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MERCANTIL IV
Títulos-Valores, instrumentos de pago y crédito
y derecho concursal
2018

Arancha3 - Mercantil IV: Títulos-Valores, instrumentos de pago y crédito y derecho concursal 2018
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TEMA 15 (Lección 45)


TÍTULOS-VALORES. TEORÍA GENERAL

I. Noción y caracteres del título-valor


1. El título-valor, instrumento de materialización de derechos. Función económica
2. Perspectivas de futuro
3. Formación progresiva del concepto de título-valor
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4. Definición del título-valor. Análisis crítico del concepto


5. El título-valor y su causa
6. Aspecto jurídico-real del título.
7. Títulos-valores impropios
A. Títulos y contraseñas de legitimación
B. Cartas de patrocinio
C. Tarjetas de crédito y débito
8. La circulación de los títulos-valores
II. Clases
9. Clasificación de los títulos-valores. Criterios de clasificación
10. Títulos-valores según el derecho incorporado
A. Títulos de pago o crédito
B. Títulos de participación
C. Los llamados títulos de tradición. Su régimen en el Derecho español
11. Clasificación de los títulos-valores por el modo de designación del titular
A. Los títulos nominativos.
B. Títulos al portador. Concepto, clases y régimen jurídico
C. Títulos a la orden

I. NOCIÓN Y CARACTERES DEL TÍTULO- VALOR

1. EL TÍTULO-VALOR, INSTRUMENTO DE MATERIALIZACIÓN DE DERECHOS.


FUNCIÓN ECONÓMICA

El concepto de título-valor tiene carácter genérico y engloba documentos de contenido,


apariencia y caracteres diversos. Sin embargo, todos los títulos-valores llevan incorporada la
obligación de realizar una prestación concreta a favor de la persona que resulte legítimamente
tenedora de los mismos. Es decir, esa persona tendrá derecho a exigir su cumplimiento sobre la
base de la tenencia del documento. De este modo, cumplen la función de ser un título de
legitimación propio.

Destacamos que todos los títulos-valores presentan dos notas comunes: 1) la incorporación de
un derecho al documento y 2) la facilidad de transmisión de dicho documento, y, por tanto, del
derecho que incorpora. Los títulos-valores cumplen la función de servir como instrumentos del
tráfico mercantil, facilitando la transmisión de los bienes y derechos que contienen. En este
sentido, los títulos-valores permiten que los bienes y derechos puedan circular más ágilmente
que si se transmitiesen a través de los cauces ordinarios (cesión de créditos, subrogación...), al
someter la circulación de los derechos a las reglas para la transmisión de las cosas muebles.
La legislación española no ofrece un concepto de título valor. De hecho, para referirse a ellos,
se emplean multitud de términos como documentos de crédito, títulos al portador, documentos

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mercantiles, valores, efectos públicos, efectos de comercio, etc.

Por otra parte, los títulos-valores considerados como instrumentos de materialización de


derechos, desempeñan una importante función en el tráfico económico, ya que presentan
mayores ventajas respecto a las demás formas de transmisión de bienes y derechos. Veamos
algunas de ellas:

a) El empleo de los títulos-valores como instrumentos para la transmisión de créditos,


presenta importantes ventajas frente a la cesión ordinaria. A través de los títulos-valores la
transmisión deja de estar sometida a las normas reguladoras de la cesión de créditos (derechos
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que se incorporan al documento), y pasa a aplicarse la ley de circulación de las cosas muebles
(es decir, la ley de circulación del documento que incorpora el derecho). De este modo,
utilizando los títulos, se consiguen superar los inconvenientes que presenta el mecanismo de
cesión de créditos. El uso de títulos-valores produce la incorporación del derecho al documento,
perfilándose en éste el alcance y caracteres del crédito.

El deudor no podrá negarse al pago- en las condiciones determinadas- al legítimo tenedor del
título. Por tanto, no podrá oponer excepciones o circunstancias que no consten en el
documento. Al mismo tiempo, se facilita la circulación del crédito, que va unida a la correcta
transmisión del documento en el que éste se encuentra reflejado. Es decir, al estar
perfectamente definidos los caracteres y contenido del crédito y al impedirse al deudor oponer
excepciones que no se reflejen en el título, la circulación del crédito corre la misma suerte que
el documento en el que se representa: si el documento se transmite de forma adecuada,
también se habrá transmitido el derecho que incorpora.

b) Los títulos-valores también presentan ventajas en cuanto a la transmisión de cosas


materiales, al permitir la representación de las mismas a través de su reflejo en el documento.
Así, en el título se incorpora el derecho a obtener las cosas materiales que en él se representan,
y también, se podrá disponer de tales bienes a través de la transmisión del documento,
permitiendo el tráfico de las mercancías sin necesidad de su desplazamiento material. Las cosas
representadas pueden cambiar de amo sin cambiar de mano.

c) Como los bienes o derechos se representan a través de un documento, el título-valor


puede utilizarse para obtener crédito, a través de su prenda o cesión en garantía. El acreedor
pignoraticio o el cesionario tendrán mayor garantía del cobro de su crédito a través de la legítima
tenencia del documento, que permite la posibilidad de poder ejecutarlos a su vencimiento. De
este modo, si el deudor no satisface la deuda garantizada a través de los títulos, el acreedor que
los recibe en prenda o garantía, podrá realizarlos logrando la satisfacción de su crédito.

d) Finalmente, los títulos-valores facilitan la liquidez del acreedor, permitiendo que


éstos concedan mayores aplazamientos a sus deudores en el pago de sus obligaciones si sus
necesidades así lo requieren. La posibilidad de transmitir el crédito o el derecho a través de la
transmisión del título implicará que el acreedor que se vea necesitado a cobrar el crédito que
en el documento se representa, pueda a su vez, transmitir éste a sus propios acreedores.

2. PERSPECTIVAS DE FUTURO

Algunos factores como el progreso tecnológico, la prevalencia de la riqueza mobiliaria sobre la


inmobiliaria o la internacionalización de las relaciones comerciales y financieras, hacen que los
títulos-valores deban adaptarse a nuevas necesidades. La evolución actual de los títulos-valores
presenta una progresiva desmaterialización. Sin embargo, distinguimos dos corrientes en

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función del tipo de título:

1) Respecto a los títulos en serie o valores mobiliarios agrupados en emisiones (por


ejemplo, las acciones y las obligaciones de las sociedades, o los bonos y letras del tesoro), la
tendencia ha sido abandonar su representación por medio de títulos para sustituirlos a través
de registros contables. Actualmente, se va sustituyendo la representación de los derechos a
través de los títulos, para su consignación por medio de un registro contable informatizado, en
el que se van haciendo constar las vicisitudes que afectan a la titularidad de los bienes o
derechos: su pertenencia y transmisión, su extinción y la eventual constitución de derechos
reales o de trabas sobre éstos. Así, el ejercicio de los derechos representados en estos registros
ya no está conectado a la legítima posesión de un documento, sino a la vigencia del asiento
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registral, y a la identificación del sujeto que según el registro resulte en la actualidad titular
legítimo de los derechos inscritos.

2) Esta tendencia no ha sido la seguida por los efectos de comercio (letras, pagarés,
cheques). Esto se debe a que son documentos que se refieren a operaciones concretas y no son
emitidos en serie, lo que impide su tratamiento electrónico uniforme. Sin embargo, se ha
planteado ante la jurisprudencia la posibilidad de utilizar ciertos títulos-valores electrónicos (por
ejemplo, el pagaré electrónico, que todavía no ha sido admitido). Por su parte, otros títulos
electrónicos han recibido ya reconocimiento legislativo, como la carta de porte electrónica
dentro del transporte terrestre de mercancías. También, se están articulando nuevos medios
para la circulación de efectivos, caracterizados por su desmaterialización y su representación
mediante registros, como son los servicios de pago o el dinero electrónico.
Con vistas al futuro, la Propuesta de Código Mercantil entregada al Ministerio de Justicia el 20
de junio de 2013, sí contiene una previsión expresa a la forma electrónica en su tratamiento
general de los títulos valores.

3. FORMACIÓN PROGRESIVA DEL CONCEPTO DE TÍTULO-VALOR

El uso de los primeros títulos se produce entre los mercaderes de la Edad Media, pero no es
hasta el s. XIX cuando se elabora el concepto unitario de título-valor, que aglutina diversas
clases de documentos con contenidos distintos, pero que cumplen la función de facilitar la
circulación de derechos y agilizar su ejercicio. Veamos cuáles son los elementos comunes que
han permitido construir una teoría jurídica unitaria que contiene los principios generales que
comparten todos los títulos.

- En primer lugar, destacamos la incorporación del derecho al título como nota esencial
que define al género y a las especies que lo forman. Con el término incorporación nos referimos
a que simbólicamente un derecho, como entidad abstracta, pasa a estar materializado a través
del documento que lo representa. De este modo, la transmisión del documento implicará la
transmisión del derecho, siendo necesario –a la inversa– la entrega del documento para exigir
el derecho que éste incorpora. Sin embargo, esta incorporación no es del todo absoluta, ya que
la sustracción o destrucción del título implicaría la pérdida del derecho que lleva aparejado; y
ello no es así en los títulos-valores. La normativa reguladora de los títulos-valores establece un
sistema de amortización (arts. 547 y ss. CCom), que permite rescatar al derecho de las
consecuencias que implicaría la pérdida de control del título por parte de su titular, salvándose
su pérdida mediante la incorporación del mismo a un nuevo título y la invalidación definitiva del
anterior.

Art. 548 CCom: El propietario desposeído, sea cual fuere el motivo, podrá acudir ante el Juez o
Tribunal competente, para impedir que se pague a tercera persona el capital, los intereses o

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dividendos vencidos o por vencer, así como también para evitar que se transfiera a otro la
propiedad del título o conseguir que se le expida un duplicado.

Será Juez o Tribunal competente el que ejerza jurisdicción en el distrito en que se halle el
establecimiento o persona deudora.

- La siguiente nota que permite diferenciar el título-valor de los demás documentos


jurídicos (probatorios, constitutivos, dispositivos), es la necesidad de la posesión del documento
para ejercitar el derecho incorporado. Esta noción, sin embargo, está siendo sustituida en la
actualidad por el hecho de aparecer como titular del mismo en las anotaciones contables o en
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los registros informáticos correspondientes.

-Directamente unida a la posesión del documento, se encuentra la legitimación. Es


necesario poseer el documento y exhibirlo para poder ejercitar el derecho que incorpora. La
legitimación puede ser entendida en un doble sentido: por un lado, que el deudor no estará
obligado a cumplir el contenido de la prestación sin la exhibición del documento y que, en el
caso de que lo hiciere, no estaría cumpliendo con eficacia liberatoria, pudiéndosele exigir el
cumplimiento de su contenido posteriormente mediante la entrega del documento (segundo
requerimiento que sí resultaría legitimado y tendría eficacia extintiva); por otro lado, en sentido
inverso, el deudor cumple –y cumple bien– realizando la prestación a favor de quien resulte
legítimo tenedor del título-valor, siempre que, de conformidad con el documento que exhibe,
resulte facultado para recibir la prestación.

-De esta regla de funcionamiento se deriva la nota de la autonomía que caracteriza la


circulación de los títulos-valores. Como el deudor no puede oponer al legítimo tenedor del título-
valor las excepciones que tenía frente al acreedor originario, se produce una ruptura del
principio general de que «nadie puede transferir más derecho que el que ostente» (nemo plus
iuris ad alium transferre potest quam ipse habet) que caracteriza la cesión de créditos. Al
quebrarse este principio, cada nuevo dueño no soporta las eventuales limitaciones del anterior
titular, salvo si están reflejadas en el documento. Así, la posición jurídica de cada uno de los
sucesivos adquirentes del título presentará caracteres similares a la de la adquisición a título
originario.

-Finalmente, destacamos la característica de la literalidad del derecho incorporado al


título. En el documento debe explicarse el contenido concreto en que consiste el derecho, su
naturaleza, cuantía, vencimiento, lugar de pago, persona de la que se puede exigir, etc. El
ejercicio del derecho contenido en el título-valor se desenvuelve con independencia de las
relaciones entre el deudor y el acreedor originarios.

4. DEFINICIÓN DEL TÍTULO-VALOR. ANÁLISIS CRÍTICO DEL CONCEPTO

Podemos definir el título-valor como el documento necesario para el ejercicio del derecho
literal y autónomo incorporado en él. Vamos a estudiar sus notas características:

a) Se trata de un documento necesario. Su exhibición resulta imprescindible para el


ejercicio y la transmisión del derecho que incorpora. El deudor sólo verá satisfecha su obligación
cuando realice la prestación a favor del sujeto que resulte legítimamente tenedor del
documento, único legitimado para exigir y transmitir el título-valor. En cambio, el deudor deberá
negar el pago a cualquier otro sujeto que exija el contenido de la prestación (aunque trate de
demostrar por otros cauces jurídicamente eficaces su titularidad). Por esta razón, el titular del
documento que se ha visto desposeído por sustracción o extravío tendrá que instar -

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previamente y a su cargo- la amortización del título ordinario si quiere ejercitar el derecho. Esta
amortización implica la «desincorporación» del derecho al título, que recupera su entidad como
derecho, y que se podrá incorporar a un nuevo título-valor (duplicado). De este modo, el antiguo
documento queda sin validez y pasa a ser un simple papel privado de valor obligatorio (es decir,
amortizado).

b) El segundo de los caracteres que presentan los títulos-valor es la legitimación para el


ejercicio del derecho que llevan incorporado. Así, a diferencia de lo que ocurre con la
transmisión ordinaria de créditos a través de la cesión, que requiere la comunicación al deudor,
en los títulos-valores la mera posesión del título es suficiente para legitimar a su tenedor para
el ejercicio del derecho que incorporan (en los títulos al portador). De este modo, los títulos-
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valor presentan la ventaja de que su mera posesión genera la apariencia de titularidad del
derecho, liberándose a su poseedor de la carga de tener que demostrar la titularidad del
derecho, favoreciéndose con ello la circulación de los derechos que incorporan. Igualmente, se
libera al deudor de la carga de tener que comprobar la legitimidad del sujeto que exige el
cumplimiento de la obligación, pudiendo confiar en la simple apariencia de la titularidad del
documento que exhibe, para llevar a cabo un cumplimiento liberatorio de su obligación. Por
tanto, podemos afirmar que la posesión es legitimadora tanto en su aspecto activo-legitimando
al acreedor que posee el título para exigir el pago-, como en su aspecto pasivo-en beneficio del
deudor, que quedará liberado de la obligación si paga al sujeto que aparece como titular del
documento-.

Sin embargo, para evitar situaciones antijurídicas en las que el derecho resulte adquirido por un
sujeto que, pese a ser titular aparente del título-valor, no es titular verdadero del mismo,
debemos acudir al principio consagrado en el art.1164 CC: “El pago hecho de buena fe al que
estuviere en posesión del crédito, liberará al deudor”. Es decir, sólo libera el pago hecho de
buena fe. Según este principio, sólo el poseedor legítimo del título tendrá derecho a la
prestación que éste incorpora y, por tanto, sólo cuando sea legítimo tenedor del documento
podrá ejercitar o transmitir el derecho contenido en el título. Igualmente, si el deudor conoce
que el sujeto que posee el documento no ostenta su titularidad legítima, no quedará liberado
de su obligación si da cumplimiento a la obligación que éste le exija, por lo que deberá rehusar
el pago.

c) La literalidad de los títulos-valores se refiere a que su texto debe ofrecer información


precisa sobre el contenido, extensión y modalidades del derecho que incorpora el documento.
Por tanto, la redacción del contenido del derecho por escrito es un requisito esencial, así como
la firma del sujeto que ha de cumplir la prestación que se incorpora al título.

Sin embargo, esta literalidad no es igual en todos los títulos-valores. Se pueden distinguir dos
tipos de títulos: 1) los llamados títulos perfectos, completos o de literalidad directa, como son
el pagaré, el cheque o la letra de cambio, en los que la literalidad de la incorporación del derecho
al título es absoluta; 2) los llamados títulos imperfectos, incompletos o de literalidad por
remisión (por ejemplo, las acciones de las sociedades anónimas) son aquellos en los que para
conocer el contenido concreto de los derechos que se incorporan a los títulos no es suficiente
la literalidad del documento, teniendo que recurrir a otros elementos (escritura y estatutos de
la sociedad).

d) Los títulos-valores se definen también por la nota de la autonomía, de tal modo que
cada uno de los portadores del título transmite o ejercita un derecho propio, de carácter
originario y no derivativo. Se trata, por tanto, de un derecho que se ejercita en nombre propio,
con independencia del derecho de anteriores poseedores, y que, en consecuencia, no se ve

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afectado por las relaciones que hayan podido existir entre el deudor y los tenedores
precedentes. Ello implica, igualmente, que a los legítimos tenedores del título no podrá oponer
el deudor las excepciones personales que tuviera contra el resto de tenedores anteriores del
documento.

Nuestra normativa vigente no contiene una definición legal de los títulos-valores, sin embargo,
la Propuesta de Código Mercantil sí contiene tal concepto en su artículo 610-1.: «los títulos-
valores son aquellos documentos necesarios para el ejercicio del derecho patrimonial en ellos
representado, librados o emitidos para facilitar la circulación de ese derecho».
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5. EL TÍTULO-VALOR Y SU CAUSA

Sabemos que a través de los títulos-valores se incorpora un derecho a un documento, de tal


manera que el legítimo tenedor del documento puede exigir su contenido. Para ello tiene que
existir una relación jurídica previa, a la que se denomina relación causal, de la cual surge el
derecho a la prestación que se incorpora en el título-valor. Esta relación causal podrá adoptar
cualquier forma (contrato de compraventa, de servicios, obra o cualquier otro), siempre que de
la misma se desprenda el derecho de un acreedor a exigir del deudor una prestación.

De este modo, en un primer momento, el acreedor podría exigir el cumplimiento de la


prestación según las dos relaciones jurídicas que le unen ahora con el deudor, es decir, la causal
y la cambiaria. Pero, como es obvio, no pueden coexistir dos créditos (el causal y el cambiario)
cuando en realidad sólo ha nacido una obligación. La solución a esta duplicidad de relaciones
sobre la misma obligación está en los apartados 2º y 3º del art. 1170 CC, que establecen que
“La entrega de pagarés a la orden, o letras de cambio u otros documentos mercantiles, sólo
producirá los efectos del pago cuando hubiesen sido realizados, o cuando por culpa del
acreedor se hubiesen perjudicado. Entre tanto, la acción derivada de la obligación primitiva
quedará en suspenso”.

De este precepto se deriva que cuando el deudor suscribe el título-valor y lo entrega al acreedor,
la posibilidad de exigir la prestación sobre la base de la relación causal queda en suspenso, es
decir, se aletarga o adormece la acción para reclamar el pago de la deuda primitiva, quedando
en vigor solamente la posibilidad de exigir el cumplimiento del crédito incorporado al
documento. Esta entrega del título como medio para satisfacer la relación causal subyacente
(salvo pacto en contrario) produce efectos pro solvendo, de modo tal que sólo extingue la
relación causal si llegan a buen fin o se perjudican mediando culpa del acreedor. Ante este
estado de suspensión de la relación causal, pueden derivarse dos situaciones posteriores: En
primer lugar, si se satisface el crédito incorporado al título-valor, la relación cambiaria quedará
extinguida y con ella se habrá dado cumplimiento también a la prestación debida por la relación
causal, cuyo crédito quedará igualmente extinguido. En cambio, en el caso de que, sin mediar
culpa del acreedor que ha desplegado la diligencia debida para su cobro, no haya sido posible
cobrar el derecho incorporado al título valor, podrá renacer la acción correspondiente a la
relación causal. Con este renacimiento de la acción causal, el acreedor podrá decidir entre optar
por el ejercicio de la acción que se deriva de la relación originaria, o bien, requerir judicialmente
el pago del título-valor, manteniéndose –en este segundo caso– en suspenso la acción surgida
de la relación originaria.

6. ASPECTO JURÍDICO-REAL DEL TÍTULO

La incorporación de derechos a los títulos-valores produce el efecto de “materializar” su


contenido. Es decir, si antes de la emisión del título-valor existía un derecho, de carácter
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inmaterial, la emisión de un título-real que lo represente produce una cierta cosificación del
derecho. En el tráfico jurídico, el título funciona como cosa (res), pudiendo emplearse en actos
y negocios jurídicos, así como ser objeto de derechos reales, recibiendo el mismo tratamiento
que el ordenamiento jurídico dispensa a las cosas materiales. Así, el título-valor como
documento puede transmitirse por compraventa, permuta, sucesión mortis causa, etc.; puede
ser depositado y transportado; puede ser objeto de derechos reales como el usufructo o la
prenda; así como ser titularidad de una pluralidad de sujetos condóminos; igualmente, podrá
ser objeto de embargo y de ejecución en procedimiento de apremio.

Por otra parte, a diferencia de lo que ocurre con el derecho, el título como documento puede
ser objeto de extravío, sustracción o destrucción (pérdida, robo, incendio...). En este sentido, el
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ordenamiento jurídico dulcifica o relativiza la incorporación del derecho al documento y permite


que aquél recobre su naturaleza abstracta como derecho, a través de su desincorporación al
título perdido. Este derecho desincorporado podrá ser posteriormente reincorporado a un
nuevo título o duplicado del anterior, procediéndose a amortizar el documento previo, lo que
supondrá que el mismo no tenga más valor que el de ser un simple papel que ya no representa
el derecho que indica, esto es, que ha dejado de incorporarlo.

Este carácter jurídico-real de incorporación de un derecho (elemento inmaterial) a un soporte


material (el título) es el motivo que, por el momento, lleva a la jurisprudencia a rechazar la
posibilidad de los títulos-valor (al menos los cambiarios) en formato electrónico.

7. TÍTULOS-VALORES IMPROPIOS

Hemos visto una serie de notas o caracteres comunes que han de presentar los documentos
para ser considerados títulos-valores: incorporación del derecho, legitimación por la posesión,
autonomía y literalidad. Por tanto, no consideraremos títulos-valores a los documentos que
presenten una incorporación imperfecta del derecho al título; o que carecen de la nota de la
literalidad; o bien, aquellas situaciones en las que el título no es completamente autónomo a las
posiciones que ocupaban el deudor y acreedor originario, traspasándose a los nuevos titulares
del documento los vicios o circunstancias personales de sus anteriores titulares. En todos estos
casos no estaremos ante títulos-valores. Dichos documentos, deberán ser considerados como
títulos impropios.

A. Títulos y contraseñas de legitimación

En primer lugar, están los llamados títulos de legitimación. Son documentos que, a diferencia
de los títulos-valores, simplemente cumplen la función de facilitar la prueba de la titularidad de
un derecho y simplificar la posibilidad de su transmisión, sin necesidad de probar la titularidad
originaria del mismo o su adquisición derivativa. Simplemente son documentos que permiten
que el deudor cumpla su obligación satisfaciendo la prestación a favor de quien aparezca como
tenedor legítimo del documento; facilitando al acreedor la reclamación de tal prestación, sin
tener que probar nada respecto a la relación causal, bastando con la exhibición del documento.
Al mismo tiempo, estos títulos de legitimación facilitan la transmisión del derecho que contienen
mediante la entrega del documento a su nuevo tenedor, que estará legitimado para reclamar la
prestación sin necesidad de notificar tal vicisitud al deudor y sin tener que probar la titularidad
actual del derecho. Se trata de documentos que, salvo declaración expresa de su carácter no
cedible, podrán circular bajo la forma y con los efectos propios de la cesión. Algunos ejemplos
de este tipo de títulos de legitimación son los billetes de pasaje nominativos (ferrocarril, ferry...),
los billetes de entrada a espectáculos, los billetes de lotería, las papeletas de empeño al
portador...

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Más alejados de los títulos-valores y estando prácticamente privados de la nota de la literalidad


se encuentran las contraseñas de legitimación. Su función es liberar al deudor cumpliendo una
prestación conocida frente al tenedor de la contraseña. Es el caso, por ejemplo, de las fichas de
guardarropa o los resguardos de los objetos entregados para su reparación o consigna.

B. Cartas de patrocinio

Para empezar, haremos una pequeña referencia a las cartas-órdenes de crédito. Se consideran
títulos impropios y están reguladas en el CCom. Son aquellas expedidas de comerciante a
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comerciante o destinadas a atender una operación mercantil. Se trata de títulos nominativos


indicativos de una cuantía fija, que funcionan como un documento (carta) a través del cual el
emitente invita a otra persona a que pague a un tercero directamente designado en el título
(portador de la carta). Actualmente han caído en desuso, pero son el antecedente de la carta de
patrocinio y de la tarjeta de crédito.

La carta de patrocinio también contiene una invitación al destinatario para que conceda algún
tipo de crédito al beneficiario (patrocinado). Estos títulos impropios –también llamados confort
letters, cartas de conformidad, de responsabilidad o de garantía – se construyen sobre la base
de una relación empresarial o relación de patrocinio preexistente entre el remitente
(patrocinador) y el beneficiario (patrocinado), que normalmente son ambas sociedades
mercantiles. Sobre la base de esta relación, se busca que el patrocinado pueda cumplir
normalmente ante el destinatario las obligaciones que se deriven del crédito que se le concede,
contando con la garantía del patrocinador.

Se discute cuál es la naturaleza jurídica de las cartas de patrocinio. Nos preguntamos qué
posición ocuparía el patrocinador en el caso de que el patrocinado incumpla la relación que le
vincula con el beneficiario de la carta. Se cuestiona si su posición debe ser cercana a la de fiador
y responder de la deuda del patrocinado o si el patrocinador no tiene ninguna responsabilidad
ya que la carta de patrocinio solo sería similar a una carta de recomendación. La jurisprudencia
del TS está sentando la doctrina de que para que sea exigible el compromiso asumido por el
patrocinador sobre la base de estas cartas, es necesario que la operación de crédito que se
garantiza esté perfectamente determinada, que se indiquen los sujetos afectados (beneficiario
y patrocinado) y que se realice una clara descripción del contenido obligacional que comportan.

C. Tarjetas de crédito y débito

En conexión con la carta de crédito, encontramos las tarjetas de crédito (credit cards), surgidas
en el tráfico mercantil anglosajón. Se basan en la relación jurídica existente entre un
establecimiento financiero (emitente o dador) y sus clientes (beneficiario o titular) con los que
normalmente mantienen un contrato de cuenta corriente, y que despliega sus efectos frente a
una serie de empresarios ante los cuales va a hacerse valer la tarjeta. Por medio de la tarjeta de
crédito, el beneficiario se obligará con los empresarios a título oneroso adquiriendo bienes o
servicios, dirigiéndose posteriormente éstos contra el emitente para obtener el cobro de los
créditos que han nacido de tales adquisiciones. Por su parte, el emitente se resarcirá de estos
pagos mediante la presentación al cobro de recibos periódicos sobre la cuenta corriente
bancaria del beneficiario. El emitente de la tarjeta responde frente a quienes suministraron los
bienes o servicios al titular o beneficiario dentro del límite máximo de la cantidad cubierta por
la tarjeta y siempre que se haya desplegado la debida diligencia en orden a la correcta
identificación del titular y saldo del que puede disponer.

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En cuanto a las tarjetas de débito, funcionarían como un instrumento a través del cual el titular
de una cuenta corriente y titular de la tarjeta puede disponer ante terceros del dinero que tiene
depositado en la entidad bancaria. En este caso, a diferencia de lo que ocurre con las tarjetas de
crédito, el banco no asume per se ninguna obligación de crédito, sino que se limita a articular
las disposiciones de fondos en ella depositados que lleva a cabo el cliente. La cantidad de la que
el cliente podrá disponer está limitada al importe que haya en cada momento en la cuenta
corriente.

8. LA CIRCULACIÓN DE LOS TÍTULOS-VALORES


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Veíamos anteriormente que los títulos valores incorporan a un documento el derecho a una
prestación procedente de una relación causal. Debemos diferenciar entre la titularidad del
derecho representado, que corresponderá, al propietario del título (es decir, el acreedor en la
relación causal), y la legitimación para el ejercicio del mismo, que corresponderá al legítimo
poseedor del título. Así, el poseedor que haya adquirido el título cumpliendo las formalidades
que exige la ley para la transmisión, estará legitimado para su ejercicio, pero no será el
propietario del mismo. La ley exige distintas formalidades para que se produzca la transmisión
del título dependiendo de si nos encontramos ante un título nominativo, a la orden o al
portador.

En función del modo en que se produzca la transmisión del título, podremos distinguir entre la
circulación regular, la circulación irregular y la circulación impropia del mismo.

a) La circulación regular es aquella en la que la transmisión del título se produce


cumpliendo los requisitos exigidos por la normativa y como consecuencia de un negocio de
transmisión válido celebrado entre el propietario actual y otro sujeto, basado en una relación
causal existente entre ambos. Esta relación causal podrá ser de diverso género: pago de una
deuda, título gratuito, pago a cuenta de otra cuenta...). Para que el título-valor circule
regularmente, será necesario que el propietario actual lo entregue a otro sujeto, y también que
se cumplan las formalidades que la normativa exija en particular para cada clase de título
(nominativos, a la orden, al portador).

b) La circulación irregular es aquella en la que la transmisión del título-valor no


responde a un negocio traslativo válido, como ocurre en los supuestos de robo, sustracción o
apropiación indebida del título. En estos casos, el poseedor del documento no tendrá una
posesión legítima, por lo que no adquiere la propiedad (que sigue correspondiendo al sujeto
desposeído). Sin embargo, el poseedor sí aparecerá como legitimado para ejercitar el derecho y
para hacerlo circular si ha cumplido las formalidades exigidas para cada tipo de título. Por su
parte, el propietario desposeído deberá ejercitar una acción reivindicatoria para recobrarlo de
su posesor actual; y, por otro lado, para evitar que el poseedor aparentemente legitimado
ejercite el contenido del derecho o lo transmita, deberá promover el expediente de
amortización del título para dejarlo sin efecto.

Como es lógico, el ordenamiento protege al tercero adquirente que de buena fe recibe un título
de un sujeto que no estaba legitimado en su posesión. Así, el art. 545 CCom regula la adquisición
a non domino de los títulos- valores al portador.

Art. 545 CCom. Los títulos al portador serán transmisibles por la tradición del documento. No
estará sujeto a reivindicación el título cuya posesión se adquiera por tercero de buena fe y sin
culpa grave. Quedarán a salvo los derechos y acciones del legítimo propietario contra los
responsables de los actos que le hayan privado del dominio.

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Es decir, no se podrá reivindicar el título del tercero que de buena fe y sin culpa grave lo adquiera
de un sujeto que no estaba legitimado. Para que se pueda aplicar la norma se requiere la
existencia de un negocio idóneo para transmitir la propiedad del título, que el adquirente
cumpla las formalidades exigidas para la transmisión legítima del título y que actúe de buena fe.
Esta buena fe ha de quedar plasmada en la ignorancia –no basada en culpa grave– de la falta de
propiedad del transmitente sobre el documento que se adquiere.

c) La circulación impropia del título se produce cuando en lugar de transmitirse el título


según las normas que lo regulan, lo que se produce es una cesión de créditos respecto a los
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derechos en que consiste la relación causal. De este modo, estaríamos ante casos en los que la
normativa reguladora de los títulos-valores no resultaría de aplicación, pasando a regularse tal
transmisión por las normas generales de la cesión de créditos de los arts. 1526 a 1536 del CC.

II. CLASES

9. CLASIFICACIÓN DE LOS TÍTULOS-VALORES. CRITERIOS DE CLASIFICACIÓN

Los títulos valores se pueden clasificar en distintas categorías, adoptando diversos criterios:

a) Según la influencia que tenga el negocio jurídico causal sobre la obligación contenida
en el título se puede distinguir entre títulos causales y títulos abstractos:

- Los títulos causales serían aquellos en los que el negocio causal influye sobre el
funcionamiento de la obligación documental contenida en el título, de modo que se liga el
documento al negocio anterior que le sirve de causa, haciendo que transciendan las vicisitudes
de éste al título. En ellos, deudor podría oponer al tenedor del título las excepciones al pago que
se derivan de la relación causal, es decir, aquellas que le vinculan con el acreedor de la relación
subyacente en el documento.

- Por su parte, los títulos abstractos tratan de desconectar el documento del negocio
causal. Así, con la creación de los títulos-valores abstractos se trata de proteger al tenedor
legítimo del documento de las posibles excepciones que el sujeto que resulta en el documento
como deudor pueda oponer sobre la base de las relaciones jurídicas que le vinculaban con el
acreedor inicial.

b) Según el modo en que son emitidos, pueden ser singulares o emitidos en serie:

- Los títulos singulares se emiten de forma separada y aislada como consecuencia de


una relación subyacente con unos rasgos concretos, de tal modo que el contenido del título se
adapta perfectamente a los requerimientos de la relación causal. Es el caso típico de los pagarés,
los cheques y las letras de cambio, que representan el importe de la deuda contraída entre los
sujetos de la relación causal.

- En cambio, los títulos en serie se emiten de forma conjunta, en masa o serie, teniendo
un contenido uniforme dentro de cada emisión. Es el caso de las acciones y obligaciones de las
sociedades, los títulos de deuda pública, las letras y pagarés del Tesoro, etc. En estos casos, cada
serie puede estar compuesta por multiplicidad de títulos con un contenido exactamente igual
(por tanto, fungibles). Dado el elevado número de ejemplares que puede alcanzar, cada serie,
las tiradas de las mismas por lo que respecta a su creación, numeración y suscripción pueden
resultar bastante complicadas y costosas, por lo que los valores que se solían representar a
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través de este tipo de títulos han pasado a representarse mediante anotaciones en cuenta.

c) En función del sujeto que los emite, distinguiremos entre títulos públicos y títulos
privados. Como puede deducirse, los primeros serán emitidos por entidades públicas; mientras
que los títulos privados son emitidos por particulares o entidades privadas.

10. TÍTULOS-VALORES SEGÚN EL DERECHO INCORPORADO

Según el contenido del derecho que incorporan, podemos distinguir entre tres categorías de
títulos: los títulos de pago, los títulos de participación y los títulos de tradición.
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A. Títulos de pago o crédito

Los títulos de pago o crédito, también llamados de suma, incorporan el derecho a exigir una
determinada cantidad de dinero del deudor en el momento, lugar y moneda que se expresan
en el documento. Son los títulos más antiguos y difundidos, así que se consideran el paradigma
de los títulos-valores. Los ejemplos más destacados de títulos de pago son el pagaré, el cheque
y la letra de cambio. En estos documentos se puede apreciar claramente la nota de la
literalidad, dada la simplicidad de la prestación que incorporan.

B. Títulos de participación

Los títulos de participación no incorporan un derecho concreto a una prestación, sino que
incorporan un conjunto de derechos de diversa naturaleza. Pueden tener contenido económico
(derecho al dividendo, a la cuota de liquidación), carácter político (derecho de voto, a la
impugnación de acuerdos, a la designación separada de administradores), e incluso carácter
mixto (derecho de suscripción preferente). Los ejemplos más claros de este tipo de títulos son
las acciones, incorporándose en los títulos de participación el derecho a participar en el
funcionamiento de la sociedad que las emitió; si bien, gran parte de las sociedades de capital
han abandonado este sistema tradicional de representar las acciones mediante títulos,
pasando al sistema de anotaciones en cuenta.

C. Los llamados títulos de tradición. Su régimen en el Derecho español

Los títulos de tradición o títulos representativos de mercancías son aquellos que incorporan el
derecho a obtener la restitución de los bienes materiales –propiamente mercancías– indicados
en ellos, en el momento y lugar que determina el documento. La simple tenencia de este título-
valor produce los efectos inherentes a la posesión de las cosas que representan. Por tanto, las
transmisiones -y la suerte que reciba el título- desplegarán sus efectos sobre las mercancías
indicadas (cambio de titularidad, constitución de derechos reales, etc). Es decir, los efectos
reales que se proyecten sobre el título se producirán sobre las mercancías. Algunos ejemplos
son el conocimiento de embarque, el talón de ferrocarril o los resguardos de depósito en
almacenes generales.

Según se desprende del CC, en nuestro ordenamiento se da un sistema de transmisión de la


propiedad que requiere la combinación del título y el modo. La transmisión del documento sirve
como entrega de la cosa -modo- representada en el título. De esta forma, la titularidad del
documento equivaldrá a la posesión de las mercancías, por lo que el propietario del título podrá
disponer de éstas con la simple transmisión del título. Los mismos efectos se producirán con los
demás derechos reales que se puedan constituir sobre las mercancías representadas.

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En los títulos de tradición se puede distinguir entre una posesión mediata y una posesión
inmediata de las mercancías representadas. Así, la posesión inmediata la tendrá el sujeto que
materialmente tiene las mercancías u objetos (sea para su depósito, custodia, transporte...), y
que a cambio de su tenencia, emite el título por el que se compromete a devolverlas al sujeto
que aparezca legítimamente titular del documento en el momento y lugar determinados. Por su
parte, la posesión mediata corresponde a quien ostente legítimamente el título que representa
las mercancías, y que será la persona que esté legitimada para exigir su restitución al emisor del
título en las condiciones especificadas en el documento. Por medio de estos títulos, se vincula
la titularidad del documento con la posesión de los bienes: quien legítimamente detente el
título, se presumirá poseedor de los bienes.
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Tradicionalmente, se ha considerado que integran esta categoría tres documentos bien


conocidos en el tráfico: el resguardo expedido por los almacenes generales de depósito y
entidades asimiladas, la carta de porte del transportista por vía terrestre y el conocimiento de
embarque expedido por el transportista marítimo o aéreo (aunque, como es sabido, en la
navegación aérea suele también hablarse de carta de porte).

La función económica de estos títulos- valores es la de representar documentalmente unas


mercancías que se encuentran fuera de la posesión inmediata de su titular, por encontrarse en
situaciones de depósito o de transporte.

11. CLASIFICACIÓN DE LOS TÍTULOS-VALORES POR EL MODO DE


DESIGNACIÓN DEL TITULAR

Según este criterio los títulos-valores podrán ser nominativos, al portador o a la orden.

A. Los títulos nominativos

Los títulos nominativos o títulos directos son aquellos en que se designa expresamente a una
persona determinada como titular del derecho. En principio, esta persona será la única
legitimada para exigir el cumplimiento de la obligación que incorporan.

En los títulos nominativos (y en todo título-valor) se exige la posesión del documento para poder
ejercer el derecho que incorporan. Pero también, es necesario que la identidad del tenedor que
pretende ejercitar el derecho coincida con la de la persona designada directamente en el
documento, debiendo acreditar que se trata de dicha persona o que actúa en nombre de ésta.
Cuando los títulos nominativos estén emitidos en serie (acciones u obligaciones de sociedades,
etc.), será necesaria la inscripción previa del titular del documento en el libro-registro antes de
que pueda ejercitar sus derechos. De este modo, sólo estarán legitimados para ejercitar los
derechos aquellos que aparezcan inscritos en el libro-registro, teniéndose que hacer constar en
él las transferencias sucesivas del título (así lo exige, por ej., el art. 116 LSC por lo que respecta
a la transmisión de las acciones y participaciones de las sociedades de capital).

Los títulos nominativos son los que presentan una mayor complejidad para su cesión y
transmisión. Así, junto a la entrega del título y la designación en el mismo del cesionario, es
necesario, además, la notificación de la cesión al deudor o a la entidad emisora si no se trata de
títulos de pago. A falta de normas específicas para el tipo de título en particular resulta de
aplicación el art. 347 del CCom, el cual requiere la puesta en conocimiento de la transmisión al
deudor para «los créditos mercantiles no endosables ni al portador». A partir de esta
comunicación, el pago que realice el deudor sólo será legítimo (liberatorio), cuando lo realice al
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cesionario que le ha sido notificado. No se podrá considerar como pago el que se haga a
cualquier otra persona. En definitiva, para que se pueda efectuar la transmisión de los títulos
nominativos es necesario comunicar previamente la transmisión al deudor. Además, en el caso
de los títulos emitidos en serie, esta comunicación servirá para hacer las correspondientes
modificaciones de datos en el libro-registro.

A pesar de este requisito de la comunicación, la jurisprudencia y la legislación más reciente, han


ido admitiendo progresivamente la transmisibilidad por endoso de los títulos nominativos. Así,
para los documentos cambiarios, el art. 14 de la Ley Cambiaria y del Cheque permite que las
letras y pagarés a favor de persona determinada puedan ser transmitidas por endoso, salvo
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prohibición expresa mediante la introducción de la cláusula «no a la orden»; lo mismo ocurre


para los cheques según el art. 120 de la misma ley. Por su parte, por lo que se refiere a las
acciones de las sociedades anónimas, el art. 120 de la LSC permite que las acciones nominativas
puedan ser transmitidas mediante endoso. En ambos casos se puede entender que la simple
exhibición del título conteniendo la cláusula del endoso supone una notificación efectiva al
deudor del cambio de titularidad.

Cuando se pretenda la constitución de derechos reales sobre el título (prenda o usufructo) serán
igualmente necesarias la entrega del documento y la notificación al deudor o a la entidad
emisora de tal transmisión.

B. Títulos al portador. Concepto, clases y régimen jurídico

A diferencia de los títulos nominativos, los títulos al portador no designan a ninguna persona
como titular del derecho que contienen, de modo que el portador del documento estará
legitimado para ejercitar el derecho que se documenta. Ello se produce mediante la inserción
en el título de una cláusula «al portador» por la que se expresa este carácter. Esta cláusula no
siempre es necesaria. En los casos en que la ley no exija que el documento se deba emitir con
carácter nominativo o a la orden, se presume su carácter al portador cuando en el título no se
indique de modo expreso la persona de su titular.

Estos títulos pueden incorporar cualquier tipo de derecho patrimonial que se pueda materializar
en un título-valor, por tanto, podrán emitirse al portador tanto los títulos de pago, como los de
participación o los de tradición. A excepción de la letra de cambio, el pagaré, la carta-orden de
crédito y las acciones de ciertas sociedades, los demás títulos de crédito pueden ser emitidos al
portador.

Los títulos al portador legitiman al poseedor del título al ejercicio del derecho que incorporan
por el simple hecho de tener el documento conforme a Derecho. Por tanto, el acreedor deberá
realizar la prestación incorporada al título a favor de aquel sujeto que presente el documento,
sin poder exigir prueba de su titularidad regular. Al mismo tiempo, quedará liberado si cumple
de buena fe –es decir, ignorando la ilegitimidad de la posesión– frente al que le presente el
documento, con independencia de la regularidad real o no de la posesión. Similar conclusión ha
de mantenerse en el caso del pago a un tenedor incapaz.

Los títulos al portador serán transmisibles por la tradición del documento, al igual que ocurre
con las cosas muebles, por lo que su régimen de circulación es el más sencillo dentro de los
títulos-valores. Esta simplificación se construye sobre la base constatada por la jurisprudencia
de que la tradición implica una presunción iuris tantum de que el tenedor del efecto es legítimo
poseedor del mismo (SSTS de 11 de octubre de 1975 y de 17 de noviembre de 2008). Sin
embargo, la facilidad de su transmisión no debe romper la regla general de la transmisión de la

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propiedad en el derecho español. Así, el sistema español requiere la concurrencia de un título y


un modo para que se pueda adquirir la propiedad, por lo que la entrega del documento deberá
suceder a un acto o contrato traslativo del dominio. Esta tradición, igualmente, podrá hacerse
con fines traslativos o, simplemente, con fines limitados a la creación de un derecho real, una
garantía o un contrato de custodia sobre el mismo (usufructo, uso, prenda, depósito...).

Finalmente, el art. 545 CCom hace referencia a la irreivindicabilidad del título adquirido por un
tercero de buena fe, de modo que se hace inatacable su posición frente al propietario
ilegítimamente desposeído. Para evitar estos efectos, el propietario de títulos al portador
robados o extraviados podrá promover los procedimientos contenidos en los arts. 547 a 566
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para impedir que el detentador pueda negociar el título con intervención notarial, lo que lo haría
irreivindicable; así como para evitar que se paguen a tercera persona los dividendos, los
intereses o el capital del título, y para conseguir la expedición de un duplicado.

C. Títulos a la orden

A medio camino entre los títulos nominativos y los títulos al portador se encuentran los títulos
a la orden. Se asemejan a los títulos nominativos porque en ellos aparece indicado el sujeto
titular del derecho; pero, en cambio, la obligación documental se deberá cumplir a la orden del
primer tomador del documento o, en caso de posteriores transmisiones del título, a la orden de
quien se designe como último adquirente y tenedor legítimo. Se trata, por tanto, de títulos que
están destinados a circular en el tráfico mercantil.

A través de la incorporación de la cláusula «a la orden» se indica que se trata de títulos que


están destinados a salir del ámbito de poder del primer tomador para circular en el tráfico hacia
otra persona que exigirá el pago. Al circular el título, cada nuevo adquirente puede disponer a
su vez del mismo, indicando que se pague a la orden de otro. Se sucederán así una serie de
endosos (transmisiones) del documento, estando legitimado el último adquirente o tenedor
legítimo para el ejercicio del derecho autónomo que incorpora el documento. El caso
paradigmático sobre el que se construye la teoría general del título a la orden es el de la letra
de cambio; si bien, otros títulos como el cheque, el pagaré, el conocimiento de embarque, el
resguardo de depósito, etc., pueden ser igualmente emitidos a la orden.

TEMA 16 (Lección 46)


LOS TÍTULOS DE CRÉDITO: EL PAGARÉ (I)

I. Los títulos de crédito. Concepto y dinámica de las declaraciones cambiarias


II. El pagaré
1. Concepto y caracteres
2. Función económica del pagaré
3. Elementos personales: firmante, beneficiario, tenedor, avalista. Responsabilidades
4.Elementos formales: promesa de pago, documentación, timbre
5. Evolución normativa. Situación actual de predominio sobre la letra de cambio
III. Emisión del pagaré: el libramiento
6. Creación. Menciones obligatorias
7. Cláusulas facultativas: intereses, “no a la orden”, “sin gastos”, cesión de la provisión
8. Vicisitudes tras su emisión: copias, suplementos, extravío, sustracción o destrucción,
alteraciones
9. El pagaré en blanco
IV. Circulación del pagaré: el endoso

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10. Concepto
11. Función económica del endoso
12. Requisitos
13. Efectos del endoso
14. Clases de endoso
15. Otras formas de cesión del pagaré: cesión ordinaria, transmisión ope legis,
adquisición a non domino
V. Garantía del pagaré: el aval
VI. Vencimiento del pagaré
16. Clases de vencimiento
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17. Presentación al pago

I. LOS TÍTULOS DE CRÉDITO. CONCEPTO Y DINÁMICA DE LAS DECLARACIONES


CAMBIARIAS.

La Ley Cambiaria y del Cheque (LCCh) no establece una regulación general de los títulos de
crédito, sólo las normas específicas que regulan la letra de cambio, el cheque y el pagaré.
Tradicionalmente y siguiendo los esquemas de la propia Ley, la doctrina ha empleado la
estructura de la letra de cambio para el estudio de los restantes títulos de crédito.

Los títulos de crédito contienen distintas clases de declaraciones cambiarias, que deberán
realizarse en la forma legalmente establecida y poder ser imputables a quien las realiza. En
primer lugar, para poder llevar a cabo una declaración cambiaria se requiere que el declarante
tenga capacidad para obligarse. Se acepta que las declaraciones puedan realizarse, aunque en
el momento de la firma el título de crédito esté en blanco o incompleto. Su plasmación en el
título podrá hacerse de forma impresa o escrita por medios mecánicos o a mano. En caso de
discrepancia, las menciones escritas por medios mecánicos prevalecen sobre las impresas. Pero,
finalmente, las escritas a mano prevalecen sobre cualquiera de las demás, salvo por lo que
respecta al importe del título.

Es importante señalar, que las declaraciones cambiarias son autónomas unas de las otras, es
decir, que la declaración realizada por cada uno de los firmantes de un título de crédito será
válida, aunque el título contenga firmas de personas incapaces de obligarse, firmas falsas o de
personas imaginarias, o firmas que por cualquier otra razón no puedan obligar a las personas
que hayan firmado el título o a aquellas en cuyo nombre figure firmado.

El librador, los endosantes y los avalistas de un cheque o un pagaré, así como el aceptante de
una letra de cambio, responderán solidariamente frente al tenedor.

II. EL PAGARÉ

1. CONCEPTO Y CARACTERES

El pagaré cambiario es un título-valor por el cual una persona (firmante) se obliga a pagar a
otra (beneficiario) o a su orden, una determinada cantidad de dinero en la fecha y lugar
indicados en el título. Vemos que la literalidad del pagaré es una promesa de pago. Es decir, un
compromiso directo a cargo del firmante de hacer frente a una obligación pecuniaria a favor del
beneficiario o de la persona que resulte legítimo tenedor del documento. Este carácter
promisorio es lo que nos permite distinguir el pagaré de la letra de cambio y el cheque (que
contienen mandatos de pago).

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El pagaré puede ser definido como un título-valor literal, formal y abstracto, por el que una
persona, llamada firmante, se compromete de forma incondicionada a pagar una determinada
suma de dinero a su vencimiento a otra, llamada beneficiario. En todo caso, ha de estar emitido
a la orden o en forma nominativa, por lo que no podrá ser librado al portador. De este concepto
se pueden extraer los caracteres que definen al pagaré:

a) Es un título de crédito o de pago por el que el firmante se compromete a pagar una


determinada cantidad de dinero, en euros o en cualquier otra moneda admitida a cotización
oficial. Es decir, el derecho incorporado al título ha de tener contenido pecuniario, no
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pudiéndose instrumentar a través del pagaré la entrega de mercancías.

b) El título contiene una promesa de pago (promesa pura y simple). Así, el firmante del
pagaré no ordena que se realice un pago, sino que se compromete a efectuarlo. Se trata, por
tanto, de un compromiso directo a diferencia del que se asume con el mandato de pago, a través
del cual se garantiza simplemente el pago por otro sujeto. Por tanto, el firmante del pagaré es
obligado directo y principal de la relación cambiaria, a diferencia de lo que ocurre en las
relaciones jurídicas del cheque y de la letra de cambio, que contienen relaciones de carácter
triangular.

c) La promesa de pago cumple los fines de contener un derecho literal y autónomo a


través de un título formal, pero ha de reunir los requisitos exigidos por los arts. 94 y 95 de la Ley
Cambiaria para que pueda ser considerado un pagaré.

Art. 94 LCCH. El pagaré deberá contener:

1º La denominación de pagaré inserta en el texto mismo del título y expresada en el idioma


empleado para la redacción de dicho título.
2º La promesa pura y simple de pagar una cantidad determinada en pesetas o moneda
extranjera convertible admitida a cotización oficial.
3ª La indicación del vencimiento.
4º El lugar en que el pago haya de efectuarse.
5º El nombre de la persona a quien haya de hacerse el pago o a cuya orden se haya de efectuar.
6º La fecha y el lugar en que se firme el pagaré.
7ª La firma del que emite el título, denominado firmante.

Art. 95 LCCH. El título que carezca de alguno de los requisitos que se indican en el
artículo precedente no se considerará pagaré, salvo en los casos determinados en los párrafos
siguientes:

a) El pagaré cuyo vencimiento no esté indicado se considerará pagadero a la vista.


b) A falta de indicación especial, el lugar de emisión del título se considerará como lugar del
pago, y al mismo tiempo, como lugar del domicilio del firmante.
c) El pagaré que no indique el lugar de su emisión se considerará firmado en el lugar que figure
junto al nombre del firmante.

Tendrán la consideración de cláusulas facultativas todas las menciones puestas en el pagaré


distintas de las señaladas en el artículo precedente.

d) El pagaré se hará efectivo a su vencimiento, lo que significa que entre la fecha de su

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emisión (libramiento) y la fecha de realización efectiva del pago prometido debe mediar un lapso
de tiempo. Así, la promesa de pago deberá cumplirse, bien en el momento en que se presente
al firmante (pagaré «a la vista»), bien transcurrido cierto plazo desde esta presentación (pagaré
«a un plazo desde la vista»), bien en un día concreto del calendario (pagaré «a día fijo o
determinado»), bien en un día contado a partir de la fecha de emisión (pagaré «a un plazo
desde la fecha»).

e) Del mismo modo, el pagaré deberá hacerse efectivo en el lugar de pago que se
determine en el título.
f) El pagaré debe ser emitido a la orden o nominativamente, no teniendo cabida el
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pagaré cambiario al portador.

2. FUNCIÓN ECONÓMICA DEL PAGARÉ

Ante todo, el pagaré es un instrumento de crédito que permite al deudor aplazar el


cumplimiento de su prestación pecuniaria en el pago de la relación subyacente. De este modo,
el deudor en la relación causal emite el título comprometiéndose (pagaré) al pago de su deuda
en un momento posterior. Por una parte, el pagaré ofrece al deudor la ventaja de poder
aplazar el pago de su crédito. Por otra parte, el acreedor adquiere las garantías ejecutivas que
ofrece el pagaré, y se ve beneficiado por la posibilidad de movilizar fácilmente su crédito por
la vía del endoso o del descuento.

Por tanto, vemos que el pagaré se utiliza como instrumento de crédito, para aplazar el
cumplimiento de la prestación debida por parte del deudor. Esto es posible gracias a dos
caracteres de su régimen jurídico: 1) la facilidad de su transmisión (sea por endoso o por
descuento) de modo que el acreedor poseedor del título puede obtener liquidez en cualquier
momento; y 2) por las garantías efectivas del pago que se derivan de ser el pagaré título
ejecutivo, pudiendo abrir directamente procedimiento ejecutivo a través del juicio cambiario
regulado en los arts. 819 a 827 de la LEC.

También, se está utilizando el pagaré para la articulación de pagos contra cuenta corriente con
vencimiento determinado. En este caso se trataría del reconocimiento de una serie de deudas
con vencimiento en una fecha determinada y que serían pagadas en el momento de su
vencimiento con cargo a la cuenta corriente que se determina en el título.

Igualmente, el pagaré desempeña una función de garantía en la devolución de préstamos. En


estos casos, suelen ser pagarés nominativos (por tanto, emitidos «no a la orden»), que el
firmante entrega en blanco a la entidad prestamista, sin indicar el importe que se compromete
a satisfacer. Tal mención se completará en el momento en que haya de hacerse efectiva la
garantía ante el impago del préstamo o cuando surja alguna de las circunstancias que dé lugar
a su vencimiento anticipado. En ese momento se completará la indicación de la cantidad a
pagar con indicación del importe restante del préstamo más los intereses devengados. Por
otra parte, debemos tener en cuenta que el pagaré vencido conforma un título ejecutivo, lo
que simplifica en gran medida los cauces para obtener la satisfacción del crédito, presentando
ventajas respecto a la exigencia ordinaria de la relación causal.

Aunque estos pagarés en blanco se admiten como garantía de relaciones de préstamo entre
empresarios, no resulta tan clara su admisibilidad en lo que respecta a la contratación con
consumidores de servicios bancarios. Sobre esta cuestión doctrina y jurisprudencia se
encuentran divididas. Se cuestiona si los contratos bancarios de préstamo personal pueden
incorporar una cláusula a través de la cual el prestatario se compromete a firmar pagarés en

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blanco en garantía de la restitución del importe del crédito, o ello pueda constituir una cláusula
abusiva en virtud del art. 10 bis de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y
Usuarios. Desde la perspectiva estricta de su funcionamiento como documentos cambiarios no
cabe duda de la posibilidad de su utilización, pero existen diversos factores que pueden
llevarnos a considerar que se trata de cláusulas abusivas.

3. ELEMENTOS PERSONALES: FIRMANTE, BENEFICIARIO, TENEDOR,


AVALISTA. RESPONSABILIDADES

Como reconocimiento de deuda y promesa de pago, el pagaré se construye como una relación
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directa entre dos partes: el firmante y el beneficiario o tomador. El firmante reconoce la


existencia de una deuda a favor del beneficiario surgida de la relación subyacente de la que
trae causa el título, y se compromete al pago de su importe más adelante. Por su parte, el
beneficiario aparece como titular del documento, y podrá exigir al firmante el pago de la
prestación dineraria derivada del documento a partir del momento de su vencimiento. Como
consecuencia de esta estructura bilateral, el firmante del pagaré se posiciona como obligado
cambiario principal y directo. Como hemos visto, la persona del beneficiario tiene que estar
determinada en el propio título, por lo que éste deberá emitirse en forma nominativa o a la
orden. Aunque no se admite el pagaré al portador, en la práctica se pueden conseguir efectos
análogos, emitiendo un pagaré en que quede sin indicar la persona del tomador,
completándose en un momento posterior (siendo de aplicación el art. 12 LCCh).

Art 12 LCCh. Cuando una letra de cambio, incompleta en el momento de su emisión, se


hubiese completado contrariamente a los acuerdos celebrados, el incumplimiento de estos
acuerdos no podrá alegarse contra el tenedor, a menos que éste haya adquirido la letra de
mala fe o con culpa grave.

Por otra parte, aunque fuera posible desde el punto de vista formal, hay que descartar la
posibilidad de emitir un pagaré a la propia orden, es decir, haciendo coincidir las personas del
firmante y del beneficiario. La negación de tal posibilidad reside, entre otras cuestiones, en lo
absurdo de prometerse a sí mismo un pago. Sin embargo, el carácter autónomo del derecho
incorporado, así como la posibilidad de que exista un beneficiario distinto al momento del
vencimiento en virtud de un endoso, permitirían sostener la posición favorable a admitir la
emisión a la propia orden.

Con anterioridad a la emisión del pagaré, el beneficiario será normalmente acreedor del
firmante por una suma igual o superior al importe por el que se emite, crédito derivado de
alguna prestación realizada en su favor, llamado en lenguaje cambiario «provisión de fondos».

Hay que señalar que, en virtud del art. 1170 del CC, la mera entrega del pagaré no implica la
cancelación de la deuda extracambiaria o causal existente entre firmante y beneficiario.

Art. 1170 CC. El pago de las deudas de dinero deberá hacerse en la especie pactada …

La entrega de pagarés a la orden, o letras de cambio u otros documentos mercantiles, sólo


producirá los efectos del pago cuando hubiesen sido realizados, o cuando por culpa del
acreedor se hubiesen perjudicado.

Entretanto la acción derivada de la obligación primitiva quedará en suspenso.

Al ser el pagaré un título-valor de carácter abstracto, se admiten los llamados “pagarés de

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favor,” * que son aquellos que emite un firmante a favor de un beneficiario sin estar ambos
vinculados por una relación causal subyacente. Los problemas de este tipo de documentos se
producen cuando, llegado el momento del vencimiento el tenedor le presenta el pagaré al
firmante, no pudiendo oponerle éste la excepción de favor –pese a no ser deudor del
beneficiario– debiendo, en consecuencia, proceder al pago.

*¿Qué es un pagaré de favor?


Los pagarés de favor son aquellos en los que no existe una relación subyacente, esto es, se emiten sin
que exista una deuda o una obligación de pago. El pagaré es un medio de pago, pero dadas sus
características, como el hecho de que se pueda endosar, y por ello las entidades bancarias ofrezcan como
financiación para las empresas la posibilidad de descontarlos, puede que en ocasiones se emitan sin que
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exista una relación subyacente, esto es, por ejemplo, un contrato de compraventa, que respalde la
emisión de dicho pagaré. Es decir, se realiza como favor para que la empresa que lo recibe pueda ir a la
entidad bancaria y descontarlo.
Es decir, tenemos una pyme A que emite un pagaré (a esta se llama librador), a una empresa B, que se
llama tomador, y se encuentra en situación de falta de liquidez; entre ambas empresas no existe una
relación jurídica por el que se deba cantidad alguna, simplemente como favor, para que la empresa B
con ese pagaré proceda a descontarlo en una entidad bancaria y así conseguir liquidez. Si llegado el
vencimiento de dicho pagaré la empresa B no puede atenderlo, y la empresa A emite otro pagaré con la
finalidad de que se descuente y atienda al primer pagaré, entonces estamos ante lo que se llama “pagaré
pelota” o “papel pelota”. Cuando estas situaciones se repiten sucesivamente, es cuando pueden surgir
problemas graves.
(Fuente: www.mirelasolucion.es >blog>)

Otro problema que generan los pagarés de financiación es la tendencia al «peloteo de


pagarés», práctica que se produce cuando, ante el vencimiento de un pagaré se libra uno
nuevo para el pago del originario. Esta práctica normalmente generará que cada vez el importe
sea mayor, como consecuencia de los lógicos incrementos de deuda por el aplazamiento y la
falta de liquidación inmediata. A los pagarés que se generan para «el peloteo» se les denomina
«pagarés de resaca».

Pero, en esta relación cambiaria, además del firmante y del beneficiario, también pueden
participar otros sujetos. Así, cuando el pagaré esté emitido «a la orden», el beneficiario podrá
transmitirlo mediante endoso a otro sujeto, que pasaría a integrarse dentro de la relación
cambiaria como tenedor. Este tenedor, a su vez, podrá transmitir el pagaré a través de nuevos
endosos a nuevos tenedores. El pagaré, como título-valor, está abocado a la circulación en el
tráfico económico, lo que justifica que cuando es utilizado en las relaciones entre empresarios
o profesionales se sucedan sus transmisiones, haciéndose así circular el crédito. El endoso
podrá hacerse a favor de otro empresario –tenedor, endosatario–, empleándose, por tanto,
como instrumento de pago –total o parcial– de una relación causal existente entre ambos; o
bien recurriendo a su descuento en una entidad bancaria (lo más frecuente en la actualidad).
A través del contrato de descuento el tenedor del documento cambiario lo endosa a una
entidad bancaria para recibir su importe –lógicamente con una reducción en concepto de
comisión de cobro (propiamente, el descuento)– a cambio de la transmisión del documento. A
partir de ese momento, el banco tendrá el título y podrá exigir su pago a los obligados
cambiarios.

Igualmente, la obligación de pago contenida en el pagaré puede garantizarse mediante la


incorporación de avales al documento. El avalista se incorpora de esta manera a la relación
cambiaria aumentando las garantías de pago del título.

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4. ELEMENTOS FORMALES: PROMESA DE PAGO, DOCUMENTACIÓN,


TIMBRE

El pagaré se presenta como un título formal: sólo merecerá la calificación de pagaré el


documento que reúna los requisitos exigidos por la normativa (art. 94 LCCh). En cualquier caso,
su contenido mínimo ha de incluir la palabra «pagaré», que implica la promesa pura y simple
de pago que asume el firmante y sobre la base de la cual funciona el título.

Art. 94 LCCh. El pagaré deberá contener:


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1º La denominación de pagaré inserta en el texto mismo del título y expresada en el idioma


empleado para la redacción de dicho título.
2º La promesa pura y simple de pagar una cantidad determinada en pesetas o moneda
extranjera convertible admitida a cotización oficial.
3º La indicación del vencimiento.
4º El lugar en el que el pago ha de efectuarse.
5º El nombre de la persona a quien haya de hacerse el pago o a cuya orden se haya de
efectuar.
6º La fecha y el lugar en que se firme el pagaré.
7º La firma del que emite el título, denominado firmante.

A diferencia de lo que ocurre con la letra de cambio, que sólo será válida cuando sea expedida
en el formato oficial aprobado al respecto (Orden del Ministerio de Economía y Hacienda de
30 de junio de 1999, por la que se aprueba el modelo de la letra de cambio), no existe tal para
el pagaré. Por tanto, cualquier documento que reúna los requisitos exigidos en el art. 94, podrá
considerarse como pagaré. Si faltase algún requisito, el documento tendrá más o menos valor
jurídico, pero no podrá ser considerado un pagaré, ni disfrutará de las ventajas que lleva
aparejado. No obstante, el de 30 de junio de 1986, el Consejo Superior Bancario aprobó un
modelo normalizado de pagaré comercial y otro de pagaré de cuenta corriente que, no tienen
carácter imperativo.

El hecho de que la letra de cambio esté sometida imperativamente a un modelo normalizado


y el pagaré no, se debe a la repercusión que tiene sobre estos títulos la normativa tributaria
reguladora del Impuesto de Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados
(Real Decreto Legislativo 1/1993, de 24 de septiembre). Según su art. 33, están sujetas al pago
del impuesto «las letras de cambio, los documentos que realicen función de giro o suplan
aquéllas, los resguardos o certificados de depósitos transmisibles, así como los pagarés,
bonos, obligaciones y demás títulos análogos emitidos en serie, por plazo no superior a
dieciocho meses, representativos de capitales ajenos por los que se satisfaga una
contraprestación establecida por diferencia entre el importe satisfecho por la emisión y el
comprometido a reembolsar al vencimiento».

La Ley del impuesto considera que un documento realiza función de giro «cuando acredite
remisión de fondos o signo equivalente de un lugar a otro, o implique una orden de pago,
aun en el mismo en que ésta se haya dado, o en él figure la cláusula a la orden». De este
modo, la letra de cambio quedaría sometida siempre al pago del tributo, pues implica una
orden de pago, mientras que el pagaré sólo se someterá al impuesto cuando sea emitido a la
orden. Dado que éstos pueden ser emitidos también nominativamente y con la cláusula «no a
la orden», no tendría sentido someter de forma imperativa a todos los pagarés que se emitan
al pago del impuesto. En cambio, el pagaré que sí cumpla esta función de giro –y, en
consecuencia, haya sido emitido «a la orden»– sí deberá sujetarse al pago del tributo, so pena

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de la pérdida de su carácter ejecutivo (art. 37.1 de la Ley del Impuesto).


El Reglamento del Impuesto [art. 44.2, a) del RD 898/1995, de 29 de mayo] puntualiza que los
pagarés a la orden cumplen función de giro. La jurisprudencia fiscal, sobre estas bases
normativas y tras algunas vacilaciones, ha entendido que el pagaré girado a la orden está
sometido a la misma tributación que la letra de cambio y que el emitido con carácter
nominativo también lo estará salvo expresa incorporación de la cláusula «no a la orden».

5. EVOLUCIÓN NORMATIVA. SITUACIÓN ACTUAL DE PREDOMINIO SOBRE


LA LETRA DE CAMBIO
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El pagaré nace como instrumento del tráfico en la Baja Edad Media. Estaríamos ante un
documento notarial en el que se contiene -al mismo tiempo- un reconocimiento de deuda
pecuniaria (confessio) y una promesa de saldarla (promissio). La emisión del documento
tomaba como causa una relación subyacente consistente en la toma de una cantidad de dinero
que se debía restituir en importe equivalente de otra moneda (cambium siccum) o bien en la
misma u otra moneda en otro lugar (cambio trayecticio).

En un primer momento la utilización del pagaré fue mayor, dada su simplicidad, pero pronto
fue superado en uso por la letra de cambio, pues ésta no precisaba la intervención notarial y
permitía una más ágil circulación de los créditos, así como instrumentar la obligación del pago
de intereses a través del propio documento.

Estos títulos como «vales» o «pagarés» han recibido reconocimiento legal en los principales
textos mercantiles hasta que se ha producido la derogación de las normas correspondientes
del Código (arts. 443 a 543) articulada por medio de la Ley Cambiaria de 1985, que sigue la
misma técnica que la Ley uniforme de Ginebra de 1930. Esta evolución es fruto de la
generalización del uso de los documentos cambiarios –principalmente la letra de cambio– a
partir del siglo XIX, y de la potenciación de los intercambios internacionales, que pusieron de
manifiesto la necesidad de unificar los ordenamientos reguladores, lo que acabó lográndose a
través de la Ley Uniforme adoptada por un amplio número de países (a la que, sin embargo, no
se adhirieron los ordenamientos del ámbito anglosajón). Esta Ley Uniforme de Ginebra de 1930
y, la Ley Cambiaria española consideran que en los títulos se recogen declaraciones de voluntad
vinculantes que tienen un contenido explícito y apariencia legitimadora. La exigibilidad de los
títulos dimana de ellos mismos y no de la causa que determina su emisión, normalmente
intranscendente, y cuyas vicisitudes no afectan a los compromisos recogidos en el documento.

La codificación contribuyó a que el pagaré fuera cayendo en desuso frente al predominio de la


letra de cambio. La regulación del CCom exigía que en el pagaré se hiciera constar el negocio
causal determinante de la emisión y, además, sólo llevaban aparejada ejecución los pagarés
que se emitieran como consecuencia de operaciones de comercio.

Con la Ley Cambiaria y del Cheque (LCCh) de 16 de julio de 1985, siguiendo los principios
uniformes de Ginebra, el pagaré se configura completamente como un título autónomo y se
ve beneficiado por su estructura más simple, de modo que progresivamente se va imponiendo
en el uso sobre la letra de cambio. En la actualidad, la tendencia de uso de los títulos de crédito
en el tráfico mercantil ha experimentado un importante cambio: se generaliza el empleo del
pagaré y la letra de cambio ocupa una posición marginal.

En cuanto a la normativa reguladora, según el art. 96 de la LCCh serán de aplicación al pagaré


las normas aplicables a la letra de cambio por lo que respecta al endoso, al vencimiento, al
pago, a las acciones por falta de pago, al pago por intervención, a las copias, al extravío,

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sustracción o destrucción, a la prescripción, al cómputo de los plazos y a la prohibición de los


días de gracia, al lugar y domicilio, a las alteraciones, así como los artículos 5, 6, 7, 8, 9, 10,
12, 13 y 32.

Art. 5 LCCh. La letra de cambio podrá ser pagadera en el domicilio de un tercero, sea
en la localidad en que el librado tiene su domicilio, sea en otra localidad.

En este caso, el pago se reclamará del tercero, salvo que se exprese que pagará el propio
librado.

Art. 6 LCCh. En una letra de cambio pagadera a la vista o a un plazo desde la vista,
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podrá disponer el librador que la cantidad correspondiente devengue intereses.

En cualquier otra letra de cambio, semejante estipulación se considerará como no escrita.

El tipo de interés anual deberá indicarse en letra, y a falta de esta indicación, la cláusula
correspondiente se considerará como no escrita.

Los intereses correrán a partir de la fecha en que se libre la letra de cambio mientras no se
indique otra fecha al efecto.

Art. 7 LCCh. Cuando en una letra de cambio figure escrito el importe de la misma en
letra y en números será válida la cantidad escrita en letra, en caso de diferencia.

La letra de cambio cuyo importe esté escrito varias veces por suma diferente, ya sea en letra,
ya sea en números, será válida por la cantidad menor.

Art. 8 LCCh. Cuando una letra de cambio lleve firmas de personas incapaces de
obligarse, o firmas falsas, o de personas imaginarias, o firmas que por cualquier otra razón
no puedan obligar a las personas que hayan firmado la letra o aquéllas con cuyo nombre
aparezca firmada, las obligaciones de los demás firmantes no dejarán por eso de ser válidas.

Art. 9 LCCh. Todos los que pusieren firmas a nombre de otro en letras de cambio
deberán hallarse autorizados para ello con poder de las personas en cuya representación
obraren, expresándolo claramente en la antefirma.

Se presumirá que los administradores de Compañías están autorizados por el solo hecho de
su nombramiento.

Los tomadores y tenedores de letras tendrán derecho a exigir a los firmantes la exhibición del
poder.

Art. 10 LCCh. El que pusiere su firma en una letra de cambio, como representante de
una persona sin poderes para obrar en nombre de ella, quedará obligado en virtud de la letra.
Si la pagare, tendrá los mismos derechos que hubiera tenido el supuesto representado. Lo
mismo se entenderá del representante que hubiere excedido sus poderes, sin perjuicio de la
responsabilidad cambiaria del representado dentro de los límites del poder.

Art. 12 LCCh. Cuando una letra de cambio, incompleta en el momento de su emisión,


se hubiese completado contrariamente a los acuerdos celebrados, el incumplimiento de estos
acuerdos no podrá alegarse contra el tenedor, a menos que éste haya adquirido la letra de

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mala fe o con culpa grave.

Art. 13 LCCh. Cuando la extensión de las menciones que hayan de figurar en la letra
así lo exija, podrá ampliarse el documento en que conste la letra de cambio, incorporando un
suplemento por medio de una hoja adherida en la que se identifique la misma y en la que
podrán hacerse constar cualesquiera menciones previstas en la presente Ley, con excepción
de las enumeradas en el artículo primero, que deberán figurar en el documento en que se
creó la letra.

Art. 32 LCCh. Cuando el librador hubiere indicado en la letra de cambio un lugar de


pago distinto al del domicilio del librado, sin designar a un tercero a quien deba reclamarse
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el pago, el librado podrá hacerlo en el momento de la aceptación. A falta de tal designación,


se entenderá que el aceptante se ha obligado a pagar por sí mismo en el lugar del pago.

Cuando la letra sea pagadera en el domicilio del librado, éste podrá indicar en la aceptación
otro domicilio de pago en la misma localidad y, en su caso, la persona a quien haya de
reclamarse dicho pago.

III. EMISIÓN DEL PAGARÉ: EL LIBRAMIENTO

6. CREACIÓN. MENCIONES OBLIGATORIAS

El libramiento conforma la declaración cambiaria a través de la cual se crea el título, es decir,


se emite el pagaré. En la emisión del pagaré intervienen los dos sujetos necesarios de la
relación: 1) el firmante que se obliga cambiariamente a realizar el pago; y 2) el beneficiario,
que recibe el título. En virtud del libramiento, el firmante manifiesta su compromiso directo e
incondicional de pagar una determinada cantidad de dinero en el momento de vencimiento
del título. A ello se refiere el art. 97 de la LCCh al indicar que «el firmante de un pagaré queda
obligado de igual manera que el aceptante de una letra de cambio», es decir, es el obligado
principal y directo. Por su parte, el tomador o beneficiario sólo asumirá obligación cambiaria
en el caso de que transmita el documento, mediante su endoso o descuento, o bien, cuando
avale el pago del mismo.

Con el libramiento del pagaré surge la obligación cambiaria del firmante de hacer frente al pago
del importe documentado en el momento en que éste venza, sin requerirse –a diferencia de lo
que ocurre en la letra de cambio– la aceptación. La firma del emisor del pagaré es un requisito
necesario. Hasta que la firma no se produce, no ha nacido el título de crédito.

El pagaré conforma un título perfecto por lo que atañe a su literalidad. Es decir, a través de lo
que expresa el documento se tiene conocimiento exacto del contenido y las condiciones de la
deuda que incorpora. A diferencia de lo que ocurre con la letra de cambio, su emisión no tiene
que realizarse sobre un formato oficial. Se deberá admitir su libramiento en cualquier forma
siempre que reúna los requisitos básicos especificados en el art. 94 LCCh. Si el título careciese
de alguno de estos requisitos no se considerará pagaré (art. 95 LCCh):

1. La denominación de pagaré inserta en el texto mismo del título y expresada en el


idioma empleado para la redacción de dicho título. En primer lugar, se exige que en el
documento aparezca la mención expresa de «pagaré», indicadora de la promesa directa e
incondicional de hacer frente al pago que asume el firmante. Pero el uso de la palabra «pagaré»
puede plantear algunas dudas: el término «pagaré» puede ser empleado como sustantivo o
como verbo, por lo que podrían surgir problemas de interpretación. En la práctica se encuentra

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más extendido su uso como sustantivo, de modo que podría resultar dudosa la validez de un
título en el que se use el vocablo como verbo, en lugar de como sustantivo (por ej., «Por el
presente documento pagaré a...»). En cualquier caso, entendemos que se cumple este
requisito siempre que del uso del término se desprenda el compromiso incondicionado del
firmante de hacer frente a la deuda que asume.

2. La promesa pura y simple de pagar una cantidad determinada en euros o moneda


extranjera convertible admitida a cotización oficial. El pagaré implica una promesa de pago,
a diferencia de la letra y el cheque que suponen órdenes de pago. Actualmente, el pagaré no
conforma un reconocimiento de deuda. Aunque bien es cierto que la deuda existirá
normalmente, ya que el firmante accede a prometer el pago (aunque se trate de una deuda de
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carácter moral con un tercer sujeto, característica de los pagarés de favor).

Por otro lado, el contenido de la promesa ha de ser necesariamente la satisfacción de una


deuda de carácter pecuniario, expresada en euros (aunque la Ley Cambiaria siga haciendo
referencia a la peseta) o en moneda extranjera admitida a cotización. El pagaré se construye
así como un título de pago. En caso de discrepancias se aplicará el art. 7 de la LCCh, en virtud
del cual cuando en un pagaré figure escrito su importe en letra y en números y éstos no sean
coincidentes, será válida la cantidad escrita en letra. Por otro lado, si el importe estuviera
escrito varias veces por suma diferente, ya sea en letra, ya sea en números, prevalecerá la
cantidad inferior.

3. La indicación del vencimiento. En realidad, esta indicación no es del todo obligatoria,


puesto que el pagaré cuyo vencimiento no esté indicado se considerará pagadero a la vista
(art. 95.a LCCh). Es decir, dicha omisión del vencimiento no implica que el documento pierda
el carácter de pagaré. Los modos en que puede ser indicada la fecha de vencimiento aparecen
regulados en los arts. 38 a 42 (a lo que hay que añadir la precisión que hace el art. 97.II por lo
que respecta al vencimiento a un plazo desde la vista).

Art. 38 LCCh. La letra de cambio podrá librarse:

1. A fecha fija.
2. A un plazo contado desde la fecha.
3. A la vista.
4. A un plazo contado desde la vista.

Las letras de cambio que indiquen otros vencimientos o vencimientos sucesivos serán nulas.

Art. 39 LCCh. La letra de cambio a la vista será pagadera a su presentación. Deberá


presentarse al pago dentro del año siguiente a su fecha. El librador podrá acortar este plazo
o fijar uno más largo. Estos plazos podrán ser acortados por los endosantes.

El librador podrá disponer que una letra de cambio pagadera a la vista no se presente al pago
antes de una determinada fecha. En este caso, el plazo para la presentación se contará desde
dicha fecha.

Art. 40 LCCh. El vencimiento de una letra de cambio a un plazo desde la vista, se determinará
por la fecha de la aceptación o en defecto de ésta, por la del protesto o declaración
equivalente.

A falta de protesto, toda aceptación que no lleve fecha se considerará, siempre frente al

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aceptante, que ha sido puesta el último día del plazo señalado para su presentación a la
aceptación.

Art. 41 LCCh. En las letras de cambio libradas a uno o varios meses a partir de su fecha o de
la vista, su vencimiento se determinará computándose los meses de fecha a fecha. Cuando
en el mes del vencimiento no hubiere día equivalente al inicial del cómputo se entenderá que
el plazo expira el último mes.

En el cómputo no se incluyen los días inhábiles, pero si el día del vencimiento lo fuera, se
entenderá que la letra vence el primer día hábil siguiente.
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Art. 42 LCCh. Cuando una letra de cambio sea pagadera a fecha fija en un lugar en que el
calendario sea diferente del que rija en el lugar de emisión, la fecha del vencimiento se
entenderá fijada con arreglo al calendario del lugar del pago.

Cuando una letra librada entre dos plazas que tengan calendarios diferentes, sea pagadera
a cierto plazo desde su fecha, el día de la emisión se remitirá al día correspondiente del
calendario del lugar del pago, y el vencimiento se determinará en consecuencia. Las mismas
reglas serán de aplicación para la presentación de las letras a su aceptación.

Estas reglas no serán aplicables cuando de la letra de cambio resulte la intención del librador
de adoptar otras diferentes.

Art. 97 LCCh. El firmante de un pagaré queda obligado de igual manera que el aceptante de
una letra de cambio.
Los pagarés que hayan de hacerse efectivos a cierto plazo desde la vista deberán presentarse
al firmante de los mismos en, los plazos fijados en el art. 27. El plazo a contar desde la vista
correrá desde la fecha del “visto” o expresión equivalente suscrito por el firmante del pagaré.
La negativa del firmante a poner su visto fechado se hará constar mediante protesto, cuya
fecha servirá de punto partida en el plazo a contar desde la vista.

4. El lugar en que el pago haya de efectuarse. A falta de indicación del lugar de pago,
se considerará el lugar de emisión del pagaré y, al mismo tiempo, como lugar del domicilio del
firmante (art. 95.b LCCh). La indicación del lugar de pago puede hacerse también mediante
domiciliación- bancaria o no- ya que el art. 5 LCCh admite que el pagaré podrá ser pagadero en
el domicilio de un tercero. Los pagarés de cuenta corriente y los cheques de pago domiciliado
en cuenta se encuentran específicamente disciplinados a través de la Circular del Banco de
España de 6 de noviembre de 1990, que los integra dentro del Sistema Nacional de
Compensación Electrónica.

5. El nombre de la persona a quien haya de hacerse el pago o a cuya orden se haya de


efectuar, esto es, la designación del beneficiario. El pagaré debe emitirse necesariamente en
forma nominativa o a la orden, resultando nulo el pagaré emitido al portador. Al igual que la
letra de cambio, el pagaré es un título naturalmente a la orden, por lo que resultará endosable
(salvo prohibición expresa) a través de la inserción de la cláusula «no a la orden». No obstante,
es posible la circulación de un pagaré en blanco en el que no se indique la persona del tomador
hasta el momento de hacerlo efectivo (art. 12 LCCh), en cuyo caso tendrá un funcionamiento
similar a los títulos al portador.

6. La fecha y el lugar en que se firme el pagaré. En el caso de que no se indique el lugar


de emisión del pagaré, se considerará firmado en el lugar que figure junto al nombre del

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firmante (art. 95.c LCCh). En cambio, es imprescindible el requisito de la indicación de la fecha


en esta datación del pagaré.

7. La firma del que emite el título, denominado firmante. Para que se considere válida
la promesa de pago que contiene el pagaré, es necesaria la firma del promitente o su
representante con poder bastante, cuestión que ha de ser expresada en la antefirma y cuyo
régimen se contiene en los arts. 9 y 10 de la Ley. Salvo los administradores de sociedades, que
se consideran autorizados por el mero hecho de su nombramiento, el resto de los apoderados
deben serlo de manera expresa, pudiéndoseles exigir la exhibición del poder. En caso de falta
de éste, el falso apoderado queda vinculado a título personal. Por su parte, el art. 8 de la Ley,
que resulta aplicable, declara el principio de la autonomía de las declaraciones cambiarias, de
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modo que cuando un pagaré «lleve firmas de personas incapaces de obligarse, o firmas falsas,
o de personas imaginarias, o firmas que por cualquier otra razón no puedan obligar a las
personas que hayan firmado la letra o a aquellas con cuyo nombre aparezca firmada, las
obligaciones de los demás firmantes no dejarán por eso de ser válidas».

Finalmente, para tener el carácter de pagaré, el documento deberá haber satisfecho el


Impuesto de Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados, mediante la
incorporación del timbre en aquellos supuestos que sea legalmente exigido. La normativa (art.
33 del texto refundido de la Ley del Impuesto) exige el pago de todos los pagarés, salvo de
aquellos que estén emitidos incluyendo la cláusula «no a la orden», en cuyo caso no será
necesaria la incorporación del timbre y el título producirá plenos efectos sin necesidad de
satisfacer el tributo.

7. CLÁUSULAS FACULTATIVAS: INTERESES, «NO A LA ORDEN», «SIN GASTOS», CESIÓN


DE LA PROVISIÓN

El art. 95 LCCh admite la posibilidad de incluir- como cláusulas facultativas- cualesquiera


menciones que se introduzcan en el pagaré y que no sean las indicadas en el art. 94. En
principio, estas cláusulas se consideran válidas, aunque no estén previstas en la ley, y siempre
que no la contradigan. En el caso de que fueran contrarias a la normativa imperativa de la Ley
Cambiaria, el título no perdería su valor, sino que simplemente se entendería tal cláusula como
no puesta (vitiantur sed non vitiant = menoscaba, pero no vicia). Aunque resulte redundante,
para la validez de estas cláusulas se requiere que sean firmadas expresamente por el sujeto
que las introduce, siendo necesario este requisito de la doble firma.

Dada la variedad de cláusulas que tienen cabida en el pagaré, sólo veremos las más relevantes:

a) Cláusula de intereses. Como el pagaré implica un aplazamiento del pago de una


deuda, es normal que éste devengue un interés. Esta cláusula tiene cabida en los títulos
librados a la vista o a un plazo desde la vista, lo cual tiene su lógica puesto que en los demás
casos (fecha fija o un plazo desde la fecha), existe certeza del momento en que se va a producir
el pago y, por tanto, no resulta necesario introducir esta cláusula de intereses pues tales podrán
ser directamente incorporados en el importe de la deuda cambiaria. En todo caso, el tipo de
interés anual deberá indicarse en el pagaré, mención sin la cual, la cláusula se tendrá por no
escrita. Salvo estipulación en contrario, los intereses devengarán desde la fecha del libramiento
del pagaré hasta el momento de su presentación.

b) Cláusula «no a la orden». El pagaré puede ser librado de forma nominativa o a la


orden; no obstante, el libramiento en forma nominativa no impide que el pagaré pueda ser
transmitido a través de endosos. Por tanto, la inserción de esta cláusula priva al pagaré de su

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condición natural de título endosable, aunque no impide la cesión ordinaria del crédito
subyacente (art. 14.II LCCh).

c) Cláusula «sin gastos» o «sin protesto». Incorporando esta cláusula (art. 56) el
firmante, endosante o sus avalistas podrán dispensar al tenedor de hacer que se levante
protesto por falta de pago o falta de indicación del «visto» (en los casos de vencimiento a un
plazo desde la vista) para poder ejercitar sus acciones de regreso, tanto por la vía ordinaria
como ejecutiva. Para que esta cláusula sea válida, debe ser firmada por el sujeto que la
introduce, ya que sólo produce efectos respecto a él. Con ella, se dispensa al tenedor de
acreditar mediante protesto o declaración equivalente su diligencia a la hora de intentar hacer
efectivo su importe, comprometiéndose a reembolsárselo, evitando gastos inherentes a tales
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formalidades.

d) Cesión de la provisión. Aunque no es frecuente, esta cláusula (art. 69) tiene gran
transcendencia en la mecánica cambiaria.

Art. 69 LCCh. Si el librador, mediante cláusula inserta en la letra, declara que cede sus
derechos referentes a la provisión, éstos pasarán al tenedor.

Notificada al librado la cesión, éste únicamente puede pagar al tenedor debidamente


legitimado, contra entrega de la letra de cambio.

Por medio de esta cláusula, el beneficiario cede a los sucesivos tenedores del pagaré la
acción derivada de su relación causal con el firmante y que dio origen a la emisión del título.
En este supuesto el beneficiario transmite con el endoso del pagaré no sólo los derechos
correspondientes a la relación cartácea, sino también su posición jurídica en la relación
subyacente. Para que la cesión de la provisión sea válida, es necesaria la comunicación al
firmante de la cesión (arts. 1526 y ss. del CC). En las sucesivas transmisiones mediante endoso
del pagaré o la letra de cambio que incorporen la cláusula de cesión de la provisión ésta no
operará de forma automática como consecuencia del mismo endoso, sino que requerirá,
igualmente, que la cesión sea comunicada al firmante.

8. VICISITUDES TRAS SU EMISIÓN: COPIAS, SUPLEMENTOS, EXTRAVÍO, SUSTRACCIÓN


O DESTRUCCIÓN, ALTERACIONES

El régimen jurídico del pagaré no admite la emisión de duplicados del título a diferencia de lo
que ocurre para la letra de cambio, pero sí se prevé la posibilidad de efectuar copias del mismo
(arts. 82 y 83 LCCh). Estas copias funcionan como resguardo para retirar el título original de
quien lo tenga en custodia y como instrumento idóneo para recoger válidamente endosos y
avales. Así, el beneficiario o el tenedor de un pagaré podrá sacar copias del mismo
(actualmente hemos de admitir también las digitales y las fotocopiadas), teniendo validez los
endosos y avales que se hagan sobre las mismas como si se produjesen sobre el original.

En los casos en que la extensión de las menciones que se quieran hacer constar en el pagaré
exija un espacio mayor del disponible en el documento, se podrá añadir un suplemento a través
de una hoja adherida en que se identifique la misma y en la que se podrá hacer constar
cualquier mención que se estime pertinente como si se plasmase sobre el mismo pagaré (a
excepción de las menciones obligatorias del art. 92, que en todo caso deberán figurar sobre el
original: lugar y domicilio).

Por otro lado, el hecho de la incorporación del derecho de crédito a un soporte documental

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con el libramiento del pagaré, como ocurre en cualquier título, puede entrañar el riesgo de
extravío, sustracción o destrucción del documento que implicaría la pérdida del derecho a
reclamar el mismo por la vía cambiaria. Ante esta eventualidad, los arts. 132 a 135 de la Ley de
Jurisdicción Voluntaria (que deroga los antiguos arts. 84-87 de la LCCh) articulan un
procedimiento al que puede acudir el tenedor que se ha visto desposeído del pagaré, que lo ha
perdido o que ha sufrido su destrucción, para evitar que se realice el pago al sujeto que resulte
ahora poseedor del documento, para que el título sea amortizado y para que se expida un
nuevo documento en el que se reconozca su titularidad. Para ello se requiere que el poseedor
legítimo que haya sido desposeído del título –o cualquier persona que haya sufrido la
destrucción o extravío del pagaré– presente un escrito ante el Juzgado de lo Mercantil del lugar
de pago justificando su legitimación para promover el expediente de amortización. Para la
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actuación en dicho expediente será necesario abogado y procurador, y será tramitado ante el
secretario judicial del Juzgado de lo Mercantil. La incoación del expediente se comunicará al
emisor del pagaré y se anunciará en el BOE y en un periódico de gran circulación de la provincia,
citándose a quienes pudieran estar interesados en el mismo. Tras la comparecencia de las
partes interesadas, el secretario judicial dictará un decreto pronunciándose sobre la
prohibición de negociar o transmitir el título y sobre la procedencia del pago del mismo. Si en
el plazo de 6 meses desde la incoación del procedimiento, no se hubiese suscitado
controversia, el Secretario judicial autorizará el cobro de los rendimientos que produzca el
título, comunicándoselo al emisor para que pueda proceder a su pago. El pago podrá quedar
condicionado a la prestación de una fianza que pueda garantizar, en su caso, la devolución. Si
el pagaré tuviera un plazo de vencimiento superior, si en el plazo de un año no hubiera mediado
oposición al expediente, el secretario judicial ordenará la emisión de un nuevo título que se
entregará al solicitante.

9. EL PAGARÉ EN BLANCO

Las cláusulas obligatorias que menciona el art. 94 LCCh deben estar presentes en el momento
de hacer efectivos los derechos incorporados al pagaré. Mientras tanto, el pagaré puede figurar
y circular con redacción incompleta. Este mecanismo puede utilizarse, por ejemplo, para hacer
que el pagaré funcione como un título al portador –pese a que la ley no lo reconoce–, dejando
incompleta la designación del beneficiario del documento hasta el momento en que se vaya a
hacer efectivo el crédito.

Basándose en los principios de literalidad, que sólo cede ante casos de mala fe o culpa grave,
el legislador admite la posibilidad de completar en momentos sucesivos los títulos en blanco,
inclinándose por conceder eficacia al modo en que definitivamente quede redactado el pagaré
cuando se vaya a exigir la prestación. Así, el pagaré sólo podrá exigirse al firmante si está
completo, es decir, cuando reúna todas las menciones obligatorias fijadas en el art. 94 de la
Ley y, en su caso, se haya satisfecho el requisito fiscal. Por su parte, según el art. 12 LCCh,
cuando el pagaré estuviera incompleto en el momento de su emisión y se completase
posteriormente de forma contraria a lo acordado, el incumplimiento de tales pactos no podrá
esgrimirse contra el legítimo tenedor que haya adquirido el título de buena fe y sin culpa grave,
es decir, desconociendo la existencia de los mismos.

IV. CIRCULACIÓN DEL PAGARÉ: EL ENDOSO

10. CONCEPTO

A través del endoso, el actual tenedor del título (endosante) introduce y firma una declaración
en el documento, por la cual legitima a otra persona (endosatario) para ejercer los derechos

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que se incorporan al documento. La inserción de tal negocio «en el dorso» del título dio nombre
al «endoso». Se trata de la forma ordinaria por la que se transmiten los títulos «a la orden» –
y, entre ellos, el pagaré–, permitiendo a su titular hacer circular el crédito que incorpora el
documento. De este modo, el firmante emite el pagaré y lo transmite al beneficiario. El
beneficiario, podrá optar por esperar a que llegue el momento de su vencimiento para exigir
el cobro del crédito que se ha documentado, o bien, podrá optar por hacer circular el
documento antes de que sea cobrable, mediante su transmisión –su endoso– a cualquier otro
sujeto, que resultará desde ese momento legitimado a exigir su pago cuando el crédito
cartáceo venza.

Por su propia naturaleza, los títulos de crédito o de pago están destinados a servir de
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instrumentos en el tráfico jurídico. Así, la LCCh establece que son endosables incluso los
pagarés que no estén librados expresamente a la orden. El endoso de los pagarés será posible
siempre y cuando no se contenga de forma expresa la mención de que no pueden ser
endosados, haciendo constar en su texto la cláusula «no a la orden» o una expresión
equivalente (art. 14.II LCCh). En tal caso, quedaría prohibida la transmisión del pagaré mediante
endoso, pero se mantendría siempre la posibilidad de transmitir el crédito mediante su cesión
ordinaria (sometida, por tanto, a las normas del CC, arts. 1526 y ss.).

El cesionario podrá ser cualquier persona, aunque haya sido ya previamente titular del pagaré
y, a su vez, podrá endosarlo de nuevo. Podría considerarse el supuesto de que el pagaré sea
endosado al propio firmante. Lógicamente tal opción es posible, en el sentido que el título
pasaría de manos de un endosatario a las de su propio emisor; pero se puede entender que,
por sí misma, esa transmisión deja en cierta medida sin efectos el pagaré (yo no me puedo
prometer a mí mismo que me pagaré en un futuro una determinada cantidad de dinero, pues
entraría en juego la confusión como medio de extinción de las obligaciones ex art. 1192 CC).
Así, mientras permanezca en las manos del firmante, el pagaré quedará sin efectos, pero este
firmante lo podrá volver a endosar nuevamente, volviendo a quedar obligado al pago del título
frente a ulteriores tenedores.

11. FUNCIÓN ECONÓMICA DEL ENDOSO

La función económica del endoso es permitir la circulación del título, de tal modo que el
beneficiario puede obtener liquidez de la posesión del documento sin tener que esperar a su
vencimiento. Esta finalidad también se puede conseguir a través de la cesión ordinaria de
cualquier crédito, sin embargo, la transmisión cambiaria del pagaré es más ventajosa.

Con el endoso se consigue la autonomía de los títulos-valores, pues permite la transmisión del
pagaré y de los derechos que incorpora simplemente con la entrega del título (si se cumplen
los requisitos legales). El título y los derechos que incorpora pueden transmitirse sin que haya
necesidad de poner la transmisión en conocimiento del deudor. Al mismo tiempo, la
transmisión permite mantener el pagaré desligado de la relación subyacente extracambiaria,
de forma que el deudor originario (firmante) no podrá oponer al endosatario ninguna
excepción personal que tuviera contra el beneficiario sobre la base de la relación causal. El
crédito que se transmite por el endoso es el literal incorporado al pagaré, que dota al
adquirente de una posición autónoma e independiente de la ocupada por los anteriores
acreedores.

Sin embargo, no todos los endosos están llamados a cumplir la función económica de la
transmisión del título y los derechos que incorpora. La Ley Cambiaria admite la posibilidad de
realizar endosos «en garantía» o «en prenda» (art. 22 LCCh) de modo tal que su transmisión

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no tiene el efecto de transmitir su propiedad, sino que en tales casos el endoso sólo valdrá
como comisión de cobranza. Del mismo modo, se admite también para legitimar la actuación
de un sujeto como mandatario del endosatario; así, el art. 21 regula el endoso como «valor al
cobro», «para cobranza» o «por poder», a través del cual se legitima al tenedor a ejercer los
derechos derivados del pagaré, pero sin poder endosarlo más que en comisión de cobranza.

Por último, debemos destacar que la realización de endosos sucesivos produce el efecto de
aumentar las garantías de cobro del pagaré de las que dispondrá el último tenedor del
documento. Esto es así, ya que cada uno de los endosantes, en tanto que firmantes del título,
garantizan el pago frente a los tenedores posteriores.
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12. REQUISITOS

Para que el endoso sea válido, debe cumplir una serie de requisitos de fondo y de forma:

1) Requisitos de fondo. Se encuentran recogidos en art. 15 LCCh.

Art. 15 LCCh. El endoso deberá ser total, puro y simple. Toda condición a la que
aparezca subordinado se considerará no escrita.
El endoso parcial será nulo.
El endoso al portador equivaldrá a un endoso en blanco.

Vemos que el endoso ha de implicar una declaración pura y simple de la transmisión del
pagaré, de forma que cualquier condición a la que se subordine el endoso se considerará como
no escrita. Del mismo modo, el endoso debe ser total, en el sentido de que un endoso parcial,
esto es, por parte de la cuantía reflejada en el documento, sería nulo y no produciría la
transmisión del documento.

2) Requisitos formales. Como trámite por el que se produce la transmisión del pagaré,
el endoso debe incorporar una cláusula escrita al documento del pagaré y, al mismo tiempo,
debe venir acompañado de la entrega material o tradición del título. Por lo que respecta a la
escritura, debe insertarse en el documento del pagaré una cláusula en la que se indique tal
transmisión. En la letra de cambio el endoso se materializa en el reverso del formato oficial,
pero al no estar sujeto el pagaré a ningún modelo oficial, su inclusión se puede producir en
cualquier lugar del documento, siempre que conste de forma clara su contenido, su efecto y la
identificación de las partes.

El modelo oficial de letra de cambio incorpora en su reverso un módulo en el que se puede


hacer constar el endoso, en el que se indica «Páguese a... con domicilio en...» a lo que se añade
la datación de la cláusula y la identificación del endosante. Como el pagaré no está sometido a
formato oficial, se podría admitir cualquier expresión equivalente, siempre que exprese de
manera inequívoca la voluntad de transmitir de forma total, pura y simple el pagaré.

En caso de sucesivos endosos, éstos se podrían hacer constar en cualquier parte del documento
(preferiblemente el reverso) y se podrían incorporar al pagaré a través de suplementos.

Por otra parte, la única mención estrictamente obligatoria y necesaria para el endoso del título
es la firma del endosante insertada en el reverso del documento. Por tanto, la simple firma
inserta en el reverso del título sin más indicación tendrá la validez de endoso realizado al
portador. Así, el art.16 considera que será endoso en blanco el que no designe al endosatario
o consista simplemente en la firma del endosante; en este último caso, para que el endoso sea

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válido la firma deberá ser trazada en el dorso del título.


En cambio, la identificación del endosatario no es totalmente obligatoria, encontrándonos en
este caso ante un endoso en blanco. En estos casos, el tenedor del pagaré podrá completar el
endoso en blanco con su nombre o el de otra persona, endosar el pagaré nuevamente en
blanco o hacerlo designando un endosatario determinado o entregar el pagaré a un tercero,
sin completar el endoso en blanco y sin endosarlo.

Finalmente, para completar el endoso será necesaria la entrega o traditio del pagaré. El endoso
sólo produce efectos a partir del momento de su entrega al endosatario. Es decir, hasta que no
tiene lugar esta traslación material de la posesión, la incorporación literaria al documento no
produce efectos jurídicos, pudiendo ser cancelada por el endosante (que aún es tenedor) sin
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responsabilidad cambiaria alguna. Por último, destacar que los endosos tachados se
considerarán como no escritos.

13. EFECTOS DEL ENDOSO

Los efectos del endoso (arts. 17 a 20 LCCh) son tres: traslativo, legitimatorio y de garantía.

a) El efecto traslativo (art. 17) consiste en la transmisión al endosatario de la propiedad


del pagaré y de todos los derechos resultantes del mismo. El endosatario adquiere los derechos
incorporados al título con el alcance y la extensión que figuran en él, independientemente de
las eventuales limitaciones o modificaciones que pudieran adolecer en poder del endosante.
Así, en virtud del art. 20, el demandado por una acción cambiaria no podrá oponer al tenedor
excepciones fundadas en sus relaciones personales con el beneficiario o con los tenedores
anteriores, a no ser que el tenedor, al adquirir el pagaré, haya procedido a sabiendas en
perjuicio del deudor.

b) En virtud del efecto legitimatorio, el tenedor del pagaré será considerado portador
legítimo del mismo y podrá ejercitar los derechos incorporados al documento, siempre que lo
haya adquirido de buena fe.

c) El efecto de garantía implica que todos los firmantes del documento (firmante y
endosantes sucesivos), salvo cláusula en contrario, garantizarán el pago frente a los tenedores
posteriores. De este modo, cada endoso fortalece la seguridad del cobro, pues añade un nuevo
implicado en el buen fin del título.

14. CLASES DE ENDOSO

Además de la diferencia entre endosos completos y endosos en blanco, se pueden emplear


otros criterios de distinción según los efectos que implique el endoso.

-En primer lugar, podemos distinguir entre endosos plenos y endosos limitados: Los
endosos plenos producen la transmisión de la propiedad del pagaré y de todos los derechos
que resultan de él, así como los tres efectos antes mencionados: traslativo, legitimatorio y de
garantía.
Los endosos limitados sólo atribuyen una garantía o la facultad de actuar como mandatario.
Estas limitaciones han de hacerse constar de forma expresa en el título, de lo contrario, el
endoso se consideraría como pleno.
La LCCh contempla dos casos concretos de endosos limitados: el endoso de apoderamiento y
el endoso en garantía. El endoso de apoderamiento (art.21), legitima al endosatario sólo para
el cobro del pagaré como apoderado del endosante. Es decir, sólo podrá volver a endosarlo

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para el mismo objeto, (o sea para su cobro). El endosatario no actuará en derecho propio, sino
en el de su endosante. Por tanto, no adquirirá la propiedad del título y estará sometido,
además, a las excepciones que el deudor pueda tener contra su endosante/mandante. Por todo
esto, la jurisprudencia ha considerado que este tipo de endoso se asimila al mandato o
comisión mercantil con representación. Tal circunstancia se hará constar en el documento
mediante la inserción de las cláusulas «por poder», «valor al cobro», «para cobranza» o
cualquier otra similar, puesta en la propia cláusula del endoso.

Por su parte, el endoso en garantía (art. 22), tiene como función que el titular pignore el
pagaré en garantía de un crédito existente contra él. Para ello, se insertará en el documento
las cláusulas «valor en prenda», «valor en garantía» u otra análoga. Este tipo de endoso
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limitado no produce tampoco la transmisión de la propiedad del título, pese a lo cual el


endosatario no se verá afectado por las excepciones surgidas de las relaciones entre deudor y
endosante, puesto que el acreedor pignoraticio, aunque sea con fines de garantía, ejerce
derechos cambiarios en nombre propio y no por cuenta del endosante.

Las cláusulas que se pueden insertar en el endoso dan lugar a diversas clases de transmisiones.
Así, se pueden considerar los endosos al portador y los endosos en blanco (arts. 15.III, 16 y 17
LCCh), que legitiman al sujeto que sea poseedor del título en el momento del vencimiento,
pasando a funcionar el título como título al portador en su circulación. Del mismo modo, el
endosante puede establecer una cláusula en su endoso por la que se prohíban ulteriores
transmisiones (art. 18.II LCCh), si bien en este caso la prohibición no será tal, el título podrá
seguir circulando, pero con la limitación de que tal endosante en concreto no responderá
frente a las personas a quienes posteriormente se les endose el pagaré. Similar pero con
mayores efectos es el «endoso sin mi responsabilidad» (art. 18.I LCCh), que implica que el
endosante no garantiza el pago frente a los tenedores posteriores.

En virtud de la persona a la que se endose el pagaré, podrá tratarse de un endoso a terceros, a


favor del firmante o de anteriores tenedores del pagaré (art. 14.III LCCh). A estos efectos hay
que considerar un tipo de endoso singular, más que limitado, el «endoso de retorno», que se
trataría de un endoso a una persona ya vinculada por la obligación contenida en el pagaré:
aceptante, beneficiario endosante o cualquier endosante anterior.

Finalmente, en función del momento en que se produzca el endoso, se podrá distinguir entre
endosos anteriores al vencimiento, posteriores al vencimiento y posteriores al protesto por
falta de pago o al vencimiento del plazo para levantarlo (art. 23 LCCh).

15. OTRAS FORMAS DE TRANSMISIÓN DEL PAGARÉ: CESIÓN ORDINARIA,


TRANSMISIÓN OPE LEGIS, ADQUISICIÓN A NON DOMINO

Junto al endoso, el art. 24 de la LCCh prevé la llamada cesión ordinaria como medio de
transmisión del pagaré en el que se potencia el carácter obligacional del mismo sobre su
carácter de título-valor. La transmisión se deriva de un negocio de cesión ordinaria (de carácter
normalmente oneroso) del crédito documentado en el pagaré, que permitirá al cesionario
ejercer los derechos que ostentaba el cedente frente al deudor cedido. Como cesión, la
transmisión se regirá por los arts. 347 y 348 del CCom, que regulan la cesión de créditos.

Art. 347 CCom. Los créditos mercantiles no endosables ni al portador, se podrán transferir
por el acreedor sin necesidad del consentimiento del deudor, bastando poner en su
conocimiento la transferencia.

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El deudor quedará obligado para con el nuevo acreedor en virtud de la notificación, y desde
que tenga lugar no se reputará pago legítimo sino el que se hiciere a éste.

Art. 348 CCom. El cedente responderá de la legitimidad del crédito y de la personalidad con
que hizo la cesión; pero no de la solvencia del deudor, a no mediar pacto expreso que así lo
declare.

No es frecuente recurrir a la cesión del crédito si se puede hacer uso del endoso (más sencillo
y favorable). No obstante, será posible tal cesión cuando, por cualquier circunstancia, no se
pueda endosar el pagaré, por ejemplo, por llevar incorporada la cláusula «no a la orden».
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La cesión presenta dos inconvenientes frente al endoso: 1) el firmante podrá oponer al


cesionario las excepciones que tenía frente al cedente; y 2) el cedente, salvo pacto expreso, no
responde de la solvencia del crédito. El sistema de la cesión será igualmente el que se aplique
a la transmisión del pagaré por otros medios distintos al endoso, como pueden ser los casos de
sucesión hereditaria, fusión por absorción del tenedor, adquisición en ejecución judicial, etc.

Por otro lado, en caso de impago del pagaré por el firmante, la persona que paga el título en
vía de regreso a su legítimo tenedor tiene derecho a que se le entregue el pagaré y con él poder
accionar contra el obligado directo y/o su avalista. Esta situación puede afectar al beneficiario,
a los endosantes sucesivos y a los avalistas de éstos. Al pagar la deuda reflejada en el
documento, reciben su titularidad, quedando legitimadas para el ejercicio del derecho que
contienen. A esta transmisión automática del título descorriendo la cadena de endosos y
transitando entre obligados cambiarios se le denomina cesión ope legis.

El art. 19 LCCh protege al tercero de buena fe que adquiera un pagaré de alguien, que sin
saberlo, no era su legítimo tenedor. Tras haber sido una persona desposeída del pagaré que
tenía, por cualquier causa que fuere, el nuevo tenedor que justifique su derecho no estará
obligado a devolver el título si lo adquirió de buena fe. Estará por tanto legitimado al ejercicio
del derecho incorporado salvo que se haya promovido previamente el expediente de
amortización del título.

V. GARANTÍA DEL PAGARÉ: EL AVAL

Por medio del aval un sujeto, llamado avalista, garantiza el cumplimiento de la obligación
cambiaria por alguno de los vinculados al pago (avalado). Este avalado podrá ser el propio
firmante o cualquiera de los tenedores sucesivos del pagaré que lo hayan endosado. La función
económica que cumple esta declaración cambiaria es la garantía del pago del título, reforzando
la seguridad del tenedor en la definitiva satisfacción de su crédito.

Esta garantía es accesoria y autónoma. Es accesoria en tanto que refuerza la garantía ofrecida
por otro obligado cambiario (firmante o cualquiera de los tenedores endosantes del pagaré),
pero, al mismo tiempo, es autónoma, pues su validez no depende de la validez de la obligación
que garantiza. Así, cuando la obligación garantizada resulte nula por cualquier causa que no
sea vicio de forma, el aval seguirá siendo válido. Al mismo tiempo, el avalista no podrá oponer
las excepciones personales que corresponderían al avalado, debiendo pagar la deuda sin más.

Uno de los efectos de la circulación de los títulos cambiarios es que, además del firmante
(librado aceptante o librador en la letra de cambio), los sucesivos firmantes del documento que
lo endosen a su vez responderán del pago del documento. Pero mientras que la garantía de
estas declaraciones es indirecta y refleja, pues el obligado principal continúa siendo el firmante

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del pagaré, la garantía que supone el aval es explícita, externa y directa. Por su parte, el art.
37 LCCh, afirma que el avalista responde de igual manera que el avalado. También establece
que el avalista no podrá oponer las excepciones personales del avalado y que el aval seguirá
siendo válido, aunque la obligación garantizada fuera nula.

Lo más frecuente es que el avalista sea una persona ajena al pagaré, incorporándose de este
modo al círculo de obligados cambiarios, aumentando con su solvencia las posibilidades de
cobro del pagaré. Sin embargo, la ley permite que la garantía sea prestada también por un
firmante del pagaré, lo cual tendrá sentido cuando el avalista aumente el número de sujetos
frente a quienes se obliga, por ejemplo, cuando un tenedor endosante del pagaré avala al
firmante, con lo que respondería, no sólo frente a los tenedores sucesivos, sino también a los
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tenedores previos a su recepción del título. Más extendido en el tráfico se encuentra, en


cambio, el aval bancario, que garantiza la expectativa de cobro del documento.

Respecto a los requisitos de forma, el aval podrá plasmarse en cualquier lugar del documento,
siempre y cuando se haga constar de forma expresa su carácter y venga firmado por el avalista.
Será suficiente con la indicación de la expresión «por aval» o cualquier otra fórmula
equivalente. La Ley Cambiaria (art. 36.II) prevé la validez como aval de la simple firma de una
persona puesta en el anverso del título (siempre y cuando no se trate de la firma del firmante
–para el pagaré–, o del librador o librado – para la letra de cambio, en cuyo caso servirán como
libramiento y aceptación, respectivamente–). En cualquier caso, el aval deberá reflejarse en el
documento del título, o en su caso, en sus suplementos, no siendo válido el aval inserto en un
documento separado. Este aval en documento separado, aunque no sea expresamente
considerado por la Ley, podrá tener el valor de afianzamiento (STS de 3 de junio de 2002).
A diferencia de lo que ocurre con el endoso, que debe ser por la totalidad de la cuantía del
título, la ley permite los avales de parte del importe del pagaré. En tal caso, se trataría de un
aval limitado en cuanto a su cantidad.

El aval se puede indicar en cualquier momento, incluso después del vencimiento y denegación
del pago del título (art. 35.III LCCh), siempre que a la persona que se avale continúe obligado –
directamente o en vía de regreso– por el pagaré. Cuando la ley dice que el avalista responde
de igual manera que el avalado, se refiere también a que lo hace durante el mismo plazo, o
sea, hasta que se extinga por prescripción la acción cambiaria. A pesar de ello, el avalista podrá
limitar el período de tiempo durante el cual tiene vigencia su garantía, caducando ésta si no se
le requiere el pago en un período de tiempo determinado tras el vencimiento e impago del
pagaré. Se trataría en este caso de un aval limitado en el tiempo, válido aunque sin
reconocimiento legal.

La Ley considera también la adquisición ope legis del pagaré por el avalista que haya pagado el
título, adquiriendo éste los derechos derivados del mismo contra el sujeto avalado y contra
todos los que sean cambiariamente responsables respecto a él (art. 37).

Además de la garantía por aval y fianza, el cumplimiento de la obligación cambiaria se puede


garantizar por prenda o hipoteca incorporadas al documento, para lo cual se precisará, su
mención en el propio título y la inscripción en el Registro público correspondiente.

VI. VENCIMIENTO DEL PAGARÉ

16. CLASES DE VENCIMIENTO

El capítulo V de la LCCh trata del vencimiento del pagaré y la letra de cambio. Así, según el art.

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38, el pagaré podrá librarse a fecha fija, a un plazo contado desde la fecha, a la vista o a un
plazo desde la vista.

-El libramiento a fecha fija indicará un día concreto en el que se produzca el


vencimiento. Se ha de tener en cuenta que si el día de vencimiento fuera festivo, el pagaré
será exigible el primer día hábil siguiente, debiendo entenderse por festivo el día no laborable
para el personal de las entidades de crédito en el lugar de pago.

-El libramiento a un plazo contado desde la fecha indica que el pagaré vence al
transcurrir un determinado lapso de tiempo a contar desde la fecha de emisión. Cuando el
vencimiento se indique a uno o varios meses a partir de la fecha o de la vista, el vencimiento
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se determinará computándose los meses de fecha a fecha, «cuando en el mes del vencimiento
no hubiere día equivalente al inicial del cómputo se entenderá que el plazo expira el último del
mes». En el cómputo no se excluyen los días inhábiles, pero si el día de vencimiento lo fuese,
se entenderá vencido el pagaré al primer día hábil siguiente.

-El pagaré librado a la vista será pagadero a su presentación, debiendo presentarse en


el año siguiente a su fecha, salvo que el firmante (o los endosantes) aumente o reduzca dicho
plazo. De este modo, la determinación del vencimiento queda al albedrío del tenedor, que
podrá optar por cualquier día laborable dentro del año siguiente a la emisión, salvo que el
firmante o los endosantes hayan acortado el plazo o que el firmante consienta su ampliación.
Igualmente, se podrá fijar en el pagaré a la vista que no podrá presentarse al pago antes de
una determinada fecha.

-Por su parte, la aplicación del vencimiento a un plazo desde la vista –originariamente


pensado para la letra de cambio– requiere una cierta modulación (contenida en el art. 97 LCCh)
para el pagaré, al no ser éste un título aceptable, por contener una promesa y no un mandato
de pago. Ello implica que no se pueda determinar la fecha de vencimiento en función de la
aceptación o de la negativa a prestarla; momento que se sustituye por el de su presentación a
la vista, que se tendrá que realizar –salvo que el firmante (o, en su caso, los endosantes) acorte
o alargue dicho plazo– en el término de un año a partir de su fecha. A través de este trámite
de la presentación a la vista, el firmante del pagaré hace constar que el documento se le ha
presentado a través de una declaración de «visto» o expresión equivalente, fechada y firmada,
momento a partir del cual correrá el plazo para el vencimiento. «La negativa del firmante a
poner su visto fechado se hará constar mediante protesto, cuya fecha servirá de punto de
partida en el plazo a contar desde la vista» (art. 97.II LCCh).

17. PRESENTACIÓN AL PAGO

En virtud del art. 43 de la Ley Cambiaria, una vez vencido el pagaré, el tenedor deberá
presentarlo al pago, bien en la misma fecha de vencimiento, bien en cualquiera de los dos días
hábiles siguientes (obviamente, salvo en el caso de libramiento a la vista). Cuando se trate de
un pagaré domiciliado en cuenta corriente, su presentación a una Cámara o sistema de
compensación equivale a su presentación al pago.

Ante la presentación del pagaré para su cobro, el firmante puede adoptar diversas actitudes:

a) Pagar la totalidad del importe del título que se le presenta. Éste sería el fin deseable
del pagaré. A través del pago se extinguen todas las relaciones jurídicas sobre el título y, en
consecuencia, las obligaciones y responsabilidades de todos los firmantes, extinguiéndose
también el propio pagaré como título-valor. A raíz del pago no es posible su reinserción en el

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tráfico. Cuando realiza el pago, el firmante deberá exigir del portador la entrega del pagaré,
pudiendo requerirle igualmente la expedición de un recibí por él firmado (art. 45 LCCh). Esta
norma encuentra una excepción cuando el título se encuentra en poder de una entidad de
crédito, que podrá excusarse de entregarla, sustituyéndolo por un documento que lo
identifique y en el que se aluda a haberse satisfecho.

b) Realizar un pago parcial. El presentador del pagaré no puede oponerse a admitir un


pago parcial (art. 45). En tal caso, el firmante podrá exigir que se haga constar en el pagaré tal
pago, expidiéndose recibo del mismo, pero no podrá exigir que se le entregue el documento.

c) Negar el pago haciéndolo constar de forma expresa en el documento. Aunque no


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sea frecuente, es útil: acredita que se ha presentado al cobro, con lo que se evitan otras formas
más complejas y costosas de demostrarlo, actuando como declaración sustitutiva del protesto.

d) Denegar el pago sin efectuar otro pronunciamiento. En este caso, el tenedor tendrá
que acreditar que lo presentó al cobro para evitar que el documento se perjudique.

TEMA 17 (LECCIÓN 47)


EL PAGARÉ (II). LA LETRA DE CAMBIO

I. El pago del pagaré.


1. El pago por intervención
2. La falta de pago del pagaré. La acción de regreso.
3. El protesto y la declaración sustitutiva
4. La acción de regreso
II. El juicio cambiario.
5. Acciones cambiarias
6. Excepciones cambiarias
III. Prescripción de acciones
IV. El pagaré electrónico
V. Pagarés especiales: pagarés del tesoro, pagarés de empresa
VI. El contrato de descuento (remisión)
VII. La letra de cambio
7. Evolución histórica y situación actual
8. Función económica
9. Elementos subjetivos: librador, librado, tomador, endosatario, avalista
10. Elementos formales: mandato de pago, modelo, oficial, timbre
11. Similitudes y diferencias con el pagaré
12. La aceptación. Concepto y función. Presentación a la aceptación. Actitudes del librado
requerido para aceptar. Falta de aceptación y consecuencias.

I. EL PAGO DEL PAGARÉ

Llegado su vencimiento, el tenedor deberá presentar el pagaré al firmante para su pago. A


través del pago, el firmante cumple la promesa que incorporó en el documento con su
libramiento. El tenedor podrá presentar el título al pago en la fecha de su vencimiento o en los
dos días hábiles siguientes al mismo, no pudiendo ser obligado a recibir el pago antes de su
vencimiento, supuesto en el cual, el firmante actuará por su cuenta y riesgo (art. 46 LCCh).

Art. 46 LCCh. El portador de una letra de cambio no podrá ser obligado a recibir el pago antes
de su vencimiento.

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El librado que pagare antes del vencimiento, lo hará por su cuenta y riesgo.

El que pagare al vencimiento quedará liberado, a no ser que hubiere incurrido en dolo o culpa
grave al apreciar la legitimación del tenedor. A tal efecto, estará obligado a comprobar la
regularidad de la serie de los endosos, pero no la autenticidad de la firma de los endosantes.

Al vencimiento del pagaré, o en los dos días sucesivos, el deudor podrá consignar el importe
del mismo en depósito a disposición del tenedor y por su cuenta y riesgo, judicialmente o en
una entidad de crédito o ante notario (art. 48 LCCh). Cuando el deudor no pueda presentar el
título para su cobro dentro del plazo fijado por causa de fuerza mayor, dichos plazos se
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entenderán prorrogados hasta que cese tal causa.

Ante el vencimiento del pagaré, lo normal es que el tenedor del título se lo presente al firmante
para su pago. Sin embargo, la normativa permite que el tenedor se dirija en vía de regreso
contra todos los demás sujetos del pagaré (aún antes de su vencimiento) cuando el firmante
se halle declarado en concurso o hubiere resultado infructuoso el embargo de sus bienes (art.
50 LCCh). En este supuesto, los demandados podrán requerir del juez un plazo para el pago,
que en ningún caso excederá el vencimiento del título. En los demás casos el tenedor del pagaré
sólo podrá reclamar a los endosantes en vía de regreso después de haber reclamado su pago
al firmante y no haberlo obtenido.

El pago habrá de realizarse en la especie pactada: si el pagaré se encuentra librado en moneda


extranjera convertible admitida a cotización oficial, el pago deberá realizarse en tal divisa. Sólo
en el caso en que no sea posible realizar el pago en la moneda pactada por causa no imputable
al deudor, podrá éste pagar el valor en euros de la suma expresada en el pagaré, según el
cambio vendedor que corresponda al día del vencimiento (art. 47 LCCh).

1. EL PAGO POR INTERVENCIÓN

El pago por intervención se produce en los supuestos en que se ha reclamado el pago al


firmante y éste no lo ha atendido, y también en los casos de vencimiento anticipado del pagaré
por concurso del firmante contemplados en el art. 50 LCCh.

Art. 50 LCCh. El tenedor podrá ejercitar su acción de regreso contra los endosantes, el librador
y las demás personas obligadas, una vez vencida la letra, cuando el pago no se haya
efectuado.

La misma acción podrá ejercitarse antes del vencimiento en los siguientes casos:

a) Cuando se hubiere denegado total o parcialmente la aceptación.

b) Cuando el librado, sea o no aceptante, se hallare declarado en concurso o hubiere


resultado infructuoso el embargo de sus bienes.

c) Cuando el librador de una letra, cuya presentación a la aceptación haya sido prohibida, se
hallare declarado en concurso.

En los supuestos de los párrafos b) y c) los demandados podrán obtener del juez un plazo para
el pago que en ningún caso excederá del día del vencimiento de la letra.

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En estos casos, podrá tener lugar el pago por intervención, ya sea antes o después del
vencimiento del título, pero no más tarde del día siguiente al último permitido para levantar
protesto por falta de pago (art. 74 LCCh).

El firmante, un endosante o un avalista podrán designar en el pagaré una persona que lo pague
en el caso de que resulte necesario. Del mismo modo, el pagaré podrá ser pagado por una
persona que, sin estar expresamente indicada en el pagaré, intervenga por cuenta de cualquier
obligado en vía de regreso (por ejemplo, un tercero o cualquier obligado cambiario, excepto el
firmante).
En el caso de que varios sujetos ofrezcan su intervención, se preferirá al que libere a un mayor
número de obligados cambiarios; y si alguno de los obligados incumpliese esta regla de
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prioridad perderá sus acciones contra todas las personas que hubieran podido quedar
liberadas.

En todo caso, este pago por intervención debe ser aceptado por el tenedor del pagaré, ya que
si lo rechaza, perderá sus acciones contra todos los obligados cambiarios que hubieran
resultado liberados en el caso de que el pago se hubiera aceptado.

En el caso de que aparezcan estos indicados para el pago en el pagaré o personas que hayan
aceptado el pago por intervención y que estén domiciliados en el lugar del pago, el tenedor
deberá presentar a todos ellos el pagaré para su cobro y, cuando ninguno de ellos lo atienda,
levantar protesto. De faltar este protesto, se liberará de su obligación a quien realizase la
indicación o la persona que aceptase el pago, así como los endosantes posteriores al mismo.

Este pago por intervención se hará constar en el pagaré mediante recibí, en el que se indicará
la persona a cuyo favor se ha realizado el pago, debiendo comprender el mismo la satisfacción
de la cantidad total del pagaré. A través del pago por intervención se libera a todos los
endosantes del pagaré posteriores a aquel por cuenta del cual se ha efectuado.

2. LA FALTA DE PAGO DEL PAGARÉ. LA ACCIÓN DE REGRESO

Cuando el tenedor legítimo de un pagaré ve insatisfecha-total o parcialmente- su expectativa


de cobro, la Ley le ofrece una serie de mecanismos para reparar ese perjuicio patrimonial. Para
ello, deberá acreditar previamente su diligencia en el cumplimiento del deber de presentar
oportunamente el pagaré para su cobro. No obstante, no será necesario demostrar esa especial
diligencia en los siguientes supuestos:

a) Cuando ejercite una acción directa contra el firmante y sus avalistas (art. 49.II LCCh).
b) En caso de concurso del firmante –lo cual producirá, al mismo tiempo, el vencimiento
anticipado del título– (art. 51.IV LCCh).
c) Cuando se haya presentado al pago el documento y éste no se realice haciendo
constar el firmante dicha circunstancia sobre el pagaré.
d) Cuando media dispensa de protesto, a través de la introducción de la cláusula «sin
gastos» o similar (art. 56 LCCh).

3. EL PROTESTO Y LA DECLARACIÓN SUSTITUTIVA

Fuera de estos cuatro supuestos, la acreditación de la falta de pago se hará normalmente a


través del protesto notarial del pagaré (art. 51.I LCCh). Salvo exigencia en contrario del
firmante, se puede sustituir este requerimiento de protesto notarial por la llamada
«declaración equivalente» (art.51).

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El protesto notarial deberá realizarse en los 8 días hábiles siguientes al vencimiento, y consiste
en el levantamiento de acta por el notario (al que se entrega el pagaré no pagado para su copia
o reproducción). Acto seguido, se notifica este protesto al librado dentro de los 2 días hábiles
siguientes para que comparezca en la notaría a examinar el título, pagarlo o manifestar lo que
crea conveniente. Si comparece y paga (gastos de notario incluídos), se extingue la relación
cambiaria. Si no procede al pago, el notario restituirá el pagaré al reclamante junto con una
copia del acta levantada y la nota de los gastos que ha generado el trámite del protesto.

Por lo que respecta a la declaración equivalente al protesto, la Ley considera que producirá
los mismos efectos la declaración del firmante que conste en el pagaré firmada y fechada en la
que se deniegue el pago, así como la declaración, con los mismos requisitos, del domiciliatario
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o, en su caso, de la Cámara de Compensación en la que se deniegue el pago, salvo que el


firmante haya exigido de forma expresa el levantamiento de protesto notarial (art. 51.II). Estos
supuestos legales que eximen de la práctica del protesto notarial, así como el frecuente recurso
a la declaración equivalente del banquero domiciliatario o la cámara de compensación bancaria
han hecho que el protesto notarial haya caído en desuso.

4. LA ACCIÓN DE REGRESO

Frente al impago y- una vez levantado el protesto o la declaración equivalente- cualquier


obligado por el pagaré contra el que se ejerza una acción cambiaria podrá exigir, a cambio del
pago de su importe, la entrega del pagaré con el protesto, en su caso, y la cuenta de resaca con
el recibí (art. 60 LCCh). Para ello, la Ley ordena (art. 55) que el impago se advierta a los
responsables en vía de regreso que lo ignoren, para que puedan adoptar las salvaguardas
oportunas (por ejemplo, el pago del pagaré).

Este posible pago del título por los demás obligados cambiarios (distintos del firmante)
responsables del buen fin del documento, bien por habérseles reclamado tal pago por el
tenedor, bien porque se les haya requerido y hayan accedido, no implica la extinción de las
relaciones jurídicas vinculadas al pagaré. De este modo, el pago hecho por un endosante le
faculta para repetir contra los que le preceden y contra el firmante, así como contra los
avalistas de cualquiera de ellos; por su parte, el pago hecho por un avalista le permite dirigirse
contra su avalado y contra los que serían responsables frente a éste (los endosantes anteriores
y el firmante y sus avalistas si los hubiera).

A estos pagos que realizan los responsables del pagaré (endosantes y avalistas) se les denomina
«regreso cambiario» y pueden producirse al margen de procedimientos judiciales –por vía
amistosa–. Por el contrario, si se hace recurso a la intervención judicial, se operará la acción de
regreso a través del procedimiento cambiario, que pasamos a analizar en el epígrafe siguiente.

II. EL JUICIO CAMBIARIO

Los títulos cambiarios pueden someterse a un procedimiento judicial especial muy ágil para
resolver las controversias que se pudieran suscitar en su empleo: el juicio cambiario regulado
en los arts. 819 a 827 de la Ley de Enjuiciamiento Civil (Ley 1/2000, de 7 de enero).

La jurisprudencia ha establecido que «para la iniciación del juicio cambiario a que se refieren
los arts. 819 y siguientes de la LEC es necesario que se presente junto con la demanda el
documento original de la letra de cambio, cheque o pagaré, con cumplimiento de los requisitos
previstos en la LCCh; sin que, en caso contrario, pueda entenderse aportado el título cambiario
a los efectos previstos en el art. 821».

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Cuando el legítimo tenedor del pagaré se vea obligado a recurrir a los Tribunales por el impago
del obligado cambiario, podrá optar entre dos tipos de acciones: las acciones cambiarias y las
acciones causales. La diferencia fundamental entre ambas reside en el título jurídico que se
esgrima en la tramitación: sea propiamente el pagaré, la letra de cambio o el cheque
insatisfechos; o, si por el contrario, se recurre a la relación causal subyacente a la emisión del
título.

Las acciones causales derivan de las relaciones jurídicas subyacentes, cuyos pagos monetarios
aplazados se documentaron a través del pagaré, la letra o el cheque. Con el pago del título y,
en consecuencia, la extinción de la relación cambiaria, se produce la extinción de la relación
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causal que encuentra igualmente satisfacción, desapareciendo también la acción causal. Por el
contrario, en caso de que no se obtenga el cobro del título, la acción causal renace, pudiendo
optar el acreedor entre exigir el cobro de su crédito por esta vía o, por el contrario, utilizar la
acción cambiaria. Del mismo modo, si el título resulta impagado o se perjudica por culpa del
tenedor, éste perderá tanto la acción cambiaria como la acción causal contra el deudor, ya que
se ha producido también la extinción de la relación subyacente. A estos efectos hay que
recordar el art. 1170 del CCl al reconocer que la entrega de pagarés, letras de cambio u otros
documentos mercantiles sólo producen efectos de pago cuando hubiesen sido realizados «o
cuando por culpa del acreedor se hubiesen perjudicado». No obstante, en este supuesto
conservará la «acción de enriquecimiento cambiario» que regula el art. 65 LCCh.

Art. 65 LCCh. Cuando el tenedor hubiere perdido la acción cambiaria contra todos los
obligados y no pudiera ejercitar acciones causales contra ellos, podrá dirigirse contra el
librador, el aceptante o un endosante, exigiéndoles el pago de la cantidad con la que se
hubieren enriquecido injustamente en su perjuicio, como consecuencia de la extinción de la
obligación cambiaria por la omisión de los actos exigidos por la Ley para la conservación de
los derechos que derivan del título.

La acción de enriquecimiento a favor del tenedor prescribe a los tres años de haberse
extinguido la acción cambiaria.

Esta acción de enriquecimiento funciona para intentar corregir las posibles situaciones de
injusticia que pudieran derivarse de la aplicación estricta de la normativa cambiaria. De este
modo, si el tenedor no realiza los actos que la Ley exige para la conservación de sus derechos
(presentación al pago al vencimiento o en los dos días posteriores, levantamiento de protesto
o declaración equivalente en caso de impago, etc.), decae la responsabilidad de los obligados
cambiarios, salvo el firmante. Precisamente para dulcificar estos efectos, la ley prevé esta vía
para evitar que se libere de responsabilidad a los obligados por una obligación que habían
contraído en perjuicio del tenedor que ha incumplido las formalidades exigidas. Esta
posibilidad se justifica porque una cosa es liberarse de responder de incumplimientos ajenos y
otra que la liberación represente un enriquecimiento económico injustificado para su
beneficiario.

5. ACCIONES CAMBIARIAS

El art. 49 de la LCCh establece que las acciones cambiarias pueden ser de dos clases: directa o
de regreso.
La acción directa va dirigida contra el deudor (firmante) o sus avalistas, ya que trata de
conseguir el pago del pagaré, sus réditos y los gastos que se han ocasionado con motivo del
impago por parte del firmante y sus avalistas a los que se les ha reclamado extrajudicialmente

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el pago y contra los que se ha provisto el expediente del protesto notarial o se ha hecho constar
la declaración equivalente. Por el contrario, la acción de regreso se dirige contra los que
legalmente son responsables del buen fin del pagaré, es decir, los endosantes y los avalistas de
éstos.
Mientras que para el ejercicio de la acción directa no es necesario el levantamiento de
protesto, en tanto que el firmante se obliga pura y simplemente sin condicionar su
responsabilidad a tal trámite; el ejercicio de la acción de regreso requiere como premisa haber
protestado la letra ante notario o haber practicado la declaración equivalente, dentro de los
plazos legalmente establecidos.
Normalmente, ambas acciones se ejercitarán a partir del vencimiento del título, pero la LCCh
permite anticipar el ejercicio de la acción de regreso ante las circunstancias del art. 50 que
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vimos anteriormente. Respecto a los plazos de prescripción, la acción directa prescribe a los 3
años del vencimiento, y la acción de regreso al año del protesto o la declaración equivalente.
Las acciones cambiarias pueden ejercitarse simultánea o sucesivamente, sin necesidad de
sujetarse a ningún orden hasta que se consiga la recuperación del total del crédito, los gastos
generados por su cobro y los intereses y réditos. En el caso de pago por intervención, el que
haya realizado el pago estará igualmente legitimado para interponer acciones cambiarias en
vía directa y en vía de regreso contra el firmante y sus avalistas y contra los endosantes
anteriores a él y sus avalistas.

6. EXCEPCIONES CAMBIARIAS

El procedimiento judicial para exigir por la vía cambiaria el pago de un pagaré, una letra de
cambio o un cheque insatisfechos se caracteriza por la limitación de las excepciones que puede
oponer judicialmente el deudor –sea en vía directa o en vía de regreso– al tenedor insatisfecho.
Es decir, las excepciones oponibles en materia cambiaria están tasadas.

Solve et repete (paga y luego reclama) es el principio que se aplica en el funcionamiento de los
títulos cambiarios. Queremos decir que se propugna primero el pago del título, y una vez que
su importe esté en poder del legítimo tenedor, se procederá a discutir cualquier problema.
Por su parte, el demandado no se encuentra indefenso ante la reclamación del pago de un
pagaré por medio de una acción cambiaria. Podrá hacer uso de las excepciones enumeradas
en el art. 67 LCCh, que se dividen en dos grandes bloques: excepciones personales y
excepciones cambiarias.

Art. 67 LCCh. El deudor cambiario podrá oponer al tenedor de la letra las excepciones basadas
en sus relaciones personales con él. También podrá oponer aquellas excepciones personales
que él tenga frente a los tenedores anteriores si al adquirir la letra el tenedor procedió a
sabiendas en perjuicio del deudor.

El demandado cambiario podrá oponer, además, las excepciones siguientes:

1ª La inexistencia o falta de validez de su propia declaración cambiaria, incluida la falsedad


de la firma.
2ª La falta de legitimación del tenedor o de las formalidades necesarias de la letra de cambio,
conforme a lo dispuesto en esta Ley.
3ª La extinción del crédito cambiario cuyo cumplimiento se exige al demandado.

Frente al ejercicio de la acción cambiaria sólo serán admisibles las excepciones enunciadas
en este artículo.

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Las excepciones personales se consideran en el primer párrafo del art. 67 de la Ley Cambiaria,
tratándose de excepciones derivadas de relaciones jurídicas distintas a las cambiarias. Es decir,
se fundan sobre la base de las relaciones causales que originaron la creación o circulación del
pagaré o bien de relaciones de otra clase que permiten al demandado hacer valer frente al
reclamante su exoneración del deber de pago que se le reclama, sea éste total o parcial. La
LCCh permite esta defensa extracambiaria al deudor siempre que la excepción que esgrima se
derive de una relación directa con el reclamante y no de vínculos con otros tenedores del
pagaré.
Por su parte, las excepciones cambiarias son aquellas que derivan del propio título, como se
enuncian en segundo párrafo del art. 67. Se trataría de los siguientes supuestos:
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1. La inexistencia o falta de validez de su propia declaración cambiaria, incluida la


falsedad de la firma. Nos encontramos aquí ante varios supuestos: la firma falsa (que no se
corresponde con la del demandado), la firma falsificada (firma que se ha imitado), la
incapacidad del firmante para obligarse, los vicios del consentimiento, etc.

2. La falta de legitimación del tenedor o de las formalidades necesarias del título


conforme a lo dispuesto en la Ley. En este segundo apartado se incluyen dos excepciones: por
un lado, los defectos de legitimación del tenedor sólo inhabilitan a éste para el ejercicio de la
acción cambiaria pero no impiden que otro sujeto del título reclame el pago, al no verse éste
afectado por el vicio invalidante (por ejemplo, un endoso defectuoso deslegitima al
endosatario, pero la reclamación del endosante es perfectamente atendible). Por otro lado,
cuando se alude a la falta de formalidades del título, el legislador se refiere a que el pagaré no
presente los requisitos exigidos por el art. 94 de la Ley Cambiaria, situación que privaría de la
condición de pagaré al documento en que se fundamenta la acción.

3.La extinción del crédito cambiario cuyo cumplimiento se exige al demandado. En


este caso también se pueden precisar el origen y los efectos de esta excepción. Su dinámica se
regía por las siguientes normas: El pago que haga el firmante del pagaré extingue
completamente el título y los derechos incorporados al mismo; la prescripción beneficia a los
deudores, según cómputo y plazo; la tenencia legítima del pagaré por los endosantes conlleva
la liberación de los que asumieron obligaciones de regreso después de aquéllos; el pago hecho
al tenedor legítimo extingue el crédito respecto al receptor, pero el tercero de buena fe a cuyo
poder llegue el pagaré por cauce cambiario podrá reclamar de nuevo el pago.

III. PRESCRIPCIÓN DE ACCIONES

Los artS. 88 y 89 LCCh regulan la prescripción de las acciones cambiarias. Así, las acciones en
vía directa contra el firmante prescriben a los 3 años desde la fecha de vencimiento. Las
acciones del tenedor en vía de regreso contra los endosantes prescriben al año desde el
protesto o declaración equivalente o, en su defecto, desde la fecha del vencimiento en los
pagarés «sin gastos». En el caso de que los endosantes hayan pagado el título y se dirijan contra
otros o contra el firmante, su acción prescribirá a los seis meses desde que aquél hubiera
pagado el pagaré, o desde la fecha en que se le hubiera trasladado la demanda contra él.
Esta prescripción podrá ser interrumpida sometiéndose a las reglas generales del art. 1973 CC.

IV. EL PAGARÉ ELECTRÓNICO

La jurisprudencia ha tenido ocasión de pronunciarse sobre la posibilidad de emitir pagarés por


vía electrónica, resolviendo negativamente. Se cree que en nuestro ordenamiento jurídico falta
el apoyo legal, y en la organización bancaria, el apoyo técnico, para que el documento

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electrónico pueda circular en similares condiciones de seguridad jurídica y de eficacia que un


título valor tradicional en papel. Se ha considerado que el principal problema que plantearía el
uso de estos documentos es la facilidad para su copia –a diferencia de lo que ocurre con los
títulos representados documentalmente–, obteniéndose diversas copias exactamente iguales
y con la imposibilidad de determinar cuál de ellas es la originaria. Actualmente, este factor hace
imposible el empleo de procedimientos informáticos para documentar títulos cambiarios.
Existen otros argumentos en contra que se apoyan, por ejemplo, en el hecho de que cuando el
legislador ha querido admitir un título-valor en formato no físico, lo ha exigido de forma
expresa, como ocurre con los valores o las acciones representados por anotaciones en cuenta.

Estas y otras razones contrarias a la admisibilidad del pagaré electrónico podrían ser
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rechazadas, al menos, por lo que respecta a los pagarés emitidos de forma nominativa y no a
la orden, pues en ellos, siempre que se pueda determinar de forma indubitada la personalidad
de firmante y beneficiario, el compromiso que incorporan será completamente válido. Además,
hay que recordar que este tipo de pagaré no está sometido al pago del Impuesto de
Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados–.

Sin embargo, en el texto de la Propuesta de Código Mercantil, el artículo 631-6 establece el


principio de libertad documental, admitiendo que los títulos de crédito podrán documentarse
en soporte papel o en soporte electrónico. Pero en realidad, no ofrece un régimen jurídico
detallado al respecto, sino que se remite a un posterior desarrollo reglamentario.

V. PAGARÉS ESPECIALES: PAGARÉS DEL TESORO, PAGARÉS DE EMPRESA

Hasta ahora nos hemos referido al pagaré ordinario o pagaré cambiario. Pero no podemos
olvidar que en el tráfico existen otros títulos que se denominan pagarés, aunque presentan
otros caracteres. Es el caso de los pagarés del Tesoro y los pagarés de empresa.

-Los pagarés del Tesoro son un tipo de valores mobiliarios de carácter inmaterial que
no se plasman en un soporte documental, sino que se representan a través de anotaciones en
cuenta. No se les considera auténticos títulos en los que se hagan constar declaraciones
vinculantes para el emisor, su avalista o los transmitentes sucesivos. En cambio, se trata, de
títulos de deuda pública emitidos por el Estado para obtener financiación, al igual que los bonos
y las cédulas.

-Por su parte, los pagarés de empresa se encuentran más cercanos al pagaré cambiario.
Se caracterizan por la naturaleza privada del firmante y la variedad de supuestos que se
amparan bajo esa denominación, fruto del fenómeno de la llamada «titulización de créditos»,
o lo que es lo mismo, la tendencia a materializar mediante documentos las relaciones
crediticias, aunque luego, en un paso posterior, la materialización se desvirtúe mediante la
«virtualización», que es como se denomina a la incorporación a soporte electrónico de lo que
se venía materializando en documentos. El pagaré de empresa se emite cuando un empresario
beneficiario de un crédito con unas condiciones y un importe determinados procede a la
emisión singularizada de uno o varios pagarés, vinculados a la devolución del crédito con sus
intereses a los vencimientos fijados en el contrato. Eso permite al acreedor transmitir su
derecho durante su vigencia y facilita los trámites de cobro a quien sea titular a su vencimiento,
trámite que llevará a cabo con la simple presentación del pagaré. Se trata del llamado pagaré
aislado (o «a la medida»), que no presenta mayores dificultades para su equiparación con el
pagaré cambiario si cumple los requisitos exigidos por el art. 94 de la Ley Cambiaria. No
obstante, dado que normalmente estos títulos se emiten al portador, les resultará de aplicación
el contenido de los arts. 544 y 545 del Código de Comercio.

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Contrariamente, no reciben esta consideración las «emisiones programadas» y masivas de


pagarés en series que conceden los mismos derechos a cada unidad o ejemplar, las cuales se
encuentran más cercanas a la emisión de valores mobiliarios de renta fija (obligaciones,
cédulas, bonos...) que a efectos de comercio. Así, la jurisprudencia ha señalado que la
diferencia entre el pagaré y las obligaciones se encuentra en la mayor duración de éstas en el
plazo de vigencia, lo que implica que además se vinculen al pago de intereses, mientras que los
pagarés de empresa no comportan este pago de interés, el cual suele estar ya implícito en el
nominal.
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VI. EL CONTRATO DE DESCUENTO (REMISIÓN)

El análisis de la dinámica de los títulos cambiarios que hemos realizado sobre la base del
funcionamiento del pagaré, no puede quedar completo sin referirnos al contrato bancario de
descuento. Se trata éste de un contrato por el cual el banco descontante anticipa a su cliente
(el cedente o descontatario) y que será el tenedor del documento, el importe de un crédito no
vencido que éste ostenta frente a un tercero –y que, en nuestro caso, se encuentra
materializado a través de un título cambiario–, deduciendo del importe entregado los intereses
que corresponden al tiempo que resta hasta la fecha de su vencimiento, recibiendo a cambio
el banco descontante la titularidad del crédito cedido, y consecuentemente, la titularidad del
pagaré. El banco pasará así a ser tenedor legítimo del título y podrá exigir el pago a su
vencimiento, como si se tratase de un endosatario más de la relación.

En caso de necesidad de liquidez y estando en disposición de títulos cambiarios, los acreedores


tenedores de pagarés y letras de cambio pueden acudir a esta fórmula contractual para
conseguir la realización del importe consignado en el título sin tener que esperar a su
vencimiento. Obviamente, este anticipo de su cobro tiene un precio (descuento) con el que se
materializa el beneficio que obtiene la entidad bancaria de la prestación de tal servicio.

VII. LA LETRA DE CAMBIO

Tradicionalmente la letra de cambio ha sido utilizada como modelo en la explicación de la


estructura y funcionamiento de los títulos a la orden y, más ampliamente, de los títulos
cambiarios. Sin embargo, en la actualidad su uso ha quedado relegado a un segundo plano,
dada la hegemonía del pagaré como instrumento de giro en el tráfico. A pesar de sus
diferencias, ambos títulos presentan una regulación común en buena parte de sus normas de
funcionamiento.

Pese a ello, la letra de cambio sigue siendo el modelo que toma la Ley Cambiaria como punto
de partida, mientras que la regulación del pagaré se realiza por remisión (art. 96) a las normas
sustantivas que se construyen tomando como base a la letra.
Por otra parte, la estructura y funcionamiento de la letra de cambio es más compleja que la del
pagaré. Mientras el pagaré consiste en una promesa de pago por la que el firmante se
compromete a entregar una cantidad de dinero a su vencimiento, la letra de cambio adopta la
forma de una orden o mandato. La letra de cambio es un título-valor, formal y completo, a
través del cual una persona –llamada librador– ordena a otra –llamada librado– a que realice
un pago a favor de un tercero designado en el documento –que se denomina tomador–, en el
lugar y momento señalados. De este modo, se abandona la estructura bilateral del pagaré, por
la que –en principio y salvo endosos y avales– se liga sólo a dos sujetos; para pasar a una
estructura triangular, en la que los sujetos mínimos (al menos formalmente) de la relación
serán tres: librador, librado y tomador.

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De aquí se derivan los caracteres de la letra de cambio:

a) Es un título de crédito o de pago y, más concretamente, un título por el que se ordena


el pago de una suma de dinero, en euros o cualquier otra moneda. Como en el pagaré, no se
puede utilizar para reflejar mandatos de entrega de mercaderías. Además, dado que el pago
se realiza mediante la transmisión de un derecho que el librador tiene a cobrar del librado en
un momento futuro, la letra de cambio cumple una función de ser un título de crédito o de
circulación de los créditos.

b) La letra de cambio materializa una orden o mandato de pago. A través de ella, el


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librador ordena al librado que cumpla un pago a favor de la persona que designe en el título.
Ello supone la existencia de dos sujetos –remitente y destinatario de la letra (letra = litera =
carta)– el librador y el librado. No obstante, esta orden se da para que se satisfaga el crédito
documentado en la letra a favor de un tercero que toma a su cargo la letra –y por lo cual se
denomina tomador–, de modo tal que –a diferencia del pagaré– el número natural de
protagonistas de la letra se amplía hasta tres (y que podrá aumentarse aún más con la
incorporación de sucesivos endosos o avales). Realmente hablamos de tres para referirnos a
las posiciones cambiarias en la letra de cambio, independientemente de que una misma
persona ocupe más de una (por ejemplo, librador y tomador en las letras «a la propia orden»).

c) Normalmente entre el libramiento de la letra y el momento en que se puede ejecutar


la orden de pago ha de transcurrir un lapso de tiempo. Por ello, se dice que la letra sirve como
instrumento para hacer circular el crédito (a diferencia del cheque que, pese a incorporar
también una orden de pago, nace vencido, siendo exigible desde su emisión). Pese a poder ser
libradas con el vencimiento «a la vista» –lo cual podría convertir a la letra en directamente
exigible–, lo normal es que medie un plazo entre libramiento y vencimiento, el cual, al igual
que en el pagaré, podrá ser fijado a fecha fija, a un plazo contado desde la fecha, a la vista o a
un plazo contado desde la vista.

d) Se trata de un título formal que, además –y a diferencia del pagaré– deberá ser
compilado dentro de un formato oficial.

7. EVOLUCIÓN HISTÓRICA Y SITUACIÓN ACTUAL

Tradicionalmente, la doctrina mercantilista sitúa el origen de la letra de cambio en Italia, en la


Baja Edad Media, como un documento asociado al contrato de cambio trayecticio* entre los
comerciantes que trabajaban entre diversas plazas.
*Cambio trayecticio: se refiere a la recepción de dinero en una plaza para ser entregado al
beneficiario en otro lugar (contractus cambii, letra de cambio, giro, etc).

Sin embargo, otros estudios apuntan a que el instrumento pudiera tener un origen musulmán
(probablemente en la época del Califato, siglos VII-VIII). Igualmente, la práctica comercial
medieval hebrea con la letra de cambio –la suftaya-y el cheque –sakn-, que eran de uso
corriente también entre los árabes. Se ha documentado, además, que la letra de cambio era
ya comúnmente utilizada en China. En todo caso, se utilizaba como instrumento de pago entre
personas situadas en distintas localidades, desarrollando posteriormente su función de título
de crédito a partir de la introducción de la cláusula del endoso.
Respecto a nuestro ordenamiento, la regulación de la letra de cambio tenía una posición
dominante: su desarrollo como instrumento de crédito sobre el pagaré, fue mayor. Además, el
pagaré presentaba la desventaja de no quedar completamente desvinculado de la relación

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causal y de que el título sólo llevaba aparejada ejecución cuando respondía a relaciones
comerciales.

La LCCh viene a cambiar las cosas a partir de 1985. El pagaré tiene ahora un tratamiento más
adecuado y su estructura es más simple que la letra de cambio. Esto ha propiciado que su uso
se haya impuesto en las últimas décadas y empiece a tener un mayor reconocimiento
normativo.

8. FUNCIÓN ECONÓMICA
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La letra de cambio cumple la función principal de permitir el desplazamiento de un crédito que


el librador tiene contra el librado sin necesidad de recurrir a las estructuras más rígidas propias
de la cesión ordinaria. Así, el librador (que emite la letra) incorpora al título un derecho de
crédito que tiene previamente contra el librado. En cambio, en la estructura del pagaré, el
firmante, en lugar de efectuar el pago de la deuda que tiene con el beneficiario (relación
causal), le extiende el título en el que se articula un aplazamiento del pago debido, con la
característica de que el pago se incorpora al documento como una promesa pura e
incondicional de pago que puede ser transferida a otros sujetos que se relacionen con el
beneficiario.

La primera función económica de la letra de cambio es servir de instrumento de crédito en las


relaciones comerciales entre empresarios. Por ejemplo, es el caso del comerciante que
adquiere unas mercancías de un proveedor y le solicita un aplazamiento para el pago a través
de una letra o un pagaré. En este supuesto, puede ocurrir que durante el tiempo que media
desde que se contrae la deuda hasta su vencimiento, el acreedor pueda estar interesado en
hacer circular ese crédito. Es decir, poder utilizar los fondos que obtendrá en el futuro con la
liquidación del título y que actualmente se encuentran congelados en el crédito aplazado. A
este fin, librará una letra de cambio para comunicar a su deudor la orden pura y simple de
pagar el importe debido sobre la base de la relación causal a otra persona designada en el
documento –el tomador–. Del mismo modo, siendo emitido naturalmente como instrumento
a la orden, este tomador podrá utilizar el derecho de crédito recibido de su deudor (que, a la
vez es el librador de la letra), endosándolo a otros sujetos (sucesivos tenedores) en pago de sus
créditos.

Igualmente, la letra de cambio cumple una función de garantía del pago del crédito que en ella
se instrumenta. Cada uno de los sujetos que firma la letra (librador, librado aceptante,
endosantes, avalistas) se compromete con su suscripción a responder del buen fin de la letra.
De este modo, si llegado su vencimiento el librado no satisface su importe, se podrá proceder
en vía de regreso requiriendo el pago a los sucesivos tenedores del documento.
La letra de cambio presenta las mismas ventajas sobre la cesión ordinaria de créditos que ya
estudiamos respecto del pagaré.

9. ELEMENTOS SUBJETIVOS: LIBRADOR, LIBRADO, TOMADOR, ENDOSATARIO,


AVALISTA

a) El librador es la persona que emite la letra de cambio y que, necesariamente,


responde del pago de ésta. Aparece como acreedor en la relación subyacente, ostentando un
derecho de crédito contra el que será librado en la letra de cambio. Su posición jurídica en el
documento es la de mandante, es decir, ordena al librado a que realice un pago a un tercero
–tomador–, con una cuantía y en el momento y lugar determinados en el título.
No obstante, la emisión de la letra de cambio puede tener lugar sin que lo sepa (sin que lo

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acepte todavía) el librado, que podrá asumir o no la obligación del pago. De hecho, el art. 1 de
la LCCh no considera como requisito necesario de la letra de cambio la firma del librado, a
diferencia de la del librador que sí es obligatoria. Este funcionamiento es lógico: cualquier
persona podría rellenar una letra de cambio por la que ordene a otro (conocido o desconocido)
que pague a un tercero; si el mandatario no acepta hacer frente a tal pago, no quedará
obligado. En cambio, el librador, al emitir la letra de cambio y hacerla circular para pagar a un
acreedor suyo, sí asume tal pago –y firma la letra–. Por tanto, deberá responder de su
satisfacción frente al tomador o frente a cualquiera de los poseedores de la letra. El librador,
por sí o por representante, garantiza el pago de la letra, siendo nula cualquier cláusula
exoneratoria que se inserte en el título. Sin embargo, puede declinar la responsabilidad por la
aceptación; es decir, por la declaración del librado, previa al pago, comprometiéndose a
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efectuarlo.

b) El librado aparece como deudor de la letra y como persona que, en principio, debiera
responder de su pago. Hay que destacar que esta obligación de pago no la asume realmente
hasta la aceptación, que se realizará firmando la letra de cambio girada a su nombre. La
aceptación de la letra puede realizarse en el momento de su libramiento o bien, en un
momento posterior y siempre antes de la fecha de su vencimiento (presentación a la
aceptación) –art. 25 LCCh–.

c) El tomador es la persona a favor de la cual, en principio, el librado deberá atender a


la orden de pago del librador. Se trata, por tanto, del legitimado a exigir del librado el pago de
la letra. La mención de esta persona es obligatoria (art. 1.6º LCCh), es decir, la letra deberá
contener «el nombre de la persona a quien se ha de hacer el pago o a cuya orden se ha de
efectuar». No obstante, como los requisitos exigidos en el art. 1 de la Ley sólo han de reunirse
en el momento del vencimiento de la letra (admitiéndose así la circulación de la letra en blanco,
art.12 LCCh), será relativamente frecuente que el librador emita la letra contra su librado y no
rellene la persona del tomador hasta un momento posterior.
Por ello, también es posible que la persona que se designe como legitimado al cobro sea el
propio librador. Esto sucederá cuando librado y librador acuerden emitir una o varias letras de
pago para articular el aplazamiento de la deuda que media entre ambos – siendo,
normalmente, aceptada por el librado en dicho momento–, y que posteriormente el acreedor
(librador) no se vea en la necesidad de hacer circular el título (no tenga obligaciones con sus
acreedores, o no le interese aplazar la satisfacción de éstas), por lo que esperará a su
vencimiento para exigir el cobro él mismo. Esto es lo que se denomina letra girada «a la propia
orden».

El tomador es pues el beneficiario del mandato de pago, que devendrá acreedor del crédito si
continúa siendo tomador y poseedor al vencimiento. El tomador puede además disponer de la
letra mediante su transmisión a tercero.

d) El endosante/endosatario. La letra de cambio es un título destinado a la circulación


de créditos. Por ello, el tomador de la letra podrá transmitirla otros sujetos, que pasarán a
estar legitimados para el ejercicio del derecho de crédito que incorpora. A este respecto son
aplicables todas las precisiones que hicimos anteriormente sobre el endoso del pagaré.

e) El avalista. Al igual que en el pagaré, puede haber sujetos externos que intervengan
en la relación cambiaria para garantizar el pago de cualquiera de los sujetos que firman el
documento. A diferencia de lo que ocurre en el pagaré, si se inserta un aval en la letra de
cambio sin indicación expresa de la persona a la que avala, se entenderá que avala al librado
aceptante y, a falta de éste, al librador. El resto del régimen del aval es similar al del pagaré.

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10. ELEMENTOS FORMALES: MANDATO DE PAGO, MODELO, OFICIAL, TIMBRE

El art. 1 de la LCCh establece las notas que son imperativamente necesarias para considerar el
título como letra de cambio, de modo que «el documento que carezca de alguno de los
requisitos que se indican en el artículo precedente no se considera letra de cambio» (art. 2
LCCh), siempre y cuando no se trate de las circunstancias subsanables a las que se refiere
seguidamente y que analizaremos con los requisitos. Estos requisitos del título son:

1. La denominación de letra de cambio inserta en el texto mismo del título, expresada


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en el idioma empleado para su redacción. Como la letra de cambio posee un modelo


oficial, esta indicación ya se encuentra contenida en el formato, por lo que su falta es
prácticamente imposible.

2. El mandato puro y simple de pagar una suma determinada en euros o moneda


extranjera convertible admitida a cotización oficial. El modelo oficial, siguiendo una pauta
consuetudinaria arraigada, invita a mencionarla por dos veces, una en expresión numérica y
otra en letra (se aplica el art. 7 en caso de discrepancias).

3. El nombre de la persona que ha de pagar, denominada librado. Es necesario designar


al destinatario de la orden de pago, que podrá ser persona física o jurídica. En el caso de indicar
la letra el pago a varios sujetos, se considera que están llamados solidariamente. La letra se
podrá girar también a la propia orden.

4. La indicación del vencimiento. El vencimiento podrá indicarse, igual que en el pagaré,


a fecha fija, a un plazo contado desde la fecha, a la vista, a un plazo contado desde la vista. Si
no se menciona expresamente en el formato, la letra se entenderá pagadera a la vista.

5. El lugar en que se ha de efectuar el pago. Normalmente, la letra de cambio será


pagada en un establecimiento financiero en el que el librado tenga cuenta con fondos
disponibles, esto es, se librará la letra con domiciliación bancaria (domiciliación perfecta). En
estos casos, al llegar el vencimiento, la letra de cambio se presentará al cobro a esa entidad.
También se podrá fijar como lugar de pago el domicilio de cualquier otro tercero, en cuyo caso
se deberá reclamar a éste el pago, salvo que se exprese que pagará el propio librado. En el caso
de que no haya indicación sobre el lugar del pago, se entenderá el del domicilio del librado,
que figure junto a su nombre.

6. El nombre de la persona a quien se ha de hacer el pago o a cuya orden se ha de


efectuar, esto es, la designación del tomador. Del mismo modo, se indicará si éste tiene la
facultad de ceder la letra, lo cual se presume salvo prohibición expresa (cláusula «no a la
orden»). La designación del tomador es requisito imprescindible de la letra de cambio.

7. La fecha y el lugar en que la letra se libra. La letra de cambio que no indique el lugar
de su emisión se considerará librada en el lugar designado junto al nombre del librador.

8. La firma del que emite la letra, denominado librador. Éste podrá firmar por sí o por
representante (necesariamente por representante el librador persona jurídica).

Para su validez, la letra de cambio ha de ser completada dentro del modelo oficial en papel
timbrado, que tiene un formato uniforme y da entrada a estos requisitos. El modelo en papel
timbrado incorpora, además, el pago del impuesto, que será proporcional a la cuantía y

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vencimiento fijados en la letra (a mayor cuantía del documento, mayor será la cuota tributaria).
Estas formalidades son imprescindibles para que el documento que la ostente tenga la
consideración legal de letra de cambio y los efectos consiguientes unidos a ésta.

En la actualidad, la emisión de letras de cambio y sus efectos se encuentran regulados en el


texto refundido de la Ley del Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos
Documentados, aprobado por el Real Decreto Legislativo 17/1993, de 24 de septiembre. Del
art. 37.1 se desprende la necesidad de extender la letra en el efecto timbrado de la clase que
corresponda a su cuantía. Estos efectos siguen el modelo aprobado a través de la Orden de 30
de junio de 1999, siendo confeccionados por la Fábrica nacional de Moneda y Timbre. La falta
de timbre en el documento, con el consiguiente pago del impuesto, implicará que el título
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carezca de eficacia ejecutiva, perdiendo los caracteres propios de los documentos cambiarios
y sirviendo exclusivamente como instrumento de prueba para reflejar un crédito y sus
respectivas cesiones (STS de 10 de julio de 2009).

11. SIMILITUDES Y DIFERENCIAS CON EL PAGARÉ

En la actualidad el pagaré se ha impuesto en el tráfico comercial, pero comparte con la letra


de cambio buena parte de su régimen jurídico: algunas reglas de su funcionamiento son
idénticas (endosos, avales, juicio cambiario...), pero la letra es una orden de pago y el pagaré
una promesa.

La principal diferencia entre la letra y el pagaré es la premisa de la aceptación de la letra por


el librado para que éste asuma obligación cambiaria. Esto no ocurre en el pagaré, ya que éste
implica una promesa de pago de la misma persona que lo emite, y este pago se asume por el
mero hecho de la emisión del pagaré. Por medio de la firma, el firmante asume el deber de
pago (promesa de pago). En cambio, en la letra, el sujeto que emite el documento es distinto
del que ha de pagar, librado, por lo que éste deberá aceptar expresamente la obligación.

Las demás diferencias tienen menos importancia y se derivan directamente de esta divergencia
orden de pago / promesa de pago. Destacamos las siguientes:

1. Con el endoso de la letra de cambio, el endosante garantiza la aceptación y el pago,


salvo cláusula contrario. En cambio, en el pagaré, los endosantes sólo pueden adquirir el
compromiso por el pago, al no existir la aceptación.

2. Si en el aval no se indica al sujeto al que se avala, en la letra de cambio se considerará


que el aval se realiza al librado aceptante y, en defecto de éste, al librador. En el pagaré,
siempre a favor del firmante.

3. En la letra de cambio, el vencimiento a un plazo desde la vista se determinará desde


la fecha de aceptación o, en defecto de ésta, por la del protesto o declaración equivalente. Por
su parte, en el pagaré librado con vencimiento a un plazo desde la vista, tal trámite se cumple
insertando en el documento la indicación «visto» o equivalente.

4. La letra de cambio puede ser girada contra dos o más librados, sometiéndose al
régimen del art. 44 de la LCCh.

5. Cesión de la provisión. El artículo 69 de la Ley Cambiaria regula el supuesto de cesión


de la provisión, consistente en que a través de ella el librador cede al tomador de la letra
también los derechos que corresponderían a éste respecto del librado sobre la base de la

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relación causal que une a ambos. Esta cesión de la provisión se rige por las normas de la cesión
ordinaria de créditos y legitima al cesionario a ejercitar las acciones causales que tendría el
cedente, quien se verá sometido, consecuentemente, a las excepciones que el librado podía
interponer frente al librador sobre la base de la relación causal.

6. Se admite la posibilidad de librar letras de cambio en pluralidad de ejemplares, según


el régimen de los arts. 79 a 81 de la Ley.

12. LA ACEPTACIÓN. CONCEPTO Y FUNCIÓN. PRESENTACIÓN A LA ACEPTACIÓN.


ACTITUDES DEL LIBRADO REQUERIDO PARA ACEPTAR. FALTA DE ACEPTACIÓN Y
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CONSECUENCIAS

Veíamos anteriormente que la diferencia principal entre el régimen de la letra y del pagaré es
la aceptación, derivada de la propia estructura de la letra como orden de pago. La aceptación
se puede definir como la manifestación pura y simple que realiza el librado comprometiéndose
a cumplir el mandato de pago que recibe del librador y que figura en el documento.

La aceptación puede indicarse en cualquier momento anterior al vencimiento del título, pero
a veces resulta conveniente que la letra sea aceptada antes de hacerla circular. En estos casos,
el propio librador exige del librado que declare su compromiso de pagarla. De esta forma
fortalece las probabilidades de cobro de la letra, ya que el tomador sabrá que cuenta con la
vinculación expresa del llamado a pagarla y no sólo con la responsabilidad del librador.

La Ley Cambiaria regula la aceptación en los arts. 25 a 34. Se trata de una regulación que, sin
embargo, supone que la letra llega a poder del tomador sin haber sido aceptada, siendo el
tomador (o los sucesivos tenedores del documento) el que interesa la aceptación de la letra
por el librado antes de su vencimiento.

La aceptación, como declaración cambiaria, debe hacerse constar en la misma letra o en un


suplemento (art. 29 LCCh), si bien, lo normal será su aceptación en el formato de la letra, que
reserva específicamente un espacio para la firma del librado. En caso de duplicados, puede
ponerse en cualquiera de los ejemplares, pero sólo en uno (art. 81 LCCh), pues de lo contrario
podría significar la asunción de más de un compromiso de pago. Por ello mismo, en las copias
tampoco se indicará la aceptación.

Para que sea válida, se ha de indicar al menos la fórmula «acepto» o expresión equivalente, a
la que se deberá acompañar la firma autógrafa del librado o su apoderado. Se presume que se
ha aceptado la letra simplemente con la consignación de la firma del librador en el anverso del
título (art. 19 LCCh). La fecha no es imprescindible, salvo que por ella se deba determinar el
vencimiento.

La aceptación no puede quedar condicionada, es decir, ha de ser una declaración pura e


incondicionada de asumir el pago de la letra (art. 30 LCCh). Sin embargo, se puede aceptar el
pago de parte de la letra. Los demás términos fijados por el librador no pueden ser modificados
ni condicionados, ya que en el caso de alterarse, se considerará que no ha habido aceptación,
aunque el aceptante queda vinculado en los términos en que se obligue.

En el caso de entrar la letra en circulación sin haber sido aceptada por el librado, se considera
la facultad del tomador y de los sucesivos tenedores de presentar la letra a la aceptación (art.
25 LCCh). Ello salvo que el librador –o, a veces, los endosantes–, hayan establecido un plazo
para la presentación (art. 26 LCCh), que deberá observarse pues, de lo contrario, se extinguirá

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su responsabilidad por el buen fin de la letra. Esta facultad de presentación a la aceptación, en


cambio, deviene obligación en las letras con vencimiento a un plazo desde la vista, para, a partir
de ella, determinar el vencimiento. La presentación ha de hacerse a la persona del librado en
el lugar de su domicilio.

El librado requerido de aceptación, que en ningún caso podrá pedir la entrega del título, podrá
adoptar alguna de las siguientes posiciones:

a) Aceptar, pura y simplemente, la letra por todo su importe.

b) Aceptar parcialmente, lo que significa que sólo se compromete al pago de una


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cantidad inferior a la consignada en el título. Por el resto del importe, el portador tendrá que
actuar contra los demás responsables de la falta de aceptación.

c) Solicitar un período de reflexión de 24 horas para decidirse, en función de la


confirmación de la situación de su relación causal con el librador (art. 28 LCCh).

d) Negar la aceptación, haciéndolo constar en la letra y dando, -o no-, razón de su


negativa. De este modo se acreditará que la letra fue presentada a la aceptación, no siendo
necesario el protesto para demostrarlo.

e) Negar la aceptación sin hacerlo constar en el documento. Este caso exigirá algún
medio para acreditar que el tenedor presentó la letra a aceptación.

f) El art. 34 considera la posibilidad de arrepentimiento del aceptante, al estimar que


cuando el librado tuviere en su poder la letra para su aceptación, la aceptare y antes de
devolverla la tachare o cancelare la aceptación, se considerará que la letra no ha sido aceptada;
presumiéndose que la cancelación se ha hecho por el propio librado antes de la devolución del
título.

Sólo a través de la aceptación el librado asume el compromiso de pagar la deuda cambiaria,


sumándose al círculo de los obligados cambiarios como deudor directo y principal (art. 33
LCCh). Por el contrario, en caso de negarse a la aceptación, no quedará obligado por la letra,
aunque se le podrá exigir responsabilidad extracambiaria si ha faltado a algún deber que
tuviera derivado de sus relaciones con el librador.

La negativa a aceptar indica una predisposición evidente a no hacer frente al pago de la deuda
a su vencimiento. Por tanto, esta negativa a aceptar se considera suficiente para que el tenedor
pueda exigir el pago anticipado de la letra a los responsables en vía de regreso (librador,
endosantes y los avalistas de ambos). Para ello se debe acreditar mediante protesto notarial
haber intentado inútilmente la aceptación (art. 51), no siendo necesario el protesto –salvo que
el librador lo haya exigido expresamente– la declaración del librado en la que niega la
aceptación o realiza simplemente una aceptación parcial.
Este esquema es modificado si existen indicados de quienes recabar la aceptación y la presten
o que se presente alguien espontáneamente a aceptar y el tenedor lo admita. En estos casos
de intervención en la aceptación, el tenedor es libre de admitir o no la intervención ofrecida,
pero si la admite, ya no puede exigir el reembolso de la letra hasta el vencimiento (v. arts. 70 a
73 LCCh).

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TEMA 18 (Lección 48)


EL CHEQUE. LA FACTURA ACEPTADA

I. Concepto y función económica


1. Evolución histórica y régimen vigente
2. Caracteres del cheque
3. Elementos subjetivos: librador, librado, tomador, endosante, avalista
4. Elementos formales: orden de pago
5. Clases de cheque en función de su libramiento
II. Emisión del cheque: el libramiento
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6. Cláusulas obligatorias
7. Cláusulas potestativas
8. La confirmación del cheque
III. Circulación del cheque
IV. Garantía del cheque: el aval
V. Pago del cheque
9. Presentación y pago del cheque
10. Revocación del cheque y oposición al pago
11. Falta de pago ordinario y protesto del cheque
12. Pago extraordinario del cheque y acciones que lo protegen
VI. Prescripción
VII. Cheques especiales
13. Cheque cruzado
14. Cheque para abonar en cuenta
15. Cheque conformado
16. Cheque de banco
17. Cheque turístico
VIII. El cheque falso, el cheque sin fondos, extravío, sustracción y destrucción del cheque
IX. La factura aceptada

I. CONCEPTO Y FUNCIÓN ECONÓMICA

El cheque es un título-valor cambiario a través del cual el librador da una orden o mandato
incondicionado de pago a una entidad bancaria para que satisfaga a la vista una determinada
suma de dinero al tenedor legítimo del documento. El cheque, al igual que la letra de cambio,
incluye una orden de pago; pero se diferencia de la letra en que nace vencido. Así, el librado al
que se dirige la orden de pago del cheque (que deberá ser una entidad bancaria) ha de cumplir
la orden del pago en el momento de su presentación. Además, a diferencia de la letra de
cambio, el cheque no puede ser aceptado, debiendo ser atendido siempre que haya fondos
disponibles por el banco al que se da la orden.

La finalidad económica del cheque es la de ser un instrumento de pago, a diferencia del pagaré
y la letra de cambio que cumplen, principalmente, la finalidad de ser instrumentos de crédito.
Lo más frecuente es que el emisor del cheque lo expida a favor de otros sujetos, para evitar los
pagos en metálico. Por su parte, el tomador puede hacer circular el crédito materializado en el
cheque a través de su endoso, circulando al igual que los demás documentos cambiarios, o
bien, ingresarlo para que se le abone en su cuenta bancaria.

A destacar que el cheque una vez cobrado, sirve como instrumento de prueba del pago.
Cuando el beneficiario del cheque procede a su cobro en la entidad bancaria en que se
encuentra domiciliado, debe entregar el título, por lo que la posesión de éste por el banco sirve

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como medio de prueba de que la deuda cambiaria ha sido satisfecha.

El cheque puede desempeñar, además, una función de aseguración: el tenedor del documento
puede ingresarlo directamente en su cuenta corriente –del mismo u otro banco– sin necesidad
del traslado material en metálico del importe.

1. EVOLUCIÓN HISTÓRICA Y RÉGIMEN VIGENTE

El cheque se genera en el tráfico comercial de las ciudades italianas de la Baja Edad Media: se
empleaba un tipo de documento- llamado assegno- que se utilizaba para retirar los fondos que
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se depositaban previamente en manos de un banquero. A este documento se le aplicaba un


régimen similar al de la letra de cambio. Otro antecedente remoto de los cheques lo
encontramos en las cedule di cartulario que se empezaron a utilizar ya en la Edad Moderna en
las relaciones con los primeros bancos.

No obstante, la generalización del uso del cheque y su configuración con los caracteres
actuales, no se produce hasta el desarrollo de la industrialización en Inglaterra.

Por lo que respecta a nuestro entorno, con el desarrollo de las primeras codificaciones, su
empleo era limitado y se trataba más de un instrumento propio de la práctica anglosajona. El
CCom de 1829 no contiene una regulación del cheque, que no se reconoce en nuestro
ordenamiento hasta el CCom de 1885. En la actualidad, aparece regulado en la Ley Cambiaria
y del Cheque, en sus arts 106 a 167, en los que se reproduce el Convenio unificador de la
Conferencia de Ginebra de 1931, por la que se aprobó una Ley Uniforme en materia de
cheques y otra destinada a reglamentar ciertos conflictos de leyes en materia de cheques.

2. CARACTERES DEL CHEQUE

El cheque supone una orden o mandato incondicional de pago, incorporado a un título de


crédito formal y completo, que permite al librador disponer, a favor de una determinada
persona o del simple portador del título, de fondos que tenga disponibles en un banco. De este
concepto se pueden extraer las siguientes características:

a) El cheque implica una orden de pago pura y simple, que no puede estar sometida a
ninguna condición (art. 106.2 LCCh).

b) La orden de pago del cheque se realiza necesariamente a la vista. El cheque «nace


vencido», esto quiere decir que su legítimo tenedor podrá exigir su pago desde el momento
que tenga el título. El cheque se utiliza como instrumento de pago. El pago propiamente dicho
no se producirá hasta que no se cobre su importe o se perjudique el documento por culpa del
tenedor (art. 1170.II CC)–. De este modo, en el documento del cheque no se deberá hacer
constar fecha de vencimiento. Además, la propia Ley (art. 134) establece que cualquier
mención contraria al pago a la vista se tendrá por no escrita.

c) La orden de pago contenida en el cheque se materializa sobre unos fondos disponibles


en el banco o entidad de crédito al que se da la orden de pago. Para que el cheque pueda ser
pagadero a la vista, la normativa exige que haya fondos suficientes en el banco o entidad de
crédito que deba realizar el pago para atender a la petición. En este sentido, la norma exige
que el cheque se libre contra un banco o entidad de crédito que tenga fondos a disposición del
librador y que haya habido un acuerdo entre ambos por el que el librador tenga derecho a
disponer por cheque de tales fondos. La Ley refleja así la doble relación interna (de provisión

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de fondos y el pacto de disponibilidad o contrato de cheque) que ha de mediar entre librador


y librado y que supone la base para el funcionamiento del cheque. En caso de que se emita un
cheque sin haber fondos suficientes disponibles, el librador puede incurrir en responsabilidad.
En todo caso, el banco estará obligado a realizar un pago parcial por la cuantía de fondos
existentes, y el librador quedará obligado al pago de la suma indicada en el cheque, más el 10
% del importe no cubierto y, en su caso, la indemnización por daños y perjuicios. De todas
formas, los cheques emitidos con cargo a una cuenta sin fondos suficientes, no pierde el
carácter de cheque, que tampoco se perderá en caso de que falte el pacto de utilización del
instrumento entre librador y librado. Además, en nuestro ordenamiento jurídico el libramiento
de un cheque sin fondos puede ser considerado como una forma de estafa en virtud del artículo
250.1.3º del Código Penal.
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d) El cheque no puede ser aceptado. Cualquier fórmula de aceptación puesta en un


cheque se reputará no escrita (art. 109 LCCh). Esta consideración es lógica si se parte de la
premisa de que el título implica una orden de pago incondicional y ya vencida, que se sustenta
sobre un pacto y una provisión de fondos previos realizados entre el librador y el banco librado.

3. ELEMENTOS SUBJETIVOS: LIBRADOR, LIBRADO, TOMADOR, ENDOSANTE,


AVALISTA

A través de la emisión del cheque el librador da una orden de pago al banco librado para que
realice el pago documentado en el cheque a otro sujeto, llamado tomador. Este tomador, a su
vez, podrá hacer circular el título a través de su endoso, pudiendo promover así la circulación
del cheque como título cambiario. Al igual que en la letra y el pagaré, a estas relaciones se
puede sumar la intervención de avalistas que garanticen que el sujeto al que se vinculan
cumplirá con la obligación que le corresponda.

El librador es el emitente del cheque que da una orden de pago al banco con el que
previamente ha tenido que suscribir un pacto de cheque y en el que previamente ha tenido
que realizar una provisión de fondos en cuantía suficiente para cubrir el importe de la deuda.
Éste será el deudor en la relación extracambiaria por la cual se emite el cheque y será
responsable último de su pago.

Por su parte, el librado ha de ser necesariamente una entidad bancaria en la que el librador
tenga una cuenta corriente que lleve aparejada un pacto de cheque. Como mandatario del
librador ha de realizar el pago al sujeto que sea legítimo tenedor en las condiciones que
aparezcan especificadas en el cheque que se le exhiba, no pudiéndose oponer al pago mientras
haya fondos en la cuenta corriente. Al mismo tiempo, el cheque no puede ser aceptado –o,
mejor dicho, es como si naciera ya aceptado–, por lo que el librado deberá responder del pago
que se le pida, cumpliendo así la orden recibida del librador. Finalmente, destacar que el
librado no es realmente deudor, sino simplemente mandatario que realiza la orden de pago
con cargo a unos fondos previamente provistos por el librador.

Por lo que respecta al endoso y a los avalistas del cheque, su régimen es similar al de los demás
títulos cambiarios, si bien por la propia configuración del cheque su empleo será bastante más
marginal.

4. ELEMENTOS FORMALES: ORDEN DE PAGO

Al igual que ocurre con el pagaré, no existe un formato oficial y obligatorio que deba ser
empleado como cheque. Por tanto, en principio será válido cualquier documento que contenga

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las menciones mínimas obligatorias mencionadas en el art. 106 LCCh.

En todo caso, por su propia estructura, la emisión del cheque requiere dos presupuestos:

1) En primer lugar, que existan fondos en el banco de los que pueda disponer el librador
y que sean suficientes para atender al pago del cheque. Sin embargo, como hemos visto
anteriormente, la falta de fondos en el banco no hace que el cheque sea inválido.

2) En segundo lugar, será necesario, el pacto o contrato de cheque entre librador y


banco para poder disponer de fondos emitiendo tales documentos. Normalmente al suscribir
un contrato de cuenta corriente bancaria, se permite la posibilidad de disponer del dinero
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existente en tal cuenta a través de cheques. La LCCh no exige que los cheques se extiendan en
formularios impresos, admitiéndose cualquier formato escrito. Sin embargo, aunque no existe
un documento oficial de cheque, existe un formato determinado en los talonarios de cheques
de las entidades bancarias.
Sobre la base del contrato de cheque los bancos ponen a disposición de sus clientes un
talonario de cheques en los que se contienen copias del formulario que pueden emplear éstos
para dar al banco sus órdenes de pago. Es frecuente, además, que en el pacto de cheque se
estipule que el banco no atenderá a pagos que no sean mandados a través de estos
documentos. Cuando el cliente no disponga de más cheques o no los lleve consigo podrá hacer
uso de los llamados «cheques de ventanilla», que se suscriben y cobran de forma inmediata
por el cliente.

Pese a no someterse necesaria e imperativamente a un modelo oficial, el cheque puede estar


sujeto al pago del impuesto de Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados,
del mismo modo que analizábamos respecto del pagaré. Así, con igual razonamiento, el
cheque que cumpla la función de giro debe tributar por el impuesto, exceptuándose, por tanto,
los que sean emitidos en forma nominativa con la cláusula «no a la orden». Dado que sólo se
someten al impuesto los documentos que realizan función de giro, gravándose por tanto la
circulación del tributo, se ha de entender que los cheques nominativos directos sólo se
encuentran sometidos al pago del tributo cuando circulen, cumpliéndose así lo previsto en el
artículo 33.2 de la Ley: «se entenderá que un documento realiza función de giro cuando
acredite remisión de fondos o signo equivalente de un lugar a otro, o implique una orden de
pago, aun en el mismo en que ésta se haya dado, o figure en él la cláusula a la orden». El sujeto
obligado al pago del tributo será el librador, y el pago se realizará a través del empleo de
timbres móviles (art. 37.2).

5. CLASES DE CHEQUE EN FUNCIÓN DE SU LIBRAMIENTO

Al igual que ocurría con el pagaré y la letra de cambio, el cheque puede ser emitido en blanco.
Sólo se necesita que el documento reúna las menciones obligatorias del art. 106 LCCh en el
momento en que se presente al banco para su cobro (de este modo, el art. 119 transcribe para
el cheque el contenido del art. 12 LCCh).

Art. 119 LCCh. Cuando un cheque, incompleto en el momento de su emisión, se hubiese


completado contrariamente a los acuerdos celebrados, el incumplimiento de estos acuerdos
no podrá alegarse contra el tenedor a menos que éste haya adquirido el cheque de mala fe o
con culpa grave.

Por otra parte, el cheque puede ser librado de diferentes formas que se establecen en el art.
111 LCCh. A diferencia de lo que ocurre para la letra de cambio, la Ley no considera como

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contenido necesario del cheque que se haga referencia a la persona a quien se haya de pagar.
Según el art. 111 el cheque puede ser librado para que se pague:

a) A persona determinada, con o sin cláusula «a la orden».

b) A una persona determinada con la cláusula «no a la orden» u otra equivalente. En


este caso, el cheque además de nominativo tendrá prohibida su circulación. Su importe deberá
ser cobrado necesariamente por el tomador del título.

c) Al portador. Se considerará también cheque al portador el que incluya la mención de


una persona determinada junto a la expresión «o al portador», así como el cheque que en el
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momento de su presentación al cobro carezca de indicación del tenedor.

Por su parte, el art. 112 LCCh establece que el cheque puede librarse:

a) A favor o a la orden del mismo librador. En este caso, el librador da una orden al
librado por la cual pretende cobrar el mismo una determinada cantidad de dinero. Es el caso
de la utilización del cheque para disponer el propio titular de la cuenta de cantidades en ésta
consignadas. También podrá el librador-tenedor poner el cheque en circulación endosándolo
a otra persona.

b) Por cuenta de un tercero. Este no es un supuesto de representación cambiaria. En


este caso, el librador, aunque actúe por cuenta de un tercero y lo exprese en el título, gira en
nombre propio y queda directamente vinculado por la garantía de pago que impone el art. 118
de la Ley, sin perjuicio de sus relaciones (extracambiarias) con el tercero por cuya cuenta gira.

Art. 118 LCCh. El librador garantiza el pago. Toda cláusula por la cual se exonere de la
garantía del pago se considerará como no escrita.

c) Contra el propio librador, siempre que el título se emita entre distintos


establecimientos del mismo. De este modo, el cheque es empleado como instrumento para
articular las relaciones internas entre los bancos al objeto de conseguir la circulación de sus
capitales, transitando de un establecimiento a otro del mismo banco que será al mismo tiempo
librador y librado.

II. EMISIÓN DEL CHEQUE: EL LIBRAMIENTO

6. CLÁUSULAS OBLIGATORIAS

El cheque es un título formal, y para que pueda considerarse como tal, debe cumplir los
requisitos de forma exigidos en el art. 106 LCCh, que son los siguientes:

1. La denominación de cheque inserta en el texto mismo del título expresada en el


idioma empleado para la redacción de dicho título. Con ello se trata de diferenciar el cheque
de otras órdenes de pago, aunque existe jurisprudencia que ha admitido como cheques títulos
que no contenían dicha mención.

2. El mandato puro y simple de pagar una suma determinada en pesetas o en moneda


extranjera convertible admitida a cotización oficial. Estamos ante una orden de pago que no
puede estar sometida a término o condición alguna. La cantidad de dinero en que consiste la
orden de pago ha de estar claramente indicada en el documento. Al tratarse de un título que

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nace vencido, no se admite la cláusula de intereses en el cheque, que se reputará por no escrita
(art. 113 LCCh). Como no existe un modelo oficial de cheque que deba ser utilizado
imperativamente, y al no estar mencionado este requisito expresamente, no se exige que la
cuantía del pago se indique en dos ocasiones (una con letras y otra con números). Por tanto,
será válido el cheque que sólo indique en una ocasión el importe (bien sea en letra o en
número). No obstante, el art. 115 reproduce una regla similar a la que contenía para el pagaré
y la letra de cambio en relativo a los posibles conflictos que pudieran surgir: así, se preferirá la
letra sobre la indicación en números, y cuando el importe esté escrito varias veces por cuantía
diferente ya sea en letra, ya sea en números, se considerará válida la cantidad menor.

3. El nombre del que debe pagar, denominado librado, que necesariamente ha de ser
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un Banco.
El librado ha de ser necesariamente un banco o entidad de crédito (arts. 108 y 114 LCCh).
Si falta este requisito, la orden de pago no conformará un cheque, aunque se pueda utilizar
como un documento probatorio de la relación jurídica de crédito que consta en él.

4. El lugar de pago. Si no se indica, será el lugar designado junto al nombre del librado.
Si se designasen varios lugares, el cheque será pagadero en el primer lugar que se mencione.
A falta de estas indicaciones o de cualquier otra, el cheque deberá pagarse en el lugar que ha
sido emitido, y si en él no tiene el librado ningún establecimiento, en el lugar donde el librado
tenga el establecimiento principal. Lo normal, sin embargo, es que el cheque se domicilie en
una cuenta corriente, de modo que se emita para que se pague en el domicilio del librado, que
será una entidad bancaria (art. 114 LCCh).

5. La fecha y el lugar de emisión del cheque. Si no se menciona el lugar de emisión, se


considerará suscrito en el lugar que se indique al lado del nombre del librador. En cambio, tiene
mayor relevancia la indicación de la fecha de libramiento, ya que despliega sus efectos a la hora
de computar el plazo de presentación del cheque al pago (arts. 134 y 135 LCCh).

Art. 134 LCCh. El cheque es pagadero a la vista. Cualquier mención contraria se reputa
no escrita.

El cheque presentado al pago antes del día indicado como fecha de emisión, es
pagadero el día de la presentación.

Art. 135 LCCh. El cheque emitido y pagadero en España deberá ser presentado a su
pago en un plazo de 15 días.

El cheque emitido en el extranjero y pagadero en España deberá presentarse en un


plazo de 20 días si fue emitido en Europa y 60 días si lo fue fuera de Europa.

Los plazos anteriores se computan a partir del día que consta en el cheque como fecha
de emisión, no excluyéndose los días inhábiles, pero si el día del vencimiento lo fuere, se
entenderá que el cheque vence el primer día hábil siguiente.

En caso de falta de alguno de estos requisitos –salvo que la omisión pueda ser suplida según
las normas del art. 107–, hará que el documento no merezca la consideración de cheque.

La LCCh repite para el cheque en los arts. 116 y 117 lo dicho en los arts. 8, 9 y 10, respecto a la
existencia de firmas de personas incapaces para obligarse, personas imaginarias o de firmas
falsas, así como admitiendo la posibilidad de firma por poder. A ello hay que añadir lo

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establecido en el art. 156, que considera que el daño derivado del pago de un cheque falso o
falsificado será imputado al librado, salvo que se aprecie negligencia o culpa de parte del
librador en la custodia del talonario. Como ha considerado la jurisprudencia (STS de 17 de
marzo de 2000), se trata de una responsabilidad profesional a cargo de la entidad que
presuntamente resultaría beneficiaria del tráfico de estos títulos.

7. CLÁUSULAS POTESTATIVAS

Se podrá indicar, como cláusulas facultativas, cualquier mención siempre que sea lícita y no sea
contraria a la estructura y funcionamiento del cheque. De este modo, nada impide que el
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cheque pueda contener determinadas menciones en atención a los intereses particulares de


los intervinientes. Por ejemplo, son relativamente habituales las menciones «certificación» o
«visado» (art. 110), las cláusulas «sin gastos» (art. 147), «para abonar en cuenta» (art. 145), «y
compañía», «no a la orden» (art. 111), «con protesto» (art. 147), «sin mi responsabilidad» (art.
124), «gestión de cobranza» (art. 129), etc.

En virtud de la incorporación de algunas de estas cláusulas surgen los que consideraremos tipos
especiales de cheque y que veremos más adelante. No serán válidas, por estar expresamente
prohibidas, la cláusula de intereses (art. 113) y la de exoneración de garantía por parte del
librador (art. 118). Tampoco será válida la cláusula que indique un vencimiento no a la vista
(art. 134), o la incorporación de una condición al endoso o a la orden de pago (art. 121).
Además, para que las cláusulas facultativas que se incorporan al cheque sean válidas, deberán
venir firmadas expresamente por persona autorizada para su inserción (requisito de la doble
firma).

8. LA CONFIRMACIÓN DEL CHEQUE

Estamos ante un cheque confirmado o certificado cuando en el libramiento del cheque se


inserta, además de la firma del librador, la del banco librado (más propiamente, la de su
representante). La confirmación o certificación del cheque se usa para realizar pagos
cuantiosos a los efectos de garantizar que el cheque será pagado, lo que se consigue a través
de la seguridad que ofrece la declaración del banco. Esta confirmación es, por tanto, la
declaración del banco de que existen fondos suficientes para atender al contenido de la orden
de pago. Como tipo especial de cheque analizaremos esta figura del cheque confirmado más
adelante. En muchas ocasiones, sin embargo, los Bancos para evitar añadir su garantía e incluso
provisionarla, ante la solicitud de su confirmación, optan por detraer directamente los fondos
del librador y emitir un nuevo cheque contra sí mismos.

III. CIRCULACIÓN DEL CHEQUE

El cheque es un título que nace vencido y su plazo de realización se encuentra limitado (pronto
pago). Por ello, su circulación es más restringida que la de la letra de cambio o el pagaré, pero
es posible. El cheque puede circular cambiariamente a través de su endoso o en virtud de la
ley, así como de forma impropia, según las reglas y principios del Derecho civil –cesión
ordinaria, adquisición a non domino –.

El cheque emitido a favor de persona determinada -incluya o no la cláusula «a la orden»- se


transmite por endoso. El extendido nominativamente, pero incluyendo la cláusula «no a la
orden», sólo podrá transmitirse en la forma y con los efectos de la cesión ordinaria. Respecto
a los cheques al portador, la mera entrega del documento – traditio – servirá para su
transmisión (art. 120 LCCh). En los cheques al portador, sin embargo, el tenedor puede

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proceder a su transmisión a través del endoso, en cuyo caso, sin embargo, pasará a responder
del buen fin del título como obligado en vía de regreso, «pero no convierte el título en un
cheque a la orden» (art. 126 LCCh).

Pese a esta más sencilla forma de transmisión del cheque característica de su emisión, la forma
ordinaria de circulación del cheque será igualmente el endoso (Lección 46). La LCCh lo
disciplina en los arts. 120 a 130, desarrollando un régimen similar al previsto para la letra y el
pagaré, valgan aquí las consideraciones que hicimos al respecto del concepto, forma,
requisitos, endoso en blanco, efectos del endoso pleno y del endoso de garantía, la transmisión
ope legis y la cesión ordinaria del título.
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IV. GRANTÍA DEL CHEQUE: EL AVAL

Respecto al aval la LCCh lo prevé expresamente y nada impide su incorporación. Sin embargo,
el hecho de que el cheque nace vencido y con un corto período de vida además de la necesaria
existencia de fondos en la cuenta corriente del banco contra el que se libra, hace que el aval
no tenga especial transcendencia en el funcionamiento del cheque. Dado que su régimen
jurídico es similar al que presenta en el pagaré, nos remitimos a las consideraciones que ya
hicimos sobre el aval en la Lección 46. Sin embargo, hay que apuntar algunos aspectos. En
primer lugar, que el aval puede ser prestado por cualquier sujeto (tercero o ya firmante del
cheque) salvo por el librado, que nunca ha de quedar obligado cambiariamente. En segundo
lugar, no se puede avalar al librado del cheque. Finalmente, a diferencia de lo que ocurre en la
letra de cambio, si el aval no expresa a quién garantiza, se entenderá que avala al librador (art.
132.III LCCh).

V. PAGO DEL CHEQUE

A través del cheque el librador ordena al librado que pague al tenedor una determinada
cantidad de dinero. El tenedor deberá reclamar del librado esta prestación en el domicilio de
pago indicado en el documento que, normalmente, será una cuenta corriente. El tenedor podrá
exigir el pago del cheque en cualquier momento desde que lo reciba, puesto que como título
nace vencido, el cheque es pagadero a la vista y cualquier mención en contra se tendrá por no
escrita, estando legitimado a exigir su cobro el tomador incluso antes del día indicado como
fecha de emisión (art. 134 LCCh).

9. PRESENTACIÓN Y PAGO DEL CHEQUE

El tenedor del cheque asume la carga de presentarlo al pago en el lugar designado en el


documento, o bien, a una Cámara o sistema de compensación (art. 137 LCCh). El sistema de
compensación electrónica introduce el llamado «truncamiento de documentos» (en nuestro
caso, el cheque) que se define como la inmovilización física del documento original por la
entidad tomadora – normalmente, la que recibe el cheque del tenedor– y el subsiguiente envío
a la librada por procedimientos electrónicos de los llamados «datos representativos» sobre la
base de los cuales el librado atiende o rechaza el pago, pudiendo –en el primer caso– reclamar
la entrega del documento original o fotocopia del mismo. El Servicio Nacional de Compensación
Electrónica, de quien depende el subsistema de cheques y pagarés, está regulado por varias
normas de carácter bancario que partiendo del art. 17 de la Ley 41/1999 se regulan en su
Reglamento de 9 de marzo de 2007 y en la Circular del Banco de España 1/2007, de 26 de
enero.

La carga de su presentación al pago ha de ser atendida en los plazos fijados en el art. 135 LCCh.

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Así, el cheque emitido y pagadero en España deberá ser presentado a su pago en un plazo de
15 días; el emitido en el extranjero y pagadero en España, en un plazo de 20 días, si se emitió
en Europa y de 60, si lo fue fuera de Europa. El cómputo de estos plazos se inicia a partir del
día que consta en el cheque como fecha de emisión, pero sin excluirse los días inhábiles. En el
caso de que la fecha de vencimiento lo fuese, se entenderá que finaliza el plazo el primer día
hábil siguiente.

Sin embargo, si se sobrepasen estos plazos legales de presentación al pago, no se pierden


totalmente los derechos derivados del cheque. Si el cheque no ha sido aún revocado –
posibilidad que sólo produce efectos una vez concluido el plazo de presentación– y existen
fondos suficientes, el librado podrá atender al pago del cheque, subsanándose la presentación
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extemporánea (art. 138 LCCh). En caso de que hayan vencido los plazos de presentación sin
haberse reclamado el pago o, en su caso, levantado protesto, el tenedor conserva sus derechos
contra el librador, y sólo los perderá si después de transcurrido el término de presentación
faltase la provisión de fondos en poder del librado por insolvencia de éste. En cualquier caso,
el endoso posterior a la finalización del plazo de presentación sólo produce los efectos de la
cesión ordinaria (art. 130 LCCh), por lo que se podrán oponer al nuevo tenedor del cheque las
excepciones personales que se podrían argumentar contra el cedente.

Exigido el pago, el librado está obligado a pagar el cheque en la medida en que tenga fondos a
disposición del librador, admitiéndose la posibilidad de pagos parciales cuando la provisión no
alcance para cubrir la totalidad del importe del cheque. El portador no podrá negarse a admitir
este pago parcial, circunstancia que se hará constar en el cheque expidiéndose al librado un
recibo por las cantidades percibidas.

La obligación de pago que asume el banco con su mandante no es cambiaria. Incluso si hubiera
fondos suficientes en la cuenta y la entidad bancaria no atendiera el cheque, el tenedor
carecería de acción cambiaria contra el banco, teniendo que dirigirse, en cambio, contra el
librador. El librador, por su parte, sí podrá exigir por vía extracambiaria del librado provisto el
resarcimiento de los daños que le haya ocasionado la falta de pago, en tanto que éste está
incumpliendo parte del contenido del pacto de cheque.

Una vez que el librado paga el cheque, se extinguen todos los derechos que se vinculan al título,
y se puede exigir del tenedor la entrega del cheque e incluso un recibí que acredite la cantidad
recibida. El adecuado cumplimiento del pago por parte del librado exige que compruebe la
regularidad de la serie de endosos, aunque no está obligado a comprobar la autenticidad de la
firma de los endosantes. Lógicamente, cuando el cheque sea al portador, tal comprobación de
endosos no será necesaria, bastando la posesión para legitimar la titularidad del derecho a
exigir el pago. Se presumirá pagado el cheque que después de su vencimiento se encuentre en
poder del librado (art. 140.I LCCh).

10. REVOCACIÓN DEL CHEQUE Y OPOSICIÓN AL PAGO

Al tratarse de una promesa pura e incondicionada de pago, y considerando sus características,


una vez librado el cheque debe mantenerse su validez, por lo que no le afectará ni la muerte
ni la incapacidad sobrevenida del librador. En el caso del cheque estamos ante una excepción
a la regla general de que la muerte o incapacidad del mandante extingue la relación de
mandato. Esta regla, sin embargo, ha de interpretarse en el sentido de considerar la fecha de
su emisión efectiva. El cheque se puede librar postdatado, es decir, estableciendo una fecha
de libramiento posterior a la real. En el caso de que la muerte del librador se produzca después
de su emisión, pero antes de la fecha de libramiento consignada en el título, ha de entenderse

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igualmente aplicable esta regla.

El art. 138 regula la revocación y oposición al pago del cheque, contemplando diversas
hipótesis en las que intervienen distintos sujetos. Su régimen se puede resumir en la idea de
que el librador puede revocar el cheque emitido por él en cualquier momento, siempre que no
se trate de cheques confirmados. Para que la revocación sea válida, ha de ponerse en
conocimiento del librado. Sin embargo, el librado sólo está obligado a atender la orden de
revocación una vez hayan transcurrido los plazos de presentación del cheque (15 días desde el
libramiento; 20 o 60 desde el libramiento fuera de España). Mientras el cheque sea pagadero,
es decir, mientras dure el plazo en que el tenedor lo puede presentar al librado para cobrarlo,
éste podrá atender o no su pago, siendo facultativo para el librado dar cumplimiento o no a la
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instrucción revocatoria. En cualquiera de estos dos casos, no se derivará responsabilidad al


librado por su conducta, ni de carácter cambiario ni extracambiario. Si el librado hace caso a la
revocación y niega el pago, el tenedor del cheque mantiene su posición crediticia: seguirá sin
poder ejercitar acción alguna frente al librado y podrá reclamar con toda contundencia frente
al librador en vía de regreso según los términos del art. 146 de la Ley Cambiaria.

Hay que distinguir la revocación del cheque simple e inmotivada de otros supuestos en que el
librador argumenta ante el librado la pérdida o privación ilegal del documento. Ante esta
situación, el librado está obligado a atender el requerimiento del librador, absteniéndose de
pagar haya o no transcurrido el término de presentación.

11. FALTA DE PAGO ORDINARIO Y PROTESTO DEL CHEQUE

El fin natural del cheque es que se pague en el momento de su presentación al librado. Sin
embargo, en el caso de que el librado no atienda el pago del cheque, el legítimo tenedor del
mismo podrá ejercitar una serie de acciones para reclamar su pago. Si el librado no paga, el
tenedor del cheque podrá exigir su pago en vía de regreso, accionando contra el librador, los
endosantes y los demás obligados.

Para poder ejercitar la acción de regreso contra estos sujetos, el tenedor del cheque deberá
probar su falta de pago. El impago que se podrá acreditar: a) por protesto notarial; b) por una
declaración del librado, fechada y escrita en el cheque, con indicación del día de la
presentación; c) por una declaración fechada de una Cámara o sistema de compensación en la
que conste que el cheque ha sido presentado en tiempo hábil y no ha sido pagado (art. 146.I).
Estas dos últimas formas de acreditación funcionan como declaraciones equivalentes al
protesto.

A continuación, el art. 146 contempla especialmente los derechos del tenedor contra el
librador, y dice que se conservan «aunque el cheque no se haya presentado oportunamente
o no se haya levantado el protesto o realizado la declaración equivalente». De este modo, el
tenedor sólo pierde los derechos que le corresponden frente al librador si después de
transcurrido el tiempo para la presentación del cheque, llegara a faltar la provisión de fondos
en poder del librado por insolvencia del librador.

Hay que diferenciar las dos reglas que conviven en el art. 148 de la Ley, la que regula la acción
de regreso general, ejercitada contra librador, endosantes y demás obligados, y que requiere
el levantamiento de protesto notarial o declaración equivalente; y la acción de regreso contra
el librador, que no exige, en cambio, tal levantamiento.

El protesto o las declaraciones que regula el art. 146 han de hacerse necesariamente antes de

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que concluya el plazo de presentación del cheque, pues de lo contrario no se podrá acreditar
que cumplió diligentemente la carga de presentarlo al pago dentro de plazo. El art. 147, sin
embargo, establece una modificación para cuando se ha presentado al cobro dentro de los
últimos 8 días de plazo, en cuyo caso, el protesto o declaración equivalente podrá hacerse en
los 8 días hábiles siguientes a la presentación. La presentación y el protesto del cheque se
deberán hacer en días hábiles, considerándose inhábiles o festivos los no laborables para el
personal de las entidades de crédito (art. 160 LCCh).
Son aplicables al cheque las disposiciones de los artículos 51 a 56 sobre protesto de la letra,
deber de comunicación y cláusula «sin gastos» o «sin protesto».

12. PAGO EXTRAORDINARIO DEL CHEQUE Y ACCIONES QUE LO PROTEGEN


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A diferencia de la letra de cambio y el pagaré, el cheque no puede generar acción directa contra
el librado. Esto es así, ya que el librado no se obliga a un pago, sino que atiende un mandato
del librador siempre que disponga de fondos para ello y, además, tampoco existe una
aceptación de la deuda por su parte. Por tanto, el cheque no conoce más pago extraordinario
que el que se lleve a cabo en vía de regreso por el librador, los endosantes o los avalistas de
uno y otros. El librado no se incluye en el espectro de deudores cambiarios: la obligación que
asume de realizar el pago no nace del propio cheque, sino del pacto de cheque (relación
contractual) estipulado con el librador. Esta es una relación contractual que produce efectos
exclusivamente inter partes y no con respecto a los tenedores y demás sujetos del cheque.

El tenedor podrá hacer uso de la acción causal contra el librador (en el caso de entrega directa)
o el que le transmitió el cheque (en el caso de endoso), ya que el art. 1170 CC establece que la
entrega de documentos mercantiles sólo producirá los efectos del pago cuando hubiesen sido
realizados, o cuando por culpa del acreedor se hubiesen perjudicado.

Por lo que respecta a las acciones cambiarias, el tenedor del cheque no pagado sólo dispondrá
de la acción de regreso contra el librador, los endosantes y los avalistas y, en su caso, la acción
de enriquecimiento.

a) La acción de regreso puede ser ejercitada extrajudicialmente o bien haciendo recurso


al auxilio judicial a través del procedimiento cambiario. A estos efectos se aplicarán los arts. 66
a 68, que disciplinan la acción judicial de regreso para la letra de cambio y el pagaré.

Art. 66 LCCh. La letra de cambio tendrá aparejada ejecución a través del juicio
cambiario que regula la Ley de Enjuiciamiento Civil en el capítulo II, Título III, del Libro IV, por
la suma determinada en el título y por las demás cantidades, conforme a los artículos 58, 59
y 62 de la presente Ley, sin necesidad de reconocimiento judicial de las firmas.

Art. 67 LCCh. El deudor cambiario podrá oponer al tenedor de la letra las excepciones
basadas en sus relaciones personales con él. También podrá oponer aquellas excepciones
personales que él tenga frente a los tenedores anteriores si al adquirir la letra el tenedor
procedió a sabiendas en perjuicio del deudor.

El demandado cambiario podrá oponer, además, las excepciones siguientes:

1ª La inexistencia o falta de validez de su propia declaración cambiaria, incluida la


falsedad de la firma.
2ª La falta de legitimación del tenedor o de las formalidades necesarias de la letra de
cambio, conforme a lo dispuesto en esta ley.

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3ª La extinción del crédito cambiario cuyo cumplimiento se exige al demandado.

Frente al ejercicio de la acción cambiaria sólo serán admisibles las excepciones


enunciadas en este artículo.

Art. 68 LCCh. El ejercicio de la acción cambiaria, a través del proceso especial


cambiario, se someterá al procedimiento establecido en la Ley de Enjuiciamiento Civil.

El tenedor podrá proceder contra todos los obligados solidarios de forma individual o
conjunta, sin que deba respetar el orden en que se hayan obligado. Sin embargo, es necesario,
cumplir el requisito de haber protestado el cheque impagado -o haber hecho constar en él
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declaración sustitutiva –salvo en el caso de que la acción de regreso se dirija contra el librador,
supuesto que está exento de tal premisa.

A través de esta acción el tenedor que no haya podido cobrar el cheque podrá reclamar su
importe, junto a los intereses y los gastos (de protesto, comunicaciones, etc.), según el art. 150
LCCh. Además, en el caso de que el cheque haya sido emitido sin provisión de fondos, podrá
exigir el pago de un 10% de su importe (art. 149), para lo cual se exige el doble requisito de
probar la falta de provisión de fondos y que se esté reclamando al librador, pues los demás
posibles obligados en vía de regreso –es decir, los endosantes y sus avalistas– no son
responsables de este incumplimiento del librador. El pagador podrá exigir la entrega del
cheque con el protesto, en su caso, y una cuenta con el recibí. Si el pago ha sido realizado por
un endosante, podrá tachar su endoso y el de los endosantes subsiguientes, pudiendo exigir el
pago del documento a los demás obligados en vía de regreso.

b) La acción de enriquecimiento. El art. 153.2 de la Ley Cambiaria realiza una remisión


al artículo 65 por lo que respecta a su disciplina, siendo de aplicación las normas que
consideramos en la Lección 47 para el pagaré.

VI. PRESCRIPCIÓN

La prescripción de las acciones para exigir el pago del cheque se recoge en los arts. 157 y 158
LCCh, que establecen un plazo general de prescripción de 6 meses. Sin embargo, el dies a quo
de tal prescripción será distinto, considerándose: 1) el día de conclusión del plazo de
presentación al cobro, para las acciones de regreso que tuviera el tenedor contra endosantes,
librador y demás obligados. 2) El día en que el obligado ha reembolsado el cheque o se ha
ejercitado una acción contra él para la reclamación entre los diversos obligados al pago de un
cheque.

La prescripción podrá, igualmente, interrumpirse según las reglas generales del art. 1973 CC
surtiendo efecto sólo contra aquel respecto del cual se haya efectuado el acto que la
interrumpa.

VII. CHEQUES ESPECIALES

La necesidad de adaptación de las estructuras del cheque a diversos objetivos en el uso


bancario ha favorecido la aparición y generalización de ciertas modalidades especiales de
cheque. Algunos de estos tipos de cheques han recibido reconocimiento en la normativa, otros,
en cambio, continúan siendo figuras atípicas que se benefician de la posibilidad de introducir
cláusulas facultativas en el cheque que modulen sus efectos, y quedan, por tanto, confiados a
la regulación consuetudinaria, a las condiciones generales o a los acuerdos o convenios de las

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asociaciones profesionales. A continuación, estudiaremos algunos de los principales tipos de


cheques especiales:

13. CHEQUE CRUZADO

Se trata de una práctica de origen inglés cuyo objetivo es reducir el riesgo en caso de robo o
extravío de cheques al portador. El cheque cruzado incorpora una limitación a la legitimación
para su cobro. Se trata de asegurar que la persona que lo presente sea su legítimo tenedor, lo
cual se consigue a través de la necesaria intervención de un banquero o sociedad en su cobro.
Con ello también se consigue tener conocimiento en todo momento de quién fue la persona
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que lo cobró.

Se puede distinguir entre un cruzamiento general y un cruzamiento especial. El cheque con


cruzamiento especial sólo podrá ser pagado al banco indicado expresamente en el cheque; o
a un cliente suyo si éste es el mismo librado. Por su parte, en el caso de cruzamiento general,
que se indica con la inclusión de los términos «y Cía.», el cheque podrá ser presentado para su
cobro por cualquier banquero. En ninguno de los dos casos, sin embargo, podrá presentar el
cheque para su cobro una persona física. Se añade que un banco sólo podrá adquirir cheques
cruzados de sus clientes o de otro banco, no pudiendo cobrarlos por cuenta de personas
distintas a éstas.

Lo característico es, precisamente, que el librado no puede pagarlos más que a un banco,
designado o no, o a un cliente suyo, y que los bancos no pueden cobrarlos por cuenta de otras
personas, respondiendo en otro caso de los perjuicios causados hasta una suma igual al
importe del cheque. Su plasmación sobre el cheque se representa a través de dos barras
paralelas trazadas sobre el anverso, normalmente de forma diagonal.

14. CHEQUE PARA ABONAR EN CUENTA

El cheque que lleve la mención «para abonar en cuenta» u otra equivalente, sólo puede
saldarse por el librado mediante un asiento en su contabilidad a favor del tenedor, asiento que
equivaldrá al pago. Es decir, el cheque solo puede ser depositado en una cuenta bancaria y no
puede ser pagado en efectivo. De este modo, se diferencia del cheque ordinario, que comporta
un mandato de pago de numerario y que el tenedor puede pedir que se le pague en metálico.
El cheque para abonar en cuenta contiene, por tanto, una prohibición de su pago en efectivo.
Su creación se materializa mediante la inserción de la cláusula «para abonar en cuenta» o una
expresión equivalente, que puede ser insertada por el librador o por el tenedor. Cualquier
tachadura de la mención «para abonar en cuenta» se considera como no hecha.

Así, a través del cheque para abonar en cuenta, el pago se realizará mediante la consignación
del importe del cheque en la cuenta corriente que tenga el tenedor. En el caso de que el
tenedor no tenga abierta una cuenta corriente en el banco librado, deberá endosarlo a su
banquero para que gestione el cobro.

15. CHEQUE CONFORMADO

Cuando en el cheque se hace constar la firma del librado indicando las expresiones de
«certificación», «visado», «conforme» u otra semejante, ello significa que ha sido conformado
o certificado. Por medio de este acto el banco afirma que dispone de fondos suficientes para
hacer frente a ese cheque. Por tanto, este tipo de cheques cumple la función económica de
ofrecer una garantía adicional al tenedor de que el cheque será pagado, pues los fondos

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necesarios para ello han sido provistos. Como puede deducirse, este tipo de cheques se emplea
para articular pagos de una cierta cuantía.

Hay que considerar que, pese a insertar su firma en el título, la conformidad no convierte al
banco en obligado al pago, sino que sólo ha de responder de la autenticidad de lo declarado al
insertar su firma. Así, en el momento que certifica el cheque, el banco declara bajo su
responsabilidad que en su poder hay provisión de fondos en cuantía suficiente para atender al
pago, y, al mismo tiempo, de tal provisión de fondos retendrá la suma suficiente para abonar el
cheque al que se ha prestado su conformidad, sin poder destinar dicha cuantía a un fin distinto
hasta que transcurra el plazo correspondiente para el cobro del cheque o, en su caso, el que se
haya hecho constar expresamente en el momento de indicar dicho extremo. Por ello, la
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declaración de conformidad del cheque ha de estar fechada, en forma tal que se indique el
momento en que se proveyó tal separación de fondos.

Sin embargo, esto no coloca al banco certificante en la obligación personal de abonarlo en


todos los casos. Por ejemplo, en caso de embargo decretado por autoridad judicial, se
ordenaría el bloqueo de la totalidad de las cantidades que a favor del librador obrasen en poder
del librado, incluido el importe de lo que estaba destinado para atender el cheque.
Del mismo modo, la conformidad del cheque como acto del banco es irrevocable, lo cual
significa que el banco no puede contradecir la afirmación y que responderá en el caso de que
no haya hecho una reserva de fondos en cantidad suficiente o que no la haya mantenido
durante el plazo en el cual el tenedor del título puede exigir su pago.

16. CHEQUE DE BANCO

Hasta la promulgación de la LCCh en 1985, en la práctica financiera española se empleaban dos


términos distintos: el concepto de «cheque» que aludía a la orden de pago cuyo librador era
un banco, y «talón», término con el que se hacía referencia a los mismos títulos cuando eran
emitidos por particulares a cargo de los bancos. Con la LCCh se impuso el término cheque para
designar al título, ante lo cual el tráfico ha tratado de conservar la distinción, pero mutando la
terminología, empleando el término de «cheque de banco» o «cheque bancario», para aludir
a lo que en otro tiempo se llamaba simplemente cheque.

El cheque bancario es hoy el título emitido por un banco contra su cuenta corriente en otra
entidad (normalmente, el Banco de España) o contra otra sucursal o agencia propias. A este
tipo de cheques alude el art. 112.c) de la Ley al permitir que se libre un cheque contra el propio
librador, siempre que el título se emita entre distintos establecimientos de éste. A sensu
contrario, no podrá considerarse cheque el que emita una agencia, sucursal o sede principal
contra sí misma.

Desde una perspectiva jurídica, el régimen de estos cheques de banco no presenta diferencias
respecto al cheque ordinario. En cambio, en los ámbitos comerciales sí que existen diferencias
en razón de la presunta solvencia del librador de la que se deduce una seguridad de cobro
prácticamente absoluta. Por ello se ha considerado que este cheque es asimilable al papel
moneda y que para sumas de cierta magnitud la referencia contractual a pago en efectivo debe
entenderse implícitamente referida a pago mediante este tipo de documentos.

Cuando estos cheques de banco se emiten al portador, se convierten, en cierto modo, en


sustitutivos del dinero efectivo, presentando la ventaja de la seguridad en su cobro. Pero
también, pueden ser utilizados como instrumento de elusión fiscal. Por ello, la legislación
tributaria ha establecido a cargo de los bancos libradores y librados de estos títulos, ciertas

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normas de control sobre la identidad de quienes los solicitan y presentan al cobro.

17. CHEQUE TURÍSTICO

Sin contar con regulación en nuestro país, los cheques turísticos o cheques de viaje (traveller's
checks) son títulos librados por entidades bancarias, financieras o grandes empresas turísticas,
que se emplean para facilitar los pagos en un lugar distinto al de residencia del ordenante, en
moneda distinta a la propia de su país, sin necesidad de emplear efectivo y con ciertas garantías
para evitar los efectos perjudiciales de su posible hurto o extravío.
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En realidad, no se trata de auténticos cheques (aunque parte de la jurisprudencia considera


que son un tipo especial de cheques). Más bien, se asemejan a un pagaré a la vista, ya que su
naturaleza es la de una promesa de pago, aunque tampoco contienen los requisitos que la LCCh
exige para el pagaré.

En general, se crean conforme al siguiente esquema: quien se dispone a viajar encarga a su


banco que le facilite uno o varios cheques de esta naturaleza (normalmente varios, ya que se
expiden en talonarios y por importes estándar), cuyo contravalor suministra previamente al
emisor, al tiempo que abona la comisión correspondiente. En el momento de recibir los
cheques –y en presencia de un empleado del banco– el tomador debe firmar en el anverso de
todos y cada uno de los títulos de la remesa, sin que esta firma tenga otra finalidad que la de
puro control a los efectos posteriores. Cuando el tomador quiere percibir el importe de uno o
varios cheques o efectuar pagos por cantidad equivalente, deberá cederlos firmando en el
dorso del documento, con simultánea acreditación de su personalidad. Quien se hace cargo del
cheque en estas circunstancias está obligado a controlar la identidad del cedente y la que debe
existir entre las dos firmas que figuran en el documento (la que realizó ante el banco emisor y
la que lleva a cabo en el momento de la cesión). Constatada la regularidad del proceso, se hace
cargo del título para su presentación al librado, que puede ser el propio librador, otra entidad
de crédito e incluso una compañía dedicada a este género de operaciones en la que no
concurra la condición de entidad bancaria.

VIII. EL CHEQUE FALSO, EL CHEQUE SIN FONDOS, EXTRAVÍO, SUSTRACCIÓN Y


DESTRUCCIÓN DEL CHEQUE

El art. 156 de la LCCh hace referencia al supuesto de cheque falso o falsificado. Se establece
que el daño derivado de la circulación del título será imputable al librado como regla general,
a no ser que el librador haya sido negligente en la custodia del talonario de cheques o haya
procedido con culpa. También debemos diferenciar entre cheque falso, aquel que presenta
una firma falsa del librador; y el cheque falsificado, que ha sido emitido correctamente, pero
ha sufrido alguna alteración de contenido.
Por otra parte, por lo que respecta a las alteraciones no consentidas del texto del documento,
el art. 93 establece que, en caso de alteración del texto, los firmantes posteriores quedarán
obligados en los términos del texto alterado. Los firmantes anteriores estarán obligados en los
términos del texto originario.

Por lo que respecta al libramiento de un cheque para el que no se han provisto fondos
suficientes, nos remitimos a las consideraciones sobre la mayor responsabilidad regulada en el
art. 108 de la Ley, así como su posible consideración penal como delito de estafa.

Los arts. 154 y 155 de la LCCh regulan los casos de extravío, sustracción o destrucción del
cheque. Ante tales eventualidades, el tenedor que se vea desposeído del título podrá acudir al

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Juzgado de lo Mercantil del lugar del pago para conseguir con ello evitar que se pague a un
tercero no legitimado. De este modo, se procederá a su amortización y al reconocimiento de
su titularidad. El procedimiento de amortización del cheque adopta las mismas formas que el
empleado para la letra de cambio y el pagaré.

IX. LA FACTURA ACEPTADA

Aunque todavía no tiene una regulación legal en vigor, vamos a tratar el régimen de la factura
aceptada, que empieza a ser considerada por la doctrina como título de crédito. De igual
manera la Propuesta de Código Mercantil en sus arts. 639-1 a 639­7 también la considera, junto
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al cheque, el pagaré y la letra de cambio, como un título de crédito.

Podemos definir la factura como un documento que el vendedor deberá entregar al comprador
o que el prestador de servicios deberá entregar a la persona a la que los hubiera prestado para
el pago de las mercancías vendidas o de los servicios prestados. Desde un punto de vista
jurídico hay muchas similitudes entre la factura aceptada por el deudor y los títulos de crédito:
la factura aceptada implica el reconocimiento de una deuda por un cierto importe por parte
del deudor aceptante a favor del acreedor que le ha prestado unas mercancías o servicios, al
tiempo que puede implicar una promesa de pagar el importe de la deuda consignado. Podemos
comprobar las similitudes con los orígenes del pagaré, cuando éste se componía de un
reconocimiento de deuda (confessio) y una promesa de saldarla (promissio). Vista esta
estructura, se propone que la factura emitida que contenga una aceptación de la deuda por
parte del deudor pueda funcionar en el tráfico económico como un título de crédito por el
importe en ella consignado.

TEMA 19 (Lección 49)


VALORES REPRESENTADOS MEDIANTE ANOTACIONES EN CUENTA SERVICIOS DE
PAGO. DINERO ELECTRÓNICO

I. La llamada crisis de los títulos-valores. El resurgir de los títulos-valore ante crisis económicas
II. Los valores representados por medio de anotaciones en cuenta como alternativa
1. Consideración general
2. Rasgos esenciales del sistema de anotaciones en cuenta
3. Similitudes y diferencias con los títulos-valores y el funcionamiento de los registros
públicos
4. El registro contable y su llevanza: organización institucional
5. La constitución de los valores anotados
6. Transmisión
7. Los certificados de legitimación
III. Servicios de pago
8. Necesidad de regulación y ámbito de aplicación
9. Las entidades de pago
10. El contrato marco de servicio de pago
11. Funcionamiento
A. Autorización de operaciones de pago
B. Ejecución de una orden de pago
IV. Dinero electrónico
12. Situación actual. Necesidad de la institución y función económica
13. Relaciones con el ámbito cambiario
14. Las entidades de dinero electrónico
15. Emisión y reembolso de dinero electrónico

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I. LA LLAMADA CRISIS DE LOS TÍTULOS-VALORES. EL RESURGIR DE LOS TÍTULOS-


VALORES ANTE CRISIS ECONÓMICAS

El nacimiento de los títulos-valores como representación de derechos de crédito supuso un


avance técnico-jurídico de gran importancia en el desarrollo del comercio. Además, el
ordenamiento dotó a estos títulos de ciertos caracteres que los hacía especialmente atractivos
en ciertos casos: tener la consideración de títulos ejecutivos, estar sometidos sus litigios a un
procedimiento judicial especialmente simple (el juicio cambiario) y la facilidad de su
transmisión a través de la entrega del documento.
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Los títulos valores en su evolución posterior se vieron influidos por las necesidades del tráfico
jurídico. Así, podemos diferenciar dos tendencias en función del tipo de título que se considere:

a) Por lo que respecta a los títulos-valores emitidos en serie (también llamados títulos
agrupados en emisiones), es decir, aquellos que se crean de forma plural, y que incorporan
exactamente el mismo contenido en todos ellos, la tendencia ha sido hacia su representación
mediante anotaciones en cuenta. Es el caso, por ejemplo, de las acciones y obligaciones de las
sociedades de capital o de los títulos de Deuda Pública. En la práctica, la emisión en serie
resultaba cara para las empresas, y no ofrecía un control adecuado sobre quién ostentaba la
titularidad de los derechos representados en los títulos. Por ello, estos valores poco a poco
dejaron de representarse en soporte documental, considerándose más adecuada su
representación a través de asientos contables, es decir, por medio de las llamadas anotaciones
en cuenta. Estas anotaciones en cuenta consisten en registros, actualmente llevados a través
de procedimientos informáticos, en los que se hace constar la titularidad de los derechos, así
como las vicisitudes que afectan a los mismos (garantías, transmisiones...).

b) Por sus propias características, la técnica de las anotaciones en cuenta no resulta


viable para los títulos emitidos singularmente, en los que se representan derechos con unos
contenidos y características concretos y distintos a los demás, como ocurre en el caso de la
carta de porte, el conocimiento de embarque, el pagaré, el cheque… En estos casos, cada uno
de los títulos tiene un contenido propio y no se pueden representar en forma de asientos
contables. Sin embargo, este tipo de títulos ha sufrido una cierta evolución en los últimos años,
pero la tendencia no ha sido hacia su representación por medio de asientos contables, sino
hacia su desmaterialización. Algunas normas recientes están comenzando a admitir la
posibilidad de representar electrónicamente algunos fenómenos cercanos a los títulos valores
(por ejemplo, la carta de porte electrónica). La posibilidad de representar otros títulos
electrónicamente-concretamente el pagaré- ha sido denegada por la jurisprudencia, por
carecer todavía el sistema de las garantías necesarias.
Por lo que respecta a los títulos de pago o de crédito, hay que considerar el surgimiento de
nuevas instituciones que están desplazando el uso de los títulos materialmente considerados:
las instituciones de servicios de pago y las entidades de dinero electrónico.

II. LOS VALORES REPRESENTADOS POR MEDIO DE ANOTACIONES EN CUENTA COMO


ALTERNATIVA

1. CONSIDERACIÓN GENERAL

Respecto a los títulos emitidos en serie, el Decreto 1128/1074, de 25 de abril, estableció el


depósito fungible de los títulos cotizados en Bolsa, que supuso el primer paso para la
representación a través de anotaciones en cuenta. Se trataba de un depósito colectivo y

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permanente de los documentos representativos de acciones y obligaciones, que los bancos


custodiaban y elaboraban, confeccionando un listado de depositantes en el que quedaban
consignados los cambios de titularidad, sin tener que proceder al traslado físico de los valores
depositados en cada transferencia. Cada entidad depositaria tenía una relación de titulares de
los valores, y se encargaba de proporcionar a los depositantes la documentación necesaria para
ejercitar los derechos que los títulos tenían aparejados (voto, suscripción preferente, intereses,
rescate...).

Con el desarrollo de este sistema de gestión de depósitos, los operadores financieros pusieron
en duda la utilidad de la creación física de un título que estaba destinado a su depósito desde
el momento de su creación, y que permanecería en este estado durante toda su vida hasta su
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amortización. Esto hizo que empezaran a utilizarse certificados o extractos de inscripción, que
eran documentos que dotaban a su propietario de legitimación tanto para transmitir los títulos,
como ejercitar los derechos a ellos aparejados.

En esta evolución el Estado dio el siguiente paso como emisor masivo de los títulos de Deuda
Pública: se sustituyó la creación material del documento y su entrega a los suscriptores por la
llevanza de un registro contable de los titulares de los derechos.

Para los valores privados, el hito crucial en el desarrollo de las anotaciones en cuenta se
produjo con la aprobación de la Ley del Mercado de Valores de 28 de julio de 1988, que
establece un régimen jurídico básico para los «Valores representados por medio de
anotaciones en cuenta». La Ley configura un régimen jurídico como alternativa a la tradicional
representación mediante títulos, al establecer el art. 5 que «Los valores negociables podrán
representarse por medio de anotaciones en cuenta o por medio de títulos. La modalidad de
representación elegida habrá de aplicarse a todos los valores integrados en una misma emisión.
La representación de valores por medio de anotaciones en cuenta será irreversible».
Actualmente el art. 496 de la Ley de Sociedades de Capital, considera que «Las acciones y las
obligaciones que pretenden acceder o permanecer admitidas en un mercado secundario oficial
de valores habrán de representarse necesariamente por medio de anotaciones en cuenta». De
este modo, ahora todas las sociedades cotizadas deberán representar sus valores por medio
de anotaciones en cuenta.

Dicha norma ha sido desarrollada por el Real Decreto 116/1992, de 14 de febrero, sobre
representación de valores por medio de anotaciones en cuenta y compensación y liquidación
de operaciones bursátiles.

El funcionamiento del sistema se completa a través de la Ley 41/1999, de 12 de noviembre,


sobre sistemas de pagos y de liquidación de valores.

2. RASGOS ESENCIALES DEL SISTEMA DE ANOTACIONES EN CUENTA

En la actualidad, la regulación de las anotaciones en cuenta de los valores negociables se


contiene en la Ley del Mercado de Valores (LMV) (arts. 6 a 15 del RDL 4/2015) junto con su
desarrollo reglamentario que tiene lugar a través del Real Decreto 116/1992, sobre
representación de valores por medio de anotaciones en cuenta y compensación y liquidación
de operaciones bursátiles, que ha sido modificado por el Real Decreto 362/2007, de 16 de
marzo. A efectos de nuestro estudio resulta especialmente interesante el primer título del
decreto en tanto que se ocupa de la representación de valores mediante las anotaciones en
cuenta.

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Vamos a señalar algunos rasgos esenciales del sistema:

- Se trata de un sistema caracterizado –salvo una importante excepción-por el principio


de libre elección. Este principio se basa en las disposiciones de los arts. 6 LMV, 92 (para las
acciones) y 412.1 (para las obligaciones) de la Ley de Sociedades de Capital (LSC). Estos
preceptos afirman que los valores podrán representarse por medio de anotaciones en cuenta
o por medios de títulos, siendo, en principio, libre la elección de una u otra forma de
representación, y su emisión se llevará a cabo en la forma que se prevea en cada caso en los
estatutos de la sociedad. No obstante, el art. 496.1 LSC y el art. 29 del Real Decreto 116/1992
establecen de forma expresa que «las acciones y las obligaciones que pretendan acceder o
permanecer admitidas a cotización en un mercado secundario oficial de valores habrán de
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representarse necesariamente por medio de anotaciones en cuenta», por lo que las acciones
de las sociedades cotizadas deberán representarse necesariamente por medio de anotaciones
en cuenta. Sin embargo, pese a esta libertad de elección, no hay que olvidar que la modalidad
de representación elegida habrá de aplicarse a todos los valores integrados en una misma
emisión. Es decir, si se opta por emplear un sistema para una determinada emisión de valores,
todos los valores que se emitan en dicha operación tienen que acogerse al mismo sistema
(representación por medio de títulos o anotaciones en cuenta). Por otra parte, los conjuntos
de valores que sean objeto de emisiones distintas, si podrán ser representados de formas
diferenciadas.

-En segundo lugar y pese a esta libertad inicial de elección, el sistema de la


representación de valores mediante anotaciones en cuenta se caracteriza por la
irreversibilidad de la opción. Es decir, si en una emisión de valores se opta por utilizar el sistema
de las anotaciones en cuenta, dichos valores no podrán en un futuro pasar a representarse a
través de títulos; en cambio, si se hubiera optado por su emisión en forma de títulos sí se podrá
pasar en cualquier momento al sistema de anotaciones en cuenta.
No obstante, esta irreversibilidad no es completa, como enuncia el art. 3 del Real Decreto
116/1992. En concreto, cuando los valores representados por anotaciones en cuenta no estén
admitidos a negociación en un mercado secundario oficial, la CNMV, a solicitud del emisor,
podrá autorizar su paso a la representación en títulos. Para que se pueda hacer uso de esta
opción será necesario justificar la escasa difusión de los valores cuyo modo de representación
se quiere cambiar.

En cambio, para el paso de la representación mediante títulos a su representación a través de


anotaciones en cuenta se deberá seguir el procedimiento descrito en el art. 4 del Real Decreto
116/1992, para lo que se requiere:

1) El acuerdo de la entidad emisora por el que se decida el paso al sistema de


anotaciones en cuenta.
2) La concesión de un plazo para que los titulares de los valores puedan presentar sus
títulos.
3) Dicho acuerdo y el plazo de presentación deberán ser objeto de publicación en el
Boletín Oficial del Registro Mercantil, así como en uno de los diarios de mayor circulación en la
provincia en que la sociedad tenga su domicilio.
4) Transcurrido el plazo fijado, los títulos no transformados quedarán anulados, sin
perjuicio de que deba procederse a practicar la correspondiente inscripción a favor de quien
acredite la titularidad del derecho.
5) Los títulos recogidos serán destruidos o anulados, dejando constancia de dicha
circunstancia documentalmente.

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3. SIMILITUDES Y DIFERENCIAS CON LOS TÍTULOS-VALORES Y EL FUNCIONAMIENTO


DE LOS REGISTROS PÚBLICOS

La representación de valores mediante anotaciones en cuenta surge como consecuencia de la


evolución de los títulos-valores en las últimas décadas, que, como hemos visto, implica una
tendencia marcada hacia su desmaterialización. Por ello se ha de analizar hasta qué punto y en
qué medida resultan aplicables a estas anotaciones los principios y las reglas elaboradas en la
teoría general de los títulos-valores (que ahora deberán denominarse «registros-valores»), por
lo que respecta a la incorporación del derecho a la anotación, la literalidad, autonomía, eficacia
legitimadora, etc.
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Sobre este punto, el art. 11.1 LMV establece que «la inscripción de la transmisión a favor del
adquirente producirá los mismos efectos que la tradición de los títulos». Así, la práctica del
asiento de transmisión en el registro produce los mismos efectos que la entrega de títulos-
valores.
Podríamos afirmar que el régimen regulador de las anotaciones en cuenta se encuentra más
próximo al régimen de funcionamiento de las inscripciones de los registros públicos que al de
los títulos, si bien su régimen no se puede asimilar de forma directa a ninguno de los dos
sistemas. En consecuencia, estamos ante una forma singular de representar los valores, que
tiene carácter autónomo y distinto de los demás sistemas. Por ello, no se pueden extrapolar
simplemente las reglas y principios propios de los títulos-valor o del derecho registral a la
representación de valores por medio de anotaciones en cuenta.

Las anotaciones en cuenta se diferencian de los títulos-valor fundamentalmente por lo que


respecta a su régimen de transmisión. Así, a diferencia de lo que ocurre con los títulos al
portador o nominativos, las anotaciones en cuenta no se transmiten con su entrega o endoso,
sino que es necesaria su transferencia contable. Además de ello, el régimen de los títulos-valor
se fundamenta sobre la protección de la apariencia que se deriva de la posesión del papel; en
cambio, en las anotaciones en cuenta, no hay ningún signo externo de publicidad, basándose
la legitimación del titular en el propio contenido del registro. Pese a esta falta de similitudes,
el legislador insiste en atribuir a esta forma de representación de los derechos los mismos
caracteres que corresponden a los títulos-valor.

Como las anotaciones en cuenta tienen carácter de anotaciones en un registro, vamos a ver si
se les podrían aplicar los principios registrales de la legislación hipotecaria. Aunque la
normativa (por ej., art. 16 RD 116/1992) insista en las referencias a los principios propios de los
registros públicos, no se puede considerar que las anotaciones en cuenta tengan carácter
registral. En primer lugar, porque las entidades que gestionan los registros de anotaciones en
cuenta tienen carácter privado, lo que impide considerar cualquier presunción de legalidad, al
mismo tiempo que le privan de cualquier función de fe pública. En segundo lugar, estos
registros carecen de reglas de publicidad formal a las que se pueda acceder para conocer los
datos reflejados en ellos.

No obstante, la propia normativa específica reguladora del sistema de anotaciones en cuenta


enuncia como propios algunos principios que tienen paralelismo con los del funcionamiento
de los Registros de la Propiedad y Mercantil. Destacaremos los siguientes:

1. Legitimación registral: «la persona que aparezca legitimada en los asientos del
registro contable se presumirá titular legítimo» (art. 15 RD 116/1992), si bien la inscripción no
convalida las posibles causas de nulidad de las transmisiones (art. 12.5).

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2. Principio de prioridad: «el acto que acceda primeramente al registro será preferente
sobre los que accedan con posterioridad» (art. 16.2 RD 116/1992).

3. Principio de tracto sucesivo: «para la inscripción de la transmisión de valores será


precisa la previa inscripción de los mismos en el registro contable a favor del transmitente».

4. Principio de fe pública: «el tercero que adquiera a título oneroso valores


representados por medio de anotaciones en cuenta de persona que, según los asientos del
registro contable, aparezca legitimada para transmitirlos no estará sujeto a reivindicación, a no
ser que en el momento de la adquisición haya obrado de mala fe o con culpa grave. Quedan a
salvo los derechos y acciones del titular desposeído contra las personas responsables de los
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actos en cuya virtud haya quedado privado de los valores» (art. 12.3 RD 116/1992).

5. Principio de titulación auténtica: «las inscripciones derivadas de la transmisión de


valores se practicarán por las entidades encargadas, en cuanto se presente documento público
o documento expedido por una sociedad o agencia de valores acreditativo del acto o contrato
traslativo» (art. 50 RD 116/1992).

No obstante, existe un elemento esencial en la mecánica registral inmobiliaria y del Registro


Mercantil: la calificación por el registrador, como funcionario cualificado, de la legalidad
sustantiva y formal de los actos y negocios en cuya virtud se realizan los cambios de titularidad
o constitución de derechos reales sobre los valores anotados. Esta actividad de calificación se
desplaza a la entidad encargada del registro o a las entidades adheridas y, en el caso de las
cotizadas, a la Sociedad de Gestión de los Sistemas de Registro, Compensación y Liquidación
de Valores (Iberclear*), que la desempeñarán conforme a su criterio profesional, aunque sujeto
a un régimen de responsabilidad en la forma que señala el art.27 del Real Decreto 116/1992.

*Iberclear: Es el término comercial con el que se conoce a la Sociedad de Gestión de los Sistemas de
Registro, Compensación y Liquidación de Valores. Es una sociedad anónima que está participada en un
60% por entidades adheridas y el otro 40% por las Sociedades Rectoras. Las Sociedades Rectoras son las
sociedades anónimas que rigen cada una de las cuatro bolsas españolas (Madrid, Barcelona, Bilbao y
Valencia).
Iberclear se encarga del registro, compensación y liquidación de los valores que han sido admitidos a
compensación en cada una de las cuatro bolsas españolas, en el mercado de deuda pública, en AIAF
(Asociación Española de Intermediarios Financieros), y también en LATIBEX (mercado de valores
latinoamericanos que cotizan en euros).
(Fuente: ámbito-financiero.com)

4. EL REGISTRO CONTABLE Y SU LLEVANZA: ORGANIZACIÓN INSTITUCIONAL

El sistema de las anotaciones en cuenta gira en torno a un registro de los valores que se
representan. Existe un régimen jurídico diferente si nos encontramos ante valores destinados
a negociación en Bolsa u otros mercados oficiales secundarios (de Deuda Pública o de futuros
y opciones), o si estamos ante valores no admitidos a cotización en mercados secundarios
oficiales. Como hemos dicho anteriormente, los valores que hayan de ser admitidos a
negociación en Bolsa deben representarse obligatoriamente mediante anotaciones en cuenta.
En los demás casos, el sistema de representación por medio de anotaciones es voluntario.

Las entidades encargadas del registro son distintas en uno y otro caso, aunque siempre se han
de identificar en la escritura de emisión. En este sentido, para los valores mobiliarios no
admitidos a cotización en los mercados secundarios oficiales, las funciones registrales se han
de encomendar por la entidad emisora a empresas de servicios de inversión y entidades de

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crédito autorizadas para recibir y transmitir órdenes de inversión por cuenta de terceros. Se
trata, por tanto, de un sistema de cuenta única.

Por lo que respecta a los valores admitidos a cotización, encontramos un sistema de doble
nivel en cuya gestión intervienen la Sociedad de Gestión de los Sistemas de Registro,
Compensación y Liquidación de Valores (Iberclear), a cuyo cargo estará el registro central, y las
distintas entidades adheridas a dicha Sociedad de Sistemas. Frente a ello, la LMV admite que
el Servicio pueda actuar, en exclusiva, y también que en su lugar lo haga la sociedad rectora de
una Bolsa, cuando los valores de que se trate negocien en ella, como único mercado
secundario.
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En ambos casos, el registro deberá reflejar correctamente y mantener actualizada la titularidad


de los valores representados por anotación, así como reflejar los derechos reales que se
constituyan sobre ellos (prenda, usufructo), y de las cargas o ejecuciones que sobre ellos se
traben.

En el caso de valores no admitidos a cotización, la emisora de valores deberá encomendar la


gestión de sus valores a una empresa de servicios de inversión o a una entidad de crédito
autorizada (art. 8 LMV), pudiéndose designar igualmente para dicha función a la propia
Sociedad de Sistemas. Por lo que respecta a su funcionamiento, la entidad encargada
consignará el número de valores que pertenecen a cada titular, desglosando los que le
corresponden en pleno dominio, los que confieren derechos reales limitativos o alguna otra
carga, etc. Como es lógico, este registro tiene la función de realizar una conciliación
permanente de saldos entre el número de valores que integran una emisión y el que pertenece
a los titulares en cada momento (arts. 47 y 48 del RD 116/1992). En su llevanza, la primera
inscripción indicará la titularidad de los valores a favor de sus suscriptores iniciales, la cual
tendrá lugar en atención a la escritura de emisión de los mismos, así como de una relación de
titulares que creará la propia entidad emisora, o la entidad financiera que haya dirigido la
operación de emisión de los valores. Entre la entidad emitente de los valores y la encargada
del registro contable se establece una relación contractual de mandato que no puede
rescindirse unilateralmente por el mandatario hasta que no esté
Garantizada su sustitución.

En el caso de valores admitidos a cotización, éstos se encuentran sometidos a dos registros: el


registro central y los distintos registros contables (a los que la normativa omite de llamar como
particulares o especiales). La Sociedad de Gestión de los Sistemas de Registro, Compensación y
Liquidación de Valores se encarga de gestionar el registro central y conforma un registro de
registros en el que figuran como titulares las entidades adheridas y como contenido los valores
que cada una controle, bien porque les pertenecen directamente, o bien porque los tiene
registrados a nombre de terceros, que son sus auténticos titulares; si bien la identidad de éstos
no figura en ese registro central. De este modo, las entidades participantes tienen abiertas dos
tipos de cuentas en la Sociedad de Sistemas: una, en la que se refleja el saldo de los valores de
los que son directamente titulares; y otra, en la que se hace constar la totalidad de valores que
dichas entidades anotan a nombre de sus clientes en las cuentas de detalle. La relación
entablada entre la Sociedad de Sistemas y las entidades participantes tiene carácter
remunerado, debiendo satisfacer las segundas una tarifa por dichos servicios.

En un segundo nivel, el registro de cada entidad gestiona los valores que pertenecen a sus
clientes y que ella controla. Así, las entidades gestoras llevan registros de detalle en las que se
incluyen los datos de identificación de los titulares últimos de los valores que gestiona dicha
entidad. La relación entre la emisora de los valores y esta entidad gestora tiene igualmente

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carácter remunerado. La sociedad cotizada cuyos valores se encuentren registrados en una


determinada entidad gestora, puede transferir su registro a otra entidad adherida a la Sociedad
de Sistemas, comunicándolo a cualquiera de las dos implicadas.

En el sistema de anotaciones en cuenta de las sociedades cotizadas, las sociedades emisoras


de valores quedan al margen de las relaciones entre la Sociedad de Sistema y las entidades de
gestión. Cuando necesitan conocer la identidad de los actuales titulares de sus valores
requerirán dicha información a la Sociedad de Sistemas, quien la recabará de las entidades
participantes.

La CNMV desarrollará funciones de control de la solvencia y correcto funcionamiento de estas


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entidades. Es esencial que la entidad adherida, en su labor de custodia y gestión del registro,
desarrolle en sus ficheros electrónicos de forma oportuna las anotaciones correspondientes a
su clientela. Además, cuando se trate de valores cotizados en Bolsa, no pueden exceder estos
valores de los que aparecen como controlados por ella en el Servicio de Compensación y
Liquidación de Valores. De este modo, a través del sistema de doble nivel se consigue
comprobar la adecuada tenencia de los registros ya que, en todo caso, han de coincidir los
datos de ambos. De lo contrario, se estaría dando un fenómeno fraudulento (llamado
«inflación de valores») similar al que se produce cuando un intermediario en el juego de lotería
expide participaciones cuyo valor excede al de los billetes de los que se surtió en la
Administración oficial.

5. LA CONSTITUCIÓN DE LOS VALORES ANOTADOS

Como regla general para constituir las anotaciones en cuenta, la creación de los valores
representados debe constar en escritura pública otorgada por la entidad que pretenda
colocarlos en el mercado bajo esta modalidad de representación (arts. 6 a 10 RD 116/1992).
Respecto a los valores de que se trate, la escritura deberá reflejar la denominación, el número
de unidades, el valor nominal, las características y condiciones y las menciones que, según su
naturaleza exija la legislación aplicable. A partir del Real Decreto-Ley 5/2005, de 11 de marzo,
el uso de la escritura pública es potestativo, pudiendo hacerse constar la emisión también en
documento privado.

-En el caso de emisión de acciones por una sociedad anónima, podrá cumplir la función
de escritura pública de emisión la propia escritura de fundación de la sociedad, o bien la
escritura en la que se reflejen los acuerdos de aumento de capital o de modificación de
estatutos para acordar el cambio de modo de representación de las acciones.

-En el caso de las obligaciones, la propia escritura pública de emisión puede servir para cumplir
este requisito.

-Cuando se trate de valores emitidos por entidades públicas, equivaldrá a esta escritura
pública la publicación de las condiciones de emisión en los boletines oficiales respectivos.

De este modo, para la constitución de las anotaciones en cuenta es necesario que haya un
acuerdo por el que se decida utilizar esta forma de representación de valores. Por tanto, la
entidad emisora de los valores y quienes los suscriban deberán acordar la inscripción de dichos
valores en el registro correspondiente. En el caso de las sociedades de capital, con la
suscripción de los valores, el titular da su consentimiento para su representación mediante
anotaciones en cuenta, cumpliendo la inscripción de dichos valores en el registro contable la
función de la traditio de dichos valores.

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A dicho acuerdo se le deberá dar publicidad, mediante el depósito en la CNMV de una copia
del documento en que se refleja la emisión y representación.

Finalmente, la entidad encargada de la llevanza de dicho registro realizará la inscripción de los


valores a nombre de sus titulares. Debe quedar claro que esta inscripción no implica el
nacimiento del derecho reflejado en cada valor, ni tampoco la adquisición de su titularidad, es
decir, no se trata de una inscripción constitutiva (por ej., en el caso de que se haya realizado
un cambio de su representación mediante títulos a su representación por anotaciones en
cuenta, los derechos y su titularidad estaban perfectamente determinados antes de la
inscripción). En este sentido, cuando la normativa alude a que los valores se constituirán como
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tales, se está aludiendo al nacimiento de las anotaciones y al inicio de la aplicación de su


régimen jurídico, no al nacimiento de los derechos en ellas reflejados o al reconocimiento de
su titularidad. Antes de la inscripción, los valores mobiliarios existen, aunque su
funcionamiento ha de quedar sometido a las normas generales del Derecho común (por ej., su
transmisión se somete a las reglas generales de la cesión de créditos), no siendo de aplicación
la normativa específica sobre anotaciones en cuenta.

6. TRANSMISIÓN

En los valores representados por anotaciones en cuenta, la transmisión no puede producirse a


través de la entrega del documento (lo que sí ocurría en los valores representados mediante
títulos). A pesar de ello, los valores podrán transmitirse por cualquier título jurídico válido
(compraventa, donación, dación en pago, sucesión mortis causa ...) y presentando diversas
formalidades (escritura pública, póliza intervenida por notario, contrato privado). En concreto,
la normativa específica de las anotaciones en cuenta afecta al modo de la transmisión, pero no
al título de la misma. Por lo que respecta al modo, será necesaria la transferencia de los valores
anotados desde la cuenta del transmitente a la del adquirente: se sustituye así la entrega del
documento propia de los títulos-valor por la transferencia del registro contable propia de las
anotaciones en cuenta.
En este sentido, la LMV determina que la transmisión de los valores representados por medio
de anotaciones en cuenta tendrá lugar por transferencia contable. La inscripción de la
transmisión a favor del adquirente producirá los mismos efectos que la tradición de los títulos.
Sin embargo, dicha inscripción de la transmisión no sana los vicios del negocio del que trae
causa (art. 12.5 RD 116/1992).

El régimen de transmisión es básicamente idéntico cuando se trata de cambio de titularidad


de valores no admitidos a cotización en mercado secundario oficial o de los que, aun estando
admitidos a cotización, se transmiten sin sujeción a la normativa de las operaciones de
mercado secundario oficial por no darse los requisitos del art. 36 LMV.

La normativa exige que la transmisión se haga constar en documento público, que podrá ser
escritura o póliza intervenida por notario, o en documento privado expedido por la sociedad o
agencia de valores en que se acredite el acto o contrato traslativo. Cabe también la posibilidad
de que transmitente y adquirente hagan constar su consentimiento a la transmisión sin
sujeción a formalidad alguna, ante la propia entidad responsable del Registro.

Hay que tener en cuenta que sólo la transferencia anotada es eficaz, pues sólo a partir de la
inscripción la transmisión será oponible a los terceros (art. 11.2 LMV).

Para la inscripción de derechos reales limitados u otros gravámenes, la legislación se remite a

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las normas sobre transmisión de la titularidad. Al registro contable han de tener acceso
también las operaciones de amortización de los valores representados por medio de
anotaciones en cuenta.

En todo caso, las entidades encargadas del registro contable deberán procurarse siempre la
debida acreditación documental de la concurrencia de los consentimientos y se quedarán con
copia de los documentos acreditativos de los actos, contratos y notificaciones (art. 50.4 RD
116/1992).

7. LOS CERTIFICADOS DE LEGITIMACIÓN


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La representación de valores sólo a través de su registro contable presenta el problema de no


ofrecer a su titular un medio fehaciente para acreditar su condición de tal. En algunas
ocasiones, el titular de los valores necesita acreditar que le pertenecen, por ejemplo, cuando
pretende transmitirlos a terceros o emplearlos como garantía real en operaciones de crédito.
Con este fin se emplean los certificados de legitimación, regulados en el art. 14 LMV y
desarrollados en los arts. 18 a 21 del Real Decreto 116/1992.

Se trata de un documento expedido por las entidades encargadas del registro contable (que
son las únicas facultadas para ello), que acredita que en la fecha de su expedición la persona
que se menciona en el documento tiene sobre los valores que se indican el derecho que se
consigna en el certificado, con especificación de las claves correspondientes para su
identificación en los asientos del emisor. Los certificados, que sólo se podrán expedir a solicitud
del titular o su apoderado, se entregarán al peticionario el mismo día o al día siguiente a la
solicitud y podrán referirse a la totalidad o a una parte de los valores integrados en el saldo del
titular. Los valores respecto de los que estén expedidos certificados quedarán inmovilizados
desde la expedición de aquéllos, permaneciendo bloqueados en la cuenta del titular en tanto
que los certificados no hayan sido restituidos o transcurra el plazo de su vigencia (tres meses,
salvo que se especifique en el propio certificado un plazo superior, que, en todo caso, nunca
excederá de seis meses).

Este bloqueo o inmovilización durante la vigencia del certificado impide que el titular de los
valores en él recogidos pueda transmitirlos sin la correlativa entrega del certificado. Sin
embargo, no evita la expropiación o embargo de sus derechos en ejecuciones forzosas
judiciales o administrativas. Todo ello con el objeto de evitar la doble venta de los mismos
valores. De aquí que se diga que nos hallamos ante un documento de legitimación, al que no
se incorpora derecho alguno.

III. SERVICIOS DE PAGO

8. NECESIDAD DE REGULACIÓN Y ÁMBITO DE APLICACIÓN

Para ofrecer un tratamiento completo de la tendencia actual hacia la desmaterialización de


valores y títulos, debemos hacer alusión a la normativa sobre servicios de pago. Esta normativa
fue introducida en el ordenamiento español a través de la Ley 16/2009, de 13 de noviembre,
de servicios de pago, que implica la transposición a nuestro derecho de la Directiva
2007/64/(CE) de 13 de noviembre de 2007, sobre servicios de pago en el mercado interior.

La finalidad perseguida por la norma es la regulación de las transferencias, los adeudos directos
y las operaciones de pago directo efectuadas mediante tarjeta, facilitando la eficiencia y la
seguridad de los pagos nacionales internos y de los pagos en la Unión europea. La normativa

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contiene, igualmente, una serie de disposiciones orientadas al reforzamiento y protección de


los derechos de los usuarios de los servicios de pago, facilitando la aplicación operativa de los
instrumentos de la zona única de pagos en euros –llamada SEPA (Single Euro Payment Area) -
. Con ello, los tres objetivos fundamentales que persigue la normativa son: 1) estimular la
competencia entre los mercados nacionales, asegurando la igualdad de oportunidades para
competir; 2) aumentar la transparencia en el mercado; y 3) establecer un sistema común de
derechos y obligaciones para proveedores y usuarios en el marco de la SEPA.

La Ley de Servicios de Pago excluye de forma expresa su aplicación a los pagos instrumentados
a través de letras de cambio, cheques y pagarés. Así, dispone su artículo 3.g) que la ley no se
aplicará a las operaciones de pago realizadas por los siguientes documentos extendidos por un
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proveedor de servicios de pago a fin de poner fondos a disposición del beneficiario:

1. Cheques en papel, sean éstos regulados por la Ley uniforme sobre cheques del
convenio de Ginebra de 19 de marzo de 1931, o por el ordenamiento interno de los países que
no sean miembros del Convenio siempre que presenten similares caracteres.

2. Efectos en papel con arreglo al Convenio de Ginebra de 7 de junio de 1930, que


establece una Ley uniforme sobre letras de cambio y pagarés, o efectos en papel similares y
regulados por el Derecho de los Estados miembros que no sean partes en el Convenio de
Ginebra.

3. Vales en papel.

4. Cheques de viaje en papel.

5. Giros postales en papel.

En cambio, la norma será de aplicación a los siguientes servicios de pago (art. 1.2):

a. Los servicios que permiten el ingreso de efectivo en una cuenta de pago y las
operaciones de gestión de la propia cuenta de pago.

b. Los servicios que permiten la retirada de efectivo de una cuenta de pago y todas las
operaciones necesarias para la gestión de la propia cuenta de pago.

c. La ejecución de operaciones de pago, incluida la transferencia de fondos, a través de


una cuenta de pago: ejecución de adeudos, ejecución de operaciones de pago mediante tarjeta
de pago o similar, ejecución de transferencias incluidas las órdenes permanentes.

d. La ejecución de operaciones de pago cuando los fondos estén cubiertos por una línea
de crédito abierta para un usuario de servicios de pago: ejecución de adeudos domiciliados,
ejecución de operaciones de pago mediante tarjeta de pago o similar, ejecución de
transferencias, incluidas las órdenes permanentes.

e. La emisión y adquisición de instrumentos de pago.

f. El envío de dinero.

g. La ejecución de operaciones de pago en las que se transmita el consentimiento del


ordenante a ejecutar una operación de pago mediante dispositivos de telecomunicación,

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digitales o informáticos y se realice el pago a través del operador de la red o sistema de


telecomunicación o informático, que actúa únicamente como intermediario entre el usuario
del servicio de pago y el prestador de bienes y servicios.

De este modo, vemos que la normativa trata de dar una cierta cobertura al que sería el
siguiente paso en la evolución de los instrumentos de circulación de créditos y de pagos. Así, la
siguiente etapa en la evolución está tratando de ser, por un lado, la posibilidad de hacer valer
estos títulos en una representación electrónica (dinero electrónico, pagarés electrónicos); de
otro, la tendencia es a la sustitución de estos medios a través de la prestación de servicios, los
así llamados servicios de pagos considerados por esta norma y disciplinados en la normativa
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bancaria.

9. LAS ENTIDADES DE PAGO

La Ley de Servicios de Pago crea la categoría de «entidades de pago» (arts. 6 y ss. de la Ley),
considerándolas como aquellas personas jurídicas distintas de las entidades de crédito y de las
entidades de dinero electrónico, a las cuales se ha otorgado autorización para prestar y
ejecutar los servicios de pago considerados en la norma.

Estas entidades, a diferencia de las de crédito y las de dinero electrónico, no podrán llevar a
cabo la captación de depósitos u otros fondos reembolsables del público, ni emitir dinero
electrónico. De este modo, los fondos que reciban para atender las órdenes de pago y la
prestación de los servicios no tendrán la consideración de depósitos ni de fondos
reembolsables. Como se aprecia, la posición jurídica que adoptan estas entidades es similar a
la del librado en la letra de cambio: reciben un mandato del ordenante de pago para que
cumplan uno de los servicios de pago que hemos considerado anteriormente.
La normativa regula el procedimiento para la concesión del carácter de entidad de pago, que
corresponde en todo caso al Ministerio de Economía y Competitividad, previo informe del
Banco de España y del Servicio Ejecutivo de la Comisión de prevención del blanqueo de
capitales e infracciones monetarias. Además, se exige que estas entidades mantengan en todo
momento un volumen suficiente de recursos propios, en los términos que reglamentariamente
se establezcan, para poder realizar la efectiva prestación de sus servicios de pago.

Las entidades de pago podrán realizar actividades adicionales, además de las estrictamente
consideradas como servicios de pago (por ejemplo, actividades de custodia, almacenamiento
y tratamiento de datos). También podrán gestionar los sistemas de pago, y desarrollar
actividades económicas distintas que autorice expresamente la normativa específica.
Finalmente, podrán conceder créditos siempre que estén relacionados con la ejecución de una
operación de pago, que sea reembolsado en un plazo inferior a doce meses, que no se conceda
con cargo a los fondos recibidos o en posesión a efectos de la ejecución de una operación de
pago, y que los fondos propios de la entidad de pago sean en todo momento adecuados para
la prestación de tal servicio.

El funcionamiento de las entidades de pago estará sometido a la supervisión del Banco de


España.

10. EL CONTRATO MARCO DE SERVICIO DE PAGO

El contrato marco de servicios de pago hace referencia a las reglas generales acordadas entre
la entidad prestadora de los servicios (entidad de crédito, de dinero electrónico, entidad de

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pago o la Sociedad Estatal Correos y Telégrafos, SA –art. 4 Ley de Servicios de Pago–), y su


cliente para regular la prestación de estos servicios. La norma regula con cierta profundidad las
condiciones de transparencia que ha de tener este contrato marco.

11. FUNCIONAMIENTO

A. Autorización de operaciones de pago

La prestación de los servicios de pago se inicia con la autorización de la operación por parte del
ordenante, que otorga el consentimiento para su ejecución. El proveedor de servicios de pago
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y el ordenante deberán pactar –normalmente en el contrato marco– el modo en que se dará


el consentimiento, así como la forma de notificarlo. Este consentimiento podrá ser previo o
posterior a la ejecución de la orden de pago, según lo acordado por las partes; y podrá ser
retirado en cualquier momento anterior a la fecha de irrevocabilidad de la orden.

En la autorización de la operación de pago, el usuario deberá usar el instrumento según las


condiciones que hayan pactado y que regulen su emisión y utilización; en particular, en cuanto
reciba el instrumento de pago, el usuario deberá tomar todas las medidas razonables a fin de
proteger los elementos de seguridad personalizados de que vaya provisto; en caso de extravío,
sustracción o utilización no autorizada del instrumento de pago, el usuario deberá notificarlo
sin demoras indebidas al proveedor de los servicios.

Por su parte, el proveedor de servicios deberá cerciorarse del funcionamiento de los elementos
de seguridad personalizados del instrumento de pago, así como de que sólo sean accesibles
para el usuario facultado para utilizarlo. También, deberá garantizar que existan en todo
momento los medios adecuados y gratuitos que permitan al usuario de servicios comunicarse
con el prestador.

B. Ejecución de una orden de pago

El servicio de pago deberá realizarse en el momento en que se reciba la orden de pago por la
entidad prestadora del mismo. Se entenderá que será aquel en el que la orden de pago sea
recibida por el proveedor de servicios de pago del ordenante. En el caso de que la recepción se
produzca en día inhábil, se entenderá el siguiente día hábil.
El proveedor de servicios de pago podrá rechazar la ejecución de la orden, comunicándolo a
este respecto en tiempo y forma al usuario de los servicios. En cualquier caso, la Ley fija
determinados momentos temporales en los que ni el ordenante puede retirar su mandato ni
el prestador podrá rechazar la prestación.

Seguidamente la orden deberá ser cumplida conforme lo acordado. Con carácter general, el
proveedor de servicios de pago del ordenante, el proveedor de servicios de pago del
beneficiario y todos los posibles intermediarios que intervengan en la operación de pago
deberán transferir la totalidad del importe de la operación de pago, absteniéndose de deducir
gasto alguno de la cantidad transferida. No obstante, el beneficiario y su proveedor de servicios
de pago podrán acordar que éste deduzca sus propios gastos del importe transferido antes de
abonárselo al beneficiario.

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IV. DINERO ELECTRÓNICO

12. SITUACIÓN ACTUAL. NECESIDAD DE LA INSTITUCIÓN Y FUNCIÓN ECONÓMICA

La normativa que actualmente regula el dinero electrónico se encuentra recogida en la Ley


21/2011, de 26 de julio, de Dinero Electrónico. Esta normativa supone la transposición de la
Directiva 2009/110/(CE), de 16 de septiembre de 2009 sobre el acceso a la actividad de las
entidades de dinero electrónico, y su ejercicio, así como sobre la supervisión prudencial de
dichas entidades, por las que se modificaban las Directivas 2005/60/(CE) y 2006/48/(CE) y se
deroga la Directiva 2000/46/(CE).
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Según el art. 1.2, de la ley 21/2011 se entiende por dinero electrónico todo valor monetario
almacenado por medios electrónicos o magnéticos que represente un crédito sobre el emisor,
que se emita al recibo de fondos con el propósito de efectuar operaciones de pago según se
definen en la Ley de Servicios de Pago, y que sea aceptado por una persona física o jurídica
distinta del emisor de dinero electrónico. En sentido negativo, no tendrán la consideración de
dinero electrónico: a) los valores monetarios almacenados en instrumentos que puedan
utilizarse para la adquisición de bienes o servicios únicamente en las instalaciones del emisor
o, en virtud de un acuerdo comercial con el emisor, bien en una red limitada de proveedores
de servicios o para un conjunto limitado e bienes o servicios, es decir, los que tengan un ámbito
de utilización restringido (tarjetas de compra, tarjetas de combustible, tarjetas de socio,
tarjetas de transporte público...); b) el valor monetario utilizado para realizar operaciones de
pago exentas según la normativa de Servicios de Pago.

13. RELACIONES CON EL ÁMBITO CAMBIARIO

A través de la relación de dinero electrónico una provisión de fondos en dinero real se


transforma en su representación simbólica a través de dinero electrónico, cuyo empleo como
medio de pago es gestionado por la entidad emisora. Este dinero electrónico, al igual que los
títulos, es una entidad inexistente por sí misma, pero que permite realizar operaciones sobre
la base de los derechos que incorpora y representa.

El dinero electrónico técnicamente conforma una representación, o un sistema de débitos y


créditos, destinado a permitir el intercambio de valores en un sistema, o como un sistema
independiente, pudiendo ser en línea o no. Así, actúa como instrumento para realizar pagos
en entornos virtuales, sirviendo de representación y permitiendo la transmisión de dinero real
que se emplea como base (relación subyacente) de la relación electrónica.

14. LAS ENTIDADES DE DINERO ELECTRÓNICO

Según la normativa (art. 2 Ley de Dinero Electrónico), la emisión de dinero electrónico tiene
reserva de actividad, pudiendo emitirlo sólo las entidades de crédito, las entidades de dinero
electrónico autorizadas según la propia norma, la Sociedad estatal de Correos y Telégrafos, SA,
respecto de las actividades de emisión de dinero electrónico a que se encuentre facultada en
virtud de su normativa específica; el Banco de España, cuando no actúe en su condición de
autoridad monetaria; y la Administración General del Estado, las CCAA y las Entidades Locales,
cuando actúen en su condición de autoridades públicas. Por tanto, las demás personas físicas
o jurídicas que no adopten una de estas formas no podrán emitir válidamente dinero
electrónico, pudiéndoseles, además, imponer una sanción.

Las entidades de dinero electrónico son aquellas personas jurídicas que no tengan la condición

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de entidades de crédito a las cuales se haya otorgado autorización para emitir dinero
electrónico (art. 3). A ellas se reserva la denominación «entidad de dinero electrónico», así
como su abreviatura «EDE», que podrán incluirla en su denominación social.

Para poder funcionar como tales, deberán cumplir los requisitos establecidos por la normativa
y recibir autorización del Ministerio de Economía y Competitividad, previo informe del Banco
de España.
Además de la emisión de dinero electrónico, las entidades de dinero electrónico podrán prestar
servicios de pago; conceder créditos en relación con los servicios de pago; la prestación de
servicios operativos y auxiliares estrechamente vinculados en relación con la emisión de dinero
electrónico o en relación con la prestación de servicios de pago; la gestión de sistemas de pago;
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otras actividades económicas distintas, que sean autorizadas. Sin embargo, no podrán llevar a
cabo la captación de depósitos u otros fondos reembolsables del público.

15. EMISIÓN Y REEMBOLSO DE DINERO ELECTRÓNICO

La función principal de las entidades autorizadas- que como afirmamos no son sólo las
entidades de dinero electrónico- es la emisión y el reembolso del dinero electrónico. A estos
efectos, los fondos que el titular del dinero electrónico entregue a la entidad de dinero
electrónico se cambiarán de manera inmediata por dinero electrónico, no pudiendo constituir
depósitos u otros fondos reembolsables del público.

Así, los emisores de dinero electrónico emitirán, al recibo de los fondos, dinero electrónico por
su valor nominal. Del mismo modo, los emisores de dinero electrónico reembolsarán al titular
del mismo, cuando lo solicite, en todo momento y por su valor nominal, el valor monetario del
dinero electrónico de que disponga. Las condiciones de reembolso se estipularán de forma
clara entre el emisor de dinero electrónico y el titular del mismo.

Sólo conllevará gastos la restitución del dinero electrónico cuando el reembolso se solicite
antes de la finalización del contrato, cuando se resuelva el contrato con anterioridad a la fecha
de finalización o cuando el reembolso se solicite una vez transcurrido un año desde la fecha de
finalización del contrato. Por su parte, la concesión de intereses o cualquier otro beneficio por
el tiempo durante el cual un titular de dinero electrónico está en posesión de éste queda
prohibida por la normativa

TEMA 20 (Lección 50)


EL CONCURSO DE ACREEDORES

I. La tutela del crédito en caso de insolvencia del deudor común


1. La tutela del crédito en caso de insolvencia del deudor común: el concurso de
acreedores
2. La evolución histórica de los procedimientos concursales
3. La historia de la Ley Concursal
4. Las funciones del concurso de acreedores
II. El procedimiento de concurso de acreedores
5. El procedimiento de concurso de acreedores
6. Las clases de concursos
III. Los institutos preconcursales
7. La prevención de la insolvencia y las alternativas al concurso de acreedores

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1. LA TUTELA DEL CRÉDITO EN CASO DE INSOLVENCIA DEL DEUDOR


COMÚN: EL CONCURSO DE ACREEDORES

Cuando el deudor puede cumplir de forma regular las obligaciones contraídas, la tutela de los
acreedores encuentra suficiente seguridad en las normas legales generales. Cada uno de los
acreedores tiene como garantía todos los bienes presentes y futuros del deudor (art. 1911 CC)
y entre las medidas de tutela de su derecho de crédito cuenta- aunque de forma subsidiaria-
con la posibilidad de ejercicio de la acción revocatoria de los actos realizados por el deudor en
fraude de acreedores (art. 1111 CC).
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Art. 1111 CC. Los acreedores, después de haber perseguido los bienes de que esté en posesión
el deudor para realizar cuanto se les debe, pueden ejercitar todos los derechos y acciones de
éste con el mismo fin, exceptuando los que sean inherentes a su persona; pueden también
impugnar los actos que el deudor haya realizado en fraude de su derecho.

Además, quienes dispongan del correspondiente título ejecutivo, pueden iniciar la ejecución
individual y aislada de los créditos y el embargo de bienes de ese deudor por valor suficiente
para cubrir el importe de los créditos. Por el contrario, cuando el deudor no puede cumplir
regularmente las obligaciones a medida que resultan exigibles, ese Derecho general se
sustituye por un Derecho excepcional en el que prima el interés colectivo sobre los singulares
intereses de los acreedores. Si el deudor es solvente, no existe inconveniente en que cada
acreedor ejercite individualmente el derecho de crédito. Sin embargo, en caso de insolvencia
ese ejercicio individual puede tener un efecto negativo si existe pluralidad de acreedores: que
sólo obtengan satisfacción los acreedores que primero ejecuten o embarguen. Es decir, ante la
situación de insuficiencia patrimonial del deudor, los acreedores que sean más diligentes en el
ejercicio de acciones ejecutivas obtendrán satisfacción por delante de los acreedores que
demoren ese ejercicio. Esto también ocurre en los casos de simple iliquidez no derivada de
insuficiencia patrimonial, sino de dificultades de tesorería. En estos casos, las ejecuciones
individuales suelen producir la desorganización del patrimonio del deudor, de tal modo que los
acreedores posteriores tendrán grandes dificultades para obtener satisfacción. Por estas
razones, en los casos de insolvencia, deben establecerse mecanismos jurídicos para eliminar o,
al menos, paliar ese posible efecto negativo. Para ello, la satisfacción individual por razón de la
prioridad en el tiempo del embargo (prior tempore potior iure), debe sustituirse por la
satisfacción colectiva, en la que, bajo la tutela de la autoridad judicial, los créditos de cada uno
de los acreedores se identifiquen convenientemente, con cuantificación del pasivo que
representen, se clasifiquen conforme a criterios legales de preferencia y se satisfagan los
comunes u ordinarios con arreglo al principio de paridad de trato o de comunidad de pérdidas
(par condicio creditorum). En el Derecho español vigente, la institución a través de la cual se
articula ese postulado esencial de la tutela del crédito en caso de insolvencia del deudor común
es el concurso de acreedores, que está regulado por la Ley 22/2003, de 9 de julio.

El concurso de acreedores se explica por razones de justicia. No es justo que, en caso de


insolvencia, unos acreedores obtengan íntegra satisfacción y otros de la misma clase o
categoría pierdan la posibilidad de cobrar siquiera parte de sus créditos. La aplicación de las
normas legales generales significaría la satisfacción de los acreedores con mejor preparación o
con mayor información –los acreedores profesionales, especializados en la concesión y en la
recuperación de créditos, o los acreedores más cercanos al deudor (familiares o amigos,
sociedades pertenecientes al mismo grupo)– en detrimento de los demás acreedores.
Pero el Derecho concursal se basa también en la eficiencia, de modo que trata de conseguir el
mayor grado posible de satisfacción de los acreedores ordinarios. Así se explica, de modo

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especial, que el concurso de acreedores posibilite la rescisión de los actos perjudiciales para
los acreedores realizados por el deudor dentro de los dos años anteriores a la declaración de
concurso, aunque no hubieran tenido intención fraudulenta, o que, en caso de calificación
culpable del concurso de acreedores, pueda también reintegrarse el patrimonio del deudor con
condenas pecuniarias a quienes causaran o agravaran la insolvencia.

2. LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LOS PROCEDIMIENTOS CONCURSALES

En la evolución histórica del tratamiento de la insolvencia del deudor común, podemos


distinguir un doble conjunto institucional:
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A) En primer lugar, la cesión de bienes, que arranca del Derecho romano. En el Derecho
clásico – Lex Iulia, del año 17 a.C.–, mediante la cessio bonorum, el deudor podía presentarse
ante el magistrado y declarar solemnemente que ponía sus bienes a disposición de los
acreedores, haciéndoles cesión de la posesión de ellos, con facultad de enajenación en bloque
a cargo de un magister, en pública subasta, para hacerse pago. A esta posibilidad, se añadió en
la época posclásica la distractio bonorum, en la que los bienes pasaban a posesión de un
curator, el cual procedía a la enajenación individual, y no en bloque, sin necesidad de pública
subasta. En el Derecho justinianeo, al lado de la cesión de bienes aparecen también –por influjo
del cristianismo– las «moratorias», que no son sino «esperas» concedidas en ciertas
circunstancias al deudor común de buena fe para, con una pequeña dilación, poder hacer
frente a las obligaciones contraídas.

La cesión de bienes por parte del deudor insolvente se conserva en Las Partidas (que la
denominan «desamparo de bienes»), y también se conservan las moratorias. Una y otras
continúan utilizándose durante la Edad Moderna. La primera obra científica de Derecho
concursal que se publica en Europa es el Labyrinthus creditorum de Salgado de Somoza (1646),
que trata de un complejo procedimiento de cesión de bienes.
En el siglo XIX, la cesión de bienes («en pago de» las deudas) se regula en el CC (arts. 1175 y
1913) y en la LEC de 1881; y las antiguas moratorias, que pasan a denominarse «beneficio de
quita y espera», se regulan en los arts. 1912 CC y 1130 y ss. LEC.

B) La idea de quiebra nace en el derecho estatutario italiano (específicamente para los


comerciantes) en la Baja Edad Media. Se llama quiebra, porque, en caso de insolvencia –que
se solía manifestar con la fuga del deudor–, la mesa o el puesto del comerciante se quebraba
o rompía: de ahí también el término «bancarrota». La quiebra es un procedimiento privado
(con nula o muy escasa intervención de jueces mercantiles) en el que los propios acreedores
proceden a la ocupación de los bienes del deudor, designan a unos representantes para que
los administren y enajenen –los síndicos–, y con el producto obtenido se satisfacen con arreglo
al principio de la par condicio. Por el hecho de quebrar, se presume que el comerciante ha
actuado de mala fe, por lo que, si se le da alcance, ingresa en prisión o se le somete a rigurosas
penas personales.

Desde Italia, la quiebra se extiende por el resto de Europa. Ya en la Edad Moderna, la quiebra
es un procedimiento muy utilizado en España y en las Indias. El ovetense Juan de Hevia Bolaños,
en el Laberinto del Comercio terrestre y marítimo, de 1613, ofrece ya una exposición
sistemática de este procedimiento concursal, que en el siglo XVIII regulan minuciosamente las
Ordenanzas de Bilbao de 1737.
En esta época, la quiebra comienza a adquirir elementos de carácter público como
consecuencia de la creciente intervención del juez; se incrementa poco a poco el número de
los privilegios –fenómeno igualmente apreciable en el concurso–; se dulcifican los efectos

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sobre la persona del deudor, y comienza a admitirse que pueda finalizar por un convenio o
concordato del deudor con los acreedores ordinarios. Al mismo tiempo –y también al igual que
el deudor civil–, los comerciantes de buena fe pueden obtener moratorias.

En el CCom de 1829 la quiebra es el único procedimiento predispuesto para las situaciones de


crisis económica del comerciante. Sin embargo, en este Código, aparece por primera vez como
una clase de quiebra, la suspensión de pagos, que no es sino una moratoria que puede solicitar
el comerciante que manifiesta «bienes suficientes para cubrir todas sus deudas». A lo largo del
siglo XIX, la suspensión de pagos se convertirá en un procedimiento autónomo, distinto de la
quiebra. En el CCom de 1895 coexisten, pues, dos procedimientos distintos: la quiebra, para el
deudor mercantil insolvente, y la suspensión de pagos, para el deudor mercantil en situación
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de mera iliquidez. Pero esta diferencia institucional se rompe con la Ley de Suspensión de Pagos
de 1922.

Finalmente, estos procedimientos se funden en un procedimiento unitario: el concurso de


acreedores regulado en la Ley Concursal (LC) de 2003, que fue resultado de un largo y
complejo proceso de reforma.

3. LA HISTORIA DE LA LEY CONCURSAL

Esta Ley ha sido objeto de múltiples reformas (el Real Decreto-Ley 3/2009, de 27 de marzo, de
reformas urgentes en materia tributaria, financiera y concursal, la Ley 38/2011, de 10 de
octubre, de reforma de la Ley Concursal, la Ley 14/2013, de 27 de septiembre, de apoyo a los
emprendedores y su internacionalización, la Ley 17/2014, de 30 de septiembre, por la que se
adoptan medidas urgentes en materia de refinanciación y reestructuración de deuda
empresarial –que procede del Real Decreto-Ley 4/2014, de 7 de marzo-, la Ley 9/2015, de 25
de mayo, de medidas urgentes en materia concursal –que procede del Real Decreto-Ley
11/2014, de 5 de septiembre-, y la Ley 25/2015, de 28 de julio, de mecanismo de segunda
oportunidad, reducción de la carga financiera y otras medidas de orden social – que procede
del Real Decreto-Ley 1/2015, de 27 de febrero-).

Junto al concurso de acreedores, se introducen en la regulación los institutos preconcursales,


que buscan soluciones preventivas de la insolvencia o alternativas al concurso mediante los
acuerdos de refinanciación y el acuerdo extrajudicial de pagos. Además, se llevan a cabo
modificaciones fundamentales: se incorpora el criterio del valor razonable del bien o del
derecho sobre el que se hubiere constituido la garantía como límite del privilegio especial del
crédito garantizado; se reconoce el derecho del deudor a solicitar en cualquier momento la
apertura de la liquidación; se establece el régimen de los concursos sin masa suficiente para
hacer frente a los costes del procedimiento y se introduce el beneficio de la exoneración del
pasivo insatisfecho del que, cuando se den ciertas condiciones, puede gozar el deudor persona
natural.

Pero, esta acumulación descoordinada de reformas forma un texto legal inestable,


desordenado y de difícil lectura e interpretación, de modo que se hace necesaria la habilitación
al Gobierno para la aprobación de un Texto refundido de la Ley Concursal (disp. final 8ª de la
Ley 9/2015, de 25 de mayo). Con esta finalidad se constituye una Ponencia en el seno de la
sección de Derecho mercantil de la Comisión General de Codificación, presidida por el Profesor
A. Rojo, con facultades para regularizar, aclarar y armonizar la Ley Concursal. En ejecución del
mandato recibido, el 6 de marzo de 2017 se presenta la Propuesta de Real Decreto Legislativo
por el que se aprueba el Texto refundido de la Ley Concursal.

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4. LAS FUNCIONES DEL CONCURSO DE ACREEDORES

En nuestro Derecho, la función primaria del concurso de acreedores es la denominada función


solutoria. La finalidad del concurso es satisfacer a los acreedores del deudor insolvente del
modo más eficiente posible: bien sea mediante un convenio (un acuerdo entre el deudor
concursado y la colectividad de acreedores), o mediante la liquidación de bienes y derechos
del deudor y el pago a los acreedores con el líquido obtenido. Esa satisfacción tiene carácter
procesal –en el sentido de que se intenta conseguir a través de un procedimiento judicial– y
tiene, además, carácter colectivo, ya que el concurso intenta armonizar los intereses
contrapuestos de los titulares de los créditos, frente a la acción individual de los singulares
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acreedores. Los bienes y derechos –presentes y futuros– de contenido patrimonial que sean
titularidad del deudor común –la denominada masa activa – quedan afectos a esa satisfacción
de los acreedores concursales –o masa pasiva –, previo reconocimiento y clasificación de cada
uno de los créditos. Para conseguir esta finalidad solutoria, hay que adoptar medidas
excepcionales, como son la prohibición de iniciar ejecuciones singulares contra el patrimonio
del deudor común y la paralización de las que se hallasen en tramitación (arts. 55 a 57 LC), así
como la posibilidad de rescindir los actos perjudiciales para la masa activa realizados dentro de
los dos años anteriores a la declaración de concurso (art. 71 LC).

El concurso de acreedores es también un instrumento adecuado para decidir si las empresas


insolventes pueden ser conservadas o si han de ser expulsadas del mercado, por haber
demostrado su ineficiencia. En este sentido, en nuestro Derecho se pretende armonizar la
función solutoria con la continuación del ejercicio de la actividad profesional o empresarial que
viniera ejerciendo el deudor (art. 44.1 LC). Pero la Ley tiene muy claro que esa continuidad no
puede suponer la disminución de la masa con la que satisfacer a los acreedores; y de ahí que
el juez, a solicitud de la administración concursal, pueda acordar el cierre de la totalidad de las
oficinas, establecimientos o explotaciones de que fuera titular el deudor (art. 44.4-I LC) y deba
hacerlo siempre que sean deficitarias. Entre el «interés del concurso» entendido como interés
de la colectividad de los acreedores, y el «interés del deudor» a la continuidad de la actividad,
la Ley, sin dudarlo, prima el interés del concurso, y ello, aunque el cese de esa actividad y el
cierre de esas oficinas, de esos establecimientos o de esas explotaciones traiga consigo la
extinción colectiva de las relaciones laborales con los trabajadores (art. 44.4-II LC).

Art. 44 LC. Continuación del ejercicio de la actividad profesional o empresarial.

1. La declaración de concurso no interrumpirá la continuación de la actividad profesional o empresarial


que viniera ejerciendo el deudor.

2. En caso de intervención, y con el fin de facilitar la continuación de la actividad profesional o


empresarial del deudor, la administración concursal podrá determinar los actos u operaciones propios
del giro o tráfico de aquella actividad que, por razón de su naturaleza o cuantía, quedan autorizados
con carácter general.
No obstante lo establecido en el párrafo anterior, y sin perjuicio de las medidas cautelares que hubiera
adoptado el juez al declarar el concurso, hasta la aceptación de los administradores concursales* el
deudor podrá realizar los actos propios de su giro o tráfico que sean imprescindibles para la
continuación de su actividad, siempre que se ajusten a las condiciones normales del mercado.
(*administración concursal).

3. En caso de suspensión de las facultades de administración y disposición del deudor, corresponderá


a la administración concursal adoptar las medidas necesarias para la continuación de la actividad
profesional o empresarial.

4. Como excepción a lo dispuesto en los apartados anteriores, el juez, a solicitud de la administración

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concursal y previa audiencia del deudor y de los representantes de los trabajadores de la empresa,
podrá acordar mediante auto el cierre de la totalidad o de parte de las oficinas, establecimientos o
explotaciones de que fuera titular el deudor, así como, cuando ejerciera una actividad empresarial, el
cese o la suspensión, total o parcial, de ésta.
Cuando las medidas supongan la extinción, suspensión o modificación colectivas de los contratos de
trabajo, incluidos los traslados colectivos, el juez actuará conforme a lo establecido en el art.8.2º y
simultáneamente iniciará el expediente del art. 64. La administración concursal en su solicitud deberá
dar cumplimiento a lo dispuesto en el art. 64.4.

Precisamente por la primacía de la función solutoria, la Ley evita que el concurso de acreedores
prosiga cuando esa satisfacción devenga imposible. Así, la Ley ordena al juez que dicte auto de
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conclusión del procedimiento por insuficiencia de la masa activa para satisfacer el coste del
procedimiento (los denominados créditos contra la masa), salvo que puedan iniciarse o estén
tramitándose demandas de reintegración de la masa activa o de exigencia de responsabilidad
de terceros o que se esté tramitando la sección de calificación (arts. 176.1-3ª y 176 bis), ya que
en esos casos todavía subsiste la posibilidad de que los acreedores puedan obtener alguna
satisfacción.

También, el concurso de acreedores cumple una función de represión del deudor cuya
conducta, positiva o negativa, haya generado o agravado el estado de insolvencia. Esta función
secundaria de represión (civil, y no penal) se materializa en la formación y tramitación de la
denominada «sección de calificación» –o «sección sexta» (art. 183-6.º LC)–, que finaliza
necesariamente con la sentencia de calificación, en la que el concurso se califica como
«fortuito» o como «culpable» (art. 172.1 LC).

Art. 183. Secciones

El procedimiento de concurso se dividirá en las siguientes secciones, ordenándose las actuaciones de


cada una de ellas en cuantas piezas separadas sean necesarias o convenientes:

1º La sección primera comprenderá lo relativo a la declaración de concurso, a las medidas cautelares,


a la resolución final de la fase común, a la conclusión y, en su caso, a la reapertura del concurso.

2º La sección segunda comprenderá todo lo relativo a la administración concursal del concurso, al


nombramiento y al estatuto de los de los administradores concursales*, a la determinación de sus
facultades y a su ejercicio, a la rendición de cuentas y, en su caso, a la responsabilidad de los
administradores concursales (*la administración concursal).

3º La sección tercera comprenderá lo relativo a la determinación de la masa activa, a las


autorizaciones para la enajenación de los bienes y derechos de la masa activa, a la sustanciación,
decisión y ejecución de las acciones de reintegración y de reducción y a las deudas de la masa.

4º La sección cuarta comprenderá lo relativo a la determinación de la masa pasiva, a la comunicación,


reconocimiento, graduación y clasificación de los créditos concursales y al pago de los acreedores. En
esta sección se incluirán también, en pieza separada, los juicios declarativos contra el deudor que se
hubieran acumulado al concurso de acreedores y las ejecuciones que se inicien o se reanuden contra
el concursado.

5º La sección quinta comprenderá lo relativo al convenio y a la liquidación, incluidos el convenio


anticipado y la liquidación anticipada.

6º La sección sexta comprenderá lo relativo a la calificación del concurso y a sus efectos.

Sin embargo, la función represora deja de operar en el caso de que se apruebe un convenio en
el que se establezca, para todos los acreedores o para los de una o varias clases –entendiendo
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por tales las clases de acreedores privilegiados establecidas en el artículo 94.2-una quita
inferior a un tercio del importe de sus créditos o una espera inferior a tres años, salvo que el
convenio resulte incumplido (art. 167.1-II LC).

Art. 167. Formación de la sección sexta.

1. La formación de la sección sexta se ordenará en la misma resolución judicial por la que se apruebe
el convenio, el plan de liquidación o se ordene la liquidación conforme a las reglas generales
supletorias.

Por excepción a lo establecido en al apartado anterior, no procederá la formación de la sección de


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calificación del concurso cuando tenga lugar la aprobación judicial de un convenio en el que se
establezca, para todos los acreedores o para los de una o varias clases, entendiendo igualmente por
tales las establecidas en el artículo 94.2, una quita inferior a un tercio del importe de sus créditos o
una espera inferior a tres años, salvo que resulte incumplido.

La sección se encabezará con testimonio de la resolución judicial y se incorporarán a ella testimonios


de la solicitud de declaración de concurso, la documentación aportada por el deudor, el auto de
declaración de concurso y el informe de la administración.
….
Esta excepción conecta con la función solutoria del concurso: pretende ser un incentivo para
que los deudores insolventes insten el concurso de acreedores cuando las posibilidades de
satisfacción de los acreedores sean razonables y sean también mayores las posibilidades de
conservación de la empresa.

Sin embargo, esa función de represión no tiene siempre la misma eficacia. En primer lugar,
porque pueden existir concursos real y efectivamente «culpables» (esto es, concursos en los
que la insolvencia haya sido causada con dolo o culpa grave por el deudor) que, sin embargo,
no den lugar a la formación de esa sección; y, en segundo lugar, porque, aun cuando exista
culpa en la causación de la insolvencia o culpa en el agravamiento de esa insolvencia, puede
suceder que dicha culpa no sea «grave», sino «media» o «leve», y sólo el dolo o el grado mayor
de la culpa son tenidos en cuenta por la Ley a los efectos de la calificación.

Sin embargo, hay que destacar que, en ciertos casos, la función de represión puede cumplir a
la vez una función solutoria, e incluso favorecer la conservación de la empresa mediante su
transmisión a un tercero. Esto ocurre cuando la sección sexta se forme como consecuencia de
la apertura de la fase de liquidación y el concurso sea calificado como culpable, ya que en esos
casos –y sólo en ellos– el juez tiene la facultad de condenar tanto a los administradores,
liquidadores y apoderados generales de la persona jurídica deudora que con su conducta hayan
causado o agravado la insolvencia cuanto a los propios socios de la compañía que,
concurriendo determinadas circunstancias, se hubieran negado sin causa razonable a una
capitalización de créditos o una emisión de valores o instrumentos convertibles, frustrando la
consecución de un acuerdo de refinanciación, a la cobertura, total o parcial, del déficit
patrimonial (art. 172 bis LC). En esos supuestos, a la vez que se reprime la conducta de quien o
de quienes han generado o agravado la insolvencia interviniendo dolo o culpa grave, la
calificación permite aumentar el «grado de satisfacción» de los acreedores concursales.

II. EL PROCEDIMIENTO DE CONCURSO DE ACREEDORES

5. EL PROCEDIMIENTO DE CONCURSO DE ACREEDORES

El concurso de acreedores es un procedimiento civil, particularmente complejo, cuyo

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conocimiento se atribuye a los juzgados de lo mercantil (si bien los jueces de 1ª instancia tienen
competencia reconocida para declarar y tramitar el concurso de acreedores de una persona
natural que no sea empresaria). El procedimiento concursal es tan complejo porque
comprende las tres manifestaciones de la función jurisdiccional: declarativa, ejecutiva y
cautelar; y, además, se proyecta sobre la totalidad del patrimonio del deudor y de los
acreedores (procedimiento universal).

El procedimiento concursal está integrado por el «procedimiento de declaración» de


concurso (arts. 8-25 ter LC) y, en su caso, por las actuaciones posteriores al auto de declaración
de concurso. El «procedimiento de declaración» de concurso se inicia siempre a instancia de
parte, sea del deudor (concurso voluntario: art. 6 LC), sea de cualquiera de los otros sujetos
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legitimados (concurso necesario: arts. 3 y 7 LC). Concluye con el auto que se pronuncia sobre
la declaración de concurso, que podrá ser estimatorio o desestimatorio de la solicitud (art. 21
LC). El auto de declaración de concurso es una resolución judicial «constitutiva».

El “modelo general” del procedimiento de concurso de acreedores tiene dos fases sucesivas:

1ª fase: la Ley la denomina fase común y su finalidad es determinar las masas activa y
pasiva.
2ª fase: de contenido alternativo, que puede ser, bien la fase de convenio, bien la fase
de liquidación.

La fase común se extiende desde el auto de declaración de concurso hasta la


«consolidación» de los textos definitivos del inventario y la lista de acreedores. Después del
examen de esos textos, el juez dictará auto decretando el fin de la fase común del concurso y
abriendo la fase de convenio o de liquidación. Tras la ejecución del convenio o la realización de
la liquidación, el procedimiento finaliza con el auto de conclusión del concurso, que el juez
dictará una vez que sea firme el auto que declare el cumplimiento del convenio o una vez
finalizada la liquidación (art. 176.1-2º LC).

Ahora bien, tenemos que destacar que aunque se haya declarado el concurso, deberá
procederse a la conclusión del procedimiento por insuficiencia de la masa activa, cuando no
siendo previsible el ejercicio de acciones de reintegración, de impugnación o de
responsabilidad de terceros, ni la calificación del concurso como culpable, el patrimonio del
concursado no sea presumiblemente suficiente para la satisfacción de los créditos contra la
masa, salvo que el juez considere que estas cantidades estén garantizadas por un tercero de
manera suficiente (art. 176 bis.1 LC).

Junto al concurso de acreedores con dos fases consecutivas, existen concursos en los que la
tramitación propiamente dicha se reduce a una sola fase. Así sucede, por ejemplo, en caso de
aprobación de una propuesta de convenio anticipado en la fase común.

También, la liquidación puede abrirse desde el primer momento: el deudor puede solicitar la
apertura de la liquidación «en cualquier momento» del procedimiento, y es incluso posible que
el deudor la inste en la propia solicitud de declaración de concurso, acompañando un plan de
liquidación.
También, existen concursos en los que se suceden tres fases: la fase común, la fase de convenio
y la fase de liquidación. Esto ocurre: 1) cuando, abierta la fase de convenio, no se presenta
ninguna propuesta; 2) cuando la propuesta presentada no consiga los porcentajes de pasivo
necesarios para considerarse aceptada por la colectividad de acreedores; 3) cuando, a pesar
de ello, no sea aprobada por el juez; 4) cuando se declare la nulidad o el incumplimiento del

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convenio aprobado.
En todos estos casos, el juez dictará auto declarando de oficio la apertura de la liquidación (art.
143 LC), que, en realidad, supone la llamada «conversión» de la fase de convenio en fase de
liquidación.

El procedimiento concursal presenta una dinámica singular. Las diferentes actuaciones se van
ordenando en las distintas «secciones» del concurso cuyo contenido determina la Ley, y en las
«piezas separadas» que sean necesarias (art. 183). En las distintas secciones se ordenarán
también las actuaciones correspondientes a los posibles incidentes que se promuevan durante
el procedimiento. Una vez declarado el concurso, el Secretario judicial impulsará de oficio el
proceso (art. 186. 1 LC).
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6. LAS CLASES DE CONCURSOS

La Ley Concursal no ofrece una clasificación de las diferentes modalidades de concurso, sin
embargo, se pueden deducir de la regulación distintos tipos de concurso de acreedores:

1. Desde el punto de vista de los legitimados para solicitar la declaración de concurso,


podemos distinguir entre concurso voluntario y concurso necesario. Estamos ante un concurso
voluntario cuando la primera de las solicitudes presentadas corresponde al deudor. El concurso
será necesario cuando la primera de las solicitudes presentadas corresponde a cualquiera de los
demás legitimados con arreglo a la normativa. La distinción entre uno u otro concurso es
importante, ya que produce efectos diferentes sobre las facultades patrimoniales del deudor
(art. 40 LC). Por otra parte, destacar que el deudor tiene el deber de solicitar la declaración de
concurso cuando hubiera conocido o debido conocer su estado de insolvencia. El
incumplimiento de este deber puede conducir a la calificación del concurso como culpable.

2. Según los efectos del procedimiento sobre las facultades patrimoniales del deudor,
distinguimos entre el concurso con intervención y el concurso con suspensión de facultades
(art. 21.1-2º LC). En el primero, el deudor conserva las facultades de administración y disposición
sobre la masa activa, aunque el ejercicio de estas facultades queda sometido a la autorización o
conformidad del administrador concursal (art. 40.1 LC). En el segundo, el deudor pierde las
facultades de administración y disposición sobre la masa activa y es sustituido por el
administrador concursal (art. 40.2 LC). Como regla general, si el concurso es voluntario se
acordará la intervención, y si es necesario, la suspensión. Se trata de incentivar al deudor para
que solicite oportunamente el concurso. Ahora bien, esta regla no tiene carácter absoluto, ya
que el juez está facultado para acordar la suspensión en el supuesto de concurso voluntario o la
mera intervención aunque el concurso sea necesario (art. 40.3 LC) y, además, el cambio de las
situaciones originarias de intervención o suspensión puede ser acordado en cualquier momento
por el juez, a solicitud de la administración concursal y oído el concursado (art. 40.4 LC).

Art. 40LC. Facultades patrimoniales del deudor.

1. En caso de concurso voluntario, al deudor conservará las facultades de administración y disposición


sobre su patrimonio, quedando sometido el ejercicio de éstas a la intervención de los administradores
concursales* (* la administración concursal), mediante su autorización o conformidad.

2. En caso de concurso necesario, se suspenderá el ejercicio por el deudor de las facultades de


administración y disposición sobre su patrimonio, siendo sustituido por los administradores
concursales* (*la administración concursal).

3. No obstante lo dispuesto en los apartados anteriores, el juez podrá acordar la suspensión en caso de

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concurso voluntario o la mera intervención cuando se trate de concurso necesario. En ambos casos,
deberá motivarse el acuerdo señalando los riesgos que se pretendan evitar y las ventajas que se quieran
obtener.

4. A solicitud de la administración concursal y oído el concursado, el juez, mediante auto, podrá acordar
en cualquier momento el cambio de las situaciones de intervención o de suspensión de las facultades
del deudor sobre su patrimonio.

Por otra parte, cualquier acto del deudor que infrinja las limitaciones establecidas,
podrá ser anulado a instancia de la propia administración concursal. En todo caso, una vez
abierta la liquidación, la situación del concursado será la de suspensión del ejercicio de las
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facultades de administración y disposición sobre la masa activa.

3. Desde una perspectiva procesal, el concurso puede ser ordinario y abreviado, según
sea más menos complejo, o según que el deudor presente o no una propuesta anticipada de
convenio o una propuesta de convenio que incluya una modificación estructural que contemple
la transmisión íntegra del activo y del pasivo. En todo caso, el procedimiento será abreviado
cuando el deudor presente con la solicitud de concurso un plan de liquidación que contenga una
propuesta escrita vinculante de compra de la unidad productiva o bien hubiera cesado en la
actividad (art. 190.3 LC). En general, el concurso ordinario es el procedimiento de referencia, y
el concurso abreviado supone una simplificación de trámites y plazos.

4. En el ámbito internacional, y en atención a la extensión territorial del procedimiento,


se diferencian el concurso principal y el concurso territorial. El concurso principal se abre en
el lugar donde el deudor tenga el centro de intereses principales, y tiene alcance universal:
implica todos los bienes del deudor, cualquiera que sea el lugar donde se encuentren. El
concurso territorial, se abre en el lugar donde el deudor tenga un establecimiento, y tiene un
alcance limitado a los bienes del deudor situados en el Estado de apertura, de modo que esos
bienes se excluyen del procedimiento principal. Así, según la LC, el concurso principal se
declarará en España cuando el centro de intereses principales del deudor se encuentre en
España y comprenderá todos los bienes del deudor (dentro o fuera de España). En cambio,
cuando el deudor solo cuente con un establecimiento en territorio español, el concurso que se
declarará en España tendrá carácter territorial y sus efectos se limitarán a los bienes del
deudor, afectos o no a su actividad, que estén situados en España (art. 10.1 y 3 LC).

5. En relación con el presupuesto objetivo del concurso, podemos hablar de concurso


con déficit o concurso con superávit. Para que exista concurso, la Ley exige como presupuesto
objetivo la insolvencia. Se trata de una situación jurídica en la que el deudor no puede cumplir
regularmente sus obligaciones exigibles. Y el deudor no podrá hacer frente con regularidad a
los pagos, tanto si se encuentra en situación de déficit (o desbalance patrimonial), como si,
disponiendo de activo suficiente, carece de liquidez que le permita pagar las obligaciones a la
fecha de los respectivos vencimientos. Aunque las reglas para uno y otro concurso son las
mismas, esta distinción tiene trascendencia a efectos de calificación. ya que, abierta la pieza
de calificación del concurso como consecuencia de la apertura de la fase de liquidación y
calificado el concurso como culpable, el juez podrá condenar a todos o algunos de los
administradores, liquidadores o apoderados generales de la concursada, así como a los socios
en determinadas circunstancias a la cobertura, total o parcial, del déficit , en la medida que la
conducta que determine la calificación del concurso como culpable haya generado o agravado
la insolvencia (art. 167 en relación con el art. 172 bis LC).

6. Según se haya intentado o no la vía preconcursal y extrajudicial del acuerdo, el


concurso puede clasificarse como concurso directo o concurso consecutivo. Al primero, se

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acude directamente ante la situación de insolvencia del deudor. El segundo resulta del fracaso
de un previo expediente de acuerdo extrajudicial de pagos o de alguno de los acuerdos de
refinanciación, y presenta unas características especiales que lo distinguen esencialmente. A
este concurso puede accederse por varias vías: al no poder alcanzar el acuerdo de
refinanciación o el acuerdo extrajudicial de pagos, y por el incumplimiento del acuerdo o la
anulación del acuerdo alcanzado. También son varios los legitimados para solicitar el concurso
consecutivo: el mediador concursal, el deudor y los acreedores. En todo caso, el concurso
consecutivo es un concurso con especialidades.

7. Desde un punto de vista subjetivo, es posible distinguir los concursos aislados y los
concursos conexos. En el primer caso, el concurso se presenta aislado sin conexión con otros
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concursos. La insolvencia se circunscribe a un único sujeto inmerso en el procedimiento


concursal. En el segundo caso, concurren varios concursos conectados o vinculados entre sí, de
modo que los diferentes concursos se tramitan de forma coordinada ante el mismo juez. Los
vínculos o conexiones entre los concursos pueden derivar de distintas circunstancias: que se
trate de cónyuges, parejas de hecho inscritas, sociedades que pertenecen al mismo grupo,
administradores o socios de la empresa personalmente responsables por las deudas de la
sociedad o deudores entre los que exista confusión de patrimonios. La Ley permite diferenciar
dos modalidades de tratamiento de los concursos conexos: o bien los concursos son conexos
desde el momento inicial, por la solicitud de declaración judicial conjunta de concurso de
varios deudores entre los que se dan alguna de las conexiones legalmente previstas (art. 25
LC); o bien los concursos son declarados aisladamente y, con posterioridad, el juez acuerda su
acumulación a instancia de cualquiera de los concursados, de cualquiera de las
administraciones concursales o, en su defecto, de cualquiera de los acreedores (art. 25 bis LC).
La regla para la tramitación de los concursos declarados conjuntamente o acumulados es la
coordinación sin consolidación de masas. Sin embargo, excepcionalmente, se podrán
consolidar inventarios y listas de acreedores a los efectos de elaborar el informe de la
administración concursal cuando exista confusión de patrimonios y no sea posible deslindar la
titularidad de activos y pasivos sin incurrir en un gasto o en una demora injustificados. (art. 25
ter LC).

8. Por último, la Ley permite diferenciar los concursos con calificación y los concursos
sin calificación, según proceda o no la apertura de la sección sexta o sección de calificación.
Esta sección del procedimiento no se abre en todos los concursos, sino solo en aquellos en los
que no haya sido posible el convenio y se ordene la liquidación, o bien cuando concurra un
convenio de carácter gravoso para los acreedores, en el que se pacte una quita superior o igual
a un tercio del importe de los créditos o una espera superior o igual a los tres años (v., art. 167
LC), o el convenio resulte incumplido. Cuando el alcance de las quitas o esperas en el convenio
sea inferior a esos límites no procederá la formación de la sección de calificación del concurso.

III. LOS INSTITUTOS PRECONCURSALES

7. LA PREVENCIÓN DE LA INSOLVENCIA Y LAS ALTERNATIVAS AL


CONCURSO DE ACREEDORES

En la Ley Concursal se regulan dos expedientes que podrían utilizarse para evitar la situación
de insolvencia de un deudor en dificultades, y para eludir el concurso de acreedores ante una
situación de insolvencia actual. Por eso se habla de soluciones preventivas de la insolvencia o
de instrumentos legales encaminados a evitar el concurso de acreedores.

Las soluciones preconcursales a la insolvencia tratan de evitar que las dificultades económicas

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y financieras del deudor se agraven hasta desembocar en insolvencia, o bien procuran una
solución para la insolvencia fuera del concurso de acreedores. Se articulan en base a dos
instrumentos: los acuerdos de refinanciación y el acuerdo extrajudicial de pagos. Los acuerdos
de refinanciación se dirigen a la obtención de nuevos ingresos de tesorería y a la refinanciación
con deudas nuevas y nuevos pactos de espera, pero sin un plan de pagos forzoso. Sin embargo,
en el acuerdo extrajudicial de pagos el deudor pretende salir de la situación de insolvencia
mediante un plan de pagos, que busca reducir las deudas anteriores o nuevas formas de hacer
frente a las obligaciones. Ambos acuerdos requieren la existencia de un plan de viabilidad sobre
las expectativas de continuación de la actividad profesional o empresarial del deudor, y ambas
figuras se concilian con la solución concursal mediante el sistema de la comunicación de
negociaciones.
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TEMA 21 (Lección 51)


LA DECLARACIÓN JUDICIAL DE CONCURSO Y LOS ÓRGANOS DEL
PROCEDIMIENTO

I. La declaración de concurso
1. El presupuesto subjetivo del concurso: la condición de persona del deudor
2. El presupuesto objetivo del concurso: la insolvencia del deudor.
3. La solicitud de concurso
4. La declaración judicial de concurso
5. Los concursos conexos
II. Los órganos del concurso
6. el juez del concurso
A. Los juzgados de lo mercantil: la competencia del juez del concurso
B. La jurisdicción del juez del concurso
7. La administración concursal
A. Concepto, naturaleza y funciones de la administración concursal
B. El nombramiento de la administración concursal
C. El ejercicio, la retribución y la responsabilidad del administrador concursal

I. LA DECLARACIÓN DE CONCURSO

1. EL PRESUPUESTO SUBJETIVO DEL CONCURSO: LA CONDICIÓN DE


PERSONA DEL DEUDOR

La declaración de concurso de acreedores tiene dos presupuestos legales:

1) el presupuesto subjetivo, basado en la condición de persona del deudor (art. 1 LC)


2) el presupuesto objetivo, que es la insolvencia de ese deudor (art. 2 LC).

La pluralidad de acreedores no es presupuesto de la declaración de concurso, de modo


que, aunque exista un solo acreedor, el juez deberá declarar el concurso.

Art. 1 LC. Presupuesto subjetivo.

1. La declaración de concurso procederá respecto de cualquier deudor, sea persona natural o jurídica.

2. El concurso de la herencia podrá declararse en tanto no haya sido aceptada pura y simplemente.

3. No podrán ser declaradas en concurso las entidades que integran la organización territorial del

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Estado, los organismos públicos y demás entes de derecho público.

Art. 2 LC. Presupuesto objetivo.

1. La declaración de concurso procederá en caso de insolvencia del deudor común.

2. Se encuentra en estado de insolvencia el deudor que no puede cumplir regularmente sus


obligaciones exigibles.

3. Si la solicitud de declaración de concurso la presenta el deudor, deberá justificar su endeudamiento


y su estado de insolvencia, que podrá ser actual o inminente. Se encuentra en estado de insolvencia
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inminente el deudor que prevea que no podrá cumplir regular y puntualmente sus obligaciones.

4. Si la solicitud de declaración de concurso la presenta un acreedor, deberá fundarla en título por el


cual se haya despachado ejecución o apremio sin que del embargo resultasen bienes libres bastantes
para el pago, o en la existencia de alguno de los siguientes hechos:

1º El sobreseimiento general en el pago corriente de las obligaciones del deudor.

2º La existencia de embargos por ejecuciones pendientes que afecten de una manera general al
patrimonio del deudor.

3º El alzamiento o la liquidación apresurada o ruinosa de sus bienes por el deudor.

4º El incumplimiento generalizado de obligaciones de alguna de las clases siguientes: las de pago de


obligaciones tributarias exigibles durante los tres meses anteriores a la solicitud de concurso; las de pago
de cuotas de la Seguridad Social, y demás conceptos de recaudación conjunta durante el mismo período;
las de pago de salarios e indemnizaciones y demás retribuciones derivadas de las relaciones de trabajo
correspondientes a las tres últimas mensualidades.

La finalidad principal del procedimiento es el pago de los acreedores. La ley establece que la
insuficiencia de la masa activa para satisfacer los créditos contra la masa, es causa de
conclusión del procedimiento. Por otra parte, también debe existir masa activa suficiente para
satisfacer los gastos del propio concurso. Sin embargo, esto no quiere decir que la ley considere
la «suficiencia» de la masa como un presupuesto para admitir la declaración de concurso.
Además, el juez podrá declarar la conclusión en cualquier momento, cuando considere inviable
tanto el ejercicio de acciones de reintegración de la masa como la culpabilidad del concurso de
la que pudiera derivar una responsabilidad de terceros cómplices y, en su caso, de
administradores, liquidadores, apoderados generales y socios de la concursada con la que se
reintegraría el patrimonio concursal (art. 176 bis.1 y 4 LC).

En la actualidad, la concursabilidad de la sociedad en liquidación no plantea ninguna duda: la


sociedad en liquidación es «persona», la ley establece expresamente que conserva su
personalidad jurídica mientras la liquidación se realiza (art. 371.2 LSC), así que puede ser
declarada en concurso. En cambio, se discute acerca de la concursabilidad de la sociedad
cancelada. Es evidente que en la mayoría de los casos los acreedores de una sociedad
cancelada carecerán de interés por solicitar el concurso, porque en unos casos contarán con la
responsabilidad de los socios personal, ilimitada y solidariamente responsables de las deudas
sociales (arts. 127 y 148-I CCom) y en otros con la de los «antiguos socios», quienes
responderán solidariamente de las deudas sociales no satisfechas hasta el límite de lo que
hubieran recibido como cuota de liquidación. Pero la facultad de los acreedores de instar el
concurso de la sociedad cancelada y, en consecuencia, la concursabilidad de la sociedad
cancelada no puede negarse: si se defendiera que una sociedad cancelada no puede ser
declarada en concurso, la satisfacción de los acreedores podría llegar a ser imposible y, además,

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se incentivarían las cancelaciones contrarias a la Ley.

2. EL PRESUPUESTO OBJETIVO DEL CONCURSO: LA INSOLVENCIA DEL


DEUDOR

El presupuesto objetivo del concurso de acreedores lo constituye la insolvencia del deudor


común, que se define legalmente como el estado en que se encuentra el deudor que no puede
cumplir regularmente sus obligaciones exigibles (art. 2.2 LC). El estado de insolvencia se
compone de tres elementos:
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1) Es insolvente el que no puede cumplir (y no el que ya ha incumplido). La Ley ha


prescindido de la concepción patrimonial de la insolvencia y se ha centrado en el hecho
objetivo de la incapacidad de cumplir, cualquiera que sea la causa de esa incapacidad, es decir,
la insuficiencia patrimonial o la simple iliquidez.

2) En segundo lugar, debe tratarse de una imposibilidad de cumplir regularmente. Se


encuentra en estado de insolvencia aquel deudor que sólo consigue pagar actuando de forma
irregular, es decir, sin seguir las reglas del tráfico.

3) La norma establece que la incapacidad de cumplir regularmente se refiera a las


obligaciones exigibles, lo que permitirá concretar el momento exacto en que un deudor se
encontrará en estado de insolvencia.

Por otra parte, la solicitud de declaración de concurso puede ser presentada por el
propio deudor o por un acreedor. Si la solicitud es presentada por el propio deudor (concurso
voluntario), deberá justificar su estado de insolvencia, y también su endeudamiento (art. 2.3
LC). Además, ese estado de insolvencia no tiene por qué ser actual, sino que puede ser también
inminente. Se entiende que el deudor se encuentra en estado de insolvencia inminente cuando
prevea que no podrá cumplir regular y puntualmente sus obligaciones (aunque todavía no sean
exigibles).

Si la solicitud de declaración de concurso la presenta un acreedor (concurso necesario), deberá


fundarse en alguno de los ”hechos presuntos reveladores” de la insolvencia, y que son los
específicamente enumerados en el art. 2.4 LC. Esos hechos, cuya prueba deberá aportar el
acreedor para obtener la declaración de concurso de su deudor, son tan graves que se ha
podido hablar en tal caso de una «insolvencia cualificada» del deudor. De un lado, la existencia
de un título por el cual se haya despachado mandamiento de ejecución o apremio sin que del
embargo hubieran resultado bienes libres bastantes para el pago o la existencia de una previa
declaración judicial o administrativa de insolvencia del deudor, que implican la declaración
automática del concurso, ya que el juez habrá de dictar auto de declaración de concurso el
primer día hábil siguiente al de presentación de la solicitud por el acreedor (art. 15.1 LC). De
otro lado, el sobreseimiento general en el pago corriente de las obligaciones del deudor; la
existencia de embargos por ejecuciones pendientes que afecten de una manera general al
patrimonio del deudor; el alzamiento o la liquidación apresurada o ruinosa de sus bienes por
el deudor; y el incumplimiento generalizado de alguna de las obligaciones siguientes, que se
consideran especialmente significativas (son los denominados sobreseimientos sectoriales ):
tributarias de los tres últimos meses, cuotas de la seguridad social y asimilables durante el
mismo período, y laborales correspondientes a las tres últimas mensualidades. Como veremos,
aunque el acreedor pruebe la concurrencia de alguno de esos hechos, el deudor no será
declarado en concurso si prueba que no se encuentra en estado de insolvencia (art. 18.2 LC).

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3. LA SOLICITUD DE CONCURSO

Sólo las personas legitimadas pueden instar el concurso de acreedores. El juez no puede
declararlo de oficio, ni tampoco está legitimado el Ministerio Fiscal, a quien únicamente se le
impone un deber derivado de sus actuaciones por delitos contra el patrimonio y contra el orden
socioeconómico (art. 4 LC).

Con carácter general, los legitimados para la solicitud de concurso son, el propio deudor y
cualquiera de sus acreedores, salvo aquellos que hubieran adquirido el crédito por actos inter
vivos, a título singular, después de su vencimiento y dentro de los 6 meses anteriores a la
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presentación de la solicitud, así como el mediador concursal (art. 3.1 y 2 LC). En caso de persona
jurídica, será competente para realizar la solicitud de concurso voluntario el órgano de
administración (o los liquidadores). En algunas sociedades, la legitimación se extiende a los
socios ilimitadamente responsables de las deudas sociales (art. 3.1 y 3 LC).

Art. 3 LC. Legitimación.

1. Para solicitar la declaración de concurso están legitimados el deudor, cualquiera de sus acreedores
y el mediador concursal cuando se trate del procedimiento regulado en el Título X de esta Ley.

Si el deudor fuera persona jurídica, será competente para decidir sobre la solicitud el órgano de
administración o de liquidación.

2. Por excepción a lo dispuesto en el apartado anterior, no está legitimado el acreedor que, dentro de
los seis meses anteriores a la presentación de la solicitud, hubiera adquirido el crédito por actos inter
vivos y a título singular, después de su vencimiento.

3. Para solicitar la declaración de concurso de una persona jurídica, están también legitimados los
socios, miembros o integrantes que sean personalmente responsables, conforme a la legislación
vigente, de las deudas de aquélla.

El deudor tiene un deber de solicitar su propio concurso dentro de los 2 meses siguientes a la
fecha en que hubiera conocido o debido conocer su estado de insolvencia (art. 5.1 LC). Salvo
prueba en contrario, se presumirá que el deudor conocía su estado de insolvencia cuando
concurriera alguno de los denominados hechos presuntos reveladores, que permiten al
acreedor instar el concurso (arts. 5.2 y 2.4 LC).

Art. 5 LC. Deber de solicitar la declaración de concurso

1. El deudor deberá solicitar la declaración de concurso dentro de los dos meses siguientes a la fecha
en que hubiera conocido o debido conocer su estado de insolvencia.

2. Salvo prueba en contrario, se presumirá que el deudor ha conocido su estado de insolvencia cuando
haya acaecido alguno de los hechos que pueden servir de fundamento a una solicitud de concurso
necesario conforme al apartado 4 del artículo 2 y, si se trata de alguno de los previstos en su párrafo
4º, haya transcurrido el plazo correspondiente.

El incumplimiento de ese deber implicará, en caso de que llegara a formarse la sección de


calificación del concurso, una presunción de concurso culpable, salvo prueba en contrario (art.
165.1-1º LC).

El deber se modifica considerablemente si el deudor pone en conocimiento del juez- antes del
vencimiento del plazo de 2 meses- que ha iniciado negociaciones con sus acreedores para

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alcanzar un acuerdo de refinanciación o una propuesta de convenio anticipado. También se


modifica el deber del deudor de solicitar la declaración de concurso cuando el Registrador
mercantil, la Cámara Oficial de Comercio o el Notario al que se hubiera solicitado la designación
del mediador concursal comunique de oficio al juzgado que se ha iniciado el expediente para
conseguir un acuerdo extrajudicial de pagos. En esas circunstancias, el plazo para la solicitud
de concurso se amplía otros 4 meses y, lógicamente, el propio deber desaparece si en ese
tiempo el concurso es solicitado por el mediador concursal o cesa el estado de insolvencia (art.
5 bis.5 LC).

En el concurso voluntario, el deudor deberá indicar en el escrito de solicitud si su insolvencia


es actual o inminente y acompañar una serie de documentos (art. 6 LC): inventario de bienes y
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derechos (con el que se iniciará la formación de la masa activa del concurso); una relación de
acreedores (con la que se iniciará la masa pasiva); una memoria que exprese su historia
económica y jurídica, sus actividades de los 3 últimos años, los establecimientos de los que sea
titular, las causas de su estado de insolvencia, etc.; y, en su caso, una propuesta de plan de
liquidación. Cuando el deudor sea persona jurídica, la documentación se amplía y deberán
indicarse también la identidad de los socios, de los administradores o liquidadores; si forma
parte de un grupo de empresas y si tiene admitidos valores a cotización.
Si el deudor estuviera legalmente obligado a llevar contabilidad, deberá acompañar también
las cuentas anuales, informes de gestión e informes de auditoría de los 3 últimos años,
memoria de las alteraciones patrimoniales relevantes, etc.

En el concurso necesario, el solicitante deberá acreditar su condición de acreedor o de


legitimado por otro título, acompañando el correspondiente documento acreditativo y los
medios de prueba para demostrar que concurre el hecho revelador de la insolvencia en el que
se basa la solicitud, sin que pueda considerarse suficiente por sí sola la prueba testifical (art. 7
LC). Como instrumento para estimular al acreedor a solicitar el concurso, se le reconoce un
privilegio general de último grado hasta la mitad del importe de sus créditos (art. 91-7ºLC).

Art. 7 LC. Solicitud del acreedor y los demás legitimados.

1. El acreedor que inste la declaración de concurso deberá expresar en la solicitud el título o hecho en
el que de acuerdo con el art. 2.4 funda su solicitud, así como el origen, naturaleza, importe, fechas de
adquisición y vencimiento y situación actual del crédito, del que acompañará documento acreditativo.

Los demás legitimados deberán expresar en la solicitud el carácter en el que la formulan,


acompañando el documento del que resulte su legitimación o proponiendo la prueba para acreditarla.

2. En todo caso, se expresarán en la solicitud los medios de prueba de que se valga o pretenda valerse
el solicitante para acreditar los hechos en que la fundamente. La prueba testifical no será bastante por
sí sola.

Para conocer del concurso, es competente el juez de lo mercantil del territorio donde tenga el
deudor el centro de sus intereses principales. Siempre que el centro de intereses se encuentre
en España, será también competente el juez de lo mercantil donde radique el domicilio del
deudor. En caso de deudor persona jurídica, el centro de sus intereses principales está en el
lugar del domicilio social. Cuando se hubieran presentado solicitudes de concurso ante dos o
más Juzgados competentes, será preferente aquel ante el que se hubiera presentado la
primera solicitud.

El juez del concurso también se encarga de la tramitación del procedimiento. Es decir,


nombrará a la administración concursal, aprobará la lista de acreedores y el inventario de

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bienes, aprobará o rechazará el convenio concluido entre el concursado y la colectividad de


acreedores, aprobará el plan de liquidación, abierta la sección de calificación, calificará el
concurso y determinará las consecuencias de la calificación del concurso como culpable,
decretará la conclusión del concurso o, cuando sea procedente, acordará la reapertura.

En los casos de concursos de persona natural que no sea empresario, la competencia para
declarar y tramitar el concurso corresponderá a los juzgados de primera instancia (art. 85.6
LOPJ).

4. LA DECLARACIÓN JUDICIAL DE CONCURSO


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La declaración del concurso de acreedores se produce mediante auto que dicta el juez del
concurso. En función de quién presenta la solicitud podemos distinguir:

- Cuando el deudor presenta la solicitud, el juez dictará auto declarando el concurso de


acreedores si por medio de la documentación aportada, efectivamente se acredita la
insolvencia. Si el juez estimara que la documentación es insuficiente, señalará un plazo para
que complete la acreditación de la insolvencia. Y si desestima la solicitud de concurso sólo
cabrá recurso de reposición (art. 14.2).

- Si la solicitud hubiera sido presentada por otro legitimado: Con carácter general, el juez
se limitará a dictar un auto de admisión a trámite, ordenando el emplazamiento del deudor, y,
adoptando, en su caso, las medidas cautelares necesarias para asegurar la integridad del
patrimonio del deudor mientras se decide si procede o no declarar el concurso de acreedores
(art. 17 LC). Se abre entonces la posibilidad de que el deudor se oponga a la solicitud.
Presentada la oposición, se celebrará una vista, que terminará con el auto de declaración de
concurso o con el de desestimación de la solicitud, contra los cuales podrá interponerse recurso
de apelación. Una vez firme el auto de desestimación de la solicitud de concurso, el deudor
podrá reclamar los daños y perjuicios que le hubiera podido ocasionar la solicitud (art. 20.1 LC).
Pero, si la solicitud la presenta un acreedor y se funda en un embargo o en una investigación
de patrimonio infructuosos o que hubiera dado lugar a una declaración administrativa o judicial
de insolvencia, el juez dictará auto de declaración de concurso el primer día hábil siguiente (art.
15.1 LC).

Junto a la declaración formal del concurso de acreedores, el auto debe contener


necesariamente otros pronunciamientos (art. 21.1 LC): el carácter necesario o voluntario del
concurso, con indicación, en su caso, de que el deudor ha solicitado la liquidación o ha
presentado propuesta anticipada de convenio; los efectos sobre las facultades patrimoniales
del deudor; el nombramiento y las facultades de la administración concursal; en su caso, las
medidas cautelares consideradas necesarias hasta que la administración concursal acepte el
cargo; el llamamiento a los acreedores para que comuniquen sus créditos, y la publicidad que
haya de darse a la declaración de concurso.

El auto de declaración producirá sus efectos de inmediato, abriendo la fase común de


tramitación del concurso, y será ejecutivo, aunque no sea firme (art. 21.2 LC). Por esa razón, el
auto se notificará a las partes que hubiesen comparecido y, además, la administración
concursal deberá realizar una comunicación individualizada, preferentemente por medios
telemáticos, informáticos o electrónicos, a cada uno de los acreedores de los que conste la
identidad, el domicilio o la dirección electrónica, informándoles del concurso y del deber de
comunicación de sus créditos. Esta comunicación también se dirigirá por medios electrónicos
a la Agencia Estatal de la Administración Tributaria y a la Seguridad Social.

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5. LOS CONCURSOS CONEXOS

Se consideran concursos conexos aquellos de diferentes deudores que reúnan entre sí las
condiciones establecidas legalmente, de modo que los diferentes concursos, se tramitarán de
forma coordinada ante el mismo juez. Los concursos pueden ser conexos originariamente, por
haberse declarado de forma conjunta (art. 25 LC), o de forma sobrevenida, porque, una vez
declarados, sean acumulados, a petición de cualquiera de los deudores o de cualquiera de las
administraciones concursales (art. 25 bis LC).
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Art. 25 LC. Declaración conjunta de concurso de varios deudores.

1. Podrán solicitar la declaración judicial conjunta de concurso aquellos deudores que sean cónyuges
o que sean administradores, socios, miembros o integrantes personalmente responsables de las
deudas de una misma persona jurídica, así como cuando formen parte del mismo grupo de sociedades.

2. El acreedor podrá solicitar la declaración judicial conjunta de concurso de varios de sus deudores,
cuando sean cónyuges, exista entre ellos confusión de patrimonios o formen parte del mismo grupo
de sociedades.

3. El juez podrá declarar el concurso conjunto de dos personas que sean pareja de hecho inscrita, a
solicitud de los miembros de la pareja o de un acreedor, cuando aprecie la existencia de pactos
expresos o tácitos o de hechos concluyentes de los que se derive la inequívoca voluntad de los
convivientes de formar un patrimonio común.

Art. 25 bis. Acumulación de concursos.

1. Cualquiera de los concursados o cualquiera de los administradores concursales podrá solicitar al


juez, mediante escrito razonado, la acumulación de los concursos ya declarados siguientes:

1º De quienes formen parte de un grupo de sociedades.


2º De quienes tuvieren sus patrimonios confundidos.
3º De los administradores, socios, miembros o integrantes personalmente responsables de las deudas de
la persona jurídica.
4º De quienes sean miembros o integrantes de una entidad sin personalidad jurídica y respondan
personalmente de las deudas contraídas en el tráfico en nombre de ésta.
5º De los cónyuges.
6º De la pareja de hecho inscrita, cuando concurra alguna de las circunstancias previstas en el art. 25.3.

2. En defecto de solicitud por cualquiera de los concursados o por la administración concursal, la


acumulación podrá ser solicitada por cualquiera de los acreedores mediante escrito razonado.

3. La acumulación procederá aunque los concursos hayan sido declarados por diferentes juzgados. En
ese caso, la competencia para la tramitación de los concursos acumulados corresponderá al juez que
estuviera conociendo del concurso del deudor con mayor pasivo en el momento de la presentación de
la solicitud de concurso, o en su caso, del concurso de la sociedad dominante o cuando ésta no haya
sido declarada en concurso, el que primero hubiera conocido del concurso de cualquiera de las
sociedades del grupo.

Los concursos conexos se tramitarán de forma coordinada, aunque sin consolidación de las
masas. Excepcionalmente, sin embargo, se podrán consolidar inventarios y listas de
acreedores a los efectos de elaborar el informe de la administración concursal cuando exista
confusión de patrimonios y no sea posible deslindar la titularidad de activos y pasivos sin
incurrir en un gasto o en una demora injustificados (art. 25 ter LC). Con el fin de facilitar la

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tramitación coordinada de los concursos, la administración concursal será única, aunque el juez
designará al menos un auxiliar delegado. Además, en los concursos conexos, las propuestas de
convenio pueden someterse a la condición de la aprobación judicial del convenio en otro u
otros de los concursos (art. 102.2 LC).

En caso de solicitud de declaración conjunta, el criterio seguido para la calificación de los


concursos como conexos no tiene carácter general. La declaración conjunta de concursos de
varios deudores puede ser solicitada por los propios deudores o por algún acreedor cuando se
trate de cónyuges y de quienes formen parte del mismo grupo de sociedades; pueden también
solicitar la declaración conjunta de sus concursos los propios administradores, socios,
miembros o integrantes personalmente responsables de las deudas de una misma persona
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jurídica, y pueden en fin solicitarla los acreedores respecto de aquellos de sus deudores entre
los que exista confusión de patrimonios. Por otra parte, también es distinto el criterio de
atribución de la competencia judicial. Si el criterio general es que para la declaración conjunta
de concurso será competente el juez del lugar donde tenga el centro de sus intereses
principales el deudor con mayor pasivo, esa regla no funciona cuando se trata de sociedades
de un mismo grupo entre las que se incluya el de la sociedad dominante, pues en tal caso será
competente, precisamente, el juez del domicilio de la sociedad dominante.

Más sencilla es la regulación de la acumulación de concursos ya declarados (art. 25 bis LC):


están legitimados para solicitarla cualquiera de los deudores o cualquiera de las
administraciones concursales, e incluso, subsidiariamente, los acreedores; será posible incluso
en el caso de que esos concursos se estén tramitando en diferentes juzgados y es indiferente
el carácter voluntario o necesario de los mismos. La Ley enumera los supuestos en los que
procede la acumulación, refiriéndose a quienes formen parte de un grupo de sociedades,
quienes tuvieren sus patrimonios confundidos, administradores, socios, miembros o
integrantes personalmente responsables de las deudas de la persona jurídica; quienes sean
miembros o integrantes de una entidad sin personalidad jurídica y respondan personalmente
de las deudas contraídas en el tráfico en nombre de ésta, y cónyuges (o miembros de la pareja
de hecho inscrita, en las condiciones que ya conocemos).

II. LOS ÓRGANOS DEL CONCURSO

6. EL JUEZ DEL CONCURSO

A. Los juzgados de lo mercantil: la competencia del juez del concurso

La Ley Orgánica 8/2003, de 9 de julio, para la Reforma Concursal, creó, dentro del orden
jurisdiccional civil, los Juzgados de lo Mercantil, cuya competencia se establece, con carácter
general, en el artículo 86 ter de la Ley Orgánica del Poder Judicial. La creación de los juzgados
de lo mercantil se debió a la necesidad de contar con magistrados que tuvieran conocimientos
suficientes para afrontar la muy compleja materia concursal. Se trata, por tanto, de juzgados
especializados dentro del orden jurisdiccional civil, si bien la especialización solo se garantiza
en la base, ya que no sucede lo mismo en todas las instancias superiores.

El juez mercantil es el juez ordinario del concurso, con competencia para conocer todas las
cuestiones que se susciten en el ámbito concursal y, en aras de la unidad procedimental, de
diversas materias pertenecientes a distintos órdenes, civil, contencioso-administrativo o
laboral, consideradas de especial trascendencia para el patrimonio del concursado. Sin
embargo, no debe olvidarse que, además de los asuntos propiamente concursales, se atribuye
a estos juzgados un conjunto heterogéneo de materias adicionales; atribución que se quiso

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justificar en la necesidad de avanzar en el proceso de especialización en esos ámbitos


materiales. Así, los juzgados de lo mercantil conocerán de otras cuestiones no concursales de
la competencia del orden jurisdiccional civil.

Por otra parte, la última reforma de la LOPJ debida a la Ley Orgánica 7/2015, de 21 de julio,
introduce un nuevo apartado 6 en el art. 85, que atribuye a los juzgados de primera instancia
la competencia para conocer de los concursos de personas físicas que no sean empresarios.
Ahora bien, aunque a la fecha de la solicitud de declaración de concurso el deudor ya no tuviera
la condición de empresario, los jueces de lo mercantil serían competentes para declarar el
concurso de acreedores de un sujeto que ha sido empresario y cuyas deudas tienen un origen
empresarial.
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B. La jurisdicción del juez del concurso

La jurisdicción del juez del concurso es exclusiva y excluyente en un conjunto de materias que
tiene atribuidas legalmente y que la ley especifica (arts. 8 y 50 LC en relación con el 86 ter LOPJ):

- Acciones civiles con trascendencia patrimonial que se dirijan contra el patrimonio del
concursado (con excepción de las que se ejerciten en procesos sobre capacidad, filiación,
matrimonio, menores, y las encaminadas a la adopción de medidas cautelares)

- Acciones sociales que tengan por objeto la extinción, modificación o suspensión


colectivas de los contratos de trabajo en los que sea empleador el concursado y las relativas a
la suspensión o extinción de los contratos de alta dirección.

- Acciones ejecutivas contra los bienes y derechos de contenido patrimonial del


concursado, cualquiera que sea el órgano que la hubiera ordenado.

- Acciones relativas a medidas cautelares que afecten al patrimonio del concursado.

- Acciones de reclamación contra los socios para exigir el pago de deudas sociales,
cuando sean subsidiariamente responsables de las deudas de la sociedad, o los desembolsos
pendientes o el cumplimiento de las prestaciones accesorias

- Acciones de responsabilidad contra los administradores, liquidadores y auditores por


los daños y perjuicios causados a la persona jurídica concursada.

Por regla general, podemos deducir de la normativa que la competencia del juez del concurso
se extiende únicamente a los procedimientos en los que el deudor concursado es parte
demandada o ejecutada, y no a aquellos otros en los que adopte una posición activa como
actor o ejecutante, que se sujetan a las normas de competencia generales previstas en la LEC.
Sin embargo, hay excepciones a esta regla. Así, en el ámbito de los contratos, la norma atribuye
al juez del concurso la competencia para conocer de la acción resolutoria del contrato por
incumplimiento de cualquiera de las partes; de modo que, tanto si la acción se dirige contra el
concursado cuanto si se dirige contra la parte in bonis, no concursada, habrá de ejercerse ante
el juez del concurso.

Por otra parte, la Ley Concursal mantiene una concepción bastante amplia de la prejudicialidad,
que se extiende a las cuestiones prejudiciales civiles, administrativas o sociales «directamente
relacionadas con el concurso o cuya resolución sea necesaria para el buen desarrollo del
procedimiento concursal». No obstante, la decisión sobre las cuestiones prejudiciales que

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adopte el juez del concurso no surtirá efecto fuera del proceso concursal en el que se produzca.
Esta misma orientación se sigue en el ámbito de la prejudicialidad penal, que presenta en la
Ley Concursal una regulación específica que impide la suspensión del procedimiento por la
aparición de una cuestión prejudicial penal (art. 189). Admitida a trámite la querella o denuncia
criminal sobre hechos que tengan relación o influencia en el procedimiento concursal, será
competencia del juez del concurso adoptar las medidas de retención de pagos a los acreedores
inculpados u otras análogas que permitan continuar la tramitación del procedimiento, siempre
que no hagan imposible la ejecución de los pronunciamientos patrimoniales de la eventual
condena penal. Ahora bien, si existe un proceso penal pendiente, el juez del concurso deberá
suspender su decisión respecto de la exoneración del pasivo insatisfecho a favor del deudor
persona natural hasta que exista sentencia penal firme, ya que, en principio, solo los deudores
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de buena fe pueden acogerse a este beneficio.

Por último, en el ámbito internacional la jurisdicción del juez del concurso «comprende
únicamente el conocimiento de aquellas acciones que tengan su fundamento jurídico en la
legislación concursal y guarden una relación inmediata con el concurso». De este modo, por
regla general, no se mantiene el principio de vis attractiva que atribuye al juez del concurso un
conocimiento universal de todas las cuestiones que puedan tener trascendencia respecto del
patrimonio del concursado.

7. LA ADMINISTRACIÓN CONCURSAL

A. Concepto, naturaleza y funciones de la administración concursal

La complejidad del concurso de acreedores y la pluralidad de intereses en juego, determinan


que los órganos ordinarios de la Administración de Justicia no sean suficientes para gestionar
el procedimiento. Por este motivo, junto al juez, existe un órgano específico- la administración
concursal- que constituye la figura central del concurso, y que se encarga de perseguir sus
objetivos.

La administración concursal, asiste o representa al concursado cuyas facultades patrimoniales


se limitan (arts. 40, 43, 44, 48, 51 y 54 LC), tiene atribuido el ejercicio de acciones concursales
(arts. 40.7, 48.5 y 72 LC), y desempeña tareas decisivas en todas las fases del procedimiento.
En la fase común de tramitación, ha de emitir el informe central del concurso, formar el
inventario de la masa activa y elaborar la lista de acreedores. Cuando la solución del concurso
sea el convenio, tendrá que realizar una evaluación de su contenido. Cuando la solución sea la
liquidación, deberá elaborar el plan de liquidación y realizar las operaciones de liquidación y el
pago de los créditos, con la elaboración de los correspondientes informes. Finalmente, cuando
se forme la sección de calificación, habrá de emitir un informe sobre los hechos relevantes para
la calificación del concurso.

La ley enumera las funciones de la administración concursal: a) funciones de carácter procesal,


b) funciones propias del deudor o de sus órganos de administración, c) funciones en materia
laboral, d) las relativas a derechos de los acreedores, e) las de informe y evaluación, f) las
funciones de realización de valor y liquidación, g) las de secretaría, y h) cualesquiera otras que
la Ley Concursal u otras leyes les atribuyan. En todo caso, esas funciones habrán de ejercerse
conforme a las disposiciones específicas previstas para las distintas clases de concursos y fases
del proceso concursal.

La naturaleza jurídica de la administración concursal ha suscitado muchas polémicas, ya que,


de modo simultáneo, representa o asiste al deudor concursado, a los acreedores concursales

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y al propio concurso. La administración concursal es, sencillamente, un órgano del concurso


cuya existencia se justifica funcionalmente, esto es, por las funciones que desempeña en el
seno del procedimiento. Es decir, los administradores concursales son, algo muy distinto de lo
que su nombre sugiere: no siempre son «administradores» de la masa activa del concurso,
porque en ocasiones tan sólo intervienen los actos del concursado, y, desde luego, su función
no se limita a administrar la masa activa del concurso.

La administración concursal puede recurrir a colaboradores externos. Además, cuando la


complejidad del concurso lo exija, se prevé, el nombramiento de auxiliares delegados para
ayudar a la administración concursal. También existen supuestos especiales de colaboración:
es el caso de expertos independientes encargados de estimar los valores de bienes y derechos
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de la masa activa y la viabilidad de las acciones de reintegración de la masa.

B. El nombramiento de la administración concursal

El nombramiento de la administración concursal es una materia particularmente compleja.


Según los requisitos que deben reunir quienes integren la administración concursal,
distinguimos tres modelos: 1) el funcionarial, integrado por personas de la Administración
Pública; 2) el profesional, compuesto por especialistas en insolvencias o, en materias
relacionadas con el concurso (abogados, titulados mercantiles, economistas, auditores), y 3) el
acreedor. La Ley Concursal no se inclina por ninguno de ellos, sino que toma elementos de los
tres modelos en función de las características del concursado y de la complejidad del concurso.

Con carácter general, se prevé el nombramiento de un solo administrador concursal (art. 27.1
LC). Sin embargo, frente al sistema de administración concursal única, se establece una
administración concursal dual para los concursos en los que exista una causa de interés público
que lo justifique. En estos casos, el juez del concurso, de oficio o a instancia de un acreedor de
carácter público, podrá nombrar como segundo administrador concursal a una Administración
pública acreedora o a una entidad de Derecho Público acreedora vinculada o dependiente de
ella (art. 27.7 LC).

Por otra parte, en los concursos conexos, se deberá designar, en la medida de lo posible, una
administración concursal única, aunque, cuando eso suceda, habrán de nombrarse también
auxiliares delegados. Asimismo, en caso de acumulación de concursos ya declarados, el
nombramiento podrá recaer en una de las administraciones concursales ya existentes.

Solo podrán ser nombradas como administrador concursal las personas naturales o jurídicas
que estén inscritas en la sección cuarta del Registro público concursal. Y solo podrán solicitar
la inscripción en el Registro público concursal las personas naturales o jurídicas que cumplan
los requisitos que se determinen reglamentariamente. Esos requisitos podrán referirse a la
titulación requerida, a la experiencia a acreditar y a la realización o superación de pruebas o
cursos específicos (art. 27.2 y 3 LC; no obstante, y hasta que se produzca el desarrollo
reglamentario de la norma, el cargo podrá recaer en un abogado en ejercicio con cinco años
de experiencia profesional efectiva en el ejercicio de la abogacía, que hubiera acreditado
formación especializada en Derecho concursal; un economista, titulado mercantil o auditor de
cuentas con cinco años de experiencia profesional, con especialización demostrable en el
ámbito concursal, o una persona jurídica en la que se integre, al menos, un abogado en ejercicio
y un economista, titulado mercantil o auditor de cuentas, que garantice la debida
independencia y dedicación en el desarrollo de las funciones de administración concursal, y
que habrá de comunicar la identidad de la persona natural –un profesional del ámbito jurídico
o económico– que la representará).

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A los efectos del nombramiento de la administración concursal está previsto que


reglamentariamente se determine la distinción entre concursos de tamaño pequeño, medio o
grande, y que la designación del administrador concursal recaiga en la persona física o jurídica
del listado de la sección cuarta del Registro Público Concursal que corresponda por turno
correlativo, teniendo en cuenta que la primera designación de la lista se realizará mediante
sorteo. Aunque, también se contempla que, en los concursos de gran tamaño, el juez, de
manera motivada, pueda designar a un administrador concursal distinto del que corresponda
al turno correlativo cuando considere que el perfil del administrador alternativo se adecúa
mejor a las características del concurso (art. 27.4 y 5 LC).
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Entre las normas relativas al nombramiento se ofrece un amplísimo catálogo de


incompatibilidades y prohibiciones (art. 28 LC), que constituyen, además, motivo de recusación
(art. 32 LC) y, en su caso, de separación (art. 37 LC). Según el art. 28 LC no podrán desempeñar
el cargo de administrador concursal:

a) quienes no puedan ser administradores de sociedades anónimas o de


responsabilidad limitada;

b) quienes hayan prestado cualquier clase de servicios profesionales al concursado o a


personas especialmente relacionadas con el concursado en los últimos 3 años, incluyendo
expresamente a todos aquellos que hubieran compartido con el concursado el ejercicio de
actividades profesionales de cualquier naturaleza;

c) quienes, estando inscritos en la sección cuarta del Registro Público Concursal, se


encuentren, cualquiera que sea su condición o profesión, en relación con el concursado, con
sus directivos o administradores o con un acreedor que represente más del 10 por 100 de la
masa pasiva del concurso en alguna de las situaciones que enumera la Ley de Auditoría de
Cuentas como constitutivas de falta de independencia;

d) quienes estén especialmente relacionados con alguna persona que haya prestado
cualquier clase de servicios profesionales al concursado o a personas especialmente
relacionadas con éste en los últimos tres años.

Además, en caso de que existan suficientes personas disponibles en el listado correspondiente,


no podrán ser nombrados administradores concursales las personas que hubieran sido
designadas para dicho cargo por el mismo juzgado en tres concursos dentro de los dos años
anteriores. Y tampoco podrán ser nombrados administradores concursales, ni designados por
la persona jurídica cuando se haya nombrado a ésta como administrador concursal, quienes
hubieran sido separados de este cargo dentro de los tres años anteriores, ni quienes se
encuentren inhabilitados por sentencia firme de desaprobación de cuentas en concurso
anterior (art. 181 LC). Por otro lado, salvo para las personas jurídicas inscritas en la sección
cuarta del Registro Público Concursal, se establece que no podrán ser nombrados
administradores concursales en un mismo concurso quienes estén entre sí vinculados personal
o profesionalmente, y tampoco podrá ser nombrado administrador concursal quien, como
experto independiente, hubiera emitido el informe previsto en relación con un acuerdo de
refinanciación que hubiera alcanzado el deudor antes de la declaración de concurso.

El nombramiento de administrador concursal se comunicará a quien resulte designado por el


medio más rápido. Dentro de los cinco días siguientes al recibo de la comunicación, el
designado deberá comparecer ante el juzgado para acreditar que tiene suscrito un seguro de

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responsabilidad civil o garantía equivalente proporcional a la naturaleza y alcance del riesgo


cubierto para responder de los posibles daños en el ejercicio de su función y manifestar si
acepta o no el encargo. Si el designado no compareciese, no tuviera suscrito un seguro de
responsabilidad civil o garantía equivalente suficiente o no aceptase el cargo, el juez procederá
de inmediato a un nuevo nombramiento. Una vez aceptado el cargo, el designado solo podrá
renunciar por causa grave.

Por otro lado, el sistema se complica aún más con el nombramiento de auxiliares delegados,
cuyo perfil no es nada claro. El auxiliar delegado no solo podrá ser solicitado por la
administración concursal, sino que podrá ser nombrado directamente por el juez del concurso
cuando exista un único administrador concursal –que no sea la persona jurídica que integre
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ambos tipos de profesionales– (art. 31.1-II LC). Además, será obligatorio el nombramiento de,
al menos, un auxiliar delegado, cuando el concurso se refiera a empresas de gran dimensión o
con establecimientos dispersos por el territorio, cuando se solicite prórroga para la emisión del
informe y en concursos conexos en los que se haya nombrado una administración concursal
única (art. 31.1-III).

C. El ejercicio del cargo, la retribución y la responsabilidad del administrador concursal

La norma impone a los administradores concursales y a los auxiliares delegados deberes


concretos de diligencia y lealtad, al exigirles que desempeñen su cargo con la diligencia de un
ordenado administrador y de un leal representante.

En cuanto a la forma de ejercer sus funciones, cuando el órgano esté integrado por dos
miembros, la administración será conjunta o mancomunada, sin perjuicio de que el juez pueda
atribuir determinadas competencias a uno u otro de los administradores y resolver en caso de
disconformidad. Asimismo, el administrador concursal está sometido al control del juez del
concurso. En cualquier momento el juez podrá requerir a la administración concursal una
información específica o una memoria sobre el estado del concurso o sobre cualquier cuestión.

La exigencia de múltiples funciones y el sometimiento a un riguroso régimen de


responsabilidad implica la necesidad de una retribución que compense el esfuerzo y los riesgos
propios del cargo y refuerce la independencia del órgano.

La retribución de la administración concursal se determinará mediante un arancel que se


aprobará reglamentariamente y que deberá atender al número de acreedores, la acumulación
de concursos, el tamaño del concurso, y a las funciones que efectivamente desempeñe la
administración concursal. Asimismo, el arancel deberá ajustarse a cuatro reglas dirigidas a
garantizar:

a) La exclusividad de la retribución. Los administradores concursales solo podrán


percibir las cantidades que resulten de la aplicación del arancel por su intervención en el
concurso.

b) La limitación de la retribución. La administración concursal no podrá ser retribuida


por encima de una cantidad máxima, si bien el juez de forma motivada podrá aprobar una
remuneración que supere el límite máximo cuando las circunstancias del caso lo justifiquen.

c) La efectividad de la retribución. En aquellos concursos en los que la masa sea


insuficiente, se garantizará el pago de un mínimo retributivo mediante una cuenta de garantía
arancelaria.

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d) La eficiencia de la retribución. La retribución se devengará conforme la


administración concursal vaya cumpliendo las funciones previstas en la norma. De esta
manera, la retribución inicialmente fijada podrá ser reducida por el juez de forma motivada
ante el incumplimiento de sus obligaciones por el administrador concursal, un retraso en el
cumplimiento o la calidad deficiente de sus trabajos.

Ahora bien, en tanto no se produzca el desarrollo reglamentario de la norma y se elabore el


nuevo arancel del administrador concursal, la remuneración del órgano será fijada por el juez
del concurso, de acuerdo con el arancel aún vigente (art. 34.2 LC en su redacción anterior a la
Ley 17/2014, de 30 de septiembre, y RD 1860/2004, de 6 de septiembre, que establece el
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arancel de derechos de los administradores concursales ­disp. trans. 2ª de la Ley 17/2014-). A


estos efectos, hay que tener en cuenta que, en cualquier estado del concurso, el juez, de oficio
o a solicitud del deudor o de cualquier acreedor, podrá modificar la retribución fijada, si
concurriera justa causa y aplicando el arancel (v. STS de 5 de julio de 2016).

En todo caso, el derecho a la retribución constituye un crédito contra la masa, de modo que
la remuneración será satisfecha en el momento en el que se devengue (a sus respectivos
vencimientos, según la expresión legal: cualquiera que sea el estado del concurso). En aquellos
concursos en los que la masa sea insuficiente, se garantizará el pago de un mínimo retributivo
establecido reglamentariamente, mediante la cuenta de garantía arancelaria.

Junto a sus auxiliares delegados, los administradores concursales están sujetos a un régimen
de responsabilidad por los daños que causen a la masa, al deudor, a los acreedores o a tercero.
La responsabilidad será solidaria, salvo cuando prueben haber empleado toda la diligencia
debida para evitar o prevenir el daño.

Además, la norma dispone que, cuando concurra justa causa, el juez podrá separar del cargo a
cualquiera de los miembros del órgano, o revocar el nombramiento de los auxiliares delegados
(art. 37 LC). En caso de separación y en cualquier otro supuesto de cese producido durante el
procedimiento, el juez procederá de inmediato a efectuar un nuevo nombramiento (art. 38 LC).
La función del administrador concursal finalizará también con la aprobación judicial del
convenio y con la conclusión del concurso. Cualquiera que sea la causa, el cese determinará el
deber de rendir cuentas.

TEMA 22 (Lección 52)


LOS EFECTOS DEL CONCURSO DE ACREEDORES

I. Los efectos del concurso sobre el deudor


1. Los efectos del concurso sobre el concursado
2. La limitación de las facultades patrimoniales y de la capacidad procesal del concursado
3. La continuación del ejercicio de la actividad profesional o empresarial y los deberes del
concursado
4. Las limitaciones sobre los derechos y libertades fundamentales
5. Los efectos sobre la persona jurídica
II. Los efectos del concurso sobre las acciones individuales
6. Los efectos sobre las acciones y sobre los procedimientos declarativos
A. Nuevos juicios declarativos
B. Juicios declarativos pendientes
C. Procedimientos arbitrales y garantías personales
7. Los efectos sobre las acciones y sobre los procedimientos ejecutivos

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A. Las reglas generales


B. Las reglas especiales para los procedimientos de ejecución de garantías reales
y asimilados
III. Los efectos del concurso sobre los créditos
8. La compensación de créditos y deudas del concursado
9. La suspensión del devengo de interés
10. La suspensión del derecho de retención
11. La interrupción de la prescripción
IV. Los efectos del concurso sobre los contratos
12. Los efectos sobre los contratos
A. La problemática de los contratos pendientes
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B. El principio general de vigencia de los contratos


C. Los supuestos de resolución del contrato
D. Los supuestos especiales
13. La rehabilitación de contratos

1. LOS EFECTOS DEL CONCURSO SOBRE EL CONCURSADO

Para hablar de los efectos que el concurso produce sobre el deudor, debemos diferenciar entre
la simple declaración y la solución que se alcance en el procedimiento: el convenio o la
liquidación.

La declaración del concurso de acreedores limita el ejercicio de las facultades patrimoniales


del concursado (art. 40 LC). También, le impone deberes específicos de colaboración con los
órganos concursales e incluso puede tener alguna limitación en sus derechos fundamentales
(arts. 41 y 42).

Art. 40 LC. Facultades patrimoniales del deudor.

1. En caso de concurso voluntario, el deudor conservará las facultades de administración y disposición


sobre su patrimonio, quedando sometido el ejercicio de éstas a la intervención de los administradores
concursales *(la administración concursal), mediante su autorización o conformidad.

2. En caso de concurso necesario, se suspenderá el ejercicio por el deudor de las facultades de


administración y disposición sobre su patrimonio, siendo sustituido por los administradores
concursales*(la administración concursal).

3. No obstante lo dispuesto en los apartados anteriores, el juez podrá acordar la suspensión en caso
de concurso voluntario o la mera intervención cuando se trate de concurso necesario. En ambos casos
deberá motivarse el acuerdo señalando los riesgos que se pretendan evitar y las ventajas que se
quieran obtener.

4. A solicitud de la administración concursal y oído el concursado, el juez, mediante auto, podrá


acordar en cualquier momento el cambio de las situaciones de intervención o de suspensión de las
facultades del deudor sobre su patrimonio.
El cambio de las situaciones de intervención o de suspensión y la consiguiente modificación de las
facultades de la administración concursal se someterá al régimen de publicidad de los artículos 23 y
24.

5. En caso de concurso de la herencia, corresponderá a la administración concursal el ejercicio de las


facultades patrimoniales de administración y disposición sobre el caudal relicto, sin que pueda
cambiarse esta situación.

6. La intervención y la suspensión se referirán a las facultades de administración y disposición sobre

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los bienes, derechos y obligaciones que hayan de integrarse en el concurso y, en su caso, a las que
correspondan al deudor de la sociedad o comunidad conyugal.

El deudor conservará la facultad de testar, sin perjuicio de los efectos del concurso sobre la herencia.

7. Los actos del deudor que infrinjan las limitaciones establecidas en este artículo sólo podrán ser
anulados a instancia de la administración concursal y cuando ésta no los hubiese convalidado o
confirmado. Cualquier acreedor y quien haya sido parte en la relación contractual afectada por la
infracción podrá requerir de la administración concursal que se pronuncie acerca del ejercicio de la
correspondiente acción o de la convalidación o confirmación del acto. La acción de anulación se
tramitará, en su caso, por los cauces del incidente concursal y caducará, de haberse formulado el
requerimiento, al cumplirse un mes desde la fecha de éste. En otro caso, caducará con el cumplimiento
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del convenio por el deudor o, en el supuesto de liquidación, con la finalización de ésta.

Los referidos actos no podrán ser inscritos en registros públicos mientras no sean confirmados o
convalidados, o se acredite la caducidad de la acción de anulación o su desestimación firme.

Art. 41. LC. Efectos sobre las comunicaciones, residencia y libre circulación del deudor.

Los efectos de la declaración de concurso sobre los derechos y libertades fundamentales del deudor en
materia de correspondencia, residencia y libre circulación serán los establecidos en la Ley Orgánica
para la Reforma Concursal.

Art. 42 LC. Colaboración e información del deudor.

1. El deudor tiene el deber de comparecer personalmente ante el juzgado de lo mercantil y ante la


administración concursal cuantas veces sea requerido y el de colaborar e informar en todo lo necesario
o conveniente para el interés del concurso. Cuando el deudor sea persona jurídica, estos deberes
incumbirán a sus administradores o liquidadores y a quienes hayan desempeñado estos cargos dentro
de los dos años anteriores a la declaración del concurso.

2. Los deberes a que se refiere el párrafo anterior alcanzarán también a los apoderados del deudor y
a quienes lo hayan sido dentro el período señalado.

Además, la declaración de concurso constituye prohibición de contratar con la Administración


Pública, si bien se permite contratar al concursado a través de la administración concursal (art.
173 LCSP). Una vez que el convenio se aprueba judicialmente, la limitación de las facultades
patrimoniales que había producido la declaración de concurso, se sustituye por las limitaciones
o prohibiciones que se establezcan en el convenio. Lo mismo sucederá con los efectos
específicos sobre la persona natural y la jurídica, aunque en todo caso se mantiene el deber de
colaboración del concursado (art. 133.2 y 137 LC).

Art. 133.2 LC. Comienzo y alcance de la eficacia del convenio.

1. …

2. Desde la eficacia del convenio cesarán todos los efectos de la declaración de concurso, quedando
sustituidos por los que, en su caso, se establezcan en el propio convenio, salvo los deberes de
colaboración e información establecidos en el artículo 42, que subsistirán hasta la conclusión del
procedimiento.

Art. 137 LC. Facultades patrimoniales del concursado convenido.

1. El convenio podrá establecer medidas prohibitivas o limitativas del ejercicio de las facultades de
administración y disposición del deudor. Su infracción consistirá incumplimiento del convenio, cuya
declaración podrá ser solicitada del juez por cualquier acreedor.

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2. Las medidas prohibitivas o limitativas serán inscribibles en los registros públicos correspondientes
y, en particular, en los que figuren inscritos los bienes o derechos afectados por ellas. La inscripción no
impedirá el acceso a los registros públicos de los actos contrarios, pero perjudicará a cualquier titular
registral la acción de reintegración de la masa que, en su caso se ejercite.

Por su parte, la resolución judicial de apertura de la fase de liquidación supondrá la suspensión


de las facultades patrimoniales del concursado, la extinción del derecho de alimentos (salvo
que fuera imprescindible para la atención de necesidades mínimas) y la disolución de la
persona jurídica concursada (art. 145 LC).
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Asimismo, hay que distinguir los efectos específicos que se producen sobre la persona natural
y los que se producen sobre la persona jurídica. La declaración de concurso de la persona
natural origina un especial derecho de alimentos con cargo a la masa activa, a favor del
concursado y de las personas sobre las que tuviera el deber legal de prestarlos (art. 47 LC).
También la declaración de concurso, da derecho al cónyuge del concursado a solicitar del juez
la disolución de la sociedad de gananciales cuando se hubieran incluido en el inventario de la
masa activa bienes gananciales o comunes que deban responder de las obligaciones del
concursado (art. 77.2 LC). Por otro lado, la declaración de concurso de la persona jurídica no
constituye causa de disolución, pero produce algunos efectos específicos sobre sus órganos y
sobre sus socios (arts. 48 y ss. LC).

Finalmente, cuando se forme la sección de calificación , la sentencia firme de concurso culpable


determinará la inhabilitación del concursado y demás personas afectadas por la calificación;
también producirá efectos patrimoniales sobre las personas afectadas por la calificación y los
cómplices, y podrá determinar la denominada «responsabilidad concursal», con la condena de
administradores, liquidadores, apoderados generales o socios a la cobertura, total o parcial,
del déficit que resultara en caso de liquidación.

2. LA LIMITACIÓN DE LAS FACULTADES PATRIMONIALES Y DE LA CAPACIDAD


PROCESAL DEL CONCURSADO

Una vez declarado el concurso- a través de la intervención o de la suspensión- se limitan las


facultades de administración y disposición del concursado sobre los bienes de la masa activa.
Estamos ante lo que tradicionalmente se conoce como desapoderamiento del deudor
insolvente (art. 40 LC). Sin embargo, la declaración de concurso no producirá siempre los
mismos efectos patrimoniales:

1) En unos casos el concursado quedará sujeto a intervención: esto supone que estará
sometido a la autorización o conformidad de la administración concursal para la administración
y disposición de los bienes de la masa activa.

2) En otros casos se producirá la suspensión del ejercicio de las facultades de


administración y de disposición de los bienes integrantes de la masa activa. Esto supone que el
deudor será sustituido por la administración concursal, que pasará a ejercer tales facultades.
Hay que destacar que la limitación de las facultades patrimoniales busca proteger los intereses
de los acreedores y no pretende sancionar al concursado ni constituye una incapacitación.

En principio, la intervención o la suspensión depende de la solicitud de declaración de


concurso: si el concurso fuera voluntario, el deudor quedará sometido a intervención, y si se
tratara de concurso necesario, quedará suspendido en el ejercicio de las facultades de
administración y de disposición de la masa activa. Ahora bien, el juez podrá alterar la regla legal
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y acordar la suspensión en el caso de concurso voluntario y la mera intervención en el supuesto


de concurso necesario.

Los actos realizados por el deudor en contravención de la limitación patrimonial serán


anulables, de modo que podrán quedar sin efecto o ser confirmados si resultaran favorables
(art. 40.7 LC). Los actos sólo podrán ser anulados a instancia de la administración concursal.
Los acreedores y la contraparte del concursado tan sólo podrán requerir de la administración
concursal que se pronuncie acerca del ejercicio de la correspondiente acción o de la
convalidación o confirmación del acto. La acción de anulación caducará por el transcurso de un
mes desde la fecha del requerimiento hecho a la administración concursal, sin que ésta hubiera
contestado y, en cualquier caso, con la conclusión del concurso.
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En caso de suspensión, el concursado será sustituido en los procesos pendientes por la


administración concursal, que también estará legitimada para ejercitar acciones del
concursado de naturaleza patrimonial. En caso de intervención, el concursado conservará su
legitimación para actuar en los juicios declarativos pendientes, pero necesitará la conformidad
de la administración concursal para interponer demandas o recursos que puedan afectar a su
patrimonio.

3. LA CONTINUACIÓN DEL EJERCICIO DE LA ACTIVIDAD PROFESIONAL O


EMPRESARIAL Y LOS DEBERES DEL CONCURSADO

La declaración de concurso no interrumpirá por sí misma el ejercicio de la actividad profesional


o empresarial del deudor, aunque el juez podrá acordar su cese o el cierre de los
establecimientos, explotaciones y oficinas (art. 44 LC). Durante el concurso, el ejercicio de la
actividad corresponderá a la administración concursal en caso de suspensión y al propio
concursado en caso de intervención. En caso de intervención, con el fin de facilitar la
continuación de la actividad, la administración concursal podrá conceder al concursado una
autorización general para realizar aquellos actos u operaciones propios del giro y tráfico de la
actividad que se determinen.

Del mismo modo, se mantendrá el deber de formular las cuentas anuales y de sometimiento a
auditoría de esas cuentas en los casos legalmente previstos. En caso de intervención, la
formulación y el sometimiento a auditoría de las cuentas se realizarán por los propios
administradores de la sociedad bajo la supervisión de la administración concursal, mientras
que en caso de suspensión la tarea corresponderá a la administración concursal. El juez del
concurso podrá acordar la revocación del nombramiento del auditor de cuentas de la persona
jurídica deudora y el nombramiento de otro para la verificación de las cuentas anuales.

También se imponen al concursado –a sus administradores en caso de persona jurídica– y a sus


apoderados los deberes generales de comparecencia, de colaboración y de información con el
juez del concurso y con la administración concursal (art. 42 LC). El incumplimiento de esos
deberes se sanciona, en caso de formación de la sección de calificación, con la presunción de
dolo o de culpa grave en la eventual agravación de la insolvencia, lo que determinará, salvo
prueba en contrario, la calificación del concurso como culpable (art. 165.1-2º LC). Además, la
incomparecencia podrá ser motivo para que el juez decrete el arresto domiciliario, previa
audiencia del ministerio fiscal (art. 1 LORC).

Junto a estos deberes generales, el concursado tiene el deber específico de poner a disposición
de la administración concursal los libros de contabilidad y los libros corporativos (libros de
actas, libro registro de acciones nominativas o de socios), así como los documentos de

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relevancia patrimonial relativos a su profesión o empresa (art. 45 LC).

4. LAS LIMITACIONES SOBRE LOS DERECHOS Y LIBERTADES FUNDAMENTALES

Para asegurar el cumplimiento de todos esos deberes, el juez puede acordar la limitación de
alguno de los derechos y libertades fundamentales del concursado, materia que se regula en
la Ley Orgánica para la Reforma Concursal (LORC). Las medidas limitativas sólo podrán
establecerse cuando sean imprescindibles para conseguir el objetivo fundamental del
concurso: la satisfacción de los acreedores. Además, estas medidas deberán observar los
requisitos y los límites marcados por la doctrina del TC (especialmente, STC 15 de diciembre de
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1985) y tener en cuenta el grado de cumplimiento de los deberes de colaboración. Se podrán


limitar los derechos fundamentales tanto de personas naturales como de personas jurídicas.
En caso de concurso de una persona jurídica, la limitación podrá acordarse también respecto
de todos o algunos de sus administradores o liquidadores.

La primera de las medidas que puede decretarse es la intervención de las comunicaciones,


que constituye una limitación del derecho fundamental al secreto de las comunicaciones (art.
18.3 CE). El respeto del derecho fundamental exige la garantía del secreto de los contenidos
que sean ajenos al interés del concurso (art. 1 LORC) y que la medida no se adopte con una
finalidad puramente especulativa. La segunda limitación posible es el establecimiento de un
deber de residencia, que puede desembocar incluso en el arresto domiciliario (art. 1.1-2ª
LORC). Estas medidas pretenden garantizar la disponibilidad de las personas a favor de la
administración concursal y del juez del concurso. Se trata, pues, de medidas limitativas de
naturaleza esencialmente cautelar, que no serán necesarias en buena parte de los casos.
Finalmente, el juez podrá autorizar la entrada y el registro domiciliarios cuando los sujetos
afectados nieguen su consentimiento (art. 1-3ª LORC)

5. LOS EFECTOS SOBRE LA PERSONA JURÍDICA

La declaración de concurso de una persona jurídica no produce su extinción, ni siquiera obliga


a su disolución y liquidación. Es decir, la persona jurídica concursada mantendrá la misma
estructura orgánica que tenía antes del concurso, aunque para su funcionamiento, tendrá que
someterse a la intervención o la suspensión del ejercicio de sus facultades de administración y
disposición. En caso de intervención, su actuación queda sometida a la autorización o
conformidad de la administración concursal. En caso de suspensión, las facultades
patrimoniales pasarán a la administración concursal. Únicamente, los órganos de la persona
jurídica tendrán competencia para llevar a cabo los actos que la ley permite realizar al
concursado, además de los deberes legalmente impuestos por el concurso.

La limitación de las facultades patrimoniales de la persona jurídica afecta a la junta general o


asamblea y a los administradores. La ley especifica que los acuerdos de la junta o de la
asamblea que puedan tener contenido patrimonial o relevancia directa para el concurso no
serán eficaces sin la autorización o confirmación de la administración concursal (art. 48.2). Por
su parte, los administradores continuarán representando a la entidad dentro del concurso (art.
48.3) reiterándose que, en caso de suspensión, las facultades de administración y disposición
propias de los administradores pasarán a la administración concursal, mientras que en caso de
intervención, tales facultades continuarán siendo ejercidas por los administradores, con la
supervisión de la administración concursal, a quien corresponderá autorizar o confirmar los
actos de administración y disposición. También se establece que los apoderamientos que
pudieran existir al tiempo de la declaración de concurso quedarán afectados por la suspensión
o la intervención de las facultades patrimoniales.

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Por otro lado, “si el cargo de administrador de la persona jurídica fuera retribuido, el juez del
concurso podrá acordar que deje de serlo o reducir el importe de la retribución, a la vista del
contenido y la complejidad de las funciones de administración y del patrimonio de la
concursada” (art. 48.4 LC). Además, siempre que estén afectados los intereses patrimoniales
de la persona jurídica concursada, el juez podrá atribuir a la administración concursal el
ejercicio de los derechos políticos que correspondan a la concursada en otras entidades.

Especial atención merece el régimen durante el concurso de la acción de responsabilidad que


corresponde a la persona jurídica contra sus administradores, liquidadores y auditores por los
daños causados a la misma (la denominada acción social), para cuyo ejercicio queda legitimada
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exclusivamente la administración concursal (art. 48 quater LC).

Art. 48 quáter. Efectos de la declaración de concurso sobre las acciones contra los administradores de
la sociedad deudora.

Declarado el concurso, corresponderá exclusivamente a la administración concursal el ejercicio de las


acciones de responsabilidad de la persona jurídica concursada contra sus administradores, auditores
o liquidadores.

Hay que destacar también que el juez del concurso puede ordenar el embargo de bienes y
derechos de los administradores y de los apoderados generales como medida cautelar especial
respecto de la condena que podría recaer sobre los causantes de la calificación del concurso
como culpable, consistente en la cobertura del déficit que resulte de la liquidación (art. 48 ter.1
en relación con el art. 172 bis LC).

La declaración de concurso de la persona jurídica tampoco modificará los derechos y las


obligaciones de los socios. Cuando estuviese pendiente la obligación de aportar, la
competencia para la reclamación se atribuye a la administración concursal,
independientemente de si se acuerda suspensión o intervención de las facultades
patrimoniales de la sociedad concursada.

Finalmente, la LC ha rechazado la figura tradicional de la extensión del concurso. Es decir, el


concurso de la sociedad colectiva o comanditaria no llevará consigo el de los socios que sean
personal, ilimitada y solidariamente responsables de las deudas sociales, sin perjuicio de que,
cuando concurran los presupuestos exigidos en cada caso, pueda ser declarado el concurso de
uno o varios socios responsables de las deudas sociales (que tendrá –como vimos– la
consideración de concurso conexo con el de la sociedad). Durante el concurso se modifica el
régimen de la responsabilidad de los socios por las deudas sociales (art. 48 bis.1 LC), ya que la
acción de reclamación habrá de ejercitarse por la administración concursal.

Art. 48 bis. Efectos de la declaración de concurso sobre las acciones contra los socios.

1. Durante la tramitación del concurso de la sociedad, corresponderá exclusivamente a la


administración concursal el ejercicio de la acción contra el socio o socios personalmente responsables
por las deudas de ésta anteriores a la declaración de concurso.

2. Durante la tramitación del concurso de la sociedad, corresponderá exclusivamente a la


administración concursal la reclamación, en el momento y cuantía que estime conveniente, del
desembolso de las aportaciones sociales que hubiesen sido diferidas, cualquiera que fuera el plazo
fijado en la escritura o en los estatutos, y de las prestaciones accesorias pendientes de cumplimiento.

II. LOS EFECTOS DEL CONCURSO SOBRE LAS ACCIONES INDIVIDUALES


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6. LOS EFECTOS SOBRE LAS ACCIONES Y SOBRE LOS PROCEDIMIENTOS


DECLARATIVOS

A. Nuevos juicios declarativos

Una vez declarado el concurso, los acreedores podrán ejercitar acciones declarativas
individuales con trascendencia patrimonial frente al concursado, pero deberán hacerlo ante el
juez del concurso. Es decir, las acciones civiles declarativas con trascendencia patrimonial que
se interpongan frente al concursado, pasan a ser competencia del juez del concurso. Y los
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jueces del orden civil ante quienes se interpongan demandas de las que deba conocer el juez
del concurso tienen el deber legal de abstención.

Por su parte, los jueces y tribunales de los órdenes contencioso-administrativo y penal


continúan siendo competentes.

Finalmente, se ejercitarán ante el juez del concurso las acciones colectivas de extinción,
modificación y suspensión de contratos de trabajo, y también las acciones individuales sobre
suspensión o extinción de contratos de alta dirección. Sin embargo, para conocer de todas las
demás acciones de carácter social, seguirán siendo competentes los jueces del orden
jurisdiccional social.

B. Juicios declarativos pendientes

Si en el momento de la declaración de concurso ya se hubieran entablado acciones declarativas


contra el concursado, como regla general continuarán sustanciándose ante el mismo tribunal
hasta la firmeza de la sentencia, que vinculará al juez del concurso.

Art. 53 LC. Sentencias y laudos firmes.

1. Las sentencias y los laudos firmes dictados antes o después de la declaración de concurso vinculan
al juez de éste, el cual dará a las resoluciones pronunciadas el tratamiento concursal que corresponda.

Excepcionalmente, los juicios por reclamación de daños y perjuicios a la persona jurídica


concursada contra sus administradores o liquidadores, de hecho o de derecho, y contra los
auditores, se acumularán de oficio al concurso, cuando se encuentren en primera instancia y
aún no haya finalizado el acto de juicio o la vista. Tal acumulación supone que continuarán su
tramitación ante el juez del concurso, pero por los trámites del procedimiento por el que ya
vinieran sustanciándose (art. 51.1 LC).

Art. 51 LC. Continuación y acumulación de juicios declarativos pendientes.

1. Los juicios declarativos en que el deudor sea parte y que se encuentren en tramitación al momento
de la declaración de concurso continuarán sustanciándose ante el mismo tribunal que estuviere
conociendo de ellos hasta la firmeza de la sentencia.

Por excepción se acumularán de oficio al concurso, siempre que se encuentren en primera instancia y
no haya finalizado el acto de juicio o la vista, todos los juicios por reclamación de daños y perjuicios a
la persona jurídica concursada contra sus administradores o liquidadores, de hecho o de derecho, y
contra los auditores.

Los juicios acumulados continuarán su tramitación ante el juez del concurso, por los trámites del

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procedimiento por el que viniera sustanciándose la reclamación, incluidos los recursos que procedan
contra la sentencia.

También por excepción se establece la suspensión de dos grupos de procedimientos declarativos


pendientes: 1) aquellos procedimientos en los que se hubieran ejercitado acciones de
reclamación de obligaciones sociales contra los administradores de las sociedades de capital
concursadas que hubieran incumplido los deberes que les incumben en caso de concurrencia de
causa de disolución (art. 51 bis.1 LC en relación con el art. 367 LSC), y 2) aquellos en los que se
hubiera ejercido la acción correspondiente al subcontratista contra el dueño de la obra (art. 51
bis.2 LC en relación con el art. 1597 CC). En estos casos excepcionales, el procedimiento no se
dirige contra el patrimonio del concursado, sino contra el de los administradores de la sociedad
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concursada o contra el dueño de la obra, quienes, a su vez, pueden ser responsables con la
sociedad concursada o frente al contratista en concurso.

Por otra parte, el hecho de que el procedimiento que se está tramitando continúe ante el
mismo Tribunal hasta la firmeza de la sentencia, no significa que el concurso no produzca
efectos. Estos efectos se producirán según se haya decretado la suspensión y sustitución del
concursado por la administración concursal o la mera intervención. Cuando el deudor
simplemente sea intervenido, conservará su capacidad para actuar en juicio, aunque necesitará
la autorización de la administración concursal, para desistir, allanarse y transigir. En caso de
suspensión, la administración concursal sustituirá al concursado en los procedimientos
judiciales en trámite, si bien necesitará la autorización del juez del concurso para desistir,
allanarse y transigir. La sustitución no impedirá que el deudor mantenga su propia
representación y defensa separadas.

C. Procedimientos arbitrales y garantías personales

Por último, se establece una norma especial aplicable a los procedimientos arbitrales: ni los
pactos de mediación ni los convenios arbitrales suscritos por el concursado se verán afectados
por la declaración de concurso, aunque si el juez considera que pueden suponer un perjuicio
para la tramitación del procedimiento podrá acordar la suspensión de sus efectos.
Por otra parte, los créditos de terceros frente al concursado reconocidos en resolución arbitral
deben considerarse incontrovertidos en el concurso, de modo que la administración concursal
ha de incluirlos necesariamente en la lista de acreedores y calificarlos según su naturaleza.
Finalmente hay que destacar que la declaración de concurso no afecta a los créditos que
disfruten de garantía personal. Por tanto, sus titulares podrán, ejercitar su acción contra los
fiadores y contra los obligados solidarios.

7. LOS EFECTOS SOBRE LAS ACCIONES Y SOBRE LOS PROCEDIMIENTOS EJECUTIVOS

A. Las reglas generales

Una vez declarado el concurso de acreedores, no se podrán iniciar ejecuciones singulares ni


apremios contra el patrimonio del deudor. Además, el juez, a petición de la administración
concursal podrá acordar el levantamiento y cancelación de los embargos –que no sean
administrativos– cuando su mantenimiento dificultara gravemente la continuidad de la
actividad profesional o empresarial del concursado.

No obstante, hay que tener en cuenta que la suspensión y paralización de ejecuciones judiciales
de bienes o derechos, se puede producir cuando se presente ante el juzgado competente para
la declaración de concurso la comunicación de negociaciones para alcanzar un acuerdo de

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refinanciación, un convenio anticipado o un acuerdo extrajudicial de pagos. Esta medida se


mantendrá durante el periodo máximo de 4 meses previsto para la negociación y, por tanto,
hasta que se formalice el acuerdo de refinanciación, se dicte providencia admitiendo a trámite
la solicitud de homologación judicial del acuerdo de refinanciación, se adopte el acuerdo
extrajudicial de pagos, se hayan obtenido las adhesiones necesarias para la admisión a trámite
de la propuesta anticipada de convenio o tenga lugar la declaración de concurso. En todo caso,
no se verán afectados por esta medida los procedimientos de ejecución que tengan por objeto
hacer efectivos créditos de Derecho público.

Sin embargo, la paralización de ejecuciones prevista una vez declarado el concurso no tiene
carácter absoluto, ya que tiene importantes excepciones, en función de la persona del acreedor
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y de la naturaleza real de la garantía.

Desde la perspectiva del acreedor, podrán continuar, ante el mismo tribunal que venía
conociendo de la ejecución y hasta la aprobación del plan de liquidación, las ejecuciones
administrativas en las que se hubiera dictado diligencia de embargo, y las laborales , en las que
se hubieran embargado bienes del concursado, iniciadas antes de la declaración de concurso,
siempre que, además, los bienes afectados no resultasen necesarios para la continuidad de la
actividad profesional o empresarial del concursado.

B. Las reglas especiales para los procedimientos de ejecución de garantías reales y asimilados

Los acreedores con garantía real reciben un tratamiento especial: podrán iniciar o continuar
la ejecución o realización forzosa de la garantía cuando ésta recaiga sobre bienes que no
resulten necesarios para la continuidad de la actividad profesional o empresarial del deudor.
Por tanto, si el bien no resulta necesario, el concurso de acreedores no impide que el acreedor
con garantía real inicie o continúe la ejecución o realización forzosa de la garantía.

En cambio, si la garantía recae sobre bienes necesarios, la facultad de iniciar la ejecución queda
paralizada y la ejecución iniciada se suspende hasta que se apruebe un convenio cuyo
contenido no afecte al ejercicio del derecho de ejecución o transcurra un año desde la
declaración de concurso sin que se hubiera producido la apertura de la fase de liquidación (art.
56.1-I y 2 LC).
La propia norma establece que le corresponde al juez del concurso determinar si un bien del
concursado resulta necesario para la continuidad de la actividad profesional o empresarial del
deudor.

Por otra parte, existen tres tipos de acciones cuya ejecución también puede ser paralizada:
1) las acciones dirigidas a recuperar los bienes vendidos a plazos o financiados con reserva de
dominio mediante contratos inscritos en el Registro de Bienes Muebles; 2) las resolutorias de
ventas de inmuebles por falta de pago del precio aplazado; y 3) las acciones tendentes a
recuperar los bienes cedidos en arrendamiento financiero mediante contratos inscritos en los
Registros de la Propiedad o de Bienes Muebles o formalizados en documento que lleve
aparejada ejecución.

El periodo de suspensión o paralización se inicia desde que exista constancia en el


correspondiente procedimiento de la declaración de concurso, aunque ya se hubieran
publicado los anuncios de subasta del bien o derecho, y solo se alzará cuando el juez del
concurso establezca que los bienes o derechos no son necesarios para la continuidad de la
actividad profesional o empresarial del deudor.

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Durante el período de paralización o de suspensión de las ejecuciones, la administración


concursal podrá optar por satisfacer a dichos acreedores con cargo a la masa, evitando así la
posterior realización de los bienes y derechos afectos (art. 155.2).

8. LA COMPENSACIÓN DE CRÉDITOS Y DEUDAS DEL CONCURSADO

En esta cuestión sobre la compensación de créditos y deudas, existen importantes diferencias


de criterio entre el sistema latino y los sistemas germánico y anglosajón. En el primer ámbito,
por regla general, no se admite la compensación en el concurso. En el segundo, en cambio, se
permite que la compensación despliegue sus efectos dentro del procedimiento concursal. La
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Ley española se integra en el sistema latino y dispone (art. 58 LC) que, declarado el concurso,
no procederá la compensación de los créditos y deudas del concursado, pero producirá sus
efectos la compensación cuyos requisitos hubieran existido con anterioridad a la declaración,
sin perjuicio de lo que resulte en los concursos internacionales, de acuerdo con la norma que
rija el crédito recíproco del concursado (art. 205 LC).

Art. 58. LC. Prohibición de compensación

Sin perjuicio de lo previsto en el art. 205, declarado el concurso, no procederá la compensación de los
créditos y deudas del concursado, pero producirá sus efectos la compensación cuyos requisitos
hubieran existido con anterioridad a la declaración, aunque la resolución judicial o acto administrativo
que la declare se haya dictado con posterioridad a ella.

En caso de controversia en cuanto a este extremo, ésta se resolverá a través de los cauces del incidente
concursal.

Art. 205 LC. Compensación

1. La declaración de concurso no afectará al derecho de un acreedor a compensar su crédito cuando la


ley que rija el crédito recíproco del concursado lo permita en situaciones de insolvencia.

2. Lo dispuesto en el apartado anterior se entiende sin perjuicio de las acciones de reintegración que
en su caso procedan.

A estos efectos, la Ley aclara que cuando se den los requisitos de compensabilidad antes de la
declaración de concurso procederá la compensación, aunque la resolución judicial o el acto
administrativo que la declare se haya dictado con posterioridad a ese momento.
Comprobamos, por tanto, que la prohibición de compensación no es absoluta y cuenta con
importantes excepciones.

La prohibición de compensación en el concurso se basa en el principio de la indisponibilidad de


los bienes de la masa activa, en el respeto al principio de igualdad de trato, y en la propia
regulación general de la compensación (art. 1196-5º CC). De este modo, vemos que la
prohibición tiene sentido cuando el crédito y la deuda proceden de relaciones jurídicas distintas
(ex dispari causa). Sin embargo, cuando se trata de créditos y deudas nacidos de una misma
relación jurídica (ex eadem causa), como son las obligaciones recíprocas que derivan de los
contratos bilaterales, ha de admitirse la compensación, de modo que la parte in bonis (no
concursada) sólo vendrá obligada a realizar su prestación a favor de la masa por la parte no
extinguida como consecuencia de la compensación. También, la compensación opera en la
cuenta corriente mercantil respecto de los créditos incluidos en la cuenta (remesas). Por otra
parte, quedan fuera de la prohibición los acuerdos de compensación concluidos en los
mercados financieros con arreglo al Decreto-Ley 5/2005, de 11 de marzo; así como los sistemas
de pagos y liquidación de valores conforme a su Ley reguladora de 12 de noviembre de 1999;

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y, por su propia naturaleza, los créditos contra la masa, que no se someten a los efectos del
concurso.

9. LA SUSPENSIÓN DEL DEVENGO DE INTERESES

Art. 59 LC. Suspensión del devengo de intereses

1. Desde la declaración de concurso quedará suspendido el devengo de los intereses, legales o


convencionales, salvo los correspondientes a los créditos con garantía real, que serán exigibles hasta
donde alcance la respectiva garantía. Los créditos salariales que resulten reconocidos devengarán
intereses conforme al interés legal del dinero fijado en la correspondiente ley de Presupuestos. Los
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créditos derivados de los intereses tendrán la consideración de subordinados a los efectos de lo


previsto en el art. 92. 3º de esta Ley.

2. No obstante, cuando en el concurso se llegue a una solución de convenio que no implique quita,
podrá pactarse en él el cobro, total o parcial, de los intereses cuyo devengo hubiese resultado
suspendido, calculados al tipo legal o al convencional si fuera menor. En caso de liquidación, si
resultara remanente después del pago de la totalidad de los créditos concursales, se satisfarán los
referidos intereses calculados al tipo convencional.

La regla general es que, desde la declaración de concurso, quedará suspendido el devengo de


los intereses, legales o convencionales. Esta regla se aplica sólo a los créditos concursales y no
a los créditos que ostente el concursado frente a terceros ni a los créditos contra la masa. Y
únicamente a los intereses que habrán de devengarse con posterioridad a la declaración de
concurso. Los intereses devengados con anterioridad tienen la consideración de créditos
concursales subordinados (art. 92. 3º LC). En este sentido, cuando en el crédito comunicado en
el procedimiento concursal estuvieran incluidos capital e intereses habrá de deducirse del
crédito la parte correspondiente a los intereses no vencidos.

Existen dos importantes excepciones a la regla de la suspensión del devengo de intereses:

1) La suspensión no afecta a los créditos con garantía real, que seguirán devengando
intereses (aunque sólo hasta donde alcance la respectiva garantía).

2) La suspensión tampoco afecta a los créditos salariales, que devengarán intereses


conforme al interés legal del dinero, si bien esos intereses tendrán la consideración de créditos
subordinados.

Hay que destacar que la suspensión del devengo de intereses de los restantes créditos
concursales no tiene carácter definitivo, porque el deudor y los acreedores podrán pactar su
pago total o parcial en un convenio que no implique quita de los créditos; y, además, en caso
de liquidación, si resultare remanente después del pago de la totalidad de los créditos
concursales, habrán de satisfacerse los intereses suspendidos (art. 59.2).

10. LA SUSPENSIÓN DEL DERECHO DE RETENCIÓN

En cuanto a la cuestión del ejercicio del derecho de retención en el concurso, la ley contiene
una previsión específica (art. 59 bis), que establece la suspensión del ejercicio del derecho de
retención sobre bienes y derechos integrados en la masa activa.

Art. 59 bis. Suspensión del derecho de retención

1. Declarado el concurso quedará suspendido el ejercicio del derecho de retención sobre bienes y

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derechos integrados en la masa activa.

2. Si en el momento de conclusión del concurso esos bienes o derechos no hubieran sido enajenados,
deberán ser restituidos de inmediato al titular del derecho de retención cuyo crédito no haya sido
íntegramente satisfecho.

3. Esta suspensión no afectará a las retenciones impuestas por la legislación administrativa, tributaria,
laboral y de seguridad social.

Esta facultad, otorgada por la Ley al obligado a la entrega o restitución de una cosa, se dirige a
retrasar el cumplimiento de la obligación de entrega hasta que sea satisfecho el derecho de
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crédito que tiene el retentor frente al acreedor a la entrega. La Ley Concursal somete el
derecho de retención al concurso y supedita los intereses del retentor a los intereses del
procedimiento (salvo, obviamente, que los bienes y derechos objeto de retención no formen
parte de la masa activa, en cuyo caso el derecho de retención podrá ejercerse sin limitación
alguna).

Durante el procedimiento concursal, se suspende el ejercicio del derecho de retención, a


menos que se trate de retenciones impuestas por la legislación administrativa, tributaria,
laboral y de seguridad social. La suspensión se traducirá en la pérdida definitiva del derecho de
retención si el bien o derecho correspondiente fuera enajenado dentro del procedimiento
concursal o si el retentor hubiera sido íntegramente satisfecho dentro del concurso.

11. LA INTERRUPCIÓN DE LA PRESCRIPCIÓN

Para evitar que se inicien contra el concursado ejecuciones singulares, judiciales o


extrajudiciales, la Ley dispone que, desde la declaración de concurso y hasta su conclusión,
quedará interrumpida la prescripción de las acciones contra el deudor por los créditos
anteriores a la declaración (art. 60.1 LC). Ahora bien, se precisa que la interrupción de la
prescripción respecto del deudor no perjudicará a los demás deudores solidarios, así como
tampoco a sus fiadores y avalistas (art. 60.2 LC). Es decir, esta medida sólo beneficia a la acción
que el acreedor pudiera ejercitar contra el deudor concursado, pero no a las acciones que
ostente contra otros coobligados. Tampoco se benefician de la interrupción de la prescripción
los créditos contra la masa, que pueden ejercitar sus acciones contra el patrimonio concursal
(art. 84.4 LC).

También quedará interrumpida la prescripción de las acciones contra socios, administradores,


liquidadores y auditores de la persona jurídica deudora (art. 60.3), lo que no siempre tiene
razón de ser, y, de forma especial, la prescripción de las acciones cuyo ejercicio queda
legalmente suspendido durante el concurso -como vimos, las ejercidas contra los
administradores de la sociedad por incumplimiento de los deberes que les son impuestos en el
supuesto de concurrencia de causa de disolución, y contra el dueño de la obra por parte del
subcontratista-. En todo caso, el cómputo del plazo de prescripción volverá a iniciarse
nuevamente en el momento de la conclusión del concurso (art. 60.4 LC).

Art. 60. Interrupción de la prescripción

1. Desde la declaración hasta la conclusión del concurso quedará interrumpida la prescripción de las
acciones contra el deudor por los créditos anteriores a la declaración.

2. La interrupción de la prescripción no perjudicará a los deudores solidarios, así como tampoco a los
fiadores y avalistas.

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3. Desde la declaración hasta la conclusión del concurso quedará interrumpida la prescripción de las
acciones contra socios y contra administradores, liquidadores y auditores de la persona jurídica
deudora.
También quedará interrumpida la prescripción de las acciones cuyo ejercicio quede suspendido en
virtud de lo dispuesto en esta ley.

4. En el supuesto previsto en los apartados anteriores, el cómputo del plazo para la prescripción se
iniciará nuevamente, en su caso, en el momento de la conclusión del concurso.

IV. LOS EFECTOS DEL CONCURSO SOBRE LOS CONTRATOS


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12. LOS EFECTOS SOBRE LOS CONTRATOS

A. La problemática de los contratos pendientes

La Ley Concursal dispone tres grupos de normas para establecer los efectos del concurso sobre
los contratos concluidos por el deudor con anterioridad a la apertura del procedimiento:

1) Las normas generales que regulan los efectos del concurso sobre los contratos con
obligaciones recíprocas (arts. 61 a 63);
2) las normas que establecen una regulación particular para los contratos de trabajo,
contratos de personal de alta dirección y contratos con administraciones públicas (arts. 64, 65,
66 y 67);
3) por último, las disposiciones que prevén la rehabilitación de contratos de crédito, de
contratos de adquisición de bienes con precio aplazado y la enervación del desahucio en
arrendamientos urbanos (arts. 68, 69 y 70).

Especialmente, el problema se origina con los contratos bilaterales que en el momento de la


declaración de concurso se encuentren pendientes de cumplimiento, total o parcial, por las dos
partes contratantes.

B. El principio general de vigencia de los contratos

Respecto al tratamiento del contrato en el concurso, depende de si está pendiente de


cumplimiento sólo por una parte (el concursado o el no concursado) o por las dos partes. Así,
cuando el contrato está pendiente de cumplimiento solo por una parte, se aplicarán las normas
concursales generales (art. 61.1 LC). Por otra parte, si quien hubiera cumplido íntegramente su
prestación fuera la parte in bonis, existirá sencillamente una deuda del concursado, es decir,
un crédito concursal como cualquier otro, que formará parte de la masa pasiva y deberá ser
reconocido, clasificado y, en su caso, satisfecho dentro del concurso. Si, por el contrario, quien
hubiera cumplido ya su prestación fuera el propio concursado, existirá a su favor un crédito,
que se integrará en la masa activa para ser cobrado como cualquier otro crédito del
concursado. En caso de suspensión corresponderá a la administración concursal la legitimación
para el ejercicio de las acciones –correspondientes al concursado– dirigidas a exigir el
cumplimiento o la resolución del contrato. En caso de intervención, el deudor conservará la
capacidad para actuar en juicio, aunque necesitará la conformidad de la administración
concursal para interponer demandas o recursos que puedan afectar a su patrimonio.
En el supuesto de contratos unilaterales, solo hay obligación a cargo de uno de los
contratantes: el crédito correspondiente se integrará en la masa pasiva cuando la obligación
sea a cargo concursado y se integrará en la masa activa cuando la obligación sea a cargo de la
parte in bonis.

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El conflicto de intereses entre el concursado y la contraparte in bonis en los contratos con


obligaciones recíprocas pendientes de cumplimiento por las dos partes trata de resolverse con
el principio general de vigencia de los contratos, que tiene dos manifestaciones:

1) Se prohíben –se tendrán por no puestas– aquellas cláusulas contractuales que


establezcan la facultad de resolución o la extinción del contrato por la sola causa de la
declaración de concurso de cualquiera de las partes (art. 61.3 LC).
2) La declaración de concurso no afectará a los contratos pendientes de cumplimiento
por ambas partes, de modo que los contratantes –concursado y parte in bonis – seguirán
vinculados por el contrato y deberán cumplir las obligaciones comprometidas conforme a lo
acordado, realizándose con cargo a la masa las prestaciones a que estuviera obligado el
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concursado (art. 61.2-I LC); y a menos que el contratante in bonis sea «sancionado» con la
conversión de su crédito en subordinado por obstaculizar de forma reiterada el cumplimiento
del contrato en perjuicio del interés del concurso (art. 92-7.º LC).

C. Los supuestos de resolución del contrato

Por un lado, la regla de la vigencia del contrato depende del interés del concurso. Así, vemos
que la administración concursal o el concursado podrán solicitar al juez la resolución de los
contratos en interés del concurso, imputándose a la masa las restituciones e indemnizaciones
que procedan.
Por otro lado, cuando el contrato continúe, y no sea resuelto en interés del concurso, la
declaración de concurso no afectará a la facultad de las partes de resolverlo ante el
incumplimiento de cualquiera de ellas que se produzca durante el concurso. No obstante, se
establece, de nuevo en interés del concurso, y aunque exista causa de resolución, que el juez
podrá acordar el cumplimiento de los contratos, considerándose como créditos contra la masa
las prestaciones correspondientes al concursado (art. 62.3 LC), a menos que el contratante
obstaculizara de forma reiterada el cumplimiento del contrato en perjuicio del concurso, en
cuyo caso será sancionado con la calificación de esos créditos como subordinados (art. 92-7.º
LC). La acción resolutoria por incumplimiento se ejercitará ante el juez del concurso y se
sustanciará por los trámites del incidente concursal. En cuanto a los efectos de la resolución
quedarán extinguidas las obligaciones pendientes de vencimiento.

D. Los supuestos especiales

La Ley Concursal contempla supuestos especiales (art. 63) al disponer que las reglas generales
que se establecen para los contratos con obligaciones recíprocas no afectarán al ejercicio de la
facultad de denuncia unilateral del contrato que proceda conforme a la ley. Tampoco afectará
a la aplicación de las leyes que dispongan o expresamente permitan pactar la extinción del
contrato en los casos de situaciones concursales o de liquidación administrativa de alguna de
las partes.
Finalmente, los contratos celebrados con las administraciones públicas «se regirán por lo
establecido en la legislación especial» (art. 67 LC). En consecuencia, la declaración de concurso
es causa de resolución del contrato que el deudor hubiera concluido con el sector público, si
bien esta afirmación debe matizarse: al permitirse a la Administración Pública (no al concurso),
mientras no se haya producido la apertura de la fase de liquidación, continuar el contrato si el
contratista prestare las garantías suficientes para su ejecución.

13. LA REHABILITACIÓN DE CONTRATOS

La declaración de concurso puede producir efectos sobre contratos que en ese momento ya se

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encontrasen en vías de extinción o, incluso, extinguidos, pues se concede a la administración


concursal la facultad de proceder a su rehabilitación en interés del concurso, asumiendo la
masa todos los pagos que correspondan al concursado (arts. 68 a 70 LC). Aunque también en
este ámbito existe la posibilidad de sancionar al contratante in bonis que obstaculizara de
forma reiterada el cumplimiento del contrato en perjuicio del interés del concurso con la
calificación de sus créditos como subordinados (art. 92.7.º LC).

Podrán rehabilitarse los contratos de crédito a favor del concursado, cuando se hubiese
producido el vencimiento anticipado por impago de cuotas o de intereses dentro de los tres
meses anteriores a la declaración de concurso y no se hubiesen iniciado ya acciones en
reclamación de pago contra el deudor o contra algún garante, así como los contratos de
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adquisición de bienes con precio aplazado que se hubieran resuelto dentro de los tres meses
anteriores a la declaración de concurso. Y, finalmente, podrá enervarse la acción de desahucio
ejercitada antes de la declaración de concurso y rehabilitar el correspondiente contrato de
arrendamiento hasta el momento mismo de practicarse el efectivo lanzamiento (art. 70 LC).

TEMA 23 (Lección 53)


LA MASA ACTIVA DEL CONCURSO DE ACREEDORES

I. La masa activa
1. La composición de la masa activa
2. El inventario de la masa activa
3. La conservación y la enajenación de la masa activa
A. Las reglas generales
B. Las reglas especiales
4. La reintegración de la masa activa
A. Las acciones rescisorias especiales
B. El procedimiento para el ejercicio de las acciones y los efectos de la rescisión
5. La reducción de la masa activa
A. La separación de los bienes de la masa
II. Los créditos contra la masa activa
6. Concepto y caracteres
7. La tipología de los créditos contra la masa

I. LA MASA ACTIVA

1. LA COMPOSICIÓN DE LA MASA ACTIVA

Con la declaración de concurso, los bienes del deudor pasan a formar parte de un conjunto
unitario llamado masa activa, destinado a satisfacer a los acreedores, que también se agrupan
en una masa (masa pasiva). Según el principio de responsabilidad patrimonial universal (art.
1911 CC), la masa activa estará formada por todos los bienes y derechos integrados en el
patrimonio del deudor en el momento de la declaración del concurso.

Art. 1911 CC. Del cumplimiento de las obligaciones responde el deudor con todos sus bienes, presentes
y futuros.

También formarán la masa activa todos los bienes que se reintegren al patrimonio del deudor
como consecuencia del ejercicio de acciones rescisorias o de impugnación, y, en general, todos
los bienes que adquiera el deudor hasta la conclusión del concurso (art. 76.1 LC). En particular,
se integrarán en la masa activa los saldos acreedores de las cuentas en las que el concursado

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figure como titular indistinto, a menos que se pruebe que no es su titular (art. 79 LC). Sólo
quedan fuera de la masa aquellos bienes y derechos del concursado que no tengan carácter
patrimonial y los que sean legalmente inembargables (arts. 76.2 LC).

Art. 76 LC. Principio de universalidad

1. Constituyen la masa activa del concurso los bienes y derechos integrados en el patrimonio del
deudor a la fecha de la declaración de concurso y los que se reintegren al mismo o adquiera hasta la
conclusión del procedimiento.

2. Se exceptúan de lo dispuesto en el apartado anterior aquellos bienes y derechos que, aun teniendo
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carácter patrimonial, sean legalmente inembargables.

Art. 79 LC. Cuentas indistintas

1. Los saldos acreedores de cuentas en las que el concursado figure como titular indistinto se
integrarán en la masa activa, salvo prueba en contrario apreciada como suficiente por la
administración concursal.

En principio, cuando el concursado sea una persona casada, la masa activa comprenderá los
bienes y derechos propios o privativos del concursado. Ahora bien, la composición de la masa
activa será diferente en función del régimen económico matrimonial aplicable. Así, en caso de
sociedad de gananciales o cualquier otro de comunidad de bienes, integrarán también la masa
los bienes gananciales o comunes cuando deban responder de obligaciones del concursado. En
tal caso, el cónyuge del concursado podrá pedir la disolución de la sociedad o comunidad
conyugal, y se llevará a cabo la oportuna liquidación de forma coordinada con el concurso (art.
77 LC). En particular, el cónyuge del concursado tendrá derecho a que se incluya en su cuota
de liquidación la vivienda habitual del matrimonio que tuviese carácter ganancial, abonando
en su caso el exceso de valor (art. 78.4 LC).

Cuando el régimen económico matrimonial sea el de separación de bienes , se establecen dos


presunciones iuris tantum (art. 78.1 y 2 LC): 1) en primer lugar, se presumirá en beneficio de la
masa activa, y salvo prueba en contrario, que el concursado había donado a su cónyuge la
mitad de la contraprestación satisfecha por éste durante el año anterior a la declaración de
concurso para la adquisición a título oneroso de bienes y derechos; 2) en segundo lugar, se
presumirá, salvo prueba en contrario, la donación de la totalidad de la contraprestación,
cuando se acreditara que dicha contraprestación procedía directa o indirectamente del
patrimonio del concursado. Estas presunciones dejarán de operar cuando los cónyuges
estuvieran separados judicialmente o de hecho.

En todo caso, durante el concurso podrán realizarse distintas operaciones para delimitar la
masa activa. Unas veces, se intentará llevar a la masa los bienes que salieron indebidamente
del patrimonio del concursado antes de la declaración del concurso (operaciones de
reintegración de la masa). Otras veces, deberán excluirse de la masa los bienes que no sean de
titularidad del concursado, y que, por tanto, no pueden servir para la satisfacción de los
acreedores.

2. EL INVENTARIO DE LA MASA ACTIVA

El inventario de bienes es la expresión documental de la masa activa. Debe incluir todos los
bienes y derechos del concursado que tengan valor patrimonial y sean susceptibles de
realizarse económicamente. La administración concursal elaborará el inventario, que

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contendrá la relación de todos los bienes, su naturaleza, características y, en su caso, datos de


identificación registral y gravámenes, así como una valoración de los mismos realizada con
arreglo a su valor de mercado y al día inmediatamente anterior al de la presentación de su
informe. Por otra parte, la ley concreta que en caso de concurso de persona casada en régimen
de gananciales o cualquier otro de comunidad de bienes, se incluirán en el inventario la relación
y el avalúo de los bienes y derechos privativos del deudor concursado, así como de los bienes
y derechos gananciales o comunes cuando deban responder de las obligaciones del
concursado. Se establece, además, que los bienes de propiedad ajena en poder del concursado
y sobre los que éste tenga derecho de uso no serán incluidos en el inventario, sólo deberá
figurar el derecho de uso sobre ese bien.
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Además, se deberán añadir al inventario dos relaciones complementarias: una relativa a todos
los litigios cuyo resultado pudiera afectar a la masa activa; y otra que incluya todas las acciones
de reintegración de la masa activa que deban promoverse, a juicio de la administración
concursal.

El inventario de la masa activa se unirá al informe de la administración concursal (art. 75.2 LC)
y cualquier interesado podrá impugnarlo, solicitando que se incluyan o excluyan bienes o
derechos o que se aumente o disminuya el valor de los incluidos (art. 96.2 LC). Tanto el informe
de la administración concursal como la documentación complementaria, debe notificarse a las
partes personadas y publicarse en el Registro Público Concursal y en el tablón de anuncios del
juzgado (art. 95.2 LC). Además, se exige que la administración concursal, con una antelación
mínima de 10 días previos a la presentación del informe al juez, comunique por vía electrónica
al deudor y a los acreedores- cuando tenga constancia de su dirección electrónica- el proyecto
de inventario. De esta manera, los acreedores podrán solicitar, también por medios
electrónicos, que se rectifique cualquier error o se complementen los datos comunicados. El
plazo de impugnación del inventario es de 10 días, pero se computará de manera distinta según
que la impugnación la planteen las partes personadas, en cuyo caso el plazo contará desde la
correspondiente notificación, o bien la planteen los demás interesados, en cuyo caso se
computará desde la última de las publicaciones previstas.

Cuando las impugnaciones del inventario afecten a menos del 20% del activo, el juez podrá
ordenar la finalización de la fase común y la apertura de la fase de convenio o de liquidación
(finalización anticipada de la fase común).

Las impugnaciones habrán de ejercitarse por el trámite del incidente concursal y podrán
acumularse de oficio por el juez para resolverse conjuntamente. Todas las impugnaciones
deberán hacerse constar en el Registro Público Concursal. Tras la resolución de las
impugnaciones, la administración concursal incluirá en el inventario las modificaciones que
procedan, y presentará al juez el texto definitivo.

Respecto a las consecuencias de la falta de impugnación, con carácter general, quienes no


impugnaren en tiempo y forma el inventario no podrán plantear pretensiones de modificación
de su contenido, aunque si podrán recurrir las modificaciones introducidas por el juez al
resolver otras impugnaciones.

3. LA CONSERVACIÓN Y LA ENAJENACIÓN DE LA MASA ACTIVA

A. Las reglas generales

La administración concursal actuará del modo más conveniente para los intereses del concurso

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a la hora de administrar y disponer de los bienes que integran la masa activa, pudiendo recabar
del juzgado el auxilio que considere necesario. Al mismo tiempo, y a causa del deber de
conservación (de la masa), se establece una prohibición de enajenación, de tal manera que,
hasta la aprobación judicial del convenio o hasta la apertura de la liquidación, no se podrán
enajenar ni gravar los bienes y derechos de la masa activa sin la autorización del juez (art. 43.2
LC). No obstante, esta prohibición legal cuenta con importantes excepciones. Así, podrán
realizarse sin autorización judicial, aunque habrán de ponerse en conocimiento del juez, los
siguientes actos (art. 43.3 LC): los que sean indispensables para garantizar la viabilidad de la
empresa o la obtención de fondos exigidos para la continuidad del concurso; los de disposición
de bienes que no sean necesarios para la continuación de la actividad, y los actos de disposición
que sean inherentes a la continuación de la actividad profesional o empresarial, continuación
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que -recordemos-no se ve impedida por el mero hecho de la declaración de concurso (art. 44


LC).

Hay que tener en cuenta otras dos normas:

-la que establece que la enajenación de bienes y derechos litigiosos (sobre cuya
titularidad o disponibilidad exista promovida cuestión litigiosa) se podrá realizar con tal
carácter y el adquirente quedará a resultas del litigio (art. 150 LC).

- la que prohíbe a la administración concursal adquirir bienes y derechos de la masa


activa por sí o por persona interpuesta, ni aun en subasta (art. 151 LC).

B. Las reglas especiales

La primera de las especialidades en la enajenación de bienes o derechos de la masa activa se


produce respecto a los bienes y derechos afectos a privilegio especial. En estos casos, el juez-
a solicitud de la administración concursal y previa audiencia de los interesados- podrá autorizar
la enajenación con subsistencia del gravamen y con subrogación del adquirente en la obligación
del deudor, de modo que, efectuada la enajenación, el crédito quedará excluido de la masa
activa. En otro caso, si la enajenación no se realiza en estos términos, el precio obtenido deberá
destinarse al pago del crédito con privilegio especial, y si hubiera remanente, corresponderá a
la masa activa (art. 155.3 y 5).

La realización en cualquier estado del concurso de los bienes y derechos afectos a créditos con
privilegio especial se hará en subasta, salvo que el juez autorice otro modo de realización de
los previstos en la Ley, y siempre que con ello se satisfaga completamente el crédito con
privilegio especial o, en otro caso, la parte no satisfecha del crédito quede reconocida en el
concurso con la clasificación que corresponda (art. 155.4 LC).

La segunda de las especialidades se refiere a la enajenación de unidades productivas dentro


del concurso. La Ley Concursal establece que la enajenación habrá de hacerse mediante
subasta, si bien el juez podrá acordar la realización a través de venta directa o por persona o
entidad especializada cuando quedare desierta la subasta o cuando se considere que es la
forma más idónea para salvaguardar los intereses del concurso (art. 149.1-1ª. 3 y 4). En todo
caso, las reglas especiales previstas para la transmisión de unidades productivas se aplicarán
no solo en fase de liquidación sino también durante la fase o en fase de convenio.

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4. LA REINTEGRACIÓN DE LA MASA ACTIVA

A. Las acciones rescisorias especiales

Normalmente, el momento en que comienza la crisis de un deudor, no coincide con el


momento en que se declara el concurso. Para suprimir las actuaciones del deudor en perjuicio
de sus acreedores durante ese período, existe la reintegración de la masa. Durante el
procedimiento podrán ejercitarse dos mecanismos de reintegración encaminados a reconstruir
la masa activa del concurso frente a actos u omisiones del deudor anteriores al procedimiento
concursal y perjudiciales para los acreedores: 1) las acciones de impugnación de actos del
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deudor que procedan conforme a Derecho (art. 71.6 LC); y 2) la acción rescisoria concursal.

Art. 71 Acciones de reintegración

1. Declarado el concurso, serán rescindibles los actos perjudiciales para la masa activa realizados por
el deudor dentro de los dos años anteriores a la fecha de la declaración, aunque no hubiere existido
intención fraudulenta.

2. El perjuicio patrimonial se presume, sin admitir prueba en contrario, cuando se trate de actos de
disposición a título gratuito, salvo las liberalidades de uso, y de pagos u otros actos de extinción de
obligaciones cuyo vencimiento fuere posterior a la declaración de concurso, excepto si contasen con
garantía real, en cuyo caso se aplicará lo previsto en el apartado siguiente.

3. Salvo prueba en contrario, el perjuicio patrimonial se presume cuando se trate de los siguientes
actos:

1º Los dispositivos a título oneroso realizados a favor de alguna de las personas especialmente
relacionadas con el concursado.
2º La constitución de garantías reales a favor de obligaciones preexistentes o de las nuevas contraídas
en sustitución de aquéllas.

3º Los pagos u otros actos de extinción de obligaciones que contasen con garantía real y cuyo
vencimiento fuere posterior a la declaración del concurso.

4º Cuando se trate de actos no comprendidos en los tres supuestos previstos en el apartado anterior,
el perjuicio patrimonial deberá ser probado por quien ejercite la acción rescisoria.

5º En ningún caso podrán ser objeto de rescisión:

1º Los actos ordinarios de la actividad profesional o empresarial del deudor realizados en condiciones
normales.

2º Los actos comprendidos en el ámbito de leyes especiales reguladoras de los sistemas de pagos y
compensación y liquidación de valores e instrumentos derivados.

3º Las garantías constituidas a favor de los créditos de Derecho Público y a favor del FOGASA en los
acuerdos o convenios de recuperación previstos en su normativa específica.

6. El ejercicio de las acciones rescisorias no impedirá el de otras acciones de impugnación de actos del
deudor que procedan conforme a Derecho, las cuales podrán ejercitarse ante el juez del concurso,
conforme a las normas de legitimación y procedimiento que para aquéllas contiene el art. 72.

Según esta técnica especial de reintegración, serán rescindibles los actos perjudiciales para la
masa activa realizados por el deudor dentro de los 2 años anteriores a la fecha de la
declaración, aunque no hubiere existido intención fraudulenta (art. 71.1 LC). El fundamento

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rescisorio se encuentra en el elemento temporal de realización del acto: dentro de los dos años
anteriores a la declaración de concurso. Es, pues, indiferente para que proceda la rescisión que
el deudor se encuentre o no en estado de insolvencia.

Ahora bien, para que el acto sea rescindible, es necesario que concurra, además, el elemento
objetivo propio de la acción rescisoria, es decir, el perjuicio. En este sentido, la Ley española
entiende por perjuicio una reducción del patrimonio del deudor más tarde declarado en
concurso, precisando el TS que tal perjuicio de la masa activa ha de tener carácter injustificado
y atender globalmente a la operación de que se trate y no a actos aislados.

Sin embargo, hay determinados supuestos en los que la existencia de perjuicio patrimonial es
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inherente al acto. En estos casos, la norma presume la concurrencia del perjuicio sin posibilidad
de prueba en contrario: así sucede con los actos de disposición a título gratuito (salvo las
liberalidades de uso) y con los pagos anticipados u otros actos de extinción de obligaciones de
vencimiento posterior a la declaración de concurso y en las que el acreedor no tenga una
garantía real. En otros supuestos, para facilitar la reintegración de la masa, se presume el
perjuicio patrimonial, pero con posibilidad de prueba en contrario: así ocurre en todos los actos
de disposición a título oneroso realizados a favor de alguna de las personas especialmente
relacionadas con el concursado; en los actos de constitución de garantías reales a favor de
obligaciones preexistentes o de las nuevas contraídas en sustitución de aquellas; y en los pagos
u otros actos de extinción de obligaciones en las que el acreedor tenga una garantía real y cuyo
vencimiento fuere posterior a la declaración de concurso. Fuera de esos casos, el perjuicio
deberá ser probado por quien ejercite la acción rescisoria.

Por otra parte, existen varias categorías de actos que en ningún caso podrán ser objeto de
rescisión: en primer lugar, las operaciones ordinarias de la actividad profesional o empresarial
a que se dedicara el deudor realizadas en condiciones normales; en segundo lugar, los actos
comprendidos en el ámbito de leyes especiales reguladoras de los sistemas de pagos y
compensación y liquidación de valores e instrumentos derivados y, en tercer lugar, las
garantías constituidas a favor de los créditos de Derecho público y a favor del Fondo de
Garantía Salarial en los acuerdos o convenios de recuperación previstos en su normativa
específica.

B. El procedimiento para el ejercicio de las acciones y los efectos de la rescisión

La acción rescisoria concursal y las demás acciones de reintegración deberán ejercitarse ante
el juez del concurso por el cauce del incidente concursal (arts. 192 y ss. LC). La legitimación
activa para el ejercicio de unas y otras acciones se atribuye a la administración concursal.

Art. 192 LC. Ámbito y carácter del incidente concursal

1. Todas las cuestiones que se susciten durante el concurso y no tengan señalada en esta ley otra
tramitación se ventilarán por el cauce del incidente concursal.

También se tramitarán por este cauce las acciones que deban ser ejercitadas ante el juez del concurso
conforme a lo dispuesto en el apartado 1 del artículo 50 y los juicios que se acumulen en virtud de lo
previsto en el apartado 1 del artículo 51.
En este último caso, el juez del concurso dispondrá lo necesario para que se continúe el juicio sin repetir
actuaciones y permitiendo la intervención, desde ese momento, de las partes del concurso que no lo
hubieran sido en el juicio acumulado.

2. Los incidentes concursales no suspenderán el procedimiento de concurso, sin perjuicio de que el juez,
de oficio o a instancia de parte, acuerde la suspensión de aquellas actuaciones que estime puedan

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verse afectadas por la resolución que se dicte.

3. No se admitirán los incidentes que tengan por objeto solicitar actos de administración o impugnarlos
por razones de oportunidad.

Ahora bien, a excepción de la impugnación de acuerdos de refinanciación, las acciones también


podrán ser ejercitadas-de forma subsidiaria- por aquellos acreedores que previamente se
hubieran dirigido por escrito a la administración concursal solicitando el ejercicio de alguna
acción.

La legitimación pasiva corresponde al deudor y a quienes hayan sido parte en el acto


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impugnado, pudiendo extenderse a terceros adquirentes del bien (art. 72.3 LC); y el
procedimiento será el incidente concursal (art. 72.4 LC).

En cuanto a los efectos de la rescisión, según el art. 73.1 LC “la sentencia que estime la acción
declarará la ineficacia del acto impugnado y condenará a la restitución de las prestaciones
objeto de aquel, con sus frutos e intereses”. Así, existirá un crédito de restitución a favor de la
masa y, en su caso, un crédito de restitución a favor de la contraparte o del tercero. Por lo que
se refiere al derecho a favor de la masa, si los bienes y derechos salidos del patrimonio del
deudor no pudieran reintegrarse por pertenecer a tercero de quien no pueda reivindicarse, se
condenará a quien hubiera sido parte en el acto rescindido a entregar el valor que tuvieran
cuando salieron del patrimonio del deudor concursado más el interés legal, y, en caso de mala
fe en quien contrató con el concursado, se le condenará a indemnizar la totalidad de los daños
y perjuicios causados a la masa activa. En cuanto al derecho a la prestación que pudiera resultar
a favor de cualquiera de los demandados como consecuencia de la rescisión, tendrá la
consideración de crédito contra la masa, salvo mala fe, en cuyo caso se considerará crédito
concursal subordinado de último rango (art. 73 en relación con el art. 92-6º LC). La mala fe
exige la conciencia del perjuicio (aspecto subjetivo) y la reprobabilidad de la conducta en el
tráfico (aspecto objetivo), sin que sea suficiente el mero conocimiento de la insolvencia por el
acreedor y sin que pueda tampoco llegarse al extremo de exigir la intención de dañar.

5. LA REDUCCIÓN DE LA MASA ACTIVA

A. La separación de bienes de la masa

El derecho de separación es la facultad que tienen los titulares de bienes o derechos que se
encuentran en poder del deudor, de impedir que estos bienes o derechos puedan servir a la
satisfacción de los acreedores, ya que no son propiedad del deudor y, por tanto, no integran
su patrimonio. En este sentido, se trata de tutelar a aquellas personas cuyos bienes hubieran
sido incluidos indebidamente en el concurso.

La separación tiene una estrecha relación con la acción reivindicatoria. Por eso, será necesario
que el separante identifique los bienes o derechos que pretende separar; será necesario
igualmente que esos bienes y derechos se encuentren «en poder del concursado», y se exigirá,
por último, que el separante sea propietario o tenga mayor derecho que el concursado sobre
los bienes o derechos objeto de la reclamación. En cuanto al procedimiento de separación, el
titular deberá dirigir una solicitud a la administración concursal, que procederá a la entrega del
bien o derecho o, al menos, al reconocimiento del mejor derecho. Si la administración
concursal rechazara la solicitud, podrá plantearse incidente concursal.

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II. LOS CRÉDITOS CONTRA LA MASA ACTIVA

6. CONCEPTO Y CARACTERES

Los créditos contra la masa (deudas de la masa en la terminología tradicional) son aquellos
créditos que genera el propio procedimiento concursal o que la Ley atribuye al concurso, que
habrán de satisfacerse, con cargo a la masa, de modo inmediato o a su vencimiento y, en caso
de liquidación, con preferencia (en prededucción) sobre los créditos concursales (arts. 84 y 154
LC). En principio, son los créditos nacidos durante el concurso. Sin embargo, el legislador- con
la intención de dotarlos de la mayor preferencia posible-, ha extendido la consideración de
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créditos contra la masa a los siguientes: a los créditos por salarios por los últimos 30 días de
trabajo efectivo anteriores a la declaración de concurso y en cuantía que no supere el doble
del salario mínimo interprofesional (art. 84.2-1º LC) ; a los créditos derivados de los supuestos
de rehabilitación de contratos de crédito, contratos de adquisición de bienes muebles o
inmuebles a plazo o de enervación del desahucio en los contratos de arrendamientos urbanos
(arts. 68, 69 y 70 en relación con el art. 84.2-7º LC); también, salvo mala fe, a los créditos por
devolución de contraprestaciones recibidas por la contraparte del deudor derivados de la
rescisión de actos que sean perjudiciales para la masa activa (art. 73.3 y 84.2-8º LC), y, en todo
caso, a las obligaciones de restitución e indemnización derivadas de la resolución voluntaria o
por incumplimiento del concursado en los contratos con obligaciones recíprocas (art. 84.2-6º).

Art. 84. Créditos concursales y créditos contra la masa

1. Constituyen la masa pasiva los créditos contra el deudor común que conforme a esta ley no tengan
la consideración de créditos contra la masa.

2. Tendrán la consideración de créditos contra la masa los siguientes:

1º Los créditos por salarios por los últimos treinta días de trabajo efectivo anteriores a la declaración de
concurso y en cuantía que no supere el doble del salario mínimo interprofesional.

2º Los de costas y gastos judiciales necesarios para la solicitud y declaración de concurso, la adopción de
medidas cautelares, la publicación de las resoluciones judiciales previstas en esta ley, y la asistencia y
representación del concursado y de la administración concursal durante toda la tramitación del
procedimiento y sus incidentes, cuando su intervención sea legalmente obligatoria o se realice en interés
de la masa, hasta la eficacia del convenio o, en otro caso, hasta la conclusión del concurso, con excepción
de los ocasionados por los recursos que interpongan contra resoluciones del juez cuando fueren total o
parcialmente desestimados con expresa condena en costas.

3º Los de costas y gastos judiciales ocasionados por la asistencia y representación del deudor, de la
administración concursal o de acreedores legitimados en los juicios que, en interés de la masa, continúen
o inicien conforme a lo dispuesto en esta Ley, salvo lo previsto para los casos de desistimiento,
allanamiento, transacción y defensa separada del deudor y, en su caso, hasta los límites cuantitativos en
ella establecidos.

4º Los de alimentos del deudor y de las personas respecto de las cuales tuviera el deber legal de
prestarlos, conforme a lo dispuesto en esta Ley sobre su procedencia y cuantía así como, en toda la
extensión que se fije en la correspondiente resolución judicial posterior a la declaración del concurso, los
de alimentos a cargo del concursado acordados por el juez de primera instancia en alguno de los procesos
a que se refiere el título IV de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
Tendrán también esta consideración los créditos de este tipo devengados con posterioridad a la
declaración del concurso cuando tengan su origen en una resolución judicial dictada con anterioridad.

5º Los generados por el ejercicio de la actividad profesional o empresarial del deudor tras la declaración

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del concurso, incluyendo los créditos laborales, comprendidas en ellos las indemnizaciones de despido o
extinción de los contratos de trabajo, así como los recargos sobre las prestaciones por incumplimiento
de las obligaciones en materia de salud laboral, hasta que el juez acuerde el cese de la actividad
profesional o empresarial o, declare la conclusión del concurso.
Los créditos por indemnizaciones derivadas de extinciones colectivas de contratos de trabajo ordenados
por el juez del concurso se entenderán comunicados y reconocidos por la propia resolución que los
apruebe, sea cual sea el momento.

6º los que, conforme a esta Ley, resulten de prestaciones a cargo del concursado en los contratos con
obligaciones recíprocas pendientes de cumplimiento que continúen en vigor tras la declaración de
concurso, y de obligaciones de restitución e indemnización en caso de resolución voluntaria o por
incumplimiento del concursado.
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7º Los que, en los casos de pago de créditos con privilegio especial sin realización de los bienes o derechos
afectos, en los de rehabilitación de contratos o de enervación de desahucio y en los demás previstos en
esta Ley, correspondan por las cantidades debidas y las de vencimiento futuro a cargo del concursado.
8º Los que, en los casos de rescisión concursal de actos realizados por el deudor, correspondan a la
devolución de contraprestaciones recibidas por éste, salvo que la sentencia apreciare mala fe en el titular
de este crédito.

9º Los que resulten de obligaciones válidamente contraídas durante el procedimiento por la


administración concursal o, con la autorización o conformidad de ésta, por el concursado sometido a
intervención.

10º Los que resulten de obligaciones nacidas de la ley o de la responsabilidad extracontractual del
concursado con posterioridad a la declaración de concurso y hasta la conclusión del mismo.

11º El cincuenta por ciento de los créditos que supongan nuevos ingresos de tesorería y hayan sido
concedidos en el marco de un acuerdo de refinanciación, en las condiciones previstas en el artículo 71 bis
o en la Disposición adicional cuarta.
En caso de liquidación, los créditos concedidos al concursado en el marco de un convenio conforme a lo
dispuesto en el artículo 100.5

Esta clasificación no se aplica a los ingresos de tesorería realizados por el propio deudor o personas
especialmente relacionadas a través de una operación de aumento de capital, préstamos o actos con
análoga finalidad.

12º Cualesquiera otros créditos a los que esta ley atribuya expresamente tal consideración.

3. Los créditos del número 1º del apartado anterior se pagarán de forma inmediata. Los restantes
créditos contra la masa, cualquiera que sea su naturaleza y estado del concurso, se pagarán a sus
respectivos vencimientos. La administración concursal podrá altera esta regla cuando lo considere
conveniente para el interés del concurso y siempre que presuma que la masa activa resulta suficiente
para la satisfacción de todos los créditos contra la masa. Esta postergación no podrá afectar a los
créditos de los trabajadores, a los créditos alimenticios, ni a los créditos tributarios y de la Seguridad
Social.

4. Las acciones relativas a la calificación o al pago de los créditos contra la masa se ejercitarán ante el
juez del concurso por los trámites del incidente concursal, pero no podrán iniciarse ejecuciones
judiciales o administrativas para hacerlos efectivos hasta que se apruebe el convenio, se abra la
liquidación o transcurra un año desde la declaración de concurso sin que se hubiere producido ninguno
de estos actos. Esta paralización no impedirá el devengo de los intereses, recargos y demás
obligaciones vinculadas a la falta de pago del crédito a su vencimiento.

Art. 154. Pago de los créditos contra la masa

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Antes de proceder al pago de los créditos concursales, la administración concursal deducirá de la masa
activa los bienes y derechos necesarios para satisfacer los créditos contra ésta.

Las deducciones para atender al pago de los créditos contra la masa se harán con cargo a los bienes y
derechos no afectos al pago de créditos con privilegio especial.

La Ley Concursal define los créditos contra la masa por oposición a los créditos concursales, de
modo que la masa pasiva del concurso estará formada por todos los créditos contra el deudor
común que según la normativa no tengan la consideración de créditos contra la masa (art.
84.1). Así, los créditos nacidos durante el procedimiento son contrapuestos a los créditos
nacidos antes del procedimiento. Los acreedores de la masa se enfrentan a los acreedores del
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deudor, cuyos créditos ocasionan la declaración de concurso. De este modo y por regla general,
cuando se trate de créditos derivados de contratos de tracto sucesivo o de negocios que
conlleven una ejecución prolongada en el tiempo, generándose créditos de forma continuada,
la clasificación de tales créditos como concursales o contra la masa dependerá de si el devengo
es anterior a la declaración de concurso, en cuyo caso serán concursales, o posterior, en cuyo
caso, serán contra la masa.

Como vimos, la declaración de concurso de un deudor implica la agrupación de todos sus


acreedores en una masa pasiva o masa de acreedores (art. 49.1 LC), con la finalidad de hacer
efectivo el principio de igualdad de trato o par condicio creditorum. Para ello, la Ley exige que
los acreedores del deudor comuniquen sus créditos en el concurso, sean reconocidos y
clasificados como acreedores concursales y se sujeten al convenio (con sus quitas y/o esperas)
o a la liquidación (cobrando por el orden establecido). Además, estos créditos sufrirán los
efectos previstos por la Ley, y en particular, la prohibición de compensación, la suspensión del
devengo de intereses, la suspensión del derecho de retención y la interrupción de la
prescripción. Por otra parte, la declaración de concurso origina nuevos créditos (por ejemplo,
los gastos que genera el procedimiento) que deben satisfacerse con cargo a la masa activa,
pero sin formar parte de la masa pasiva.

Por su propia naturaleza de créditos no sujetos al concurso (extraconcursales) los créditos


contra la masa se satisfacen con prioridad, no sufren los efectos que genera el procedimiento
sobre los créditos concursales, no están sujetos a comunicación, reconocimiento y
clasificación, y no se someten al convenio o a la liquidación. Por tanto, habrán de satisfacerse
a sus respectivos vencimientos, es decir, conforme a las reglas comunes y no de acuerdo a las
reglas concursales.

A pesar de esa extraconcursalidad, se establecen algunas limitaciones dirigidas a integrar a los


titulares de créditos contra la masa en el concurso. Así, las acciones relativas a la calificación o
al pago de los créditos contra la masa se ejercerán ante el juez del concurso por los trámites
del incidente concursal (v. STS de 17 de marzo de 2014), sin que puedan iniciarse ejecuciones
judiciales o administrativas para hacerlos efectivos hasta que se apruebe el convenio o se abra
la liquidación, o bien hasta que transcurra un año desde la declaración de concurso sin que se
hubiese producido ninguna de estas circunstancias (aprobación del convenio o apertura de la
liquidación). En cualquier caso, la paralización de ejecuciones no impedirá que los créditos
contra la masa continúen devengando intereses, recargos y demás obligaciones vinculadas a la
falta de pago del crédito a su vencimiento.

7. LA TIPOLOGÍA DE LOS CRÉDITOS CONTRA LA MASA

La enumeración legal del art. 84 de los créditos contra la masa se fundamenta en la distinción
tradicional entre gastos de la masa y obligaciones de la masa. Entre los gastos de la masa se

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incluyen tanto los gastos de justicia como los gastos de administración. Se consideran gastos
de justicia imputables a la masa los necesarios para el desarrollo del procedimiento, también
los derivados de incidentes, e incluso los de costas y gastos ocasionados por la asistencia y
representación del deudor, de la administración concursal o de los acreedores en los juicios
que, en interés de la masa, inicien o continúen de acuerdo con la propia Ley Concursal. Entre
los gastos de administración, destaca la retribución de la administración concursal.

Las fuentes de las obligaciones de la masa son las mismas que las de las obligaciones en
general, es decir, básicamente, el contrato, la ley y la responsabilidad civil. Constituyen
obligaciones contractuales de la masa todas aquellas derivadas de los nuevos contratos que se
concluyan durante el concurso y de aquellos contratos con obligaciones recíprocas que el
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concursado hubiera realizado con anterioridad a la declaración de concurso y que continúen


en vigor tras la declaración de concurso, así como las derivadas de las consecuencias
restitutorias e indemnizatorias en caso de resolución voluntaria o por incumplimiento del
concursado de tales contratos. También constituyen obligaciones contractuales de la masa las
derivadas del rescate de los bienes afectos a créditos con privilegio especial o de la
rehabilitación de contratos de crédito y de adquisición de bienes con precio aplazado, o de los
supuestos de enervación del desahucio en los arrendamientos urbanos (art. 84.2-7º en relación
con los arts. 68, 69 y 70 LC), y las que correspondan al concursado en caso de rescisión concursal
(art. 84.2-8º en relación con el art. 73 LC).

Como obligación legal de la masa destaca, en su caso, la de prestación de alimentos al


concursado persona natural, así como a aquellas personas respecto de las que tenga deber de
alimentos el propio concursado (art. 84.2-4º LC). Constituyen también obligaciones de la masa
las que resulten de responsabilidad extracontractual del concursado con posterioridad a la
declaración del concurso de acreedores y hasta su conclusión (art. 84.2-10º LC).

8. EL PAGO DE LOS CRÉDITOS CONTRA LA MASA

Hemos visto que los créditos contra la masa tienen prioridad respecto de los créditos
concursales. La normativa establece que la administración concursal deberá atender el pago
de los créditos contra la masa de forma inmediata –especialmente en el caso de créditos por
salarios por los últimos treinta días de trabajo efectivo anteriores a la declaración de concurso
y en cuantía que no supere el doble del salario mínimo interprofesional, que están ya vencidos
cuando el concurso se declara– o a sus respectivos vencimientos. La regla del vencimiento se
aplicará cualquiera que sea la naturaleza del crédito y en cualquier estado del concurso.

Con carácter general, la administración concursal deberá satisfacer los créditos contra la masa
de forma ordinaria, inmediatamente si carecen de plazo (art. 1113 CC) o en el plazo legal o
contractualmente establecido (art. 62 Ccom), por tanto, al margen del concurso o de manera
extraconcursal. Estos créditos como no se ven afectados por las reglas concursales, podrán
compensarse y devengarán los correspondientes recargos e intereses en caso de impago. Sin
embargo, la administración concursal podrá alterar esta regla –y pagar antes créditos de
vencimiento posterior– cuando lo considere conveniente para el interés del concurso y siempre
que presuma que la masa activa resultará suficiente para la satisfacción de todos los créditos
contra la masa. Pero hay que destacar que esta alteración de la regla del pago al vencimiento
no podrá afectar a los créditos de los trabajadores, a los créditos alimenticios, ni a los créditos
tributarios y de la Seguridad Social (art. 84.3 LC), lo que limita mucho la autonomía de la
administración concursal y la utilidad misma de la posibilidad de alteración de la regla legal de
pago al vencimiento.

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Si el concurso concluyera por resultar la masa activa insuficiente para satisfacer todos los
créditos contra la masa, la regla de pago inmediato o al vencimiento se sustituye por la del
pago conforme a una específica graduación (art. 176 bis.2 LC). La administración concursal, tan
pronto como constate la insuficiencia de la masa, deberá atender al pago de los créditos contra
la masa pendientes (hasta donde sea posible), y después de atender, en su caso, a los gastos
necesarios para la conversión en dinero de los bienes que integrasen la masa activa, por el
orden expresamente establecido y, en su caso a prorrata dentro del número correspondiente.
Ese orden es el siguiente:
1.º Los créditos salariales de los últimos treinta días de trabajo efectivo y en cuantía que
no supere el doble del salario mínimo interprofesional.
2.º Los créditos por salarios e indemnizaciones en la cuantía que resulte de multiplicar
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el triple del salario mínimo interprofesional por el número de días de salario pendientes de
pago.
3.º Los créditos por alimentos del art. 145.2, en cuantía que no supere el salario mínimo
interprofesional.
4.º Los créditos por costas y gastos judiciales del concurso.
5.º Los demás créditos contra la masa.

Si se aprueba un convenio, los créditos contra la masa no se verán afectados por el (art. 134
LC). Esos créditos, al ser extraconcursales, disfrutan de los medios de tutela concedidos por el
ordenamiento jurídico. De este modo, los titulares podrán acudir a la ejecución forzosa del
crédito para hacerlo efectivo una vez aprobado el convenio (art. 84.4 LC). Ahora bien, esto no
será aplicable a los créditos que se concedan al concursado para financiar el plan de viabilidad
necesario para atender el cumplimiento del convenio.

En caso de liquidación, antes de proceder a la distribución entre los acreedores concursales


han de separarse las cantidades necesarias para satisfacer los créditos contra la masa que aún
se encontrasen pendientes de pago, lo que constituye la denominada prededucción (art. 154-
I LC), si bien esta prioridad cede frente a los acreedores con privilegio especial, ya que esas
deducciones para atender el pago de los créditos contra la masa se harán en todo caso con
cargo a los bienes y derechos no afectos al pago de créditos con privilegio especial (art. 154-II
LC).

Art. 154. Pago de créditos contra la masa

Antes de proceder al pago de los créditos concursales, la administración concursal deducirá de la masa
activa los bienes y derechos necesarios para satisfacer los créditos contra ésta.

Las deducciones para atender al pago de los créditos contra la masa se harán con cargo a los bienes y
derechos no afectos al pago de créditos con privilegio especial.

TEMA 24 (Lección 54)


LA MASA PASIVA DEL CONCURSO DE ACREEDORES

I. La masa pasiva
1. La integración de la masa pasiva
2. La comunicación y el reconocimiento de créditos
3. El cómputo de los créditos
II. La clasificación de los créditos concursales
4. Las clases de créditos
5. Los créditos privilegiados

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A. los créditos con privilegio especial


B. La cuantificación del crédito con garantía: deducciones del valor razonable
C. Los créditos con privilegio general
6. Los créditos subordinados
A. La relación de créditos subordinados
B. Las personas especialmente relacionadas con el concursado
III. La lista de acreedores
7. La estructura y el contenido de la lista de acreedores
8. La impugnación de la lista de acreedores

I. LA MASA PASIVA
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1. LA INTEGRACIÓN DE LA MASA PASIVA

La masa pasiva del concurso está integrada por los créditos contra el concursado existentes en
la fecha de la declaración de concurso. Estos créditos reciben el nombre de créditos
concursales. Una vez verificados, se clasifican en las categorías previstas legalmente
(privilegiados, ordinarios o subordinados), y serán satisfechos de acuerdo con el convenio
judicialmente aprobado o con lo que se obtenga de la liquidación de la masa activa. Por tanto,
las operaciones concursales relativas a la masa pasiva son: la comunicación, el reconocimiento
y la clasificación de los créditos.

Como ocurría con el principio de universalidad de la masa activa, la Ley Concursal también
destaca la universalidad de la masa pasiva. Como regla general, se incluyen en la masa pasiva
a todos los acreedores del deudor, cualquiera que sea la clase de crédito que detenten y su
nacionalidad o domicilio (art. 49.1 LC), de manera que, aunque el crédito no haya sido
reconocido en el procedimiento quedará de derecho integrado en la masa pasiva. Junto a esta
regla general, la norma se refiere al caso concreto del concurso de persona casada en régimen
de gananciales o cualquier otro de comunidad de bienes, en el que quedarán integrados en la
masa pasiva del cónyuge deudor, los créditos contra el cónyuge del concursado que sean,
además, créditos de los que deba responder la sociedad o comunidad conyugal (art. 49.2 LC).

Como excepción al principio de universalidad del concurso, no integran la masa pasiva: los
titulares de créditos con privilegios sobre los buques y las aeronaves en los términos previstos
en la norma (art. 76.3 LC) y los titulares de créditos que puedan continuar o iniciar ejecución
separada sobre bienes o derechos que no resulten necesarios para el ejercicio de la actividad
profesional o empresarial del deudor con arreglo a lo dispuesto en la ley (art. 55.1-II y 56 LC).
Además, frente a los acreedores concursales se encuentran los titulares de créditos contra la
masa (art. 84.1 LC), que son por su propia naturaleza créditos extraconcursales y no se someten
a los efectos del concurso ni formal ni sustancialmente, de modo que no se integran en la masa
pasiva.

2. LA COMUNICACIÓN Y EL RECONOCIMIENTO DE CRÉDITOS

Por regla general, para que los créditos sean reconocidos es preciso que sean puestos de
manifiesto en el procedimiento. La comunicación de créditos es la solicitud de los acreedores
del reconocimiento de sus derechos, y deberá realizarse en el plazo de un mes a contar desde
el día siguiente a la publicación en el BOE de la declaración de concurso. Esta solicitud se realiza
mediante un escrito dirigido a la administración concursal donde se expresarán los datos del
acreedor y los relativos al crédito, y se indicará un domicilio o una dirección electrónica para
las comunicaciones. El escrito podrá presentarse en el domicilio designado al efecto o por

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medios electrónicos. La Ley regula el supuesto particular de concursos simultáneos de deudores


solidarios, en los que el acreedor podrá comunicar el crédito en todos los concursos, si bien
como la suma de lo percibido en los diferentes concursos no puede superar el importe total
del crédito, se exige al acreedor que exprese en cada escrito de comunicación si se ha
efectuado o se va a efectuar la comunicación en los demás concursos.

Aunque hay un plazo inicial para la comunicación del crédito, la LC contempla la posibilidad de
que se presenten comunicaciones de nuevos créditos con posterioridad, una vez concluido el
plazo de impugnación de la lista de acreedores y hasta la presentación de los textos definitivos
(art. 96 bis LC). Se trata de comunicaciones extemporáneas de créditos que serán reconocidos
o excluidos por la administración concursal conforme a las reglas generales. Ahora bien, salvo
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que se trate de créditos que deban ser necesariamente reconocidos por la administración
concursal, el acreedor que no comunique su crédito no será considerado acreedor en el
concurso, y aquel que lo comunique tardíamente o por una comunicación posterior al plazo de
impugnación verá subordinado su crédito, a no ser que, en este último caso, el acreedor
justifique que no tuvo noticia antes de la existencia del crédito, clasificándose entonces según
su naturaleza.

El reconocimiento de los créditos corresponderá a la administración concursal, que


determinará cuáles son los créditos incluidos o excluidos de la lista de acreedores. En este
sentido, el administrador concursal debe tener en cuenta, no sólo las comunicaciones de
créditos expresamente realizadas, sino también los créditos que resulten de los libros y
documentos del deudor o, por cualquier otra razón, consten en el concurso. Así, se incluirán
forzosamente en la lista de acreedores -y por tanto no precisarán de comunicación-los créditos
que hayan sido reconocidos por laudo o por resolución procesal, aunque no fueran firmes, los
que consten en documento con fuerza ejecutiva, los reconocidos por certificación
administrativa, los que disfruten de garantía real inscrita y los créditos de los trabajadores cuya
existencia y cuantía resulten del concurso (art. 86.2 LC).

En el caso concreto del concursado casado en régimen de gananciales o cualquier otro de


comunidad de bienes, la administración concursal expresará, respecto de cada uno de los
créditos incluidos en la lista, si sólo pueden hacerse efectivos sobre su patrimonio privativo o
también sobre el patrimonio común (art. 86.4 LC).

La Ley Concursal regula unos supuestos especiales de reconocimiento, entre los que destacan
los créditos condicionales, los litigiosos, algunos créditos públicos y los créditos con garantía
personal (art. 87 LC). Dentro de los créditos condicionales se diferencian, los créditos
sometidos a condición resolutoria y los créditos sometidos a condición suspensiva. Los créditos
sometidos a condición resolutoria son tratados en el concurso como créditos puros, aunque se
reconocerán como condicionales, y disfrutarán de los derechos concursales que correspondan
a su cuantía y calificación en tanto no se cumpla la condición. Entonces, esos créditos tienen
derecho a participar en el concurso y, por tanto, habrán de ser satisfechos, a menos que se
produzca antes el cumplimiento de la condición. Si la condición resolutoria se cumpliera
después del pago, el acreedor deberá devolver a la masa las cantidades cobradas. Para
asegurar la devolución de las cantidades percibidas, cuando el juez del concurso estime
probable el cumplimiento de la condición, podrá, a petición de parte, acordar la constitución
de una garantía. El mismo reconocimiento se atribuye a los créditos de Derecho público de las
Administraciones públicas y sus organismos públicos que a la fecha de la declaración de
concurso hubieran sido recurridos en vía administrativa o jurisdiccional.

Los créditos sometidos a condición suspensiva, a los que se equiparan los créditos litigiosos,

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serán reconocidos en el concurso como créditos contingentes sin cuantía propia y con la
calificación que corresponda, y se admitirá a sus titulares como acreedores en el concurso,
pero con los derechos concursales de adhesión, de voto y de cobro en suspenso. Por tanto,
dichos créditos no deberán ser pagados, a menos que se verificara la condición. Cuando el juez
del concurso estime probable ese cumplimiento, podrá, a petición del acreedor, ordenar que
se constituyan provisiones con cargo a la masa activa del concurso. Si el crédito contingente no
llegara a confirmarse, esas provisiones se utilizarán para pagar a los restantes acreedores. La
confirmación del crédito contingente o su reconocimiento en sentencia firme o susceptible de
ejecución provisional, otorgará a su titular la totalidad de los derechos concursales que
correspondan a su cuantía y clasificación. También se reconocerán como contingentes hasta
su cuantificación, los créditos de Derecho público de las Administraciónes públicas y sus
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organismos públicos que pudieran resultar de procedimientos de comprobación o inspección,


y los créditos tributarios o de la seguridad social por las cantidades defraudadas a la Hacienda
Pública o a la Tesorería General de la Seguridad Social cuando no existiera liquidación
administrativa.

En todos los casos, si antes de la presentación de la lista de acreedores definitiva se hubiera


cumplido la contingencia, condición o supuesto especial previsto en la norma, la administración
concursal procederá, de oficio o a solicitud de interesado, a incluir las modificaciones que
procedan en la misma.

Los créditos que tengan una garantía personal se reconocerán por su importe, sin perjuicio de
la sustitución del acreedor por el garante que realizara el pago y teniendo en cuenta que, en
caso de pago por el fiador, el crédito se calificará de la forma que resulte menos gravosa para
el concurso entre las que correspondan al acreedor y al fiador. Cuando el garante hubiese
realizado un pago parcial, el acreedor tendrá derecho a que se incluya en la lista de acreedores
tanto la parte del crédito garantizado que todavía no haya sido satisfecha como el crédito de
reembolso del garante.

Todas las cuestiones que se susciten en materia de reconocimiento de créditos serán


tramitadas y resueltas por medio de incidente concursal.

3. EL CÓMPUTO DE LOS CRÉDITOS

La ley establece la necesidad de que los créditos se incluyan en la lista de acreedores en dinero
y se expresen en moneda de curso legal (art. 88 LC).

El cómputo de los créditos en dinero permite determinar el volumen total de la masa pasiva y
la importancia de cada crédito, así como fijar los quorum y las mayorías en las juntas de
acreedores en caso de convenio y establecer las respectivas cuotas de satisfacción en caso de
liquidación. Esta valoración dineraria, como efecto propio del concurso, sólo alcanza a los
créditos concursales, cualquiera que sea su clase, pero no a los créditos contra la masa. Se
trata únicamente de una cuantificación del pasivo, de modo que los créditos ni se convierten
en dinero ni se modifican. La conversión de los créditos en dinero y el vencimiento anticipado
sólo se producirán en el caso de que se abra la fase de liquidación (art. 146 LC).Por otra parte,
los créditos expresados en otra moneda se computarán en la de curso legal según el tipo de
cambio oficial a la fecha de la declaración de concurso; los créditos que tuvieran por objeto
prestaciones no dinerarias o prestaciones dinerarias determinadas por referencia a un bien
distinto del dinero se computarán por el valor de las prestaciones o del bien en la fecha de la
declaración de concurso, y los créditos que tuvieran por objeto prestaciones dinerarias futuras
se computarán por su valor a la fecha de la declaración de concurso, efectuándose la

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actualización conforme al tipo de interés legal vigente en ese momento.

II. LA CLASIFICACIÓN DE LOS CRÉDITOS CONCURSALES

4. LAS CLASES DE CRÉDITOS

Los créditos incluidos en la lista de acreedores se clasificarán en alguna de estas tres categorías:
privilegiados, ordinarios y subordinados (art. 89.1 LC). Los créditos privilegiados tienen esa
consideración por establecerlo así la LC, al igual que ocurre con los subordinados o
postergados. El resto de créditos que no merezcan la calificación de privilegiados o de
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subordinados serán créditos ordinarios (art. 89.3 LC).

Art. 89. Clases de créditos

1. Los créditos incluidos en la lista de acreedores se clasificarán, a efectos del concurso, en


privilegiados, ordinarios y subordinados.

2. Los créditos privilegiados se clasificarán, a su vez, en créditos con privilegio especial, si afectan a
determinados bienes o derechos, y créditos con privilegio general, si afectan a la totalidad del
patrimonio del deudor. No se admitirá en el concurso ningún privilegio o preferencia que no esté
reconocido en esta Ley.

3. Se entenderán clasificados como créditos ordinarios aquellos que no se encuentren calificados en


esta Ley como privilegiados ni como subordinados.

La clasificación de los créditos determinará su satisfacción en el concurso. Cuando la solución


del concurso sea el convenio, los titulares de créditos privilegiados, en principio, quedarán
vinculados a su contenido si lo hubieran aceptado expresamente con su voto o adhesión (arts.
123.2 y 134.2 LC), mientras que los titulares de créditos subordinados, que carecen de derecho
de voto y de adhesión (art. 122.1-1.º LC), quedarán afectados por las mismas quitas que se
pacten para los créditos ordinarios y sufrirán una espera mayor. En caso de liquidación, serán
satisfechos en primer lugar los créditos privilegiados, por el orden legalmente establecido;
después los ordinarios a prorrata, y, finalmente, en su caso, los subordinados por el orden
legalmente establecido (arts. 155 y ss. LC).

5. LOS CRÉDITOS PRIVILEGIADOS

Los créditos privilegiados pueden serlo con privilegio especial y con privilegio general cuya
naturaleza y régimen jurídico en el concurso son muy diferentes.

A. Los créditos con privilegio especial

Los créditos con privilegio especial constituyen en su mayoría créditos dotados de garantía real
y afectan a determinados bienes o derechos de la masa activa, por lo que su pago se realizará
en todo caso con cargo a los bienes y derechos afectos. Como ya sabemos, en determinados
casos los titulares de estos créditos gozan del derecho de ejecutar separadamente su garantía
(arts. 56 y 57 LC). Además, la administración concursal podrá decidir el rescate del bien afecto
asumiendo la masa la obligación (arts. 56.2 y 155.2 LC). En caso de convenio, los titulares de
estos créditos quedarán afectados cuando hubieran votado a favor de la propuesta que
resultare aceptada, si bien podrán verse también vinculados por el convenio cuando concurran
determinadas mayorías de acreedores de su misma clase según la clasificación de estos
acreedores en laborales, públicos, financieros y resto de acreedores privilegiados contenida en

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la lista de acreedores elaborada por la administración concursal (art. 134.2 y 3 en relación con
el art. 94.2 LC). En caso de liquidación, el bien afecto podrá ser ejecutado colectivamente (arts.
148 y 149 LC), ya que, una vez abierta la liquidación, el acreedor pierde su derecho de ejecución
separada (art. 57.3 LC).

Son créditos con privilegio especial los siguientes (art. 90 LC): los créditos garantizados con
hipoteca voluntaria o legal, inmobiliaria o mobiliaria, o con prenda sin desplazamiento , cuyo
privilegio recae sobre los bienes o derechos hipotecados o pignorados; los créditos
garantizados con anticresis , cuyo privilegio recae sobre los frutos del inmueble gravado; los
créditos refaccionarios , cuyo privilegio recae sobre los bienes refaccionados, entre los que se
incluyen los créditos refaccionarios de los trabajadores sobre los objetos que hubieran
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elaborado mientras sean propiedad o estén en posesión del concursado; los créditos por cuotas
de arrendamiento financiero o plazos de compraventa con precio aplazado de bienes muebles
o inmuebles, a favor de los arrendadores o vendedores y, en su caso, de los financiadores, cuyo
privilegio recae sobre los bienes arrendados o vendidos con reserva de dominio, con
prohibición de disponer o con condición resolutoria en caso de falta de pago; y los créditos con
garantía de valores representados mediante anotaciones en cuenta, cuyo privilegio recae sobre
los valores gravados.

Para que todos esos créditos puedan ser clasificados con privilegio especial, la garantía deberá
estar constituida con los requisitos y formalidades previstos en su legislación específica para su
oponibilidad a terceros, salvo en el caso de la hipoteca legal tácita y del privilegio refaccionario
de los trabajadores.

En último lugar, tienen la consideración de créditos con privilegio especial los garantizados con
prenda, cuyo privilegio recaerá sobre los bienes o derechos pignorados que estén en posesión
del acreedor o de un tercero. La prenda deberá constar en documento público, salvo que se
tratare de una prenda de créditos de la masa activa, en cuyo caso bastará con que conste en
documento con fecha fehaciente anterior a la declaración de concurso.

Para todos los supuestos, el privilegio especial solo alcanzará la parte del crédito que no exceda
del valor de la respectiva garantía que conste en la lista de acreedores y calculado con arreglo
a las previsiones normativas, de tal modo que el importe del crédito que exceda del valor de la
garantía será calificado según su naturaleza (art. 90.3 en relación con el art. 94.5 LC).

B. La cuantificación del crédito con garantía: deducciones del valor razonable

El privilegio especial estará limitado al valor razonable del bien o derecho sobre el que se
hubiera constituido la garantía. Por este motivo, la lista de acreedores habrá de contener una
valoración de las garantías constituidas para asegurar los créditos que gocen de privilegio
especial conforme a las directrices establecidas en la ley (art. 94.5 LC). En líneas generales, para
determinar la cuantía de un determinado crédito con garantía hay que atender al valor
razonable de los bienes y derechos de la masa activa. Habrá que valorar el bien para comprobar
si el crédito o los créditos garantizados son superiores o no al valor del bien, y, por tanto, si el
valor del bien cubre o no la responsabilidad garantizada. En este sentido, el concepto de valor
razonable, es distinto del valor de tasación que consta en la inscripción de la garantía, y sus
parámetros se establecen expresamente según se trate de bienes inmuebles, de valores
mobiliarios o de otro tipo de bienes o derechos. Una vez determinado el valor razonable, la
administración concursal procederá a realizar dos deducciones: En primer lugar, habrá de
reducirse un 10% en concepto de gastos de ejecución. En segundo lugar, será necesario deducir
del valor del bien los créditos que gozan de garantía sobre el mismo bien. Esta segunda

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operación hay que hacerla en todos los casos en los que existan dos o más garantías que graven
un mismo bien, con independencia de que el valor del bien cubra o no los créditos garantizados,
ya que, en última instancia, el valor del bien determina la extensión de la garantía. Además, los
créditos con garantía de mejor rango reducen el valor de los créditos con garantía de peor rango,
de modo que para obtener el verdadero valor de la garantía es necesario deducir del valor
razonable del bien sobre el que ésta recae el importe de los créditos pendientes que gocen de
garantía preferente sobre el mismo bien. Veamos un ejemplo: cuando un inmueble esté gravado
con dos hipotecas, una primera de 100 y una segunda de 50, y una vez valorado «a efectos
concursales», resulta que su valor es de 75; el primer crédito hipotecario quedará reducido, en
cuanto crédito con privilegio especial dentro del concurso, a 75, y por los 25 restantes, pasará a
ser crédito ordinario; y el segundo crédito hipotecario pasará a ser crédito ordinario. En cambio,
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si ese mismo inmueble, gravado con dos hipotecas, una primera por 100 y otra segunda por 50,
una vez valorado «a efectos concursales», resulta que vale 125, el primer crédito hipotecario
será crédito con privilegio especial en su integridad, mientras que el segundo crédito hipotecario
quedará reducido, en cuanto crédito con privilegio especial, a 25, y por los 25 restantes, pasará
a ser crédito ordinario.
En definitiva, por la vía de la cuantificación del crédito con garantía, el acreedor, sin perder la
garantía, podría perder su condición privilegiada dentro del procedimiento concursal. Ahora
bien, hay que tener presente que la valoración de las garantías en el seno del concurso de
acreedores solo tiene efectividad en relación con el procedimiento, de modo que no se altera la
naturaleza y alcance de las garantías registradas ni las reglas establecidas para la ejecución de
las garantías fuera del concurso.

C. Los créditos con privilegio general

Los créditos con privilegio general recaen sobre todo el patrimonio del deudor (art. 89.2 LC).
En caso de convenio, reciben el mismo tratamiento que los créditos con privilegio especial;
pero en caso de liquidación se satisfarán con cargo a los bienes no afectos a privilegio especial,
por el orden legalmente establecido y, en su caso, a prorrata dentro de cada número (art. 156.1
LC).

Son créditos concursales con privilegio general los siguientes (art. 91 LC):

1.º Los créditos por salarios que no tengan reconocido privilegio especial ni constituyan
créditos contra la masa, en la cuantía que resulte de multiplicar el triple del salario mínimo
interprofesional por el número de días de salario pendientes de pago, así como las
indemnizaciones por despido o accidente de trabajo anteriores a la declaración judicial de
concurso. El mismo privilegio se reconoce a las indemnizaciones derivadas de accidentes de
trabajo y enfermedad profesional y a los recargos sobre las prestaciones por incumplimiento
de las obligaciones en materia de salud laboral anteriores a la declaración de concurso.

2.º Las cantidades correspondientes a retenciones tributarias y de la Seguridad Social debidas


por el concursado en cumplimiento de una obligación legal.

3.º Los créditos de personas naturales por trabajo personal no dependiente y los que
correspondan al autor por la cesión de los derechos de explotación de una obra objeto de
propiedad intelectual, devengados durante los seis meses anteriores a la declaración de
concurso.

4.º Los créditos tributarios y demás de Derecho público, así como los créditos de la Seguridad
Social que no gocen de privilegio especial ni del privilegio general del número segundo, pero

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sólo hasta el 50 por 100 de su importe. Se tramitarán en concurrencia con estos créditos, los
derivados de responsabilidad extracontractual por los daños personales no asegurados.

5.º Los demás créditos por responsabilidad civil extracontractual, así como los créditos en
concepto de responsabilidad civil derivada de delito contra la Hacienda Pública y contra la
Seguridad Social.

6.º Los créditos que supongan nuevos ingresos de tesorería concedidos en el marco de un
acuerdo de refinanciación, en la cuantía no reconocida como crédito contra la masa.

7º Los créditos de que fuera titular el acreedor a instancia del cual se hubiere declarado el
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concurso, pero sólo hasta el 50 por 100 de su importe y siempre que no merecieran la
calificación de subordinados.

6. LOS CRÉDITOS SUBORDINADOS

A. La relación de créditos subordinados

Para aumentar el grado de satisfacción de los acreedores ordinarios, algunos créditos se


consideran legalmente subordinados o postergados, disfrutando de peor condición que los
restantes créditos concursales. Los créditos subordinados son, pues, créditos antiprivilegiados.
En caso de convenio, carecen de derecho de adhesión y de voto (art. 122.1 LC), se someten a
las mismas quitas que los ordinarios y sufren una espera mayor (art. 134.1-II LC). En caso de
liquidación, el pago de los créditos subordinados no se realizará hasta que no hayan sido
íntegramente satisfechos los créditos ordinarios y se llevará a cabo por el orden legalmente
establecido y, en su caso, a prorrata dentro de cada número (arts. 92 y 158.2 LC).

Son créditos subordinados (art. 92 LC):

1.º Los créditos que sean reconocidos tardíamente o por comunicaciones posteriores al plazo
de impugnación, aunque la subordinación no afectará a los créditos cuya existencia resultare
del propio concurso y a aquellos para cuya determinación sea precisa la actuación de
comprobación de las Administraciones públicas.

2.º Los créditos que se hubieran postergado respecto de todos los demás mediante un
contrato.

3.º Los créditos por recargos e intereses de cualquier clase devengados con anterioridad a la
declaración de concurso, salvo los correspondientes a créditos con garantía real hasta donde
alcance la respectiva garantía. Se incluyen en este número los intereses devengados por los
créditos salariales tras la declaración de concurso (art. 59.1 LC).
Excepcionalmente, se incluyen en este grupo los créditos por intereses devengados de los
nuevos ingresos de tesorería concedidos en el marco de un acuerdo de refinanciación, durante
el régimen transitorio de dos años previsto en la disposición adicional segunda del Real
Decreto-ley 4/2014, de 7 de marzo, por el que se adoptan medidas urgentes en materia de
refinanciación y reestructuración de deuda empresarial.

4.º Los créditos por multas y demás sanciones pecuniarias.

5.º Los créditos de que fuera titular alguna de las personas especialmente relacionadas con el
deudor (STS de 10 de octubre de 2011), siempre que no se trate de créditos salariales que

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gocen de privilegio general cuando el concursado sea persona natural, y de créditos diferentes
de los préstamos o actos con análoga finalidad de los que sean titulares los socios
ilimitadamente responsables de las deudas sociales, los socios titulares de un 5 por 100 del
capital social en caso de sociedades cotizadas, y los titulares de un 10 por 100 si la sociedad no
tuviera valores admitidos a negociación en mercado secundario oficial (art. 93.2-1º y 3º LC) (v.
STS de 29 de diciembre de 2014). A estas excepciones se añaden los créditos por alimentos
nacidos y vencidos antes de la declaración de concurso, que tendrán la consideración de
créditos ordinarios.

6.º Los créditos que, como consecuencia de una acción de reintegración de la masa, resulten a
favor de quien haya sido declarado parte de mala fe en el acto impugnado.
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7.º Los créditos derivados de los contratos con obligaciones recíprocas cuando el juez constate,
previo informe de la administración concursal, que el acreedor obstaculiza de forma reiterada
el cumplimiento del contrato en perjuicio del concurso.

B. Las personas especialmente relacionadas con el concursado

El supuesto más destacado de subordinación es el de los créditos de las personas


especialmente relacionadas con el concursado. La Ley Concursal considera que los créditos que
esas personas pudieran haber concedido al concursado, no pueden tratarse del mismo modo
que los restantes créditos, sino que deben subordinarse. Para determinar quiénes son las
personas especialmente relacionadas con el deudor hay que distinguir si el concursado es
persona natural o persona jurídica. En caso de persona natural tienen esa consideración, sin
posibilidad de alegación alguna en contrario (art. 93.1 LC):

1.º El cónyuge del concursado, su pareja de hecho inscrita o las personas que convivan con el
concursado con análoga relación de afectividad y quienes hubieran tenido esa condición dentro
de los dos años anteriores a la declaración de concurso.

2.º Los ascendientes, descendientes y hermanos tanto del concursado como de su cónyuge o
asimilado.

3.º Los cónyuges de los ascendientes, de los descendientes y de los hermanos del concursado.

4.º Las personas jurídicas controladas por el concursado o por las personas físicas relacionadas
especialmente con él o sus administradores de hecho o de derecho (existirá ese control en las
situaciones previstas en el art. 42.1 CCom)
.
5.º Las personas jurídicas que formen parte del mismo grupo de empresas que las controladas
por el concursado o por las personas físicas relacionadas especialmente con él.

6.º Las personas jurídicas de las que el concursado y las demás personas físicas relacionadas
especialmente con él sean administradores de hecho o de derecho.

En caso de persona jurídica, merecen esa calificación, igualmente automática e imperativa (art.
93.2 LC):

1.º Los socios ilimitadamente responsables de las deudas sociales y los socios titulares de un 5
ó un 10 por 100 del capital social, según que la sociedad cotice o no en bolsa.

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2.º Los administradores, liquidadores y apoderados generales, actuales o que lo hubieran sido
en los dos años anteriores a la declaración de concurso.

3.º También se consideran personas especialmente relacionadas con el concursado persona


jurídica, las sociedades que formen parte del mismo grupo que la sociedad declarada en
concurso y sus socios comunes, siempre que estos tuvieran responsabilidad ilimitada o fueran
titulares de un 5 por 100 del capital en caso de sociedad cotizada o de un 10 por 100 si la
sociedad no cotizara.

Finalmente, se presumen personas especialmente relacionadas con el concursado, salvo


prueba en contrario, los cesionarios o adjudicatarios de créditos pertenecientes a cualquiera
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de las personas referidas, siempre que la adquisición se hubiera producido dentro de los dos
años anteriores a la declaración de concurso (art. 93.3 LC).

III. LA LISTA DE ACREEDORES

7. LA ESTRUCTURA Y EL CONTENIDO DE LA LISTA DE ACREEDORES

Junto con el informe y el inventario de bienes, la administración concursal debe presentar una
lista de acreedores, que constituye la expresión documental de la masa pasiva y el resultado
de la tarea de reconocimiento de créditos en el concurso.

La lista de acreedores vendrá referida a la fecha de la solicitud de concurso y comprenderá dos


relaciones ordenadas alfabéticamente: la de los acreedores incluidos y la de los acreedores
excluidos. La primera relación expresará: la identidad de cada acreedor, la causa, cuantía –por
principal e intereses-, las fechas de origen y vencimiento de los créditos reconocidos de que
fuere titular, las garantías personales o reales y la calificación jurídica del crédito, indicándose
su carácter de litigioso, condicional o pendiente de la previa excusión del patrimonio del
deudor principal. Cuando se trate de acreedores con privilegio especial o general deberán
clasificarse además como: privilegiados laborales, entendiéndose por tales los acreedores de
Derecho laboral; privilegiados públicos, entendiéndose por tales los acreedores de Derecho
público; privilegiados financieros, entendiéndose por tales los titulares de cualquier
endeudamiento financiero con independencia de que estén o no sometidos a supervisión
financiera; y resto de privilegiados, entre los que se incluirán los acreedores por operaciones
comerciales y los demás acreedores privilegiados no incluidos en las categorías anteriores. La
segunda relación de acreedores excluidos deberá expresar la identidad de cada acreedor y los
motivos de la exclusión. Hay que tener en cuenta que, una vez concluido el concurso, los
acreedores podrán iniciar ejecuciones singulares y, a estos efectos, la inclusión del crédito en
la lista definitiva de acreedores se equipara a una sentencia de condena firme (art. 178.2 LC).

8. LA IMPUGNACIÓN DE LA LISTA DE ACREEDORES

La lista de acreedores, como el inventario de bienes, puede ser impugnada por cualquier
interesado dentro del plazo legalmente previsto (art. 96 LC). Por esta razón la ley establece la
notificación y las medidas de publicidad de estos documentos. Las impugnaciones podrán
referirse a la inclusión o a la exclusión de créditos de la lista, a la cuantía o a la clasificación de
los créditos reconocidos, y se sustanciarán por el trámite del incidente concursal. Las
impugnaciones podrán ser acumuladas de oficio por el juez para resolverse conjuntamente y,
además, deberán hacerse constar en el Registro Público Concursal. Cuando las impugnaciones
afecten a menos del 20% del pasivo del concurso el juez podrá ordenar la finalización de la fase
común y la apertura de la fase de convenio o de liquidación, sin perjuicio del reflejo que las

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impugnaciones puedan tener en la lista de acreedores definitiva y las medidas cautelares que
pueda adoptar para su efectividad (art. 96.4 LC). En todo caso, dentro de los 5 días siguientes
a la notificación de la última sentencia resolutoria de las impugnaciones, la administración
concursal deberá introducir en la lista de acreedores las modificaciones que procedan y
presentará al juez el texto definitivo (art. 96.5 LC).

Finalmente, y como vimos para el inventario de bienes, por regla general, quienes no
impugnaren en tiempo y forma la lista de acreedores no podrán ya plantear pretensiones de
modificación de su contenido, aunque sí podrán recurrir las modificaciones introducidas como
consecuencia de otras impugnaciones.
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Ahora bien, en el supuesto de la lista de acreedores, el texto definitivo podrá modificarse no


solo cuando se resuelva la impugnación de las modificaciones introducidas en la lista como
consecuencia de las comunicaciones posteriores (art. 96 bis), sino también como consecuencia
de un procedimiento administrativo de comprobación o inspección del que puedan resultar
créditos públicos, un proceso penal o laboral que pueda suponer el reconocimiento de un
crédito concursal; o bien ante el cumplimiento de la condición o contingencia prevista o el
reconocimiento o confirmación de un crédito por acto administrativo, laudo o resolución
procesal firme o susceptible de ejecución provisional. En todos estos casos, el crédito
resultante habrá de tener la clasificación que le corresponda según su naturaleza y la
modificación del texto definitivo de la lista de acreedores se sustanciará conforme al
procedimiento previsto en la norma. Además, la tramitación de ese procedimiento de
modificación no impedirá la continuación de la fase de convenio o liquidación.

TEMA 25 (Lección 55)


EL INFORME DE LA ADMINISTRACIÓN CONCURSAL

I. El Informe de la Administración concursal


1. La función principal de la administración concursal
2. El deber de elaborar el informe
II. La estructura y el contenido del informe y los documentos anejos
3. La estructura y contenido del informe
4. Los documentos anejos al informe
III. El control de la actuación de la administración concursal
5. La impugnación del inventario y de la lista de acreedores
6. El control judicial
IV. La modificación del texto definitivo del inventario y de la lista de acreedores
7. La imposibilidad de modificar los textos definitivos como regla general
8. Los supuestos en los que cabe la inclusión de nuevos créditos en el texto definitivo de
la lista de acreedores
9. El procedimiento de modificación de la lista de acreedores
10. Los efectos de la modificación

I. EL INFORME DE LA ADMINISTRACIÓN CONCURSAL

1. LA FUNCIÓN PRINCIPAL DE LA ADMINISTRACIÓN CONCURSAL

La administración concursal puede actuar a lo largo de todo el procedimiento: le corresponde


intervenir o bien sustituir al concursado, cuyas facultades patrimoniales quedan limitadas por
efecto de la declaración de concurso. Como ya hemos visto, la administración concursal

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desempeña funciones importantes en todas las fases del procedimiento. En la fase común debe
emitir el informe central del concurso, elaborar el inventario de la masa activa y la lista de
acreedores. En la fase de convenio, tendrá que evaluar el contenido de la propuesta de
convenio. En la fase de liquidación, deberá elaborar el plan de liquidación, llevar a cabo las
operaciones de liquidación y pago de los créditos, emitir informes trimestrales y un informe
final de liquidación. Además, con la conclusión del procedimiento, debe emitir otro informe y
acompañarlo de la correspondiente rendición de cuentas, y cuando se abra la sección de
calificación deberá emitir un informe sobre los hechos relevantes para la calificación del
concurso.

Sin embargo, entre todas las actuaciones de la administración concursal debemos destacar la
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elaboración del informe de la fase común, cuya principal función es ofrecer al juez y a los
acreedores una valoración del estado patrimonial del deudor en el momento de la declaración
de concurso, de las razones que han conducido al concurso y de la legalidad y viabilidad de las
soluciones de la insolvencia que se propugnen.

2. EL DEBER DE ELABORAR EL INFORME

La elaboración del informe es un deber impuesto a la administración concursal. Por tanto, su


redacción no puede delegarse, aunque el administrador concursal si pueda pedir la ayuda de
auxiliares delegados, la colaboración del propio deudor o el auxilio judicial.

Recordamos que el informe debe ir acompañado del inventario y de la lista de acreedores. Una
vez resueltas las impugnaciones planteadas contra el inventario y la lista de acreedores, todos
los intervinientes en el procedimiento podrán conocer el estado patrimonial del deudor.
Entonces se producirá la apertura de la fase de convenio o la apertura de la fase de liquidación,
según proceda. Vemos, por tanto, que la presentación del informe de la administración
concursal constituye un hito fundamental del concurso que pone fin a la fase común de
tramitación.

El plazo para la presentación del informe será de 2 meses, contados a partir de la fecha de
aceptación del cargo, aunque podrá ser prorrogado por el juez cuando concurran determinadas
circunstancias (art. 74.2 LC):

1ª) En caso de apreciarse circunstancias excepcionales, y cuando lo solicite la


administración concursal antes de que expire el plazo legal, por tiempo no superior a dos meses
más. No obstante, el administrador que haya sido nombrado en, al menos, tres concursos en
tramitación no podrán solicitar prórroga para la emisión de su informe, salvo que justifique que
existen causas ajenas a su ejercicio profesional.

2ª) Si al vencimiento del plazo de dos meses no hubiera concluido el plazo de


comunicación de créditos- a solicitud de la administración concursal- hasta los cinco días
siguientes a la conclusión del plazo.

3ª) Y, en tercer lugar, cuando el número de acreedores exceda de dos mil, la


administración concursal podrá solicitar una prórroga por tiempo no superior a cuatro meses
más (art. 74.3 LC).

Ahora bien, en los supuestos de procedimiento abreviado, el administrador concursal


deberá presentar el informe en el plazo de un mes, contado a partir de la aceptación del cargo
y, razonadamente, podrá solicitar al juez una prórroga que en ningún caso excederá de 15 días.

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Por otra parte, la administración concursal deberá enviar una comunicación electrónica al
deudor y a los acreedores informándoles del proyecto de inventario y de la lista de acreedores,
con un mínimo de 10 días de antelación a la presentación del informe al juez. Además, los
acreedores podrán solicitar a la administración concursal por medios electrónicos, que se
rectifique cualquier error o que se complementen los datos comunicados. También se prevé la
publicidad en el Registro Público Concursal tanto de la comunicación, como de la relación de
las solicitudes de rectificaciones y complemento presentadas (art. 95.1 LC). La presentación del
informe al juez se notificará a quienes se hayan personado en el concurso y se publicará
también en el Registro Público Concursal y en el tablón de anuncios del juzgado.

Si transcurren los plazos fijados sin que la administración concursal haya presentado el informe
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y los documentos complementarios, se considerará un incumplimiento grave y el


administrador concursal podrá ser sancionado. Por un lado, podrá generar responsabilidad por
los daños causados a la masa, al deudor o a los acreedores (art. 36 LC); por otro, será justa
causa de separación del cargo (art. 37 LC). Y llevará consigo la pérdida de la remuneración a la
que tuviera derecho y la devolución de las cantidades que hubiera percibido en ese concepto
(art. 74.4 LC).

II. LA ESTRUCTURA Y CONTENIDO DEL INFORME Y LOS DOCUMENTOS ANEJOS

3. LA ESTRUCTURA Y CONTENIDO DEL INFORME

El informe tiene un contenido y una estructura predeterminados (art. 75 LC), y se divide en


cuatro elementos:

1) En primer lugar, el informe debe contener un análisis de los datos y circunstancias del
deudor expresados en la memoria presentada por éste con su solicitud de concurso o con
posterioridad, en caso de concurso instado por otra persona.

2) En segundo lugar, el informe debe recoger una exposición del estado de la


contabilidad del concursado y, en su caso, un juicio sobre los documentos contables y
complementarios. El juicio de la administración concursal debe referirse a la contabilidad
formal (forma de realizar las anotaciones contables y llevanza, legalización, teneduría y
conservación de los libros) y a las cuentas anuales, precisando si reflejan la «imagen fiel del
patrimonio, de la situación financiera y de los resultados de la empresa, de conformidad con
las disposiciones legales».

3) En tercer lugar, el informe contendrá una memoria de las principales decisiones y


actuaciones de la administración concursal. Este documento será importante en el momento
que la administración concursal deba rendir cuentas cuando cese en el cargo.

4) Y, en cuarto lugar, el informe contendrá una exposición motivada sobre la situación


patrimonial del deudor y de todos los datos y circunstancias pudieran ser relevantes para la
tramitación del concurso. Finalmente, y a la vista de todo lo anterior, la administración
concursal deberá pronunciarse sobre las soluciones de la crisis y sobre la viabilidad de la
empresa del concursado.

4. LOS DOCUMENTOS ANEJOS AL INFORME

El informe irá acompañado de cuatro documentos básicos para la continuación del concurso:
el inventario de la masa activa, la lista de acreedores, un escrito de evaluación de las

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propuestas de convenio o del plan de liquidación y, cuando se trate de un empresario, una


valoración de la empresa en su conjunto y de las unidades productivas que la integran bajo la
hipótesis de continuidad de las operaciones y liquidación.

-El inventario de la masa activa reflejará los bienes con los que cuenta el deudor para
la satisfacción de sus acreedores, y se acompañará de una relación de los litigios en tramitación
y de las acciones de reintegración a ejercitar por la administración concursal.

-Por su parte, la lista de acreedores que contiene los derechos de crédito que pueden
hacerse valer en el concurso (art. 94), recogerá una relación de los acreedores incluidos, otra
de los acreedores excluidos, y una relación separada donde se detallarán los créditos contra la
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masa devengados y pendientes de pago, con expresión de los respectivos vencimientos.

-En cuanto al escrito de evaluación de las propuestas de convenio o, en su caso, el plan


de liquidación, se dirigen a considerar la solución propuesta. Por su parte, la valoración de la
empresa en su conjunto y de las unidades productivas que la integran, responde a la finalidad
de garantizar en lo posible la continuación de la actividad empresarial, facilitando,
fundamentalmente, la venta del conjunto de los establecimientos y explotaciones del
concursado o de cualesquiera otras unidades productivas.

Finalmente, hay que señalar que en el supuesto de concursos declarados conjuntamente y


acumulados –que se tramitarán de forma coordinada, sin consolidación de las masas–,
excepcionalmente, se podrán consolidar inventarios y listas de acreedores a los efectos de
elaborar el informe de la administración concursal cuando exista confusión de patrimonios y
no sea posible deslindar la titularidad de activos y pasivos sin incurrir en un gasto o en una
demora injustificados (art. 25 ter LC).

III. EL CONTROL DE LA ACTUACIÓN DE LA ADMINISTRACIÓN CONCURSAL

5. LA IMPUGNACIÓN DEL INVENTARIO Y DE LA LISTA DE ACREEDORES

Según la propia Ley, no se puede impugnar el informe de la administración concursal. Sólo


pueden impugnarse los documentos que lo acompañan, es decir: el inventario y la lista de
acreedores. La impugnación de estos documentos puede ser para incluir o excluir bienes o
derechos, para aumentar o disminuir la valoración de los bienes o derechos, para incluir o
excluir créditos, o bien para su clasificación. El plazo de impugnación para las partes personadas
será de 10 días a contar desde la notificación personal de la presentación del informe; y, para
el resto de interesados, desde la última de las publicaciones previstas, ya sea en el Registro
Público Concursal o bien en el tablón de anuncios del juzgado. Las impugnaciones del
inventario y de la lista de acreedores se sustanciarán por los cauces del incidente concursal y
el juez podrá acumularlas de oficio para resolverlas conjuntamente. Y cuando afecten a menos
del 20 por 100 del activo o del pasivo del concurso el juez podrá ordenar la finalización de la
fase común y la apertura de la fase de convenio o de liquidación.

En los 5 días siguientes a la notificación de la última resolución de las impugnaciones, la


administración concursal deberá introducir en el inventario, en la lista de acreedores, y en la
exposición motivada del informe las modificaciones que procedan, y presentará al juez los
textos definitivos. Respecto de la impugnación del inventario, hay que tener en cuenta que,
ejercidas las acciones de separación o de reintegración de la masa activa, la administración
concursal tendrá que modificar el inventario de acuerdo con la sentencia correspondiente. La
administración concursal debe hacer constar expresamente las diferencias entre el inventario

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y la lista inicialmente presentados y los textos definitivos.

Por otro lado, dentro del plazo de 10 días siguientes a la puesta de manifiesto de los textos
definitivos, se podrán impugnar las decisiones de la administración concursal sobre las
comunicaciones extemporáneas de créditos, que se sustanciarán por los trámites del incidente
concursal. Estas impugnaciones no impedirán la continuación de la fase de convenio o de
liquidación.

No debemos olvidar que el reconocimiento del crédito es requisito imprescindible para


participar de la solución convenida o liquidatoria. En caso de conclusión del concurso por
liquidación o insuficiencia de masa activa, el art. 178.2 LC dispone que “el deudor persona
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natural quedará responsable del pago de los créditos restantes. Los acreedores podrán iniciar
ejecuciones singulares, en tanto no se acuerde la reapertura del concurso o no se declare
nuevo concurso. Para tales ejecuciones, la inclusión de su crédito en la lista definitiva de
acreedores se equipara a una sentencia de condena firme”.

6. EL CONTROL JUDICIAL

El juez del concurso deberá supervisar la actuación de la administración concursal para


comprobar que en todo momento actúa procurando el «interés del concurso».

Para la supervisión general, el juez contará con la información suministrada por la


administración concursal en los distintos informes que debe presentar durante el
procedimiento: el informe de la administración concursal, los informes trimestrales sobre el
estado de las operaciones de liquidación, el informe final de las operaciones realizadas en la
liquidación, y el informe previo a la conclusión del concurso. Como consecuencia de la
supervisión, el juez podrá dirigir advertencias a la administración concursal, exigir su presencia
cuando sea necesario para el desarrollo del concurso y, en los casos más graves, separar del
cargo al administrador que incumpliera los deberes que se le imponen en la Ley. En lo que
respecta al control individualizado, el juez debe autorizar determinadas actuaciones de la
administración concursal, generalmente enmarcadas en la administración de la masa activa y
antes de la fase de liquidación. La autorización se pedirá siempre que lo exija la Ley y también
cuando la administración concursal lo considere conveniente.

Las funciones de la administración concursal podrán prolongarse en el tiempo dependiendo de


la solución del concurso. En principio, la administración concursal cesará con la aprobación
judicial del convenio, sin perjuicio de las funciones que el propio convenio pueda encomendarle
y conservando plena legitimación para continuar los incidentes en curso, pudiendo solicitar la
ejecución de las sentencias y autos que se dicten en ellos, hasta que sean firmes, así como para
actuar en la sección de calificación hasta que recaiga sentencia firme. En cambio, en caso de
liquidación continuará al frente del procedimiento y, en ese sentido, le corresponderá elaborar
el plan de liquidación, llevar a cabo sus operaciones y proceder al pago de los créditos. Es decir,
se mantendrán en el cargo hasta la conclusión del concurso.

Por otra parte, la función de la administración concursal puede terminar anticipadamente por
separación judicial. La administración concursal puede ser separada del cargo por el juez.
Existen numerosas prohibiciones legales establecidas para ser administrador (art. 28 LC), y, en
consecuencia, existe la facultad de recusación. Para que se produzca la válida separación de un
administrador concursal es necesaria la concurrencia de una justa causa. No cabe una
separación discrecional, sino que el administrador concursal tiene derecho a no ser removido
del cargo sin motivo. Puede existir justa causa de separación siempre que el administrador

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concursal no esté en disposición de cumplir adecuadamente con la función asignada: por que
carezca de las condiciones subjetivas para el nombramiento, concurra una prohibición legal,
concurra causa de recusación, incumpla con los deberes que tiene establecidos, no presente
los informes trimestrales y el informe final de la liquidación, prolongue indebidamente la
liquidación, ocasione daños a la masa o a terceros, etc. La Ley Concursal considera que, en
todo caso, será causa de separación del administrador, salvo que el juez, atendiendo a
circunstancias objetivas, resuelva lo contrario, el incumplimiento grave de las funciones de
administrador y la resolución de impugnaciones sobre el inventario o la lista de acreedores en
favor de los demandantes por una cuantía igual o superior al veinte por ciento del valor de la
masa activa o de la lista de acreedores presentada por la administración concursal en su
informe. Producida la separación, el juez procederá de inmediato a un nuevo nombramiento.
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El administrador cesado deberá rendir cuentas de su actuación (art. 38.4 LC).

IV. LA MODIFICACIÓN DEL TEXTO DEFINITIVO DEL INVENTARIO Y DE LA LISTA DE


ACREEDORES

7. LA IMPOSIBILIDAD DE MODIFICAR LOS TEXTOS DEFINITIVOS COMO REGLA


GENERAL

La regla general es la inmodificabilidad del texto definitivo del inventario y de la lista de


acreedores. La Ley prevé que quienes no impugnaren en tiempo y forma no podrán plantear
pretensiones de modificación del contenido de esos documentos. Sin embargo, esta regla
general no es absoluta, ya que Ley Concursal permite la modificación (eso sí, con carácter
excepcional) de la lista de acreedores (en este sentido, se afirma que la modificación de los
textos definitivos solo puede afectar a los créditos concursales, que son los que se contienen
en la lista de acreedores, y no alcanza a la relación de créditos contra la masa, v. STS de 20 de
mayo de 2016).

Art. 97. 1 LC. Fuera de los supuestos de los apartados 3 y 4 de este artículo, quienes no impugnaren
en tiempo y forma el inventario o la lista de acreedores no podrán plantear pretensiones de
modificación del contenido de estos documentos, aunque sí podrán recurrir contra las modificaciones
introducidas por el juez al resolver otras impugnaciones.

Por otra parte, las modificaciones del texto definitivo de la lista de acreedores solo pueden
dirigirse a incluir nuevos créditos concursales (art. 97.3 LC), o a la novación modificativa de la
persona del acreedor (art. 97.4 LC). Parece desprenderse del art. 97.3 LC que resulta
improcedente la modificación de la lista definitiva de acreedores para excluir determinados
créditos concursales y/o alterar su clasificación.

8. LOS SUPUESTOS EN LOS QUE CABE LA INCLUSIÓN DE NUEVOS CRÉDITOS EN EL


TEXTO DEFINITIVO DE LA LISTA DE ACREEDORES

La LC recoge varios supuestos que pueden dar lugar a la inclusión de nuevos créditos en el texto
definitivo de la lista de acreedores (art. 97.3 LC). Debemos considerar esos supuestos como
una lista numerus clausus. Por lo tanto, en materia de modificación del texto definitivo de la
lista de acreedores rige el principio de taxatividad.

Los supuestos que pueden dar lugar a la modificación del texto definitivo de la lista de
acreedores son los siguientes:

a) cuando se resuelva la impugnación de las modificaciones previstas en el art. 96 bis;

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b) cuando, después de presentado el informe inicial a que se refiere el art.74 o el texto


definitivo de la lista de acreedores, se inicie un procedimiento administrativo de comprobación
o inspección del que puedan resultar créditos de Derecho Público de las Administraciones
públicas y sus organismos públicos;

c) cuando, después de presentado el informe inicial a que se refiere el art. 74 o el texto


definitivo de la lista de acreedores, se inicie un proceso penal o laboral que pueda suponer el
reconocimiento de un crédito concursal;

d) cuando después de presentados los textos definitivos, se hubiera cumplido la


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condición o contingencia prevista o los créditos hubieran sido reconocidos o confirmados por
acto administrativo, por laudo o por resolución procesal firme o susceptible de ejecución
provisional con arreglo a su naturaleza o cuantía;

e) en los demás supuestos previstos en esta Ley (por ejemplo, arts. 62.4, 73, 92-6.º, 180
LC).

9. EL PROCEDIMIENTO DE MODIFICACIÓN DE LA LISTA DE ACREEDORES

La Ley Concursal instaura un procedimiento ad hoc para la pretensión de modificación del texto
definitivo de la lista de acreedores (art. 97 bis LC). El procedimiento de modificación se inicia
mediante la presentación de una «solicitud», para lo cual la LC establece un plazo determinado.

Si la solución es convenida, entonces la modificación del texto definitivo de la lista de


acreedores solo puede solicitarse antes de que recaiga la resolución por la que se apruebe la
propuesta de convenio, momento en el cual, como regla general, el convenio adquiere eficacia.
Si la solución es liquidatoria, entonces la modificación del texto definitivo de la lista de
acreedores puede solicitarse hasta que se presenten en el juzgado los informes previstos en
los apartados segundo de los arts. 152 y 176 bis. El art. 152.2 se refiere al informe final de la
liquidación que debe presentar la administración concursal dentro del mes siguiente a la
conclusión de la liquidación de la masa activa. El art. 176 bis.3 se refiere al informe justificativo
que la administración concursal debe presentar al juez y donde debe «afirmarse y razonarse
inexcusablemente que el concurso no será calificado como culpable y que no existen acciones
viables de reintegración de la masa activa ni de responsabilidad de terceros pendientes de ser
ejercitadas o bien que lo que se pudiera obtener de las correspondientes acciones no sería
suficiente para el pago de los créditos contra la masa» (art. 176 bis.3 LC).

Por lo que respecta a la legitimación activa, lo que parece desprenderse de la norma, es que
solo pueden instar a la modificación de la lista definitiva los acreedores concursales. El deudor
concursado quedaría, aparentemente, excluido para solicitar la modificación. Sin embargo, esa
interpretación resulta dudosa, de modo que parece razonable reconocer legitimación al
deudor. Y las mismas observaciones deben realizarse en relación con la solicitud de
modificación del texto definitivo de la lista de acreedores por cualquier otro interesado en el
crédito, pero que no tenga la condición de acreedor. Por último, también parece quedar
excluida la modificación de oficio por la propia administración concursal o por el juez del
concurso.

En cuanto a la forma, al hablar de “solicitud” la ley se refiere a una comunicación ordinaria, por
lo que no es necesaria la intervención de procurador y abogado. La solicitud constará de dos
partes: 1) el propio escrito de solicitud, y, 2) el material que pruebe la existencia del crédito y

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la concurrencia de las circunstancias que justifiquen la modificación que se pretende.

La destinataria de la solicitud es la administración concursal. La solicitud podrá presentarse en


el domicilio designado al efecto (el cual deberá estar en la localidad en la que tenga su sede el
juzgado), o remitirse a dicho domicilio. La comunicación también podrá efectuarse por medios
electrónicos.

El art. 97 bis contempla también un procedimiento ad hoc para la tramitación de la solicitud de


modificación del texto definitivo de la lista de acreedores. Así, desde que la administración
concursal recibe la solicitud, tiene un plazo de 5 días para informar por escrito al juez respecto
de la comunicación pretendida (art. 97 bis.1, segundo inciso, LC).
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Las opciones son entonces dos (art. 97 bis.2 LC): que el informe sea favorable o que sea
desfavorable. Si el informe es desfavorable (esto es, contrario al reconocimiento del crédito),
la solicitud se entiende rechazada y, en tal caso, existe la posibilidad de que el acreedor
solicitante promueva un incidente concursal contra esta decisión. Si el informe es favorable a
la inclusión del crédito en el texto definitivo de la lista de acreedores, deberá darse traslado
del mismo a todas las partes personadas, las cuales dispondrán de un plazo de diez días para
alegar cuanto estimen conveniente. Si no se efectúan alegaciones (o si, realizadas, no se
oponen a la pretensión de modificación de los textos definitivos), entonces el juez acordará la
modificación mediante auto, sin que contra el mismo quepa recurso alguno. En el caso de que
sí se efectúen alegaciones contrarias a la pretensión de modificación del texto definitivo de la
lista de acreedores, entonces el juez del concurso resolverá mediante auto, contra el cual cabrá
interponer recurso de apelación.

10. LOS EFECTOS DE LA MODIFICACIÓN

En el caso de resultar reconocidos, los créditos incluidos en la lista de acreedores tras la


presentación de los textos definitivos tendrán «la clasificación que les corresponda con
arreglo a su naturaleza, sin que sea posible su subordinación al amparo del artículo 92­1.º»
(art. 97.3, último inciso, LC). Así, la clasificación de los créditos reconocidos mediante
modificación del texto definitivo de la lista de acreedores puede ir desde la condición de
privilegiados a la condición de subordinados. En efecto, aunque la Ley excluye la subordinación
por comunicación tardía, no resulta descartable que la subordinación se produzca por alguna
de las otras causas previstas (típicamente, recargos e intereses del art. 92-3.º LC, multas o
sanciones del art. 92-4.º LC, etc.).

Por otra parte, la solicitud de modificación del texto definitivo de la lista de acreedores no tiene
efectos suspensivos y, por ello, no impide la continuación de la fase solutoria del concurso, sea
esta convenida o liquidatoria (art. 97 ter.1 LC).

Como la solicitud de modificación del texto definitivo de la lista de acreedores no tiene carácter
suspensivo, es posible que parte de la masa activa se distribuya entre los acreedores
concursales en tanto se produce tal modificación. La Ley Concursal deja claro que las
operaciones de distribución del patrimonio del deudor realizadas antes del acceso del crédito
a la lista definitiva son completamente válidas (art. 97 ter.2 LC).

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TEMA 26 (Lección 56)


LAS SOLUCIONES DEL CONCURSO DE ACREEDORES

I. Las soluciones del concurso de acreedores


1. El convenio y la liquidación como soluciones del concurso
II. El convenio concursal
2. El concepto, la naturaleza y el contenido del convenio
3. La tramitación ordinaria del convenio
A. La presentación y tramitación de la propuesta
B. La aceptación por la colectividad de acreedores
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C. La aprobación judicial
4. La tramitación anticipada del convenio
5. Los efectos del convenio
6. La ejecución del convenio
III. La liquidación concursal
7. Concepto y apertura de la liquidación
8. Los efectos de la liquidación
9. Las operaciones de liquidación
10. El pago de los créditos
A. Las reglas generales para el pago
B. El orden de pago

I. LAS SOLUCIONES DEL CONCURSO DE ACREEDORES

1. EL CONVENIO Y LA LIQUIDACIÓN COMO SOLUCIONES DEL CONCURSO

Las soluciones del concurso de acreedores son el convenio y la liquidación. Las dos tienen
como finalidad la satisfacción de los acreedores, pero el medio empleado para ello es diferente:

-El convenio pretende conseguir esa satisfacción mediante quitas y/o esperas de los
créditos acordadas por el deudor concursado con la colectividad de los acreedores concursales.

-La liquidación pretende conseguir esa misma finalidad mediante la conversión en


dinero del activo concursal para el pago (hasta donde sea posible) a los acreedores en el orden
legalmente establecido.

En cualquiera de los casos, la solución material de la crisis puede ser la transmisión –


total o parcial– de la empresa (art. 146 bis en relación con el 100.2-III LC).

Art. 146 bis. Especialidades de la transmisión de unidades productivas

1. En caso de transmisión de unidades productivas, se cederán al adquirente los derechos y


obligaciones derivados de contratos afectos a la continuidad de la actividad profesional o empresarial
cuya resolución no hubiera sido solicitada. El adquirente se subrogará en la posición contractual de la
concursada sin necesidad de consentimiento de la otra parte. La cesión de contratos administrativos
se producirá de conformidad con lo dispuesto por el art. 226 del texto refundido de la Ley de Contratos
del Sector Público, aprobado por el Real Decreto Legislativo 3/2011, de 14 de noviembre.

2. También se cederán aquellas licencias o autorizaciones administrativas afectas a la continuidad de


la actividad empresarial o profesional e incluidas como parte de la unidad productiva, siempre que el
adquirente continuase la actividad en las mismas instalaciones.

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3. Lo dispuesto en los dos párrafos anteriores no será aplicable a aquellas licencias, autorizaciones o
contratos en los que el adquirente haya manifestado expresamente su intención de no subrogarse.
Ello sin perjuicio, a los efectos laborales, de la aplicación de lo dispuesto en el art. 44 del Estatuto de
los Trabajadores en los supuestos de sucesión de empresa.

4. La transmisión no llevará aparejada obligación de pago de los créditos no satisfechos por el


concursado antes de la transmisión, ya sean concursales o contra la masa, salvo que el adquirente la
hubiera asumido expresamente o existiese disposición legal en contrario y sin perjuicio de lo dispuesto
en el artículo 149.4.

La exclusión descrita en el párrafo anterior no se aplicará cuando los adquirentes de las unidades
productivas sean personas especialmente relacionadas con el concursado.
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Art. 100.2-III LC. También podrán incluirse en la propuesta de convenio proposiciones de enajenación,
bien del conjunto de bienes y derechos del concursado afectos a su actividad empresarial o profesional
o de determinadas unidades productivas a favor de una persona natural o jurídica determinada, que
se regirán por lo dispuesto en el art. 146 bis.

El deudor puede imponer la liquidación desde el primer momento del procedimiento con la
solicitud de concurso voluntario, o en cualquier momento de la fase común de tramitación del
concurso (art. 142.1 LC). Alternativamente, el deudor que reúna los requisitos legalmente
exigidos podrá presentar una propuesta anticipada de convenio desde el mismo momento de
la solicitud de concurso hasta la expiración del plazo de comunicación de créditos (art. 104 LC).
Si no hubiera optado por la liquidación y no hubiera presentado tampoco propuesta anticipada
de convenio, el propio concursado y los acreedores que superen el 20 por 100 del pasivo
podrán presentar propuesta ordinaria de convenio, lo que podrán hacer en el último tramo de
la fase común e incluso –siempre que el concursado no hubiera solicitado la liquidación– hasta
cuarenta días antes de la fecha señalada para la celebración de la junta de acreedores (art. 113
LC). Si no se presenta ninguna propuesta de convenio, se abrirá de oficio la fase de liquidación
(arts. 114.3 y 143.1-1.º LC).

En todos esos casos, el convenio y la liquidación tienen carácter alternativo; pero en otros las
dos soluciones no serán alternativas, sino sucesivas. Esto ocurrirá porque la apertura de la fase
de liquidación es preceptiva siempre que fracase la solución convenida (arts. 142.2 y 143 LC).

II. EL CONVENIO CONCURSAL

2. EL CONCEPTO, LA NATURALEZA Y EL CONTENIDO DEL CONVENIO

El convenio se define como un negocio jurídico fundado en el acuerdo de voluntades entre el


deudor concursado y la colectividad de sus acreedores y sancionado por el juez del concurso,
que tiene por objeto la satisfacción de los acreedores mediante las correspondientes quitas o
reducciones de los créditos y/o a través de las esperas o aplazamientos en los pagos. Se trata
de una operación compleja, en la que es necesario distinguir entre la tramitación y la ejecución
del convenio. La tramitación del convenio, que puede producirse de forma ordinaria o de
forma anticipada, incluye la conclusión del acuerdo entre el deudor y la colectividad de los
acreedores (como en cualquier contrato, propuesta y aceptación), pero también la necesaria
aprobación judicial. La ejecución del convenio comprende tanto la determinación de sus
efectos como el régimen de su cumplimiento o de su incumplimiento.

En este sentido, a la hora de determinar la naturaleza jurídica del convenio, tradicionalmente


se contraponen las teorías contractualistas y las teorías procesalistas, y la solución es
intermedia: el convenio comprende tanto un contrato entre el deudor y sus acreedores como
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un acto procesal de aprobación judicial.

El contenido del convenio queda sometido a normas imperativas (art. 100 LC).

A) En primer lugar, debe contener necesariamente quitas y/o esperas de los créditos.
Hay que señalar que no se establecen límites para el alcance de las quitas y la extensión de las
esperas, pero se prohíben las propuestas que alteren la cuantía de los créditos. Por su parte,
el contenido de las proposiciones de quita y/o espera tiene importantes consecuencias:

-Si las quitas son iguales o inferiores a la mitad del importe del crédito y las esperas no
superan los 5 años, para que la propuesta de convenio se considere aceptada por la junta será
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necesario que vote a favor de la misma, al menos, un 50 por 100 del pasivo ordinario.

-Si las quitas son superiores a la mitad del importe del crédito y las esperas superan los
5 años, pero en ningún caso son superiores a 10, será necesario el voto favorable del 65 por
100 del pasivo ordinario.

- En el caso de que la propuesta consista en el pago íntegro de los créditos ordinarios


en plazo no superior a 3 años o en el pago inmediato de los créditos ordinarios vencidos con
quita inferior al 20 por 100, será suficiente que vote a su favor una porción del pasivo superior
a la que vote en contra (art. 124 LC).

B) En segundo lugar, se prohíben los convenios de liquidación global y de cesión de


bienes y derechos en pago o para pago de deudas, salvo que se trate de cesiones en pago (no
para pago) de bienes o derechos no necesarios para la continuación de la actividad profesional
o empresarial, o de bienes afectos a créditos con privilegio especial, en los términos previstos
en la norma (art. 155.4 LC), y sin perjuicio de que el convenio pueda incluir tanto la fusión, la
escisión o la cesión global de activo y pasivo de la persona jurídica concursada como
enajenaciones de bienes concretos y determinados. Se admiten, además, los convenios de
enajenación total o parcial de la empresa en los que el adquirente asuma la continuidad de la
actividad empresarial o profesional. Estos se sujetan a una regulación especial, de modo que,
por regla general, la transmisión no llevará aparejada la obligación de pago de los créditos no
satisfechos por el concursado antes de la transmisión.

C) En tercer lugar, se prohíben aquellos convenios que alteren la clasificación de


créditos legalmente prevista, es decir, que modifiquen la consideración de un crédito como
privilegiado, ordinario o subordinado. Esa prohibición no impide que se ofrezca, como
proposición alternativa, a todos los acreedores o a los de una clase, la posibilidad de la
conversión de su crédito en acciones, participaciones, o cuotas sociales, o en obligaciones
convertibles, créditos subordinados, créditos participativos, en préstamos con intereses
capitalizables o en cualquier otro instrumento financiero de rango, vencimiento o
características distintas de la deuda original (arts. 100.2-I, 102 y 134.1.II in fine LC). Cuando se
ofrezca esa facultad, el convenio deberá establecer la alternativa aplicable en caso de falta de
ejercicio de la facultad de elección (art. 102.1 LC) y la facultad de elección habrá de ejercitarse
por cada acreedor (incluidos los acreedores subordinados).

La tramitación del convenio puede producirse de forma ordinaria o de forma anticipada, pero,
en todo caso, la propuesta de convenio deberá formularse por escrito, que deberá ir firmado
por los proponentes (el deudor o todos los acreedores que la presenten) y también, en su caso,
por aquellos terceros que presten garantías o financiación, realicen pagos o asuman cualquier
otra obligación. Además, deberá ir acompañada siempre de un plan de pagos y, en caso de

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continuación de la actividad profesional o empresarial por el propio concursado, se


acompañará también de un plan de viabilidad.

La propuesta no podrá ser condicionada, de modo que cuando su eficacia se someta a


condición, se tendrá por no presentada, salvo en el caso de concursos conexos, en los que la
propuesta que presente uno de los concursados podrá condicionarse a la aprobación judicial
del convenio en otro u otros de los concursos acumulados.

3. LA TRAMITACIÓN ORDINARIA DEL CONVENIO


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A. La presentación y tramitación de la propuesta

En el modelo ordinario del concurso de acreedores, a la fase primera o fase común sucede la
fase de convenio o la fase de liquidación. Si el concursado no hubiera optado antes por la
liquidación ni se hubiese aprobado un convenio anticipado, el juez dictará necesariamente
auto poniendo fin a la fase común del concurso y abriendo la fase de convenio, auto en el que,
además, se ordenará la convocatoria de junta de acreedores (art. 111 LC).

La propuesta ordinaria de convenio podrá ser presentada tanto por el deudor como por
acreedores que superen el 20 por 100 del total pasivo, en dos períodos distintos (art. 113 LC).:

-El primer período se extiende desde la finalización del plazo de comunicación de


créditos hasta la finalización del plazo de impugnación del inventario y de la lista de acreedores.

- El segundo período tiene carácter subsidiario: si no se hubiera presentado ninguna


propuesta de convenio con anterioridad ni tampoco hubiera el deudor solicitado la apertura
de la fase de liquidación, el juez abrirá la fase de convenio y podrán presentarse propuestas. Si
tampoco se presentase propuesta, el juez abrirá de oficio la fase de liquidación.

El juez deberá analizar si la propuesta o propuestas presentadas cumplen las condiciones


legalmente exigidas, determinando la admisión a trámite o el rechazo de la propuesta, y la
administración concursal evaluará su contenido, en relación con el plan de pagos y el plan de
viabilidad. Si el juez negara la admisión a trámite de la propuesta, declarará de oficio la
apertura de la fase de liquidación (arts. 114.3 y 143.1-1.º LC).

B. La aceptación por la colectividad de acreedores

La propuesta de convenio debe ser aceptada por la colectividad de los acreedores. La regla
general es que la aceptación tenga lugar en una junta, que será presidida por el juez (o,
excepcionalmente por la administración concursal) y que se entenderá constituida con la
concurrencia de acreedores titulares de, al menos, la mitad del pasivo ordinario del concurso.
Tienen derecho de asistencia todos los acreedores que figuren en la lista definitiva, quienes
podrán hacerse representar por cualquier persona, acreedor o no, que no sea el concursado o
persona especialmente relacionada. Deben asistir a la junta tanto el concursado como los
administradores concursales, aunque su incomparecencia no determinará la suspensión de la
junta, salvo que el juez así lo acordase.
Excepcionalmente, sin embargo, cuando el número de acreedores sea superior a 300, el juez
del concurso podrá acordar la tramitación escrita del convenio. En tal caso, el plazo para las
adhesiones –o los votos en contra– será de 90 días.

La atribución del derecho de adhesión y de voto es un reflejo de la clasificación de créditos.

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Tienen derecho de adhesión y de voto los acreedores concursales. Carecen de ese derecho,
por tanto, los créditos contra la masa, que deberán ser satisfechos a sus respectivos
vencimientos en cualquier estado del concurso. Pero no todos los acreedores concursales
tienen derecho de voto. Carecen de él dos categorías de acreedores: 1) los titulares de créditos
subordinados y 2) las personas especialmente relacionadas con el deudor que hubieran
adquirido su crédito por actos entre vivos después de la declaración de concurso. Finalmente,
los acreedores privilegiados tienen una posición especial, que tradicionalmente se denomina
derecho de abstención y que refleja, precisamente, el privilegio de que gozan: no quedan
afectados por el convenio y entonces podrán exigir inmediatamente su crédito a menos que
decidan involucrarse en él mediante el voto favorable a la propuesta de convenio.
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Para el cálculo de las mayorías exigidas, se computarán como votos favorables a una propuesta
los de los acreedores firmantes o adheridos que, no asistiendo a la junta, hayan sido tenidos
por presentes. Con carácter general, para que una propuesta de convenio se considere
aceptada, dependiendo de su contenido serán necesarias las siguientes mayorías:

-El voto favorable del 50 por 100 del pasivo ordinario si se trata de quitas iguales o
inferiores a la mitad del importe del crédito o de esperas no superiores a 5 años, o de la
conversión de deuda en préstamos participativos durante el mismo plazo cuando se trate de
acreedores distintos de los públicos o los laborales.

-El voto favorable del 65 por 100 del pasivo ordinario, cuando las esperas sean
superiores a 5 años, pero en ningún caso superiores a 10, y las quitas superiores a la mitad
del importe del crédito, y, en el caso de acreedores distintos de los públicos y los laborales,
incluya la conversión de deuda en préstamos participativos en el mismo plazo o recoja
cualquiera de los demás contenidos posibles del convenio con arreglo a la normativa.

- Por último, bastará que vote a favor del convenio una porción de pasivo superior de la
que vote en contra, cuando la propuesta consista en el pago íntegro de los créditos ordinarios
en plazo no superior a 3 años o en el pago inmediato de los créditos ordinarios vencidos con
quita inferior al 20 por 100.

Por otro lado, para que se considere aceptada una propuesta de convenio que atribuya un trato
singular a algunos acreedores, se exigirá, además, el voto favorable de la mitad del pasivo no
afectado por el trato singular o de una porción de ese pasivo superior a la que vote en contra
(art. 125 LC).

C. La aprobación judicial

Si la colectividad de acreedores no aceptara ninguna propuesta de convenio, el juez abrirá de


oficio la fase de liquidación (art. 143.1-2.º LC). Aceptada una propuesta por los acreedores, no
produce todavía efectos, sino que se somete a la aprobación judicial. En primer lugar, se
establece que el juez, de oficio, rechazará el convenio aceptado si aprecia alguna infracción
legal en el contenido del convenio, en la forma o en el contenido de las adhesiones o en la
tramitación (art. 131.1 LC).
En segundo lugar, en el plazo de 10 días, puede presentarse oposición a la aprobación del
convenio. Esta oposición puede fundarse en la infracción legal, en el contenido del convenio,
en la forma o del contenido de las adhesiones, en la constitución o en la celebración de la junta
o en la inviabilidad objetiva del cumplimiento del convenio.

Finalmente, en el plazo de 10 días, el concursado que no hubiere formulado la propuesta de

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convenio aceptada ni le hubiere prestado su conformidad podrá oponerse a la aprobación


judicial del convenio por infracción legal de contenido o de forma o solicitar la apertura de la
fase de liquidación. Si no presentara oposición ni solicitara la apertura de la fase de liquidación,
quedará sujeto al convenio que resultare aprobado (art. 128.3 LC).

Cuando el juez, en cualquiera de esos casos, rechace el convenio aceptado por la colectividad
de acreedores sin que proceda acordar nueva convocatoria de la junta o nueva tramitación
escrita, declarará de oficio la apertura de la fase de liquidación.

4. LA TRAMITACIÓN ANTICIPADA DEL CONVENIO


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Para reducir el coste del concurso de acreedores y ofrecer a los deudores una solución rápida
a su insolvencia, se permite que, en determinadas condiciones, el convenio se tramite de forma
simultánea a la fase común. Es decir, de una manera anticipada. La propuesta anticipada de
convenio deberá presentarse antes de la finalización del plazo de comunicación de créditos
(art. 104.1 LC).

El convenio anticipado constituye una especialidad y tiene un carácter muy restrictivo. En


primer lugar, se concibe como un beneficio del deudor: la propuesta anticipada de convenio
sólo puede proceder del deudor, y no de los acreedores. Además, la facultad de presentar esa
propuesta no se concede a cualquier deudor, sino únicamente a aquellos que se consideran
merecedores del beneficio. A estos efectos, se establecen dos prohibiciones (art. 105 LC).

Art. 105. Prohibiciones

1. No podrá presentar propuesta anticipada de convenio el concursado que se hallare en alguno de los
siguientes casos:

1º Haber sido condenado en sentencia firme por delito contra el patrimonio, contra el orden
socioeconómico, de falsedad documental, contra la Hacienda Pública, la Seguridad Social o contra los
derechos de los trabajadores.
En caso de deudor persona jurídica, se dará esta causa de prohibición si hubiera sido condenado por
cualquiera de estos delitos alguno de sus administradores o liquidadores, o de quienes lo hubieran sido
en los tres años anteriores a la presentación de la propuesta de convenio.

2º Haber incumplido en alguno de los tres últimos ejercicios la obligación del depósito de las cuentas
anuales.

En segundo lugar, la propuesta anticipada tiene que ir acompañada de adhesiones de


acreedores cuyos créditos superen la quinta parte del pasivo presentado por el deudor, o la
décima parte en caso en que la propuesta se presente simultáneamente con la solicitud de
concurso (art. 106.1 LC). Por tanto, se trata de una propuesta que debe estar parcialmente
aceptada por los acreedores.

Por otro lado, como ya sabemos, en caso de que el deudor insolvente notificara al juez
competente que se encuentra negociando con sus acreedores un convenio anticipado, se
amplía hasta 4 meses el plazo para el cumplimiento del deber legal de solicitar el propio
concurso (art. 5.bis LC).

Corresponde a la administración concursal y al juez del concurso el control de la tramitación


anticipada del convenio. Una vez admitida a trámite, corresponderá a la administración
concursal emitir un informe para evaluar el contenido de la propuesta, atendiendo al plan de

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pagos y, en su caso, al plan de viabilidad, a resultas del cual el juez acordará la continuación de
la tramitación o dejar sin efecto su admisión a trámite (art. 107 LC).

En la tramitación anticipada de convenio, la aceptación de los acreedores tiene lugar


necesariamente por escrito, a través de adhesiones (art. 108 LC), que deberán ser puras y
simples (art. 103.2 LC) y prestarse ante el secretario del juzgado en el que se tramite el
concurso o en instrumento público.
Alcanzadas las adhesiones legalmente exigidas, deberá todavía someterse a la aprobación
judicial en términos similares a los que vimos para la tramitación ordinaria.

Sin embargo, en este caso, la falta de aprobación judicial del convenio no conduce
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necesariamente a la fase de liquidación, porque el concursado puede optar también por


mantener la propuesta para su tramitación por la vía ordinaria o incluso por presentar una
nueva propuesta.

5. LOS EFECTOS DEL CONVENIO

En general, los efectos del convenio se producen desde la fecha de la sentencia de aprobación.
A partir de ese momento, las facultades de actuación del deudor y los derechos de los
acreedores estarán determinados por el propio convenio, que será obligatorio para el
concursado y para los acreedores a quienes afecta, aun cuando-por cualquier causa-no
hubieran sido reconocidos en el concurso. Además, el concurso no finalizará hasta el
cumplimiento íntegro del convenio.

Art. 133. Comienzo y alcance de la eficacia del convenio

1. El convenio adquirirá eficacia desde la fecha de la sentencia que lo apruebe, salvo que el juez, por
razón del contenido del convenio, acuerde, de oficio o a instancia de parte, retrasar esa eficacia a la
fecha en que la aprobación alcance firmeza.

Al pronunciarse sobre el retraso de la eficacia del convenio, el juez podrá acordarlo con carácter
parcial.

2. Desde la eficacia del convenio cesarán todos los efectos de la declaración de concurso, quedando
sustituidos por los que, en su caso, se establezcan en el propio convenio, salvo los deberes de
colaboración e información establecidos en el art. 42, que subsistirán hasta la conclusión del
procedimiento.

La administración concursal rendirá cuentas de su actuación ante el juez del concurso, dentro del plazo
que éste señale. El informe de rendición de cuentas será remitido mediante comunicación telemática
a los acreedores de cuya dirección electrónica se tenga conocimiento por la administración concursal.

3. No obstante su cese, la administración concursal conservará plena legitimación para continuar los
incidentes en curso, pudiendo solicitar la ejecución de las sentencias y autos que se dicten en ellos,
hasta que sean firmes, así como para actuar en la sección sexta hasta que recaiga sentencia firme.

4. Con el previo consentimiento de los interesados, en el convenio se podrá encomendar a la


administración concursal el ejercicio de cualesquiera funciones, fijando la remuneración que se
considere oportuna.

Por lo que se refiere al concursado, cesarán los efectos de la declaración de concurso, que
podrán ser sustituidos por las medidas prohibitivas o limitativas del ejercicio de las facultades
de administración y disposición que pueda fijar el convenio, y sin perjuicio de los deberes

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generales de comparecencia, colaboración e información (arts. 133.2-I, 137.1 y 42 LC).

Del mismo modo, cesará en su cargo la administración concursal, que deberá rendir cuentas
(art. 133.2-II LC), pero conservará la legitimación para continuar con los incidentes en curso y
para actuar en la sección de calificación que hubiera de formarse (art. 133.3 LC).

El convenio no afecta a los créditos contra la masa, que son posteriores a la apertura del
concurso, y deberán ser satisfechos a su vencimiento. Los créditos que sí quedan sujetos al
convenio son los que se concedan al concursado para financiar el plan de viabilidad.

Art. 134. Extensión subjetiva


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1. El contenido del convenio vinculará al deudor y a los acreedores ordinarios y subordinados, respecto
de los créditos que fuesen anteriores a la declaración de concurso, aunque, por cualquier causa, no
hubiesen sido reconocidos.

Los acreedores subordinados quedarán afectados por las mismas quitas y esperas establecidas en el
convenio para los ordinarios, pero los plazos de espera se computarán a partir del íntegro
cumplimiento del convenio respecto de estos últimos. Queda a salvo su facultad de aceptar, conforme
a lo previsto en el art. 102, propuestas alternativas de conversión de sus créditos en acciones,
participaciones o cuotas sociales, o en créditos participativos.

2. Los acreedores privilegiados sólo quedarán vinculados al contenido del convenio si hubieren votado
a favor de la propuesta o si su firma o adhesión a aquélla se hubiere computado como voto favorable.
Además, podrán vincularse al convenio ya aceptado por los acreedores o aprobado por el juez,
mediante adhesión prestada en forma antes de la declaración judicial de su cumplimiento, en cuyo
caso quedarán afectados por el convenio.

3. Sin perjuicio de lo dispuesto en el apartado anterior, los acreedores privilegiados quedarán también
vinculados al convenio cuando concurran las siguientes mayorías de acreedores de su misma clase,
según definición del art. 94.2:

a) Del 60 por ciento, cuando se trate de las medidas establecidas en el artículo 124.1.a)

b) Del 75 por ciento, cuando se trate de las medidas establecidas en el artículo 124.1.b)

En el caso de acreedores con privilegio especial, el cómputo de las mayorías se hará en función de la
proporción de las garantías aceptantes sobre el valor total de las garantías otorgadas dentro de cada
clase.

En el caso de acreedores con privilegio general, el cómputo se realizará en función del pasivo aceptante
sobre el total del pasivo que se beneficie de privilegio general dentro de cada clase.

Respecto a los acreedores concursales, es preciso atender de nuevo a la clasificación de


créditos. Así, el convenio vinculará a todos los créditos ordinarios. Vinculará también a los
créditos subordinados, que quedan afectados por las mismas quitas y esperas establecidas
para los ordinarios. En cuanto a los créditos privilegiados-con privilegio especial o con
privilegio general- sólo quedarán vinculados al contenido del convenio si hubieran votado a
favor de la propuesta, si su firma o adhesión a esa propuesta se hubiera computado como voto
favorable o si se adhieren con posterioridad a un convenio ya aceptado (art. 134.2 LC). Todo
ello sin perjuicio de que los acreedores privilegiados puedan verse vinculados por el convenio
cuando, dentro de cada clase de acreedores privilegiados (art. 94.2 LC), concurran
determinadas mayorías previstas por la norma (art. 134.3 LC). A estos efectos, la normativa
establece la posibilidad de que los acreedores privilegiados se vean «arrastrados» por el

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convenio, de modo que sus efectos se extenderán a los acreedores privilegiados disidentes
cuando concurran determinadas mayorías.

Los acreedores con garantía real que no se vean afectados por el contenido del convenio
podrán iniciar o continuar la ejecución o realización forzosa de sus créditos desde el momento
de la aprobación del convenio. Los acreedores con garantía personal tienen un tratamiento
especial: si no votan a favor del convenio que fuera aprobado mantendrán íntegros sus
derechos frente a obligados solidarios, fiadores y avalistas del concursado (art. 135. 1 LC). De
este modo, los obligados solidarios, fiadores y avalistas no podrán oponer el convenio a los
acreedores que no hubieran votado a favor. En cambio, frente a los acreedores con garantía
personal que hubieran votado a favor del convenio, la responsabilidad de los obligados
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solidarios, fiadores o avalistas del concursado se regirá por las normas aplicables a la obligación
que hubieran contraído o por los acuerdos alcanzados sobre el particular (art. 135.2 LC).

Como efecto específico y propio del convenio, los créditos de los acreedores afectados por el
convenio (es decir, privilegiados que hubiesen votado a favor o se hubieran visto «arrastrados»
por el convenio, ordinarios y subordinados) quedarán extinguidos en la parte a que alcance la
quita y aplazados en su exigibilidad por el tiempo de espera (art. 136 LC).

Art. 136. Eficacia novatoria

Los créditos de los acreedores privilegiados que hubiesen votado a favor del convenio, los de los
acreedores ordinarios y los de los subordinados quedarán extinguidos en la parte a que alcance la
quita, aplazados en su exigibilidad por el tiempo de espera y, en general, afectados por el contenido
del convenio.

Tal modificación del crédito quedará sin efecto en caso de declaración de incumplimiento del
convenio y consiguiente resolución (art. 140.4 LC).

6. LA EJECUCIÓN DEL CONVENIO

Para la ejecución del convenio alcanzado entre el concursado y la colectividad de acreedores y


aprobado por el juez, el propio convenio podrá establecer medidas prohibitivas o limitativas
del ejercicio de las facultades de administración y disposición del deudor (arts. 133.2 y 137.1
LC), que serán inscribibles en los correspondientes registros públicos. La infracción de esas
medidas constituirá incumplimiento del convenio cuya declaración podrá ser solicitada por
cualquier acreedor.

El deudor deberá informar cada 6 meses al juez del grado de cumplimiento del convenio.
Cuando lo considere íntegramente cumplido presentará al juez un informe y le solicitará la
declaración de cumplimiento. Sin embargo, debemos destacar que el correspondiente auto de
conclusión del concurso sólo se dictará cuando concurran dos requisitos: 1) que sea firme el
auto de declaración de cumplimiento del convenio y 2) que haya transcurrido el plazo de
caducidad de las acciones de declaración de incumplimiento o se hayan rechazado por
resolución firme las acciones presentadas (arts. 141 y 176.1-2.º LC). En efecto, cualquier
acreedor que estime incumplido el convenio podrá solicitar del juez del concurso la declaración
de incumplimiento. La declaración de incumplimiento supondrá la resolución del convenio y la
desaparición de los efectos de los créditos y constituye, además, causa de apertura de oficio de
la fase de liquidación (art. 143.1-5.º LC). Lo mismo sucederá cuando el juez declare la nulidad
del convenio (art. 143.1-4.º LC).

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III. LA LIQUIDACIÓN CONCURSAL

7. CONCEPTO Y APERTURA DE LA LIQUIDACIÓN

La liquidación es la fase del concurso de acreedores dirigida a convertir en dinero los bienes y
derechos que integran la masa activa para el pago a los acreedores por el orden legalmente
establecido. La liquidación del concurso se divide en dos etapas:

1) La etapa de realización de las operaciones de la liquidación (según el correspondiente


plan o según las reglas legales de liquidación);
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2) la etapa de pago a los acreedores, que podrá comenzar, aunque no estén terminadas
las operaciones de liquidación, en función de la liquidez de la masa activa y con las debidas
garantías.

En caso de que el concursado ejercitase actividad profesional o empresarial, la opción


legal preferida es la transmisión de la empresa, que deberá realizarse siempre que sea posible,
y con independencia de que se apruebe o no un plan de liquidación.

La liquidación puede ser voluntaria o necesaria. Además, «el deudor podrá solicitar la
liquidación en cualquier momento» (art. 142.1-I LC), siempre – claro está– que no hubiera
presentado una propuesta de convenio, y la apertura de la fase de liquidación habrá de
producirse dentro de los 10 días siguientes (art. 142.1-II LC). Las operaciones de liquidación se
iniciarán inmediatamente y de modo simultáneo a la determinación de las masas activa y
pasiva del concurso, y, en su caso, podrá pagarse a los acreedores antes incluso de que las
masas estén definitivamente formadas. Excepcionalmente, la administración concursal podrá
solicitar la apertura de la fase de liquidación, pero solo cuando hubiera cesado la actividad
profesional o empresarial del concursado.

La apertura de la liquidación se produce necesariamente siempre que no llegue a aprobarse


un convenio y siempre que se constate el fracaso del convenio aprobado. Se habla entonces
de liquidación necesaria o, más exactamente, de apertura necesaria de la fase de liquidación.
En unos casos, la liquidación se abre a solicitud de parte y en otros de oficio por el juez. La
liquidación deberá abrirse de oficio por el juez siempre que fracase la solución convenida. Por
otra parte, la Ley impone al concursado que hubiera alcanzado un convenio con sus acreedores
el deber de solicitar la liquidación cuando conozca la imposibilidad de cumplir los pagos
comprometidos y las obligaciones contraídas con posterioridad a la aprobación judicial del
convenio (art. 142.2-I) y concede a los acreedores la facultad de solicitar la liquidación cuando
acrediten la existencia durante la ejecución del convenio de alguno de los hechos que permiten
la solicitud de concurso (art. 142.2-II). Con estas dos medidas se persigue un paso rápido de la
fase de convenio a la fase de liquidación: se produce una conversión directa de la fase de
convenio a la fase de liquidación, sin necesidad de tener que solicitar la (nulidad o la) resolución
judicial del convenio que llegase a ser incumplido.

En todo caso, a la resolución judicial por la que se declare la apertura de la fase de liquidación
se le dará la publicidad prevista para la declaración de concurso.

8. LOS EFECTOS DE LA LIQUIDACIÓN

Durante la liquidación se mantendrán los efectos de la declaración de concurso contenidos en


el título III de la Ley, y se continuarán aplicando las normas sobre la administración concursal,

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sobre conclusión y reapertura del concurso, las normas procesales generales y sistemas de
recursos y las de derecho internacional privado.

Cuando se abre la fase de liquidación, el concursado se ve automáticamente suspendido en el


ejercicio de las facultades de administración y disposición de sus bienes. Esto es así porque el
procedimiento se dirige a la realización de los bienes y derechos que integran la masa activa
para repartir el producto entre los acreedores, y esa tarea se reserva a la administración
concursal.

Art. 145. Efectos sobre el concursado


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1. La situación del concursado durante la fase de liquidación será la de suspensión del ejercicio de las
facultades de administración y disposición sobre su patrimonio, con todos los efectos establecidos para
ella en el título III de la presente Ley.

Cuando en virtud de la eficacia, y conforme a lo previsto en al apartado 2 del artículo 133, la


administración concursal hubiera cesado, el juez, acordada que haya sido la apertura de la liquidación,
la repondrá en el ejercicio de su cargo o nombrará otra.

2. Si el concursado fuese persona natural, la apertura de la liquidación producirá la extinción del


derecho a alimentos con cargo a la masa activa, salvo cuando fuere imprescindible para atender las
necesidades mínimas del concursado y las de su cónyuge, pareja de hecho inscrita cuando concurra
alguna de las circunstancias previstas en el art. 25.3 y descendientes bajo su potestad.

3. Si el concursado fuese persona jurídica, la resolución judicial que abra la fase de liquidación
contendrá la declaración de disolución si no estuviese acordada y, en todo caso, el cese de los
administradores o liquidadores, que serán sustituidos por la administración concursal, sin perjuicio de
continuar aquéllos en la representación de la concursada en el procedimiento y en los incidentes en los
que sea parte.

-Vemos que cuando el concursado sea una persona natural, la apertura de la liquidación
producirá la extinción del derecho a alimentos con cargo a la masa activa, salvo cuando fuera
imprescindible para atender a las necesidades mínimas del concursado y de su cónyuge o
pareja de hecho (art. 145.2 LC).
-Cuando sea una persona jurídica, la resolución judicial de apertura de la fase de
liquidación contendrá la declaración de disolución, si no se hubiera producido con anterioridad,
así como la sustitución del órgano de administración y representación por la administración
concursal a los efectos de realizar las operaciones de liquidación (art. 145.3 LC).

Además, la apertura de la fase de liquidación conlleva dos efectos específicos sobre los créditos
(art. 146 LC): 1) el vencimiento anticipado de los que estuvieran aplazados y 2) la conversión
en dinero de los que consistan en otras prestaciones.

Como ya sabemos, en caso de liquidación deberá formarse (o reabrirse) la sección de


calificación del concurso (art. 167 LC), constituyendo la liquidación presupuesto necesario para
que se imponga, en los supuestos de concurso culpable, la eventual condena a la cobertura,
total o parcial, del déficit a los administradores y liquidadores, de derecho o de hecho, a los
apoderados generales, e incluso, en determinadas condiciones, a los socios de la persona
jurídica (art. 172 bis LC).

9. LAS OPERACIONES DE LIQUIDACIÓN

La administración concursal es quien realiza las operaciones de liquidación, que estarán

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vigiladas por el juez del concurso. La administración concursal elabora el plan de liquidación o
de realización de bienes y derechos integrados en la masa activa que tendrá que someterse a
la consideración del deudor, de los acreedores y, en su caso, de los representantes de los
trabajadores y ser aprobado por el juez. Si, por cualquier razón, el plan no fuera aprobado, se
aplicarán las reglas legales de liquidación (art. 149 LC). En todo caso, cuando el concursado sea
titular de una empresa y cuente con trabajadores a su cargo existe un principio general de
conservación de la empresa, de modo que se fomenta su transmisión global y la conservación
de los puestos de trabajo. Además, cualquiera que sea la forma de la liquidación, se establecen
varias normas imperativas: 1) la sucesión procesal de pleno derecho en caso de enajenación
de bienes litigiosos (art. 150 LC); 2) el deber de la administración concursal de emitir informes
trimestrales sobre la marcha de la liquidación (art. 152 LC) y 3) la posibilidad de separación de
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los administradores concursales cuando las operaciones de liquidación se prolonguen


excesivamente en el tiempo (art. 153 LC).

Art. 150. Bienes y derechos litigiosos

Los bienes o derechos sobre cuya titularidad o disponibilidad exista promovida cuestión litigiosa
podrán enajenarse con tal carácter, quedando el adquirente a las resultas del litigio. La administración
concursal comunicará la enajenación al juzgado o tribunal que está conociendo del litigio. Esta
comunicación producirá, de pleno derecho, la sucesión procesal, sin que pueda oponerse la contraparte
y aunque el adquirente no se persone.

Si el plan de liquidación no fuera aprobado, las operaciones de liquidación deberán ajustarse a


las reglas legales de liquidación, que también se aplicarán en todo lo que no hubiera previsto
el plan de liquidación (art. 149.1 LC).

-La primera regla legal hace referencia a la liquidación de las empresas o explotaciones
que integren la masa activa y contiene un conjunto de disposiciones dispersas:

a) La empresa se enajenará como un todo (salvo que el juez estime otra cosa en interés
del concurso), y mediante subasta. Cuando la enajenación se lleve a cabo mediante subasta se
fijará un plazo para la presentación de ofertas de compra de la empresa, que deberán incluir
un contenido mínimo exigido por la normativa.

b) No obstante, el juez podrá acordar la realización mediante enajenación directa o a


través de persona o entidad especializada cuando la subasta quede desierta o cuando
considere que es la forma más idónea en atención al interés del concurso y a la vista del informe
de la administración concursal. En caso de ofertas cuyo precio no difiera en más del 15 por 100
de la inferior, el juez podrá acordar la adjudicación a esta cuando considere que garantiza mejor
la continuidad de la empresa y de los puestos de trabajo, y permite una mejor satisfacción de
los acreedores (art. 149.1-3ª).

c) Cuando se opte por la transmisión global, se considerará, a los efectos laborales y de


la Seguridad Social, que existe sucesión de empresa (art. 149.4 LC).

-La segunda regla legal, que constituye una simple reiteración normativa, es la de que
la extinción o suspensión de contratos laborales o la modificación en las condiciones de trabajo
se someterá a lo dispuesto en la propia Ley.

-La tercera regla se refiere a las enajenaciones individuales de todos los demás bienes
de la masa activa, incluidos los que integren las empresas o explotaciones cuando no fuere
posible la transmisión global, que se realizarán conforme a las disposiciones establecidas en la

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LEC para el procedimiento de apremio.

Para finalizar, la norma prevé que el auto de aprobación del remate o de la transmisión de los
bienes o derechos realizados ya sea de forma separada, por lotes o formando parte de una
empresa o unidad productiva, acordará la cancelación de todas las cargas anteriores al
concurso constituidas a favor de créditos concursales, salvo las que gocen de privilegio especial
y se hayan transmitido al adquirente con subsistencia del gravamen (arts. 149.5 y 90 LC).

10. EL PAGO DE LOS CRÉDITOS


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A. Las reglas generales para el pago

La fase de liquidación del concurso de acreedores tiene como finalidad específica la satisfacción
de los créditos previamente reconocidos. A falta de normas especiales, habrán de considerarse
aplicables a los pagos concursales las reglas generales: podrá utilizarse cualquiera de los
medios habituales (transferencias, cheques, etc.), deberá exigirse recibo y, en su caso, hacer
constar el pago en el título; las cantidades correspondientes a los acreedores que no reciban el
pago deberán ser consignadas, etc. Evidentemente, el pago producirá la extinción del crédito,
sea total o parcial. Por su parte, “Si el pago de un crédito se realizare antes del vencimiento
que tuviere a la fecha de apertura de la liquidación, se hará con el descuento correspondiente,
calculado al tipo de interés legal” (art. 159 LC).

Atención especial merece el pago de los créditos con garantía personal. De un lado, el garante
(titular del crédito de regreso contra el concursado) no podrá ser satisfecho en la liquidación,
mientras no hubiera pagado íntegramente el crédito garantizado, en cuyo caso sustituirá al
acreedor principal. Cuando se produzca la concurrencia del crédito principal y del crédito de
regreso, porque el garante hubiera satisfecho sólo parcialmente el crédito garantizado con
anterioridad a la declaración de concurso, el acreedor tendrá derecho a obtener en el concurso
del deudor también los pagos correspondientes al garante hasta que, sumados a los que
perciba por su crédito, cubran el importe total (art. 160 LC).

Art. 160. Derecho del acreedor a la cuota del deudor solidario

El acreedor que, antes de la declaración de concurso, hubiera cobrado parte del crédito de un fiador o
avalista o de un deudor solidario tendrá derecho a obtener en el concurso del deudor los pagos
correspondientes a aquéllos hasta que, sumados a los que perciba por su crédito, cubran, el importe
total de este.

Por otra parte, en caso de crédito que hubiera sido reconocido en dos o más concursos de
deudores solidarios, el acreedor no podrá obtener, sumando lo percibido en todos los
concursos, una cantidad superior al importe del crédito y el codeudor concursado que haya
efectuado un pago parcial no podrá reintegrarse del pago realizado en los concursos de sus
codeudores mientras el acreedor no haya sido íntegramente satisfecho. Para hacer posible la
aplicación de esas reglas y coordinar los concursos, la administración concursal podrá retener
el pago hasta que el acreedor presente certificación acreditativa de lo percibido en los
concursos de los demás deudores solidarios y habrá de poner en conocimiento de las
administraciones concursales de los demás concursos los pagos realizados (art. 161 LC).

Art. 161. Pago de crédito reconocido en dos o más concursos de deudores solidarios

1. En el caso de que el crédito hubiera sido reconocido en dos o más concursos de deudores solidarios,
la suma de lo percibido en todos los concursos no podrá exceder del importe del crédito.

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2. La administración concursal podrá retener el pago hasta que el acreedor presente certificación
acreditativa de lo percibido en los concursos de los demás deudores solidarios. Una vez efectuado el
pago, lo pondrá en conocimiento de los administradores de los demás concursos.

3. El deudor solidario concursado que haya efectuado pago parcial al acreedor no podrá obtener el
pago en los concursos de los codeudores mientras el acreedor no haya sido íntegramente satisfecho.

Cuando a la liquidación hubiese precedido el cumplimiento parcial de un convenio, se


presumirán legítimos los pagos realizados, salvo que se probara la existencia de fraude,
contravención al convenio o alteración de la igualdad de trato a los acreedores. Los acreedores
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retendrán los pagos en su poder, pero no podrán participar en los cobros de las operaciones
de liquidación hasta que el resto de los acreedores de su misma clasificación hubiera recibido
pagos en un porcentaje equivalente (art. 162 LC).

Art. 162. Coordinación con pagos anteriores en fase de convenio

1. Si a la liquidación hubiese precedido el cumplimiento parcial de un convenio, se presumirán


legítimos los pagos realizados en él, salvo que se probara la existencia de fraude, contravención al
convenio o alteración de la igualdad de trato a los acreedores.

2. Quienes hubieran recibido pagos parciales cuya presunción de legitimidad no resultara desvirtuada
por sentencia firme de revocación, los retendrán en su poder, pero no podrán participar en los cobros
de las operaciones de liquidación hasta que el resto de los acreedores de su misma clasificación hubiera
recibido pagos en un porcentaje equivalente.

B. El orden de pago

El pago de los créditos se realizará por el orden legalmente establecido. Hay que distinguir los
créditos con privilegio especial y los créditos contra la masa de los restantes créditos (con
privilegio general, ordinarios y subordinados). Los primeros se satisfacen de una forma
especial, fuera de la graduación, y los segundos se satisfacen con el remanente de la masa
activa del concurso que resulte de la liquidación, de acuerdo con las normas de graduación de
los créditos.

a) El pago de los créditos con privilegio especial será siempre preferente y se hará con
cargo a los bienes y derechos afectos (art. 155.1 LC). Tenemos que destacar que esta
preferencia se ejerce sobre los demás créditos concursales y también sobre los créditos contra
la masa (art. 154-II LC). Además, si sobre un mismo bien o derecho concurren varios privilegios
especiales, se aplicará el principio de prioridad temporal.

Por otra parte, abierta la liquidación, los acreedores perderán el derecho de ejecución
en procedimiento separado (art. 57.3 LC), porque ello podría perjudicar la satisfacción de los
restantes acreedores en los casos en los que el bien gravado formara parte de un conjunto de
bienes. Por lo tanto, durante la liquidación podrá realizarse la venta de un conjunto de bienes
o derechos, aun cuando alguno de ellos estuviera sujeto a privilegio especial, de acuerdo con
el plan de liquidación o con las reglas legales de liquidación, asignándose en tal caso a los
acreedores privilegiados, con cargo al producto de la venta, las cantidades que les
correspondan en función del valor de su crédito, del valor de los bienes o derechos sobre los
que recaen sus privilegios y del conjunto de bienes ejecutado.

Como modalidad especial de ejecución concursal, se permite la enajenación de los bienes y


derechos afectos a créditos con privilegio especial con subsistencia del gravamen y con

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subrogación del adquirente en la obligación del deudor, que quedará excluida de la masa pasiva
(art. 155.3 LC). Con esta posibilidad se trata de conciliar el interés del concurso con el del
acreedor privilegiado en los casos en que el valor del bien o derecho objeto del privilegio
especial sea superior al del crédito privilegiado.

Cuando el crédito con privilegio especial sea satisfecho totalmente con el producto de su
ejecución, separada o colectiva, el remanente se integrará en la masa activa del concurso para
la satisfacción de los demás créditos. Si, por el contrario, el producto de la ejecución del bien
fuera insuficiente para la satisfacción íntegra del crédito con privilegio especial, en la parte no
satisfecha el crédito compartirá posición con los créditos ordinarios.
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b) Los créditos contra la masa tienen prioridad sobre los créditos concursales que no
disfruten de privilegio especial, lo que se reconoce estableciendo que serán satisfechos antes
de proceder al pago de los créditos concursales (art. 154 LC). Si la masa activa fuese insuficiente
para satisfacer todos los créditos contra la masa, se pagarán por el orden legalmente
establecido al efecto (art. 176 bis.2 LC).

Art. 176 bis.2.: Tan pronto como conste que la masa activa es insuficiente para el pago de los
créditos contra la masa, la administración concursal lo comunicará al juez del concurso, que lo pondrá
de manifiesto en la oficina judicial a las partes personadas.

Desde ese momento, la administración concursal deberá proceder a pagar los créditos contra la masa
conforme al orden siguiente, y en su caso, a prorrata dentro de cada número, salvo los créditos
imprescindibles para concluir la liquidación:

1º Los créditos salariales de los últimos treinta días de trabajo efectivo y en cuantía que no supere el
doble del salario mínimo interprofesional.

2º Los créditos por salarios e indemnizaciones en la cuantía que resulte de multiplicar el triple del
salario mínimo interprofesional por el número de días de salario pendientes de pago.

3º Los créditos por alimentos del artículo 145.2, en cuantía que no supere el salario mínimo
interprofesional.

4º Los créditos por costas y gastos judiciales del concurso.

5º Los demás créditos contra la masa.

c) Una vez satisfechos los créditos con privilegio especial y deducidos de la masa activa
los bienes y derechos necesarios para satisfacer los créditos contra la masa, comienza
propiamente la graduación de créditos. En primer lugar, se atenderá al pago de los créditos
con privilegio general, por el orden legalmente establecido y, en su caso, a prorrata dentro de
cada número. A continuación, se realizará, el pago de los créditos ordinarios, si bien se permite
excepcionalmente adelantar el pago, siempre que estén debidamente cubiertos los créditos
contra la masa y los privilegiados (art. 157 LC), y, finalmente, se procederá, en su caso, y una
vez satisfechos en su integridad los restantes créditos, al pago de los créditos subordinados,
por el orden legalmente establecido y a prorrata dentro de cada número (arts. 92 y 158 LC).

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TEMA 27 (Lección 57)


LA CALIFICACIÓN Y LA CONCLUSIÓN DEL CONCURSO DE ACREEDORES. LA
PUBLICIDAD DEL CONCURSO DE ACREEDORES. LA LEGISLACIÓN CONCURSAL
ESPECIAL E INTERNACIONAL

I. La calificación del concurso


1. La calificación de concurso culpable
2. La sección de calificación
3. Los efectos de la calificación de concurso culpable
II. La conclusión del concurso
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4. Las causas de conclusión


5. Los efectos de la conclusión del concurso
6. La reapertura del concurso
III. La publicidad del concurso
7. Los instrumentos de publicidad y su eficacia
8. El Registro público concursal
9. La publicidad registral
IV. La legislación concursal especial
10. Los concursos de acreedores con especialidades
11. La legislación concursal especial
V. La legislación concursal internacional
12. La legislación concursal internacional

I. LA CALIFICACIÓN DEL CONCURSO

1. LA CALIFICACIÓN DE CONCURSO CULPABLE

Según la Ley, el concurso puede ser fortuito o culpable. Estamos ante un concurso culpable
cuando en la generación o agravación del estado de insolvencia haya mediado dolo o culpa grave
del deudor o de sus representantes legales. Y, en caso de persona jurídica, cuando haya mediado
dolo o culpa grave de sus administradores o liquidadores, apoderados generales, y de quienes,
dentro de los 2 años anteriores a la fecha de la declaración de concurso hubieran tenido
cualquiera de estas condiciones. Por tanto, vemos que deben concurrir dos elementos: 1) un
elemento objetivo, que consiste en la generación o agravación del estado de insolvencia del
deudor; y 2) un elemento subjetivo, de modo que ese resultado debe haberse producido
actuando con dolo o culpa grave.

El concurso se califica como culpable cuando concurren determinados hechos considerados de


especial gravedad (art. 164.2 LC).

Art. 164.2. En todo caso, el concurso se calificará como culpable cuando concurra cualquiera de los
siguientes supuestos:

1º Cuando el deudor legalmente obligado a la llevanza de contabilidad incumpliera sustancialmente


esta obligación, llevara doble contabilidad o hubiera cometido irregularidad relevante para la
comprensión de su situación patrimonial o financiera.

2º Cuando el deudor hubiera cometido inexactitud grave en cualquiera de los documentos


acompañados a la solicitud de declaración de concurso o presentados durante la tramitación del
procedimiento, o hubiera acompañado o presentado documentos falsos.

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3º Cuando la apertura de la liquidación haya sido acordada de oficio por incumplimiento del convenio
debido a causa imputable al concursado.

4º Cuando el deudor se hubiera alzado con la totalidad o parte de sus bienes en perjuicio de sus
acreedores o hubiera realizado cualquier acto que retrase, dificulte o impida la eficacia de un embargo
en cualquier clase de ejecución iniciada o de previsible iniciación.

5º Cuando durante los dos años anteriores a la fecha de declaración de concurso hubieran salido
fraudulentamente del patrimonio del deudor bienes o derechos.

6º Cuando antes de la fecha de la declaración de concurso el deudor hubiese realizado cualquier acto
jurídico dirigido a simular una situación patrimonial ficticia.
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Se presume iuris tantum la existencia de concurso culpable, cuando exista un incumplimiento


de deberes impuestos legalmente (art. 165.1-1º a 3º):

a) Con carácter general, a cualquier deudor (incumplimiento del deber de solicitar el


concurso, de colaborar con el juez del concurso, facilitar la información necesaria, asistir a la
junta de acreedores, etc).

b) Respecto de los deudores obligados a llevar contabilidad incumplir el deber de


formular cuentas anuales, someterlas a auditoría o depositarlas en el Registro Mercantil en
alguno de los tres últimos ejercicios anteriores a la declaración de concurso.

También se presume culpable el concurso (salvo prueba en contrario) cuando los socios o
administradores se hubiesen negado-concurriendo determinadas circunstancias y sin causa
razonable- a la capitalización de créditos o una emisión de valores o instrumentos convertibles
y ello hubiera frustrado la consecución de un acuerdo de refinanciación ordinario de carácter
colectivo, de un acuerdo de refinanciación homologado o de un acuerdo extrajudicial de pagos.

En la sección de calificación se sanciona igualmente la cooperación con las personas afectadas.


Se consideran cómplices las personas que, con dolo o culpa grave, hubieran cooperado a la
realización de cualquier acto que haya propiciado la calificación del concurso como culpable.

2. LA SECCIÓN DE CALIFICACIÓN

La calificación del concurso es una operación del procedimiento dirigida a sancionar civilmente
las conductas del concursado, de sus representantes legales, de sus apoderados generales, de
sus administradores o liquidadores, de sus socios (aunque tengan responsabilidad limitada), e
incluso de terceros que hubieran provocado o agravado el estado de insolvencia que determina
la declaración de concurso. La calificación del concurso tiene sólo efectos civiles, hasta el punto
de que es legalmente independiente de las actuaciones penales que procedan por actos del
deudor que pudieran ser constitutivos de delito (art. 163.2 LC y art. 260.4 CP).

Art. 163. Calificación del concurso

1. El concurso se calificará como fortuito o como culpable.

2. La calificación no vinculará a los jueces y tribunales del orden jurisdiccional penal que, en su caso,
entiendan de actuaciones del deudor que pudieran ser constitutivas de delito.

La autonomía del Derecho penal respecto del Derecho concursal está clara. Las insolvencias
punibles tipificadas en el art. 257 del Código Penal, se declaran perseguibles aun cuando tras

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la comisión del delito se iniciara un concurso de acreedores (art. 257.5 CP). Del mismo modo,
la insolvencia punible tipificada en el art. 260 puede perseguirse «sin esperar a la conclusión
del proceso civil y sin perjuicio de la continuación de éste» (art. 260.3 CP). El procedimiento
concursal anterior o posterior no incide sobre el procedimiento penal.

En el concurso de acreedores, la formación de la sección de calificación no tiene carácter


necesario, sino que depende de la solución que se alcance -por ejemplo, convenio o
liquidación-. Así, en caso de apertura de la fase de liquidación el concurso deberá ser
necesariamente calificado. Sin embargo, en caso de convenio no se formará la sección de
calificación cuando se acuerde, para todos los acreedores o para los de una o varias clases -
entendiendo por tales las clases de acreedores privilegiados recogidas en la lista elaborada por
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la administración concursal-, una quita inferior a un tercio del importe de sus créditos o una
espera para el pago inferior a 3 años (art. 167.1-II LC), lo que suele denominarse convenio no
especialmente gravoso para los acreedores. Con esa medida, se trata de incentivar al deudor
que se encuentre en estado de insolvencia a instar su concurso mientras las expectativas de
satisfacción de los acreedores sean todavía razonables.

Cuando proceda, la calificación del concurso se realizará dentro una sección específica del
concurso (la sección sexta), cuya formación no se confía a la iniciativa de los interesados, sino
que se impone al propio juez del concurso, que deberá ordenarla de oficio. En el
correspondiente procedimiento-que terminará con la calificación del concurso de acreedores
como fortuito o como culpable- podrá personarse y ser parte cualquier acreedor (concursal o
de la masa) y, en general, cualquier persona que acredite interés legítimo.

La administración concursal tiene el deber de presentar al juez del concurso un informe sobre
los hechos que considere relevantes para la calificación, en el que habrá de incluir su propia
propuesta (de calificación). El informe consistirá en un escrito documentado y razonado, que
contendrá la determinación de los daños y perjuicios que, en su caso, se hubieran causado por
las personas afectadas por la calificación y por los cómplices. Cuando la administración
concursal propusiera la calificación del concurso como culpable, el informe deberá expresar la
identidad de las personas a las que deba afectar la calificación y de las que hayan de ser
consideradas cómplices.

El informe de calificación de la administración concursal se trasladará al Ministerio Fiscal, que


tiene la consideración de parte en esta sección, para que emita dictamen en el plazo de 10 días.
Si el Ministerio Fiscal no emite tal dictamen, se entenderá que el ministerio fiscal no se opone
a la propuesta de calificación formulada y el proceso seguirá su curso.

Si tanto la administración concursal como el ministerio fiscal se pronuncian a favor de la


calificación fortuita del concurso, se archivarán las actuaciones mediante auto, contra el que
no cabrá recurso alguno (art. 170.1 LC).

Cuando continúe la tramitación de la sección de calificación por no haberse archivado las


actuaciones, se deberá oír al concursado y se emplazará a todos los que puedan quedar
afectados por la calificación o ser declarados cómplices, que deberán comparecer en la sección
en el plazo de 5 días. Si el concursado o alguno de los comparecidos formularan oposición a la
calificación propuesta -oposición que podrá consistir en negar los hechos o en discutir sus
consecuencias jurídicas- se sustanciará por los trámites del incidente concursal (art. 171.1 LC).
Si no se hubiera formulado oposición, el juez del concurso dictará sentencia en el plazo de 5
días.

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3. LOS EFECTOS DE LA CALIFICACIÓN DE CONCURSO CULPABLE

La sentencia de calificación del concurso como culpable produce importantes efectos sobre las
personas afectadas y, en su caso, sobre los cómplices (art. 172.2 LC).

Los efectos de la calificación culpable del concurso recaen principalmente sobre el concursado,
pero cuando éste hubiese de actuar necesariamente a través de otras personas
(representantes legales, administradores o liquidadores, apoderados generales), las
consecuencias de la calificación recaerán en realidad sobre otras personas, que serán, por ello,
«afectadas por la calificación». Además, algunos efectos de la calificación se extenderán, en
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su caso, a terceras personas consideradas cómplices, por lo que la sentencia deberá declarar
también qué personas merecen esa consideración. El concepto de «personas afectadas por la
calificación» no coincide con el de «personas especialmente relacionadas con el concursado»,
aunque puede ocurrir que algunos sujetos tengan esa doble condición. En todo caso, la
determinación de las personas afectadas por la calificación ha de referirse a quienes hubiesen
causado o agravado la insolvencia del concursado.

Respecto a la calificación de un sujeto como cómplice del concursado se exige un doble


requisito: 1) la colaboración en la realización de actos que fundamenten la calificación del
concurso como culpable y 2) la ejecución de tal conducta con dolo o culpa grave. La
independencia de la calificación respecto del Derecho penal tiene en este caso consecuencias
importantes: Así, la noción concursal de complicidad se extiende a conductas distintas a las de
estricta cooperación (por ejemplo, encubrimiento). Y será posible que la conducta merezca el
correspondiente reproche penal con independencia de cuanto prevé la Ley Concursal. De este
modo, podrá ocurrir que, pese a la calificación concursal como cómplice, el tercero sea
condenado penalmente como autor.

En relación con los efectos personales y patrimoniales del concurso culpable:

- El primer efecto es la inhabilitación de las personas afectadas por la calificación para


administrar los bienes ajenos durante un período de 2 a 15 años, para representar a cualquier
persona durante el mismo período, y para el ejercicio del comercio, aunque se permite
excepcionalmente que la sentencia de calificación autorice al inhabilitado a continuar al frente
de la empresa o como administrador de la sociedad concursada (art. 172.2-2º-II LC). Para la
fijar la duración de la inhabilitación, se atenderá a la gravedad de los hechos y a la entidad del
perjuicio. Los administradores y liquidadores de la persona jurídica que sean inhabilitados
cesarán en sus cargos y si el cese impidiese el funcionamiento del órgano, la administración
concursal convocará junta o asamblea de socios para el nombramiento de quienes hayan de
sustituirles.

-El segundo efecto para las personas afectadas por la calificación o sus cómplices, es la
pérdida de cualquier derecho que tuvieran como acreedores en el concurso. También tendrán
que devolver los bienes o derechos que hubieran obtenido indebidamente e indemnizar por
los daños y perjuicios causados (art. 172.2-3º LC).

Por último, cuando la sección de calificación se hubiera formado o reabierto como


consecuencia de la liquidación concursal, la sentencia podrá condenar a todos o algunos de los
administradores y liquidadores, de hecho o de derecho, o apoderados generales, así como a
los socios que se hayan negado sin causa razonable a la capitalización de créditos o una emisión
de valores o instrumentos convertibles y hubieran sido declarados personas afectadas por la
calificación a la cobertura, total o parcial, del déficit, en la medida que la conducta que ha

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determinado la calificación culpable haya generado o agravado la insolvencia (art. 172 bis LC).
Y cuando la sección de calificación se hubiera reabierto a consecuencia del incumplimiento del
convenio, el juez para fijar la condena tendrá en cuenta el déficit del concurso, los hechos
declarados probados en la sentencia de calificación y los hechos determinantes de la
reapertura. En todo caso, se considera que existe déficit cuando el valor de los bienes y
derechos de la masa activa según el inventario de la administración concursal sea inferior a la
suma de los importes de los créditos reconocidos en la lista de acreedores.

Cuando concurran varios condenados, la sentencia deberá individualizar la cantidad a


satisfacer por cada uno de ellos de acuerdo con su participación en los hechos que hubieran
determinado la calificación del concurso. Por su parte, la legitimación para solicitar la ejecución
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de la condena corresponderá a la administración concursal. Respecto a las cantidades que se


obtengan en ejecución de la sentencia de calificación, se integrarán en la masa activa del
concurso.

Para hacer efectiva esa eventual «responsabilidad concursal» a la cobertura del déficit, el juez
podrá acordar, como medida cautelar, el embargo preventivo de bienes y derechos de quienes
pudieran resultar condenados (administradores, liquidadores y apoderados generales desde
los dos años anteriores a la declaración de concurso), cuando de lo actuado resulte fundada la
posibilidad de tal condena, medida que podrá ser sustituida por un aval de entidad de crédito
(art. 48 ter LC).

II. LA CONCLUSIÓN DEL CONCURSO

4. LAS CAUSAS DE CONCLUSIÓN

Como ya sabemos, las soluciones ordinarias del concurso son el convenio y la liquidación. Y se
consideran expresamente causas de conclusión del concurso tanto el cumplimiento íntegro
del convenio - exigiéndose la firmeza del auto que lo declare y la caducidad o rechazo de las
acciones de declaración de incumplimiento- (arts. 141 y 176.1-2.º LC), como la finalización de
la liquidación (arts. 152.2 y 3 y 176.1-2º LC).

Art. 141. Conclusión del concurso por cumplimiento del convenio.

Firme el auto de declaración de cumplimiento y transcurrido el plazo de caducidad de las acciones de


declaración de incumplimiento o, en su caso, rechazadas por resolución judicial firme las que se
hubieren ejercitado, el juez dictará auto de conclusión del concurso al que se dará la publicidad
prevista en los artículos 23 y 24 de esta Ley.

Art. 152.2. Dentro del mes siguiente a la conclusión de la liquidación de la masa activa y, si estuviera
en tramitación la sección sexta, dentro del mes siguiente a la notificación de la sentencia de
calificación, la administración concursal presentará al juez del concurso un informe final justificativo
de las operaciones realizadas y razonará inexcusablemente que no existen acciones viables de
reintegración de la masa activa ni de responsabilidad de terceros pendientes de ser ejercitadas ni otros
bienes o derechos del concursado. No impedirá la conclusión que el deudor mantenga la propiedad de
bienes legalmente inembargables o desprovistos de valor de mercado o cuyo coste de realización sería
manifiestamente desproporcionado respecto de su previsible valor venal.

También incluirá una completa rendición de cuentas, conforme a lo dispuesto en esta Ley. La
administración concursal adjuntará dicho informe mediante comunicación telemática a los acreedores
de cuya dirección electrónica se tenga conocimiento.

Junto al convenio y la liquidación, son causas -extraordinarias-de conclusión del concurso de

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acreedores (art. 176.1 LC) la revocación de su declaración, la insuficiencia de la masa activa


para satisfacer los créditos contra la masa, el pago íntegro de todos los créditos, la solvencia
sobrevenida del concursado y el desistimiento y la renuncia de todos los acreedores. No es
causa de conclusión del concurso el fallecimiento del concursado persona natural. En este caso,
el procedimiento continuará como concurso de la herencia, que se mantendrá indivisa durante
la tramitación.

La revocación del concurso no es en realidad un supuesto de conclusión del procedimiento,


más bien es la constatación judicial de que el concurso no debería haberse declarado. Aunque
en caso de revocación de la declaración de concurso todo lo actuado en el procedimiento
debería ser ineficaz, lo cierto es que el auto de declaración de concurso produce sus efectos de
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inmediato y es ejecutivo, aunque no sea firme (art. 21.2 LC), de modo que lo actuado habrá de
conservarse, tal y como sucede en los supuestos de nulidad de la sociedad. En este sentido, y
precisamente para impedir que los efectos del concurso mal declarado puedan llegar a superar
lo razonable, el juez puede excepcionalmente conceder efecto suspensivo general al recurso
de apelación o dictar la suspensión de algunas actuaciones.

Por otra parte, es evidente que el procedimiento tiene que concluir cuando todos los
acreedores han sido satisfechos o cuando se obtenga un resultado equivalente porque todos
los acreedores renuncien a su crédito o desistan del concurso. También, cuando desaparezca
el presupuesto objetivo del concurso, es decir, la situación de insolvencia, el concurso no podrá
mantenerse. Ahora bien, aunque el pago íntegro de los acreedores constituye una causa de
conclusión del concurso, el concurso no podrá considerarse totalmente concluido si está
formada la sección de calificación. En este sentido, es posible que el juez acuerde la conclusión
del concurso con el cierre de la sección primera y de las demás secciones formal y
materialmente terminadas y deje abierta la sección de calificación. El pago íntegro a los
acreedores no pone fin a la sección de calificación abierta como consecuencia de la apertura
de la liquidación, ni produce efecto alguno sobre su tramitación.

Es muy frecuente el supuesto de insuficiencia de la masa activa para satisfacer los créditos
contra la masa. Si no es posible la satisfacción de los créditos, el concurso no puede cumplir su
función. Una vez acreditada la imposibilidad de satisfacer un solo crédito concursal porque la
masa activa no sea suficiente ni tan siquiera para satisfacer el coste mismo del procedimiento
(los créditos contra la masa), parece evidente que el concurso debe finalizar (art. 176 bis LC).
Procederá la conclusión del concurso por insuficiencia de la masa activa en cualquier momento
-incluso en el propio auto de declaración-cuando el patrimonio del concursado no sea
presumiblemente suficiente para la satisfacción de los créditos contra la masa -y tales créditos
no se encontraran garantizados de forma suficiente por un tercero-, siempre que no sea
previsible el ejercicio de acciones de reintegración, de impugnación o de responsabilidad de
terceros ni la calificación del concurso como culpable. Por esa razón se especifica que no podrá
dictarse auto de conclusión del concurso por insuficiencia de la masa activa mientras se esté
tramitando la sección de calificación o estén pendientes demandas de reintegración de la masa
activa o de exigencia de responsabilidad de terceros, salvo que las correspondientes acciones
hubiesen sido objeto de cesión o fuese manifiesto que lo que se obtuviera de ellas no sería
suficiente para la satisfacción de los créditos contra la masa.

Pues bien, tan pronto como conste que la masa activa es insuficiente para el pago de los
créditos contra la masa, la administración concursal deberá proceder a pagar los créditos
contra la masa conforme a un orden fijado legalmente, y, en su caso, a prorrata dentro de cada
número, descontados los gastos necesarios para la conversión en dinero de los bienes y
derechos que eventualmente subsistan en la masa activa. El orden es el siguiente:

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1.º Los créditos salariales de los últimos treinta días de trabajo efectivo y en cuantía que
no supere el doble del salario mínimo interprofesional.
2.º Los créditos por salarios e indemnizaciones en la cuantía que resulte de multiplicar
el triple del salario mínimo interprofesional por el número de días de salario pendientes de
pago.
3.º Los créditos por alimentos del artículo 145.2, en cuantía que no supere el salario
mínimo interprofesional.
4.º Los créditos por costas y gastos judiciales del concurso.
5.º Los demás créditos contra la masa.

Hasta el día en que se dicte el auto de conclusión del concurso, los acreedores y
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cualquier otro legitimado podrán solicitar la reanudación del concurso, siempre que justifiquen
indicios suficientes para considerar que pueden ejercitarse acciones de reintegración o
aportando por escrito hechos relevantes que pudieran conducir a la calificación de concurso
culpable y que justifiquen el depósito o consignación ante el juzgado de una cantidad suficiente
para la satisfacción de los créditos contra la masa previsibles.

5. LOS EFECTOS DE LA CONCLUSIÓN DEL CONCURSO

Si el concurso concluye por revocación de la declaración, por cumplimiento íntegro del


convenio, por pago íntegro de todos los créditos, por solvencia sobrevenida del concursado o
por desistimiento o renuncia de todos los acreedores, la finalidad del concurso habrá quedado
cumplida. Pero si concluye por liquidación -sin pago íntegro de los créditos-o por insuficiencia
de activo, tendremos que ver en qué situación se encuentran los créditos que no hayan sido
satisfechos. Si el concursado es persona jurídica, la conclusión del concurso por liquidación o
por insuficiencia de activo producirá la extinción y la cancelación de los correspondientes
asientos registrales (art. 178.3 LC), sin perjuicio de la posible reapertura del concurso si
sobrevinieran bienes (art. 179.2 LC). Por el contrario, el deudor persona natural continuará
siendo responsable de los créditos no satisfechos en el concurso. Los acreedores quedarán en
libertad para iniciar nuevas ejecuciones singulares en tanto no se acuerde la reapertura del
concurso o se declare un nuevo concurso, y, además, para tales ejecuciones, cuentan con la
inclusión de su crédito en la lista de acreedores del concurso concluido, que se equipara a esos
efectos a una sentencia de condena firme (art. 178.2 LC).

Art. 178. Efectos de la conclusión del concurso

1. En todos los casos de conclusión del concurso, cesarán las limitaciones de las facultades de
administración y disposición sobre el deudor subsistentes, salvo las que se contengan en la sentencia
firme de calificación o de lo previsto en los capítulos siguientes.

2. Fuera de los supuestos previstos en al artículo siguiente, en los casos de conclusión del concurso por
liquidación o insuficiencia de la masa activa, el deudor persona natural quedará responsable del pago
de los créditos restantes. Los acreedores podrán iniciar ejecuciones singulares, en tanto no se acuerde
la reapertura del concurso o no se declare nuevo concurso. Para tales ejecuciones, la inclusión de su
crédito en la lista definitiva de acreedores se equipara a una sentencia de condena firme.

3. La resolución judicial que declare la conclusión del concurso por liquidación o por insuficiencia de la
masa activa del deudor persona jurídica acordará su extinción y dispondrá la cancelación de su
inscripción en los registros públicos que corresponda, a cuyo efecto se expedirá mandamiento
conteniendo testimonio de la resolución firme.

Ahora bien, la norma contempla la posibilidad de que el deudor persona natural pueda
liberarse de los créditos que no hayan podido satisfacerse mediante el beneficio de la

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exoneración del pasivo insatisfecho (art. 178 bis). Para ello el deudor deberá presentar una
solicitud ante el juez del concurso a partir de dos posibles alternativas: 1ª) o bien se libera de
lo que reste una vez satisfechos en su integridad los créditos contra la masa y los créditos
concursales privilegiados y, si no hubiera intentado el acuerdo extrajudicial de pagos, al menos
el 25 por 100 del importe de los créditos concursales ordinarios; 2ª) o bien, si el deudor no ha
conseguido satisfacer ese umbral de pasivo, se liberará de los créditos ordinarios y
subordinados pendientes cuando acepte someterse a un plan de pagos por el cual las deudas
no exoneradas (créditos contra la masa y privilegiados) deberán ser satisfechas dentro de los 5
años siguientes a la conclusión del concurso. En principio, si se dan los requisitos exigidos por
la norma, el juez del concurso concederá el beneficio de exoneración del pasivo insatisfecho
con carácter provisional, declarando concluido el procedimiento, y si en los 5 años siguientes
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ningún acreedor solicita la revocación de la medida, podrá declararse su carácter definitivo.

En todos los casos de conclusión del concurso cesarán las limitaciones de las facultades de
administración y disposición del deudor, salvo las que se contengan en la sentencia firme de
calificación, y la administración concursal deberá rendir cuentas.

6. LA REAPERTURA DEL CONCURSO

Como hemos visto, si el concurso concluye por revocación de la declaración, por cumplimiento
íntegro del convenio, por pago íntegro de todos los créditos, por solvencia sobrevenida del
concursado o por desistimiento o renuncia de todos los acreedores, la finalidad del concurso
habrá quedado cumplida, por lo que se considerará definitivamente extinguido. Por el
contrario, si el concurso concluye por liquidación ­sin pago íntegro-o por insuficiencia de la
masa activa, la decisión legal de liberar de responsabilidad a los deudores personas naturales
solo cuando concurran determinadas circunstancias, y de extinguir a las personas jurídicas
deudoras obliga a prever la reapertura del concurso. A tal efecto, se establece, que tendrá la
consideración de reapertura del concurso la declaración de concurso de deudor persona
natural que se produzca dentro de los 5 años siguientes a la conclusión de un concurso por
liquidación o por insuficiencia de masa (art. 179.1 LC) y que la reapertura del concurso de una
persona jurídica que hubiera concluido por liquidación o por insuficiencia de la masa se limitará
a la fase de liquidación de los bienes y derechos aparecidos con posterioridad (art. 179.2 LC).
La característica fundamental de la reapertura del concurso es que se trata del mismo
procedimiento, que continúa, y no de un nuevo concurso. Por ello, el procedimiento reabierto
se limitará a actualizar las masas activa y pasiva y proceder en consecuencia (art. 180 LC).

Art. 179. Reapertura del concurso

1. La declaración de concurso de deudor persona natural dentro de los cinco años siguientes a la
conclusión de otro anterior por liquidación o insuficiencia de masa activa tendrá la consideración de
reapertura de éste. El juez competente, desde que se conozca esta circunstancia, acordará la
incorporación al procedimiento en curso de todo lo actuado en el anterior.

2. La reapertura del concurso de deudor persona jurídica concluido por liquidación o insuficiencia de
masa será declarada por el mismo juzgado que conoció de éste, se tramitará en el mismo
procedimiento y se limitará a la fase de liquidación de los bienes y derechos aparecidos con
posterioridad. A dicha reapertura se le dará la publicidad prevista en los artículos 23 y 24 procediendo
también la reapertura de la hoja registral prevista en el Reglamento del Registro Mercantil.

3. En el año siguiente a la fecha de resolución de conclusión de concurso por insuficiencia de masa


activa, los acreedores podrán solicitar la reapertura del concurso con la finalidad de que se ejerciten
acciones de reintegración, indicando las concretas acciones que deben iniciarse o aportando por
escrito hechos relevantes que pudieran conducir a la calificación de concurso como culpable, salvo que

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se hubiera dictado sentencia sobre calificación en el concurso concluido.

Art. 180. Inventario y lista de acreedores en caso de reapertura

1. Los textos definitivos del inventario y de la lista de acreedores formados en el procedimiento


anterior habrán de actualizarse por la administración concursal en el plazo de dos meses a partir de la
incorporación de aquellas actuaciones al nuevo concurso. La actualización se limitará, en cuanto al
inventario, a suprimir de la relación los bienes y derechos que hubiesen salido del patrimonio del
deudor, a corregir la valoración de los subsistentes y a incorporar y valorar los que hubiesen aparecido
con posterioridad; en cuanto a la lista de acreedores, a indicar la cuantía actual y demás
modificaciones acaecidas respecto de los créditos subsistentes y a incorporar a la relación los
acreedores posteriores.
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III. LA PUBLICIDAD DEL CONCURSO

7. LOS INSTRUMENTOS DE PUBLICIDAD Y SU EFICACIA

La diversidad de intereses implicados exige que la apertura del concurso tenga una amplia
publicidad con el fin informar de la declaración al deudor y a los terceros relacionados. La Ley
contempla distintas medidas de publicidad, unas registrales y otras extrarregistrales, unas
generales y obligatorias, y otras complementarias y facultativas, si bien todas habrán de
realizarse preferentemente por medios telemáticos, informáticos y electrónicos, en la forma
que reglamentariamente se determine, garantizando la seguridad y la integridad de las
comunicaciones.

-La publicidad concursal se realizará a través de medios extrarregistrales, mediante


edictos publicados en el tablón de anuncios del juzgado o en el Boletín Oficial del Estado, o a
través de los diferentes registros públicos, así como mediante la publicación en el Registro
público concursal.

Tanto las medidas de publicidad extrarregistral como la publicación de las resoluciones


judiciales o sus extractos en el Registro público concursal tienen un valor meramente
informativo.

- En cuanto a la publicidad en los registros públicos, se establece el carácter obligatorio


de la inscripción (art. 24 LC). Respecto al auto de declaración de concurso no podemos afirmar
que la inscripción en los registros públicos esté dotada de eficacia sustantiva, ya que dicha
resolución producirá sus efectos de inmediato, abrirá la fase común de tramitación del
concurso y será ejecutiva, aunque no sea firme (art. 21.2 LC). Por lo que se refiere a las demás
resoluciones, parece que tampoco podría atribuirse a la inscripción una eficacia constitutiva
que la ley no reconoce.

En todo caso, la Ley no dispone las mismas medidas de publicidad para todas las resoluciones
que se originan en el procedimiento concursal.

En principio, y con respecto al auto de declaración de concurso, se prevé la publicación, de


forma urgente y gratuita, de un extracto en el BOE, que contendrá los datos indispensables
para la identificación del concursado (incluyendo su Número de Identificación Fiscal), el
juzgado competente, el número de autos y el de identificación general del procedimiento, la
fecha del auto de declaración de concurso, el plazo establecido para la comunicación de los
créditos, la identidad de los administradores concursales, el domicilio postal y la dirección
electrónica señalados para que los acreedores efectúen la comunicación de créditos, el

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régimen de suspensión o intervención de las facultades del concursado y la dirección


electrónica del Registro público concursal donde se publicarán las resoluciones que traigan
causa del concurso (art. 23.1-II LC). Esta publicidad obligatoria podrá ser complementada por
el juez con cualquier otra medida de publicidad que considere imprescindible para la efectiva
difusión de los actos del concurso.

Por otro lado, la normativa se ocupa de la publicidad de «las demás resoluciones», que, serán
publicadas mediante edictos en el Registro público concursal y en el tablón de anuncios del
juzgado.

8. EL REGISTRO PÚBLICO CONCURSAL


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El auto de declaración de concurso y el resto de resoluciones concursales que deban ser objeto
de publicidad, se insertarán en el Registro público concursal con arreglo al procedimiento que
reglamentariamente se establezca.

El Registro público concursal se configura en base a tres exigencias fundamentales:

1ª) La unidad de información. Las resoluciones concursales que se adopten a lo largo


del proceso y también las preconcursales, son objeto de publicidad a través de este Registro.

2ª) La accesibilidad a la información concursal y preconcursal, dirigida a que la


publicidad pueda obtenerse de manera sencilla a través de Internet.

3ª) La coordinación o interconexión con los demás registros públicos para garantizar la
integración y coherencia de la información. Con este objeto se prevé también la conexión con
los registros de resoluciones concursales de los demás Estados miembros de la Unión Europea.

El Registro público concursal se llevará bajo la dependencia del Ministerio de Justicia y constará
de cuatro secciones:

1ª) En la sección primera -de edictos concursales-, se recogen todas las resoluciones
dictadas durante el proceso concursal que deban ser objeto de publicidad de acuerdo con la
ley.

2ª) La sección segunda -de publicidad registral-, contiene las resoluciones registrales
anotadas o inscritas en los distintos registros públicos (art. 24.1, 2 y 3 LC), incluyendo las que
declaren la culpabilidad del concursado.

3ª) La sección tercera -de acuerdos extrajudiciales-, recoge toda la información sobre la
iniciación y finalización de los procedimientos para alcanzar los acuerdos extrajudiciales de
pagos, así como las previsiones de publicidad edictal del proceso de homologación judicial de
los acuerdos de refinanciación.

4ª) Y en la sección cuarta de -administradores concursales y auxiliares delegados-, se


inscribirán las personas físicas o jurídicas que cumplan los requisitos que reglamentariamente
se establezcan para poder ser designado administrador concursal, y los autos por los que se
designen, inhabiliten o separen a los administradores concursales, o en los que se fije o
modifique su remuneración.

A destacar que el contenido del Registro deberá ser accesible de forma gratuita por Internet u

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otros medios de consulta telemática.

9. LA PUBLICIDAD REGISTRAL

Los efectos del concurso se producen sobre la persona del deudor y también sobre su
patrimonio, por eso la Ley Concursal contempla la inscripción de las resoluciones concursales
en los diferentes registros públicos.

“Si el deudor fuera persona natural, se inscribirán preferentemente, por medios telemáticos,
en el Registro Civil la declaración de concurso, con indicación de su fecha, el régimen de
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intervención o, en su caso, la suspensión de sus facultades de administración y disposición, así


como el nombramiento de los administradores concursales “(art. 24.1 LC).

Si el deudor fuera sujeto inscribible en el Registro mercantil , en la hoja correspondiente se


inscribirán: los autos y sentencias que acuerdan la declaración y reapertura del concurso
voluntario o necesario, la apertura de la fase de convenio y la aprobación del convenio, la
apertura de la fase de liquidación y la aprobación del plan de liquidación, la conclusión del
concurso y la resolución de la impugnación del auto de conclusión, la formación de la pieza de
calificación y la sentencia de calificación del concurso como culpable, así como cuantas
resoluciones se dicten en materia de intervención y suspensión de las facultades de
administración y disposición del concursado sobre los bienes y derechos que integran la masa
activa. En el supuesto de que el deudor no se hubiera inscrito (por ejemplo, empresarios
individuales –para los que la inscripción es potestativa, art. 19 CCom– o sociedades irregulares
–art. 39 LSC–) se practicará previamente la inscripción.

En cuanto a los bienes o derechos inscritos en registros públicos (por ejemplo, Registro de la
propiedad o Registro de bienes muebles), en el folio correspondiente a cada uno se inscribirá
la declaración de concurso, con indicación de su fecha, el régimen de intervención o suspensión
a que se encuentra sometido el deudor y el nombramiento de los administradores concursales.
Practicada dicha anotación o inscripción se producirá el cierre del registro y solo podrán
inscribirse aquellos embargos y secuestros posteriores a la apertura del procedimiento que
acuerde el juez del concurso, salvo que se trate de embargos dictados en procedimientos
administrativos o ejecuciones laborales que continúen tras la declaración de concurso, cuando
los bienes objeto de embargo no resulten necesarios para la actividad profesional o
empresarial del deudor (art. 24.4 en relación con el 55.1 LC).

El título inscribible en todos los casos será el correspondiente mandamiento librado por el
letrado de la administración de justicia, en el que se hará constar si la resolución es o no firme
(art. 24.5 LC).

IV. LA LEGISLACIÓN CONCURSAL ESPECIAL

10. LOS CONCURSOS DE ACREEDORES CON ESPECIALIDADES

La Ley prevé la posibilidad de concurso de la herencia, que podrá ser declarado en tanto no
haya sido aceptada pura y simplemente (art. 1.2 LC), y para solicitar la declaración de concurso
legitima al administrador de la herencia yacente, a los herederos y a los acreedores del deudor
fallecido (arts. 3.4 y 6.2-2º in fine), especificando que la solicitud formulada por un heredero
producirá los efectos de la aceptación de la herencia a beneficio de inventario.

Asimismo, y atendiendo a la persona del deudor, la norma contempla especialidades según

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que el deudor tuviera emitidos valores o instrumentos financieros negociados en un mercado


secundario oficial o fuera una entidad de crédito, una empresa de servicios de inversión o una
entidad aseguradora. En estos casos, una vez que el juez hubiera proveído sobre la solicitud
de declaración de concurso, sea voluntario o necesario, el letrado de la administración de
justicia tendrá que comunicarlo respectivamente al Banco de España, la Comisión Nacional del
Mercado de Valores o la Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones. De igual modo,
se dispone la notificación del auto de declaración de concurso de esas entidades (art. 21.5 LC)
y, en relación con el nombramiento de la administración concursal, se establece que el juez
nombre al administrador concursal de entre los propuestos por el Fondo de Reestructuración
Ordenada Bancaria cuando se trate del concurso de una entidad de crédito, por la Comisión
Nacional del Mercado de Valores cuando se trate de concursos de entidades sujetas a su
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supervisión, o por el Consorcio de Compensación de Seguros en el caso de entidades


aseguradoras (art. 27.6 LC).

11. LA LEGISLACIÓN CONCURSAL ESPECIAL

La Ley Concursal no agota la materia relativa a la insolvencia del deudor. Existe una legislación
concursal especial (disp. adic. 2.ª LC), dictada para las crisis de las entidades de crédito, de
inversión y de seguro, cuya razón de ser se encuentra en las repercusiones de esas crisis sobre
el sistema financiero. Entre las disposiciones consideradas como legislación concursal especial
destaca el Capítulo II del Título I del Real Decreto-ley 5/2005, de 11 de marzo, de reformas
urgentes para el impulso a la productividad y para la mejora de la contratación pública, que,
de forma común a los mercados financieros, establece un tratamiento concursal muy especial
de los acuerdos de compensación y de las denominadas «garantías financieras».

Además, han de tenerse en cuenta las peculiaridades de cada uno de los referidos sectores.

a) En relación con las entidades de crédito, encontramos la Ley 11/2015, de 18 de junio,


de recuperación y resolución de entidades de crédito y empresas de servicios de inversión,
que supone la transposición del Derecho de la Unión Europea sobre resolución de entidades
de crédito y empresas de servicios de inversión. La Ley 11/2015, cuyo desarrollo reglamentario
se produce por el Real Decreto 1012/2015, de 6 de noviembre, contempla un conjunto de
medidas a aplicar en tres fases: una fase de actuación temprana, una fase preventiva de
resolución y una fase ejecutiva de resolución. Con esta regulación se busca incorporar en el día
a día de las entidades el análisis continuado sobre su capacidad para ser resueltas, de forma
que, llegado el caso, se pueda garantizar que la resolución de la entidad se lleve a cabo sin
riesgo para la estabilidad financiera, de manera ordenada y sin costes para el contribuyente.
La regulación contiene importantes mecanismos de intervención temprana cuando la entidad
todavía es viable e incluye actuaciones de carácter preventivo, que alcanzan incluso la
posibilidad de que se imponga a entidades perfectamente solventes la adopción de
modificaciones estructurales u organizativas en su línea de negocio.

Por otro lado, también habrá que tomar en consideración la normativa sobre tutela de los
ahorradores, que gira en torno al Fondo de Garantía Depósitos de Entidades de Crédito (RD1
16/2011, de 14 de octubre) que, en caso de insolvencia, satisface a los depositantes el importe
de los depósitos garantizados hasta el límite de 100.000 euros.

b) En relación con las empresas de servicios de inversión, habrá que atender, por un
lado, a la Ley del Mercado de Valores, y a la regulación correspondiente del Fondo de Garantía
de Inversiones (RD-l 948/2001, de 3 de agosto, sobre Sistemas de Indemnización de los
Inversores); y por otro, a la Ley 11/2015, de 18 de junio, de recuperación y resolución de

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entidades de crédito y empresas de servicios de inversión, aplicable a ambos tipos de


entidades financieras.

c) Hay también varias medidas especiales para el tratamiento de la crisis de las


entidades de seguro, contenidas principalmente en la Ley 20/2015, de 14 de julio, de
ordenación, supervisión y solvencia de las entidades aseguradoras y reaseguradoras, y el
Real Decreto 1060/2015, de 20 de noviembre, que la desarrolla. En primer lugar, medidas de
control especial, que van desde prohibir la disposición de determinados bienes hasta exigir a
la entidad aseguradora un plan de recuperación para restablecer su situación financiera o un
plan de financiación a corto plazo o incluso intervenir la entidad y sustituir provisionalmente a
los órganos de administración. En segundo lugar, el Ministerio de Economía y Competitividad
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puede igualmente designar liquidadores o encomendar la liquidación al Consorcio de


Compensación de Seguros.

Hay que destacar que la liquidación administrativa de cualquier clase de entidades no impide
la apertura de la sección de calificación, aunque esa liquidación se realice al margen del
procedimiento concursal (art. 174 LC). La calificación se realizará sin necesidad de declaración
de un concurso de acreedores y no se formará en cualquier caso de intervención
administrativa, sino sólo cuando se adopten medidas que comporten la disolución y liquidación
de la entidad y que excluyan la posibilidad de declarar el concurso.

Constituye asimismo legislación concursal especial, aunque de naturaleza y finalidad


diferentes:

a) La relativa a las entidades deportivas que participen en competiciones oficiales, a las


que se reconocen «las especialidades que para las situaciones concursales prevean la
legislación del deporte y sus normas de desarrollo», (disp. adic. 2ª bis LC). Tales
«especialidades», que se basarían en la singularidad del deporte profesional, consisten en
síntesis en conciliar los aspectos económicos con los competitivos, a fin de evitar que se acuda
al concurso de acreedores con el único objeto de incumplir obligaciones en este ámbito.

b) La relativa a las situaciones de insolvencia de las empresas concesionarias de obras y


servicios públicos, o contratistas de las administraciones públicas. A las que se aplicarán las
especialidades que se establezcan en la legislación de contratos del sector público y en la
legislación específica reguladora de cada tipo de contrato administrativo.

V. LA LEGISLACIÓN CONCURSAL INTERNACIONAL

12. LA LEGISLACIÓN CONCURSAL INTERNACIONAL

El incremento de las relaciones económicas internacionales ha supuesto un aumento de los


casos en los que la insolvencia produce efectos en diferentes países. Cada vez son más
frecuentes los concursos de acreedores en los que los bienes que integran la masa activa se
encuentran fuera del Estado en el que se ha abierto ese procedimiento judicial o en los que
existen acreedores extranjeros. De ahí la necesidad de dictar normas de Derecho internacional
privado para intentar solucionar los múltiples problemas de esta dimensión internacional del
concurso.

La Organización de las Naciones Unidas se ha ocupado de la insolvencia internacional mediante


una «Ley Modelo de la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil
Internacional sobre la Insolvencia Transfronteriza» de 1997 y, posteriormente, mediante una

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«Guía Legislativa de la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil


Internacional sobre el Régimen de la Insolvencia», que trata de favorecer la reforma de las
legislaciones nacionales para su aproximación (la Guía Legislativa se divide en cuatro partes
incorporadas sucesivamente en 2004, 2010 y 2013).

En el ámbito de la Unión Europea, la necesidad de una solución supranacional es, si cabe, aún
mayor, como consecuencia de la creación del mercado interior, y se materializó inicialmente
en el Reglamento (CE) número 1346/2000, del Consejo, sustituido por el Reglamento (UE)
2015/848 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 20 de mayo de 2015, sobre
procedimientos de insolvencia (vigente desde junio de 2017).
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Tanto la Ley Modelo como los Reglamentos europeos persiguen los mismos objetivos: facilitar
a los acreedores que no residen en el Estado de apertura del procedimiento la solicitud de
reconocimiento de los respectivos créditos y atribuir a los órganos concursales las facultades
necesarias para actuar sobre bienes situados en el territorio de otros Estados. Entre las demás
normas del Derecho derivado destaca la Recomendación de la Comisión de 12 de marzo de
2014, sobre un nuevo enfoque frente a la insolvencia y el fracaso empresarial, encaminada a
servir de inspiración a futuras reformas legislativas en los Estados miembros; y la Propuesta de
Directiva sobre marcos de reestructuración preventiva, segunda oportunidad y aumento de la
eficacia de los procedimientos de condonación, insolvencia y reestructuración, de 22 de
noviembre de 2016.

En el Derecho internacional privado de la insolvencia existen “dos modelos” contrapuestos:

1) El «modelo universal», en el que el procedimiento concursal es único, alcanzando a todos


los bienes del deudor y a todos los acreedores, sean nacionales o extranjeros.

2) El «modelo territorial» se caracteriza por la existencia de tantos procedimientos de


insolvencia como Estados en los que existan bienes y acreedores del deudor común.
En cada uno de esos procedimientos se aplica el Derecho vigente en el Estado en que se declara
el concurso territorial, siendo la masa activa y pasiva de cada uno de esos concursos la
correspondiente al territorio de cada Estado. La Ley Modelo de la Organización de las
Naciones Unidas -y, tras ella, los Reglamentos europeos-siguen un modelo intermedio que se
suele denominar de «universalismo mitigado»: el concurso de acreedores se declara en el
Estado donde el deudor tenga el centro de sus intereses principales; los tribunales de otro
Estado miembro sólo son competentes para abrir un procedimiento de insolvencia con
respecto a ese deudor si posee un establecimiento en el territorio del Estado, en cuyo caso los
efectos de este procedimiento secundario se limitan a los bienes del deudor situados en el
territorio de ese Estado miembro. La resolución de apertura de un procedimiento principal de
insolvencia queda reconocida en todos los demás Estados miembros desde el momento mismo
en que la resolución produzca efectos en el Estado de apertura, sin necesidad de trámite de
clase alguna; pero no impedirá la apertura de un procedimiento secundario de insolvencia por
parte del tribunal competente de otro Estado miembro.

Naturalmente, la ley aplicable al procedimiento principal de insolvencia y a los efectos de la


declaración judicial de apertura será la del Estado miembro en cuyo territorio hubiera sido
abierto, aunque con las muy importantes excepciones establecidas en el propio Reglamento
(arts. 8 a 18). El administrador concursal nombrado en el procedimiento concursal principal
puede ejercer en el territorio de cualquier otro Estado miembro los poderes que le hayan sido
conferidos por la ley del Estado en que se haya abierto el procedimiento principal, en la medida
en que no haya sido abierto ningún otro procedimiento de insolvencia ni adoptada ninguna

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medida cautelar contraria (art. 21.1).

El Título IX de la Ley española, dedicado a las normas de Derecho internacional privado, se


inspira en el Reglamento comunitario 1346/2000. La Ley Concursal española determina, pues,
los presupuestos y los efectos del concurso declarado en España, la tramitación del
procedimiento y la conclusión (art. 200), con las importantes excepciones reconocidas por la
propia LC (arts. 201 a 209), que se ocupa también de fijar las normas por las que se rigen los
posibles procedimientos territoriales o secundarios que se abran en España (arts. 210 a 213),
y de establecer las normas en relación con la información a los acreedores en el extranjero
(arts. 214, 217 y 219) y a los pagos efectuados a esos acreedores o al concursado en el
extranjero (arts. 216 y 218).
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A falta de tratados o convenios con otros Estados extracomunitarios, el reconocimiento en


España de las resoluciones extranjeras que declaren la apertura de un procedimiento de
insolvencia deberá realizarse mediante el procedimiento de exequátur (art. 220.1 LC), salvo
falta de reciprocidad o falta sistemática de cooperación por las autoridades de ese Estado
extranjero (art. 199.II). Una vez obtenido ese reconocimiento, cualquier otra solución dictada
en ese procedimiento de insolvencia se reconocerá en España sin necesidad de procedimiento
alguno (siempre que reúna determinados requisitos: art. 222 LC).

TEMA 28 (Lección 58)


EL DERECHO PRECONCURSAL

I. Introducción
1. Los institutos preconcursales
II. La comunicación de negociaciones
2. Las negociaciones
3. El régimen de la comunicación de negociaciones
4. El decreto del letrado de la administración de justicia
5. Los efectos de la comunicación
III. Los acuerdos de refinanciación
6. Las clases de acuerdos de refinanciación
7. La homologación de los acuerdos de refinanciación
IV. Los acuerdos extrajudiciales de pago
8. Los presupuestos del acuerdo
9. La tramitación y el contenido del acuerdo
10. Los efectos del acuerdo
V. El concurso consecutivo

1. LOS INSTITUTOS PRECONCURSALES

Al hablar de Derecho preconcursal nos referimos a institutos jurídicos heterogéneos,


regulados a partir de concepciones muy distintas en las legislaciones europeas, dirigidos bien
a evitar la insolvencia y, por tanto, el concurso de acreedores, o bien a eludir el concurso de
acreedores a pesar de la existencia de insolvencia. En la redacción originaria, la Ley Concursal
española no regulaba ninguno de estos institutos. La Exposición de Motivos destacaba el
principio de unidad que se manifestaba mediante un único procedimiento: el concurso de
acreedores. Sin embargo, la consideración de la insolvencia variaba respecto a la normativa
actual. En caso de concurso voluntario, el Derecho precedente se ampliaba admitiendo la
posibilidad de solicitar la declaración de concurso cuando esa insolvencia fuera meramente
inminente o amenazante y, por tanto, aunque todavía no se hubiera producido. Según las

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concepciones que inspiran la Ley 22/2003, de 9 de julio, el «riesgo de insolvencia», por sí


mismo, no autorizaba la adopción de medidas de clase alguna, y, paralelamente, la insolvencia,
actual o inminente, no tenía más solución que el concurso de acreedores: todo dentro del
concurso, nada fuera de él. Junto al concurso, la Ley se ocupaba de otro procedimiento: la
suspensión de pagos. Esta suspensión de pagos tenía carácter preventivo y se ponía a
disposición de los deudores que, con un activo superior al pasivo, no tuvieran obligaciones
vencidas o, en caso de tenerlas, las vencidas no superasen el 5 por 100 del total pasivo, siempre
que el vencimiento no fuera anterior en más de 3 meses a la fecha de iniciación del expediente.

Sin embargo, la realidad pronto demostró la ineficiencia de este sistema que la Ley Concursal
había diseñado partiendo de unos postulados inadecuados. Y así, a través de sucesivas
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reformas, se introdujeron en la LC dos institutos preconcursales cuyo denominador común es


evitar el concurso de acreedores: los acuerdos de refinanciación (que, en rigor, deberían
denominarse acuerdos de reestructuración porque pueden adoptarse sin necesidad de
obtener nuevos medios financieros), con un régimen disperso y confuso (así, especialmente,
art. 71 bis y disposición adicional 4ª) y los acuerdos extrajudiciales de pagos, regulados
fundamentalmente en el nuevo Título X de la Ley (arts. 231 a 242).

Para facilitar y culminar la consecución de estos acuerdos, la Ley Concursal establece ahora la
posibilidad de que, con una simple comunicación al juzgado competente del inicio de
negociaciones con los acreedores, el deudor consiga un «periodo de tranquilidad», en el que
se establece la prohibición de iniciar determinadas ejecuciones y la suspensión de algunas de
las que estén en curso. También, si el deudor se encuentra en estado de insolvencia actual, se
puede posponer el deber legal de solicitar el concurso voluntario y se puede evitar que, durante
ese período, los acreedores puedan obtener la declaración de concurso necesario. La Ley
arbitra un sistema muy sencillo, una comunicación al juzgado, de la que derivan tan
importantes efectos con el fin de evitar que, mientras tienen lugar las negociaciones con los
acreedores, los más diligentes traten de ejecutar los respectivos créditos o conseguir la
declaración de concurso.

En relación con los acuerdos de refinanciación, el empleo de este medio instrumental para
conseguir esos objetivos es potestativo: aunque no sea frecuente, es posible que el deudor
alcance un acuerdo de refinanciación sin que hubiera efectuado previamente esa
comunicación al juzgado. Por el contrario, en relación con los acuerdos extrajudiciales de
pagos, la comunicación al juzgado es obligatoria: el Registrador mercantil, el Notario o la
Cámara Oficial de Comercio, Industria, Servicios y Navegación deben comunicar de oficio la
apertura de negociaciones al juez competente.

II. LA COMUNICACIÓN DE NEGOCIACIONES

2. LAS NEGOCIACIONES

La negociación con los acreedores cuya existencia o cuya inminencia se pone en conocimiento
del juzgado puede tener distintas finalidades: puede tener como objeto conseguir un acuerdo
de refinanciación, o bien conseguir un acuerdo extrajudicial de pagos o, incluso, puede ser el
medio para alcanzar las adhesiones suficientes para presentar, junto con la solicitud de
concurso, una propuesta anticipada de convenio (art. 5 bis.1). En realidad, sólo las dos primeras
negociaciones constituyen medios encaminados a evitar el concurso de acreedores. La tercera
negociación intenta simplemente que la solicitud de concurso voluntario de acreedores que,
transcurrido el periodo de negociaciones, habrá de solicitar el deudor, vaya acompañada de las
adhesiones de acreedores a la propuesta anticipada de convenio necesarias para que el juez,

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en el mismo auto de declaración de concurso, pueda admitir a trámite la propuesta (art. 106.2).
Por lo general, la comunicación del inicio de las negociaciones debe especificar cuál es la
finalidad de las mismas. Ahora bien, aunque se hubiera especificado singularmente el objeto
de la negociación, no existen dificultades insuperables para entender que, fracasada esa
negociación para un acuerdo de refinanciación o incluso para un acuerdo extrajudicial de
pagos, se aproveche el «periodo de tranquilidad» con los acreedores para tratar de conseguir
adhesiones suficientes a una propuesta anticipada de convenio.

3. EL RÉGIMEN DE LA COMUNICACIÓN DE NEGOCIACIONES


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En cuanto a la legitimación para comunicar la existencia de negociaciones con los acreedores,


el régimen es distinto según el objeto de esas negociaciones. Si el objeto es alcanzar un
acuerdo de refinanciación –o una propuesta anticipada de convenio-, el único legitimado es
el deudor persona natural o jurídica, que no hubiera sido declarado en concurso. Si el deudor
fuera persona jurídica, la competencia para decidir si se efectúa la comunicación corresponde
al órgano de administración. Por el contrario, si el objeto de esas negociaciones fuera alcanzar
un acuerdo extrajudicial de pagos, el Notario, el Registrador mercantil o la Cámara Oficial de
Comercio ante los que se hubiera presentado la solicitud de nombramiento de un mediador
concursal harán la comunicación, una vez aceptado el nombramiento por el mediador (art. 5
bis.1). En el primer caso, es indiferente que el deudor se encuentre o no en estado de
insolvencia, sea actual o inminente. Incluso un deudor que no sea insolvente puede efectuar la
comunicación para intentar pactar con los acreedores una reestructuración del pasivo que, en
el supuesto de fracasar, podría generar el estado de insolvencia. En el segundo caso, el deudor
debe encontrarse ya en estado de insolvencia, sea actual, sea inminente (art. 231.1). Si el
deudor estuviera en estado de insolvencia actual, la comunicación del inicio de negociaciones
para un acuerdo de refinanciación o para un acuerdo extrajudicial de pagos sólo podrá
realizarse antes del vencimiento del plazo legalmente establecido para el cumplimiento del
deber de solicitar el concurso (art. 5 bis.2). Por supuesto, no se podrá formular esa
comunicación si el concurso hubiera sido ya declarado.

Aunque la Ley no lo ha previsto expresamente con carácter general, no existe inconveniente


en que, en los mismos casos en que es posible la solicitud de declaración conjunta de dos o
más deudores (art. 25.1), la comunicación de existencia de negociaciones para un acuerdo de
refinanciación se efectúe en un mismo escrito por dos o más deudores.

El objeto de la comunicación es la existencia de negociaciones con los acreedores para


conseguir cualquiera de las finalidades anteriores. Como consecuencia de la falta de
coordinación y de la falta de precisión de los textos legales, cuando la finalidad es la
consecución de un acuerdo extrajudicial de pagos, la comunicación que efectúa el Registrador
mercantil, el Notario o la Cámara Oficial de Comercio podría ser anterior o posterior a la
convocatoria a los acreedores. Cuando la finalidad es la consecución de un acuerdo de
refinanciación, la comunicación debe ser necesariamente posterior al inicio de las
negociaciones. Pero, en relación con los acuerdos de refinanciación, la Ley española no ha
establecido ningún requisito para acreditar la realidad de esas negociaciones o, al menos, que
los acreedores o algunos de ellos han sido convocados a una reunión a celebrar de modo
inmediato, aunque, en el momento de la comunicación al juzgado, esa primera reunión todavía
no hubiera tenido lugar. No se trata de un olvido, sino de una decisión poco meditada que ha
generado los más variados fraudes. En efecto, este grave defecto posibilita que la
comunicación se realice antes de iniciar las negociaciones o, incluso, antes de la convocatoria
a los acreedores; o que la comunicación se realice cuando ni siquiera exista la voluntad o la
posibilidad de negociar. Son muchos los casos en la práctica en los que con la comunicación lo

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único que se pretende es conseguir tiempo para preparar la solicitud de concurso o que, como
consecuencia del transcurso del periodo legal para las negociaciones, un determinado acto
quede fuera del periodo de los dos años anteriores a la declaración de concurso imposibilitando
o, cuando menos, dificultando el ejercicio de acciones de reintegración de la masa activa.

La comunicación deberá dirigirse al juzgado competente para declarar el concurso del deudor
mediante escrito firmado por procurador y por abogado. En la comunicación deberá razonarse
y acreditarse esa competencia, ya que, en caso contrario, el letrado de la administración de
justicia no podrá tenerla por efectuada. Frente a la regla general, según la cual la competencia
para declarar el concurso y, por tanto, para recibir la comunicación del inicio de negociaciones
corresponde a los juzgados de lo mercantil en el que el deudor tenga el centro de sus intereses
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principales (art. 10.1), si la comunicación se realiza por un deudor persona natural que no sea
empresario o por el Notario del domicilio del deudor ante quien se solicite el nombramiento
del mediador concursal (arts. 232.3-I y 242.bis), la competencia corresponde al juzgado de
primera instancia (art. 85.6 LOPJ).

En la comunicación se expresará que se han iniciado las negociaciones con los acreedores (o,
en el caso de los acuerdos extrajudiciales de pago, que se iniciarán próximamente), y, si
existieran, se indicará qué ejecuciones se siguen contra el patrimonio del deudor y cuáles de
ellas recaen sobre bienes o derechos que se consideran necesarios para la continuidad de la
actividad profesional o empresarial. La Ley no exige que se acompañe un inventario o una
relación de acreedores, ni tampoco que se acompañen las cuentas anuales.

Una vez formulada la comunicación, no podrá presentarse por el mismo deudor nueva solicitud
en el plazo de un año (art. 5 bis.6).

4. EL DECRETO DEL LETRADO DE LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA

El mismo día de la recepción de la comunicación, el letrado de la administración de justicia


dictará decreto dejando constancia de esa comunicación. La Ley excluye la intervención el juez.

En el decreto se harán constar las ejecuciones que se encuentran en curso sobre bienes o
derechos que, según la comunicación, fuesen necesarios para la continuidad de la actividad
profesional o empresarial del deudor. En caso de controversia sobre el carácter necesario del
bien o del derecho, quien ostente interés legítimo podrá interponer recurso de revisión ante el
juez.

En el decreto se ordenará la publicación en el Registro público concursal de edicto conteniendo


extracto de esa resolución. Si en el escrito de comunicación constara la solicitud del carácter
reservado de la comunicación, el letrado de la administración de justicia no ordenará la
publicación de ese edicto.

5. LOS EFECTOS DE LA COMUNICACIÓN

La comunicación del inicio de negociaciones no afecta la continuidad de la actividad profesional


o empresarial del deudor. Si se hubiera comunicado el inicio de negociaciones para tratar de
conseguir un acuerdo extrajudicial de pagos, la Ley establece expresamente que el deudor
deberá abstenerse de realizar cualquier acto de administración o de disposición que exceda de
los actos u operaciones propias del giro o tráfico de su actividad (art. 235.1).
En todo caso, la comunicación del inicio de negociaciones con los acreedores no impedirá que
el acreedor que disponga de garantía personal para la satisfacción del crédito pueda hacerla

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efectiva si el crédito garantizado hubiera vencido. En este sentido, los garantes no podrán
invocar la comunicación de la apertura de negociaciones en perjuicio del acreedor, incluso
aunque éste participe en esas negociaciones (art. 235.4).

Pero la comunicación produce de inmediato –no desde la fecha del decreto del letrado de la
administración de justicia-muy importantes efectos, que interesa destacar:

A) El primero es la prohibición de iniciar ejecuciones y la suspensión de aquellas que se


encuentren en curso, salvo que el acreedor ejecutante fuera titular de un crédito de Derecho
público (arts. 5 bis.4 y 235.2 LC y art. 568 LEC). Pero el régimen legal, además de no ser
coincidente respecto de cada uno de los dos institutos preconcursales, tiene importantes
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matices.

-En relación con la prohibición de iniciar ejecuciones, hasta que transcurran 3 meses a
contar desde la fecha de presentación de la comunicación del inicio de negociaciones para
tratar de alcanzar un acuerdo extrajudicial de pagos, ó 2 meses si el deudor fuera persona
natural que no tuviera la condición de empresario, la prohibición es absoluta: los acreedores
no pueden iniciar ejecuciones judiciales o extrajudiciales sobre los bienes y derechos
integrados en el patrimonio del deudor, cualquiera que sea la naturaleza o la función de esos
bienes o derechos [art. 235.2-a) y art. 242 bis.1-8º]. Si el objeto de la comunicación hubiera
sido el intento de alcanzar un acuerdo de refinanciación –u obtener adhesiones a una
propuesta anticipada de convenio-, la prohibición tiene un alcance limitado: durante esos
plazos los acreedores no podrán iniciar ejecuciones judiciales o extrajudiciales en las que
soliciten el embargo de bienes o derechos que sean necesarios para la continuidad de la
actividad profesional o empresarial del deudor (art. 5 bis.4).

-En total paralelismo, por lo que se refiere a la suspensión de ejecuciones , la Ley


establece que, cuando la comunicación tuviera por objeto la posibilidad de alcanzar un acuerdo
extrajudicial de pagos, las ejecuciones en tramitación se suspenderán en todo caso, durante
los plazos antes señalados, por el juez que estuviere conociendo de las mismas o, cuando la
comunicación tuviera por objeto la posibilidad de alcanzar un acuerdo de refinanciación, sólo
si los bienes afectados fueran necesarios para la continuidad de la actividad profesional o
empresarial del deudor.

Este régimen general de prohibición de inicio de ejecuciones y de suspensión de las ejecuciones


en curso tiene también algunas particularidades cuando los ejecutantes fueran titulares de
créditos financieros; y tiene la muy importante excepción de las garantías reales.

En efecto, a pesar la comunicación del inicio de negociaciones con los acreedores para alcanzar
un acuerdo de refinanciación –o para obtener adhesiones a una propuesta anticipada de
convenio-, los acreedores con garantía real podrán iniciar ejecuciones sobre los bienes o
derechos sobre los que se hubiera constituido la garantía. Si la garantía recayera sobre bienes
o derechos necesarios para la continuidad de la actividad profesional o empresarial del deudor,
una vez iniciado el procedimiento de ejecución, se suspenderá por el juez que esté conociendo
del mismo hasta que transcurran 3 meses a contar desde la fecha de presentación de la
comunicación de la apertura de negociaciones con los acreedores para obtener adhesiones a
una propuesta anticipada de convenio o para alcanzar un acuerdo de refinanciación.

Del mismo modo, a pesar de la comunicación del inicio de negociaciones con los acreedores
para tratar de alcanzar un acuerdo extrajudicial de pagos, los acreedores con garantía real
podrán iniciar ejecuciones sobre los bienes o derechos sobre los que se hubiera constituido

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la garantía. Si la garantía recayera sobre la vivienda habitual del deudor o sobre bienes o
derechos necesarios para la continuidad de la actividad profesional o empresarial del deudor,
una vez iniciado el procedimiento, la ejecución sobre esos bienes o derechos se suspenderá
por el juez que estuviere conociendo de las mismas hasta que transcurran 3 meses a contar
desde la fecha de la comunicación de la apertura de negociaciones con los acreedores o 2
meses si el deudor fuera persona natural que no tuviera la condición de empresario.

B) El segundo efecto de la comunicación es la posposición del cumplimiento del deber legal


de solicitar la declaración la declaración de concurso por parte de aquel deudor que, en el
momento de efectuar la comunicación, se encontrase en estado de insolvencia actual. Esa
posposición no es indefinida: transcurridos 3 meses desde la comunicación al juzgado de la
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apertura de negociaciones con los acreedores, o 2 meses si el deudor fuera persona natural
que no tuviera la condición de empresario, el deber deviene exigible, salvo que como
consecuencia de haber alcanzado cualquiera de esos acuerdos o por cualquier otra causa ya no
se encontrara en ese estado o salvo que, cuando hubiera fracasado el intento de conseguir un
acuerdo extrajudicial de pagos, ya lo hubiera solicitado el mediador concursal (art. 5.bis.5).

Por efecto de esa posposición del deber legal, las solicitudes de concurso que se presenten
después de la comunicación de la apertura de negociaciones por otros legitimados distintos
del deudor o, en el acuerdo extrajudicial de pagos, distintos del deudor o del mediador
concursal no se admitirán a trámite mientras no transcurra el plazo de 3 meses a contar desde
la fecha de esa comunicación o de 2 meses si el deudor fuera persona natural que no tuviera
la condición de empresario. Las presentadas antes de la comunicación, aunque aún no
hubieran sido admitidas a trámite, continuarán su tramitación. Las solicitudes que se presenten
con posterioridad a la expiración de esos plazos sólo se proveerán cuando haya transcurrido
un mes hábil sin que el deudor hubiera solicitado la declaración de concurso. Si el deudor
solicita la declaración de concurso dentro de ese mes, ésta se tramitará en primer lugar (art.
15.3). A estos efectos la solicitud del deudor se considera presentada el mismo día en que se
hubiera efectuado la comunicación del inicio de las negociaciones.

III. LOS ACUERDOS DE REFINANCIACIÓN

6. LAS CLASES DE ACUERDOS DE REFINANCIACIÓN

Los acuerdos de refinanciación de dividen en dos clases: 1) los acuerdos colectivos de


refinanciación y 2) los acuerdos singulares de refinanciación.

1) Los acuerdos colectivos de refinanciación son los acuerdos entre el deudor y los
acreedores que representen, al menos, las tres quintas partes del pasivo (deducidos los
créditos de aquellos acreedores que sean personas especialmente relacionadas con el deudor)
que tienen por objeto, al menos, la ampliación significativa del crédito disponible o la
modificación o la extinción de las obligaciones del deudor, bien sea mediante la prórroga de
la fecha de vencimiento, o bien mediante el establecimiento de nuevas obligaciones que
sustituyan a las que se extingan. La existencia de esa mayoría cualificada de pasivo debe
constar en certificación emitida por el auditor de cuentas del deudor o, si no estuviera
nombrado, del que nombre el Registrador mercantil. En todo caso, la Ley exige que el acuerdo
responda a un plan de viabilidad que permita la continuidad de la actividad profesional o
empresarial del deudor a corto y a medio plazo. Una vez alcanzado el acuerdo debe
formalizarse en instrumento público por todos los que lo hayan suscrito (art. 71 bis.1).
Los acuerdos colectivos de refinanciación pueden ser acuerdos de un solo deudor, sea persona
natural o jurídica, con todos o algunos de sus acreedores o acuerdos de grupo o de subgrupo,

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es decir, de sociedades pertenecientes a un mismo grupo o de parte de ellas. En esta clase de


acuerdos el porcentaje del pasivo se calculará tanto en base individual, en relación con todas y
cada una de las sociedades afectadas, como en base consolidada, en relación con los créditos
de cada grupo o subgrupo afectados, con exclusión en ambos casos de los préstamos y créditos
concedidos por sociedades del grupo (art. 71 bis.1).

2) Los acuerdos singulares de refinanciación son aquellos acuerdos entre el deudor y


uno o varios acreedores que tienen por objeto el incremento de la proporción del activo sobre
el pasivo siempre que el activo corriente resultante de dichos acuerdos sea igual o superior al
pasivo corriente. Los acuerdos singulares de refinanciación, así pues, pueden ser acuerdos
individuales, cuando se estipulan con un solo acreedor, o acuerdos plurales, cuando se
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estipulan con dos o más acreedores. A diferencia de los acuerdos colectivos de refinanciación,
la Ley no establece una mayoría determinada del pasivo para esta otra clase de acuerdos, sino
que fija dos límites importantes que no pueden ser sobrepasados:

1º) Que la proporción de los créditos con garantías personales o reales de los
acreedores que suscriban el acuerdo no puede ser superior a la existente antes del acuerdo, ni
superior al 90 por 100 del pasivo total afectado por el acuerdo.

2º) Que el tipo de interés aplicable a los créditos subsistentes o resultantes del acuerdo
a favor del o de los acreedores intervinientes no exceda en más de un tercio a la media de los
intereses aplicables a los créditos antes del acuerdo.

En todo caso, y al igual que en el supuesto anterior, Ley exige que el acuerdo responda
a un plan de viabilidad que permita la continuidad de la actividad profesional o empresarial del
deudor a corto y a medio plazo. El acuerdo, una vez alcanzado, debe formalizarse en
instrumento público por todos los que lo hayan suscrito (art. 71 bis.2).

Los acuerdos de refinanciación, sea acuerdos colectivos, sean acuerdos singulares, vinculan al
deudor, a los acreedores que lo hayan suscrito y, en caso de pasivo sujeto a un régimen o pacto
de sindicación, a todos los acreedores sindicados cuando quienes suscriban el acuerdo
representen, al menos, el 75 por 100 del pasivo sindicado, pero no extienden sus efectos a los
demás acreedores. Salvo que en el propio acuerdo se establezca otra cosa, el acuerdo adquirirá
eficacia desde la fecha del instrumento público en que se formalice.

7. LA HOMOLOGACIÓN DE LOS ACUERDOS DE REFINANCIACIÓN

La Ley prevé que determinados acuerdos de refinanciación pueden ser homologados por el
juez competente para la declaración de concurso. La homologación judicial tiene como efecto
la extensión de la eficacia del acuerdo homologado a acreedores que no lo habían suscrito. El
régimen de esta homologación se contiene en la disposición adicional cuarta de la Ley
Concursal.

Son acuerdos homologables los que reúnan los dos siguientes requisitos:

1) Que se trate de acuerdos colectivos de refinanciación, sean acuerdos alcanzados por


un solo deudor, sean acuerdos de grupo o de subgrupo. Los acuerdos singulares de
refinanciación no son susceptibles de homologación.

2) Que el acuerdo haya sido suscrito por acreedores que representen, en el momento
de su adopción, al menos, el 51 por 100 del «pasivo financiero», según certificación emitida

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por el auditor de cuentas del deudor. La Ley considera créditos financieros los procedentes de
cualquier endeudamiento cuya causa sea la financiación al deudor. En ningún caso tendrán la
consideración de créditos financieros los créditos de Derecho público, los créditos laborales y
los créditos por operaciones comerciales. Es indiferente que esos créditos, en caso de
concurso, se clasificaran como créditos ordinarios o como créditos privilegiados. Lo importante
es que el «pasivo financiero» alcance ese porcentaje.

La homologación requiere solicitud de deudor o de cualquier acreedor que haya suscrito el


acuerdo ante el juez que fuera competente para la declaración del concurso de acreedores del
deudor. En el caso de acuerdo colectivo de refinanciación de grupo o subgrupo será
competente para la homologación el juez que fuera competente para la declaración de
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concurso de acreedores de la sociedad dominante o, cuando ésta no hubiera suscrito el


acuerdo, el de la sociedad del grupo con mayor pasivo financiero que participe en el acuerdo.
Una vez examinada la solicitud y si el acuerdo fuera homologable, el juez dictará providencia
admitiéndola a trámite, y en esa misma providencia decretará que la paralización de las
ejecuciones singulares continúe hasta que acuerde o deniegue la homologación solicitada; y el
letrado de la administración de justicia ordenará la publicación de la providencia en el Registro
público concursal. Dentro de los 15 días siguientes a esa publicación, el juez homologará el
acuerdo colectivo de refinanciación si reúne los requisitos para ello. En el auto de
homologación, el juez decretará la finalización de las ejecuciones singulares que hubieran
quedado paralizadas, con archivo de las actuaciones. El acuerdo producirá sus efectos de
inmediato y tendrá fuerza ejecutiva, aunque no sea firme.

En el auto de homologación el juez declarará que el contenido del acuerdo colectivo de


refinanciación vincula al deudor, a los acreedores que lo hayan suscrito, a los acreedores
sindicados, en caso de pasivo sujeto a un régimen o pacto de sindicación, cuando quienes
suscriban el acuerdo representen, al menos, el 75 por 100 del pasivo sindicado, y, si
concurrieran determinados requisitos complementarios en función del contenido del acuerdo,
a los demás acreedores.

a) A los acreedores de pasivos financieros, cuyos créditos no gocen de garantía real o


por la parte de los créditos que exceda del valor de esa garantía que no hayan suscrito el
acuerdo de refinanciación o que hubieran mostrado su disconformidad al mismo, se extienden
los siguientes efectos:

1.º Las esperas por plazo no superior a 5 años, ya sean de principal, de intereses o de
cualquiera otra cantidad adeudada, y la conversión de los créditos en créditos participativos
durante el mismo plazo, si el acuerdo hubiera sido suscrito por acreedores que representen, al
menos, el 60 por 100 del pasivo financiero total.

2.º Las esperas por plazo superior a 5 años y no superior a 10, las quitas, la conversión
de los créditos en acciones o participaciones de la sociedad deudora o de otra sociedad, la
conversión de los créditos en créditos participativos por período superior a 5 años y no superior
a 10, en obligaciones convertibles, en créditos subordinados, en créditos con intereses
capitalizables o en cualquier otro instrumento financiero con características, rango o
vencimiento distintos de aquellos que tuvieran los créditos originarios, y la cesión de bienes o
derechos a los acreedores en pago o para pago de la totalidad o parte de la deuda, si el acuerdo
hubiera sido suscrito por acreedores que representen, al menos, el 75 por 100 del pasivo
financiero total.

b) A los acreedores de pasivos financieros con garantía real cuyo crédito no exceda del

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valor de la garantía que no hayan suscrito el acuerdo de refinanciación o que, antes o después
de la homologación, hubieran mostrado su disconformidad al mismo, se extienden los
siguientes efectos:

1.º Las esperas por plazo no superior a 5 años, ya sean de principal, de intereses o de
cualquiera otra cantidad adeudada, y la conversión de los créditos en créditos participativos
durante el mismo plazo, si ese efecto hubiera sido acordado por acreedores que representen,
al menos, el 65 por 100 del pasivo financiero con privilegio especial por razón del valor de la
garantía real.

2.º Las esperas por plazo superior a 5 años y no superior a 10, las quitas, la conversión
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de los créditos en acciones o participaciones de la sociedad deudora o de otra sociedad, la


conversión de los créditos en créditos participativos por período superior a 5 años y no superior
a 10, en obligaciones convertibles, en créditos subordinados, en créditos con intereses
capitalizables o en cualquier otro instrumento financiero con características, rango o
vencimiento distintos de aquellos que tuvieran los créditos originarios, y la cesión de bienes o
derechos a los acreedores en pago o para pago de la totalidad o parte de la deuda, si ese
específico efecto hubiera sido acordado por acreedores que representen, al menos, el 80 por
100 del pasivo financiero con privilegio especial por razón del valor de la garantía real.

Sin embargo, los acreedores de pasivos financieros que no hubieran suscrito el acuerdo de
homologación o que hubiesen mostrado su disconformidad al mismo a los que, por efecto de
la homologación, se extiendan los efectos del acuerdo de refinanciación del pasivo financiero
mantienen sus derechos frente a los obligados solidariamente con el deudor y frente a sus
fiadores o avalistas, quienes no podrán invocar ni la aprobación del acuerdo de refinanciación
ni los efectos de la homologación en perjuicio de aquéllos.

Dentro de los 15 días siguientes a la publicación de la homologación en el BOE los acreedores


de pasivos financieros afectados por la homologación judicial que no hubieran suscrito el
acuerdo de refinanciación o que hubiesen mostrado su disconformidad al mismo podrán
impugnar la homologación ante el mismo juez que hubiera homologado el acuerdo. La
impugnación no suspende la ejecución del acuerdo y sólo puede fundarse en dos motivos
taxativos: 1) No haber adoptado el acuerdo el 51 por 100 del total pasivo financiero, o 2) en el
carácter desproporcionado del sacrificio exigido al acreedor o acreedores que impugnen la
homologación. En todo caso, se considera desproporcionado el sacrificio si fuera diferente para
acreedores iguales o semejantes, así como si el acreedor que no goce de garantía real pudiera
obtener en la liquidación de la masa activa una mayor cuota de satisfacción que la prevista en
el acuerdo de refinanciación.

Las impugnaciones se tramitarán conjuntamente por los cauces del incidente concursal. La
sentencia que resuelva la impugnación de la homologación no es susceptible de recurso de
apelación. La estimación de la impugnación por el carácter desproporcionado del sacrificio
exigido a uno o varios de los acreedores, no impide, sin embargo, que se produzcan los efectos
de la homologación del acuerdo respecto de los demás acreedores a los que se extienda la
eficacia del acuerdo.
En caso de incumplimiento del acuerdo de refinanciación homologado, cualquier acreedor
podrá solicitar, ante el juez que lo hubiera homologado, la declaración de incumplimiento. Esta
solicitud se sustanciará por los trámites del incidente concursal. Declarado el incumplimiento,
los acreedores podrán instar la declaración de concurso o iniciar ejecuciones singulares.

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IV. LOS ACUERDOS EXTRAJUDICIALES DE PAGO

8. LOS PRESUPUESTOS DEL ACUERDO

El “acuerdo extrajudicial de pagos” es un instrumento de negociación impulsado por el


mediador concursal cuyo objetivo es la aprobación de un plan de pagos. Se sustancia ante el
Registrador mercantil, el Notario, o la Cámara Oficial de Comercio, y su fracaso conduce al
concurso consecutivo.

Pueden instar el procedimiento el deudor persona natural -sea o no empresario- o cualesquiera


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personas jurídicas, sean o no sociedades de capital. El régimen general aplicable al empresario


persona natural abarca a los sujetos que tuvieran la condición de empresarios según la
legislación mercantil (art. 1 CCom), y también a los que ejerzan actividades profesionales o
tengan aquella consideración a los efectos de la legislación de la Seguridad Social, y los
trabajadores autónomos. En el caso de las personas jurídicas, podrán acogerse al acuerdo
extrajudicial tanto las sociedades civiles como las mercantiles y tanto las de tipo personalista
como las capitalistas. En todo caso, será competente para decidir sobre la solicitud de acuerdo
extrajudicial de pagos el órgano de administración o de liquidación.

Frente al régimen general, en el supuesto de las personas naturales no empresarios, el


procedimiento de acuerdo extrajudicial de pagos contiene algunas especialidades dirigidas a
agilizar el acuerdo y reducir costes temporales y económicos (art. 242 bis LC).

La normativa exige que el deudor persona natural se encuentre en situación de insolvencia


actual o inminente y justifique que la estimación inicial de su pasivo no supera los 5 millones
de euros. En caso de persona natural empresario, esa justificación se hará aportando el
correspondiente balance. Para las personas jurídicas, se requiere que se encuentren estado de
insolvencia. Además, en caso de que fueran declaradas en concurso, éste no debe revestir
especial complejidad (art. 190 LC), y deben disponer que dispongan de liquidez suficiente para
satisfacer los gastos propios del acuerdo (art. 231.1 y 2 LC).

La regulación delimita también desde un punto de vista negativo los sujetos que no podrán
formular la solicitud para alcanzar un acuerdo extrajudicial de pagos (art. 231.3 y 4 LC) y los
acreedores que no se verán afectados por el acuerdo (art. 231.5).

Art. 231. 3. “No podrán formular solicitud para alcanzar un acuerdo extrajudicial de pagos:

1º Quienes hayan sido condenados en sentencia firme por delito contra el patrimonio, contra el orden
socioeconómico, de falsedad documental, contra la Hacienda pública, la Seguridad Social o contra los
derechos de los trabajadores en los 10 años anteriores a la declaración de concurso.

2º las personas que, dentro de los cinco últimos años, hubieran alcanzado un acuerdo extrajudicial de
pagos con los acreedores, hubieran obtenido la homologación judicial de un acuerdo de refinanciación
o hubieran sido declaradas en concurso de acreedores.”

Art. 231. 4. “No podrán acceder al acuerdo extrajudicial de pagos quienes se encuentren negociando
con sus acreedores un acuerdo de refinanciación o cuya solicitud de concurso hubiera sido admitida a
trámite.”

Art. 231. 5. “Los créditos con garantía real se verán afectados por el acuerdo extrajudicial conforme a
lo dispuesto por los artículos 238 y 238 bis.

Los créditos de derecho público no podrán en ningún caso verse afectados por el acuerdo extrajudicial,

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aunque gocen de garantía real.

No podrán acudir al procedimiento previsto en este Título las entidades aseguradoras y


reaseguradoras.

9. LA TRAMITACIÓN Y EL CONTENIDO DEL ACUERDO

El deudor que pretenda alcanzar un acuerdo extrajudicial de pagos tendrá que solicitar el
nombramiento de un mediador concursal, que se encargará de impulsar las negociaciones
entre el deudor y los acreedores según el procedimiento establecido. La tramitación del
expediente de acuerdo extrajudicial de pagos se inicia con la solicitud del deudor –mediante
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formulario normalizado-dirigida al Registrador mercantil de su domicilio o a la Cámara Oficial


de Comercio cuando haya asumido funciones de mediación, si se trata de un empresario o
entidad inscribible, o al Notario de su domicilio, si es una persona natural no empresario o una
entidad no inscribible.

La solicitud irá acompañada de un inventario de bienes, de una lista de acreedores, y de una


relación de los contratos vigentes y de los gastos previstos.

El nombramiento del mediador concursal ha de recaer en la persona natural o jurídica a la que


de forma secuencial corresponda de entre las que figuren en la lista oficial que se publicará en
el portal correspondiente del «BOE». El mediador concursal debe estar necesariamente inscrito
en el Registro de Mediadores y habrá de reunir las condiciones de mediador con arreglo a la
Ley 5/2012, de 6 de julio, de mediación en asuntos civiles y mercantiles, y de administrador
concursal (art. 27 LC).

Cuando la solicitud se haya dirigido a una Cámara Oficial de Comercio, la propia cámara
asumirá las funciones de mediación. En caso de personas naturales, el Notario podrá asumir
las funciones del mediador concursal.

De todas formas, una vez que el mediador concursal propuesto acepte el cargo, el Registrador
mercantil, el Notario, o la Cámara de Comercio comunicarán de oficio la apertura de las
negociaciones al juzgado competente para la declaración de concurso, y adoptarán las demás
medidas de publicidad previstas.

El mediador tiene un plazo de 10 días naturales para comprobar la existencia y cuantía de los
créditos y para convocar al deudor y a los acreedores a una reunión. Por lo que respecta al
deudor, podrá continuar con su actividad laboral, empresarial o profesional, pero desde la
presentación de la solicitud se abstendrá de realizar cualquier acto de administración y
disposición que exceda los actos u operaciones propias del giro o tráfico de su actividad.
Además, como hemos visto, no podrá ser declarado en concurso en tanto no concurran las
circunstancias previstas en el art. 5 bis de la LC.

En cuanto a los acreedores, desde la comunicación de la apertura de las negociaciones al


juzgado competente para la declaración de concurso, los acreedores que pudieran verse
afectados por el acuerdo no podrán iniciar ni continuar ejecuciones judiciales o extrajudiciales
sobre el patrimonio del deudor mientras se está negociando y hasta un plazo máximo de 3
meses. Esta medida no afectará a los acreedores con garantía real, que podrán iniciar o
continuar la ejecución forzosa de la garantía cuando no recaiga sobre bienes o derechos
necesarios para la continuidad de la actividad profesional o empresarial del deudor ni sobre su
vivienda habitual. Asimismo, los acreedores afectados deberán abstenerse de realizar acto
alguno dirigido a mejorar la situación en que se encuentren respecto del deudor común. Una
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vez anotada la apertura del procedimiento en los registros públicos de bienes, no podrán
anotarse, respecto de los bienes del deudor, embargos o secuestros posteriores a la
presentación de la solicitud de acuerdo extrajudicial de pagos, salvo los que pudieran
corresponder a los acreedores de Derecho público, los cuales no podrán en ningún caso verse
afectados por el acuerdo extrajudicial, aunque gocen de garantía real [arts. 231.5 y 235.2-a)].

El mediador concursal antes de la celebración de la reunión deberá remitir a los acreedores-


con el consentimiento del deudor- una propuesta de acuerdo extrajudicial de pago de los
créditos pendientes a la fecha de la solicitud.

El contenido de la propuesta de acuerdo extrajudicial es tan amplio como el previsto para el


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convenio concursal: esperas no superiores a diez años, quitas sin limitación alguna, la cesión
de bienes o derechos a los acreedores para pago de la totalidad o parte de los créditos, la cesión
de bienes o derechos en pago cuando los bienes o derechos cedidos no resulten necesarios
para la continuidad de la actividad profesional o empresarial del deudor, y la conversión de
deuda en acciones o participaciones de la sociedad deudora o en préstamos participativos por
un plazo no superior a diez años, en obligaciones convertibles o préstamos subordinados, en
préstamos con intereses capitalizables o en cualquier otro instrumento financiero. Además,
como ocurría en el caso del convenio concursal, la propuesta no podrá consistir en la
liquidación global del patrimonio del deudor para satisfacer sus deudas, ni podrá alterar el
orden de prelación de los créditos legalmente establecido, salvo que los acreedores
postergados lo consientan expresamente.

Junto a la propuesta de acuerdo extrajudicial habrá de incluirse un plan de pagos y un plan de


viabilidad y, en su caso, un plan de continuación de la actividad y la fijación de alimentos al
deudor y su familia. Por último, se acompañará una copia del acuerdo o solicitud de
aplazamiento de los créditos de Derecho público.

En los 10 días naturales siguientes al envío de la propuesta, los acreedores podrán presentar
propuestas alternativas o propuestas de modificación y, transcurrido ese plazo, el mediador
concursal remitirá los documentos definitivos que habrán de ser votados en junta. Cuando el
acuerdo extrajudicial de pagos propuesto sea aceptado por los acreedores conforme al
régimen de mayorías previsto se elevará a escritura pública y se producirá el cierre del
expediente, sin perjuicio de que se permita su impugnación, aunque por motivos tasados (art.
239 LC).

10. LOS EFECTOS DEL ACUERDO

En función del contenido del acuerdo, los créditos quedarán aplazados y remitidos conforme a
lo convenido y, en caso de cesión de bienes a los acreedores, los créditos se considerarán
extinguidos en todo o en parte. También, los acreedores podrán convertirse en socios de la
compañía o adquirir nuevos instrumentos financieros de rango, vencimiento y características
distintas de la deuda original. Además, ningún acreedor afectado por el acuerdo podrá iniciar
o continuar ejecuciones contra el deudor por deudas anteriores a la comunicación de la
apertura del expediente, y el deudor podrá solicitar la cancelación de los correspondientes
embargos del juez que los hubiera ordenado.

Ahora bien, podrán verse afectados por el acuerdo tanto los acreedores que lo aceptaron
expresamente como los acreedores que no lo hubieran aceptado o se hubieran mostrado
disconformes y tanto si gozan de garantía real como si no (arts. 238 y 238 bis LC). En el primer
caso, respecto de los acreedores que hayan suscrito el acuerdo extrajudicial, para el

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mantenimiento de las acciones que les corresponden contra los obligados solidarios y los
garantes personales del deudor habrá que estar a lo que se hubiera acordado en la respectiva
relación jurídica. En el segundo caso, cuando se trate de acreedores disidentes que resulten
afectados por el acuerdo, mantendrán sus derechos frente a los obligados solidariamente con
el deudor y frente a sus fiadores o avalistas (art. 240 LC).

El mediador concursal deberá supervisar el cumplimiento del acuerdo, y si el plan de pagos


fuera íntegramente cumplido, lo hará constar en acta notarial que se publicará en el Registro
Público Concursal. En otro caso, cuando el acuerdo fuera incumplido, el mediador concursal
deberá instar el concurso, considerándose que el deudor incumplidor se encuentra en estado
de insolvencia (art. 241 LC).
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V. EL CONCURSO CONSECUTIVO

Se considera concurso consecutivo el que se declara a solicitud del deudor, de los acreedores
o, en el caso de un acuerdo extrajudicial de pagos, también a solicitud del mediador, por la
imposibilidad de alcanzar algunos de los acuerdos de refinanciación o un acuerdo extrajudicial
de pagos tipificados en esta Ley, así como por la declaración judicial de nulidad, de ineficacia o
de incumplimiento del acuerdo alcanzado.

Será juez competente para declarar el concurso consecutivo el que hubiera declarado la
nulidad o la ineficacia del acuerdo o lo hubiera declarado incumplido o, en el caso de los
acuerdos de refinanciación homologados, el que lo hubiera homologado. En los demás casos
será juez competente el que conforme a las normas generales lo fuera para la declaración del
concurso.

El concurso consecutivo es un concurso con especialidades. Unas son comunes a los concursos
declarados tras el fracaso de cualquiera de esos acuerdos, mientras que otras son específicas
de cada uno de ellos.

A) Las especialidades comunes existen en materia de reintegración de la masa activa y de


calificación del concurso.

a) En caso de concurso consecutivo no podrán ejercitarse acciones de rescisión


concursal de los acuerdos de refinanciación homologados ni de acuerdos extrajudiciales de
pago, así como tampoco de los actos, los negocios jurídicos y los pagos que se hubieran
realizado en ejecución de esos acuerdos, cualquiera que fuera la naturaleza que tuvieran y la
forma en la que consten, ni de las garantías que se hubieran prestado o constituido conforme
a lo pactado en ellos, salvo que el acuerdo hubiera sido declarado nulo o ineficaz. Los acuerdos
de refinanciación no homologados podrán ser objeto de rescisión concursal conforme al
régimen general (art. 71 bis.3 y disp. ad. 4ª-13).

La legitimación para el ejercicio de las acciones rescisorias concursales o cualesquiera otras


acciones de impugnación de los acuerdos de refinanciación y de los acuerdos extrajudiciales de
pago corresponderá en exclusiva a la administración concursal. En ningún caso la acción podrá
ser ejercitada por los acreedores.

b) El concurso consecutivo se presume culpable, salvo prueba en contrario, cuando, sin causa
razonable, los administradores se hubiesen negado a proponer o los socios a acordar la
capitalización de créditos o una emisión de valores o instrumentos convertibles y esa negativa
hubiera frustrado la consecución de un acuerdo de refinanciación o un acuerdo extrajudicial

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de pagos. La presunción no será de aplicación a los administradores que, antes o durante la


junta general, hubieran recomendado la adopción del acuerdo de capitalización o la emisión
de valores o instrumentos convertibles, aun cuando la propuesta hubiera sido posteriormente
rechazada por los socios o por la junta.

En todo caso, para que la negativa de los socios a acordar la capitalización de créditos o una
emisión de valores o instrumentos convertibles determine la culpabilidad del concurso, el
acuerdo propuesto a la junta general deberá reconocer en favor de los socios de la sociedad
deudora un derecho de adquisición preferente en caso de enajenación de las acciones,
participaciones, valores o instrumentos convertibles por los acreedores que los hubieran
suscrito o a los que se hubieran adjudicado como consecuencia de ese acuerdo (art. 165.2-II
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LC).

En caso de persona jurídica podrán ser consideradas personas afectadas por la calificación,
además de los administradores o liquidadores y apoderados generales en los términos
previstos en la ley, los socios que, sin causa razonable, se hubieran negado a acordar la
capitalización de los créditos o a una emisión de valores o instrumentos convertibles o hubieran
votado en contra de la propuesta. La calificación de los socios como personas afectadas por la
calificación se realizará en función del grado de contribución que hubieran tenido en la
formación de la mayoría necesaria para el rechazo del acuerdo (art. 172.2-1º LC)

B) La principal especialidad de un concurso consecutivo a un acuerdo de refinanciación se


refiere a los créditos por generación de nuevos ingresos de tesorería: el 50 por 100 del
importe de los créditos concedidos por acreedores o por terceros en ejecución de un acuerdo
de refinanciación no rescindible que hubieran generado nuevos ingresos de tesorería tendrá la
consideración de créditos contra la masa, y el resto la de crédito con privilegio general (art.
84.2-11º LC).

C) En cuanto a las especialidades del concurso consecutivo a un acuerdo extrajudicial de


pagos la LC dispone que, encontrándose el deudor en situación de insolvencia actual o
inminente, el mediador concursal deberá solicitar de inmediato la declaración de concurso
cuando, dentro de los 10 días naturales siguientes al envío de la propuesta de acuerdo, los
acreedores que representen, al menos, la mayoría del pasivo que pudiera verse afectado por
la propuesta decidieran no continuar la negociación; o bien cuando la propuesta no fuera
aceptada por los acreedores, o el acuerdo extrajudicial de pagos alcanzado fuera incumplido
por el deudor. Asimismo, cuando se trate de un deudor persona natural no empresario en
situación de insolvencia, y en los 2 meses siguientes a la comunicación de apertura de
negociaciones al juzgado el mediador concursal considerase que no es posible alcanzar el
acuerdo, deberá solicitar la declaración de concurso consecutivo dentro de los 10 días
siguientes (art. 242 bis.9º LC). Por último, ante el fracaso del acuerdo extrajudicial de pagos y
concurriendo la situación de insolvencia del deudor, los acreedores podrán instar el concurso
(art. 242.1 LC), que habrá de tramitarse, en todo caso, como procedimiento abreviado, si bien
presentará una serie de especialidades:

En primer lugar, cuando la solicitud de concurso la formulare el deudor o el mediador concursal


deberá acompañarse de una propuesta anticipada de convenio o un plan de liquidación. En
cambio, si la solicitud procede de los acreedores, el deudor podrá presentar la propuesta
anticipada de convenio o el plan de liquidación en los 15 días siguientes a la declaración de
concurso. Si el concursado fuera persona natural no empresario, sólo podrá presentar un plan
de liquidación de la masa activa (arts. 242.2-1ª y 242 bis.1-10º LC).
A la solicitud formulada por el mediador concursal se acompañará, además, un informe con el

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contenido establecido, con el inventario de la masa activa, la lista de acreedores y demás


documentos legalmente exigidos. Si se trata de un concurso de persona natural, el mediador
deberá pronunciarse también sobre la concurrencia de los requisitos exigidos legalmente para
el beneficio de exoneración del pasivo insatisfecho (art. 178 bis LC), y, si procede, sobre la
apertura de la sección de calificación. En el auto de declaración de concurso, el juez, salvo justa
causa, designará como administrador del concurso al mediador concursal.

Por lo que respecta a la formación de la masa pasiva y la calificación de los créditos, los
titulares de créditos que hubieran firmado el acuerdo extrajudicial no necesitarán solicitar el
reconocimiento de sus créditos en el concurso, y se calificarán como subordinados los créditos
de aquellos acreedores que hubieran recibido la convocatoria pero no asistieran a la reunión y
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no hubiesen manifestado su aprobación u oposición al acuerdo dentro de los 10 días naturales


anteriores, con excepción de los que disfruten de garantía real.
Asimismo, serán créditos contra la masa los créditos por gastos del expediente extrajudicial y
los demás créditos que, habiéndose generado durante la tramitación del expediente, conforme
a la ley tengan la consideración de créditos contra la masa.

Por último, en cuanto a los efectos de la conclusión del concurso, cuando el concurso de un
deudor persona natural se calificara como fortuito, el juez declarará la remisión de todas las
deudas que no sean satisfechas en la liquidación, siempre que se cumplan los requisitos
previstos para la exoneración del pasivo insatisfecho (art. 178 bis LC).

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