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A partir de entonces los fenicios, pueblo comerciante donde los haya, trasladaron
este descubrimiento a toda la cuenca del Mediterráneo, aunque realmente fueron
los egipcios del período predinástico los primeros en fabricar el vidrio en forma de
esmaltes vitrificados, la fayenza. Para los egipcios el vidrio tenía un uso puramente
decorativo: se coloreaba el objeto traslúcido para imitar la textura de los metales
preciosos como el lapislázuli.
Pero la transparencia del vidrio se impuso siglos después con la introducción por
parte de los romanos del soplado que hizo posible su producción a gran escala.
Durnate el Imperio Romano se desarrollaron la mayor parte de las técnicas
decorativas sobre vidrio que conocemos hoy en día.
No fue hasta el desarrollo del cristal más famoso del mundo, el cristal de Venecia,
en pleno Renacimiento. Gracias a su excelente calidad, su fragilidad característica
y su incorruptible transparencia, el cristallo veneciano, cuya producción se
concentraba en la isla Murano, dominó el mercado hasta bien entrado el siglo XVIII.
Fue entonces cuando el vidrio vivió una segunda juventud con el descubrimiento en
Alemania de nuevas técnicas para tratar este material. Precisamente una región del
Imperio Alemán en concreto, Bohemia (en la actual República Checa), se ha
convertido desde entonces en signo de distinción en materia vidria y ejemplo de
refinamiento traslúcido.
Hoy en día el vidrio nos acompaña en todo momento y sus múltiples usos lo han
convertido en un objeto cotidiano infravalorado (si obviamos el raro fenómeno
Swarovski). Ha pasado de ser un objeto de lujo emparentado con las piedras
preciosas a mero recipiente donde sorber agua. Pero al fin y al cabo, el cristal no
deja de ser una extraña aleación de arena, sal y fuego, con un resultado aún más
incoherente: la transparencia.
El vidrio en la antigüedad
Plinio el Viejo (siglo I), en su Historia Natural, cuenta que unos mercaderes que se
dirigían hacia Egipto para vender natrón (carbonato de sodio), se detuvieron para
cenar a orillas del río Belus, en Fenicia. Como no había piedras para colocar sus
ollas, decidieron utilizar algunos trozos de natrón. Calentaron sus alimentos,
comieron y se dispusieron a dormir. A la mañana siguiente vieron asombrados que
las piedras se habían fundido y habían reaccionado con la arena para producir un
material duro y brillante, el vidrio.
En realidad, el hombre aprendió a fabricar el vidrio muchísimo tiempo antes en
forma de esmaltes vitrificados, la fayenza. Hay cuentas de collares y restos de
cerámica elaborados con fayenza en tumbas del periodo predinástico de Egipto, en
las culturas Naqada (3500-3200 a. C.).
Los primeros objetos de vidrio que se fabricaron fueron cuentas de collar o
abalorios. Es probable que fueran artesanos asiáticos los que establecieron la
manufactura del vidrio en Egipto, de donde proceden las
primeras vasijas producidas durante el reinado de Tutmosis III (1504-1450 a. C.).
La fabricación del vidrio floreció en Egipto y Mesopotamia hasta el 1200 a. C. y
posteriormente cesó casi por completo durante varios siglos. Egipto produjo un
vidrio claro, que contenía sílice pura; lo coloreaban de azul y verde. Durante la
época helenística Egipto se convirtió en el principal proveedor de objetos de vidrio
de las cortes reales. Sin embargo, fue en las costas fenicias donde se desarrolló el
importante descubrimiento del vidrio soplado en el siglo I a. C. Durante la época
romana la manufactura del vidrio se extendió por el Imperio,
desde Roma hasta Alemania. En esta época se descubrió que añadiendo óxido de
manganeso se podía aclarar el vidriO y también desarrollaron el reciclaje de la
cristalería romana. De los romanos también proviene el nombre en español, pues la
coloración natural del vidrio era de color verde, nombre que se pronunciaba como
viride, o viridus; de ahí el nombre viridio o vidrio.