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Una novela histórica surge como respuesta a dos necesidades según Noel Jitrik (1995): un
deseo de conocerse o el deseo de definir una identidad. En base a esto un autor se remonta a
hechos del pasado con el objetivo de explorar historias no contadas, solapadas por el peso de
los vencedores o con la meta de mostrar una reinterpretación de la historia, que ofrezca una
respuesta desmitificadora, pero que la vez se ajuste al por qué de la construcción colectiva
cultural de una identidad (María Cristina Pons. 2000).
Esto fue lo que llevó a Carlos Fuentes (1928- 2012) a escribir “La muerte de Artemio Cruz”, un
crudo viaje por la Revolución Mexicana y sus consecuencias para el país, desde los ojos de un
militar que se enriqueció inescrupulosamente.
Yo, tú y él
“La muerte de Artemio Cruz” narra la muerte de un militar y político mexicano. Comienza
desde el momento de su muerte y avanza de manera no lineal describiendo su vida y
enriquecimiento. En palabras de su autor:
Esto produce una extrañeza en el lector que se ve forzado a reconstruir a través de las doce
fechas los sucesos más importantes de la vida de Cruz. Este recurso es conocido como
fragmentación utilizado por William Faulkner, quien fuera una de las mayores influencias de
Fuentes. La fragmentación causa una sensación de quiebre constante entre el tiempo del
relato, la conciencia del agonizante y su vida pasada, y obedece a la representación de los
delirios, desvaríos de un hombre que está muriendo con mucho dolor en medio de una familia
que lo desprecia y solo lo acompañan ávidos de leer su testamento.
Como menciona Fuentes, el yo está narrado en tiempo presente, cuenta el ahora de Cruz
quien está postrado en la cama convaleciente de un dolor abdominal muy fuerte, en el vaivén
de los médicos y su secretario Padilla observa a su familia, a su hija Teresa y a su esposa
Catalina que lo interrogan constantemente por el testamento.
“Yo dejo que hagan, que me levanten pesadamente, mientras gimo. No les debo nada
a ustedes. No puedo, no puedo, no elegí, el dolor me dobla la cintura, me toco los pies
helados. (…) Piensa ayer. No estás loco; no sufres tanto, pudiste pensar eso. Ayer ayer
ayer. Ayer Artemio Cruz voló de Hermosillo a México. Sí. Ayer Artemio Cruz…Antes de
enfermarse…No, no se enfermó (…) No enfermo no. No Artemio Cruza no. Otro. En un
espejo colocado frente a la cama del enfermo. El otro. Artemio Cruza. Su gemelo.
Artemio Cruz está enfermo. El otro…” (p.6)
La revolución fallida
Para tratar este punto es necesario recurrir al revisionismo histórico proporcionado por la
obra. Artemio Cruz es un teniente dentro del Ejército Constitucionalista que se oponía a
Pancho Villa y a Emiliano Zapata (“Una vez que dominaran el ejército de Pancho Villa habría
paz. Paz. Pag 88), es capturado por un grupo perteneciente a la División del Norte cuando
estos huían hacia el norte. Zagal (el teniente a cargo de la captura de Cruz) intenta presionarlo
para obtener información que les permita escapar con vida. Cruz se niega y en prisión conoce a
Gonzalo Bernal, hermano de su futura esposa Catalina.
Bernal aparece como un antagónico a todo lo que representa Cruz. No hay crueldad en este
hombre, sino idealismo, una aspiración a ver a México libre de ladrones extranjeros y
mexicanos pobres. Bernal analiza críticamente a la Revolución:
“Una revolución empieza a hacerse desde los campos de batalla, pero una vez que se
corrompe, aunque siga ganando batallas militares ya está perdida. Todos hemos sido
responsables. Nos hemos dejador dividir y dirigir por los concupiscentes, los
ambiciosos, los mediocres- Los que quieren una revolución de verdad, radical,
intransigente, son por desgracia hombres ignorantes y sangrientos. Y los letrados solo
quieren una revolución a medias, compatible con lo único que les interesa: medrar,
vivir bien, sustituir a la élite de don Porfirio. Ahí está el drama de México” (p. 96)
Podría inclusive verse a Bernal como un reflejo del pensamiento de Fuentes que tachó de
“corrupta” a la Revolución Mexicana.
Cruz, por otra parte, está en el ejército por las posibilidades de progreso que implica, desea
dinero y poder, pero ante todo, Cruz representa la imagen del mexicano que reniega de su
identidad: él detestaba México, lo veía como a un país sucio y mediocre, desnudo, incapaz de
crecer. Describía a su gente como seres ruidosos que se aferraban a la esperanza inerte de un
milagro, más que nada él deseaba ser como los europeos y estadounidenses, los imitaba en el
habla y la vestimenta, sus casas se decoraban según gustos extranjeros. Pero su capacidad de
reflexionar era lo que le impedía ser apenas una copia de lo que él admiraba; Cruz reconocía
que dentro del bien se contenía el mal, las cosas no podían ser estricta y tajantemente buenas
o malas, sino que dentro de Dios también había un poco del Diablo y viceversa.
Así, Cruz y Bernal son antagonistas, Cruz representa la demagogia, el enriquecimiento a costa
del Estado y la malversación y Bernal representa lo noble de la Revolución (por eso a pesar de
que se lo nombra en más de una ocasión, aparece, se expresa y muere fusilado, también es
simbólico que una vez muerto todo el ejército de la División del Norte pisa su cadáver).