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EL VEINTISÉIS-Juan Sasturain-

French y Beruti repartieron cintas entre los patriotas que estaban en la Plaza.

DE LA HISTORIA ARGENTINA.

A la mañana siguiente, con todo lo que había llovido durante la gloriosa jornada,
en el camino a la casa del compañero, French se embarró bastante los zapatos de
repujado cuero pampeano y se salpicó un poco las blancas calzas a la moda y de
contrabando, saltando los charcos y la bosta de caballo, gambeteando las huellas dejadas
por las altas ruedas de los carros en las calles enfangadas.
En el patio y bajo la parra, Beruti tomaba mate con bombilla de plata virreinal
cebado por criolla de trenzas nacionales. Intercambiaron abrazos patrióticos y
novedades novísimas de las internas de la Junta. Hablaron un poco de la Patria naciente
y bastante más de las jóvenes damas que habían ido a la plaza, más precisamente de los
hombros de Felicitas, de los ojos de Remedios, de los pechos de Mariquita.
-Me preguntó si tenía cintas de otro color porque no le combinaban con el
vestido…-dijo Beruti divertido.
-De eso te quería hablar-y ahí resopló French-.
¿Vos las pagaste?
-¿Las cintas?¿No eran una donación del tendero?
-En principio sí.
- Que no joda entonces. ¿Somos patriotas o no somos patriotas?
French asintió pero volvió sobre el tema.
-Hoy temprano me vino a cobrar: setenta metros de blanca y cuarenta y cinco de
celeste. Dice que vos le dijiste…
-¡Qué ladrón! ¿Cuántos metros tiene cada rollo de ésos?
-No sé. Depende. La blanca es de acá, y la celeste es importada…-precisó
French-. Pero no es eso: ahora dice que le dijeron que hubo tipos en la Plaza que las
vendían.
Beruti no pudo dejar de sonreir.
-Seguro…-dijo-. ¡Qué hijos de puta!
-¿Quiénes?
Beruti no contestó directamente:
-A la mañana no las quería nadie, ¿te acordás? Te mezquinaban la solapa…Y a
la tardecita me corrían para pedirme, a ver si me quedaba alguna.
-Yo vi a un par de mulatos del Alto y a unos chiquilines que al mediodía las
recogían del suelo, todas sucias-recordó French-. Por ahí las lavaron y fueron ellos los
que las vendieron a la tarde.
-¡Qué hijos de puta!
-¿Quiénes?
Otra vez, Beruti no contestó directamente:
-Esto así no va a andar –dijo dándole una larga chupada al mate-. ¿Cuánto nos
quiere cobrar?
Por toda respuesta, French le alcanzó la factura doblada en cuatro y escrita con
tinta azul. Beruti la desplegó, frunció el entrecejo, meneó la cabeza.
-Es un fangote. Y el rollo de la celeste que pone acá estaba empezado.
- Y dice que no nos está cobrando los alfileres…
Los amigos quedaron un momento en silencio.
-¿Qué le digo?-dijo French.
-Nada, que espere. Yo no pienso pagar, no corresponde. Que le cobre al Cabildo,
o mejor, a la junta.
-¿A quién?
-No sé quién va a manejar Hacienda-dijo Beruti plegando el papel.
French suspiró, se volvió a guardar la factura en el bolsillo del chaleco bordado a
la moda de Francia.
-Creo que esto así no va a andar-dijo ahora él, al cabo de un momento.
-Viva la Patria-dijo Beruti con una sonrisa un poco triste.
-Viva.
Y el mate estaba frío.

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