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concepto muy arraigado entre los griegos, el ethos de la música. Una idea que se fue
desarrollando y profundizando a lo largo de los años, puesto que estaba completamente
arraigada en la idea que tenían los griegos de la música.
Hay que tener en cuenta que la tonalidad musical variaba dependiendo del pueblo, o tribus,
para entendernos mejor, ya que no nos estamos refiriendo a una ciudad o villa.
Así, la jónica era mucho más suave que la dórica, muy austera. Diversidad, relativamente
pobre, que se amplió con la música proveniente de oriente, tanto la de Frigia como la de Lidia,
ambas muy distantes sobre todo de la dórica, que era considerada la música griega genuina. La
frigia en concreto tenía una tonalidad muy alta, que contrastaba con lo bajos que eran los
tonos utilizados de la música tradicional griega.
Pero aquí no residían todas las diferencias. También en el tipo de instrumento preponderante
en unas y otras. Concretamente, la cítara en la dórica y la flauta en la frigia. Y en el tipo de
música que se utilizaba para los diferentes ritos. Así, la primera se utilizaba en el culto a Apolo
y la segunda en el de Dionisos y en el culto a los muertos.
Estas diferencias son completamente razonables, teniendo el tipo de música y de dioses a los
que se adoraba. Apolo no podría ser recibido con la tonalidad frigia, el dios del orden, de la
belleza, necesita algo mucho más austero y menos exótico. Y lo mismo, pero al contrario,
sucede con Dionisos, un dios excesivo —Baco para los romanos— que chocaba con la
tonalidad y las intenciones de la música dórica.
Es fácil entender que la entrada de la música oriental actuó como un terremoto para los
griegos. Pero no lo dudaron. La dórica, su música, la de toda la vida, era tranquilizadora e
incluso reconstituyente, mientras que la venida del este era excitante, orgiástica —Apolo vs
Dionisos, como lo mostró Nietzsche en su El nacimiento de la tragedia—.
Pero, ¿de qué lado se situarían los grandes filósofos griegos? ¿Qué pensaban los pitagóricos,
Platón, Aristóteles…?
En esta disputa, los filósofos griegos, como los pitagóricos o Platón, no tuvieron ninguna
duda dónde situarse. De esta forma, el pensador ateniense atribuía a la música dórica un
ethos positivo, mientras que a la frigia le otorgaba un negativo. Para él, sólo era admisible la
vieja tonalidad, repudiando la nueva.
Hay que tener en cuenta que Platón pretendía para su República una música regia, militar, que
fortaleciera el carácter del hombre. Así que la frigia no podría ser nunca aceptada en su reino,
ya que se le acusaba de sacar a los hombres de sí —supongo que las drogas que se tomaban
durante el culto a Dionisos tendrían algo que ver en ese salirse de sí—.
Sin embargo, con el paso del tiempo, los griegos descubrieron tonalidades intermedias. Como
la eolia, bastante épica y que por su afinidad con la dórica era conocida como hipodórica; o la
jónica, menos meliflua que la frigia pero que destacaba por su tonalidad lírica, conocida como
hipofrigia; y otras como la lida, hipolidia o mixolidia. Vaya, que existían una variedad
importante de tonalidades, más o menos similares entre sí dependiendo con quién se las
comparase.
Pero a los seres humanos nos gusta simplificar o, mejor dicho, muchas veces necesitamos
hacerlo para poder tratar con la realidad que nos abruma. Sea como fuera, los griegos
terminaron por sintetizar todas las tonalidades en tres. Las dos extremas y una tercera
intermedia.
Los filósofos se encargarían de dar a esta clasificación una vertiente moral y psicológica. Así,
Aristóteles diferencio entre tonalidades éticas, prácticas y entusiásticas. Donde en los
extremos se reconocen claramente a la dórica y a la frigia.
Las éticas, según esta doctrina, influirían sobre todo nuestro ser, produciendo un equilibrio
ético, como la dórica, o destruyéndolo, aniquilándolo, como así haría la mixolidia por su
tristeza y la jónica por capacidad cautivadora. Las prácticas influyen parcialmente en nosotros,
motivando ciertos actos volitivos, y las entusiásticas, con la frigia a la cabeza, nos sacarían por
completo de nuestros cabales, llevándonos al éxtasis.
3. Ethos hesicástico. Sería la del término medio, en la que se mantiene un término medio.
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Teoria de ethos
Es el pensamiento de que la música pueda cambiar el estado animico de las personas.
Estudia los efectos que producen diferentes melodias a los oyentes, las reacciones.¿Una
música alegre puede alegrar a un espectador? Pues Aristoteles decia que si. Ethos es una
palabra griega
que puede ser traducida de diferentes maneras. Algunas posibilidades son punto de partida,
aparecer, 'inclinación' y a partir de ahí, personalidad.
Se llama teoría del ethos, a la teoría sobre el modo de ser, sobre lo que es bueno y malo en
cuanto a lo que al hombre se refiere.
Pitagoras decía que el numero era la base de todo.. Y el universo era orden y armonia
gracias al numero. Y la musica era bella si estaba basada en el numero. Esas armonias de 1:1,
1:2, 2:3 y 3:4. Todo muy matemático.
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El pensamiento musical griego
La cultura occidental tiene su origen en Grecia. Antes de hablar del pensamiento musical
griego, tenemos que tener en cuenta dos cuestiones previas. La primera de ellas hace
referencia a los mitos griegos en los que la música cumple un papel fundamental. Cabe
destacar dos figuras: Orfeo y Anfión. Orfeo es una figura que se identifica con la facultad
civilizatoria de una música poética en su dimensión retórica. El mito de Orfeo cuenta cómo el
poder de la música le abrió las puertas del infierno. Gracias al poder persuasivo del canto
acompañado de la kithara (mejor llamarla así que cítara, para no confundirlo con el
instrumento usado en la península ibérica durante el siglo XVI y que es totalmente distinto),
consiguió civilizar al primitivo ser humano. Cuentan de Anfión que construyó la ciudad de
Tebas con su canto. Este mito hace referencia a la capacidad taumatúrgica de la música: el
poder de la música para obrar milagros.
La segunda de las cuestiones previas es la dualidad entre lo apolíneo y lo dionisíaco: por una
parte tenemos un mundo ligado con el orden cósmico y Apolo tocando la kithara y por el otro
el mundo de la embriaguez, del poder perturbador, de la vida en la tierra. El instrumento
asociado a lo dionisíaco es el aulós.
Es en Esparta donde se supone que estuvo la primera escuela musical en el siglo VII a. C., cuya
cabeza visible fue el músico Terpandro, a quien se le atribuyen dos hechos: la fijación de los
nomói (plural de nomos) y la creación de la kithara de siete cuerdas y la lira. ¿Qué eran los
nomói? No estamos seguros. Eran unas configuraciones melódicas con un carácter ético
determinado. Algo así como los ragas de la música india. En la Grecia clásica estos nomói se
pasarán a llamar harmoníai (plural de harmonía). Lo que significa los nomói en la Grecia
arcaica van a significar los harmoníai en la Grecia clásica (a partir de los siglos V-IV a. C.)
Otra de las ideas presentes en la filosofía pitagórica es la de que la música puede tener efectos
terapéuticos. Los pitagóricos atribuyen a los nomói diferentes cualidades éticas y terapéuticas.
En el siglo V a. C. quien recoge este pensamiento musical es el legislador de Atenas: Damón.
Ethos quiere decir "carácter" en griego, sentido de cualidad, manera de comportarse. Damón
defiende que para la educación de la juventud ateniense es más importante la música que la
gimnasia. ¿Por qué? Por la capacidad ética de las diferentes harmoníai; lo que mantiene es que
hay una afinidad entre música y alma: el movimiento.
Existen harmoníai malas y harmoníai buenas, pero tendremos que usar sólo las harmoníai
buenas para que afecte positivamente al alma. Para la educación de la juventud serán ideales
sólo las harmoníai que incentivan las conductas positivas. Todo esto lo plasma magistralmente
Platón en sus diálogos. Platón es el gran exponente de las doctrinas pitagóricas tanto
filosóficas como musicales.
Hay dos vertientes en el pensamiento musical de Platón y ambas están conectadas pese a que
sean algunas veces contradictorias:
- la música como hecho social. La música considerada como techné (como ejercicio mecánico,
manual) es irracional. La techné hace referencia a cualquier obra hecha con las manos. Techné
en griego significa arte, pero hay que tener cuidado con el término arte, ya que en la Antigua
Grecia tenía una connotación diferente a la que tiene hoy en día. Techné hace referencia a
algo hecho con las manos. Para Platón, la música es techné y por ello es despreciable. No tiene
nada que ver con la belleza ideal, no tiene nada que ver con el placer sensorial. Es puramente
hedonista. Por tanto, la música, para Platón, es también despreciable. Es decir, Platón
apreciaba la dulzura y el encanto del arte, incluida la música, pero satisface sólo el placer de
los sentidos y la realidad no está en el mundo de los sentidos. De esta visión procede el
desprecio por la música práctica.
Sin embargo, la música, dice Platón, tiene un gran efecto sobre el alma y es un elemento ideal
para la educación. Sólo que Platón considera que el ejercicio está a la misma altura que la
música, a diferencia de Damón. El placer musical no es un fin en sí mismo, pero como la música
es placentera podemos usarla para educar, siempre y cuando se usen las músicas con valores
éticos, que tengan un ethos correcto, si no, destruiríamos el Estado. El hedonismo está
proscrito por Platón. Este pensamiento llegó a ser muy influyente, hasta el punto de que ha
llegado hasta nosotros el decreto que expulsó a Timoteo de Mileto, a quien se le acusó de
hacer un música afeminada.
Ahora bien, no todos estaban de acuerdo con la teoría del ethos. ¿Quiénes estaban en contra?
Los sofistas, figuras muy respetables que tenían una visión del mundo determinada y que
consideraban la visión de Platón muy frívola. Para los sofistas, la música es una combinación
agradable de sonidos y ritmos, que es justamente lo que Platón atacaba. También los propios
músicos prácticos estaban en contra de la teoría del ethos y así se puede ver en el Papiro de
Hibeh en el que se hace una dura crítica a la doctrina del ethos:
Estos, definiéndose estudiosos de las harmoníai, examinan los cantos confrontando unos con
otros y algunos, sin razón, los critican; otros, también sin razón, los alaban. Estos dicen que no
se les debe juzgar por su habilidad en el tocar o en el cantar mientras que se afanan mucho en
estas actividades. Dicen que algunas melodías hacen a los oyentes temperantes, otras los
vuelven juiciosos, otras justos, valerosos o viriles y no saben que ni el género cromático podría
hacer tornar viles ni el enarmónico valerosos a los que lo emplean en su música. ¿Quién no
sabe que los etóleos, los dólopes y los que se reúnen junto a las termópilas, que en sus cantos
usan el género diatónico, son más valerosos que los actores trágicos habituados a cantar en el
género enarmónico? No es cierto que el género cromático envilezca ni que el enarmónico
infunda valor. La suya es lisa y llanamente impudicia. Dedican gran parte de su tiempo a la
música, pero tocan peor que los citaristas, cantan peor que los cantantes, expresan sus juicios
mucho peor que cualquier juez y, en suma, todo lo que hacen lo hacen mucho peor que los
otros, también en lo tocante a la ciencia armónica, a la cual, sin embargo, afirman dedicar toda
su atención. No logran decir cuando oyen una música ni una sola palabra. Se dejan embargar
por la emoción y marcan con el pie el ritmo según los sonidos del instrumento. No se sienten
ridículos cuando dicen que algunas melodías tienen algo del laurel, otras de la yerta...
Para la mayoría de los músicos prácticos, la doctrina del ethos musical se veía como una
especie de secta. Para acabar, dos fueron dos grandes corrientes que también se opusieron a
la doctrina del ethos: el idealismo y el materialismo. Se tiene por fundador del materialismo a
Demócrito, contemporáneo de Platón. Demócrito es materialista y hedonista. Sobre la música,
dice Demócrito, que nace de lo superfluo, no de la necesidad y que es una pura invención
humana que ha surgido por imitación de la naturaleza.
Platón está hablando aquí de los planetas y lo que dice es que estos, al girar, producen música.
El sonido de los planetas depende de su velocidad. La imagen de abajo se corresponde con los
sonidos producidos por la luna, Venus, Mercurio, el Sol, Marte, Júpiter, Saturno y las estrellas
fijas (el zodiaco):
De este pasaje de La República, se deducirá una escala descendente formada por dos
tetracordos. Es una suposición posterior que parece deducirse de las distintas velocidades de
los planetas. La República es el primer documento en el que se habla de la música de las
esferas, en el siglo V-IV a.C.
Platón es el primero en mostrar explícitamente que el origen del mundo es música. El origen
son proporciones aritmético-musicales tal y como expone en su diálogo Timeo. Ahí, expone
Platón cómo creó Dios el mundo: cogió la materia prima del caos y la dividió en varias
partes.
En esta división, podemos ver las proporciones con las que se obtienen los intervalos
musicales de octava (2:1), quinta (3:2), la cuarta (3:4) y el ditono pitagórico (9:8).
¿Qué quiere decir esto? Que la primera vez que aparece mencionada una escala es en una
obra religiosa, en el Timeo: es la escala pitagórica.
- Seguramente-dije yo- tú estás en grado de reconocer este primer punto: la melodía [término
que viene de melos y que equivale a mousiké, es decir a la música] se compone de tres
elementos: palabra, armonía y ritmo.
- armonía cósmica;
En este texto, Platón defiende que las armonías que se deben mantener son aquellas que
favorecen actitudes virtuosas y habrá que desechar las músicas que favorezcan vicios:
- Y por lo tanto, entre las armonías, ¿cuáles son blandas y convivales? - La jónica, respondió, y
la lidia: así se llaman ciertas armonías lánguidas. - ¿Y podrá servirte de algún modo, querido
mío, con los guerreros? - Ciertamente no, respondió; tal vez empero te quedan la dórica y la
frigia.
También hace referencia a la inferior categoría de los instrumentos. En Grecia lo fundamental
es la música vocal, la música al servicio de la palabra. En el texto, prohíbe el aulós, que está
relacionado con el mundo de lo dionisíaco y defiende la cítara y la lira. De hecho, existe un
mito en la mitología griega sobre el aulós y la diosa Atenea, de quien se dice que tras verse
reflejada en el agua mientras tocaba el aulós y al percatarse de que le afeaba el rostro, se
deshizo de él. También es un instrumento criticado por Platón porque impide el uso de la
palabra al mismo tiempo que se interpreta, al contrario que como sucede con la lira.
Platón tendrá un discípulo que aportará una mirada diferente a la de su maestro. Este es
Aristóteles, que introduce una mirada más ligada a la materia (¡ojo!, no es materialista).
Aristóteles habla de la música en varios de sus escritos, pero es en el libro de La política donde
dedica un capítulo entero (concretamente el libro VIII) a hablar sobre música. Lo dedica a la
educación y establece un discurso sobre la música. La música es estrictamente necesaria para
la educación de los jóvenes. ¿Por qué? Porque es a través de ella como aprendemos a saber
encontrar la belleza, la bondad, etc. Estamos hablando de la aristocracia, de los jóvenes que
van a tener el poder, de los futuros dirigentes y no de la gente vulgar. Estamos ante un mundo
elitista. Acepta la música en la educación de los jóvenes, pero eso sí, con dos condiciones:
- que sólo hagan música en la juventud, porque si siguen haciendo música en la edad adulta,
entonces se convierten en esclavos, convirtiendo la música en techné;
- que no hagan música demasiado difícil. La música que tienen que hacer debe ser sencilla para
que no se conviertan en unos artesanos, en unos oficiales de manos. El concepto que tiene
Aristóteles de la música es el de una disciplina liberal; es decir, para hombres libres, no para
esclavos. La música difícil es para los esclavos y un joven noble no se debe rebajar a hacer
música compleja. Lo que le interesa a Aristóteles es que el joven aprenda música para tener la
facultad de apreciar la belleza en su madurez.
- admite el ethos musical, de que cada harmoníai tiene un ethos particular, pero no condena
ninguno.
Existe una leyenda muy famosa sobre Pitágoras que cuenta que se encontró con un joven
que estaba enfurecido porque su novia había estado con otro y entonces se puso a tocar una
melodía frigia que lo enfureció aún más. Pitágoras, cuando lo vio, cogió la kithara y le tocó
una melodía en otra harmonía para calmarlo.
En La política, Aristóteles podemos ver cómo no prohíbe ningún tipo de harmoníai, al contrario
que su maestro Platón. De esta forma podemos leer lo siguiente:
En cuanto a la educación, como se ha dicho antes, hay que usar cantos y armonías que tengan
un contenido ético. Entre las armonías, y ya se ha dicho, tal requisito lo posee la dórica; sin
embargo, hay que aceptar también otras que hayan sido aprobadas por los filósofos y por los
músicos que se ocupan del problema de la música como medio educativo.
La música en Aristoxeno
Fubini señala que Aristoxeno está a medio camino entre los pitagóricos y los empiristas, los
plenamente prácticos. Aristoxeno considera que el acercamiento a la música no es
matemático, sino que se hace a través de la experiencia sensible. Todo lo contrario a lo que
dicen los pitagóricos, para quienes lo primero son los números. Aristoxeno tampoco reconoce
la teoría del ethos musical; no lo admite porque sus autores se contradicen. Por otra parte, no
está de acuerdo del todo con los empiristas puros. Para Aristoxeno, la música es una ciencia
más, no se queda en el mero placer, tal y como sí la consideran los empiristas, y como ciencia,
se tiene que estudiar como tal. Aristoxeno se aleja de los empiristas puros porque afirmaban
que la base de la teoría musical eran los instrumentos musicales. Aristoxeno considera esto
absurdo porque el instrumento es algo cambiante y perecedero.
Aristoxeno habla de la necesidad de unir la práctica con la teoría. Hay que unir el oído con el
intelecto; unir la música con otras disciplinas.
Con los peripatéticos, nos encontramos con un corpus musical muy ecléctico. No existe una
visión unilateral de la música. Los peripatéticos son los seguidores del peripato, los seguidores
de Aristóteles, pero mezclado con otros pensamientos. Los escritos sobre música en los
perpatéticos se encuentran en dos fuentes:
- En la obra de Teofrasto
En torno a los siglos I a.C. y el III d. C. desarrollan su actividad los epicúreos y estoicos. La
principal figura que representará a los epicúreos es Filodemo, que rechaza la teoría del ethos
defiendo la idea de que si la música conmueve es por la asociación de ideas con el texto:
cuando escuchamos una música con una determinada armonía vinculada a un texto, hay una
asociación de ideas. Esta idea también sería un tanto cuestionable ya que si a una misma
música se le asocian distintos textos, acabaría significando cosas totalmente contrarias.
Para los epicúreos, la música está al servicio del placer, por lo tanto es superflua e irracional.
Para Filodemo la música tiene la misma función que la bebida o la comida.
Cicerón tiene un pasaje famosísimo donde reelabora la teoría de la música de las esferas: El
sueño de Escipión integrado dentro de su República. Como curiosidad, el original de este
fragmento se ha perdido y sólo lo conocemos a través de los comentarios de Macrobio.
Cicerón recibe dos grandes influencias: los pitagóricos y los estoicos. Existe una analogía con La
República de Platón y lo que dice es, en esencia, lo mismo que Platón cuenta en el mito de Er:
que las distintas velocidades de los planetas producen sonidos. En su texto, Cicerón le otorga
al número siete una cualidad mágica: "producen siete sonidos diferentes, número que se
puede decir representa la llave del Universo."
La música hecha en la tierra es una mera imitación de la hecha en el mundo de las esferas.
Plotino
Filósofo fundador del neoplatonismo. Es una vuelta a Platón, pero con muchas diferencias. Es
del siglo III d.C. Habla muy poco de música en sus escritos, pero su sistema es especialmente
importante en el pensamiento occidental y sobre todo en la estética. De él beberán Santo
Tomás y los teóricos del Renacimiento.
"La existencia es una sucesión eterna de emanaciones desde el uno hasta lo múltiple para
volver otra vez al uno." ¿Qué quiere decir esto? El uno se desgrana eternamente en lo múltiple
y desde lo múltiple se accede otra vez al uno. En el mundo griego el caos existió desde
siempre; luego vino un demiurgo que lo ordenó todo.
Las almas vienen del mundo ideal y se van cargando del lastre de los planetas: Venus le da la
capacidad de amar, la Luna la capacidad de menguar y retraerse, Mercurio la garrulería, Marte
la agresividad...
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LA TEORÍA DE ETHOS.
La música ocupaba un papel fundamental en la vida de los griegos, por esa razón está presente
en todas las celebraciones y acontecimientos de la vida cotidiana.
La música es muy importante para la educación de los jóvenes, ya que los filósofos griegos se
basaban en la Teoría de Ethos. Según esta teoría, la música es capaz de modificar las conductas
de las personas. Por eso dependiendo de la música que escuches, te comportarás de una
manera o de otra.
Las personas mas influyentes e importantes de Grecia pronto se dieron cuenta de las
propiedades de la música y empezaron a educar a los jóvenes según su conveniencia.
Elaboraron una lista con los diferentes modos griegos y la conducta que desarrollaba cada
persona.
Un ejemplo de ello es el modo frigio que ayuda a desarrollar conductas apacibles, el modo lidio
para sentimientos de llanto y de dolor.
Así los niños se convertían en lo que sus mayores querían, garantizando así la sociedad que
ellos deseaban.
Pitágoras decía que había una música entre los astros y cuando se movían lo hacían mediante
unas relaciones entre música y matemáticas.
Platón creía en el carácter divino de la música y que esta podía dar placer o sedar. En su obra
'La República' señala la importancia de la música en la educación de los jóvenes y como deben
interpretarse unas melodías en detrimento con otras.
Aristóteles fue el primero que teorizó sobre la influencia de la música en los seres humanos. A
él se debe esta teoría, la teoría de Ethos, teoría que dice que las personas reaccionan de
manera diferente a cada tipo de música y que esta pueda variar su estado de ánimo así como
su comportamiento.
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PITÁGORAS DE SAMOS. LA MÚSICA COMO PERFECCIÓN: EL UNIVERSO COMO ARMONÍA.
Revisado en 2011
Un lector despistado -un mal lector- tiene siempre la impresión de que los filósofos no han
tratado el problema de la música con suficiente interés y cautela. Incluso lo daría por un hecho
justificado y razonable a tenor de la existencia de problemas más urgentes. Sin embargo, la
relación entre Música y Filosofía es fundamental desde la Antigüedad y se mantiene como una
constante hasta el siglo XX, con una fuerza y continuidad sin parangón en el resto de las artes,
y sólo igualada, en otro orden de cosas, por manifestaciones culturales como las Matemáticas.
Por eso, cuando nos acercamos a la obra de filósofos como Pitágoras, Platón o Aristóteles, no
podemos sino abandonar la impresión inicial y reconocer el papel central que la música juega
en la Historia de la Filosofía.
En la Edad Media tenemos otros ejemplos, aunque todos mantienen un aire de familia y
un cierto estatismo teórico, amparado en la figura central de Boecio. El Renacimiento, como la
Modernidad, volverá a Pitágoras, Platón, Aristóteles y Aristoxeno: Zarlino es la figura más
importante, como la bisagra que media entre ambas épocas y que recoge las reflexiones más
influyentes. A partir de entonces, la Música es omnipresente: Descartes, Kepler, Monteverdi,
Rameau, Rousseau, Schopenhauer, Nietzsche y Adorno, por no hablar de las decenas de
teóricos románticos que dedicaron a la música un lugar central, son sólo agunos ejemplos.
Lo importante, en todo caso, es el cambio revolucionario que se produjo con los llamados
"pre-socráticos", a los que se ha considerado como una especie de prólogo a la Filosofía o, si se
quiere, una "proto-filosofía". En este ámbito, un tópico habitual consiste en denominar a este
cambio "el paso del mito al lógos", esto es, el paso del "mito" a la "razón". Con él se intenta
mentar el paso de una concepción religioso-mitológica, desde la cual todo acontecimiento es
explicado de forma fabulosa, poética e inventada (según el tópico, sin conexión con la
realidad), a otra concepción en la que los acontecimientos de la vida y de la naturaleza son
explicados, al menos de forma intencionada, consciente y sistemática, mediante la razón. Se
pasaría así de una lógica de la invención a una lógica del descubrimiento, de una comprensión
trascendental y divina a una explicación inmanente y científica. Pero debemos matizar en que
consiste este paso.
En realidad, la metáfora del paso del mito al logos es en sí misma una mitología con un
origen preciso y, hasta cierto punto, ideológico. Su nacimiento está en el siglo XIX, inundado
por el positivismo y el cientificismo. A los ojos de hoy, debe ser matizada y comprendida como
una cuestión de énfasis: los filósofos hacen hincapié en que sus razonamientos no pertenecen
al pasado homérico-hesíodico, al que sin embargo respetan y del que reconocen su influencia y
su contenido filosófico. El problema fundamental de esta metáfora, como ha puesto en claro la
filosofía contemporánea, es que presuponía axiomas insostenibles, haciéndonos pensar que
no hubo nada de mito (invención) en la razón filosófica (descubrimiento), ni nada de la razón
filosófica (descubrimiento) en el mito (invención). Esto es simplemente imposible y sería
negado por el mismo Platón. Pero es insostenible también en nuestros días (pensemos, por
ejemplo, en las nociones de "progreso", "emancipación" y "democracia").
A pesar de todo, la metáfora no es gratuita y podemos aceptarla como lo que es, una
metáfora orientativa o pedagógica para compernder el hecho, innegable por otra parte, del
nacimiento del pensamiento "científico" y "filosófico" frente al puramente religioso y basando
en la simple creencia. Será así como aparezcan los primeros "físicos" (dedicados a las
cuestiones naturales) y, pronto, la filosofía (cuyo ámbito de juego no es exclusivo de la física e
incluye cuestiones que hoy denominamos metafísicas, epistemológicas, estéticas, políticas,
éticas), enraizada en el intelectualismo socrático. Como es sabido, este paso habría sido
iniciado por Tales de Mileto y diligentemente seguido por Pitágoras.
Pero los pitagóricos no pueden comprenderse como una simple secta científica: esto sería
simplificar mucho las cosas. El elemento religioso es innegable y resulta fundamental para
comprender lo que haya en él de "filosofía". Tal y como afirma Bertrand Russell sobre
Pitágoras:
[Pitágoras] fundó una religión cuyos dogmas principales eran la transmigración de las almas y
que el comer alubias era un pecado. Su religión se incorporó en una orden religiosa, que en
algunos lugares adquirió el control del Estado, y estableció una regla de los santos (...) fueron
admitidos hombres y mujeres en igualdad de condiciones; la propiedad era común (...) los
descubrimientos (...) fueron considerados colectivos (...) atribuidos a Pitágoras aun después de
su muerte (RUSSELL, B. 2005)
Con estas breves líneas, el filósofo inglés nos ha mostrado ya algunas de las características
más religiosas, y quizá por ello menos universales, del pitagorismo, y en ellas podemos
observar cómo el pensamiento puramente racional estuvo ligado en sus inicios a fuertes
creencias religiosas. Con esto podemos ir ya al problema que nos interesa.
Aunque resulta un problema inevitable utilizar los conceptos modernos para hablar de la
Antigüedad, podría decirse que Pitágoras es un "idealista" y, quizá, el primer idealista. No sólo
en el campo de la religión, sino también en el de la separación entre lo conocido mediante los
sentidos (que nos engañan) y lo conocido mediante el intelecto (que nos lleva a la verdad), fue
el maestro de Platón, iniciando una larga tradición que podemos rastrear desde San Agustín y
Descartes hasta Hegel. De este modo, aparece una de las primeras manifestaciones filosóficas
de devaluación de los sentidos como fuente de conocimiento, estando en su lugar el intelecto.
Pues bien: es aquí donde entran en juego las Matemáticas y la Música.
Los pitagóricos, ante el hecho de que muchos entes reales (para ellos, todos) podían ser
explicados con principios matemáticos, llegaron a la conclusión de que las matemáticas
constituían la verdadera representación de la realidad. De ahí que afirmasen que “todas las
cosas eran números” y que les fascinara todo aquello en lo que los números, las operaciones
aritméticas, tuvieran alguna importancia. Un lugar privilegiado en esto era la música, en cuyos
tonos se descubrieron las famosas proporciones matemáticas.
El descubrimiento debió ser fascinante, teniendo en cuenta que la acuñación del término
"matemáticas", inventado en aquella época y quizá por Pitágoras, respondía en parte a la
necesidad de denominar todo aquello "necesita ser aprendido" frente a lo que "no necesita ser
aprendido" para su comprensión. Las matemáticas, en este sentido, requerían un fuerte
estudio y preparación, y en ellas se incluían disciplinas distintas como la astronomía y la
aritmética, las cuales se contraponían a otras disciplinas, como la poesía y la retórica, que
supuestamente no necesitarían ese estudio previo para ser comprendidas. Curiosamente,
estas últimas disciplinas eran denominadas con la noción de "música" (etimológicamente,
"perteneciente o relativo a las musas"), que por tanto se opone así al término "matemáticas"
(sin que ninguna de ambas nociones, como es obvio, equivalga a nuestra utilización actual de
las mismas).
Y, sin embargo, los descubrimientos de Pitágoras habían demostrado una íntima afinidad
entre ellas, sin que pareciera que una podría vivir sin la otra. Esto será común en los griegos a
partir de entonces. Frente a nuestra estricta distinción moderna entre estética y
epistemología, para los griegos la belleza y el placer siempre estuvieron unidos al
conocimiento, como lo físico a lo espiritual.
En cualquier caso, ni siquiera los científicos han negado nunca el fascinante vínculo dado
entre las matemáticas y la música, y justamente en el sentido pitagórico, es decir, en el que
supone relaciones entre la ciencia y el arte, entre lo creativo y lo aprendido, especialmente a
partir de los descubrimientos neurológicos del siglo XXI, pero también, y sobre todo, con la
reflexión de la filosofía contemporánea sobre las relaciones entre ciencia y creatividad, entre
metodología de investigación e impulso por construir teorías bellas.
El término "armonía" debe ser entendido como formación de una escala, como orden
sucesivo, horizontal, y no como lo que conocemos actualmente en música, pues la creación
griega era puramente melódica y estaba íntimamente fundida con la poesía. Es así como el
cosmos (concepto que nosotros traduciríamos como "orden") es identificado con la
perfección, la armonía y el número. De ahí el idealismo, pues esta perfección, por su elemento
matemático y esotérico (las proporciones no se ven a simple vista), solo es cognoscible
mediante el intelecto, es decir, con ayuda de las matemáticas. Aristóteles explicó estas ideas
en el siguiente fragmento:
En tiempo de estos filósofos y antes que ellos, los llamados pitagóricos se dedicaron por de
pronto a las matemáticas, e hicieron progresar esta ciencia. Embebidos en este estudio,
creyeron que los principios de las matemáticas eran los principios de todos los seres. Los
números son por su naturaleza anteriores a las cosas, y los pitagóricos creían percibir en los
números más bien que en el fuego, la tierra y el agua, una multitud de analogías con lo que
existe y lo que se produce. Tal combinación de números, por ejemplo, les parecía ser la
justicia, tal otra el alma y la inteligencia, tal otra la oportunidad; y así, poco más o menos,
hacían con todo lo demás; por último, veían en los números las combinaciones de la música y
sus acordes. Pareciéndoles que estaban formadas todas las cosas a semejanza de los números,
y siendo por otra parte los números anteriores a todas las cosas, creyeron que los elementos
de los números son los elementos de todos los seres, y que el cielo en su conjunto es una
armonía y un número. Todas las concordancias que podían descubrir en los números y en la
música, junto con los fenómenos del cielo y sus partes y con el orden del Universo, las reunían,
y de esta manera formaban un sistema.
Por todo ello, los pitagóricos considerarían a la contemplación -frente al mero hacer y ver
materiales- como uno de los requisitos fundamentales de su doctrina y de la vida del filósofo,
esto es, de aquel que quiere saber, purificarse, ser feliz: no basta con el conocimiento de los
sentidos, hay que ver con el intelecto, y para ello la música hace las veces de trampolín entre
un mundo y el otro. La anécdota más conocida del mundo pitagórico, y sin duda la más
representativa de su doctrina, es la siguiente: “[Pitágoras] decía que la vida se parece a
quienes se congregan con ocasión de unos juegos: unos acuden para competir; otros, por el
comercio, pero los mejores, como espectadores”. Esos espectadores son los que visualizan, los
que tocan, pero también, y sobre todo, los que escuchan, los que calculan, los que piensan...
Una doctrina fundamental del sistema pitagórico era la idea de la transmigración de las
almas, y consigo de la reencarnación, que daba como conclusión una especie de eterno
retorno. La historia se repite. Todo permanece de algún modo, como los números, de forma
perfecta. ¿Qué es esto sino armonía, entendida como “conveniente proporción y
correspondencia de unas cosas con otras” (R.A.E.)? El eterno retorno es la imagen misma del
orden en la sucesión, como la rencarnación: algo que la música, a través de sus
correspondencias interválicas, parecía ratificar misteriosamente.
En el mismo orden de cosas, destaca la doctrina de la purificación del alma (kátharsis): la
música era considerada por Pitágoras como algo eterno, gravado a fuego en los movimientos
planetarios, como veremos, a partir de lo cual podía conseguirse la purificación del alma (un
concepto esencial en la Historia de la Filosofía nacido entonces, e importante todavía, incluso
cuando ha dejado de utilizarse, a través de su secularización). Otra fuente nos lo ratifica:
“purificaban su cuerpo por medio de la medicina y su alma por medio de la música”. Esta frase
será repetida por Platón: “La música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo”,
llegándose así a dos conclusiones claras: la música es importante como medio de
contemplación y como medio de purificación espiritual.
Cada uno de los sonidos producidos vendría diferenciado según la posición de la esfera
correspondiente y su movimiento. Así, según las proporciones aritméticas de sus órbitas
alrededor de la tierra, se producía un tono u otro, de modo que al sonar todas al mismo
tiempo componían una armonía perfecta. Esta teoría no solo fue discutida por los pitagóricos
sino que ha sido cuestionada desde entonces hasta nuestros días. Además, esta teoría les
sirvió a los pitagóricos para argumentar a favor de las matemáticas y de que “todo son
números”, hasta el punto de que la música suponía un paso imprescindible sobre el cual se
sustentaba toda teoría cosmológica, antropológica y ética de los pitagóricos. La música, por así
decirlo, resultó ser el diamante de los pitagóricos. Las proporciones musicales parecían dar
sentido a toda su doctrina al confirmar la existencia de las proporciones "armónicas".
El movimiento pitagórico formará parte importante de las nuevas doctrinas (la platónica y
aristotélica, sin ir más lejos). Como hemos visto, podemos rastrear la influencia de la doctrina
pitagórica hasta el siglo XXI.
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Se dice que Pitágoras acuñó la palabra matemáticas, que significa “lo que es aprendido”. Él
describe un sistema de ideas que busca unificar los fenómenos del mundo físico y del mundo
espiritual en términos de números, en particular, en términos de razones y proporciones de
enteros. Se creía que, por ejemplo, las órbitas de los cuerpos celestiales que giraban alrededor
de la Tierra producían sonidos que armonizaban entre sí dando lugar a un sonido bello al que
nombraban “la música de las esferas”.
Pitágoras estudió la naturaleza de los sonidos musicales. La música griega existía mucho antes,
era esencialmente melódica más que armónica y era microtonal, es decir, su escala contenía
muchos más sonidos que la escala de doce sonidos del mundo occidental. Esto no es algo
inusual en las tradiciones musicales orientales donde la música es enteramente melódica. Los
intervalos más pequeños no se pueden escribir en nuestra notación actual aunque algunos
cantantes modernos e instrumentalistas de jazz los ejecuten.
Fue Pitágoras quien descubrió que existía una relación numérica entre tonos que sonaban
“armónicos” y fue el primero en darse cuenta de que la música, siendo uno de los medios
esenciales de comunicación y placer, podía ser medida por medio de razones de enteros.
Sabemos que el sonido producido al tocar una cuerda depende de la longitud, grosor y tensión
de la misma. Entendemos que cualquiera de estas variables afecta la frecuencia de vibración
de la cuerda. Lo que Pitágoras descubrió es que al dividir la cuerda en ciertas proporciones era
capaz de producir sonidos placenteros al oído. Eso era una maravillosa confirmación de su
teoría. Números y belleza eran uno. El mundo físico y el emocional podían ser descritos con
números sencillos y existía una relación armónica entre todos los fenómenos perceptibles.
Pitágoras encontró que al dividir una cuerda a la mitad producía un sonido que era una octava
más agudo que el original (Do al Do superior); que cuando la razón era 2:3 se producía una
quinta (la distancia de Do a Sol) y que otras razones sencillas producían sonidos agradables.
La razón por la cual encontramos a estos intervalos más agradables que otros tiene que ver
con la física de la cuerda tocada. Cuando una cuerda de 36 cm se rasga, no sólo se produce una
onda de 36 cm, sino que además se forman dos ondas de 18 cm, tres de 12, cuatro de 9, y así
sucesivamente. La cuerda vibra en mitades, tercios, cuartos, etcétera. Y cada vibración
subsidiaria produce “armónicos”, estas longitudes de onda producen una secuencia de
armónicos, 1/2, 1/3, 1/4… de la longitud de la cuerda. Los sonidos son más agudos y mucho
más suaves que el sonido de la cuerda completa (llamada “la fundamental”) y generalmente la
gente no los escucha pero son los que hacen que los instrumentos musicales suenen diferentes
entre sí. Ya que Do y Sol, a una distancia de quinta, comparten muchos de los mismos
armónicos, estos sonidos se mezclan produciendo un resultado agradable.
Sin embargo, Pitágoras no sabía nada de armónicos. Él sólo sabía que la longitud de la cuerda
con las razones 1:2 y 2:3 producía unas combinaciones de sonidos agradables y construyó una
escala a partir de estas proporciones. En sus experimentos, Pitágoras descubrió tres intervalos
que consideraba consonantes: el diapasón, el diapente y el diatesaron. Los llamamos la octava,
la quinta y la cuarta porque corresponden al octavo, cuarto y quinto sonidos de la que
conocemos como escala pitagórica diatónica. La llamamos quinta porque corresponde a la
quinta nota de la escala.
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