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LA DOLARIZACIÓN Y SUS CONSECUENCIAS

TRIBUNA POPULAR
ANDRÉS VILLADIEGO.
Especial para TP
Economista

Nuevamente toma fuerza el debate acerca de la idoneidad de la dolarización formal de la economía


venezolana, en esta ocasión en el marco de la venidera elección presidencial. Uno de los candidatos
de la oposición ha propuesto la dolarización como mecanismo para frenar la hiperinflación y
recuperar –según afirma– el poder adquisitivo de la población. Los defensores de esta propuesta
aseguran que, como una panacea, será la solución a todos los males de la economía venezolana,
pero no hacen mención alguna acerca de sus graves consecuencias negativas de mediano y largo
plazo.

Hay que aclarar que una dolarización en términos generales implica la adopción por un país de un
signo monetario emitido por el gobierno de otro país; esto significa que un efecto similar podría
obtenerse por medio de la adopción de cualquier divisa, tal como el euro o el dólar canadiense, no
necesariamente el dólar de Estados Unidos de América.

Las experiencias indican que ésta es una medida eficaz en términos de frenar la hiperinflación,
debido a que el país que adopta la moneda extranjera acaba mostrando tasas de inflación similares
a las del país emisor. En el corto plazo, las tasas de inflación se reducen de manera significativa,
aunque el problema no desaparece de manera inmediata. Por ejemplo, en el caso de Ecuador, cuyo
gobierno adoptó el dólar de EEUU en 2000, en el primer año de dolarización la tasa de inflación
aumentó a 91%, pero al año siguiente dicha tasa se redujo al 22%, para luego descender a un dígito
a partir del tercer año.

Efectos negativos

Pero aunque lo resultados positivos de esta política son innegables, sus altos costos no tardan
mucho en aparecer. De entrada, la dolarización implica la renuncia del país a su soberanía en
términos de política monetaria, y la imposibilidad de aplicar la política cambiaria para fines de
corrección de desequilibrios fiscales.
Si se estableciera la dolarización en Venezuela, en lo inmediato se produciría una convergencia de
precios de muchas mercancías nacionales con los precios internacionales. Por ejemplo, los precios
de la gasolina, el gas, la electricidad, las telecomunicaciones, otros servicios básicos y muchos
servicios profesionales como la medicina privada, necesariamente se incrementarían hasta
equipararse con los precios internacionales, lo cual produciría un «shock» inflacionario en un plazo
muy corto. Si las empresas, públicas o privadas, operan con estructuras de costos dolarizadas, el
resultado inmediato es el traslado de dichos costos a los precios finales, afectando negativamente
a la clase trabajadora.

Ningún defensor de la dolarización hace mención de los ajustes de precios en dólares que se
aplicarían de manera inmediata, como tampoco mencionan que esa no sería la peor de las
consecuencias. Otros aspectos como el rezago de los salarios, los riesgos de un estancamiento
crónico y el endeudamiento externo como mecanismo de compensación a la caída de los ingresos
fiscales, serán tratados en las siguientes entregas.

La dolarización, colocada nuevamente en el debate público como propuesta para superar la


hiperinflación que sufre la economía venezolana, implica necesariamente la pérdida de soberanía
en el diseño y ejecución de la política monetaria y cambiaria, dejando en poder de instituciones
financieras externas un importante componente de nuestra política económica general.

Los efectos de la adopción por un país del signo monetario de otro, dejan al primero con poco
margen de maniobra para afrontar las recurrentes crisis cíclicas que se presentan en la economía
mundial. Como la experiencia internacional ha demostrado, la carga de los ajustes
macroeconómicos resultantes termina sobre los hombros de la clase obrera.

En Venezuela, durante las últimas décadas se ha recurrido a la devaluación del bolívar como
principal mecanismo compensatorio ante el descenso de los ingresos fiscales producto de las caídas
del precio del petróleo. La devaluación ha permitido al Estado obtener más bolívares por cada dólar
proveniente del negocio petrolero, lo que ha encarecido las importaciones y generado inflación
debido al alto volumen de productos importados que se comercializan en el país. Con la dolarización,
esta opción desaparecería por completo y sólo quedarían dos posibles mecanismos de
compensación: el endeudamiento y el recorte en los gastos del Estado (recorte fiscal). Las
experiencias internacionales demuestran que ambos mecanismos están interrelacionados.

El caso europeo
Un ejemplo equivalente a la dolarización lo constituyen las economías más débiles de la Unión
Europea (UE) que adoptaron el euro, un signo monetario hecho a la medida de Alemania y Francia,
las economías dominantes. Tras su «euroización», los países con menos posibilidades de competir
en el mercado mundial tuvieron que recurrir al endeudamiento para compensar la caída de sus
exportaciones y cubrir sus déficits fiscales y de balanza de pagos. Como resultado, Grecia aumentó
su deuda externa en 80% entre 2005 y 2010, España la duplicó en apenas tres años (2007-2010),
Portugal debió solicitar un «rescate financiero» que en realidad incrementó su deuda en 74.000
millones de euros. Situaciones similares se presentaron en Chipre, Eslovenia e Irlanda.

Una vez agotadas sus posibilidades de endeudamiento, esos países fueron forzados a acudir a los
organismos financieros internacionales, que les exigieron todo tipo de recortes para garantizar la
recuperación de los créditos. Los programas de austeridad, privatizaciones, despidos masivos y
eliminación de pensiones que debieron aplicar, son el resultado final de haber adoptado un signo
monetario y unas condiciones de comercio internacional que no se corresponden con sus niveles
reales de productividad.

El escaso desarrollo productivo venezolano permite prever que la dolarización tendría en nuestro
país efectos similares o todavía peores. Supondría mayores niveles de endeudamiento y enormes
dificultades adicionales para reducir el déficit fiscal, lo cual abonaría el terreno para una situación
que a mediano plazo implicaría todavía mayores sacrificios para el pueblo trabajador venezolano.

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