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LA EUCARISTÍA EN LA VIDA DE LAS COMUNIDADES CATÓLICAS DE HOY EN


COLOMBIA

POR

ARMANDO JHONATHAN CALLE MUÑOZ

PROFESOR

CARLOS LOZANO

SEMINARIO MAYOR VILLA PAÚL – FACULTAD DE TEOLOGÍA

SEMINARIO DE INVESTIGACIÓN TEOLÓGICA

FUNZA, CUNDINAMARCA – 2016


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TABLA DE CONTENIDO

Pág.

INTRODUCCIÓN................................................................................................... i

1. OBJETIVOS...................................................................................................... 4

1.1. Objetivo general............................................................................................. 4

1.2. Objetivos específicos..................................................................................... 4

2. PROBLEMA A INVESTIGAR............................................................................ 4

3. METODOLOGÍA APLICADA............................................................................. 4

4. REFERENTE TEOLÓGICO.............................................................................. 5

4.1. Prefiguraciones de la Eucaristía en el A.T..................................................... 5

4.2. Orígenes de la Eucaristía............................................................................... 6

4.3. La Eucaristía para las Primeras Comunidades.............................................. 7

4.4. El Sentido Social de la Eucaristía.................................................................. 8

4.5. La Eucaristía de las Comunidades Católicas de Colombia.......................... 10

PROPUESTA TEOLÓGICA Y DISCUSIONES GENERALES............................. 12

5.1. La Eucaristía debe estar al servicio de la vida.............................................. 12

5.2. No hay Fraternidad sin Eucaristía ni Eucaristía sin Fraternidad................... 13

5.3. Importancia del testimonio y la formación..................................................... 14

CONCLUSIONES................................................................................................. 16

REFERENTES BIBLIOGRÁFICOS...................................................................... 17
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INTRODUCCIÓN

La Eucaristía, como sacramento de amor que manifiesta la presencia real y


salvífica de Dios en medio de los hombres por Jesucristo y que se hace vida en la
realidad personal y comunitaria de los que participan de ella, es el tema que se ha
querido profundizar y desarrollar en este proyecto de investigación.

En primer lugar, se describen someramente los objetivos, el problema y la


metodología planteados para el desarrollo del proyecto.

Posteriormente, se detallan algunos aspectos de relevancia con respecto al


referente teológico del proyecto, a saber, el sentido de la prefiguración dada por el
Antiguo Testamento del sacrificio eucarístico, los orígenes neotestamentarios de la
Eucaristía como sacramento, la importancia que tuvo para las primeras
comunidades, su sentido social y comunitario y la influencia de la realidad actual
en la celebración y vivencia del culto eucarístico de las comunidades parroquiales
de Colombia.

Luego, se define y se discute la propuesta teológica desarrollada en tres aspectos


fundamentales: la Eucaristía que debe estar al servicio de la vida, no puede haber
Fraternidad sin Eucaristía ni Eucaristía sin Fraternidad y la importancia que deben
tener el testimonio y la formación para una auténtica celebración y vivencia de
este sacramento.

Finalmente, se determinan algunas conclusiones generales teniendo en cuenta los


resultados del análisis y la reflexión teórico-práctica del proyecto de investigación y
se presentan los referentes bibliográficos empleados para el mismo.
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1. OBJETIVOS

1.1. Objetivo general

Identificar la importancia de la Eucaristía en el contexto de las comunidades


católicas colombianas hoy.

1.2. Objetivos específicos

- Descubrir las raíces del problema generado como contradicción entre liturgia y
vida.
- Conocer la postura de la Iglesia y de algunos teólogos sobre esta problemática.
- Definir las líneas básicas de acción para transmitir a las comunidades por medio
de la formación.

2. PROBLEMA A INVESTIGAR
La Eucaristía como sacramento, fuente y culmen de la vida cristiana, actualmente
está siendo relegada y relativizada en lo que respecta a su valor histórico y su
importancia para la Iglesia Colombiana hoy. Se evidencia irreverencia, indiferencia
e incoherencia por parte de los ministros y los laicos frente a este sacramento y se
ve la necesidad de reflexionar a fondo y sensibilizar al católico de hoy sobre este
tema. Es relevante descubrir por qué la Eucaristía aún no llega, según el querer de
Cristo y la Iglesia, a hacerse vida en las comunidades cristianas de hoy, por qué
todavía se celebra al margen de la vida común y cómo formar al Pueblo de Dios
para que comprendiendo la fe pueda vivir de acuerdo a los valores que celebra y
profesa.

3. METODOLOGÍA APLICADA
Para esta investigación se ha empleado el método deductivo, unido al método
latinoamericano del ver, juzgar y actuar, ya que se han estudiado algunos conceptos
generales de la teología dogmática con referencia a la Eucaristía, se ha analizado la
realidad actual de las comunidades católicas colombianas en cuanto a la celebración
y vivencia de la Eucaristía y se han propuesto algunas líneas generales para que el
sacramento se celebre y se viva consciente y coherentemente.
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4. REFERENTE TEOLÓGICO

4.1. Prefiguraciones de la Eucaristía en el A.T.


En el Antiguo Testamento, aparece prefigurada la Eucaristía en los sacrificios. Los
primeros que se mencionan son los de Caín y Abel. En ellos se presenta el sentido
originario del sacrificio que consiste en la entrega total, personal y en obediencia
del hombre a Dios.
“Después que el hombre se ha apartado de Dios por el pecado, uniéndose en el
mundo maldecido por su causa, el sacrificio consiste en un empeño del hombre
por volver a recuperar la comunión con Dios” (Auer y Ratzinger, 250). El hombre
sacrifica todo lo que tiene para reivindicarse con Dios, para suplicarle que por
medio de ese sacrificio, su vida, destruida por el pecado, sea restaurada a cambio
de lo que le ofrece: alimentos y animales.
“Con la ocupación de la Tierra prometida y la formación del pueblo de Israel bajo
el mandato de Moisés, el culto sacrificial... se convirtió en un asunto público del
pueblo de Dios” (Auer y Ratzinger, 251). El sacrificio del pueblo cobra su sentido
pleno en relación con la constitución de la alianza en el Sinaí, interpretada por el
pueblo como sacrificio pascual, símbolo del paso de la esclavitud de Egipto a la
libertad y la plenitud de la Tierra prometida. La finalidad del sacrificio era la
conmemoración del acontecimiento pascual, la expiación, el agradecimiento y la
alabanza.
Muchos profetas como Oseas y Amós criticaron fuertemente estos sacrificios
cultuales por su exterioridad vacía e incoherente con la vida y las actitudes de
indiferencia frente a los sufrientes, pobres y desheredados. “Porque quiero
misericordia y no sacrificios y conocimiento de Dios más que holocaustos” (Os.
6,6).
En cuanto al pan y el vino como los signos visibles de la presencia eucarística, “la
Iglesia ve en el gesto de Melquisedec, rey y sacerdote, que ‘ofreció pan y vino’...
una prefiguración de su propia ofrenda” (Catecismo de la Iglesia Católica, # 1333).
“En la Antigua Alianza, el pan y el vino eran ofrecidos como sacrificio entre las
primicias de la tierra en señal de reconocimiento al Creador” (Catecismo de la
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Iglesia Católica, # 1334). Concretamente, el simbolismo del pan y el vino en el A.T.


viene dado por los panes ácimos que Israel come cada año en la celebración de la
pascua.
En Jesús, la pascua judía, el cordero pascual y el sacrificio cobran sentido
definitivo, pues en Él se manifiesta la plena y eterna pascua que trae consigo la
salvación y liberación de todo el hombre y de todos los hombres.
4.2. Orígenes de la Eucaristía
Como es bien sabido por todos los cristianos católicos, la celebración de la
Eucaristía se fundamenta en el acontecimiento histórico de la última cena de
Jesús con sus primeros discípulos, momentos antes de su entrega sacrificial por
los hombres (Mc 14, 22-25; Mt 26, 26-29; Lc 22, 14-20).
“El contexto inmediato del relato de la institución está situado por los sinópticos en
la última cena de Jesús con sus discípulos, en donde da a conocer la traición de
Judas y la proximidad de su muerte” (Martínez Morales, 28). Todos los relatos
presentan la muerte de Jesús como fruto de la traición de uno de sus discípulos y
al mismo tiempo se refieren a la esperanza de su reencuentro definitivo con el
Padre y en comunión con los suyos.
Jesús instituye el sacramento de la Eucaristía momentos antes de su pasión para
garantizar a sus discípulos su presencia siempre viva y actual entre ellos y para
transmitirles por anticipado el triunfo de la vida frente a la muerte y de la gracia
frente al pecado.
En la Eucaristía que Jesús celebra por primera y única vez con sus discípulos se
presentan tres ejes: el eje vertical, que manifiesta la unidad de Jesús con la
creación (pan y copa de vino) y con Dios (bendición); el eje horizontal, que indica
la unidad de Jesús con sus discípulos presentes en ese momento y la multitud de
los creyentes que ellos representan y prefiguran; y el eje temporal, que une el
pasado de Jesús y sus acciones con el presente del acontecimiento pascual y con
el futuro de la comunidad eclesial que se conforme en su nombre así como del
banquete final que celebren todos los que creyeron en él y vivieron como él.
El hecho central de la Eucaristía se desarrolla en torno a una comida, en la que
“Jesús toma, bendice y distribuye a los suyos el pan y la copa de vino y formula
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una especie de despedida que comprende la cercanía de su muerte” (Martínez


Morales, 53). Con este signo, ocurre una transformación tanto en los discípulos
como en el universo y principalmente en Jesús. Su manera de hacerse presente
es a través del pan y el vino eucarísticos y de los discípulos unidos a él. Con el
signo sacramental de la Eucaristía dada por Jesús, sus discípulos pasan de ser un
grupo de compañeros que le siguen a ser una comunidad de creyentes unidos a
él. El alimento eucarístico que comparten se convierte en comida fraterna y en el
memorial de la entrega del maestro por sus discípulos que deben mantener vivo y
actual, abriéndose y entregándose a la humanidad.
En dicha cena, Jesús mismo se pone al servicio de sus discípulos, se da a si
mismo con su cuerpo, su sangre y toda su realidad personal tanto humana como
Divina y les insiste una vez más en que la señal por la que deben reconocerlos
como sus seguidores es el amor y el servicio incondicional de unos con otros.
“Es Jesús quien al hacerlos partícipes de su propia vida los transforma en una
comunidad que sólo existe por él y en él” (Martínez Morales, 68). Jesús revela en
esta comida con sus discípulos, el verdadero sentido de la vida que consiste en
dar la vida por los amigos, por los que se consideran cercanos y dignos de ser
amados y abre así el horizonte más sublime del misterio eucarístico que consiste
en el encuentro con Aquel que se da y se entrega a sí mismo e invita de igual
manera a la entrega de la propia vida a quienes la reciben de él en toda su
plenitud.
4.3. La Eucaristía para las Primeras Comunidades
La Eucaristía es instituida como el signo real de la presencia de Jesús en la
comunidad creyente que vive la experiencia del amor, el compartir, la entrega y el
servicio. Este sentido mistagógico de la Eucaristía lo comprendieron y vivieron
perfectamente las primeras comunidades: “Acudían asiduamente a la enseñanza
de los apóstoles, a la convivencia, a la fracción del pan y a las oraciones... Todos
los que habían creído vivían unidos; compartían todo cuanto tenían” (Hch 2,
42.44). La acción de las primeras comunidades de “partir el pan” representaba
para ellas el símbolo más claro y perfecto de la auténtica comunión entre los
seguidores de Cristo reunidos en su nombre.
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Los primeros cristianos asumieron el espíritu de las enseñanzas evangélicas de


Jesucristo, poniendo la vida de comunidad como el principal fundamento de la
celebración de su fe y la evidencia de la presencia de Dios entre ellos estaba dada
en la experiencia de la solidaridad y el compartir fraterno.
El ministro, quien preside el banquete eucarístico, hace las veces de Jesucristo
como servidor de sus hermanos. Debe estar dispuesto a enseñarles el camino que
conduce a la verdadera vida y salvación, que no es otro que el del amor y la
entrega de todo lo que se es y se tiene para el bien de toda la comunidad.
4.4. El Sentido Social de la Eucaristía
San Pablo, en la primera carta a los Corintios, hace referencia a la tradición que
ha recibido del Señor sobre la Eucaristía y llama la atención acerca de la manera
como están llevando a cabo las reuniones en asambleas en torno a la cena del
Señor: “Siguiendo con mis advertencias, hay algo que no alabo: que sus reuniones
traen más perjuicio que beneficio. En primer lugar, he oído que cuando se reúnen
en asamblea, hay divisiones entre ustedes... cuando se reúnen, no comen la cena
del Señor. Porque cada uno se adelanta a consumir su propia cena, y mientras
uno pasa hambre, otro se emborracha. ¿No tienen sus casas para comer y beber?
¿O es que desprecian la asamblea de Dios y quieren avergonzar a los que nada
poseen? ¿Qué puedo decirles?, ¿Voy a alabarlos? En esto no puedo alabarlos.
Porque yo recibí del Señor lo que les transmití: que el Señor, la noche que era
entregado, tomó pan, dando gracias lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo que se
entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía. De la misma manera, después
de cenar, tomó la copa y dijo: Esta copa es la nueva alianza sellada con mi
sangre. Cada vez que la beban háganlo en memoria mía. Y así, siempre que
coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor, hasta que
vuelva. Por tanto, quien coma el pan y beba la copa del Señor indignamente,
comete pecado contra el cuerpo y la sangre del Señor” (1Cor 11, 17-27).
Para San Pablo, la cena del Señor era considerada como el momento y el lugar
privilegiado de la vivencia y celebración de la fe de las comunidades cristianas
nacientes. Esta cena no se realizaba como actualmente se celebra la Eucaristía
en la Iglesia; era un ágape, una comida fraternal en la que los creyentes debían
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compartir lo que tenían con los demás hermanos y el ideal era que todos comieran
lo mismo y se diera una auténtica comunión. Pero sucedió que algunos que tenían
más posibilidades que otros comenzaron a comer y a emborracharse sin compartir
lo suyo con los más necesitados, y lo que debería ser el signo claro de la
comunión, solidaridad y justicia real se convirtió en la mayor de las injusticias y
divisiones de las comunidades. San Pablo les recuerda claramente que el sentido
de esta cena es ante todo el vivir la experiencia de fe como comunidad creyente y
descubrir la presencia y acción salvífica de Dios, en el compartir fraternalmente
una comida, dando testimonio alegre de igualdad, aceptación y solidaridad.
Para San Pablo es claro que las primeras comunidades constituyen el cuerpo de
Cristo Jesús, un cuerpo que no está dividido y en el que todos los miembros son
igualmente valorados e indispensables para que orgánicamente marche bien. La
presencia sacramental de Cristo en el pan y el vino eucarísticos que todos reciben,
comparten y comen, no es dignamente acogida por la asamblea si esta
experiencia no contribuye a que haya una verdadera comunión entre los miembros
de la comunidad. No es que por este motivo se ponga en duda la realidad del
misterio salvífico de Cristo que se hace presente en la Cena Eucarística, pero sí
carece de sentido y valor para quienes lo reciben así. Si no hay un claro
discernimiento antes de comer el cuerpo y la sangre de Cristo, si no hay
conciencia de comunidad y de compromiso, tampoco hay plena conciencia de
Aquel que se está recibiendo y se cae en un grave pecado que es reprochable y
condenable por el Apóstol Pablo.
“La fracción del pan, que ante todo es un rito, significa también compartir ese pan,
y apunta así a la dimensión social de la eucaristía. Por su parte, la expresión
comida del Señor, que indica ante todo la reunión comunitaria, sin distinción de
clases, significa que esa reunión es obra del Señor, y apunta, por tanto, a la
presencia del propio Dios en la comida. Mírese como se mire, la eucaristía une
íntimamente culto y existencia” (Martínez Morales, 72).
La liturgia eucarística, desde el punto de vista social, no puede confundirse con
una comida cualquiera, su finalidad no consiste en saciar el hambre material de
los que participan de ella, pues su verdadero propósito es el de transmitir un bien
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mayor: el encuentro con la persona de Jesucristo crucificado y resucitado, que


hace de los creyentes seres humanos nuevos, sensibles ante el sufrimiento de
tantos hermanos crucificados por las injusticias humanas, capaces de amar, servir
y entregar su vida por ellos sin limitaciones ni distinciones como lo hizo Cristo.
4.5. La Eucaristía de las Comunidades Católicas de Colombia
Colombia, incluido en la lista de los países más desiguales del tercer mundo, no
sólo está enfrentando crisis económicas, políticas y de seguridad nacional, la
mayor de las crisis que enfrenta tiene que ver con el ámbito humano, social y
religioso. El hombre de hoy se ve influenciado fuertemente por el individualismo, el
relativismo moral y el deseo exagerado de consumir y poseer. Como lo afirma el
papa Francisco, estamos inmersos en “la cultura del descarte y de la inmediatez”
donde el compromiso por el bien del otro ya no interesa y la dignidad personal se
va perdiendo en medio de tantas distracciones vanas y carentes de sentido.
El sentido religioso y moral se ha ido desvaneciendo y pareciera que se ha vuelto
a tener como regla de vida la ley de la supervivencia de Darwin “donde sobrevive
el más fuerte”, aunque esto implique prescindir del respeto a los valores y violar
los derechos fundamentales de los demás para perseguir intereses particulares.
Los cristianos católicos no son ajenos a esta realidad y muchos de ellos expresan
algunos rasgos característicos de la época y cultura actual incluso en las prácticas
religiosas y cultuales de su fe. Por eso, hoy no es extraño encontrar muchos
cristianos católicos que se conforman con cumplir un precepto dominical y cuando
salen del templo continúan su vida ordinaria como si nada hubiera pasado.
Se ha perdido en la mayoría de los católicos la capacidad de asombro e
interiorización del misterio que se vive en la celebración eucarística y la
repercusión que esta debería tener en la vida diaria y las relaciones con los
demás.
Hay otro tipo de católicos que, aunque asisten a la Eucaristía con la plena
conciencia del misterio que se celebra y lo viven con gran devoción y fe, se
conforman con el encuentro sacramental y piadoso y no hacen vida el misterio de
la Eucaristía que se debe traducir en el ágape, es decir, en el compartir fraterno,
justo y solidario con aquellos que forman parte de su comunidad parroquial.
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Como se mencionaba anteriormente, la Eucaristía tiene dos dimensiones: la


dimensión vertical, que se refiere al encuentro directo y personal con el Dios de
Jesucristo presente en el misterio eucarístico como sacramento, y la dimensión
horizontal, que se refiere al encuentro con Dios a través del encuentro fraterno con
los hermanos y que define el sentido de prolongación que debe dársele a cada
Eucaristía cuando al finalizar se hace el envío misionero para anunciar lo que allí
se ha celebrado, aprendido y vivido. Sin una clara conciencia acerca de la
correlación e importancia de ambas dimensiones, la Eucaristía pierde su sentido y
valor para los cristianos católicos que están llamados a celebrarla y vivirla
plenamente.
En el Catecismo de la Iglesia Católica se afirma que “La Eucaristía es ‘fuente y
cima de toda la vida cristiana’... contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es
decir, Cristo mismo, nuestra Pascua... significa y realiza la comunión de vida con
Dios y la unidad del Pueblo de Dios por las que la Iglesia es ella misma”
(Catecismo de la Iglesia Católica, # 1324, 1325).
Colombia, a pesar de las reformas de la Constitución Política de 1991, en la que
se declara como un estado democrático y con el derecho a la libertad de culto,
sigue siendo un país en su mayoría de tradición católica. La gran mayoría de los
laicos católicos en Colombia creen y saben que la Eucaristía es presencia real de
Jesucristo y constituye la principal forma de expresión del culto, pero cuando se
observa la realidad de las comunidades parroquiales, se descubre que la manera
de celebrar la fe no coincide con la manera de vivirla en sus familias y en su
comunidad, debido a que se evidencia poco compromiso con los ministerios y
obras parroquiales, desconocimiento de las verdades mínimas de fe necesarias
para la salvación en Cristo y testimonios de vida que difieren en gran medida de
los mínimos valores éticos y cristianos.
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5. PROPUESTA TEOLÓGICA Y DISCUSIONES GENERALES

5.1. La Eucaristía debe estar al servicio de la vida

Si la Eucaristía es el mayor signo de la entrega amorosa de Cristo Jesús por la


humanidad para que obtenga la salvación y la vida en abundancia, es deducible
que aquellos que participen de este misterio asuman en su propia vida las mismas
convicciones, actitudes y sentimientos de Cristo.

“No podemos separar la vida de Jesús de su muerte y de su resurrección. Como lo


encontramos consignado en los Evangelios, la vida de Jesús y su mensaje son un
compromiso radical, una identificación definitiva con el Reino de Dios. Jesús como
mensajero escatológico hace presente el Reino para los hombres. Es el
compromiso de Dios con el mundo, asumido por Jesús sin reservas lo que lo lleva
a la muerte, la muerte de Jesús está exigida por su vida”. (Martínez Morales, 86).

La Eucaristía es el memorial del sacrificio único de Jesucristo, un sacrificio y una


entrega de su vida totalmente libre y voluntaria que se convierte en voz de los que
no tienen voz y que clama desde la cruz por aquellas situaciones injustas e
inhumanas, con las cuales el mal de este mundo quiere destruir la vida de
muchos, para favorecer intereses particulares de unos pocos.

El cristiano católico que celebra y realmente vive la Eucaristía debe ser un


defensor a capa y espada de la vida. El documento de Aparecida habla de la
importancia de Jesús como el Buen Pastor que quiere comunicársenos y ponerse
al servicio de la vida. “En su palabra y en todos los sacramentos, Jesús nos ofrece
un alimento para el camino. La Eucaristía es el centro vital del universo, capaz de
saciar el hambre de vida y felicidad... En este banquete feliz, participamos de la
vida eterna y, así, nuestra existencia cotidiana se convierte en una Misa
prolongada. Pero, todos los dones de Dios... nos exigen un espíritu comunitario,
abrir los ojos para reconocerlo y servirlo en los más pobres... San Juan
Crisóstomo exhortaba: ¿Quieren en verdad honrar el cuerpo de Cristo? No
consientan que esté desnudo. No lo honren en el templo con manteles de seda
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mientras afuera lo dejan pasar frío y desnudez” (Consejo Episcopal


Latinoamericano, # 354).

El documento de Aparecida le atribuye a la Eucaristía la fuerza y la fecundidad del


anuncio evangélico en favor y en defensa de la vida, pues esta constituye la fuente
y la cumbre de toda actividad misionera. No hay que conformarse como cristiano
con la cómoda participación de un sacramento sin el compromiso y sin la decidida
opción de salir de aquella conciencia aislada e intimista de falsa fe que impide el
lanzarse con confianza y valentía para compartir con los demás la alegría del
encuentro con Jesucristo y ser capaz de darlo todo por aquellos con quienes se
convive.

5.2. No hay Fraternidad sin Eucaristía ni Eucaristía sin Fraternidad

Celebrar la Eucaristía no tiene sentido si se hace al margen de la asamblea


litúrgica, es decir de la comunidad de los creyentes reunidos en nombre de Cristo.
“Ante la asamblea litúrgica donde los fieles se congregan a la búsqueda del Señor,
ante el ágape fraterno y eucarístico cada uno ha de juzgarse en la vivencia de la
caridad a Dios y al prójimo. ‘Dada la vinculación de la eucaristía cuerpo de Cristo,
con los hermanos cuerpo también de Cristo, no se puede recibir a Cristo y
rechazar a los hermanos, minusvalorar a la Iglesia’. La primigenia comunidad
experimenta cómo la ‘fracción del pan’ les aproxima al hermano, hasta hacerlos un
solo cuerpo, pues en un mismo banquete, bajo una misma alianza son
alimentados con un único pan. A la vez, cómo la ‘cena del Señor’ es solidaridad
fraterna efectiva en la vida de la comunidad, ella apela al comportamiento y actitud
cotidianos; se han de hacer responsables en el amor unos de otros” (Martínez
Morales, 115, 116).

La Eucaristía es la expresión más plena del misterio de la fe cristiana, no sólo por


la presencia y acción de Cristo muerto y resucitado bajo las especies del pan y del
vino que consagradas se convierten en su misma persona, en su cuerpo y en su
sangre, ni tampoco sólo por la presencia de Cristo a través de la Palabra y los
gestos del ministro consagrado que lo representa, sino también, de un modo
especial por su presencia en la comunidad que se reúne para orar, escuchar su
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Palabra y compartir el pan, pues esta es como Iglesia, cuerpo de Cristo. En la


calidad de las relaciones fraternas de los miembros de la comunidad entre sí, se
medirá la calidad de la conciencia que existe entre ellos del verdadero misterio de
la Eucaristía.

La auténtica celebración eucarística implica buscar primero la reconstrucción del


tejido social de la comunidad y la reconciliación entre sus miembros. No puede
haber comunión con el cuerpo de Cristo si no hay comunión con los miembros de
su cuerpo, es decir con el cuerpo social.

La Eucaristía sin hambre y sed de justicia, se aparta totalmente de la vida y el


Espíritu de Jesús y cuando se asiste a la Eucaristía contemplando pasivamente
las injusticias que sufren los miembros de la comunidad se está traicionando a
Cristo presente en ellos.

Por eso la verdadera Eucaristía y comunión cristiana debe ser esta: “Sólo comulga
verdaderamente con Cristo quien comulga con los hermanos; y esta comunión
implica la comunión de bienes con todos, a fin de que nadie pase necesidad”
(Martínez Morales, 160).

5.3. Importancia del testimonio y la formación

Como se ha descrito anteriormente, lo que le falta a las comunidades parroquiales


actuales de Colombia, es la toma de conciencia del misterio eucarístico de Cristo
crucificado y resucitado presente de manera sacramental, no sólo en las especies
del pan y el vino consagrados, sino también en los cuerpos vivientes, sufrientes e
ignorados de los hermanos.

Para contribuir desde una teología actual a la concientización de las parroquias


como Pueblo de Dios y como comunidad verdaderamente cristiana, se requiere en
primera instancia del testimonio de aquel que ha sido puesto al frente de la
comunidad como líder y pastor, el ministro consagrado.

El papa Francisco es un ejemplo claro de las actitudes que debe tener un buen
pastor para sensibilizar y crear conciencia en los fieles acerca de la importancia de
todos como comunidad, valorando las capacidades y talentos personales que
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deben ponerse al servicio de los demás y acudiendo sin medidas, temores,


excepciones ni reservas a los más alejados, abandonados y descuidados.

Los sacerdotes deben ser los primeros en salir, estar con todos y especialmente
con los menos favorecidos por la comunidad, para sensibilizarlos de la dignidad e
igualdad que debe reconocerse a todos como seres humanos, como hermanos y
como miembros del cuerpo de Cristo.

En segundo lugar debe haber una gran preocupación, por parte de los párrocos,
por ofrecer continuamente una buena formación cristiana y de sensibilización que
les permita a los fieles experimentar un encuentro personal con Jesucristo
crucificado y resucitado y que los conduzca a reconocerle en el rostro de sus
hermanos. Esta formación, actualmente se debe realizar en comunión con la
Diócesis y la Iglesia Universal, a través del Sistema Integral de la Nueva
Evangelización, que posibilita un proyecto pastoral a largo plazo en el que tienen
cabida todos los miembros de la comunidad y cuyo principal objetivo es formar
pequeñas comunidades de base al estilo y a ejemplo de las primeras
comunidades cuya vida espiritual se fundamente en el culto a Dios y la caridad
fraterna entre los hermanos.
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CONCLUSIONES

- La verdadera Eucaristía que deben celebrar y vivir las comunidades parroquiales


es la Eucaristía de comunión con Jesucristo crucificado y resucitado.

- No puede hablarse de Eucaristía sin tener en cuenta las relaciones cercanas y


fraternas entre los celebrantes de este sacramento.

- La Eucaristía es el encuentro salvífico con Jesucristo que transforma la vida del


cristiano católico y lo impulsa a entregarse como Él, en sacrificio continuo por los
demás.

- No puede haber diferencia entre el sacramento de la Eucaristía y el sacramento


del hermano, especialmente del pobre.

- El testimonio de los ministros consagrados como pastores de las comunidades


parroquiales debe ser el primer medio para sensibilizar a los fieles acerca de la
importancia de la Eucaristía en sus vidas.

- Una auténtica formación cristiana de las comunidades parroquiales basada en el


proceso de la Nueva Evangelización contribuirá a que la Parroquia, Comunidad de
Comunidades, realmente celebre y viva el banquete de la Eucaristía.
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REFERENTES BIBLIOGRÁFICOS

- Schökel, Luis Alonso. La Biblia de Nuestro Pueblo. Bilbao: Ediciones Mensajero,


S.A.U., 2010.

- Auer, Johan, y Joseph Ratzinger. Curso de Teología Dogmática. Tomo VI.


Sacramentos Eucaristía. Barcelona: Herder, 1982.

- Martínez Morales, Víctor, S.J. Sentido Social de la Eucaristía. II. La Justicia


hecha Pan. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Teología,
2003.

- Catecismo de la Iglesia Católica. Vaticano: Librería Editrice Vaticana, 1992.

- Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM. V Conferencia General del


Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Aparecida: CELAM, 2007.

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