeba, 1982, p
92.
100
MENÉNDEZ PIDAL, Ramón, La España del Cid, Madrid, Plutarco, 1929, p 170.

150
ascenso social en tierras de Extremadura. El propio Cid logró sobreponerse a su
condición social y alcanzó por su esfuerzo, prestigio, riquezas y un señorío
hereditario. El Cantar reveló el ascenso social del héroe que creó su propio linaje,
sin perder su dimensión humana. El poema se diferenció de la épica francesa por
la ausencia de elementos sobrenaturales, la mesura con la que se condujo el
héroe y la verosimilitud de sus hazañas. Ofreció asimismo un modelo de prudencia
con la comunidad hispanoárabe, de origen andalusí que ocupaba la región.
Divulgó el «espíritu de frontera» y el ascenso social de los caballeros infanzones
en tierras de Extremadura. Puede afirmarse que el tema fue el ascenso del héroe,
que crea su propio linaje. Exaltó la vida militar como medio para alcanzar honores
y fortuna101.
Psicológicamente, las acciones del Cid hicieron justa la Reconquista de
España y el sostenimiento de la fe. Profundizaron la moral del pueblo español y
moralizaron su guerra. En una época en que los principios que gobernaban la
conducta de guerra, estaban más basados en las costumbres de los caballeros
que en el derecho religioso o la filosofía escolástica, el sentimiento de respeto al
vencido y el sentido de justicia del Cid, hizo de la Reconquista una guerra moral.
Su sola presencia como conductor de ejércitos fue garantía de ello102.
Políticamente, el Cantar delineó las aspiraciones hispanas: recuperar sus
territorios y ampliar su patrimonio moral y espiritual. El Cid orientó la reunión de
todos los hispanos y para ello, expulsó a los enemigos dentro del propio país y
aseguró la unidad interior. La acción psicológica permitió transformar una
“cruzada” en una guerra nacional103. Los cantares contribuyeron a formar el
espíritu castellano que fusionó lo social con lo religioso, lo militar y lo político en
una unidad, que se convirtió en la identidad del pueblo español104.

101
MUCIÑO RUIZ, José, “Hermenéutica Literaria y poesía épica: El cantar del Mío Cid”, en
GONZÁLEZ A. y MIAJA DE LA PEÑA, M, Introducción a la Cultura Medieval, México D. F. UNAM,
2005, p 185.
102
BELLAMY, Axel J. Guerras Justas: De Cicerón a Iraq, Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica, - 1ra ed – Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2009, p 77.
103
BELLAMY, Axel J. Guerras Justas: De Cicerón a Iraq, cit, p 83.
104
MUCIÑO RUIZ, José Antonio, “Hermenéutica Literaria y poesía épica: El cantar del Mío Cid”, en
GONZÁLEZ, A. y MIAJA DE LA PEÑA, M., Introducción a la Cultura Medieval, cit, p 182.

151
La trascendencia de estos cantares motivó que Alfonso X dispusiese en sus
Partidas105que los infantes los oyesen durante sus comidas. Textualmente
ordenaba que los juglares non dixiesen ante ellos otros cantares si non de gesta o
que fablasen de fechos de armas. Los trovadores en cambio, fueron poetas cultos
llegados a la península en el siglo XII, procedentes de la Provenza. Entre ellos se
halló el gascón Marcabrú, quien compuso la trova Pax in nomini Domini para
exhortar a caballeros franceses a unirse a una cruzada para conquistar Almería.
La obra aludió a la metáfora del baño de purificación para llevar la lucha contra
el infiel: Paz en el nombre de Dios. / Ha hecho Marcabrú los versos y el son. / Oíd
lo que dice: / el señor celestial, por su misericordia / nos ha preparado, / cerca de
nosotros una piscina / que jamás la hubo tal106. Marcabrú también compuso una
exhortación a los caballeros de Castilla: el Poema de Almería y a los castellanos
cantó: Sus armas son tan abundantes como las luces de las estrellas; / tienen
muchos caballos protegidos con hierro y paños, / y su habla resuena como atabal
y trompeta.
Hubo también otros trovadores españoles como José Gomis de la Mata,
Macías de Padrón, Lorenzo Pomer, Mosén Rodrigo Díaz, Juan de Torres, Marín
García, y Ausías March107 cuya obra se enlazó directamente con los cantos
rioplatenses108. También las cantigas de Alfonso X incluyeron episodios guerreros;
la número 99 narró cómo la Virgen María aniquiló unos moros invasores que
pretendían destruir las imágenes cristianas, o la 192 que refirió la redención de
un caballero pecador: Ed ´est un mui gran miragre / mostrou, por un cavaleiro /
que apost´e fremos ´era, / et ardid ´e bon guerreiro109. Así, la Reconquista
Española se caracterizó por el gran desarrollo de romances de contenido guerrero .

105
Las Siete Partidas fueron un cuerpo normativo redactado por la Corona de Castilla, durante el
reinado de Alfonso X (1252-1284), La Partida III contaba con 31 títulos y se refería a emperadores,
reyes: sus deberes como oficiales de la corte y en la guerra; cfr Novísima Recopilación de Las
Leyes de España dividida en XII libros. Mandada formar por el Señor Don Carlos IV, cit, p XLIII.
106
MILA Y FONANALS, Manuel, Obras de Manuel Milá y Fontanals, dirigidas por Martín de Riquer.
II: De los trovadores en España, Barcelona, CSIC, 1966, pp 91 y 151. .
107
FERNÁNDEZ DE LATORRE, Ricardo, Historia de la Música Militar de España, cit, p 39.
108
WILKES, J. T. y GUERRERO CÁRPENA, I, Formas Musicales Rioplatenses. Su Origen
Hispano, Buenos Aires, Publicaciones de Estudios Hispanos, 1946, cit, p 23.
109
FERNÁNDEZ DE LATORRE, Ricardo, Historia de la Música Militar de España, cit, p 41.

152
Otros cantares menos heroico-caballerescos, pero resueltamente más
nacionales, se desgajaron del antiguo recurso del Cantar de Gesta. Estas
recreaciones de los viejos cantares eran incompletas e hilvanaban situaciones
sueltas sin antecedentes ni desenlace; el relato extenso se desdibujó y muchos
distaron de la tradición a que pertenecían, tanto que no revelaban rastros del
Cantar del cual se habían desprendido. Estos romances fronterizos fueron
manifestaciones espontáneas del esfuerzo propagandístico nacional. Con la toma
de Granada se agotaron y no hallaron otros temas de inspiración110.
Sin embargo, deben evocarse algunos de esta última época que incluyeron
novedades luego empleadas localmente: por ejemplo el empleo de la voz del
enemigo: ¡O, castillo de Montanges, / por mi mal te conocí, / ¡Cuidata de la mi
madre / que no tiene más de a mí! 111 . También otro quecantó con burla un
modesto botín: Cavalleros de Alcalá / entrasteis a fazer presa, / et fallastes un
morillo / entre Estepona y Marbella. Versos de esta factura irrumpieron en la
conquista y colonización del territorio americano112.

Redireccionamiento del espíritu guerrero hispano.

Los descubrimientos de Cristóbal Colón direccionaron el espíritu guerrero


hispano al Nuevo Mundo y dieron a la conquista de los territorios un carácter de
cruzada113. Por otro lado, el final de la Reconquista dejó a gran cantidad de
guerreros sin su estilo de vida y manutención y la economía agraria castellana fue
incapaz de absorber a la hueste licenciada. Ambas circunstancias motivaron que
el Nuevo Mundo se presentase para ellos como la nueva frontera en la que seguir

110
MENÉNDEZ PIDAL, Ramón, El Romancero Español, New York: The Hispanic Society of
América, 1910, p 51.
111
“O, castillo de Montanges” [1429], en FERNÁNDEZ DE LATORRE, Ricardo, Historia de la
Música Militar de España, cit, p 44.
112
GESUALDO, Vicente, La Música en la Argentina, Buenos Aires, Editorial Stella, 1998, pp 19-20.
113
KONETZKE, Richard, América Latina II. La época colonial, México, Siglo XXI Editores, 1993, p
21.

153
practicando lo mismo que habían hecho siempre, es decir, la lucha contra el
infiel114.
Por todo ello, la empresa americana se entendió desde un primer momento
como la prolongación de la guerra que desde siglos atrás libraba la Península
Ibérica. Sin embargo, esta empresa militar no inspiró un romancero local, pero sí
la difusión de antiguas producciones en lengua romance, según explicó Ramón
Menéndez Pidal. La importancia de este proceso fue la perdurabilidad del género
para cantar la experiencia bélica rioplatense, pues incluso el Martín Fierro,
considerado el poema épico local115, acusó la fuerte influencia de su estilo.
Las alusiones de algunos diálogos prueban la permanencia del romancero
hispano en la memoria de los conquistadores116. Por ejemplo, el cronista Bernal
Díaz del Castillo registró que el jueves santo de 1519 Hernán Cortés recibió a “un
caballero que se decía Alonso Hernández Puertocarrero, é dijo a Cortés: Cata
Francia, Montesinos, / Cata París la ciudad, / Cata las aguas del Duero, / Do van a
dar a la mar / Yo digo que miréis las tierras ricas, y sabeos gobernar”. Cortés que
entendió el sentido de aquellas palabras, respondió: Denos Dios, ventura en
armas, / Como al paladín Roldán117.
Un año después, durante la noche triste de 1520, Cortés lloró la muerte de sus
hombres y uno de sus oficiales lo consoló con un verso: “Señor capitán, no esté
vuestra merced tan triste; que en las guerras estas cosas suelen acaecer, y no se
dirá por vuestra merced: Mira Nero de Tarpeya / A Roma como se ardía‖. El
destino de Cortés inspiró una copla de estilo hispano que decía: En Tacuba está
Cortés / con su escuadrón esforzado, / Triste estaba y muy penoso, / Triste y con
gran cuidado, / La una mano en la mejilla, / Y la otra en el costado118.
Estos versos exhibieron la destreza de los hispanos para componer versos
espontáneos. El mismo Cortés compuso coplas y con ellas acompañó un obsequio
114
Denunciado por VITORIA, Francisco de, Relecciones sobre indios y el derecho de guerra,
Madrid, Espasa Calpe. Colección Austral, 1946, pp 62-63.
115
LUGONES, Leopoldo, El payador y antología de poesía y prosa. Prólogo de Jorge l. Borges.
Selección, notas y cronología de Guillermo Ara, Cracas, Biblioteca Ayacucho, 1979, pp 4-6.
116
MENENDEZ PIDAL, Ramón, Romancero Hispánico, t II, Madrid, 1953, p 94.
117
Cancionero Popular de Tucumán, Recogido y anotado por Juan Alfonso Carrizo. Buenos Aires,
Universidad Nacional de Tucumán, 1937, t I, p 250.
118
DÍAZ DEL CASTILLO, Bernal, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, Barcelona,
Red Ediciones. Linkua digital, t II, 2010, p 42.

154
que envió a su Carlos V. Otro cronista de Indias, Francisco López de Gomara
anotó que la joya entregada, “tenía de relieve un ave fénix, con una letrilla al
emperador que decía: Aquesta nació sin par; Yo en serviros sin segundo; Vos sin
igual en el mundo‖. La crónica refirió asimismo que, “la copla el mesmo se la hizo,
que cuando quería no trovaba mal”119. No solo los jefes de hueste trovaban, sino
que esta habilidad estaba extendida también entre la tropa.

Guerra de encomenderos y coplas sarcásticas


En 1527, un soldado de apellido Saravia envió a su gobernador, una copla en la
que advirtió sobre las conspiraciones de sus propios capitanes, Francisco de
Pizarro y Diego de Almagro. Así anotó López de Gomara: Pues, señor
gobernador, / Mírelo bien por entero, Que allá va el recogedor, / Y acá queda el
carnicero. Esta disputa en la que a Almagro le cupo la mote de recogedor y a
Pizarro la de carnicero, inspiró un verso que cantaban los almagristas en 1537:
Almagro pide la paz, / Los Pizarros, guerra, guerra; Ellos todos morirán, Y otro
mandará la tierra120.
Luego de la batalla de Xaquixauana, librada en el Cuzco en abril de 1548 y que
puso fin a esa guerra civil, se fundó la ciudad de Nuestra Señora de la Paz, hoy
capital de Bolivia y en la orla de su estandarte de ciudad real se grabó esta copla
alusiva: Los discordes en concordia / En paz y amor se juntaron / Y el pueblo de
Paz fundaron / Para perpetua memoria121. El licenciado La Gasca, pacificador del
Perú, llegó a la ciudad de los Reyes en septiembre de ese año y fue recibido con
gran agasajo e innumerables versos alusivos.
El cronista Diego Fernández anotó: “salieron en una hermosa danza tantos
danzantes como pueblos principales había en el Perú, y cada uno dijo una copla
en nombre de su pueblo, representando lo que en demostración de su fidelidad
había hecho”. Las coplas fueron estas: Yo soy la ciudad de Lima / que siempre

119
LÓPEZ DE GOMARA, Francisco, Historia de las conquistas de Hernando Cortés, México,
Imprenta de la Testamentaria de Ontiveros, 1826, t I°, p 115.
120
LÓPEZ DE GOMARA, Francisco, Historia General de las Indias y vida de Hernán Cortés,
Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1979, p 164
121
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS Y CULTURALES DE LA PAZ, Actas
Capitulares de la Ciudad de la Paz 1555-1562, La Paz (Bolivia), Cabildo, 1965, vol 2, p 814.

155
tuve más ley, / pues fue causa de dar cima / a cosa de tanta estima / y contino por
el Rey. Otro danzante recitó: Yo también soy la ciudad muy nombrada de Trujillo /
que salí con gran lealtad / con gente a su Magestad / al camino a recebillo.
Otro delegado dijo: Yo soy de Piura deseosa / de servirte con pie llano, / que
como leona rabiosa / me mostré muy animosa / para dar fin al tirano y un cuarto
expresó: Yo, Quito, con lealtad / (aunque fue tan fatigada) / seguí con fidelidad / la
voz de su Magestad / en viéndome libertad. Un representante de dos ciudades
pronunció: Guanuco y la Chachapoya / te besamos pies y manos, / que por dar al
Rey la joya / despoblamos nuestra Troya / trayendo los comarcanos. El último
expresó: Ilustrísimo señor, / Yo, el gran Cuzco muy nombrado, / te fue leal
servidor, aunque el tirano traidor / me tuvo siempre forzado122.
La crónica dio pauta de la rápida adopción del metro castizo para el canto y
divulgación de las acciones de armas americanas. La guerra civil contra el
rebelde Francisco Girón fue puesta en verso de este modo: El uno jugar y el otro
dormir, / ¡Oh, que gentil! – No comer y apercibir. /¡Oh, que gentil! / El uno duerme
y el otro juega. ¡Así va la guerra!123. En esta copla sarcástica los aludidos fueron
el Arzobispo de Lima, Gerónimo de Loayza, conocido por su apego al ajedrez y el
dormilón era el oidor de la Real Audiencia, Hernando de Santillán.
En1550, Juan Nuñez del Prado, enviado por Pedro de la Gasca entró en
Tucumán y allí fundó el primer asiento de los españoles.Mateo Rosas de
Oquendo, en un verso que recordó esa fundación apuntó: Una vez fui en
Tucumán debajo del estandarte/ atronando de trompetas de pífanos y atabales / y
caminando tres días unos llanos adelante / fundamos una ciudad si es ciudad
cuatro corrales124. Estos hombres que se adentraron en territorio americano fueron
los voceros de la copla del pueblo español y cantaron sus aventuras en
romances, letrillas, coplas y glosas de uso cotidiano.

122
De la VEGA, Garcilaso, Comentarios reales del origen de los Incas, reyes que fueron del Perú,
de su idolatría, leyes y gobierno, Madrid, Imprenta de los hijos de Doña Catalina Piñuela, 1829, vol
5, p 29.
123
Cancionero Popular de Tucumán, Recogido y anotado por Juan Alfonso Carrizo. Buenos Aires,
cit, p 251.
124
GRECO, Andrés, “Cuatro poetas y una escritora‖ en Boletín del Instituto de Investigaciones
Históricas UBA, t XXVIII , 1943-1944, p 148.

156
Los autores de las letras hispanas cantadas por los conquistadores fueron
Cristóbal de Castillejo125, Diego Hurtado de Mendoza126, Jorge de Montemayor127y
especialmente Fray Ambrosio Montesino128. Este último revistió la prédica de
formas populares y compuso en décimas a cuartetas: Pues a ti, Señor, revelo / mi
defecto, porque hagas / venir las almas con vuelo / por mis letras al señuelo 129.
Su Cancionero Sagrado fue la fuente preferida para llevar a cabo la
Evangelización Americana130.

125
Cristóbal de Castillejo, 1490 - 1550, poeta español, representante de la reacción tradicionalista
frente a la adaptación de los metros italianos que llevaron a cabo Garcilaso de la Vega, Juan
Boscán y Diego Hurtado de Mendoza. Su espíritu y temática fue plenamente renacentista, como lo
fueron también sus géneros. Castillejo reunió su obra en tres grupos: Obras de amores, Obras de
conversación y pasatiempo y Obras morales y de devoción. Sus obras completas no se editaron
hasta 1573 en Madrid y fueron expurgadas por la Inquisición, cfr REYES, Carlos R, Estudios sobre
Cristóbal de Castillejo: tradición y modernidad en la encrucijada poética del siglo XVI, Salamanca,
Ediciones de la Universidad de Salamanca, 2000,
126
Diego Hurtado de Mendoza y Pacheco, 1503 - 1575, poeta y diplomático español. señalado
como el autor del Lazarillo de Tormes. Representó al aristócrata militar y humanista del siglo XVI.
Junto a Garcilaso de la Vega y Juan Boscán introdujo nuevos temas, metros y estrofas de la lírica
italiana, y fue el primero en cultivar el burlesco tema del "soneto del soneto". Fue autor, de una
reconocida historia de la Guerra de las Alpujarras basada en sus experiencias militares y políticas
durante la sublevación de los moriscos en 1568-1570; cfr DÍEZ FERNÁNDEZ, José I., Diego
Hurtado de Mendoza, Poesía completa, Barcelona, Planeta, 1989, Introducción.
127
Jorge de Montemayor, 1520- 1561, escritor portugués en lengua española. Su Cancionero de
1554, contuvo poemas religiosos y profanos. Los primeros fueron prohibidos por la Inquisición por
contener errores teológicos; los profanos, alcanzaron gran éxito.Fue también autor de obras
religiosas: un Diálogo espiritual, un Segundo cancionero espiritual. Su obra más importante fue
Los siete libros de la Diana que fue la primera novela pastoril de la literatura en lengua castellana;
cfr de su autoría Los siete libros de la Diana, Edición, prólogo y notas de Francisco López Estrada,
Madrid, Espasa-Calpe, 1954,
128
Fray Ambrosio Montesino, 1444 - 1514 clérigo, poeta y traductor castellano. Editó un cancionero
con poesía piadosa, teológica y moral, Cancionero de diversas obras de nuevo trovadas que habló
la lengua de los simples, participó de sus emociones y humanizó la vida de Cristo y los santos;
otras composiciones fueron, "Coplas de Nuestra Señora reina del Cielo", "In Nativitate Christi",
"Romance en honra y gloria de San Francisco", "Coplas del Nacimiento", "Coplas del destierro de
Nuestro Señor", "Tratado del Santissimo Sacramento", "Al destierro de nuestro Señor para Egipto"
y "Coplas al árbol de la Cruz". Por orden de la reina Isabel la Católica tradujo del latín la Vita
Christi. Corrigió a petición del rey Fernando el Católico una traducción de los Evangelios y
Epístolas, que se reimprimió muchas veces hasta el año 1559, fecha en la que el Índice prohibió
toda traducción de la Escritura en lengua autóctona. Otra traducción suya fue la de las
Meditationes y los Soliloquia de San Agustín; se le atribuye también un Breviario de la Immaculada
Concepción de la Virgen nuestra Señora (Toledo, 1508), cfr ALVAREZ PELLITERO, Ana M, La
obra lingüística y literaria de Fray Ambrosio Montesino, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1971,
129
Romancero y Cancionero Sagrados, Biblioteca de Autores Españoles, Madrid, 1855, p 415.
130
Cancionero Popular de Tucumán, Recogido y anotado por Juan Alfonso Carrizo, cit, p 256.

157
La conversión al Cristianismo en versos de Montesino
El cronista Fernández de Oviedo describió en una frase la llegada de los
primeros religiosos misioneros en las Américas; una frase sintetizó aquel
movimiento misionero: “Llovieron los frailes”131. La evangelización comenzó en
1493 con el segundo viaje de Colón. Los Reyes Católicos enviaron a Bernardo
Boyl como “vicario pontificio”, a cargo de la instrucción catequética de los
naturales de las Nuevas Tierras. Junto con él viajan algunos franciscanos que
difundieron los cantares tradicionales y religiosos. También los jesuitas
aprovecharon la buena disposición de los indígenas para la música y les
enseñaron los cantares hispanos.
El padre Alonso de Barzana escribió en 1588: “Todas estas naciones son muy
dadas a bailar y cantar […] son los mayores músicos desde niños y con más
graciosos sones y cantares; y no solo todas sus fiestas son cantar, sus muertes
todas las noches las cantan todos los del pueblo cantando juntamente, bailando y
bebiendo”132.Los jesuitas los ganaron para la fe, “a ratos predicando, a ratos
haciéndoles cantar en sus coros y dándoles nuevos cantares a graciosos tonos y
así se sujetan como corderos, dejando arcos y flechas. También mucha de la
gente de Córdoba son muy dadas a cantar y bailar, y después de haber trabajado
y caminado todo el día, bailan y cantan en coros la mayor parte de la noche”,
escribió Barzana. . Entre los más difundidos se halló uno cantado al son de la
canción guerrera ¡Oh Castillo de Montanches!:

¡Oh columna de Pilato!


El dolor que en ti sentí.
Ha medio muerto á mi Madre,
Que no tiene más de d mi.
Morirá cuando supiere

131
FERNANDEZ de OVIEDO, Gonzalo, Historia general y natural de las Indias. I-IV. Edición y
estudio preliminar de Juan Pérez de Tudela Bueso. Madrid 1959, v 5, Biblioteca de Autores
Españoles , pp 117-121.
132
Carta del 8 de septiembre de 1594 con detalles etnográficos y lingüísticos sobre los pueblos del
Tucumán, dirigida a su provincial Juan Sebastián y publicada tiempo después en Relaciones
geográficas de Indias, Madrid, 1885, Tomo II, apéndice 3, p LVIII.

158
Los desmayos que he pasado.
¡Oh qué triste cuando viere
Mi cuerpo tan azotado,
Y tu suelo consagrado
De la sangre que vertí..
[…]
Ya no puedo ser escaso,
¡Oh gentes! en dar perdón,
Porque estas penas que paso
Sonables aldabas son,
Con que llamo á salvación
A todos los que elegí,
Y se duelan de mi Madre,
Que no tiene más de a mí133

De este modo, el proceso de conversión al cristianismo de América, utilizó


recursos de la propaganda bélica para la divulgación de ideas religiosas 134. Las
primeras experiencias con los naturales revelaron las vías sensoriales e
intelectuales de acceso a la psiquis nativa, y la propaganda evangelizadora tuvo
sus propias modalidades en cuanto al “factor atención” o “interés”. El sonido
despertó el “interés”, por vía sensorial entre los naturales americanos y ello facilitó
la percepción del contenido textual, porque muchas veces saben mejor las cosas
divinas á los que no están muy ejercitados en el gusto y dulzor de ellas, cuando se
les da debajo de alguna elegancia de prosa ó de metro de suave estilo, advirtió
Montesino135.

133
Romancero y Cancionero Sagrados, cit, p 437.
134
El término "propaganda" derivó del nombre de la Congregación Propaganda Fide y de su
misión; fundada en 1622 por el papa Gregorio XV, fue la encargada de la difusión del catolicismo y
de la regulación de los asuntos eclesiásticos en los países no católicos. La jurisdicción de la
Congregación se extendió a todos los territorios en los que no se habían conformado diócesis; cfr
CANTOS CASENAVE, Marieta y otros, La Guerra de la Pluma: política, propaganda y opinión
pública; Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 2009, p 21.
135
Romancero y Cancionero Sagrados, cit, p 414.

159
El contacto y el diálogo con los naturales exigieron ante todo el aprendizaje de
su propia lengua. Los franciscanos fueron buenos lingüistas; en la Nueva España
había quien hablaba y escribía tres lenguas nativas: la mejicana o náhuatl, otomí y
tarasca; derivación y, a la vez, instrumento eficaz de este aprendizaje fueron los
catecismos, las gramáticas, los vocabularios y otras obras que escribieron los
misioneros, y que a partir de 1539 la imprenta, introducida en Méjico contribuyó a
divulgar; entre 1524 a 1572, los franciscanos en Méjico escribieron ochenta obras
en lenguas indígenas, los dominicos dieciséis y los agustinos ocho136.
El supuesto derecho a convertir por la fuerza a los no creyentes, fue
cuestionado por Francisco de Vitoria, un dominico catedrático en la facultad de
teología de la Universidad de Salamanca. Los naturales, argumentó Vitoria, no
cometían ningún pecado por no creer la fe cristiana antes de que esta les fuera
predicada. España no debía, por tanto, usar la fuerza para convertir a los naturales
americanos en ninguna circunstancia. Como lo expresó Vitoria, “la guerra no es un
argumento a favor de la verdad de la fe cristiana. Los bárbaros no pueden ser
obligados a creer mediante la guerra; solo pueden simular que creen”137.
Vitoria concedió que si los misioneros hispanos presentaban pruebas
razonables de la fe “acompañadas de maneras que fueran tanto decentes como
respetuosas del derecho natural”, los naturales pecaban si seguían negándose a
convertirse. No obstante, no encontró evidencia alguna de que los conquistadores
presentasen la fe de manera decente y, aún si lo hiciesen, tampoco había en los
pecados de los naturales motivos justificables para la guerra.
Luego, Vitoria rechazó otros tres supuestos: los pecados de los naturales, pues
no todos los pecados eran motivo de guerra; la libre elección por parte de los
indios de ser gobernados por los españoles, porque en verdad tuvieron una
elección forzada y el obsequio divino de Dios, porque no pudo ser demostrado. En
consecuencia, Vitoria descartó de manera expresa la idea, central de las
Cruzadas, de que la Iglesia o el Imperio tuvieran derecho a iniciar la guerra, la

136
RICARD, Robert, La conquista espiritual de México, Fondo de cultura economica de España,
México, 1947, pp 505-510
137
DE VITORIA,Francisco, Relecciones sobre indios y el derecho de guerra, cit, p 67.

160
afirmación de que esas guerras fueran justas y el argumento de que los no
cristianos tuvieran menos derechos que los cristianos138.

Conclusiones de una experiencia secular


El objeto de estudio de este trabajo se centró en el empleo de los versos como
propaganda de guerra, un tipo de comunicación persuasiva altamente
especializada, que durante siglos influyó sobre los grupos humanos que se
deseaban afectar. El itinerario reveló un cancionero presente en las sociedades
occidentales, bajo diversas formas y géneros, con la intención de transmitir
ideologías u opiniones con objetivos claros y determinados. Según estos últimos,
se comprobaron los tres grandes modelos históricos propuestos por Oliver
Thomson: propaganda de guerra, política y religiosa139.
Las composiciones que sirvieron a estos fines, históricamente tuvieron una
labor que consistió en estimular y mantenerla moral de la propia tropa. Los versos
de Calino y Tirteo enseñaron al hoplita que el coraje en batalla era la mayor
virtud a que podía aspirar un griego. Quien exhibiese ese valor era valiente, quien
no, un cobarde. La polis, en su continuidad temporal, garantizaba al combatiente
el recuerdo de sus acciones heroicas. Lo que siglos después llamaríamos
propaganda, hizo de la “bella” muerte una ley y una estricta codificación premiaba
al guerrero victorioso con una vida honorable.
La nueva constitución “de Licurgo” aportó un nuevo elemento a la guerra: el
soldado combatiente era también decisor de la política de estado. Ser ciudadanos
con iguales derechos y confiar en el apoyo mutuo que se brindaban caracterizó la
falange griega: el soldado peleaba por su sociedad. Esta nueva moral aportó gran
espíritu de cuerpo y sumada a una formación concentrada resultó eficaz contra los
persas en Maratón y Platea. Allí la propaganda alcanzó los mejores ejemplos del
mundo griego.
El modelo propagandístico político se reveló en La Eneida, que fue parte de la
acción psicológica con que Augusto fortaleció las estructuras de su Imperio. Esta

138
BELLAMY, Axel J., Guerras Justas: de Cicerón a Iraq, cit, p 93.
139
THOMSON, Oliver, Mass Persuasion in History: a Historical Analysis of the Development of
Propaganda Techniques, New York, Crane Russak & Company, 1977, p 11.

161
epopeya reveló la grandeza que aguardaba a Roma y la ascendencia divina de
sus conductores. Al direccionarse al mundo helenístico demostró que Roma
estaba unida a Grecia por una comunidad de origen y cultura, y ello fue
fundamental para mantener el equilibrio del Imperio. Por eso la importancia de la
insistencia de Virgilio sobre los lazos que unían a Eneas con príncipes griegos.
Siglos más tarde, el Cantar del Mío Cid divulgó el «espíritu de frontera» y la
oportunidad de ascenso social en tiempos de Reconquista. Fue precepto moral,
filosófico y militar y suscitó conceptos como fidelidad y patria para librar una guerra
secular. Precisó las aspiraciones castellanas y ofreció un patrimonio moral y
espiritual que reunió a los hispanos para recuperar su territorio y expulsar a los
infieles. Puede afirmarse que creó el espíritu hispano con matices sociales,
religiosos, militares y políticos y abrió a España las puertas del Imperio.
Este recurso, dirigido a la comunidad hispanoárabe de origen andalusí que
ocupaba la región, impidió que se alíen al enemigo, los mantuvo en su posición
imparcial o los atrajo hacia la propia causa. Otros cantares menores se desgajaron
del Cantar de Gesta. Estos romances fronterizos contribuyeron espontáneamente
al esfuerzo propagandístico nacional, pero se agotaron con la toma de Granada.
Versos de esta factura irrumpieron en la conquista del territorio americano.
Uno de los elementos que caracterizó la Conquista de América fue la
convergencia entre los conquistadores y los evangelizadores: la conjunción de la
expansión militar y de la misión religiosa. La cruz y la espada se unieron en un
proceso indiferenciado que exigió simultáneamente la sumisión al rey de España y
la conversión al cristianismo. Se trató de una mentalidad en la que no hubo
separación entre la problemática religiosa, la militar y la política.
La acción psicológica favoreció la acción de conquistadores y evangelizadores y
confirmó la visión providencialista adquirida en siglos anteriores. Por ella tuvieron
la impresión de haber sido elegidos por la providencia divina para expandir el
evangelio y así la mística religiosa de la Reconquista Española se extendió a la
Conquista de América. España, como antes lo habían hecho Francia e Inglaterra,
teologizó la guerra e hizo de la propaganda su más eficaz colaboradora.

162
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164
La Batalla de Salamina. Un Punto de Inflexión en la Historia Militar
Griega
Lic. Fernando Ymfeld
Universidad de la Defensa Nacional

―Los barcos de Salamina


constituyen las estructuras de
madera más importante de la
historia de Grecia desde la
construcción del Caballo de Troya‖
Barry Strauss

Introducción.
La batalla de Salamina fue el mayor combate naval de la Antigüedad, ocurrió en
septiembre de 480 a.C., se enmarcó en lo que se denominó la 2da Guerra Médica
entre el Imperio Persa y un grupo de Ciudades Estado griegas. En palabras de
Barry Strauss autor de “La Batalla de Salamina” lo que estaba en juego era la
libertad de Atenas y puede decirse que del desenlace de esta batalla dependió
nuestro presente.
Es muy dudoso que el espíritu de investigación intelectual que condujo a
Sócrates, Platón y Aristóteles, sentando las bases de la filosofía occidental,
pudiera haber florecido en Atenas bajo el gobierno del Gran Rey.
Este trabajo busca profundizar este aspecto en esta batalla, desde los
antecedentes hasta su desenlace y por último ver las consecuencias y efectos
posteriores, principalmente desde la perspectiva de Atenas como la principal
beneficiaria de este triunfo.

Antecedentes.
El apoyo de Atenas a la rebelión Jónica (499-494 AC) fue la excusa para que
Darío (549-586 AC) el Gran Rey persa, emprendiera una acción punitiva cuyo
objetivo más amplio era expandir su imperio hacia el oeste eliminando una

165
influencia desestabilizadora como la idea de democracia y autogobierno que
practicaban las ciudades griegas.
Después de una campaña marítima exitosa el ejército persa a las órdenes de
Datis puso pie en el Ática en la bahía de Maratón, elegida por su larga playa
protegida y porque la distancia a Atenas aseguraba un desembarco sin oposición.
Los atenienses junto con sus aliados de Platea llegaron a tiempo para evitar
que los persas salieran de la cabeza de playa, Milcíades fue el comandante griego
que los condujo al primer triunfo terrestre sobre los persas, en el 490 AC.
A pesar de que la batalla de Maratón significó un triunfo importante para los
griegos, cobró mayor importancia por el rápido repliegue de estos hacia Atenas
para evitar un nuevo desembarco más cercano, ya que los persas después de la
batalla tenían casi toda su flota intacta, al igual que su caballería que no intervino
en las acciones y sentían que podían conquistar la ciudad. Los espartanos
llegaron tarde a esta batalla por razones religiosas, lo que permitió que los
atenienses se alzaran con el crédito de la victoria.

Atenienses Fenicios
Aliados
Salamina
Espartanos
Jonios El Pireo

Jonios
Fenicios
Persas

Egipcios El contingente
egipcio se
repliega

Golfo Sarónico
Batalla de Salamina

166
Para los persas Maratón no fue un desastre, solo un retroceso en sus
aspiraciones por conquistar Grecia, por lo que al retorno del ejército Darío
comenzó la planificación de una nueva invasión, que se vio demorada por la
rebelión en Egipto y la posterior muerte de Darío en el 486 AC.
Su hijo y sucesor Jerjes (519-465 AC) emprendió personalmente la conquista
de Grecia como comandante en jefe y el máximo responsable en la toma de las
decisiones, motivado principalmente por la lógica de expansión de un Imperio que
se encontraba en su auge, que era una gran civilización con importantes adelantos
y que dominaba gran parte del mundo conocido.
La tierra a anexar no era rica en tributos, pero la infantería pesada y la flota
serían una importante adición al poder del ejército persa, sumado a que las
riquezas de Sicilia quedarían más cerca.
También Jerjes tenía una necesidad personal de completar la misión de su
padre y lograr éxitos que le dieran gloria, el Gran Rey debía castigar y subyugar a
los que lo desafiaban, por lo que una exhibición de fuerza podría ser todo lo
necesario para ganar la rendición de los griegos. En este sentido dos
espectaculares hazañas de la ingeniería, los puentes de barcos sobre el
Helesponto y el canal cortado a través de la península de Athos, el primero más
necesario que el segundo son exhibiciones claras de poder.

La Campaña de Salamina
El ejército persa cruzo el Helesponto sobre el puente de barcos en abril,
Herodoto habla de un ejército de un 1.700.000 infantes y 80.000 de caballería, es
poco probable que hayan sido esos los números, según Barry Strauss el ejército
sería del orden de 200.000 soldados, no es objeto de este trabajo aclarar este
punto, lo que hay que destacar es que cualquiera haya sido la cifra era muy
grande para la época, además de ser multicultural ya que incluía a representantes
de todos los pueblos que formaban el Imperio Persa, esto denotaba un logro
logístico y organizativo propio de un gran imperio.

167
En cuanto a la flota que acompañaba a este ejército, Heródoto como Esquilo
hablan de 1.327140 trirremes y 3.000 naves menores de apoyo logístico, esta
podría ser una exageración épica que debe haber estado más cerca de 700 a 800
naves antes de Artemisio (Whilliam Shepherd, Salamis 480 BC, Osprey Publishing
Ltd., London 2010, pág.69).
Al igual que el ejército de tierra, la flota era una fuerza multiétnica ya que los
persas no tenían flota, no eran marineros y las naves correspondían a sus pueblos
vasallos muchos de los cuales eran griegos, posiblemente los componentes más
importantes eran de fenicios, egipcios, jonios y carios.
El mando de la flota persa fue dividido entre Ariabignes, hijo de Darío y medio
hermano de Jerjes, Prexaspes, que no era de sangre real, Megabauzas, hijo de
Megabates, primo de Darío y Achaimenes hijo de Darío y hermano mayor de
Jerjes. Como se puede ver no había una unidad de mando y esto puede haber
provocado inconvenientes a la hora de tomar decisiones.
El componente terrestre de este ejército estaba comandado por seis
comandantes el más influyente y principal asesor de Jerjes según Heródoto era
Mardonio, pero no tuvo influencia en la batalla de Salamina.
En Abril del 480 AC en el consejo de guerra griego en el istmo de Corinto, los
Tesalios propusieron detener a los persas lo más al norte posible, pero esta
estrategia no era posible ya que no se podía cubrir todas las rutas de acceso al
centro de Grecia, y la flota griega hubiera estado en desventaja en el mar más
abierto de la costa este.
Después de acaloradas discusiones los griegos acordaron detener el ataque en
el centro de Grecia en el estrecho desfiladero de las Termópilas que era el último
paso por encima del istmo de Corinto que permitía una defensa ante una fuerza
muy superior en número, hacia allí se dirigió el rey Leónidas de Esparta con una
fuerza aliada de unos 7.000 hoplitas aproximadamente. Por su parte la flota griega
se situó en Artemisio a unos 64 Km., contaba de unos 300 trirremes
aproximadamente y tenía como misión detener a la persa y evitar que esta

140
Este gran número podría haber derivado de las listas de impuestos del Imperio pero es poco
probable que todos hubieran participado de la campaña.

168
desembarcara contingentes a las espaldas de Leónidas, de esta manera ganar
tiempo para que las ciudades del sur envíen sus refuerzos y frustrar el avance sin
mucho daño al rico interior del centro y sur de Grecia. Esta era una operación
combinada que implicaba que la derrota en alguno de los dos frentes haría
insostenible la posición del otro.
Antes del despliegue de la flota griega se había decidido que el comandante
fuera Euribíades que era espartano, los atenienses aceptaron esto con desgano
principalmente Temístocles que de todas maneras supo moverse políticamente
para en realidad ser el verdadero líder de la campaña. Los atenienses aportaban
200 naves y cada uno de los 17 contingentes que formaban la flota tenía su propio
comandante y era un miembro voluntario de la Alianza Helénica.
Entre el 27 y el 29 de Agosto se dieron las batallas de Termopilas y Artemisio,
para la historiografía la primera tuvo un mayor valor por el heroísmo épico de la
lucha hoplítica. Artemisio fue un enfrentamiento naval y esto era trabajo para los
ciudadanos más bajos, extranjeros y esclavos. Comandados por Temístocles un
aristócrata menor y no un rey como Leónidas, Artemisio significaba un mayor
compromiso griego en hombres que Termopilas y una derrota allí hubiera
significado darle el control del mar a los persas y con ello la derrota en la guerra.
La estrategia defensiva griega requirió que la flota mantuviera al canal de
Euripios cerrado a los persas mientras la fuerza de tierra pudiera sostener el paso
en Termópilas, después de tres días de combates en los que los griegos tuvieron
grandes bajas pero que también provocaron duras pérdidas a los persas ayudados
por las tempestades que hundieron muchas naves y recibida la noticia de la
derrota de Leónidas, Temístocles decide replegar la flota hacia Atenas para iniciar
la evacuación de la misma hacia Salamina.
Después de tres días de enfrentamientos y pocos combates, las dos flotas no
se sacaron ventajas y las pérdidas fueron parejas por ambos bandos, a pesar de
que se habla de grandes pérdidas sufridas por los persas como resultado de una
galena que azotó la zona.
Más importante que las pérdidas de los persas fue que esta batalla permitió a
Temístocles probar la flota griega, evaluar sus tácticas frente a la flota persa,

169
ganar experiencia y consolidar su liderazgo, esto iba ser fundamental en
Salamina.
Una vez derrotado Leónidas en la Termópilas no tenía sentido mantener la flota
en Artemisio y por otro lado ya se había decidido la evacuación de la ciudad de
Atenas, por lo que era necesario que la flota regresara.
Por su parte la flota persa se reunió con el ejército de tierra, que con el camino
abierto hacia el sur conquistó Beocia quemando y saqueando Platea y Tebas así,
llego a Atenas cuando la flota ocupaba el puerto del Pireo.
El ejército persa ocupó Atenas que estaba desierta con la excepción de unos
cuantos atenienses que resistieron en la Acrópolis que a pesar de su férrea
defensa fueron derrotados y los persas saquearon e incendiaron el templo de
Atenea.
Heródoto retrata con dramatismo la evacuación de Atenas como ocurriendo en
pocos días entre el retiro de Artemisio y la llegada de los persas a la ciudad, pero
es probable que meses antes haya comenzado el proceso de preparar a Salamina
como refugio para la administración civil y el comando militar, preparar el arsenal y
base naval, almacenamiento de alimentos, armas y todo lo necesario para apoyar
el aumento masivo de la población.
La elección de Salamina para que la flota griega emprendiera acciones contra el
enemigo en el futuro habrá tenido distintas posturas de los comandantes griegos,
el Ática se debe haber descartado de plano ya que se había decidido no
defenderla y el nuevo punto de no ceder era el istmo de Corintio es probable que
los espartanos quisieran estar más cerca de ese punto sin embargo Salamina está
a 40 km del istmo y en Artemisio la flota estaba a 64 km de Termópilas así que
esta postura estaba cubierta.
Para Temístocles la estrategia era clara, esperar en Salamina y combatir dentro
del estrecho, esto facilitaba las operaciones de sus trirremes más pesados y
menos maniobrables que los persas y en un espacio confinado la cantidad de
naves perdía la ventaja que tenía el presentar combate en un mar abierto como
podría haber sido en las proximidades del istmo de Corintio. Para los peloponesios
el problema era no tanto la distancia a sus tropas terrestres sino las posibilidades

170
de escape si no se diera una victoria en Salamina. Estas discusiones se dieron en
el marco de un consejo de guerra convocado por Euríbiades y que Heródoto lo
describe con bastante detalle y al final de acaloradas discusiones se decidió
combatir en Salamina.
En Artemisio las dos flotas habían estado frente a frente en un estrecho de 11
km de ancho con la visión clara de los movimientos del otro, en Salamina el punto
más estrecho era de menos de 1.600 m y los persas estaban varados a 16 km de
distancia en Falero, cada uno quería luchar en su lugar de elección, los griegos en
las aguas confinadas del estrecho de Salamina y los persas en el golfo Sarónico
mucho más amplio.
La cantidad de naves de uno y otro contingente es difícil de precisar con
exactitud, Heródoto habla de 368 naves griegas141 y los persas entre unos 650 a
700, más allá de estos números lo cierto es que por la forma en que los persas
actuaron es seguro que consideraban a la flota griega con capacidad como para
montar una defensa en profundidad en las dos entradas al extremo sureste de los
estrechos a ambos lados de la isla Psitalea y simultáneamente si era necesario
cualquier amenaza desde el noroeste bloqueando el canal entre las dos islas
Farmacusas. Con las tripulaciones reunidas cerca de sus naves, tendrían tiempo
suficiente para lanzarse al mar y formarse para contrarrestar cualquier empuje
persa en el estrecho de Salamina.
Es necesario hacer unas consideraciones sobre el trirreme griego de esta
época que de acuerdo a los estudios de fuentes arqueológicas y documentales y
de las pruebas realizadas en el Olympias142, llevaba 170 remeros, 16 tripulantes,

141
Heródoto afirma que los griegos contaban con 378 naves, de las cuales 180 eran atenienses.
Añade también dos barcos desertores del bando persa, lo que suma un total de 380.
Desgraciadamente, cuando Heródoto cita los barcos en relación a la aportación de cada ciudad-
estado, la suma total sólo alcanza las 366 embarcaciones. Heródoto también especifica que la flota
griega en Salamina era mayor que la de Artemisio, que probablemente contaría con 333 naves. Si
decidimos que las cifras proporcionadas por la relación detallada de las ciudades que nos legó
Heródoto son más exactas, parece ser que los griegos contaban con 368 barcos el día que se libró
la batalla de Salamina (las 366 naves de la Liga y los dos desertores). (Barry Strauss, La Batalla de
Salamina, Edhasa, Buenos Aires 2006, pág.91)
142
Olympias trirreme botado en 1987 por la Armada Helénica de Grecia siguiendo las
descripciones históricas y la arqueología y al que se le hicieron distintos tipos de prueba que
permitieron medir la velocidad, maniobrabilidad y todas las complicaciones derivadas de la
navegación de este tipo de naves.

171
10 hoplitas y 4 arqueros, por lo que es probable que las naves llevaran
aproximadamente 200 hombres con lo que estaríamos hablando de unos 75.000
hombres en el mar.
Los trirremes persas eran similares y más si tenemos en cuenta que toda su
flota era de procedencia griega, lo que cambiaba era la composición de los
infantes que se incrementaron quizás para incluir más persas en las naves y tener
más potencia de fuego, dando mayor importancia al abordaje que al choque del
espolón. De acuerdo con las pruebas en el Olympias se podrían acomodar hasta
30 infantes, por la cual habría a bordo unos 220 hombres lo que daría una fuerza
total de unos 140.000 en el mar.
No existen certezas sobre los hechos relacionados a la batalla en si, hay
muchas suposiciones y como fuente más importante se utiliza a Heródoto, así
como no está clara la intensión de los persas de crear un terraplén para unir
Salamina con el continente o si los persas movilizaron tropas hacia el istmo,
tampoco es segura la estratagema de Temístocles mandando al tutor de sus hijos
Sicinno al campamento persa para parlamentar pero con la intención de dar falsa
información relacionada a que la alianza griega se quebraba y parte de la flota se
retirarían y que algunos se volverían en contra, así como la intensión del mismo
Temístocles de cambiar de bando.
No es descabellado que los persas se dispusieran a parlamentar teniendo en
cuenta que una parte de su estrategia había sido mantener siempre el diálogo con
sus oponentes incluso hasta el momento de la batalla, para lograr una victoria sin
derramar sangre o socavando la resistencia con sobornos u amenazas.
Es probable que este artilugio de Temístocles haya influido en Jerjes para que
apresurara la entrada de la flota al estrecho; se debe tener en cuenta que solo una
pequeña minoría de las ciudades helenas formaban parte de la alianza, que hasta
poco tiempo antes habían estado en guerra entre ellos, con largas historias de
rivalidad y enemistad y que Jerjes seguramente conocía las acaloradas
discusiones relacionadas con la estrategia que tomaron los griegos.

172
El día 24143 de septiembre Jerjes reunió al consejo de guerra para decidir si
atacaba a la flota griega dentro del estrecho, a diferencia de las reuniones griegas
en la que todos los comandantes daban su opinión y discutían acaloradamente, el
consejo persa era muy distinto a ningún comandante se le hubiera ocurrido en
público opinar en contra de las decisiones del Gran Rey por lo que los
comandantes acercaban sus inquietudes a Mardonio y este las ponía a disposición
de Jerjes, y la realidad era que el Rey ya había tomado la decisión de atacar a los
griegos, por lo que el consejo de guerra fue un acto más protocolar y de
reverencia al Gran Rey que para tomar decisiones militares.
Heródoto habla de que Artemisa de Halicarnaso presentó algún reparo a entrar
en el estrecho pero que fue desechado su modo de acción, después Artemisa
tendría una destacada actuación en la batalla, pero esta Reyna merece un estudio
aparte ya que fue la única mujer que comandó en batalla.
Una gran parte de la flota persa, encabezada por los fenicios entró en el
estrecho bajo la cobertura de la oscuridad manteniendo cerca de la costa norte del
Ática, las maniobras nocturnas aunque difíciles y arriesgadas, estaban ciertamente
dentro de las capacidades de los fenicios. No esperaban encontrar resistencia
porque creían que la Alianza Helénica estaba cayendo a pedazos y que elementos
significativos de ella se entregarían o intentarían alejarse. Los griegos eran
conscientes del movimiento persa, pero en la noche no se luchaba y, en cualquier
caso, Temístocles quería que los persas entraran en gran número para negarles el
espacio en el que pudieran explotar sus mejores capacidades marineras.
Otra parte de la flota persa que podrían haber sido los egipcios fueron a
bloquear el estrecho entre Salamina y Megara y un tercer componente selló los
pasos este y oeste de la isla Psitalia. Al mismo tiempo infantería persa fue enviada
a la isla de Psitalia para desde allí atacar a los griegos con arcos o simplemente
matar a los sobrevivientes de la batalla que llegaran nadando a las costas de esta
isla.

143
Los días que se tomaron en este trabajo están enunciados en el libro (Barry Strauss, La Batalla
de Salamina, Edhasa, Buenos Aires 2006)

173
Jerjes había ordenado poner su trono en la ladera para observar la batalla,
seguramente al igual que en Termópilas esta presencia buscaba infundir ánimos y
presionar a sus súbditos, se preparaba para ver un espectáculo en el que estaba
convencido que sus fuerzas triunfarían.
La batalla se desarrolló desde la mañana hasta el atardecer el día 25 de
septiembre y los persas llevaban remando desde la noche anterior, no está claro
como entraron en posición cada componente de la flota griega y persa.
Inmediatamente antes de la batalla, las dos flotas se enfrentaban a través del
tramo de agua entre las dos islas Farmacusas y Psitalia, ambas partes se
adherían al principio táctico de luchar con una orilla amistosa a sus espaldas, los
persas tenían también el apoyo potencial de las fuerzas de tierra en su flanco
izquierdo, en Psitalia, y a su derecha la isla Farmacusa 2 estaba ocupada también
por los persas que con arqueros podían presentar una seria amenaza a las naves
enemigas a menos de 180 metros.(Whilliam Shepherd, Salamis 480 BC, Osprey
Publishing Ltd., London 2010, pág.69).
Lo que es probable es que la batalla se desarrollara de la misma forma en la
que se enfrentaban los ejércitos de hoplitas de la época en tierra, las dos
formaciones se enfrentaron y chocaron. Es evidente que el grueso de los
combates en la fase central se hizo en lo que Tucídides llama “la manera pasada
de moda”, como en Sybota en el año 433 AC. (Whilliam Shepherd, Salamis 480
BC, Osprey Publishing Ltd., London 2010, pág.69)
Las tácticas de combate de esta “manera pasada de moda” debió consistir
principalmente en embestir con el espolón al enemigo, al tiempo que los hoplitas
barrían con armas arrojadizas las cubiertas de los barcos, luego se retiraba el
barco para provocar que el agua entrara por el boquete causado por el espolón y
así hundir el barco, si bien no están muy documentadas estas tácticas se
corresponden con las pruebas que se hicieron sobre el buque Olympias. Es
probable que esto haya ocurrido así en lugar de producirse el abordaje del trirreme
debido a que los buques de la liga griega llevaban menos hoplitas que los persas y
eran más pesados en su construcción con lo que se favorecía la embestida con el
espolón.

174
El punto de inflexión se produjo cuando los persas comenzaron a sufrir bajas y
los barcos de su línea de frente se pusieron en fuga y los que estaban atrás
presionaron para impresionar a su rey que los observaba desde la costa, esto no
permitía las maniobras, mientras que los griegos tenían más libertad de acción y
se dedicaron clavar sus espolones en los barcos persas luego se retiraban y estos
se iban a pique.
Así el mayor peso de los barcos griegos facilitó la acción de embestir y las
ventajas de mayores capacidades marineras de los persas y de mayor cantidad de
infantes que estos llevaban a bordo no fueron relevantes.
En el relato de Heródoto los atenienses y aginetanos fueron los contingentes
que mayores daños causaron, los primeros embistiendo a los que presentaban
una resistencia mayor y los segundos atacaban a los que trataban de salir del
canal; esto puede haber sido así teniendo en cuenta que el contingente ateniense
era el más grande y que los aginetanos si bien eran unos 30 eran los más
experimentados y podrían haber sido utilizados como la reserva.
Cuando el estrecho estuvo libre, Arístides tomó su destacamento de hoplitas de
sus posiciones en las playas de Salamina y destruyó a la fuerza persa que se
había posicionado en la isla de Psitalia la noche anterior. Esto puso fin a la batalla
dejando a los griegos en pleno control de los estrechos, al igual que lo que ocurría
en las batallas terrestres el vencedor se definía no tanto por las bajas sino por
quien quedaba en posesión del campo de batalla. Sin embargo es muy probable
que al final de la tarde los griegos todavía no se dieran cuenta de la magnitud del
triunfo, a pesar de que los relatos hablaban de muchos cuerpos flotando en el mar.
Las bajas en ambos lados, así como se vio la dificultar de saber la cantidad que
combatieron, es difícil de precisar con certeza, pero teniendo en cuenta las bajas
de Artemisio, las fuentes históricas y la comparación con los combates de la época
podrían haber sido como indica una fuente romana de 40 trirremes en el lado
griego y unos 200 en el lado persa.
Esto representa considerables bajas para los persas considerando que sus
naves llevaban más infantes que las griegas.

175
Consecuencias
Como se describió anteriormente las perdidas persas fueron superiores a las
griegas, pero no significaban la aniquilación ni mucho menos, Jerjes todavía
mantenía la flota egipcia intacta, mantenía los números a su favor, pero las
tripulaciones que habían escapado del estrecho seguramente estarían
desmoralizadas y agotadas y muchos de los barcos seguramente necesitarían
trabajo para volver a ser dignos de combatir.
Si se realiza un balance de la campaña de Jerjes el balance no era negativo,
había tomado y destruido Atenas, se había apoderado de Grecia central y
septentrional, y había matado a Leónidas el rey espartano; y aunque había
perdido una batalla su enorme ejército de tierra estaba casi intacto e invicto.
El día 26 de setiembre se reunió el Estado Mayor persa más reducido que el del
día anterior a la batalla, allí Mardonio le sugirió que la batalla era insignificante,
pero Jerjes no lo escucho y hecho a todos menos a Artemisa y le rindió honores
por su desempeño en la batalla, luego decidió que una parte de su ejército se
quedara en Grecia a las órdenes de Mardonio y el regresaría con la flota. Si
Mardonio conseguía triunfar sobre los griegos todo el mérito se lo llevaría el Gran
Rey y si era derrotado Mardonio cargaría con la culpa.
Quizás unos de los aspectos más importantes que consideró haya sido el
tiempo, se acercaba el invierno los trirremes de esta época eran muy rápidos pero
frágiles a las tormentas con lo que preferían navegar en los meses de mayo a
octubre y para octubre la flota persa ya no debía estar en campaña sino de vuelta
en sus puertos.
Después de haber saqueado toda el Ática es probable que ya no quedara
mucho alimento y este gran ejército persa necesitaba comer, con lo que
seguramente la línea principal de abastecimiento haya sido por mar teniendo en
cuenta que el transporte terrestre era más lento y costoso.
A dos meses de la batalla de Salamina, Jerjes ya se había establecido en
Sardes, y allí permaneció durante todo el año siguiente, hasta el otoño de 479 a.C.
La guerra contra los griegos continuó en tierra con mucha energía durante un año
más pero la flota persa quedó recostada a las costas de Anatolia.

176
La estrategia le dio muy mal resultado, en agosto de año siguiente Mardonio era
derrotado en la batalla de Platea donde perdió la vida, antes de que se cumpliese
el año de abandonar Atenas, Jerjes no sólo había perdido el Peloponeso, sino casi
todos sus dominios en la Grecia continental, así como las islas más importantes
del Egeo oriental y, además, las ciudades-estado de Jonia y Caria se apartaban
del imperio. Las islas restantes las seguirían un año más tarde. Pasados veinte
años del estallido de la sublevación jonia, año 499 a.C., una confederación de
ciudades-estado de la Grecia continental estaba sacando al Gran Rey del Egeo,
empujándolo hacia la costa oriental de Anatolia.
Desde el punto de vista de los griegos y principalmente los atenienses las
consecuencias de Salamina son fundamentales para entender el devenir de la
historia de esta ciudad y de toda Grecia. Hasta el siglo V las marinas habían sido
caras144 y no tenían importancia estratégica, la necesidad de combatir a los persas
en el mar no sólo alteró las reglas de la guerra griega, sino también el equilibrio
social y económico de la ciudad misma. La elevación de la marina - y sus
tripulaciones - a un estado de igualdad aseguró la creciente radicalización de la
democracia ateniense durante el próximo medio siglo.
A partir de Salamina, en Atenas, el poder marítimo, las fortificaciones urbanas,
las murallas que conectan el puerto y la ciudadela, y el empleo de los pobres en
trirremes se consideraban esenciales para la supervivencia de los gobiernos
populares que elegirían para guiar a la ciudad a personas que no tenían porque
ser aristócratas.
La potencia naval en Artemisio y Salamina aparentemente confirmó que los
barcos eran estratégicamente invalorables y que sus empobrecidas tripulaciones
eran tan valientes como los terratenientes hoplitas. Pero para la mente
conservadora agraria todo esto era un anatema. Todos los filósofos deploraron los

144
Un ejército de 10.000 hoplitas representaba una inversión de capital de 200.000 dracmas en
armaduras y esclavos; sin embargo, una flota de 100 buques y sus aparejos cuestan cinco veces
más, casi un millón de dracmas. Y mientras un ejército hoplitas pudiera marchar, forrajear, pelear y
regresar en una semana por no más de 70.000 dracmas en la paga de infantería, una flota de 100
trirremes en patrulla durante un mes podría necesitar veinte veces más para los salarios, el
mantenimiento y provisiones. (Victor David Hanson, The wars of the Ancient Greeks, Cassell,
London 1999, pag 101)

177
triunfos navales de las guerras persas y se asustaron por la belicosidad de la
chusma en la Asamblea ateniense.
Platón llegó a decir que la impresionante victoria naval en Salamina que salvó la
civilización occidental hizo a los griegos "peores" como pueblo, mientras que
Aristóteles vinculó las batallas marítimas de las guerras persas con el auge de la
demagogia misma. A sus ojos, era casi mejor perder heroicamente en el campo de
batalla hoplita que ganar en el mar con la ayuda de una muchedumbre
empobrecida y poco educada, que exigiría cada vez más derechos y botín de
ultramar para pagar por ello. (Victor David Hanson, The wars of the Ancient
Greeks, Cassell, London 1999, pag 103).
A pesar de la importancia del triunfo, Salamina no representó la expulsión de
los persas de Grecia, cuando la guerra se reanudo en el 479 AC, la estrella de la
gloria de Temístocles se había apagado, pero ni bien los persas fueron
expulsados después de las batallas de Platea y Mycale los griegos comenzaron a
pelear entre ellos.
Los atenienses recurrieron otra vez a Temístocles que reconstruyó las murallas
de Atenas y fortificó el Pireo alentando la población de esta zona y orientando los
esfuerzos de la ciudad hacia el mar. Este cambio talasocrático le permitió a Atenas
en el año 477 AC la creación de una alianza naval entre las ciudades-estado
griegas. La coalición se fundó en la isla de Delos y comprendía a unas ciento
cincuenta ciudades-estado griegas de las islas del Egeo, Eubea, la costa noreste
de Grecia, el mar de Mármara y la costa occidental de Anatolia.
Temístocles fue el verdadero padre de la nueva Atenas, había fundado la flota y
salvado a su nación, pero al elevar a Atenas a nuevas cotas de poder, también
plantó las semillas de nuevos conflictos. Las dos ciudades, antiguas aliadas contra
los persas, conducirían a toda Grecia a un nuevo e incluso más destructivo peligro
cincuenta años después de Salamina. Temístocles y Euríbiades habían dejado a
un lado sus diferencias para hacer frente a un peligro más importante esto no se
volvería a ver en mucho tiempo y en el caso de Temístocles en el 471 AC partió al
exilio para nunca más volver a su patria.

178
Las guerras del Peloponeso (431-404 AC.) fueron lo bastante brutales para
hacer que a los helenos les pareciesen buenos los viejos tiempos de la invasión
“bárbara”. Quizás estas guerras sean las consecuencias más importantes de la
batalla de Salamina.
Se ha dicho que Salamina fue una gran batalla porque sin esa victoria el mundo
se habría visto privado de aquella gloriosa maravilla que fue la cultura griega. Pero
esta consideración contrafáctica es difícil de sostener porque se subestima la
capacidad de recuperación, de resistencia y de empuje de la civilización griega. Lo
que si es seguro es que no se hubiera desarrollado la democracia imperial.
La derrota en Salamina no hubiese privado al mundo de la gloria griega, sino de
su astucia y codicia. Salamina le ofreció a Atenas una prueba de poder que no
pudo resistir. Atenas permaneció libre gracias a la batalla de Salamina, se salvó la
democracia y nació el imperio ateniense. (Barry Strauss, La Batalla de Salamina,
Edhasa, Buenos Aires 2006, pag 248)
Y fue esta contradicción entre democracia e imperio lo que hizo de Atenas un
lugar tan importante durante el siglo posterior a Salamina, y mucho tiempo más.
Atenas fracasó en el momento de dar vida a sus ideales de libertad, y ese fracaso
propició la aparición de ciertos críticos. Esos personajes incluyen a historiadores
como Heródoto y Tucídides, y poetas como Sófocles, Eurípides y Aristófanes. Y
ellos incluían al mayor crítico de todos, Sócrates, quien precedió a Platón, a
Aristóteles y a toda la tradición de filosofía política occidental. Esa tradición, el
debate entre la democracia y sus detractores, es el auténtico legado de Salamina.

179
Bibliografía

De Souza, Philip. The Greek and Persian Wars 499-386 BC. Editorial Osprey
Publishing Ltd. 2002

Hanson, Victor David. The wars of the Ancient Greeks. Editorial Cassell. 1999

Shepherd, Whilliam. Salamis 480 BC. Editorial Osprey Publishing Ltd. 2010

Strauss, Barry. La Batalla de Salamina. Editorial Edhasa. 2006

180
Los Perros de la Guerra. Mercenarios en el Mundo Antiguo.
La Revolución Militar y su Aporte al Arte de la Guerra.

Mg Esteban Darío Barral


Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires

Introducción

La figura del soldado mercenario ha creado diferentes estados en el


subconsciente de quien escucha la palabra, para algunos es motivo de repulsa o
de indiferencia, y generalmente se los relaciona con el lado oscuro de los
conflictos armados. Sin embargo, en la historia militar, las fuerzas mercenarias
han estado vinculadas a numerosas campañas militares siendo su aporte más que
importante al arte de la guerra. En el mundo antiguo la aparición de soldados
profesionales ocasionó en muchos casos una verdadera revolución militar, ya que
los mismos brindaron una estructura profesional que era inexistente en las poleis
griegas.

Desde los orígenes de las primeras organizaciones militares de la historia


existieron grupos de veteranos que vendían sus conocimientos por una buena
paga, por cuestiones políticas, o motivos varios que sólo ellos conocerían. Durante
la batalla de Qadesh en 1274 a.C., un cuerpo de mercenarios nubios sirvió a
órdenes del Faraón Ramses II y probablemente haya habido organizaciones
similares del lado hitita; y también existieron cuerpos de mercenarios anteriores a
los relatos de Qadesh, el caso de los mercenarios en los ejércitos
paleobabilónicos,145 o el de los soldados nubios en Amarna aunque no está claro
si eran mercenarios, cuerpos extranjeros voluntarios o simples soldados
profesionales.146

Pero sin duda las mejores fuentes antiguas, son las vividas por una series de
innovadores comandantes griegos que lucharon entre los siglos V y IV a.C.,

145
Vidal, Jordi. Mercenarios en los Ejércitos Paleobabilónicos. En Espino, Antonio. Nuevas
fronteras en la Historia de la Guerra. Ed Pórtico. 2014. Cap I. Pag 5.
146
Están descriptos Cuerpos de soldados nubios en las cartas de Amarna del siglo XIV a.C. Vidal,
Jordi. Soldados Nubios en las Cartas de Amarna. Art. Revista de Historia Nro 27. 2015

181
pasando uno de ellos a la historia, no por su trabajo como mercenario, sino como
historiador. Jenofonte nació cerca de Atenas en la segunda mitad del siglo V a.C.,
y su campaña junto a Ciro lo convirtió en quien es hoy. La famosa Retirada de los
Diez Mil que narra la campaña de una unidad de mercenarios griegos en Persia,
es sin dudas una de las grandes crónicas de la antigüedad.

Los mercenarios, tanto los primeros de la antigüedad, como los modernos y


actuales, han vendido sus servicios a quien los requiriese. No estamos muy
seguros de que el motivo económico haya sido la principal causa de su empleo, es
sin duda alguna un gran aliciente, pero nadie arriesga su vida en guerras lejanas
sólo por el dinero y el botín. Jean Lartéguy, escribió una trilogía 147 sobre un grupo
de soldados que habían luchado en guerras controvertidas como lo fueron las de
Indochina y Argelia, finalizando su trabajo con una participación francesa poco
conocida en la, también poco conocida guerra de Corea. Esta última obra se titula
“Los Mercenarios” y se centra en el Batallón francés que luchó en aquel conflicto.
Lo más impactante de la misma es la definición que Lartéguy hace de los
mercenarios, dejando una ventana abierta a sí en realidad es tan desacertada o
no la misma:

―Ninguno de los mercenarios por mí conocidos responde ya a la definición que


de ellos da el Larousse: «Soldado que sirve por dinero a un gobierno extran-
jero.» Los mercenarios que he tratado, y con quienes a veces he compartido la
vida, combaten de los veinte a los treinta años para rehacer el mundo. Hasta los
cuarenta se baten por sus sueños y por esa idea que de sí mismos se han
inventado. Después, si no se han dejado la piel en la lucha, se resignan a vivir
como todo el mundo —a vivir mal, porque no cobran ningún retiro— y mueren
en su lecho de una congestión o de una cirrosis hepática. El dinero nunca les
interesa, la gloria rara vez, y se preocupan muy poco de la opinión que merecen

147
Las obras de Lartéguy fueron controvertidas y muy criticadas en la época que aparecieron en
las librerías y hasta el día de hoy. La primera se titula “Los Centuriones” y narra la historia de los
paracaidistas y soldados de la Legión Extranjera francesa en Indochina, siendo el personaje central
el Coronel Raspeguy, que no es ni más ni menos que quien fuera posteriormente General en el
Ejército Francés Marcel Bigeard. La segunda obra se centra, con casi los mismos personajes, en la
impopular guerra de Argelia y se titula “Los Pretorianos”.

182
a sus contemporáneos. En esto es en lo que se distinguen de los demás
hombres.‖148

Si los mercenarios a órdenes de Clearco, luchaban solo por la paga o por otras
razones, es motivo de especulación aunque Jenofonte hace ver que el Jefe
mercenario era un hombre dedicado por entero a la guerra. Otros comandantes
posteriores cómo Ifícrates, también eran hombres dedicados por entero a la guerra
y no estamos seguros que su motivación sea simplemente la paga. El aporte que
su estructura militar brindó a unas Poleis aferradas a un conservadurismo militar
incomprensible y la revolución militar que los mismos generaron, es el motivo de
estudio del presente trabajo.

Encontrar un término adecuado para las actividades mercenarias no implica


desviarnos o salirnos de la época en la que los mismos actuaron; y queremos
remarcar esto y dejarlo en claro, los mercenarios que acompañaron a Jenofonte
en su famosa retirada después de la batalla de Cunaxa, no tienen nada que ver
con los hombres del 5to Comando mercenario de Mike Hoare en el Congo, ni
tampoco con los Condotieros de Giovanni de Medici a principios de la edad
moderna. Todos tienen algo en común: eran soldados profesionales que ofrecían
sus servicios y que luchaban en guerras lejanas. Es por ello, que no haremos
paralelismos más allá de los que se hicieron hasta ahora, ya que cada uno de
ellos tuvo sus particularidades propias de la época en que vivieron.

Hoplitas griegos luchando contra infantería persa.


148
Lartéguy, Jean. ―Los Mercenarios‖. Editorial Emece. 1985. Página 3

183
A muchos les podrá parecer incorrecto llamar revolución militar a las reformas
de Ifícrates y Chabrias, pero creemos, y compartimos con Arther Ferril 149, que para
el momento en que se dio, fue una verdadera revolución en asuntos militares.

Los primeros mercenarios

En apariencia, entre los siglos VIII y VII a.C. mercenarios carios y jonios
combatieron en varias campañas en distintos lugares, cuyas acciones están muy
poco registradas, no así a algunos grupos que lucharon a órdenes del faraón
Psametico I (664 a.C),150 aunque de seguro no fueron los primeros griegos en
vender sus servicios. Ya el Mediterráneo más que una barrera infranqueable era
un lugar para el libre intercambio y un comercio por demás provechoso para todas
las civilizaciones que se desarrollaban en sus costas. Del centro a la periferia y
viceversa, el intercambio de bienes y servicios fue una constante en la antigüedad
y es en ese intercambio donde los profesionales de la guerra también
interactuaban.

Se ha debatido mucho si fueron los carios quienes crearon las primeras


organizaciones mercenarias griegas, puesto que la contraprestación de un servicio
militar por una paga (misthophoroi) no era generalizado en el mundo antiguo. Sin
embargo, ante la ausencia de fuerzas profesionales necesarias para una campaña
prolongada, era lógico recurrir a una estructura militar de ese tipo y las únicas
disponibles eran de las fuerzas mercenarias. El empleo de estos hombres para las
tareas militares y otras afines, los tiranos de la era arcaica los contrataban como
guardaespaldas, eran una constante debido a que los mismos poseían habilidades
difíciles de obtener entre los ciudadanos comunes.

Toda organización mercenaria cuenta entre sus filas con miembros que
normalmente son parte de su mismo grupo, de su polis o que han actuado en la
milicia en ocasiones anteriores. Es por ello que las unidades mercenarias

149
Ferrill, Arter. Los Orígenes de la Guerra. De la Edad de Piedra a Alejandro Magno. Ediciones
Ejército. Madrid. 1971. Pag 213
150
Trundle, Matthews. Greek Mercenaries. From the Late Archaic Period to Alexander. Ed
Routledge. 2004. Pag 28

184
constituían en gran forma un brazo de la polis a la que representaban,
transmitiendo no sólo sus servicios profesionales sino también su cultura.

Es en estos intercambios donde la fuerza mercenaria hace su mayor aporte al


arte de la guerra, ya que como ellos transmitían conocimientos, también los
recibían. Probablemente, la adquisición de nuevos conocimientos tácticos
permitió a los jefes militares transformar la limitada guerra de hoplitas en una
guerra de procedimientos más flexibles, que se adecuaran a las exigencias de la
misma, en tanto su evolución modificaba la estrategia militar de las poleis.

En la polis, el estatus económico-social se medía de acuerdo a la función


militar, donde la misma era necesaria para mantener la tierra y servir al estado. El
mercenario era un elemento importante en esta relación social ya que era parte de
la política exterior de la polis. Para Ste Croix, el mercenariado era la mano de obra
contratada a gran escala y a primera instancia, y los mercenarios provenían de
distintos estratos sociales, convirtiéndose en el brazo armado de la polis para su
política externa. Es en esa participación en el extranjero donde los mercenarios
fusionarán sus conocimientos previos con los adquiridos, conformando una fuerza
militar que desbancaría a los hoplitas al arrebatarles su primacía en el combate.

La guerra griega estaba basada en la guerra de falanges, una formación de


combate de dudosa utilidad y que se asemejaba más a un combate ritual que a
una forma práctica de encarar la guerra. Esta anomalía en su utilización práctica y
con capacidad para definir mediante una batalla todo un proceso bélico, quedó
patente durante la guerra del Peloponeso, donde era necesario mucho más que la
utilización de falanges para poder definir un conflicto que se mostraba por demás
extenso. Es probable que este tipo de forma guerrera se viera atada a un
conservadurismo militar sinsentido, algo que no es una rareza en los ejércitos,
más bien es algo normal, pero que a pesar de todo se siguió adoptando aunque su
ineficacia en el combate había quedado por demás demostrada.

Es durante la guerra del Peloponeso cuando una unidad de hoplitas espartanos


fue arrollada y obligada a rendirse. Fue en pilos y Esfacteria donde los atenienses

185
Cleón y Demóstenes al frente de un fuerte destacamento de infantería ligera,
psilois, lograron rodear a un batallón espartano de 420 hombres obligando a
rendirse a 292 y matando al resto.151 Las fuerzas ligeras demostraban que se
podía vencer a la infantería pesada en campo abierto, siempre y cuando se
supiera utilizar a la misma y manteniendo distancia de combate con los hoplitas.
La guerra se estaba convirtiendo en algo mucho más móvil y fluctuante; ya la
táctica comenzaba a variar de acuerdo a las exigencias del terreno, el tiempo y el
enemigo a enfrentar.

Si algo demostró la guerra del Peloponeso fue que la guerra de hoplitas estaba
llegando a su fin, pues ya era hora de que aparecieran nuevas formas de guerrear.
Pero se necesitaba un vector para transportar los conocimientos evolutivos
propios de la experiencia extraída del combate. Eso sólo lo podían hacer los
militares profesionales y los únicos con esas características eran los mercenarios.

Jenofonte y los diez mil mercenarios griegos152

La campaña de los 10.000 mercenarios griegos que a órdenes del espartano


Clearco, y entre cuyos efectivos se encontraba Jenofonte, fueron a combatir con
Ciro, un sátrapa, a Persia, es tal vez, una de las historias más fascinantes del
mundo antiguo y que dejó una cantidad ingente de enseñanzas para la historia
militar. Era la primera vez que los persas utilizaban a un gran contingente de
mercenarios para sus guerras internas, igualmente lo seguirán haciendo y varios
grupos combatirán contra Alejandro en sus campañas, los que aportarían sus
conocimientos militares para terminar combatiendo en Cunaxa.

El contingente mercenario de casi 14.000 hombres según Jenofonte, estaba


comandado por un espartano llamado Clearco, un veterano que estaba en el
exilio, y a varios capitanes más que eran los que comandarían los diferentes
grupos de soldados contratados. A ninguno se les dijo el objetivo de la campaña,

151
De los 292 hombres rendidos, 120 eran Homoioi, es decir, ciudadanos de plenos derechos y
parte de la elite del ejército espartano. Tucidides. Historia de la Guerra del Peloponeso. Ed Crítica.
2013. Libro IV. Pags 287-288.
152152
Ver a Jenofonte. Anábasis. La Retirada de los Diez Mil. Ed EDAF. 1993.

186
sólo que iban a combatir contra rebeldes insurrectos de la satrapía de Asia Menor
en la Pisidia, sin conocer la realidad que era destronar al hermano menor de Ciro y
rey de Persia Artajerjes II; esto probablemente para evitar un amotinamiento entre
las tropas ante tamaña campaña. Luego de una serie de acontecimientos que van
desde deserciones, acciones menores durante el trayecto y nuevas mentiras, la
fuerza mercenaria llegó al Éufrates, donde se reveló el verdadero objetivo de la
operación. Ya sin más que hacer, los mercenarios continuaron y se enfrentaron
con el rey persa en la llanura de Cunaxa.

Las fuerzas de Ciro oscilan de acuerdo a las fuentes entre los 60.000 y 80.000
hombres de infantería, entre ellos la fuerza de 14.000 mercenarios, y unos 3000
jinetes que se enfrentarían a un poderoso ejército persa de aproximadamente
100.000 hombres y que incluía 6000 jinetes y cerca de 200 carros de combate
falcados.

Ambas fuerzas se enfrentaron en Cunaxa en el 401 a.C. y luego de un


apresuramiento táctico por parte de Ciro, pues su ejército aún no había entrado en
posición para iniciar las acciones, se lanzó al ataque contra el centro persa
intentando alcanzar a su hermano para matarlo. Pero en el combate este tipo de
actos arrojados se pagan caro y Ciro lo pagó con su vida a pesar de haber estado
cerca de matar a Artajerjes II. Sus hombres se retiraron y con el ala izquierda
destruida y Ciro muerto, la batalla estaba pérdida. Pero los mercenarios que
estaban en el ala derecha del dispositivo habían hecho lo que sabían hacer y
habían vencido al ala izquierda de Artajerjes II incluso amenazando con llegar
hasta su retaguardia y envolver al ejército del rey, ya que Clearco había hecho
girar a sus fuerzas buscando el envolvimiento hacia el centro. Se alinearon de
espaldas al río y aguantaron el embate persa rechazando todos sus ataques e
incluso contraatacando y empujando a las fuerzas persas hasta Cunaxa. Sólo la
llegada de la noche impidió que la fuerza griega arrasara con el resto del ejército
persa.

187
Carros falcados persas
Batalla de Cunaxa I Infantería persa
401 a.C.

Proxeno
Menón
Clearco Fuerzas
Persas de
Mercenarios Mercenarios Ciro Ciro

Caballería I I I I Caballería

Tisafernes Artajerjes II I Arbaces

Tanto Clearco como sus capitanes no supieron de Ciro ni del resto de su


ejército, ni tampoco del resultado de la batalla hasta la mañana siguiente. La
situación de los mismos no era para nada envidiable, se encontraban aislados en
el corazón del imperio persa y rodeados de enemigos hostiles, su contratista y
pagador había caído y el rey los quería muertos. Unos 12.000 hombres quedaban
de esta manera librados a su suerte.

Los persas, con tal de que los mercenarios se fueran, urdieron un perverso
plan, aunque inteligente y maquiavélico, y enviaron a uno de sus agentes más
confiables a parlamentar. Tisafernes, el hombre designado para tal fin, logró
convencer a Clearco que llevaría a él y a sus mercenarios fuera de las fronteras
de su imperio. Para ello los condujo a través del río Tigris con destino al Zab
Mayor. Allí llevó a Clearco y a sus capitanes a un encuentro donde los tomó
prisioneros y después los ejecutó. Con esta acción los persas apreciaban que el
resto de los hombres se rendirían y serían esclavizados. Pero esto no fue lo que
ocurrió. Los mercenarios eligieron nuevos jefes, entre los cuales se encontraba
Jenofonte, para que los condujeran nuevamente a su patria. Es entonces cuando
188
comienza una de las mayores travesías de una fuerza militar en la historia.
Atravesando territorio indómito y luchando contra tribus hostiles, seguidos de
cerca por el ejército persa, los griegos se abrieron paso combatiendo y dando
muestras de una gran eficacia militar. Marcharon hacia el Norte y lograron llegar
hasta las costas del Mar Negro, donde con gran alegría y emoción habían
prácticamente concluido la campaña. Era principios del 400 a.C. Luego de
alcanzar Calcedonia y pactar con el sátrapa de la región, pudieron embarcar
rumbo a Bizancio para cruzar el estrecho. Quirísofo, uno de los jefes mercenarios,
partió hacia esta ciudad con el fin de conseguir barcos para cruzar, mientras el
resto de la fuerza continuaba la marcha con dirección a Paflagonia.

Cómo toda fuerza militar que se mueve por un territorio a medida que avanzan
se abastece del mismo, ya sea por voluntad de los habitantes de la zona o por la
fuerza. Ni bien llegaron a la costa de Grecia, las ciudades de la zona los miraban
con recelo e incluso les negaban la entrada. El amotinamiento estuvo a la orden
del día hasta que los contingentes lograron regresar a sus hogares, aunque una
fuerza de 6000 hombres fue contratada nuevamente, esta vez por Esparta, para
luchar contra Persia cuando se inició un nuevo conflicto entre ambos en 399 a.C.

De esta manera finalizaba la retirada de los Diez Mil, tal como se la conoció a
través de la historia. Jenofonte fue recibido con honores en Esparta y los
mercenarios que quedaron estuvieron a órdenes de Tibrón.153

Las enseñanzas que dejó la campaña de Ciro fueron tomadas y transmitidas


por los mercenarios en sus respectivos lugares de origen, pues las lecciones
aprendidas fueron varias. En primer lugar se demostró la capacidad de una fuerza
militar profesional ante ejércitos de leva, especialmente en el choque de la
infantería pesada, ante infantería que no estaba concebida para este tipo de

153
El contingente mercenario, de acuerdo a Jenofonte, estaba compuesto antes de iniciar la campaña de las
siguientes fuerzas: 1000 hoplitas, 800 peltastas tracios y unos 200 toxotai cretenses, todos ellos bajo el mando
del espartano Clearco. Comprendían el contingente más completo de la fuerza mercenaria. También había
unos 300 hoplitas siracusanos, otros 700 hoplitas bajo Quirísofo de Esparta; 1000 hoplitas bajo el mando de
Soféneto de Arcadia; 4000 hoplitas con Xenias de Arcadia (gran parte de este contingente se fue con su jefe
cuando abandonó a los mismos en Siria); 1500 hoplitas y 500 peltastas con Próxeno de Beocia; 1000 hoplitas
con Soféneto de Stínfalo; 500 hoplitas con Sócrates de Acaya; 300 hoplitas y 300 peltastas con Pasión de
Mégara y 1000 hoplitas y 500 peltastas con Menón de Tesalia. Jenofonte. Op Cit. Pags 20-27

189
combate y como ya había quedado demostrado en las guerras médicas. Pero
también se aprendió, y esto fue durante la retirada de los mercenarios, que era
necesario contar con un mayor número de infantería ligera, peltastas, de arqueros,
toxotai, de honderos, de caballería y de una logística adecuada para mantenerse
durante un prolongado tiempo en el terreno operando. En los combates contra las
tribus de Armenia, la infantería ligera llevó el centro de gravedad de los combates
debido a su mayor movilidad ante combatientes que se movían con armas
arrojadizas y no luchaban en terreno abierto. Todas estas lecciones fueron
descriptas minuciosamente por Jenofonte en su obra y es probable que haya
influido mucho en el pensamiento militar de otros profesionales de la guerra,
incluido Filipo II de Macedonia y de su hijo Alejandro.

Mar Negro
Trapezus
Calcedonia
Sardes Ipsos

Tarso

Cunaxa
Mar Mediterráneo
Babilonia

Zab Mayor La Retirada de los Diez Mil


Ruta de los 401-400 a.C
mercenarios

La Campaña de Cunaxa y retirada de los mercenarios griegos. 401-400 a.C.

190
El pensamiento táctico griego

La guerra griega estuvo marcada siempre por dos principios predominantes que
marcaron un estilo de hacer la guerra: El primero, se basaba en el enfrentamiento
directo por la fuerza de la masa y el choque. Para ello se debían dar ciertas
condiciones, de lo contrario se corría peligro de que dicho principio no se pudiera
aplicar. Para poder hacer que la masa prevaleciera dando fuerza al choque, era
fundamental colocar las mejores tropas enfrentando a las mejores del enemigo. El
empuje fundamental de la falange buscaba quebrar la línea enemiga y para ello se
debía contar con las mejores tropas en el punto decisivo del encuentro, a su vez
se contrarrestaba el empuje enemigo, que también había apoyado sus mejores
hombres sobre el ala propia. Esto se puede referir de la siguiente manera: si el
enemigo coloca sus mejores tropas sobre el ala derecha, las mejores fuerzas
propias se deben colocar en el ala izquierda para de esa forma poder
contrarrestarla.

El segundo principio estaba relacionado con la profundidad de la falange. Este


principio se regía por el simple cálculo de que mayor masa era igual a mayor
fuerza de choque. Cuanto más fuerte era el choque, apoyado por la masa, mayor
probabilidades de romper la línea enemiga había. Este principio se vio claramente
en la batalla de Leuctra (371 a.C.) donde la mayor profundidad de la falange
tebana contuvo el choque de los espartanos.

Ahora bien, para que ambos principios se pudieran cumplir era necesario que el
enemigo combatiera de la misma manera; esto funcionó en el combate de
falanges hoplitas, pero no era lo mismo ante un enemigo que luchaba de manera
distinta. Los mercenarios lograron derrotar a la infantería pesada persa en
Cunaxa, pero luego durante la épica retirada debieron adaptarse a una nueva
forma de lucha que era la que les presentaban las distintas tribus hostiles a
medida que avanzaban. Es en estas situaciones donde se puede observar la
inutilidad del empleo de la falange, ya que no se podía vencer a un enemigo
esquivo y que luchaba con armas arrojadizas.

191
Los mercenarios como profesionales de la guerra que eran, comprendieron esto
rápidamente y se adaptaron ya que de lo contrario les iba la vida en ello. Como
ocurre en toda fuerza mercenaria para cobrar hay que sobrevivir. Es seguro que
ese lema básico de los mercenarios fue el que los llevó a progresar y a adaptarse
a nuevas innovaciones tácticas, pues era lo que les aseguraba la supervivencia en
el campo de batalla. Es en esto que se basaba su principio de evolución en el
campo de combate y lo van a demostrar ciertos capitanes mercenarios en la
llamada guerra de Corinto.

Ifícrates, Chabrias y la Guerra de Corinto154

La guerra de Corinto (395-387 a.C.) que enfrentó a Esparta contra Corinto,


Argos, Tebas y Atenas, demostró que la guerra de falanges había llegado a su fin.
Hubo dos grandes victorias espartanas durante la guerra, Nemea y Coronea, que
marcaron el zenit de la guerra hoplita de falanges; pero también fue el comienzo
del fin de la misma.

La guerra del Peloponeso había dado una cierta experiencia a los ejércitos
participantes, pero sobre todo había formado a militares que habían adquirido un
alto grado de profesionalismo, convirtiendo sus conocimientos en dinero y
empleándose de acuerdo a los mandatos, muchas veces de la propia polis, o
también de diversos empleadores. Durante la guerra de Corinto el dinero persa fue
el que inclinó muchas veces la balanza y de esta manera las poleis podían
financiar sus ejércitos especialmente de mercenarios.

Atenas poseía militares muy experimentados que habían operado como


mercenarios, uno de ellos era Ifícrates, que había demostrado una gran capacidad
para la conducción. Y fue precisamente una fuerza de tropas peltastas
mercenarias a órdenes suyas las que derrotó por completo a un batallón
espartano (Mora) en la batalla de Lequeo. A diferencia de lo ocurrido con la
derrota de la unidad espartana en Pilos y Esfacteria, donde las fuerzas atenienses
poseían una capacidad muy amplia en efectivos comparada a los espartanos, aquí
154
Las acciones de Ifícrates y sus hombres han sido tomadas de Jenofonte en sus Helénicas,
como también de Polieno y Frontino.

192
las fuerzas de Ifícrates eran similares y los derrotó utilizando tácticas de
aferramiento por el fuego de armas arrojadizas.

Ifícrates de Ramunte, llega a tierras griegas hacia el 393 a.C. al frente de un


contingente de cerca de 2000 hombres de elite, todos ellos profesionales con un
alto grado de preparación y con varias campañas a sus espaldas. Esta fuerza
griega estaba compuesta, no por campesinos-propietarios, sino por profesionales
de la guerra que habían hecho de la misma un modo de vida.

En 392 inician una serie de acciones de combate típicas de sus capacidades,


especialmente incursiones sobre posiciones enemigas y emboscadas sobre
fuerzas pesadas que se movilizaban de un lado a otro en el istmo de Corinto. Las
acciones de los hombres de Ifícrates en Sición, Fliunte y Arcadia no hicieron más
que aumentar la ya de por sí sobrada fama de profesionalismo de la fuerza
mercenaria. Su mayor gloria y tal vez la que los llevaría a alcanzar el punto
máximo de su fama fue el aniquilamiento de la Mora espartana en Lequeo.

La acción ocurrió cuando una fuerza espartana que escoltaba a ciudadanos de


Amiclas que formaban parte del ejército lacedemonio e iban hacía Sición, fueron
emboscados por una fuerza ateniense al mando de Calias e Ifícrates. La
oportunidad del asalto sobre los espartanos no fue desaprovechada por los
experimentados mercenarios. Por un lado el jefe ateniense Calias alineó a sus
hoplitas con el objetivo de aferrar a los espartanos, mientras las fuerzas de
Ifícrates los hostigaban contundentemente con armas arrojadizas buscando el lado
no cubierto por el hoplón.

El polemarco espartano decidido a capturar a los peltastas, ordenó una primera


carga a sus hoplitas, que recibieron una andanada de proyectiles que les causaron
varias bajas, no obstante eso nuevamente se ordenó una segunda carga, que tuvo
el mismo resultado. Al llegar un refuerzo de caballería lacedemonia, se procedió
nuevamente a cargar a las fuerzas mercenarias, pero el resultado también
concluyó con una gran cantidad de bajas en el lado espartano. Los hoplitas no
estaban en capacidad de perseguir a los infantes ligeros de Ifícrates, es mas

193
cuando quedaban aislados porque la línea se desordenada, eran presa fácil de los
hoplitas atenienses que alineados los esperaban. La caballería lacedemonia no
quería perseguir sola sino que lo hacía acompañada de los hoplitas espartanos,
por lo tanto su velocidad de movimiento quedaba restringida a la del hoplita. Esta
ventaja fue aprovechada por los experimentados hombres de Ifícrates que fueron
acorralando a la fuerza espartana. Desde Lequeo se enviaron fuerzas navales
para poder evacuar a los hombres que quedaban, pero estos en su
desesperación para no quedar aislados no lograron mantener una acción de
retaguardia efectiva y simplemente huyeron acosados ahora, no solo por los
peltastas, sino también por los hoplitas atenienses que perfectamente formados
comenzaron a avanzar convirtiendo la retirada en una huida desesperada. La
fuerza espartana fue aniquilada al completo, pero más allá de la acción bélica en
sí, lo interesante es la consecuencia que la misma trajo. Dejaba ver la
imposibilidad de maniobrar a una fuerza compuesta solo de hoplitas contra otras
mucho más móvil y flexible, en tanto que la combinación de fuerzas profesionales
altamente capacitadas y móviles con infantería pesada era una gran hermandad
que ya no podía escapar a una nueva forma de hacer la guerra.

Había quedado claro que una fuerza de hoplitas no podía operar por separado
de otras fuerzas, e incluso la caballería por si sola tampoco lo podía hacer si no
tenía a su lado fuerzas ligeras que la acompañaran. Numerosas acciones más van
a llevar a cabo los hombres de Ifícrates y en muchas ocasiones combinados con
infantería de hoplitas, algo que los mercenarios de Jenofonte ya habían hecho en
su campaña en Persia.

Por otro lado la guerra de Corinto, con una influencia cada vez mayor de Persia
ya que su dinero lograba financiar los costes de la misma, también llevó a fuerzas
mercenarias a combatir al Norte de África, en la campaña persa para recuperar
Egipto. Conocida como la campaña egipcio-chipriota y que no está desligada de
las acciones e influencias persas en la guerra de Corinto, se basó en el freno a las
ambiciones de Evágoras que quiso poner el gran Rey de Persia.

194
Las numerosas revueltas campesinas en el delta del Nilo, llevaron al rey persa
a utilizar dinastas para un mejor control del territorio, es aquí donde se relaciona la
campaña, ya que antes de poder controlar el territorio egipcio se debía controlar
Chipre donde cualquier acción militar estaba condenada de antemano si no se
establecía una base firme en dicha isla. En la isla había una polis helena bajo el
rey Evágoras cuyas ambiciones políticas contrastaban con las persas. Atenas
envió a una fuerza de experimentados soldados profesionales al mando de
Chabrias que desembarcó en Chipre con el objetivo de realizar acciones militares
y demostrando una vez más la conjunción entre infantes ligeros y pesados como
ya un elemento imprescindible para la lucha. La acción de Chabrias deja ver la
importancia de las fuerzas mercenarias para las acciones políticas externas de las
poleis, donde hay un cierto paralelismo con las fuerzas mercenarias actuales y la
tercerización de la guerra.

Chabrias desembarcó en Egina, en su camino a Chipre y que era una base


naval lacedemonia, en la primavera del 387 al frente de una fuerza profesional de
800 peltastas junto a una unidad de hoplitas atenienses bajo el mando de
Demeneto. La misión de estos era apoyar la rebelión de Evágoras contra Persia
en una nueva intervención política de Atenas en la guerra. La fuerza de hoplitas
incursionó cerca de Heracleo a modo de cebo, mientras los mercenarios de
Chabrias establecían una emboscada sobre un camino. Nuevamente esta
combinación de tropas ligeras y pesadas dio sus frutos pues lograron aniquilar a
una fuerza liderada por los espartanos.

Las acciones mercenarias las volveremos a ver en la campaña que los persas
lanzan contra Egipto en el 373, donde participa el mayor contingente de
mercenarios griegos hasta el momento. El ejército persa bajo el mando de
Farnabazo, cifrado en cerca de 100.000 hombres y transportado por unas 300
naves, debía remontar el Nilo en una operación anfibia tan grande como pocas
hubo en la época. Ifícrates comandaba a una fuerza de 20.000 mercenarios
griegos, todos ellos fuerzas especializadas en una combinación de infantería ligera
y pesada. Del otro lado, es decir por el lado egipcio, Chabrias había sido

195
contratado por el rey Ácoris con la misión de establecer un sistema de
entrenamiento para sus hombres y erigir las defensas en el delta del Nilo.

La fuerza persa remontó el delta del Nilo asolando las distintas guarniciones y
aldeas que encontraba, pero a medida que se internaba encontraba una mayor
resistencia entre las fuerzas egipcias que contaban con el asesoramiento de
Chabrias. Por su parte Ifícrates propuso al estratego persa una acción relámpago
para tomar Menfis, algo que fue desatendido por el persa. Cómo las acciones se
ralentizaban y la estrategia persa no iba con el pensamiento de Ifícrates, éste
decidió retirar su contingente sin el consentimiento de Farnabazo, dando por
finalizada la acción de su fuerza en la campaña.

La utilización de mercenarios por ambos lados nos da la pauta de la llamada


tercerización de la guerra y su relación con la política externa de la polis griega,
donde estos profesionales podían operar de acuerdo a sus intereses.

Conclusiones

Los conocimientos de los mercenarios fueron transmitidos a través de los


hombres que conformaban las fuerzas profesionales y que al interactuar con otras
fuerzas permitían su evolución. La única manera de que conocimientos militares
evolutivos pudieran desarrollarse fuera del ámbito del conservadurismo de la polis,
era con profesionales que se dedicaran por entero al arte de la guerra, que
hicieran de la misma una forma de vida y cuya adaptación a los distintos teatros
de operaciones les permitiera desenvolverse para poder sobrevivir.

La falange y el hoplita, el campesino-propietario-soldado, había demostrado sus


limitaciones durante el desarrollo de la Guerra del Peloponeso. Ya la guerra no se
desarrollaba en los tiempos limitados a la cosecha y la siembra que había regido
la guerra griega hasta ese momento. Ahora los tiempos eran otros y las guerras
posteriores necesitaban de tropas que se pudieran adaptar al prolongamiento de
las acciones bélicas, y que tarde o temprano deberían evolucionar hacía una
profesionalización de la misma, de lo contrario era muy difícil mantener un ejército
eficiente en el campo de batalla.

196
La guerra hoplita ritualizada y violenta nada podía hacer en los nuevos teatros
de operaciones. Las acciones de los mercenarios en la campaña de Ciro así lo
demostraron cuando debieron enfrentarse a tribus hostiles que luchaban desde
posiciones ventajosas y no entraban en combate cuerpo a cuerpo. La importancia
de la caballería y la infantería ligera iba a ser determinante cuando una fuerza
hoplita quisiera operar en ambientes fuera de los principios que regía a la
utilización de la falange. De la única manera que la misma podía evolucionar
estaba en manos de tropas profesionales, que eran los que combatían en los
diferentes teatros de operaciones y que adaptaban constantemente sus
procedimientos y su equipo en pos de su supervivencia.

Es así como llegamos a la utilización de fuerzas profesionalizadas y que


crearon una forma de guerrear eficiente y eficaz. Las fuerzas mercenarias de
Ifícrates y Chabrias demostraron la capacidad de adaptación de éstas a enemigos
disímiles y a ambientes complejos. Eran hombres que comprendieron
perfectamente el arte de la guerra y que lograron prevalecer en una profesión que
no perdona errores, pues los mismos se pagan con la vida.

Los mercenarios fueron el elemento fundamental para esa evolución, eran los
únicos que mantenían una estructura militar profesional y que se iría adaptando a
los distintos ambientes donde tuvieran que operar. Las fuerzas espartanas, que a
su vez eran el único ejército profesional en la Grecia continental, no pudieron
adaptarse a pesar de su profesionalismo de la misma manera que los hicieron los
mercenarios. Atados a costumbres militares que les habían dado la victoria en
campañas anteriores no pudieron ver que su forma de combatir estaba llegando a
su fin. Si bien contaban con tropas ligeras y caballería, su eje principal pasaba por
el hoplita y sus tradiciones y ethos militar aferrado a una cultura y a una sociedad
elitista no les permitiría ver que la guerra estaba cambiando.

Por el contrario, las fuerzas mercenarias que no se ataban a ningún


constreñimiento moral ni cultural, sino a la profesionalidad de sus acciones, les
permitió adecuar su equipo y sus tácticas de combate cuantas veces fuera
necesario. Es probable que la evolución de la infantería ificrática haya sido el

197
modelo para que Epaminondas primero, luego Pelopidas y después Filipo II de
Macedonia lograran cambiar para siempre la forma de guerra en Grecia. Fueron
los perros de la guerra, esos profesionales que sabían lo que hacían, los que
permitieron que la misma cambiara en una verdadera Revolución Militar.

198
Bibliografía

Fuentes primarias

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la Historia de la Guerra. Editorial Libros Pórtico. 2014

Artículos

Desperta Ferro. Mercenarios en el Mundo Antiguo. Edición Especial Nro IV. 2015

FORNIS, Cesar. Ifícrates y la Revolución Subhoplítica. Habis. 2004

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Revista de ideas y formas políticas de la Antigüedad Clásica 14. 2002

VIDAL, Jordi. Soldados Nubios en las Cartas de Amarna. Anuario Nro 27. Escuela
de Historia. Revista Digital Nro 6. 2015

200
El elefante, un arma en las guerras de la antigüedad

Lic Damián Yáñez


Universidad de la Defensa Nacional

En la Figura se puede observar que la moneda es de 1/4 de sekhel y fue


acuñada en Hispania a finales del siglo III a.C.

Los elefantes cargan contra sus adversarios con una fuerza irresistible. Ninguna
línea de soldados con los escudos trabados puede detenerlos. Son como
montañas que se mueven por el campo de batalla, y su ensordecedor trompeteo
causa pavor. ¿De qué sirven unos pies rápidos, unos músculos fuertes o unas
manos rápidas para enfrentarse a una torre móvil que lleva hombres armados?
¿De qué le sirve su corcel al jinete? Asustado ante el inmenso tamaño de la
bestia, el caballo huye despavorido.

Ambrosio.

Introducción

Durante las historia de la humanidad, colmada de conflictos violentos, se han


utilizado distintos animales en los combates para obtener algún tipo de ventaja;
caballos, perros, mulas, palomas, camellos, etc. Pero solo uno se podría catalogar
como un arma en sí mismo: al elefante. Su utilización en distintos conflictos de la

201
antigüedad, sobre todo en pueblos cercanos al Mediterráneo, influyó en el
resultado de las batallas a veces a favor y otras en contra de los que los utilizaban.

Es fácil imaginar el enorme efecto psicológico que producía la entrada en


escena de un grupo de elefantes arremetiendo contra hombres y caballos, sobre
todo si los que los combatían jamás habían visto uno. Plutarco, en su obra
Alejandro, indica que una de las razones que esgrimieron los soldados de
Alejandro para no continuar su avance en Hidáspes en el año 326 a.C. era la
creencia de que al otro lado, les esperaba un contingente de elefantes aún más
terribles que el del rey Poros.

Antecedentes

Los elefantes son animales originarios de zonas templadas del sur y sudeste de
Asia, Asia Occidental y África. Según se sabe ya eran conocidos por los humanos
desde épocas remotas como el Neolítico. Se conocen intentos de domesticarlos
en la cultura de Mohenjo Daro entre el III y II Milenio a.C. En Siria en el año 1470
a.C., Amenemhelt dice haber visto escapar a un elefante mientras acompañaba a
Tutmosis III.

El deseo de obtener marfil motivo cacerías a gran escala como las realizadas
por el mismo Tutmosis III y el rey asirio Tiglaht-Pileser I en zonas cercanas en la
tierra de Niy. A los reyes Salmansar II y Assurnasirpal II les entregaron elefantes y
marfil como tributo desde regiones de la actual Siria. Lo anteriormente
mencionado junto a la certeza de que en regiones de Siria ya se habían
domesticados a los paquidermo, ha llevado a varios estudiosos a hablar del
“elefante sirio” como especie en sí, pero no existen pruebas que lo diferencien de
los elefantes indios, siendo lo más probable que en esa época este último
extendiera su hábitat hasta aquella zona.

En el norte de África existieron hasta que Cartago cayó y se convirtió en una


provincia romana, y estos comenzaron su caza para obtener su marfil y para
usarlos en espectáculos públicos; ya en el II a.C. prácticamente se habían
extinguido.

En cuanto a su uso bélico, sabemos por Heródoto y Hannon, se utilizaron en el


Imperio Persa y en la India. El escritor y médico del s. V a.C. Ctesias de Cnido en
sus obras llamadas Pérsica e Indica (solo conocida en fragmentos) hace
referencia al uso de elefantes en las guerras. Relata el empleo de paquidermos
con éxito por Amoraius, rey de los Derbikes contra Ciro II, tendiéndole una
emboscada y derrotando a su caballería. Luego relata como la reina asiria
Semiramis al atacar India simula tener elefantes, hace maniquíes de elefantes
hechos con pieles de bueyes rellenos de pajas y tirados por camellos, para suplir

202
su carencia frente al rey indio Strabrobates que poseía una gran cantidad. La treta
no funcionó ya que algunos desertores le contaron al rey indio el plan y la reina
asiria fue derrotada.

Características

En primera instancia hay que destacar que los elefantes usados en los
combates, más allá de la especie, generalmente eran machos al ser estos de
mayor tamaño, más agresividad y a la vez poseían colmillos más grandes. Las
hembras podían ser utilizadas para el transporte o para atraer machos para
captúralos como veremos más adelante.

En la antigüedad se diferenciaban dos especies; el africano y el indio-asiático.


Las más importantes diferencias aluden a que el elefante africano tiene las orejas
de mayor tamaño y el lomo cóncavo, además de grandes colmillos; mientras que
el elefante indio-asiático tiene orejas y colmillos más pequeños y lomo convexo. La
narración de que elefantes africanos se negaron a combatir contra elefantes indios
en la Batalla de Rafia (221-205 a.C.) convenció a varios autores clásicos que el
elefante indio-asiático era de mayor tamaño. Hoy en día la diferencia en tamaños
favorece a la especia africana, con entre 3-4 metros de altura y un peso de 4-7
toneladas, frente a los entre 2-3,5 metros de altura y un peso entre 2-5 toneladas.
El hecho que pudo confundir a los autores clásicos se debe a que existen dos
subespecies de elefantes africanos; el de la sabana, que es el de mayor tamaño
de la tierra, y el elefante del bosque, mucho más pequeño.

El gran peso de los paquidermos les permitía transportar grandes pesos en sus
lomos en distancias cortas, y a la vez que en batalla podía levantar a un caballo
con su jinete. Debido a la enorme cantidad de alimento que consumía, la logística
que movilizaban era enorme por lo que lo normal era capturarlo alrededor de los
20 años, pueden llegar a vivir entre 70 y 80, por lo cual se ahorraban muchos años
de alimentos. La edad óptima para el combate era alrededor de los 40 años, ya
que eran adultos y más difícil de que se espantaran en combate, además ya
contaban con dos décadas de instrucción. Por supuesto que ante la necesidad y
urgencia estos años se alteraban.

Captura

Luego de la batalla de Gaugamela, Alejandro optó por incorporarlos en su


ejército y durante su campaña en Asia se fue nutriendo de ellos aunque no los
llego a utilizar efectivamente, pero el efecto psicológico de poseerlos infundía
bastante temor en sus enemigos. Luego de la muerte de Alejandro, los Diádocos

203
que se repartieron el reino y el poder, optaron por mantener a los paquidermos en
sus respectivos ejércitos.

Antiguamente se indicaban varios lugares de caza y captura como ser; la


meseta de Eritrea y en África, en la zona meridional de la actual Túnez. En el siglo
IV a.C. Aristóteles los situaba en la zona de los bosques a los pies del Atlas, en el
actual Marruecos, y en el Rif, lo mismo que más tarde anotaría Plinio el Viejo.
También se aprecia en el Periplo de Hannon (s VI-V a.C.) que se encontrarían en
las regiones costeras de lo que hoy es Marruecos. Esto da idea de las porciones
de tierras africanas que se conocían en la antigüedad ya que no dice nada de la
existencia de los paquidermos más allá del desierto de Sahara.

Existían dos sistemas de captura en Asia; en uno se elegía un lugar llano, y se


rodeaba de una profunda zanja de 10 metros de ancho y 7 de profundidad con
terraplenes, de forma que el acceso se hacía mediante un endeble puente
camuflado con tierra y hierba. En el interior se colocaban dos o tres hembras cuyo
olor atraía a los machos que una vez dentro del recinto, eran capturados al
levantarse el puente tras su paso. Si eran demasiados jóvenes, viejos o enfermos
se los dejaba marchar, pero de lo contrario se les privaba de agua y comida para
debilitarlos, y se le obligaba a luchar con elefantes domesticados introducidos en
el recinto; tras ser derrotados se les ataba las patas y se los transportaba. El otro
sistema consistía en que un conductor llevaba un elefante hembra domesticado,
cerca de una manada de machos para que la siguieran. Cuando esto sucedía los
dirigían hacia una emboscada donde eran enlazados. Este sistema era más
peligroso ya que se requerían más de 100 hombres para sostener la cuerda frente
a la fuerza de la bestia. El personal que se encargaba de su captura, solían estar
muy bien pagos con sueldos equivalentes a funcionarios administrativos.

Entrenamiento

Normalmente ante de domesticarlos se los debilitaba, haciéndoles pasar


hambre, sed o incluso peleando, para lograr montarlos y luego los clasificaban
según su uso; combate o animal de tiro. El destinado al combate debía demostrar
ciertas destrezas como: sortear pequeños muros o pozos, realizar giros rápidos,
pisotear un posible enemigo, integrarse en formaciones de batalla, soportar el
dolor y no asustarse ante fuertes sonidos. El conductor, o mahout, era un
personaje de gran importancia, por su habilidad para controlarlos y manejarlos en
batalla. Se colocaban en la cabeza del elefante, y lo guiaban mediante órdenes a
viva voz, con un largo palo provisto de gancho o tirando de las orejas del elefante.
Otros ejércitos como el griego o el egipcio incorporaban conductores indios, de allí

204
que se le decía indio a cualquier conductor de elefante. Estos se encargaban de
entrenarlos, alimentarlos y cuidarlos; por lo que formaban un gran vínculo con el
animal, habiendo ocasiones que si el conductor era herido el elefante abandonaba
la batalla para protegerlo o simplemente los defendían hasta perder la vida. Aun
así los elefantes seguían siendo animales impredecibles que a veces daban la
vuelta y atacaban a sus propias filas.

Principales combates

Gaugamela 331 a.C. En esta batalla Alejandro, en su conquista de Persia,


enfrentó al rey aqueménida Darío III, este último había traído de la India unos 15
elefantes. Darío hizo aplanar el terreno, aun siendo una llanura, para maximizar la
ventaja que le daban sus carros y los elefantes. Las fuerzas persas eran mucho
más numerosas que las macedónicas pero la principal ventaja se la daban la
caballería pesada, los carros y los elefantes. Pero Alejandro prepara una trampa
para los carros, más allá de los proyectiles que les lanzan, las falanges
macedónicas se abren bruscamente al recibir la carga de los carros, por lo que los
caballos, instintivamente, se lanzan hacia los lugares abiertos y allí en una especie
de ratonera sus jinetes son masacrados desde varias direcciones. En el caso de
los paquidermos logran chocar con la falange pero más allá del enorme efecto
psicológico son rechazados sin producir grandes daños. La batalla concluye con
una excepcional victoria de Alejandro, pero éste queda impresionado con los
elefantes de Darío, por lo que en el futuro los obtendrá y pasarán a engrosar sus
ejércitos.

Río Hidáspes, 326 a.C.; esta batalla se libró en las cercanías de dicho río, en la
segunda orilla desde la perspectiva de Alejandro, en ella los macedonios es
enfrentaron a las fuerzas del rey Poros. Los elefantes, del rey Poro, tuvieron una
influencia muy importante en esta batalla. Este último ante el avance de los
macedonios sale a cortarles el paso apostando sus fuerzas en la orilla del
mencionado río. Con sus fuerzas en una orilla y las del rey Poros en la opuesta,
eran los elefantes, que se estiman en doscientos, la gran preocupación de
Alejandro; llegando a decir a Cratero, que debía cruzar con la reserva por otro
lugar y según se sucedieran los acontecimientos, dijo lo siguiente: “Si ves que
Poros me persigue con solo una parte de sus tropas, dejando el resto de ellas y
los elefantes donde ahora están acampados, no te muevas tú de tu sitio. Y si ves
que Poros lanza contra mi todos sus elefantes, dejando en su campamento solo
unos pocos hombres, debes cruzar con toda celeridad, ya que son sólo los

205
elefantes los que pueden impedir el desembarco de la caballería y no el resto de
sus tropas”155.

Primer
Macedonios cruce

Zona de falso cruce


Cratero
Infantería
Infantería
Infantería Infantería

Ejército
de Poros

Cruce del Hidáspes por las


fuerzas de Alejandro
326 a.C.

Luego de varios intentos Alejandro logra cruzar con sus fuerzas


desencadenando el ataque de Poros; el primero modifica su habitual despliegue
de fuerzas para evitar que su caballería quede enfrentada con los elefantes por las
que las colocó en el flanco izquierdo. Una vez iniciados los combates, donde las
fuerzas indias empiezan a ser superadas, se produce la estampida de los
paquidermos contra la falange macedónica, que a pesar de estar muy compacta
sufre tremendas pérdidas. Aun así pudieron resistir hasta que las tropas de
Cratero logran cruzar el río y definen la batalla. Luego de vencer los macedonios
se apresuran a capturar los elefantes que aún quedaban en el campo de combate
para poder incorporarlos a sus fuerzas.

Como ya se ha mencionado, una de las razones que esgrimieron los soldados


de Alejandro para no continuar su marcha atravesando el Hidáspes era la creencia
de que les esperaba un contingente de elefantes aún más terrible que el del rey
Poros.

155
Arriano. Anábasis de Alejandro Magno, Libros IV-VIII (India). Ed Gredos. 1982. Pag.99

206
Alejandro y la
caballería de los
compañeros

Una fuerza de
caballería
macedónica rodea al
ala izquierda del
ejército Indio

Batalla del Río


Hidáspes
Coenus
326 a.C.

Heraclea y Auscullum a.C; cuando esta ciudad del sur de Italia, enemistada con
Roma, recurrió al Rey Pirro de Epiro para que comandase sus ejércitos contra
Roma, este llevó a la península 20 elefantes que fueron una desagradable
sorpresa para los romanos. Estos elefantes habían sido obtenidos por Pirro a
quien se los había entregado Ptolomeo II por lo que se deduce que provenían de
los bosques africanos, no hay certezas de que poseyeran torres encima para
lanzar armas arrojadizas. Los que sí es seguro es que se destinaba infantería
ligera para proteger a los paquidermos, sus patas y su vientre. Los soldados
romanos no estaban acostumbrados a verlos y menos los caballos; por lo que
estos últimos, en un principio, huían ante la carga de estas bestias. Solo la
infantería a un alto precio y juntando filas podía lograr mantenerse en frente a las
bestias de Pirro. En el primer choque entre la legión romana y la falange
macedónica luego de la embestida inicial quedaron en un punto muerto, sin
avanzar ni retroceder. Pirro recurrió a sus elefantes que mantenía en reserva y
estos cargaron contra la caballería romana que huyó despavorida. La caballería de
Pirro, al ver sus movimientos libres ya sin la presencia de la caballería enemiga,
ataca por un flanco a las legiones romanas y estas rompen filas y abandonan el
campo de batalla.

Como anécdota luego de la batalla, el que Pirro se sentía obligado a negociar


por las pérdidas que no podía reemplazar, el ex cónsul Gayo Fabricio es enviado a

207
Tarento a negociar con Pirro el rescate de los prisioneros. Este último intentó
sobornarlo para que el romano presionara en el senado a favor de la paz
ofreciéndole sumas cada vez más altas. Como no obtenía resultado, Pirro mandó
a traer un elefante, éste se acercó en silencio, para asustarlo. El animal levantó la
tropa junto a la oreja de Fabricio y soltó un barrito estruendoso. El romano, sin
inmutarse le dijo a Pirro: “Ni ayer me convenció tu oro, ni hoy tu elefante”156.

Decio

Ejército de
Ejército Pirro
Romano

Arqueros
Levino
Elefantes
Caballería

Batalla de Heraclea
280 a.C.

Al año siguiente, en 279, se libró la segunda gran batalla esta vez en


Auscullum. Pirro se adelanta y ocupa en la noche una posición ventajosa en la
segunda jornada de lucha que llevó a los romanos a combatir en el llano donde
estaban en desventaja. Una vez más la carga de los elefantes rompió las filas de
las legiones y se retiraron.

Batalla de Zama, 202 a.C; este enfrentamiento resolvió la Segunda Guerra


Púnica en favor de Roma. Esta vez los elefantes no fueron determinantes más
bien tuvieron un papel marginal, si bien Aníbal presentó en la batalla unos 80
elefantes, en tanto Escipión exhibió una disposición de sus fuerzas que limitó
enormemente su eficacia (esto será analizado en el apartado de contramedidas).
Además de la táctica de Escipión, el ruido provocado por la música, tambores,
cánticos y entrechocar de armas asustó a varios paquidermos que terminaron

156
Javier Negrete. Roma Victoriosa, pag 175.

208
cargando contra su propia tropa. Esto se debió a que muchos de los elefantes
apenas se habían adiestrado y domesticados por la urgencia de la situación.

En el marco de las guerras macedónicas los paquidermos volvieron a ver


acción, sorprendentemente esta vez, también, formando parte de las fuerzas
romanas. Quinto Flaminino dirigió elefantes de guerra contra Filipo, estos animales
seguramente fueron aportados por su nuevo aliado Cartago. En la batalla de
Cinocéfalos, Flaminino, usó los elefantes para abrirse paso ante una falange
macedónica que todavía no terminaba de desplegarse. Este movimiento causó
pavor entre los macedónicos y los legionarios pudieron aprovechar los huecos
abiertos por las bestias y desbaratar la formación enemiga.

En el año 194 en el marco de las luchas contra Antíoco el Grande, los


hermanos Escipión desplegaron unos dieciséis elefantes africanos en la batalla de
Magnesia, pero no pudieron emplearlos ya que en el ejército de Antíoco había
elefantes indios, estos más grandes y agresivos hubieran aterrado a los elefantes
romanos; seguramente los elefantes africanos hubieran causado más daño a los
romanos que a los macedonios. Concluida, exitosamente la campaña contra
Antíoco, Roma prohibió a su derrotado enemigo mantener una flota en el Egeo,
reclutar mercenarios en Grecia y adiestrar elefantes de guerra.

Como prueba del respeto o el temor que los romanos le tenían a los elefantes;
dentro de las demandas romanas hacia Cartago para firmar la paz se encontraba
aparte de las devoluciones de territorios de ultramar, diez mil talentos, la
destrucción de su flota, etc, roma exigió que Cartago renunciara a adiestrar más
elefantes de guerra.

Quedan fuera del análisis otras batallas en donde los elefantes participaron
como ser: Paraitace; (317 a.C.) la primer batalla en la que los dos ejércitos con
jefes europeos combatieron entre sí usando elefantes, Gabiene, Gaza, Ipso,
Baécula e Ilipa, etc. Solo se mencionaron aquellas batallas en las que los
paquidermos tuvieron una gran influencia o presentaron alguna particularidad de
relevancia.

Equipamiento

Existen dudas sobre el equipamiento que pudieron llegar a poseer los elefantes
en las guerras antiguas. Los autores clásicos solo ofrecen información
fragmentada y vaga en este sentido; Plutarco indica que iban cubiertos por
arneses púrpuras y llevaban torres en sus lomos. Polibio indica que llevaban torres
con guerreros portando largas lanzas, y Tito Livio que llevaban armaduras con
plumas en la cabeza y torres con cuatro hombres. Seguramente dichas torres
hubieran sido fabricadas en madera para reducir su peso y no en metal.

209
En la actualidad el empleo de torres se encuentra muy discutido, el tema del
peso es fundamental; en los elefantes del bosque existen serias dudas si estaban
en capacidad de llevar el peso de una torre más sus ocupantes y el armamento
que transportaban. Hay que tener en cuenta que en caso de ser afirmativo limitaría
enormemente la velocidad y la movilidad, además de cansar al animal
prematuramente. En el caso de los elefantes indio-asiáticos los estudiosos afirman
que no llevaban dichas torres.

Recurriendo a la arqueología y al arte las deducciones son contradictorias;


monedas acuñadas por cartagineses y romanos que representan elefantes nunca
aparecen con torres en sus lomos; en cambio en una representación, una placa,
de la batalla de Zama aparecen los elefantes con torres en su lomo sujetadas con
arneses por lo cual pudieron haber estado equipados con ellas. Además el
dramaturgo romano Plauto describe los elefantes de Aníbal utilizando un paño
rojo, y según Arriano en la batalla de Zama los elefantes estaban equipados para
causar terror, por lo que se creen que llevaban túnicas rojas de color sangre y/o
algún tipo de armadura o casco.

Fresco románico de la ermita de San Baudelio de Berlanga (actualmente en el Museo del Prado),
que representa un elefante de guerra.

210
Cota de placas para un elefante de guerra indio.

Movilidad.

Durante las campañas los elefantes acompañaron a los ejércitos a donde fue
necesario, realizando grandes proezas como “Sirio” el elefante de Aníbal, el único
que sobrevivió al cruce de Los Alpes. Su transporte terrestre no representaba
problemas, si bien es de suponer que debían ralentizar la marcha no obstante
tenían una movilidad aceptable que se iba degradando en cuanto el terreno se
compartimentaba, como en el caso de angostos desfiladeros o en los Alpes
mismos.

En cuanto a los cursos de agua tomaremos como ejemplo el cruce del Ródano
(200 metros de ancho) por parte de Aníbal y sus 37 bestias; el cruce resultó muy
complicado. Tuvieron que recurrir a botes y balsas que les vendieron las tribus que
vivían al oeste del río. Lo más difícil fue conseguir que los elefantes cruzaran las
corrientes. Para ello, tuvieron que engañarlos de una forma muy ingeniosa.
Armaron balsas grandes y muy sólidas para aguantar el peso de los paquidermos
y las ataron juntas a la orilla, construyendo una especie de puente que avanzaba
hacia el centro de la corriente. Después las recubrieron con tierra, de modo que
parecía un camino.

La comitiva la abrieron dos hembras, a las que les siguieron los machos hasta
el final del puente. Al llegar a las últimas balsas, los cartagineses cortaron las
amarras que las unían al resto de la pasarela y empezaron a remar hacia la otra
orilla. Aun así algunos elefantes se asustaron, empezaron a dar vueltas y
pisotones e hicieron zozobrar las almadias. Sus mahout se ahogaron pero ellos se
salvaron cruzando el río a nado y respirando en todo momento gracias a sus
trompas. Si bien la técnica para cruzarlos fracasó quedó en evidencia que un
curso de agua, medianamente razonable, no era impedimento para los elefantes.

211
En el caso del transporte naval, las embarcaciones típicas de guerra como las
penteras y los trirremes no parecen aptas para llevar dichos animales. Sus
dimensiones; entre 35-40 metros de eslora y 6 de manga más los 2 metros de
calado no las hacen aptas para el transporte, menos para semejantes bestias. Por
eso en las empresas que llevaron los monarcas ptolemaicos para trasladarlos por
el Mar Rojo, Pirro llevando elefantes desde Epiro a Italia y Aníbal a la península
Ibérica hacen pensar que se sirvieron de buques comerciales. Estos disponían
una mayor capacidad de carga y sus dimensiones; 20-30 metros de eslora con
una manga que solía ser la cuarta parte de la eslora los hacían los más aptos.

En el caso de los elefantes, se trata de animales muy susceptibles de perder el


control si sienten peligro o temor ante cualquier situación, y no suelen sentirse
bien si no están pisando tierra firme (aunque son excelentes nadadores si la
situación lo requiere), ya que el balanceo de la navegación afecta su equilibrio. Se
presume que para mantener el centro de gravedad de los barcos los elefantes
deberían viajar acostados en las bodegas, pero esto presentaba otro problema; ya
que estos animales no pueden estar más de dos horas pues su peso le produciría
problemas cardio-respiratorios. También es de suponer que eran sedados, para
evitar que se espantaran, y que debieran viajar atados para evitar todo tipo de
inconvenientes.

Contramedidas

Táctica: la más exitosa fue la utilizada por Escipión en Zama. Formó sus tropas
de tal manera que creó corredores humanos, si se tiene en cuenta la velocidad de
los elefantes no parece fácil. La disposición fue la siguiente: en vez de colocar los
manípulos escalonados como otras veces, los príncipes se plantaron justo detrás
de los astados: eso dejaba unos pasillos muchos más largos entre unidades, lo
suficiente para contener la acometida de los elefantes. Al final, aguardaban los
triarios con sus largas lanzas, como una muralla erizadas de pinches. Rodeados
de legionarios por ambos lados, los paquidermos recibieron una densa lluvia de
pila, y aunque causaron algunas bajas su ofensiva no dio los resultados buscados,
o al menos eso es lo que se piensa. Como mencionamos anteriormente a esta
táctica se le sumaron los ruidos que trajeron más confusión a las bestias.

Algo más básicas fueron las trampas en el suelo, ocultando agujeros erizados
de estacas, cadenas o bolas con púas de hierro, que causaban grandes dolores a
las patas de los elefantes.

Armas: generalmente se utilizaban las armas arrojadizas de la infantería ligera,


igualmente se llegaron a introducir armas específicamente diseñadas para

212
neutralizar a los paquidermos. En India se crearon flechas de hierro, llamada
naraca, que no se rompían e incluso podían llevar una carga incendiarias para
causar más daño.

Sabemos, por la Columna Trajana, que a principios del siglo II d.C. los romanos
también emplearon artefactos como el carro-balista, o balista montada sobre un
carro tirado por caballos o mulas, para facilitar su transporte durante la batalla.
Normalmente se colocaban tras las líneas de infantería, para protegerlas y poder,
desde allí, lanzar sus flechas de mayor calibre contra los elefantes.

También se crearon unidades especiales de combate contra elefantes de


guerra, el rey Macedonio Perseo (179-168 a.C) fue quien creó la primera llamada
elephantomachai. Sus integrantes recibieron un entrenamiento especial y estaban
bien esquipados, con cascos puntiagudos y escudos claveteados que debían
protegerles de las trompas de los elefantes y le permitían lanzarse debajo del
elefante y lastimarles sus pies.

Por último, se sabe que los romanos llegaron a utilizar, no se sabe en qué
oportunidad, cerdos prendidos fuegos para que sus gritos espantaran a los
animales. La efectividad de esta “arma” está muy cuestionada.

Conclusiones

La utilización de elefantes en las guerras por parte de los ejércitos de la


antigüedad como un arma fue algo importante y con resultados diversos. Cuando
los elefantes se enfrentaban a fuerzas que nunca antes los habían visto, los
paquidermos solían causar pánico, sobre todo en los caballos. No es difícil de
imaginar el miedo de estar viendo decenas de estas bestias enormes, con grandes
colmillos, haciendo un ruido infernal y montados por humanos que por lo menos
eran desconocidos en sus aspectos; arremetiendo contra formaciones de hombres
o incluso ver como levanta a un caballo con su jinete y lo lanza por el aire. En
cambio si se enfrentaban a tropas veteranas que ya habían combatido contra ellos
el resultado era diverso, generalmente negativo. Como sucede con todas las
armas, a lo largo del tiempo se fueron desarrollando contramedidas a veces en
forma de tácticas y otras en forma de armas.

Cazarlos e instruirlos demandaba mucho tiempo y dinero, por lo que


prácticamente eran un lujo en los ejércitos aún más si debían importarlos. Ni
siquiera sus mahouts podían asegurar el comportamiento de estas bestias y en
más de una ocasión dieron vuelta y atacaron sus propias fuerzas.

213
Las grandes mentes militares de la época antigua entendieron el valor de los
elefantes en el combate; Alejandro Magno sufrió sus ataques y le costó, junto a
otras razones, los amotinamientos de sus tropas que no querían enfrentarse de
nuevo con estas bestias. Pirro los llevó a la península itálica y causó grandes
daños a los romanos; Aníbal cruzo los Alpes con sus elefantes, sobreviviendo
solamente Sirio, el que fue todo un símbolo en sus campañas. Escipión, años
después maquinó tácticas para vencer a los elefantes de Cartago y luego de
vencerlos, como parte de las indemnizaciones de guerra, Roma exigió a Cartago
que deje de entrenar e incluir elefantes en sus ejércitos; ya en las batallas de
Cinocéfalos (197 a.C.) y Pidna (168 a.C.), los romanos ya poseían sus propios
elefantes.

En Asia muchos países y/o reinos utilizaron numerosos elefantes en reiteradas


oportunidades, pero se desconocen datos precisos. El imperio Maurya, por
ejemplo, en sus guerras contra el imperio Kalinga (262 a.C.) encontró en el campo
de batalla ejércitos con centenares de elefantes cada uno. Con el tiempo el uso
del elefante en el combate se fue diluyendo en el área mediterránea pero en el
sureste asiático su uso se potenció.

214
Bibliografía

ARRIANO. Anábasis de Alejandro Magno. Libros IV-VIII (India). Editorial Gredos,


1982

NEGRETE, Javier. Roma Victoriosa. Editorial El Ateneo. 2011

BLIN, Arnaud. Las batallas que cambiaron la historia. Editorial El Ateneo. 2016

Crl (R.) ROTTJER, Enrique I. Alejandro El Grande. Editorial Círculo Militar. 1955

LIDDELL HART, B. H. Escipión El Africano. Un hombre más grande que


Napoleón. Traducción del Grl Fasola Castaño. Editorial Círculo Militar. 1975

SANCHEZ SANZ, Arturo. Los elefantes de guerra en los ejércitos de la


antigüedad. 2011

GARAY, Gonzalo Loren. Los animales y la guerra. 2015

ROLLIE, Emilio F. El elefante: Un caso paradigmático en la historia del contacto


entre las culturas de la India, Grecia y Roma. 2006

215
Campañas romanas en Britania. Una Guerra Fallida en un
Ambiente de Insurgencia

Mg Esteban Darío Barral


Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires

Introducción

Julio Cesar en el año 55 a.C. y más precisamente el 26 de agosto 157, al mando


de una poderosa fuerza de combate compuesta por las Legiones VIIma y Xma;
unos 10.000 hombres transportados en 80 naves, cruzó el Canal de La Mancha
para realizar un ataque preventivo, a fin de destruir las bases del poder britano en
la isla ya que aparentemente apoyaba a la insurrección gala. Los romanos fueron
buscando una batalla decisiva que les permitiera obtener una rápida victoria, pero
el terreno fue un factor determinante en la operación: ―…este era muy distinto del
que estaban acostumbrados los romanos; cuando avanzaron hacia el norte y
oeste del territorio britano la región se volvía más montañosa, por lo tanto estos
aprovecharon su mayor conocimiento del terreno y ocuparon las alturas
construyendo fuertes en las mismas y dominaban los pasos estratégicos entre
estos, obligando a las fuerzas romanas a combatir en lugares estrechos y difíciles
de maniobrar.158

Los britanos realizaron un tipo de guerra que a los romanos no les era
favorable, y por el contrario los desgastaba evitando la confrontación directa.
Cesar debió replegarse nuevamente a la Galia para volver a invadir Britania al año
siguiente pero en términos muy diferentes y con fuerzas muy superiores.

Había buscado una victoria rápida llevando a Britania a sus legiones sin una
aparente planificación adecuada y sin un conocimiento profundo de los habitantes
de dicha isla, cuyas costumbres diferían enormemente de la de los romanos. El

157
Cesar, Julio. La Guerra de las Galias. Edit Losada. 2003. Libro IV, Pag 125. Si bien la fecha es
aceptada por gran parte de los historiadores modernos, algunos difieren en cuanto al día de
ejecución de la misma.
158
Tácticas romanas de batalla. Artículo extraído de la página web: www.romans-in-britain.org.uk

216
ejército romano buscó imponerse en el campo de batalla, intentando causar el
mayor daño al otro a fin de ocasionarle una derrota decisiva que concluya
rápidamente con la campaña. Esto es así en toda guerra donde ambos oponentes
luchan con las mismas reglas de juego, pero los britanos luchaban por su
supervivencia. Esta incomprensión de la caracterización del ambiente en que sus
hombres deberían combatir, resultó en un grave fallo militar que por poco no
alcanzó ribetes muchos más dramáticos.

Los romanos llamaban rebellio a lo que actualmente se conoce como


insurgencia159, y ese era el ambiente que Cesar enfrentaría en Bretaña.
Posiblemente la campaña fuera mal planificada para operar en un territorio tan
desconocido como sus habitantes, dejando entrever un cierto aire de
improvisación que no escapaba a los estándares militares de la época. Pues la
información con la que se contaba en la antigüedad era muy exigua, no había
servicios de inteligencia y la planificación militar era muy rudimentaria. Cuando se
realizaba una operación militar que salía de los cánones conocidos, normalmente
la misma se convertía en una campaña fallida.

La campaña de cesar daría comienzo a una serie de operaciones militares


emprendidas por Roma para intentar conquistar la isla. El límite de la mayor
expansión romana quedaría marcado para siempre con el famoso Muro de
Adriano, demostrando que la fuerza militar por sí sola no puede contener a
voluntades que niegan la subordinación a un orden distinto, y máxime si el mismo
se intenta imponer a la fuerza.

26 de agosto del año 55 a.C.160

En las cercanías de la actual Deal, en Britania, en horas de la mañana, una


niebla espesa cubría la costa cuando de pronto aparecieron las primeras naves de
transporte romanas. A bordo de las mismas, los hombres de la 10ma Legión que
formaban parte de la primera fuerza de asalto se aprestaban para desembarcar;
para ello utilizarían un puente especialmente preparado y adaptado en las naves
159
Insurgencia proviene del latín insur gere, que significa levantarse hacia dentro.
160
La Guerra de las Galias. Julio Cesar. Edit Losada. Edic 2004. Libro IV, Pag 125

217
de transporte, que le permitiría a los legionarios descender de las mismas y estar
listos para entablar combate ni bien pisaran tierra firme.

El ejército britano, se había desplegado por los posibles lugares de desembarco


y ni bien avistaron a las fuerzas enemigas se apresuraron a ocupar las alturas que
rodean a la playa, para desde allí comenzar a hostigar a las naves con todo tipo
de proyectiles. Cesar, que en ese momento advierte el peligro desde su nave
insignia, decide anclar lejos del alcance del enemigo y esperar a reagrupar a toda
la fuerza de desembarco, unas 80 naves con 10.000 hombres pertenecientes a las
Legiones VIIma y Xma161. Llamó a sus oficiales e impartió una serie de órdenes de
las cuales poco se sabe, ya que él mismo no las explicita en su totalidad en su
obra La Guerra de las Galias, pero si se puede deducir que las mismas estaban
orientadas al reagrupamiento de las tropas y las prioridades para el desembarco
de las mismas, tal vez esperando sorprender al ejército enemigo; lo cierto es que
según su testimonio “al presentarse simultáneamente oleaje y vientos favorables,
dio la señal; tras levantar anclas avanzó cerca de siete millas y estableció las
naves en una costa abierta y llana‖162.

Los britanos, adivinando las intenciones de la fuerza romana, tras enviar


delante las unidades de caballería y de carros163, comenzaron a marchar con la
infantería sin perder de vista a la fuerza de desembarco y tratando de impedir que
estas hicieran pie en tierra. Esta acción de los britanos comenzó a causar
dificultad, ya que las naves, debido a su tamaño, no podían operar en aguas bajas
y los soldados de la fuerza de asalto estaban demasiado cargados con su equipo;
debían a la vez saltar de las naves, mantenerse de pie entre las olas y pelear con
los enemigos mientras ellos, desde tierra firme, con amplia libertad de
movimientos, en terreno conocido y preparado, arrojaban gran cantidad de

161
Ibidem. Pag 139
162
Ibidem. Pag 140
163
Julio Cesar. Op Cit Pag 140. esta era la forma de combatir de los britános, siempre enviaban
delante a la caballería y a los carros de combates o essedari, que proviene de la palabra esseda,
un tipo de carro ligero que era tirado por una pareja de caballos y conducidos por dos hombres
“essedari”, de los cuales uno combatía y el otro conducía.

218
proyectiles sobre los romanos.164 Por esto, las tropas de desembarco,
atemorizados y sin experiencia alguna en este tipo de combate no actuaban con el
mismo entusiasmo con que lo hacían siempre.165

Cesar sin saberlo, había cometido un grave error al haber realizado una
maniobra tan larga para el desembarco. En primer lugar no había hecho preceder
su ataque con fuerzas que aseguraran la playa y en segundo lugar a la vista del
enemigo maniobró con sus fuerzas embarcadas dándole tiempo a éste que se
preparara para rechazar el desembarco. Sin saberlo y como harían otros
comandantes en otras guerras, había cedido la iniciativa al enemigo. La libertad de
acción ahora era de los britanos. Cuando Cesar advierte su error y ve al enemigo
desplegado, ordenó a las naves de guerra, cuya forma era inusitada para los
britanos y a la vez eran más maniobrables, fueran alejadas de las naves de carga
y que fueran impulsadas velozmente con los remos y se colocaran frente al ala
derecha del enemigo,166 y que desde las mismas comenzaran a arrojar proyectiles
contra este sector del ejército britano. El mismo estaba formado, aparentemente,
en una línea paralela a la costa con los carros y la caballería desplegada delante
de la infantería. Cesar, con esta acción, trataba de establecer desde las naves lo
que hoy se conoce como base de fuego, intentando aferrar al enemigo y permitir el
desembarco de las unidades de asalto. De esta forma, consigue obligar a los
britanos a quedar fuera del alcance de los proyectiles de los barcos, dando tiempo
y un mínimo de espacio a sus tropas para establecer una cabeza de playa. Sin
embargo, los legionarios de la Décima, que encabezaban el desembarco,
comenzaron a dudar por la profundidad de las aguas, pero siguiendo siempre el
relato de Cesar, el aquilifer de esta Legión, arengó a sus compañeros y saltó al
agua llevando el águila hacia el enemigo 167(*). Entonces, el resto de los soldados
lo siguieron y saltando de las naves comenzaron a marchar contra el enemigo.

164
Ibidem. Pag 141
165
Ibidem. Pag 141
166
Ibidem. Pag 141.
167
Ibidem. Pag 141 El águila era la insignia de la legión y al hombre designado para llevarla se los
llamaba aquilifer. Según Cesar en su relato el aquilifero gritó a sus compañeros “¡Compañeros,
saltad a no ser que queráis que el águila sirva al enemigo! ¡Yo por lo menos habré cumplido con mi
deber por mí república y mí general!

219
Una vez que los vieron desde las naves cercanas, comenzaron a imitarlos
inmediatamente.168

La fuerza de asalto, logró a duras penas establecer un pequeño perímetro de


seguridad y muy poco parecido a lo que nuestros manuales llamarían una cabeza
de playa, desorganizado pero lo suficientemente fuerte como para hacer frente el
enemigo. Se peleó encarnizadamente por ambos bandos. Los romanos, sin
embargo, como no podían conservar las líneas, ni mantenerse en pie con firmeza,
ni seguir a los estandartes de los manípulos, y cualquiera de cualquier nave se
unía al grupo de estandartes con que se topaban,169 hacían que la cabeza de
playa podía quebrarse de un momento al otro. Los enemigos, por su parte, en
vados conocidos por completo por ellos, cada vez que desde la costa veían
desembarcar soldados aislados, grupos de caballería los aislaban y atacaban, 170
mientras desde las alas disparaban grandes cantidades de proyectiles a los
soldados agrupados. Cuando Cesar observó esto, ordenó llenar los botes de
reconocimiento con tropas, estableciendo así una especie de reserva móvil, y
donde veía grupos en apuros les enviaba refuerzos.171 De esta forma la Legión
Décima, logró afianzarse en tierra firme, formar, no sin grandes dificultades, y
comenzar a presionar a la infantería enemiga hacia el interior de la costa. Los
britanos, viendo que las fuerzas romanas habían logrado desembarcar a pesar del
gran número de bajas que les ocasionaron, deciden retirarse. Los romanos, que
en ese momento no contaban con tropas de caballería, todavía estaban en
puerto172, no pueden emprender una persecución, además del desconocimiento
del terreno y del enemigo.

De esta forma, Cesar, logró establecer una cabeza de playa, que permitió al
resto de la fuerza desembarcar y consolidar sus posiciones. El desembarco tuvo
lugar en la costa de Deal en una zona cerca de Bigberry, donde los britanos tenían

168
Ibidem. Pag 142
169
Ibidem. Pag 142. La fragilidad de la cabeza de playa es una deducción, puesto que Cesar no
reconoce tales momentos en la batalla.
170
Ibidem. Pag 142.
171
Ibidem. Pag 142.
172
En realidad, las naves que transportaban a la caballería, no habían podido mantener el rumbo y
no habían podido llegar a la isla. Julio Cesar, Op Cit. Libro IV pag 142.

220
una buena base fortificada. Posteriormente las tropas romanas comenzaron a
fortificarse en un típico campamento romano y como era costumbre de las
Legiones en combate. Los britanos, inteligentemente, decidieron ganar tiempo y a
la vez estudiaban al enemigo que había desembarcado. Para ello, enviaron
embajadores a Cesar para tratar la paz; prometieron que darían rehenes y harían
lo que se les ordenara. Entre estos embajadores estaba Comio, quien había sido
enviado antes a Britania.173 A éste, los britanos lo habían apresado y encadenado
cuando después de desembarcar intentaba transmitir los encargos de Cesar. Se
acordó una tregua donde Cesar exigió rehenes y comenzó a reunirse con los
caudillos de varias tribus que venían a rendirse al romano.

Ratificada así la paz, cuatro días después de la llegada a Britania, las dieciocho
naves que transportaban a la Caballería, unos 500 hombres, soltaron amarras del
puerto del norte con viento suave, pero antes de llegar a la costa, se levantó un
temporal que ninguna pudo mantener el curso, y unas eran llevadas al lugar de
donde habían venido y otras eran arrojadas peligrosamente a la parte sur de la
isla. Posteriormente, fueron forzadas a seguir hasta alta mar en una noche
desfavorable e intentaron llegar al continente.174 En la noche del 30 al 31 de
agosto, el temporal afectó a las naves de carga que estaban ancladas,
destruyendo gran parte de la flota. Esto fue un gran golpe para los soldados que
estaban acampados en la costa, ya que las naves destruidas eran las mismas que
debían llevarlos de regreso. En efecto, no había otras naves con las cuales
transportarse de regreso y faltaba todo lo necesario para reparar las naves, y
como a todos les había resultado evidente que era mejor pasar el invierno en las
Galias, no se habían aprovisionado como corresponde para una campaña
invernal.175

Al enterarse de las falencias logísticas, los jefes britanos vieron que a los
romanos les faltaba caballería, naves y trigo, infirieron que el número de soldados

173
Ibidem. Pag 143.
174
Ibidem. Pag 143. Lo sucedido a las naves, da una idea de lo improvisada que fue esta
campaña, donde desde el apresto de los hombres y material, hasta los conocimientos previos de la
zona, fueron hechos prácticamente a la ligera.
175
Ibidem. Pag 144.

221
era exiguo, teniendo en cuenta el tamaño del campo atrincherado de los romanos
y consideraron que los mejor era realizar una rebelión, cortar el suministro de trigo
y los aprovisionamientos y alargar la acción hasta el invierno, porque confiaban en
que, superados los romanos o privados de la posibilidad de regreso, ya nadie
cruzaría después a Britania para hacer la guerra.176 Habían observado bien, y
obrado en consecuencia. Cedieron terreno en un principio al enemigo, pero ahora
era tiempo de recuperar la iniciativa, reunieron a sus tropas y se prepararon para
luchar una vez más.

Cesar, que si bien no conocía los planes de los britanos, debió suponerlos
como viejo soldado experimentado que era, tomó una serie de medidas para evitar
el aniquilamiento de sus fuerzas. Con la madera de las naves destruidas, reparó
otras y así logró recuperar gran parte de la flota, con doce naves perdidas, pudo
hacer que el resto estuviera en condiciones de navegar.177 Mientras realizaba
reparaciones a las naves, la Décima Legión permanecía en el campamento y la
Séptima había sido enviada a buscar trigo, y sin que hubiera surgido sospecha de
guerra, cuando una parte de los hombres todavía estaba en los campos y la otra
iba y venía del campamento, los que estaban de guardia ante las puertas de éste,
dieron la novedad a Cesar que se veía una polvareda mayor de los acostumbrada,
en la zona hacia donde había marchado la Legión. Cesar se dio cuenta de lo que
sucedía, e inmediatamente hizo avanzar con él a las cuatro Cohortes
estacionadas en las puertas del campamento, ordenó que otras dos se
estacionaran en las mismas y el resto de las tropas se equipara y lo siguiera en
seguida.178

176
Ibidem. Pag 144.
177
Ibidem. Pag 145.
178
Ibidem. Pag 145.

222
Trinovantes
Catuvellauno

Atrebates

Desembarco
de las fuerzas
de Cesar

Campaña de Cesar en Britania


55 a.C.

Después de alejarse un poco del campamento, advierte que los suyos son
hostigados por los enemigos y a duras penas resisten y que, como la Legión
estaba en formación cerrada, le caían proyectiles de todas partes. Pues, como de
todo el trigo de esa zona sólo quedaba una parte sin cortar, los britanos calcularon
que la fuerza romana iría hacia allí, y durante la noche se escondieron en los
bosques cercanos. Así, atacaron a la Séptima Legión, donde numerosos hombres
habían dejado las armas y estaban alejados unos de otros ocupados en la

223
recolección; tras matar a varios, hostigaban a los demás, en formación cerrada, y
al mismo tiempo los rodeaban con la caballería y los carros de combate.179

“La manera de combatir desde los carros es la siguiente: rodean a una fuerza
de un lado a otro y arrojan proyectiles; la mayoría de las veces sólo con el miedo
que dan sus caballos y el estrépito de las ruedas ya desorganizan las líneas
enemigas; después de penetrar entre los escuadrones de caballería, saltan de los
carros y combaten a pie. Entretanto, los aurigas se alejan un poco del combate y
colocan los carros de tal modo que, si aquellos son sobrepasados por el enemigo,
tienen una retirada libre hacia propias posiciones. De esta forma tienen una
caballería móvil y una infantería firme, y con práctica cotidiana y ejercitación logran
en un terreno con declive, incluso pronunciado, mantener el control sobre sus
caballos a todo galope, aplacarlos por unos momentos y hacerlos cambiar de
dirección, logran correr sobre el timón, mantenerse en pie sobre el yugo y después
volver en un instante al carro‖180. Los romanos, se encontraban en unos primeros
momentos desorganizados y confundidos por la forma en que combatían los
britanos. Pero Cesar llegó a tiempo con los refuerzos, dando oportunidad a la
legión aferrada de organizarse para el combate nuevamente. Los britanos viendo
que las Legiones formaban, se retiraron del campo hacia los bosques. Cesar
condujo a sus tropas al campamento.181 Pasaron varios días durante los cuales las
tormentas retuvieron a los romanos dentro del campo atrincherado e impidieron al
enemigo a presentar batalla.182 Entretanto la rebelión comenzó a extenderse por
toda la isla, varias tribus se unieron para combatir a los romanos y expulsarlos de
sus tierras. Cesar dispuso a sus tropas a la batalla, ya que el campamento era
constantemente asediado por los britanos, formó las legiones delante de éste y
lanzó una operación punitiva sobre las aldeas enemigas. En una típica operación
de búsqueda y destrucción, incendiando las granjas y campos de los britanos,
arrasó con gran parte del territorio. Pero el enemigo le negaba la batalla y solo se
dedicaba a hostigar a las pequeñas partidas de suministro, por lo tanto Cesar dio

179
Ibidem. Pag 145.
180
Ibidem. Pag 146.
181
Ibidem. Pag 146.
182
Ibidem. Pag 147.

224
por concluida la operación y se replegó al campamento. Siguiendo la narración de
Cesar en sus Comentarios de la Guerra de la Galia, dice que los britanos le
ofrecieron la paz y pagar una indemnización de guerra. Esto es poco probable, ya
que el ejército britano no estaba derrotado, es más, estaba intacto, y la situación
de los romanos era mucho más complicada de lo que Cesar hace parecer.
Posteriormente, las legiones abandonaron el campamento y en orden comenzaron
a embarcarse rumbo a la Galia. Días después la operación se dio por concluida y
el ejército de Cesar regresó al territorio de los morinos de donde había partido.

Julio Cesar. Estatua de Cesar realizada por Nicolás Coustou. Siglo XVII. Museo
del Louvre París.

Esta operación puede ser considerada como un fracaso o correctamente como


una operación fallida, si bien nunca estuvieron claros cuales fueron los motivos
para su inicio, donde su planeamiento y ejecución fueron deficientes en todo
momento. Cesar cometió numerosos errores y que sus hombres debieron pagar

225
caro. No se tiene cifras de las bajas sufridas por ambos contendientes, pero es
probable que los romanos tuvieran unas 1000 bajas y un poco más elevadas las
de los britanos. Estos últimos plantearon una guerra inteligente, donde en ningún
momento fueron a la batalla si esta no les era favorable, y cada vez que lo
hicieron, fue en sus condiciones y no en las de los romanos. Los problemas
logísticos de la expedición y la falta de previsión de Cesar, hacen pensar en una
subestimación del enemigo, donde la confianza en la mejor preparación y
equipamiento hacían inclinar la balanza de parte de los romanos.

Cesar, había lanzado la campaña militar basada en lo que hoy llamaríamos


doctrina de ataque preventivo, cuya causa para su inicio se relacionaba
aparentemente con que los britanos prestaban apoyo a los ejércitos galos. Esto
nunca estuvo comprobado, y al iniciar la expedición de castigo, es probable que
Cesar pensara que se enfrentaría a un ejército que combatiría con un sistema
táctico al que los romanos estaban acostumbrados a enfrentar o similar al que
usaban las tribus galas. La falta de información previa sobre el enemigo, el terreno
y las capacidades de estos, hicieron fracasar la operación.

El terreno fue uno de los factores determinantes en la operación, como también


los procedimientos utilizados por los rebeldes britanos que negaron la batalla y
aprovecharon su debilidad para el combate directo con acciones de guerrilla.

El hecho más marcado y plausible de que la operación fue un fracaso, esta


dado en que un año más tarde Cesar volverá a lanzar una nueva expedición, pero
en términos muy distintos y con fuerzas muy superiores.

La Conquista romana de Britania

El porqué Cesar invadió Britania ha sido una pregunta que ha motivado


numerosas especulaciones, especialmente y tal como hemos visto su campaña
distaba de ser algo preparado y planificado meticulosamente. Probablemente, la
razón haya que buscarla en que hasta ese momento nadie había intentado una
operación de ese tipo al otro lado del canal y en unas islas tan misteriosas como
indómitas. Sabemos que la guerra trae fama y hace ricos a quienes saben

226
aprovecharse de la misma, y Cesar no era precisamente de los que se quedaban
con los brazos cruzados dejando pasar la oportunidad. Britania estaba allí y que
mejor que él para conquistarla. La excusa esgrimida de que ayudaban a las tribus
galas tiene algo de certeza ya que había estrechos lazos comerciales entre estos
y los britanos, pero en el mejor caso y a pesar de ser un fracaso, fue un gran golpe
psicológico positivo en la carrera política de Cesar, pues la reputación generada
en la campaña no hizo más que cosecharle réditos políticos.183

En el año 54 a.C cesar regresó, esta vez y de acuerdo a las fuerzas que
movilizó, lo hacía en una campaña mucho mejor preparada y con objetivos
militares más concretos, posiblemente para establecer bases militares y crear una
nueva provincia. Para ello preparó una fuerza de invasión consistente en cinco
legiones, unos 20.000 hombres, y una fuerza de 2000 jinetes, esta última una
fuerza apreciada especialmente para perseguir a los britanos que rehuían el
combate.

Las fuerzas de invasión lograron conformar cabezas de playa, esta vez sin
oposición, probablemente en la costa oriental de Kent cerca de Sandwich.
Inmediatamente se dirigieron a la aldea fortaleza de Bigbury que estaba ocupada
por una de las tribus de la zona, los cantíacos, a quienes derrotaron con facilidad
y aniquilaron. Pero el problema se presentaría cuando las fuerzas romanas
intentaran dominar la región al norte del Támesis que estaba ocupada por los
Catuvellaunos, cuyo líder Casivelauno demostró ser uno de los principales
opositores de Cesar.

Los romanos contaban para poder combatir a los catuvellaunos con aliados
locales que se habían sometido a Roma por conveniencia y fueron estos quienes
guiaron a las fuerzas romanas en una movimiento de pinzas sobre el territorio de
los trinonvantes, al noreste del Támesis.184 Sin embargo, los ataques constantes

183
Suetonio da otro motivo distinto de porqué Cesar decide invadir Bretaña y es que según éste,
había llegado a oídos de Cesar que en la isla había grandes cantidades de perlas y que era factible
hacerse con grandes cargamentos con mínimos problemas. Suetonio. Vida de los Doce Cesares.
Editorial Gredos. 2010. Pag 64
184
Cesar. Op Cit. Pag 157

227
sobre la retaguardia romana en su base de Kent, obró como una maniobra de
acción indirecta y obligó a los romanos a una rápida retirada.

Esta segunda campaña, y de la misma manera que la primera, terminó en una


situación por demás engorrosa para Cesar y con un nuevo fracaso, hablando en
términos militares, no así políticos. Algunos historiadores no están de acuerdo con
esta postura y se definen por una salida más elegante de Cesar, considerando
que el mismo tenía otros planes en mente como la conquista de la Galia y que en
realidad nunca tuvo planificado conquistar Britania. No hay registros documentales
de que esto sea así, cómo tampoco hay registros de que haya planificado una
invasión para la conquista efectiva de la isla, solo podemos hacer conclusiones
aproximadas a lo que creemos pueda haber sucedido.

Trinovantes
Catuvellauno

Río Támesis

Atrebates

Segunda Campaña de Cesar en Bretaña


54 a.C.

228
A pesar de las campañas fallidas de Cesar siempre quedó en los romanos el
antecedente de considerar a Britania como una potencial provincia en tiempos
posteriores, pues aún continuaba siendo una isla plagada de misterios y habitada
por personajes de los que se conocía muy poco. Si de algo sirvieron las
operaciones de Cesar en el aspecto militar, fue sin dudas la información que éste
recopiló sobre los ejércitos tribales britanos, y especialmente sobre sus
procedimientos tácticos que tanto habían costado a los romanos.

Habrá que esperar casi un siglo después a que los romanos inicien una
campaña de conquista en Britania. En ese período se habían estrechado lazos
comerciales con algunas tribus britanas a quienes les convenía más comerciar con
Roma que enfrentarse a ella militarmente, especialmente cuando no había
razones para hacerlo. Varios señores de la guerra locales de tribus que ocupaban
territorios específicamente al sur y noroeste del Támesis, se habían convertido en
aliados de los romanos y luchaban contra los catuvellaunos, que habían
emprendido una serie de guerras tribales y conquistado y ampliado su área de
influencia haciéndose cada vez más poderosos.

La organización tribal de los catuvellaunos hacía que entre sus líderes se


produjeran enfrentamientos internos, fundamentalmente cuando uno de ellos era
pro-romano y el resto de los líderes no. Arminio, uno de los señores de la guerra
locales, y líder de la región de Kent que se había beneficiado enormemente
comerciando con Roma, decidió retomar el control de los catuvellaunos y sacar a
sus dos hermanos de su camino al poder. Para ello solicitó ayuda a los romanos
quien en ese momento estaban bajo el imperium de Calígula. Éste no se habría
mostrado muy a favor de enviar una expedición a la isla y la misma se malogró.
Con su muerte acaecida en el 41 d.C. quedó Roma bajo el mandato de Claudio
quien nuevamente recibió un pedido de ayuda de los britanos para resolver
problemas locales. Es sabido que cuando se solicita a una fuerza externa que
resuelva los problemas internos, probablemente esta acción termine en un nuevo
intento de conquista y eso fue realmente lo que sucedió.

229
Al emperador Claudio los acontecimientos políticos que lo llevaron al poder lo
sorprendieron tanto como seguramente a muchos en la época, no tenía
antecedentes militares de ningún tipo y tampoco había sido previsto que
gobernara, es por ello que probablemente haya visto en Britania la oportunidad
para alcanzar la gloria que le había sido esquiva a lo largo de su vida. Y aquí
vemos nuevamente como la guerra se convierte en un elemento estructurante de
la política romana al servicio individual de quien ostenta el poder, como
anteriormente lo había sido para quienes intentaban llegar al mismo.

Para que la gloria sea imperecedera la campaña militar debía ser


cuidadosamente planeada, y es así que en el 43 d.C. una fuerza de unos 40.000
hombres de los cuales al menos 5.000 jinetes y transportados en más de 1000
barcos de transporte y guerra cruzaron el canal. Esta poderosa organización de
combate estaba bajo el mando de Aulo Plaucio, quien había sido designado por el
emperador Claudio para comandar la operación. Plaucio comandaría cuatro
legiones: la IXna Hispana que estaba acampada en Panonia, la XXma Valeria y la
XIVta Gemina, ambas estacionadas en la frontera Norte del Rin. La última
movilizada era la IIda Augusta que estaba acuartelada en la zona del bajo Rin.
Probablemente estas legiones, y tal como sucede a menudo en los ejércitos
actuales, no contaran con la totalidad de sus efectivos designados y por lo tanto se
hayan sacado fuerzas de otras legiones. A estos hombres se sumaban las fuerzas
aliadas auxiliares, de infantería y caballería dando el total de hombres que
mencionamos arriba.

Los britanos no podían oponerse a los romanos en campo abierto, ello hubiera
sido un suicidio, por lo tanto sólo le quedaban dos opciones: o los contenían en
sus fortalezas, aldeas fortificadas o puntos fuertes, o se desplegaban en pequeñas
unidades guerrilleras para hostigar y desgastar al invasor. La mayor esperanza en
la estrategia britana estaba en aprovechar la geografía como un elemento
determinante de las operaciones militares, pues el desconocimiento del terreno
por parte del enemigo y sus tácticas de combate en orden cerrado en campo

230
abierto, eran un impedimento para el compartimentado terreno montañoso y de
bosques, con ríos, arroyos y pantanos que hacían difícil el tránsito de las tropas.

Toda guerra lleva implícitos sacrificios y especialmente en un ambiente de


insurgencia. Los britanos si querían triunfar con una larga maniobra de desgaste,
tenían que pagar el precio. El mismo estaba sujeto a la destrucción de los
principales centros políticos de las tribus, a la pérdida de cosechas y al
desplazamiento forzado de gran parte de su población hacia lugares donde los
romanos no pudieran penetrar. Esto muchas veces puede significar un problema,
pues no todos están dispuestos a pagar el costo y el sacrificio de una guerra de
este tipo, especialmente cuando los grupos tribales no estaban muy unidos entre
sí. Esa falta de unidad era el principal punto en contra que tenían los rebeldes
britanos, algo que iba a ser explotado por los romanos sin duda alguna.

La fuerza romana desembarcó en el 43 d.C. en las cercanías de Richborough,


al Norte de Kent y cerca de la Isla de Thanet. No tuvieron oposición en el
desembarco ni tampoco en su marcha hacía dentro del territorio. Los britanos
habían optado por refugiarse en los bosques y pantanos y desde allí negar al
enemigo el acceso mediante una guerra de guerrillas. Querían que los romanos no
tuvieran un objetivo nítido para combatir y tarde o temprano deberían marcharse
con las manos vacías tal como había sucedido a Cesar en sus campañas
anteriores.

De haber podido mantener una planificada y cuidadosa campaña de guerrillas,


los britanos podían haber vencido a los romanos en no poco tiempo, pero como
dijimos antes este tipo de guerra conlleva muchos sacrificios que no todos están
dispuestos a aceptar, especialmente algunos líderes tribales que en vez de
combatir a los romanos podían hacer tratos, aliarse con ellos y también utilizar el
poder militar de estos para llegar al poder o para mantenerlo de acuerdo a las
circunstancias. La romanización era, para muchos, bastante más sensata que la
guerra.

231
Para otros líderes tribales, como Carataco líder de los catuvellaunos y
Tugodumno de los Trinonvantes, la guerra era la opción más viable y fue la que
decidió su destino y el de su pueblo. El no enfrentar a los romanos en campo
abierto debía ser una regla a no romper, solo había que hacerlo en condiciones
tácticas favorables, como por ejemplo cuando los romanos llegaron a la orilla del
rio Medway se encontraron con que la orilla norte estaba ocupada por los
guerreros de Carataco que impedirían el cruce. Los britanos creían que la fuerza
romana no era capaz de cruzar a menos que lograran tender un puente y
justamente eso era lo que debían impedir. Pero no tuvieron en cuenta que Plaucio
contaba entre sus filas con la caballería auxiliar gala, que tenía la capacidad de
cruzar a nado con sus monturas e impedimenta, y eso fue lo que hicieron. Dos
destacamentos de caballería gala cruzaron el Medway cayendo sobre el ala
izquierda del dispositivo britano, mientras la IIda Legión Augusta lo hacía por el
lado opuesto y caía sobre el ala derecha matando a muchos guerreros y obligando
a los mismos a retirarse hasta verse forzados a luchar en la línea del estuario del
Támesis.

La línea que discurría a lo largo del Támesis estaba cubierta por varios
pantanos, y al no conocer los pasos de vadeo la situación se había complicado,
especialmente porque las fuerzas britanas ocupaban la orilla opuesta.
Nuevamente se utilizó a la caballería auxiliar gala para que ingresara a los
pantanos y encontrara puntos de cruce aptos para la infantería, la que lograría
cruzar por distintos puntos. Los britanos ofrecieron una gran resistencia, pero uno
de sus líderes Tugodumno cayó en los combates y tal como sucede en
sociedades tribales cuyo mando está supeditado a las acciones del jefe de la
partida de guerra, obligó a las fuerzas britanas a dispersarse dejando espacio a
los romanos para que incursionaran hacia el norte del Támesis.

Dos objetivos se le presentaban a Plaucio a la vista una vez que había logrado
romper el frente del Támesis: por un lado la fortaleza y capital de los
catuvellaunos, la que fue asaltada y destruida y más tarde bautizada por los
romanos como Verulamium; por otro lado la capital del reino de los trinonvantes,

232
que también fue conquistada y rebautizada como Colonia. Pocos guerreros
huyeron a las montañas y quedaron asimilados a otras tribus, pero los líderes de
los catuvellaunos y los trinonvantes decidieron someterse a Roma, tal como lo
habían hecho otros antes que ellos.

Si el objetivo de la campaña era destruir el poder militar de las tribus britanas


del sur, entonces estos se cumplieron; si el mismo era para conquistar territorio,
también se cumplió, limitadamente, pero se cumplió. A grandes rasgos podemos
ver que la campaña del 43 d.C. del emperador Claudio fue exitosa, tal vez la más
exitosa de todas. Pero lejos estaba Roma de poder conquistar la isla, por lo menos
en el corto plazo.

Si bien las tribus más guerreras habían terminado pactando con los romanos,
muchos grupos de las mismas se habían retirado a las montañas, bosques y
pantanos y desde allí iniciaron una nueva guerra de guerrillas que duraría una
década, llevando al emperador Nerón a desistir e incluso pensar en abandonar las
posesiones que Roma tenía en Britania.

Las fuerzas romanas debieron dividirse en grupos de combate, los mismos se


conformaban en base a una Legión y sus fuerzas auxiliares. Las distintas tribus
britanas se articulaban en una composición rígida y se confederaban para
combatir al enemigo común, esto era un punto débil de las mismas ya que podían
ser batidas por las fuerzas romanas allí donde las encontrasen. Otras tenían una
composición y estructura social más flexible, podían adaptarse mejor a la guerra
de guerrillas y dieron más problemas a las legiones.

Carataco no era uno de los señores de la guerra locales que se hubiera


convencido de tratar con los romanos, era uno de los que creía que a Roma solo
se le podía hablar con la violencia. Éste había sobrevivido a las campañas del
año 43 y decidió continuar la guerra retirándose con algunas fuerzas a la planicie
de Salisbury, al Oeste de la isla, donde concertó una alianza con los dobunnos y
comenzó a incursionar contra las fuerzas romanas y aliadas. Tiempo más tarde
una fuerza militar los empujó y debieron adentrarse a la región de Gales haciendo

233
para los romanos un avance muy dificultoso. Hasta ese momento Roma
controlaba el territorio que iba desde Southampton hasta The Wash en la región
suroriental de la isla, pero el occidente de la misma era territorio controlado por la
insurgencia de Carataco que se había revelado como un excelente comandante
guerrillero. Ocho años después fue derrotado en una serie de batallas en campo
abierto pero logró escapar una vez más con un núcleo de guerreros de elite y se
dirigió al Norte para persuadir a los brigantes que se unieran a él en la lucha, pero
la reina de estos era aliada de Roma y lo entregó sin más a los romanos. A pesar
de los problemas que había traído, el emperador Claudio lo mantuvo como
prisionero y le perdonó la vida.185 Así finalizaba la campaña más compleja que
habían tenido los romanos hasta ese entonces. Pero los problemas no dejarían a
Roma en Britania.

Los romanos demostraron una gran capacidad de adaptación, modificaron sus


procedimientos, cambiaron su estrategia y trataron de batir a las tribus por
separado, pero su punto fuerte estaba en la diplomacia. Era más fácil convencer y
comprar a los señores de la guerra locales que combatirlos. Para muchos de ellos
era conveniente aliarse a Roma, pues les brindaba mejores beneficios que luchar
contra ella.

El futuro emperador Vespasiano, comandante de la IIda Legión Augusta lideró


una campaña hacía el Oeste contra la tribu de los durotriges, partiendo de Poole
y llegando a Dorchester en el extremo suroeste. Esta fortaleza estaba bien
defendida, pero por sobre todas las cosas estaba ubicada en altura y con zonas

185
Los romanos bajo el mando de Escapula iniciaron una serie de acciones que podemos
comparar con las actuales operaciones de búsqueda y destrucción, donde obligó a varias tribus a
desarmarse, pero por sobre todas las cosas los romanos actuaron con mucha violencia sobre
tribus que no eran hostiles a ellos, sembrando la semilla de próximas rebeliones. Carataco se
enfrentó a una fuerza militar romana de cerca de 10.000 hombres en el 50 d.C en Snowdonia. Es
improbable que haya logrado conformar una fuerza parecida a la de los romanos, probablemente la
mitad de esas fuerzas. Escapula tenía con él a las legiones XIVta y XXma más cohortes auxiliares
y una pequeña fuerza de caballería. Para poder contrarrestarlos, Carataco decidió utilizar el terreno
pantanoso y boscoso a fin de restringir los movimientos y la maniobrabilidad de las legiones. Ubicó
a sus fuerzas en una orilla alta sobre un rio caudaloso pero vadeable, los romanos formaron en
testudo y avanzaron protegiéndose de los proyectiles, en tanto eran cubiertos por el fuego de
armas arrojadizas de las cohortes auxiliares. De esta manera se selló el desarrollo de la batalla
donde los guerreros britanos fueron casi exterminados.

234
pantanosas aledañas que hacían difícil un ataque a la misma. Los romanos
debieron instalar varias maquinas de asalto y resistir por sobre todas las cosas, a
un constante e intermitente fuego que lanzaban sus defensores con todo tipo de
proyectiles arrojadizos. Las fuerzas de asalto de la IIda Legión conformaron varios
grupos de choque utilizando la formación de testudo o tortuga, y cubiertos con un
amplio fuego de apoyo de su artillería lograron tomar el fuerte.

Para el año 60 d.C. estalló la peor revuelta hasta ese momento en la isla. La
reina Boudica levantó a las tribus britanas en una nueva insurgencia para expulsar
a los romanos de su territorio.

235
The Wash
Gales

Territorio
Río Támesis controlado por
los romanos
en el 45 d.C.

Southampton

Campaña contra Carataco


45 d.C.

La rebelión de Boudica

Las tribus de los icenios eran aliadas de Roma y ocupaban territorios al norte
de los catuvellaunos y de los trinonvantes, no habían sido una amenaza para
los romanos hasta ese momento y es probable, incluso, que hayan sido una de las
primeras tribus en aliarse a estos. Si bien hubo en ese año una rebelión de
caciques menores y que fue sofocada violentamente por fuerzas auxiliares
romanas, la mayoría del tiempo los icenios se mantuvieron tranquilos. Sin
embargo los acontecimientos darían un giro inesperado.

236
Uno de los principales líderes icenios era Prasutago que al morir en el 60 d.C.
dejó el reino a cargo de sus dos hijas que fueron nombradas, tal vez en un acto de
sumisión, y junto a todos sus bienes con el emperador Nerón. Acto que tal vez
pensaba lo podría dejar afuera de los interese romanos y de esa manera mantener
a su pueblo alejado de los problemas. No fue así, ya que los romanos incautaron
los bienes de Prasutargo y a partir de allí comenzó una serie de eventos
relacionados con los excesos de los funcionarios romanos que derivaron en
hechos de violencia, tal como llegar a azotar públicamente a la esposa del
fallecido rey, Boudica, y la violación sistemática de sus hijas cuando la reina se
negó a entregar los bienes. La rebelión estalló.

Cayo Suetonio Paulino era el legado imperial en Britania, que en ese momento
se encontraba en la otra parte de la isla, precisamente en la isla de Mona,
sofocando una rebelión.186 Varias tribus se plegaron a la insurrección, entre ellos
los trinonvantes. Estos al haber sido derrotados por los romanos en las
campañas anteriores, guardaban un alto rencor y por sobre todo debían compartir
parte de su territorio con ex-legionarios que recibieron tierras como parte de pago
por sus servicios. Más que una usurpación, los mismos eran una muestra
constante de la consecuencia de la derrota. Otro de los problemas que sumó
causas a la rebelión eran los altos impuestos que las tribus debían pagar para
mantener la paz, los que sumados a la codicia de los legisladores romanos se
hacían muy pesados de contener.

Además de todos los factores nombrados, debemos sumar, tal vez, el más
importante de todos: el de los señores de la guerra que habían visto su poder
socavado por los reyes y caciques más importantes. Esta era la oportunidad que
se les presentaba para recuperar su lugar en la escala de poder de la tribu.

186
Cuando Paulino llegó se encontró con una situación bastante candente y con rebeliones
constantes, por lo tanto decidió tomar medidas militares que podríamos llamar de
contrainsurgencia. Optó por atacar a quienes eran los que incitaban a la rebelión y para ello
descubrió que la religión era un elemento clave de las mismas. Por eso decidió atacar la Isla de
Mona ubicada al noroeste y que era la base de la religión druídica. Poco se sabe de los druidas,
pero sabemos que sus sacerdotes itinerantes hicieron mucho para fomentar la oposición a Roma.
Para esta campaña Paulino llevó a gran parte de sus fuerzas al norte de Gales desprotegiendo las
regiones pacificadas.

237
La llegada de Roma a Britania impactó duramente en su cultura, alterando
sensiblemente el estilo de vida de los britanos. Roma ofrecía un estilo de vida más
sofisticado y complejo, pero ese no era el estilo de vida de las distintas tribus que
vieron disminuir culturalmente su poder guerrero, pues eran por sobre todas las
cosas un pueblo guerrero. Aquí podemos ver las diferencias militares entre los
romanos y los britanos, para los últimos, el ejército era de los privilegiados y por lo
tanto los que sufrían las consecuencias de una guerra era el propio pueblo, porque
era a ellos a quienes se despojaba de su poder político y de las libertades de vivir
su vida cómodamente. El pueblo es el que conforma su ejército porque es una
nación de guerreros y donde cada uno de ellos ocupa un lugar en la sociedad. Era
un motivo más que razonable para poder oponer una fuerte oposición, pero al ser
conquistados culturalmente por el simple proceso de aculturación, muchas tribus
se veían beneficiadas con el estilo de vida que Roma ofrecía y es por ello que era
mejor aliarse que combatir. De esa manera por cada tribu que se rebelaba había
otra que se aliaba sin más a los romanos o pactaba con ellos. Pocas tribus podían
prosperar sin los romanos, y de hecho, pocas los hicieron. Tampoco hemos de
creer que los romanos eran en verdad el símbolo de la civilización, sino que el
proceso temporal de aculturación mermó en gran parte el poder combativo de las
tribus e hizo que muchas se sometieran, esto dejaba a los romanos a un paso por
delante de los britanos, ya que cuando una tribu se sublevaba se conseguían
aliados que podían ayudar a someterla. En una guerra de insurgencia con las
características que se presentaban en Bretaña, el apoyo de tribus aliadas era
esencial para la contrainsurgencia de los romanos.187

La reina Boudica reunió a sus fuerzas y otras de tribus que se unieron a la


insurrección y rápidamente se dirigieron sobre Colchester que apenas estaba
defendida por una fuerza menor a una cohorte. A pesar de la resistencia fueron
totalmente masacrados junto a toda la población civil romana. El plan de Boudica
era atacar los principales centro romanos, que para ese entonces eran Colchester
y Verolamium. Ambos estaban desprotegidos ya que la mayoría de las fuerzas

187
Algo similar sucedería en las guerras indias de las planicies en EEUU y en nuestro país, donde
al apoyo de indios aliados fue fundamental para poder derrotar a las tribus hostiles.

238
romanas habían marchado con Suetonio Paulino a la campaña de la Isla de Mona,
haciendo que esta situación fuese totalmente favorable a Boudica. Los centros
como Colchester y Verolamium también tenían una cierta connotación simbólica,
pues no solo eran habitados por ciudadanos romanos, sino que estos eran
también los que confiscaban bienes a los britanos y recaudaban impuestos.

Una vez que arrasó con Colchester, la fuerza rebelde se dirigió hacia el lugar
más representativo del poder de Roma en la Isla: Londinum (hoy el actual
Londres). La que fue reducida a cenizas y su población siguió la misma suerte que
la anterior ciudad. El siguiente paso fue la toma de Verolamium, que terminó de la
misma manera. Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, Paulino ordenó
movilizar a la XVta Legión y a la IIda, pero esta última no se movió ya que su
comandante no se atrevió a enfrentarse a los rebeldes que lo superaban
numéricamente. Debieron esperar a Paulino para marchar a combatir a Boudica.
Éste decidió marchar directamente a Londinum al frente de su ejército que
contaba con una fuerza no menor a los 12.000 hombres.

Mientras las fuerzas romanas avanzaban hacia el sur, los britanos lo hacían
hacia el norte buscando un probable encuentro con aquellos. Ambos ejércitos se
encontraron en Mancetter, cerca de la actual Coventry. Según las fuentes antiguas
los britanos superaban los 200.000 hombres algo que es sin duda una
exageración, ya que en entre ellos se cuentan a todos los pobladores que
acompañaban a los guerreros, entre ellos mujeres, ancianos y niños.
Probablemente el número de guerreros esa tarde no superara los 20.000 o
30.000.

Paulino formó a sus tropas en la formación habitual romana con las legiones en
el centro, la infantería auxiliar a cada lado y las alae de caballería en cada ala del
dispositivo. También se ubicó al pie de un monte y con bosques a los costados
para que su posición no fuera rodeada fácilmente. Por su lado, Boudica, adoptó un
dispositivo similar con la infantería tribal ocupando el centro del mismo, la poca
caballería en las alas y una gran línea de carromatos con la mayoría de la logística
en la retaguardia.

239
Las fuerzas britanas cuyo componente principal eran los icenios, no habían
enfrentado al ejército romano en batalla aún y no habían visto desplegado todo su
poderío. La disciplina, el equipamiento y entrenamiento de una fuerza profesional
como con la que contaba Paulino, era muy difícil de vencer en campo abierto. Y si
bien eran superados a una proporción de 2 o 3 a 1, los romanos contaban con una
gran ventaja en potencia de choque y maniobra, además de contar con una muy
eficiente cadena de mandos y organización para el combate, algo que las tribus
rebeldes no podían equiparar de ninguna manera. Es más, el armamento de
muchos britanos estaba compuesto por elementos de labranza que no podían
significar una gran amenaza para los acorazados legionarios.

Después de iniciar las acciones con algunas escaramuzas la infantería britana


avanzó en toda la línea, para recibir en el movimiento una verdadera lluvia de
jabalinas y otros proyectiles que diezmaron sus filas; hay que tener en cuenta que
la mayoría de los rebeldes no estaban equipados ni con escudos, ni con coraza
alguna que los protegiera del fuego graneado de los legionarios. Esto hizo que el
ataque perdiera peso y diera lugar a los romanos para que avanzaran y
manteniendo su formación comenzaran a masacrar a los icenios que comenzaron
a retroceder y a arrinconarse contra un terraplén y los carromatos. Lo que sucedió
después fue una verdadera carnicería donde la masa de la fuerza britana fue
aniquilada. No se ha podido saber que fue lo que pasó con la reina Boudica,
algunas versiones dicen que terminó suicidándose y otras que luego de escapar
del campo de batalla se refugió en las tribus del norte y murió de enfermedad.

240
Batalla de Watling Street
60/61 d.C.

Paulino
Auxiliares Auxiliares
Caballería I I I Caballería

Legionarios

Caballería Infantería tribal Caballería


C I I I I C
Boudica

Línea de carromatos

Paulino no cometió el error que tantos comandantes han hecho en otras


ocasiones y con motivo de enfrentar a rebeldes insurgentes, no los subestimó; por
el contrario, los consideró una seria amenaza y los combatió en consecuencia, esa
fue tal vez su mayor capacidad.

Una vez finalizada la revuelta de Boudica los avances romanos se detuvieron.


Siguió un periodo de consolidación de los mismos en los territorios bajo su control,
se habían dado cuenta de que debían asegurarse de que la provincia estuviera
debidamente pacificada para poder iniciar nuevas campañas hacia territorios
hostiles.

Las nuevas operaciones militares para anexarse nuevos territorios comenzaron


en el 70 d.C con objetivos en el norte de la Isla, más precisamente hacia las
regiones de Gales y Escocia. Por primera vez se intentaban conquistar ambas
zonas y por lo tanto era un movimiento gradual el que se inició con dicho objetivo.

241
Fue Julio Agrícola quien completó la conquista, un comandante experimentado
y que había combatido a Boudica en la anterior rebelión. Se hizo cargo en el año
78 d.C y se propuso terminar con las insurrecciones britanas. Sus campañas
fueron poco ortodoxas y llama la atención lo innovadora que fueron, ya que
utilizarían una combinación de fuerzas de elite, tropas de choque y fuerzas
anfibias embarcadas en una forma muy moderna de hacer la guerra. Para el 79
había completado la conquista de Anglesey e iniciaba la nueva campaña en
Escocia.

Agrícola era lo que se puede decir, un comandante poco ortodoxo, se había


adaptado perfectamente a la forma de guerrear de los britanos y obrado en
consecuencia. Sus campañas de contrainsurgencia buscaron un efecto doble: en
primer lugar el control del territorio, no por la presencia física de sus tropas y
mediante la ocupación del mismo, sino por el terror a su regreso. Por otro lado,
mediante una serie de procedimientos de contrainsurgencia obligaba al enemigo a
presentar batalla en campo abierto y de esa manera aniquilarlo. Fue un gran
organizador de operaciones militares que utilizando procedimientos tácticos
novedosos alcanzó el centro de Escocia. Hizo colocar numerosos puestos
avanzados con torres cuya misión primaria era la de dar la alerta temprana ante
un avance enemigo, e inmediatamente y próximos a los mismos había una base
de la Legión que acudía a enfrentarlo. No lo hacían solos sino que utilizaba naves
artilladas que proveían fuego de cobertura con proyectiles incendiarios. Para la
persecución utilizaba caballería aliada ligera, que a su vez iba acompañada de
infantería ligera y de fuerzas de elite transportada por naves para bloquear a las
fuerzas rebeldes.

Estos procedimientos tienen aspectos que debemos detallar. En primer lugar el


uso de las naves artilladas proveyendo fuego de cobertura era algo práctico
debido a que gran cantidad de aldeas rebeldes se encontraban cercanas a los
ríos, cuyos afluentes podían ser remontados por las naves romanas; esto también
era apto para el transporte de tropas de asalto, ya que era más fácil transportarlas
por naves y más rápidamente, su limitación estaba dada por los pocos efectivos

242
que se podían transportar. Cuando hablamos de tropas de elite, normalmente
podemos hablar de una vexillatio organizada para alguna misión particular o bien
se trataría de tropas auxiliares, como la caballería gala por ejemplo, que podían
llevar a cabo ciertas operaciones en base a sus destrezas particulares.

A pesar de estas operaciones militares contrainsurgentes la frontera del norte


de Escocia no estaría asegurada, en parte, hasta una década más tarde cuando el
emperador Adriano ordenara la construcción de su famoso muro. Hasta ese
momento Britania era prácticamente una provincia romana, había calzadas,
ciudades y estructuras propias de Roma, pero el sometimiento total de las tribus
britanas no se había logrado. Muchos historiadores han justificado la creación del
muro de Adriano como una estructura defensiva y limitativa, puesto que más allá
del mismo no había nada que a Roma le interesase. Sin embargo, creemos que se
trata de un error de apreciación en cuanto a que Britania estaba totalmente
conquistada para cuando se levantó el muro. Muchas tribus indómitas se habían
replegado a las montañas y a una zona cuyas características geográficas se hacía
muy complicado acceder. Enviar fuerzas a zonas tan comprometidas hubiera
significado continuar con costosas operaciones militares cuyo resultado hubiera
sido relativo y dudoso. Es más probable que el muro signifique el límite de las
capacidades de Roma ante un ambiente hostil y complejo como era el de
mantener el control de las levantiscas tribus britanas, por sobre considerar que el
mismo significaba que hasta allí se llegaba ya que no había nada más interesante
para conquistar. Es entendible que éste marcara el limes, entendiendo al mismo
como una zona de intercambio y de amortiguación con numerosas poblaciones
que vivirían al margen de la muralla, y no solo como un elemento de demarcación
fronterizo que evitaba el paso de uno a otro lado.

El emperador Adriano ordenó la construcción de un muro de punta a punta, de


117 kilómetros de largo, que iba desde Pons Aelius (actual Newcastle) hasta la
población de Maglona (actual Wigton). El mismo consistía en una serie de fortines
que custodiaban la muralla, que a su vez medía entre 3 y 6 metros de altura
dependiendo del terreno, con un ancho de 2 a 4 metros. Estaba construido en

243
piedra sólida y no sólo era netamente defensivo, como lo era mucho más
limitativo. Del otro lado del muro se encontraban las aguerridas tribus de los
pictos que no se someterían a Roma si no era mediante una larga y desgastante
guerra.

Roma va a mantener su presencia en la Isla hasta el 406 d.C cuando una


confederación de anglos, jutos y sajones realicen una reconquista definitiva de la
misma.

Conclusiones

En el presente trabajo hemos podido observar la dificultad que todo ejército


regular ha tenido para poder derrotar a enemigos irregulares y que combaten de
manera esquiva y negando emplearse en una batalla campal. Ha sido una
constante a lo largo de la historia militar que fuerzas más débiles recurran a
procedimientos de guerrilla para evitar su exterminio indefectible en el combate
contra fuerzas superiores.

Julio Cesar, intentó conquistar Britania y para ello formó un gran ejército y una
flota capaz de transportarlo a través del canal. Los romanos poseían una
organización de combate tan eficiente que los hacía prácticamente invencibles en
el campo de batalla, es por eso que Cesar buscó derrotar al ejército confederado
britano en una batalla decisiva con el objetivo de obligarlo posteriormente a
aceptar las condiciones que éste les impondría. Pero los britanos, si bien en un
primer momento intentaron enfrentarse a los romanos tratando de evitar que
desembarcaran, decidieron evitar una confrontación directa y se replegaron hacia
el interior del territorio negando a Cesar la posibilidad de que emplee contra ellos
toda la capacidad de combate en un encuentro.

Las tribus britanas eran fuertes en las montañas, sabían que los romanos no
conocían el territorio y que si osaban adentrarse en el mismo su situación logística

244
se complicaría. Es por ello que la actitud adoptada por los isleños de conducir una
guerra de guerrillas evitando encontrarse con el enemigo en campo abierto y
llevándolo a las montañas donde mediante emboscadas, golpes de mano y
devastando la zona para evitar que se aprovisione, fue acertada aunque la guerra
se extendiera más de los previsto. Si bien las fuentes de primera mano no son
claras con respecto al desarrollo final de la campaña (Julio Cesar, La guerra de las
Galias)188, es posible deducir que la poca importancia que éste da a la campaña
hace pensar en que la misma no fue muy favorable.

¿Cuáles fueron los errores cometidos por Cesar? En primer lugar, el


desconocimiento que tenía del enemigo, no sabía ni su número, ni su capacidad
de combate, ni su territorio, etc. Solo confiaba en las informaciones que le
transmitían algunos miembros de las tribus britanas a cambio de dinero; dando
esto una estimación de la confiabilidad de la misma. La subestimación del
enemigo es otro de los errores cometidos, algo normal en los ejércitos poderosos
y con gran capacidad de combate, aspecto que aumenta significativamente
cuando combaten contra fuerzas irregulares donde se desprecia la capacidad
combativa de estos últimos. La operación aparenta una falta de previsión total en
la misma, parece más una acción aventurera que una acción militar real. Las fallas
han existido a pesar del relato de Cesar, donde no da detalles de relevancia, pero
el hecho de que un año más tarde emprendiera una operación similar con fuerzas
mucho más poderosas, dan la pauta, o al menos deja entrever, que en la primera
las cosas no salieron tan bien.

Las posteriores campañas romanas, como la de Plaucio y Paulino, fueron


dedicadas a conquistar e ir consolidando el territorio a medida que el mismo
quedaba en sus manos. Fue más hábil la estrategia de ir ganando aliados entre
las tribus que combatirlas solamente desde el aspecto militar. Las rebeliones se
producían por las exacciones y abusos de los dominadores sobre la población, el
gravamen de impuestos y la imposición de costumbres antagónicas a la cultura
tribal. La violencia con la que se reprimía a los rebeldes provocaba dos efectos

188
Julio Cesar “La Guerra de las Galias‖. Editorial Losada. Edición 2004

245
contrarios: por un lado, hacía que otras tribus indecisas se sometieran a los
romanos por miedo a sus represalias; por el otro, obligaba a otras a resistir
militarmente.

La única forma que tenían los britanos de vencer, era mediante una guerra de
insurgencia con procedimientos de guerrilla. Una bien planificada guerra de
insurgencia tenía posibilidades de vencer a la larga, tal como ha sucedido, y
sucede, a lo largo de la historia. Pero dependía de varios factores, y uno de los
más importantes era el relacionado con los intereses intratribales donde los
señores de la guerra que habían perdido poder se aprovechaban de las
circunstancias para aliarse a los romanos y recuperarlo. La poca o casi inexistente
unión entre las tribus, o rivalidades propias de estas sociedades, hacían muy poco
probable que se conformara una fuerza militar contundente como para poder
contrarrestar el poder militar romano.

El proceso de aculturación normal que se producía entre el intercambio de


romanos y britanos, fue un elemento perjudicial para el estamento militar de los
segundos, cuyas sociedades estructuradas en base a una casta guerrera se vio
transfigurada y perdió valor con el tiempo. La capacidad militar romana en cambio
no se habría visto en las mismas condiciones, aunque con el tiempo esto también
se produjo y terminó con las legiones a manos de las poderosas tribus jutas y
sajonas.

Una guerra fallida no significa la derrota de Roma, ya que su ejército no fue


derrotado hasta el 406 d.C. cuando ya las legiones habían prácticamente
desaparecido y las condiciones del imperio eran totalmente distintas, pero sí no se
logró la total conquista de la Isla. No es probable que se haya abandonado parte
de la conquista porque no había muchas más cosas de interés; puesto que lo más
probable haya sido la imposibilidad militar romana para poder controlar los
territorios del norte, cuyas zonas eran más complejas y sus tribus más aguerridas
y preparadas. Tal vez, el muro de Adriano se había convertido en una frontera
natural (aunque era artificial), como lo fue el Rin en la región de Germania.

246
En Britania no hubo una batalla que aniquilara a las legiones, por el contrario,
los pueblos autóctonos son los que más sufrieron el embate de la guerra. Pero la
conquista completa no se produjo. A pesar de grandes derrotas como la de
Boudica en Waitling Street o de Cálgaco en Monte Graupio por Agrícola, la
resistencia britana nunca cejó y la llama de la insurrección siempre estuvo altiva,
lista para inflamarse en cualquier momento. Y cuando no se tiene control de la
situación, cuando la misma debe ser mantenida a fuerza de operaciones militares,
la guerra que debería haber dejado paso a la diplomacia no cumplió con su rol y
por lo tanto las campañas militares fallaron. Por eso decimos que es una guerra
fallida, pues el ambiente insurreccional nunca fue controlado en su totalidad, e
incluso el limes debió ser marcado con una estructura defensiva.

Nunca una mejor descripción de una guerra insurgente en la antigüedad estuvo


tan bien detallada como con las palabras que Calgaco pronunció al frente de las
tribus caledonias que se enfrentaron a las fuerzas de Agrícola en el Monte
Graupio:

Son nuestras disensiones y desacuerdos los que les dan ventajas, los
defectos de sus enemigos los que sirven a la gloria de su ejército; esta
amalgama de pueblos, unidos ante los éxitos se disocian ante los reveses; a
no ser que, por casualidad, los galos, los germanos y muchos de los
bretones, que pueden prestar su sangre a la tiranía del extranjero, mientras
fueron mucho tiempo sus enemigos más que sus esclavos. Temor y terror
son débiles lazos para la amistad... Todo lo que me anima para vencer está
de vuestra parte; los romanos no tienen esposas para quemarlas, ningún
pariente que les reproche la huida; muchos no tienen patria, o son de otra
patria que no es Roma. Poco numerosos, desorientados, no ven a su
alrededor más que objetos desconocidos: este cielo, este mar y estos
bosques, nos han sido entregados por los dioses, y nos encarcelan y
encadenan... Entre las filas enemigas encontraremos apoyos para nuestra
causa; los bretones reconocerán su causa propia; los galos se acordarán de
su independencia pasada; los mismos que cuando poco los usupios dejaron

247
a los romanos, todos los otros germanos los abandonaron. Y después de
esto, nada más que añadir: fortines evacuados, colonias de viejos,
municipios debilitados y desunidos; de un lado la obediencia forzada: del
otro, la autoridad injusta.189

Las campañas de Britania se iniciaron en el 54 a.C y finalizaron con el Muro de


Adriano en el 122 d.C., aunque las mismas ya se habían terminado con la última
campaña de Agrícola en el 84. La guerra en un ambiente de insurgencia era muy
difícil que tuviera un buen final para los invasores romanos, a la larga, la cultura
guerrera de las tribus britanas los devolvería al otro lado del canal.

189
Tácito. Vida de Agrícola. Ed Gredos. 2011. Pag 32.

248
Bibliografía

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249
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SUETONIO. “Vida de los Doce Cesares‖. Editorial Gredos. 2010

TÁCITO. “Vida de Julio Agrícola‖. Editorial Gredos. 2011

Artículos y páginas web

“Tácticas romanas de batalla”. Artículo extraído de la página web: www.romans-in-


britain.org.uk

www.romans-in-britain.org.uk

250
Una Válvula de Escape: Conflictos sociales, esclavismo y
expansión militar en la República Romana (siglos V-IV a. C.)

Prof Nicolás Poljak


Universidad de Buenos Aires

Introducción

El presente artículo busca analizar sucintamente los inicios del proceso de


expansión militar protagonizado por la joven República Romana a lo largo de los
siglos V y IV190, entendido éste en forma estrechamente vinculada con los
conflictos sociales y políticos que por aquel entonces sacudieron a la República.
Es esta una vinculación que, en efecto, no puede dejar nunca de ser considerada
por el historiador del período, al tratarse de dos procesos íntimamente vinculados
y que de hecho se retroalimentaron e influenciaron mutuamente. Tal y como
afirmara el historiador británico Peter Brunt ya en 1971,

La guerra y la conquista transformaron la economía de Italia y contribuyeron


primero a resolver y luego a exacerbar el conflicto social. Las luchas internas y las
guerras con el exterior se entremezclaron a menudo y tuvieron mutuos efectos. La
expansión, de por sí, distorsionó el funcionamiento de las instituciones políticas, la

190
Por cuestiones de simplicidad, utilizaremos las fechas de este modo, aclarando, desde luego,
que todas ellas son antes de Cristo.

251
maquinaria que debían utilizar los que pretendían reformar la sociedad. Alteró
incluso la significación misma del término “romanos”191.

El estudioso de la historia política o económica del período no puede, por la


misma razón, dejar de considerar el aspecto militar de este proceso, que bien
podríamos considerar unitario, y que acabaría por transformar profundamente
tanto el ejército como la sociedad de la República Romana, y por conducir a ésta a
convertirse en la dueña absoluta del Mediterráneo. No resulta en absoluto casual
que la auténtica expansión militar de la República comenzara precisamente en
este momento, signado por conflictos sociales vinculados principalmente a la
cuestión de la propiedad de la tierra, y que se produjera simultáneamente al
surgimiento y consolidación del sistema económico (o, para tomar prestado el
famoso concepto marxista, del modo de producción) tradicionalmente asociado a
la sociedad romana: el esclavismo.
Si en algún momento se consideró que la expansión militar había sido la
principal causa de la consolidación de una sociedad esclavista en Roma, aquí
seguiremos el enfoque aportado por el historiador británico Moses Finley 192, quien
consideró que dicha expansión debe ser entendida, antes bien, como una
consecuencia de transformaciones que ya estaban teniendo lugar al seno de la
sociedad romana, y cuya resolución fue acelerada por la conquista de nuevos
territorios, constituyendo ésta la principal válvula de escape, por así llamarla, de la
conflictividad política y social de Roma. Según el planteo realizado por Finley,
podemos considerar que el desarrollo de una sociedad esclavista tal y como
sucediera en el espacio mediterráneo griego y romano requiere de tres
condiciones básicas, a saber: concentración, en forma de propiedad privada, de
grandes extensiones de tierra, que requieran abundante mano de obra para su
explotación, en pocas manos; existencia de un ámbito de intercambio comercial
mediante el cual puedan circular mercancías; indisponibilidad de mano de obra
libre, aunque desposeída, capaz de ser sometida a prestaciones de trabajo en las

191
Brunt, P.A., Conflictos sociales en la República romana, Eudeba, Buenos Aires, 1973, p. 15.
192
Finley, M. I., Esclavitud antigua e ideología moderna, Crítica, Barcelona, 1982.

252
tierras de los grandes propietarios, lo que haría necesario reemplazar a esta mano
de obra por esclavos (esto es lo que Finley llama condición negativa). Y las bases
que posibilitaron el desarrollo de este sistema ya habían comenzado a sentarse,
como pretendemos demostrar, antes de que la victoriosa expansión militar romana
proporcionara aquella mano de obra que podía ser sometida a la esclavitud, y no
como consecuencia de ello. No obstante, sí fue la expansión lo que posibilitó
apaciguar los conflictos sociales que, como afirmáramos, tuvieron como eje central
la cuestión de la tierra. De dicha cuestión nos ocuparemos a continuación.

El conflicto de los órdenes: patricios, plebeyos y la cuestión de la tierra

Hacia el siglo V, la sociedad de la República Romana se vio sacudida por serios


conflictos respecto de la propiedad de la tierra. Para muchos autores, estas
problemáticas serían disparadoras del llamado conflicto de los órdenes, que
enfrentaría durante un largo período a los dos grandes grupos en que se dividía la
sociedad romana del período, el patriciado y la plebe. A decir del historiador
español Antonio Duplá, “la agitación en torno a la tierra, junto con el problema de
las deudas y la escasez de grano en determinadas coyunturas críticas,
constituyeron los temas principales de las protestas plebeyas”. El autor agrega
luego que “estas dificultades económicas de la plebe son plenamente verosímiles
en el siglo V”193, aclarando que, a diferencia del patriciado, ya plenamente
identificable en tiempos de la monarquía, la plebe surgió como un grupo
constituido y con conciencia de sí mismo sólo a comienzos del período
republicano. Posteriormente, serían las leyes Licinio-Sextias, en el siglo IV, las que
institucionalizarían, por primera vez, la existencia de dos órdenes diferenciados.
Pero los conflictos entre dichos órdenes pueden verse ya a partir del siglo V, en
torno (principalmente) a las problemáticas respecto del acceso a la tierra. Esto se
debió al hecho de que los ciudadanos más ricos194, ya dueños de importantes

193
Duplá, A., La República Romana arcaica (509-264 a.C.), Madrid, 2003, p. 77.
194
Por “ciudadanos más ricos” ha de entenderse en este caso exclusivamente a los patricios, pues
aún no se había constituido la posterior nobleza de origen mixto, que recibiría el nombre de
nobilitas.

253
extensiones de tierras privadas (ager privadus), lograron monopolizar además el
acceso a las tierras públicas (ager publicus), a partir del argumento de que sólo
podían utilizar tierras del ager publicus aquellos que pudieran hacerlas realmente
productivas, y excluyendo, de ese modo, a los sectores plebeyos más pobres del
usufructo de dichas tierras. Por lo tanto, si recuperamos aquí el planteo de Moses
Finley acerca de las tres condiciones básicas para el desarrollo de una sociedad
esclavista, la primera de ellas (concentración, en forma de propiedad privada, de
grandes extensiones de tierra en pocas manos) ya puede verse con claridad en la
Roma del siglo V.
Así pues, los sectores sociales más ricos (y, no hay que olvidarlo, sus clientes)
no hicieron más que incrementar la cantidad de tierra que ya poseían, mientras
que los pequeños campesinos, cada vez más empobrecidos, se vieron aquejados
por deudas195. De este modo, al problema del ager publicus se sumó el del nexum
como segundo elemento del conflicto. El nexum consistía en una forma de
explotación análoga a la esclavitud por deudas de la Atenas arcaica 196, según la
cual el deudor se ofrecía a sí mismo en garantía, convirtiéndose en esclavo de su
acreedor si no podía saldar la deuda. Podría deducirse, pues, que la tercera de las
condiciones de Finley no estaba presente en la sociedad romana del momento, al
menos no aún.
Siendo esta la situación de gran parte del campesinado romano hacia mediados
del siglo V, las demandas de la plebe se centraron básicamente en obtener un
reparto más equitativo del ager publicus, por un lado, y la abolición de las deudas,
por el otro. El principal método de lucha del movimiento plebeyo había sido desde
los orígenes de la República la secesión: ésta implicaba la separación de los
plebeyos de la elite patricia, conformando lo que muchos autores caracterizan de
un auténtico Estado dentro del Estado, o un Estado paralelo, con sus propias
instituciones y cargos públicos, el más importante de los cuales era el del tribuno

195
Según parece, el número de campesinos sometidos a la esclavitud por deudas se incrementó
tras el saqueo de Roma por parte de los galos en el año 387, que dejó a muchos plebeyos en una
situación económica crítica.
196
Forma de esclavitud abolida, en Atenas, por las reformas llevadas a cabo por Solón en el año
594.

254
de la plebe197. Esta situación fue relativamente común durante el siglo V, teniendo
lugar la primera secesión registrada en el año 493.
La escisión más formal de la plebe y el patriciado, cristalizada en la famosa Ley
de las XII Tablas en la figura de la serrata198, no hizo más que dar lugar a la
consolidación de una elite plebeya, un grupo dirigente mejor definido formado por
plebeyos, que a partir de entonces podría acaudillar a los sectores campesinos en
la lucha contra el exclusivismo patricio. La reintegración de la plebe al Estado
romano tras las secesiones no acabó, pues, con el enfrentamiento entre los
órdenes, sino que por el contrario, éste continuó con renovadas energías, en tanto
los problemas de fondo respecto del aumento de la equidad en el acceso a las
tierras públicas y la abolición de las deudas, así como de un mayor acceso a las
magistraturas por parte de los plebeyos (este era principalmente el objetivo de la
nueva aristocracia plebeya), no habían sido solucionados. Y los intentos de
cerramiento por parte de la elite patricia contribuyeron, paradójicamente, a dar
coherencia al movimiento plebeyo.
El siglo IV nace, pues, marcado por el conflicto de los órdenes, cuyas causas
últimas no habían sido resueltas. La solución o atenuación de dichos conflictos no
sería sencilla, y estaría relacionada fundamentalmente con dos aspectos
principales.
El primero de ellos fue un cambio en la legislación de la República. Las leyes
Licinio-Sextias, que en la práctica institucionalizaron, como se dijo, la existencia de
dos órdenes separados, atenuaron el conflicto entre los mismos, permitiendo por
un lado, el acceso de los plebeyos a la máxima magistratura, el consulado, y
reduciendo, por el otro la cantidad de tierra del ager publicus que podía

197
El rol de estos funcionarios plebeyos (en principio no reconocidos por el Estado) era el de
proteger a los miembros de la plebe frente a la arbitrariedad y los abusos de los magistrados
patricios (ius auxili), mediante atribuciones tales como la intercessio y la provocatio. No obstante, la
capacidad para imponer sus decisiones se basaba un poder de facto, respaldado por el juramento
por parte de los plebeyos de dar muerte a todo el que atacase a un tribuno (lex sacrata). Sólo
posteriormente, con el fin de las secesiones de la plebe, sería el tribuno reconocido como un cargo
público institucionalizado en la República Romana.
198
Cerramiento institucionalizado del orden patricio; uno de sus principales exponentes fue la
prohibición, sancionada en la Ley de las XII Tablas, de los matrimonios mixtos entre patricios y
plebeyos, disposición que sería posteriormente anulada por la Ley Canuleya del 445.

255
usufructuar cada pater familias a un máximo de 500 iugera, más otras 500 para las
familias de más de dos hijos199. Esto redundaría en una reducción del peso del
nexum para muchos campesinos, si bien éste no sería formalmente abolido sino
hasta el 326 (aunque en la práctica seguiría existiendo, de diversas formas). Las
leyes Licinio-Sextias, a pesar de separar formalmente a patricios y plebeyos,
dieron cabida a las reivindicaciones de éstos últimos (o al menos de los sectores
más ricos encuadrados en la nueva aristocracia plebeya), y si bien para muchos
autores este triunfo de la plebe marcaría asimismo la desmovilización política de la
misma, sería legítimo ver aquí el germen de la nueva nobleza mixta compuesta
por patricios y plebeyos ricos, la así llamada nobilitas. Tal y como señala la
historiadora británica Mary Beard, ―el resultado del conflicto de los órdenes no fue
una revolución popular, sino la creación de una nueva clase de gobierno, que
incluía a plebeyos y patricios ricos‖200. Y si bien las principales magistraturas eran
ahora accesibles a personas de origen plebeyo, esto no debe llevarnos a olvidar
que ―la primera condición para la mayoría de los cargos políticos era la riqueza en
cantidad considerable‖201.
Pero la sanción de las leyes Licinio-Sextias no explica por sí sola el fin del
conflicto de los órdenes (o al menos la atenuación del mismo). Se debe tener en
cuenta el segundo aspecto de este proceso de profundas transformaciones
sociales y políticas, tanto o acaso más importante aún. Se trata, tal y como
adelantáramos en la introducción, del proceso de expansión militar, del cual la
nueva nobilitas sería actor fundamental.

Exportando el conflicto: la expansión territorial de la República Romana

199
Dichas cifras atribuidas a las leyes Licinio-Sextias han dado lugar a conjeturas por parte de los
historiadores, al ser las mismas planteadas por Tiberio Graco en su reforma. Mientras algunos
sostienen que historiadores romanos posteriores atribuyeron a las leyes Licinio-Sextias
disposiciones adoptadas por Tiberio, otros plantean que fue el tribuno de la plebe el que intentó
legitimar su programa retomando una ley más antigua. La cifra de 500 iugera, más coherente con
la extensión de tierras disponibles en el siglo IV que en tiempos de Tiberio Graco, avalaría más
esta segunda hipótesis.
200
Beard, M., SPQR. Una historia de la antigua Roma, Crítica, Barcelona, 2016, p. 201.
201
Ibíd.

256
Hacia el siglo IV Roma inició su expansión por Italia, proceso que se vería
sustentado ahora sí por la existencia de un campesinado ya más numeroso que
podía servir en la infantería. Dicha expansión no sólo contribuyó a trasladar las
tensiones hacia el exterior de la sociedad romana, sino que además proporcionó a
Roma nuevas tierras, que ahora podían ser distribuidas entre los sectores
campesinos más consolidados. Particular fue el caso de la conquista de la ciudad
etrusca de Veyes, cuya tierra (ager veientanus) fue entregada a miembros de los
sectores urbanos más pobres (proletarii) no en usufructo sino como ager privadus.
Al mismo tiempo, la expansión por Italia marcó un incremento en la fundación de
colonias, donde la tierra era asimismo distribuida entre los colonos romanos. Este
proceso, tal y como señalan los autores españoles Francesc Xavier Hernández
Cardona y Xavier Rubio Campillo202, resultó de vital importancia para una Roma
cuyo poderío militar descansaba aún en un ejército no profesional, sino de
ciudadanos, organizado en base al modelo hoplítico. De este modo,

Roma, convertida en capital del Lacio unificado y dueña de la Campania, vio


crecer espectacularmente sus efectivos militares, ya que los hombres libres de las
ciudades que habían obtenido la civitas, o ciudadanía romana, debían servir en el
ejército. La clonación de ciudades romanas, en forma de nuevas colonias, también
multiplicaba las expectativas militares del emergente Estado republicano, puesto
que a mayor número de ciudadanos mayor número de combatientes203.
Debemos, llegados a este punto, detenernos a analizar pormenorizadamente la
cuestión, fundamental, de la composición y organización del ejército romano en el
período estudiado. Los autores antes citados destacan que durante las primeras
guerras de expansión de Roma, en los siglos V y IV a. C., el armamento y las
técnicas de combate de sus guerreros no eran diferentes de las de otros pueblos
de la época, todos se basaban, con mayor o menor efectividad, en las
aportaciones que había generado la revolución hoplítica. El grueso del ejército

202
Hernández Cardona, F. X. y X. Rubio Campillo, Breve Historia de la Guerra Antigua y Medieval,
Ediciones Notwilus, Madrid, 2010.
203
Ibíd., p. 53.

257
romano estaba compuesto por infantes pesadamente armados con escudos y
lanzas, dispuestos en línea y generando nutridas falanges. La infantería ligera
marchaba al frente, dispersa, y la caballería guardaba los flancos204.
Aunque la condición de ciudadano y soldado se hallaban, tal como en el
caso de la Atenas clásica, íntimamente vinculadas, la realidad era que el hecho de
que el ejército romano fuera uno de ciudadanos soldados, que seguía los patrones
del modelo hoplítico, implicaba en la práctica que muchos ciudadanos, aunque
libres, no podían costear el equipo que les permitiría servir en las filas de la
infantería, ni tampoco abandonar sus actividades económicas el tiempo suficiente
como para participar en una campaña en el extranjero. Esto daba a la guerra,
irónicamente, un carácter marcadamente aristocrático, cuestión que sólo
comenzaría a revertirse (y gradualmente) en el período que analizamos. La
aristocracia romana (en primer lugar el patriciado, y posteriormente la nobilitas
mixta) era una clase social profundamente militarizada en sí misma aún en
términos culturales, pues ya en aquel entonces poseía la sociedad de la República
Romana un marcado carácter guerrero, que nunca perdería. Es precisamente esta
cuestión la que señala el historiador norteamericano J. E. Lendon, al afirmar que

(…) early Romans did not conceive of military excellence primarily as a set of
learnable skills. Success in battle was primarily the consequence of the
inborn human quality that Romans most admired, virtus or masculine courage
(from which, eventually, the English word virtue). Virtus is analogous to the
Greek andreia, but is a value far more basic to the Roman sense of self than
Greek andreia had been to Greek identity in historical times. (…). The Roman
cult of virtus manifests itself in the degree to which Roman society was
adapted to the making of war205.

204
Ibíd., pp. 53-54.
205
Lendon, J. E., “War and Society”, en Sabin, P., H. Van Wees y M. Whitby (eds.), The Cambridge
History of Greek and Roman Warfare. Volume I: Greece, the Hellenistic World and the Rise of
Rome, Cambridge University Press, Cambridge, 2007, pp. 509-510.

258
En una cultura, como se dijo, ya tan profundamente militarizada, el papel
desempeñado por las historias y relatos de las hazañas pasadas no puede ser
minimizado. Ya el propio Polibio destacó acertadamente esta cuestión: ―todas
aquellas historias del valor romano, del heroísmo y autosacrificio que debió de
haber oído, contadas una y otra vez alrededor de las hogueras de los
campamentos militares y de las mesas de cena, no eran simplemente para divertir,
concluyó‖206. Por el contrario, ―su función era la de alentar a los jóvenes a imitar
las hazañas bizarras de sus antepasados: eran un aspecto del espíritu de
emulación, ambición y competición que corría por la elite de la sociedad
romana‖207. La virtus romana, por lo tanto, tenía un carácter eminentemente militar
pero además preformativo: el buen ciudadano romano debía ser necesariamente
un guerrero, y los relatos, repletos de hazañas militares (desde las historias
contadas en los campamentos que menciona Polibio hasta los poemas épicos
como La Eneida, parte ineludible de la formación de cualquier miembro de la elite
romana) tenían esta función de incentivar a la persecución de hazañas y hechos
heroicos como elemento fundamental de la identidad romana. A este respecto
enfatiza Lendon el hecho de que:

Rome’s aristocracy was narrowly military: until the late Republic only fighting
brought advancement to an ambitious young Roman of high family. The sons
of great Romans could not forswear violence and achieve eminence as
jurisconsults or rhetoricians or bishops, as their descendants did: their choice
was the sword or the shadows. Even the reputations of Romans known for
accomplishments other than war – like Cato the Elder, say – were
undergirded by military success (Plut. Cat. Mai. 1). A great Roman was a
warrior first, and a politician or an orator or a lawyer only second208.

206
Beard, M., Op. cit., p. 198.
207
Ibíd.
208
Lendon, J. E., Op. cit., pp. 510-511.

259
Hacia el siglo V, por lo tanto, la guerra romana estaba organizada según el
modelo hoplítico, y se trataba, en consecuencia, de una actividad circunscripta a
los sectores sociales lo bastante pudientes como para poder costearla, sectores
sociales a su vez imbuidos de una cosmovisión según la cual la guerra era la
actividad por excelencia que los definía como clase y daba sentido a sus vidas. No
tiene sentido, pues, hablar de “políticos” o “militares” romanos: más allá de lo
anacrónicos que ambos términos puedan resultar, las realidades que describen no
se encontraban en absoluto disociadas, sino, al contrario, profundamente
integradas. La guerra era la razón de ser de las clases dirigentes en la República
Romana, y algunos historiadores han inferido que este factor cultural es tan
importante como los factores económicos a la hora de explicar las campañas de
conquista romanas. En este sentido,

(..) as well as contributing to social stability, the Roman cult of virtus was a
structural cause of war in the middle Republic. A nation in which the most
admired human quality could best be displayed in war naturally made war
frequently. All wanted to compete in virtus: the rich also needed war for
political advancement, while the poor yearned for loot209.

El último punto señalado por el autor es fundamental, pues si la guerra era, por
la forma misma en que era concebida, una válvula de escape a las tensiones
sociales de la República, también lo era por la promesa de tierras y botín que
conllevaba, y esta cuestión implicaba que los sectores de más baja condición no
desearan verse excluidos de la posibilidad de tomar parte en la misma. Virtus,
pero también tierras (por aquel entonces, como afirmáramos, principal motivo de
conflicto) y riquezas, eran promesas más que tentadoras para cualquier ciudadano
romano. Y efectivamente, es hacia el siglo IV que empezamos a presenciar
modificaciones a este sistema hoplítico (cuya institución los historiadores romanos
atribuían a las reformas llevadas a cabo por el rey Servio Tulio210). Y dichas

209
Ibíd., pp. 515.
210
Goldsworthy, A., Roman Warfare, Cassell, Londres, 200, p. 29.

260
transformaciones tuvieron lugar en el marco de las guerras de conquista que
llevarían a Roma a poseer el control de toda la Península Itálica. A decir de
Hernández Cardona y Rubio Campillo,
La singularidad de Roma comenzó cuando desbordó los límites de la ciudad-
estado y se convirtió en un auténtico Estado con ciudades. A partir de ese
momento, los romanos pudieron organizar ejércitos de grandes dimensiones
y pasaron a ensayar innovaciones. Durante el siglo IV a. C., el dictador
Marco Furio Camilo (446-365 a. C.) propició grandes reformas como la
fijación de un sueldo para pagar a las tropas. Pero el cambio más importante
y revolucionario fue el diseño de la legión como unidad autónoma y básica
del ejército211.
Cada vez más ciudadanos romanos podían participar en las guerras de la
República y, cómo afirmáramos, dichas guerras permitieron aumentar aún más el
número de soldados, ya sea extendiendo la ciudadanía romana a las ciudades
conquistadas, ya brindando tierras, a título privado, a ciudadanos romanos que
ahora sí podían permitirse el costear un equipo militar (debe tenerse en cuenta
que a pesar de las reformas llevadas a cabo por Marco Furio Camilo, el equipo
aún debía ser adquirido por cada soldado a título privado, y no era otorgado por el
Estado de forma estandarizada, algo que sólo ocurriría luego de las reformas
iniciadas por el cónsul Cayo Mario a fines del siglo II). Sin embargo, en esta
primera forma de la legión, la infantería romana ya estaba dividida en tres cuerpos
claramente definidos: hastati, príncipes y triarii. Cada uno constituía una de las
tres líneas en que formaba la infantería (hastati al frente, príncipes en la segunda
línea, y triarii en la última), y poseía una función específica, la cual se reflejaba en
su equipo también diferenciado. Los hastati (los soldados más jóvenes, cuya sed
de virtus justificaba el hecho de que lucharan en primera fila y buscaran el choque
con el enemigo) y los príncipes (algo mayores, de entre 25 y 35 años de edad)
utilizaban un equipo similar:
En general portaban un casco de bronce, un disco frontal protector en el pecho,
también de bronce, o cota de malla corta de tradición céltica, un escudo alargado

211
Hernández Cardona, F. X. y X. Rubio Campillo, Op. cit., p. 54.

261
de grandes dimensiones, una jabalina y una lanza pesada, mitad de madera,
mitad de hierro, denominada pilum, una espada corta, un puñal y, en algunos
casos espinilleras (grebas o cnemides)212.
Por su parte, ―los triarii mantenían el armamento típico de los hoplitas: casco,
armadura, un gran escudo y una larga lanza. De hecho, formaban en falange y
constituían el muro de seguridad por si hubiera que cubrir a los compañeros en
retirada‖213. Delante de la infantería propiamente dicha formaban los vélites, ―la
infantería ligera armada con jabalinas y hondas. Los vélites agrupaban ciudadanos
pobres y jóvenes que no podían costearse un equipo militar‖214. Existía además la
caballería, pero debe tenerse en cuenta que
Su papel en las batallas era complementario, su función principal era la
exploración del territorio y la persecución del enemigo. Los estribos no se
conocían, las herraduras eran extrañas, y los caballos de pequeñas dimensiones,
razones todas ellas por las que la caballería, con una capacidad ofensiva limitada,
era un arma más auxiliar que decisiva215.
Esta nueva forma de organización de la infantería romana, la legión, fue un
producto de las reformas llevadas a cabo en el período analizado, reformas cuya
importancia no debe en modo alguno minimizarse. Tal es así que bien puede
considerarse que, en efecto,
Las reformas furianas fueron auténticamente revolucionarias. El concepto de
hoplita que luchaba en filas y con la larga lanza en mano quedó obsoleto. Los
romanos lanzaban jabalinas y lanzas como armas arrojadizas, y la estructura
manipular les permitía reforzar el ataque, retirar tropas cansadas o empujar hacia
el combate tropas de refresco. Nada de esto podía hacer la falange de hoplitas,
condenada al combate de corta distancia, y sin posibilidad clara de dar relevo a los
combatientes de las primeras filas que pudieran bajar de rendimiento a causa del
cansancio y de la presión ambiental216.

212
Ibíd., p. 56.
213
Ibíd., p. 58.
214
Ibíd., p. 56.
215
Ibíd.
216
Ibíd., p. 58.

262
Estas reformas militares darían lugar al que sin lugar a dudas puede
considerarse el ejército más poderoso y eficiente de toda la Antigüedad, que
pronto se convertiría en protagonista de un proceso de expansión territorial
prácticamente constante, sustentado, a su vez, en la militarizada cultura romana y
el culto de la virtus. Pero fue éste un proceso en el cual, como afirmáramos,
factores políticos, militares, sociales y económicos se retroalimentaban
constantemente: al otorgarse tierras recientemente conquistadas a los sectores
sociales más pobres, se reducían las tensiones sociales y se ayudaba a concluir
finalmente el proceso de desmovilización político de la plebe, pero a su vez esto
permitía convertir a dichos sectores pobres en campesinos medios, capaces ahora
de servir en el ejército y contribuir así a consolidar la expansión militar. Y a su vez,
esta transformación generaría otro cambio fundamental, íntimamente ligado al
futuro carácter esclavista de la sociedad romana217, pues privaría a los mayores
terratenientes de una mano de obra interna, en tanto los campesinos antes
sometidos a deudas y despojados de tierras ahora gozaban de una mejor
situación (y se hallaban, además, protegidos por las leyes Licinio-Sextias). Se
daba así la tercera de las condiciones planteadas por Finley, la llamada condición
negativa, y se hacía necesaria, pues, la introducción de un nuevo tipo de mano de
obra.
De allí que, a decir del mismo Finley, el desarrollo de la esclavitud sea previo a
la expansión militar (nosotros diremos, simultáneo), y no consecuencia directa de
ésta por la disponibilidad de prisioneros de guerra, como tendía a pensarse, pues
dichos prisioneros no tenían por qué incorporarse a la sociedad romana como
mano de obra esclava si no hubiera existido en aquel contexto particular una
demanda de ésta. Pero dicha demanda sí existía, impulsada por los cambios en el
régimen de tierras, posibilitados a su vez por las transformaciones tanto legales
como territoriales. Y esto no hizo más que sumar un nuevo elemento, la necesidad
de una nueva fuente de trabajo, a un proceso que se retroalimentaba

217
Según el esquema de Finley, es una sociedad esclavista aquella en la cual la mayor parte de
los excedentes económicos provienen de la explotación de mano de obra esclava. Esto, desde
luego, no implica que no hubiera otras formas de explotación económica, y de hecho, éstas serían
cada vez más variadas conforme Roma se expandiera a nuevas tierras.

263
constantemente. La expansión militar proporcionó, tanto como luego lo haría
también el comercio, la fuente de dicha mano de obra, en una dinámica que hacía
necesaria, de esta manera, una expansión constante para satisfacer las
demandas de mano de obra esclava, tanto como las demandas de virtus y de
tierras cultivables No es una casualidad que la explosión del expansionismo
romano se dé a partir del siglo III, momento en que según Finley puede calificarse
a Roma, por primera vez, como una sociedad esclavista.
Cuando Roma completó la conquista de la península itálica, derrotando a
samnitas al sur y etruscos al norte, y quedando vedado el avance más hacia el
norte (controlado por los galos), la única opción lógica era continuar la expansión
hacia el Mediterráneo. Y esto conduciría, a su tiempo, al inevitable conflicto con la
gran potencia naval del momento: la República de Cartago. Las tres subsiguientes
Guerras Púnicas, ganadas no sin un gran esfuerzo por la República Romana,
demostrarían la eficacia del nuevo sistema de organización del ejército en
legiones, y convertirían a Roma primero en una gran potencia naval, y luego, tras
la derrota definitiva de Cartago, en dueña absoluta del Mediterráneo, a partir de
entonces llamado, con toda justicia, Mare Nostrum.

Conclusión

Como afirmáramos, puede considerarse que el llamado conflicto de órdenes


que enfrentó a patricios y plebeyos en los siglos V y IV tuvo como eje principal la
cuestión del acceso a la tierra del ager publicus y a las magistraturas por parte de
los plebeyos, así como la abolición del nexum. Dicho conflicto se resolvería, o
mejor dicho, atenuaría, en el siglo IV con las leyes Licinio-Sextias, que
conllevarían la gradual desmovilización política de la plebe, pero sobre todo con la
expansión militar. Las reformas de Marco Furio Camilo se encontraron en el
corazón de este proceso, sentando las bases de un proceso de expansión militar
que llevaría a la República Romana a adueñarse primero de la Península Itálica y
luego del Mediterráneo, pero que tendría, además de consecuencias militares,
importantes consecuencias políticas, económicas y sociales, hasta el punto de

264
que, como afirmáramos, no pueda entenderse a estas esferas en modo escindido,
sino como parte de un proceso unitario cuyos componentes, más aún en una
sociedad tan profundamente militarizada como la romana, se influenciaban entre
sí y se retroalimentaban constantemente.
El nuevo modelo de acceso a la tierra posibilitado por la expansión militar y
sancionado en las leyes Licinio-Sextias daría origen a un sector campesino medio,
privando de este modo a las aristocracias de la mano de obra interna y empujando
a Roma al establecimiento de una sociedad de tipo esclavista. La necesidad de
mano de obra esclava sería un incentivo más, de este modo, para una expansión
militar que no debe ser vista como causa última del esclavismo, sino, tal vez más
acertadamente, como su consecuencia lógica, o en cualquier caso como un
desarrollo simultáneo, componente indisociable del mismo proceso.
En consecuencia, la República Romana del siglo III era, de este modo, ya una
sociedad esclavista que, habiendo logrado atenuar las tensiones sociales que la
habían sacudido en los siglos anteriores, se hallaba embarcada plenamente en un
proceso de expansión militar, posibilitado por el surgimiento de uno de los mejores
ejércitos de la Antigüedad, y que acabaría dando lugar a uno de los mayores
imperios de la Historia.

265
Bibliografía

ALFOLDY, G. Historia social de Roma. Alianza Editorial. 1978

BEARD, M., SPQR. Una historia de la antigua Roma. Editorial Crítica. 2016

BRUNT, P.A. Conflictos sociales en la República romana. Editorial Eudeba. 1973

DUPLÁ, A. La República romana arcaica (509-264 a.C.). Madrid. 2003

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GOLDSWORTHY, A. Roman Warfare. Editorial Cassell. 2006

HERNANDEZ CARDONA, F. X. y RUBIO CAMPILLO, X. Breve Historia de la


Guerra Antigua y Medieval. Ediciones Notwilus. 2010

LENDON, J. E. “War and Society”, en Sabin, P., H. Van Wees y M. Whitby (eds.),
The Cambridge History of Greek and Roman Warfare. Volume I: Greece, the
Hellenistic World and the Rise of Rome, Cambridge University Press, Cambridge,
2007.

266
Después de Cannas. La indecisión de Aníbal y su no marcha a
Roma

Mg Esteban Darío Barral


Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires

Introducción

El 2 de agosto del 216 a.C no sería un día más para recordar en la historia de la
República romana. Ese día cerca de 60.000 soldados romanos perecerían a
manos de las fuerzas cartaginesas bajo el mando de Aníbal Barca. Fue el mayor
desastre militar de una fuerza ocurrida en el lapso de una tarde y en un reducido
campo de batalla de apenas tres kilómetros; mantuvo en vilo el pensamiento
militar posterior y fue el sueño de todos los mandos militares a lo largo de la
historia.218

Luchar en un espacio tan apretado que dificultaba la maniobra tanto colectiva


como individual, era propia de las grandes batallas de la antigüedad, donde los
campos de batalla estrechos y con dispositivos lineales no permitían complejos
movimientos; ni previos, ni durante la batalla.

Durante el siglo III a.C el control del Mediterráneo estaba en manos,


especialmente el control de las rutas comerciales, de una sola potencia: Cartago.
Roma comenzaba a vislumbrarse como un oponente cada vez mayor, que
posteriormente se convertiría en una amenaza. El control cartaginés no solo
alcanzaba el norte de África, sino que se extendía por todo el mediterráneo y las
islas de Sicilia, Córcega y parte occidental de Cerdeña, territorio muy cercano a la

218
Los números de las bajas difieren de acuerdo a las fuentes, las que van de los 50.000 a 80.000.
Hemos preferido utilizar las más conservadoras dadas por Goldsworthy de 60.000, teniendo en
cuenta que es un número alto y para hacer una comparación, las fuerzas británicas no perdieron
esa cifra de hombres en dos días de combate intensivo en la batalla del Somme.

267
bota italiana y en la zona de influencia de la por entonces surgente potencia
romana. La rivalidad que iba aumentando a medida que los intereses de ambas
potencias crecían llevó inevitablemente al primer choque armado en el año 264
a.C. La guerra duraría más de 20 años y finalizaría con una derrota para los
cartagineses, con condiciones de posguerra muy duras e indemnizaciones casi
imposibles de pagar. Roma se quedó con Sicilia y Córcega, poco tiempo después
también se quedaría con la isla de Cerdeña, dejando a los cartagineses con muy
poco margen de maniobra en el Mediterráneo.

Roma se conduciría en una forma arrogante y violenta a partir de ese momento,


actitud que mantendría a lo largo de los años venideros y a lo largo de sus
próximas campañas de conquista. La situación llevaba en una sola dirección
nuevamente: la guerra.

Mientras tanto los cartagineses irían creando bases en Hispania, y de la mano


de Amílcar Barca, padre de Aníbal, dominaría gran parte de la península ibérica
hasta su muerte acaecida en combate contra las tribus hispanas. Aníbal tomaría el
legado poco después de la muerte de su cuñado Asdrúbal, que también moriría en
una pelea.

La llegada de los cartagineses a Hispania fue consecuencia de la imposibilidad


de los mismos de poder extenderse a otros territorios. La flota romana dominaba
ahora los mares y había establecido un férreo control de los principales puertos
comerciales. El territorio español era un buen centro comercial y de
abastecimiento para Cartago, ya que en la región había minas de oro, plata y otros
minerales esenciales; era por lo pronto una importante baza estratégica. Amílcar
no estaba errado en su política estratégica ya que no sólo lograba una gran
cantidad de súbditos y aliados entre las diversas tribus, sino que también lograría
tomar el control de las minas y del resto de los recursos. La intención era
reconstruir el poder cartaginés desde Hispania.

El ascenso de Aníbal está descripto por dos de los más importantes


historiadores de la antigüedad: Polibio y Tito Livio. Ambos van a describir al mayor
y más peligroso enemigo que tuvo Roma a lo largo de su historia en forma
documentada y prolífica. Aníbal es sin dudas el actor principal de la Segunda
Guerra Púnica.

Lo cierto es que una vez que Aníbal aniquiló al ejército romano no decidió en
forma inmediata marchar a Roma y decidir la guerra. Ese es el objetivo del
presente trabajo, intentar dilucidar la actitud del comandante cartaginés que se
había revelado hasta ese momento como un conductor extraordinario y con altas
cualidades para la guerra.

268
La larga marcha de Aníbal a Cannas

Aníbal desde muy chico había estado combatiendo en Hispania, tanto a


órdenes de su padre como posteriormente de su cuñado Asdrúbal. Según Polibio
y Livio contaba con dotes realmente importantes para el mando y el liderazgo, algo
indispensable para un conductor militar.

El casus belli fue Sagunto. Una ciudad situada al sur del río Ebro y protegida de
Roma, que inició una serie de acciones con tribus aliadas de Cartago y esto llevó
a la intervención de Aníbal contra Sagunto, que obviamente solicitaría ayuda a
Roma. Las fuerzas cartaginesas sitiaron durante ocho meses a la misma hasta
que lograron conquistarla y pasarla a fuego luego de saquearla y esclavizar a sus
ciudadanos. La guerra con Roma estaba asegurada.

No vamos a adentrarnos en las verdaderas causas de la guerra y su desarrollo


posterior debido a la extensión a que deberíamos someter el presente trabajo, sino
que haremos un breve raconto de los mismos para poder comprender mejor los
hechos posteriores.

269
Trebia

Trasimeno

Cannas

La larga marcha
de Aníbal a
Cannas

Aníbal estaba preparado a la reacción de Roma, o eso suponemos debido a los


acontecimientos posteriores que así lo demuestran, y probablemente tenía planes
de campaña esbozados para llevar la guerra a la península itálica. El punto de
partida era Nueva Cartago donde al frente de un ejército profesional inició la
campaña.

El primer objetivo de la misma era salvar el terreno que le impedía llegar a Italia
por el norte de ésta; para ello debía cruzar los Alpes y dominar el territorio que
estaba en manos de tribus hostiles. Este era un plan realmente bien concebido y
estratégicamente bueno, pues utilizaba el camino de menor expectativa del
enemigo y a su vez evitaba el enfrentamiento por éste en terreno no preparado
para un combate. Los planes de Aníbal hacen ver que buscaba una decisión en el
campo de batalla con el objetivo de quitar a Roma a sus aliados en la península y

270
de esa manera socavar su poder. La mejor forma de invadir Italia era sin dudas
por mar, y también la más segura, pero el dominio que ejercían los romanos del
mar después de la Primera Guerra hacía inviable la misma. Sin embargo, hay
otros motivos más fuertes para pensar en utilizar la ruta terrestre y no tiene que
ver solo con la seguridad de la misma. En primer lugar, el ejército de Aníbal iría
afianzándose a lo largo de toda la vía dominando y aliándose con tribus hostiles,
de esa manera aumentaba el poder de los Bárcidas en Cartago, donde también
debían librar batalla contra sus propios contrincantes. Por otro lado, también se
aseguraba una gran fuente de suministros y hombres que podían ir aumentando
sus fuerzas y relevando sus bajas.

En el 218 a.C inició la marcha siguiendo la costa, cruzó los Pirineos, derrotó
rápidamente a un destacamento romano en oposición y también a las fuerzas
tribales hostiles que se le interponían en el camino. Tras dos semanas de marchas
forzadas cruzó los Alpes y entró en la Galia Cisalpina para noviembre del mismo
año. El ejército cartaginés contaba con 70.000 infantes, 12.000 jinetes y 37
elefantes; un ejército enorme para la época y utilizando cifras conservadoras. 219
Ha sido motivo de numerosas especulaciones la cantidad de hombres que Aníbal
perdió en la marcha a través de los pasos montañosos y en combate contra las
tribus rebeldes; pero es probable que tanto Livio como Polibio exageraran los
números del ejército cartaginés para de esa manera aumentar sus bajas. Es por
ello que creemos que el número real de fuerzas que cruzaron con Aníbal no eran
tantas como las que ciframos, probablemente la mitad de infantes y unos dos mil
jinetes menos, y es probable que los elefantes no hayan cruzado, sino que hayan
sido llevados posteriormente, pues en Tesino no están en el orden de batalla.

Las tribus celtas de la Galia Cisalpina eran potenciales fuentes de suministros,


tanto de hombres como de recursos materiales ya que eran enemigos naturales
de los romanos que los habían doblegado y obligaban a pagar caros impuestos.
Estaban esperando un momento como el que se les presentaba para ampliar sus
fronteras hasta el Po e independizarse de Roma. Sin duda fueron una gran ayuda
para los cartagineses.

Ante la situación que se presentaba, los romanos decidieron enviar dos


legiones al valle del Po, que su vez debían aplacar una insurrección en las
colonias de Placentia y Cremona; dos legiones más a Sicilia y otras dos a

219
Otros autores dan la cantidad de 90.000 infantes, 20.000 jinetes y 37 elefantes. Parecen cifras
muy abultadas para la época y difíciles de sostener, de todas maneras era sin duda un ejército
grande. La presencia de los elefantes es discutida también, ya que no se ha podido corroborar con
fiabilidad la existencia de los mismos. Sí, podemos establecer con relativa fidelidad que el paso
que Aníbal tomó fue el de San Bernardo y que al menos un elefante cruzó con él. Ver la obra de
García Tomas, Salvador. Aníbal. Un genio de la Guerra. Ed Cultiva Libros. 2011. También
Goldsworthy, Adrian. Las Guerras Púnicas. Ed Ariel. 2002

271
Hispania. Las dos legiones de Sicilia que estaban bajo el mando del Cónsul
Sempronio debieron regresar y dirigirse por mar al norte de Italia para
contrarrestar la nueva amenaza. El primer enfrentamiento tuvo lugar en Tesino,
que más que nada fue una batalla de caballería, donde los romanos fueron
derrotados sin problemas y su comandante, Publio Escipión, herido en la refriega.
Éste retrocedió con sus fuerzas hasta Placentia para esperar los refuerzos de
Sempronio y las dos legiones que venían de Sicilia; cuando ambas fuerzas se
unieron volvieron a enfrentarse con Aníbal, esta vez en Trebia que terminó con un
verdadero desastre y con el aniquilamiento de la fuerza romana en una de las
peores derrotas sufridas hasta entonces.220

Estas victorias tuvieron un efecto positivo en los cartagineses ya que


permitieron reforzar su ejército con efectivos galos que se unían como
mercenarios y que habían visto a Roma derrotada por Aníbal; ese fue el otro
efecto que se logró, el del prestigio de éste frente a las tribus que guardaban una
gran inquina contra los romanos. Para Roma las derrotas habían causado un gran
efecto psicológico negativo, es más, no podían creer la derrota de los ejércitos
consulares. Pero inmediatamente tomaron medidas para contrarrestar la invasión:
se reclutaron nuevas legiones, dos se enviaron a Sicilia y otra a Cerdeña para
evitar los desembarcos de posibles fuerzas cartaginesas en las mismas. En
Ariminun se reorganizaron y reforzaron las fuerzas sobrevivientes de Tesino y
Trebia bajo el mando del nuevo Cónsul Servilio Gémino; otras dos legiones fueron
a Arretium bajo el mando de Cayo Flaminio. Estas dos fuerzas, las de Arretium y
Ariminun, se encontraban una a cada lado de la cadena de los Apeninos para de
esa manera cortar las vías de acceso de Aníbal o al menos de poder prever la ruta
de menor expectativa que podría utilizar.

A pesar de este dispositivo, Aníbal logró entrar en territorio de Etruria y


comenzó a devastar el mismo con la finalidad de arrastrar al ejército romano a una
batalla y buscar la defección de los aliados de Roma que estaban indecisos.

Las fuerzas cartaginesas maniobraron de tal manera que evitaron a las fuerzas
que estaban en Arretium con Flaminio; para ello atravesó los pantanos del Arno y
en una maniobra de acción indirecta obligó a los romanos a perseguirlo. Por su
parte, Flaminio comenzó a seguir a Aníbal de cerca, esperando que el ejército de
Gemino se le uniera y de esa manera derrotarlo tal como habían hecho con los
galos en Telamón al tomar su ejército entre dos fuerzas. Las fuerzas romanas
eran poderosas, probablemente unos 25.000 a 30.000 hombres, entre romanos y
auxiliares, y más o menos igualaban a las fuerzas que tendría Aníbal disponibles

220
Se estima que entre ambas batallas, Tesino y Trebia, los romanos perdieron unos 20.000
hombres según las diferencias entre las diversas fuentes.

272
en ese momento. Las tropas de Flaminio perseguían de cerca al ejército
cartaginés, pero en algún momento perdieron contacto y se adentraron en el
camino que bordea el lago Trasimeno, cubierto de niebla y con el lado occidental
del mismo apoyado de bosques y montañas. Quedando canalizado por el camino
e impidiendo todo tipo de maniobras fueron a parar a la mayor emboscada de la
historia militar.221

La niebla, la geografía y la habilidad táctica de Aníbal hicieron su tarea a la


perfección. Los romanos ingresaron en la zona y cuando toda la columna que
abarcaría varios kilómetros ingresó en la zona de muerte de la emboscada, los
cartagineses atacaron. Unos treinta mil romanos se vieron atacados por el flanco,
el frente y la retaguardia; los cartagineses habían utilizado un dispositivo similar a
lo que hoy se conoce como emboscada en L con la retaguardia cerrándose
posteriormente por una gran fuerza de caballería. La trampa era completa y lo que
sucedió a continuación terminó en una verdadera matanza. Los legionarios no
tuvieron ni tiempo, ni espacio para maniobrar; por lo tanto, lo más probable es que
se hayan sucedido una innumerable sucesión de combates de pequeños grupos
de hombres que luchaban por sobrevivir. Las fuerzas cartaginesas debieron tener
una muy buena cadena de mandos y la emboscada muy bien planificada para
poder mantener la cohesión necesaria durante el ataque, de lo contrario el mismo
corría el peligro de fracasar.

221
El lago Trasimeno es el cuarto más grande de Italia ocupando una superficie de 128 km2. La
niebla que cubre el mismo ha sido puesto en entredicho por numerosos historiadores, debido en
gran parte que esa zona es muy cálida y poco propensa a que se forma niebla, sin embargo, la
misma es probable y de hecho es habitual en la región, incluso durante el verano. De todas
maneras, la misma no ha sido la causa principal de la derrota sino un recurso más de la geografía
utilizada por Aníbal.

273
El Ejército cartaginés se
encuentra emboscado con una
poderosa fuerza de caballería
para operar en la retaguardia
romana.

Las fuerzas romanas al


mando de Flaminio se
encuentran marchando
entre el lago y la montaña Batalla del Lago
boscosa.
Trasimeno

Emboscar a una fuerza enemiga del tamaño del ejército de Flaminio no fue
tarea fácil, especialmente de noche y en condiciones adversas. Si la emboscada
se llevó a cabo tal como las fuentes antiguas relatan, fue una acción cuya
perfección aún en el día de hoy es muy difícil de realizar; por lo tanto, las
cualidades de conductor de Aníbal, de sus mandos intermedios y la calidad de sus
tropas debieron ser de primera línea y nos hacen ver la capacidad de un ejército
profesional contra otro de campesinos-propietarios, ya que los romanos no eran
todavía la potencia militar que llegarían a ser.

Entre 15.000 y 20.000 legionarios y soldados auxiliares cayeron en combate, en


tanto que unos 10.000 terminaron prisioneros; solo unos pocos pudieron escapar
de la matanza. El camino a Roma estaba expedito. Pero Aníbal no marcharía a
Roma, e incluso unos días más tarde una fuerza romana de caballería de unos
4.500 jinetes chocaron con los cartagineses, para caer aniquilados y solo unos
pocos pudieran escapar. Ante la situación desesperada que se vivía, el senado
romano decidió dar la dictadura a Quinto Fabio Máximo, denominado cuntactor o
el que retrasa,222 quien decidió no enfrentar a Aníbal sino que desarrolló una
maniobra de desgaste tal que evitara todo enfrentamiento con el cartaginés.

222
Quinto Fabio Máximo era un típico aristócrata romano de la época de la República, cuya
Dictadura le brindaba los plenos poderes para gobernar, el mandato duraba solo seis meses y era
en casos extraordinarios que se nombraba a alguien como Dictador.

274
Fabio aplicaría lo que más tarde se conocería como táctica fabiana, que no es
otra cosa que una maniobra de desgaste, donde el objetivo es atacar las líneas de
comunicaciones y la logística del enemigo pero no enfrentándolo en campo
abierto. Se quemaban los campos, se evacuaba a la población a ciudades
amuralladas y se atacaba a las partidas logísticas que forrajeaban en el terreno.
Pero estos procedimientos de combate son un arma de doble filo, no todas las
sociedades están preparadas para soportar durante mucho tiempo este tipo de
guerra y mucho menos la romana que estaba constituida por terratenientes y ricos
propietarios que veían sus tierras arrasadas por la guerra. Especialmente cuando
las tierras devastadas por Aníbal evitaban a los campos de Fabio, que no tardó en
ser tratado de traidor y cobarde por el mismo senado y el pueblo romano.223

Tarde o temprano la estrategia de Fabio se volvió contra él, y al terminar su


mandato dictatorial un poderoso ejército romano se había conformado
nuevamente. Si de algo había servido la estrategia de Fabio, fue la de ganar
tiempo para volver a reconstituir las fuerzas romanas.

Al terminar el periodo de la dictadura de Fabio se nombraron dos nuevos


cónsules para el año 216 a.C. Terencio Varron y Paulo Emilio, que asumieron el
mando decididos a terminar con el problema de Aníbal.

La Batalla de Cannas. 216 a.C.

La primera medida de Varron fue enviar nuevas legiones al campamento


romano en Gerunium, al Oeste de Roma y sobre la costa oriental, que vigilaba a
las fuerzas cartaginesas que operaban en la zona. Allí se conformaría un
poderoso ejército para batir a Aníbal. Se reunieron al menos 40.000 hombres, el
equivalente a ocho Legiones a los que había que agregar las tropas auxiliares; así
el tamaño del ejército romano llegaba a 80.000 efectivos de infantería, 2.000 de
caballería romana y 4.000 jinetes aliados, además de unos 10.000 hombres de
reserva que durante la batalla estarían en los dos campamentos que se montaron.

Si hay algo que hizo de Roma la potencia militar que fue, eso estuvo
relacionado íntimamente con una sencilla ecuación: la capacidad de convertir
ciudadanos en soldados y antes que ello a los habitantes en ciudadanos. La
mayor fortaleza de Roma fue esta. A diferencia de otros estados de la antigüedad
que no cedían la ciudadanía a cualquiera, lo romanos no tenían problema en
hacerlo siempre y cuando se acataran las leyes romanas y se cumpliera con los

223
Aníbal había ordenado a sus hombres quemar las cosechas y haciendas, menos las que
pertenecían a Fabio con el objetivo de que los mismos romanos se volvieran contra este y
nombraran a alguien que decidiera dar nuevamente una batalla. Cuando Aníbal se desplaza al
territorio de Campania y comienza a devastarlo es encerrado en un valle por las tropas de Fabio y
logra salir de allí gracias a un ardid de guerra.

275
impuestos y la milicia. Esto hacía que cuando se necesitaban hombres para el
combate, Roma tenía mucha disponibilidad de los mismos que incluso debían
costearse su propio equipo y servían en las Legiones cuando se los convocaba a
campañas militares; en la época de la República los soldados eran campesinos-
propietarios iguales que después de luchar en una campaña debían regresar a su
hogar a trabajar la tierra nuevamente. Esta capacidad para reclutar hombres y
levantar ejércitos también le daba, a diferencia de otros estados, la capacidad de
poder asumir bajas que podrían haber aniquilado a otro estado o pueblo.

El próximo movimiento de Aníbal fue el de trasladarse a Cannas, lugar donde


se hallaba un gran almacén de provisiones del ejército romano. No sabemos si
éste estaba al tanto de los problemas internos que había en Roma en ese
momento, a pesar de que muchos autores infieren que poseía una vasta red de
espías, la inteligencia militar tal como la conocemos ahora nosotros era
prácticamente inexistente en esa época. Además, hay que tener en cuenta que las
decisiones estratégicas se tomaban en el más alto nivel, es decir, en el senado,
cosa que es muy improbable que cartagineses hayan logrado acceder a
información de ese tipo, que creemos tampoco eran públicas. Si bien siempre hay
filtraciones de información tampoco podemos magnificar el acceso a la misma y a
la capacidad para procesar ésta como debería hacerse para que se convirtiera en
una producción de inteligencia eficiente.

El ejército romano comenzó a avanzar desde el norte hacía Cannas, con la


caballería avanzando en tareas de exploración, probablemente esto se debiera a
las malas experiencias de otros enfrentamientos como el de Lago Trasimeno.
Posteriormente comenzarían a levantar su campamento a unos 8 kilómetros de las
posiciones cartaginesas; aunque el mismo era provisorio ya que dos días después
la fuerza romana se había ubicado en dos campamentos: el principal se ubicaba al
norte del río Ofanto (Aufidius) cerca de dos lugares de vadeo simples, en tanto el
campamento secundario, se ubicaba más al sur con la finalidad de obstaculizar a
las partidas cartaginesas de forrajeo. Mientras los romanos ocupaban estas
posiciones Aníbal hizo sus propios movimientos estableciendo su campamento en
la llamada colina de San Ferdinando. Ambos bandos estaban en una posición
agresiva y con amplios deseos de entablar combate cuanto antes.

El tema de la unidad de mando en los romanos para esta batalla ha sido muy
debatido y, probablemente, objeto de ser unas de las principales causas del
desastre. El problema que se suscita entre los historiadores militares para explicar
la batalla es que según las fuentes de la misma, Polibio y Livio, hacen causa sobre
la irresponsabilidad en el mando y en la toma de decisiones de Terencio Varron y
sobre la cautela que acompañaba al otro cónsul al mando que era Emilio Paulo,
cargando la responsabilidad de la derrota al primero y exculpando sin dudas al

276
segundo que incluso habría de caer en combate, aumentando de esa manera su
virtud y ética caballeresca para el liderazgo y creando el mito del comandante que
murió en combate a pesar de tener la razón de cómo enfrentar al adversario y por
consecuencia de la irresponsabilidad de quien estaba al mando.

Ambos cónsules se alternaban el mando día a día, y también ambos discutían


constantemente sobre las maniobras correctas y el momento de atacar. Terencio
Varron es descripto por ambos historiadores como un hombre ambicioso,
temerario y poco versado en temas militares, como si de un amateur se tratara; es
más, tiene el mismo trato que Flaminio como responsable del desastre de
Trasimeno. En tanto Emilio es retratado como hombre precavido y estratega
defensor de Fabio en sus procedimientos y como alguien que no quiere
encontrarse con Aníbal en campo abierto. Veamos algunos puntos en particular
para poder aproximarnos a lo que realmente sucedió ese día. En primer lugar,
tanto Livio como Polibio son hostiles a Terencio Varron, a quien echan la culpa y la
responsabilidad de la destrucción del ejército romano ¿por qué? Emilio Paulo es el
abuelo de Escipión Emiliano, que va a ser quien destruya Cartago en la Tercera
Guerra Púnica y que a su vez será el patrón del escritor griego Polibio, uno de los
historiadores que relatan la batalla, por lo tanto es sin duda quien más intenta
destruir la imagen de Varron y de esa manera cubrir al abuelo de Escipión
Emiliano. La familia de Varron es de la clase senatorial y muy rica por cierto, pero
casi intrascendente para la política de Roma, siendo algo opuesto la familia de
Emilio que estará emparentada con los Escipiones. Si hay que echarle las culpas
a alguien el mal menor indica que debe ser el de la familia menos influyente y ese
es Varron. Después de poder dilucidar la inquina de los historiadores con respecto
a uno de los mandos veamos ahora el problema de la batalla.

Cuando Livio y Polibio nos dicen que la estrategia de Varron era salir a buscar
una batalla y la de Emilio la de evitarla, se contradice con dos elementos
fundamentales para poder comprender la acción desencadenada:

 No se puede evitar la batalla porque el senado buscaba destruir y


terminar de una vez con el problema de Aníbal que se encontraba
devastando la zona; justamente había sido el problema de la táctica
fabiana de evitar la batalla la que los había llevado a eso según el
colectivo romano. Hacer cargo a Varron de buscar un encuentro es algo
que no está en la lógica, ya que éste cumplía las órdenes de batirlo a
Aníbal donde lo encontrase. Para el senado romano el problema no era
cómo, sino cuándo y dónde.
 Otro de los puntos esenciales es la forma de combatir de los romanos.
El ejército romano estaba organizado, equipado e instruido para
combatir en campo abierto contra fuerzas similares, especialmente en
277
el 216 a.C. Estaba compuesto por propietarios iguales y tropas aliadas
auxiliares con doctrina similar, por lo tanto no era factible que aplicase
procedimientos de combate que estuvieran por fuera de su doctrina, tal
como es habitual en todos los ejércitos del mundo; por lo tanto, creer
que Emilio estaba en contra de la doctrina de combate romana y que
además proponía actuar en contra de las órdenes del senado es algo
que va contra la lógica de la época. Además, el día de la batalla, Emilio
ocupó el ala derecha del dispositivo con la caballería, lugar habitual en
el ejército romano para quien estaba al mando. Tanto Livio como
Polibio buscaron un culpable del desastre, y ese era Terencio Varron.224

El 02 de agosto el ejército romano comenzó a avanzar para ubicar su


dispositivo en las llanuras de Cannas, Varron, si hemos de creer que él estaba al
mando ese día, ubicó su ala derecha apoyada en el río Ofanto y las colinas de
Cannas a fin de evitar la maniobra de la caballería númida cartaginesa; ésta era el
principal problema de los romanos, la superioridad manifiesta de los númidas, su
mayor maniobrabilidad y experiencia, le daban una gran ventaja sobre la romana y
auxiliar. Es así que el dispositivo romano se acomodaba en gran parte para evitar
la acción de la caballería púnica y hacer prevalecer el número y la calidad de su
infantería, la espina dorsal del ejército romano.

El dispositivo romano era el estándar de todas las batallas que había librado
antes: las alas estaban cubiertas por la caballería y en el centro se ubicaba la
infantería legionaria y auxiliar. Éstas últimas se disponían en triplex acies, es decir
en tres niveles de acuerdo a la veteranía y equipo: hastatis, príncipes y triari. Un
problema era la maniobrabilidad, la que quedaba restringida por la estrechez del
campo de batalla que obligó a reducir la distancia entre manípulos; de esa manera
se apostaba al choque restando capacidad de maniobra. El mayor punto fuerte de
los romanos no estaba en su número sino en su alta moral; la mayoría de los
legionarios quería combatir contra Aníbal cuanto antes a pesar de que su
experiencia contra los cartagineses era la de la derrota.

Mientras los romanos se ubicaban en su dispositivo, Aníbal vadeaba el Ofanto y


comenzaba a ubicar el suyo. El dispositivo de éste es muy particular y llama la
atención. Ubicó a su infantería mercenaria, gala e hispana, en el centro en forma
de saliente, una formación convexa, en tanto que su infantería libia de elite fue
colocada más retrasada, en ambos lados de los extremos de la formación
224
Según el historiador Mark Healy en su obra Cannas. 216 B.C., calculando los días en que
ambos cónsules alternaban el mando y en base a las fechas reportadas por Livio, pudo deducir
que para el día de la batalla Emilio Paulo estaba al mando y no Varron; siendo muy factible el
resultado de esta investigación refuerza nuestra postura con respecto al verdadero responsable del
desastre romano en Cannas. Ver la obra de Healy, Mark. Cannas. 216 B.C. Ed Osprey Publishing
1998.

278
mercenaria. En las Alas, estaba a la derecha la caballería de elite númida bajo el
mando de su comandante Maharbal, en tanto en la otra Ala se ubicaba la
caballería mercenaria gala e hispana bajo el mando de Asdrúbal.

Gneo Servilio
Emilio I Aux I I I I Aux Varron

I Aux I I I I Aux

Infantería Ligera Vélites

Infantería Ligera cartaginesa

Maharbal
Asdrúbal I
I I
I I
Aníbal
Libios Libios

Batalla de Cannas
216 a.C.

El plan de Aníbal era simple, pero su ejecución era extremadamente compleja


para la época. La infantería ligera cartaginesa inició la acción, con los honderos
baleares lanzando numerosos proyectiles sobre los vélites romanos, que también
comenzaron a molestar con su fuego constante. Inmediatamente la caballería
cartaginesa del Ala izquierda con Asdrúbal cargó con ímpetu sobre la propia
romana que estaba bajo el mando de Emilio. Rápidamente la superioridad de la
primera hizo sentir la misma y comenzó a imponerse sobre la romana cuyas filas
cedieron ante la violencia del impacto. Lo mismo sucedía con la otra Ala cuando la
caballería de Maharbal aferraba a la romana bajo el mando de Varron.

Mientras esto sucedía en ambos extremos, la infantería legionaria comenzó a


avanzar cerrando sus filas a medida que se acercaban al enemigo cuya extensión
era más estrecha. A unos veinte metros se detuvieron y lanzaron las jabalinas
para obligar a cerrarse a los mercenarios, que aguantaron a pie firme mientras
aguardaban el empuje de los legionarios cuerpo a cuerpo. La presión de la
infantería romana hacía retroceder a los mercenarios cuya formación comenzó a
ceder hasta convertirse en una línea cóncava, pero la estrechez en la que se

279
combatía canalizaba el empuje romano y amontonaba cada vez más sus filas
dificultando ya no solo la maniobra colectiva sino también la individual.

La caballería romana de Emilio comenzó a huir ante la presión de los


cartagineses de Asdrúbal que los persiguieron un trecho y volvieron grupas para
ubicarse nuevamente en el combate. Para eso marcharon por detrás del
dispositivo romano para caer sobre la retaguardia de la caballería de Varron que
no podía desprenderse del ataque de Maharbal. Ahora, ambas caballerías
destrozaron al ala izquierda de la caballería romana. Así, el destino del ejército
romano quedaba en manos de la infantería que luchaba en un espacio cada vez
más estrecho sin saber que se dirigían a una trampa sin escapatoria.

Cuando la presión de las legiones sobre el centro cartaginés se hizo


insoportable, Aníbal ordenó girar a la infantería libia que presionó violentamente
los flancos romanos. De esa manera los romanos quedaban atrapados por el
frente y los flancos, y es entonces cuando la trampa se cerró del todo. La
caballería cartaginesa cayó sobre la retaguardia y dejó sin escapatoria a la fuerza
romana sellando así su destino. Durante tres horas las fuerzas cartaginesas se
dedicaron a masacrar a los soldados romanos que cayeron dignamente en el
campo de batalla. Emilio Paulo también cayó en la refriega, dos procónsules Gneo
Servilio y Marco Atilio Régulo, 29 tribunos y 80 senadores y sólo unos pocos
lograron escapar. Unos 60.000 romanos cayeron esa tarde, un ejército completo
había sido aniquilado, pero lo peor era que lo más graneado de la clase senatorial
romana había perdido a alguien esa tarde.

Para Aníbal la batalla debía ser brutal y decisiva, debía lograr que Roma se
aviniera a firmar la paz. Pero los romanos no eran cualquier pueblo y no firmarían
la paz, por el contrario la guerra a partir de ese momento recrudecería al máximo.

Aníbal y su decisión de no marchar a Roma

El camino a Roma quedaba libre y la pregunta de rigor para la historia militar


siempre ha sido ¿por qué Aníbal no marchó a Roma? Esto no se puede responder
con aspectos militares modernos como se ha hecho en casi todas las
explicaciones que se han intentado dar. Veamos los aspectos más relevantes para
poder comprender la negativa de Aníbal para marchar sobre la ciudad de las siete
colinas y terminar con la guerra de una vez por todas.

El primer aspecto que tendremos en cuenta es el de los objetivos estratégicos


militares que en apariencia Aníbal no cumplió. Hablar de objetivos estratégicos en
el mundo antiguo es realmente una quimera, pues los antiguos no fijaban la guerra
en base a los mismos como en la guerra moderna, simplemente para ellos no
existían. Hablar de objetivos estratégicos es un constructo moderno, pero no de la

280
antigüedad. Establecer la toma de Roma como objetivo principal puede parecer
algo obvio hoy en día, pero en el siglo III a .C no era tarea fácil y probablemente
no estuviera en los planes de Aníbal ejecutar sus planes de guerra con ese
objetivo. De ser así, todos los ejércitos del mundo antiguo hubieran marchado
directamente hacía las ciudades estado enemigas y sitiarlas sin más para tomarlas
por asalto o traición.

El arte de la guerra en el mundo antiguo establecía buscar al ejército enemigo y


batirlo en el campo de batalla para ello se basaba en dos principios
fundamentales: la maniobra y el choque, siendo el segundo el más importante. Los
dispositivos son lineales y las maniobras frontales; el flanqueo es muy difícil y
ocasional debido a los problemas de mando y control. Normalmente el enemigo
que primero desarma sus filas es quien termina con su dispositivo quebrado y sus
hombres más que retirarse huyen para salvar sus vidas, es en ese momento
cuando se produce el descalabro total de un ejército.

La concepción de la guerra para los cartagineses es similar a la de los griegos


por herencia directa. La devastación del territorio enemigo antes que el sitio de sus
ciudades era uno de los procedimientos habituales para obligarlo a capitular. Fue
el objetivo del ejército lacedemonio durante la fase Arquidámica de la Guerra del
Peloponeso. Fue también el procedimiento utilizado por Aníbal para obligar a los
romanos a firmar la paz y probablemente el único objetivo para ganar la guerra.

Los ejércitos actúan de acuerdo con su doctrina de empleo y la de esa época


era la de devastar el territorio enemigo con el fin de obligarlo a rendirse al ver
destruidas sus cosechas y su territorio. Conviniendo también que la masa de los
ejércitos antiguos están compuestos por soldados propietarios, tales como el
ejército romano de la República, esta acción obligaba a gran parte de la población
del campo a hacinarse en las ciudades amuralladas al negárseles la posibilidad de
volver a cosechar los mismos. La afectación de la economía era fundamental en la
estrategia de guerra antigua, de esa manera los recursos del enemigo se veían
mermados. También el efecto que provocaba en los aliados era fundamental para
provocar la defección de los mismos cuya economía se veía reducida a su mínima
expresión sin dejarles oportunidad de continuar el esfuerzo bélico.

Aníbal utilizó este procedimiento a lo largo de toda la guerra, incluso cuando


derrotó a los romanos en el lago Trasimeno tampoco marchó a Roma y se dedicó
a destruir y arrasar el territorio de los aliados romanos con el objetivo de buscar la
defección de los mismos. Era algo mucho más seguro que sitiar una ciudad que
requería una logística depurada y probablemente meses para entrar a la ciudad
por asalto o por traición tal como hemos manifestado anteriormente.

281
El objetivo estratégico de tomar Roma es algo que se ha tomado como que ese
era el fin de la guerra para Aníbal y se basa en gran parte en los relatos de Livio
cuando en un supuesto diálogo entre éste y su comandante de caballería
Maharbal le propone enviarlo con su caballería y tomar Roma. Ante la negativa de
Aníbal éste le habría dicho a su comandante “sabes cómo obtener una victoria,
pero no sabes cómo utilizarla”. Probablemente este diálogo no haya existido
nunca y de todas maneras lo vertido por Livio y por Polibio es la opinión de Roma,
pero no nos ha llegado nada de los cartagineses debido a que sus fuentes se han
perdido. También los estudiosos modernos han establecido este objetivo como
algo elemental para ganar la guerra, basándose en la terminología moderna y en
la doctrina de los ejércitos actuales, pero que no se condicen con los ejércitos de
la época antigua.

Creemos que Aníbal no tuvo como objetivo la destrucción de Roma, sino la


reducción de la misma a su mínima expresión y para lograr tal cometido era
necesario destruir su mayor fuente de recursos obligando a defeccionar a sus
aliados y destruyendo su economía. Puede esto parecer errado y no estar a la
altura de los estrategas modernos pero en la antigüedad era más común de lo que
parece. Descontextualizar el momento histórico puede ser peligroso para
comprender aspectos fundamentales de la guerra antigua.

Otro de los puntos a considerar para comprender el porqué de la actitud de


Aníbal es el aspecto logístico a resolver para continuar la guerra. Si hemos de
creer en el famoso diálogo de Livio entre Maharbal y Aníbal podemos estimar lo
siguiente: una fuerza de caballería no podría haber tomado Roma de ninguna
manera, pues la distancia que había entre Cannas y Roma era muy grande para
ser cubierto por una fuerza de este tipo sin contar con ningún otro apoyo. Desde la
región de Apulia donde estaba el ejército de Aníbal hasta Roma la distancia era
demasiado amplia para poder ser cubierta sin apoyo logístico y con pocas
chances de tomar una ciudad amurallada. Porque ese era el otro problema a
resolver. Roma estaba amurallada y con fuerzas suficientes para defenderla. Los
romanos no tenían capacidad inmediata para poner un ejército en el campo de
batalla, pero sí para defender una ciudad como Roma.

De haber marchado la fuerza de Maharbal por delante y el ejército púnico por


detrás, la logística necesaria para poder mantener un sitio hubiera sido muy
grande, se debía mantener un ejército de al menos de 40.000 hombres que a su
vez debía marchar unos 480 kilómetros por terreno montañoso para llegar a
Roma. El sitio de la ciudad de Sagunto había tomado unos 8 meses hasta que las
fuerzas cartaginesas lograron tomarla; recordamos también el sitio de Tiro por
parte de Alejandro que llevó a éste uno siete meses. Sitiar una ciudad no era algo
sencillo en el siglo III a.C., tampoco lo sería posteriormente pero con la salvedad

282
que el arte de la poliorcética avanzaba a medida que la guerra se desarrollaba.
Los recursos que se debían emplear para sitiar una ciudad que se negaba a
rendirse eran enormes, tanto en materiales como en hombres, pero también si el
mismo se prolongaba demasiado se podían llegar a correr dos riesgos grandes: el
primero estaba relacionado con los riesgos propios del combate, donde muchas
veces el ejército sitiador se encontraba luchando en dos frentes, uno con los
defensores de la ciudad y en el otro con los ejércitos que normalmente eran
enviados para levantar el sitio en rescate de la misma. El otro problema grande,
además del problema logístico mencionado, era la posible aparición de
enfermedades que a veces causaban más muertes que el combate mismo,
provocando a su vez deserciones y baja moral.

Sitiar una ciudad como Roma, lejos de los apoyos necesarios para cubrir las
necesidades logísticas y de hombres, con ciudades que aún eran afectas a los
romanos, no era un buen negocio para Aníbal, como tampoco lo hubiera sido para
cualquier comandante. Antes, debía asegurarse destruir las bases de apoyo que
Roma tenía y que eran indispensables para continuar la guerra y las mismas
estaban dadas en las ciudades aliadas, cuyos estados contribuían con ingentes
cantidades de hombres, dinero y recursos para que ésta se levantara una y otra
vez en la guerra. A punto estuvo de lograrlo, ciudades como Capua y Tarento y
regiones como la de Salapia se volvieron contra Roma y brindaron apoyo a Aníbal.
Pero la presencia romana era tan fuerte que la mayoría de la ciudades del norte y
otro tanto de las del sur no defeccionaron y se mantuvieron en constante combate
contra los cartagineses.

Aníbal había sufrido muchas bajas en la batalla, bajas difíciles de reponer por
su lado debido a que se encontraba en territorio totalmente hostil y alejado de sus
bases logísticas; tampoco había convencido a su propio senado en Cartago que le
negaba los recursos necesarios para continuar la guerra y los mismos llegaban en
cuenta gotas. Filipo V de Macedonia había sido ganado como aliado e inició la
Primera Guerra Macedónica contra los romanos, que tuvieron la capacidad de
remontar fuerzas militares y terminar venciendo en la misma. Como hemos podido
observar la situación de Aníbal distaba mucho de ser la mejor para poder tomar
Roma que al menos estaba defendida por dos legiones al momento de la batalla
de Cannas. Los romanos poseían fuerzas en el Mediterráneo, en el Norte y las
legiones que debieron reconstituirse después de Cannas. Había fuerzas en
Hispania, en Sicilia y en Cerdeña. En poco tiempo, se habían recuperado fuerzas
suficientes para continuar la guerra, de otra manera el senado romano habría
capitulado.

Si la situación hubiera sido sin retorno para continuar la guerra, no hay dudas,
ya que estaría fuera de toda lógica y sentido común, que los romanos hubieran

283
capitulado sin un atisbo de esperanza todavía. Creemos que Aníbal era más
consciente que su comandante de caballería y su visión estratégica iba más allá
de una acción temeraria que podría haber derivado en un verdadero fracaso y el
aniquilamiento de todo su ejército.

Para ganar la guerra debía destruir lo que Roma había construido y la base de
su poderío que estaba intrínsecamente relacionado con la capacidad política y
militar de ésta, que hacían de los sistemas de alianzas el elemento fundamental
para producir recursos. Nadie había encontrado hasta ese momento la manera de
destruir el poder romano cuya fuerza principal se ceñía en base a su cultura, a su
civilización, a su política externa y a su libertad para producir ciudadanos que
contribuyeran a sus filas militares. Ese era el secreto de Roma, si no se destruía
su entorno, no se podía ganar la guerra, y como tomar la ciudad no era viable por
los motivos que hemos citado anteriormente, Aníbal utilizó la vía más apta para
alcanzar la victoria, la misma que había logrado en el campo de batalla de
Cannas, pero que marcó el zenit y el fin de su carrera militar.

Conclusiones

La guerra está subordinada a la política, y por lo tanto, por más hechos de


armas que se puedan lograr favorablemente la misma no está ganada hasta que
la voluntad del enemigo no haya dicho basta. Aníbal buscó quebrar la voluntad de
Roma de dos maneras: por medio de la derrota de sus ejércitos en batallas
campales y por la devastación de su economía, intentando quebrar el sistema de
alianzas que los romanos habían tejido en muchos años.

Es muy probable que no estuviera en los planes de Aníbal la conquista de


Roma sin antes haber logrado estos objetivos, de otra manera se haría imposible
destruir a la misma sin bases sólidas para poder accionar militarmente contra ella.

El arte de la guerra en siglo III a.C. que heredaba Aníbal de los griegos, no
había variado mucho en cuanto a procedimientos de combate para llevar a cabo
una guerra, y la devastación del territorio enemigo con el fin de afectar a su
economía era uno de ellos. Aníbal no hizo nada que ningún otro comandante de la
época no hubiera hecho, pues la forma militar de librar la guerra de los antiguos
así lo establecía. Descontextualizar el momento de la batalla de Cannas y de la
Segunda Guerra púnica es un error en el que muchos historiadores han caído
para intentar explicar porqué Aníbal no marchó a Roma en el 216 a.C después de
Cannas.

Cuando se habla de que el camino a Roma estaba abierto, parece que estamos
hablando de unos pocos kilómetros de distancia y que con solo lanzarse por él en
forma inmediata se hubiera terminado la guerra. La distancia entre la región de

284
Apulia donde estaba el ejército cartaginés y la ciudad de Roma dista unos 480
kilómetros por caminos consolidados, llevar un ejército esa distancia hubiera
llevado días enteros de marcha para llegar a las puertas de la ciudad. De haber
mandado una fuerza de caballería tal como Livio expresa en su obra y pone en
boca de Maharbal, hubiese sido el acto más ridículo de la guerra, tal como fue la
incursión de la caballería de JEB Stuart antes de Gettysburg.

Hemos dado los lineamientos necesarios para poder inferir por qué el
legendario comandante cartaginés no marchó inmediatamente a Roma después
de Cannas y agregaremos otro elemento más que nunca se tiene en cuenta: la
extenuación. Aníbal había librado la mayor batalla de su vida, pero las pérdidas
que había sufrido y la extenuación de su ejército también fueron factores que
incidieron en su decisión de continuar la guerra de otra manera.

Aníbal había colocado unos 40.000 hombres en el campo de batalla de Cannas,


perdió 8.000 en combate y probablemente tuvo casi el doble de heridos, que
muchas veces no son tenidos en cuenta; es decir, había perdido la mitad de su
ejército o al menos la mitad no estaba en condiciones de combatir u operar. ¿Con
qué fuerzas podía tomar Roma? La misma estaba defendida al menos con dos
legiones y tropas auxiliares, unos 12.000 hombres más o menos, y con dos o tres
ejércitos que aún estaban intactos en otras regiones y que podían llegar durante el
sitio. Si a eso le sumamos que la masa de las ciudades podía seguir aportando
efectivos y recursos, entonces ¿Cuánto tiempo podía mantener el sitio? La
respuesta es sencilla: no por mucho tiempo. Que una fuerza de caballería hubiera
marchado a tomar la ciudad no tiene ninguna lógica en cuanto a las posibilidades
que la misma tenía de lograr su objetivo, pues no ha habido una fuerza de
caballería que tomé una ciudad amurallada; a menos que cuente con un factor
sorpresa tal y que ingrese a la misma por traición dentro de ella, de lo contrario no
tiene la suficiente capacidad militar para hacerlo.

A pesar de todo los factores que hemos enumerado a lo largo del presente
trabajo, siempre va a quedar una única pregunta sin respuesta ¿hubiera valido la
pena correr el riego de marchar a Roma? Para ella no tenemos una respuesta
coherente, se necesitaría estar en el momento y lugar indicado y en la mente de
Aníbal para poder responderla. El resto podemos llegar a deducir el porqué no
marchó a Roma tal como hemos intentado, pero esa respuesta quedará en la
especulación de la historia.

285
Bibliografía

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GARCÍA TOMAS, Salvador. Aníbal. Un genio de la Guerra. Editorial Cultiva Libros.
2011
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TITO LIVIO. Historia de la Segunda Guerra Púnica. Editorial Alianza. 1998
POLIBIO de Megalópolis. Historia Universal Bajo la República Romana. Editorial
Gredos. 2003

286
La Rebelión de los Esclavos: Lecciones militares y
consecuencias políticas de la insurgencia de Espartaco

(73-71 a. C.)

Prof Nicolás Poljak


Universidad de Buenos Aires

Introducción

En el capítulo anterior hemos analizado sucintamente la cuestión de los


conflictos sociales existentes entre patricios y plebeyos en la República Romana
de los siglos V y IV225, y hemos planteado la hipótesis de que dicho conflicto
acabaría por resolverse (o mejor, dicho, por atenuarse, al menos temporalmente)
sólo gracias a un factor fundamental, tantas veces olvidado o minimizado por
quienes hacen énfasis en la historia social y económica de Roma: la expansión
militar. Es esta una esfera que, en una sociedad como la romana, no puede
escindirse en absoluto de las otras, por cuanto la expansión militar que llevaría a
la construcción de un imperio en toda regla resultó central para canalizar las
mencionadas tensiones sociales, brindando de este modo una mayor estabilidad a
una sociedad que se encontraba atravesando una etapa particularmente
conflictiva de su historia. Asimismo, sostuvimos también que dicha expansión
territorial que llevaría a la República Romana a convertirse en dueña del
Mediterráneo se dio simultáneamente a las transformaciones que propiciaron el
surgimiento en la propia Roma de una economía de tipo esclavista, siendo la
expansión no tanto la causa (como solía creerse) del desarrollo de dicha
economía, sino, antes bien, una consecuencia de la misma. Es decir, fue la
demanda preexistente de esclavos producto de las transformaciones estructurales
de la propia sociedad romana lo que hizo que los prisioneros obtenidos en las

225
Por cuestiones de simplicidad, utilizaremos las fechas de este modo, aclarando, desde luego,
que todas ellas son antes de Cristo.

287
guerras fueran esclavizados, y no la disponibilidad de prisioneros lo que dio lugar
al desarrollo del esclavismo.

En el presente capítulo, pondremos el foco en el siglo I para analizar un


episodio posterior de la historia de la República Romana, profundamente ligado
tanto a la cuestión de la esclavitud como a la cuestión de la guerra (cuestiones
ambas acaso difícilmente disociables en la Antigüedad). Se trata de la revuelta o
rebelión de esclavos acontecida entre los años 73 y 71 y acaudillada por el famoso
gladiador de origen tracio, Espartaco. Personaje por demás célebre para el público
actual, acostumbrado a las imágenes romantizadas que de él hicieran la literatura,
el cine y la televisión, el auténtico Espartaco es de hecho un personaje en cierto
punto poco conocido, que de hecho carecía, entre los antiguos, de la relevancia
que ha adquirido en la cultura popular moderna, la cual ha querido ver en él,
muchas veces, al líder de una auténtica revolución. Sin embargo, si consideramos
a ésta como un intento organizado y consciente de transformación radical y
estructural de un sistema social y económico (o, para decirlo en términos
marxistas, de un modo de producción), el análisis de la rebelión liderada por
Espartaco parecería acercarnos a conclusiones diferentes. Lejos de un
revolucionario dueño de una conciencia de clase que le impulsó a luchar por la
abolición del sistema esclavista, Espartaco se nos presenta, sostendremos en el
presente capítulo, como el líder carismático de una rebelión, insurrección o
insurgencia (utilizaremos dichos términos como sinónimos) no demasiado
diferente (más que por su magnitud) de otros episodios similares acontecidos a los
largo de la Antigüedad y documentados tanto para el caso de Grecia como para el
caso de la República Romana. Dicha insurgencia constituyó un movimiento
heterogéneo, carente de objetivos unificados definidos, y caracterizada en primer
lugar por el mencionado liderazgo carismático de caudillos como Espartaco,
liderazgo que, siguiendo la clásica definición de Max Weber, se caracteriza aún
más por su inestabilidad que por su magnetismo.

Pese a estas consideraciones, sostendremos también que las insurgencias


de esclavos enfrentadas por la República Romana en el último siglo de su historia,

288
y particularmente la liderada por Espartaco, revistieron gran importancia tanto
militar como política, aún cuando las fuentes clásicas no lo admitan directamente.
Por un lado, introdujeron nuevas formas de combate, al tratarse esta de una
guerra de nuevo tipo que, si bien puede haber estado condenada al fracaso desde
el inicio, forzó a los comandantes romanos a adaptarse a las nuevas condiciones a
las que se enfrentaban para poder sobreponerse a las mismas. En dicho contexto
de transformación militar, y en segundo lugar, el resultado de las insurrecciones de
esclavos (es decir, su derrota) sería uno de los factores (desde luego, no el único
y acaso ni siquiera el principal) que acabarían por tener, de un modo más
indirecto, importantes consecuencias en los futuros acontecimientos políticos de la
República Romana, acontecimientos que marcarían el fin de la misma y el
nacimiento del Principado.

Espartaco, el héroe moderno: el abordaje historiográfico de las


insurrecciones de esclavos

Como mencionamos, Espartaco resulta aún al día de hoy un personaje un tanto


oscuro, acaso más conocido por el cine o la televisión que por la historiografía
académica. La razón es evidente: las fuentes de que disponemos para el estudio
de la rebelión de Espartaco (así como de todas las otras revueltas de esclavos de
la Antigüedad) son escasas y por demás sesgadas, por cuanto recogen el punto
de vista de los amos y abordan un tema que no a muchos de ellos les habría
resultado particularmente interesante ni mucho menos elogioso. Tal y como señala
el historiador norteamericano y especialista en historia militar de la Antigüedad
Barry Strauss,

―La guerra antigua está relativamente bien documentada, pero no se puede


decir lo mismo de las antiguas revueltas de esclavos. Se conserva muy poca
documentación. En parte se debe a la mala suerte, pero probablemente
refleja también una falta de interés al respecto por parte de la antigua élite.
Las guerras de esclavos se consideraban despreciables. No había honor

289
alguno en su conquista, una verdad que los romanos reconocieron al
negarse a conceder el triunfo a un general simplemente por haber ganado
una guerra de esclavos (…). Perder frente a los esclavos era, sin duda,
intolerable.

Otro aspecto acerca de las fuentes es que prácticamente todas presentan el


punto de vista del amo. No podemos hacer más que conjeturas sobre los
planes o motivos de los rebeldes basándonos en nuestros conocimientos. Lo
mismo ocurre con el estudio de la esclavitud incluso en períodos más
modernos de la historia.‖226

Si los textos de Diodoro Sículo constituyen la principal fuente para el análisis de


las dos grandes insurrecciones serviles sicilianas (acontecidas en 135-132 y 104-
100), para el caso de la insurrección de Espartaco de 73-71, la principales fuentes
disponibles forman parte de la obra de Apiano, en su Historia de las Guerras
Civiles, y de Plutarco, particularmente el tercer volumen de sus Vidas Paralelas,
en las que se hace un abordaje, en absoluto exhaustivo, de la mencionada
insurrección, al cubrir el autor los principales acontecimientos de la vida de Marco
Craso.

Y si las fuentes para el estudio de las guerras de esclavos deben ser abordadas
con cautela, lo mismo puede decirse de la mayor parte de la historiografía (por
otro lado, no tan abundante) que se ocupó de la cuestión en el siglo XX. La
apropiación que desde el marxismo se hizo de la figura de Espartaco (cuestión
que ha contribuido no poco a la fama del personaje en tiempos recientes) ha
desatado intensas polémicas entre historiadores marxistas (principalmente
soviéticos) e historiadores no marxistas acerca de cómo debía entenderse la
naturaleza de las revueltas de esclavos. Esta cuestión es señalada por el
historiador argentino Fernando Piantanida, quien sostiene que:

226
Strauss, B., “Guerras de esclavos en Grecia y Roma”, en Davis Hanson, V. (ed.), El arte de la
guerra en el mundo antiguo. De las guerras persas a la caída de Roma, Crítica, Barcelona, 2012,
p. 187.

290
La historiografía del siglo XX se ocupó fundamentalmente de la interpretación
que correspondía darles a las insurrecciones serviles (Dumont, 1987: 161). El
marxismo, la revolución bolchevique y las condiciones políticas de la
investigación histórica en la Unión Soviética y en las Democracias Populares
fueron determinantes para esta nueva orientación (Dumont, 1987: 162).
Habiéndose postulado la naturaleza de clases de la sociedad antigua,
considerándose a los esclavos como constituyentes de una clase social, y a
la lucha de clases como el motor de la historia, se reflexionó luego sobre si
las revueltas serviles constituyeron un momento importante en la lucha de
clases, si se trataría de episodios revolucionarios que dieron lugar a una
nueva sociedad o al menos a importantes cambios en el orden social
existente (Dumont, 1987:163). A partir de entonces el estudio de los tres
grandes levantamientos de esclavos de fines de la República Romana fue
abordado por la historiografía con el imaginario contemporáneo de lo que
constituye una revolución (una transformación del orden social) trasladándolo
al mundo antiguo para así juzgar el carácter de dichos acontecimientos, bien
como ―revoluciones‖ o bien como ―rebeliones‖, es decir, en función de si los
esclavos buscaron conscientemente la eliminación de la esclavitud o no
(García Mac Gaw, en prensa), generándose una intensa polémica entre
historiadores marxistas y no-marxistas. Como puede observarse, el estudio
de la esclavitud antigua –incluyendo el de las luchas de los esclavos-
confirma la sentencia de Croce de que ―toda historia es historia
contemporánea.‖227

Aún por fuera de la historiografía marxista o soviética, el carácter


“revolucionario” de la insurgencia de Espartaco es muchas veces dado por
descontado en una cultura popular que continúa haciéndose eco de
interpretaciones de la historiografía moderna más que de un cabal conocimiento

227
Piantanida, F. M., “Las insurrecciones serviles en Sicilia. El relato de Diodoro Sículo y la
participación de los campesinos libres”, en Sociedades Precapitalistas, Vol. 2, Nº 1, 2do semestre
de 2012, p. 3-4.

291
de los acontecimientos de la Antigüedad (algo que por otro lado puede bien
aplicarse a cualquier hecho o contexto histórico). Como mencionáramos
anteriormente, adoptaremos aquí la línea que ve en los sucesos de la rebelión
acaudillada por Espartaco (así como en las dos guerras sicilianas de eslavos, que
no abordaremos aquí) una insurrección o insurgencia, mas no una auténtica
revolución, y trataremos, pues, de analizar la guerra liderada por el esclavo
rebelde de la Antigüedad alejándonos del héroe de la cultura popular moderna.

Jugando con fuego: Roma y las insurgencias de esclavos en los siglos II-I a.
C.

Como mencionamos, la insurgencia acaudillada por Espartaco no fue sino la


última (y la más peligrosa) de una serie de rebeliones de esclavos acontecidas en
un período relativamente breve; recapitulando,

―Las grandes insurrecciones de esclavos, en las que estaban involucradas


decenas de miles de rebeldes, estallaron primero en Sicilia y después en
Italia entre 140 y 70 a. C. Se trata de la primera y segunda guerras sicilianas
de esclavos (135-132 y 104-100 a. C., respectivamente) y la rebelión de
Espartaco (73-71 a. C). Estas fueron las mayores guerras de esclavos del
mundo antiguo; de hecho, figuran entre las principales guerras de esclavos
de la historia.‖228

Estas grandes rebeliones, que con toda justicia pueden calificarse de guerras,
resultaron sorprendentes incluso entonces, al constituir un acontecimiento poco
común en la Antigüedad. Las insurgencias de esclavos habían sido hasta
entonces sucesos poco frecuentes, y sin haber alcanzado jamás la magnitud de
aquellos a los que debió enfrentarse la República Romana entre los siglos II y I.
Sin embargo, existen motivos que permiten explicar el por qué de la
aparentemente asombrosa proliferación de las mismas en aquel contexto
específico.

228
Strauss, B., Op. cit., p. 190.

292
Como señaláramos en el capítulo anterior, las victoriosas guerras libradas por la
República entre el 300 y el 100 aproximadamente habían brindado a Roma una
enorme cantidad de mano de obra esclava. Géza Alföldy señaló acertadamente
que ―la importancia de la esclavitud para la economía romana se hizo enorme en
el plazo de muy corto tiempo tras la segunda guerra púnica, por la sencilla razón
de que la oferta y la demanda de esta rentable fuerza de trabajo crecieron súbita y
simultáneamente‖229. La guerra fue el factor que, si bien no dio de por sí origen a
la economía de tipo esclavista, sí permitió su fortalecimiento, consolidación y
expansión, y de este modo, ―alentada por sus conquistas militares en torno al
Mediterráneo, Roma inundó Italia de mano de obra no libre. En el siglo I a. C.
había aproximadamente entre un millón y un millón y medio de esclavos en la
península, y constituían probablemente el 20 por 100 de la población de Italia‖230.

Si retomamos aquí la clásica definición aportada por Finley que hiciéramos


nuestra en el capítulo anterior231, una de las características fundamentales de la
esclavitud era precisamente el desarraigo, es decir, el aislamiento social, al que
eran sometidas aquellas personas reducidas a la esclavitud, arrancadas de sus
comunidades de origen por las victoriosas tropas romanas. Ahora bien, no era
este precisamente el caso, o al menos no siempre, si tenemos en cuenta que en la
Italia de los siglos II-I ya habían surgido las condiciones que permitían una cada
vez mayor sociabilidad entre los esclavos (o al menos entre algunos de ellos).
Actuando de un modo opuesto al que muchos autores clásicos aconsejaban, los
romanos dieron lugar a la concentración de enormes cantidades de esclavos
provenientes de las mismas regiones y de los mismos pueblos, o que en todo caso
poseían la capacidad de comunicarse entre sí. Un notable ejemplo de esta
cuestión lo provee el hecho de que muchos de estos esclavos provenían del
Mediterráneo Oriental, y si bien ―eran originarios de diferentes países, la mayoría
de ellos hablaba una misma lengua, el griego. Los romanos permitieron también
grandes concentraciones de tracios y celtas, por ejemplo, en los barracones de los

229
Alföldy, G., Historia social de Roma, Alianza Editorial, Madrid, 1978, p. 83.
230
Strauss, B., Op. cit., p. 191.
231
Véase Finley, M. I., Esclavitud antigua e ideología moderna, Crítica, Barcelona, 1982.

293
gladiadores donde se gestó la revuelta de Espartaco‖232. El desarraigo en el que
hiciera énfasis Finley, pues, no era una condición que se cumpliera estrictamente,
y desde luego, esto tendría un gran efecto sobre la capacidad de los propietarios y
del propio Estado romano de ejercer un control efectivo sobre las cada vez
mayores masas de esclavos que se concentraban en suelo italiano.

Cisalpina
Mutina

Umbria

Piceno

Etruria

Córcega
Roma
Samnium
Ostia
Latium Apulia

Calabria
Lucania

Brutium

Sicilia Insurgencia
de Espartaco
71-73 a.C.

232
Strauss, B., Op. cit., p. 192.

294
En segundo lugar, cabe señalarse que este control era aún más deficiente si se
consideran las actividades a las que los muchos de estos esclavos se abocaban.
Debe quedar claro, no fue entre los esclavos educados de las familias patricias
que surgió la rebelión (dicho de otro modo, alguien como Polibio no tomaría las
armas contra la familia de Escipión), sino entre aquellos que trabajaban en el
campo, en las grandes haciendas del sur de Italia, o bien entre los que luchaban
en la arena como gladiadores. Este tipo de actividades implicaron no sólo, en
ocasiones, una mayor dificultad para mantener un rígido control sobre la mano de
obra esclava, sino también una cuestión adicional que no puede ser soslayada. Se
trata del hecho de que ―muchos esclavos eran diestros con las armas, puesto que
muchos de ellos eran prisioneros de guerra que habían sido adiestrados en
ejércitos extranjeros. Espartaco, por ejemplo, había servido como auxiliar en el
ejército romano (es decir, combatió en una unidad aliada, probablemente como
soldado de caballería)‖233. La cuestión del pasado militar de Espartaco (así como
de muchos de sus seguidores) ha sido destacada por multiplicidad de autores
tanto antiguos como modernos, algunos de los cuales han afirmado también que
el tracio, además de una gran experiencia en el uso de armas, ―tenía un gran
instinto para dirigir tropas‖234. Al menos una buena parte de los gladiadores habían
sido soldados, e incluso aquellos esclavos que se desempeñaban como pastores
―tenían permiso para llevar amas debido al peligro que suponían los bandidos, los
osos y los jabalíes‖235. Se trata de los ―vaqueros y pastores (…), gente de
expeditas manos y de ligeros pies‖236 que menciona Plutarco.

Esclavos de una procedencia común, o que al menos hablaban el mismo


idioma, concentrados en las zonas rurales y abocados a actividades que les
conferían un relativo grado de libertad (o implicaban una dificultad por parte de los
amos de ejercer un control estricto) y muchas veces conllevaban el manejo de
armas237. Esta cuestión no puede dejar de enfatizarse: ―al concentrar esclavos de

233
Ibíd.
234
Everitt, A., Cicerón, Edhasa, Barcelona, 2007, p. 131.
235
Strauss, B., Op. cit., p. 192.
236
Plutarco, Vidas paralelas, Tomo III, p. 243.
237
Véase Alföldy, G., Op. cit., p. 98.

295
la misma nacionalidad o lengua, muchos de ellos antiguos soldados, y darles
relativa libertad e incluso armas, así como acceso a los escondites en las
montañas, Roma estaba jugando con fuego‖238. Las condiciones que de ningún
modo causaron pero sí posibilitaron la revuelta ya estaban dadas. La propia Roma
las había creado.

Insurgencia, no revolución: la cuestión de los objetivos de los esclavos


rebeldes

Retomando brevemente el debate acerca del carácter “revolucionario” o no de


la insurgencia de Espartaco, señalaremos brevemente algunas cuestiones
importantes. En primer lugar, nos resulta difícil conocer a ciencia cierta las
motivaciones y objetivos de los rebeldes a partir de las fuentes de que
disponemos, pero toda la evidencia, así como nuestro conocimiento del contexto
histórico, apunta en la misma dirección. Nada parece indicar que entre los
esclavos hubiera algún tipo de ideología anti-esclavista o que la abolición de la
propia esclavitud figurase entre sus objetivos. Al contrario, esto parece muy poco
probable, y más aún si consideramos la notable ausencia de ideologías
universalistas dentro del ideario de la Antigüedad precristiana. Esta cuestión es la
que señala Strauss al afirmar que ―el mundo precristiano de Grecia y Roma
carecía de ideologías movilizadoras de liberación universal. Tampoco había en la
Antigüedad nada que combinase, como más tarde lo hizo el marxismo, una visión
utópica secular con una ideología internacional‖239. De hecho, apenas,

―Tenemos constancia de unas pocas personas que en principio se oponían a


la esclavitud. Entre ellas figuras filósofos griegos (las fuentes sólo mencionan
a uno de ellos, el poco conocido Alcidamas), quizá un par de grupos
marginales de judíos, por lo menos un padre de la Iglesia cristiana, Gregorio
de Nisa, y acaso ciertos grupos cristianos heréticos. Por lo demás, no se

238
Strauss, B., Op. cit., p.192.
239
Ibíd., p.195.

296
conoce ninguna doctrina abolicionista, ni entre los ciudadanos libres ni entre
los esclavos.‖240

Ni siquiera el cristianismo, acaso la primera religión en introducir un concepto


unitario de “humanidad”, implicó necesariamente la impugnación de la esclavitud
en sí misma (aunque sentó las bases para que dicha idea fuera posible), y
exceptuando a algún poco conocido filósofo griego, buscar ideologías
abolicionistas en la Antigüedad parece ser al menos anacrónico. Por otra parte, y
por muy frecuente que resulte desde la actualidad hablar de “esclavos” como si de
un grupo homogéneo se tratase, no puede perderse de vista la existencia de
importantes diferencias entre los propios esclavos. El ejemplo de Polibio que
mencionamos anteriormente nos resulta útil para recordar la existencia de lo que
podríamos denominar “esclavos de elite”, que poca o ninguna relación tenían con
los gladiadores o con los esclavos utilizados como mano de obra agrícola.
Precisamente, ―el núcleo de los sublevados estaba integrado básicamente por
esclavos de explotaciones agrícolas, es decir, por aquello que recibían un trato
especialmente duro‖241. La presencia de estas diferencias (cuanto menos
diferencias “de grado”) entre los esclavos hace muy poco probable la existencia de
cualquier tipo de “conciencia de clase”, siendo la utilización de términos como este
o similares un anacronismo producto de la aplicación de terminología moderna a
un contexto histórico totalmente distinto del actual.

Si no puede sostenerse, por lo tanto, que la insurgencia acaudillada por


Espartaco fuera una auténtica revolución con vistas a abolir la esclavitud, ¿cuáles
podríamos suponer que eran los auténticos objetivos de los rebeldes? Una vez
más, las fuentes no son concluyentes, y la historiografía ha aportado diversas
posibles respuestas. Sin embargo, muchos autores han coincidido en lo que
señalara el historiador británico Peter Brunt ya en 1971:

240
Ibíd., p. 193.
241
Alföldy, G., Op. cit., p. 100.

297
―Espartaco no condujo un movimiento de protesta contra la esclavitud, y
menos aún un levantamiento de todo el proletariado. Pocos hombres libres
colaborarían con los esclavos. Al parecer, la mayor parte de sus seguidores
provenían de los pueblos allende los Alpes, sencillamente querían escapar y
recobrar la libertad en su patria.‖242

La interpretación de Brunt ha sido discutida, al menos en ciertos puntos. La


utilización de la palabra “proletariado”, aún cuando se trate de un término existente
en latín, acaso no resulte sorprendente proviniendo de un autor que en pleno
contexto de la Guerra Fría debía aún debatir contra una historiografía soviética o
marxista deseosa de endilgar al alzamiento de Espartaco un carácter
revolucionario o anti-esclavista, que la transformara de este modo en un
antecedente de revoluciones más recientes. La tesis de la ausencia total de apoyo
a los rebeldes por parte de estos sectores más pobres de la sociedad romana ha
sido sin embargo cuestionada por autores más recientes243, que han planteado la
posible existencia de una colaboración entre esclavos rebeldes y pobres libres. No
ahondaremos demasiado en esta cuestión, más que para señalar que la misma
daría cuenta de un movimiento insurgente cuya principal característica sería,
precisamente, la heterogeneidad; no obstante, una vez más, la abolición de la
esclavitud en sí misma no aparece como uno de los probables objetivos de
cualquiera de los grupos rebeldes. En cuanto a los objetivos de los esclavos,
muchos autores han seguido a grandes rasgos la línea señalada por Brunt. Así,
Mary Beard señala que

―Muchos esclavos querían la libertad para sí mismos, pero todas las


evidencias de la antigua Roma indican que la esclavitud como institución era
algo que se daba por sentado, incluso por parte de los esclavos. Si tenían
algún objetivo claramente formulado, lo más probable es que Espartaco y

242
Brunt, P.A., Conflictos sociales en la República romana, Eudeba, Buenos Aires, 1973, p. 169.
243
Véase Piantanida, F. M., Op. cit.

298
sus compañeros fugitivos quisieran regresar a sus distintos hogares: en el
caso de Espartaco a Tracia, en el norte de Grecia; para otros, la Galia .”244

La cuestión de la huída y el retorno a la tierra natal es también señalada por


Strauss entre los objetivos de los esclavos rebeldes. Este autor destaca que

―Naturalmente, los esclavos rebeldes buscaban su libertad. Aquellos que se


rebelaron en la primera guerra siciliana se lamentaban del trato cruel y
humillante. (…) cuando Espartaco y sus seguidores escaparon de los
barracones de gladiadores donde estaban cautivos, lo hicieron, según un
autor, tras decidir ―arriesgarse por la libertad en lugar de ser exhibidos a los
espectadores‖. Según este relato, la libertad y la dignidad fueron sus
motivaciones, pero en ningún momento se menciona un deseo más general
de liberar a todos los esclavos. Al parecer, tampoco lo intentaron.‖245

El autor señala otra cuestión interesante. El plan original de Espartaco,


sostiene, no era el de ocupar Roma, como sostiene Apiano. Antes bien, y como
afirmara Plutarco, su objetivo

―Era avanzar hacia el norte de Italia y después hacer que sus hombres se
dividiesen en grupos separados y cruzasen los Alpes, donde tratarían de
llegar a sus respectivas tierras natales. No obstante, el plan falló a causa de
la división entre sus hombres. Espartaco nunca pudo imponer su autoridad
en el grupo de rebeldes étnicamente heterogéneo que combatía con él.
Estaba compuesto por un gran número de celtas y germánicos, junto con
tracios y otros grupos, muchos de los cuales se oponían a sus órdenes.‖246

Esta cuestión refuerza el carácter de heterogeneidad que señaláramos


anteriormente para las rebeliones de esclavos. Aún a pesar de los elementos
comunes (idioma, experiencia en el manejo de armas) que posibilitaron la
insurgencia en sí misma, las diferencias entre los esclavos que tomaron parte en
la misma son tan notables como las existentes entre éstos y los que no lo hicieron,
244
Beard, M., SPQR. Una historia de la antigua Roma, Crítica, Barcelona, 2016, p. 265.
245
Strauss, B., Op. cit., pp. 193-194.
246
Ibíd., p. 201.

299
así como entre los esclavos y los pobres libres que pudieron haberse sumado a la
revuelta. La cuestión étnica, es decir, el hecho de que la mayoría de los esclavos
rebeldes proviniera de pueblos que habían sido enemigos de Roma, y en muchos
casos incluso tuvieran experiencia militar, es un dato que tampoco puede
soslayarse, pues la procedencia (no puede hablarse en la Antigüedad de
“nacionalidad” más allá del uso indiscriminado que muchos autores hagan del
término), así como la subsiguiente heterogeneidad de los esclavos a raíz de este
motivo, puede haber sido tan relevante como la cuestión de la condición social
servil común a todos ellos. De este modo, ―a pesar de que no pocos esclavos
tenían experiencia militar, puesto que muchos eran ex prisioneros de guerra, los
ejércitos rebeldes carecían de la cohesión que surge del entrenamiento conjunto.
A menudo presentaban una heterogeneidad lingüística o étnica que dificultaba la
comunicación, por no decir la solidaridad‖247, cuestión no menor a la hora de
analizar el desempeño militar de los rebeldes y sus resultados.

Nápoles

Methapontum
Nares Lucaniae
Heraclea

Thuri

Mar Tirreno Puteoli

Campaña de
Espartaco en el Sur
de Italia
Rhegium
Sicilia

247
Ibíd., p. 198.

300
El Estado contra la insurgencia: aspectos militares de la guerra de Espartaco
contra Roma

El número de esclavos que llegaron a conformar el ejército liderado por


Espartaco es también materia de debate, y diversos autores han señalado que las
cifras proporcionadas por las fuentes clásicas deben tomarse al menos con
cautela. En relación al número de esclavos que se fugaron junto con Espartaco,
dando de este modo inicio a la rebelión, afirma Plutarco que pese a que en un
inicio ―se confabularon hasta unos doscientos para fugarse‖248, sólo fueron 78 los
que finalmente llevaron a cabo dicho acto. La historiografía más reciente también
coloca la cifra de esclavos fugados en alrededor de setenta, pero es en relación al
número de combatientes que llegó a dirigir Espartaco donde aparecen las
principales inexactitudes. Si en su momento Peter Brunt afirmó de los rebeldes
que ―puede que su número haya llegado a los 150.000 hombres‖ 249, en fecha más
reciente Mary Beard ha sostenido que ―los escritores romanos, para quienes la
insurrección de los esclavos era probablemente la señal más alarmante de un
mundo puesto bocabajo, exageran el número de partidarios que atrajo Espartaco:
los cálculos llegan hasta los 120.000 insurgentes‖250. Aún este último número,
proveniente de las crónicas de Apiano, debería ser matizado, y algunos autores
han aventurado una cifra plausible de entre 70.000 y 80.000 rebeldes, también
proveniente de la misma fuente (aunque se ha señalado que dicha cifra puede
incluir a fugitivos no combatientes, siendo el número de combatientes de hecho
aún menor)251. Como fuere, no hay duda de que las fuerzas acaudilladas por
Espartaco llegaron a ser notablemente grandes para estándares del momento,
más si se tiene en cuenta que, probablemente, el número de esclavos crucificados
luego de la derrota ascendió a aproximadamente 6.000252.

248
Plutarco, Op. cit., p. 241.
249
Brunt, P. A., Op. cit., p 169.
250
Beard, M., Op. cit., p. 264.
251
Fields, N., Spartacus and the slave war, 73-71 BC. A gladiator rebels against Rome, Osprey
Publishing, Oxford, 2009, p. 40.
252
Strauss, B., Op. cit., p. 203.

301
Pero más allá del número de sus tropas, Espartaco parece haber sido
consciente desde un principio de la naturaleza del enemigo al que enfrentaba, y
del tipo de guerra que consecuentemente debía librar. También en este aspecto la
palabra “insurgencia” parece ser el término adecuado para referirse a los aspectos
militares de la guerra de Espartaco, que consistió en el enfrentamiento de una
banda de rebeldes (numerosa, es cierto) contra las fuerzas militares
perfectamente equipadas y entrenadas de un Estado. Efectivamente, las reformas
atribuidas al cónsul Cayo Mario habían transformado al ejército romano, ya de por
sí un poderosa fuerza que había protagonizado la conquista del Mediterráneo, en
una maquinaria bélica profesional financiada mediante una inmensa disponibilidad
de recursos económicos. Frente a un enemigo de semejantes características, las
únicas ventajas de las que disponía Espartaco eran la sorpresa y la velocidad, en
una guerra que por momentos parecía adoptar el carácter de guerrilla, técnica en
la que los tracios parecen haber tenido cierta destreza253. No debe perderse de
vista que ―el enemigo tenía los recursos de un Estado a su disposición, mientras
que los insurgentes tenían pocas posibilidades de éxito a la larga contra un
enemigo decidido. No obstante, utilizando la sorpresa y tácticas poco
convencionales podían alcanzar victorias a corto plazo a veces espectaculares‖ 254.
Por otro lado, ―el enemigo, dado que normalmente contaba con hombres bien
armados y bien entrenados que estaban habituados a combatir juntos y
preparados para librar batallas campales, constituía un fuerza que los rebeldes no
podían esperar vencer en combate regular. O más exactamente, un enemigo al
que a la larga no podrían llegar a derrotar‖255

Victorias espectaculares a corto plazo frente a la certeza de la derrota en el


largo plazo, y más aún, la certeza de la derrota en combate regular, he allí el rasgo
principal de la guerra de Espartaco, y he allí la causa de que el objetivo
perseguido por el gladiador tracio (al menos si era efectivamente tan prudente
como las fuentes clásicas lo describen) fuera, muy probablemente, antes la huida

253
Strauss, B., The Spartacus War, Nueva York, Simon & Schuster, 2009, p. 8.
254
Strauss, B., “Guerras de esclavos en Grecia y Roma”, en Davis Hanson, V. (ed.), Op. cit., p.
197.
255
Ibíd., p. 198.

302
tras una guerra breve y no la prolongación de la misma con vistas a una victoria
definitiva sobre el Estado romano. Como afirmáramos, las tácticas empleadas por
los rebeldes dan cuenta de esta cuestión. Los ataques de las fuerzas de
Espartaco eran sorpresivos, y caían sobre las tropas romanas antes de que éstas
pudieran reunirse con los refuerzos suficientes para hacer frente a los rebeldes.
Asimismo, cada una de las victorias alcanzadas por los insurgentes les proveía de
más y mejores armas y equipo, es decir, aquel que obtenían del enemigo
derrotado256. El ejército liderado por Espartaco era, pues, uno que se alimentaba
sólo a partir de sus victorias. Necesitaba del combate y de la victoria para poder
continuar operativo, pero no podía exponerse a la posibilidad de una derrota de la
que no hubiera vuelta atrás.

En semejante contexto, el ejército rebelde debía vivir, asimismo, de las tierras


por las que pasaba; los insurgentes sencillamente ―no tuvieron otra alternativa que
abastecerse en el lugar‖257. Y el efecto que esto tuvo sobre la campiña romana no
puede ser despreciado. Al contrario,

―Una de las consecuencias inherentes a la situación de los rebeldes es que


fueran a la zaga de objetivos fáciles, es decir, de los civiles. (…) Por
consiguiente, la mejor táctica para los rebeldes eran las incursiones
reiteradas. La guerra de guerrillas y las tácticas no convencionales
constituían los fundamentos de las revueltas de esclavos. A menudo
presentaban un problema militar para los amos, agravado por un aprieto
político y una paradoja económica. Su infantería fuertemente armada estaba
mal equipada para derrotar a los asaltantes que golpeaban y se daban a la
fuga. Les resultaba difícil contrarrestar el conocimiento que tenían los
rebeldes de las colinas y montañas que eran el territorio habitual de la
rebelión de esclavos.‖258

256
Fields, N., Op. cit., pp. 39-40.
257
Brunt, P., Op. cit., p 169.
258
Strauss, B., “Guerras de esclavos en Grecia y Roma”, en Davis Hanson, V. (ed.), Op. cit., pp.
198-199.

303
El golpe sorpresivo, el saqueo y la huída eran pues los métodos que permitieron
a las fuerzas de Espartaco sobrevivir, equiparse y continuar la lucha, al menos por
un tiempo. En las colinas que conocían tan bien, los esclavos rebeldes se
encontraban relativamente a salvo de las legiones romanas, a las que no podían
esperar vencer en una confrontación directa a campo abierto. Fue precisamente
cuando los romanos lograron forzar dicha confrontación directa que la suerte de
Espartaco fue decidida.

Hacia comienzos del año 71, las fuerzas de Espartaco habían podido derrotar
ya a nada menos que nueve ejércitos enviados por Roma en su contra, pero
siempre en superioridad numérica y explotando al máximo las posibilidades de la
sorpresa y las tácticas de guerrilla. Por aquel entonces, el Senado romano había
tomado muy en serio la amenaza de los insurgentes, y los momentos iniciales en
los cuales el desprecio al enemigo esclavo había tal vez entorpecido o limitado la
reacción de los amos habían quedado hacía tiempo atrás. Si en un principio se
consideraba poco digno el tomarse la molestia de organizar y comandar una
guerra en toda escala contra esclavos fugitivos (sin mencionar que además
resultaba contraproducente, por cuanto implicaba, con la muerte de los esclavos,
la destrucción del capital de sus amos), ―los romanos finalmente aprendieron a no
tomarse a la ligera las amenazas de rebelión‖259. A decir de Plutarco, ―no fue sólo
la humillación y la vergüenza de aquella rebelión la que irritó al Senado, sino que
por temor y consideración al peligro‖ se decidió encarar aquella situación ―como a
una de las guerras más peligrosas‖260.

La importancia de esta modificación en la actitud romana no puede ser


subestimada: el Senado comenzó a ver aquella bellum servile, guerra de esclavos,
como una bellum iustum, es decir, una guerra propiamente dicha, en toda regla261.
Una Roma ya mucho más decidida pudo poner en juego su inmensa disponibilidad
de recursos tanto económicos como militares para decidir el resultado de la guerra
de una vez por todas. Luego de las sucesivas derrotas sufridas ante las fuerzas

259
Ibíd., p. 203.
260
Plutarco, Op. cit., p. 244.
261
Véase Fields, N., Op. cit., p. 51.

304
insurgentes, el Senado nombró comandante a Marco Licinio Craso, quien recibió
la orden de reunir y organizar un nuevo ejército. Muchos de sus soldados eran
profesionales y experimentados, ―probablemente veteranos que habían combatido
por Sila en las guerras civiles de Roma una década atrás; otros fueron sometidos
a la férrea disciplina impuesta por Craso‖262, a quien Plutarco atribuye la
reintroducción de la antigua práctica de decimatio en el ejército romano,
consistente en la ejecución de uno de cada diez soldados (seleccionados al azar)
de toda unidad que desertara263.

En total, Craso movilizó a diez legiones, a las que se sumaron las tropas traídas
desde Hispania y comandadas por otro ya afamado comandante militar, Pompeyo,
que acababa de derrotar a los rebeldes de aquella provincia. Frente a la repentina
superioridad de las fuerzas enemigas, Espartaco decidió retirarse hacia el sur y
cruzar con sus fuerzas a Sicilia, en un intento de abandonar Italia por mar. Sin
embargo, nunca lo lograron. Ya sea que Espartaco efectivamente fuera engañado
por piratas que le prometieron transportar a sus fuerzas y luego huyeron
abandonándolos, como sostiene Plutarco, ya cualquier otra razón, lo cierto es que
el ejército insurgente fue rodeado en Lucania, al sur de Italia, antes de poder
cruzar el estrecho de Mesina. Craso completó pacientemente este cercamiento, y
sólo entonces decidió forzar la batalla decisiva, la cual se libró junto al río Silario
(el moderno río Sele), aunque es normalmente conocida por el nombre de Batalla
de Apulia.

A los aproximadamente 30.000 o 40.000 hombres (según estimaciones


modernas) liderados por Espartaco se oponía una cantidad similar de tropas
romanas. Según parece, las hostilidades se iniciaron en forma fortuita, cuando
algunos soldados romanos a los que se había ordenado cavar trincheras para un
sistema de fortificaciones entablaron combate con exploradores del ejército de
Espartaco. Ambos bandos solicitaron refuerzos deviniendo el combate una batalla

262
Strauss, B., “Guerras de esclavos en Grecia y Roma”, en Davis Hanson, V. (ed.), Op. cit., p.
201.
263
―A quinientos [soldados], los primeros en huir y los más cobardes, los repartió en cincuenta
décadas, y de cada una de ellas hizo quitar la vida a uno, a quien cupo por suerte, restableciendo
este castigo antiguo de los soldados interrumpido tiempo había‖. Véase Plutarco, Op. cit., p. 245.

305
en toda regla264. En el combate a campo abierto y en formación cerrada, las
legiones romanas hicieron valer su innegable superioridad. La mayor parte de las
fuentes hablan de unas 60.000 bajas en las filas de Espartaco, y apenas 1.000
entre los romanos. Aún cuando estas cifras pudieran matizarse, la victoria de los
romanos fue en efecto decisiva. Plutarco narra en forma casi homérica la heroica
muerte de Espartaco en batalla: ―Dirigióse en seguida contra el mismo Craso por
entre muchas armas y heridas; y aunque no penetró hasta él, quitó la vida a dos
centuriones que se opusieron a su paso. Finalmente dando a huir los que consigo
tenía, él mismo permaneció inmoble; y cercado de muchos, se defendió hasta que
lo hicieron pedazos‖265. Aún cuando podamos dudar de la veracidad del citado
pasaje, lo cierto es que Espartaco probablemente muriera en batalla, y su cuerpo
nunca se recuperó. De los sobrevivientes de su ejército, aproximadamente 6.000
serían crucificados por las victoriosas tropas romanas.

La cuestión, que mencionamos anteriormente, acerca de las incursiones de los


insurgentes, la guerra de guerrillas y el ataque contra objetivos civiles tiene otra
consecuencia, que debe señalarse a fin de comprender las tan a menudo
soslayadas influencias que la guerra de Espartaco acaso tendría en el devenir de
la política romana en las décadas siguientes. Se trata del sentimiento de
inseguridad que generó entre muchos romanos, y no sólo (ni acaso
principalmente) los de los sectores sociales más altos, la presencia de ejércitos
rebeldes que merodeaban a sus anchas por Italia abasteciéndose a partir de
ataques a la población civil. Si bien es muy posible que, como mencionamos
anteriormente, muchos libres pobres y no propietarios (los llamados proletarii)
efectivamente hayan participado de las revueltas serviles en virtud de sus propios
objetivos y reivindicaciones, no debemos olvidar que, tal como desarrollamos en el
capítulo anterior, la expansión militar había posibilitado el surgimiento de una capa
de pequeños y medianos propietarios de tierras, gente que tenía algo que perder
pero no el suficiente poder para defender su propiedad o reponerla una vez
perdida. No cabe duda de que dichos sectores sociales fueron los más castigados

264
Véase Fields, N., Op. cit., pp. 71-74.
265
Plutarco, Op. cit., p. 247.

306
por la que adquirió en la práctica el carácter de otra guerra civil en toda regla,
estando todavía fresco en la memoria el recuerdo de los días de Sila. Ya Peter
Brunt afirmó en su momento que

―Desde luego sus propietarios sufrieron una severa pérdida económica.


Hasta que se los pudiera reemplazar, la demanda de trabajadores libres
debió de aumentar. Pero es natural que quienes más sufrieron fueran los
pequeños labriegos, pues no tenían reservas que les permitieran aguantar
hasta mejores tiempos cuando saqueaban sus graneros, destruían sus
cosechas y árboles y quemaban sus casas. Además, muchos debieron
incorporarse a las legiones.‖266

La rebelión de Espartaco implicó, por lo tanto, la militarización de la sociedad


romana, pero también, y sobre todo, la presencia de la guerra en el propio
territorio de Italia. Y si para muchos romanos, pobres y pequeños propietarios,
incorporarse a las legiones era la única opción para escapar de la de otro modo
inevitable situación de pobreza, las guerras civiles ya habían asolado a Italia
durante demasiado tiempo, y formaba parte del interés de muchos romanos
acabar con las mismas de una vez por todas o, en todo caso, volver a exportar el
conflicto en una nueva etapa de expansión militar, que proporcionara
oportunidades de empleo y botín a los hombres enlistados. Del mismo modo,
puede suponerse que la situación de inseguridad generada por las guerras civiles
en general y las guerras de esclavos en particular puede haber sido una de las
causas que contribuyeron a las grandes transformaciones de la política romana en
los últimos años del período republicano. Dicho de otro modo, la mencionada
inestabilidad dio nuevo impulso a las figuras de líderes militares fuertes y que
hubieran demostrado su eficiencia en batalla, así como a la hora de restaurar el
orden. Esto equivale a decir que, como afirma Strauss,

―La incapacidad de Roma de detener a Espartaco potenció las trayectorias


de los generales de carrera que representaban la mayor amenaza para la
República. Al convertir el campo en una región insegura, los esclavos
266
Brunt, P., Op. cit., p. 169.

307
rebeldes impulsaron el sentimiento de inestabilidad, lo que hizo que los
romanos estuviesen dispuestos a dar un vuelco al Estado y ponerlo en
manos de los césares.‖267

Si el Senado no se demostraba capaz de restaurar el orden, muchos romanos


(y quizás especialmente los pequeños propietarios que más tenían que perder)
depositarían sus esperanzas en líderes fuertes que sí fuesen capaces de hacerlo.
Y luego de que la carrera política de Craso fuera truncada por su muerte en batalla
al enfrentar al Imperio Parto en Carrhae, dos serían los generales que, habiendo
probado su eficacia militar, dirimieron los destinos de la República en sus últimos
años: Cneo Pompeyo Magno y Cayo Julio César.

Conclusión

Sin pretender realizar grandes novedades a la historiografía sobre el tema,


hemos pasado revista a los principales aportes que ésta ha realizado respecto a la
cuestión de la insurgencia acaudillada por Espartaco, su naturaleza, sus causas,
sus objetivos y, finalmente, su derrota. Consideramos, por todo lo expuesto, que el
término “insurgencia” es el apropiado para definir a un movimiento que dio lugar a
un tipo de guerra irregular, problemática por sus características, al menos en un
principio, para las legiones romanas, pero que por otro lado carecía de objetivos
que puedan definirse, según la terminología actual, como revolucionarios. La
heterogeneidad que caracterizó a este movimiento insurgente, tanto en su
composición como en sus objetivos, bien puede haber sido una de las causas de
su fracaso, aún cuando las tácticas de guerrilla, basadas en la sorpresa y la huida,
permitieran a los rebeldes alcanzar notables victorias en el corto plazo, siempre y
cuando no cometieran el error de presentar batalla a campo abierto contra las muy
superiores fuerzas regulares de los romanos. Tal y como señala Strauss, el quid
de la cuestión es algo que puede verse claramente en el marco de las guerras de
esclavos de la Antigüedad, pero en absoluto exclusivamente allí: se trata de la
contraposición entre un movimiento insurgente y el poder de un Estado. El fin de la

267
Strauss, B., “Guerras de esclavos en Grecia y Roma”, en Davis Hanson, V. (ed.), Op. cit., p.
191.

308
guerra de Espartaco da cuenta precisamente de la victoria de un Estado
organizado y centralizado, con un aparato fiscal que le proveía de abundantes
recursos económicos y un ejército regular, profesional, entrenado y bien equipado,
sobre fuerzas irregulares e insurgentes que a lo sumo podían aspirar a obtener
unas pocas victorias basadas en la sorpresa, así como en un uso inteligente de un
terreno que conocían bien. Es este último un factor que no debe despreciarse,
tanto en estas guerras como en otras más recientes, así como el dato de las
desastrosas consecuencias que produjo el hecho de que el Senado romano, en un
principio, subestimase a los rebeldes en lugar de plantear la necesidad de
organizar contra ellos una guerra en toda regla. Las analogías históricas abundan,
y no es este lugar para las mismas, pero

―De todo esto puede extraerse una lección para el presente. Los insurgentes
pueden irrumpir en escena tan estrepitosamente como lo hicieron Espartaco
y sus gladiadores rebeldes. Pueden conseguir apoyo religioso y aterrorizar a
las poblaciones locales. Al principio pueden reclutar en sus filas a otros
individuos descontentos. Pueden incluso salir de los montes y tratar de
establecer su autoridad sobre una ciudad o una provincia. Sin embargo,
cuando el Estado responde con toda su fuerza armada, los rebeldes
normalmente están sentenciados.‖268

El triunfo insoslayable del Estado romano fue también, como mencionamos, el


de aquellos hombres que se demostraron lo suficiente fuertes para conducirlo a
través de una era de crisis. Una vez más, resulta tentador caer en la analogía y en
el inevitable anacronismo, mas sólo diremos, a modo de cierre, que la victoria de
Julio César en la Guerra de las Galias sólo le abrió las puertas al poder absoluto
sobre una Roma que ya estaba, quizás desde hacía tiempo, lista para su llegada.

268
Ibíd., p. 205.

309
Bibliografía

ALFOLDY, G. Historia social de Roma. Alianza Editorial. 1978

BEARD, M. SPQR. Una historia de la antigua Roma. Editorial Crítica. 2016

BRUNT, P.A. Conflictos sociales en la República romana. Editorial Eudeba. 1973

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Rome, Osprey Publishing, Oxford, 2009.

FINLEY, M.I. Esclavitud antigua e ideología moderna. Editorial Crítica. 1982

PIANTANIDA, F. M. ―Las insurrecciones serviles en Sicilia. El relato de Diodoro


Sículo y la participación de los campesinos libres‖, en Sociedades Precapitalistas,
Vol. 2, Nº 1, 2do semestre de 2012.

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STRAUSS, B., ―Guerras de esclavos en Grecia y Roma‖, en Davis Hanson, V.


(ed.), El arte de la guerra en el mundo antiguo. De las guerras persas a la caída de
Roma, Crítica, Barcelona, 2012.

STRAUSS, B. The Spartacus War. Editorial Simon & Schuster, Nueva York. 2009

310
Una “interpretación bélica” del inicio de la Edad Media

Profesor Fernando Torres


Universidad de la Defensa Nacional

Muchos aprendimos de memoria aquella historia de la Historia en que el fin del


Imperio Romano de Occidente fue el hito que marca el comienzo de la Edad
Media.

Esta cuestión es ya de por sí arbitraria, es lo mismo que asegurar que la lluvia


termina justo en la esquina de casa, y así nada más, de la noche a la mañana se
produce un cambio absoluto. Dividir a la historia en compartimientos estancos y
englobar a “mil años” como un período “Intermedio” una época de paso cuya
importancia deriva en ser un puente entre dos edades fuertes, es un grave error.
Mucho de esto (por suerte) ha sido revisado o al menos criticado. Hoy sabemos
que la Alta Edad Media (entre los siglos VI y XI) puede ser pensada también como
Antigüedad Tardía, dado las continuidades más cercanas a un mundo antiguo
esclavista que al Modo de Producción Feudal. El aspecto que aquí nos interesa se
relaciona con analizar el inicio de esta “Edad Puente”, la CAÍDA DEL IMPERIO
ROMANO. Cuando hablamos de este período, florido en invasiones y crisis, nos
imaginamos el fin de una era y la llegada de la “Edad Oscura”; el retroceso de la
palabra escrita ante la barbarie destructora y un mundo de luz azotado por
arrolladoras fuerzas salvajes. En resumen, un panorama desolador que ha
quedado grabado en nuestras mentes.

Esto nos llena de preguntas: ¿Fue en realidad el año 476 el fin del imperio y el
de una era de luces? ¿Los bárbaros destruyeron todo a su paso como un
vendaval imparable? ¿Cómo es posible que un poderoso imperio, resultado de
una de las civilizaciones más avanzadas de todos los tiempos, fuera presa de
bandas saqueadoras casi sin organización y desapareciera así nada más? Y si no
es así ¿cuáles fueron entonces las verdaderas causas de su fin?
La caída del Imperium Romanum Christianum no debe ser pensada como el fin o
el comienzo de una era, si bien significó cambios, estos se venían anunciando ya

311
desde un par de siglos antes. Entre los años 235 y 284, Roma había sorteado una
anarquía militar en donde tres docenas de emperadores-soldados gobernaron (a
un promedio de dos años y medio cada uno) y donde casi todos terminaron sus
días por muerte violenta. Las legiones resultaron ser preponderantes a la hora de
“hacer política”, convirtiéndose en el fundamento absoluto del poder. Incluso
muchos generales llegaron a independizar provincias enteras por la fuerza de sus
tropas, un ejemplo es el de la Galia, que entre el 259 y el 274 fue regida por
Póstumo y Tétrico (quienes con esos nombres obviamente no terminaron muy
bien). La militarización del poder tuvo un efecto contundente en la debilidad de los
emperadores. Pero Roma, aun así se recuperó de inmediato e incluso volvió a
unificarse y a brillar bajo los emperadores Constantino (272-337) y Teodosio (347-
395).

Muchos investigadores piensan que el fin del imperio estuvo relacionado más a
cuestiones económicas y sociales que a las militares. El imperio occidental era el
más débil, con su posición de proveedor de materias primas y como consumidor
de productos que provenían del rico Imperio Romano de Oriente. Por otro lado, a
nivel poblacional en Oriente se concentraba una mayor densidad de habitantes
(sólo en Egipto vivía una octava parte del total de la población del imperio). A esto
hay que sumarle una capacidad productiva y una fertilidad del suelo más baja en
Occidente, además de una crisis financiera del estado (el problema para nada
nuevo del déficit fiscal). Habría que agregar una sociedad que ya no aceptaba la
idea del servicio obligatorio por una marcada falta de lealtad (sobre todo en los
estratos bajos, los más maltratados y punzados por tributos). Así surge la
interpretación de la “descomposición interna” de M. Rostovzev en que las
invasiones bárbaras fueron las simples ejecutoras de un destino que ya estaba
decidido mucho antes en su decadencia. Esta visión del “liberalismo doctrinario”
de la historia, que culpa al sistema económico estatal romano, es peligrosamente
falsa.

El Imperio Romano de Occidente, con todas las dificultades y debilidades, no


estaba vencido, y si bien su aparato estatal cayó estrepitosamente ante las

312
invasiones, está comprobado que podría haber resistido mucho tiempo más. Un
buen ejemplo son los mil años que duró luego el Imperio Romano de Oriente
(según los estudios más recientes de economía histórica, las diferencias entre
Oriente y Occidente, no son lo suficientemente marcadas para explicar el fin de
este último).

La otra interpretación del fin de Roma que nos queda, es la que sostiene que
este imperio capaz de funcionar y vivir, fue destruido por una fuerza externa, tal es
el caso de las invasiones bárbaras. Uno de los defenderos acérrimos de esta
postura, André Piganiol escribía que “Es completamente falso decir que Roma se
hallase en aquel tiempo en el ocaso (…) El mundo romano no ha caído por muerte
natural, ha sido asesinado”. Aquí entramos en el debate militar, pues sabemos que
el ejército romano fue la máquina de guerra por excelencia de la antigüedad. Su
número esta estimado entre los 300 o 400 mil hombres, una cifra importante,
aunque debemos pensar que estaban, en gran parte, distribuidos por toda la línea
fronteriza. Este hecho fue compensado por una mejor preparación y organización,
lo mismo que la ventaja estratégica de la defensa en fortalezas y murallas (se
necesitan diez veces más soldados para atacar un reducto que para defenderlo),
con una amplia red de comunicaciones y suministros. La imagen que se tiene, en
cambio, de las tácticas de los pueblos germanos (Godos, Vándalos, francos,
Burgundios, Lombardos, Alamanes, Suevos, Hérulos) e incluso de los Hunos, es
de sencillas correrías de saqueo. ¿Cómo vencieron entonces los bárbaros?

Hemos analizado las dos respuestas históricas más comunes al respecto, la


“decadencia interna”, que como un tumor destruye sus cimientos; y el agresor
“externo” imparable, que aniquila de un solo golpe mortal a toda la estructura
imperial. Pero tales sistemas explicativos no pueden cerrarse como forma unívoca
de análisis, y esto a su vez nos lleva a buscar otras respuestas y ensayar lo que
podríamos llamar una “Interpretación Bélica” del asunto.

Estos interrogantes que no pueden resolverse sin acercar la lupa: ¿Cómo tribus
bárbaras acabaron por superar al imperio más poderoso de la antigüedad? ¿Fue
en realidad el año 476 el fin del imperio y el de una era de luces? ¿Los bárbaros

313
destruyeron todo a su paso como un vendaval imparable? ¿Cómo es posible que
un poderoso imperio, resultado de una de las civilizaciones más avanzadas de
todos los tiempos, fuera presa de bandas saqueadoras casi sin organización y
desapareciera así nada más? Y si no es así ¿cuáles fueron entonces las
verdaderas causas de su fin?

Una explicación a priori es observar los cambios en sus formas de encarar las
agresiones del período estudiado. El imperio Romano había pasado de una táctica
de ataque en guerras expansivas, a una táctica de defensa fronteriza con bastante
efectividad (al menos en un principio). Hacia el siglo III después de Cristo, Roma
venía de soportar más de doscientos años de enfrentamientos contra pequeños
grupos tribales germánicos en clara superioridad. Si bien existían precedentes de
derrotas catastróficas en sus mejores tiempos (no hay que olvidar el fin de casi
20.000 hombres al mando del general Varo en los bosques de Teutoburgo, contra
los germanos, en época de Augusto) el imperio siempre recuperó sus fuerzas ante
sus oponentes.

Una cuestión que resulta un poco extraña es que sucumbiera occidente y no el


imperio de oriente, teniendo en cuenta que es este último el que debe enfrentar a
formaciones estatales sólidas (el reino parto primero y los persas Sasánidas
después).

Ejemplo y precedente de dicho enfrentamiento es la desastrosa campaña de


Marco Licinio Craso contra los partos en el 53 a. C. que terminó con su vida y la
de sus soldados cerca del Éufrates (de dicha derrota deviene la frase “Craso
error”). La situación empeoró todavía más cuando en el año 224 de nuestra era,
una revolución en el reino parto ubicó en el trono al jefe de la familia imperial de
los Sasánidas, Ardasir I (Artajerjes), familia que aspiraba a recuperar los territorios
del antiguo Imperio Persa (Asia Menor, Siria y Egipto). Esta aspiración los
enfrentaría a Roma en una lucha que se verá sazonada por la superioridad militar
de los persas, quienes poseían el arma más moderna del período, “la caballería
pesada acorazada”.

314
Roma sufrirá varias derrotas, sobre todo bajo el reinado del emperador
Valeriano (253-260), quien tiene el desdichado honor de ser el primer emperador
romano en caer prisionero de sus enemigos (según cuentan, aunque las fuentes
son contradictorias, fue obligado a tragar oro fundido y muerto a manos del rey
persa Sapor I).

Sin embargo, un proceso de “estabilización” se irá produciendo a partir de los


gobiernos de Claudio Gótico (213-270), Aureliano (214-275), Probo (232-282) y
Caro (230-283). Es con Diocleciano (244-311) que se sientan las bases sólidas de
recuperación de Roma. En el año 293 crea el sistema de tetrarquía con el fin de
neutralizar conflictos de pretendientes, divide el imperio en Oriente y Occidente
con los cargos de Augustos y Césares en ambos. Cada uno es sucesor del otro.
Siempre sabios, los romanos copiarán a su vez a la caballería pesada persa
incluyéndola como fuerza de choque en su ejército.

Pero como dice la frase “una cal y una de arena”, un punto en contra en lo
militar es la profundización del proceso de “barbarización” del ejército, es decir, la
incorporación de germanos, partos e ilirios, por ejemplo, en sus tropas.
Lentamente estos bárbaros, llegarán a ocupar puestos claves de mando (vedados
en un principio) de las legiones. Por esta época también, en determinados
sectores limítrofes, las fuerzas defensivas estarán integradas exclusivamente por
aborígenes; e incluso las otras tropas que acompañan al emperador (exercitus
comitatensis) o ejército de campaña a caballo, estará compuesto en este período
sobre todo por germanos.

Todos estos soldados (guarniciones y ejército) se encontraban al mando de los


Magistri militium (cargo equivalente a generalísimo). Este último puesto terminará
también en manos de bárbaros en poco tiempo, (el vándalo Estilicón, el ilirio Aecio
o el mismísimo jefe de los hérulos Odoacro, quien en el 476 destronó al último
emperador Rómulo Augústulo, son la mejor prueba de ello).

Estamos pues al borde de nuestra explicación…

315
Por fin nos acercamos a nuestra explicación. Hemos observado que analizar la
llamada caída del imperio desde una sola variable es imposible. Si bien la
decadencia interna, su economía en retroceso, su sociedad cosmopolita y poco
comprometida, son importantes, hay que sobrevolar hacia otros aspectos. ¿Cómo
resolver este dilema?

Ensayando una perspectiva de análisis distinta, el principio del fin puede ser
marcado entre dos fechas emblemáticas y cercanas entre sí, ambas son
importantes pero por motivos opuestos. La primera es el 357 de nuestra era, año
de la victoria (la última en repercusión) del emperador Juliano en Argentorum
sobre los alamanes, y que marca el fin de las campañas exitosas de los romanos.
Años después las cosas serán muy diferentes, más de cincuenta tratados se van a
concertar con las tribus fronterizas dentro de la guerra defensiva de la cual ya se
ha hablado.

La otra fecha clave es el 378, año en que los visigodos aniquilan en


Adrianópolis al ejército romano dirigido por el emperador Valente. En dicha batalla
mueren el emperador y varios generales irremplazables, y queda abierto el camino
al corazón del imperio de oriente y a su capital Constantinopla. El avance de los
visigodos puede cortar la historia con el golpe de una espada…

La pregunta neurálgica sería ¿por qué no avanzaron entonces sobre


Constantinopla? Pues bien, a los factores político, diplomático y militar hay que
sumarles una buena pizca de “dinero” constante y sonante, que son en definitiva la
mezcla infalible a la hora de salvar las papas.

Paradójicamente fue el Imperio de Occidente (supuestamente el más débil) el


que se encargó de ayudar a sus compatriotas orientales, ya que el emperador
occidental, Graciano, enviará al general Flavio Teodosio (luego Teodosio I el
Grande) a detener la oleada invasora, cosa que cumplió a la perfección. Sin
embargo la derrota de Adrianópolis, dejó un sabor de vulnerabilidad que se
revivirá peor con el saqueo de Roma en el 410, y esto no es casualidad. Serán
nuevamente los visigodos, al mando de Alarico I, éste último luego de saquear los

316
Balcanes y de ser reconocido como “Magister Militum” de Iliria, (dada su cercanía
con Occidente) constantemente tendrá roces con sus vecinos y llevará la antorcha
por las calles de la gran “ciudad eterna”.

La clave está entonces en Adrianópolis y sus consecuencias. Luego de tal


batalla ya nada será lo mismo, ni para los romanos ni para los bárbaros. Los
visigodos fueron conscientes de la fuerza que poseían y de que podían avanzar
cuando quisiesen. Comenzaron a extorsionar de forma constante a los romanos, y
si bien Teodosio los obligó a firmar un pacto como “foederati” en el 382, en poco
tiempo, su rey Alarico saqueó las tierras balcánicas para llegar a entrar en la
mismísima Atenas. Fue también en parte, la política de Teodosio cediendo a los
visigodos a las tierras fronterizas con occidente en Iliria y el enfrentamiento con
occidente los que llevaron al saqueo de Roma. He aquí la mezcla de política y
estrategia militar.

Por otro lado, luego de la batalla y con la masacre de tantos romanos, resultó
imposible recuperar el número de soldados y oficiales perdidos, y esto llevó a la
necesidad de reestructurar el ejército. El clásico sistema de legiones fue
abandonado definitivamente. Los cambios de hacer la guerra fueron concluyentes
para dar paso al período medieval, el ejército romano adquirió el sistema limitanei
dividiéndose en guardias fronterizos que estaban constituidos por bárbaros
federados. Estas unidades pequeñas eran dirigidas por un ―dux‖ o duque que a la
larga terminaron actuando también como gobernadores de alguna zona fronteriza
desde una fortaleza. Este modo de guerra se llevó a Occidente por Teodosio
cuando unificó el imperio, contando con un ejército móvil conocido como
comitatenses, ya mencionado.

La realidad va a demostrar que estos sistemas devendrán hacia el fin del


imperio y el embrión del futuro sistema feudal. Los poderes regionales y los
señoríos derivados de las villae romanas confluyen para darle vida al nuevo orden
que se está gestando. Pero Adrianópolis también demostró que la caballería era
de suma eficacia en batalla, el aumento del número de efectivos montados en
detrimento de la infantería, será una característica de los ejércitos del período.

317
Estas unidades de caballería, integradas por combatientes armados con espada
larga y lanza, serán los precursores de los caballeros medievales.

Por último, ante el caos que produjo el paso de los godos luego de Adrianópolis
la frontera danubiana quedó expuesta a los “hunos”, que bajo Atila llevarán a la
máxima expresión las políticas de saqueo y extorsión acelerando el fin del sistema
estatal de Occidente.

Conclusiones

Se puede observar entonces que la caída del Imperio Romano de Occidente


desde la “Interpretación bélica” fue producto de una debilidad militar por “adentro y
por afuera” de su estructura, que bien pudo ser compartida por Oriente, (quedó
demostrado que en este último caso sólo el poder del dinero y su estrategia
diplomática, y no su presunta fortaleza, fue lo que la salvó de correr la misma
suerte).

Por otro lado, los llamados bárbaros a esas alturas conocían muy bien las
formas de combate romano, sus tácticas y armas. Ocupaban los principales
puestos del ejército e incluso eran mayoría en el mismo. De este modo se
desmitifica la idea de masas embrutecidas que sólo deseaban saquear todo a su
paso (esto no significa que fuera un avance pacífico). Lo cierto es que impulsados
por la búsqueda de nuevas tierras y el deseo de vivir en las confortables
condiciones romanas no tenían mayor alternativa, o avanzar o perecer de hambre
o a manos de otros pueblos nómades. Sus tácticas eran de una organización
sencilla pero muy efectiva y contundente en donde, la caballería acorazada en
algunos casos o los arqueros montados en otros, barrieron fácilmente a sus
enemigos.

Su intención en última instancia no era destruir, tanto visigodos, ostrogodos,


burgundios o francos se instalaron en las tierras romanas y terminaron
asimilándose en buena medida a las costumbres de sus vencidos (aunque
pervivieron muchas costumbres germánicas). No es casual que se constituyeran
luego como “Reinos Romanos- Germánicos” adquiriendo la religión cristiana y

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buscando el reconocimiento del emperador de Oriente. De estas bases nacerá
luego el Imperio Carolingio, que intentará revivir en gran medida al viejo Imperio
Romano de Occidente.

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Bibliografía

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AMIANO MARCELINO. Historias. Editorial Akal. 2009

BARBERO, Alessandro. El día de los bárbaros. Editorial Ariel. 2006

FERRIL, Arther. La caída del Imperio Romano. Sus causas militares. Editorial
EDAF. 2002

GOLDSWORTHY, Adrian. La Caída del Imperio Romano. Editorial La Esfera de


los Libros. 2015

JORDANES. Origen y Gesta de los Godos. Editorial Gredos. 1987

KEEGAN, John. Historia de la Guerra. Editorial Turner. 2016

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