Sei sulla pagina 1di 8

Víctor Mendoza Osuna 20/10/2016

Breve reflexión en torno al concepto de narco-cultura, narco-corrido, narco-literatura

Mi primera impresión al oír el tema de esta mesa, “narcoliteratura, ¿para qué?”, fue la de
cuestionarme si necesitamos justificar la literatura, ya que es la literatura por sí misma
justificación suficiente para ser y existir. Hay en ella tanto una recreación como un despertar de
conciencia en el lector. Tal parece que nos seguimos situando en una sociedad, o en un
determinado tipo de sector, donde el arte necesita ser justificado o de lo contrario, se le banaliza
y rechaza.
Pero, ¿qué es la narcoliteratura? Quizá se trate de una palabra que revele mucho en una
primera instancia, sin embargo, considerando que la crítica literaria no se ha puesto de acuerdo si
la “narcoliteratura” es un género o no, si se trata en su caso de un subgénero literario o no,
incluso si está bien empleado el término con el que suelen denominarse las novelas que tocan el
mundo del narcotráfico.
Una primera tarea aquí es dar contorno a la palabra “narcoliteratura”. Teniendo como
punto de partida otro estilo de expresión que toma el prefijo “narco” para transformar una
realidad. Me refiero al tan popular narcocorrido. Todos, o la gran mayoría, hemos tenido un
acercamiento directo con este estilo musical. No es de extrañar, ya sea porque alguna vez el
chofer del transporte público decidió amenizar con una música con entonaciones norteñas, que
llegan para transformar nuestro viaje en una épica de lujos, mujeres, vida y muerte; o en su
defecto, el acercamiento se debió a aquellos vecinos que queriendo compartir su dicha,
promueven la unidad mediante narcohimnos entre sus festejos nocturnos; o incluso uno mismo
pudo acercarse a ellos, a los narcocorridos, sea por un gusto particular o el morbo que despierta
el hecho de que este tipo de canciones poseen connotaciones prohibidas, recordando las
constantes iniciativas de ciertos estados para que éstas sean vetadas del ámbito público. Según
datos de Parametria, empresa dedicada a la investigación estratégica y análisis de opinión y
mercado, sólo dos de cada 10 mexicanos desconocen los narcocorridos y siete de cada 10
personas consideran que estos reflejan nuestra realidad.1
Los narcocorridos son composiciones musicales que cantan y cuentan las historias y
aventuras del mundo del narcotráfico. Surgen en la frontera norte de México y tienen su mayor

1
Cfr. “Los narcocorridos en México”, Parametria, www.parametria.com.mx/DetalleEstudio.php?E=4265 Fecha de
consulta: 1/10/16

1
Víctor Mendoza Osuna 20/10/2016

asiento en el estado de Sinaloa, concretamente, en su capital Culiacán, considerada una de las


cunas del narcotráfico mexicano.2 Anajilda Mondaca Cota menciona en su artículo “Los
narcocorridos, expresiones culturales de la violencia” cómo en su inicio el género musical del
“narcocorrido” poseía otro nombre y abarcaba el fenómeno de una manera menos profunda:
En sus inicios se llamaban corridos del tráfico de drogas ilícitas. En la medida en que la temática abarcó
más allá de los peligros y las hazañas, cambió a ser exaltadora de la vida ostentosa y placentera del
narcotraficante, y cambia su denominación a narcocorrido.3
El grado de popularidad de los narcocorridos puede entenderse de dos formas: una de
ellas es la larga tradición que ha acompañado al pueblo mexicano desde épocas independentistas,
con mayor auge en la Revolución Mexicana, donde se cantaban las hazañas de los héroes
nacionales y aquellos héroes sin nombre, luchadores por la libertad y quienes se oponían al abuso
por parte de las autoridades.4
Una manifestación, un grito de guerra, de parte de los oprimidos que exigían más
derechos y más seguridades. En este sentido, podemos observar un paralelismo con la figura del
narcotraficante, quien, naturalmente, se opone al gobierno y busca afianzar una seguridad
económica y un estilo de vida. Por el otro lado, que no está muy separado del primero siendo
formas complementarias, encontramos que el narcotraficante es la manifestación de ideales de un
sector de la sociedad.
El delincuente es un símbolo de superación y se vuelve aspiracional, su estilo de vida
promete confort.5 Aquel sector marginado que no encuentra forma de salir delante de manera
formal, tiene que buscar otros caminos para poder tener pedazos de aquel sueño capitalista.
Como dice Omar Rincón, en su ensayo “Todos llevamos un narco adentro – un ensayo sobre la
narco/cultura/telenovela como modo de entrada a la modernidad” que puntualiza que teniendo
sus oportunidades limitadas no les queda otro método para salir de la marginalidad, que buscar
vías “paralegales”, que ya no son tajantemente rechazadas por la sociedad, volviéndose prácticas
tolerantes hasta cierto punto:
2
Cfr. Anajilda Mondaca Cota, “Los narcocorridos, expresiones culturales de la violencia”, E-misférica,
http://hemisphericinstitute.org/hemi/es/e-misferica-82/mondaca Fecha de consulta: 1/10/16
3
Ibíd.
4
Cfr. Flavio Gallardo, “Narcocorrido: expresión de la cultura mexicana”, Revista Estepario,
https://revistaestepario.com/2016/03/08/narcocorrido-expresion-de-la-cultura-mexicana/amp/ Fecha de
consulta: 4/10/16
5
Cfr. Omar Rincón, “Todos llevamos un narco dentro – un ensayo sobre la narco/cultura/telenovela como modo
de entrada a la modernidad”, Matrizes, http://revistas.usp.br/matrizes/article/viewFile/69414/71991 Fecha de
consulta: 1/10/16

2
Víctor Mendoza Osuna 20/10/2016

Para salir de pobre y tener poder todo vale: subir a las que sea y cómo sea, sin respetar leyes, reglas,
instituciones, valores, […] vidas: un modo de pensar que nos dice que “no vale la pena” el esfuerzo, ni el
camino largo, ni la legalidad, ni la democracia, ni los derechos humanos. 6
Hay una concordancia entre como son cantados los héroes de los corridos y los del
narcocorrido, aparte del hecho de ser potencias que se oponen al Poder del estado, son:
“carismáticos, dispuestos a enfrentar situaciones de peligro, a arriesgar su vida, ponen a prueba
la lealtad y el valor siempre al margen de la ley, son benefactores de su pueblo y a
correspondencia cobra su protección.7 Con esto se puede decir, que el narcocorrido encierra una
doble naturaleza: es heredero de los corridos revolucionarios y narra las acciones de quienes se
oponen al sistema buscando otras formas para acaudalar bienes.
Las personas cantan, buscan, leen, se cuestionan lo que tienen en su realidad inmediata.
La realidad del narco, o narcorrealidad para no salir de tono, es una donde la vida pierde su
valor, pero que al mismo tiempo es llevada al límite en una apuesta con el peligro. Como
menciona la profesora Aileen El-Kadi, “el narcotraficante o el jefe del círculo de la mafia son
vistos como se veían al indígena en la literatura de la colonia, como el ‘otro’, el desconocido.
Provoca fascinación y a la vez conforma una imagen de lo que es prohibido, del criminal que se
desconoce pero que atrae al lector y al escritor”:8 Aquí apreciamos un efecto similar al
ocasionado por el narcocorrido: los narcos y su mundo se vuelve un objeto de fascinación por el
lector o en su caso por el oyente. Como ya se ha mencionado, el narcotraficante sigue un estilo
de vida colmada de lujos, obtenidos por la menor cantidad de trabajo. El éxito de la narcocultura
se basa en una serie de principios básicos con los que lidiamos día a día. Así obtiene un carácter
paralegal, es decir, que las acciones de los individuos se mueven en una vía paralela a lo legal,
siendo aceptadas socialmente como un práctica común. No es por exagerar, pero la gran mayoría
de nosotros de seguro conocen a personas que no les importa aplastar a los demás, ni
menospreciar bienes ajenos con el único fin de salir airosos y tenerlo todo para sí. Tan sólo basta
algunos ejemplos de esta actitud cotidiana, nunca falta la señora que se cuela en la fila en algún
descuido o del señor que se avienta para ganar un lugar de estacionamiento privilegiado o los
jóvenes que con la idea de sacar una nota “aceptable” no les importa pagar a otros para que
realicen sus trabajos académicos. Es aquel fértil terreno del “me vale madres”, tanto para quienes

6
Ibíd.
7
Op. Cit. Mondaca Cota.
8
Op. Cit. Rincón.

3
Víctor Mendoza Osuna 20/10/2016

cometen atropellos como para los que con su silencio los permiten, es propicio para que florezca
el crimen organizado y con el fin de una superación unilateral no les importa trivializar la vida
humana.
De la misma manera que los narcocorridos, la literatura es capaz de recrear imaginarios,
de reforzar una ideologías y de servir de reflejo y espejo de lo que representa el mundo del narco
a nuestra sociedad.9Al ser ésta un reflejo de nuestra sociedad, plasma aquella realidad violenta
entre sus páginas. Sin embargo, hay un fenómeno interesante que gira en cuanto a la nominación
de esta temática literaria. El apelativo “narco” tiene un fuerte peso social, cultural y una marcada
connotación sonora, que se le adhiere a la palabra “literatura” transformando así su concepción.
No se está tratando de novelas, cuentos, crónicas, poesías e incluso teatro poseedoras de una
autonomía, dentro de cierto margen, al recibir la palabra “narco” se les impone todo lo que la
palabra representa para la sociedad y se les obliga a llevar un estigma nominal. Así como los
hechos violentos son cosa de todos los días, también lo son las palabras compuestas como
“narcofosas”, “narcosatánicos”, “narcoguerrilla”, “narcopolítico”, “narcocultura”, por supuesto
“narcoliteratura” esto responde a un uso del lenguaje por parte de los medios de comunicación
para “enganchar” al espectador, de manera similar al empleado en las notas periodísticas
conocidas como policiacas o “notas rojas”, que mediante la combinación de un pronombre y el
verbo crean un impacto que atrapa e incita al lector, como ejemplo tenemos “Quemolo por infiel
al son de la cumbia”, “matola a sangre fría”, “raptola, violola y matola”. Aunque también
responde, he de suponer, a una economía del lenguaje que busca decir más con menos, no
podemos olvidar ambos deben de estar relacionados en la misma medida.
Un sector de la crítica literaria afirma que la palabra “narcoliteratura” responde a
intereses particulares, es decir, que al igual que los narcocorridos llamados así por intereses
“mercantiles”10; responde a una necesidad de distribución comercial.
Yuri Herrera, escritor de la novela Trabajos del reino (2004), está en desacuerdo con esa
categoría (narcoliteratura)11. Pese a ser considerado por los estudiosos como su representante, a

9
Cfr. Mondaca Cota.
10
David Huerta, “La ‘cultura del narcotráfico’”, El Universal, http://confabulario.eluniversal.com.mx/la-cultura-del-
narcotrafico/ Fecha de consulta: 4/10/16
11
“Debate en torno a los libros sobre el narcotráfico y la violencia”, La estrella digital,
http://www.diariolaestrella.com/2012/12/18/126195/debate-en-torno-a-los-libros-sobre.html Fecha de consulta:
4/10/16

4
Víctor Mendoza Osuna 20/10/2016

palabras de Juan Villoro, se le ha “asociado con la narcoliteratura sin que la palabra ‘narco’
aparezca en sus páginas.”12
La narcoliteratura son todas aquellas obras que llegan a narrar el mundo del narcotráfico
directa o indirectamente, sea que hablen sobre las vidas de los narcotraficantes más famosos de
la sociedad a manera de autobiografías, que hable de personajes que tuvieron que verse envueltos
en el mundo de la droga por necesidad, o incluso en donde existan elementos de droga e
impunidad. Entendida como un subgénero de la literatura negra posee muchos elementos de ella
tales como:
La denuncia del deterioro ético y moral a través de sus personajes, […] (que) se desenvuelven en un
ambiente crítico y lúgubre caracterizado por la injusticia, la inseguridad y la corrupción de las autoridades
políticas.13
Éste fenómeno literario no es tan reciente como puede llegarse a prever. Si bien, es cierto
que es debido a la famosa guerra contra el narcotráfico lo que disparó una gran ola de violencia
en México, que sirvió para que se alzaran las voces que testificarían lo que se estaba y está
viviendo, existen obras precedentes al tema. La primera novela de la que se tiene registro es
Diario de un narcotraficante publicada en 1967 por parte de Nacaveva. En esta novela se narra
las vivencias de un sicario al servicio de un cartel narrando así sus actos ilícitos en el calor del
momento. Otro de los precursores de este tipo de literatura es Contrabando (1993) de Víctor
Hugo Rascón. Hay otro nombre que hay que resaltar como precursor en la inmersión del mundo
del periodismo del narco, éste es Jesús Blancornelas, quien fue el primer periodista que se
sumergió en el mundo del narco y lo expuso, siendo fundador del semanario Zeta (1980) y se
dedicó a la denuncia, así como al desarrollo de crónicas que narraban los crímenes que estas
organizaciones clandestinas cometían a la par de los actos de corrupción de nuestros
gobernantes.
En nuestra región territorial el más notorio exponente de la literatura del narcotráfico es
Amado Mizraim Malvaez Crespo con su libro Cuentos cortos de narcotienditas de editado en el
año 2014 por parte del Instituto Sudcaliforniano de Cultura siendo ganador del Premio Estatal de
Cuento 2012. Sus cuentos están narrados desde una voz costumbrista que reflejan los sucesos

12
Ibíd.
13
Adso Eduardo Gutiérrez Espinoza, “Reflexiones sobre la narco novela: la presencia de la novela negra”, Revista
Golfa, http://revistagolfa.com/inventario/reflexiones-la-narco-novela-la-presencia-la-novela-negra/ Fecha de
consulta: 1/10/16

5
Víctor Mendoza Osuna 20/10/2016

que giran alrededor de las “tienditas” donde se puede conseguir una gran variedad de
alucinógenos a un módico precio, así como también narra la impunidad en que se manejan las
autoridades frente a este fenómeno, siendo ellos mismos clientes y por ende, consumidores. Los
cuentos se centran en las venturas, o desventuras, de diversos protagonistas que se desenvuelven
desde el punto de vista del consumidor, que en ocasiones se ven víctimas del efecto de los
enervantes. Ésta es la obra más representativa, debido a la difusión que ha tenido, al ser una obra
ganadora y estar editado bajo el sello institucional, pero eso no quiere decir que las muestras de
la narrativa del narcotráfico se encuentren tan pocamente representadas o que las propuestas de
los escritores locales no lleguen a bordar este tema.
Está el caso de Héctor Martín Ojeda de la Rosa, periodista y escritor, que posee una gran
variedad de publicaciones, en formato digital, que van desde investigaciones periodísticas,
crónicas y novelas realistas, que en muchos casos abordan el tema del narcotráfico y la
corrupción por parte de los representantes del gobierno sudcaliforniano.
En el estado existe una gran variedad de producciones tanto de ediciones de autor,
publicaciones en blogs, en revistas independientes y/o contraculturales que han llegado a abordar
un abanico de temas diversos que van desde la ciencia ficción, la literatura fantástica, el
erotismo, temas policiales y de corte negro. Sin embargo, dada a la propia naturaleza de los
medios en donde son publicados el trabajo de su difusión se encuentra limitado por comentarios
directos, boca a boca, por parte de los interesados y en las famosas redes sociales, donde se
terminan perdiendo en un océano de información. Lo cual vuelve compleja la ardua tarea para
hacer un seguimiento lo más completo posible. Esto lo comento a manera de invitación, es
necesario el hacer un rescate de aquellas obras que están sentenciadas a moverse en pequeños
círculos, con esto no sólo me refiero a obras recientes de divulgación limitada, también hay que
retomar aquellas obras de nuestro pasado que si no están olvidadas por completo, se encuentran
relegadas a colecciones privadas.
A manera de conclusión, la literatura del narcotráfico es un reflejo de nuestra sociedad,
no solamente por el alto índice de violencia en el que vivimos día a día, sino porque la cultura de
nuestra sociedad está orientada al consumo. El pueblo solicita y el artista dispone, esa quizá sería
la mejor manera de simplificarlo. Mientras haya “compradores”, entendiéndose como
consumidores, de un determinado tipo de arte está se seguirá explotando hasta sus últimas
consecuencias.

6
Víctor Mendoza Osuna 20/10/2016

Es imposible no considerar el importante papel que juegan las editoriales, y algunas


instituciones públicas, en este “boom”, o narcoboom, quienes propician la abundancia de obras
con estos lineamientos temáticos. Existen, por supuesto, propuestas que son tanto en calidad,
lenguaje, forma, literarias e irremplazables, que por su fuerza y méritos propios se abren un lugar
en el canon de la literatura mexicana contemporánea. Sin embargo, así como hay obras
incalculables para la crítica literaria como Diario de un narcotraficante, Trabajos del reino,
Fiesta en la madriguera, La prueba del ácido entre otras, las hay que son apenas un intento
vacuo. Es ingenuo pensar que en el mundo conformado por aspirantes literarios no se encuentren
aquellos que en su intento de hacerse de un nombre en las altas o, en su defecto, bajas esferas
culturales se incline por este tipo de temas para explotarlos hasta el cansancio sin tener ningún
resultado.
No con esto quiero decir que toda la narrativa que aborde el fenómeno del narcotráfico es
un producto netamente comercial. Simplemente me estoy limitando a marcar una realidad que
existe en paralelo con aquella otra, la que se encarga de mediante argumentos bien armados
denunciar los crímenes del silencio, los reflejos de la impunidad y la necesidad de ciertos
sectores de la sociedad.
Considero que tiene mucho que ver el factor humano, ya que es la intencionalidad que
hay en el escritor, y también la intencionalidad del propio lector, al interpretar el texto literario,
lo que le confiere una realidad “narcoliteraria” al texto y lo que produce una retroalimentación al
lector, que es testigo del mundo narrado. En él está qué hacer con el conocimiento adquirido.
Una obra escrita mecánicamente carece de la suficiente fuerza para dejar una marca, si llegase a
dejar una, sería tan tenue que se perdería a los días o semanas. Precisamente, el mejor crítico,
juez y verdugo es el tiempo, quien decide cuáles obras se pierden y cuáles son conservadas para
la posteridad.
Reitero, narcoliteratura, ¿para qué? Lejos de los conflictos temáticos, la literatura, en este
caso la literatura del narcotráfico —o si desea llamarse narcoliteratura— está para mostrarnos
una realidad que tenemos justo frente a nuestros ojos, que contada mediante terceros en este caso
los escritores, podemos realizar un distanciamiento y juzgar hacia donde estamos dirigiéndonos,
en donde estamos plantados y sobre todo que está sucediendo a nuestro alrededor, sea por un
efecto catártico o un acción directa ante la problemática, produce una consecuencia en las fibras
más íntimas de nuestro ser.

7
Víctor Mendoza Osuna 20/10/2016

Bibliografía
Huerta David, “La ‘cultura del narcotráfico’”, El Universal,
http://confabulario.eluniversal.com.mx/la-cultura-del-narcotrafico/

Gallardo Flavio, “Narcocorrido: expresión de la cultura mexicana”, Revista Estepario,


https://revistaestepario.com/2016/03/08/narcocorrido-expresion-de-la-cultura-mexicana/amp/

Gutiérrez Espinoza Adso Eduardo, “Reflexiones sobre la narco novela: la presencia de la novela
negra”, Revista Golfa, http://revistagolfa.com/inventario/reflexiones-la-narco-novela-la-
presencia-la-novela-negra/

Mondaca Cota Anajilda, “Los narcocorridos, expresiones culturales de la violencia”, E-


misférica, http://hemisphericinstitute.org/hemi/es/e-misferica-82/mondaca

Rincón Omar, “Todos llevamos un narco dentro – un ensayo sobre la narco/cultura/telenovela


como modo de entrada a la modernidad”, Matrizes,
http://revistas.usp.br/matrizes/article/viewFile/69414/71991

“Los narcocorridos en México”, Parametria,


www.parametria.com.mx/DetalleEstudio.php?E=4265

“Debate en torno a los libros sobre el narcotráfico y la violencia”, La estrella digital,


http://www.diariolaestrella.com/2012/12/18/126195/debate-en-torno-a-los-libros-sobre.html

Potrebbero piacerti anche