Sei sulla pagina 1di 18

Scripta Vetera

EDICIÓN ELECTRÓNICA DE TRABAJOS PUBLICADOS


SOBRE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES

COMENTARIOS A LA DIVISIÓN ESPACIAL DEL TRABAJO Y DE LA PRODUCCIÓN

Joan-Eugeni Sánchez

Reproducido de: Minius, nº 1, 1992, p. 9-25; Versión ampliada. (Original: 07-1991)

1. Los principios de la división del trabajo

Retrocedamos a 1776 y situémonos ante la obra fundamental del pensamiento liberal-


capitalista, La riqueza de las naciones, de Adam Smith. En su primer capítulo, por lo que
debemos suponer que refleja los fundamentos de su concepción, aparece encontramos
una amplia exposición de la división del trabajo. Comienza el libro con estas palabras:

"El progreso más importante en las facultades productivas del trabajo, y gran parte
de la aptitud, destreza y sensatez con que éste se aplica o dirige, por doquier,
parecen consecuencia de la división del trabajo" (Smith, 1776: 7)

Recogiendo las enseñanzas de Ferguson, Adam Smith basa los cambios en el sistema
económico en el desarrollo de las fuerzas productivas desde el modo de producción
feudal hacia el modo de producción capitalista, y ello fundamentado en la división del
trabajo, y en concreto en la división técnica del trabajo.

El ejemplo que propone sobre la fabricación de alfileres es paradigmático. Se trata de


replantear la esencia misma del proceso productivo. Para ello se busca desarrollar las
fuerzas productivas, en cuanto capacidad productiva del trabajo, con la división del trabajo
como elemento clave que va a permitirlo:

"Este aumento considerable en la cantidad de productos que un mismo número de


personas puede confeccionar, como consecuencia de la división del trabajo,
procede de tres circunstancias distintas: primera, de la mayor destreza de cada
obrero en particular; segunda, del ahorro de tiempo que comúnmente se pierde al
pasar de una ocupación a otra, y por último, de la invención de un gran número de
máquinas, que facilitan y abrevian el trabajo, capacitando a un hombre para hacer
la labor de muchos." (Smith, 10-11)

Se acaba con el trabajo del artesano [LW1] -que sabe hacer la totalidad de la mercancía,
desde adquirir y manipular las primeras materias, concebir el producto, fabricarlo en todas
sus partes y componentes, hasta venderlo-, y se le sustituye por el obrero colectivo, por
cuanto se descompone el proceso productivo en un conjunto de operaciones elementales
que pasarán a ser efectuadas por un conjunto de obreros especializados-adiestrados en
una, y sólo en una, de las partes. Se sustituye el individuo que sabe hacer todas las
partes más o menos bien, por un conjunto de individuos que hagan muy bien, muy rápido
y al menor costo salarial cada una de las partes ahora aisladas.

1
Dividir significa separar en el tiempo. Y si se puede separar en el tiempo, ello posibilita
poder separar en el espacio. Es decir, la condición necesaria para poder manipular el
espacio-territorio será poder disgregar en el tiempo. En cuanto se consiga descomponer
un proceso, en lo que conlleva de fraccionamiento temporal, se abre la posibilidad de
separar estas etapas. Desde el punto de vista geográfico la idea de división tendrá un
alcance muy importante, en la medida en que va a ser un mecanismo espacial a
manipular, el cual será ampliamente aprovechado a partir de ese momento.

La división, que en la actualidad se nos aparece como algo tan simple, permitió
reestructurar sobre ella todo el sistema productivo. Fue con posterioridad que se introdujo
el desarrollo y fabricación de nuevos productos. Pero en aquel momento se trataba de
continuar produciendo lo mismo, pero de otra manera. Es decir, la innovación en el
proceso precedió a la innovación en el producto, con lo que el inició de la revolución
industrial se manifestó primeramente por la revolución en los procesos de producción. Lo
importante no era qué se producía, ya que se podía continuar produciendo lo mismo -por
ejemplo alfileres-, sino cómo debían producirse para aumentar la capacidad productiva del
trabajo en términos de productividad. Quedaba muy claro que este simple mecanismo de
división permitía multiplicar por varios centenares de veces tanto la productividad del
trabajo, como el rendimiento del capital (Smith, 1776: 9) sin necesidades iniciales de
nuevas inversiones, y sin haber tenido que introducir en la manufactura ningún nuevo
medio de producción, a excepción del derivado de la concentración de obreros y
maquinaria en las nuevas instalaciones manufactureras, pero no por unidad de trabajo.
Las repercusiones sobre el sistema económico y sobre la estructura social serían
evidentes y multiplicativas.

2. Grados de división del trabajo

De hecho Adam Smith proponía una división técnica a partir de la posibilidad de tomar
como unidad a dividir los componentes elementales de los productos. Se trataba de
explotar la introducción de la división al fabricar componentes con unidad física que, en
principio, podía parecer difícil que fuesen ejecutados por más de un obrero.

Este sería el fundamento básico de la división del trabajo, en el sentido de división técnica
del trabajo: una única unidad física -el alfiler del ejemplo- pasa a poder ser fabricado por
más de un trabajador, en base a descomponer su proceso de producción en operaciones
elementales -funcionales-.

De esta forma el trabajador será un ejecutor de funciones en vez de productor de objetos


con significación propia. Por consiguiente, lo que a partir de ese momento deberá
aprender, no es a fabricar piezas u objetos completos -a través de la ejecución de todas
las operaciones funcionales que se precisan para ello-, sino a ejecutar funciones -que
podrán ser aplicadas si interesa a la fabricación de piezas distintas-. Ello significa que se
pasa de un saber-hacer a un saber-reproducir.

3. División, productividad y reducción de costes salariales

Al mismo tiempo, Adam Smith buscaba la ganancia de tiempo que la división del trabajo
aporta al proceso, o lo que es lo mismo, el incremento de productividad que de ello se
deriva. La especialización que se consigue, y la posibilidad de introducir máquinas
específicas para cada fase que la producción en masa justifica, hacía que una producción

2
elemental como la de agujas, pudiese ser dividida en unas veinte operaciones
elementales. De lo que se derivaba, según sus observaciones, un incremento en la
productividad entre 240 y 4800 veces frente a la forma de producción artesanal (Smith,
1776: 9).

Paralelamente, la división del trabajo propiciaba la introducción de la división social del


trabajo, entendida como "trabajos que difieren unos de otros en género, especie, familia,
subespecie y variedad, condición de vida para la producción de mercancías" (Marx, 1867:
I-9).

Además, tal como por aquellas mismo periodo mostraba Babbage también para la
fabricación de agujas, introduciendo los principios de división social del trabajo, y a
igualdad de tiempo de trabajo, la remuneración de los salarios como consecuencia de la
descualificación implícita en la descomposición social del trabajo, permitía reducir el costo
por salario en unas cuatro veces.

"Como el trabajo se divide en varias operaciones diferentes, cada una de las


cuales requiere grados diversos de destreza y fuerza, el patrón manufacturero
puede procurarse la cantidad exacta de fuerza y destreza que es necesaria para
cada operación. Si, por el contrario, un obrero tuviera que ejecutar todo el trabajo,
el mismo individuo tendría que poseer la destreza suficiente para las operaciones
más delicadas y la fuerza bastante para las que requieren más esfuerzo"
(Babbage, 1835)

Aplicando los criterios de división social del trabajo (sexo, edad, cualificación) el proceso
de fabricación sería, según sus cálculos:

Estirado del alambre Hombre 3 chelines 3 peniques al día

Mujer 1 0
Tensado
Chica 0 6

Aguzado Hombre 5 3

Chico 0 4 1/2
Torcido y corte
Hombre 5 4 1/2

Encabezado Mujer 1 3

Hombre 6 0
Estañado o blanqueado
Mujer 3 0

3
Envasado Mujer 1 6

Si lo realizase un sólo obrero, y aceptando la misma velocidad de producción que con


división del trabajo, éste debería saber ejecutar todas las operaciones y, por consiguiente,
cobrar el salario más elevado, con lo que los costes salariales por unidad se casi
cuadruplicarían, mientras que de esta forma se puede pagar cada fase de acuerdo con la
cualificación estricta que precisa y, consiguientemente, al menor costo salarial global
posible (Frobel, 1977: 43-44)

Combinando los efectos de ambos tipos de división del trabajo, el coste de la aguja se
vería rebajado entre 4 x 240 y 4 x 4800 (menor salario x menor tiempo) veces respecto a
la aguja artesanal. Esta pérdida en el valor de la fuerza de trabajo por aguja implica una
valorización más alta del capital, contribuyendo a dilatar el radio de acción de la plusvalía
(Marx, 1867: I-285). Lo cual abrió el camino al proceso de descualificación-
sobrecualificación en la evolución de las fuerzas productivas que podrá verificarse
claramente con posterioridad (Marx, 1867: I-284; Freyssenet, 1977; Sánchez, 1979)

Si nos situamos en el ámbito de la fabricación de productos complejos se puede aplicar


un doble nivel de división:

a. Descomponerlo en las partes o piezas elementales (despiece)

b. Considerar las operaciones funcionales necesarias para fabricar cada pieza.

En teoría ello podría dar lugar a dos tipos de división del trabajo:
1. Por piezas, siguiendo el modelo artesanal= operarios por pieza

2. Por funciones = operarios por función

La división del tipo 2 permite aplicar el saber funcional a distintas piezas. Por ejemplo, un
pintor puede pintar distintos objetos; ahora sólo sabe pintar, en el modelo a terminaba la
pieza pintándola; así, pintar un mueble puede ser bien la fase final de su fabricación por
un ebanista, o bien una fase que pasa a manos de un barnizador.

Según esto, los oficios dejan de ser denominados por el producto que fabrican -zapatero,
cordelero,...-, y pasan a ser considerados por la función a ejecutar -tornero, ajustados,
electricista, pintor-. Pero a medida en que se avanza de la revolución industrial a la
científico-técnica, estas funciones pasan a ser asimiladas a los clásicos oficios,
estableciéndose nuevas funciones, cada vez más ligadas a la máquina. Así el tornero o el
ajustador son sustituidos por operadores de máquina, servidores de la cadena de
montaje, como nueva formas de división funcional adaptadas a la máquina y a los
procesos encadenados o seriados de producción. En la actualidad, favorecido por la
incorporación del ordenador, se desarrolla la automatización-robotización, lo que por su
parte introduce nuevas funciones, antes desconocidas, que deben ser ejecutadas por los
nuevos trabajadores.

La anterior situación es la que percibía, a mediados del siglo XIX, John Stuart Mill:

4
"Hasta aquí lo que se refiere a la separación de ocupaciones, primera forma de
combinar el trabajo, sin la cual no pueden existir los rudimentos de la civilización
industrial. Pero una vez que se ha completado esta separación; cuando se ha
convertido en práctica general que cada productor provea a otros muchos de una
mercancía determinada, y sea a su vez provisto por otros de las cosas que
consume; razones no menos reales, si bien menos forzosas, invitan a extender
aún más el mismo principio. Se descubre que, llevando la separación más allá,
descomponiendo más y más cada proceso de la actividad en distintas partes, de
manera que cada trabajador se límite a realizar un número cada vez más pequeño
de operaciones sencillas , se aumenta la fuerza productiva del trabajo. Y así, con
el tiempo, se llega a esos casos notables de lo que se llama división del trabajo"
(Stuart Mill, 1848: 128)

En este párrafo se distingue ya claramente entre la división en la producción de distintas


mercancías -división de la producción-, de la división para la producción de una
mercancía -división técnica del trabajo-.

Llegamos a 1867, en que Marx aportará la clave para distinguir claramente lo que es la
esencia de la diferenciación social entre ambos tipos de división. En el capítulo XII del
Libro Primero de El Capital, donde trata de "División del trabajo y manufactura" distingue
entre división del trabajo dentro de la sociedad y división del trabajo dentro de un taller, a
las que atribuye una diferencia no sólo de grado, sino de esencia:

"¿Qué es lo que enlaza los trabajos independientes [dentro de la división del


trabajo en de la sociedad]...? El hecho de que sus productos respectivos tengan la
consideración de mercancías. ¿Qué caracteriza, en cambio, a la división
manufacturera del trabajo? El hecho de que el obrero parcial no produce
mercancías. Lo que se convierte en mercancía es el producto común de todos
ellos. (...) La división manufacturera del trabajo supone la concentración de los
medios de producción en manos de un capitalista; la división social del trabajo
supone el fraccionamiento de los medios de producción..." (Marx, 1867: I-288-289)
Podemos asimilar división del trabajo dentro de la manufactura a división técnica del
trabajo o división del trabajo, y la división social del trabajo o división del trabajo dentro de
la sociedad a división de la producción. De esta forma, entenderemos la división (técnica)
del trabajo como aquella que se efectúa durante el proceso de producción, como
combinación de diversas tareas individuales. Por un lado mediante la división del proceso
en operaciones más simples y, por otro, mediante la cooperación entre fracciones de
dicho proceso. Mientras que, por su parte, la división de la producción representa el
fraccionamiento en partes acabadas que adquieren autonomía como mercancía para ser
incorporadas a otros procesos de producción como productos semielaborados o
intermedios.

Para Marx ambas formas de división son interdependientes:

"La división manufacturera del trabajo [división técnica o división del trabajo en
sentido concreto] requiere que la división del trabajo dentro de la sociedad [división
de la producción] haya alcanzado ya un cierto grado de madurez. A su vez, la
división del trabajo en la manufactura repercute en la división del trabajo dentro de
la sociedad, y la impulsa y multiplica. Al diferenciarse los instrumentos de trabajo,
se diferencian cada vez más las industrias que los producen. (...) Para implantar

5
de un modo más perfecto la división del trabajo dentro de la manufactura, lo que
se hace es dividir en varias manufacturas, algunas de ellas totalmente nuevas, la
misma rama de producción" (287)
Estas posibilidades de fraccionamiento abren el camino a la reorganización socio-espacial
del proceso productivo, ya que se llega a la incorporación del espacio al proceso de
división de la producción:
"La explotación manufacturera, encargada de fabricar todas las especialidades, da
un nuevo impulso a la división territorial del trabajo, que circunscribe determinadas
ramas de producción a determinadas regiones de un país. La expansión del
mercado mundial y el sistema colonial, que figuran entre las condiciones generales
del sistema, suministran al periodo manufacturero material abundante para el
régimen de división del trabajo dentro de la sociedad" (Marx, 1867: I-287-288)
Recordemos que con anterioridad David Ricardo, a principios del siglo XIX, se había
adentrado en otra de las posibilidades de división espacial, en este caso una de las
formas posibles de la división de la producción: la división a escala mundial.

Es así que en la que se considera la parte más trascendente de su obra, cuando trata
sobre comercio exterior, Ricardo, con una mentalidad ligada a las concepciones
deterministas espaciales de la época, las cuales, por cierto, eran favorables en este caso
a Inglaterra, proponía, como mecanismo de equilibrio universal la división espacial de la
producción entre naciones, lo que podemos entender como división internacional de la
producción. Veámoslo en sus mismas palabras:

"En un sistema de comercio absolutamente libre, cada país invertirá naturalmente


su capital y su trabajo en empleos tales que sean lo más beneficiosos para ambos.
Esta persecución del provecho individual está admirablemente relacionada con el
bienestar universal. Distribuye el trabajo en la forma más efectiva y económica
posible al estimular la industria, recompensar el ingenio y por el más eficaz empleo
de las aptitudes peculiares con que lo ha dotado la naturaleza, al incrementar la
masa general de la producción, difunde el beneficio general y une a la sociedad
universal de las naciones en todo el mundo civilizado con un mismo lazo de interés
e intercambio común a todas ellas. Es este principio el que determina que el vino
se produzca en Francia y Portugal, que los cereales se cultiven en América y en
Polonia, y que Inglaterra produzca artículos de ferretería y otros" (Ricardo, 1817:
102)

Haciendo intervenir al medio físico, como medio de producción diferenciado según la


situación de cada nación en el espacio terrestre, justificaba una especialización en la
producción que llevaría a la división internacional de la producción: el vino se produciría
en unos países, los cereales en otros, y la industria debería instalarse en Inglaterra lugar
donde, paradójicamente, al autor no le parece que se den ningún tipo de condiciones
físicas favorables. El medio físico pasaba a ser tratado como factor productivo con
incidencia sobre la capacidad productiva.

Si Smith había visto las ventajas de la división del trabajo, Ricardo las observó en la
división espacial de la producción, en aquel momento basada en las condiciones
diferenciales del medio físico. Es así que dos de los autores fundamentales de la
economía política liberal asientan sus formulaciones en dos elementos claves de división
del proceso productivo.

6
Como los procesos de producción y los de intercambio precisan de una componente
espacial, el territorio también será sometido a una división funcional del trabajo, lo que
permitirá manipular las escalas de actuación. También aquí podemos proyectar la doble
componente de la división del trabajo, lo que dará lugar a una división técnica espacial del
trabajo y una división espacial de la producción. En el primer caso, la división (técnica)
espacial del trabajo posibilitará establecer especializaciones territoriales en base a
cualificaciones diferenciadas de la fuerza de trabajo. Por su parte, con la división espacial
de la producción prevalecerá una especialización funcional en base a la concentración
espacial de sectores o ramas de producción.

En este contexto la división internacional del trabajo no será más que la concreción de la
división espacial en el marco global de actuación social. Ambito significativo a partir del
momento en que la internacionalización de las relaciones productivas y económicas
adquiere carta de naturaleza. División internacional del trabajo que a su vez revestirá las
dos formas expuestas. Como división internacional técnica del trabajo y como división
internacional de la producción.

Por un lado cada una de estas partes ahora podrán ser ejecutadas en unidades
productivas distintas, lo que permite formar unidades productivas de muy diverso orden,
por agrupación y combinación en sentido vertical y horizontal de funciones y productos.

Desde un punto de vista empresarial, cada unidad productiva puede dar lugar a una
empresa distinta, o a distintas plantas de fabricación especializadas según una
combinación y agrupamiento de unidades productivas diversas.

Por su parte, desde la óptica espacial-territorial las posibilidades que abre la división
técnica del trabajo son muy importantes, por cuanto permiten aprovecharse del espacio
como factor manipulable en los procesos de producción.

La localización, como decisión de ubicación de una actividad humana y social en un punto


del espacio geográfico -como acto positivo de los individuos-, se verá ampliamente
potenciada por la posibilidad de separación en el espacio de los procesos divididos en el
tiempo. Sin olvidar los intereses en "racionalizar" la heterogeneidad del espacio
geográfico, mediante la introducción de la división internacional de la producción, en base
a la formulación de Ricardo.

Habrán quedado así establecidos los grandes ejes de la división del proceso de
producción: la división (técnica) del trabajo, la división de la producción y su proyección
espacial como división espacial-territorial. En resumen, unas nuevas posibilidades de
articulación socio-espacial se ofrecen a la sociedad industrial.

4 División espacial-territorial

Las posibilidades de división, y su combinatoria, llevan a manipular el espacio-territorio de


forma tal que éste asuma el papel de una variable más a tener en cuenta en la
organización del proceso productivo, aprovechando los aspectos homogéneos o los
aspectos diferenciales, según cada circunstancia, que se presenten como más favorables
a la estrategia empresarial. Homogéneos en cuanto a aprovechar economías de escala;
diferenciales en cuanto a aprovechar las diferencias económicas, sociales o políticas que
garanticen una mayor rentabilidad al proceso: economías de aglomeración frente a

7
espacios monoespecializados, bien sea en un tipo de producciones, bien sea a un nivel
de cualificación, desde zonas con un mercado de trabajo de alta cualificación, hasta
zonas en las que sólo se ofrezca una fuerza bruta de trabajo, a bajo nivel de exigencias
salariales, con un alto grado de excedente de recursos humanos que se conformen con
bajos salarios y que presenten una gran docilidad en su uso.

Así podemos encontrar desde áreas que actúan como centros direccionales, donde se
concentran las fases de toma de decisiones y de gestión, situadas en las grandes
metrópolis a escala mundial, hasta las clásicas zonas de bajo salarios, con un fuerte
componente de mano de obra femenina y juvenil, dispuesta a trabajar por bajos niveles
salariales y en condiciones precarias, sin excesivas garantías profesionales ni de
continuidad en el puesto de trabajo.

También puede actuarse en base a la existencia de suelo o de una red de


comunicaciones y transportes adecuada, hacia cuyo lugar no están interesados en
asentarse los núcleos direccionales o de otro tipo.

Lo importante es darse cuenta de la infinidad de posibilidades de combinatoria que se


abren en base a la manipulación de estos distintos tipos de división del proceso
productivo en todas sus vertientes, incluido el espacio.

5. División del trabajo y división de la producción

Aún cuando las formas de división técnica del trabajo bajo cualquiera de los modelos en
que se introduce la división expuestos más arriba, permitan hablar siempre de división del
trabajo, debe quedar claro el doble significado que tiene en cuanto se considere
exclusivamente la división en el interior de una unidad productiva, lo que podemos
entender como división del trabajo en sentido concreto, de aquella división que se
establece en entre distintas unidades productivas, ya que representa una división de la
producción.

Como se ha dicho, la base de la diferencia entre ambos tipos de división es que en el


primer caso, en cuanto división del trabajo, se apoya en el fraccionamiento que posibilita
el proceso técnico de descomposición de las tareas, pero sin que el producto del trabajo
de cada trabajador de lugar a una mercancía, es decir, no se presenta como un valor de
cambio en el mercado. Mientras que mediante la división de la producción los productos
que se desplazan por el espacio, de una unidad productiva a otra, asumen la forma de
mercancía, en cuanto es valor de uso para la nueva fase productiva, donde se incorporan
como bien intermedio.

El interés de esta diferenciación se halla en que es la base en la posibilidad de establecer


unidades productivas independientes. Aquella fase cuyo producto pueda ser considerada
como valor de uso para la siguiente podrá, si se considera oportuno, establecerse como
unidad productiva independiente. De hecho cualquier forma de división del trabajo
representa una forma de división técnica del trabajo.

Lo que interesa es considerar aquella diferencia de orden social que distingue el producto
como mercancía o no. En la inmensa mayoría de casos esta distinción es social, no
técnica o funcional.

8
Situémonos en el ejemplo de la aguja. Es perfectamente factible imaginar la fabricación
de dichas agujas no ya solo por 20 obreros distintos que ejecutan otras tantas funciones
(u oficios como los calificaba A. Smith, 8), sino por más de una empresa (firma) con
unidades productivas (plantas) diferenciadas: Por ejemplo, en una se podría preparar
alambre cortado a medida, otra podría especializarse en efectuar los encabezados, otra
en estañado o blanqueado, y por último envasarlo en una cuarta.

Pero, a su vez, cada una de estas unidades productivas puede pertenecer a una sola
empresa, o bien constituir empresas diferenciadas en cuanto propietarios distintos.

Estas distintas posibilidades ayudan a clarificar el interés en distinguir entre división del
trabajo y división de la producción. En efecto, sobre la base de la división técnica del
trabajo es posible:

a. Tratar cada etapa de la división como un hecho estrictamente técnico, cuando sólo se
efectúa la división del proceso, aprovechando diferencias de habilidad, cualificación, sexo,
edad que permiten ajustar los salarios al menor coste posible. Es lo que podemos
considerar como división del trabajo en sentido restringido. Hasta aquí el producto de
cada trabajo individual no recibe la consideración de mercancía, sino de fase en la
producción de una mercancía.

b. Introducir la división en unidades productivas distintas, lo que consideraremos como


división de la producción. Por un lado, representa que el producto final de cada unidad
productiva es una mercancía para la siguiente. Por otro, esta forma de división del trabajo
introduce la división espacial-territorial de la producción. La división espacial de la
producción permite ajustar los costos al menor precio posible (economías de localización).
Por el lado de la producción aprovechando las ventajas diferenciales de localización en
función del menor costo posible de los factores en base a la heterogeneidad del espacio,
tanto física (recursos, energía, espacio medio de producción, etc.), como social (niveles
de vida/salarios, economías de aglomeración); por el lado del intercambio, buscando la
localización óptima en relación con el mercado de cada producto (economías de escala).

c. Posibilitar que las unidades productivas puedan estar constituidas por empresas
distintas en cuanto a su propiedad. Ello permite la integración funcional en una
especialización al servicio de diversas empresas (por ejemplo empresas especializadas
en tratamientos térmicos) y estrategias empresariales de integración vertical (absorbiendo
distintas fases del proceso) o de integración horizontal (apropiándose de empresas
competidoras del mismo producto o extendiendo la producción a nuevos mercados
introduciendo nuevas plantas de fabricación en ellos), con la consiguiente capacidad
combinatoria de estas posibilidades, lo que dará lugar a innumerables estrategias
empresariales en función de los productos, los mercados y la evolución de los procesos
económicos, políticos, sociales y culturales. Estrategias que irán desde la pequeña
empresa auxiliar, o la pequeña o mediana empresa altamente especializada y cualificada,
pasando por la empresa internacional (una planta y diversos mercados internacionales) a
las grandes corporaciones multinacionales como empresas internacionales tanto en
mercado de ventas como en producción (multiplantas internacionales), controlando el
conjunto total, o bien partes importantes, del proceso del producto, así como con intereses
en muy diversos sectores.

9
Estas posibilidades de división técnica, de la producción, social y espacial-territorial, se
ven potenciadas a medida que se avanza en la complejidad de los productos, formados
por innumerables partes y componentes. Así para una misma función, la del transporte, se
pasa del carro o carruaje, que podía ser fabricado artesanalmente, a un sinnúmero de
medios a cual más complejo: automóviles, furgonetas, camiones, tractores, pero también
ferrocarriles o aviones. Además las leyes de la competencia en el mercado hacen que
estos nuevos productos deban ser distintos y cambiantes en periodos de tiempo que
podemos considerar como cortos, unos pocos años. Es inimaginable, tanto en
complejidad como en inversión necesaria, pensar en la fabricación artesanal (por un sólo
artesano) de aviones comerciales o de autocares.

En este sentido, la división técnica del trabajo ha sido causa y efecto de la complejidad
progresiva de los productos que se fabrican actualmente, al tiempo que ha permitido la
ampliación de los mercados y de los consumidores, implicando el desarrollo de las fases
de distribución y comercialización, con la aparición de funciones y de sectores que se
consideran terciarios, como son por ejemplo, los de marketing, estudios de mercado,
publicidad, asesoramientos de diverso tipo, etc.

Es decir, la complejidad de los productos, las nuevas tecnologías de producción, y la


competencia en el mercado, cada vez más internacionalizado y a escala mundial, hace
aparecer nuevas formas de división técnica del trabajo y de la producción que inciden en
procesos secundarios y terciarios del proceso de fabricación-comercialización.

Bajando al nivel concreto podemos constatar que un sinfín de productos pasan por las
siguientes fases de producción:

a) Toma de decisiones y gestión.

b) i+d investigación y desarrollo del producto.

c) Fabricación de compuestos complejos.

d) Montaje y acabado.

e) Promoción del producto.

f) Comercialización.

g) Financiación (en sectores como el del automóvil).

Fases que, a su vez, internamente se dividen en los términos descritos hasta aquí.

Si observamos las etapas a, b, c, f, g podemos ver que corresponden a fases


esencialmente terciarias, mientras que las c y d son fases esencialmente secundarias o
industriales.

Cuando una empresa reúne todas las fases, desde la investigación y desarrollo hasta la
comercialización (y financiación como en el caso del sector del automóvil), desde el punto
de vista de la actividad social se consideran como puestos de trabajo pertenecientes al
sector industrial, ya que el producto industrial es el que caracteriza la producción.
10
En cambio, en la hipótesis de que la empresa se dividiese en siete empresas
independientes, una por fase que hemos establecido, el recuento de la población activa
por sectores pasaría a[LW11] distribuirse entre los dos sectores.

Introducir en una empresa la división de la producción, creando empresas ahora


especializadas en las fases funcionales, tendría como significación social el que, sin que
necesariamente hubiese tenido que cambiar la población ocupada, la sociedad en su
conjunto se consideraría que había avanzado en el proceso de terciarización. De hecho
los puestos de trabajo secundarios y terciarios ya existían, lo nuevo de la situación de
división de la producción sería la potenciación del sector de servicios a la producción
como sector autónomo, con la contrapartida de disminución del sector industrial. En la
práctica, fácilmente algunas de estas nuevas empresas podrían dejar de pertenecer a la
empresa inicial, ya que su función podría ser absorbida por otra, u otras, empresas
especializadas en ella, como es el caso de las empresas de publicidad altamente
especializadas.

Lo que es cierto es que cuando este proceso de división tiene lugar, significa que se han
alcanzado unos volúmenes de producción elevados, y que la localización de las nuevas
actividades terciarias, y la potencial relocalización de las secundarias, tendrán un claro
reflejo de homogeneización funcional espacial-territorial.

Queda abierta la puerta al proceso de terciarización urbana y de industrialización de áreas


periurbanas y de áreas rurales, y al proceso de metropolización (Scott, 1988).

Serán, por consiguiente, importantes los efectos territorializadores de este proceso. Por
ejemplo, la autonomización de las funciones i+d (investigación y desarrollo) es la que
posibilita la plasmación de unos espacio altamente funcionalizados, cual son los Parques
Tecnológicos. En este caso una de las ventajas que se considera que aportan esta
especialización territorial es la de aprovechar su efecto como economías de
aglomeración, por un lado en un contexto socio-territorial en el que se den las condiciones
de producción y reproducción de fuerza de trabajo altamente cualificada, mientras que,
por otro, la alta concentración de personas de alta cualificación técnica favorezca un
proceso sinergético de realimentación positiva.

6. División social del trabajo

La división técnica va a permitir replantear la división social y socio-territorial, de forma tal


que se alcance la coherencia entre ellas.

Marx apoya la división social sobre dos pilares. División jerárquica-social, como reflejo de
la relación de propiedad respecto a los medios de producción, separando a los que son
propietarios de los medios de producción de los que, interviniendo en el proceso
productivo, no son propietarios de los medios de producción. Este es el gran eje
articulador de la estructura en clases sociales. Si hacemos llegar hasta nuestros días el
concepto de división social, lo que podemos constatar es que la división en función de la
propiedad esconde otra realidad cada vez más visible. Se trata de la distinción entre
propietario de los medios de producción y gestor de esos medios.

En la primera etapa de desarrollo del capitalismo, propietario y gestor coinciden


esencialmente en la misma persona al frente de todo el proceso. Aunque ya se articulan

11
las sociedades anónimas, en donde una gran parte de los agentes que participan de la
propiedad se hallan desvinculados del proceso productivo en sentido estricto, es una
situación todavía poco clarificada a este respecto.

Tampoco debemos ignorar que la división social puede desglosarse en términos de


propiedad y de apropiación. Apropiación y propiedad no deben entenderse como una
misma situación social, como sinónimos, sino como dos situaciones distintas que pueden
coincidir o no en la misma persona física o jurídica. Por ejemplo, disponer de una nave
industrial puede serlo por propiedad o por alquiler. En los dos casos existe apropiación
como valor de uso de la nave, pero la propiedad sólo se da en el primer supuesto, ya que,
en el segundo, el arrendatario dispone del derecho de uso, que le ha sido cedido
temporalmente mientras dure el arriendo- por el propietario. La función específica a la que
será destinada la nave la establecerá el apropiador, sea propietario o arrendador. En este
sentido el arrendatario es un gestor de un espacio como medio de producción, sin ser el
propietario.

Por cualquiera de los mecanismos posibles se constata el crecimiento del grupo social
gestor que, al igual que con la apropiación, puede o no coincidir con la propiedad. La
expansión de la sociedad anónima, como paradigma de sociedad empresarial capitalista,
refuerza esta dualización, abriendo una brecha cada vez mayor entre propiedad y gestión.

El desarrollo de la división del trabajo y de las fuerzas productivas va a conllevar también


el desarrollo de la especialización en la gestión. La dislocación entre gestión y propiedad
es importante por cuanto otorga movilidad profesional a los gestores, al situarlos como
asalariados, eso sí, con altos niveles retributivos, pero asalariados a fin de cuentas, lo que
les dota de movilidad social para pasar de una empresa a otra, allí donde se le ofrezcan
mejores condiciones. El gestor no se ve obligado a tener raíces con la empresa que
gestiona.

El mismo principio que permite la separación entre propiedad y gestión estaría en la base
de los intentos de integración obrera en las empresas bajo el modelo de capitalismo
popular, por el cual al trabajador asalariado se le permite participar de los beneficios, al
ofrecérsele la posibilidad de disponer de acciones de la propia empresa, sin que ello
conlleve la posibilidad de una participación efectivo en su gestión.

El tercer nivel en la división social se sitúa en el ámbito ejecución. Ejecución como acto
efectivo de participación en la producción de mercancías, sean bienes o servicios.

Propiedad, gestión y ejecución completan los grandes grupos de la estructura de división


social en la actividad productiva y económica.

7. División espacial y jerarquización y uso del espacio

La jerarquización del espacio conlleva implícita la funcionalización y la categorización


social. Significa que una parte de la jerarquización dependerá de la función, ya que a cada
función se le otorga una categoría social. Así podemos distinguir un espacio urbano de
uno rural, o un espacio industrial siderúrgico de otro agrícola extensivo cerealista o de otro
destinado a servicios financieros. Pero sobre cada uno de ellos se sobreponen
distinciones sociales -como es el caso de toda estructura urbana donde, para una misma
función residencial, se divide el espacio en áreas territoriales de distinto nivel social,

12
según a las clases o grupos sociales a los que vayan dirigidos, y donde el precio del
espacio construido actuará de mecanismo jerarquizador. Este último es fácilmente
detectable a través de la simple visualización de los distintos lugares que configuran un
espacio urbano. Es por ello que la elección del lugar de residencia pasa por la apreciación
de la clase-categoría social en la que se está incluido, o se aspira a pertenece. Aquí
entraría en juego el principio de polifuncionalidad potencial y monofuncionalidad efectiva
de todo espacio, lo cual nos señalará la categoría a la que quedará adscrito un lugar-
territorio.

La jerarquización del espacio se produce a través de un doble proceso de categorización


y de especialización espacial. Este proceso se refleja a nivel de ciudades como espacio
funcional, entre las cuales se establecen procesos de competencia para asumir un nivel o
categorización social en el conjunto de la red mundial de ciudades, o de la red urbana
dentro de un estado.

La categoría socio-profesional que sirve para entender la jerarquización a nivel de


individuos, ahora aparece como categoría funcional socio-espacial para la jerarquización
de espacio-territorio, y muy especialmente de espacios urbanos.

Las políticas dirigidas a un espacio-territorio se encaminaran a situarle en una posición


jerárquica en relación con otros espacio-territorios. Así se explican, por ejemplo, la
aplicación acrítica de modelos de industrialización a un sinfín de pueblos y ciudades, en la
creencia de que de ello se derivaría una mejor posición o categoría socio-espacial para el
municipio, en base al principio de que una función industrial es superior a una agraria. Fue
lo ocurrido durante el periodo desarrollista en este país. O ahora mismo la con mitificación
de los parques tecnológicos.

Junto a ello, el reciente proceso de desarrollo de los servicios a la empresa como forma
autónoma de constituir empresas, abre otra etapa de importantes consecuencias socio-
territoriales. El deslizamiento de las actividades 'terciarias' que se desarrollaban en el
interior del sector industrial, hacia la constitución de los servicios a la producción como
parte del sector terciario, llevará aparejada, tanto la revalorización social de los individuos
como del territorio donde se asienten, sea como espacio vivido, sea como espacio
autovalorado.

Podemos observar que para los agentes que se deslizan en este proceso, el cambio de
adscripción profesional como trabajadores industriales hacia trabajadores del sector
terciario puede tener como reflejo un cambio de mentalidad colectiva de los individuos que
lo componen.

La causa puede situarse en el hecho del significado que socialmente se les otorga a las
actividades terciarias de alto contenido cualitativo. En efecto, con la tendencia hacia la
terciarización de una parte de la antiguas actividades industriales, por el hecho de pasar a
ser consideradas ahora exclusivamente como actividades de condición terciaria, los
agentes se ven desligados del ámbito de lo 'manual', al que se veían aparejados, para
vincularse -y vivirse- ahora exclusivamente como actividades 'intelectuales'. De ello se
derivará una autoapreciación social de sus miembros como categoría social superior.

La importancia socio-espacial que conlleva este proceso tiene su reflejo en una valoración
territorial diferenciada, según se destine a espacio industrial o de servicios. En la medida

13
en que la división del trabajo y de la producción precisen la coherencia territorial, el
espacio-territorio deberá organizarse según su disposición adecuada en cuanto división
territorial. En efecto, los servicios a la producción tienen su baza más importante en
beneficiarse de economías de aglomeración, formando concentraciones espaciales de
alta especialización. Por un lado el centro urbano, o las áreas de centralidad urbana, por
otro los nuevos espacios especializados del tipo business park o de parque tecnológico -
donde precisamente lo manual-industrial que contengan quedará ahora subordinado a lo
científico-técnico-, se presentan como espacio separados y diferenciados de los espacios
industriales, siendo el aspecto más importante la ocupación del espacio urbano por los
servicios, y el desplazamiento -siguiendo de hecho el proceso clásico- de las instalaciones
industriales hacia territorios periféricos -periurbanos, rurales o 'subdesarrollados'- lo cual
ayuda a su vez a reforzar esta apreciación negativista.

Por ello, a la valoración peyorativa que todavía pervive en nuestras sociedades respecto
al trabajo manual, se enfrenta la sobrevalorización que se quiere conceder al trabajo
considerado intelectual o de alto contenido tecnológico. La apreciación social de este
segundo tipo de trabajos se hará extensiva a los territorios funcionalizados en esta
dirección. Será así que los territorios especializados en servicios a la producción pasarán
a ser espacios vividos con mentalidad de 'clase media' ascendente, con cierta
componente de clase dirigente en cuanto se vincule a la gestión. Pero no por ello dejará
de ser 'pequeño burguesa', por cuanto permanecerá alejada de la propiedad de sus
medios de producción. La asalarización continua estando en la base de su vinculación
laboral, aunque lo puedan ser como asalariados mejor pagados.

8. Hacia nuevas formas de división del trabajo y de la producción

Las bases de la división del trabajo y de la producción, sintéticamente presentadas hasta


aquí, no son inamovibles. Por el contrario, existe un amplia acuerdo en que el modelo de
división del trabajo está sufriendo cambios importantes, con repercusiones muy
específicas en la división espacial, y más específicamente en la división internacional, de
la que es componente esencial el proceso de internacionalización a que se ha visto
sometida la economía mundial (Palloix, 1973; Andreola et al., 1978).

El llamado desarrollo fordista en la organización de la producción había propiciado un


modelo rígido de organización de la producción, apoyada en la producción en masa y el
trabajo seriado. La división propia de esta etapa se organizaba por bloques y, como tal, se
reflejaba en la división espacial. De ahí que en el espacio se aprovechasen
fundamentalmente las diferencias territoriales (Amin, 1970) en base a una ley de costos
comparativos (Palloix, 1973; Andreola et al., 1978), con especial énfasis en los salarios
diferenciales (Emmanuel 1969; Freyssenet, 1973; Fröbel et al., 1977). Ello es lo que lleva
a hablar de vieja división del trabajo.

Pero el rápido desarrollo e incorporación de innovaciones técnicas, sobre todo las


relacionadas con la electrónica y la microelectrónica -informática, telecomunicaciones) y
también de los transportes permite un uso más fácil del espacio (Castells, 1990; Sánchez,
1991).

Es lo que llevo a Lipietz (1985) a proponer un análisis en el que la división dejaría de


basarse en la relación centro-periferia y en la 'vieja división internacional del trabajo" al
haberse incorporado procedimientos más flexibles (acumulación flexible) (Hudson, 1988;

14
Dicken, 1990), generadores de nuevos modelos de polarización que aprovechan las
nuevas tecnologías (Duche y Savey, 1987)

Éstas permiten en el interior del proceso productivo y de la empresa, un uso más flexible y
una gestión más descentralizada. Mientras que en la relación entre empresas, y sobre
todo entre unidades productivas separadamente localizadas, aún cuando pertenezcan a la
misma firma, la interconexión tanto física por los transportes, como informacional en
relación con la gestión, amplia la capacidad de flexibilizar la localización y la
relocalización.

Es pues posible un uso flexible de los diferenciales territoriales (Andreola et al. ; Walker y
Storper 1981), lo que lleva a una reorganización territorial de la producción. Es posible,
por ejemplo, la sustitución de la gran factoría integrada en grandes ciudades industriales
en los países avanzados, con uso de gran cantidad de fuerza de trabajo, por factorías
pequeñas y altamente automatizadas, especializadas en tareas particulares,
territorialmente dispersas, pero productivamente integradas, de forma que permita
alcanzar nuevas economías de escala aprovechando los menores costos de las nuevas
localizaciones (Amin y Smith, 1986).

La división internacional de la tecnología basada en la innovación tecnológica permite


coordinar un número más amplio de plantas o unidades de producción, incluidos servicios
a la empresa, buscando localizaciones más competitivas en base a esta mayor
especialización, aprovechando los salarios diferenciales. Se asume de esta forma lo que
Cowling (1985) denomina M-form corporation (multi-divisional organizational structure).

Para Castells en este proceso las nuevas tecnologías no son sólo soporte material de la
economía mundial, sino que son determinantes fundamentales de la competitividad
internacional de las empresas, lo que condiciona en buena medida la riqueza de las
naciones (Castells, 1990). Disponer o no de tecnología, así como tener o no acceso a ella,
se convertirá en un problema de primera magnitud en términos de desarrollo diferencial y
desigual a escala mundial (Stewart, 1977; Cruz, 1987)

La componente de innovación que afecta al proceso de producción, donde la informática y


la automatización han introducido cambios fundamentales en la manera de producir en
amplios sectores o fases del proceso, da una nueva perspectiva a la utilización de la
fuerza de trabajo bruta o de baja cualificación, ya que rebaja el monto de los salarios
sobre el coste final del producto (Castells, 1990). La organización flexible, con técnicas
como el CAD-CAM y la robótica, abren la posibilidad a la reindustrialización de las áreas
centrales donde se consumirá fuerza de trabajo de más alta cualificación, ya que la fuerza
de trabajo no cualificada habrá sido sustituida por estos procesos de producción, lo que
convertiría en secundario el peso del coste de la fuerza de trabajo (Ayres, 1985)

Ello no rompería, sino que reforzaría la tendencia a la homogeneización espacial de la


cualificación del trabajo, no solo a escala internacional, sino también nacional y local -
espacios rurales, áreas metropolitanas- (Aydalot ; Hall, 1985)

De aquí que se hable de nuevos espacios productivos bajo procesos de aglomeración


hacia la formación de complejos industriales, lo que lleva a la metropolización bajo una
organización locacional intrametropolitana especifica, con nexos industriales de
aglomeración (Scott, 1988 y 1990); o de segmentación del espacio (economías

15
periféricas) en términos de i+d en el marco de una economía segmentada (Morphet,
1987). Por ejemplo, es perceptible la extensión de la subcontratación, generando una
estructura locacional de subcontratación, sobre todo a escala intraurbana (Holmes, 86),
así como una concentración de la desocupación (Johnston 1986). Mientras que otra figura
territorial que ofrece interés son los conglomerados territoriales que forman distritos
industriales como forma de división espacial de la producción entre empresas
territorialmente integradas (Castillo, 1988).

La conclusión final que podríamos extraer es que el concepto de división del trabajo
continua siendo esencial en la organización del proceso productivo a todas las escalas.
Por ello debe ser interpretado en su concreto alcance según sea el ámbito al que se
aplique, siendo conveniente, para una mayor facilidad de análisis e interpretación,
distinguir con claridad analítica y conceptual las distintas formas que asume, desde la
división técnica en el interior de la empresa y en el puesto de trabajo, hasta la división
internacional de la producción. Pues, aún pudiendo decirse que todas ellas se apoyan en
el mismo principio, no obstante, lo que se divide en cada caso, la escala a la cual se
actúa, y lo que se busca alcanzar a través de la manipulación de cada posibilidad, son
aspectos y resultados suficientemente variados, como para requerir estrategias
diferenciadas, en la lucha entre agentes sociales distintos.

Bibliografía

AMIN, A., SMITH, I. The internationalization of production and its implications for the UK.: in AMIN, A.,
GODDARD, J. (eds.), Technological change, industrial restructuring and regional development, London: Allen
& Unwin, 1986.

AMIN, S. La acumulación a escala mundial. Crítica de la teoría del subdesarrollo. Madrid: Siglo XXI Ed., 1974.

ANDREOLA, M.R. et al. Spazio e potere. Differenziali territoriali e divisione internazionale della produzione.
Florencia: Ed. CLUSF, 1978.

AYDALOT, Ph. La division spatiale du travail.: in PAELINK, J.H.P., SALLEZ,A., Espace et localisation, Paris:
Economica, 1983.

AYRES,R.U. La sociedad automatizada.: in MINSKY, M. (ed.), Robótica, Barcelona: Ed. Planeta, 1985.

BABBAGE, Ch. On the economy of machinery and manufactures. cit in.: FRÖBEL F. et al. La nueva división
internacional del trabajo, Madrid: Siglo XXI Ed., 1977.

BAKIS, H. Telecommunications and the global firm.: in HAMILTON, F.E.I. (ed.), Industrial change in advanced
economies, New Hampshire: Croom Helm, 1987.

BRADBURY, J.H. Regional and industrial restructuring processes in the new international division of labour.:
Progress in Human Geography, 1985. v. 9-1, p. 38-63.

CARNEY, J., HUDSON, R., LEWIS, J. (eds.) Regions in Crisis. London: Croom Helm, 1980.

CASTELLS, M. El impacto de las nuevas tecnologías en la reestructuración de la economía mundial.


Implicaciones para la economía española. Madrid: MEH. Informes del Instituto de Estududios de Prospectiva,
1990.

CASTILLO, J.J. La división de trabajo entre las empresas.: Sociologia del Trabajo, 1989. nº 5, p. 19-40.

16
CHRISTOPHERSON, S. Flexibility in the U.S. service economy and the emerging spatial division of labour.:
Transactions of the I.B.G., 1989. nº 14, p. 131-143.

CORBRIDGE, S. Capitalism, industrialization and development.: Progress in Human Geography, 1986. v. 10-
1, p. 48-67.

COWLING, K. The internationalization of production and de-industrialization.: in AMIN, A., GODDARD, J.


(eds.), Technological change, industrial restructuring and regional development, London: Allen & Unwin, 1986.

CRUZ, R. de la Tecnología y poder. México: CENDES/Siglo XXI Ed., 1987.

DICKEN, P. Transnational corporations and the spatial organization of production: some theoretical and
empirical issues.: in SHACHAR, A., öBERG, S. (eds.), The World economy and the spatial organization of
power, Aldershot: Avebury, 1990.

DUCHE, G., SAVEY, S. The rising importance of small and medium-sized firms: Towards a new indutrial
system?.: in HAMILTON, F.E.I. (ed.), Industrial change in advanced economies, New Hampshire, Croom
Helm, 1987.

DUNFORD, M., PERROWS, D. The arena of capital. London: Macmillan Press, 1983.

ELLEGA_°RD, K., ALVSTAM, C. People-production-international division of labour.: in HAMILTON, F.E.I.


(ed.), Industrial change in advanced economies, New Hampshire: Croom Helm, 1987.

EMMANUEL, A. El intercambio desigual. Ensayo sobre los antagonismos en las relaciones económicas
internacionales. Madrid: Siglo XXI Ed., 1969.

FREYSSENET, M. Division du travail et mobilisation quotidienne de la main d'oeuvre. Les cas Renault et Fiat.
Paris: Centre de Sociologie Urbaine, 1979.

FRöBEL, F., HEINDRICHS, J., KREYE, O. La nueva división internacional del trabajo. Paro estructural en los
paises industrializados e indción de los paises en desarrollo. Madrid: Siglo XXI Ed., 1980.

GOE, W.R. Producer services. Trade and the social division of labour.: Regional Studies, 1990. nº 24, p. 327-
342.

GORZ, A. (ed.) Critique de la division du travail. Paris: Ed. du Seuil, 1973.

GREGORY, D., URRY, J. (eds.) Social relations and spatial structures. London: Macmillan Press, 1985.

GWYNNE, R.N. New horizons?: third world industrialization in an international framework. Burt Mill: Longman
Scientific & Technical, 1990.

HALL, P. Capitales nacionales, ciudades internacionales y la nueva división del trabajo.: Estudios Territoriales,
1985. nº 19, p. 21-30.

HAMILTON, F.E.I. Industrial change in advanced economies. New Hampshire: Croom Helm, 1987.

HOLMES, J. The organization and locational structure of production subcontracting.: in SCOTT, A.J.,
STORPER, M. (eds.), Production, work, territory, Boston: Allen & Unwin, 1986.

HUDSON, R. Cambios en la división territorial del trabajo y su impacto en los sistemas locales.: Estudios
Territoriales, 1988. nº 26, p. 31-45.

JOHNSTON, R.J. The state, the region, and the division of labor.: in SCOTT, A.J., STORPER, M. (eds.),
Production, work, territory, Boston: Allen & Unwin, 1986.

17
LIPIETZ, A. De la nouvelle division internationale du travail a la crise du fordisme peripherique.: Espaces et
Sociéte, 1984. nº 44, p. 51-78.

LIPIETZ, A. New tendencies in the international division of labour: regimes of accumulation and modes of
regulation.: in SCOTT, A.J., STORPER, M. (eds.), Production, work, territory, Boston: Allen & Unwin, 1986.

MARX, K. El Capital, México: Fondo de Cultura Económica, 1973,8ª r..

MASSEY, D. Spatial divisions of labour. Social structures and the geography of production. London: Macmillan
Press, 1984.

MORPHET, C.S. Research, development and innovation in the segmented economy: spatial implications.: in
KNAAP, B. van der, WEVER, E. (eds.), New technology and regional development, London: Croom Helm,
1987.

PALLOIX, Ch. Las firmas multinacionales y el proceso de internacionalización. Madrid: Siglo XXI Ed., 1975.

RICARDO, D. Principios de economía política y tributación. México: Fondo de Cultura Económica, 1973,2ª r..

SANCHEZ, J.-E. División del trabajo, subdesarrollo industrial y reproducción profesional. Barcelona:
Cuadernos de Pedagogía, 1975. nº 11, p. 14-17.

SANCHEZ, J.-E. El desarrollo delas fuerzas productivas: cualificación, organización del trabajo y formación.:
Sociología del Trabajo, 1979. nº 1, p. 45-73.

SANCHEZ, J.-E. La geografía y el espacio social del poder. Barcelona: Los Libros De La Frontera, 1981.

SANCHEZ, J.-E. Espacio, economía y sociedad. Madrid: Siglo XXI Ed., 1991.

SCOTT, A.J. Metropolis. From the division of labour to urban form. Berkeley (CA): University of California
Press, 1988.

SCOTT, A.J., STORPER, M. (eds.) Production, work, territory. The geographical anatomy of industrial
capitalism. Boston: Allen & Unwin, 1986.

SMITH, A. Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. México: Fondo de Cultura
Económica, 1984,4ª r..

STEWART, F.. Tecnología y subdesarrollo. México: Fondo de Cultura Económica, 1983.

STÖHR, W.B. Cambios estructurales en la industria y estrategias de desarrollo regional: Aproximación a un


marco conceptual.: Estudios Territoriales, 1986. nº 20, p. 179-201.

STORPER, M., WALKER, R. The theory of labour and the theory of location.: International Journal of Urban
and Regional Research, 1983. v. 7-1, p. 1-43.

STUART MILL, J. Principios de economía política. México: Fondo de Cultura Económica, 1985,2ª r..

WALKER, R., STORPER, M. Capital y localización industrial.: Documents d'Anàlisi Geogràfica, 1981. nº 8-9,
p. 203-244.

18

Potrebbero piacerti anche