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MAESTRÍA EN PSICOANÁLISIS
Buenos Aires
2018
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Buenos Aires
2018
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FOLHA DE APROVAÇÃO
Buenos Aires
2018
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Agradecimientos
acompañarme en este proyecto, en especial a los maestros que me inquietaron y me impulsaron. Commented [JLdGM1]: Sugerencia: “que despertaron mi
inquietud”. Inquietaron remite a otro sentido: provocar miedo o
angustia. Ya la frase sugerida, se interpreta como “despertaron mi
A mi directora de tesis, Alejandra Loray, que al portar en su cuello el pigmento de la curiosidad”
de forma elocuente en el cuadro negro, la constitución subjetiva por la operación de la división Commented [JLdGM2]: En español sería Pizarra, que es lo
mismo que “cuadro negro” en Portugués.
del S por el A.
Nöthen Mascarello por la paciencia en la escucha de los dramas del fantasma y por el coraje y
perspicacia en los cortes metonímicos que me enderezaran he apartado, tal como una banda de Commented [JLdGM3]: “Enderezaran” sería la traducción de
“desviraram”
ocupar el lugar del “más Uno” y me han acompañado en el recorrido de la formación permanente
en Psicoanálisis.
A mis padres, por lanzar su deseo en el mundo y me he dado la oportunidad de Commented [JLdGM4]: Sugerencia: “y que me ha dado la
oportunidad de perseguirlo”
perseguirlo.
experiencia del Amor al Deseo y a mis hijos, Gustavo y Gabriela, por mostrarme en el cuerpo,
cada uno a su estilo, que la distancia física que divide al globo terrestre en dos partes idénticas no
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es nada más allá de lo físico, una vez que, psíquicamente, seguimos juntos lanzando el objeto
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Resumen
el presente estudio buscó comprender aquello de lo que se trata este concepto y la relación por él
actuada entre el deseo y el objeto a. Así, por medio de una investigación conceptual de las
formación del fantasma fundamental para, luego, acceder a las relecturas lacanianas sobre estos
mismos conceptos y llegar a la proposición del objeto a en cuanto causa de deseo, del deseo en
cuanto deseo del Otro, y además, de la fórmula del fantasma en cuanto soporte del deseo y
cobertura contra la angustia, una vez que transcribe la relación entre el sujeto tachado con el
objeto causa del deseo. Sin poder dejar de lado la exploración del grafo del deseo, fue posible Commented [JLdGM5]: Sem poder furtar-se a / Sin poder
privarse la
Sugerencia: Sin poder dejar de lado la exploración…
lanzar luz sobre la Constitución subjetiva y la dependencia en cuanto a tal relación que encuentra
en el Complejo de Castración su base irreductible inicial. Avanzando por estos conceptos Commented [JLdGM6]: Sugerencia: “y la dependencia en
relación al Complejo de Castración, donde encuentra su base
reductible inicial.”
constituyentes e interpelando sobre la posición del analista en el lugar del objeto a, de donde
hace valer aquello que Lacan denomina “deseo del analista”, se llegó a la formulación de la Commented [JLdGM7]: Cita?
Commented [JLdGM8]: Frase original: “se llegó a la
transferencia como campo de trabajo en el cual transitan analista y analizante, posibilitando la formulación de…” / Sugerencia: “Se llegó al momento (al punto)
(teórico) de formulación de la transferencia como campo de
trabajo…”
actuación del fantasma en la aproximación de la constitución subjetiva y en la contingencia de
contacto con el deseo. Al final del estudio se presenta una síntesis de la elaboración lacaniana Commented [JLdGM9]: Palabra original en el texto:
Formación/formulación
con relación a las cinco formas de aparición del objeto a, sus respectivos fantasmas
análisis.
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Resumo
presente estudo buscou compreender do que se trata este conceito e a relação por ele atuada entre
o desejo e o objeto a. Assim, por meio de uma investigação conceitual das formalizações teóricas
de Freud e Lacan, iniciando-se pela teorização freudiana acerca da formação dos sintomas, sua
cobertura contra a angústia, uma vez que transcreve a relação entre o sujeito barrado pela
linguagem com o objeto causa do desejo. Sem poder furtar-se a exploração do grafo do desejo,
foi possível lançar luz sobre a constituição subjetiva e a dependência quanto a tal relação que
encontra no Complexo de Castração sua base irredutível inicial. Percorrendo estes conceitos
possível fazer valer aquilo que Lacan denomina por desejo do analista, chegou-se à formulação
o desejo. Ao final do estudo apresenta-se uma síntese da formulação lacaniana quanto às cinco
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Abstract
Based on the questioning of the psychoanalytic clinics work with the phantasy (phantasm), the
present study sought to understand what this concept is about and the relationship supported
from it between the desire and the object a. Thus, through a conceptual research of the
theoretical perspectives from Freud and Lacan, initiated by Freudian theorizing about the
symptoms, their relation to anxiety and the formation of fundamental phantasm, reached the
Lacanian re-readings on the same concepts and arrive at the proposition of the object a as cause
of desire, the desire as the desire of the Other, and also on the formula of the phantasm as a
desire’ support and cover against anguish, once it presents the relationship between the subject-
barred with the object cause of desire. Not being able to avoid the exploration of the graph of
desire, it was possible to shed light on the subjective constitution and on the dependence on such
a relation that finds in the Castration Complex its initial irreducible base. Traveling through
these structuring concepts and questioning the analyst’s position in the object a’ spot, from
where it is possible to assert what Lacan calls by the analyst’s desire, the formulation of the
transference as a field of work between analyst and analyzer where the phantasm can be acted in
the subjective constitution approximation and in the possibility of desire’s contact. At the end of
the study is presented a synthesis of the Lacanian formulation regarding the five forms of
appearance of the object a, its respective fundamental phantasms and its possible crossings by
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Sumario
Introducción ...............................................................................................................................................................210
1.1) Desarrollos sobre los caminos de formación de los síntomas en las Conferencias introductorias................817
1.2) Algunas teorizaciones freudianas acerca de la angustia y su relacion con la formación de los síntomas ........2534
Capítulo 2 ................................................................................................................................................................3544
Capítulo 4 ............................................................................................................................................................105111
Conclusión ...........................................................................................................................................................131136
Referencias ..........................................................................................................................................................141146
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Introducción
analizante o del analista, no hay como dejar de cuestionarse sobre el acto analítico y la forma de
un análisis causar efectos. ¿Con cuáles instrumentos opera el analista? ¿Cómo ese trabajo sería
capaz de causar efectos en la vida del analizante y direccionarlo a una mudanza subjetiva que sea
Buscando respuestas a esas cuestiones por entre los conceptos presentados en la relectura
lacaniana de la obra de Freud, se encuentra, en la formula del fantasma [$<>a] — sujeto tachado
pulsión de a –, una posibilidad de trabajo clínico que se daría en el campo de la relación del
La especulación lacaniana en cuanto al objeto a proviene del objeto de amor primordial Commented [JLdGM10]: Original: proveen
presentado por Freud. En ese sentido, este fue pensado como resto de la relación del sujeto Commented [JLdGM11]: Original: el
mítico (S) con el gran Otro (A). Una relación que es estructurante de la vida subjetiva y que se
fórmula del fantasma que vehicula tal relación como base de todas las demás, también de la
sucesivos atravesamientos del fantasma proporcionados por la relación analítica, posibilitando el Commented [JLdGM12]: Original: la
pasaje del síntoma al sinthome. Pero ¿cómo comprender al fantasma y sus atravesamientos? Y
relación entre el deseo y el objeto a y crea el alivio del síntoma que lleva el sujeto al consultorio
psicoanalítico?
En el Seminario 6, Lacan (1958/2015) teoriza sobre el deseo como aquello que se Commented [JLdGM13]: VER NORMA APA
presenta sin palabras en análisis. Traza el grafo de deseo demostrando el surgimiento del sujeto a Commented [JLdGM14]: Original: al
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partir del deseo del gran Otro, siendo este el lugar del lenguaje que lo atraviesa. Así, presenta al Commented [JLdGM15]: Original: este siendo
sujeto como anulado por el lenguaje, por el Otro, perseguidor de un deseo que no sabe, que es Commented [JLdGM16]: Original: el
inconsciente, perteneciente al campo del lenguaje, por ende, constituido a partir del deseo del
Otro.
Pero ¿qué es el deseo del Otro? Delante de la falta de un saber que afecta al sujeto, este se
ve cuestionado. Ahora bien, si del deseo no se sabe, ¿cómo operar con él en un análisis? ¿Cómo Commented [JLdGM17]: todavía,
desde el lugar del analista es posible acompañar al sujeto en el recorrido del inconsciente, Commented [JLdGM18]: del
Tal proposición apunta para el deseo del analista como posibilidad de producción del acto Formatted: Highlight
analítico, delante del cual el analista hará operar el análisis, por medio del lenguaje, transitando
por la transferencia con el analizante – en ese campo, dando testimonio de la presencia del
inconsciente, sea a través de actos fallidos, de los chistes, de los sueños, de los síntomas, de las
formaciones del inconsciente, escribiendo el lugar de la falta y, así, restableciendo el sujeto del
deseo.
nombrar en la experiencia del sujeto, algo que escapa a la estructura del lenguaje, marcando, por
lo tanto, la dimensión de lo Real, como aquello que no cesa de no inscribirse y que equivale a la
castración en la vida sexual del neurótico. Así, lo Real sería equivalente a la castración, ambos
estructurantes de la constitución subjetiva, de manera que estarían ligados al sujeto del deseo y
57/1995) propone la existencia del fantasma como un elemento presente en el cuadro clínico de
los analizantes que compone la historia estructural del sujeto y que se manifiesta en todos sus
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síntomas. Según él, el fantasma es una formulación y una organización dramática de la vida
pulsional, primitiva y primordial del sujeto que se construye por la posibilidad de la palabra
cual ocupa un lugar prominente en su teoría, especialmente a partir de la segunda tópica, por
ende, es en el texto Pegan a un niño – Una contribución al Estudio del Origen de las Perversiones
fantasía en una fase infantil muy remota trayendo en sí el trazo primario de la perversión. En la
introducción del texto, Freud lo clasifico como el texto más esclarecedor sobre los motivos que
fundamental por el pasaje por el complejo del Edipo, siendo aquella una cicatriz de este y, por lo
inicialmente la inexistencia de la clínica sin la ética, la cual se viabiliza a partir del deseo del
analista, único capaz de hacer funcionar la transferencia, terreno base para el trabajo del análisis.
Destaca en su texto que, en la dirección de la cura, se hace importante considerar las diferencias
entre el síntoma y el fantasma, entre esos, inicialmente, el síntoma como siendo aquel que lleva
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En este trabajo , los términos fantasía e fantasma son utilizados como sinónimos, una vez que el termino fantasía
es utilizado en las traducciones para el idioma portugués de las obras de Freud y Lacan.
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siendo puntas complementarias, relacionadas al complejo del Edipo. En Subversión del sujeto y
freudiano, diciendo que el Edipo es un mito y que el complejo es el de la castración, siendo esta
las modificaciones por las cuales pasó su teoría, Freud (1916-1917/1969) expone que, en la vida
sexual de los neuróticos, la formación de los síntomas tienen origen en las fantasías y que estas
están ligadas al complejo del Edipo. Además de eso, en Sobre el Narcicismo: Introducción,
Freud (1914c/1996) trata de explicar el camino de la libido en las diferentes estructuras clínicas,
Tanto la obra freudiana, al presentar los conceptos fundamentales del psicoanálisis, como
los seminarios lacanianos, al explicarlos y revelarlos, versan sobre las cuestiones que se enuncian
teórica bibliográfica de cuño cualitativo con objetivo exploratorio y descriptivo de las obras de
Freud y Lacan, teniendo como objetivo aclarar como se da el trabajo en la clínica psicoanalítica
con el fantasma del sujeto, el cual vehicula la relación entre deseo y el objeto a.
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conferencias introductorias dadas por Freud por presentar lectura clara y didáctica de sus
conceptos teóricos básicos. Tales textos declinan las primeras teorizaciones freudianas acerca de
la fantasía, de forma que se buscó destacar, especialmente de estos, la relación entre el síntoma y
la fantasía, sin embargo, fue el texto Pegan a un Niño el elegido como base de comprensión
Instintual, destacándose de ellas los desarrollos principales para la comprensión de las neurosis y
emprendió la búsqueda de los mismos conceptos en la obra lacaniana, donde se encuentran las
teorizaciones sobre el objeto a en cuanto causa del deseo, sobre la formula del fantasma como
soporte del deseo y cobertura contra la angustia. Como texto inicial de la obra lacaniana, se
utilizó Pegan a un niño y al joven homosexual por presentar la relectura de la formación del
fantasma fundamental en Freud. En esta fase del estudio, el texto de Miller (1984/1987) Dos
Dimensiones Clínicas: Síntomas y fantasías fue esclarecedor por presentar las diferencias que
pueden ser observadas entre los conceptos de síntoma y fantasma presentados en las obras de
Freud y Lacan.
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La palabra ansiedad es utilizada en la traducción de las obras completas por la Imago en Brasil, sin embargo, en
este trabajo se utiliza a la traducción del original angst por angustia, la excepción de cuando se utiliza para referirse
al título de las Conferencias XXV y XXXII, así como en las citas literales de la obra freudiana utilizada.
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lacaniana. Explorando el grafo del deseo presentado en el Seminario 6 (1958/2015) fue posible
comprender el surgimiento del sujeto dividido por el lenguaje y perseguidor de un deseo que no
conoce, un lugar de falta que remetió a la especulación en cuanto al punto de la angustia y del
deseo del Otro. En este capitulo, además se aludió al deseo en el sueño presentado por Lacan en
soporte del deseo y cobertura contra la angustia. Al final de este capitulo, dedicado a la
exposición del deseo para el psicoanálisis y con el objetivo de delimitar la utilización del
concepto en el presente estudio, el objeto a fue presentado como objeto causa del de deseo, tal
Por fin, en el cuarto capitulo, se busco abarcar los conceptos tratados a lo largo del
estudio y traerlos para el trabajo clínico conforme la propuesta lacaniana. Así, se interpelo sobre
la aproximación del deseo. En este sentido, fue posible reconocer el lugar del analista en calidad
mantiene una relación con el deseo. El estudio termina con una síntesis de la presentación
lacaniana en cuanto a las cinco formas de aparición del objeto a, sus respectivos fantasmas
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Capítulo 1
sentido de los Síntomas, Freud (1917[1916]/1976) refiere sobre la subjetividad del síntoma al
que es peculiar a la vivencia sexual3 de cada sujeto. En el desarrollo de esa idea, emprende una
diferenciación entre síntomas típicos de una enfermedad – prácticamente los mismos para todos
los pacientes – y los trazos individuales, los cuales tornan posible la interpretación histórica
relativa a la vivencia del sujeto, concluyendo de esta forma que es la vivencia subjetiva que
determina la manifestación de los síntomas típicos. Tal desarrollo puede ser visto como un
Conferencia XXII.
Buscando ilustrar esa concepción, presenta dos casos de neurosis obsesiva, trazando antes
interpretación del síntoma en la neurosis obsesiva, por ejemplo, encuentra fuerte resistencia
frente a una especie de “energía” (Freud, 1917[1916]/1976, p. 307) delante de la cual habría un
punteando para la necesidad de establecer conexiones a cada uno de los síntomas presentados
antes de trabajar por su eliminación. En ese momento de la especulación, Freud elabora que la
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asociativas y buscando desvendar la situación pasada en la cual la idea que se presentara sin
comprensión con relación a dos puntos principales. Profesa inicialmente hacia el sentido
económico de los síntomas al afirmar que ellos y sus consecuencias, tanto en las neurosis
traumáticas (de guerra) como en las espontaneas, conducirían el paciente hasta su pasado remoto,
manteniéndolo alienado del presente y del futuro, fijándolo en esa fase donde hay una mayor
cantidad de energía psíquica. Tal exceso de energía evidenciaría el punto de fijación como
traumático, de esa forma, marcando la neurosis como resultado de la incapacidad del sujeto en
Recuerda que tal concepción ya hacia parte de sus primeras formulaciones con Breuer en
1893 y 1895, mientras, frente de la dificultad de interpretación de los síntomas presentados por
una de las pacientes de la Conferencia XVII – caso en el cual se encontraba el mismo significado
de lo traumático –, advierte que no se debe excluir la importancia del sentido económico de los
síntomas, pero sin considerar la existencia de algo más en la cusa de las neurosis, una vez que a
pesar de la asertiva de que toda neurosis incluye una fijación, “ ni toda fijación conduce a la
neurosis, coincide con una neurosis o surge debido a una neurosis” (Freud, 1917[1916]/1976, p.
326).
conexión entre la vivencia traumática y el acto patológico que hace deducir la existencia de una
región aislada en la mente. Así reafirma la presencia de los procesos mentales inconscientes,
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concluyendo, además, que siempre por detrás de un síntoma hay un contenido inconsciente que
contiene el sentido del síntoma, por lo tanto, tornar consciente lo inconsciente no es suficiente
para hacer desaparecer al síntoma, siendo necesarias, por lo tanto, adaptaciones a la técnica
alguna otra cosa que nunca sucedió, funcionaria como una troca, como si, en algún momento del
curso de los procesos mentales del inconsciente al consciente, hubiese ocurrido una interrupción,
de los síntomas con el inconsciente hace con que Freud (1917[1916]/1976) compare la neurosis
acontecimientos mentales de se debería saber” (p. 331), alertando que, aunque un psicoanalista
experimentado pueda comprender cuales son los impulsos mentales inconscientes presentes en la
formación de los síntomas, estos son apenas una parte del sentido, quedando desconocida la
Así, puntúa que el saber medico sólo puede ser utilizado para colocar al análisis en
conocimiento del paciente acerca del sentido del síntoma es lo que puede venir a causar una
mudanza subjetiva en la vida del paciente. En las palabras de Freud (1917[1916]/1976): “los
síntomas desaparecen cuando su sentido se torna conocido”, de tal forma que es necesario que tal
conocimiento pueda “causar una modificación interna del paciente” (p. 332).
en Traumas – el Inconsciente, sobre los puntos esenciales al respecto del sentido de los síntomas,
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con que las personas enferman, en cuanto como un problema de la dinámica mental que apunta
para la forma con que los síntomas se desenvuelven a partir de la causa de las neurosis (Freud,
1917[1916]/1976).
consciente pasó a ser equivalente a llenar las lagunas de la memoria que se formaron por la
amnesia característica del curso de la formación de los síntomas, sea una amnesia verdadera, tal
importante comprender el propósito del síntoma a fin de posibilitar una mudanza subjetiva del
paciente.
y Represión, Freud pasa a tratar dos puntos de la experiencia clínica: la dinámica de la neurosis
satisfacción sexual frustrada. Denominando inicialmente la resistencia por represión, anota ser
ella una acción del paciente frente a una vivencia de displacer, momento equivalente al de la
formación de os síntomas, y, por lo tanto, precondición de estos. Para comprender esa acción en
la clínica, dice ser la misma acción emprendida por el paciente cuando se busca la resolución de
346).
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inconsciente sin ser percibida por el Ego4 y, de esa forma, “conservaría su energía y de él no
de la producción de los síntomas como sustitutos de una satisfacción sexual frustrada, agregando
que fue posible percibir en la experiencia clínica algunos casos en que los síntomas parecían
paralizar una satisfacción, así, los síntomas objetivan tanto una satisfacción sexual como su
rechazo, siendo que el “carácter positivo de realización del deseo prevalece en la histeria y el
y surge “de la reciproca interferencia entre dos corrientes opuestas; representan no sólo lo
reprimido, sino también la fuerza represora que compartió de su origen” (p. 353).
interpretaciones de los síntomas “el concepto de satisfacción sexual sustitutiva” de una forma
funcionarían como actualizaciones de una sensación, o aún, “la representación de una fantasía
derivada de un complejo sexual”, la cual toma las más variadas e impensables formas pueriles y
vergonzosos, tales como la masturbación, o “formas indecentes de travesuras, que son prohibidas
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En este momento de la teoría, el Ego es comprendido como la parte consciente del sistema psíquico.
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hasta las crianzas – hábitos que fueron erradicados”, o, aún, otros actos de crueldad, típicos de
conceptos de síntomas y fantasías, dando pruebas de que los síntomas se originaran en las
fantasías como derivadas del complejo del Edipo. En ese sentido, siguiendo la especulación
acerca de la formación de los síntomas como sustitutos de una satisfacción frustrada y ya estando
Conferencia XXII, que ni toda frustración conducirá a la neurosis, siendo una frustración
patológica cuando afecta el modo de satisfacción de la libido deseado por la persona. Agrega aún
que, además de la frustración, se debe contar con el proceso de evolución de la libido y sus
neurosis, las cuales no son independientes una de otra, siendo que, cuanto más intensas las
sexuales parciales. Presenta que parte de estas tendencias pueden haber sufrido fijación en
estadios anteriores del desarrollo, mientras otras podrían tener atinado su objetivo final.
represión, expone que la represión debe ser considerada el mecanismo más característico de las
neurosis de transferencia, siendo posible observar sus efectos de dos diferentes formas. La
primera de ellas es el retorno a los objetos de la libidoes incestuosos, tales como ocurre en la
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como se ve en la neurosis obsesiva, aclarando aún que una regresión de la libido sin represión
diferencia entre los términos represión y regresión. El primero traducido del vocablo alemán
regression, se trata de un concepto biológico y descriptivo, mientras que represión, del alemán
objeto, como de tomar un objeto por otro, pudiendo ser considerada como un factor protector
contra el enfermar frente a las frustraciones. En ese sentido, inscribe la sublimación como uno de
esos procesos protectores, el cual adquirió especial significación cultural, especialmente por
congruencia de factores en la causa de las neurosis y entre ellos sitúa la fijación de la libido, en
como el factor externo accidental, aludiendo que, cuando uno de los factores es más fuerte, el
otro es menos. Tal congruencia se organizaría de determinado modo a formar lo que Freud
denominó por series complementarias. En cuanto a esta aclara que en uno de los limites de la
serie están los casos extremos de personas que supuestamente habrían enfermado por el singular
casos contrarios en los cuales supuestamente no habrían enfermando si no tuvieran sido las
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vividas.
tenido esas experiencias, y esas experiencias no habrían tenido un efecto traumático sobre tales
personas si su libido hubiese sido dispuesta de una otra forma” (p. 406).
la etiología de las neurosis, explicando que la fuerza con que la libido adhiere a determinado
objeto o fase del desenvolvimiento varía de individuo para individuo, teniendo causas
desconocidas. Buscando ilustrar esta idea, cuenta un caso de fetichismo, demostrando que no
sólo en las neurosis podemos observar una fijación excesiva y prematura de la libido, sino
caracterizado por la lucha entre impulsos opuestos plenos de deseos, relativos a dos partes de la
personalidad, una de ellas que defienden sus deseos y otra que los rechaza, agregando que, para
que ese conflicto adquiera una condición patógena, deberá incluir la libido que ya había sido
previamente reprimida, la cual estaba presente en las fantasías de la fase infantil del desarrollo.
Aunque, buscando otra forma de explicar tal conflicto, Freud (1917[1916]/1976) dice valorizar la
explicación que presenta un contenido secreto, o sea, de que el puede ser expreso por la lucha
entre una frustración externa, aquella que remueve una posibilidad de satisfacción, y otra
frustración interna, que busca también excluir otra posibilidad de satisfacción, agregando que
ambas se refieren a diferentes vías y objetos. El momento en que la formación de los síntomas
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para continuar su camino por vías indirectas ya que no es posible acabarse y ni paralizarse.
Freud sugiere que el conflicto se da entre dos partes de la subjetividad, las pulsiones del
Ego de un lado y las pulsiones sexuales de otro. Señala que hay una correspondencia entre las
originar un factor patógeno, el cual se configura de acuerdo con el comportamiento del Yo frente
a una fijación de la libido. En el caso de una acomodación, estaríamos frente a una perversión,
mientras en su inverso, habría una represión en el punto donde la libido sufre una fijación. De
esa forma, refiere como tercer factor en la etiología de las neurosis la tendencia al conflicto
surgida por el desarrollo del Yo contra los impulsos de la libido, o sexuales, una vez que, frente a
las necesidades impuestas por la vida, las tendencias del Yo no se comportarían de la misma
manera que las sexuales. Mientras los instintos de auto-preservación (del Yo) aprenden a
(1917[1916]/1976) alerta para la dimensión económica de los procesos mentales como la más
importante y oscura región del psicoanálisis, lo que lo llevaría a concluir que el propósito
primordial del aparato mental es la obtención del placer, con la disminución, o extinción, de las
cargas de estímulos, mientras inversamente el displacer se daría por el aumento de esas cargas.
En ese sentido, el aparato mental trabajaría para eliminar los estímulos y las somas de excitación
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provenientes tanto de fuera como de dentro de él, siendo que los instintos5 sexuales actuarían
bajo la influencia del principio del placer manteniendo inalterada su función original, mientras
vida, ante el principio de la realidad. Sin embargo, aunque delante de las modificaciones que el
Yo precisa emprender, los instintos del Yo asumen la tarea ambigua de evitar el displacer y de
los síntomas, señala que “descifrar los síntomas significa lo mismo que comprender la
enfermedad” siendo estos “actos, perjudiciales (...) inútiles a la vida de la persona”, de los cuales
Ocurre que tales precondiciones están presentes para todas las personas, los neuróticos,
la capacidad subjetiva de lidiar con ella. Tal idea remete al esfuerzo mental en la formación de
los síntomas asentando para el carácter dinámico de los procesos mentales, demostrando que,
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La palabra instinto es utilizada en la traducción de las obras completas por la Imago en Brasil, así se utiliza este
mismo término en varias citas preservando la originalidad de la obra y de la época teórica, aunque se comprenda que
una mejor utilización del término instinto sexual sería pulsión.
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más allá del punto de vista teórico de la enfermedad, el ser enfermo es un concepto practico, una
vez que la cantidad de energía disponible al síntoma atrae para sí todas las atenciones, tanto del
regresión de la libido, la cual ya se sabe demostrar el carácter bilateral de los procesos mentales,
explica que aquella, en la regresión a las fijaciones anteriores, provoca un aumento de la catexia6
de libido en aquel punto, tornándolo aún más vulnerable. Sumándose a eso el hecho de que el
recorrido ocurre en el inconsciente, concluye que la formación de los síntomas sufre los procesos
de condensación y desplazamiento, tal como el sueño, el cual Freud clasifica como “la
inconsciente, una pieza de ambigüedad engañosamente elegida, con dos significados en completa
sueños y en los síntomas, destaca que en lo primero el trabajo pre-consciente visa preservar el
reposo y permitir el deseo, mientras en el síntoma hay un esfuerzo del Yo para que el impulso
Recordando que “los síntomas neuróticos son resultado de un conflicto, y que éste surge
que las dos fuerzas actuantes en el conflicto son aquellas presentes en el síntoma, ocurre que en
esta hay una conciliación de esas fuerzas, lo que torna al síntoma tan fuerte y resistente.
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Besetzung – quantum – cantidad de energía psíquica
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Buscando aclarar como la libido insatisfecha se comporta frente al conflicto con el Yo,
libido insatisfecha escapa del conflicto por la regresión a las fijaciones y la catexia regresiva
lleva a la satisfacción sustitutiva por el acuerdo que hace con el Yo, creando, así, vías indirectas
configuran objeciones por parte del Yo, señala que los caminos recorridos por la libido llevan a
una satisfacción real. Caso el Yo, con el control a la consciencia y el acceso a la inervación
motora no está de acuerdo con esas regresiones, de la misma forma aparecerá el conflicto, entre
tanto, en ese caso, la libido se desvía del Yo y busca un camino de satisfacción directamente por
Freud (1917[1916]/1976) refiere que las fijaciones, a las cuales la libido retorna, están
en los objetos de esta fase del desenvolvimiento, la cual tiene una doble significación. Si, por un
lado, están las primeras manifestaciones de las “tendencias instintivas que el niño heredó con su
disposición innata” (p. 422); por otro, hay el despertar de otros instintos puestos en actividad en
las experiencias vividas en esa fase del desenvolvimiento, las cuales, por la precocidad del
etiológica presentada en la Conferencia XXII, situando que el factor constitucional debe ser visto
como una combinación del heredado con la disposición adquirida en el inicio de la infancia,
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adquirida en el inicio de la infancia – y (2) la experiencia causal traumática ocurrida en una fase
posterior, en el adulto.
Agrega además que, tal como en aquella hay una serie complementaria semejante entre la
constitución y la experiencia del adulto, se tiene una nueva serie complementar semejante entre
extremos y las mismas relaciones entre los dos factores consideradores, no siendo aún posible
señalar cual es la predominancia del factor constitucional sobre los tipos de regresión de la libido
hasta que se haya presentado una nueva y más amplia serie en la etiología de las neurosis (Freud,
1917[1916]/1976).
sin embargo alerta que ellas por si sólo no bastarían para causar una situación patogénica, siendo
infantiles. Además, alude a la existencia de neurosis incluso en la ninez, las cuales se diferencian
reducido o aún ausente en aquella fase de la vida, así, en muchas ocasiones, la neurosis infantil
de la libido por una fuerza atractiva. Deduce así una nueva serie complementaria, de esta ves que
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las experiencias posteriores de otro lado, proponiendo que, en los casos en que hay un mayor
peso de la causación patogénica en las experiencias infantiles, habrá una constitución sexual
cuando hay un mayor peso de la causación patógena en los conflictos posteriores de la vida, el
análisis mostrara un énfasis dada las impresiones de la infancia como obra de la regresión y,
entre los dos extremos, tal como en las otras series, será posible encontrar todos los grados de
expone que los síntomas son una formación sustitutiva de la satisfacción que fue frustrada. Tal
formación se da por una regresión de la libido a la épocas del desarrollo precedentes, sea a un
estadio del desenvolvimiento o una elección de objeto. Sobre el hallazgo de que los neuróticos
están anclados en algún punto de su pasado, añade que es este punto relativo a un periodo en que
consideran, por recuerdos o imaginaciones, haber sido felices, demostrando que el síntoma se
utiliza de una forma infantil de satisfacción, un tipo de autoerotismo difuso, que es “deformado
por la censura que surge en el conflicto, vía de regla transformada en una sensación de
caracterizando un tipo de satisfacción con aspectos extraños al síntomas. Agregando a eso, nota
que aquello que, para el sujeto, en determinada época constituía una satisfacción, en la realidad
pasa “necesariamente a originar resistencia y repugnancia” (p. 427), tal como se muestra la
experiencia muchas veces traumática del desmame y la posterior repugnancia a la leche materna.
Trayendo en cuestión a los dos principios que rigen al aparato mental, subraya que los
síntomas desprecian los objetos de la realidad externa por haber negado el principio de realidad y
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se vuelca al principio del placer, por lo tanto no se parecen con ningún modo de satisfacción
moralmente legible. Así, en su dinámica, excluyen los objetivos del mundo externo, buscando la
satisfacción en el propio cuerpo del individuo, un acto externo será sustituido por un interno y
medio de una condensación externa, esa satisfacción puede ser comprimida en una sola
sensación o inervación, y, por medio de un desplazamiento extremo, ella se puede restringir tan
solo a un pequeño detalle de todo el complejo de la libido” (p. 428), dinámica que torna los
especulación acerca de la formación de los síntomas, alerta Freud (1917[1916]/1976) que los
síntomas se originan en las fijaciones de la libido vividas durante la niñez, las cuales no son
siempre experiencias de la vida real, pero sin una realidad fantasmal creada por el propio sujeto
compuestas tanto de verdad, como de falsedades, sin embargo con el mismo valor de
experiencias reales en la causa del síntoma, “las fantasías poseen realidad psíquica, en contraste
Desarrollando el tema de las fantasías, cita que, dentro de los relatos de los pacientes en
cuanto a sus vivencias infantiles, habría algunas que siempre se repetirían, haciendo parte de los
sexual, a de haber sido seducido por un adulto y la amenaza de castración. Tales relatos, a pesar
de contar más tarde en la vida, reflejaban vivencias infantiles que adquirirían una significación
en la fase del desarrollo sexual en que se daba el descubrimiento de la diferencia entre los sexos
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y, con ella, la amenaza de castración. Conforme presenta, “el niño, en su imaginación, capta una
amenaza de ese tipo, con base en indicios y con la ayuda de un vago conocimiento de que la
Señala que, por detrás del relato de la experiencia de observación del coito parental, hay
una fantasía creada a partir de la observación del coito de animales que oculta en si la escopofilia
insatisfecha del niño durante la pubertad, o aún, en los relatos de seducción por un adulto, se
masturbación, del cual se avergüenzan. Por ultimo, menciona que el sentimiento de inadecuación
de estas experiencias es relativo a los años siguientes de la niñez, los cuales, al ser alcanzados,
sufrida por el Yo, en la adaptación del mundo interno a la realidad externa, lo lleva a la búsqueda
cual se utilizaría de las fantasías para garantizar acceso al deseo, asegurando sus objetos y
fuentes de placer de una manera disfrazada. Así, apuntando la imposibilidad del hombre vivir sin
construcciones auxiliares en la realización de sus deseos, equipara a las fantasías a las reservas
naturales, espacios aislados de la influencia y de los trabajos humanos, los cuales conservarían su
estado original con todo lo que es peculiar, hasta cosas que podrían ser consideradas inútiles o
nocivas a la realidad externa. Presenta así que los devaneos serian productos de la actividad de la
ambiciosos, megalomaniacos y eróticos”, los cuales crecen en la medida en que son presionados
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fantasmatica, los seres humanos encuentran una forma de gozar de la sensación de ser libres de
la realidad represora, creación esta con el mismo valor de realidad en la formación de los
síntomas, acrece el hecho de que los puntos de fijación a los cuales la libido retorna son
mantenidos con un considerable grado de intensidad en las fantasías, las cuales, en su formación,
no habían entrado en conflicto con el Yo, justamente por formar parte de una fase precoz del
desarrollo infantil. Sin embargo, ocurre que es la introversión de la libido que hace aumentar la
cantidad de energía de la fantasía, la cual pasara a exigir del Yo su realización. Esta exigencia
genera el conflicto y la acción represora del Yo, cual, por su vez, somete las fantasías al
camino de la formación de los síntomas” (p. 436) provocaría el carácter ficticio de la satisfacción
Puntuando que la actividad mental tendría como objetivo cualitativo la búsqueda por el
placer y, como objetivo económico, dominar las cantidades de excitación, evitando el displacer,
psíquica) de los procesos mentales, explanando que, para que un factor constitucional sea
patológico, deberá contar con una cantidad excesivamente insoportable de libido presente en la
disposición heredada, pues, siendo esta un factor cualitativo semejante para muchas personas, lo
que difiere de un sujeto para el otro es el quantum de libido no utilizada será capaz de mantener
en suspenso y el quantum podrá desviar para otros finalidades lo que determinará su capacidad
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artística como un camino que lleva de la fantasía a la realidad. El artista, tal como cualquier otro
mundo real su producto artístico, el cual, por su vez, es apreciado y admirado por muchos, y, por
enigmático, según Freud (1917[1916]/1976, p. 458). Este concepto habitó dos grandes
Conferencia XXXII – Ansiedad y Vida Instintual escrita en 1933. Si, en el inicio, Freud
considera que la angustia es generada por la represión de la libido, al final hará un giro contrario
freudianas iniciales acerca de la angustia, la cual, según la nota al pie puesta en la apertura de la
propia obra por James Strachey, es señalada por Freud (1917[1916]/1976) como el más completo
abordaje de la época. Freud inicia esta conferencia presentando la angustia como un estado
afectivo del cual “todos los neuróticos se quejan, y describe como siendo su peor sufrimiento”,
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mientras la segunda no. Si, en esta época de la teoría, Freud (1917[1916]/1976) esta sobre la
influencia del pensamiento biológico, luego concluye que la angustia que interesa al
Comprendiendo que la angustia está compuesta por una acción motora (fuga o defensa) y
un sentimiento o un estado afectivo, afirma que, cuanto más el estado afectivo se limita a una
señal de angustia, más preparado el Yo se encuentra para enfrentarla. Además haciendo una
diferenciación entres los afectos de la angustia (Angst), del miedo (Furcht) y del terror (Schreck),
presenta la primera como un puro afecto, sin objeto, el miedo como el afecto frente a un objeto y
el terror como siendo el afecto sorpresa, con el cual la persona se enfrenta sin cualquier especie
como una reacción frente de lo inesperado, concluyendo que la “persona se protege del miedo
“estado subjetivo de que somos tomados al percibir el surgimiento de la ansiedad” (p. 461),
señala para el afecto en el sentido dinámico, aclarando que la angustia encierra tanto un
En este sentido, el acto del nacimiento parecería esbozar las dos características previstas,
o sea, habría una acción motora y una sensación directa de placer o displacer, lo que llevó a
Asienta que, tal como en este, hay la repetición de una experiencia traumática original. El acto
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del nacimiento seria el trauma inicial que daría formato al aparecimiento de la angustia frente de
(1917[1916]/1976) hace una larga explicación sobre tres diferentes puntos. El primero de ellos
dice respecto a un estado de aprensión generalizada, una “ansiedad libremente fluctuante” (p.
464) lista a ligarse a alguna idea, estado que llamó por neurosis de angustia diciendo formar
parte de las neurosis actuales7. Una segunda manifestación es aquella en que la angustia no está
libre, pero si ligada a un objeto, o una situación fóbica, la cual clasificó por histeria de angustia.
En cuanto a estas dos primeras formas de manifestación, Freud acrecienta no haber ninguna
amenazador. Cita como ejemplo, la angustia que acompaña los síntomas histéricos, o la que
surge apartada de cualquier factores determinantes en forma de crisis de angustia que puede ser
El ataque total puede ser representado por un único síntoma, intensamente desenvuelto,
por un temblor, un vértigo, por palpitación o por disnea; y la sensación general, por la
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Freud, en esa época, clasificaba como neurosis actuales la neurastenia, la neurosis de angustia y la hipocondría.
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ser igualadas a la ansiedad para todos los fines clínicos y etiológicos. (p. 467)
la proximidad de algo que se teme. Así, al describir indicios clínicos de la angustia neurótica,
presenta el hecho de ella surgir en sustitución a la libido sexual insatisfecha, o aún, acompañando
una cantidad excesiva de libido en el aparato mental: “primero, lo que está en cuestión es un
acumulo de libido impedida de ser normalmente utilizada, y, en segundo lugar, que, en ese
punto, nos situamos enteramente en la esfera de los procesos somáticos” (p. 469).
angustia podrá acompañar los síntomas, desvincularse en forma de ataque, o aún, presentarse
como una condición crónica. Todavía, Freud (1917[1916]/1976) constata que la represión
solamente es capaz de actuar sobre la idea a ser excluida, y no sobre el afecto, el cual toma la
forma de angustia:
libido o agresiva, hostil, como rabia o irritación. Por lo tanto, la angustia constituye
moneda corriente universal por lo cual es o puede ser cambiada cualquier impulso, si el
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Sin embargo, como más un indicio clínico, cita la ejecución del acto obsesivo con la
finalidad de evitar la angustia, concluyendo, de esa forma que tanto en la histeria como en la
neurosis obsesiva, la angustia es sustituida por la formación de un síntoma, siendo este una salida
de la angustia: “Si adoptamos ese punto de vista, la ansiedad se coloca, por así decir, en el propio
centro de nuestro interés por los problemas de la neurosis” (Freud, 1917[1916]/1976, p. 471).
angustia neurótica y recuerda que “la generación de ansiedad es la reacción del Yo al peligro y la
señal para emprender la fuga”, poco haciendo diferencia si el peligro es externo o interno,
restando siempre una reacción somática frente algo que es temido. Concluye Freud
(1917[1916]/1976) que, tal como es la acción de huir una reacción de defensa frente al peligro
a la cuestión de cómo el Yo podría emprender una fuga de la libido llevando partes de ella
fobias infantiles, presentando que no se tratan de miedos innatos o ingenuos frente a los cuales
los niños consideran que no conseguirían defenderse, pues ellas no tendrían tal comprensión de
las cosas o personas. El miedo infantil de situaciones o personas que exhibirían riesgos es
adquirido por el conocimiento tardío, normalmente por la educación, de que es necesaria una
Así, la fobia exteriorizada por los niños frente a una persona extraña se daría cuando ella
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suspensión, siendo descargada sobre la forma de angustia” (p. 474. Grifos nuestros).
sobre la origen de la angustia, la cual era tenida como una transformación de la libido no
empleada que estaría ligada a un fuerte deseo: “se deriva de la libido no-utilizada y sustituye al
objeto de amor ausente por un objeto externo, o por una situación” (Freud, 1917[1916]/1976, p.
Recapitulando las conclusiones a partir del conocimiento del origen de las fobias
infantiles, expone haber escasa relación entra la angustia realística y la neurótica en los niños,
angustia neurótica en los niños y en los adultos, una vez verificados diferentes mecanismos
angustia, sea realista o neurótica, deriva de la libido no utilizada que sustituye un objeto de amor
ausente por otro objeto externo, el cual pasa a representar el peligro (Freud, 1917[1916]/1976).
Menciona, como diferencia verificable del mecanismo utilizado por un adulto o por un
niño, el desenvolvimiento del aparato mental. Para el niño, habría una transformación directa de
la libido relacionada a un deseo en angustia, ya, en el adulto, hace necesario que esta libido haya
sido reprimida para que se encuentre en la misma condición de desconocimiento de la niñes “y,
por medio de la regresión a la fobia infantil, se abre un pasaje, por así decir, a través de la cual
1917[1916]/1976, p. 476).
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represión, la cual actuaría sólo sobre las ideas, escribe la transformación del afecto libremente
flotante como el más importante del proceso, demostrando que la generación de la angustia “está
XXXII – Ansiedad y Vida Pulsional, Freud (1933a[1932]/1976) advierte que, siendo la idea
reprimido, seria transformado en angustia, “cualquiera que pueda ser la naturaleza del afecto,
utilizadas por el Yo en el proceso de represión deberían ser mantenidas a fin de armar defensas
contra la angustia y que “la descarga sobre la forma de ansiedad es el destino inmediato de la
libido cuando sujeta a la represión” (p. 477), en la Conferencia XXXII (1933a[1932]/1976), trae
existencia tanto de una representación, como de una sustitución entre la formación de los
que surgió primero, y la formación de los síntomas, lo que vino después, como si los
síntomas fuesen creados a fin de evitar la irrupción del estado de ansiedad” (p. 106. Grifos
nuestros).
relación entre la angustia y el proceso de la represión, habiendo así llegado a dos puntos
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Cantidad de energía psíquica investida en contraposición a una gran concentración de energía mental.
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segundo, de que la libido que es temida “remonta a una situación de peligro externa” (p. 112), tal
cual es el peligro de la perdida del amor materno, vivido por el Yo en su inmadurez en el inicio
castración para el niño en la fase fálica, o aún, como el peligro vinculado al Superyó que
(1933a[1932]/1976) presenta una vuelta en su pensamiento inicial, lo que le fue posible a partir
de su segunda tópica:
que se tornó de algún modo no-utilizable y incluso surge durante el proceso de represión;
– se tiene la impresión de que aquí está faltando algo que juntaría todas esas piezas en un
Así, la manifestación de la angustia podría ser entendida de acuerdo con la relacion del
Yo con las demás instancias psíquicas, tal como la angustia realista seria proveniente de la
relación del Yo con el mundo externo, la neurótica del Ello y de la angustia moral9 con el
diferenciación en cuanto a su origen pierde el interés. Es la angustia proveniente del pasaje por el
complejo del Edipo, con el descubrimiento infantil de la diferencia entre los sexos y la amenaza
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p. 110) que “el temor de la castración es uno de los motivos mas comunes y más fuertes para la
represión y, por lo tanto, para la formación de las neurosis”, aunque se sepa que la castración no
represión en las diferentes instancias psíquicas. Declara que el Yo, delante de la percepción del
peligro de la satisfacción de la pulsión, utilizaría una catexia experimental para satisfacer parte
de los impulsos de la libido, dando lugar a sentimientos dis-placenteros que despiertan el placer-
displacer por medio de una señal de angustia que podría generar o un ataque de pánico, o un
Describiendo las posibles consecuencias del proceso de represión en el Ello, señala que
una de las salidas seria la conservación de la carga de la libido reprimida a los costos de una
constante presión del Yo. Otra consecuencia seria la destrucción del impulso de la pulsión y su
desvío por otras vías de modo permanente, tal como sucedería en la disolución del complejo del
Edipo. Dice aún ser posible la regresión de la libido a un estadio anterior, tal cual tendría lugar
este vivido tal como un momento traumático, Freud (1933a[1932]/1976) subraya, como cuestión
determinante, la cantidad de excitación presente en el aparato mental, con el cual el principio del
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placer no podría lidiar, así, propone ubicar en una serie la angustia neurótica, la realista y la
situación de peligro/traumática, apuntando que, cuanto mayor la energía e incapacidad del Yo,
momento traumático, paraliza la función del principio del placer y ofrece a la situación
de peligro a su importancia. Y, siendo así las cosas, pudiesen sido estos enigmas
solucionados de forma tan habitual, se pregunta por qué no sería posible que momentos
como una señal, pero si generada de nuevo, por un nuevo motivo. (Freud,
clínica demuestra que la angustia como señal es fruto de las represiones posteriores que actúan a
partir de una situación de peligro preliminar, pues las represiones originales surgen directamente
de momentos traumáticos vividos por el Yo endeble frente a una situación que remonta el
libido la que es transformada en ansiedad, en tales casos. Sin embargo, no puedo ver
consecuencia directa del momento traumático, y la otra, como señal que amenaza con
una repetición de tal momento. (Freud, 1933a[1932], pp. 118-119. Grifos nuestros)
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Capítulo 2
El texto freudiano Pegan a un Niño – una contribución al estudio del origen de las
este, Freud (1919e/1996) apunta a la fantasía como una cicatriz del complejo del Edipo que
titulo sugiere, el texto ilustra el tema de la perversión, la cual es situada como una característica
normal del desarrollo sexual, presente en el establecimiento de la relación del niño con su primer
objeto de amor. Testifica que “después que el complejo sucumbió, oprimido por el sentimiento
de culpa ligado a él (...), sin embargo, sigue retirando una determinada cantidad de energía” (p.
207).
Se trata de un texto que también contribuye, sobre todo, para la compresión de los pares
humana que es presentada por Freud como infantil, perversa y polimorfa, o sea, no hay par
sobre a Teoría de la Sexualidad, el sadismo y el masoquismo “ocupan una posición especial entre
las perversiones, una vez que el contraste entre la actividad y la pasividad que subyace por detrás
de ellos se sitúa entre las características universales de la vida sexual” (Freud, 1905d/1972, p.
161).
Enseñando las conclusiones las que llegó acerca de la formación de las fantasías en Pegan
a un Niño, Freud (1919e/1996) escoge, entre seis casos clínicos, cuatro de ellos, todos de
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mujeres, justificando que la formación de las fantasías en los hombres está ligada a otras
cuestiones que tratará al final del texto. El primer descubrimiento es de que la formación de las
fantasías se dan en una fase remota de la niñez, antes de los dos años de edad, fase del
necesariamente por toda la vida; mas tarde puede ser sometida a la represión, sustituida por una
Explica que la fantasía de una crianza siendo golpeada se trataba de una escena, o idea de
una golpiza, cargada de alto grado de placer y satisfacción auto erótica identificada en el relato
de sus pacientes durante el proceso analítico, durante el cual eran frecuentemente tomados de
escena que era contada por medio de una frase vaga, sin mencionar o recordar los personajes, tal
como: Pegan a un niño. En el recorrer del análisis de los pacientes, la escena avanzaba tomando
una forma mas clara. El personaje agresor pasaba a ser un adulto y, luego después, el padre del
niño que fantasea. Un poco mas adelante, el niño que fantasea agregaba una cualidad al niño
indefinido inicialmente para decir que aquello que era golpeado era alguien que él odiaba,
entonces la frase final de esta primera etapa se tornaba: mi padre está golpeando el niño que yo
odio, tomando un carácter sádico. La idea de que el padre pega en alguien que el sujeto odia
apunta para el significado incestuoso del amor parental, o sea, el padre pega como forma de
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transición entre la primera y la segunda fase. Siendo así, tal fantasía inconsciente sólo podría ser
construida durante el proceso analítico. En esa fase, la crianza que sufre la golpiza sería siempre
aquella que fantaseaba. La frase que caracterizaría a esta fase sería: estoy siendo golpeado por mi
padre. Tal construcción sucede del sentimiento de culpa asociado a la necesidad de castigo por el
El amor incestuoso prohibido sufriría represión a partir del complejo parental y originaría
la culpa que transforma al sadismo en masoquismo. Además de eso, habría una regresión de la
libido a una fase anterior del desenvolvimiento, tal como recuerda Freud (1919e/1996):
(...) si la organización genital, que mal consiguió firmarse, se enfrenta con represión, la
rebajamiento regresivo de la propia organización genital para un nivel mas bajo. (...) Ese
ser golpeado es ahora una convergencia del sentimiento de culpa y del amor sexual. (pp.
204-205)
Así, señala la segunda fase como la más importante y significativa, en la cual los
pacientes son tomados por un alto grado de placer y excitación aliados al sentimiento de culpa:
(...) no es apenas el castigo por la relación genital prohibida, sino también el sustituto
regresivo de aquella relación, y de esa ultima fuente deriva la excitación de la libido que
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Aquí tenemos, por la primera vez, la esencia del masoquismo. (Freud, 1919e /1996, pp.
204-205)
que el masoquismo es una continuación del sadismo, una inversión del objeto sexual para el
propio sujeto, añadiendo que “el análisis clínico de casos extremos de perversión masoquista
muestra que un gran numero de factores (tales como el complejo de castración y el sentimiento
de culpa) se combinan para exagerar y fijar la actitud sexual pasiva original” (p. 160).
la persona que golpea, antes el padre, ahora pasaría a ser un sustituto de éste, normalmente una
persona de autoridad como él. También el niño golpeado deja de ser aquel que el niño
fantaseador odia de la primera fase, o incluso él mismo de la segunda fase, pasando a ser, en esa
fase, a varios niños. También hay una identificación en cuanto a la posición del niño que
fantasea, apareciendo muchas veces como estando, tal vez, en lugar de un mero espectador. Esta
tercera fase, al igual que la primera, reanuda la forma sádica, sin embargo, como recuerda Freud
(1919e/1996), la satisfacción con la escena es extraída de la libido que estaba ligada al amor
enriquecida por las experiencias de la niñez con los castigos de la época de la escuela o en la
familia, con hermanos o primos, transmutando de esta forma, la acción de palizas en castigos
que, en la formación de las fantasías, la represión opera de tres modos distintos, sea tornando
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Al final del artículo, recordando que trató sólo de la formación de la fantasía en los casos
femeninos, presenta que en los casos de los pacientes hombres, verificó otra forma de
organización de los pares de opuestos actividad y pasividad, siendo que la forma original de la
fantasía masculina inconsciente que era soy amado por mi padre y fue transformada en la
fantasía consciente estoy siendo golpeado por mi madre, o sea, sería una fantasía pasiva desde el
principio, pudiendo ser leída como una actitud femenina hacia el padre, tal cual en el caso de las
normal; en el caso del niño, parte de la actitud invertida, en la que el padre es tomado
como objeto de amor. En el caso de la niña, la fantasía tiene un estadio preliminar (la
primera fase), en el cual la paliza no tiene un significado especial y se hace sobre una
persona vista con odio egoísta. Ambos aspectos están ausentes en el caso del niño, pero
esa diferencia particular es una de las que podrían ser removidas por una observación
inconsciente, la niña mantiene la figura agresora del mismo sexo que es el padre, pero cambia la
figura y el sexo de la persona que está siendo pegada, que pasan a ser los niños, configurando
una escena en la que el agresor y el agredido son del mismo sexo, apagando la calidad sexual,
mientras que, por el contrario, en las fantasías de los niños, la figura agresora pasa a ser la madre,
permaneciendo el niño como el pegado, o sea, habría la presencia de los dos sexos en la escena
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que es notable acerca de su posterior fantasía consciente es que esta tiene como
contenido una actitud femenina sin una elección homosexual de objeto. Por lo mismo
proceso, por otro lado, la niña escapa enteramente las exigencias del lado erótico de su
vida. En fantasía ella se transforma en hombre, sin tornarse activa a la manera masculina,
por el padre. Esta cuestión ya había sido presentada por Freud (1917[1916]/1976), en la
puntos de fijación por sus cargas de la libido, resultantes de la interrupción en el curso normal de
parte de la libido será utilizada de diferentes formas en cada caso. Así, en la formación de la
fantasía del niño, al intentar escapar de una elección homosexual de objeto, cambiando al padre
por la madre y manteniendo su sexo, actúa pasivamente en sus fantasías conscientes y dota a las
mujeres de atributos activos. La niña, que abrió mano de su sexo, reprimiendo de forma más
completa su amor incestuoso, no se libera del padre, manteniéndolo en lugar de activo, al mismo
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tiempo que se mantiene ilesa, pasiva, al colocar a los niños como aquellos que sufren la paliza
(Freud, 1919e/1996).
existencia del fantasma como un elemento en el cuadro clínico de los sujetos en análisis que
compone la historia estructural del sujeto y que se manifiesta en todos sus síntomas. Evidencia
que el fantasma fundamental es una frase que remonta una situación primitiva dramática en la
se construye por la posibilidad de la palabra actual. Sin embargo, alerta que esta formulación no
es de tan fácil acceso, es el momento en que el fantasma entra en juego en el proceso analítico, el
discurso del sujeto se reviste de una profunda imprecisión, el acaba “dejando abiertas las
Además de eso o inclusive por este hecho, el fantasma también está revestido por
sentimientos como vergüenza, culpa y repugnancia y, en ese punto, Lacan (1956-57/1995) hace
notar que, a pesar de las prácticas masturbatorias estuvieran ligadas “más o menos” a los
fantasmas, tales sentimientos no acompañan al sujeto en tales practicas, sólo cuando las formula
en palabras, revela que “ese comportamiento del sujeto ya es una señal que marca un limite: eso
no es de la misma orden del jugar mentalmente con la fantasía, o hablar de ella” (p. 116).
Confirma que el fantasma es presentado por medio de una frase, la cual es escandida en
tres etapas que se abren a la medida que el trabajo de análisis avanza, en una perspectiva
historia del sujeto, la introducción de un rival en disputa por el amor paterno, o sea, ya habido el
paso por el complejo de castración, se declara por la frase fantasmal: “Mi padre pega a un niño
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que es el niño a quién odio” (Lacan, 1956-57/1995, p. 117). Retrata en esa construcción
gramatical una tríada de personajes, el primero, aquel que golpea, el segundo, aquel que sufre la
Hay también “una dimensión y una tensión triple”, una vez que el sujeto se relaciona con
los otros dos y detiene al elemento central en juego, que es la precedencia. Aquella que golpea,
comunicación”. La escena carga aún la tensión y la noción del miedo, una vez que, por la
estructura triple se configuran la posibilidad de elección del primero por un tercero en perjuicio
de un segundo, marcando “una estructura entre los sujetos plena”, o sea, conforme aclara Lacan
(1956-57/1995), “lo importante no es que la cosa haya sido hablada, sino que la situación
ternaria instaurada en la fantasía primitiva porte en sí misma la marca de la estructura entre los
La segunda etapa que lleva la frase fantasmal yo soy golpeado por mi padre exhibe una
situación binaria. Hay en la escena sólo el padre y el niño que fantasea. Una situación dual y, por
lo tanto, ambigua, así que por su ambigüedad, se precipita muy rápido a la tercera etapa del
fantasma en que retorna la situación ternaria, por ende, de esta vez, el sujeto es apenas un
caracterizando una desubjetivación de la escena narrada y una reducción del sujeto a la condición
última de objeto, en el caso del espectador, al mirar. Conforme Lacan (1956-57/1995), “la
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producción fantasmatica lo trace estallar y lo multiplica por mil ejemplares, poniendo así de
inscribe la relación del sujeto con el gran Otro, o sea, con el lenguaje. Un lugar del habla en que
“el sujeto recibe del Otro su propia mensaje, bajo la forma de una palabra inconsciente” (p. 10).
Anãde, a partir de su esquema, que la relación imaginaria (a–a’) entre el yo e el otro, marcada
por la especularidad, desconoce la relación de palabra inconsciente entre el sujeto y el gran Otro
relación en la cual el sujeto se identifica con el otro siempre en una reciprocidad y ambivalencia
“ver-ser visto, atacar-ser atacado, pasivo-activo” (p. 15), una relación dual y conflictiva que
Aclara, además, que la palabra inconsciente, marcada por la línea S-A, puede ser
cualquiera de la relación dramática narrada por el fantasma, así, haciendo surgir aquello “que
está excluido, que no está presente en la neurosis, pero cuyas evoluciones se manifiestan, alias,
en todos sus síntomas constitutivos, es reencontrado en un elemento del cuadro clínico que es la
Delante del misterio que el encuentro con el fantasma, Lacan (1956-57/1995) prosigue
profesando que el fantasma emprende una reducción simbólica eliminando progresivamente toda
la estructura subjetiva hasta que reste apenas un residuo no-subjetivado y enigmático, “los
un puro signo, donde todo lo que es significación está perdido. El fantasma fundamental
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testimonia “al S en la medida en que es palabra, historia, memoria, estructura articulada”, entre
tanto, destituido de la relación entre los sujetos, así, aclara “lo que se puede llamar de
significantes en estado puro (...) vaciados de su sentido” (p. 120). El es el soporte de todos los
valores eróticos constituyentes de la escena narrada, una vez que el “fija, reduce al estado de
relación imaginaria (a-a’) que atraviesa el camino “de lo que se pasa del sujeto al Otro, o mas
exactamente de aquello que, del sujeto resta situarse en el Otro”, una vez que reprimido, o
inconsciente. La palabra del sujeto, que es por “su naturaleza de palabra, un mensaje que el
sujeto debe recibir del Otro sobre una forma invertida”, puede ser actualizada en el interior de la
experiencia analítica, una vez que instituí el campo posible de acceso al inconsciente y de
Otro, por la vivencia del complejo parental en que la perversión, tal como pulsión parcial
irreductible, no elaborada, “puede articularse sino como un medio, una pieza, un elemento de
algo, a fin de cuentas, sólo concebible, comprensible, articulable. En, para y por medio del
proceso, la organización, la articulación, del complejo del Edipo” (Lacan, 1956-57/1995, p. 122).
que hacer psicoanalítico. Indica inicialmente que el síntoma está relacionado con la entrada del
viene a quejar al analista. Por otro lado, presenta al fantasma relacionado al final del análisis, o
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por lo menos, a su recorrido, pues el sujeto no habla de él, no se queja, sino lo utiliza como un
“recurso contra su síntoma, un consuelo” (p. 100) siendo así accesible apenas por una
Comenta en su texto que en el síntoma hay una articulación del sujeto con el significante
así como en las demás formaciones del inconsciente, sueños, chistes y actos fallidos, de esta
forma, es interpretable. Por otro lado, en el fantasma, hay una articulación del sujeto con el
objeto, tal como lo presenta por la formula lacaniana [$<>a] – sujeto tachado pulsión de a –, de
encuentra en la especulación freudiana sobre la fijación en traumas, la idea de que los síntomas
infantil, en los cuales habría una excesiva cantidad de libido. Sin embargo, por no sufrir
represión, la carga de libido buscaría caminos alternativos de satisfacción, haciendo aparecer los
síntomas como resultado del conflicto entre la satisfacción de la libido y el yo, actos a la vida del
fundamental, donde se origina la selva de las fantasías, es una fantasía inconsciente localizada
en los puntos de fijación, donde, por la introversión de la libido, habría mayor carga de esta.
segunda fase de la formación del fantasma bajo la frase estoy siendo golpeado por mi padre,
permanece bajo la guardia vigilante del inconsciente, después de sufrir los procesos de represión
y regresión por la culpa asociada al amor parental que toma formato con el pasaje por el drama
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del Edipo. De esta forma, se concluye que el fantasma, como heredero del complejo de
En ese mismo sentido, Lacan (1956-57/1995) declara que el sujeto no consigue expresar
claramente sus fantasmas una vez que se trata de palabra inconsciente, desviada por la relación
imaginaria (a-a’) y excluida del resto de la neurosis. Manifiesta que, en cuanto al fantasma, el
sujeto “no puede dar de salida, una respuesta satisfactoria, pues casi nada más es capaz de decir”
abre el camino para la comprensión de las vías indirectas de satisfacción, las cuales pueden ser
teorizar sobre las series complementarias, anota que las producciones del inconsciente guardan
relación con la historia individual del sujeto. Así, al presentar los síntomas como “actos
perjudiciales” (p. 419) a la vida de la persona, resultado de un conflicto psíquico entre dos
fuerzas opuestas, demuestra en estos la búsqueda de satisfacción de la libido por la vía del
Al presentar su Más Allá del Principio del Placer, Freud (1920g/1976) demarca las
diferencias entre los modelos de funcionamiento mental regidos por los principio del placer y el
de realidad frente a las exigencias del yo. Señalando que el principio de Realidad “no abandona
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del displacer como una etapa en lo largo e indirecto camino hacia el placer” (p. 20), demuestra la
existencia del goce, como ese más allá del placer y la forma de satisfacción ligada al síntoma.
Subrayando estas ideas, Miller (1984/1987, pp. 102-103) marca mas una diferencia entre
síntoma y fantasía, situando el primero al lado displacer, donde “hay una dimensión del goce”, y
el fantasma, por su condición puramente inconsciente, al lado del principio del placer.
síntoma y el fantasma, registrando que tal puede ser visto en el juego del fort-da presentado por
Freud. El niño, frente de la angustia suscitada por la falta de la madre, se utiliza del juego de tirar
el carretel lejos de sí, recreando la escena, presencia y ausencia, a fin de dominarla, elaborando el
displacer en placer. Miller indica, aún, que el fantasear para el adulto equivale al jugar infantil,
ambos teniendo la función de transformar “una situación tanto de goce como de angustia” en
placer.
Partiendo de la relectura lacaniana acerca del lugar ocupado por el gran Otro, Miller
(1984/1987) subraya que la angustia se presenta frente de la ausencia del gran Otro, la cual
representa esencialmente, el Otro en cuanto excluído, y, aún, en cuanto deseante, el deseo del
Otro. En ese sentido, asienta la importancia del matema de Lacan [Ⱥ] – A mayúscula tachado -
en la comprensión del fantasma del sujeto con el objeto, una vez que el deseo del Otro [S(Ⱥ)], al
estipular la falta, se presenta, incluso, como falla en el campo del significante, demostrando la
articulación del sujeto con el objeto [$<>a], y no una articulación con el significante, tal como se
configura en el síntoma [s(A)]. Concluye Miller que “la fantasía es una maquina que se pone en
acción cuando se manifiesta el deseo del Otro” (p. 103), siendo construcciones auxiliares
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aisladas del restante de la neurosis, utilizadas por el sujeto para dominar la angustia y
posición del sujeto frente la constatación de la ausencia de la madre como un peligro de la perca
del objeto – el peligro del posicionamiento frente a la libido que es temida –, en su relectura,
relación del sujeto con el mundo. La angustia proviene del paso por lo complejo del Edipo, a
partir del hallazgo infantil de la diferencia entre los sexos, por lo tanto, estando relacionada tan
motivos más comunes y más fuertes para la represión y, por lo tanto, para la formación de las
neurosis”, sin embargo, aclara Lacan (1956-57/1995, p. 224), mismo que la castración se refiera
a la constatación de la ausencia del pene en la mujer, no si trata del órgano, pero si del falo, una
vez que “ninguna castración, de aquellas en juego en la incidencia de la neurosis, es jamás una
castración real. Ella sólo entra en juego en la medida en que actúa en el sujeto sobre la forma de
una acción incidiendo sobre un objeto imaginario.” Tal citación aclara la angustia por la lógica
del tener o no tener el falo, siendo siempre la de la castración. Estando la angustia relacionada al
complejo de castración, la falta que ella suscita no está dada a la realidad fáctica de la ausencia
física de la figura materna, mas si al campo del registro de lo Real, aquel que no es posible
del cual, el sujeto se posiciona armando sus historia fantasmatica. Tal historia transcribe un
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comprensión de la angustia tal como relacionado al deseo del Otro, Miller (1984/1987) recuerda
la proposición lacaniana del fantasma fundamental [$<>a] como aquel que recubre la angustia.
Según expone, “la propia angustia aparece cuando hay un desfallecimiento de la cobertura
fantasmatica” (p. 106), tal como se puede ver en la fobia del Pequeño Hans o en las demás
estructuras clínicas en la calidad de cobertura fantasmal frente la angustia. Refiere, aún, que la
falta se manifiesta inscrita tanto por el deseo del Otro como por la falta en el campo significante,
trata de un no querer hablar pero si de una falta Real en el campo significante, proponiendo que
“la verdad de esa resistencia es exactamente esa posición en el lugar del Otro, que es un punto de
Delante de la falta constituyente cual se da siempre en esa relación del sujeto con el gran
Otro tachado, registra Miller (1984/1987) por su relectura de Lacan que el trabajo analítico con
una revelación e un atravesar, los cuales pueden ser pensados a partir de tres dimensiones del
Bajo el aspecto Imaginario el trabajo con el fantasma puede ser pensado en relación
imaginaria (a–a’) del sujeto con sus imágenes, es el yo (moi) con la imagen del Otro, el otro
formación del fantasma fundamental, tal como observado por Freud en Pegan a un Niño. Es a
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posibilidad de decantación de los fantasmas hacia el axioma fantasmal, donde se encuentra el eje
En ese sentido, la dimensión Real del fantasma puede ser entendida a partir de la idea
lacaniana del fantasma fundamental así como un axioma lógico, un “punto de partida (...) limite”
(Miller, 1984/1987, p. 135) que porta el signo de la verdad. Acorde con Miller, está en este punto
En ese sentido, retomando el aforismo lacaniano sobre el fin de análisis estar relacionado
con el atravesamiento del fantasma, Miller (1984/1987) sitúa el trabajo analítico como un
proceso de la lapidación sobre “la selva de la fantasía (...) en dirección a una formalización, una
simplificación, una especie de singularización” (p. 105). Tal proceso se daría en los diferentes
registros, Imaginario, Simbólico y Real, hasta que reste el fantasma fundamental del sujeto. Este
Exponiendo en este punto otra diferencia entre síntoma y fantasma, Miller escribe el
inmovilidad propia del fantasma puede ser vista en la relación del sujeto con el objeto a, objeto
este que, así como el deseo, tiene una condición absoluta, o sea, ellos no se colocan en relación
con otros. Diferentemente del síntoma que presenta una dinámica propia del deslizamiento de la
cadena significante, el fantasma presenta “una resistencia fundamental de la cual podemos decir
que es la propia consistencia de la estructura neurótica. En esa consistencia estructural hay una
inercia, una fijación, cuyo análisis es la travesía de la fantasía. El análisis de esta ultima – y
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tejido tramado por la dinámica del síntoma y el estancamiento del fantasma, sobre el cual la
entrada en análisis se daría por una demanda interpretativa cerca del enigma que el síntoma
revela y el fin de análisis como una posibilidad de modificación de la relación del sujeto con su
fantasma fundamental.
Bajo este punto de vista, la mudanza subjetiva esperada con el trabajo de análisis se daría
a partir de una cierta comprensión por parte del sujeto acerca de lo que su fantasma encubre, o
sea, una comprensión acerca de la angustia delante del deseo del Otro.
permanece, mismo que los síntomas desaparezcan, cosa que se puede observar, por
ejemplo, entre analistas. No hay histéricos más puros, de cierto modo, que los analisados.
Es que se obtienen, a través del análisis, una estructura neurótica de coherencia más pura
p. 131)
Al fines de elucidar más un poco los conceptos de síntoma y fantasma a partir de las
referencias freudiana y lacanianas, Miller (1984/1987) rememora que para Freud la fantasía es el
“nombre propio del recalcado” (p. 131) y, por lo tanto, determina el síntoma.
conceptos de síntoma y fantasía siempre muy cercanos. Exhibe el síntoma “como un derivado
421), el cual se forma por caminos perversos, alternativos, traspasados por la libido en búsqueda
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satisfacción directa por el principio del placer, una vez que retornan a las fijaciones presentes en
las experiencias de la sexualidad infantil, perversa y polimorfa, las cuales son mantenidas por las
fantasías. En este sentido, el síntoma se utilizaría de una forma infantil de satisfacción, una
fantasía, un tipo de autoerotismo difuso, que sucumbiría con el pasaje por el complejo parental.
Los síntomas se originarían en las fijaciones de la libido vividas en la niñez, o sea, en las
fantasías autoeroticas creadas por el propio sujeto. Tales construcciones del fantasma poseeríais
que si en el inicio de sus estudios Lacan “sitúa al síntoma como una formación simbólica, en
primera formula del fantasma [a ---- a’], entre tanto, después presentará que la “prevalencia de
una imagen del sujeto corresponde a una falta en el sistema simbólico” (p. 132), el que llevaría
Lacan a rever la prevalencia dada al aspecto imaginario del fantasma al fin de situar el lugar de la
misma manera que se podrá vislumbrar de la segunda formula del fantasma [$<>a] – sujeto
tachado pulsión de a – el la cual se implican dos elementos heterogéneos, el sujeto como sujeto
marcado por la falta del Significante y el objeto a como falta en el campo de lo Real.
la composición de una fantasía tal como “un placer proveniente de la zona erógena” donde están
presentes tanto el goce así como el deseo. El deseo, asociado al sujeto anulado, se liga al objeto
a, “ese goce, vinculado con $ [sujeto tachado], el sujeto del deseo”. Añade que la utilización
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hecha por Lacan del crosscap demostra esta “vinculación posible entre dos elementos de
estructuras diferentes”, donde la banda de Moebius corresponde al sujeto y esa parte cualquier
constitución subjetiva en la cual el “se el sujeto es, por un lado, efecto de la cadena significante,
no se debe olvidar que, por otro, se presenta en la experiencia analítica con una inercia, una
resistencia proveniente de sus estrecha vinculación, a través de la fantasía, con el objeto” (p.
133).
Acorde Miller (1984/1987), Lacan demostró la relación entre síntoma y fantasma al trazar
el grafo del deseo y situar el fantasma en el camino entre el deseo del Otro [S(Ⱥ)] y el síntoma
[s(A)], en esta posición, funcionando como tapón del deseo del Otro y también como
determinante del síntoma. Además de eso, en tal situación, el fantasma está en un punto de
bifurcación del piso superior, el “ultimo lugar donde aún es posible volver, regresar a lo que
puede ser consciente para el paciente” (p. 134), siendo así el portador de toda producción
Señala que la cuestión principal en el trabajo clínico es dar cuenta de esa relación entre el
síntoma y el fantasma, lo que se torna posible, según Miller (1984/1987), con la definición del
fantasma como un axioma, o sea, como un irreductible que está dado desde el principio, una
premisa, un dogma, una verdad. Partiendo de esta formulación es posible aproximar la enseñanza
freudiana de la fantasía estar apartada de la neurosis, entre tanto ligada a ella, con la idea
lacaniana del fantasma como un axioma lógico una vez que el fantasma está para la neurosis, así
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esas vienen en segundo plano con la formulación de los axiomas, las pequeñas frases que dan
origen a las operaciones posibles. De la misma forma el axioma fantasmal implica una pura
creación significante. Tal como se puede leer en Pegan a un Niño, la frase no se mas, es
enunciada con una incertidumbre que marca un no saber, una falta [S(Ⱥ)] que porta el axioma
bajo el cual se construye el drama fantasmal. Es eso que marca para Lacan que la fantasía
fundamental “está ligada a una significación absoluta” (p. 136). Sobre esa formulación
problematiza Miller: “el problema de la travesía de la fantasía y del fin del análisis es: ¿cómo se
puede transformar, si es que se puede, la relación del sujeto con esa significación axiomática
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Capítulo 3
aclara que su objetivo al construir el grafo en dos pisos y cuatro procesos fue demostrar las
relaciones del sujeto con el significante. Relaciones estas que están permeadas por contenidos
inconscientes y que, por lo tanto, deben ser aprendidas a partir de un cierto manejo de la
Recordando las enseñanzas freudianas, en los cuales sitúa al sujeto del inconsciente como
aquel que no sabe lo que habla ni lo que hace cuando habla – “el sujeto que habla no sabe lo que
hace cuando habla” (p. 51) – y que “tampoco sabe el mensaje que le llega de la respuesta a su
demanda en el campo de lo que quiere” (p. 45), se cuestiona sobre lo que es posible hacer, desde
el lugar del analista, con estas relaciones del sujeto con el lenguaje cuales profesan un más allá
de la habla. Presenta Lacan (1958/2015, p. 36) que el grafo sirve a los analistas en el sentido en
que demarca tres importantes puntos de trabajo que deben ser distinguidos, inclusive como ha
Por esta vía, Lacan (1958/2015) diseña el grafo en tres etapas, sobre ellas advirtiendo sus
oyentes de que no deben ser tomadas en un sentido evolutivo, pero sin simultáneos en los dos
pisos que desarrolla – “hay que pensar que en el menor de los actos de la palabra estos dos pisos
funcionan, ambos, al mismo tiempo” (p. 37) –, y así como explica los actos del habla y la
constitución subjetiva en una “anterioridad lógica”, al final del diseño de la tercera etapa,
presenta la existencia de cuatro puntos iniciales de donde intervienen la actividad del significante
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en una simultaneidad de trayectos, tal como la cadena significante funciona en cierta sincronía
Presentando como uno de los puntos iniciales de los cuatro trayectos diseñados, anota el
punto inicial del sujeto, además en cuanto infans, fuera del campo del lenguaje. Un lugar en que
el sujeto está en intención. En ese, marca el punto Δ del grafo, a partir del cual el sujeto se dirige
a su primera identificación, en otro extremo de tal línea trayectoria, donde anota la letra I
mayúscula. En este trayecto de la línea (Δ—I), el sujeto es atravesado por la cadena discursiva
(D—S), la cual, por su vez, viene del otro, en el caso, un adulto que recibe al infans. En tal
sentido, el primer punto de encuentro del sujeto, tal como infans, como la cadena discursiva es el
código, a lo cual Lacan representa por la letra i mayúscula. El código tiene lugar en un nivel
como una máquina de hablar” (p. 21), una vez que el mensaje emitido por el otro está localizada,
en dichas trayectorias, en el segundo punto de encuentro en que el sujeto se depara con la cadena
Ese segundo punto de encuentro es aquel donde se produce el mensaje (M) que fuera
anunciada por el código (C), así la significación (s minúscula) siempre se afirma mediante un
juego retroactivo de sucesión de los significantes (S mayúscula). En este juego, intenta Lacan
(1958/2015) hacer entender que aquello que se tiene tal como mensaje toma conformación en un
momento posterior, a partir del código que se coloca al frente, mientras en el recorrido inversa de
como otro punto inicial aquel donde parte la cadena discursiva (D—S). Esa en cuanto estructura
fundamental que somete el lenguaje a una sucesión diacrónica entre el mensaje y el código, bajo
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la cual está implicado el sujeto frente a una “anterioridad lógica” (p. 20) al respecto de cada lugar
que ocupa en el grafo. Conforme discurre Lacan (1958/2015), la cadena significante se produce
por la sucesión de los significantes (S1, S2,... Sn) tomando el lugar del acto de la demanda y
Estos dos trayectos que se entrecruzan de forma invertida entre sí (Δ—I e D—S) forman
la primera etapa del piso del grafo, a partir del cual Lacan (1958/2015) deja indicado que, en ese
primer recorrido, hay un proceso intencional transcurrido por el sujeto de Δ hasta I, definido por
la identificación primaria del infans, tal como un sujeto mítico, en su relación con el gran Otro.
Tal identificación se da a partir de la eclosión de la necesidad, una vez que ese sujeto mítico está
inicialmente fuera del discurso y que sólo puede dirigirse al Otro a partir de una condición
inocente, mismo que haya reconocido al Otro como hablante, portador del lenguaje.
Es así, a partir de ese primer encuentro con el Otro en su trayecto en la búsqueda de cierta
discurso. Equivale decir que, delante de la cadena discursiva que atraviesa el recorrido del sujeto
en busca de su Ideal, la necesidad se torna demanda y hay la presión del Otro como lenguaje.
Una detención sin “camino de retorno” una vez que el sujeto está ahora capturado, mismo sin
saber. Consecuentemente, estando el sujeto “relacionado con otros sujetos hablantes hace que en
el extremo de la cadena intencional [Δ—I] se produzca lo que aquí llamé para ustedes la primera
El tercer punto de los cuatro trayectos que presenta Lacan (1958/2015) está en A (a
mayúscula), el tesoro de los significantes, local del grafo donde inicialmente había situado el
código del mensaje (C), en aquel donde se da el cruzamiento del sujeto con la cadena discursiva,
allí donde él es tomado por los significantes, por la emisión de la palabra, asumiendo, así, el
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lugar del gran Otro (A). Según enseña Lacan, es el punto en que el sujeto está en cualidad del Yo
(Je) hablante. A modo de admisión del código por el tesoro de los significantes, el A, o el gran
Otro, da inicio al trayecto en dirección a la significación (s) dada por el Otro, punto donde se
produce el mensaje. En ese momento, Lacan, de forma didáctica, propone una modificación en
las letras presentadas en el primer grafo tal como constituyentes de la cadena discursiva (D—S).
En el lugar del mensaje (M), sitúa la significación dada por el Otro (s(A)) y en el lugar del
Es posible concebir del grafo que, en el trayecto del sujeto en búsqueda de su primera
identificación, el significado del Otro (s(A)) al llamado del sujeto se sobrepone a la necesidad,
tornándola demanda. Como declara Lacan (1958/2015), antes mismo de la emisión de la palabra
por el niño, él ya es capaz de hablar, de comunicarse con su madre, el gran Otro primordial, la
cual “no es meramente la que da el seno [sein], sino también la que da la signatura [seing] de la
articulación significante”, una vez que, en la cualidad del gran Otro es capaz de revelar “al niño
En esa primera etapa de construcción del grafo, es posible percibir un más allá del sujeto.
Subraya Lacan (1958/2015) la existencia de una aprehensión del sujeto por el Otro, así como
lenguaje, por el discurso que impone su forma, pasando de una aprehensión inocente al
inconsciente del sujeto, tal como discurso. Además, en la segunda etapa, hay algo más allá de esa
aprehensión que “se funda en esa experiencia del lenguaje, a saber, la aprehensión del Otro como
tal por parte del sujeto” (p. 23), ese Otro que asume el lugar de dar al sujeto una respuesta a su
llamado expresa en lo ¿Qué quieres? o ¿Che Vuoi?, un llamado que evoca el primer contacto con
el deseo, aquel que es propio del sujeto, entre tanto que se presenta, en ese momento, como
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experiencia del deseo del Otro es esencial, se debe a que permite al sujeto realizar ese
más allá de la articulación lingüística alrededor de la cual gira esto: que el Otro es quien
efecto, la batería de los significantes, entre los cuales podía hacerse una elección, estaba
allí, pero sólo en sí. Ahora, en la experiencia, esa elección revela ser conmutativa en la
medida en que está al alcance del Otro hacer con que uno u otro de los significantes esté
En el ejercicio del sujeto con el deseo, inicialmente como deseo del Otro, el se lanza en
busca de una respuesta a la pregunta que atribuye al Otro (¿Che Vuoi?), de esa forma
dirigiéndose a un más allá representado por el segundo piso del grafo. Ese lanzamiento parte del
punto en que esta el Otro primordial, el tesoro de los significantes (A). En ese recorrido, Lacan
presenta el lugar del surgimiento del deseo que da en, y por la, experiencia del sujeto con el Otro
(A), el cual hace representar para la letra d minúscula, la cual sitúa en un intervalo abierto por
ese más allá de la experiencia del lenguaje, o sea, en una distancia que separa y une, al mismo
entre la pura y simple articulación lingüística de la palabra y lo que marca que el sujeto
realiza en ella algo de sí mismo, algo que no tiene alcance, sentido, más que en relación
con esa emisión de la palabra, algo que es su propio ser – lo que el lenguaje llama por ese
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Añade Lacan (1958/2015) que este es el intervalo que hay entre los vestigios de la
demanda y la “exigencia de reconocimiento por parte del otro que en este caso podemos llamar
En ese intervalo, esa brecha, se sitúa la experiencia del deseo. Tal experiencia es al
principio aprehendida como la del deseo del Otro, y en el interior de la misma el sujeto
ha de situar su propio deseo. Éste no puede situarse fuera de ese espacio. (p. 26)
deseo. Tal como presentado en el primero piso del grafo, el encuentro del sujeto es inicialmente
con el código del mensaje, el cual ya, desde ese momento, se puede comprehender así como la
demanda del Otro (A<>D). Es entonces a partir de la demanda que el sujeto se dirige al lugar de
la mensaje, el cual, ahí en el segundo piso del grafo, tal como en el primero, es donde Lacan
(1958/2015) situará el cuarto punto de origen de los cuatros trayectos de la actividad significante
con la letra X, justificando exactamente su escoja grafica por ser un lugar de incógnita al sujeto,
En esa confrontación del sujeto con el no saber al respecto del deseo, inicialmente
situado como deseo del Otro, Lacan (1958/2015) presenta la tercera etapa del grafo, afirmando
que es delante de esa falta que el sujeto buscará defenderse con su yo apoyado en la experiencia
de la relación especular (yo/moi), relación esta que se ve entre el yo y el pequeño otro, imagen
soporte del yo, en la línea m—i(a) situada por Lacan en el primer piso del grafo y que tiene su
equivalencia en la relación del deseo con el fantasma, situado por él en el segundo piso.
saber con la experiencia imaginaria (yo/moi), el sujeto construye algo con el otro que es diferente
de la experiencia especular, “lo que el sujeto refleja (...) no es simplemente su aparición ante el
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otro con el prestigio y con la finta, sino que se refleja a sí mismo como sujeto hablante”, un
sujeto que no sabe lo que habla, pues, en cuanto sujeto del habla, esta suprimido ($) desde el
principio, donde la demanda entró en el lugar de la necesidad. Es así, en esa condición de un sin
saber, que el sujeto puede relacionarse con el otro, en cuanto objeto. Relación tal que Lacan
expone en la fórmula del fantasma [$<>a] y que sirve de soporte al deseo que allá se encuentra
del otro lado del grafo. Afirma Lacan que el fantasma es “el lugar de referencia” del deseo, de la
misma forma que la imagen del semejante en el primer piso (i(a)) sirve como soporte del yo
(moi).
Al introducir la tercera etapa de su grafo, Lacan (1958/2015) esclarece que donde se sitúa
la demanda del Otro (A<>D) es el lugar donde se presenta el verdadero discurso del ser. El
($<>D), una demanda que no es primitiva, pero si transmutada a partir de la relación del sujeto
con ella y que deja como marcas las “formas orales, anales y demás, de la articulación
Por otro lado, el mensaje que el sujeto recibe es un significante del Otro (S(Ⱥ)), el cual
está también marcado por la falta de un significante, y, por lo tanto, de la misma forma, sometido
Expone Lacan (1958/2015) que, delante de la falta constituyente, sin saber “el mensaje
que le llega de la respuesta a su demanda en el campo de lo que quiere”, el sujeto puede contar
apenas con el falo como significante que se coloca especialmente afectado a “designar las
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relaciones del sujeto con el significante” (p. 45). Mientras busca articular la respuesta, “el sujeto
se aniquila y desaparece” (p. 46), así, delante de la demanda situada sobre la falta del
significante, el tener o no tener el falo, brota la castración, y el sujeto se depara con aquello que
3.1.1) La interdicción del sujeto por el lenguaje. Lacan (1958/2015) deja marcado, a
partir de su grafo, la existencia de una oposición entre dos sistemas en las relaciones del sujeto
con el significante, los cuales hace representar, en su diseño, por líneas continuas y puntilladas.
Según sus explanaciones, la línea continua representa el sistema sincrónico de la lengua, en que
cada significante atribuye su propio valor en el tiempo del habla, es el discurso de la demanda
que toma forma en el lugar en la solidez sincrónica del código. Por otro lado, con las líneas
puntilladas, demuestra el giro del material reprimido en el circuito que se coloca a funcionar a
partir de una primera entrada, tal como ha presentado Freud sobre el contenido del material
Informa Lacan (1958/2015) que, en esos giros entre los dos sistemas, el discurso del
sujeto llega al punto de hacerse sentir “en que el algo del mensaje en el nivel del discurso del ser
llega a perturbar el mensaje en el nivel de la demanda, lo cual constituye todo el problema del
Elucida además de esos dos sistemas, hay otro (también puntillado) que prepara aquello
que llama por lugar de descansillo, algo como una pausa, una tregua, un hiato, antes de
sobrevivir a la primera captura del sujeto dentro de la demanda, el yo (moi). Este otro sistema es
lo que Freud descubrió y se interrogó a partir del inconsciente de su segunda tópica, o sea, “el
sujeto que habla no sabe lo que hace cuando habla”, así, en ese nivel del lugar original de
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se constituye como yo (moi) en algún lugar de este trayecto. Además como parte de los
desarrollos freudianos de la segunda tópica, resalta Lacan que el Súper-yo toma el lugar del
discurso primitivo que es impuesto arbitrariamente, lanzando un eco en el discurso del sujeto y
dejando abierta la posibilidad de descubrir y articular la función metafórica del lenguaje (Lacan,
1958/2015, p. 51).
sujeto, mientras anulado por el lenguaje, por el Otro, el portador de los significantes, está
determinado por esta relación, una vez que es el Otro, el tesoro de los significantes “quien hará
que un significante u otro esté presente o no en la palabra” (p. 24). Pero ¿qué quiere mostrar
Se sabe que, para Lacan (1960/1998, p. 833), “un significante es aquello que representa al
sujeto para otro significante”, o sea, el sujeto es aquel que se reemplaza por el significante, pero
no cualquier uno, mas si el significante que constituye al sujeto del discurso, el discurso de la
demanda.
Elucida Lacan (1958/2015) que el significante del cual se fala en psicoanálisis no es aquel
cierta diacronía en la experiencia del sujeto. Así al hablar que “cuando está en juego la
subjetividad capturada por el lenguaje” (p. 20), aclara que el significante está subjetivado en la
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Agrega que, cuando el sujeto humano opera con el lenguaje, él se anuncia por sí mismo,
se presenta desde su posición primitiva, una posición de dependencia que denuncia la existencia
del deseo humano como deseo del Otro. Es a partir del entendimiento de que el sujeto se
constituye por el lenguaje, transcribiendo en ella el deseo, del cual sólo caben aproximaciones
por su interpretación, que Lacan (1958/2015) declara el titulo de su seminario sobre el tema: El
deseo y su interpretación.
Conceptúa que, por la condición del sujeto atravesado por el lenguaje como punto crucial
fundamental a ser hablante – “el psicoanálisis nos muestra, en esencia, lo que denominaremos la
19).
metonímica del lenguaje, Lacan (1958/2015) enfatiza la presencia de los tres principios de la
cadena significante: el principio de sucesión, que dice respecto a la elección, por parte del gran
por fin, el principio de semejanza, que hace operar la dimensión metonímica de la cadena
significante.
Es a partir de esos mismos principios que Lacan (1958/2015) sugiere las diferencias entre
llamado al gran Otro a partir de la pregunta del deseo (¿Che vuoi?) hay una distinción, aun que
sea coexistente y simultaneo, entre el sujeto de la enunciación que aparece en el segundo piso del
grafo y aquel del enunciado que está en el primer piso. El sujeto de la enunciación está
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sobrepuesto al enunciado, hay una impenetrabilidad entre ambos, llevando a concluir que hay
diferentes trayectos del sujeto del lenguaje en los pisos del grafo: “la captura del sujeto dentro de
la articulación de la palabra – captura que al principio era inocente – deviene inconsciente” (p.
Al decir que “todo discurso es el discurso del Otro, incluso cuando quien lo sostiene es el
sujeto”, alude Lacan (1958/2015, pp. 43/44) que, por la condición inconsciente de todo discurso,
la distinción entre los dos pisos del grafo deja de ser arbitraria. El segundo piso imprime una
dificultad para los seres hablantes, una vez que el acto de habla está revestido de un no saber que
partir de la pregunta al deseo del Otro, es un imperativo al sujeto para que asuma su condición de
ser, de señor de su deseo. Relata Lacan que la pregunta “contiene un Fiat que es la fuente y la
raíz de aquello que en la tendencia viene a inscribirse para el ser hablante en el registro del
querer”, así el yo (Je) se coloca, por un lado, en el acto del hablar y, por otro, al asumir el deseo
como propio.
que articula el acto de la habla en el discurso, es también lo que designa el soporte del mensaje,
código. Él no se relaciona nunca con algo que pueda ser definido en función de otros elementos
del código, pero si en función del acto del mensaje. Es también algo que varia a cada instante.
Lo que puede llamar de sujeto verdadero del discurso está siempre seguido de un
paréntesis, a saber, cuando el sujeto anuncia “yo (que hablo), o yo (digo que)” evidencia en su
discurso dos yo (Je), aquel que dice y aquel que agrega “y yo lo repito”, el sujeto de la
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Aclara Lacan (1958/2015) que, si el “significante conlleva una duplicidad interna entre
proceso del enunciado y proceso del acto de la enunciación” (p. 93), marca la diferencia entre los
dos yo (Je) y denuncia la existencia del deseo humano enlazado a una represión, una censura,
algo que no puede ser dicho, de algo que queda interceptado, o, que sufre una interdicción.
En ese juego entre lo enunciado y la enunciación, la pregunta del deseo es la respuesta del
Otro al acto del habla del sujeto. Una respuesta que se presenta en un discurso de llamado al ser
en el segundo piso del grafo, donde se sitúa el acto de la palabra, el código que está dado por
algo que se coloca más allá de la demanda primitiva que está perdida desde el inicio. Aclara
Lacan (1958/2015) que la respuesta formulada como pregunta (¿Che vuoi?) responde “al temible
signo de interrogación cuya forma misma, en mi esquema, articula el acto de hablar” (p. 44).
Profesa que, tal como en el primer piso del grafo, el segundo asimismo posee una batería
del deseo (¿Che vuoi?) de forma peligrosa, una vez que la distinción entre los procesos de la
enunciación y del enunciado exigen del sujeto cierta preocupación a fin de resguardar la verdad
del deseo, la prohibición que necesita ser preservada, un no dicho que se presenta en el nivel de
Lacan (1958/2015, p. 88) recuerda que Freud ya había indicado que el sujeto en el acto de
la habla se coloca ante tanto una dificultad particular, como una posibilidad especial, una vez que
la “verdad del deseo” es ubicarse frente a una interdicción, a lo prohibido, como “una ofensa a la
autoridad de la ley”, una verdad que merece ser censurada, mientras más, aparece en el proceso
enunciación este enunciado va entonces a encontrarse en delito más o menos flagrante con su
fin”. Mostra que en el nivel de la línea superior del grafo es posible encontrar la matriz de esa
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respecto del cual nada puede hacer para no ser erigido, él mismo, como agente de la
enunciación”, no pudiendo abrir mano del enunciado bajo penalidad de ser sustraído como
sujeto.
indica Lacan (1958/2015) que la estructura más profunda del significante es un no dicho que
puede ser borrado, tal como Freud ha exhibido acerca del deseo en el sueño ser la marca de una
represión, una censura. Agrega que “la represión, cuando se introduce, está ligada en lo esencial
El significante comienza exactamente en este no decir que puede ser borrado, apagado,
“no en la huella, sino en que se borre la huella, [...]. Con la barra anulo ese significante pero
enunciado, Lacan (1958/2015, p. 97. Grifos nuestros) expone que lo no dicho, o lo interdicto, se
sujeto niega lo que dice. Al decir “yo no digo que soy tu mujer”, esconde su deseo prohibido de
ser su mujer. Por otro lado, en el nivel del enunciado, lo interdicto está en la propia negación del
Afirma que, desde las enseñanzas freudianas, ya se puede concluir que la negación cae de
anticipa al hecho de que él venga, como anhelo que no venga”. Siempre que se hace presente
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una negación, el enunciado suplica un auxiliar que introduce la dimensión del sujeto, el cual
señala que la negación es la posición original de la enunciación. Así, “el sujeto se constituye en
Al enseñar la segunda etapa del grafo del deseo en el Seminario 6, Lacan (1958/2015)
declara que el primer contacto del sujeto con el deseo se otorga a partir del Otro, señalado como
ausencia, a la cual el sujeto emite un llamado como presencia, exhibiendo, en este espacio,
alguna cosa más allá del lenguaje. El otro es alguien que logra dar al sujeto una respuesta a su
llamado acerca de lo que quiere: ¿Che vuoi?. La pregunta del deseo “Se la plantea desde el lugar
donde el sujeto tiene su primer encuentro con el deseo, el deseo como algo que en primer lugar
como punto inicial de reflexión, la relación del deseo del Otro con la angustia. Según expone, el
Otro, ubicado por la falta, es aquel que desea. Al desear cuestiona al sujeto sobre lo que quiere -
¿Che vuoi? – acerca de su propio deseo. La pregunta del deseo y sus desdoblamientos lanzan al
sujeto al encuentro con la angustia, un espacio de falta en que el sujeto se cuestiona con relación
al deseo del Otro, por detrás del cual se esconde el deseo propio.
Recuerda Lacan (1962-1963/2005) que la pregunta del deseo está en el centro del grafo,
en el sitio preciso que se ve entre sus dos pisos, entre “las dos vías de regreso que designan en
cada uno el efecto característico” (p. 14), así, señalando para la existencia tanto de una dialéctica
como de una distancia entre la identificación narcisista en el piso inferior y la relación con el
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psicoanalíticas con respecto al deseo y la angustia, Lacan (1962-1963/2005) anuncia que el deseo
psicoanalítico, cuya fórmula presenta como: d(a) < i(a):d(Ⱥ), es aquel en que el deseo del Otro,
emplazado como falta (Ⱥ), es equivalente a la imagen soporte i(a) del sujeto, constituida a partir
de su condición hablante, así, atravesado por el lenguaje que viene del Otro.
1963/2005) se vale de los tres significantes del título freudiano, Inhibición, Síntoma y Angustia,
los cuales, según él, utilizará como una “red de protección” (p. 18) para la exposición inicial del
Seminario 10. Diseña con los tres términos un cuadro matricial, colocándolos escalonados en
angustia no es. Afirma que ella no es el síntoma y tampoco la inhibición, también no es una
fuera presentado por Freud, que no puede ser rechazado, “el se desprende, queda a la deriva” (p.
23).
introduce como base en los preceptos filosóficos de Heidegger y Sartre para explicar los
recomendando, de esa forma, a los analistas, se situaren a cierta distancia cuando se trata de abrir
un discurso sobre la angustia, distancia esta que sea capaz de preservar el vacío que ella requiere,
la falta que ella denota, sin embargo, con cierto grado de seguridad, conforme presupone la
operación analítica.
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En ese recorrido teórico, conforme busca demostrar con las cuatro diferentes formulas
presentadas en su texto Angustia, Signo del Deseo, Lacan (1962-1963/2005, p. 35) preludia que
[d(a)<i(a):d(Ⱥ)], que concierne al deseo como psicoanalítico” y que, a pesar de las diferentes
concepciones del deseo para el psicoanálisis y a la filosofía, la presencia del objeto a en el lugar
Desenvuelve que el sujeto, en el lugar del objeto a como aquel que desea, demuestra, más
allá de su posición relativa al deseo, su condición finita, dando abertura, en ese lugar, al
surgimiento de la angustia:
Por causa de la existencia del inconsciente, podemos ser ese objeto afectado por el deseo.
Por añadidura, es en la condición de ser así marcada por la finitud que nuestra propia
falta, sujeto del inconsciente, puede ser deseo, deseo finito. En la apariencia, él es
indefinido, porque la falta, que siempre participa de algún vacío, puede ser llenada de
varias maneras, aunque sepamos muy bien, por ser analistas, que no la llenamos de mil
psicoanalítico, a no ser una falsa infinitud que la teoría del significante permite imaginar a partir
del Un repetitivo del deslizamiento metonímico, el cual “no agota la función del Otro” conforme
demuestra a partir de la operación de división del sujeto. En esa división, procura tornar visible
que el sujeto, al situarse como determinado por el significante que lo atraviesa en el campo del
Otro, también se sujeta a la inscripción del Otro como el resultado de una división, un cociente
70
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De tal división hay una sobra, “un residuo”, un “Otro último”, conforme denomina Lacan
(1962-1963/2005, pp. 35-36), “el objeto a que aparece aquí como prueba y garantía única, al
final, de la alteridad del Otro”. Así, a partir de la operación de la división del sujeto por el
lenguaje, se tiene al sujeto tachado [$] y el objeto a del lado de la verdad objetiva de la barra, en
el campo del otro, en cuanto el Otro excluído se sitúa del lado en que el sujeto se constituye
como inconsciente, aquel que el sujeto no alcanza. Se obtiene, de esa división, que los dos
elementos constituyentes del fantasma, el sujeto anulado y el objeto a, se sitúan en el campo del
Otro.
Al anunciar la tercera etapa del grafo del deseo en el Seminario 6, Lacan (1958/2015)
demuestra que delante del deseo del Otro el sujeto se cuestiona frente a un no saber, un nada, un
vacío, un lugar de falta de significantes. En este sitúa la experiencia del desamparo [Hilflosigkeit]
como el “verdadero lugar [de] la experiencia de la angustia” (p. 27), suscitado por ese nada saber
al respecto del deseo del Otro. Por lo tanto, advierte que, a pesar del deseo producirse en el
mismo sitio de la experiencia del desamparo, la angustia no se produce en el mismo nivel del
deseo.
Evidencia Lacan (1958/2015) que, delante del desamparo, el sujeto se defiende con su yo,
con el recurso de la experiencia imaginaria, en la cual refleja a sí mismo como sujeto de la habla,
el sujeto tachado ($) que se refiere al otro imaginario como el mirar, el fantasma. En ese sentido,
utiliza su construcción fantasmagórica [$<>a] como soporte del deseo – “el deseo humano tiene
esa propiedad de estar fijado, adaptado, asociado, no a un objeto, sino siempre esencialmente a
Al discurrir sobre la interpretación del deseo, Lacan (1958/2015) puntúa que la aparición
del deseo se da en la experiencia con el Otro, en cuanto sujeto del deseo, en la intersección entre
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“la pura y simples articulación lingüística de la palabra y lo que marca que el sujeto realiza en
ella algo de sí mismo, algo que no tiene alcance, sentido, más que en relación con esa emisión de
palabra, algo que es su ser” entre las metamorfosis de la demanda y la “exigencia de amor”, un
espacio en que el sujeto debe “situar su propio deseo” (pp. 25-26. Grifos nuestros).
Declara Lacan (1958/2015) que, si el deseo parece “llevar consigo cierto quantum de
amor, muy a menudo se trata de un amor que se presenta a la personalidad como algo
conflictivo, un amor que no se confesa, un amor que incluso se niega a confesarse” (p. 13), así,
por detrás del sentido de la frase “yo te deseo”, hay un sentido más complejo de que su
enunciado. Él condensa todas las “imágenes enigmáticas” (p. 49) que causan el deseo del sujeto.
Su enunciación carga la frase: “Yo te deseo porque eres el objeto de mi deseo. Dicho de otro
subsistencia del fantasma como soporte del deseo está ligada a la “experiencia del amor”, una
experiencia que no tiene el mismo sentido tal cual la propuesta hegeliana del deseo, pero si del
deseo psicoanalítico como situado en el campo del Otro y sustentado por el fantasma [$<>a].
Clarifica, a partir del primer esquema de división del sujeto, que, en la experiencia del amor
psicoanalítico, cuando el sujeto asume su amor por medio de una frase como: “Yo te deseo,
mismo si no lo saber”, está declarando al otro que lo desea de forma inconsciente, dando apertura
al lugar de la falta y al espacio del deseo. En ese lugar, el sujeto, sitúa a su objeto de amor
desconocido, el objeto a que se exhibe como velo delante de la falta. Ambos se identifican con el
objeto de deseo:
identifico, a ti con quien hablo, con el objeto que falta a ti mismo. Al dirigirse por ese
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circuito obligatorio para alcanzar al objeto de mi deseo, realizo para el otro justamente lo
que él procura. Cuando, inocentemente o no, tomo ese desvió, el otro como tal, que aquí
1963/2005, p. 37)
En La Metáfora del Amor, Lacan (1960-1961/2010) apunta que el problema del amor se
revela por ser él una metáfora, una sustitución en la cual, tanto amante cuanto amado están
separados por un vacío, una falta que se anuncia a cada uno, frente a un no saber, una
“desconocimiento” propio del inconsciente. Según Lacan, el objeto amado, al no saber lo que
tiene de oculto, ocupa el lugar del objeto atractivo. Declara que entre amado y amante hay una
discordancia:
Lo que falta a un no es lo que existe, escondido, en el otro. Ahí está todo el problema del
(...) basta que esté en el, basta amar, para ser preso de este vacío, de esa escisión. (p. 56)
amor es la función más misteriosa de la relación entre los sujetos, y, como analista, es necesario
observar el valor de ese enigma. Como punto de reflexión, recuerda la escena final del Banquete
de Platón, entre Alcibíades y Sócrates, en la cual el tema del agalma podrá ser visto como el
“objeto oculto en el interior del sujeto Sócrates” (p. 213). La escena revela la estructura en la
cual se presenta la posición del deseo, tomándose al sujeto, conforme presentado en el grafo del
deseo, como constituido entre las dos cadenas significantes. En cuanto determinado por el
del deslizamiento incesante e indefinido de los significantes, en los cuales se presenta el deseo.
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equivalentes, así que uno de ellos asumirá, como representante en la enunciación subjetiva, el
lugar del objeto para lo cual el sujeto se dirige, o, igualmente, su propia acción, así, el objeto a se
coloca en la posición privilegiada delante del sujeto del deseo que se expone en el fantasma:
fragmentación significante, que él asume valor de objeto privilegiado, que estanca ese
deslizamiento infinito. Un objeto puede asumir también, con relación al sujeto, ese valor
esencial que constituye la fantasía fundamental. El propio sujeto se reconoce ahí como
detenido, o, para recordarles una noción más familiar, fijado. En esa función privilegiada
Agrega que, por el hecho del sujeto estar fijado a su fantasma fundamental, el deseo
asume consistencia y denota su sumisión al deseo del Otro, el gran A. El A como “lugar de la
habla (...) ese tercer lugar que existe siempre en las relaciones con el otro, a, desde que hay una
articulación significante”, pero que está en una condición inestable, de falta, dejando al sujeto en
ese lugar movedizo, sin saber lo que ese Otro le puede donar, o lo que quiere. Lugar del más-allá
de la demanda del sujeto, lugar de la experiencia del amor, del cual el Otro pueda responder
3.2.1) El deseo en el sueño. Delante del deseo como enigma y justificando el nombre de
la Traumdeutung freudiana, reafirmando que, tal como presentado por Freud en su obra, en la
interpretación de los sueños se hace posible una aproximación del deseo como Wunsch (desear),
74
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un deseo formulado, articulado (en todas las partes del sueño), por ende retorcido, desfallecido,
escondido. Agrega que “el sueño es una metáfora” (p. 70) que trascribe un significado que es
formulado a partir de su interpretación, una vez que esta tiene como meta final “la restauración
diferenciación con el deseo de la filosofía, se utiliza del sueño freudiano de la inyección de Irma
presencia de la sexualidad en los sueños, lo querer ver Irma desvestida, o querer salvarla de la
enfermedad, no era exactamente el deseo de Freud en el sueño, pero si sus vestigios (Lacan,
1958/2015).
Retomando la localización del deseo entre los dos pisos del grafo, Lacan (1958/2015)
recuerda que él se sitúa en el intervalo entre el punto en el cual el sujeto se esconde como
“más allá en el cual va a introducirse como esencial la dimensión de lo no dicho” (p. 103).
(1958/2015) utiliza el sueño del padre muerto, introducido por Freud en su Traumdeutung. Se
trata de un sueño en que un sujeto ve aparecer delante de él propio el padre que había fallecido
después de una grave enfermedad. Delante del aparecimiento del padre, el sujeto es tomado de
de “un profundo dolor” al pensar que su padre está muerto y no lo sabía. Reforja que Freud
insiste precisamente en este punto del no saber que “resuena absurdamente”. Es sobre el absurdo
que se puede acercarse de la interpretación del deseo añadiéndose al hecho del padre muerto la
frase “según su anhelo”, o sea, que “él no sabía que estaba muerto según su anhelo” (p. 104).
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Esclarece que situar los elementos de ese sueño en el grafo es buscar comprender como el
Lacan (1958/2015) que, por detrás de toda demanda de satisfacción, está la simbolización del
(1958/2015) destaca las dos construcciones simbólicas del sueño – estaba muerto y él no sabía –
agrega aquella sugerida por Freud – según su deseo – situándolas en el grafo. Inicialmente
emplaza la frase él no sabía en la línea de bajo del grafo, en el nivel del enunciado, una vez que
el sujeto debe situarse como no sabiendo, como sujeto del inconsciente, para que lo no dicho
adquiera su alcance.
En efecto, si el sujeto nos cuenta el sueño, lo hace para algo muy diferente del enunciado
que él nos relata. Lo hace para que busquemos su clave, su sentido, es decir, para saber
qué quiere decir. Desde esta perspectiva tiene toda su importancia el hecho de que él no
Ahora bien, para que adquiera su alcance, el enunciado debe ser soportado por una
enunciación, a lo que Lacan (1958/2015) localiza la frase él estaba muerto en la línea de arriba
del grafo, por esto, esclareciendo que en el nivel de la enunciación, el sujeto ya está introducido
en la existencia, en el orden del significante y ya no puede más destituirse de él. No puede más
que hace que ya no pueda concebirse más que como algo que siempre resurge en la existencia”
(p. 105).
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En la interpretación del deseo en el sueño del padre muerto, el no saber sobre la muerte
transcribe tanto el dolor del sujeto por la muerte del padre como también el deseo por ella. Es
tanto un deseo de acabar con el dolor vivido al tiempo de la enfermedad, como incluso de
realizar el deseo infantil de la muerte del padre. Acorde dilucida Lacan (1958/2015), en esa
duplicidad, el hijo hace resurgir el padre muerto. En el sueño, el padre es quien habla, en cuanto
al hijo está atónito, oprimido y tomado por el dolor “de pensar que su padre estaba muerto y que
no lo sabía”. La interpretación del deseo en ese sueño requiere, según recuerda Lacan las
enseñanzas freudianas, añadiendo la frase “según su anhelo”, ligando así el no saber al deseo del
sujeto: “¿No sabía qué? Que era según su anhelo” (p. 131).
Alerta que la interpretación del deseo requiere un recorrido analítico para que sea posible
al sujeto situarse ante el propio deseo. Avanza Lacan (1958/2015, p. 108) que, mismo delante de
un no saber, el sujeto puede ver que “que sin saberlo asume el dolor de su padre. Y por eso le
resulta del todo necesario mantener la ignorancia que sitúa ante él en el personaje del padre, en el
objeto, bajo la fórmula él no sabía, para no saber que más vale no haber nacido” que ser él,
ahora, el sujeto sobre el cual recaerá la castración, ya que sobre el padre muerto, ella ya se ha
centrado.
El sueño retrata la confrontación del sujeto con la propia muerte al tiempo en que se
coloca como vivo, nutriendo un sufrimiento que se ubica como llamado “el único al que el sujeto
puede aferrarse en este momento crucial” que es justamente el de confrontarse con un rival: “el
de asesino del padre, el de la fijación imaginaria”, aquello que deseó la muerte de su padre
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(...) el sujeto se confronta con cierta imagen y que lo hace en ciertas condiciones muy
particulares. Diría que entre esta imagen y lo que el sujeto asume en su sueño se
establece una distribución, una repartición, que va a mostrarnos la esencia del fenómeno.
(p. 131)
Exponiendo una nueva distribución entre los elementos significantes del sueño, Lacan
propone invertir las frases situadas en el grafo del enunciado a la enunciación. El no saber al
respecto de la muerte del padre presenta una ambigüedad. Es una referencia “fundamentalmente
subjetiva” dice Lacan (1958/2015, p. 131), no hay como recaer sobre alguien que está muerte. Es
subjetiva y, por lo tanto, estructural del sujeto, entre tanto es un no saber que el sujeto en su
construcción onírica atribuye al otro, o sea, el sujeto se presenta como aquel que guarda un
secreto, colocando al otro en desventaja – es el otro que no sabe. Conforme aclara Lacan
(1958/2015):
Que esté muerto es un enunciado que, por supuesto, no podría llegar al otro. Pero
semejante expresión simbólica, estar muerto, esconde una paradoja, ya que hace que
subsista aquel a quien apunta, lo mantiene en el ser, mientras que aquí no hay ser porque
está muerto. No hay afirmación simbólica del estar muerto que no lo inmortalice. De eso
Lacan (1958/2015) propone interrogar la función del deseo inconsciente a partir de la fórmula
del fantasma [$<>a]. Presenta que en la interpretación del deseo en el sueño es posible concluir
que hay un enfrentamiento entre el sujeto y el otro, su semejante. Una ambigüedad entre el lugar
del padre muerto que reaparece frente al sujeto y lo hace cargar el dolor de existir y el deseo. El
padre como representante “cuya alma el sujeto vio agonizar. Es aquel cuya muerte anheló - en la
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medida en que nada es más intolerable que la existencia reducida a sí misma (...), la existencia
Añade que el sueño aclara la hipótesis freudiana de que todo deseo es un deseo de
(1958/2015, p. 112) “es el deseo de no despertarse (...) al mensaje, el mensaje más secreto que
portador. Sin embargo, como el sujeto siempre niega la castración, el sueño como realización del
deseo se utiliza de la presencia del padre como protección contra el enfrentamiento con la
muerte, la castración en su grado más extremo, restando el dolor de existir como signo de un
recuerdo inconsciente del deseo infantil de la muerte del padre (‘él estaba muerto según su
anhelo’). Además, desarrollando a lo largo del Seminario 6 sus ideas acerca de la interpretación
del deseo en el sueño, dice que éste presenta en sus dos formas interpretativas el no saber del
sujeto mismo respecto a la significación de sus “antiguos anhelos de muerte contra el padre” (p.
133) y también respecto al dolor fundamental de la existencia, la cual transcribe el dolor por la
(...) el dolor de la existencia como tal, en ese límite en el cual la existencia subsiste en un
estado en que nada se aprehende de ella más que su carácter inextinguible y el dolor
fundamental que la acompaña cuanto todo deseo le abandona, cuando todo deseo se ha
Añade Lacan (1958/2015) que delante del dolor de la existencia se instaura la situación
conflictiva configurando una división de las funciones intersubjetivas. Esta división queda clara
en el sueño, ya que en él el sujeto hace recaer sobre la imagen del padre su propia ignorancia, el
no saber, él no sabía, mientras que por otro lado asume en sí mismo el dolor de la existencia por
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la experiencia con la muerte del padre, él estaba muerto. Como posibilidad de sutura de esa
división, hay que intentar interpretar y acomodar el deseo, lo no dicho del sujeto, con la
introducción de la frase sugerida por Freud: según su anhelo. Así es que la interpretación del
deseo en el sueño del padre muerto sería – ‘él no sabía que estaba muerto según su anhelo –
adquiere su sentido.
1958/2015, p. 112) mientras sus efectos son la perpetuación de la imagen del padre, como objeto
Él no sabía es, en suma, un apoyo otorgado a lo que hasta allí era la coartada del deseo.
vehiculaba. Ésta es la que aquí da al deseo su forma enigmática, abismal incluso. Separa
contra ese deseo, le provee un pretexto moral para no afrontarlo. (Lacan, 1958/2015, p
113)
3.2.2) El fantasma como soporte del deseo. Al presentar el grafo del deseo en el
Seminario 6 y afirmar que es delante de la falta que el sujeto busca defenderse con su yo apoyado
relación de equivalencia entre los dos pisos del grafo y sitúa el fantasma como soporte del deseo
(d—[$<>a]).
Llamando la atención para la relación entre los dos pisos del grafo, Lacan (1958/2015)
posiciona al deseo (d) en el espacio entre la demanda del Otro y aquello en lo que ella se
convirtió, la exigencia de amor. El sujeto en ese trayecto, siempre regresivo, partiendo del
código (A) al mensaje (s(A)), pasa por el deseo y por el fantasma [$<>a]. Tal disposición tiene
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su equivalencia en el piso inferior entre el yo (moi) y el pequeño otro [i(a)], la persona plena en
la relación imaginaria con el otro, demostrando entre los dos discursos, lo de la demanda y lo del
reproduce “de manera homóloga la relación con el otro en el juego de prestancia” (p. 47) donde
Sitúa que dada la dificultad de situar el deseo articulado en esta laguna, él queda marcado
como falta, siendo así, es a partir del fantasma fundamental, como soporte del deseo, que se
encuentra la posibilidad de interpretación del deseo. El fantasma es “el punto clave, el punto
decisivo en el cual debe producirse la interpretación del deseo, si el término deseo tiene un
El deseo está siempre por sus vestigios, por sus efectos, así, acercarse de él, conforme
Lacan (1958/2015), requiere una comprensión en cuanto a la relación constituyente del fantasma
1958/2015, p. 18)
Lacan (1958/2015) exhibe que es en el campo del deseo donde están articuladas las
relaciones del sujeto con el objeto que interesan al psicoanálisis. Aclara que no son relaciones de
necesidad, pero si “una relación compleja” marcada por los vestigios del deseo. Completa que el
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objeto como causa del deseo es aquel que apoya al sujeto en su existencia como sujeto suprimido
por el lenguaje. Es por constituirse como sujeto a partir de una división con el gran Otro,
restando un objeto, que este objeto se presenta como causa del deseo:
(...) el objeto consiste en algo que está fuera de él y que él sólo puede captar en su
naturaleza propia del lenguaje en el momento preciso en que como sujeto debe borrarse,
En ese sentido, en cuanto resto caído de la división del sujeto, el objeto causa sostiene
aquello que el sujeto no puede revelar ni a sí mismo y el deseo asume una connotación de
secreto, un no dicho que sólo puede ser traducido por medio de una creación fantasmatica que
circula un objeto metonímico. Al velar el deseo, el objeto representa exactamente aquello que el
a los analistas el proceso de identificación del sujeto con el otro en la posición de agresor, tal
una construcción posible de la interpretación del deseo. En cuanto al sueño del padre muerto
utilizado por Lacan en el Seminario 6, la construcción de la frase según su anhelo que dejaba de
aparecer en la habla del sujeto al contar su sueño, según muestra, sólo podría alcanzar la
interpretación del deseo por una cuidadosa operación analítica que tendría efecto al conseguir
ofrecer al sujeto la posibilidad de evitar la dificultad de “la estructura fundamental que hace del
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Es en ese sentido que, frente al objeto causa, se presenta de una forma vacilante,
deslizante, siempre escapando de la castración, la interpretación del deseo debe ser capaz de
Para interrogar con más detalle lo que ese deseo humano quiere decir, lo que significa,
hemos aquí pues llevados a tomar la cuestión por la otra punta, una punta que no se
1958/2015, p. 114)
Desde el primer momento en que el sujeto se ve confrontando con el deseo, se depara con
su propia impotencia, su castración, la ausencia del falo y, en este momento, busca ajustarse
El sujeto aliena siempre su deseo en un signo, una promesa, una anticipación, algo que
conlleva como tal una pérdida posible. Debido a esa pérdida posible, el deseo se ve
ligado a la dialéctica de una falta. Es subsumido en un tiempo que, como tal, no está allí
– al igual que el signo no es el deseo –, un tiempo que en parte está por venir. En otros
En este temor del perecimiento, lo que está en juego es “ser privado de su propio deseo”
(Lacan, 1958/2015, p 117), es la desaparición del deseo que se elabora a partir de la dimensión
del decir y, lo que el análisis muestra es que la vivencia humana estar sostenida por el deseo, el
sujeto siempre cuenta con él. Como ha presentado Lacan, la posición primitiva del sujeto es
contar con su propio ser, con aquello que es propio de su deseo: “cuando el sujeto humano opera
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con el lenguaje, se cuenta” (p. 85), y, en ese mismo sentido, el deseo “es algo que el sujeto
humano ve delante de sí y teme que le falte.” (p. 118) bajo la penalidad de él mismo desaparecer.
Aún, en Introducción al objeto del deseo, Lacan (1958/2015) reflexiona que la relación
del sujeto con el objeto escapa de la dimensión del conocimiento cuando el deseo está en juego.
Aclara que el verdadero dilema del sujeto con su deseo no es conseguir alcanzarlo, una vez que
algunas veces consigue tanto satisfacerlo como anticiparlo como satisfecho, el verdadero temor
es cuanto está a punto de satisfacer su deseo – “cuando no está afectado de impotencia” (p. 118)
El sujeto pasa su tiempo evitando una tras otra las ocasiones que se le presentan de
encontrarse con lo que en su vida siempre fue acentuado como el deseo más apremiante.
Ocurre que aquí también está lo que él teme: esa dependencia – que yo evocaba – para
con el otro.
(p. 119)
Continua explicando Lacan (1958/2015) que el temor de todo sujeto es depararse con la
propia castración, el signo que le corta, le divide como sujeto del lenguaje, “el signo de su
abolición como sujeto, ese signo que se escribe $” (p. 119), que le da estructura.
De eso resulta que, delante del deseo, el sujeto no consigue ser fiel, una vez que, en la
presencia del objeto causa de deseo, el sujeto se desvanece. Ilustra Lacan (1958/2015) que “(...)
en las márgenes de la problemática del significante, el sujeto, para hacer frente a la suspensión
del deseo, tiene ante sí, por así decirlo, más de una artimaña” (p. 121), las cuales registran para la
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manipulación del objeto a en la formula del fantasma y también para la presencia del falo como
significante que hace deslizar las relaciones entre el sujeto y el objeto, tapando la castración.
Cuando la interposición del significante torna imposible la relación del sujeto con el
objeto, hay un desplazamiento del objeto que impide la satisfacción del deseo y que preserva
parcial, expone Lacan (1958/2015), él fue extraído “del campo de la necesidad pura y simple” (p.
124), asumiendo una volubilidad que tanto lo valoriza como lo desvaloriza, preservando una
distancia entre deseo y el objeto causa. Conforme agrega en su Seminario 8: “hice que ustedes
observaran que quien introduce la noción de objeto parcial, Karl Abraham, entiende por eso, de
la manera mas formal, un amor del objeto del cual una parte es excluida. Es el objeto menos esa
Lacan (1958/2015) desenvuelve que la identificación con la imagen del padre introduce la
tachado con el objeto a, una vez que da soporte al problema del deseo. Afirma que “el Eros
humano está comprometido en determinada relación con cierta imagen que no es otra cosa que la
del cuerpo propio” (p. 126), en la cual se produce un intercambio entre el sujeto y el objeto en la
estructura del fantasma. La naturaleza del fantasma es, por lo tanto, transferir del sujeto al objeto,
este en cualidad de narcisista, el afecto que el toma delante del deseo, mientras al sujeto retorna
(...) en calidad de imagen de a¸ imagen del otro que, con el yo, son una sola y la
misma cosa. Esta imagen está marcada por el índice de una I mayúscula, de un Ideal del
yo, en la medida en que éste es el heredero de una relación primera del sujeto, no
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con su deseo, sino con el deseo de su madre. Este Ideal toma pues el lugar do lo que ha
se impone una transformación del algoritmo, que ya puede inscribir en la pizarra a título
afectado por el sujeto mismo cuando éste es afectado por su deseo. (1958/2015, p.
3.2.3) El falo en la dinámica del fantasma. En La mediación fálica del deseo, Lacan
relación entre sujetos, la formula del fantasma [$<>a], recordando que tal relación ya había sido
explorada por él en lo esquema L, en el cual, de igual modo, se ve que la tensión imaginaria entre
el yo (a) y el otro (a’) define la estructura de la relación del sujeto con el objeto, siendo que, la
formula del fantasma demuestra la suspensión del sujeto [$<>a] delante de la incidencia del
Enseña que el sujeto del lenguaje no consigue alcanzar el objeto sin verse como sujeto,
excluído. Así, elidido como sujeto, marcando el lugar de la falta de un significante, busca
taponar ese lugar, colocándose el mismo como objeto privilegiado, como falo. “De ello parte el
hecho de que, en toda asunción de la posición madura, la posición que denominamos genital, se
produce algo que tiene su incidencia en el nivel imaginario: se llama castración” (Lacan,
1958/2015, p. 135).
Ocurre que, buscando esquivarse de la castración, el sujeto arma su historia del fantasma
siendo creada la relación imaginaria por el propio sujeto como artificio de defensa. Tal situación
demuestra la ambigüedad presente en la manifestación del deseo. Lacan dice que este es “el
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punto esencial donde el ser del sujeto intenta expresarse y afirmarse” (Lacan, 1958/2015, p. 138)
Recuerda que, en la primera fase del fantasma, el niño que es golpeada es un rival del
sujeto, alguien que él odia. Según Lacan (1958/2015), en esta fase, Freud presenta “la más
intensa cualidad del amor y del odio” que el sujeto experimenta. El niño que recoge está
totalmente sometido al máximo de la desvalorización simbólica por parte del padre del niño que
apunta en él a lo que se demanda más allá de toda demanda, a saber, al amor. La denominada
afrenta narcisista que se hace al sujeto odiado es aquí total” (p. 140).
anulación subjetiva que incidió sobre el pequeño otro, su rival. Esclarece Lacan (1958/2015) que
Lacan (1958/2015) señala que la segunda fase del fantasma es la más significativa una
vez que presenta la formula del masoquismo primario. Expone que la esencia del fantasma
masoquista es “la representación, por parte del sujeto, de una serie de experiencias imaginadas”
en que el sujeto es “tratado como una cosa (...) que, en última instancia se comercia, se vende, se
base de transformación para la entrada de la tercera fase, el punto de equilibrio del sujeto como
atravesado por el lenguaje, una vez que “ingresado en la dialéctica de la palabra” (p. 142).
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sujeto. No sabe quien pega, quien apaña y donde está el mismo, “sea a o a’, i(a) o a, el niño
hasta cierto punto participa de ese fantasma, ya que es él quien lo produce” (Lacan, 1958/2015,
posición.
el sueño del padre muerto, recuerda Lacan (1958/2015) que en ese afecto estaba localizado en el
dolor del soñador, mientras, en el fantasma sádico, él recae sobre la imagen fantaseada del
semejante, en la medida en que hay un cierto suspenso en ser rechazado, batido, maltratado. En
ese sentido, teje consideraciones al respecto de la proximidad entre el posicionamiento del sujeto
frente a su fantasma sádico y a la angustia, alertando que “no hay que confundir la pérdida pura y
simple del sujeto en la noche de la indeterminación subjetiva, y algo que es muy diferente, la
Citando a Freud en Inhibición, síntoma y angustia, Lacan (1958/2015, pp. 143-144) llama
la atención sobre la distinción entre los términos abwarten, traducido por padecer, aguardar o
soportar, y erwarten, traducido por prever o estar preparado para, siendo en ese registro el lugar
de afecto en el fantasma sádico una vez que esté vinculado al otro, al semejante, al a minúsculo.
En cuanto al sujeto, está entre ambos, en el lugar de instrumento, de aquel que no raramente se
presenta como el “personaje esencial en la estructura imaginaria del deseo” por mas paradójico
Lacan (1958/2015) afirma que el sujeto en lugar del falo, se aniquila delante de su deseo,
de esa forma asentando tanto para la problemática sexual de la exigencia fálica fundamental
como para la mediación fálica del deseo. La problemática fálica encuentra su máxima expresión
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en la relación entre odio a la madre y el deseo del falo, la envidia del pene (penisneid), marcada
construcción del fantasma, el cual está estructurado en las relaciones narcisistas entre sujeto ($) y
su semejante (a). Lacan discurre que el falo en el lugar del a, en el cual asume el lugar del otro
imaginario, o sea, es aquello que el sujeto tiene en sí mismo como pulsión no elaborada, “antes
necesidad en el sujeto”. En cuanto lugar de localización de las necesidades, la imagen del otro
expone la primera identificación del sujeto con el gran Otro, “la primera identificación con las
insignias del Otro. En otros términos, el significante I mayúscula sobre la a minúscula” (Lacan,
1958/2015, p. 145).
Lacan (1958/2015, p. 147) esclarece que el fantasma es la vía especular a través de la cual
el sujeto busca alcanzar su lugar en lo simbólico, un lugar que se edifica ante una “cierta
reflexión realizada con ayuda de palabras”, donde el sujeto se acomoda a cierta distancia en
relación a las insignias simbólicas que el sujeto recibe del Otro y con las que tiene sus primeras
identificaciones imaginarias. Así, el nivel imaginario cuenta con “algo preformado” que es
fragmentado a partir de lo simbólico, así pues, es por la acción de lo simbólico que se produce la
transcribe tanto el conjunto imaginario de elementos fragmentados del propio cuerpo como la
organización de ellos sobre la “marioneta” que se articula en lo simbólico, sin embargo, el falo
no está ahí, está en el lugar de la falta. “El falo opera en otro lugar, en la función significante.
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Ante el otro, el sujeto se identifica con el falo pero él mismo se fragmenta cuando está en
Como letra inicial de la palabra autre (otro), Lacan (1956-57/1995) inicia su especulación
acerca del objeto a (objet petit a o objeto pequeño a) también antes de su coronación en el
seminario sobre la angustia. Es a partir del objeto freudiano, un objeto perdido y siempre
buscado en la relación del sujeto con el otro, que se presenta ese objeto como causa de deseo del
sujeto:
busca. Existe ahí una distancia fundamental, introducida por el elemento esencialmente
conflictivo incluido en toda búsqueda del objeto. Esta es la primera forma bajo la cual, en
El elemento que trae en sí ese punto conflictivo, conforme presentado por Lacan (1962-
1963/2005), estaría ligado a la búsqueda de algo que no es encontrado. Denota una satisfacción
imposible o insatisfecha con relación al deseo del sujeto. Un deseo que es distinto de la demanda
y que tiene su identificación con la ley. Delante de la ley primordial de la prohibición del incesto,
“el deseo se presenta como voluntad de goce” (p. 166) que siempre fracasa en la medida en que
se depara con su propio limite, la ley. Este hecho, según Lacan, queda muy claro en el neurótico,
el cual sólo puede sustentar su deseo como insatisfecho, tal como en la histérica, o imposible,
como para el obsesivo. El neurótico “valoriza el hecho ejemplar de que sólo puede desear según
la ley. El sólo puede dar un estatus a su deseo como insatisfecho o imposible” (p. 167).
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(...) el objeto a no debe ser situado en cosa alguna que sea análoga a la intencionalidad de
una noese. (...) en la intencionalidad del deseo, que debe ser distinguida de él, ese
objeto debe ser concebido como la causa del deseo. (...) el objeto está atrás del deseo.
Conforme la lectura emprendida por Harari (1997) acerca del seminario sobre la angustia
de Lacan, la relación entre el deseo y el objeto a debe ser aprendida a partir de la especulación
lacaniana sobre la angustia. Según el autor, hay múltiples lecturas y maneras de abordar el tema
de la angustia tal como los aforismos lacanianos de que la angustia no es sin objeto, además, de
que ella es la falta de la falta. Harari dice apoyar sus lectura sobre “al menos tres” (p. 61)
alternativa, presenta al fantasma en cuanto “artificio eficaz contra la angustia” (p. 64),
protegiendo al sujeto del encuentro con la falta del Otro, el Otro tachado. Y por ultimo, el
La cuestión del lo siniestro, esa tercera modalidad de concebir lo que está en juego
cuando falta la falta, de manera alguna está divorciada de las dos anteriores. La
objeto a, Harari (1997) desenvuelve que no hay una implicación reciproca entre angustia y
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objeto a, pero si una implicación simple. Afirma que al enfocar la angustia siempre surgirá el
sobre la angustia, siendo esta “la única traducción subjetiva” de aquel. Recordando las
presencia, o ausencia, del objeto, reafirma Lacan que diferentemente de la primera presentación
de Freud “la angustia no es sin objeto”, ella presupone el objeto en cuanto representante del
Ese objeto a, del cual sólo hicimos esbozar las características constitutivas, y que hoy
ponemos aquí en el orden del día, es siempre del que se trata cuando Freud habla de
otra forma de imaginación, si así puedo decir, en la cual se defina ese objeto. (Lacan,
1962-1963/2005, p. 50)
sujeto dividido por el lenguaje, por el Otro, no encuentra otra forma que no la imagen especular,
en el trayecto al ideal (I). En ese arreglo, el deseo vacila en una hendidura, en una brecha, entre
dos pilares, i(a) y a, siendo que la relación marcada por el fantasma del sujeto dividido, marcado
por la pulsión con el objeto a, es una relación imaginaria posible para la sustentación del deseo
del sujeto. Por ende, advierte, ese objeto no es especular, el falta; “El a, soporte del deseo en la
fantasía, no es visible en aquello que constituye para el hombre la imagen de su deseo” (p. 51).
través de las cuales busca demostrar la relación entre el menos phi, el falo, y la constitución del
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pequeño a, Lacan señala sobre dos pedazos diferentes del cuerpo, el cross-cap como aquel que
que, gracias a Dios, aún es perfectamente aprehensible – ese instrumento que, a pesar de
todo, de vez en cuando deberá entrar en acción pata la satisfacción del deseo: el falo. Del
otro, el a, que es el resto, el residuo, el objeto cuyo estatus escapa al estatus de objeto
es tan difícil de articular, que fue ahí que entraron todas las confusiones en la teoría
una reflexión acerca de la “función de identificación en el nivel del deseo” (p. 109). El objeto a
no es el objeto común construido en la relación especular, el cual puede ser transpuesto de una
fase a la otra, de la derecha para la izquierda. Aclara la cuestión a partir de la demostración de las
diferencias entre lo que ocurre con la superficie del cross-cap y la banda de Moebius, la cual, tal
como el objeto a, es una superficie de fase única, ella no puede ser virada, especulada. Así como
la banda de Moebius, el objeto a es la “parte residual” que se hace a partir del corte de una
superficie y que es toda igual a sí misma, equivale a decir que ella no tiene imagen especular. En
la “entrada del a en el mundo de lo real, donde el sólo hace retornar” (p. 112).
Pensar el objeto causa de deseo a partir del corte y de la operación de división es también
pesarlo como falta. Según Lacan (1962-1963/2005, p. 121), el objeto a como falta es el
equivalente a “la reserva ultima e irreductible de la libido” tal como Freud presentó la roca viva
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de la castración. Es una falta que se presenta bordeada, delimitada, moldurada en una escena,
que sólo se presenta por un límite, alias, tal como se podría entender el diamante presente en la
En cuanto falta, el objeto a ocupa la función del deseo, y, como afirma Lacan (1962-
palabra lidibohaushalt por Freud, Lacan llama la atención para la compresión de aquello que
“en una palabra, esa relación con la libido” en la vida psíquica y la interrupción de tal
sustentación: “en una palabra, esa relación con el objeto de que les hablo hoy permite hacer la
síntesis entre la función de señal de angustia y su relación al final, con algo que podemos llamar,
en la sustentación de la libido, de una interrupción” (p. 116). En ese sentido, la angustia como
sustentación de la libido, de venir a faltar la falta que causa el deseo del sujeto, de la cual el
objeto a es el representante.
Al proclamar que la angustia es de “todas las señales, la que no engaña”, Lacan (1962-
1963/2005, pp. 178-179) revela que la angustia contiene una verdad como una señal de lo
irreductible en el campo de lo Real – Lo Real como aquel que no cesa de no inscribirse, como el
resto de la operación de división del sujeto, en cuanto constituido en el lugar del Otro, el lugar
del lenguaje, que es, de cierta forma, anterior al propio sujeto. El Otro es la “forma primaria del
significante”. Este resto es el objeto perdido, a, que se relaciona con la angustia, con el deseo y
con algo anterior a la constitución del sujeto y que marca, retroactivamente, el lugar del Otro, el
goce.
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En esa lógica es que Lacan presenta la angustia entre el deseo y el goce en las tres
diferentes etapas de la operación de división del sujeto. Tres etapas que también pueden ser
freudiana en Pegan a un Niño. Cabe reflexionar sobre las referencias que hace Lacan (1962-
1963/2005) sobre las diferentes posiciones del sujeto frente a la angustia y al deseo.
Caracteriza que, mientras el deseo sádico se presenta en rituales en los cuales el agente
del deseo no sabe que buscar “hacerse aparecer, él mismo, como puro objeto, fetiche macabro”
(p. 118), en el deseo masoquista el agente se presenta a sí mismo como objeto común, el objeto
de cambio, “la encarnación de sí mismo como objeto es el objeto declarado”. Por ende, conforme
enfatiza Lacan (1962-1963/2005), “yo no dije que el masoquista alcanza su identificación como
objeto (...) como en el sádico esa identificación sólo aparece en una escena, el sádico no se ve, ve
cuales el sujeto cuenta escenas de golpiza de las cueles él participa como mirada y como objeto
causa de deseo por detrás de la escena. Ya, en la segunda fase de formación de la fantasía
fundamental, en la cual se presenta el deseo masoquista, el sujeto no está mas apenas como
mirada en la escena, él ocupa el lugar de sujeto golpeado, unido a si, en cuanto sujeto, la causa
Freud presenta que la fantasía es una cicatriz del complejo del Edipo, el cual permanece
masoquista. Por este ángulo es que Lacan (1962-1963/2005, p. 119) aclara que, “si existe
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masoquismo, es porque el superyó es muy malvado”, o sea, el superyó también como una
formación oriunda del pasaje por el Edipo “participa de la función de ese objeto como causa”.
Conforme expuesto por Freud y subrayado por Lacan (1962-1963/2005, p. 120), el valor
del masoquismo tensiona evidenciar que “el deseo del Otro produce la ley”. El deseo del Otro, en
cuanto Padre, el portador de la ley, normaliza la vida subjetiva a partir del Complejo de
Castración.
como objeto de goce del Otro, enmascarando su propia voluntad de goce, teniéndose a sí mismo
como objeto del deseo. Discurre Lacan que lo que es buscado en el Otro, “la respuesta a la caída
angustia viene “al frente de la fantasía”, como una condición necesaria para llevar a cabo “el
goce de Dios”, transcribiéndose en esta acción una “Suprema Maldad”, en la cual, igualmente, lo
que es buscado es la angustia del Otro, aunque enmascarando el goce del Otro.
el masoquista, la angustia y el objeto son llevados a pasar para el primer plano, uno a
aquello que sobra. Su función esencial es ser el resto del sujeto, el resto como tal. (Lacan,
1962-1963/2005, p. 184)
presente pensar en tal superficie como un cuerpo, es el cuerpo que interesa al psicoanálisis, aquel
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que el corte es producido, definido el objeto como parte de ese cuerpo, por lo tanto, parcial.
Conforme Lacan (1962-1963/2005), “no somos objetos de deseo sino con cuerpo” y el deseo
siempre es “deseo del cuerpo de Otro, y nada más allá del deseo se su cuerpo” (p. 237).
por el lenguaje, la función del corte da lugar al objeto a como resto caído del cuerpo, tanto del
sujeto, como del Otro que lo atraviesa, el lenguaje. Por esa acción, no se trataría de pensar el
seno materno como objeto, pero si en lo que resta de corte del cuerpo de la madre, en cuanto
objeto caído amboceptor, algo que no es propiedad de la madre y ni de la crianza, pero ocupa un
espacio intermedio entre ambos. Conforme expresa, “cuando digo amboceptor, destaco que es
tan necesario articular la relación del sujeto materno como el seno en cuanto a la relación del
lactante con el seno. El corte no se da para ambos en el mismo lugar” (p. 185), produce restos
diferentes para cada uno. Un objeto siempre parcial. El objeto total sólo existe en la imagen
en cuanto señal de esa amenaza. Una amenaza que no está ligada a una acción de la realidad
vivida, pero si al hecho de, en la condición humana, el sujeto considerar al falo como objeto
privilegiado y tener en el orgasmo la experiencia de ese objeto caer fuera del juego.
carácter de normalización en la historia del sujeto del deseo. Por lo tanto, delante de la
valorización del falo, la estructura del deseo, desde el deseo del Otro, debe ser distinguida de la
dimensión del goce, una vez que el objeto caído, el objeto a, será siempre aquel que se muestra
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deseo.
Es esencialmente que eso sea puesto en relevo, porque, al tiempo en que el deseo no
existe para cada copartícipe una relación, y cual es ella, entre el deseo – específicamente,
el deseo de Otro – y el goce, toda esa historia quedará condenada a la oscuridad. (Lacan,
1962-1963/2005, p. 187)
Tal como parte separada del cuerpo, Lacan denomina al objeto a por “libra de carne”, un
pedazo que arrancado, destacado del cuerpo, es parte de él mismos y funciona como causa del
deseo del sujeto. Ese objeto se constituye de forma progresiva y regresiva simultáneamente.
Partiendo de los estadios oral, anal y fálico, expuestos en la obra freudiana, referenciando a cada
uno de ellos tres formas de la aparición del objeto a, oral, anal y fálico, Lacan (1962-1963/2005)
propone ir más allá de esos tres objetos y presenta los objetos mirada e voz como dos nuevos
objetos causa, afirma que a partir de estas cinco formas de aparición del objeto a, la función de
ellos será siempre la misma: “saber como él se liga a la constitución del sujeto en el lugar del
Hay, en la etapa oral, una cierta relación de la demanda con el deseo velado de la madre.
instrumento del deseo, en el momento del surgimiento del deseo sexual como tal en el
campo del Otro. Pero en estas tres etapas, el proceso no se detiene, una vez que, en su
p. 251)
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Conforme la compresión expuesta por Harari (1997) en cuanto a las cinco formas de
aparición del objeto causa del deseo propuestas por Lacan, como objeto parcial, los diversos
cortes del objeto pueden ser comprendidos a partir de los diferentes pisos del grafo propuesto por
Lacan, los cuales denotan siempre la forma con que cada uno de ellos aparece como resto de la
operación de división subjetiva del sujeto mítico, un pre-sujeto, en relación con el gran Otro, el
otro completo (A), no castrado. Esta relación se sostiene en una falta que se exhibe como
necesidad, demanda, goce, potencia o como deseo en el gran Otro, el cual exige del sujeto su
fantemas fundamentales, relacionándolos a los objetos causa. Es ante una falta como necesidad
de ser devorado relativo al seno como objeto caído. De la misma forma, ante una falta transcrita
en tanto demanda en el Otro, el sujeto se coloca frente a la pérdida de ese objeto demandado, los
valorado, como a la inversa, ante el Otro. Siguiendo la misma lógica, es ante una falta suscitada
en calidad de goce del Otro que el sujeto construye el fantasma de la castración, de la mutilación,
colocándose en el lugar de tener o ser el falo, siendo colocado fuera del juego frente al goce en el
Otro.
La misma coherencia está en los dos nuevos objetos presentados por Lacan, la mirada, y
la voz. Es ante una falta interpretada como potencia en el Otro que el sujeto construye el
fantasma de la escena primaria y se ubica fuera de ella en calidad de mirada. Lo que está detrás
de la escena primaria es el ser poseído. Además, frente a la falta suscitada tal como deseo en el
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Otro, el sujeto construye el fantasma de la novela familiar colocándose fuera de ella como el mal
presentado en su Seminario 10, es posible dar lugar a cierta aprehensión del deseo y de la
relación existente entre él y la función de corte, por lo demás, anunciada por el objeto que está en
su causa, como un objeto parcial. Una parcialidad que preludia la “no coincidencia de esa falta
con la función del deseo en acto, estructurado por la fantasía” (p. 253) ante la cual el sujeto
vacila y se coloca delante de la angustia, la cual, en cuanto verdad, no engaña. Lo que quiere
definitivamente asentar Lacan es que hay un punto de angustia que no es coincidente con el
identificado con ese resto a – está siempre elidido, oculto, subyacente a cualquier
relación del sujeto con tal o cual objeto, y es necesario que lo detectemos ahí. (Lacan,
1962-1963/2005, p. 260)
Sin embargo, subraya que no es dentro de una topología vista con obviedad que se
aprehende el lugar de la angustia y del deseo, pues, en el nivel de la cuestión central que subyace
todo el estudio del psicoanálisis, a nivel del complejo de castración, “asistimos entonces a una
verdadera inversión del punto de deseo y del lugar de la angustia” (Lacan, 1962-1963/2005, p.
260).
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fundamentales, empezando por el fantasma devorador relacionado con la pulsión oral. Enseña
Lacan (1962-1963/2005) que, en este fantasma, “el punto de la angustia se encuentra en el nivel
del Otro” (p. 259), mientras el deseo se localiza en el objeto que pende en el vacío, entre el seno
de la madre y la boca del niño — “el a es un objeto separado, no del organismo de la madre, sino
A partir del dibujo de un grafo similar al grafo del deseo, Lacan (1962-1963/2005)
relaciona la constitución de los objetos a, según él, de forma “circular”, en la cual el falo ocupa
la parte central, privilegiada, encima del grafo. De forma retrovertida, de izquierda a la derecha,
siguiendo las otras dos fases freudianas, oral y anal, sitúa, en dos cortes en el referido grafo, la
caída de los referidos objetos. Sin embargo, según lo resalta, es en el nivel de la fase fálica, como
privilegiada, que “la función del a es representada por una falta, o sea, la falta del falo como
Abordando la función del objeto ligado al deseo anal, Lacan (1962-1963/2005) revela que
la subsistencia del objeto se da bajo distintas modalidades. En calidad de causa del deseo anal,
los excrementos tienen la función de constituir el sujeto en el lugar del Otro y representarlo, lo
que es diferente de actuar como efecto del deseo: “El excremento no desempeña el papel de
efecto de lo que situamos como deseo anal, pero es la causa de ese deseo” (p. 322).
Es por el hecho del sujeto ser constituido por el lenguaje que el excremento entra en la
1963/2005),
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es siempre ante la demanda del Otro que los excrementos serán retenidos o entregados, formando
parte del propio cuerpo del sujeto, una parte que ora es valorada, otra es demandada a perder, tal
sólo con el (-phi) del falo, pero con las otras formas del a, evocadas en el cuadro en su
De esta forma, será siempre a partir de la conexión con el menos phi y con las diversas
formas de aparición del objeto en calidad de caído que el objeto a asume su función de causa del
deseo. Anuncia Lacan que, en la fase del objeto oral, el sujeto aún no consigue situarse en este
lugar, siendo sólo a partir de la fase anal, con la posibilidad de estructurarse en calidad de objeto
separado de la madre, un objeto relacionado a la demanda del Otro, un objeto ambiguo, entre el
ser y el tener del niño, que la función de causa aparece en su lugar (Lacan, 1962-1963/2005).
Al señalar a la ubicación privilegiada del falo en su relación con el deseo, Lacan (1962-
1963/2005) justifica el título de su Seminario 10 - la angustia, una vez que ella ocupa la función
central de aquello que denomina la aparición de la “caducidad del órgano” y de aquello que “da
cuenta, de manera diferente a cada lado, de lo que podemos llamar la insaciabilidad del deseo”
(p. 331). La angustia denuncia, a partir de la ausencia del falo, la existencia del objeto causa del
deseo en toda relación del sujeto con la experiencia. Una experiencia que no es otra, sino la de la
castración.
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campo de la visión, Lacan (1962-1963/2005, pp. 264-265) busca exponer el lugar del objeto
mirada como en calidad de causa del deseo. Es como una “fascinación de la mirada” que el
objeto se plantea en el deseo del sujeto dentro de la escena enmarcada por el fantasma. Una
escena que se sitúa en un “punto cero”, entre el ver, ser visto, no ver, no ser visto, marcando una
“suspensión del rompimiento del deseo” y un lugar de persistente inquietud donde pueden
situarse el punto del deseo y el de la angustia. Sin embargo, puntualiza Lacan: “el deseo, que
aquí se resume a la abolición de su objeto central, no existe sin ese otro objeto que llama la
angustia”, ese objeto que debe faltar, representado por el falo mientras menos phi. Para que haya
el deseo, deberá haber un objeto que lo cause, que sea faltante, “no fue al acaso que ese sin les
angustia está más allá de ese “no es sin objeto”, está en el “impasse del complejo de castración”.
Con respecto al objeto a, voz, explicita Lacan (1962-1963/2005) que no es por la calidad
de “resonar en el vacío” que adquiere la función de causar el deseo, sino de que este vacío sea la
falta de garantía propia la estructura del Otro como tal, “es en ese vacío que la voz resuena como
distinta de las sonoridades, no modulada, sino articulada. La voz de que se trata es la voz como
Como parte del cuerpo, el objeto voz no se trata de una asimilación, sino de una
sinagogas, para indicar tal incorporación y la función del objeto voz como sustituto del habla:
Él sirve de modelo del lugar de nuestra angustia, pero observen, sólo después de que el
deseo del Otro haya asumido la forma de un orden. Es por eso que puede desempeñar su
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separado, “sino siempre elidido en otro lugar que no aquel en que sostiene el deseo, sino en una
relación profunda con él” (p. 276). El deseo que sostiene el objeto voz es el original de que habla
Freud, el deseo de la muerte del padre. “Es por esa desviación que vuelvan a valorar las
funciones de deseo, objeto y angustia, en todos los niveles, hasta el del origen” (p. 279). Es así,
ante un deseo como imposible de transgredir, que el objeto voz da a la angustia su resolución. En
calidad de culpado, el sujeto preserva la falta. En cuanto objeto caído, cortado, colocado fuera
(...) en relación al deseo, el objeto a siempre se presenta en la función de causa y es, para
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Capítulo 4
tratamiento psíquico se hace posible en la medida en que pone en juego las cuestiones del deseo
humano. Esclarece que lo mecanismo psíquico con que trabaja el psicoanálisis adquiere
importancia en la medida en que, apoyado en la noción de libido, está erotizado, tomado por la
que hablar de la angustia es algo que los psicoanalistas hacen a partir de sus prácticas como
erotólogos, una práctica que se refiere al deseo, siempre como el deseo del Otro, y que se pauta
Señalando sobre el sentido del término deseo para el psicoanálisis, Lacan (1958/2015)
presenta que son los poetas y filósofos aquellos que mejor pueden expresarlo, dada “la naturaleza
de la creación poética en sus relaciones con el deseo” (p. 14), ya que tales creaciones se
constitutiva del sujeto que habla, el deseo se presenta como tal en una posición que sólo se puede
poetas tienen una especial habilidad de colocar a los lectores en contacto con sus deseos más
105
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disfraces, y nos soborna con el placer puramente formal, es decir, estético, que nos ofrece
en la presentación de sus fantasías. (...) el escritor nos ofrece de, de allí en adelante,
1908[1907]/1976, p.158)
Es así, a partir de esa aproximación del deseo con las creaciones poéticas y filosóficas
como erotología y el deseo ligado al amor. Sin embargo, así como el deseo para el psicoanálisis
psicoanálisis debe ser aprehendido de otra forma. Señala Lacan (1960-61/2010) que el amor no
tiende a la armonía, sino que puntea a la caída del otro como objeto: “el último resorte del deseo,
que siempre obliga, en el amor, a disimularlo un poco: su objetivo es la caída del Otro, A en otro,
a” (p. 222).
problema del amor nos interesa en la medida en que nos va a permitir comprender lo que pasa en
la transferencia — y hasta cierto punto, por causa de la transferencia” (p. 50), ésta tan como
campo de trabajo que deberá ser instituido entre el par analista y analizante, como Sócrates y
Alcibíades, en cuanto amado y amante, “el érastés y el érôménos” (p. 50), posiciones en las que
que quiere decir en cuanto al trabajo psicoanalítico con la transferencia. Un campo que se
establece gracias a la presencia de esa relación costurada entre el amor y el deseo, erotizada entre
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107
amante y amado, analista y analizando. La transferencia por sí sola coloca al analista en el lugar
de envoltura del objeto causa ante el cual el sujeto vacila y se constituye como sujeto del deseo:
aquel que contiene el agalma, el objeto fundamental de que se trata en el análisis del
sujeto, como ligado, condicionado por esa relación de vacilación del sujeto que
lugar donde el sujeto puede fijarse como deseo. (Lacan, 1960-61/2010, p. 243)
envoltorio del objeto causa y le hace una declaración pública de amor, una demanda de amor. Sin
embargo, como rememora Lacan (1960-61/2010), detrás de toda demanda de amor hay un
objeto. Sócrates, como objeto, también sin no saberlo — siempre con relación al deseo —
asume la posición de analista ante Alcibíades al no aceptar su demanda de amor, una vez que no
se trata de ella, sino de otra cosa. En ese posicionamiento, al profesarlo en Agatón, Sócrates
Tal movimiento de fuga, de una salida de la escena, abre el lugar de la falta dando
apertura a la aparición del deseo. Es éste el movimiento de Sócrates, lo socrático, el cual, según
Lacan (1960-61/2010), marca el lugar del analista, en cuanto sujeto del deseo: “Sería necesario
llegar a concebir que algún sujeto pudiera ocupar el lugar del deseo, esto es, abstraerse,
escamotearse a sí mismo en la relación con el otro, de cualquier suposición de ser deseable” (p.
449).
Es interesante recordar, como se desprende del grafo presentado en tantas ocasiones por
subjetiva. Según afirma sobre la posición del deseo: “Su forma general es dada por el splitting, el
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108
sujeto” (p. 213), una posición que el analista deberá ser capaz de asumir y que se refiere al
llamado deseo del analista. Pasar del lugar de amante al de amado sin apropiarse como objeto
causa sólo es posible a partir de su propio análisis. Sólo el sujeto advertido de la presencia del
deseo logra ocupar el lugar de la falta de un saber. El lugar del analista es de un supuesto al
saber, el SsS (sujeto supuestamente al saber) es aquel que podrá deslizar sobre el campo de la
transferencia para que el analizante pueda apropiarse de su lugar, también de amante, deseante,
en falta.
Al operar según el deseo del analista, éste ocupa el lugar de semblante de a, de envoltura
del objeto causa, apoyando su trabajo en el campo de la transferencia, buscando por medio de la
interpretación efectuar cortes en el discurso de la demanda para que sea posible emprender un
deslizamiento metonímico y el sujeto consiga pasar de amado a la amante, lugar donde es posible
movimiento metonímico), transcribiendo al acto del amor esta búsqueda, de la pulsión, donde
están en juego esos dos personajes del drama amoroso. Uno busca en el otro aquello que el otro
no tiene, porque no puede tener, bajo pena de deshacer ese amor. En las palabras de Lacan
(1960-61/2010): “el amor es dar lo que no se tiene” (p. 49) a quien no lo es, situación que abre
mucho el deseo humano siempre como deseo desconocido — “La cuestión de las relaciones
entre el deseo y eso ante lo que él se fija ya nos condujimos a la noción del deseo mientras deseo
De todo, por ser siempre de otra cosa, no habrá un final posible, al menos como vida,
pulsión irrefrenable, deseo. Recordando Lacan (1960-61/2010) lo que dice Freud acerca de lo
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que será posible encontrar al término de un análisis que no sea más que una falta: “Quiere
llamaren a esa falta de castración o Penisneid, eso es significativo, metáfora” (p. 55).
Lo que el análisis debe favorecer al par analista y analizante como campo de trabajo no es
una relación intersubjetiva, sino lo que Freud denominó por transferencia. Un campo que sólo se
puede establecer si, según Lacan (1960-61/2010), es posible romper “con la tradición que
consiste en abstraer, en neutralizar, y vaciar de todo su sentido lo que puede estar en cuestión en
el fondo de la relación analítica, entiendo partir del extremo, de lo que se supone por el hecho de
que alguien se aísla con otro para enseñarle qué? – lo que le falta” (p. 26) y, añade, lo que falta el
apunta a la posibilidad de trabajo analítico con él, pues, donde hay metáfora, hay una sustitución
de un significante por otro. El amante como significante de la falta se sustituye al amado como
amorosa. Como portador de la falta, el sujeto del deseo emprende la renuncia narcisista y prepara
El deseo siendo, en su esencia, el deseo del Otro, y éste, siendo el lugar de la falta de un
(...) lo que pasa en ese objeto hacia el cual extendemos la mano por nuestro propio
deseo y que, en el momento en que nuestro deseo hace eclosionar su incendio, nos deja
aparecer, por un instante, esa respuesta, esa otra mano que se extiende hacia nosotros, así
como su deseo.
(...) Es en la medida en que no sabe lo que Sócrates desea, y que es el deseo del Otro,
es en esa medida que Alcibíades es poseído, ¿por qué? - por un amor del que se puede
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mismo nivel del deseo. Ante el desamparo, el sujeto se defiende con su fantasma, como recurso
punto “neurálgico” siempre evocado en el lugar del signo de la angustia, un lugar que mantiene
relación con el objeto causa del deseo, una vez que en el lugar de la aparición del signo de
dividido, escindido en la relación con el objeto causa del deseo, sujeto deseante. Justifica: “Para
que la angustia se constituya, es preciso que tenga relación con el nivel del deseo, y es
justamente por eso que los conduzco hoy de la mano al nivel de la fantasía para abordar el
ante lo que queda cuando el objeto no está en su lugar, pero que aún mantiene una relación con el
deseo, un vínculo final – “la angustia es el último modo, modo radical, bajo el cual el sujeto
sigue sosteniendo se, aunque de una manera insostenible, la relación con el deseo” (p. 445).
110
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Cuestionando acerca del lugar del analista en la relación del sujeto con el deseo, Lacan
(1960-61/2010) aclara estar en el lugar del objeto causa del deseo, el objeto que desliza de
Zurückgedrängt, el a lo reprimir” (p. 443). Es, incluso, el mismo lugar de la señal de la angustia,
aquel de la espera, Erwartung, ya que al deslizar de su lugar, deja al sujeto en suspenso, sin
ocupando el mismo lugar de la angustia, deberá operar con ella en la medida correcta, ni tan
cerca, ni tan lejos, una distancia que sea capaz de preservar el vacío que ella requiere,
El analista deberá ser capaz de dejarse convocar como otro para “dar la señal de la
angustia”, lo que sólo le será posible hacer si consigue asumir el lugar del “deseante puro”, de
aquel que es capaz de “abstraerse, escamotear a si mismo en la relación con el otro, de cualquier
Tal como la angustia es la que sustenta el deseo como falta del objeto causa, el deseo es
un “remedio contra la angustia”, por lo tanto, aun ante su carácter amenazador, “por
incomodidad que sea con toda su carga de culpa, [el deseo] es aún mucho más fácil de sostener
que la posición de angustia”. Delante de ese enigma, advierte Lacan (1960-61/2010), al analista
“conviene tener siempre al alcance un pequeño deseo bien provisto, para no estar expuesto a
poner en juego en el análisis un quantum de angustia que no sería oportuno ni bienvenido” (p.
451).
Operando desde esta posición, será posible alcanzar lo que realmente importa como
efecto de un análisis: que los sujetos puedan diferenciar aquello que podrían llamar por sus
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deseos de sus necesidades y también que puedan descubrir que, detrás de todo deseo, hay un
(...) la función de señal de la angustia advierte sobre algo, y algo muy importante en la
decir, interna al sujeto. (...) La angustia con que el neurótico de ustedes lee, la angustia
como energía, es una angustia que tiene el gran hábito de ir a los montes, al torcido ya a
la derecha, en uno u otro de los grandes A con los cuales se enfrenta. Ella es tan válida y
447)
a los peligros del mundo psíquico ya a la amenaza de castración, discurriendo que la angustia
originaria es proveniente del paso por el complejo del Edipo, con el hallazgo infantil de la
diferencia entre los sexos – “el temor de castración es uno de los motivos más comunes y más
fuertes para la represión y, por lo tanto, para la formación de las neurosis” (p. 110).
Es a partir de esa lectura freudiana que Lacan propone que toda angustia es de castración,
y el falo, en calidad de menos phi, entra como uno de los objetos imaginarios, en este caso,
privilegiado, ya que logra tanto llenar la falta como mantenerla como causa del deseo.
El fantasma, en cuanto relación estructural del sujeto suprimido con el objeto causa del
deseo, es armado como cobertura contra la angustia al mismo tiempo que es un remedio contra
ella, ya que él, al intentar enmascararla, abre la posibilidad de circundarla. El trabajo con el
fantasma del sujeto es susceptible de causar efectos en la medida en que busca simbolizar y
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también rechazar toda y cualquier simbolización, un vez que, conforme Lacan (1962-
suspenderá la falta”, ya que la privación es de la orden de lo Real, sin embargo, además de eso,
tiene su rostro en el Simbólico, el cual abre la posibilidad de trabajo analítico con lo que llama
por castración – “Es claro que una mujer no tiene pene, pero si ustedes no simbolizan el pene
como el elemento esencial para tener o no tener, ella no sabrá nada de esa privación” (p. 151).
partir de la segunda tópica, tiene como cierto que el sujeto, como hablante, no sabe lo que hace
cuando habla y tampoco sabe de su deseo, el trabajo del analista estaría marcado por una especie
de revelación en cuanto a los elementos significantes del discurso del sujeto que encubren y
sostienen el deseo. Un trabajo que se pauta, primitivamente, en el deseo del propio analista. Sin
embargo, si en este no saber, que implica el acto del habla y el deseo, el sujeto “tampoco sabe el
p. 45), el trabajo con el significante se presta a aquel destinado a designar las relaciones del
psicoanalítico con la angustia propuesto por Lacan (1962-1963/2005) encuentra en el falo una
forma segura de manejo clínico, ya que él asume el lugar del objeto causa. El falo es “un pedazo
del cuerpo” (p. 149), que se desliza entre la presencia y la ausencia y asume la prominencia
del objeto causa, una vez que, tal como el falo, él es aquel que sorprende al desempeñar su
función operativa absolutamente suficiente cuando se mueve en el campo del Otro. “Basta que se
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mueva en el campo del Otro” y que pueda desaparecer para poner en evidencia la “consistencia
del Otro, o, más precisamente, de lo que está allí como campo de investidura narcisista” (p. 457).
La relación del cuerpo propio con el falo tiene un carácter central. Ella condiciona la
relación con los objetos más primitivos. Su carácter de objeto separable, posible de
del deseo, supliendo el lugar en que el Otro desaparece. Así, “El punto de donde surge la
existencia del significante es aquel que, en cierto sentido, no puede ser significado. Es lo que
llamo punto falta-de-significante” (p 150). La dificultad del manejo del falo estaría marcada por
la atracción que hace del deseo, eso que no tiene significante posible.
estructuración subjetiva. Lacan (1962-1963/2005) la enfatiza en toda relación del sujeto con el
Otro como simbólica, y el falo, asumiendo el lugar del soporte imaginario de la castración, es
una de las formas posibles de aparición de la falta. Sin embargo esta falta es relativa a un saber
con relación al propio deseo, algo que se da desde la experiencia final con el gran Otro, desde el
momento en que el sujeto se coloca ante la cuestión de lo que quiere el Otro, el Che Voui que se
La cuestión del no saber causa temor en el sentido en que presenta al sujeto su herida
en el primer piso del grafo del deseo Lacan presenta por la línea m—i(a), soporte del yo (moi) y
que tiene su equivalencia en el segundo piso en la relación del deseo con el fantasma. Es
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precisamente por causar temor que guarda la relación con el deseo y la angustia de castración,
siendo puntualmente el punto de trabajo con el fantasma del sujeto, en el cual él refleja como
A partir del cuestionamiento lacaniano en cuanto al sujeto — “¿Cómo puede, a partir del
sujeto, ser conducida toda la dialéctica del deseo, si el sujeto no es más que una apóstrofe,
inscrita en una relación que es, ante todo, relación con el objeto deseo del Otro?” (Lacan, 1960-
61/2010, p. 477) — es posible comprender que él, el sujeto, no es más que el soporte del
cadena discursiva, en la metonimia, que el deseo se presenta ligado al fantasma fundamental. Él,
el fantasma, porta la relación del sujeto con el objeto que asume el estatuto de valor esencial
como resto del grande Otro, A, el lugar del habla, un lugar tercero en las relaciones con el otro y
fragmentación significante, que él asume valor de objeto privilegiado, que estanca ese
deslizamiento infinito. Un objeto puede asumir también, con relación al sujeto, ese
allí como detenido, o para recordarles una noción más familiar, fijado. En esta función
fantasía fundamental que el deseo como tal asume consistencia, y puede ser designado
(...) como deseo del Otro, grande A. (Lacan, 1960-61/2010, pp. 214-215. Grifos
nuestros)
115
116
154-155) argumenta que el lugar ocupado por el analista requiere una distinción inicial entre la
aparece del lado de la imagen i’(a)”, como un sustituto, ya que el objeto causa no es especular.
castración para que la falta no salga a la superficie. A fin de preservar una distancia entre el
sujeto y el objeto causa del deseo, el fantasma emerge como un obstáculo de separación. Al
responder con su fantasma ante la falta, el sujeto vela la castración del Otro, la angustia.
Lacan (1960-61/2010) enseña que el análisis debe ser capaz de llevar al sujeto a pasar
más allá de sus demandas. “En un más allá que es la demanda de amor. En un más lejos que es lo
que llamamos el deseo, con lo que lo caracteriza como condición, y que llamamos su condición
absoluta en la especificidad del objeto al que se refiere, a, objeto parcial” (p. 248).
Ora, es a la cuestión formulada al Otro, en cuanto a lo que él puede darnos y al que tiene
para nos contestar, que se une el amor como tal. No es que el amor sea idéntico a cada
una de las demandas con las que lo asediamos, pero él se sitúa en el más allá de esa
El analista entre la angustia y el deseo está exactamente en un lugar vacilante, el lugar del
a, en que no se fija ni al lado de la angustia, a pesar de acercarse de ella, ni en el lugar del deseo,
que debe ser mantenido siempre en falta garantizando que ella no venga a faltar.
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Al ir trabajando con su idea de la división del sujeto por el Otro en el Seminario 10,
Lacan (1962-1963/2005, pp. 192-193) sitúa la angustia entre el goce y el deseo y descompone su
fórmula del fantasma. Esclarece que tal división presenta como resultado un sujeto anulado,
aquel que es representado en su fórmula como “uno de los dos términos que constituyen el
soporte del deseo” y que mantiene relación de oposición con el objeto a. Lacan hace representar
tal relación entre sujeto y objeto por los rombos, una forma compuesta por opuestos, disyunción
irreductible, es un resto, y no hay modo de operar con él”, entre tanto, como hace referencia a
recordar, es una operación, una relación en que hay tanto un resto, como un resultado, el cual no
del deseo. En esta relación constitutiva con el objeto a, como resto resistente a la
separarse del sujeto del goce. En las palabras de Lacan (1962-1963/2005), “es al querer hacer ese
goce entrar en el lugar del Otro, como lugar del significante, que el sujeto se precipita, se
anticipa como deseante” (pp. 192-193). Sin embargo no es una precipitación en el sentido de una
imprudencia, sino de poder pasar por el lugar donde se sitúa la angustia, entre el deseo en el goce
Esa pasaje es aquello que podría ser entendida como el trabajo emprendido por el análisis
con el fantasma del sujeto, como soporte del deseo y cobertura contra la angustia. Pero el
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La relación del sujeto con el significante exige la estructuración del deseo en la fantasía,
dinámica del fantasma. Esta eclipse del a, la desaparición del objeto como alguna cosa
que estructura un cierto nivel de la fantasía, es aquello cuyo reflejo tenemos en la función
de causa. Cada vez que nos encontramos ante este último funcionamiento de la causa,
Al introducir sus ideas sobre la relación del sujeto con ese objeto, sobre cuestiones como
división, resto o resultado, así como fantasma, cabe reflexionar en cuanto a la existencia de un
cuerpo. El cuerpo es el inconsciente. El que acuesta al diván, no es sino aquel inscrito en el habla
del sujeto deseante. Al presentar los pisos de aparición del objeto en su relación esencial con el
deseo, el objeto a en calidad de caído como resto de la dialéctica del sujeto con el Otro, Lacan
Hay siempre una perdida de pedazo del cuerpo, el que Lacan (1962-1963/2005)
denomina por “libra de carne” (p. 224), este resto corporal del sujeto hablante que “sobrevive a
la prueba de la división del campo del Otro” (p. 243) por la propia presencia del sujeto en la
dialéctica. Conforme alerta, “si lo que más existe de mí mismo está del lado de afuera, no tanto
porque lo he proyectado, pero por haber sido cortado de mí, los caminos que yo seguir para su
y cortado en la causa deseo. Aclara Lacan (1962-1963/2005), “elidido en otro lugar que no aquel
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en que sostiene del deseo, sino en una relación profunda con él” (p. 276) y que no se liberta de la
Al discurrir sobre los niveles de la constitución del objeto a, Lacan puntea a la operación
de división establecida entre el sujeto mítico (S) y el gran Otro (A), una relación que hace surgir
el sujeto tachado y el objeto causa del deseo, que se refleja en la función del objeto (a), un
pedazo restante, amboceptor, del cuerpo entre el sujeto y el Otro, un medio, un hueco, que hace
Cabe recordar que este lugar de transparencia del deseo, un lugar de falta, es también
aquel donde se sitúa la angustia, sin embargo, esta es la señal de que este lugar venga a falta, no
angustia propuesta por Lacan, es posible lanzar otra mirada al trabajo clínico con el fantasma del
angustia:
El deseo, les enseño a ligarlo a la función del corte y ponerlo en una cierta relación
con la función del resto que sostiene y mueve el deseo, como aprendemos a identificar en
la función analítica del objeto parcial. Otra cosa es la falta a la cual se liga la satisfacción.
estructurado por la fantasía y por la vacilación del sujeto en su relación con el objeto
parcial, es eso que crea la angustia, y la angustia es la única que clama la verdad de esa
falta. Es por eso que, en cada etapa de la estructuración del deseo, debemos situar lo que
freudianos – seno, excrementos y falo – para hacer consideraciones sobre cinco puntos de corte y
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120
surgimiento de los objetos añadiendo a esos, la mirada y la voz. Tal presentación permite
La exposición hecha por Harari (1997) en cuanto al seminario lacaniano sobre la angustia
estos no caen de ningún cielo platónico, sino que, al igual que encuentran su apoyo en el
Lacan (1962-62/2005), como de costumbre, se utiliza de un grafo para presentar las cinco
formas de aparición del objeto a en un recorrido denominado por él Del Anal al Ideal. En este,
sitúa el objeto a, en calidad del falo, en la posición central entre ellos, destacándolo como lo que
actúa como intermediario de las relaciones entre los sexos y, también, como mediador de las
punto inicial de donde parte toda la especulación freudiana, una vez que es el representante de la
Edipo está relacionado tanto al punto inicial como final de ella. A este lugar donde el falo ocupa
como central en la teoría, Lacan lo denomina por menos phi, el representante tanto de la
Contando con la ayuda de Harari (1997) para reflexionar acerca de la estructura fantasmal
en torno al corte del objeto a en cuanto falo, es posible pensar que el sujeto, en su relación con el
gran Otro, se ve amenazado por su goce en el mismo lugar donde se daría acceso al deseo. Con
120
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todo, en calidad de deseo imposible, una vez que debe preservar la falta, el falo cae, es cortado
de la escena para la garantía del deseo en el mismo punto en que el sujeto se encuentra frente a la
angustia, de castración. Tal caída es representada por un menos, el menos phi lacaniano,
une el deseo al goce" (p. 321). Como intermediario en la relación entre los sexos, la desaparición
del falo y su función de menos phi marca el lugar de la aparición de la angustia entre el deseo y
el goce:
Es por no realizar el encuentro de los deseos [entre los dos amantes], a no ser en su
(...) como toda la experiencia psicoanalítica nos muestra que es en la medida en que es
en la relación del sujeto con el Otro, y como un punto resuelto en cuanto a su función de
317) señala que el sujeto – siempre en la relación con el Otro – es atravesado por una “necesidad
mamelón, es el Otro, la madre, sin embargo este objeto, como todos, “forma parte del mundo
la falta, en cuanto necesidad en el gran Otro (no castrado, A mayúscula sin barra), que el sujeto
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se coloca frente al peligro del desamparo, del Hilflosigkeit, construyendo el fantasma de retorno
oral aclara la diferenciación entre el punto de la angustia, que se encuentra en el nivel del Otro, y
el punto del deseo que se expresa por su relación con el objeto seno, este ubicado en el íntimo del
ambivalencia característica, retener y soltar, amor y odio. Una ambivalencia que hace al sujeto
— típicamente obsesivo — mascarar el deseo bajo la demanda, o sea, el objeto sólo es cesible
ante la demanda del Otro y la angustia alcanza un “núcleo irreductible, y es casi imposible
ante la demanda en el Otro, la cual amenaza al sujeto con la pérdida del amor objeto y garantiza
el deseo de caer como objeto excrementos, de ser cagado, lo que equivale a decir ser amado y
excrementos y fallo, se evidencia que, en los dos primeros, el “punto de angustia queda en el
nivel del Otro, en el cuerpo de la madre” una vez que el deseo es detectado en el resto de la
operación del sujeto dividido por el Otro, el a. Hecho que se presenta radicalmente opuesto en el
260).
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psicoanalítica, Lacan (1962-1963/2005) sitúa en el grafo el objeto mirada en el lado opuesto, que
mirada, es un objeto privilegiado por su constitución como un espejo. El ojo “organiza el mundo
como espacio. Refleja aquello que es reflejo en el espejo, sin embargo, para el ojo más
penetrante, es visible el reflejo que él mismo carga en el mundo, en ese ojo que él ve en el
espejo” (p. 246). En esta condición, la mirada se constituye como objeto a potente, aquel de
vehicula “el respaldo narcisista del autodominio en la relación con el lugar del Otro, es ahí donde
Invocando Harari (1997), él considera que, al relacionarse con el gran Otro como
potencia, el sujeto (mítico) se ve frente al peligro de la mantis religiosa (el insecto de nombre
alaba-dios que tiene como característica una visión en tres y puede identificar sus presas por la
del espejo, es posible encontrar el sentido de la experiencia fantasmatica con el objeto mirada,
una vez que en ella el sujeto no puede ver lo que pierde como objeto: “(...) a través de la forma
i(a), mi imagen, mi presencia en el Otro, no tiene resto. No puedo ver lo que pierdo allí” (p.
277).
deseo, “en otras palabras, el ojo instituye la relación fundamental deseable porque siempre tiende
123
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a hacer desconocer en la relación con el Otro, que detrás de lo deseable hay un deseante” (Lacan,
1962-1963/2005, p. 296).
1963/2005) se asegura que ante el objeto a mirada, el punto del deseo y el de la angustia
presentan una relación recíproca, una vez que el deseo como falta, garantiza la anulación de su
objeto causa, el cual presenta el lugar donde se constituye la propia angustia, tal como señal de
que el objeto venga a faltar. La angustia, en ese sentido, se presenta en el mismo lugar del deseo,
entre tanto ella está en el punto ciego de la mirada, en el espacio entre ojos, en el no querer ver:
“Cero del a: es por ahí que el deseo visual a las veces enmascara la angustia de lo que falta
Considerando que “ese carácter de evitación” del objeto a queda muy evidente en la
mirada, es en esta fase que el fantasma asume “el soporte más satisfactorio de la función del
Esclarece Lacan (1962-1963/2005) que aquello que el sujeto no quiere ver es el fantasma
de la escena primaria, una vez que en ella el traumático está en la desaparición del falo.
Siguiendo el ejemplo usado por Lacan en la comprensión acerca de la relación recíproca entre el
punto de la angustia y el deseo, la escena narrada por Freud en cuanto a su clásico Hombre de los
Lobos, con todos los lobos posados en el árbol, retrata el fantasma más angustioso para el sujeto
del niño, quien los mira paralizado por la fascinación de la imagen “hasta el punto de poder
concebir que lo que le mira en la escena, y que es invisible por estar en toda parte, no es nada
transformado en ese árbol, el árbol cubierto de lobos” (p. 284. Grifos nuestros).
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Con relación al objeto voz, Lacan (1962-1963/2005) anuncia que, a pesar de ser el último
enunciado en el grafo “es el más original” (p.29) e introduce nuevas dimensiones en la relación
entre deseo y angustia. A fin de representarlo, se utiliza del chofar, instrumento de soplo hecho a
partir de cuerno de cabra y utilizado por los judíos desde la antigüedad en los rituales en las
sinagogas tales como el Yom Kippur (día del Perdón) y el Rosh Hashana (Año -Nuevo), en la
Es un objeto, y que me servirá de eje para sustantivar ante ustedes lo que entiendo por la
1963/2005, p. 268)
circulación del deseo y en la dimensión de la angustia suscitados ante el sonido que emana. Hace
rememorar Lacan el enredo totémico que se pone en el origen de la humanidad, desde los
pueblos más antiguos. Es necesario recurrir nuevamente a Freud, esta vez a Totem y Tabú, para
comprender que el totemismo, como la ley primera que establece las relaciones entre los
miembros del clan, tiene como prohibición severa, inicial e indiscutible, el incesto. Así, la
exogamia es una institución relacionada con el totemismo. Por otro lado, el parricidio, o la
muerte del Padre – como posibilidad de acceso al deseo –, presenta el crimen primero de la
Discurre Lacan (1962-1963/2005) que otro objeto cualquiera que pueda levantar la
cuestión de la culpa original por la muerte del padre podría ser usado, no sólo el chofar. La
cuestión es poder comprender la función del objeto a en calidad de voz como forma de
reverencia:
125
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Digamos que el sonido del chofar, el Zikkronot, es lo que existe de recuerdo ligado a este
sonido. Sin duda, ese recuerdo es la de aquello sobre lo cual se medita en los instantes
cual Dios detiene su mano ya aquiescente y sustituye a la víctima, Isaac, por el carnero
Siguiendo las enseñanzas de Freud, Lacan (1962-1963/2005) marca que el deseo original
no es aquel ligado a la madre, sino a la muerte del padre para el acceso a la madre. Tal muerte,
como acto practicado por el hijo, lleva en sí la culpa original, que necesita ser disfrazada por el
Digamos, más simplemente, que es el hecho original inscrito en el mito original del
asesinato del padre que da partida en aquello cuya función tenemos de aprehender, por
Alerta Lacan (1962-1963/2005) que, a pesar de servirse del chofar como objeto que
emana un sonido, el objeto voz, en calidad de a, se trata de una caída, una ausencia y no de un
sonido específico: “(...) ¿en cuánto al sujeto en vías de constituirse, es exactamente del lado de
una voz desligada de su soporte que debemos buscar el resto?” (p. 298).
Es a partir de la voz como lenguaje que “resuena en un vacío” que hace posible entender
ese objeto en causa del deseo del sujeto en su relación con el gran Otro faltante, del cual no se
tiene garantía. Lo que el sujeto recibe del Otro por el lenguaje “bajo la forma vocal” es
126
127
Afirma Lacan (1962-1963/2005), “la voz, por lo tanto, no es asimilada, sino incorporada”
(p. 301), ella “se experimenta, se refleja únicamente por sus ecos en lo real” (p. 300), en lo que
no se tiene alcance y que ya está dado desde el principio, sirviendo así “al modelo del lugar de
nuestra angustia” (p. 300), ante el deseo del Otro como un imperativo, un orden.
Con base en el texto de Miller (1987), se desprende que una de las diferencias que
podrían ser marcadas en la clínica entre síntoma y fantasma, es que el síntoma sería la puerta de
según la propuesta freudiana, la entrada en análisis se da por una puerta enigmática, la neurosis
de transferencia, ya que está en todo, la cual, para sorpresa y espanto de los sujetos, es la misma
con que él sale del análisis, pero, advertido. Sin embargo, la propuesta lacaniana es dar una
vuelta más. Según anuncia, el deseo del analista es la dimensión esencial en el trabajo analítico
en cuanto al objeto a:
(...) el camino pasa por el a, que es el único objeto a ser propuesto al análisis de la
transferencia, eso no quiere decir que, de ese modo, todos los problemas sean resueltos.
Esto deja abierta, como verán, otro problema. Es justamente en esta sustracción que
puede aparecer la dimensión esencial de una cuestión formulada desde siempre, pero por
cierto no resuelta, porque la insuficiencia de las respuestas es flagrante a todos los ojos
Alerta que la idea de Freud, inacabada o inteligible, presenta la angustia relacionada a un peligro
de vida, mientras que para él, el peligro está “ligado al carácter de cesión del momento
127
128
constitutivo del objeto a” (p. 352) situado como anterior a dicha cesión. Tal posicionamiento
abordado por Lacan, está en el origen de lo que se puede teorizar como dinámica psíquica. Es él
subjetiva. Lacan (1962-1963/2005) comenta que la función técnica del analista deberá sostenerlo
en el nivel en que el objeto a es siempre escogido justamente por ser cortado, perdido en el
vínculo con el Otro, de donde se puede deducir que “se trata de un sujeto a ser constituido en su
función de ser representado por a, función que seguirá siendo esencial hasta el final” (p. 357).
angustia, sin embargo hay un intercambio entre el punto en que el objeto es cedido como causa
del deseo de cederlo y la angustia previa a la cesión. Según Lacan (1962-1963/2005): “Se trata
intercambiables. Por un lado, existe el punto primitivo de inserción del deseo, constituido por la
angustia” (p. 357), lo que puede ser vislumbrado en el segundo el piso de su grafo del deseo.
Entre estos dos puntos existe un pasaje en el que el sujeto se descubre como objeto del
Otro, el punto en que el Otro arroja la pregunta del deseo: ¿Che vuoi? Tal pasaje es comentado
por Lacan como momentáneo, o sea, el sujeto no se mantiene allí a no ser por un momento de
atravesamiento.
En ese punto, podemos decir que el sujeto se ve efectivamente enfrentado con lo que la
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de-si, y que no es nada más que la imposibilidad de que el sujeto encuentre su causa en sí
La única vía por la cual el deseo puede revelarnos de qué modo tendremos que reconocer
en nosotros el objeto a (...) sólo se abre cuando se sitúa el a como tal en el campo del
Otro. Y él no sólo tiene que ser situado allí, como está situado allí por todo y cualquiera.
del Otro y hacer reproducir la escena fantasmal del analizante para que sea posible los sucesivos
atravesamientos del fantasma en la búsqueda del deseo. Y eso se hace posible a partir del paso
del analista por su propio análisis, como sujeto del deseo frente al Otro. “Lo que hace de un
psicoanálisis una aventura singular es la búsqueda del ágalma en el campo del Otro” (Lacan,
1962-1963/2005, p. 366).
El deseo del analista es aquello que conduce el trabajo del análisis más allá de los límites
de la angustia: "Ciertamente conviene que el analista sea aquel que, mínimamente, no importa
por qué aspecto, por qué borde, haya hecho su deseo entrar suficientemente en lo que es
irreductible para ofrecer a la cuestión del concepto de la angustia una garantía real” (Lacan,
1962-1963/2005, p. 366).
No hay otra forma de encuentro con el deseo que no sea a partir del deseo del Otro, y en
lo que se refiere a la práctica psicoanalítica, el deseo del analista debe estar en su lugar, en el
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deseo del Otro, pero no como vanidad, pero si como “un resto irreductible a la simbolización en
el lugar del Otro” (Lacan, 1962-1963/2005, p. 359). Por eso, el analista no puede funcionar como
tampón de la angustia, sino como un velo, en que sea posible vislumbrarla en cantidad
soportable.
La falta de que se trata y que da al deseo su carácter, no es una falta del sujeto, sino la que
necesita ser exigida al goce que se encuentra en el nivel del Otro. Lacan (1962-1963/2005) es
incansable en la asertiva de que el deseo sólo puede ir al encuentro de ese goce que está situado
en el Otro, por lo tanto para acceder a él, el sujeto “debe no sólo comprender, sino transponer la
propia fantasía que lo sostiene y lo construye” (p. 359), así los atravesamientos del fantasma
llevarían al sujeto al encuentro del deseo, una vez que emprenderían el paso entre el goce y el
deseo cruzando por la angustia – “es al querer hacer que este goce entre en el lugar del Otro,
como lugar del significante, que el sujeto se precipita, se anticipa como deseante” (p. 193).
O nuestra praxis es falla, quiero decir, falla en relación a sí misma, o ella supone que
nuestro campo es el del deseo, y que el deseo es generado por la relación de S con A. Esa
sus términos. Lo que nuestra praxis genera es ese universo, simbolizado, en última
instancia, por la famosa división que nos guía, a partir de un cierto momento, por los tres
los cuales el a aparece como resto de esa división. (Lacan, 1962-1963/2005, p. 296)
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Conclusión
Para hablar sobre la elección del presente tema de maestría, cabe traer las enseñanzas de
Lacan acerca de la constitución subjetiva al presentar su grafo del deseo: el sujeto, en el camino
de su ideal, es cortado por el discurso del gran Otro y pasa de una condición inocente a la
inconsciente. Es a partir de una elección que parece inocente que el sujeto se vuelve inconsciente
y toma contacto con una experiencia más allá de él. Hay una aprehensión del sujeto como
lenguaje, discurso que viene del Otro, en cuanto palabra invertida, y, en ese camino, el Otro
asume el lugar de dar al sujeto una respuesta al deseo por la pregunta ¿Qué quieres? O ¿Che
Vuoi?
Fue por el deseo, en ese más allá de la articulación lingüística, que se planteó la cuestión
Como muestra toda la teoría psicoanalítica desde Freud, cuando se trata de inconsciente,
no tenemos acceso fácil a ningún entendimiento, a no ser por vías indirectas, por interpretaciones
de las palabras, además de tontear a sus oyentes, logra llevarlos a un nuevo lugar de saber hacer
algo más allá de un conocimiento que sus matemas, grafos y formulas de álgebra quieren decir.
En ese baile de palabras e ideas es que la fórmula lacaniana del fantasma se presenta como
campo de estudio en cuanto a la relación en cuestión: ¿cómo el trabajo de análisis causa efectos
en la vida del analizante, dirigiéndolo a un cambio subjetivo capaz de aliviarlo de aquello que lo
lleva al análisis?
La elección de este tema, por lo tanto, no tendría otra pregunta inicial que no fuera la del
propio análisis del investigador. Una cuestión que no es de fácil acceso, ya que se refiere a la
dinámica inconsciente, donde se hace presente, siempre, más otro. De la análisis se descubre que
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el sujeto no se constituye sólo, y, una acción de corte no equivale a una separación, sino como
parte. Para que el deseo resista, hay el corte del objeto a que está siempre en el lugar de su causa.
El corte aquí propuesto tuvo que incidir para definir un tema entre tantos, también fueron
necesarios otros tantos cortes de la hoja en blanco por las palabras escritas y, no menos
traumático, el corte como momento de concluir, para el cual, una vez más, el maestro Lacan no
deja de prestar el apoyo necesario: “En el análisis, en la técnica analítica, en la medida en que
estamos implicados en ella (...), debemos encontrar, en la elaboración de los conceptos, con el
mismo obstáculo reconocido como el que constituye los límites de la experiencia analítica — a
Así como en el recorrido analítico, tal como, se puede decir, en la vida, es la propia
angustia como principio que mueve la relación aquí tratada de su inicio al fin. No fue sin
de la lectura de Freud, el trabajo fue escrito en cuatro capítulos que se aproximaron a la lectura
pensado inicialmente, no fue posible pasar a la lectura de los seminarios posteriores a 1964,
respuestas a las posibilidades de abreviar al sufrimiento humano, Freud parte de las primeras
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teorizaciones acerca del trauma para ir construyendo su teoría del inconsciente, la cual alcanza
lugar prominente en la Interpretación de los Sueños. Al afirmar que los sueños son la realización
de un deseo, Freud (1900/1976) destaca igualmente la importancia del concepto de deseo para su
A lo largo de sus estudios clínicos, Freud reorganizó y reformuló sus convicciones por
remoción de los síntomas y asentaría a la solución de los problemas psíquicos, pronto anunció
que el curso del tratamiento psicoanalítico era una tarea mucho más compleja de lo que él
fantasmaticas.
Las fantasías fueron teorizadas por Freud como historias dramáticas cargadas de alto
grado de placer y satisfacción auto erótica, o sea, servirían al propósito, así como los sueños, de
realización de los deseos infantiles, perversos polimorfos. Cabe destacar que el texto Pegan a un
Niño (Freud, 1919e /1996) fue esclarecer en la comprensión de las tres etapas de la formación
un texto que trata de forma clara el proceso de represión ligado al complejo del Edipo y la
escena en la segunda etapa de formación, acentúa la relación del sujeto con el Otro, una relación
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Tal relación clarifica la hipótesis del complejo del Edipo freudiano, nominado por Lacan
mismo recorrido de reestructuración de sus ideas, el concepto de angustia, que fue inicialmente
pensado por Freud como una consecuencia de los síntomas, sufre una vuelta teórica y pasa a ser
entendido como causa de la neurosis, así los síntomas, inversamente, funcionarían como una
cobertura contra la angustia. Sin embargo, fue, al presentarla como una señal de peligro, que la
diferenciación en cuanto a su origen perdió el interés para la teoría y sus formulaciones giraron
en torno al complejo del Edipo, tal como un momento traumático, peligroso, que levantaría el
contacto del sujeto con la angustia. Enfatiza la relectura lacaniana que a partir del
descubrimiento infantil de la diferencia entre los sexos es posible decir que toda angustia es de
castración.
Enfocados los tres conceptos principales para el presente trabajo de investigación del
aproximaciones para comprender lo que Lacan pensó sobre los atravesamientos del fantasma.
Al presentar la formación de las fantasías, Freud enunció que ellas son una construcción
del análisis, en especial la segunda fase, aquella inconsciente, que nunca es hablada, y, en ese
perspicaz para hacer entender que el fantasma sólo es pasible de ser construido por la palabra
dicha en análisis ante la presencia de un gran Otro. Sin embargo, llegar hasta el fantasma
requiere un recorrido analítico que tiene como puerta de entrada el síntoma. Para Lacan, el goce.
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y fantasía, fue aclaratorio para la comprensión en cuanto a las diferencias entre la dinámica del
síntoma y la del fantasma conforme se pueden ver en la clínica. Miller ilumina el concepto
lacaniano de deseo del Otro, arrojando luz sobre el fantasma como un axioma lógico entre el
transformación de tal significación axiomática absoluta. Tal texto aún preparó el campo para el
estudio y entendimiento más profundo del grafo del deseo presentado por Lacan (1958/2015) en
Conforme resaltado por el propio Lacan, el grafo del deseo demarca los tres más
exposición del grafo, fue posible comprender el surgimiento del sujeto en la búsqueda de su
Ideal, a partir del deseo del gran Otro. Este concepto es sustancial en la obra lacaniana,
especialmente por dar apertura a la construcción del objeto a en calidad de resto caído de la
operación de división del sujeto en su relación con el Otro, el lenguaje inconsciente. Es a partir
de ahí que se puede pensar que el sujeto del deseo se constituye en cuanto dividido.
En la división que lo constituye, el sujeto es tomado por un no saber que envuelve todo su
ser. Él no sabe lo que habla y ni reconoce su deseo a no ser como deseo del Otro. El punto
dependencia fundamental a ser hablante, y, en esta condición, está enlazado en las mallas del
discurso, entre el enunciado y la enunciación, entre los cuales la pregunta del deseo – ¿Che vuoi?
– es la respuesta del Otro al acto del habla del sujeto. ¿No sería esa la experiencia exacta del
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Por un camino paralelo al del fantasma, la interpretación del deseo en el sueño trabajado
por Lacan en el Seminario 6, además de asomar el clásico texto freudiano inaugural del
psicoanálisis recordando que el sueño es la realización de un deseo, deja evidente que el deseo se
esconde por el deseo detrás de un no dicho entre el discurso de la demanda y del ser, el
enunciado y la enunciación, en un lugar de falta, en el que el sujeto niega lo que dijo. Pero niega
no por querer negar, niega porque está sumido en el no saber en cuanto al inconsciente.
En este sentido es que una de las preguntas iniciales en la presente investigación buscó
respuestas para iluminar la operación analítica ante la falta de un saber que afecta al sujeto
Ante tal dificultad en relación al sujeto del deseo constituido como discurso es que se
interpretación del deseo. Al buscar acceder al fantasma en el diván, se origina una posibilidad de
recreación de la escena que lleva la relación esencial que hay entre el sujeto y el objeto. Sin
embargo, esa relación del sujeto suprimido no es con ningún objeto, en lo que se refiere al
fantasma, es en esa historia valorada por el sujeto que él se reconoce como objeto causa del
deseo, a, y el deseo asume consistencia, como deseo del Otro. Es por este aspecto que Lacan
asienta el objeto a en el Seminario 10, un resto caído de la operación de división del sujeto
mítico, un sujeto aún por constituirse, con el gran Otro. Una operación que presenta no sólo el
La exploración del seminario sobre la angustia condecora el presente estudio con los
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objeto, la angustia no es sin objeto, ella presupone el objeto como representante del deseo del
Otro, marcando así, la falta constituyente y necesaria a la condición subjetiva, al surgimiento del
Un velo que intenta apaciguar la falta constituyente que, al mismo tiempo en lo cual
coloca al sujeto frente a la angustia, preserva la posibilidad del deseo. Aunque se pueda pensar
que tal especulación en cuanto a la falta trae una equivalencia entre los conceptos de deseo y de
angustia, Lacan no deja pasar desapercibido la necesidad de distinguirlos. Alerta que, a pesar de
la angustia y el deseo darse en el mismo lugar, no son lo mismo, algo que se puede deducir a
través de la dinámica fantasmatica. El fantasma como soporte del deseo, funciona como
cobertura contra la angustia y, por eso mismo, señal de ella. Él es la posibilidad de acercamiento
con el deseo sin el abandono de la angustia. Aludió a Lacan que el analista debe saber dosificar
la angustia para tener acceso al deseo, ya que ella es el último punto de contacto con éste,
resurgir este lugar de causa del deseo, marcando el lugar de la falta y posibilitando el
enseña que el amor es una metáfora, una sustitución, la cual puede ser representada por el pasaje
que el analista debe ser capaz de hacer, dentro del par operante en análisis, de una condición de
amante al amado, tránsito que sólo es posible por una renuncia narcísica alcanzada a partir del
propio análisis del analista, donde él llegó a conocer algo sobre su no saber y fue capaz de
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sostenerse en un deseo más estructurado, el deseo del analista, colocándose en esta condición,
El psicoanalista, al ser capaz de salir del lugar de sujeto supuestamente al saber, deja
marcado el lugar del lenguaje inconsciente, aquella que atraviesa al sujeto con la pregunta sobre
lo que quiere y, él mismo, analista, se echa fuera de la escena, tal cual el objeto a,
constituyente del deseo que lo impulsa. El deseo, por ser falta, es siempre deseo de otra cosa. El
deseo es el deseo del Otro. Tales proposiciones lacanianas son esenciales en la comprensión de la
Aún sobre la posición del analista, ocupa el lugar del gran Otro para luego caer en calidad
desplazamiento del analista, sino también lo que él puede operar con las palabras o incluso con el
Al presentar los cortes del objeto a como restos irreductibles de la dialéctica del sujeto
con el Otro, es posible visualizar la relación esencial trabada entre él y el deseo a partir de los
cinco diferentes fantasmas fundamentales: retorno al seno materno, seducción, castración, escena
En la cuestión de las apariciones de los objetos a por sus cortes, Lacan alerta a la cuestión
conocimiento en el fantasma que se refiere al compromiso del cuerpo en el habla del sujeto
tachado. La verdad que se pone en el fantasma es que tanto ese objeto caído como el grande Otro
son partes del propio cuerpo del sujeto del inconsciente, lo que abre la posibilidad de que, por los
sucesivos atravesamientos del fantasma, el sujeto tome contacto con su propio ser.
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De la lectura, siempre en forma circular — con idas, venidas y retornos — del cuarto y
último capítulo del Seminario 10, es posible deducir que las cinco formas del objeto a se dan
siempre por la falta representada en el gran Otro y viene a exigir del sujeto suya caída como
objeto de goce del Otro: seno, excrementos, falo, mirada y voz. En ese punto del estudio, la
lectura de Harari fue fundamental para pensar el trabajo clínico con los diferentes fantasmas
relativos a cada uno de los objetos. Entre los objetos, los tres primeros — seno, excrementos y
falo – son utilizados por Lacan teniendo como base las fases del desarrollo psíquico freudiano,
mientras que los dos últimos – mirada y voz – son auténticas creaciones lacanianas relacionadas
a los primeros. El falo, sin embargo, está situado en la posición central, asumiendo su función de
mediador entre los otros cuatro objetos. Como representante de la castración, el falo, o menos
phi, como presenta Lacan, es central en la teoría psicoanalítica y marca el lugar donde se produce
los síntomas, de las fantasías, situando el lugar de la angustia, comprendiendo el surgimiento del
sujeto del deseo enlazado en la relación que marca la falta de un saber, el fantasma es una de las
posibilidades de enfocar el trabajo de un análisis. Al entrar por la puerta del síntoma y mirando
por la ventana del fantasma, se puede pensar que un análisis causará efectos si es capaz de
mostrar al sujeto que el deseo no es una necesidad, que está siempre ligado a algo peligroso, y
Si fuera posible sintetizar un trabajo de estudio tan amplio como el realizado aquí, se
podría decir inicialmente que el trabajo con el fantasma en la clínica psicoanalítica debe ser
pensado en el plural, o sea, los atravesamientos de los fantasmas, ya que no hay un fantasma a
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hay como olvidar – una vez que mismo Freud ya anunció al principio de su teoría – que el
trabajo de un análisis es una larga y ardua tarea para el par que se compone en el diván, analista
y analizante.
Los atravesamientos de los fantasmas son las operaciones hechas en análisis, en cada vez
más, algo que va relativizando la fuerza de las historias dramáticas de la vida del sujeto, para ir
desatando, aflojando los nudos que atan sujeto y el gran Otro, para que el otro el sujeto pueda
reconocerse dentro de su propio deseo, asumirse como autor de su propia historia, incluso
delante la historia fantasmatica como un axioma básico que lo constituye, que él pueda gozar de
la vida y no más de su síntoma. Que él pueda llegar al punto de allí, donde el síntoma lo tomaba
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