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TEORIA SOCIOLÓGICA I:

MODERNIDAD, MODERNISMO Y
MODERNIZACIÓN EN LA TEORÍA
CLÁSICA

PROFESOR: MIGUEL ANGEL FORTE


ALUMNO: AGUSTÍN DE LUCA
CONSIGNAS

Responda a las siguientes consignas:

1) Vincule las visiones de los autores clásicos analizados en el Curso (Comte, Marx,
Durkheim, Weber, Simmel) con relación a la Modernidad. Elabore una respuesta que
logre identificar coincidencias y divergencias respecto del diagnóstico que cada uno de
los autores realiza de la Modernidad y señale cuál es el rol que le otorgan a la
Sociología en relación con la sociedad.

2) Considere los aportes fundamentales de los autores vistos en el Curso con relación a
las metodologías disponibles para el estudio de “lo social”. En este sentido, señale
cuáles son las ideas de su aparato conceptual que considera más relevantes de cada
autor para analizar “lo social” en la actualidad.
1) En “Ubik”, una novela de ciencia ficción del escritor norteamericano Phillip Dick, el
protagonista se encuentra inmerso en un mundo que cambia constantemente. Quiere
fumar un cigarrillo y al encenderlo se da cuenta que el tabaco se ha podrido, deja a su
auto solo un momento y al regresar se ha convertido en un modelo diez años más
antiguo. Ni siquiera las personas se salvan del proceso, en cualquier momento, sin
demasiado aviso (acaso algunos sutiles cambios en la conducta) cualquiera puede
deshacerse hasta transformarse en una gelatina. El único remedio para detener el
proceso que lo deshace todo es Ubik, un producto misterioso, cuyos diversos usos
vamos conociendo a lo largo de la historia, que tiene la particularidad de detener el
proceso de descomposición, siempre que se use de acuerdo con sus instrucciones.
La experiencia que uno puede tener al leer la novela de Dick se asemeja a lo que
Berman define como modernidad: una forma de experiencia vital inmersa en un entorno
de velocidad y pasión, donde todo se transforma, se crea y se destruye. Esta experiencia
incluye todos los aspectos de nuestra vida y es compartida por todos los hombres y
mujeres del mundo contemporáneo, a través de todas las fronteras (etnia, religión, clase
social, etc.). La modernidad al incluirlo a todo y a todos, conforma una particular
unidad, que arroja a todos los individuos a un universo que está constantemente
mutando y transformándose. Berman Ilustra su concepción de la modernidad con la
famosa frase de Marx “todo lo sólido se desvanece en el aire” (Berman, 1998). Al igual
que el personaje de “Ubik”, los hombres de la modernidad se encuentran ante un mundo
que constantemente se reconfigura ante sus ojos, pero, a diferencia de él, ya no tienen
ninguna herramienta que les devuelva la solidez.
En primer lugar se analizara la forma en la que la modernidad ha sido pensada por cinco
autores clásicos de la sociología: Comte, Marx, Durkheim, Weber y Simmel. La
sociología puede definirse como el estudio científico de la vida humana, los grupos
sociales y las sociedades. Su ámbito es amplio y exhaustivo y puede incluir los niveles
micro y macro de las relaciones humanas, desde un encuentro entre dos desconocidos
hasta la causa de las desigualdades entre las naciones (Giddens, 2014).
La investigación acerca de los grupos humanos puede remontarse al pensamiento de
Platón y Aristóteles y ha tenido un antecedente importante en la obra de Ibn Khaldun
(1332-1406), un erudito musulmán nacido en lo que hoy es Túnez, reconocido por una
obra llamada “Muqaddimah”, en la que critica los enfoques y métodos históricos de su
época y reivindica el descubrimiento de una nueva ciencia de la organización social o
ciencia de la sociedad, capaz de captar el significado de los acontecimientos (Ibid).
Más allá de aquel antecedente, el comienzo de la sociología como disciplina científica
aconteció en el siglo XIX, con los trabajos de Saint Simon y Comte ¿Por qué el interés
de estudiar de aplicar el conocimiento científico para comprender la sociedad aparece
precisamente en este momento histórico? Forte describe tres estadios de la teorización
acerca de la sociedad: en primer lugar la concepción de Locke sobre del derecho de las
mayorías, relacionada a la teoría contractualista, en la que la sociedad no es más que un
artificio necesario para postular el contrato social. En un segundo nivel, la autonomía de
la sociedad frente al Estado aumenta con la diferenciación de la economía como esfera
de relativa independencia. Los economistas clásicos, como Smith y Ricardo consideran
que la sociedad prospera cuando el Estado no interviene, de esta manera, la sociedad
gana autonomía ante la inacción de la esfera política. Finalmente, la noción de sociedad
como realidad autónoma, de carácter ontológico aparece, como se mencionó
anteriormente, en los comienzos del siglo XIX, cuando la sociedad alcanza un grado de
autonomía tal que puede ser objeto de una ciencia propia. Esta última concepción de la
sociedad no solo abarca la política sino que la genera: lo político proviene de lo social
(Forte, 1998: 99). Por otro lado, tal como se comprenderá al analizar el pensamiento de
los autores clásicos, el advenimiento de la sociología no puede pensarse desconectado
del fenómeno denominado modernidad, ese proceso que, como describía Berman con la
cita de Marx, hace que todo lo sólido se desvanezca en el aire.
El término sociología fue acuñado por Comte, en su obra Curso de Filosofía Positiva, de
1838. Pero Comte, además de ponerle nombre a la nueva ciencia, la definió como la
reina de ellas (Ibid : 101). Consideraba que el progreso del espíritu humano, que había
logrado dar explicaciones científicas a los fenómenos naturales a través de la
observación, experimentación y formulación de leyes, debía ahora extenderse a la
comprensión de la sociedad, ingresando en territorios que hasta el momento habían
estado cooptados por la teología y la metafísica. Esto se da a través de un proceso
denominado ley de los estados: el primer estado es el teológico o preparatorio, al que
le sigue el metafísico o transitorio y finalmente el positivo. Esta sucesión de estados se
aplica también para la historia de la humanidad, que es también la historia del progreso
humano y va desde los primeros destellos de inteligencia hasta la conformación de las
sociedades avanzadas. Es así que todo el extenso devenir de la historia humana es
concebido por el autor como el pasaje del primer estadio al segundo y la modernidad
estaría marcada por la incipiente llegada del tercer estado, en el que el orden positivo
terminaría de imponerse por sobre los anteriores (Comte, 2018). Desde esta perspectiva,
puede afirmarse que la sociología tal como fue concebida por Comte tiene influencias
filosóficas conservadoras, al perseguir una forma de sociedad orgánica, no
individualista y cuestionando en duda al individualismo, al capitalismo y al mercado
como garantes deficientes de la cohesión social, proponiendo como alternativa una
utópica sociedad científica y positiva (Forte, 1998). Esta concepción de la sociología
como herramienta para ordenar la sociedad va a ser desarrollada por Durkheim, quien
comparte con Comte las influencias conservadoras. Ambos van a centrar su atención en
el mantenimiento del orden social más que en su transformación. Durkheim, al igual
que Comte, asigna una realidad ontológica a la sociedad y caracteriza a los hechos
sociales como “maneras de obrar, de pensar y de sentir, que presentan la importante
propiedad de existir con independencia de las conciencias individuales” (Durkheim,
1979 : 1).
El diagnóstico realizado por Comte de la modernidad se encuentra en veredas opuestas
del de Karl Marx, quien considera que en las sociedades capitalistas desarrolladas
modernas los hombres se encuentran alienados y sus necesidades son reemplazadas por
las del mercado, convirtiendo a las personas en mercancías. También existe en el
análisis de la sociedad moderna realizado por Marx una forma de nostalgia, (ausente en
Comte, pero que anticipa la idea de la jaula de hierro de Webber) ante la desacralización
producida en el mundo por el desarrollo del dinero como moneda de cambio universal.
Sin embargo, Marx comparte con Comte la preocupación por desembarazarse del
pensamiento mágico y mitológico. En ese sentido, podemos comprender la frase con la
que comienza la Introducción para la crítica de la filosofía del derecho de Hegel: “la
crítica de la religión está terminada y la crítica de la religión es la premisa de toda
crítica” (Marx, 2014). Pero, tal como señala Forte, la mirada de Marx trasciende el
optimismo científico de Comte. La filosofía no debe limitarse a analizar el mundo sino
que debe buscar transformarlo: el hombre moderno debe intervenir en el desarrollo de la
historia. Esta tarea será depositada en el proletariado, una clase particular que encarna el
dolor universal. Esto puede observarse con claridad en los últimos párrafos del
Manifiesto Comunista, que se ubica a media distancia del panfleto y la reflexión
filosófica: “Tiemblen si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una
revolución comunista. Con ella, los proletarios no tienen nada que perder, sino sus
cadenas. Por el contrario, tienen todo un mundo entero que ganar. (Marx: 2019 :75).
Berman propone leer a Marx como a un modernista y expone como aquél considera que
la característica fundamental de la vida moderna es su carácter contradictorio, en el que
conviven unas fuerzas industriales y científicas nunca vistas en la historia de la
humanidad junto con un proceso de decadencia superior al del Imperio Romano. Sin
embargo, a diferencia de muchos otros modernistas, Marx no es pesimista ante esta
situación, ni propone una vuelta a un pasado ideal, sino que proclama una fe en la
modernidad, afirmando que una camada de “hombres nuevos”, encarnada en el
proletariado, será capaz de resolver todas estas contradicciones. Pero Berman continúa
proponiéndonos un interrogante “Supongamos, como Marx supone, que las formas
burguesas se descomponen y que un movimiento comunista alcanza el poder: ¿qué
impedirá a esta nueva forma social compartir la suerte de sus antecesores y
desvanecerse en el aire moderno?” (Berman : 4/5)
Esta pregunta tendrá una respuesta poco optimista en los desarrollos de Webber, quien
también tiene un diagnóstico muy distinto de la modernidad. Weber describe un proceso
de racionalización y desencantamiento del mundo que podemos vincular con la ley de
los tres estadios desarrollada por Comte. De acuerdo con Habermas, la racionalización
en Weber implica la ampliación del saber empírico, de la capacidad humana de predecir
sucesos futuros y, por ello, dominar y organizar el mundo que nos rodea (Habermas,
1981). Pero a diferencia de Comte, Weber cree que este proceso de desencantamiento
del mundo está necesariamente acompañado de una perdida del sentido de las acciones
humanas. En “La Ciencia Como Vocación”, Weber lanza la siguiente pregunta
¿nosotros, los que estamos aquí sentados, tenemos un conocimiento mayor de nuestras
condiciones de vida de las que tiene un salvaje de las suyas? Cualquiera de nosotros
puede viajar en tren, sin necesidad de conocer como el tren funciona. El salvaje tiene un
conocimiento de sus herramientas mucho mayor, sabe como hacer su alimento diario y
que herramientas necesita para tal fin. La racionalización no implica un aumento en el
conocimiento de las condiciones bajo las que se vive, significa saber que no existen
obstáculos que nos impidan alcanzar lo que necesitamos, que no existen fuerzas
misteriosas que se nos opongan, que, en principio, todo puede alcanzarse mediante la
técnica y el cálculo. (Weber, 1918). Tal como señala Bernard, el temor de que la
tecnología y la organización social pudieran, para bien o para mal, moldear los destinos
de los hombres, ya se encontraba presente en Marx y en otros autores del siglo XIX.
Incluso, podemos encontrar similitudes entre la jaula de hierro de Weber y el concepto
de alienación de Marx, pero la diferencia que podemos encontrar respecto de Weber es
que Marx, como otros pensadores del siglo XIX, creían que los individuos modernos (o
los nuevos hombres, en el caso de Marx) podrían comprender esa situación y revertirla,
mientras que la corriente de pensamiento del siglo XX en la que se inscribe Weber,
carece de esa esperanza en sus contemporáneos o los hombres del futuro. Esa
desconfianza es aún mayor respecto de las clases dirigentes, sean del tipo que sean
(revolucionarias, burguesas, aristocráticas, etc.) (Berman, 1998 : 9).
Finalmente, las preocupaciones de Weber respecto del desencantamiento del mundo y la
perdida del sentido de las acciones humanas pueden ser vinculadas con el trabajo de
Georg Simmel, un filósofo y sociólogo alemán, quien desarrolló un extenso análisis
sobre la vida moderna en un ensayo llamado “Filosofía del dinero”. En este trabajo
pueden encontrarse vínculos con el pensamiento marxista, principalmente con el
concepto de alienación. Simmel comienza por advertir que la diferencia entre los
objetos y los sujetos no es tan radical como habitualmente se cree (Simmel, 1958). Tal
como explica Forte, los sujetos, a través de su experiencia, dan a sus vidas contenidos
concretos y crean los objetos de la realidad externa en un proceso denominado
objetivación, que incluye tanto la creación de los objetos como su percepción. El
aspecto trágico se encuentra en que los individuos deben producir objetos para vivir,
desarrollarse y expresarse, pero, a su vez, los objetos se convierten en fines por sí
mismos, que atrapan al objeto y lo vuelven prisionero de sus propias creaciones, de
manera que lo objetivo domina sobre los sujetos. Forte señala que, de acuerdo como
Simmel, este proceso aparece con profundidad en la vida moderna, pues la cultura a
interiorizar se encuentra en constante aumento, a su vez que la especialización y
producción de la cultura objetiva dificultan el desarrollo de la cultura subjetiva, que deja
de ser una meta para convertirse únicamente en un medio. Lo que diferencia sus
reflexiones del marxismo se encuentra en que lo que para Marx son problemas
específicos del capitalismo que van a ser superados en una sociedad futura, para Simmel
son rasgos inherentes a la condición humana, que nunca podrán superarse.. En ese
sentido, su trabajo se acerca más al concepto de jaula de hierro desarrollado por Weber.
2) La sociología se caracteriza por no tener una única metodología para el estudio de lo
social. Por el contrario, distintas corrientes teóricas han hecho uso de métodos de
investigación muy diversos, desde las encuestas y las estadísticas a la construcción de
esquemas teóricos a través de tipos ideales para explicar realidades complejas.
En la introducción a Las reglas del método sociológico, Emile Durkheim destaca la falta
de desarrollo del aspecto metodólogo de la sociología que el observaba en su época. De
esta manera, afirmaba que “hasta el presente, los sociólogos se han ocupado muy poco
de caracterizar y definir el método que aplican al estudio de los hechos sociales (…) Un
capítulo del Cours de philosophie positive, es casi el único estudio original e importante
que tenemos sobre la materia” (Durkheim, 1979 : 21). Durkheim explicaba estas
carencias en razón de que los trabajos preexistentes “apenas si han hecho algo más que
escribir generalidades sobre la naturaleza de las sociedades, las relaciones entre los
reinos social y biológico, sobre la marcha general del progreso (…) y para tratar estas
cuestiones filosóficas no son necesarios procedimientos especiales y complejos” (ibid).
De lo expuesto se desprende que Durkheim pretendía especificar más el objeto de la
sociología. Para hacerlo, a lo largo de “Las Reglas del Método Sociológico”, va a
desarrollar los lineamientos que la disciplina debía seguir. Uno de los aportes más
importantes realizados por Durkheim radica en la pretensión de considerar a los objetos
sociales como cosas provistas de existencia y a la propia sociedad como algo superior al
conjunto de sus individuos. Para ejemplificar esta idea, que puede parecer
contraintuitiva, Durkheim afirma que “Cuando yo cumplo mi deber de hermano, de
esposo o de ciudadano, cuando ejecuto las obligaciones a que me he comprometido,
cumplo deberes definidos, con independencia de mí mismo y de mis actos, en el
derecho y en las costumbres. (…) De la misma manera, al nacer el creyente ha
encontrado completamente formadas sus creencias y prácticas; si existían antes que él,
es que tienen vida independiente” (1979: 1). Pero el objeto específico que la sociología
debe investigar es del “hecho social”, uno de los conceptos más importantes de su
aparato teórico. Los hechos sociales son “maneras de obrar, de pensar y de sentir,
exteriores al individuo, y que están dotadas de un poder coactivo, por el cual se le
imponen. Por consiguiente, no pueden confundirse con los fenómenos orgánicos, pues
consisten en representaciones y en acciones; ni con los fenómenos psíquicos, que sólo
tienen vida en la conciencia individual y por ella. Constituyen, pues, una especie nueva,
a que se ha de dar y reservar la calificación de (sociales)” (Ibid). Todos estos desarrollos
metodológicos pueden observarse en la práctica en su famosa obra “El Suicidio” una de
los estudios clásicos más importantes en la historia de la sociología. Lo que hace de “El
Suicidio” una obra tan imponente es la demostración de que un acto tan personal e
individual como el suicidio puede estar influenciado por factores externos al individuo,
como la religión, el matrimonio o la clase social. Durkheim llegó a este descubrimiento
a partir de la constatación de que los índices de suicidio variaban de una sociedad a otra,
a la vez que presentaban pautas regulares dentro de cada sociedad. Las teorías de
Durkheim han tenido una influencia fundamental en la formación del funcionalismo,
que tendrá entre sus miembros más destacados a Parsons y Merton. El aporte de
Durkheim a esta corriente, en el que también participan los trabajos de Comte, consiste
en comprender a la sociedad como un sistema complejo, con diversas partes que
funcionan en conjunto para generar estabilidad, realizando una analogía entre la
sociedad y un organismo vivo como el cuerpo humano y destacando la importancia del
consenso moral para mantener el orden y la estabilidad (Giddens, 2014).
Pero no toda investigación sociológica debe tener base positivista y tomar como modelo
a las ciencias naturales. Weber considera que la investigación sociológica debe
centrarse en la acción social, definida como una conducta que “1) está referida, de
acuerdo con el sentido subjetivamente mentado del autor, a la conducta de otros; 2) está
co-determinada en su decurso por esta su referencia plena de sentido y 3) es explicable
por vía de comprensión a partir de este sentido mentado (subjetivamente)” (Weber,
1978 : 177). La sociología de Weber se caracteriza por ser “comprensiva”, en tanto
busca comprender el significado subyacente a este tipo de acciones. Para hacerlo
establece una tipología de acciones, en las que incluye a la acción racional con arreglo
a fines, la acción racional con arreglo a valores, la acción afectiva y la acción
tradicional. Es importante destacar que esta clasificación es realizada a partir de tipos
ideales. Un tipo ideal es una construcción hipotética utilizada para analizar fenómenos
sociales y ayudar a comprenderlos. Los tipos ideal son abstracciones, que no se
encuentran como tales en la realidad empírica, pero que le sirven al investigador para
poder ordenar la realidad social y volverla inteligible (Giddens : 43). A modo de
ejemplo, en “La Ética Protestante y El Espíritu del Capitalismo”, Weber describe al tipo
ideal de empresario capitalista de la siguiente manera: “aborrece la ostentación y el
derroche innecesario y el disfrute consciente de su poder y la aceptación más bien
incómoda de los signos externos del aprecio social de que disfruta. Su modo de vida
lleva, en mi opinión, ciertos rasgos ascéticos” ( 2001 : 79). Los trabajos de Weber han
tenido una influencia decisiva en la formación de la corriente teórica conocida como
interaccionismo simbólico, que centra su atención en la preocupación por el lenguaje y
el significado y dirige su atención a la interacción interpersonal, a cómo los símbolos
son utilizados para dar sentido a lo que los otros dicen o hacen y como esta interacción
influye en la creación de la sociedad y sus instituciones (Giddens, 2014).
Las posiciones de Marx se encuentran en la vereda opuesta de las de Comte y Weber. A
diferencia de ellos, que ponían el consenso en las formas de ordenar la sociedad, los
estudios de Marx se centraban en el conflicto y la lucha de clases. Marx consideraba
que el conflicto era el motor de la historia y en ese sentido afirma, en el comienzo de
“El Manifiesto Comunista” “Hasta nuestros días, la historia de la humanidad, ha sido
una historia de luchas de clases. (…) una lucha que conduce siempre, a la
transformación revolucionaria de la sociedad, o al exterminio de ambas clases
beligerantes”. (Marx, 2019 : 9/10).
Al analizar la llegada al poder de Luis Bonaparte, Marx presenta una teoría superadora
de los enfoques individualistas, explicando su llegada al poder a través de factores
sociales, políticos y económicos enmarcados en la lucha de clases. De esta manera,
Marx comienza por afirmar que “los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen
a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas
circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y transmite el pasado”
(Marx, 1985: 16). En esta afirmación se encuentra una de las características
fundamentales que van a caracterizar al pensamiento marxista: se afirma por un lado
que los hombres son los autores de su propia historia, pero se relativiza esa afirmación
manifestando que sus campos de acciones están marcados por circunstancias que les son
externas. En esta dicotomía puede verse la importancia de las condiciones externas, que
dan origen al pensamiento estructuralista, pero también la creencia en la capacidad
transformadora de la acción humana.
Se mencionó previamente que, a diferencia de Comte y Durkheim, los análisis de Marx
dieron gran importancia al conflicto como motor de transformaciones sociales. No es
extraño entonces que de su estudio haya surgido una corriente teórica denominada
teoría del conflicto, que comparte con los sistemas funcionalistas de Durkheim la
importancia de las estructuras sociales e intentan construir modelos que expliquen la
forma en la que sociedad funciona, pero rechazan la importancia que los funcionalistas
le otorgan al consenso y, por el contrario resaltan la importancia de las divisiones
sociales, estudiando cuestiones como el poder o la desigualdad (Giddens, 2014).
Hasta el momento se ha desarrollado brevemente algunos aspectos de la metolodología
de Durkheim, Weber y Marx y los aportes que estos han realizado para el desarrollo de
nuevas corrientes sociológicas. Podría pensarse que esta diversidad metodológica es un
defecto de la sociología, sin embargo, tal como señala Giddens (2014), la diversidad de
las teorías sociológicas, y la posibilidad de combinarlas (como se combinan los
enfoques de conflicto con los interaccionistas en algunas investigaciones feministas) es
nuestra principal herramienta para enfrentar las dificultades inherentes al estudio de los
grupos humanos.
Bibliografía

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MODERNIDAD, MODERNISMO Y MODERNIZACION

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