Sei sulla pagina 1di 25

11

Los pukaras y el poder:


Los collas en la cuenca
septentrional del Titicaca
E l i z a b e th A r k u s h i

El período Altiplano o Intermedio Tardío (1000–1450 d.C. aprox.) es reconocido en la


cuenca de Titicaca por el desarrollo de numerosos grupos étnicos alrededor del lago:
los lupacas, los collas, los pacajes, etc., los mismos que más tarde figurarán en las cró-
nicas de la conquista Inca y en otros documentos administrativos de la Colonia Tem-
prana (Diez 1964; Julien 1983; Lumbreras 1974; Murra 1964; Toledo 1940). En estos do-
cumentos, los grupos altiplánicos son descritos como grandes y belicosos cacicazgos,
organizados jerárquicamente, posiblemente con líderes duales (Murra 1964). Estos
grupos fueron sociedades agropastoriles, con fuerte énfasis en la ganadería según se
menciona. También, se señalan vínculos entre las sociedades altiplánicas y las zonas
bajas al este de la cuenca (Carabaya, Larecaja) y al oeste (Moquegua, Sama), vínculos
que, en parte, inspiraron el modelo de control de ecozonas verticales de Murra (1964,
1972), además de otras investigaciones históricas y arqueológicas (e.g. Bouysse-Cas-
sagne 1978; Saignes 1986; Stanish 1992).
Desde el punto de vista arqueológico, el período Altiplano en la cuenca de Titicaca
se caracterizó por cambios sumamente importantes que lo distinguen de los perío-
dos anteriores. Quizás lo más notable es la evidente importancia de la guerra, ya que
aparece en esta época un tipo de sitio en la región en cierta forma nuevo y bastante
común: el asentamiento amurallado de cumbre, o pukara. Este capítulo describe las
características de los pukaras de la región septentrional y oeste del lago, en la zona
considerada étnicamente Colla. Después, considera lo que esta evidencia nos permite
concluir sobre la guerra y la sociedad de los collas.
Inicialmente es necesario mencionar, que el contexto social y ambiental de los
pukaras se caracterizó por otras transformaciones igualmente grandes. Con el colap-
so del estado de Tiwanaku al sur del lago, los habitantes de la cuenca se encontraron

i Departamento de Antropología. Universidad de Pittsburgh. arkush@pitt.edu.


296 / Los pukar as y el poder: Los collas en la cuenca...

Figura 1. Etnias de la cuenca de Titicaca según las fuentes documentales


frente al problema no menos grave de la reorganización de la sociedad. Para los pue-
blos de la cuenca del sur, esta reorganización fue radical, de un gobierno centralizado
y jerárquico a un sistema social mucho más disperso, móvil y fragmentado (Janusek
2004). Los grupos del oeste y norte del lago habrían tenido más autonomía en sus
relaciones con Tiwanaku, pero es de suponer que para ellos, el colapso del gran es-
tado derrumbó completamente la organización de redes de intercambio, las ideas de
prestigio y jerarquía y el orden conceptual del cosmos y los dioses. Mientras tanto, el
período Altiplano tuvo cambios ambientales dramáticos, asociados con el inicio de la
Pequeña Era de Hielo (Little Ice Age): un clima más frío, precipitaciones muy variables
e inciertas y sequías graves y prolongadas en el cual el nivel del lago descendió de 12
a 17 m debajo de su nivel actual (Abbott et al. 1997; Binford et al. 1997; Thompson et
al. 1985, 1986). Aunque las condiciones más severas no duraron todo el período, y aún
necesitamos más investigaciones para comprender la real magnitud de las variacio-
nes ambientales de esta época, sin duda, los cambios de clima afectaron mucho a la
agricultura de las sociedades de la cuenca del Titicaca. El abandono de asentamientos
y terrenos de cultivo circumlacustres y el movimiento a las zonas altas favorecidas
para el pastoreo, es evidente en las prospecciones arqueológicas al sur y suroeste
del lago (Albarracin-Jordan y Matthews 1990; Frye y De la Vega 2005; Hyslop 1976;
Janusek 2004; Janusek y Kolata 2003; Stanish et al. 1997).
297 / Elizabeth Arkush

Posiblemente, el período Altiplano fue también un época de migraciones intere-


gionales. Algunos investigadores lingüísticos e historiadores (e.g. Torero 1987, Cerrón-
Palomino 2000) proponen una migración mayor de los hablantes de aymara (o proto-
aymara) a la cuenca, reemplazando o desplazando a los hablantes pukina, un idioma
que estuvo presente en la margen occidental del lago en el siglo XVI pero que se extin-
guió. Esta hipótesis se basa en la distribución discontinua histórica y actual del aymara
y sus variaciones internas, así como la evidencia de la distribución histórica del pukina
(Bouysse-Cassagne 1975). Uno de los principales investigadores lingüistas (Torero 1987,
1992), sugiere que esta migración ocurrió en el período Altiplano y que los conflictos
entre los aymaras y los pukinas se manifestaron en las crónicas como la rivalidad entre
los lupacas y los collas. En contraste con las ideas de Torero, la evidencia arqueológica
demuestra una gran semejanza entre los lupacas y los collas, así como algunas conti-
nuidades entre el período Tiwanaku y el período Altiplano (al menos en la cuenca sur,
donde el período Tiwanaku ha sido mejor estudiado; Browman 1994; Stanish 2003). Sin
embargo, la idea de migraciones menores dentro de la cuenca del Titicaca parece posi-
ble y aún probable, tomando en cuenta la intensidad de la guerra, los cambios del clima
y el colapso de redes de interacción, como se mencionó líneas arriba.
Hubo otros cambios sociales en la cuenca del Titicaca que ameritan ser mencio-
nados y que sugieren una reorientación fundamental de las relaciones entre diversas
comunidades humanas, y entre estas y el mundo espiritual. Por ejemplo, las chullpas
–estructuras funerarias de materiales diversos– empezaron a ser construídas en el
período Altiplano, aunque los ejemplos más notables fueron elaborados en la época
Inca. Tumbas colleradas (o slab-cist), que son menos imponentes, pero más comunes
en la cuenca septentrional, tienen un círculo de lajas que sobresale de una tumba
subterránea. Cistas y tumbas colleradas con frecuencia se encuentran agrupadas en
grandes montículos de suelo y escombros y, al igual que las chullpas, indican la nue-
va importancia en esta época de marcar y conmemorar visiblemente en la tierra la
ubicación de los muertos. Estas nuevas formas de tumbas se desarrollaron al mismo
tiempo que desaparecieron o fueron abandonadas las antiguas formas de arquitec-
tura ceremonial: los templetes hundidos con monolitos, que sirvieron como puntos
focales de ceremonias que integraban a diversas poblaciones durante más de mil años
en la cuenca de Titicaca. Mientras tanto, la iconografía de la cerámica y de los petro-
glifos llegó a ser más tosca, menos figurativa y claramente menos vinculada a temas
religiosos. Estos cambios culturales sugieren posiblemente una reorientación básica,
cambiando el rostro de la integración de comunidades diversas y la comunicación con
los dioses, hacia una dirección más introvertida, a los ancestros locales. Para resumir,
el período Altiplano aparece como un tiempo de inestabilidad, privación y peligro y
es necesario situar a los pukaras de los collas y sus vecinos dentro de este contexto.

Los Collas
La identidad y la formación política de los collas se confunden en parte por el uso
inconsistente del término “colla” en las fuentes documentales. A veces significa una
nación étnica específica, en sentido opuesto a los lupacas, los canas, etc. (como es uti-
298 / Los pukar as y el poder: Los collas en la cuenca...

lizado en este capítulo), a veces la población completa de la cuenca antiguamente co-


nocida como “el Collao” u, otras veces tiene un sentido aún más vago como la gente del
Collasuyu, el cuarto sur del Tawantinsuyu. Así, por ejemplo, las crónicas afirman que
“los collas” y “los lupacas” fueron enemigos acérrimos antes de la conquista Inca, pero
también que cuando “los collas” se rebelaron contra los incas, los rebeldes incluían
también lupacas y, tal vez, Pacajes (Betanzos 1996: 144 [1551-7: I.34]; Cieza 1985: 155
[1550: II.53]; Rowe 1985: 214). También hay menciones de subgrupos de la nación Colla,
de los Hatun Collas (Cieza 1985: 15, 22, 110, 122 [1550: II.vi, viii, xxxvii, xli]; Pachacuti
Yamqui 1993: 217 [1613: 18]), o de Hatun Collas y Puquina Collas (Guaman Poma 1980:
70, 149, 245 [1613]) o Capahancos y Pocopocos (ver Spurling 1992: 117).
La extensión de los collas étnicos propiamente dicho aparece claramente defini-
da en una lista de capitanías de la mita por Luis Capoche (1959 [1585]), (Julien 1983;
Spurling 1992). Según esta fuente, los collas ocuparon una franja enorme de la cuenca
norte, noroeste y noreste del lago (Figura 1). Su extensión territorial y su importancia
en las crónicas, han creado la impresión de un señorío inmenso y poderoso que toda-
vía emerge en la idea de los “reinos Aymaras.”
Sin embargo, las investigaciones arqueológicas de esta zona han ido avanzando
considerablemente hasta darnos una visión alternativa y más realista de los collas.
Antes de los años 70 del siglo pasado, numerosos arqueólogos realizaron reconoci-
mientos dentro del territorio colla y establecieron un patrón típico de asentamiento
del período Altiplano: Pukaras fortificados, sitios más pequeños no fortificados pero
en lugares defendibles, y cementerios de chullpas y tumbas colleradas (Inojosa y Gon-
zales 1936; Kidder II 1943; Neira 1962, 1967; Palacios 1934; Tschopik 1946). Los estudios
de Marion Tschopik (1946) definieron los principales estilos cerámicos para la cuenca
septentrional durante los períodos tardíos, y su obra continúa siendo usada hoy en
día como una importante fuente de consulta. El reconocimiento sistemático de Máxi-
mo Neira (1967) en la ribera oriental del lago al sur de Vilquechico reveló numerosos
pukaras, que se distinguen de los sitios más al oeste por la arquitectura rectangular
y un estilo cerámico distintivo (Kekerana). El estudio de Lumbreras y Amat (1966)
indicó que varios estilos de cerámica (p. ej. Kekerana, Sillustani) tienen un alcance
restringido en el norte de la cuenca; sus conclusiones están firmemente apoyadas por
los hallazgos de este proyecto. La impresión de discontinuidad estilística abre la po-
sibilidad que las referencias de “Hatun Collas”, “Puquina Collas”, “Capahancos”, etc.
en las fuentes documentales reflejan la presencia de identidades sociales distintas
dentro del área colla ya durante el período Altiplano.
Estos avances son complementados por excavaciones restringidas pero muy pro-
ductivas de los sitios colla. Las excavaciones de Catherine Julien en Hatuncolla (1983)
demostraron que la “capital” de los collas (según las crónicas) no tiene evidencia de
una ocupación preincaica. Aunque no contamos con una capital de los collas antes del
Horizonte Tardío, existen numerosos sitios mayores del período Altiplano cerca de
Hatuncolla que pudieron ser centros políticos importantes (entre ellos Sillustani mis-
mo). En los años 70 Félix Tapia excavó en Chila (Machu Llaqta o Ayaviri), un pukara
mayor al sur del Lago Umayo, encontrando una densidad considerable de cerámica,
huesos de animales y abundantes herramientas líticas (Tapia 1993: 93-104). Sillustani
299 / Elizabeth Arkush

es el otro sitio principal que ha sido investigado (Ayca 1995; Ravines 2008; Revilla y
Uriarte 1985; Ruiz 1973, 1976). En este famoso cementerio, la gran cantidad de tumbas
con una variedad de estilos y materiales, sugiere que diferentes grupos regionales
usaron el sitio por un largo período de tiempo. Las excavaciones confirmaron que el
sitio fue usado durante todo el período Altiplano y el Horizonte Tardío y, quizás, em-
pezó mucho más temprano. Últimamente, las excavaciones de Elizabeth Klarich en
Pukara dan cuenta de una importante ocupación colla sobre los niveles del período
Formativo (Abraham 2006; Klarich 2005). Resultados de prospecciones recientes (aún
sin publicar) están aclarando los patrones de asentamiento en algunos sectores del
área Colla.
Un problema significativo que queda pendiente es la escasez de información en la
cuenca septentrional sobre los siglos después del final de Pukará y antes del inicio del
período Altiplano. La presencia de Tiwanaku es muy ligera en la zona, así que todavía
no tenemos una idea clara del carácter de estas sociedades durante el Horizonte Me-
dio: de los ancestros presumibles de los colla. El trabajo de Cecilia Chávez y sus cole-
gas sobre el estilo Huaña es un paso sumamente importante para llenar este vacío.
Estas investigaciones previas demuestran que en el período Altiplano el tipo de si-
tio más notable fue el pukara. La categoría de pukara incluye una inmensa variedad de
sitios defensivos: refugios sin evidencia de ocupación permanente, aldeas pequeñas,
hasta los pueblos grandes con quinientas o más estructuras y evidencia de ocupación
intensiva, que seguramente constituyeron los centros políticos mayores de la época.
Puesto que actualmente las cimas de los cerros no tienen ocupación y raramente son
cultivables, los pukaras no se ven afectados por las cercanas comunidades modernas
(con excepción del pastoreo, del huaqueo y de ocasionales ceremonias en las cum-
bres), por lo cual muchos pukaras se encuentran en buen estado de conservación y su
arquitectura todavía es visible en la superficie.

Los pukaras de los Collas


Las investigaciones del Proyecto Pukaras de los Collas se realizaron en el 2001 y 2002,
con credenciales C/0126-2001 y C/DGPA-073-2002 otorgadas por el Instituto Nacional
de Cultura del Perú. Se inició en el 2000 con la revisión de docenas de fotos aéreas de
la cuenca norte y noroeste para identificar los pukaras, muchos de los cuales no se
mencionaban en la literatura arqueológica. Las murallas concéntricas de los pukaras
tienen una forma muy clara, lo cual facilita su ubicación. Otros fueron identificados
visualmente durante la prospección y, finalmente, cabe mencionar que en las car-
tas habían numerosos sitios denominados “Cerro Pucará”, “Pucarani”. etc. que eran
obvios candidatos para la inspección. La prospección de un total de 44 pukaras se
hizo con el objetivo de registrar la arquitectura defensiva, hacer recolecciones de la
cerámica y levantar planos de las murallas defensivas, la ubicación de estructuras,
fuentes de agua, tumbas y la dispersión de artefactos en la superficie. El uso de una
unidad portátil GPS facilitó el mapeo eficiente de los sitios. En el 2002, excavamos po-
zos restringidos de 1x1 m en diez de los pukaras para conseguir muestras de carbono
de buenos contextos y para verificar el carácter doméstico de los círculos de piedras
300 / Los pukar as y el poder: Los collas en la cuenca...

(viviendas) que son la forma arquitectónica más común en los pukaras. Unas visitas
adicionales se realizaron en el 2005 y 2007 para tomar más fotos y corregir algunos
planos de los sitios con una unidad GPS más precisa (Trimble GeoXT).

Figura 2. Zona estudiada por el Proyecto Pukaras de los Collas

Distribución
La distribución de los pukaras en la zona Colla se observa en la Figura 2. Estos se ubi-
can en los cerros de 3900 hasta 4600 m de altura, con un promedio de 4100 m. Casi
todos están en los cerros que abarcan las pampas o valles de los ríos, pero no en las
áreas más montañosas. Aunque tienen acceso a buen pastoreo, muchos están asocia-
dos a sistemas de andenería en las faldas adyacentes. Es decir, sus habitantes tenían
una base económica agro-pastoril.
301 / Elizabeth Arkush

La distribución de pukaras no indica una frontera clara entre poblaciones hosti-


les (p. ej. entre los collas y los lupacas o los pukina y los aymara). En lugar de esto,
la amenaza de ataque que originó los pukaras parece estar presente a través de
varias zonas, lo cual implica que había conflicto entre los mismos collas y con otros
grupos.

Datación
La datación de los pukaras no se basa solamente en estilos de cerámica sino que para
mayor precisión se usan fechados radiocarbónicos. Las muestras de carbón se extra-
jeron de los pozos de prueba en diez pukaras, además de muestras de paja o madera
tomadas del mortero de las murallas defensivas en ocho de ellos, consiguiendo un to-
tal de 42 fechados de 15 pukaras (ver Arkush 2008). En el período Altiplano1, la mayo-
ría de las fechas oscilan entre 1300 y 1450 d.C. Tres de los 15 pukaras fueron ocupados
o construidos en la fase temprana del período Altiplano, entre 1000 y 1300 d.C. Estos
son dos pukaras pequeños y bajos, y un caso de un pukara sin evidencia de ocupación
intensiva. Durante la segunda mitad del período, 14 de los 15 pukaras fueron utiliza-
dos y estos incluyen pukaras de todo tipo y tamaño, inclusive los más grandes. Para
resumir, es claro que el fenómeno de los pukaras pertenece mayoritariamente a la
fase tardía del período Altiplano.

Figura 3. Una muralla alta en Lamparaquen (L4).

1 Hay 3 fechados que corresponden al período Formativo para la ocupación de pukaras, aun-
que no existe evidencia de la construcción de murallas defensivas en esta época temprana.
Los otros fechados pertenecen al período Altiplano.
302 / Los pukar as y el poder: Los collas en la cuenca...

La naturaleza defensiva de los pukaras


Con sitios aparentemente defensivos, siempre existe el problema de definir si esa era
su función, o si sus muros fueron construidos con otros propósitos (la demarcación
de espacio sagrado, el control social, etc.), y/o los cerros fueron usados por motivos
económicos o religiosos, más no defensivos. En el caso de los pukaras de los collas,
considero que su función defensiva está claramente indicada (aunque no fue el único
uso que se les dió). En efecto, las razones defensivas fueron muy importantes en el
diseño arquitectónico de los pukaras.
El elemento arquitectónico más sobresaliente en los pukaras son sus murallas de-
fensivas que a veces llegan a tener tamaños monumentales de hasta 5 m de altura y
4 m de ancho. Normalmente, las murallas tienen entre 1 y 2 m de ancho y en la cara
exterior por lo menos 1,5 m de altura (en puntos donde se puede medir su altura
original). Las murallas casi siempre están construidas con dos hileras de piedras y
entre ellas, un relleno de escombros y barro. Un solo pukara tiene dos, tres o hasta
siete murallas dispuestas en filas concéntricas, que resultan en barreras múltiples
(Figura 4). Pero con frecuencia, las murallas no encierran todo el sitio. Protegen los
accesos más vulnerables, dejando abiertos las pendientes o acantilados inaccesibles,
lo cual indica que fueron construidos pensando tanto en sus costos así como en sus
beneficios (Figura 6). Muchas murallas, sobre todo en los lados más accesibles y vul-
nerables del sitio, tienen parapetos (un claro indicio defensivo; Topic y Topic 1987).
En otras partes, la falda empinada del cerro muestra un parapeto superfluo: desde el
lado exterior, el muro constituye un obstáculo alto, pero desde el interior, se puede
fácilmente observar al enemigo y disparar proyectiles.
Hemos encontrado en varios pukaras piedras para hondas, aisladas o agrupadas cer-
ca del muro, listas para ser lanzadas. La mayor parte de estas son cantos rodados de

Figura 4. K’akjru (AS3), un pukara con tres murallas concéntricas


303 / Elizabeth Arkush

Figura 5. Un parapeto en K’atacha (L3).

Figura 6. En Karitani (L1), las murallas defienden


solo los accesos vulnerables, un patrón típico en
los pukaras.
tamaño mediano, traídos de ríos o quebradas adyacentes al sitio. Existen, además, otras
armas en la superficie de los pukaras como: puntas de proyectiles, bolas, porras circu-
lares, y otras herramientas que pudieron ser usadas como hachas o azadones. Sin em-
bargo, los cantos rodados aparecen con más frecuencia y es probable que fueran muy
importantes en la defensa de los muros, como lo indica la presencia de parapetos. Otro
indicador es que las murallas defensivas casi siempre están a una distancia máxima de
15 a 30 m una de otra, que es una distancia bien menor al alcance de un proyectil lan-
zado con una honda (Brown y Craig 2009). Los espacios entre las murallas raramente
incluyen estructuras, constituyéndose en áreas vacías sin cobijo para un mejor lanza-
miento hacia a los agresores que lograron traspasar la muralla externa.

Las entradas de las murallas varían de un sitio a otro. Con frecuencia, son peque-
ñas, por lo que tuvieron que haber ingresado en fila india (Figura 7). A veces, hay un
muro paralelo detrás de una entrada o, en otros casos, dos muros flanquean la ruta
de ingreso a cada lado, pudiendo servir como puestos de vigilancia para controlar la
entrada. En otros casos, existen entradas relativamente amplias, quizás para facilitar
el ingreso de camélidos.
304 / Los pukar as y el poder: Los collas en la cuenca...

Figura 7. Una entrada en la muralla de defensa en Muyu Pukara (AZ4)

Finalmente, cabe notar que estos elementos de diseño defensivo en las fortificacio-
nes son muy comunes a través de las culturas: líneas múltiples de defensa, parapetos,
entradas protegidas, etc. El énfasis continuo en el carácter defensivo de los pukaras está
implícito igualmente en las modificaciones a través del tiempo: entradas bloqueadas,
murallas con otra cara añadida, o murallas construidas en episodios múltiples.

Otra arquitectura
Aunque las murallas son los rasgos más imponentes de los pukaras, otras formas de
arquitectura son visibles en la superficie, sobre todo los cimientos de viviendas cir-
culares (Figuras 8, 9, 10). Estos cimientos están marcados con un círculo de una o
dos hileras de lajas horizontales o verticales, que tienen un promedio de 3 a 3,5 m de
diámetro externo, pero varían entre 2 y 6 m. Las excavaciones restringidas en diez vi-
viendas de los pukaras mostraron pisos (superficies compactadas, pero no preparadas
especialmente) y muchos artefactos de ocupación doméstica: fragmentos de cerámi-
ca, huesos rotos de camélidos y otros animales, lascas, piruros, etc. De la estructura
doméstica sólo queda el cimiento y como no hay evidencia de muros de piedra caídos,
supongo que había una estructura bastante baja hecha de adobe y techos de paja. Se
halla una excepción en Cerro Pucará (V3) donde hay superposición de pirca que per-
manece todavía intacta (Figura 10).
Estas viviendas se hallan agrupadas en filas, en terrazas o en canchones habitacio-
nales (Figuras 13, 14). A veces, sus puertas son visibles como un espacio entre las lajas.
Las puertas generalmente están orientadas en una sola dirección (evitando el viento),
o pueden ubicarse frente a otras casas dentro de un canchón amurallado.
305 / Elizabeth Arkush

Figura 8. Una vivienda en K’akjru (AS3), con lajas horizontales

Figura 9. Una vivienda en Cerro Inka (AZ3), con lajas horizontales y verticales
306 / Los pukar as y el poder: Los collas en la cuenca...

Figura 10. En Cerro Pukara (V3), las viviendas tienen estructura de piedras

Figura 11. Esta vivienda en Machu Llaqta (Chila, V2) tiene una laja con un agujero
(centro abajo), posiblemente para amarrar el techo
307 / Elizabeth Arkush

Figura 12. Posible estructura de almacenaje en Cerro Minas Pata (AR5)


De vez en cuando se encuentran una o varias lajas, justo fuera de la vivienda, con
un agujero hecho en la piedra u otra forma de amarrar una cuerda (Figura 11). Con
frecuencia tales lajas están cerca de la puerta de la vivienda, pero a veces se ubican
al otro lado de la casa. Sugiero que fueron usados para asegurar los techos de paja
contra el viento, que puede tener una fuerza increíble en las cumbres.
Otra forma arquitectónica presente en los pukaras es un círculo muy pequeño de
piedras, de entre 1 y 2 m de diámetro, que a veces aparece cubierta con escombros
(Figura 12). No hemos excavado estas estructuras; pero estructuras similares, exca-
vadas en Cutimbo y Pukara Juli, no contenían artefactos (De la Vega 1990; Frye y De la
Vega 2005). Posiblemente, su propósito principal fue el almacenaje de papas semillas,
ch’uño, u otras cosechas (De la Vega 1990). Siempre se ubican dispersas entre las vi-
viendas en áreas habitacionales. Si fueron almacenes, sugieren que el almacenaje fue
descentralizado en los pukaras, cada familia o grupo residencial manejaba sus propias
cosechas sin un depósito central. Sin embargo, las excavaciones de Tapia (1993) en
Chila (Machu Llaqta) indican que en algunos casos poco comunes, estas estructuras
pequeñas fueron usadas para enterrar niños.
El otro tipo de estructura típica es la tumba. Hay mucha variación en las formas de
tumbas en los pukaras, aún en un solo sitio. Incluyen por supuesto chullpas, las torres
funerarias por los cuales la cuenca del Titicaca es bien conocida. Su construcción pue-
de ser tosca o fina, de grandes bloques más o menos cuadrados, o de lajas horizonta-
308 / Los pukar as y el poder: Los collas en la cuenca...

les; pueden o no incluir mortero de barro, o de argamasa. Pero aún más comunes que
las chullpas son las tumbas colleradas, tumbas de cistas y varios tipos transicionales
entre ellos y las chullpas. Aunque hay variación local en las formas de las tumbas, hay
también patrones regionales: por ejemplo, las chullpas son mucho más comunes en la
parte sur del área de prospección, cerca de Puno y la Laguna Umayo. Las tumbas en
los pukaras generalmente están agrupadas en diferentes cementerios, separadas del
área habitacional y con frecuencia en la cima alta del cerro, o fuera de las murallas
defensivas. Un pukara, a menudo, está asociado a más de un cementerio sugiriendo la
posible existencia de subgrupos sociales dentro de un sitio grande.
La disposición de las casas, estructuras circulares pequeñas y tumbas en los puka-
ras revela cuestiones de sumo interés. Las probables viviendas y almacenes siempre
están ubicadas dentro de las murallas defensivas, indicando que había que proteger
al pueblo y a la propiedad de los ataques. En cambio, las tumbas se encuentran fuera o
dentro de las murallas, lo que implica que no se hallaban en grave peligro de destruc-
ción o profanación. Más allá de estas observaciones, no hay un patrón ordenado en el
trazado de los pukaras. Parecen ser pueblos que crecieron orgánicamente, por el in-
cremento acumulativo de familias construyendo en terrazas o canchones nuevos, sin
planificación centralizada (Figuras 13, 14). En algunos casos, hay caminos antiguos
que dividen al sitio en sectores, pero no parecen planificados con anterioridad. Tam-
poco existe mucha evidencia de una marcada jerarquía. Los tamaños de las viviendas
varían mucho en cada sitio, pero nunca hay una casa más grande o mejor acabada
que las otras, que obviamente pertenecería a un líder o cacique. Tampoco existen
sectores segregados de elites,
aunque las casas más grandes
suelen estar en las partes más
altas y/o defendibles de los
sitios. En general, los pukaras
no tienen “centros” claros,
aparte de sus cimas rocosas,
donde con más frecuencia se
ubican las tumbas. Estas tum-
bas en los picos altos fueron
posiblemente el foco espiri-
tual así como espacial de la
comunidad.

Figura 13. Un área de viviendas


y estructuras pequeñas
(¿almacenes?) en terrazas, con
algunos caminos o callejones,
en K’atacha (L3). Una estructura
grande en la esquina sudeste
del plano posiblemente pudo
ser un espacio para reuniones o
ceremonias.
309 / Elizabeth Arkush

Figura 14. Una dispersión de casas, estructuras pequeñas y tumbas en Cerro Minas Pata (AR5)

Figura 15. Petroglifos en Llongo (S4)


Otras formas arquitectónicas son mucho más escasas en los pukaras. Existen dos
pukaras y un posible tercero, donde aparecen corrales: cercos grandes sin otros rasgos
dentro. En los otros casos, los camélidos pudieron ser guardados en varios lugares (p.
ej. terrazas vacías o espacios entre las murallas) que no podemos identificar como
corrales. Existen también algunos ejemplos de estructuras o rasgos posiblemente ce-
remoniales. Por ejemplo, son evidentes las grandes estructuras circulares de 12 a 14
310 / Los pukar as y el poder: Los collas en la cuenca...

m de diámetro en tres pukaras cerca de Lampa que posiblemente pudieron ser usadas
para reuniones o rituales. Estas estructuras se ubican fuera del área residencial y apa-
rentemente no fueron viviendas (por ejemplo, el recinto en Apu Pukara, L6, está fuera
de las murallas defensivas). En Lamparaquen (L4) tiene muros de 2 m altura y 1 m
ancho, además de banqueta bordeando todo el muro interior. Otro tipo de rasgo pro-
bablemente ceremonial son los petroglifos: mayormente figuras abstractas grabadas
en la roca madre. En algunos casos, los petroglifos están ubicados en un lugar central
(p. ej., en Llongo S4 y a Calvario de Asillo AS1). En otros casos, están dispersos en el
área habitacional. Finalmente, los montículos artificiales formados por agrupaciones
de tumbas son lugares probablemente ceremoniales y a veces tienen un diseño plani-
ficado. En la cima del cerro Santa Vila (P37) hay un montículo lineal con al menos dos
chullpas. En Inka Pukara (PKP8) existen diez tumbas de cistas formando un montícu-
lo circular con una depresión central. Pero en muchos otros sitios, no hay lugares o
estructuras obviamente religiosas, aparte de los cementerios. Dada esta ausencia de
una arquitectura o estilo ceremonial coherente, el patrón más claro es el abandono de
las formas ceremoniales de las épocas anteriores: monolitos, montículos cuadrados y
patios hundidos.

La visibilidad
El paisaje del altiplano circumlacustre, con sus pampas planas y cerros altos, crea un
ambiente de visibilidad excepcional. Las cimas de los pukaras proporcionan excelen-
te visibilidad del terreno circundante y aún más alejado, incluido la de otros puka-
ras. Aparentemente, la visibilidad fue importante para decidir donde se construían,

Figura 16. La vista desde K’atacha (L3) hacia al norte, que incluye otros 4 pukaras.
311 / Elizabeth Arkush

porque otros cerros en la zona colla con una altura en promedio similar a la de los
pukaras, no tienen siquiera la mitad de la extensión óptica (“viewshed”) de los pukaras.
Además, podemos decir que los contactos visuales entre pukaras fueron importantes
y no solo una consecuencia accidental de su ubicación en las cumbres. Distribuciones
simuladas y fortuitas de “pukaras” (hechas en la computadora usando un SIG) tienen
mucho menos contactos visuales entre ellos que los verdaderos pukaras.
Posiblemente, estos contactos visuales pudieron ser utilizados para enviar seña-
les de un pukara a otro – un medio de comunicación especialmente útil en tiempos
de guerra. Tales señales visuales de humo o fuego son reportados para la época Inca
(Garcilaso 1966: 329 [1609: VI.7]) y en fuentes más recientes para los aymara (Ban-
delier 1910: 89; Chervin 1913: 69; La Barre 1948a: 161; H. Tschopik 1946: 548). Grupos
locales de pukaras están vinculados por múltiples líneas visuales, brindando la posi-
bilidad de que estos grupos estuvieran ligados por redes de alianza y filiación.

Estilos de cerámica
Como sugirieran hace varias décadas Luis Lumbreras y Hernán Amat (1966), los esti-
los de cerámica del período Altiplano varían a través del espacio en la cuenca septen-
trional. Este patrón es muy evidente en la distribución de estilos de cerámica de las
recolecciones de superficie en los pukaras (Figuras 17, 18). Aunque la cerámica Collao
se extiende a través de toda el área Colla, otros estilos tienen una distribución más
restringida. Se encuentra cerámica Sillustani sólo en la parte oeste de la zona estudia-
da y en mayores concentraciones cerca del actual pueblo de Lampa. El estilo Pucarani
abarca solo la parte sur de la zona estudiada, cerca de Puno, Sillustani y la Laguna
Umayo y se extiende más al sur en el área Lupaca (De la Vega 1990). El sub-tipo Asi-
llo está ubicado solo cerca del pueblo del mismo nombre. Otros atributos cerámicos,
como figuras zoomorfas o motivos pintados, también demuestran una variación es-
pacial (Arkush 2011). El mosaico de estilos de cerámica refuerza la idea de variación
dentro del área colla, dada por los estilos de tumbas y la arquitectura. Estos patrones
de variación estilística y de redes de visibilidad, que están descritos con más detalle
en otras publicaciones (Arkush 2009, 2011), sugiere que esta área estuvo dividida en
varias partes durante la fase tardía del período Altiplano, con zonas locales o sub-
regionales de interacción y filiación.

Conclusiones
Los collas y la guerra
Pero, ¿qué implica esta evidencia sobre el modo de guerra de los collas?
En primer lugar, es evidente que el peligro de ataque era serio. Las cimas de los
cerros son lugares inhóspitos e inconvenientes para vivir: son fríos, ventosos, de difícil
acceso, alejados de las fuentes de agua, chacras, rutas de intercambio y de otras comu-
nidades. Así que no es sorprendente que hayan sido poco ocupados antes o después del
312 / Los pukar as y el poder: Los collas en la cuenca...

Figura 17. Estilos de cerámica predominantes en los pukaras.


313 / Elizabeth Arkush

Figura 18. La distribución regional de estilos de cerámica en los pukaras


314 / Los pukar as y el poder: Los collas en la cuenca...

período Altiplano. Esto, además del gran esfuerzo invertido en la construcción de las
murallas, señala la presión por la amenaza de ataque durante su uso en este período.
Esta amenaza no fue menor en el centro del territorio Colla así como en sus márgenes.
Tampoco fue breve, porque los pukaras fueron usados intensivamente durante dos si-
glos y varios tienen evidencia de más de un episodio de uso y construcción. Pero es
posible que la amenaza tampoco fuera constante. Por ejemplo, la guerra es estacional
en muchas culturas; hay indicaciones que fue así para los Incas, teniendo lugar en la
temporada seca, cuando los tributarios tenían tiempo disponible luego de las tareas
de cultivo y cosecha (D’Altroy 2002: 207; Rostworowski 1999: 75). Cabe anotar que la
ubicación de las casas en varios pukaras de los collas las abrigaría del viento más du-
rante la temporada seca que en la temporada de lluvias; posiblemente en estos meses
los habitantes de los pukaras se dispersaban a otros sitios. Pero todavía falta evidencia
para evaluar esta posibilidad.
Segundo, las defensas de los pukaras implican un modo de guerra que consistió en
feroces ataques quizás no muy prolongados. En las consideraciones de defensa, siem-
pre hay que recordar que las fortificaciones están diseñadas para resistir la escala de
un ataque esperado en su contexto social, pero nada más (Arkush y Stanish 2005). Las
murallas monumentales de los pukaras grandes son evidencia de la amenaza de fuer-
tes ataques de muchos guerreros. Pero la ausencia de fuentes permanentes del agua
dentro de las murallas en múltiples pukaras sugiere que los collas no prepararon ni
consideraron probables asedios prolongados. Además, sus vínculos visuales con otros
pukaras facilitarían el pedido de ayuda a sus aliados, lo cual haría mucho más difícil
un ataque muy prolongado por parte de los agresores.
Finalmente, dado que el patrón de asentamiento en pukaras es un fenómeno de la
segunda mitad del período Intermedio Tardío, generalmente después de 1300 d.C., es
obvio que estos sitios –y la guerra que esto implica– no resultaron directamente del
colapso de Tiwanaku (Arkush 2008). Es cierto que la ausencia del gran estado permitió
el surgimiento de la guerra endémica en la cuenca del Titicaca, pero debemos buscar
en otros motivos sus causas inmediatas. Las graves sequías de la época (Thompson
1985) son causas probables de conflicto sobre terrenos, cosechas o ganado; y otros
factores sociales posiblemente favorecieron la guerra y evitaron el resolver fácilmen-
te conflictos (Arkush 2008).

La sociedad de los collas


La implicancia de la gran densidad de asentamientos defensivos en la región colla,
incluso en su zona central, indica que esta región no estuvo protegida ni unificada
políticamente. Este paisaje, en el cual la población fue llevada a vivir en altas colinas
rodeadas de murallas, muestra un contraste obvio con los patrones de asentamiento
de estados o cacicazgos centralizados, que tienen muy pocos fortificaciones a excep-
ción de sus fronteras. Sin embargo, tampoco fue un ambiente completamente frag-
mentado de aldeas opuestas a cada uno de sus vecinos. Los contactos visuales entre
grupos de pukaras, grupos que normalmente compartieron estilos de cerámica y de
tumbas, implican un sistema social de redes cooperativas de asentamientos defensi-
315 / Elizabeth Arkush

vos controlando áreas locales. Puesto que un grupo de pukaras normalmente incluye
sitios mayores y menores, podemos proponer relaciones jerárquicas dentro del gru-
po, aunque no podemos identificar un rango claramente elitista de la sociedad en este
momento. Este escenario de división en esferas locales o subregionales tiene sustento
en la evidencia de variación espacial de estilos cerámicos y mortuorios.

Hay un contraste interesante entre la visión de fragmentación dada por la ar-


queología y la impresión de un reino inmenso y centralizado de los collas, aseverado
por las crónicas. Es posible que los grupos dentro del área colla se unieran a veces en
federaciones más grandes. Hay evidencia de unas redes de intercambio muy exten-
sivas; por ejemplo, la obsidiana se encuentra a través de la zona estudiada e implica
procesos de interacción que vincularon el área entera. Sin embargo, es claro que no
fue un territorio unificado ni homogéneo y que grandes confederaciones, de haber
existido, fueron bastante débiles ya que el patrón de asentamiento defensivo siguió
hasta al fin de la época. Como algunas otras sociedades de los Andes Surcentrales
(Covey 2008; Bauer y Kellett e. p.; Frye y De la Vega 1990), los collas en el período Alti-
plano fueron menos centralizados en realidad que en las memorias y relatos descritos
en las crónicas dos siglos después.

Bibliografía

Abbott, Mark B., Michael W. Binford, Mark Brenner y Kerry R. Kelts


1997 A 3500 14C yr high-resolution record of water-kevel changes in Lake Titicaca, Boli-
via-Peru. Quaternary Research, 47 (2): 169-180.
Abraham, Sarah
2006 The Late Intermediate Period occupation of Pukara, Peru. Tesis de Maestría, University
of California, Santa Barbara.
Albarracin-Jordan, Juan y James Edward Matthews
1990 Asentamientos prehispanicos del valle de Tiwanaku 3. Producciones CIMA, La Paz.
Arkush, Elizabeth
2008 War, chronology, and causality in the Titicaca Basin. Latin American Antiquity 19(4):
339-373.
2009 Pukaras de los collas: Guerra y poder regional en la cuenca norte del Titicaca du-
rante el período Intermedio Tardío. En Ziolkowski, Mariusz; Justin Jennings, Luis
Belan Franco y Andrea Drusini (eds.): Arqueología del Área Centro Sur Andina: 463-480.
Centro de Estudios Precolombinos, Universidad de Varsovia.
2011 Hillforts of the ancient Andes: Colla warfare, society, and landscape. University Press of
Florida. Gainesville.
Arkush, Elizabeth y Charles Stanish
2005 Interpreting conflict in the ancient Andes: implications for the archaeology of war-
fare. Current Anthropology, 46(1): 3-28.
Ayca Gallegos, Oscar
1995 Sillustani. Instituto de Arqueología del Sur. Tacna.
316 / Los pukar as y el poder: Los collas en la cuenca...

Bandelier, Adolph
1910 The islands of Titicaca and Koati. The Hispanic Society of America. New York.
Bauer, Brian y Lucas Kellett
e.p. Cultural transformations of the Chanka heartland (Andahuaylas, Peru) during the
Late Intermediate Period (AD 1000-1400). Latin American Antiquity.
Betanzos, Juan de
1996 [1551-7] Narrative of the Incas. University of Texas Press, Austin.
Binford, Michael, Alan Kolata, Mark Brenner, John Janusek, Matthew Seddon, Mark Abbott y
Jason Curtis
1997 Climate variation and the rise and fall of an Andean civilization. Quaternary Re-
search, 47: 235-248.
Bouysse-Cassagne, Thérèse
1975 Comparative maps of the languages and ethnic groups of the Collao. En Cook, N.
David (ed.): Tasa de la visita general de don Francisco de Toledo. Universidad de San
Marcos. Lima.
1978 L’éspace Aymara: urco et uma. Annales; Economies, Sociétés, Civilisations, 5-6: 1057-
1080.
Browman, David
1994 Titicaca basin archaeolonguistics: Uru, Pukina and Aymara A.D. 750-1450. World Ar-
chaeology, 26(2): 235-251.
Brown Vega, Margaret y Nathan Craig
2009 New experimental data on the distance of sling projectiles. Journal of Archaeological
Science, 36(6): 1264-1268.
Capoche, L.
1959 [1585] Relación general de la villa imperial de Potosí, un capítulo inédito en la his-
toria del nuevo mundo. Biblioteca de Autores Españoles, 112: 9-221.
Cerrón-Palomino, Rodolfo
2000 El origen centroandino del Aimara. En Kaulicke, Peter y William H. Isbell (eds.):
Wari y Tiwanaku: Modelos y Evidencias, Primera Parte. Boletín de Arqueología PUCP, 4:
131-142. Fondo de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima.
Chervin, Arthur
1913 Aymaras and Quichuas: a study of Bolivian anthropology. Proceedings of the Interna-
tional Congress of Americanists, 18(1): 63-74.
Cieza de León, Pedro
1985 [1553] Crónica del Perú: Segunda Parte. Pontifica Universidad Católica del Perú. Lima.
Covey, R. Alan
2008 Multiregional perspectives on the archaeology of the Andes during the Late Interme-
diate Period (c. AD 1000-1400). Journal of Archaeological Research, 16: 287-338.
D’Altroy, Terence
2002 The Incas. Blackwell. Malden.
De la Vega, Edmundo
1990 Estudio arqueológico de Pucaras o poblados amuralladas de cumbre en territorio Lupaqa: El
caso de Pucara-Juli. Tesis de bachiller. Universidad Católica Santa María. Arequipa.
Diez de San Miguel, Garci
1964 [1567] Visita hecha a la provincia de Chucuito. Casa de la Cultura del Perú. Lima.
317 / Elizabeth Arkush

Frye, Kirk L. y Edmundo De la Vega


2005 The Altiplano period in the Titicaca basin. En Stanish, C.; Amanda Cohen y Mark
Aldenderfer (eds.): Advances in Titicaca Basin Archaeology I: 173-184. Cotsen Institute
of Archaeology Press, UCLA. Los Angeles.
Garcilaso De la Vega, El Inca
1966 [1609] Royal commentaries of the Incas and general history of Peru. University of Texas
Press. Austin.
Guaman Poma de Ayala, Felipe
1980 [1613] El Primer nueva cronica y buen gobierno. 3 vols. Siglo Ventiuno. México D.F.
Hyslop, John
1976 An archaeological investigation of the Lupaqa Kingdom and its Origins. Tesis doctoral.
Columbia University.
Inojosa, José Maria Franco y Alejandro Gonzales
1936 Exploraciones arqueológicas en el Perú- Departamento de Puno. Revista del Museo
Nacional, 5(2):157-183.
Janusek, John W.
2004 Collapse as cultural revolution: Power and identity in the Tiwanaku to Pacajes tran-
sition. En Vaughn, Kevin, Dennis Ogburn y Christina Conlee (eds.): Foundations of
Power in the Prehispanic Andes: 175-210. Archaeological Papers of the American An-
thropological Association, vol. 14. Arlington.
Janusek, John W. y Alan L. Kolata
2003 Pre-Hispanic rural history in the Katari Valley. En Kolata, Alan (ed.): Tiwanaku and
its Hinterland. Archaeology and Paleoecology of an Andean Civilization. Vol. 2: Urban and
Rural Archaeology: 129-171. Smithsonian Institution, Washington D.C.
Julien, Catherine
1983 Hatunqolla: A view of Inca rule from the Lake Titicaca region. Series Publications in An-
thropology 15. University of California Press. Berkeley.
Kidder II, Alfred
1943 Some early sites in the northern Lake Titicaca basin. Papers of the Peabody Museum of
American Archaeology and Ethnology, Harvard University 27. Cambridge.
Klarich, Elizabeth
2005 From the monumental to the mundane: Defining Early Leadership Strategies at Late Forma-
tive Pukara, Peru. Tesis doctorado, University of California, Santa Barbara.
La Barre, Weston
1948 The aymara indians of the Lake Titicaca plateau. American Anthropological Associa-
tion. Menasha.
Lumbreras, Luis
1974 Los reinos post-Tiwanaku. Revista del Museo Nacional, 40: 55-85.
Lumbreras, Luis y Hernán Amat O.
1966 Secuencia cronológica del altiplano occidental del Titicaca. En Actas y Memorias del
XXXVII Congreso Internacional de Americanistas, vol. 2: 75-106. Buenos Aires.
Murra, John
1964 Una apreciación etnológica de la visita. En Visita hecha a la provincia de Chucuito
[1567]. Casa de la Cultura del Perú. Lima.
318 / Los pukar as y el poder: Los collas en la cuenca...

1972 El “control vertical” de un máximo de pisos ecológicos en la economía de las socie-


dades andinas. En Murra, John (ed.): Visita a la provincia de León de Huánuco en 1562:
427-476. Universidad Nacional Hermilio Valdizan. Huánuco.
Neira Avedaño, Máximo
1962 Informe preliminar de la expedición arqueológica al altiplano. Kontisuyo: Boletín del
Museo de Arqueología e Historia de la UNSA. Arequipa.
1967 Informe preliminar de las investigaciones arqueológicas en el departamento de
Puno. Anales del Instituto de Estudios Socio Económicos, 1(1):107-164.
Pachacuti Yamqui Salcamayhua, Joan de Santa Cruz
1993 [1613] Relación de antigüedades deste reyno del Pirú. Travaux de l’Institut Francais
d’Etudes Andines No. 74. Institut Francais d’Etudes Andines. Lima.
Palacios R., Julián
1934 Puno arqueológico. Revista del Museo Nacional, 3(3): 235-40.
Ravines, Rogger
2008 Las chullpas de Sillustani: encuentros y desencuentros. Boletín de Lima, (151): 45-72.
Revilla Becerra, Rosanna y Mauro Uriarte Paniagua
1985 Investigación arqueológica en la zona de Sillustani-sector Wakakancha-Puno. Tesis de ba-
chiller. Universidad Católica Santa María. Arequipa.
Rostworowski de Diez Canseco, Maria
1999 History of the Inca Realm. Cambridge University Press. Cambridge.
Rowe, John
1985 Probanza de los Incas Nietos de Conquistadores. Histórica, 9(2):193-245.
Ruiz Estrada, Arturo
1973 Las ruinas de Sillustani. Tesis de doctorado. Universidad Nacional Mayor de San Mar-
cos. Lima.
1976 Hallazgos de oro Sillustani (Puno). Serie Metalurgia no. 1. Publicaciones del Museo Na-
cional de Antropología y Arqueología. Lima.
Saignes, Thierry
1986 The ethnic groups in the valleys of Larecaja: from descent to residence. En Murra,
J.; N. Wachtel y J. Revel (eds.): Anthropological History of Andean Polities: 311-341. Cam-
bridge University Press. Cambridge.
Spurling, G. E.
1992 The organization of craft production in the Inka State: The potters and weavers of Milliraya.
Tesis de doctorado. Cornell University.
Stanish, C., E. De la Vega, L. Steadman, C. Chavez, K.L. Frye, L. Onofre, M.T. Seddon y P. Cali-
saya
1997 Archaeological survey in the Juli-Desaguadero region of the Lake Titicaca Basin, southern
Peru. Fieldiana Anthropology 29. Field Museum of Natural History. Chicago.
Stanish, Charles
1992 Ancient andean political economy. University of Texas Press. Austin.
2003 Ancient Titicaca: The Evolution of Complex Society in Southern Peru and Northern Bolivia.
University of California Press. Berkeley.
Tapia Pineda, Félix
1993 Desarrollo histórico social preinka en la provincia de Puno. Grupo de Arte Utaraya.
Puno.
319 / Elizabeth Arkush

Thompson, Lonnie G., Ellen Mosley-Thompson, John F. Bolzan y Bruce R. Koci


1985 A 1500-year record of tropical precipitation in ice cores from the Quelccaya ice cap,
Peru. Science, 229: 971-973.
Thompson, Lonnie G.; Ellen Mosley-Thompson, Willi Danzgaard y Pieter M. Grootes
1986 The Little Ice Age as recorded in the stratigraphy of the tropical Quelccaya ice cap.
Science, 234: 361-364.
Toledo, Francisco de
1940 [1570] Información hecha por orden de Don Francisco de Toledo en su visita de las
Provincias del Perú. En Levillier, R. (ed.): Don Francisco de Toledo, Supremo Organizador
del Perú, su Vida, Su Obra [1515-1582]. Vol. 2: 14-37. Espasa-Calpe. Buenos Aires.
Topic, John R. y Theresa L. Topic
1987 The archaeological investigation of Andean militarism: Some cautionary observa-
tions. En Haas, Jonathan; Sheila Pozorski y Thomas Pozorski (eds.): The Origins and
Development of the Andean State: 47-55. Cambridge University Press. Cambridge.
Torero, Alfredo
1987 Lenguas y pueblos altiplánicos en torno al Siglo XVI. Revista Andina, 5(2): 329-405.
1992 Acerca de la familia lingüística Uruquilla. Revista Andina, 19:171-91.
Tschopik, Harry
1946 The Aymara. En Steward, Julian (ed.): Handbook of South American Indians, vol. 2: 501-
574. Smithsonian Institution Press. Washington D.C.
Tschopik, Marion H.
1946 Some notes on the archaeology of the Department of Puno. Papers of the Peabody Mu-
seum of American Archaeology and Ethnology, Harvard University 27. Cambridge.

Potrebbero piacerti anche