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Introducción
Los factores que a criterio del autor entran en juego en el desarrollo de la salud
mental en la comunidad evangélica Hispana no son elementos aislados ni definidos en
términos simplemente religiosos. Se consideran como elementos existencialmente
entrelazados en las vidas de las personas, parejas o familias que componen la
comunidad. Tales agentes deben ser considerados en relación la premisa básica que
establece la necesidad de una conversión personal hacia Jesucristo, con evidencias de un
cambio de vida radical que involucra el abandono de la vida antigua (considerada en
términos negativos) y el desarrollo de una vida basada en los principios de las
Escrituras. Aquellos nacidos en hogares evangélicos, desde niños crecen dentro de tal
marco de referencia con la expectativa de seguir el mismo camino. Luego de tal premisa
siendo establecida, los elementos saludables que atañen a tales personas pueden ser
catalogados de la siguiente manera:
1. La “nueva” imagen, estima y eficacia personal: El ser definido por Dios. El ser
formado por Dios, deformado por el pecado, ha sido re-formado y experimenta el proceso
de ser transformado a través de su coparticipación con el Espíritu y su devenir (llegar a
ser) es conformado a la imagen de Jesucristo. El ser arraigado en Dios se considera la base
más firme desde la cual parten todas las deliberaciones acerca del ser humano –su
naturaleza, dignidad, libertad, investidura, dotes, relaciones, etc. Tal base provee los
ingredientes para elaborar la definición máxima de la persona humana –“en Cristo”
como hijo/a de Dios, heredero/a de su reino; más allá de su cultura, estado socio-
económico, sofisticación, haberes o logros. El apelar a tal terreno de existencia se
considera la base fundamental de la salud espiritual, emocional y física del ser. El ser
nacido de nuevo (a través de una conversión) permite el crecer de nuevo: El forjado de
carácter y conducta basados en las Escrituras, provistos de poder a través del Espíritu
Santo, es ayudado a través del discipulado bajo el ministerio de pastores, educadores y
lideres, quienes proveen consejo, guía, dirección, etc., e intervención en casos de
problemas tanto personales como interpersonales entre parejas, familias y amistades.
En cuanto a la personalidad, la espiritualidad promueve una imagen adecuada –
el ser hechos a la semejanza de Dios y realizar, actualizar y compartir su presencia en el
aquí y el ahora, con miras a un mejor mañana; afianza la estima propia –el ser aceptos y
validados, el pertenecer a una comunidad sana, y la eficacia propia –el tener
oportunidades de actualizar sus dotes, sus dones, o sus esfuerzos en hacer buenas
obras. También establece límites adecuados (delineaciones del ser, definido en términos
culturales pero también “en Cristo”) y afianza la asertividad (provee pautas positivas de
hablar la verdad en amor, proporciona poder al ser para declarar, definir, argumentar,
etc. sobre bases firmes y saludables.
Los efectos de la conversión –cambio radical de mente y corazón –animan a la
restructuración de la persona a nivel ontológico, procesador (cognitivo-emotivo-
motivacional) y conductivo. La resocialización que toma lugar dentro de una
comunidad basada en principios bíblicos provee un marco de referencia (límite o
demarcación y definición).
2. La dependencia del Espíritu Santo –no como una fuerza impersonal sino como
una persona –miembro de la Trinidad, presente y actualizador de la salud del ser. El
Espíritu es definido como el Paracleto –uno llamado a nuestro lado para ayudar en todo
tiempo. El Espíritu provee dones para servir, y produce frutos de carácter en la vida del
creyente; da poder para vencer las tentaciones y de vivir una vida libre de vicios,
maldades y pecados. El Espíritu renueva la mente y el corazón del creyente, de modo
que sus procesos cognitivos (pensar, razonar, atribuir significado a la realidad,
aprendizaje, memoria, etc. ) y emotivos (sensibilidad, afecto, empatía) pueden ser
alineados con la voluntad de Dios, adquiriendo conocimiento, perspicacia,
entendimiento y sabiduría en conducirse según la vida que agrada a Dios. La
motivación y el deseo de servir a Dios y al prójimo reciben el auge del Espíritu, quien
provee fervor, celo y pasión para vivir más allá de la mediocridad. Cabe decir que tal
agente de salud emocional es percibido, captado y compenetrado a diferentes niveles en
la comunidad, con varios resultados que parecieran estar relacionados al nivel de
entendimiento, sabiduría, dedicación consciente y actualización de potenciales posibles
en tal coparticipación divina-humana.
El “orar en el Espíritu” (una especie de abandono consciente, dejando a un lado
sus propios esfuerzos y “arrojarse” hacia el Paracleto, quien puede traducir las
expresiones humanas en una forma más adecuada, pronunciada o resonante ante el
Padre) promueve la fe de la persona. En tal caso, la persona da una especie de “salto de
fe” confiando que su intercesor hace una mejor conexión y que, de alguna manera que
sobrepasa su entendimiento o escrutinio racional (sin ser irracional, sino supra-racional)
trae una respuesta a ser discernida por la fe, pare luego descansar sobre tal base
confiando plenamente en el la persona, el proceso y el logro. Existencialmente, el verse
a uno mismo tratando con Dios desde un plano más elevado momentáneo provee un
aliciente temporal a las vicisitudes, pormenores, problemas o dificultades por las cuales
las personas atraviesan en sus vidas cotidianas. No se trata de fomentar ilusión, ficción
o autosugestión, sino fe en un Dos verdadero y real quien contesta la oración. Tal
momento es una especie de inyección de poder, capacitando a las personas a enfrentar
la vida luego de experimentar tal investidura espiritual.
9. Hábitos saludables: El énfasis acerca de una vida sana, libre y consciente de ser
vivida ante Dios es algo innegable en las comunidades –la santidad como meta que
subraya el desecho de los vicios, la infidelidad, el abuso, y otros pecados que arruinan el
carácter, la conducta y las relaciones. Por otra parte, se fomenta la adquisición de
buenas costumbres, el crecimiento en fe, en empatía y amor, y en servicio a Dios y a los
semejantes. En resumen, las expectativas vigentes en las congregaciones fomentan un
estilo de vida que promueve, apoya y refuerza los hábitos saludables, evitando o
mermando las sustancias adictivas (alcohol, tabaco, drogas) o las ataduras de los juegos
de azar, las infidelidades y adicciones sexuales (Mahoney, Carels et al., 2005). La
santidad del cuerpo –considerado templo del Espíritu Santo, enfoca hacia el cuidado,
mantenimiento y respeto por el ente físico que expresa al ser en su manera concreta y
relacional (Dull and Skokan, 1995; Pargament and Mahoney 2005). El rechazo de lo
nocivo, tóxico, adictivo o destructivo es algo normativo entre los feligreses –a veces
enmarcado en tonos legalistas. Tal vez, se debiera enfatizar el aspecto positivo a la
misma altura –el ejercicio corporal, la nutrición, el aseo, el relajamiento corporal y el
esparcimiento– para balancear los factores considerados positivos en relación a la salud
mental.
Hábitos/disciplinas espirituales
Oración, meditación, devoción
Adoración, alabanza, acción de gracias
Avenidas discretas hacia la salud mental
Hábitos corporales positivos:
(Maneras actualizadoras concretas) Eliminación de vicios, toxicidad
Ejercicio, relajamiento, nutrición, recreación
Vida conyugal, familiar, de comunidad
Amistades, participación/ayuda social
SALUD MENTAL
La salud mental entre los Hispanos en USA en relación a los problemas mentales
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