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FUNDACIÓN INSTITUTO Di HISTORIA SOCIAL
$D l£C U M > 0 R
2001 (II)
Ns 40
SUMARIO )
La continuidad de un compromiso. Cuarenta números de "Historia
Social", por Javier Panlagua y José A. Piqueras __ 3
L A CO N S TR U CC IÓ N IM A G IN A R IA DE L A S C O M U N ID A D E S N A C IO N A L E S
Resúmenes/Abstracts — 215
Autores __ 221
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M»I UNIA 10(IAI
HUIA
IUNDACIÓN INSTITUTO DE HISTORIA SOCIAL
...... con el CENTRO ALZIRA - VALENCIA DE LA UNED "FRANCISCO TOMÁS
V VAI U NTE”
lililí CCIÓN
Jnvlor Panlagua y José A. Piqueras
IIIN SIJO REDACCIÓN
li i mi Alvarez Junco (Universidad Complutense de Madrid), Julián Casanova (Universidad
'i" Aiiagoza), Pere Gabriel (Universitat Autónoma de Barcelona), Ricardo García Cárcel
(i Inlvnrsitat Autónoma de Barcelona), Mary Nash (Universitat de Barcelona), Javier Paniagua
(UNI li), Manuel Pérez Ledesma (Universidad Autónoma de Madrid) y José A. Piqueras
(I Inlvnrsitat Jaume I).
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INV ENTAN DO T R A D I C I O N E S
E r ic J. Ilo b sb a w m
"Introductiou: invcnling traditions", originalmente en inglés en Eric Ilobsbawm y Torcnce Rnngcr (eds.):
The invention o[ Iradilion, Cambridge University Press, 1983. Se ha prescindido de las alusiones a los textos
que se prologan.
1 V éase, por ejem plo, G . Tihon: “ Les rcügieúscs en B clgiquc du X V IIe au X X c siéele: approchc stolis-
tique” , Belgiscli Vjdschrtft v. Nieuwste Geschiedenls / Reme Ilelgc d'Histoirc Contemporainc, n” V il (1976),
pp. 1-5-1.
1 K aisten Bahnson: Akademtsche Awizüge aiis deutschen Universitals und Hochschulorten, Saarbrikkcn,
1973.
1 H ay registrados 17 de estos éxodos en el siglo xv m , 50 entre 1800 y 1848, pero solam ente 6 entre 18-18 y
1973.
4 R u d o lf Braun: Sozlaler und kultureller Wandel in einem lándllchen Induslriegcbiet im 19. und 20. Jalir-
hundert, capitulo 6, Erlenbacli-Zürich, 1965.
' Nación, nación, qué bien suena la nmica.
Un poderoso y complejo ritual se estructuró alrededor de estas celebraciones: pabe
llones para las fiestas, estruc turas para exponer las banderas, templos para las ofrendas,
procesiones, repiques de campanas, retablos vivientes, salvas de disparos, delegaciones
gubernamentales en honor del festival, cenas, brindis y discursos. De nuevo los materiales
viejos fueron adaptados para todo esto: “Los ecos de formas barrocas de celebración,
exposición y pompa se encuentra de manera inconfundible en esta nueva arquitectura del
festival. Y, tal como ocurría, el Estado y la Iglesia emergen en un plano más elevado, de
manera que una aleación de elementos religiosos y patrióticos surge de estas nuevas for
mas de actividad coral, de tiro y de gimnasia”. 5
Hasta dónde las nuevas tradiciones pueden hacer uso de materiales viejos de esta for
ma, hasta dónde se les puede forzar a inventar lenguajes o mecanismos nuevos o a exten
der el antiguo vocabulario simbólico más allá de los límites establecidos, es algo que aquí
no podemos discutir. Está claro que muchas de las instituciones políticas, muchos movi
mientos y grupos ideológicos -sin descartar el nacionalismo- carecían de precedentes por
lo que se les hizo necesario inventar una continuidad histórica creándose, por ejemplo, un
pasado remoto que reafirmara esa continuidad histórica de forma efectiva ya fuera
mediante la semificción (Boadicea, Vercingetorix, Arminio el Querusco) o mediante la fal
sificación (Ossian, los manuscritos checos medievales). También está claro que se crearon
símbolos y mecanismos completamente nuevos como parte de movimientos nacionales y
estados, como los himnos nacionales (de los que el británico de 1740 parece ser el más
temprano), la bandera nacional .(de forma general una variación de la bandera revoluciona
ria tricolor francesa, evolucionada entre 1790 y 1794), o la personificación de “la nación”
en símbolo o en imagen, ya sea de forma oficial como Marianne y Germania, ya sea de
forma extraoficial, como los estereotipos de cómics como John Bull, el delgado tío Sam
de los yanquis y el “Germán M xhel”.
Tampoco deberíamos soslayar la interrupción en la continuidad que en ocasiones es
evidente incluso en los topoi tradicionales de antigüedad genuina. Si seguimos a Lloyd,6
los villancicos tradicionales ingleses dejaron de crearse en el siglo xvil, y fueron reempla
zados por canciones de libro de himnos religiosos del tipo Watts-Wesley, aunque se puede
observar ima transformación popular en religiones básicamente rurales como el metodis-
mo primitivo. No obstante, los villancicos fueron la primera forma de canción tradicional
que se revivió por paite de los coleccionistas de clase media para ser cantadas “en los nue
vos entornos de la iglesia, el gremio o el instituto de mujeres” y que, por tanto, se exten
dieron en un nuevo marco urbano popular por medio de “cantantes callejeros o por jóve
nes de voz ronca cantándolas en los soportales con la antigua esperanza del aguinaldo”. En
este sentido God rest ye merry, Gentlemen no es una canción vieja, sino nueva. Interrup
ciones de este tipo son visibles incluso en movimientos deliberadamente descritos a sí mis
mos como “tradicionalistas” y que atraían a grupos que eran, de común acuerdo, consi
derados como los depositarios de la continuidad histórica y la tradición, como el
campesinado.7 De hecho, la misma aparición de movimientos para la defensa o el fomento
8 Palrick Joyce: “The factory politics o f Lancanshire in the later nineteenth century” , H istorical Journal,
vol. X V III (1965), pp. 525-553.
9 H elm ut H artw ig: “P laketten zum 1. M ai 1934-39”, A eslhetic u n d K om m unicalion, vol. V il / n° 26
(1976), pp. 56-59.
10 P. H. J. H. G osden: The fr ie n d ly societíes in E ngland (1815-1875), M anchester, 1961, pp. 123 y 119.
11 En el capítulo 7 de The invention o f tradition, “M ass-producing traditions: Europe, 1870-1914”, pp.
263-307 [trad. cast. en este m ism o núm ero de H istoria Social], se analiza qué ocurrió en el periodo en que sus
lim itaciones fueron reconocidas de forma creciente.
Desfile de la coronación del rey Eduardo Vil, 1900
La enseña nacional, el himno nacional y el emblema nacional son los tres símbolos a través de los
que un país independiente proclama su identidad y su soberanía y, como tales, exigen un respeto y
una lealtad instantáneos: Son estos elementos precisamente los que reflejan el legado, el pensamien
to y la cultura de una nación.13
En este sentido, tal como señaló un observador en 1880, “los soldados y los policías
llevan escudos por nosotros”, aunque erró a la hora de predecir su renacimiento como
12 J. E. C. Bodley: The coronation o f E dw ard the Vllth: a chapier o f European a n d im perial history, L on
dres, 1903, pp. 201-204.
13 C om entario del gobierno indio citado e n R . F irth, Sym bols, p u b lic a n d p ríva te, Londres, 1973, p. 341.
adjuntos a los ciudadanos individuales en la era de los movimientos de masas que estaban
a punto de comenzar.14
La segunda observación es que parece claro que, a pesar de tanta invención, las tradi
ciones nuevas sólo han cubierto una pequeña parte del espacio dejado por el declive secu
lar de la antigua tradición y la costumbre; tal como podía esperarse en sociedades en las
que el pasado es cada vez menos importante como modelo o como precedente para la
mayor parte de las formas de comportamiento humano. En la vida privada de mucha gen
te, y en las vidas independientes de los pequeños, grupos sub-culturales, incluso las tradi
ciones inventadas de los siglos xrx y xx ocuparon u'ocupan un espacio mucho menor que
el que ocupaban las viejas tradiciones en, por ejemplo, las sociedades agrarias.15 “Lo que
ya está hecho rige los días, las estaciones y los ciclos vitales de los hombres y mujeres de
los países occidentales en el siglo XX en mucha menor medida de lo que lo hacía en sus
antepasados”, y mucho menos que las obligaciones externas de tipo económico o tecnoló
gico, las de la organización burocrática del estado, de las decisiones políticas u otras que
ni dependen de, ni desarrollan, la “tradición” en el sentido que le conferimos.
Sin embargo, esta generalización no se aplica al campo de lo que podríamos denomi
nar la vida pública del ciudadano -incluyendo en cierta manera formas públicas de sociali
zación, como las escuelas, por distinguirlas de las formas privadas, como los medios de
comunicaciónde masas-. No hay ningún signo real de debilidad en las prácticas neo-tradi
cionales vinculadas tanto a los cuerpos de hombres en el servicio público (las fuerzas
armadas, la ley, quizás incluso los funcionarios) como a prácticas asociadas con la perte
nencia de los ciudadanos a un estado. De hecho, en muchas de las ocasiones en que la gen
te llega a ser consciente de la ciudadanía, esta consciencia se asocia con símbolos y prácti
cas semi-rituales (por ejemplo, las elecciones) que en su gran parte son históricamente
nuevas y, en general, inventadas: banderas, imágenes, ceremonias y música. Si las tradicio
nes inventadas desde la revolución industrial y la revolución francesa han cubierto un
vacío permanente -p o r lo menos hasta el presente- parecería que ha sido en este ámbito.
¿Por qué, podríamos preguntar finalmente, los historiadores deberían prestar atención
a este fenómeno? La pregunta es, en cierto sentido, innecesaria, dado que un número cre
ciente de historiadores lo viene haciendo como lo demuestran la obras citadas. Así que
seria mejor réfonnularia: ¿qué beneficio pueden sacar los historiadores del estudio de la
invención de la tradición?
En primer lugar, y de forma más relevante, podría sugerirse que son síntomas impor
tantes, y por tanto indicadores, de problemas que de otra forma no se reconocerían, y de
desarrollos que serían difíciles de identificar y datar. Es evidente. La transformación del
nacionalismo alemán desde el antiguo modelo liberal hasta el nuevo modelo imperialista-
expansionista queda mucho más claro por la rápida sustitución de los viejos colores negro,
rojo y dorado por los nuevos negro, blanco y rojo -especialmente hacia la década de
] 890- entre el movimiento gimnástico alemán más que por las declaraciones oficiales de
las autoridades o de los portavoces de las organizaciones. La historia de las finales británi
cas de fútbol nos dice alguna cosa más sobre el desarrollo de una cultura de clase trabaja
dora urbana que otro tipo de datos y fuentes más convencionales no nos proporcionan. Por
este mismo motivo el estudio de las tradiciones inventadas no puede separarse del estudio
más amplio de la historia de la sociedad, ni puede esperar avanzar mucho más allá del sim-
16 John W Colé y Eric Wolf: The hidden frontier: ecology and ethnicity in an A lp in e val ley t N ueva York, y
Londres, 1974, p. 55.
También el pueblo alem án tiene su tradición revolucionaria.
17 Para la popularidad de libros sobre este y otros tem as históricos m ilitantes en las bibliotecas obreras ale
m anas véase H. J. Steinberg: Sozialism us u n d deutsche Sozialdem okratie. S u r Ideologie der Pariei von dem ers-
ten Weltkrieg, H anover, 1967, pp. 131-133.
18 Existen razones sólidas sobre porqué los participantes de base no perciben los acontecim ientos históri
cos que viven de la m ism a m anera que los perciben la gente de arriba o los historiadores. Esto podría den o m i
narse -p o r el héroe de Stendhal en L a cartuja de Parm a—“ el síndrom e Fabrice” .
Is Por ejem plo A lice Gérard: La Révolution Frangaise: m ythes et interprétations (1789-1970), París, 1970.
lengua que las madres y las abuelas de Flandes hablaban a sus hijos; es decir, que se trata
de una “lengua materna” de forma metafórica, pero en absoluto de forma literal. No debe
ríamos dejarnos confundir por una paradoja, curiosa pero comprensible: las naciones
modernas, y todo lo que hay a su alrededor, pretenden generalmente ser lo contrario de
nuevas, sino más bien naciones con arraigo en la más remota antigüedad; y lo contrario de
inventadas, sino más bien aparecer como comunidades humanas tan “naturales” que no
necesitan otra definición que la propia reivindicación. Cualesquiera que sean las continui
dades históricas o de otro tipo incluidas en el concepto moderno de “Francia” y de “los
franceses” -que nadie intentará negar- incluyen un componente construido o “inventado”.
Y precisamente porque una gran parte de lo que “subjetivamente” forma la nación moder
na consta de estas invenciones y está asociada con símbolos oportunos y, en general, muy
recientes o con un discurso hecho a medida -com o la “historia nacional”- el fenómeno
nacional no puede estudiarse adecuadamente sin prestar atención detenidamente a la
“invención de la tradición”.
Finalmente, señalar que el estudio de la invención de la tradición es interdisciplinar.
Es un campo de investigación que reúne a historiadores, antropólogos sociales y una gran
variedad de estudiosos de las ciencias humanas, y no puede realizarse de forma apropiada
sin una colaboración mutua.