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NACIONALIDAD Y CIUDADANIA

Jiovanny E. Samanamud Ávila


2010

Introducción.

Cuando nos referimos al análisis de tópicos como nacionalidad y ciudadanía contenidas en


la constitución política aprobada en enero de 2009 en Bolivia, no debemos olvidar que no
se tratan de cuestiones cerradas, no es por tanto un decálogo de aspectos jurídicos
congelados, son más bien ámbitos de posibles configuraciones abiertas. La hermenéutica
propuesta entonces, es una cuestión sujeta a una combinación entre una interpretación
histórica, su configuración normativa positiva y a sus potencialidades.

Sabemos que, por un lado, nos enfrentamos a las características interpretativas que toda
norma jurídica lleva en sí, y por el otro, a la coyuntura donde la forma concreta en que lo
histórico social intenta configurar una estructura jurídica que le corresponda, conlleva
dificultades que se sobreponen a veces de manera yuxtapuesta. Que otro camino queda en
la configuración de una institucionalidad que nos aglutine y que resuelva los problemas
planteados por años de haber convivido bajo una forma institucional jurídica colonialmente
sobrepuesta. En cierto sentido, y bajo una forma democrática siempre imperfecta, tal vez
esta constitución sea lo más “original” concebido desde 1825 aquí en Bolivia.

De ahí las dificultades de una mera exegesis positiva de la nacionalidad y la ciudadanía,


que podría coartar las posibilidades contenidas en la constitución para pensar ambas
concepciones. Pero, también, una exegesis jurídica o una comprensión teórica ajustando los
conceptos ya conocidos de nacionalidad y ciudadanía, no son suficientes para mostrar lo
específico de la configuración de ambos, porque aun en su definición normativa, siguen en
procesos de “construcción” y por tanto muchas cuestiones no están cerradas, están abiertas
en un proceso constituyente que aun no se cierran, y que algunos han denominado
“constitucionalismo transformador”1.

Por ese motivo, deseamos mostrar aquí la configuración problemática planteada en la


constitución, engarzando tópicos como el pluralismo, la identidad y las características del
Estado plurinacional, desde cuatro ángulos problemáticos: 1) desde un punto da visita
histórico especifico en la configuración boliviana, 2) desde una contextualización critica de
los modos de configuración de estos conceptos en otros contextos, especialmente el

1
“la refundación del Estado presupone un constitucionalismo de nuevo tipo. Es un
constitucionalismo muy distinto al constitucionalismo modero…la voluntad constituyente de las clases
populares en las últimas décadas en el continente se manifiesta a través de una vasta movilización social y
política que configura un constitucionalismo desde abajo, protagonizado por los excluidos y sus aliados, con
el objetivo de expandir el campo de lo político más allá del horizonte liberal, a través de una
institucionalidad nueva (plurinacionalidad), una territorialidad nueva (autonomías asimétricas, una
legalidad nueva (pluralismo jurídico), un régimen político nuevo (democracia intercultural) y nuevas
subjetividades individuales y colectivas…”. (Santos, 2010; 76-77).
2

europeo moderno, fuente y origen de estas discusiones, 3) con una ejemplificación de la


normativa positiva constitucional que da fe de nuestra hermenéutica y por ultimo 4)
expresando estas problemáticas en términos de una potencialidad que perfila una
nacionalidad y ciudadanía plurinacional, más allá de las concepciones liberales y
multiculturales que han sido ya tematizadas en otros contextos. Todo esto con el intento de
ver la forma en que estos temas engarzan en la historia efectiva que confluyo en la
aprobación de la nueva constitución política en Bolivia.

1. Estado plurinacional y nacionalidad.

Cuando se afirma que el contexto central, en una caracterización de la nacionalidad, antes


de ser una conjunto de premisas jurídicas tiene que comprenderse en el marco del Estado
plurinacional, es que estamos vislumbrando la cuestión de la nacionalidad en su dimensión
especifica histórica, que bien pueden confluir con una premisa básica de la filosofía
jurídica, esto es aquella que manifiesta que toda definición de marco jurídico contiene a su
vez axiomas ontológicos de sociedad (Habermas, 1998).

Pero la definición ontológica de sociedad no es lógica simplemente, antes es histórica


concreta, entonces podemos empezar señalando, cuales son las características históricas y
que se hacen legales o jurídicas, entendidas como un cierto “acoplamiento” entre la realidad
histórica existente y un sistema formal legal, esto es una “juridización” de la sociedad
(Habermas, 1999), pero a diferencia de las sociedades modernas no viene de arriba hacia
abajo, sino de abajo hacia arriba, bajo la forma de un “constitucionalismo transformador”(
Santos, 2010;76), en el marco de un Estado plurinacional,

Sabemos que cuando nos referimos al naciente Estado plurinacional señalamos a una forma
institucional inédita en nuestra historia, pero que fue plateada con anterioridad
especialmente por las organizaciones sindicales campesinas e indígenas 2. Es decir su
propuesta lleva tras de sí, distintas formas en que a lo largo de la historia y desde la colonia
se ha cuestionado la institucionalidad emergente en este territorio, llámese Estado colonial
o republicano.

En la colonia la división social tenía su correlato societal escindido en una; “la república de
españoles y la república de indios” (Rivera, 1993; 39) cuya fuente jurídica fue conformada

2
En este contexto surge la tesis de la CSUTCB de 1983, con las primeras propuestas de Estado
plurinacional: “Nuestra lucha tendrá que orientarse a que esta diversidad se exprese en todos los ámbitos de
la vida nacional. Porque no queremos parches ni reformas parciales, queremos una liberación definitiva y la
construcción de una sociedad plurinacional y pluricultural que, manteniendo la unidad de un Estado,
combine y desarrolle la diversidad de las naciones aymara, quechua, tupiguaraní, ayoreode y todas las que
lo integran. No puede haber una verdadera liberación si no se respeta la diversidad plurinacional de nuestro
país y las diversas formas de autogobierno de nuestros pueblos” Tesis CSUTCB, 1983. “… el Estado
Plurinacional es un modelo de organización política para la descolonización de nuestras naciones y pueblos,
reafirmando, recuperando y fortaleciendo nuestra autonomía territorial, para alcanzar la vida plena, para
vivir bien, con una visión solidaria, de esta manera ser los motores de la unidad y el bien estar social de
todos los bolivianos, garantizando el ejercicio pleno de todos los derechos”. Pacto de Unidad, propuesta para
la nueva constitución política del Estado. Sucre 5 de agosto de 2006.
3

paulatinamente bajo una configuración particular: las leyes de indias, una justicia para
españoles y otra para indios. Con la liberación de la corona española los países
“latinoamericanos”, mantuvieron esta tensión dicotómica que se tradujo en la cuestión
indígena (Larson, 2002), principalmente en aquellos países donde no había sucedido el
extermino de los indígenas, fue entonces cuando se configuraron de diversas formas los
Estados nación latinoamericanos. Aquí empiezan a estructurarse modelos de Estados-
nación, bajo la homogeneización de las pautas culturales en un modelo de organización
estatal definido por las instituciones políticas mono-culturales3.

En este contexto, empiezan los proyectos de construcción de los Estados nación en


Latinoamérica, articulado al “ideal” de Estado-nación moderno que estaba emergiendo con
toda la carga que esto suponía, es decir, negación de las cuestiones culturales, raciales,
lingüísticas o étnicas, forjado a partir solo de la voluntad de formar parte de una nación 4.
Por ese motivo los países donde no había ocurrido el exterminio de indígenas, “la cuestión
indígena” representaban un problema a este “ideal”.

Entonces, la incorporación a la nación de los indígenas tuvo que darse de diversas formas:
“En algunos casos fueron asimilados rompiendo la base material de su reproducción social:
la propiedad comunal de la tierra, o asimilando a las poblaciones indígenas, es decir un
proyecto de unificación de la sociedad. Pero en Bolivia, la imposibilidad de romper, por lo
menos a inicio de la república con el vínculo comunitario sobre la tierra, erigió una división
dicotómica en el proyecto de Estado: una Bolivia de blancos y otra de indígenas”
(Samanamud, 2009; 80).

En Bolivia el Estado dependió del tributo indígena hasta casi final del siglo XIX (Larson,
2002; 147), lo que mantenía este carácter dicotómico de manera material incluso. El 52 solo
contribuyo a la profundización de esta dicotomía pues amplificaba un modelo de
ciudadanía anclado en la pérdida de la condición de indígena como requisito para ser
ciudadano (Rivera, 1993; 48). De ahí que podemos decir, que si bien desde 1952 se
empezaron a establecer los pilares de la construcción de una ciudadanía, y por tanto la
emergencia de la nacionalidad boliviana, al estilo del Estado moderno (eliminación del voto
calificado, voto universal, etc.), paralelamente también continuó la exclusión de la
condición de indígena bajo las premisas básicas del Estado liberal.

3
Renan recalca de manera muy elocuente este carácter de la nación y de su convergencia en una
unidad pese a su diversidad étnica y el origen siempre violento de tal hecho, no es lo étnico lo que la define
sino incluso la voluntad de querer ser una nación y la historia compartida. “las lenguas son formaciones
históricas, que indican pocas cosas respecto a la sangre de los que las hablan y que, en cualquier caso, no
podrían encadenar la libertad humana… esta consideración excluyente de la lengua tiene, como la atención
excesiva por la raza, sus peligros e inconvenientes. Cuando se procede con exageración, uno se encierra en
una determinada cultura, considerada nacional: uno se limita, se recluye entre cuatro paredes. Se renuncia al
aire abierto que se respira en el vasto campo de la humanidad para encerrarse en los conventículos de los
compatriotas. Nada peor para el espíritu; nada más molesto para la civilización.” (2006: 71-73).
4
“El hombre no es esclavo ni de su raza, ni de su lengua, ni de su religión, ni del curso de los ríos, ni
de la dirección de las cadenas montañosas. Una gran agregación de hombres, sana de espíritu y cálida de
corazón, crea una consciencia moral que se llama nación”. (Renan,2006 ;93)
4

Las reformas constitucionales realizadas en el primer gobierno de Gonzalo Sánchez de


Lozada, involucraron el intento de articular a esta concepción liberal del Estado, una lógica
“multicultural”, incorporando las nociones de multiculturalismo y plurilinguismo, pero no
era otra cosa que el reconocimiento de las diversidad étnica y cultural, en condición de
minoría, tal y como las propuestas multiculturales, en otros contextos, empezaban a
plantear la cuestión de la diversidad cultural5. De ahí que se pueda sostener, que bajo la
visión “multicultural” se reconoce los derechos a la identidad cultural, pero dentro de un
marco liberal sin tocar el carácter monocultural del Estado.

En otras palabras la cuestión de la nacionalidad dentro del Estado boliviano incorporo la


idea “formal” de un reconocimiento de la diversidad, es decir podemos hablar de la
constitución de un “nacionalismo cívico” homogenizado, intentando reconocer demandas
de identidad cultural (Chatterjee, 2007; 58), pero que no llega a resolver la dicotomía que
se arrastra desde antes de la creación de la república.

Este breve repaso histórico puede apoyar la idea de que la cuestión de la identidad nacional
tuvo que ser cuestionada, una vez más, ahora bajo la forma del Estado plurinacional,
estableciendo nuevos parámetros para contener la complejidad que se perfilaba. De ahí que
podamos ahora hablar de tres componentes del Estado plurinacional que se expresan en una
construcción de nacionalidad plural, y que toman forma constitucional.

El primero de ellos es la lenta construcción de derechos y deberes bajo el paraguas de las


libertades individuales (nacionalismo cívico), que poco a poco se fue consolidando y que
este Estado también reconoce, el segundo nivel se refiere a la condición de los derechos de
identidad cultural (que ahora reconocen el derecho de las naciones indígenas minoritarias,
las autonomías regionales e indígenas), y el tercero apunta a incorporar la coexistencia
institucional de lo indígena en el seno mismo del Estado nación, cuestionando su carácter
monocultural, y por tanto por primera vez intentando cerrar la brecha dicotómica abierta
entre lo indígena y lo moderno 6. Estos tres niveles son los que caracterizan al Estado
plurinacional boliviano.

5
Podemos identificar una gran variedad de fuentes sobre la cuestión de la multiculturalismo,
Kymlicka 1995) por ejemplo, Taylor (1993) por el otro lado, entre muchas otras que replantearan esta
cuestión
6
Esto puede ser considerado también como el carácter “cualitativo” y no meramente cuantitativo,
como agregado o sumatoria de naciones, de lo plurinacional que otros han mencionado ya (Bautista, 2010).
sin embargo para ir más allá de este enunciado podemos decir: Resulta complejo establecer lo que significa
este carácter cualitativo que se expresa en la “coexistencia” civilizatoria característica central y distintiva del
Estado plurinacional. Sobre todo si esta no quiere ser arbitraria y apoyarse en una definición solo
“culturalista”. Creemos que la dimensión civilizatoria tiene dos fuentes una histórica y otra cultural. Histórica
porque es la expresión de un momento constitutivo donde dos mundos que no tenían conexión se relacionan
bajo relaciones de dominación y subordinación. Una se afirma sobre la negación de la otra, convirtiendo lo
indígena en exterioridad incluso sin tomar en cuenta las diferencias internas históricas existentes antes. La
colonización homogeniza una civilización subordinadamente y se erige como su opuesto. En este sentido,
emerge una dicotomía histórica entre: lo indígena y lo moderno. Lo indígena, aparece como una civilización
encubierta y dominada frente a la naciente sociedad que en principio vive la condición colonial y luego al
forjarse como República, no solo se encamina hacia la modernidad como su norte “civilizatorio”, sino que ya
desde el comienzo formaba parte de ella, pero como su cara “inferior”, “periférica” o subdesarrollada”. El
carácter subordinado e histórico de esta dicotomía es “ambigua”, por un lado, es producto de la colonización
5

En la constitución se encuentran definidos, la cuestión del nacionalismo cívico que fue


implantada con el voto universal, afianzamiento del sistema democrático representativo, el
reconocimiento del castellano ( que en los hechos era el sello monocultural del
colonialismo lingüístico) y las oleadas de reformas y ampliaciones de estos derechos,
incluso los actuales derechos fundamentales (que en la versión aprobada en Oruro se
llamaba; fundamentalísimos, lo que involucro ya una cambio substancial en la idea de
derechos fundamentales mismo, con la incorporación del derecho al agua y al
alcantarillado, por ejemplo (art. 19, p. III) como derechos humanos, lo que es ya una
avance, incluso en el marco de los derechos universales).

Por otro lado, la cuestión de los derechos a la identidad cultural, están garantizados de
manera clara por ejemplo en al Art. 21 p.1. El derecho a la “autoidentificación cultural”.
Aquí cabria una aclaración, puesto que esta condición de identidad cultural, que es la lógica
con la que hoy se habla de diversidad cultural, involucra una identificación dentro de la
condición del Estado plurinacional este reconocimiento, mas allá de lo formal mismo (esta
cuestión entre identidad y ciudadanía la tocaremos más adelante), no puede ser tratado
independiente mente de las características del Estado plurinacional.

Por este motivo, cuando queremos decir que la cuestión de la identidad cultural no se
entiende suficiente en la lógica multiculturalista, sino mas bien dentro de la estructura de
Estado plurinacional, nos referimos a que, el respeto a la identidad cultural, línea base de
las políticas multiculturalistas, está contenida dentro de una forma de coexistencia entre lo
indígena y lo moderno 7.

Y esta tiene su expresión y manifestación concreta por ejemplo en el reconocimiento que se


hace en el artículo 2:

“Dada la existencia precolonial de las naciones y pueblos indígenas originarios


campesinos y de su dominio ancestral sobre su territorio, se garantiza su libre

en estricto sentido, pero en una situación contemporánea emerge como una alternativa “civilizatoria”, porque
su pervivencia proyecta alternativas, a la crisis y agotamiento del orden moderno mundial ahora globalizado.
De ahí que históricamente podamos hablar de una dicotomía de “matrices civilizatorias”, que contiene
distintas fuentes y modos culturales, en el sentido de que proyectan formas de vida alternativas, en unos casos
y contrapuestas en otros. O sea el carácter cultural de esta dicotomía seria los distintos modos de vida que
ambos contiene, tanto en cuestiones estrictas e históricas de modos de vida diferenciados, (por ejemplo, lo que
la antropología o sociología ya ha tematizado e intenta tematizar) pero también simbólicamente, como modos
de vida que se expresan narrativamente y constituyen los mitos constitutivos de las matrices. De ahí que
cuando hablamos de horizontes, nos referimos a las proyecciones que se hacen a partir de las matrices
civilizatorias, convirtiendo el hecho negativo histórico de esta dicotomía, en un posicionamiento político, que
constituye ya una particular forma de recuperar y desplegar la matriz histórico cultural civilizatoria.
.
7
Cuando decimos moderno aquí hablamos mas como concepción de vida contenida en un horizonte
civilizatorio, que se ha globalizado, y sus referencias son más simbólicas y ontológicas, para distinguirlo de lo
indígena de la misma manera. No quiere decir por tanto, que lo indígena es pre-moderno o se encuentra fuera
de la historia, nos referimos al carácter de horizonte de vida contemporáneo de lo indígena que ha cobra
también, al igual que lo moderno diversa formas históricas, pero en lo que ha horizonte civilizador se refiere,
hablamos de elementos también simbólicos que trasuntan este horizonte y que no son siempre reducibles al
devenir histórico llano.
6

determinación en el marco de la unidad del Estado, que consiste en su derecho a la


autonomía, al autogobierno, a su cultura, al reconocimiento de sus instituciones y a la
consolidación de sus entidades territoriales, conforme a esta Constitución y la ley”

La existencia pre-colonial no solo es un mero reconocimiento que se comprenden dentro de


las formas de autonomía o autogobierno, sino que se traduce en el “reconocimiento de sus
instituciones”. Es decir trasciende la lógica territorializada de los derechos multiculturales,
es decir una nueva forma de restringir o fragmentar en función de los territorios, sino que lo
hace público, en este sentido cuestiona el carácter monocultural del Estado nación, o lo que
se suele llama la “cultura dominante”, y esto significa que el Estado plurinacional va mas
allá de la forma multicultural de los Estados.

El problema que se plantean los multiculturalistas, luego de las críticas a la versión liberal
nacionalista de los Estados-nación modernos, es respecto a la centralidad de la cultura
dominante, lo que más precisamente se denomina el carácter monocultural del Estado,
dentro de un Estado nación, y por supuesto, aceptando que lo liberal es ya una forma
cultural que no puede pasar simplemente como “universal”. De ahí que se plantee: “… los
Estados liberales tienen una concepción más restringida del “espacio público” relevante
dentro del cual la identidad nacional dominante debe expresarse, y una concepción más
expansiva de la esfera privada en donde las diferencias se toleran.” (Kymlicka, 2006; 53).

Por el contrario, vemos que el Estado plurinacional ha incorporado desde el artículo


primero valores como; lo comunitario por ejemplo, en el artículo 5 se convierten en
idiomas oficiales, los idiomas indígenas mas el castellano, articulo 8 los principios y
valores indígenas como el ama quila, ama llulla, ama suwa, vivir bien, armonía, etc.,
coexisten con los valores como libertad y transparencia por ejemplo, y también en el
artículo 30, p.5 se encuentra el “derecho a que sus instituciones sean parte de la
estructura general del Estado”.

Es decir, que no hablamos solo ya de un reconocimiento de la libertad individual y de la


identidad cultural, sino de una incorporación trasversalizada de lo indígena dentro del
Estado, lo que significa que el Estado plurinacional plantea, en su nivel más amplio, una
“coexistencia” de formas institucionales indígenas junto a las modernas, esto es una paso
mas allá del multiculturalismo.

En este contexto la discusión sobre la nacionalidad tiene ribetes muy distintos, debe
concebir una Plurinacionalidad que se resume sobre todo en el artículo 3:

“La nación boliviana está conformada por la totalidad de las bolivianas y los bolivianos,
las naciones y pueblos indígena originario campesinos, y las comunidades interculturales y
afrobolivianas que en conjunto constituyen el pueblo boliviano”

Esta conformación articulada de lo purinacional, implica que la nacionalidad tiene una


forma plural que no simplemente corresponde al horizonte nacional, y aunque adquiere su
formalidad como bolivianos y bolivianas, no es contradictoria con una identidad indígena
originaria campesina, que como se señala en el artículo 30, p. 5 y tiene derecho: “a que la
identidad cultural de cada uno de sus miembros, si así lo desea, se inscriba junto a la
7

ciudadanía boliviana en su cedula de identidad, pasaporte u otros documentos de


identificación con validez legal”.

Este articulo, que está comprendido dentro del capítulo cuarto; derechos de las naciones y
pueblos indígena originario campesinos, expresa la condición de “voluntad” y no de
obligatoriedad, es decir, las condiciones históricas que dieron como emergencia la
existencia de un Estado plurinacional, generan este tipo de institucionalidad “pluralista” y
que trata de incorporar en su seno esta diversidad, puesto que en estos tiempos resulta muy
difícil, ya entrever la mera “universalidad” del espíritu liberal con el que antaño se vio
reflejada y forjada la idea de nación y de Estado nacional, y por tanto la idea de
nacionalidad misma.

De ahí que la nacionalidad contenida en la constitución es plurinacional porque es una


articulación de derechos cívicos o nacionales, derechos de identidad cultural y coexistencia
civilizatoria, reflejada en el seno del Estado mismo, es un nacionalidad que se expresa
plural y articuladamente y ya no es un simple denominativo para una condición formal de
nacimiento, sino que esta se ha ampliado.

2. Ciudadanía, identidad y pluralismo.

La ciudadanía, en el contexto de la historia moderna, siempre ha Estado articulada al


concepto de Estado nación, pues es una forma particular de convertir los lazos sociales en
vínculos formalizados, que legitiman la aparición del individuo libre, y que
“voluntariamente” decide formar parte de una “comunidad política”. En una forma
moderna liberal significa dejar de lado; la raza, la legua, y la cultura, para dar paso a la
“deliberación” del lo público, es decir: “la existencia de una nación (si se me permite la
metáfora) es un plebiscito cotidiano, al igual que la existencia del individuo es una
afirmación perpetua de la vida” (Renan, 2006; 89)

Esto tiene varias consecuencias, por un lado, no es solo un hecho legal jurídico, es antes un
hecho histórico, puesto que, individuos articulados en una institución social de manera
voluntaria, involucran la conformación de lo social separado de la comunidad y la
separación de la experiencia humana en esferas parceladas, lo cual habla más de la historia
de los países modernos europeos y de la aparición de sus instituciones. Por otro lado, un
presupuesto innegable es la construcción de todas las instituciones bajo la imagen de una
“individualidad”, o el modelo del individuo, sin la que un vinculo formal carecería de
sentido, y por último, la construcción deliberativa de lo público, nuevamente desemboca en
la creación de una identidad; la identidad nacional.

En principio, el carácter histórico de la ciudadanía explica porque en sus versiones


modernas, especialmente europeas, empezaron a emerger una dualidad en la concepción de
ciudadanía, dualidad que evidentemente se desplegó de manera generalizada a finales del
siglo XX8. Esta dualidad se refiere a la separación entre: la universalidad de los derechos y

8
Una de las consecuencias de ello se puede encontrar en una extrapolación moderna, que es también
una continuidad en estos términos: “debemos percatarnos de que el liberalismo duro, que retorna
agresivamente a las viejas tesis de la doctrina, sin concesiones ni “correcciones”, forma una solida unidad
8

los particularismos de las formas de vida (Habermas, 1998; 620) 9. Es decir, la universalidad
de los derechos del hombre y el ciudadano, siempre estuvo en tensión con la diversidad
cultural existente, aun en el caso de los flamantes Estados nación europeos que utilizaron la
“violencia” estructural para lograr tal homogeneización 10. Pero, al mismo tiempo que
emergían las formas formalizadas universalistas, resurgía un espíritu nuevo, el
nacionalismo o identidad nacional.

Evidentemente, (y este ya es el segundo punto la individualidad subyacente) incluso la


soberanía del Estado nación tiene que entenderse como la extensión de los atributos
individuales a un ente mayor; el Estado. “El actual Estado moderno corresponde al
individuo al que ha quedado reducido el ser humano. El Estado es el individuo colectivo.
Los Estados son individuos colectivos soberanos” (Panikkar, 1999; 65), la conciencia
individual, base de las libertades individuales, y Estados soberanos, son dos momentos de
una misma historia, es decir, sin la separación del individuo, acaecida en la sociedad
moderna no hubiera sido posible la construcción de instituciones que se moldeen a su
imagen y semejanza. En este sentido, individuo (ciudadano) y colectividad (Estado), son las
caras de una misma moneda forjada mono-culturalmente por aquellos que redujeron al ser
humano a solo un individuo (Panikkar). El carácter individual entonces es el fundamento de
los Estados nación, es el “espíritu” con el cual se conforman y por tanto la ciudadanía
formal y universal uno de sus desprendimientos.

Pero habíamos dicho, que era imposible imponer esta versión universal sino por la fuerza,
ya que la pluralidad social siempre estuvo presente; lingüísticamente, culturalmente, etc.11
Entonces emergen, la construcción nacional sobre la base de la “expansión de una cultura
nacional en todo el territorio del Estado” (Kymlicka, 2006; 48), es decir de una identidad
nacional contrapuestas a las existentes históricamente.

con su contrario: el relativismo cultural absoluto, responsable (o más bien síntoma) del resurgimiento, a su
vez de esencialismos etnicistas. Liberalismo duro y relativismo absoluto funcionan como las dos caras de la
misma moneda”. (Diaz-Polanco, 2006; 30).
9
Una versión teórica de esos debates puede encontrarse entre las denominados “liberales” y los
“comunitaristas”
10
“La investigación histórica, en efecto, descubre los hechos violentos acaecidos en el origen de todas
las formaciones políticas, incluso aquellas cuyas consecuencias han sido de lo más benéficas. La unidad
siempre se hace brutalmente…” (Renan, 2006; 35) subrayados nuestros. También Kymlicka lo recuerda de
este modo.
“Seria falso decir que los Estados liberales únicamente emplean medios voluntarios para promover
la construcción nacional. Históricamente, por lo menos, los estaos liberales han Estado bastante dispuestos a
recurrir a la coerción al servicio de la construcción nacional. No hubo nada de voluntario en la imposición
del idioma francés a los bretones después de la revolución, o en la imposición del idioma ingles a los
chicanos después de la guerra con México en 1848”.(2006;52-53)
11
Y no hay razones para entender que esta pluralidad era simplemente inconexa ya que: “… la
diversidad de las culturas humanas no debe invitarnos a una observación divisoria o dividida. Esta no está
tanto en función del aislamiento de los grupos como de las relaciones que les unen”. (Lévi-Strauss, 2009; 46)
9

El tema de la pluralidad siempre estuvo presente en la construcción del Estado y la


ciudadanía, aunque no siempre se lo considero como tal. Mientras tanto, la construcción de
una identidad nacional, tendría como una de sus consecuencias más negativas en la
generación de los nacionalismos 12, que fueron especialmente identificados con los sistemas
autoritarios violentos durante el siglo XX. Esto significo también, que en el contexto
europeo, su desgaste se haga patente cada vez más.

Paralelamente a la crisis del nacionalismo, los Estados europeos tuvieron que enfrentarse a
otros problemas más que impelerían una mayor radicalidad a esta dicotomía entre
universalidad y formas diversas de vida, y esta fundamentalmente también llego a partir de
las grandes migraciones de gentes de los países denominados “menos desarrollados” hacia
los centros y polos económicos mundiales del centro 13.

Por otro lado, cuando hablamos de ciudadanía en países como el nuestro, es evidente que
hablamos de los efectos de una “sobre posición” o colonización de formas institucionales
que no se articulan con nuestra historia efectiva y más bien se reflejan como abigarradas14.
Ejemplos como la india donde la cuestión de la ciudadanía universalista podía conjugarse
con una defensa también del sistema de las castas, es decir la homogeneidad “teórica”
emergente del modelo de Estado nación liberal chocaba “paradójicamente” con la
heterogeneidad concreta. Las castas podían apelara a su forma de vida y legitimarla dentro
de los derechos ciudadanos y los pobres podían a pelar a la universalización o
democratización de derechos, es decir al modelo universalista, con el objetivo de forjar
alianzas igualitarias (Chatterjee, 2008).

Algo parecido podía suceder en el contexto boliviano, sobre todo a partir de 1952,
especialmente cuando “El sindicato asuma la forma de ciudadanía” (García, 2008; 142),
es decir, cuando la voluntad política y de interpelación al Estado venia desde las
organizaciones sindicales.

12
El ejemplo claro de este desgaste del nacionalismo y la consiguiente critica de la identidad nacional
tuvo mayor patencia en Alemania, puesto que para ellos: “El nacionalismo quedo extremado entre nosotros
en términos de darwinismo social y culmino en un delirio racial que sirvió de justificación a la aniquilación
masiva de judíos” (Habermas; 1991; 217).
13
Habermas resume de esta forma esta cuestión: “Tres movimientos históricos de esta nuestra
actualidad que se ha vuelto móvil afectan a la relación entre ciudadanía e identidad nacional: (1) la
reunificación alemana, la liberación de los Estados de Europa Oriental de la tutela Soviética y los conflictos
entre nacionalidades que se han desencadenado en toda Europa del este… (2)El desarrollo de la comunidad
europea,… (3) los gigantescos movimientos migratorios desde las regiones pobres del Este y del Sur, con los
que la Europa Occidental se verá confrontada en los próximos años… Con ese problema se agudiza la pugna
entre los principios universalistas del Estado democrático de derecho, por un lado, y las pretensiones
particularistas de integridad de las formas de vida en que se ha crecido, por otro”. (1998; 619-620).
14
Aquí cabe hacer una observación, puesto que la noción de abigarramiento no es más que una
inversión que se reflejas en los lentes de la modernidad misma. Por tanto, decir que existe un carácter
abigarrado de lo social, solo es posible (en la forma y el contenido afirmado en Bolivia con Zabaleta y los
que lo siguieron) afirmar sobre la base de presupuestos modernos. Creo que esto muestra un límite para una
categoría que ya no podría dar cuenta de un momento donde los análisis intentan trascender el punto de vista
crítico de la modernidad.
10

El Estado, no podría cubrir sus ausencias institucionales y la modalidad de participación


política pasaba siempre por una forma organizada; el sindicato, “Esto significaba que tanto
la sociedad llana como el Estado veían al sindicato como lugar donde ir a deliberar la
amplitud de lo que se considera ya un derecho público” (García, 2008; 143).Es decir, en
nuestra historia concreta la escisión entre nación y Estado y la identidad entre pueblo y
nación, aspecto central para la constitución de la ciudadanía moderna, tuvo una historia
efectiva distinta, e involucra por su puesto una fuerza que impele de otro modo la
subsecuente construcción constitucional.

Otro ejemplo significativo, de cómo las premisas modernas pueden tornarse de un modo
inédito en estos contextos, fue lo ocurrido con los esclavos “negros” en Haití. La
experiencia concreta de una libertad del hombre entendida mas allá de las consideraciones
excluyentes de la revolución francesa, solo fue posible en la lucha por la libertad de los
esclavos en Haití; una colonia francesa 15.

Los derechos universales en la versión francesa no abarcaron nunca la raza, pero para los
esclavos liberados en Haití esto era cuestión de vida o muerte, esto es, llevaron la cuestión
universal de la ciudadanía mas allá, pues la libertad francesa pensada bajo la historia
efectiva de una libertad de las “desigualdades feudales” (Buck-Morss, 2005) y no de la
condición de esclavo como la que padecieron los esclavos negro. Esta es la fuente de su
“radicalidad” para pensar la ciudadanía, que se les debe más a los esclavos negros de Haití,
que a la declaración universal de los derechos del hombre y del ciudadano de la revolución
francesa.

Este pequeño repaso histórico nos muestra tres aspectos importantes para reflexionar sobre
la cuestión de la ciudadanía en la actual constitución política Boliviana y que están
conectados con la anterior definición de Estado plurinacional. Primero, la actual definición
de ciudadanía plantea una comprensión particular de la premisa o las tensiones entre
universalismo y formas de vida concreta, segundo interpreta su “pluralidad” bajo este
mismo principio, pues resuelve de una manera distinta la cuestión de la historia efectiva de
la diversidad en Bolivia, y por ultimo agrega una carácter de “coexistencia civilizatoria” (lo
que habíamos señalado como el tercer momento del Estado plurinacional; lo indígena y lo
moderno). Estos tres componentes configuraran una ciudadanía plurinacional16.

Lo primero nos permite cuestionar la noción de pluralidad liberal y multicultural, por un


lado como ya lo mencionamos la cuestión del derecho a la identidad cultural no está en
contradicción con los derechos universales para todos los que forman parte de Bolivia.

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“Bajo el liderazgo de Toussaint-Louverture, el ejercito negro derroto militarmente a los ingleses en
una lucha que fortaleció el movimiento abolicionista dentro de Inglaterra… en 1801, Toussaint-Louverture,
antes esclavo y ahora gobernador de Santo Domingo, sospecho que el Directorio de Francia podía intentar
rescindir la abolición. Y aun así, todavía leal a la República, redacto una constitución para la colonia que se
adelanto a cualquier otra constitución del mundo, si no en sus premisas de democracia, al menos en lo que
concierne a la inclusión de la raza en su definición de ciudadanía.” (Buck-Morss, 2005; 36-37).
16
Para ver algunas otras consecuencias de la idea de ciudadanía plurinacional (ver: Romero. Et. Al,
2010).
11

Uno puede recurrir a identificarse culturalmente si así lo desea sin tomar en cuenta la
cuestión territorial, es decir si vive o no dentro de de un territorio indígena, y esto
evidentemente constituye una manera diferente de resolver la tensión entre derechos
universales y formas de vida efectiva diversas.

Además, no solo existe este hecho también en el artículo 1 de la constitución: “Bolivia se


constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre,
independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías.
Bolivia se funda en la pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico, cultural y
lingüístico, dentro del proceso integrador del país.” Se refleja la diversidad de
componentes articuladores que en principio pueden aparecer yuxtapuestos, y que reflejan
más bien un consenso amplio sin un molde previo. Además, este se ejerce efectivamente
bajo la forma de derechos y libertades que igualan a todos y derechos a la identidad cultural
que no vulnera las anteriores.

Pero también en un tercer nivel, tenemos que cuando se señala que, “Bolivia se funda en la
pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del
proceso integrador del país.” Esto supone pensar coexistencia como otra manera de
entender la pluralidad, puesto que ahora se incorporan a la estructura del Estado formas
institucionales indígenas y que forman parte de lo público. Aquí podemos hablar del
reconocimiento de: el uso de al menos dos idiomas oficiales el castellano y otro indígena
(art. 5 P. II), aceptación “nacional” de la democracia representativa, participativa y
comunitaria (art. 11) reconocimiento de modelo económico plural y del vivir bien (art. 306)
la igualdad de jerarquía entre justicia ordinaria u justicia indígena originaria (art. 179 p. II)
y que algunos miembros del tribunal constitucional sean obligatoriamente representantes
del sistema indígena originario campesino (art. 197).

Lo indígena frente a lo moderno, en una versión más allá de lo liberal y multicultural, no es


un particularismo dentro del Estado moderno, es una “fuente” de formas institucionales que
conforman y reconfiguran parte de lo público y del estado (no hay que olvidar que
hablamos de un proceso en movimiento y que su construcción normada sigue en curso), y
ya no están relegadas al plano individual de las formas de vida, como en el modelo
multiculturalista.

Todo esto se refleja en una institucionalidad plural, que le plantea un desafío enorme al
Estado y a los derechos ciudadanos modernos, este es el de ir más allá del respeto a la
diferencia ya sea individual o de derechos colectivos, ya definidos, y plantea una
“coexistencia”, que significa no simplemente respetar las diferencias, sino que el hecho de
que coexistan, economía comunitaria coexistiendo con inversión privada y economía
estatal, formas de representación política moderna con formas de organización
comunitarias, justicia ordinaria y justicia comunitaria, muestra que la coexistencia
involucra también “dialogo”, en el sentido de que las instituciones modernas y liberales se
abran a las instituciones indígenas y aprendan de ellas y se reconfiguren a partir de la
coexistencia y lo mismo sucede desde la recuperación de las instituciones indígenas, ya sea
bajo la forma de economía comunitaria por un lado, o de “sistema de justicia indígena
originario” por el otro, como parte de ejemplos del múltiples que se pueden dar, ya que esto
12

instituye formas inéditas que se pueden enriquecer por la forma en que están predispuestas
a funcionar en el contexto del Estado plurinacional.

Lo plurinacional constituye una forma de unidad diferente de lo plural, la diversidad de las


libertades individuales o de las formas culturales diversa no son suficientes para resolver la
historia efectiva en la que se puede construir una ciudadanía, de ahí que pluralismo no es
solo libertad de expresión, ni el reconocimiento ya sea como heterogeneidad estructural, ni
como formas de vida17, porque el problema del pluralismo no es el reconocimiento llano
sino la posibilidad de la coexistencia sobre la base institucional abierta al mutuo
aprendizaje. Y este es una posibilidad abierta en la construcción institucional del Estado
plurinacional, no habría por tanto que pensar que la ciudadanía es un asunto cerrado y
circunscrito solo al artículo 144 de la actual constitución.

Se trata entonces del carácter nuevo de pluralidad de la constitución (Samanamud, 2009),


pero también de un sentido descolonizador que involucra esta concepción de ciudadanía
plurinacional. Esta interpela el carácter monocultural de las instituciones liberales y expresa
la insuficiencia del modelo multiculturalistas que solo trata de incorporar la identidad
cultural en condiciones de minoría. La descolonización como proceso está contenida como
potencia en la actual constitución, como una forma trascendente de superar el modelo de
Estado moderno (seria incluso discutible hablar de Estado integral).

3. Conclusiones.

De ahí que podemos señalar que esta nacionalidad no es un llano formalismo es una
nacionalidad plurinacional que articula no contradictoramente la universalidad de los
derechos y deberes junto al reconocimiento y preexistencia de las naciones y pueblos
indígenas originarios, y precisamente el garante de esta pluralidad “relacional” es el modo
de coexistencia civilizatoria que adquiere el estado plurinacional.

Por pluralidad relacional en el ámbito constitucional de la nacionalidad y la ciudadanía


podemos señalar a la articulación entre: 1) Las libertades individuales, cívicas nacionales,
comprendidas en los derechos políticos y ciudadanos consolidados y ampliados, y en las
garantías establecidas en los derechos fundamentales. 2) los derecho culturales o de
identidad cultural, comprendidas en los derechos a la identidad cultural de indígenas y afro-
descendiente, comprendidos también en los niveles de autonomías indígenas y
departamentales, pero también como derechos ciudadanos independientemente del
territorio autónomo. Y 3) La construcción institucional inédita entre lo indígena y lo
moderno, que se expresa principalmente en el pluralismo institucional del Estado,
Pluralismo jurídico, Pluralismo económico, Pluralismo político, etc.

17
Ambas cosas no están exentas en la cuestión liberal de la política, por ejemplo: “… los derechos
que un sistema democrático a gran escala suministra a los ciudadanos produce una pluralidad de
asociaciones no solo inevitable sino también necesaria. En un poliarquía, si queremos volver a este concepto,
esa pluralidad de asociaciones es también deseable, recomendable.” (Dahl, 2002; 27). Como se ve, el
pluralismo liberal se recrea desde sí mismo, sus propias instituciones y la cuestión de la diversidad cultural,
simplemente las incluye, no hay por tanto esta idea de coexistencia, ni en la forma liberal ni en la
multicultural, esto es lo inédito de la ciudadanía plurinacional.
13

Todo este conjunto articulado y convertido en derecho positivo en la constitución actual de


Bolivia, conformaría una concepción de nacionalidad y ciudadanía plurinacional, como un
aporte inédito para construir democráticamente aquello que siempre fue complejo para la
humanidad, la construcción de una institucionalidad que aglutine en condiciones de
igualdad la diversidad existente.

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Buck-Morss, Susan. (2005). Hegel y Haití, Argentina; Grupo Norma.

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14

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Constitución Política Del Estado Bolivia. (CPE)

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