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Retrovisor

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Por: Ivonne Melgar

Un Senado que sirve

El acuerdo que construyó el Senado para darle paso a la Guardia Nacional


marca el inicio del diálogo parlamentario con el gobernante más poderoso de
la historia contemporánea de México.

Ahora sabemos que alrededor del presidente López Obrador hay hombres y
mujeres que se atreven a decirle que no todo depende de la voluntad ni de su
invaluable respaldo popular.

Eso es lo que consiguieron el senador Ricardo Monreal, jefe de la bancada de


Morena, y el secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, al tejer con la oposición
una plataforma de seguridad respaldada por todas las fuerzas políticas.

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Pero el impulso de este movimiento estratégico para el equilibro de los
Poderes, no hubiera sido posible sin las bancadas del PAN, PRI, PRD y
Movimiento Ciudadano que se integraron en un sólo bloque para hacer valer
su peso.

Hace una semana, cuando ese bloque se disponía a preparar un dictamen


alterno, compartimos aquí la idea de que la Guardia Nacional sería la
oportunidad de la oposición para convertirse en un dique de contención
frente a Palacio Nacional, donde cotidianamente el Presidente ejerce su
poderosa palabra.

A juzgar por los resultados, los coordinadores Mauricio Kuri (PAN), Miguel
Osorio (PRI), Miguel Mancera (PRD) y Dante Delgado (MC) hicieron valer el
pedazo de sociedad que representan.

Lo hicieron acompañados de legisladores que, en la mesa de negociaciones


con el gobierno, defendieron los argumentos de desmilitarización, expuestos
en el Senado por organizaciones como el Colectivo Seguridad sin Guerra.

Nuestra indispensable cronista parlamentaria en Excélsior, Leticia Robles de la


Rosa, daba cuenta ayer de los 10 personajes que armaron el aplaudido
dictamen de la unanimidad: los coordinadores Mancera y Delgado, la
presidenta nacional del PRI y senadora Claudia Ruiz Massieu, su compañera
de bancada Sylvana Beltrones, los panistas Damián Zepeda, Xóchitl Gálvez y
Julen Rementería y, por supuesto, el senador Monreal.

Añadía nuestra colega a esa lista al subsecretario de Gobernación, Zoé


Robledo, y a Bertha Alcalde Luján, asesora del secretario Durazo.

Porque, a diferencia de otros tiempos, en que los legisladores iban a las


oficinas de gobierno a cabildear, esta vez acudieron al Senado los funcionarios
y militares de Seguridad, Gobernación, Sedena y Marina.

Ese hecho da cuenta del respeto entre Poderes y habla muy bien de Durazo y
de los secretarios Olga Sánchez, Crescencio Sandoval y Rafael Ojeda Durán, así
como del Consejero Jurídico del Gobierno, Julio Scherer Ibarra, quien estuvo al
tanto de la redacción del dictamen, según cuentan protagonistas de la
negociación.

Y habla muy bien del presidente López Obrador, quien en las mañaneras de
Palacio siguió con sus cotidianas descalificaciones hacia la oposición. Pero, en
la práctica, había decidido ceder.

Relatan, los involucrados, que uno de los momentos más tensos sucedió en la
madrugada del jueves 21, ante la insistencia de los uniformados por conservar
el fuero militar para los integrantes de la Guardia.

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Nadie de la oposición se rajó.

Y ahí quedan las lecciones. La bancada de Osorio y Ruiz Massieu le demostró a


los diputados y a los gobernadores priistas que había una mejor ruta que la
de anexarse acríticamente a la hegemonía de Morena, como ocurrió un mes
atrás en San Lázaro.

La experiencia de Dante Delgado logró desactivar el plan de cooptación —


válido y tradicional— de los nueve votos que le hacían falta al bloque Morena-
PT-PES para la mayoría calificada.

Mientras Zepeda, Gálvez y Rementería demostraban que se puede ir más allá


del voto en contra o del voto cooptado.

Mancera, como lo expuso el jefe de los morenistas, en el anuncio del acuerdo,


dio cuenta de “su capacidad jurídica impresionante”.

Y, sin duda, el mérito mayor de este capítulo corresponde al senador Monreal,


cuya templanza fue crucial para sensibilizar al gobierno de la necesidad de
construir un nuevo dictamen con la oposición.

Es sabido que el coordinador de los senadores de Morena se reunió en tres


ocasiones con López Obrador para darle pormenores de lo que se negociaba,
encontrando una actitud comprensiva y flexible.

Además de darle su lugar a cada integrante del bloque opositor en esta


hazaña legislativa, Monreal tuvo el mérito de cohesionar a su bancada.

Ganador indiscutible de este capítulo, el jefe de los senadores morenistas


emerge como la figura conciliadora de la 4T, el político que rompió la cantaleta
de que todo se puede a nombre de 30 millones de votos. Y, desde ya, es un
prospecto para el 2024.

En su cancha, el emergente G-4 diseña próximas batallas para evitar la


predominancia presidencial en la boleta de la revocación de mandato o el
entierro del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE).

Futurismos aparte, los aquí mencionados son artífices del primer


reconocimiento de López Obrador a la contribución legislativa opositora.

Y ese hecho inaugura la titánica batalla de reivindicar, frente a la narrativa


descalificadora de “los conservadores y los fifís”, el valor de la pluralidad
política y del contrapeso del Congreso en una democracia.

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