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UNIVERSIDAD IUEM
ESCUELA PROFESIONAL DE PSICOLOGÍA

T E S I S

“SATISFACCION CON LA VIDA Y FELICIDAD EN EGRESADOS

UNIVERSITARIOS CON Y SIN TRABAJO”

QUE PRESENTA:
MICHELLE ALEJANDRA SANTIBAÑEZ VILLEGAS

DIRECTORA DE TESIS:
D.C.S. VICTORIA ARACELI CASTRO CRUZ

METEPEC, MÉX.; OCTUBRE DE 2018.


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Índice
Pág.

- Introducción 1

- Sustento teórico 3

Capítulo I Satisfacción con la vida 4

1.1 Definición de satisfacción con la vida 4

1.2 Antecedentes de la satisfacción con la vida 6

1.3 Enfoques de la satisfacción con la vida 10

1.4 Factores que influyen en la satisfacción con la vida 11

1.5 Afectos positivos y afectos negativos 16

1.6 Teorías del desarrollo 19

1.6.1 Teoría del desarrollo psicosexual de Eric Erikson 20

1.6.2 Teoría de la estructura de la vida 30

1.6.3 Perspectiva temporal futura 35

1.6.4 Teoría de la motivación 37

Capítulo II. Felicidad 40

2.1 Definición de la felicidad 40

2.2 Antecedentes de la felicidad 45

2.3 Psicología Positiva 52

2.3.1 Mitos de la felicidad 56

2.4 Perspectivas de la felicidad 57


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2.5 Teorías de la Felicidad 62

2.6 Causas y estudios de la Felicidad 71

Método 80

 Planteamiento del problema 80

- Descripción del problema 80

- Objetivo general 82

- Objetivos específicos 82

- Pregunta general 82

- Preguntas específicas 82

- Justificación 83

 Hipótesis 85

 Diseño de la investigación 85

 Tipo de investigación 86

 Enfoque de la investigación 86

 Variables 86

 Universo 87

 Tipo de muestreo 87

 Muestra 87

 Criterios de inclusión y exclusión 87

- Instrumentos 88

- Procedimiento 89
4

- Análisis estadístico 90

 Resultados 91

 Discusión 95

 Conclusiones 98

 Sugerencias 99

 Referencias 100

 Anexos 122
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Introducción

La satisfacción con la vida como campo de investigación tomó relevancia a partir de

los años setenta cuando el concepto de calidad de vida evolucionó y empezó a concebirse

desde una dimensión psicosocial más allá de las condiciones necesarias para una buena vida

(alimentación, vivienda y cuidados médicos suficientes, entre otros). Así la satisfacción con

la vida se relaciona con un sentimiento personal de bienestar o de felicidad. Se trata pues de

la percepción personal sobre la propia situación en la vida partiendo de los propios objetivos,

expectativas, valores e intereses influenciados por el contexto cultural de referencia (Pérez-

Escoda, 2013).

En relación con esto, la satisfacción sería un estado psicológico resultante de la

transacción entre el individuo (personalidad); y su entorno micro social (estado civil, familia,

participación social, satisfacción laboral, apoyo social), y macro social (ingresos, cultura)

(Díaz, 2001; García-Viniegras y González, 2000).

Por otro lado, la felicidad es un tema central de la psicología positiva que tiene el

número más alto de publicaciones entre las áreas de trabajo que integran este nuevo enfoque

psicológico (Caycho, 2010). La consideración de la felicidad en el pensamiento social

proviene del debate sobre el fundamento de la moral, es decir, sobre el fundamento de la

buena conducta. Para muchos filósofos, lo bueno, es aquello que nos debe conducir en la

vida, es lo que nos hace felices. Difícil tarea se revela sin embargo determinar qué es lo que

nos hace felices. El clásico debate entre hedonistas y eudemonistas enfrenta la búsqueda de

la felicidad a través de la satisfacción de los deseos del hombre (Pino y Diez, 1999).

De acuerdo con Diener, Oishi y Lucas (2002), las personas evalúan sus estándares de

felicidad de dos maneras: por medio de los eventos positivos experimentados recientemente

en sus vidas o por la disminución o infrecuente aparición de problemas personales.


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La presente investigación comprende aspectos teóricos y metodológicos de

importancia en investigaciones psicológicas. Para cubrir el objetivo de esta investigación se

presenta inicialmente el marco teórico, que comprende el Capítulo I “Satisfacción con la

vida” dentro del cual se abarcan aspectos como los antecedentes de la satisfacción con la

vida, enfoques y factores que intervienen en esta variable y algunas teorías que comprenden

el desarrollo psicosexual.

En el Capítulo II “Felicidad” se explican temas tales como la definición de felicidad,

sus antecedes, mitos, perspectivas y teorías de esta, así mismo habla sobre causas y estudios

que se relacionan con esta variable.

La presente investigación es un estudio comparativo, con diseño no experimental de

tipo transaccional, la interpretación de la misma se encuentra en el apartado de resultados,

acompañados de igual manera de las conclusiones a las que se llegaron a partir de la

investigación teórica, finalizando este trabajo con las sugerencias.


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Sustento
teórico
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Capítulo I. La satisfacción con la vida

1.1 Definición de satisfacción con la vida

La satisfacción vital se define, a partir de Shin y Johnson (1978), como el juicio global

que una persona hace de su calidad de vida, de acuerdo a criterios escogidos por ella misma.

La satisfacción es un estado mental. Es una apreciación valorativa de algo. El término se

refiere tanto a este contexto como a “disfrute”. Como tal cubre apreciaciones cognitivas a la

vez que afectivas. La satisfacción puede ser una materia evanescente, pero también una

actitud estable. La satisfacción con la vida es el grado en que una persona evalúa la calidad

global de su vida en conjunto de forma positiva. En otras palabras, cuanto le gusta a una

persona la vida que lleva (Veenhoven, 1994).

La satisfacción de vida la define como una medición cognitiva del ajuste entre los

objetivos deseados y los actuales resultados de la vida. Implícito en este punto de vista está

la noción de que la satisfacción de vida representa un resumen de la evaluación de las metas

y logros, que rodea al curso de la vida entera. La amplia literatura ha identificado un conjunto

de factores que influyen en la satisfacción de vida, involucrando la salud, el estatus

económico y las relaciones sociales (George y Clips, 1991). La satisfacción con la vida es un

componente importante en la vida cotidiana de las personas. Se asocia con el afecto, el

sentimiento de competencia personal, la capacidad de enfrentarse a las situaciones y la

conducta adaptativa (Campbell, 1981; citado en Peterson 2000).

De acuerdo con Pavot, Diener, Colvin y Sandvik (1991, citado en Omar, Paris,

Aguiar, Almeidam, y Del Pino, 2009), la satisfacción con la vida es la evaluación global que

realizan las personas al comparar sus circunstancias actuales con un patrón cultural que

consideran se ajusta a su condición propia. Desde otra perspectiva, la satisfacción con la vida
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tiene una directa relación con el estado de salud, la familia, las relaciones interpersonales,

situación socioeconómica, alimento, entre otros.

Ardila (2003) propone una definición integradora del concepto al establecer que la

calidad de vida es un estado de satisfacción general, derivado de la realización de las

potencialidades de las personas. Es una sensación subjetiva de bienestar físico, psicológico

y social, que incluye en lo subjetivo la intimidad, la expresión emocional, productividad

personal, seguridad y salud percibida. Como aspectos objetivos el bienestar material, las

relaciones armónicas con el ambiente físico, social, con la comunidad y la salud

objetivamente percibida.

Otros autores como Durán, Extremera, Montalban y Rey (2005), consideran que la

satisfacción con la vida, es la evaluación general que la persona realiza sobre su propia vida,

incluyendo la consideración de aspectos materiales obtenidos, el equilibrio entre aspectos

positivos y negativos, la comparación entre criterios propios establecidos y la elaboración de

un juicio cognitivo sobre qué tan satisfecho está con su vida. Quiceno y Vinaccia (2014), por

su parte, consideran que la satisfacción con la vida es el grado de experiencia individual en

comparación con las expectativas de vida.

Para Yuste, Rubio y Aleixandre, (2004) la satisfacción con la vida no depende

solamente de condiciones presentes sino también de perspectivas futuras: (a) Realización

Personal: sentimiento de placidez y complacencia de la persona consigo misma por el logro

de metas que considera valiosas para su vida; (b) Alegría de vivir: sentimiento de regocijo,

júbilo y contento que experimenta la persona por la vida; señala lo maravilloso que es vivir

y refiere experiencias positivas y el sentirse generalmente bien (Alarcón, 2006).

Diener (2006), explica que la satisfacción vital representa un reporte de cómo una

persona evalúa su vida como totalidad. Dicha evaluación toma en cuenta diferentes aspectos
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de la vida y los compara con estándares y expectativas que la persona había construido

previamente (Diener, Emmons, Larsen, y Griffin, 1985).

La satisfacción con la vida surge de las relaciones del individuo con su entorno

familiar y social, en donde se incluyen las condiciones de vida materiales y sociales, que

ofrecen al hombre determinadas oportunidades para su realización personal; de esta manera,

el sujeto obtiene calidad de vida. La calidad de vida es considerada como un concepto

multidimensional; se define como la percepción individual de bienestar que se origina de la

satisfacción en áreas de la vida que son importantes para la persona (Landero, 2005).

1.2 Antecedentes de la satisfacción con la vida

Introduce Veenhoven (1994) que ideológicamente, esta línea de investigación tiene

su origen en el pensamiento ilustrado del siglo XVIII. Desde este punto de vista, el propósito

de la vida humana es la vida en sí misma, más que el servicio al rey o a Dios. La realización

personal y la felicidad son valores centrales. La sociedad es considerada como un medio para

proporcionar a los ciudadanos una buena vida. En el siglo XIX, esta convicción se manifestó

en el credo utilitarista de que la mejor sociedad es aquella que proporciona la mayor felicidad

para el mayor número de personas.

En el siglo XX inspiró intentos a gran escala de reforma social planificada e influyó

en el desarrollo de los estados del bienestar. Los esfuerzos para crear una sociedad más

“vivible” comenzaron por el ataque a los males más llamativos: ignorancia, enfermedad y

pobreza. En consecuencia, se medía el progreso en términos de alfabetización, control de

enfermedades epidémicas y eliminación del hambre. Se desarrollaron estadísticas sociales

para registrar los logros del progreso, Los avances en la lucha contra estas plagas fueron

seguidos por esfuerzos para asegurar un estándar de vida material razonable para todos

(Veenhoven, 1994).
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El progreso en esta área se midió sobre todo por los incrementos en los ingresos de

dinero, seguridad de ingresos e igualdad de ingresos. Esto fomentó una abundancia de

investigación social sobre la pobreza y las desigualdades sociales, que es todavía una

importante área de investigación hoy en día. En los años sesenta apareció un nuevo tema de

investigación. En esa época, la mayoría de las naciones occidentales se habían convertido en

ricos estados de bienestar. Se reconocieron límites al crecimiento económico y ganaron

importancia los valores post-materiales. Esto trajo consigo concepciones y medidas más

amplias de la buena vida. Como resultado de esto, se introdujo el término “satisfacción con

la vida”. Inicialmente el concepto era polémico. Sirvió para denotar que hay algo más que

simplemente bienestar material (Veenhoven, 1994).

Los primeros estudios de encuesta que contaban con medidas de satisfacción con la

vida fueron llevados a cabo en los EE.UU. en los años sesenta. El énfasis en aquella época

estaba puesto en la salud mental. Gurin (1960) y Bradburn (1969) publicaron libros de gran

importancia. Por entonces, la satisfacción con la vida era también un tema en un innovador

estudio transnacional de Cantril (1965) sobre las “preocupaciones’ humanas.

En los años setenta la satisfacción con la vida era de importancia central en varios

estudios del American Social Indícator Campbell et al., (1976) y Andrews y Withey (1976)

publicaron algunos libros clave. El tema fue estudiado también en otros países: en los países

nórdicos por Allardt (1976) y en Alemania por Glatzer y Zapf (1984). En 1980 se llevó a

cabo en Australia una primera encuesta longitudinal a gran escala sobre satisfacción con la

vida, realizada por Heady Waering (1992). Han sido publicados estudios de revisión por

Veenhoven (1984), Argyle (1987) y Meyers (1992).

En los años sesenta, la satisfacción con la vida se convirtió en un tema común en las

investigaciones por encuesta. Ese desarrollo fue acompañado por una acre discusión sobre la
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validez de las encuestas sobre esta materia. Se dudaba de que la satisfacción con la vida

pudiera ser medida en absoluto por medio de entrevistas o cuestionarios estándar

(Veenhoven, 1994).

Los autores Diener y Eunkook (2003) argumentan que nuestro país puntúa más alto

en satisfacción con la vida sobre países como Francia y España, a pesar de que sus

indicadores de bienestar económico son más altos. Por otra parte en estudios con población

española y argentina se ha encontrado una tendencia a percibir una insatisfacción

generalizada en las ciudades más densamente pobladas, por el contrario en ciudades de menor

densidad se encuentra una mayor satisfacción (Castro-Solano y Díaz-Morales, 2002).

El uso más elemental de los datos sobre satisfacción con la vida consiste en calcular

la calidad de vida “realizada” en un país o categoría social. Esto se hace generalmente para

evaluar si existe un problema social que requiere una intervención política. Una satisfacción

alta sugiere que la calidad de vida, en lo que concierne a una población, es buena. Aunque la

vida no sea la ideal en todos los aspectos, aparentemente es vivible para la mayoría. Una baja

satisfacción indica serias deficiencias de alguna clase (Heady Waering, 1992)

Una aplicación de los datos sobre satisfacción con la vida relacionada con la anterior

es la supervisión del progreso y el declive a lo largo del tiempo. Si la satisfacción media se

incrementa, esto sugiere que la calidad de vida en el país o categoría social ha mejorado. Si

la satisfacción disminuye, esto indica que han surgido problemas de algún tipo. Un ejemplo

de Monitorización en el nivel nacional es el análisis del desarrollo de la satisfacción con la

vida y del crecimiento económico en las décadas de posguerra en los EE.UU. (Argyle, 1987)

Según Diener y Eunkook (2003) observaron una satisfacción con la vida estable a

pesar de la duplicación del bienestar económico y su conclusión fue que la felicidad no se

compra con dinero. Un ejemplo de seguimiento de categorías sociales es el estudio de la


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supervisión diferencias de edad en la satisfacción con la vida entre 1950 y 1970 en los

EE.UU., Este estudio mostraba que las personas de edad avanzada habían pasado a estar

relativamente más satisfechas durante las últimas décadas.

Los datos de satisfacción con la vida se utilizan también para evaluar efectos de las

políticas aplicadas, concretamente para la política social, que tiene como objetivo mejorar la

calidad de vida. Los efectos de las intervenciones pueden ser medidos por los cambios en la

satisfacción entre antes y después, o por diferencias en satisfacción entre beneficiarios y no

beneficiarios. Este criterio de éxito se aplica usualmente en la evaluación de medidas

políticas que tienen que ver con las personas de edad avanzada, por ejemplo, en la evaluación

de los beneficios de viviendas independientes y al juzgar la utilidad de programas de

activación (Gurin, 1960).

El uso más interesante de los datos sobre satisfacción con la vida es la validación

empírica de ideas acerca de las condiciones necesarias para vivir bien y de las subsiguientes

ideas acerca de una buena sociedad. Las ideas sobre este tema pueden ser erróneas. Por

ejemplo, la gente puede obtener menos satisfacción de una vivienda “adecuada” de lo que

piensa la mayoría de los políticos. Si es así, la gente que viva en buenas casas debe mostrar

un nivel similar de satisfacción que la gente con características similares en otros aspectos

que viva en peores casas.

La satisfacción con la vida no debe tampoco ser afectada por los cambios de casas

buenas a casas pésimas, y viceversa. Tales comprobaciones son vitales para cualquier política

que intente seriamente superar los prejuicios ideológicos y los intereses creados. La mayoría

de los estudios que evalúan la satisfacción con la vida están orientados a las diferencias

socioeconómicas, como los ingresos, educación y empleo. Estos son temas de una política

social igualitaria. No obstante, las mayores diferencias en la satisfacción con la vida tienden
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a estar en las relaciones socio-emocionales y en cuestiones psicológicas. Estos fenómenos

están en el ámbito del cuidado preventivo de la salud mental (Veenhoven, 1994).

1.3 Enfoques de la satisfacción de la vida

Según Diener (1984) indicó la existencia de dos enfoques básicos a la hora de explicar

el concepto de satisfacción con la vida al que asemejar a los constructos de bienestar subjetivo

o felicidad. El primero enfoque, se denomina modelo de abajo-arriba (bottom-up) explica

que las personas están satisfechas porque experimentan muchas situaciones o momentos

satisfactorios. En este sentido, tres áreas parecen ser de especial importancia en la predicción

de la satisfacción en la vida, la satisfacción con el trabajo (Judge y Watanabe, 1993), la

satisfacción con el apoyo recibido por el entorno social (Aquino, Russell, Cutrona y Altmaier,

1996), y la satisfacción con uno mismo (Judge, Bono, Erez y Locke, 2005).

El segundo enfoque, es el modelo de arriba-abajo (topdown), considera que la

predisposición global a experimentar las cosas de manera positiva es responsable de las

interacciones entre los individuos con el mundo. Un factor predisponente positivamente a

sentirse satisfecho con la vida es la capacidad de entender y procesar la información

emocional, lo que llamamos inteligencia emocional. En este sentido, Freudenthaler,

Neubauer y Haller (2008) encontraron una correlación positiva entre la inteligencia

emocional y la satisfacción en la vida.

En específico, es posible que personas con mayor inteligencia emocional interpreten

de una manera más favorable sus vivencias en el trabajo, con el entorno social, o con uno

mismo, y por tanto la relación entre la satisfacción en esas áreas y la satisfacción en la vida

sea superior a la de aquellas personas que gozan de una menor inteligencia emocional.
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1.4 Factores que influyen en la satisfacción con la vida

La salud en estudios recientes indican que la satisfacción con la vida se relaciona con la salud

(Boehm y Kubzansky, 2012; Chyi y Mao, 2012; Schnettler, Miranda, Sepúlveda, Mora,

Lobos, y Denegri 2014; Veenhoven, 2008), la familia y las relaciones personales (Chyi y

Mao, 2012; Masuda y Sortheix, 2012; Schnettler et al., 2014) y el ingreso o la situación

económica (Agrawal et al., 2011; Cracolici, Giambona y Cuffaro, 2012; Cummins, 2000;

Oshio y Kobayashi, 2011; Schnettler et al., 2014; Vera-Villarroel et al., 2012b), entre otros.

El ingreso o los recursos económicos pueden ser vistos como un instrumento que permite

comprar los bienes y servicios que contribuyen al bienestar individual (Salinas-Jiménez,

Artés y Salinas-Jiménez, 2010).

La literatura sobre la satisfacción de vida es extensa e incluye estudios que han

definido el concepto como felicidad, afecto positivo, y bienestar subjetivo (Diener, 1984). La

relación positiva entre la salud subjetiva y la satisfacción de vida ha sido un hallazgo

constante (Lohr, Essex y Klein, 1988; Rapkin y Fischer, 1992; Willits y Grider, 1988).

Además, cuando se examina la relación que tiene la edad y la satisfacción de vida con la

salud percibida, los resultados sugieren un patrón por el cual los individuos esperan una

disminución en la salud y la habilidad funcional con el incremento de la edad. También, las

percepciones de la salud fueron un mejor indicador de la satisfacción de vida en comparación

con el número de enfermedades crónicas (Gfellner, 1989).

También la edad es un factor, algunos investigadores han encontrado una relación

negativa o inversa entre la edad y la satisfacción (Fernandez-Ballesteros, 1997; García de

León, García de Cortaza y Ortega, 1996; Clemente, 1996; Ryff y Keyes, 1995; Quiroga y

Sánchez, 1995; Shmotkin, 1990; et.al, 1987; Klemmack y Roff, 1984; Veroff, Douvan y

Kulka, 1981), lo que se traduce en que son los más jóvenes son los que se encuentran más
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satisfechos y que la satisfacción en la vida decrece con la edad. En el estudio llevado a

término por Fernández-Ballesteros (1997), se encuentra que las personas de más edad, con

respecto de las más jóvenes presentan una puntuación significativamente más baja en la

satisfacción con la vida, así como consideran que, a medida que se van teniendo más años,

se vive peor.

El que la satisfacción con la vida disminuya con la edad puede ser explicado a partir

de diferentes aspectos. Acudiendo a la definición presentada con anterioridad sobre

satisfacción, cabría mencionar que la satisfacción y los juicios sobre la misma elaborados por

las personas pueden ser entendidos en base a tres aspectos, la calidad de vida, la cual se espera

que sea más baja en las personas de más edad, en la medida en que presentan una salud peor;

la expectativas y aspiraciones, mayores entre los más jóvenes; y los logros obtenidos

(Fernández-Ballesteros, 1997).

Con el paso de los años se manifiestan una serie de cambios al envejecimiento del

organismo que hacen que la persona manifieste un menor grado de salud, se produce un

aumento de las afecciones de todo tipo, los problemas con la salud son cada vez mayores y

más serios, siendo esto fruto del paso de los años y acelerados los síntomas y achaques por

las conductas no saludables realizadas ya durante muchos años de la vida, como el beber,

fumar, sobrepeso y carencia de actividad física, es por todo ello que son los sujetos de más

edad los que presentan una peor salud, y por consiguiente la satisfacción con la misma

también es más baja (García de León, García de Cortaza y Ortega, 1996).

Es en las aspiraciones y expectativas en la vida de una persona en donde debemos

basarnos en mayor medida para explicar la menor o mayor satisfacción de una persona con

la vida. Los cambios que esperan una persona, las oportunidades y el progreso, son mucho
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mayores entre las personas jóvenes, y a su vez son también estos los más optimistas con

respecto al futuro, como así también apunta Veroff, Douvan y Kulka (1981).

La importancia que las expectativas tienen para las personas y para la satisfacción de

las mismas se puede entender tras la concepción de Argyle (1987), para el cual la satisfacción

se puede predecir en función de la distancia que hay entre las condiciones actuales del

individuo, en ese momento concreto, y las aspiraciones que el sujeto tiene. Michalos (1985)

en su Teoría de las discrepancias múltiples también le concede un papel relevante a las

aspiraciones de las personas en cuanto a la satisfacción, en la medida en que entiende que la

satisfacción está en función de las múltiples comparaciones que realiza la persona, siendo la

más importante aquella que compara lo que uno tiene con respecto a lo que aspira conseguir

y sus expectativas de logro.

La familia y relaciones es otro aspecto que también parece influir es la familia, así lo

demuestran los resultados obtenidos por Montoya y Landero, (2008), en su estudio realizado

con jóvenes universitarios, donde se observó que el hecho de convivir en una familia con

ambos padres permite una mayor autoestima y satisfacción con la vida reportándose en estos

jóvenes mejor calidad de vida. Como se ha mencionado, la satisfacción con la vida surge de

las relaciones del individuo con su entorno familiar y social. Lo mismo ocurre en su

influencia con la comunicación. En este sentido cabe resaltar que la familia, como la más

antigua y básica de las instituciones humanas tiene a su cargo la transmisión de las normas,

roles y creencias propios de la cultura vigente (Linton, 1972), así como también cubre la

función de formar la personalidad e identidad de los individuos que de ella dependen, que

permitirán la expresión de afecto, la capacidad de decisión y la negociación circunstancial de

problemas, brindándoles los elementos necesarios para sobrevivir y adaptarse a la sociedad

(Ackerman 1981).
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La percepción que cada individuo tiene de su familia está conformada por su propia

percepción sobre las relaciones entre los miembros de la misma y por la integración del

conjunto de las percepciones de cada uno de sus integrantes. De ahí que lo que interioriza es

la familia como un sistema formado por interrelaciones en el tiempo y en el espacio. Donde

la comunicación adecuada y abierta entre los miembros es una condición necesaria en las

relaciones familiares, funcionamiento y satisfacción (Laing, 1986).

Se ha establecido que la relación con ambos padres y la comunicación con ellos, así

como el control que ejercen sobre los hijos está relacionada directamente con la autoestima

y seguridad de los adolescentes. En esta dirección, se puede decir que la comunicación es un

factor de influencia sobre la conducta futura en los diversos ámbitos en los que el joven se

desenvuelve (Neighbors, Forehand y Vicar, 1993; Brage y Meredith, 1994; Lackovic,

Dekovik y Opacic, 1994).

Es así que la calidad de las relaciones entre padre e hijos se asocia a los estilos de vida

que se observan en los adolescentes. Las relaciones con la madre son importantes, pero

también son cruciales las relaciones con el padre. Según Rodrigo, Máiquez, García, Martínez

y Martín (2004), es crucial la disponibilidad del padre, su implicación en los asuntos del hijo

o hija, su capacidad de comunicación y el grado de apoyo paterno que percibe el adolescente

para sentirse satisfecho con su entorno.

En su estudio, Álvarez (1999) confirma esta relación al señalar la importancia del

padre en la satisfacción de la adolescente en su vida familiar, ya que cuando existe una buena

comunicación con él la satisfacción es alta, lo que no sucede con la madre. Al parecer,

entonces en la relación padre-hija gravita más la influencia del padre y, por lo tanto, la crisis

propia de esa edad disminuye. La influencia de la madre pareciera tener un menor peso, dado

que las relaciones madre-hija, por lo general, son mejores y no se diferencian mucho entre
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hombres y mujeres. Según Díaz-Guerrero (1994), el rol tradicional del padre en la cultura

mexicana ha sido considerado básicamente como fuente de autoridad, disciplina y apoyo

económico. Otros (Neighbors et al., 1993; Lackovic et al., 1994) enfatizan el rol de la madre

como cariñoso y comprensivo.

Las relaciones familiares se harán más sólidas si se establece una buena

comunicación, por el contrario, si los canales de comunicación se encuentran bloqueados de

manera impositiva habrá una resistencia a cambiar, dando como resultado el desarrollo de un

síntoma que pudiera alterar el desarrollo de los hijos. El Instituto Nacional de Estadistica

Geografia y la Secretaría Educación Pública, a través del Instituto Nacional de la Juventud,

llevaron a cabo una encuesta de gran importancia para el país en el 2000. Entre los datos

significativos que se encontraron parece que los jóvenes en México mantienen gran apego e

identificación familiar. Los padres ejercen una reconocida autoridad sobre sus hijos y la

madre constituye el principal apoyo moral (INEGI, 2000).

El estrés escolar en la literatura se ha encontrado una asociación entre estrés y

satisfacción con la vida, como lo muestra un estudio transcultural realizado por Matheny,

Roque y Curlette (2008), quienes detectaron una correlación negativa entre estrés percibido

y satisfacción con la vida. Además de no encontrar diferencias entre hombres y mujeres en

función de la satisfacción con la vida y el estrés percibido, De ello, se desprende que la

satisfacción con la propia vida está asociada con numerosos factores tanto internos como

externos al ser humano. Por tanto, la forma de enfrentar los eventos estresantes, en los

jóvenes, quienes tienen que lidiar con una serie de demandas, desafíos y responsabilidades

que generan preocupación, ocupe un lugar relevante en el grado de satisfacción.

Los agentes que pueden provocar la respuesta de estrés o estresores son eventos o

condiciones que en una situación determinada son percibidos como amenazantes. Éstos
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pueden ser eventos vitales que se presentan con poca frecuencia, pero que crean periodos de

estrés agudo, ya que generan grandes cambios en la vida ordinaria, por ejemplo, una boda, la

muerte o el desempleo; o pequeñas contrariedades cotidianas que dada su frecuencia se

convierten en estrés crónico, por ejemplo, tráfico o relaciones interpersonales impactando

directamente en la satisfacción con la vida (Kalia, 2002).

Por otro lado, en una investigación con estudiantes universitarios de Monterrey,

México, se encontró que al enfrentar cambios y requerimientos de su ambiente (estresores),

éstos pueden llegar a desencadenar síntomas que afectan la calidad de vida de la persona,

tales como fatiga, dolor de estómago, de pecho, cefalea, trastornos gastrointestinales, entre

otros (González y Landero, 2008a). Los autores agregan que si el estudiante no tiene los

recursos suficientes para afrontar los estresores su rendimiento académico puede verse

seriamente afectado; este estudio también reportó que las mujeres presentan niveles de estrés

más elevados que los hombres.

1.5 Afecto positivo y afecto negativo

La satisfacción con la vida puede ser definida como un proceso de juzgamiento

cognitivo acerca de algún dominio específico o una evaluación general de la propia vida, que,

a su vez, depende de una comparación entre la vida del individuo y un padrón por el escogido

en el que influyen los afectos positivos y negativos en la vida diaria (Diener, Lucas y Oishi,

2002; Segabinazi, 2012). A mediados de la década de los ochenta, Watson y Tellegen (1985)

indican que existe un consenso entre los teóricos del afecto en torno a dos dimensiones

básicas, las cuales los autores denominan afecto positivo y afecto negativo. Rosenberg (1998)

afirma que el afecto es un término que se refiere a todo aquello emocional, es decir, pueden
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ser varias formas específicas de afecto como los sentimientos, preferencias, emociones,

humor y rasgos afectivos.

Los estudios experimentales relacionados con el afecto positivo han demostrado

que éste se relaciona con una organización cognitiva más abierta, flexible y compleja que

posibilita una mejor integración de la información. El resultado de esta forma de pensar

facilita los procesos de resolución de problemas y, por tanto, la toma de decisiones (Vecina,

2006). Los afectos pueden ser considerados con la intensidad y la frecuencia con que las

personas viven las emociones. Así, personas con índices elevados de afecto positivo

experimentan episodios de placer con más intensidad y frecuencia y se consideran alegres,

entusiasmadas y confiadas. En contrapartida, individuos con altos valores de afectos

negativos tienden a experimentar frecuentes episodios intensos de poco placer y de modo

general, se consideran tristes, desanimados y preocupados (Hernández, Lugo y León, 2011;

Lyubomirsky, King y Diener, 2005).

El afecto positivo es un placer puramente hedónico y experimentado en un

determinado momento como un estado de alerta, de entusiasmo y de actividad. Es un

sentimiento transitorio de placer activo; más una descripción de un estado emocional de que

un juzgamiento cognitivo” (Diener, Lucas y Oishi, 2002; Segabinazi, 2012). El afecto

positivo como un constructo dimensional (no categorial) incluye todos aquellos estados

afectivos con valencia positiva como alegría, entusiasmo, enamoramiento, entre otras

(Russell y Carroll, 1999).

Según Watson, Clark y Tellegen (1988) un alto Afecto Positivo reflejaría

entusiasmo, energía, alerta, interés y alegría; mientras que un bajo Afecto Positivo indicaría

letargo y fatiga. En un alto Afecto Negativo predominarían los sentimientos de ira, culpa,

temor y nerviosismo; mientras que el bajo Afecto Negativo sería un estado de calma y
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serenidad. Para Lyubomirsky, King y Diener (2005), en un estudio de meta-análisis,

encuentran que el Afecto Positivo puede ser la causa de algunas de las características,

recursos y éxitos deseables que correlacionan con felicidad ya que incluye cualidades como

la confianza, el optimismo, la autoeficacia, la sociabilidad, la actividad, la energía, la

conducta prosocial, el bienestar físico, el afrontamiento efectivo, la originalidad y la

flexibilidad.

El afecto negativo, a su vez, es un estado transitorio de distracción y de placer que

incluye emociones desagradables como depresión, ansiedad, agitación, pesimismo,

aborrecimiento, y otros síntomas psicológicos aflictivos y angustiantes (Diener, Lucas y

Oishi, 2002).Algunos ejemplos de estados afectivos negativos son la tristeza, ira, miedo,

ansiedad, entre otras. Siendo así, se puede constatar que una medida elevada de Bienestar

Subjetivo incluye la satisfacción con la vida de modo general; frecuentes experiencias

emocionales positivas, o sea, momentos de alerta, entusiasmo y de actividad; y raras

experiencias emocionales negativas, como ansiedad y depresión. A este respecto,

Fredrickson (2002) destaca que las emociones positivas deben ser cultivadas para obtener

crecimiento psicológico e imponer salud física y mental.

La presencia de afectos positivos no está relacionada necesariamente a la ausencia

de afectos negativos. De esa forma, personas con altos niveles de afectos positivos pueden

experimentar afectos negativos y sentirse tristes, disgustadas o culpadas en determinados

momentos de su vida. Pese a eso, pasado algún tiempo se puede percibir que hay un retorno

a los índices anteriores de afectos (Diener, 1994). Además, la percepción de la felicidad o

infelicidad es más influenciada por la frecuencia con que un individuo experimenta afectos

positivos, que por la intensidad de los afectos. Así, es más expresivo experimentar emociones
23

positivas varias veces durante la vida, independientemente de la intensidad, de que raras

emociones positivas de alta intensidad (Lyubomirsky, King y Diener, 2005).

Según Diener, Smith y Fujita (1995) encuentra que en estudiantes universitarios,

las emociones placenteras incluidas en el afecto positivo como el amor o la alegría son más

frecuentes que emociones displacenteras incluidas en el afecto negativo como vergüenza,

miedo, tristeza o ira. A partir de los 30 años el afecto positivo es muy consistente a lo largo

del tiempo. El afecto negativo tiene su pico más alto en la adolescencia tardía y a partir de

ahí decrece con la edad hasta al menos la mitad de la vida adulta (Carr, 2004).

En el caso del afecto positivo la evidencia muestra que, si se presenta en niveles

altos, se caracteriza por alta energía, motivación, deseos de afiliación, concentración y

agradable dedicación, sentimientos de dominio, logro y éxito; además de que es considerado

como un factor protector de enfermedades y facilita un buen rendimiento; mientras que la

presencia de un bajo afecto positivo, se distingue por la tristeza y letargo (Alcalá, Camacho,

Giner, Giner e Ibáñez, 2006; Moral, 2011).

1.6 Teorías del desarrollo

El desarrollo tiene lugar cuando se observan cambios duraderos. En la persona

coinciden el cambio y la estabilidad, dado que los cambios de las diversas competencias

personales transcurren a distintas velocidades y en su interacción producen cierta estabilidad,

por ejemplo, en la autonomía de la persona o en su bienestar (Martin y Kliegel, 2004).

Las teorías son esenciales puesto que explican los “porqués” de esto. En cuanto al

desarrollo humano una teoría es un conjunto organizado de ideas diseñado para explicarlo,

las teorías sobre el desarrollo humano son mucho más complicadas pero su objetivo es el
24

mismo: Explicar la conducta y lo ya mencionado. No existen teorías del desarrollo humano

verdaderamente exhaustivas y sirven como base para la investigación (Lerner, 2002).

1.6.1 Teoría del desarrollo psicosocial de Eric Erikson

Erikson reinterpretó las fases psicosexuales elaboradas por Freud y enfatizó, según

Engler los aspectos sociales de cada una de ellas en cuatro aspectos principales, incrementó

el entendimiento del ‘yo’ como una fuerza intensa, vital y positiva, como una capacidad

organizadora del individuo con poder de reconciliar las fuerzas sintónicas y las distónicas,

así como de solucionar las crisis que surgen del contexto genético, cultural e histórico de

cada individuo. Explico las etapas de desarrollo psicosexual de Freud, integrando la

dimensión social y psicosocial, extendió el concepto la personalidad para el ciclo completo

de la vida, de la infancia a la vejez y por ultimo exploró el impacto de la cultura, de la

sociedad y de la historia deacuerdo a la personalidad (Bordingnon, 2005).

Según Dicarpio (1989) En la formulación de la teoría del desarrollo psicosocial de

Erikson, Cloninger, destaca los siguientes aspectos; las diferencias individuales mencionan

que los individuos difieren en cuanto a las fuerzas internas; hombres y mujeres presentan

diferencias de la personalidad debido a diferencias biológicas. La Adaptación y ajustamiento

a un ‘yo’ fuerte es la llave para la salud mental; deriva de una buena resolución de las ocho

fases de lo ya mencionado en el ‘yo’, con predominancia de las fuerzas positivas sobre las

negativas (confianza sobre desconfianza, entre otras).

Los procesos cognitivos como el inconsciente es una fuerza importante en la

formación de la personalidad; la experiencia es influenciada por modalidades biológicas que

se expresan por medio de símbolos y juegos. La sociedad modela la forma con que las

personas se desenvuelven (de ahí el término ‘desarrollo psicosocial’); las instituciones


25

culturales dan soporte a las fuerzas del ‘yo’ (la religión da sustentación a la confianza y a la

esperanza, entre otras). (Bordingnon, 2005).

La influencia biológica impacta en los factores biológicos que son determinantes en

la formación de la personalidad; las diferencias de sexo en la personalidad son fuertemente

influenciadas por las diferencias del ‘aparato genital’. De acuerdo con esto el niño: se hace a

lo largo de cuatro fases psicosociales, cada una de ellas contiene una crisis que desarrolla una

fuerza específica del ‘yo’. El desarrollo del adulto que dice que los adolescentes y los adultos

se desarrollan a lo largo de otras cuatro fases psicosociales; también ahí cada fase envuelve

una crisis y desarrolla una fuerza específica del ‘yo’ (Dicarpio, 1989).

El autor Bordingnon (2005) menciona que la perspectiva de Erikson fue organizar

una visión del ciclo completo de la vida de la persona humana, extendiéndolo en el tiempo,

de la infancia a la vejez, y en los contenidos se menciona el ámbito psicosexual y psicosocial,

organizados en ocho estadios. Cada estadio integra el nivel somático, psíquico y ético-social

y el principio epigenético. Estos comprenden un conjunto integrado de estructuras

operacionales que constituyen los procesos psicosexuales y psicosociales de una persona en

un momento dado los estadios son jerárquicos, esto explica que integran las cualidades y

las limitaciones de los estadios anteriores.

La crisis según Erikson citado por Borningnon (2005) comprende el paso de un

estadio a otro, como un proceso progresivo de cambio de las estructuras operacionales, o un

proceso de estancamiento (o regresivo) en el mismo, manteniendo las estructuras

operacionales. Comprende, también, la relación dialéctica entre las fuerzas sintónicas

(virtudes o potencialidades) y las distónicas (defectos o vulnerabilidad) de cada estadio. De

la resolución positiva de la crisis dialéctica emerge una fuerza, virtud o potencialidad,


26

específica para aquella fase. De su no resolución emerge una patología, un defecto o

fragilidad específica para aquel estadio.

Erikson describe los estadios psicosociales del Ciclo Completo de la Vida en diversas

obras, destacándose: Infancia y Juventud (1971), Identidad, Juventud y Crisis (1987), Un

Modo de ver Las Cosas (1994) y el Ciclo Completo de la vida (1998). (Bordingnon, 2005).

El primer estadio es confianza vs desconfianza y se presenta en niños de 0 a 12-18

meses. El modo psicosexual del niño comprende la asimilación de los patrones somáticos,

mentales y sociales por el sistema sensorio motor, oral y respiratorio, mediante los cuales el

niño aprende a recibir y a aceptar lo que le es dado. La confianza básica como fuerza

fundamental de esta etapa, nace de la certeza interior y de la sensación de bienestar en lo

físico (sistema digestivo, respiratorio y circulatorio), en el psíquico (ser acogido, recibido y

amado) que nace de la uniformidad, fidelidad y cualidad en el abastecimiento de la

alimentación, atención y afecto proporcionados principalmente por la madre (Erikson, 1950).

La desconfianza básica se desarrolla en la medida en que no encuentra respuestas a

las anteriores necesidades, dándole una sensación de abandono, aislamiento, separación y

confusión existencial sobre si, sobre los otros y sobre el significado de la vida. Cierta

desconfianza es inevitable y significativa desde el punto de vista personal y social de la niñez,

para la formación de la prudencia y de la actitud crítica (Bordingnon, 2005).

El segundo estadio es la autonomía vs vergüenza y duda la autonomía en la infancia

es de 2 a 3 años, es este el período de la maduración muscular, aprendizaje de la autonomía

física; del aprendizaje higiénico, del sistema retentivo y eliminativo; y del aprendizaje de la

verbalización y de la capacidad de expresión oral. El ejercicio de estos aprendizajes se vuelve

la fuente ontogenética para la autonomía, esto es, de la auto-expresión de la libertad física,


27

de locomoción y verbal; bien como de la heteronimia, esto es, de la capacidad de recibir

orientación y ayuda de los otros (Erikson, 1950 citado en Bordindnon 2005).

Mientras tanto, un excesivo sentimiento de autoconfianza y la pérdida del autocontrol

pueden hacer surgir la vergüenza y la duda, como imposibilidad de ejercitarse en su

desarrollo psicomotor, entrenamiento higiénico y verbalización; y sentirse desprotegida,

incapaz e insegura de sí y de sus cualidades y competencias. El justo equilibrio de estas

fuerzas es importante para la formación de la consciencia moral, del sentido de justicia, de la

ley y del orden, además de un sabio equilibrio entre las experiencias de amor u odio,

cooperación o aislamiento, autonomía o heteronomía; de los comportamientos solidarios,

altruistas o egocéntricos hostiles y compulsivos (Bordingnon, 2005).

Según Erickson citado en Bordingnon (2005) La virtud que nace de la resolución

positiva de la dialéctica autonomía versus vergüenza y duda son la voluntad de aprender, de

discernir y decidir, en términos de autonomía física, cognitiva y afectiva, de tal forma que el

contenido de esta experiencia puede ser expresada como: “Yo soy lo que puedo querer

libremente” La presencia de los padres (padre y madre) es fundamental en esta etapa para el

ejercicio del aprendizaje de la autonomía y de la auto-expresión para la superación de la

vergüenza, de la duda y del legalismo, en la formación de la deseo y del sentido de la ley y

del orden.

El tercer estadio es la iniciativa vs culpa y miedo comienza en edad preescolar de 3

a 5 años la dimensión psicosexual de la edad preescolar corresponde al descubrimiento y al

aprendizaje sexual (masculino y femenino), la mayor capacidad locomotora y el

perfeccionamiento del lenguaje. Estas capacidades predisponen al niño para iniciarse en la

realidad o en la fantasía, en el aprendizaje psicosexual (identidad de género y respectivas


28

funciones sociales y complejo de Edipo), en el aprendizaje cognitivo (forma lógica

preoperacional y comportamental) y afectivo (expresión de sentimientos) (Erikson, 1964).

La fuerza distónica de esta etapa es el sentimiento de culpa que nace del fracaso en el

aprendizaje psicosexual, cognitivo y comportamental; y el miedo de enfrentarse a los otros

en el aprendizaje psicosexual, psicomotor, escolar o en otra actividad. El justo equilibrio entre

la fuerza sintónica de la iniciativa y la culpa y el miedo es significativo para la formación de

la consciencia moral, a partir de los principios y valores internalizados en los procesos de

aprendizaje, en la iniciación del aprendizaje escolar, de la inserción social, a través de los

prototipos ideales representados por sus padres, adultos significativos y la sociedad

(Bordingnon, 2005).

Según Erikson (1964) la presencia de la tríada familiar es necesaria para la formación

de la capacidad de separación afectiva, de dar y recibir afecto a una tercera persona,

incluyendo la resolución del Complejo de Edipo. La virtud que surge de la resolución positiva

de esta crisis es el propósito, el deseo de ser, de hacer y de convivir, sintetizado en la

expresión: “Yo soy lo que puedo imaginar que seré”. El moralismo será la palabra para

designar la internalización de las normas sociales de forma inhibidora y culposa. Esta

ritualización se expresa en tres niveles diferentes en la expresión de jugar.

El cuarto estadio es la industria vs inferioridad esta empieza en edad escolar y latencia

y comprende de 5-6 a 11-13 años. En el período de la latencia disminuyen los intereses por

la sexualidad personal y social, acentuándose los intereses por el grupo del mismo sexo. La

niñez desarrolla el sentido de la industria, para el aprendizaje cognitivo, para la iniciación

científica y tecnológica; para la formación del futuro profesional, la productividad y la

creatividad. Es capaz de acoger instrucciones sistemáticas de los adultos en la familia, en la


29

escuela y en la sociedad; tiene condiciones para observar normas, leyes, realizar y dividir

tareas, responsabilidades y compromisos (Erikson, 1950 citado en Borningnon 2005).

Es el inicio de la edad escolar y del aprendizaje sistemático. Es función de los padres

y de los profesores ayudar a que los niños se desarrollen sus competencias con perfección y

fidelidad, con autonomía, libertad y creatividad. La fuerza dialéctica es el sentimiento de

inadecuación o de inferioridad existencial, sentimiento de incapacidad en el aprendizaje

cognitivo, comportamental y productividad. De la resolución de esta crisis nace la

competencia personal y profesional para la iniciación científica-tecnológica y la futura

identidad profesional, expresada en la frase: “Yo soy el que puedo aprender para realizar un

trabajo” (Bordingnon, 2005).

El aprendizaje y el ejercicio de estas habilidades y el ejercicio tecnológico de la

cultura desarrollan en el niño el sentimiento de capacitación, competencia y de participación

en el proceso productivo de la sociedad, anticipando el perfil de futuro profesional. Cuando

el niño ejecuta estas habilidades exclusivamente por el valor de la formalidad técnica,

sacrificando el sentido lúdico y la fuerza de la imaginación, puede desarrollar una actitud

formalista en relación a las actividades profesionales, volviéndose esclavo de los procesos

tecnológicos y burocráticos (Dicaprio, 1989).

Menciona Erikson (1968) que el quinto estadio es identidad vs confusión de roles,

fidelidad y fe adolescencia comprende de 12 a 20 años. El período de la pubertad y de la

adolescencia se inicia con la combinación del crecimiento rápido del cuerpo y de la madurez

psicosexual, que despierta intereses por la sexualidad y formación de la identidad sexual.

Esta etapa tiene la función de la formación de la identidad personal en los siguientes aspectos,

identidad psicosexual por el ejercicio del sentimiento de confianza y lealtad con quien pueda

compartir amor, la identificación ideológica por la asunción de un conjunto de valores, la


30

identidad psicosocial, la identidad profesional por la selección de una profesión en la cual

poder dedicar sus energías y capacidades de trabajo y crecer profesionalmente; y la identidad

cultural y religiosa en la que se consolida su experiencia cultural y religiosa, además de

fortalecer el sentido espiritual de la vida.

Según Erickson citado en Bordingnon (2005) La fuerza distónica es la confusión de

identidad, de roles, la inseguridad y la incertidumbre en la formación de la identidad. La

relación social significativa es la formación de grupo de iguales, por el cual el adolescente

busca la sintonía e identificación afectiva, cognitiva y comportamental con aquellos con los

cuales puede establecer relaciones auto definitorias; superar la confusión de roles; establecer

relaciones de confianza, estabilidad y fidelidad; consolidar las formas ideológicas o las

doctrinas totalitarias y enfrentar la realidad de la industrialización y globalización.

La fuerza distónica es la confusión de identidad, de roles, la inseguridad y la

incertidumbre en la formación de la identidad. La relación social significativa es la formación

de grupo de iguales, por el cual el adolescente busca la sintonía e identificación afectiva,

cognitiva y comportamental con aquellos con los cuales puede establecer relaciones

autodefinitorias; superar la confusión de roles; establecer relaciones de confianza, estabilidad

y fidelidad; consolidar las formas ideológicas o las doctrinas totalitarias y enfrentar la

realidad de la industrialización y globalización (Dicaprio, 1989).

La fuerza específica que nace de la constancia en la construcción de la identidad es la

fidelidad y la fe. La fidelidad es la solidificación y asunción de los contenidos y proceso de

su identidad alimentando la búsqueda constante de nuevos estadios de perfeccionamiento del

amor, de la profesión, de la cultura y de la fe. El principio del orden social elaborado en la

adolescencia es la orden ideológica, una visión de mundo, de sociedad, de cultura y de fe

como fundamento teórico de la cosmovisión personal. Las instituciones, detentoras de las


31

ideologías culturales, políticas y religiosas, tienen la función importante de inspirar a los

adolescentes en la formación de su proyecto de vida, profesional e institucional (Bordingnon,

2005).

El sexto estadio es intimidad vs aislamiento, amor Joven Adulto comprende de 20 a

30 años. La madurez psicosexual del adolescente tiene su culminación en lo que la

psicoanálisis llama momento de la genitalidad, que consiste en la capacidad de desarrollar

una relación sexual saludable, con un partícipe amado del otro sexo, con quien pueda y quiera

compartir con confianza mutua y regular, los ciclos de vida de procreación, de trabajo y ocio,

a fin de asegurar a la descendencia futura unas mejores condiciones de vida y de trabajo

(Erickson, 1964).

La intimidad es la fuerza sintónica que lleva al joven adulto a confiar en alguien como

compañero en el amor y en el trabajo, desarrollando la fuerza ética necesaria para ser fiel al

mismo tiempo que imponen sacrificios y compromisos significativos. El reverso de esta

situación es el aislamiento afectivo, el distanciamiento o la exclusividad que se expresa en el

individualismo y egocentrismo sexual y psicosocial, individual. Un justo equilibrio entre la

intimidad y el aislamiento fortalece la capacidad de la realización del amor y el ejercicio

profesional. Los principios relacionados son las relaciones sociales de integración y

compromisos en instituciones y asociaciones culturales, políticas, deportivas y religiosas

(Bordingnon, 2005).

La fuerza del amor transforma la expresión de la dialéctica de los estadios anteriores

del “yo soy” a “nosotros somos”, así expresa: “Nosotros somos lo que amamos”, el nosotros,

nuestros hijos, nuestro trabajo y las asociaciones a las que pertenecemos. La capacidad de

amar y trabajar se transforma en corrientes de asociaciones de solidaridad, (ritualizaciones

integrantes), en cuanto que los sistemas elitistas (ritualizaciones desintegrantes) se forman a


32

partir del aislamiento afectivo y social, del cultivo del narcisismo y de los grupos esnobistas

(Dicaprio, 1989).

El séptimo estadio es generatividad vs estancamiento, cuidado y celo Adulto

comprende de 30 a 50 años. En este estadio, crece el cuidado y la inversión en la formación

y la educación de las nuevas generaciones, de los propios hijos, los hijos de los otros y de la

sociedad. La crisis psicosocial del adulto se caracteriza por el conflicto de la generatividad

versus el estancamiento. Después de la paternidad (maternidad) el impulso generativo

incluye la capacidad de la productividad, de nuevos productos por el trabajo, por la ciencia y

tecnología; y la creatividad, esto es, la generación de nuevas ideas para el bienestar de las

nuevas generaciones (Erickson, 1964).

Esta dialéctica representa la fuerza de generación en la vida humana o a su extinción

determinando su experiencia de vida o muerte. Es importante la superación de esta dialéctica

para que la persona sea capaz de amar y trabajar para el bien de los otros y aquellos de su

círculo familiar. La virtud propia de ese período es el cuidado y el amor, este sentimiento de

responsabilidad que transciende la atención a la propia familia y trabajo. Un sentimiento de

responsabilidad universal para todos los hijos y por todo producto del trabajo humano.

(Bordingnon, 2005).

Según Erickson (1964) es la capacidad de donación de sí en el amor y en el trabajo,

en beneficio de los otros y de los valores universales de la humanidad. Siempre que la fuerza

generativa fracasa surge un sentimiento de estancamiento, depresión, de narcisismo que

imposibilitan la eficiencia y eficacia del amor (vida matrimonial) y del trabajo. El

estancamiento representa una regresión psicosocial y la necesidad obsesiva de pseudo-

intimidad, acompañada de sentimientos de infecundidad personal y social, sentimiento


33

percibido en la incapacidad de generar, de producir y de criar. El rechazo es un sentimiento

de aislamiento y alejamiento de los otros.

Según Erickson citado en Bordingnon (2005) Cuando el rechazo social es inhibido se

puede volver contra la propia persona, como auto-rechazo. Los principios de orden social

ligados al cuidado y celo son las corrientes de educación y tradición, que preconizan la

necesidad de la crear y desarrollar instituciones que puedan garantizar la calidad de vida de

las nuevas generaciones, dándoles continuidad y consistencia. El ritualismo, potencialmente

intransigente de la edad adulta, puede transformarse en autoritarismo, por el uso exagerado

del poder generativo al imponerse en la vida familiar, en la vida profesional o por la

imposición de las ideologías en los procesos psicosociales.

El octavo y último estadio es integridad vs desespero, sabiduría vejez comienza

después de los 50 años. El trazo sintónico de este estadio es el de la integridad. En ella, los

modos y los sentidos anteriores son resignificados a la luz de los valores y de las experiencias

de ese momento, sean los sanos o los patológicos. La suma de los modos psicosexuales tiene

un significado integrador. La palabra que mejor expresa la integridad significa, aceptación

de sí, de su historia personal, de su proceso psicosexual y psicosocial; la integración

emocional de la confianza, de la autonomía, la vivencia del amor universal, una convicción

de su propio estilo historia de vida, una confianza en sí, como modelo por la vida vivida y

por la muerte que tienen que enfrentar (Erickson, 1964).

La falta o la pérdida de esa integración o de sus elementos se manifiestan por el

sentimiento de desespero, con la ausencia de sus valores. La palabra clave para expresar esta

fuerza básica es sabiduría, que recuerda el saber acumulado durante toda la vida, la capacidad

de juicio maduro y justo, y la comprensión de los significados de la vida y la forma de ver y

recordar las experiencias vividas, así como de escuchar, oír y recordar todos los sus
34

significados. La falta, la pérdida o la debilidad de la integración se presentan por el temor a

la muerte, por la desesperanza, por el desespero y por el desdén. (Bordingnon, 2005).

La ritualización que culmina la vida humana y da sustento a la sabiduría y a la

filosofía, que mantienen el significado esencial e integrador de la vida, de los sentimientos,

de las ideas y de los comportamientos y da esperanza en la sabiduría. Contraponiendo a los

sistemas filosóficos y religiosos, el ritualismo desvinculante de este estadio es el

dogmatismo. Basado en el poder totalizante, que puede transformarse en dogmatismo

coercitivo (Dicaprio, 1989).

1.6.2 Teoría de la estructura de la Vida

Daniel Levinson (1978, 1986, 1987), psicólogo norteamericano, propuso una teoría

del desarrollo del adulto estructurada en una serie de etapas llamadas eras o estaciones

(seasons). Trabajando inicialmente con hombres (1978) y posteriormente con mujeres

(1987), Levinson postuló que en el centro de todo proceso de crecimiento está la estructura

de la vida (life structure). Mediante este constructo, Levinson adelantó la idea de que en todo

individuo hay un patrón estable de conducta que se manifiesta a lo largo del tiempo y que se

convierte en el centro o núcleo de su personalidad haciéndolo único y distinguiéndolo así de

los demás. La estructura de la vida de una persona es moldeada por el ambiente físico y social

del individuo y le permite responder a los cambios que se van dando a lo largo de los años.

Está formada por elementos específicos como el trabajo, el matrimonio y la vida

familiar, las amistades y las relaciones interpersonales, las creencias religiosas y las

actividades relacionadas con el ocio. Dado que todos estos elementos son interpretados y

asumidos de manera única por cada individuo, el resultado será una personalidad irrepetible,

distinta de las demás. Incluso eventos normativos comunes a edades o a etapas en la vida
35

darán lugar a conductas diferentes de otras, por lo que el profesional de ayuda deberá estar

atento a estos matices propios de cada personalidad (Levinson, 1978).

Para Levinson (1986), no existe una única y universal manera de estructurar la vida,

sino que cada persona adulta le otorga su propia impronta, tratando de vivir las posibilidades

que se presentan en cada momento. Ahora bien, ninguna estructura individual puede

incorporar todas las posibilidades existentes, por lo que cada persona tendrá que pasar por un

proceso de elección, de implantación y de evaluación. Esto implica que la estructura de vida

es un fenómeno evolutivo y no estático, flexible y no rígido en el que tanto las opciones

seleccionadas como las descartadas ocupan un lugar en la formación de la personalidad y en

el proceso de revisión de la estructura de la vida en el que la consejería profesional tiene un

papel muy activo. Dado que no es posible optar por todo a la vez, la revisión de la estructura

de la vida puede ser ocasión para replantearse opciones descartadas y decidir si se incorporan

o se dejan definitivamente fuera de la estructura creada.

En su Teoría de la Estructura de la Vida, Levinson (1986) identificó unos períodos

vinculados a la edad que se van desplegando a lo largo del tiempo en una secuencia ordenada

y universal. Inicialmente cuatro y posteriormente cinco, estos períodos, eras o estaciones se

caracterizan por momentos de relativa estabilidad, muchas veces de corta duración y por

momentos de transición, caracterizados por una fuerte intensidad emocional. Los cinco

períodos identificados por Levinson (1986) son:

• Preadultez: Desde el nacimiento hasta los 22 años

• Adultez temprana: De los 17 a los 45 años

• Adultez media: De los 40 a los 64 años

• Adultez tardía: De los 60 a los 85 años

• Adultez realmente tardía: De los 80 años en adelante.


36

Aunque Levinson (1978, 1987) encontró que las mujeres atraviesan por los mismos

períodos o etapas que los hombres, postuló que en éstas las etapas de la vida están mucho

más vinculadas al ciclo de vida de la familia. En el hombre se relacionan más con la selección

de carrera y con la vida profesional. No obstante, todo proceso de consejería deberá tomar en

cuenta las diferencias atribuidas al género, así como a otros elementos sociales importantes.

En la etapa de preadultez, el individuo comienza a desarrollar su carrera profesional y da

inicio a su vida de familia. Entre esta etapa y la siguiente, evalúa los logros alcanzados y se

decide a progresar en la trayectoria trazada. Como en las demás etapas identificadas,

Levinson propone una serie de tareas que el joven preadulto debe realizar antes de pasar al

estadio siguiente.

Establecer y poner en práctica una estructura de vida propia del mundo preadulto.

Tanto ésta como la tarea anterior reclaman la existencia de mecanismos que promuevan el

logro pretendido. Haría falta revisar los recursos disponibles al joven universitario para ver

si, en efecto, cuenta con los medios que le permitan transicionar exitosamente de la

adolescencia a la adultez temprana. Uno de estos mecanismos es la capacidad de llevar a

cabo una reflexión crítica de sí mismo, a fin de identificar fortalezas y limitaciones,

aprendiendo a hacer uso óptimo de las primeras y a incorporar y transformar las segundas.

Según Levinson (1978) Aprender y poner en práctica destrezas de manejo personal.

Tal vez una de las más importantes en el ambiente universitario es la del manejo de la

diversidad. Conlleva reconocer la existencia de otras perspectivas, en ocasiones

diametralmente opuestas a las propias. Desarrollar una identidad ocupacional. La falta de

orientación en este campo en muchos jóvenes que ingresan a la universidad contribuye a que

las metas establecidas en el proceso de ayuda se compliquen seriamente, ya que el factor

tiempo juega un papel decisivo. Al mismo tiempo, el hecho de que algunas experiencias
37

relacionadas al mundo del trabajo van asociadas a una práctica o internado y conllevan una

nota académica da lugar a nuevas presiones y situaciones más complejas. La presión de la

familia, el tiempo y el dinero invertidos, puede contribuir también a estas presiones.

Involucrarse en la vida comunitaria. Sin lugar a dudas, ésta es una de las metas más

importantes de la vida universitaria. El compromiso social y la contribución profesional al

bien común debe ser una exigencia moral de todo estudiante a este nivel. Una vez más,

convendría evaluar los mecanismos existentes que contribuyen o entorpecen a esta tarea.

Obviamente, al describir los componentes de estas tareas, hablamos de indicadores del grado

de desarrollo y de madurez en el joven y no necesariamente de hitos establecidos de manera

inflexible. Conviene, además, recordar la necesidad de atemperar todas estas ideas a la

cultura latina y de manera especial a la idiosincrasia puertorriqueña, cada vez más difícil de

definir con claridad (Levinson, 1978).

Durante la adultez media, la persona se hace consciente de que no podrá alcanzar

todas sus metas y aspiraciones, por lo que tendrá que revisar y modificar su proceder. Es en

esta etapa que trabaja más de lleno en su singularidad como individuo y trata de cultivar sus

destrezas y sus valores. Las etapas finales se centran en la reflexión sobre los éxitos y los

fracasos experimentados y, presumiblemente, en el disfrute de los años que quedan por vivir.

Para Levinson (1986), las transiciones pueden servir de puente entre una etapa y la

siguiente, posibilitando un cambio cualitativo en la vida de la persona. No obstante, estas

transiciones no siempre son fáciles de recorrer o de resolver. Pueden provocar cierto grado

de desequilibrio, llegando en ocasiones a producir ansiedad, confusión e inestabilidad en

quien las experimenta. Es importante notar que estas transiciones no se resuelven

automáticamente. Pueden darse en más de una ocasión entre dos mismas etapas sirviendo así

para reexplorar los pasos dados y establecer nuevas metas y nuevos rumbos.
38

Levinson (1978, 1987) mismo señala que se debe hacer “desde la parte más saludable

de la persona”, postulado que coloca nuestra aportación profesional bajo una nueva

perspectiva, ya que en adelante no trabajaremos desde una experiencia de déficit o según la

conceptualización patologizante que en ocasiones permea las profesiones de ayuda, sino

desde una visión más positiva y optimista. En efecto, si cambiamos con regularidad el aceite

y el filtro de nuestros vehículos, prolongando así su vida útil, no hay razón para no hacer algo

parecido con nuestra vida emocional. Las maneras en que se conceptualiza, maneja y

responde a los distintos asuntos propios a cada etapa de la vida adulta y a cada momento de

transición contribuyen a la formación de una identidad personal con un mayor o menor grado

de coherencia y de congruencia internas así como a unas mayores o menores destrezas para

relacionarnos con otras personas. Al mismo tiempo, el estilo de conducirse en las muchas

transiciones que se dan a lo largo del los procesos tiene mucha relación con las creencias, los

sentimientos, los pensamientos y las conductas que se dan en la persona y que permiten un

paso más o menos efectivo a la etapa siguiente.

Es en estas dos primeras etapas que el joven comienza a trabajar de manera más o

menos seria y estable. Si el trabajo es uno de supervivencia, como en los establecimientos de

comida rápida, en los que muchas veces se ve sujeto a un horario impuesto que puede

interferir con sus compromisos académicos, el joven experimentará fuertes tensiones y

desequilibrios. Si el trabajo no tiene nada que ver con su elección de carrera o profesión, los

niveles de indecisión y de frustración podrán aumentar de forma considerable. Como muy

probablemente dependa aún de la ayuda de sus padres y tal vez el trabajo que tenga no le

provea la solvencia económica que desearía, no se siente del todo adulto y se le hace difícil

asumir las responsabilidades que conlleva esta etapa de su vida. Son elementos a tomar en

cuenta durante el proceso de consejería desde el escenario universitario, ya que juegan un


39

papel decisivo en la vida del joven pero muchas veces escapan a la consideración del

profesional de ayuda (Levinson, 1978).

1.6.3 Perspectiva temporal futura

Como introducción a este apartado Nuttin (1985), menciona que la perspectiva

temporal futura supone la representación de objetos localizados en el futuro e incluye dos

aspectos: los objetos motivacionales o metas, que constituyen el contenido de la PTF, y la

ubicación temporal de esas metas, que constituye su extensión. Asimismo, las actitudes hacia

el presente, pasado y futuro constituyen lo que el autor define como actitudes temporales,

también asociadas a la PTF. La noción de perspectiva temporal se encuentra, para Nuttin, la

base de la riqueza y variedad de actividades que una persona se propone.

En este contexto, es de vital importancia reconocer el papel que desempeñan las

condiciones de vida y experiencias personales en la construcción de la perspectiva temporal.

Nurmi (1994) reporta una serie de investigaciones en las cuales encuentra que las metas están

relacionadas a las tareas de desarrollo propias de cada etapa evolutiva. La localización precisa

de un evento en el futuro resulta de la experiencia individual con el medio. Para Zaleski

(1994), las personas con una larga PTF son más persistentes en su intento de alcanzar la meta

y obtienen mayor satisfacción de las acciones que se dirigen hacia la meta.

Para Zaleski (1994), el futuro es concebido como un espacio temporal abierto que

evoca actitudes positivas y negativas, es un espacio de planeamiento y realización de metas,

por lo que tiene un poder motivacional. Cada una de estas actitudes puede predominar en un

período de tiempo y puede ser también relativamente estable.

A partir de lo descrito hasta aquí podemos suponer que en cada etapa cuenta con

diferentes tipos de metas que cada persona construye tendrá características distintas de
40

acuerdo a las tareas de desarrollo que le son propias, y que las vivencias del pasado, presente

y futuro serán diferentes de acuerdo a la importancia que se otorgue a cada periodo temporal.

Asimismo, el modo en que las personas elaboran o construyen sus proyectos estaría además

directamente relacionado con los diferentes niveles de bienestar o satisfacción con la vida.

La adolescencia tardía, considerada generalmente como la etapa de tránsito a la etapa adulta,

se ubica básicamente en la finalización de los estudios escolares y el inicio de los estudios

superiores. La tarea primordial del adolescente es lograr una definición de sí mismo y de lo

que quiere llegar a ser en un futuro (Rice, 2000).

Los inicios de la adultez temprana generalmente se asocian al logro de la

independencia, tanto económica como emocional, lo que supone la inserción en el mundo

laboral. De este modo el trabajo resulta ser uno de los ejes fundamentales de desarrollo; el

otro eje lo constituyen los vínculos que el adulto establece con los demás. Para Neugarten

(1999), uno de los objetivos más importantes de esta etapa es conseguir un equilibrio entre

el situarse y prosperar, cumplir con las nuevas obligaciones, establecer vínculos más

profundos y conseguir reconocimiento.

La adultez media corresponde a una de las etapas más productivas de la vida, tanto

en el ámbito laboral como en el social. Las tareas fundamentales de esta etapa tienen que ver

con la perpetuación de la cultura y la aceptación de los cambios físicos. Esta es la etapa que

muchos describen como la de la crisis media de la vida, donde surge una suerte de evaluación

de todo lo pasado; la percepción y valoración del tiempo presenta así cambios importantes

con respecto a la etapa anterior (Stassen-Berger, 2001). Aquí aparecen los primeros signos

de envejecimiento y la necesidad de adaptarse a ellos (Craig, 1994). Finalmente la adultez

tardía se encuentra asociada al envejecimiento físico que resulta de una combinación de

factores genéticos y ambientales (Craig, 1994). Existe una cantidad considerable de


41

investigaciones que vinculan la PTF a diferentes momentos del ciclo vital; entre ellas se

encuentran las de Bouffard, Bastin y La pierre (1994).

1.6.4 Teoría de la motivación humana.

La “Teoría de la Motivación Humana”, propone una jerarquía de necesidades y

factores que motivan a las personas; esta jerarquía se modela identificando cinco categorías

de necesidades y se construye considerando un orden jerárquico ascendente de acuerdo a su

importancia para la supervivencia y la capacidad de motivación. De acuerdo a este modelo,

a medida que el hombre satisface sus necesidades surgen otras que cambian o modifican el

comportamiento del mismo; considerando que solo cuando una necesidad está

“razonablemente” satisfecha, se disparará una nueva necesidad (Colvin y Rutland 2008).

Las cinco categorías de necesidades son: fisiológicas, de seguridad, de amor y

pertenencia, de estima y de auto-realización; siendo las necesidades fisiológicas las de más

bajo nivel. Maslow también distingue estas necesidades en “deficitarias” (fisiológicas, de

seguridad, de amor y pertenencia, de estima) y de “desarrollo del ser” (auto-realización). La

diferencia distintiva entre una y otra se debe a que las “deficitarias” se refieren a una carencia,

mientras que las de “desarrollo del ser” hacen referencia al quehacer del individuo (Koltko

2006).

Sin ser exhaustivo, la caracterización de la jerarquía de necesidades propuesta por

Maslow es la siguiente (resumido de Simons, Irwin y Drinnien 1987; Boeree 2006; Feist y

Feist 2006):

• Necesidades fisiológicas: son de origen biológico y están orientadas hacia la

supervivencia del hombre; se consideran las necesidades básicas e incluyen cosas como:

necesidad de respirar, de beber agua, de dormir, de comer, de sexo, de refugio.


42

• Necesidades de seguridad: cuando las necesidades fisiológicas están en su gran parte

satisfechas, surge un segundo escalón de necesidades orientadas hacia la seguridad personal,

el orden, la estabilidad y la protección. Dentro de estas necesidades se encuentran cosas

como: seguridad física, de empleo, de ingresos y recursos, familiar, de salud y contra el

crimen de la propiedad personal.

• Necesidades de amor, afecto y pertenencia: cuando las necesidades de seguridad y

de bienestar fisiológico están medianamente satisfechas, la siguiente clase de necesidades

contiene el amor, el afecto y la pertenencia o afiliación a un cierto grupo social y están

orientadas, a superar los sentimientos de soledad y alienación. En la vida diaria, estas

necesidades se presentan continuamente cuando el ser humano muestra deseos de casarse, de

tener una familia, de ser parte de una comunidad, ser miembro de una iglesia o simplemente

asistir a un club social.

• Necesidades de estima: cuando las tres primeras clases de necesidades están

medianamente satisfechas, surgen las llamadas necesidades de estima orientadas hacia la

autoestima, el reconocimiento hacia la persona, el logro particular y el respeto hacia los

demás; al satisfacer estas necesidades, las personas se sienten seguras de sí misma y valiosas

dentro de una sociedad; cuando estas necesidades no son satisfechas, las personas se sienten

inferiores y sin valor. En este particular, Maslow señaló dos necesidades de estima: una

inferior que incluye el respeto de los demás, la necesidad de estatus, fama, gloria,

reconocimiento, atención, reputación, y dignidad; y otra superior, que determina la necesidad

de respeto de sí mismo, incluyendo sentimientos como confianza, competencia, logro,

maestría, independencia y libertad.

• Necesidades de auto-realización: son las más elevadas y se hallan en la cima de la

jerarquía; Maslow describe la auto-realización como la necesidad de una persona para ser y
43

hacer lo que la persona "nació para hacer", es decir, es el cumplimiento del potencial personal

a través de una actividad específica; de esta forma una persona que está inspirada para la

música debe hacer música, un artista debe pintar, y un poeta debe escribir.
44

Capítulo II. Felicidad


2.1 Definición de felicidad

En forma muy general, la felicidad puede plantearse como rasgo o como estado. Ello

implicaría dos perspectivas o modos de abordar el tema. Uno, sería considerar la felicidad

como un estado general que se consigue a través de estados parciales o situacionales de

felicidad y el otro, sería considerarla como un sentimiento general que hace “leer

positivamente las diferentes situaciones o avatares de la vida”. La lengua griega utiliza dos

palabras para designar el estado de ‘felicidad’: Makar: empleada con preferencia por Platón

quien le da el sentido de ‘ventura’ (sentido divino) y Eudaimonía: usada por Aristóteles, que

traducimos, por ‘felicidad’ (sentido humano). El término eudaimonía proviene de ‘eu-

daímon’, ‘buena suerte’ (Hernández y Valera, 2001).

Por su parte, Argyle (1990, 1992a y 1993; citado en Gómez, Villegas De Posada,

Barrera y Cruz, 2007) al definir la felicidad, parece referirse en términos generales a lo mismo

que los anteriores autores han denominado bienestar subjetivo bienestar subjetivo pues el

juicio de felicidad resulta, según él, de la acción conjunta de tres componentes: (1) la

satisfacción, es decir, un estado cognoscitivo vinculado con la consecución de logros; (2) la

frecuencia e intensidad en la vivencia de estados emocionales positivos; y (3) la frecuencia e

intensidad de las emociones negativas.

Para Argyle (1992) en lo que concierne al concepto de felicidad o bienestar subjetivo,

se ha definido de varias formas. Implica un estado psicológico de tipo emocional y cognitivo

de las personas, que se encuentra distribuido en las poblaciones de los países,

independientemente del nivel alcanzado por estos. Así, tanto en países muy ricos como muy

pobres se encuentra gente feliz independientemente de su nivel educacional e ingresos

económicos.
45

Pero Marías (1998) sostiene que si se entiende la felicidad como bienestar, se hacen

dos reducciones. En primer lugar, al tomarla como estar o sentirse bien, es decir, un estado

de ánimo o una situación, se la despoja de su carácter de actividad, tensión o proyección. En

segundo lugar, se tiende a confundirla con las cosas que posibilitan o facilitan ese estado o

situación. En la definición del Diccionario, la referencia a las cosas que hacen posible el

bienestar es manifiesta: el bienestar consiste sobre todo en ciertas cosas que se poseen, se

utilizan, se dispone de ellas. Y aun añade esa definición un elemento interesante: “pasarlo

bien y con tranquilidad”.

Según Avia y Vázquez (1998), el estudio del Bienestar Subjetivo hace referencia al

grado en que los propios individuos manifiestan que están subjetivamente satisfechos con

sus vidas o con algunos aspectos de ella (familia, trabajo, o uno mismo) y no tiene por qué

estar refrendado necesariamente por la opinión de los demás. Los investigadores sobre

Psicología Positiva han consensuado que para una definición operativa del concepto de

felicidad necesitamos de tres componentes claves (Diener, Suh, Lucas Y Smith, 1999):

Experiencias de afecto positivo frecuentes (alegría, placer, amor); experiencias de afecto

negativo infrecuentes (tristeza, ansiedad, dolor); y altos niveles de satisfacción vital,

entendido como la evaluación cognitiva global de cómo valora su vida una persona.

Para Delgado (1999) la felicidad puede considerarse como un estado mental que

proporciona sensaciones placenteras y que modula de manera agradable y positiva la

recepción y la interpretación de los impulsos recibidos del medio ambiente, de su almacenaje

en la memoria, y de los procesos receptores corporales; dándole de esta manera un matiz

cognoscitivo o racional a la felicidad.ba

Diener (2000) define la felicidad como el grado en el cual un individuo evalúa la

calidad global de su vida presente como un todo positivamente. En otras palabras, cuanto le
46

agrada la vida que él o ella lleva. También define felicidad como bienestar subjetivo

(subjective well-being, SWB), es decir, una evaluación subjetiva que cada cual hace de su

propia vida como totalidad o de algunas de sus facetas. Para Salmurri (2004), la felicidad es

un sentimiento, un estado de ánimo caracterizado por emociones de satisfacción, agrado y

placer. Según él, la gente se siente feliz cuando se siente bien consigo misma y con su

entorno. La felicidad puede considerarse como una situación psicológica que proporciona

sensaciones placenteras y que modula de manera agradable y positiva la recepción y la

interpretación de los impulsos recibidos del entorno, del almacenaje de la memoria o de los

propios receptores corporales.

En cuanto a la felicidad o bienestar subjetivo, Bar-On (1997, 2000) señala, en su

modelo de la inteligencia emocional como rasgo de personalidad, que es una aptitud que

forma parte, junto con el optimismo, del ámbito estado de ánimo general, y que consistiría,

específicamente, en la capacidad de disfrutar de uno mismo y de los otros, de divertirse, de

sentirse satisfecho con la propia vida y de experimentar sentimientos positivos emociones

positivas. Estas últimas son un importante factor a considerar en relación con un estilo de

vida saludable y el aumento del bienestar y la felicidad es el papel de las emociones positivas.

A pesar de que su estudio es reciente en Psicología, se ha evidenciado su importante papel

protector en situaciones de adversidad y facilitador de la salud, el bienestar y el crecimiento

de recursos personales que potencian la competencia social. Esto es subrayado en la teoría

de la ampliación y construcción de las emociones positivas de Fredrickson, desde la que se

afirma que las experiencias emocionales positivas tienen un efecto acumulativo con el

transcurso del tiempo, ampliando el repertorio de pensamientos y acciones, y contribuyendo

así a los recursos adaptativos.


47

De acuerdo con Veenhoven (2001), la felicidad es el grado con el cual una persona

evalúa la calidad total de su vida presente, considerada en su conjunto, de manera positiva.

En otras palabras, en qué manera aprecia una persona la vida que lleva. Otra definición

menciona que una persona feliz se caracterizaba por ser joven, saludable, con buena

educación, bien remunerada, extrovertida, optimista, libre de preocupaciones, religiosa,

casada, con alta autoestima, una gran moral del trabajo, aspiraciones modestas,

pertenecientes a cualquier sexo y con una inteligencia de alto alcance (Álvarez, 2007).

Felicidad es un término que se usa cotidianamente, aunque definirla es algo inusual,

de acuerdo al Diccionario de la Lengua Española, 2001 se define felicidad en los siguientes

términos: “Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien; Satisfacción, gusto,

contento; Suerte feliz”. En la antigüedad occidental, cuyo modelo es la cultura griega, la

felicidad se define como el equilibrio entre mente y cuerpo felicidad significa, en este

contexto, el equilibrio de los deseos y pensamientos que posibilitan una vida enriquecida. En

suma, antes que las propiedades, el conocimiento o el auto consentimiento, la felicidad

consistía en equilibrar las facultades humanas, en evitar una vida víctima del arrastre por una

sola de sus facetas (Trujano, 2013).

El autor Alarcón (2009), define la felicidad como el estado afectivo de satisfacción

plena que experimenta subjetivamente el individuo en posesión de un bien deseado. Esta

definición conlleva los siguientes indicadores: la felicidad significa sentimientos de

satisfacción que vivencia la persona y solo ella en su vida interior; el hecho de ser un estado

de la conducta, alude al carácter temporal de la felicidad, puede ser duradera, pero a la vez,

es perecible; la felicidad supone la posesión de un bien, es decir, se es feliz en tanto se posee

el bien u objeto que hace la felicidad; el bien o bienes que generan la felicidad son de
48

naturaleza variada (materiales, éticos, estéticos, psicológicos, religiosos, sociales, entre

otros.)

Por otro lado, y en relación con la línea anterior, Fernández (2009) propone que la

felicidad es única, radica en nuestro interior y poco tiene que ver con la acumulación de

bienes. Esto último ha sido ampliamente investigado con anterioridad por diversos

representantes de la psicología positiva (Seligman, 2002). De manera empírica, Diener y sus

colaboradores (1991, cit. por Lyubomirsky, Tkach y DiMatteo, 2006) han propuesto,

apelando al sentido común de la gente, que el término “felicidad” se utilice de manera

indiscriminada con el de bienestar subjetivo, entendido éste como un juicio cognitivo global

resultado de la combinación entre la satisfacción de la vida y el balance generado por la

frecuencia de afecto positivo y negativo.

Según Lucrecio (1969) piensa que desde el punto de vista psicológico la felicidad

puede conceptuarse como aquel estado afectivo de satisfacción plena que experimenta

subjetivamente el individuo en posesión de un bien deseado. Esta definición conlleva los

siguientes indicadores: a) la felicidad significa sentimientos de satisfacción que experimenta

una persona, y sólo ella, en su vida interior; b) el hecho de ser un “estado” del

comportamiento, alude al carácter temporal de la felicidad, puede ser duradera, pero a la vez,

es perecible; vale decir, no siempre se es feliz o dicho de otra manera, la felicidad se puede

perder; c) la felicidad supone la posesión de un bien, se es feliz en tanto se posee el bien

deseado, la felicidad no tiene sentido sin poseer el bien u objeto que genera la felicidad; d) el

bien o bienes que generan la felicidad son de naturaleza variada ( materiales, éticos, estéticos,

psicológicos, religiosos, sociales, etc.)


49

2.2 Antecedentes de la felicidad

Aunque ha sido un tema que ha interesado a la humanidad desde la antigüedad, hasta

tiempos recientes se ha dado capital importancia en su definición y consecución en la vida

de las personas. El estudio de la felicidad ha sido durante mucho tiempo el dominio de los

filósofos moralistas, aunque a lo largo de las últimas décadas también los científicos sociales

se han interesado por el tema esto ha dejado de ser un ideal de la filosofía, la sociología y la

psicología, para convertirse en un constructo con dimensiones psicológicas asociadas y

definiciones operacionales que le permite ser medida y sometida a validaciones empíricas.

(Vera-Villarroel, 2011).

No obstante la felicidad ha sido un tema antiguo tratado por la filosofía, solamente en

décadas recientes ha sido tomado por la investigación psicológica. “La Base Mundial de

Datos sobre Felicidad” ( World Database of Happiness), con sede en Holanda, ha reportado

que a partir de la década 1961-1970 los estudios sobre felicidad empiezan a tomar vigor, se

publicaron en ese período 200 trabajos, entre 1971-1980 aparecen 811, y entre 1981-1990 se

publicaron 1336 investigaciones. Actualmente se publica un extenso número de artículos

relacionados con la felicidad o bienestar subjetivo, habiéndose fundado el año 2000, una

revista especializada, el Journal of Happiness Studies. Las investigaciones están orientadas a

analizar las relaciones entre felicidad y variables psicológicas, sean emocionales, de

personalidad y cognitivas ; sociales y económicas; demográficas, como género, edad, estado

conyugal; comparaciones etnológicas; investigaciones transculturales, consecuencias de la

infelicidad sobre la salud mental y la vida de relación, y otros tantos problemas que resulta

largo enumerar.
50

Según Veenhoven (2001), durante siglos el término “felicidad” se ha utilizado como

muletilla para todos los significados de “calidad de vida”. En filosofía prevalecieron los dos

primeros significados: en la filosofía social el significado de “buenas condiciones de vida”

(felicidad como buena sociedad) y en la filosofía moral el significado de “buena acción”

(felicidad como virtud). En la ciencia social corriente prevalece el tercer sentido: la palabra

“felicidad” se usa frecuentemente para indicar el disfrute subjetivo de la vida.

Inicialmente, la búsqueda del significado de la felicidad, encuentra sus primeras

aseveraciones en la filosofía (Padrós, 2002). El interés de los seres humanos acerca de lo que

es la felicidad es milenario. La primera alusión a la felicidad que se conoce data de hace 26

siglos, en la Grecia antigua, la cual es atribuida a Tales de Mileto (624-548 a.n.e.). De hecho,

la felicidad es referida desde los antiguos filósofos como Platón, Aristóteles y Santo Tomás

de Aquino. Aristóteles considera que la felicidad es una virtud que nos permite hacer lo que

desea el verdadero ser, actuando de manera general y de acuerdo a los valores. (Muñoz,

2004).

A Demócrito (460-370 a.C.) se le considera el segundo precursor quien hizo

aportaciones sustanciales sobre la felicidad. Aristóteles (384-322 a.C.), por su parte, planteó

que el fin último del ser humano es la felicidad, pero no reducida al placer, los honores o la

riqueza, sino como la manera de ser, conforme a ciertos valores propios a cada cultura (Silva-

Colmenares, 2008).

Aristóteles en su Ética a Nicómaco afirmaba que el hombre feliz es el que vive y obra

bien, porque la felicidad es una especie de vida dichosa y de conducta recta. Su idea central

reposa en que la felicidad consiste en la posesión de la sabiduría. En otro párrafo sostiene:

“Qué impide declarar feliz a quien obra conforme a la virtud perfecta, y que está provisto,

además, suficientemente de bienes exteriores, y todo esto no durante un tiempo cualquiera,


51

sino durante una vida completa”. Aristóteles era un hombre realista, por ello sostiene que

para ser feliz debe disponerse de bienes exteriores que permitan dedicarse a la vida

contemplativa y satisfacer las propias necesidades. Un hombre que vive en la miseria jamás

podrá ser feliz, sostuvo el estagirita (Aristóteles, 1979).

Aludiendo a esto Mariaca (2008), sostiene que Aristóteles plantea una tesis novedosa

sobre la felicidad al expresarla como fin último de la existencia. En el libro Retórica, señala

algunas acepciones populares que se le atribuyen a lo que él plantea como bien supremo:

prosperidad combinada con virtud; independencia en la vida; disfrute seguro del máximo

placer; buen estado de nuestras posesiones y nuestro cuerpo, junto con la capacidad de

conservar y utilizar ambas cosas. Las partes que la componen son: la buena crianza, la

abundancia de buenos amigos, la riqueza, la abundancia de buenos hijos, una vejez feliz,

cualidades corporales (salud, belleza, fuerza, estatura, las facultades atléticas, la fama, el

honor, la buena suerte y la virtud).

Por otro lado, los romanos heredan la importancia que los griegos le concedieron a la

búsqueda de la felicidad. En Roma se asociaba la felicidad, por una parte, con los placeres

más cercanos: “Hic habitat Felicitas”, aquí habita la felicidad, rezaba la inscripción junto a

un gran falo en una panadería de la antigua Roma. El falo, en asociación con dichos placeres

más cercanos, era símbolo, por otra parte, de fecundidad, prosperidad y poder, cualidades

que también valoraban los romanos como sinónimos de felicidad. Esta asociación con la

prosperidad y el poder se evidencia en la representación de la diosa Felicitas en las monedas

al lado del emperador (Mariaca, 2008).

Por su parte, el cristianismo, comienza por denigrar las formas que para lograr la

felicidad utilizaban los romanos, y de su carácter efímero, reconduciendo la búsqueda de la

felicidad a un lugar y tiempo diferentes de la tierra. Despreciaban, en últimas, la pretensión


52

de felicidad en la tierra, siendo Cristo el único capaz de conceder la felicidad eterna. El

atractivo de la promesa cristiana, al menos en sus labores, residía en que, a través del

sufrimiento, se podía hacer parte de la felicidad eterna; se puede ser redimido y participar de

la luz y la bienaventuranza celestial, pero sólo a través del dolor y el sufrimiento (Mariaca,

2008).

En la Edad Media, las voces griegas y latinas, que durante mucho tiempo, habían

nombrado a la felicidad; en esta época, cada país comienza a utilizar sus propias palabras,

por ejemplo, en italiano se emplea felicità, aunque también, pero mucho menos, ventura. En

francés, la palabra fuerte, es bonheur, aunque a su vez, se usa felicitè. En inglés, se utiliza

happiness, y asimismo luck, que es más bien “suerte”. En alemán, Glück o Seligkeit, o se

emplea una palabra compuesta de las dos, Glückseligkeit. (Marías, 1998).

Según Csikszentmihalyi (1999) la psicología heredó parte del pensamiento de los

filósofos utilitaristas, tales como John Locke, quien considera en su visión de la condición

humana que lo bueno es aquello que se inclina hacia el aumento del placer o hacia la

disminución del dolor y que el mal es lo opuesto. A partir de ello, las interrogantes acerca de

la felicidad se siguieron presentando y respondiendo de acuerdo a los avances y teorías de la

época.

Posteriormente, se abordó meramente de la psicología como constructo,

considerándose tema de estudio innovador. Recientes investigaciones han tratado de

diferenciar estos conceptos con resultados favorables, que, sin duda, han contribuido a

mejorar la comprensión del fenómeno. Tal es el caso de Tkach y Lyubomirsky (2006),

quienes, tras una ardua tarea de relacionar los constructos a través de complejos análisis

estadísticos, han descubierto que el bienestar y la felicidad se hallan significativamente

relacionados, tal como la intuición de la gente había predicho. En este sentido, el trabajo de
53

estos autores pone de manifiesto que el estado de ánimo, los rasgos de personalidad, las

relaciones sociales, la vida con sentido y el nivel de satisfacción general anticipan en gran

medida el acrecentamiento de la felicidad; mientras que la motivación entendida como

nuestra disposición a actuar predice mejor el bienestar y la autoestima de la persona.

En 1967, Wilson hace una revisión sobre el Bienestar Subjetivo considerando

reflexiones sobre las personas que reportaron altos niveles de “felicidad reconocida” (Diener,

Suh, Luca y Smith, 1999). El Bienestar Subjetivo (BS) es uno de los componentes principales

de la Psicología Positiva, pudiendo ser definido como el estudio científico de la felicidad,

que busca comprender lo que causa la felicidad, lo que la destruye y quien la tiene, así como

también la evaluación que las personas hacen de sus vidas (Albuquerque y Tróccoli, 2004).

La taxonomía de Lawton (1983 y 1991, cit. por Liberalesso, 2002), por ejemplo, decía que

el bienestar subjetivo era uno de los cuatro dominios que englobaba la calidad de vida y

reflejaba la evaluación dinámica que hacía la persona en relación con los otros tres dominios

(competencias comportamentales, condiciones objetivas del entorno y percepción de la

calidad de vida).

El término felicidad fue introducido en el Psychological Abstract International, en

1973, desde entonces, se ha tratado de definir de una manera más operativa buscando un

concepto válido científicamente. Fiero (2000, citado en García, 2002) ha considerado un

concepto más operativo del término Felicidad, como lo es bienestar subjetivo, ya que el uso

del primero ha sido un tanto ambiguo y difuso en la bibliografía científica debido a sus

connotaciones filosóficas de las que ha sido objeto.

Desde 1967, se hablaba de bienestar subjetivo; para esa época, Warner Wilson hizo

una amplia revisión del término, que le permitió concluir que la persona feliz es joven,

saludable, bien educada, bien pagada, extrovertida, optimista, libre, religiosa, casada, con
54

alta autoestima, moral de trabajo, aspiraciones modestas, de cualquier sexo y de un amplio

rango de inteligencia. A partir de estas conclusiones, el término felicidad se convierte en

sinónimo de bienestar subjetivo, al mismo tiempo que comienzan a proliferar investigaciones

sobre este tema (Diener, Suh, Lucas, y Smith, 1999).

De acuerdo con las afirmaciones anteriores, para Albuquerque, Lima, Matos y

Figueiredo (2012) el bienestar subjetivo es uno de los conceptos de evaluación de la felicidad

más relevantes. Es un concepto multidimensional que envuelve un componente cognitivo,

concerniente a la evaluación que las personas hacen de la vida, y un componente afectivo,

organizado en afectos positivos y negativos. O sea, la definición operacional del bienestar

subjetivo puede ser idealmente representada como alto nivel de afecto positivo, bajo nivel de

afecto negativo y alto nivel de satisfacción con la vida.

Un ejemplo de estas variaciones es determinado por Markus y Kitayama (2004)

quienes, al reconocer lo que a las culturas europeo-americanas distingue de las culturas

asiáticas (las cuales a su vez pueden variar en su interior1 ), señalan que, específicamente, en

las primeras, la felicidad depende críticamente de la afirmación de los atributos positivos del

yo y en la cual la felicidad es un atributo interno que se evidencia en un logro personal; así

los factores que se correlacionan con esta emoción son la realización personal y la autoestima

(Uchida, Norasakkunkit y Kitayama, 2004; Kitayama, Park, Sevincer, Karasawa y Uskul,

2009).

En las segundas, dada la premisa acerca de la conexión e interdependencia del yo con

los otros, la felicidad depende en forma crucial de la realización de relaciones sociales

positivas o armonía social, que se ve en peligro cuando la felicidad cumple un objetivo

únicamente individual. En este sentido, el papel del apoyo social juega un importante

determinante de la felicidad, pues implica vinculación con otros, o bien, una felicidad
55

interpersonal (Kitayama et al., 2009). Al medir la intensidad de las emociones placenteras y

displacenteras, Bagozzi, Wong y Yi (1999) encontraron que, mientras los estadounidenses

experimentaban estas emociones como polos opuestos, los chinos y los coreanos (culturas

colectivistas) las experimentaban al mismo tiempo.

En congruencia, Kitayama, Markus y Kurokawa (2000) especulan que las culturas

independientes están motivadas a maximizar las emociones positivas y minimizar las

negativas, mientras que las culturas interdependientes están motivadas a mantener un balance

entre la positividad y la negatividad. Por su parte, Safdar, Friedlmeier, Matsumoto, Yoo,

Kwantes, Kakai y Shigemasu (2009) indican que las culturas colectivistas parecen ser menos

restrictivas al respecto de las emociones positivas, pero pueden ser evaluadas como

indeseables. Por ejemplo, Eid y Diener (2001) encontraron que los chinos expresaron menos

frecuencia e intensidad en todas las emociones positivas, incluyendo la felicidad, comparados

con los australianos y estadounidenses.

Bajo esta luz y en el escenario de la cultura mexicana como cultura colectivista con

una influencia importante de corte religioso, la felicidad está condicionada al grupo y a la

armonía que se desea conservar con él. Como el Dalai Lama señala: “la mayor parte de

nuestra felicidad surge en el contexto de nuestra relación con otros” (Uchida y Kitayama,

2009).

La felicidad está ligada al tiempo: exige estabilidad y continuidad. Pensar que la

felicidad puede llegar a acabarse es viciar el momento feliz que vivimos, con la angustia de

que cesará. Este carácter temporal permite distinguir entre felicidad y placer. Felicidad no es

placer, ya que este último indica la satisfacción momentánea de una tendencia particular;

sigue siendo limitado, superficial y efímero. La felicidad es, por el contrario, la tonalidad
56

global de toda una vida, al menos de un período de ésta y, paradójicamente, es poco común

que la felicidad sea vivida como un presente que se eterniza (Margot, 2007).

Alarcón (citado en Caycho, 2010), encontró cuatro factores distinguibles subyacentes

al constructo felicidad. El primero de ellos es la ausencia de sufrimiento profundo,

relacionado con la ausencia de estados depresivos, pesimismo e intranquilidad. El segundo

componente es la satisfacción con la vida, que expresa el grado de satisfacción de la persona

con las metas alcanzadas. Es así, que la satisfacción de vida es el contraste entre las metas y

la percepción de logro de esas metas. El tercer factor que explica el comportamiento feliz es

la realización personal, que evidencia tranquilidad emocional en base a una orientación hacia

metas que la persona considera como importantes para su vida. Estas metas se especificarán

de acuerdo a condiciones culturales (valores) e individuales (personalidad). Finalmente, el

factor alegría de vivir, hace referencia al optimismo y la alegría como expresión de la

felicidad. En términos generales, el optimismo es la tendencia a esperar que el futuro depare

resultados favorables, lo que nos ayuda a hacer frente a los problemas con una actitud

positiva.

2.3 Psicología positiva

A lo largo de la historia de la psicología se ha prestado mucha atención al estudio de

las dificultades, carencias y aspectos negativos de las personas, como la desesperanza,

depresión, ansiedad, frustración, etc., poniendo poca atención a las fortalezas, virtudes y

capacidades para el logro de la salud y la adaptación a diversos contextos sociales y

culturales, es decir, para el logro de una mejor calidad de vida. Buscando cambiar esta visión

tradicional, la Psicología Positiva nos brinda una nueva perspectiva para abordar los

fenómenos psíquicos. Martín Seligman de la Universidad de Pensilvania y Mihaly


57

Csikszentmihalyi de la Universidad de Clarenot, en el año 2000, señalaron que la Psicología

Positiva es la “ciencia de la experiencia subjetiva, que se propone estudiar los procesos que

subyacen a las cualidades y emociones positivas del ser humano” (Alarcon, 2009).

La piscología positiva puede encontrarse en los textos clásicos como la biblia y el

Bhagavad Gita, en las tradiciones orientales, en los textos de Benjamin Fkanklin y William

James, solo para nombrar a algunos Gancedo, 2009 (citado en Solano, 2010). Preguntarse

sobre el bienestar humano no es una moda pasajera. En cierto sentido la filosofía occidental

no ha tenido nunca otra preocupación más central, bien desde el análisis directo de las

condiciones sustantivas del bienestar (la eudaimonia aristotélica) o bien, más modernamente,

desde el análisis de las condiciones existenciales que limitan el alcance de ese ideal.

Así Aristóteles pero también Spinoza, Bertrand Rusell, Heidegger o Cioran han hecho

de esta reflexión sobre la felicidad uno de los ejes del pensar sobre “lo humano”. Sin

embargo, la ciencia se vio impelida a cubrir otras demandas más urgentes. Ligadas a las

luchas contra la enfermedad, el sufrimiento, la pobreza, y sólo recientemente ha estado en

condiciones de explorar con sus herramientas esos terrenos más abonados inicialmente con

lo filosófico (Vázquez, 2006; citado en González Arratia y Valdez, 2014).

Según Park (1998); Gillham y Seligman (1999); Davidson (2002) aseveran que desde

la Psicología Positiva se recuerda que el ser humano tiene una remarcable capacidad de

adaptarse, de encontrar sentido y de crecimiento personal ante las experiencias traumáticas

más terribles, capacidad que ha sido ignorada e inexplicada por la psicología durante muchos

años. Investigaciones recientes, ha demostrado que las emociones positivas coexisten con

las negativas durante circunstancias estresantes y adversas; y además, como afirma

Fredrickson (1998) pueden ayudar a reducir los niveles de angustia y aflicción que siguen a

la experimentación de dichas circunstancias. (Citado por Vera, 2004).


58

Retomando los planteamientos de Seligman y Csikszentmihalyi (2000), la Psicología

Positiva, tal y como su nombre lo indica, da énfasis en los aspectos positivos descuidados

por la psicología clásica, tales como el bienestar, la satisfacción, la esperanza, el optimismo

y la felicidad, entre otros. En este contexto, la Psicología Positiva, tiene como objetivo el

investigar acerca de las fortalezas y virtudes humanas; y los efectos de éstas en las vidas de

las personas y en las sociedades. Cuadra y Florenzano (2003) señalan que a nivel individual,

se puede plantear que la Psicología Positiva indaga acerca de la capacidad para amar, la

vocación, el valor, las habilidades interpersonales, la sensibilidad estética, la perseverancia,

el perdón, la originalidad, la espiritualidad, el talento y la sabiduría.

Mientras que a nivel social, explora las virtudes ciudadanas y las instituciones que

instan a los individuos a ser "mejores" ciudadanos: La responsabilidad, el altruismo, la

civilidad, la tolerancia y el trabajo ético. La búsqueda de qué es la Psicología Positiva llevó

a explorar los rasgos personales tales como el bienestar subjetivo, el optimismo, la felicidad

y la libre determinación. (Seligman y Csikszentmihalyl, 2000). Diener (2000) se enfoca en

el bienestar subjetivo; Peterson (2000) en el optimismo; Avia y Vazquez (1999) en el

optimismo inteligente; Myers (2000) en la felicidad; Csikszentmihalyi (1999) en una

dimensión particular de la felicidad, la experiencia de flujo. (Citado por Cuadra y

Florenzano, 2003).

Según Seligman (2005), existen tres vías de acceso para la vida plena. La primera ruta

es a través de las emociones positivas o dicho en términos del autor: la vida placentera

(pleasant life). Esta vía es quizás la más conocida y responde a la noción más comúnmente

extendida de felicidad. Consiste en incrementar, la mayor parte del tiempo, la cantidad de

emociones positivas para ser feliz. La propuesta es netamente hedonista y considera que la

felicidad consiste en tener la mayor cantidad de momentos felices a lo largo de la vida. Estos
59

momentos felices pueden alcanzarse en el momento presente a través del savoring y el

mindfullness. Ambas consisten en rescatar el momento presente de la forma más genuina

posible. El savoring, o saborear el momento presente, consiste en deleitar los sentidos de la

forma más auténtica posible. Por el otro lado, el mindfullness es un estado mental que se

alcanza a través del entrenamiento caracterizado por la atención plena de los propios

pensamientos, acciones o sensaciones.

En segundo lugar, se encuentra la ruta que tiene que ver con el compromiso

(engagement life). El placer se deriva del compromiso con la tarea efectiva y con la capacidad

de experimentar flow. Se alcanza el estado de flow cuando una actividad absorbe al sujeto y

tiene la sensación de que el tiempo se detuvo. Tal vez pueda alcanzarse el estado de flow

mediante algún desafío en el trabajo, la lectura de un libro o al tocar un instrumento. Para

alcanzar el flow es necesario que la tarea no sea ni muy aburrida (porque el estado de flow

no se alcanza) ni tampoco muy estresante, porque el flow se pierde. Es una ecuación entre

las habilidades personales y las características de la tarea. Si se es consciente de las fortalezas

personales al aplicarlas en una tarea concreta se alcanza esa conexión tan particular

denominada compromiso (engagement) (Solano, 2010).

El flow no se da de primera mano cómo en las emociones positivas, sino que exige

esfuerzo y trabajo. Mientras que las dos primeras rutas hacia la felicidad tienen que ver con

cuestiones individuales sin importar demasiado el entorno, la tercer vía de acceso o vida con

significado (meaningfull life), tiene que ver con la búsqueda de sentido y eso solo puede

entenderse en un contexto global más amplio. Esta tercera vía es la aplicación de las

fortalezas personales para el desarrollo de algo más importante y amplio que uno mismo. Es

poder aplicar las fortalezas para ayudar a los demás y hacer que éstos puedan desarrollar sus
60

potencialidades. Generalmente este proceso se da a través de las instituciones: la familia, el

trabajo, la escuela y la comunidad (Seligman, 2005).

Las tres rutas mencionadas son complementarias, si bien las personas pueden alcanzar

la vida plena a través de las tres vías, aquellos que registran mayor satisfacción son los que

emplean conjuntamente las tres rutas. En términos de la psicología positiva, la vida placentera

da lugar al estudio de las emociones positivas; la vida comprometida está relacionada con el

estudio de las fortalezas, las virtudes personales, y los estados de flow y la tercera está en

relación con las instituciones positivas, siendo ese último tópico el que está conceptualmente

menos desarrollado (Solano, 2010).

2.2.1 Mitos de la felicidad

El autor Lyubomirsky (2008), en su obra “La ciencia de la Felicidad” menciona los

siguientes mitos que se relacionan con la búsqueda incesante del ser humano por conseguir

su felicidad y por el hecho de caer en una postura hedonista muchas veces no funciona para

disfrutar del momento y se la vive pensando en el futuro dejando de lado su presente, tratando

de subir uno a uno los escalones de la escalera imaginaria de la felicidad.

Mito numero 1: La felicidad se debe encontrar, el primer mito es que la felicidad es

algo que se debe encontrar, que está fuera, en alguna parte, en un lugar que queda fuera de

nuestro alcance, una especie de paraíso terrenal. Se podría llegar allí, claro que sí, pero solo

si ocurren las cosas correctas: “si nos casamos con nuestro verdadero amor, si conseguimos

el trabajo soñado, si adquirimos una vivienda elegante”. La felicidad no está allí fuera,

esperando ser encontrada y descubierta. Y no está allí fuera por la sencilla razón de que está

dentro de uno mismo. La felicidad es un estado mental, una manera de percibirse y de

concebirse a uno mismos y al mundo que lo rodea (Lyubomirsky, 2008).


61

Mito numero 2: La felicidad consiste en cambiar nuestras circunstancias Esta manera

de pensar en lo que se llama: “sería feliz si…” o “seré feliz cuando…”.Se comparte esta

lógica cuando se recuerdan épocas en las que se ha sido felices de verdad, pero parece que

jamás se podrá recuperar las circunstancias exactas que provocaron esa autentica felicidad.

La realidad es que los elementos que determinaron la felicidad en el pasado y que pueden

traer la felicidad futura siguen estando en la persona ahora y están ahí, esperando ser

aprovechadas. Las personas felices son más sociables, y existe motivo para pensar que su

felicidad se debe a un alto nivel de socialización satisfactoria (Seligman, 2005).

Mito numero 3: La tienes o no la tienes. Siempre se piensa que la felicidad es algo

que se tiene o no se tiene. Esta concepción (que se nace feliz o infeliz) es muy frecuente.

Muchos (sobre todo los que son demasiado felices) se cree que la infelicidad es genética y

que en realidad no se puede hacer nada al respecto. Por el contrario, cada vez hay más

investigaciones que demuestran de forma convincente que se puede la programación genética

(Lyubomirsky, 2008).

2.4 Perspectivas de la felicidad

Inicialmente, dentro de los estudios sobre el bienestar en psicología, Ryan y Deci

(2001) han distinguido dos grandes tradiciones: una relacionada con la felicidad (tradición

hedónica) y otra vinculada al desarrollo potencial de la persona (tradición eudemónica).

Posteriormente, Keyes, Shmotkin y Ryff (2002) han retomado y ampliado esta clasificación

refiriéndose a ellas en términos de bienestar subjetivo (subjective well-being) y bienestar

psicológico (psychological well-being). Ambos constructos, aunque están relacionados,

constituyen distintas facetas del funcionamiento psicológico positivo y, por ende, del

bienestar del sujeto.


62

En Psicología se han desarrollado dos perspectivas en la conceptualización del

bienestar o felicidad: la hedónica y la eudaimónica (Peterson, Park y Seligman, 2005). El

hedonismo ancla sus raíces en los filósofos griegos y es probablemente Epicuro su máximo

representante (McMahon, 2006).

Como introducción a la eudaimonia en el mundo helénico surgió el Edemonismo,

doctrina que sostuvo que el fin último del hombre es la felicidad (eudaimonía), que es su

propio bien y su bien supremo; constituye su máxima aspiración, pero si quiere conseguirla

debe buscarla. Sostuvo que el hombre busca la felicidad y evita el sufrimiento, entendiendo

que el placer y el dolor determinan, en cierta manera, la orientación de nuestra vida. Epicuro

difundió esta tesis en su Jardín, que así se denominó su escuela filosófica; enseñaba que el

hombre busca la vida dichosa y placentera, huye de todo lo que le causa dolor, pena y

preocupación (Lucrecio, 1969; Verneaux, 1970).

El placer que buscaba el epicureísmo no era el placer sensual, como le atribuyen sus

opositores, porque tiende a perturbar la tranquilidad del espíritu; eran, más bien, placeres de

orden espiritual como el placer intelectual y el afectivo. Hablaba de la ausencia de

sufrimientos para el cuerpo y de la ausencia de inquietudes para el alma a fin alcanzar una

vida feliz. Buscaba el dominio de los estados de desosiego, de ansiedad, de temor y de dolor,

porque conducen al placer sereno y duradero, material y espiritual que es la felicidad según

Epicuro (Lucrecio, 1969; Verneaux, 1970).

La idea básica es que el objetivo de la vida es experimentar la mayor cantidad posible

de placer y la felicidad seria en cierto sentido una suma de omentos placenteros. Incluye

habitualmente dos elementos: el balance afectivo (que se obtiene restando a la frecuencia de

emociones positivas, la frecuencia de emociones negativas) y la satisfacción vital percibida,

más estable y con mayor componente cognitivo (Lucas, Diener, y Suh, 1996).
63

Los hedónicos de basan en el principio del placer (hedoné), al que consideran el

principio supremo y que debe subordinarse a los demás. El fin es un utilitarismo a ultranza:

máximo placer con el mínimo de dolor (Garduño, Salinas, y Rojas, 2005). El hedonismo

considera que el placer es el fin de toda acción humana. El hombre se rige constantemente

por acciones que le proporcionen placer o satisfacción. Los sentimientos y las sensaciones

son el criterio para evaluar si se es feliz o infeliz. El dolor es la carencia de placer y, por lo

tanto, la infelicidad; así, el individuo que posea más sensaciones placenteras será más feliz.

El tiempo es una categoría sustancial en la cosmovisión hedonista pues sólo se puede ser feliz

en el presente. El hedonismo es la afirmación del placer por el placer mismo. El individuo es

lo que cuenta no la persona, este se interesa única y exclusivamente por lo que siente (Tejeda,

2003).

Estos dos elementos suponen diferentes marcos temporales del bienestar subjetivo o

felicidad, ya que la satisfacción vital es un juicio global de la propia vida, mientras que el

balance afectivo hace referencia a la frecuencia relativa de afectos placenteros o

displacenteros en la propia experiencia inmediata (Keyes, Shmotkin, y Ryff; 2002) La

eudaimónica sostiene que la felicidad está formada por un conjunto de variables que son las

siguientes según Keyes (2006):

- Autoaceptación: autoevaluaciones positivas y de la propia vida pasada;

reconocimiento y aceptación de los múltiples aspectos del yo, incluyendo las cualidades

negativas tanto como las positivas.

- Relaciones Positivas: relaciones interpersonales de calidad, satisfactorias y

auténticas; preocupación por el bienestar de los demás; capacidad de empatía, afecto e

intimidad; comprensión de la reciprocidad que exigen las relaciones humanas.


64

- Autonomía: sentido de autodeterminación e independencia; resistencia a la presión

social para pensar y actuar de determinada manera; autoevaluación basada en estándares

personales.

- Dominio del Entorno: capacidad de gestionar con eficacia la propia vida y el mundo

circundante; uso competente de los recursos disponibles en el medio; capacidad de elegir o

crear contextos que satisfagan las necesidades y valores personales.

- Crecimiento Personal: sentido de crecimiento e incremento continuo como persona;

autopercepción de expansión personal; apertura a nuevas experiencias; sentido de realización

del potencial personal; cambios en direcciones que indican un incremento de

autoconocimiento y eficacia.

- Propósito en la Vida: capacidad de establecer metas vitales y sentido de

autodirección; persistencia en el cumplimiento de objetivos vitalmente importantes; creencia

de que la propia vida, tanto pasada como presente, es útil y tiene un sentido.

Desde el punto de vista de las corrientes hédonica y eudemónica, la diferencia

fundamental a la hora de definir la felicidad se encuentra en el foco de valoración en el que

se centra el individuo (Fernández, Muratori y Zubieta, 2013). Como se ha comentado al tratar

el bienestar psicológico, los eudemonistas entienden la felicidad como un estado de plenitud

y armonía psicológica que supone el aumento de las virtudes y, en particular, de la razón

(Rodríguez-Carvajal, Díaz Méndez, Moreno-Jiménez, Blanco Abarca y van Dierendonck,

2010).

Así, el concepto de felicidad, como evaluación total de la vida, abarcaría todos los

criterios que figuran en la mente del individuo; por ejemplo, cuánto se siente de realizado o

en qué medida siente que se cumplen los objetivos que se ha propuesto. La felicidad se

alcanzaría en mayor grado cuando la valoración personal apunta al logro del potencial
65

individual mediante una serie de atributos psicológicos (Merino, Privado y Gracia, 2015)

asociados al buen desarrollo y al ajuste de la persona al medio (Ryan y Huta, 2009). A la

hora de evaluarla, se ha centrado fundamentalmente su atención en lo ya mencionado de las

capacidades y en el crecimiento personal, concibiendo ambos como los principales

indicadores del funcionamiento positivo (Aspinwall y Staudinger, 2003).

Uno de los referentes teóricos de este enfoque es la teoría de la autodeterminación

(Ryan y Deci, 2001), que también asocia la eudemonía a la autorrealización, como un aspecto

central de la definición de bienestar (Vázquez, Hervás, Rahona y Gómez, 2009).

Ampliamente basada en los principios humanistas de Maslow (1943), en esta teoría la

satisfacción de las necesidades básicas de vinculación, competencia y autonomía serían los

nutrientes básicos e innatos del bienestar psicológico, que, junto a un sistema de metas

congruente y coherente, garantizarían un funcionamiento psicológico sano.

Este modelo ha sido verificado de forma empírica en varias investigaciones (Vázquez

y Hervás, 2009) en las que se ha observado no solo que las personas que muestran una mayor

satisfacción percibida en las necesidades descritas en el modelo presentan mayores niveles

de bienestar cotidianos, sino además que aquellas personas que presentan metas coherentes

con sus intereses, valores y necesidades presentan mayores niveles de bienestar.

Veenhoven (2001) ha sugerido tres efectos positivos, los cuales se pueden ligar al

concepto de “estrés”. En la perspectiva psicosomática, la infelicidad en sí es una fuente de

estrés, que en cierto modo incrementa el riesgo de enfermedad. Desde el punto de vista

cognitivo, la felicidad modera el impacto de los acontecimientos de la vida que amenazan la

salud. Se cree que una persona feliz puede salir mejor parada frente a un mismo hecho que

una infeliz, ya que su apreciación positiva de la vida modifica la percepción. Siguiendo la

línea de pensamiento humanista, se podría ir más allá y afirmar que los efectos benéficos de
66

la felicidad en el “crecimiento” mental favorecen la efectividad psicológica, permitiendo así

una mejor habilidad para hacer frente a algo. A diferencia de lo dicho en cuestiones

anteriores, los antihedonistas no han declarado lo contrario.

2.5 Teorías de la Felicidad

Según Escalante (2016) las teorías del bienestar subjetivo y psicológico, estudian

procesos psicológicos semejantes, pero miden diferentes factores. El bienestar subjetivo se

ha investigado como una cuestión emocional para continuar y relacionarla con la felicidad o

la satisfacción vital. Por lo que se revela, que en general los investigadores tratan como

sinónimos el bienestar subjetivo o grado de felicidad.

El bienestar se entiende como equivalente al concepto de la felicidad. Esta revisión

explora las principales perspectivas teóricas, indicando que muchos intentos focalizan sus

dimensiones en lugar de la necesaria definición. El bienestar subjetivo se ha investigado más

como una cuestión emocional para en seguida relacionarla con la felicidad o la satisfacción

vital. Por lo que se detecta, que en general los investigadores tratan como sinónimos el

bienestar subjetivo o grado de felicidad (Escalante, 2016).

La aproximación teórica hacia el BS no cuenta con una única teoría explicativa, sino

que hay varias teorías que enfatizan diferentes aspectos: la teoría de la autodeterminación

(SDT) propuesta por Ryan y Deci (2000), parte del supuesto que las personas pueden ser

proactivas y comprometidas o bien, inactivas o alienadas y que ello dependería en gran parte

como una función de la condición social en la que ellos se desarrollan y funcionan.

La TAD es un enfoque hacia la motivación humana y la personalidad que usa métodos

empíricos tradicionales mientras emplea una meta teoría organísmica que enfatiza la
67

importancia de la evolución de los recursos humanos internos para la personalidad y la

autorregulación de la conducta (Ryan, Kuhl, y Deci, 1997).

La TAD es una macro-teoría de la motivación humana que tiene relación con el

desarrollo y funcionamiento de la personalidad dentro de los contextos sociales. La teoría

analiza el grado en que las conductas humanas son volitivas o auto determinadas, es decir, el

grado en que las personas realizan sus acciones al nivel más alto de reflexión y se

comprometen en las acciones con un sentido de elección (Deci y Ryan, 1985).

El Modelo Multidimensional del BS, basado en la literatura sobre desarrollo humano

(Ryff 1989a, 1989b; Ryff y Keyes, 1995) propone que el funcionamiento psicológico estaría

conformado por una estructura de seis factores: autoaceptación, crecimiento personal,

propósitos de vida, relaciones positivas con otros, dominio medio ambiental y autonomía. La

primera dimensión es la auto-aceptación o aceptación de sí, entendida como la actitud

positiva o apreciación positiva de uno mismo o “sentirse bien consigo mismo” estando

consciente de las propias limitaciones.

La segunda dimensión es la capacidad de mantener relaciones positivas con otras

personas, es decir, relaciones estables socialmente significativas, vínculos psicosociales,

confianza en las amistades y la capacidad de amar. Desde este enfoque se considera que el

aislamiento social, la soledad y la pérdida del apoyo de otras personas afectan negativamente

la salud física y el tiempo de vida (Ryff, 1989ª).

La tercera dimensión, es la autonomía una cualidad esencial para sostener la propia

individualidad en diferentes contextos sociales, basándose en las propias convicciones y en

el mantenimiento de la propia independencia y autoridad personal en el transcurso del tiempo

(Ryff, 1989b).
68

La cuarta dimensión, es la capacidad de manejar de forma efectiva el medio y la

propia vida, es decir, tener dominio del entorno; la habilidad personal para elegir o crear

entornos favorables y satisfacer los propios deseos y necesidades. Cuando las personas logran

un alto dominio del entorno experimentan una sensación de control sobre el mundo y se

sienten capaces de influir a su alrededor (Ryff y Keyes, 1995).

La quinta dimensión, son los sentimientos positivos dirigidos hacia el crecimiento y

la madurez a través de la búsqueda del incremento del propio potencial y el fortalecimiento

de las capacidades. Y la sexta dimensión, la constituye la creencia de propósito y el sentido

de la vida en función de objetivos claros y metas realistas que doten de significado a las

experiencias ya vividas y por vivir (Ryff y Keyes, 1995).

En sus investigaciones, los autores encontraron que el crecimiento personal y los

propósitos de vida disminuyen con el tiempo (ambas características propias de la adultez) y

que el dominio medio ambiental y la autonomía crecen con el tiempo (adultez tardía y vejez).

Estos hallazgos sugieren que el significado o la experiencia subjetiva de bienestar cambian a

lo largo de la vida (Casullo, 2002).

El Modelo de acercamiento a la Meta considera las diferencias individuales y los

cambios de acrecentamiento en los marcadores de bienestar. El modelo plantea que los

marcadores del bienestar varían en los individuos dependiendo de sus metas y sus valores

.La premisa de la meta como un modelo moderador es que la gente gana y mantiene su

bienestar principalmente en el área en que ellos le conceden especial importancia y esto en

la medida en que los individuos difieren en sus metas y valores, ellos diferirán en sus fuentes

de satisfacción (Oishi, 2000).

Los autores Diener y Fujita (1995) investigaron una covariación de recursos (dinero,

apoyo familiar, habilidades sociales e inteligencia) obteniendo un índice de recursos que


69

asociaron con el bienestar, concluyendo que las personas escogen luchas personales en las

que tienen recursos pertinentes, con un grado de congruencia en sus metas y sus recursos,

eran predictivos de bienestar. Es posible que las personas con recursos insuficientes para

lograr algunas metas las cambien también es probable que las personas con metas en un

mismo dominio demoren en como realizaran o como fijan el logro de la meta en el pasado.

Con el tiempo, es probable que los recursos particulares tengan sólo una relación estrecha

con el bienestar.

En caso de que los recursos sean escasos pero esenciales para lograr ciertas metas (las

necesidades biológicas) continúa una fuerte relación recursos–bienestar. Parece ser que las

personas pueden lograr a menudo su bienestar emparejando sus metas con los recursos que

ellos poseen. El modelo postula que los predictores difieren por culturas, dependiendo de las

necesidades y valores imperantes (Diener y Fujita 1995).

La teoría del Flujo de Csikszentmihalyi (1999) indica que el bienestar estaría en la

actividad humana en sí y no en la satisfacción o logro de la meta final. La experiencia de

flujo es definida como el «estado de envolvimiento total en una actividad que requiere la

concentración completa» o “el estado en el cual las personas se hallan tan involucradas en la

actividad que nada más parece importarles; la experiencia, por sí misma, es tan placentera

que las personas la realizarán incluso aunque tengan un gran costo, por el puro motivo de

hacerla”.

Otra aportación es la teoría de la adaptación esto es la clave para tener la felicidad.

Ante el impacto de eventos altamente estresantes, las personas simplemente se adaptan y

vuelven a su nivel de bienestar previo (set point). Esta teoría se basa en un modelo automático

de la habituación, en el cual los sistemas reaccionan a las desviaciones del nivel de adaptación

actual. Estos procesos automáticos de habituación son adaptativos porque permiten el


70

impacto del evento simplemente se diluya. Las fuentes de recurso personales permanecen

libres para poder hacer frente a los nuevos estímulos que requieren atención inmediata

Frederick y Loewenstein, 1999 (citado en Solano, 2010). La idea de que las personas son

relativamente estables en su bienestar y que no es demasiado sensible a las circunstancias

cambiantes del entorno es especialmente las desfavorables resulta altamente atractiva, esta

teoría explica las pocas diferencias existentes entre el bienestar percibido por personas con

muchos recursos personales y otras con problemas psicológicos severo.

Otra teoría enmarca las emociones positivas repertorios psicológicos, sociales y

conductuales de las personas. Aunque las emociones, tanto negativas como positivas,

desempeñan papeles importantes en nuestras vidas, tienen funciones diferentes. Cuando uno

experimenta un emoción negativa (p. ej., miedo, ansiedad, ira), esto alerta del peligro, reduce

las opciones de respuesta y conduce a actuar de forma urgente para evitar, escapar o

solucionar el peligro alertado. En cambio, las emociones positivas indican seguridad y la

respuesta inherente a ellas no es de reducir las opciones sino ampliar y construir recursos

duraderos (Fredrickson, 2001).

Partiendo del trabajo de Ekman, Lazarus, Izard y otros estudiosos de las emociones,

la propuesta de Fredrickson se consolidó rápidamente como una de las nuevas teorías que

explicaban con métodos científicos por qué la evolución nos había dotado de ciertas

emociones positivas como la alegría, la tranquilidad, el interés, el éxtasis y el placer, entre

otras. Mediante su “teoría de ampliación y construcción”, explicó que las emociones

positivas podrían servir de manera muy amplia en las metas de vida planteadas por las

personas, así como en la búsqueda de su felicidad (Fredrickson, 1998, 2001), por lo que se

dedicó a replicar y repasar estudios que avalaran empíricamente lo que decía su teoría (Kahn
71

y Isen, 1993; Isen, 1990; Ashby, Isen y Turken, 1999; Basso, Schefft, Ris y Dember, 1996;

Derryberry y Tucker, 1994; cit. por Fredrickson, 2001).

Más adelante, se volvió una forma de predicción bastante confiable, pues en los

experimentos se observaba de manera frecuente que enfocar nuestra atención y cognición en

miras a las emociones positivas facilitaba la generación de recursos personales y de una

espiral ascendente de estas mismas emociones. Lo anterior no resultaba tan ajeno al

conocimiento que tenía hasta entonces la psicología y el estudio de las emociones. No

obstante, la investigación de Fredrickson resulta clave para comprender la promoción de la

salud y el bienestar, al afirmar que a través de las emociones positivas las personas ampliaban

sus repertorios de pensamiento-acción ante cualquier situación, permitiéndoles descubrir

nuevas formas de pensar y actuar. Nuevas ideas y acciones en el repertorio de las personas

se traducían en la construcción de nuevos recursos físicos, intelectuales, sociales y

psicológicos (Fredrickson, 1998, 2001). En otras palabras, que las emociones positivas son

“marcadores” del crecimiento personal y del bienestar como una fortaleza central y

fundamental del ser humano para ser felices (Fredrickson, 2001).

Según Seligman (2011), la felicidad se lograría a través de tres vías: lo que podríamos

denominar la buena vida (pleasant life), el compromiso (engagement life) y la vida plena de

sentido (meaningful life), si bien no existe una clave que de manera automática y necesaria

conduzca a la felicidad, sino que ésta parece exigir una serie de condiciones previas, todavía

no bien establecidas. Por ejemplo, se ha constatado que la extroversión, uno de los factores

de personalidad que forma parte del modelo de los cinco grandes (extraversión, amabilidad,

responsabilidad, neuroticismo y apertura), está positivamente asociada a la felicidad,

llegando a ser una variable predictora de la misma, pudiendo ello deberse a una mayor
72

competencia social y, en consecuencia, a mayor cantidad y más satisfactorias relaciones

interpersonales y participación en actividades sociales.

Según Seligman, se distinguen tres tipos de emociones positivas, relacionadas con la

felicidad: las relativas al pasado (satisfacción, complacencia, realización personal, orgullo y

serenidad), las relativas al presente (alegría, éxtasis, tranquilidad, entusiasmo, euforia, placer

y fluidez) y las relativas al futuro (esperanza, fe, confianza y seguridad).Las emociones

positivas asociadas al pasado se generan y/o fortalecen mediante la superación de la creencia

de que estamos determinados por el pasado, y mediante el ejercicio de la gratitud, el

arrepentimiento y el perdón, actitudes que parecen fundamentales para la resolución positiva

de crisis existenciales relacionadas con experiencias traumáticas pasadas o a pesar de ellas.

Parecen buenos recursos para afrontar positivamente situaciones existencialmente críticas el

perdón por el mal o daño padecidos, el arrepentimiento por los ocasionados y la gratitud por

los aspectos positivos que la existencia sigue conservando a pesar de la experiencia negativa.

Y en tal medida, integrar el pasado en el presente permite una perspectiva de futuro

optimista. En cuanto al presente, las emociones positivas se generan y/o fortalecen mediante

el disfrute de placeres y gratificaciones, que se corresponden con ladistinción de Seligman

entre lo que podríamos denominar metas hedonistas y metas eudaimónicas, respectivamente.

Las gratificaciones son actividades en las que una persona se involucra

absolutamente, hasta el punto de perder la noción del tiempo y del espacio (estar inmerso en

un estado de flujo o en estado de mindfulness) y se relacionan con el ejercicio de fortalezas

y virtudes, orientándose al crecimiento psicológico.

En relación con el futuro, las emociones positivas se generan y/o fortalecen mediante

un estilo atribucional optimista (la pauta explicativa optimista que propone Seligman) y una

actitud de esperanza, recursos que facilitan encarar las situaciones por venir y las
73

consecuencias de la resolución de la crisis con expectativas positivas, de superación,

crecimiento y maduración personal. En definitiva, el bienestar psicológico y subjetivo, así

como las emociones y los estados positivos en general, se asocian a efectos saludables y

promotores del desarrollo personal.

Para Heylighen (1992) felicidad puede definirse como “felicidad pasajera” y

“felicidad duradera”. Felicidad pasajera se refiere a un sentimiento agradable o la experiencia

subjetiva del bienestar. La felicidad duradera corresponde, entonces, al predominio de

sentimientos agradables en un periodo prolongado. Esto equivale al grado en el que las

personas se sienten satisfechas con sus vidas en general. Aunque no es exactamente igual,

este significado de felicidad es casi sinónimo de satisfacción de vida, calidad de vida o,

incluso, autorrealización.

Heylighen (1992) agrega que una teoría evolutiva de la felicidad debe aclarar la

relación entre la propiedad objetiva de la salud y la experiencia subjetiva de sentirse bien.

Biológicamente, los sentimientos funcionan para orientar a un organismo a que se aleje de

situaciones peligrosas (indicados mediante reacciones desagradables tales como miedo,

hambre o dolor) y a que se acerque a situaciones positivas (indicadas mediante reacciones

positivas tales como placer, amor, satisfacción). En este caso los sentimientos desempeñan

un papel de selectores indirectos: seleccionan acciones apropiadas como beber cuando se

tiene sed, o rechazan acciones inapropiadas como tocar una llama, por lo que sustituyen la

selección natural.

Por lo tanto, los sentimientos positivos normalmente indicarán que el organismo se

acerca al estado óptimo. Más adelante, sugiere que la felicidad puede considerarse como una

indicación de que una persona está biológicamente sana (cerca del estado óptimo) y, desde

el punto de vista cognitivo, en control (capaz de contrarrestar desviaciones eventuales del


74

estado óptimo); en otras palabras, que él o ella puede satisfacer todas las necesidades básicas,

a pesar de posibles perturbaciones del medio.

La teoría de la felicidad autentica se acerca peligrosamente al monismo de Aristóteles,

porque ahí la felicidad se expresa cuantitativamente, (Seligman M, 2014). Cada elemento del

bienestar debe tener tres propiedades para contar como elemento: Contribuye al bienestar,

muchas personas lo buscan por sí mismo, y no sólo para obtener cualquiera de los elementos,

se define independientemente de los demás elementos (exclusividad). La teoría del bienestar

tiene cinco elementos, y cada uno de los elementos tiene propiedades. Los cinco elementos

son: emoción positiva, compromiso, sentido, relaciones positivas y logro (PERMA)

(Seligman M, 2014):

-Emoción positiva: El primer elemento de la teoría del bienestar es la emoción positiva

(la vida placentera). También es el primero en la teoría de la felicidad autentica; sin embargo,

sigue siendo la piedra angular de la teoría del bienestar, aunque con dos caminos cruciales.

La felicidad y la satisfacción con la vida, como medidas subjetivas:

-Compromiso: Al igual que la emoción positiva se evalúa de manera subjetiva. La

emoción positiva y el compromiso son las dos categorías en la teoría del bienestar donde

todos los factores se miden subjetivamente. Como el elemento hedónico y placentero, la

emoción positiva abarca todas las variables subjetivas del bienestar. La emoción positiva y

el compromiso cumplen fácilmente los tres criterios para ser elementos del bienestar.

-Sentido: El sentido tiene un componente subjetivo. La persona que la tiene no puede

estar equivocada sobre su propio placer, éxtasis, o comodidad. Lo que siente es lo que decide

la cuestión. El sentido no es exclusivamente subjetivo. El juicio más objetivo y

desapasionado de la historia, la lógica y la coherencia pueden contradecir un juicio subjetivo.


75

-Logro: (o realización) a menudo se busca por sí mismo, incluso cuando no produce

emoción positiva, sentido o nada que se parezca a una relación positiva. La teoría del

bienestar requiere un cuarto elemento: el logro en su forma momentánea y la vida de

realización, una vida dedicada al logro por el logro mismo, en su forma ampliada. Las

personas que llevan una vida de realización suelen estar absortas en lo que hacen, a menudo

buscan con avidez el placer y sienten emoción positiva (aunque fugaz) cuando ganan, pueden

ganar al servicio de algo superior.

-Relaciones positivas: Cuando se le pidió a Peterson, uno de los fundadores de la

psicología positiva, que explicara en tres palabras o menos de que se trataba esta psicología

respondido “de los otros”. Muy poco de lo que es positivo es solitario. Los otros son el mejor

antídoto de las vicisitudes de la vida y el estimulante más confiable que existe (Seligman M,

2014).

2.6 Causas y estudios de la felicidad

Como primer punto en las causas de la felicidad están los recursos personales en este

rubro, Sánchez Aragón, Carrasco y Retana (2010) encontraron que aspectos como la

percepción, la expresión, el entendimiento emocional como capacidades y el auto-monitoreo

como rasgo de personalidad, se encuentran significativamente involucrados en la vivencia y

expresión de la felicidad. La percepción emocional es definida como la forma elemental y

básica del conocimiento de una emoción, que implica procesos cognoscitivos como el pensar,

recordar e imaginar (Young, 1979).

No obstante, a esta visión general, Sánchez, Aragón et al. (2010) reconocieron dos

subhabilidades para identificar emociones en el propio estado físico y psicológico y para

reconocer la emoción en otras personas. Para la expresión emocional se reconocen tres


76

destrezas que son expresar las emociones de forma precisa, el nivel de su intensidad (o

expresividad) y el engancharse, prolongar o deshacerse de un estado emocional.

En lo que respecta al entendimiento emocional, Extrema y Fernández (2002) señalan

que, para tener esta habilidad, se requiere que el ser humano aprenda de sí mismo, de sus

necesidades y deseos, qué cosas, personas o situaciones causan determinados sentimientos,

qué pensamientos generan tales emociones, de qué manera le afectan y qué consecuencias y

reacciones le provocan. La literatura identifica tres subcapacidades de entendimiento

emocional, que implican comprender el contexto ideal de expresión de cada emoción, causas

y consecuencias de cada emoción y emociones complejas y contradictorias.

Otro rasgo particular es el auto-monitoreo y se refiere a la habilidad de la persona a

ajustar su conducta a las situaciones externas como producto de una emoción o una expresión

emocional de un interlocutor, de tal suerte que, cuando un individuo puntúa alto en auto-

monitoreo, muestra una considerable adaptabilidad de su conducta, es muy sensible a las

claves externas, puede comportarse en forma no sistemática en diferentes situaciones y es

capaz de presentar notables contradicciones entre su persona pública y su yo privado

(Robbins, 1993).

Después vienen los procesos cognoscitivos y estrategias de regulación emocional

Gross y Thompson (2007) propusieron una serie de cinco procesos cognitivo conductuales:

selección de la situación, modificación de la situación, desplazamiento de atención, cambio

cognoscitivo y modulación de la respuesta, que se generan en el individuo a partir de su

apreciación de un evento desencadenador de emoción y que estos cinco procesos

corresponden a ciertas estrategias encaminadas a lidiar con este evento y su definición

depende del tipo de emoción que se esté experimentando, pues toda reacción depende del

tipo de estímulo percibido.


77

Todas estas tendencias de acción se ven comprendidas, según Gross y Levenson

(1993), en dos estrategias generales de la regulación emocional (RE): la reapreciación

cognoscitiva (RC) y la supresión expresiva (SE). La primera (RC) se refiere a la

reconstrucción de una situación potencialmente elicitadora de emoción, de tal forma que

modifica su impacto emocional, y la segunda (SE), a la inhibición de conductas expresivas

de la emoción.

Por último la percepción de autoeficacia. La autoeficacia (Bandura, 2006) está en

función de la creencia de que, al utilizar ciertas estrategias ante la felicidad, la persona resulta

competente en su ejecución. La autoeficacia implica la estimación personal sobre cuál es el

mejor rendimiento posible en un momento o circunstancia, la confianza en sí mismo y los

recursos para resolver una situación concreta o para ser aplicados en otra situación.

Para medir la autoeficacia en el contexto de la cultura mexicana, Sánchez Aragón,

Díaz Loving y López Becerra (2008) obtuvieron, entre otros, un factor SE del amor y de la

felicidad. Pero, no solo la creencia de autoeficacia impacta, sino la percepción de que la

estrategia utilizada ha sido útil, es decir, que resultó ventajoso su uso en la solución de la

situación (utilidad instrumental) y que le hizo armonizar con la persona que colaboró con que

el individuo sintiera felicidad -si es que alguien está involucrado- (utilidad expresiva).

En cuanto a los estudios realizados, en lo referente a la felicidad, podemos señalar

que una gran variedad de estudios de auto informe señalan que universalmente las personas

se definen como al menos moderadamente felices (Myers, 2000). Las personas más felices

son menos autorreferentes, hostiles, abusadores y vulnerables a las enfermedades. También

están más dispuestas a perdonar, a ser más generosas, tolerantes, confiables, energéticas,

decididas, creativas, sociales y cooperadoras (Myers, 2000).


78

La felicidad en hombre y mujeres y sus diferencias es uno de los hallazgos empíricos

más consistentes en la literatura actual sobre diferencias entre hombres y mujeres tiene que

ver con que la expresividad emocional haya sido evaluado por medio de auto-reportes,

estudios observacionales o relativos a creencias y estereotipos. De hecho, en las culturas

occidentales se cree que las mujeres son más expresivas emocionalmente que los hombres,

específicamente, se espera que sonrían más y que muestren más tristeza, miedo y culpa (Hess,

Senécal, Kirouac, Herrera, Philippot y Kleck, 2000).

En contraste, se cree que los hombres exhiben más emoción sólo cuando están

enojados y físicamente agresivos. En congruencia, se han revelado resultados que muestran

que, efectivamente, las mujeres experimentan, tanto los afectos positivos (felicidad) como

negativos (depresión) con mayor intensidad que los hombres (Argyle, 2001). Además,

algunos estudios sobre los niveles de felicidad han reportado pocas o ninguna diferencia entre

hombres y mujeres (Fujita, Diener y Sandvik, 1991).

En su caso, Safdar et al. (2009) encontraron que los hombres piensan que deben

expresar emociones de poder, como el enojo, el desprecio y el disgusto, más que las mujeres,

y estas creen que deben expresar más felicidad, tristeza y miedo que los hombres, lo cual han

encontrado congruente con los estereotipos que se tienen sobre cada uno de los sexos.

Estudios como los realizados por Bobowik, Basabe, Páez, Jiménez y Bilbao (2011),

Diener (2012), Diener, Tay y Oishi (2013), Galati, Manzano y Sotgiu (2006), Oishi, Koo y

Akimoto (2008) y Rentfrow, Mellander y Florida (2009), entre otros, indagan en las

diferencias que existen en los niveles de bienestar y felicidad entre las distintas naciones. A

su vez, numerosos estudios en el contexto hispanoamericano se han centrado en examinar

cómo la felicidad y el bienestar se relacionan con aspectos tales como la salud mental

(Barrientos y Martínez, 2014), la educación (Bilbao, 2014), el trabajo y el mercado laboral


79

(Graham y Felton, 2006; Graham y Pettinato, 2001; Kramp, 2014), las distintas etapas vitales

(Alvarado y Plaza, 2014; Casas et al., 2015) y el ambiente (Cuñado y Pérez de Gracia, 2013),

entre otros.

Esto, a su vez, ayuda a entender y analizar los distintos aspectos que conforman el

bienestar y la felicidad. Para Diener (2012) muchas de estas grandes diferencias en los niveles

de bienestar y felicidad entre los países pueden asociarse a circunstancias sociales, las cuales

pueden aludir tanto a condiciones objetivas como a otros factores culturales.

Estudios previos indican que, en general, la mayoría de las personas en distintos

países señala altos niveles de felicidad y satisfacción con la vida (Páez, 2008; Páez, Morales

y Fernández, 2007; Zubieta y Delfino, 2010; Zubieta, Fernández y Sosa, 2012) y que las

diferencias surgen en el nivel eudemónico, al introducir variables como género, edad, estado

civil o actividad laboral. Las mujeres exhiben un mayor bienestar en términos de relaciones

positivas con los otros y dominio del entorno, en comparación con sus pares hombres

(Zubieta y Delfino, 2010; Zubieta, Muratori y Mele, 2012). Respecto de la edad, a medida

que se cumplen años las personas poseen un mayor funcionamiento autónomo y una mayor

capacidad para controlar el medio (Fernández et al., 2013; Ryff, 1989; Zubieta, Muratori y

Mele, 2012).

También, el estudio de Muratori, Delfino y Zubieta (2013), que relaciona en

Argentina el bienestar con la anomia y la confianza, detectó que las personas solteras o

divorciadas mostraban mayores niveles de bienestar, en términos de coherencia de la

dinámica social, y mayores niveles de confianza. Asimismo, el hecho de trabajar amortiguaba

la frustración anómica, sintiéndose las personas más integradas y con una relación más

satisfactoria con el entorno y con ellas mismas.


80

De acuerdo con Diener, Oishi y Lucas (2002), las personas evalúan sus estándares de

felicidad de dos maneras: por medio de los eventos positivos experimentados recientemente

en sus vidas o por la disminución o infrecuente aparición de problemas personales. Esto

quiere decir que mucho de lo investigado por este autor ha remitido a la evaluación global

cognitiva que hace el individuo en relación con su vida (aspecto que referimos

anteriormente). Más aún, que las diferencias halladas en el bienestar subjetivo se deben en

buena medida a los rasgos de personalidad de cada uno de estos individuos; en cómo

conciben al mundo y en lo que piensan acerca de éste y de sus vidas. Es probable que Ed

Diener encontrara muchas de las evidencias alcanzadas hasta ahora en torno al hecho de que

la búsqueda de la felicidad es un camino solitario colmado de infinidad de factores asociados.

Por ejemplo, y sumado a lo anterior, Diener sugirió que hay tres posibles razones por

las que la gente escoge y determina lo que es bueno (Diener y Suh, 1997). Primero: la

percepción individual define y decide (la perspectiva económica). Segundo: experiencias

previas y juicios pasados nos indican aquello que es bueno (perspectiva psicológica).

Tercero: creencias culturales o normas determinadas por la cultura hacen suponer al

individuo lo que es bueno (perspectiva psicosocial). Por tal, y en relación con este último

punto, una persona busca su felicidad en el trabajo soñado y compitiendo con los otros si su

cultura reconoce esto como “bueno”, mientras que para quien provenga de una cultura

colaborativa, esto quizás no lo haga acercarse a lo que denomina bienestar o búsqueda de la

felicidad.

Es importante mencionar que por principio de cuentas debe mencionarse que

Seligman (2002) distingue entre la felicidad momentánea y la felicidad duradera. La primera

se refiere a la búsqueda del placer inmediato, mientras que la segunda puede aprenderse,

incrementarse y volverse más duradera a través del uso de las variables que la conforman,
81

tales como los rasgos positivos del carácter, el uso de las fortalezas personales o las

instituciones positivas que las procuran, como la democracia o el matrimonio. Aunado a esto,

el creador de esta nueva disciplina de la psicología propone que la felicidad auténtica es

aquella que se conforma por tres aspectos o campos en la vida de la persona: la buena vida

(actividades consistentes con nuestra búsqueda de la felicidad), la vida con sentido (la

consecución de metas y propósitos fundamentales) y la vida placentera (la obtención de

placeres y gratificaciones).

El bienestar subjetivo o felicidad también se ha relacionado con el amor y las

diferentes fases que conforman al enamoramiento. Así, Sánchez-Aragón (2009) ha

encontrado que los mexicanos experimentan mayor goce y bienestar en la etapa del

enamoramiento conocida como “de atracción”, entendida como la etapa que refiere a lo

placentero, la emoción, la ilusión, el goce y la plenitud que se siente ante el pensamiento o

presencia de la otra persona (Sánchez-Aragón, 2007). En este sentido, y derivado de otro

estudio realizado un año antes con adultos de la ciudad de México, la autora encontró una

relación significativa entre el amor y la felicidad. Dicho de otro modo, “el amor parece ser

un factor importante para la felicidad” (Carrasco-Chávez y Sánchez-Aragón, 2008: 28) y hay

una intersección y dependencia entre los componentes cognitivos, afectivos y conductuales

de estos dos constructos (pienso que soy feliz, lo siento y lo expreso; pienso que amo, lo

siento y lo expreso).

Los investigadores Velázquez y Garduño (2011) hallaron que a mayor diferenciación

del self, mayor era el bienestar subjetivo de las personas, entendida la diferenciación del self

como el grado en que una persona es capaz de equilibrar su rendimiento emocional e

intelectual, con su grado de intimidad y autonomía en las relaciones (Bowen, 1989; cit. por

Velázquez y Garduño, 2011). De esta forma, y de acuerdo con esta teoría familiar sistémica,
82

los reflejos emocionales en una relación intensa entre dos personas o una familia (reactividad

emocional) y la distancia emocional que encuentran con su familia predicen un menor

bienestar subjetivo en jóvenes mexicanos; mientras que, por el otro lado, a mayor posición

del yo (sentido de autonomía y ajuste personal), mayor bienestar subjetivo se experimenta.

En esta dirección, se han abierto múltiples líneas de investigación que desde diversas

perspectivas, exploran los factores genéticos, psicológicos, sociales y económicos,

determinantes de la felicidad. Esto, nos ha permitido saber, por ejemplo, dónde viven las

personas más felices, gracias al científico Adrian White, de la Universidad de Leicester en el

Reino Unido. White (2007) entiende que los niveles de felicidad de una nación, están

directamente relacionados con la calidad de su sistema sanitario, un Producto Interior Bruto

alto y acceso a la educación universitaria. Tomando en cuenta estos factores, ha construido

el mapa de distribución de la felicidad en nuestro planeta, reuniendo datos de estudios

publicados en todo el mundo y en una encuesta sobre este tema, realizada a unas 80.000

personas de 177 países, para concluir que los dos países más felices de este peculiar ranking

son Dinamarca y Suiza, seguidos de Austria, Islandia, Bahamas, Finlandia y Suecia en los

primeros puestos de la clasificación.

Para concluir con esto el autor Myers (2005), señala que existen diez puntos para

alcanzar la felicidad:

1. Percatarse de que no proviene de “hacerla”. La felicidad no es algo que se pueda

acumular o comprar, sino algo que se necesita trabajar.

2. Tomar control del tiempo. Controlar la vida y dominar el uso del tiempo en

términos de fijar objetivos de corto, mediano y largo plazo, ayudan a generar personas más

felices.
83

3. Actuar de manera feliz. Poner un semblante feliz y actuar como si se sintiera

autoestima positiva y optimismo puede generar un disparo en las emociones positivas e

incrementar la felicidad.

4. Buscar trabajo y placer poniendo en marcha las habilidades personales. Realizar el

trabajo o la actividad que generen un “fluir” en las personas; se ha observado que los

individuos que están absortos en un trabajo o actividad que les apasiona son más felices que

quienes no los tienen.

5. Hacer ejercicio. El ejercicio no solamente ayuda al cuerpo sino también a la mente.

Se ha visto que las personas que hacen ejercicio aumentan sus niveles de endorfina en el

cerebro, haciendo que se reduzcan sus índices de depresión y ansiedad y disminuya su

percepción de dolor.

6. Dar el sueño que requiere el cuerpo. Descansar y dormir lo necesario es algo

importante para aumentar la sensación de bienestar.

7. Enfocarse más allá de uno. Hacer cosas por los demás ayuda a aumentar la felicidad

y lleva a las personas a sentirse bien.

8. Llevar un diario de gratitud. Reflexionar sobre lo positivo que tiene la vida (la

salud, los amigos, la familia, el apoyo) aumenta el estado de bienestar personal.

9. Alimentar el yo espiritual. La fe en algo o alguien ayuda a dar sentido o propósito

a la vida, pues sirve de apoyo para ver más allá de uno mismo.

10. Priorizar las relaciones cercanas. Nutrir la vida de relaciones cercanas e íntimas

(compañeros de trabajo, amigos, familia, pareja), pues tales relaciones ayudan a sobrellevar

los problemas de la vida.


84

Planteamiento de problema

-Descripción del problema

La satisfacción con la vida como campo de investigación tomó relevancia a partir de

los años setenta cuando el concepto de calidad de vida evolucionó y empezó a concebirse

desde una dimensión psicosocial más allá de las condiciones necesarias para una buena vida

(alimentación, vivienda y cuidados médicos suficientes, entre otros). Así la satisfacción con

la vida se relaciona con un sentimiento personal de bienestar o de felicidad. Se trata pues de

la percepción personal sobre la propia situación en la vida partiendo de los propios objetivos,

expectativas, valores e intereses influenciados por el contexto cultural de referencia (Pérez-

Escoda, 2013).

La satisfacción con la vida ha sido ampliamente estudiada como medida de la salud

mental, es un constructo relevante en la calidad de vida de las personas; tener una satisfacción

alta con la vida se relaciona con un menor número de enfermedades mentales y una mayor

felicidad o bienestar subjetivo. El concepto de satisfacción vital ha sido definido como la

valoración positiva que la persona hace de su vida en general, o de aspectos particulares de

esta (familia, estudios, trabajo, salud, amigos, tiempo libre) (Diener, 1994).

En relación con esto, la satisfacción sería un estado psicológico resultante de la

transacción entre el individuo (personalidad); y su entorno micro social (estado civil, familia,

participación social, satisfacción laboral, apoyo social), y macro social (ingresos, cultura)

(Díaz, 2001; García-Viniegras y González, 2000).

Por otro lado la felicidad es un tema central de la psicología positiva que tiene el

número más alto de publicaciones entre las áreas de trabajo que integran este nuevo enfoque

psicológico (Caycho, 2010). La consideración de la felicidad en el pensamiento social


85

proviene del debate sobre el fundamento de la moral, es decir, sobre el fundamento de la

buena conducta. Para muchos filósofos, lo bueno, aquello que nos debe conducir en la vida,

es lo que nos hace felices. Difícil tarea se revela sin embargo determinar qué es lo que nos

hace felices. El clásico debate entre hedonistas y eudemonistas enfrenta la búsqueda de la

felicidad a través de la satisfacción de los deseos del hombre (Pino y Diez, 1999).

De acuerdo con Diener, Oishi y Lucas (2002), las personas evalúan sus estándares de

felicidad de dos maneras: por medio de los eventos positivos experimentados recientemente

en sus vidas o por la disminución o infrecuente aparición de problemas personales.

Desde comienzos de la década pasada, Seligman, junto a otros investigadores, se

dedicó a realizar estudios comparativos entre personas que se consideraban muy felices y

otros que no lo fueran tanto. En este sentido, la investigación, que bien pudiera sonar un tanto

pretenciosa, buscaba hallar una especie de “llave” de la felicidad, con lo cual encontró que

las personas consideradas muy felices eran aquellas ricas en la construcción y mantenimiento

de sus relaciones sociales, en contraste con las “personas no felices”, que puntuaban bajo en

relación con el promedio. Además, halló que, contrario a lo que dictaría el uso del sentido

común, las “personas muy felices” no experimentaban de manera reiterada emociones de

éxtasis o júbilo desbordado, sino que más bien eran capaces de responder apropiadamente al

uso de sus emociones en relación con los eventos experimentados en sus vidas (Diener y

Seligman, 2002).

Es común confundir la felicidad con la satisfacción de la vida. Ambas sensaciones

tienen características similares, pero en su esencia son diferentes. La felicidad surge de la

aceptación de estas tensiones contrarias de la realidad: es una perspectiva, una actitud.

Implica admitir lo malo de la vida sin tomarlo como algo personal, y apreciar lo bueno de

ella sin darlo por sentado. De esta manera logramos un equilibrio en el que nuestro sentido
86

de ser no depende de lo externo: a la felicidad no le importa si somos ricos o pobres, si

estamos en compañía o estamos solos, si estamos enfermos o tenemos salud. La satisfacción

con la vida, por el contrario, depende siempre de lo externo: estamos satisfechos si somos

ricos en lugar de pobres, si estamos acompañados en lugar de solos, si tenemos salud en lugar

de estar enfermos. Su característica común es que se origina en una falta de perspectiva y de

sentido que se tapa con estímulos materiales. Por eso necesita siempre de formas externas

(Veenhoven, 1994).

 Objetivo general

Comparar la satisfacción con la vida y felicidad en egresados universitarios con y sin

trabajo

 Objetivos específicos

Medir la satisfacción con la vida en egresados universitarios con y sin trabajo.

Medir la felicidad en egresados universitarios con y sin trabajo.

Analizar la relación entre satisfacción con la vida y la felicidad en egresados

universitarios con y sin trabajo.

 Pregunta general

¿Existen diferencias entre satisfacción con la vida y felicidad en egresados

universitarios con y sin trabajo?

 Preguntas específicas

¿Los egresados universitarios con o sin trabajo presentaron satisfacción con

la vida?

¿Los egresados universitarios con o sin trabajo presentaron felicidad?


87

¿Existe relación entre satisfacción de la vida y felicidad en egresados

universitarios con y sin trabajo?

 Justificación

Resulta importante señalar que la satisfacción con la vida y la felicidad son

indicadores de suma importancia en los estudios de la psicología positiva, estas variables

tienen una estrecha relación con los factores que acontecen en la vida diaria como, la familia,

los estudios, el trabajo, la salud, los amigos y el tiempo libre. La evaluación global de la vida

implica todos los criterios que figuren en la mente de un individuo: cómo se siente y si se

cumplen sus expectativas (Veenhoven, 1994).

Las investigaciones referentes a Satisfacción con la Vida y Bienestar Subjetivo en

universitarios, no han sido suficientes, por lo que, De Garay (2001) sugiere que el conocer

acerca de ellos permitirá diseñar y llevar a cabo políticas institucionales que contribuyan a

reducir las altas tasas de deserción escolar, incrementar el porcentaje de egresados y titulados

y sobre todo formar jóvenes más cultos y mejor habilitados profesionalmente para

incorporarse de una manera más productiva a la vida social de su país.

Las vías por las cuales la educación superior aumenta la calidad del trabajo y de la

vida son varias: pasar por la universidad permite la adquisición de destrezas y competencias

que son cruciales para aumentar la productividad o para avanzar hacia la sociedad del

conocimiento (Banco Mundial, 2000; OCDE, 2006). Para el individuo existen beneficios

adicionales. Además de la inserción exitosa en el mercado laboral, también se evidencian una

mayor participación política, un incremento en la actividad social y cultural, y una mejor

calidad de vida. En suma, la educación superior parece contribuir significativamente a la

felicidad (García Aracil, Mora y Vila, 2004; Heijke, Meng y Ramaekers, 2002; Allen y Van

der Velden, 2001).


88

El equilibrio de las dimensiones -vida profesional y vida personal- se ha constituido

en una gran expectativa y deseo de las personas. La búsqueda constante de este equilibrio

implica el conocimiento de las expectativas profesionales y personales, así como la

posibilidad de hacer elecciones. En el contexto actual, ese no es un ejercicio espontáneo, pues

necesita simultáneamente de tiempo, voluntad y aprendizaje. (Camara, Guerra y Rodríguez

1983). Los aspectos económicos y laborales son de los que menor satisfacción reportan. El

nivel de satisfacción con el trabajo, con un índice global de 138,3, se sitúa entre los más bajos

de la muestra de países (CIRES, 1994).

Según Moyano y Ramos (2007) dicen que los jóvenes mayores (17-25 años)

mostraban una mayor dificultad para alcanzar niveles importantes de satisfacción vital

debidos a sus elevadas expectativas de vida y sus actuales recursos para alcanzar metas a

futuro, además de su reciente salida de la adolescencia como un proceso conflictivo de la

vida.

Se publicó un reportaje desconsolador. En el mismo se afirma que en México hay

“3.1 millones de jóvenes con título universitario, pero no todos tienen empleo” (las cifras

provienen de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo). La realidad lacerante es que

dos de cada cinco universitarios están desempleados. 41 por ciento de los profesionales

universitarios menores de 30 años no tienen trabajo o han ingresado a la zona de la

informalidad, que en este país se acerca a 60 por ciento del total de los trabajadores. En el

primer estudio mencionado se apunta que los profesionales universitarios menores de 30 años

que trabajan o buscan ocuparse asciende a 3.15 millones; 290 mil están desempleados y 1.08

millones se encuentran instalados en la informalidad (ENOE, 2011).

La unidad de datos del universal analizo la encuesta nacional de ocupación y empleo

(ENOE, 2011) y encontró que 41% de los profesionistas menores de 30 años están
89

desempleados o están en informalidad. En números absolutos, 290 mil no tienen empleo y 1

millón 88 mil trabajan en negocios que no están legalmente establecidos.

 Delimitaciones

 Alcances
- La presente investigación tiene un alcance comparativo, correlacional.

- Esta investigación permitirá generar mayor conocimiento sobre la temática

abordada.

- El análisis de los resultados será fiable porque se utilizarán instrumentos de

medición psicológica con propiedades psicométricas válidas.

- Con base en el instrumento de medición psicológica a la muestra del estudio, los

resultados obtenidos serán confiables.

 Hipótesis

H0: No existen diferencias estadísticamente significativas en la satisfacción con la

vida y felicidad en egresados universitarios con y sin trabajo.

Hi: Existen diferencias estadísticamente significativas en la satisfacción con la vida

y felicidad en egresados universitarios con y sin trabajo.

Diseño de investigación

La presente investigación será de tipo no experimental. Este tipo de investigación son

estudios que se realizan sin la manipulación deliberada de variables y en los que sólo se

observan los fenómenos en su ambiente natural para después analizarlos (Hernández,

Fernández y Baptista, 2014).

El diseño a emplear será transaccional o transversal, el cual recolecta la información

o los datos en un solo momento, y en un tiempo único. Tiene como propósito describir las
90

variables, y analizar su incidencia e interrelación en un momento dado (Hernández, et al.,

2014).

Tipo de investigación

La investigación es comparativa. Los estudios comparativos son aquellos estudios

que realizan comparaciones, ya sea de las mismas personas conforme maduran a través de

periodos largos de varios grupos de diversas características (edad, clase, ocupación) en el

mismo momento. También incluye estudios que comparan muestras de más de una cultura

(Coolican, 2005).

Enfoque de la investigación

El enfoque será cuantitativo, el cual utiliza la recolección de datos para probar

hipótesis con base a la medición numérica y el análisis estadístico, para establecer patrones

de comportamiento y probar teorías (Hernández, et al., 2014).

Variable

Satisfacción con la vida

- Definición conceptual

De acuerdo con Omar, Paris, Aguiar, Almeidam, y Del Pino (2009), la satisfacción

con la vida es la evaluación global que realizan las personas al comparar sus circunstancias

actuales con un patrón cultural que consideran se ajusta a su condición propia.

- Definición operacional

Se aplicara la escala de satisfacción con la vida de Diener (Diener, Emmons, Larsen

y Griffin, 1985).

Felicidad

- Definición conceptual
91

Es el grado en el cual un individuo evalúa la calidad global de su vida presente como

un todo positivamente. En otras palabras, cuanto le agrada la vida que él o ella lleva (Diener,

2000)

- Definición operacional

Se aplicara la escala para medir la felicidad (Alarcon, 2009).

Universo

Egresados universitarios con y sin trabajo.

Tipo de muestreo

El tipo de muestreo será no probabilístico de tipo intencional.

El muestreo no probabilístico de tipo intencional permite seleccionar casos

característicos de una población limitando la muestra sólo a estos casos. Se utiliza en

escenarios en las que la población es muy variable y consiguientemente la muestra es muy

pequeña (Hernández, et al., 2014).

Muestra

La muestra está conformada por 50 egresados universitarios con trabajo y 50

egresados universitarios sin trabajo

Criterios de inclusión y exclusión

 Inclusión

- Egresados con trabajo y sin trabajo

- Egresados de IUEM

 Exclusión

- Egresados de otras universidades

- Egresados con más de un año de salida de la carrera


92

Descripción de la metodología a emplear

 Instrumentos

1. Escala de satisfacción con la vida de Diener (Diener, Emmons, Larsen y Griffin,

1985).

El objetivo de la escala es evaluar los aspectos cognitivos del bienestar. El modelo

usado para la medición es la versión en castellano de la SWLS de Diener, Emmons, Larsen,

y Griffin (1985) escala que según Pavot, Diener, Colvin, y Sandvik, (1991) se puede utilizar

con jóvenes y adultos.

Consta de cinco ítems que evalúan la satisfacción con la vida a través del juicio global

que hacen las personas sobre esta. La cual presenta los reactivos de la siguiente manera: (a)

“En la mayoría de los aspectos mi vida se acerca a mi ideal”, (b) “Las condiciones de mi vida

son excelentes”, (c) “Estoy satisfecho con mi vida”, (d) “hasta ahora he conseguido las cosas

importantes que quiero en la vida” y (e) “Si tuviera que vivir mi vida de nuevo, no cambiaría

nada”.

Los valores oscilan entre 1 y 7, donde 1 es “totalmente en desacuerdo” y es

“totalmente de acuerdo” La puntuación total va de 5 (Muy insatisfecho) a 35 (altamente

satisfecho). Es una escala de un solo factor, y ha mostrado alta consistencia interna con

valores de alfa de Cronbach, que oscilan entre .89 y .79. Se han obtenido correlaciones

negativas de la escala con el afecto negativo, ansiedad y depresión, y por otro lado

correlaciones positivas con otras medidas de bienestar. Es una escala de un solo factor y ha

mostrado alta consistencia interna con valores de alfa de Cronbach. (Diener et al., 1985).

2. Escala para medir la felicidad (Alarcon, 2006).

Integrada por 27 items de tipo Likert con cinco alternativas de respuesta: Totalmente

de acuerdo; Acuerdo; Ni acuerdo ni desacuerdo; Desacuerdo; y Totalmente en desacuerdo.


93

Al extremo positivo se le otorgó cinco puntos y al extremo negativo un punto. Los ítems

fueron redactados en forma favorable o desfavorable a la felicidad.

Todos los valores Alfa son altamente significativos, su rango va de .909 a .915. La

Escala total presenta, asimismo, una elevada consistencia interna (α =.916, basada en ítems

estandarizados).

La validez del constructo se estableció por análisis factorial, el análisis de

componentes principales y de rotación ortogonal (varimax) extrajeron 4 factores

identificados como: 1. Sentido positivo de la vida, 2. Satisfacción con la vida, 3. Realización

personal, 4. Alegría de vivir.

Factor No. De ítem

1. Sentido positivo de la vida 26, 20, 18, 23, 22, 02, 19, 17, 11, 07,14

2. Satisfacción con la vida 04, 03, 05, 01, 06, 10

3. Realización personal 24, 21, 27, 25, 09, 08

4. Alegría de vivir 12, 15, 16, 13

 Procedimiento

- Se solicitará a la autoridad correspondiente de la institución académica, el permiso para la

aplicación de los instrumentos de medición, explicando el objetivo de la presente

investigación.

- Se convocará a los egresados universitarios para la aplicación del instrumento no sin antes

explicarle el motivo de la misma para obtener su colaboración, asegurándoles el anonimato

y la confidencialidad de la información.
94

- La aplicación de los instrumentos en los participantes se realizará de manera individual,

con una duración aproximada de 15 minutos.

- Se resolverán las dudas que surjan durante la aplicación, al concluirse se agradecerá su

participación.

- Se calificarán los instrumentos aplicados, y posteriormente se realizará el análisis

estadístico correspondiente.

 Análisis estadístico

Se utilizará estadística descriptiva para obtener frecuencias, porcentajes, y medidas

de tendencia central y dispersión como son la media aritmética y desviación estándar

respectivamente. Para establecer la relación entre la variable satisfacción con la vida y

felicidad entre egresados universitarios con y sin trabajo, se obtendrá el coeficiente de

correlación de Pearson, considerando un nivel de significancia de .05. Tales análisis se

realizarán con el programa estadístico SPSS versión 20.


95

Resultados

Con base en el análisis descriptivo se reporta en la muestra total una media de 5.3

(D.E.= 1.4) en la variable satisfacción con la vida (Tabla 1).

Tabla 1
Estadísticos descriptivos de satisfacción con la vida en la muestra total

Variable Mínimo Máximo M D.E.

Satisfacción con la vida 1.0 7.0 5.3 1.4

n=113
1= totalmente en desacuerdo, 2= en desacuerdo, 3= ligeramente desacuerdo, 4= ni de acuerdo ni en desacuerdo,
5= de ligeramente de acuerdo, 6= de acuerdo, 7= totalmente de acuerdo.

Con base en el análisis por grupo se identificó que los participantes egresados con

trabajo reportan una media más alta M=5.4 (DE=1.3) (Tabla 2).

Tabla 2
Estadísticos descriptivos de satisfacción con la vida en los dos grupos de participantes

Variable Egresados con trabajo Egresados sin trabajo

M DE M DE

Satisfacción con la vida 5.4 1.3 5.1 1.4

n=113
1= totalmente en desacuerdo, 2= en desacuerdo, 3= Ligeramente desacuerdo, 4= ni de acuerdo ni en desacuerdo,
5= de ligeramente de acuerdo, 6= de acuerdo, 7= totalmente de acuerdo.
96

En la muestra total en la variable felicidad, se reportan medias que oscilan entre 2.1

(D.E= .81) y 3.9 (D.E.= .97) siendo la más alta en el factor alegría de vivir (Tabla 3).

Tabla 3
Estadísticos descriptivos de felicidad en la muestra total

Variables Mínimo Máximo Media DE

Felicidad total 1.7 4.4 3.1 .34

Sentido positivo de la vida 1.1 4.3 2.1 .81

Satisfacción con la vida 1.3 5.0 3.8 .76

Realización personal 1.1 5.0 3.7 .85

Alegría de vivir 2.0 5.0 3.9 .97

n= 113
1= totalmente en desacuerdo, 2= de acuerdo, 3= ni de acuerdo ni en desacuerdo, 4= acuerdo, 5= totalmente de
acuerdo.
97

En relación a los dos grupos de participantes se reporta la media más alta en el factor

alegría de vivir M= 4.1 (D.E =.95) en los egresados con trabajo; M= 3.7 (D.E =.95) en los

egresados sin trabajo (Tabla 4).

Tabla 4
Estadísticos descriptivos en felicidad en los dos grupos de participantes

Variables Egresados con trabajo Egresados sin trabajo

M D.E. M DE

Felicidad total 3.1 .45 2.9 .56

Sentido positivo de la vida 1.9 .75 2.4 .83

Satisfacción con la vida 4.0 .70 3.6 .78

Realización personal 3.4 .72 3.4 .91

Alegría de vivir 4.1 .95 3.7 .95

N= 113
1= totalmente en desacuerdo, 2= de acuerdo, 3= ni de acuerdo ni en desacuerdo, 4= acuerdo, 5= totalmente de
acuerdo.
98

Por último, solo se reportan diferencias estadísticamente significativas en el factor de

felicidad en realización personal (t= 3.219, p= .030) en los dos grupos de participantes (Tabla

5).

Tabla 5
Análisis de comparación en satisfacción con la vida y felicidad en los dos grupos de
participantes

Variables Egresados con Egresados sin

trabajo trabajo

T p Media D.E. Media D.E.

Satisfacción con la vida 1.423 .684 27.4 6.90 25.6 7.12

Felicidad total

Sentido positivo de la -2.979 .060 21.6 8.28 26.4 9.13

vida

Satisfacción con la vida 2.834 .410 24.2 4.23 21.8 4.69

Realización personal 3.219 .030 23.6 4.36 20.6 5.46

Alegría de vivir 2.423 .648 16.6 3.80 14.9 3.82


99

Discusión

Con base en el objetivo de la presente investigación el cual fue comparar satisfacción

con la vida y felicidad los resultados se analizaron iniciando con los objetivos específicos.

Con lo que respecto la satisfacción con la vida en egresados universitarios con y sin

trabajo, es así que con base en el análisis de los datos la muestra total reporta estar ligeramente

de acuerdo en experimentar contuctas y actitudes referentes en la variable satisfacción con

la vida, hallazgos que confirman lo reportado por Requena (2000) quien en su muestra de

hombres y mujeres adultos identificó un nivel medio, atribuyendo que las personas que

habitan en la Ciudad de México experimentan cierto grado de descontento, apatía,

incertidumbre, y principalmente desesperanza por las condiciones precarias de salud,

educación, trabajo, seguridad, entre otras.

Asimismo, Inkeles (1993) reporta resultados similares en una muestra de mujeres y

hombres de 30 a 45 años de edad, con o sin profesión, equilibrando la muestra en un

porcentaje igual de desempleados y empleados, refiriendo que esta medianamente satisfecha

con la vida, siendo el factor logro de metas el que más aportaba a dicha insatisfacción,

seguido de la relación de pareja en el caso de los que eran casados.

No obstante, contrasta considerablemente con el estudio de Alvarado y Plaza (2014)

quienes reportan altos niveles de satisfacción con la vida en una muestra grande de personas

de ambos sexos de mediana edad, explicando en un porcentaje considerable las variables

atributivas de estado civil y tipo de familia.

Por otra parte al hacer el análisis por grupo de participantes, son los egresados con

trabajo los que reportan una medida mas alta en satisfacción, lo que permite inferir que el

trabajo es una fuente de satisfacción para la gente ya que de manera directa y/o indirecta

satisface necesidades de seguridad, estima, pertinencia, autorrealización, entre otras, como


100

lo refiere Álvarez (2007) quien identificó que las personas laboralmente productivas cuentan

con mayores niveles de satisfacción con la vida, condición que determina su felicidad en

relación a las condiciones de vida materiales determinada por su posición en la estructura

ocupacional de la sociedad.

Con lo que respecta a la variable felicidad la muestra total reporta no estar ni de

acuerdo ni en desacuerdo en estar experimentando felicidad lo cual coincide con el estudio

de Caycho (2010) quien refiere que la población mexicana en edad productiva tiende a

puntuar de forma ambigua cuando se trata de evaluar su percepción de felicidad, y que esto

se debe más a cuestiones metodológicas, es decir, cómo se mide tal variable, instando a llegar

un consenso en la definición conceptual y operacional por parte de la comunidad científica.

Sin embargo, Galati, Manzano y Sotgiu (2006) refieren que a nivel mundial son los

mexicanos quienes reportan mayor nivel de felicidad atribuyendo tales resultados a la

cohesión familiar, es decir, independientemente de las condiciones precarias en diferentes

ámbitos, específicamente el desempleo, la familia es determinante para dar contensión y

aminorar cualquier situación adversa.

Con base en el análisis por grupo de participantes se observa que independientemente

de la condición de empleado y desempleado, ambos refiren no estar ni de acuerdo ni en

desacuerdo en experimentar felicidad, lo cual probablemente se deba a que la gente asocia

este estado a variables como la confianza en las relaciones cercanas, el sentimiento de libertad

y control, la percepción subjetiva de salud, la satisfacción financiera, el nivel de ingresos, la

edad, la religiosidad, el desempleo y el hecho de convivir con una pareja, entre otras variables

como lo refiere Delgado (1999) lo que hace suponer que el tener un trabajo remunerado no

es la única condición para ser feliz.


101

Asimismo también ambos grupos reportan no estar de acuerdo ni en desacuerdo en

experimentar sentido positivo de la vida, satisfacción con la vida, realización personal, y

alegría de vivir lo que reafirma lo anterior, es decir, el estar empleado o no no es una

condición esencial para experimentar felicidad lo cual también es alentador considerando la

situación de desempleo que se reporta en Mexico según las encuestas de INEGI (2014).

De acuerdo con el análisis comparativo, no se reportan diferencias estadísticamente

significativas en las varible satisfacción con la vida y felicidad total, así como tampoco en

los primeros factores de ésta, sentido postivo de la vida, satisfacción con la vida y alegría de

vivir.

Solo en realización personal, puntuando más alto los participantes del grupo de

egresados con trabajo lo cual podría explicarse con lo hallado por Colvin y Rutland (2008),

quienes refieren que felicidad se relaciona de manera positiva con las metas que la persona

considera valiosas para su vida, y una de ellas es el logro académico el cual determinara el

ejercicio de una profesión.

Estos hallazgos coinciden con lo que reporta Requena (2000) quien menciona que la

situación física y material de la vida de las personas, afecta a nivel de satisfacción con la vida

y la felicidad del individuo. Aimismo se encontraran en situaciones de mayor satisfacción

con la vida y felicidad aquellos indiciduos que posean una psicion social más alta, es decir,

un trabajo más prestigiado o un mayor grado de educación e ingresos. Los individuos que

ocupan posiciones sociales más alta contarar con mayores niveles de satisfacción con la vida

y estarán más felices con las condiciones de vida materiales y con la estructura ocupacional

de su sociedad.

Asimismo, los resultos de estas investiaciones reafirman lo hallado por Reynaldo

(2006) quien determino niveles moderados de satisfacción con la vida y felicidad en personas
102

con o sin empleo, sin lograr identificar diferencias significativas, atribuyendo sus hallazgos

a la relación de estas variables con otras, principalmente familiares y culturales.


103

Conclusiones

- La muestra total reporta estar ligermente de acuerdo en experimentar satisfacción con la

vida.

- Ambos grupos de participantes, egresados con o sin empleo, reportan estar ligeramente de

acuerdo en experimentar satisfacción con la vida.

- La muestra total reporta estar ni de acuerdo ni en desacuerdo en percibir felicidad.

- Con base en los factores de la variable felicidad la muestra total reporta estar de acuerdo en

presentar sentido positivo de la vida, y de acuerdo en experimentar satisfacción con la vida,

realización personal y alegría de vivir.

- El grupo de participantes egresados con trabajo reportan medias ligeramente más altas en

la variable felicidad total, satisfacción con la vida y alegría de vivir, una media igual en

realización personal, y una media más baja sentido positivo de la vida en relación a los

egresados sin trabajo.

- Se reportan diferencias estadísticamente significativas unicamente en el factor realización

personal siendo la media más alta en el grupo de egresados con trabajo.

- Se acepta parcialmente la hipótesis nula.


104

Sugerencias

- Realizar investigaciones de tipo comparativo para establecer diferencias entre satisfacción

con la vida y felicidad considerando variables atributivas como edad, estado civil, tipo de

profesión, nivel socioeconómico, profesión del cónyuge, entre otras.

- Realizar investigaciones de tipo correlacional entre satisfacción con la vida y felicidad con

otras variables como depresión, funcionamiento familiar, rasgos de personalidad, estrategias

de afrontamiento, resiliencia, optimismo, entre otras.

- Considerar en el aspecto metodológico investigaciones mixtas o con un enfoque cualitativo

para analizar la información desde un punto de vista fenomenológico.

- Considerar muestras más grandes para poder generalizar los resultados a la población de

estudio y no solo a la muestra.

- Diseñar, aplicar y evaluar programas psicoeducativos con el objetivo de fomentar la salud

mental y emocional.
105

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127

Anexos

Edad: Sexo: H/M Escolaridad:

Cuanto tiempo de egresado tiene (años transcurridos de haber egresado):


Licenciatura: Ocupación:
Labora actualmente: Si / No Cuanto tiempo lleva laborando:
Donde labora actualmente:
Escala de felicidad (Reynaldo Alarcón)
A continuación se presentan veintisiete cuestiones con las que usted puede estar de acuerdo
o en desacuerdo. Utilizando la escala, indique cuan de acuerdo está con cada elemento,
eligiendo el número apropiado asociado a cada elemento. Por favor, sea abierto y honesto al
responder. El tiempo de aplicación recomendado para realizar la prueba es de 10 minutos.
Las opciones de respuesta son:
Totalmente de acuerdo 5
Acuerdo 4
Ni de acuerdo ni en desacuerdo 3
De acuerdo 2
Totalmente en desacuerdo 1

(5) (4) (3) (2) (1)


1. En la mayoría de las cosas mi vida está cerca de mi ideal.
2. Siento que mi vida está vacía.
3. Las condiciones de mi vida son excelentes.
4. Estoy satisfecho con mi vida.
5. La vida ha sido buena conmigo.
6. Me siento satisfecho con lo que soy.
7. Pienso que nunca seré feliz.
8. Hasta ahora, he conseguido las cosas que para mí son importantes.
9. Si volviese a nacer, no cambiaría casi nada en mi vida.
10. Me siento satisfecho porque estoy donde tengo que estar.
11. La mayoría del tiempo me siento feliz.
12. Es maravilloso vivir.
13. Por lo general me siento bien.
14. Me siento inútil.
15. Soy una persona optimista.
16. He experimentado la alegría de vivir.
17. La vida ha sido injusta conmigo.
18. Tengo problemas tan hondos que me quitan la tranquilidad.
19. Me siento un fracasado.
128

20. La felicidad es para algunas personas, no para mí.


21. Estoy satisfecho con lo que hasta ahora he alcanzado.
22. Me siento triste por lo que soy.
23. Para mí, la vida es una cadena de sufrimientos.
24. Me considero una persona realizada.
25. Mi vida transcurre plácidamente.
26. Todavía no he encontrado sentido a mi existencia.
27. Creo que no me falta nada.
129

Escala de Satisfacción con la vida


Modelo de Diener, Emmons, Larsen, y Griffin (1985)
A continuación se presentan cinco afirmaciones con las que usted puede estar de acuerdo o
en desacuerdo. Utilizando la escala, indique cuan de acuerdo está con cada elemento,
eligiendo el número apropiado asociado a cada elemento. Por favor, sea abierto y honesto al
responder. El tiempo de aplicación recomendado para realizar la prueba es de 2 minutos.
Las opciones de respuesta son:
Totalmente en desacuerdo 1
En desacuerdo 2
Ligeramente en desacuerdo 3
Ni de acuerdo ni en desacuerdo 4
Ligeramente de acuerdo 5
De acuerdo 6
Totalmente de acuerdo 7

(1) (2) (3) (4) (5) (6) (7)


1. En la mayoría de los sentidos mi vida se
acerca a mi ideal.
2. Las condiciones de mi vida son excelentes.

3. Estoy satisfecho/a con mi vida.

4. Hasta ahora he conseguido las cosas


importantes que quiero en la vida.
5. Si tuviera que vivir mi vida de nuevo, no
cambiaría casi nada.

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