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“¿Les preocupa la educación? A mí, sí. Y una de mis mayores preocupaciones es que,
pese a las reformas que se están llevando a cabo en sistemas educativos de todo el mundo,
muchas de ellas están impulsadas por intereses políticos y comerciales que tienen una
idea equivocada de cómo aprende la gente y de cuál es el verdadero funcionamiento de
las grandes escuelas. Como consecuencia, están perjudicando las perspectivas de futuro
de innumerables jóvenes”.
“Sea quien sea y esté donde esté, usted tiene poder para cambiar el sistema. En todo el
mundo hay muchas escuelas magníficas, profesores maravillosos y líderes inspiradores
que están trabajando de forma creativa para brindar a nuestros alumnos la clase de
educación personalizada, compasiva y orientada a la comunidad que necesitan”.
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En nuestro día a día (no solo dentro del aula, sino también fuera) podemos observar casos
de desmotivación, estrés, baja tolerancia a la frustración, incapacidad para regular la ira
en situaciones de conflicto, actos violentos, maltrato, y un largo etcétera. En todos estos
casos, la importancia de las emociones se hace evidente.
Investigaciones recientes demuestran que muchos de los problemas que surgen en las
empresas u organizaciones tienen que ver la mayor parte de veces con la inteligencia
emocional de las personas. Dicho en otras palabras, podríamos decir que muchos
problemas sociales y personales son una manifestación del analfabetismo emocional.
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La educación emocional, como proceso continuo y permanente, debe estar presente desde
el nacimiento, durante la educación infantil, primaria, secundaria y superior, así como a
lo largo de la vida adulta. Por lo tanto, la educación emocional adopta un enfoque de ciclo
vital, que se prolonga durante toda la vida.
Por otra parte se propone el desarrollo humano; es decir, el desarrollo personal y social;
o dicho de otra manera: el desarrollo de la personalidad integral del individuo. Esto
incluye el desarrollo de la inteligencia emocional y su aplicación en las situaciones de la
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momento en que ocurre. Una incapacidad en este sentido nos deja a merced de las
emociones incontroladas.
2) Manejar las emociones: La habilidad para manejar los propios sentimientos a fin de
que se expresen de forma apropiada se fundamenta en la toma de conciencia de las propias
emociones. La habilidad para suavizar expresiones de ira, furia o irritabilidad es
fundamental en las relaciones interpersonales.
3) Motivarse a sí mismo: Una emoción tiende a impulsar hacia una acción. Por eso,
emoción y motivación están íntimamente interrelacionados. Encaminar las emociones, y
la motivación consecuente, hacia el logro de objetivos es esencial para prestar atención,
auto motivarse, manejarse y realizar actividades creativas. El autocontrol emocional
conlleva a demorar gratificaciones y dominar la impulsividad, lo cual suele estar presente
en el logro de muchos objetivos. Las personas que poseen estas habilidades tienden a ser
más productivas y efectivas en las actividades que emprenden.
5) Establecer relaciones: El arte de establecer buenas relaciones con los demás es, en
gran medida, la habilidad de manejar las emociones de los demás. La competencia social
y las habilidades que conlleva, son la base del liderazgo, popularidad y eficiencia
interpersonal. Las personas que dominan estas habilidades sociales son capaces de
interactuar de forma suave y efectiva con los demás.
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Dicho todo esto, podemos deducir que los objetivos generales de la educación
emocional son:
- Adquirir un mejor conocimiento de las propias emociones: saberlas identificar y
denominar.
- Identificar las emociones de los demás.
- Desarrollar la habilidad de controlar las propias emociones.
- Prevenir los efectos perjudiciales de las emociones negativas.
- Desarrollar la habilidad para generar emociones positivas.
- Subir el umbral de tolerancia a la frustración.
- Desarrollar una mayor competencia emocional.
- Desarrollar la habilidad de auto motivarse.
- Adoptar una actitud positiva ante la vida.
- Etc.
Los expertos dicen que en la sociedad del mañana, los niños van a tener que poseer altas
dosis de confianza, ser muy flexibles, y adaptarse a muchas situaciones cambiantes en
poco tiempo; además, van a tener que saber gestionar sus emociones, especialmente la
ansiedad ante estos cambios.
Y es que, si aplicamos todo lo que sabemos sobre educación emocional a nuestro ámbito,
el escolar, podremos afirmar que es tan importante trabajar para que nuestros alumnos
aprendan, como trabajar para que crezcan emocionalmente sanos. ¿Por qué? Porqué una
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cosa va ligada a la otra, y solo así lograremos en ellos un desarrollo pleno y equilibrado.
Por ejemplo: ¿cuántas veces hemos comentado entre maestros “este niño tiene muchísimo
potencial y es súper inteligente, pero es un niño que sufre, y no puede dar lo mejor de sí”,
o “ésta niña tiene muchas capacidades para aprender, pero no está motivada”.
¿Todos nuestros alumnos disponen de estos siete ingredientes? Piense en un alumno suyo
al que llamaríamos “bueno”, al que los estudios le van bien, al que aprende con facilidad.
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Si lo relaciona con estos siete ingredientes, seguramente se dará cuenta de que tiene un
poco de los siete. Piense ahora en un alumno “malo”, al que le cuesta aprender y que su
rendimiento no es muy bueno... Si lo relaciona con estos siete ingredientes, seguramente
observará que en alguno (¡o en más de uno!) presenta carencias.
Es cierto que nuestro único fin como maestros no es crear escuelas para que los niños
sean felices, como tampoco lo es hacer escuelas para que los niños crezcan
emocionalmente sanos. Pero nosotros, los maestros, sabemos que si los niños y niñas
están felices y sanos, aprenden mejor. Y que si los niños tienen un entorno satisfactorio y
motivador, tendrán más ganas de asistir a clase y el aprendizaje se dará con más
probabilidad. La pregunta es: si sabemos que existen estrategias de aprendizaje que
facilitan que los niños quieran ir a la escuela, ¿por qué seguimos con estrategias y métodos
que hacen que los niños no tengan ganas de ir?
En ese sentido, debemos cambiar la idea tradicional de escuela como simple transmisora
de conocimientos que se memorizan y se reproducen. La misión de la escuela de hoy,
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dicen muchas investigaciones, es la de desarrollar competencias para la vida. Y eso es
lo que la educación emocional persigue.
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Sin embargo, cada vez son más las investigaciones que afirman que la educación
emocional debe estar presente en el aula, y que sólo si se trabaja conjuntamente con el
resto de áreas curriculares, se logra un desarrollo integral del alumno.
La competencia emocional de una persona está en función de las experiencias vitales que
ha tenido. Como maestros, podemos formarnos para ofrecer a nuestros alumnos
experiencias educativas que tengan en cuenta sus emociones; para que sean competentes
emocionalmente. Si trabajamos la educación de las emociones des de la escuela,
estaremos formando a una sociedad del futuro más competente a todos los niveles, pero
sobretodo, más feliz y emocionalmente sana.
Así pues, ¿qué pensáis? ¿Vale la pena educar emocionalmente a nuestros alumnos y
formarnos en educación emocional? Si la respuesta es sí... ¡sigamos adelante!
¿Qué hace un maestro que educa emocionalmente? Como maestro, ¿qué puedo hacer para
trabajar las emociones con mis alumnos en clase?
Nuestras emociones son resultado del contacto con nuestro entorno y, por lo tanto, son
espontaneas. Como maestros, podemos educar a nuestros alumnos para que construyan
sentimientos a partir de las emociones espontáneas que surgen en clase. La cuestión es:
¿Qué tipo de sentimientos nos interesa que emerjan para que nuestros alumnos se puedan
desarrollar personal y socialmente? ¿Cuales son los sentimientos clave que debemos
provocar?
Cuando los maestros se comportan así, los niños se sienten seguros: con el grupo, con los
maestros, y consigo mismos. Y es cuando el alumno siente esa seguridad emocional, esa
confianza, que aparecen las ganas de explorar el entorno, de conocer el mundo que le
rodea, de hacerse preguntas y querer saber las respuestas. Por lo tanto, cualquier maestro/a
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en el aula tiene que asegurar un clima de seguridad, despertando sentimientos de
confianza en sus alumnos y en el grupo.
Es importante que en nuestra aula planteemos retos. Pero es muy importante también que
retemos a los niños en función de lo que saben y de lo que les gusta hacer. Si ofrecemos
a un niño un reto demasiado alcanzable (fácil) para él, o un reto que no le interesa en
absoluto, el sentimiento que le vamos a despertar va a ser el de aburrimiento (con lo cual
será difícil que haya aprendizaje). Si por el contrario, le ofrecemos al niño un reto que es
demasiado difícil para su capacidad y que él percibe como inalcanzable, el sentimiento
que le vamos a provocar será el de frustración o ansiedad. En el momento en que
ofrecemos al niño un reto que, aun no siendo demasiado fácil, él percibe como alcanzable,
y además, sobre un tema que le interesa, estaremos despertando en él la motivación. Esa
motivación le llevará a persistir y a continuar en el proceso de aprendizaje.
Pero también existe el sentimiento de identidad a nivel individual. Se produce por los dos
sentimientos anteriores (seguridad y autoeficacia), y también a través de las siguientes
acciones:
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- Facilitar que los alumnos se expresen diferencialmente: que hagan cosas sólo
porqué se les ocurre a ellos, porqué ellos mismos las han pensado, no porqué el
maestro se las dice o les obliga.
- Tratar de no homologar, sino de facilitar que exista la expresión diferencial, la
expresión individual de sí mismos. Reconocerles por lo que son, totalmente
diferentes a los demás.
- Ayudarles a organizar su pasado: el niño debe tener consciencia de sus progresos.
Si hablamos del pasado, de las cosas que nos han afectado emocionalmente, en el
grupo, en el aula, en las materias, con los distintos maestros... ayudamos a que el
niño se vaya organizando en una identidad, en un sentido de sí mismo, en el
autoconocimiento, algo muy importante de cara a la motivación posterior.
● Sentimiento de curiosidad: es un sentimiento natural, todos los niños nacen con él. Sin
embargo, en muchas ocasiones puede acabar muy reducido según las prácticas que
realizamos. Por eso es imprescindible fomentar la curiosidad y admiración de nuestros
alumnos por la diversidad, entendiendo diversidad en su sentido más amplio: diversidad
natural, diversidad de las especies, diversidad de las personas. Para ello, tenemos que
intentar que todas nuestras actividades cumplan una serie de condiciones:
- Que los alumnos y alumnas aporten su propia visión de las cosas: partiendo de su
conocimiento previo y de su derecho de expresión, organizar las actividades de tal manera
que los niños hablen acerca de lo que piensan sobre un tema concreto, porqué seguro que
algo saben.
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¿Qué competencias necesita el maestro/a para poder desarrollar todo esto? ¿Cuáles son
las cualidades de un buen educador emocional?
● Guía: no dirige a sus alumnos ni les da los conocimientos directamente, sino que les da
● Observador: analiza y trata de conocer los puntos fuertes, los puntos débiles, intereses,
motivaciones, sentimientos y preocupaciones de sus alumnos... para así poder enseñarles
de la forma que más se adapte a ellos. Eso también le ayuda a intimar y a establecer
buenas relaciones con ellos, aumentando su nivel de confianza y seguridad en sí mismos.
● Referente: sabe que establecer un vínculo afectivo fuerte y sano con sus alumnos es la
base para empezar a construir aprendizaje con ellos. Enseña dando ejemplo.
● Motivador: sabe que tener al alumno motivado es clave para que aprenda. Un alumno
que estudie sin ganas y con una actitud pasiva difícilmente va a aprender. Por eso trata
siempre de buscar la forma de llamar su atención y que se divierta mientras aprende.
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● Participativo y con iniciativa: el maestro vive el aprendizaje de sus alumnos de una
forma activa, estando a su lado y acompañándolos en todo momento, no mirándolos de
lejos.
● Cree en el cambio, en la transformación: parte de la idea de que las cosas que se han
hecho siempre de la misma forma no significa que se hayan hecho correctamente.
Igualmente, cree en el potencial de cada uno de sus alumnos y por eso trabaja para que
mejoren día a día.
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un tono pausado y grave, probablemente será más efectivo que hacerle copiar la frase “no
lo volveré a hacer”).
● Conoce la importancia del diálogo: sabe escuchar, lo que significa que dedica tiempo
a analizar y a reflexionar sobre lo que los niños le cuentan, intentando imaginarse su
universo. Además de escuchar, sabe hacer preguntas que ayuden al niño a reflexionar y a
desarrollar la comprensión de sí mismo y de aquello que se está tratando. Sabe argumentar
y debatir, y considera el aula como un espacio de debate constante acerca de los temas
que se están tratando. Sabe hablar y comunicarse en público y facilita así que sus alumnos
sepan hacerlo, aprendiendo a desarrollar discursos, a organizarse y a comunicarse para
trabajar en equipo.
● Educa a través de la acción: Se basa en el principio “hacer para conocer”, ya que sabe
que de nada le sirve al alumno que le cuenten una lección, si esta lección no la puede
poner en práctica, si no la puede experimentar por sí mismo. Por eso, procura brindar a
sus alumnos ejemplos prácticos, les ofrece oportunidades para descubrir por sí mismos,
para experimentar, creando situaciones en donde vivan el aprendizaje en primera persona.
Utiliza las dinámicas de grupos para que tanto alumnos cómo él mismo aprendan a
conocerse a sí mismos y a los demás ante distintas situaciones sociales.
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docentes... porqué dependen de ellas. Su expresión de cómo
se siente, ya sea de forma verbal o gestual, les es una guía,
una orientación. El maestro expresa emociones positivas
para contagiar, para animar, para ilusionar a sus alumnos. Y
también conoce la importancia de expresar emociones
negativas de manera coherente, algo clave para saber poner
límites, que a su vez dan seguridad al alumno.
Los cambios educativos y sociales suelen ser lentos. Aunque ya hace más de veinte años
que se está investigando sobre el tema y que hay mucha gente que habla de ello, lo cierto
es que la propuesta de la Educación Emocional sigue afectando poco a la práctica
educativa diaria. De nosotros, maestros de hoy, depende que haya buenos educadores
emocionales en las aulas para los jóvenes del mañana.
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