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Hace tiempo fue publicado un artículo popular que hacía alusión a la

clásica “refutación” de Böhm-Bawerk sobre la teoría de la explotación capitalista.


Ya tradujimos aquí la fantástica respuesta de Bujarin en este sentido, bastante
divertida, a las peculiares justificaciones (que no refutaciones porque el trabajo
excedente es un hecho y la explotación es algo que los trabajadores experimentan
todos los días sepan marxismo o no o hayan leído o no a Böhm-Bawerk) de la
explotación del economista austriaco. Justificaciones que no dejan de ser una
versión tuneada de la teoría de la abstinencia de Nassau-Senior de las que Marx ya
se rió en su día. Y es que como decía Bujarin:
“La idea de la espera de Böhm-Bawerk, que se parece a la noción de abstinencia
no es sostenible. Aún tenemos que considerar el peso de esta idea en conexión
con la valoración de BB de la naturaleza social del beneficio. Ya hemos visto que
esta necesidad de esperar según él es la causa de la dependencia económica del
trabajador:
“Sólo porque los trabajadores no pueden esperar a que el final del proceso
productivo, que se inicia por ellos al extraer las materias primas y fabricar los
medios de producción, rinda sus frutos en bienes de consumo, son dependientes
económicamente de los que los tienen productos intermedios en su estado final,
los capitalistas”.
Pero ya sabemos que los trabajadores no tendrían que esperar, podrían vender sus
productos intermedios inmediatamente, sin esperar “al fruto en bienes de consumo”
y así evitar la dependencia económica.
La esencia de la cuestión no está en que los trabajadores deban esperar para
consumir, sino en que no tienen medios para producir independientemente, por dos
razones. En primer lugar una producción sin capital es un absurdo técnico en una
economía capitalista desarrollada. Para fabricar un simple arado a mano, uno se
moriría antes de acabar (a lo mejor BB diría que la causa de la dependencia
económica de los trabajadores es que tristemente la vida humana es muy corta) En
segundo lugar, una producción para el momento, sin capital, por ejemplo cazar, o
espigar, etc, tampoco es posible porque el suelo en el capitalismo no es tierra de
nadie, sino que está bien acotado por la propiedad privada. Por lo tanto no es el
hecho de esperar, sino el monopolio u oligopolio en los medios de producción
(incluido el suelo) por la clase de los propietarios capitalistas lo que es la base de la
dependencia económica y del beneficio“.
Al parecer al señor Böhm-Bawerk no se le ocurrió preguntar mucho por qué unos
tienen que “esperar” y por qué otros no, como no se les ocurre a los austriacos que
el famoso “emprendimiento” que tanto alaban depende tanto de la posición de clase
que permite el acceso a más información como de tener dinero para poner en
práctica una idea. O que el famoso “riesgo” que asume el capitalista o la
“responsabilidad mayor” es un argumento que no se puede generalizar ya que los
trabajadores y más en determinados tipos de trabajo asumen tanto o más riegos que
el capitalista.

No obstante lo cual el artículo enlazado contenía igualmente la crítica del austriaco


sobre la supuesta contradicción entre lo afirmado por Marx en el Tomo 1 y en el
Tomo 3 de “El Capital” y su afirmación de que la solución de Marx era tautológica y
carecía de valor científico.

El Catedrático de la Pace University, Andrew Kliman, uno de los máximos


exponentes de la TSSI, Temporal Single System Interpretation, Interpretación
Temporal y de Sistema Único de la teoría económica de Marx, deja claro, a nuestro
juicio, tanto la flojera interpretativa del economista austriaco como que sus
conclusiones se basan en premisas muy discutibles (como que el dinero es
símplemente un velo, y no desempeña un papel decisivo más allá de la circulación)
Por consiguiente nos parece que es pertinente compartir esta refutación de una
refutación “popular” con vosotros, ya que muchos (no todos) los economistas de la
Escuela Austriaca no han estudiado a Marx con el rigor que sería necesario (por no
hablar de los que sencillamente oyen campanas)
Sin otro particular, compartimos la traducción de la refutación (que se halla en el
capítulo 8 de su excelente obra Reclaiming Marx Capital) con vosotros. Esperemos
que contribuya a aclarar la cuestión para los lectores no especializados.
La solución de Marx al problema de los
Clásicos
El “Problema de la Transformación” (1): La solución de Marx y sus críticos
8.1 Acerca de la trascendencia del “Problema de la Transformación” y la Relación
Valor-Precio.
La expresión “problema de la transformación” suele aludir a la presunta
contradicción lógica interna en la que Marx incurrió al exponer la transformación de
los valores de mercancías en precios de producción en el Capítulo 9 de El Capital,
en el Tomo III.

Con demasiada frecuencia tanto la exposición de Marx como las objeciones de sus
críticos se han presentado en una forma innecesariamente abstrusa y técnica que
más que arrojar luz sobre su importancia real, la oscurece. La polémica, en parte
debido a esta razón, ha solido considerarse a la postre como un caso de mucho
ruido y pocas nueces. Antes de proseguir, queremos exponer la razón por la que
consideramos que esta polémica no debe despacharse así.

La polémica de la transformación es importante, en primer lugar, porque la cuestión


de las supuestas contradicciones lógicas internas es importante. Una de las mejores
armas en el arsenal de los que quieren silenciar el trabajo de Marx es mantener que
en el Capítulo 9 del Volumen III de “El Capital” se encuentra un error demostrado
que invalida los resultados de Marx. Los economistas marxistas y sraffianos
esgrimen igualmente este supuesto error para alegar que que sus modelos
simultaneistas-fisicalistas son versiones corregidas de la exposición marxiana de la
transformación, y no las exposiciones alternativas que en realidad son. Por
consiguiente la polémica de la transformación posee un profundo significado
ideológico y muy distinto de las cuestiones teóricas cardinales que están en juego.

Tal y como se observó en la sección 3 del Capítulo 1, “el problema de la


transformación” ha solido despacharse de un plumazo aduciendo que Marx no
estaba muy interesado en explicar la forma en que se determinan los precios.
Convenimos en que no estaba interesado en esta cuestión per se, pero la
determinación de precios no puede separarse de otras cuestiones que sí tenían gran
interés para él. Marx quería explicar de dónde proviene la ganancia y qué determina
su magnitud. Como el precio es el coste más la ganancia, y la ganancia es el precio
menos el coste, la teoría de la determinación de los precios es en esencia idéntica
a la teoría de la determinación de la ganancia. Por consiguiente, si es inválido
lógicamente el argumento de Marx que concluye la equivalencia entre el precio total
y el valor total, difícilmente puede sostenerse que la explotación de los trabajadores
es la única y exclusiva fuente de la ganancia, como sostenía su teoría.
La Ley de la Tendencia al Descenso de la Tasa de Ganancia (LTDTG) es
inseparable de la determinación de los precios. La tasa de ganancia depende de los
precios tanto como la magnitud absoluta de la ganancia. Como vimos en el capítulo
7, la LTDTG estriba fundamentalmente en la tendencia de los precios (o de la tasa
de inflación) a bajar con los incrementos de productividad. Además Marx señaló,
claramente, en su exposición de la transformación, que las tasas de ganancia
promedio en precio y en valor son iguales, lo que constituye el fundamento de su
derivación de la LTDTG:

“Pero también se ha demostrado que cuando se considera la suma total de los


capitales […] el capital total de la clase capitalista la tasa media de ganancia no es
sino el plusvalor total relacionado con ese capital total y calculado en base a
este […] Aquí, por tanto, volvemos a pisar terreno firme, donde, sin analizar la
competencia entre los diferentes capitales, podemos derivar la ley general
directamente a partir de la naturaleza del capital como se ha desarrollado hasta el
momento. Esta ley, y es la ley más importante de la economía política, es que la
tasa de ganancia tiende a descender con el progreso de la producción capitalista”.
[Marx 1991b: 104, énfasis omitido.]

La exposición de Marx de la transformación de los valores en precios de producción


es, pues, el “terreno firme” sobre el que se asienta la LTDTG. Pero si su exposición
carece de sólidos cimientos, sí, como se ha pretendido demostrar después de un
siglo de críticas, es inválida lógicamente, también lo es, de necesidad, la LTDTG.

En el nivel más fundamental, la cuestión de la transformación está ligada a la


relación entre precios y valores en el mundo real. Uno podría preguntarse si vale la
pena analizar esta cuestión. ¿Por qué no abandonamos la idea “metafísica” de valor,
como han hecho los economistas neoclásicos, sraffianos y también los marxistas
analíticos? ¿Por qué no nos limitamos a explicar la formación de los precios en el
mundo real, y basamos nuestra teoría en éstos?

La respuesta a estas cuestiones, en parte, es que la Teoría del Valor de Marx sí


que se ocupa de la forma en que los precios se determinan en la realidad. Como ya
he señalado, cuando Marx argumenta que los incrementos de productividad pueden
hacer descender el valor de las mercancías, es su manera de expresar que el factor
clave determinante en los cambios en los precios reales es la productividad del
trabajo. Por supuesto, se puede prescindir del término “valor” y teorizar sobre la
relación inversa entre precios y productividad. Pero si uno abandona el concepto de
valor y abraza el fisicalismo, como se demostró en la sección 7.4.3, hay que
abandonar también la idea de que los incrementos en la productividad tienden a
reducir los precios (o la tasa de inflación).

Otro componente de la respuesta a las anteriores preguntas es que el valor no es


un concepto “metafísico” en el sentido pretendido por los críticos. La distinción entre
valor y precio existe en la vida real. Siempre que nos preguntamos si hemos
obtenido el valor de nuestro dinero, u obtenido un “buen valor” estamos
preguntándonos si el valor del bien que hemos adquirido no era, en realidad, menor
que el precio que hemos pagado.

¿Pero no se trata acaso de una disquisición bizantina? ¿Acaso no se refiere aquí


el término “valor” a la utilidad, al valor de uso, y no a lo que Marx quiso expresar con
el término valor, en tanto que patrón regulador de los precios? No es el caso.
Considérese la observación de Marx de que “el comerciante más común no cree
que esté obteniendo el mismo valor por su libra cuando recibe un quarter de trigo
por ella en un periodo de hambruna que en un periodo de abundancia”. Incluso el
“comerciante más común” se da perfecta cuenta de que ha recibido mayor valor en
cambio por su libra en un periodo de hambruna y menor valor en un periodo de
abundancia, aunque haya recibido la misma cantidad de trigo y la misma utilidad del
trigo en ambos casos. Y si varía el valor del trigo y no varían el precio y la utilidad,
se infiere claramente que el valor no es lo mismo que el precio y que la utilidad.

Se podría considerar que es una distinción puramente mental, ya que un valor que
no es observable sólo existe en nuestro cerebro. El propio Marx afirmó que el valor
es una construcción mental. Pero nuestras construcciones mentales forman parte
del mundo real. Muchas veces tomamos decisiones en función de la construcción
mental de valor, por ejemplo cuando compramos una mercancía sólo si vale “tanto
o más” de lo que cuesta (¿tanto o más qué?) Aunque el valor no es observable, eso
no significa que las relaciones de valor no ejerzan un papel regulador o constitutivo.
Es digno teorizar y explicar la naturaleza, causa y efectos de esta construcción
mental.

8.2 La solución de Marx al problema de los Clásicos.


Los economistas políticos clásicos se adherían a lo que Marx denominó “la ley del
valor”, pero también compartían la idea de que la competencia tiende a igualar la
tasa de ganancia. Estas dos ideas parecen a primera vista inconciliables. Como la
ley del valor implica que el monto de valor generado depende de la cantidad de
trabajo expendido, parece implicar asimismo que las tasas de ganancia no tienden
a igualarse. Por el contrario, lo que parece implicar es que las industrias con más
trabajadores obtendrán tasas de ganancia más elevadas, mientras que las industrias
con menos mano de obra obtendrán una rentabilidad por debajo de la media.

La economía clásica no pudo resolver este rompecabezas. Marx (1989b: 258-373)


argumentó que este fracaso llevó a su “desintegración”. Teniendo en cuenta la
inmensa importancia de la ley del valor en su propia crítica de la economía política
se percató de que tenía que tratar de encontrar una “solución para esta contradicción
aparente”. (Marx 1990a: 421).

Marx la resolvió de forma tan sencilla como directa. La esencia de su solución es


que la cantidad total de valor en la economía en su conjunto es igual tanto cuando
los precios se ajustan por la igualación de las tasas de ganancia y cuando reflejan
los valores reales de las mercancías (es decir, el monto de trabajo socialmente
necesario requerido para producirlas) Lo único que ocurre es que en ambos casos
la ganancia total se distribuye de otra forma. La ley del valor parece falsada si nos
centramos en empresas individuales, pero se sostiene como ley macroeconómica. 2
En el Capítulo 9 del Tomo III de El Capital no encontramos una explicación o
justificación detallada de la tesis de que el monto total de ganancia no se modifica.
Sin embargo, un pasaje en el siguiente capítulo ofrece la clave de su reflexión.
Cuando argumenta que los distintos tipos de réditos, el interés, la ganancia de los
capitalistas industriales y la ganancia de las empresas comerciales surgen de la
misma fuente, el trabajo excedente impagado, escribe: “La proporción en la que se
reparte la ganancia y los diversos títulos jurídicos que permiten participar de ella,
presuponen la existencia de la ganancia […] la ganancia se produce antes de ser
repartida, y por lo tanto antes de que se pueda hablar de ella
propiamente”. (Marx1991a: 503-504). El carácter temporalista del razonamiento de
Marx resulta impactante. Si la ganancia existe antes de que el producto se venda en
el mercado, la competencia, ya sea entre instituciones financieras, otras empresas
capitalistas, o entre capitalistas pertenecientes a distintas ramas industriales, no
puede cambiar el monto total de ganancia ya existente. Lo hecho, hecho está. (Una
recesión puede evitar que se realice toda la ganancia, pero esta es otra cuestión, ya
que es la recesión, y no la competencia, la que evita que toda la ganancia se realice)

El Capítulo 5 del Tomo I ofrece otra clave para comprender el pensamiento de Marx.
Siempre mantuvo (Marx 1990a: 260; cf. Marx 1973: 213, Marx 1990a: 220) que el
precio de una mercancía, no sólo su valor, se determina, “antes de que se incorpore
a la circulación”, es decir, antes de que vaya al mercado. La venta de la mercancía
realiza el precio pero no determina su magnitud (lo que entendemos que significa
que la demanda efectiva y las condiciones de producción determinan el precio “real”
y no el regateo en el mercado) Dando por sentada esta premisa, Marx demuestra
que el intercambio es un juego de suma cero. Si una mercancía se vende por un
precio superior a su valor “real”, lo que gana el vendedor se compensa con lo que
pierde el comprador. El monto total de valor existente queda inalterado. Esto es así
incluso si todas las mercancías se venden por más de lo que valen. A nivel macro,
el monto de valor que ganan los propietarios de mercancías como vendedores es el
monto de valor que pierden como compradores.

Con el fin de comprender la solución de Marx al problema de los clásicos, basta lo


dicho. Sin embargo, es necesario familiarizarse con ciertos detalles para
comprender y valorar mejor las acusaciones de contradicciones lógicas internas que
se han presentado contra esta solución.
Marx elaboró un supuesto en el que la economía se compone de cinco ramas
industriales y la producción precisa de capital fijo, medios de producción que
perduran más de un periodo de producción. Aunque el siguiente supuesto es más
sencillo, porque contempla una economía de dos ramas sin capital fijo, no modifica
ninguna de las facetas polémicas de la solución de Marx.

Tabla 8.1. La solución de Marx.

Como no hay capital fijo, el capital adelantado en cada rama es igual al precio de
coste de su producto. Al igual que en el ejemplo de Marx, las cifras se refieren a un
“año concreto o […] cualquier otro periodo de tiempo” (Marx 1991a: 258), y la tasa
de plusvalía es idéntica en ambas ramas.

El Capítulo 9 del Tomo III no indica explícitamente en qué unidades se miden las
cifras de precios y valores. Esto ha provocado una polémica que analizaré
posteriormente. Para no prejuzgar la cuestión, el ejemplo presente no concreta si
las cifras de valores y precios son sumas de dinero o sumas de tiempo de trabajo. 3
En la Tabla 8.1, y posteriormente, c, v y p designan el capital constante, el capital
variable y la plusvalía, w= c + v + p es el valor del producto, π es la ganancia media
y p= c + v + π designa el precio de producción del producto. p/(c +v) y π/(c
+v) designa las tasas de ganancia en precios y en valores.
Es importante hacer hincapié en que, de conformidad con la solución de Marx, las
sumas de capital variable y constante (y la plusvalía) son datos, concretados desde
el principio. Las únicas magnitudes derivadas son los precios, la ganancia, y la tasa
de ganancia medida en precios. Como más adelante se verá, esto constituye una
diferencia clave entre la solución de Marx y las “correcciones” de sus críticos.

Si el producto anual se vendiera a sus valores presentes, p/(c+v) sería la tasa de


ganancia, y las dos ramas obtendrían tasas de ganancia desiguales. Pero si como
resultado de la competencia se ha igualado la tasa de ganancia, Marx argumenta, y
esto es el meollo de sus solución, que la plusvalía total generada a nivel
macroeconómico se distribuye entre las ramas de producción en proporción al
volumen del capital adelantado (c + v). Cada rama recibe por tanto lo que él
denomina la ganancia media. Como el capital adelantado en la Rama 1 es 54 + 6=
60, y esto supone tres cuartas partes del capital avanzado en toda la economía (70
+ 10 = 80), la Rama 1 recibe una ganancia igual a tres cuartas partes de las 20
unidades de plusvalía producidas en la economía en su conjunto, es decir, 15
unidades y no las 12 unidades de unidades de plusvalía producidas en realidad en
la Rama 1. De modo análogo, el capital adelantado en la Rama 2 supone una cuarta
parte del total macroeconómico, por lo que la Rama 2 recibe una ganancia de cinco
unidades, un cuarto del plusvalor total, aunque haya producido una plusvalía de 8
unidades. La tasa de ganancia basada en la ganancia realmente recibida es por
tanto π(c + v)= 25% en ambas ramas.
Las tres equivalencias macroeconómicas de valores y precios se siguen
inmediatamente de su idea de que la competencia conduce a una diferente
distribución de la plusvalía que no altera el monto total ya producido:
-La ganancia total equivale a la plusvalía total.

-El precio total equivale al valor total.

-La tasa de ganancia macroeconómica en “precio” equivale a la tasa de ganancia


macroeconómica en “valor”.

Estas tres equivalencias macroeconómicas eran transcendentales desde la


perspectiva marxiana. Corroboraban la ley del valor y su teoría de que toda ganancia
se origina en la explotación de los trabajadores:

“La ley del valor no queda afectada por el hecho de que la igualación de la ganancia
[…] de lugar a precios rectores promedio de las mercancías que son distintos de sus
valores individuales. Esto […] sólo afecta a la suma de plusvalía a los distintos
precios de las mercancías; no supone la abolición de la propia plusvalía, ni tampoco
el valor total de las mercancías como fuente de los diversos componentes del
precio”.

8.3 La crítica de Böhm-Bawerk.


Dos años después de la publicación del Tomo III, Böhm-Bawerk, un destacado
miembro de la Escuela Austriaca de Economía, puso en tela de juicio la solución de
Marx. La crítica de Böhm-Bawerk ha sido muy influyente entre los economistas
convencionales, ya que refleja su punto de vista de que lo único importante en el
mundo real son los precios y la ganancia, no el valor ni la plusvalía. También ha
ejercido mucha influencia entre no economistas, seguramente porque se trata de
una crítica mucho más fácil de comprender que las planteadas por los autores
fisicalistas-simultaneistas. Samuelson desdeñó esta crítica (1971: 423) por lo que
la literatura especializada prácticamente ha hecho caso omiso de la misma.
Trataremos de responder a ella, sin embargo, por dos razones. En primer lugar, los
no especialistas suelen confundirla y mezclarla con la crítica de Bortkiewicz y otros
simultaneistas, por lo que distinguirlas tiene su importancia. En segundo lugar
emplearemos la crítica de Böhm-Bawerk y la contra-crítica de Postone (1993) para
ilustrar una idea que se presentó en la sección 1.3: el planteamiento de un “problema
de la transformación” no puede ser propiamente refutado argumentando que los
críticos no han entendido lo que Marx pretendía demostrar.

La crítica de Böhm-Bawerk es muy distinta de críticas posteriores, sobre todo


porque no afirma en ningún momento que la solución de Marx adoleciera de
contradicciones internas. Por el contrario, concede que “es bastante cierto que el
precio total pagado por todo el producto nacional coincide exactamente con el monto
total de valor o trabajo incorporado en el mismo”. (Böhm-Bawerk 1984: 36). Cuando
sostenía que El Capital era auto-contradictorio lo que quería decir era que “el tercer
tomo del capital contradice el primero”. (Böhm-Bawerk 1984: 36). La presunta
contradicción a la que se refiere no se halla en el seno del capítulo 9 del Tomo III,
sino entre éste y el Tomo I.

Böhm-Bawerk (1984: 28) dijo que Marx había asegurado en el Tomo I que las
mercancías tienden a venderse a sus valores, al menos a largo plazo, y había
prometido conciliar esa proposición con la proposición de que las mercancías
tienden a venderse a sus precios de producción. Así era la lectura de Böhm-Bawerk
de la referencia de Marx a su próxima “solución de esta contradicción aparente”.
Pero el capítulo 9 del Tomo III sencillamente reprodujo la contradicción entre ambas
proposiciones, sin conciliar nada.

Es importante recalcar que Böhm-Bawerk estaba analizando proposiciones


contradictorias porque como se verá, Postone pasa por alto este hecho. Al comienzo
de su capítulo sobre “La Cuestión de la Contradicción” Böhm-Bawerk (1984: 28-29)
alude a la “incompatibilidad real de estas dos proposiciones” y las tacha de
“proposiciones inconciliables”.

Böhm-Bawerk negó que Marx hubiera conciliado la ley del valor con los precios
reales porque creía que lo único que en verdad importaba era la desviación de los
precios individuales de las mercancías con respecto a sus valores. La igualdad del
conjunto era para él irrelevante.

“El principal objeto de la “ley del valor” […] no es sino la elucidación de las relaciones
de cambio tal y como se manifiestan en la realidad […] Es claro que el propio Marx
concibe de ese modo el objeto explicativo de la ley del valor”. (Böhm-Bawerk 1984:
34, énfasis añadido). Aunque es “bastante cierto” que el precio total iguala el valor
total, también es irrelevante, porque nada tiene que ver con las “relaciones de
cambio”, es decir, las proporciones en las que los bienes se intercambian. Böhm-
Bawerk quería decir que Marx nos cuenta que los bienes A y B se venden juntos por
3 euros, cuando la cuestión aquí es saber por qué A se vende a 2 euros y B a 1
euro, o si A se vende por 1 euro y B por 2.
Además, argumentaba Böhm-Bawerk (1984: 35) la solución de Marx ni siquiera
supone una respuesta a una pregunta diferente, sino una simple “perogrullada”. La
afirmación de que el precio total de A y B asciende a 3 euros no aporta conocimiento
alguno, ya que “las mercancías acaban intercambiándose en última instancia por
otras mercancías, cuando uno penetra a través del velo monetario”. Si abstraemos
el dinero, vemos que el precio total de A y B no es otra cosa que A y B.

La praxis interpretativa de Böhm-Bawerk era muy cuestionable. La interpretación


de la promesa de Marx de resolver la “contradicción” aparente es muy traída por los
pelos. ¿Realmente podemos creer que Marx, un doctor en filosofía, podía haber
prometido demostrar que las “mercancías tienden a venderse a sus valores” y que
“las mercancías no tienden a venderse a sus valores” son sólo aparentemente
proposiciones contradictorias? Dado lo improbable de esta interpretación, y
especialmente su incapacidad de dar sentido a la solución de Marx, Böhm-Bawerk
debería haber tratado de encontrar una interpretación más adecuada. En su crítica
no hay prueba alguna de que este fuera el caso.

Las pruebas textuales directas también indican que su interpretación era bastante
floja. Citó varios extractos, nunca una frase completa siquiera, del Tomo I fuera de
contexto y parafraseó otros (Böhm-Bawerk 1984: 12-13, 29- 30), interpretándolos
como si se estuviera afirmando que las mercancías se venden a sus valores.
Podríamos ofrecer interpretaciones alternativas mucho más razonables de esos
fragmentos, pero haría falta un capítulo entero.

Existen, además, dos pasajes en el Tomo I, señalados por Hilferding (1984: 156-
57) en su respuesta a Böhm-Bawerk en 1904 en los que Marx dice categóricamente
que las mercancía no se venden a sus valores, incluso en promedio. Al final del
capítulo 5, cuando por primera vez supone que las mercancías se venden a sus
valores, Marx avisa que no es así en realidad, incluso a largo plazo;

“¿Cómo podemos dar cuenta del origen del capital suponiendo que los precios se
regulan por el precio medio (precio de producción), es decir, en última instancia, por
los valores de las mercancías? Digo “en última instancia” porque los precios medios
no coinciden directamente con los valores de las mercancías, como creen Adam
Smith, Ricardo, y otros” (Marx 1990a: 269, n24).

En el capítulo 9 señala, “hasta ahora hemos supuesto que los precios son iguales
a los valores. Pero ya veremos en el Tomo 3 que en el caso de los precios medios
el supuesto no puede formularse de forma tan sencilla” (Marx 1990a: 329, n9).

Estas afirmaciones invitan claramente a pensar que la supuesta contradicción entre


lo que Marx dijo en el Tomo 1 y lo que concedió en el Tomo III no existe.

Otro aspecto de la crítica de Böhm-Bawerk es igualmente defectuoso. Si conclusión


de que la igualdad del precio total y el valor total es una perogrullada se basa
plenamente en la muy discutible premisa de que el dinero es un velo innecesario.
Marx no aceptó está premisa, ni Keynes, ni sus seguidores. Böhm-Bawerk trazó un
argumento para respaldar esta premisa, pero no llegó a demostrarla realmente,
especialmente porque el hecho de que las mercancías “acaben” intercambiándose
con otras mercancías no implica que el dinero y el valor no desempeñen otras
funciones esenciales que no estén relacionadas con el mero intercambio.

Pensemos en el PIB. Es un concepto significativo, y de alguna forma tiene que serlo,


ya que las empresas y los gobiernos responden cuando sube o baja, y también lo
es el precio total, ya que el PIB es sencillamente la diferencia entre el precio total y
el gasto en los “insumos intermedios”. Böhm-Bawerk tenía derecho a formular su
teoría de que el dinero es sólo un velo, pero no pudo demostrar de forma
concluyente la falsedad de la teoría contraria de Marx, carece de fundamento
aseverar que la solución de Marx es tautológica.

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