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como ludopatía
Scientific research as
pathological gambling
Pesquisa científica como
jogo patológico
Carlos Eduardo Maldonado[1]
Resumen
Abstract
Resumo
Resumen: Este artículo introduce una perspectiva nueva en la
comprensión de la ciencia y la investigación. Para ello, introduce el
concepto de investigación radical, que se caracteriza justamente por
pensar cosas que no se han pensado, descubrir cosas que no se han
descubrimiento, en fin, inventar cosas que no se han inventado. La
investigación científica radical es ludopatía. Sin embargo, la ludopatía
no tiene aquí, en absoluto un carácter patológico. Se trata, simple y
llanamente del reconocimiento de los outliers, esto es, aquellos que
viven lejos de distribuciones normales, campanas de Gauss o
desviaciones estándares.
Palabras clave: Investigación radical, hybris, ciencia, ludopatía,
estado mental, estructura mental.
Introducción
La ciencia en general constituye, por sus consecuencias, la más
importante de las formas de racionalidad. Y sin lugar a dudas, la mejor
expresión de la ciencia es la investigación, un tema que, a decir
verdad, ha terminado por convertirse en una auténtica ingeniería
social. La cienciometría, las políticas de gestión del conocimiento y las
propias políticas públicas de ciencia y tecnología, por ejemplo,
constituyen tres áreas que permiten ver, sin ambages, que la
investigación es acaso la forma más refinada del capitalismo
académico (Slaughter and Rhoades, 2009).
No obstante, este artículo se concentra en un aspecto pocas veces
considerado, a saber: comprender la investigación como hybris; esto
es, como más que una pasión que implica adoptar el conocimiento
como una forma de vida. Ello cuando decidida, determinantemente el
investigador se propone (tratar de) correr las fronteras del
conocimiento; un tema que se dice fácilmente pero que es
extremadamente difícil de llevar a cabo. En este sentido la tesis que
defiende este artículo es al mismo tiempo el hilo conductor del mismo:
la investigación es una auténtica forma de ludopatía.
Los argumentos que soportan la tesis enunciada son cuatro, así: en
primer lugar, se lleva a cabo una caracterización general de la
investigación de punta en el mundo actual. La idea de base es que la
investigación verdadera demanda de, y al mismo tiempo instaura (o
impone), una libertad radical. Se discute en qué consiste esta libertad
y se sientan las bases para la segunda sección.
En efecto, la segunda sección presenta y discute en profundidad la
tesis enunciada. Se presenta el argumento acerca de la investigación
científica radical y se ilustran diversos casos de ludopatía en distintas
fuentes de la bibliografía al respecto. Por su parte, la tercera sección
discute las diferencias entre ludopatía y lúdica y afirma que la
investigación científica radical no es simple y llanamente lúdica, esto
es, una actividad fruitiva, sino, más auténticamente, una actividad que
compromete la totalidad de la existencia, y en ocasiones llega incluso
a desbordarla.
Pues bien, la cuarta sección se concentra exactamente en la
elucidación de la idea según la cual, en el mundo contemporáneo, la
investigación científica es en ocasiones una experiencia límite. A ello
apunta precisamente la idea de investigación como hybris. Al final se
extraen algunas conclusiones.
La relación entre investigación científica y ludopatía es más que una
analogía. Se trata de entender esa forma de vida que es la
investigación, o el amor por el conocimiento, como esa experiencia en
la que el científico se desboca a sí mismo, para alcanzar,
ulteriormente, una gran obra.
Investigación y ludopatía
La investigación científica radical puede ser adecuadamente
comprendida como el ejercicio o la pasión misma que se confunde con
la ludopatía. Galileo y Copérnico, proponiendo un modelo heliocéntrico
que se oponía al modelo imperante desde la antigüedad y el
medioevo, el heliocentrismo, constituyen un buen ejemplo. Con todo y
las amenazas de Roberto Bellarmino, sacerdote jesuita, quien había
llevado a la pira a Giordano Bruno e intentó hacer lo mismo con
Galileo.
Varios ejemplos clásicos pueden mencionarse libremente, así: L.
Pasteur logra oponerse con firmeza a la idea de la generación
espontánea imperante hasta entonces, y descubre la importancia de la
microbiología. Antes, Lavoisier había dado al traste con la idea del
flogisto, él mismo, un apasionado por la revolución francesa de 1789.
Vesalius y Loewenhoeck habían dado al traste con la idea de los
espíritus animales y los homúnculos, y catapultan al mismo tiempo los
primeros cimientos de la medicina científica y las expectativas de vida
de los pacientes. Mendeleiev, verdaderamente obsesionado, pero
siempre jovial y alegre, por encontrar la lógica del alfabeto del
universo, hasta que descubre la lógica de la tabla periódica en un
sueño. Einstein mismo elimina la idea del éter, y cae en apasionantes
e interminables con Bohr acerca de las interpretaciones de la
mecánica cuántica, en discusiones que sólo serán bruscamente
interrumpidas por la historia externa de la ciencia (Bernal, 1968;
Gribbin, 2005).
Cabe también mencionar la presunta adicción a las anfetaminas por
parte de P. Erdös, el padre de la teoría de grafos, y el más prolífico
autor en matemáticas, con una vida bastante excéntrica (Hoffman,
1998).
Y es que investigar es una actividad que implica fruición,
manifiestamente. Al respecto, no es la primera, sino la segunda frase
de la Metafísica de Aristóteles la que es significativa. Primera frase:
“Todos los hombres buscan conocer”. Segunda frase: “Porque conocer
da placer”. En la Grecia antigua existía el concepto de setemi,
justamente para designar la búsqueda (pesquisa), la investigación.
Sólo que, particularmente, en el tránsito del capitalismo post-industrial
al capitalismo informacional, y de este, respectivamente, a la sociedad
de la información, la sociedad del conocimiento y la sociedad de redes,
la investigación se ha convertido, manifiestamente, en un fenómeno
social, colectivo.
(Digamos, entre paréntesis, que el investigador está generalmente
bien pagado, dispone de cierta libertad de trabajo y determinadas
facilidades, aun cuando existen dos tipos básicos de investigación:
aquella orientada a fines, en cuyo caso usualmente los fines son
determinadas por la entidad financiadora; y la investigación basada en
fortalezas y capacidades. La investigación radical sucede,
manifiestamente, más en el segundo caso que en el primero).
En otras palabras, el placer que produce la investigación constituye un
auténtico estado mental, que cuando involucra a la totalidad de la
existencia, adquiere rasgos claros de ludopatía. Se trata de apostar
por alcanzar un nuevo descubrimiento, invento o idea que transformen
radicalmente el decurso del conocimiento habido hasta entonces. En el
imaginario social, el investigador –el científico, digamos- tiene un
fenotipo y un comportamiento genéricamente conocidos: el cabello
despeinado de Einstein, el genio iracundo de M. Gell-Mann, una alta
inestabilidad emocional y afectiva, como Kafka o Mahler, en fin, un
cierto carácter despistado, aislados del mundo, sin mucho sentido
práctico, como muchos conocidos alrededor. Todo ello bajo el
supuesto de que se trata de fenotipos y comportamientos auténticos, y
no tantas veces auto-proclamados y auto-publicitados. Lo cual no es
más que apariencia y (auto)engaño.
Y es que la investigación que genéricamente se define como de punta
y por el esfuerzo de correr las fronteras del conocimiento no sabe de
horarios o espacios precisos, no sabe de convenciones y de
protocolos rutinarios. Por el contrario, se lanza a la experimentación, a
la escritura, a la composición –según-, en fin, a la reflexión como a un
auténtico escenario en el que nada más parece importar. Eso, a la
manera de la ludopatía – esto es, del juego extremo.
Pero, ¿por qué la investigación es asimilada a la ludopatía? ¿Dónde
está la patología, o qué es lo patológico de la investigación? Porque
querer cambiar el mundo, querer cambiar la sociedad y las estructuras
explicativas, en fin, las propias estructuras mentales es patológico,
relativamente a la normalidad imperante. ¿Por qué ludopatía y no
lúdica? Th. Kuhn habla de “anomalías” como un factor que gatilla los
nuevos paradigmas. Asimismo, la investigación es un ejercicio que no
termina. No se trata simple y llanamente de un juego, sino de un juego
que adquiere caracteres agónicos[2]. Se trata de la tensión misma de
la investigación al mismo tiempo que del disfrute, dado el hecho de
que en ciencia sólo hay medalla de oro. (No es posible inventar lo que
ya está inventado, no es posible descubrir lo que ya está descubierto,
no es posible pensar lo que ya se ha pensado).
Grosso modo, la ludopatía se caracteriza por un comportamiento
compulsivo consistente en querer jugar y apostar cada vez más,
perdiendo el sentido de la realidad, y que afecta la vida personal y
familiar. Habitualmente es diagnosticado como un problema de origen
psicológico. Existen diversas consecuencias en la ludopatía, pero todo
ello desde el supuesto básico de diagnósticos epidemiológicos. Los
tratamientos de la ludopatía consisten básicamente en “normalizar” a
los jugadores compulsivos.
Y es que social o culturalmente hablando, la imagen del científico o el
pensador no es distinta. El pensador, creador o innovador es un
auténtico outlier, se sale de las normas (“desviaciones estándares”), y
es con frecuencia objeto de burla. Manifiestamente que en algunas
ocasiones pueden haber circunstancia serias de posibles
enfermedades mentales (Nasar, 2016), por ejemplo a propósito de J.
Nash, quien resulta un genio en matemáticas y economía.
Imagen 3. “Planta Insumisa”. ©Remedios Varo, 1961. http://remedios-
varo.com
Sin embargo, con seguridad el mejor estudio acerca de la ludopatía –y
por consiguiente, en el interés aquí, de sus extensiones hacia la
investigación científica-, lo elabora, desde la literatura F. Dostoievsky
en El jugador (2007). Alekséi Ivánovich no es dueño de sí mismo. Por
el contrario, es objeto de su adicción por el juego, pero el juego es la
forma de vida que adoptó a pesar de sí mismo. Sólo que Alekséi es
empujado, por así decirlo, al juego por su amada, Polina
Aleksándrovna, la hijastra del general. Ivánovich entra en el juego por
amor, tiene éxito en el mismo, pero termina con adicción por despecho
del amor. Es cuando la ludopatía deja de ser una enfermedad porque
es el escape a los dolores del corazón: antes del amor, y después del
mismo.
Los caminos hacia la ciencia no son menos recónditos. Pero no es ese
el núcleo aquí, sino esa pasión desenfrenada que implica un cambio
de vida; tal y como acontece con Alekséi Ivánovich. Fischer (2016) es
generoso en anécdotas e historias acerca de los caracteres de varios
científicos: desde Maxwell hasta Röntgen, y desde Pauli hasta
Delbrück, pasando por Euler, Kekulé y varios más.
La investigación radical al mismo tiempo que demanda de mucha
libertad, permite al mismo tiempo una enorme independencia y
autonomía investigativas. Esto es, medularmente dicho, libertad de
pensamiento y de expresión (algo que, dicho sea de pasada, no
poseen los investigadores adscritos a organismos gubernamentales y
a grandes corporaciones). Mandelbrot (2014) menciona que tuvo
mucha suerte, y que de hecho él fue el último en la IBM en alcanzar
estas garantías. De otro modo, difícilmente hubiera nacido la
geometría de fractales.
Por su parte, D. Coxeter siempre puso de manifiesto que el desarrollo
de los politopos jamás hubiera sido posible si no era jugando
libremente (Hoffman, 1998). Se trata de esa actividad que para nada
está supuesta de ninguna manera en la elaboración de proyectos y
propuestas de investigación.
Sería el objeto de otro artículo diferente ilustrar con casos el
argumento planteado aquí acerca de investigación y ludopatía. Aquí,
por lo pronto caben algunas indicaciones ilustrativas; en contraste, el
objetivo aquí es el de introducir el argumento o la tesis. Como quiera
que sea, se trata de un problema en el que se cruzan enfoques
diferentes como la psicología del descubrimiento científico, la
sociología de la ciencia, la antropología de la ciencia, la historia y la
filosofía de la ciencia, y el estudio de las políticas de ciencia y
tecnología y la gestión del conocimiento. Como se aprecia sin
dificultad, un área amplia, cruzada, transversal, en fin,
interdisciplinaria.
Conclusiones
Aquí nos hemos concentrado en la investigación científica como una
forma de ludopatía. Pero la verdad es que la ludopatía no es exclusiva
de la ciencia. Se la encuentra igualmente en las artes (Jaspers) y en la
literatura (Balzac), en la filosofía y en las humanidades.
He querido señalar que la investigación científica se hace de tres
modos conspicuos, así: como un juego de libertad, como una apuesta
arriesgada, en fin, como un ejercicio de desafío y originalidad (Sood et
al., 2003). Pues bien, el rasgo común a los tres modos es la capacidad
de apuesta, la originalidad, la radicalidad de la innovación. El elemento
que cruza los tres modos puede ser entendido de dos formas. Se trata
de la capacidad de llevar a cabo experimentos mentales, y el trabajo
con base en pompas de intuición. En cualquier caso, se trata de
mucha autonomía, independencia, libertad – en el sentido al mismo
tiempo más fuerte de la palabra.
Los científicos e investigadores que trabajan sincera, total,
denodadamente en ciencia pueden ser vistos como jugadores
entregados a una pasión que los domina (Joliot, 2004), a una forma de
vida que desplaza todo lo demás o convierte todo lo demás en
subsidiario. El investigador apuesta de diversa maneras: en las
conferencias que hace, en las publicaciones de distinto calibre que
lleva a cabo, en las exposiciones que de sus temas y de sí mismo
hace en un momento determinado.
La investigación científica ha sido vista de muchas maneras: como una
empresa, como una práctica, como un ejercicio, como una forma de
vida; aquí se ha argumentado que es, además, un juego desmedido.
Pero no es únicamente un juego individual. En muchas ocasiones es
un juego social: ludopatía social. Es lo que sucede, verdaderamente
con la “gran ciencia” y no solamente ya con la “pequeña ciencia”. Por
ejemplo, el trabajo que se lleva a cabo en el CERN, o las
investigaciones en torno a LIGO, aunque otros casos pueden
mencionarse sin dificultad. Esto es, esos juegos en los que son
decenas, centenas, miles de investigadores (ingenieros, físicos,
matemáticos, etc.) los que están involucrados en el juego.
Notas:
[1] Facultad de Medicina de la Universidad El Bosque. ORCID:
http://orcid.org/0000-0002-9262-8879. Contacto:
maldonadocarlos@unbosque.edu.co
[2] Ello a pesar de las apariencias que dan los grandes medios
masivos de comunicación como un mundo en crisis, en desasosiego,
en caída libre. El periodismo científico debe cumplir un papel más
activo, así como los procesos de socialización del conocimiento (de
punta).
[3] Cierto, existen también patologías en este proceso: las dos más
evidentes es el “publish or perish”, y consiguientemente, el peligro de
caer en prácticas peligrosas, tal y como lo evidencia sistemáticamente
el sitio https://retractionwatch.com
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Cómo citar este artículo:
MALDONADO, Carlos Eduardo, (2018) “La investigación
científica como ludopatía”, Pacarina del Sur [En línea], año
10, núm. 37, octubre-diciembre, 2018. ISSN: 2007-2309.
Consultado el Sábado, 10 de Noviembre de 2018.
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