Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Yo digo que las estrellas le dan gracias a la noche, porque encima de otro coche no
pueden lucir tan bellas; y digo que es culpa de ella —de la noche— el universo,
cual son culpables los versos de que haya noches y estrellas.
2El acápite del presente trabajo debería ser, inobjetable y necesariamente “En el
principio era el Verbo, y el Verbo era en Dios, y el Verbo era Dios”, sin embargo,
preferimos que la estrella que nos guíe sea el canto fugaz de un isleño, y no la perpetua
palabra del dios.
1
teleológico conforme al cual aquellas disciplinas que podríamos calificar de científicas
representarían el momento acabado y último de un proceso obligatorio e inapelable.
En el frontispicio del sujeto bien podría estar inscripta la sentencia que rezara “aquél
que hable, deje, en la puerta de su silencio, toda esperanza de originalidad, toda porfía
de adelantado o de pionero”, porque aquél que habla, cuando habla, está, afirmado en un
saber, afirmándolo, legitimándolo -está modulando mudo el eco del murmullo del “sí”
al interior de un saber, en un espacio en el cual el sujeto se posiciona, habla y, por
consiguiente, sabe. Quien, al modo de Descartes, reincidiera en proferir- desde la
convicción de haberse radicado en el distrito del conocimiento veraz, y fundamentado
en la certidumbre de la consciencia-, cogito ergo sum, estaría, en coloquiales catedrales
paganas –levantadas a pulso con prácticas discursivas-, pronunciando, maquinalmente,
“amén”3.
Así, en tercer término, de todo lo antedicho y a esta altura del modesto, humilde pero
aguerrido despliegue de algunas ideas de Foucault, loquor
3Extra Ecclesiam nulla salus (Dogma de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Aparece, entre otros
lugares, en la Bula Unam Sanctam del Papa Bonifacio VIII, el año 1302. Extraído de Berger y Luckmann,
2001:198). “Fuera de la iglesia ninguno es salvo” es la literal traducción de este dogma que, a los fines
del presente trabajo, rezaría “fuera de un saber nadie puede hablar” o, con más vehemencia, “fuera de un
saber no existe nadie, porque nadie habla”, y, si lo hace, sus palabras son lo que para Macbeth es la vida,
“un cuento contado por un idiota, lleno de sonido y furia, que no tiene ningún sentido” (Shakespeare.
2010:175).
3
En cuarto término, glosemos los párrafos que a continuación se consignan, pero
guarnecidos ahora con la vislumbre de que, como fruto del esfuerzo por inteligir lo que
en las siguientes escuetas líneas se nos refiere, obtendremos una cifra de cómo, al punto
de mira foucaultiano, se le van a perfilar “saber” y “conocimiento”, de cuáles son –
respecto de este último elemento- las filosofías hacia las que enfila su instrumental
crítico, y, finalmente –en un movimiento de jaque a veinte siglos de reflexión
epistemológica-, de qué relación podríamos cavilar entre “conocimiento” y “ficción”:
Este "previo", se ve bien que no puede ser analizado como un dato, una
experiencia vivida, todavía inmersa totalmente en lo imaginario o la percepción,
que la humanidad en el curso de su historia hubiera tenido que retomar en la
forma de la racionalidad, o que cada individuo debería atravesar por su propia
cuenta, si quiere volver a encontrar las significaciones reales que en ella están
insertas u ocultas. No se trata de un preconocimiento o de un estadio arcaico en
el movimiento que va del conocer inmediato a la apodicticidad […] (Foucault.
1970:305).
Por otra parte, no podemos dejar de señalar – en la penúltima línea del período
consignado- la extremadamente ágil, y apenas insinuada, alusión que se está haciendo a
las “semillas de verdades” de la epistemología cartesiana mediante las parcas palabras
“No se trata de un preconocimiento […]”6.
En quinto término, veamos ahora como la totalidad de lo hasta aquí expuesto por
nosotros se afirma sobradamente en las siguientes, iluminadoras palabras:
5 ”Este libro presenta el devenir de la ciencia en general o del saber. El saber en su comienzo, o el
espíritu inmediato es lo que está desprovisto de actividad espiritual, la conciencia sensible. Para
convertirse en auténtico saber o para engendrar el elemento de la ciencia, que es para ella su concepto
puro, este saber tiene que recorrer un largo y penoso camino.” (Hegel, 1972, citado en Châtelet,
1998:146).
6 “Pero yo estoy convencido de que ciertas primeras semillas de verdades impresas por la naturaleza en el
espíritu humano, y que ahogamos en nosotros leyendo y oyendo cada día tantos y tan diversos errores,
tenían tanta fuerza en esa ruda y sencilla antigüedad, que por la misma luz de la mente por la que veían
que debe preferirse la virtud al placer y lo honesto a lo útil, aunque ignorasen por qué esto era así,
conocieron también ideas verdaderas de la Filosofía y de la Mathesis, aun cuando no pudiesen todavía
conseguir perfectamente dichas ciencias” (Descartes. 1984: 84).
5
[Este previo] se trata de unos elementos que deben haber sido formados por una
práctica discursiva para que eventualmente un discurso científico se constituya,
especificado no sólo por su forma y su rigor, sino también por los objetos con los
que está en relación, los tipos de enunciación que pone en juego, los conceptos
que manipula y las estrategias que utiliza. Así, no relacionamos la ciencia con lo
que ha debido ser vivido o debe serlo, para que esté fundada la intención de
idealidad que le es propia, sino con lo que ha debido ser dicho -o lo que debe
serIo-, para que pueda existir un discurso que, lIegado e! caso, responda a unos
criterios experimentales o formales de cientificidad (Foucault. 1970:306) (Las
cursivas son nuestras).
7 Mefistófeles - que sabe por diablo pero más sabe por viejo- ya nos había advertido respecto de esta
“caída” de la luz de la Razón: “Te diré una verdad secreta: aunque el hombre, ese pequeño mundo de
locos, suele considerarse un todo, yo soy una parte de la parte que al principio lo fue todo. Soy una parte
de la oscuridad de la que nació la luz, esa luz altanera que le disputa a la madre noche su antiguo rango y
lugar. Sin embargo, aunque se esfuerce no lo logrará, pues la luz está presa de los objetos, surge de los
objetos y los vuelve hermosos. Pero un cuerpo opaco la detiene. Es por ello que esto no durará mucho
tiempo, y pronto los objetos y la luz serán destruidos conjuntamente” (Goethe. 2006: 104).
deducir lo que sigue: los versos, no sólo son culpables de que haya noches y estrellas,
son, además, y en primera instancia, el fundamento del Yo 8- la razón primordial de su
existir, diremos-, de ese Yo que dice -desde, en y por su necesaria situación en un
particular dominio de saber- que las estrellas le dan gracias a la noche, etcétera.
Bibliografía
-Benveniste, Èmile. 1971. Problemas de lingüística general I. México. Siglo XXI
Editores.
-Berger, Peter L. y Luckmann Thomas. 2001. La construcción social de la realidad.
Buenos Aires. Amorrortu.
-Châtelet, Francoise. 1998. Una historia de la razón. Valencia. PRE-TEXTOS.
-Descartes, René. 1984. Reglas para la dirección del espíritu. Madrid. Alianza.
-Foucault, Michel. 1970. La arqueología del saber. México. Siglo XXI Editores.
-Goethe, Johann, W. 2006. Fausto. Madrid. Alianza.
-Samaja, Juan. 1996. El lado oscuro de la razón. Buenos Aires. JVE Episteme.
-Santa Biblia. 2009. Reina Valera. Utha (EUA). Publicaciones de la Iglesia de Jesucristo
de los Santos de los Últimos Días.
-Shakespeare, William. 2010. Macbeth. Madrid. Alianza.
8 «Es en y por el lenguaje como el hombre se constituye como sujeto; porque el solo lenguaje funda en
realidad, en su realidad que es la del ser, el concepto de "ego".
La "subjetividad" de que aquí tratamos es la capacidad del locutor de plantearse como "sujeto". Se define
no por el sentimiento que cada quien experimenta de ser él mismo (sentimiento que, en la medida en que
es posible considerarlo, no es sino un reflejo), sino como la unidad psíquica que trasciende la totalidad de
las experiencias vividas que reúne, y que asegura la permanencia de la conciencia.
Pues bien, sostenemos que esta "subjetividad", póngase en fenomenología o en psicología, como se guste,
no es más que la emergencia en el ser de una propiedad fundamental del lenguaje. Es "ego" quien dice
"ego". Encontramos aquí el fundamento de la "subjetividad", que se determina por el estatuto lingüístico
de la "persona"» (Benveniste. 1971:180-1).