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A veces, la ineficiencia de gestión es favorable para el país.

Las
autoridades vienen anunciando desde 2010 la creación de una gestora
de la seguridad social de largo plazo, que reemplace a las dos AFP que
trabajan en el país. Ese año se aprobó la ley que debería haber dado
inicio al trabajo de la gestora.
El decreto reglamentario se aprobó cinco años después, en enero de
2015, para que la gestora empezara a trabajar en julio de 2016. Luego se
pospuso la decisión hasta 2017. Nueve años después del primer
anuncio, realizado por el ministro de Economía, Luis Arce, la idea sigue
sin ser aplicada.
Durante el periodo en el que Arce renunció a ese Ministerio por razones
de salud, su sucesor, Mario Guillén, informó en septiembre de 2017 que
la Gestora Pública de la Seguridad Social de Largo Plazo no podría
iniciar su trabajo como estaba previsto y anunció que lo haría en 18
meses, es decir, este marzo.
La razón esgrimida por el ahora exministro Guillén fue que la gestora,
pese a haber pagado 6,2 millones de dólares en auditorías y compra de
programas de informática, no tenía la capacidad para migrar los datos de
los 2,1 millones de ciudadanos del sistema individual hacia el nuevo
sistema. En estos 18 meses, a pesar de las enormes sumas que ganan
sus principales ejecutivos –hay salarios de 105 mil
bolivianos mensuales–, no se concreta la anunciada operación.
Ahora, Luis Arce, que ha vuelto al Ministerio, dijo que “ve difícil” que la
empresa estatal empiece a trabajar, y reiteró la misma razón. ¡18 meses
no fueron suficientes para que el millonario software comprado pueda de
una vez terminar su trabajo! Tiene que haber una explicación; estos
temas pueden implicar daño económico al Estado e ineficiencia.
Pero, esa ineficiencia, como decimos al principio, es positiva. No quedan
claros los objetivos del Gobierno para desechar a las AFP y crear una
gestora pública. No se sabe si es para mejorar la rentabilidad de los
ahorros de los futuros jubilados, para reducir los costos administrativos o
para qué.
Los intereses que pagan las AFP a sus afiliados han caído a menos del
2% anual, los más bajos desde su creación, y ello se debe a que durante
una década, ambas empresas han vivido en una permanente
incertidumbre ante los anuncios, nunca ejecutados, del Gobierno, en
sentido de que tendrían que abandonar el país. Como no saben qué
pasará con ellas, dejaron de invertir y hacer mejoras. Las AFP
administran 16.000 millones de dólares, una cifra muy alta a la que el
Gobierno podría echar mano para inversión pública. Y ello implicaría que
las jubilaciones de los bolivianos estarían en riesgo. Por eso es bueno
que la gestora se retrase lo más posible.

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