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Pamplona

Universidad de

Centro de Educación a Distancia

Programas de Educación a Distancia

Independencia y Mapa
Político de América

Nidia Yolive Vera Angarita


José Efrain Cuy Esteban

Formando Colombianos de Bien


Álvaro González Joves
Rector

María Eugenia Velasco Espitia


Decana Facultad de Estudios a Distancia

Luis Armando Portilla Granados


Director Centro de Educación a Distancia
Tabla de Contenido
Presentación
Introducción
Horizontes

UNIDAD 1: Geopolítica de las Colonias Latinoamericanas


Descripción Temática
Horizontes
Núcleos Temáticos y Problemáticos
Proceso de Información
1.1 LA CONQUISTA DEL NUEVO MUNDO Y SUS PRIMERAS FRONTERAS
1.1.1 El Área Cultural Incaica Septentrional Andina Tropical
1.2 LA PRIMERA DIVISIÓN POLÍTICA DE LA AMÉRICA ESPAÑOLA 1534
1.2.1 El Primer Conflicto Fronterizo y los Primeros Virreinatos
1.3 EL SINÓNIMO DE MAPAS INEXACTOS Y PROBLEMAS FRONTERIZOS
EN LA AMERICA LATINA
1.3.1 Problema de Exactitud de Medición de la Línea de Tordesillas
1.4 EL CONOCIMIENTO DE LA TIERRA POR PARTE DE LOS EUROPEOS
EN EL AÑO 1700
1.5 DIVISIÓN ADMINISTRATIVA DE LAS COLONIAS AMERICANAS EN EL
SIGLO XVIII
1.5.1 Virreinato de Nueva Granada
1.5.2 Virreinato del Río de la Plata
1.5.3 Virreinato de Nueva España
Proceso de Comprensión y Análisis
Solución de Problemas
Síntesis Creativa y Argumentación
Autoevaluación
Repaso Significativo
Bibliografía Sugerida

Unidad 2: Proceso de Independencia y Surgimiento de los Estados


Descripción Temática
Horizontes
Núcleos Temáticos y Problemáticos
Proceso de Información
2.1 EL PROCESO DE INDEPENDENCIA
2.1.1 Independencia de Colombia
2.1.2 Independencia del Brasil
2.1.3 La Independencia de México
2.1.4 La Independencia de Venezuela
2.1.5 La Independencia de Chile
2.1.6 Independencia del Ecuador
2.2 LOS ESTADOS INDEPENDIENTES LATINOAMERICANOS
2.2.1 Los Cambios Globales de la Independencia
2.2.2 El Cometido del Extranjero
2.2.3 Análisis de los Casos Nacionales
Proceso de Comprensión y Análisis
Solución de Problemas
Síntesis Creativa y Argumentación
Autoevaluación
Repaso Significativo
Bibliografía Sugerida

Unidad 3: Mapa Político de América


Descripción Temática
Horizontes
Núcleos Temáticos y Problemáticos
Proceso de Información
3.1 LA CONSTANTE EN EL MAPA POLÍTICO LATINOAMERICANO:
INESTABILIDAD Y CONFLICTO
3.1.1 La Guerra del Pacífico (1864-1866)
3.1.2 La Guerra del Chaco
3.1.3 Guerra de la Triple Alianza
3.1.4 Guerra Argentino-Brasileña
3.1.5 Guerra de las Malvinas
3.1.6 Guerra de los Pasteles
3.1.7 Guerra de los Diez Años
3.1.8 Guerra Grande (Uruguay)
3.1.9 Guerra Hispano-Estadounidense
3.1.10 Guerra Mexicano-Estadounidense
3.1.11 Guerra Civil Argentina
3.1.12 Guerra de los Mil Días
3.2 LÍMITES E INTERRELACIONES GEOPOLÍTICAS EN EL CARIBE
3.2.1 División Territorial de América Incluyendo Zonas Marítimas de
200 Millas
3.2.2 Reclamaciones Reales y Potenciales Según Concepto de Zonas
Económicas en el Caribe Oriental
3.3 LAS FRONTERAS EN AMÉRICA
3.4 LOS DESAFÍOS DE LA GEOPOLÍTICA LATINOAMERICANA EN EL
SIGLO XXI
3.4.1 La Realidad Latinoamericana en el Siglo XX
3.4.2 Los Nuevos Conflictos y sus Tipologías
3.5 GEOPOLÍTICA DE LOS RECURSOS NATURALES Y ACUERDOS
COMERCIALES DE AMÉRICA LATINA
3.5.1 ¿Dónde está el Petróleo?
3.5.2 La Energía en la Integración Económica Regional
3.5.3 Los Derechos Frente a la Explotación de Gas y Petróleo
3.5.4 La Violencia y las Guerras Ligadas al Petróleo
3.5.5 A más Petróleo, más Pobreza
3.5.6 La Alternativa 14
Proceso de Comprensión y Análisis
Solución de Problemas
Síntesis Creativa y Argumentación
Autoevaluación
Repaso Significativo
Bibliografía Sugerida

ANEXO: Importancia del Manejo de Conflictos Socioambientales en América


Latina.

BIBLIOGRAFÍA GENERAL
Independencia y Mapa Político de América 1

Presentación
La educación superior se ha convertido hoy día en prioridad para el gobierno
Nacional y para las universidades públicas, brindando oportunidades de superación
y desarrollo personal y social, sin que la población tenga que abandonar su región
para merecer de este servicio educativo; prueba de ello es el espíritu de las
actuales políticas educativas que se refleja en el proyecto de decreto Estándares
de Calidad en Programas Académicos de Educación Superior a Distancia de la
Presidencia de la República, el cual define: “Que la Educación Superior a Distancia
es aquella que se caracteriza por diseñar ambientes de aprendizaje en los cuales
se hace uso de mediaciones pedagógicas que permiten crear una ruptura espacio
temporal en las relaciones inmediatas entre la institución de Educación Superior y
el estudiante, el profesor y el estudiante, y los estudiantes entre sí”.

La Educación Superior a Distancia ofrece esta cobertura y oportunidad educativa


ya que su modelo está pensado para satisfacer las necesidades de toda nuestra
población, en especial de los sectores menos favorecidos y para quienes las
oportunidades se ven disminuidas por su situación económica y social, con
actividades flexibles acordes a las posibilidades de los estudiantes.

La Universidad de Pamplona gestora de la educación y promotora de llevar


servicios con calidad a las diferentes regiones, y el Centro de Educación a
Distancia de la Universidad de Pamplona, presentan los siguientes materiales de
apoyo con los contenidos esperados para cada programa y les saluda como parte
integral de nuestra comunidad universitaria e invita a su participación activa para
trabajar en equipo en pro del aseguramiento de la calidad de la educación superior
y el fortalecimiento permanente de nuestra Universidad, para contribuir
colectivamente a la construcción del país que queremos; apuntando siempre hacia
el cumplimiento de nuestra visión y misión como reza en el nuevo Estatuto
Orgánico:

Misión: Formar profesionales integrales que sean agentes generadores de


cambios, promotores de la paz, la dignidad humana y el desarrollo nacional.

Visión: La Universidad de Pamplona al finalizar la primera década del siglo XXI,


deberá ser el primer centro de Educación Superior del Oriente Colombiano.

Luis Armando Portilla Granados – Director CEDUP

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Introducción
La América en la cual vivimos es producto de un largo y penoso desarrollo histórico
que ha estado más cerca de al rencor político que a la fraternidad de Estados que
tienen mucho más en común de lo que ellos mismos creen. Pareciese que la
principal amenaza de Latinoamérica sean los latinoamericanos mismos y que la
riqueza natural propia de este territorio no sea una oportunidad, sino un semillero
de riesgos y conflictos entre quienes como socios hubiesen conseguido el
desarrollo hace mucho tiempo.

Parece paradójico que los pueblos latinoamericanos aún se enfrenten por la


definición de fronteras cartográficas, cuando en las principales regiones del mundo
éstas se están borrando para buscar oportunidades de desarrollo y de integración
regional. Tal vez, este egoísmo disfrazado en un falso nacionalismo nos haya sido
heredado de la colonia. Los conquistadores exploran el territorio con ánimo de
riqueza personal. Fundan ciudades que les permitan dominar amplias zonas y los
recursos que de ellas se pueda extraer, nunca con la idea de fundar un Estado, ni
de organizar a un colectivo en un territorio desde el cual se puedan tejer
imaginarios que los identifiquen.

Es posible pensar que es allí mismo donde se encuentra la precariedad de los


estados latinoamericanos: gobiernos que administran un gran territorio y que
legislan a un pueblo, pero éstos (gobierno, Estado y territorio) no se cohesionan
en criterios de identidad y de nacionalidad, necesarios para la unidad y para
pensar en proyectos de Estado y desarrollo.

Los conflictos del siglo XIX son una muestra de lo anterior. Los caudillos militares
y los grandes héroes de la independencia llegan al poder para responder a
intereses personales y de grupo, no a un proyecto de Estado, los criollos lograron
la independencia pero no saben que hacer con ella. Cada uno tiene un proyectos
de estado distintos “aquel que mejor se acomoda a sus intereses”, y la libertad se
utiliza como bandera de lucha de los bandos internos y de los partidos que
pretenden alcanzar el poder de estados que ni siquiera son dueños de sus
territorios.

Se podría seguir lamentando sobre la fatídica historia de nuestro continente, sin


embargo, se debe asumir una actitud crítica frente a la historia para mejorarla, no

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Independencia y Mapa Político de América 3

para lamentarla. Por tal motivo, el presente material está elaborado de forma que
el estudiante comprenda el proceso evolutivo del mapa latinoamericano desde una
perspectiva que apunte hacia la interpretación de la naturaleza misma de los
estados. El proceso desde el cual se estructura un estado no es sólo la definición
cartográfica de sus fronteras, y estudiarlo implica necesariamente reflexiones
profundas con respecto a los modos de gobierno, los conflictos internos y los
desafíos que los estados deben afrontar.

Por todo lo anterior, el presente módulo está ordenado en tres unidades: en la


primera se estudia la administración de las colonias americanas y la geopolítica
propia de la época, tomando como referentes los estudios cartográficos y los
procesos administrativos. En la segunda, se aborda el proceso de independencia
latinoamericano y los elementos históricos que condicionan particularidades en
cada uno de los estados latinoamericanos. Para finalizar, la caracterización del
proceso histórico que dio vida al mapa político de América que hoy conocemos, y
ubicados allí, señalar las amenazas que este mapa enfrenta al inicio del siglo XX.

La historia es un “ir haciendo” no un “sucedió”, el futuro profesional


latinoamericano debe hacer de la historia de su continente una herramienta para
pensar un mejor futuro para la región, una mejor historia. Las páginas siguientes
son una invitación hacia la actitud optimista de hacer algo para conformar los
estados latinoamericanos que nunca han existido.

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Horizontes
• Caracterizar la naturaleza de los Estados Latinoamericanos a la luz del proceso
de independencia y de los conflictos del siglo XIX.

• Contextualizar el surgimiento de los partidos políticos y de los procesos de


democratización latinoamericana en la emergencia del modo de producción
capitalista en la región.

• Comprender el proceso histórico evolutivo desde el cual se determina la


distribución del territorio en América Latina.

• Analizar los conflictos regionales desde la perspectiva de la globalización como


eje de tensión para la geopolítica latinoamericana en el siglo XXI.

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UNIDAD 1: Geopolítica de las Colonias


Latinoamericanas
Descripción Temática

El territorio americano conforma el segundo continente más grande del mundo,


cuyo proceso de ordenamiento y de administración política es sumamente
complejo y a todas luces obstaculizado por conflictos de tipo económico,
administrativo y teórico. El primer obstáculo que encontraron los españoles a la
hora de pensar un sistema adecuado para la administración de la riqueza de los
nuevos territorios, fue precisamente la novedad de los mismos. Gran parte del
suelo latinoamericano no era conocido por los europeos y en el siglo XVI los
adelantos en cartografía eran insipientes, de tal manera que la corona tomó
disposiciones muchas veces basadas en supuestos geográficos que no respondían
a la realidad del territorio latinoamericano.

Toda esta situación explica las transformaciones administrativas que durante los
siglos de colonia se llevaron a cabo en el mapa de América. La presente unidad
realiza una radiografía general de esos cambios partiendo de los estudios
geográficos y los inconvenientes políticos que condicionaron la geopolítica
latinoamericana en la colonia.

Horizontes
• Analizar las implicaciones de la geopolítica colonial en la historia de América.

• Comprender las transformaciones del mapa político latinoamericano en la


colonia, desde la perspectiva de los estudios geográficos y los intereses
políticos.

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Núcleos Temáticos y Problemáticos


• La Conquista del Nuevo Mundo y sus Primeras Fronteras
• La Primera División Política de la América Española 1534
• El Sinónimo de Mapas Inexactos y Problemas Fronterizos en la América Latina
• El Conocimiento de la Tierra por Parte de los Europeos en el Año 1700
• División Administrativa de las Colonias Americanas en el Siglo XVIII

Proceso de Información
1.1 LA CONQUISTA DEL NUEVO MUNDO Y SUS PRIMERAS FRONTERAS1

Antes de que España creara su imperio colonial y definiera las fronteras de éste, el
continente “ya español y portugués”, tenía una organización espacial-política con
base en la geografía cultural precolombina y el dominio de los diferentes
conquistadores, excluyendo el territorio de los Welser (1528) y la parte
noroccidental que tenía firmemente en sus manos Alonso de Ojeda (1508), hasta
el paralelo 1º 20'N, en una serie de gobernaciones que se extendieron
latitudinalmente; el territorio de los Andes que se extiende meridional o
longitudinalmente sobre la costa occidental del continente y que lindaba
teóricamente en el oriente con el meridiano de Tordesillas. Con la capitulación de
Pizarro en 1529 se entregó el territorio septentrional a éste, así:

• Gobernación de Nueva Castilla


− Límite norte: el paralelo 1°20'N
− Límite sur: el paralelo 14°05'43"S
− Hacia el sur sigue el territorio de Diego de Almagro.

• Gobernación de Nueva Toledo


− Límite sur: paralelo 25º31'36"S

• Sigue el territorio de Pedro de Mendoza como Gobernación de la Plata


− Límite sur: paralelo 36º32'09"
− Esta Gobernación atravesaba el continente de costa a costa

1
Ernesto Guhl

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1.1.1 El Área Cultural Incaica Septentrional Andina Tropical

Basados en una metodología conceptual geográfico-espacial, se destacan en las


grandes cuencas interandinas -hasta hoy espacios claves en la vida de la nación-
las “áreas aproximativas de las confederaciones preincaicas”, similares a los
cacicazgos chibchas en la Cordillera Oriental de los Andes ecuatoriales.

La curva de nivel de 1.200 m de altura, permite interpretar una mayor altura para
las cuencas interandinas, intercomunicadas entre sí por el “camino del Inca", que
llegaba hasta la depresión del Río Mayo (nombre quechua: Ancasmayo), donde el
mapa indica: “límites probables del poder incaico en la sierra". Es interesante ver
en el mapa, la ubicación de los “Centro(s) urbano(s) incaico(s)", todos sobre el
camino del Inca en las cuencas interandinas altas hasta Pasto.

Las “influencias culturales entre Costa, Sierra y Amazonia” como integración


espacial se han convertido y son vitales, aún hoy en día, para la existencia de los
estados andinos tropicales. En el Ecuador comunican una costa que no es desierto
como en el Perú, pero tampoco es selva pluvial ecuatorial como en Colombia. Se
trata de una zona de transición entre las dos biomas vecinas, y como espacio de
transición es especialmente valioso para el hombre en sociedad.

En el segundo mapa, “la Audiencia de Quito en los siglos XVI y XVII", se observa
un sorprendente paralelismo en cuanto a las repercusiones de los límites naturales
sobre la extensión espacial y sus fronteras de las áreas culturales. Debe tratarse
en toda el área andina ecuatorial y tropical de condiciones básicas que delimitan
estas culturas y determinados espacios de clima y paisaje, y que impiden un origen
y expansión hacia otras regiones. Así que aparece también en este mapa la curva
hipsométrica de 1200 metros. El “límite del obispado de Quito" concuerda
bastante con los “límites del poder incaico en la sierra" norte. En el sur la
frontera, el “límite aproximado de la Audiencia de Quito" contra Lima, repercute
hasta hoy en los problemas fronterizos con el Perú.

El “límite de Gobierno siglo XVI” coincide con el borde oriental de los Andes, y
luego continúa hacia el oriente en el Estado jesuita de Misiones de Maynas y
Quijos en cuyas fronteras de entonces el Ecuador de hoy hace sus reclamaciones
territoriales en la cuenca amazónica. Los “caminos de herradura” son antiguos
caminos indígenas, y las “Tentativas de camino 1615” persisten hasta la
actualidad. La “Navegación marítima - Navegación fluvial”, se desarrolló del
“cabotaje” de la era incaica. La “Zona de ganadería ovina y de manufactura textil
(obrajes)" tiene en claro la ubicación bio-climática.

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1.2 LA PRIMERA DIVISIÓN POLÍTICA DE LA AMÉRICA ESPAÑOLA 1534

El presente bosquejo geocartográfico fue elaborado por Otto Quelle, durante


muchos años director de la revista Ibero -Amerikanisches Archiv de Berlín; destaca
este autor claramente que el imperio colonial español suramericano ha sido
esencialmente un imperio colonial andino con cara al Océano Pacífico.

Una excepción desde la Conquista misma, hizo el territorio que figura en el croquis
como perteneciente a Alonso de Ojeda (todos los territorios llevan los nombres de
los conquistadores respectivos), que ocupaba los Andes septentrionales con sus
largos valles interandinos longitudinales (Atrato, Cauca, Magdalena) que
desembocan en el Mar Caribe. La situación geopolítica de esta región continental
con costas sobre los dos océanos, Pacífico y Atlántico, siempre ha dado un valor
político-económico especial, y durante siglos se ha tratado de impedir que la
entidad política de este territorio fuera dueña de las dos costas. La del Pacífico
pertenecía a Lima y Panamá hasta cuando esta última Audiencia fue incorporada a
la Nueva Granada. Venezuela, la primera costa continental descubierta, estuvo
más vinculada con Santo Domingo, al cual abasteció con esclavos indígenas que
con el continente, y luego dependía del Nuevo Reino de España como Capitanía
General. Ciertamente, el mapa no reclama exactitud, apenas es un ensayo de
interpretación cartográfica de las ambiciones territoriales de los conquistadores,
que teóricamente limitaron en el oriente con la línea de demarcación de Tordesillas
y, por lo mismo, una vez saliendo de los Andes, las líneas demarcadoras (es
absurdo indicar éstas con valores de segundos de arco) deben indicarse con líneas
interrumpidas y cada vez más delgadas. En la costa norte del continente (hoy
Colombia y Venezuela), ocurrieron los primeros contactos “después de las islas
Antillanas” y fue dada a la casa Welser como colonia, en prenda de un préstamo
al monarca español.

Fuente: Otto Quelle. “Die


Kordillerenlãnder
Südamerikas von der
vorspanischen Zeit bis zur
Gegenwart" (Los países
cordilleranos de la América
del Sur desde los tiempos

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1.2.1 El Primer Conflicto Fronterizo y los Primeros Virreinatos

De manera que el territorio de los Andes estaba subdividido en cuatro fajas, que
arrancaban de la costa occidental del continente, y en el oriente lindaban
territorialmente con el meridiano fijado en el tratado de Tordesillas.

Ante el dilema de no conocer las coordenadas geográficas de Cuzco surgieron


diferencias entre Pizarro y Almagro. El primero optó por fundar una nueva capital,
Lima en 1535, cercana a la costa, con el puerto de El Callao, punto vital para las
comunicaciones de entonces. El arreglo referente a Cuzco, que no respetó Pizarro,
terminó en 1538 con una lucha desfavorable para Almagro. Así terminó el primer
conflicto de fronteras en el nuevo territorio colonial español andino. Pero no fue el
último, y desde cuando existen los Estados andinos independientes, estos han
dado origen a varios conflictos fronterizos hasta el presente.

El Territorio de los Welser - Venezuela

Tuvo desde un principio una posición política especial; sus habitantes fueron como
esclavos perseguidos y llevados a las islas antillanas, especialmente Haití. Así que
Venezuela pasó a formar parte de la Audiencia de Santo Domingo con las
Gobernaciones de Nueva Andalucía y Guayana, más las islas costaneras. El Río de
la Hacha (Ranchería), formaba la frontera occidental de este territorio. Con la
incorporación en 1535, de la Audiencia de Santo Domingo al nuevo Virreinato de la
Nueva España, también pasó a formar parte de éste Venezuela.

Después de la muerte de Almagro en 1538, la lucha entre los conquistadores


adquirió cada vez más la forma de una “guerra civil", y España corría el riesgo de
perder sus nuevas colonias. Para evitar una situación semejante, una vez
conocido el asesinato de Pizarro, la Corona, con base en las buenas experiencias
obtenidas con la creación del Virreinato de la Nueva España en México, optó por
crear en 1542 el Virreinato del Perú, cuya capital, Lima, “La ciudad de los
virreyes", se convirtió en epicentro político al cual estaba subordinado todo el
imperio colonial suramericano-español, con excepción de Venezuela. Así terminó
la primera división política española del continente, en 1543.

Parte de este nuevo virreinato fueron los territorios de la cuenca del Río de la
Plata. Pero esta región, aún después de la segunda fundación de Buenos Aires, en
1580, y la división del territorio en dos provincias: las de Paraguay y Buenos Aires,
conservó en alto grado su independencia y su desarrollo cultural, económico y
político propios por causa de las enormes distancias, y fue reconocida en 1776 con
la creación del Virreinato de Buenos Aires, de manera que de facto el dominio del
Virreinato del Perú se limitó durante siglos a las tierras andinas.

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Las Audiencias

Pero poco después de la creación del Virreinato del Perú, España dividió éste en
Audiencias, basándose en las experiencias vividas en España y más tarde en la
Nueva España.

Lo interesante e importante ahora es, desde el punto de vista geográfico-político,


que los territorios de estas antiguas audiencias coloniales coinciden, grosso modo,
con las superficies de los actuales estados andinos y han dado base para muchos
conflictos fronterizos.

• Audiencia de Panamá: el Virreinato del Perú se extendió con esta Audiencia


que abarcaba todo el territorio del actual Estado de Panamá, más la región del
Golfo de Urabá y la costa occidental de la Nueva Granada hasta algo al norte
de Buenaventura “bocas del Río San Juan” (hacia el sur de la costa formaba
parte de la Audiencia de Quito). El centro administrativo de esta Audiencia era
la ciudad de Panamá, de manera que Portobelo y la vía a través del istmo
“vital para el Virreinato del Perú” estaba bajo la dirección de Lima.

• Audiencia de Santa Fe de Nueva Granada: con la sede de gobierno en Bogotá,


ocupaba la parte principal de la actual Colombia, a excepción de la costa del
Pacífico. Desde la frontera costanera contra la Audiencia de Panamá “bocas
del Río San Juan” toda la costa hacia el sur pertenecía a la Audiencia de Quito.

La Cordillera Occidental de Colombia perteneció en una mayor parte a la


Audiencia de Quito. Con esa división se quería destacar una clara orientación
de la Audiencia de Santa Fe de Nueva Granada hacia el Océano Atlántico.

• La Audiencia de San Francisco de Quito: se extendía sobre la costa pacífica


desde las bocas del Río San Juan en el norte hasta los 5° de latitud sur. El
territorio epicéntrico lo formaban las cordilleras andinas con casi toda la
Provincia de Popayán.

• La Audiencia de los Reyes: se fundó en 1542 con Lima como capital; mientras
en las costas del Océano Pacífico se extendía más o menos hasta 17 1/2° de
latitud sur, en la sierra coincidía exactamente con la Gobernación de Castillo de
Francisco Pizarro en 1534.

• La Audiencia de las Charcas o de la Plata: ocupaba la costa del Pacífico de los


17 1/2° sur hasta más o menos los 27 1/2° de latitud sur. En el interior, lo que
es hoy en día la columna vertebral del Estado boliviano, también lo era de la
Audiencia de la Plata. Coincidía territorialmente con la antigua Gobernación de

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Independencia y Mapa Político de América 11

Nuevo Toledo, más los territorios del actual noroeste argentino (Gobernación
de Tucumán con Santiago del Estero, Tucumán, etc).

• Audiencia de Santiago de Chile: abarcaba, además del actual Chile, extensos


territorios al oriente de los Andes centrales de Chile en la actual Argentina
occidental, con el nombre de Cuyo y pertenecientes a Chile hasta 1776, cuando
se creó el Virreinato de Buenos Aires pasándole la región de Cuyo a ésta. Cuyo
fue el resultado de la tercera fuerza en el orden político. Después del
Virreinato de Lima y las audiencias con sus respectivas capitales, existieron las
ciudades con sus cabildos como epicentros locales y regionales con extensas
zonas de influencia; una de éstas fue Cuyo, por iniciativa de Santiago de Chile.

Con el desarrollo económico y cultural de las diferentes audiencias andinas se hizo


prácticamente imposible “a causa de las enormes distancias” una ordenada
administración política desde Lima. Así de facto, el poder pasó a los presidentes
de las audiencias. Estos a su vez optaron por una cierta oposición pasiva. Esto
sucedió tanto en el norte, en Quito y Bogotá, como en el sur en Santiago y Buenos
Aires. Para enmendar esta situación, a la larga incontenible, el gobierno español,
a principios del siglo XVIII, creó una subdivisión política, del Virreinato del Perú.

En 1718 se estableció el nuevo Virreinato de la Nueva Granada formado por las


Audiencias de Santa Fe de Bogotá y de San Francisco de Quito, con sede del
gobierno virreinal en Bogotá.

1.3 EL SINÓNIMO DE MAPAS INEXACTOS Y PROBLEMAS


FRONTERIZOS EN LA AMERICA LATINA

La falta de una cartografía confiable constituye la causa principal de los problemas


fronterizos en la América española y portuguesa casi desde la Conquista misma, y
tiene su origen en el desconocimiento casi absoluto del interior de la tierra firme
del continente.

Un bello ejemplo de esta geocartografía es el mapa “Terra Firma et Novum


Regnum Granatense et Popayán" elaborado, dibujado y editado por Guillermo
Blaeuv en Amsterdam, en el año 1638. El mapa muestra claramente la fisonomía
del país a grandes rasgos, aún bastante desfigurada, y es un claro reflejo de los
conocimientos geocartográficos de entonces. Nos enseña el mapa, en forma
marcada, que desde la unión de las tres cordilleras hacia el sur, existen altiplanos y
pequeños valles en dirección E-W hacia el Pacífico mientras que los grandes valles
interandinos longitudinales se abren hacia el Mar Caribe. También el mapa indica
el aumento en volumen y altura de los macizos andinos en dirección sur, hasta

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Independencia y Mapa Político de América 12

llegar a las regiones altas de los Andes ecuatoriales. Ya se destacan las grandes
regiones geográficas del país, la Costa Atlántica, el valle del Río Cauca con el
Quindío, la Cordillera Central, el valle del Río Atrato, tan importante como vía de
penetración entonces, mientras que la Cordillera Oriental está todavía bastante
desfigurada y, lo que más vale la pena destacar, la laguna de Guatavita como
epicentro de la riqueza de El Dorado. La parte meridional del mapa que
representa el macizo colombiano con la trifurcación de las cadenas andinas es
geocartográficamente lo mejor del mapa, pero es obvio que como documento de
precisión para fijar fronteras tiene un valor muy limitado.

1.3.1 Problema de Exactitud de Medición de la Línea de Tordesillas2

Fuente: El problema grande de escala, mapas y fronteras: Las líneas Alejandrina y de Tordesillas
en tierras americanas

La frontera entre los hemisferios español y portugués “se han ya topado por
Oriente y Poniente, haciendo círculo perfecto del Universo las dos coronas de
Portugal y Castilla hasta juntar sus descubrimientos, que cierto es cosa de

2
Gonzalo Menéndez Pidal: Imagen del Mundo hacia 1570, Consejo de la Hispanidad, Madrid,
1944.

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Independencia y Mapa Político de América 13

consideración que por el Oriente hayen los unos llegado hasta la China y Japón, y
por el Poniente los otros a las Filipinas, que están vecinas y casi pegadas con la
China. Porque de la isla de Luzón, que es la principal de las Filipinas, en donde
está la ciudad de Manila, hasta Macan, que es la isla del Cantón, no hay sino
ochenta o cien leguas de mar en medio", según P. Acosta: Historia Natural y
Moral de las Indias.

Ante esta situación, la intervención de la Iglesia con la segunda Bula Alejandrina


de 1493 (Eximie devotioni), hace por primera vez una partición política tomando
como base una ideal línea geográfica; pero como la línea de “demarcación era un
meridiano”, y como ya hemos visto que la medida de longitud era entonces, y
siguió siendo por muchos años, un problema que no tenía solución precisa, resulta
que las dificultades en la aplicación de la línea alejandrina y de la que resultó del
“Tratado de Tordesillas” de 1494 fueron causa de constantes discusiones entre las
coronas de Portugal y España.

Y sigue Menéndez P: “la Bula de Alejandro VI (Eximie devotioni), con una visión
amplia de los descubrimientos colombinos habían de imponer en lo futuro, no se
limitó a determinar la soberanía sobre unas tierras individualizadas, sino que,
pensando en la Tierra Firme y en las islas descubiertas y por descubrir hacia la
India o hacia cualquier otra parte, buscó limitar la soberanía por medio de una
frontera que se pudiese establecer aún antes de que las tierras fueran
descubiertas.

"Como los portugueses habían venido interesándose por las comarcas africanas y
por el camino oriental de las Indias, se creyó en un principio suficiente de salvar en
la demarcación estas cosas para Portugal y ceder a Castilla lo que quedase a más
de cien leguas al poniente de las islas Cabo Verde. Pero bien pronto los
portugueses pidieron que la línea de demarcación fuese más occidental, partiendo
por la mitad la extensión del mar que nos separaba de las tierras descubiertas por
Colón, cuya extensión se estimaba en unas setecientas leguas, y en el “Tratado de
Tordesillas" quedó sentado, año de mil cuatrocientos noventa y cuatro, el siete de
junio, que dicha línea y meridiano distase trescientos setenta leguas al Occidente
de las islas de Cabo Verde3. Los Reyes Católicos solicitaron del cosmógrafo Mosén
Jaime Ferrer una interpretación precisa de lo concertado4, prueba de que desde un
comienzo la cuestión se prestó a apreciaciones". Hasta aquí Menéndez Pidal, cuyo
libro es Imagen del Mundo hacia 1570 desarrolla en detalle los trabajos de Ferrer y
López de Velasco.

3
López de Velasco: Geografía General de las Indias.
4
Véase Juan Manzano Manzano: “El derecho de la Corona de Castilla al descubrimiento y
conquista de las islas del poniente", en |Revista de Indias, septiembre, 1942, p. 420.

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Independencia y Mapa Político de América 14

Nuestro croquis geocartográfico nos indica con base en lo dicho arriba, la frontera
entre las dos “superpotencias" de entonces, repartiéndose el mundo conocido, y
aún desconocido la mayor parte entre ellos, eso sí, con grandes diferencias de
criterio en cuanto a la ubicación de la línea de Tordesillas, cuando aún no se
conocía su paso por América.

El continente asiático era más conocido en su interior que por sus costas, tal como
lo muestra el globo Behaim, que para este fin utilizó mucho los apuntes de viaje de
los miembros de la familia de Marco Polo en el siglo XIII.

1.4 EL CONOCIMIENTO DE LA TIERRA POR PARTE DE LOS EUROPEOS


EN EL AÑO 1700

La obra cumbre de los pueblos ibéricos durante la época histórica del


descubrimiento, la constituye el haber establecido, a través de un largo y
sistemático trabajo, el camino marítimo hacia la India por parte de los portugueses
y el descubrimiento de América realizado por los españoles.

Durante la segunda mitad del siglo XVI y primera del siglo XVII estos Estados
ibéricos se encontraban en la cumbre de su poderío, dominando el mundo
conocido de entonces, logrando esta hazaña a través de algunas generaciones de
atrevidos exploradores y conquistadores. Pero con la iniciación del siglo XVIII,
fueron reemplazados por ingleses, holandeses y más tarde también por los
franceses.

Con el desarrollo de las luchas religiosas durante los siglos XVI y XVII se formaron
unos frentes muy definidos. Los holandeses, desde los tiempos de Guillermo de
Orange, y los ingleses de la era de la reina Isabel, eran diametralmente opuestos
como naciones protestantes a los Estados católicos de la Península Ibérica.

Si estos pueblos del norte querían sobrevivir y resistir los ataques de los españoles
y portugueses, tenían que desarrollar sus flotas marinas; en otras palabras, tenían
que convertirse en pueblos marítimos, y así lo hicieron. La ubicación geográfica de
los holandeses e ingleses en el noroccidente de Europa los orientó más hacia los
mares septentrionales, convirtiéndose así en los iniciadores de las grandes
exploraciones nórdicas durante los siglos XVII y XVIII.

Como hemos visto, las exploraciones y descubrimientos iniciales de los


portugueses a lo largo de la costa occidental de África y con dirección general
hacia el oriente tuvieron su origen en el deseo de lograr transportar los tesoros de
la India por esta vía, ya que la comunicación terrestre entre Europa y Asia estaba

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Independencia y Mapa Político de América 15

interrumpida por el avance victorioso de los árabes. A su vez los españoles


pensaban en lograr este mismo propósito más fácil y rápidamente navegando
hacia el occidente. De manera que los europeos se convirtieron en los dueños de
los mares del mundo, lo cual les aseguró el dominio sobre el planeta hasta finales
de la Segunda Guerra Mundial. Pero es al principio de esta era de los
descubrimientos cuando tanto los portugueses como los españoles sufrieron
grandes desilusiones; los primeros porque el continente africano se extendía
mucho más hacia el sur de lo que ellos esperaban, y los españoles en su búsqueda
de Asia por el occidente se encontraron con un nuevo continente que se interpuso
en su viaje y que se extendía aún más hacia el sur que África.

Nadie en Europa ni en África sabía en aquella época nada de las dos Américas, y
era muy natural que fuera así puesto que la visión del mundo que tenían los
hombres de Europa y Asia en ese entonces, consideraba la Tierra plana desde el
oriente hasta el occidente y que se perdiera en la infinidad de los mares. Cuando
en la Europa medieval se impuso el conocimiento de la forma esférica de la Tierra,
se suponía que las costas de Europa y África occidental pertenecían a un mismo
mar, que bañaba también las costas orientales de Asia. Sólo poco a poco Europa
se dio cuenta de que Colón había descubierto un nuevo continente que se
interponía como un inmenso muro de separación entre Europa y Asia y que detrás
de este Nuevo Mundo había otro océano, mucho más extenso que el Atlántico,
antes de llegar a las costas asiáticas.

En tiempos de Toscanelli ya no quedaba ninguna duda sobre la forma esférica de


la Tierra, lógicamente al observar un globo surgió entonces la idea de lograr llegar
por un camino más corto que el proyectado y utilizado por Vasco da Gama, a los
fabulosos países del oriente asiático. Porque estudiando el globo se observa que
las paralelas en dirección hacia los polos son cada vez menores en diámetro y
circunferencia y en el polo mismo se convierten en un punto sin dimensiones. De
este hecho se concluyó que el camino más corto desde Europa hacia las lejanas
islas de las Molucas en dirección hacia el sureste y sobre la otra cara de la Tierra,
debería tomar rumbo noroeste desde Europa, pasando por el polo siempre y
cuando existiera por allá un mar, lo que se suponía en aquella época del siglo XVII,
pero no se sabía con exactitud.

Así nació el esfuerzo por la exploración de los Pasos del noroeste y noreste, en el
cual ya no participaron los pueblos ibéricos. Hoy en día sabemos que durante los
últimos 5000 años llegaron a América, involuntariamente, por causa de las
corrientes marinas y el viento, en sus balsas y botes, habitantes de las islas del
Océano Pacífico y del otro lado del mismo. Fueron llevados por las corrientes
marinas del hemisferio norte (Kuro Shio) a la costa occidental de América. Así
por ejemplo, se encontraron en la costa ecuatoriana en el año 1965 restos de

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Independencia y Mapa Político de América 16

cerámica que pertenecían a pescadores japoneses, que hace cerca de 5000 años
fueron desplazados por las fuerzas naturales hacia estas costas. También parece
que los habitantes de la Polinesia, que eran los mejores navegantes en el Océano
Pacífico, habían llegado en sus viajes exploratorios hasta las costas de América
donde se ubicaron definitivamente. Lo que no se ha podido comprobar es un
movimiento a la inversa, es decir habitantes de la costa peruana en viajes hacia la
Polinesia.

Pero sí puede haberse efectuado un desplazamiento involuntario de algunas


embarcaciones costeras europeas, luego arrojadas a las costas de las islas del Mar
Caribe, por los mismos vientos Alisios del noreste que más tarde llevaron a Colón a
estas mismas islas. Pero de ninguna manera estos acontecimientos aislados e
involuntarios tuvieron consecuencias históricas.

Se han comprobado históricamente los viajes que efectuaron los normandos


alrededor del año 1000 de nuestra era, es decir 500 años antes que Colón, desde
Islandia vía Groenlandia hacia el continente norteamericano. El primero que vio la
costa norteamericana, pero no la pisó, fue Bjorn Herjulfson en el año 985. Fue
Leif Erikson quien en el año 1000 y con 35 hombres navegó desde Groenlandia
hacia el sur. Primeramente llegó a una tierra pedregosa, probablemente la costa
de la Tierra de Baffin en el norte del Labrador, que llamó Helluland, lo que quiere
decir tierra de piedras. Como esta región no le llamó la atención continuó hacia el
sur y llegaron a costas boscosas, que llamó Markland (Tierra de Bosques),
probablemente en cercanías de lo que hoy se llama Terranova. Continuando más
hacia el sur llegaron a tierras climáticamente más amables donde encontraron una
especie de vid silvestre y le pusieron el nombre de Vinland (Tierra del Vino).

Probablemente se trataba de la costa del actual estado de Massachussets, al sur


de la ciudad de Boston. De los archivos escandinavos se sabe que los viajes de los
normandos de Groenlandia durante el siglo XIV hacia América eran frecuentes.

Pero con la desaparición de este grupo humano en Groenlandia, probablemente


por razones climáticas, ya que el hielo interior de la isla avanzó sobre la zona
habitada por ellos, terminaron también los viajes a América. En la Europa
mediterránea de aquella época nunca se tuvo conocimiento de aquellos viajes, y,
por más atrevidos que fueran, tampoco tuvieron resonancia histórica alguna. De
manera que el descubridor de América fue históricamente Cristóbal Colón.

En cuanto a las exploraciones en la zona del norte, sólo queremos mencionar uno
de los tantos hombres maravillosos que exploraron la región ártica en tiempos
remotos. Se trata de William Baffin (1615-76), ya que es un claro ejemplo de la
aplicación de la ciencia en la exploración de las regiones desconocidas. Baffin

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Independencia y Mapa Político de América 17

mejoró notablemente el método para determinar la longitud, que constituía el


problema más difícil durante estos siglos posteriores a la Edad Media. Baffin,
basándose en recomendaciones que dio al respecto el humanista Apian 100 años
antes, tomó en cuenta para sus cálculos las observaciones lunares. Comparando
las alturas de las mareas, Baffin pudo comprobar que era inútil buscar el paso del
noroeste a través de la Bahía de Hudson, ya que a medida que se avanza a través
de ella hacia el occidente, disminuye la altura de la marea alta. Esto le permitió
deducir que la Bahía de Hudson recibe todas sus aguas del Océano Atlántico en el
oriente y no puede tener comunicación ninguna con el Océano Pacífico en el
occidente. De acuerdo con esta observación sólo vio una posibilidad de paso hacia
el oeste, en dirección norte a lo largo de la costa occidental de Groenlandia. Como
se puede observar en el mapa, es el único paso desde el Océano Atlántico (o
Ártico, hoy Mar Mediterráneo Ártico) en dirección oeste hacia el Océano Pacífico.

Pero Baffin encontró este camino taponado por el hielo flotante y se devolvió, sin
saber qué tan cerca de la meta, el Paso del Noroeste, había estado.

A principios del siglo XVII en Norteamérica el inmenso interior del Canadá era
todavía totalmente desconocido; también la mayoría de lo que hoy son los
territorios occidentales de los Estados Unidos y algunas regiones al oriente del Río
Mississippi.

En la América Central la parte montañosa estaba firmemente en poder de los


españoles, pero su dominio menos firme era en las llanuras orientales bajas y
selvátcas sobre el Golfo de México y el Mar Caribe.

En la América del Sur las regiones andinas, al igual que las tierras montañosas
centroamericanas, estaban dominadas por España. La influencia y el dominio
portugués se limitaban a una franja relativamente estrecha sobre el oriente
costanero. La inmensa cuenca amazónica era todavía desconocida, excepto a lo
largo de los ríos navegables que son prácticamente todos (véase el Capítulo 6
sobre el desarrollo histórico de la geografía política en el continente suramericano).

La parte meridional del continente suramericano, excepto las orillas del Río de La
Plata, todavía eran tierras habitadas por la población autóctona, y libre del yugo
europeo.

El establecimiento del camino marítimo hacia la India y el descubrimiento de


América, ocuparon la atención de portugueses y españoles. Pero otro obstáculo
no menos importante fue la muy difícil penetración en este continente,
especialmente por sus ríos, casi todos con cataratas que dificultan, si no
imposibilitan, la penetración.

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Independencia y Mapa Político de América 18

África parecía en aquella época una tierra pobre en comparación con las riquezas
fabulosas de las Indias Orientales. Muy poco se comerció o se explotó a lo largo
de la costa, como por ejemplo el marfil, oro, pimienta y esclavos. Los nombres de
algunos trayectos de la costa africana todavía recuerdan esta actitud (Costa de la
Pimienta, Costa de Marfil, Costa de Oro). Por lo demás y a lo largo de ella,
coincide inicialmente, se establecieron estaciones de abastecimiento para la
navegación hacia la India. Con la iniciación del comercio de esclavos también
ocuparon los españoles, franceses, holandeses, daneses e ingleses, posiciones
sobre esta costa. Pero no contribuían estas ocupaciones costaneras a la
exploración del interior. La excepción la hacen los holandeses en su colonia de El
Cabo, desde donde penetraron hacia el interior.

Asia es el continente donde se realizaron durante el siglo XVII las mayores


exploraciones, especialmente en el norte del continente y bajo el móvil de la
búsqueda del paso hacia el este.

Ciertamente debido a la unidad territorial entre Europa y Asia (Eurasia), no se


puede hablar de un descubrimiento como en el caso de los otros continentes. Es
más, desde tiempos remotos existían estrechas relaciones entre Asia Menor y
Europa, y de este último sobre Asia. Europa heredó la geografía griega y con ella
también la concepción y visión del mundo clásico de los griegos y de los romanos.

No puede ser tarea presente desarrollar la historia de la exploración de Asia, que


es un capítulo aparte, pero sí debemos considerar “además de los ya mencionados
esfuerzos en la búsqueda del Paso del Este en el siglo XVIII”, las exploraciones de
los rusos en otras direcciones. Una vez que Rusia se liberó del dominio tártaro en
el siglo XVI, inició su expansión hacia el oriente. En 1697 habían llegado a
Kamtchatka, es decir, al Océano Pacífico. Ya en el año 1650 avanzaron los rusos
desde Siberia occidental hacia el interior de Asia y llegaron hasta la China. El siglo
XVII se caracteriza especialmente por la exploración de la Siberia oriental.

En cuanto a Australia, en el siglo XVI era un continente todavía poco conocido;


Abel Tasman descubrió en 1642 la costa de Tasmania viniendo desde Mauricio,
pero no la reconoció como parte de una isla, ni a Australia como continente,
cuando visitó el Golfo de Carpentaria. El descubrimiento de este continente fue
obra de James Cook en el siglo XVIII.

Faltó en esta época por descubrir el supuesto y por lo mismo legendario,


continente del sur, el cual, como se deducía entonces, tenía como función
mantener el equilibrio del conjunto de los continentes sobre la Tierra y por lo
mismo debía existir, aun cuando era todavía desconocido. El descubrimiento y

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exploración de este séptimo continente de la Tierra se efectuó durante los siglos


XIX y XX.

1.5 DIVISIÓN ADMINISTRATIVA DE LAS COLONIAS AMERICANAS EN


EL SIGLO XVIII

La principal entidad administrativa de la metrópoli en la colonia fue el virreinato,


los más importantes son los que siguen:

1.5.1 Virreinato de Nueva Granada

Entidad político-administrativa establecida por España en 1717, durante su dominio


colonial sobre la mayoría del continente americano, cuya jurisdicción abarcaba el
Nuevo Reino de Granada, descubierto por Gonzalo Jiménez de Quesada en 1538,
las provincias de Santafé, Cartagena, Santa Marta, Maracaibo, Caracas, Antioquia,
Guayana y Popayán, así como las audiencias de Quito y Panamá (ésta fue incluida
años más tarde) “extensión aproximada de las actuales repúblicas de Colombia,
Venezuela, Ecuador y Panamá”, y cuya existencia dio a su fin en 1819, tras la
independencia de esos territorios respecto de la soberanía española. Su extensión
cubrió unos 3.000.000 de km2, desde el confín de la capitanía general de
Guatemala hasta los límites con el virreinato del Perú.

Creación del Virreinato

El rey español Felipe V creó el virreinato de Nueva Granada por Real Cédula de 27
de mayo de 1717, para sacarle mayor provecho a la agricultura y a la gran riqueza
minera, cuya explotación se hacía sin orden ni concierto. Otra de las razones fue
la de dar mayor autoridad a un funcionario, en este caso el virrey, para combatir
con éxito el contrabando y acabar con los abusos de los funcionarios de la
audiencia y de los gobernadores.

El fundador del virreinato de Nueva Granada “no como virrey propiamente dicho,
ya que sólo había sido designado para establecerlo” fue Antonio de la Pedrosa y
Guerrero, quien fijó la sede en Santa fe de Bogotá. Su gobierno se extendió desde
su llegada a la capital virreinal, el 13 de junio de 1718, hasta el 27 de noviembre
de 1719.

Su sucesor, Jorge de Villalonga, sí fue el primer virrey. Nombrado en 1717, recibió


el cargo de manos de Pedrosa en 1719. Corta vida tuvo esta primera experiencia,
pues diversos informes acusaban que en nada había cambiado la situación
económica, social y política, en tanto se gravaba en extremo el tesoro real por el

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Independencia y Mapa Político de América 20

enorme gasto que implicaba sostener una corte virreinal, donde todo era lujo y
boato mientras el hombre común se sumía en la mayor pobreza.

Supresión del Virreinato y Nueva Refundación

el caso fue que, por insinuación del Consejo de Indias, Felipe V eliminó el
virreinato de Nueva Granada en octubre de 1723, volviéndose al anterior sistema
de la presidencia del Nuevo Reino. Pero los sucesivos presidentes se sintieron sin
un sólido poder y así lo fueron manifestando, lo que trajo como consecuencia que
el Rey instaurara nuevamente y en forma definitiva el virreinato, por Real Cédula
de 20 de agosto de 1739.

El mariscal de campo Sebastián de Eslava se convirtió en el nuevo virrey. Llegó a


Cartagena el 21 de abril de 1740; y prácticamente al entrar tuvo que enfrentar los
ataques de buques británicos que habían fijado su objetivo en las posesiones
españolas en América. Fijó la sede en Cartagena, precisamente, porque una de las
razones para restablecer el virreinato fue el conflicto contra Gran Bretaña (guerra
“del asiento”, también denominada guerra de la Oreja de Jenkins, declarada en
octubre de 1739). El gobierno de Eslava concluyó en noviembre de 1749.

Al territorio original de 1717 se agregaron los de las provincias de Panamá y


Portobelo. Se establecieron tres comandancias generales, las de Panamá,
Cartagena y Caracas, pero sus gobernadores eran “súbditos del virrey como los
demás”. Poco después, el 12 de febrero de 1742, la gobernación de Venezuela o
Caracas quedó segregada del virreinato de Nueva Granada y pasó a depender de
la audiencia de Santo Domingo, como lo había hecho antes de 1717. Y en 1777 se
desprendieron también las provincias venezolanas de Cumaná, Maracaibo,
Guayana e islas de Margarita y Trinidad.

La sucesión de virreyes de Nueva Granada, desde Sebastián de Eslava, fue la


siguiente: José Alonso Pizarro (1749-1753); José Solís y Folch de Cardona (1753-
1761); Pedro Messía de la Cerda (1761-1772), que ordenó la realización del
primer censo y reorganizó la Hacienda virreinal; Manuel de Guirior (1772-1776);
Manuel Antonio Flórez y Angulo (1776-1782); Juan de Torrezar Díaz Pimienta
(1782), que desempeñó el cargo durante unas semanas; Antonio Caballero y
Góngora (1782-1789); Francisco Gil de Taboada y Lemos (1789), designado
virrey del Perú poco después de acceder al gobierno neogranadino; José de
Ezpeleta (1789-1797); Pedro Mendinueta (1797-1803) y Antonio Amar y Borbón
(1803-1810), con quien se rompía la secuencia, al producirse en Santafé el
movimiento revolucionario del 20 de julio de 1810.

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Independencia y Mapa Político de América 21

Aspectos Culturales

Casi todos estos virreyes estuvieron influidos por las ideas de la Ilustración, que ya
empezaban a difundirse en América. Específicamente, en el Nuevo Reino de
Granada influyó la presencia del sabio naturalista José Celestino Mutis, quien llegó
en 1760. A él se debe la creación de la primera cátedra de matemáticas (1762) y
la realización de la Real Expedición Botánica, una de las más importantes
actividades científicas americanas del siglo XVIII (parte destacada de las
expediciones científicas de la época), favorecida económicamente por el arzobispo
y virrey Antonio Caballero y Góngora.

Este periodo fue fecundo en innovaciones y adelantos culturales. Los jesuitas, que
llegaron a regentar catorce colegios en Nueva Granada, introdujeron la imprenta
(1738). Asimismo, se instaló la primera biblioteca pública (1774) y los colegios
del Rosario y San Bartolomé recibieron los mismos privilegios de la Universidad de
Salamanca. Se introdujo en las aulas el estudio del científico británico Isaac
Newton y del astrónomo polaco Nicolás Copérnico. Con la aparición de la Gaceta
de Santa fe (1785) se inauguró el periodismo neogranadino. Estas y otras
manifestaciones propias de la Ilustración condujeron al movimiento emancipador.

1.5.2 Virreinato del Río de la Plata

Entidad político-administrativa establecida por España en 1776, durante su dominio


colonial en América, que comprendía los territorios de Buenos Aires, Paraguay,
Tucumán, Potosí, Santa Cruz de la Sierra, Charcas (Alto Perú) y Cuyo,
constituyendo una vastísima área ocupada en la actualidad por los estados de
Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, el sur de Brasil y una franja en la costa
tropical de Chile, y cuya existencia tuvo lugar hasta la independencia de aquellas
tierras respecto del poder español, en el transcurso de las primeras décadas del
siglo XIX.

El establecimiento del nuevo virreinato debe entenderse como un intento de dar


fuerza y cohesión a las tierras del sur del continente americano, amenazadas por
las ambiciones expansionistas de británicos y portugueses. Se trataba de
consolidar las fronteras con el Brasil meridional y frenar los avances de los
portugueses, que alcanzaban ya las costas del Río de La Plata, así como de acabar
con la presencia permanente de embarcaciones británicas en las aguas del
Atlántico sur y del Pacífico, atraídas por el contrabando, la riqueza pesquera de
estos mares y la revalorización de la ruta del cabo de Hornos.

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Creación del Virreinato

Entre 1774 y 1776, el gobierno del rey español Carlos III se mostró decidido a
tomar medidas resolutivas. El conflicto en los territorios brasileños de Río Grande
con los portugueses y la sublevación de las colonias angloamericanas (la guerra
de la Independencia estadounidense), que distraían la atención de los británicos,
crearon la coyuntura adecuada. Se organizó una gran expedición destinada a
zanjar el viejo litigio de límites entre las posesiones españolas y portuguesas (en
el cual, la colonia del Sacramento venía desempeñando un protagonismo esencial)
y se puso al frente de ella a Pedro Antonio de Cevallos, quien, además del mando
militar, recibió provisionalmente, el 1 de agosto de 1776, el título de virrey. En
marzo de 1777 consiguió la rendición de la isla de Santa Catalina y en junio ocupó
la colonia del Sacramento.

A pesar de los éxitos obtenidos, la campaña fue suspendida por la firma del
Tratado de San Ildefonso (1 de octubre de 1777), por el que España aceptaba la
soberanía portuguesa en la franja sur de Brasil, pero, a cambio, se le reconocían
sus derechos en el Río de la Plata, el Uruguay, el Paraná y el Paraguay, así como
en sus territorios adyacentes. Acabada la contienda y consolidada la demarcación,
Cevallos fue sustituido el 27 de octubre en el cargo. En su breve paso por el
virreinato, Cevallos había dejado su impronta en algunas medidas económicas y
comerciales que favorecieron a la ciudad de Buenos Aires frente a la de Lima
(capital del virreinato del Perú), y en sus recomendaciones a la metrópoli para
establecer un Tribunal de Cuentas y una nueva audiencia en aquélla. En
noviembre de 1777, ya fuera del cargo, recomendó la perpetuidad del virreinato en
una carta dirigida al secretario de las Indias José de Gálvez, en la que señalaba:
“es el verdadero y único antemural de esta América, a cuyo fomento se ha de
propender con todo el empeño..., es el único punto en que ha de subsistir o por
donde ha de perderse la América meridional”.

Organización del Virreinato

El nuevo virreinato, que había nacido de la fusión de grandes y muy variadas


regiones, se estructuró con rapidez y según los principios del reformismo llevado a
cabo por la Casa de Borbón, precisamente, para dar cohesión, armonía y
rentabilidad a la integración de tan diversas tierras. El 28 de enero de 1782 se
promulgó la Ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes de
Ejército y Provincia en el virreinato de Buenos Aires. Sus 276 artículos regularon la
justicia, la administración, la Hacienda y la guerra y estructuraron el territorio en
intendencias. Con la de Puno, que pasaría en 1796 a depender del virreinato del
Perú, componían el virreinato del Río de la Plata las siguientes intendencias:
Buenos Aires, con Santa Fe y Corrientes y los territorios del río Uruguay, bajo la

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denominación de intendencia general de Ejército y Provincia; Córdoba del


Tucumán, que comprendía las ciudades de Córdoba, La Rioja, Mendoza, San Juan
y San Luis; Salta de Tucumán, que abarcaba Salta, Santiago del Estero, Tucumán,
Jujuy y Catamarca; Potosí; Paraguay; Cochabamba; Chuquisaca; y La Paz.

Los territorios fronterizos con las posesiones portuguesas, esto es, Montevideo,
Misiones, Moxos y Chiquitos, constituyeron gobernaciones militares bajo la
jurisdicción directa del virrey. Los intendentes tenían autoridad sobre las
cuestiones de justicia, policía, guerra y Hacienda, en tanto que los gobernadores
sólo tenían facultades en los asuntos de guerra, policía y justicia.

Además de la ordenación del territorio en intendencias y gobernaciones, fue muy


importante para el virreinato la creación en 1783 de la audiencia de Buenos Aires
“que ya recomendara en su momento Pedro Antonio de Cevallos” a cargo de Juan
José Vértiz. Aunque la Cédula fundacional del alto tribunal se expidiera en abril de
1783, en tiempos de Vértiz, su funcionamiento real no comenzó hasta agosto de
1785, con la llegada de los componentes que la integraban, siendo ya virrey
Nicolás del Campo, marqués de Loreto. Componían la audiencia el virrey como
vicepresidente, un regente, cuatro oidores y un fiscal, que también asumía la
función de protector de indios.

El incremento del comercio y del tráfico de navíos en la zona reclamaba medidas


para su adecuada regulación, así como para el control de la recaudación
impositiva. En primer lugar, se crearon las aduanas de Montevideo y Buenos
Aires, y, más adelante, por una Real Cédula de enero de 1794, se erigió el
Consulado de Buenos Aires, que tenía principalmente dos finalidades: administrar
justicia en las cuestiones mercantiles y proteger y fomentar la producción y el
comercio. Si con la creación de la audiencia, Buenos Aires había consolidado su
posición de capital y de núcleo rector del virreinato, con la instalación de la aduana
y del Consulado y con la eliminación de las trabas comerciales que siempre había
sufrido, la capital bonaerense se convirtió en un gran puerto exportador e
importador y en el centro distribuidor de un amplísimo mercado. Esta situación
marcó el predominio del litoral sobre el resto de las provincias del interior del
virreinato. Asimismo, supuso el liderazgo de Buenos Aires en las grandes rutas
comerciales que unían la capital portuaria con Lima y con Santiago de Chile.

1.5.3 Virreinato de Nueva España

Entidad político-administrativa establecida por los monarcas españoles durante el


periodo colonial (inicios del siglo XVI-principios del siglo XIX) en los territorios del
actual México (núcleo esencial del virreinato), y que tuvo asimismo jurisdicción
sobre algunas zonas actuales del sur estadounidense, el resto de Centroamérica,

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Independencia y Mapa Político de América 24

las islas caribeñas, una porción del norte sudamericano (ya que incluyó durante
buena parte de su existencia a Venezuela) y sobre las islas Filipinas.

Nueva España fue el nombre que dio Hernán Cortés a las tierras que conquistó,
expresando que así la llamaba por las semejanzas que guardaba con España. Esta
designación aparece ya oficialmente en una real cédula del emperador Carlos V (el
rey español Carlos I), de fecha 15 de octubre de 1522. El nombre de Nueva
España llegó a tener tres acepciones distintas. En una abarcó los territorios
conquistados por Hernán Cortés y por sus capitanes, es decir, el espacio
geográfico que ocupan actualmente el Distrito Federal y los estados de México,
Hidalgo, Puebla, Tlaxcala, Morelos, Querétaro, Guanajuato, Michoacán, San Luis
Potosí (excluyendo algunos distritos de éste), el sur de Tamaulipas, Tabasco,
Veracruz y algunos lugares de Durango y Jalisco. En un sentido más amplio, el
nombre de Nueva España comprendió a todo lo que se encontraba bajo la inicial
jurisdicción del virreinato, esto es, a Nueva España en su acepción anterior,
además de los reinos de Nueva Galicia, Nueva Vizcaya, Nuevo León, Nuevo México
y Yucatán. Finalmente, con una acepción mucho más amplia llegó a nombrarse
Nueva España al conjunto de los distritos de las cinco audiencias a ella vinculadas,
las de México, Guadalajara, Guatemala, Santo Domingo (incluida la actual
Venezuela) y Manila. En función de esta acepción, existía en el Consejo de Indias
la Secretaría de Nueva España, en la que se atendía a los negocios concernientes a
estas cinco audiencias. Puede añadirse que también la península de Florida quedó
sometida durante algún tiempo al virreinato novohispano hasta que más tarde
quedó sujeta al gobernador general de Cuba.

Organización del Virreinato

Un virrey nombrado al efecto ejercía, en nombre del rey, el gobierno de Nueva


España. A lo largo del periodo colonial hubo 63 virreyes, siendo el primero Antonio
de Mendoza y el último Juan O’Donojú, quien suscribió con Agustín de Iturbide en
1821 el tratado en el que se reconocía la Independencia de México. En Nueva
España se establecieron formalmente divisiones territoriales que se mantuvieron
hasta 1776, cuando, hallándose en México el visitador general José de Gálvez, se
creó la comandancia general de las Provincias Internas, y, diez años más tarde, las
intendencias. El territorio abarcado por el reino de Nueva España era el que
correspondía a la acepción más restringida de este nombre. A su vez, el reino de
Nueva Galicia incluía la mayor parte del actual Jalisco, San Luis Potosí y los
actuales estados de Aguascalientes, Zacatecas y Nayarit, con una parte de Sinaloa
(todos ellos en México). El reino de Nuevo León estaba constituido
aproximadamente por lo que hoy es el territorio del estado mexicano de igual
nombre. El reino del Nuevo Santander coincidía con el actual estado mexicano de
Tamaulipas. El reino de Nueva Vizcaya, sumamente extenso, incluía a los actuales

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estados de Durango y Sonora, parte de Coahuila y Sinaloa (todos ellos hoy en día
pertenecientes a México), y parte de Arizona (en la actualidad, en Estados
Unidos). El reino de Nuevo México abarcaba al estado actual de dicho nombre en
Estados Unidos y algunos territorios adyacentes. Existían asimismo la provincia de
Yucatán, así como las Californias, Alta y Baja. Los gobernantes, tanto de estas
provincias como de los reinos mencionados, recibían su nombramiento de la
Corona, pero en el ejercicio de sus funciones dependían de los virreyes.

En Nueva España se crearon asimismo circunscripciones religiosas desde fecha


muy temprana. Un primer intento fue el de erigir un obispado en la villa de Santa
María de los Remedios, en la isla de Cozumel. Al no ser viable, el papa León X
accedió a la creación de la llamada diócesis Carolina (en honor de Carlos V), con
sede en Tlaxcala. Primer obispo de dicha diócesis fue el dominico Julián Garcés,
en 1527. Un año después, se embarcó con rumbo a México el franciscano Juan de
Zumárraga, en calidad de obispo electo de una nueva diócesis con sede en la
capital de Nueva España. A lo largo del siglo XVI se erigieron las diócesis de
Oaxaca o Antequera (1535), Michoacán (1536), Chiapas (1539), Compostela,
con ulterior traslado a Guadalajara (1548), y Yucatán (1561). La diócesis de
México se convirtió en archidiócesis en 1546. A partir de entonces, todas las
diócesis existentes y las que se crearon después en el periodo virreinal fueron
sufragáneas de la de México. En 1620, se establecieron las diócesis de Guadiana o
Durango, y en 1777 y 1778, las de Linares y Sonora. Al transformarse en 1743 en
archidiócesis la que existía en Guatemala, se convirtió en metropolitana con
respecto a la de Chiapas y las otras de Centroamérica.

La Sociedad Virreinal

Desde el punto de vista demográfico, se produjeron grandes alteraciones a lo largo


de los tres siglos novohispanos. Se ha discutido ampliamente acerca del número
de habitantes que había al tiempo de la conquista en la región central y meridional
de lo que hoy es México. Las cifras que se ofrecen oscilan entre los 20 y los 15
millones de personas. Las grandes epidemias que se produjeron en el siglo XVI
redujeron notablemente esa cifra, no obstante los procesos migratorios de
españoles y los africanos traídos como esclavos. Con apoyo en lo afirmado por
varios cronistas acerca de la creciente despoblación debido a las pestes, se ha
afirmado que a principios del siglo XVII la población de Nueva España excedía muy
poco de los 2 millones de habitantes. Tan sólo en la segunda mitad de ese siglo
se produjo una cierta recuperación demográfica. A principios del siglo XIX, el
aumento fue más notable. Según los cálculos de Alexander von Humboldt, en
1803 habitaban en el vasto territorio de Nueva España (cerca de 4 millones de
km2) 5.837.000 personas. De acuerdo con el contador general de los Ramos

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Arbitrios de Nueva España, Fernando Navarro y Noriega, la población del reino de


Nueva España en 1810 se aproximaba a los 6.125.000 habitantes.

La variedad es la característica fundamental en la historia del poblamiento de


México; el proceso de colonización desarrollado a partir del siglo XVI no hizo sino
ahondar en la disimetría espacial ya existente: las regiones situadas en torno al
golfo de México y al valle de México fueron habitadas desde época prehispana, en
tanto que en la costa del océano Pacífico y en el norte la colonización tuvo un
carácter más tardío.

Dicha población vivió durante los siglos del virreinato muy desigualmente
distribuida. Por una parte, subsistió la mayoría de las antiguas ciudades y pueblos
indígenas de la región central y meridional del país. Casi siempre se conservaron
sus nombres en lengua indígena aunque precedidos por la invocación
correspondiente a un santo. Hubo asimismo numerosas fundaciones españolas.

La primera de ellas fue la de Veracruz, a la que siguió en 1531 la que se llamó de


la Puebla de los Ángeles. Por otra parte, en la medida en que se inició y amplió
luego la expansión hacia el norte, el número de fundaciones españolas fue en
aumento. En algunos casos, los nuevos núcleos poblacionales se erigieron en
zonas de explotación agrícola y ganadera o en función de los reales de minas y, en
menor grado, en torno a los presidios o fuertes para retener a los llamados “indios
bárbaros”. Surgieron así las ciudades de Valladolid de Michoacán, Querétaro,
Guanajuato, Guadalajara, Zacatecas, Fresnillo, Sombrerete, Durango, Parral y otras
muchas en el gran septentrión novohispano.

La Economía y la Cultura

La vida económica del virreinato se apoyaba principalmente en las producciones


agrícolas que muchas veces incluían cultivos tradicionales indígenas y otras los
introducidos por los españoles. Se desarrolló asimismo, sobre todo en las regiones
del norte, la ganadería. Ésta influyó profundamente en la vida y cultura del país.

En función de ella florecieron la charrería, las corridas de toros y las de caballos; la


minería llegó a tener también un auge muy grande, en especial la explotación de la
plata, que hizo famoso a México en el mundo. El comercio interior se llevaba a
cabo a través de los principales caminos troncales que se fueron abriendo a lo
largo de los tres siglos de la época colonial. En varios lugares se erigieron
alhóndigas y asimismo se celebraban periódicamente ferias (la más importante de
las cuales era la que tenía lugar en Acapulco), en las que, una vez más, las
tradiciones indígenas y las españolas se mezclaban. El comercio exterior tenía
lugar fundamentalmente con España, partiendo del puerto de Veracruz; así mismo

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Independencia y Mapa Político de América 27

con Asia, por medio del galeón de Manila o del de Acapulco. Esta doble
vinculación con Asia y Europa permitió el tráfico de productos entre tres
continentes. Menos desarrollado estuvo el comercio con los otros virreinatos y
provincias españolas en el Nuevo Mundo, aunque existió en cierta escala con Cuba,
Centroamérica y con el virreinato del Perú.

Desde el punto de vista cultural, muchos fueron los logros que se alcanzaron. Muy
poco tiempo después de la llegada del primer grupo de los doce franciscanos,
interesó a éstos y más tarde a quien fue presidente de la segunda audiencia,
Sebastián Ramírez de Fuenleal, adentrarse en el conocimiento de la historia y la
cultura indígenas. Si bien ese empeño tuvo una motivación religiosa y asimismo
política “buscar la conversión de los indios y la mejor implantación del régimen de
gobierno español”, a ello se sumó el interés que suscitaban las instituciones y la
mentalidad de los indígenas.

Los frailes fundaron escuelas para jóvenes nativos en diversos lugares. Allí
aprendían ellos la lengua indígena y enseñaban a sus estudiantes el arte de la
escritura, adaptando el alfabeto latino para la representación de los fonemas del
idioma vernáculo. Hay varios testimonios que muestran que hacia 1531 había ya
varios centenares de jóvenes indígenas que sabían escribir en lengua náhuatl.

Consta también que para esa fecha se había logrado preparar una primera
gramática o arte de dicha lengua. Un proceso paralelo se desarrolló en otros
ámbitos de Nueva España. Tal fue el caso de los contactos y establecimientos de
educación que se fomentaron entre indígenas mixtecos, huastecos, zapotecas,
totonacas, otomíes y otros de la región maya.

En 1536, abrió formalmente sus puertas el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco,


donde “como había ocurrido siglos antes en la escuela de traductores de Toledo”
frailes humanistas, trabajando al lado de sabios indígenas y de un grupo muy
selecto de estudiantes, proporcionaron el acercamiento de lo mejor de la cultura
renacentista y los logros alcanzados por la civilización indígena. En tanto que se
enseñaba a los jóvenes el trivium y el quadrivium, incluyendo por supuesto el
aprendizaje de la lengua latina, se daba también entrada al estudio de los códices
o libros con pinturas y signos glíficos, la medicina y farmacología nativas, la
recopilación de textos sobre las normas morales de comportamiento, la historia y
la antigua visión del mundo. Larga es la lista de los humanistas que participaron
en tal empresa. Entre ellos sobresalen Andrés de Olmos, Juan de Gaona, Juan
Focher, Bernardino de Sahagún y, entre los indígenas, Martín de la Cruz, Juan
Badiado, Antonio Valeriano, Martín Jacobita y otros varios.

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Independencia y Mapa Político de América 28

La introducción de la primera imprenta en el Nuevo Mundo (1539), así como la


apertura de la Real y Pontificia Universidad de México (1553), fueron dos hitos de
enorme importancia para el desenvolvimiento cultural de Nueva España. En la
Universidad hubo maestros humanistas de gran renombre, entre ellos Alonso de la
Veracruz, en el campo del derecho, antiguo discípulo de Francisco de Vitoria, que
fue aún más allá en la defensa de los indígenas. Lugar especial merece también
Francisco Cervantes de Salazar, renombrado latinista que llegó a ser rector de la
Universidad.

Es cierto que la conquista y lo que a ella siguió fueron causa de que se


destruyeran muchos de los antiguos monumentos indígenas. A veces, en el mismo
sitio en que se levantaban aquellos, se erigieron grandes conventos, en muchos de
los cuales son visibles los últimos elementos del arte gótico español. En ellos se
prosiguió el intercambio cultural y, quizá por primera vez en la historia, se
elaboraron numerosas gramáticas y vocabularios y se redactaron textos en muchas
lenguas indígenas. Lo alcanzado entonces es riqueza de gran valor a la luz de la
lingüística y la filología. Avanzado ya el siglo XVI, la influencia de la nueva cultura
en formación comenzó a difundirse por las regiones del norte. Allí, sobre todo los
misioneros franciscanos y jesuitas, elaborarían nuevas obras lingüísticas y
aprenderían, a su vez, de los indígenas a utilizar los valiosos elementos de su
farmacología y a adaptarse a medios naturales con frecuencia muy hostiles. En la
capital del virreinato y en otras de las principales ciudades destacaron varios
personajes, sobre todo en la creación literaria y en la preparación de obras
históricas y de otros contenidos. Pueden mencionarse, para la primera mitad del
siglo XVII, entre otros, a Juan Suárez de Peralta, quien, además de escribir una
crónica de Nueva España, hizo imprimir un Tratado de la caballería de la jineta y
de la brida; el franciscano Juan de Torquemada, autor de la magna crónica de
crónicas que intituló Monarquía indiana; el dramaturgo de fama internacional Juan
Ruiz de Alarcón; la también conocida mundialmente sor Juana Inés de la Cruz; así
como el ingeniero y cosmógrafo Enrico Martínez. A lo largo de esa centuria, se
fueron fundando numerosos centros de altos estudios, conocidos como colegios, al
cargo de varias órdenes religiosas, principalmente de la Compañía de Jesús.

Varios de los colegios así fundados en ciudades como Puebla, Guadalajara,


Valladolid, Oaxaca y Mérida se convirtieron más tarde en universidades. Desde la
segunda mitad del siglo XVII y, sobre todo, durante el siglo XVIII, en la
arquitectura, la música, la literatura y otras artes se dejó sentir la eclosión vigorosa
del arte barroco. Éste tuvo en México una fisonomía propia e inconfundible.

Numerosas iglesias y palacios dan fe de su esplendor. Al igual que no pocas


composiciones musicales que se han descubierto en los archivos catedralicios de
varios lugares y en algunos conservatorios, como el de Las Rosas, en Valladolid de

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Independencia y Mapa Político de América 29

Michoacán (la actual Morelia). A la par que se siguió cultivando la literatura y la


historia, como en el caso de Carlos Sigüenza y Góngora y otros muchos, los
jesuitas fomentaron en sus colegios la introducción de la filosofía moderna y el
estudio de las ciencias. Ello marcó un periodo de nuevas transformaciones. Bajo
el reinado de los Borbones y en particular durante el de Carlos III, no obstante
haber decretado éste la expulsión de los jesuitas, se erigieron nuevos centros de
estudio e investigación. Como símbolo y resumen de lo que entonces se alcanzó
pueden mencionarse el nombre del científico, antiguo alumno de los jesuitas, José
Antonio de Alzate. Célebre como matemático, físico y cartógrafo, dirigió también
un semanario intitulado Diario Literario de México, realizó trabajos astronómicos y
meteorológicos, hizo algunas excavaciones arqueológicas y fue reconocido como
miembro de la Academia de Ciencias de París y del Real Jardín Botánico de Madrid.

Fuente: Enrique de Gandía.


Historia de América tomo IV.
Buenos Aires: W. M. Jackson
editores, 1951.

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Independencia y Mapa Político de América 30

Contemporáneos suyos fueron los científicos españoles, que trabajaron por algún
tiempo en México, Fausto Elhúyar y Lubice, descubridor del volframio (tungsteno),
y Andrés Manuel del Río, que abrió el primer curso de mineralogía en el Real
Seminario de Minería (también llamado Colegio de Minería) y fue el descubridor
del vanadio. El Colegio de Minería, cuyo edificio (conocido como el Palacio de
Minería) fue diseñado y construido por el arquitecto y escultor Manuel Tolsá, abrió
sus puertas en 1813. Baste con decir acerca de él que, algunos años más tarde,
cuando Alexander von Humboldt estuvo en la ciudad de México, mostró su gran
admiración por cuanto allí se investigaba y enseñaba. El Colegio apareció así a sus
ojos como realización emblemática de lo que era la cultura novohispana a
principios del siglo XIX, es decir, en vísperas de la emancipación de aquellos
territorios respecto de la dominación española.

Proceso de Comprensión y Análisis


• ¿Qué relación existe entre conocimiento territorial y organización
administrativa?

• ¿Cuáles son las implicaciones en el imaginario colectivo latinoamericano de la


organización geopolítica colonial?

• ¿Cómo se caracteriza la evolución del mapa latinoamericano entre los siglos XVI
y XVII?

• ¿Cuáles son las circunstancias históricas que obligan a la metrópoli a conformar


nuevos virreinatos en Latinoamérica?

• ¿Cuáles son las características fundamentales de la administración política de


España en Latinoamérica?

• ¿Desde la perspectiva del ordenamiento territorial cómo se puede interpretar la


fundación de ciudades durante la colonia en Latinoamérica?

• ¿Político territorialmente hablando cómo se organiza la población


latinoamericana durante la colonia y qué impacto esta organización produce en
las estructuras sociales de la época?

• ¿Realizar una comparación desde el punto de vista administrativo de los


diferentes virreinatos que conformaron la división política latinoamericana en el
momento de la independencia?

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Independencia y Mapa Político de América 31

Solución de Problemas
• Si dejamos a un lado los intereses económicos de la época mercantilista ¿desde
qué óptica se hubiese podido ordenar el desconocido territorio americano?

• El problema de la identidad nacional de los pueblos latinoamericanos se puede


explicar si se argumenta que la distribución del espacio y la conformación de
unidades administrativas fue producto de un proceso impuesto y no de una
génesis natural. ¿Desde allí se puede explicar también la ilegitimidad de los
sistemas políticos en Latinoamérica?

Síntesis Creativa y Argumentativa


• Con los miembros del cipa realizar un mapa conceptual que se estructure en
torno a la idea de “organización administrativa-territorial” que debe ser
expuesto y comentado ante el grupo. Tras las exposiciones, todo el grupo
elaborará un mapa conceptual síntesis.

Autoevaluación
• ¿Qué diferencia administrativa existe entre un virreinato y una capitanía?
• ¿Cómo se puede caracterizar la visión de mundo del hombre europeo en el
siglo XVII?
• ¿Cómo se produce el tratado de Tordesillas?
• ¿Cómo se ordena el territorio latinoamericano en el siglo XVIII?
• ¿Qué es la geopolítica?

Repaso Significativo
• Consultar las diferencias de tipo político que los sistemas centralistas
administrativos y los sistemas federalistas tienen en torno a la organización
territorial. Dentro de estas diferencias se deben tener en cuenta el problema
de la autonomía territorial, de la representación política, de la autonomía
jurídica y financiera.

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Independencia y Mapa Político de América 32

• Apoyados en la consulta anterior analizar el proceso de organización territorial


en América del Norte y elaborar un ensayo donde se compare este proceso con
el de Latinoamérica.

Bibliografía Sugerida
GUHL, Ernesto. Escritos geográficos: las fronteras políticas y los límites naturales.
Edición Biblioteca Virtual Luis Ángel Arango.

López de Velasco. Geografía general de las Indias: instrucción y memoria de las


relaciones que se han de hacer para la descripción de las Indias, Madrid, 1894.

SCHUMACHER, Hermann A. Mutis, un forjador de la cultura. Ecopetrol, Bogotá,


1984.

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Independencia y Mapa Político de América 33

UNIDAD 2: Proceso de Independencia y


Surgimiento de los Estados
Descripción Temática

No es posible comprender la naturaleza política de los estados latinoamericanos si


no se hace referencia al proceso histórico que les dio vida y que caracteriza los
rasgos fundamentales de la administración política durante el siglo XIX. Por tal
razón, la presente unidad está conformada por dos grandes componentes: los
procesos de independencia, que se llevaron a cabo en la región latinoamericana y
los cambios globales en la política regional que este proceso ocasionó. Se podría
decir que la presente unidad es un resumen de los principales fenómenos políticos
del siglo XIX que permiten interpretar un reordenamiento en el mapa político de
América y en sus sistemas de administración.

Horizontes
• Precisar conceptos como republicanismo, democratización, caudillismo y
Estado, en el marco histórico de la independencia.

• Caracterizar el surgimiento de las repúblicas en América Latina como el triunfo


de los militares frente a los políticos.

• Analizar el impacto de la independencia en las transformaciones del mapa


político latinoamericano.

Núcleos Temáticos y Problemáticos


• El Proceso de Independencia
• Los Estados Independientes Latinoamericanos

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Independencia y Mapa Político de América 34

Proceso de Información
2.1 EL PROCESO DE INDEPENDENCIA

Durante las primeras décadas del siglo XIX se adelantaron en las colonias
americanas un conjunto de eventos políticos y militares que condujeron a la
independencia de estos territorios. Conjuntamente, se produce el surgimiento de
los estados independientes de América. A continuación se esbozan, a manera de
resumen, las principales características de los procesos de independencia en
Latinoamérica:

2.1.1 Independencia de Colombia

El conflicto que condujo a la emancipación de España se desarrolló en Colombia


entre 1810 y 1819. Se inició el 20 de julio de 1810 en Santafé de Bogotá cuando
los hermanos criollos Francisco de Paula y Antonio Morales Galavís fueron a la casa
del español José González Llorente a que les prestara un florero para adornar una
mesa en que se serviría un banquete a don Antonio Villavicencio, comisario del rey
que llegaba a Santafé de Bogotá. El español insultó a los criollos, el pueblo se
enfureció y estos le dieron una paliza, y se organizó una Junta Suprema de
Gobierno del Nuevo Reino de Granada, dirigida por los Criollos.

En muchas ciudades empezaron a aparecer juntas que no buscaban independencia


sino autonomía con respecto a España. Sin embargo, los criollos terminaron por
cambiar de opinión. La proclamación de independencia formal se inició en
Venezuela el 5 de julio de 1811, mientras que en la Nueva Granada, debido a la
división interna que sufría, se fue realizando de manera gradual, siendo Cartagena
la primera provincia en proclamar la independencia el 11 de noviembre de 1811.

El 16 de julio de 1813 siguió su ejemplo Cundinamarca y posteriormente Antioquia,


Neiva y Tunja. Las independencias de estas provincias dieron inicio al primer
periodo de vida independiente de la Nueva Granada, llamado Primera República,
pero también conocido como Patria Boba. El origen de este nombre se debe a las
dificultades que enfrentaron los criollos para lograr el gobierno del territorio y que
desembocaron en una guerra civil.

Esta primera guerra civil, con la que surgió la nación, tuvo un elemento político de
trasfondo: el enfrentamiento entre quienes, como Antonio Nariño, pugnaban por
un gobierno centralista y los que defendían el federalismo, como Camilo Torres.

Mientras en la América hispana se luchaba por la independencia, las naciones


europeas, después de la derrota definitiva de Napoleón Bonaparte en 1814, se

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Independencia y Mapa Político de América 35

dedicaron a reorganizarse. En España Fernando VII, tras su liberación se dedicó a


la reconquista de las colonias americanas, y para eso encomendó a Pablo Morillo,
quien al mando de un ejército de más de 10.000 soldados emprendió su campaña
militar por Venezuela en 1815. La rápida victoria que logró en Cartagena le
permitió iniciar el sometimiento del interior de la Nueva Granada.

La reconquista se facilitó en muchas regiones porque los pobladores estaban


agotados por la guerra civil. En poco tiempo, los españoles volvieron a dominar el
territorio granadino, con excepción de los Llanos Orientales, donde empezó el
desarrollo de la tercera etapa del proceso de independencia.

La figura clave fue Simón Bolívar, quien era enemigo declarado del federalismo y
para esta época ya era conocido como El Libertador, gracias a su participación en
la campaña que adelantaron en 1813 las Provincias Unidas para liberar a Caracas
del poder español.

Independencia Militar

La campaña de 1819 se inició cuando los ejércitos patriotas se unieron en


Casanare. Las tropas neogranadinas marchaban al mando de Francisco de Paula
Santander, joven y brillante militar, mientras que las venezolanas eran
comandadas por el caudillo José Antonio Páez. Simón Bolívar, en tanto, aportaba
su ingenio militar y político, fundamental para unir los intereses de venezolanos y
neogranadinos. La campaña también contó con el apoyo de algunos soldados
franceces y de Inglaterra, nación que aportó armas, dinero, municiones y un
ejército de cinco mil hombres conocido como la Legión Británica.

En la etapa final de la independencia, la principal batalla fue la que libraron los


patriotas contra los españoles en el Pantano de Vargas, de la que José María
Barreiro, jefe de las tropas españolas, salió debilitado. La victoria criolla fue
posible gracias a la decidida participación del comandante Juan José Rondón,
quien al mando de 14 lanceros atacó en el preciso momento en que los realistas
estaban a punto de ganar la contienda.

La victoria en la Batalla de Boyacá, el 7 de agosto de 1819 selló la derrota


definitiva del ejército español. Días después, el ejército patriota entró en Bogotá,
mientras que las tropas españolas buscaban huir a Cartagena o al sur del país.

Esta batalla abrió paso para que se llevaran a cabo las campañas libertadoras de
Venezuela, Quito, Perú y alto Perú.

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Independencia y Mapa Político de América 36

Breve Resumen de la Política de Colombia en el Siglo XIX

Bolívar fue declarado presidente de la República y Francisco de Paula Santander,


quien luchó activamente en la campaña, fue nombrado vicepresidente. En 1819,
en el Congreso de Angostura, fue posible hacer realidad el sueño de Bolívar, que
pretendía que los países libertados:

La Nueva Granada, Venezuela y la provincia de Quito, formaran una sola y


poderosa república, la Gran Colombia. En 1821, en el Congreso de Cúcuta, se
redactó su primera constitución y se confirmó Bolívar como Presidente.

El venezolano Francisco Miranda concibió esa unidad política continental con el


nombre de la Gran Colombia, en honor a Cristóbal Colón. En 1830 Simón Bolívar
renunció a la presidencia por motivos de salud, después de haber sido objeto de
un atentado contra su vida en 1825, y se disuelve la Gran Colombia.

En la Convención Granadina de 1831, se crea la república de la Nueva Granada, en


la que sobresalen Santander, Márquez, Alcántara y José Hilario López.

A mediados del siglo XIX, se fundaron los partidos tradicionales, liberal y


conservador; con sus antecedentes centralistas y federalistas, bolivarianos y
santanderistas. Además con las reformas de medio siglo, el país rompe con su
pasado colonial y entra a la economía mundial, exportando quina, tabaco, añil,
algodón y café. En 1863, los liberales radicales asumen el poder y redactan la
constitución de Río Negro, y le da el nombre al país de Estados Unidos de
Colombia, hasta 1886, cuando se aprueba una nueva constitución con el nombre
de República de Colombia.

2.1.2 Independencia del Brasil

Brasil era un actor muy diferente de los demás miembros del sistema de Estados
emergente en América del Sur. Por lo pronto, existía una clara diferenciación de
identidades entre las elites hispanizadas y las lusitanizadas, lo que hacía que las
diferencias entre el Río de la Plata y el Brasil fueran mucho mayores que las que se
registraban entre las provincias que eventualmente configurarían lo que
conocemos como la Argentina, Chile, Paraguay y el Alto Perú (hoy Bolivia).

La llegada de la corte portuguesa en1808 tuvo un tremendo impacto sobre Brasil;


Río de Janeiro se convirtió súbitamente en la capital de un imperio mundial que se
extendía hasta Goa y Macao. El Brasil ahora se encontraba gobernado desde Río,
ya no desde Lisboa, aunque fuera por las mismas personas que antes lo hacían
desde Portugal.

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Independencia y Mapa Político de América 37

Por otra parte ningún brasileño fue incluido en este gobierno imperial. Los
portugueses americanos vieron limitada su participación a las administraciones
provinciales y locales. A pesar de ello, y de alguna manera paradójicamente la
colonia ahora era Portugal. Lisboa dejó de ser el centro desde el que se
administraba el comercio de importaciones y exportaciones brasileñas. El
monopolio comercial colonial portugués de 300 años se quebró. En 1808 los
puertos brasileños se abrieron para el comercio directo con todos los países
amistosos.

Con la ocupación francesa de Portugal y el bloqueo británico de los puertos del


país, Dom Joao no tuvo otra alternativa que liberalizar el comercio. De lo contrario
se habría quedado sin mercados para la producción brasileña, y sin el ingreso de
divisas correspondiente. Por otra parte, Gran Bretaña esperaba esta apertura, que
era el precio de su protección. Otra consecuencia de las nuevas circunstancias fue
que se levantó la anterior prohibición de manufacturar en Brasil. Todo esto generó
una súbita convergencia de intereses de la corte portuguesa con la oligarquía
brasileña (constituida por portugueses americanos). Algunas restricciones
menores al comercio continuaron vigentes: el comercio extranjero se encontraba
limitado a cinco puertos, y el comercio costero de Brasil así como el comercio con
el resto del Imperio Portugués estaba confinado a barcos portugueses. Pero la
diferencia frente al pasado era enorme.

Por supuesto, y especialmente durante la guerra contra Napoleón, la mayor parte


del comercio era con Gran Bretaña, aun cuando en teoría estaba abierto para
“todas las naciones amigas". Brasil se convirtió, tal como lo había planeado
Canning, en un mercado británico y en la puerta del contrabando hacia toda Sud
América. En 1808 el número de barcos que entró en Río de Janeiro era cuatro
veces mayor que en 1807, y la mayoría eran británicos.

Esto, sin embargo, no era suficiente para los británicos. Ellos querían el tipo de
privilegios que habían gozado con Portugal por siglos. El príncipe regente era
enteramente dependiente de los británicos para la derrota de los franceses en
Portugal y para la defensa del mismo Brasil, y por lo tanto no podía rechazar esa
pretensión. Lord Strangford, como ministro británico, siguió a dom Joao a Río, y
terminó de negociar dos tratados en febrero de 1810: un tratado de Navegación y
Comercio y un tratado de Alianza y Amistad. Se fijó una tarifa máxima del 15 por
ciento para la mercadería británica. El tratado era totalmente asimétrico. Gran
Bretaña no redujo sus prohibitivos impuestos al azúcar y café brasileños. Además
“y simbólicamente esto era más grave” se estableció un principio de
extraterritorialidad por el cual en los casos que involucraran a súbditos británicos
debían designarse jueces británicos.

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Independencia y Mapa Político de América 38

Por otra parte, según el artículo 10 del tratado de alianza Dom Joao, se
comprometió a cooperar en la reducción y eventual abolición del tráfico de
esclavos. Los británicos habían tratado de arrebatarles esta concesión a los
portugueses con anterioridad, sin éxito, tres semanas después de su propia
abolición a principios de 1807. Pero ahora los portugueses tenían menos margen
de maniobra. Dom Joao estaba obligado a confinar el tráfico de esclavos a su
imperio, de modo que no se beneficiara del retiro de Gran Bretaña de ese tráfico.

Desde ese momento en adelante, Gran Bretaña presionaría fuertemente a los


portugueses a cumplir su promesa de avanzar hacia la gradual abolición de la
esclavitud.

Otra consecuencia del establecimiento de la corte en Río de Janeiro fue la


finalización del aislamiento cultural del Brasil, que era mucho mayor que el de las
colonias de España, ya que en Brasil no había ni imprentas ni universidades. En
mayo de 1808 se estableció una imprenta, y también se fundaron establecimientos
culturales y educacionales.

Cuando Portugal fue liberada en 1814, en un principio dom Joao no quiso regresar
a su país, prefiriendo permanecer en Brasil. En diciembre de 1815 elevó a Brasil al
rango de reino. Para algunos historiadores este hecho, más que el arribo de la
corte en 1808, marca el fin del status colonial del Brasil. En 1816, con la muerte
de su madre, el príncipe regente se convirtió en el rey Joao VI de Portugal, Brasil y
las Algarves. Sin embargo, la corte portuguesa se mantuvo leal a los intereses de
la comunidad portuguesa en Brasil, lo que representó un grave conflicto de
intereses que dividió al reino.

No obstante, las tendencias estructurales eran favorables a Brasil, cuyo peso


económico crecía enormemente frente al de Portugal. Esto agravó el conflicto de
intereses entre portugueses y brasileños. A pesar de los fuertes lazos e intereses
comunes entre la Corona portuguesa y la oligarquía brasileña en torno del libre
comercio, el rey no podía liberarse de los intereses mercantilistas y monopólicos de
los comerciantes portugueses. Al mismo tiempo, los brasileños temían la
restauración del status colonial y la pérdida de todo lo que habían ganado desde
1808.

No obstante estos clivajes y conflictos de intereses entre la oligarquía criolla y los


portugueses, que no eran muy distintos de aquellos encontrados en la América
española, una gran diferencia entre ésta y los procesos que llevaron a la
independencia en Brasil reside en el hecho de que en Brasil no se produjo una
crisis de legitimidad. Después de 1808 en Hispanoamérica no hubo un rey al que
obedecer. En Brasil sucedió todo lo contrario: la corte entera se trasladó allí.

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Independencia y Mapa Político de América 39

La ausencia de una crisis de legitimidad, sin embargo, no significa que no haya


habido graves conflictos de intereses. Si bien la elite brasilera encontró el
absolutismo ilustrado de Dom Joao tolerable, las discriminaciones en favor de los
portugueses eran muy resentidas. Además con la corte en Río de Janeiro las
cargas fiscales se incrementaron considerablemente. Para colmo, las ambiciones
dinásticas de dom Joao y Carlota eran costeadas por los brasileños. Las
ambiciones de la Corona sobre Uruguay aumentaron con la llegada de las tropas
portuguesas liberadas de la guerra en Europa y con la partida de lord Strangford,
que había jugado un rol de contención. Lo que es más, los acuerdos de dom Joao
con Gran Bretaña para la supresión del tráfico de esclavos estaban en oposición a
los intereses de la elite brasileña.

El tráfico de esclavos sufrió pérdidas importantes debido a la represión británica,


en 1815 se hizo ilegal al norte del ecuador y en 1817 los barcos británicos
obtuvieron poder de policía. Al sur del ecuador, el tráfico de esclavos continuó
siendo legal y siguió abasteciendo las necesidades de trabajo en Brasil. No
obstante, los brasileños percibieron que los portugueses eran una amenaza a este
tráfico de esclavos, debido a los compromisos que la Corona había asumido frente
a Gran Bretaña.

A pesar de estas divergencias de intereses, no se había generalizado aún ninguna


exigencia de cambio de régimen político de parte de la elite brasileña. Durante
este período hubo sólo una rebelión, la de la República de Pernambuco de 1817,
que duró solamente dos meses. Esta fue una revuelta contra Río de Janeiro, y
contra los impuestos excesivos tanto como contra los portugueses. Aunque en un
principio la revuelta se extendió a los Estados brasileños vecinos, nunca se
extendió a otras regiones del Brasil, y pronto perdió impulso siendo rápidamente
reprimida. Por otra parte, los británicos estaban en contra de la división del Brasil:
habían conseguido el libre comercio, y preferían la unidad y estabilidad de Brasil,
que les aseguraba la vigencia continuada de esa libertad.

Sin embargo, con la expansión de la revolución en Hispanoamérica el régimen


portugués se tornó más represivo, temeroso de que la insurrección tuviera émulos
en su territorio. No obstante, esa expansión no se produjo, y la independencia del
Brasil se precipitó no tanto por procesos endógenos al país americano sino por
eventos portugueses. En agosto de 1820 se produjo una revolución liberal en
Oporto que se extendió hasta Lisboa. Los militares y burgueses portugueses no
estaban satisfechos con las condiciones políticas y económicas en el Portugal de
posguerra. El resentimiento salió a la superficie a causa de las protestas por el
hecho de que un inglés estuviera presidiendo el Consejo de Regencia.

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Por otra parte, la pérdida del monopolio económico portugués sobre Brasil dañó
fuertemente los intereses económicos portugueses. Se generó un agudo déficit
presupuestario, y los salarios militares y civiles no fueron pagados. Con la revuelta
de 1820 la Junta Provisional exigió el regreso del rey. La Junta gobernaba en su
nombre, pero destituyó al Consejo de Regencia, prevaleciendo una tendencia
liberal y antiabsolutista, que favorecía el constitucionalismo. No obstante,
concomitantemente prevalecía en Portugal una inclinación a volver a colocar a
Brasil bajo status colonial.

En 1821 hubo en Brasil diversas revueltas liberales encabezadas por portugueses,


que forzaron al rey a aceptar una futura constitución liberal para Brasil y Portugal.

El dilema que entonces se le presentó a Dom Joao era que si volvía a Portugal
caería en las manos de los liberales y arriesgaría la pérdida de Brasil, mientras que
si permanecía en Brasil perdería a Portugal (ya que los liberales portugueses no
estaban dispuestos a tolerar por más tiempo la ausencia de su rey).

En marzo de 1821 Dom Joao accedió a regresar bajo presión de los militares
portugueses y del gobierno británico. Castlereagh aclaró que Gran Bretaña estaba
obligada a defender la casa de Braganza contra enemigos externos, pero no de
ataques internos. Dom Joao se embarcó en abril de 1821, con 4.000 portugueses
y el tesoro real, dejando a su hijo don Pedro, de 22 años, como príncipe regente.

En Brasil el partido brasileño se preparó para defender los intereses brasileños en


las Cortes de Lisboa, donde ocuparían sólo entre 70 y 75 bancas de un total de
200. Pero los brasileños aún no consideraban la independencia como una cuestión
política seria.

Pero las Cortes intentaron quitarle a Brasil su condición de reino e imponerle su


anterior status colonial, para restablecer el monopolio comercial portugués y
negarle a Gran Bretaña acceso directo a Brasil. Intentaron también ignorar a Río
de Janeiro, dando órdenes directas a las capitales de los diferentes estados
brasileños para descentralizar el poder en Brasil y desarticular toda posibilidad de
reacción coordinada. Las Cortes intentaron desmantelar todas las instituciones de
gobierno montadas en Río de Janeiro desde 1808. Cada provincia debía ser
gobernada por un jefe militar designado directamente desde Lisboa. Al príncipe
regente don Pedro se le ordenó regresar a Portugal en septiembre y en octubre de
1821. Como consecuencia, los diputados brasileños, que habían sido ridiculizados,
insultados y amenazados, se rebelaron y escaparon ilegalmente de Lisboa a fines
de 1822.

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Independencia y Mapa Político de América 41

Fueron estos eventos los que llevaron a los brasileños a transferir su lealtad de
Joao VI a don Pedro, presionándolo a desobedecer a las Cortes y a permanecer en
Brasil. A principios de 1822 impidieron el desembarco de tropas portuguesas. En
mayo se decidió que ningún decreto de las Cortes de Lisboa sería llevado a la
práctica sin la aprobación de don Pedro. En septiembre llegaron despachos desde
Lisboa acusando a los ministros de don Pedro de traición, ordenando el regreso de
éste a Portugal y exigiendo la completa subordinación de Brasil. De tal manera,
cuando el 7 de septiembre de 1822 don Pedro lanzó su famoso “Grito de
Ipiranga", una larga serie de acontecimientos había preparado el camino. El
influyente José Bonifacio de Andrada e Silva (1) y su propia esposa (la princesa
austríaca Leopoldina) le aconsejaron romper con Portugal. En octubre fue
proclamado “Emperador Constitucional y Perpetuo Defensor" del Brasil.

Finalmente, el 1º de diciembre de 1822 don Pedro fue coronado. Entre tanto, una
Asamblea Constituyente brasileña había sido elegida indirectamente por sufragio
estrictamente limitado en junio de 1822 y ésta se reunió por primera vez en mayo
de 1823, después de la coronación. Brasil ya era independiente.

En el Noreste sólo Pernanbuco aceptó la independencia. La presencia portuguesa


en el resto de la región impidió su unión inmediata. Bahía estaba dividida entre las
fuerzas portuguesas y los barones brasileños del azúcar que se subordinaron a don
Pedro. Los segundos designaron a un oficial francés como comandante de las
fuerzas antiportuguesas en Bahía, pero esto resultó insuficiente debido a que allí
estaba establecida la escuadra naval portuguesa. Por este motivo, los brasileños
contrataron a lord Cochrane, el aventurero naval británico que en 1818 había
organizado la flotilla chilena bajo San Martín y estaba retirado en Chile. Cochrane
organizó un pequeño escuadrón. En julio de 1823 los portugueses dejaron Bahía,
que estaba ocupada por fuerzas brasileñas. Finalmente, las últimas tropas
portuguesas en dejar Brasil se embarcaron en marzo de 1824 en Montevideo,
luego de que la provincia Cisplatina se uniera al Imperio del Brasil.

El reconocimiento de la independencia brasileña de parte de Gran Bretaña era


especialmente importante para el nuevo Estado. Era particularmente relevante
porque hacia mayo de 1823 Portugal estaba nuevamente bajo un gobierno
absolutista, y las potencias de la Santa Alianza podían, hipotéticamente, ayudar a
Joao VI a reafirmar su poder. Además, el reconocimiento británico ayudaría a don
Pedro a consolidar su poder contra realistas, separatistas y elementos
republicanos.

Por su parte, Gran Bretaña tenía diversas razones para reconocer la independencia
de Brasil, entre ellas:

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• Que facilitaba políticamente el reconocimiento de las repúblicas


hispanoamericanas.
• Que Portugal era demasiado débil militar y económicamente como para
reimponer su dominio por su cuenta.
• Que (como consecuencia de las relaciones comerciales desarrolladas desde
1808) Brasil ya era el tercer mercado extranjero más importante de Gran
Bretaña.
• Que Brasil había retenido la monarquía (y era por lo tanto un “buen ejemplo"
para otros).
• Que cualquier retraso en su reconocimiento haría peligrar la estabilidad y unión
del país.
• Que la declaración de independencia brasileña le permitió a Gran Bretaña
progresar en la cuestión de la abolición del tráfico de esclavos. Brasil era
vulnerable a la presión británica porque necesitaba a Gran Bretaña.
• Porque el tratado anglo-portugués debía renegociarse en 1825, y Gran Bretaña
podría hacerlo exclusivamente con Brasil.

A pesar de todos estos factores, Gran Bretaña rehusó reconocer la independencia


brasileña hasta que no hubiese un acuerdo sobre el tráfico de esclavos, ya que de
ese modo podía poner fin a las excusas portuguesas para la continuación del
tráfico. En septiembre de 1823 Portugal le pidió a Gran Bretaña sus buenos oficios
frente a Brasil. Canning accedió, pero dijo que no esperaría indefinidamente al
reconocimiento portugués de la independencia brasileña, ya que no podía arriesgar
los intereses británicos en Brasil. Las negociaciones entre Brasil y Portugal se
llevaron a cabo en Londres pero se rompieron en febrero de 1825. Por
consiguiente, Gran Bretaña decidió actuar por su cuenta y envió un diplomático a
Río de Janeiro para negociar un tratado comercial anglo-brasileño. En su camino a
Brasil, el enviado Charles Stuart pasó por Lisboa y obtuvo la representación del
gobierno portugués para negociar también en nombre suyo.

En agosto de 1825 Stuart firmó un tratado por el cual Portugal reconocía la


independencia brasileña y Brasil prometía no incorporar a su imperio otras partes
del Imperio Portugués. Stuart negoció luego un tratado para Gran Bretaña, pero
éste fue rechazado por Canning. Finalmente, en noviembre de 1826 se firmó un
tratado anglo-brasileño que establecía que el tráfico de esclavos sería ilegal a partir
de marzo de 1830. A éste le siguió, en agosto de 1827, un acuerdo comercial
anglo-brasileño que incluía la continuación de la tarifa máxima del 15% para los
productos británicos, y el principio de extraterritorialidad por el cual los ingleses
tenían el derecho de designar jueces para manejar casos que involucrasen a

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súbditos británicos residentes en el Brasil (ambas heredadas del tratado anglo-


portugués de 1810).

2.1.3 La Independencia de México

El proceso histórico que dio vida a la republica mexicana, duró 11 años de extensa
lucha del pueblo por obtener su libertad e independencia, esta lucha está dividida
en 4 etapas:

• Primera Etapa – Antecedentes y “Grito de Independencia": esta etapa


comienza a principios de la década entre 1800 y 1810, cuando los colonos de la
Nueva España, incluyendo a los ricos, criollos, indígenas y latifundistas, ya no
deseaban compartir la riqueza del nuevo pueblo con los españoles a quienes
también se llamaba “gachupines", además que dentro de la Nueva España
había mucha desigualdad social, éste era el pretexto principal para pensar en la
Independencia. En 1808, Napoleón ocupa España, por lo tanto los españoles
estaban muy ocupados defendiendo su país. El pueblo de México al enterarse
de la invasión francesa en España, aprovecha para promover el movimiento de
la Independencia, por medio de carteles en todo el país. Al principio se
organizó un movimiento a favor de la independencia en Valladolid, pero rápido
fue sofocado, sin embargo pronto surgieron otros al frente de Ignacio Allende,
el corregidor Domínguez y su esposa Josefa, Abasolo, Aldama y Don Joaquín
Arias. El más importante fue el de Querétaro organizado por el corregidor
Domínguez, a esta se le unieron intelectuales, oficiales y parte del bajo clero;
este grupo estaba formado por el presbítero Sánchez y los licenciados Parra,
Altamirano y Laso, así como el capitán Arias. Las reuniones aparentaban ser
culturales en la casa de Parra. Sabiendo que el pueblo mexicano era un fiel
seguidor de la iglesia, pensaron en invitar a un sacerdote a fin de convencer a
todo el pueblo, por eso Allende propuso a Miguel Hidalgo y Costilla quien era
cura de Dolores; Hidalgo aceptó la invitación., y fue Allende quien se encargó
de mantener el contacto con Hidalgo.

Se tenía planeado comenzar el movimiento de independencia el 2 de Octubre


en San Juan de los Lagos (Jalisco), pero por denuncias hechas ante las
autoridades por Mariano Galván, fue necesario adelantarla en septiembre. La
corregidora le avisó a Ignacio Pérez y a Aldama que la conspiración había sido
descubierta; estos marcharon a avisarle a Allende, y en Dolores fue Don Miguel
Hidalgo quien decidió iniciar la lucha inmediatamente. Primero pusieron en
libertad a los presos, aprehendieron a los españoles que se encontraban en la
población. Luego a las 5 de la mañana del 16 de septiembre de 1810, se llamó
a misa, el pueblo acudido al llamado y con el grito ¡Mexicanos, viva México!,
¡Viva la Virgen de Guadalupe!, ¡Viva Fernando VII! y ¡Muera el mal gobierno!;

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Independencia y Mapa Político de América 44

Hidalgo incitó al pueblo a levantarse contra los españoles. A este suceso se le


conoce como “Grito de Dolores". Hidalgo acusó a los españoles de pretender
entregar el reino a los franceses y hacer peligrar la religión, y en seguida
informó a los habitantes que quedaban exentos de pagar impuestos e iba a
realizarse la independencia. El pueblo muy molesto se armó como pudo
(machetes, cuchillos, palos, lanzas, etc) y se unió al movimiento. Llegando a
San Miguel se les unió el ejército de Dragones de la Reyna, y partieron hacia
Celaya, donde Hidalgo fue nombrado General del ejército, Allende fue
nombrado teniente y Aldama Mariscal, esto con el fin de organizar un poco a la
gente. Y de ahí salieron hacia Guanajuato y en medio de una fuerte lucha
entraron a la Alhóndiga de Granaditas (donde estaban los españoles),
tomando así la ciudad. Luego se dirigieron hacia Valladolid, ciudad que fue
tomada sin ninguna lucha, ya que el ejército que iba a apoyar a los españoles
fue sorprendido por el ejército insurgente, en Valladolid Hidalgo dio las
primeras reformas sociales, aboliendo la esclavitud y suprimiendo el pago de
tributo de las castas y las cargas, lo que hizo que más gente se le uniera.

Cuando se dirigían a la capital derrotan a las fuerzas españolas al mando de


Torcuato Trujillo en el Monte de las Cruces. Allende decide ir a Guanajuato e
Hidalgo marcha hacia Valladolid, y luego hacia Guadalajara, donde organizó el
primer gobierno el cual tuvo dos ministros: Ignacio López Rayón, a cargo del
Estado, y José Ma. Chico, en Gracia y Justicia, quedando Hidalgo como
magistrado supremo de la nación. También se hizo la primera reforma agraria
en la cual se manifestó que los indígenas eran propietarios de la tierra, se
suprimieron los tributos y se confirmó la libertad de los esclavos. En
Guadalajara se les une Allende y Abasolo, sin embargo fueron derrotados 16 de
septiembre de 1811. Luego de esta derrota el ejército insurgente se dispersó.

Hidalgo y los demás jefes salieron rumbo a Aguascalientes, y durante el


trayecto Hidalgo fue despojado de su cargo de primer magistrado, el cual fue
otorgado a Allende.

• Segunda Etapa – Campañas de José María Morelos: la segunda etapa se


caracteriza por las extensas luchas en el Sur del país al mando de José Maria
Morelos que antes había sido el Cura de Carácuaro, pero al se entrevistado
tiempo antes con Hidalgo, este le dijo que se encargara de organizar al pueblo
del sur, esta etapa se caracteriza por la organización y definición de este
movimiento. Se le unieron los hermanos Juan, José y Hermenegildo Galeana
que contaban con mucha popularidad, tierras y conocimiento. El Virrey
Venegas mandó a Francisco Paris a combatir contra Morelos, pero en Tres
Palos el ejército insurgente obtuvo la victoria. José María Morelos y Pavón,
comienza a tener victorias en el sur y el centro del territorio nacional. Durante

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Independencia y Mapa Político de América 45

esta etapa, se definieron con claridad los propósitos del movimiento de


independencia. El documento que mejor refleja el ideario social y político de
Morelos es el conocido con el título de Sentimientos de la Nación donde por
primera vez se planteó la independencia de México del dominio español. En
este tiempo se ganaron muchas provincias del territorio nacional y la lucha
cobró forma.

Uno de los episodios más importantes durante la lucha de Morelos, lo fue el


Sitio de Cuautla; el 23 de Enero de 1812 Morelos derrotó en Tenancingo al
brigadier Rosendo Porlier y después se retiró a Cuautla de Amilpas (en el
estado de Morelos) para esperar a Callejas. Tenía cerca de 4000 soldados
mandados por Matamoros, Galeana y los Bravo. Los realistas contaban con
tres divisiones mandadas por Callejas, Llano y Porlier. Estas fuerzas sumaban
ocho mil hombres. Morelos resistió terribles asaltos desde el 18 de Febrero
hasta el 2 de Mayo de 1812, en que a causa de la falta de elementos de guerra
y de alimentos, rompió el sitio salvando la mayor parte de sus tropas. Morelos
redactó la famosa Constitución de Apatzingán en 1814, y se eligieron para el
puesto del poder en el congreso a Bustamante, Quintana Roo y otros. Rosains,
Secretario de Morelos leyó después la manifestación que hacía al Congreso con
el título de “Sentimientos de la Nación", en el que pedía se declarase que:
América es libre e independiente de España y de cualquier otra nación,
gobierno o monarquía, se reconoce a la religión católica como único culto. En
cuanto a lo político, se asentó la soberanía del pueblo, el poder debía de caer
en sus representantes, a su vez dicho poder debía dividirse en los tres,
legislativo, ejecutivo y judicial. Los americanos ocuparían los puestos públicos
y no se admitirán en la nación más extranjeros que los artesanos, capaces de
instruir en sus profesiones y libres de toda sospecha. Debía ser respetada la
propiedad, y el domicilio inviolable. Quedaban prohibidas la tortura y las penas
infamantes, se abolió el tributo; además que quedaron instituidos como fiestas
nacionales el 12 de diciembre consignado a la Virgen de Guadalupe y el 16 de
septiembre, aniversario del Grito de Dolores.

Morelos fue derrotado en Valladolid y los realistas penetraron el Sur. El


Congreso tuvo que andar peregrinando por distintos lugares, y cuando llegó a
Apatzingán, en octubre de 1814, dio a conocer la Constitución, inspirada en la
Francesa de 1793 y la Española de 1812. La Constitución de Apatzingán jamás
estuvo en vigor. Cuando se promulgó, los insurgentes habían sido desalojados
de las provincias del Sur. Morelos fue hecho prisionero y fusilado el 22 de
diciembre de 1815 en San Cristobal Ecatepec.

• Tercera Etapa – Campañas de Guerrero y José Mina: tras la muerte de Morelos


se inicia una época de decadencia de la lucha, ya que carecía de la unión de los

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principales líderes, quienes no tenían suficientes conocimientos militares. Entre


los más destacados está el Amo Torres y a Pedro moreno que tuvieron su
punto de partida en Guanajuato. En Veracruz se distinguió Don Nicolás Bravo,
Vicente Guerrero en el, Don Guadalupe Victoria y el español Javier Mina. Por
su parte los españoles cometieron toda clase de excesos por lo que la Corona
Española mandó destituir al virrey y poner en su lugar a Don Juan Ruiz de
Apodaca que era gobernador de Cuba. Juan Ruiz llegó a la Nueva España en
1816 e inició su gobierno exigiendo que todos los insurgentes arrestados fueran
sometidos a juicio y de ninguna manera se les fusilara sumariamente como
había ordenado su predecesor.

En la Constitución española de Cádiz, se habían incluido los principios liberales


como parte de sus postulados, pero al regresar Fernando VII al poder,
mediante el tratado de Valencia afirmando el absolutismo, suprimió la
Constitución en 1814. La táctica militar de los insurgentes había cambiado,
pues en lugar de atacar prefirieron replegarse a los fuertes y organizar
solamente la resistencia. Desde que Mina partió de Tamaulipas hacia el interior
del país comenzó a tener campañas victoriosas, pero luego en uno de sus
viajes rumbo a San Luis de la Paz en Guanajuato, fue sorprendido por Liñán al
mando de los realistas en el Rancho del Venadito, quien siempre los había
perseguido, en la batalla murió Pedro Moreno y Mina fue hecho prisionero y
condenado a muerte (11 de diciembre de 1817). Así otra vez el movimiento
libertario comenzó a decaer; los centros insurgentes fueron dominados por los
realistas como la junta de Jaujilla en Michoacán que se disolvió en noviembre
de 1819 y la de Palmillas en Veracruz; otro tanto ocurrió con los jefes del
movimiento como Rayón, Verduzco y Bravo que sucumbieron ante la lucha
siendo condenados a cadena perpetúa. Mientras tanto Guerrero comenzó su
lucha en el Sur.

• Cuarta Etapa “Abrazo de Acatempan” Consumación de la Independencia: la


última etapa, que es cuando se logró la consumación de independencia,
Vicente Guerrero e Iturbide, son los principales actores. Tras once años de
lucha, los criollos y el pueblo en general empezaban a ver perdida la rebelión.

En el sur se mantenía invicto Guerrero, con un pequeño ejército, ahí se le unió


Pedro Ascencio que había combatido cultivando las tierras al mismo tiempo
para no carecer de alimento. Ascencio había luchado en la Sierra de Goleta, en
esta los accidentes geográficos fueron un aliado para los insurgentes, ya que
los realistas no estaban acostumbrados a pelear en esas condiciones.

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Independencia y Mapa Político de América 47

Fernando VII, mando a Riego y Quiroga a suprimir las luchas en la Nueva


España, pero éstos se levantaron para obligar al monarca a aceptar la
Constitución, por lo que éste se vio obligado a jurarla y a convocar a Corte.

Los conspiradores de la Profesa resolvieron entonces proclamar la independencia


llamando al poder a un príncipe español. Monteagudo propuso para realizar el
plan a Don Agustín de Iturbide, en sustitución de Armijo. Al ver los problemas de
los españoles, los insurgentes se alentaron para iniciar otra vez la lucha. Iturbide
aceptó el Plan de la Profesa, este se encontraba despojado del mando, pero ahora
se le devolvieron sus tropas (el regimiento de Celaya) y la caballería de la
frontera; quienes al conocer las ideas de su capitán y lo aceptaron. Iturbide iba ir
hacia el Sur pero se dio cuenta que era inútil ya que Guerrero tenía bien dominada
la zona aparte lo accidentado del lugar favorecía a Guerrero, por lo que opta por
negociar. Iturbide decide mandarle una carta a Guerrero donde le ofrece buenas
condiciones, entre ellas se reconocería su grado, su ejército y sus tierra; y que en
el caso de no llegar a un acuerdo sería el mismo quien intervendría para lograr la
independencia. Viendo esto Moleros, se interesó mucho en que Iturbide deseara
la independencia, así que busco la forma de entrevistarse con el. Después de
largas conversaciones en Acatempan el 10 de febrero de 1821, se llegó a un
acuerdo en el cual Guerrero quedaba a las órdenes de Iturbide. A este suceso se
le conoce como el “Abrazo de Acatempan”. Después le siguió la proclamación del
Plan de Iguala, donde Iturbide modifica los acuerdos de la Profesa.

Iturbide fue apoyado por los españoles, ya que este les informaba que tenía
sometidos a los insurgentes, sin embargo lo que el quería era unir tanto a criollos
como españoles, para crear una nación que no estaría sometida a España. Al
principio se pensó en un gobierno monárquico, pero se quería que el gobernante
(aunque fuera de la familia de los Borgones) gobernara en forma liberal e
independiente. Y por último se estableció que la única religión sería la católica.

Estas fueron las famosas Tres Garantías: unión (rojo), independencia (verde) y
religión (blanco), entendiéndose por la primera la fusión de los americanos y
españoles. Con tales principios, Iturbide el 1 de marzo de 1821, reunió a sus
tropas y juró ante ellas cumplir los postulados de las Tres Garantías, al ejercito
resultante de la unión de españoles y criollos se le llamó Trigarante o de las Tres
Garantías. En Acapulco, Iturbide sufrió algunas bajas por el ejército de Armijo que
se encontraba en el sur. Iturbide marchó al Bajío y se le unieron varios realistas,
entre ellos Filisola.

En casi todas las provincias se les unieron personas importantes tanto del los
realistas como Bustamante y Cortázar; como insurgentes como Bravo, Guadalupe
Victoria, Rayón, Negrete. A los pocos días, llegó de España, Juan O'Donojú, con el

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Independencia y Mapa Político de América 48

cargo de Virrey, quien aceptó negociar con Iturbide y puso su firma el 24 de


agosto de 1821, en el tratado de Córdoba, que ratificaba en lo esencial el Plan de
Iguala. El 27 de septiembre, el ejército Trigarante, con Iturbide al frente, hizo su
entrada triunfal a México y el 28 se nombró al primer gobierno independiente. Así
después de once años de lucha México se proclama un país independiente.

2.1.4 La Independencia de Venezuela

La independencia de Venezuela se inicia en Caracas, el 19 de Abril de 1810,


cuando un grupo de criollos caraqueños aprovechó la excusa de que en España
estaba mandando un francés, para convocar una reunión del cabildo y proclamar
un gobierno propio hasta que Fernando VII volviera al trono de España.

19 de Abril Fresco de Tito Salas MadariagaEl Capitán General (recordemos que


Venezuela era una Capitanía General), Vicente Emparan, no estuvo de acuerdo con
esto, y cuando desde la ventana del ayuntamiento le preguntó al pueblo que se
había reunido en la plaza mayor (hoy plaza Bolívar) si quería que el siguiera
mandando, el presbítero José Cortés de Madariaga, le hizo signos a la multitud
para que contestaran que “NO". Y eso fue lo que ocurrió. Emparan dijo que
entonces, el tampoco quería mando, renunció y se fue a España con sus
colaboradores. Se había iniciado la independencia de Venezuela.

Para sustituir a Emparan se nombró un grupo con el nombre muy hipócrita de


“Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII”. Las primeras
medidas que se tomaron fueron las de liberar el comercio exterior, prohibir el
comercio de esclavos negros, crear la Sociedad Patriótica (para fomentar la
agricultura y la industria), así como la Academia de Matemáticas.

Como también era importante obtener el reconocimiento y apoyo internacional,


para lo cual se enviaron varias delegaciones al exterior. A Curazao se envían
Mariano Montilla y Vicente Salias. A Londres se comisionaron al coronel Simón
Bolívar a Luis López Méndez y a Andrés Bello. Finalmente, a los Estados Unidos
enviaron a Juan Vicente de Bolívar (Hermano mayor de Simón, y quien por cierto
perdió la vida en un naufragio cumpliendo con esta misión), Don Telésforo Orea y
Don José Rafael Revenga. Adicionalmente, la Junta Suprema se dirigió a todos los
otros ayuntamientos de América para que siguieran el “ejemplo que Caracas dio”,
uniéndose a este movimiento. Se convocaron a elecciones para el mes de
Noviembre, a fin de elegir los representantes al primer congreso de Venezuela, el
cual quedó instalado el 2 de marzo de 1811 con los diputados electos en 7
provincias: Caracas, Barinas, Cumaná, Barcelona, Margarita, Mérida y Trujillo.

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Cristóbal Mendoza Buscando el esquema de 3 poderes separados, se creó una Alta


Corte de Justicia, presidida por Francisco Espejo y para el poder ejecutivo, se
designó un triunvirato formado por Cristóbal Mendoza, Juan Escalona y Baltazar
Padrón. Es así como el Trujillano, Cristóbal Mendoza, se convierte en el primer
presidente de Venezuela.

Declaración de la Independencia

La Sociedad Patriótica, que había sido convocada para ocuparse del desarrollo
económico del país, se convirtió en un foro en donde se llevaron a cabo las
discusiones y los discursos que condujeron a la independencia del país. Entre los
más asiduos participantes estuvieron Simón Bolívar y Francisco de Miranda, a su
regreso de Londres.

El 5 de Julio de 1811, los miembros de la Sociedad Patriótica, convencieron a todos


los congresantes menos uno, de declarar la independencia de Venezuela,
olvidándose de una vez de la defensa de los derechos de Fernando VII. Esto
marcó la fundación del Estado Venezolano. El acta de independencia fue
encomendada a Juan Germán Roscio y el texto definitivo fue aprobado el 7 de
julio.

Firma de la Independencia por Tomás Lovera

El recién creado estado necesitaba una constitución, para lo cual se encargó a


Francisco Javier Ustáriz, a Gabriel Ponte y a Juan Germán Roscio para que la
redactaran. La primera constitución fue muy similar a la de los Estados Unidos, es
decir de tipo federalista (o descentralizada), en donde las provincias conservaban
mucha autonomía y podían tener sus propias leyes. A pesar de que este sistema
fue objetado por varios miembros de la Sociedad Patriótica (entre ellos Bolívar y
Miranda), fue aprobado por la mayoría. Esta constitución también estuvo inspirada
en las ideas francesas, respetando los derechos del hombre y dándoles a todos los
habitantes el tratamiento de ciudadano, sin importar la clase social. Había nacido
la Primera República.

A esta república no le faltaron las dificultades. Los que se oponían a la


independencia de Venezuela, llamados los realistas, dominaban las provincias de
Maracaibo, Guayana y Coro. España había ordenado el bloqueo a Venezuela,
dificultando el comercio exterior, y organizó la resistencia bajo el mando del
capitán Domingo Monteverde. Terremoto de Caracas Tito SalasPara colmo de
males, el Jueves Santo de 1812, un fuerte terremoto sacudió al país, matando a
más de 10.000 personas y causando una gran destrucción en Caracas y otras
ciudades. Allí es cuando Bolívar pronunció su famosa frase: aunque la naturaleza

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se oponga, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca. Sin embargo los
realistas, y muchos religiosos que los apoyaban, aprovechándose de la ignorancia
del la gente, decían que aquello era el castigo de Dios. El poder ejecutivo, dividido
entre 3 personas (triunvirato) resultaba poco ágil y decidió darle poderes
absolutos a Francisco de Miranda para que defendiera la naciente patria,
nombrándolo Generalísimo. Sin embargo, ya era tarde. Miranda encargó al
coronel Ustáriz la defensa de Valencia y al Coronel Simón Bolívar la de Puerto
Cabello. Pero ninguno de los dos logró su objetivo, siendo derrotados.

En Puerto Cabello, un soldado traicionó a Simón Bolívar, sublevando parte de la


guarnición. A pesar de eso Bolívar luchó desesperadamente para defender la
plaza, hasta que tuvo que huir a La Guaira. En una carta a Miranda, escribió: “si
un solo soldado me hubiese quedado, con ese habría combatido al enemigo; si me
abandonaron no fue por mi culpa. Nada me quedó que hacer para contenerlos y
comprometerlos a que salvasen la patria; pero, ¡ah! esta se ha perdido en mis
manos”.

A Fortín de San Felipe A. Miranda, no le quedó más remedio que rendirse en San
Mateo el 25 de julio de 1812, firmando un armisticio, el cual no fue cumplido por
Monteverde quien lo mandó a encarcelar cuando se preparaba para ir al exterior.

Igualmente, mandó a matar a miles de personas, incluyendo mujeres y niños,


entre los patriotas (los que apoyaban la independencia). Miranda murió
encarcelado en la cárcel de La Carraca, en España, el 24 de Julio de 1816.
También había muerto en forma prematura la Primera República.

El Manifiesto de Cartagena

En este manifiesto, Simón Bolívar analiza la situación de Venezuela y explica por


que se perdió la primera república; también promueve la unión de Nueva Granada
(Colombia) y Venezuela, para lograr la libertad de ambos países.

Entre las razones que Bolívar da para la pérdida de la república, figura el sistema
federalista, el cual decía que estaba muy bien para los Estados Unidos, pero no
para un país como Venezuela en ese momento. Menciona que se requería un
gobierno centralizado y mucho más fuerte. Explicaba que el gobierno debía ser
mucho más duro con el enemigo y debía construir un ejército más fuerte y
disciplinado. También manifestó que el terremoto significo la “ruina material y
moral” de Venezuela.

Santiago Mariño mientras tanto, en el oriente del país, conjuntamente con unos
patriotas que se habían escapado después de la capitulación de Miranda, logró

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tomar las provincias de Cumaná Barcelona y Margarita. Es también durante la


Campaña Admirable que Bolívar dio su famosa “Proclama de guerra a Muerte”, en
la que expresó: “Españoles y Canarios, contad con la muerte, aún siendo
indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de América,
Americanos, contad con la vida, aún cuando seáis culpables". Como se puede
observar, es una declaración algo radical, que solo puede ser entendida dentro del
contexto y de los horrores de la guerra.

La Segunda República

Con la entrada de Bolívar a Caracas, queda instituida una nueva república que
controlaba todas las provincias menos Guayana y Maracaibo. Sin embargo, a la
semana de haber llegado tuvo que volver a salir para luchar contra Monteverde,
quien se había refugiado en Puerto Cabello. En septiembre, los realistas reciben
refuerzos de España. Sin embargo, los éxitos militares de los patriotas continuaron
durante 1813, con las batallas de Bárbula (aunque allí muere Girardot) y con la
victoria sobre Monteverde en Las Trincheras, el 3 de octubre, forzando su salida
del país. Un elemento que fue determinante en la caída de esta joven república
fue la aparición de un caudillo español realista, José Tomás Boves, quien con su
liderazgo y la promesa de darles las riquezas de los blancos, comandó un poderoso
ejército de llaneros pardos. Boves inicia sus victorias el 3 de febrero de 1814,
derrotando a Vicente Campo Elías, en La Puerta. José Felix Ribas, quien contaba
con muy pocos hombres, tuvo que salir a reclutar jóvenes estudiantes de la
Universidad de Caracas y del Seminario para enfrentar a Boves. Ricaurte en San
Mateo - Antonio Herrera en la ciudad de La Victoria, el 12 de febrero, se
defendieron heroicamente hasta recibir refuerzos de Campo Elías y lograr la
retirada de Boves.

Boves, sin embargo, logra reorganizar su ejército y emprende la marcha hacia


Caracas. Bolívar lo detiene por algún tiempo en San Mateo, pero luego es vencido
el 24 de marzo de 1814. Gracias a la acción heroica de Antonio Ricaurte, quien se
sacrificó prendiéndole fuego al polvorín, la pólvora no cayó en manos de Boves.

La crueldad de Boves era legendaria y la población de Caracas, unida a la que ya


había huido de otras partes del país, emigró hacia Oriente. Cuentan que en esta
huida murieron más personas que en el terremoto mismo. El 18 de Agosto,
Bolívar al mando de 3000 hombres trató de detener las tropas realistas
comandadas por Morales, pero fue derrotado.

Cuenta Baralt, que Morales “pasó a cuchillo no solamente a los prisioneros, sino a
una gran parte de la vecindad, sin respetar edad ni sexo, haciendo como Rosete,
su matanza, en el recinto mismo de la iglesia”.

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Independencia y Mapa Político de América 52

El fin era inevitable; los jefes patriotas “Bolívar, Mariño, Ribas, Piar, Bermúdez,
Monagas, Cedeño y Zaraza” contaban con pocas tropas y tenían muchas
diferencias entre sí. Ribas pierde en Urica el 5 de diciembre, sin embargo en esa
batalla pierde la vida Boves. Ribas se interna en las montañas, pero es capturado
por un jefe realista quien lo mata, manda a freír su cabeza en aceite, y la envía a
Caracas, en donde es exhibida en la plaza mayor.

La última batalla fue la que perdió Bermúdez en Maturín, el 11 de diciembre; casi


todos los jefes patriotas tuvieron que huir al exterior, con la excepción de
Monagas, Cedeño y Zaraza que permanecieron para iniciar posteriormente la lucha
de guerrillas. Terminaba así el año 1814, llamado por los historiadores, con justa
razón, el “año terrible", llevándose consigo la corta existencia de la II República.

Después de la Independencia

José Antonio Páez héroe de la independencia, asumió la presidencia. Este sería su


primer mandato y también el principio de una serie de cambios en el poder, de un
caudillo a otro. Es el período que se conoce como el caudillismo. En este período
inicial de la Venezuela Republicana, habían dos grandes partidos políticos: por un
lado, el partido conservador, al cual pertenecían Páez, José María Vargas y Carlos
Soublette y por el otro el partido liberal, el cual fue fundado en 1840 por Antonio
Leocadio Guzmán, y que proponía igualdad, democracia, libertad, así como la
abolición de la esclavitud y de la pena de muerte.

Posteriormente, entre 1847 y 1858, los hermanos José Tadeo y José Gregorio
Monagas se alejaron de estos partidos y gobernaron apoyados por sus propios
partidarios. No había libertad de prensa, ni justicia. Inclusive el congreso perdió
su libertad y debía obedecer al presidente. La esclavitud, a pesar de que había
sido abolida por Bolívar, seguía existiendo y no fue finalmente suspendida sino
hasta el año 1850.

La Guerra Federal

Entre 1859 y 1863, se desató en Venezuela una especie de guerra civil,


denominada la guerra federal. Por un lado se encontraban los conservadores y
por el otro los federalistas o liberales. Los conservadores pertenecían a la
oligarquía (también se les denominaba los mantuanos) y no deseaban ni creían
en la igualdad, ya que preferían mantener sus privilegios.

Los federales, por su parte, estaban liderizadas por Ezequiel Zamora, Antonio
Guzmán Blanco y Juan Crisóstomo Falcón. Juan Crisóstomo Falcón buscaba la

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Independencia y Mapa Político de América 53

elección popular y la caída de la oligarquía. Al vencer en 1863, consagraron varios


derechos que hoy en día se dan por sentados y se consideran naturales.

El “decreto de garantías" aseguraba a los Venezolanos lo siguiente:

− La vida (se abolía la pena de muerte).


− La propiedad.
− La inviolabilidad del hogar doméstico.
− El secreto de la correspondencia.
− La libertad de expresión.
− La libertad de instrucción.
− El derecho al voto de los mayores de 18 años.
− Las libertades en general: personal, de tránsito y de industria.

Se dice que la historia la escriben los vencedores. Una de las pruebas más
evidentes se puede conseguir cuando se analiza el escudo de Venezuela. En
efecto, el escudo nacional tiene dos fechas. La primera, el 19 de abril de 1810, en
la cual se inició la independencia. La segunda, el 20 de febrero de 1859, en la cual
se consolidó la federación. Igualmente, en los documentos oficiales, además de
poner el año en el formato clásico, se añade la inscripción, años tales y tales, que
se cuentan desde esas dos fechas.

La Federación

El país había quedado medio arruinado por la guerra cuando Juan Crisóstomo
Falcón llegó al poder en 1863. Se crearon 20 estados y el país se llamó Estados
Unidos de Venezuela. En 1864 se preparó una nueva constitución que consagraba
los derechos establecidos en el decreto de garantías que acabamos de mencionar.

Sin embargo, una nueva rebelión tumbó el gobierno de Falcón, creando lo que se
llamó el “gobierno de los azules”. En efecto, los conservadores eran los rojos y
los liberales los amarillos. Durante ese período hubo mucha inestabilidad por las
peleas entre Domingo y José Ruperto Monagas hijos de José Gregorio y José
Tadeo Monagas, quienes querían tomar el poder. La anarquía siguió. En abril se
produjo lo que se conoce como “La revolución de Abril", en la que Antonio
Guzmán Blanco, hijo de Antonio Leocadio Guzmán, asumió el poder.

2.1.5 Independencia de Chile

Ocho años duró el proceso que condujo a la independencia de Chile, desde el


primer cabildo abierto hasta la declaración de la independencia. Durante todo ese

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Independencia y Mapa Político de América 54

tiempo, la figura central fue Bernardo O`Higgins, un joven chileno, hijo del virrey
del Perú, que había estudiando en Inglaterra y tenía ideas muy “de avanzada”.

En el mes de Agosto, exactamente el 20 de agosto de 1778, nació Bernardo


O´Higgins. Y en septiembre, el 18 de septiembre de 1810, se celebró el primer
cabildo abierto y se conformó la primera junta de gobierno. La historia de
O'Higgins va estrechamente unida a la de nuestro país. Con sus ideas y las de
otros patriotas, él alentó los ideales revolucionarios. Pero la independencia no fue
fácil: todo el proceso abarcó desde 1810 a 1818, en que se sucedieron numerosas
batallas, avances y retrocesos. Tras la declaración de Independencia, asumió
como primer mandatario Bernardo O¨Higgins, quien permaneció en el poder hasta
1923.

Hijo de don Ambrosio O'Higgins, virrey del Perú, y de doña Isabel Riquelme,
Bernardo O'Higgins Riquelme, nació en Chillán el 20 de agosto de 1778. Realizó
sus estudios en un colegio católico de Inglaterra, por lo que su instrucción fue en
muchas áreas superior a la de la gran mayoría de sus compatriotas. En sus
múltiples viajes conoció diferentes alternativas de gobierno y comprendió que el
sistema por el cual los españoles sometían a América era dañino para los intereses
de su pueblo. De este modo, de regreso a Chile, comenzó a ocupar un sitio
considerable en la vida social y política de esta nación. Así, desde que comenzó la
revolución de la independencia, tomó parte de ese movimiento. A pesar de ocupar
un lugar preponderante en la historia nacional, no destacó como un gran estadista,
sino que como líder y en el campo de batalla. Al frente de las tropas nacionales,
su caballería atravesó en Rancagua las trincheras españolas y el mismo mandó la
carga que decidió en Chacabuco y en los Llanos del Maipo la libertad definitiva de
Chile. En 1817 asumió como Director Supremo por seis años, tiempo en que
gobernó con rigidez militar. Sin embargo, fue un patriota hasta el fin, cuando una
parte del ejército se sublevó en Concepción y él, teniendo la fuerza militar como
para aplacar a los rebeldes, renunció al poder para evitar que se produjera una
guerra civil. Desde entonces vivió en Perú, lugar de su destierro y jamás regresó a
Chile.

La Primera Junta y Congreso Nacional

Cuando comienza en Chile a germinar la idea independentista era Presidente de


este país Francisco Antonio García Carrasco, un tosco militar español muy mal
mirado por la sociedad santiaguina.

Por otra parte, la Real Audiencia, que era el Tribunal Superior del Reino, tuvo que
solicitar la renuncia a García Carrasco pues temía que por el mal manejo político de
este hombre estallara una revuelta en la colonia. Así, y según las leyes españolas,

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Independencia y Mapa Político de América 55

a falta de presidente le correspondía este cargo al militar de mayor graduación con


residencia en el reino, lo que le correspondió a don Mateo de Toro Zambrano, viejo
comerciante nacido en Chile. Al poco tiempo, las presiones de aquellos que
deseaban establecer una junta de gobierno calaron en el anciano que accedió a
sus peticiones. Así fue que el 18 de septiembre de 1810 quedó instalada la
primera junta de gobierno, presidida por el mismo Conde de la Conquista, Toro
Zambrano, claro que siempre bajo el dominio de los reyes de España. Entre los
resultados del establecimiento de esta junta destaca el que a mediados de 1811 se
creara el primer Congreso Nacional, como respuesta a la necesidad de un gobierno
más definitivo para Chile, mientras el rey de España Fernando VII se encontraba
prisionero de Napoleón. El Congreso se reunió a mediados de 1811. En el
destacaban tres corrientes de pensamiento: los realistas, que no querían cambios
de ninguna especie para el país; los moderados, que sin desconocer la autoridad
del rey, anhelaban mejoras para Chile y sus habitantes, como la igualdad entre
españoles y criollos; y por último, estaban los exaltados, entre los que destacaba
O'Higgins, que pretendían reformas más radicales y el establecimiento de un
gobierno popular.

Proceso a la Independencia

El 12 de febrero de 1818 se efectuó la proclamación y jura de la independencia de


Chile, culminado el proceso emancipador que había comenzado ocho años antes
con la Primera Junta de Gobierno de 1810. Diversas causas motivaron la ruptura
con España: en el plano económico, la política impuesta por España a las colonias
hacía que Chile tuviera que importar productos por un valor mayor al de sus
exportaciones, lo que implicaba a este último suplir esta diferencia con importantes
pagos de oro y plata a la Madre Patria. A la vez, Chile copaba su mercado con
productos extranjeros, lo que debilitaba la artesanía local. A esta deteriorada
situación comercial se sumaba el descontento por la política tributaria determinada
por la Corona, que instituyó el estanco al tabaco y el aumento de otros impuestos.

En el campo ideológico, los planteamientos de pensadores como Locke,


Montesquieu y Rousseau se difundieron en esos años. Así, los criollos
“ilustrados”, tomaron conciencia de la necesidad de implantar en Chile un sistema
de gobierno que respetara al pueblo y propugnase la división de los tres poderes
del estado (ejecutivo, legislativo y judicial). El ejemplo de Francia y Estados
Unidos, países que poco tiempo antes concretaron los ideales de la libertad.

En Chile se registraba cierta tensión social, pues sólo los españoles podían ejercer
los cargos públicos. En tanto, los criollos, que se sentían cada vez más
comprometidos con su tierra natal, consideraban que les correspondía a ellos
ocupar esos sitiales. Una razón sumamente poderosa del proceso emancipador

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Independencia y Mapa Político de América 56

fue la invasión de España por parte de las tropas de Napoleón, que después de la
conferencia de Bayona toman prisionero al rey Fernando VII. Para administrar el
país en la ausencia del legítimo soberano, los súbditos de España formaron juntas
locales de gobierno, que se unificaron en el Consejo de Regencia e invitaron a las
colonias a integrarse a este consejo. Sin embargo, los criollos chilenos no aceptan
integrarse, pues éste representaba al pueblo español y no al monarca, por lo que
instituyen su propia junta de gobierno.

Lucha por la Libertad

Sabiendo de los acontecimientos que se producían en Chile, el virrey del Perú


comenzó a alarmarse y decidió someter al país a la obediencia. Envió sus tropas al
sur de Chile, iniciándose el enfrentamiento entre españoles (realistas) y chilenos
(patriotas). Ambos bandos intentaron un acuerdo, donde los primeros se retiraban
del territorio nacional y los segundos reconocían su dependencia de España. Sin
embargo, el virrey no aprobó este acuerdo y envió al general Osorio, que atacó al
ejército chileno al mando de O'Higgins en la plaza de Rancagua, quien tras horas
de heroicos esfuerzos debió retirarse con los restos de la tropa que pudieron
salvarse del desastre. Los patriotas se refugiaron en Argentina y se prepararon
nuevamente para la lucha, con el apoyo del general San Martín. Después de dos
años de preparación, en el verano de 1817 el ejército de O'Higgins y San Martín
atravesó la Cordillera de Los Andes por el paso de Uspallata y derrotó al ejército
español en la batalla de Chacabuco. Este triunfo dio por resultado la ocupación de
Santiago y Valparaíso por los patriotas, la retirada de los realistas hacia el sur del
país y la declaración de la independencia el 12 de febrero de 1818. Sin embargo,
los españoles prepararon una nueva ofensiva y tomaron por sorpresa a los
patriotas en la lucha de Cancha Rayada, los que se repusieron y derrotaron
definitivamente al ejército realista en los llanos del Maipo el 5 de abril de 1818.

El Gobierno de O'Higgins

El gobierno de O'Higgins se destaca como un verdadero milagro histórico, pues


logró mantener el orden de un país que comenzaba a ser tal, durante sus seis años
de gobierno (1817-1823), mientras en la mayoría de los países latinoamericanos
reinaba la anarquía. Recibió un territorio con una economía desgastada e igual
pudo crear una poderosa escuadra, que afianzó su dominio sobre el Pacífico.

Poseedor de un optimismo admirable, estaba entusiasmado con la independencia


de América y así Chile, una de las colonias más atrasadas y pobres, jugó un papel
preponderante en la liberación del resto del continente. En el aspecto político, la
dictadura de O'Higgins no fue un régimen enmarcado en normas constitucionales
“como los posteriores de Prieto, Bulnes y Montt” sino que un gobierno personal,

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Independencia y Mapa Político de América 57

templado por las normas que se impuso a sí mismo. En cuanto a las proyecciones
de este mandato, su dictadura correspondió a la única forma de mantener el orden
e imprimir a la administración la eficacia necesaria para crear la escuadra, vencer
al general español Osorio y realizar la misión que le correspondió en la liberación
del Perú.

2.1.6 Independencia del Ecuador

La Independencia: el Gran Momento de la Unidad5

El proceso de independencia del actual Ecuador no fue un fenómeno aislado, de


naturaleza estrictamente interna. Se produjo en la época de las llamadas
“revoluciones burguesas”, cuyas máximas expresiones fueron la Independencia de
los Estados Unidos de Norteamérica (1776) y, ante todo, la Revolución Francesa
(1789), ambas, a su vez, producidas en el contexto de la primera revolución
industrial, que encumbró el poder político de la burguesía, como nueva clase
dominante del sistema capitalista. Sin embargo, las revoluciones de independencia
en América Latina no fueron revoluciones burguesas, sino criollas. Pero en ellas
tuvo indudable influjo el pensamiento ilustrado y revolucionario de las burguesías
europeas. La independencia del Ecuador se inscribió en el proceso
independentista de todas las colonias españolas del continente americano, que
ocurrió cuando se creó una coyuntura favorable a consecuencia de las reformas
introducidas por los Borbones, las perspectivas del libre comercio y, sobre todo, la
invasión de Napoleón a España (1808).

Revolución de los Criollos

Únicamente en Haití y en México la independencia tuvo un carácter


eminentemente popular. El proceso haitiano (1790-1804), el primero en alcanzar
la liberación en la región latinoamericana, movilizó a la población negra esclava.

En México (1810), fueron los indios, campesinos y mestizos los que se movilizaron
tras el liderazgo inicial de los curas Hidalgo y Morelos. En Bolivia, los primeros
pronunciamientos autonomistas (1809) de Chuquisaca y La Paz, anteriores al de
Quito, fueron encabezados por los criollos medios. Pero, finalmente, el proceso
independista hispanoamericano se caracterizó por la dirección política de los
criollos altos, capa social que adquirió conciencia de sus intereses y aspiraciones
durante el último siglo colonial, cuando consolidó su hegemonía en el poder de las
tierras, las minas y el comercio. En el momento decisivo, la independencia
expresó, en definitiva, la confrontación de los criollos (poder económico) con las
autoridades españolas (poder político) por el control del Estado. Las otras capas

5
Por Juan J. Paz y Miño Cepeda, Historiador.

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Independencia y Mapa Político de América 58

sociales coloniales y especialmente los indios, se subordinaron a la movilización


impuesta por las elites en conflicto.

En 15 años de confrontaciones políticas y de guerra civil (1809-1824), los criollos


lograron la independencia de la América antes española y fundaron las nuevas
repúblicas. En la fase de inicio del proceso, los criollos hicieron movimientos
“fidelistas", es decir, se pronunciaron a favor de los derechos del destronado Rey
Fernando VII, pero en contra del “mal gobierno” de los virreinatos y audiencias.

Les bastaba obtener la autonomía político-administrativa, sin necesidad de romper


con la corona legítima de España. La reacción de las autoridades y la represión
contra los líderes criollos, muchos de los cuales fueron encarcelados y hasta
fusilados, definieron la posición final de los americanos por la independencia total
de las colonias, alentada, además, por Inglaterra y Francia, potencias enemigas de
España.

La “Revolución de los Marqueses" de Quito

El 10 de agosto de 1809, un grupo de criollos pertenecientes a la aristocracia de


Quito, varios de ellos discípulos de Eugenio Espejo y filosóficamente identificados
con la ilustración católica, desconocieron a las autoridades de la Audiencia de
Quito y constituyeron una Junta Soberana, defensora de los derechos de “nuestro
amado Rey Fernando Séptimo”. Ese fidelismo fue idéntico al de similares Juntas
instaladas en 1810 en Caracas, Bogotá, Buenos Aires y Santiago de Chile.

Pero el temprano movimiento de Quito fue cercado, sus líderes perseguidos y sus
dirigentes encarcelados. El 2 de agosto del siguiente año, un intento por liberarlos
fracasó, provocando que la soldadesca del Cuartel Real hiciera una horrorosa
matanza de los patriotas. Quito perdió a un valioso núcleo intelectual, que podría
haber contado para la organización del nuevo Estado.

Precisamente por ese trágico fin, la Revolución de Quito despertó el espíritu


revolucionario. En 1812 se reunieron los autodenominados “Diputados de las
Provincias libres” que forman “el Pueblo Soberano del Estado de Quito” y
decidieron: “darse una nueva forma de Gobierno", reasumir la soberanía, realizar
un pacto solemne y dictar la “Constitución de este Estado” (1812), que fue la
primera carta política con sentido de autonomía gubernamental, a pesar de la
proclama de fidelidad que todavía hizo. Pero tampoco hubo éxito, pues restaurada
la monarquía, España impuso una feroz represión en las colonias, que controló
cualquier intento subversivo en la Audiencia de Quito.

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Independencia y Mapa Político de América 59

La Guerra y la Libertad

Sobre la propaganda, el flujo de ideas y la labor de próceres, intelectuales y


patriotas, el proceso final de la independencia encumbró, inevitablemente, a los
caudillos militares y a los soldados, convertidos en “libertadores” por la necesidad
de derrotar a las autoridades y milicias españolas. Destacaron militares ilustrados
como Simón Bolívar y San Martín, que encabezaron la guerra de independencia de
Sudamérica, junto a una generación de jóvenes oficiales patriotas.

En la Audiencia de Quito, la segunda y definitiva fase de la liberación arrancó


únicamente cuando el contexto generalizado de lucha continental posibilitó el éxito
del pronunciamiento libertario de los patricios y notables criollos de Guayaquil, el 9
de octubre de 1820. Organizada la liberación del interior andino, gracias al auxilio
de las tropas grancolombianas enviadas por Bolívar al mando del General Antonio
José de Sucre, la guerra revolucionaria culminó en la Batalla del Pichincha
(24/05/1822), con la que alcanzó su independencia total la Audiencia, que
enseguida se incorporó a la Magna Colombia fundada por Bolívar, de la cual se
separó en 1830 para constituir el Estado del Ecuador, con una organización
republicana.

El Sentido de Unidad Nacional

Como en toda Hispanoamérica, si bien el movimiento independista fue dirigido por


los criollos y realizado en función de sus intereses, se identificó, al mismo tiempo,
con la toma de conciencia sobre las identidades nacionales. En cada región se
alimentó el valor de lo propio americano y la capacidad de autonomía para dirigir
los propios destinos. A pesar de los vaivenes iniciales y de los altibajos del
proceso, la revolución de independencia consiguió, finalmente, la convergencia de
las distintas capas sociales bajo el criterio unitario de la ruptura con el régimen
colonial y de la soberanía frente a España.

Fue un momento crítico, porque la Independencia implicó la disgregación de un


continente, que durante tres siglos había permanecido bajo un mismo gobierno
central. Pero fue, al mismo tiempo, un momento de unión y convergencia de
voluntades para construir los nuevos países precisamente con el criterio de las
identidades nacionales en nacimiento. También fue un momento de solidaridad
“internacional", pues comprometió en la causa libertaria a los hombres y mujeres
de las más distantes regiones coloniales. Los revolucionarios de la Audiencia de
Quito, en los distintos momentos del proceso, lograron afirmar el objetivo común
por la libertad y la soberanía de las diversas regiones audienciales. Por todo ello,
el proceso de la independencia del Ecuador se ha constituido en un elemento
central de la identidad histórica y unitaria del país.

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Independencia y Mapa Político de América 60

2.2 LOS ESTADOS INDEPENDIENTES LATINOAMERICANOS6

2.2.1 Los Cambios Globales de la Independencia

En 1825 terminaba la guerra de independencia, dejaba en toda América española


un legado nada liviano: ruptura de las estructuras coloniales, provocada a la vez
por una transformación profunda de los sistemas mercantiles, por la persecución
de los grupos más vinculados a la antigua metrópoli, que habían dominado esos
sistemas, por la militarización que obligaba a compartir el poder con grupos antes
privados de él. En Brasil una transición más apacible parecía haber esquivado esos
cambios catastróficos; en todo caso, la independencia consagraba allí también el
agotamiento del orden colonial.

De sus ruinas se esperaba que surgiera un orden nuevo, cuyos rasgos esenciales
habían sido previstos desde el comienzo de la lucha por la independencia. Ahora
bien, éste se demoraba en nacer. La primera explicación, la más optimista,
buscaba en la herencia de la guerra la causa de esa desconcertante demora:
concluida la lucha, no desaparecía la gravitación del poder militar, en el que se
veía el responsable de las tendencias centrífugas y la inestabilidad política
dispuestas, al parecer, a perpetuarse. La explicación era sin duda insuficiente, y
además tendía a dar una imagen engañosa del problema: puesto que no se habían
producido los cambios esperados, suponía que la guerra de independencia había
cambiado demasiado poco, que no había provocado una ruptura suficientemente
honda con el antiguo orden, cuyos herederos eran ahora los responsables de
cuanto de negativo seguía dominando el panorama hispanoamericano. La noción,
al parecer impuesta por la realidad misma, de que se habían producido en
Hispanoamérica cambios sin duda diferentes, pero no menos decisivos que los
previstos, si está muy presente en los que deben vivir y sufrir cotidianamente el
nuevo orden hispanoamericano, no logra, sin embargo, penetrar en los esquemas
ideológicos vigentes (salvo en figuras cuya creciente adhesión a un orden colonial
imposible de resucitar, condenan a la marginalidad).

La Violencia

Sin embargo, los cambios ocurridos son impresionantes: no hay sector de la vida
hispanoamericana que no laya sido tocado por la revolución. La más visible de las
novedades es la violencia: como se ha visto ya, en la medida en que la revolución
de las élites criollas urbanas no logra éxito inmediato, debe ampliarse
progresivamente, mientras idéntico esfuerzo deben realizar quienes buscan
aplastarla. En el Río de la Plata, en Venezuela, en México, más limitadamente en

6
Los siguientes artículos son extractos del libro “Historia Contemporánea de América latina” de
Tulio Halperin Donghi.

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Independencia y Mapa Político de América 61

Chile o Colombia, la movilización militar implica una previa movilización política,


que se hace en condiciones demasiado angustiosas para disciplinar rigurosamente
a los que convoca a la lucha. La guerra de independencia, transformada en un
complejo haz de guerras en las que hallan expresión tensiones raciales, regionales,
grupales demasiado tiempo reprimidas, se transforma en el relato de sangre y
horror” del que los cronistas patriotas y realistas nos dan dos imágenes
simétricamente mutiladas: la violencia popular anónima e incontrolable es
invocada por unos y otros como responsable única de los errores, más
caritativamente juzgados, de su propio bando. La explicación es incompleta;
aliado de la violencia plebeya surge (en parte como imitación, más
frecuentemente como reacción frente a ella) un nuevo estilo de acción de la élite
criolla que en quince años de guerra saca de sí todo un cuerpo de oficiales: éstos,
obligados a menudo a vivir y hacer vivir a sus soldados del país “realista o
patriota” que ocupan, terminan poseídos de un espíritu de cuerpo rápidamente
consolidado y son a la vez un íncubo y un instrumento de poder para el sector que
ha desencadenado la revolución y entiende seguir gobernándola. La altanería de
los nuevos oficiales da lugar a quejumbrosos relatos desde Caracas hasta Buenos
Aires: no sólo son periodistas juzgados insolentes los golpeados de modo
afrentoso, sino a veces magistrados y eclesiásticos quienes sufren con la
resignación necesaria ese mismo destino. Pero los que sufren esas ofensas no
dejan de utilizar a esos mismos jefes en la represión de las disidencias, sea las de
signo realista (y en Pasto es la salvaje violencia patriótica la que mantiene en vida
la guerrilla de los montañeses realistas), sea las que se dan en el frente
revolucionario (y los ejércitos de Buenos Aires dejarán un recuerdo imborrable en
la vecina y artiguista Santa Fe, donde incendian todo a su paso y donde altos
oficiales porteños no juzgan por debajo de su dignidad arrebatar a golpes a los
más ricos santafesinos: un miserable botín de joyas devotas).

Esa violencia llega a dominar la vida cotidiana, y los que recuerdan los tiempos
coloniales en que era posible recorrer sin peligro una Hispanoamérica casi vacía de
hombres armados, tienden a tributar a los gobernantes españoles una admiración
que renuncia de antemano a entender el secreto de su sabio régimen. El hecho es
que eso no es ya posible: luego de la guerra es necesario difundir las armas por
todas partes para mantener un orden interno tolerable; así la militarización
sobrevive a la lucha.

La Militarización

Pero la militarización es un remedio a la vez costoso e inseguro: desde los


generales que, como el señor Prudhomme, consagran su espada a defender la
república o, si es necesario, a combatirla, hasta los oficiales de guardias rurales
que no siempre dejan pasar la oportunidad de transformarse en bandidos, “si la

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Independencia y Mapa Político de América 62

posibilidad de lucro es grande” los jefes de grupos armados se independizan bien


pronto de quienes los han invocado y organizado. Para conservar su favor, éstos
deben tenerlos satisfechos: esto significa gastar en armas (y más aún en el pago
de quienes las llevan) lo mejor de las rentas del Estado. Las nuevas repúblicas
llegan a la independencia con demasiado nutridos cuerpos de oficiales y casi nunca
se atreven a deshacerse de ellos. Pero para pagarlos tienen que recurrir a más
violencia, como medio de obtener recursos de países a menudo arruinados, y con
ello dependen cada vez más del exigente apoyo militar. Al lado de ese ejército, en
los países que han hecho la guerra fuera de sus fronteras (es el caso de
Argentina, en parte de Venezuela, Nueva Granada, Chile) se han formado milicias
rústicas para guardar el orden local; éstas, más cercanas a las estructuras
regionales de poder y también menos costosas, comienzan a veces su ingreso en
la lucha política expresando la protesta de las poblaciones agobiadas por el peso
del ejército regular; a medida que se internan en esa lucha se hacen también ellas
más costosas; ese es el precio de una organización más regular, sin la cual no
podrían rivalizar con el ejército.

Los nuevos estados suelen entonces gastar más de lo que sus recursos permiten, y
ello sobre todo porque es excepcional que el ejército consuma menos de la mitad
de esos gastos. Lo que la situación tiene de anómalo es muy generalmente
advertido; lo que tiene de inevitable, también. La imagen de una Hispanoamérica
prisionera de los guardianes del orden (y a menudo causantes del desorden)
comienza a difundirse; aunque no inexacta, requeriría ser matizada. Sólo en parte
puede explicarse la hegemonía militar como un proceso que se alimenta a sí
mismo, y su perduración como una consecuencia de la imposibilidad de que los
inermes desarmen a los que tienen las armas. La gravitación de los cuerpos
armados, surgida en el momento mismo en que se da una democratización, sin
duda limitada pero real, de la vida política y social hispanoamericana, comienza sin
duda por ser un aspecto de esa democratización, pero bien pronto se transforma
en una garantía contra una extensión excesiva de ese proceso: por eso (y no sólo
porque parece inevitable) aun quienes deploran algunas de las modalidades de la
militarización hacen muy poco por ponerle fin.

La Democratización

Esa democratización es otro de los cambios que la revolución ha traído consigo;


pero la palabra misma lo caracteriza muy suficientemente, y sólo se apreciará con
justeza su alcance si se tiene constantemente presente, junto con la situación
posrevolucionaria, la anterior al comienzo del proceso. Adecuado o no el término
elegido para designarlos, basta, en efecto, un examen cuidados o para advertir
que los cambios ocurridos en este aspecto han sido importantes.

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Independencia y Mapa Político de América 63

Ha cambiado la significación de la esclavitud: si bien los nuevos estados se


muestran remisos a abolirla (prefieren soluciones de compromiso que incluyen la
prohibición de la trata y la libertad de los futuros hijos de esclavos, innovaciones
ambas de alcances inmediatos más limitados de lo que podría juzgarse), la guerra
los obliga a manumisiones cada vez más amplias; las guerras civiles serán luego
ocasión de otras. Esas manumisiones tienen por objeto conseguir soldados:
aparte su objetivo inmediato buscan en algún caso muy explícitamente salvar el
equilibrio racial, asegurando que también los negros darán su cuota de muertos a
la lucha: es el argumento dado alguna vez por Bolívar en favor de la medida, que
encuentra la hostilidad de los dueños de esclavos. La esclavitud doméstica pierde
importancia, la agrícola se defiende mejor en las zonas de plantaciones que
dependen de su supervivencia: todavía en 1827 es lo bastante importante en
Venezuela para contar con la obstinada defensa de los terratenientes. Pero aun
donde sobrevive la institución, la disciplina de la mano de obra esclava parece
haber perdido buena parte de su eficacia: en Venezuela, como en la costa
peruana, la productividad baja (en la segunda región catastróficamente); lo
mismo ocurre en las zonas mineras de Nueva Granada, que habían utilizado mano
de obra africana. Por otra parte, la reposición plantea problemas delicados: a
largo plazo la esclavitud no puede en Hispanoamérica sobrevivir a la trata, y con
las trabas puestas a ésta, el precio de los esclavos “allí donde se los utiliza en
actividades productivas” sube rápidamente (en la costa peruana parece triplicar
en el decenio posterior a la revolución). Antes de ser abolida (en casi toda
Hispanoamérica hacia mediados del siglo) la institución de la esclavitud se vacía
de su anterior importancia. Sin duda, los negros emancipados no serán
reconocidos como iguales por la población blanca, ni aun por la mezclada, pero
tienen un lugar profundamente cambiado en una sociedad que, si no es igualitaria,
organiza sus desigualdades de manera diferente que la colonial.

La revolución ha cambiado también el sentido de la división en castas. Sin duda,


apenas si ha tocado la situación de las masas indias de México, Guatemala y el
macizo andino; en las zonas de densa población indígena, el estatuto particular de
ésta tarda en desaparecer aún de los textos legales, y resiste aún mejor en los
hechos. Ese conservatismo de la etapa inmediatamente posterior a la revolución
implica también que las zonas indias donde sobrevive la comunidad agraria (que,
todavía extensas en México, lo son mucho más en las tierras andinas) no son
sustancialmente disminuidas por el avance de los hacendados, de los comerciantes
y letrados urbanos que aspiran a conquistar tierras. Más bien que cualquier
intención tutelar de las nuevas autoridades (que, por el contrario, en la mayor
parte de los casos son por principio hostiles a la organización comunitaria) es la
coyuntura la que defiende esa arcaica organización rural: el debilitamiento de los
sectores altos urbanos, la falta “en las nuevas naciones de población indígena
numerosa” de una expansión del consumo interno y, sobre todo, de la exportación

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Independencia y Mapa Político de América 64

agrícola, que haga inmediatamente codiciables las tierras indias, explican que éstas
sigan en manos de comunidades labriegas atrozmente pobres, incapaces de
defenderse contra fuertes presiones expropiadoras y además carentes a menudo
de títulos escritos sobre sus tierras.

Frente al mantenimiento del estatuto real (y a menudo también del legal) de la


población indígena, son los mestizos, los mulatos libres, en general los legalmente
postergados en las sociedades urbanas o en las rurales de trabajo libre los que
aprovechan mejor la transformación revolucionaria: aun cuando los censos de la
primera etapa independiente siguen registrando la división en castas, la
disminución a veces vertiginosa de los habitantes registrados como de sangre
mezclada nos muestra de qué modo ,se reordena en este aspecto la sociedad
posrevolucionaria.

Simultáneamente se ha dado otro cambio, facilitado por el debilitamiento del


sistema de castas, pero no identificable con éste: ha variado la relación entre las
élites urbanas prerrevolucionarias y los sectores, no sólo de castas (mulatos o
mestizos urbanos) sino también de blancos pobres, desde los cuales había sido
muy difícil el acceso a ellas. Ya la guerra, como se ha visto, creaba posibilidades
nuevas, en las filas realistas aún más que en las revolucionarias: lturbide, nacido
en una familia blanca, humilde en México, y en Perú Santa Cruz, Castilla o
Gamarra pudieron así alcanzar situaciones que antes les hubieran sido
inaccesibles. Este proceso se da también allí donde la fuerza militar es expresión
directa de las poderosas en la región (así, en Venezuela después de 1830, y en el
Río de la Plata luego de 1820), pero aquí el cambio se vincula más bien que con la
ampliación de los sectores dirigentes a partir de las viejas élites urbanas con otro
desarrollo igualmente inducido por la revolución: la pérdida de poder de éstas
frente a los sectores rurales.

La Ascensión de los Propietarios Terratenientes

La revolución, porque armaba vastas masas humanas, introducía un nuevo


equilibrio de poder en que la fuerza del número contaba más que antes:
necesariamente éste debía favorecer (antes que a la muy reducida población
urbana) a la rural, en casi todas partes abrumadoramente mayoritaria y como
consecuencia de ello, a los dirigentes prerrevolucionarios de la sociedad rural: al
respecto, la atención concedida a los episodios revolucionarios más radicales
puede llamar a error en la medida en que haga suponer que en el campo
ocurrieron en esta etapa cambios radicales y duraderos del ordenamiento social.

Por el contrario, en casi todas partes no había habido movimientos rurales


espontáneos, y la jefatura seguía, por tanto, correspondiendo (en el nuevo orden

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Independencia y Mapa Político de América 65

político como en el viejo) a los propietarios o a sus agentes instalados al frente de


las explotaciones; unos y otros solían dominar las milicias organizadas para
asegurar el orden rural. Aun en algunas de las zonas que han conocido una
radicalización marcada en la etapa revolucionaria esa hegemonía no desaparece:
se mantiene, por ejemplo, en algunas del litoral argentino que siguen a Artigas.

Lo que es más importante: los resultados de la radicalización revolucionaria son


efímeros, en la medida en que ésta sólo preside la organización para la guerra; la
reconversión a una economía de paz obliga a devolver poder a los terratenientes,
en su Banda Oriental, deshecha por la guerra, Artigas (cuya preocupación por dar
mejor lugar en el nuevo orden a los postergados del antiguo no puede discutirse)
impone a todos los habitantes no propietarios de la campaña la obligación de llevar
prueba de estar asalariados por un propietario; pone así en manos de éstos la
clave del nuevo orden rural. Sin duda, no puede hacer otra cosa si quiere que la
economía de su provincia vuelva a ofrecer rápidamente saldos exportables, pero su
decisión muestra muy bien de qué modo aun los jefes de los más radicales
movimientos rurales debieron colaborar en la destrucción de su propia obra. Otros
lo hicieron con celo aún más vivo desde que descubrieron las ventajas personales
que podían derivar de dirigir la reconstrucción del orden social: en Venezuela los
antiguos guerrilleros transformados en hacendados proporcionan el personal
dirigente a la república conservadora.

Sin duda, la revolución no había pasado por esas tierras sin provocar bajas y
nuevos ingresos en el grupo terrateniente; las ha provocado también en otras
áreas de historia político-social menos agitada. Pero ha tenido otra consecuencia
acaso más importante: es el entero sector terrateniente, al que el orden colonial
había mantenido en oposición subordinada, el que asciende en la sociedad
postrevolucionaria. Frente a él las élites urbanas no sólo deben adaptarse a las
consecuencias de ese ascenso: el curso del proceso revolucionario las ha
perjudicado de modo más directo al hacerles sufrir los primeros embates de la
represión revolucionaria o realista. Además la ha empobrecido: la guerra devora
en primer término las fortunas muebles, tanto las privadas como las de las
instituciones cuya riqueza, en principio colectiva, es gozada sobre todo por los
hijos de la élite urbana: la Iglesia, los conventos, las corporaciones de
comerciantes o mineros, donde las hay. Los consulados de comercio, por ejemplo,
se transforman en intermediarios entre los comerciantes y un poder político de
exigencias cada vez más exorbitantes, cuya agresiva mendicidad es temida por
encima de todo. Sin duda, la guerra consume desenfrenadamente los ganados y
frutos de las tierras que cruza; cuando se instala en una comarca puede dejar
reducidos a sus habitantes al hambre crónica, que en algunos casos dura por años
luego de la pacificación. Pero aun así deja intacta la semilla de una riqueza que
podrá ser reconstituida: es la tierra, a partir de la cual las clases terratenientes

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Independencia y Mapa Político de América 66

podrán rehacer su fortuna tanto más fácilmente porque su peso político se ha


hecho mayor.

Pero la revolución no priva solamente a las élites urbanas de una parte, por otra
parte muy desigualmente distribuida, de su riqueza. Acaso sea más grave que
despoje de poder y prestigio al sistema institucional con el que sus élites se
identificaban, y que hubieran querido dominar solas, sin tener que compartirlo con
los intrusos peninsulares favorecidos por la Corona. La victoria criolla tiene aquí
un resultado paradójico: la lucha ha destruido lo que debía ser el premio de los
vencedores. Los poderes revolucionarios no sólo han debido reemplazar el
personal de las altas magistraturas, colocando en ellas a quienes les son leales; las
ha privado de modo más permanente de poder y prestigio, transformándolas en
agentes escasamente autónomos del centro de poder político. En las vacancias de
éste, luego de 1825 no se verá ya a magistraturas municipales o judiciales llenar el
primer plano como en el período 1808-10; la revolución ha traído para ellas una
decadencia irremediable.

La Iglesia

Un proceso análogo se da en la Iglesia: la colonia estaba muy vinculada a la


Corona, y no se salva de la politización revolucionaria. Un jefe de la revolución de
Buenos Aires señala las nuevas tareas del cuerpo eclesiástico: liberado de la
opresión del antiguo régimen, debe poner su elocuencia al servicio del nuevo;
quien no lo haga se revelará indigno de la libertad, y será privado de ella. No son
amenazas vacías: la depuración de obispos y párrocos, expulsados, apresados,
reemplazados por sacerdotes patriotas designados por el poder civil, transforma no
sólo la composición del clero hispanoamericano, sino la relación entre éste y el
poder político. Este cambio es espontáneo a la vez que inducido; los nuevos
dirigentes de la Iglesia son a menudo apasionados patriotas, y no son sólo las
consideraciones debidas al poder político del cual dependen las que los hacen
figurar en primer término en las donaciones para los ejércitos revolucionarios,
ofreciendo ornamentos preciosos y vasos sagrados, esclavos conventuales y
ganados de las tierras eclesiásticas. Así, la Iglesia se empobrece y se subordina al
poder político; en algunas zonas el cambio es limitado y compensado por el
nacimiento de un prestigio popular muy grande (así en México, en Guatemala, en
Nueva Granada, en la sierra ecuatoriana). En otras partes esto no ocurre, y el
proceso es agravado por las deserciones de curas y frailes; es el caso del Río de la
Plata, donde sacerdotes conventuales, tras de laicizaciones que las autoridades
eclesiásticas suelen conceder abundantemente, sobresalen desde Buenos Aires
hasta el fondo de las provincias, en la política y en el ejército. En todo caso, el
proceso no es frenado desde fuera: si la Iglesia colonial ha dividido sus lealtades
entre Roma y Madrid, la revolucionaria ha quedado aislada a la vez de ambos

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Independencia y Mapa Político de América 67

centros. El Papa no reconoce otro soberano legítimo que el rey de España; los
nuevos estados se proclaman herederos de las prerrogativas de éste en cuanto al
gobierno de la Iglesia en Indias; el resultado es que administradores de sedes
episcopales (ni el Vaticano ni los nuevos Gobiernos se atreven a nombrar obispos)
y párrocos son designados “y a menudo removidos” por las autoridades políticas
y con criterios políticos. Lo mismo que las dignidades civiles, las eclesiásticas han
perdido buena parte de las ventajas materiales que solían traer consigo; han
perdido aún más en prestigio.

Las Élites Urbanas

En estas condiciones, debilitadas las bases económicas de su poder por el coste de


la guerra (y por la rivalidad triunfante de los comerciantes extranjeros),
despojados de las bases institucionales de su prestigio social, las élites urbanas
deben aceptar ser integradas en posición muy subordinada en un nuevo orden
político, cuyo núcleo es militar. Los más pobres dentro de esas élites hallan en esa
adhesión rencorosa un camino para la supervivencia, poniendo las técnicas
administrativas a menudo sumarias, que son su único patrimonio supérstite al
servicio del nuevo poder político; los que han salvado parte importante de su
riqueza aprecian en la hegemonía militar su capacidad para mantener el orden
interno, que aunque limitada y costosa es por el momento insustituible; se unen
entonces en apoyo del orden establecido a los que han sabido prosperar en medio
del cambio revolucionario: comerciantes extranjeros, generales transformados en
terratenientes. La impopularidad que las nuevas modalidades políticas encuentran
en la élite urbana, haya sido ésta realista o patriota, no impiden una cierta división
de funciones en la que ésta acepta resignadamente la suya.

La División del Trabajo

Esta división de funciones sigue imponiéndose por una razón adicional. La


revolución, aunque ha' cambiado algunos de los modos en que solía manifestarse,
no ha suprimido un rasgo esencial de la realidad hispanoamericana: también luego
de ella sigue siendo imprescindible el apoyo del poder político-administrativo para
alcanzar y conservar la riqueza. En los sectores rurales se da una continuidad muy
marcada: ahora como antes, la tierra se obtiene, no principalmente por dinero,
sino por el favor del poder político, que es necesario conservar. En los urbanos la
continuidad no excluye cambios más importantes: si en tiempos coloniales el favor
por excelencia que se buscaba era la posibilidad de comerciar con ultramar, ésta
ya no plantea serios problemas en tiempos postrevolucionarios. En cambio, la
miseria del Estado crea en todas partes una nube de prestamistas a corto término,
los agiotistas execrados de México a Buenos Aires, pero en todas partes utilizadas:
aparte los subidos intereses, las garantías increíbles (en medio de la guerra civil

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Independencia y Mapa Político de América 68

un Gobierno cedía desde las rentas de aduana hasta la propiedad de las plazas
públicas de su capital para ganar la supervivencia, y a la vez la interesada
adhesión de esos financistas aldeanos a su causa política), era la voluntaria
ceguera del Gobierno frente a las hazañas de esos reyes del mercado lo que esos
préstamos garantizaban. En uno y otro caso, la relación entre el poder político y
los económicamente poderosos ha variado: el poderío social, expresable en
términos de poder militar, de los hacendados, la relativa superioridad económica
de los agiotistas los coloca en posición nueva frente a un estado al que no solicitan
favores, sino imponen concesiones. (…)

2.2.2 El Cometido del Extranjero

La parte que por acción y sobre todo por omisión tenía en el establecimiento de
ese equilibrio la economía de las nuevas metrópolis parece muy grande. Pero al
lado de ella es preciso tomar en cuenta la que tuvo la política de las naciones que
en Iberoamerica llenaban en parte el vacío dejado también en este aspecto por las
viejas metrópolis. Desde el comienzo de su vida independiente, esta parte del
planeta parecía ofrecer un campo privilegiado para la lucha entre nuevos
aspirantes a la hegemonía. Esa lucha iba a darse, en efecto, pero “pese a las
alarmas de algunos de sus agentes locales” la victoria siempre estuvo muy
seguramente en manos británicas. Las más decididas tentativas de enfrentar esa
hegemonía iban a estar a cargo de Estados Unidos “aproximadamente entre 1815
y 1830”, y a partir de esa última fecha, de Francia.

Los Estados Unidos

El avance norteamericano estaba apoyado en una penetración comercial que


comenzó por ser exitosa: desde México a Lima y Buenos Aires, los informes
consulares británicos recogidos por Humphreyhs denuncian, para años muy
cercanos a 1825, la magnitud del peligro. Estaba apoyado también en una
orientación política aún más favorable que la de Gran Bretaña a la causa de los
revolucionarios hispanoamericanos; intentó expresarse en el apoyo a ciertas
facciones revolucionarias (en general las menos moderadas): en Chile como en
México, apoyando en un caso a los hermanos Carrera, en el otro a los yorkinos, los
agentes consulares de la Unión enfrentaban a los sectores más conservadores, que
contaban con el beneplácito británico. En su aspecto político la amenaza
norteamericana se desvaneció bien pronto: los bandos que contaron con su
simpatía enfrentaron rápidos fracasos; en todas partes “notaban con amargura los
agentes norteamericanos” los favores de la diplomacia británica eran buscados
ansiosamente y recibidos con agradecimiento, mientras que los de Estados Unidos
encontraban una cortés indiferencia. En lo económico, la presencia
norteamericana se desvaneció más lentamente apoyada en un sistema mercantil

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Independencia y Mapa Político de América 69

extremadamente ágil, iba a perder buena parte de sus razones de superioridad


cuando se rehiciera sólidamente una red de tráficos regulares; fue, sin embargo, el
abaratamiento progresivo de los algodones de Lancashire el que “al desalojar del
mercado latinoamericano a los de Nueva Inglaterra, tanto más rústicos” hizo
perder importancia al comercio norteamericano con Hispanoamérica.

La Presencia Francesa

La presencia francesa nunca significó un riesgo para el comercio británico, más


que concurrente, el comercio francés era complementario del inglés, orientado
como estaba hacia los productos de consumo de lujo y semilujo, y
secundariamente hacia los de alimentación de origen mediterráneo, en los que
Francia tendía a reemplazar a España. Pero el solo hecho de que una gran
potencia continental tuviese relaciones más estrechas con Latinoamérica
representaba un peligro. Fue la política francesa la que contribuyó a disiparlo:
deseosa de afirmar su gravitación, la monarquía de julio se hizo sentir sobre todo a
través de conflictos basados en reclamaciones en extremo discutibles; en México
pudo salir con la suya en 1838; en el Río de la Plata iba a obtener, con mucho más
esfuerzo, un éxito más limitado, pero tanto el éxito como el fracaso le enajenaban
posibles simpatías hispanoamericanas; esa política agresiva y a la vez vacilante no
ofrecía una alternativa válida a la más discreta hegemonía británica.

La Hegemonía Inglesa

esta es, en efecto, el dato dominante en la constelación internacional en que se


mueve Latinoamérica. Afirmada vigorosamente durante la guerra de la
independencia (sobre todo en los años iniciales, en que el aislamiento respecto de
la antigua metrópoli y de la entera Europa napoleónica “y junto con él la guerra
anglonorteamericana” hacen de la Gran Bretaña el único poder externo que puede
gravitar en la revolucionada Hispanoamérica, a la vez que la metrópoli efectiva de
Brasil en que la parte portuguesa ha encontrado refugio), esa hegemonía se ha de
consolidar en los años posteriores a 1815, en los que, sin embargo, no faltan
tentativas de reconciliación de la Hispanoamérica revolucionaria y la Europa
restaurada (ese es uno de los sentidos de las corrientes monárquicas). La
intransigencia de España y la debilidad de las monarquías continentales frustran
estas tentativas; Gran Bretaña tiene ahora, como integrante de pleno derecho de
la Europa de la restauración, una situación envidiable; más que nunca los
revolucionarios se disputan su buena voluntad, de la que depende su propia
supervivencia. La diplomacia británica se deja adular, y utiliza su posición para
consolidar los intereses de sus súbditos, amenazados, luego de 1815, por una ola
de impopularidad creciente. En la década siguiente va a consolidar aún más esa
situación privilegiada, haciendo pagar el reconocimiento de la independencia de los

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Independencia y Mapa Político de América 70

nuevos estados con tratados de amistad, comercio y navegación que recogen por
entero sus aspiraciones. En ese momento la hegemonía de Inglaterra se apoya en
su predominio comercial, en su poder naval, en tratados internacionales. Pero se
apoya también en un uso muy discreto de esas ventajas: la potencia dominante,
que protege mediante su poderío político una vinculación sobre todo mercantil, y
que no desea intervenir más profundamente en la economía latinoamericana,
arriesgando capitales de los que no dispone en abundancia, se fija objetivos
políticos adecuados a esa situación.

En primer lugar no aspira a una dominación política directa, que implicaría gastos
administrativos y la comprometería en violentas luchas de facciones locales. Por el
contrario, se propone dejar en manos hispanoamericanas, junto con la producción
y buena parte del comercio interno, el costoso honor de gobernar esas vastas
tierras. No quiere decir eso que no tenga también en este aspecto puntos de vista
muy firmes, ni que se inhiba de hacer sentir su poder para imponerlos. Pero en
cuanto a esto, hay que tener en cuenta ante todo que los esfuerzos británicos por
imponer determinadas políticas serán siempre limitados: a falta de un rápido éxito
suelen ser abandonados, dejando en situación a menudo incómoda a quienes
creyeron contar incondicionalmente con el apoyo de Gran Bretaña. No hay que
olvidar tampoco que s aspiraciones políticas de Gran Bretaña en Latinoamérica
están definidas por el tipo de interés económico que vincula con estas tierras. Su
política es sólo muy ocasionalmente (en algunos grandes conflictos) la de su
cancillería de Londres; más frecuentemente es la de sus agentes, identificados con
grupos de comerciantes que aspiran sobre todo a mantener expeditos los circuitos
mercantiles que utilizan; en términos más generales, a mantener el statu quo si
éste asegura razonablemente la paz y el orden interno. Salvo excepciones (cada
vez más contadas a medida que se avanza en el tiempo), una extrema cautela es
el rasgo dominante de una política así concebida.

Esta cautela explica la preferencia inglesa por el mantenimiento de la


fragmentación política heredada de la revolución, que suele atribuirse al deseo de
debilitar a los nuevos estados. Por el contrario, cada vez que una organización
política en unidades más vastas pareció posible, ésa contó con el beneplácito
británico, que no faltó ni a los proyectos de Bolívar ni a los menos ambiciosos
protagonizados por Santa Cruz. Sin duda, frente al conflicto argentino-brasileño
Inglaterra impuso una solución que apartaba de esta línea, creando un estado-
tapón, y sus dirigentes no dejaron entonces de tomar en cuenta las ventajas que
derivarían para sus intereses en el Río de la Plata, imposible desde entonces de
clausurar por voluntad unilateral de una potencia. Pero al lado de estas
consideraciones estaba la de que esa solución era la única que podía devolver
rápidamente la paz y un comercio no perturbado al Atlántico sudamericano. Esta
última consideración parecía ser, en todos los casos, la decisiva: si “contra lo que

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Independencia y Mapa Político de América 71

quieren reconstrucciones históricas demasiado fantasiosas” Inglaterra no tenía


motivo para temer la creación de unidades políticas más vastas, que ofrecieran a
su penetración comercial áreas más sólidamente pacificadas (y el ejemplo de
Brasil muestra suficientemente que, en efecto, la relación de fuerzas le permitía
encarar con serenidad las veleidades de política autónoma que podrían surgir en
esas supuestas grandes potencias), tenía en cambio motivos sobrados para temer
que esos proyectos fuesen irrealizables, que su último fruto fuese la anulación de
los esfuerzos por imponer algún orden a las unidades más pequeñas en que
espontáneamente se había organizado la Hispanoamérica postrevolucionaria.

Esa política prudente explica que la hegemonía inglesa haya podido seguir
consolidándose cuando algunas de sus bases comenzaban a flaquear: si a
mediados de siglo el comercio y la navegación británicos siguen ocupando el
primer lugar en Latinoamérica, están ya muy lejos de gozar del cuasi monopolio de
los años posteriores a la revolución. Pero, pese a la multiplicación de conflictos
locales, el influjo inglés, que en líneas generales no combate, sino apoya a los
sectores a los que las muy variadas evoluciones locales han ido dando el
predominio, es a la vez favorecido por éstos. Es en este sentido muy característica
la diferencia que un gobernante gustoso de identificarse con la causa de América
frente a las agresiones europeas, el argentino Juan Manuel de Rosas, establece
entre las francesas “a las que responde con una resistencia obstinada, seguro de
que la victoria será el premio de su paciencia” y las británicas, frente a las cuales
busca discretamente soluciones conciliatorias, convencido como está de que a la
postre Gran Bretaña descubrirá dónde están sus intereses en el Río de la Plata, y
de que, por otra parte, no bastaría la resistencia más tenaz para borrar el influjo
británico de esa comarca. El mismo deseo de esquivar una ruptura total se
manifiesta en Brasil, cuyos dirigentes resistieron, sin embargo, con tenacidad sin
igual las pretensiones británicas en torno a la supresión de la trata de negros: a lo
largo de conflictos que se prolongaron durante decenios y que llevaron en algún
momento a la interrupción de relaciones diplomáticas, el abandono de la órbita
británica seguía siendo, para los dirigentes brasileños, un proyecto imposible.

El Retorno de Estados Unidos

Su fuerza y el uso moderado que de ella hace contribuyen a hacer de Inglaterra la


potencia dominante; a mediados del siglo XIX parece surgir en el horizonte
latinoamericano el influjo de otra: es de nuevo Estados Unidos, cuya huella queda
inscrita en la guerra mexicano-norteamericana, y más discretamente en el breve
florecer del anexionismo cubano, y cuyo nuevo papel parece reconocido por Gran
Bretaña (por lo menos para la América central) en el tratado de 1850, que prevé
una solución concertada para el problema del canal interoceánico. Pero el sentido
de la presencia norteamericana es doble. Hay por un lado, la voluntad de

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Independencia y Mapa Político de América 72

expansión territorial de regiones consagradas a una economía agraria, divididas


entre sí por el problema del trabajo servil; en particular, el sur esclavista debe
expandirse o perecer, y la guerra de México es su triunfo, como la anexión de
Cuba es su proyecto. En ese aspecto la presencia norteamericana se traduce pura
y simplemente en un avance sobre la frontera de las tierras iberoamericanas. Hay
también el esbozo de una relación nueva, que no por casualidad se da en esa
América central, a la que el descubrimiento del oro californiano transforma en eje
de las comunicaciones de la ampliada área económica; en este aspecto la presión
estadounidense (destinada a disminuir temporariamente al completarse la red
ferroviaria entre el Atlántico y el Pacífico) anuncia, pero todavía de lejos, un futuro
que sólo ha de madurar a comienzos del siglo XX, en un marco muy distinto del
que encierra a Latinoamérica entre la emancipación y los años centrales del siglo
XIX. (…)

Fuente: Gómez de Rueda Jemimath. Historia de América II. Bogotá: USTA, 1997.

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2.2.3 Análisis de los Casos Nacionales

El Éxito del Brasil Imperial

Para esa situación inesperadamente dura, la América Latina fue elaborando


soluciones (de política económicofinanciera; de política general) que sólo
lentamente iban a madurar. Allí donde la crisis fue, a pesar de todo, menos
honda, las soluciones fueron halladas más pronto, y significaron transformaciones
menos profundas. Ninguna adaptación al nuevo orden de cosas fue en ambos
aspectos más exitosa que la brasileña; y el imperio terminó por ser, para la
republicana América española, un algo escandaloso término de comparación para
medir su propio fracaso. Ese éxito tenía algunos secretos: el viejo orden era en
Brasil más parecido al nuevo que en Hispanoamérica; una metrópoli menos
vigorosa, y por lo tanto menos capaz de hacer sentir su gravitación; un contacto
ya directo con la nueva metrópoli económica, un peso menor de los agentes de la
Corona respecto de poderes económico-sociales de raíz local acostumbrados a
imponerse, eran todos rasgos que en el Brasil colonial anticipaban el orden
independiente. Las transformaciones eran, sin embargo, indudables, y la
transición, difícil. La creación de un parlamento tenía, de modo menos violento,
consecuencias comparables a la militarización de Hispanoamérica: en él las clases
terratenientes de un país abrumadoramente rural debían predominar, y para
evitarlo, la Corona debía emplear de modo muy discutible sus poderes.

Un liberalismo brasileño, vocero sobre todo de las distintas aristocracias locales (la
azucarera del norte, la ganadería del centro, la también ganadera del extremo)
choca con un conservadurismo urbano, comprometido por la presencia en sus filas
de los portugueses que dominan el pequeño y mediano comercio de los puertos, y
representado sobre todo por funcionarios herederos de la mentalidad “a menudo
más esclarecida que la de sus rivales los grandes señores liberales” del antiguo
régimen. Sin duda, entre esos adversarios el equilibrio era posible: la misión de la
Corona era asegurar con su influjo algún poder al sector conservador, y a la vez
arbitrar entre ambos. Para ello contaba básicamente con el apoyo del ejército,
sólo lentamente nacionalizado y mezclado “no por casualidad” de cuerpos
mercenarios europeos.

Aun así, su tarea no era fácil: el emperador Pedro I iba a fracasar sustancialmente
en ella; terminó por quedar identificado con los sectores que en el nuevo Brasil
mantenían la nostalgia del absolutismo y de la unión con Portugal. Antes había
tenido tiempo de lanzar al imperio a la primera de sus aventuras internacionales:
la guerra del Río de la Plata por la posesión de la Banda Oriental, rebautizada
Provincia Cisplatina e incorporada como tal al imperio brasileño, luego de haber
sido ocupada, a partir de 1816, por tropas portuguesas. La guerra “fruto de una

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rebelión de la población local, que obligó al Gobierno de Buenos Aires a apoyarla


luego de ganar el control de la mayor parte del territorio disputado” provocó una
alineación de fuerzas sólo aparentemente paradójica. Si la Corona, apoyada en el
ejército y mal arraigada en el país, deseosa por lo tanto de evitar una humillación
internacional que podía serle fatal, quería una lucha conducida hasta la victoria, su
belicismo encontraba eco muy limitado en los sectores conservadores; en cambio
los liberales (sobre todo los del Sur) adoptaban con entusiasmo una política que
satisfacía sus intereses regionales (representados muy concretamente por los
hacendados riograndenses que estaban haciéndose dueños de tanta parte de la
campaña del Uruguay). He aquí una secuencia que aún ha de repetirse: la
Corona tenderá a encontrar un terreno de acuerdo con los liberales, en una política
exterior más aventurera que la deseada por los sectores urbanos, que apoyan
habitualmente a los conservadores. En todo caso la guerra no es un éxito;
derrotado por tierra, Brasil ahoga económicamente a su enemigo mediante el
bloqueo de Buenos Aires; debe finalmente aceptar la mediación inglesa y la
solución que Gran Bretaña ha propuesto desde el comienzo: la independencia de la
Banda Oriental, que desde 1828 se constituye en nuevo estado republicano.

Entretanto, Brasil, necesitado de la buena voluntad británica, ha hecho


concesiones sustanciales en los tratados de 1825 y 1827; sobre trata y comercio y
navegación.

Entretanto, también, la guerra le ha permitido descubrir un instrumento financiero


que, censurado enérgicamente por todos, y contrario a las buenas doctrinas
económicas, se- revela, sin embargo, indispensable: el papel moneda. En la
inflación se descubre la solución conjunta para los problemas de un estado en
perpetua miseria y los de una economía en perpetuo déficit de intercambio: entre
1822 y 1846 el milreis pierde la mitad de su valor, pasando de 61,50 a 27
peniques; las consecuencias del proceso se agravan porque se da en clima caótico,
con multiplicación de bancos de emisión, creación de nuevas monedas metálicas
de valor inferior al declarado, y clandestinamente empobrecidas por el Gobierno,
falsificaciones frecuentes. Pese a todo ello, la inflación permite eludir crisis aún
más graves. En otro aspecto, su adopción es significativa: marca el triunfo de los
intereses rurales sobre los urbanos; entre los primeros son, sobre todo, los
terratenientes del Norte y del Sur, dependientes del mercado internacional, los
más favorecidos; entre los segundos es aún más perjudicada que los comerciantes
la masa de asalariados (la clase media, que en el imperio esclavista es más
nutrida que la clase baja libre). Pero el descontento urbano, que enfrenta el duro
orden conservador mantenido por el imperio, adquiere signo liberal; capaz, de
buscar salida subversiva, será un nuevo instrumento de extorsión en manos del
liberalismo más moderado de base rural.

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Independencia y Mapa Político de América 75

Así las cosas, no es extraño que la vida política del imperio haya sido agitada. En
1831 don Pedro I decide trasladarse a Portugal, a luchar contra la rebelión
absolutista de don Miguel y asegurar la sucesión para su hija María de la Gloria.

Su retiro es una implícita confesión de fracaso, y marca el comienzo del imperio


parlamentario. Los alcances de la innovación son limitados por el hecho de que si
el gabinete requiere el apoyo de la mayoría parlamentaria, es a la vez capaz
“contando con el apoyo de la Corona” de conquistar esa mayoría en elecciones
suficientemente dirigidas. Pero es indiscutible que el nuevo orden da lugar más
importante al liberalismo; la reforma de la carta daba en 1832 mayores
autonomías a las provincias, y ese esbozo de federalismo era aún más favorable al
partido antes opositor que el parlamentarismo. Entre 1831 Y 1840 la regencia iba
a Intentar frenar el proceso centrífugo, mientras enfrentaba alzamientos disidentes
en el Norte y el Sur (desde 1835 Río Grande do Sul está en guerra civil,
conmovido por un alzamiento republicano). Pero “rasgo muy notable del orden
político brasileño” el liberalismo puede ser alternativamente revolucionario y
constitucional; sus adversarios prefieren obligarlo a renunciar a sus ambigüedades,
temerosos de terminar con la unidad brasileña. En 1840, la declaración de
mayoría de don Pedro I, entonces de quince años, significó un triunfo liberal, bien
pronto limitado por la voluntad del monarca de retomar un papel de árbitro en el
ritmo de alternancia de los partidos.

En 1845 era vencida la revolución riograndense, y sus jefes entraban a ocupar


lugares importantes en el orden imperial restaurado; en 1848 una revolución
nordestina, esencialmente urbana, era fácilmente sofocada. Desde entonces la
fuerza de las cosas mismas, y la acción tenaz de la Corona, iban a destruir la
rivalidad (y junto con ella la cohesión interna) de los partidos: vocero de fuerzas
locales, que una vez tutelados sus intereses inmediatos eran indiferentes a la gran
política, el parlamento iba a proporcionar apoyo a una élite de políticos formados
en él, pero deudores del poder a la Corona y al ejército, al que las guerras civiles
de la década del cuarenta habían dado una fuerza nueva en el panorama interno.

Esa atenuación de los conflictos políticos, si no significaba necesariamente un


triunfo del liberalismo, implicaba, en cambio, el de los sectores sociales que habían
comenzado por identificarse con éste. Había sido facilitada porque, en las décadas
agitadas de 1830 y 1840, esos sectores y sus rivales habían encontrado un terreno
de unión o en la resistencia a la supresión de la trata. El mantenimiento de ésta
era esencial para la economía azucarera del norte y del litoral del centro; el
comienzo de la expansión del café (que se insinuaba en Río de Janeiro antes de
encontrar su tierra de elección en San Pablo) también se apoyaba en el trabajo
esclavo. Al mismo tiempo, el comercio de esclavos, al que la persecución británica
hacía a la vez más azaroso y más lucrativo, ofrecía un oportuno desquite a los

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Independencia y Mapa Político de América 76

comerciantes portugueses de las ciudades litorales, eliminados del gran comercio


europeo por los británicos. Pero hacia fines de la década del cuarenta, esta
comunidad de intereses comenzó a quebrarse: si la persecución creciente de la
trata hacía al comercio más de esclavos aún más lucrativo, ponía a la vez en crisis
la agricultura que utilizaba esa mano de obra cada vez cuajé más costosa; esa
creciente divergencia de destinos e intereses puso fin a la mansa rebelión de los
parlamentarios contra sus líderes que “conservadores o liberales” coincidían en
pedir medidas eficaces contra la trata; éstas llegaron finalmente en 1851. En 1840
el senador paulista Vergueiro había comenzado a explotar tierras de café utilizando
colonos libres, a los que reconocía la mitad del fruto de la cosecha; el Centro de
Brasil comenzaba así a descubrir un nuevo camino, y aun el norte azucarero debía
buscarlo para sobrevivir, puesto que la agricultura esclavista se estaba haciendo
económicamente imposible.

El núcleo de Brasil comienza a apartarse de nuevo del nordeste azucarero; la


reconciliación en una síntesis política en que el liberalismo es cada vez más el
elemento dominante, se traduce en una nueva concesión a las fuerzas regionales
del Sur: vuelto desde 1845 al escenario rioplatense, gracias al fin de la secesión
riograndense., Brasil intenta orientar el dinamismo de los dirigentes del extremo
sur hacia metas de expansión y no de secesión. Desde 1851, en alianza con el
Gobierno uruguayo encerrado en Montevideo y con los gobernadores, disidentes
de 'las provincias argentinas de Entre Ríos y Corrientes, organiza una campaña
que, a comienzos de 1852, logra derribar a Rosas, gobernador- de Buenos Aires y
figura dominante del panorama rioplatense. Desde entonces hasta 1870,' el
imperio volverá a tener participación muy activa en los asuntos de los vecinos del
Sur; si el balance final de los frutos de su acción se revelarán muy magros, haberla
emprendido revela el vigor alcanzado por el Brasil imperial a mediados del siglo
XIX; aunque la expansión de su economía ha sido relativamente lenta (las
exportaciones han pasado, entre la tercera y la quinta década del siglo, de un
promedio anual de casi cuatro millones de esterlinas a uno de casi cinco millones Y
medio; en el mismo plazo las importaciones han subido de algo más de cuatro
millones a seis millones), más lenta por cierto que la de la población (casi cuatro
millones, de los cuales algo más de un millón de esclavos, en 1825; ocho millones,
de los cuales dos millones y medio de esclavos en 1850), hay, sin embargo, en ella
ciertos avances que, junto con la estabilidad política, explican el prestigio que el
Brasil imperial conquista en Hispanoamérica. Ese Brasil ha sido la base primera de
la penetración comercial europea hacia el Río de la Plata y Chile; se esboza a partir
de 1810 el surgimiento de una metrópoli secundaria, destinada a no madurar; en
todo caso, hasta veinte años después de 1810 Río de Janeiro hace, frente a
Buenos Aires y Valparaíso, papel de mercado de distribución. Junto con el mayor
volumen comercial se da alguna mayor madurez en la estructura financiera: Brasil
tiene un sistema bancario antes de que sus vecinos hispánicos lo puedan tener de

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Independencia y Mapa Político de América 77

modo estable; y luego de 1851, junto con los hacendados riograndenses, es el


mayor banquero de Río de Janeiro, el barón y luego vizconde de Mauá, quien
extiende sus actividades (sólo nominalmente independientes respecto del centro
financiero de Londres) hacia Uruguay y Argentina. Esos avances, como los de la
política brasileña, serán efímeros, pero por el momento parecen confirmar la
superioridad de la solución neoportuguesa frente a la neo española, luego de la
crisis de la emancipación. Frente al éxito imperial “por limitado que se quiera”
Hispanoamérica parece no poder exhibir sino un balance en que los fracasos
predominan abrumadoramente.

Los Desengaños de Hispanoamérica

El inventario de esos fracasos se ha hecho muchas veces; la primera consecuencia


de ellos suele buscarse en la fragmentación política de Hispanoamérica, que se
contrapone a la unión de la América portuguesa, salvada a pesar de la crisis que
abundaron en el siglo XIX brasileño. Pero esta conclusión es muy discutible:
baste observar que la estructura colonial portuguesa había creado un Brasil unido,
y la española había dividido a las Indias en variadas jurisdicciones administrativas
esa diferente organización colonial refleja a su modo datos que le son previos:
Brasil era gobernado todo él por un solo virrey porque podía serlo, pese a la
sumaria organización administrativa portuguesa; gobernar desde un sólo centro las
tierras que van desde California a Buenos Aires era demasiado evidentemente
imposible. La guerra de independencia había confirmado las divisiones internas de
la Hispanoamérica colonial, y había creado otras: fueron sus vicisitudes las que
hicieron estallar la unidad “por otra parte tan reciente” del virreinato del Río de la
Plata. Sólo en América central el proceso de fragmentación iba a proseguir luego
de 1825, con la disolución de las Provincias Unidas de Centroamérica en 1841 y
con la separación de Panamá de Colombia, producida en un contexto muy
diferente y ya en el siglo XX. Más que de la fragmentación de Hispanoamérica
habría entonces que hablar, para el período posterior a la independencia, de la
incapacidad de superarla. Esta incapacidad se pone de manifiesto a través del
fracaso de las tentativas de reorganización que intentan evadirse del marco
estrecho de los nuevos estados, herederos del marco territorial de los viejos
virreinatos, presidencias y capitanías: la más importante es, desde luego, la de
Bolívar.

El Fracaso de Bolívar (Colombia, Venezuela, Perú, Bolivia, Ecuador)

Implica algo más que un intento de agrupar en un sistema político coherente a


Hispanoamérica en torno de Colombia; es a la vez una tentativa de equilibrar los
aportes revolucionarios y los del viejo orden, en la que se refleja el pensamiento
de Bolívar frente a la realidad postrevolucionaria. El Libertador seguía siendo hostil

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Independencia y Mapa Político de América 78

a la monarquía; a la aversión de principio se agregaba ahora, luego del derrumbe


del poder napoleónico, la seguridad de que como decía con vocabulario
maquiavélico “no hay poder más difícil de mantener que el de un príncipe nuevo”.

El fracaso de Napoleón le interesaba, además, porque veía en la “liga de los


republicanos y los aristócratas” que lo había enfrentado una prefiguración de las
resistencias que él debía enfrentar desde Caracas hasta Potosí. En particular por
los que llamaba jacobinos (secuaces demasiado consecuentes de ideologías a
menudo más moderadas que las de la montaña) iba a profesar una aversión
destinada a no desarmarse, que recordaba la de su reticentemente admirado
modelo por los ideólogos: a las tendencias utópicas de éstos contraponía Bolívar
su propio realismo, duramente aprendido a lo largo de su carrera de
revolucionario. Pero si ese realismo se manifestaba en diagnósticos muy precisos
y lúcidos de los problemas hispanoamericanos, las soluciones, buscadas a tientas,
no siempre parecían mucho más practicables que la de los republicanos
intransigentes; también las repúblicas que Bolívar organizó podrían llamarse, como
él llamó burlonamente a las soñadas por sus rivales, “repúblicas aéreas”.

En lo político, la solución la encontraba Bolívar en la república autoritaria, con


presidente vitalicio y cuerpo electoral reducido; al asegurar un estable predominio
a las élites de raíz prerrevolucionaria, ese régimen encontraría, según Bolívar a la
república de Bolivia, que le rogó se transformase en su Licurgol. La constitución
boliviana fue introducida en 1826 en Perú, en reemplazo de la excesivamente
liberal de 1823 como era esperable, fue Bolívar el primer Presidente vitalicio de
Perú. Ese mismo año volvía a Colombia, en la que Páez había levantado a la
sección venezolana. Reconciliado con el caudillo llanero, se halló cada vez más
distante de Santander, que en su ausencia había intentado sofocar el alzamiento
venezolano. Por otra parte, la constitución de Cúcuta, vestigio de una etapa
remota de la revolución hispanoamericana, ya no le satisfacía; la conversión de
Ocaña, convocada para reformarla, incluía, sin embargo, demasiados adversarios
del autoritarismo bolivariano, y sus adictos prefirieron retirarse de ella. Entre tanto
la ruptura entre Bolívar y Santander se había tomado total; el primero achacaba al
segundo participar en conspiraciones, el segundo adoptaba progresivamente la
posición de defensor intransigente de la legalidad republicana, que en el pasado lo
había encontrado menos entusiasta. Finalmente, un pronunciamiento de altos
funcionarios y militares dio todos los poderes en Colombia a Bolívar, que los
aceptó; unos meses después salvó casi milagrosamente la vida de un atentado de
la oposición bogotana. Mientras tanto su predominio en el Sur se derrumbaba; en
Bolivia y en el Perú se le identificaba con la presencia de las tropas colombianas,
que por su parte estaban fatigadas de su papel de guardianes del orden nuevo en
tierras tan remotas. Fueron éstas las que, alzándose en Lima, pusieron fin al
régimen vitalicio en Perú; una comisión de vecinos declaró restaurada la

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Independencia y Mapa Político de América 79

constitución de 1823, meses después una constituyente haría presidente de Perú al


general Lamar, militar de carrera y realista hasta 1821, que estaba destinado a ser
el ejecutor dócil de las voluntades de la mayoría parlamentaria, en que volvían a
encontrarse los sobrevivientes de la élite limeña. En Bolivia la posición de Sucre
“presidente vitalicio” se debilitó inmediatamente; una revolución que recibió
incitaciones de Perú, y en la que participaron algunos de sus subordinados, lo
eliminó del poder; un ejército peruano, al mando del general Gamarra (otro
antiguo jefe realista), se introdujo en Bolivia para consolidar la victoria sobre el
influjo colombiano. El desenlace fue una guerra ente Perú y Colombia; uno y otro
de los adversarios estaban debilitados por la discordia interna (que deshizo la
organización del ejército peruano). Luego de unos meses de guerra, y algunas
victorias escasamente decisivas de los colombianos. Lamar era derrocado y
reemplazado por Gamarra, que contaba con el apoyo del presidente de Bolivia,
Santa Cruz, otro de los militares mestizos que, formados en las filas realistas,
habían pasado luego a las revolucionarias. Gamarra hizo la paz con Colombia,
renunciando a toda pretensión peruana sobre Guayaquil; el sistema bolivariano
había perdido así su entero sector meridional. La misma Colombia no sobrevivió al
esfuerzo exigido por la guerra peruana: en 1830 Venezuela y Quito volvían a
separarse, la primera bajo el comando de Páez, la segunda bajo el de Flores, hasta
entonces general leal a Bolívar. El Libertador abandonó el poder, para morir
meses después en Santa Marta, de tuberculosis y desesperación. Según su
desolada conclusión, querer construir algo en Hispanoamérica había sido comparar
en el mar. Sucre, El más fiel de sus secuaces, que un año antes había sido
asesinado en una celada, había dicho ya lo mismo cuando aún su jefe seguía
planeando nuevas construcciones políticas: todas ellas estaban condenadas de
antemano, porque los cimientos eran necesariamente de arena y barro.

Esas conclusiones amargas coronan un esfuerzo a la vez grandioso y muy atento a


las limitaciones de la realidad. En efecto, Bolívar se había ya desengañado de la
posibilidad de cambiar sustancialmente el orden hispanoamericano; aun más que
en lo político, en lo económico y social volvió deliberadamente a las prácticas del
viejo orden; en Colombia restauró el sistema impositivo colonial, en Perú proclamó,
pero no aplicó, la abolición del tributo indígena. Igualmente era Bolívar sensible al
nuevo equilibrio mundial de fuerzas en cuyo marco Hispanoamérica llegaba a la
independencia, y “contra las tendencias aventureras que llevaban a otros a buscar
el apoyo de fuerzas secundarias y remotas” se manifestaba dispuesto a ganar el
apoyo de las dominantes: con una sinceridad que a otros iba a faltar proclamó
una vez y otra que entre las naciones hispanoamericanas y Gran Bretaña se había
establecido una relación peculiar, y con el apoyo británico contaba para consolidar
ese nuevo orden republicano, que planeaba cada vez más parecido al viejo.

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Independencia y Mapa Político de América 80

Ese apoyo “muy discretamente otorgado” no iba a faltar a los ambiciosos planes
de organización americana de Bolívar; de ellos el más grandioso fue el congreso de
Panamá; a este comienzo de una liga de los nuevos países americanos en la que
sólo iban a estar presentes los delegados de Colombia, Perú, México y
Centroamérica, sin embargo, nada; la iniciativa contó desde el comienzo con la
hostilidad abierta de Brasil y la apenas disimulada de Buenos Aires y Chile, poco
deseosos de incorporarse al sistema bolivariano. Que éste haya contado con la
simpatía británica no tiene nada de sorprendente: luego de haber esperado
mucho de la ruptura del orden colonial, los intereses británicos tenían motivos para
temer que ésta hubiese ido demasiado lejos; una restauración de sus rasgos
esenciales no podía disgustarlos. Tampoco les disgustaba el signo republicano que
el sistema conservaba: la monarquía, teóricamente preferible, era una aventura
aún más riesgosa, e implicaba un acercamiento a las potencias continentales.

Nada dañaba a esa simpatía el hecho de que Bolívar se propusiese unificar bajo su
influjo a un área muy basta del antiguo imperio español; se ha visto ya cómo la
creencia de que la nueva potencia hegemónica favoreció sistemáticamente la
disgregación hispanoamericana carece de fundamento.

Este apoyo no fue bastante para salvar el proyecto bolivariano ¿Pero por qué
fracasaban las tentativas destinadas a romper la fragmentación heredada a la vez
de la colonia y la revolución? ¿Por qué fracasó la de Bolívar que comenzó contando
con recursos que nunca volvería a tener ninguno de sus imitadores más tardíos?

Retrospectivamente Bolívar iba a declarar imposible su éxito, y junto con él el de


toda otra empresa de organización política en Hispanoamérica. Pero no sólo era el
proyecto bolivariano “pese a todo su realismo” excesivamente ambicioso: su
realismo era, por añadidura, discutible, en la medida en que se apoyaba en una
imagen acaso no totalmente exacta de la realidad postrevolucionaria. En ella
impresionaba a Bolívar sobre todo el peso de las supervivencias del antiguo
régimen; su realismo consistía en respetarlas para asegurar al nuevo orden base
suficiente en comarcas sólo superficialmente tocadas por la revolución. Pero esas
supervivencias no se daban únicamente del modo en que las concebía el
Libertador: las élites urbanas, a las que buscó ganar entregándoles una parte del
poder en las asambleas censitarias, estaban debilitadas por las crisis
revolucionarias; las rurales, tocadas por ella en su composición, pero con su poder
intacto y aun acrecido, tendían a buscar apoyo en los poderes militares locales, a
los que la revolución daba peso decisivo. Bolívar, sin duda, no ignoraba que el
orden postrevolucionario era sustancialmente militar; para él, sin embargo, esta
característica era efímera, y un orden durable sólo surgiría sobre bases
aristocráticas cuando, disipada la tormenta, volviesen a aflorar los rasgos
esenciales del prerrevolucionario.

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Independencia y Mapa Político de América 81

El fracaso de Bolívar puede vincularse entonces a este pronóstico errado: contra


lo que él creía las innovaciones aportadas por la guerra de independencia habían
venido para quedarse. Pero se vincula también con una dificultad de orden tácito
que no pudo superar: cualquiera fuese su intención a largo plazo, Bolívar se
presentaba en Bogotá, en Lima o en Chuquisaca como el representante de ese
orden militar con el que no quería identificarse, y por ello mismo encontraba el
recelo de los sectores con los que a largo plazo se proponía compartir el poder;
éstos se obstinaban en una oposición a menudo solapada, que encontraba su
expresión en ese republicanismo juzgado utópico, y que siéndolo en sus
manifestaciones teóricas era a la vez expresión de fuerzas demasiado bien
arraigadas en la realidad y los militares en los que Bolívar debía apoyarse se
satisfacían cada vez menos en su papel de instrumentos de gobierno destinados a
ser mediatizados en el futuro.

Por otra parte, mantenerse en ese papel exigía sacrificios demasiado prolongados:
significaba, por ejemplo, que las tropas colombianas debían permanecer
indefinidamente guardando el orden en comarcas distantes algunos miles de
kilómetros de su tierra de origen. No es extraño entonces que en casi todas partes
los adversarios y los sostenes de Bolívar se hayan entendido para librarse de la
tutela del Libertador; en Perú es la unión de la oposición, a la vez oligárquica y
principista, y unos cuantos generales dispuestos a fructuosas transacciones la que
pone fin al ensayo boliviano; en Colombia el legalista Santander y el personalista
Páez se reconcilian luego de ese derrumbe que han contribuido por igual a
provocar; ese vasto sector de la Hispanoamérica postrevolucionaria, que va desde
Caracas hasta Potosí, está comenzando un duro aprendizaje: el de la
reconciliación consigo mismo, a partir de la cual podrá ir descubriendo los rasgos
todavía secretos del orden postrevolucionario, distinto a la vez del antiguo y del
imaginado en los días esperanzados de 1810.

El Caso Ejemplar de México

También en el marco estrecho proporcionado por los nuevos estados la ilusión


(que se juzgaba desengañada, pero a menudo implicaba un infundado optimismo)
de que el retorno a un orden parecido al viejo era posible iba a revelarse falaz. Si
en casi todas partes estos ensayos de restauración se tradujeron en rápidos
fracasos, a los cuales siguió su abandono definitivo, fue en México donde, por el
contrario, ocuparon buena parte de la primera etapa independiente. Esto no es
extraño: en México los últimos tiempos coloniales habían sido aún más prósperos
que en el resto de Hispanoamérica, y por otra parte la independencia se había
logrado sin que perdieran la supremacía local los que a lo largo de la lucha por ella
habían sido sostenes del orden colonial. El conservadurismo mexicano se
transforma en el refugio de todos cuantos han sufrido resignadamente la

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Independencia y Mapa Político de América 82

disolución del viejo sistema. Sin duda, el imperio de Iturbide, solución demasiado
personalizada a los problemas de la transición a la independencia, se derrumba sin
contar con más vivo apoyo de los que serán conservadores que de los futuros
liberales. La caída del régimen imperial es fruto de la acción del ejército,
convocado por el pronunciamiento de un todavía oscuro jefe de guarnición,
Antonio López Santa Anna, seguido bien pronto no sólo por los oficiales surgidos
de los movimientos insurgentes, sino también por muchos de los antiguos
realistas, descontentos por la indiferencia con que el emperador, decidido a tomar
distancias frente a sus antiguos colegas y limitado en su generosidad por la ruina
del fisco, atiende a sus requerimientos. La gravitación del ejército, al que las
guerras de independencia han dejado en herencia un demasiado nutrido cuerpo de
oficiales y una función inexcusable de guardián del orden interno, se revela
decisiva. A la caída del primer imperio sigue la convocación de una constituyente y
la elección como presidente de Guadalupe Victoria, que pese a sus inclinaciones
liberales intentará guardar un cierto equilibrio frente a las facciones cuya hostilidad
crece progresivamente.

En la constituyente y fuera de ella, dos partidos se dibujan: los que ahora se


llaman escoceses y los yorkinos. Los primeros, conservadores, tienen su
organización apenas secreta en la logia masónica escocesa, que cuenta con el
patrimonio del ministro británico; los segundos, liberales y federalistas, la tienen
en la que se ha establecido como filial de la de Nueva York bajo los auspicios del
cónsul de Estados Unidos. ¿Qué separa a los partidos? Gracias al flujo de
capitales de que México aprovechará con preferencia a cualquier otro país
hispanoamericano, y que vitaliza con un flujo de libras esterlinas no sólo al
insaciable fisco postrevolucionario, que se transforma en deudor de inversionistas
de Londres, sino también a sectores de la minería deshecha por la guerra, los
escoceses creen posible una reconstrucción político-social en que Gran Bretaña
ocupe el papel análogo al de España, y la aristocracia minera y terrateniente criolla
y la mercantil española se reconcilien para apoyar en todo vigor el nuevo orden.

Sin duda, ese orden nuevo será en algunos aspectos distinto del viejo: el ministro
británico Ward, que está muy cerca de ese partido, señala que el México
independiente deberá seguir importando más que el colonial, puesto que su
producción artesanal textil no puede competir con la importada; encuentra la
solución en una expansión de la agricultura en tierras calientes, que cree nuevos
rubros exportables a ultramar y permita equilibrar la balanza comercial. Pero
también para él lo primero en orden de urgencia es restaurar la minería y ordenar
las finanzas públicas: sólo la primera, una vez devuelta a la prosperidad, puede
ofrecer capitales para la expansión agrícola, yesos capitales buscarán más
seguramente ese camino cuando un estado indigente no le ofrezca otro más

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Independencia y Mapa Político de América 83

lucrativo en lo inmediato en la forma del agio, que se da en México como en otras


comarcas hispanoamericanas.

Los aliados mexicanos del agudo diplomático no dejaban de tomar en cuenta otros
cambios. Eran en primer lugar más sensibles a los derrumbes provocados por la
guerra en los sectores dirigentes: para ellos la emigración de los más ricos
mercados españoles, luego de 1821, no era sólo importante por los más de cien
millones de pesos en metálico que según era común creencia se habían llevado
consigo: significaba, por añadidura, un grave debilitamiento de una clase alta ya
excesivamente minoritaria. Eran igualmente sensibles a la mayor autonomía de
acción de que la experiencia revolucionaria había hecho capaces a los sectores
populares; frente a esta innovación, en la que se advertía sobre todo el peligro
siempre posible de un violento desborde plebeyo, los escoceses tendían a
contemplar con indulgencia el peso creciente del ejército en las finanzas
mexicanas. En cambio, eran menos comprensivos frente a las apetencias de esos
sectores medios que, en la capital y en las ciudades de provincia, esperaban
situarse en las estructuras administrativas del nuevo estado. Ward, que como
ellos veía en esas apetencias el sentido último del federalismo, aconsejaba
recogerlas; el precio que con ello se pagaría por la paz era en suma moderado.

Los escoceses no estaban tan seguros; en la proliferación de políticos de clase


media veían no sólo una carga para el fisco, sino aun más un riesgo de
radicalización.

Y no se equivocaba, el liberalismo terminó por hacer suya una exigencia a la vez


más popular y disruptiva que la federal: era la expulsión de los españoles
peninsulares. Sin duda “tal como objetaban sus adversarios” los más ricos se
habían marchado ya; sólo quedaban pequeños hacendados y comerciantes de
aldea en los que era imposible ver un peligro político. Pero precisamente eran
esos españoles menos prósperos los más aborrecidos por la plebe, que tenía
contacto directo y cotidiano con ellos. La agitación en favor de la expulsión de los
españoles devolvía a la escena mexicana a esa plebe que los herederos de la
independencia habían mantenido cuidadosamente al margen; la convocaba a la
acción en favor de un proyecto que significaba el despojo de algunos relativamente
ricos en favor de otros más pobres; el retorno a un desorden generalizado,
animado por un recrudecimiento de las tensiones entre los que tenían y los que no
tenían, parecía el desenlace esperable de esa campaña iniciada por los liberales.

Pese a que éstos logran imponer la expulsión (que estará lejos de cumplirse por
entero) enfrentan desde entonces una oposición tenaz de los conservadores,
transformados “nota complacido Ward” de una pura facción política en la unión
de todos los que tenían algo que perder.

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Independencia y Mapa Político de América 84

Fruto de esa unión fue el conservadurismo mexicano, surgido de la ampliación de


la facción escocesa. Nostálgico del pasado, de esa época de oro en que la prosa
persuasiva de Lucas Alamán “el más lúcido jefe del conservadurismo mexicano, y
el más desconsolado historiador de esa catástrofe que fue la revolución”
transforma la era de las reformas borbónicas, el conservadurismo había aceptado
ya “y no sólo al resignarse a la hegemonía militar” algunas de las consecuencias
de esa revolución aborrecida. Consciente de la democratización producida,
temeroso de sus consecuencias, busca en la Iglesia un apoyo contra ellas, pues ve
en esa institución la única capaz de disputar la orientación de la plebe mestiza e
india a los agitadores liberales. El resultado es que el conservadurismo es mucho
menos ilustrado que su modelo colonial: se opone tenazmente a los avances de la
tolerancia religiosa, a los de la reforma inmobiliaria que amenaza a la propiedad
eclesiástica, no tocada hasta entonces por la revolución.

El partido conservador cree llegada su hora en el momento de designarse


reemplazante para Guadalupe Victoria; logra entonces imponer contra el candidato
liberal Vicente Guerrero a su oscuro candidato. En vano: Santa Anna se pronuncia
y es rápidamente imitado; Guerrero es, a pesar de todo, presidente. Le toca
enfrentar una tentativa “pronto fracasada” de reconquista española; en 1830 su
vicepresidente, Bustamante, persuade al ejército de que destituya al presidente
liberal, que será ejecutado ante el horror de una opinión pública que no podía
dejar de respetar en la víctima a uno de los paladines de la lucha por la
independencia. Durante dos años gobierna Bustamante, asesorado por Lucas
Alamán, y ambos, luchando como luchan por la supervivencia, deben dejar que el
ejército consuma lo que el fisco tiene y lo que no, tiene. De nuevo es en vano: en
1832 se pronuncia finalmente, desde su finca de Manga de Clavo en Veracruz, el
general Santa Anna. Al año siguiente es presidente; en su nombre gobiernan el
vicepresidente Gómez Farias y un congreso liberal que se lanza primero sobre
privilegios del clero y luego sobre los del ejército. Santa Anna reaparece entonces;
este Deus es machina de la política mexicana expulsa a los liberales y se constituye
en garante del orden conservador que restaura. Con un precio, desde luego: los
conservadores deben respetar el lugar del ejército en la vida mexicana (un lugar
que, entre otras cosas, le otorga más de la mitad de las rentas del Estado).

En 1836, guerra de Texas: los colonos del sur de Estados Unidos que allí se han
instalado y han sido bien recibidos por las autoridades mexicanas, no aceptan el
retorno al centralismo que esta en el programa conservador. Santa Anna corre a
someterlos: tras de vencer la resistencia del Alamo es deshecho en San Jacinto.

La independencia de Texas es un hecho, pero no es reconocida por México, contra


el consejo de Alamán, que deseaba ver surgir allí un estado independiente y

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Independencia y Mapa Político de América 85

protegido por Gran Bretaña, capaz de hacer frente al avance expansivo de Estados
Unidos.

En 1838 Santa Anna, retirado a Manga de Clavo, reconquista su prestigio en otra


guerra “igualmente perdida” contra Francia, que exige indemnización cuantiosa
por daños sufridos por sus súbditos con motivo de las luchas civiles mexicanas. La
obtendrá, pero Santa Anna, a quien una bala de cañón naval francés ha arrancado
una; pierna, se transforma en símbolo de una resistencia tan inútil como heroica.

Así, devuelto a su papel de garante del orden conservador, siguió gravitando hasta
que la guerra con Estados Unidos, estallada en 1845, le devolvió a su papel
alternativo de jefe militar, llamado ahora por los liberales, a los que la coyuntura
acababa de devolver el poder. La guerra era el desenlace de toda una etapa de la
política estadounidense; si se produjo tan tarde fue porque el Norte no deseaba
fortalecer al bloque esclavista con un nuevo estado, incorporando a Texas ahora el
avance hacia el Oeste anticipaba la posibilidad de equilibrar la anexión de Texas
ampliando la masa de botín con otros territorios destinados a quedar libres de la
institución peculiar del sur norteamericano.

La guerra fue demasiado fácilmente ganada por Estados Unidos; esa victoria se
explica, en parte, porque el ejército mexicano no había sido organizado para ser
un instrumento de combate en guerras internacionales, en parte porque las
disensiones dejadas por decenios de lucha facciosa estaban lejos de haberse
apagado en México. En todo caso, la derrota “que tuvo, pese al heroísmo de los
defensores de la capital, su punto culminante en la toma de ésta” pareció
despertar las tensiones mal acalladas por el orden conservador: levantamientos
indios en el Norte, guerra de castas en el Yucatán, donde la ampliación de los
cultivos de azúcar estaba privando de tierras a los indios mayas mal pacificados.

La paz parecía aún peor que la guerra: México perdía en 1848 la mitad de su
territorio en beneficio de su vencedor. A pesar de tanta ruina, los conservadores
lograban conservar el poder; su jefe intelectual, Alamán, que por esos años estaba
trazando su negro cuadro del México postrevolucionario, en que distribuía
generosamente culpas a todos menos a su facción (que lo había gobernado
durante casi toda esa etapa), soñaba una regeneración definitiva en la religión y la
monarquía. Mientras esta se alcanzaba, una mano fuerte era necesaria para
frenar el inquietante despertar liberal: era, muy previsiblemente, la de Santa Anna.

Vuelto del destierro, el artífice de la derrota resolvió temporariamente sus


problemas financieros vendiendo nuevo territorio a Estados Unidos por diez
millones de dólares. Inútilmente: al año siguiente estallaba una nueva rebelión
liberal, muy distinta de los episodios militares que habían llenado la historia

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Independencia y Mapa Político de América 86

reciente. Con ella moría el México de Alamán y Santa Anna, el de los


conservadores amigos del orden en eterna alianza con el organizador del
desorden.

La historia de esa etapa mexicana ha sido narrada una vez y otra: deliciosamente
incongruente, llena de salvaje colorido (su episodio más brillante es el entierro
solemne de la pierna de Santa Anna, con el ilustre héroe presidiendo el duelo),
puede servir para hacer de ella un relato brioso. Menos fácil es entenderla. Santa
Anna es un aventurero que no engañó mejor a sus contemporáneos que a los
historiadores dispuestos a divertirse con él; Alamán y Gómez Parias, que se
disputaron su favor, que al hacer de él el interlocutor favorito de los políticos
dentro del ejército confirmaron su predominio sobre éste, eran, por el contrario,
reflexivos observadores de la situación mexicana, y políticos consecuentes con sus
ideas. Quizá era precisamente esa integridad ideológica la que los obligaba a
transacciones tan chocantes con la realidad; ni en el programa conservador ni en
el liberal el ejército, tal como lo había creado la guerra revolucionaria, tenía lugar
legítimo; por lo tanto, los acuerdos con él se hacían en un plano en el cual el
voluble e inseguro Santa Anna se movía mejor que nadie. ¿Pero por qué el
acuerdo con el ejército era necesario? Sin duda porque conservaba un inmenso
poder, herencia de la guerra. Pero también porque ese poder seguía siendo
necesario para mantener el orden interno. Por añadidura, porque lo mantenía
demasiado bien, y para los liberales el camino al gobierno parecía ser un acuerdo
con el ejército y no la rebelión popular, cada vez más difícil a medida que las
convulsiones de la segunda década del siglo se alejaban y el orden se afirmaba
mejor en México.

El orden conservador había logrado entonces el más inmediato de sus objetivos:


durar. Pero ése era también el único que había alcanzado: en 1850 México no
había logrado retornar a los niveles de su economía colonial; las finanzas públicas,
afectadas por una contracción económica al parecer insuperable y por las
exigencias de un ejército nunca saciado, hacían del Estado el deudor eterno de
agiotistas locales, que pronto iba a comenzar a serlo en gran escala de acreedores
internacionales. La vuelta al antiguo régimen, remozado por el contacto con las
nuevas metrópolis, era imposible, y hacia 1850 la restauración conservadora no
había logrado eliminar uno solo de los males contra los cuales sus voceros se
habían elevado elocuentemente un cuarto de siglo antes.

En suma, el México conservador fracasaba por falta de una dirección homogénea;


porque además eran demasiadas las dificultades de esta zona, antes tan próspera,
para adaptarse al nuevo orden abierto con la independencia, que le era
desfavorable. En efecto, la guerra había destruido el sistema de explotación
minera; si los hombres que le había arrebatado podían ser devueltos o

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Independencia y Mapa Político de América 87

reemplazados, no ocurría lo mismo con las destrucciones materiales, que eran


considerables. La guerra había producido un daño aun mayor, aunque indirecto, al
hacer desaparecer los capitales cuya relativa abundancia era uno de los secretos
de la expansión minera mexicana en la segunda mitad del siglo XVIII. Esos
.capitales, en parte consumidos por la guerra, en parte retirados a España a partir
de 1821, hubieran sido imprescindibles para que la producción minera mexicana
retornara su ritmo; en la restauración parcial que siguió a 1823, el papel del capital
británico sin embargo de volumen tan insuficiente fue decisivo. La necesidad de
ese aporte de capital es peculiar de la minería (la agricultura o la ganadería lo
requieren en mucha menor escala) y explica que México haya tardado tanto “por
falta de él” en reconstruir su economía; explica también que los conservadores
mexicanos, conscientes desde muy pronto de la necesidad del aporte de capital
ultramarino, hayan mostrado una apertura hacia el extranjero que era excepcional
entre los hispanoamericanos de esa tendencia y, por otra parte, no siempre se
compaginaba bien con el misoneísmo y el intolerante tradicionalismo religioso que
gustaban de ostentar. Pero esa apertura a la colonización económica de las
nuevas metrópolis iba también ella a fracasar, y su fracaso es una de las causas
del derrumbe conservador en México.

Los demás países mineros: Perú y Bolivia: desarrollos análogos, marcados por el
estancamiento económico y la incapacidad de hallar un estable ordenamiento
político, encontramos en las otras tierras hispanoamericanas de la plata, ahora
divididas entre la república de Perú y la de Bolivia. Aquí el cuadro es aún más
complicado, porque las élites sobrevivientes están necesariamente desunidas: los
herederos de la Lima comercial y burocrática, los de los centros mineros del Alto
Perú, los hacendados ricos sólo en tierras; que dominan la sierra desde el Ecuador
hasta la raya de Argentina, los hacendados de la costa peruana, muy ligados a la
fortuna comercial de Lima y arruinados por la quiebra de una agricultura de
regadío y de mano de obra esclava y frente a ellos un personal militar que sirve
alternativamente en el ejército de Perú y el de Bolivia está destinado a tener
decisivo papel.

Mientras tanto Perú no sale de su marasmo. La crisis de la minería no termina con


la guerra; la del comercio limeño es agravada por la aparición de núcleos rivales
desde Valparaíso hasta Guayaquil. La agricultura de la sierra y e altiplano prosigue
su desarrollo aislado; los cambios económicos de la revolución la tocan poco, los
político-jurídicos también, desde que ha fracasado “en Perú como en Bolivia” la
abolición del tributo y la división de las tierras indígenas de comunidad. Sin duda
éstas comienzan a ser más velozmente roídas por los avances de la propiedad
privada de caciques, hacendados que amplían sus tierras- pero sustancialmente
resisten a esos avances. La perduración del tributo, la de los servicios personales,
no pueden extrañar: debido a la crisis de la minería, cerca del 80 por 100 de los

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Independencia y Mapa Político de América 88

ingresos fiscales de Bolivia provienen “entre 1835 y 1865” de la capitación de los


indígenas; en comarcas en que la parte de la economía de mercado ha disminuido
resulta imposible utilizar el trabajo libre donde antes se recurría al forzado.

Esa región, que parece condenada a la decadencia, se presta mal a recibir un


orden estable. En Perú, caído Lamar, gobierna Gamarra, y junto con él su esposa,
una mestiza nacida en una aldea cuzqueña, extremadamente impopular entre la
aristocracia limeña, capaz, en cambio, de evocar con éxito, ante una tropa
rebelada, la solidaridad que esos soldados de sangre mezclada deben a un
presidente también mestizo. Pero las divisiones del ejército perduran, la hostilidad
de una oposición a la vez aristocrática y republicana no desarma. Caído Gamarra,
la lucha por la sucesión permite reaparecer en la escena peruana a Andrés Santa
Cruz, presidente de Bolivia, que no ha dejado de interesarse en la política del
Estado vecino, que ha utilizado a Gamarra contra Lamar y ahora lo cuenta de
nuevo entre sus agentes. Santa Cruz impone la unión de Perú y Bolivia; en 1836
nace la confederación peruboliviana, en la que los poderes se concentran en el
protector. Santa Cruz intenta ejercer, en ese marco más amplio, el mismo
autoritarismo renovador que lo caracterizó en Bolivia: su dictadura reforma la
administración y la justicia, reorganiza el sistema de rentas. Por un momento
parece encarnar el modelo del gobernante hispanoamericano preferido por los
poderes europeos; el papa, la monarquía de julio, la diplomacia británica coinciden
en otorgar su aplauso a esa experiencia. Esos remotos apoyos se revelan muy
insuficientes: Santa Cruz tiene contra sí a Lima, a la que ha despojado de toda
esperanza de predominio. Tiene contra sí a los que ha perjudicado con sus
reformas, desde los magistrados a los funcionarios y comerciantes que se
consagraban al fraude a la aduana. No tiene en su favor a los sectores populares,
menos tocados que en México por la movilización revolucionaria, y perjudicados
por una política que aumenta en lo inmediato el peso de fisco, y a largo plazo
revela la intención de deshacer la comunidad de tierras indígenas en favor de
propietarios individuales, que no se reclutarían precisamente entre los comuneros.

Hacer en Perú y Bolivia un Estado moderno es, en suma, una operación demasiado
onerosa, que deja indiferentes a los de arriba como a los de abajo. Esa empresa
se identifica, además, con una glorificación personal del Protector, que si
encuentra la burla despiadada de las élites urbanas (que no pueden olvidar que
éste es hijo de una cacica india) agudiza rivalidades aun más peligrosas entre los
jefes militares.

Por último, la tentativa de Santa Cruz enfrenta la oposición de sus vecinos. En la


Confederación Argentina, salida a duras penas de la guerra civil, y también en
Chile, Santa Cruz fomenta la acción de los opositores; frente a ambos países toma
medidas destinadas a devolver a los territorios reunidos en la Confederación su

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Independencia y Mapa Político de América 89

viejo predominio; en particular es la hegemonía comercial de Valparaíso en el


Palacio sudamericano la que se ve amenazada. Chile se lanza a la guerra en 1837;
una primera expedición contra Perú fracasa; le sigue en 1839 otra, que tiene éxito.

En las filas de los invasores son numerosos los peruanos desafectos: aparte de un
sector de jóvenes aristócratas de Lima, que buscan lo que llaman la regeneración,
es decir, un poder no compartido con los rudos generales de la sierra, más de uno
de éstos se les ha unido contra el más poderoso de todos. Con decepción de los
regeneradores limeños, Chile no se inclina por ellos, sino por Gamarra, que vuelto
así al poder en 1841, lleva la guerra a Bolivia y es derrotado. En el vacío que crea
su derrota los regenadores hacen finalmente su tentativa de alcanzar el poder; en
Vivanco, el general aristócrata, satisfactoriamente blanco, encuentra su paladín,
para fracasar junto con él: Ramón Castilla, hijo de un ínfimo burócrata peninsular
y de una india, será quien haga la reconciliación de las facciones peruanas, pero si
tiene éxito donde otros fracasaron es porque algo ha cambiado en Perú; ha
quedado atrás el período de la penuria de Lima y la indigencia del Estado, obligado
a vivir, sobretodo, de la capitación indígena que los jefes de guarniciones de la
sierra saben que podrían detener a su capricho: el guano, y más generalmente el
cambio de la coyuntura económica mundial introducen a Perú, a mediados de
siglo, en una nueva época, en que las élites urbanas podrán desquitarse de sus
pasadas postergaciones y recomenzar la conquista del Estado.

Esa época no ha de llegar para Bolivia hasta mucho más tarde. Caído Santa Cruz,
es su antiguo auxiliar, el general Ballivián, que lo abandonó en la duodécima hora,
el que “tras de vencer a Gamarra y asegurar la independencia boliviana” continua
su obra de modernización administrativa. En 1848 el resultado de un sucederse de
revoluciones fue el ascenso a la presidencia del general Belzú, que por primera vez
empleo en Bolivia la apelación a las clases populares como recurso político;
aunque en la acción el nuevo presidente no se muestra muy lejos de las actitudes
sociales de sus predecesores, ese rasgo significa una innovación importante en la
vida política boliviana: el ingreso en ella, por lo menos como masa de espectadores
impacientes, de la plebe mestiza de las ciudades (en particular de La Paz, donde
funcionaba el Gobierno y donde la vuelta de la economía altoperuano a su
orientación hacia el Pacífico había colocado el núcleo mercantil del altiplano).

Pero, como viene ocurriendo desde 1825, la economía boliviana vive en estado de
marasmo: el recurso empleado por un fisco en quiebra al acudir a una
disminución del tenor de la moneda de plata (que será ahora mal recibida en
tierras vecinas) hace aún más difícil a este país, al que le están faltando productos
exportables, mantener las corrientes de comercio internacional. A mediados del
siglo la quina parece ofrecer algún alivio, y su exportación “monopolio del Estado”
beneficia a éste y a la casa concesionaria, perteneciente a una familia de vieja

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Independencia y Mapa Político de América 90

aristocracia paceña; no basta, sin embargo, para cambiar los datos esenciales de
la economía boliviana.

No es extraño que el nuevo orden político arraigue mal en tierras que no han
podido encontrar su lugar en la Latinoamérica deshecha por la revolución y
lentamente vuelta a rehacer en medio de una coyuntura desfavorable. En otras
partes, soluciones políticas adecuadas a esa nueva coyuntura logran imponerse de
modo más sólido.

Aun en ellas, sin embargo, la conquista de un orden estable se revela


extremadamente difícil. La dificultad deriva, en parte “se ha visto ya”, de la
vigencia de un nuevo clima económico, que no favorece a quienes dominaron
economía y sociedad antes de 180. Pero surge también de que el elemento que
actúa como árbitro entre esos dirigentes urbanos y mineros, los de las zonas
rurales de economía semiaislada, la plebe urbana que comienza a hacerse
escuchar (mientras la rural no ha sido despertada en tierras peruanas por la
revolución, y en las mexicanas ha sido brutalmente devuelta a la sumisión), es un
ejército también él no suficientemente arraigado en el nuevo orden: sólo
paulatinamente los jefes veteranos de la revolución, a los que a veces el azar de
su último destino ha dado influencia en una región a la que no pertenecen por
origen, establecen vinculaciones con sectores cuyo poderío local ha sido favorecido
por el cambio de coyuntura, y llegan a identificarse con ellos. Hasta entonces la
intervención de los generales “y los de sus tropas, a menudo ajenas también ellas
a la región” se da al azar de las coincidencias entre las oposiciones que se dan
dentro de la sociedad civil y las rivalidades entre jefes militares. Esa situación es
consecuencia del modo particular en que México y Perú han vivido la lucha de
independencia: en México ésta fracasó hasta que sus adversarios retornaron sus
banderas políticas para mejor combatir sus aspiraciones en otros órdenes; en Perú
se resolvió en la conquista del país por ejércitos venidos del Sur y del Norte. En
otras regiones hispanoamericanas el orden nuevo iba a surgir, sobre todo, del
juego de las fuerzas internas; si esto no era garantía de una evolución
invariablemente pacífica, sí era condición favorable para que en algunos casos ésta
se diera.

Ecuador

Entre los estados sucesores de la Gran Colombia, encontramos en uno de ellos una
situación comparable a la perú boliviana: es Ecuador el estado que recoge con
nombre nuevo el patrimonio territorial de la antigua presidencia de Quito. En este
marco, más pequeño que el vasto Perú, la línea de desarrollo es más sencilla: los
que hacen de árbitros en la vieja y siempre vigente oposición entre la élite costeña
“plantadora y comerciante” y la aristocracia de la sierra (dominante sobre una

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Independencia y Mapa Político de América 91

masa indígena vinculada sobre todo por el peso de las deudas heredadas de
padres a hijos, y apenas tocada por los cambios revolucionarios) son militantes
que permanecen extranjeros a Ecuador: los venezolanos de Flores, que
constituyen un cuerpo extraño hasta que sus jefes principales comienzan a tallarse
dominios territoriales en la Sierra. Flores es presidente en 1830; enfrenta la
oposición de la costa, encarnada en Vicente Rocafuerte, un patricio de Guayaquil,
con el que se reconcilia misteriosamente, luego de una lucha civil, en 1834.

Rocafuerte y Flores comparten el poder y se suceden en la presidencia; lo que los


ha unido es, al parecer, el temor de que la lucha interna haga estallar la unidad
política ecuatoriana: ni Guayaquil, que, incorporado a Perú, vería sacrificados sus
intereses a los de Lima, ni los militares venezolanos “que, anexada la sierra a
Colombia, perderían su preeminencia en ella” pueden favorecer un desenlace que
sólo es visto con favor por algunos magnates serranos, fatigados de sufrir el no
blando gobierno de los “genízaros negros” llegados desde Venezuela para
quedarse.

A esa alianza la costa le imprime su actitud más abierta e innovadora; Rocafuerte,


durante su presidencia y luego de ella, anima un esfuerzo de modernización
administrativa que hace de Ecuador, visto a distancia, uno de los países que
enfrentan con éxito las exigencias de la hora nueva. Desde más cerca, esa
modernización se revela extremadamente superficial; si la economía de la costa,
cuyas posibilidades de exportar no han disminuido, se recupera con relativa
rapidez de los trastornos “por otra parte escasos” que la revolución aportó, en la
sierra el orden de herencia colonial no es sustancialmente tocado; al irse apagando
las tensiones entre viejos y nuevos señores de la tierra serrana, la gravitación de
ésta se hará sentir progresivamente, en la década del cuarenta la solución
descubierta en 1834 agota sus posibilidades, y no deja en herencia a Ecuador las
bases de un orden sólido.

Colombia

Nueva Granada y Venezuela, al revés de Ecuador, ya desde 1830 se liberan de la


influencia de elementos de origen extraño. La disolución de la Gran Colombia
devuelve a Santander el poder en Bogotá; ya entonces se afirma el influjo militar
del general Mosquera, que será dominante durante esta entera etapa, marcada
por el avance paulatino del conservadorismo neogranadino. En sus comienzos el
régimen, que tiene rasgos de duro autoritarismo, retoma frente a la Iglesia la
tradición colonial; la quiere gobernada por el poder civil. Esta exigencia es
abandonada a medida que la normalización de las relaciones con Roma hace sus
efectos en la iglesia colombiana; a mediados de la década del cuarenta ésta entra
a integrar el sistema conservador en sus propios términos. Colabora así en una

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Independencia y Mapa Político de América 92

empresa de modernización cautamente llevada adelante; en particular domina el


nuevo sistema de enseñanza elemental y los más limitados ensayos de enseñanza
media y superior.

El orden conservador se apoya sobre todo en ciertas regiones neogranadinas: la


franja montañosa del sur, que ha resistido tenazmente a la revolución, pero
también al valle del Cauca, en cuyo curso medio e inferior los comerciantes y
terratenientes de Antioquia no muestran aún el dinamismo económico que los
caracterizará luego, pero ya sí un conservadurismo político y tradicionalismo
religioso igualmente marcados. Frente al bloque conservador, la costa atlántica es
hostil al orden establecido, que ha perjudicado a sus clases mercantiles. En
Bogotá hay también una tenaz oposición liberal; esa ciudad, crecida gracias a sus
funciones políticas, reúne una turba de empleados mal pagados, una élite cuyos
hijos quieren vivir al ritmo del mundo, y se preguntan si la solución política
adoptada por Nueva Granada sería juzgada suficientemente moderna en París, un
sector de artesanos capaces de capitanear en momentos confusos a turbas de
plebe descontentas, y descontentos ellos mismos con un librecambismo que
aunque es esencial para asegurar la salida de los frutos de los terratenientes
ganaderos de la sabana (los cueros, que comienzan por dominar las exportaciones
de la Nueva Granada independiente) y lo es igualmente para la prosperidad de la
agricultura de exportación, condena, en cambio, a lenta ruina a las artesanías
locales. Esos descontentos, basados en razones a menudo contradictorias, se
unen en una oposición que, pese a llamarse liberal, acepta mucho de las
tendencias del orden conservador: sólo le reprocha su adhesión a un catolicismo
cada vez más militante en la oposición al espíritu del siglo y a la vez la timidez con
que emprende el camino de la modernización. Pero de la etapa conservadora son
las primeras tentativas de navegación a vapor en los ríos neogranadinos y de
construcción de ferrocarriles, y el ritmo a menudo lento de los desarrollos futuros
mostrarán que el éxito limitado de esos ensayos no puede achacarse solamente a
la timidez del régimen conservador.

La Nueva Granada presenta por esos años, como se ve, un modelo político para
tierras más agitadas ¿cuál es el secreto de este éxito, relativo pero indudable?

Notemos en primer término el papel relativamente secundario del ejército


neogranadino; en segundo lugar, la existencia de fuertes diferenciaciones
regionales, que está lejos de ser tan sólo un factor de inestabilidad, puesto que
gracias a ella se da una división de esa clase alta “que es la que tiene un cuasi
monopolio del poder político” en grupos locales relativamente indiferentes a la
marcha de la política nacional mientras ésta no afecte ni su preeminencia local ni
sus intereses concretos. Esas divisiones regionales son todavía de otra manera un
factor de cohesión: crean vínculos entre las aristocracias y los demás sectores

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Independencia y Mapa Político de América 93

sociales de las distintas regiones, particularmente importantes en Nueva Granada


porque la población rural mestiza no es tan pasiva ni está tan sometida como en
las tierras andinas más meridionales. La ferocidad de las guerras civiles que
Nueva Granada conocerá a partir de la segunda mitad del siglo XIX, las cifras
insólitamente altas de caídos en ellas, revelarán de nuevo a su modo esa solidez
mayor del cuerpo político, en la medida en que éste puede ser movilizado en esas
luchas con una amplitud que sería impensable, por ejemplo, en Perú.

Venezuela

En 1830 el pronóstico sobre el futuro político venezolano habría debido ser acaso
más pesimista que respecto del neogranadino. Arrasada por la guerra, que fue allí
particularmente feroz, con sus aristocracias costeñas arruinadas y entregadas al
dominio de ejércitos formados por mestizos llaneros y mulatos isleños, Venezuela
parece condenada a una extrema inestabilidad. El proceso es otro: bajo la égida
de Páez, presidente durante largas etapas, y de otros jefes militares de la
independencia, lo que se da es una reconstrucción económica y social sobre líneas
muy cercanas a las del orden prerrevolucionario. La posibilidad de exportar a un
mercado ampliado permite la expansión productiva en la costa: en 1836 se
sobrepasan los niveles de exportaciones inmediatamente anteriores a 1810, y
desde entonces el proceso ascendente prosigue por unos años; la economía
venezolana, apoyada ahora en el café antes que el cacao o el azúcar, sufre, sin
embargo, con la crisis de precios en la década siguiente. El orden conservador
comienza entonces a mostrar sus quiebras. En primer lugar, el retorno a un orden
semejante al colonial hace nacer tensiones muy duras: los beneficiarios del sistema
son grandes comerciantes que se reservan lo mejor del negocio cafetero (el
cultivo se halla en manos de agricultores medios) y grandes propietarios, que en
el litoral intentan rehacer una economía de plantación devolviendo a la esclavitud a
los negros emancipados a todo pasto durante las guerras de independencia, y en
los Llanos buscan imponer una más estricta disciplina de trabajo para utilizar en
pleno las posibilidades abiertas a la exportación de cueros. Sin duda, la revolución
ha introducido nuevos miembros en los sectores privilegiados: son los jefes
militares que ahora gobiernan a Venezuela; Páez, antes capataz en una hacienda
llanera, es ahora gran propietario de tierras, y no es el único. En cambio, los
soldados veteranos no ven facilitado el acceso a la tierra que le fue prometido; las
que se les distribuyen suelen venderlas (Páez las compró en abundancia a sus
soldados, a precio muy bajo) o perderlas cuando el legalismo retrospectivo de la
república conservadora anule las confiscaciones que perjudicaron en el pasado a
los realistas.

A mediados de la década del cuarenta, los descontentos se acumulan, el que


primero se hace sentir es el de algunos de los beneficiarios del sistema; algunos

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Independencia y Mapa Político de América 94

grandes señores de Caracas, devueltos a la prosperidad, se fatigan de ocupar


políticamente el segundo lugar tras de los rudos generales de la revolución, y
organizan una oposición liberal, a la que un periodista de talento, Antonio Leocadio
Guzmán, hace extremadamente popular entre la plebe caraqueña. Pero la
protesta liberal no se limitará, finalmente, como en otras partes de
Hispanoamérica, a la ciudad: la campaña, con sus ex soldados fugitivos o mal
adaptados a una disciplina de trabajo cada vez más rígida, con sus cultivadores
menores que tienden a ver en la aristocracia mercantil a la causante única de su
ruina (en verdad ésta se ha limitado a descargar el peso de la crisis sobre los
agricultores), presenta tensiones aún más serias que las de la ciudad, y en una y
otra se anuncia a través de múltiples signos un futuro menos sereno que los años
de consolidación del orden posrevolucionario en Venezuela.

América Central

¿En América Central las dificultades hubieran debido ser acaso menores? Esta
tierra no conoció revolución ni resistencia realista; pasada en 1821, junto con
México, de la lealtad a Fernando VII a la independencia, se separó de su vecino
del Norte a la caída de Iturbide, a quien seguían fieles los jefes de las guarniciones
del antiguo ejército regio acantonadas en la capitanía de Guatemala. Surgen así
las Provincias Unidas de América Central: destinadas a vida breve y azarosa, son
desgarradas por la lucha entre liberales y conservadores, que se identifican con la
oposición entre Guatemala “tierra de economía semiaislada y población india,
dominada por una minoría española de estilo señorial” y El Salvador, rincón que
proporciona la mayor parte de las exportaciones ultramarinas de Centroamérica el
primer rubro de ellas sigue siendo el índigo), de propiedad más dividida y
población mestiza. Los liberales, acusados de querer gobernar la vida eclesiástica,
se han propuesto crear un obispado en San Salvador, y quieren llevar allí la capital.

Bajo la jefatura de Morazán dominan la política centroamericana; en 1837 una


rebelión india en la sierra guatemalteca revela la presencia de un jefe temible,
Rafael Carrera; los aristócratas de la ciudad de Guatemala llaman contra él al
aborrecido Morazán, que fracasa. Carrera conquista Guatemala, la separa de la
unión centroamericana y la gobierna en alianza con los conservadores; el jefe de la
plebe rural de color se transforma en columna del orden, y a cambio de ello recibe
el gobierno vitalicio de la República de Guatemala, salvada por él para la fe
verdadera. En algunos puntos el caudillo mestizo se muestra más dúctil que sus
aliados de la aristocracia terrateniente: recibe con cordialidad a los extranjeros,
aun a los heréticos ingleses y estadounidenses. La pérdida de Guatemala deshace
a la confederación: El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica se constituyen
en diminutos estados republicanos; por el momento “salvo en Costa Rica, donde,
como se ha dicho, está comenzando la expansión del café” poco ha cambiado en

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Independencia y Mapa Político de América 95

esos despoblados rincones del imperio español. En Guatemala “donde Carrera


domina hasta su muerte la escena” la alianza entre aristocracia tradicional y poder
militar adquiere matiz original porque este poder es el de una milicia improvisada,
desvinculada de las tradiciones militares coloniales o revolucionarias, y su jefe
proporciona acaso el ejemplo más extremo de horno novus llevado poder por la
militarización posrevolucionaria.

Los países del Río de la Plata

Paraguay, Uruguay, Argentina: en el extremo sur de Hispanoamérica el Río de la


Plata sufre una evolución compleja, por el momento más rica en fracasos que en
éxitos duraderos. Dentro de él Paraguay comienza su vida independiente, en una
experiencia cuyos rasgos extremos le gana la atención curiosa de observadores
europeos: luego de ser gobernado por un efímero triunvirato, e[ país cae en 1812
bajo el dominio del doctor José Gaspar Rodríguez de Francia; este abogado de la
universidad de Córdoba, hijo de un comerciante portugués, impone una férrea
dictadura y aísla Paraguay de sus vecinos, cuyas turbulencias juzga Un ejemplo
peligroso. Ese aislamiento se extiende a la economía: los pocos contactos que
quedan Paraguay con el resto del mundo se hacen mediante comerciantes
brasileños autorizados a título individual por Francia. Las consecuencias están
lejos de ser únicamente negativas; esa sociedad mestiza, de necesidades
sumarias, puede renunciar sin excesivo sacrificio a consumos ultramarinos; la
disminución de los cultivos destinados a la exportación (yerba y sobre todo
tabaco) asegura una abundancia de los de consumo local que hace a la época de
Francia un período de bienestar popular. Por otra parte, el dictador gusta de
apoyarse en la plebe mestiza contra la poco numerosa aristocracia blanca; si ésta
no es despojada de sus tierras, es la víctima principal de un sistema que hace
desaparecer casi por entero los cultivos destinados a mercados externos al país.

Frente a los críticos de su sistema de riguroso aislamiento, Francia hubiera podido


invocar las devastaciones que una actitud más abierta había producido en el resto
-del Río de la Plata. Allí, luego de la disolución del estado a revolucionario
heredero de la administración virreinal, ti que se había producido en 1820, la
búsqueda de un nuevo orden estable fracasó, pese a que tuvo a su servicio la
energía indomable y los múltiples talentos de Juan Manuel de Rosas.

La disolución del estado unitario en 1820 había estado lejos de constituir una
calamidad sin mezcla: sirvió para liquidar bruscamente una situación ya
insostenible. Pero en esa liquidación no sólo salía destrozado el centralismo de
Buenos Aires, sino también el federalismo del resto del litoral, que había tenido en
Artigas su paladín. La política de Buenos Aires alcanzaba un éxito póstumo cuando
los portugueses concluían la conquista de la Banda Oriental y convertían el antiguo

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Independencia y Mapa Político de América 96

Protector de los Pueblos Libres en un fugitivo cada vez menos respetado por sus
secuaces del litoral argentino; éstos obligaron a Artigas a buscar en Paraguay un
refugio que Francia convirtió en cautiverio; luego emprendieron luchas por la
supremacía, que permitieron a Buenos Aires, derrotada en 1820 y transformada en
una provincia más de una vaga federación sin instituciones centrales, alcanzar en
el litoral argentino una hegemonía indiscutida. Armada de ella, la provincia de
Buenos Aires se opuso a la tentativa de reorganización del país, que en nombre de
las provincias de Tucumán y Cuyo (convertidas casi póstumamente al federalismo,
luego de haber sido columnas del régimen centralizado y gobernadas muy
frecuentemente por quienes habían sido antes agentes del desaparecido Gobierno
central) dirigió el gobernador de Córdoba, Bustos.

Este apego al sistema de disolución nacional se explica: gracias a él la provincia


de Buenos Aires, dueña de las comunicaciones con ultramar, y por lo tanto de las
rentas de aduana, ya no debe emplearlas en mantener un aparato administrativo y
militar que excede sus límites. Por otra parte, la disolución del Estado ha puesto
fin, de hecho, a la participación argentina en la guerra de independencia. La
nueva provincia se encuentra rica y libre de compromisos externos; puede
consagrarse a mejorar su economía y su organización interior. Este programa
encuentra el apoyo de una clase nueva de hacendados (entre los que ha
encontrado refugio buena parte de la riqueza mercantil expulsada de su campo
tradicional por la competencia británica). Frente a la ruina de las tierras ganaderas
del resto del litoral, las de Buenos Aires prosperan gracias a la paz interna.

Comienza la admirable experiencia de Buenos Aires; bajo la égida de un general


que ha consagrado las etapas más recientes de su carrera a combatir contra los
indios en acciones muy cercanas a las de policía rural, los hombres más ilustrados
improvisan un brillante régimen parlamentario, reducen el cuerpo de oficiales,
rescatan la deuda, reforman el sistema aduanero disminuyendo las tasas y
aumentando los ingresos del Estado, ordenan el crédito público y crean un banco
destinado a combatir las tasas de interés demasiado altas. Al mismo tiempo llevan
adelante una reforma eclesiástica, clausuran conventos y muestran una simpatía
por la libertad de cultos que “si encuentran escaso apoyo en buena parte de las
clases ricas” no bastan para enajenar al Gobierno el favor de éstas. Detrás de
esas reformas se encuentra Bernardino Rivadavia, hijo de un rico comerciante
peninsular, que ha gustado de actuar como influyente de segunda fila desde 1810:
ahora, como ministro, su figura es por el contrario abiertamente dominante.

Pero la experiencia de Buenos Aires tiene éxito sólo porque un conjunto de


problemas han sido dejados de lado; éstos no han sido eliminados. Uno de ellos
es el de la organización del país; otro, el de la Banda Oriental, donde el dominio de
los portugueses, y luego brasileños, es una ofensa al orgullo nacional. Esos

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Independencia y Mapa Político de América 97

problemas son actualizados por la necesidad de dar al país una personalidad


internacional, y por el interés efímero que despierta en los inversores británicos,
que algo anacrónicamente se orientan más bien que hacia .las nuevas riquezas del
litoral hacia las bastante míticas de las minas de plata del interior.

Un alzamiento nacional exitoso en la Banda Oriental pone al Gobierno de Buenos


Aires, apasionadamente adicto a la paz, ante el incómodo presente de un vasto
territorio liberado de portugueses, que pide ser incorporado a las Provincias Unidas
del Río de la Plata. Ya en ese momento, Buenos Aires ha convocado un congreso
constituyente, al que sus diputados dominan pero con el que no saben muy bien
qué hacer. En ese congreso, más de un representante del interior intenta
transformar al proyectado poder nacional en un instrumento de transformación de
situaciones provinciales: los diputados, elegidos de entre la clase letrada por los
caudillos militares que dominan esas provincias, esperan, en efecto, que el
congreso les abra el camino para una reconquista del poder local. Los diputados
de Buenos Aires vacilan en tomar ese camino: finalmente entran en él básicamente
porque las divisiones de su propio partido local los obligan a contar con sólido
apoyo mayoritario en el congreso; desde entonces son prisioneros en él de la
corriente hostil a los gobernantes del interior. A la vez, y por razones parecidas,
empujan a la guerra con Brasil. En. Buenos Aires el Gobierno del partido del
orden habían contado con oposición constante de la plebe urbana. Dirigida por
algunos oficiales del ejército revolucionario, esa oposición popular usaba
argumentos patriótico-belicistas que ahora encontraba eco entre algunos notables
que, habiendo gravitado sobre el gobernador Rodríguez, eran menos escuchados
por Las Heras, su sucesor desde 1824, pero dominaban la diputación de Buenos
Aires al congreso constituyente.

La guerra con Brasil llevó a anular muchos de los cambios que había traído 1820:
de nuevo era preciso costear un ejército, devolver gravitación a los oficiales
veteranos de la Independencia y arruinar al fisco. La guerra trajo además el
bloqueo y “como en el país adversario” la inflación, también aquí a base del
recién inventado papel moneda inconvertible. Declarada a fines de 1825, la guerra
culminaba en 1827 con la Victoria argentina de Ituzaingó, que el vencedor no era
ya capaz de aprovechar en pleno. Recibida con general beneplácito cuando no se
habían adivinado las penurias que traería consigo, la guerra era cada vez más
impopular entre los ricos de Buenos Aires, y era ahora la primera causa de
desconfianza frente al nuevo espíritu aventurero de los dirigentes del antiguo
partido del orden que dominaban el congreso constituyente. Estos iban bien
pronto a dar nuevos motivos de descontento a la opinión: harían presidente de la
república a Rivadavia, y excediendo descaradamente sus atribuciones pondrían a la
entera provincia de Buenos Aires bajo la autoridad del Gobierno nacional; esa
maniobra, que los libraba de Las Heras y sus antiguos aliados, y ahora rivales, les

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Independencia y Mapa Político de América 98

ganaba la aversión definitiva de las clases altas de Buenos Aires. Mientras tanto,
la redacción de una constitución unitaria terminó de enajenar al congreso la buena
voluntad de los gobernantes del interior, ya comprometida por episodios como la
aprobación del tratado de comercio y amistad con Gran Bretaña, que imponía la
libertad de cultos aun en las provincias interiores, y por otros más turbios,
vinculados con las rivalidades entre compañías mineras organizadas en Londres
con el auspicio de Rivadavia y otras igualmente lanzadas al mercado de la City con
el de hombres influyentes del interior. La guerra civil estalló primero en el Norte y
luego en el centro del país: Facundo Quiroga, jefe de las milicias de los Llanos de
la Rioja, terminó por dominar allí. Finalmente, tras de una resistencia cuya
obstinación irritó a lord Ponsonby, enviado como mediador por el Gobierno de
Londres, Rivadavia se avino a tratar la paz con Brasil; el tratado firmado por su
agente y émulo García, que devolvía a Brasilia provincia oriental, era rechazado
por el presidente y el congreso. Pero el régimen presidencial estaba muerto; a la
renuncia de Rivadavia siguió la restauración de la provincia de Buenos Aires,
gobernada por el jefe del antiguo partido de oposición, el coronel Dorrego. Por
detrás de él eran los antiguos sostenes sociales del partido del orden los que
volvían a gravitar, obligando a Dorrego “personalmente adicto a una guerra a
ultranza” a seguir las negociaciones de paz. Éstas culminaban en 1828 en un
tratado que creaba un nuevo estado independiente: la República Oriental del
Uruguay, en cuya viabilidad por el momento nadie creía demasiado. Vuelto de la
Banda Oriental el ejército argentino, se apresuró a derrocar y ejecutar a Dorrego
(diciembre de 1828): el general Lavalle, jefe del movimiento, asumió la
responsabilidad de la decisión, que le había sido aconsejada por algunos
prohombres del antiguo partido del orden, ahora rebautizado unitario. La
ejecución de Dorrego, seguida de un gobierno militar que gravitaba duramente
sobre la campaña, fatigada de guerra, provocó un alzamiento rural que reconoció
como jefe a Juan Manuel de Rosas, un próspero estanciero del sur que había
organizado una eficaz milicia regional en su rincón de frontera. En seis meses el
régimen militar se derrumbó en Buenos Aires, y el camino para el poder quedó
abierto para Rosas. Mientras tanto, el movimiento antifederal era más exitoso en
el interior, donde un jefe cordobés, el general Paz, se apoderaba de su provincia y
luego vencía a Facundo Quiroga, obligándole a refugiarse en Buenos Aires. Nueve
provincias caían bajo su dominio, mientras las cuatro litorales le eran adversas.

Capturado Paz por sorpresa en 1831, Quiroga reconquista el interior, y Argentina


es de nuevo una laxa unión de provincias, dominada por Rosas, López
(gobernador de Santa Fe) y Quiroga.

Entre ellos es Rosas la figura dominante, no sólo porque “del mismo modo que en
1820” Buenos Aires, momentáneamente disminuida por su adhesión a una causa
perdida, recupera muy pronto su ascendiente, sino también porque su gobernador

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Independencia y Mapa Político de América 99

es el único jefe federal que ha asimilado la experiencia de la crisis pasada para


deducir de ella un arte de gobierno. Este miembro de las clases económicamente
dominantes de Buenos Aries ha entrado en política por reacción frente a los
errores de la clase política en la que había confiado; al viejo partido del orden le
reprocha haber traicionado minuciosamente su programa. Pero ya no es posible
volver a él: la politización masiva, la faccionalización son hechos irrevocables. El
orden sólo puede reconquistarse por la victoria total de un partido sobre otro.

Pero en Argentina los partidos carecen de cohesión: eficientes para deshacer la


paz interna, no bastan para apoyarla. Rosas quiere armar uno que sirva también
para esto, mediante una propaganda masiva que termina por obligar hasta a los
caballos a llevar escarapela roja en signo de adhesión al federalismo, pero que
utiliza también medios más sutiles, como una prensa no siempre burda en sus
argumentos. Será la plebe fanáticamente federal la que discipline por el terror a
esos colaboradores necesarios pero inseguros que proporcionan las clases
ilustradas. En la provincia de Buenos Aires esta política tiene éxito, y Rosas,
gobernador entre 1829 y 1832, lo es de nuevo a partir de 1835 con la suma del
poder público. Pero tiene menos éxito en el interior, donde ha faltado una
politización igualmente intensa, y donde es sobre todo el temor a la intervención
porteña el que acalla a los jefes provinciales, poco adictos a una estricta disciplina
de partido. Además esa política obliga a Rosas a satisfacer e extremismo, por él
alimentado, de una opinión pública de la que depende: apresado dentro de un
esquema en el que ha comenzado por creer sólo a medias, Rosas debe llevar
adelante una eterna guerra santa contra sus adversarios, a los que presenta
abusivamente como herederos de los unitarios de 1825 y 1828. El clima de la
Argentina rosista es la guerra civil, con complicaciones internacionales, sobre todo
surgidas del turbulento Estado Oriental.

Este ha estado sometido a la acción contrastante de dos caudillos rurales, Lavalleja


y Rivera. Ambos son hacendados; el primero se presenta como el portavoz de su
grupo; el segundo y más opulento usa su popularidad entre los peones,
campesinos sin tierra, mínimos hacendados en tierra ajena, en suma entre los
gauchos que treinta años de inestabilidad habían hecho aún más díscolos en la
campaña uruguaya. Rivera terminó por triunfar; luego de gobernar el nuevo
Estado con soberbia indiferencia por los preceptos de la ciencia financiera, dejó en
1835 el mando a un sucesor elegido por su influjo. Este, Manuel Oribe, era un
hombre de la élite urbana de Montevideo, demasiado largamente oprimida por los
caudillos de la campaña, dispuesta a buscar apoyo contra ellos fuera de Uruguay,
ya fuese en Buenos Aires., ya en Brasil Oribe se había inclinado a la primera
solución, y había transferido sólo lentamente su lealtad del unitarismo de Rivadavia
al neofederalismo de Rosas; como presidente mostró frente a Rivera veleidades de
independencia, juzgadas insultantes por éste, que se lanzó a la revuelta. Apoyado

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Independencia y Mapa Político de América 100

por los antirrosistas desterrados, por algunos de los revolucionarios de Río Grande,
por la plebe rural, Rivera gana finalmente también el apoyo de la diplomacia
francesa, que ya ha entrado en conflicto con Rosas. Toma Montevideo y Oribe se
refugia en Buenos Aires; Rosas, que lo ha juzgado sospechoso de debilidad con los
unitarios, adopta casi póstumamente su causa y no dejará de luchar por la
restauración del que llama presidente legal de Uruguay.

Mientras tanto debe enfrentar el bloqueo establecido en 1837 sobre Buenos Aires
en defensa de las exigencias discutibles (y en todo caso insignificantes) de
algunos súbditos franceses. Las penurias traídas por el bloqueo le enajenan
simpatías en el litoral, mientras las de la guerra con la confederación peruboliviana
crean una corriente antirrosista en el norte argentino. Las rebeliones se suceden:
en 1839 el sur ganadero de Buenos Aires se levanta también, y un millar de
gauchos de esa cuna del federalismo rosista emigran, luego de la derrota, a servir
en el ejército que organiza Lavalle. Este, con apoyo francés, avanza sobre Buenos
Aires; en agosto de 1840 se retira, en octubre una matanza oficiosa de desafectos
“atribuida por el Gobierno a la anónima cólera popular, pero interrumpida en un
instante, y sin incidentes luego de la protesta del agente británico” marca el
comienzo del desquite rosista. Este se inaugura con un tratado con Francia: la
crisis de Siria obliga a la monarquía de julio a abandonar sus agresiones
hispanoamericanas, dejando sobriamente entregados a su destino a sus aliados
locales. Rosas cede en casi todos los puntos en litigio, pero luego de que Francia
se ha lanzado en vano a una campaña abierta para derribarlo se considera sin
equivocarse el triunfador en el conflicto. La victoria sobre sus adversarios internos
es más fácil: un ejército cuyas tropas comanda Oribe conquista el interior, hasta la
frontera de Bolivia y la de Chile, e impone en todas partes gobernadores adictos a
Rosas; desde 1842 éste tiene un poder que ningún anterior gobernante había
alcanzado sobre el conjunto del territorio argentino.

La guerra prosigue en la Banda Oriental. Vencido Rivera, Oribe domina la


campaña, mientras tropas argentinas sitian a Montevideo; los comerciantes de la
ciudad sitiada logran que una fuerza naval británica levante el bloqueo puesto por
la escuadra de Buenos Aires.

Es el comienzo de un nuevo conflicto internacional, que sirve de campo de prueba


del acercamiento anglofrancés esbozado por el gabinete conservador de Londres.

Buenos Aires volverá a ser bloqueada en 1845, y una expedición guerrero


comercial penetrará en el Paraná, que Rosas mantiene como todos sus
predecesores cerrado a la navegación extranjera. Estos éxitos no bastan para
derribar a Rosas; los agresores, latigados de una operación cada vez más costosa
(para su propio comercio), retornan el camino de las negociaciones, que Rosas

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Independencia y Mapa Político de América 101

encara sin ansiedad. Montevideo sobrevive gracias a subsidios franceses; en


1849-50 los acuerdos angloargentinos parecen entregar a su destino a la Nueva
Troya. Surge entonces una nueva coalición antirrosista, terminada la rebelión
riograndense, Brasil vuelve a gravitar en el Plata; Urquiza, el gobernador de entre
Ríos, Brasil y el Gobierno de Montevideo se unen, y Urquiza, tras de expulsar a
Oribe de Uruguay, invade Santa Fe para seguir sobre Buenos Aires. En Caseros,
cerca de cincuenta mil soldados se enfrentan; el ejército rosista (cuya marcialidad
había impresionado al representante británico en Buenos Aires, que aun en la
víspera tuvo tiempo de comunicar a Londres su pronóstico de segura victoria para
las fuerzas del orden) se desbandó luego de un brevísimo combate, y el
gobernador, tras de dimitir el cargo, marchó al destierro inglés.

Termina así la época de Rosas; durante ella, pese a todas las vicisitudes, Argentina
prosperó. Esa prosperidad era sobre todo la de la provincia de Buenos Aires, que
si tiene que dar tropas para los ejércitos rosistas, por lo menos no conoce
invasiones ni luchas en su territorio, salvo el paso fugaz de Lavalle en 1840. Era la
más tardía del litoral ganadero: en la década del cuarenta, Entre Ríos y Corrientes
“concienzudamente arrasados por las guerras civiles” comienzan a adquirir
importancia nueva; en particular en la primera de esas provincias una clase
terrateniente muy poco numerosa y muy rica comienza “algo prematuramente” a
sentirse rival de la de Buenos Aires; acepta en pleno el programa de libre
navegación de los ríos que, según cree, la emancipará de esos rapaces
intermediarios que son los comerciantes de la capital de Rosas; es ese programa el
que gana también la voluntad de Brasil, ansioso de asegurarse contacto fluvial con
sus tierras interiores. (Los emigrados de Buenos Aires, que lo proponían tan
persuasivamente, acaso no ignoraban, por su parte, que los grandes comerciantes
porteños ya no necesitaban apoyos políticos para retener su predominio...). Pero
la prosperidad comenzaba también a ser la del interior: a partir de 1840 las
provincias centrales y andinas comienzan a recibir un eco de la que se afirma más
allá de los Andes; la misma dureza del dominio político porteño, al disciplinar la
vida política local, favorece el proceso: las élites locales comienzan a reconciliarse
discretamente en una adhesión unánime pero dudosamente sincera a la política de
Rosas; las legislaturas provinciales de San Juan, La Rioja o Tucumán tienen entre
sus miembros a desterrados políticos recientes; otros vuelven a jefaturas de
milicias desde sus refugios transandinos o desde la tierra de indios. “San Juan”,
dice el desterrado sanjuanino Sarmiento, “es más afortunada que otras
provincias”; “Tucumán”, dice el desterrado tucumano Alberdi, “conoce una
tolerancia excepcional”. Casi todas las provincias han terminado por ser las más
afortunadas, y las élites urbanas, que en 1825-30 han fracasado en su intento de
reconquistar el poder, lo están ahora sitiando pacífica y victoriosamente.

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Independencia y Mapa Político de América 102

Chile

Las administraciones de orden reflejan pálidamente en la Argentina rosista, el que


es en la primera mitad del siglo XIX el éxito más considerable de la
Hispanoamérica independiente: el de la república conservadora de Chile. En la
década del veinte muy poco parecía anunciar ese éxito: Chile había enfrentado
experiencias extremadamente agitadas. O'Higgins había intentado organizar un
autoritarismo progresista de raíz borbónica: había fracasado bien pronto, acusado
de despotismo luego de chocar con los terratenientes por su reforma del sistema
de herencia, con la Iglesia por su tolerancia con los disidentes, con la plebe por su
pretensión de limitar sus festejos tradicionalmente tumultuosos. Refugiado en
Lima, dejó el camino abierto a una experiencia liberal y federal que no fue capaz
de fundar un orden estable. Reaccionando frente a ella, Diego Portales puso las
bases del orden conservador. Este hombre de modesto origen, efímeramente
enriquecido en el comercio de Valparaíso, se lanzó a la política en representación
de un grupo “el de los agiotistas” al que la penuria pública había hecho surgir en
Chile como en otras partes, y en cuyo nombre exigía una atención mayor a las
necesidades de un orden más estable; en su apoyo Portales convocaba el
descontento plebeyo, a la vez que el de los terratenientes, que añoraban tiempos
más serenos.

La victoria del general conservador Prieto sobre el liberal Freire hizo al vencedor
presidente y a Portales ministro todopoderoso: desde el gobierno impuso un
orden muy rígido en lo político y en lo social, combatiendo el endémico bandidaje
rural. El sistema conservador “católico, autoritario, enemigo de novedades” se
expresó en la constitución de 1833; bajo su égida Chile conoció un orden que fue
despersonalizándose, luego de superar las pruebas del asesinato de Portales
(1837) y la guerra con la confederación peruboliviana. Ese orden fue presentado
a la opinión pública hispanoamericana en términos muy idealizados por los jóvenes
emigrados argentinos antirrosistas (Sarmiento, López, Alberdi) que, acusados en
su patria de ser agentes de ideas disolventes, encontraban que sus mensajes de
sabor muy libremente saintsimoniapo eran recibidos sin alarma por el Chile
conservador, que les abría sus periódicos, sus cátedras y, a veces, sus
magistraturas. Esa idealización disimula algunos rasgos de la realidad chilena,
pero subraya otros muy reales: es real, por ejemplo, la institucionalización,
acompañada de una liberalización lenta del régimen, sobre todo a partir de 1841 y
1851 (presidencia de Manuel Montt, que tuvo que enfrentar a los sectores más
cerradamente conservadores). Esa liberalización se vinculaba además con cambios
más generales en la vida chilena: de 1831 es el comienzo de un período de
expansión minera del Norte Chico, que crea, aliado de la clase terrateniente del
valle central que es la gobernante de la república conservadora y que domina
desde tiempos coloniales, un grupo de riqueza más nueva que introduce también

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Independencia y Mapa Político de América 103

en la capital un estilo de vida menos sencillo y tradicional. Por otra parte, una
aristocracia que vivía de la exportación, como era la chilena, había debido limitar
espontáneamente, en atención a sus intereses económicos, la preferencia, basada
en criterios ideológicos y religiosos, por el aislamiento; las más tenaces resistencias
no impiden los progresos hacia la libertad de culto disidente, que es el de los
ingleses que dominan el comercio de Valparaíso. Notemos, por último, que la
preocupación conservadora por ampliar la enseñanza crea grupos de origen a
veces humilde dotados de nueva capacidad de articular sus puntos de vista, y poco
satisfechos del lugar muy marginal que, salvo excepciones, el orden conservador
les reserva. A mediados de siglo, como los otros países hispanoamericanos que
conocen menos gloriosos regímenes conservadores (Colombia o Venezuela), Chile
aparece trabajado por un descontento muy vasto: aún más que en aquellos
países, en Chile, tras de los voceros más ruidosos de ese descontento, se dibujan
nuevos sectores altos (los mineros) que aspiran a compartir el poder y combaten
por él desde posiciones de fuerza económica ya muy considerable.

Fuente: Arvizu
José Rodríguez y
otros. Historia
Universal.
México: Limusa
Noriega editores,
1998.

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Independencia y Mapa Político de América 104

Proceso de Comprensión y Análisis


• ¿Cómo se puede explicar el surgimiento de los partidos políticos en
Latinoamérica, teniendo como referente el proceso de independencia?

• ¿Cuál es la naturaleza de los Estados Latinoamericanos?

• ¿Cómo se produce el proceso de independencia en el Cono Sur?

• ¿Por qué el proceso de independencia en el Caribe se produce más tardíamente


que en el continente?

• ¿Cómo se hubiese podido evitar el fenómeno del caudillismo latinoamericano y


hasta qué punto éste fue nocivo para la historia de Latinoamérica?

• ¿Cómo se produce el proceso de independencia en Brasil y qué similitudes se


pueden hallar de este proceso con el de Nueva Granada?

• ¿La independencia de América Latina está motivada por el ideario moderno de


libertad y democracia o simplemente responde a un conflicto de clases no
burguesas cómo la aristocracia española y los criollos hacendados?

• ¿Cómo se puede entender el republicanismo del siglo XIX en América Latina a


la luz de la propuesta política del estado moderno?

Solución de Problemas
• ¿La independencia se puede entender como la génesis de estados democráticos
y autónomos ó, como el origen de formas de gobierno autoritarias, oligárquicas
y de clase?

• ¿La precariedad de los estados latinoamericanos es producto de la carencia de


identidad nacional y de la apropiación del territorio, o de la conformación de
gobiernos que no simbolizaban unidad nacional y de un proyecto político de
Estado?

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Independencia y Mapa Político de América 105

Síntesis Creativa y Argumentativa


• Apoyados en lecturas complementarias, realizar un ensayo en cipas, donde se
de respuesta al siguiente interrogante: ¿a inicios del siglo XXI es América
Latina independiente? Este ensayo será leído ante todo el grupo como
preámbulo de una sesión de debate.

• Realizar un cuadro comparativo donde se planteen las diferencias y semejanzas


históricas más significativas del proceso de independencia norteamericano y el
proceso de descolonización en Asia y en África, con el proceso de
independencia latinoamericano.

Autoevaluación
• ¿Qué diferencia se puede encontrar entre independencia, autonomía y
autogobierno?
• Desde la perspectiva del discurso moderno ¿qué características poseen los
estados latinoamericanos?

• Comparar los procesos de independencia en Latinoamérica hallando elementos


que permitan englobar y caracterizar dicho proceso en toda la región.

• ¿Cómo se puede definir al Estado?

Repaso Significativo
• Consultar el proceso de independencia y la constitución del estado nacional en
Estados Unidos.

• Hallar puntos de encuentro y desencuentro entre la idea de nación


norteamericana y el proceso histórico que permitió estructurarla, con las
características de las repúblicas latinoamericanas y la conformación política del
estado en la región.

• Dibujar un mapa de América donde se compare el ordenamiento territorial del


continente antes de la independencia y a inicios del siglo XX.

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Independencia y Mapa Político de América 106

Bibliografía Sugerida
ARVIZU, José Rodríguez y otros. Historia Universal. México: Limusa Noriega
editores, 1998.

GANDÍA, Enrique. Historia de América tomo IV. Buenos Aires: W. M. Jackson


editores, 1951.

GÓMEZ DE RUEDA, Jemimath. Historia de América II. Bogotá: USTA, 1997.

HALPERIN, Donghi Tulio. Historia contemporánea de América Latina. Madrid:


editorial alianza, 1986.

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Independencia y Mapa Político de América 107

UNIDAD 3: Mapa Político de América


Descripción Temática

La independencia por sí sola no puede garantizar la estabilidad política de los


estados recién nacidos, los problemas de delimitación propios de la geopolítica
colonial emergen para provocar tensiones políticas y militares en la región que
obstaculizan el desarrollo económico del continente, por cuanto se concentra en
luchas intestinas que no permiten afianzar lazos fraternos que les posibiliten
mejores relaciones comerciales y diplomáticas. El siglo XIX se caracteriza por
estas tensiones y dentro de ellas emergen los partidos políticos y las oligarquías
que provocan una precariedad en las estructuras estatales que aún hoy se está
tratando de superar.

El proceso de definición de fronteras aún hoy no ha concluido y Latinoamérica


debe enfrentar nuevos conflictos a la luz de la globalización, la integración
económica y la explotación de los recursos naturales. La geopolítica americana
enfrenta diversos dilemas, pero tal vez el más importante sea la tensión que existe
entre lo local y lo regional, en aspectos económicos, político-administrativos,
culturales y sociales. La presente unidad aborda el proceso de definición de
fronteras por una parte y por otra, algunos de los desafíos a los que el mapa
político latinoamericano se enfrenta a inicios del siglo XX.

Horizontes
• Comprender el proceso histórico que estructura el mapa político actual de
Latinoamérica como producto de conflictos militares, donde el choque de
intereses económicos y no políticos determinan las negociaciones de paz.

• Analizar los roles de la geopolítica latinoamericana en un mundo globalizado.

• Describir los nuevos conflictos latinoamericanos a la luz de los estudios locales,


de etnia, de pobreza y de derecho.

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Independencia y Mapa Político de América 108

Núcleos Temáticos y Problemáticos


• La Constante en el Mapa Político Latinoamericano: Inestabilidad y Conflicto
• Límites e Interrelaciones Geopolíticas en el Caribe
• Las Fronteras en América
• Los Desafíos de la Geopolítica Latinoamericana en el Siglo XIX
• Geopolítica de los Recursos Naturales y Acuerdos Comerciales de América
Latina

Proceso de Información
3.1 LA CONSTANTE EN EL MAPA POLÍTICO LATINOAMERICANO:
INESTABILIDAD Y CONFLICTO

Durante El siglo XIX y parte del XX, los estados latinoamericanos se enfrentan a
grandes retos: la consolidación de los estados nacionales, las propuestas de
desarrollo económico, conflictos internos y la definición de fronteras. Dentro del
marco de la estructuración del mapa latinoamericano resulta fundamental hacer
hincapié en el proceso político-militar que ha permitido la definición de las
fronteras actuales de los países. Las principales guerras que conforman este
proceso, son sintetizadas a continuación.

Mapa 1

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Independencia y Mapa Político de América 109

3.1.1 La Guerra del Pacífico (1864-1866)

Conflicto marítimo entre España, Perú y Chile. Se inició cuando una expedición
española ocupó en abril de 1864 las islas Chincha (frente a la bahía de Paracas),
pertenecientes a Perú y ricas en guano, como garantía de la deuda de este país
con España. En solidaridad con los peruanos, Chile declaró la guerra a España en
septiembre de 1865, a la que pronto se sumaron Ecuador y Bolivia. Tras los
combates navales en Papudo y Abtao, la escuadra española mandada por Méndez
Núñez bombardeó Valparaíso y Callao (marzo y mayo de 1866). La paz se firmó
en Washington en 1871, aunque los acuerdos definitivos entre España y Perú no
se lograrían hasta 1879 y hasta 1883 los de España y Chile.

3.1.2 La Guerra del Chaco

Conflicto bélico que desde 1932 hasta 1935, enfrentó a las repúblicas de Bolivia y
Paraguay por la posesión de buena parte de la escasamente poblada región del
Chaco, el llamado Chaco boreal, situado al norte del río Pilcomayo, cuya titularidad
reclamaban ambos países debido a la presunta existencia de petróleo. Ésta fue la
razón que también motivó el interés de ciertas compañías petroleras de otros
países (como la estadounidense Standard Oil Company, con concesiones en el sur
de Bolivia) y que a su vez provocó la estimulación del enfrentamiento.

Final de la guerra del Chaco Aunque desde 1935 se había acordado una tregua
que interrumpió las hostilidades, la paz que puso fin a la guerra del Chaco no fue
firmada sino hasta el 21 de julio de 1938 en Buenos Aires, la capital de Argentina.

Acababa así la disputa bélica que había enfrentado a partir de 1932 a Bolivia y
Paraguay por la soberanía sobre la región del Chaco (o Gran Chaco). En la
fotografía aparecen sentados los miembros de la delegación paraguaya enviados
para convenir el tratado. De izquierda a derecha, Luis Alberto Riart, quien
encabezó inicialmente el equipo negociador de su país; el general y futuro
presidente José Félix Estigarribia, principal representante paraguayo en el tramo
final de las discusiones; y el ministro de Asuntos Exteriores Cecilio Báez.

Bolivianos reclutados para la guerra del Chaco: en 1932 estalló un conflicto bélico
entre Bolivia y Paraguay, motivado por las disputas sobre la soberanía de la región
del Chaco (o Gran Chaco). Los respectivos presidentes de ambas repúblicas en el
momento del inicio de los combates eran el boliviano Daniel Salamanca y el
paraguayo Eusebio Ayala. La denominada guerra del Chaco finalizó en julio de
1938, tres años después de haber acordado ambas partes una tregua que
interrumpió las hostilidades militares. En la fotografía se puede apreciar el
reclutamiento de ciudadanos bolivianos durante los primeros días de lucha.

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Independencia y Mapa Político de América 110

Causas y Desarrollo de la Guerra

La cuestión de los límites fronterizos en la zona no había quedado solucionada de


forma tajante en ninguno de los tratados limítrofes acordados al respecto durante
el último tercio del siglo XIX. Privada de salida al mar tras su derrota en la guerra
del Pacífico (1879-1883), Bolivia comenzó a construir en 1906 pequeños fuertes
en el Chaco (también conocido genéricamente como Gran Chaco) con el objeto
de acceder al río Paraguay y lograr de esa forma una vía de comunicación con el
océano Atlántico, introduciéndose poco a poco en un territorio que Paraguay
consideraba bajo su soberanía. Pese a la adopción de un nuevo acuerdo gracias a
la mediación argentina en 1907, prorrogado en 1918, Paraguay contraatacó
construyendo sus propios fuertes y, en la década de 1920, fomentó el
asentamiento en la zona de menonitas canadienses (miembros de un grupo
religioso protestante) con el fin de reforzar sus derechos.

En 1928 comenzaron a producirse escaramuzas esporádicas, y finalmente la guerra


estalló de forma abierta si bien no declarada en julio de 1932, cuando durante la
presidencia de Daniel Salamanca el Ejército boliviano atacó el fuerte paraguayo de
Boquerón, erigido cuatro años antes. El gobierno paraguayo presidido por Eusebio
Ayala envió al coronel José Félix Estigarribia al frente de un contingente para
detener el avance enemigo. En un principio, el curso bélico parecía decantarse del
lado boliviano, que contaba con un mayor número de tropas mejor adiestradas;
pero éstas, acostumbradas a un clima montañoso, tuvieron dificultades a la hora
de operar en las cálidas y húmedas tierras bajas del Chaco. Sus tácticas y un
mejor conocimiento del terreno, combinado con un feroz espíritu combativo,
permitieron a los paraguayos hacerse con el control de casi toda la zona antes de
1935, pese a la resistencia encabezada por el general boliviano Enrique Peñaranda
Castillo.

Final de la Guerra

El 12 de junio de ese año, cuando desempeñaban las respectivas presidencias de


las dos repúblicas implicadas el mencionado Ayala y el boliviano José Luis Tejada
Sorzano, se alcanzó una tregua que detuvo los combates. El tratado definitivo fue
redactado y firmado en Buenos Aires el 21 de julio de 1938 por las partes
implicadas y por los demás participantes, en tanto que mediadores, en la
Conferencia de Paz del Chaco: Estados Unidos, Chile, Perú, Brasil, Argentina y
Uruguay. De acuerdo con dicho tratado, Paraguay (gobernada por el presidente
Félix Paiva) pasó a ejercer su soberanía sobre el 75% de la zona en litigio, en
tanto que Bolivia (cuyo presidente era Germán Busch Becerra) hizo lo propio con
el territorio restante, logrando el ansiado acceso al río Paraguay, así como a la
localidad paraguaya de Puerto Casado.

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Independencia y Mapa Político de América 111

La más inmediata consecuencia de la guerra fue que cerca de 50.000 bolivianos y


35.000 paraguayos murieron en el transcurso de la misma. De otro lado, los dos
países contendientes hubieron de hacer frente desde el mismo alcance de la
tregua a la crisis económica e institucional derivada de su participación en tan
sangriento conflicto.

3.1.3 Guerra de la Triple Alianza

Conflicto que enfrentó entre 1865 y 1870 a Paraguay con las fuerzas de la Triple
Alianza, formada por Argentina, Brasil y Uruguay. La Guerra Civil uruguaya entre
el Partido Blanco y el Partido Colorado fue el detonante. Brasil invadió Uruguay en
apoyo de los colorados, mientras que los blancos obtuvieron la ayuda de Paraguay.

Por su parte, Argentina se vio involucrada al no permitir el tránsito de las tropas


paraguayas por su territorio. Como consecuencia, Paraguay le declaró la guerra el
18 de marzo de 1865. Brasil, Argentina y Uruguay firmaron el 1 de mayo un
tratado contra Paraguay. El Ejército paraguayo fue definitivamente derrotado en
la batalla de Cerro Corá el 1 de marzo de 1870. Para este país, las consecuencias
de la guerra fueron desastrosas en todos los órdenes. Su población se vio
reducida a una tercera parte.

3.1.4 Guerra Argentino-Brasileña

Conflicto que enfrentó a las Provincias Unidas del Río de la Plata y a Brasil, desde
1825 hasta 1828, para obtener la soberanía de lo que luego sería la República
Oriental del Uruguay. A pesar de que el general José Gervasio Artigas había
mantenido a la Banda Oriental bajo su hegemonía durante largo tiempo, en 1820
los portugueses comenzaron una lenta invasión que terminó con la ocupación en
ese mismo año de Montevideo, y, al año siguiente, el Imperio Portugués la declaró
Provincia Cisplatina, que, después de la independencia brasileña, pasó a
pertenecer al Imperio de Brasil. Esto fue considerado usurpación por las
Provincias Unidas del Río de la Plata, puesto que la Banda Oriental había
pertenecido siempre al virreinato del Río de la Plata.

En 1824, se reunió un Congreso en Buenos Aires para deliberar sobre la cuestión;


después de varias gestiones con el emperador de Brasil Pedro I, ante su negativa
de desocupar el territorio, y presionado por la expedición de los Treinta y Tres
Orientales, el gobierno de Buenos Aires declaró la guerra en nombre de todas las
provincias. Habiendo sido elegido presidente Bernardino Rivadavia, fue el
encargado de llevar a cabo la dirección de las hostilidades. Carlos de Alvear,
designado ministro de Guerra, formó un ejército de más de 5.000 hombres y, al
mando del II Cuerpo, partió el 26 de diciembre de 1826 hacia Uruguay. El I

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Cuerpo de encontraba al mando de Juan Antonio Lavalleja, y, el III, bajo las


órdenes de Miguel Estanislao Soler.

El 15 de enero de 1827, hicieron campamento del otro lado de la orilla del río
Tacuarembó, impidiendo de esa manera que las dos divisiones brasileñas se
unieran. Mientras los ejércitos argentinos al mando de Alvear avanzaban, Juan
Galo Lavalle y Lucio Norberto Mansilla lucharon el 13 de febrero en las batallas de
Bacacay y Ombú contra la división de Bento Manuel Ribeiro, obligándolo a pasar a
Ibicuy. Además, el almirante Guillermo Brown derrotó a la Flota imperial en
Juncal. Luego de varias semanas de movimientos estratégicos, los ejércitos
argentino y brasileño se encontraron el 20 de febrero, en lo que dio lugar a la
batalla de Cutizaingó (que quedó registrada como Ituzaingó para la historiografía
argentina y como Paso del Rosario para la brasileña). A pesar del desorden y de la
falta de tácticas por parte de Alvear, la batalla fue ganada por sus tropas, pero no
fue permitida la persecución a los vencidos que huían. De todas maneras, este
triunfo permitía que la guerra pudiera ser terminada con éxito para las Provincias
Unidas.

A pesar de esto, Manuel José García fue enviado desde el gobierno de Buenos
Aires a Brasil para acordar la paz, y firmó un convenio preliminar por el cual le
otorgaba la provincia al Imperio de Brasil, comprometiéndose el gobierno de
Buenos Aires a indemnizar los daños de la guerra. Esta desastrosa negociación, a
pesar de ser inmediatamente rechazada por el gobierno, provocó la renuncia de
Rivadavia. Finalmente, el 27 de agosto de 1828, se firmó un nuevo tratado bajo el
gobierno de Manuel Dorrego, en el cual Gran Bretaña intervino como mediadora,
otorgando la independencia a la Banda Oriental, que pasó a llamarse República
Oriental del Uruguay.

3.1.5 Guerra de las Malvinas

Conflicto bélico que en 1982, enfrentó al Reino Unido y a Argentina por la


soberanía de las islas Malvinas. Sus causas se remontaban a una disputa anglo-
española por la titularidad de dichas islas, que tuvo lugar en el siglo XVIII, a la que
siguió un posterior intento de colonización por parte de Argentina para hacer
constar sus derechos sobre las antiguas posesiones de España. En 1833, Gran
Bretaña (denominación abreviada que designa igualmente al actual Reino Unido)
reafirmó su soberanía y expulsó a la población Argentina de las islas.

Vehículos argentinos en las Malvinas La derrota de Argentina, en junio de 1982, en


la guerra mantenida con el Reino Unido por la soberanía de las islas Malvinas
supuso la inmediata dimisión del presidente Leopoldo Fortunato Galtieri, que había
sido nombrado por la Junta Militar un año antes. En esta imagen aparecen

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vehículos militares argentinos capturados por las fuerzas británicas y situados en


Puerto Stanley (Puerto Argentino, según la denominación argentina, en la isla
Soledad), la ciudad más importante del archipiélago. La fotografía fue obtenida el
11 de julio de 1982, un mes después de la finalización del conflicto.

Causas Inmediatas del Conflicto

En 1981, cuando se acercaba el 150 aniversario de esta expulsión, una nueva


Junta Militar argentina presidida por Leopoldo Fortunato Galtieri, que obligó a
dimitir a Roberto Viola, dio máxima prioridad a la devolución de las Malvinas. No
existían indicios que hicieran pensar que el gobierno británico estuviera
especialmente interesado en conservar la colonia: la población no llegaba a los
2.000 habitantes y su crecimiento decrecía poco a poco, al igual que lo hacía la
economía local, que dependía de la exportación de lana, y estaba dominada por la
Falkland Island Company (FIC, Compañía de las Islas Malvinas). Sin embargo, los
isleños se resistían a cualquier tipo de cesión de soberanía a Argentina.

La Junta Militar argentina decidió llevar a cabo una ofensiva diplomática intensiva e
inflexible que, en caso necesario, culminaría en una acción militar en otoño de
1982. En febrero de ese mismo año, se celebraron en Nueva York varios contactos
diplomáticos, sin que hubiera ningún resultado. Al mes siguiente, algunos
chatarreros argentinos llegaron a otra isla británica, situada al sureste del
archipiélago de las Malvinas, Georgia del Sur. Gran Bretaña sospechó que su
objetivo era establecerse allí de forma permanente, por lo que envió un barco
patrulla, el HMS Endurance, para desalojar a los trabajadores. Este hecho hizo
que el gobierno militar argentino pensara que Londres estaba aprovechando la
oportunidad para reforzar su posición en las Malvinas. En vista de la situación, el
26 de marzo de 1982, la Junta Militar argentina decidió iniciar la ofensiva militar y
el 2 de abril tuvo lugar la invasión, a la que hizo frente un pequeño destacamento
de soldados de infantería de la Marina británica. Al día siguiente, Georgia del Sur
también fue tomada por las tropas argentinas.

Desarrollo de la Guerra

Gran Bretaña había alertado al gobierno de Estados Unidos cuando la invasión


pareció inminente, lo que dio lugar a un infructuoso llamamiento de última hora
por parte del presidente estadounidense Ronald Reagan al presidente argentino
Galtieri. El gobierno británico de la primera ministra Margaret Thatcher se
enfrentó a una grave crisis política, que provocó la dimisión inmediata del ministro
de Asuntos Exteriores, lord Carrington. Margaret Thatcher decidió la “liberación”
de las islas. Rápidamente se reunió un importante destacamento de fuerzas,
formado por dos portaaviones y unos 28.000 hombres. Cuando este

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Independencia y Mapa Político de América 114

destacamento inició su viaje de 8.000 millas hasta el Atlántico sur, se produjo una
intensa actividad diplomática por parte del secretario de Estado (ministro de
Asuntos Exteriores) de Estados Unidos, Alexander Haig, el cual trató de convencer
a Argentina de que tenía más posibilidades de alcanzar su objetivo aceptando
entablar negociaciones diplomáticas, pero al fracasar en sus esfuerzos, el 30 de
abril anunció formalmente el apoyo estadounidense a Gran Bretaña.

El 25 de abril, las fuerzas británicas reconquistaron Georgia del Sur. A comienzos


de mayo, tras el despliegue del grueso de sus fuerzas en la zona, los aviones de la
RAF (Fuerza Aéreas británicas) comenzaron a atacar las posiciones argentinas, en
especial la pista de aterrizaje de Puerto Stanley (Puerto Argentino, antiguo Puerto
Soledad). Aunque los británicos no lograron expulsar a las fuerzas aéreas y
navales argentinas, el submarino nuclear Conqueror provocó el hundimiento del
crucero argentino General Belgrano, falleciendo 360 hombres. A continuación, un
misil Exocet lanzado por la aviación argentina hundió a un destructor británico, el
HMS Sheffield.

Los británicos se prepararon para un desembarco anfibio en la Gran Malvina (una


de las mayores islas del archipiélago), una operación militar bastante difícil.

Fuerzas especiales reconocieron la isla para determinar las posiciones de las tropas
argentinas e identificar los lugares más apropiados para el desembarco. Mientras
tanto, la actividad diplomática continuaba, primero a iniciativa del gobierno
peruano y, después, del secretario general de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) Javier Pérez de Cuéllar. Una vez más, el gobierno argentino se
negó a contemplar la posibilidad de una retirada militar si no se le garantizaba que
las negociaciones directas desembocarían en una transmisión de soberanía. El 21
de mayo, unos días después de que concluyeran los esfuerzos de la ONU, sin que
se produjera ningún avance, las tropas británicas desembarcaron en San Carlos
(en la Gran Malvina). El desembarco se llevó a cabo con éxito, pero durante los
días siguientes no cesaron los ataques aéreos contra los buques británicos que
trataban de desembarcar suministros en tierra. Fueron hundidos tres buques de
guerra y un mercante, el Atlantic Conveyor, varios helicópteros se perdieron y
numerosos aviones argentinos fueron derribados.

Últimos combates: el principal combate en tierra, después del desembarco, se


produjo el 28 de mayo, cuando un contingente británico formado por 600 hombres
derrotó a una guarnición argentina mayor en número en Goose Green (en Malvina
del Sur), tras un duro enfrentamiento. Los británicos avanzaron hacia la principal
guarnición argentina que estaba situada en la capital, Puerto Stanley (Puerto
Argentino), y el 8 de junio se produjo su mayor desastre, cuando el buque de
transporte Sir Galahad fue destruido por aviones argentinos en Port Fitzroy.

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Independencia y Mapa Político de América 115

Poco a poco, mediante ataques combinados de artillería e infantería para acabar


con la intermitente resistencia argentina, los británicos tomaron las tierras altas
que rodean Puerto Stanley (Puerto Argentino). El 14 de junio, la guarnición
argentina, a las órdenes del general Menéndez, se rindió. La Junta Militar que
controlaba el poder en Argentina dimitió poco después de la derrota. Las islas
fueron fortificadas por los británicos, manteniendo su carácter de colonia, aunque
a sus habitantes se les concedió la plena ciudadanía británica.

3.1.6 Guerra de los Pasteles

Conflicto que enfrentó a México y Francia entre 1838 y 1839, a causa de las
reclamaciones realizadas por el gobierno francés, para obtener indemnizaciones en
favor de los súbditos franceses residentes en México, que habían sufrido daños en
los disturbios internos. Fue llamada así, porque entre los damnificados figuraba un
pastelero de Tacubaya. La postura de Francia estaba motivada por su deseo de
obtener ventajas comerciales. Una escuadra francesa bloqueó el puerto de
Veracruz en abril de 1838 y bombardeó el castillo de San Juan de Ulúa en
noviembre de ese mismo año. La mediación de Gran Bretaña permitió alcanzar la
paz en marzo de 1839. México entregó 600.000 pesos a Francia, que renunció a
los 200.000 pesos que exigía por los gastos de guerra y a las ventajas en el
comercio de menudeo.

3.1.7 Guerra de los Diez Años

También conocida como Guerra Grande, primera de las denominadas guerras de


Cuba que ese país libró para conseguir la independencia del dominio español, y
que tuvo lugar entre 1868 y 1878.

La rebelión, provocada principalmente por la negativa española de establecer


ciertas reformas políticas en Cuba, estalló el 10 de octubre de 1868, cuando Carlos
Manuel de Céspedes, un rico plantador que estaba a favor de la independencia
cubana, de la emancipación gradual de los esclavos y del sufragio universal, lanzó
el denominado grito de Yara, que suponía el inicio de una revolución contra
España. No todos los rebeldes cubanos estaban a favor de la independencia;
algunos querían la anexión a Estados Unidos, mientras que otros reclamaban un
gobierno y reformas sociales, pero preferían seguir bajo soberanía española. El 20
de abril de 1869 se organizó un gobierno republicano. La rebelión se caracterizó
por la lucha de guerrillas que se hizo cada vez más brutal y las escaramuzas se
limitaron, casi exclusivamente, al este de Cuba. La esperada intervención
estadounidense no llegó a producirse y, en febrero de 1878, tras contabilizar
200.000 bajas, se firmó la Paz de Zanjón, que estipulaba que la esclavitud sería
abolida en Cuba y que se llevarían a cabo reformas que proporcionarían una mayor

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capacidad de autogobierno a la isla. La falta de cumplimiento del tratado por


parte de España provocó el inicio de la segunda guerra de Cuba, conocida como
Guerra Chiquita (1879), y una tercera, la guerra de la Independencia cubana
(1895-1898), que desembocó en la Guerra Hispano-estadounidense (1898).

3.1.8 Guerra Grande (Uruguay)

Guerra civil uruguaya que tuvo lugar desde 1839 hasta 1852, y que enfrentó a los
respectivos seguidores de los denominados Partido Blanco y Partido Colorado, cuyo
hecho más destacado fue el sitio de nueve años a Montevideo por parte de las
tropas blancas. A pesar de haber logrado su independencia, después de la Guerra
Argentino-brasileña (1825-1828), Uruguay permaneció siempre bajo la influencia
de estas dos potencias, que intervinieron en su política interior contribuyendo a su
inestabilidad.

El 18 de julio de 1830 se promulgó la Constitución del nuevo Estado y José


Fructuoso Rivera fue elegido su primer presidente. Le sucedió su rival político, el
general Manuel Oribe, lugarteniente de Juan Antonio Lavalleja. Se produjo
entonces una escisión del país en dos bandos: de un lado, el colorado, liderado
por Rivera, que representaba las ideas más liberales, recibía una gran influencia
del Brasil y de potencias europeas y tenía su mayor apoyo en Montevideo; del
otro, el blanco, liderado por Oribe, con una ideología conservadora, continuadora
de la tradición española, que se mantuvo con el apoyo argentino, principalmente
del gobierno de Juan Manuel de Rosas, y cuyos más fieles seguidores fueron los
habitantes de la campiña.

Esta división se prolongó desde 1839 hasta 1852, en la llamada Guerra Grande;
hubo dos gobiernos y dos capitales: los colorados gobernaron desde Montevideo y
los blancos desde el Cerrito (una colina cercana a la capital). Además de los
colores que los identificaban, también se denominó “legales” a las fuerzas de
Oribe, por ser a éste a quien le había correspondido ejercer la presidencia de la
República; y “usurpadores” a las fuerzas de Rivera, por haber invadido
Montevideo y tomado el poder en 1838. El hecho más importante del conflicto
bélico fue el sitio a Montevideo, iniciado en 1843 por las tropas de Oribe y que se
prolongaría durante nueve años hasta el final de la guerra, que tuvo su origen
cuando el general argentino Justo José de Urquiza venció a Rosas en la batalla de
Caseros, el 3 de febrero de 1852, y las fuerzas de Oribe perdieron su mayor
apoyo. Concluida la guerra, siguió un periodo muy difícil para los uruguayos, pues
la larga escisión no fue olvidada rápidamente.

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3.1.9 Guerra Hispano-Estadounidense

Enfrentamiento bélico librado entre España y Estados Unidos en 1898, que


concluyó con la emancipación de Cuba, Puerto Rico y Filipinas respecto del
dominio español, y supuso el nacimiento de Estados Unidos como potencia
mundial.

El Origen del Conflicto

Los orígenes del conflicto se encuentran en la lucha por la independencia cubana y


en los intereses económicos que Estados Unidos tenía en la isla. La guerra de la
Independencia de Cuba comenzó en 1895, al no haber emprendido España las
reformas que prometió al pueblo cubano en la Paz de Zanjón (1878) que puso fin
a la guerra de los Diez Años, la primera de las denominadas guerras de Cuba. Por
otro lado, las ambiciones económicas e imperialistas de Estados Unidos, centradas
en el intento de controlar la ruta comercial del mar Caribe, así como la producción
azucarera de la isla, veían con buenos ojos el fin de la presencia española en
Cuba, lo que haría más factible su control de la isla y reafirmaría la Doctrina
Monroe de rechazar cualquier presencia europea en América.

Las Causas de la Intervención Estadounidense

Guerra Hispano-estadounidense: el 22 de junio de 1898, 15.000 soldados


estadounidenses arribaron al sureste de Santiago de Cuba. Derrotaron a las
fuerzas terrestres españolas en las defensas exteriores de las ciudades al tiempo
que la fuerza naval de Estados Unidos bloqueaba el puerto de Santiago de Cuba.

Cuando las naves españolas trataron de atravesar el bloqueo, fueron perseguidas


por el enemigo y se hundieron o encallaron. El conflicto entre España y Cuba
generó en Estados Unidos una fuerte reacción tanto por razones económicas como
humanitarias. El trato que las fuerzas militares españolas daban a los cubanos fue
ampliamente difundido en la prensa, sobre todo en los reportajes publicados por el
New York World, dirigido por Joseph Pulitzer, y en el New York Journal, dirigido
por William Randolph Hearst. Así mismo, los cuantiosos daños a la propiedad que
estaba acarreando el conflicto afectaron a muchas inversiones estadounidenses,
por lo que el comercio entre Cuba y Estados Unidos se vio interrumpido. La
presión de la opinión pública, que reclamaba una intervención en favor de Cuba,
consiguió apoyo en el Congreso de Estados Unidos, pero tanto el presidente
Stephen Grover Cleveland como su sucesor, William McKinley, durante su primer
año de mandato, se negaron rotundamente a emprender ninguna acción. El
presidente del gobierno español, Práxedes Mateo Sagasta, intentó solucionar el
conflicto en 1897 con la concesión de una autonomía parcial al pueblo cubano y a

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Independencia y Mapa Político de América 118

Puerto Rico, y la supresión de los campos de concentración, creados por el capitán


general de Cuba Valeriano Weyler. Sin embargo, estas medidas resultaban
insuficientes, pues los insurgentes cubanos dirigidos por José Julián Martí hasta su
fallecimiento, en 1895 “y desde entonces, por Máximo Gómez”, reclamaban ya la
independencia completa.

La lucha prosiguió favorable a los insurgentes cubanos, aprovechándose de la mala


situación de las tropas españolas, afectadas de fiebre amarilla y otras
enfermedades que provocaban numerosas bajas. Una serie de incidentes llevaron
a la intervención de Estados Unidos. El acorazado estadounidense Maine fue
enviado al puerto de La Habana, al que llegó el 25 de enero de 1898, para
proteger las vidas y bienes de los súbditos de Estados Unidos residentes en la isla.

Sin embargo, el buque explotó misteriosamente la noche del 15 de febrero de


1898 y 260 personas perdieron la vida. Los informes oficiales estadounidenses
emitidos ese año y en 1911 apuntaron hacia una acción de sabotaje, pero las
investigaciones realizadas en 1969 (que vieron la luz en 1976 y fueron conocidas
bajo el nombre de “informe Rickover”) demostraron que la explosión había sido
provocada por una caldera averiada. A raíz de este incidente, se orquestó una
intencionada campaña contra la presencia española. El senador Redfield Proctor
pronunció un discurso en el Senado en marzo de 1898 en el que describió las
inhumanas condiciones de vida que había presenciado en Cuba. El 20 de abril, el
presidente McKinley aprobó una propuesta del Congreso en la que se exigía la
inmediata retirada española de Cuba.

Influido por las optimistas perspectivas del ministro de Guerra, el general Miguel
Correa, que no temía una posible intervención de Estados Unidos en el conflicto,
así como por el temor de que una solución distinta hubiera puesto en peligro al
propio régimen político, el gobierno español rompió relaciones diplomáticas con
ese país el 21 de abril, después de haber rechazado un intento de compra de Cuba
por parte estadounidense. La respuesta no se hizo esperar y Estados Unidos
declaró la guerra a España cuatro días más tarde. Las siguientes resoluciones del
Congreso estadounidense afirmaron la independencia de Cuba y aseguraron que
Estados Unidos no actuaba movido por intereses imperialistas.

Acciones Militares

• Desembarco estadounidense en Daiquiri: esta fotografía reproduce uno de los


momentos del desembarco de las tropas del general estadounidense William
Rufus Shafter en la playa de Daiquiri, situada a escasos kilómetros al este de la
ciudad de Santiago de Cuba, que tuvo lugar el 22 de junio de 1898, durante la
Guerra Hispano-estadounidense.

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Independencia y Mapa Político de América 119

• Batalla de San Juan: Poco después de que diera comienzo la Guerra Hispano-
estadounidense, el republicano Theodore Roosevelt, que tres años más tarde
se convertiría en presidente de Estados Unidos, creó un regimiento de
voluntarios cuyos miembros pasaron a ser conocidos como los rough riders. El
1 de julio de 1898, cerca de la ciudad cubana de Santiago de Cuba, tuvo lugar
una batalla cuyo objeto era la posesión de la colina de San Juan, asediada por
las tropas estadounidenses y defendida por los españoles, cuya soberanía sobre
la isla estaba siendo disputada tanto por los independentistas cubanos como
por los propios norteamericanos. El general William Rufus Shafter había
desembarcado días antes al frente de 1.700 hombres en la cercana playa de
Daiquiri. Los defensores españoles bloqueaban el acceso a Santiago de Cuba
atrincherados en la cima de la colina de San Juan, finalmente conquistada por
los invasores. La parte principal del asalto estadounidense contra San Juan fue
llevada a cabo por los voluntarios de Roosevelt.

El notorio desequilibrio, tanto numérico como cualitativo, existente entre los


respectivos ejércitos y armadas estadounidenses y españolas, favorable en
ambos casos a los primeros, no tardó en dejar sentir sus consecuencias en los
escenarios bélicos. De otro lado, después de que el proceso de independencia
de Filipinas entrara en relación con el conflicto hispano-estadounidense, tuvo
lugar un nuevo enfrentamiento en un escenario muy distinto: la flota española
fondeada en la bahía de Manila (Filipinas), al frente de la cual se hallaba el
almirante Patricio Montojo, fue atacada y destruida por las naves comandadas
por el capitán de fragata George Dewey el 1 de mayo de 1898, en la batalla de
Cavite. El 1 de julio se inició el combate de Santiago de Cuba, cuando las
tropas estadounidenses atravesaron las defensas exteriores de esta ciudad. El
3 de julio, la escuadra española dirigida por el almirante Pascual Cervera fue
hundida cuando intentaba atravesar el bloqueo estadounidense del puerto de
Santiago. La ciudad se rindió, dos semanas más tarde, a las fuerzas de
Estados Unidos encabezadas por el general William Rufus Shafter. Las tropas
del general Nelson Miles ocuparon Puerto Rico y el gobierno español solicitó el
armisticio a Estados Unidos el 18 de julio. Finalmente, España capituló en el
mes de agosto.

Las Consecuencias de la Guerra

• Tratado de París en septiembre de 1898: se dirigió a Francia la delegación


española que, encabezada por Eugenio Montero Ríos, habría de negociar con
los representantes de Estados Unidos, dirigidos por el ex secretario de Estado
William R. Day, las condiciones de paz tras la Guerra Hispano-estadounidense.

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El 1 de octubre dieron comienzo en la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores


francés (en París), las sesiones que discutieron los términos del acuerdo. Day
exigió el cumplimiento del protocolo firmado en agosto, según el cual España
habría de evacuar de inmediato Cuba y Puerto Rico y entregar la isla de Guam
a la parte contraria. El 10 de diciembre se firmó el tratado definitivo: Estados
Unidos lograba imponer sus exigencias y concedía a cambio el pago de 20
millones de dólares por la cesión de Filipinas. Según los términos del Tratado
de París, firmado el 10 de diciembre de 1898, España, representada por una
delegación presidida por Eugenio Montero Ríos, renunció a sus derechos sobre
Cuba, hubo de abandonar su antigua colonia y cedió la soberanía de Puerto
Rico y la isla de Guam (en las actuales islas Marianas) a Estados Unidos, que
también adquirió Filipinas por la cantidad de 20 millones de dólares. Esta
guerra significó el surgimiento de Estados Unidos como potencia mundial,
dotada de sus propias colonias en ultramar y de un papel que desempeñar en
la política europea.

• En España, las consecuencias derivadas de la derrota en la guerra se


expresaron en diversos ámbitos. Tras aceptar las duras condiciones del
Tratado de París, Sagasta dimitió como presidente del Consejo de Ministros en
febrero de 1899, en tanto que la formación política que él dirigía, el Partido
Liberal, hubo de asumir las críticas que todos los sectores del país vertieron
sobre su actuación durante este conflicto. Por otro lado, el desastre de 1898,
que supuso la definitiva pérdida para España de los últimos vestigios de su
antiguo imperio colonial, marcó el comienzo de un nuevo periodo de su historia
en el que, no teniéndose que preocupar de posesiones ultramarinas, se planteó
la necesidad de afrontar la reforma política, social y económica del Estado.

Especialmente importante en este sentido fue el movimiento reformista surgido


entonces y que vino a denominarse regeneracionismo. La historiografía
española más reciente ha sustituido la idea de desastre colonial, que prevalecía
entre los protagonistas de aquellos hechos, por la de crisis de fin de siglo, una
época de transición y desconcierto ideológico y político, que llevaría a la crisis
social de 1917 en España.

3.1.10 Guerra Mexicano-Estadounidense

Conflicto bélico que enfrentó a Estados Unidos y México, desde 1846 hasta 1848,
cuyo desenlace final supuso la pérdida de una inmensa cantidad de territorios de
este último en beneficio de aquel país.

La mayoría de las batallas de la Guerra Mexicano-estadounidense se libraron en


México, Texas y California. El Congreso de Estados Unidos declaró la guerra a

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Independencia y Mapa Político de América 121

México el 13 de mayo de 1846. Cinco días antes, el coronel Zachary Taylor había
encabezado una fuerza desde el río Nueces hasta el río Bravo, donde logró vencer
a las tropas mexicanas en la batalla de Palo Alto.

Las Causas del Conflicto

Las causas principales de la guerra fueron: la anexión de la República de Texas


llevada a cabo el 29 de diciembre de 1845 por Estados Unidos, que la convirtió en
su 28º estado; las reclamaciones de aquellos ciudadanos estadounidenses contra
el gobierno mexicano, que habían sido heridos y sus propiedades arrasadas
durante los frecuentes enfrentamientos civiles entre liberales y conservadores
mexicanos en esta época; y, por último, el deseo de Estados Unidos de adquirir
California y Nuevo México (entonces provincias mexicanas), donde se había
creado un grupo autonomista que se oponía a la centralización impuesta por los
conservadores mexicanos a través de las denominadas Siete Leyes, de 1836, y de
la consiguiente instauración de la República de carácter centralista en México.

Dado que, al contrario que en Texas, no eran muchos los colonos estadounidenses
que habitaban esos territorios, existía el temor en Estados Unidos a que cayeran
bajo control británico o francés.

El Origen Inmediato de la Guerra

En noviembre de 1845, el presidente James K. Polk envió al diplomático John


Slidell a México para negociar una modificación de las fronteras, a cambio de la
asunción por el gobierno de Estados Unidos de las reclamaciones de los
ciudadanos estadounidenses contra México, y también para hacer una oferta de
compra de California y Nuevo México. Las autoridades mexicanas rehusaron
negociar con Slidell a pesar de su debilidad interna, fruto del enfrentamiento
abierto entre liberales federalistas, conservadores centralistas, del tesoro exhausto
tras la guerra en Texas y la llamada guerra de los Pasteles, y del hecho de haber
sofocado la sublevación de Yucatán y otros intentos secesionistas en Sonora y
Tamaulipas. Además, el gobierno mexicano estaba totalmente pendiente de
pronunciamientos militares, de distinto signo, que debilitaban su posición y su
cohesión militar. Simultáneamente, tropas estadounidenses al mando del general
Zachary Taylor avanzaron hacia la desembocadura del río Grande del Norte (río
Bravo), que Texas consideraba su frontera meridional. México, que reclamaba
como auténtica frontera el río Nueces (al noreste de río Grande del Norte),
consideró la maniobra del ejército de Taylor como un acto de agresión, por lo que
en abril de 1846 envió tropas hacia esa zona. A su vez, el presidente Polk afirmó
que el avance mexicano era una invasión del territorio de Estados Unidos y
presionó en el Congreso, que declaró formalmente la guerra a México el 13 de

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Independencia y Mapa Político de América 122

mayo de 1846. México, por su parte, hizo el 7 de julio de 1846 su propia


declaración de guerra.

El Desarrollo del Conflicto

El plan de la campaña militar estadounidense constaba de tres objetivos: la


invasión del norte de México llevada a cabo por Taylor; la ocupación de Nuevo
México (agosto de 1846) y California (julio de 1846) por tropas al mando del
coronel Stephen Watts Kearny; y, por último, el bloqueo de las costas mexicanas.

Incluso antes de que se declarara oficialmente la guerra, Taylor ya había derrotado


a los mexicanos en las batallas de Palo Alto (8 de mayo de 1846) y Resaca de la
Palma (9 de mayo), obligándoles a retroceder hacia el río Grande del Norte; sólo
entonces se adentró en México, ocupó Matamoros (en Tamaulipas) el 18 de
mayo, conquistó Monterrey (24 de septiembre) y se enfrentó a las fuerzas
mexicanas, al mando del general y presidente Antonio López de Santa Anna, en la
tenazmente disputada batalla de Buena Vista (22 y 23 de febrero de 1847).

Kearny ocupó lo que hoy es Nuevo México, e, internándose en California, participó


en la conquista de ese territorio. Bajo el mando del comodoro John Drake Sloat y
del capitán John Charles Frémont, California ya había declarado su independencia
de México, siendo declarado en julio de 1846 territorio de Estados Unidos.

A pesar de estas victorias estadounidenses y del éxito del bloqueo, México se negó
a reconocer su derrota, por lo que Estados Unidos decidió enviar una expedición
militar para conquistar la capital mexicana y poner así fin a la guerra. Tras un
prolongado y cruento cañoneo de la ciudad, las tropas estadounidenses al mando
del general Winfield Scott, que había desembarcado el 9 de febrero con 13.000
hombres, conquistaron Veracruz (29 de marzo de 1847) y derrotaron a los
mexicanos “que al mando del general Santa Anna le esperaban” en Cerro Gordo,
y posteriormente en Contreras y Churubusco. Más tarde, ocuparon Casa Mata y
Molino del Rey; y a continuación tomaron al asalto el castillo situado en el cerro de
Chapultepec “a pesar de la tenaz resistencia de los cadetes del Colegio Militar,
popularmente conocidos como los Niños Héroes”, ruta de acceso a la ciudad de
México, que cayó el 14 de septiembre de 1847.

Las Consecuencias de la Guerra

El Tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado el 2 de febrero de 1848, restableció la


paz, que supuso para México la pérdida de más de la mitad de su territorio
original. El río Grande del Norte se convirtió en la frontera meridional de Texas,
mientras que California y Nuevo México fueron cedidos a Estados Unidos. En

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Independencia y Mapa Político de América 123

contrapartida, Estados Unidos desembolsó a México la suma de 15 millones de


dólares, pagaderos en cinco plazos anuales, y se comprometió a solucionar todas
las reclamaciones de sus ciudadanos contra México, que superaban los 3.5
millones de dólares.

La guerra con Estados Unidos supuso para México la pérdida de más del 55% de
su territorio (2.400.000 km2), en tanto que Estados Unidos, cumpliendo con la
doctrina del destino manifiesto, proclamada por John L. Sullivan en 1845, se
anexionó tierras de enormes riquezas agrícolas, mineras y petroleras, puertos
excelentes y logró una dominante situación estratégica y geopolítica mundial.

En una época de graves convulsiones internas, de predominio conservador, clerical


y centralista, la invasión estadounidense, y su entrada en la capital un 14 de
septiembre, marcó el punto más bajo en la moral nacional mexicana. México
celebra todos los años un homenaje a los Niños Héroes en recuerdo de los cadetes
que entregaron su vida en el castillo de Chapultepec.

3.1.11 Guerra Civil Argentina

Conflicto bélico que enfrentó a los unitarios y a los federales de las Provincias
Unidas del Río de la Plata, desde 1828 hasta 1831.

El Inicio del Conflicto

El gobernador de Buenos Aires desde 1827, Manuel Dorrego, era un federal que
gozaba de la confianza de los caudillos del interior. Acusado de firmar una paz
desventajosa con el Brasil, la oficialidad del Ejército desembarcado de regreso,
encabezado por el general Juan Galo Lavalle, se sublevó contra el gobernador.

Lavalle, como representante de los jefes y la oficialidad del Ejército, tomó contacto
con la logia, un grupo que trabajaba en la revolución desde la caída del gobierno
de Bernardino Rivadavia, en julio de 1827; el cual le proponía el apresamiento de
Dorrego, de Juan Manuel de Rosas y de los principales federales, para amedrentar
a los caudillos del interior.

Dorrego, advertido por Rosas, no creía en el golpe militar y permaneció en El


Fuerte con sus ministros, a la espera de apoyos al gobierno, mientras Lavalle
marchaba desde el Retiro por las actuales calles de Florida, San Martín y
Reconquista a ocupar la plaza de la Victoria.

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Independencia y Mapa Político de América 124

La revolución se produjo el 1 de diciembre de 1828. Dorrego escapó a Cañuelas


en busca del apoyo de Rosas. Mientras tanto, fue depuesto y sustituido por
Lavalle tanto en calidad de gobernador como de capitán general de Buenos Aires.

Dorrego llegó al campamento de Lavalle, pero éste se negó a recibirlo y lo intimó


diciéndole que en una hora sería fusilado. Todo ello, ocurrido el 13 de diciembre
de 1828, acabó por desatar una guerra civil entre Buenos Aires y el interior (entre
unitarios y federales), así como un torbellino de sangre, acompañado por la política
del terror. Los unitarios justificaban el terror en la necesidad de mantenerse
contra una población hostil; y los federales hacían lo propio apoyados en la de
lograr recursos entre la población favorable. Rosas asumió la responsabilidad de
resistir a los golpistas que habían derrocado a Dorrego. Después de algunas
batallas y encuentros más o menos confusos, se acordó con Lavalle que Rosas
sería gobernador de Buenos Aires, restituyéndose la legislatura que había
gobernado con Dorrego y restableciendo la paz en esa provincia.

Las Principales Batallas y el Pacto Federal

Mientras tanto, al interior fue enviado el general José María Paz, quien
inmediatamente derrocó a Juan Bautista Bustos, erigiéndose gobernador de
Córdoba, desde donde más adelante alzó una fuerte liga de gobiernos interiores, la
denominada Liga Unitaria, que le confirió el supremo poder militar. Después de los
cruentos combates de La Tablada y Oncativo, entre las fuerzas del general Paz y el
caudillo federal Juan Facundo Quiroga, ocurridas en junio de 1829 y febrero de
1830, respectivamente, se continuó con el terror, infundiendo espanto en la
población serrana, fuertemente federal. A partir de Oncativo, se repitieron los
fusilamientos de prisioneros, convirtiéndose en una guerra sin tregua, en la cual a
quien no se lo degollaba en el campo de batalla se lo fusilaba en el cuartel si se
negaba a “pasarse” de bando.

El 26 de agosto de 1829, se hizo cargo del gobierno de Buenos Aires Juan José
Viamonte, quien intentó apaciguar los ánimos entre unitarios y federales; confirmó
el último gabinete de Lavalle e inauguró el Senado consultivo intentando una
conciliación. Mientras tanto, el prestigio de Rosas en el partido federal era
creciente y se asentaba en el apoyo popular. Viamonte estableció una Junta y
llamó a Rosas a Buenos Aires, al cual se le designó nuevo gobernador de esa
provincia, otorgándole las “facultades extraordinarias que el nuevo gobernador
considere indispensables”, fundadas en la necesidad de prevenir los ataques que
pudieran intentar los más radicales y en afianzar el orden y la tranquilidad pública.

Por ello era reconocido como el digno “restaurador de la leyes”. Como Paz había
formado la Liga de gobiernos interiores, Rosas debía organizar una liga paralela de

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Independencia y Mapa Político de América 125

gobiernos federales que, en caso de impedirse una guerra con el general Paz,
podría llegar a ser el fundamento de un Pacto de la Confederación Argentina,
preliminar al Pacto Federal que se firmó finalmente el 4 de enero de 1831. Este
pacto consistió en una alianza ofensivo-defensiva que implicaba el compromiso de
organizar el país bajo el sistema federal, al tiempo que significó la concentración
de un poder militar que venció al ejército de Paz ese mismo año.

3.1.12 Guerra de los Mil Días

Conocida también como guerra de los tres años, guerra civil colombiana, que tuvo
lugar desde el 17 de octubre de 1899 hasta el 1 de junio de 1903, en la cual se
enfrentaron conservadores y liberales. Aquellos contaron con el apoyo del
gobierno presidido por Manuel Antonio Sanclemente, a quien sucedió en 1900 el
vicepresidente José Manuel Marroquín; en tanto que los liberales, organizados en
buena parte en guerrillas, estuvieron dirigidos por Gabriel Vargas Santos, Foción
Soto, Benjamín Herrera, Rafael Uribe Uribe y Justo L. Durán. El gobierno financió
la guerra con emisión de moneda, empréstitos y contribuciones forzosas de sus
enemigos. Por su parte, el liberalismo se financió por medio de contribuciones
obligadas, requisas, saqueo y pillaje, y aportes de gobiernos simpatizantes.

Este conflicto comprometió a todo el país, con excepción de las zonas selváticas y
el departamento de Antioquia. Concluyó con la firma de tres tratados de paz: el
primero, el de Neerlandia, firmado entre Rafael Uribe Uribe y Juan B. Tovar; el
segundo fue el del Wisconsin, nombre del barco de guerra estadounidense que
sirvió de sede para las negociaciones, en el cual rindió sus armas el Ejército liberal
(10.000 hombres) que dirigía victorioso Benjamín Herrera en Panamá; y el
tercero, el de Chinácota, que fue firmado con el anterior en noviembre de 1902.

3.2 LÍMITES E INTERRELACIONES GEOPOLÍTICAS EN EL CARIBE

Gerhard Sandner, (Investigador del Departamento de Geografía, Universidad de


Hamburgo), escribe lo siguiente al respecto:

Una de las características del espacio caribeño es la existencia simultánea de


fragmentación y unidad, siendo ésta una de las causas de la dispersión de este
espacio. Depende sobre todo de nuestro punto de vista si la heterogeneidad, la
dispersión y las fuerzas centrífugas predominan sobre las características
unificadoras y englobantes. La topografía quebrada y llena de contrastes da lugar
en este espacio a una gran variedad y diferenciación, reforzada y consolidada, en
el curso de la historia por los intereses de las potencias lejanas y centros de poder,
que hicieron de esta región un mosaico de microespacios estructurados según los

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Independencia y Mapa Político de América 126

patrones de las madres patrias o poderes hegemónicos. Sin embargo, estas


estructuras son hasta cierto punto superadas por la identificación de la población
como caribeña con una imagen caribeña común, llamada también “Common
Caribean Identity”. Esta construcción hay que verla dentro de un difícil proceso de
identificación como región propia, cultural y social, conformada por elementos
latinoamericanos, norteamericanos, europeos y africanos.

Así mismo, hay que ver el agudo problema de zonas marítimas, conflictos
limítrofes e interrelaciones geopolíticas como expresión o reforzamiento de un
proceso de fragmentación, o como un proceso que fomenta la integración y
unidad.

La tercera conferencia internacional sobre Derecho Marítimo (1972-82), ha


cambiado el mapa político-administrativo, sobre todo en espacios con exagerada
fragmentación territorial. Para la zona del Caribe son de especial importancia los
siguientes seis puntos de esta legislación:

• La ampliación a 12 millas (22.22 km), de las aguas territoriales con soberanía


absoluta, marítima y aérea. Pero se debe tener en cuenta que incluyó una
cláusula que garantiza el libre paso a barcos y aviones de otros países
(Innocent Passage).
• La fijación de una zona adyacente de otras 12 millas con soberanía restringida.
• La consideración de una zona de 200 millas como zona de exclusiva explotación
económica, con derecho de uso y control de recursos minerales y biológicos, de
investigación científica y construcción de edificaciones o plataformas.
• Constitución de zonas similares también alrededor de las islas.
• Derecho de uso del margen continental o talud hasta un máximo de 350 millas
desde la costa, o hasta las 100 millas desde la línea de profundidad de 2.500
m.
• La obligación de convenios bilaterales entre naciones vecinas donde se
superponen las zonas de derecho marítimo, sin necesidad de atenerse a la línea
media.

3.2.1 División Territorial de América Incluyendo Zonas Marítimas de


200 Millas

El Mapa muestra los límites de los países teniendo en cuenta la zona de 200 millas
y omitiendo las líneas costaneras.

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Independencia y Mapa Político de América 127

Mapa 2

Son así territorios sobre los cuales los países pueden ejercer sus derechos de uso,
pero no son territorios en el sentido del derecho político. Los tres países del
bloque continental del norte y los siete países del sur controlan un 79% del área
caribeña total, mientras que las 35 naciones restantes del bloque mediano se
tienen que conformar con el espacio que sobra, siendo éste excesivamente
dividido. Ya no quedan espacios marítimos libres más allá de las 200 millas.

Además se han formado vecindarios poco esperados, reglamentados por convenios


o tratados bilaterales como, por ejemplo, los acuerdos entre Costa Rica y Ecuador,
Colombia y Honduras, Venezuela y Francia.

El mapa concreta lo dicho para el Caribe oriental. La delimitación solamente es


aproximativa y se refiere acaso a derechos potenciales, sobre todo entre las islas
caribeñas. Cualquier intento de delimitar la zona de las 200 millas (370 km)

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Independencia y Mapa Político de América 128

desde la línea base conduciría a una superposición irremediable de territorios


marítimos que tendría que ser superada por convenios bilaterales según la nueva
legislación marítima. Alternativas para eludir estos obstáculos han sido ya
planteadas, por ejemplo, con el concepto del “mar matrimonial” que en
contraposición al “mar patrimonial", designa un mar Caribe de uso común y
abierto a todos los colindantes (Rattery, et al., 1973, Fonteyene, 1976) o, por
ejemplo, con la proposición de establecer una “Comunidad para el Desarrollo
Marítimo” con las correspondientes instituciones impositivas (Krieger, 1973); pero
estas propuestas han sido rechazadas casi categóricamente.

Prevalece pues, el principio de la propiedad nacional. En este caso son de especial


importancia aquellas islas lejanas de las costas, ya que ellas tienen sus propias
zonas de derecho marítimo, que se unen en muchos casos con las áreas
continentales de los distintos países. En el caso de Venezuela, por ejemplo, las
Islas Aves, que se encuentran a unos 560 km de la costa continental y que
solamente tienen una extensión de 1.000 X 400 m, le proporcionan por
englobamiento una zona de uso económico exclusivo de 95.000 km 2.

3.2.2 Reclamaciones Reales y Potenciales Según Concepto de Zonas


Económicas en el Caribe Oriental

Mapa 3

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Independencia y Mapa Político de América 129

Esta zona es de especial interés, si no se considera como espacio vacío, sino como
es en realidad: área provista de recursos naturales, potenciales y reales,
conocidos por medio de investigaciones realizadas por diversas naciones. Esta
situación tiene tres consecuencias inmediatas: en primer lugar, era de esperar que
las islas e islotes muy retirados de las costas correspondientes serían puestas en
duda, como sucedió con las Islas Aves (Venezuela), Monje (Venezuela), San
Andrés, Providencia y Cayos Guano (Colombia) y Nassava (EE.UU). En segundo
lugar, cobra especial importancia la línea base desde la cual se miden las zonas
marítimas, es decir, si Venezuela, por ejemplo, la mide desde la costa norte o
desde la cadena de islas situadas entre Margarita y Bonaire. En tercer lugar, surge
la tendencia a continuar los conflictos limítrofes del área continental al área
marina, conflictos que afloran desde la Colonia.

En tres ejemplos se explicará la sobreposición de conflictos limítrofes y derechos


sobre áreas marítimas. Primeramente se tratará el límite entre Colombia y
Venezuela. Desde la Independencia ha habido diferencias en la interpretación del
límite colombo-venezolano en la Península de la Guajira. El edicto de la reina
española en 1891, dio la base para la fijación del límite en 1941. (Véase Mapa,
números 1-5). La extensión de este viejo conflicto a zonas marítimas se desarrolló
a partir de tres puntos fundamentales:

• La ampliación de las aguas territoriales de las Islas Monjes de 3 a 12 millas por


Venezuela (en 1952 se había certificado la soberanía de Venezuela sobre estas
islas por parte de Colombia).
• Los intereses de Colombia en perforaciones petrolíferas en el Golfo de
Venezuela frente a Castilletes.
• La importancia del límite costanero para asegurarse derechos sobre partes del
interior del Mar Caribe.

Problemas de Delimitación en el Golfo de Venezuela

Imagen 4

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Independencia y Mapa Político de América 130

1. Reclamos venezolanos según Uti Possidetis de 1810.


2. Reclamos colombianos según Uti Possidetis de 1810.
3. Convenio Michelena-Pombo de 1833 (no ratificado).
4. Laudo de la reina de España de 13.3.1891.
5. Límite según comisión fronteriza 1899-1901 y Convenio Santos-López Contreras del 5.4.1941.
6. Prolongación linear de la línea No. 5 en la perspectiva venezolana.
7. Línea media en perspectiva colombiana.
8. Paralelo de Castilletes como línea base y Golfo de Venezuela como aguas interiores
venezolanas (según-Convenio proyectado Herrera Campins-Turbay Ayala, octubre, 1980).
9. Línea de base exterior incluyendo las islas Los Monjes, formando el límite exterior de aguas
internas divididas por No. 10.
10. Límite de las aguas internas colombianas y venezolanas.

Las diferentes concepciones de estos dos países sobre la dirección del límite en su
extensión hacia la bahía eran inconciliables: (Véase Mapa, números 6 y 7).

Después de una escalada de la controversia en los años setenta, se presentó un


acuerdo provisorio en 1980, en el cual se declaraba el interior del Golfo de
Venezuela como aguas internas, y la parte exterior se dividía entre los dos países,
ya que sus aguas eran declaradas continentales. Contra este proyecto hubo duras
objeciones.

Cualquier solución que se adopte tendrá considerables consecuencias sobre los


derechos marítimos de los dos países. El mapa siguiente muestra las diferentes
interpretaciones de ambos. En el caso de Venezuela, son unos 43.000 km2 de
área marítima que están en discusión. Esta no gira solamente alrededor de las
Islas Monjes, a las cuales, según la nueva legislación, les corresponden las 12
millas de aguas continentales y otras 12 millas de aguas contiguas ya que no
tienen población fija arraigada, ni movimiento económico propio pero no les
corresponde la zona de 200 millas para explotación económica. De mayor
importancia es el “paso al mar”, en el sentido de una proyección a áreas
marítimas más distantes. De aquí surge también el común interés en una solución
del conflicto. Al firmarse la Declaración de Arauca por parte de ambos
presidentes, en agosto de 1980, se creó una comisión colombo-venezolana con la
tarea de buscar una solución pacífica al caso.

Una segunda variante de los problemas generados por la delimitación marítima se


manifiesta en el caso v enezuela-Trinidad Tobago. El tratado firmado el 26 de
febrero de 1942 entre Venezuela y Gran Bretaña para la fijación del límite entre
ambos países en el Golfo de Paria, fue mundialmente el primero en el cual se
acordaba también el uso de recursos submarinos (Uchebgu, 1976; Ewell, 1978-
79). Aunque solamente se refería al suelo marino y no al uso de la riqueza
pesquera del cuerpo de agua, se acordó además la tolerancia en la desviación del
límite allí donde las aguas territoriales se sobreponían. Pero en este espacio se

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Independencia y Mapa Político de América 131

presentaron nuevamente problemas al ampliar Venezuela sus aguas territoriales de


3 a 12 millas y, a partir de la independencia de Trinidad Tobago, en torno a los
derechos de explotación pesquera.

Una tercera variante de esta misma problemática se presenta en el caso del


umbral nicaragüense o jamaicano (Sandner, 1985 y 1986b). Según el principio
latinoamericano de “Uti Possidetis iuris" (derecho de posesión), cada país tiene el
dominio sobre aquel territorio que estaba de jure bajo su administración en 1810.

Así los cayos e islas de este umbral fueron adjudicados a Colombia. Los Cayos del
Guano (Bancos de Bajo Nuevo, Serranilla, Quitasueño, Serrana y Cayos de
Roncador) quedaron en manos de los EE.UU, con el Tratado de las Islas del
Guano en 1936. Las islas del Maíz se anexaron en 1890 a Nicaragua. En el
Convenio de Managua en 1928 se acordó una línea limítrofe frente a San Andrés y
Providencia, pero el convenio fue declarado nulo por Nicaragua en 1980, y este
país reclamó los derechos sobre las islas y cayos del umbral nicaragüense. Entre
tanto se le habían devuelto los Cayos del Guano a Colom bia en 1972, después de
largos debates. Algunos cayos fueron reclamados por Honduras, pero Colombia ya
había firmado convenios limítrofes con Panamá, Costa Rica y Haití, y se estaban
preparando similares con Jamaica y Gran Bretaña (Islas Caymán).

La Zona de Conflictos Limítrofes entre Venezuela y Colombia

Mapa 5
Perspectiva Venezolana Perspectiva Colombiana

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Independencia y Mapa Político de América 132

El Limite Marítimo entre Venezuela y Trinidad

Mapa 6

Todo ello complicó la delimitación de áreas de derecho marítimo y se ampliaron las


zonas de conflictos potenciales y reales. Además, se han creado problemas por la
presión de algunos países para abrirse al área de derecho marítimo más allá de las
aguas territoriales correspondientes. Para Guatemala el conflicto con Belice se
reduce cada vez más a una apertura de la barrera formada por las zonas marítimas
de Belice y Honduras. Frente a Honduras, en el Golfo de Fonseca, se ha formado
una barrera similar entre El Salvador y Nicaragua.

Estos ejemplos del Mar Caribe occidental nos incitan a ampliar nuestra visión y
plantean nuevas preguntas sobre el espacio caribeño. Nos muestran que no se
deben reducir los mapas político-administrativos a espacios terrestres, y que se
hace completamente necesario incluir los espacios marítimos, de los que resultan
nuevas vecindades, siendo éstas una nueva dimensión del “conflicto territorial”,
que demandan la celebración de nuevos tratados.

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Independencia y Mapa Político de América 133

Hay que tener en cuenta, además, la superposición de intereses en los mismos


espacios, relacionados con las distintas aspiraciones “nacionales” de los
respectivos gobiernos, que se enmarcan, a su vez, dentro de intereses espaciales
de orden geográfico de las potencias hegemónicas. Ya no hay “manchas blancas"
en los mapas de espacios marítimos, como tampoco hay espacios, islas o islotes
neutrales: todos están dentro de campos de intereses, sean nacionales o
relacionados con el frío cálculo de las potencias. Las Islas Santanilla, por ejemplo,
que han sido devueltas a Honduras en 1972, después de 134 años de dominio
norteamericano, siempre fueron destinadas a funciones especiales, como la
instalación de un aeropuerto militar, estaciones de radio, telecomunicaciones,
radar y propaganda. Son parte de la política norteamericana del “containment” o
represión a Nicaragua, dentro de la extensión del conflicto este-oeste. Un caso
similar es el de San Andrés, con la gran presencia militar colombiana y la
ampliación del aeropuerto. Los problemas existentes en torno a derechos
marítimos y a la prolongación de conflictos limítrofes al área marina están situados
aparentemente en un ámbito puramente nacional, pero conociendo la definición
norteamericana de sus “intereses vitales” y sobre el espacio caribeño, estos
conflictos son de menor importancia, mientras no interfieran en los conceptos
estratégicos de tránsito, de control del espacio y de alejamiento de toda amenaza
inmediata sobre el propio territorio denominado “Fuerte Norteamericano” o
“Fortress North America”. Así resulta una valoración muy diferente de espacios
aparentemente iguales: el conflicto entre El Salvador y Honduras en el Golfo de
Fonseca, y el de Guatemala y Belice en el Golfo de Honduras son desde el punto
de vista “nacional” de vital importancia, pero para EE.UU. son secundarios,
mientras no se interpongan en la estrategia espacial general, por ejemplo, de
cercar a Nicaragua por medio de una división de la “unidad geopolítica” de El
Salvador y Honduras.

Otro ejemplo: desde el punto de vista “nacional” los pasos marítimos entre las
islas de las Antillas Grandes y Pequeñas son límites primarios entre las respectivas
zonas de derecho, pero desde el punto de vista norteamericano estos pasos son de
fundamental importancia estratégica, ya que más o menos la mitad del suministro
de petróleo crudo y gran parte de la bauxita pasan por estos canales hacia los
EE.UU., y en caso de crisis, la tercera parte de las provisiones para la OTAN y la
mitad de las que van para el Asia oriental pasarían por allí. La rápida y creciente
militarización en los antiguos territorios británicos y la política de puntos de apoyo,
como son, por ejemplo, la ampliación de la base militar en Antigua, también tienen
estrecha relación con esta orientación hacia los pasos o canales.

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Independencia y Mapa Político de América 134

Conflictos Limítrofes en el Istmo Centroamericano y el Caribe Occidental

Imagen 7

Si se destaca el arco insular, el Mar Caribe realmente se ve cerrado y los pasos


parecen de central importancia para el tránsito y el obligado aprovisionamiento
(Mapa). De los pasos de mayor importancia económica y estratégica, los de
Yucatán y Granada tienen más de 89 km de ancho. Los pasos de alguna
importancia en el Mar Caribe son los siguientes: el Estrecho de la Florida, el Canal
de Yucatán, el Paso de Los Vientos, el Canal de La Mona, el Canal de La Virgen, el
Canal de Anegada, el Canal de Guadalupe, el Canal de Dominica, el Canal de
Martinica, el Canal de Santa Lucía, el Canal de San Vicente, el Canal de Granada,
de los cuales los de la Florida, Yucatán, Los Vientos, La Mona, Anegada y Granada
tienen la ya mencionada importancia económica y estratégica. La nueva
legislación marítima internacional tiene prevista una cláusula especial para
“canales marítimos con tráfico internacional”, mediante la cual se quiere garantizar
el libre tránsito a través de ellos, pero se les da a las naciones vecinas el derecho
de fijar caminos obligatorios.

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Independencia y Mapa Político de América 135

Sin embargo, el mapa muestra un orden inexistente, ya que los actores


geopolíticos ven la situación caribeña desde el punto de vista norteamericano; las
márgenes del Mar Caribe siempre fueron desiguales. El interés se concentraba
tradicionalmente, desde más o menos la mitad del siglo XIX, sobre dos zonas de
este espacio que siempre controlaron: las Antillas Grandes entre Puerto Rico y
Cuba como continuación del propio espacio hacia el sur, a las cuales fueron
anexados los restos del viejo reino colonial o fueron convertidas en protectorados;
y los canales transístmicos de Panamá y Nicaragua, con la creación de la Zona del
Canal de Panamá y la transformación de Nicaragua en un cuasiprotectorado desde
1903. Las Pequeñas Antillas parecen desde esta perspectiva arrimadas a un lejano
horizonte (Véase Mapa). Esta visión cambió drásticamente en los años ochenta
(Véase Mapa). Aún persiste la ruta del Canal de Panamá, pero se ha sobrepuesto
una “percepción de amenaza”, peligro que parte desde Cuba y Nicaragua
socialista (flechas negras), que muestran un entrelazamiento mutuo y con el
partido opuesto dentro de la siempre presente perspectiva del conflicto este-oeste
(este identificado como el socialismo y la URSS. En el mapa se muestra con las
líneas blancas y negras). La influencia cubana sobre el sur y sobre el propio
territorio se percibe como una amenaza real y potencial, ante todo por la presencia
de bases soviéticas de abastecimiento y reconocimiento. Esta percepción de
amenaza parece haber aumentado considerablemente desde la evolución
sandinista en Nicaragua, por el llamado “efecto de dominó” en dirección norte
(Mapa, flechas blancas y negras). La represión en los estados situados en frente,
que son las Pequeñas Antillas, tiene una pretensión preventiva, y en el caso de
Granada, operativa, en la que se reúnen aspectos económicos, militares y políticos.

La Posición Estratégica de los Pasos Marítimos en el Caribe

La situación descrita solamente es una gran simplificación, ya que faltan las


diferentes interacciones a nivel de ayuda económica, política y educativa, las bases
militares y formación de bloques regionales (Erisman, 1984; Sandner, 1985 y
1986b). Los Mapas son solamente indicaciones sobre el punto de vista
norteamericano en el marco de la “Iniciativa de la Cuenca del Caribe” (Caribbean
Basin Initiative), ya que el espacio caribeño es definido y manejado de manera
muy diferente desde la perspectiva del norte o desde la perspectiva de Venezuela
o de las Pequeñas Antillas, por ejemplo. Teniendo en cuenta lo ya antes expuesto,
es necesario retomar las contradicciones establecidas en la introducción sobre
fragmentación y unidad del espacio caribeño. Primeramente hay que afirmar que
el espacio del Caribe no termina en las costas continentales, sino que sus
estructuras socioculturales y sus tradiciones, su carácter acuñado por la economía
colonial de plantaciones con esclavos, y sus viejas y nuevas interacciones
geopolíticas penetran irregularmente en el espacio continental costanero. La
delimitación y jerarquización entre hispano-caribeño y afro-caribeño “señalada no

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Independencia y Mapa Político de América 136

sólo en la República Dominicana”, al igual que la división polarizante entre


latinoamericanos y caribeños son estructuras dadas por tradiciones, culturas,
experiencias y entendimientos diferentes que espacialmente no se excluyen, sino
se superponen y entremezclan, dando por resultado la característica región del
Caribe. Estas son las raíces socio y etnoculturales, de las que no se puede hablar
en términos precolombinos como de una “visión de unidad de tierra, mar,
recursos y pueblos" (Ewel, 1978-79, p. 81), pero a las que sí es posible buscarles
su interrelación y unión. Los intereses geopolíticos y las interrelaciones conflictivas
dominantes provienen de fuera y son las causas reales que llevan a la
desintegración, pero así mismo a la integración. El espacio conflictivo de América
Central ya no puede ser visto tampoco aparte del contexto caribeño. La
“Iniciativa de la Cuenca Caribeña” refuerza en este espacio las oposiciones este-
oeste, norte-sur, cercano-lejano, grande-pequeño, importante sin importancia,
definiciones ligadas a los diferentes intereses. Las iniciativas y programas
“regionales” deberían provenir de la misma región a partir de una solidaridad
nacional, ya que de otra forma no se llegará nunca a una solución algo más
duradera de los diferentes conflictos. El programa básico para un desarrollo
alternativo presentado por Xabier Gorostiaga es un paso en esta dirección, aunque
por el momento aún nos parezca completamente utópico (Gorostiaga, 1983).

Desde este punto de vista, la problemática sobre el derecho marítimo y los


conflictos limítrofes obtienen otra valoración. No nos debemos entretener en
recordar posibilidades pasadas de soluciones comunes para toda la Cuenca de
Caribe o en lamentarnos de la imposición de intereses “nacionales” en la
apropiación de espacios marítimos, como se acostumbra hoy en los países
industrializados. La nueva legislación marítima internacional no solamente refleja
intereses transformados, reconocimientos nuevos y esperanzas acentuadas, sino
también un amplio consenso difícilmente obtenido entre un gran número de
países. Es además la imposición de una legislación que rige para las dos terceras
partes de la superficie terrestre. Uno de los aspectos más importantes es el que
reglamenta la Alta Mar (High Sea) y los manifiestos sobre ésta, al igual que el
nuevo régimen internacional sobre el suelo de Ultramar (Área), aunque el artículo
136 de la Convención diga lapidariamente: “el suelo de ultramar y sus recursos
son herencia común del hombre (The Area and its Resources are the Common
Heritage of Mankind)” (United Nations, 1983, p. 42).

La nueva legislación sobre áreas marinas hay que entenderla como un instrumento
para reglamentar y resolver conflictos en zonas marítimas pertenecientes a dos o
más Estados. Esto no contradice el hecho de que los diferentes Estados traten de
obtener mayores beneficios en la delimitación. El nuevo reglamento tiene en
algunos casos un efecto neutralizante, no tanto por la instalación de un Tribunal
Supremo de Justicia Marítima, sino por la presión existente para llegar, por medio

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Independencia y Mapa Político de América 137

de convenios bilaterales, a soluciones pacíficas de utilidad bipartita. De nuevo es


necesario entender las soluciones “regionales” y las alianzas como un
acercamiento a una responsabilidad común dentro del espacio caribeño, sin olvidar
por ello los intereses nacionales. Es claro que uno de los problemas reales radica
precisamente en definir lo nacional, es decir, hay que establecer si se define a
partir de las instituciones del Estado, de las clases dirigentes y las coaliciones de
grupos con intereses definidos, o en función de la gente, sus necesidades y su vida
cotidiana. En tierra firme siempre hay afectados directos por los conflictos internos
o interestatales. Pero al trazar límites en zonas marinas y en los conflictos que de
ello se derivan, los casos de personas afectadas directamente por éstas son
contados, así que resalta aún más la verdadera política gubernamental, la clase de
poder existente y el interés “nacional".

No podemos tratar regiones como el Mar Caribe como un espacio vacío. Por sí
solo, el Mar Caribe nunca ha sido ni un unificador ni un separador, pero hoy en día
ha perdido su “inocencia” por haber sido dividido en “territorios marítimos”,
caracterizados por límites y vecindades. Aquí fragmentación es al mismo tiempo
unificación. Ambos elementos constituyen la misma realidad: el espacio caribeño.

Con la mirada dirigida firmemente hacia el futuro, hacia la humanidad, y no hacia


las potencias que nos rigen actualmente, el desarrollo de la unidad y solidaridad se
torna cada vez más importante. Pero en un espacio como éste solamente son
realizables aceptando el pluralismo y la diversidad. Al igual que la política y la
publicidad, la ciencia se encuentra ante el reto de elaborar una visión integradora
de todos estos aspectos.

3.3 LAS FRONTERAS EN AMÉRICA

En este momento se presenta un resumen sintético de las páginas anteriores de la


definición de fronteras así como a los principales conflictos que por tal motivo se
han producido a lo largo de los siglos XIX y XX entre los estados surgidos del
proceso de emancipación colonial desarrollado en la América hispana.

Tras la emancipación, a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, de los
territorios americanos pertenecientes al Imperio español, al Imperio portugués y al
Imperio Británico, se inició un largo y arduo camino en ese continente con el
propósito de trazar las fronteras internacionales. Los límites entre la colonización
anglosajona, portuguesa y española, así como los de las entidades políticas
creadas por las potencias coloniales, sirvieron de base para la definición de los
territorios de los nuevos estados. Pero, diversos factores hicieron que el trazado

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Independencia y Mapa Político de América 138

exacto de las líneas demarcatorias se prolongara hasta el presente, cuando aún


subsisten cuestiones no resueltas.

Las repúblicas de Hispanoamérica consagraron como norma para dirimir los litigios
fronterizos el principio del Uti Possidetis Juris, expresión latina que significa
“poseerás como poseías”; esto es, sus territorios serían aquellos que poseían en
1810 según la división político-administrativa establecida por España en sus
colonias americanas. La aplicación de dicho principio no resultó sencilla, porque
aún en un elemento orográfico como la cordillera de los Andes, que puede ser
destacado como ejemplo de frontera natural, las disputas entre Chile y la
Argentina culminaron en una fecha tan tardía como es 1999.

Durante el siglo XVIII era común elegir accidentes geográficos (ríos, cordilleras)
como límites, pero no existía la necesidad de precisar con exactitud las líneas,
motivo por el cual surgieron luego los enfrentamientos. El dirimir estas cuestiones
creó sentimientos de recelo entre los países, mutuas acusaciones de deseos
expansionistas entre estados colindantes y la persistencia de hipótesis de conflicto
que los mantuvieron en alerta constante, imposibilitando acercamientos para
proyectos de desarrollo en común. En la actualidad, los procesos de integración
están restando importancia a los viejos recelos y se tiende a solucionar las
cuestiones limítrofes pendientes.

El escaso poblamiento en vastas regiones, la falta de conocimiento de un territorio


enorme y la precariedad de los medios técnicos aptos para reconocerlo y ubicar los
rasgos del terreno con que se contaba a fines del siglo XIX y principios del XX,
fueron causa de la falta de precisión existente en muchos tratados que luego de
firmados originaron nuevos conflictos. Un ejemplo de esto es el Tratado de 1881,
firmado entre Argentina y Chile, que fija los criterios de demarcación en los Andes.

En muchos casos, los mutuos reclamos de territorios llevaron a enfrentamientos


bélicos causados por el afán de apoderamiento de recursos considerados valiosos.

Así, la guerra del Pacífico, que tuvo lugar entre 1879 y 1883, culminó con la
pérdida de la salida al mar para Bolivia y de un territorio rico en guano y salitre,
que en aquella época tenían gran demanda como fertilizantes. La guerra del Acre,
librada contra Brasil y en cuyos orígenes estuvo el control del caucho, y la guerra
del Chaco, que la enfrentó con Paraguay por el petróleo existente en esa región
sudamericana, le significaron a Bolivia un estrechamiento territorial en el este y en
la Amazonia.

En otros casos, los enfrentamientos tuvieron o se vieron favorecidos por una doble
motivación, interna y externa: tal es el caso de la Guerra Mexicano-

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Independencia y Mapa Político de América 139

estadounidense. En noviembre de 1845, el presidente estadounidense James Knox


Polk intentó negociar con México una modificación de las fronteras entre ambos en
torno a los ríos Nueces y Bravo, a la vez que realizaba una oferta de compra de
California y Nuevo México. Las autoridades mexicanas rehusaron negociar a pesar
de su debilidad interna, fruto del enfrentamiento abierto entre liberales federalistas
y conservadores centralistas y del tesoro exhausto tras la guerra en Texas, así
como del hecho de haber sofocado la sublevación de Yucatán y otros intentos
secesionistas en Sonora y Tamaulipas. Además, el gobierno mexicano estaba
totalmente pendiente de pronunciamientos militares, de distinto signo, que
debilitaban su posición y su cohesión militar. El enfrentamiento se saldó con la
pérdida, por parte de México, de unos 2.400.000 km2, más del 55% del entonces
territorio mexicano.

En 1998, Perú y Ecuador pudieron definir el límite en la cordillera del Cóndor, que
posee una veta de oro y donde se disputaban un pequeño territorio estratégico
para la comunicación hacia el Amazonas, no sin antes haberse enfrentado
militarmente.

Todavía subsisten en América disputas territoriales. Venezuela reclama la región


de Esequibo, rica en minerales, en el oeste de Guyana; Venezuela y Colombia no
han concretado los límites en áreas marinas y submarinas del golfo de Venezuela,
ricas en petróleo y de importancia estratégica, ya que constituyen el paso obligado
de los buques petroleros venezolanos de exportación. Por su parte, en el mar
Caribe aún se está en conversaciones para la definición de las fronteras marítimas;
así, Honduras y El Salvador deben completar el trazado de sus límites en áreas
terrestres y marítimas del golfo de Fonseca, en tanto que el primero de ellos
mantiene un litigio con Nicaragua desde finales de 1999 toda vez que el gobierno
hondureño ratificó un tratado de delimitación con Colombia, que Nicaragua
denunció por cercenar 130.000 km2 de su territorio marítimo en el Caribe;
Guatemala, por su parte, reclama territorio de Belice.

El permanente estado de conflicto en las áreas fronterizas hizo que éstas se


mantuvieran poco pobladas y escasas de infraestructura de transporte. No
obstante, el proceso de integración iniciado con la creación de organizaciones
regionales, como el Mercosur o la Comunidad Andina, las convirtió en regiones
receptoras de inversiones con la finalidad de mejorar su integración y cooperación.

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Independencia y Mapa Político de América 140

3.4 LOS DESAFÍOS DE LA GEOPOLÍTICA LATINOAMERICANA EN EL


SIGLOXXI

3.4.1 La Realidad Latinoamericana en el Siglo XX

Con la trágica excepción de Colombia, América Latina no es en la actualidad una


región especialmente afectada por conflictos armados mayores. Las disputas
territoriales arrastradas desde las épocas de la formación de los Estados nacionales
fueron resueltas gracias a diversos instrumentos de arbitraje, nutridos por el
avance del derecho internacional. Las guerras civiles intestinas, configuradas a
partir de finales de la década del sesenta, también se atenuaron tras la
consolidación de los procesos democráticos, más allá de que han dejado
transiciones más o menos conflictivas y con secuelas aún no cicatrizadas.

A fines de la década de los noventa, quedaron prácticamente resueltos la mayoría


de los conflictos limítrofes que afectaban a América del Sur: Chile-Argentina,
Bolivia-Chile, Perú-Chile y Perú-Ecuador. Especialmente, se consolidó la apertura
de relaciones entre Argentina e Inglaterra, por la guerra de las Malvinas. Este
camino ascendente hacia la paz, se vio impulsado por el restablecimiento de los
vuelos aéreos desde Argentina hacia la isla. A pesar de algunos incidentes
aislados, la relación entre los kelpers y los ciudadanos argentinos que han viajado
a las Malvinas parece encaminarse hacia la convivencia pacífica.

En Centroamérica, los avances en la resolución pacífica de los conflictos han sido


notables y son tomados como ejemplo a la hora de instrumentar formas de
mediación para los conflictos desatados en otros puntos del globo. Sin embargo,
cabe consignar que todavía existen secuelas considerables, traducidas en conflictos
limítrofes que se intentan resolver mediante la acción diplomática.

En Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua, los procesos de paz se


afianzaron. Los conflictos fueron suprimidos fundamentalmente en base a
acuerdos y negociaciones, en los cuales participaron los antagonistas militares y
guerrilleros y una multiplicidad de actores sociales que fueron esenciales en los
diálogos de paz. De todas formas, si bien estos países han logrado superar sus
conflictos armados, todavía aparecen expuestos a la violencia estructural, y en el
caso guatemalteco, a una violencia étnica intensa.

Pero, más allá de los avances significativos en la resolución de conflictos de mayor


intensidad y de largo tiempo, todavía existen en América Latina puntos
especialmente álgidos.

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Independencia y Mapa Político de América 141

El caso colombiano parece endémico. Se trata de un conflicto intestino que


produjo un saldo enorme de víctimas aunque no hay datos precisos y las
estimaciones varían entre 40.000 y 200.000 muertos, además de 1.000.000 de
desplazados, tras la violencia compartida por los movimientos guerrilleros,
principalmente las FARC y en segundo lugar el ELN, los grupos paramilitares y las
Fuerzas Armadas.

En el caso de Perú, los dos movimientos guerrilleros de mayor incidencia (Sendero


Luminoso y MRTA) han sufrido duros golpes por parte de las Fuerzas Armadas
peruanas, pero en un marco en el que las garantías democráticas no están
aseguradas. El gobierno autoritario del presidente Alberto Fujimori ha sufrido
severas críticas de los principales actores internacionales y los organismos de
investigación en Derechos Humanos han denunciado graves violaciones, que
incluso determinaron la visita oficial de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos al territorio peruano en 1999.

México se torna otro caso sui géneris. Si bien el conflicto entre el Ejército
Zapatista de Liberación Nacional y el gobierno mexicano ha disminuido en su
intensidad, los fuertes desequilibrios socio-económicos, la corrupción y la falta de
una gobernabilidad óptima todavía configuran un terreno preocupante.

Finalmente, en los comienzos del siglo XXI, tres países muestran signos de
inestabilidad que se han cristalizado en procesos diferentes, pero que en definitiva
afectan sus sistemas de gobernabilidad democrática. En Ecuador, la irrupción de
un fuerte movimiento indigenista y la consolidación de un foco militar insurgente,
determinó la caída institucional del presidente Jamil Mahuad. En Paraguay, el
sistema político trata de recomponerse luego de la dura crisis sufrida tras el
asesinato de su último vicepresidente, Raúl Argaña, que determinara la destitución
del presidente Raúl Cubas. La investigación en torno a los autores del magnicidio
apuntan al militar golpista Lino Oviedo y a su entorno, cuyo asilo político en
Argentina, así como un eventual refugio en Brasil o Uruguay, produjo una aguda
crisis diplomática en el área del Mercado Común del Sur (Mercosur). Por último,
en Venezuela, la llegada al poder del presidente Hugo Chávez si bien todavía no ha
generado focos de resistencia de alta magnitud, la concentración de poder que el
mandatario ha logrado mediante una reforma constitucional conforma un contexto
especialmente proclive a la irrupción de antagonismos conflictivos, más allá del
estado de alerta en que se han colocado los principales organismos
internacionales.

En síntesis, Colombia en un nivel marcadamente superior Perú, Paraguay, México,


Ecuador y Venezuela son los puntos de América Latina más expuestos a la

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Independencia y Mapa Político de América 142

violencia política propia de los conflictos armados y con terrenos especialmente


propensos a la irrupción de conflictos de mayor intensidad.

En un nivel más atenuado se encuentra Chile que experimenta una sucesión de


picos de tensión. En el caso chileno, y quizás también en el venezolano, la
identificación de indicadores de alerta temprana puede ser crucial. La prevención
implica “intervenir en las primeras etapas de un conflicto o de una situación de
crisis, no cuando están en plena ebullición o ha estallado una guerra abierta”
(Fisas, p. 156). Las crisis suelen experimentar una fase de escalada,
caracterizada por el crecimiento de las frustraciones, las malas percepciones, la
incomunicación o “las patologías de los dirigentes” (Fisas, p. 30). La acción
proactiva en el caso de estos países puede evitar que las situaciones de tensión se
transformen en conflictos graves.

Por último, existe un gran grupo de países que si bien tienen un sistema político
democrático consolidado y una transición relativamente resuelta, poseen
indicadores preocupantes en lo que esta investigación denomina “violencia
invisible”, sobre todo relacionada a sus procesos de reformas estructurales.

3.4.2 Los Nuevos Conflictos y sus Tipologías

A partir de la finalización de la guerra fría, el número de grandes conflictos


armados internacionales disminuyó. Sin embargo, esa realidad en principio
optimista, esconde un cambio cualitativo de los conflictos tal cual los conocíamos.

La mayoría de las guerras hasta entonces se producían entre Estados nacionales,


pero tras la fractura del mundo bipolar, los conflictos tienden a producirse dentro
de los Estados y no entre ellos.

El relevamiento realizado por Wallensteen y Sollenberg, (p. 339) para el


Departamento de Investigación sobre Paz y Conflictos, de la Universidad de
Uppsala, contabilizó 101 conflictos, ocurridos desde 1989 hasta 1996. Sólo seis de
ese gran número fueron interestatales, entre ellos los de India-Paquistán,
Camerún-Nigeria y Etiopía-Somalia. En ese período, nunca hubo más de una
guerra por año si es entendida como la lucha de las Fuerzas Armadas de dos
Estados nacionales reconocidos, por un objetivo territorial o político concreto. En
1995, Perú y Ecuador protagonizaron la única disputa entre Estados, mientras que
en 1994 y 1993 no se registró ninguna. Eso indica que el gran bolsón de conflictos
restantes ocurrió al interior de los Estados. Fueron 71 países los afectados por
esta nueva clase de conflictos.

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Independencia y Mapa Político de América 143

Algo más que 50% de los mismos respondieron a luchas por el control territorial y
un porcentaje algo menor correspondió a disputas por el control del gobierno.

Como explica Fernández Vega, apoyándose en la definición weberiana del Estado,


“el fenómeno está vinculado con la crisis del aparato estatal, porque son luchas
que tienen la característica de desafiar la autoridad legal central y su monopolio
territorial del uso de la fuerza”.

La mayoría de los relevamientos parece demostrar que ha disminuido el número


de guerras a partir del fin de la guerra fría, pero no ocurrió lo mismo con los
denominados conflictos “intermedios” o “menores”. Se trata de un panorama
que no se puede subestimar. A pesar de que muchos de los conflictos menores
finalizaron mediante acuerdos de paz, dejaron un saldo doloroso: 3.5 millones de
muertos, 24 millones de desplazados y 18 millones de refugiados. De todas
formas, cabe consignar que en 1995 sólo un tercio de los 64 conflictos intermedios
o menores seguía activo, con relación al pico más alto ocurrido en 1992, lo que
permite vislumbrar una tendencia a la calma, desde las fuertes convulsiones de
1989.

Más allá de las cifras, una de las certezas fundamentales entonces, es que se ha
avanzado considerablemente en la prevención de las guerras entre los Estados
gracias a un perfeccionamiento de los instrumentos del derecho internacional.

Empero, como contrapartida, el mundo parece tener pocos recursos para entender
y para resolver los nuevos conflictos gestados en las profundidades internas de
cada Estado.

Los conflictos intraestatales son el resultado de la transformación revulsiva de las


relaciones internacionales. Por un lado, uno de los marcos de referencia es, como
afirma Mariano Aguirre, “el paso de la bipolaridad ideológica de enfrentamiento
Este-Oeste a la multipolaridad ideológica de enfrentamientos en diferentes
direcciones”. Ya los conflictos no pueden explicarse mediante la dualidad
ideológica capitalismo/comunismo, sino que otros factores asumen una incidencia
decisiva. Es el caso de otros signos de identidad como puede ser la etnia, la
religión y otras formas de identificación social. No solamente cambiaron los ejes
hegemónicos, ahora centralizados en el poder de EE.UU., la Unión Europea y
Japón, sino que, según señala Aguirre, se produjo una importancia creciente “de
potencias regionales alrededor de las cuales se construyen bloques económicos,
reconocidos o no reconocidos”. El investigador español menciona los casos de
Brasil, México, Sudáfrica, Nigeria y la India.

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Independencia y Mapa Político de América 144

Otro de los nuevos parámetros que condicionan las causas y el desarrollo de los
conflictos modernos es la globalización de la economía de mercado. Este
fenómeno no sólo repercute en el plano económico, sino que afecta de manera
polifórmica a los sistemas culturales de los países. Como se expondrá a lo largo de
la investigación, la exclusión que consagra el sistema económico dominante en
detrimento de los sectores más vulnerables, provoca una creciente variedad de
tensiones. No solamente quedan al margen determinados países, sino regiones
dadas al interior de los Estados.

En ese sentido, toda una vertiente de investigación promovida por diversos


organismos internacionales (desde el Informe de Desarrollo Humano del Programa
de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) hasta los informes de la
Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD)),
coincide en que existe un grupo de países con niveles de desarrollo humano
negativo que están más expuestos a las disputas políticas y civiles propias de los
conflictos armados, a serios desequilibrios socioeconómicos y a un debilitamiento
de sus estructuras democráticas. Este panorama lleva a la fragilidad del Estado
como formulador de políticas y planificador de programas racionalizadores de
recursos humanos. Además, la denominada globalización económica tuvo por
efecto que los Estados perdieran la fuerza de su rol regulador y capacidad de
gobernabilidad. “En mercados mundiales crecientemente unificados, parecería que
las posibilidades de control político de los flujos económicos se vuelven cada vez
menos efectivas”, analiza Fernández Vega. La vulnerabilidad de los Estados
modernos es la que permite la irrupción de nuevos actores y nuevos agentes
promotores de conflictos.

Además, la hiperconcentración de capitales, información y tecnología en manos de


centros de poder, produce una brecha cada vez más pronunciada entre los países
ricos y pobres, en los niveles estatales y regionales. Este contexto genera
poblaciones crecientes de excluidos, que quedan al margen del empleo y de las
necesidades básicas, por tanto cada vez más expuestos a formas de supervivencia
anómica, desviadas, criminales y no convencionales. Es así como se reproduce
una cultura de la violencia asociada a las grandes ciudades, cada vez más
superpobladas, tras la desestructuración de las bases agrícolas-familiares y las
migraciones de las zonas rurales a los circuitos urbanos.

Asociadas a este panorama se manifiestan las tensiones culturales producto de las


grandes poblaciones discriminadas por el mundo del consumo. La difusión por
parte de los grandes monopolios de la comunicación de un sistema de vida
idealizado y propio de “países democráticos, seculares y en constante crecimiento
económico” (Aguirre) parece colisionar con otras identidades, sumidas en el

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Independencia y Mapa Político de América 145

autoritarismo, el fundamentalismo y en especial, afectadas por una inequidad


básica.

Los paradigmas finiseculares no pueden obviarse a la hora de intentar reconocer y


descubrir los conflictos. Fred Halliday resume tres grandes vectores de la época
actual: un “orden mundial desordenado” tras la imprecisión de los liderazgos
internacionales, la “abdicación de la política” tras el divorcio de ésta con la
economía y la “aceleración de la mundialización” tras la crisis del Estado-Nación.

El pensamiento posmoderno posee interpretaciones arriesgadas acerca de los


nuevos conflictos especialmente, los motivados por causas étnicas y por
desequlibrios socioeconómicos. El politólogo norteamericano, Samuel Huntington
considera que la cortina de hierro dio paso a un “telón de terciopelo” que separa
a las civilizaciones en conflictos. El autor anunció un choque de civilizaciones
intenso, “puesto que las diferencias culturales, en su opinión, marcan distancias
insalvables entre los individuos, los que ya no buscarán su identificación primaria
en la nacionalidad, sino en su religión, lengua y costumbres particulares”
(Huntington).

Por su parte Hans Enzensberger planteó el concepto de “guerra civil molecular”


planetaria, expresada en ámbitos urbanos y vinculada a las subculturas de tipo
marginal. Se trata de un tipo de conflicto sin objetivos políticos claros, con un alto
grado de violencia y, en ese sentido, el ensayista alemán advierte que “cualquier
vagón de subterráneo puede convertirse en una Bosnia en miniatura”
(Enzensberger). La configuración de ese nuevo tipo de conflictos posee el
agravante de que no están regulados por el derecho internacional, ya que ocurren
en el seno de los Estados, por lo que la aplicación del derecho humanitario se hace
impracticable.

Planteado el terreno, heterogéneo y dinámico, en el que se producen los conflictos


de la actualidad, la presente investigación se propone describirlos y clasificarlos en
la especificidad de América Latina.

Tipos de Conflictos

Los conflictos modernos son clasificados de múltiples formas. A pesar de las


variaciones, las diversas tipologías describen categorías de conflictos de acuerdo a
parámetros muy similares. En el mismo sentido, hay que precisar que toda
categorización es artificial y de ningún modo, describe de manera precisa la
compleja realidad de cada país. El sentido del presente análisis es una somera
identificación del tipo de conflicto al que parece exponerse con mayor intensidad

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Independencia y Mapa Político de América 146

cada país, con el objetivo de que las futuras políticas de prevención tomen en
cuenta los consiguientes perfiles.

Una de las clasificaciones clásicas es la elaborada por el Conrad College, a través


de su proyecto Ploughshares (Conrad College). Este centro distingue tres clases
de conflictos armados modernos del tipo intraestatal:

• Conflictos por el control del Estado: las luchas protagonizadas por los
movimientos revolucionarios, las pugnas de las elites por la transferencia del
poder o las campañas de descolonización son ejemplos de esta categoría. El
investigador Vicen Fisas cita al conflicto en la ex Zaire como un caso típico. En
estas luchas suelen inmiscuirse también motivaciones religiosas, étnicas o
comunales. Según Fisas, la mitad de los conflictos del presente son de este
tipo.

• Conflictos por la formación del Estado: tienen que ver con la forma del Estado
mismo y generalmente involucran a regiones particulares de un país que
pugnan por diversos grados de autonomía, por el derecho de decidir mediante
un referendum la posibilidad de escindirse o por una lisa y llana secesión. En la
actualidad, 40% de los conflictos mundiales son de este tipo y son
representativos los casos de Sudán, India, Sri Lanka, Indonesia, Filipinas y la ex
Yugoslavia.

• Conflictos por el fracaso del Estado: la pugna se conforma tras la ausencia de


un control efectivo por parte del gobierno. Los investigadores del Conrad
aducen que, en este caso, “el error primario es una incapacidad para proveer
seguridad humana mínima a los ciudadanos individuales". Esta última
categoría está representada por 15% de los conflictos actuales.

En su informe 1999, el Conrad College incluye en su relevamiento sobre los


conflictos armados mayores de 1998, los producidos en dos países de América del
Sur: Colombia y Perú. El conflicto colombiano, según este centro, reportó 40.000
muertos desde 1986 debido a la violencia política. No existen datos de cuántas
muertes se produjeron desde su inicio en 1964. La vinculación de los paramilitares
y la guerrilla con el narcotráfico, no permite distinguir cuántas de las 20.000
muertes anuales están vinculadas directamente al conflicto político y cuántas al
tráfico de drogas. El Conrad College apunta además los países que proveen de
armas a las partes: EE.UU., Alemania, España y Rusia.

El conflicto peruano se ha atenuado con relación a los últimos datos del Informe
1999 del Conrad College. De todas formas, las condiciones socioeconómicas de
Perú lejos están de haber disuelto las causas de un conflicto que podría reavivarse

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Independencia y Mapa Político de América 147

en cualquier momento. Aunque la detención en 1992 del líder de Sendero


Luminoso, Abimael Guzmán, pareció desarticular a la organización, durante 1999
circularon versiones de que el grupo se estaría reorganizando en la Amazonia, lo
que fue admitido por el mandatario brasileño, Fernando Henrique Cardozo.

Aunque el MRTA recibió un duro golpe por parte de las Fuerzas Armadas peruanas,
tras la toma de la Embajada de Japón en 1997, también existen versiones de que
el movimiento aún estaría activo. Se calcula que unas 30.000 personas, en su
mayoría civiles, murieron desde el comienzo del conflicto en 1980.

Estos dos conflictos, tenían para el mencionado centro la categoría de “guerra”,


pero solamente significaron 6% del total de los conflictos mundiales existentes en
1998.

A los efectos de identificar las raíces de los conflictos de América Latina, nos
parece muy apropiada también la tipología elaborada por Doom y Vlassenroot:
estos investigadores describen cuatro tipos de conflictos:

• Los conflictos de legitimidad: son los que aluden a la fragilidad de los sistemas
democráticos, ya sea por la escasez de participación política o por los
problemas en la distribución del bienestar. La falta de legitimidad de un
gobierno según Fisas, son “típicos en las nuevas democracias” (Fisas, p. 51;
Lund, pp. 379-402). Este concepto no sólo implica la consideración de los
atributos del liberalismo político (separación de poderes, elecciones periódicas
y pluralidad de partidos políticos en competencia), sino también cómo
realmente se ejerce la democracia en la realidad y las condiciones de
gobernabilidad de los países.

El autor considera que los conflictos que afectaron a Perú, Guatemala, Haití y
Paraguay serían de este tipo. Los acontecimientos producidos en México y los
más recientes ocurridos en Ecuador también pueden incluirse dentro de esta
categoría. En Venezuela, a pesar de no haberse producido estallidos violentos,
sí existe una situación por lo menos compleja, determinada por una reforma
constitucional que concentra poder en la figura de su presidente.

• Los conflictos de desarrollo: son los que se gestan como consecuencia de la


distribución desigual de los recursos y por consiguiente, marcan una brecha
entre ricos y pobres. Es claro que la caída del presidente constitucional Jamil
Mahuad en Ecuador, tras la irrupción de miles de indígenas, campesinos y
grupos sociales en el edificio de gobierno, fue motivada por sectores que se
reconocen como excluidos y víctimas de un sistema al que juzgan como
“corrupto” porque no les asegura un acceso igualitario a las oportunidades.

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Independencia y Mapa Político de América 148

• Los conflictos de identidad y etnicidad: se conforman a instancias de grupos


que buscan la protección de la identidad propia. Sus raíces se hallan en
diferencias étnicas, tribales y lingüísticas que provocan disputas entre grupos, o
entre un grupo y el poder central.

Parece evidente que este tipo de conflictos se ha producido de manera


mayoritaria en Europa central y en la antigua Unión Soviética. Sin embargo,
consideramos que este tipo de tensiones es cada vez más frecuente en América
Latina. La dimensión étnica, como se desprende de la presente investigación,
cobra progresivamente una implicancia mayor en la región. El conflicto de
Chiapas, en México, si bien está asociado a la violencia estructural, está
cargado de reivindicaciones étnicas vinculadas a la importancia creciente del
indigenismo.

En ese sentido, los principales grupos que estuvieron en el centro de la crisis


ecuatoriana también aludieron a su conciencia étnica en el liderazgo de las
acciones. Finalmente, la etnia mapuche ha aumentado la frecuencia de sus
movilizaciones, ocupaciones de fundos e incendios dentro de propiedades
privadas en la Araucania chilena, con el objetivo de recuperar territorios que
consideran propios por razones históricas y que hoy son de propiedad de
grandes corporaciones multinacionales. Ese tipo de acciones suelen registrarse
también en determinadas regiones de Brasil, Paraguay y Perú. Los
movimientos indigenistas latinoamercianos además, suelen intercambiar
metodologías y poseen encuentros de carácter regional.

• Los conflictos de transición: finalmente se refieren, según describe Fisas, a


“luchas, entre fuerzas rivales, con diferentes intereses, para hacerse con el
poder en procesos de transición y cambio político”.

En este sentido, América Latina superó la ola de violencia política característica


de la década de los setenta en un tiempo relativamente corto. Los sistemas
democrático-pluralistas se han afianzado, con mayor o menor suceso, en la
región, primero con la superación de los gobiernos dictatoriales en la década de
los ochenta y luego, con los avances en la paz centroamericana a principios de
los noventa.

Empero, en algunos países existen resabios de los gobiernos de facto que, en


mayor o menor grado, pueden configurar por lo menos focos de tensión. El
país que enfrenta una situación más preocupante es Chile, con una
Constitución que consagra elementos que obstaculizan la consolidación de una
democracia formal plena. La existencia del cargo de senador vitalicio en la
carta orgánica de ese país es uno de los puntos más conflictivos, ya que

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Independencia y Mapa Político de América 149

ampara a figuras vinculadas a los regímenes dictatoriales pasados y no otorga


la sensación en el imaginario colectivo de una justicia independiente. Por otra
parte, la marca de las violaciones de los derechos humanos que sufren los
familiares de las víctimas de la violencia política de dichos regímenes, configura
terrenos conflictivos muy heterogéneos en Argentina, Paraguay y Uruguay.

Finalmente, la tipología de Mohamed Sahnoun identifica grupos de conflictos


apoyados en variables similares a las expuestas por los demás autores. Así, los de
“desarrollo”· e inclusive los de “legitimidad” son llamados por este autor como
“de carácter socio-económico”; los de “identidad” son subdivididos en dos clases,
los “de carácter religioso” o “crisis producidas por el fracaso de procesos de
integración en los intentos de creación de Estados-Nación” y los de “transición”,
son agrupados por él como conflictos que son “legado de la guerra fría”.

Es necesario precisar que en la mayoría de los países latinoamericanos conviven


más de un mismo tipo de conflicto simultáneamente. Ya se ha mencionado que en
México, por lo menos los conflictos de desarrollo y los de legitimidad coexisten.

De todas formas, por todo lo expuesto, parece vislumbrarse que los tipos de
conflictos que afectan con mayor fuerza a la región latinoamericana son los de
“transición”, los de “desarrollo” y los de “legitimidad”, mientras parece cobrar
una mayor incidencia, aunque de manera muy gradual, la dimensión étnica o de
identidad.

El politólogo Sergio Salinas cree que en América Latina son cada vez más
frecuentes los “conflictos de actores”, ya que diversos grupos comienzan a liderar
novedosas formas de conflicto, desde la acción del Movimiento de los Sin Tierra
(MST) o los Sin Techo, en Brasil, hasta la acción de los movimientos indigenistas,
a la vez muy vinculados a la acción ecologista. La percepción de la marginalidad
propia por oposición a la modernidad de la época actual es una de las
características que marca a estos grupos, que además buscan generar espacios
alternativos a los desarrollados por el sistema.

El MST brasileño pasó de ser un movimiento regional, principalmente asentado en


el sur y centro de Brasil, a convertirse en un movimiento nacional, apoyado por la
propia Iglesia Católica, y desde 1993, está presente en 21 Estados y ha asentado a
138.000 familias en tierras improductivas. Con el mismo espíritu, el Movimiento de
los Sin Techo reclama una reforma urbana, con criterios de distribución más
justos, en torno a los inmuebles abandonados. La estrategia de estos grupos se
apoya en la ocupación pacífica de propiedades, la acción en redes y la producción
cooperativa.

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Salinas resalta también el papel más activo, con relación a las décadas pasadas, de
los movimientos de campesinos. Estos grupos se movilizan en torno a la demanda
de tierra y reivindicaciones gremiales, más que en torno a objetivos políticos. El
caso de los productores de coca bolivianos, tras la decadencia de la explotación
minera es uno de los más claros, en ese sentido. También ocurren movilizaciones
similares en Paraguay con la Federación Nacional del Campesinos, en Ecuador y en
México, donde precisamente la lucha social se ha localizado en los Estados
campesinos de Chiapas, Guerrero y Oaxaca.

A partir de la década del ochenta, se ha contabilizado que los conflictos étnicos,


ecológicos o derivados de catástrofes naturales han afectado a 64.000.000 de
personas, principalmente de países del Tercer Mundo. Es otra de las razones para
reflexionar sobre las nuevas tipologías de los conflictos.

Desde esta perspectiva común, es relevante lo expuesto por Sahnoun, en cuanto a


que los conflictos de carácter socioeconómico serán los de mayor frecuencia en el
futuro. El mencionado autor califica tal prospectiva como un “fenómeno
alarmante”, ya que implica la multiplicación de situaciones en que un movimiento
social o político toma las armas para enmendar lo que percibe como erróneo, en la
ausencia de “un sistema democrático verdadero o a veces solamente para
imponer un cambio violento”.

Sahnoun considera que existen situaciones conflictivas muy difíciles de clasificar y


otras que pueden presentar características pertenecientes a diferentes identidades.

Este concepto determina que el investigador argelino se pregunte: “¿Cómo se


puede caracterizar los conflictos de Colombia y Perú, donde los traficantes de
drogas deben ser apoyados por grandes grupos de campesinos que creen que los
gobiernos están destruyendo su forma de vida?”. Las mismas cuestiones pueden
aplicarse a las situaciones de la frontera chad-camboyana y la afgano-pakistaní.

En esa línea, los diversos investigadores creen que es necesario precisar las
categorías más amplias de conflictos e identificar las diferentes fases que llevan al
desarrollo pleno de tales crisis. De esa manera, se puede determinar en qué
direcciones se van a concentrar las acciones preventivas y la resolución de los
conflictos.

Las principales líneas de la investigación para la paz han resumido una serie de
indicadores, de señales de alerta, para abordar las condiciones de fondo de los
conflictos y sus dinámicas. La propiedad de los indicadores estaría dada por su
capacidad para revelar un conflicto en sus etapas más precoces, en sus primeros
estadios.

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Independencia y Mapa Político de América 151

El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) fue uno de los


primeros organismos en definir indicadores: inseguridad alimenticia, trabajo e
inseguridad de renta, violación de los derechos humanos, tensiones étnicas y
religiosas, desigualdad y gastos militares.

Por su parte, el Departamento de Asuntos Humanitarios de la ONU elaboró el


Sistema de Alerta Temprana Humanitaria (HEWS) que monitorea: cambios
poblacionales, indicadores económicos generales, comercio, posición financiera,
situación agrícola y alimentaria, indicadores sociales, salud y nutrición, medio
ambiente y recursos naturales, refugiados, derechos humanos, posición del
gobierno y presencia de conflictos o de potenciales crisis en los ámbitos interno,
externo o regional, presencia militar y de armamentos, información de contexto
(histórica, geográfica o cultural), seguridad ciudadana y problemáticas sociales
(alcoholismo, drogadicción, explotación infantil).

Sahnoun enumera a su vez factores de agravamiento como “la exportación de


armas, interferencia exterior, ambición personal de los líderes individuales,
insuficiencia de las estructuras administrativas, debilitamiento de los mecanismos
de conciliación indígena y la ausencia de una adecuada y rápida respuesta a las
tragedias humanitarias”.

3.5 GEOPOLÍTICA DE LOS RECURSOS NATURALES Y ACUERDOS


COMERCIALES DE AMÉRICA LATINA

Hemos asumido que la globalización es irreversible y tiende a primar el discurso de


que los cambios en las sociedades ya no son ni serán estructurales sino que todos
ellos son meramente adaptativos. De hecho, el neoliberalismo y la economía
neoclásica parecen imponerse en cada rincón del planeta. Sin embargo, hay un
factor que marcará una transformación profunda, no me refiero a los movimientos
sociales frente a la pobreza, o que piden cambios políticos radicales, estoy
hablando de un factor y que obligará a las sociedades modernas a tomar un rumbo
diferente basado en la simple necesidad de supervivencia: la disponibilidad de
recursos y ecosistemas naturales.

Me refiero también a la capacidad de adaptación “o incapacidad”, no de las


sociedades humanas, sino de los ecosistemas naturales frente al desarrollo
tecnológico y su creciente requerimiento de materiales y energía, frente a la
acumulación de capital, al consumo excesivo en los países industrializados del
Norte. A pesar de la insistencia en una supuesta desmaterialización de la
economía y de los actuales procesos productivos, las cifras muestran lo contrario.

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El consumo mundial de energía está en aumento, siendo en la actualidad de cerca


de 70.000 millones de BEP1. El carbón está siendo reemplazado por otros
combustibles fósiles como el gas, el cual representa en la actualidad el 23% del
total de fuentes de energía. Así, los procesos de globalización, con sus riquezas y
con sus miserias, necesitan cada vez más energía, y principalmente combustibles
fósiles como gas y petróleo, que en la práctica son los que la sostienen.

Como dice el mexicano Andrés Barreda, en el nuevo Atlas de Oilwatch (2004),


“cuando los historiadores del futuro próximo investiguen la historia del siglo XX
nunca dejará de sorprenderles la manera violenta en que toda la economía, la
política y la cultura de este periodo estuvieron tan súbita, íntima y violentamente
manchadas de petróleo”. Es el petróleo y el gas, la mercancía más comprada y
vendida a lo largo de todo el siglo XX. No sólo por el hecho de que casi todos los
procesos productivos requieren de su fuente calórica, sino sobre todo a la gran
versatilidad de su composición y características físicas y químicas, lo que ha
permitido a las sociedades modernas el desarrollo de otras fuentes energéticas
auxiliares derivadas del petróleo, y la fabricación de miles de productos basados en
estos hidrocarburos.

Esto ha convertido a las empresas petroleras, de petroquímica y de energía en uno


de los grupos más poderosos del mundo. El petróleo es la principal fuente
energética en el planeta, moviliza la industria, la petroquímica, la agricultura, las
ciudades, el trasporte. Para muchos es un símbolo de modernidad y progreso.

Por la fusión de su creciente importancia en la producción y de su peculiar


distribución en el mundo, el petróleo se ha convertido en un factor que marca las
crisis en la economía mundial y los conflictos geopolíticos recientes.

3.5.1 ¿Dónde está el Petróleo?

Sin embargo, no todos pueden acceder a estos recursos de igual forma ya que los
bolsones de hidrocarburos se encuentran repartidos de forma desigual en el
subsuelo del planeta. Así, las regiones del mundo que tienen la mayor cantidad de
petróleo en reservas probables, son la región árabe-pérsica, el territorio
venezolano, Siberia occidental, el golfo de México, el mar del Norte, el norte del
mar Caspio y el Golfo de Guinea en África Occidental Según datos de Oilwatch, el
petróleo en el mundo se encuentra principalmente en 26 yacimientos
supergigantes en zonas bien definidas: 10 en Medio oriente, 8 en territorios de
países de la Ex Unión Soviética, 1 en Holanda (mar del Norte), 1 en Venezuela, 1
en México y 1 en Alaska.

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Independencia y Mapa Político de América 153

Además, en América Latina, ahora se conoce que hay grandes yacimientos de


petróleo en Colombia, y de gas en Bolivia. En Oriente Medio se encuentran las 2/3
partes de las reservas mundiales. Mientras de que en América Latina, se
encuentran el 13 % de reservas mundiales de petróleo, aunque extrae el 14% del
total mundial. Además nuestra región posee el 5% de las reservas de gas y extrae
cerca del 8 % del total mundial. Adicionalmente, nuestra región posee enormes
reservas de agua dulce y biodiversidad, y el 31% del potencial global de agua
utilizable. América Latina y el Caribe poseen también una parte significativa de las
reservas mundiales de minerales; 23% de la tierra potencialmente arable; 23% de
los bosques y el 40% de las especies animales y vegetales existentes.

El principal consumidor de estos recursos son los Estados Unidos cuyo consumo en
el 2003 ascendió a más de 20 millones de barriles de petróleo diariamente, y 700
mil millones de metros cúbicos de gas, mientras que sus reservas solo abastecen
alrededor del 40% de sus demandas.

Cuadro: Relación Reservas, Producción y Consumo en Estados Unidos

Mientras que en América Latina, solo el 30% de la población accede a fuentes de


energía eléctrica “en su mayor parte hidroeléctrica o termoeléctrica y para los
hogares, en muchos casos, leña o carbón vegetal” con un consumo per cápita de
1.2 TPE anuales, en Estados Unidos es de alrededor de 8 toneladas de petróleo
equivalente (TPE) al año. Lo que demuestra la extrema necesidad de energía
que mantiene esta potencia mundial. Se puede ententender entonces, lo que
dicen los documentos de políticas de seguridad de los Estados Unidos, que su
objetivo es la intervención en otros países, entre otros motivos para garantizar la
seguridad energética de ese país.

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Si comparamos la demanda de los Estados Unidos con Brasil, este último tiene una
demanda potencial de cerca de 450.000 GWh para el 2005, comparada con la de
Perú que es de cerca de 27.000 GWh, o la Ecuador que asciende a casi 17.000
GWh. Brasil significa más del 50% de la demanda de la región. Pero, el interés de
los procesos de integración de infraestructura regional como el IIRSA, a más de
crear mercados, es también el de acceder a recursos naturales, como los
hidrocarburos como fuente de energía. En el caso de Sudamérica, entre los
principales objetivos energéticos están los yacimientos gasíferos de Bolivia y el
proyecto Camisea en Perú, así como los yacimientos de Colombia, Ecuador,
Venezuela o Trinidad y Tobago.

Es decir, las corporaciones privadas buscan controlar estos recursos y arrancar de


sus manos a las empresas estatales, sea quebrándolas o presionándolas para que
los estados las descapitalicen, destruyendo los sindicatos, etc.

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Aun cuando la firma del Acuerdo de Libre Comercio para las Américas “ALCA”
parece haberse dilatado debido a la vorágine de Acuerdo Bilaterales, es un tema
que no debemos olvidar en el análisis de los intereses de control geopolítico en la
región. El ALCA tiene como objetivo el garantizar el libre comercio de mercancías,
servicios y capitales para salvaguardar el libre mercado. El ALCA y sus estrategias
permitirán a los Estados Unidos consolidar su posición sobre América Latina, y
garantizará la apertura y la desregulación económica, financiera y ambiental, que
debilita políticamente a los estados de Latinoamérica y conduce a profundizar la
precarización de sus economías.

3.5.2 La Energía en la Integración Económica Regional

En este contexto la seguridad energética es clave, aunque el ALCA entre sus líneas
no incluye específicamente el tema de energía, la extracción y transporte de
hidrocarburos fósiles es una necesidad para que el acuerdo funcione. El objetivo
de este acuerdo es desarrollar una política energética continental liberalizada.

Además, a través del ALCA u otros TLCs se establecerán numerosos subsidios a la


industria, para la exportación e importación, poniendo a disposición, de ésta,
combustibles baratos, como son considerados los combustibles fósiles. Con el
ALCA, los países productores de petróleo, deberán recurrir inclusive a la
importación de crudo para su posterior exportación, al tener que cumplir con las
cuotas de abastecimiento establecidas, aun en momentos de desastre natural o
por sobre las necesidades nacionales.

También, por otro lado, se fomenta la privatización de todas las empresas


energéticas nacionales y de la infraestructura relacionada, anulándose los
esfuerzos nacionales guardar las reservas de hidrocarburos como recursos
energéticos. En los procesos de integración, que caracterizan la globalización,
como el ALCA, se han diseñado mecanismos que justamente garantizan tanto el
flujo de manufacturas como de materias primas a través de sistemas multimodales
o sistemas de integración de infraestructura como el IIRSA. La Iniciativa para la
Integración de la Infraestructura Regional Suramericana “IIRSA”, busca integrar
todo el sistema de transporte multimodal (fluvial, marítimo, ferroviario, y de
carreteras) para conectar la región con los mercados mundiales, promover la
iniciativa privada, y el repliegue del Estado a favor de las corporaciones
transnacionales. Existen más de 140 proyectos elegibles para pronta ejecución, y
con una primera estimación de que se requerirá de un esfuerzo de US$23 mil
millones de inversión en los próximos 5 años.

El IIRSA, incluye la construcción de oleoductos y gasoductos que cruzan el


subcontinente, enmarcados en corredores multimodales de integración, que

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Independencia y Mapa Político de América 156

involucran sistemas de integración energética en todo el continente. Para


garantizar su funcionalidad, se requiere impulsar en toda Sudamérica agresivas
campañas de exploración y explotación de combustibles fósiles. Al igual que el
IIRSA, el Plan Puebla Panamá (PPP) en Mesoamérica “y la Asociación de Estados
del Caribe (AEC)”, es un megaproyecto que se inscribe dentro del proceso de la
globalización económica, y que lleva implícita la privatización de los recursos
estratégicos de la región en favor de las empresas multinacionales y de los
intereses geopolíticos y militares de los EE.UU.

El IIRSA prevé de 12 ejes multimodales (Mapa): Eje Mercosur – Chile (San Pablo
-Montevideo-Buenos Aires-Santiago); Eje Andino (Caracas-Bogotá-Quito-Lima-La
Paz); Eje Interoceánico Brasil-Bolivia-Perú-Chile (San Pablo-Campo Grande-Santa
Cruz-La Paz-Ilo-Matarani-Arica-Iquique); Eje Venezuela-Brasil-Guyana-Surinam; Eje
Multimodal Orinoco-Amazonas-Plata; Eje Multimodal del Amazonas (Brasil-
Colombia-Ecuador-Perú); Eje Marítimo del Atlántico; Eje Marítimo del Pacífico; Eje
Neuquén-Concepción; Eje Porto Alegre-Jujuy-Antofagasta; Eje Bolivia-Paraguay-
Brasil; Eje Perú-Brasil (Acre-Rondonia).

Los ejes son corredores multimodales por donde transitarán las mercancías, las
telecomunicaciones y la energía. Estos permitirán la integración de más de 300
millones de personas, 18 millones de km y un PIB de 1500 millones de US Dólares.

Cuatro de los 12 ejes afectan de forma directa al Perú y otros 3 tienen influencia
sobre su territorio y población. Además el IIRSA comprende los siguientes
procesos sectoriales de integración que son:

• Sistemas Operativos de Transporte Multimodal.


• Sistemas Operativos de Transporte Aéreo.
• Facilitación de Pasos de Frontera.
• Harmonización de Políticas Regulatorias, de Interconexión, de Espectro, de
Estándares Técnicos y de Universalización de Internet.
• Instrumentos para el Financiamiento de Proyectos de Integración Física
Regional.

3.5.3 Los Derechos Frente a la Explotación de Gas y Petróleo

Las actividades de extracción de gas y petróleo provocan impactos sociales y


ambientales en todas sus fases. Desde la exploración hasta su consumo, tiene
impactos locales y globales. No se puede hablar de estas actividades sin pensar
en la constante violación a los derechos de las personas y los pueblos. Las
actividades extractivas a gran escala como la explotación petrolera o la minera,

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Independencia y Mapa Político de América 157

han incurrido sistemáticamente en procesos de violación a los derechos civiles y


políticos, derechos económicos, sociales, culturales, derechos colectivos y
ambientales de los pueblos.

Aún cuando la explotación petrolera se realice en un país que parece reflejar una
imagen de democracia y respeto a las libertades individuales, no ocurre lo mismo
en el ámbito local y con las poblaciones locales de los lugares de donde se extrae
petróleo. La historia de violaciones a los derechos humanos a lo largo de la
historia no es reciente, muchos de los casos son conocidos por todos y parecemos
estar acostumbrados a esto. Sin embargo, solo lo asociamos con casos de
encarcelamiento arbitrario, pérdida de libertad de expresión, esclavitud, tortura o
muerte por conflictos armados, etc.

Sin embargo, existen otras violaciones a muchos otros derechos que se dan en
procesos de extracción de recursos naturales. A pesar de la existencia de
organismos internacionales, como las Naciones Unidas, la OEA, numerosos
tratados, convenios, pactos o declaraciones internacionales, así como leyes
nacionales, las empresas siempre se han mantenido en impunidad frente a estas
violaciones.

Este mismo autor, tiene otro estudio preparado para Oxfam en el que dice que hay
una relación directa entre conflictos bélicos y militarización con el grado de
dependencia la industria extractiva. El cuadro siguiente muestra algunos de estos
ejemplos. Además, Ross sostiene que en estos países se gasta en promedio
12,5% de sus presupuestos en gastos militares y que por cada 5 puntos que
aumenta la dependencia al petróleo, los países gastan 1,6 % más en su
presupuesto militar.

3.5.4 La Violencia y las Guerras Ligadas al Petróleo

Las guerras civiles o entre naciones del siglo XX y principios del XXI, se han
alimentado del petróleo, y en la mayoría de los casos el petróleo ha sido la causa
del conflicto.

Guerras Civiles por Recursos

A nivel interno, el rol de fuerzas armadas es central para que las empresas puedan
acceder al petróleo y al gas. La producción petrolera podría ser vista como una
invasión y ocupación del espacio por parte de las empresas para sacar el petróleo.

Para esto, las empresas requieren primero controlar el territorio, acceder a


servicios, acceder a otros recursos naturales y garantizar la seguridad para sus

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Independencia y Mapa Político de América 158

operaciones dependiendo de las condiciones de las empresas. La seguridad la


resuelven unidades propias de seguridad, que en muchos países se nombran como
paramilitares o en otros casos muy frecuentes, ocupando directamente los
servicios de las fuerzas militares regulares.

Las empresas contratan “servicios de seguridad” de las fuerzas militares


nacionales o invierten en la creación y financiamiento de grupos armados.

Ejemplo en BP y Occidental en Colombia, o Mobil en Indonesia. En varios países


afectados por la violencia y particularmente en Nigeria, Birmania, Colombia y
Sudán varias empresas petroleras han sido acusadas de financiar grupos armados;
entre estas empresas figuran Shell, Chevron, Texaco, Exxon, Dupon, Total, Agip.

La presencia de actividades petroleras ha constituido una razón para exacerbar


diferentes tipos de conflictos. En todas las fases se crean condiciones de
humillación y destrucción, tanto a nivel local como global. Esto ha sembrado de
conflictividad a estas regiones, en donde se ha intentado callar la voz de la gente
con represión. La delincuencia, la prostitución, etc. son problemas comunes en las
zonas petroleras. Los conflictos interétnicos también son otra consecuencia, pues
las empresas se convierten en una presencia determinante a favor o en rechazo de
uno de los actores, este es el caso de los Riau, en Indonesia o los Ijaw e Itsekiri en
Nigeria, o del pueblo Kurdo, en cuyo territorio se encuentran los principales
yacimientos petroleros de Irak; inclusive conflictos de carácter religioso como en
Sudán entre musulmanes y cristianos, conflicto que está exacerbado por la
presencia de reservas petroleras en el Sur del país.

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Independencia y Mapa Político de América 159

3.5.5 A más Petróleo, más Pobreza

No podemos quedarnos inmóviles frente a las violaciones a los derechos de las


personas y de los pueblos por parte de las corporaciones petroleras, sean estas
nacionales o extranjeras. No debemos pensar en que podremos acceder a energía
barata, por ejemplo con el gas de Camisea, sin pensar que esta fuente de energía
viene acompañada por sistemáticas violaciones a muchos derechos. En general,
se puede decir que el bienestar de la población petrolera se ve afectado. Ross,
nos muestra como un país dependiente de petróleo o minerales bajan en cuanto a
su índice de desarrollo humano (PNUD).

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Independencia y Mapa Político de América 160

Pero analicemos el por qué se dan estos resultados:

• Porque la extracción de recursos sirve principalmente para pago de la deuda


externa.
• Porque hay una relación directa entre el crecimiento de la deuda externa y la
producción de materias primas.
• Porque hay un intercambio desigual en las relaciones económicas
internacionales. Los países exportadores de materias primas venden sus
productos a precios bajos que no incluyen las externalidades y compran
productos derivados a altos precios.
• Porque gran parte del dinero de la exportación se va en corrupción.
• Porque se gasta en armamento enormes cantidades de dinero.
• Porque hay pérdida de soberanía para el manejo del presupuesto del estado.
• Porque hay contaminación, desplazamientos, destrucción de ecosistemas.
• Porque los gobiernos subsidian a las industrias petroleras y no a la producción.

3.5.6 La Alternativa 14

Todo proceso de integración regional debe responder a la construcción de una


agenda común de respeto a los derechos y la sustentabilidad, y basada en la
soberanía energética. La soberanía supone la independencia y la autonomía de los
pueblos, y el derecho a decidir y a ser autosustentables. La soberanía plantea el
hecho de que no basta tener acceso a los servicios, bienes y recursos, sino que
además es necesario ejercer control sobre todo los procesos de generación de los
mismos. Es necesario poder decidir qué se necesita, cómo, para qué y de dónde
se los obtiene. Una política energética soberana implica proteger las fuentes de
energía, conservarlas y evitar su despilfarro y desarrollar capacidades de
autonomía a nivel local y nacional.

Para un Estado, la soberanía energética implica, además, tener la capacidad de


generar la energía para satisfacer las necesidades nacionales, sin tener que
importarla, y menos aún exportarla. La Soberanía energética está basada en el
principio de que no se debe desperdiciar energía y, para ello, es necesario evitar
aquellas actividades que son altamente consumidoras de energía o que amenazan
a otras actividades que son productoras netas de energía, como es la agricultura
campesina o la recolección de productos, que transforman la energía solar en
biomasa. Las fuentes de energía deben ser renovables, limpias, descentralizadas,
por lo tanto soberanas. La obtención de energía no debe producirse si se pone en
riesgo la seguridad alimentaria, la biodiversidad y la integridad física o cultural de
los pueblos o sus territorios. El diseño de sistemas de producción y distribución de

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Independencia y Mapa Político de América 161

energía deben tener como parte integral, la discusión con los usuarios y
proveedoras.

Se debe parar todo proyecto que suponga dependencia, que destruya los recursos
o que atente al bienestar local y nacional. Debemos evitar la pérdida del
patrimonio nacional en términos de recursos o de infraestructura. La soberanía
energética es el ámbito político que permitirá desarrollar propuestas alternativas
para un modelo de desarrollo diferente. Así como la salud, la educación o el
desarrollo son derechos fundamentales, el agua o la energía también deben ser
consideradas como derechos humanos. Esto implica plantear una canasta mínima
energética que es aquella que todos los seres humanos requieren para llevar una
vida digna.

Así mismo, deben crearse las obligaciones relativas a este derecho. Por ejemplo,
que sea energía limpia, renovable, accesible, que no comprometa otros recursos.

Proceso de Comprensión y Análisis


• ¿Como se puede entender la geopolítica en el contexto de la globalización?

• Caracterizar los litigios fronterizos actuales en Latinoamérica.

• Desde la perspectiva de las guerras fronterizas analizar la inestabilidad política


de América en el siglo XIX.

• Caracterizar los conflictos que América latina afronta en la actualidad y


determinar las posibilidades de estabilización socio-política de la región.

• Qué desafíos asume la geopolítica latinoamericana en el proceso de integración


económica regional?

• ¿Los conflictos de género cómo pueden llegar a redefinir la geopolítica y los


roles propios de los estados latinoamericanos?

• ¿Cómo se puede definir la categoría frontera en un mundo cada vez más


integrado y globalizado?

• ¿La globalización plantea el fin de la geografía o la redefinición de la misma


hacia lo local?

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Independencia y Mapa Político de América 162

• ¿Desde el punto de vista geográfico y territorial cómo se puede interpretar la


tensión-global-local y su rol en los planes de desarrollo latinoamericanos?

Solución de Problemas
• ¿Cómo la solución de los conflictos regionales puede permitir un mejor
desarrollo de las políticas globales, si se parte del supuesto que el sistema
económico capitalista condiciona las relaciones diplomáticas y las alternativas
de solución a los problemas locales?

• ¿Hasta qué punto los conflictos interamericanos contribuyeron a la


estructuración de identidades nacionales que fortalecen la naturaleza de los
estados americanos?

• ¿El ALCA es una alternativa para superar los conflictos ó resulta ser semillero
de nuevas confrontaciones?

Síntesis Creativa y Argumentativa


• En el contexto de las guerras limítrofes y civiles, elaborar un ensayo que
aborde transversalmente las siguientes tensiones:

− Republicanismo vs caudillismo.
− Partidos políticos y democracia representativa.
− Intereses económicos y nacionalismos.
− Guerra o violencia estatal.

Cada uno de los miembros de la cipa escogerá una de las tensiones, la


expondrá a sus compañeros y tras la socialización de cada una de ellas, el
grupo elaborará el escrito que será leído a los compañeros de semestre.

Autoevaluación
• ¿Cómo ha evolucionado la geopolítica latinoamericana en los dos siglos de
independencia?

• ¿Qué papel asumen Estados Unidos y las grandes potencias en el manejo de


los conflictos latinoamericanos?

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Independencia y Mapa Político de América 163

• Desde la tipología de los conflictos ¿cuáles de estos se pueden presentar en


Colombia y por qué?

• ¿Los conflictos socioambientales pueden ser superados con el modo de


producción capitalista neoliberal?

Repaso Significativo
• De cada uno de los temas tratados en la presente unidad, elaborar una lista de
cinco palabras claves. Con esta lista de conceptos elaborar un esquema que
los interrelacione gráficamente. Este esquema será expuesto a los compañeros
de cipa.

• Consultar en revistas y periódicos los distintos litigios fronterizos que Colombia


mantiene en el mar caribe y socializarlos a manera de mesa redonda.

Bibliografía Sugerida
BERNAL, Jorge A. Integración y equidad: democracia, desarrollo y política Social.
Corporación S.O.S. Colombia. Págs. 269-296. Santa fe de Bogotá: 1994.

CASTAÑO TAMAYO, Ramón Abel. Ideas Económicas Mínimas. Págs. 306-312.


Bogotá: Ecoe ediciones 2003.

Centro Internacional de Investigación para el Desarrollo CIID - IDRC Canadá.

Conflictos socioambientales en América Latina: una visión desde la Red


Mesoamericana de Manejo de Conflictos Socio Ambientales. Edición virtual.

Enciclopedia Virtual Encarta 2005.

VILLAMIZAR PINTO, Hernando. Introducción a la integración económica. Bogotá:


Ecoe ediciones, 2000.

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Independencia y Mapa Político de América 164

ANEXO: Importancia del Manejo de


Conflictos Socioambientales en América
Latina

Los conflictos socioambientales constituyen una situación muy frecuente en la


realidad de nuestros países latinoamericanos. Aunque esta problemática no es
una novedad dentro de nuestros contextos, lo cierto es que su relevancia y
complejidad ha aumentado en los últimos años.

Los esquemas de gestión de los recursos naturales se encuentran muy limitados;


las políticas y los recursos de nuestros Estados se encaminan hacia un
desmantelamiento del aparato estatal, debilitando sus instituciones. Los medios
para desarrollar la gestión de los recursos naturales son escasos y las dinámicas
sociales y económicas que se encuentran ligadas a esta gestión son cada vez más
complejas. Esta situación promueve el surgimiento de conflictos ligados al uso y
acceso a los recursos naturales. A la vez, el Estado en muchos casos no tiene los
medios para manejar situaciones de conflicto que requieren de tiempo y recursos
para ser atendidas.

Igualmente, en la medida en que el desarrollo avanza los diferentes elementos o


intereses que lo integran: la conservación de los recursos, los aspectos sociales y
económicos (ganancia/costo/ beneficio), pugnan por lograr prevalecer generando
conflictos entre los diferentes grupos de intereses. La sostenibilidad del esquema
de desarrollo actual se fundamenta precisamente en lograr el equilibrio entre estos
factores.

En este contexto, los conflictos socioambientales constituyen un importante


fenómeno que presenta un barómetro de las relaciones sociales y económicas
existentes en torno al uso, acceso y aprovechamiento de los recursos naturales
(Leff, 1998). Precisamente, su relevancia frente a los actuales esquemas de
desarrollo y las dinámicas sociales que los acompañan ha generado una mayor
atención y estudio de las características, causas, actores y procesos de manejo de
estos conflictos.

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Independencia y Mapa Político de América 165

De esta forma, el manejo de los conflictos socioambientales deviene en una


oportunidad para analizar y transformar las relaciones de uso, acceso y
aprovechamiento que se generan en torno al manejo de los recursos naturales.

Como se verá en esta sección, estos conflictos presentan características realmente


complejas. El reto consiste precisamente en conocer y visualizar esta complejidad
para el planteamiento de procesos de análisis, manejo y colaboración en torno a
los conflictos socioambientales en la región.

Características de los Conflictos Socioambientales

Antes de hablar de manejo de conflictos socioambientales es necesario


caracterizarlos. La siguiente lista presenta un resumen de algunos elementos
generales que presentan estos conflictos, de acuerdo a la caracterización de varios
autores y de la experiencia que se ha acumulado dentro del trabajo de la Red
Mesoamericana de Manejo de Conflictos Socioambientales:

• Complejidad e interdependencia: los conflictos socioambientales, en su


mayoría están ligados a un contexto más amplio que tiene que ver con la
realidad, social, económica y política de la región o país donde se desarrollan.

En estos conflictos se entrelazan temas ligados a la distribución de la riqueza


generada por el desarrollo, las expectativas de desarrollo local, la
descentralización política, la participación ciudadana, la suerte de los proyectos
de los cuáles depende el crecimiento de la economía nacional y la justa
distribución de la caga de las externalidades negativas que presentan los
procesos productivos, entre otros (Sabatini, 1997).

A la vez, esta complejidad de temas plantea una multiplicidad de intereses


económicos, de conservación, de desarrollo local, de defensa de la calidad de
vida, de poder estatal frente al uso de los recursos. Cada conflicto
socioambiental presenta una situación particular en la que confluyen todos o
algunos de estos temas e intereses en diferentes niveles y contextos.

• Especificidad, variedad de escenarios: aunque puede hablarse de


características generales de este tipo de conflictos, cada situación tiene
especificidades que la determinan. Las situaciones de escalada, los acuerdos y
arreglos sociales e institucionales e incluso las situaciones de violencia, tienen
que ver con el proceso y el escenario específico en el que cada conflicto se
desenvuelve (Borel, et al. 1999).

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Independencia y Mapa Político de América 166

• Continuos y evolutivos: los conflictos socioambientales constituyen en su


mayoría procesos sociales continuos cuyas características evolucionan de
acuerdo al manejo que se haga, a los arreglos de los actores y al contexto
social en el que se desarrollan (Borel, et. al 1999).

• Trascienden los límites políticos y geográficos: se encuentran ligados a las


reglas de interelación y dependencia de los sistemas ecológicos, por lo que la
dinámica y efectos de estos conflictos muchas veces trascienden el ámbito
político o geográfico del escenario donde se desenvuelven.

• Involucran gran cantidad de información técnica y científica: la complejidad de


estos conflictos implica la necesidad de tomar en cuenta gran cantidad de
información relacionada con aspectos legales, sociales, económicos y científicos
del uso y manejo de los recursos naturales. Medir cada impacto ambiental en
términos de sus consecuencias reales a futuro y del costo/ beneficio que
representa socialmente, requiere de gran cantidad de recursos técnicos y
económicos.

• Incertidumbre técnica: ligado a la característica anterior se encuentra la


incertidumbre que rodea a los aspectos técnicos (Blakcburn et al. 1995). Hoy
día, no se tiene certeza sobre los efectos que tendrán a futuro muchas de las
principales actividades productivas de la humanidad, debido a la complejidad
de elementos que intervienen en la determinación de estos factores (efectos
acumulados, desconocimiento del funcionamiento de cierto sistema natural,
incapacidad de medir efectos a futuro).

• Ligados a grandes riesgos: muchos de los conflictos socioambientales se


encuentran ligados a grandes riegos tanto naturales (desastres,
deslizamientos, extinción de especies), como sociales (peligros a la salud,
deterioro de la calidad de vida, derechos humanos, supervivencia económica)
(Blackburn et al. 1995).

• Interés público: desde una perspectiva político-legal, los conflictos


socioambientales se encuentran dentro de la materia de orden público. Dada la
relevancia social de ciertos temas como la conservación, el desarrollo, la salud,
se considera que el Estado debe velar por la protección del interés general de
toda la sociedad. En este sentido, el Estado se presenta como un actor
obligado dentro de este tipo de conflictos (Sabatini et al. 1997).

• Intereses no representados: por la naturaleza misma de estos conflictos


muchas veces existen intereses no representados, debido a la inexistencia de
algún grupo organizado que se articule en su defensa. De esta forma, algunos

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grupos de intereses son excluidos del conflicto ya que pertenecen a sectores


sociales no organizados (campesinos, indígenas, mujeres) (Borel, 1999).

Cabe mencionar, que paradójicamente el interés de la conservación de los


recursos también puede ser invisibilizado. Cuando el conflicto se refiere al uso
y acceso a recursos naturales, los actores pueden centrarse en quién y en qué
condiciones se tiene acceso al recurso y no en cuál es el uso más sostenible
que pueda hacerse.

En general, es el Estado el llamado a representar el interés de protección y


conservación de los recursos naturales. Sin embargo, suele suceder que el
mismo Estado no posea la capacidad para representar adecuadamente su papel
o simplemente no quiera hacerlo.

Finalmente, se habla de intereses no representados de las futuras generaciones


que sufrirán las consecuencias de las decisiones que se tomen en torno al
manejo de los recursos naturales actualmente. Esta ausencia de
representación obedece a que no existe suficiente conocimiento técnico como
para medir estos impactos.

• Multiplicidad de partes y de instancias de toma de decisión: los actores de


estos conflictos están constituidos por una multiplicidad de grupos organizados;
en la mayoría encontraremos más de dos actores colectivos.

Igualmente, por la naturaleza de estos conflictos y de las estructuras de gestión


ambiental, generalmente existen varias instituciones estatales involucradas; por
lo que se da una multiplicidad de instancias de toma de decisión frente a los
problemas planteados (Blackburn et al. 1995).

Actores de los Conflictos Socio Ambientales

Los actores más comúnmente involucrados en los conflictos socioambientales son:


Comunidades rurales, Organizaciones: ONG locales e internacionales, grupos de
base organizados, El Gobierno y sus diferentes agencias (actores obligados),
Empresas, Campesinos, Indígenas, Iglesias, Universidades (Borel, et al. 1999).

Estos actores presentan las siguientes características generales:

• Los actores o partes en los conflictos socioambientales son colectivos;


generalmente son grupos organizados que representan a una gran cantidad de
individuos y de intereses entremezclados.

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• Diferencia en el nivel de conocimiento: los actores muestran diferentes niveles


de conocimiento y manejo de información. Los grupos comunales o
campesinos ligados al uso y aprovechamiento de los recursos naturales tienen
poco acceso al conocimiento y la información. En la mayoría de los casos, no
pueden pagar estudios técnicos ni tienen las herramientas para entender este
tipo de información cuyo lenguaje es realmente complicado. Por otro lado,
actores como las empresas o el gobierno tienen mucho más acceso a la
información y manejan con más facilidad el conocimiento técnico.

• Diferencia de recursos y de poder: una de las características determinantes de


estos conflictos es el desbalance de poder que generalmente existe entre los
grupos involucrados (Borel, 1999). Esto se ve reflejado cuando comunidades
rurales u organizaciones conservacionistas locales se enfrentan a fuertes
intereses económicos como sectores madereros, petroleros o industriales.

Igualmente, cuando grupos organizados se enfrentan al Estado que puede


utilizar sus facultades técnicas o legales para imponerse.

• Diferentes aspectos culturales: cada grupo social tiene una forma cultural de
relación/apropiación de los recursos naturales (Leff, 1998). La diversidad
cultural es un concepto estrechamente ligado a los conflictos socioambientales,
en donde se encuentran una serie de grupos con concepciones muy disímiles
sobre el uso y aprovechamiento de los recursos: empresarios, indígenas,
campesinos, conservacionistas, comunidades rurales y urbanas. Las diferencias
se reflejan en diferentes concepciones sobre el uso y acceso a los recursos
naturales, sobre como se plantean los derechos de propiedad o sobre como se
estructura un esquema de desarrollo.

• Los problemas de la representatividad: al tratarse de partes colectivas y no


homogéneas se pueden presentar problemas en cuanto a la representatividad
de los actores. Por ejemplo, cuando algún grupo se atribuye la representación
de intereses que realmente no representa, solo para ganar legitimidad;
igualmente cuando existen grupos no representados del todo en un proceso.

Los problemas de representatividad también se presentan ligados a la


existencia de “intereses públicos” y de quién está legitimado para
representarlos.

Temas de los Conflictos Socio Ambientales

La complejidad de la problemática ligada a los conflictos socioambientales hace


que la lista de temas planteados pueda ser muy extensa e inagotable. Los

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siguientes temas reflejan lo que desde la experiencia de trabajo de la Red y los


estudios realizados en la región se perfila como la temática más frecuente de estos
conflictos: uso y acceso a áreas Protegidas; territorios indígenas; contaminación;
concesiones forestales; frontera agrícola; Recursos pesqueros; usos del Bosque;
minería; agua; explotaciones petroleras; manejo de zonas costeras; manejo de
desechos sólidos.

Por último, cabe señalar que se hace referencia a la frecuencia y no a la relevancia


de los temas. Aún no nos atrevemos a plantear una temática de conflictos
socioambientales de acuerdo a su relevancia. Desde nuestro punto de vista, la
relevancia de un conflicto atiende a condiciones muy específicas del contexto en el
que se desarrolla, a su proceso de manejo y a los arreglos de los mismos actores.

A la vez, esta relevancia depende de la perspectiva y agenda de los intereses de


los diferentes grupos sociales involucrados.

Sobre la Clasificación de los Conflictos Socioambientales

Cabe enfatizar en que cada conflicto tiene su propia especificidad ligada a su


contexto y a sus dinámicas muy particulares. En este sentido es riesgoso
establecer tipos generales de conflictos socioambientales. (Borel, et al. 1999).

Aún así, los esfuerzos de clasificación facilitan el entendimiento de las diferentes


dinámicas, temas y actores que presentan estos conflictos. Escapa a los objetivos
de este trabajo elaborar o describir alguna tipología específica de los conflictos
socioambientales. A continuación, resumimos algunos esfuerzos que se han
realizado por clasificar a ese tipo de conflictos:

• Conflictos sobre cuestiones urbanas y rurales: análisis comparativo sobre


diferentes estudios de caso de conflictos socioambientales en Ecuador. (Varea
et al. 1997).

• Manejo de áreas protegidas: estudio comparativo sobre las características de


diferentes estudios de conflictos en áreas protegidas en diferentes regiones del
mundo incluyendo Latinoamérica. (Lewis 1996).

• Disputas en torno a la exclusión del uso o acceso a recursos naturales y


conflictos ligados a las reglas internas de acceso, uso y control sobre los
recursos naturales: estudio comparativo de 80 casos de conflictos
socioambientales en la región latinoamericana. (Borel, et al. 1999).

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• Conflictos ligados a cuestiones de información, valores o intereses,


necesidades, relaciones humanas: estudio sobre los conflictos ligados al
manejo de costas en América Latina y el Caribe. (Rijsberman).

• Conflictos por disputas dentro de la comunidad, entre comunidades vecinas,


con intereses foráneos: estudio de casos de conflictos ligados a iniciativas de
forestería comunitaria en Latinoamérica. (Pendzich, et al. 1994).

• Conflictos socioambientales que giran en torno a:

− La exclusión de algún usuario.


− Sobre procesos de toma de decisiones colectivas.
− Sobre reglas para el manejo del recurso y la aplicación de estas reglas
− Entre dependencias del Estado y con el Estado sobre su función. (Bruce, Borel
et al. 1999)

• Conflictos socioambientales disimétricos, según las variables de poder que se


encuentren en estos conflictos. (Donayre, 1995).

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