Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
A) Noción general
El DIPr nos muestra que el nuestro no es el único ordenamiento jurídico
existente en la sociedad internacional, y que junto a él coexisten los
ordenamientos jurídicos propios de los cerca de doscientos Estados que hoy la
integran. Igualmente, esa misma realidad nos enseña que la actividad de los
particulares no se restringe a la esfera de nuestro ordenamiento, sino que con
frecuencia esa actividad les vincula con uno o varios ordenamientos
extranjeros.
Ambos datos constituyen los presupuestos generales que justifican la
existencia del DIPr, como con más detenimiento examinaremos a continuación.
1
(p. ej., los requisitos relativos a la edad o a los impedimentos para celebrar el
matrimonio); que la misma institución difiere en sus principios rectores (así, en
el ámbito del derecho de familia, igualdad de los cónyuges o primacía del
varón); e incluso que unos ordenamientos admiten una determinada
institución jurídica y otros la desconocen (pensemos en la adopción en los
países árabes o en el trust [es un contrato privado por el cual una persona
transfiere un bien o derecho a otra persona de su confianza, con el fin de que
lo controle y administre en beneficio de terceras personas, normalmente
familiares o allegados] del Derecho anglosajón, desconocido en los
ordenamientos de muchos países del continente europeo) o incluso la rechazan
(así, el divorcio, en ciertos ordenamientos).
Como consecuencia de lo anterior, los particulares cuya vida jurídica está
vinculada con dos o más ordenamientos, pueden verse afectados
negativamente. En primer lugar, porque los criterios por los que los tribunales
de un Estado se declararán competentes para conocer de un determinado
litigio, varían de un Estado a otro. Del mismo modo, respecto al Derecho que
debe aplicar un Tribunal, las divergencias pueden conducir, tanto a respuestas
que son contradictorias de un ordenamiento a otro (la validez o la nulidad de
un contrato) como a posibles lagunas en la regulación de los supuestos.
En este punto hay que destacar que, si bien es cierto que la existencia de
relaciones privadas por encima de las fronteras jurídicas hunde sus raíces en la
propia naturaleza humana, también lo es que el desarrollo actual de los medios
de comunicación, el turismo, los movimientos migratorios (por razones
económicas u otras), o los procesos de integración, son otros tantos
fenómenos que han contribuido a multiplicar las relaciones privadas
internacionales (o, relaciones de tráfico jurídico externo).
A su vez, el aumento de la inmigración en los países de la UE (como España)
de trabajadores con distintas culturas ha supuesto la aparición en Europa de
2
una «sociedad multicultural», cuyos miembros al relacionarse pueden plantear
conflictos en los que, no sólo entran en contacto ordenamientos con soluciones
sustantivas propias, sino que además responden a concepciones culturales
diferentes.
3
Llegados a este extremo hay que señalar que el examen de la extranjería del
supuesto ha de ser actual, de tal modo que han de tomarse en consideración
las transformaciones sufridas por la relación o situación considerada en el
transcurso del tiempo, aunque deban respetarse las situaciones jurídicas
consolidadas de conformidad con el ordenamiento que les resultara
aplicable con anterioridad. Por hipótesis, en los ejemplos manejados, el
régimen económico matrimonial determinado por el Derecho español (al que
correspondía la relación interna inicial) en el primer supuesto; o, por el
Derecho francés, si Francia hubiera sido el lugar del domicilio o de la primera
residencia habitual del matrimonio.
Otro aspecto a considerar en relación con el tráfico jurídico externo es el
grado de «internacionalidad» del supuesto considerado, que aumentará a
medida que se multipliquen los elementos de conexión con ordenamientos
extranjeros, y que, asimismo, puede verse matizado por su carácter ocasional
o duradero. Con un sector de la doctrina he mantenido que para que un único
elemento de extranjería «tiña» de internacionalidad un supuesto del tráfico
jurídico es necesario que resulte relevante. Para ilustrar esta idea tomaba un
ejemplo, utilizado por el profesor CARRILLO SALCEDO, cuando señalaba que la
compra en España por un turista francés de una botella de vino no configura,
por sí sola, un supuesto de compra-venta internacional; supuesto que se daría
indudablemente si estuviéramos ante un contrato de suministro del mismo
vino concluido entre una empresa española y otra francesa. Ahora bien, el que
la nacionalidad francesa del comprador no baste para configurar una compra-
venta internacional no implica que el supuesto resulte en todo caso ajeno al
DIPr, ya que de tal venta en establecimiento mercantil español, en principio
interna, podría derivarse una responsabilidad extracontractual que, si el hecho
dañoso se produjo en Francia, suscitaría un problema de tráfico jurídico
externo. En suma, aunque la existencia de un elemento extranjero en el
supuesto genera una presunción favorable a su calificación como de tráfico
externo (por lo que debe ser examinada desde la perspectiva del DIPr), la
misma habrá de confirmarse o rechazarse examinando si dicho elemento se
considera «relevante» desde la óptica del concreto ordenamiento jurídico
desde el que se aborda.
1. INTRODUCCIÓN
En este punto, entendemos que el DIPr debe ofrecer una respuesta global a las
situaciones jurídicas de las personas inmersas en una relación privada
internacional. Por consiguiente, debe atender a precisar en un sistema jurídico
dado:
1. Quiénes son considerados nacionales, así como los derechos y deberes
de los extranjeros.
2. Cuándo los propios tribunales podrán dar respuesta a las cuestiones
planteadas por tener competencia judicial internacional.
3. Cuál deber ser la ley (propia o extranjera) que resulte aplicable.
4
4. Debe abordar los problemas suscitados por el reconocimiento y ejecución
en el orden interno de las resoluciones dictadas en el extranjero.
De este modo, dentro de una concepción amplia del contenido del DIPr cabe
distinguir, al menos, tres grandes grupos de problemas:
1
De un lado, los relativos al estatuto internacional de las personas en las
relaciones privadas internacionales. Aspecto en el que hemos de partir de la
distinción tradicional entre «nacionales» y «extranjeros» respecto a un
determinado Estado, en nuestro caso España. Pues bien, tanto en la
determinación de quienes son sus nacionales como en el establecimiento del
régimen jurídico de los extranjeros en España la competencia del legislador
español es, según veremos, muy amplia, de conformidad con el Derecho
internacional público.
5
resolución extranjera, a efectos de que el ejercicio de los derechos reconocidos
en ella se haga efectivo.
2. CONTENIDO Y PROBLEMAS
6
establecer, por ejemplo, la igualdad de trato entre nacionales y extranjeros en
cuanto al disfrute de los derechos civiles; pero también puede restringirles el
goce de ciertos derechos: por ejemplo, condicionándolo a la reciprocidad de
trato; exigiendo una autorización previa para que el extranjero pueda realizar
determinadas actividades en España (permiso de trabajo, por ejemplo) o
incluso excluyendo que el extranjero sea titular de un determinado derecho.
No obstante, la libertad del legislador no es de ningún modo absoluta, en
atención a dos datos:
1. Respecto a los derechos y libertades fundamentales reconocidos en la
Constitución, pues su artículo 13.1 reconoce el goce por los extranjeros
de tales derechos y libertades. Ciertamente, este precepto se remite en
cuanto al «contenido» del derecho a lo que establezcan «los tratados y la
ley», que sin embargo no puede suprimir ninguno, ya que se trata,
también para los extranjeros, de derechos constitucionales. Por lo demás,
no hay que olvidar que tal modulación legal no es posible en todos los
casos, pues «existen derechos que corresponden por igual a españoles y
extranjeros y cuya regulación ha de ser igual para ambos», como es el
caso de aquellos derechos fundamentales «que pertenecen a la persona
en cuanto tal y no como ciudadano», por ser imprescindibles para
garantizar la dignidad de la persona.
2. La situación de los ciudadanos de la Unión es peculiar y más favorable
que la del resto de los extranjeros.
1º. En primer lugar, son normas de DIPr las que fijan los límites de la
jurisdicción estatal, es decir, las que determinan la competencia judicial
internacional de los órganos jurisdiccionales españoles respecto de los litigios
que pueden surgir en las relaciones de tráfico externo. En efecto, por hipótesis,
en el tráfico jurídico externo los supuestos se encuentran vinculados con dos o
más ordenamientos, lo que hace posible que, también en hipótesis, puedan
conocer del mismo los órganos jurisdiccionales de dos o más Estados. En el
Derecho español el punto de partida ha de ser el artículo 24.1 CE, que declara
el derecho a la tutela judicial efectiva, aunque, como precisa el texto
constitucional más adelante (art. 117.3 CE), la jurisdicción se ejerce «según
las normas de competencia y procedimiento» establecidas en las leyes.
7
El legislador ha determinado «la extensión y límites» de la jurisdicción de los
Juzgados y Tribunales españoles en los artículos 21 a 25 de la LOPJ,
concretando aquellos litigios o grupos de litigios, derivados del tráfico externo,
cuyo conocimiento corresponde a los órganos jurisdiccionales españoles.
Atribución de competencia judicial que se fundamenta, en general, en la
existencia de circunstancias objetivas que establecen una vinculación o
proximidad de los elementos esenciales del litigio (las partes y su objeto) con
la esfera personal o territorial de nuestro ordenamiento; pero también, bajo
ciertos límites, en la voluntad de las partes de someter el litigio a los
Tribunales españoles. Todo ello en los términos que se examinarán en el Tema
IV.
2º. De otra parte, para los supuestos en que los Tribunales españoles sean
competentes, el legislador introduce peculiaridades en la regulación del
proceso que atienden a la presencia en el mismo de un elemento extranjero.
Cuestiones esencialmente reguladas por la Ley 29/2015, de 30 de julio, de
cooperación jurídica internacional en materia civil, como en normas dispersas
en la propia LEC, aunque sobre toda ella se proyectan las garantías del proceso
recogidas en el artículo 24.2 CE, especialmente en materia de comunicación de
actos procesales, utilización de los medios de prueba y derecho de defensa,
junto al derecho de acceso a la justicia gratuita.
Del mismo modo, también requieren de una regulación específica los actos
procesales (p. ej., de notificación o de práctica de pruebas) que deben ser
realizados en un Estado extranjero (o en España, si el proceso se sigue en el
extranjero). En este aspecto de la asistencia o cooperación judicial
internacional el legislador debe tener presente que el deber de cooperar es un
principio estructural del Derecho internacional público. Pues bien, al igual que
en tal materia, la regulación contenida en la LOPJ (arts. 276 a 278) ha de
completarse con la LCJI [Ley 29/2015 de Cooperación Jurídica Internacional en
materia civil] y con la de los convenios internacionales de los que España es
parte y con el Derecho de la UE, según estudiarán en el Tema V.
8
tradicionalmente por la doctrina como el problema del «conflicto de leyes». La
expresión, sin embargo, resulta especialmente desafortunada. De una parte,
porque hace pensar en un inexistente «conflicto de soberanías»; de otra,
porque describe mal la actitud con la que los operadores jurídicos han de hacer
frente a la problemática que plantea el tráfico jurídico externo. En efecto, la
aplicación por los Tribunales y Autoridades españoles (juez, abogado, notario,
registrador…) de un Derecho extranjero sólo es posible si media un mandato
del legislador español que así lo ha dispuesto en atención a la extranjería del
supuesto.
Por lo demás, cuando una ley extranjera resulte aplicable, ésta nunca
contendrá toda la respuesta jurídica al tema planteado, ya que normalmente
habrá de articularse con el Derecho interno en aspectos, como los procesales o
registrales, regidos por el Derecho del foro (vid. p. ej., art. 3 LEC).
9
debatido conduzca a un litigio ante los tribunales. Del mismo modo, son las
normas del foro sobre reconocimiento y ejecución de decisiones extranjeras las
que se aplican a aquellos supuestos en que se desea que una decisión dictada
en el extranjero produzca efectos jurídicos en el foro.
10
TEMA II. EL SISTEMA ESPAÑOL DE DERECHO
INTERNACIONAL PRIVADO
I. FUENTES
1. INTRODUCCIÓN
La compartimentación del mundo en Estados soberanos con distintas
concepciones de la Justicia provoca que un mismo caso reciba una respuesta
material distinta e incluso contradictoria. A la luz de lo expuesto puede
mantenerse que el DIPr tendría como función principal asegurar la continuidad
de las relaciones jurídicas o, si se prefiere, asegurar una cierta estabilidad de
las relaciones privadas internacionales. Pues bien, resulta que el DIPr como las
demás ramas de un ordenamiento jurídico, es esencialmente de origen
nacional por lo que también difiere de un ordenamiento a otro.
Estos ejemplos evidencian el drama del DIPr: en una situación ideal los
problemas derivados de las situaciones (privadas) internacionales deberían
contar con un régimen jurídico internacional que atendiera a las dificultades
inherentes a la discontinuidad de las relaciones de tráfico externo, de modo
que pudieran resolverse de modo uniforme.
El DIPr es prioritariamente nacional, pero la incidencia de instrumentos
extranacionales (DIPr convencional y de la UE) es cada vez más acusada. Dato
que explica la necesidad de proceder a la unificación internacional. Y, como
veremos, dejando a un lado el Derecho internacional general, muy escaso y
disperso, existe una plataforma convencional amplia resultante de una
incesante cooperación intergubernamental (tratados bilaterales y multilaterales)
en ciertos ámbitos. Destaca, en distinto plano, la acción normativa emprendida
por la Unión Europea en DIPr. Lo que nos sitúa en un panorama caracterizado
por la diversificación del origen de sus normas.
11
Este Tema tiene por objeto enseñar cuáles son las principales instancias de
producción de normas de DIPr (o procedimientos de producción jurídica) y
algunos de los problemas que plantean su identificación y correcta aplicación.
Fuentes en sentido formal son los modos de creación de las reglas jurídicas. El
artículo 1 CC al disponer que son fuentes de Derecho, 1la ley, 2la costumbre y
3
los principios generales, indica que en la estructura normativa estatal estas
serían las principales fuentes formales de creación de normas de DIPr.
También lo son 4los tratados internacionales en los que España es parte (art.
1.5 CC).
Esta declaración tan sencilla se proyecta hoy sobre una realidad compleja
marcada por una pluralidad de estructuras normativas en correspondencia con
la estructura policéntrica de la sociedad internacional contemporánea. La
presencia de una pluralidad de centros de poder, o cuando menos de actores
con capacidad normativa en la sociedad internacional, es relevante a nuestros
fines, si se admite que condiciona los procesos de formación del Derecho. No
es lo mismo una sociedad internacional en la que el sujeto exclusivo es el
Estado, que una sociedad internacional en la que el poder (e incluso la
soberanía) es compartido por el Estado con otros sujetos de Derecho
internacional. De este dato cabría deducir dos elementos:
• El primer elemento a retener es el protagonismo creciente de sujetos y
actores internacionales cada vez con mayor incidencia sobre la
regulación de las relaciones privadas internacionales, bien estableciendo
límites respecto de la capacidad normativa del Estado (p. ej., normativa
sobre Derechos Humanos), bien como verdaderos autores de normas de
DIPr (desde 1999 señaladamente la Unión Europea).
• El segundo elemento a tener en cuenta es que al tratarse el
ordenamiento español de un ordenamiento jurídicamente complejo
resultan inevitables los conflictos internos, derivados de la coexistencia
de diversos derechos civiles en ciertas materias junto al Derecho civil
común. Luego el Derecho privado dictado por las CCAA, adoptado en
desarrollo de los distintos Estatutos de Autonomía, también genera
conflictos internos.
Al dictar normas aplicables a los supuestos de tráfico externo, sobre la base de
una competencia más o menos amplia, el hecho es que correlativamente se va
resquebrajando la competencia normativa estatal en materia de DIPr. El
corolario de estos procesos es la aparición de subsistemas normativos. Ello
trae aparejado un incremento de las dificultades en las fases de identificación,
selección e interpretación del derecho competente en cada caso. Así, la
situación contemporánea conduce a abandonar la imagen vertical del
ordenamiento, dado que lo que se presenta es un panorama horizontal, o en
red, de normas procedentes de distintas estructuras normativas. Es un proceso
que afecta en mayor o menor medida a todas las ramas del Derecho; por lo
que se refiere al DIPr, supone un incremento de la complejidad, pues se opera
con distintas técnicas de reglamentación y desde diversas instancias de
producción.
12
En el ordenamiento español formalmente el lugar preponderante lo ocupa la
ley y, en primer término, la CE de 1978. En este sentido, cabe afirmar que el
sistema español de DIPr es un sistema de base legal. La jurisprudencia
nacional y la de ciertas instancias judiciales supranacionales y la costumbre,
constituyen también fuente de derecho.
A) La Constitución de 1978
La CE se sitúa en el vértice de todo el ordenamiento jurídico.
Pero la CE es, además, el marco dentro del cual debe moverse, tanto el
proceso de elaboración de las normas, como la interpretación; y, finalmente,
establece los mecanismos de incorporación en el orden interno de las normas
de origen internacional (tratados internacionales). En particular, el derecho a la
tutela judicial efectiva (art. 24) ha cimentado en buena medida la reforma del
sistema español de competencia judicial internacional. De igual modo en el
diseño del Derecho de familia internacional son claves los derechos
fundamentales de igualdad (arts. 14 y 32) o el derecho fundamental a la
libertad religiosa (art. 16). La CE suministra además las guías para la correcta
comprensión y aplicación del sistema.
Además, una vez adaptado el sistema de DIPr a la CE, algunos de sus
preceptos constituyen el canon hermenéutico [técnica o método de
interpretación de textos] tanto para la solución de los problemas de las
situaciones con elemento extranjero que se plantean en España como para la
recepción de situaciones creadas en el extranjero. En suma, es impensable que
Jueces y Autoridades resuelvan vulnerando los derechos y libertades
fundamentales contenidos en el Capítulo Primero, Título I CE (arts. 11 a 38).
La CE es relevante para el DIPr al diseñar un modelo de Estado singular en lo
que a la competencia normativa se refiere. Se permite que subsistan las
diferencias normativas en materia civil. Las CCAA en el ámbito de la legislación
civil pueden dictar normas «en cuanto a la conservación, modificación y
desarrollo de los derechos civiles forales o especiales» (art. 149.1.8).
B) La Ley
Las normas de origen legal han sido el eje sobre el que históricamente se
construyó el sistema español de DIPr y ostentan aún un papel significativo.
Los rasgos predominantes del sistema legal son su enorme dispersión y
fragmentación. En origen pero, sobre todo, tras la reforma del Título preliminar
del Código civil por Decreto 1836/1974, prácticamente toda la regulación era la
contenida en los artículos 8 a 12 del Título preliminar. No fue ésta una
regulación completa, pues al incorporar únicamente «normas de conflicto» se
detenía en resolver los problemas derivados del conflicto de leyes.
13
de la norma a aplicar. Se impide además una consideración unitaria de
los problemas.
Además de las normas reguladoras del derecho aplicable contenidas en el
Código civil, otras se alojan en Leyes especiales (por poner solo algunos
ejemplos, la ley de Adopción internacional de 2007, Cambiaría y del
cheque de 1984 o la de Propiedad Intelectual de 1986).
Este rasgo tan perturbador se ha visto acentuado si cabe, tras las reformas
publicadas en el verano del año 2015. La Ley 15/2015, de 2 de julio, de la
Jurisdicción Voluntaria, contiene disposiciones de DIPr en las materias
pertenecientes al ámbito de la jurisdicción voluntaria, modificando el CC, el
CCom y otras leyes especiales.
Además, la LO 8/2015, de 22 de julio y la LO 26/2015, de 28 de julio, ambas
relativas a la Modificación del sistema de protección a la infancia y a la
adolescencia, cambian muchos aspectos del tratamiento de los problemas
abordados desde el DIPr y no solo desde la perspectiva de los supuestos
internos.
Los problemas procesales reciben un tratamiento fraccionado entre la
competencia judicial internacional, prevista en los artículos 21 a 25 de la LOPJ
—modificada por LO 7/2015, de 21 de julio—. El reconocimiento de decisiones
judiciales y no judiciales, ha sido objeto de una radical reforma por la Ley
29/2015, de 30 de julio, sobre Cooperación jurídica internacional en materia
civil, que además comprende cuestiones tan relevantes como el régimen de
cooperación jurídica internacional, en materia de la notificación internacional o
la prueba del Derecho extranjero.
A este panorama se suman normas dispersas en la legislación notarial y
registral, parcialmente modificadas por la LRC [Ley sobre el Registro Civil]
2011, cuya entrada en vigor ha sido nuevamente retrasada.
Finalmente, el derecho de la nacionalidad permanece estable en lo esencial
desde la reforma de los artículos 17 a 25 CC operada en 1982, salvo algún
cambio puntual; en cambio el derecho de extranjería está sujeto a un
permanente proceso de revisión, que tiene mucho que ver con los cambios de
criterio sobre el tema por razones políticas, tanto en España como en el ámbito
de la UE; un sector de problemas sobre el que además la propia jurisprudencia,
constitucional y de la jurisdicción ordinaria, tiene un peso enorme.
Este panorama tan desordenado y fragmentado no favorece una consideración
unitaria de los problemas y sus soluciones. En este punto nuestro sistema legal
contrasta abiertamente con otros de nuestro entorno en los que sí se ha
procedido a una «codificación interna» de las normas de DIPr.
Por último, otro rasgo de nuestro sistema de DIPr reside en el impulso
renovador que ha supuesto el DIPr producido en el ámbito extranacional. A
falta de una codificación interna de las normas de DIPr que habría sido útil, el
DIPr convencional y europeo han sido y siguen siendo el factor determinante
de la modernización del DIPr español.
Y es que, finalmente, el sistema interno de DIPr se halla literalmente
atravesado por un importante número de Convenios internacionales y actos
normativos de organizaciones internacionales que acentúan la tendencia a la
dispersión apuntada. Hasta tal punto esta nota es cierta que resulta poco
preciso hablar de sistema español de DIPr, para designar al conjunto de
14
normas que forman parte del DIPr español, pues precisamente lo que se echa
en falta es el carácter sistemático de la normativa que lo integra.
C) La costumbre
Conforme al artículo 1.3 CC la costumbre interviene únicamente en defecto de
ley. Por ello tradicionalmente tiene escasa repercusión como mecanismo
creador de normas de DIPr.
Sí cabe identificar dos ámbitos de intervención muy reducidos:
1. Como fundamento de ciertos supuestos de inmunidad de jurisdicción; la
costumbre impone que el Estado extranjero o sus representantes sólo
pueden ser juzgados con su consentimiento.
2. Otra manifestación se hallaría en la llamada Lex mercatoria, una vez
admitido que se pueda caracterizar como fuente de derecho en tanto que
uso o costumbre del comercio internacional. Tal caracterización
respondería al entendimiento de que en el tráfico comercial (y financiero)
internacional la insuficiencia de las soluciones normativas estatales ha
provocado la emergencia de usos, prácticas, códigos de conducta, que
tiene como elemento aglutinador el dato de que los autores son al
tiempo destinatarios de las «normas» y se expanden por el obrar
continuado de los sujetos intervinientes en el tráfico internacional. Hay
por tanto una acción «normativa» que desarrollan los operadores (p. ej.,
Cámara de Comercio Internacional) y sus mecanismos sancionadores
discurren básicamente por la vía arbitral y, por tanto, bastante alejados
de los controles estatales (como se verá en el Tema relativo a
obligaciones contractuales).
D) El papel de la jurisprudencia
En principio la jurisprudencia no desempeña una función muy distinta de la que
asume en la aplicación de otras ramas del Derecho. El ordenamiento español
se incardina dentro del modelo continental que hace de la ley la principal
fuente de derecho, por contraposición al modelo del common law basado en la
creación judicial del Derecho.
Sí habría que tener presentes dos datos que marcan una cierta tendencia
expansiva de la intervención judicial. En primer lugar, el rasgo común a todo el
ordenamiento es justamente un entendimiento expansivo de la tarea judicial
que obedece a distintas causas: incremento de la litigiosidad, variedad y
complejidad de las relaciones sociales y correlativo incremento de las llamadas
cláusulas generales ante la imposibilidad de prever en la norma todos los casos.
En segundo lugar, en DIPr dicha expansión obedece a unas razones específicas
de esta rama del ordenamiento:
• La intervención judicial es importante en todo el proceso de identificación
y aplicación del DIPr extranacional (convencional y europeo). Los
Convenios internacionales y otras normas de DIPr de origen europeo
tienen una mayor presencia en la regulación de las situaciones privadas
internacionales que en otras parcelas del Derecho, precisamente por la
naturaleza «internacional» de las relaciones que está llamado a regular.
Al igual que cualquier otra norma, las normas convencionales y actos
normativos de la Unión Europea deben ser invocados por los particulares
en cada litigio concreto (ver Tema VII). Pero la colaboración del juez es
15
esencial en la fase de su correcta aplicación pues obliga al juez a
emplear criterios de interpretación diferentes.
• La intervención judicial es decisiva en la aplicación de los distintos tipos
de normas de DIPr y en particular en lo relativo a la norma de conflicto
[una norma de conflicto es aquella que, partiendo de un supuesto de
hecho, se localiza a través de un punto de conexión el ordenamiento
aplicable al asunto. Por ejemplo: Las donaciones se regulan por la ley
nacional del donante], técnica de reglamentación típica del DIPr.
16
3. FUENTES DE ORIGEN INTERNACIONAL
B) DIPr convencional
La creación de normas de DIPr por vía de tratados internacionales, bilaterales
o multilaterales, tiene por objeto avanzar en la seguridad jurídica de los
particulares. Si la norma con la que se opera es uniforme para un grupo de
Estados, la solución final también será uniforme en ese grupo de Estados.
Corregir la relatividad de las soluciones y suministrar previsibilidad a los
particulares en el tráfico internacional, son los objetivos de la unificación
convencional de las normas de DIPr. Esta idea es central en el ámbito de los
conflictos de leyes y de los conflictos de jurisdicciones.
17
La función del DIPr convencional reside pues en aportar una dosis de certeza
en torno a 1qué tribunal va a conocer, 2conforme a qué derecho va a resolver y
3
bajo qué condiciones se va a dar eficacia a la sentencia o documento otorgado
en el extranjero. En suma, conseguir que la solución va a ser idéntica o muy
similar si la demanda se plantea ante un Estado A o un Estado B.
1º. Establecer normas materiales uniformes. Entre éstas habría que distinguir
por el número de Estados participantes, los que pueden gestarse en el
contexto de Tratados multilaterales o bilaterales.
Las dificultades consustanciales a todo proceso de unificación de alcance
material uniforme vía convenios internacionales, llevan a Estados y agentes a
18
recurrir a métodos alternativos, que responden a esquemas menos vinculantes
o de soft-law.
Como prueba de su fuerza normativa hay que destacar la cada vez más
frecuente invocación de dichos Principios como fuente de interpretación por la
propia jurisprudencia de nuestro Tribunal Supremo.
2º. Otro tipo de Convenios establecen normas uniformes. (1º.) Unas para
resolver los conflictos de jurisdicciones, bien limitadas a la determinación del
tribunal competente, bien abarcando lo relativo al reconocimiento de la eficacia
extrajudicial de la decisión judicial dictada en un Estado más allá de las
fronteras del mismo (p. ej., R. 1215/2012). (2º.) Otros instrumentos unifican
normas para resolver los conflictos de leyes (p. ej., para resolver un divorcio
de un matrimonio mixto de modo que resulte indiferente plantear la demanda
en un Estado o en otro, pues el divorcio se resolverá finalmente conforme a un
mismo ordenamiento); ahora bien, que el objetivo de un convenio sea la
unificación de normas de conflicto no excluye, en cambio, que dentro de un
mismo instrumento puedan coexistir éstas con normas materiales.
19
• La Unión Europea como organización internacional de integración de los
Estados miembros. Se trabaja en la supresión de obstáculos derivados
de las divergencias normativas así como en un fortalecimiento de la
posición de las personas en su esfera personal y familiar en los
desplazamientos intraeuropeos.
• La Comisión Internacional del Estado Civil.
• En el marco de la ONU hay que tener presentes algunos de los trabajos
de UNCITRAL, organismo especializado de Naciones Unidas y autor, por
ejemplo, de la Ley Modelo sobre Arbitraje comercial internacional de
1985.
20
2º. Cuestión distinta es la unidad en la interpretación. Como ya se ha dicho, el
drama del DIPr tiene que ver con la ausencia de una instancia supranacional
que asegure una interpretación uniforme de las normas de DIPr adoptadas en
ámbitos extranacionales. Es ésta una realidad que cuenta con dos contrapesos:
1. Por una parte, la Ley de Tratados internacionales de 2014 introduce en
su artículo 35 la idea de remisión a los artículos 31 a 33 de la
Convención de Viena sobre Derecho de los tratados de 1969, además de
otras reglas para problemas especiales.
2. Por otra, en el ámbito estricto de la CE y de su ordenamiento, la
instancia más relevante por su efectividad es el TJUE a través del recurso
prejudicial (art. 267 TFUE). Está abierto únicamente a órganos judiciales,
permitiéndoles plantear el significado de una norma del ordenamiento
europeo o que se pronuncie acerca de la validez de la norma nacional en
contraste con el ordenamiento de la CE.
La labor interpretativa del TJUE resulta preciosa a la hora de establecer el
significado y alcance común a todos los Estados miembros de los conceptos y
categorías jurídicas utilizadas en los distintos instrumentos de DIPr. Su labor
se proyecta en dos direcciones:
1. Por una parte, en reiteradas sentencias el TJUE ha afirmado que las
normas internas no pueden «frustrar mediante requisitos adicionales los
objetivos y fines pretendidos por las normas europeas».
2. Por otra, cuando se trate de aplicar conceptos que cuentan con un
significado propio dentro de esta estructura normativa, será preciso
acudir a éstos aunque se hallen en otros instrumentos; así, por ejemplo,
para aplicar la regla de competencia judicial internacional relativa a
contrato individual de trabajo a un «trabajador transfronterizo».
21
Si la selección del instrumento no se resuelve conforme a las reglas de
aplicación convencionales, habrá que tener en cuenta el régimen de DIPub
general eje en la materia, esto es, la Convención de Viena sobre Derecho de
los Tratados, de 1969. Los artículos 30 y siguientes son útiles en la medida en
que sirvan a autoridades y particulares para invocar el instrumento
internacional pertinente. Como Tratado al que España se halla vinculado,
forma parte del ordenamiento español.
Son pautas o guías que permiten a los operadores afianzar la previsión del
derecho aplicable a sus relaciones. Pero, en última instancia, en los supuestos
de concurrencia normativa, resultará insoslayable proceder a una delimitación
estricta de los ámbitos de aplicación respectivos de las normas que se
pretenden aplicar a un mismo problema, esto es, proceder a una localización
previa del supuesto y delimitar el ámbito espacial, material y temporal es una
operación fundamental para decidir, por ejemplo, en un supuesto en el que se
solicite la ejecución de una sentencia extranjera condenatoria al pago de
alimentos hacia un menor extranjero residente en España, cuál de entre los
múltiples instrumentos internacionales en la materia satisface su cumplimiento
(vid. Tema XXI).
22
servicios contrastaba paradójicamente con la pervivencia de las fronteras
jurídicas nacionales y con la diversidad normativa; o como se ha dicho, se
aspiraba a un mercado único pero faltaba la unidad en el Derecho. Las
divergencias jurídicas (materiales) emergen como obstáculos a la Libre
circulación. Disuaden a los operadores, cuando éstos demandan justamente
una mayor seguridad jurídica como «condición» para incrementar las
transacciones intraeuropeas.
23
• Este incipiente sistema de DIPr de la UE, que tiene su base competencial
en el artículo 81.2 del TFUE, exige del legislador europeo la adopción de
normas de DIPr que permitan a los particulares predecir bien cuál es el
tribunal ante el que cabe interponer la demanda, bien conforme a qué
normas va a resolver aquel tribunal. De ese modo, en la materia objeto
de unificación, resultará indiferente plantear la cuestión litigiosa en el
Estado A o en el Estado B dado que todas las autoridades nacionales de
los Estados miembros van a resolver conforme a idénticos criterios de
solución, corrigiendo en buena medida uno de los efectos más perversos
de las situaciones privadas de tráfico externo: el forum shopping, o la
posibilidad de elección por las partes de los tribunales que
previsiblemente vayan a aplicar el derecho más favorable a sus
pretensiones.
• No obstante, hay que señalar que se trata de un proceso de unificación
fragmentado. En efecto, Gran Bretaña, Irlanda y Dinamarca ostentan,
desde el Tratado de Ámsterdam, una posición especial que mantienen en
el Tratado de Lisboa, conforme a los Protocolos anejos nos 21 y 22: los
dos primeros ejercen cuando y como les parece su derecho a entrar (opt
in) en los instrumentos normativos que les resultan interesantes,
mientras que Dinamarca permanece al margen y su «entrada» en un
instrumento normativo que pueda ser de interés a dicho Estado ha de
pasar por la celebración de acuerdos puntuales. Fragmentación que no
solo no se ha corregido sino que se ha visto acentuada por la especial
posición asumida por el Reino Unido y Polonia, sustraídos de la
jurisdicción del TJUE en la aplicación de la Carta de Derechos
fundamentales de la Unión (Protocolo nº 30).
24
2º. En cuanto a las técnicas de reglamentación utilizadas, después de unos
años de inestabilidad, hoy parece posible afirmar que están coexistiendo dos
grandes opciones:
• Una primera opera con la dualidad de unificar normas de competencia
judicial internacional junto a normas de conflicto de leyes. En una época
se vino haciendo en instrumentos jurídicos separados. La tendencia que
parece implantarse es la de incluir dentro de un mismo instrumento
todos los problemas: 1reglas de competencia judicial internacional,
2
relativas a la determinación del derecho aplicable y 3al reconocimiento y
ejecución de decisiones judiciales, agregando además 4mecanismos de
cooperación entre autoridades de los estados miembros. A ese esquema
responde por ejemplo, el R. 650/2012 sobre sucesiones o el relativo a
Regímenes matrimoniales.
• La segunda técnica es la derivada del mandato de reconocimiento mutuo
de ciertas decisiones judiciales y documentos públicos, acompañada de
una mayor o menor unificación procesal material (p. ej., R. 805/2004,
sobre Título Ejecutivo Europeo).
• Por último, excepcionalmente, se han utilizado normas de conflicto de
alcance unilateral, a través de las cuales el legislador europeo se ha
limitado a asegurar la aplicación de los objetivos materiales del
instrumento en que aparece (Directivas). Hasta el momento se
manifiestan en todos los ámbitos en los que existe un objetivo de
protección (p. ej., contratos de consumo).
3º. La recepción del Derecho de la Unión Europea cuenta con sus propios
mecanismos de aseguramiento vinculados con la singularidad de esta
Organización internacional. En primer término, el principio de la eficacia directa,
conforme al cual, las normas europeas pueden desplegar por sí mismas la
totalidad de sus efectos de manera uniforme en todos los Estados miembros a
partir de su entrada en vigor. En segundo lugar, el principio de la primacía. De
éste se infiere la prevalencia del Derecho europeo sobre el derecho interno,
hasta el punto que en caso de choque en cuanto al contenido entre la norma
europea y la norma interna, las autoridades nacionales deberán buscar la vía
de acomodo y, de no hallarse, descartar la aplicación de la norma interna.
25
europeo puede no ser fácil. La cuestión resulta casi irrelevante en el ámbito de
la determinación del derecho aplicable, dado que las normas de conflicto
unificadas suelen ser de alcance universal; esto es, se aplican con
independencia de que designen aplicable la ley de un Estado miembro o de
país tercero (p. ej., art. 2 R. Roma I). Por su alcance universal, desplazan a la
norma de conflicto interna. Esa es la tendencia actual. Tampoco se plantean
serias dificultades en el ámbito del reconocimiento y ejecución de sentencias,
dado que los instrumentos de DIPr europeo requieren como condición que las
decisiones a reconocer procedan de tribunales de un Estado miembro;
de modo que, de no concurrir este elemento se aplicará el sistema interno.
26
presencia del demandado en el territorio de la UE, aunque éste es el
presupuesto general de aplicación (vid. tema IV).
En estos casos habrá que primar las reglas contenidas en la norma especial
(Directivas) frente a la norma general (R. Roma I) de acuerdo con el principio
de especialidad que inspira esta cláusula de compatibilidad contenida en la
norma general (art. 23 R. Roma I). Pero, una vez más, proceder a una atenta
delimitación del ámbito material respectivo (contrato de trabajo que se
corresponda con el supuesto contemplado por la Directiva) es la tarea
primordial.
27
II. LA ESTRUCTURA DEL ESTADO ESPAÑOL Y SU RELEVANCIA EN LOS
CONFLICTOS DE LEYES: LOS CONFLICTOS INTERNOS
1. PRESUPUESTOS GENERALES
28
existen diferentes organizaciones judiciales, a problemas propios de la
dimensión judicial del DIPr.
A) El artículo 149.1.8 de la CE
La coexistencia de diferentes Derechos civiles en España posee unas raíces
históricas que se remontan a la Edad Media.
La norma básica hoy es el artículo 149.1.8. CE, precepto que atribuye al
Estado competencia exclusiva en materia de «legislación civil». Aunque
seguidamente introduce una importante excepción al establecer que
corresponde a las Comunidades Autónomas «la conservación, modificación y
desarrollo (…) de los derechos civiles forales o especiales, allí donde existan».
No obstante, el artículo 149.1.8 de la CE suscita varios problemas
interpretativos.
29
Según el artículo 149.1.8 de la CE, corresponde al Estado la competencia
exclusiva para dictar «las normas para resolver los conflictos de leyes» tanto
internacionales como internos. De suerte que esta norma unitaria y de carácter
uniforme, ya que solo el legislador estatal puede reglamentar, mediante
normas de DIPr, los conflictos internos derivados de la coexistencia de
diferentes ordenamientos civiles y, en concreto, establecer los puntos de
conexión de las normas de conflicto.
Al reglamentar los conflictos entre los ordenamientos civiles coexistentes en
España, el legislador dispone de una amplia libertad de configuración
normativa, sólo sujeta a los límites que se derivan de la CE. En primer lugar, el
que se deriva de los valores materiales que contiene la Norma Fundamental,
como es el caso de la igualdad de sexos.
En la STC 226/1993, de 8 de julio, se han indicado, además, otros de los
límites constitucionales. De un lado, se ha afirmado que el artículo 149.1.8 de
la CE «viene a posibilitar una posición de paridad entre le derechos especiales
o forales y entre ellos y el Derecho civil general común» y, por tanto, el
legislador debe garantizar «la aplicación indistinta de los varios ordenamientos
civiles coexistentes». De otro, que el legislador al establecer las normas en
esta materia, debe «preservar también la certeza en el tráfico privado
interregional», estableciendo, a este fin, «cláusulas de cierre» que permitan
determinar cuál es el Derecho aplicable.
30
Tal inaplicación resulta obligada, si se considera, por una parte, que
estamos ante una sola organización judicial, para la que los diferentes
derechos civiles en conflicto son por igual lex fori; por otra, que las
conexiones son las mismas para cada una de las materias reguladas, por
ser aplicables las mismas normas de conflicto, por lo que tampoco es
posible el reenvío; del mismo modo, al estar informados todos los
ordenamientos civiles por los valores materiales de la CE, resulta difícil
que pueda operar el orden público frente al Derecho civil designado por
la norma de conflicto.
31
que se caracteriza por dar una solución diferenciada a estos supuestos
respecto de los supuestos internos.
Como ya fuera adelantado en el Tema I, las cuestiones procesales que el
Derecho procesal civil internacional regula se agrupan en tres grandes ámbitos
o sectores:
1. La competencia judicial internacional.
2. El proceso civil con elemento extranjero.
3. El reconocimiento y ejecución de sentencias y laudos arbitrales
extranjeros.
A lo largo de este y del siguiente tema nos ocuparemos únicamente del estudio
de la competencia judicial internacional.
32
para el legislador europeo, el criterio relevante para otorgar competencia
a los tribunales españoles (art. 25 R. Bruselas I refundido).
33
materia a los tribunales españoles— al hecho de que el matrimonio tenga
domicilio continuado en España. Del mismo modo, el legislador argentino
puede considerar como criterio de proximidad razonable —y por tanto,
otorgar competencia en la materia a los tribunales argentinos— al hecho
de que ambos cónyuges tengan nacionalidad argentina, con
independencia del país en que residan.
1. PRINCIPIOS INFORMADORES
Hemos dicho ya que las normas de competencia judicial internacional otorgan
competencia a los tribunales de un Estado para conocer de un supuesto
internacional cuando éste presenta una conexión relevante con ese Estado. Y
hemos dicho también que el criterio o conexión relevante establecido por el
legislador varía en función del supuesto controvertido. Pues bien, tanto el
legislador español como el legislador europeo se valen de dos principios
informadores para diseñar, a la luz de ese criterio relevante, la norma de
competencia judicial internacional:
1. El primer principio se concreta en la autonomía de la voluntad. Excepto
para casos excepcionales, el legislador ha creado un sistema de
competencia judicial internacional formado por un amplio número de
normas dispositivas. Baste recordar, a estos efectos, que la sumisión
expresa a los tribunales de un determinado Estado (vía cláusula de
atribución de competencia inserta en el contrato) es la forma más común
de designar, en el tráfico comercial internacional, el tribunal competente.
34
2. El segundo principio se concreta en el principio de proximidad razonable.
Este principio opera en defecto de la autonomía de la voluntad. En su
virtud, el legislador fija la competencia de los tribunales cuando la
vinculación del supuesto con el Estado sea lo suficientemente intensa
como para entender que esa competencia está justificada.
35
estatal). De tal modo que ambas inmunidades operan como límites de la
competencia judicial internacional sólo cuando el Estado actúa en el tráfico
realizando actos iure imperii y no cuando actúa en el tráfico internacional como
un operador jurídico más.
36
judicial internacional, en particular, es la relativa a su pluralidad de fuentes. En
efecto, el amplio abanico de normas que regulan el sistema español de
competencia judicial internacional está compuesto tanto por 1normas de fuente
interna (arts. 22 y 25 LOPJ), como por 2normas de fuente europea
(Reglamentos) y por 3normas de fuente internacional (distintos convenios
internacionales).
Las normas de competencia judicial internacional previstas en la LOPJ son de
aplicación subsidiaria a las normas de fuente europea o fuente internacional;
es decir, sólo se aplicarán en defecto de aplicación de los Reglamentos
europeos o Convenios internacionales. Los Convenios internacionales que, para
materias especiales, contienen normas de competencia judicial internacional
son, básicamente, convenios relativos al transporte de mercancías —carretera,
ferrocarril, vía aérea y marítima—.
37
Con el objeto de que los preceptos del R. Bruselas I refundido se interpreten
de forma uniforme, los Tribunales de los Estados miembros que duden sobre
su interpretación podrán plantear una cuestión prejudicial ante el TJUE en los
términos previstos en el artículo 267 TFUE.
La característica más importante de la jurisprudencia del TJUE en
interpretación de estos instrumentos es que, además de valerse de los criterios
hermenéuticos clásicos (criterios literal, sistemático, teleológico e histórico), ha
desarrollado con particular intensidad el criterio de la interpretación o
definición autónoma de los términos o conceptos incluidos en su articulado. En
su virtud, determinados conceptos deben interpretarse de un modo propio,
desvinculado del Derecho de cualquier Estado miembro. Esta opción
hermenéutica debe realizarse en atención al sentido y fin del propio
Reglamento, garantizando —en palabras del TJUE— «la igualdad y la
uniformidad de los derechos y obligaciones que resultan del Reglamento para
los Estados contratantes y las personas interesadas». El principio de confianza
mutua entre los Estados miembros también inspira la interpretación del texto.
La aplicación de las normas de competencia judicial internacional que prevé el
R. Bruselas I refundido depende de que se cumpla el criterio de aplicación
material.
El criterio o ámbito de aplicación material del Reglamento está regulado en su
artículo 1.
38
especialmente importante, por cuanto los foros especiales por razón de la
materia (foros aplicables, entre otros, en materia contractual y
extracontractual) son foros habitualmente invocados por el demandante. Con
todo, lo anterior no implica que los tribunales del Estado de la UE donde el
demandante pretende presentar su demanda sean incompetentes para conocer
del asunto. Lo anterior únicamente implica que, ante la inaplicación de los
foros citados (R. 1215/2012), la competencia del tribunal donde se presenta la
demanda vendrá, en su caso, determinada por los foros de competencia
previstos en la norma interna (en España, art. 22 LOPJ básicamente).
Por fin, debe advertirse también que el criterio de referencia —domicilio del
demandado en la UE para aplicar los foros general y especiales— no constituye
un criterio que deba cumplirse para aplicar los foros exclusivos de competencia
(art. 24); las cláusulas de sumisión expresa a tribunales (art. 25); y, los foros
en materia de contrato de consumo y contrato de trabajo que son de aplicación
cuando el demandado es el empresario (arts. 18 y 21 respectivamente).
Respecto de la relación del R. Bruselas I refundido con otros instrumentos
internacionales, habrá de estarse a lo establecido en el Capítulo VII del texto
(arts. 67-73). En virtud de estas normas, el Reglamento no prejuzga la
aplicación de las disposiciones que, en materias particulares, regulan la
competencia judicial, el reconocimiento o la ejecución de las resoluciones
contenidas en los actos de la Unión o en las legislaciones nacionales
armonizadas en ejecución de dichos actos (art. 67). Además, el Reglamento
sustituye, para los Estados miembros, a los convenios que regulan las mismas
materias a las que se aplica el Reglamento en cuestión. Sin embargo, el texto
no afecta a los convenios en que los Estados miembros sean parte y que, en
materias particulares, regulan la competencia judicial, el reconocimiento o la
ejecución de resoluciones (art. 71). No obstante, esta última regla queda
supeditada a que el Convenio en cuestión presente un alto grado de
previsibilidad, facilite una buena administración de justicia y permita reducir al
máximo el riesgo de procedimientos paralelos y, además, garantice, en
condiciones al menos tan favorables como las previstas en el Reglamento, la
libre circulación de las resoluciones en materia civil y mercantil y la confianza
recíproca en la justicia en el seno de la Unión.
39
miembros; sus normas prevalecen sobre las normas de fuente interna; y, la
interpretación de sus preceptos recae en el TJUE.
A diferencia de lo que ocurre en la aplicación del R. Bruselas I refundido, el R.
Bruselas II bis no contempla ningún criterio de aplicación personal; esto es, el
domicilio del demandado en un Estado de la UE es una circunstancia
irrelevante a los efectos de su aplicación.
40
podrán declararse competentes en aplicación de las normas de competencia
previstas en el Convenio Lugano II.
En la medida en que el Convenio Lugano II es un Convenio firmado con
terceros Estados (no miembros de la UE), su interpretación uniforme no queda
garantizada por el Tribunal de Justicia. En su lugar, el Protocolo 2 del Convenio
crea un Comité permanente que asume este cometido.
41
el domicilio en la UE, en aplicación del Reglamento) los tribunales españoles
tendrán competencia para conocer de un litigio internacional. Y ello, con
independencia de la materia sobre la que éste verse. Ahora bien, el hecho de
que los Tribunales españoles puedan ser competentes para conocer del litigio
no obsta para que los tribunales de otros Estados también puedan declararse
competentes para conocer del mismo litigio (en aplicación, básicamente, de los
foros especiales de competencia).
Los foros especiales por razón de la materia se configuran en atención al
objeto del litigio. Considerados de forma individual, cada foro especial regula la
competencia judicial internacional de los tribunales españoles para una materia
concreta (ad ex, obligaciones contractuales; obligaciones extracontractuales).
Desde esta perspectiva, cada foro especial determina la circunstancia o
conjunto de circunstancias que, por su estrecha vinculación con España,
justifica la competencia de sus Tribunales aun cuando el demandado no tenga
su residencia en el país.
Debe tenerse muy presente, por tanto, que los foros especiales por razón de la
materia son foros concurrentes con el foro general del domicilio del
demandado; de tal suerte que si estos foros prevén la competencia de los
tribunales de un Estado distinto de aquel en el que el demandado tiene su
domicilio, el demandante podrá, en principio, plantear su demanda o bien ante
los tribunales del Estado del domicilio del demandado o bien ante los tribunales
del Estado designado por el foro especial.
Una categoría particular de los foros especiales podrían considerarse los
denominados foros de protección —propios del R. Bruselas I refundido—.
Estos foros se establecen en atención a la parte más débil en una relación
jurídica. Y tienen la consideración de parte más débil en una relación jurídica
1
el asegurado, 2el consumidor y 3el trabajador. En términos de competencia
judicial internacional, su protección se consigue restringiendo el juego de la
autonomía de la voluntad de las partes, por un lado, y designando como
tribunales competentes los tribunales del lugar de residencia habitual de la
parte débil, por otro.
42
Ejemplo: En cuanto al juego de la autonomía de la voluntad, el artículo
15 del R. Bruselas I refundido establece: «Únicamente prevalecerán
sobre las disposiciones de la presente sección los acuerdos: 1)
posteriores al nacimiento del litigio; 2) que permitan al tomador del
seguro, al asegurado o al beneficiario formular demandas ante órganos
jurisdiccionales distintos de los indicados en la presente sección…».
En cuanto a la designación de los tribunales del lugar de residencia
habitual de la parte débil, el artículo 14.1 del R. Bruselas I refundido
establece: «1. Salvo lo dispuesto en el artículo 13, apartado 3, la acción
del asegurador sólo podrá ser ejercitada ante los órganos jurisdiccionales
del Estado miembro en cuyo territorio esté domiciliado el demandado, ya
sea tomador del seguro, asegurado o beneficiario».
Los foros exclusivos tienen primacía sobre el foro general, los foros especiales
y el foro de la autonomía de la voluntad; de tal modo que su aplicación al
supuesto excluye el posible juego de estos foros. Su razón de ser radica en el
especial interés del legislador por preservar la jurisdicción de los tribunales de
un Estado concreto en determinados supuestos, siendo que la vinculación con
el Estado cuyos tribunales se declaran exclusivamente competentes es
especialmente intensa. Hasta tal punto es intensa que los tribunales del Estado
que tengan atribuida esa competencia no reconocerán ninguna resolución
judicial extranjera que resuelva sobre alguna de estas materias.
43
TEMA IV. LA COMPETENCIA JUDICIAL
INTERNACIONAL DE LOS TRIBUNALES
ESPAÑOLES
I. INTRODUCCIÓN
El núcleo duro de este Tema lo conforman los foros de competencia judicial
internacional y las cuestiones procesales que no están directamente vinculadas
con una materia concreta.
44
2. Porque concede a la parte que, en principio, debe soportar la carga del
proceso (demandado) la mayor proximidad posible con el sistema judicial
que mejor conoce o puede conocer.
3. Porque es el foro que, al menos teóricamente, mejor garantiza al
demandante la ejecución de una sentencia favorable (de ordinario, los
bienes del demandado se hallan en el lugar de su domicilio).
En aplicación del Reglamento, la concreción del domicilio de las personas
físicas se consigue a partir de una remisión al Derecho interno de cada Estado
miembro.
45
tribunales de un Estado distinto de aquel en el que el demandado tiene su
domicilio, el demandante podrá, en principio, plantear su demanda, bien ante
los tribunales del Estado del domicilio del demandado, bien ante los tribunales
del Estado designado por el foro en cuestión. No obstante lo anterior, es
obligado precisar que los foros especiales se prevén únicamente con carácter
de excepción al principio fundamental de la competencia de los órganos
jurisdiccionales del domicilio del demandado (foro general). De ahí que los
foros especiales estén claramente tipificados.
Los foros especiales encuentran su razón de ser en la estrecha vinculación del
supuesto con los tribunales del Estado designado por estos foros. Tan estrecha
es esa vinculación con el supuesto de hecho que, en palabras del TJUE, deben
permitir «al demandado normalmente informado prever razonablemente cuál
es el órgano jurisdiccional distinto al del Estado de su domicilio ante el que
pudiera ser demandado». Además, los foros especiales deben interpretarse de
modo estricto, sin que quepa una interpretación de los mismos que vaya más
allá de los supuestos explícitamente contemplados en la norma.
En el R. Bruselas I refundido, los foros especiales (incluyendo los foros de
protección) se encuentran regulados en los artículos 5 a 23 del texto. En la
LOPJ, los foros especiales se encuentran regulados en los artículos 22 quáter y
22 quinquies. Ambas regulaciones presentan leves divergencias, que serán
explicadas en los temas correspondientes a la materia cuya competencia
judicial internacional regulan (persona física, persona jurídica, familia,
sucesiones, alimentos…), por lo que nos remitimos a lo allí expuesto.
1. CONTRATOS DE SEGURO
Para aplicar los foros en materia de contrato de seguro (arts. 10 a 16 del
Reglamento), el demandado, sea el asegurador, sea el asegurado, deberá
tener su domicilio en la Unión Europea.
Los artículos del texto europeo que regulan la competencia judicial
internacional en este ámbito pueden clasificarse según la posición procesal que
asuman las partes. A grandes rasgos, esta sería la clasificación resultante:
Si el asegurador es la parte demandada, el asegurado podrá plantear su
demanda:
1. Ante los órganos jurisdiccionales del Estado miembro de su domicilio.
2. Ante los órganos jurisdiccionales del Estado miembro donde el
asegurador tenga su domicilio.
46
3. Ante los órganos jurisdiccionales del lugar en que se haya producido el
hecho dañoso (cuando se trate de seguros de responsabilidad o de
seguros relativos a inmuebles).
4. Si el asegurador no está domiciliado en un Estado miembro, pero tiene
una sucursal o cualquier otro establecimiento en un Estado miembro, se
le considerará, para los litigios relativos a esa explotación, domiciliado en
el Estado miembro donde se encuentra la sucursal.
5. Si se trata de un coasegurador, ante los órganos jurisdiccionales del
Estado miembro que conozca de la acción entablada contra el primer
firmante del coaseguro (arts. 11-12).
Sin embargo, si el asegurador es la parte demandante sólo podrá plantear su
demanda ante los tribunales del domicilio del tomador del seguro, asegurado o
beneficiario (art. 14).
Por fin, el Reglamento reduce ostensiblemente el alcance de los acuerdos de
elección de foro (autonomía de la voluntad) en este ámbito, pues, en términos
generales, éstos sólo prevalecerán respecto de los foros descritos cuando sean
posteriores al nacimiento del litigio, o cuando permitan al tomador del seguro,
al asegurado o al beneficiario formular demandas ante órganos jurisdiccionales
distintos de los indicados.
En los supuestos en los que el demandado —ya sea el asegurador, ya sea el
asegurado— no tenga su domicilio en la UE, la competencia judicial
internacional de los Tribunales españoles en esta materia queda regulada en el
artículo 22 quinquies LOPJ.
2. CONTRATOS DE CONSUMO
La aplicación de los foros de competencia en materia de consumo exige que
una de las partes (consumidor persona física) contrate para un uso que pueda
considerarse ajeno a su actividad profesional. A diferencia de lo que ocurre en
la aplicación de los foros en materia de contrato de seguro, para aplicar los
foros en materia de contrato de consumo previstos en el R. Bruselas I
refundido no es necesario que el demandado (cocontratante del consumidor
[empresario]) tenga su domicilio en la UE.
47
Art. 18.1: «La acción entablada por un consumidor contra la otra parte
contratante podrá interponerse ante los órganos jurisdiccionales del
Estado miembro en que esté domiciliada dicha parte o, con
independencia del domicilio de la otra parte, ante el órgano jurisdiccional
del lugar en que esté domiciliado el consumidor».
Art. 17.2: «Cuando el cocontratante del consumidor no esté domiciliado
en un Estado miembro, pero posea una sucursal, agencia o cualquier
otro establecimiento en un Estado miembro, se considerará para todos
los litigios relativos a su explotación que está domiciliado en dicho Estado
miembro».
3. CONTRATO DE TRABAJO
Del mismo modo que ocurre en el sector de los contratos de consumo, no es
necesario que el empresario (demandado) tenga su domicilio en la Unión
Europea para que los foros de competencia en materia de contrato de trabajo
del Reglamento sean de aplicación (arts. 20-23).
A los efectos de la aplicación de estos foros, el TJUE ha precisado que podrá
considerarse que existe un contrato de trabajo cuando exista un vínculo de
dependencia del trabajador con respecto al empleador. Del mismo modo, el
TJUE ha precisado que trabajador es aquella persona que realiza, durante
cierto tiempo, en favor de otra y bajo la dirección de ésta, determinadas
prestaciones a cambio de las cuales percibe una retribución.
48
menor. Así, por ejemplo, cuando una persona es contratada como
director y administrador de una empresa, para determinar si pueden
invocarse o no estos foros de competencia, el tribunal deberá examinar
la influencia del directivo en los procesos de toma de decisiones del
órgano de administración de la sociedad. Si de ese examen el tribunal
deduce que la capacidad de influencia del directivo en el citado órgano no
es insignificante, el tribunal deberá concluir que no existe relación de
subordinación en el sentido de la jurisprudencia del TJUE sobre el
concepto de trabajador. En consecuencia, podrá o no declararse
competente en aplicación de otros foros (por ejemplo, foro en materia
contractual —art. 7—). Por el contrario, si del examen de las
circunstancias el tribunal concluye que tal capacidad de influencia era
insignificante, los foros en materia de contrato de trabajo son aplicables
al directivo y/o administrador de una empresa si ha realizado durante
cierto tiempo, en favor de la sociedad y bajo la dirección de ésta,
determinadas prestaciones a cambio de las cuales percibía una
retribución.
49
o el contrato se hay celebrado en territorio español; cuando el
demandado tenga su domicilio en territorio español o agencia, sucursal,
delegación o cualquier otra representación en España; cuando el
trabajador y el empresario tengan nacionalidad española, cualquiera que
sea el lugar de prestación de los servicios o de celebración del contrato;
y además, en el caso de contrato de embarque, si el contrato fuera
precedido de oferta recibida en España por trabajador español».
50
domicilio, el órgano jurisdiccional aplicará sus normas de Derecho
internacional privado.
3) En materia de validez de las inscripciones en los registros públicos,
los órganos jurisdiccionales del Estado miembro en que se encuentre el
registro.
4) En materia de inscripciones o validez de patentes, marcas, diseños o
dibujos y modelos y demás derechos análogos sometidos a depósito o
registro, independientemente de que la cuestión se haya suscitado por
vía de acción o por vía de excepción, los órganos jurisdiccionales del
Estado en que se haya solicitado, efectuado o tenido por efectuado el
depósito o registro en virtud de lo dispuesto en algún instrumento de la
Unión o en algún convenio internacional.
Sin perjuicio de la competencia de la Oficina Europea de Patentes según
el Convenio sobre la Patente Europea… los órganos jurisdiccionales de
cada Estado miembro serán los únicos competentes en materia de
registro o validez de una patente europea expedida por dicho Estado
miembro.
5) En materia de ejecución de las resoluciones judiciales, los órganos
jurisdiccionales del Estado miembro del lugar de ejecución.
51
tramitarlas y juzgarlas al mismo tiempo, a fin de evitar resoluciones que
podrían ser contradictorias si se juzgasen los asuntos separadamente».
52
VII. FORO DE LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD
El foro de la autonomía de la voluntad opera de forma expresa o tácita. En su
virtud, las partes pueden acordar someter una disputa presente o futura a una
jurisdicción determinada. Esta sumisión —habitual en la práctica por la
seguridad jurídica que aporta— suele pactarse de forma expresa en una
cláusula del contrato, pero también es posible que se manifieste de forma
tácita: la parte demandada comparece ante los tribunales donde el
demandante presentó la demanda sin impugnar su competencia. El hecho de
que los tribunales de un Estado puedan ser objetivamente competentes para
conocer del supuesto (por darse las conexiones del foro general o de un foro
especial por razón de la materia) no impide que las partes pacten la sumisión a
los tribunales de otro Estado. Ello es posible, además, porque los foros general
y especial por razón de la materia son foros de carácter dispositivo (frente a
los foros exclusivos, que son de aplicación imperativa). En consecuencia, las
partes pueden pactar libremente la sumisión a los tribunales de un Estado
determinado; tribunales que no tienen por qué ser los tribunales designados
por el foro general o por el foro especial por razón de la materia. Los límites
más importantes de la autonomía de la voluntad radican, por un lado, en el
respeto a los foros exclusivos y, por otro, en el respeto a los particulares
límites impuestos por los foros de protección, cuando las cláusulas pretendan
hacerse valer en este ámbito.
53
5. Un acuerdo atributivo de competencia que forme parte de un contrato
será considerado como un acuerdo independiente de las demás cláusulas
del contrato.
La validez del acuerdo atributivo de competencia no podrá ser
impugnada por la sola razón de la invalidez del contrato».
54
como estaba previsto en la cláusula de sumisión) es un hecho generador de
responsabilidad por incumplimiento contractual.
2. LA SUMISIÓN TÁCITA
Tanto el artículo 26 del R. Bruselas I refundido como el artículo 22 bis 3 LOPJ
regulan la sumisión tácita. Se considera que la sumisión tácita es una
manifestación más de la autonomía de la voluntad, en tanto que se produce
cuando el demandado comparece en juicio sin impugnar la competencia del
órgano jurisdiccional. Si se da esta circunstancia (de sumisión tácita), el
órgano jurisdiccional ante el que se ha planteado la demanda se declarará
competente.
La regla de la sumisión tácita tiene un límite, cual es que el objeto del litigio no
constituya una materia prevista en alguno de los foros de competencia judicial
exclusiva previstos en el artículo 24 del Reglamento. Dicho límite opera tanto
en aplicación del artículo 26 del Reglamento como en aplicación del artículo 22
bis 3 LOPJ.
En el marco del R. Bruselas I refundido, la sumisión tácita es posible aun
cuando exista una cláusula anterior de sumisión expresa a tribunales. Además,
en los supuestos en los que el demandado sea el tomador de un seguro, el
asegurado, un beneficiario del contrato de seguro, la persona perjudicada, el
consumidor o el trabajador (en definitiva, las partes débiles en una relación
jurídica objeto de los foros de protección), el órgano jurisdiccional ante el que
se plantee la demanda deberá asegurarse, antes de asumir su competencia,
que tal demandado ha sido informado de su derecho a impugnar la
competencia del órgano jurisdiccional y de las consecuencias de comparecer o
no (art. 26.2 del Reglamento).
En el marco del artículo 22 bis 3 LOPJ, existe sumisión tácita cuando la
comparecencia del demandado no tenga por objeto impugnar la competencia
—mediante declinatoria—.
55
El artículo 35 del R. Bruselas I refundido establece: «Podrán solicitarse a
los órganos jurisdiccionales de un Estado miembro medidas provisionales
o cautelares previstas por la ley de dicho Estado miembro, incluso si un
órgano jurisdiccional de otro Estado miembro es competente para
conocer del fondo del asunto».
El segundo párrafo del artículo 722 LEC 2000 establece: «Sin perjuicio de
las reglas especiales previstas en los Tratados y Convenios o en las
normas comunitarias que sean de aplicación, también se podrá solicitar
de un Tribunal español por quien acredite ser parte de un proceso
jurisdiccional o arbitral que se siga en un país extranjero la adopción de
medidas cautelares si se dan los presupuestos legalmente previstos,
salvo en los casos en que para conocer del asunto principal fuesen
exclusivamente competentes los Tribunales españoles».
A la luz del régimen legal enunciado, desde la perspectiva del juez español
pueden plantearse los siguientes supuestos:
1. Cuando el procedimiento principal se sustancie ante los tribunales
españoles (supuesta su competencia) y se pretenda el exequátur de las
cautelas obtenidas ante los tribunales de otro Estado miembro, se
aplicará el régimen de reconocimiento y ejecución previsto en el R.
Bruselas I refundido si la materia objeto del litigio está incluida en el
ámbito de aplicación de este texto. Si, por el contrario, la materia no
entra dentro del ámbito de aplicación material del Reglamento (ni de otro
Reglamento o texto internacional), será de aplicación el régimen de
fuente interna del Estado donde pretendan hacerse valer.
2. Cuando el procedimiento principal se sustancie ante los tribunales de
Estado extranjero, los tribunales españoles podrán actuar como foro
especial para adoptar medidas cautelares respecto de personas o bienes
que se hallen en territorio español. Estas medidas podrán ser adoptadas,
bien por requerimiento del tribunal extranjero que conoce del
procedimiento principal, bien directamente por el demandante ante el
Tribunal español.
Pese al paralelismo de los regímenes previstos tanto en el Reglamento europeo
como en la LOPJ, es necesario señalar que el régimen del R. Bruselas I
refundido presenta unos matices propios que condicionan su misma
aplicabilidad.
Así, debe destacarse, en primer lugar, que sólo debe tenerse en cuenta la
compatibilidad de la medida con el sistema del Reglamento si: (a) la medida
en cuestión se solicita ante un tribunal distinto del que está conociendo de la
controversia a título principal; o, (b) si la medida en cuestión pretende
beneficiarse del régimen de exequátur previsto en el Reglamento. Y es que, si
la medida es otorgada por el tribunal de un Estado miembro que está
56
conociendo sobre el fondo y únicamente va a desplegar efectos en el foro, el
Reglamento no impone ninguna restricción —ningún requisito adicional— para
que esa medida pueda considerarse medida cautelar a los efectos del
Reglamento.
En consecuencia, el tribunal que conozca sobre el fondo de la controversia
podrá adoptar cualquier medida prevista en su ordenamiento de acuerdo con
los requisitos que este imponga (entre los que podrá estar o no, por ejemplo,
el periculum in mora). Cuestión distinta es que la medida así adoptada pueda
beneficiarse sin más del sistema de reconocimiento y ejecución del Reglamento.
Por otro lado, el concepto de medida cautelar a los efectos del R. Bruselas I
refundido debe ser objeto de una interpretación autónoma. La doctrina
distingue hasta cuatro elementos que la medida debe reunir a los efectos de su
inclusión en el Reglamento: 1Periculum in mora, 2subordinación respecto de un
proceso principal, 3provisionalidad en el tiempo e 4instrumentalidad de su
contenido.
Debe tenerse en cuenta, además, que no todo tipo de medida cautelar o
provisional tiene cabida en el sistema del R. Bruselas I refundido. Primero,
porque no todo tipo de medida prevista en los ordenamientos de los Estados
miembros tiene naturaleza estrictamente cautelar, y, segundo, porque aun
teniéndola, puede quedar excluida del ámbito del Reglamento por razón de la
materia.
Así, por ejemplo, son incompatibles con el sistema del Reglamento tanto
una medida que tenga por objeto ordenar el examen de un testigo con el
fin de permitir al solicitante evaluar la oportunidad de una acción
eventual, determinar el fundamento de tal acción y apreciar la
pertinencia de los motivos que pueden invocarse en ese contexto; como
una medida que tenga por objeto el pago en concepto de entrega a
cuenta de una contraprestación contractual; así como una orden
conminatoria consistente en prohibir a una persona entablar un
procedimiento ante los órganos judiciales de otro Estado miembro —anti-
suit injunctions—.
57
UE (supuesto extra UE) sólo será susceptible de reconocimiento y
ejecución en España «cuando su denegación suponga una vulneración de
la tutela judicial efectiva, y siempre que se hubieran adoptado previa
audiencia de la parte contraria».
1. LITISPENDENCIA Y CONEXIDAD
58
partes ante órganos jurisdiccionales de distintos Estados. La litispendencia
internacional puede darse entre órganos jurisdiccionales de dos o más Estados
miembros de la UE o entre órganos jurisdiccionales de un Estado miembro y
órganos jurisdiccionales de un tercer Estado. Ambos supuestos están regulados
en el R. Bruselas I refundido (arts. 29, 31, 32 y 33). En el ordenamiento
jurídico español, la litispendencia internacional está regulada en el artículo 39
LCJI.
La regulación de la litispendencia «europea» (cuando el supuesto se plantea
ante los tribunales de dos Estados miembros) parte del principio de prioridad
temporal. En su virtud, el tribunal ante el que se formule la segunda demanda
suspenderá de oficio el procedimiento en tanto no se pronuncie sobre su
competencia el tribunal ante el que se interpuso la primera (art. 29).
Esta regla de prioridad temporal encuentra una excepción en aquellos
supuestos en los que exista una cláusula de sumisión a tribunales. En efecto,
si se presenta una demanda ante un tribunal de un Estado miembro que tenga
competencia exclusiva en virtud de una cláusula de sumisión, cualquier
tribunal de otro Estado miembro suspenderá el procedimiento hasta que el
tribunal ante el que se presentó la demanda en virtud de la cláusula se declare
incompetente. Si, por el contrario, este último tribunal se declara competente,
los tribunales de los demás Estados miembros deberán abstenerse en favor de
aquél (art. 31).
La regulación de la litispendencia entre tribunales de Estados miembros y
tribunales de terceros Estados prevista en el R. Bruselas I refundido no se basa
en el principio de prioridad temporal. Se basa, antes bien, en criterios que
toman en consideración el hecho de que las resoluciones de un tercer Estado
puedan ser reconocidas y ejecutadas en el Estado miembro de que se trate con
arreglo a su legislación nacional y a la buena administración de justicia.
Además, este régimen de litispendencia sólo es aplicable en la medida en que
el tribunal del Estado miembro se haya declarado competente en aplicación del
foro general o de los foros especiales por razón de la materia. No opera, por
tanto, cuando el tribunal del Estado miembro es competente en virtud de un
foro exclusivo o de un foro de protección (art. 33).
Por fin, cuando las normas de litispendencia internacional del R. Bruselas I
refundido no sean aplicables (por razón de la materia, por ejemplo), en defecto
de otra norma convencional o reglamento europeo, será aplicable el articulo 39
LCJI. La diferencia fundamental entre este precepto y su correspondiente del
Reglamento citado radica en el carácter potestativo que tiene para el juez; de
tal forma que éste podrá o no suspender el procedimiento si en el supuesto
concurren una serie de requisitos:
1. Que la competencia del órgano jurisdiccional extranjero obedezca a una
conexión razonable con el litigio.
2. Que sea previsible que el órgano jurisdiccional extranjero dicte una
resolución susceptible de ser reconocida en España.
3. Que el órgano jurisdiccional español considere necesaria la suspensión
del procedimiento en aras a la buena administración de justicia.
Con todo, el juez español podrá acordar la continuación del proceso en
cualquier momento, a instancia de parte y previo informe del Ministerio Fiscal,
cuando concurran alguna de las siguientes circunstancias:
59
1. Que el tribunal extranjero se hubiere declarado incompetente, o si,
requerido por cualquiera de las partes, no se hubiera pronunciado sobre
su propia competencia.
2. Que el proceso ante el órgano jurisdiccional del otro Estado sea
suspendido o haya sido sobreseído.
3. Que se estime poco probable que el proceso ante el órgano jurisdiccional
del otro Estado concluya en un tiempo razonable.
4. Que se considere necesaria la continuación del proceso para la buena
administración de justicia.
5. Que se entienda que la sentencia definitiva que eventualmente pueda
llegar a dictarse no será susceptible de ser reconocida y, en su caso,
ejecutada en España.
60
Por fin, cuando las normas de conexidad internacional del R. Bruselas I
refundido no sean aplicables (por razón de la materia, por ejemplo), en defecto
de otra norma convencional o reglamento europeo, será aplicable el artículo 40
LCJI. Esta norma se inspira profundamente en la norma correspondiente del
Reglamento citado. En consecuencia, el artículo 40 LCJI parte de la misma
premisa para ser aplicado: la existencia de demandas vinculadas entre sí por
una relación tan estrecha que sería oportuno tramitarlas y juzgarlas al mismo
tiempo a fin de evitar resoluciones inconciliables. Del mismo modo que ocurre
en el ámbito de la litispendencia, la apreciación de la conexidad faculta —no
obliga— al juez español a suspender el procedimiento iniciado si en el
supuesto concurren una serie de requisitos:
1. Que sea conveniente oír y resolver conjuntamente las demandas conexas
para evitar el riesgo de resoluciones inconciliables.
2. Que sea previsible que el órgano jurisdiccional del Estado extranjero
dicte una resolución susceptible de ser reconocida en España.
3. Que el órgano jurisdiccional español considere necesaria la suspensión
del procedimiento en aras a la buena administración de justicia.
No obstante también, el juez español podrá continuar con el proceso en
cualquier momento, a instancia de parte y previo informe del Ministerio Fiscal,
cuando concurran alguna de las siguientes circunstancias:
1. Que se considere que no existe riesgo de resoluciones contradictorias.
2. Que el proceso ante el órgano jurisdiccional del otro Estado sea
suspendido o concluido.
3. Que se estime poco probable que el proceso ante el órgano jurisdiccional
del otro Estado concluya en un tiempo razonable.
4. Que se considere necesaria la continuación del proceso para la buena
administración de justicia.
61
impugna, el órgano jurisdiccional se declarará competente (supuesto de
sumisión tácita).
Cuando el Reglamento europeo no sea de aplicación, el control de la
competencia judicial internacional se lleva a cabo en virtud de los previsto en
los artículos 36, 38 y 39 LEC 2000. Así, el control de oficio de la competencia
judicial internacional se prevé en tres supuestos (art. 36 en relación con el art.
38):
1. Cuando se haya formulado demanda o solicitado ejecución respecto de
sujetos o bienes que gocen de inmunidad de jurisdicción o de ejecución,
conforme a las normas de Derecho internacional público.
2. Cuando en virtud de texto internacional en el que España sea parte, el
asunto se encuentre atribuido con carácter exclusivo a la jurisdicción de
otro Estado.
3. Cuando no comparezca el demandado y la competencia judicial
internacional de los tribunales españoles se funde, únicamente, en la
sumisión tácita de las partes. Si por el contrario, el demandado
comparece, será él quien deba denunciar mediante declinatoria la falta
de competencia judicial internacional del tribunal español (art. 39).
62
poder judicial, independientes, inamovibles, responsables y sometidos
únicamente al imperio de la ley (art. 117.1 CE).
b) El ejercicio de esa potestad jurisdiccional, juzgando y haciendo ejecutar
lo juzgado, que corresponde únicamente a los juzgados y tribunales
determinados por las leyes y en los tratados internacionales (art. 2º-1 de
la LOPJ, en armonía con los arts. 93 y 117.3 CE).
Por lo que se refiere a la cooperación y asistencia judicial internacional, la
regulación española se encuentra en la Ley Orgánica del Poder Judicial, la Ley
de Enjuiciamiento y la Ley 29/2015, de 30 de julio, de cooperación jurídica
internacional en materia civil, que tiene carácter subsidiario para cuantas
materias y especialidades del ordenamiento jurídico no tengan una regulación
específica al respecto (art. 2 LCJI).
63
Constitucional viene reconociendo, desde sus comienzos, que se trata de un
derecho aplicable a españoles y a extranjeros.
Junto al derecho de acceso a la jurisdicción de los extranjeros, ya sean
demandantes o demandados, es importante tener en cuenta la cláusula
general que prohíbe la «indefensión» establecida en el artículo 24.1 de la CE,
en el siguiente apartado 2 del mismo precepto, que fija el siguiente conjunto
importante de derechos de carácter procesal aplicables a españoles y
extranjeros:
1. EL EXTRANJERO EN EL PROCESO
64
A) No discriminación y capacidad para ser parte en el proceso
Para la comprensión de las particularidades de la posición jurídica que en el
proceso civil con elemento extranjero se atribuye al no nacional, hay que partir
de los principios básicos constitucionales expuestos anteriormente. Toda
persona, con independencia de su nacionalidad y sin discriminación de ningún
tipo, tiene el derecho fundamental a la tutela judicial efectiva de los tribunales
y el derecho al proceso. Las normas que regulan el proceso civil internacional,
no podrán contener nada que rompa ese trato de igualdad que ha de
salvaguardar el derecho fundamental a la tutela judicial efectiva de los
tribunales o, de lo contrario, estaríamos en presencia de una
inconstitucionalidad. En consecuencia, toda persona, sea español y extranjero,
tiene, por el hecho de serlo, capacidad para ser parte (in genere) en el proceso
civil internacional.
B) Capacidad procesal
En un estadio diferente se encuentra la capacidad procesal para comparecer en
juicio o capacidad de obrar procesal que, para el proceso civil con elemento
extranjero, tiene su referencia normativa básica en los artículos 6 y 7 de la Ley
de Enjuiciamiento Civil, expresamente concebidos para el proceso interno y
que hay que aplicar al proceso civil con elemento extranjero, que no por ello
deja de ser proceso interno.
Conforme al artículo 7 de la LEC, sólo podrán comparecer en juicio los que
estén en pleno ejercicio de sus derechos civiles y, en caso de no estarlo,
mediante la representación o asistencia, autorización, habilitación o defensor
exigidos por la ley.
D) Legitimación
En cuanto a la legitimación activa y pasiva del extranjero en el proceso civil
internacional, con relación al derecho interno y, por tanto, también referible al
tráfico externo, no constituye un presupuesto del derecho al proceso como la
capacidad para ser parte o la capacidad procesal, «es decir, del derecho a una
sentencia sobre el fondo, sino un presupuesto de la acción, esto es, uno de los
elementos necesarios para tener derecho a una tutela judicial concreta».
En el plano de la ley aplicable a la legitimación en el proceso civil internacional,
habrá que descartar la solución a la que aparentemente nos remitiría el
artículo 3 de la LEC y, en atención al asunto, habrá que aplicar la ley
designada a tal efecto para regir el fondo (lex causae). Estamos pues ante otra
excepción a la regla lex fori regit processum del artículo 3 de la LEC. Pero este
principio general también puede quebrar a favor de la lex fori siempre que el
65
interés a proteger así lo demande para lograr la realización de la justicia y la
efectividad de la tutela judicial, si bien resulta razonable que se parta de una
aplicación restrictiva de tal excepción.
66
2. Cuando no sea aplicable ningún tratado o convenio internacional ni ley
especial, se considerarán documentos públicos los que reúnan los
siguientes requisitos:
1) Que en el otorgamiento o confección del documento se hayan
observado los requisitos que se exijan en el país donde se hayan
otorgado para que el documento haga prueba plena en juicio.
2) Que el documento contenga la legalización o apostilla y los demás
requisitos necesarios para su autenticidad en España.
3. Cuando los documentos extranjeros a que se refieren los apartados
anteriores de este artículo incorporen declaraciones de voluntad, la
existencia de éstas se tendrá por probada, pero su eficacia será la que
determinen las normas españolas y extranjeras aplicables en materia de
capacidad, objeto y forma de los negocios jurídicos.
67
siempre, la regulación que recibe en el derecho de la Unión Europea y Tratados
y Convenios internacionales de los que España es parte (art. 3 LEC).
Pero la situación ha cambiado de forma radical al desarrollarse legalmente el
artículo 119 de la Constitución mediante la Ley 10/2012, de 20 de noviembre,
por la que se regulan determinadas tasas en el ámbito de la Administración de
Justicia y del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forense y el
desarrollo reglamentario de ésta. Conforme a lo dispuesto en el artículo 1 de la
expresada Ley de tasas judiciales, «la tasa por ejercicio de la potestad
jurisdiccional en los órdenes civil, contencioso-administrativo y social tiene
carácter estatal y será exigible por igual en todo el territorio nacional en los
supuestos previstos en esta Ley, sin perjuicio de las tasas y demás tributos
que puedan exigir las Comunidades Autónomas en el ejercicio de sus
respectivas competencias financieras, los cuales no podrán gravar los mismos
hechos imponibles».
68
b) De forma excepcional, podría recabarse la aplicación de la lex fori y no
de la lex causae.
Las solicitudes de cooperación internacional en la materia, podrán transmitirse,
siempre que lo prevean los ordenamientos de ambos Estados:
a) Por vía consular o diplomática.
b) Por medio de las respectivas autoridades centrales.
c) Directamente entre los órganos jurisdiccionales.
d) Por conducto notarial, si ello es compatible con la naturaleza del acto de
cooperación (art. 9 LCJI).
Igualmente, las solicitudes de cooperación han de ser precisas en cuanto a las
autoridades requirentes y requeridas, detalladas y claras en cuanto a lo que
interesan, deberán estar traducidas íntegramente al idioma del Estado
requerido, igual que los documentos que, a su vez, deberán estar
debidamente legalizados o apostillados (arts. 30, 31, 10 y concordantes
de la LCJI).
La prueba solicitada (a España) por este procedimiento de cooperación
internacional, podrá ser denegada en los siguientes supuestos:
1. Cuando sea contraria al orden público.
2. Cuando sea de la competencia exclusiva de la jurisdicción española.
3. Cuando el contenido del acto a realizar no corresponda a las atribuciones
propias de la autoridad judicial española requerida.
4. Por no reunir el contenido y requisitos de la ley para su tramitación.
5. Siempre que el gobierno, mediante real decreto, así lo establezca cuando
exista denegación reiterada de cooperación por las autoridades del
Estado requerido.
6. En cualquier caso no se practicará, cuando la persona designada
justifique su negativa en una exención o una prohibición de declarar o de
aportar documentos, establecida o reconocida por la ley española o por
la ley del Estado requirente.
69
cooperación y contiene diferentes disposiciones para garantizar los
derechos fundamentales en el proceso relativos a la práctica de la
obtención de pruebas (notificaciones, derechos de las partes,
cumplimiento de obligaciones por los órganos jurisdiccionales, tendencia
a la gratuidad).
• Regula los supuestos en que podrá denegarse la ejecución de una
solicitud cuando de alguna manera quiebren o resulten impracticables las
previsiones del Reglamento.
• Fija su prevalencia normativa respecto a todo el derecho convencional,
bilateral y multilateral, que vincule a los Estados miembros de la UE y,
en particular, respectos a los Convenios de la Conferencia de La Haya de
1 de enero de 1954 y 18 de marzo de 1970.
Por lo que se refiere a los expresados convenios de la Conferencia de La Haya
de Derecho Internacional Privado de los que España forma parte, se aplicarán
siempre que ello proceda, al margen del derecho de la UE, y tienen rango
jerárquico prioritario al régimen interno de la LOPJ, la LEC y la LCJI, con
observación de las normas de prevalencia y complementariedad.
En cuanto a los referidos Convenios de la Conferencia de La Haya sobre
procedimiento civil de 1 de marzo de 1954 y sobre obtención de pruebas en el
extranjero en materia civil y mercantil de 18 de marzo de 1970 y debido al
desarrollo del derecho de la Unión Europea, han adquirido cierto carácter
residual (I-III):
70
III) El Convenio de 1970, parte de la base de que no se podrán obtener
pruebas que no estén destinadas a su utilización en un procedimiento ya en
curso o futuro y acude al mecanismo de la cooperación entre Autoridades
Centrales en el que España tiene designada como tal al Ministerio de Justicia.
La Autoridad Central de cada Estado es la encargada de recibir las comisiones
rogatorias expedidas por las autoridades judiciales del Estado requirente, sin
intervención de ninguna otra autoridad y de remitirlas a la autoridad
competente para su ejecución, para lo cual no se podrá exigir ningún tipo de
legalización o formalidad análoga.
Interesa destacar las siguientes novedades que introduce en su articulado: de
una parte, incorpora la posibilidad de la obtención de pruebas por comisarios
(persona designada en debida forma), además de la vía diplomática o consular,
que podrá proceder sin compulsión a la obtención de pruebas que se refieran a
un procedimiento incoado ante un tribunal de otro Estado parte. De otro lado,
España formuló reserva por la que rechazó aceptar las comisiones rogatorias
derivadas del procedimiento pre-trial discovery of documents [mecanismo de
compulsión mediante el cual las partes pueden exigirse la entrega de pruebas
o declaraciones mediante las que se pretende, a modo de ensayo general de la
prueba ante el tribunal, eliminar sorpresas y clarificar la causa del proceso e
incluso hacer ver a las partes de que deben desistir en su demanda o allanarse]
conocido en los países de Common Law, por lo demás poco acorde con las
garantías constitucionales aplicables al proceso civil internacional en nuestro
territorio.
71
aforismo da mihi factum dabo tibi ius [«dame los hechos, yo te daré el
derecho», es decir, la consecuencia jurídica de dichos hechos], con el que
guarda relación histórica el principio de congruencia entre la parte dispositiva
de la sentencia y el petitum de las pretensiones que da origen al proceso.
Pero el Tribunal Constitucional, el Tribunal Supremo, los órganos
jurisdiccionales en general y la mayor parte de la doctrina española, se resiste
hoy por hoy a aceptar la aconstitucionalidad de los artículos 281.2 de la LEC y
33 de la LCJI.
Aunque ya se ha tratado de este tema importante en la Parte General, al tratar
de los problemas de aplicación de las normas de derecho internacional privado,
hay que tener presente que en el artículo 281.2 de la LEC se dispone que «el
derecho extranjero deberá ser probado en lo que respecta a su contenido y
vigencia, pudiendo valerse el tribunal de cuantos medios de averiguación
estime necesarios para su aplicación». Este tratamiento contrario al principio
iura novit curia y la tutela judicial efectiva de los tribunales (art. 24 CE), se ha
visto reforzado por la LCJI, que sigue tratando el derecho extranjero como un
«hecho» que se ha de probar y no como un «derecho». En lugar de señalar
que los órganos jurisdiccionales deben conocer o llegar a conocer el derecho
extranjero que deban aplicar, se limita a establecer su obligación de
determinar «el valor probatorio de la prueba practicada para acreditar el
contenido y vigencia del derecho extranjero con las reglas de la sana crítica»
(art. 33.2 LCJI) y establece que «ningún informe o dictamen, nacional o
internacional, sobre derecho extranjero, tendrá carácter vinculante para los
órganos jurisdiccionales españoles». Como colofón de este tratamiento
contrario a la aplicación ex officio iudicis [de oficio; por deber del cargo; sin
necesidad de instancia de parte] del derecho extranjero en el proceso, se
establece que «con carácter excepcional, en aquellos supuestos en los que no
haya podido acreditarse por las partes el contenido y vigencia del derecho
extranjero, podrá aplicarse el derecho español» (art. 33.3 LCJI).
Las solicitudes de información, que deberán ser precisas y detalladas tanto en
cuanto a la información que se solicita como respecto a los órganos
jurisdiccionales afectados, podrán ser directas o por medio de las autoridades
centrales (en España el Ministerio de Justicia), tanto ad intra para recibir
información del derecho extranjero en España, como ad extra para informar
sobre el derecho español a un órgano jurisdiccional extranjero (arts. 35 y 36).
No obstante lo dispuesto en la LEC y en la LCJI, importa tener muy en cuenta
que a la hora de conocer y aplicar el derecho extranjero, los órganos
jurisdiccionales y las partes en el proceso civil internacional, además de los
medios técnicos e informáticos al alcance de cualquiera, vienen obligados a
aplicar de forma jerárquicamente prioritaria al derecho interno la amplia red de
derecho convencional del que España es parte, que contiene normas sobre la
materia.
72
En términos generales, hay que recordar que la cooperación y asistencia
judicial internacional, se concibe como el auxilio que entre sí se otorgan los
órganos jurisdiccionales en y para el desarrollo del proceso.
Si bien la regulación interna de la cooperación y asistencia judicial
internacional, ad extra y ad intra, se encuentra dispersa y descoordinada (arts.
276 a 278 LOPJ, art. 177 LEC y arts. 5 a 19 de la LCJI), siempre será
prioritariamente aplicable el derecho de la Unión Europea y el derecho
convencional del que España es parte. Respecto al derecho interno, si no hay
normas específicas en la materia en la especialidad jurídica sobre la que verse
el proceso, la cooperación internacional se regirá de forma subsidiaria por la
LCJI [art. 2.b) y c) LCJI] y, para llevarla a cabo, se tendrá muy en cuenta la
tutela judicial efectiva (art. 3.3. LCJI) y se hará de acuerdo con los principios
de flexibilidad y coordinación (art. 3.4. LCJI). En los supuestos en que las
autoridades extranjeras denieguen de forma reiterada la cooperación o la
prohíban, el Gobierno español podrá, mediante real decreto, establecer la no
cooperación con dichos Estados (art. 3.2 LCJI).
El ámbito de aplicación de la LCJI abarca, en particular, «los actos de
comunicación y traslado de documentos judiciales y extrajudiciales, tales como
notificaciones, citaciones y requerimientos, así como a las comisiones
rogatorias que tengan por objeto los actos relativos a la obtención y práctica
de pruebas» (art. 5 LCJI) y la transmisión de solicitudes de cooperación ad
extra puede llevarse a cabo:
a) Por vía consular y diplomática.
b) Mediante autoridades centrales.
c) Directamente entre los órganos jurisdiccionales.
d) Por conducto notarial, si ello es compatible con la naturaleza del acto de
cooperación (art. 9 LCJI).
En cuanto al contenido y requisitos de las solicitudes de cooperación y
asistencia internacional, que deben estar traducidas al idioma de la
autoridad o Estado requerido, han de precisar quiénes son las autoridades
requirente y requerida, la persona a quien se refiera el trámite de la solicitud,
el proceso judicial y objeto del mismo y los documentos que se acompañen
han de estar traducidos, legalizados o apostillados.
Los funcionarios diplomáticos y consulares españoles acreditados en el
extranjero podrán ejecutar diligencias de los procedimientos judiciales
tramitados en España, 1siempre que no implique coacción, 2que no se exija la
presencia de autoridad judicial, 3hayan de realizarse en la demarcación
consular 4y a ello no se oponga la legislación del Estado receptor (art. 15 LCJI).
En relación con la tramitación de la cooperación y asistencia judicial
internacional ad intra, cuando las solicitudes tengan origen en autoridades
extranjeras y se dirijan a los órganos jurisdiccionales españoles, en términos
generales tendrá que comprobarse que concurren los criterios de adecuación
ya señalados para la cooperación y asistencia judicial internacional ad extra
(arts. 277 LEC y 3.1 y concordantes de la LCJI). Conforme a lo dispuesto en
los artículos 278 de la LEC y 14 de la LCJI, la cooperación internacional ad
intra sólo podrá ser denegada en los siguientes supuestos:
1. Cuando el objeto o finalidad de cooperación solicitada sea
manifiestamente contrario al orden público.
73
2. Cuando el proceso de que dimane la solicitud de cooperación sea de la
exclusiva competencia de la jurisdicción española.
3. Cuando el contenido del acto a realizar no corresponda a las atribuciones
propias de la autoridad judicial española requerida. En tal caso, ésta
remitirá la solicitud a la autoridad judicial competente, informando de
ello a la autoridad judicial requirente.
4. Cuando la solicitud de cooperación internacional no reúna el contenido y
requisitos mínimos exigidos por las leyes para su tramitación.
5. Cuando el Gobierno haya acordado mediante real decreto que las
autoridades españolas no cooperarán con el Estado requirente si existe
una reiterada denegación de cooperación o prohibición legal de prestarla
por las autoridades de dicho Estado.
74
Parlamento Europeo y del Consejo, de 13 de noviembre de 2007, relativo a la
notificación y al traslado en los Estados miembros de documentos judiciales y
extrajudiciales en materia civil y mercantil («notificación y traslado de
documentos»), que tiene carácter prioritario respecto al derecho
convencional bilateral y multilateral del que España es parte así como sobre el
derecho interno y sobre el que ya se ha tratado en el anterior apartado III.3.b)
de este tema 5, relativo a la obtención de pruebas en el extranjero conforme al
derecho de la Unión Europea.
El Reglamento tiene como finalidad mejorar y acelerar la transmisión entre los
Estados miembros —por medio de los organismos transmisores, organismos
requeridos y la cooperación de las entidades centrales de cada Estado
miembro—, de los documentos judiciales y extrajudiciales en materia civil y
mercantil, a efectos de notificación y traslado, que se efectuará directamente y
por medios expeditivos, mediante las autoridades que los Estados miembros
designen. En España son organismos transmisores los Secretarios Judiciales
de los distintos Juzgados y Tribunales y la entidad central la Dirección
General de Cooperación Jurídica Internacional del Ministerio de Justicia.
Se contempla en el Reglamento, la facultad de cada Estado para,
excepcionalmente, realizar la transmisión, notificación o traslado de
documentos judiciales por vía diplomática o consular, a los organismos
receptores o entidades centrales de otro Estado miembro (arts. 12 y 13), así
como la posibilidad de hacerlo directamente por correo a las personas que
residan en otro Estado miembro mediante carta certificada con acuse de recibo
o equivalente (art. 14). También se permite que cualquier persona interesada
en un proceso judicial pueda efectuar la notificación o traslado de documentos
judiciales directamente por medio de los agentes judiciales, funcionarios o
personas competentes del Estado miembro requerido siempre que así lo
permita el derecho de ese Estado miembro (art. 15). Igual tratamiento reciben
los documentos extrajudiciales, que pueden transmitirse a efectos de
notificación o traslado de acuerdo con las disposiciones mencionadas respecto
a los documentos judiciales (art. 16).
75
de la citada autoridad y, cumplido ese trámite, queda legalizado y adquiere
plena validez formal en todos los Estados parte del Convenio, sin necesidad
de más trámites, traducción o cualquier otra exigencia.
Siendo así, en el ámbito del proceso civil con elemento extranjero puede
presentarse la necesidad de legalizar documentos públicos extranjeros, para
hacerlos valer ante los órganos jurisdiccionales. Llegado este caso y
comprobado que forman parte del Convenio el Estado de origen del documento
público de que se trate y el Estado correspondiente al órgano jurisdiccional
donde se ha de presentar legalizado, bastará con obtener su «apostilla» en el
Estado de origen para poderlo presentar con todos sus efectos como prueba
ante el órgano jurisdiccional del otro Estado.
1. ASPECTOS GENERALES
Entre las cuestiones que constituyen el objeto de estudio del Derecho procesal
civil internacional hay que distinguir claramente entre aquellas que se suscitan
cuando el proceso se inicia en España y aquellas otras en las que el proceso se
inicia y desarrolla en el extranjero. Respecto al primer grupo de cuestiones,
hemos estudiado ya tanto la competencia judicial internacional como la
capacidad del litigante extranjero y el régimen de las actuaciones procesales.
Dentro del segundo orden de cuestiones (proceso abierto y desarrollado en el
extranjero), tenemos que determinar ahora cuál es la eficacia en España de las
decisiones judiciales extranjeras; es decir, qué efectos producen en España
aquellas decisiones que son resultado de un proceso abierto, desarrollado y
concluido fuera de nuestras fronteras. Estamos hablando, pues, de la
posibilidad de que esas resoluciones produzcan ciertos efectos en España.
76
de las resoluciones judiciales extranjeras, ha de estarse a la LRC [Ley del
Registro Civil] 20/2011, en su artículo 96. En cuanto a los efectos en España
de los expedientes y actos de jurisdicción voluntaria su regulación se
encuentra en el artículo 12 de la Ley de Jurisdicción Voluntaria (Ley 15/2015
de 2 de julio). Con carácter especial, la Ley de Arbitraje contiene el régimen
específico para el reconocimiento y ejecución de laudos arbitrales extranjeros.
En cuanto a las decisiones de nulidad de los Tribunales eclesiásticos, habrá de
estarse al artículo 80 CC en relación con el artículo VI.2 del Acuerdo de 3 de
enero de 1979 con la Santa Sede, sobre Asuntos Jurídicos.
Respecto al régimen convencional, la citada Ley de Cooperación (LCJI) en su
artículo 2, como acabamos de ver, da prioridad a los Convenios internacionales
sobre el derecho autónomo. La gran cantidad de Convenios de los que España
es parte en el sector del reconocimiento y ejecución de resoluciones
extranjeras cuya finalidad es facilitar la circulación de resoluciones, hace de
este régimen de reconocimiento uno de los más utilizados en la actualidad.
Finalmente, respecto al Derecho europeo, el primero en el orden jerárquico de
aplicación, estudiaremos en concreto el Reglamento 1215/2012 relativo a la
competencia judicial, el reconocimiento y la ejecución de resoluciones
judiciales en materia civil y mercantil, por ser el texto normativo principal.
77
máxima de «exequátur sobre exequátur no vale» es admitida, tanto en el
derecho autónomo español, como en el convencional.
B) Extranjería de la resolución
También hay que hacer dos precisiones respecto a lo que significa
«extranjería» de la decisión. En primer lugar, cabe destacar que «extranjera»
es un concepto relativo, pues, lo que es extranjero para un país, es nacional
para otro. Por tanto, siempre hay que considerar la extranjería de la decisión
en relación al Estado donde se pide el reconocimiento. Así, es extranjera toda
decisión que emana de la autoridad judicial de un Estado distinto de aquél en
que se pide el reconocimiento. En segundo lugar, que la noción «extranjería»
de una decisión, a los efectos que estamos tratando, significa que emana de
un Estado y no de una jurisdicción surgida de algún órgano internacional o de
alguna confesión religiosa.
A) Introducción
Al ser la jurisdicción un atributo de la soberanía, en principio, las decisiones
dictadas por un órgano jurisdiccional de un Estado sólo tienen efectos dentro
de sus fronteras. El Derecho internacional público no impone a los Estados la
obligación de tomar en consideración las decisiones extranjeras. Sin embargo,
es deseable que este principio de exclusividad de la soberanía sea
complementado con la posibilidad de que se dé cierto valor a las resoluciones
extranjeras, de una manera sencilla y poco costosa; esto es, que los efectos de
esas resoluciones tengan eficacia jurídica en los demás países. Las ventajas de
este sistema son múltiples. Razones de economía procesal, de seguridad
jurídica, de armonía de decisiones y de respeto a los derechos adquiridos, han
conducido a que, en todos los Estados, existan procedimientos que permitan el
reconocimiento o la ejecución de resoluciones extranjeras.
Ahora bien, así como las garantías procesales son necesarias en cualquier
proceso, igualmente han de darse cuando se trata de homologar una decisión
extranjera. De ahí que existan distintos mecanismos que pueden garantizar el
cumplimiento de una serie de condiciones, sin las cuales la sentencia
extranjera puede no ser reconocida ni ejecutada. La decisión de los órganos
encargados del control de esas condiciones se limita a aceptar o rechazar la
eficacia de la resolución extranjera, en base al cumplimiento o no de dichas
condiciones. Por tanto, no existe posibilidad de revisar la resolución extranjera
78
en cuanto al fondo: ni en la apreciación de los hechos ni en la aplicación del
derecho, que el Juez de origen haya realizado.
Sin entrar en el problema de la naturaleza jurídica de la decisión extranjera,
podemos adelantar algunas cuestiones importantes:
1. Que sin pasar por los controles o procedimientos previstos en el
ordenamiento donde se pide el reconocimiento o la ejecución (el Estado
requerido), cualquier resolución dictada en otro Estado (el Estado de
origen) sólo producirá los efectos que se derivan de un documento
público (fundamentalmente los de prueba) o de dato o hecho jurídico.
2. Que —en consecuencia—, se puede iniciar una acción en España sobre el
mismo asunto en tanto no se haya procedido al reconocimiento de la
decisión (si bien el demandado pude acudir a un reconocimiento
incidental que, si es otorgado, impediría la continuación del proceso). Se
exceptúan los supuestos en que un Reglamento europeo o un Convenio
internacional prevea el reconocimiento de «pleno derecho».
3. Que si a la resolución se le ha denegado el exequátur, este hecho no
impide una acción nueva en España sobre la misma cuestión (con la
excepción de Reglamentos europeos que, como veremos, sí la impide).
4. Que los efectos de estas resoluciones, una vez pasado el control exigido
por el Estado requerido, se entienden desplegados desde la fecha de la
sentencia de origen, y no desde el momento en el que se otorga el
reconocimiento. De ahí la importancia de la elección entre pedir el
exequátur de la decisión extranjera o emprender una acción nueva en
España (ver los ejemplos en el tema 20).
Tres ejemplos nos ayudarán a distinguir los distintos tipos de efectos que
pueden pretenderse. En el primero de ellos, un español divorciado por
sentencia extranjera necesita su inscripción en el Registro español para
proceder a un nuevo matrimonio en España. En el segundo, el
condenado por una sentencia extranjera al pago de una cantidad sólo
tiene bienes en España. El acreedor invoca la sentencia en España para
lograr la ejecución forzosa sobre tales bienes. En el tercero, una
extranjera divorciada necesita acreditar su estado civil para contraer
nuevas nupcias en España.
Ahora bien, no todos los efectos necesitan de los mismos instrumentos para su
realización. Dependiendo del efecto pretendido y del alcance con que se
79
pretenda, puede ser o no necesario un control de regularidad y, en el caso de
que lo sea, son distintos los instrumentos para ejercerlo. De tal modo que
podemos hacer una primera división de los efectos de las decisiones
extranjeras distinguiendo entre: (1) aquellos que pueden necesitar de la
comprobación de su regularidad, bien sea a través de un procedimiento
especial (exequátur), bien sea a través del control de ciertas condiciones; y, (2)
aquellos otros efectos que se producen independientemente de la
comprobación de la regularidad. De estos últimos se ocupa el Tema VII.
Pasamos pues a tratar de los primeros, es decir, de aquellos efectos que
pueden necesitar de un control de regularidad, estudiando también las
fórmulas de ese control que pueden ser, bien la comprobación de ciertas
condiciones, bien un procedimiento especial.
La plena eficacia de una decisión extranjera exige su reconocimiento y, en su
caso, la ejecución de la misma por parte de los órganos competentes del
Estado requerido. Hasta aquí hemos hablado de «reconocimiento y ejecución»,
ahora es necesario precisar el alcance de ambas nociones.
Los efectos que se buscan a través del reconocimiento pueden ser varios y
condicionan el sistema a utilizar para su obtención; es decir, el control de la
regularidad de la decisión, habrá de ser uno u otro, según los efectos que se
busquen. Así, puede tratarse del efecto de cosa juzgada, con alcance general
en el Estado requerido, ya sea en su efecto negativo (la misma cuestión no
puede volver a juzgarse) ya sea en su efecto positivo (admisión de la
situación nueva creada por la decisión que vincula a las partes y a los jueces
en decisiones posteriores). En tales casos, únicamente se alcanza el efecto
pretendido cuando el reconocimiento se ha invocado a título principal y, por
tanto, el control de regularidad se ha llevado a cabo por un procedimiento
especial, llamado exequátur. Este procedimiento puede ser bien el previsto en
80
nuestro derecho autónomo (Ley de Cooperación Jurídica Internacional) o bien
el previsto en los Reglamentos de la UE o en algunos de los Convenios
ratificados por España. En algunos de los Reglamentos, que se estudiarán en
su contexto, se ha suprimido el procedimiento de exequátur, dejando paso al
«reconocimiento mutuo» y al «certificado» o «título europeo» directamente
ejecutable en los Estados miembros.
Si los efectos que se pretenden se limitan a la eficacia de la decisión extranjera
en un juicio pendiente en España, nos hallamos ante el «reconocimiento
incidental» [por ejemplo: Se plantea un pleito en España. La parte demandada
(de ordinario, extranjera) entiende que dicho pleito ya ha sido resuelto en otro
anterior por los tribunales de otro Estado (por ejemplo, Francia). La parte
demanda pide ante el juez que está conociendo del pleito que reconozca esa
sentencia. Si la reconoce, desplegará efectos de cosa juzgada, por lo que el
pleito en España deberá «cerrarse»]. La decisión extranjera producirá efectos
únicamente en el proceso en que se plantea; esto es, en relación al caso
concreto. Otras veces lo que interesa es la invocación de la decisión extranjera
ante una Autoridad no judicial (por ejemplo, para proceder a su inscripción
registral). En estos dos últimos supuestos el reconocimiento puede producirse
sin necesidad de procedimiento alguno (reconocimiento automático), es decir,
sin procedimiento de exequátur, y los efectos son limitados y provisionales
(carecen del efecto de cosa juzgada, pues, como anteriormente advertimos, si
se pretende el efecto general de cosa juzgada hay que acudir a un
procedimiento especial, con la excepción ya señalada de algunos Reglamentos
UE).
2º. La «ejecución» supone un paso más: hacer cumplir esa decisión. Por tanto,
implica un poder coactivo que únicamente corresponde al Estado. Es evidente
que algunas decisiones extranjeras (las de condena al pago de una cantidad,
por ejemplo) necesitan no sólo el reconocimiento sino también la ejecución. Y
es también evidente que el ejercicio de la coacción por parte del Estado no
puede ser ejercido por Autoridades extranjeras y, por lo tanto, corresponde en
exclusiva al Estado donde tal ejecución haya de llevarse a cabo. Ello supone
que, en contraste con el reconocimiento, en que pueden existir diferentes
sistemas (reconocimiento automático o procedimiento especial), para proceder
a la ejecución será siempre necesario un procedimiento especial (con la
excepción de algunos Reglamentos europeos).
81
Ahora bien, dado que el reconocimiento que se invoca a título principal y la
fuerza ejecutiva están estrechamente unidos (la ejecución deriva de la fuerza
obligatoria de la decisión, obtenida por el reconocimiento), es lógico que el
procedimiento para tal reconocimiento y para la ejecución, se someta a las
mismas condiciones. A través de dicho procedimiento (exequátur de nuestro
derecho autónomo, u otros procedimientos de ejecución previstos en los
Reglamentos comunitarios o en los Convenios) se procede, no sólo al
reconocimiento sino también a la «declaración de ejecutabilidad», cuando ésta
se exija (cosa que no sucede en algunos Reglamentos como en el 1215/2012),
para llevar a cabo la «ejecución» de la decisión que, como acto procesal
distinto del anterior, se realizará como si de una decisión nacional se tratara.
Por tanto, los mecanismos de ejecución y sus límites son los propios del país
donde la ejecución se lleva a cabo.
1. CONSIDERACIONES GENERALES
Los reglamentos de la Unión Europea que vamos a estudiar tienen como
finalidad facilitar el reconocimiento y la ejecución de decisiones judiciales
extranjeras entre los Estados miembros. Por tanto, y hasta el momento, sólo
serán aplicables cuando la resolución provenga de un país comunitario; en otro
caso, se aplicará el régimen convencional o el derecho interno.
A) Consideraciones generales
La jurisprudencia del Tribunal de Justicia en interpretación de los textos
anteriores a este Reglamento (Convenio de Bruselas y R. Bruselas I) es
igualmente válida en lo que a este Tema se refiere.
Una condición necesaria para conseguir el objetivo de facilitar la «libre
circulación de decisiones» en el espacio judicial europeo es la simplificación de
las formalidades exigidas para el reconocimiento y ejecución de las
resoluciones. Por ello, el Reglamento no se limita a regular el reconocimiento y
la ejecución, sino que ha sido concebido como un instrumento de los llamados
«dobles»; es decir, que regula tanto 1la competencia como 2el reconocimiento
y ejecución de decisiones, haciendo innecesario el control de la competencia
del juez del Estado de origen por parte del juez del Estado requerido y
favoreciendo así el reconocimiento.
Esta finalidad del Reglamento —simplificar el reconocimiento y la ejecución de
resoluciones— se pone de manifiesto en varios puntos de su Capítulo III. Por
un lado, en la posibilidad que en él se otorga de un reconocimiento automático
de las resoluciones, es decir, sin necesidad de acudir a procedimiento alguno.
Por otro lado, cuando haya que recurrir al procedimiento especial, diseñado en
82
el Reglamento, su mecanismo es sencillo y rápido. Y, finalmente, en los
escasos motivos previstos para rechazar el reconocimiento de una resolución.
B) Decisiones reguladas
C) Reconocimiento y ejecución
83
2º. Este reconocimiento de pleno derecho tiene su corolario en la facilidad con
que cualquiera de las partes puede invocar en un Estado miembro una
resolución dictada en otro Estado miembro, ya que sólo necesitará presentar
una copia de la resolución y un certificado en un modelo de formulario anexo al
Reglamento (art. 37). En dicho formulario, cumplimentado por el órgano
jurisdiccional de origen de la decisión, ha de reflejarse que la Resolución no ha
sido dictada en rebeldía y que ha sido notificada ya a los demandados.
84
solicitud de denegación se realizará por el procedimiento previsto en el
Reglamento (arts. 46 a 51) y en lo no recogido en él, por el procedimiento del
Estado miembro requerido. En este procedimiento se comprobará si se dan o
no algunos de los motivos de denegación del artículo 45 o alguno de los
motivos de denegación previstos en dicho Estado siempre que no sean
incompatibles con los contemplados en dicho artículo.
Por tanto, el procedimiento (arts. 46-51) y, en su caso, las disposiciones
comunes al reconocimiento y la ejecución (arts. 52 a 57) es el mismo en los
tres casos (solicitud de reconocimiento, de denegación del reconocimiento y de
denegación de la ejecución), y, también lo son los motivos de denegación del
reconocimiento.
85
(1) Motivos de aplicación excepcional. Entre los motivos de rechazo del
reconocimiento que están en principio prohibidos, pero que pueden admitirse
en determinados supuestos, está el control de la competencia del juez de
origen.
El principio de base es, pues, la prohibición del control de la competencia (art.
45.3 del Reglamento) del tribunal del Estado miembro que dictó las
resoluciones (tanto de aquéllas basadas en los foros de competencia del
Reglamento, como de aquéllas basadas en foros previstos en las legislaciones
internas). Las excepciones son las siguientes:
• El juez requerido (art. 45 del Reglamento) denegará el reconocimiento,
si no se han tenido en consideración los foros de seguros, consumidores,
trabajadores y competencias exclusivas. Tratándose de esas materias si
no se han utilizado dichas normas de competencia —protección y
exclusividad—, el juez requerido no accederá al reconocimiento.
• También lo denegará, (este motivo no se contempla en el artículo 45)
cuando la competencia del juez de origen no esté basada en los foros del
Reglamento, en el caso de que un Estado miembro hubiera concertado
un acuerdo con un Estado no miembro —art. 72 del Reglamento— por el
que se obliga a no reconocer aquellas sentencias que estén basadas en
los foros exorbitantes del art. 5 del Reglamento; por ello, el juez ha de
comprobar tal extremo. Estos acuerdos, no previstos ya en el
Reglamento, son los que se firmaron bajo la vigencia del Convenio de
Bruselas y sigan todavía en vigor.
En todos estos casos el tribunal del Estado requerido puede controlar la
competencia judicial del tribunal del Estado miembro de origen de la decisión,
pero ha de atenerse a las apreciaciones de hecho en las que éste fundamentó
su competencia (art. 45.2 del Reglamento).
86
— El tercer y cuarto motivo de denegación del reconocimiento de una
decisión están contenidos en los artículos 45.1.c) y 45.1.d) del Reglamento y
ambos se refieren a la inconciliabilidad de decisiones. La finalidad es evitar que
se reclame en el Estado requerido el reconocimiento o ejecución de decisiones
contradictorias.
1. ASPECTOS GENERALES
El número de Convenios internacionales que forman parte del ordenamiento
español en el sector del reconocimiento y ejecución de decisiones extranjeras
87
es muy amplio. Es el propio Convenio el que va a regular el reconocimiento y
la ejecución de la decisión que se solicite a su amparo. Por ello, y debido a su
aplicación preferente, es conveniente conocer, en primer lugar, los convenios
por los que España está vinculada —multilaterales y bilaterales— y, en
segundo lugar, determinar las relaciones entre ellos.
V. EL RÉGIMEN AUTÓNOMO
La Ley de Cooperación Jurídica internacional en materia civil (Ley 29/2015, de
30 de julio de 2015) en su Título V aborda de manera exhaustiva el
reconocimiento y ejecución de las resoluciones judiciales y documentos
públicos extranjeros.
Como ya vimos, en ausencia de norma de Derecho comunitario o de Tratados
específicos, será aplicable el régimen que en esta Ley se define.
En cuanto al reconocimiento de las resoluciones judiciales de jurisdicción
voluntaria, la LCJI citada, en su artículo 41.2, extiende sus disposiciones
respecto a reconocimiento y ejecución a las resoluciones extranjeras definitivas
adoptadas en el marco de un procedimiento de jurisdicción voluntaria.
88
1. EL RÉGIMEN GENERAL (LEY COOPERACIÓN JURÍDICA
INTERNACIONAL)
Tres presupuestos son necesarios para que sea posible acudir al sistema
autónomo español para proceder al reconocimiento o ejecución de resoluciones
extranjeras.
1. Que la resolución provenga de un Tribunal estatal extranjero.
2. Que la materia objeto de la resolución sea de derecho privado (civil,
mercantil o laboral).
3. Que la resolución sea firme en el país de origen.
En la Ley se distinguen dos tipos de reconocimiento:
1. El reconocimiento incidental (art. 44.2), llamado así porque se plantea
como cuestión incidental en un procedimiento judicial. En este caso es el
Juez que conoce de ese procedimiento el encargado de pronunciarse al
respecto. Dicho reconocimiento tendrá únicamente valor respecto a lo
resuelto en el proceso principal.
2. El reconocimiento a título principal.
En ambos tipos de reconocimiento no basta que en las resoluciones concurran
los presupuestos citados (que sean resoluciones firmes, de derecho privado y
provenientes de un Tribunal estatal) para que sean susceptibles de ser
reconocidas, para ello necesitan cumplir unos ciertos requisitos, si bien en el
reconocimiento incidental será el Juez que conoce de la cuestión principal el
que va a comprobarlos; y en el caso del reconocimiento a título principal y, en
su caso, ejecución, lo serán a través del sistema de la LCJI.
La finalidad de este procedimiento especial llamado exequátur, es declarar el
reconocimiento y ejecución (en su caso) a título principal, de una resolución
extranjera o, por el contrario declarar que no es susceptible de reconocimiento
por incurrir en las causas de denegación previstas en el artículo 46 de dicha
Ley. El órgano competente para conocer de este procedimiento es el Juzgado
de Primera Instancia del domicilio o lugar de residencia de la persona a la que
se refieren los efectos de aquellas; subsidiariamente la competencia territorial
se determinará por el lugar de ejecución o donde aquellas sentencias y
resoluciones deban producir sus efectos, y en último caso será competente el
Juzgado de primera instancia ante el que se interponga la demanda de
exequátur (art. 52). Su labor es muy limitada ya que no puede en absoluto
entrar en la revisión del fondo de la resolución (art. 48) como ya sucedía con
anterioridad.
Cuando la resolución extranjera se hubiere pronunciado sobre varias
pretensiones y no pudiese reconocerse la totalidad del fallo puede procederse a
un reconocimiento parcial (art. 49 LCJI). Las causas de denegación del
reconocimiento o de la ejecución son las enumeradas en el artículo 46 de la
LCJI que dispone que las resoluciones judiciales firmes no se reconocerán:
1. Cuando fueran contrarias al orden público. Los principios y valores
defendidos por el orden público son los del foro (en este caso los de
España), y muy especialmente los consagrados en nuestra Constitución
como derechos fundamentales y libertades públicas. Las tres
características del orden público convergen igualmente cuando se trata
del reconocimiento o ejecución de una sentencia extranjera.
1
Excepcionalidad, es decir, su utilización ha de ser restrictiva.
2
Relatividad, referida a que sólo podrá utilizarse frente a los concretos
89
efectos que esta resolución produzca. No es por tanto la sentencia en sí
la que pueda ser considerada contraria a nuestros principios, sino los
resultados que su reconocimiento pueda causar en el foro. Y, 3actualidad,
que en el caso del reconocimiento significa que su utilización únicamente
está permitida cuando en el momento del reconocimiento (y no en el
momento de dictarse la sentencia en origen) los principios
fundamentales del ordenamiento chocan con los efectos que la resolución
extranjera produce. Estos principios fundamentales defendidos pueden
tener un carácter procesal y/o material.
2. Cuando la resolución se hubiera dictado con manifiesta infracción de los
derechos de defensa de cualquiera de las partes. Si la resolución ha sido
«dictada en rebeldía», se entiende que la simple incomparecencia en el
juicio de origen no significa infracción de dichos derechos. Tampoco se
da dicha infracción si el demandado fue citado regularmente y tuvo
oportunidad de defenderse y pese a ello no compareció en juicio. Sólo se
considera que infringe los derechos de defensa cuando el demandado no
pudo comparecer por no haberle sido entregado la «cédula de
emplazamiento o documento equivalente de forma regular y con tiempo
suficiente para que pudiera defenderse».
3. Ya el Tribunal Supremo en jurisprudencia constante había añadido esta
tercera causa antes de la LCJI: el control de la competencia del tribunal
de origen de la decisión; control que se ejerce exigiendo una relación
entre el litigio y ese tribunal. En ocasiones bilateralizando nuestras
normas de competencia o, en general, exigiendo una vinculación
suficiente. En ningún caso, se reconocerán resoluciones dictadas
por Tribunales que hayan basado su competencia en los foros que
nuestra LOPJ considera exclusivos.
4. Cuando la resolución extranjera fuera inconciliable con una resolución
dictada en España.
5. Cuando la resolución fuera inconciliable con una resolución anterior
dictada en otro Estado cuando esta última resolución reuniera las
condiciones necesarias para su reconocimiento en España.
6. Finalmente, se recoge la litispendencia al determinar que no se
reconocerán las resoluciones extranjeras cuando existiera un litigio
pendiente en España entre las mismas partes y con el mismo objeto,
iniciado con anterioridad al proceso en el extranjero.
90
El órgano encargado es el Juzgado de Primera Instancia, siempre y cuando los
Convenios —bilaterales o multilaterales— o los Reglamentos comunitarios que
sean aplicables al caso, no dispongan otra cosa.
Está legitimada para solicitar el exequátur, asistidas por abogado y procurador,
cualquier persona que acredite un interés legítimo. Y siempre con la
intervención del Ministerio Fiscal. Pueden solicitarse medidas cautelares.
La demanda debe acompañarse de la resolución debidamente
legalizada y traducida. La legalización se sustituye por una «apostilla» para
las resoluciones que provienen de países que hayan ratificado el Convenio de
La Haya de 1961, sobre la supresión de legalización de documentos públicos
extranjeros. La traducción es la exigida en el artículo 144 LEC.
Además habrá de acompañarse el documento que acredite, si la resolución se
dictó en rebeldía, la entrega o notificación de la cédula de emplazamiento o el
documento equivalente. Y cualquier documento que acredite la firmeza y
fuerza ejecutiva, en su caso, de la resolución.
Debe emplazarse a la parte contraria para que comparezca en el plazo de 30
días. Si comparece, sólo puede oponerse al exequátur alegando que no se
cumple alguna de las condiciones más arriba estudiadas. Si no comparece
transcurridos treinta días desde su emplazamiento, el juzgado continuará el
proceso. Éste termina por una resolución (Auto) en que se otorga o deniega el
exequátur. Y contra el que cabe recurso de apelación. Contra la resolución
dictada por la Audiencia Provincial en segunda instancia, la parte legitimada
podrá interponer el recurso extraordinario por infracción procesal o el recurso
de casación conforme a la LEC.
Otorgado el exequátur por el Juzgado de Primera Instancia, será este mismo el
que despache la ejecución que se llevará a cabo conforme a la Ley de
Enjuiciamiento Civil, a no ser que se dispusiera otra cosa en los Tratados
internacionales vigentes en España (arts. 50 LCJI y 523 LEC).
91
En cuanto a los convenios multilaterales, es de capital importancia el Convenio
sobre reconocimiento y ejecución de sentencias arbitrales extranjeras, hecho
en Nueva York el 10 de junio de 1958 (CNY). Por otro lado, el Convenio
europeo sobre arbitraje comercial internacional, hecho en Ginebra el 21 de
abril de 1961 (CG), concebido como complementario del texto neoyorquino,
también regula —al menos tangencialmente— algunos aspectos del
reconocimiento y ejecución de laudos extranjeros.
La LA no regula directamente el exequátur del laudo extranjero. En este
sentido, su artículo 46 hace dos remisiones. En primer lugar, remite al CNY —
sin perjuicio de lo dispuesto en otros convenios internacionales más
favorables— para las cuestiones relativas a los requisitos formales y motivos
de denegación del exequátur (infra 2). En segundo lugar, para sustanciar el
procedimiento de exequátur remite al procedimiento establecido en el
ordenamiento procesal civil para el exequátur de sentencias judiciales dictadas
por tribunales extranjeros; esto es, remite al procedimiento previsto en el
artículo 54 LCJI (estudiado en el epígrafe anterior).
Pese al carácter erga omnes del CNY, debe tenerse en cuenta que el texto
neoyorquino no impide el juego de otras normas de reconocimiento y ejecución.
En efecto, el artículo VII del Convenio recoge el principio de aplicación de la
norma más favorable. Se trata de una cláusula de compatibilidad en virtud de
la cual el demandante en el proceso de exequátur de un laudo arbitral podrá
solicitar ante el tribunal competente la aplicación de aquella norma —convenio
bilateral— que considere más favorable a su pretensión. Bien entendido, sin
embargo, que no es posible la invocación de normas aisladas de cuerpos
legales diferentes. Y es que, la remisión que permite el artículo VII es una
remisión en bloque a un sistema determinado.
92
forma amplia, pues comprende tanto aquellos laudos dictados en el territorio
de un Estado distinto de aquél en que se pide el reconocimiento y ejecución,
como aquellos otros considerados «no nacionales» en el Estado en el que se
pide su reconocimiento y ejecución (art. I CNY).
93
2. La no contrariedad con el orden público del Estado requerido.
94
En segundo lugar, hay que diferenciar los documentos públicos (arts. 1216 ss
CC y 317 LEC) de los documentos privados (art. 1225 CC). Para el concepto de
documento público se ha de acudir a dos disposiciones centrales:
1. Por una parte, el artículo 1216 del Código civil caracteriza a los primeros
como «…los autorizados por un Notario o empleado público competente,
con las solemnidades requeridas por la ley».
2. En el plano procesal la LEC 2000, sin definirlos, se refiere entre otros a
«resoluciones y diligencias y actuaciones judiciales, los intervenidos por
corredores de comercio, las certificaciones de registros de la propiedad,
mercantil, civil y en general los expedidos por funcionarios públicos
facultados» (art. 317).
Así pues, documentos públicos extranjeros serán los intervenidos por
autoridades extranjeras.
95
En un planteamiento superador —por más agilizador— hay otro modelo por el
que se obliga a tener en cuenta, sin necesidad de procedimiento adicional
alguno, decisiones judiciales y actos contenidos en documentos extranjeros,
facilitando así la circulación.
Son modelos que permiten que se pueda invocar su eficacia —ejecutiva o
meramente probatoria, según los casos— directamente ante la autoridad —el
tribunal o cualquier otra— en el que se pretende invocar una decisión
extranjera como título para la inscripción. Su fundamento reside en el mandato
de reconocimiento mutuo de ciertas decisiones judiciales y no judiciales con
base en certificados uniformes que aparecen en ciertos instrumentos del
Derecho europeo.
Cuando la eficacia extraterritorial de decisiones y documentos públicos
extranjeros se alcanza por reconocimiento mutuo destacan tres rasgos:
1. Las decisiones «certificadas» en el país de origen (judiciales o no
judiciales) se convierten en título ejecutivo sin tener que pasar por otro
procedimiento de control en el país de ejecución.
2. La sede de control se establece en el país de origen, idea central
especialmente por lo que concierne a la garantía de la tutela de la parte
demandada en el proceso principal. Nótese que la diferencia radical entre
el reconocimiento por exequátur y éste reside no tanto en la subsistencia
de los motivos de control, —que se mantienen con desigual alcance
según los instrumentos—, como en la eliminación del procedimiento de
control en el país de ejecución.
3. La eficacia extraterritorial de la decisión certificada en el país de origen
es un medio alternativo para alcanzar la eficacia de la resolución, pues al
demandante en el proceso principal siempre le queda abierta la
posibilidad de solicitar el exequátur por los cauces del reconocimiento
y/o exequátur previstos en otro Reglamentos (R. Bruselas I refundido y
R. Bruselas II bis).
96
1. Si el deudor bien lo ha admitido expresamente en el marco de un
procedimiento judicial, bien a través de una transacción judicial o en un
documento público con fuerza ejecutiva.
2. Si el deudor no lo ha impugnado en el procedimiento judicial en el
Estado de origen de la resolución o, habiéndolo impugnado inicialmente,
no ha comparecido luego en la vista relativa a dicho crédito ni ha sido
representado en ella, siempre que dicho comportamiento equivalga a
una aceptación tácita, de acuerdo a la legislación del Estado miembro de
origen (art. 3).
2º. Pueden ser objeto del TEE las resoluciones judiciales, transacciones
judiciales o documentos públicos (p. ej., notariales), otorgados en un Estado
miembro (con excepción de Dinamarca), cuyos efectos ejecutivos se
extenderán a todos los países de la Unión, sin necesidad de control ni
procedimiento alguno en el país donde ha de llevarse a cabo la ejecución.
3º. La autoridad que entiende en origen tendrá que respetar, por una parte,
los foros de competencia exclusivos del R. Bruselas I refundido; y, por otra, el
mínimo material uniforme, esto es, las normas relativas al procedimiento de
notificación del escrito de incoación (arts. 13-15); las referentes al deber de
información al deudor (arts. 16-17), con las que se supone que toma la
decisión de no personarse; finalmente, se reconoce asimismo a las partes un
derecho de revisión en casos excepcionales (art. 19), siendo éste su rasgo
caracterizador: el control reside en el país de origen o país de emisión del
certificado.
4º. Una vez dictada la decisión (bien de condena al pago de la cantidad, bien
reconocido el crédito ante autoridad pública) y emitido por la autoridad que
sea competente el Certificado de Título Ejecutivo Europeo, contra la que no
cabe recurso, es título de ejecución. Por tanto, la decisión (p. ej., de condena
al pago de una cantidad) puede ser objeto de ejecución en todos los demás
Estados miembros. El R. TEE incluye los formularios normalizados del
Certificado de Título Ejecutivo Europeo, que han de ser cumplimentados por el
mismo órgano jurisdiccional o autoridad que dictó la resolución.
97
Este es el «modelo tipo», aunque experimenta variaciones en otros de los
instrumentos que introducen el reconocimiento mutuo de las decisiones. El
elemento diferencial más significativo viene determinado por la presencia, más
o menos amplia, de ese mínimo material uniforme que está destinado a
asegurar la tutela de la posición del deudor en el país de origen.
Imponer la eficacia extraterritorial de una decisión judicial así invierte los
términos: el mandato de reconocimiento mutuo podría ser un límite a la
eficacia de los derechos fundamentales. Y es que, por más que nos hallemos
en un área de integración supranacional, lo que parece insalvable es que la
concepción que un ordenamiento nacional posee, por ejemplo, sobre el
contenido del derecho a la tutela judicial, no tiene por qué coincidir
exactamente con la de un legislador extranjero.
98
Luego, todo depende de lo que los interesados pretendan alcanzar en España.
Si lo que se pretende es que el documento público extranjero sirva como
medio de prueba (o eficacia probatoria) tendrá que cumplir los requisitos
contemplados en el párrafo 2 del artículo 323 LEC 2000: la validez conforme a
la ley del país de otorgamiento, además de otras exigencias de
regularidad como son la traducción y la legalización o en su caso la
apostilla.
En cambio, si el documento contiene declaraciones de voluntad (p. ej.,
testamento) y se busca que las autoridades españolas reconozcan la eficacia
del acto contenido en tal documento, el artículo 323.3 LEC 2000 añade además
otras condiciones relativas a la validez del acto: la capacidad de las partes (art.
9.1 CC), validez de la relación en cuanto al fondo (ley rectora del fondo) y
regularidad formal del documento (ley rectora de la forma, establecida por el
art. 11 CC y Convenios internacionales en la materia).
1º. La referencia del artículo 323.2.1 LEC 2000 a «los requisitos que se exijan
en el país donde se han otorgado», significa que la regularidad formal del
documento debe establecerse según lo exigido por la ley del país de
otorgamiento o lex loci. La lex loci normalmente va a coincidir con la lex auctor
o ley de la autoridad interviniente: el documento ha de ser formalmente válido
conforme a la ley del país de otorgamiento, que generalmente va a coincidir
con la ley de la autoridad que interviene el acto.
99
competente del Estado del que dimane el documento (art. 3). El
Convenio de Apostilla implica, para el grupo de más de noventa Estados
que son parte, una solución uniforme y sencilla.
• La «legalización» tampoco se exige para las «certificaciones» europeas ni
otros documentos en el marco de ciertos Reglamentos europeos; por
ejemplo, en el marco del R. Bruselas I refundido (art. 61) y el R.
Bruselas II bis (art. 52).
• Etc.
Ahora bien, quede claro que la dispensa de legalización al amparo de los
instrumentos señalados no ampara ninguna presunción de legalidad del
contenido del documento o de la realidad de los hechos, como afirmó la DGRN,
que solo podrán apreciarse conforme a la ley rectora del fondo.
2. EFICACIA REGISTRAL
Las inscripciones en un Registro español se practican mediante documentos
auténticos o, en los casos señalados por la Ley, mediante declaración (art.
23.1 LRC 1957). El DIPr se ocupa del acceso de resoluciones y documentos
públicos extranjeros. Ello implica el cumplimiento de unas condiciones que
establece la legislación española o los convenios internacionales y reglamentos
europeos en la materia. En conjunto son condiciones más estrictas que cuando
se trata de hacer valer la resolución judicial o un documento público extranjero
como medio de prueba.
Las decisiones judiciales son constitutivas de una situación nueva (p. ej.,
sentencia de divorcio), mientras que otros documentos se limitarían a la
declaración de situación o de derecho preexistente (p. ej., certificación
de nacimiento). Es una diferencia que parece útil tener presente aunque
no marca grandes diferencias en el tratamiento de su eficacia
extraterritorial.
100
judiciales y los documentos públicos extranjeros comprendidos dentro de su
ámbito.
3º. El acceso al Registro requiere bien el paso por el exequátur, bien otro tipo
de control previo a la inscripción ante la misma autoridad registral que es el
que aquí examinamos. Ese mecanismo de control es el llamado reconocimiento
incidental ante el Encargado del Registro por el que se hace posible que la
sentencia o el documento o la certificación registral extranjera se conviertan en
título de inscripción en el Registro, para las resoluciones judiciales de
jurisdicción voluntaria y en general todas las que carecen de efecto ejecutivo.
Cuando se presentan ante la autoridad registral, y tras la declaración de
reconocimiento, el acceso al Registro los dota de una eficacia limitada al marco
registral en el que el título se hace valer. En el Registro se establece la prueba
de lo que allí se refleja, amparada con una fuerte presunción iuris tantum de
veracidad, que solo puede ser destruida a través de una sentencia firme o
mediante un previo expediente gubernativo.
Por eso no se excluye que las decisiones judiciales pueden alcanzar también
eficacia en España por el procedimiento de exequátur si así lo quiere el
interesado y Convenios internacionales, dependiendo de cuál sea el país de
origen de la decisión judicial. El control por exequátur ha sido la regla general
y presenta la ventaja de dotar a la decisión judicial extranjera de una eficacia
general, y por tanto, no limitada al ámbito registral.
101
El Encargado del Registro deberá además notificar su decisión, en las formas
legalmente previstas, con el fin de que el interesado pueda oponerse a la
decisión.
102
1º. Las resoluciones extranjeras dictadas por autoridades judiciales o
no judiciales extranjeras en el ámbito de la jurisdicción voluntaria están
sometidas a las causas de denegación contenidas en el artículo 12.3 LJV [Lo
más coherente es diferenciar entre resoluciones judiciales (que son actos en
terminología del art. 12) sujetas al art. 12 LJV; y documentos públicos, sujetos
a las exigencias de la DA 3ª]. Por ejemplo, la resolución judicial por la que se
constituye una tutela. Es preciso (1º.) el control de la competencia de la
autoridad extranjera, entendiéndose que es competente aquella con la que la
situación controvertida presenta vínculos fundados con el Estado extranjero; y
es incompetente cuando afecte a una materia objeto de competencia
exclusiva para los órganos judiciales o autoridades españolas. Además, el
reconocimiento en sí de la resolución extranjera no podrá (2º.) comportar una
vulneración del orden público español, (3º.) ni infracción de los derechos de la
defensa o (4º.) violación de un derecho fundamental o libertad pública de
nuestro ordenamiento.
103
exigidas para la inscripción por la Ley española; esto es, que consten los
mismos extremos.
D) La Jurisprudencia de la DGRN
Complementariamente resulta relevante la abundante jurisprudencia de la
DGRN por la que se han ido colmando lagunas:
• Los documentos públicos notariales extranjeros, sobre compraventa de
inmuebles sitos en España, han visto cuestionado su acceso al Registro
español. La exigencia por la autoridad registral española de escritura
notarial española, fue confirmada por Res. DGRN de 7 de febrero de
2005; recurrida ésta tanto SJ 1ª I Tenerife como la AP Tenerife anula y
declara procedente la inscripción de una escritura notarial alemana sobre
inmueble sito en España, en un pronunciamiento favorable a la
admisibilidad en el Registro de la Propiedad de los documentos
extranjeros, entendiendo que serán título válido si cumple las exigencias
formales del articulo 11.1 CC, esto es, la ley del lugar de celebración;
presupone, claro es, que el Notario extranjero desempeñe una función de
control equivalente a la que realizan los Notarios españoles. Finalmente,
por vez primera, el TS en su sentencia de 19 de junio de 2012 aceptó la
inscripción en el registro de la propiedad de la escritura notarial
extranjera; con posterioridad se ha inscrito el certificado sucesorio típico
del derecho alemán sin aportar traducción o apostilla, cf. Res DGRN de
20 de julio 2015. La clave es que se de una equivalencia en las funciones
que realizaría el fedatario público extranjero y el español.
• En cambio, se ha denegado la inscripción de escritura pública otorgada
en Italia sobre bien sitio en España, por motivos fiscales (Res. DGRN de
13 de octubre de 2015).
• También se ha exigido escritura notarial española, siendo rechazados los
documentos públicos (notariales) extranjeros, para la compraventa de
participaciones en sociedades (transmisión).
104
determinados actos o negocios jurídicos se lleve a cabo por medios que traigan
aparejada su publicidad (p. ej., acceso al Registro). El legislador puede utilizar
los cauces formales para controlar la correcta utilización del Derecho por los
particulares (p. ej., control por la fe pública notarial).
Además, determinados actos jurídicos requieren para su eficacia una
determinada forma (forma ad validitatem) y no sólo para su prueba. Por
ejemplo, es nulo, para nuestro CC, el matrimonio que se contraiga sin la
intervención de la autoridad o el funcionario ante el que debe celebrarse; o el
artículo 1280 CC prescribe las solemnidades que han de observarse para
contraer determinadas obligaciones.
En los actos y negocios jurídicos internacionales, por estar vinculados con dos
o más ordenamientos, habrá que establecer cuál de entre las leyes vinculadas
con el acto o negocio jurídico decide acerca de la validez formal. La respuesta
se halla en el artículo 11 del CC.
1. RÉGIMEN GENERAL
2º. En esta regla general se utilizan tres conexiones: 1el contrato, 2el
testamento y 3cualquier otro acto jurídico será válido si lo es conforme a la ley
del país de otorgamiento, a la ley rectora del fondo o a la ley personal del
disponente o común a los otorgantes.
105
• La conexión ley del país de otorgamiento (locus regit actum) designa el
lugar geográfico en que se concluye u otorga el acto o negocio jurídico.
Obedece a un fundamento práctico, sobre todo en supuestos de
contratación entre presentes: facilidad para las partes para acudir a la
legislación local, favorece la inscripción registral así como el
cumplimiento de las exigencias fiscales. Dicha ley puede coincidir con la
de la autoridad interviniente en determinados actos de modo que
coincidirán la ley local (locus regit actum) con la ley conforme a la que
actúa la autoridad (auctor regit actum).
• La conexión ley rectora del fondo (o lex causae) ofrece la ventaja de
someter a un mismo ordenamiento el fondo y la forma (p. ej., en un
contrato, donde el mismo ordenamiento decida acerca del cumplimiento
de las obligaciones de las partes y disponga que para la validez formal
del mismo ha de elevarse a documento público por notario). La
utilización de esta conexión se vincula con la expansión de la autonomía
de la voluntad en la designación del derecho aplicable; si las partes
pueden escoger la ley rectora del fondo (del contrato o del testamento)
lógico es que el ordenamiento escogido decida acerca de la validez
formal.
• La conexión relativa a la ley personal del disponente o común otorgantes,
debe concretarse en la ley nacional de uno o ambos intervinientes en el
acto o negocio jurídico. La segunda resulta poco realista en la práctica,
dado que, por ejemplo, en los contratos internacionales la nacionalidad
de las partes dice poco del contrato (la mayoría de las veces ni siquiera
se va a dar), pero se justifica por la proximidad que esta conexión puede
presentar con la situación cuando el lugar de celebración resulte ser
fortuito.
La relación entre estas tres conexiones es de alternatividad: significa que
bastará con que cualquiera de ellas valide el acto o negocio jurídico. El objetivo
es el favor validitatis, esto es, debe intentarse que un problema relativo a la
forma no condicione la validez de fondo.
Para los supuestos en que la forma es una condición de validez del acto o
negocio jurídico (p. ej., la legislación española requiere que las donaciones de
inmuebles se otorguen en escritura pública), el artículo 11.2 CC dispone que:
«si la ley reguladora del contenido de los actos y contratos exigiere para su
validez una determinada forma o solemnidad, será siempre aplicada, incluso
en el caso de otorgarse aquellos en el extranjero».
Es, en cierto modo, una excepción al párrafo primero: si la ley rectora del
fondo califica el acto o negocio jurídico como solemne habrán de respetarse las
exigencias formales previstas por dicha ley, sin que quepa acudir
alternativamente a las conexiones del párrafo primero.
2. REGÍMENES ESPECIALES
El artículo 11.1, inciso segundo, CC añade dos regímenes especiales.
Igualmente serán válidos los actos y contratos relativos a bienes inmuebles
otorgados con arreglo a las formas y solemnidades del lugar en que éstos
radiquen.
106
Y «Si tales actos fueren otorgados a bordo de buques y aeronaves durante su
navegación se entenderán celebrados en el país de su abanderamiento,
matrícula o registro» (art. 11.1 in fine).
3º. Por último, se prevé que dichos actos puedan otorgarse ante autoridad
diplomática o consular. En tal caso «será de aplicación la ley española» (art.
11.3 CC). Al respecto conviene tener en cuenta que los funcionarios
diplomáticos y consulares son autoridades españolas en el exterior que ejercen
funciones notariales, registrales y de jurisdicción voluntaria en virtud de las
obligaciones asumidas por el Convenio de Viena de 1963 sobre Relaciones
consulares, y la Ley 1/2014, de Acción y Servicio exterior del Estado, de 26 de
marzo de 2014. La previsión del artículo 11.3 CC es una regla de
funcionamiento para dichas autoridades. Es obvio que cuando elevan un
documento a escritura pública, sus actuaciones están sujetas al ordenamiento
español. Pero eso no significa que, por ejemplo, la validez formal de un
contrato internacional que las partes quieran elevar a documento público —
requiriendo su intervención como fedatarios públicos en el extranjero— el
documento únicamente esté sujeto a la ley española. Entrarán en línea de
cuenta las exigencias previstas por la ley rectora del contrato (designadas
conforme a las conexiones del R. Roma I sobre ley aplicable a las obligaciones
contractuales).
107
La nacionalidad se configura como el vínculo existente entre la organización
estatal y el individuo, que le identifica como miembro de su población.
Al ser la nacionalidad el vínculo que determina la pertenencia a esa población
(uno de los elementos constitutivos básicos del Estado), resulta lógico, tanto la
detracción de la materia de la nacionalidad del campo contractual privado,
como el papel menor que, en su adquisición y pérdida, juega la voluntad del
individuo. En efecto, en uno y otro caso los requisitos, y el procedimiento a
seguir, los fija unilateralmente cada Estado, teniendo en cuenta, tanto los
intereses individuales, como los intereses de la comunidad de la que el Estado
actúa como portavoz.
La nacionalidad se configura también como una cualidad, como un estatus de
la persona, al que resultan aplicables todas las reglas generales del estado civil
(eficacia general, indisponibilidad, etc.). La cualidad de nacional es un
presupuesto de derechos y obligaciones de su titular respecto del Estado. La
concreción de cuál sea la nacionalidad es también fundamental en el proceso
de aplicación de las normas de conflicto cuando sea utilizada como punto de
conexión.
El concepto jurídico de nacionalidad surge y se configura en relación con las
personas físicas. Ahora bien, por extensión, el mismo término nacionalidad se
utiliza para designar la especial relación de un Estado con determinadas
personas jurídicas y con ciertas cosas (fundamentalmente buques y aeronaves)
de gran importancia en la vida económica de un país.
108
conlleva: por un lado, la pérdida de la nacionalidad por sanción sólo se
contempla para los españoles que no lo sean de origen, respetando el
mandato constitucional a cuyo tenor ningún español de origen podrá ser
privado de su nacionalidad; y, por otro, se consagra una excepción para los
españoles de origen al principio general de que la nacionalidad española se
pierde por la adquisición voluntaria de otra, cuando la nacionalidad adquirida
sea la de un país iberoamericano, Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial o
Portugal.
2º. Por filiación adoptiva. El artículo 19.1 CC equipara a los hijos adoptados
con los hijos por naturaleza tal y como dispone el artículo 108 CC a efectos de
nacionalidad. Esta asimilación no puede ser total ya que, al no derivar del
hecho del nacimiento, la nacionalidad se obtiene por el adoptado menor de 18
años únicamente a partir del momento de la adopción. La extinción de la
adopción no es causa de perdida de la nacionalidad.
1º. En el artículo 17.1.b) aparece el criterio subsidiario del ius soli, al disponer
que son españoles de origen «los nacidos en España de padres extranjeros si
al menos uno de estos hubiera nacido también en España». La segunda parte
de este párrafo recoge la tradicional excepción referida a los hijos de
funcionario diplomático o consular acreditado en España, que aún nacido en
España de progenitor nacido en España no será español conforme a este
apartado.
109
2º. El criterio de ius soli aparece de nuevo en el apartado c) del mismo artículo
17.1, según el cual son españoles de origen «los nacidos en España de padres
extranjeros si ambos carecieren de nacionalidad o si la legislación de ninguno
de ellos atribuye al hijo una nacionalidad». Esta disposición trata de dar una
respuesta eficaz al problema de la apatridia. Evitando la conversión en
apátridas de los nacidos en España de padres bien apátridas, bien extranjeros,
cuya legislación siga estrictamente el criterio del ius soli, sin otorgar por tanto
su nacionalidad a los nacidos fuera del territorio nacional.
A) Opción
La opción constituye un modo especialmente favorable de adquisición de la
nacionalidad española que permite a los extranjeros, que tienen una especial
vinculación con nuestro país, adquirirla a través de una mera declaración
unilateral de voluntad, sujeta generalmente a plazos preclusivos para su
ejercicio, y que no necesita de homologación estatal.
1. Tienen derecho a optar por la nacionalidad española aquellos que «estén
o hayan estado sujetos» a la patria potestad de un español. Este derecho
a optar se refiere únicamente a aquellos casos de menores sometidos a
la patria potestad de extranjeros o extranjero que adquiere la
nacionalidad española.
2. Tienen derecho a la opción 1aquellas cuya filiación o nacimiento en
España haya sido determinado después de los 18 años; y el 2caso del
adoptado mayor de 18 años. En ambos casos la nacionalidad así
adquirida será de origen.
3. Finalmente, también pueden optar las personas cuyo padre o madre
hubiera sido originariamente español y nacido en España (exiliados, etc.).
La declaración de opción se formulará por el propio interesado, 1si está
emancipado o es mayor de 18 años; y 2asistido por su representante legal, si
es mayor de 14 años; 3o aun cuando estando incapacitado, así lo permita la
sentencia de incapacitación. La opción caducará a los 20 años de edad, plazo
que se prolongará hasta dos años después de la emancipación si el optante no
110
estuviera emancipado según su ley personal al llegar a los 18 años. También
puede formular la declaración de opción el interesado por sí solo, dentro de los
dos años siguientes a la recuperación de la plena capacidad, siempre que no
haya caducado el derecho de opción si está emancipado o es mayor de 18
años. Sin embargo, el supuesto recogido en el artículo 20.1.b (ejercicio del
derecho de opción por las personas cuyo padre o madre hubiera sido
originariamente español y nacido en España) no está sujeto a límite alguno de
edad pudiéndose ejercer en cualquier momento.
En el caso anteriormente señalado en que el representante legal del menor de
14 años o del incapacitado pueda optar en su nombre la opción requiere la
autorización del encargado del Registro Civil, previo dictamen del Ministerio
Fiscal (art. 20.2).
Respecto a qué ley determinará la emancipación, del mismo artículo 20 se
deduce claramente que será aplicable la ley nacional del optante. También será
la ley personal del extranjero la que determinará si se ha recuperado o no la
plena capacidad ya que ésta habrá sido la que ha determinado la causa de la
incapacitación. Y respecto a la sentencia de incapacitación dictada por
Autoridad extranjera, no necesita de exequátur en España para su
reconocimiento.
Los requisitos, previstos en el artículo 23 del Código civil, comunes para la
validez de la adquisición de la nacionalidad española por 1opción, 2carta de
naturaleza o 3residencia, son referidos siempre a los mayores de 14 años y
capaces para prestar una declaración por sí. Se trata del juramento o promesa
de fidelidad al Rey y de obediencia a las leyes y a la Constitución, y, la
renuncia a la anterior nacionalidad (exceptuándose de este último requisito a
los nacionales de países iberoamericanos, Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial
y Portugal y, a partir de la Ley 12/2015, de 24 de junio, a los sefardíes).
B) Naturalización
El segundo modo de adquisición no automática de la nacionalidad española es
la naturalización, que comporta los dos elementos siguientes:
1. La decisión de la Autoridad concediendo al particular la posibilidad de
adquirir así la nacionalidad española.
2. La posterior declaración de voluntad del extranjero de adquirir la
nacionalidad.
Una vez obtenida la concesión, el extranjero queda en situación similar a la de
aquellos que tienen derecho a optar por la nacionalidad española.
La naturalización puede obtenerse a través de dos vías: 1por carta de
naturaleza, o, 2por residencia en España; en ambos casos la nacionalidad
obtenida no será de origen.
111
especial» de carta de naturaleza referida a los sefardíes originarios de España
que acrediten una especial vinculación con nuestro país.
112
• El mayor de catorce años asistido por su representante legal.
• El representante legal del menor de catorce años.
• El representante legal del incapacitado o el incapacitado, por si solo o
debidamente asistido, según resulte de la sentencia de incapacitación».
En los últimos casos será preceptiva la autorización prevista para el caso de
opción y de la que ya hemos hablado en aquel contexto.
En el caso de adquisición por residencia, el interesado deberá justificar «buena
conducta cívica y suficiente grado de integración en la sociedad española» (art.
22.4 CC).
Una vez otorgada la facultad de adquirir la nacionalidad española, tanto en el
caso de adquisición por carta de naturaleza como de residencia, ésta puede
ejercerse dentro del plazo de 180 días a partir de la notificación, pasados los
cuales caduca la concesión. De tal modo que, en este plazo, el solicitante
comparecerá ante el funcionario competente para cumplir con los requisitos
exigidos en el artículo 23 del Código Civil, que son los mismos que se exigen
también para la adquisición por opción.
La concesión o denegación de la nacionalidad por residencia deja a salvo la vía
judicial contencioso administrativa. En los demás procesos, contra las
resoluciones de la DGRN, será competente el Juzgado de Primera Instancia del
domicilio del recurrente. La inscripción en el Registro de la nacionalidad
adquirida por opción, por residencia o por carta de naturaleza tiene carácter
constitutivo.
113
Existen en el ordenamiento español dos tipos diferentes de pérdida, una 1por
adquisición voluntaria de otra nacionalidad y otra, 2como sanción, de aplicación
únicamente a los españoles que no lo fueran de origen.
3º. Pérdida por atribución por la ley del país de residencia de su nacionalidad.
Este tipo de pérdida está referido únicamente a los que, habiendo nacido y
residiendo en el extranjero, ostenten la nacionalidad española por ser hijos de
114
padre o madre españoles, también nacidos en el extranjero, cuando la ley del
país en que residan les atribuyan su nacionalidad. También en este supuesto
se permite la conservación de la nacionalidad española por declaración ante el
encargado del Registro Civil en el plazo de 3 años, a partir de la mayoría de
edad o emancipación.
115
Se entiende por recuperación de la nacionalidad la adquisición de una
nacionalidad de la que se gozó anteriormente y que se perdió por cualquiera
de las causas previstas en la ley.
La recuperación de la nacionalidad española se regula en el artículo 26 del CC,
en cuyo primer apartado se contemplan los requisitos que habrán de cumplir
aquellos que deseen recuperar la nacionalidad española perdida, y que son los
siguientes:
1. Residencia legal en España.
2. Declaración ante el encargado del Registro Civil de la voluntad de
recuperarla.
3. Inscripción de la recuperación en el RC.
Los requisitos antes enumerados admiten excepciones en ciertos casos. Así la
residencia legal en España no se exigirá «a los emigrantes o a los hijos de
emigrantes».
También puede ser dispensado el requisito de residencia legal en España
siempre que concurran «circunstancias excepcionales», sin que éstas se
especifiquen. La concesión de estas dispensas compete al Ministro de Justicia e
Interior.
En el apartado 2 de este mismo artículo 26 se contiene la exigencia, para la
recuperación de la nacionalidad española por parte de los que se encuentren
incursos en cualquiera de los supuestos previstos en el artículo 25, de
habilitación concedida discrecionalmente por el Gobierno.
Finalmente, otro supuesto de recuperación de la nacionalidad española es la de
la mujer española que hubiera perdido esta nacionalidad por razón de
matrimonio con anterioridad a la entrada en vigor de la Ley 14/1975, y que
podrá recuperarla, conforme a lo previsto en el artículo 26 para los emigrantes
y sus hijos.
116
nacionalidad, en sentido estricto, como a aquellos otros en que en la misma
persona coinciden más de dos nacionalidades.
Dentro del primer supuesto (doble nacionalidad en sentido estricto),
situaremos la doble nacionalidad convencional y aquellas otras contempladas
en las leyes españolas. En el segundo de ellos, estudiaremos la doble
nacionalidad anómala o patológica.
117
Por lo que respecta a dichos Protocolos podemos establecer dos grupos, según
el alcance de las modificaciones que introducen en la naturaleza de la doble
nacionalidad, prevista en los Convenios:
1. El más numeroso, puede caracterizarse porque en todos ellos se repite la
idea de que ninguno de los beneficiarios del Convenio pierde, por el
hecho de adquirir la nacionalidad del otro Estado, la facultad de ejercer
en el territorio del Estado adoptante los derechos que provengan de su
nacionalidad de origen. Es decir, ambas nacionalidades serán operativas
sin ninguna condición (caso del Protocolo suscrito con la República de
Colombia), o bien, como se afirma en otros de los Protocolos (en
concreto los establecidos con Argentina, Guatemala, República
Dominicana, Honduras y Paraguay), siempre que la aplicación de la
legislación de la nacionalidad de origen no sea incompatible con la
aplicación de la del Estado adoptante. En estos últimos supuestos
podemos considerar, por tanto, que existe una nacionalidad dominante
(la última adquirida) que es la que determina los efectos que la otra
puede producir en su territorio.
2. En el segundo grupo de Protocolos (los que modifican los Convenios
concluidos con Bolivia, Costa Rica y Nicaragua), la adaptación a las
«nuevas circunstancias» se ha llevado a cabo de una manera muy
distinta. Así, únicamente se recoge la posibilidad de que las personas
acogidas al Tratado de doble nacionalidad, puedan desvincularse del
mismo, declarándolo ante la autoridad competente del Registro Civil del
lugar de residencia. De este modo, sería como si la doble nacionalidad la
hubieran adquirido en virtud del art. 24 del CC, ya que la declaración de
desvinculación no implica renuncia a la última adquirida [¿Que implica
esto (desvincularse) para el interesado que se acogió al Convenio de
doble nacionalidad? Pues que ya no se le aplica el régimen convencional
(la no pérdida de la nacionalidad cuando se adquiere la del otro país);
pero, como en virtud del Protocolo esta desvinculación del Convenio,
siempre que se haga la declaración ante el Encargado RC, no implica
renuncia a la última nacionalidad adquirida, en la práctica sucede que la
situación es muy similar a la regulada en el 24 CC (pérdida por
adquisición de otra nacionalidad y evitación de la pérdida). Y esto es lo
que se quiere indicar con la frase «como si la hubieran adquirido en
virtud del art. 24 CC»].
Finalmente, en cuanto a la concreción de la nacionalidad como punto de
conexión, según el artículo 9.9 del CC, tendrá prioridad el régimen pactado en
cada caso y, «si nada estableciesen, será preferida la nacionalidad coincidente
con la última residencia habitual y, en su defecto, la última adquirida».
118
nacionalidades al arbitrar soluciones para evitar la pérdida de la nacionalidad
española a quienes lo son de origen, en concreto una declaración de voluntad y,
en segundo lugar, la situación de los españoles que adquieran la nacionalidad
de un país iberoamericano, de Andorra, de Filipinas, de Guinea Ecuatorial o de
Portugal, adquisición que «no es bastante para producir, conforme a este
apartado, la pérdida de la nacionalidad española de origen».
Situaciones que pueden generarse por la conservación de los
extranjeros de su propia nacionalidad, aun cuando recuperen la
española: Nuestro ordenamiento prevé la condición de dobles nacionales de
quienes adquieren la nacionalidad española, ostentando la nacionalidad de uno
de los países enumerados en el artículo 24.1 (países iberoamericanos, Andorra,
Filipinas, Guinea Ecuatorial o Portugal), e igualmente sucede con aquellos
españoles que la perdieron y, habiendo obtenido otra nacionalidad, recuperen
la española ya que no se exige, en estos supuestos, renuncia a la otra
nacionalidad.
Situaciones derivadas por la conservación por parte de los nacionales
de un país iberoamericano, de Andorra, de Filipinas, de Guinea
Ecuatorial o de Portugal, y los sefardíes originarios de España, de su
nacionalidad, aun cuando adquieran la española.
En todos estos casos, a diferencia de lo que ocurre en la doble nacionalidad
convencional, ambas nacionalidades serán totalmente operativas, excepto
cuando se trate de precisar la nacionalidad relevante como punto de conexión
de las normas de conflicto. El tema se aborda en el artículo 9.9 del CC, que
regula la situación generada por las situaciones de doble nacionalidad
«previstas en las leyes españolas», en las que se estará a lo que determinen
los Tratados internacionales y, «si nada estableciesen, será preferida la
nacionalidad coincidente con la última residencia habitual y en su defecto, la
última adquirida». La norma añade, a continuación, que «prevalecerá en todo
caso la nacionalidad española del que ostente además otra no prevista en
nuestras leyes o en los tratados internacionales».
119
su legislación interna, bien limitando los supuestos de atribución de su
nacionalidad, bien ampliando los supuestos de doble nacionalidad reconocidos
y permitidos por sus leyes. También varios Convenios multilaterales han
perseguido este objetivo, entre ellos el convenio de La Haya de 1930.
Respecto a las soluciones que se han dado a las situaciones de doble
nacionalidad patológica, varían sustancialmente, según se enfoquen desde la
perspectiva del Derecho internacional público, o desde cada uno de los
sistemas implicados. Desde la primera de ellas (DIP) se ha utilizado el principio
de «efectividad» (de la nacionalidad que sea efectiva), para determinar el
Estado que puede ejercer la protección diplomática.
En relación al derecho europeo, y en concreto a la libre circulación, el TJCE ha
puntualizado que la competencia de los Estados para definir quiénes son sus
nacionales, y, por tanto, quienes tienen la condición de ciudadanos europeos,
no engloba la capacidad para determinar, ante un supuesto de doble
nacionalidad, cuál de ellas es la efectiva de cara al derecho europeo.
Desde la segunda perspectiva apuntada, en el Derecho interno español, el
artículo 9.9 del CC dispone que «prevalecerá en todo caso la nacionalidad
española del que ostente además otra no prevista en nuestras leyes o en los
Tratados internacionales». Cuando ninguna de las nacionalidades en litigio sea
española, el artículo 9.9 en su párrafo 2 ordena estar a lo que dispone el
artículo 9.10, que opta por la conexión de la residencia habitual para
determinar la ley personal de quien carece de nacionalidad o la tiene
indeterminada. Opción por el punto de conexión de la residencia habitual que,
en este supuesto, se justificaría por el deseo del legislador de evitar que
nuestros tribunales decidan sobre cuál sea la nacionalidad relevante de quien
ostenta más de una, todas ellas extranjeras.
120
Una regla básica, rectora en el tema, exige que la adquisición o pérdida de una
nacionalidad se enjuicie a la luz de las leyes que la regulan. Lo que nos
conduce, cada vez que se trate de una nacionalidad extranjera, a la aplicación
por nuestros Tribunales del Derecho extranjero de que se trate, en los
términos y con los límites con que dicha aplicación se produce en el sistema
español de DIPr.
Señalemos, finalmente, en relación con este punto, que, en el caso de acciones
declarativas, los pronunciamientos en materia de nacionalidad de los
Tribunales españoles gozaran de la protección que les otorga el artículo 222
LEC 2000, cuando extiende la presunción de cosa juzgada frente a terceros a
todas las decisiones que afecten al estado civil, a partir de su anotación o
inscripción en el Registro Civil.
En segundo término, en cuanto se refiere a la prueba extrajudicial de la
nacionalidad española, hay que destacar el papel relevante que en este
extremo corresponde al Registro Civil. En efecto, de acuerdo con la LRC (art.
17), el RC constituye prueba plena de los hechos inscritos, y entre ellos figuran,
a tenor de lo dispuesto en la misma, los correspondientes a la nacionalidad y a
la vecindad. Circunstancia reforzada por el carácter obligatorio de la inscripción
de los supuestos de opción, naturalización, conservación y recuperación de la
nacionalidad española (y, aunque con valor únicamente declarativo, en los
casos de pérdida de la misma).
No obstante, no es posible que el Registro proporcione una prueba directa de
la nacionalidad de la persona, tanto porque, produciéndose a veces su pérdida
de pleno derecho (en las circunstancias previstas en la ley), el RC no siempre
podrá dar fe de que se continúa en el disfrute de la nacionalidad española,
como porque en una mayoría de supuestos la atribución de la nacionalidad de
origen se basa en una presunción iuris tantum.
La presunción a que aludimos entra en juego respecto de los nacidos en
España, si no consta referencia alguna a la nacionalidad extranjera de los
padres, y si éstos han nacido también en territorio nacional.
Por otra parte, las declaraciones sobre nacionalidad española previstas en la
LRC gozan también del valor de las presunciones iuris tantum, según dispone
el artículo 92 de la misma.
Existen una serie de documentos administrativos privativos de los españoles
(muy especialmente el Documento Nacional de Identidad, el Pasaporte español
y las inscripciones y certificaciones de los Registros consulares de matrícula de
españoles) que dan, en principio, a sus titulares la «apariencia» de españoles.
No obstante, y pese al carácter provisional de la prueba que aportan sobre la
nacionalidad, son también documentos similares —de modo fundamental el
Pasaporte— los que «acreditan» extrajudicialmente una nacionalidad
extranjera.
121
El Derecho civil común posee un ámbito general ratione materiae, mientras
que los distintos Derechos civiles forales o especiales son ordenaciones de
alcance más reducido, dado que regulan preferentemente cuestiones relativas
al régimen económico matrimonial y a las sucesiones.
En los conflictos de leyes que puede suscitar la coexistencia de distintos
Derechos civiles en España, no cabe recurrir a la nacionalidad del interesado
para determinar su ley personal, como en el caso de los llamados «conflictos
internacionales», pues todos los interesados poseen por igual la nacionalidad
española. Por ello, el artículo 16.1.1 del CC establece que será ley personal «la
determinada por la vecindad civil». Es decir, mediante una circunstancia de
índole personal, que establece la vinculación de los españoles con uno de los
Derechos civiles coexistentes en España y, en su caso, con la especialidad civil
propia de una determinada comarca o localidad. De este modo:
• La vecindad civil constituye en el Derecho interregional español un punto
de conexión que permite determinar, en los conflictos entre leyes civiles
vigentes en España, cual es la ley personal del interesado.
• Pese al dato anterior, la vecindad civil es una noción jurídica que posee
un contenido y alcance propios. Es, al igual que la nacionalidad, un
status de la persona; pero mientras que la nacionalidad es general
respecto de los españoles, la vecindad civil posee un alcance particular,
en relación con un determinado Derecho civil vigente en España. De la
condición de miembro de una Comunidad autónoma, situación también
de alcance particular, la vecindad civil se diferencia por su carácter
puramente privado y no público; siendo distinto, de otra parte, el
régimen jurídico de adquisición y pérdida de una y otra. Por ello, en
muchos casos, no existe coincidencia entre la vecindad civil del individuo
y su condición de miembro de una determinada Comunidad Autónoma.
122
atribuir al hijo la vecindad civil de cualquiera de ellos; y también el hijo, en el
año siguiente a la emancipación y desde que cumpla los catorce años asistido
de su representante legal, podrá optar por la última vecindad civil de
cualquiera de sus padres o por la de su lugar de nacimiento.
En el mismo sentido, cualquiera de los cónyuges no separados, ya sea
legalmente o de hecho, podrá en todo momento optar por la vecindad civil del
otro.
Finalmente, «la privación o suspensión en el ejercicio de la patria potestad, o
el cambio de vecindad de los padres, no afectarán a la vecindad civil de los
hijos».
En la adquisición de la vecindad civil por residencia se fijan dos plazos
diferentes que atienden a un distinto juego de la voluntad del interesado:
1. 2 años de residencia continuada, unidos a una manifestación expresa de
voluntad, bastan para adquirir una concreta vecindad.
2. 10 años para que ésta se adquiera automáticamente, a no ser que medie
declaración en contrario durante este plazo.
123
reconocimiento del extranjero como titular de derechos (y obligaciones),
y su equiparación progresiva con el nacional, ha dado lugar a una rica
disciplina jurídica (Derecho de extranjería). En efecto, dada la incidencia
de la extranjería sobre la reglamentación del tráfico jurídico externo,
históricamente al DIPr le ha correspondido desarrollar «la condición
jurídica de los extranjeros».
2. Entendemos la extranjería como la particular situación jurídica en que se
encuentra una persona respecto de un determinado Estado del que no es
nacional. Extranjero será, pues, la persona que carece de la nacionalidad
del Estado en el que se encuentra.
3. El Derecho español de extranjería está constituido por el conjunto de
normas relativas a la entrada, la permanencia y la salida de los
extranjeros del territorio español y a los derechos de los que éstos gozan
en España.
4. En la regulación del Derecho de extranjería, el Estado ha de tomar en
cuenta los condicionantes internacionales, europeos y constitucionales
que inciden en la formulación y regulación de dichas normas y derechos.
124
En el Derecho español resulta aceptada la distinción entre un régimen general,
aplicable a todos los que carecen de nacionalidad española (extranjeros en
sentido genérico), con las salvedades que más adelante se precisarán y, un
régimen especial, aplicable a los nacionales de los Estados miembros de la UE
y del Espacio Económico Europeo (EEE). Dejemos apuntado desde ahora que el
régimen general se aplica con carácter supletorio, o a los efectos que pudieran
ser más favorables, tanto a los nacionales de los Estados miembros, como a
las personas a quienes les sea de aplicación la normativa reguladora del
derecho de asilo y de la protección subsidiaria. Ambos regímenes presentan
notables diferencias por razón de sus fuentes normativas, destinatarios,
requisitos para la entrada, estancia y/o residencia y el ejercicio de actividades
laborales, salida del territorio español y régimen sancionador.
En relación a las fuentes de producción, resulta relevante retener dos datos:
1. Por su origen, las normas que regulan el «estatuto del extranjero»
pueden ser de 1fuente internacional, de 2fuente europea y de 3fuente
autónoma o interna. Pues bien, las normas del Derecho de extranjería,
en ambos regímenes, emanan del poder legislativo español (son normas
de producción interna o autónoma).
2. Por su inspiración, y dada la incidencia del Derecho de la UE, resulta
que mientras en el régimen general estas normas son normas europeas
en desarrollo de la política común de inmigración (Derecho derivado), en
el régimen especial son normas europeas directamente emanadas de los
Tratados (Derecho primario), en desarrollo de la libertad «fundamental»
de circulación de los ciudadanos de la Unión.
Pues bien, como se ha anticipado, mientras el régimen aplicable a los
ciudadanos de la Unión tiene su origen directo en la libertad de circulación de
los ciudadanos de la UE, el régimen general (LOEx y RLOEx) no puede
sustraerse de la libre circulación de personas que se expresa a través del
espacio de libertad, seguridad y justicia exento de fronteras internas. Y es que,
la supresión de fronteras internas implica una gestión reforzada de las
fronteras externas de la Unión, así como la regularización de la entrada y la
residencia de personas nacionales de países extracomunitarios. La política
común de asilo e inmigración marca las pautas para la adopción de medidas
(normas) que la UE adopta para su desarrollo y que los Estados miembros han
de incorporar a sus derechos nacionales.
125
1º. Delimitación del concepto «libertades públicas». El TC apoya la tesis
según la cual el término libertades públicas no tiene un significado restrictivo y
que la redacción dada en el artículo 13.1 supone: «… que el disfrute de los
derechos y libertades reconocidos en el Título primero de la Constitución se
efectuará en la medida en que lo determinen los Tratados y la Ley interna
española, y de conformidad con las condiciones y el contenido previsto en tales
normas».
Sin embargo, añade el TC, tal disposición no implica: «… que se haya querido
desconstitucionalizar la posición jurídica de los extranjeros relativa a los
Derechos y libertades públicas, pues la Constitución no dice que los
extranjeros gozarán en España de las libertades que les atribuyen los Tratados
y la Ley, sino de las libertades “que garantiza el presente Título en los
términos que establezcan los Tratados y la Ley”, de modo que los derechos y
libertades reconocidos a los extranjeros siguen siendo derechos
constitucionales y, por tanto, dotados dentro de su específica regulación de la
protección constitucional, pero son todos ellos, sin excepción, en cuanto a su
contenido, derechos de configuración legal» (FJ 3).
Debe quedar claro que la interpretación del precepto no es aislada y que: no es
el legislador quien otorga el goce de los derechos y libertades públicas a los
extranjeros, sino que «establece los términos en que gozan de los derechos y
libertades públicas que les vienen conferidos por la CE».
126
orden político español". […] En esta situación se encontrarían el derecho
a la vida, a la integridad física y moral, a la intimidad, la libertad
ideológica, pero también el derecho a la tutela judicial efectiva y el
derecho instrumental a la asistencia jurídica gratuita, el derecho a la
libertad y a la seguridad, y el derecho a no ser discriminado por razón de
nacimiento, raza, sexo, religión o cualquier otra condición o circunstancia
personal o social.
El legislador goza, en cambio, de mayor libertad al regular los "derechos
de los que serán titulares los extranjeros en la medida y condiciones que
se establezcan en los Tratados y las Leyes", o dicho de otro modo, de
aquellos derechos que no son atribuidos directamente por la Constitución
a los extranjeros pero que el legislador puede extender a los no
nacionales. El art. 13.1 CE no dice, en efecto, que los extranjeros
dispongan de los mismos derechos que los españoles, siendo
precisamente ese precepto el que "en nuestra Constitución establece los
límites subjetivos determinantes de la extensión de la titularidad de los
derechos fundamentales a los no nacionales". […] De nuestra
jurisprudencia se deduce que éste sería el régimen jurídico de derechos
tales como el derecho al trabajo, el derecho a la salud, el derecho a
percibir una prestación de desempleo, y también con matizaciones el
derecho de residencia y desplazamiento en España.
A lo anterior debería aún añadirse que la libertad del legislador se ve
asimismo restringida por cuanto, las condiciones de ejercicio que
establezca respecto de los derechos y libertades de los extranjeros en
España sólo serán constitucionalmente válidas si, respetando su
contenido esencial (art. 53.1 CE), se dirigen a preservar otros derechos,
bienes o intereses constitucionalmente protegidos y guardan adecuada
proporcionalidad con la finalidad perseguida».
Debe quedar claro que el legislador si está facultado para configurar —ex
artículo 13.1 CE— las condiciones de ejercicio respecto de determinados
derechos y libertades por parte de los extranjeros, debiendo respetar su
contenido esencial y siempre que la limitación sea proporcional a la finalidad
perseguida (preservar otros derechos, bienes o intereses constitucionalmente
protegidos).
En el apartado siguiente se examinarán las condiciones de ejercicio de los
derechos y libertades de los extranjeros, tal y como los formula la LOEx (arts.
3 a 22).
127
acabamos de examinar. Pues bien, la LOEx señala en su artículo 3 (Derechos
de los extranjeros e interpretación de las normas) que:
1. Los extranjeros gozarán en España de los derechos y libertades
reconocidos en el Título I de la Constitución en los términos establecidos
en los Tratados internacionales, en esta Ley y en las que regulen el
ejercicio de cada uno de ellos. Como criterio interpretativo general, se
entenderá que los extranjeros ejercitan los derechos que les reconoce
esta Ley en condiciones de igualdad con los españoles.
2. Las normas relativas a los derechos fundamentales de los extranjeros
serán interpretadas de conformidad con la Declaración Universal de
Derechos Humanos y con los tratados y acuerdos internacionales sobre
las mismas materias vigentes en España, sin que pueda alegarse la
profesión de creencias religiosas o convicciones ideológicas o culturales
de signo diverso para justificar la realización de actos o conductas
contrarios a las mismas.
Centrándonos en las condiciones de ejercicio de los derechos y
libertades reconocidos en la LOEx, resulta útil partir de una sistematización
o clasificación de los mismos. La dificultad radica en elegir el criterio de
modulación.
El legislador español ha seguido este criterio —«residencia o residencia
legal»— en las distintas redacciones de la LOEx, si bien, respecto de los
términos en que realizaba la modulación, conviene tener en cuenta la doctrina
sentada por el TC. En efecto, el Tribunal ha reconocido que los términos en que
la LOEx 8/2000 establecía la exigencia de autorización de estancia o residencia
en España para el ejercicio de los derechos fundamentales de reunión y
manifestación (art. 7), asociación (art. 8), y sindicación y huelga (art. 11),
constituía una restricción injustificada y, por tanto, contraria a la Constitución.
El TC, analizando el contenido esencial de tales libertades, su conexión con la
dignidad humana y la limitación impuesta por el legislador, entendió que, aun
siendo constitucionalmente lícito establecer limitaciones, la modulación
introducida impedía «radicalmente» cualquier ejercicio de las mencionadas
libertades por parte de los extranjeros en situación irregular, vulnerando con
ello el contenido constitucional de cada libertad concernida. La reforma
operada por la LOEx 2/2009 incorpora la doctrina del TC y reconoce el ejercicio
de los mencionados derechos y libertades «en las mismas condiciones que a
los españoles».
Procede ahora el examen de los regímenes de extranjería.
128
inmediatamente matizada al excluir a determinados nacionales (ciudadanos UE
y asimilados) o grupos de extranjeros (personal diplomático y asimilados y
personas necesitadas de especial protección internacional). La exclusión se
fundamenta en el Derecho de la Unión y en el Derecho internacional público.
La principal exclusión viene determinada por la libertad de circulación
reconocida en los Tratados a los ciudadanos de la Unión: la LOEx no se aplica a
los nacionales de los Estados miembros de la UE (ni a aquellos a quienes sea
de aplicación el régimen europeo o «comunitario»). El régimen jurídico de
estas personas se establece en RD 240/2007, siéndoles de aplicación la LOEx
en aquellos aspectos que pudieran ser más favorables (art. 1.2). La segunda
exclusión afecta a dos grupos distintos de extranjeros y encuentra su
fundamento en el Derecho internacional público. En primer lugar, la LOEx no
es aplicable al personal diplomático y consular acreditado en España y a sus
familiares (art. 2). Ello es debido a que dichas personas, de acuerdo con el
Derecho internacional público, están exentas de su inscripción como
extranjeros y de la obtención de autorización de residencia. En segundo lugar,
la LOEx, en principio, no es aplicable a los demandantes de protección
internacional y a los apátridas. Su régimen jurídico se establece en la Ley
12/2009, de 30 de octubre, reguladora del derecho de asilo y de la protección
subsidiaria. También el Derecho de la UE incide en este régimen al haber
asumido parcialmente la competencia en materia de asilo. No obstante esta
exclusión del régimen general, tanto la Ley de extranjería como su Reglamento
contienen algunas previsiones legales aplicables a los demandantes de
protección internacional [p. ej., en relación a la competencia para la expedición
de la documentación de residencia de apátridas, indocumentados y refugiados
(art. 34 LOEx) o respecto a la exención de la toma en consideración de la
situación nacional de empleo en los contratos de trabajo dirigidos a estas
mismas personas (art. 40.e LOEx)]. Asimismo, el estatuto de residente de
larga duración se ha extendido a los beneficiarios de la protección internacional
(arts. 32 y 57), mediante LO 4/2013, de 28 de junio, y en los términos que la
misma establece.
129
entrada para una estancia máxima de 3 meses en un período de 6. Si el
extranjero que accede al territorio español procede de un Estado con el que
España haya firmado un acuerdo de supresión de controles fronterizos, deberá
declarar la entrada ante las autoridades policiales españolas en el momento en
que se efectúa ésta; o en el plazo máximo de 3 días hábiles, a partir del
momento de la entrada, en caso de que no exista puesto policial (ante
cualquier Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía u Oficina de Extranjería).
Cuando se incumplan los requisitos exigidos para la entrada, los funcionarios
responsables del control fronterizo denegarán o desautorizarán la misma. La
denegación de entrada no procederá cuando se trate de un extranjero que
solicite acogerse al derecho de asilo en el momento de su entrada en España
(art. 25.3 LOEx). El incumplimiento de los requisitos establecidos para la
entrada no constituye un acto del extranjero sancionable administrativamente
y, por lo tanto, no determina necesariamente una «prohibición de entrada» a
futuro. La resolución en que se adopte deberá reunir las garantías a que se
refieren los artículos 20 y 22 LOEx (notificación al interesado y motivación,
indicación de los recursos y plazo para ello, autoridad competente para
resolverlos, derecho a las asistencia letrada y a un intérprete y comunicación a
la Embajada o consulado de la nacionalidad del extranjero). Si el extranjero ya
hubiere sido retornado, podrá interponer los recursos, tanto administrativos
como jurisdiccionales, a través de las representaciones diplomáticas o
consulares correspondientes.
130
quienes hayan tenido residencia temporal durante 5 años y reúnan
determinadas condiciones (art. 32 LOEx).
Situaciones especiales de residencia. La legislación de extranjería
contempla otras situaciones de residencia 1en atención a las especiales
características de sus destinatarios (estudiantes, mujeres extranjeras víctimas
de violencia de género y menores extranjeros no acompañados) o 2por
circunstancias excepcionales (arraigo, razones humanitarias y colaboración con
la justicia). Así como la mencionada Ley 14/2013, que establece un régimen de
entrada y permanencia en España de extranjeros 3por razones de interés
económico (inversores, emprendedores, profesionales altamente cualificados,
investigadores y trabajadores que efectúen movimientos intraempresariales
dentro de la misma empresa o grupo de empresas).
De los supuestos de autorización de residencia temporal por circunstancias
excepcionales merece atención especial el arraigo (art. 123 RLOEx). En efecto,
el arraigo en España siempre se ha considerado un criterio de vinculación con
el territorio español que permitía a la Administración «sanar» la situación
irregular de determinados extranjeros, sin necesidad de recurrir a
procedimientos de regularización. La LOEx contempla tres supuestos de arraigo
que permitirán documentar al extranjero con una autorización de residencia
temporal, que llevará incorporada la autorización de trabajo durante su
vigencia (salvo para menores de edad): Familiar, social y laboral.
131
especial, la concesión de la autorización se condicionará a la tenencia y, en su
caso, homologación del título correspondiente y, en su caso, a la colegiación.
En relación a los regímenes especiales, cabe hablar de cinco grupos:
1. Tras la reforma de 2009, se incorpora un régimen especial para los
extranjeros que desempeñen actividades de investigación
(deberán ser contratados en el marco de un convenio de acogida firmado
con un organismo de investigación); y para los profesionales altamente
cualificados (incluidos en este régimen los extranjeros titulares de una
«tarjeta azul UE»).
2. El régimen de los trabajadores de temporada, se dirige a extranjeros
nacionales de países con los que España haya firmado acuerdos sobre
regulación de flujos y que, naturalmente, residen fuera de España (art.
42).
3. Los trabajadores transfronterizos y en régimen de prestación
transnacional de servicios:
a) Los primeros, son trabajadores extranjeros que residen en zonas
fronterizas desarrollando su actividad laboral en estas, pero no
residen en territorio español (art. 43).
b) Los segundos, son trabajadores extranjeros que dependen
laboralmente de una empresa establecida en un Estado no miembro
de la UE ni del Espacio Económico Europeo que es desplazado
temporalmente a España para realizar una actividad laboral (art. 110-
116 RLOEx).
4. El régimen de contratación en origen depende de las previsiones que
anualmente establezca el Gobierno, teniendo en cuanta la situación
nacional de empleo (art. 39). Se trata de cubrir —para un periodo
determinado y por extranjeros que no residan en España— ciertas
ocupaciones o actividades para las que resulta insuficiente la «mano de
obra interna». En este contexto, el Gobierno podrá establecer un número
de visados para la búsqueda de empleo, dirigidos a hijos o nietos de
españoles de origen (que evidentemente no tienen nacionalidad
española), o, a determinadas ocupaciones.
5. El grupo a que se refiere la Ley 14/2013 (inversores,
emprendedores, profesionales altamente cualificados, investigadores y
trabajadores que efectúen movimientos intraempresariales dentro de la
misma empresa o grupo de empresas) que toma en cuenta no solo la
situación concreta del mercado laboral interno, sino también la
contribución al crecimiento económico del país (Exposición de Motivos).
No obstante, sus destinatarios no están exentos de la obtención de
visado de entrada y de la obtención, en su caso, de la correspondiente
autorización de residencia o de residencia y trabajo.
5. EL RÉGIMEN SANCIONADOR
El incumplimiento o contravención de la normativa de extranjería puede dar
lugar a la comisión de infracciones administrativas de carácter leve, grave o
muy grave (arts. 51 y ss). Estas infracciones se sancionan generalmente con
multas que oscilan entre 500 euros (las leves) hasta 100.000 euros (las muy
graves). Atendiendo a la gravedad de la infracción, la sanción puede consistir
132
en la expulsión del territorio español (art. 57 LOEx). De forma muy
esquemática se explican a continuación:
133
permisos no se han renovado o han caducado: el extranjero carece de
autorización para encontrarse en España).
134
traspasado las fronteras» de su Estado, queda sometido única y
exclusivamente al Derecho interno de su Estado. Se suscita así la cuestión
acerca de si el régimen privilegiado de los ciudadanos de la Unión y asimilados
es de aplicación a los nacionales españoles cuando no han ejercido su derecho
a la libre circulación. Una interpretación en este sentido supondría aplicar la
normativa general a los familiares de dichos españoles «sedentarios». Así se
desprende de la redacción del artículo 2.1 del RD 240/2007 cuando señala que
el mismo se aplica (…) a los familiares de ciudadano de otro Estado miembro
de la Unión Europea (…). El TS en su Sentencia de 1 de junio de 2010 ha
declarado nula dicha expresión y ha entendido que, al haberla dejado sin
efecto, «han sido equiparados los familiares de ciudadanos europeos españoles
a los familiares de ciudadanos europeos no españoles» (FJ 11.b in fine).
135
2. Si la permanencia es superior a 3 meses, entonces se «activa» el
derecho de residencia, siempre que concurran determinadas
circunstancias, exigiéndose, además, la inscripción en el Registro Central
de Extranjeros (los familiares, serán documentados con una «tarjeta de
residencia de familiar de ciudadano de la UE», cuya vigencia será de 5
años).
3. Residencia permanente. Es una situación definitiva que adquieren las
personas cuando hayan residido en España durante un periodo
continuado de cinco años. Solo podrá perderse por ausencia durante más
de 2 años consecutivos. En ocasiones, la residencia permanente se
puede adquirir antes de que finalice dicho periodo de 5 años (personas
que acceden a la jubilación, con derecho a pensión, personas a las que
se les declare una incapacidad permanente, etc.).
136
exclusivamente en la conducta personal de la persona afectada (art. 15.5). Por
otra parte, una decisión de expulsión no podrá adoptarse si la persona
concernida hubiera residido en España durante los 10 años anteriores, o si
fuera menor de edad, salvo si la repatriación es conforme al interés superior
del menor (art. 15.6). Además se eliminan, como posibles causas de expulsión,
la caducidad de la documentación identificativa o, en su caso, de la tarjeta de
residencia (art. 15.7) y el incumplimiento de la obligación de solicitar el
certificado de registro o la tarjeta de residencia en su caso, sin perjuicio de las
sanciones pecuniarias procedentes.
Finalmente, solo las enfermedades con potencial epidémico, tal y como se
definen en los instrumentos de la Organización Mundial de la Salud, son
dolencias que pueden justificar la adopción de alguna de las medidas a las que
nos estamos refiriendo (art. 15.9). Con el objeto de salvaguardar las garantías
jurídicas, la resolución de expulsión requerirá la intervención de la Abogacía
del Estado (art. 16). Si se solicitara como medida cautelar la suspensión de la
ejecución, con carácter general, se paralizará hasta tanto se haya decidido
sobre la medida cautelar (art. 17).
137
sobre el Derecho que debe regirla. Dado que, por definición, en la relación o
situación considerada existen elementos que la vinculan con distintos sistemas
jurídicos, la cuestión será la de saber con cuál de ellos guarda una relación
más estrecha o, por decirlo con la terminología del mismo SAVIGNY, en donde
tiene su sede. De este modo, la respuesta a la pregunta sobre la capacidad del
peruano se hallaría en dos fases. En la primera, una norma (denominada
norma de conflicto) decidiría qué ley rige la capacidad de las personas,
designando, en hipótesis, bien la ley de la nacionalidad, bien la ley de la
residencia habitual. Despejada esa duda inicial, habría que buscar en la ley
designada —la española o la peruana— la regulación concreta sobre la
capacidad de las personas.
Pues bien, el análisis de cualquier sistema jurídico nos muestra que, en cuanto
a la ley aplicable a las relaciones privadas internacionales, las normas de
conflicto coexisten con normas materiales que desempeñan distintas funciones,
desde la regulación autónoma, al auxilio para la aplicación de otras normas. De
este modo, se impone el necesario equilibrio entre una irreductible
unilateralidad, pues es deber ineludible de todo ordenamiento jurídico fijar su
ámbito de aplicación personal y territorial, y una deseable apertura a la
aplicación de otros Derechos con los que la relación o situación privada se
encuentre significativamente conectada.
138
ordenamiento interno desde el que se sitúa, aunque difícilmente podrá ignorar
las exigencias del medio internacional sobre el que se proyecta.
139
los padres, tutores o de otro representante legal respecto de la persona o
los bienes del niño» (art. 1.2).
D) La lex mercatoria
En distinto orden de consideraciones, en este apartado hay que dejar
constancia de la formación en el tráfico internacional, a partir especialmente de
la segunda mitad del siglo XX y con apoyo en un desarrollo sin precedentes del
arbitraje internacional, de una denominada lex mercatoria de origen
consuetudinario, gestada en la práctica del tráfico comercial internacional. Esta
nueva lex mercatoria presenta a su favor la evidente adecuación de sus
soluciones a las exigencias de un tráfico internacional en que
consuetudinariamente se han gestado y consagrado por órganos corporativos,
como la Cámara de Comercio Internacional. No obstante, varios factores deben
contribuir a dimensionar en sus justos términos el alcance de esta normativa
consuetudinaria:
• De una parte, su carácter fragmentario aleja a esta normativa de su
posible consideración como sistema jurídico del comercio internacional.
• De otra, el reconocimiento por los Estados de los laudos arbitrales, que
no aplican un ordenamiento estatal sino tales normas «anacionales», es
una decisión que depende de cada Estado.
• Por último, por «idóneas» que sean las normas consagradas, no cabe
olvidar que también en el comercio internacional existen fuertes y
débiles que requieren protección, y unos intereses generales que hay
que preservar.
De ahí que, pese al interés teórico y práctico que suscita, la lex mercatoria
está lejos de ser una panacea.
140
2. LAS DENOMINADAS «NORMAS DE EXTENSIÓN»
Con esta expresión un sector de la doctrina designa aquellas normas que
proyectan la solución consagrada para los supuestos puramente internos a
situaciones o relaciones del tráfico jurídico en que concurren elementos de
extranjería. En tales casos, el legislador no ha contemplado ab initio la
situación o relación internacional, sino que, una vez reguladas las situaciones o
relaciones internas, considera que las soluciones alcanzadas deben proyectarse
también al tráfico externo.
Tal situación puede producirse cuando el legislador se vale de una norma
material para hacer prevalecer concretas concepciones del Derecho interno en
supuestos conectados con otros ordenamientos jurídicos. Tal sería el caso, en
el Derecho español, del artículo 733 del CC, cuando niega validez al
testamento mancomunado otorgado por españoles en el extranjero, aunque
fuera válido en el país en que se otorgue, o del artículo 732, pár. tercero, del
mismo cuerpo legal, que autoriza el testamento ológrafo de los españoles en el
extranjero, incluso en los países que no lo admiten.
En otras ocasiones, la «extensión» del ámbito de aplicación del propio
ordenamiento puede ser más genérica. Así se consideraba, como ejemplo
paradigmático, el artículo 1.4 ET que conducía a la aplicación de la normativa
laboral española en determinados supuestos, al margen de lo dispuesto por la
norma de conflicto española en materia de contrato de trabajo individual.
A grandes rasgos podría decirse que, en el marco del Derecho público, existen
normas imperativas con una finalidad de protección, junto a otras que cabría
141
calificar de dirección. Entre las primeras hay que situar, por ejemplo, las
normas destinadas a la protección de adultos.
1. CONCEPTO
Junto a las normas materiales sustantivas, que aportan una solución directa a
las cuestiones suscitadas, el DIPr aborda la regulación del tráfico jurídico
externo recurriendo a otro tipo de normas; en este caso, normas indirectas. El
142
mecanismo es simple: puesto que, por definición, las relaciones de tráfico
externo están vinculadas con más de un ordenamiento jurídico, la función de la
norma de conflicto es seleccionar cuál de ellos es el que se encuentra mejor
situado para su regulación.
Cuando recurre a esta técnica, el punto de partida del legislador es
necesariamente la relación o situación internacional, debiendo decidir cuál de
entre los ordenamientos conectados con el supuesto debe aportar la solución
material que se busca.
Aplicar una norma de conflicto implica:
1. Una cierta neutralización del propio Derecho, ya que la norma de
conflicto admite, por hipótesis, que la respuesta jurídica la proporcione
otro ordenamiento jurídico; en este sentido, por su apertura a una
pluralidad de ordenamientos, la norma de conflicto ha de calificarse
como internacionalista.
2. La aplicación de una norma de conflicto comporta una doble operación,
ya que, tras la localización del supuesto en un ordenamiento jurídico
dado, habrá que, a continuación, averiguar la regulación material que de
él hace la normativa declarada aplicable.
143
En cuanto a sus fuentes de producción, las normas de conflicto pueden ser de
1
fuente interna, 2de fuente internacional o 3tener su origen en el Derecho de la
UE. Los convenios sobre la ley aplicable han dominado el panorama
convencional hasta bien entrado el siglo XX, siendo en principio de aplicación
universal, término que se utiliza para indicar que la ley declarada aplicable por
la norma de conflicto convencional se aplica aunque pertenezca a un
Estado que no sea Parte en el Convenio; de este modo se produce un
desplazamiento de las normas de conflicto internas de los Estados partes por
las normas de conflicto pactadas.
También son frecuentes las normas de conflicto incluidas en textos europeos,
con la peculiaridad de que puede afirmarse, en principio, que se trata de
instrumentos que alcanzan un grado de detalle en la descripción de los
supuestos regulados que contrasta fuertemente con los tradicionales sistemas
internos.
Interesa destacar que cuando el legislador español intentó establecer un
«sistema de DIPr», se decantó claramente por un sistema de normas de
conflicto bilaterales o multilaterales.
144
detengamos en su análisis. Como se deduce de los ejemplos que hemos
utilizado hasta ahora, el punto de conexión es el elemento del supuesto de
hecho que el legislador considera determinante para otorgar su regulación a
uno u otro ordenamiento jurídico.
De forma inmediata la primera clasificación de los puntos de conexión se
refiere a su naturaleza, fáctica o jurídica. Así, el lugar de situación de un bien o
el de producción de un daño, pertenecerían a la primera categoría (fáctica); la
nacionalidad o el domicilio, entrarían en la noción de puntos de conexión de
naturaleza jurídica. Igualmente evidente es la distinción entre puntos de
conexión mutables e inmutables: en el ejemplo anterior serían mutables la
situación de un bien mueble, la nacionalidad o el domicilio, mientras que serían
inmutables el lugar de situación de un inmueble o el de producción de un daño.
Por otra parte, si bien la distinción entre puntos de conexión simples y
complejos no plantea especiales problemas, el tema se complica cuando
intentamos conceptualizar las conexiones complejas, según sean alternativas,
subsidiarias o cumulativas.
En cualquier caso, lo que interesa retener es que la panoplia de puntos de
conexión utilizados por el legislador al establecer las normas de conflicto no
obedecen a decisiones caprichosas, sino que están al servicio de la propia
concepción de la Justicia respecto del tráfico jurídico externo. Concepción en
que entrarán en juego, a veces, consideraciones sociológicas, y, en otros casos,
la finalidad última que, desde la óptica del legislador nacional, debería cumplir
la regulación del supuesto de hecho.
145
nacional del adoptando en lo que se refiere a su capacidad y
consentimiento necesarios, si residiera fuera de España o no adquiriera,
en virtud de la adopción, la nacionalidad española.
146
norma a continuación, como ejemplo de tal vínculo, la preexistencia de una
relación entre las partes, inter alia [entre otras cosas], porque estuvieran
vinculadas por un contrato relacionado con el hecho dañoso en cuestión.
147
De los ejemplos se puede inferir, con facilidad, que entre los Convenios que
establecen la colaboración de autoridades se distinguen dos tipos:
1. Aquellos que establecen autónomamente el deber de cooperar, sin
regular de modo simultáneo, ni los problemas de los tribunales
competentes, ni los del Derecho aplicable.
2. Los textos que tratan de la cooperación entre autoridades, como un
complemento de la regulación de dichos problemas.
Otros criterios de clasificación serían posibles, distinguiendo, por ejemplo,
entre los Convenios que prevén la creación de autoridades centrales, que
canalicen la cooperación, y convenios de cooperación horizontal entre las
autoridades competentes en el plano interno.
Un último apunte sobre las funciones encomendadas a las autoridades
centrales, convencionalmente establecidas para organizar de manera específica
la cooperación. Sin ánimo de exhaustividad, dichas funciones son, en principio:
1. De información del propio Derecho y de los mecanismos internos.
2. De mediación o buenos oficios con la otra parte afectada.
3. De instar la actuación judicial en representación de los particulares que
no residen en el propio país.
148
1. El cambio de las normas del DIPr de la lex fori.
2. El cambio en el Derecho extranjero aplicable según la norma de conflicto
del foro.
Otro problema radicalmente distinto, ya que no se trata de cambio de normas,
pero que también deriva del factor tiempo, es el llamado «conflicto móvil», que
ha de solventarse fijando el momento en que opera la determinación del factor
de conexión cuando éste es variable (así, por ej., en el marco del artículo 9.1
del CC, si el interesado cambia de nacionalidad o, en el caso de un bien
mueble, si éste es desplazado al territorio de otro Estado).
149
En la práctica, las tres soluciones propuestas desembocan, en definitiva, en
una necesidad de estar al caso concreto, en que lo importante es atender a la
naturaleza de la relación y a la distinción entre la validez del acto y la
continuidad y el carácter de sus efectos. Si la validez ha de mantenerse
inalterada, en cuanto a los efectos jurídicos podría distinguirse entre los que
tienen 1una realización temporal concreta (p. ej., entrega de la cosa en el
contrato de compraventa) y 2los que se prolongan en el tiempo (p. ej.,
filiación), respecto de los que la doctrina se inclina por su sumisión a la ley
señalada en la última conexión.
La mejor solución, y en ello está de acuerdo la doctrina, es la preventiva; es
decir, que sea la misma norma de conflicto la que establezca las posibles
consecuencias de la alteración de la concreción en el tiempo del o de los
puntos de conexión.
150
extracontractual (norma aplicable R. Roma II); problema de sucesiones
(norma a aplicar el R. de sucesiones); etc.].
2. Ha de determinar el punto de conexión que en la norma de conflicto
vincula la situación con un orden jurídico concreto, de tal modo que a
través de él se localice el Derecho material aplicable [p. ej., la ley del
país donde se ha producido el daño; la ley del país donde tiene su
domicilio la empresa; etc.].
3. Ha de determinar dentro de ese Derecho concreto, qué parte del mismo
es la destinada a regir la situación planteada [p. ej., si se determina que
la ley aplicable es la francesa, habría que determinar que normas del
ordenamiento de ese país son aplicables a la situación planteada].
El término «calificación» ha sido utilizado para designar estos tres problemas
del proceso de aplicación de la norma de conflicto.
151
precisamente por aparecer inserta en una relación jurídica de tráfico
externo, aspira a producir ciertos efectos en el foro.
152
Por otro lado, y para solucionar estos problemas calificatorios, tanto en los
Reglamentos de la Unión Europea, como en los Convenios internacionales se
procede en muchas ocasiones a definir el significado concreto de los supuestos
o conceptos insertos en las normas llevando a cabo una «calificación
autónoma», a través de normas materiales.
153
Una vez elegida la norma de DIPr aplicable, es necesario proceder a la
concretización del punto de conexión que, en el caso de las normas de conflicto,
nos conducirá al ordenamiento jurídico concreto que ha de ser aplicado.
Tradicionalmente se ha hecho una distinción entre:
• Puntos de conexión fácticos (p. ej., lugar de situación del inmueble), no
plantean problema alguno de método.
• Puntos de conexión jurídicos (nacionalidad, domicilio, etc.). Pueden
surgir problemas:
a) Porque los ordenamientos en presencia den distintos significados al
concepto jurídico utilizado como punto de conexión (distinta
concepción del domicilio, p. ej.).
b) Porque la concretización del mismo plantee especiales dificultades
(lugar de celebración del contrato).
Actualmente, la doctrina mayoritaria está de acuerdo en que se trata de un
problema de interpretación de la norma de conflicto que ha de ser
resuelto por el sistema legal a que dicha norma pertenece (en nuestro
caso, será interpretado por la ley española en aplicación del art. 12.1 CC). La
excepción a este principio vendría dada por la conexión nacionalidad, que sólo
podrá determinarla la lex fori cuando se trate de su propia nacionalidad. En los
demás casos, para determinar si un individuo tiene o no una nacionalidad
extranjera habrá que estar a las leyes del Estado en cuestión. Una dificultad
adicional puede surgir en el caso de que una persona tenga dos nacionalidades.
La solución a este problema se estudia en la parte relativa a «los conflictos de
nacionalidad».
Finalmente, en el supuesto de puntos de conexión «abiertos» o «flexibles» en
los que el legislador enuncia un criterio de elección (conceptos indeterminados
como «relación más significativa» o «conexión más íntima»), la dificultad
radicará, para el juez, en encontrar en cada caso concreto la interpretación
correcta.
3. EL CONFLICTO DE CALIFICACIONES
Una vez seleccionada la norma de conflicto y determinado el punto de
conexión, nos encontramos ante la legislación que ha sido designada como la
más adecuada para resolver el problema planteado. Ahora bien, también
dentro de ese Derecho es necesario individualizar las reglas concretas
aplicables al supuesto. Es aquí donde puede surgir el llamado «conflicto de
calificaciones» que, en este caso, se refiere a la calificación de la norma
reclamada. ¿Ha de procederse a una calificación de la norma material
extranjera para saber a qué categoría jurídica pertenece en su propio
ordenamiento (calificación según la lex causae)? o simplemente ¿aplicamos al
supuesto las disposiciones extranjeras, a las que nos ha remitido la norma de
conflicto del foro, sin interesarnos en qué categoría están clasificadas?
154
americano como aplicable, se comprobó que la prescripción no estaba
considerada en ese ordenamiento bajo la categoría «obligación», sino
como límite procesal al ejercicio de la acción y, por tanto, regido por la
lex fori, única aplicable al desarrollo del proceso, y que, como tal, no
podía ser aplicada por el Tribunal alemán. El Tribunal tenía dos opciones
ante sí. Por un lado, aplicar el Derecho americano referente a la
prescripción sin preguntarse la categoría jurídica a la que pertenecía, es
decir, sin tener en cuenta la calificación otorgada a esa norma por la lex
causae. Por otro lado, (que fue lo que hizo), tener en cuenta la
calificación de la lex causae americana, y, en consecuencia, al no
disponer de norma legal que le permitiera declarar la prescripción,
consideró que el efecto de comercio no había prescrito. Y ello pese a que,
tanto según el Derecho de obligaciones alemán como según el Derecho
procesal americano, la solución correcta era la contraria.
A través de esta sentencia podemos ver hasta qué punto lo que hemos llamado
primera calificación (la del supuesto) y la segunda (de la norma a aplicar)
están íntimamente ligadas, de manera que si aceptamos la calificación fori
para la primera, el elegir la calificación causae para la segunda lleva, bien a
una laguna de leyes a aplicar, bien a un cúmulo de las mismas. Evidentemente,
si, para seguir con el ejemplo, en la primera calificación —la que le permitió
seleccionar una norma de conflicto—, el Tribunal alemán optó por calificar la
prescripción como perteneciente al Derecho de obligaciones, frente a la
calificación «procesal» que le otorga la ley americana, resulta lógico que la
aplicación de esa norma de conflicto le condujera a una «laguna» en el
Derecho americano, ya que en ésta la prescripción se regula en otra rama
jurídica.
Dejando de lado algunos casos excepcionales, a los que luego nos referiremos,
se puede considerar que el Tribunal, una vez elegida la norma de conflicto, y,
por tanto, el ordenamiento aplicable, ya no ha de preocuparse de la categoría
jurídica a que pertenece la norma reclamada; y es que ése, en definitiva, es un
problema cuya solución ha quedado predeterminada en la primera fase. En la
práctica, a partir de ese momento, cuando el Tribunal del foro acude a la ley
extranjera reclamada lo hace para resolver la existencia de un derecho, los
incidentes que hayan podido modificarlo, etc.; en suma, para resolver el tema
en litigio bajo su jurisdicción, aplicando las normas extranjeras, con
independencia de la categoría jurídica a que pertenezcan en el ordenamiento
en que se insertan. Si el caso planteado es lo suficientemente preciso, no se
plantea, pues, problema de calificación. Sólo excepcionalmente, si el caso se
ha planteado en términos amplios y, además, han sido dos o más las normas
de conflicto aplicadas y dos o más los derechos reclamados, el papel del foro
será mayor. En efecto, ante este verdadero conflicto de calificaciones, el juez
ha de proceder a una calificación de las normas sustantivas, determinando la
esfera de aplicación de cada una de las leyes en presencia, calificándolas de
acuerdo a las categorías del foro para evitar que se produzca una laguna o
cúmulo ante las diferentes calificaciones de los Derechos en presencia.
Pero esta aplicación distributiva de leyes materiales distintas a un mismo
problema, de manera que no se produzca un resultado injusto, es una labor
155
que no puede resolverse a través de la calificación, sino de la adaptación, tema
del que nos ocupamos en el Tema siguiente.
1º. La reducción del estudio del fraude a la ley al área del Derecho aplicable
deriva de la época en que sólo ese sector se consideraba parte de nuestra
disciplina. En este ámbito, se trata de la utilización de una norma de conflicto
para eludir el ordenamiento normalmente aplicable, y se define como «la
alteración maliciosa por alguna de las partes de la situación jurídica o de hecho
utilizada por la norma de conflicto como punto de conexión, de tal manera que
el reclamo de la norma se hace a un Derecho distinto de aquel que hubiera
sido aplicable». El fraude a la ley en este sentido se define en el artículo 12.4
de nuestro CC, que puede operar tanto en los conflictos internacionales como
en los internos, siendo más frecuente en estos últimos.
156
vecindad civil común de eludir la norma que impone la legítima a los
descendientes a través de la adquisición de la vecindad civil en Navarra.
3º. El fraude a las normas de extranjería suele realizarse a través del fraude a
las normas de nacionalidad, y con la finalidad de evitar la aplicación de las
primeras. Por ejemplo, para evitar la expulsión del territorio nacional, el
extranjero puede adquirir la nacionalidad española, a través de los medios ya
descritos en el apartado anterior.
157
simplemente utilizar, como veremos en la parte relativa al Derecho procesal
internacional, el control de la competencia del tribunal extranjero que dictó la
decisión, impidiendo de este modo su reconocimiento en el foro.
158
3º. En el caso de fraude a las normas de competencia judicial, la sanción viene
dada por la ineficacia en el foro de la decisión judicial extranjera
denegando su reconocimiento.
159
foro, por un Derecho distinto a como lo sería según el sistema de DIPr
aplicable a la cuestión principal.
3. La solución material al problema ha de ser distinta, según la aplicación
de uno u otro derecho. Si fuera la misma, estaríamos ante un «falso
problema».
160
Reglamento. Es decir, las normas de conflicto del Reglamento se aplicarán al
divorcio y la separación pero las cuestiones previas (capacidad, validez del
matrimonio etc.) se resolverán conforme al sistema de DIPr del tribunal que
conoce del asunto.
Ahora bien, si la cuestión previa ha sido resuelta, por ejemplo, por una
sentencia judicial en el país que va a regular la cuestión principal, la solución
no tiene duda: esa resolución habría de ser tomada en consideración por el
Tribunal que está resolviendo la cuestión principal.
161
sucesión (comparar la adopción según la entiende la norma sucesoria aplicable
con lo que entiende por adopción la ley extranjera), de tal modo, que ésta
pueda ser aplicada. Si las funciones de ambas instituciones son equivalentes,
esta integración podría llevarse a cabo. Ahora bien, la resolución de estos
problemas es difícil, pues la variedad de instituciones y de supuestos en la que
puedan plantearse, hace imposible dar soluciones sistemáticas.
162
1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil (art. 282 LEC 2000), cuya
regulación permite una interpretación diferente en cuestiones concretas.
Complementariamente la Ley 29/2015, de 30 de julio, de Cooperación Jurídica
internacional ha introducido algunas novedades (arts. 31-36 LCJI).
El régimen de la alegación y prueba del derecho extranjero depende del valor o
la naturaleza que se atribuya al derecho extranjero. Cabe diferenciar dos
concepciones: para unos sistemas, el derecho extranjero es derecho igual que
el derecho interno, mientras que en otros se equipara a los hechos. El derecho
extranjero recibe un tratamiento diferente en cada sistema, condicionando así
la actuación judicial.
• Una gran mayoría de sistemas, y desde luego el español, equiparan el
derecho extranjero al tratamiento de los hechos; de modo que la
centralización de la carga de la alegación y prueba recae sobre la parte
que lo invoca o pretende hacerlo valer en su pretensión. La autoridad no
está obligada a aplicar de oficio el derecho extranjero pero espera que
las partes lo invoquen. Esta es la solución casi constante de la
jurisprudencia española en interpretación del artículo 12.6.2 CC,
confirmando que el principio iura novit curia no extiende la obligación del
juez hacia el derecho extranjero.
• Cabría pensar que el derecho extranjero es considerado como «Derecho,
aunque extranjero». Esta concepción implica que las partes alegan y
prueban el derecho extranjero, al tiempo que el juez puede cooperar en
el establecimiento de su contenido. El tratamiento procesal que recibe se
erige aquí en tertium genus.
163
Pero si no se invocara, el sistema de DIPr se convierte de facto en
facultativo para las partes. Esta interpretación entraña el riesgo de dejar
a las partes la decisión de invocar y probar el derecho extranjero, con el
inconveniente de que bastaría con no alegarlo cada vez que la solución
del derecho extranjero no convenga a sus intereses.
2. Cabría concluir que la colaboración entre juez y parte en este ámbito ha
girado dando mayor iniciativa al juez (por la relación entre el art. 282 y
281.2). Esta misma idea parece avalada por el nuevo artículo 33.1 LCJI,
como veremos a continuación.
3. Aunque no parece que el juez tenga ni obligación de proceder a ello, ni
cauce para hacerlo de oficio; excepto en los supuestos en que la prueba
del derecho extranjero resulte insuficiente, en cuyo caso el artículo 429.1
LEC 2000 permite que el órgano competente indique durante la práctica
de la prueba la ausencia de elementos para formar su convicción.
De ahí que el problema fundamental reside en cómo ha de proceder el juez
ante la falta de alegación o prueba del derecho extranjero.
164
• Se convida al juez a actuar y a resolver la pretensión conforme a
derecho español. El artículo 33.3 LCJI dispone que: «Con carácter
excepcional, en aquellos supuestos en que no haya podido acreditarse
por las partes el contenido y vigencia del derecho extranjero, podrá
aplicarse el Derecho español».
La alusión al carácter «excepcional» de la intervención judicial que además es
facultativa para el juez —«podrá»—, permite concluir que esa carga solo se va
a asumir por el juez en supuestos contados. Así, cuando estén en juego los
derechos fundamentales de las partes o cuando la desestimación de la
demanda comporte un perjuicio tan grave que suponga una vulneración del
derecho fundamental a la tutela judicial.
A) Objeto de la prueba
El objeto de la prueba es el Derecho extranjero. Éste deberá ser siempre
probado (art. 281.2 LEC 2000) y, por tanto, se excluye la aplicación del
artículo 281.3 LEC 2000, a cuyo tenor, se eximen de prueba los hechos sobre
los que exista conformidad de las partes.
Deberá ser probado «en lo que respecta a su contenido y vigencia» (art.
281.2). El juez debe quedar convencido tanto de que el derecho alegado es
aplicable al caso, como de su contenido, vigencia e interpretación. Es necesario
probar el sentido, alcance e interpretación que la disposición invocada posea
en cada ordenamiento. Ello exige, en consecuencia, la prueba de la
jurisprudencia de los tribunales del país al que pertenece el derecho alegado;
esto es, que no basta la «cita aislada» de preceptos legales de un
ordenamiento extranjero. Se requiere demostrar, además, que es derecho en
vigor y no una norma o jurisprudencia vigentes en tiempo pasado. En principio
corresponde a la parte que lo invoque. Dispone de todos los medios de prueba
para convencer al juez sobre estos extremos.
De nuevo se parte en el tema de la prueba de la cuestión de si cabe la
colaboración entre juez y partes, sin olvidar que el mandato dirigido al juez es
un quehacer facultativo («pudiendo valerse…» o «podrá acordar…»). En el
supuesto de que las partes, aún argumentando en torno al derecho extranjero,
no lo prueben, la solución de la jurisprudencia es la misma que en la cuestión
anterior: la aplicación subsidiaria del derecho español. Se impone pues,
como solución general, la aplicación de la ley española si las partes no
prueban el derecho extranjero alegado.
Ahora bien, cuando el derecho extranjero haya sido introducido por la parte en
el proceso y haya sido imposible su prueba por causas ajenas a ella (es decir,
si ha utilizado todos los medios a su alcance sin éxito), la colaboración del juez
pasa de ser facultativa a ser obligatoria.
B) Momento de la prueba
165
La prueba debe practicarse al tiempo de las demás. Para el demandante, el
momento se corresponde con el de la interposición de la demanda. Para el
demandado, el momento será el de la contestación. El momento procesal
oportuno será, según la jurisprudencia del Tribunal Supremo (basada en la
antigua LEC), aquel en que pueden aportarse los hechos al proceso: primera
instancia y en el escrito de demanda o de contestación a la misma.
C) Medios de prueba
Caben pues, los medios de prueba habituales en el proceso abierto en España.
El artículo 281 LEC 2000 señala que el Tribunal puede valerse de «cuantos
medios de averiguación estime necesarios para su aplicación». Ahora bien, de
los medios enumerados en el artículo 299 LEC 2000, únicamente serían
utilizables, por la naturaleza del objeto a probar, las pruebas documentales y
el dictamen de peritos.
166
vigencia del derecho extranjero de acuerdo con las reglas de la sana
crítica (art. 33.2 LCJI).
2. Se rechaza que el informe o dictamen, nacional o internacional —sic—
pueda tener carácter vinculante para los órganos judiciales españoles
(art. 33.4 LCJI). De modo que ningún medio de prueba vincula al juez.
167
La prueba del derecho extranjero en el ámbito registral y notarial recibe
también el tratamiento procesal de los hechos (art. 282 LEC). Pero ofrece sin
embargo ciertas particularidades respecto al régimen de aplicación judicial del
derecho extranjero.
3º. La principal singularidad es que las normas reguladoras del Registro civil,
del Registro de la propiedad, del Registro mercantil y de la actividad notarial,
autorizan a autoridades registrales y notariales a aplicar el derecho extranjero
por su conocimiento privado, sin necesidad de prueba por las partes.
Dichas autoridades no están, pues, obligadas a conocer el derecho extranjero,
como tampoco a realizar esfuerzo alguno más allá de lo razonable, para
conocerlo. La indagación del contenido del ordenamiento extranjero designado
competente por la norma de conflicto española es, pues, una facultad. Pero por
si alguna razón lo conociesen, podrán aplicarlo de oficio.
168
extranjera del acto en sí, (2º.) decidir sobre la capacidad de los
intervinientes, y (3º.) sobre la regularidad formal del documento.
Dejando claro que la inacción de la parte en este punto conlleva la
denegación de la inscripción.
Tales extremos pueden ser acreditados por informe emitido, bien (1º.) por
Notario o Cónsul español, bien (2º.) por diplomático o cónsul o autoridad
competente del país cuya legislación actual resulte aplicable (art. 100.1 LRC).
(3º.) Más útil y rápida resultará la colaboración de los cónsules extranjeros
(del país de procedencia) acreditados en España.
En el ámbito notarial el medio de prueba de la capacidad para otorgar
escrituras ante notario español es la certificación consular, aunque la
jurisprudencia parece adscribirse a la admisión de cualquier otros medio de
prueba admitido en Derecho español.
III. EL REENVÍO
El reenvío se plantea al individualizar la consecuencia jurídica, es decir, la
respuesta material en el marco de un ordenamiento extranjero.
1. CONCEPTO
El legislador quiere que la cuestión que se ventila en España y conforme a la
norma de conflicto española sea resuelta de igual modo a cómo sería si la
cuestión litigiosa se suscitara ante esa otra jurisdicción. Por eso el mandato de
remisión que efectúa la norma de conflicto española en favor de un
ordenamiento extranjero se entiende hecho a la totalidad de dicho
ordenamiento. Dicha remisión comprende también sus propias normas de
conflicto. De modo que, puede ocurrir que aquel utilice, para la misma materia,
una conexión distinta de la que utiliza la norma de conflicto española.
169
en cuenta el reenvío que sus normas de conflicto puedan hacer a otra ley que
no sea la española».
2. CLASES
Cabe identificar dos tipos según el alcance de la remisión:
1. En el ejemplo del inglés fallecido en España con bienes en nuestro país,
la cuestión reside en si se debe admitir o no el reenvío de retorno que el
ordenamiento británico provocaría a favor del ordenamiento español
(reenvío de retorno o de primer grado).
2. Cabe además la posibilidad de que la norma de conflicto extranjera
designara un tercer ordenamiento: por ejemplo, si en nuestro caso
resulta que los bienes radican en el ámbito de un ordenamiento que no
fuera ni el español ni el británico (reenvío de segundo grado). Este
segundo tipo de reenvío tiene lugar cada vez que el ordenamiento
designado por la norma de conflicto del foro, a partir de su propio
sistema conflictual, localice la cuestión bajo el ámbito de un tercer
ordenamiento, distinto de los anteriores.
Nótese que el artículo 12.2 CC únicamente admite el primer tipo:
cuando la remisión de la norma de conflicto del ordenamiento inicialmente
designado tiene lugar a favor de la ley (material) española: éste se admitirá y
se aplicará el Derecho interno español; pero si la remisión o reenvío es a otro
Derecho extranjero, el juez español aplicará de oficio el Derecho interno inglés.
170
toma en consideración la libertad de testar como valor imperante en el
sistema norteamericano de referencia (en un supuesto en que el
causante falleció en España testando en perjuicio de sus hijos, lo cual no
hubiera sido posible si la sucesión queda sujeta a Derecho material
español, donde impera el sistema de legítimas a favor de los hijos).
1. CONCEPTO
En la búsqueda de la respuesta material aplicable al caso, una dificultad
adicional puede surgir cuando en el ordenamiento designado por la norma de
conflicto española coexisten una pluralidad de ordenamientos jurídicos
potencialmente aplicables a la cuestión planteada. Esto ocurre cada vez que el
ordenamiento extranjero constituye lo que técnicamente se denomina un
ordenamiento jurídicamente complejo u ordenamiento no unitario en Estados
plurilegislativos. La referencia a un Estado plurilegislativo es el problema al que
da respuesta el artículo 12.5 CC.
La base del Estado plurilegislativo puede ser territorial, cuando dentro de un
mismo Estado coexisten dos o más unidades territoriales con competencia
normativa atribuida para dictar normas en materia de Derecho privado (sería
el caso de España, en virtud de los dispuesto por el artículo 149.1.8 CE). Da
lugar a conflictos interterritoriales que pueden tener repercusiones o verse
involucrados con un conflicto internacional.
Recordemos también que la pluralidad legislativa dentro de un mismo Estado
no afecta por igual a todas las materias. El ámbito de materias en el que se da
una mayor incidencia del fenómeno plurilegislativo es el referente al derecho
de familia y sucesiones. Por el contrario, su incidencia es menor en el ámbito
patrimonial y económico.
2. CLASES
Las normas de remisión son de distintos tipos:
1. La remisión será indirecta cuando la norma de conflicto del foro se
entiende hecha a la norma de conflictos internos del ordenamiento
extranjero designado (normas del tipo del art. 16 CC).
2. Directa, cuando la norma de conflicto no designaría en puridad el
ordenamiento de un Estado sino la ley de una unidad territorial dentro
171
del Estado (el lugar de la residencia habitual o de producción del
accidente).
3. Mixta, combinando las anteriores.
La solución del artículo 12.5 CC responde al sistema de remisión indirecta, al
disponer: «Cuando una norma de conflicto remita a la legislación de un Estado
en el que coexistan diferentes sistemas legislativos, la determinación del que
sea aplicable entre ellos se hará conforme a la legislación de dicho Estado».
El artículo 12.5 CC posee un ámbito de aplicación muy amplio. En un doble
sentido: por una parte, es de aplicación tanto a conflictos interpersonales como
interterritoriales; por otra, opera con independencia de que la conexión
escogida por la norma de conflicto reguladora sea la nacionalidad o cualquier
otra.
172
que designe el criterio de conexión utilizado, normalmente la residencia
habitual del menor (art. 48 y remisión al 47).
V. LA ADAPTACIÓN Y LA TRANSPOSICIÓN
Un problema adicional tiene que ver con la falta de concordancia entre la
regulación conflictual de los ordenamientos en presencia —el derecho del foro
y el ordenamiento llamado a resolver la cuestión—, y la discordancia puede
alcanzar las soluciones materiales. En ocasiones las discordancias entre los
sistemas de DIPr en presencia está prevista en la propia norma. Pero la
tendencia es reconocer al juez o autoridad competente el deber de coordinar el
contenido de dos o más leyes materiales.
1. ADAPTACIÓN
La adaptación puede ser una técnica de prevención de las dificultades
señaladas cuando aparece recogida en una norma de conflicto.
El art. 9.8 último inciso CC, establece que los derechos del cónyuge
supérstite están sujetos a la ley rectora del régimen económico, pero
deja a salvo las legítimas de los descendientes, que se regirían por la
aplicable a la sucesión. El legislador tenía prevista una solución justa
para el cónyuge supérstite: a un régimen de separación le corresponden
mayores derechos hereditarios y a un régimen de gananciales, una parte
de la herencia más reducida. Cuando son dos los sistemas jurídicos en
presencia, uno el que rige la sucesión y otro el régimen de bienes, se
podía dar el caso en que el cónyuge quede excesivamente beneficiado o
lo contrario. Es aquí donde aparece la necesidad de armonizar ambas
leyes para llegar a un resultado justo.
El legislador puede utilizar una norma material para ajustar el contenido de las
leyes (la ley rectora del régimen de bienes y la de la sucesión) y así eliminar la
falta de coordinación.
Ahora bien, dada la multiplicidad de supuestos y variantes de inadaptación que
en la práctica pueden darse, los sistemas de DIPr (entre ellos, el español) no
dan una respuesta global. La adaptación aparece como una técnica de solución:
se trata de proceder a adaptar normas materiales que, procedentes de
distintos sistemas jurídicos, no están concebidas para funcionar conjuntamente.
Corresponde al juez proceder a la armonización de los derechos materiales
implicados: bien por una aplicación distributiva de las distintas leyes materiales,
173
bien de su armonización en la búsqueda de una solución materialmente justa
en el caso concreto.
2. TRANSPOSICIÓN
La diversidad material provoca asimismo supuestos de transposición.
Consistiría en «transportar una relación jurídica de un sistema jurídico
extranjero en el cual esta relación se ha constituido, a otros sistema jurídico
que desconoce esa institución o conociéndola la dota de distinto carácter». El
hecho de que el ordenamiento español no conozca una determinada institución
o la caracterice de un modo diferente no debe ser motivo suficiente para
denegarle toda eficacia. Eso sí, reconocerla presupone que se de una cierta
equivalencia entre la institución extranjera y una institución prevista por la ley
española. La equivalencia se establecerá a partir de un análisis comparativo de
los derechos materiales enfrentados, de suerte que el resultado final pueda
resultar «aceptable» para los ordenamientos implicados.
La transposición, como la adaptación, requieren la intervención judicial o la de
otras autoridades competentes (notarios, registradores).
El ámbito de los derechos reales sobre bienes inmuebles es rico en ejemplos
de auténticos supuestos de transposición. El problema estriba, por ejemplo, en
reconocer los efectos extraterritoriales de las garantías mobiliarias en los
supuestos de desplazamiento más allá del Estado donde se constituyen, siendo
éste un sector marcado por las divergencias entre los derechos materiales
involucrados. La transposición consistiría en reconocer la validez y el efecto
frente a terceros de las garantías constituidas en el extranjero y al amparo de
una ley extranjera, buscando en el ordenamiento —español— un tipo de
garantía que cumpla una función equivalente.
174
que así se plantea, el DIPr recurre a la que se denomina excepción de orden
público.
El orden público puede intervenir en la fase de identificación o concreción de la
ley aplicable, una vez aplicada la norma de conflicto, como veremos a
continuación. Es también un motivo de oposición al reconocimiento de
decisiones judiciales, documentos y certificaciones extranjeras.
1. CONCEPTO
El orden público se ha definido como «el conjunto de normas y principios que,
en un momento histórico determinado, reflejan el esquema de valores
esenciales, a cuya tutela atiende de una manera especial cada ordenamiento
jurídico concreto». Se tutelan pues los principios básicos o esenciales del
derecho del foro. Intervienen como una «barrera» frente a normas —y
decisiones— extranjeras susceptibles de vulnerar los principios y valores
fundamentales. En este sentido, cumple una función defensiva del
ordenamiento en la medida en que controla las consecuencias de aplicar una
ley o reconocer una decisión extranjera en el territorio del foro.
En la determinación del derecho aplicable, la regla general en la materia está
contenida en el artículo 12.3 CC, al disponer que: «En ningún caso tendrá
aplicación la ley extranjera cuando resulte contraria al orden público».
Se trata de una cláusula general que deja al criterio del juez o de la autoridad
competente la posibilidad de no aplicar el Derecho extranjero inicialmente
designado competente por la norma de conflicto española e invocada por las
partes. No es la única fórmula de orden público en nuestro ordenamiento, pues
cláusulas con una función similar se encuentran dispersas en leyes especiales y,
sobre todo, en Reglamentos europeos y Convenios internacionales sobre
distintas materias. Así, por ejemplo, el artículo 23 de la Ley de Adopción
internacional, en su redacción conforme a la Ley 26/2015, de 28 de julio, de
modificación del sistema de protección a la infancia y a la adolescencia,
establece como límite a la aplicación de la ley extranjera: «En ningún caso
procederá la aplicación de una ley extranjera cuando resulte manifiestamente
contraria al orden público español. A tal efecto se tendrá en cuenta el interés
superior del menor y los vínculos sustanciales del supuesto con España».
No necesariamente son acumulativas. La cláusula cumple una función de
ayuda al intérprete a la hora de considerar que es lo que debe defenderse
frente al exterior.
2. CONTENIDO
Para activar la cláusula de orden público es necesario decidir con carácter
previo cuáles son los principios o valores fundamentales e irrenunciables para
un ordenamiento. Dado que el contenido del orden público es esencialmente
nacional, solo podemos intentar identificarlo en el Ordenamiento español.
175
Así, se ha rechazado que la revocabilidad o irrevocabilidad del
testamento mancomunado prevista por el ordenamiento alemán pueda
constituir una cuestión de orden público que lleve a la exclusión del
derecho designado. Ante todo, porque aunque el testamento
mancomunado no es admitido por el derecho civil común, sí lo es en
otros derechos civiles, forales o especiales. Lleva razón el juzgador
cuando afirma que el orden público «engloba el conjunto de valores o
principios que inspiran y presiden el ordenamiento nacional, funcionando
como pauta para su funcionamiento correcto… y… para la tutela de la
integridad del mismo».
2º. Es la CE de 1978 el texto que fija el marco de legalidad. Así, entre los
principios y valores habría que incluir los derechos fundamentales reconocidos
por el Capítulo Primero del Título I de la CE (arts. 11-38). A destacar los
derechos a la tutela judicial efectiva (art. 24), de igualdad (arts. 14 y 32), al
honor y a la intimidad personal y familiar (art. 18) o a la libertad religiosa (art.
16). Derechos fundamentales todos ellos de protección «fuerte» pues, en el
ámbito interno, su vulneración comporta la posibilidad de hacerlos valer en
recurso de amparo ante el TC (art. 53). Un dato éste que explica su
insoslayable proyección a los supuestos internacionales, pues no sería de
recibo que la autoridad española tutelara los derechos fundamentales en las
situaciones internas y se desvinculara del marco constitucional por el hecho de
que la situación esté sujeta a un derecho extranjero.
Por razón de la materia el orden público irradia toda su potencia en las
materias que forman parte del estatuto personal (estado civil y relaciones
familiares y sucesorias). Sobre todo porque en el sistema español la conexión
ley nacional tiene una amplia presencia, de modo que con frecuencia los
problemas a resolver se sitúan bajo el ámbito de leyes extranjeras. El
incremento de la inmigración ha multiplicado ciertos problemas,
fundamentalmente en los supuestos de remisión a sistemas jurídicos
confesionales, respecto a los que nuestras autoridades han ido avanzando,
articulando respuestas específicas (véanse en especial los temas XV y XVI).
176
pertenencia de España a la Unión Europea tiene también en este ámbito
algunas derivaciones. Empieza a forjarse un común acuerdo en que nada
puede impedir que jueces y autoridades nacionales tomen en consideración y
apliquen los principios de un orden público europeo que avanza a impulso de la
jurisprudencia del TJUE. Formarían parte de ese orden público europeo,
además de los derechos fundamentales tal y como están contemplados en la
CDF [Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea], las normas que
organizan el Mercado Interior —esto es, las normas relativas a las Libertades
básicas del Mercado interior consagradas por el TFUE—, así como el Derecho
de la Competencia. Bien que no será relevante la vulneración de cualquier
norma sino que ha de ser la infracción de una norma jurídica esencial de la UE.
4º. No hay que olvidar que sobre ésta planea una estructura normativa
jerárquicamente superior en la materia, a la que da entrada el artículo 10.2 CE.
En consecuencia los derechos humanos reconocidos en los Tratados
internacionales constituyen canon de interpretación de los derechos
fundamentales recogidos en la CE, por lo que pueden modular el contenido y
alcance de un derecho o libertad. Destacan, por una parte, el CEDH, y su
instancia de aplicación, el TEDH.
Ciertamente no corresponde al TEDH como tampoco al TJUE definir el concepto
de orden público de cada Estado miembro pues, como hemos dicho, el orden
público es esencialmente nacional. Pero uno y otro sí pueden controlar los
límites de esa cláusula. Como asimismo el TEDH puede, y de hecho es su
función, escrutar la aplicación de las normas nacionales y europeas de DIPr a
la luz de los parámetros del CEDH. Desde esta perspectiva el margen de
exclusividad estatal en la delimitación del orden público va desapareciendo
progresivamente.
3. CARACTERES
La activación de la cláusula de orden público parece contraria a la idea de
cooperación en un mundo cada vez más interdependiente. En la medida en que
la autoridad española deniega la pretensión (p. ej., impide la celebración del
matrimonio cuando uno de los contrayentes está vinculado por un matrimonio
anterior) puede introducir un factor de distorsión importante en la regulación
de las relaciones privadas internacionales. Sobre todo en la medida en que un
recurso amplio a dicha excepción aleje las soluciones del interés de los
particulares multiplicando las situaciones claudicantes. De ahí que sea
tendencia la reducción del juego de la cláusula de orden público. Esa tendencia
se revela en el examen de sus caracteres.
177
hermenéutico de las normas «la realidad social del tiempo en que han de ser
aplicadas». Así, el orden público ha de aplicarse siempre con su contenido
actual, y no con el que poseyera en un tiempo pasado.
3º. Otros criterios reductores del juego de la excepción de orden público tienen
que ver con su relatividad. Admitido que éste sería otro de sus principales
rasgos, la doctrina ha avanzado en la idea de establecer unas condiciones de
aplicación que servirían para marcar sus contornos. Se trataría de que sea
cada juez (o autoridad) la que decida si el derecho extranjero, tal y como es
aplicado al caso, conduce a un resultado muy diferente al que se hubiera
llegado de haber aplicado directamente la ley del foro. Esto exige: examinar el
contenido del derecho extranjero y verificar no tanto si la norma extranjera es
contraria en abstracto al orden público, como si lo es en el caso concreto; por
último, escrutando la ley del foro, el juez debe decidir en qué aspectos el
derecho del foro puede ceder ante el derecho extranjero, lo que exige del
juzgador una opción casi personal en cuanto al valor y fundamento del derecho
del foro.
4. EFECTOS
Cuando el Derecho extranjero, en la determinación del derecho aplicable, se
declara contrario al orden público del foro, resulta inevitable su exclusión y la
aplicación sustitutiva del derecho del foro (función de evicción del Derecho
extranjero reclamado). El derecho material español sustituye al derecho
extranjero designado por la norma de conflicto, aun cuando esta competencia
residual de la ley del foro no tenga apoyo en el derecho positivo español.
No obstante, a veces, será preciso descender al caso para decidir si, ante la
vulneración del orden público español, cabe la articulación por el juez de una
solución ad hoc para el caso concreto.
178
percibir la pensión de viudedad bien que con diferentes criterios. Resulta
especialmente llamativa la STS de 25 de enero de 2006, en la que para
despejar la cuestión de la existencia del vínculo matrimonial disuelto por
repudio en el ordenamiento extranjero (que condicionaba la concesión
del visado de reagrupación familiar), el juzgador procede a un exhaustivo
examen comparado del repudio en distintos países, para llegar a la
conclusión de la compatibilidad con el orden público español del tipo de
repudio en análisis.
179