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Primera parte
Las armas nucleares no son, por supuesto, las únicas armas de destrucción
masiva (WMD): las armas químicas y biológicas son con más razón una
amenaza mayor para los ricos y poderosos. El tratado de 1997 que prohíbe
las armas químicas languidece poco a poco, en gran medida porque los
E.E.U.U. no han financiado las inspecciones y otras iniciativas, mientras que
Washington "se ha mofado" del tratado eximiéndose a sí misma de facto,
según comenta un importante analista del centro Henry Stimson. Las
prohibiciones a las armas biológicas han sido desestimadas por la
insistencia de los E.E.U.U. a limitar inspecciones "para proteger a
compañías farmacéuticas y biotecnológicas americanas." La administración
de Bush se propone ahora rechazar un proyecto, resultado de seis años de
negociaciones sobre métodos para verificar la conformidad con el tratado
de 1972 que prohíbe las armas biológicas (New York Times, 27 de abril, 20
de mayo de 2001).
Apartando esto a un lado, hoy se tiene por cierto que la amenaza más seria
para la seguridad de los E.E.U.U. (y del mundo) es el enorme sistema
soviético de armas nucleares, con sus controles de seguridad y sistemas de
mando y control seriamente deteriorados después de que la economía se
haya derrumbado bajo las reformas neoliberales. Los negociadores de
Clinton animaron a Rusia a que adoptara la estrategia de "lanzar-en-alerta"
de Washington para aliviar las preocupaciones rusas por el sistema BMD y
la anulación del tratado ABM, una oferta que es " bastante extraña",
comentó un experto, porque "sabemos que su sistema de alerta esta lleno
de agujeros". Hace poco un lanzamiento accidental estuvo peligrosamente
cerca de ocurrir. Clinton tenía un pequeno programa de asistencia a Rusia
para asegurar y desmontar las armas nucleares, y proporcionar empleos
alternativos a los científicos nucleares. Una comisión bipartita del
departamento de energía abogó para el aumento en la financiación de tales
programas. El copresidente Howard Baker, anteriormente líder de la
mayoría republicana del Senado, testificó ante el comité de relaciones
exteriores del senado en abril que "me preocupa realmente que podría
haber unas 40.000 armas nucleares... en la anteriorUnión Soviética, mal
controladas y almacenadas, y que el mundo no está en un estado cercano a
la histeria sobre este peligro". Uno de los primeros actos de la
administración de Bush fue el de reducir estos programas, aumentando los
riesgos de lanzamiento accidental y de la salida de 'bombas menores" hacia
otros países, incluyendo los estados preferidos, "los díscolos de
Washington", seguidas a continuación por científicos nucleares sin otro
modo de usar sus conocimientos. Las ofertas rusas para reducir los misiles
de forma drástica, a números por debajo de las ofertas de Bush, han sido
rechazadas.
Los planes reales pueden parecer irracionales, pero éso es así sólo si uno
valora la supervivencia por encima de la hegemonía. La historia de la
carrera de armamentos revela un cálculo bastante diferente. Hace 50 años,
la única amenaza para la seguridad de los E.E.U.U., entonces sólamente
potencial, eran los ICBMs (misiles balísticos de alcance intercontinental). Es
probable que la URSS hubiera aceptado un tratado que terminase con el
desarrollo de estas armas, sabiendo que iba muy por detrás. En su historia
de la carrera de armamentos, McGeorge Bundy señaló que él no pudo
encontrar ningún expediente de interés que persiguiese esta posibilidad.
Los archivos rusos recientemente abiertos refuerzan la versión de las
afirmaciones de los analistas de alto nivel de los E.E.U.U. de que después
de la muerte de Stalin, Khrushchev pidió la reducción mutua de fuerzas
militares ofensivas, y cuando estas iniciativas fueron ignoradas por
Washington, fueron ejecutadas unilateralmente bajo la objeción de su
propio comando militar. Los archivos de los E.E.U.U. revelan que la
administración de Eisenhower tenía poco interés en el desarme negociado y
otras iniciativas para relajar algunas tensiones internacionales. Los
planificadores de Kennedy compartieron sin duda alguna la visión de
Eisenhower de que "una guerra importante destruiría el hemisferio norte",
que también sabían de los pasos dados unilateralmente por Khrushchev
para reducir fuerzas ofensivas soviéticas de forma ostensible, y también
sabían que los E.E.U.U. estaban lejos de dar cualquier paso significativo.
Sin embargo, eligieron rechazar la propuesta de Khrushchev de
reciprocidad, prefiriendo una acumulación masiva de las fuerzas
convencionales y nucleares, golpeando así sobre el último clavo del ataúd
de la "política de Khrushchev de refrenar a los militares soviéticos"
(Matthew Evangelista, Proyecto de la historia internacional de la guerra fría,
diciembre de 1997).
Sin continuar expresamente, los hechos demuestran que hay poca novedad
en las propias preferencias de Clinton o de Bush.