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Bordeando el mar hacia el sur del departamento del Valle del Cauca, a varias horas del casco urbano
de Buenaventura se encuentra la cuenca del río Yurumanguí. Las horas de viaje varían según los
vientos y la lluvia los cuales tienen efecto en la furia de la marea o del río.
Yurumanguí es conocido como uno de los ríos más limpios del Pacífico a propósito de su resistencia
a los cultivos ilícitos, principalmente de coca, el monocultivo de la palma aceitera y la minería a gran
escala, impidiendo la entrada de grandes monstruos más conocidos como retroexcavadoras o, en su
defecto, actores armados.
El río Yurumanguí se compone por 13 veredas las cuales están distribuidas a lo largo de la cuenca
por una parte baja, media y alta. En la parte baja se encuentra la vereda El Encanto, Barranco,
Primavera, Veneral del Carmen y El Firme. Estas veredas basan su economía en la pesca
mayoritariamente, y la agricultura como pan-coger. Papayo, El Queso, San Antonio y El Águila son
las veredas que componen la parte media del río. Estas veredas se enfocan en realizar actividades
agrícolas y el corte de madera. La agricultura permea a todos los integrantes de las familias, desde
niños hasta adultos mayores. En la parte alta del río se encuentran las veredas San Gerónimo, San
José, San Antoñito y Juntas. La agricultura, la cacería y la minería son su primordial actividad
económica.
Es esencial resaltar la importancia del río para la gente Yurumanguireña. El río es a través del cual
desempeñan la mayoría de sus labores, tanto hombre como mujeres. La minería, la pesca, lavar la
ropa, su vía de transporte y su fuente única de agua. El río es renacimiento y es lucha constante, es
unión para los y las Yurumanguireñas. Muchas de las personas tanto en San Antonio como en Juntas
reiteran el deseo del río por renacer, por buscar de nuevo el comienzo de su vida misma y la de la
gente. A pesar de la gran afiliación de las personas con el río, la estancia de saberes ancestrales y
espirituales, como las tradiciones y prácticas artesanales con las cuales han vivido por cientos de años,
poco a poco se han ido perdiendo y destejiendo a causa de las nuevas tecnologías y de los nuevos
intereses juveniles, donde las voces de los viejos1 se van quedando en el olvido.
El museo que propongo es un museo situado en una de las comunidades del río, Juntas, siendo la
vereda más lejana del casco urbano y por ende la menos permeada por este. Similar al que propone
Jaime Iregui, uno fuera de lugar donde se centre la exposición tanto dentro como fuera del museo,
donde los elementos tomen fuerza por su gran valor expositivo para los propios integrantes y
habitantes del río, ya sea como forma de aprendizaje o como elemento adquisitivo. Pero ¿cuáles serían
estos elementos? El museo se basaría en los relatos e historias que con el tiempo han dejado de
contarse por los viejos, puesto que la atención de los niños, niñas y jóvenes está desviada hacías los
horizones de la ciudad, recayendo en una suerte de nostalgía citadina. Sin embargo, aunque puede
confundirse con una ritualización del patrimonio, lo que se pretende es que estas historias, relatos y
narrativas desplieguenn un sentido encaminado al respeto y la valorización de las mismas que forjen
El museo desde la configuración tradicional toma una postura rígida y apartada que actúa solo como
ejercicio de memoria, recopilación y acumulación, pero que no está inmerso en un lugar determinado,
estructurado y cerrado, donde la interacción va más allá de la observación y la escucha, donde la
narración, la historia y el relato se convierten en la estructura central.