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La vocación es también un don: es un regalo de Dios. Y es a la vez una tarea: debo cultivarla,
cuidarla, desarrollarla, no quedarme con ella guardada.
Tipos de vocación:
- Ante todo, somos llamados a ser seres humanos, nacidos en una tierra, un pueblo, una
familia. Ser hijos de Dios.
- Luego Dios nos llama a ser miembros de una comunidad o Iglesia. En nuestro caso,
aquí surge la vocación cristiana.
- Dentro de ella habrá diversas formas de concretar el llamado de Dios, es decir, diversas
vocaciones: religioso, sacerdote, laico (catequista, delegado de la palabra, etc.), el
matrimonio (amor de pareja, participar con Dios en la continuidad de la creación de la
humanidad), etc. Desde cada una de estas formas se presta un servicio a la comunidad.
- También mi profesión entra en lo que es mi vocación.
Todas estas vocaciones tienen algo en común: su fuente es el amor infinito de Dios y su
finalidad es el amor humano concretado en un servicio.
En lenguaje cristiano, creemos con fe que toda vocación viene de Dios, que nos llama a una
misión específica dentro de su plan de salvación. Si recorremos la Biblia para ver los diferentes
personajes que fueron llamados a cumplir una misión en el pueblo de Israel, nos daremos
cuenta de las siguientes características o constantes que se repiten:
a) ¿Quién es el que llama? El que llama siempre es Dios, Él es el que toma la iniciativa.
Por tanto, la vocación es gratuita, es una gracia de Dios.
b) ¿A qué o para qué llama? Dios llama primeramente a una relación estrecha con Él, a
ser amigos de Él. Y llama, más profundamente, a desempeñar un servicio a su pueblo.
Por ejemplo: Abraham es llamado a dejar su tierra y formar un pueblo, Moisés es
llamado a liberar el pueblo de la esclavitud, los profetas son llamados a predicar a ese
pueblo, anunciando la buena noticia, y denunciando las injusticias que cometían sus
autoridades y el pueblo mismo. Jesús llama a los discípulos a estar con él y luego a
predicar y echar demonios.
c) La persona llamada duda, pone pretextos: Moisés dice a Dios: “Quién soy yo para ir a
donde el faraón...yo no sé hablar” (Ex. 3, 11; 4, 10). Jeremías se queja diciendo que él
es un simple muchacho (Jer 1, 6).
d) Pero Dios ofrece su apoyo a la persona que Èl llama, y le dice: “yo estaré contigo”. (Ex
3,14; Jer 1, 8).
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e) Aceptación por parte de la persona llamada: la cercanía que Dios nos ofrece nos lanza
a hacer lo que nos pide. No nos queda más remedio que seguir su proyecto. Se sienten
confiados en ese Dios. Se lanzan a esa misión que Dios les pide.
En la sociedad actual nos encontramos muy lejos del ideal bíblico, del ideal de Jesús. Nos
encontramos con una sociedad en la que:
Sin embargo, no todo es tan oscuro como esto: hay signos de servicio solidario y
desinteresado: En las comunidades, hay mucha gente entregada, en grupos y organizaciones
que buscan el desarrollo humano, espiritual y material de los hermanos y hermanas. En sintonía
con la enseñanza bíblica, hay gente servidora, que va en contra de la cultura del interés
personal. Mucha gente que, como dice San Pablo en I Cor 12, pone sus dones (que ha recibido
de Dios) al servicio del cuerpo que es la comunidad. Mucha gente que ama y ese amor lo
concreta en un servicio.
Pensemos...
Pensemos en personas de nuestras comunidades y los medios donde nos movemos, que
tienen una profunda vocación de servicio, una gran entrega...
Y yo:
- ¿A qué me siento llamado/a como joven cristiano/a?
- ¿Siento que tengo vocación o espíritu de servicio?
- ¿Para qué me estoy preparando en mi colegio o universidad?
- ¿Cómo es mi participación ante las necesidades de mi comunidad, en especial de
los más pobres?
- ¿Qué o quién me mueve a servir? ¿fama, que me vean, ganarme a la gente... o
realmente ayudar en las necesidades de la gente?