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¿A Quién Sigue Usted?

En los evangelios varias veces se halla la invitación de Jesús a seguirle. ¿Qué


significa esto para nosotros? Seguirle, evidentemente, ya no es recorrer el país de
Israel con Él, como cuando estaba en la tierra, sino entrar en una relación de fe con
Jesús, como lo hicieron sus discípulos. Es apegarnos a Él definitivamente, orientar
nuestra vida según Él y vivir conforme a lo que Él nos indica… El mensaje cristiano
no sólo incita a hechos o a una moral, sino a una novedosa orientación de vida,
una conversión, una media vuelta. Seguir a Jesús es renunciar a querer ser cada
uno su propio amo para colocarse bajo la autoridad del Señor.

Para seguir a Jesús es necesario escuchar su voz. Él, el buen Pastor, nos dice:
“Mis ovejas oyen mi voz” (Juan 10:27). Hoy en día, en general, Jesús no nos
habla de manera audible, sino mediante su Espíritu, el cual, cuando leemos la
Biblia, nos sugiere nuevos pensamientos y crea en nosotros nuevos afectos hacia el
Señor Jesús. Por eso una lectura regular de la Escritura, hecha con humildad y fe,
nos hará más familiar la voz de Jesús.

¿Podríamos olvidar la voz de Aquel que nos salvó al precio de su muerte en la


cruz? Aún hoy nos invita a volvernos a Él. Escuchemos su voz que nos dice: “ Con
amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia”
(Jeremías 31:3).

Dios formó al hombre del polvo de la tierra,


y sopló en su nariz aliento de vida,
y fue el hombre un ser viviente.
Génesis 2:7.

Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente.


1 Corintios 15:45.

Un Ser Viviente

Cuando Dios creó el reino vegetal dijo: “Produzca la tierra hierba verde,
hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género”. Cuando
creó a los animales que vuelan, a los acuáticos y por último a los animales
terrestres, dijo: “Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y
serpientes y animales de la tierra según su especie”. Pero cuando se trató del
hombre, dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las
bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”
(Génesis 1:11-26).

Dejemos discutir a los científicos evolucionistas acerca de la historia de las


especies, y recordemos que la Escritura afirma que Dios creó a todos los animales
y que el hombre fue creado como un ser aparte. El versículo 7 del capítulo 2
especifica: “Fue el hombre un ser viviente”. Ese ser (o alma viviente) es diferente
de los animales (v. 20): la materia, terrestre, común al hombre y a los demás seres
vivientes, recibe aquí un soplo divino especial que le da facultades diferentes a las
de los animales, reflejo de ciertos atributos divinos. Cuando la materia vuelve a la
tierra, el espíritu del hombre vuelve “a Dios que lo dio” (Eclesiastés 12:7).

De esa relación peculiar que existe entre el hombre y su Creador nace una
responsabilidad moral; y aunque el hombre pecador la rechace, no puede ser
anulada.

Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones,


peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres.
1 Timoteo 2:1.

Orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado;


ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él.
Salmo 32:6.

¿Qué Decirle a Dios Cuando Oramos?

Para orar verdaderamente es necesario conocer a Dios y su gracia. Es lógico


que oremos por las necesidades de aquellos a quienes amamos, por nuestros
allegados y por nosotros mismos. El campo de nuestras súplicas se amplía si
pensamos en tantos cristianos que carecen de lo necesario o que sufren
persecuciones. ¡Cómo no conmovernos en presencia de los sufrimientos que
padecen tantas personas, estén cerca o lejos! Aun muchos de nuestros
conciudadanos, que nos dan la sensación de estar saciados, tienen una urgente
necesidad de conocer al Salvador.

La Palabra de Dios nos invita a orar e interceder por todos los hombres. Así lo
hacía una cristiana anciana que estaba enferma; hallándose en cama desde hacía
meses, se dedicaba a la oración. A menudo, cuando tenía visitas, la conversación
giraba en torno a los tiempos difíciles y la necesidad de poner la confianza en Dios.
La enferma invitaba a los visitantes cristianos a reflexionar en lo siguiente: –Es
necesario orar por los que no lo hacen y agradecer a Dios en su lugar por las
bondades que reciben de Él con demasiada ingratitud.

¡Es necesario orar por los que no saben hacerlo! Pensemos en ellos, nosotros
que conocemos el amor de Dios tal como Jesús nos lo reveló. “La oración eficaz
del justo puede mucho” (Santiago 5:16).

Para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad.


Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.
Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad?
Juan 18:37-38.

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¿A Cada Uno Su Verdad?

En el mundo de hoy cada uno establece sus valores y decide qué está bien o
qué está mal. En nombre de una tolerancia que sirve para todo, se admite una cosa
o lo contrario, para no pasar por una persona poco abierta. Y se olvida que en la
esfera espiritual como en el campo material hay cosas ciertas y cosas falsas.

Lo mismo que para las leyes físicas que rigen nuestro universo, también
existen verdades absolutas en lo concerniente a Dios. Un ciego puede negar la
existencia del sol o un sordo la del trueno, pero esto no afecta para nada la
realidad de uno u otro. El hombre puede rehusar la verdad de Dios, sin embargo
esto no la cambia. Algunos objetarán que de todas maneras no se puede estar
seguro de nada… ¡Al revés! Se puede estar seguro cuando es Dios mismo quien
habla: “Estas son palabras verdaderas de Dios” (Apocalipsis 19:9).

¿Va a comportarse usted como Pilato? ¿Rechazará la oportunidad de descubrir


la verdad? ¿Prefiere forjarse sus propias convicciones acerca de Dios?

Aún hoy se le ofrece la oportunidad de encontrar la verdad, la “verdad que


está en Jesús” (Efesios 4:21). La verdad es que estamos perdidos, pero
Jesucristo, “el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había
perdido” (Lucas 19:10). Todo aquel que cree en Él “tiene vida eterna; pero el
que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está
sobre él” (Juan 3:36).

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?


¿Por qué estás tan lejos de mi salvación,
y de las palabras de mi clamor?
Salmo 22:1.

El Doloroso Desamparo

¿Quién puede describir los sufrimientos del Señor, cuando en su profundo


abandono clamó a Dios y desahogó su alma frente a la muerte?

Dios envió a su Hijo unigénito a la tierra. Mediante una vida enteramente sin
pecado, este ser humano único glorificó a Dios en todo momento. Pero al llegar las
tres horas de tinieblas en la cruz, Dios “condenó al pecado en la carne”
(Romanos 8:3). Sólo Él, el único justo, podía ser hecho pecado por nosotros y llegar
a ser nuestro sustituto. Él dio su vida en sacrificio para salvarnos, y aun cuando
fue abandonado por Dios, Jesús le justificó con estas palabras: “Pero tú eres
santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel” (Salmo 22:3).

¡Cuán terrible fue el sufrimiento del Señor en esas horas! así lo testifican estas
palabras: “No hay quien ayude” (v. 11). Ni la menor gota de misericordia se
mezcló en la copa del justo juicio de Dios por el pecado.

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El Salvador, por ser Aquel que cargaba con el peso del pecado en aquellas
horas, tuvo que llevar sobre sí estos sufrimientos. La santidad de Dios exigía el
juicio de nuestros pecados. “Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por
nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él” (Isaías 53:5). Por
esta razón el perfecto y amado Salvador fue abandonado por Dios y entregado a
muerte. ¿Puede permanecer frío nuestro corazón ante tan insondables
sufrimientos? A Él debemos toda nuestra adoración.

¿A qué, pues, haréis semejante a Dios,


o qué imagen le compondréis?
Isaías 40:18.

Creó Dios al hombre (la raza humana) a su imagen.


Génesis 1:27.

Ídolos Antiguos e Ídolos Modernos

Ciertos pueblos representan a la divinidad mediante ídolos, estatuas de


animales hechas de madera, piedra o metal. Estos ídolos, reverenciados con temor
y superstición, apartan a los hombres del único Dios verdadero. La Biblia condena
severamente la idolatría. Para convencer al ser humano de que abandone esas
prácticas engañosas, lo exhorta a reflexionar y usar el sentido común que Dios le
dio (Isaías 44:19; 46:8).

Y usted, ¿qué imagen se hace de Dios? En el fondo, incluso aquel que dice ser
ateo, se representa a Dios como la nada o la materia. Algunos admitirán: «No creo
en un Dios personal, sino en una gran fuerza espiritual», imaginándose a Dios
como una fuerza capaz de animar el viento, la marea o la electricidad. Otro dirá:
«Creo que todos formamos parte de un gran Ser que se mueve y trabaja a través de
nosotros». Compara a Dios con una cosa vaga, como una influencia que se derrama
en todas partes. Éste también tiene un ídolo que le impide acudir al único Dios, el
Dios vivo.

Si aceptamos una falsa idea de Dios, de alguna forma somos alcanzados por
la idolatría. Más bien leamos la Escritura. Dios se da a conocer por medio de ella.
Desde el primer versículo declara: “En el principio creó Dios los cielos y la
tierra”. Luego “creó Dios al hombre a su imagen… varón y hembra los creó”.
Y también les habló… Ahora Dios se ha revelado en su perfección y grandeza
moral por medio de Jesucristo.

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