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W “Tousveen (A), 2 GS Bpava ; Biloete? Uva nevada comparativa (Sig's KIK-XK), Madeid, Tors, Qoto, VI LA TRANSICION DEMOCRATICA DESDE UNA PERSPECTIVA COMPARADA Pamela Radcliff Prrede que no exista otro momento en la historia modema de Espaiia que se haya integrado tan plenamente en la investiga cién comparada como la exitosa transicién democratica de la década de los setenta. Mas atin, quizas sea la primera vez que dicha comparacién presenta a Espaia como el modelo positivo para emular, en lugar del fracaso que hay que compadecer 0 evitar. Desde el mito de la Leyenda Negra a la wagedia de la Guerra Civil, Espafia ha ocupado siempre el mismo innoble lu- gar en las tablas comparativas del progreso de Ia civilizacién occidental, El estigma del “retraso” o la “diferencia” espaiio- les ha sido cuestionado en décadas recientes por historiadores como David Ringrose, quien ha mantenido que el desarrollo modero de Espafia encuadra perfectamente dentro de patro- nes europeos mas amplios. Pero este revisionismo en el ambito de la historia de Espafia no ha afectado a su estatus, implicita- mente inferior, en la historiograffa comparada contemporé- nea o la cultura popular. Sélo tras la transicién democratica de finales de los setenta, empezaron algunos estudiosos, tanto dentro como fuera del pais, a considerar que Espana se habia integrado en los «patrones normales de la Europa Occidental» como declaraban Guillermo O'Donnell y Phillip Schmitter en su pionero estudio comparado de las transiciones del Sur euro- peo, publicado a mediados de la década de los ochenta. El pre- sente articulo explora este nuevo papel positivo de Espafia en 241 | esecreomateresinis 261 ® aoe 1258 ® @ Bs Eras one? el Ambito de los estudios comparados relativos a los procesos de democratizaci6n, y sus consecuencias a la hora de contex- tualizar la Transicién dentro y fuera de Ia historia de Espatia. ESPANAYLA “TERCERA OLA» DE DEMOGRATIZACION Lo que convirtié a las transiciones del Sur de Europa en algo més que un simple proceso de «normalizacién euro- pea» fue el que éstas fueran presentadas como la vanguardia de una nueva era de democratizaci6n global, la tercera ola en la famosa definicién del politélogo americano Samuel Hun- tington. En el esquema de Huntington, la primera ola de de- mocratizacion empez6 tras las revoluciones de finales del glo xvi, y la segunda, después de la Il Guerra Mundial. La tercera ola, que habria dado comienzo con las transiciones de la segunda mitad de la década de los setenta en el Sur de Europa, incluia los cambios de régimen en Latinoamérica y Asia y culminaba con lo ocurrido en Europa del Este a prin- cipios de los noventa. Hacia finales del siglo xx, muchos ex- pertos en el estudio de las transiciones proclamaron el fin de esa tercera ola, pues después de los noventa apenas hubo transiciones nuevas. De estas docenas de transiciones, la espaiiola ha sido con- siderada universal mente como la més exitosa y la mds conso- lidada, En una reevaluacién de la tercera ola de finales de si- glo, expertos en el estudio de las transiciones como Juan Linz y Alfred Stepan conclufan que sélo se podian conside- rar «consolidadas» las democracias del Sur de Europa, con Fspafiaa la cabeza de estas historias de éxito. De esta forma, la wansicién democratica espaiiola no slo normalizé el es- tatus del pais dentro de Europa, sino que también convirti a Espafia en un modelo global —de hecho, el modelo por excelencia— tanto de democratizacién como de consolida- 242 Ee etpagra ens e212 ® zeure 1280 | cién. ¥ dado que la democratizacién y su tema anejo, la con- solidacién, irrumpieron como aspectos de investigacion de Jas ciencias sociales en los afios ochenta y noventa, el «mode- lo espaiiol> ha mantenido una presencia ubicua en los estu- dios de democratizacién comparada. Si bien el nuevo estatus de Espaiia como modelo positivo ha representado un cambio refrescante, todavia existen pro- blemas y ambigiiedades respecto al criterio mediante el cual Ja perspectiva comparada ha ubicado la transicién espanol. Como algunos de los criticos de Huntington han sefialado, Ia teoria de las olas impone limites arbitrarios entre grupos de transiciones, con importantes consecuencias que hay que tener en cuenta. Asi, al situar a Espaiia y Portugal dentro de Ja misma ola, este modelo las est implicitamente separando del resto de las transiciones ocurridas en Europa Occidental un par de décadas antes. Espaiia sirve entonces como mode- lo, no para Europa —donde la democracia levaba «décadas arraigaday, como sefialaba un libro reciente sobre la transi- cin espafiola—, sino para paises en vias de desarrollo. En este esquema, Espafa acta como un puente entre la Euro- paa la quese ha unido recientemente, y el mundo en vias de desarrollo del cual acaba de emerger. Es decir, la periodiza- cién de Huntington viene a confirmar precisamente el am- biguo papel de Espaiia dentro de Europa. El problema de esta dicotomia implicita es que ofrece una versién demasiado romantica de la existencia de una wadi- cién democratica europea «arraigada». Como sefialé Mark Mazower en su provocativa historia del siglo xx europeo, la de- mocracia tuvo, con pocas excepciones, una tradicién fragil € inestable en Europa hasta su consolidaci6n en la década de los sesenta, En el caso italiano se puede decir que dicha consolida- cidn no culminé hasta ales de los setenta, cuando finalmen- te el partido Comunista se integré en el sistema democratico. Mazower defiende que esta realidad ha sido desfigurada en la 243 es espogracrentiat 288 @ S

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