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LaVIda de las

imágenes
Arte huichol
Johannes Neurath
La vida de las imágenes. Arte huichol
Primera edición, 2013
Coedición: Artes de México y del Mundo S.A. de C.V.
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes / Dirección General de Publicaciones

Edición: Margarita de Orellana


Coordinación editorial: Gabriela Olmos LaVIda de las
imágenes
Diseño y formación: Alejandra Guerrero Esperón
Corrección: Lucía Segovia
Asistencia editorial: José Acevez, Verónica Gómez Martínez

Arte huichol
Todos los dibujos en esta edición fueron tomados de:
Lumholtz, Carl (1904). El México desconocido. Nueva York: Charles Scribner’s Sons.

Imágenes:
José Benítez Sánchez. La visión de Tatutsi Xuweri Timaiweme, 1980.
Museo Nacional de Antropología: pp. 74, 80, 82-83, 117.
José Benítez Sánchez. Los jicareros, 2005.
Colección Artes de México: pp. 125-131.
Johannes Neurath: pp. 104, 117.
Art Resource, NY / Album: p. 101.
Art Resource, NY / bpk, Berlín / Alte Pinakothek, Bayerische Staatsgemaeldesammlungen, Múnich,
Alemania: p. 100.
National Museum of the American Indian, Smithsonian Institution (N24848) / Fotografía de Davies
Edward H.: p. 71.
inah. La reproducción, el uso y el aprovechamiento por cualquier medio de las imágenes pertenecientes
al patrimonio cultural de la nación mexicana contenidas en esta obra, están limitados conforme a la Ley
Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, y la Ley Federal del Derecho de
Autor. Su reproducción debe ser aprobada previamente por el inah y el titular del derecho patrimonial.

D.R. © 2013, Del texto: Johannes Neurath


D.R. © 2013, Artes de México y del Mundo S.A. de C.V.
Córdoba 69
Col. Roma, C.P. 06700
México, D.F.

D.R. © 2013, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes


Dirección General de Publicaciones
Av. Paseo de la Reforma 175, Col. Cuauhtémoc
C.P. 06500, México, D.F.
www.conaculta.gob.mx

ISBN 978-607-461-144-1, Artes de México


Johannes Neurath
ISBN 978-607-516-330-7, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes

Todos los Derechos Reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier
medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la
grabación, sin la autorización por escrito de los coeditores.

Impreso en México

Página 2: Jícara de los Venados del Norte y del Sur. | Páginas 2-3: Tepari de Tatewari.
Página 3: Nierika de Tatei Nia’ariwame. | Página 5: Nierika. | Página 7: Tsɨkurite.
A Ximena y Aldonza
índice

Agradecimientos, 11

i. Jamás premodernos, 15

ii. Persona-jícara y persona-flecha, 29

iii. Entre mirar y no mirar, 59

iv. Entre la representación y la revelación, 75

v. Máscaras enmascaradas, 105

vi. Un origen que es destino, 125

Glosario, 133

Bibliografía, 137
agradecimientos

L as fiestas de la Casa Grande, mi primer libro sobre los huicholes, privilegió los
temas originales: historia, organización social, ciclos rituales y todo lo que no se
había trabajado de forma suficiente en este grupo. Trataba de evitar el chama-
nismo y el arte. En este sentido, este libro claramente es un retroceso. Ahora sí
hablaré de lo de siempre, pero quiero comprobar que también en la investigación
sobre clichés caben las sorpresas. Esto explica el carácter no tan etnográfico de
este texto. Se trata de desarrollar un marco conceptual para el estudio del arte /
huichol. Para más detalles etnográficos remito a publicaciones previas.
Quiero agradecer a los comuneros de Keuruwitɨa, con quienes he trabajado
desde la década de 1990, así como a los numerosos artistas huicholes de estambre
y de chaquira que, provenientes de diferentes comunidades del Gran Nayar, han
compartido sus experiencias conmigo y me han visitado en el museo, a pesar
de que casi nunca tenemos presupuesto para adquirir piezas. En especial quiero
Peyote flechado. recordar a Juan Ríos Martínez y José Benítez Sánchez, ambos ahora fallecidos.
Debo mucho a mis colegas etnógrafos del Gran Nayar: Olivia Kindl, investi-
gadora de las jícaras huicholas y del nierika, Paul Liffman, Margarita Valdovinos,
Antonio Reyes, Héctor Medina, Jesús Jáuregui, Arturo Gutiérrez y, más recien-
temente, Regina Lira y Ricardo Pacheco, vecinos en Keuruwitɨa. Junto con in-
vestigadores de otras regiones y continentes, Olivia, Margarita, Antonio y yo
formamos parte del Grupo de Investigación Internacional (gdri) de Antropo-
logía e Historia del Arte, coordinado por Anne-Christine Taylor del Musée du
Quai Branly. Desde 2006 he participado en numerosas actividades de esta red de
investigadores y aprendido mucho sobre antropología del arte. También participé en
el proyecto Art–Rituel-Mémoire, coordinado por Carlo Severi, Julien Bonhomme
y Pierre Déléage.
Faja Comencé este libro durante una estancia en el Laboratoire d’Anthropologie en esta institución. También agradezco el apoyo de Dorothea McEwan del War-
Sociale del Collège de France, bajo la dirección de Philippe Descola. Tuve la opor- burg-Institute London, donde tuve el privilegio de realizar una breve estancia de
tunidad de presentar avances en su seminario y de colaborar en la exposición “La investigación.
Fabrique des Images” (Descola, 2010). También presenté en el seminario de Carlo En diferentes momentos del proceso de investigación he contado con im-
Severi, Giovanni Careri y Denis Vidal de la École des Hautes Études en Sciences So- portantes interlocutores como Lúcia de Sá y Gordon Brotherston (entonces
ciales (ehess), así como en el seminario de investigación del Musée du Quai Branly Stanford, ahora Manchester), Roy Wagner (University of Virginia), Pedro Pitarch
coordinado por Anne-Christine Taylor, Julien Bonhomme y Laurent Berger. En el (Universidad Complutense Madrid), Martin Holbraad (University College London),
seminario “Magic Circle” de Piers Vitebsky del Scott-Polar Institute Cambridge, Pedro de Niemeyer Cesarino (Universidad Federal de Sao Paulo), Guillermo Wilde
Carlos Mondragón —del Colegio de México— y yo presentamos un trabajo que (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas [Conicet], Buenos
también fue un paso importante hacia los planteamientos de este libro. Aires), Danièle Déhouve (École Practique des Hautes Études), Aline Hémond
En el Museo Nacional de Antropología agradezco sobre todo a nuestra anti- (París VIII), Jacques Galinier (París X), Salvatore d’Onofrio, Dimitri Karadimas y
gua directora, Diana Magaloni. Juntos impartimos un curso de posgrado sobre Perig Pitrou (colegas del Laboratoire d’Anthropologie Sociale del Collège de Fran-
antropología del arte que fue una experiencia muy importante para terminar ce), Dimitri Lorrain y Muriel van Vliet (Deutsches Forum für Kunstgeschichte
este texto. También quiero agradecer a Paco Link (que actualmente colabora en el París), Guillhem Olivier y Federico Navarrete (ambos del Instituto de Investiga-
Metropolitan Museum of Art), con quien realicé un interactivo multimedia sobre ciones Históricas de la unam), Roger Magazine (Universidad Iberoamericana),
el cuadro de José Benítez Sánchez que se expone en la Sala del Gran Nayar y que es Laura Romero (Universidad de las Américas Puebla), Isabel Martínez (Instituto
un importante antecedente de este libro. de Investigaciones Antropológicas de la unam) y Juan Negrín (Wixarika Re-
En el Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah) he contado con el search Center).
apoyo de Gloria Artis cuando ella era la Coordinadora Nacional de Antropología y También agradezco el apoyo que he recibido de Margarita de Orellana, Al-
colaboramos en el proyecto “Etnografía de las Regiones de México”. Durante este berto Ruy-Sánchez, Gabriela Olmos (definitivamente la mejor editora de México)
tiempo trabajamos intensamente sobre los temas de ritual, cosmovisión y cha- y de todo el equipo de la revista Artes de México donde he tenido el privilegio de
manismo. De manera especial, agradezco la oportunidad de intercambiar ideas colaborar en múltiples ocasiones.
con Saúl Millán, Miguel Ángel Rubio, Lourdes Báez, Marina Alonso, Catherine Finalmente, quisiera hacer una observación con respecto al título. He deci-
Good, Natalia Gabayet y Leopoldo Trejo. dido llamar a este libro La vida de las imágenes como una suerte de homenaje a
Viola König, Richard Haas y Manuela Fischer del Museo Etnológico de Berlín- la edición homónima de Fritz Saxl, quien fuera el principal colaborador de Aby
Dahlem me apoyaron mucho al permitirme estudiar la colección Preuss resguardada Warburg en el instituto que lleva su nombre.
jamás premodernos
Una tradición hecha de interrupciones y en la que cada ruptura es un comienzo.
Octavio Paz

La religión pagana es politeísta. Ahora bien, la naturaleza es plural. La


naturaleza, consecuentemente, no se nos aparece como un conjunto, sino
como “muchas cosas”. No podemos afirmar positivamente, sin el auxilio
de un racionalismo mediador, sin la intervención de la inteligencia en la
experiencia directa, que exista, de verdad, un conjunto llamado Universo,
que haya una unidad, una cosa que sea una, designable por naturaleza.
La realidad, para nosotros, nos surge directamente plural.
Fernando Pessoa

Los huicholes más allá de los estereotipos


Los huicholes o wixaritari (wixarika en singular) son uno de los pueblos indígenas
de México en torno a los cuales se han construido más estereotipos. Se ha dicho de
ellos que son en su mayoría chamanes-artistas, que conservan costumbres pre-
hispánicas, que son una suerte de eslabón perdido entre los antiguos pobladores
de Mesoamérica y los grupos actuales y que son los mexicanos más “auténticos”,
entre otras afirmaciones que han contribuido a crear en torno a este pueblo una
suerte de aura con la cual ellos han aprendido a moverse. Pero ¿quiénes integran
el pueblo huichol y por qué se han acuñado en torno suyo tantos discursos
idealizados? Asentados en el Gran Nayar —región que comprende porciones de
los estados de Nayarit, Jalisco, Durango y Zacatecas y en la que habitan, además
de los huicholes, coras, tepehuanes del sur y mexicaneros— se trata de un gru-
po de gran vitalidad, “descubiertos” por la entonces naciente ciencia antropológica
Nierika del Padre Sol.
a finales del siglo xix. Carl S. Lumholtz, Léon Diguet, Konrad Theodor Preuss y
Robert M. Zingg reunieron las primeras colecciones de lo que podría llamarse el
estilo clásico huichol, formadas por bordados y tejidos, además de objetos ritua-
les entre los que destacan esculturas de madera y piedra, flechas votivas y jícaras
adornadas con chaquira. Estos acervos se encuentran resguardados en los mu-
seos de Nueva York, Chicago, París y Berlín.
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Aquí comenzó la fama internacional del pueblo huichol, pero fue sobre prácticamente prehispánicos. Esta pureza se consideraba una consecuencia del

i. jamás premoderno s
todo hace poco más de cuarenta años, con el origen de los movimientos con- aislamiento geográfico de la sierra y planteaba que tarde o temprano también los
traculturales en los Estados Unidos, que el arte wixarika vio los orígenes de un huicholes perderían su cultura. Estas ideas explican por qué, por lo menos entre
gran auge, un verdadero boom. Se comenzaron a producir tablas multicolores los especialistas, la irrupción del arte psicodélico de las tablas de estambre causó un
elaboradas con estambre (yarn-paintings) que representaban chamanes huicho- gran desconcierto. ¿Qué eran estas piezas? ¿Un arte chamánico tan auténtico
les y las figuras zoomorfas o antropomorfas de un complejo panteón. En estas como los huicholes, o un síntoma de la destrucción cultural que ya que comen-
piezas los personajes cantan y manipulan objetos rituales. De manera similar a zaba? (Benítez, 1986: 7; Shelton, 1992: 223-229). Hoy día las polémicas entre los
muchos sistemas iconográficos prehispánicos amerindios, no siempre es claro entusiastas y los detractores de las tablas de estambre pueden entenderse como
si se trata de chamanes o dioses, chamanes identificados con dioses o dioses una pelea entre corrientes que compartían una manera de mirar cifrada sobre
trabajando como chamanes. paradigmas esencialistas, como si los huicholes fuesen los “únicos”, los “anti-
Lo que hacía al arte huichol especialmente atractivo para los horizontes de guos”, los “verdaderos”. Aunque, a decir verdad, en ambos horizontes no existía
la contracultura era que su estética reflejaba experiencias basadas en el uso del una búsqueda real de comprender la alteridad, sino una necesidad de legitimar
hikuri (Lophophora williamsii, peyote), uno de los alucinógenos que atrapó la aten- la propia cultura en una aparente mirada al exterior.
ción de estos grupos ávidos de experiencias que reunieran la búsqueda interior Más adelante se realizaron aproximaciones a la cultura huichola de mayor
con el éxtasis. Así, los nombres de las divinidades huicholas se convirtieron en profundidad, gracias a las cuales sabemos que sus manifestaciones artísticas son
parte de la culture générale hippie, lo mismo que algunos de los objetos rituales de indicio de un gran dinamismo cultural. Su tradición está viva y, por eso, se trans-
este pueblo. Nadie entre Berkeley y Zipolite, Taos y Tepoztlán confunde a Kau- forma de forma creativa. La etnogénesis de los huicholes es un proceso continuo.
yumari con Tatewari. La palabra mara’akame,1 que designa al especialista ritual Las tradiciones precarias tienden a petrificarse, pero los huicholes no corren este
huichol, suele pronunciarse y pluralizarse de manera equivocada, pero todo el peligro, porque desarrollan de manera permanente nuevas formas de expresión.
mundo sabe que se trata de un “chamán” que usa hikuri. En este momento algu- Pero sostener, como suele hacerse ahora, que entre los huicholes tradición y mo-
nas imágenes del arte huichol comenzaron a reproducirse masivamente y se dernidad no se contradicen tampoco es lo más adecuado. Lo cierto es que
convirtieron en iconos que aparecieron en portadas de libros sobre temáticas los wixaritari han sabido trazar estrategias para explotar su imagen positiva en los
muy variadas, en cubiertas de discos, en diseños de moda, etcétera. mercados mundiales de arte y espiritualidad sin sucumbir totalmente a una ló-
Pero para comprender la compleja imagen de los huicholes en el mundo no gica de la mercantilización, y con ello han conseguido proteger ciertos aspectos
indígena hay que apuntar a la construcción de otro estereotipo: la clase media mexi- importantes de su cultura del voyeurismo étnico exotizante.
cana indigenista que los considera el grupo “más mexicano”. Como señala Paul Sin embargo, este vínculo entre el ritual tradicional y las nuevas formas de
Liffman (2003; 2011; 2012), los huicholes han asumido este papel. Saben que son expresión estética sí puede ser problemático. Artistas huicholes como Juan Ríos
el “otro de su otro” y conocen su imagen al exterior. Martínez (1930-1996) o José Benítez Sánchez (1938-2009), y otros con quienes he
¿Y qué decían los antropólogos del surgimiento del arte contemporáneo hui- trabajado, muchas veces mantienen una relación complicada con la tradición. En
chol? A diferencia de otros muchos pueblos amerindios, la antropología de las lugar de producir piezas pseudo chamánicas, lo que muchas veces es su inten-
décadas de 1960 y 1970 los consideraba aún libres de contaminación cultural, sin ción, terminan produciendo imágenes ritualmente relevantes y, por ende, po-
“influencia” del cristianismo, del capitalismo y demás instituciones de la civili- derosas y peligrosas. En ocasiones los artistas se apartan de forma temporal
zación moderna. Ralph L. Beals (1943), quien calculaba los porcentajes de acul- o permanente de la vida comunitaria, para llevar un modus vivendi urbano, pero
turación de los pueblos indígenas de México, afirmaba que los huicholes eran recrean las tradiciones en su arte. Comercializan con su supuesta “espiritualidad
indígena”, y aunque muchas veces se les acusa de “lucrar” con la tradición, a su
manera, participan activamente en ella. De hecho, pintores de estambre como
1 El término mara’akame (plural mara’akate) quiere decir “el que sabe soñar”. En Neurath 2013 se
discute la posibilidad de traducir esta palabra como “chamán”, siempre y cuando exista un deslinde los mencionados, lograron un acercamiento efectivo al chamanismo huichol y
claro del concepto de Mircea Eliade. participaron, por ejemplo, en peregrinaciones a Wirikuta y a lugares de culto de
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la sierra, como Te’akata. Algunas de estas búsquedas de visiones, incluso, fueron nen cerradas a los turistas y prohíben la toma de fotografías, notablemente en

i. jamás premoderno s
organizadas por coleccionistas de sus obras, y no se enfocaban, en primer lugar, Tuapurie (Santa Catarina Cuexcomatitlán) y Wautɨa (San Sebastián Teponahuaxt-
a la iniciación chamánica sino, más bien, a la obtención de inspiración artística. lán), ambas en Jalisco, donde existen los centros ceremoniales más grandes y más
bellos. En cuanto a la comercialización de conocimientos iniciáticos se han recu-
rrido a las formas tradicionales de manejar el saber, según las cuales solamente
Dos mundos en tensión
ciertos “mitos” se consideran aptos para oídos no indígenas. Así, se ha conforma-
Mi primera reacción frente a la masificación cada vez mayor de discursos exo- do un corpus informal de historias comercializables que se distingue de lo que sí se
tizantes y esencialistas, fue denunciarlos como “representaciones falsas” que mantiene “secreto” o se reserva para el uso exclusivo de los huicholes. Todo esto no
debieran considerarse colonialistas. Desde mis primeras publicaciones he tra- sucede porque ellos se hubieran adaptado exitosamente a la modernidad. En rea-
tado de contextualizar el uso del peyote en la religión wixarika, y he refutado toda lidad, ellos han estado un paso adelante. Somos nosotros, los occidentales quienes
clase de interpretaciones superficiales sobre ellos inspiradas en el hippisimo o el batallamos con la transición hacia la llamada modernidad. Parafraseando a Bruno
new age; asimismo he cuestionado la idea de ecologistas e indigenistas que en una Latour (1993) diremos que ellos “nunca han sido premodernos”.
suerte de paternalismo han querido ver en los huicholes a un grupo cuya exis- El arte huichol, en todas sus vertientes, es una expresión de la modernidad de
tencia se encuentra “amenazada”, pues en lugar de un “fósil cultural” a punto de este pueblo. El estudio del ritual ha aportado importantes apreciaciones al respec-
desaparecer frente los inevitables avances de la modernización, me he topado to. La documentación que realicé sobre las fiestas del centro ceremonial comunal
siempre con un grupo exitoso, cosmopolita y en plena expansión demográfica, (tukipa) hizo evidente que, en la ritualidad de este grupo, se cifra toda clase de
territorial y cultural. Según el censo del inegi (2010), la lengua wixarika tenía 44 788 relaciones contradictorias: se puede practicar de forma simultánea la creación y
hablantes. Hace unas décadas los censos no se hacían tan bien, pero jamás se con- la destrucción del mundo; un mismo ritual puede ser de don y de intercambio; se
taban más de 10 000. En las etnografías de mediados del siglo xx se hablaba de entre afirman y se cuestionan jerarquías en un mismo acto; se establece la posibilidad
tres y cinco mil; unas décadas más tarde se hablaba de entre ocho y nueve mil de convivencia con los “vecinos” no indígenas blancos o mestizos (teiwarixi), al
(Weigand, 1992: 37, nota 6). A principios y mediados del siglo xx, los territorios tiempo que se les combate ritualmente como enemigos (Neurath, 2011a, 2011b).
de las comunidades huicholas se limitaban a una parte remota de la Sierra Madre Para poder estudiar las contradicciones que se cifran en el arte huichol, el
Occidental, donde colindan los estados de Jalisco, Nayarit y Durango (cfr. mapa en primer paso sería tratar de descifrar qué quiere decir ser “persona” en el con-
Lumholtz, 1902, 2: 16-17). Hoy día el territorio se ha duplicado y abarca muchas texto de este pueblo. Para ello hace falta tomar distancia con respecto a muchas
áreas fuera de la sierra, en la planicie costera de Nayarit y en los alrededores de de las nociones que privan en nuestro mundo occidental y que la arrogancia
Tepic. Territorios mestizos se han vuelto indígenas. Finalmente, la fama nacional de la razón ilustrada nos ha hecho mirar como las únicas valiosas. Contraponer
e internacional de los huicholes como artistas, músicos y “chamanes” sigue cre- a la idea de sujeto que ha marcado el pensamiento europeo una noción distinta
ciendo. Con todo esto, es claro que los wixaritari no están a punto de desaparecer. de persona no es nada nuevo. Antropólogos como Eduardo Viveiros de Castro
Más bien, podría sospecharse que se estén convirtiendo en un fenómeno mediá- (1993, 2008), Pedro Pitarch (2003, 2013), Jacques Galinier (2004a) y Pedro Cesari-
tico, pero aparentemente esto tampoco es el caso. no (2011), entre otros, ya han planteado posturas similares para diversos pueblos
¿Cómo un grupo tan famoso evita ser arrollado por la industria cultural y amerindios. Es preciso estudiar ahora a los wixaritari desde este horizonte para
logra reproducir su tradición o su particular estilo de vida? ¿Cómo hacen frente descifrar las tensiones singulares de sus expresiones.
al acoso de los “etnoturistas”? ¿Cómo evitan la folclorización de sus ceremonias? Pensar la noción de persona para un grupo indígena asentado en lo que fueran
Los huicholes han desarrollado estrategias que parecen emanar de la más sofis- territorios de la antigua Mesoamérica nos lleva de primera instancia a las reflexio-
ticada mercadotecnia. Pero estas directrices no sólo les han permitido insertarse nes en torno al isomorfismo cuerpo-cosmos que se ha estudiado para varios grupos
en el universo comercial, también han sido eficaces para controlar las miradas, de la misma región (López Austin, 1980; Galinier, 2004a, 2005; Monaghan, 1995:
las imágenes y los discursos que giran en torno a ellos en el mundo no indígena. Los 98). Según esta concepción el cuerpo es un microcosmos y el mundo es un ma-
wixaritari viajan por todo el mundo, pero muchas de sus comunidades se mantie- crocuerpo. La reflexión nos obliga a profundizar en la geografía de la región y en
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los relatos cosmogónicos que ofrecen los huicholes para dar cuenta de ella. Según iguales. Los techos corresponden a Wirikuta, al cielo diurno y al Cerro del Amane-

i. jamás premoderno s
su mitología la vida se inició en el Poniente, en el Océano, desde donde los dio- cer cerca de Real de Catorce (en el estado de San Luis Potosí), también conocida
ses comenzaron a caminar hacia el Desierto del Amanecer en el Oriente. Con los como Paritekɨa o Xeu’unari. El oscuro interior corresponde al mar y el inframun-
pasos de esta caminata primordial crearon el mundo. Pues bien, la fértil planicie do. Las fogatas centrales son réplicas del ombligo del mundo.
en la costa del Océano Pacífico, a la que los huicholes denominan “abajo”, corres- El cuerpo-cosmos wixarika muestra que solamente una parte del tiempo-
ponde al ámbito de lo primordial, al tiempo-espacio del origen, aunque también espacio —la del “abajo”— está, por decir, “naturalmente dada”, la mitad solar es
se asocia, como veremos más adelante, con el inframundo habitado por deidades artificial y efímera. Periódicamente debe volverse a crear. Como señala Roy Wag-
ominosas y por los mestizos quienes, según el mismo relato, a diferencia de los ner, en culturas no occidentales, la relación entre lo dado y lo no dado puede ser
primeros huicholes, fracasaron en su peregrinación rumbo al sitio donde saldría muy diferente que la que nos rige a nosotros. Lo artificial entre ellos no necesaria-
el sol. En el Este se ubica el semidesierto llamado Wirikuta, a quienes los wixari- mente es menos cierto, menos prestigiado o menos importante que lo natural. ¡Al
tari denominan “arriba” y que se asocia con la luz y con la búsqueda iniciática. contrario! (Wagner, 1981 [1975]).
El territorio de las comunidades huicholas se ubica al centro, en la Sierra Madre La mitad de abajo es un mundo antiguo, paleo-ontológico o prehistórico,
Occidental. Ahora, si volvemos al asunto de la correspondencia cuerpo-cosmos, pero al mismo tiempo es el mundo contemporáneo. Habitado por gigantes
podríamos plantear que Wirikuta corresponde a la cabeza, la costa a los órganos caníbales y monstruos marinos, también es el ámbito de las poblaciones no
sexuales, y que el ombligo del mundo se ubica en una barranca de la sierra. Asi- indígenas urbanas. Los huicholes no se definen como indígenas, sino como
mismo, Wirikuta corresponde al día y a la temporada de las secas, mientras que la los “hermanos menores”, “los que llegaron al último”, pero se consideran más
costa guarda relación con la noche y las lluvias; el otoño, que supone el intervalo “evolucionados” que los mestizos. Como descendientes de los monstruos caní-
entre estos dos periodos, es “cuando amanece”. bales, los mestizos tienen un comportamiento torpe y asocial. Han perdido “el
Este sistema muy elaborado de analogías muestra asimetrías importantes. costumbre” o, según otras variantes, nunca lo tuvieron. No conocen lo que los
Únicamente el ámbito de la noche —el Océano— siempre ha existido y existirá. La antropólogos llamamos la ley de la reciprocidad: como confían en su tecnología y
luz del amanecer, en cambio, debe encontrarse. Esta transición articula las rela- desconocen el origen de las cosas, piensan, por ejemplo, que la electricidad
ciones espaciales y temporales en las que se desenvuelven los huicholes; es decir, puede tomarse del enchufe sin dar nada a cambio al dios del fuego. Por el contra-
que entre ambos mundos se establece su cronotopo.2 La iniciación wixarika es rio, los hermanos menores, los wixaritari, deben crear su mundo luminoso a través
fundamental para este cronotopo, pues sirve de enlace entre los dos ámbitos que de la iniciación, practicando yeiyari, “el costumbre”, es decir “caminando sobre
lo integran. El proceso comienza con una peregrinación donde los participantes las huellas de los ancestros” (cfr. Kantor, 2012).
(xukuri’ikate, jicareros, o hikuritamete, peyoteros) se convierten en sus propios an- El universo de los mestizos flojos e irresponsables es asunto del pasado, mien-
tepasados míticos. Para encontrar el amanecer uno debe abstenerse o alejarse de tras que el mundo huichol es prácticamente inalcanzable. Es un mundo cuasi utó-
todo lo que tiene que ver con el mar y la oscuridad: no se ingiere sal, se camina pico. Para practicar “el costumbre”, el iniciado casi debe morir, participar en una
en la estepas áridas del Oriente, se debe uno abstener del sexo extramarital, y cacería de venado que lo lleva hasta el límite entre la vida y la muerte. Pero, más
se trata de dormir lo menos posible. Después de días de purificación, el peyote se allá del esfuerzo físico, durante el proceso ritual, como hemos visto, el venado se
aparece a los peregrinos como un venado que se deja cazar. El efecto del alucinó- transforma en peyote para dejarse cazar. Después los peregrinos ingieren el cac-
geno es la luz del amanecer. El día (o la luz del día) es, por ende, una visión y no tus y con sus visiones se convierten en él. Así, “el costumbre” supone un proceso
existe independientemente de la acción ritual. en el que el sacrificador se identifica con su víctima y experimenta con ella la
Esta misma asimetría también es palpable en la arquitectura de los templos muerte sacrificial. En este momento el iniciante logra obtener la visión del Ama-
huicholes. Existen dos tipos, tuki y xiriki; ambos deben renovarse cada cinco años, necer, el despertar, el conocimiento. Sin embargo, hay muchos que jamás logran la
pero solamente se vuelven a hacer los techos de zacate, los muros permanecen iniciación, se pierden, se desvían, se quedan dormidos, sucumben a las tentaciones.
Esto es, precisamente, lo que sucedió a los mestizos y a otros pueblos indígenas,
2 Este término lo establece Mijaíl Bajtín (1989) y alude a las conexiones temporales y espaciales de
un suceso. como los coras y tepehuanes, y también a las diferentes especies de animales.
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Es importante no subestimar el contraste entre el mundo solar de los pere- Latour: “La tarea del conocimiento deja de ser la de unificar lo diverso bajo la

i. jamás premoderno s
grinos de peyote y el mundo acuático y oscuro del Océano. El primero es resultado representación y pasa a ser la de ‘multiplicar’ el número de agentes que pueblan
de una transformación. El segundo funciona según la lógica del intercambio e el mundo” (citado en Eduardo Viveiros de Castro, 2010: 96). La ontología wixarika
incluye a las poblaciones no indígenas. En antropología se ha planteado que estas es inestable y está sometida a cambios permanentes.
dinámicas son incompatibles y excluyentes. Sin embargo, en lo que hemos esta- Los huicholes desafían también nuestra concepción del tiempo y de la histo-
blecido como el cronotopo huichol hay un ir y venir entre ambos universos. Y en ria. Como hemos visto, en el Poniente de su geografía se encuentra el Océano que
este constante tránsito entre contrastes se encuentra uno de sus más interesan- corresponde al sitio del origen de la vida, donde los dioses decidieron comenzar
tes puntos de tensión. a caminar. De forma paradójica este mismo ámbito, de acuerdo con su cosmogonía,
De hecho, en cada ritual se repite este flujo entre sacrificio transformativo e corresponde al inframundo y se encuentra habitado por los mestizos quienes,
intercambio. Los cantos enunciados en este contexto suelen tratar de viajes a lu- desde la mirada de los huicholes, tienen una voracidad por la tecnología que
gares lejanos y de regreso al lugar de la fiesta. El mara’akame se desplaza hacia marca su entorno de manera decisiva. Así, el estado primordial y la modernidad
los puntos donde habitan los dioses ancestrales y los invita a visitar la celebra- urbana son asimilados en una sola categoría que, como se opone al mundo de los
ción. Cuando todos están reunidos —hombres y dioses— se sacrifican animales. iniciados huicholes en el Oriente, se entiende como una suerte de alteridad. De
El chamán debe convencerlos de dejarse matar, de manera que este acto siempre esta manera, lo que para nosotros son los extremos de una dicotomía —pasado
resulta ser una autoinmolación por parte de los animales. Con esto se cumple mítico e integración en el mundo globalizado—, para ellos es una misma cosa. Los
la primera condición de la articulación que planteamos: los rituales huicholes huicholes se relacionan con esta alteridad por medio de un par contradictorio
suponen una dinámica de sacrificio y transformación. Pero, además, la sangre de de relaciones rituales: a través de violencia sacrificial, lo “arcaico / moderno” es
los animales agonizantes es comida para los dioses, así que se reparte entre los di- conquistado y controlado; pero también existe un tipo de alianza matrimonial
ferentes objetos ceremoniales, que deben ofrendarse después de la fiesta en los metafórica, por medio de la cual los wixaritari se involucran con los mismos otros
lugares sagrados. Al retomar el peregrinar entre centros ceremoniales y lugares sobre una base de relaciones de intercambio.
del paisaje, se recuperan los ritos de intercambio. Otra de las particularidades de los huicholes es que no aceptan la dicotomía
Ésta es sólo una más de las expresiones de la complejidad del mundo o de los “resistencia” o “aculturación” (cfr. Navarrete, 2012). Es decir, ellos han encon-
mundos huicholes. Y es que es importante insistir que, para estudiar un caso et- trado que existen posibilidades que van más allá de mantener una identidad
nográfico como el que nos ocupa, hay que tomar distancia con respecto a la idea propia o modernizarse. La lógica del chamanismo y sus múltiples transforma-
de mundo y de ser que priva en nuestro pensamiento occidental. Esto se ha estu- ciones ha marcado su cultura en ámbitos que van más allá de lo ritual, así que
diado reiteradamente y de forma profunda, pero para ser breves diremos que en su proyecto implícito es tener la habilidad de jugar, simultáneamente, pape-
Occidente celebramos la unidad. Desde Parménides se nos ha insistido que “el ser les contradictorios: ser indígenas y, al mismo tiempo, mestizos. La tradición
no es partible”, y por eso aseguramos que habitamos un mundo y que sólo existe chamánica de desarrollar la capacidad de multiplicar la persona, de acumular
una cosmovisión. Aunque esta idea da cuenta del pensamiento de una buena par- identidades contradictorias, encaja perfectamente con la vida en la sociedad
te del orbe, sería equivocado afirmar que se trata de un supuesto universal. Hay contemporánea, donde se espera que un individuo pueda funcionar en contex-
cientos de culturas, como hemos visto para la huichola, que no podemos decir tos múltiples, complicados y contradictorios.
que estén enclavadas en un solo mundo con unas reglas determinadas. La vida
de los wixaritari transcurre cuando menos entre estos dos mundos que hemos
planteado y que son irreconciliables. Por eso se ha dicho que poseen una “onto-
logía compleja” y que sería deseable que se estudiaran desde este punto de vista,
pues plantearlos insertos en una sola cosmovisión sería negarnos la posibilidad
de comprender la vitalidad que emana de su transitar entre dos mundos tan dis-
tintos que chocan en los momentos cruciales de los ritos. Aplica la frase de Bruno Faja.
24 25

Tepari del Abuelo Fuego, Como cocreadores, el artista y el especialista ceremonial participan en la cos-

i. jamás premoderno s
cara superior.
mogonía, pero jamás producen obras acabadas, ni definitivas. Lo estable, lo fijo, la
obra terminada no son posibles, y siempre es más importante el devenir que el ser.
El arte mesoamericano es, por ello, un arte de transformaciones. En su ensayo
sobre el tema, Octavio Paz dice del mundo prehispánico que tiene “un panteón
religioso regido por el principio de la metamorfosis: el universo es tiempo, el
tiempo es movimiento y el movimiento es cambio, ballet de dioses enmascarados
que danzan la pantomima terrible de la creación y destrucción de los mundos y
los hombres” (2006 [1977]: 81).
La estética del arte mesoamericano no evita la paradoja: la busca. El contex-
to ritual es la clave para entender esta situación, pues permite comprender la
coexistencia de intenciones contradictorias. El arte huichol, como veremos a lo
largo de este libro, participa de esta condición paradójica; por ejemplo, las figu-
ras —flechas, jícaras, estatuas de piedra o de otros materiales— expresan el deseo
de estabilizar las experiencias de los buscadores de visión. Además: las piezas
que se producen en un contexto ritual no son objetos inertes sobre los que el
La vida de las imágenes
creador pueda decidir a voluntad. De hecho, ni siquiera son objetos. Detrás de las
Antes de indagar en torno al arte contemporáneo huichol vale la pena pregun- flechas, las jícaras, las tablas de estambre y otras obras de arte ritual se encuen-
tarnos por qué se produce arte ritual. Esto no es algo obvio. Sabemos que en tran casi invariablemente los alter egos de los especialistas rituales, con quienes
muchas sociedades amerindias, por ejemplo en el Amazonas, existe poco interés el mara’kame puede interactuar y relacionarse de múltiples maneras. Estos dobles
por fijar las imágenes rituales, así que se produce muy poco arte visual, aunque ostentan a menudo la jerarquía de deidades, entendidas como seres iniciados de
sí se plasman muchas imágenes poéticas en los textos rituales (Taylor, 2003, 2010; máximo rango. Así que las imágenes tienen vida y poder. Por eso el arte ritual
Lagrou, 2007; Cesarino, 2011). En Mesoamérica, en cambio, la producción plástica supone también otra intención: obligar a las imágenes a mantenerse quietas, ta-
es enorme. Incluso, se habla de un horror vacui que impulsa al artista a llenar las rea que suele resultar complicada, así que muchas veces éstas terminan por ser
superficies con figuraciones de todo tipo. El hecho es que en algunas sociedades el encerradas y escondidas.
arte es ritualmente necesario y en otras no. Por alguna razón, en esta región La sociedad huichola produce una enorme cantidad de imágenes rituales y
es importante expresar procesos rituales y captar o congelar aquellos momentos comerciales. Hay una marea pictórica (Bilderflut) wixarika: en su mayoría portan
que son la culminación de los rituales. morrales con imágenes y visten ropa con bordados multicolores; muchos de ellos
El arte amerindio es una parte fundamental de los esfuerzos que realiza cada se dedican a la venta de arte y artesanía con diseños repletos de símbolos, y todo
pueblo para crear el mundo de nueva cuenta. La cosmogonía requiere un esfuer- esto tiende a ser masificado por los medios de comunicación modernos.
zo ritual continuo, sobre todo en cuanto a la práctica de sacrificios y la búsqueda Philipe Descola (2005, 2010) ha explicado que el horror vacui puede ser un
de visiones. Pero la creación del mundo que se consigue, por ejemplo, a través de rasgo de las expresiones de las sociedades de ontología analogista, que se distin-
las visiones, jamás es definitiva. Pese a que alcanzarla es complicado, toda creación guen por su voluntad de ordenamiento y clasificación. Sus cosmogonías se suelen
es inestable y efímera. Es, como diría Octavio Paz de la poesía, “vida y muerte en un caracterizar por un mundo fractalizado, poblado por un sinfín de entidades, que
solo instante de incandescencia” (1994: 164). Así, el ritual pareciera estar inserto deriva en un afán a veces desesperado de parte del hombre de producir conexio-
en la paradoja de querer otorgar una cierta duración al instante: deseo inútil, nes entre los seres. Asegura Descola que se hace un esfuerzo por dar orden y
pues cualquier intento de estabilizar las visiones es relativo y, de fondo, está con- coherencia al cosmos, pero éste siempre resulta más complejo. El cosmos analo-
denado al fracaso. gista es excesivo y la síntesis resulta imposible. Esto tendría implicaciones para
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el arte. Siguiendo este pensamiento, lo que se buscaría al fijar a los seres en una y dobles de los especialistas rituales. Pero no se trata de seres cuya existencia

i. jamás premoderno s
pieza sería frenar y controlar su proliferación, así que la producción de imágenes nos resulte inocua. Las criaturas engendradas en el ritual son demandantes,
expresaría un intento inevitablemente fallido de conjurar el mundo. Sin embar- voraces. Tienen una suerte de hambre perpetua y sus creadores deben hacerse
go, las representaciones siempre son insuficientes, así que se multiplican hasta cargo de ello.
volverse carentes de significación. Leopoldo Trejo y sus colaboradores reportan que, por ejemplo, en el Sur de la
La marea pictórica de este “pueblo de artistas” es tal que muchos viven de la Huasteca, las figuras de deidades hechas de papel recortado son solamente formas
elaboración de imágenes tradicionales. Pero, dado que el arte implica un cierto que necesitan ser alimentadas para obtener cuerpo o sustancia. Darles sangre sa-
vínculo con el conocimiento iniciático, su producción se considera sumamente crificial y otras ofrendas hace que los muñecos no ataquen a los humanos.
problemática. “Ustedes están vendiendo su costumbre” es una acusación que los En el caso de los huicholes, los hombres cazan a los dioses con flechas, pero
artistas huicholes reciben de otros comuneros. “Los de San Andrés ya vendieron los dioses también atacan a los seres humanos, sobre todo cuando faltan a cierto
todo a los turistas, antropólogos y gringos”: esto se escucha en una comunidad compromiso ritual. Flechar a los dioses implica lograr que se mantengan quietos,
más conservadora, como Tuapurie (Santa Catarina), cuando se refieren a un pue- que no se muevan de manera no controlada, y lo mismo aplicaría en las numero-
blo donde habitan muchos artesanos. A veces el artista se siente mal y piensa: sas escenas rituales en que se les invita a acostarse en camas (itarite) o a sentarse
“Ahora se hacen cuadros en lugar de participar en los rituales tradicionales”. El en pequeñas sillas ceremoniales. A las estatuas y a algunas piedras en cualquier
discurso ritual —reivindicado por el artista— implica un “tenemos que hacer momento les pueden crecer alas, porque lo que desean es atacar y devorar a los
un esfuerzo por hacer lo que hacían los antepasados”. De esta manera, el artista humanos. Los rituales sirven para mantener a estos seres peligrosos en estado
indígena evoca y recupera el arte ritual. pétreo. Se dice que, cuando a una roca le comienzan a crecer alas, el dios Xurawe
Es notable que muchas de las imágenes producidas para el mercado de arte Temai, la Joven Estrella, la mata con una flecha o con una estrella fugaz.
más bien esconden los conocimientos rituales. Obras de mayor inspiración ar- El gran problema no parece ser lograr que las piezas tengan vida, sino cómo
tística sí resultan ser una “ventana” al cosmos huichol (cfr. Negrín, 1986). Pero a evitar que vivan demasiado, que el acto de darles vida no se revierta a sus crea-
menudo lo son sin querer. Hay un ir y venir entre el deseo de crear y la necesidad dores y que les complique la vida en exceso, porque es cierto que estas imágenes
de platicar algo a los clientes, por un lado, y la obligación ritual de ocultar el co- también desean interactuar con los hombres, por eso les hablan en los sueños,
nocimiento, por el otro. como sucede a menudo a los pintores de estambre.
Para sortear los problemas que suscita su producción artística, los huicho-
les han creado distintas vertientes de expresión plástica, que pueden llamarse
arte, artesanía y arte ritual. Aunque estos géneros tienen diferencias, hay algo
que comparten: siempre hay un problema con la imagen. Ésta vive demasiado o
vive demasiado poco. Un término medio, una imagen con la cantidad adecuada
de vida, es difícil de lograr.
Esto es palpable en el antiguo arte mesoamericano, donde abundan los ejem-
plos de objetos hechos por el hombre, como artefactos y utensilios, que son per-
sonificados o, incluso, deificados: ollas y metates, cuchillos y flechas, braseros y
sahumerios, equipo del juego de pelota, vestimenta, casas y templos no son ac-
cesorios, sino protagonistas de la religión y del ritual. Tláloc es la olla, Itztli es el
cuchillo, Xiuhtecuhtli es el brasero, Tezcatlipoca es el espejo, Chicomecóatl es la
casa. En el arte huichol, el Hermano Mayor Tamatsi es la flecha, Nuestra Madre
Tatei es la jícara. En todos los casos no se trata de seres animados de la natura-
leza, sino de productos del poder ritual: se trata de actividades personificadas Bordado en un morral de manta.
personas-jícara y personas-flecha

En etnología no hay problema más difícil de resolver que el significado de la flecha.


Carl S. Lumholtz

Mi investigación sobre los wixaritari en un principio estaba enfocada en temas de


organización comunitaria y ritual. Enfatizaba la interrelación entre lo simbólico y
lo social. Como ha sucedido a otros investigadores que trabajan los pueblos ame-
rindios, de inicio me resultaba imposible separar los diferentes ámbitos. Y al poco
tiempo descubrí lo inevitable: que entre los huicholes no existe la noción de
lo inmaterial; toda su cultura es material.
Los objetos implicados en su vida se pueden estudiar por sus relaciones. Existe
un vínculo estrecho entre algunos de ellos y ciertas personas, que se identifican
con objetos particulares en tanto que estos objetos son concebidos entre los
huicholes como personas. En el mundo wixarika, existen personas-jícara y perso-
nas-flecha. ¿A qué se refieren estas denominaciones? Uno nace jícara (xukuri, en
plural xukurite), o de una jícara, y eventualmente uno termina de nacer y deviene
flecha (ɨrɨ, en plural ɨrɨte). Pensar estas identificaciones es un reto, pues la relación
entre jícaras y flechas es complicada. No se trata sólo de una progresión de a a
b. Ser jícara o ser flecha implica diferentes modos de ver el mundo y diferentes
maneras de relacionarse con el entorno.
Por su complejidad y dinamismo, la documentación de los rituales huicholes
es un desafío y uno se pierde fácilmente en detalles. Para estudiarlos, es necesario
Flecha de Tamatsi. enfocarse en los elementos más recurrentes de las ceremonias o en secuencias
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Pioneros de la etnografía del Gran Nayar
rituales, relativamente fijas, que aparecen en contextos diversos, aunque siem-

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pre en distintas combinaciones. Una de las “constelaciones” que emergen del El complejo ritual relacionado con la ofrenda de flechas, jícaras y otros objetos es
aparente caos del material etnográfico es la llamada ofrenda de flechas y jícaras un buen ejemplo para ilustrar la continuidad cultural en el Gran Nayar. Si bien se
que, según Danièle Déhouve (2007), debería llamarse “depósito ritual”, sin duda perdieron aspectos importantes del culto, entre ellos la veneración de momias y
un término más adecuado para este conjunto. los sacrificios humanos, las piezas rituales que se mencionan en las fuentes colo-
Hasta hace algunas décadas la recolección de las piezas que lo integran era niales y del siglo xix se parecen mucho a las que observamos en la actualidad.
una tarea relativamente sencilla, pues una vez depositados, los objetos voti- El estudio de los documentos antiguos resulta indispensable, porque pueden
vos perdían la importancia ritual para sus donadores. Fue así como etnógrafos encontrarse detalles relevantes para entender las costumbres actuales. Por ejem-
como Carl S. Lumholtz (1951-1921) y Konrad Theodor Preuss (1869-1938) los docu- plo, en el caso de las flechas, las fuentes mencionan su uso como vehículos para
mentaron a partir de las muestras que recogían in situ. Hoy día esto ya no es tan transportar mensajes codificados. Según Felipe Castro, los correos tarahumaras,
fácil. Acosados por el turismo, los huicholes ya no toleran que antropólogos y conchos, pimas y tepehuanes “llevaban flechas con marcas que identificaban a
coleccionistas se apropien de las ofrendas.1 Sin embargo, el tema sigue siendo quienes las enviaban, en señal de estar prontos para la rebelión; durante la gran
uno de los menos complicados para la etnografía. Y es que, acostumbrados a revuelta de la Nueva Galicia se pusieron de acuerdo con flechas amarradas de
dar “explicaciones” a los compradores de artesanía, muchos huicholes no tie- ciertas formas secretas” (1996: 61). Las flechas votivas, como las que aún se usan
nen inconveniente en revelar ciertos significados iconográficos muchas veces entre los huicholes, también sirven para enviar mensajes, pero los destinatarios
sobresimplificados de sus piezas, además de que, durante la segunda mitad del son dioses o ancestros deificados.
siglo xx, desarrollaron diferentes géneros de artesanía a partir de modelos recu- La conquista del Gran Nayar no sucedió sino hasta 200 años después de la
rrentes en los depósitos rituales.2 conquista de Tenochtitlan. Hasta 1722, el centro de la región fue gobernado por
Muchas veces los antropólogos son invitados a participar en la elaboración un linaje de reyes coras, los tonatis, que se consideraban descendientes del sol y
de objetos votivos (cfr. Lackner, 1999); para su entrega en lugares sagrados distan- que residían en la Mesa del Nayar, en el actual estado de Nayarit. El territorio con-
tes, amigos visitantes con vehículos motorizados son cordialmente requeridos trolado por los tonatis incluía a una considerable población huichola. Una fuente
para ofrecer un “raite”. De esta manera, el conocimiento de los antropólogos en temprana, que data de 1673, menciona detalles del culto a las momias de los re-
torno a este ámbito ha sido adquirido en la praxis. yes coras, entre otras cosas, la entrega de ofrendas: “Ofrécenles a estos cuerpos
las primicias de todo género de semillas y frutos, también ofrecen la sal, carne,
pescado, algodón, jícaras, platos, quetzales, plumeros, xihuites, formas de barro,
arcos y flechas y en algunos templos sangre humana” (Calvo, 1990: 294-295).
No hay suficiente evidencia sobre la existencia de un sistema formal de
tributo, pero sabemos, a partir de la crónica atribuida al jesuita José de Ortega,
que en ciertas ocasiones la gente acudía para entregar ofrendas a las deidades
de la Mesa del Nayar:
Flecha de Niwetsika.
Cuando la peste les afligía, o la escasez de agua atemorizaba, o les amenazaba el
hambre, enviaba el sumo sacerdote a sus coadjutores, que llamaban topiles, a que
1 Una parte considerable de los objetos votivos huicholes que recientemente han enriquecido
avisaran a todos los otros sacerdotes, que exhortaran a sus feligreses, a que fuesen
los acervos del Museo Nacional de Antropología son ofrendas dedicadas al monolito mexica de
Coatlicue, desde hace algunos años considerada una deidad ancestral por los huicholes del centro a aplacar los enojos de su gran Dios, que como a Deidad más antigua le tribu-
ceremonial de Ocota de la Sierra, Nayarit. Consideramos que estas piezas son “préstamos” que la taban siempre primero, que a otro ídolo, los lloros, y fervorosas súplicas en sus
diosa hace al museo.
2 Algunos trabajos previos sobre arte y artesanía huicholes que recomendaría son: Kindl, 2003,
plegarias. Todos enviaban flechas con sartillas de cuentas, y plumas pendientes, para
2005, 2007; Kindl y Neurath, 2003. que el sumo sacerdote se las ofreciera en su nombre (Ortega, 1996 [1754]: 19).
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En ciertos contextos, las flechas votivas pueden entenderse como símbolos de se menciona que “le dan pinole, y se lo bebe y también le dan cuentas como

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sumisión o de reconocimiento de una autoridad. Cuando los españoles conquis- tributo, y cuando las mujeres paren, le llevan los hijos a que los bendiga antes
taron la Mesa del Nayar, el cacique de la Mesa del Cangrejo envió a un embajador de babtisarlos” (Meyer, 1989: 125-135).
“ofreciendo en nombre de todos una flecha, prometiendo que al día siguiente Paralelamente a las actividades jesuitas entre los coras, a principios del siglo
pasarían a dar la obediencia, y significando que estaban prontos a congregarse en xviii había iniciativas franciscanas para acabar con el culto a las momias de los
el pueblo, para ser instruidos en la Ley Evangélica” (Ortega, 1996: 170). huicholes. La crónica del padre Arlegui cita un informe que describe la destruc-
Al igual que en los Andes (Duviols, 1977; Salomón, 1986, 1995), después de ción de un centro ceremonial huichol, ubicado en las cercanías del pueblo de Ten-
la Conquista, en torno a las momias del Gran Nayar se erigieron importantes zompa, municipio de Huejuquilla el Alto, en el actual estado de Jalisco. Se trata de
escenarios de resistencia indígena. Los informes de los “erradicadores de ídolos” una de las pocas fuentes tempranas sobre la religión huichola (data de entre 1725
generalmente incluyen valiosos datos etnográficos, por ejemplo, describen la y 1728):
parafernalia que llevaban las momias, así como los tipos de ofrenda que se deposi-
taban en los lugares sagrados donde se escondían estos cadáveres. En algunos casos Hallándose el padre lector Fr. Miguel Díaz de guardián de este convento [de Ten-
se ofrecen detalles sobre las rutas de peregrinación que confluían en el lugar en zompa], tuvo la noticia que en Tenzompla, dos leguas distante de este pueblo,
cuestión, o sobre los motivos específicos para visitarlo. había ciertas casillas pajizas en lo más oculto de la Sierra, llenas de muchas adargas,
En 1730, el padre Covarrubias describe un adoratorio en cuyo altar se en- flechas y jarros, y que nadie, al parecer, las habitaba. [...] En lo interior de [una]
contraba “un señor ídolo, cuya contextura componían secos huesos y humanos, casa a la testera estaba un asiento o equipal, y en éste estaba sentada una figu-
cubierto de pies a cabeza de adornos” (Meyer, 1989: 62): ra en esta forma: tenían un cadáver sin que faltase hueso alguno, curiosamente
envuelto en unas mantas de lana adornadas de plumas de colores vivos, de tal
En los cuatro ángulos del adoratorio se veían, en gran cantidad, diversidad de forma reunidos unos con otros los huesos, que sólo la carne y nervios faltaban,
flechas que distintas naciones circunvecinas tributaban a este demonio; desde las que unidos con unas cañuelas, los tenía amarrados. En las otras casas estaban
fronteras de Guajuquilla [Huejuquilla el Alto, Jalisco], por el Oriente, según sus las adargas, jarros y muchas cuentas de abalorios. (Arlegui, 1851: 158; cfr. Rojas,
antiguas tradiciones, hasta las costas del mar, por el Poniente, y de Norte a Sur, 1992: 73).
las más naciones confederadas, que fuera largo referir.
En 1767 los jesuitas fueron expulsados de la entonces Nueva España y las
En 1755 se encontraron tres momias en una cueva cercana al pueblo de misiones a su cargo empezaron a decaer. Posteriormente, durante la guerra de
Dolores, también en el actual estado de Nayarit. Los cadáveres habían sido res- Independencia, también los franciscanos abandonaron la sierra. Fue hasta la dé-
catados de los antiguos templos de la Mesa del Nayar. También se encontró una cada de 1840 cuando la labor evangelizadora cobró un nuevo impulso, al menos en
flecha del “Hermano Mayor” Tajadsi [Hatsikan], “reliquia del Caligüey”, es decir, ciertos parajes de la sierra huichola. Entonces se edificaron nuevos templos cató-
proveniente de un santuario pagano ahora destruido. Esta flecha no es un objeto licos y se destruyeron numerosos callihueyes (Rojas, 1992: 139-188). Los informes
votivo, sino la efigie de una deidad.3 Dos sacerdotes cuidaban el santuario clan- que se redactaron en ese periodo describen aspectos de las “prácticas idóla-
destino. Indígenas de toda la región visitaban el lugar para pedir “buenos tras” de los huicholes, que solamente difieren en algunos detalles de las que
sucesos (sic) en sus sembrados, y en las cazas de venados, y en el ejercicio de observamos en la actualidad. Un documento menciona algunos de los obje-
cerear, y para todo lo demás que hacen”. Según la declaración de los sacerdo- tos rituales encontrados en un callihuey de Santa Catarina Cuexcomatitán:
tes, una de las momias hablaba a la gente y respondía sus preguntas. También “dos figuras de cera, es decir un mono de figura de niño y toro, jícaras con
bordados de cuentas y otros asientitos, mazos de pelos de la cabeza, de barro
3 Entre los huicholes existen ofrendas que establecen cierta reciprocidad con los dioses y otros comalitos, ollitas y una especie de candelerillos, medios en plata y como 400
objetos. Éstas pueden asociarse con lo que la oceanista Anette Weiner ha llamado “bienes inaliena-
bles”, es decir que se trata de piezas de tan alto valor para quien las posee que no suelen insertarse
flechas y arquitos, adornados muchos con hilos de cuentas y plumas” (Rojas,
en las redes de intercambio (1985, 1992). 1992: 170).
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Con el estallido de la rebelión de Manuel Lozada, que duró de 1857 a 1873, los tantos adeptos entre los colegas. El redescubrimiento del trabajo de Preuss, en

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misioneros abandonaron nuevamente la sierra y cuando, a finales del siglo xix, la década de 1990, facilitó la introducción de ideas más contemporáneas en los
Carl Lumholtz, Léon Diguet (1859-1926) y Aleš Hrdlička (1869-1943) iniciaron la estudios de esta cultura.
exploración científica de la zona, los centros ceremoniales funcionaban nueva- Partimos, entonces, del contraste entre Lumholtz y Preuss, cuyas posiciones,
mente. Los 17 años de autonomía indígena bajo el dominio del apodado “Tigre de aunque encontradas, no son incompatibles.
Álica” habían permitido una plena recuperación de las costumbres. El agrónomo
Rosendo Corona describe el centro ceremonial de Santa Catarina en 1888 y men-
ciona que en el templo del Sol “hay flechas, carcajes, ruedas tejidas con colores
chillantes, equipalitos, una cabeza de venado, pequeñas tortas de maíz, flores y
otras nimiedades”. En el templo del Fuego encontró “mucha leña amontonada”,
y en el del Aire “una cabeza de venado sobre un equipalito, un cuadrúpedo peque-
ño de madera, una piedra con un muñeco muy mal pintado, flores, frutas, flechas,
carne seca, etcétera” (Santoscoy, 1899: XVII; Jáuregui, 1992: 14).
Entre los pioneros de la etnografía del Gran Nayar, fue el noruego Carl S.
Lumholtz quien mostró el mayor interés en los objetos votivos y el arte ritual.
Jícaras y flechas forman parte del “arte simbólico” que aborda en su tratado
Symbolism of the Huichol Indians (1900), y que contrasta con el “arte decorativo”
de los huicholes: los textiles tejidos y bordados (Lumholtz, 1904). Su trabajo
tiene los alcances y las limitaciones de un enfoque que considera el arte ritual Jícara de los Venados
como sistema de comunicación. Lo que jamás se le hubiera ocurrido a un na- del Norte y del Sur.
turalista como él es preguntar por el estatus ontológico de dichas piezas; es
Lumholtz y su enfoque simbolista
decir, cuestionarse por la forma en que los huicholes perciben la naturaleza
de estos objetos, lo cual lo hubiera llevado a preguntarse, entre otras cosas, si Carl Lumholtz es uno de los personajes que marca la transición entre los explo-
en esta cultura existe la diferencia que hacemos en Occidente entre sujetos y radores y los antropólogos propiamente dichos. En un opúsculo titulado “Mi vida
objetos, entre personas y cosas. Aunque no podemos decir que en aquella época de exploración”, escrito el año de su muerte (1990 [1921]), narra cómo desde la
nadie se hubiera planteado estas preguntas. Unos cuantos años después de los primaria tuvo interés en la botánica y cómo, desde su pequeña ciudad natal en
viajes del noruego, la sierra del Nayar fue visitada por Konrad Theodor Preuss, las montañas, mandó plantas a la Sociedad Botánica de Kew Gardens, en Londres.
el segundo gran clásico de la etnografía de la región y un auténtico pionero Muchos exploradores y viajeros de los siglos xviii y xix compartían esta pasión.
de los enfoques antisimbolistas, o pragmáticos en etnología. Preuss publicó Se interesaban por la morfología y por el estudio de las pequeñas diferencias
mucho menos sobre el tema del arte ritual, pero tenía una perspectiva más formales que les permitían organizar el universo de las especies. Les fascinaba
afín con los enfoques contemporáneos sobre el tema, sobre todo en lo que la taxonomía de Linneo, que ofrecía la atractiva posibilidad de bautizar alguna
concierne a la llamada agentividad de los objetos, es decir, el poder que emana especie recién descubierta con sus nombres o apellidos.
de estos artefactos u obras durante los procesos rituales (Gell, 1998; Severi, En la década de 1890, Lumholtz realizó cinco años de exploración e investiga-
2008, 2009). ción de campo por la Sierra Madre Occidental, así como en el llamado Occidente
Un problema de la etnografía del Gran Nayar ha sido que los investigadores de México: Michoacán, Jalisco y el entonces Territorio de Tepic. Su trabajo entre
se han dedicado a constatar lo dicho por Lumholtz. Siempre me ha parecido los wixaritari marcó un momento decisivo de su trayectoria: se convertía en un
extraño que nadie cuestione las perspectivas de análisis inauguradas por el verdadero antropólogo al realizar estancias prolongadas y una documentación
noruego, por lo que no sorprende que la antropología simbólica haya tenido sistemática (Jáuregui, 1994).
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Para evaluar su enfoque teórico es importante tomar en cuenta que el único la flecha. Según mis informantes, las líneas en zig-zag remiten al rayo, las rectas a la

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antropólogo al que cita con regularidad y respeto es su amigo Frank Hamilton lluvia. Independientemente de su decoración, las flechas llevan mensajes para los
Cushing. Como se sabe, el excéntrico norteamericano vivió entre los zuñis de dioses. Como observó Lumholtz atinadamente, las flechas combinan “ofrenda y
Nuevo México entre 1879 y 1884 y publicó importantes monografías sobre este oración” (Lumholtz, 1986: 125). “A través de ellas los huicholes hablan con sus dio-
grupo (Green, 1979). También es notable que, en la obra de Lumholtz, la Sierra ses”, dice, aunque también afirma que los dioses se consideran los verdaderos
Madre Occidental se presenta como una extensión del Suroeste de los Estados dueños de las flechas, un argumento que se volverá mucho más importante en la
Unidos, no como una periferia de Mesoamérica. En este contexto, parece lógico interpretación de Preuss.
que la teoría de Lumholtz tenga su origen en las ideas de los indios pueblo. El Al parecer, Lumholtz no estaba satisfecho con la información obtenida a par-
texto más reconocido de Cushing ha sido su “Outlines of Zuni Creation Myths” tir de la exégesis indígena. De ahí que formule interpretaciones extravagantes
(1896), en especial el apartado titulado “Outline of Zuñi Mytho-Sociologic Or- sobre los poderes místicos de las flechas y de las aves. Carente de tecnología avan-
ganization”, donde el estadounidense analiza el sistema de clasificación de zada —asegura el noruego—, el indígena se maravilla de la habilidad de las aves
este grupo que abarca, entre otras cosas, animales totémicos, clanes, rumbos y para volar y “de ver y oír todo” (1902, 2: 199; 1986: 123). Asimismo, la flecha se pa-
colores. Como se sabe, Cushing fue una de las fuentes clave en la formulación rece a un ave: “es un pájaro con cuello estirado” (1902, 2: 201). Sin embargo, más
de la teoría de Émile Durkheim y Marcel Mauss sobre la Clasificación primitiva que por el vuelo, las flechas son significativas como proyectiles que matan a las pre-
(1971 [1903]). Según estos autores, lo que Cushing encontró es una “verdadera sas. Es interesante, incluso sintomático, que a Lumholtz no se le haya ocurrido
organización del universo. Todos los seres y todos los hechos de la naturaleza […] reflexionar sobre esto.
están clasificados, etiquetados y asignados a un puesto determinado […], todas El tema de otro capítulo son los objetos que denomina “escudos frontales
sus partes están coordinadas y subordinadas las unas a las otras, siguiendo (neali’ka)”. Se trata de objetos tejidos, redondos o poligonales que el explorador
‘grados de parentesco’” (Durkheim y Mauss, 1971 [1903]: 41). llegó a considerar como “el símbolo más importante” de los huicholes (1986:
El tratado de Lumholtz sobre el arte simbólico huichol (1900) comienza con 293). Según su reconstrucción, éstos tenían una función defensiva. Al cesar los
un apartado llamado “Los dioses y su parafernalia: fetiches”, donde se presenta una conflictos, las armas (como los escudos y las flechas) se transformaron en objetos
colección de estatuas de cantera que corresponden a los dioses principales de rituales. En su análisis sobre estas piezas el noruego nos ofrece su explicación en
la religión wixarika: Abuelo Fuego, Bisabuelo Cola de Venado, Padre Sol, Sol del torno a la palabra nierika,4 que naturalmente está matizada por sus exégesis del
Poniente, Hermano Mayor, Abuela Crecimiento, Madre Maíz y Joven Madre Águi- arte huichol: el uso amplio —dice— denota escudo frontal, rostro, apariencia y
la. En otro capítulo, Lumholtz presenta una detallada descripción de su colección retrato, aunque sugiere que los huicholes tienen en ella una verdadera palabra
de flechas votivas, en la que asegura que cada una pertenece a una deidad; de he- para “símbolo”.
cho, el autor invita a suponer una correspondencia vis a vis entre los ídolos pétreos
y sus flechas, aun cuando el listado de los dioses no sea idéntico al de sus flechas
4 Nierika (en plural nierikate) es uno de los conceptos más importantes del arte huichol. La pala-
(Lumholtz, 1986: 126). Algo similar sucede con las plumas de los astiles: son de bra proviene del verbo niereya (ver). Su primera acepción corresponde a mejilla y rostro, aunque
diferentes pájaros que corresponden a dioses distintos, así que, de acuerdo con también se le usa como “retrato”, “dibujo”, “fotografía” y “obra de arte”. Las conocidas tablas de
su propuesta, se puede reconstruir un sistema de clasificación que vincule aves, estambre también se denominan así (Lackner, 1999). Se podría argumentar que la categoría nierika
abarca a muchos de los objetos que van en la ofrenda, no sólo a los nierikate propiamente dichos,
flechas y dioses (1986: 128). puesto que flechas y jícaras llevan dibujos y terminan siendo también nierikate. También puede
Formalmente, las flechas votivas son similares a las de cacería. Las primeras entenderse como “el don de ver” y alude a las visiones rituales que buscan los iniciantes para crear
al mundo. Por eso, nierika se refiere igualmente al instrumento de visión, como los espejos y los
se clavan en el suelo, en los asientos de las sillas ceremoniales o en la paja del
nierikate, usados para que se revele al iniciante la verdadera forma del mundo (Negrín, 1985, 1986,
techo de los templos (Lumholtz, 1986: 125). La sección posterior del astil, la parte 2005: 45-54; Neurath, 2000: 55-77, 2005a; Kindl, 2005: 225-248, 2007). Con todos estos significados,
emplumada, varía (Lumholtz, 1986: 123; 127), pues aquí la flecha lleva dibujos en nierika es un “concepto mana”, que, como tal, remite al poder de la magia. Se refiere a una noción
multifacética, que significa todo a la vez que nada, y cuya complejidad particular es resultado de
zig-zag y líneas. Lumholtz reporta que los zig-zag representan al rayo, mientras la complejidad del contexto ritual (Severi, 2007: 27). No está pensado, en primer lugar, para ser
que las líneas rectas su trayectoria. El rayo simboliza la velocidad y la fuerza de comprendido, ya que sólo cobra sentido a partir de un análisis del proceso ritual.
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Un mito citado por Lumholtz (1986: 153) narra cómo una persona usa su es- comenta que “se utilizan como ofrendas casi en la misma medida que las flechas

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cudo con agujero para observar las flechas de sus enemigos. Por eso —asegura— ceremoniales. Las oraciones que expresan son en esencia las mismas”. Encuentro
el nierika, como “instrumento para ver”, tiene un orificio en el centro (1986: 293). adecuadas ambas explicaciones; sin embargo, hoy día sabemos que no todas las
En un principio la hipótesis sobre el origen guerrero del nierika me pareció un jícaras decoradas son ofrendas. Algunos de los recipientes incluidos en el estudio
tanto especulativa, pero hoy estoy convencido de que es una idea interesante. de Lumholtz parecen ser “jícaras efigie” (Kindl, 2003), es decir, jícaras de los
Pocos años antes de las visitas de Lumholtz, los coras y huicholes todavía eran encargados del centro ceremonial tukipa. Éstas jamás se depositan, sino que
guerreros; incluso atacaron la ciudad de Guadalajara en 1873 (Meyer y Jáuregui, permanecen resguardadas en los centros ceremoniales bajo el cuidado de un
1997). John Aldon Mason y Phil Weigand (1981) documentaron que los tepe- “jicarero”, xukuri’ɨkame, quien, al igual que su jícara, personifica a una deidad
canos, vecinos de los huicholes hacia el Oriente, llaman a objetos equivalentes ancestral particular. Se trata nuevamente de lo que Annette Weiner llama “bie-
chimales, que puede traducirse como “escudos”. Según los huicholes actuales, nes inalienables” que, en el caso de los huicholes, se oponen a los objetos votivos
todo aquel que quiera visitar los lugares sagrados necesita un “escudo” para pro- que son réplicas que circulan y deben renovarse de forma periódica (cfr. nota 3).
tegerse de los peligros de lo sagrado. De ahí la necesidad de llevar nierikate como Sus interpretaciones de los objetos rituales tienen como contexto sus
ofrenda. A la vez, nierika, en cuanto “don de ver”, es lo que se espera obtener de ideas sobre las religiones indígenas dentro de su discurso pietista y de crítico
las peregrinaciones y búsquedas de visiones. de la civilización. Lumholtz se fascinó por lo que él calificaba como el pensa-
Similares a las ofrendas son los “escudos dorsales”, nama, o, más bien, miento “primitivo” del indígena, al tiempo que por su fervor religioso que, desde
“lechos”, “camas” o “esteras”, (itari, en plural itarite). Para explicarlos Lumholtz su punto de vista, no se había desvirtuado por las complicaciones de la vida mo-
recurre a un argumento similar al utilizado para el caso de los nierikate: el gue- derna. Como consideraba la sencillez una de sus virtudes, describió las creencias
rrero usaba su escudo dorsal como lecho (1986: 193). Según esto, “la utilización indígenas como ingenuas y necesariamente equivocadas en su razonamiento (cfr.
simbólica de los escudos dorsales, especialmente en su carácter de petates o le- Lumholtz, 1902, 2: 210). Por ejemplo, creyó explicar la creencia nativa en el alma
chos, también es muy extensa”. Muchos elementos de la naturaleza se consideran de las plantas argumentando que de otra manera sería difícil para los indígenas
camas o sillas de las deidades. Por ejemplo, “las montañas sobre las que se asienta explicarse el hecho de que vivan y crezcan (1902, 1: 356). Y en el mismo tenor
la niebla se ven como altares, es decir, petates o lechos de las diosas [identificadas afirmó que consideran sagradas a las serpientes porque son los únicos animales
con las nubes de lluvia]”. que caminan sin piernas (1902, 2: 232).
En otro apartado, Lumholtz presenta una colección de tsikɨrite (singular,
tsikɨri) objetos romboides denominados “ojos”. La etimología ofrecida por el
noruego no ha sido corroborada; sin embargo, en el imaginario popular estas
piezas se convirtieron en “ojos de dios”, lo que resulta aún más problemático.5
Lumholtz informa que este objeto, al usarse en la fiesta de las calabazas tiernas,
alude la flor de calabaza (1986: 216). También aclara que se trata de un tipo de
nierika, un “símbolo de poder” que “sirve para ver y entender cosas desconoci-
das” (1986: 215). Veremos que Preuss interpretó los “ojos” de Lumholtz como
“estrellas” y como imágenes de la superficie de la tierra en cuanto tejido.
Lumholtz también dedica un capítulo a las jícaras votivas. Ahí observa que
“los cuencos votivos son las jícaras ordinarias que utilizan los huicholes para to-
mar sus líquidos, adornados para ofrendarse a los dioses” (1986: 225). También

5 Diseños romboides equivalentes de los tarahumaras sí pueden interpretarse como “ojos” y son,
de hecho, un equivalente del “instrumento para ver”, nierika, huichol (Aguilera Madrigal, 2005). Nierika del Padre Sol.
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En su reflexión sobre el pensamiento indígena destaca la “tendencia a esta- Konrad Theodor Preuss, en su afán de refutarlo, encontró aspectos impor-

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blecer analogías”, pero argumenta que ésta es exagerada y que entorpece todo tantes sobre las prácticas del conocimiento de los iniciados. A diferencia de
intento por descifrar el simbolismo del arte ritual: Lumholtz, Preuss ha sido el gran desconocido de la historia de la antropología so-
bre México. Apenas en los últimos años se ha iniciado la recuperación de su obra
Los fenómenos más heterogéneos se consideran idénticos. Por ejemplo, creen etnográfica y teórica (Neurath y Jáuregui, 1998; Alcocer, 2002, 2006; Díaz de Arce,
que la mayoría de los dioses y todas las diosas son serpientes, pero también lo son las 2005; Neurath, 2007). Cursó las carreras de geografía e historia en la Universidad
lagunas y las fuentes en las que habitan las deidades e inclusive los bastones de Könisgsberg, Prusia (hoy Kaliningrado, Federación Rusa) y, en 1894, presen-
de los dioses. Sin embargo, a estos últimos también se les consideran flechas. Ven tó su tesis doctoral sobre Las costumbres funerarias de los indígenas americanos y de
sierpes en todos los fenómenos naturales: en el cielo, en el viento que sopla en el los asiáticos nororientales. Ya en éste, su primer trabajo científico, Preuss plantea-
pasto, en el mar en movimiento, los ríos de curso sinuoso, el movimiento rápido ba una crítica de lo que hoy llamamos eurocentrismo argumentando contra las
del rayo, la lluvia que cae, en el fuego, el humo, las nubes (1986: 292). teorías de la religión que universalizan el dualismo metafísico, sobre todo la del
animismo de Edward B. Tylor, quien intentaba explicar el origen de la religión a
El noruego tiene un punto de vista parecido con respecto a las plumas. través de la dicotomía cuerpo-alma (1977 [1871]).
“Las nubes, el algodón, la cola blanca del venado, la cornamenta del venado, e Como muchos integrantes de la primera generación de antropólogos alema-
incluso el animal, se conciben como plumas y se cree que todas las serpientes tie- nes profesionales, Preuss se volvió discípulo de Adolf Bastian, cursó estudios de
nen plumas” (Lumholtz, 1986: 293). Con tal proliferación de analogías, el sistema etnología en la Universidad de Berlín y se incorporó al Real Museo de Etnología,
simbólico deviene muy ambiguo (1986: 292). Lumholtz se queda con la idea de donde trabajó bajo la tutela de Eduard Seler (Schlenther, 1959-1960). A diferencia de
que el hombre primitivo es un entusiasta de la analogía, pero pierde fácilmente el su mentor, quien durante estos años se concentraba cada vez más en los estudios
control sobre aquélla y, por ende, tiene problemas para ordenar su cosmos. Por mesoamericanos, Preuss siempre mantuvo intereses en la teoría antropológica.
ser un sistema más eficaz, desde la perspectiva de Lumholtz, la ciencia europea Inspirado por la propuesta de Hermann Usener, filólogo clásico, historiador de la
termina por imponerse. liturgia y folclorista, adscrito a la Universidad de Bonn (Schlesier, 1994), mostró gran
entusiasmo por desarrollar una teoría de la acción ritual (Heilige Handlung, cfr.
Usener, 1904).6 Para ello, realizaba comparaciones entre los mexicas y otras civili-
Los objetos mágicos de Preuss
zaciones antiguas como los griegos y los hindúes védicos. Le interesaba de forma
Podemos decir que los problemas confrontados por Lumholtz son típicos de especial la cuestión del origen del drama, que se podía entender mejor a partir de
los enfoques simbolistas y de quienes jamás cuestionan la visión naturalista, descripciones etnográficas de los rituales de los indios pueblo y de los antiguos
propia del pensamiento occidental. Hoy día se critica con razón la soberbia mesoamericanos que en las fuentes disponibles sobre los griegos, donde la sepa-
de la ciencia que, suponiéndose universal y culturalmente neutral, se atribuye ración entre teatro y ritual estaba ya demasiado avanzada (Preuss, 1904, 1906).7
la facultad de producir las únicas simbolizaciones correctas. A partir de estas Desde luego, la expedición de Preuss al Gran Nayar estuvo motivada directa-
reflexiones ha surgido una suerte de “crisis de la representación” que, en an- mente por los trabajos de Lumholtz sobre los huicholes (1898, 1900, 1902). Para
tropología, implica un rechazo de los enfoques simbolistas. Seler (1998 [1901]) y Preuss (1901) estaba claro que el noruego había descuidado
Los sistemas analogistas, como el planteado por Lumholtz, en la prácti- el registro de textos rituales y que no se había percatado de la importancia de las
ca ritual de los wixaritari tienen un sitio relevante. Sin embargo, los símbolos
trazados por el noruego no son algo tan fijo, ni tan determinante. En la diná- 6 Esta teoría de la acción ritual viene de la teología católica. Como ha señalado Giorgio Agamben,
con el axioma sacramenta efficiunt quod figurant (los sacramentos son lo que representan), la teología
mica de sus ritos, es importante que los iniciantes adquieran el conocimiento efectivamente se adelantó a las modernas teorías pragmáticas del acto de habla (Agamben, “Liturgia
derivado de ellos, pero después se aprende a trascenderlo. La práctica de los and the Modern State”, European Graduate School, 2009 http://www.youtube.com/watch?v=jK-s3qHfLgw).
iniciados tiene un fundamento distinto que implica ir más allá de esta forma 7 Con este planteamiento Preuss (1904, 2) influyó sobre Aby Warburg (2008) quien, en su conferen-
cia sobre el ritual de la serpiente, retoma, como se ha dicho, ideas del texto “Demonios fálicos de la
de pensar. fertilidad” del primero.
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fiestas religiosas actuales como fuentes para explicar la civilización de los anti- Lo que sucede en el microcosmos del patio festivo (o de la jícara) también sucede

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guos mexicanos. El acercamiento de los berlineses a la etnografía de la región fue en el macrocosmos. Así, la teoría de la magia propuesta por Preuss se aparta de
en todo momento planteado a la luz de sus intereses mesoamericanistas y des- las de George F. Frazer y otros autores de la época, como Lumholtz, para quie-
de su enfoque etnofilológico. En consecuencia, durante su estancia en el campo, nes el ritual es una conducta utilitarista basada en conocimientos inciertos, que
Preuss se concentró en el registro de cantos en lenguas indígenas. Algunos de eventualmente será superada por la razón científica. El punto de partida para sus
sus contemporáneos lo criticaron por no dar suficiente importancia a la cultura postulados es una especie de metapragmática, una teoría indígena sobre la fuerza
material, campo de estudio entonces muy en boga (Díaz de Arce, 2005: 56). Sin imaginativa (Einbildungskraft), es decir, la facultad creativa que actúa producien-
embargo, Preuss también formó una colección grande y sistemática de objetos do síntesis (Preuss, 1914: 9). En el caso del “modo de pensar mágico” de los coras,
coras, huicholes, mexicaneros y tepehuanes del Sur, incluso mejor organizada Preuss (1998: 327-332) demuestra cómo una religión indígena localiza “lo mági-
que la de Lumholtz. Una serie de circunstancias desafortunadas impidió la pu- co” precisamente en la capacidad imaginativa del pensamiento, la “iluminación
blicación completa de los materiales obtenidos en México (Kutscher, 1968; 1976; repentina y espontánea” o “comprensión súbita”. La acción mágica es, entonces,
Neurath y Jáuregui, 1998; Neurath, 2007), así que Preuss nunca pudo presentar un pensar y hablar con inspiración. No sorprende, pues, que la magia de la palabra
estudio detallado sobre los textos rituales huicholes que registró, ni sobre sus co- sea tan importante en religiones como las de los coras y huicholes. La oración es
lecciones etnográficas. Sin embargo, en una serie de artículos logró expresar sus rito hablado. Se ofrendan palabras y se reza con objetos, música y danza.
ideas sobre su colección (Preuss, 1998). A Preuss no le interesaban los sistemas Preuss planteó la relación entre humanos y “dioses” de una manera muy
de clasificación. Estaba en contra de los enfoques que tienden a reducir la reli- distinta a la del enfoque simbolista. Desde su punto de vista no existen seres
gión a una especulación intelectual, o que plantean un determinismo sociológico “sobrenaturales”, solamente objetos de la naturaleza dotados de fuerzas espe-
(Preuss, 1914). La finalidad del ritual y de la religión es “vivir”, no comprender ni ciales. Al referirse a los objetos votivos de coras y huicholes, insistió en que se
ordenar el mundo. El arte ritual es parte de los “medios de expresión del culto” y, trata de los instrumentos mágicos de los “dioses”, seres que también se entien-
como tal, se encuentra en el mismo nivel analítico que cantos y danzas. den como objetos de la naturaleza. Para hablar de las flechas votivas, afirma
Para poder apreciar la teoría de los objetos mágicos de Preuss, hay que tomar que “no pueden considerarse ofrendas, pero tampoco se trata de plegarias. Más
en cuenta que lo que él llamaba el “modo de pensar mágico”, que consiste en la bien se trata de medios indispensables para obtener vida, salud, lluvias y bue-
identificación de ciertos objetos de la naturaleza con la totalidad del cosmos, se nas cosechas” (Preuss, 1998: 107). Desde su perspectiva, no se puede diferenciar
encuentra en la base de la vida intelectual y estética de la humanidad. Este fenó- claramente entre dioses e instrumentos mágicos. En los textos que registró,
meno, que Preuss denomina “concepción compleja” (1914: 9-13), encuentra su los objetos rituales hablan y actúan como personas divinas, al mismo nivel que
ejemplo paradigmático en la jícara cora del altar del mitote que escenifica el patio otras deidades de forma humana o animal (1998: 268, 393-395). Los artefactos
festivo y, a la vez, la totalidad del cosmos (Preuss, 1912: lxxxii-lxxxix).8 Según son también personas y, por eso, saben hablar (cfr. Holbraad, 2011).
Preuss, “el hombre primitivo percibe no los objetos del mundo en su individuali- En numerosas ocasiones, Preuss advierte del peligro de interpretaciones
dad, sino como una totalidad indiferenciada y continua”. Todas las cosas que no demasiado rígidas de las religiones del Gran Nayar. “Las deidades [coras] son
provocan emociones positivas o negativas le son indiferentes. Pero a aquellas que antepasados o fuerzas naturales, pero no sería posible clasificar a los dioses se-
despiertan su interés por estar relacionadas directamente con su supervivencia gún dos categorías tajantemente diferenciadas” (1998: 113). En el contexto de
les atribuye inmediatamente potencia y sustancia mágicas (Preuss, 1914). esta argumentación desarrolla una serie de ideas relativas al origen de las di-
Podría pensarse que en los ritos mágicos hay una falsa causalidad, pero de vinidades a partir de las propuestas del mencionado Hermann Usener (1896).
acuerdo con esta postura no es así porque, debido a la no distinción entre la Según Preuss, las concepciones más antiguas sobre deidades son los dioses de
parte y el todo, éstos no se plantean como una manipulación de la naturaleza. las categorías (Gattungsgötter). En esta primera clase aún se manifiesta el pen-
samiento “primitivo” con su tendencia a identificar el uno con la totalidad, ya
8 La teoría de Preuss está casi olvidada, pero un público relativamente amplio la conoce de forma que un Gattungsgott se asocia con el género que representa, por ejemplo, un dios
indirecta, porque fue retomada por Ernst Cassirer en el segundo volumen de su Filosofía de las formas
simbólicas (1925). astral con la totalidad de las estrellas, o un dios animal con todos los ejemplares
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de su especie. En un siguiente paso, los dioses de las actividades (Tätigkeitsgöt- Esta relación es un argumento en contra de la interpretación de los objetos

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ter) se caracterizan por ser relevantes sólo para ciertos miembros de un grupo votivos como expresión de una plegaria: “Si ahora se nos dice que las flechas voti-
humano (Preuss 1914: 34-54). En esta fase, las deidades no son otra cosa que las he- vas son como las flechas de Hatsikan, esto quiere decir que no se trata de medios
rramientas usadas en los diferentes oficios. El hombre crea, en primer lugar, ob- para transportar rezos y ofrendas, sino de armas poderosas. ¿Acaso no sería una
jetos de la vida cotidiana, herramientas y armas. Entonces se da cuenta que usar costumbre muy extraña mandar plegarias con una flecha?” (1998: 109-110).
y poseer instrumentos es tener un cierto poder; como se diría hoy día, se trata Preuss insiste en refutar el principio de reciprocidad y aclara que, en los can-
de tener agentividad. Y por ello, estos objetos son más que simples piezas, son tos rituales que tradujo, los dioses piden los objetos mágicos (1998: 375). En este
seres con agentividad, animados o deificados. Si profundizamos en esta línea punto se queda un poco corto en sus análisis. Según mi experiencia, en los ritos
de pensamiento podremos concluir que los instrumentos no son parte de la pa- huicholes siempre se producen situaciones donde no es posible saber quién pide
rafernalia o de los atributos de los dioses; son los dioses mismos, pues en ellos y quién da. Los agentes adquieren identidades complejas y sus papeles se em-
está su poder. En el caso de los indígenas del Gran Nayar, las divinidades son palman. Durante los cantos rituales, los dioses hablan a través del chamán, pero
jícaras y flechas, objetos utilizados por los chamanes y encargados del centro éste, además, se transforma en sus interlocutores. Al parecer, la dinámica ritual
ceremonial (cfr. también Reyes, 2010). se basa, precisamente, en este cambio permanente de perspectivas practicado
Según la mitología recogida por Preuss, las flechas, jícaras, velas, nierikate, por el chamán. Los papeles del donador y del recipiente de ofrendas se conden-
flores y otras piezas votivas eran propiedad de los dioses, pues fueron ellos san, así como se confunden los roles del cazador y de la presa, y del sacrificador y
quienes las trajeron cuando salieron del inframundo en el Poniente. La tarea de de la víctima del sacrificio, aspecto que planteamos en el capítulo anterior.
los hombres es renovarlas. “Los dioses necesitan estos objetos para mantener A diferencia de Lumholtz, Preuss acepta un poco más las ambigüedades. Los
funcionando el mundo” (1998: 183). Las jícaras, representaciones de la tierra, se objetos que el primero llamaba “ojos de dios” son un buen ejemplo, ya que aluden
consideran órganos sexuales femeninos (Preuss, 1998: 252), que los dioses usan a las estrellas y, a la vez, a la tierra. Pero las jícaras también son la tierra (1998:
para procrear vida. Podría pensarse, entonces, que las flechas son falos, pero 108). Otro ejemplo es el algodón que se considera la silla de nubes de la diosa, pero
Preuss, a pesar de su interés por los simbolismos sexuales y los ritos fálicos, no los copos son también las nubes que los dioses necesitan para hacer llover (1998:
menciona algo al respecto. La evidencia que encuentra indica que las flechas 109, 292). En algunos artículos (1998: 183, 253), Preuss formula un compromiso
votivas son armas que los dioses usan en la cacería del venado (1998: 292). Las entre su teoría de la magia y el principio de la reciprocidad: las ofrendas sirven, por
plumas sirven para transportarlas. una parte, para proporcionar a los dioses los instrumentos mágicos que necesitan
En las flechas ceremoniales coras, Preuss observa detalles que concuerdan para desarrollar sus actividades, pero también expresan los deseos de los donado-
con los que Lumholtz señaló para los huicholes. Los poderes de las plumas de- res: guaraches en miniatura, arcos y pulseras, por ejemplo, indican peticiones
penden del color y del hábitat del pájaro en cuestión. Los diferentes tipos de en torno a seguir la tradición, la cacería y la vida. Pequeños trapitos se frotan en
plumas corresponden a determinadas deidades. En las flechas de los niños se la piel del infante para quitar la enfermedad y después se amarran en las flechas
usan plumas distintas de las que se utilizan para las de las niñas (1998: 108). votivas. Un bule de tabaco en miniatura es para quienes desean ser curanderos, un
Pero todas las flechas coras llevan los símbolos de la Estrella de la Mañana (Hat- trabajo textil comenzado, para las que quieren ser tejedoras (1998: 255-292).
sikan), de la Madre Tierra (Texkame) y de los “antiguos”, los ancianos principales
ya fallecidos (takuate). Hay una relación de identificación entre la flecha y el
dios de la Estrella de la Mañana, uno de los protagonistas de la lucha cósmica
de la fuerzas luminosas contra las estrellas de la noche. El relato cuenta que la
serpiente que vive en el Océano, al Poniente, es el cielo nocturno. Su oscuridad se
asocia con el agua y la Estrella de la Mañana la debe matar con su flecha. Luego
la serpiente se ofrece al dios solar como alimento. La flecha es, en esta historia,
el instrumento de Hatsikan, pero es también la Estrella de la Mañana. Flecha de Tamatsi con trampa en miniatura.
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Fiestas en contraste
y la “familia” de un hombre. En el sentido más amplio, aluden a toda la gente que

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Los etnógrafos clásicos me dieron buenas pistas para interpretar el arte ritual pertenece al xiriki y a sus coamiles o milpas.
huichol. Desde aquel momento el debate actual entre antropólogos simbólicos Cuando un niño nace, se le fabrica un niwetsika, pero cuando una persona se
y teóricos de la praxis estaba prefigurado. Sin embargo, hasta la fecha se han inicia en el chamanismo, se convierte en una piedrita ɨrɨkame. Bajo esta forma
conciliado poco ambos puntos de vista. Mientras trabajaba en la comunidad se aparece a sí mismo o a otro cantador durante una ceremonia. Al celebrar una fies-
Tuapurie (Santa Catarina Cuexcomatitlán, Jalisco), en la década de 1990, me di ta de xiriki se convoca a todos los descendientes bilaterales de los “antepasados”
cuenta que nadie hasta ahora había considerado en esta discusión la complejidad venerados en el adoratorio en cuestión.
de las relaciones rituales, en la que suelen articularse situaciones paradójicas Los iniciantes o aprendices de mara’akame participan, en un principio, tan sólo
producidas por contradicciones en el estatus de las personas y las cosas. Desde como sacerdotes en el centro ceremonial comunal para luego operar tanto en ado-
esta perspectiva, las posturas de autores como Lumholtz y Preuss son parciales, ratorios parentales como en templos comunales (Neurath, 2005b). Desde este
pero ambas son válidas y es que en un mismo contexto, por ejemplo, jícaras y punto de vista podría considerarse cierta gradación que inicia en los tukipa, aso-
flechas pueden ser medios, como lo planteaba Lumholtz, y agentes, como eran ciados con las personas-jícara y asciende hasta los xirikite, a los cuales se adscriben
vistas por Preuss. las personas-flecha. Sin embargo, la historia no es tan sencilla.
Vamos por pasos. Habíamos dicho que las jícaras y las flechas se asocian con Según la mitología, los centros ceremoniales tukipa son los ranchos donde
personas. Pero unas y otras corresponden a diferentes fases de la vida y a distin- vivieron los primeros comuneros, es decir, los dioses fundadores. El culto del
tos complejos rituales. En principio las personas-jícara o “jicareros” (xukuri’ɨkate) del adoratorio parental no se considera tan “original” (primordial) como las cere-
centro ceremonial tukipa se oponen a las personas-flecha (ɨrɨkate) de los adorato- monias del tukipa. Se cree que los antepasados más antiguos eran los dioses que
rios parentales xiriki (Neurath, 2002, 2010a). habitaban en el centro ceremonial (de hecho, siguen viviendo ahí). Luego, la
Las personas-jícara son iniciantes, en su mayoría adultos, que en las cere- comunidad se dispersó y la gente comenzó a vivir en ranchos particulares. Es
monias se transforman en los antepasados míticos y llevan a cabo los viajes que evidente que el mito otorga más importancia al tukipa que al adoratorio paren-
estos hombres primigenios realizaron desde el mar en el Poniente. Se llaman jica- tal. El primero es una escuela de iniciación, en tanto que los ya iniciados, que son
reros porque se encargan de jícaras que son, al mismo tiempo, ellos y las madres personas-flecha, pertenecen, en primer lugar, al xiriki parental. Los jicareros,
(Tateima) de donde nacieron o salieron. Los jicareros son los ancestros antes de como encargados del centro ceremonial comunal, cumplen con muchas funcio-
que fueran dioses y deben transformarse en ellos. Pero se trata de antepasados nes “sacerdotales”, pero durante esta etapa sólo son aprendices de chamán. De
genéricos, genealógicamente no demostrables. esta manera, la subordinación mitológica de los xirikite frente los tukipa se opone
Su contraparte son las personas-flecha del adoratorio parental, xiriki. Éstos a una jerarquización donde los mara’akate identificados con los ɨrɨkate del adora-
por lo general se representan con pequeños cristales de cuarzo que reciben el torio parental cuentan más que los encargados del centro ceremonial comunal
nombre de ɨrɨkame, derivado de ɨrɨ, “flecha”, pues se envuelven en un pedazo de que personifican a los ancestros míticos.
tela y se amarran a una flecha ritual. Estos objetos son personas ya iniciadas, que La oposición entre flecha y jícara equivale a la dicotomía entre iniciados y no
pueden estar vivas o no. Los chamanes ancianos, según dicen los huicholes, “ya iniciados, entre comunidad y familia. El análisis de esta relación ofrece una bue-
son como antepasados” y, por eso, también se les rinde culto en estos adoratorios. na pista para entender las contradicciones, ambivalencias y polisemias de los
A diferencia de los antepasados genéricos que viven en el tukipa, los antepasados objetos rituales que tanto preocuparon a los etnógrafos clásicos del Gran Nayar.
(vivos o muertos) que se veneran en el xiriki parental son abuelos, bisabuelos y Para los legos, lo más importante es cumplir con los intercambios recíprocos.
tatarabuelos concretos de la gente que pertenece al adoratorio en cuestión. Al ofrendar jícaras y flechas untadas con sangre sacrificial, se espera obtener la
Los xirikite son graneros rituales donde el culto a los ancestros se combina lluvia y otras cosas que se piden a las deidades. Para los iniciados, la relación con
con el culto a las diosas del maíz. La gente común también está presente en el xiri- los ancestros se plantea de manera diferente, ya que ellos se transforman en los
ki, pero no en forma de cristales, sino como atados de cinco mazorcas (niwetsika). antepasados deificados, y usan las ofrendas como instrumentos mágicos para
Estos atados son la diosa del maíz (Tatei Niwetsika), pero también son las esposas llevar a cabo actividades que permiten que prospere la vida en el mundo.
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Del sacrificio al intercambio
Sobre esta decoración monocromática, se aplican pequeñas figuras formadas

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Como ya se dijo, la ofrenda de jícaras, flechas y otros objetos forma parte de una cuidadosamente con cera, y adornadas con chaquira de diferentes colores y con
secuencia ritual que aparece en contextos diversos, aunque en combinaciones pequeñas monedas. Igual que las pinturas de las flechas, las figuras de estrellas,
distintas. Los objetos que la integran son réplicas de las jícaras y flechas que venados, vacas, plantas de maíz, hombres y mujeres, y demás aplicaciones en las
permanecen en los centros ceremoniales y que son los antepasados. Estos ob- jícaras son oraciones o plegarias. Lo que se pide es vida (tukari) y salud, hijos,
jetos son velados durante una noche de canto chamánico. En la madrugada se éxito en la cacería, buenas cosechas y dinero. Las pequeñas figuras humanas de
les unta sangre sacrificial y, posteriormente, se les ofrenda en diversos lugares cera remiten a los niños y familiares, las plantas de maíz a las cosechas, las vacas
sagrados del paisaje. al ganado, los venados a la cacería, las monedas (tumini) al dinero y la chaquira
Las flechas y las jícaras votivas siempre forman pares. Hacia el principio del (kuka) al agua y a las semillas. Los detalles de la decoración varían según la deidad
ritual, cuando se llevan las ofrendas a las moradas de los dioses, cada lugar sa- invocada (Kindl, 2003). A menudo, un mismo símbolo representa simultáneamen-
grado y cada deidad recibe un par integrado por una jícara y una flecha. Pero, te lo que se pide y a quién se le pide. En el centro de cada jícara se encuentra un
aunque estas piezas se obsequien juntas, su naturaleza es completamente distin- círculo que representa el iyari del objeto, el “alma”, el “aliento” o la “fuerza vital”,
ta: la jícara tiende a ser un objeto de intercambio; la flecha, expresión de un acto centro y apertura por donde pasa la respiración (sobre iyari, cfr. Pacheco, 2010).
violento que al mismo tiempo es un don libre, pero, como puede constatarse en La miniaturización es una constante del arte ritual wixarika y se encuentra
los cantos, uno y otro objeto se implican en estas relaciones, lo cual expresa la en muchos ámbitos. Por ejemplo, los adoratorios xirikite que se construyen en los
complejidad de la ritualidad wixarika y es un excelente ejemplo de lo que se de- sitios de peregrinación siguen con frecuencia la lógica de la miniatura. Los dioses
nomina “condensación ritual”: la coexistencia de vínculos e intenciones rituales son “chiquitos” pero “listos”. Se oponen a los gigantes, hewiixi, antepasados de
que se contradicen (Houseman y Severi, 1998; Humphrey y Laidlaw, 1994). Uno los mestizos, que son “grandotes” pero torpes. La inocente “travesura” de los
y otro objeto entran en estas relaciones. En los cantos esto se elabora de forma dioses de “arriba” marca un contraste con la “maldad” de los pervertidos seres de
considerable (Lira, 2013).9 “abajo”. Asimismo, los colores brillantes de la chaquira y los diseños geométricos
Cuando se elaboran los objetos votivos predomina una lógica de plegaria. Con de muchos objetos rituales se asocian con el ámbito solar de “arriba”. Pensando
diligencia se plasma visualmente lo que se pide a las deidades. En cuanto a su aspec- en estos diseños, en el uso de cristales, espejos y plumas, en la importancia del
to de plegaria, la parte más relevante de la flecha es la trasera, una vara de carrizo. venado, podemos decir que todo lo claro y geométrico, brillante, translúcido y
Con pintura roja o azul se le aplica un diseño relativamente sencillo compuesto por tierno se relaciona con el mundo de los dioses.
líneas rectas y onduladas. Este dibujo, realizado parcialmente en negativo, repre- En los nierikate, los antiguos “escudos frontales” miniaturizados, que hoy
senta lo que se envía, las “palabras” de la plegaria, y lo que se pide: serpientes de día suelen ser simples dibujos redondos de papel, también se plasma gráfica-
lluvia, relámpagos, etcétera, que son también las “palabras” de los dioses. mente lo que se pide, pero los dibujos igualmente retratan a los dioses que son
Las jícaras son muy pequeñas y en su interior llevan una pintura de color destinatarios de las ofrendas. Los diseños son similares a las figuras de cera
“rojo / sangre” (xure, a veces rosa) o “negro / oscuro” (yɨwi, a veces azul o mo- que encontramos en las jícaras, aunque un poco más complejos y también son
rado). Las primeras son para las deidades celestes y el fuego, las últimas para las adornados con cera, monedas y chaquira. El sistema iconográfico de jícaras y
diferentes diosas madres (las Tateiteime), para Takutsi Nakawe y el dios del vien- nierikate no suele ser muy preciso, pero es ma’iwe, es decir delicado10 o peligroso
to (Tamatsi ’Eaka Teiwari). Ambas clases sirven como recipientes para ofrecer la confundir los objetos. Muchas veces se escriben leyendas o se colocan letreros con
sangre de los animales sacrificados a las deidades. el nombre de la deidad o del lugar de culto que corresponde al objeto.
Como se ha dicho, junto con las palabras de la oración, las flechas y jícaras
9 Grabar cantos hasta ahora ha sido mal visto e incluso prohibido por la comunidad y sus auto- transportan la sangre de los animales sacrificados desde el patio festivo hasta
ridades. Muy recientemente, Regina Lira (2013) ha logrado promover un proyecto de traducción y los lugares donde moran las deidades que recibirán la ofrenda. En la lógica del
análisis lingüístico de estos textos. Por lo pronto, cuento con lo que entendí al estar presente y con
las exégesis ofrecidas en numerosas ocasiones durante los rituales, narrativas mitológicas y el arte
de las tablas de estambre, que muchas veces cita los cantos. 10 Sobre el concepto “delicado”, cfr. Perrin (1994).
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El Amanecer como amenaza
intercambio, la sangre sacrificial es una retribución para los dioses por los sa-

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crificios que los ancestros han sufrido; la consumen como alimento. Pero sólo la Habíamos dicho que las flechas son las armas que las deidades disparan en su
sangre de los animales aún vivos funciona para ello. Fortalecidos y contentos, lucha contra los monstruos femeninos de la oscuridad y que son las propias dei-
los dioses obsequiarán la lluvia, la vida y las demás cosas que se les pide. dades. En la mitología huichola, los flechadores por excelencia son el Sol en el
La ofrenda es un Indian gift en el sentido que Jonathan Parry (1986) da al tér- amanecer y su hermano mayor, Xurawe Tamai, el Joven Estrella, o Tamatsi Pariet-
mino; es decir, se trata de un don que espera como respuesta algo equivalente; sika, el Lucero de la Mañana.
así que para los dioses, el contradón se vuelve obligado. La sangre de los anima- Sin embargo, al depositar una flecha, más que dispararles, se invita a los dio-
les sacrificados activa la plegaria, “hace hablar a las ofrendas” cuando éstas se ses a sacrificarse en beneficio de la gente. La cacería del venado y la ofrenda de
entregan a los dioses durante las visitas a los lugares sagrados. A su regreso, los flechas son, pues, actividades rituales que se identifican entre sí. Esta última es
peregrinos traen “aguas benditas”, líquidos que se juntan, posteriormente, un tipo de cacería que mata a los dioses, o, visto de otra manera, los obliga a
en las ceremonias. devolver el don y a sacrificarse en beneficio de los humanos. La flecha expresa la com-
Cada fiesta huichola o cora implica peregrinaciones (kɨnitɨxa) hacia los ex- plejidad de esta relación que se imbrica aún más, pues dichas piezas se untan con
tremos del mundo que tienen que realizarse antes y después de la fiesta. Philip la sangre sacrificial de verdaderas presas, y luego se clavan en estatuas y piedras
Coyle (2000) describe cómo, entre los coras de Santa Teresa, en Nayarit, antes de que corresponden a venados y ancestros deificados.
comenzar cualquier mitote parental o comunal, se debe reunir una serie de objetos y En la cacería y en la ofrenda de flechas los seres humanos realizan un acto
materiales necesarios para el ritual, y entre éstos, el más importante es el “agua violento; como dicen Henri Hubert y Marcel Mauss (1970 [1899]), un “crimen”.
sagrada” (wáwɨ), recolectada en cuatro manantiales hacia el Oriente, Poniente, Los hombres matan a un animal tierno y puro, su hermano mayor, el héroe cul-
Norte y Sur de la comunidad. Entre los huicholes, el cantador invita a los dioses a tural, fundador de su religión y costumbre. Sin embargo, hay en estos sacrificios
que vengan de los lugares de culto del paisaje, que son sus moradas, para asistir a las una notable negación de la violencia, un aspecto que para otros contextos cul-
fiestas de los patios y dialogar ahí con el cantador. Durante el canto, el chamán vi- turales fue observado también por estos investigadores. Se cree que el venado
sita los sitios donde habitan los dioses. Después, en las peregrinaciones, se hacen es el fundador de “el costumbre”, así que él mismo tiene interés en que se le
desplazamientos físicos para dejar las ofrendas en estos lugares. siga cazando y matando. Se dice que se entrega a los cazadores “porque siente
El cosmos se mantiene con vida porque la sangre y el agua circulan y es- lástima”. Antes de morir todavía les enseña cosas. Su muerte es un acto de auto-
tablecen un pulso igual al humano. En caso de que no llueva, una medida de sacrificio cosmogónico que asegura la continuidad de “el costumbre” (yeiyari) y
emergencia es transportar agua de una fuente sagrada del desierto hacia el la existencia del mundo (kiekari).11 No se trata de un intercambio, sino de un acto
mar y viceversa, lo que provoca que las aguas quieran regresar a sus lugares de voluntario, que permite la transformación de los ancestros en dioses y en todas
origen (Lumholtz, 1902: 194). Otro de los “líquidos” que circulan en el cosmos las cosas importantes.
es el dinero, la sangre del dios mestizo Xaturi (Cristo, “santo” en su traducción Para los huicholes, la cacería de venado consiste en convencer al animal de
literal) transformada en plata (cfr. Zingg, 1982 [1938], 2: 275). Pero ya mencio- que realice el autosacrificio del dios Tamatsi Parietsika. Según la mitología wixa-
namos que en los ritos huicholes el intercambio no es toda la historia. Existe rika, muchos actos creadores son autoinmolaciones similares de antepasados que,
una paradoja en torno a la sangre sacrificial, que es también la sangre de los gracias a su experiencia de muerte sacrificial, alcanzan la calidad de una deidad.
destinatarios de la ofrenda, pues la víctima del sacrificio se identifica con el Estos antepasados se transformaron en cosas que sus descendientes, los humanos,
ancestro que recibe —¡y es!— la jícara o la flecha. necesitan para vivir. Así sucedió con el niño que voluntariamente se arrojó a una
hoguera y renació como el sol. Otros dioses ofrecieron su sangre y sus venas se
transformaron en ríos, canales subterráneos y lluvia. También el mar se sacrifica
para transformarse en nubes, mientras que la diosa del maíz siempre entrega a

Ɨrɨkate 11 El término kiekari se ha traducido como “rancheridad” (Liffman, 2012: 273).


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sus hijos, los elotes. Diversas prácticas de austeridad (no comer y no tomar agua La negación de la vitalidad salvaje y espontánea, que se expresa en el sacrificio

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durante el día, abstinencia de sal, sexual y de sueño) también aluden y se identi- del toro, no puede ser absoluta. En la última fase importante del ritual —el consu-
fican con los autosacrificios míticos sufridos por los antepasados y son, por ende, mo festivo de la carne del animal— la negación se convierte en una subordinación
aspectos importantes de las peregrinaciones y búsquedas de visiones que realizan jerárquica. Durante la noche de canto, los participantes, junto con el mara’akame,
los xukuri’ɨkate o peyoteros. se han transportado al origen del mundo y han encarnado a la comunidad de los
El sacrificio de un animal doméstico es un acto ritual distinto a la autoinmo- ancestros. Ahora recuperan los aspectos de la “vida mundana” que habían dejado
lación del venado. Aunque también aquí se dice siempre que la víctima está de atrás. Siguiendo a Maurice Bloch (1992), podemos afirmar que se trata de esta-
acuerdo con su destino, animales como toros y chivos pertenecen a las fuerzas blecer una jerarquización de los aspectos antagónicos de la existencia, tukari y
caóticas o salvajes de la vida (tɨkari) que deben ser vencidas y domesticadas ri- tɨkari, el orden solar y el desorden nocturno, como he explicado en otros trabajos.
tualmente. Sinónimo de riqueza, el toro también se asocia con Takutsi y otras Así, el ritual expresa la domesticación de los aspectos más caóticos del cosmos.
deidades de la fertilidad desenfrenada, por ejemplo el hakuyaka, un monstruo que La fertilidad femenina desenfrenada y la economía mestiza, “capitalista salvaje”,
se parece a este animal y que aparece en los aguaceros. Criaturas con aspecto permanecen bajo el control de los ancestros huicholes.
similar habitan en las profundidades del mar. Así, el sacrificio de la res equivale La ambivalencia sacrificio-autosacrificio es útil para fines analíticos, pero
a la muerte de la gran serpiente acuática que amenaza con inundar o destruir el igual de importante resulta la inversión de los roles sacrificador / víctima. Mu-
mundo. Asimismo, y esto tal vez es aún más importante, matar al toro también es chos mitos narran este intercambio de papeles. Por ejemplo: el cazador indigno,
matar al enemigo mestizo que amenaza con invadir las tierras comunales. seducido por una mujer-serpiente, se transforma en venado y es perseguido por
Así, en las fiestas huicholas se matan animales que pertenecen a dos catego- los lobos. Después, el venado se entrega a éstos y se transforma en peyote; los
rías contrastantes. En lo que se refiere a la importancia del intercambio recíproco cazadores devoran el venado-peyote y se transforman en venados... En especial,
entre seres humanos y dioses, los significados simbólicos de ambos sacrificios la mitología en torno al planeta Venus plantea la transformación del héroe en su
no son muy distintos. Sin embargo, en el nivel iniciático, éstos se oponen casi alter ego, y, después, del alter ego en su alter ego, el otro del otro, así que el héroe
diametralmente. En contraste con la espontaneidad que caracteriza a la muerte vuelve a ser el mismo que al principio (Neurath, 2004). Desde luego, estas am-
en la cacería de venado, el sacrificio de un animal doméstico implica un ejercicio bivalencias del sacrificio pueden analizarse en términos del perspectivismo de
de autoridad. El toro y, sobre todo el chivo, muchas veces se resisten, patalean y Eduardo Viveiros de Castro (1998, 2004, 2005), pues en cada metamorfosis cambia
“protestan” cuando son arrastrados hacia el lugar de sacrificio, en especial cuan- el punto de vista del personaje que se transforma. Entre los pueblos amazónicos
do no han sido pialados de forma adecuada. estudiados por Viveiros de Castro (1992), los prisioneros de guerra, que son las víc-
timas del canibalismo, por este cambio de perspectivas triunfan sobre quienes los
capturan y devoran. Al mismo tiempo, el devorador se convierte en el enemigo
que ha devorado. Tomar la perspectiva de las víctimas en el contexto de la inicia-
ción huichola implica conocer la mirada de los ancestros y transformarse en ellos.
Producir o devenir dioses es un asunto delicado. Carlos Fausto (2007) y otros
autores describen cómo, en muchas tradiciones amerindias, los animales depre-
dan a los humanos al causarles enfermedades. También entre los mixtecos
estudiados por John Monaghan (1995: 103) los dioses son enfermedades. En el
caso de los huicholes, no puede obviarse que la experiencia iniciática-transforma-
tiva, basada en un concepto de don libre y desinteresado, no solamente produce
el cosmos sino, como en una suerte de acto colateral, también engendra toda
Flechas de Tamatsi
clase de fuerzas peligrosas y potencialmente patógenas. Los dioses creados en el
con itarite (“camas”). autosacrificio son poderosos, están dotados de una voluntad que escapa al control
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del chamán y, cuando no se les trata de manera correcta, se convierten en en- en las tareas de la casa, a cambio de maíz abundante en sus trojes. Pero la madre

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fermedades, es decir, proyectiles, piedras u otros objetos que, durante los ritos del sembrador falta a la promesa y las obliga a trabajar. A partir de esta falta, el
de curación, deben extraerse de los cuerpos de los pacientes. El venado puede sembrador, para obtener el maíz, tiene que valerse de un gran esfuerzo, tanto
causar la “enfermedad de venado” que se manifiesta como una diarrea y en un físico como ritual (Neurath, 2006).
adelgazamiento del paciente. La enfermedad de la piedra de sacrificio, tepari, su- Ser cultivador implica haber fracasado en la cacería y en la iniciación, pero
cede cuando el dios del fuego toma el ombligo de un paciente como lugar de tampoco resulta fácil mantener la alianza que se estableció entre el humano y la
residencia y provoca un ardor estomacal terrible. Una enfermedad es algo similar planta. En el calendario ritual anual, la fiesta de la siembra, Namawita Neixa, es el
a una transformación chamánica, la diferencia es quién tiene el control en la me- único día del año en que se respeta plenamente el acuerdo con la madre del maíz
tamorfosis: el animal o la persona. y las mujeres no trabajan pues, como habíamos visto en el relato, son personifica-
El chamanismo siempre corre el riesgo de volverse brujería y, dado que par- ciones del maíz. Los hombres son los que tienen que barrer y preparar la comida.
ticipar en la iniciación y practicar el autosacrificio cosmogónico conlleva este Únicamente se consume alimento preparado a base de maíz no nixtamalizado. Se
peligro, mucha gente prefiere limitarse al nivel exotérico del ritual que consiste, suspende la práctica del sacrificio y se procede a construir una alianza con el Otro.
principalmente, en practicar únicamente intercambios recíprocos. La ambivalen- La celebración de Namawita Neixa implica un cambio de cosmovisión. Du-
cia de los seres o las fuerzas creados en el autosacrificio visionario explica por rante los rituales de la temporada de lluvias aquello que, de acuerdo con la
qué los chamanes tienen dificultades para mantener su prestigio y no siempre ideología solar es considerado como una especie de caos original, se convierte
gozan de buena reputación. Asimismo, nos ayuda a comprender por qué, en en un cosmos por derecho propio. Según la cosmovisión solar —válida durante
ciertos momentos rituales, puede observarse una actitud tan despectiva hacia la temporada de secas—, esta suerte de caos prehistórico se ubica en el extremo
los peregrinos del peyote. Por ejemplo, durante la coreografía de la fiesta de devaluado de su geografía: el inframundo. Mientras reinen este tiempo y espa-
Hikuri Neixa (danza del peyote), los peyoteros, ya transformados en venados, cio los seres de la oscuridad deben ser controlados por las fuerzas asociadas con
son atrapados por los comuneros que se habían quedado en casa. Pero, en lugar el sol ascendente y los ancestros. Si seguimos la lógica del perspectivismo, po-
de tratarlos como los “hermanos mayores”, los cazadores se burlan de ellos. dríamos decir que, desde el punto de vista de las criaturas de este universo no
Podrían mencionarse otros contextos donde se observa una total falta de respeto solar, los poderes oscuros son positivos y deben ser liberados. La cosmovisión
de los no iniciados hacia los iniciados. alternativa, vigente durante la temporada de las lluvias, representa la perspec-
En el caso de los peyoteros aplica lo que han dicho los indólogos: “el don libre tiva de las deidades de la fertilidad. La deidad suprema ahora no es el dios del
no establece amistad” (“A free gift makes no friends”). El don libre es un veneno (Gift Fuego (Tatewari), sino Takutsi Nakawe. En su mundo, indígenas y mestizos se
en alemán). En este contexto es importante tomar en cuenta que, según la teoría diferencian poco. De hecho, un gran número de dioses huicholes de la oscuri-
de Jacques Derrida (1995 [1991]; Laidlaw, 2000: 617-634; Río, 2007: 449-470), el dad son clasificados como mujeres y no indígenas. En este tiempo y espacio, el
sacrificio o don desinteresado destruye o interrumpe las relaciones sociales, a la quehacer chamánico o iniciático no importa mucho. El énfasis ritual se pone en
vez que crea cosas nuevas y diferentes. En el caso de los huicholes, el autosacrifi- la reciprocidad, la cooperación, la alianza.
cio cosmogónico crea el mundo solar de los ancestros, pero se trata de un mundo La tradición huichola tiene un predominio solar y puede definirse como
potencialmente destructivo. visionaria y creadora de cosas efímeras, aunque siempre radicalmente nuevas.
El fracaso en la cacería y en la iniciación hace posible la alianza entre “los Las visiones chamánicas son eventos originales, invenciones en un sentido poé-
de arriba” y “los de abajo”, los cazadores y las presas, los cultivadores y el maíz. tico (Wagner, 1981 [1975]). No son simples repeticiones. De cierta manera, cada
De ahí, por ejemplo, que existan historias como la del hombre que no tiene éxito ritual es el primero, cada amanecer es un evento único (Preuss, 1933). El ámbito
en la cacería y termina casándose con las cinco muchachas maíz y adquiere un nocturno de su tradición puede ser definido como una recuperación del pasado
modo de vida sedentario y en familia (Preuss, 1998: 161; Neurath, 2002: 159). El pero no es simplemente una inversión: involucrarse con la vida nocturna y pre-
relato cuenta que el sembrador establece una negociación con la madre de las chamánica también significa entablar una relación constructiva con el mundo
muchachas según la cual éstas serían tratadas como princesas y no le ayudarían no indígena.
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La paradoja del ritual
Pero ésta no es la única paradoja que vincula a estos objetos. La articulación

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Como habíamos visto, pese a que se asocian con mundos completamente distin- siempre problemática entre prácticas de reciprocidad y rituales de sacrificio y
tos, jícaras y flechas siempre se ofrendan juntas, como si aludieran a que la jícara transformación puede analizarse en términos de una coexistencia —siempre
se entregara flechada. Más allá de esta asociación, resulta imposible estudiar es- complicada— de las prácticas que distinguen a las llamadas sociedades analogis-
tos objetos sin recurrir a la paradoja. tas —que se caracterizan por su visión del mundo enclavada en las clasificaciones y
La jícara, por ejemplo, se identifica con la mujer y la tierra, un ser ambiva- su énfasis en el intercambio— y las que son características de los pueblos animis-
lente que es la víctima del flechador. Es un vientre femenino y un recipiente que tas, más cifradas en la lógica predatoria (cfr. Descola, 2005; Neurath, 2010a). El
contiene y produce la vida: humanos, animales, plantas y agua. Esta última, desde ciclo anual de fiestas agrícolas e iniciáticas implica una alternancia estacional en
luego, es la sustancia más preciada que se guarda en la jícara que es el mundo. el énfasis general de los ritos que oscila entre alianza y sacrificio, pero la misma
Entregar una xukuri no implica un acto violento, como sucede con las flechas alternancia también está presente en cada ritual huichol.
votivas que se disparan hacia las deidades. A los dioses se les sirve su alimento Cada ceremonia comienza con una fase de preparación de las ofrendas du-
en jícaras. En correspondencia, los seres humanos reciben el agua en la jícara rante la cual el énfasis se pone en el intercambio recíproco de dones. Al iniciar
que es la tierra. Donar jícaras es entregar mujeres (cfr. Preuss, 1998: 286). Así, al la sesión de canto chamánico, poco a poco, la lógica sacrificial e iniciática gana
ofrendar estas piezas se celebra una alianza matrimonial pacífica con los dioses: terreno. Esta fase culmina en los sacrificios de animales que se realizan en el ama-
los seres humanos ofrecen mujeres a las deidades para que éstas produzcan vida. necer. Pero, a partir de este momento, se retoman las prácticas de intercambio y
Pero también las mujeres / jícaras tienen un aspecto depredador: pueden trans- comienzan las peregrinaciones para depositar los objetos votivos en los lugares
formarse en monstruos e inundar el mundo con un nuevo diluvio. Al flechar a las sagrados y recoger “agua bendita”.
diosas-jícara éstas se mantienen bajo control. También es cierto que la coexistencia de esquemas de la práctica nomi-
La flecha, en cambio se asocia con el ámbito del desierto y con la iniciación. nalmente incompatibles es, en primer lugar, una cuestión de las intenciones y
Se flecha el peyote, que es el ciervo que se ha transformado para dejarse cazar. Y experiencias de los diferentes participantes. Para los legos el sacrificio es una
sin embargo, como hemos visto, estas piezas llevan inscritos dibujos que son ple- forma de intercambio. La sangre sacrificial es, sobre todo, para alimentar a los
garias y que están vinculados más bien con la dinámica del intercambio recíproco dioses. Desde la perspectiva de los chamanes, el intercambio es de poca impor-
entre los hombres y los dioses. tancia y lo único que cuenta es la experiencia que puede definirse como visionaria,
transformativa, cosmogónica y sacrificial.
La experiencia de los chamanes implica una negación de las prácticas de in-
tercambio recíproco que constituyen el meollo de la acción ritual de los legos. En
el contexto de la iniciación, los humanos no se relacionan con los ancestros por
medio de intercambios, sino por la vía de la transformación; es decir, se convierten
en ellos. Sin embargo, en este proceso se producen también fuerzas peligrosas y
patógenas. En consecuencia, los no iniciados tienden a no confiar en los chamanes.
Hay ritos que expresan, de hecho, la negación del don libre por parte de los no
iniciados. En la danza del peyote, Hikuri Neixa, cuando los ya iniciados reparten ge-
nerosamente el peyote, las semillas y las demás cosas que ellos han creado (y en las
cuales se han transformado), se les obliga a aceptar contradones (como monedas o
cigarros). Es decir, al no aceptar los dones como libres, se les impone una dinámica
de intercambio recíproco, como el resto de los miembros de la comunidad.12
12 El artículo de Knut Río, “Denying the gift” (2007), que me recomendó Carlos Mondragón, ofreció
Nierika de Tatei Nia’ariwame. una buena pista para entender esta situación.
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En otros trabajos he señalado cómo el contraste entre alianza y sacrificio,


entre tɨkari y tukari, entre Namawita Neixa y las demás fiestas del tukipa huichol, re-
fleja no solamente el antagonismo entre no iniciados e iniciados, sino también los
conflictos estructurales entre asamblea y chamanes, entre familia y comunidad.
La práctica de la reciprocidad se relaciona con la cooperación entre comuneros e entre mirar y no mirar
implica una ideología igualitaria. Sacrificio y transformación son aspectos esoté-
ricos del ritual y, por ende, son más elitistas. Sólo los practican los iniciados, que,
por ser chamanes, reclaman una posición política privilegiada. Porque lo bello no es sino
Muchos investigadores no distinguen entre don e intercambio, sino que el comienzo de lo terrible, ése que todavía podemos soportar;
plantean que los intercambios ritualizados recíprocos guardan la jerarquía de y lo admiramos tanto porque, sereno, desdeña el destruirnos.
las relaciones tributarias entre patrón y cliente (Liffman, 2013: 109). Sin em- Rainer Maria Rilke
bargo, reenfocar la etnografía del ritual huichol en la relación entre sacrificio y
reciprocidad (y entre depredación y alianza) permite desarrollar una teoría de
la reproducción cultural de este grupo que integre no sólo los procesos de dife-
renciación o producción de jerarquía, encaminados a garantizar la reproducción
de la comunidad con su sistema de autoridad tradicional identificada con el
poder chamánico-solar, sino también aquellos procesos que, en lugar de enfati-
zar esta diferenciación, busquen fortalecer la cooperación entre los polos de la
Los peligros de lo visible
misma diferencia. El conflicto político entre la organización comunitaria (que
enfatiza la ayuda mutua, la cooperación, la reciprocidad) y los especialistas ri- A diferencia de corrientes más convencionales de la historia del arte, la emergente
tuales tendrá que formar parte de este análisis. ciencia de la imagen (Bildwissenschaften) y la antropología del arte problematizan
En cuanto a los objetos del arte huichol, al participar de dos complejos ritua- las figuraciones artísticas en cuanto a las complejidades que se tejen en torno
les en clara oposición, están insertos en una tensión que no puede pasarse por alto a la existencia de una obra dentro de cierto universo y a los vínculos que se esta-
en su análisis. Un objeto donado no es lo mismo que uno intercambiado. El don blecen entre ésta y los demás sujetos y objetos de este universo (cfr. Belting, 1994,
implica una presencia real de los ancestros en objetos. Estos objetos-ancestros 2001; Boehm, 1994; Gell, 1998; Taylor, 2003; Mitchell, 2005; Severi, 2008, 2009; Sa-
tienen vida porque mueren o han muerto en el sacrificio. Un objeto intercambia- chs-Hombach, 2009; Bredekamp, 2010; Descola, 2010). El estudio del arte ritual se
do no tiene esta calidad y es mucho menos peligroso. No es un original, sino una ha convertido en un campo estratégico para nuevas prácticas transdisciplinarias,
réplica y busca establecer comunicación y conexiones entre ámbitos que, a pesar porque ahí se vuelve particularmente evidente que las imágenes jamás son
de este esfuerzo, deben mantenerse separados. simplemente imágenes. Los objetos rituales no solamente “representan”, sino
que tienden a “presentar” a seres poderosos; es decir, que la creación artística,
además de ofrecernos figuraciones que muchas veces pueden leerse desde el pla-
no simbólico, engendra criaturas con vida y voluntad. Como Alfred Gell y Carlo
Severi han argumentado, estas “imágenes vivas” o “más-que-imágenes” se dis-
tinguen por el poder que emana de ellas, es decir, poseen agentividad, e incluso
cuentan con una subjetividad propia (Gell, 1998; Severi, 2008; 2009).
La interacción ritual con obras que son presencias de seres poderosos im-
Este trabajo es inédito, sin embargo también será publicado en una edición con título tentativo
Tecnologías en los márgenes: etnografía y relaciones humanas/materiales en Latinoamérica y el Caribe (Gimi- plica establecer una relación con un mundo distinto que es ingobernable y que
niani, et al., Universidad Católica de Chile, en prensa). siempre será peligroso o, por lo menos, problemático. El ritual se esfuerza en dar
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vida a las imágenes pero, una vez que están dotadas de poder, resultan difíciles, nos probable es conseguir el permiso para verlo, para no hablar de fotografiarlo.

iii. ent r e mir ar y no mi ra r


cuando no imposibles de controlar. De hecho, durante las ceremonias, siempre lo La razón principal de esta prohibición es que los seres ancestrales son animales
más importante será protegerse de los seres no humanos que el ritual moviliza. depredadores de humanos y que en las imágenes y los cantos su presencia es con-
Muchas veces, las imágenes, como agentes con poderes especiales, protegen a los vocada. Cuando una persona mira a un ancestro, éste puede verla y, por ende, ata-
humanos de las entidades no humanas presentes en ellas mismas. Así, evocan y carla. Así pues, los pozos ceremoniales son un asunto demasiado peligroso para
movilizan poderes, al tiempo que los limitan y ocultan. Hay un ir y venir entre las quien no sea un iniciado.
intenciones contradictorias de producir y de controlar. Sin embargo, hay una manera menos riesgosa de relacionarse con los seres del
Entre los wixaritari existen piedras circulares de sacrificio (tepari, en plural tepa- interior del pozo: si se les depositan ofrendas en las tapaderas de las piedras que
rite) que tapan pozos ceremoniales (tsunuari, en plural tsunuarite). Hay un contraste fungen como altares, sobre todo sangre sacrificial, pero también artefactos como
entre las figuraciones bidimensionales que se inscriben en las piedras y las es- jícaras y flechas votivas. Como la tapadera cerrada impide que se vean mutuamen-
culturas que se esconden en estos pozos. En la superficie del disco sacrificial se te, se modifica la relación entre los seres de afuera y los de adentro del pozo.
aprecian grabados que muestran abiertamente a una serie de seres ancestrales o Para acercarse al pozo abierto y mirar las figuras que se encuentran aden-
deidades, pero las estatuas de los ancestros que se encuentran al interior de los tro, se requiere tener el “don de ver” o la “habilidad visionaria” (nierika), una
pozos son mucho más poderosas o ma’iwe, “delicadas”, como dicen los huicholes. capacidad que, como hemos visto, se obtiene a través de prácticas de iniciación
¿Cómo entender la simultaneidad de las intenciones contradictorias de mos- chamánica, cacería y autosacrificio. Pero ni siquiera en este caso el iniciante
trar y de ocultar, de relacionarse con seres poderosos y al mismo tiempo evitar se asoma al interior del pozo; más bien se identifica con los seres del interior y
el contacto con ellos? Para analizar la complejidad y el carácter contradictorio o mira hacia afuera.
“condensado” de la acción ritual, me inspiro, sobre todo, en los trabajos de Ca- Nuevamente nos topamos con una paradoja típica del arte ritual. Y es que los
roline Humphrey y James Laidlaw (1994) y de Michael Houseman y Carlo Severi ancestros se han convertido en las estatuas de piedra del interior porque han lo-
(1998). Dar vida a imágenes poderosas y mostrarlas no parece ser compatible con grado cumplir con los ritos de iniciación; es decir, que gracias al nierika existen
el esfuerzo de ocultarlas, pero esto es, exactamente, lo que sucede en el ritual. Se las figuras en el pozo. Si se abriera el pozo, estos seres nos podrían cazar o ata-
muestra escondiendo y se esconde mostrando. car. Como se ha sugerido, esto es particularmente peligroso para las personas
En el caso del tepari sería totalmente justificado hablar de continuidades que carecemos del “don de ver”. Nierika, decíamos en el capítulo anterior, es
entre estructuras prehispánicas y prácticas contemporáneas, pero comence- también un escudo que sirve para protegerse de los peligros de lo sagrado. Sin
mos por discutir los problemas que surgen al realizar investigaciones sobre embargo, para obtener la habilidad visionaria es necesario precisamente correr el
asuntos que los huicholes clasifican como “delicados”. riesgo y visitar los lugares donde habitan los ancestros. Así, para obtener nie-
Al convivir con los wixaritari uno pronto se da cuenta que tanto el conoci- rika se necesita ya tener nierika.
miento ritual como la visibilidad de objetos ceremoniales están sometidos a ta- ¿Cómo resolver este problema? Al peregrinar y practicar cacerías y purifi-
búes. He hablado de que la prohibición de grabar audio ha impedido hasta ahora caciones similares a las que realizaron los seres ancestrales el iniciante deviene
el estudio de los cantos. Esta interdicción tiene que ver con que, en los cantos, uno de ellos; es decir que en este proceso se transforma en su propio ancestro. El
la palabra del mara’akame convoca a los seres enunciados, y esto sería difícil de disco de sacrificio, tepari, puede entenderse como una manifestación material de
controlar en un contexto que no fuese ritual. Por motivos similares es delicado nierika que, por una parte, protege a los que visitan los lugares de culto y, por la
producir todo tipo imágenes. Hay objetos que nunca son vistos; otros se pueden otra, es lo que se busca obtener para convertirse en mara’akame e, incluso, en uno
mirar solamente en ocasiones especiales o bajo condiciones específicas. De esta de los seres ancestrales.
manera, las imágenes son agentes que participan en las ceremonias, pero muchas
veces en ausencia de los humanos.1 Mientras más importante es un objeto, me- nico destacan los recursos estéticos que dotan a las imágenes de una intensa expresividad, aunque
durante la acción ritual éstas sólo pueden ser miradas por los especialistas rituales y en ocasiones
sólo por unos instantes. De hecho, se sabe que muchas obras son o fueron elaboradas para jamás
1 Mesoamérica ofrece muy buenos casos para estudiar este tipo de paradoja. En el arte prehispá- ser vistas por los vivos.
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Teparipa y/o fogatas ceremoniales indican la proximidad de un centro ce-

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remonial y, como éstos presentan la totalidad del cosmos, siempre se ubican en
el centro del universo. Hay diferentes tipos de centros ceremoniales, por eso
los pozos rituales, teparite y fogatas se pueden ubicar dentro de construcciones
como los grandes templos tuki, dentro de cuevas, o en el exterior, en los centros
de los patios de danza de las rancherías y centros ceremoniales comunales (tu-
kipa), en sitios de peregrinación o en las milpas (waxa). Su variedad de formas
es considerable, por ello no es fácil su sistematización. No siempre hay un lugar
para la fogata, hay pozos sin tapadera y teparite sin pozo. A veces los teparite
son enterrados y, por ello, resultan invisibles. En otras ocasiones los discos de
piedra se empotran en las paredes de los adoratorios xiriki, normalmente por
encima de la entrada. En este caso también indican un umbral, pues el interior
Tepari de Tatewari.
del templo es equivalente del pozo, aunque esto no impide que en el suelo se
encuentre otro disco sacrificial, lo cual sugiere nuevamente un pozo dentro de
otro, una construcción en abismo que podría desconcertar a los no iniciados al
situarlos en una sucesión infinita de adentros y afueras, lo que no sucedería a
Piedra y pozo
los especialistas rituales que sabrían exactamente dónde se encuentran y que,
La piedra sacrificial y el pozo son un conjunto. Estos últimos normalmente por la estructura de la construcción en abismo, podrían encarnar la paradoja
contienen estatuas de deidades ancestrales, sobre todo del viejo dios del fue- de estar al mismo tiempo adentro y afuera. Algunos teparipa son más formales que
go Tatewari, Nuestro Abuelo, pero también de otras, como Tatutsi Maxakwaxi otros. Los pozos de las milpas se llaman watuaripa (Lemaistre, 2003: 323). Sólo se usan
o Tamatsi (Lumholtz, 1986 [1900]), Nuestro Bisabuelo Cola de Venado y Nuestro una vez, en la ceremonia de preparación de la milpa, y normalmente carecen de
Hermano Mayor el Venado Azul, respectivamente. Cuando no hay estatuas, ocu- tapadera y de esculturas. Sea como sea, los pozos indican que la milpa tiene el
pan su lugar objetos cilíndricos llamados kɨpuyari (Liffman, 2005: 63). estatus de una vivienda. Así, la milpa es la casa y el centro ceremonial del maíz.
Los teparite son altares y, al mismo tiempo, fungen como las tapaderas de
los pozos. Ningún pozo está completamente sellado, porque en el centro de cada
tepari hay un pequeño agujero, o por lo menos una cavidad, que es el paso hacia el
espacio posterior del disco, el que se encuentra de cara hacia el pozo. La cavidad
en el centro del disco de piedra se llama aikutsi, como las grandes jícaras que
se usan en las ceremonias para contener toda clase de dádivas (Lumholtz, 1986
[1900]: 56; 1998 [1901]). Podría decirse que este agujero es un pozo en miniatura,
una réplica; un pozo sobre otro pozo sugiere una construcción que se enriquece
porque siempre existe una ambigüedad respecto al estatus del pozo: raramente
se abre, pero jamás está cerrado por completo.
Como unidad, el pozo y la piedra sacrificial se llaman teparipa, “donde está el
tepari” (Jáuregui y Jáuregui, 2005: 155). El tercer elemento del conjunto es el fue-
go. Muchas veces, aunque no siempre, los pozos y los teparite se encuentran en las
inmediaciones de una fogata ceremonial que vuelve presente al dios del fuego,
también materializado en las estatuas dentro de los pozos.
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Abrir y cerrar
En un artículo en el que describen la apertura y la renovación de un teparipa de

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Elaborados teparite, inscritos con bellos grabados, fueron coleccionados y docu- la comunidad de Wautɨa el Domingo de Pascua, Jesús y Juan Pablo Jáuregui (2005),
mentados por Carl S. Lumholtz (1900, 1986) en la década de 1890 y, desde luego, dan cuenta de una serie de figuras zoo y antropomorfas de barro, así como escaleras
ocupan un lugar prominente en su estudio sistemático sobre “el arte simbólico en miniatura (imumui) que los encargados rituales sacaron del pozo, limpiaron,
de los huicholes”. Según Lumholtz, cada una de la deidades huicholas contaba restauraron y vistieron con estambre, chaquira y cera. Después los especialistas
con una estatua y un tepari. Las primeras —agrega— podían colocarse sobre rituales removieron lo que quedaba de los objetos votivos colocados ahí duran-
los teparite, o bien ubicarse debajo de ellos, en el pozo (1986 [1900]: 54). Estas te la última apertura, y fabricaron y depositaron nuevas jícaras y flechas. Antes
posiciones son las más comunes hoy día. Como vimos en el capítulo anterior, de cerrar el tepari, sacrificaron animales domésticos y ofrendaron su sangre
Lumholtz inaugura la tradición de analizar el arte wixarika a través de “signifi- junto con caldo de venado. En otras ocasiones, observamos ofrendas de velas,
cados” obtenidos de la exégesis de algunos informantes y trata de sistematizarlos quema de copal y libaciones de cerveza de maíz (nawa, tesgüino), de mezcal (tu-
por medio de sistemas de clasificación. En el caso de las piedras de sacrificio, po- chi) o de chocolate con galletas de animalitos. Muchas veces, se toca música de
zos y fogatas rituales nuevamente conviene cuestionar estas interpretaciones rabel y canario (xaweri y kanari) que también se considera una ofrenda.2
que no necesariamente son falsas, aunque se han tendido a sobreinterpretar y Diferenciar entre objetos permanentes y renovables no siempre es fácil,
muchas veces se han borrado de la evidencia las ambivalencias que apuntaban aunque este contraste es muy importante. Las estatuas de cantera, barro o ma-
hacia cuestiones de complejidad ritual. dera por lo general se pueden considerar “bienes inalienables” (Weiner, 1985,
Dichos enfoques no han sido tan productivos por esta razón y porque sus 1992): es decir, que se trata de objetos de muy preciado valor que confieren un
argumentos suelen construirse en torno a una circularidad que no explica de- cierto prestigio a sus dueños y que de alguna manera son “sustitutos visuales
masiado. Por ejemplo, se habla de que ciertos elementos son “sagrados” por estar para la historia de los ancestros y la inmortalidad de la vida humana”; mientras que
localizados en el centro y, al mismo tiempo, se dice que se colocan en el centro otras piezas, como las jícaras y flechas que se depositan junto a las estatuas, son
por ser sagrados. Este tipo de razonamiento no permite comprender la intensi- dádivas que se deben renovar de forma periódica y que no ostentan un valor
dad que se cifra en torno a estos lugares y objetos, como quizá sucedería con un simbólico tan elevado. Esto no significa que las estatuas jamás se sustituyan.
enfoque que considere la complejidad de las relaciones que se establecen entre Una descripción de Lumholtz (1986 [1900]: 53) es ilustradora: según sus infor-
estas piezas y el entorno y que tome en cuenta el carácter paradójico de estos mantes, el pozo se abría cada cinco años. En una ocasión cambiaron los objetos
sitios y situaciones. Conviene comenzar con los aspectos pragmáticos del ritual, votivos y, al darse cuenta de que la estatua del dios del fuego estaba ya muy
que en esta ocasión son los actos de abrir y de cerrar. Podemos distinguir, además, dañada, decidieron reemplazarla. (Lumholtz consiguió la pieza desechada para
entre las acciones que se realizan con la tapadera abierta al interior del pozo y sus colecciones, resguardada ahora en el American Museum of Natural History
las que se llevan a cabo en la superficie de la tapadera cerrada. de Nueva York.)
Además de los ritos practicados para atender a las estatuas, hay otro im-
portante uso ceremonial del pozo. Calentado por la fogata, sirve como horno
subterráneo (te’aka) para preparar carne de venado tatemada o panes de maíz
que se elaboran en ocasiones especiales. El pozo para el horno se excava junto al
sitio donde se ubican las estatuas, pero a nivel conceptual se trata del mismo
pozo. Hay una identificación, aunque no necesariamente una identidad, entre
el pozo y el horno. Lo importante es que colocar objetos en el primero es un
acto equivalente a preparar alimentos en el último.

Tepari de Takutsi. 2 Al final de este tipo de rituales, el tepari siempre es cerrado.


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A un lado y otro del tepari
La comida preparada en el horno subterráneo tiene un estatus especial. Se

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considera que ésta es la técnica “legítima” o tradicional de cocción, la que usaron Vimos que los seres adentro del pozo son peligrosos para los no iniciados. Los que
los “antiguos”, los antepasados, que eran cazadores. Sobre todo en el caso de la han obtenido nierika y ya son personas-flecha devienen equivalentes a las esta-
carne de venado, el uso del horno te’aka es todavía relativamente común. En la tuas dentro del pozo y por ello pueden tratar sin grandes peligros con los seres
fiesta de la siembra, Namawita Neixa, el pozo ceremonial del tuki se usa para pre- ancestrales. Ya son parte del mundo de los ancestros, pero como también siguen
parar alimentos de maíz. Entonces el gran templo sirve como una cocina, y los siendo humanos, su papel es el de intermediar, evitar que los dioses ataquen a la
hombres encargados del centro ceremonial preparan dos tipos de pan de maíz gente. Pero no todo lo relacionado con el pozo y la piedra guarda un vínculo con
que se llaman tamiwari y karuanime. A este pan lo consideran crudo, porque se el universo de los sacrificios y las transformaciones. Aquí se cifra también otra
elabora de una masa de maíz no nixtamalizado; es decir, no le añaden la cal que historia. Y es que todo el mundo debe practicar, incluyendo a los no iniciados,
quema al maíz. Además, al ser envuelta en hojas y en un horno, la masa no entra la ofrenda de sangre sacrificial. Estos rituales se entienden como intercambios
en contacto directo con el fuego. Se considera que esta manera de preparar el recíprocos, aunque con ellos no se establece una relación tan directa con los an-
pan no lastima al maíz y, como se mencionó en el capítulo anterior, hay un cierto cestros, sino que está mediada por la dádiva depositada en la tapadera que separa
discurso que plantea que el maíz siempre se debería preparar así, pues tal era el a los humanos de los dioses.
pacto que Watakame, el primer cultivador, había establecido con la madre de las Un teparipa es, pues, un lugar donde chocan dos dinámicas rituales: iniciación e
“muchachas maíz”. En la vida cotidiana esto resulta impracticable, pero el día de intercambio. La coexistencia, a veces casi simultánea, de ritos de ambos tipos
la fiesta de la siembra se cumple con lo establecido.3 hace que el teparipa sea un lugar tan especial. Todo el mundo desea asomarse al
Desde luego, no es ninguna casualidad que el horno se use para carne de pozo abierto, pero esto no es recomendado sino a los mara’akate experimentados.
venado (sin sal) y para panes de “maíz crudo” (sin cal). El acto de introducir este Lo que los legos sí deben hacer es depositar ofrendas en el tepari cerrado.
alimento al horno remite al conocido mito del autosacrificio del niño “chueco” Hemos argumentado que la iniciación consiste en obtener visiones y deve-
y/o ciego que saltó a la fogata en un rito de autosacrificio y se convirtió en el Sol nir los seres que se revelan en estas experiencias. Al identificarse con los ancestros,
(Lumholtz, 1986 [1900]: 53). Como se dijo, el venado y el maíz también son perso- los iniciados son peligrosos para los legos. Por eso, para conjurar sus peligros
nas que practican el autosacrificio. Según los cantos rituales, ambos se entregan se cierra el pozo. Con ello, la comunicación directa con los ancestros queda casi
a los humanos, y debido a este acto de don voluntario consiguen su iniciación y cancelada, aunque siempre se cuenta con el agujero en el centro del disco que
se transforman en los seres ancestrales. permite cierto contacto con ellos. Con este gesto se privilegia el intercambio, pues
Por la misma razón sacrificial, el dios del fuego del pozo deviene una estatua las ofrendas depositadas establecen relaciones que niegan los dones libres de
de piedra. Los ancestros deificados se transforman y, al mismo tiempo, se tornan parte de los ancestros y los obligan a entrar en las relaciones sociales normales
duros, a veces cristalinos, para adquirir una cierta permanencia como deidades. de los humanos, como vimos que sucede con los peyoteros cuando vuelven del
De manera equivalente, los humanos que logran la iniciación chamánica se con- desierto.
vierten en cristales, a los que se llama ɨrɨ’kate. Éstas son las personas-flecha, de las Desde la perspectiva de los iniciados, estos intercambios carecen de sentido,
que hablamos en el capítulo anterior. Así, el pozo ceremonial es un lugar de sacrifi- ya que para ellos el ritual consiste en devenir los ancestros y convertirse ellos
cio por excelencia donde suceden estas transformaciones. mismos en los dones de los dioses. Por eso, ocasionalmente, se abre el pozo y se
Como la piedra circular que tapa el pozo es también un altar, en todas las fies- viven las experiencias autosacrificiales que desencadenan el proceso cosmogó-
tas, aún cuando no se abre el pozo, el disco de piedra recibe la sangre sacrificial nico y visionario. De esta manera, siempre existe una coexistencia de dinámicas
del animal agonizante, así como otras sustancias como cerveza de maíz (nawa) y rituales esotéricas y exotéricas, de prácticas peligrosas e inocuas: se conecta y se
chocolate caliente. vuelve a separar, se revela y se vuelve a ocultar.
Aceptados el carácter “condensado” de la acción ritual y la diversidad de
3 En el Gran Nayar la cal para nixtamal se identifica con el fuego. Entre los tepehuanes del Sur de intencionalidades, podemos replantear algunos puntos que siempre han estado
Durango una olla con cal se entierra en el centro de los patios de danza, como equivalente de los
pozos que, entre los huicholes, albergan estatuas del dios del fuego (Reyes, 2006: 67). presentes en los análisis cosmológicos y simbólicos del arte huichol. El cono-
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cido mito sobre la domesticación del fuego (Medina, 2006: 167-172, 2012) trata de Todos los lugares tienen su fuego, pero “el Fuego” se ubica en Te’akata. Al

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cómo este dios fue obligado a permanecer en su fogata ubicada en el Lugar fundar una nueva ranchería, se pide prestado el fuego de un templo tuki. Así,
del Horno, Te’akata. Nuestro Abuelo era originalmente una peligrosa “lluvia de se crea una red de conexiones que vincula rancherías, centros ceremoniales
fuego” (naɨ), una nube de chispas que se movía libre y sin control, pero el Joven y Te’akata, y que se describe en términos de “guías de calabaza” y “cordones
Estrella de la Mañana “lo tumbó” con su flecha y lo confinó a una “cama” o “es- umbilicales”. El nivel jerárquico de un lugar particular está sujeto a la nego-
tera” (itari) hecha de leños paralelos colocados en dirección Este-Oeste y una ciación (Liffman, 2005).
“almohada” de un leño grueso acomodado en dirección Norte-Sur. Es decir, lo Tatewari es el primer mara’akame, la persona iniciada por excelencia. Al mis-
puso en una fogata (Neurath, 2002: 209). mo tiempo, el lugar de la cama de Tatewari se relaciona con el origen mítico de
Encerrar una estatua del Abuelo Fuego en un pozo es un acto similar. Se la autoridad política que remite a la historia del nacimiento del Padre Sol, la dei-
trata de evitar que el ancestro cause estragos. El fuego en forma de una estatua dad identificada con el gobernador tradicional (tatuwani). El relato cuenta que,
de piedra se encontraría, desde luego, aún más domesticado, más confinado a después del autosacrificio del Sol, el astro estaba demasiado abajo y quemó todo.
un lugar, que el de una fogata. Sin embargo, un fuego petrificado podría enten- Para evitar que esto volviera a suceder hubo que construir una escalera tipo imu-
derse también como el fuego que ha logrado un grado máximo de iniciación y, mui para ayudarle a ganar más altura (Lumholtz, 1986 [1900]: 53). Las escaleras
como tal, la estatua podría ser aún más peligrosa que un fuego ardiente.Y es que se depositan en los pozos rituales le sirven, pues, al Padre Sol para subir al
que, entre los huicholes, ni siquiera las piedras son seres estáticos. Nunca se cielo y alcanzar el cenit.4
sabe si cobrarán vida. Al respecto, mis informantes me platicaron que ha habi- Como han señalado Ángel Aedo (2003), Paul Liffman (2005) y Paulina Faba
do rocas que salían a volar, transformadas en monstruos devoradores de gente. (2006), el tepari se relaciona también con el ombligo. Te’akata se ubica en el
Los cristales que son las personas-flecha también se pueden mover, sobre todo centro del mundo y es, pues, su ombligo. La “enfermedad del tepari” (teparixia)
cuando no se les rinde la atención ritual necesaria. aflige, por ello, a personas que no limpian ni renuevan su pozo ceremonial
Tatewari, Nuestro Abuelo Fuego, debe descansar, dejar de moverse. El (Lemaistre, 2003: 277, Aedo, 2003: 190). Tatewari se fastidia de la situación,
pozo y la estatua refuerzan esta intención, pero el primero se puede abrir y la toma el ombligo del responsable como su tepari y provoca un ardiente dolor
segunda puede cobrar vida. Una estatua viva que tiene la posibilidad de mo- de estómago.
verse es un buen caso para aplicar el concepto planteado por Aby Warburg de
Pathosformel, que refiere a imágenes dotadas con “fuerza explosiva interior”
(Settis, 1997: 41), o el de “pathos congelado” que en cualquier momento puede
volverse a activar.
Se ha señalado que cada fogata ritual a nivel de ranchería es una réplica
de la fogata del centro ceremonial comunal, y que éste es réplica del Lugar del
Horno, Te’akata, residencia de Tatewari. Lo mismo vale para los teparite y las es-
tatuas. La “verdadera” estatua del dios del fuego se encontraba en Te’akata, un
centro ceremonial tukipa construido en una barranca profunda. En el templo de
Tatewari, Tatewarita, hay un pozo muy grande donde se dice que se encontraba
una estatua de pedernal que fue robada. Hay diferentes versiones sobre este Tepari de Tatewari.
hurto. Según Lumholtz (1904 [1902]: 171), fue sustraída por un “viajero dis-
tinguido” (probablemente Léon Diguet). Otros huicholes me comentaron que
un día bajó un helicóptero de japoneses para robarse la figura. Y varios de los
coleccionistas conocidos de arte huichol han sido acusados de haber tomado de 4 En Te’akata, Preuss (1998: 247) coleccionó una escalera imumui en forma de una pequeña pirá-
mide de madera y, a partir de este hallazgo, desarrolló una teoría sobre la arquitectura de templos
Te’akata la estatua de Tatewari. prehispánicos como escaleras del Sol.
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Los niños recién nacidos se llevan a Te’akata idealmente a la edad de cinco

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días, pero muchas veces esto se hace cuando ya son un poco más grandes. En
1995 observé una ceremonia de canto nocturno en Tatewarita. El bebé dormía
en el pozo ceremonial que es el ombligo del mundo. Entendí que se trataba de
conectar al bebé con el lugar central de la comunidad y del cosmos. Sin em-
bargo, dejar dormir a un recién nacido en el lugar del ídolo perdido parecía
contradecir lo que había aprendido sobre lo peligroso que resultan los pozos
rituales. ¿Había una identificación del bebé con el niño que se sacrificaba para
convertirse en el Sol? Un día, ese niño podrá ser elegido como gobernador tra-
Interior de un tuki huichol con la fogata ceremonial
dicional y, como tal, transformarse en el astro diurno. central cerca de la cual se encuentra el pozo ritual.

Para comprender los teparite, en términos generales se aplican los mismos prin-
Iconografía del intercambio y más allá cipios que se observan en otras obras rituales huicholas, como las jícaras (xukurite)
y los objetos nierika, cuya iconografía es relativamente fácil de interpretar, aún para
Los relieves en los teparite (normalmente bajorrelieves) pueden ser relativamente los no iniciados. Por lo regular los huicholes no tienen mayor problema en explicar
elaborados y, en tiempos recientes, se observa una tendencia a pintarlos. En las que entre los animales que se encuentran en estas piezas se cuentan a menudo
colecciones etnográficas antiguas de Lumholtz (1986 [1900]) y Preuss (Neurath, venados (machos y hembras), toros, vacas, serpientes y águilas. Otros motivos fre-
ed. 2007) se encuentran ejemplares muy bellos. Según Lumholtz, su iconografía cuentes son plantas de maíz, soles, seres humanos y objetos rituales como flechas
indica que la pieza es propiedad de alguna deidad. e “instrumentos para ver” (nierikate). Pero sabemos hoy día que ésta no es toda la
historia. La iconografía casi siempre es ambivalente y nunca resulta tan sistemáti-
ca como planteaban Lumholtz y sus seguidores. La dificultad principal en torno a
estas obras es entender que, como se trata de piezas rituales, suelen dar cuenta de
fases distintas de un mismo proceso que al final se condensan en una sola imagen y,
por eso, los motivos representados pueden referir al mismo tiempo lo que se ofrenda
a los dioses, lo que se espera recibir de ellos y a los dioses mismos. Se trata, pues, de
los seres ancestrales como dones, como donadores y como receptores de dones.
Para ejemplo, hablemos de las serpientes que son abundantes en el paisaje
huichol y que aluden a la lluvia, pero estas “serpientes de nubes” (haikuterixi)
también refieren a la respiración (iyari), que es un tipo de “alma vital”. Hay for-
mas en espiral que remiten a remolinos de agua o de aire y que pueden aludir
también a serpientes. Ambas variantes del motivo, las serpientes y las espirales, se
ubican muchas veces en el centro del objeto y se relacionan con la apertura,
que es el punto por donde pasa el iya.
Así pues, la iconografía no es suficiente para entender qué es un tepari. En
un principio, si no se toman en cuenta la forma de la piedra y lo que hay detrás
o debajo de ella, no se entiende la pieza. Es importante considerar el contraste
entre la lógica de intercambio que predomina en el anverso y la de sacrificio y
Tatutsi Maxakwari, Nuestro Abuelo Cola de Venado. transformación que caracteriza el reverso.
72 73
Cosmologías comparadas
océano Pacífico, cerca de San Blas, Nayarit. Este lugar se (re)presenta ritualmente

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Los teparite y los tsunuarite huicholes han sido tratados con euforia comparativis- de múltiples formas: como un altar en el Poniente del interior del tuki, o como
ta. En su reseña de la obra de Lumholtz, Eduard Seler comentó sobre el paralelismo jícaras ceremoniales, pero no como un pozo.
entre los discos huicholes y las piedras y recipientes sacrificiales mexicas del tipo Lo mismo que entre los mexicas y otros pueblos mesoamericanos, el dios
cuauhxicalli, como la famosa piedra de Tízoc (1998 [1901]: 71).5 Estas versiones monu- huichol del fuego conecta diferentes niveles del cosmos (cfr. López Austin,
mentales del tepari también se usaron para depositar la sangre ofrendada a los dioses. 1985). Tatewari se presenta como hauri, una antorcha de ocote, o como una
Los pozos rituales huicholes siempre se han comparado con el sipapu, el “vela de la vida” (katira, en plural katirate) que sostiene el cielo como el techo de
denominado “place of emergence”, un elemento de la arquitectura ceremonial de una casa, pero se acaba lentamente, así que los seres humanos tienen la tarea
los indios pueblo y anasazi del Suroeste de los Estados Unidos (Kelly, 1974; Faba, periódica de renovarlo (Neurath, 2002: 275). Este motivo es muy importante
2006). Se trata de aperturas que se encuentran en el piso de los templos subte- en los rituales huicholes, pero no existe en la mitología ni en el ritual de los
rráneos kiva, que, en la lógica cosmogónica de mundos superpuestos, simboli- indios pueblo. Para la renovación de las “velas de la vida” se tiene que practicar
zan el paso de una creación hacia la siguiente (Geertz 1984; 1994). Pozos simi- la iniciación, se tiene que vivir el autosacrificio del niño que se convierte en el
lares se encuentran también en la arquitectura prehispánica de Mesoamérica, Padre Sol. Este significado —el pozo como lugar de iniciación, autosacrificio y
por ejemplo en Malinalco y en el Templo Mayor mexica (López Austin y López transformación— es algo que hasta ahora no se ha visto ni en Mesoamérica, ni
Luján, 2009: 448-449). en el Suroeste de los Estados Unidos.
¿Serán los huicholes algo como el “eslabón perdido” entre las regiones de
Mesoamérica y el Suroeste de Norteamérica? Es evidente que hay un complejo
cultural que abarca ambas regiones. Sin embargo, no hay que confundir similitudes
morfológicas con identidades. Para no caer en comparaciones no controladas de-
ben tomarse en cuenta ciertas diferencias importantes. La asociación tan directa
entre pozo, piedra de sacrificio y fogata ritual es, muy posiblemente, una par-
ticularidad del caso huichol. En la arquitectura pueblo, la fogata y el sipapu
son elementos claramente diferenciados. Además, el pozo en el piso de la kiva
no se tapa. Pero la diferencia principal es la siguiente: el acceso a la kiva es una
apertura en el techo (roof-door entrance) que equivale al sipapu del mundo inme-
diatamente anterior al actual. Esta apertura sí se cierra y es el paso más delicado.
Las personas que entran al templo tienen acceso a los mundos antiguos. En la
arquitectura wixarika nunca se representan más que dos mundos. Entrar en el tuki
significa regresar al mundo previo, pero abrir el pozo no tiene que ver con ello.
El pozo no conecta con eras cosmológicas anteriores, sino con el pasado ge-
nealógico concreto, con centros ceremoniales de mayor jerarquía y antigüedad. Tatewari y su tepari.
Como ombligo, el tepari indica una relación de madre-hijo, una conexión física
que ha sido cortada. Un tepari tiene autonomía, pero se reconoce la relación de
filiación y la jerarquía de los centros ceremoniales comunales. El “place of emer- Este trabajo se presentó como ponencia en el coloquio “Montrer / Occulter: les actions de modifi-
gence” de los huicholes no es Te’akata, sino Waxiewe, una roca en la playa del cation de la visibilité dans des contextes rituels. Approches comparatives” organizado por el grupo
de investigación “Ontologie des images, figuration et relations rituelles” del Instituto de Investiga-
ciones Históricas de la unam junto con el Laboratorio de Antropología Social del Collège de France,
5 Otros mesoamericanistas prominentes han comparado el cuauhxicalli mexica con las jícaras ri- el Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (cnrs) y la Escuela de Estudios Superiores
tuales de coras y huicholes (Preuss, 1998: 403-419; Taube, 2009). en Ciencias Sociales (ehess).
entre la representación y la revelación
Sólo existía una alucinación, una forma ilusoria que el padre tocó, algo misterioso
que tomó en sus manos. Nada existía. A través de un sueño, el padre Nainuema,
él, que es la forma ilusoria, lo tomó en sus brazos y pensó. No había un palo que lo
sostuviera: con su aliento fijó la ilusión a un hilo de sueño. Buscó el fondo de esta
ilusión vacía, pero no había nada, así que “amarró lo vacío”. En todo esto, no existía
nada. Ahora, el padre siguió buscando, examinó el fondo de esta palabra (bikino)
y tentó la sede vacía de la ilusión. El padre ató lo vacío al hilo soñado y le fijó el
pegamento mágico, arebaike. Según lo había soñado sostenía lo vacío
con la sustancia mágica, iseike. Tomó posesión del fondo de la ilusión y lo pisó
una y otra vez. Luego bajó a la tierra recién soñada y la aplanó…
Cosmogonía witoto

Materiales del arte


Arte y artesanía huicholes surgen a partir del arte ritual, sobre todo de la fabri-
cación de objetos votivos como jícaras, xukurite, y pequeñas tablas de estambre,
wewiya. Pero no todas las técnicas tradicionales se usan en la artesanía. La pintu-
ra, por ejemplo, aparentemente está reservada para el ámbito ritual. Ésta se apli-
ca sobre diversos tipos de superficies. Su uso más conocido es el de las pinturas
faciales amarillas que llevan los peregrinos y todas las personas que están en con-
tacto con el peyote. El pigmento, uxa, se extrae de la raíz de un arbusto que crece
cerca de Tatei Matinieri,1 un ojo de agua sagrada ubicado en la entrada a Wirikuta.
Los diseños representan el reflejo de la luz solar en las caras y mejillas (nierika) del
peregrino. Puede tratarse de dibujos muy trabajados, pero aun las manchas más
sencillas tienen el mismo significado religioso que las elaboradas pinturas de las que
da cuenta Lumholtz. Diseños similares se pintan en toda clase de objetos rituales,
como los instrumentos musicales que usan los peregrinos.

1 Uxa corresponde a la Berberis trifoliata, es una planta con raíces amarillas que crece en el desierto
de Wirikuta, cerca de los lugares donde los huicholes recolectan el peyote (Bauml, Voss y Collings,
1990: 99-101). Lumholtz (1986 [1900]: 273-280) ofrece una recopilación de algunos de los diseños de
Tuamuxawi, el Primer Agricultor. pintura facial elaborados con uxa.
76 77

La escultura también es eminentemente ritual, sobre todo cuando se elabora ducción también se ha comercializado en los últimos cincuenta años. Los tejidos

iv. ent r e l a r epr es entac ión y l a revel aci ón


de cantera. Los huicholes realizan tanto relieves como piezas tridimensionales: con estambre y elementos rígidos son especialmente relevantes en el arte ritual,
discos de sacrificio (teparite, cfr. capítulo anterior) y figuras de deidades y ani- aunque los tsikɨrite también se producen con fines comerciales.
males. Hace ya algunos años hubo intentos de comercializarla, pero éstos no Para las aplicaciones se usan cuentas de vidrio o hilos de estambre, pero en
prosperaron, así que sigue reservada para el uso ritual. En lo que se refiere a los objetos rituales también es frecuente encontrar otros materiales como mo-
la escultura de madera sí hay una comercialización notable. Éstas suelen estar nedas, copos de algodón y semillas de maíz o frijol. Éstos se fijan con cera sobre
decoradas con aplicaciones de chaquira o estambre adheridos con cera y son superficies bi o tridimensionales. Las bases más comunes son madera y cáscaras
muy populares. Sin embargo, los wixaritari realizan sólo la decoración, pues la de bule (Lagenaria siceraria) en los objetos ceremoniales; en la artesanía se utili-
escultura es tallada por indígenas de Guerrero. zan tablas de triplay o fibracel, aunque también se encuentran cuernos, tortugas
Los materiales de las esculturas dicen mucho sobre el significado ritual del ob- disecadas y hasta objetos de plástico adornados con esta técnica.
jeto en cuestión, muchas veces más que la iconografía. Como hemos visto, el mito Al comparar los objetos rituales con los destinados al comercio se observan
relata que ciertas rocas naturales con formas llamativas son los ancestros que se diferencias importantes en cuanto a su proceso de elaboración. Kindl (2003)
fueron rezagando en su camino al Amanecer. Las estatuas de cantera gozan de señala que las jícaras artesanales, en contraste con las rituales, despliegan una
un estatus similar. Su naturaleza pétrea se explica por la antigüedad de estos ante- gama de colores más brillantes, una ornamentación integral de la superficie plás-
pasados, no importa que se trate de esculturas recién hechas. Pero no todos los tica y diseños que obedecen a principios simétricos y geométricos, muchas veces
“ídolos” se elaboran de cantera. Para las figuraciones de ciertas deidades se pre- hexagonales. En los objetos comerciales las cuentas se acomodan, como en los bor-
fiere la madera de determinadas especies asociadas o identificadas con el personaje dados, en punto de cruz elaborados por las mujeres huicholas. Los objetos rituales
en cuestión. Por ejemplo, la de Takutsi Nakawé que se encuentra en el American no comparten la geometrización de las artesanías, además la chaquira se aplica
Museum of Natural History es de madera de xapa, chalate,2 “el árbol de la lluvia” en ellos de manera diseminada, pues no existe una vinculación con la técnica del
(cfr. página 111). La decoración de estas piezas se elabora con estambre y cha- bordado. Pero no es sólo por razones prácticas que la simetría hexagonal jamás
quira y se renueva de forma periódica. Sólo es común cubrir por completo las de se usa en las representaciones simbólicas rituales: los diseños que reproducen
madera de cuentas multicolores o de estambre. la estructura del cosmos con sus cinco rumbos cardinales tienen que guardar
También la cerámica es utilizada entre los huicholes, sobre todo para la elabo- una simetría de dos ejes; éstos corresponden a las líneas Norte-Sur y Poniente-
ración de figuras votivas en miniatura: animales, como toros, vacas o serpientes de Oriente, es decir a los ejes equinoccial y solsticial.
lluvia, pero también figuras humanas y objetos como tambores y bateas.
Puede decirse que las técnicas predilectas de los huicholes son las textiles y
las aplicaciones. Entre las primeras encontramos el tejido de soyate que se ocu-
pa para la elaboración de sombreros; otras formas de cestería se emplean en
los equipales, uweni, y en los estuches alargados de los chamanes, denominados
takuatsi. Morrales y ceñidores de dos colores son tejidos en telar de cintura a
partir de estambre o lana de borrego. Otros textiles son elaborados con estambre y
varas rígidas. Bolsas y trajes de manta se adornan en punto de cruz o punto de
oro con bordados de estambre de colores. Finalmente, collares, pulseras y are-
tes se fabrican con chaquira ensartada. Los objetos tejidos en telar de cintura, los
bordados y la joyería forman parte del atuendo tradicional huichol, pero su pro-

Pinturas faciales de Tatei Hayulina, la Nube que Crece, y de Tatei Niwetsika, Nuestra Madre Maíz.
2 Ficus microchlamys.
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¿Por qué usan la chaquira en el arte ritual y en la artesanía? Nuevamente, Los estudios sobre los cuadros de estambre casi siempre abordan la iconogra-

iv. ent r e l a r epr es entac ión y l a revel aci ón


las técnicas y materiales dicen mucho sobre el significado ritual, incluso sobre el fía de estas tablas. Aquí queremos reflexionar, en primer lugar, sobre su estatus
estatus ontológico de las obras. La cera, la chaquira, la lana y el algodón sacrali- en tanto textil. De acuerdo con las mitologías cosmogónicas del Gran Nayar el
zan los instrumentos ceremoniales y las ofrendas. mundo es un tejido elaborado a partir de los cabellos de la diosa primordial. Equi-
De forma invariable las jícaras se adornan con chaquira. Aquí se cifra una valente de la Mujer Araña de los indios pueblo, ella lo tejió en forma de rombo; es
más de las construcciones en abismo del arte huichol: la chaquira, kuka, se decir, con un tsikɨri, y sus hijos bailaron mitote sobre él para ensancharlo (Preuss,
identifica con el agua —y por ende con la vida— y cubre la superficie interior 1998: 257-258; Neurath, 2002: 89-92).
de la jícara, contenedor de agua por excelencia. Por cierto, este material es un La danza tipo mitote puede interpretarse como la puesta en acto de esta
buen ejemplo de la forma en que ciertos elementos procedentes del exterior historia. Los telares de cintura usados por las tejedoras huicholas se interpre-
se han integrado a la tradición huichola para adquirir un significado propio tan, a partir de este relato, como modelos del paisaje ritual, organizado a partir
(cfr. García de Weigand, 1990). Las cuentas de vidrio son fabricadas indus- de los ejes solsticial y equinoccial: los hilos de la urdimbre son el camino de
trialmente en la República Checa, el norte de Italia (Murano) y en algunos peregrinación que lleva del lugar de origen en el Poniente, el océano Pacífico,
países asiáticos. Las que se fabrican en la República Popular China y en Taiwán hasta el sitio del Amanecer, el desierto de Wirikuta en el Oriente. Los hilos de la
generalmente son de plástico. Hasta la fecha, estas últimas casi no han sido trama, aparentemente, se relacionan con el movimiento anual Norte-Sur que
adoptadas por los huicholes, quienes se esfuerzan por procurarse chaquira de realiza el astro diurno.
buena calidad, siendo la más apreciada la de menor tamaño. Las observaciones
hechas por Lumholtz a finales del siglo xix acerca de ciertos tipos de objetos ri-
tuales huicholes —jícaras y estatuillas de piedra o de madera que son ancestros
deificados— nos informan que ya en esa época los huicholes utilizaban cuentas
de vidrio en estas piezas. Según este autor, “es indudable que antes se utiliza-
ban conchas de moluscos con esta finalidad” (1986 [1900]: 225). La mencionada
crónica del jesuita José Arlegui cita un informe que describe la destrucción de
un centro ceremonial huichol donde se encontraban objetos elaborados con
abalorios (cfr. capítulo ii).
Sin embargo, desde la década de 1970 los objetos artísticos más exitosos han
sido los cuadros de estambre multicolor, cuyo análisis simbólico y mitológico ha sido
abordado por muchos autores, en especial por Juan Negrín y Peter Furst (Furst, 1968:
16-25, 2003; Negrín, 1975, 1985, 1986 y 2005: 45-54). Para su elaboración, casi in-
variablemente se utilizan tablas de triplay o fibracel y cera de Campeche (cera pro-
ducida por abejas americanas sin aguijón). Primero se amasa la cera y se la extiende
sobre toda la superficie de la tabla. Después se traza el dibujo. La aplicación del
estambre comienza en los bordes, generalmente formados por tres franjas de di-
ferente color. Después se trazan los contornos de las figuras y, por último, éstas
se rellenan. Cuando termina la obra el artista firma al reverso de la tabla donde,
además, suele anotar una breve explicación de algunos simbolismos. Este “sig- Durante la iniciación de los niños recién nacidos, se
nificado” a menudo es exigido por el público, que al comprar un objeto étnico tiende el camino de la peregrinación a lo largo del patio
festivo con un hilo con copos de algodón que conecta
también busca adquirir una llave para acceder a los “misterios y secretos de una el tambor cilíndrico (tepu) y el rombo (tsɨkuri). Éstos se
cultura exótica”. identifican con el origen y el destino del viaje a Wirikuta.
80 81

gónico, que implica crear el mundo. De esta manera, el cosmos puede entenderse

iv. ent r e l a r epr es entac ión y l a revel aci ón


como un tejido de textos rituales o, más bien, de “hilos de sueño” como los que
menciona la génesis de los witoto, grupo asentado en el Amazonas colombiano,
citada en el epígrafe de este capítulo (Preuss, 1921).
Para apreciar el arte huichol es importante tomar en cuenta estos simbolis-
mos textiles, los hilos como rutas y narraciones, el mundo como tejido, la crea-
ción artística como actividad cosmogónica. Ahora bien, las escenas de las tablas
huicholas son episodios mitológicos o, incluso, citas extraídas de los kawitus, de
modo que no es coincidencia que se elaboren precisamente con estambre.
También podemos explicarnos la importancia de la cera. Según el mito, el
primer cantador de mitote fue Tsitsikame, la persona abeja (jicote, Melipona
beecheii). Al ser asesinado por su envidioso concuño, la persona garza, sus ojos se
transformaron en las primeras abejas, xiete. Otras partes de su cuerpo se convirtie-
ron en las plantas predilectas de las meliponas, mientras que el sonido de su arco
musical sigue vivo en el zumbido de las productoras de miel.
Una tabla de estambre es, entonces, un conjunto de caminos y sueños de ini-
Tatewari, Nuestro Abuelo Fuego.
ciación pegados por medio de un material que se identifica con los cantos del
mara’akame. Es un textil distorsionado. Aquí las líneas de peregrinación no son
Según los huicholes cuando los niños nacen son tiernos como un elote, pero rectas, ni las danzas de mitote son circulares. Lo que se produce es un compro-
es preciso que se sequen como las mazorcas. Cuando se celebra su iniciación, es miso entre diferentes procesos rituales, entre movimientos lineares y circulares.
decir, en el momento en que éstos se secan, se tiende el camino de la peregrina-
ción a lo largo del patio festivo en forma de un hilo que conecta el tambor del
cantador, sentado en el centro, con el altar ubicado al Oriente; éste es el Cerro
del Amanecer. Los niños se identifican con los copos de algodón que recorren el
hilo de acuerdo con la narración del cantador, quien describe en detalle cada uno
de los lugares por donde pasa la ruta del viaje hacia el Amanecer (cfr. página 79).
También los jicareros de los centros ceremoniales tukipa usan una cuerda con
nudos para simbolizar las estaciones de la peregrinación a Wirikuta.
El término que los huicholes usan para referirse a sus mitos cosmogónicos
es kawitu, el camino de la oruga, kawi, que guía a los peregrinos. Al final, la oru-
ga se transforma en mariposa, igual que los iniciantes, que se transforman en
iniciados. De entre estos últimos, quienes mejor conocen los mitos y las rutas de
peregrinación son los kawiterutsixi.3 Cantar kawitu equivale a caminar en las rutas
de peregrinación que, como vimos, se entienden como hilos o cuerdas. Se trata de
seguir las huellas de los ancestros para después practicar el autosacrificio cosmo-

3 Se sabe que el término kawitero viene, en realidad, de cabildo (Iturrioz, 2004: 81-82); sin embargo,
Maxayuawi, el Venado Azul.
los huicholes ofrecen esta explicación, cual si fuera una etimología.
José Benítez Sánchez. La visión de Tatutsi Xuweri Timaiweme, 1980.
122 x 244 cm. Museo Nacional de Antropología, inah.
84 85
Arte contemporáneo y complejidad ritual
la obra. Cada personaje es un ente poderoso y con voluntad propia. Esto es posi-

iv. ent r e l a r epr es entac ión y l a revel aci ón


En muchas ocasiones, los artesanos huicholes suelen ser considerados como ble porque las piezas no son seres estáticos, sino que nacen con vida en el ritual.
mara’akate, aunque raras veces lo son, y sus piezas se comercializan como ex- Con nierika los dioses crean el universo en el momento en que se revelan
presiones de la espiritualidad wixarixa, que se considera manifestada en ciertos dentro de un cuadro que, de forma paradójica, es su nierika, su visión. El artista
“símbolos”. Entre los emblemas chamánicos presentes en la iconografía figuran, no puede controlar las consecuencias de lo que, en un inicio, es su acto creati-
desde luego, el peyote, algunos animales, además de los mara’akate en acción, vo. Los cuadros, como espejos puestos uno frente al otro, multiplican el panteón
con sus varas emplumadas y demás parafernalia. Dirigida en primer lugar a un huichol ad infinitum. Como plantea el heresiarca de Uqbar, a quien presta voz la
público indigenista o new ager, esta estrategia mercadotécnica no hace justicia a pluma de Jorge Luis Borges, esto tiene algo de abominable (cfr. The Anglo-American
las complejidades artísticas y rituales de las piezas de los wixaritari. Cyclopaedia, 1917).
Resulta ingenuo pensar que las convenciones iconográficas son una razón En el arte huichol la imagen tiene, pues, la categoría de revelación. Las gale-
suficiente para afirmar que se trata de “arte chamánico”. Ciertas tablas de es- rías y las publicaciones, por no hablar de las fotocopias y otras reproducciones,
tambre tienen, efectivamente, algo que ver con el ritual tradicional, pero no se convierten en nierika, con todos los peligros que esto implica. El artista, el
necesariamente por las razones que imaginan los amigos de la “espiritualidad curador y el visitante podrían (¿o deberían?) rendir culto a las imágenes, alimen-
indígena”, sino porque son producto de la búsqueda de visiones que practica el tarlas con pinole y mezcal, humo de tabaco y sangre sacrificial. Sin embargo, para el
artista en tanto iniciante. A diferencia de aquellas piezas que pertenecen al arte creador éste no es el problema principal. Elaborar una obra como ésta implica com-
ritual propiamente dicho, estos cuadros no se ofrendan en cuevas sagradas, ni prometerse a participar en los ritos y las peregrinaciones de la religión tradicional. Si
se usan durante las ceremonias, sino que se exponen y se coleccionan. Sin em- no lo hiciera, no solamente perdería la capacidad de crear una obra nueva y original;
bargo, el proceso que lleva al artista a crear una gran obra de arte sí se asemeja además, los dioses que viven en las visiones obtenidas podrían “enojarse”, man-
a aquel que experimenta el iniciante o aprendiz de chamán para obtener el darle pesadillas, enfermedades y toda clase de desgracias.
nierika, el “don de ver”. Por el compromiso que representan, los huicholes mantienen una actitud
En la tradición wixarika, la existencia ordenada y estructurada, la luz, el re- contradictoria frente a sus creaciones plásticas. Como producir obras de arte nie-
toño, no son algo dado, sino que requieren de una búsqueda continua por parte rika implica complicarse la vida, generalmente el artista prefiere no hacerlo. Se
de los iniciantes. Sin este esfuerzo sólo quedaría la oscuridad (tɨkari). Como ya inclina entonces a reproducir todas aquellas cosas que no requieren de la visión
vimos, esta experiencia sacrificial, visionaria y transformativa se encuentra pre- trascendental para existir, es decir, “trabaja la artesanía”. Y es que ésta supone
cisamente en el umbral de la muerte, donde cazador y presa se vuelven uno, y solamente la elaboración de objetos carentes de este tipo de inspiración artística y,
demanda un gran esfuerzo por parte del iniciante. De la misma manera en que el lo que es más importante, sin implicaciones religiosas: se trata de “copias” y “di-
mara’akame logra conformar un mundo con su fuerza mágica visionaria, el artista bujos”. Esto se acompasa con la lógica dominante del mercado, que pretende que
—quien tiene una visión y la plasma en un cuadro o en una escultura—, logra que el artista indígena se conforme con un papel de artesano anónimo.
el cosmos ordenado continúe existiendo. De hecho, la labor de ambos es similar, En los acervos del Museo Nacional de Antropología de la ciudad de México se
salvo que el artista no alcanza el mismo grado de iniciación. Pero cuando éstos par- encuentra una colección importante de tablas de estambre tempranas adquirida
ticipan en la búsqueda de visiones y producen obras con las características de por Alfonso Soto Soria.4 Hacia finales de la década de 1960 este género experi-
nierika, desafían las limitaciones que les impone el estereotipo de la artesanía y mentó un gran auge y se elaboraron cuadros cada vez más grandes y complejos.
crean imágenes “mejor logradas” desde el punto de vista del arte occidental. El estilo psicodélico de las tablas, inspirado en visiones de peyote, tuvo un enorme
Entender el arte como nierika implica que la imagen no se concibe (única- éxito internacional. Los protagonistas del boom de los cuadros de estambre fueron
mente) como representación. Por lo menos hay un nivel de lectura donde no Ramón Medina Silva, Tutukila Carrillo, Juan Ríos Martínez, Guadalupe González Ríos
existe una diferencia entre significado y significante. Desde el punto de vista del y José Benítez Sánchez.
iniciante huichol, las figuras que se aprecian en la obra son más que simple dibu-
jos; se trata de dioses en pleno derecho que se revelan a quien tiene contacto con 4 Sobre la historia del arte huichol, cfr. Lackner, 1999; Kindl y Neurath, 2003: 413-453; Kindl, 2007.
86
Nube
Serpiente
Desplazarse entre los mundos Toro

La visión de Tatutsi Xuweri Timaiweme5 es una tabla de dimensiones considerables, Tatei


casi un mural (244 x 122 cms), que se encuentra en la sala del Gran Nayar del Matinieri
Museo Nacional de Antropología.6 Esta pieza, que bien podría colgarse en un mu-
seo de arte moderno, podría considerarse una “obra maestra” desde el punto de vista La explicación redactada por el artista
del esteticismo occidental. Sin embargo, no pueden obviarse ciertas complejidades es más breve y dice lo siguiente:
que obligan a estudiar el arte huichol con un enfoque distinto al de las obras de
tradición occidental. Aquí vemos el principal Tuamurawi. Él estaba solo
Una primera manera de ver el cuadro consiste en leer el elaborado discurso cuando inició su trabajo, y al ver que él estaba lleno
que recuerda a las pictografías mesoamericanas. Analizar las ambivalencias del de semillas.
arte huichol podría servir para comprender de qué manera las tablas de estambre Y así como lo vemos, él fue el señor que pudo hacer
continúan, efectivamente, la tradición de los códices mesoamericanos, tal como nuestra vida.
lo ha planteado Gordon Brotherston en Book of the Forth World (1992). Al llegar a Ixuapa —vida que estaba cerrada de oscuri-
La segunda manera es a través de los estudios recientes en torno al ritual. La dad— y al mismo tiempo escuchó en su nierika.
Nia’ariwame
obra de Benítez Sánchez contiene una reflexión sobre la transmisión del cono- Quien le hablaba era Utuanaka.
cimiento chamánico que ha sido poco considerada en el análisis de las tablas. A Cuando caminaban juntos, les hablaba Tatutsi Xuwe-
través de recursos estéticos sofisticados, el cuadro que analizaremos expresa la ri Timaiweme.
dinámica de la iniciación. A pesar de que un espectador no huichol difícilmente Lo que pensaban: Tatutsi Xuweri así les decía, porque
puede entender estos asuntos, podrá percibir algo en el cuadro que le hace intuir Tatutsi no hablaba, pero su iyari hablaba.
aspectos importantes del chamanismo huichol. Era como un remolino que respiraba y Tuamurawi pide una
Suele suceder que el cliente usual del arte huichol no se conforme con la cola de venado que asimismo hablaba, pues bien:
mera adquisición de objetos exóticos, pues regularmente se muestra ávido de “Yo soy Tatutsi Maxakuaxi. De donde vienes, vienes pisando en
consumir conocimiento y “simbolismo” (Galinier, 2004b: 268-272). Así, como se un pecho. Al llegar adonde vamos, la luz,
puede observar en las ventas de artesanías, el arte indígena por lo general consi- tienes que entregar toda la semilla y lo tiene[s] que buscar donde
dera su interpretación etnográfica o iconográfica. puedes estar”.
Las tablas huicholas no son la excepción. Estas piezas suelen contener al re- Después de que ya estaba enterado, a él le entregaban todo.
verso una “explicación” del contenido del cuadro, aunque lo común es que existan Cuando llegó el tiempo sintió que se estaba por que aparecieran las cosas en
discrepancias entre la explicación dada y la obra. A menudo, los textos escritos al este mundo.
reverso explican algún aspecto del cuadro y sólo en raras ocasiones tratan to- Esto autorizó Tatutsi Xuweri Timaiweme al pensar que Tatutsi dispusiera su vida.
dos los detalles de la imagen. Además, estos textos suelen ofrecer información Por eso, en este mundo nadie le escucha, porque de un principio así fue.
mitológica adicional que no aparece en la imagen, pero que resulta útil para su Tatutsi Maxakwaxi supo colocar los Tateteima Xapa.
comprensión. En el caso del cuadro que analizamos, hay una explicación extensa De todo Tatutsi Xuweri Timaiweme dispuso para completar.
ofrecida por el artista y audiograbada por Juan Negrín que sirvió para la elabo- Su iyari dispuso Tatutsi Maxakwaxi y Irikwekame y Teiwari Timaiweme Tawikuni.
ración de un texto bastante completo sobre la iconografía del cuadro (Negrín, Por principio ves [a] Xurawe Temai.
1986: 8-11). De ahí tuvieron que salir muchas cosas para que esto viviera.
De su iyari es [de] donde viene esta vida, así como la reconocemos.
5 No contamos con una traducción confiable del nombre de este dios. De este mundo.
6 A este cuadro se le llama también “El nierika de Tatutsi Xuweri Timaiweme” o “La visión trascen-
dental de Tatutsi Xuweri Timaiweme”. José Benítez Sánchez de San Sebastián, Jalisco.
88 89

José Benítez Sánchez (1938-2009) es de los pocos pintores de estambre cuya

iv. ent r e l a r epr es entac ión y l a revel aci ón


obra no se vio amenazada por el tipo de problemas que surgen cuando se pro-
duce arte con la calidad de nierika. Tal parece que encontró una manera viable
de existir entre ambos universos, el del arte y el del chamanismo huichol. Sus
cuadros suelen enfatizar cómo los ancestros y los mara’akate se mueven entre di-
ferentes mundos, el de “abajo” (Watetɨapa), el de “en medio” (la sierra huichola)
y el efímero mundo solar de “arriba” (Taheima o Wirikuta). Este aspecto remite
claramente a los cantos donde, según la documentación de Regina Lira (2013),
el mara’akame se desplaza de forma permanente de un extremo del cronotopo al
otro. El canto chamánico implica que coexisten los mundos de los no iniciados y
de los iniciados y que la tarea del chamán será transitar de uno al otro. Benítez
La diosa del mar lleva a los Sánchez sabía funcionar perfectamente en el mundo de abajo, que también es el
demás dioses del agua y de del público urbano, pero de la misma manera lo hacía en el mundo exclusivo de
la lluvia en su interior.
los huicholes, el mundo de “arriba”.
El contenido de la visión de Tatutsi es, en primer lugar, una síntesis de la mi-
tología cosmogónica. La mayoría de estas historias consiste en desplazamientos
y transformaciones de diferentes ancestros dentro de un cosmos estructurado a
partir de los cuatro rumbos y los tres niveles horizontales del mundo, que supo-
nen lo mismo dimensiones espaciales que temporales.
El cuadro se caracteriza por lo que se suele llamar horror vacui, pero en el
aparente caos hay un orden: la composición se organiza según los principios
estructurales de la geografía ritual. La parte inferior del cuadro corresponde
al mundo de los orígenes, el océano primordial, resuelto en estambre blanco
que indica la espuma, y en el pájaro azul, que contiene a otras deidades del
agua. En la esquina inferior izquierda vemos, entonces, las olas del mar que
rompen contra una roca en la playa de San Blas, en Nayarit. Abajo al centro
El texto solamente se refiere a una pequeña parte del cuadro, la porción cen- encontramos un recipiente o bule con “las semillas de la vida futura”. De ambos
tral del lado inferior. Benitez plantea que la obra es el nierika, la visión iniciática, lugares emergieron los ancestros que peregrinaron hacia el desierto oriental,
de Tuamuxawi (que es también Watakame, el primer sembrador) y no la de identificado con el Cerro del Amanecer. Este último ámbito corresponde a la
Tatutsi Xuweri Timaiweme, como sugiere el título. Según el relato del artista, orilla superior izquierda del cuadro, donde se ubican imágenes de Xeu’unari
tres deidades, Uteanaka —diosa del pescado—, Tatutsi Xuweri —un dios menor— y (el Cerro Quemado, el lugar de la salida del sol) en el personaje invertido, de las
Maxakwaxi —Nuestro Bisabuelo Cola de Venado—, hablan a través de objetos ri- plantas psicotrópicas peyote —los círculos con puntos amarillos en el pecho de
tuales (nierikate y maxakwaxi, la cola del venado utilizada como equivalente de este personaje— y kieri (Solandra brevicalyx) —la flor verde en forma de campana
una vara emplumada) o a través del iyari (alma o respiración). Tatutsi Xuweri que emana polen y que brota del borde del cuadro—, así como del manantial de
Timaiweme “autoriza” todo lo que sucede a Tuamuxawi. Se dice que la pieza co- Tatei Matinieri, ojo de agua ubicado en el desierto de Wirikuta que corresponde
rresponde a la visión de este dios precisamente porque es él la voz que autoriza lo al lugar en donde nace (o se sueña) la primera lluvia de la temporada y personi-
que ocurre en la obra, aunque queda la interrogante de quién es el protagonista ficado aquí con la serpiente con cuernos de venado y rostro humano que aparece
del cuadro y quién experimenta la visión nierika. en la esquina superior derecha.
90 91

Entre los mitos narrados se encuentran la salida de los primeros ancestros del

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inframundo (en la parte inferior central), el diluvio (aludido con las milpas y las
casas en el extremo izquierdo), la primera salida del sol (en el personaje que co-
rresponde a Xeu’unari, el Cerro Quemado), la fundación del primer rancho (en el
mencionado mito del diluvio y en la parte derecha) y el origen del fuego (referida
en el personaje de la esquina superior izquierda), y la primera cacería de venado
(al centro, bajo el gran nierika de la izquierda). El cuadro La visión de Tatutsi Xuweri
Timaiweme muestra que este ancestro conoce y entiende todos estos mitos y ritos.
Sin embargo, también queda claro que, para su transformación en iniciado, este
tipo de conocimiento no es suficiente.
A primera vista, la síntesis mitológica plantea dificultades de comprensión.
¿Cómo separar y descifrar las diferentes narrativas que, a veces, se entrecruzan?
Una tarea ardua, pero una vez que se haya entendido el principio de lectura (la
narrativa comienza abajo del cuadro, al centro), se vislumbra un hilo narrativo
maestro, que es la historia del viaje de los ancestros. Esto es lo que en la etno-
grafía del Suroeste de Estados Unidos se conoce como emergence. Algunas de las
narraciones están indicadas por un personaje o episodio, mientras que otras se
desarrollan en secuencias narrativas que atraviesan el cuadro de un extremo al
otro. Al fin, lo que se produce es un tejido mitológico donde las diferentes his-
torias quedan entrecruzadas. Incluso, algunos personajes figuran en más de un
relato. Por ello, la tabla de estambre es un texto, al mismo tiempo que un textil
(Tedlock y Tedlock, 1985: 121-146).
Tatutsi Maxakwaxi, nuestro Bisabuelo Cola de Venado
en su función de pilar del mundo.

Los tres niveles del cosmos huichol se distinguen con relativa facilidad. El
mundo de “en medio”, que geográficamente corresponde a la sierra huichola,
se ubica en una franja horizontal al centro del cuadro, donde además de la cara
de Tatutsi Xuweri Timaiweme, se ubican sus “instrumentos para ver” (nierika-
te) —círculos concéntricos multicolores—, así como las casas y milpas de las
rancherías huicholas mencionadas en algunos de los mitos. En el borde inferior
del cuadro, los dos personajes que parecen portar uniformes fantásticos (como
en la portada del disco de The Beatles, Sergeant Pepper’s Lonely Hearts Club Band
de 1967) —aunque la aparente botonadura corresponde en realidad a sus cos-
tillas, por lo que se puede afirmar que se trata de personajes humanos con su
interioridad desplegada hacia afuera— son los postes que sirven de soporte al
mundo y se identifican con las columnas de madera que sostienen el techo del
templo huichol, tuki. Tatutsi Xuweri Timaiweme, el protagonista del cuadro.
92 93

Pero los detalles mitológicos del cuadro sólo tienen un valor relativo. Se trata En lo que se refiere a la iconografía de los cuadros, la intertextualidad es un

iv. ent r e l a r epr es entac ión y l a revel aci ón


de historias que pueden ser narradas por muchos huicholes que no son chama- rasgo recurrente. Hay muchos ejemplos de tablas donde se representan chama-
nes. La síntesis de la mitología lograda en el cuadro parece complicada, pero el nes cantando o sus “instrumentos para ver”: jícaras, espejos, tejidos circulares
contenido esotérico de la obra se ubica en un nivel distinto, que, de cierta mane- y otros objetos redondos llamados nierikate. Muchas veces pueden reconocerse
ra, es más obvio. Aquí lo que cuenta es que en el cuadro emergen otras formas, también elementos que evocan los mitos de origen de las prácticas chamánicas y
aunque no necesariamente se trate de figuras planeadas por el artista. de los objetos rituales. En el caso del cuadro que analizamos, la cara del ancestro
Tatutsi Xuweri Timaiweme se ubica en el centro de la composición. Al centro de
cada una de las mitades de la obra se ubican sus “instrumentos para ver”: discos,
posiblemente espejos, identificados como nierikate. Con su ayuda, el protagonista
obtiene una visión iniciática. Una serpiente y una vara ceremonial con plumas
(muwieri) forman su boca sonriente en un ángulo al centro del borde inferior del
cuadro (cfr. página 103). De hecho, un gran número de tablas se titulan “El nierika
de [alguna deidad huichola]” y lo que se ve en el cuadro corresponde a lo que este
antepasado ve (o vio) en la visión iniciática que le permitió transformarse en una
deidad ancestral. Así, según esta convención, el cuadro La visión de Tatutsi Xuweri
Timaiweme mostraría la visión de este ancestro.
La intertextualidad puede relacionarse con procesos de complejización carac-
terísticos de los rituales y, en particular, de los chamanismos amerindios. Como
lo han descrito Severi (1996) para los kunas y Valdovinos (2010) para los coras,
el chamán pasa por un proceso donde adquiere identidades múltiples y a menu-
do contradictorias. En estos contextos, la construcción en abismo es un recurso
frecuente: muchas veces, los cantos tratan de los preparativos del ritual o de los
cantos mismos y, de cierta manera, no queda claro cuándo el ritual “realmente”
se lleva a cabo. Aquí, la experiencia visionaria llamada nierika y los “instrumen-
tos para ver”, llamados con el mismo nombre, son el tema de una obra titulada
Nierika. Todo el cuadro es lo que se ve dibujado en la cara del personaje central y
puede suponerse que los discos nierika (ojos o mejillas) contienen lo mismo que
se ve en el cuadro. Así ad infinitum.
Todo lo que Tatutsi ve está pintado en su cara. En efecto, el cuadro es también
una pintura facial de uxa como la que se hacen los peyoteros huicholes después
de ingerir —o más bien habiéndose transformado en— el cactus alucinógeno. La
pintura amarilla de uxa utilizada en tales ocasiones es considerada como el refle-
jo de la visión de la luz del sol en la cara del peregrino. Ambas referencias hacen
que el espectador que contemple el cuadro lo haga desde dos puntos de vista: el
de Tatutsi, que obtiene una experiencia visionaria nierika, y el del sol, quien envía
esta visión a Tatutsi y observa su nierika reflejado en la cara del recién iniciado.
Esta segunda perspectiva también puede entenderse como la imagen de la cara
La jícara de las semillas y los primeros ancestros que emergen del inframundo. pintada y transformada del iniciado reflejada en un espejo ritual que es, como
94 95

vimos, un tipo más de nierika; los instrumentos nierika de la primera perspectiva La ironía estética del arte huichol radica en que estas formas psicodélicas

iv. ent r e l a r epr es entac ión y l a revel aci ón


son ahora el reflejo de sus ojos o mejillas. Por otra parte, la perspectiva del sol que el espectador puede inventar ad libitum —casi como si fuera un Rorschach
como espectador es, desde luego, la perspectiva del cazador que dispara a su pre- Test— corresponden a la experiencia de nierika, que según los chamanes tiene
sa. El iniciante es la víctima que (casi) muere en un acto de autosacrificio. Como un carácter creativo y cosmogónico. En las visiones, el mara’akame no solamente
hemos visto en torno a las figuras dentro de los pozos rituales, mirar a las vícti- ordena, también crea e inventa el mundo. Todo esto no se considera efecto del
mas sacrificiales es algo muy delicado. alucinógeno, sino de las prácticas de purificación, austeridad y autosacrificio de los
Además, la tabla expresa una reflexión sobre el cambio de la percepción y peregrinos del peyote. Pero los no iniciados no saben esto.
la transformación experimentados por el iniciado. En términos estilísticos, pue- Las dos operaciones artísticas que pueden establecerse al contemplar la obra
de observarse un contraste entre las figuraciones y narrativas de los mitos y los —la de la representación iconográfica y la de la visión— indican un antes y un
rituales, por un lado, y las formas psicodélicas más fluidas, que evocan las ex- después de la experiencia de nierika. Para convertirse en mara’akame los inician-
periencias de lo que se suele denominar “estados alterados de la conciencia”. tes deben conocer y memorizar los mitos cosmogónicos, pero el “don de ver” es
Al contemplar el cuadro por algún tiempo, es posible constatar que los discos una experiencia que va más allá de esta práctica de memorización y repetición
nierika comienzan a girar y la tabla se convierte en un caleidoscopio que genera que en antropología de la religión se ha llamado “aproximación de Padre Nues-
formas y figuras sorprendentes. Todo lo que el espectador “alucina” al mirarlo tro a la fe” (Pater Noster approach to belief) (Severi, 2007: 26-27). La memorización
está dibujado en la cara del peregrino. Así lo que en una lectura iconográfica era semántica y mecánica (Whitehouse, 2004), es importante pero insuficiente. Se
la representación del paisaje mitológico se convierte en un retrato con una pin- necesita también pasar por una experiencia capaz de crear “memoria episódica”
tura facial autogenerativa. (Whitehouse, 2004) y donde se adquiere lo que Severi llama “imaginación orien-
tadora de contexto” (context orienting imagination) (2007: 29).
En el caso de los huicholes, puede hablarse de una revelación de la estruc-
tura secreta —que es generativa y transformativa— del mundo y de las cosas. En
esta visión los detalles de los mitos memorizados no importan tanto. Las visiones
contienen otras cosas, radicalmente nuevas. El iniciado no sólo percibe imágenes
visionarias del peyote, el venado, la lluvia o la luz del sol, sino que se transforma
en ellas y desde esas perspectivas experimenta el mundo. La pintura facial en la
cara del peregrino, es decir, todo lo que se ve en el cuadro, es el reflejo de las vi-
siones obtenidas y es, al mismo tiempo, el eco visual de las cosas en las cuales el
peregrino se ha transformado. Tatutsi, como persona, ya no está. Se ha sacrifica-
do para convertirse en un ancestro que vive en las cosas creadas y soñadas por él.
Obtener la experiencia visionaria implica pasar por un largo proceso que puede
durar de dos a seis meses. Durante este tiempo, los iniciantes (jicareros, peyo-
teros) realizan casi todo el tiempo algún ritual, duermen muy poco, ayunan, no
ingieren sal y se abstienen de tener relaciones sexuales (extramaritales); puede
decirse que “casi” se mueren. La abstención de sueño es particularmente impor-
tante, ya que las visiones significativas surgen en un estado donde las experiencias
oníricas y las visiones de peyote no se distinguen claramente unas de otras.
Es notable cómo los jicareros y los peyoteros se burlan, casi de forma permanen-
Xeu’unari, el Cerro Quemado con dos peyotes en su interior te, de los chamanes y de todo lo que se supone que son sus actividades (cantos, cu-
y con el sol del primer Amanecer. raciones, etcétera). La iniciación, un proceso ritual de gran intensidad que dura
96 97
Dos obras dentro de un cuadro: paisaje y retrato
varios meses, es divertida, llena de ironía e implica una toma de distancia de

iv. ent r e l a r epr es entac ión y l a revel aci ón


toda clase de acción ritual seria. Se intercambian nombres y papeles, se habla El efecto estético de la aparición de otra imagen puede compararse con lo que
en contrarios, se hacen juegos de palabras y bromas sexuales irreverentes. Todo sucede con los ornamentos o “arabescos” del arte islámico cuya contemplación
esto puede parecer una farsa, pero estas actividades más bien se encaminan a evoca la imagen “anicónica” del paraíso (Rodríguez Zahar, 2008). Aunque estilís-
despertar la duda, y con ella, la necesaria tensión entre la fe y la sospecha, que ticamente muy distinto, también podemos pensar en el efecto que Fra Angélico
en antropología se ha llamado reflexividad ritual (Severi, 2002: 23-40; Valdovinos, creó en su Anunciación. Según Didi-Huberman (1990), en ella se percibe la presen-
2008, 2010). La producción de reflexividad es un sine qua non para que se produzca cia divina debido al brillo blanco en el centro del fresco. En el arte huichol, estos
la singular experiencia que es el nierika. efectos son comunes. Al principio la atención se enfoca en ciertos elementos,
Después de un largo proceso, algunos de los peyoteros logran obtener las pero poco a poco emergen otros detalles.
visiones iniciáticas. Los huicholes que han pasado por esta experiencia la re- Como ya se mencionó, el efecto estético de la obra radica en gran medida en la
cuerdan vívidamente. Sus contenidos son, desde luego, variados. Al hablar de pluralidad y simultaneidad de modos de ver. En el cuadro, el aspecto semántico de
ellos, muchos se refieren a la belleza del desierto. A uno de mis informantes, por la iniciación se expresa con cientos de detalles mitológicos y rituales que se repre-
ejemplo, le habló una serpiente. A un mara’akame de la comunidad de Las Latas sentan con una gran diligencia plástica que llenan los huecos de la composición, y
le habló el dios del fuego en forma del cura Miguel Hidalgo del mural de José Cle- narran los pormenores de la vida de los antepasados y de su camino hacia el lugar
mente Orozco en el palacio de gobierno de Guadalajara. Sin embargo, a pesar de del Amanecer y hacia la experiencia de nierika. Ésta es la visión del iniciante que
la diversidad, hay ciertas constantes. Por ejemplo, se experimenta cómo el polvo aún no se ha convertido en deidad. Pero, en la segunda forma de ver después de la
del desierto se transforma en las primeras serpientes de nubes (haikuterixi), que iniciación que supone la transformación, los detalles figurativos se vuelven orna-
producen la lluvia que hace crecer, pero no destruye las milpas. mentales o, más bien, algo similar al arte expresionista-abstracto. Lo que refleja la
visión esotérica es una imagen desfasada, o bien, lo que sucede un poco después de
la primera visión. En este sentido el cuadro puede compararse con Venus, Vulcano
y Marte de Tintoretto (cfr. página 100) que se resguarda en la Antigua Pinacoteca
de Múnich, donde el espejo refleja una escena posterior a la que observamos en
el cuadro. Nierika como “instrumento para ver” puede ser, de hecho, un espejo
(Arasse, 2005). Lo que el mara’akame ve en él es su cara transformada. Traducido
como “visión” o “don de ver”, el término remite, entre otras cosas, a una situación
donde el iniciante inventa los objetos de sus visiones y, al mismo tiempo, se trans-
forma en ellos.7 Se trata de una experiencia muy intensa pero, de cualquier forma,
la duda nunca queda del todo descartada. Hablar de “transformación” tal vez re-
sulte problemático y, en alguna ocasión, hemos discutido usar el concepto devenir
tal como lo definen Deleuze y Guattari (2006 [1980]) que aseguran que “un deve-
nir no es una correspondencia de relaciones. Pero tampoco es una semejanza, una
imitación y, en última instancia, una identificación. [...] Devenir no es progresar ni
regresar según una serie. Y, sobre todo, devenir no se produce en la imaginación,
incluso cuando ésta alcanza el nivel cósmico o dinámico. Los devenires animales
no son sueños ni fantasmas. Son perfectamente reales”.

7 A diferencia de lo que Viveiros de Castro plantea en su artículo sobre “la transformación de


objetos en sujetos en las ontologías amerindias” (2004: 477), en el arte huichol invención y transfor-
La niña Mia’ariwame y sus padres.
mación no se oponen de forma tajante.
98 99

Xikuakame, el dios
Un aspecto importante para entender la articulación entre las diferentes vi- Esta situación se
de la calabaza que llega

iv. ent r e l a r epr es entac ión y l a revel aci ón


siones es que estos modos de ver no son excluyentes. Eduardo Viveiros de Castro ilustra con mucha habili- desde Wirikuta.
ha dicho que, en el contexto del chamanismo amerindio, la transformación su- dad en el cuadro La visión de
pone un cambio de perspectiva; es decir, un ser que se convierte en otro deja de Tatutsi Xuweri Timaiweme. Si volvemos
ver el mundo con los ojos del primero para habitar el universo del segundo, con al vínculo establecido por la cacería, po-
todo el cambio de visión que ello implica. Pero estos cambios de perspectiva por demos decir que en esta otra este iniciado se mira,
lo regular no se articulan entre criaturas de cualquier especie, sino entre depre- además, como la presa del cazador, aunque de forma irónica
dadores y presas que están vinculados a través de la cacería (Viveiros de Castro, éste se identifica con el espectador que difícilmente entiende
1998: 463-484). En este caso, no hay un cambio radical de punto de vista. En Me- de qué trata la obra. El iniciante huichol se entrega, así, a un
soamérica, los especialistas rituales tienen la capacidad de ver, simultáneamente, mestizo ignorante. De cierta manera, el artista se representa como
de diferentes maneras. Como entre muchos otros pueblos, el cazador huichol se un chamán al momento de entregar su conocimiento a un público depre-
identifica con la presa y puede tomar su perspectiva, pero nunca deja de tener la dador que desconoce el peligro al que se somete al mirar los ojos de la pieza
visión del cazador. Para marcar las diferencias con el perspectivismo amazónico que es su víctima.
se ha propuesto el término de multiempatía8 que supone que una persona asume, ¿Hasta qué punto esta situación es un problema? Estudiando los rituales ini-
de forma simultánea, dos o más modos de ver, visiones o perspectivas, al identi- ciáticos huicholes observamos que la relación entre las visiones no puede ser
ficarse (parcialmente) con más de un ser o transformarse en diferentes personas, armoniosa. Los iniciados cuestionan las creencias ingenuas de los no iniciados,
dioses y animales a la vez. mientras que los no iniciados desconfían de los poderes cosmogónicos de los cha-
manes. El contraste entre las diferentes prácticas rituales despierta la duda, la
reflexividad ritual y, sobre todo, la crítica de los otros.
Como vimos en el capítulo 2, la experiencia cosmogónica de los chamanes im-
plica una negación de las prácticas de intercambio recíproco que constituyen el
eje de la acción ritual de los no iniciados. En el contexto de la iniciación / transfor-
mación, los humanos no se relacionan con los ancestros por medio de intercambios
sino que los crean con sus visiones y se convierten en ellos. El costo vital de esta
práctica es tan alto que, al toparse con la imposibilidad de cumplir todos los
compromisos rituales adquiridos, la vida de los mara’akate muchas veces ter-
mina en una tragedia. Aunque a una escala menor, el problema de los pintores
es similar.
Pero éstas no son las únicas tensiones cifradas en esta pieza. En la esquina
inferior izquierda del cuadro el artista evoca el mito del origen de la lluvia.
Las deidades de la lluvia, entre ellas Tatei Hautsi Kupuri y Tatei Xapawiyeme, las
madres de la lluvia del Norte y del Sur, nacen de la Diosa Madre del Mar (Tatei
Haramara) cuando ésta se sacrifica al estrellarse contra una gran roca en la playa
Los ancestros que descienden del cielo con personas-flecha que se revelan.
(la piedra de San Blas) y producir espuma, vapor y nubes. Todo el mundo se ali-
menta de ella pero, como se ve en otro episodio del mito de la lluvia, en la esquina
superior derecha, la niña Nia’ariwame transformada en una tormenta mata a sus
8 Éste se propuso en uno de los talleres de nuestro grupo franco-mexicano de investigación sobre padres, es decir, que la diosa iniciada que se sacrifica de forma permanente tam-
antropología del arte celebrado en el Museo del Quai Branly en París (Valdovinos, 2010; Hémond,
2008: 13-31). bién se vuelve contra sus progenitores humanos.
100 101

Como se ha dicho, el evento que produce nierika es el sacrificio, el don des-

iv. ent r e l a r epr es entac ión y l a revel aci ón


interesado (free gift) que interrumpe las relaciones sociales, a la vez que crea
cosas nuevas y diferentes. La práctica del autosacrificio cosmogónico crea el
mundo solar de los ancestros, pero se trata de un mundo potencialmente des-
tructivo. Por eso no sólo la diosa de las lluvias se vuelve destructiva, también
se dice que el Padre Sol, una vez que nació del autosacrifico y de la experiencia
visionaria del grupo de los peregrinos, mató, cegó o enfermó a todos los que no
habían alcanzado la meta (Lumholtz, 1902: 107-108). Al contemplar fijamente
los ojos del rostro de Tatutsi que emerge del cuadro y que describe su inicia-
ción, un espectador comenzará por percibir una deformación de las figuras que Jacobo Robusti Tintoretto.
Venus, Vulcano y Marte, ca. 1555.
revelarán después elementos de lo siniestro que paradójicamente habitan este
Óleo sobre tela, 135 x 198 cms.
ámbito luminoso que es el nierika. Alte Pinakothek, Bayerische
Al articular dos puntos de vista tan distintos como los que hemos menciona- Staatsgemaeldesammlungen,
do, tendríamos que preguntarnos ¿cuál sería, entonces, la visión del mundo de Múnich.

los huicholes? Es engañoso pensar que existe sólo una: lo que se ha llamado “cos-
Laocoonte y sus hijos.
movisión” no es más que una “cortina” que separa los mundos de los no iniciados Grecia, Periodo Helenístico.
y de los chamanes. Los primeros no la entienden (por eso la dificultad para leer Mármol, 245 cms.
el cuadro), pero los iniciados ven otra cosa. En este contexto, el conocimiento se Museo Pio Clementino, Museos
Varticanos, Vaticano.
define como un estado transitorio entre el “aún no” y el “ya no”.

El cuadro que analizamos deja entrever la existencia de una “ontología com-


pleja” basada en la coexistencia de estas dos dinámicas incompatibles. El mundo de
los iniciados se rige por relaciones de depredación y (auto)sacrificio, el mundo
de los no iniciados por las de alianza y la reciprocidad. Los iniciantes caminan en
línea recta, mientras que los legos bailan la danza circular del mitote. No hay una
perspectiva única. Más bien, coexisten dos modos de ser y, por tanto, dos modos
de ver el mundo que, en esquemas de la práctica, se excluyen mutuamente. La
relevancia de cuadros como La visión de Tatutsi Xuweri Timaiweme consiste en que
dan cuenta de la coexistencia de visiones de estos mundos paralelos.
Dadas la multiplicidad de perspectivas, la simultaneidad de identificaciones y
la ambigüedad de la figuración, la tabla de Benítez Sánchez se presta para desarro-
llar las ideas de Aby Warburg. Como ya mencionamos, Carlos Severi (2003), Horst
Bredekamp (2010) y otros autores interesados en la agentividad —el poder— de
las imágenes han retomado el trabajo de este autor que plantea que la energeia
de una obra se fundamenta en el antagonismo entre pathos y ethos. El primero
se refiere a la reacción corporal, momentáneamente intensificada, de un alma
conmovida y se opone al ethos como elemento de carácter que da continuidad y
que implica la obligación de controlar las emociones (Bredekamp, 2010: 298). El
102

resultado de la tensión entre ambos es la llamada “Pathosformel”, término oximo-


rónico acuñado para entender cómo ciertas imágenes pueden ser expresiones de
sentimientos extremos y dinámicos, al mismo tiempo que se busca entender cuá-
les son los mecanismos que logren fijar o congelar estas imágenes polarizadas.
La propuesta de Warburg es que este tipo de imágenes cuya fuerza emana de la
lucha entre opuestos adquiere lo que él ha llamado Nachleben, término que puede
traducirse como “sobrevivencia” y que da cuenta de cómo la influencia de estas
piezas se extiende más allá de su temporalidad al confrontar al hombre con las opo-
siciones que necesariamente existen en su horizonte.
El caso paradigmático ha sido el grupo escultórico Laocoonte y sus hijos (cfr. 101).
A partir de esta obra maestra griega, descubierta 1506 en Roma y resguardada en el
Museo Pio-Clementino, Lessing (1964 [1766]) y Goethe (1999 [1798]) plantearon una
teoría sobre “el momento más fértil” (der fruchtbarste Augenblick) o “el momento
embarazado”: la expresividad, aseguran, se logra cuando se plasma un máximo de
tensiones y contradicciones en una imagen. Esta pieza retrata el momento en el
que Laocoonte y sus dos hijos son atacados por serpientes y nos deja ver la forma
en que el poder —la agentividad— involucra al espectador. El contraste entre la
serenidad del padre y la desesperación del hijo mayor establece la relación entre
ethos y pathos. Primero el espectador se identifica con el hijo mayor que observa
la muerte de su padre. Pero el instante de máxima tensión permanece congelado
en el tiempo, así que se invierten los papeles: el espectador se identifica ahora con
Laocoonte, y así es inducido a aceptar la inevitabilidad de la muerte. De esta ma-
nera, la imagen que representa a la agonía de unos seres mitológicos adquiere
Nachleben y termina viviendo más allá del horizonte temporal del espectador ate-
rrado.
En el caso del cuadro huichol, tenemos un contraste similar entre un antes
y después. La perspectiva del buscador de visiones se opone a la del visionario
iniciado. La primera se identifica con los puntos de vista del cazador y del es-
pectador, la segunda corresponde a la víctima del sacrificio y a la obra creada.
El rostro de Tatutsi Xuweri Timaiweme que emerge de la obra.
La energeia de toda la obra no se explica sin la tensión irresoluble entre estas
perspectivas que aquí incluso implican cosmovisiones diferenciadas. Pero en el
contexto mesoamericano esto no es exclusivo del arte huichol. Como se ha dicho,
en las tablas de estambre se percibe una continuidad con la estética de los códices
prehispánicos. Y esto no sólo a nivel de la figuración, sino en el planteamiento de
la confrontación entre opuestos presente en las recurrentes escenas sacrificiales Este trabajo se presentó como ponencia con el título “Ritual, perspectivismo y reflexividad en el arte
que ofrecen al espectador una tensión similar, que se extiende en el tiempo; es moderno huichol” en el seminario de investigación “Art et Performance” que se llevó a cabo el 10 de
octubre del 2008 en el Musée du Quai Branly en París. También se publicó como “Reflexividad ritual
decir, tanto los antiguos libros mesoamericanos como algunas tablas de estambre y visiones múltiples en un cuadro de José Benítez Sánchez” (Neurath, 2009) y como “Simultanéité de
tienen Nachleben (Warburg, 1999). visions : le nierika dans les rituels et l’art des Huichols” (Neurath, 2010b).
máscaras enmascaradas

Los otros son lo Otro precisamente porque ellos tienen a otros “otros”.
Eduardo Viveiros de Castro

Del ritual al comercio


Al ser uno de los grupos indígenas con mayor exposición mediática en el país, los
huicholes son blanco de las aproximaciones de grupos new age y de los embates de
un turismo ávido de adquirir objetos que, desde su punto de vista, los acerquen
al conocimiento iniciático. Esto podría suponer para las obras del arte huichol los
riesgos de transformarse en mercancía masificada. Pero los huicholes han sabido in-
sertarse en el mundo contemporáneo y han respondido a la lógica del mercado de los
mestizos al crear piezas que los satisfacen, pero que al mismo tiempo ofrecen una
parodia de este mundo depredador. Pero vayamos por pasos. El tema de las máscaras
invita a regresar al artículo clásico de Franz Boas sobre las limitaciones del método
comparativo, en el que advierte que, en los diferentes contextos y culturas, las
máscaras han sido usadas para engañar a los espíritus, para personificar a alguno
de ellos, como objetos conmemorativos, por ejemplo, de alguna persona fallecida,
o bien para escenificaciones rituales de algún acontecimiento mitológico (1982
[1896]: 274). Entre los wixaritari existen máscaras que cambian radicalmente de
contexto y con ello de uso. De un ámbito ritual pasan a otro completamente pro-
fano. Sin embargo, este desplazamiento drástico en lo que se refiere a la “vida
social” de los objetos no necesariamente transforma todos sus significados. Más
Máscara artesanal con mosaico de chaquira. bien, lo que ocurre es un divorcio entre forma simbólica y sentido.
106 107

En los cuatro grupos indígenas del Gran Nayar las máscaras rituales apare- En contraposición a las máscaras rituales de cabello enmarañado y barbas,

v. más c ar as enmas ca ra das


cen durante las ceremonias para personificar a seres poderosos. Estas piezas son los huicholes elaboran para el mercado de arte folclórico otras que se distinguen
más que imágenes; ellas mismas son los dioses que se manifiestan durante los por su colorido trabajo de chaquira con “símbolos” huicholes que se reconocen
procesos rituales. Estas personas1 casi siempre tienen una naturaleza cómica. En con facilidad, como el venado, el águila y el peyote. La decoración de estas piezas
efecto, el humor ritual, que muchas veces es bastante obsceno, para nada se con- se caracteriza por su falta de significación en términos rituales, pero esto no lo
trapone a la sacralidad de dichas piezas. saben los mestizos que, al tomarlas por obras de arte inspiradas en pinturas fa-
Las máscaras rituales más importantes son objetos sumamente “delicados” y ciales chamánicas, las compran entusiasmados.
su uso está normado por una serie de tabúes. Cuando coleccioné las piezas para la La relación entre los huicholes y las poblaciones no indígenas puede abor-
sala del Gran Nayar del Museo Nacional de Antropología fue casi imposible lograr darse a partir de los enfoques inspirados en el perspectivismo que discutimos en
que los coras me fabricaran una copia de la máscara del Viejo de la danza de los el capítulo anterior. Desde el punto de vista de los no indígenas urbanos, com-
Urraqueros (be’eme), mientras que con los huicholes tuve que abandonar el plan pradores de artesanía, los huicholes son un pueblo de “chamanes y artistas”,
de conseguir los objetos equivalentes, las máscaras del bufón ritual tsikuaki y de portador de lo que se considera un “simbolismo” auténtico o una “cosmovisión”
la diosa Takutsi Nakawe. Estos objetos se guardan en cuevas sagradas y sólo se sacan ancestral. Las máscaras adornadas con perlas de vidrio (kuka, chaquira) expresan
para las fiestas que les corresponden. Quien fabrica una máscara nueva se compro- bajo su mirada esta sabiduría y espiritualidad de los pueblos originarios. Desde
mete a custodiarla a veces por el resto de su vida; también se tiene que someter la perspectiva de los huicholes, los no indígenas que compran su artesanía son
a prolongados ayunos para purificarse y protegerse de la fuerza potencialmente seres subdesarrollados, medio salvajes, aunque poderosos y dotados de recursos
dañina del objeto, pues la máscara sanciona con enfermedades graves cualquier económicos inagotables. Las máscaras artesanales son, entonces, representacio-
uso inapropiado. nes de esta clase de seres monstruosos, pero en una versión embellecida, pues en
Cuando la máscara aparece en la fiesta, su actuación no solamente implica estas obras el mestizo suele estar disfrazado de huichol. Así, las piezas no resultan
chistes irreverentes, gestos vulgares y burlas a las autoridades, también consiste en ser sino máscaras enmascaradas tras de las cuales pareciera quererse ocultar el
amedrentar a los presentes, sobre todo a los niños y borrachos que obstaculizan los mestizo, aunque en realidad en la delgada capa de chaquira termina por revelarse
caminos por donde deben circular los grupos de danzantes o las procesiones. Las un rostro profundo de su piel: el del monstruo urbanizado, indigenista y educado.
máscaras son “bravas”, así que el miedo que la concurrencia les tiene es genuino. El
contraste entre el humor ritual que caracteriza su uso y la solemnidad dispensada
a estos objetos es difícil de comprender si no se está familiarizado con la dinámica
y la estética de las fiestas indígenas del Gran Nayar y de otras partes de México.2
Los danzantes enmascarados suelen representar a los seres salvajes de “aba-
jo”, de las llanuras costeras y del mar, que se asocian con el crecimiento desen-
frenado de los seres primordiales, pero también con las personas no iniciadas
y con las poblaciones no indígenas. Por lo general los mestizos de la región son
enemigos tradicionales de muchas comunidades indígenas serranas. Y por ello
en sus religiones hay numerosos dioses mestizos o dioses enemigos que, muchas
veces, se personifican a través de máscaras.

1 Recuérdese que en el teatro grecorromano el término persona designaba justamente a la máscara


portada por el actor.
2 El humor ritual del Gran Nayar puede compararse con el practicado por los bufones sagrados
de los indios pueblo (Sanner, 1995) o con lo que se ha observado en las fiestas mayas de los Altos de
Chiapas (Bricker, 1986). Máscara de Takutsi.
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Da la impresión de que los huicholes se han percatado de lo que implica ser el Takutsi Nakawe, con su nombre compuesto de un término huichol de pa-

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“otro del otro” y, de cierta manera, en las máscaras artesanales se ven a sí mismos rentesco y una palabra de origen náhuatl, Nuestra Abuela Carne Grande/Vieja o
desde la perspectiva de nosotros, los no indígenas. De aquí puede deducirse que en Carne Podrida, es una diosa suprema destronada. Ella fue quien gobernó duran-
la venta de estas máscaras ellos encuentran un contexto idóneo para controlar el te los tiempos caníbales, matriarcales y diluviales del origen del mundo. Pero,
manejo de su imagen en el exterior de sus comunidades. Además, la producción y acompañada por su esposo mandilón, Naɨrɨ, la “lluvia de fuego”, retorna momen-
venta de máscaras enmascaradas evita los problemas que suscita la producción de táneamente al poder durante la fiesta del solsticio de verano, Namawita Neixa.
arte ritual. Podemos decir que este tipo de artesanía forma parte de una estrategia Esta noche se derrumban los pilares cósmicos que sostienen el cielo y se retorna
exitosa de participación en el mercado donde los objetos comercializados cumplen al caos original. Durante la danza, juega su papel un varón vestido con una falda de
con la función de un guardián. Mientras que, en apariencia, se satisface la demanda estilo antiguo, kaure ikayari, que suele ser gris y estar tejida con lana de borrego. Lleva
por una espiritualidad indígena y se revela el conocimiento chamánico ancestral, una máscara de madera también gris con una peluca de colas de ardilla. Ostenta una
se evita que el artista y el espectador se ofrezcan a la depredación ejercida por los corona de plumas negras de gallo y un collar de conchas y caracoles marinos. Sos-
otros. Asimismo, se impide la mediatización y transformación en mercancía de cier- tiene en ambas manos bastones de otate. Takutsi Nakawe hace bromas y asusta a la
tos ámbitos de la vida ritual tradicional que no se consideran aptos para no iniciados. gente. No suele tratar bien a Naɨrɨ, su esposo, quien la sigue cabizbajo. La diosa lleva
Si seguimos el pensamiento de Arjun Appadurai (1986: 12), podríamos decir que las en la espalda a su hija, personificada por un niño varón que se identifica con Tatei
máscaras son parte de la política de valor y de conocimiento de los huicholes. Yurianaka, diosa Madre de la Tierra, a quien se alimenta con carne seca de venado
Pareciera paradójico que hoy día los huicholes prefieran comerciar con esta para evitar que se transforme en un monstruo capaz de devorar el mundo.
clase de objetos que con otros tipos de artesanía. Pero, a pesar del contraste que En otras fiestas, el portador de esa máscara es Naɨrɨ. En cuanto al relato míti-
parece existir entre máscaras rituales y artesanales, tienen algo en común: que en co, el destino del esposo de Takutsi es un poco mejor que el de ella. Por déspota,
ambos casos se trata de expresiones de la relación e interacción entre indígenas borracha y antropófaga, el reinado de la gran diosa es derrocado durante una
y no indígenas, trátese de los mestizos locales o de los turistas. Ritual y comercio rebelión encabezada por la Estrella de la Mañana y la Estrella de la Tarde, quie-
no necesariamente entran en conflicto. Más bien lo que se observa en estos ob- nes flecharon al monstruo y lo mataron. Como vimos en el capítulo iii, la lluvia
jetos es el despliegue de los estereotipos étnicos sobre el otro y, por decirlo así, de fuego (o fuego volcánico) es domesticada al ser “tumbada” por una flecha de
sobre “el otro del otro”. Se da la apariencia de revelar todos los secretos de una la Estrella de la Mañana y se le confina a una fogata, en “el lugar del horno”,
sabiduría ancestral, pero se esconde hábilmente lo que se considera lo “inaliena- Te’akata. Desde entonces se le conoce como Tatewari, Nuestro Abuelo.
ble” de esta tradición. Personificado por la fogata central de los espacios ceremoniales, Tatewari
Pero ésta no es la única contradicción que suponen las máscaras huicholas. es la deidad principal de los huicholes casi todo el año. Solamente en la fiesta
En estas piezas convergen búsquedas estéticas diametralmente opuestas. Mien- Namawita Neixa, que marca el inicio de la temporada de las lluvias y de la siem-
tras que los indígenas usan máscaras rituales “feas” para evocar a sus enemigos bra, se apaga el fuego ritual y se retorna al reinado nocturno y caótico de Takutsi
y dioses mestizos, los clientes no indígenas buscan objetos “simbólicos” y “au- Nakawe. Naɨrɨ es uno de los integrantes de la fila de jicareros y participa en las pere-
ténticos” para decorar sus casas de una manera “bonita” que refleje, además, su grinaciones hacia los cinco rumbos del cosmos. El suyo es el principal de los cargos
aprecio por la espiritualidad y el chamanismo indígenas. menores y cuando la fila de jicareros se divide en dos resulta ser el puntero de
la segunda fila. Se trata de un personaje paródico que, durante la fiesta Hikuri
Neixa, por ejemplo, se burla del dirigente de los jicareros cuando éste narra con
Bufones, monstruos y vecinos
mucha seriedad cómo fue la peregrinación a Wirikuta en el Oriente, narrando su
Los atributos de las máscaras tradicionales —trátese de las de los bufones ritua- viaje hacia el mar en el Poniente. Según Lumholtz (1986 [1900]: 259; 1902: 165), el
les huicholes, de Takutsi Nakawe o de los Viejos de la danza coras— invocan un esposo de Takutsi Nakawe se identifica con el armadillo (Dasypus novemcinctus),
ámbito del espacio-tiempo que se localiza en la oscuridad del Poniente, que co- un animal conocido como tuchi, que además es el término para mezcal o “vino”
rresponde con el pasado primordial y el mundo de “abajo” (Watetɨapa, tɨkaripa). (Faba y Aedo, 2003: 164).
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Otros bufones rituales huicholes no se identifican de manera explícita con de Gortari, George W. Bush, Saddam Hussein u Osama Bin Laden. Las máscaras de

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Takutsi ni con Naɨrɨ, pero en el nivel semántico siempre se manifiestan rasgos la Judea se pueden adquirir el Sábado de Gloria cuando los judíos derrotados y los
asociados con esta pareja, en particular, la sexualidad desenfrenada. En la fies- danzantes se dirigen hacia el río para escenificar su retorno al inframundo. En
ta de Cambio de Varas observé que los mayordomos acuestan a los santos de la este sitio los judíos se lavan para recuperar su personalidad civilizada. En teoría
iglesia de Santa Catarina en una cama para que tengan relaciones sexuales. El destruyen sus máscaras y tocados, pero no suelen rechazar la oferta de un gene-
bufón3 mete su bastón de otate por debajo de la cobija para molestarlos, y, aparen- roso manojo de billetes por parte de un coleccionista.
temente, también para incrementar su vigor sexual.4 Al ser elementos caóticos, Como ya mencioné, las máscaras de los Viejos coras jamás se venderían así.
los tsikuakitsixi suelen tener el papel de mantener el orden durante los rituales y Ya Lumholtz y Preuss, quienes no tuvieron dificultades mayores para adquirir
obligar a la gente a participar en las danzas (cfr. Preuss, 1998: 174). Los bufones se los atados sagrados que literalmente son “los abuelos” (Lumholtz, 1986 [1900]:
relacionan también con los remolinos, fenómenos naturales muy temidos, fren- 98, 1902, 2: 197, Preuss, 1989: 157), no lograron conseguir piezas originales de las
te a los cuales, a veces, los huicholes se persignan. Es precisamente a partir de máscaras del Viejo de la danza de los urraqueros. Preuss narra su experiencia al
las máscaras de tsikuaki que los wixaritari desarrollaron las máscaras artesanales tratar de hacerse de la que se usaba en San Francisco Kuaxata:
decoradas con chaquira.5 Pero desde que se empezó a popularizar la elaboración de
máscaras de chaquira, los bufones rituales prefieren usar caretas de hule, de fa-
bricación industrial.
Desde el punto de vista formal las máscaras rituales coras no se parecen mucho
a las de los huicholes. Es importante tomar en cuenta que ellos no han desarrolla-
do máscaras comerciales, como tampoco otros géneros de artesanía. Las máscaras
más conocidas son las que usan los judíos o borrados, xumuabikari, de la Semana
Santa —un ejército de demonios salvajes de la fertilidad que emerge desde el infra-
mundo para matar al Cristo-Sol. Durante los días de la muerte de Cristo, los judíos
corren frenéticamente alrededor del pueblo, bailan y simulan los movimientos de
diferentes posturas del coito. Algunos portan penes de madera, y todos llevan
sables del mismo material, cuyo simbolismo alude al machete en tanto pene. La
pintura corporal oscura, a base de olote quemado, “borra” la personalidad coti-
diana; es decir que da paso al aspecto salvaje de la persona.
Las máscaras de la Judea representan toda clase de animales cornudos. En
algunas comunidades predominan tocados elaborados con cornamentas de ve-
nado (Jáuregui, 2000). En otras se elaboran con papel maché caretas y cabezas
de monstruos inspiradas en caimanes, dinosaurios, borregos cimarrones, toros
y rinocerontes (cfr. Valdovinos, 1998). También se usan máscaras de hule, que
suelen retratar a los políticos “villanos” del momento, como son Carlos Salinas

3 En este caso, se trata del Viejo de la danza de los Wainarori quien es, además, el jicarero de
Watakame, el primer cultivador.
4 En Santa Catarina, Preuss (1998: 189) observó un rito similar, pero durante la celebración de las
Pachitas, que equivale al Carnaval.
5 Según Ramón Mata Torres (1972: 39), durante la década de 1960, los huicholes de San Andrés
Cohamiata, Jalisco, comenzaron a elaborar máscaras artesanales pintadas. Este género tuvo un éxito
menor que las máscaras decoradas con chaquira, que se comercializan desde tiempos más recientes. Takutsi con sus bastones. American Museum of Natural History.
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La máscara del dirigente de los danzantes es especialmente interesante; tallada con sus marismas que evoca el estado original del cosmos, un entorno acuático

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hace aproximadamente veinte años, es un objeto tan sagrado que fue impo- que no es ni mar ni es tierra. Junto a las marismas se encuentran los ejidos ta-
sible adquirirla, y tuve que conformarme con una copia fiel. La original fue bacaleros que son destino de la migración estacional de los serranos durante la
hecha después de que los ancianos principales guardaran ayuno durante diez época de las secas. La costa también es el país de los muertos (no iniciados) que se
días, lo que significa que solamente comieron una vez al día, absteniéndose de manifiestan en los millares de mosquitos y jejenes que pueden ser bastante mo-
la sal, y también tomaron agua solamente una vez al día. En sus sueños todos lestos. El dinero ganado en duras jornadas de trabajo en la costa muchas veces
los viejos soñaron con lo mismo, que debían hacer una máscara retratando a se gasta inmediatamente en las numerosas cantinas que también son un rasgo
una persona determinada. Por eso la máscara es un retrato. Después de haber distintivo de este mundo “de abajo”.
hecho la máscara guardaron ayuno durante diez días más, y sólo entonces la
empezaron a usar. La máscara por sí misma es una deidad poderosa, y la gente
la adora. Cuando faltan las lluvias, la gente se reúne en la casa del ayunta-
miento y guarda ayuno durante un lapso de entre cinco y veinte días. Durante
este tiempo, la máscara está colocada en el piso […] sus largos cabellos de ixtle
están extendidos como un abrigo, y para que llueva, se le ofrendan flores de
papel y algodón que representan nubes. […] El pueblo que posee la máscara
es el pueblo más importante del mundo. […] Cuando la máscara está enojada
se niega a mandar la lluvia y tampoco quiere proteger a las personas contra
las desgracias. Comunicándose por medio de su pintura blanca, negra o roja se
manifiesta en los sueños de la gente y revela qué es lo que se tiene que hacer.
Cuando habla con la pintura blanca, el problema que hay que resolver es una
enfermedad. El color blanco es una forma de valla protectora, pero las enfer-
medades pueden atravesarla y entrar en el pueblo. El color negro se refiere a
la noche y a las nubes, y significa que la máscara ordena la celebración de un
mitote nocturno en los cerros. […] Cuando la máscara se comunica con el color
rojo pide que se recen al sol oraciones que se realizan en el pueblo mismo. El
rojo también representa el rayo contra quien la máscara también es capaz de
proteger (Preuss 1998: 243-244).

La equivalencia de los bufones huicholes y los Viejos de la danza coras fue


establecida por Lumholtz (1986 [1900]: 259). Además de asociarse con ámbitos
oscuros e inframundanos, las máscaras rituales de coras y huicholes tienen otra
cosa en común: evocan al “vecino”, teiwari, que significa de forma literal distante
o diferente. Esta categoría se refiere, en primer lugar, a los mestizos de la costa
de Nayarit y a los “vecinos” no indígenas de la sierra y, en términos generales, a
todos los seres humanos que no son indígenas.
Aunque muchos indígenas también los usan, los bigotes se consideran un ras-
go típico de los mestizos, así que las barbas de las máscaras rituales indican una
identidad teiwari. El hábitat por excelencia de los mestizos es la planicie costera Bastones de Takutsi.
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A pesar de que los mestizos tienden a explotar la mano de obra indígena La impresionante figura de casi 35 cms de altura semeja a un hombre con

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y, por lo general, gozan de una notable superioridad económica, los huicho- sombrero de charro; los galones del ala ancha del sombrero y el redondel de
les los consideran, como se ha dicho, subdesarrollados, pues no conocen o no la base de la copa han sido decorados con vivos plateados. Sus ojos y dientes
acatan la ley de la reciprocidad. Esta concepción sobre “los otros” se explica también han sido resaltados con recortes de papel de aluminio, de manera
en el marco de mitos cosmogónicos que plantean que al principio todos los se- que su semblante logra ser fiero. Las cejas, el bigote, una larga barba y la
res humanos y animales eran huicholes. Pero solamente los antepasados de los melena —que cae casi hasta los pies— han sido formados con pelo —grueso,
wixaritari actuales cumplieron con la tarea de buscar el lugar del Amanecer en negro y liso— de un hombre joven, quien como manda se lo ha dejado crecer
el Oriente, los demás ―aseguran― “se emborracharon, se quedaron dormidos, durante varios años para ese fin. Con papel plateado se le han diseñado las
se perdieron en el camino” o “se quedaron atrás (rezagados)”, por eso su cos- cananas cruzadas en el pecho. […] El Nazareno está de pie, con la cara un poco
tumbre está incompleto. Otras versiones plantean que la religión wixarika era hacia arriba y el cuerpo ligeramente echado hacia atrás. En la mano derecha
la religión universal original, pero poco a poco los diferentes pueblos “dejaron enarbola en lo alto amenazadoramente un sable plateado y con la izquierda
de hacer bien el costumbre”, así que se considera que los rituales de los demás cogiéndolo de un poco atrás del glande, presume un falo descomunal de unos
indígenas y de los no indígenas son versiones tergiversadas de las prácticas re- 14 cms de largo y unos 3.5 de grueso. […] El hombre representado es, sin
ligiosas de los wixaritari. Su mitología confirma los planteamientos de Eduardo duda, un mestizo: así lo delata el sombrero de charro y la prolongada bar-
Viveiros de Castro (1998) en torno a que las concepciones amerindias plantean ba. La efigie combina características simbólicas provenientes de diferentes
la existencia de un mundo mítico no diferenciado donde no es el hombre quien patrimonios culturales. Sintetiza no sólo la representación del pene con la
se separa de la naturaleza y los demás seres vivos, sino que son las especies y del caballo, sino también la del “héroe” aborigen con el cristiano (Jáuregui,
otras etnias quienes van estableciendo una distancia con respecto a la cultura 2003a: 266).
humana compartida.
Ciertas deidades huicholas asociadas al Poniente y a la oscuridad son consi- El héroe aborigen Sautari, “el que corta flores”, se identifica aquí con Santiago
deradas “vecinos” o “mestizos”. El más poderoso de esta categoría de dioses es Caballero y también con el Cristo Sol muerto durante su estancia en el inframundo.
Tamatsi Teiwari Yuawi, Nuestro Hermano Mayor el Mestizo Azul Oscuro quien, En el Gran Nayar, la relación entre mestizos e indígenas es una fuente cons-
en el registro astral, se identifica con el sol nocturno y su morada se encuentra en el tante de conflictos económicos y sociales. Los “vecinos” mestizos no solamente
punto solsticial de verano (Utata), cuando el Sol es devorado por la gran ser- tratan de controlar el comercio regional, también invaden tierras comunales in-
piente del mar (Neurath, 2004: 98). Se trata de un equivalente de figuras como dígenas para convertirlas en pastizales de su ganado o para robar madera. En el
Tezcatlipoca o Maximon.6 Esta divinidad ofrece un interesante sincretismo entre registro sociológico, el dios Mestizo Azul representa el estereotipo indígena del
la religión mesoamericana y la cultura popular mestiza, ya que se trata del charro colonizador mestizo amenazante. “Es el mero patrón”, más poderoso que dioses
negro, figura del folclor iberoamericano. Entre los coras los equivalentes son el “huicholes”, pero imprevisible y déspota; cobra puntualmente lo que se le debe y
Santo Entierro, que vive durante unas horas de la Semana Santa y Sautari, dios de no conoce el perdón con los que le han fallado.
la Estrella Vespertina presente sobre todo en el mitote como hermano menor de la
Estrella de la Mañana. Durante la Semana Santa de Rosarito se hace presente bajo
el aspecto de una figura de cera llamada Nazareno, que Jáuregui describe con las
siguientes palabras:

Armadillo o tuchi.
6 Sobre Tezcatlipoca, cfr. Guilhem Olivier (2003). Para establecer la relación entre esta deidad del
Posclásico mesoamericano y la figura de Teiwari Yuawi de los huicholes actuales, se pueden retomar
argumentos presentados por Cecelia Klein (2001), quien compara el culto maya contemporáneo a
Maximon con el culto prehispánico a deidades del tipo Tezcatlipoca.
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En el registro botánico, Teiwari Yuawi corresponde a la planta Solandra brevi- no únicamente— se asocian con aspectos negativos (cfr. Neurath, 2004: 97, 104).

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calyx, copa de oro o kieri, en huichol; es mejor conocida como “el árbol del viento” Mencionamos que, según un canto ritual cora, el cabello de la diosa primordial
o “el palo del diablo” (Aedo, 2001, 2003). El efecto peligroso del polen de esta se usa para tejer la superficie de la tierra como un rombo del tipo “ojo de dios”
especie, que sus adeptos respiran durante velaciones nocturnas en los lugares (chánaka). En los mitos huicholes sobre la muerte de Takutsi se menciona que
donde crece la planta, son mareos y pérdida de la orientación. diversas plantas y animales del monte nacen a partir de su cabello mágico (o de
La hechicería, una suerte de chamanismo negro, se asocia con ella. Su prác- las partes de su cuerpo descuartizado). El diluvio comienza cuando ella suelta su
tica implica grandes riesgos dado que obliga a sus adeptos a establecer un lazo melena (Zingg, 1998: 37). Según Preuss, los cabellos y barbas de pitahaya que se
con una figura peligrosa que además castiga cualquier falta de compromiso con usan en las imágenes huicholas de la diosa remiten a “neblina “ y “humedad”.
ataques de locura, enfermedades de las piernas y otros padecimientos que los A decir de Lumholtz, la lana de borrego y el algodón pochote que se usaron para
hacen perder el rumbo. Se supone que los hechiceros, personas antisociales por elaborar el atuendo de la estatua de Takutsi de su colección remiten a las nubes
definición, usan el polen del “árbol del viento” (o de maguey) parar elaborar sus negras y blancas de la lluvia (1986 [1900]: 76).
“flechas maléficas”. En términos generales, el chamanismo negro (Whitehead y Por otra parte, la fibra de ixtle con la que se elaboran las melenas y barbas de
Wright, 2004) huichol se asocia con el kieri, mientras que el chamanismo curativo las máscaras coras, alude al inframundo donde los muertos bailan y se emborra-
se relaciona con el peyote pero, igual que en otras tradiciones chamánicas ame- chan en todo momento. El ixtle es fibra de maguey, planta que también sirve para
ricanas, sería una simplificación plantear un dualismo maniqueísta entre curan- elaborar mezcal (tuchi). Y es que el estado de intoxicación alcohólica remite al
deros bienintencionados y brujos o hechiceros malvados. reinado de Takutsi, cuando era imposible terminar de celebrar una fiesta porque
La importancia que dioses mestizos como Teiwari Yuawi o Kieri tienen en las toda la gente se emborrachaba inmediatamente. En sus estudios de la iconografía
religiones indígenas se hace patente cuando coras o huicholes “hacen mandas” de las diosas prehispánicas de la tierra, la luna y el inframundo, Cecelia Klein
con estos “patrones” para triunfar en actividades de la economía capitalista, es (1982) destaca que, a diferencia de las diosas celestes, éstas siempre llevan el ca-
decir, no comunal y orientada hacia la obtención de ganancias individuales, como bello enredado y despeinado. Durante las celebraciones de la Semana Santa cora,
la ganadería, la música popular (Jáuregui, 2003b), el arte, o el bandolerismo, el que evocan la oscuridad del inframundo, se obliga a las mujeres a que se suelten
contrabando y el narcotráfico. Entre los huicholes, el culto a los dioses mesti- el cabello (Magriñá, 2001).
zos permite apropiarse parcialmente de los “poderes oscuros” de los enemigos
(Taussig, 1980). Por el contrario, los dioses con una genealogía huichola, asocia-
dos con el Oriente, son benignos y poseen un carácter eminentemente comunal.
Sus favores se orientan sólo hacia actividades de subsistencia y reproducción. Los
danzantes y cargueros (jicareros) que personifican a los dioses de esta categoría,
como el Sol, la Estrella de la Mañana, el Venado o el Peyote, jamás usarían másca-
ras peludas o tocados cornudos, sino pintura facial amarilla, y cubren su cabeza
con sombreros adornados con plumas de guajolote, el ave solar, pues al hacerlo
ellos mismos devienen en los peyotes florecientes de Wirikuta.
Desde luego, no se debe reducir el dualismo cosmológico a un antagonismo
étnico. A los huicholes les importa mucho funcionar en ambos mundos, el de aba-
jo en el Poniente —el ámbito que se asocia con el inframundo y en el que habitan
los mestizos— y el de arriba en el Oriente —el desierto del Amanecer, espacio
eminentemente huichol. Como ya señalé, en un momento del ciclo ritual es impor-
tante soltar las riendas, provocar un cataclismo, recuperar el salvajismo original
de los elementos. Ya por esta razón, los dioses del inframundo no siempre —y Guadalupe Robles Domínguez, peyotera.
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Según una variante del mito huichol, Takutsi originalmente era una huichola, Siempre existe una tensión en las máscaras huicholas: las decorativas por-

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pero se “infiltró” entre los gigantes de la costa (es decir, entre los antepasados que, como hemos visto, son máscaras enmascaradas; las rituales, pues también
de los mestizos) para robarles los objetos ceremoniales que los huicholes nece- sugieren ambivalencias y travestismos. Pero sobre todo porque las máscaras, al
sitaban parar emprender su viaje a Wirikuta. Trabajaba como cantadora de los asociarse con el mundo de abajo, que remite al ámbito de los mestizos, al mar del
enemigos cuando comió de uno de los platillos caníbales que se le ofrecía y, en Poniente y al inframundo, se ofrecen como una realidad invertida de la pintura
consecuencia, se convirtió en el monstruo Nakawe (cfr. Tacutsi and Tamatsi Kauyu- facial que los peregrinos llevan como espejo en el Desierto del Amanecer.
marie Steal The Rain-Bowl and The Arrows y Tacutsi is Pursued By the Hewiixi, cuadros
de estambre de Tutukila Carrillo, en Negrín, 1975: 44-47).
Mercancía sagrada, la artesanía como crítica
Los seres del inframundo no solamente tienden a una indefinición étnica,
también manifiestan ambivalencias de género. En algunas estatuas de Takutsi Los huicholes primero comerciaron con las tablas de estambre, pero en tiempos
Nakawe, por ejemplo en la que se encuentra en la colección Preuss del Museo más recientes, los objetos cubiertos de chaquira se han vuelto más populares. Y en-
Etnológico de Berlín, ella tiene un bigote, como si fuese un hombre mestizo. El tre ellos no pueden faltar las máscaras, que en México son consideradas los objetos
encargado que tiene el papel de personificar a Takutsi durante Namawita Neixa es etnográficos por excelencia. En diferentes partes del país existen importantes y
un joven vestido con la ropa de una anciana.7 Su máscara puede tener rasgos mas- enormes colecciones de máscaras, públicas y privadas, algunas de los cuales po-
culinos, como los bigotes. El bastón de otate con “cuernitos” (muxixi) que portan drían inscribirse en el libro Guinness. Mientras que los académicos se rompen la
los Viejos de la Danza y Takutsi tiene un aspecto fálico. Según Lumholtz, en el cul- cabeza buscando la definición para el indio, el público asegura que indios son
to a Takutsi, los bastones de otate sustituyen a las flechas votivas que se ofrendan los que tienen “danzas y máscaras”. Mi experiencia como curador en el Museo
a las demás deidades (Lumholtz, 1902, 2: 162). Takutsi usa esta coa mágica para Nacional de Antropología lo confirma: al diseñar una exposición etnográfica, un
deshacer el trabajo del hombre: al apuntarles con su bastón levanta los árboles museógrafo piensa de inmediato en máscaras.
tumbados por el primer cultivador (Lumholtz, 1902, 2: 191, Medina, 2006: 17-26).8 En un principio, la visión estereotipada de la máscara indígena no era compa-
Esta suerte de travestismo también es palpable en Xayaka, la máscara del Viejo de tible con la idea preconcebida del “arte chamánico” huichol. En el Gran Nayar, al
la danza entre los coras, que puede tener importantes asociaciones sexuales feme- igual que en otras regiones indígenas de México, las máscaras tienen una estética
ninas. Según Philip Coyle (1997: 246, 530), los coras de Santa Teresa usan la palabra “siniestra” que expresa simbolismos “oscuros”, así que para nada encajaban en
xayaka, que es el náhuatl de “máscara”, como término despectivo para “vagina”.9 la imagen del arte psicodélico-visionario que buscan los turistas o huicholeros.
Así, Takutsi y el mundo de abajo se caracterizan por su ambivalencia, que se El requisito para producir máscaras artesanales wixarika era transformarlas
opone a la naturaleza claramente positiva, aunque también peligrosa, del mundo de forma radical. Desaparecieron los cabellos y las barbas. En su lugar, las super-
de arriba. La fertilidad y el crecimiento desenfrenado asociados con el Poniente ficies se decoraron con diseños multicolores de chaquira fijada por medio de cera.
necesitan ser controlados por los dioses luminosos de “arriba”. Esta misma ten- Este tipo de mosaico10 se encuentra en toda clase de objetos artesanales huicholes,
sión se ha documentado para los coras: cuando, en una escena del mitote, la gran bi o tridimensionales, entre los que destacaban las jícaras, las tablas y los anima-
víbora del mar es flechada por la Estrella de la Mañana, ésta se convierte en una les como venados, jaguares, conejos, serpientes, tortugas, lagartijas e iguanas,
serpiente de lluvia benéfica (Preuss, 1998: 150-151). pero también he visto, por ejemplo, delfines. Otros sujets son el tambor cilíndrico
tepu, mara’akate y, desde luego, peyotes, por no hablar de Nacimientos, huevos de
7 Recuérdese que la niña Yurianaka es personificada por un hijo varón del encargado de Takutsi. Pascua, estatuas de Buda y de los protectores para el iPhone que ahora están muy
8 Como se aprecia en la lámina 21 del Códice Borbónico, también en la religión de los nahuas pre- de moda. Casos extremos son el Vochol y la Wiribici.
hispánicos, los bastones de otate “con cuernitos” eran un rasgo distintivo de los dioses ancianos, en
este caso Oxomoco y Cipactonal (Nowotny, 1974).
9 Entre los tepehuanes del Sur, el Viejo de la danza se llama Jaok o Jauk (Reyes, 2006), palabra
aparentemente relacionada con el término Haok de los pimas de Arizona, que es el nombre de una 10 Eduard Seler (1998 [1901: 369]) consideró estas aplicaciones de chaquira una sustitución de téc-
“bruja”, es decir un personaje femenino que aparece en la mitología (Bahr et al., 1994: 141). Sobre los nicas prehispánicas de mosaico. Thomas Holien (1977) más bien las relaciona con la decoración de
viejos de la danza entre los nahuas de Durango, cfr., Alvarado Solís (2004). cerámica conocida como pseudo-cloissonné (Humberto Medina, comunicación personal).
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El uso de cera y chaquira podría sugerir que estas artesanías serían objetos

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rituales. Los animales que se dibujan con las aplicaciones de chaquira son valo-
rados positivamente por los huicholes o al menos son considerados graciosos,
aunque no necesariamente pertenecen al ámbito luminoso de “arriba”. Casi to-
das las piezas llevan estos motivos, excepto las máscaras, en cuya decoración no
se usan dibujos inframundanos, sino iconos como el águila bicéfala, el venado, las
plantas de maíz, el peyote y sus flores, es decir, diseños asociados con el mundo
solar y floreado de “arriba”, exactamente el tipo de “símbolos chamánicos” que
interesa a los huicholeros. Desde luego, el simbolismo del mundo de abajo que se
maneja en las máscaras rituales no sería muy interesante para los compradores
de artesanía, que lo encontrarían demasiado redundante, ambivalente y sobre
todo lejano a un ejercicio de desciframiento. ¿Se podría uno imaginar a un turista
que, al regresar a casa, explicara el simbolismo de las artesanías a sus amigos o
parientes y todo significara más o menos lo mismo: lluvia, oscuridad, neblina…?
En cambio, los animalitos, peyotes y plantas de maíz que aparecen en las apli-
caciones de chaquira, sí se prestan a una práctica casera de iconografía del tipo
“esto es un venado; un chamán huichol me explicó que se trata, en realidad, del
peyote”; “éste es el Sol; los huicholes creen que es su padre”.
¿Pero no es aberrante que los objetos monstruosos como las máscaras se
decoren con estos motivos tan sublimes? Existe aquí un primer nivel de “diso-
nancia iconográfica” (Severi, 2006: 155). Un segundo nivel se establece con otra
estrategia que les permite evitar la creación de piezas peligrosas: la combinación
aleatoria de los iconos. En el arte ritual, emblemas como el águila, el venado,
Kieri y su polen.
el peyote y el maíz corresponden a un programa iconográfico coherente. En la
De una manera u otra, casi todos estos productos artesanales se han desa- artesanía, se usan los mismos motivos, pero éstos se acomodan de una forma ar-
rrollado a partir de objetos rituales, de las jícaras y esculturas, ceremoniales o bitraria. Es decir, se trata de diseños donde la dimensión sintagmática se reduce
votivas. Como ya vimos, la chaquira (kuka), en sí, es el agua. Kuka es sinónimo de al mínimo. Cuando mucho se improvisan unos “mitos” brevísimos que vinculan
tauka, el “alma vital” de los huicholes, que se seca cuando una persona muere algunos elementos icónicos a partir de analogías. Por ejemplo, “El Sol es Nuestro
(Preuss, 1926: 251). Así, la chaquira es un material que sacraliza y vitaliza. En la Padre”, “Kauyumari es un venado”, “El venado es peyote”. Otras “explicaciones”
comunidad de Tuapurie las ofrendas, en particular los cirios (katirate), se lavan describen, simplemente, lo que se ve: “El mara’akame toca el tambor”. Además,
simbólicamente con jabón y collares de chaquira, que se usan como si fueran una como ha señalado Olivia Kindl (2003) para las jícaras artesanales, muchas veces se
esponja o un zacate. En este caso queda claro que las cuentas son gotas de agua, introducen simetrías que no corresponden a un referente cosmológico.
asunto que nos remite a los chalchihuites prehispánicos. Los danzantes urra- Si seguimos la teoría de la simbolización de Cassirer (1997 [1925]), podríamos
queros de los coras portan coronas con plumas de urraca y velos de chaquira. concluir que en el contexto de la artesanía no cambian los motivos iconográficos
Al ser ellos los dioses de la lluvia, lo que ven son gotas de agua (Preuss 1998: específicos, sino la forma simbólica como tal. Las máscaras dejan de ser “personas”
241-242; cfr. Ramírez, 2003). En los mosaicos de chaquira raras veces se usan pe- y se vuelven simples representaciones en el sentido occidental y secularizado del
gamentos distintos a la cera, que, como la chaquira, es un material significativo término, adornadas con otras imágenes de la misma naturaleza. Ni la máscara, ni
en términos rituales. los diseños de chaquira conservan su agentividad, es decir, su poder ritual.
122 123

En el caso de las máscaras, ¿no será que también lo absurdo del contexto de enmascaramiento doble —producir una máscara indígena que representa a un

v. más c ar as enmas ca ra das


ayuda a evitar la producción de significado? Iconos solares como águilas y peyotes no indígena decorado como indígena— posiblemente sí tiene que ver con la tra-
no hacen mucho sentido cuando se usan para decorar un objeto tan “oscuro” como dición de las máscaras de Takutsi donde un hombre se viste de mujer con bigotes.
una máscara. Suena lógico, pero, desde el punto de vista del arte ritual, también La ironía del caso de las máscaras de chaquira es que el “otro”, que es enemigo (no
existen objetos poderosos que presentan esta contradicción, por ejemplo, una indígena), tiene un “otro” (indígena) que él considera su maestro y amigo, aunque
máscara de Takutsi de la colección Preuss del Museo Etnológico de Berlín, ela- el indígena que produce la máscara expresa que esta “amistad” no es muy corres-
borada de bule, decorada con cabellos y bigotes de fibra de pitahaya y pintada con pondida.
diseños de uxa que, aparentemente, debieran interpretarse como discos solares. El Así, estas piezas nos revelan que los huicholes, hasta cierto punto, asumen
objeto en cuestión parece ser bastante excepcional e indica que no es imposible el papel que los huicholeros y la sociedad indigenista les asignan: ser una cas-
pensar a Takutsi como peyotera. No tenemos más información sobre el contexto ta inmaculada, albacea de una supuesta pureza cultural. Según su cosmogonía, en
del uso de esta máscara, pero queda claro que, en este caso, la combinación entre el principio de los tiempos, los antepasados de los mestizos no llegaron al lugar del
una decoración “luminosa” y un objeto “oscuro” no necesariamente neutraliza Amanecer, así que permanecieron en un estado de menor rango que los huicholes.
el poder de la máscara y de las imágenes pintadas. Aparentemente, en el caso de Y éstos, al lograr la iniciación chamánica, pueden devenir sus propios ancestros.
las piezas artesanales no es tanto la combinación insólita de materiales lo que La relación entre los huicholes y sus dioses ancestrales es similar a la que, según
restaría fuerza mágica a la obra, sino la distribución arbitraria de motivos icono- los huicholes, distingue a los mestizos de los indígenas. De esta manera los wixa-
gráficos que produce el efecto de sinsentido ritual. ritari pueden asumir el papel de ser los “otros” de sus “otros”, los “dioses ances-
Como se ha dicho, en una típica compra-venta, los “símbolos” más llamativos trales” de los teiwarixi. Sin embargo, como los mestizos son gente no iniciada por
se explican al cliente y, de esta manera, se satisface su deseo de obtener unas excelencia, la información sobre lo sagrado solamente se les puede confiar en
Enseñanzas de don Juan, una pequeña experiencia ritual o iniciática. Esta infor- pequeñas dosis.
mación resulta gratificante para un público con ideología indigenista donde los No debe subestimarse el carácter subversivo de esta artesanía a primera vista
huicholes son considerados una “casta de legitimadores y creadores de valor” tan inofensiva. Desde el punto de vista de una antropología que toma en serio
(Liffman, 2003: 11, parafraseando a Dumont, 1972). Al crear un discurso chamá- la intelectualidad indígena, la máscara enmascarada de chaquira debe conside-
nico apto para la comercialización y el consumo por parte de los teiwarixi, los rarse una crítica cultural dirigida hacia los indigenistas compradores de los ob-
huicholes protegen lo que consideran lo más valioso de su tradición. jetos y admiradores de los simbolismos. La capa de chaquira que adorna a los
Hemos visto también que las máscaras artesanales aluden a los “vecinos”, sin monstruos mestizos es una metáfora que señala la diferencia entre los mestizos
embargo, no se trata de los mestizos locales, que van tras las tierras y los bosques colonizadores, explotadores y violentos, que son una amenaza cotidiana en la sie-
comunales, sino de los teiwarixi urbanos, huicholeros ávidos de consumir algunas rra, y los clientes urbanos fascinados por la artesanía y la espiritualidad indígenas.
impresiones sobre el chamanismo y la sabiduría indígenas. Las máscaras dejan Los indigenistas no resultan una amenaza tan directa, más bien son una fuente
entrever cómo los huicholes distinguen entre estas dos clases de “distantes”. En de ingresos para los wixaritari. Pero su actitud no anula el potencial peligroso del
un principio, los huicholeros urbanos son los mismos monstruos salvajes del in- sistema socioeconómico que representan. El ritual y el arte huichol explican que lo
framundo que los mestizos de la sierra, pero la decoración de chaquira alude a recomendable es una relación indirecta, mediatizada por el intercambio comer-
un estado de relativa “civilización” que distingue a los compradores de artesanía, cial con los mestizos y otros seres de “abajo”, pues al obligarlos a un vínculo de
benefactores de los huicholes, de sus enemigos tradicionales, que son los otros esta naturaleza se controla el peligro potencial que representan, de acuerdo con
vecinos, los invasores de la tierras comunales y los explotadores de la mano de la cosmogonía huichola, estos seres del inframundo.
obra indígena.
Si las máscaras rituales representan al “otro” de los indígenas, el teiwari, las
máscaras de artesanía, representan al “otro de este otro”: la idea estereotipada Este trabajo se presentó como “Máscaras enmascaradas. Indígenas, mestizos y dioses indígenas mes-
del chamán huichol que es tan popular entre ciertos círculos urbanos. Esta forma tizos” (Neurath, 2005c).
un origen que es destino

Origen es destino.
Karl Kraus

Una operación poética consiste en una inversión y conversión del fluir temporal.
Octavio Paz

Hemos discutido el arte que se usa en los rituales huicholes, lo mismo que las imá-
genes producidas por este grupo para los diferentes mercados de arte. Para ambos
casos se puede afirmar que no existe el ritual puro, ni un arte que sólo sea repre-
sentación. En este sentido podríamos equiparar el arte huichol a los intermedios
o intermedi renacentistas, que eran expresiones teatrales que combinaban arqui-
tectura, música, danza y una escenificación del espectáculo cosmogónico. En estos
acontecimientos se jugaba tal potencia estética que, al estudiar uno de sus episo-
dios, el historiador del arte Aby Warburg incluso llegó a afirmar que se trataba del
“fin de la representación y del resurgimiento de la tragedia griega como Nietzsche
la había concebido” (Michaud, 2004: 236). Más adelante Warburg encontró una
fuerza similar en el ritual de la serpiente que documentó entre los indios hopis de
Venado y peyotero. Nótese la identificación visual entre ambos. los Estados Unidos. El historiador llamó a este tipo de expresiones “formas inter-
medias” (Careri, 2003; Michaud, 1999, 2004). “Arte entre vida y arte”, arte in statu
nasciendi, combina fuerza mágica y representación artística, ritual y teatro, litur-
gia y diversión. Esta ambivalencia, que ya interesaba a Preuss en su investigación
sobre el origen del drama, es una característica de los fenómenos que estudiamos.
Los participantes nunca están totalmente inmersos en el ritual y su magia. Hacer
chistes irreverentes, reflexionar y tomar distancia puede ser tan importante como
una identificación total con los procesos rituales (cfr. Smith, 1979). Como señala
Carlo Severi (2008), las identificaciones rituales siempre son parciales.
126 127

Lo más importante es el análisis de la transición: el ritual tiende a convertirse conciencia de crisis, de ruptura, que es natural a la falla tectónica y que acerca las

v i. u n or ig en que es dest i no
en arte, el arte en ritual. Lo único estable es la tensión entre ambos. Así que es- obras huicholas a las expresiones artísticas modernas y contemporáneas.
tudiamos formas de expresión ubicadas entre dos polos que no existen de forma La pluralidad de mundos y la habilidad de los huicholes de funcionar exito-
absoluta. Aún ritual, pero ya arte, o viceversa: nuestra crítica se debe orientar a samente en más de uno, no pueden entenderse sino como uno de los rasgos de la
las “formas intermedias”. Ahora bien, con el objetivo de establecer un horizonte modernidad de este grupo. La afinidad entre ideas, mentalidades o estéticas ame-
para estudiar este tipo de obras resulta estratégico construir un campo común rindias y modernistas no es ningún descubrimiento. Como señala Lúcia de Sá en
que reúna todas las expresiones huicholes: acción ritual y arte ritual, artesanía y Rain Forest Literatures (2004), es notable cómo figuras mitológicas de la Amazonía
arte, continuidades y rupturas. fascinaron a poetas latinoamericanos del siglo xx. Macunaíma, el trickster de la
Como vimos a lo largo del libro, tanto en los diferentes géneros de arte como tradición pemón, es un personaje contradictorio y complejo, que se convirtió en
en el ritual se encuentra un ir y venir entre representaciones casi comunes y un paradigma para la literatura modernista brasileña. Ellen Basso (1987) explica
corrientes e imágenes que fungen como actores rituales y que cuentan con una que, en las narraciones amerindias, aparecen figuras de trickster, pues los sujetos
subjetividad propia. Las primeras son poco problemáticas y pueden compartirse carecen de una “estructura psíquica fija” (Sá, 2004: 18).1 Poetas como Mário de
con quien sea, pero las expresiones que convocan la presencia de los dioses deben Andrade notaron que en estas tradiciones existe una modernidad avant la lettre.
mantenerse ocultas de los no indígenas y no iniciados. En teoría. Y, efectivamente, el modernismo literario se vio fuertemente influenciado por los
De cierta manera, el arte resulta posible e imposible, permitido y prohibido a narradores indígenas que los escritores podían conocer a través de los libros de
la vez. Esto nos lleva a pensar en el papel del investigador. En alguna ocasión, para etnografía. Esta apropiación de la literatura oral amerindia puede compararse con
definir el trabajo de Jacob Burkhardt y de Friedrich Nietzsche, Warburg decía que el acercamiento al arte africano que se practicaba entre los cubistas. Carl Einstein,
en ambos casos se trataba de sismólogos que estudiaban las ondas de la memoria teórico de aquel movimiento, consideró al arte africano como crítica ex ante del
que vibraban desde el pasado (Michaud, 2004: 236), pues bien para estudiar ex- sujeto burgués y del arte académico (cfr. Didi-Huberman, 2006 [2000]: 279-280).
presiones artísticas como las huicholas también se puede realizar una suerte de En una tradición como la huichola, la ruptura es parte de la tradición. Curio-
sismología que, a través de las ondas en el mundo del arte y del ritual, detecte las samente Charles Baudelaire, Octavio Paz (1994) y otros hablan de la modernidad
fallas tectónicas. Y es que si nos preguntamos por la topografía de las formas in- como la “tradición de la ruptura”, una época caracterizada sobre todo por una con-
termedias encontraremos que éstas no se encuentran en los territorios del ritual ciencia de crisis. De esta manera, podemos afirmar que el ritual y el arte huicholes
ni en los del arte, sino en medio de cada una de estas prácticas, en el intersticio son afines a las vanguardias.
que existe entre ellas. Ahora bien, ¿cómo son las formas del intersticio? ¿Qué se Otro de los rostros de la contemporaneidad del arte huichol es la simultanei-
puede decir de las expresiones que surgen de la falla tectónica? En el arte de los dad de tradición y crítica de la tradición que observamos en sus prácticas rituales
huicholes existe una tensión permanente entre, por ejemplo, el mundo de “abajo” y discursivas. Según Octavio Paz, la simultaneidad de crítica y la “crítica de la crí-
en el Océano, y en el Desierto del Amanecer; entre las jícaras de las cuales nace tica” es el rasgo distintivo del arte de Marcel Duchamp (Paz, 2004 [1976]). Su obra
la persona y las flechas en las que los iniciados se convierten para matar a sus está en la tradición de la Ilustración y, al mismo tiempo, expresa una crítica a ella.
enemigos; entre los ritos de intercambio que establecen alianzas y los de sacri- En el ritual y en el arte wixaritari se articula una tensión similar. Los iniciados cri-
ficio que producen visiones cosmogónicas; entre la representación de carácter tican a los no iniciados y viceversa. Esto sucede de primera instancia, en cuanto a
narrativo y el deseo de ir más allá y convocar a los dioses en los objetos rituales; su vínculo con los objetos rituales: para los primeros no se trata de objetos sino de
entre el arte enmascarado para vender a los turistas y el arte tabú que no se debe dobles, con quienes se identifican y con quienes se confrontan, mientras que para
mirar y del cual no deberíamos estar hablando. Del choque entre estas “placas los segundos, estas piezas median en la relación entre las personas y las deidades.
tectónicas” emerge la particular estética wixarika: se trata de un arte de la con-
frontación, de la paradoja, por eso sería incorrecto argumentar, por ejemplo, que 1 La figura del trickster es frecuente en la mitología y se refiere a un embaucador, a un personaje
el arte contemporáneo de los huicholes es una derivación o tergiversación del que hace trucos y que suele desobedecer las normas de comportamiento (Basso, 1987). Entre los wix-
aritari esta figura correspondería a Tamatsi Kauyumari; cuya traducción es “el que ni siquiera sabe
arte ritual. Más bien, sucede que en los ritos tradicionales ya se encuentra una su nombre”, que paradójicamente es el dios de la Palabra.
128 129

Pero el paralelo entre el desafío que establece la obra de Marcel Duchamp y a sí mismo para volverse a instituir, como dice Derrida acerca de la institución

v i. u n or ig en que es dest i no
el que plantea el arte de los huicholes puede trazarse de forma más profunda. Los literaria (1992). ¿Y cómo se expresa esta dialéctica en el arte? Vimos, por ejemplo,
wixaritari, igual que otros grupos mesoamericanos, poseen una mitología solar, que en las tablas de estambre no existe un compromiso entre el caminar recto
equiparable a la razón ilustrada. Sus ancestros deificados (personificados por los del yeiyari y el bailar en círculo de los que aún no llegan, por eso sus formas pa-
detentores de cargos comunales conocidos como jicareros) son definidos como recieran las de un textil distorsionado o una forma geométrica escurrida como la
aquéllos que buscan el lugar de la salida del sol. Al final de una larga peregrinación, que se encuentra en La persistencia de la memoria de Salvador Dalí. A pesar de ello,
llena de sacrificios y pruebas, los ancestros obtienen la visión del Amanecer. El Padre el arte huichol actual se vende como algo “tradicional”, “auténtico” y “original”,
Sol ascendente mata a los monstruos de la oscuridad y ordena el cosmos. Así, en su como si no vivieran en la contemporaneidad.
cosmogonía la luz solar y el poder político se identifican.2 Sin embargo, el ciclo En el discurso occidental sobre el arte, ha predominado la nostalgia, la idea
anual ritual tiene una importante fase no solar en la que tɨkari, la vida nocturna, de la pérdida del arte. Didi-Huberman (2006 [2000], 2009 [2002]) señala cómo la
es reivindicada. Durante los rituales de la temporada de lluvias aquello que, de historia del arte, desde sus inicios (con autores como Plinio y Winckelmann),
acuerdo con la ideología solar es considerado como una especie de “caos origi- lamentaba la pérdida del arte. Así, en el origen de esta disciplina se encuentra la
nal”, repentinamente se transforma en un cosmos por derecho propio. nostalgia por el arte auténtico del pasado y la búsqueda de su historia, y se ha dedi-
Al analizar este ir y venir entre cosmovisiones contradictorias, uno puede cado a la construcción de la memoria del tiempo perdido. Según esta perspectiva,
observar lo que sería la puesta en práctica de una suerte de “dialéctica de la Ilus- desde su origen, el arte está perdido y al mismo tiempo aún no plenamente reali-
tración antropológica”. Estoy aludiendo al libro de Max Horkheimer y Theodor zado (Didi-Huberman, 2006 [2000]: 110).
Adorno (1984 [1947, 1944]) y al artículo de Marshal Sahlins (1999). Se pueden es- A los estudiosos de los rituales amerindios esta situación nos es bastante
tablecer paralelismos entre dicotomías como naturaleza/oscuridad-cultura/luz familiar. ¿Quién no ha escuchado decir que “en el pasado las fiestas se hacían
o barbarie/mestizos-civilización/indígenas, pero sólo a condición de repensar mejor”? Por definición, los jóvenes ya no están interesados en continuar con “el
los términos que integran estas dicotomías, de desproveerlas de los significados costumbre”. Durante mucho tiempo, los etnógrafos —que normalmente trabajan
con que las hemos cargado a lo largo de la historia; es decir, para plantear este con especialistas rituales de edad avanzada—, han reproducido este “discurso de
tipo de asociaciones, es necesario deconstruirlas. los viejitos” sin mayores reflexiones porque además, según el paradigma de la
Entre los huicholes estas oposiciones pareadas se tejen en la articulación de aculturación, la pérdida de las tradiciones es lo esperado. A esto hay que sumar
esos dos mundos contrastantes e incompatibles que hemos analizado a lo largo que, en muchas culturas indígenas amerindias —por lo menos en Mesoamérica—,
del libro. Uno podría preguntarse si existe algo así como una “institución cero” prevalece una concepción de la historia basada en una especie de “teoría de la de-
que comprendiera las dos formas de relacionarse con el otro. En todo caso, se ten- cadencia”: la época de “los antiguos” recuerda al Aurea prima sata est aetas, la Edad
dría que entender como algo que se expresara en los contrastes y disonancias de de Oro de la mitología grecorromana, aunque aquí no se evoca un estado natural
la acción ritual y del arte, pero que eludiera cualquier intento de simbolización. idílico, sino una condición social donde todos se entendían y cumplían sus com-
La dialéctica de la tradición huichola parece ser como la que establece Theodor promisos rituales. Pero nunca han faltado las voces críticas hacia esta visión del
Adorno (1966), en la que se plantean opuestos que jamás encuentran una síntesis. ritualismo amerindio, entre ellas la de Konrad Theodor Preuss, que cuestionaba
La ideología solar y el rechazo huichol de la modernidad caótica de los mestizos ese concepto de tradición.
implican una mitificación de la propia tradición. Sin embargo, en la celebración
de la alianza con los enemigos se ignora la asimetría que priva en las relaciones con
los mestizos. Hasta cierto punto, se relativiza la tradición que se afirmaba con la
ideología solar. Así, los huicholes viven en un universo que siempre se subvierte

2 Se dice que las varas de palo brasil de los miembros del gobierno comunal (itsikate) están fabri-
cadas de la sangre del corazón del Sol (Medina, 2005). Peyotes.
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En el estudio del ritual, nos confrontamos de forma permanente con toda rikuta es una ruptura creativa de la cotidianidad mestiza; está en el paisaje, pero

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suerte de complejidades en el manejo del tiempo, comenzando por el anacronis- también irrumpe. Tiene una existencia doble y frágil. Es un lugar concreto con
mo implicado en la noción de cosmogonía. El ritual crea un mundo que ya existe: una realidad geográfica y es un mundo de la fantasía que crea imágenes y formas.
hay una extraña simultaneidad entre diferentes temporalidades. En sí, la noción Los ritmos sincopados y las microtonalidades de la música wixarika probablemen-
de creación del cosmos implica una paradoja, ya que refiere a un evento antes del te tienen que ver con esta paradoja, con ese estar y no estar en Wirikuta, con este
tiempo, a una cronología imposible. Si no se realizaran los rituales, los dioses y acercamiento a la muerte que da la vida.
el mundo luminoso no sólo dejarían de existir, sino que nunca hubieran existido. Conviene retomar para el arte huichol la crítica del tiempo de Walter Benjamín
Otro rasgo de la complejidad temporal del ritual es la negación de la repeti- (1978 [1925]: 28), quien plantea que la noción de origen (Ursprung) no tiene nada
ción, que contrasta con una afirmación simultánea de la misma. Un ritual exige que ver con la idea de “desarrollo”, ya que el principio, entendido desde el horizon-
su realización periódica, pero cada vez que se lleva a cabo se trata de un aconteci- te que plantea el filósofo, implica surgimiento y ocaso; “el origen es un remolino
miento que sucede por primera vez. Konrad Theodor Preuss insistía, por ejemplo, en el río del devenir”. Irrumpe. Los ritos cosmogónicos huicholes pueden consi-
en la concepción generativa de la acción ritual. El alemán encontró que, en las derarse un caso idóneo para dialogar con estas teorías pues en este universo el
concepciones indígenas, las ceremonias religiosas no son eventos repetitivos. Es “origen” efectivamente es un instante que irrumpe y a la vez es un evento que
más, según su estudio del mitote cora, esta ceremonia siempre se realizaba por se repite. ¿Y qué podemos decir que es “el origen” en el mundo huichol? ¿Dónde
primera vez y su contenido era, precisamente, el origen del mitote y del mundo, lo podemos ubicar? En el principio de los tiempos, hemos dicho, los dioses vi-
la fundación de la tradición llevada a cabo por el héroe cultural (Preuss, 1933). vían en el océano hasta que soñaron el Amanecer. Con sus visiones lo crearon y
Realizar un rito es crear el mundo, no recrearlo. El arte ritual, como el mundo, caminaron hacia allá. Nierika es esta revelación fundante. Los huicholes usan el tér-
cada vez que se produce una obra se crea de nuevo. La negación de la repetición mino como “imagen”, como “visión”. Yo vería en él, además, este principio que
implica que los dioses tienen que ser reinventados, o no son. Al mismo tiempo, es ocaso. Este gesto que surge en la génesis del mundo y que vislumbra su punto
todo el mundo sabe que el ritual sí es una repetición. “Se hace igual”, “ya no se culminante y su destrucción. Nierika es el origen; es “el remolino que irrumpe en
hace igual” son los eternos dilemas en torno a éste. Precisamente esta ambigüe- el río del devenir”.
dad le da vida y eficacia, pues mantiene la tensión epistemológica necesaria para
transmitir una tradición.
Otro rasgo de la complejidad temporal del ritual es que éste se realiza en el
pasado mítico, pero este pasado se ubica en la actualidad. Los actores rituales, en
el caso huichol, por ejemplo, son los antepasados deificados: se identifican con ellos
y, durante los procesos rituales, se transforman en ellos. La iniciación no sola-
mente repite la experiencia de los ancestros, también implica una especie de time
reversal: la transformación de los descendientes en sus antepasados (cfr. también
Gell, 1992, cap. 5). Los jicareros huicholes vuelven a encontrar el Desierto del
Amanecer, pero, de cierta manera, cada viaje a Wirikuta sucede por primera vez.
Encontrar el Amanecer es un acontecimiento único e irrepetible.
¿Pero se puede llegar a Wirikuta? En realidad no mientras uno no experimente
una muerte sacrificial. Durante la vida uno nada más se acerca. Pero los verda-
deros dioses están muertos. Ésta es la paradoja de Wirikuta. Para los no muertos
solamente existe un acercamiento infinitesimal. En Wirikuta la alegría siempre se
mezcla con la melancolía. Da lástima el venado que se entrega. Y las lágrimas
se convierten en lluvia. Estar ahí es, pues, estar en una situación de ruptura. Wi- Tamatsi Kauyumari.
glosario

Aikutsi: centro del tepari que se identifi- Iyari: aliento, alma, respiración, fuerza
ca con una jícara ceremonial con agua vital.
bendita, tejuino o peyote. Ɨrɨ: flecha.
Callihuey: de náhuatl calli (“casa”) y huey Ɨrɨkame, -te: “persona flecha”, piedrita de
(“grande”), templo, “Casa Grande”. cuarzo que se amarra en una flecha
‘Eaka: viento. (ɨrɨ) y que es un antepasado muerto o
Haiku, -terixi: serpiente de nubes que se una persona iniciada aún viva, que ya
identifica con iyari. recibe el trato de un antepasado.
Haiwi: nubes. Karuanime: pan elaborado de “maíz cru-
Haiyulima: nombre propio femenino de- do”, es decir, harina no nixtamalizada.
rivado de haiwi, la Nube que Crece. Katira, -te: vela.
Hakuyaka: toro del inframundo que per- Kaunari: cuerda de sacrificio.
sonifica los aguaceros. Kaure ɨkayari: falda tejida de lana.
Hauri, -te: vela, ocote, pino, axis mundi, Kauyumari: “él que no conoce su nom-
poste que sostiene el cielo. bre”, dios venado, héroe cultural o
Hewiixi: gigantes, mítica población que trickster, también: Tamatsi Kauyumari.
habitaba en la Costa de Nayarit, ante- Kawi: oruga.
pasados de los mestizos. Kawitu: “camino de la oruga”, mito de
Hikuri: peyote (Lophophora williamsii). origen.
Hikuli Neixa: “la danza del peyote” o fies- Kawiteru, -tsixi: “principal”, miembro del
ta del peyote, también conocida como consejo de ancianos, cargo vitalicio
“la fiesta del maíz tostado” o “la fiesta del tukipa y de la comunidad.
del esquite”. Kiekari: ranchería, aldea, comunidad,
Hikuritame, -te: peyotero, cargo del tukipa. mundo, rancheridad.
Imumui: objeto tallado de madera que es Kieri, -te: planta del género Solandra Bre-
la escalera del sol y se ofrenda al Padre vicalyx, asociada con los mestizos, con
Sol. Jesucristo, el charro negro, la hechice-
Itari, -te: petate, “cama”, objeto tejido ría y la locura.
de forma rectangular que sirve como Kuka: chaquira, perla.
ofrenda para diversas deidades; puede Ma’iwe: delicado, peligroso.
elaborarse de diferentes materiales Mara’akame, mara’akate: “el que sabe so-
(varitas de madera, lana, estambre, ñar”, persona iniciada, especialista ri-
algodón) y puede llevar un sencillo di- tual, cantador, médico tradicional.
seño, bordado o tejido, con represen- Maxakwaxi: cola de venado, como ins-
taciones simbólicas. trumento ceremonial: cola de vena-
134 135

glo s a ri o
do pegada a una vara (al igual que las Takwatsi: cesto alargado para guardar presentan las mazorcas de los cinco Tepu: membranófono del tipo huehuetl.
varas ceremoniales con plumas, el muwierite u otra parafenalia ceremonial. colores, conceptualizados todos como Tewi, teuteri: “gente”, legítimos seres hu-
maxakwaxi se considera un muwieri). Tamatsi: “Nuestro Hermano Mayor”, dios hermanas y como esposas de Wataka- manos, indígenas.
Muwieri, -te: vara ceremonial con plumas, venado. me. Las “muchachas maíz” se repre- Tɨkari: la medianoche, la oscuridad.
sirve para contactarse con deidades, Tamatsime: “Nuestros Hermanos Mayores”, sentan conjuntamente por un atado Tsikwaki, -tsixi: bufón ritual.
lugares sagrados y rumbos cardinales. nombre genérico de los dioses venado. de mazorcas que se guarda en los xiri- Tsitsikame: la persona abeja (personaje
Naɨ: torrencial, “lluvia de fuego”. Tamatsi ‘Eaka Teiwari: “Nuestro Herma- kite parentales. mítico).
Naɨrɨ: deidad masculina representante de no Mayor, el Vecino (Mestizo) Vien- Tateiteime: nombre genérico de las dio- Tsikɨri, —te: cruz romboide a veces llama-
naɨ, esposo de Takutsi Nakawe, cargo to”, dios del viento. sas madres. da “ojo de dios” por los mestizos.
de xukuritame. Tamatsi Kauyumari: “Nuestro Hermano Tatei Utɨ’anaka: diosa madre del bagre. Tuapurie: la comunidad o el pueblo de
Nakawe: “Carne Vieja, Carne Podrida”, Mayor Kauyumari” (véase Kauyumari). Tatei Xapawiyeme: “Nuestra Madre, el Santa Catarina Cuexcomatitán.
monstruo mítico, transformación (o Tamatsi Parietsika: “Nuestro Hermano Chalate de Lluvia”, diosa de la lluvia Tukari: mediodía, luz solar, vida.
aspecto) de la diosa Takutsi. Mayor que Camina en el Amanecer”, del sur, asociada a la Laguna de Cha- Tuki, -te: templo grande de planta circu-
Nama: clase de ofrendas tipo itari. dios venado asociado con el Oriente. pala, Jalisco. lar u ovalada.
Namawita Neixa: fiesta de la siembra. Tamatsi Teiwari Yuawi: “Nuestro Herma- Tatei Yurianaka: diosa madre de la tierra. Tukipa: “donde está el tuki”, centro cere-
Neixa: danza, mitote. no Mayor, el Vecino (Mestizo) de Co- Tatewari: “Nuesto Abuelo”, dios del fuego. monial.
Nierika: rostro, mejilla, “instrumento lor Azul Oscuro”, identificado con el Tatewarita: El templo de Tatewari en Tumini: monedas, dinero.
para ver”, retrato, dibujo, fotografía, charro negro y asociado con el norte, Te’akata. Turitu: toro.
obra de arte, espejo, cuadro de es- punto solsticial del verano. Tatɨata: “Poniente”, “abajo en el Poniente”. Tuchi: mezcal de fabricación local.
tambre, tipo circular de ofrenda ela- Tamiwari: pan elaborado con maíz crudo, Tatutsi Maxakwaki: “Nuestro Bisabuelo Tutu: flor de peyote.
borado de varas y estambre, “el don horneado en te’aka. Cola de Venado”, venado o conejo, el Uxa: raíz de la planta Berberis trifoliata,
de ver”. Tatei Haramara: “Nuestra Madre, el Mar”. muwieri de Tatewari. que se usa para elaborar pinturas
Niwetsika: atado de mazorcas que es la Tatei Matinieri: diosa madre de la lluvia Tatuwani: gobernador tradicional, el diri- faciales amarillas que reflejan la vi-
diosa Tatei Niwetsika o sus cinco des- (Tatei Nia’ariwame) asociada con el gente de los itsɨkate. sión del Amanecer en la cara del pe-
doblamientos (mazorcas de los cinco Oriente y con el ojo de Agua Hedion- Tayau: “Nuestro Padre”, el sol, también: regrino.
colores). da, ubicado en la ruta de la peregrina- Tawewiekame. Watakame: primer cultivador, antepasa-
Parietsie: “lugar del Amanecer”, tam- ción a Wirikuta. Te’aka: horno subterráneo. do mítico de los huicholes.
bién: Paritekɨa. Tatei Neixa: “la danza de nuestra madre”, Te’akata: “lugar del horno”, centro ce- Wautɨa: San Sebastián Teponahuastlán.
Paritekɨa: el “Cerro del Amanecer” ubica- también: “la fiesta del elote” o “la fies- remonial ubicado en una barranca al Waxiewe: la roca blanca de San Blas, lugar
do cerca de Real de Catorce, San Luis ta del tambor”. poniente de Tuapurie. de culto de Taitei Haramara, la diosa
Potosí, también: Xeu’unari. Tatei Nia’ariwame, -te: Nuestra Madre, la Teiwari, -xi, -tsixi: diferente, distante, ve- del mar.
Tai: fuego, lumbre. Mensajera de la Lluvia, asociada con el cino, mestizo no indígena. Wirikuta: desierto floreado donde crece
Takutsi: “Nuestra Abuela”. Oriente. Tepari: piedra circular de sacrificio que, el peyote, cerca de Real de Catorce.
Takutsi Nakawe: Takutsi en su aspecto de Tatei Niwetsika: diosa madre del maíz, generalmente, lleva una decoración Wixa: fiesta.
monstruo Nakawe. tiene cinco desdoblamientos que re- de grabados. Wixarika, wixaritari: huichol(es).
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Se imprimió en el mes de noviembre de 2013
en Quad Graphics Querétaro, S.A. de C.V.,
lote 37 s/n, fraccionamiento Industrial La Cruz,
El Marqués, Querétaro. Para su composición
se utilizó la fuente tipográfica Gentium Plus
de Victor Gaultney.

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