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14/12/2018
Para efectos del presente escrito será centrada la atención en la función que ocupan las
categorizaciones de los términos homónimos realizadas por Maimónides en desarrollo de la
Guía de los perplejos en pos de ahondar en la configuración argumentativa de la obra. Para
lo anterior, en primer lugar, se realizará una exposición de las variaciones principales de los
términos homónimos en el pensamiento del cordobés, posteriormente será mostrada la
manera general en que su distinción es incorporada al texto de Maimónides para,
finalmente, destacar capítulos concretos cuyo análisis a la luz de aquellas clasificaciones
resultará ilustrativo de lo propuesto en los apartados anteriores. Para esto último se hará uso
de las instancias de la obra en donde el empleo de las especies de homónimos es
prominente.
La primera parte de la Guía de los perplejos versará sobre los nombres que se emplean en
relación a Dios en diversos lugares de las Escrituras, buscando poner de relieve la
antropomorfización que se presentaría como consecuencia de una interpretación de las
expresiones en su sentido literal. Esta confusión sería provocada por la perplejidad del que
intenta interpretar topándose con una aparente ambigüedad de los términos. Maimónides
busca dar solución a ello incorporando elementos de su lógica al examen de las palabras
para discernir los casos en las Escrituras en los que tal o cual uso terminológico resulta
pertinente (Axelrod-Korenbrot, 1981, p 56). Así, una de las divisiones efectuadas por el
pensador judío, a la luz de la cual será efectuado tal análisis, es la de las palabras
sinónimas, homónimas y distintas. Sin embargo, es en su Tratado de lógica donde
Maimónides identificará seis especies principales de homónimos: homónimos absolutos,
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términos unívocos, homónimos metafóricos, términos anfibológicos, términos que
proceden de lo general a lo particular y homónimos extendidos.
Los homónimos absolutos abarcan a dos objetos cuya relación a un solo término no tiene
una explicación clara en virtud de características comunes, de manera que el término “ain”
se aplica tanto al ojo como a la fuente y “keleb” tanto al perro como a la constelación Canis
(Maimónides, 1978, p.59).
Los términos unívocos designan la esencia de dos o más objetos que la comparten: la vida
que constituye la esencia del escorpión, el pez y el hombre en cuanto seres vivos los
designará como “animal”. (Maimónides, 1978, p. 59).
Los términos anfibológicos se encuentran a medio camino entre los homónimos unívocos y
absolutos: implicarán un nombre aplicado a más de un objeto en virtud de una característica
compartida pero que, sin embargo, no forma parte de su esencia, por lo que podrán ser
referidos como “hombre” un hombre esculpido, un hombre muerto y uno con vida, pues los
tres comparten la figura y apariencia de un hombre sin tener en común sus rasgos
definitorios (Maimónides, 1978, p. 60).
Por último, los homónimos extendidos se presentan al ser otorgado un nombre a un objeto
en el uso básico del lenguaje para luego ser reasignado a objetos sin semejanza con el
original, de forma que, por ejemplo, “vocal”, “pausal”, “acusativo”, “”genitivo” o
“partícula” son empleados de manera diferente en el uso habitual del lenguaje y en un
contexto de discusión gramática (Maimónides, 1978, p. 61).
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Maimónides buscará cotejar los términos empleados aplicados a Dios con la clasificación
anterior. Si en las Escrituras es atribuida una característica que a primera vista pudiera
entenderse como antropomórfica, el cordobés buscará probar que se trata de determinada
instancia de homonimia. Los homónimos absolutos tendrán la función de ilustrar los casos
en que las palabras tienen un significado aplicado a Dios y otro totalmente diferente
aplicado a otros objetos. Los términos anfibológicos estarán presentes cuando no se alcance
una claridad suficiente sobre si se trata de un homónimo absoluto al designar
aparentemente una característica en común; la palabra, entonces, será caracterizada de tal
forma que la correspondencia con el Creador sea en virtud de características ajenas a su
esencia y, por lo tanto, sea distinguible la acepción más acertada y las que resultan
inapropiadas para la interpretación. Los términos metafóricos se presentarán como
alternativas interpretativas para expresiones cuya única alternativa para ser consecuente con
la totalidad de la Revelación es presentar un significado ajeno de manera temporal,
mientras que en los casos en que un atributo divino comparte significación con un objeto al
que convencionalmente se le ha adicionado, se tratará de un término extendido. Por último,
tanto los homónimos unívocos como los que operan de lo general a lo particular jugarán un
papel menos deliberativo, pues la identificación y comprensión de sus instancias es más
directa con respecto a los 4 homónimos anteriores.
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las Escrituras. No obstante, será la tercera acepción la que Maimónides habilitará como la
aplicable a Yhwh al implicar una aprensión racional de la realidad divina.
El cuarto capítulo se ocupará de tres verbos que habitualmente remiten a la visión ocular
pero que, para el cordobés, serán empleados metafóricamente en la Biblia al designar, en
realidad, la aprensión intelectual (Maimónides, 2001, p. 72). La consecución con la
Revelación del empleo de Raa, Hibbit y Haza será posible debido a que su significado
adecuado no permeará en el uso habitual del lenguaje (lo que otorgaría la calidad de
homónimos extendidos), mas estará disponible para aquellos que se adentren en el estudio
de la Palabra divina.
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Maimón dejaría un legado al judaísmo: pertinentes herramientas para la captura del sentido,
ni más ni menos, de la Palabra de Dios.
Referencias:
Maimónides (1978). Treatise on logic. Estados Unidos: American Academy for Jewish
Research