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BITTI PERDIDO EN TIERRA DE NADIE

José Luis Velásquez Garambel

Hurgando viejos documentos propiedad de la familia de Gilberto Salas Perea encontré


información sobre pintura colonial, donde resalta Bernardo Bitti, sacerdote asentado en
Juli por 15 años, negado por Teresa Gisbert, José de Mesa y Martín Soria, que además
crearon la denominación de “Escuela Cusqueña”, negando la permanencia de Bitti en Juli,
donde desarrolló gran parte de su obra, lo que huele a que bolivianos y cusqueños
siempre han tratado de ningunear a Puno, aprovechando el patrimonio cultural de ésta,
apreciación que parece chauvinista; pero que parece cierta.
Como se sabe Bitti nació en Camerino (Italia) en 1548 y murió en Lima en 1610.
ordenándose como jesuita en 1568, en 1571 fue destinado al Perú a petición de Diego de
Bracamonte, procurador extraoficial de la provincia del Perú. Vivió en Juli en junto a
Ludovico Bertonio, autor del Vocabulario de la Lengua Aimara, y con otros celebres
artistas e intelectuales de la época.
Cabe recordar que fue el Virrey Toledo quien encomendó la reducción de Juli a los
Jesuitas, que arribaron allí con 10 miembros de la Compañía de Jesús entre ellos Bernardo
Bitti que convertiría la aldea de Juli con sus pinturas y esculturas de carácter religioso en
la “La Roma de las Indias”, siguiendo los pasos de su maestro Miguel Ángel, quien había
hecho la proeza de los frescos de la Capilla Sixtina y del majestuoso David.
Bitti viajó al Cusco en el año 1583 donde permaneció hasta fines de 1584 construyendo
el altar mayor de la iglesia de la Compañía en el Cusco. Una de las pinturas que hizo para
la iglesia fue “La inmaculada concepción”. Después viajó a Juli, ahí vivió 15 años
desarrollando acción evangelizadora, como se hallan en los registros de Salas Perea, cuya
familia posee en su poder los documentos de la acción de los jesuitas en Juli.
Bitti trabajó como pintor y escultor, su obra consistió en realizar una colección de pinturas
para el Colegio de los Jesuitas en Juli, obras que a nuestro tiempo han adquirido un valor
cultural que los cusqueños reclaman poseer mayoritariamente, llegando a explotar su
peso histórico y desde hace algunos años vienen publicitando estudios sobre la llamada
“Escuela Cusqueña”(siempre con el ánimo de granjear mayor turismo), mientras que en
Puno existe una desidia mayúscula por efectuar trabajos sobre el legado histórico en
general.
Para beneficio de traficantes del arte y algunos ladrones de sotana (como el caso de
Vilque, cuya población hace dos años detuvo a su párroco trasladando objetos a destino
no esclarecido), no existe un registro de obras de arte en los templos del altiplano (o se
ha dejado de lado), y que además los procesos de restauración siempre han traído
consigo a falsificadores que han ido de templo en templo hurtando patrimonio pictórico,
con anuencia de autoridades y funcionarios del ex INC (hoy Ministerio de Cultura),no hace
mucho, en la década del 90 se instauró toda una carnicería de guardianes de templos de
varias de las provincias de Puno, el tráfico de obras de arte no fue frenado y ha servido
para saquear templos, huaquear reliquias, implementar rutas de contrabando de piezas
de arte (y para ello hay que remitirse a los inventarios de los museos y demás), que a
propósito de las fiestas que se nos avecinan habría que observar si las hermosas pinturas
de nuestros templos (incluyendo al de la Virgen de la Candelaria) son originales.

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