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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI

—Cuentos y relatos—
Unión Latinoamericana de Escritores, A. C.

NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI
—Cuentos y relatos—

Coordinador: José Antonio Durand Alcántara

Enrique Aguirre Huacuja / Alfredo Alcántar Camarena / Patricia


Romana Bárcena Molina / Chelo Boom / Rodolfo Cisneros Márquez
/ María Judith Damián Arcos / José Antonio Durand Alcántara /
Ernesto Durand Rodríguez / Jorge Enrique Escalona del Moral /
Enrique Flores Amastal / Ángeles Gaos / Jann W. Gates / César
Raúl González Bonilla / Vicente Irigoyen Veloz / José David Murillo
Sánchez / Tere O’Reilly de Lozano / Gloria Pérez Pacheco /
Gustavo Ponce Maldonado / Jorge Quintanar / Manuel F. Rico
Bernal / Adela Rojas Ramírez / Amauri Sarmiento Barrios / María
Elena Solórzano

Diciembre de 2012
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI
—Cuentos y relatos—

Coordinador: José Antonio Durand Alcántara

Primera edición: diciembre de 2012

Enrique Aguirre Huacuja / Alfredo Alcántar Camarena / Patricia Romana Bárcena


Molina / Chelo Boom / María Judith Damián Arcos / Rodolfo Cisneros Márquez /
José Antonio Durand Alcántara / Ernesto Durand Rodríguez / Jorge Enrique
Escalona del Moral / Enrique Flores Amastal / Ángeles Gaos / Jann W. Gates /
César Raúl González Bonilla / Vicente Irigoyen Veloz / José David Murillo
Sánchez / Tere O’Reilly de Lozano / Gloria Pérez Pacheco / Gustavo Ponce
Maldonado / Jorge Quintanar / Manuel F. Rico Bernal / Adela Rojas Ramírez /
Amauri Sarmiento Barrios / María Elena Solórzano

Portada: obra plástica de Rodolfo Cisneros


Diseño de forros e interiores: Salomón González Lugo
Coordinación editorial y corrección de estilo: José Antonio Durand Alcántara

Impreso y hecho en México


ÍNDICE POR AUTORES

PRESENTACIÓN 9

Enrique Aguirre Huacuja 11


Alfredo Alcántar Camarena 19
Patricia Romana Bárcena Molina 33
Chelo Boom 45
Rodolfo Cisneros Márquez 65
María Judith Damián Arcos 77
José Antonio Durand Alcántara 93
Ernesto Durand Rodríguez 97
Jorge Enrique Escalona del Moral 99
Enrique Flores Amastal 109
Ángeles Gaos 117
Jann W. Gates 123
César Raúl González Bonilla 133
Vicente Irigoyen Veloz 149
José David Murillo Sánchez 163
Tere O’Reilly de Lozano 175
Gloria Pérez Pacheco 189
Gustavo Ponce Maldonado 205
Jorge Quintanar 215
Manuel F. Rico Bernal 225
Adela Rojas Ramírez 227
Amauri Sarmiento Barrios 239
María Elena Solórzano 251

ACERCA DE LOS AUTORES 265


NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

PRESENTACIÓN

Por sexto año consecutivo una veintena de amigos escritores se


han dado cita en estas páginas para ratificar con holgura su oficio.
Aun cuando el título mismo de Miscelánea sugiere por sí solo y
de manera sólida una multiplicidad de rumbos, el elegido por buena
parte de estos amigos ha sido el del relato ubicado en la provincia
mexicana, con tono personal, decididamente autobiográfico o cuasi
autobiográfico.
Las añoranzas ricas en detalles se repiten y como imágenes
deslavadas de fotografías en blanco y negro o de añejo color sepia,
nos hablan de un ayer perdido para siempre en el espacio, pero
palpitando hoy día en la memoria que los reúne y los comparte
para, en algunos casos, hacer de la experiencia vivida un motivo
significante de la existencia misma como testimonio irrefutable de
estar presente en la propia historia. Es en el ayer asumido con
intensidad y dolor donde se enclavan estas historias, habiendo
dejado su imborrable huella en el transcurrir de los años. Imposible
resistir a la tentación de citar a Maiakovsky: “Con palabras como
clavos estoy clavado al papel”.
Varios de los autores que aquí se compilan nos han seguido
desde aquel 2007 cuando publicamos la primera colección de
cuentos y relatos, mientras que nuevas plumas hoy visitan este
recinto. Vaya nuestra gratitud a quienes por sexta ocasión nos
confieren su textos para difundirlos y así extender este segmento
de la cultura literaria; y asimismo agradecemos a aquellos otros
que nos brindan su confianza por vez primera para compilar sus
historias en esta Antología.
La intención evidente al colocar los correos electrónicos de los
respectivos autores en la sección final del libro y como corolario a
sus breves fichas curriculares, es la de entablar comunicación con
el público lector: razón misma de la escritura.

José Antonio Durand Alcántara

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

SIEMPRE ANTEQUERA

Enrique Aguirre Huacuja

Los vínculos fraternales pueden ser múltiples y variados, los hay


fincados en pretéritas improntas que pueden corresponder a
interpretaciones operarias de valores culturales, los hay con
sentido provisorio para mejorar las condiciones relacionadas con la
calidad de vida, también los hay, unos, sujetos a un compromiso
impuesto por voluntad ajena para el disfrute de bienes pecuniarios
y otros, restringidos meramente a la sobrevivencia.
Hay otros vínculos con causas o motivaciones ignotas que, en
ocasiones, pueden aflorar y transitar por esa avenida doble del
incesto. Es seguro que existe tal diversidad de vínculos fraternales
como el número de individuos que los protagonizan, pero hubo uno
de ellos que, por su particularidad, invita a describirlo.
Tres hermanas, tres, nacidas en diferentes poblaciones del
estado de Oaxaca, cuya madre, minada por un padecimiento
respiratorio, quizá provocado por un mal aire, aunque también
pudo haber sufrido avanzado grado de tuberculosis, las dejó
tempranamente al cuidado de la abuela. La madre murió
llevándose el secreto de la identidad paterna de cada una de ellas,
las cuales aprendieron para su sustento la profesión que heredaron
de la abuela.
Cada una de ellas recibió el nombre de la población donde
nacieron y desarrollaron características que las hacían inconfun-
dibles y, hasta aceptadas, porque al ponerlas en práctica, lo hacían
conscientemente o no, con la intención de servir, de agradar, de
ayudar, procurando que esto no acarreara perjuicio alguno para
terceros.
Mitla era la mayor, alta y magra, de facies con rasgos
remarcados en su estructura ósea; grandes ojos, negros,
almendrados. Sigilosa, más que caminar se deslizaba por el suelo,
vestida siempre con colores oscuros, contrastados brevemente con

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Enrique Aguirre Huacuja

colores primarios, se confundía en las sombras, podría decirse que


poseía una capacidad mimética o así, de primera intención, se lo
explicaba le gente, aunque observándola mejor, cuando se podía,
transmitía más bien esa capacidad al escenario que la rodeaba, es
decir, por algún extraño juego de luces y contrastes los objetos que
la rodeaban se veían con similares tonalidades que Mitla portaba y
Mitla veía.
Mitla miraba, Mitla observaba con singular memoria visual y
todo lo retenía en su mente, enorme reservorio visual archivo de su
vida y de lo que por su vista había tropezado. Dichas situaciones
las podría recordar voluntariamente con sólo desearlo y así,
retroactivamente, podía su mente repetir cualquier hecho percibido,
detenerlo, avanzarlo, rápida o lentamente con sólo evocarlo,
capacidad que estaba restringida totalmente para aplicarla al
futuro. No era lo que se podría decir una vidente prospectiva, era
más bien una vidente retrospectiva aunque a ella no le preocupaba
porque sabía disfrutar al máximo esta capacidad y de ahí su avidez
por ver, por mirar todo lo presente.
Etla, la mediana, como mediana también era su estatura,
regordeta y cantarina, con indumentarias de colores chillantes,
peinada con cintas y moños con los cuales se descubría del
cabello las orejas, más que hablar demasiado sabía encordar a sus
interlocutores y en suave plática o animada charla, le confiaban
uno a uno sus anhelos, fantasías y secretos.
Etla poseía una capacidad de percepción auditiva
sensiblemente aumentada en comparación al resto de los seres
humanos y, además, tenía una memoria extraordinaria en ese
sentido. Percibía sonidos como el paso de un insecto sobre una
superficie lustrosa; las tonalidades musicales podía diferenciarlas,
incluso, en cuartos y octavos de tono. Si sabía que asistiría a
alguna actividad bulliciosa, se ponía algodones en los oídos y se
soltaba el pelo.
Etla podía recordar qué había dicho quién, cuándo y en dónde,
para ella, la sonoridad y la acústica de lo cotidiano eran el universo
de su más cara realidad, su lujo y regocijo, su razón y su existir.

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

La menor de las tres era Putla, la más bella, la más graciosa, que
conjuntaba en su ser candor y voluptuosidad, ingenuidad y
liviandad, su mirada imantaba la de los demás, rezumaba su figura
pura sensualidad y despertaba en la mayoría ese inefable
sentimiento dual de veneración y deseo de posesión, de instinto y
de sacralización.
Putla era la personificación de las pulsiones hacia el deseo en
una armónica carnalidad, fresca, cachonda, lozana, fruta de
sabrosos jugos, flor de todos los efluvios, piel de excitantes poros,
de redondeces mórbidos y pliegues lúbricos, insinuada en sus
sonrisas y acompasada cadencia en su andar.
Dentro de los vínculos que las unían predominaba uno, el
principal, émulas de las Gredas, lo que compartían no era un ojo y
un diente, sino la capacidad orgásmica mediante la excitación
clitórica, bastaba con que una de ellas, sin que, necesariamente,
estuvieran las otras dos presentes, estuviera dentro, sobre, o bajo
alguna circunstancia propia y pertinente que provocara esa
fisiológica explosión, para que en las otras se desencadenaran
similares y espontáneas situaciones. No podía haber secretos
entre ellas, lo supieron desde que el capullo de su pubertad se
abrió en el jardín insondable de lo erótico y quizá aun antes ya que,
sus tareas, asignadas por la abuela, en parte para auxiliarla, en
parte para entrenarlas, les produjeron esa precocidad que si bien
puede ser desfavorable para algunas infantes, supieron ellas, a
veces pragmáticas, a veces solidarias y otras con hedonista afán,
trocarlas en múltiples favores y ventajas. Se adaptaron fácilmente
en ese terreno fértil que significaba el comercio itinerante del placer
realizado y consumado en las carpas.
Su desarrollo en esos escenarios articuló las más de las veces
sus peculiares características con su desempeño laboral, las dos
mayores aplicaban, cuando querían y podían, sus filias potenciales
en el ver o en el oír, según se tratara el caso, sobre todo si estas
acciones se aplicaban en situaciones eróticas, ellas alcanzaban
sus mayores disfrutes con la orientación exclusiva o complemen-
taria a su particular cualidad.

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Enrique Aguirre Huacuja

En ocasiones gustaban de mirar, la una, y de escuchar la otra, a su


hermana menor dedicada a sus prioritarias apetencias y lo
preferían así porque, al menos, eran los más adecuados para
compartir el extraño resultado del vínculo que las ataba. La
hermana menor, extremadamente demandada y pródiga en
atender las innumerables y cálidas solicitudes, a menudo solía
sorprenderlas en situaciones nada propicias y, a veces, hasta
comprometedoras ya que podía suceder cuando realizaban
inocentes actividades o en asépticas compañías, ocasiones por las
cuales tenían que reprimir, algunas veces y con éxito relativo, las
expresiones lúbricas que aquello provocaba.
El que Putla fuese terriblemente solicitada, por no decir
asediada, no significaba que no lo fueran Mitla y Etla también, que
si bien no eran tan requeridas como su hermana para hacer
derroche exclusivo de su oficio, sí contaban con sus propios
admiradores, algunos por el sólo gusto y otros incluso las
buscaban para consultarlas sobre hechos paralelos y los contextos
de sucesos que tuviesen, por ejemplo, quiénes estuvieron en un
determinado sitio, en una determinada fecha, qué se dijo en alguna
circunstancia, qué indumentarias se vestía en otra, al grado de que
podían ser portadoras de testimonios contundentes que, en
ocasiones excepcionales, trascendían al testificar, por insistentes
solicitudes expresas, en algún proceso legal o aportando datos
cuando, por muy específicas razones generalmente con
consecuencias de beneficios colectivos, así se ameritara.
Ocasiones excepcionales no porque no pudieran, si no porque no
querían comparecer. Preferían las comunicaciones de mayor
intimidad y eran felices por lo que ello les reportaba. Como es de
entenderse gustaban más de lo individual que de lo colectivo,
aunque para esto último podría decirse que tenían un profundo
sentido social.
En relación a su vínculo principal, éste era su cofrade secreto,
vislumbrado apenas por algún perspicaz y asiduo cliente; las
razones por lo que lo mantenían así quizá no estaban basadas en
un falso recato o en algún pudor malentendido sino que sentían

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

que era algo muy propio e íntimo a lo que no debían tener acceso
los demás, aunque bien podrían haberlo explotado como un
atractivo más de los muchos que ya tenían a los que se sumaban
los que la práctica de su oficio les había brindado. Había otra razón
y, lo que en un inicio fue una simple intuición, poco a poco, se fue
percibiendo y aclarando, sin que lo supieran de facto y que la
reserva de su abuela Zaachila no pudo ocultar con suficiencia. Por
alguna ignota situación ellas eran las depositarias de una maldición
cuyo origen pudo haber sido provocado por Zaachila, ¿porqué,
cuándo, y quién había sido el autor o la autora?, no lo sabían de
cierto y, aunque les daba curiosidad de vez en vez, se dedicaban
más a utilizar este vínculo beneficiosamente que sufrirlo como
némesis destinada a ellas desde algún inexplicado motivo y
proceder.
Lo anterior hubiera quedado así para ellas de no ser porque
sucedieron varios hechos que desentrañaron las causas de esta
extraña vinculación.
Resultó que de las tres hermanas la que más reflejó el
parecido con su abuela fue precisamente Putla, con el mismo
garbo y zandunguero donaire, pero ampliadas en ella la belleza,
gracia y armonía tanto en formas cuanto en detalles, podría decirse
que la nieta era una versión corregida, mejorada y acrecentada de
la abuela, razón por la cual un eventual cliente tomó cara de
asiduidad en el negocio una vez que conoció a Putla, provocando,
con su frecuente presencia, suspicacias, resquemores, esquiveces
y pundonores en la abuela quien, recluida en sus aposentos,
indirectamente se enteraba de lo que sucedía por lo que Mitla y
Etla le contaban. Esta situación llegó a un punto culminante en el
momento en que se enteró de que el interesado le había ofrecido a
Putla “sacarla de trabajar” para que viviera con él a cambio de
cumplirle todos sus caprichos con la condición de que nunca se
separaran. Quizá todo hubiera estado muy bien, pensó Zaachila,
salvo por dos cosas, una, que también daba qué pensar a Putla, si
entre los caprichos consentidos también se incluirían aquellos por
los que existía proclive afición y singular ejecución por parte de la

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Enrique Aguirre Huacuja

deseada y el otro, quizá lo más importante y que no podía tolerar la


abuela era que el interesado resultó ser nada menos que Domingo
Monte Albán, viejo pretendiente de Zaachila, medio cacique, ladino
y pérfido, medio perverso, falaz y marrullero con quien Zaachila
estuvo casi a punto de caer en su embauco pero que a tiempo
logró descubrir las aviesas intenciones, nada favorables para ella, y
se supo resistir siete veces a lo que Domingo quería y ahora la
historia parecía repetirse, era diario, durante toda la semana, que
don Domingo Monte Albán reiteraba su aprehensión.
Casi pudo, ante tanto embate, haber cedido Putla, si no es que
sucedió un acontecimiento: se presentó un personaje que por
primera vez movió lo inamovible en ella, le hizo sentir, en mucho, lo
que no había sentido por y con un hombre (que ya era muy poco) e
imaginar las más completas fantasías, que con sólo evocarlas le
producían, y a sus hermanas también, éxtasis maravillosos, casi al
punto de la levitación; este personaje, doncel de fina estampa, del
que no se sabía procedencia, oficio o profesión, estaba rodeado de
un halo que reflejaba con toda certeza su nombre: Ángel
Escondido y emanaba hacia los demás una gran paz, pero sobre
todo, cuando quería y en las mujeres que él quería, producía la
impresión de ser el complemento idóneo para el amor, impresión
que, si él lo permitía, podía pasar fácilmente a la evidencia.
Lo anterior llegó a tal grado que, Putla, por un lado era el
blanco de la pasión, casi unidireccional, de un hombre, pero por el
otro, ella era, por ocasión excepcional, la recipiendaria de una
emoción creciente, de un prendimiento enajenante que, por
primera y quizá única vez, puede tener por un hombre una mujer y
en este punto se sentía correspondida.
Los dos hombres turnábanse en su esfera terrena–celeste
existencial. Dos seres, dos astros en un reto eclipsal, cada uno de
ellos como representantes de una polaridad que, sin saber el uno
la existencia del otro y del universo común que compartían,
luchaban en la incitante arena por poseer no sólo el cuerpo sino
todo el ser de la deseada.
De uno la atraía la innovación que le brindaba, ayuntamientos

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con mágica espiritualidad, conjunciones de mística carnalidad. Del


otro apreciaba la aparente seguridad que le daría la supuesta
disponibilidad de inacabables bienes materiales. Apariencias y
suposiciones, ya que era bien sabido que no siempre lo que don
Domingo prometía lo cumplía y que, si ella tenía algún trato con él,
lo hacía… no más por Putla.
En esta encrucijada estaba cuando su decisión por optar por
uno de ellos fue apresurada por la abuela, quien le propició todas
las facilidades para que se fugara con Ángel Escondido, que se
fueran a tierras de otro cuento, a lugares de otra historia y a
asentarse en otro estado al grado de que fueran inalcanzables a la
venganza generada por el galán abandonado y vaya que sí era
éste capaz de hacerlo. Zaachila ya sabía de ello, ya le había
tocado soportar el peso de su némesis al haberlo, ella, rechazado
hacía muchos años, por lo que fue objeto de una maldición de un
brujo negro que don Domingo contrató procurando que cayera no
en Zaachila sino en sus nietas, y que con el tiempo la astuta abuela
supo trocarla en un instrumento de trabajo y fuente de favores para
ellas.
Sobre todo ello, en un atardecer, meditaba Domingo Monte
Albán en su mecedora mientras veía cómo ascendían las volutas
de su puro, con una gran certeza percibía que, por segunda vez,
en esta tierra Antequera, era burlado por esa mujer y estaba
valorando a arriesgarse a una tercera.

¿Tendrían tiempo para jugarlo y perderlo?


¿Tendrían fuerzas para nuevamente proceder?

Mientras reencendía su puro, cavilaba en su quimera:

¿Por qué siempre Zaachila?


¿Por qué siempre Antequera?

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LA LUMBRE EN MOVIMIENTO

Alfredo Alcántar Camarena

En las noches oscuras bajo el tenue brillo de las estrellas y la


destacada polvareda cósmica de la carrera del Santo Santiago en
su corcel, aparecían de pronto entre los chaparrales las bolas de
lumbre semejantes al faro de una motocicleta. No podrían ser de
máquina alguna esas luminarias, pues entre los breñales, los
cactos y las duras ramas de la gobernadora no podría deslizarse
vehículo alguno. Las laderas cubiertas de piedras negruzcas y
pesadas apenas aceptaban la planta de los pies protegidas por
altas botas.
Las bolas de lumbre avanzaban como una pelota de futbol que
hubiera sido pateada con fuerza y habilidad. Su trayectoria era
lineal y siempre a la misma altura de un metro o un metro y medio
del suelo. Y no se detenían entre los huizaches, al contrario,
parecía que los atravesaban como una luz inmaterial pero muy
potente. ¿Eran bicicletas tuertas?, ¿eran vigilantes militares de la
frontera del Río Bravo?, o como decía la gente del pueblo eran las
viejas brujas que andaban a la caza de algún desvelado campesino
para hacerlo suyo en alguna de sus fiestas bacanales.
Pancho, el seminarista franciscano que en vacaciones
manejaba el tractor de Tío por la noche, para empezar la siembra
al amanecer, decía que no eran brujas, pues no creía en ese poder
maligno. Decía que eran los faros de helicópteros que desde la
base aérea texana vigilaban los campos, las montañas, los arroyos
y hondonadas del lado mexicano porque, como siempre, los
gringos estaban en guerra y vigilaban en extremo sus fronteras. Ya
lo habían hecho así en la Segunda Guerra Mundial por temor a que
los alemanes invadieran el territorio de Texas desde México.
Pero esta vez el enemigo muy lejano era Corea del Norte y tal
vez China Comunista. Así que el ataque llegaría por el Pacífico, en
caso de intentar hacerlo, y no por el Golfo de México atravesando

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Alfredo Alcántar Camarena

además con infantería la Sierra Madre Oriental. No era creíble la


hipótesis de Pancho. Pero las luces corrían con la velocidad de un
automóvil y con esa firmeza en la distancia. No alucinábamos,
porque los coyotes aullaban simultáneamente en sus jaurías y era
esta una señal de que también estaban mirando con sorpresa o
con susto a las bolas de lumbre. Además, en el pueblo se hablaba
con naturalidad de estos movimientos de las brujas. Nadie
mostraba ya un miedo especial. Era algo conocido y soportado
como la noche oscura o como las jaurías de coyotes que se
acercaban por la noche hasta el caserío.
La gente del pueblo ya no se asustaba con casi nada, pues las
apariciones en las calles oscuras, los lamentos escuchados en las
noches más frías y las estrepitosas caídas de los muebles de
cocina con todos los cacharros, ya no eran novedad; pero se
comentaba por las mañanas al calor de los sorbos de Nescafé con
leche. Y al escuchar los estrépitos en la cocina o la salita de
estudio, uno encontraba todo intacto y en silencio ¿y el ruido que
se había escuchado? Uno esperaría que un temblor de tierra había
derribado los muebles con los trastos y estarían todos rotos y por el
suelo. Pero no, cada cosa estaba en su sitio, en orden y en
silencio. Sólo las ánimas en pena expresaban su malestar de esas
maneras, decía la gente, pero ni modo. Como a las brujas habría
que verlas, escucharlo todo y admitir que hay realidades que se
desarrollan, se suceden, sin que haya intervención de los vivos,
pero para que, nosotros, estemos advertidos de que hay almas en
pena que tienen su fuerza y su poder, que tienen su presencia
entre los vivos aunque no admitamos que están ahí, o aquí, que
son sonido o luz, que son viento frío o pesadez de bulto.
¿Cuánta gente murió aquí? Uno se preguntaba. Cuando
construyeron el pueblo, cuando abrieron los canales, cuando
lucharon por las tierras aun más antes, cuando más antes todavía
se enfrentaron con los apaches y luego con los gringos abusivos
que se quedaron que Texas. El tiempo aquel en que aferrados a la
seca tierra los abuelos del siglo XIX soñaron con hacer un vergel
en la buena tierra que en primavera florecía como si la hubieran

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

regado con agua refrescante. Tierra con buena entraña y fértil


naturaleza que en tiempos de incomprensible antigüedad habían
sido un fondo marino. Un mar pleno de ignorada vida que luego se
absorbió en el más profundo fondo y dejó la superficie de un
desierto renovado asombrosamente en primavera de cada año.
Entre las piedras negruzcas uno encontraba caracoles
petrificados, arbolillos de coral en piedra, esqueletos de peces en
las rocas.
Por eso las bolas de lumbre aparecían. Podrían ser entonces
grumos o gases de fósforo que encendían con el calor del
atardecer y flameaban en el cuerpo de la joven noche, pero no, ese
razonamiento era un esfuerzo por dar una explicación científica a
las luces que en forma de bola encendida corrían entre los
breñales. Pero los ruidos estrepitosos no podían ser explicados con
una hipótesis científica de los gases y metales del fondo de los
mares pleistocénicos. Los estrépitos nocturnos eran sin duda una
manifestación de ultratumba de los pleitos entre las parejas
desavenidas que habitaron por aquí en los años treintas o
cuarentas, cuando construyeron las casas estilo “americano” con
porche, jardín, ventanas con mosquiteros y bardas de madera en
su alrededor.
El mal no triunfa nunca, decía el buen Pancho para tranquilizar
mientras conducía el tractorcito Fortingo en la parcela. Los faros
competían con las bolas de lumbre en intensidad y siempre
parecían sordas u opacas las luces del tractor comparadas con el
fuego en movimiento de las bolas. El mal no triunfa y su luz es
engañosa. Es fuego desesperado que calcina. Es calor arrebatado
para quemarlo todo sin que arda. La luz de Dios es poderosa y
domina las tiniebla sin causar molestia alguna. Da paz y combate
contra el miedo. El arcángel Miguel vigila siempre, cuida el
Universo entero y nuestras pequeñas almas están aseguradas
contra las acechanzas de Satán. Ese espíritu envidioso del brillo de
los arcángeles y de la inteligencia de los hombres. Es un ser
invadido de soberbia que antes se llamó Luzbel, hermosa luz,
orgullo del creador. Pero quiso ser igual que Dios y fue arrojado del

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Alfredo Alcántar Camarena

cielo hasta el abismo. Desde su reino ardiente manda sus


mensajes para intimidarnos. Así que las bolas de lumbre no son
brujas, o mujeres transformadas, sino mensajes cifrados de la
presencia del espíritu infernal que pretende imperar en nuestros
tiempos.
La plática de Pancho para tranquilizar ilustraba con sus
imágenes, contagiaba con su emoción piadosa. Culminaba la tarea
nocturna de roturar la tierra entonando cantos gregorianos para
serenar las almas asediadas por los mensajes del infierno en forma
de bolas de lumbre en movimiento a la distancia. Y lograba fundar
una confianza, un calor bajo la noche que desplazaban al miedo y
uno podía sentirse armado con la espada de Miguel para blandirla
contra cualquier forma de demonio y sus designios.
La pureza de la noche estrellada se volvía más amable. El
lomerío por donde se desplazaban las bolas encendidas parecía un
telón de fondo, y hasta las pequeñas lagunas habitadas por
lagartos negros reflejaban la luz de las estrellas con una paz
bondadosa. Se podía sentir la confianza franciscana en las fieras.
En el poder del hombre de vencer al mal y sus peligros. Al fin si el
hombre es capaz de no hacer eco de la maldad, que proviene de
Satán, el miedo no desborda su espíritu y la paz se hace posible
como el bien. Las expresiones de la maldad no hacen mella en el
espíritu fortalecido en el ensalmo del canto llano gregoriano y en la
oración que contiene, que lleva directamente a Dios según
afirmación del buen Pancho.
Un ejemplo del triunfo del bien en el mundo de lo humano es
la paz con la cual Tío podía desplazarse por el Valle sin temor a
encontrarse con su envidioso adversario apodado “La morsa”, que
era dueño de un oasis surcado por un arroyo de agua cristalina, en
un bosque que abrigaba conejos y venados. En el arroyo se
reproducían los peces y a su vera garzas y otras aves reafirmaban
la belleza del lugar. Si “La morsa” era dueño de ese vergel, ¿por
qué habría de ser envidioso de Tío? Pues por la representación
oficial de todas las formas federales que el buen Tío acumulaba. El
correo, el telégrafo, la oficina de Recurso Hidráulicos y Coloniza-

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

ción, la administración de las vacunas, la casa principal y todo eso.


Pero el oasis era un sueño que no cambiaba su belleza ni en el
más crudo invierno. Pancho decía que la envidia es el peor veneno
para las almas y que se cultiva con la ambición y la codicia. Por
eso su pobreza, su humildad, su obediencia y nobleza le ase-
guraban la simpatía de toda la gente del pueblo y el afecto de
los niños.
La lumbre en la que debíamos arder es el amor para lograr la
paz y el bien en todos y para todos. La mansedumbre por la
confianza y la fe en el porvenir siempre mejor para los hombres de
buena voluntad. Estos son otros pensamientos expresados por el
seminarista franciscano que trabajaba de peón en labores
agrícolas y administrativas con el Tío. Y caminaba por las mañanas
hacia el desfogue del canal principal, para bañarse en la corriente
mientras cantaba sus letanías o sus fragmentos de misas
gregorianas en latín. Sus altas botas le protegían de las víboras de
cascabel que abundaban bajo la trama de las gobernadoras y los
cactos.

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Alfredo Alcántar Camarena

AQUELLOS ACIAGOS AÑOS

Alfredo Alcántar Camarena

1905
Julián Camargo y Hermelinda Gutiérrez se habían encontrado
en Otatán, el rancho del padre de ella, en donde se cultivaba caña
blanca y maíz de temporal. Ella recogía clavellinas a la orilla de
una barranca, él pasaba como a cien metros conduciendo la
diligencia cargada de mercancías con rumbo al pueblo de Amatlán.
Ella quinceañera, él de dieciocho años. Al encuentro de miradas
siguieron las sonrisas y el saludo cortés de “buenos días” que
ruborizó a la joven Hermelinda. A partir de esa mañana ella iba al
borde del barranco y Julián pasaba a la misma hora intentando
encontrarla de nuevo, para saludar de palabra y quitándose el
sombrero. Esos encuentros mañaneros de miradas y sonrisas
culminaron en noviazgo y en petición que los padres de Julián,
Juanita y Ambrosio hicieron a los padres de Hermelinda,
Reducindo y Julia María. En diciembre se casaron en la parroquia
del pueblo. Se impuso el rito católico tradicional que los abuelos
maternos de Hermelinda habían traído con vestimenta y todo de la
vieja Galicia o de Castilla.

1910
El tren llegaba puntual a las ocho de la noche. Desde el año
anterior traía noticias de un partido opositor al gobierno. Se
repartían volantes en la estación firmados por un tal Madero;
hacendado del Norte que afirmaba que no debía haber una
reelección otra vez. Los dueños de haciendas y sus empresas
necesitaban un gobierno diferente, moderno, que les garantizara
libertad en sus propiedades .Y asegurar la venta de sus productos
agrícolas, ganaderos y fabriles para fortalecer no sólo las
haciendas, sino los pueblos y ayuntamientos libres. Los
hacendados vivían conformes con la policía rural del gobierno que
protegía sus privilegios contra la inconformidad de los peones sin

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

tierra y sin derechos. Pero estaban ya inconformes con la creciente


población de miserables que no estaban tranquilos con el orden de
cosas imperantes.
Julián Camargo, además de la carga y pasajeros, llevaba
noticias, volantes, periódicos, fotografías de Madero y de una
familia de periodistas poblanos que se llamaban antirreelecionistas.
Pero no ostentaba la toma de partido, pues en su recorrido usaba
los caminos de haciendas cañeras, fábricas de piloncillo y melados
para distribuir por la región de los valles y por los pueblos
alineados en la vía del tren hasta Guadalajara. No deseaba tomar
partido públicamente. Pero su hermano menor ya se había
apuntado en el club antirreeleccionista que la gente leída del
pueblo había fundado desde 1908.
La diligencia de carga tenía dos rutas. Una para Amatlán de
Cañas, la otra por las montañas de robles y encinos se
encaminaba a Ixtlán, también en el Cantón que el gobierno dispuso
que integrara el Estado de Nayarit. Era el pueblo de Ixtlán paso
obligado hacia la sierra del Nayar, mientras que el pueblo de
Amatlán de Cañas estaba enclavado en la rocosa serranía surcada
por un río. En el trayecto las cuestas pronunciadas anunciaban que
los valles de Jalisco terminaban. Y una vegetación distinta con
abundancia de parotas, pitayos y cuaxtecomates anunciaba la
transformación de la comarca en su camino hacia la costa. Para
llegar hasta Tepic se prefería el camino por Ixtlán, porque era la
ruta de las haciendas más prósperas de los Villarregia
terratenientes y ganaderos. Eran dueños estos hermanos de las
propiedades rurales del último Cantón de Jalisco y del primero de
Nayarit. Don Eugenio era dueño de la hacienda de San Felipe con
sus ranchos Buenos Aires, El Derramadero y El Camarón, que se
situaban en rededor de una amplia zona húmeda muy fértil para la
siembra no sólo de maíz sino de cacahuate, garbanzo, frijol y trigo.
Hatos de ganado vacuno pastaban en pastizales a propósito o
vagaban casi silvestres en las montañas acosados por lobos y
perros salvajes.
Julíán Camargo, a veces acompañado de su hermano menor

25
Alfredo Alcántar Camarena

Silvano, recorría por su trabajo las propiedades de los Villarregia y


conocían sus modos de ser. Sabían del trato que daban a sus
peones, del modo en que se apropiaban de las mujeres y en sus
tiendas de raya aumentaban sus riquezas. Se protegían los
patrones pagando guardias blancas y ganándose el favor de los
rurales porfirianos y de los soldados. Pero estos Camargo eran
gente de trabajo y por lo mismo confiables; aunque Silvano ya
estuviera enlistado en una oposición letrada creciente en la región
y en todas partes según decían.
En sus correrías por los valles y las montañas hacia Amatlán
ya se encontraban colgados en las parotas o en los camichines. En
el rancho La Huerta Vieja fueron testigos de un fusilamiento de
cuatro gavilleros a manos de los rurales del gobierno, y los dejaban
exhibiendo en los caminos a la vista de los viajantes para
escarmiento de los asaltantes o rebeldes.
Julián Armenta era peón e hijo de peones. Radicaba en el
rancho Buenos Aires y estaba al servicio de los Villarregia de San
Felipe. Sus ancestros habían nacido en el pueblo viejo de
Oconahua en donde un saber ancestral conocía de la herbolaria y
de la magia curativa. Tenían fama entre los criollos de ser
hechiceros los hombres y brujas las mujeres. Pero en realidad eran
gente de trabajo, serviciales y esforzados. No sólo trabajaban en el
cultivo de tierras, eran también vaqueros y operarios en tiempos de
molienda. Por estos motivos Julián y sus hijos mayores conocían
los territorios hasta los pueblos de Amatlán, La Estancia, El
Rosario, Ixtlán, La Hierbabuena y otros por donde se extendían las
propiedades de los patrones.
En esas andanzas Julián Armenta conoció en La Estancia a la
joven mujer muy blanca que sería su mujer: Micaela Jaramillo. A
quien después del casorio llevó a vivir al rancho Buenos Aires y
siguió trabajando con el dueño de San Felipe para mantener a su
mujer y a la prole que iban produciendo.

1912
Julián Camargo y Julián Armenta con sus respectivas mujeres

26
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

ya tenían dos hijos cada uno. Seguían en sus labores en ese


mundo apartado en el último valle de Jalisco. Sólo el tren diario que
portaba el correo de todas partes y los periódicos de Guadalajara
hacía posible conocer de más allá del cerro de Tequila por el Este
y más allá de la Barranca de Magdalena por el Norte. Había una
gran revuelta por todas partes desde el año de 1911. “Madero tomó
la presidencia”, decían. Don Porfirio se fue a Europa. Había por
todas partes gente armada amenazando las haciendas y colgando
terratenientes. “Que se cuiden los Villarregia porque se les ha
llegado la hora”, decía la plebe. Los militares gobernaban el Estado
y con mano dura perseguían a los que se agrupaban en los
campos si no era su reunión con motivos de trabajo en las
haciendas. Se decía que en las montañas ásperas del rumbo de
Amatlán y las de la sierra de Ameca con rumbo a Talpa los
gavilleros asolaban los caminos de herradura y asaltaban las vías
de las carretas y diligencias
El carretero Julián Camargo se hacía cargo de llevar las
mercaderías y los pasajeros que llegaban en el tren hacia la costa
y la sierra nayaritas. Y llevaba también las noticias de Guadalajara
y de México que en la estación del tren se recibían por el telégrafo.
Había peligro en los caminos, en las ciudades, en los pueblos y
rancherías. Sólo el trabajo diario y constante sin hablar mucho y sin
tomar partido aseguraba un poco, creía la gente. Y por lo mismo
Julián Armenta se entregaba a trabajar las tierras húmedas y
fértiles y a cuidar el ganado del patrón de San Felipe. Ellos, los
Julianes, podían hacer crecer a sus familias y esperar no verse
comprometidos en las violencias y las muertes.

1913
Silvano Camargo era ya un reconocido partidario de Pancho
Villa un general del Norte que había apoyado a “Maderito”, como le
decían en el pueblo, para que fuera presidente. Una temporada se
alejó para enlistarse directamente en la División del Norte y volvió
en el 14 uniformado de “dorado” y armado con pistola y dicen que
un Winchester. Su hermano Julián le aconsejaba no ostentarse

27
Alfredo Alcántar Camarena

como rebelde combativo en un pueblo dominado por los Villarregia


y sus guardias blancas. Ya habían fusilado a varios gavilleros que
se ocultaban en los cerros habitados por osos y jabalíes. Dicen que
hasta onzas se oían rugir por la noches en esas pedregosas
montañas por El Rodeo y La Hierbabuena.
Una noche la orquesta local tocaba serenata en el kiosco de la
plaza. Dicen los ancianos que tocaban la polka “Las bicicletas”
cuando llegaron los adversarios en busca de villistas. Silvano corrió
hasta la casa de su hermano Julián y tuvo que ocultarse entre la
carga de piloncillo que estaba dispuesta para el tren en la
madrugada. Hubo disparos, gritos, algarabía y miedo. Las mujeres
se ocultaban en las norias y ocultaban a las muchachas entre los
bultos de pasturas.

1915
Este fue el año del hambre. Morían los recién nacidos, los
niños pedían leche y pan. Los adultos colectaban hierbas,
tomatillos silvestres, tlacuaches, armadillos, liebres, y decían que
hasta tortugas de los charcos y pescados bagres de los arroyos
para llevar algo de alimento. No hubo cosechas. El maíz y el frijol
escaseaban. No producían leche suficiente las vacas ni las cabras.
El tren llegaba con escasas cargas de naranjas y plátanos que
eran repartidas por los vecinos de la estación y los mozos de la vía.
Los gavilleros se multiplicaban. Ya había grupos armados hasta en
los valles más tranquilos. Decían que los mineros de El Amparo y
La Mazata también se rebelaron siguiendo el ejemplo de los
norteños de Cananea años antes. Todo estaba revuelto. La gente
de los pueblos y las rancherías extrañaba la paz y el orden que
imperaban antes de 1910. Soportaban la pobreza y el exceso de
trabajo mal pagado con mercancías de las tiendas de raya de los
viejos Villarregia pero en paz. Sin armas; sin enfrentamientos ni
muertos por violencia. En el Norte, decía Silvano Camargo el
General Villa repartía furgones de maíz, de frijol y calabazas para
la gente de su comarca y sus soldados.
La estación del tren era un lugar de reunión de gente forastera.

28
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

Y a veces el tren llegaba cargado de gente armada, uniformados


que gritaban “¡Viva Carranza!”, o gente de los pueblos y las
rancherías, peones calzonudos, que gritaban “¡Viva Villa hijos de
su Tal por Cual!”. Desde Ixtlán llegó también un regimiento a
caballo de gente bien vestida con sombreros texanos que se
ganaban a la gente obsequiándoles trozos de carne seca de
venado o de jabalí. Eran los villistas.

1918
Con todo y el hambre y las calamidades de su forma de vida y
los grupos armados recorriendo los caminos o llegando un tren
entero a la estación, la gente sobrevivía y los Julianes perdieron
algunos hijos, pero seguían naciendo más. Camargo tenía varias
hijas, Armenta dos hijas y cinco hijos.
Y este fue el año de la peste. Muchos adultos murieron por la
Influenza española. También morían algunos niños. Pero esta fue
una epidemia que mató a gente joven que había sobrevivido a los
pleitos entre villistas, carrancistas y estradistas. Cada familia tenía
difuntos, ya fuera niños, jóvenes o adultos que empezaban a criar a
sus familias.
Julián Camargo perdió en la epidemia dos hijas, dos hermanas
y dos cuñados. Como era un hombre de familia y el hermano varón
mayor, se hizo cargo de los hijos de su hermana Isaura que murió
junto a su marido en la epidemia. Dejaron en la orfandad a tres
varones y tres mujeres. Así aumentó con seis la familia de Julián y
de Hermelinda. Y además seguían teniendo hijas. Para este año ya
tenían cuatro. Y tres de su hermana María que también quedó
viuda a causa de la influenza. El día entero no bastaba para hacer
turnos de trabajo. Entonces era necesario, para asegurarse una
paga, repartir el correo por las rancherías, entregar gacetas
informativas, propaganda de villistas y carrancistas, atender las
demandas del gobierno establecido, llevar a los curas y a veces a
soldados desde la estación del tren hasta las más apartadas
comunidades. Para ello llevaba siempre su cinturón de culebra con
el fin de portar aseguradas sus monedas de plata y a veces alguna

29
Alfredo Alcántar Camarena

de oro. Hermelinda administraba bien y era una madre de


numerosa prole cuando apenas tendría tres hijas propias para
este año.
Micaela Jaramillo buscaba siempre las gacetas de información.
Estaba al tanto de los movimientos de la guerra. Sabía que un tal
Zapata era muy fuerte y dirigía un ejército en el sur con el propósito
soñado por los campesinos de obtener las tierras de las haciendas,
para cultivarlas como propias o en comunidades. Esas eran
buenas ideas para las familias de peones que trabajaban para los
Villarregia de todas las haciendas locales. Julián Armenta no leía,
pero escuchaba a su mujer y estaba de acuerdo en sus ideas
agraristas.

1926
Las noticias que llegaban por el tren ya fuera de palabra o en
gacetas y periódicos comunicaban que la tranquilidad había
retornado al país. Los revolucionarios estaban acabados. Sus
generales más belicosos: Zapata y Villa habían sido eliminados y
Carranza había logrado organizar el gobierno para seguir adelante
en la reconstrucción de todo. Pero en los pueblos las bandas de
gavilleros seguían asaltando en los caminos y era frecuente ver
colgados hasta en los postes del cableado del telégrafo.
Julián Camargo usaba cada vez más la carreta grande tirada
por cuatro mulas para hacerse cargo por orden de la autoridad
municipal de recoger por las comunidades las armas y la gente que
deseaba cambiar de residencia buscando mejores condiciones de
trabajo. Fue nombrado regidor de Policía del H. Ayuntamiento e
inspector de los caminos y rancherías. Era conocido y bien
aceptado por la gente y hasta los bandoleros respetaban su
trabajo.
Román Villarregia era el patrón de las haciendas que
colindaban con el estado de Nayarit. Sus tierras eran vastas y los
grupos de campesinos se organizaban para exigir los deslindes
necesarios y formar comunidades agrarias. Las misas de espigas
se celebraban en pleno campo sembrado y por la noche. Así se

30
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

formaban cofradías como la de San Isidro Labrador, la de la


Adoración Nocturna y la de la Asociación Católica de la Juventud
Mexicana. Su motivo principal era la unión, la confraternidad, y de
ese modo presionar a los patrones, obtener el apoyo de la Iglesia y
oponerse al gobierno que simpatizaba con los terratenientes que
heredaron las haciendas o sobrevivieron a las refriegas de los años
anteriores. Ese patrón amenazaba a los asistentes a las
ceremonias religiosas de las cofradías. Y los campesinos confiaban
en su unidad, en la fe que los fortalecía en que triunfarían
finalmente contra la avaricia, el miedo y el odio del patrón. Se
reunían en torno a los linderos de las haciendas para hacer
cálculos, tanteadas, de los lugares que reclamarían para cada uno.
Pero Román Villarregia no era dejado. Instruyó a sus guardias
blancas para expulsar de sus propiedades a todos aquellos que las
rondaban con fines de expropiación con apoyo del gobierno. Si se
oponían habría que echarlos por la fuerza o incluso fusilarlos era la
orden. Mantener la paz, las cosas como están, evitar otras
revueltas, entregar sus tierras y ganado a los peones miserables
no era de razón. Así que era indispensable ser duro, mostrar
autoridad y fuerza. Defender a sangre y fuego la herencia de sus
hijos era la consigna. Por ello sus órdenes eran terminantes.
Incluyendo no tener piedad con ninguno de los peones que ya
andaban queriendo reclamar tierras como los zapatistas.
Los comuneros de los ranchos organizados como cofradías
católicas presionaban a los patrones para que de buena fe hicieran
el reparto de ley para sus peones. El gobierno supremo decidió
combatir esas agrupaciones de peones pobres y declarar una
guerra a la Iglesia Católica. Empezó entonces la llamada
“Cristiada” o rebelión de los Cristeros. En el fondo querían algo
terrenal: parcelas, pero también por instrucción religiosa ser fieles y
salvar sus almas. Si acaso morían en sus campañas sería por la
defensa de la fe y no por reclamar las tierras.
Román Villarregia no se tentaba el corazón. Ordenó a sus
guardias y policías matar a unos veinte o cuarenta rebeldes
cristeros para escarmiento de los que simpatizaran con la cristiada.

31
Alfredo Alcántar Camarena

Y cumplieron sus órdenes los sicarios. Mataron a tiros a treinta


campesinos sin tierra, jornaleros de las haciendas, los decapitaron,
colocaron sus cuerpos sangrantes en la cerca de piedra de un
potrero y rellenaron los huecos del cuello cercenado con paja de
trigo o con zacate.
Tarea del empleado municipal y conductor de las carretas fue
recoger los cadáveres, amontonarlos en la carreta grande, buscar
las cabezas regadas como calabazas entre la milpa seca y
colocarles etiquetas a los cuerpos para asignarles su cabeza
respectiva. Y a con consecuencia de este trabajo impuesto a un
conductor de diligencias, comunicador y agente de correos,
enfermó gravemente. Dicen los que conocieron de los hechos que
de fiebre tifoidea, contagiado por cargar a tantos cadáveres ya
putrefactos. El hombre clave en la región murió a los 42 años de
edad y dejó en la orfandad a sus cinco hijas y al único varón que
fue su hijo y estaba recién nacido.

1943
Después de un romance pueblerino que incluyó las visitas a la
casa de la novia para hablarle por una ventana, y pasar por la calle
galopando sobre un alazán estupendo para impresionar a las
muchachas, el cuarto hijo de Julián Armenta, por cierto ya dueño
de parcelas y ganado, se casó con la quinta hija de Julián Camargo
cuya viuda vendió las mulas, las carretas y diligencias y se quedó
con unas cuantas cabezas de ganado.
Bertín Armenta, el hijo de Julián, heredó el interés de su madre
por la lectura y la lucha por las tierras; de su padre la voluntad de
trabajar la tierra y obtener más parcelas.
Nati Camargo, la hija del otro Julián, el carretero, heredó de su
padre también la lealtad a sus causas y al trabajo. De su madre la
devoción religiosa que venía desde sus ancestros ibéricos y la
entrega incondicional y constante al cuidado de sus hijos y de su
marido. En sus mañanas de trabajo doméstico entonaba canciones
de moda por entonces con una grata voz que había educado en el
coro de la iglesia.

32
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

PARA VOLVERSE LOCO

Patricia Romana Bárcena Molina

Perder un amor al que nos entregamos de cuerpo y alma duele


tanto como no haberlo concebido. Para evitar que muera somos
capaces de llegar al límite de lo soportable.
El amor lleva consigo sufrimiento y al mismo tiempo fortaleza
para superarlo…
Amar es entregar sin reserva lo mejor que poseemos, por eso
cuando termina sentimos un inmenso vacío…
Puede ser pero, ¿qué es lo mejor que poseemos?, ¿nuestro
tiempo, nuestros pensamientos, nuestras ilusiones, nuestro
silencio, nuestra capacidad, nuestro talento?
Fue el caso de Camille Claudel, colaboradora y amante de
Rodin, capaz de vivir en la clandestinidad un amor que la llevó a
entregar lo mejor que poseía, su talento.
Es cierto que la vida de los artistas es tempestuosa, rigurosa a
veces y otras veces inconcebible para los cánones de su época. En
este caso estuvo en juego algo más que un amor secreto o la
complicidad en la creación artística. Se jugó el todo por el todo.
Camille depositó en las manos de Rodin la decisión de que la
reconociera como artista, cosa que no sucedió jamás. Los celos
más crueles son los del arte, escribió Mayáns en sus Rastros
Literarios: “Si los celos en el amor conducen a la rabia, en el arte
conducen a la envidia pero ambos desquician el espíritu”.
Rodin no pudo con su propio egoísmo, no sólo dejó de
reconocer en Camille a un ser humano extraordinario capaz de
renunciar a un hijo por conservar la estabilidad del matrimonio
entre Rodín y Rose Beuret, sino que omitió divulgar el arte que
habitó las manos de su hermosa colaboradora. Aun así, Camille se
entregó de cuerpo y alma al taller en el que dio forma a sus
esculturas. Después de la ruptura, en 1892, Camille instaló su
propio taller en Boulevard des Italiens, con lo que intentó demostrar

33
Patricia Romana Bárcena Molina

la superación del fracaso amoroso, sin embargo, años más tarde,


ante la indiferencia a sus maravillosas esculturas, que hoy
conmueven a Francia, ella misma destruyó gran parte de su obra
en un acto de aparente rebeldía y frustración. Terminó sus días en
un hospital de Ville-Evrard para enfermos mentales.
El misterio de la creación artística no ha sido develado. El
impulso creador se enciende y se apaga por un motivo distinto en
cada uno de los seres privilegiados a los que llamamos artistas.

SÉ QUE VENDRÁS

Patricia Romana Bárcena Molina

En el espejo del tiempo me miré mirándome. Deslumbrada por la


luz que reflejaban mis ojos cubrí mi cara con las palmas de mis
manos, besándolas como quien intenta con un gesto de ternura
aliviar el dolor de un condenado a muerte. Es posible repasar la
vida entera en unos cuantos días y apreciarla como lo único
sagrado en este mundo.
Tras un intenso dolor en el pecho accedí por voluntad propia a
visitar a un médico y realizarme estudios. La seriedad de quien
tomó las placas y la repetición de éstas por una supuesta falta de
claridad, fueron el detonador de mi angustia.
Cuántas veces leí y escribí sobre la muerte, con qué madurez
hablé de superar la pérdida a quien lloraba por un ser amado, y
cuántas veces dije estar muerta sin comprender la dimensión de
esa palabra.
El dolor en el pecho se hizo persistente y mi reacción fue
disimularlo. Creí estar preparada para las malas noticias,
mantenerlas en secreto y esperar el desenlace. Pero uno nunca
está preparado para morir, tampoco para vivir y eso es lo
lamentable. De cualquier forma mis órganos iban a seguir

34
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

funcionando, corriendo sangre por mis venas y latiendo mi corazón


por algún tiempo. Saber que uno va a morir no es noticia, de lo que
sabemos es lo único seguro, pero contar los meses y los días que
nos quedan es muy distinto.
Insegura y acobardada fui por los resultados. No me los
entregaron porque tenían que repetir las pruebas. Volví a ponerme
en manos de la ciencia. Cuando pregunté la fecha en que estarían
listos los nuevos estudios me informaron que se los enviarían al
médico. Se acabaron mis sospechas. Si alguna duda tenía sobre el
fallo, la disipé con la exclusión.
A partir de ese momento sentí la oportunidad que la vida me
daba para continuar, el tiempo ya no me importó, estaba viva y
podía sonreír si yo quería, y lo hice. Escuché con atención lo que
alrededor de mí decía la gente, valoré la importancia de ser
receptor de lo que los demás quieren comunicarnos. Intenté no
hablar demasiado —como siempre lo hago—, me preocupé por
comprender los motivos que la gente tiene para decir la barbaridad
de cosas que dice, me di cuenta que nadie está pensando en el
tiempo que le queda por vivir. Empecé a olvidarme de mi posible
plazo. Deseché la idea que tuve de arreglar papeles y cosas
materiales para cuando no esté presente. Eso equivale a estar
muerto en vida. No me obstiné por la imagen que los demás
tendrán de mí cuando muera. Un recuerdo puede volverse atadura
en el presente. No les dejo nada. Se quedan con vida y mientras
vivan podrán conseguirlo todo.
Sigo pensando que no estoy preparada para morir, sin
embargo y de manera abrupta, me preparé esa noche para vivir.
Me dije, mañana cuando salga el sol me levantaré feliz de tener
mucho quehacer durante el día, y esperaré con ansias la noche
para descansar y no pensar más en lo que hoy pienso.
Las guerras sucias no van conmigo y no voy a luchar contra el
gran traidor. El enemigo que te ataca en tu propia casa, en tu
propia cama. El enemigo que aprovecha cualquier invitación para
colarse. Algún día, por inconsciencia, dejamos abiertas la ventana
y la puerta de par en par, y el enemigo penetra, acecha, se

35
Patricia Romana Bárcena Molina

esconde para sorprender por donde menos lo esperas. Si lo


combates puedes vencerlo, pero una vez adentro puede actuar en
otro frente. Mi querida maestra Susana creyó en los avances de la
ciencia, dejó que mutilaran su cuerpo y prolongó su vida pensando
constantemente en la muerte. El traidor atacó de nuevo.
Sin fuerzas, sin pelo, sin su hermoso seno quedó tendida en
un cuarto lleno de regalos y lágrimas. La mujer inteligente y audaz
que conocí terminó tragando cápsulas de víbora con agua bendita.
Aquella que creó un sistema para rehabilitar a los niños con
problemas de comunicación, terminó incomunicada buscando un
gesto en su rostro para no causar dolor a sus hijos. Es cierto que
tuvo tiempo de sobra para meditar en qué momento le abrió la
puerta al enemigo pero ese tiempo fue quizá de remordimiento y no
de dicha.
Mi padre bajó la guardia desde el principio, y hasta el último
día vivió con dignidad.
Mi cuñado no tuvo tiempo de decidir si atacar o no al enemigo,
murió tras una vida limpia y esplendida.
Me resisto a seguir los últimos pasos de Susana. He seguido
los otros, los de su lucidez, los de su entrega a los niños diferentes,
los de su tenacidad para darles un lugar entre los niños “normales”,
los pasos que la llevaron a escribir un libro para compartir su
experiencia.
Me temo que no perseguiré la prolongación de la vida a costa
de no vivirla. Estoy mucho mejor que esta mañana cuando salí del
laboratorio. Tengo la certeza de que mi desvelo durará sólo esta
noche. Yo no voy a atravesar con un puñal a los senos que me han
dado tanta felicidad ni quiero deambular por pasillos de un hospital.
A quien me llame egoísta lo llamaré igual. Tengo derecho a vivir
mientras muero. Hice un edificio, cavé un hoyo inmenso para
fabricar los cimientos, levanté los muros y culminé la obra con un
techo resistente. El mantenimiento dependerá de quienes quieran
conservarlo. No estoy en paz, tengo muchas deudas que saldar.
No me alcanzarían cien años para compensarle a la vida lo que me
dio: la felicidad de engendrar tres hijas y verlas crecer fuertes y

36
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

felices, conocer a mis nietos, el amor entre cuatro paredes, el amor


infinito de mi padre y su fe en mí, el amor a los niños y a través de
ellos el amor al porvenir. El amor a esta pluma que me desnuda.
El amor, el amor, el amor… ¿Con qué se puede pagar en esta
corta vida lo que vale el amor?
Anoche creí terminada esta carta pero al recibir la llamada
para recoger los resultados, que supuestamente le entregarían al
médico, debo continuar. Antes de ir al laboratorio llegó una de mis
hijas y quiso acompañarme. Le pedí que bajara del coche y que
recogiera los resultados sin abrir el sobre. Obedeció. Me pidió que
me detuviera para leer, le dije que no, que lo abriría hasta estar en
la casa. Me paré en una vinatería y le pedí que comprara mi botella
preferida. Supo perfectamente cual elegir. Llegamos y nos
servimos una copa, descubrí en sus ojos curiosidad y miedo, no
esperé más. Antes de leer el diagnóstico le dije lo que pensé la otra
noche y la decisión que tomé, que no pondré a consideración de
nadie.
Divina niña, me dio la razón.

No hay enemigo en casa. Hallazgos benignos. No requieren


intervención.
Tengo que agradecer a la vida el tiempo que me regala y la
sacudida de estos días pasados que parecieron siglos.

A la muerte, que por ahora se encuentra lejos, le digo: sé que


vendrás.

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Patricia Romana Bárcena Molina

MORIR PARA VIVIR

Patricia Romana Bárcena Molina

La muerte forma parte de la vida y me asombra que se


pretenda ignorarlo. Su presencia despiadada la experi-
mentamos en cada cambio al que sobrevivimos. Hay que
aprender a morir lentamente. Hay que aprender a morir,
en eso consiste la vida, en preparar con tiempo la obra
maestra de una muerte noble y suprema, una muerte en
la que el azar no tome parte, una muerte consumada,
felicísima, entusiasta como sólo los santos supieron
concebirla; una muerte madurada desde antiguo, que
borra su nombre odioso, no siendo más que un gesto que
restituye al universo anónimo las leyes familiares resca-
tadas de una vida intensamente cumplida.

Rainer Maria Rilke

En la misa para despedir al padre de Jacqueline, el coro de la


iglesia entonaba una canción que animaba a los deudos a creer en
la existencia de otra vida, donde los desaparecidos de la tierra
recuperan la existencia eterna frente a los ojos de Dios. De esa
canción recuerdo un fragmento: “hay que morir para vivir, entre tus
manos está mi vida señor”.
Desde chica fui poco temerosa a la muerte y nada creyente, a
pesar de que estudié en colegios religiosos. Mi incapacidad para la
devoción durante los retiros espirituales y las largas misas me
hacía pensar en lo que para mí significaba morir. Desde entonces
se me hacía ilógico que aquellos que no tuvieron la oportunidad de
crecer en un ambiente propicio, para realizar buenas acciones,
estuvieran destinados al infierno, a no ver después de muertos los
ojos de Dios. Pensaba en los pobres condenados que no
alcanzarían la vida eterna.
Por fortuna mi padre fue un hombre bueno y si existe el cielo
ahí está él. Sin embargo, sus últimos años en la tierra fueron un
infierno. Pero, ¿su cielo?, ¿cuál fue su cielo terrenal? Supongo que

38
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

la serenidad de su espíritu, su sencillez, sus hijos amados y su


libertad para elegir. El cielo y el infierno están aquí, no hay que
esperar la muerte para experimentarlos.
¿Por qué debía ser castigado si fue tan bueno? Eso no me lo
puedo explicar, lo único que sé es que asumió su enfermedad con
dignidad. Quizá tuvo miedo a la vida y no a la muerte. No pudo
echar su pena al olvido, al contrario, la hizo presente todos los días
de su existencia. No se atrevió a cambiar, a enterrar una historia
manchada con la traición, a buscar otro espacio para continuar
vivo. En fin. No me toca a mí ser juez, bastante tengo con ser
parte.
Ahora que encuentro esta frase escrita por Rilke hace cien
años descubro otro significado de la muerte. Sí, hay que morir para
vivir, hay que aprender a morir en cada etapa para vivir una nueva
y distinta, aunque eso duela como la muerte misma. Porque duele
dejar atrás lo que fuimos y lo que amamos. Es como arrancar la
piel con nuestras propias manos y esperar la cicatriz que nos
marcará para siempre. También comprendo que esperar la muerte
serenamente requiere de una fortaleza espiritual y del convenci-
miento íntimo de haber cumplido nuestro quehacer en el mundo.
Así vi a mi padre las últimas semanas antes de su muerte. No
sin fuerzas, no desesperado, al contrario, absolutamente tranquilo,
esperando “restituir al universo anónimo las leyes familiares
rescatadas de una vida intensamente cumplida”.
Ahora sé la razón por la cual no pude derramar ni una sola
lágrima por su muerte.
Su enseñanza va más allá de lo comprensible a simple vista.
Su rectitud y su nobleza están en todos los recuerdos que guardo
de él. Si quiso morir de una vez y no en partes, respeto su
decisión. El hubiera no existe. No logro imaginarlo lejos de
nosotros, iniciando otra etapa, buscando venganza o prolongando
la redención de quien lo hirió de muerte.
El supuesto castigo que creí inmerecido en realidad no existió.
Fue su autodeterminación lo que acortó su vida y al mismo
tiempo la hizo eterna.

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Patricia Romana Bárcena Molina

MADRE-ABUELA

Patricia Romana Bárcena Molina

Mi mamá se preocupa porque ando sin suéter una tarde fría o


porque me excedo en el trabajo, a pesar de que tengo más de
cincuenta años. La atención que no me dio en otro tiempo, tal vez
por su inexperiencia de madre joven, me la da hoy a manos llenas.
Me atribuye cualidades que no observó en mí cuando fui niña.
Ahora le parezco inteligente y fuerte, hábil para resolver problemas
y sumamente humana. Pienso que su vejez la acercó a mí y que
presiente que no seré capaz de desentenderme de ella. Muchos
años le guardé resentimiento por su preferencia por mi hermana
mayor y por su desinterés en mi dificultad para sobresalir en los
primeros años de escuela, sin embargo, algo me dice, aunque no
lo recuerde, que su amor me salvó. Enfrentar la adversidad con mis
propios recursos me sirvió más que si ella me hubiera solucionado
los problemas. Me dejó a la deriva en la adolescencia y poco me
informó sobre los riesgos que acechan a una joven, pero siempre
me besó con amor y me fortaleció con su vitalidad. Mi madre fue
una mujer hermosa. Su belleza aunada a su inconsciencia la
llevaron a vivir con intensidad. El ejemplo deja más que las
palabras, y su ejemplo, sin explicaciones ni consejos, me llevó a
ser lo que ahora soy. Ella actuó en vez de hablar. Recuerdo su
optimismo como su gran cualidad. Si le decía que estaba
embarazada nuevamente, me contestaba que Dios manda a los
hijos y que sería un regalo para mí; cuando le confirmaba que se
trató de una falsa alarma y que tuve un retraso menstrual, me
decía: qué bueno, ¿para qué quieres otro chamaquito? Nunca supe
lo que pensaba en realidad. Cuando me acerqué a ella para
contarle que me separaría de mi esposo, me contestó que eso era
lo mejor: no tienes por qué aguantar a nadie, me dijo. Después le
platiqué que nos habíamos reconciliado y que seguiría con él.
Entonces dijo: qué bueno, tu marido es tu compañero, los hijos se

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

van y te quedas sola, además es muy espléndido y con él no te


falta nada. Déjalo que haga lo que quiera, no lo andes espiando,
los hombres son tuyos de la puerta para adentro. Con esas
respuestas me dejaba fría. Ahora entiendo que fue su estilo de
respetar mis decisiones. Reconozco que su forma de reaccionar
ante los acontecimientos me hizo ser flexible, en muchos sentidos.
Cuando murió mi papá se quedó sola, pero organizó su vida de tal
manera que hasta la fecha no le falta compañía. No sé cómo le
hizo para viajar sin dinero a Brasil, a Argentina, a Europa y a Cuba,
donde encontró la alegría para sobrevivir. Todavía le interesa su
vestuario y su arreglo personal, nunca se abandonó, le
entusiasman un par de zapatos nuevos o un perfume caro y
delicioso, de esos que nos hacen recordarla siempre. Quisiera que
a mi vejez la vida me regalara, como a ella, el amor infinito de mis
nietos, pero tengo que esforzarme para conseguirlo. Debo
aprender de mi madre a no entrometerme en la vida privada de mis
hijas, dejar que solucionen como puedan sus problemas. Todavía
no he asimilado esa parte de abuela que mi madre conquistó. Me
siento angustiada por mis nietos, pienso que mi hija debería hacer
lo que yo hice cuando ella era niña. Sé que es una tontería de mi
parte pero no lo puedo evitar. Tengo que dejarla ser y que se
disipen mis miedos.
Los seres humanos somos imperfectos y cometemos errores,
los cometió mi madre conmigo y los cometo yo con mis hijas, ahora
me obsesiona pensar que los pueda cometer mi hija como madre.
Es imposible experimentar en cabeza ajena. Un día escribí para
ella, en su álbum de recuerdos: “quiero que seas libre y feliz”. No
imaginé que su concepto de felicidad sería tan distinto al mío. Por
lo que sea, hoy puedo entender mejor a mi mamá, y espero que un
día mis hijas comprendan lo que siento cuando nos decimos adiós
y cierro la puerta para no salir detrás de ellas.

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Patricia Romana Bárcena Molina

NO DEJA DE LLOVER

Patricia Romana Bárcena Molina

No deja de llover, por momentos siento que este tercio de planeta


quedará hundido bajo los océanos. Si así fuese lamentaría la
desaparición de los niños, de los animales y de las obras de arte.
Lo demás puede ser que esté mejor en las profundidades.
A veces me pongo trágica pero no es para menos después de
revisar los diarios y comprobar nuestra capacidad de destrucción.
Esta guerra que parece no angustiarnos, este anhelo de poder
a costa de lo que sea, esta sed de venganza como fin último en la
vida, y en medio del desastre la mentira para hacernos creer que
no es cierto lo que vemos ni real lo que sentimos.
¿Por qué no pudimos entender que todo es pasajero, que la
vida es fugaz y nada nos pertenece?
Nadie es dueño del Sol, del aire, del agua o de las flores y, sin
embargo, los disfrutamos.
Nadie puede crear la vida y, sin embargo, trascendemos.
En nuestra larga historia hemos tenido muestras de la bondad
de algunos seres, de la lucidez de otros y de la genialidad de
pocos, aún así fue vana su existencia porque no aprendimos de
ellos, como no aprendemos tampoco a valorar la vida.
Tenía razón Pessoa cuando decía que este culto a la
humanidad, con sus ritos de libertad e igualdad, le parecía una
revivificación de los cultos antiguos donde los animales eran como
los dioses y los dioses tenían cabezas de animales. Entonces no
tuvo razón de ser la evolución, seguimos siendo bestias pero a
diferencia de ellas matamos por venganza.
Me aterra la realidad más que la tormenta que envuelve esta
noche a la ciudad. Empieza a cubrirse el suelo con balas de hielo,
el aire arrebata techos y ventanas. Todos corren a salvaguardar
sus pertenencias… Qué ironía, temen perderlas.
Estoy contemplando el cielo enfurecido porque tal vez quiere

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

decirnos algo. Sólo los niños miran hacia arriba. ¿Qué se


preguntarán y por qué no tienen miedo? ¿Sabrán más que
nosotros al ignorarlo todo? No sé, hasta creo que están divertidos.
Sí, los entretiene la tormenta, los saca del aburrimiento de los
adultos y su falta de fe los hace creer en todo.
Cuánto lamentaría que se perdieran los niños bajo esta furia
del cielo, ellos y la belleza plasmada en los libros, en los lienzos,
en las piedras, en el mármol o en los instrumentos que roban
sonidos a la naturaleza para compenetrarnos en ella.
Esa sería la gran pérdida, lo demás se pierde solo con
tormentas internas cuando intentamos prolongar lo que es
pasajero. Ay, qué tristeza, me quedé sin luz y no puedo seguir
escribiendo…

(Texto recuperado entre los escombros del diluvio que acabó


con la ciudad de la esperanza el 15 de septiembre de 2015)

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

ME LO CONTÓ UN PAJARITO

Chelo Boom

El Castillo de Hielo no era una extravagancia, ni una obra hecha


para participar en un concurso. El Castillo tenía su razón de existir.
Allí se fabricaban las paletas más sabrosas del planeta. El viento
polar, que colaboraba para enfriar los moldes, era movido por las
alas de bandadas de pájaros de diferentes especies, cuyos colores
armonizaban con las deliciosas mezclas que preparaban.
Los canarios hacían la de vainilla, los cardenales la de fresa, la
de piña la fabricaban preciosas primaveras, las humildes y
escandalosas chachalacas eran las encargadas de las de sabor a
chocolate, los pericos elaboraban la gustada por todos: la de limón.
Pero ese día algo pasaba en el Castillo. A las afueras del palacio
los carritos de paletas que esperaban formados para recibir su
carga de helada sabrosura, habían hecho una fila tan larga, tan
larga que se perdía entre las nubes.
Las hadas encargadas de la organización rimando con su
nombre estaban heladas de preocupación, porque la bandada de
pericos encargados de las paletas de limón no habían llegado y los
pedidos se iban atrasando, atrasando y los carritos se iban
acumulando y acumulando.
Los gnomos, encargados de acomodar las paletas en los
carritos, estaban sudorosos, agitados, con la nariz cada vez más
colorada, corrían de un lado a otro llamando a los pericos
colocando sus manos a los lados de la boca para dirigir el sonido y
con la ayuda del eco de las montañas hacerlo llegar hasta sus
orejas, porque no lograban entender ¿qué cosa estaba fallando en
una organización tan perfecta?
Todos entenderían si hubieran podido saber lo que a miles de
kilómetros había pasado.
Sucedió que la Sra. Rosa, mamá de Rosita, le estaba sirviendo
la comida y entonces la niña, como era su costumbre, comenzó a

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Chelo Boom

hacerle fuchi a todo lo que le cocinaba su mamá y llegó a tal grado


su berrinche y su malcriadez que tiró la comida con un movimiento
violento.
La mamá, dolida e indignada por lo que había hecho su hija, le
dijo en voz muy alta para que todos la oyeran
—Por este berrinche ¡Ya no va a haber paletas de limón!, para
después de la comida.
Cuando las mamás sabias toman una decisión inteligente,
algunos la oyen y la repiten y la repiten para que todos la sepan,
por eso el tordo se la repitió al jilguero.
—Ya no va a haber paletas de limón.
El jilguero se la gorjeó a la codorniz, la codorniz se la cucurreó
al petirrojo, el petirrojo se la cantó al búho y éste, que es tomado
por sabio, fue escuchado por muchas aves que a su vez se lo
repitieron a otras, hasta que llegó a oídos de los pericos… de todos
los pericos, de los huastecos, de los tapatíos, de los chiapanecos
de todos, todos los pericos. Entonces las parvadas de verdes loros
hicieron una gran reunión repitiendo juntos a la vez: “No va a
haber paletas de limón, no va a haber paletas de limón”.
Lo dijeron tantas veces, que fue como un conjuro mágico y los
limoneros se secaron y el azúcar se fermentó.
Finalmente enterados del origen del problema, las hadas, los
gnomos, las aves, los paleteros y nosotros estamos muy
preocupados, esperando que Rosita haga algo, para que su mamá
cambie la sentencia de: “Ya no va a haber paletas de limón” por
otra que diga “Voy a darte una deliciosa paleta de limón”.
Tú, para que vuelva a haber paletas de limón, ¿qué harías si
fueras Rosita?

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

LA MUDANZA DEFINITIVA

Chelo Boom

El exterminio había sido muy efectivo. En la casa solamente


quedaban tres ejemplares del pueblo diminuto: dos cucarachas y
una hormiga.
Ante la despiadada persecución, las tres habían cambiado de
domicilio constantemente. De la oquedad en el piso de la despensa
huyeron ante el trapeador impregnado de Ajax con Expel. Del
espacio aparentemente inaccesible, entre un cajón de la cocina y la
pared, salieron por el rocío penetrante del Raid Matabichos.
—¡Matabichos! —dijo la hormiga— Como si todos los del
pueblo diminuto entráramos en el genérico de “bichos”.
Y sensata explicó:
—No es lo mismo una cucaracha que una abeja o una diligente
y organizada hormiga. Es necesario —dijo reflexiva— que los
humanos conozcan la vida y función de cada ser en el planeta.
Aunque reconocía que, ella misma, todavía no comprendía cual era
la de los humanos.
La hormiga y las cucarachas se cambiaron a un lugar que
supusieron más seguro: la curvatura del cespol del fregadero.
Un día aparecieron adosadas a la pared frente al cespol, tres
cajitas circulares, negras y con un orificio rectangular.
La cucaracha más joven exclamó alborozada
—¡Miren!, por fin los humanos decidieron convivir con nosotros
y nos han hecho tres habitaciones.
—Cucarachita ingenua —le dijo la hormiga con la experiencia
que le daba la edad— ¿Qué no sabes que los humanos utilizan
esas cajitas para destruirnos? Las ponen, te metes pero o sales
moribunda o no sales nunca. ¿No has oído hablar de las cámaras
de gas que usaron para matarse entre ellos? Pues estas cajitas
son algo semejante.
—No, no lo sabía… pero… no creo que nos engañen. Hasta

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Chelo Boom

ahora nos han hecho la guerra de frente, y ¡las casitas! ¡Están


monísimas!; si es como pienso: ¡Esta será nuestra última mudanza!
Y… si es como dices… también.
Las dos cucarachas entraron en la cajita a pesar de los gritos
de advertencia de la hormiga. Nunca salieron. La hormiguita
tristemente pensó que ya no le quedaba nada más que aceptar su
destino. Suspiró, levantó las antenas para buscar un sitio donde
morir dignamente y...
—¿Qué vibraciones percibo?
¡Son gozosas invitaciones de hormigas ¡como yo! para
compartir miel …¿mmh?… ¡ellas dicen que viven con un humano
devoto practicante del ahimsa! ¡Estoy salvada!
La hormiga corrió zigzagueando y moviendo las antenas para
captar mejor el código de la ruta hacia su mudanza definitiva.

RECADO URGENTE

Chelo Boom

Por la noche nos hacíamos pequeñitos mi gato y yo. Por cierto, mi


gato era todo lo contrario de lo que la gente opina de los
comportamientos felinos. Dicen que los gatos no se apegan a su
dueño, que son voluntariosos y exigentes de atenciones…en
resumen: que son independientes y celosos.
Pero mi gato siamés: “Candy” no era así. A todas partes iba
conmigo y dormía cerca de mi cama. Al despertar brincaba a mi
lado y lamía mis manos. Mientras me bañaba y vestía, echado veía
mis movimientos. En cuanto se daba cuenta de que había
terminado, corría al comedor donde, al pié de mi silla, estaba el
cacharro con su leche. Desayunábamos y salía hasta la puerta


Ahimsa: No violencia

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

para despedirme. Al mediodía, cuando llegaba de la secundaria,


con su presencia en la entrada, ronroneos y maullidos me hacía
saber de su gusto por verme.
Éramos inseparables. Buscar juegos y aventuras antes de
dormir era nuestro deleite. Al hacernos pequeños se conservaba la
proporción de mi tamaño con el de él. De modo que siempre
estaba a mis pies, aunque todo el entorno conservara sus
dimensiones.
Nos reíamos ruidosamente, cuando las patas de las sillas se
convertían, para nosotros, en gruesos pilares tras los cuales
podíamos jugar a escondernos. Digo nos reíamos porque Candy
maullaba en la forma más semejante a una carcajada.
A veces íbamos al jardín y allí las inofensivas cuijas y los
lentos caracoles se aproximaban curiosos a indagar qué clase de
bichos éramos. No tenían miedo de nuestra cercanía, sin embargo
cuando comencé a hablar, se retiraron asustados a una distancia
prudente, desde donde nos examinaban. Cuando tuvieron la
certeza de nuestro carácter inofensivo se acercaron y nos dieron
su aceptación.
Todavía no sé por qué a algunos de los animalitos se le daba
el poder hablar, en cambio otros permanecían emitiendo los
sonidos característicos de su especie. La cuija se comunicaba
conmigo como siempre lo hace: con una especie de sonido
semejante a un beso tronado, pero aumentando y disminuyendo la
frecuencia lo que expresaba casi se convertía en palabras
entendibles. En cambio el caracol hablaba un perfecto español con
un tono grave y pausado como su deslizamiento.
Teníamos conversaciones superficiales acerca del tiempo, las
flores y de otros animales que día a día se acercaban a
conocernos, hasta que una noche nos presentaron al Ratón Pérez,
el del intercambio de dientes por dinero. Yo quedé fascinada
porque en mi niñez, cuando se me caía un diente de los que llaman


Cuijas: especie de lagartija blanca translúcida

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Chelo Boom

de leche, se lo dejaba y siempre esperé para ver cómo lo recogía y


dejaba unas monedas a cambio; pero me ganaba el sueño y nunca
pude preguntarle: “¿Para qué te sirven nuestros dientes de leche?”.
Esa noche era la oportunidad perfecta para que me lo dijera.
El ratón Pérez contestó que en cualquier momento me invitaría
al laboratorio donde, con nuestros dientes de leche, les hacían
dentaduras a los ratones viejos que los tenían gastados o que se
les caían por la edad o también para los ratones jóvenes que en
sus juegos o carreras, huyendo del gato, se les rompían y remarcó
con fuerza las últimas palabras.
Cuando dijo “huyendo del gato” volteé a ver a Candy, quien
fingió no entender, mirando al cielo.
El Ratón Pérez tal vez lo dijo con toda intención, porque en
nuestras noches de hacernos pequeños el Ratón Pérez era de mi
tamaño, en cambio el gato guardaba la proporción con mi estatura,
así que el gato estaba en desventaja con el Ratón Pérez, en
cuanto a talla. Tal vez por eso Candy permanecía atrás de mí
cuando nos reuníamos con el Ratón Pérez y se mantenía callado,
callado. Como el Ratón Pérez era de casa estaba muy
familiarizado con las rutas hacia la cocina y los horarios libres de
humanos, así que nos íbamos con él a la cocina y nos poníamos
unos atracones de queso y golosinas que hacían que yo no tuviera
hambre en el desayuno. El Ratón Pérez a veces cargaba con algo
de comida para otros ratoncitos más tímidos o pequeños que no se
atrevían todavía a incursionar en la casa.
Todo estaba muy bien pero “Candy” comenzó a cambiar, ya
no me esperaba al regreso de la escuela. Primero pensé que como
yo ya era una adolescente, él ya no me veía como una chiquilla.
Dejó de dormir a los pies de mi cama y se salía todas las noches a
vagar con otros gatos. Por esa razón dejé de hacerme chiquita,
porque no tenía con quien ir a pasear.
Así pasaron dos semanas pero yo extrañaba a la cuija, al
caracol y sobre todo al Ratón Pérez. Por lo que decidí ir sin
compañía, total ya tenía al Ratón Pérez, a la cuija y al caracol
como amigos y acompañantes.

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

Además, el ratón Pérez dijo que me iba a llevar al laboratorio


donde hacían las dentaduras con los dientes de leche de los niños
y aunque no me acompañara Candy, yo iría.
Esa noche me hice chiquita y llegué al jardín, allí estaban la
cuija y el caracol muy serios y cabizbajos. Me saludaron bastante
secos, por lo que extrañada les pregunte por qué estaban así.
A coro el caracol con su voz de bajo profundo y la cuija con su
chillante besuqueo me dijeron:
—Parece que tu gato se comió al Ratón Pérez.
—¿Cómo lo saben? ¿Lo vieron ustedes? ¿Será por eso que ya
no duerme en mi cuarto y ya no se hace chiquito conmigo? —les
pregunté angustiada.
—No lo sabemos con certeza, ya ves que nosotros no
entramos a la casa, pero hace tiempo que el Ratón Pérez no viene
y corren rumores…
—¡No puede ser! ¡Eso es espantoso, es criminal! Pero tal vez
es tiempo de que a muchos niños se les caen los dientes y el
Ratón Pérez está muy ocupado en su laboratorio haciendo
dentaduras —dije para consolarnos—. Pero si es cierto lo que
dicen entonces es: ¡Horrible, catastrófico, históricamente irrepa-
rable! No sólo nosotros perdemos a nuestro amigo. También los
niños pierden la ilusión de cambiar sus dientes por monedas con el
Ratón Pérez y los ratones viejos y los ratones jóvenes traviesos no
tendrán sus dentaduras.
Muy intranquila regresé a mi estatura y tuve que aceptar: mi
gato era como todos los gatos, independiente, exigente y celoso.
Ojalá y no sea cierto lo que me dijeron la cuija y el caracol.
A partir de esa noche todos los días estoy al pendiente de los
dientes de mi hermano menor que está a punto de mudarlos.
En cuanto se le caiga el primero, junto con mi hermano se lo
voy a dejar al Ratón Pérez con una carta prometiéndole que ya no
habrá gatos en mi casa. O… ¿Candy se lo habrá comido?
Por favor tú que estás leyendo esto:
Si se te cae un diente, pónselo al Ratón Pérez y si te deja
dinero, ¡por favor no dejes de avisarme! Estoy muy preocupada.

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Chelo Boom

CUERPOS DE AGUA

Chelo Boom

En el inicio de la planicie se encontraron río Manantial y río


Deshielo
—¿De dónde vienes? —Preguntó alegre río Manantial.
—Vengo de las montañas, mi origen está en el deshielo de sus
nieves, siempre estuve cerca del firmamento, de las estrellas, veía
el amanecer y gozaba las tardes en que mis antepasados las
nubes con el hermano sol las coloreaban. ¿Y tú?
—Yo nací más abajo, de un manantial. Desde que surgí, corrí
entre las piedras, las flores y me sombreaban los árboles.
—Oye río Deshielo ¡Vamos corriendo muy juntos! ¡Uuy no
vayas a chocar conmigo, te acercas demasiado!
—No, río Manantial, no va a suceder.
—¿Uuuuy! ¡Estás ya muy cerca!
—¿Viste cómo no chocamos? No podríamos lastimarnos, en
primera porque somos agua que se adapta y en segunda en este
momento somos riachuelos que nos fundimos para hacer un gran
río. Ven, juguemos a rodar. Hagamos olas, remolinos, ya verás
cómo nos vamos a divertir sin hacernos daño, porque somos
suaves, moldeables, cristalinas, frescas.
—Tú vienes de las montañas y parece que sabes mucho.
—Claro, porque soy más vieja. Permanecí muchos años
encaramada en las rocas de la montaña, expuesta al sol y a la
noche, al frío y al calor, hasta que me derretí.
—Oye Deshielo a veces hablas refiriéndote a nosotros como si
fuéramos género masculino y otras veces femenino ¿qué somos?
—Finalmente somos agua, aunque a veces te llames río, y
otras lago o lluvia o cascada o mar, que por cierto en francés es
femenino y para que más te sorprendas: somos mariposa, hombre,
perro, rosa.
—¡Cómo!

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

—¿No sabías que en todos los seres vivos su mayor


componente es el agua? ¿No sabes que un ser humano puede
dejar de comer muuuchos días, pero si deja de beber agua se
muere pronto.
—No, no sabía.
—Yo creo que tú eres de un manantial nuevo, de lluvias
recientes, porque todo te cae de novedad.
—Pues sí, algo hay de eso. Es que estaba metido en lo
profundo de la tierra y de repente se abrió…y salí
—Por eso estabas calientita, en cambio yo traigo el frío de la
nieve en mis entrañas. —De pronto, Deshielo se hace remolino y
observa.
—Mira, ese hombre nos va a desviar, ¡luego nos vemos!
Más tarde los riachuelos se encuentran de nuevo en el
gran Río
—¿Cómo te fue, qué hiciste?, te veo mermado río Manantial.
—Yo a ti también. Aunque no me importa haber disminuido,
porque me llevaron en canales para regar los surcos y me quedé
hinchando las semillas que alimentarán raíces, tallos, flores, frutos.
Me embellecí dándoles vida, y ¿tú?
—Yo me divertí muchísimo, me reencontré con los humanos,
ya los había visto escalar las montañas donde antes estaba. Bañé
a uno de sus cachorros recién nacido. Uyyy, ¡cómo lloraba al
principio!, pero luego me tomó gusto y comenzó a chapalear en mi
superficie, después lavé ropa y cacharros de la comida. Todos me
bebieron y después de saciar su sed entré en su cuerpo y allí me
quedé dándoles vida al transportar dentro de ellos todos los
nutrientes que antes alguien como tú, les procuró. También ayudé
a echar fuera todos los deshechos que los podrían envenenar. Por
eso no me importa haber menguado mi caudal, espero que más
tarde aumente con las lluvias y los afluentes que nos
encontraremos.
—¿Qué son afluentes?
—Otras fuentes de agua: ríos, riachuelos, ojos de agua,
cascadas que compartirán sus aguas con nosotros y verás que

53
Chelo Boom

llegaremos caudalosos al mar, allí conocerás a todos los animales


marinos, entrarás en las branquias de los peces, acariciarás a los
arrecifes de coral, valsarás con las algas ¡tú verás cuando
lleguemos!
—¡Aaaay!, me cayó algo arriba. ¡Guacala huele muy feo!
—Manantial, perdóname, no te lo había dicho. Mientras más
nos acercamos a las ciudades se aumenta el peligro de que nos
echen basura, de que te metan en un tubo y no vuelvas a ver el sol
hasta que salgamos de las poblaciones.
—Eso sí no me gusta, agua de las montañas.
—Aaay, ya llegamos a la zona fabril. Ojalá nos traten bien
Manantial
—¿Qué es eso?
—Es el lugar donde los humanos hacen sus pinturas, sus
coches, sus armas, todo lo que les preocupa.
—Y allí… ¿qué tenemos que hacer?
—Allí nos usarán en todos sus procesos y luego nos
devolverán a nuestro mismo lecho, pero contaminadas.
— ¿Qué es eso?
—Todo lo que afecta nuestra pureza, todo lo que no es agua…
—y ¿eso es malo?
—Desde luego, porque entonces ya no llevamos vida sino
muerte, porque ya no somos agua, somos acarreadores de
veneno. ¿Te acuerdas que bañé a un niño? Pues si lo lavo poblada
de microbios y sustancias agresivas se enfermará. ¿Te acuerdas
que me bebieron y entré en sus cuerpos?, si me tomaran
contaminada los mataría poco a poco.
—Y eso ¿es irremediable?
—Si los humanos quisieran…no, porque podrían no
ensuciarnos o limpiarnos antes de que nos regresaran al caudal del
que nos tomaron. Hay muy pocos que sí lo hacen, porque están
conscientes de que sin el agua el hombre no puede vivir. Pero
otros nos desperdician, nos ensucian… Como la lluvia cae gratis
no nos valoran.
—Aaay, ya nos entubaron. Nos vemos a la salida.

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

Saliendo de la ciudad vuelven a reunirse Manantial y Deshielo.


—¿Eres Manantial? No te reconozco, hueles muy mal y tienes
basuras.
—¿Y tú? ¿Eres Deshielo? Ya no estás trasparente y tienes un
color de agua moribunda. Perdón, no quise entristecerte, estoy
seguro que nos compondremos. No te abatas, hagamos remolinos,
olitas.
—No quiero, me siento pesado ¡cargo tantas cosas!
—Anda Deshielo, anímate, quítate esa espuma, se van a
asfixiar los peces que nadan en nosotros.
—Manantial amigo, no puedo, necesitaría que el sol me
evaporara completamente y volverme nube y así deshacerme de
todo lo que arrastro. Más vale que veas que ya no tenemos
habitantes peces, ni ranas… ni ajolotes que viven en los charcos,
estamos como el Mar Muerto, sin vida adentro.
—Hermano deshielo, me dan ganas de llorar. Con la oscuridad
al estar entubado no vi que la vida se nos ha ido de nuestra
corriente.
—Dentro de poco se unirán ríos de la región cercanos al mar
pero…
—Qué bueno, así volveremos a ser como antes.
—No Manantial, ya no podremos recuperarnos sin la ayuda de
los humanos porque llevamos la muerte en nosotros. Llegaremos
al mar y allí muy a nuestro pesar seguiremos envenenando a los
peces, a las algas y a los corales
—¿Y si llueve, Deshielo?
—Quien sabe, las nubes no vienen, porque ya no hay
suficientes árboles para que las llamen. Y si llega puede ser lluvia
ácida que destruye las plantas y hasta las construcciones. —
¡Cómo! ¿Qué es lluvia ácida?
—Querido río Manantial, de verdad que estabas muy
encerrado, tendré que informarte que así como nos contaminan los
humanos, así también contaminan el aire con emanaciones de
vehículos, de fábricas, de combustiones; en fin, con mucho de lo
que hacen. Entonces al llover, el agua limpia la atmósfera

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Chelo Boom

llevándose la contaminación, pero ésta no se destruye sino que


cae a la tierra en lo que han dado por llamar lluvia ácida.
—Ay Deshielo me siento morir, creo que sólo me queda llegar
al mar y limpiarme en sus grandes aguas.
Deshielo y Manantial tomados de sus ondas llegaron a la
desembocadura. Allí se sumergieron en el mar buscando la vida y
se encontraron con el desagüe de una población.

LA NIÑA Y EL GLOBO

Chelo Boom

Querida nieta:
Tu cercana adolescencia me inclina a pensar que pronto
aparecerá un jovencito que provoque en ti emociones descono-
cidas, ilusiones propias de tu edad que deseo con todo mi corazón
puedas manejar y hacer de ello un feliz aprendizaje, por eso te voy
a contar un cuento para que, extrapolándolo, entiendas mejor sus
implicaciones.
No había nada más perfecto: ella lo tenía a él y él la tenía a
ella. Eran la pareja ideal. Él estaba para cumplir sus deseos; ella
para quererlo y cuidarlo.
Se encontraron por primera vez en el parque. Ella lo escogió
entre todo aquel manojo de globos. Él parecía esperarla, era el
único de aquel color, el diferente que con un movimiento pendular
decía: “Estoy aguardándote”
Lo tomó con el cuidado que él merecía, lo ató a su muñeca con
un nudo corredizo y se fueron con la certeza de eternidad. Lo
fugaz, lo perecedero no estaban en su lenguaje.
Pasearon, jugaron y el atardecer los sorprendió inmóviles, en
silencio, contemplando las flores. Al anochecer, se lo llevó a su
casa y se durmió pensando en él.
Él se quedó pegado al techo muy cerca de la puerta de su

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

alcoba, escuchando su respirar acompasado, tranquilo.


Al amanecer ella corrió por él. Allí estaba, esperándola, ¡no
había perdido tersura, volumen, ni altura!
Volvió a atarlo a su muñeca y de nuevo fue el acompañante
perfecto.
Así pasaron días o años ¡quién sabe!, ellos no median el
tiempo en horas, lo calculaban en felicidad.
El primer día de 1958, no, de 1998 o realmente ¿del, 2000?,
no importa, ellos habían convivido su primer milenio y pensaban
iniciar ese día, el segundo, juntos.
Se fueron al parque, donde se encontraron por primera vez.
Ella trató de tomarlo con la mano, quitando el nudo corredizo
de su muñeca, pero el globo se soltó.
Se elevó involuntariamente más alto y rápido que los pájaros.
No se quería ir, ni dejarla, pero estaba en su naturaleza volar,
ascender.
Ella extendió su mano, hacia lo alto, hacia el cielo, hacia el sitio
de los anhelos, de los sueños, tratando de alcanzarlo, de retenerlo.
Él con tristeza vio su cara asombrada, anhelante y su mano
abierta, vacía.
Así quedaría su imagen congelada en el tiempo, la de la
amada amando, con la mano hacia el cielo, sin alcanzar su sueño.
Él en toda su plenitud sin querer alejarse de ella.
Ella lo miró subir, subir, hasta que fue sólo un punto en la
inmensidad del cosmos. Nunca lo olvidaría; pero así fue mejor.
Él se fue en su plenitud de capacidad de vuelo, en su perfecta
forma y color. Nunca lo vio perder altura, ni marchitarse.
Y así, porque se fue a tiempo, el amor sería perfecto, sin
desgastarse, sin traicionarse.
Se recordarían siempre. Ella a él como el mejor compañero. Y
él a ella, como su mejor y única dueña. Así debe ser el amor:
jamás perder altura, aunque incluya una separación.

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Chelo Boom

EL ARRECIFE RECOBRADO

Chelo Boom

Desde que ella había llegado a la Organización Internacional de


Protección al Ambiente con sede en Cozumel, los compañeros de
trabajo hicieron a un lado su nombre nahuatl y la bautizaron con el
de Marina, debido a su obsesivo amor por el mar.
En cualquier tiempo se la encontraba contemplando su
inmensidad.
Extasiada sumergía en él las manos y haciendo con ellas un
cuenco recogía un poco de agua salada y, embelesada, cerrando
los ojos la vertía en su rostro en actitud de una mutua caricia.
Tenía el registro, en la bitácora, de la hora exacta de las
mareas, con una dedicación que excedía sus obligaciones de
trabajo.
Marina era una mujer silenciosa, solitaria, aislada, que se
singularizaba por la vehemencia con que externaba su
preocupación por la naturaleza, especialmente por la destrucción
de los manglares y los arrecifes de coral.
Sostenía que la tierra es un organismo que respira, late, vibra,
como todos los vivientes. Decía que las mareas, los huracanes y
los terremotos no son otra cosa que eventos de su fisiología.
Fernando, un de ecologista compañero de trabajo, sentía por
ella una especial fascinación y… pena, al darse cuenta de la
incomprensión que mostraban a veces los comentarios hirientes en
el sentido de dudar de su salud mental, por lo que se dedicó a ser
su incondicional protector.
Sabía que las autoridades de la institución y muchos de sus
compañeros la encontraban fanática en sus juicios y actitudes,
sobretodo porque Marina llegó a ser un estorbo, con sus
denuncias, cuando desarrolladores y autoridades pretendían tomar
acciones muy lucrativas pero perjudiciales para el medio ambiente.
Un día, llegó a las oficinas la noticia de la destrucción del

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

arrecife “Paraíso” en el Canal de Cozumel, por el paso de un barco


de turismo de la línea Carnival.
Fernando se alarmó por la reacción de Marina, quien con la
mirada perdida repetía:
—Cientos de años en formarse, un instante en destruirlo…
La miró ir corriendo hacia el mar y allí hablarle en un lenguaje
desconocido para él, pero en una evidente actitud de súplica.
Después, la vio entrar a la dirección de la Organización y sin
mediar solicitud, ni cita con los directivos informó:
—Salgo para Veracruz —dijo, con una expresión de alarma.
Cuando Fernando la escuchó, trató de encontrar la razón del
viaje y a tal lugar. Haciendo un esfuerzo de memoria, entre la
niebla de lo que se olvida por no darle importancia, surgía la voz de
Marina diciendo: “…el primero en México fue en Veracruz”
Fernando fue tras ella para protegerla, porque temió por su
salud mental. La siguió a distancia, Marina no se dio cuenta de su
compañía. Fernando abordó, tras ella, el avión para Veracruz.
Llegando al puerto Marina se fue inmediatamente a San Juan
de Ulúa y allí permaneció hasta la puesta del sol.
Fernando la vio esconderse para que los guardias de la
prisión convertida en museo, no la invitaran a salir. Él, sin
denunciarla, presentó sus credenciales a los guardianes, quienes
le permitieron quedarse a cambio de la promesa de salir antes de
oscurecer.
A distancia vio a Marina llorosa pasar sus manos por los
sillares de las paredes del Fuerte, hechos hace cientos de años
con el esqueleto de otro arrecife de coral destruido con ese fin. Los
acariciaba compadecida repitiendo una y otra vez:
—Miles de años en formarse…
El mar que sube constantemente por la porosidad de los
sillares, había formado estalactitas por las que escurrían gotas,
lágrimas del mar que acompañaban a Marina en su llanto.
Ella caminó hacia las mazmorras, se detuvo en la que se
enmohecen de inutilidad cientos de balas de cañón. Permaneció un
tiempo contemplándolas y se llevó las manos a la cabeza en

59
Chelo Boom

ademán de sufrir un desmayo, por lo que Fernando corrió hacia


ella; pero al tratar de sostenerla denunció su presencia. Marina,
con el rostro descompuesto, le gritó con desesperación:
—Sal de aquí inmediatamente. Vete ¡por favor! Hoy nadie
debe quedarse aquí.
Fernando argumentó, suplicó, trató de imponerse, pero fue
inútil, sólo había unas palabra en sus labios.
—Vete, vete por favor, déjame sola. Algo muy importante va a
suceder. Por eso estoy aquí.
Fernando obedeció, después de todo la tarde estaba clara y la
noche prometía ser tranquila. Se fue a esperarla en el hotel, lejos
del Fuerte.
Marina se quedó recorriendo a paso lento toda la construcción,
observando lo que acontecía a su alrededor. Dieron las diez de la
noche, las doce, y a las dos de la madrugada, rompiendo el
silencio, de cada poro de los sillares de coral comenzó a salir un
líquido sanguinolento, espeso, mezclado con sollozos, gritos,
gemidos, que escurriendo por las paredes iba inundando poco a
poco los patios, las escaleras, las almenas. Marina ascendió por el
torreón hacia donde estaba el antiguo faro. El nivel del agua
gimiente seguía subiendo. Los sillares hechos de coral, con el peso
de tanto llanto se agrietaron, acabando por resquebrajarse
El mar comenzó a penetrar por las fisuras, primero suave-
mente y luego con gran ímpetu, hasta que encrespado llegó al
cuarto donde estaban almacenadas las balas de cañón, que fueron
catapultadas por las olas contra las paredes semidestruidas,
abriendo enormes orificios. El mar entró por allí a sus anchas y
como si toda la construcción ya no pudiera soportar tanto dolor allí
almacenado, se fue hundiendo entre la violencia de las olas, el
rugir de cañones inexistentes y los lamentos sin boca.
Al sumergirse en el mar, los corales iban recobrando su
blancura, los sollozos se acallaron. Poco a poco el mar se fue
calmando y el silencio se apoderó nuevamente del espacio, ahora
vacío de construcciones.
Al amanecer el mar había recobrado sus corales, la historia

60
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

había perdido un fuerte y Fernando, al no encontrar rastro ni


procedencia de Marina, no sabía si realmente había existido o la
había imaginado sobre todo por ese su verdadero nombre de
Malintzin.

IDENTIDAD
Chelo Boom

El hecho fundamental de la existencia humana no es ni el individuo


en cuanto tal, ni la colectividad en cuanto tal. Ambas cosas
considerada en sí mismas, no pasan de ser formidables
abstracciones.
También el gorila es un individuo, también una termitera es una
colectividad, pero el yo y el tú sólo se dan en nuestro mundo.
Porque existe el hombre y el yo, ciertamente, a través de la relación
con el tú.
Martín Buber

Después del tsunami en Tailandia, en una improvisada clínica en


Phuket todo era prisa y confusión. Las instalaciones, insuficientes
ante la gran demanda, obligaban al personal a desocupar las
camas antes del completo restablecimiento de los sobrevivientes, a
fin de recibir a los centenares de heridos que seguían llegando.
En un catre permanecía aquella mujer, que del espanto pasó al
estupor, quien persistía callada ante el interrogatorio de médicos,
enfermeras y personal voluntario que la urgían, al menos, a
identificarse para ayudar a la búsqueda desesperada de personas
con parientes desaparecidos. Sus ojos ciegos al entorno, sus oídos
sordos a las palabras, eran murallas impenetrables para acceder a
su conciencia.
Ante la numerosa presencia de diferentes nacionalidades,
suponiendo que no respondía por no entender al interrogador,
intentaron inútilmente los idiomas posibles de la paciente. Una
mujer, de las muchas voluntarias que auxiliaban al personal

61
Chelo Boom

calificado, con un impresionante parecido a la paciente, se acercó,


y dulcemente la abordó.
—Señora, su recuperación es la adecuada para poder
atenderla en forma ambulatoria, lo que nos permite insistir para
darla de alta: ¿Quién es usted?, comprenda que pueden estar
buscándola, y una sola palabra suya acabaría con la angustia de
unos niños o de un esposo —le dijo acariciando su cabeza—. La
insólita semejanza pareció conmoverla y viéndose en ella como en
un espejo, abrió su boca y expulsó las palabras que estaban
sumergidas en su garganta. Sus ojos y oídos por un instante se
animaron como los de un muñeco de cuerda.
—Los niños me llamaban mamá, porque de mi nacieron. Mis
padres me decían hija, porque de ellos venía. Él me susurraba:
amor, porque yo lo era. Ayer la ola se los llevó, hoy nadie me
nombra, yo ya no soy... —terminó volviendo a caer en su marasmo.

HURACÁN ISADORA

Chelo Boom

—Cuando li daban l´agua… se sacudía, talmente como si


tuviera frío, es que las calenturas en tovía no se le quitaban. No en
balde estuvo tres días en el mar con el huracán encima.
Pero ya va mejor señito, ya va mejor. Ora recuerda más
seguido y entons como que se queda piense y piense.
No, no soy su pariente, me llamo Pedro y stoy aquí con José
Canché porque me dio lástima, lo conozco dendenantes, y los
socorristas pus ya no le prestan atención.
No lo digo por aste, ni los culpo; les doy razón, José ya stá
casi bien, sólo queda aguardar que se reponga, hay otras
necesidades más juertes que starlo acompañando, han de pensar
que para eso stoy aquí.

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

Con la eda no tengo juerzas pa ayudar tanto, pero sí puedo ver a


las personas y platicarles… les cae bien.
No soy de aquí, pero tengo harto viviendo frente a este mar,
que ora lo ve lisito, lisito, espejeando el cielo y ¡así de azul!, pero
aluego se rompe, cuando refleja el cielo que se quebra dando
tronidos luminosos y soltando el agua que trai en la panza .
Yo ya sabía q´esto iba a pasar, porque los pájaros cantores se
jueron de los árboles y l´utima vez que estuve en río Lagartos los
flamingos se bían ido. Pero ya ve aste que la gente de razón no
cree en eso.
Y a luego con tanto susto aquí en Chic-Chulub, naiden
recuerda, o si se acuerdan no le toman aprecio, que en este
huracán Isadora talmente como en el otro el Gilberto, José, llegó
vivo a la playa volando sobre las olas.
Lo tengo bien presente. Unas olas grandes como edificios
aventaron su lanchón que salió disparado por la playa hasta cair en
la calle de enfrente. El bote habiendo cumplido, se desbarató
alrededor del cuerpo de José Canché como una gran mano que
nos lo entregaba. Talmente como ahora, que me tocó verlo otra
vez. Naiden me lo contó, yo vi todo, venía empapado, con la ropa
en hilachos y allí quedo tirado nomás, otra vez en medio de las
maderas, sangrando de una herida en el brazo. Nada grave, solo el
rozón de una tabla de su embarcación, seguro que ella se lo hizo
pa´despertarlo y que se refugiara antes de que se lo llevara el mar.
Igualito que en el “Gilberto”. Es que los lanchones y sus dueños se
queren bien arto.
Ahora como l´otra vez lo cargaron hasta la picop que se lo
llevó al puesto de socorros. Tons estaba bien juerte y tovía joven,
no hace mucho de eso, pero no cualquiera vive después de andar
de náufrago tres días en un huracán sin quedar tocado, José ya no
jue el mesmo desde el “Gilberto” y más quel “Gilberto” se llevó a su
mujer.
Sí, señorita, ya ve que tiene cuatro días bien y no se acaba de
componer, es que ya no es igual…Ora que… ¡José, José ¡ ¿Onde
vá? Péreme José, voy con aste. No se apure señito orita lo

63
Chelo Boom

regreso.
Diablo de José, ¿de ónde agarra tanta juerza? Han de ser las
calenturas y yo con la eda no puedo andar apriesa. Ojalá que la
gente no stuviera tan ocupada y lo apararan, porque no puedo
darle alcance y menos hacerlo regresar. No creo que lo haga entrar
en razón.
—José, José, aguárdame.
Hay Jesús ya me lleva una cuadra pus ¿onde se va a meter?
¡Por fin se detuvo! Pero ¡¿Cómo se le ocurre?! ¿Qué dice? Apenas
loigo. ¿Qué dice?
—Zacil, Zacil ya llegué, ¡Qué bonita estás Zacil! Dame tu
mano...
—Ya se cayó, pos ¡cómo iba a aguantar! Y yo que no lo voy a
poder cargar
—José despierte, vámonos para el refugio.
¡Ah que tantiada! Mire nomás. Pos no se jué a morir en el
mismisimo baldio que dejó el “Gilberto” cuando se llevó su casa
con to y mujer.


Zacil: princesa en maya

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

YO SOLO VINE A ENSEÑAR

Rodolfo Cisneros Márquez

Mariana era una instructora recién titulada, apenas contaba con 21


años de edad. Entre sus compañeros de trabajo en el despacho de
capacitación donde laboraba siempre tuvo fama de ser soñadora,
pero sobre todo media despistada. Aquel día se sentía nerviosa e
insegura porque, por primera vez, impartiría su curso “Desarrollo
humano y manejo del estrés” en un reclusorio.
Aquella mañana se encontraba entrevistándose con el
coordinador de reclusorios, quien le indicaba los requerimientos
para tener acceso al penal donde impartiría el curso.
—Mire licenciada, lleve su credencial del IFE, no se presente
con joyas, dinero, botas ni vestida de los colores: negro, azul,
blanco o color beige, porque no le permitirán la entrada al
reclusorio.
—Oiga —replicó Marina—, ustedes quieren que yo vaya
desnuda.
Ironizando el coordinador le contestó
—Ya le dije que no vaya de beige ¿entendido?
Aquel lunes, Mariana, bien bañadita llegó al Reclusorio, se
registró, una custodia le practicó una revisión de rutina. Mariana sin
ropa, sonrojada, sonreía por el nerviosismo que le producía ser
auscultada tan minuciosamente por aquellas manos enfundadas en
unos guantes de látex blanco. Quiso salir corriendo pero no pudo,
su compromiso profesional por la capacitación no se lo permitió.
Siempre imaginativa, en un momento fugaz de un abrir y cerrar de
ojos recordó la película El Apando y creyó ser la Meche (personaje
interpretado por María Rojo en la cinta de Felipe Cazals, donde le
es practicada una revisión vaginal por una custodia perversa con
rasgos varoniles interpretada por Ana Ofelia Murguía, con su
uniforme, su gorra y su frente emperlada de sudor después de
someterla a una lujuriosa revisión vaginal, la custodia libidino-

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Rodolfo Cisneros Márquez

samente excitada y complacida le dijo a Meche: “¡te gustó! ¡bien!


… que te gustó!”)
Después de la revisión se vistió y caminó por los pasillos fríos
e interminables, formados por aquella infraestructura con paredes
color gris pálido que acentuaba aquel aislamiento. Mariana se
sintió abandonada a su suerte, jamás pensó que en su vida
profesional se presentarían sacrificios de este tipo. Pero siempre
soñadora se imaginó ser La Maestra Inolvidable (película dirigida
por René Cardona e interpretada por María Rivas como la maestra,
que con su pierna de palo caminaba por todas partes soportando
de todo por su compromiso con la educación de sus alumnos).
Al registrarse en la tercera puerta la atendió una custodia que
resultó ser más despistada que ella, porque después de ponerle un
sello en una de las muñecas de su mano, equivocadamente en
lugar de darle un pase para el área administrativa donde se iba a
impartir el curso, le entregó un pase para la visita conyugal, el cual
Mariana no revisó por los nervios y confiada continuó su recorrido
sin percatarse del equívoco. Llegó a la cuarta puerta de lámina
tocó, una ventanita a la altura de su cara se abrió, Mariana enseñó
el pase y la custodia enseguida le abrió. La custodia le revisó el
sello y sonrió morbosamente al leer el pase y sin más la condujo
hacia el pasillo donde se encontraban los cuartos de la visita
conyugal mientras le decía:
—Tú sí que debes de estar bien palanca para que te dejen
entrar los lunes y tan temprano, en lugar de venir los jueves como
las demás.
Mariana extrañada le contestó:
—No entiendo lo que me dice —pero recordó su curso de
Asertividad donde aprendió a mejorar su comunicación efectiva con
los demás y con aplomo respondió—, pero ¡sépase que yo siempre
he trabajado en todas partes desde el lunes y bien temprano!
—¡Claro!, porque estás polla.
—¿¡Polla¡?
—¡Sí, polla!, pero ya que tengas mi edad, a ver si aguantas, y
por cierto ¿cómo te llamas o te dicen?

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

—Me llamo Mariana y algunos me dicen Mari y a propósito


¿me puede informar si todo esta listo?
—¡Por supuesto!, no comas ansias. —Le contestó la custodia.
—Oiga, me dijeron que en la primera sesión va estar el
director.
—¿Cómo? ¡¿Así que te sientes a nivel ejecutivo?!
—No es cosa mía, eso me dijeron.
La custodia tomó como presunción aquellas respuestas y
adoptando la posición de jarrita preguntó ¿y qué más te dijeron si
se puede saber?
—Pues que si no hay una participación mínima de 10, este
evento se puede cancelar.
—A cabro…chihuahua 10, ¿podrás?
—¡Por qué no voy a poder ¡hasta se me hacen pocos!
Contestó Mariana sintiendo que aquella mujer atentaba contra
su profesionalismo. Cuando llegaron al último pasillo se fue la luz,
la custodia le dio ánimos.
—No te preocupes, están soldando alguna reja y de seguro
esos tarugos ya fundieron los fusibles. Pero yo conozco a la
perfección este lugar y sé cuál es el mejor sitio para que puedas
trabajar a gusto. Pero mira, aquí entre nos, no creo que se junten
tantos, porque nadie te conoce, nunca se ha escuchado por aquí el
nombre de la Mari, pero qué te parece si yo te los junto, tú haces tu
chamba y yo me gano mis propinas ¿entiendes?
—Pero ¿se podrá, no irá haber problema?
—No te preocupes muchacha, estás en México y aquí con
dinero se puede todititito.
—Pero no se ve nada, y que feo huele, como a Clarasol.
—Y eso que no viniste hace 15 días, cuando recién llegué,
estaba peor y ahora hasta contamos con uno que otro colchón
nuevo.
—Qué bueno que me lo menciona, porque voy a necesitar
unos cinco en fila para que los participantes se rolen más rápido en
las dinámicas de grupo hasta llegar a la relajación total.
—¿Dinámicas? A ver, ¿pues cómo lo vas hacer, si no es

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Rodolfo Cisneros Márquez

indiscreción? —Preguntó interesada la custodia.


—Mire, primero les voy aplicar un Rompimiento del hielo con
Pelota caliente, para entrar en confianza, enseguida una Técnica
motivacional, Phillips 66, Entrar y salir, un par de corrillos,
cuchicheo y si da tiempo hasta el cinquillo y la reja.
—¡Qué bárbara!, tú sí que sabes, eres una expertaza, y yo que
creí que ya había hecho de todo.
—Usted anímese. —Dijo Mariana tratando de convencerla.
—¿Yo?
—Sí, ¡usted!, lo va a disfrutar mucho, se lo aseguro.
—Oye, cómo te atreves a hacerme una proposición así,
aunque como lo platicas se me hace muy tentador, pero…. mejor
no. No te niego que en el mero fondo bien que me gustaría. Estás
simpática, pero a mi edad y ¿contigo?
—¿Y que tiene de malo?, se ve que usted necesita mucho el
desarrollo humano, lo noto en su mirada y hasta me lo va a
agradecer.
—¡Sólo eso me faltaba! —exclamo la custodia—, de ningún
modo, aunque ya somos socias. ¡No me tientes Satanás! Mejor me
voy a convencer a los muchachos de que vengan contigo. Mientras
siéntate en esa banca con cuidado pues está tan oscuro, ahorita
vengo.
Después de unos minutos, cuando la custodia regresó agitada
y bañadita en sudor, le dijo a Mariana:
—Ya los convencí, se están formando y ahorita llegan.
Mientras te comento que los practicantes de la Secretaría de Salud
vienen cada seis meses y nos dejan unas cajas de condones y te
traje una, tómala y úsalos para tu seguridad.
—¡Condones¡ —Gritó Mariana aventando la caja.
En ese momento regresó la luz y Mariana, al ver esos cuartos
inmundos abiertos de par en par, sorprendida preguntó:
—¿De qué se trata esta broma?
La custodia, preocupada por la reacción de Mariana, le dijo:
—¡Tranquila¡, no es ninguna broma. ¿Pues a qué viniste?
—Yo solo vine a enseñar.

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

—Y ¿qué vas a enseñar?


—Desarrollo humano y manejo del estrés en 20 horas que
durará mi curso.
—¿Curso?
—Sí, curso.
—Pero, ¿ya te diste cuenta que traes un pase de visita
conyugal?
—¿Cómo?
Mariana, desconcertada, leyó el pase sin poder creerlo y en
seguida aterrerada lo aventó y solo atino a decir:
—¡Condúzcame de inmediato a la Administración!, donde me
deben estar esperando para impartir el curso.
La custodia preocupada le cuestionó:
—¿Quién es usted en realidad?
—Yo soy Mariana Gutiérrez Domínguez, licenciada en
Psicología de la Universidad Anáhuac, y represento al Despacho
“Nuevos Lideres Emprendedores para la Capacitación en las
Ciencias Empresariales”.
—Pues mire, será usted muy licenciada —dijo envalentonada
la custodia—, pero después de esta confusión en que se metió y
me metió no le va hacer tan fácil liberarse y más ahora como se
pusieron las cosas. Escúcheme bien, voy a tratar de desactivar
esta situación de emergencia y alto riesgo; a partir de ahorita va
hacer todo lo que le diga al pie de la letra, porque un movimiento
en falso y hasta un motín se puede armar ¿entendido licenciada?
A Mariana se le heló la sangre y con dificultad movió la cabeza
asintiendo
—Liiiiiicceeeeenciiiada voy a hablar con los muchachos donde
los deje formados, lamentablemente son como 30 y ya estaban
bien pachecos porque hasta me dieron sin protestar un adelanto
para apartar su turno. Mire, mientras yo intento retenerlos con
ayuda de los refuerzos que voy a pedir, usted sale corriendo y no
se detenga por nada y no mire para atrás y si se cansa se pega a
la pared a que le regrese el resuello. Después siga hasta que se
tope con la siguiente puerta, dígales que encarecidamente por lo

69
Rodolfo Cisneros Márquez

que más quieran le abran rápido y la conduzcan a la


Administración, que la manda la custodia Ramona, una servidora
de usted. Y por cuestión de seguridad no comente con nadie este
incidente ¿Meee entiende licenciaaaada?, ¡a nadie!
La custodia Ramona pidió por radio los refuerzos, y al grito de
“¡liiiiiicceeeeenciiiada córrale!” Mariana salió corriendo, sentía que
las piernas se le doblaban, nunca se detuvo y en ese momento
imaginó ser la mujer de Lot (personaje bíblico que salió corriendo
de Sodoma y Gomorra, al cual se le pidió no voltear a atrás, pero
desobedeció y se convirtió en estatua de sal), pero Mariana,
jugándose la vida, no volteó para llegar a su destino.
Por algo dicen que el ser humano es el único que se tropieza
dos veces con la misma piedra, porque años después, cuando
Mariana se casó, su esposo, por una demanda de robo, fue
enviado al reclusorio.
Aquel jueves, cuando Mariana entró recién bañadita en
aquellos pasillos, checó bien que esta vez le dieran correctamente
su pase de visita conyugal y cuando entró en aquel cuarto le dijo a
su esposo, mientras se quitaban la ropa.
—Me crees si yo te dijera que hace tiempo estuve por estos
sitios…
Su esposo extrañado le contestó:
—Tú siempre tan imaginativa y soñadora, ¿no me salgas con
que esto ya lo viviste en la otra vida?
Mariana nerviosa sonrió, suspiró y respondió nostálgica:
—No son cosas de la otra vida, simplemente es un pequeño
secreto que guardo.
En seguida se escucharon unos toquidos, la pareja se
sorprendió, Mariana se tapo con el cobertor, abrió la ventanita que
le daba en la cara y se quedó sorprendida.
—¡Buenos días liiiiiicceeeeenciiiada!, mire quién lo iba a decir
usted otra vez por aquí, la vi cuando pasó y me dije ve a ver si se
le ofrece algo a la liiiiiicceeeeenciiiada.
Mariana aturdida le contestó:
—¡Nada Ramona, nada!

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

Y de inmediato cerró la ventanita. La custodia se fue restregando


su macana contra la pared del pasillo mientras mascaba des-
preocupada su chicle.

LA MADRUGADA DE TÍO TONCHI

Rodolfo Cisneros Márquez

Cuando nació Tío Antonio su mamá, Tía Leonides, se puso muy


contenta y lo llamó Tonchi de cariño. Él fue el cuarto en nacer
después de tres hermanas. Por fin, para bendición de su familia
nació un hombre, decían contentos sus familiares. Lo consintieron
mucho durante toda su niñez. Nadie existía para Tía Leonides más
que su mero hijo, como ella orgullosa le decía. Lo mimaban con las
mejores comidas y le cumplían todos sus caprichos, porque si no
se emberrinchaba hasta el grado de privarse. Tenía un baúl con su
ropa, sus juguetes y sus pertenencias aparte, para que no se
fueran a revolver con las de sus hermanas. Cuando tenía 5 años
su papá murió, él creció y se convirtió en un muchacho muy
talegón y mal mandado, hacía lo que quería. Cuando se enojaba,
se tapaba con su sarape de pies a cabeza todo el santo día, Tía
Leonides, preocupada, le metía debajo del sarape los platos con
memelitas de frijol y pellizcadas de crema que él comía y
terminando arrojaba los platos al piso. Su mamá nunca se imaginó
que ella y su familia habían hecho de Tonchi un ser soberbio,
despreciable y merecido. Cuando se quejaban los vecinos de él,
ella siempre lo justificaba:
—Túúúúú es que le tienen tanta envidia a mi Tonchi de que es
tan de chulo, no está tristito, está hecho a machete, no a marro
como los demás, tiene sus ojotes y su cuerpo, di que es toro
americano.
Tonchi creía que lo merecía todo, era muy ventajoso con

71
Rodolfo Cisneros Márquez

los demás, nunca compartía nada, le decían “come solo” porque


cuando disfrutaba de su chileatole, su panqué o sus torrejas
delante de la gente nunca compartía nada, sólo existía él y su
conveniencia y nada más. Era un muchacho muy solitario, no tenía
amigos, nunca hacía nada por los demás si no le daban algo a
cambio, y aún peor, todas las mujeres se le acercaban fascinadas
por su atractivo, pero acababan maldiciéndolo y alejándose por su
trato déspota, el bombo que se daba y lo codo que era.
En el barrio murmuraban de él:
—Es muy absoluto y mal contento, no come chileajo, no come
yique, no come chilate, no come mole bueno ni de vaca, no come
tambor, no le gusta nada —aseveró Tía Mema.
—Él no corta leña, no va a la escuela, no cuida chivos, no
pizca, no se levanta temprano, no tiene un oficio y menos una
gracia, nomás es Tonchi. —Dijo Tía Teresita.
—Lástima de cara, tan chulotote que está, pero tan cosijoso y
malcontento ¿Cómo lo irá a pagar? —Decía Tía Sara.
—Es tan inútil y soberbio, que dios lo perdone. —Asintió Tío
Loño.
—Más bien es muy delicado, parece pedo de monja —aseguró
Tío Isaac.
Cuando tenía 21 años, una mañana su mamá adornó un
canasto mediano lleno de botellas cerradas, frutas, carne costeña,
panqués y mamones, chocolate, fruta de horno, dulces y de más y
le dijo a Tonchi:
—El Padre Avelino me dijo que ya estás muy viejo y debes
casarte, pero como nadie te ha tomado en serio, platiqué con todas
las muchachas del barrio y ninguna reúne las cualidades que debe
tener una mujer de bien. Por eso escogí a Paz, aunque está medio
tristitita esta muchita, no es lo que yo soñé para ti, pero bueno,
ahorita voy a ir con el padre Avelino a pedirla de a ojo con sus
padres, para que te cases con ella.
Tonchi no contestó, sólo asintió en silencio. A los dos meses
se casó con Paz, que tenía 16 años. La muchacha tuvo que
aceptar porque sus padres hicieron un arreglo económico y

72
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

además a ella le gustaba y creyó que casándose con él, le iba a


quitar lo pretencioso.
La noche de bodas se presentó Tía Leonides llorando en la
recámara de los recién casados alumbrando con una vela y
diciendo que como quería mucho a su hijito Tonchito, no podía vivir
sin él, por eso se dormiría con ellos en los pies, pero eso sí: no se
daría cuenta de nada a su alrededor porque ella era de sueño
pesado del que solo le da a la gente trabajadora. Así durmió todas
las noches de la semana y en el día no perdía oportunidad para
darle una vida de perro a Paz, quien se fue convirtiendo en una
sirvienta, sus obligaciones eran bañar y peinar a su suegra, lavar y
planchar la ropa de todos, ir al molino hacer mandados y guisar.
Pasó el tiempo y Paz nunca pudo embarazarse y Tonchi nunca
cambió, pero la convivencia fue peor para Paz. Del diario, mientras
hacia el almuerzo, la comida y la cena, Tía Leonides se burlaba de
ella.
—Lo que sí tu atole parece engrudo, tu chileajo agarra la
lengua y está sañudo, tus tamales parecen lenguas de perro, tus
frijoles están baludos, tu sopa parece agua de trastes de tan
aguada que la guisaste, tu agua de limón con chía está estítica. Pa
el colmo tú, muchita, tan indigesta que eres y ni para tener hijos
serviste, pero también con qué los ibas a alimentar a esos pobres
muchitos si tienes chichis de gata, mírate tan seca retostada,
aparte tienes piernas cenizas, así son tus canillitas; mientras
hablaba hacía dos círculos pequeños con sus pulgares e índices
de sus manos.
Cinco años después Tía Leonides murió de latido y Tonchi y
Paz vivieron juntos por conveniencia y por el qué dirán, ella no lo
abandonaría y él le perdonaría el no darle hijos.
A Tonchi le costó mucho recuperarse de la pérdida de su
mamá Leonides y le dio por andar de borracho, en el fondo le daba
mucho miedo reconocer que era un muchito grandote y le
espantaba madurar. Paz le decía en las madrugadas:
—Pobre de ti, cómo debes de sufrir por tu vanidad, no
entiendes la castilla y no te entra la luz del entendimiento, tan bruto

73
Rodolfo Cisneros Márquez

y animal que eres y ahora peor, me saliste borracho, otra cosa le


hubieras heredado a tu abuelo Cornelio y no eso. Tonchi sólo
escuchaba y se hacía el dormido. Algunas veces intentaba
cambiar, pero después de un tiempo seguía siendo el miserable de
siempre.
Así pasaron los años y ahora la pareja es un par de viejos
pateados por el mundo. Tía Paz resignada a la cruz del
matrimonio, pero en el fondo se había acostumbrado a Tonchi, al
que no quiso como un hombre, sino más bien como el hijo que
nunca tuvo, pero siempre luchaba para no volverse como él en la
convivencia diaria. Y Tío Tonchi por su parte se sentía desvalido,
por eso se aferraba a ella, siempre fingió ser un cabrón para hacer
valer ante los demás su voluntad malévola y para someter a Tía
Paz, pero en el fondo era un hombre sin carácter.
Mientras, allá en el pueblo de Santa María Tindú, murió Tía
Petra, hermana ilegítima de Tía Paz, dejó huérfano y sin un
centavo a su único hijo Camerino, de veintidós años, quien llegó
una mañana a Tezoatlán a la casa de Tío Tonchi y Tía Paz, les
entregó un recado de su madre donde les pedía encarecidamente
que se hicieran cargo de él. Gracias a la intervención del padre
Avelino lo aceptaron, pero como un criado que durante meses los
estuvo atendiendo con esmero.
Una madrugada Tío Tonchi vivió una experiencia que no
olvidaría jamás, por ese incidente se vio obligado a apoyar a su
sirviente Camerino con 50 monedas de cero siete veinte, y la casa
a la orilla del terrerito que eran las condiciones que le pusieron los
parientes de Rosalía para casarse con él. Claro, Camerino tenía
que ir pagando mensualmente con centavos, especie o trabajo su
deuda.
Esa madrugada el aire frío soplaba, Tío Tonchi se levantó a
orinar, Tía Paz le advirtió:
—Tonchi, ojalá y salgas de cuerpo allá fuera, ponte tu cotorina,
tanto frío que hace, qué bruto, di que están botando agua de fierro.
Tío Tonchi se la puso y cuando orinaba se percató de que un toro
negro estaba entre la milpa con sus ojos rojos y sacando vaho por

74
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

su hocico. Tío Tonchi a tientas buscó en el corral su cuerda y


bonito, bonito se acercó al animal y lo lazó. Después lo amarró al
árbol de nanchis y se fue a acostar.
Cuando despertaron le contó lo sucedido a Tía Paz, quien le
replicó ¿pero qué estás loco o qué carajos tienes?, el toro no debe
estar aquí, se lo alquilaste a Tío Neto para que se cruzara con sus
vacas.
Tío Tonchi confundido se fue a ver al toro, pero sólo encontró
la reata amarrada al árbol y el otro extremo en el suelo con el
círculo aún anudado. Sobre la tierra caliente aún salía vapor, y
unas enormes huellas con pezuñas se encaminaban hacia el
monte pachón, y las milpas de ese camino estaban chamuscadas,
mientras flotaba un fuerte olor a azufre. Tío Tonchi sintió que las
piernas se le doblaban, se quedó de una pieza, con la sangre
helada, sus labios se pusieron blanquizcos, estaba de a boca seca,
y enmudecido se fue corriendo hasta encontrar a su mujer.
—¡Qué gran parió Paz!, afigúrate que ayer no lacé a un toro
sino que lacé al mismo mismito diablo demonio.
Tía Paz palideció y le contestó:
—¡Ay nanita!, hasta que se te hizo conocerlo. ¡Pero no te me
acerques!, hasta que el padre Avelino te confiese y te eche agua
bendita, para que te saque al malo.
El padre Avelino le dio como penitencia ayudar a algún
prójimo. Cosa que a Tío Tonchi no le gustó nada por agarrado,
todos seguían hablando que donde se sentaba ni pasto nacía y
que hasta un día se puso una lavativa que ya no quiso Tía Paz, dijo
lástima de mi sal, mejor me la pondré y se la puso. Por eso ayudó
a Camerino a casarse, para cumplir su manda.
Tío Tonchi, a raíz de su vivencia infernal al final de su vida,
quiso preocuparse por los demás con la ayuda de Tía Paz, pero ni
el mismo diablo pudo cambiarlo porque para su desgracia la
fraternidad y la generosidad sólo se cultivan en tierra fértil y todavía
lo recuerdan por ahí como el miserable que un día lazó al diablo.

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

DE MUJERES SENSITIVAS, HOMBRES BRAVOS Y DE ACERO

María Judith Damián Arcos

Seco y soleado como el mejor día de marzo, emprendimos el viaje


a los Acapulcos, para ver a una renombrada dermatóloga, bueno
eso lo digo nomás para que suene bien, porque ni siquiera sabía
en ese entonces cómo se llamaba la doctora.
La de buenas que hubo camioncito de la Flecha Roja, con
lugares suficientes para que cupiéramos libremente. Estábamos
tranquilas, salir del pueblo siempre es un descanso que acompa-
ñado del sofocón del calor de la mañana resultaba todavía
agradable.
Nos fuimos hasta el fondo del autobús que en ese momento
estaba libre completamente de gente. Menos mal, pensé, no le
tendré que ver la cara a nadie, ni tener que ser cortés. Por
supuesto que me equivoqué, en cuanto nos sentamos junto a la
ventanilla derecha, descubrí en la izquierda un suéter y una botella
de brandy casi vacía. Ojalá que la botella esté solita, así no nos
dará molestias.
La gente se acomodaba en los asientos que había dejado por
un momento; ahora volvía el chofer y ponía a funcionar el motor del
vehículo. Cuanto no sería mi desagrado ver llegar a unos
chamacones veintiañeros dirigirse con su tambaleante seguridad
de embriagados, directo al fondo del camión, bueno, eso uno de
ellos, porque el otro a partir de que entró venía invitándole a todo el
pasaje chalupas frescas y crujientes.
Había pedido a mi hija, que se sentara junto a la ventanilla y
por el momento me hizo sentir segura haber tomado esa
precaución. El primer tambaleado se sentó cerca de nosotras e
inició una plática deshilvanada. Cuando llegó a nosotros el
invitador de chalupitas. Tratando de no herir la susceptibilidad de
un borracho, agradecí el ofrecimiento sin aceptar ninguna. Están
muy buenas, insistía, haciendo propaganda a unas chalupas que el

77
María Judith Damián Arcos

único defecto que tenían eran el borracho que las andaba


regalando.
El chofer comenzó a mover el pesado camión, estábamos ya
en marcha, el piso chipotudo nos hacía movernos en conjunto
como los dos casi adolescentes en su nube alcohólica.
La idiota de tu servilleta en otra de esas ocasiones especiales
para meter la pata y portándose como señora que quiere darse a
respetar, cometió la burrada de mencionar no sé qué cosas
peligrosas como llevar armas en relación a otras como entablar
conversación con desconocidos.
Nuestro borrachín chalupero en su reparto había quedado a
principio del camión, y el otro muchachón permaneció en el lugar
junto a nosotros.
—No crea que quiero portarme mal con ustedes, yo sé
respetar a las mujeres, ¿sabe?, yo tengo a mi señora y mi chavita
de meses, no le faltaría el respeto a nadie.
—Por mí no se preocupe, lo entiendo —le dije en el tono que
me sonó más ridículo.
Moreno, delgado, en su desparpajo me recordaba a tantos
muchachos que he conocido.
—Como le decía, mi compañero y yo venimos a trabajar y ya
vamos de regreso —¿de regreso a dónde me dije, pues la pinta de
chilangos no se les quitaba ni tantito.
—¿Va usted de regreso? ¿A México? Este camión va a
Acapulco —no me contestó.
Eres tontina si quieres razonar con un borracho, me increpé
condescendiendo con mi tontería para mis pensamientos. Siguió
platicando de su esposa y de su niña cuando el otro fulano se nos
acercó.
—No estés molestando a la señora, no ves que va con su hija.
—¿Verdá señora que no la vengo molestando?
Y mi cancioncita volvió a salir:
—Por mí no se preocupe, su compañero está platicando bien
con nosotras.
—Eso que te valga güey, señora si la molesta nomás me dice

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

—concluyó definitivo y se dirigió a la parte delantera del autobús a


hablar con unas muchachas que iban en los asientos del centro del
camión.
Seguimos platicando con el borracho que estaba con nosotras,
bueno eso de seguir platicando es un decir, porque yo solamente le
escuchaba en lo que me estaba contando, que si el no tenía
vergüenza de ser chilango, que así se sentía muy bien, que su
familia ya tenía como chorronal de años que estaba en México, que
no eran de esos que han llegado después a invadir la ciudad. Su
lenguaje era vulgar y se le notaba la carencia de escuela a lo lejos.
Sin embargo, yo veía que quería ser sincero y no sentirse solo
entre tanta gente.
Yo aceptaba de buen grado su forma de expresarse, con los
“mecae de madre”, “a güevo”, “a la verga” que le salían tan bien
colocados y con la tonalidad que su falta de léxico podían imprimir
a su sentida plática sobre su vida personal. A propósito de nada el
borracho de adelante le dijo cerrándole el ojo,
—¿Guardaste las armas? —Se notaba que quería impresionar
a las chavas que iban junto a él. El otro le contestó con un gesto
indescifrable.
Y así avanzábamos un poco y aquel le decía a éste algo de las
armas, que empecé a pensar que de verdad estuvieran armados.
Ya viste mensa, quien te manda andar de mundana hablando con
desconocidos que vaya a saber usted qué madre los parió y a qué
hora; y que cuando menos se dé usted cuenta ya tiene
encañonadas las costillas con un arma desconocida, porque las
gentes pobres pero decentes no necesitamos armas, esas las
tienen los bandidos o los que no tienen la conciencia tranquila. Y
ya me veía a mí misma entre jaleos y disparos arrinconada con los
demás pasajeros, mientras que nuestros dos borrachines nos
libraban del engorroso peso de nuestros cochinos dineros y alhajas
de oro de a mentiritas.
El autobús siguió su camino. El borrachillo de adelante regresó
a donde estábamos, a su lugar junto a su compañero.
—Señora ¿la viene molestando? Oye, no molestes a la señora.

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María Judith Damián Arcos

No ves que ella se ve que es una señora y viene con su hija. Y yo


no te voy a dejar que le faltes al respeto. Y de seguro tiene a su
esposo ¿verdá señora? —Lo decía tomando la botella de brandy
que había permanecido en el rincón mientras tanto.
—Ya te oí güey que vienes diciendo tamañas palabrotas
delante de la señora, no la estás respetando. Estás usando
groserías de hombre delante de ella y además que estás
ofendiendo a su hija que viene aquí.
Me cayó mal el tipo y que de ningún lado de pronto me
protegiera de las malas palabras de su compañero y me echara
encima su cuerpo. A pesar del alcohol no era un tipo desagradable,
usaba ropa de buena clase y me recordaba mucho a la imagen que
me hice de los amigos de mis amigas de los que me habían
contado tantas cosas chistosas de sus visitas a México en
vacaciones. Cuando lo miraba me imaginaba que así era el tal
Pocho ese, y aquel Juancho amigos de la Chiquis.
Los dos se veían como de diferente extracción, uno de
colonias populares y el otro de barrios más linajudos aunque quién
sabe qué tanto. En un arranque ya muy molesta de que se
encimara por pura puntada lo agarré de la mano y le dije:
—Las palabras no me incomodan, pero esto sí —y le mostré
haciendo presión sobre su brazo que me ofendía su falta de noción
de las distancias. Presumía, de que no me iba a dejar desam-
parada ante las sandeces de su compañero y que él no permitiría
que nadie insultara a ninguna mujer respetable que le recordara a
su mamá, que él no permitiría se estuviese diciendo malas
palabras delante de ella y menos con groserías de hombre. Que a
él no le gustaría que nadie la tratase así con ese vocabulario tan
vulgar y por tanto al llenar yo el prototipo de su madre y ya que
éste, su compañero, era su subordinado lo menos que podría era
exigirle que fuera respetuoso.
El otro borrachillo en el primer momento no le hacía mucho
caso. El otro insistía sobre lo mismo que hasta mí me empezó a
molestar su insistencia.
—Cuádreseme cabrón que soy su jefe. A mí no me va a salir

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

con tonterías.
Se sostenía, se contenía como gato de barrio ante la actitud
represiva del otro y se aguantaba. Así finalmente guardó silencio y
dejó al otro hablar todas las loqueras que se le ocurrieron.
De pronto me llamó la atención que parara la Flecha Roja en
Petaquillas, a unos cuantos kilómetros de Chilpancingo, aunque
eso no tenía nada de raro pues no era camión numerado, lo que
llamó mi atención fue que bajara el chofer y hablara con unas
personas.
Tanto hemos oído de robos en los autobuses de las diversas
rutas de la república y de aquí mismo de la región, que ya para
entonces pensé: “y si el chofer estaba de acuerdo con éstos y
fueran unos ladrones”. Pero nada salía de la normalidad, subieron
algunas personas. Y un hombre de apariencia estudiantil que
abordó el autobús ahí mismo se sentó junto a nosotros en el
asiento en que íbamos. Por un momento descansé, entre el
borracho y yo estaba este muchacho que funcionaría como un
parapeto humano. El borracho se separó y se acomodó en la otra
ventanilla.
El recién llegado me preguntó si veníamos juntos.
—Cuando subimos, sus cosas ya estaban aquí. —Le dije por
toda respuesta.
Para entonces ya habíamos pasado Palo Blanco, y
empezamos a subir a la sierra. Yo estaba un poco cansada y
entrecerré los ojos con la esperanza de descansar. El muchacho
del suéter a rayas negras y rojas que estaba junto a nosotras
empezó capotear al par de borrachos.
Llegamos a Tierra Colorada. Unos pasajeros bajaron y otros
subieron. El caso es que quedó lleno el autobús. El borracho
chalupero se sentó en el asiento adelante de mí y el otro junto a la
ventanilla. En los asientos de la otra hilera iba un muchacho que
había subido en Petaquillas. Y junto a él se había sentado una
mujer con una gran bolsa y un buen número de pepsivasos, con
pepsibatman, pepsipintados de muchos colores. Como buen
borracho el defensor de las madres tomó uno de los vasos y al

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María Judith Damián Arcos

momento de tomarlo para sí le decía a la dueña


—Regálame uno de tus vasos, mira tienes muchos.
La mujer volvió enfurecida y recuperó su vaso de un fuerte
jalón y para terminar agarró sus cosas y se cambió un lugar más
adelante. El borracho parlanchín hacía mutis en un sueño etílico. El
chalupero de pronto sintió necesidad de saber la hora. Íbamos más
o menos por El Cuarentaidós cuando le entró la prisa.
—¿Qué horas son? ¿Tienes reloj? Dame la hora. ¿Todavía
falta mucho para que lleguemos a Acapulco? Oye, préstame tu
reloj, se parece al que yo traigo acá, mira es de pilas, de los meros
buenos, lo compré en Tepis bien baras, ¿dónde puse mi reloj? Mira
ese es mi reloj no te quieras hacer el chistoso quedándote con él.
Por no ser imprudente el vecino de asiento sacó su reloj y lo
prestó al borracho con tal de impedir al otro que le estuviera
jalando el brazo para ver el reloj.
Total que para ese momento ya estaba diciendo el chalupero
que llegando a Acapulco no iban a poder hacer otra cosa más que
presentarse con sus superiores y que no debía saberse a quien
tenían que ver o buscar, por que su trabajo tenía que ser todo
discreción, que quien no guarda discreción ya puede irse sintiendo
fuera de ese trabajo. Insistía que si le prestaba unos pesos porque
no tenían para comer total le podía dejar su reloj no más que lo
encontrara, y que por el momento para que viera su buena fe le
podía invitaba un poco de su botella. Diciendo y haciendo dio un
trago a su botella de brandy, Presidente, obviamente. Y siendo
todo lo cortés del mundo a mí me ofreció el segundo trago, la
decente de tu amiga lo más amablemente que pudo declinó el
honor, por lo que la botella fue a parar a manos del chavo que
venía ahí junto. Éste hizo como que le daba un trago y no le tomó
ni gota y le devolvió la botella al otro quien nuevamente le dio un
gran trago a la botella.
—No te puedo prestar dinero zanca, pero si de comer se trata
los invito con mi tía que tiene una fonda en el mercado y comida no
nos va a faltar.
—¿Cómo está tu tía? ¿Está buena? ¿Es soltera?

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

No me aguantaba la curiosidad, quería mirarle la cara a los


rufiancillos. La discreción me ganó y no lo intenté. Estos monos de
nuevo empezaron con el forcejear por el reloj y empezaron a
calentarse los ánimos, total que de buenas a primeras el chavo que
subió en Petaquillas, mirando que este cabrón no le quería
regresar el reloj, se levantó rápidamente el suéter y de la pretina
del pantalón se sacó una pistola, ya para entonces las personas
que se encontraban más cerca de nosotros se salieron disparadas
hacia adelante del camión y un hombre viejo de unos tres asientos
más adelante se levantó y de dos paso se acercó a donde
estábamos y tomó por el cuello de la camisa a nuestro borracho
chalupero.
—Hijo de la tal ¿que tanto vienej amenazando tú que vaj a
sacar la pistola? Dejde a que’hora que te vengo oyendo, ¿Cuál es
tu maleta? Revísale a ver donde tiene las armas.
El muchacho del suéter rayado tomó la maleta y empezó a
buscar para encontrar las armas de las que tanto se pavoneara el
borrachillo.
—No se enoje señor, yo solo estaba bromeando.
—Aquí no se hace chistes con eso muchachillo y ahora aquí se
va a estar quieto para que aprenda donde se hacen los chistes.
Quedaron en guardia los tres hombres: el viejo, el del suéter y
el otro del que ni había tomado en cuenta.
Con el escándalo se despertó el otro borrachillo que en la
esquina de seguro soñaba con su señora y su chavita de meses y
aprovecharon para ponérselo parejo también.
—Yo no sé que les haya dicho éste, yo venía dormido a mí no
me reclame nada.
—Chingao hombre, ya ves tú por hocicón. ¿Qué les dijiste?
El otro había cambiado de color y estaba muy asustado. Toda
su pavonería se había reducido a tratar de ser amable y convencer
de que él era buen muchacho y sólo quería ser simpático.
—No se enoje señor, de veras yo nomás estaba bromeando,
pero yo no he molestado a nadie, verdá señora que yo me porté
bien.

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María Judith Damián Arcos

El miedo era más grande que la memoria y ganó la salida de mi


boca antes que esa verdad a medias que me había tocado, en
menudo lío me iba a ver ¿quién era quién en esta farsa? A los
borrachines solo les conocía de estos cuantos minutos en los que
de nada habían platicado con palabrotas si quieres, pero con una
sinceridad que sacaba a relucir los valores familiares en los que la
madre en uno y la esposa en otro eran esgrimidos para ganarse la
confianza de desconocidos.
—Yo no sé nada, yo venía dormida y a ustedes ni los conozco.
—Dije tratando de conservarme serena y no demostrar ninguna
señal de nerviosismo.
Ellos hablaban y el chavo del suéter rayado revisaba las
maletas de los borrachos sin encontrar ningún arma ni cosa que se
le pareciera.
Permanecieron de pie el viejo y el muchacho del suéter a
rayas, con la pistola en la mano para meter en cintura a cualquier
señal de resistencia por parte de los borrachines. En silencio,
desconcertados y miedosos los dos borrachos que en un momento
me hicieron temer que fueran asaltantes de quien seríamos sus
víctimas, sumisos esperaban un destino incierto y amenazador que
se había dibujado en el rostro del hombre viejo.
¿Y yo para dónde corro? Me pensaba, si me va a tocar un
balazo, pues ya ni que hacer, tirarse por la ventanilla del autobús
en marcha no me atraía para nada. Y además no estaba sola, ahí
arrinconadita iba dormida mi hija que no se daba cuenta del
borlote.
Llegamos a la entrada de Acapulco, los puestos de cocos de
los vendedores de la carretera aparecieron y las calles arenosas de
Renacimiento recibían el paso de nuestro autobús. El hombre viejo
con el muchacho del suéter rayado y otro más que se les había
sumado se levantaron y fueron rumbo a la puerta del autobús, el
conductor detuvo el camión y se bajaron; caminaban rodeando a
los dos borrachos y cargando la maleta a paso normal sin prisas,
los vi todavía cómo cruzaban una calle adelante de nosotros y
cómo daban vuelta en escuadra para atravesar el bulevar, y

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

perderse a lo lejos cuando nuestro autobús continuaba su camino


hacia el centro de Acapulco.
¡Qué pinche eres! me dije, no los defendiste. Sin embargo
¿Qué podía yo hacer? No los conocía ni a unos ni a los otros ¿Qué
iban a hacer con ellos, adónde los llevaban, quiénes eran estos
hombres? ¿Y si todo el mitote era una treta para identificarse? ¿Y
si los borrachos realmente eran policías de narcóticos como
dejaron entrever en cierto momento? ¿Y sino eran policías y eran
narcos buscando un contacto? Toda conjetura me parecía irreal y
por tanto desconcertante. No podía saberlo y no lo sé ahora, pero
cuando pienso en ellos me pregunto si todavía andarán por ahí en
plan de borrachos desmadrosos o si aprendieron a no andar de
valentones en esta tierra de mujeres sensitivas, hombres bravos y
de acero.
No dejo de regañarme a mí misma cuando pienso en ellos con
su desparpajo y su juguetear con las situaciones. Me siento mal al
pensar que si hubiera intervenido tal vez no se los hubieran
llevado, ¿pero quiénes eran unos y quiénes los otros?, esa es la
pregunta que no me he podido contestar todavía después de
mucho pensar en ello.

LOS NAGUALES

María Judith Damián Arcos

Nos conocimos en el hospital civil. Ella era una mujer de veintidós


años que acababa de parir en un taxi a su sexto hijo a eso de las
seis de la mañana. A mí me tocó tener a mi cuarta hija sobre la
mesa de expulsión del hospital a eso de las ocho de la mañana. Vi
a la mujer por primera vez cuando me trajeron después del parto.
Yo estaba cansada y quería dormir un rato, así que no hablamos
nada en ese momento. Fue a medio día en que platicamos.

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María Judith Damián Arcos

Como mi parto había sido normal y sin ninguna complicación,


podía haberme retirado a mi casa esa misma tarde, pero me iban a
intervenir con una salpingoclasia, así que al otro día por la mañana
me llevarían a la sala de operaciones.
Las preguntas se dieron por el lado más sencillo ¿y usted qué
tuvo?, ¿a qué hora nació?, y todas esas cosas. Aparte de los
detalles del nacimiento, recuerdo ahora solamente las historias que
me contó reconstruida como un todo un tanto nebuloso y es como
sigue.
Siendo ella niña en su pueblo conoció a un señor que curaba y
a quien se le hizo simpática. El viejito curandero consideró que la
niña tenía dotes para ser curandera, así que le empezó a enseñar
a curar desde muy chiquita. Ella no sentía mayor interés por curar,
pero aprendía lo que le enseñaba el curandero.
En una ocasión que su amigo no estaba, fueron a buscarla a
ella para que curara a un muchacho que tenía las piernas llenas de
llagas. A ella le daba vergüenza tener que curar al muchacho. Sin
embargo, la convencieron de que lo hiciera. Les pidió que trajeran
dos litros de sal y que acostaran al muchacho en un petate sobre el
suelo. Así que ya en el piso la niña empezó a limpiarle al
muchacho las heridas de las piernas con la sal con todo cuidado.
No me dijo que sí se había aliviado el muchacho, sino que esa
había sido una de sus curaciones.
Ya más grandecita sucedió que, al llegar a su casa, encontró
amarrada a la puerta del corral a una chivita negra con una
mancha blanca en el copete, la metió a su casa y le dijo a su mamá
que la matara y cocinara. Cuando lo hubieron hecho se dieron
cuenta que no era una chivita normal, sino que era un nagual lo
que habían matado. Así que en cuanto pudo fue a ver a su amigo
el curandero y le contó lo de la chivita. El curandero le aconsejó
que se fuera lejos a donde no la alcanzara la venganza de la mujer
quien tenía ese nagual, que era una conocida de él que también
curaba y que tenía envidia de que a la niña le enseñara a curar y
no a ella que tanto se lo había pedido.
Solamente volvió a su casa a despedirse de su mamá quien

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

acongojada aceptó que se fuera según el consejo del curandero.


Se fue primero a Chilapa, buscando la manera de llegar hasta
Chilpancingo. Los choferes de los camiones no la querían llevar
porque no tenía para pagar el boleto. Así que anduvo vagando
algunos días cerca de la estación de autobuses. En esos días
encontró a un músico de una orquesta que fue a tocar a un baile a
Chilapa. Le contó al músico su historia y éste la trajo a
Chilpancingo a vivir como su mujer.
Aquí en Chilpancingo llevaba ya ocho años en los que había
parido seis hijos del músico, y era por el nacimiento del último que
estaba en el hospital y nos habíamos conocido. Eso de que estaba
en el hospital era ya como de ribete, porque empezó su trabajo de
parto por la noche, cuando no estaba el músico pues se había ido
a trabajar tocando con la orquesta. El músico regresó a las cuatro
de la mañana, estaba bien cansado cuando llegó a su casa y la
mujer lo esperaba para que la llevara al hospital. Él se caía de
sueño y quiso acostarse un rato, pero ella le insistía en que ya iba
a nacer el bebé. Finalmente salieron de su casa allá por San
Antonio y se dirigieron a buscar un taxi. No pasaba ninguno por
ninguna de las calles que caminaban, así llegaron hasta el zócalo
en donde por fin consiguieron uno, no había avanzado ni dos
cuadras cuando nació el hijo. Los bajaron en el hospital sólo para
atender a los que faltaban de cuidados del recién nacido y de ella.
A mí me había tocado mi cuarto parto con el nacimiento de mi
hija entre las siete y las ocho de la mañana. El caso es que a mí,
con mis treinta y tres años, me iban a ligar a petición mía para no
concebir más hijos y a ella con sus veintidós era una opción que se
le abría. ¿Te imaginas, parir un chamaco cada dieciséis meses? Le
comenté que los médicos estaban de acuerdo en hacerme la
operación, por mi edad y porque el padre de mis hijos estaba de
acuerdo.
Esta muchacha, con todas las penalidades de una mujer que
tiene que atender a sus cinco hijos —que ahora eran seis con el
recién nacido— pensó en solicitar la operación para ella también.
Así que habló con los médicos sobre si la operaban, pero se lo

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María Judith Damián Arcos

negaron, le dijeron que a sus veintidós años, era peligroso para su


salud, y que sin autorización por escrito de su marido, no le hacían
nada de operación. Pues ya tenían casos en que la mujer decía
que el marido había autorizado y no era verdad. Y se arriesgaban a
que él quisiera tener todavía más hijos y los demandara por ligar a
su esposa sin su autorización. Y también a que se le murieran los
hijos que ahora tenía y ella misma quisiera tener otros más.
Lo que más me da qué pensar es que no hiciera para sí misma
nada para impedir sus embarazos, habiendo tantas recetas popu-
lares para eso.

EL ZARCO LÓPEZ

María Judith Damián Arcos

Lo poco que sabemos del Zarco López (que vivió


aproximadamente de 1830 a 1900), nos lo contaron el tío Carlos
López Cárdenas con las tías Ester y Rosa, sus hermanas, cuando
fuimos a Guanajuato, el sábado de gloria de 1997 (el día que al
abrirse la gloria, le abrieron la palabra a Joszef y a Iván, dándoles
vueltas en la boca con a una llave cualquiera). En esa ocasión
estábamos en familia, pues las tías venían a pasar unos días para
visitar al Cristo del Cerro del Cubilete por la Semana Santa. Don
Manuel y doña Concha, mis suegros, habían salido a Tamaulipas a
visitar a su hijo Jesús y aún no regresaban.
Las tías llegaron a casa de Adrián y como solemos hacer
nosotros, llegamos a casa de mis suegros, ahí encontramos que
Ulises platicaba de todo con el tío Carlos que había llegado un día
antes y sin que nadie supiera que haría esa visita, y así durante el
paseo que hicimos a Guanajuato fue la vez en que nos contaron
estas historias de la familia López.
El Zarco López, quien llevó por nombre José de Jesús López

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

Preciado, fue el bisabuelo de los López Rosas. Es decir que


Manuel López Medina fue hijo de José López Peregrina, quien a su
vez lo fue del Zarco López.
Cuando aparece en el marco de la reconstrucción del pasado,
en la tarea de recuperar las historias que la familia guarda en su
memoria para dejar una herencia de nombres y señales, el Zarco
López ya era un hombre muy entrado en años a quien la edad no
había borrado el gusto de galantear a las damas. Galanteos que
eran bien vistos y mejor aceptados por ser el Zarco López un
hombre de dinero y muchas propiedades. Era costumbre en ese
entonces acudir a presentes para agasajar a las pretendidas. Y uno
de los regalos más usado y apreciado era obsequiar a la muchacha
elegida un concierto de fruta de horno. Regalo que estaba formado
por exquisitas y finas galletas elaboradas con especial esmero,
delicias de panadería fina, golosinas apetecibles como frutas
maduras.
Había en el pueblo de San Martín, el poblado en el que vivía el
Zarco López, un panadero de quien apreciaban sus virtudes en eso
de hornear aquellos minúsculos y deliciosos bizcochos. Así que el
Zarco López había acordado con el panadero que enviara uno de
aquellos presentes a una damita en quien ya tenía puesto el ojo.
No era de ser despreciado el Zarco López, si se unían a aquellos
ojos azules que eran el motivo de su sobrenombre, sus mencio-
nadas riquezas.
A grupa de magnífico caballo llegó a la casa del panadero,
desmontó y a la entrada de la casa, el Zarco López, chocó de lleno
con dos mujeres dándose inadvertidamente un tope con una
jovencita. Se miraron estupefactos los dos sin atinar a decir más
que balbucientes disculpas. Atento el caballero despidió a las
mujeres quienes se dirigían a la misa, a juzgar por sus rebozos y el
misal en las manos.
Todavía un poco sorprendido por el repentino encuentro habló
el Zarco López con el panadero sobre su encargo.
—Fíjese que al entrar a su casa choqué contra una señorita y
una señora, dígame ¿quiénes son y cómo se llaman las damas a

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María Judith Damián Arcos

quienes me encontré?
—¿Ahora mismo? —asintió el Zarco López con un movimiento
de cabeza—, pues deben ser mi esposa y mi sobrina Felipa, quien
está ahora con nosotros de visita.
Y sin transición volvió a su asunto el panadero.
—¿Le envío entonces la fruta de horno a la señorita que me
dijo?
—No, no. Por favor no lo haga. Quiero que me haga Usted el
grandísimo favor de dárselo a su sobrinita Felipa.
Sorprendido quedó el panadero por la petición del casi anciano
Zarco López, quien por aquel entonces contaba con más de
sesenta años.
Por su cuenta, camino de la iglesia Felipa preguntó a su tía:
¿Tía quién es ese viejito tan bonito? Es el Zarco López, le contestó
la tía. Un señor muy importante por aquí.
Con este encuentro se inicia el cortejo de José de Jesús López
Preciado a Felipa Peregrina (aproximadamente 1875-?). De su
matrimonio nacieron dos hijos y una hija: José (1892-1951),
Antonio (aproximadamente 1894-?) y Dolores López Peregrina
(aproximadamente 1896-?). Poco duró la vida de la pareja, a los
diez años de vivir juntos la muerte le llegó al Zarco López, quien ya
andaba por los setenta años. Demasiados años para esas épocas.
En el límite de los siglos XIX y XX.
Felipa, hecha una matrona en plenos veinticinco años, tuvo
que hacerse cargo de la situación de su viudez. No faltaron las
complicaciones. Los primeros hijos del Zarco López, hombres
mayores que Felipa, reclamaron todas las propiedades de su padre
dejando en la indigencia a Felipa con sus tres pequeños. Fue una
vergüenza para ella después de ser casi la dueña del poblado no
tener ahora ni para comer ni vestir a sus niños. Esa pena no iba a
soportarla frente a la cara de tantos conocidos. Así que se fue de
San Martín a Aguascalientes (¿o Zacatecas?) y por allá consiguió
empleo de cocinera con una familia de franceses muy ricos.
Estos franceses la quisieron mucho. Primero fue la cocinera de
la casa, después poco a poco al ver sus patrones que sabía

90
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

mandar y atender todos los detalles de una casa le dieron el


encargo de mandar a todos los sirvientes y cocineras. Muchos
años vivió Felipa Peregrina viuda de López con aquella familia de
franceses. Su conocimiento de cocina se acrecentó pues además
de la cocina abajeña que ya conocía, agregó muchos platillos
franceses que aprendió con su patrona y otros muchos más de esa
región del norte.
Todavía Carlota Cárdenas, segunda esposa del bisabuelo
José López Peregrina, aprendió de su suegra aquella mezcla de
artes culinarias: abajeña, norteña y francesa, a las que agregó a su
haber culinario otras muchas recetas de su tierra, la Huasteca.
Carlos López Cárdenas, mucho tiempo después de que había
muerto José López Peregrina, a la sazón un hombre maduro, visitó
San Martín (lugar de la primera familia del Zarco) con la esperanza
de encontrar a quien pudiera contarle algo más de la familia del
Zarco López. Sin conocer a nadie ni saber a ciencia cierta por
quien preguntar, anduvo rondando por San Martín. A la hora de
comer entró en una fonda en la que comió tranquilamente, se hizo
de plática con los dueños y les contó el motivo de su visita. Estos
señores gentilmente ofrecieron acompañarlo a visitar las dos
familias López que vivían en San Martín.
Encontró a uno de los hijos de El Zarco, es decir a un medio
hermano de su papá. Era un hombre viejo y muy enfermo. Dijo que
se acordaba de Felipa y de sus tres hijitos. En el pueblo sólo
quedaban de la familia unos cuantos viejos, los jóvenes no vivían
ahí. Recostado en una butaca vieja y desvencijada, con la pierna
hecha un desastre por la enfermedad, tenía que permanecer
postrado. Carlos estuvo un rato ahí y después salió acompañado
todavía por la pareja de la fonda a buscar al otro López.
Caminando por San Martín encontraron la casa del tío de
Felipa, esa es la casa, le dijeron sus acompañantes, según lo que
había platicado el hombre que acaban de visitar. Ahí estaba,
abierta para quien quisiera entrar, abandonada, llena del polvo de
los años. Carlos recorrió la casa y fue identificando las
habitaciones, la cocina, el horno de la panadería de donde salían

91
María Judith Damián Arcos

en aquellos lejanos años a finales del siglo diecinueve aquellas


primorosas charolas de galletas con servilletas bordadas. Y se
imaginó a su propio padre siendo niño corriendo por esta casa.
Todo lo que hubiera podido saber había que dejarlo a la
imaginación. Esta era la tierra en que vivió el Zarco, hijo de una
mujer blanca de origen francés de quien heredara aquellos ojos
azules que le valían el mote por el que se le conocía, y de otro
José López de piel oscura y pelo lacio, hombre fuerte y resistente,
con un inconfundible aspecto de natural de estas tierras.

92
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

DURAND Y “PAPO” EN EL KIOSCO

Ya sé que era más elegante que en el título de este testimonio


apareciera primero “Papo” y luego yo, pero resulta que yo soy el
nacional y él es el extranjero. Además ya se fue a su isla.
Hace como 30 años “Papo”, aquel profesor de psicología
puertorriqueño que finalmente volvió a su Borinquen querido, y
yo tomábamos café en una de las mesas del Kiosco de Campo I
en la FES Zaragoza, que por aquellas remotas fechas apenas
llegaba a ENEP, donde ambos dábamos clases. Yo sigo
impartiéndolas e ignoro si “Papo” las siga dando (las clases).
Un día, cuando él y yo nos aburríamos de lo lindo en el
kiosco, llegaron dos atractivas estudiantes a la mesa vecina.
Venían impresionadas de una sesión de hipnosis que habían
vivido, según creo, con el profesor Armando García de la
Cadena (hoy día finado). En realidad no sé si fue Armando
(qepd) quien sometió a las compañeras alumnas a la hipnosis,
pero creo que sí porque él era el mejor, el más diestro y quizá el
único que arriesgaba y apostaba a la hipnosis.
Decían las niñas que si esto, que si lo otro, que si lo de más
allá, que si el más acá… Entusiasmadas por haber vivido la
siempre misteriosa experiencia de la hipnosis, charlaban
jubilosas entre ellas sin saber que en la mesa de al lado existía
un par de sujetos (entonces no tan vetustos) que las miraban-
admiraban atentos a cuanto expresaban.
Así estaban las cosas cuando alzando fuerte la voz Papo
me dijo:
—Durand, te voy a hipnotizar.
—Estás loco hombre, eso no existe…

93
José Antonio Durand Alcántara

Y “Papo”, poniendo las manos como luchador al inicio de la


contienda (o como si estuviera sacudiéndose el agua de los
dedos, frente a mi rostro) hizo como que me lanzaba rayos
invisibles. Y cada vez que él me enviaba tales inexistentes
rayos, yo hacía como si recibiera descargas eléctricas,
zarandeándome a cada envío de la pretendida energía.
Obviamente las muchachas suspendieron su coloquio y
prestaron escéptica atención –mirándonos de reojo– a lo que
parecía ser una obra de teatro… o de perdida un sociodrama
tragicómico.
Quizá pensaron que nos burlábamos de ellas y de la
hipnosis, pero nada más equivocado, porque nosotros (bueno
no sé “Papo”, pero yo sí) respetamos de manera irrestricta (sea
lo que sea eso de irrestricta) tanto a la hipnosis y a las alumnas
como a la FES Zaragoza y la UNAM.
No, no eran burlas, en realidad solo pretendíamos jugar,
juguetear con ellas, respetuosamente, claro.
—Durand, estás en mi poder…
Seguía diciendo el puertorriqueño loco a la vez que me
mandaba sus chistosos rayos.
—Sí, amo…
Continuaba respondiendo yo, como si de veras estuviera
sometido a la fuerza de su mente.
—Harás todo lo que yo te ordene…
—Sí, amo…
Y las muchachas, pendientes, entre atentas, molestas y
curiosas, volteaban a verse una a la otra con cara de “ya viste a
este par de güeyes qué mamones”
—Durand, te mandaré a que le des un beso a la muchacha
hermosa que se encuentre más cercana a esta mesa.

94
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

—Sí amo…
Y siempre que yo decía “Sí, amo…”, fingía una voz
cavernosa que me provocaba ardor en la garganta.
—Adelante con el beso, cumple mis órdenes —dijo Papo.
—Sí amo…

Y levantándome de la silla y extendiendo los brazos hacia el


frente, como representan a los sonámbulos en las películas
mexicanas de los sesenta, voltee hacia ellas simulando estar en
total trance hipnótico. No había yo dado ni dos pasos hacia su
mesa cuando ellas tomaron sus respectivas mochilas y a gran
velocidad abandonaron las sillas del kiosco… Tal vez recordaron
que debían presentar un examen extraordinario de segunda
vuelta.
—Durand, las asustaste, güey.
—Tú las asustaste, güey. Cómo que dale un beso, no
manches, güey… Eso viene después.
—Ahorita estaríamos platicando con ellas de la hipnosis o
de cualquier jalada, güey.
—Pues sí güey, pero tú tienes la culpa porque me
hipnotizaste, güey.

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

EL EXILIADO

Ernesto Durand Rodríguez

a Luis Felipe Lomelí

—¿Encontró lo que buscaba?


—Nunca

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

AGUA SALADA

Jorge Enrique Escalona del Moral

I. Salvador

La noche que Salvador Bautista nació, fue asesinado Salomón


Bautista, su padre. Vida y muerte se saludaron en el mismo
espacio y tiempo. La sangre cubrió dos cuerpos: la mortal al
progenitor y la vital al primogénito. Salvador salió del vientre
materno sin derramar llanto, cubierto con una placenta salada por
el manantial de lágrimas que Magdalena, su madre, vertió horas
antes del parto por la muerte de Salomón. Ella amamantó con
tristeza a su hijo: cada gota de leche era ácida, tenía dolor, sabía a
pena. El bebé era el recuerdo del hombre amado y su ausencia.
Como cualquier niño, Salvador creció entre juegos, travesuras
y regaños pero, curiosamente, sin poder llorar, sus ojos no eran
capaces de derramar lágrimas. Cada cumpleaños de Salvador se
empañaba por el aniversario luctuoso de su padre: Má ora sí me va
a hacer fiesta. Ni Dios lo mande, es la misa de tu padre y hay que
rezarle. Como en otras ocasiones, Salvador entristeció, pero no
lloró. No podía. Muchas veces sintió un “nudo en la garganta” pero
jamás brotaba una lágrima. La tristeza era su esencia, palpable en
su sudor de sal y acidez. No había en el barrio una sonrisa más
triste que la de Salvador.
Ni ante la muerte de Magdalena pudo llorar. Cuando el féretro
fue cubierto de tierra, sintió una angustia que derivó en un grito
rabioso, pero sin llanto. A sus diecinueve años se quedaba
huérfano, sin familia.

II. Don Julián

Seguramente nadie mejor que don Julián Torres para colocar la


mercancía en los anaqueles de una tienda. Sus manos formadas
en el comercio hacían un arte de la exhibición de mercancía. Era

99
Jorge Enrique Escalona del Moral

un gozo verlo acomodar los abarrotes: con delicadeza cada


anaquel era limpiado para recibir las latas de chiles, frascos de
mayonesa, café soluble, chongos zamoranos o envases de
mermelada. Abría las cajas y, como si fueran de cristal, tomaba
cada producto, le pasaba una franela semihúmeda y lo depositaba
en el anaquel, hasta formar una cama pequeña de dos niveles, con
las etiquetas parejas y a la vista para mostrar con orgullo su
contenido. El orden era impecable: hasta arriba se observaban, por
un lado, las sonrientes cajas de cereal y galletas equitativamente
colocadas; en otro las bolsas de detergente formaban torres
policromáticas; a menor altura, en los anaqueles de en medio, las
latas, los frascos y las cajas de menor tamaño; en los anaqueles
más bajos estaba el costal de azúcar, listo para despacharse a
granel, la bolsas de sal, grenetina, frijol y arroz. Y al frente una
vistosa vitrina llena de charolas con dulces, junto a un refrigerador
que dejaba ver jugos, cervezas, carnes frías, crema, mantequilla y
leche. Sobre el mostrador estaban los exhibidores de pan y
pastelillos. Su tienda era un concierto de colores, formas y aromas
que, inevitablemente atrapaban al consumidor.
Y ahí, dirigiendo la orquesta de abarrotes, estaba don Julián,
un hombre que en más de 35 años, sólo había cerrado su negocio
en dos ocasiones: cuando contrajo matrimonio y el día que
Facunda, su mujer, lo abandonó. No es que me guste el dinero,
decía, si no abro mi tienda ¿dónde van a comprar los clientes? Lo
hago por ellos. Además el negocio y la mujer si no se atienden se
pierden.
Una mañana la tienda permaneció cerrada. Ese día fue una
tragedia en muchos hogares: varios niños se fueron a la escuela
sin desayunar, no hubo tiempo para comprar leche, pan, huevos o
jamón; algunas señoras tuvieron que caminar tres calles y comprar
en otra tienda, que atendía una mujer malhumorada. Durante una
semana los vecinos vieron con desesperanza que la tienda de don
Julián seguía cerrada. Nadie lo había visto. Un olor nauseabundo
comenzó a salir del negocio a las dos semanas. La cortina fue
abierta, faltaba mucha mercancía y el tufo del cadáver era

100
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

fulminante: era un gato muerto cuya cabeza había sido carcomida


por los roedores y en el vientre ya aparecían algunos gusanos.
Varias señoras limpiaron el establecimiento y rezaron por don
Julián. Se rumoraba que la mujer malhumorada le había hecho
brujería para deshacerse de él para vender más.
Tres días después don Julián había vuelto. Nunca se supo qué
le sucedió en esos veinte días. Algunos decían que lo habían
secuestrado pero que logró escapar; otros, que lo vieron salir una
madrugada de la tienda con una mujer. Otros mencionaban que fue
una treta de don Julián para aumentar sus ventas, pues a su
regreso sólo se compraba en una tienda en diez cuadras a la
redonda: en la de don Julián.

III. “La chiquita”

En la ciudad las esquinas son puntos donde sus habitantes


entrecruzan sus esperanzas y agonías. Se puede caminar hacia
cualquier lugar y la unión de dos calles tiene sorpresas, vigías,
enamorados ansiosos y, muchas veces, una tienda. Un negocio
que es testigo de las ilusiones y desesperanzas de los habitantes
del barrio. Eso era ““La chiquita” de don Julián: una tienda que se
volvía refugio de las penas, alegrías y necesidades de los
pobladores del barrio.
Un día, Salvador llegó a ese templo mercantil a vivir con su
padrino Julián. Así, esas dos soledades se hicieron compañía.
“Aquí hay que ganarse el pan, chavita, tienes que chambearle
duro, si no pus cómo va salir pa’ la comida”, le dijo su padrino. En
el negocio se trabajaba desde muy temprano: don Julián era
exigente: había que abrir la tienda a las seis de la mañana, limpiar
el piso, la rebanadora; desde el amanecer se oían las órdenes del
padrino: Chava acomoda el refresco, Chava llena el refrigerador,
Chava vete por las cajas, Chava haz bien las cuentas, Chava
acomoda la mercancía; y así Chava, Chava, Chava hasta las diez
de la noche los trescientos sesenta y cinco días del año.

101
Jorge Enrique Escalona del Moral

IV. El encuentro

Cuando Salvador vio por primera vez a Minerva supo del poder
hipnótico de la belleza: ella tenía diecisiete años y un cuerpo
esculpido provocativamente por la naturaleza. Cada que ella iba a
la tienda, él se perdía en los ojos color miel de la chica, la cual
después de platicar con el muchacho, invariablemente terminaba
llevando despensa gratuita a su casa. Después de tres meses de
asedio, ella aceptó ser novia de Salvador. Dicen que el dinero y el
amor no pueden ocultarse, pues desde ese día Salvador estaba de
mejor humor, chiflaba, cantaba y hacía con muy buen ánimo las
tareas. ¿Y ora que te traes muchacho? Es que estoy rete contento
padrino, ya es mi novia la Minerva. Don Julián miró con envidia a
su ahijado y recordó de inmediato la redondez de los senos de la
joven.
Una tarde, don Julián vio entrar a Minerva y quedó hechizado
unos instantes por las hermosas piernas de la joven. ¿No está
chavita don Julián?. No, fue a un mandado. ¿Conque ya duraste
con el muchacho?, nomás no dejes que se sobrepase, ya sabes
que puedes tener lo que quieras de este negocio, le dijo mientras la
tomaba de la cintura. Nomás pasa a la bodega pa que veas lo que
hay. Como otras ocasiones ella entró. Él bajó la cortina, se acercó
a Minerva, la desnudó, recorrió esa piel fresca y bebió de cada
poro. Así, padrino y ahijado disfrutaron de la piel de la muchacha.

V. El hogar

Después de un año Salvador se casó con Minerva. Su padrino le


ofreció su casa para vivir. Él aceptó con gratitud y ella pensó que
seguramente la heredarían junto con la tienda. Los tres
compartieron el mismo techo. Otra vez amanecí mal de la reuma,
Chavita, vete a abrir deja que Minerva me ponga un poco de
alcohol y al rato bajo. Salvador estaba muy agradecido con su
padrino, le había dado un trabajo y un hogar, por ello dejaba que el
viejo se esforzara lo menos posible en la tienda y lo dejaba al

102
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

cuidado de Minerva. Ella atendía a don Julián con ahínco juvenil.


“No tienes llenadero muchacha, yo ya no estoy pa’ hacerlo tan
seguido”. Los “cuidados” de Minerva tuvieron consecuencias: don
Julián murió de un paro cardiaco y Salvador heredó la casa y la
tienda.

VI. La herencia

Varios meses después Minerva amaneció inquieta, con una


sensación inexplicable. Al mirarse en el espejo notó que sus ojos
brillaban de manera distinta, su corazón no la engañó: estaba
embarazada.
La alegría de Salvador era inmensa, mimaba a su mujer como
nunca y atendía a la clientela con más entusiasmo. A esa felicidad
atribuían que subiera tanto de peso: durante los nueve meses ella
y él aumentaron quince kilos, a ambos les había crecido el vientre.
La gente se burlaba diciendo que era la tienda de los
embarazados.
Llegó el día del parto, Salvador y Minerva ingresaron juntos al
hospital: ella iba a parir; él entró al área de urgencias con un dolor
insoportable en el enorme vientre.
El médico realizó un corte en el vientre de Salvador, de
inmediato empezó a brotar agua salada a borbotones: las lágrimas
acumuladas en más de veinte años manaron del cuerpo hasta
inundar a la clínica, e incluso filtrarse en el quirófano donde paría
Minerva, quien en ese momento sintió dos dolores: el ocasionado
por el nacimiento del bebé y otro que se clavaba instintivamente en
su alma. Esa noche murió Salvador Bautista, mientras en otra sala
del mismo hospital nacía Cristóbal Bautista, su hijo, quien lo
primero que aspiró fue el aire con aroma a dolor.

103
Jorge Enrique Escalona del Moral

EL UNÍPEDO

Jorge Enrique Escalona del Moral

Pancha me miró retadora: ésta me gusta y creo que será excitante.


En los meses que teníamos como pareja habíamos descubierto un
placer por imitar los ritos de apareamiento de diversos animales.
Esta vez me pedía que hiciéramos el rito de apareamiento del
unípedo. La propuesta era un desafío para nuestra gordura. Ella
con un metro cincuenta y ocho centímetros de estatura y noventa
kilos de peso; yo con ciento doce kilos y un metro sesenta y seis.
Ya habíamos practicado otras veces varios rituales: una tarde
en el lago de Chapultepec hicimos el que realizan los sapos
dorados. Ese día como pude me coloqué sobre ella, quien se puso
como ranita mirando la orilla del estanque, y tal como lo vimos en
televisión, le apliqué un abrazo conocido como amplexus, que se
supone estimula a la hembra, el cual se prolonga durante horas,
tiempo en el que fecundan los ovocitos que ella genera y el macho
repele violentamente a otros machos que compiten por la hembra.
Fue excitante, ella gimió de placer al principio y de ahogamiento
después, la salvaron de morir los cinco policías que, luego de ser
repelidos ferozmente a patadas, mías claro, lograron retirarme
de ella.
Otra ocasión nos detuvimos en la carretera, en medio de un
paraje, y decidimos hacer el ritual de los hipopótamos; deben saber
que para impresionar a las hembras el macho tiene como rito de
apareamiento esparcir su excremento con la cola, e incluso
orinarse sobre sí mismo. Me desnudé y comencé a correr de un
lado a otro, y aunque estaba un poco estreñido logré defecar; eso
de esparcir la caca con la cola fue una aventura. Pancha se metió
en un enorme charco de lodo y desde ahí bufaba en respuesta a mi
cortejo. Durante la cópula estuvo varias veces a punto de ahogarse
al sumergir la cabeza en el lodazal. No diré que fue delicioso,
realmente lo mejor fue el baño al llegar a casa y la crema que

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

Pancha me puso en las nalgas para aminorar las rozaduras


y heridas.
Ahora era el turno del unípedo. El artículo que Pancha leyó
decía: “El unípedo apareció después de muchos siglos de cruza
natural, por así decirlo, entre algunos roedores con otros mamí-
feros de la familia osesnus vertebrus peculiaris. El extraño
apareamiento de estos animales produjo a los unípedos. Quizá por
ello, los unípedos tienen el pelaje oscuro del roedor pero suave
como los osos. Además, el unípedo presenta una cabeza triangular
con mandíbula saliente, que guarda dos hileras de filosos colmillos,
similares a los del tiburón. Su cuerpo, como su nombre lo indica, es
sostenido por una sola pierna cuyo extremo es una garra de ocho
pezuñas.
“En virtud de que carece de otras extremidades, el unípedo
tiene la capacidad de brincar muy alto para alcanzar presas o
frutos de los árboles. De igual manera, su pierna tiene tal fuerza
que para cazar brinca sobre su víctima y la aplasta. Después se
dobla por la cintura para devorar al animal capturado.
“En la época de apareamiento, los unípedos machos inician el
ritual mediante un brincoteo alrededor de la hembra, el cual se
caracteriza por dar siete vueltas alrededor de ella, en ambos
sentidos, dando un giro en el aire cada vez que brinca por tercera y
sexta vez. Mientras, la hembra queda sostenida en su único pie y
va girando conforme brinca el macho, lanzando dos aullidos en
cada ocasión que aquél gira en el aire”.

Fue una experiencia irrepetible, pues nos rompimos varios huesos.


Después de semanas en el hospital ahora convalecemos en casa,
mientras vemos por televisión el programa “Animal Channel” en
busca de más ceremonias que repetir.

105
Jorge Enrique Escalona del Moral

TODO SE LO DEJO A DIOS

Jorge Enrique Escalona del Moral

¡Pero todo se lo dejo a Dios!, dijo enfáticamente la licenciada


directora a Malena y Toñita, mientras con el dedo índice señalaba
hacia la puerta para que las dos secretarias se retiraran. Llorando
de coraje, las dos mujeres salieron de la oficina con el calificativo
de chismosas y malagradecidas, y detrás de ellas Juanita.
Y todo porque esa mañana Malena se encontró con el
subdirector Ramírez quien le preguntó: ¿ya se va de aquí tu jefa
verdad? Malena abrió los ojos y le dijo ¿no me diga?, él sólo asintió
con la cabeza y se subió al elevador. Malena, se acomodó en su
silla, pensó en la afirmación de Ramírez y no lo dudó, dentro de
cinco días también se iba el director general de esa área y la
licenciada directora era parte de su equipo: la conocía desde que él
le daba clases en la Facultad de Contaduría. De pronto una voz la
distrajo: ¡Ay mana!, perdóname pero apenas te pude traer las
papitas y cacahuates que me pediste; era Juanita, quien la cuarta
parte de su jornada laboral la dedica a su trabajo y el resto a
vender comida chatarra en doce de los dieciséis pisos de esa
dependencia gubernamental. Oye, me dijeron que también se va tu
jefa. ¡Ay Juanita, yo creo sí!
Inquieta Malena caminó hacia el escritorio de Toñita, y
mientras le ofrecía una papita le comentó lo que Ramírez y Juanita
le habían dicho. Inmediatamente después que Malena regresó a su
lugar, Toñita fue rápidamente con su jefa y le platicó el rumor que
corría.
Apenas había salido Toñita de la oficina, cuando la jefa pasó en
menos de un minuto de su silla a la silla que está frente al escritorio
de la licenciada directora para comentarle el rumor. El rostro de la
licenciada se descompuso por la ira ¡¿Quién dijo tal mentira?!
Media hora después llamó a Toñita, a Malena y a Juanita; les
habló de la responsabilidad y ética en el trabajo, de que cada una

106
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

de ellas había acusado a la otra de haber iniciado el rumor, que las


perdonaba y no levantaría un acta administrativa como corres-
pondía. Les pido, agregó, que eviten esos chismes tan comunes
entre ustedes; entiendo que es parte de su vida por la poca
educación que tienen y el lugar donde viven. Ahora lárguense y no
quiero más comentarios malsanos que traicionan la confianza que
les tengo. Agradezcan que soy buena persona y no procederé para
que las corran. Ustedes saben que lo que dicen es mentira, y ante
sus calumnias ¡todo se lo dejo a Dios!
Al día siguiente Juanita no saludó a Malena. Tantos años de
amistad con Juanita se fueron a la basura por esta pinche vieja, le
dice Malena a Toñita, mientras chupan una gomita con chile sabor
mango. No le hagas caso, ya te hablará. Dos días después,
observan mucho movimiento en la oficina de la licenciada directora,
se oyen sus gritos dando órdenes, sus subordinados entran y salen
aprisa; ya todos lo saben: ha renunciado también y dentro de dos
días dejará la oficina. Malena ve a Lupita, le guiña un ojo mientras
mueve los labios como si dijera ¡todo se lo dejo a Dios! Y agita la
mano en señal de ¡adiós!

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

LA VUELTA

Enrique Flores Amastal

He buscado y sigo hurgando en mis recuerdos. Tu blonda


cabellera, negra como la noche, y tus ojos de mirar profundo se
aposentaron en mi alma que ansiosa de tus besos, mordió tus
labios con aquella desesperación de meter aire a los pulmones de
quien lucha por no perecer ahogado.
Ahogado de hastío, sí, de tiempo medido por tu ausencia, de
aquel sueño que se quedó en vigilia porque los ojos se negaron a
cerrarse para producir la noche.
Mi andar de viejo, rumiando sueños inconclusos y aunque lo
pienso no concuerdo con Pablo Neruda quien confesó haber vivido.
La pregunta que día y noche taladra mi recuerdo es ¿por qué
ahora que busco la sencillez, vuelves radiante a mi vida?
Tomo el café en el mismo restaurante donde cansado de vivir,
llegue una tarde y tú, de manera diligente, preguntaste que de
dónde era, me volviste a la vida, esa tarde tomó un significado,
como una fotografía, la vida la fijó en el tiempo y se creó la historia.
En busca de un manto protector encontraste en mi compañía a
un padre ausente de tus veintiséis años, querías ser escuchada,
verter con el extraño viejo, tus ilusiones. Caminamos por el jardín
del pueblo, tu risa rompía la quietud de la hora; la noche fue
nuestra cómplice, recuerdo que al despedirme y a pesar de la
supuesta experiencia que los años me habían dado, dudé en
besarte y tú con tu juventud a cuestas dijiste, sí, sí quiero que me
beses y cerraste los ojos para poner punto final a la distancia.
Después de sentir la suavidad de tus labios y el anhelo hecho
realidad, se hizo de día, no pude dormir esa noche, ahora el
siguiente paso — me dije— es tener relaciones sexuales contigo.
Me rebele con mis propios pensamientos, tu cuerpo joven de
carnes firmes y perfumadas perturbaron mis sentidos; hacer el
amor, pensé y me corregí, tener sexo, eso es lo que deseo ahora

109
Enrique Flores Amastal

con este insomnio repentino.


No volví a verte, pasaron los días, los meses, te habías
esfumado con aquella noche llena de promesas no dichas. La
rutina, que tú con mucho afán habías roto, volvió a cerrar las
fisuras y las horas y sus momentos eran fríos como las losas del
convento agustino con sus frescos prometedores, llenos de
significados para aquellos que saben leerlos.
Las tardes siguientes esperaba verte aparecer con la bandeja
de servicio llevando un espumeante café express doble y
pidiéndome que te esperara a tu hora de salida y que en lugar de
llevarte directamente a tu casa, primero pasaríamos a la mía para
poder vivir plenamente tu belleza juvenil.
Se murieron mis esperanzas, solo el recuerdo de tu aliento aún
vive en el pensamiento.

Malinalco: pueblo mágico del Estado de México

ESA NOCHE

Enrique Flores Amastal

Esa noche, Alejandro y Ariadna caminaban despreocupadamente


por la calle Jalapa casi esquina con la calle de Tabasco y más
adelante Álvaro Obregón, de la colonia Roma. El concierto que el
gobierno del Distrito Federal había organizado en la glorieta de
Insurgentes había sido todo un éxito. Recordar las canciones que
hicieron época en la década de los sesentas; la lucha del
movimiento hippie en San Francisco, California por parar la guerra
de Vietnam y los Estados Unidos de Norteamérica; “Hacer el amor
y no la guerra”. Fue su grito de libertario.
Los asistentes al festival habían repartido claveles rojos y
blancos, en conmemoración al 2 de octubre de 1968, el asesinato

110
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

de los jóvenes estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas, en


Tlatelolco: “2 DE OCTUBRE NO SE OLVIDA”. Es el grito actual de
la juventud.
Las canciones de Los Beatles habían prendido a los hijos de
los jóvenes que vivieron la época de los sesentas. Canciones como
“Y la amo”, “Déjalo ser”, “Todo lo que necesitas es amor”, habían
recibido aplausos y la nueva juventud disfrutaba del concierto
gratuito. El conductor del evento tomó el micrófono y después de
arengar a la juventud presente buscando el aplauso para premiar a
los grupos musicales, hizo una pausa, anuncio a un joven cantante
con pelo largo y guitarra al hombro, el participante inicio los
acordes en su guitarra sin prestar mucha atención al conductor, y
en el sonido se escuchó: if you're goin to San Francisco / be sure to
wear some flowers in your hair /... Aquello estalló en aplausos y
gritos; estos jóvenes no habían vivido los años sesentas, tampoco
el movimiento estudiantil que desembocó en una masacre, pero al
escuchar la canción que popularizara Scott Mckenzie, un año antes
de 1968 en San Francisco, lugar donde se dieron cita jóvenes de
todo el mundo y participaron en el primer festival de rock al aire
libre, el “Verano del Amor”, les tocaba fibras muy profundas, su
rebeldía natural, con otros matices, pero rebeldía al fin.
Tanto Alejandro como Ariadna, de niños habían escuchado
historias que contaban sus padres. Ambos progenitores habían
vivido esos hechos de diferente manera; uno en la fábrica y el otro
en la universidad:
—Mi papa dice que era obrero cuando paso lo del festival de
Rock y del 2 de octubre. — Dijo Ariadna.
—Mi jefe dice que estaba estudiando Administración en CU y
que conoció a varios líderes entre ellos al doctor Fausto Trejo.
—Dijo Alejandro, estrechando contra su cuerpo a Ariadna.
—En la hemeroteca leo los periódicos de la época, por ejemplo
el Excélsior —dice Ariadna— y ahí veo las fotos de los granaderos
golpeando a los manifestantes, las tanquetas del ejercito.
—Reflexiona—, a veces creo ver a mi papá entre los asistentes a
los mítines. —Mira de reojo a Alejandro y agrega—. Mi padre es

111
Enrique Flores Amastal

muy hermético, no me dice muchas cosas que me gustaría saber.


—Yo vi la película Rojo Amanecer —dijo Alejandro—, y me
impactó mucho.
—Sí, yo también la vi y tiene escenas que son muy dramáticas.
Me pregunto: ¿Cómo sería la realidad?. —Meditabunda dice—
Ojalá y un día mi papá me comente su experiencia en el
movimiento. Movimiento que ha marcado un antes y un después en
la historia de México. ¿No crees?.
—Sí —balbuceo Alejandro—. Sabes, a mí me impacto mucho
la fotografía de Regina en la morgue, la edecán de los juegos
Olímpicos de 1968, fue brutalmente asesinada. Sus ojos quedaron
abiertos, fijos en lo infinito como atrapando un fragmento de cielo,
sus cabellos enmarañados. Ahí quieta con su saco a cuadros.
Los ojos de Alejandro se llenaron de lágrimas. Apretó la mano
de Ariadna y le ofreció una disculpa.
—Perdóname, soy muy chillón. Ahora sé su nombre completo,
Ana María Regina Teuscher Kruger, 19 años, estudiante de
medicina en la UNAM. ¿Por qué siempre es la sangre joven la que
se derrama por los ideales? ¿Por qué no se castigó a los
culpables? ¿Por qué, al parecer, siempre se les premia con la
impunidad? Por eso estudio historia, quiero encontrar las
respuestas a tantas interrogantes que tengo en la cabeza.
Volvió el silencio, Álvaro Obregón iluminado, con su camellón
arbolado. La noche tibia. En el Zócalo el Lábaro Patrio ondeaba a
media asta.

Malinalco: pueblo mágico, Estado de México

112
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

POR TI

Enrique Flores Amastal

Volvía siempre al mismo lugar, a esa población mágica. Le gustaba


sentarse en el interior de ese restaurante, en la misma mesa,
buscando ansiosamente ver la figura esbelta de la joven doctora.
Con su libreta de apuntes para anotar alguna idea, pasaba horas
saboreando whisky, viendo como las luces del jardín se encendían
antecediendo la noche, y si por fortuna la dueña de sus fantasías
hacia su triunfante aparición, se fingía haciendo anotaciones en su
libreta como si de pronto las musas estuvieran conversando en su
mesa y él, cual taquígrafo a la antigua con algún método
taquigráfico, no se perdía palabra para sus futuros trabajos
retóricos.
La tarde anterior, en una oficina del DIF, había firmado su
conformidad de dar por terminada su relación matrimonial. Al ver a
su futura exmujer, ya sin ningún sentimiento de atracción, tomó la
pluma que la licenciada le alargara para firmar el convenio de
divorcio. Las condiciones del acuerdo las consideró razonables, el
cincuenta por ciento de todas las propiedades pasarían a su
exmujer y se quedaría con el otro cincuenta por ciento, no hubo
regateo. Todavía le extendió la mano a Regina para expresarle un
cumplido: “Te ves bien” y salió del juzgado.
Fue un 21 de marzo, en la cima de la pirámide, frente al templo
monolítico, cuando Javier vio por primera vez a Regina, esbelta de
sonrisa suave, de mirar profundo con esos ojos negros que al mirar
a su interlocutor pareciera que le veía el alma. Él la saludo con una
leve inclinación de cabeza y ella correspondió ese gesto con una
sonrisa. El grupo era conducido por un guía quien explicaba las
fases que Malinalco había vivido en el pasado.
En “1501 —dijo el guía—, Ahuizotl había ordenado a los
Labradores de Piedra trasladarse a la población para iniciar la talla
y el labrado de los edificios monolíticos y a su muerte

113
Enrique Flores Amastal

Motecuhzoma Xocoyotzin prosiguió el trabajo de su antecesor,


objetivo que se interrumpió con la llegada de los españoles”. Él la
miraba de lejos y ella, al sentirse observada, le regalaba de tiempo
en tiempo una sonrisa.
Días después, en el jardín público la descubrió sola, sentada,
con el pelo recogido en una cola de caballo. Haciendo un esfuerzo
para sobreponerse a su timidez pudo finalmente y de manera
titubeante decir:
—Hola, que tal el clima de Malinalco. Ella lo miró y sonriendo
agrego.
—Bien, es maravilloso y tú como lo sientes.
- —Muy bien, todos los fines de semana vengo, no tengo
familiares y me hospedo en una posada familiar.
- —Yo —dijo ella—, me quedo en la casa de una amiga de la
Universidad. Me gusta caminar sus calles empedradas, su
mercado de los miércoles; todavía quedan formas de cambio de
mercancías, como el trueque.
- —Tienes razón. Siempre he pensado que Malinalco es un símil
de la Plaza de las tres Culturas de Tlatelolco. Mira hay una
pirámide, hay un convento y el palacio de gobierno que son
representantes de tres culturas.
- —No lo había pensado, pero tienes razón, es un lugar donde
conviven tres culturas.
Años después contraerían matrimonio, procrearon una hija que
vivía en el extranjero, alejada de ellos. Su relación fue cayendo
poco a poco en la abulia, en el desencanto, de pronto se
descubrieron ajenos.
La tarde del sábado en el restaurante “Los Pilares” fue una
remembranza de la década de los setentas en la colonia Roma,
con sus peñas, como la desaparecida Cueva de Atanasio Almeira,
la nuevamente reabierta Peña Tecuicanime, con las canciones de
protesta con José de Molina, el folklore latinoamericano con
cantantes como Guadalupe Pineda, Caíto, los Calchakis, Oscar
Chávez, poesía de protesta, todo un movimiento cultural que se

114
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

generó en esos años y que marcó para siempre toda una


generación de jóvenes que ahora ocupaban puestos directivos en
empresas públicas y privadas.
Los recuerdos volvían y revoloteaban en la cabeza de Javier al
escuchar en la voz suave de Laura, cantante que entonaba con
sentimiento Por ti: “Por ti / yo dejé de pensar en mar / por ti / yo
deje de fijarme en el cielo / por ti / me ha dado por llorar como el
mar…”
—Hola Javier —dijo Ariadna— con una sonrisa juvenil y su
pelo suelto que la hacía verse más joven. ¿Puedo sentarme?
—Por favor -dijo Javier, poniéndose de pie.
—Gracias —dijo Ariadna—, y le miró fijamente a los ojos.
—Javier, por qué en sus cuentos siempre el tema es el
desamor, la desesperanza.
—Porque a lo mejor a mí me ha tocado vivir esa parte de la
moneda —dijo Javier, al tiempo que daba un sorbo a su whisky.
Ariadna jugueteó con las puntas de sus cabellos, y mordiendo
su labio inferior en tanto su mirada limpia y serena penetraba las
defensas de Javier agregó:
—Javier, cuando escribas un cuento con final feliz, hablamos,
Ariadna se incorporó y le plantó un beso en la mejilla.
En esos momentos la cantante daba por concluida su
magnífica interpretación de la canción de Oscar Chávez y
parodiando el final, Javier alcanzó a balbucear: “Por ti”.

Malinalco: pueblo mágico, Edo de México

115
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

CUI LU TANG

Ángeles Gaos

Estaba cansada, esa mañana había caminado de una tienda a otra


sin parar y ahora, por la tarde, pretendía de una vez acabar de
coser la falda que se pondría al día siguiente. La comida había sido
abundante, le gustaba mucho el arroz y ahora entre los vapores de
la digestión y una puntada que va y otra que viene se quedó
dormida…
—Veo que estás descosiendo mi falda —era una voz suave
con acento extranjero.
Josefa se volvió y vio claramente a la que formulaba la
pregunta, era una chinita, joven y menuda vestida de una túnica
larga y blanca.
—¡Cómo que mi falda! Es mía y muy mía y si la estoy
descosiendo es porque necesito ensancharla pues últimamente
toda mi ropa me queda mal, he debido de engordar..
—Tienes razón, debí decir tu falda, pero es que esa pieza, la
cosí yo en el taller de Wen Zang, si te fijas dice “made in China”
—El acento resultó de lo más peculiar.
—Permíteme la curiosidad ¿de dónde sales tú? Preguntó
Josefa extrañada.
—Oh! Mi historia es triste de contar… Sabrás que yo soy un
alma en pena, estoy esperando mi turno para ir a mi juicio,
mientras he pedido permiso de ser un sueño y he tenido la
curiosidad de averiguar qué pasó con la ropa que yo cosía. Por
cierto que la mayor parte de ella ya no existe y es puro desecho ¡si
supieran lo mucho que me costaba hacerla y lo adoloridas que
quedaban mis manos!
Josefa, al pronto, no supo que contestar, sobre todo había
muchas cosas que no le quedaban claras.
—A ver ¿cómo está eso de que tienes que esperar turno,
quieres decir que estas… muerta?

117
Ángeles Gaos

La chinita movió la cabeza afirmativamente.


—¡Virgen Santísima, que disparate! Y ¿por qué no te han
enterrado como a todo el mundo y el Señor te ha recibido como
supongo que es lo normal?
—Sí, sí me enterraron y por cierto que mi familia lloró mucho y
también tuvieron mucha vergüenza. Lo que pasó es que, creo,
ustedes dicen que me suicidé.
—Cómo es posible criatura, y porqué cometiste semejante
desatino, me doy cuenta que eres muy joven.
La chinita hizo un gesto de resignación.
—Fue por amor. Verás, yo estaba enamorada de Lu Nan,
desde niños nos conocíamos y ya me había entregado a él, pero a
mi señor padre no le gustaba porque no era de nuestra clase social
y era muy pobre, no era más que …algo como porteador de agua.
Mi señor padre por su lado había concertado mi matrimonio con
Zaho Quian, un hombre muy rico. Lo que nadie sabía era que es
un viejo horrible y sádico, el caso es que me obligaron a casarme
con él.
—Niña, no me estés tomando el pelo. Eso sucedía hace siglos
pero no ahora modernamente.
—En China, en la provincia, las cosas no cambian, ¿Tú
escogiste a tu pareja?
—No más faltaba, por supuesto, me casé con el hombre del
que me enamoré y hasta la fecha. ¿Por qué no te fugaste con él?,
reconozco que no es lo que yo aconsejaría a una muchacha pero
todo antes que cometer un suicidio.
—Hubiese sido peor y no puedes imaginar lo que le hubieran
hecho a Lu Nan. Preferí sacrificarme yo. La Chinita puso los ojos
en blanco y después de un largo suspiro dijo:
—Él es alto, guapo; cuando me besaba me transportaba al
cielo, sus manos se volvían de seda cuando me acariciaba… en el
momento de la pasión…
—Para el carro, que para ser un alma en pena tienes
demasiada memoria humana y preveo que vas a tener que esperar
a que te reciban mucho más de lo que te imaginas. Por cierto,

118
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

explícame ¿qué allá arriba hay colas, vamos, trámites y papeleo?


—¡Oh sí! Hay que formarse y esperar para que te den el
número. Son muchas las almas que llegan de los que ya están
programados y los que llegamos sin que sea nuestro momento
pues estamos obligados a esperar. Podemos escoger entre ser
fantasmas en un lugar, pero como ya no hay castillos, eso está
pasado de moda, o puedes pasear sin ser visto, ellos te dan los
lugares, además eso tiene mucha demanda y no había número,
también puedes ser un sueño; es lo que yo escogí.
—Por cierto ¿cómo te llamas?
—Cui lu tang.
Josefa se quedó pensativa:
—Eso es muy largo, yo te voy a Lamar Cui a secas. Lo digo
por si vienes otra vez a visitarme. Sabes, ahora están ustedes de
moda, por cierto, todo luce muy moderno en tu tierra.
Cui lu tang sonrió y con un movimiento de cabeza expresó sus
dudas
—No sé si está permitido.
Josefa frunció el ceño:
—No te preocupes Cui que empiezo a sospechar que arriba
también funcionan las influencias y con la cantidad de rosarios y
novenas que yo hago creo que tengo algunas posibilidades.
Además te voy a mandar decir unas misas que seguramente
ayudaran mucho a tu situación.

119
Ángeles Gaos

LA MESA CAMILLA (Diario de doña Josefa)

Ángeles Gaos

Cuando niña me escondía debajo de la mesa camilla, me parecía


que si no me veían, no podía ser vista, me ocultaba allí como un
seguro refugio ¡Cuántas veces en la vida hubiese querido tener
una mesa debajo de la cual esconderme y desde allí observar el
mundo!

Tiempo remoto
Todo mi pequeño ser quedó en suspenso, la tinta se había
derramado sobre el libro abierto de papá. Miré la mancha
horrorizada y al oír voces por el pasillo corrí a ocultarme bajo la
mesa camilla del cuarto de estar. Con la respiración entrecortada y
los ojos tan abiertos como podía, esperé... se oyó la voz de papá :
—Chela, por favor ven.
Sin querer, al dejar los periódicos sobre la mesa se conoce
que el tintero estaba mal cerrado y se ha derramado la tinta sobre
el libro que estaba consultando. Sonaron los tacones de mamá por
el pasillo :
—Aquí traigo el secante y por si no fuera suficiente, el talco.
Poco a poco me atreví a salir de mi escondite y, discretamente,
huí a mi recámara.
¡ UF!

Tiempo pasado
Tenía yo, ¿qué serían... veinte años? Me encontraba parada
junto a la mesa repleta de bibelots de la esposa de mi director de
tesis, cuando incomprensiblemente mi mano, que sostenía un vaso
con un resto de refresco, se aflojó por si sola y el vaso cayó sobre
la mesa rompiendo una de las figuras de cristal. Mi primer impulso
fue correr y en mi memoria busqué la mesa de mi refugio. Gracias
a Dios tuve suficiente tiempo para recoger la figurita, meterla en mi

120
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

bolsa, secar con mi pañuelo los restos de refresco y sentarme


aparentemente serena mientras regresaba la señora.
¡UF!

Tiempo presente
Hoy, he vuelto a ver la mesa camilla. Está arrinconada en el
cuarto de los triques. La he encontrado más pequeña de cómo la
recordaba, tenía las faldas recogidas y se veía desvalida. Pasé la
mano con cariño por ella, sonreí a la niña que fui y al recuerdo de
mi infancia. Hace mucho que no he sentido la necesidad de
esconderme, puedo tener coraje o desesperación, pero sé que no
hay mesa para refugiarme, ya no hay tiempo para observar el
mundo, porque el mundo, soy yo.

121
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

EL PROVERBIO

Jann W. Gates

Conocí a Waddie CrazyHorse cuando era un potro y asistía a su


primer curso de la historia mundial a la Escuela Preparatoria
Waldorf de Santa Fe, Nuevo México. Vivía en el pueblo indígena
de los Cochitis. Los doce alumnos en la novena clase crecieron en
familias en donde se hablaban varios idiomas: inglés, español,
alemán y keresan, la lengua indígena que se habla en el pueblo
Cochiti. Esta clase disfrutaba mucho practicar y comunicarse en
idiomas diferentes. Por eso decidimos tomar un verso alemán en
nuestras declamaciones al inicio de nuestras clases. Para incluir
también poemas españoles, introduje gradualmente varios poemas
breves de Octavio Paz, uno en honor de cada alumno. Pasaron
algunos días en este seminario. Waddie, el joven del pueblo
Cochiti, todavía no había recibido su propio poema.
Pero un día entró Waddie a la clase gritando:
—La tormenta de ayer en mi pueblo fue una locura. Viento,
truenos, rayos, lluvia torrencial. No pude dormir. ¡Era imposible
dormir! Hoy la plaza está completamente inundada. ¡Hay un lago
en la plaza de mi pueblo!
Le respondí:
—No te preocupes, Waddie. Gracias a esta tormenta recordé
un poema de Octavio Paz en el que describió precisamente la
misma situación. Has identificado un buen poema para ti.
“Proverbio” será tu poema —dije.

PROVERBIO

Lodo del charco quieto:


mañana polvo
bailando en el camino.
Octavio Paz

123
Jann W. Gates

Donde el pueblo baila en la plaza

Hay un dicho: “para criar a un niño se necesitan padres y pueblo.”


Antes de conocer a Waddie CrazyHorse, jamás había conocido a
un adolescente que quisiera presentarme a sus padres y a todos
los 528 habitantes de su pueblo. La gente del pueblo Cochiti me
dio esta oportunidad. Waddie y sus padres, Cippy y Susan
CrazyHorse, invitaron a todos los alumnos y a sus padres y
maestros a las danzas tradicionales en su pueblo entre la
Nochebuena de 2002 y Reyes Magos de 2003. Todos asistimos.
El pueblo Cochiti está situado cerca del Río Grande a 35
kilómetros al suroeste de la ciudad de Santa Fe, Nuevo México. En
el centro de la pequeña comunidad hay una plaza grande —pero
casi sin árboles— que está dedicada a las fiestas comunitarias y a
las danzas ceremoniales. La familia CrazyHorse se ubica en una
casa amplia y en un taller en un rincón al noroeste de la plaza. Hay
una iglesia dedicada a San Buenaventura, la cual está ubicada
cerca de la esquina sureste de la plaza central. Casas viejas con
muros interconectados rodean la plaza. Cada edificio está
construido con adobe hecho a mano y estucado de una mezcla de
tierra, paja y agua. Por eso, los kivas sagrados, la iglesia, las casas
y sus hornos nativos, la plaza y los caminos del pueblo tienen
exactamente el mismo color de la tierra que rodea este lugar. En el
lado oeste de la plaza se sientan las indígenas y los visitantes en
los bancos conectados al muro terrenal. No les es permitido a los
extranjeros tomar fotos y piden que cada persona respete los
orígenes sagrados de las danzas tradicionales.
Déjenme presentarles una descripción de las danzas en
palabras que Waddie escribió en octubre de 2005, el último año de
sus estudios en su preparatoria:
“Al mediodía resuenan los latidos rítmicos de los tambores y
las voces del coro de los hombres. Están llamando a los danzantes
al centro del pueblo Cochiti. Uno por uno, hombres, mujeres,
jóvenes, niños y niñas suben por la escalera para salir del kiva
redondo, que es la casa sagrada en forma de bóveda donde se

124
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

prepararon antes los bailes. Se acercan a los cantantes. Por un


momento hay solo silencio. Cuando el coro comienza la primera
canción, los tonos de los tambores se aceleran. Los danzantes
sincronizan sus pasos con los latidos de los tambores. El sonido de
los cascabeles y las conchas retumban entre los tambores y las
voces masculinas. Los danzantes agitan sus sonajas constante-
mente y guían a sus compañeras en dos filas alrededor de la plaza,
en sentido contrario a las manecillas del reloj.
“Mi padre cantó en el coro con los que son demasiado viejos
para danzar. Pero danzo yo ahora, como él lo hizo en el pasado
con su generación de los compadres del pueblo. Recuerdo todavía
la primera vez cuando participé como un niño de seis años. Sentí a
dos danzantes vestidos de ciervos que caminaban tan cerca de mis
pies. ¡Oí el ruido de sus enormes cascabeles, que eran tan
grandes como mis dos pequeños puños! Sus cuernos de venados
oscilaban a la altura de mi cabeza.
“Como participantes en las fiestas comunitarias, ganamos
honor entre todos los miembros de nuestra familia. Hasta mi
primera ceremonia, había tratado de danzar en todas las fiestas.
Las canciones y las danzas son la manera de orar para los
Cochitis. La plaza es un lugar sagrado durante las fiestas. Los
visitantes parecen conocerlo, creo que los que sienten la belleza de
la ceremonia, reciben los efectos también de las oraciones y las
canciones. Acepto sin duda las danzas en mi corazón también.
“En la tarde el sol quema y deslumbra brutalmente a los
danzantes. Nubes negras corren tumultuosamente arriba del
Arroyo Cochiti y de las Montañas Jemez; tal vez traerán a los
danzantes aire fresco que aliviará la intensidad del calor solar. El
viento poderoso puso a las nubes más y más cerca de ellos, pero
también precipitaron tornados que corrían mucho polvo a través de
la plaza. Los espectadores se inclinaron contra el viento, se
trataron de proteger con sus frágiles sombrillas. El polvo invadió
cada pliegue de los vestidos de los presentes, se asentó en las
narices, las orejas y en el cabello de todos. Los danzantes se
dieron cuenta de que los espíritus de la naturaleza, los dioses de

125
Jann W. Gates

los elementos estaban interviniendo, danzaron fuertemente en


oposición de la disrupción de la ceremonia e intensificaron cada
latido de los tambores. Las nubes se acercaron a la plaza y les
dieron una llovizna por un breve instante. La armonía dominó otra
vez, porque nuestras oraciones recibieron la bendición de la lluvia
preciosa.
“Cuando el día se extinguió y el sol descendió en el cielo
oeste, miré mi nombre nativo en vivo: Wa-de-mah que significa: los
rayos del sol envían sus luces y abren su camino a través de una
nube blanca. Sonreí, pues la última danza había terminado.”

Un niño y su pueblo

Es posible decir que en su pueblo se siente Waddie “en casa.” Sí,


aquí está la casa física de sus padres. Pero también la comunidad
entera, la historia del pueblo, las tradiciones y la manera de vivir de
esta tribu indígena contribuyen a las características esenciales de
su hogar. Esta palabra “hogar” deriva del “fuego” en el sentido del
lugar para cocinar y comer. No importa si está abierto o cerrado
—hay hornos modernos en la cocina y hornos de adobe afuera de
la casa para hornear el pan nativo—; el hogar crea el ambiente del
corazón de la familia y del pueblo. En realidad Waddie es un
hogareño de la vida indígena que incluye a la gente de su pueblo y
también a todos los elementos alrededor del lugar en donde vive: el
río, las montañas, los arroyos, las piedras monumentales, la tierra
productiva y la tierra polvorienta; las cosechas del alfalfa, el maíz,
los frijoles; los caballos, las vacas, los perros; los ciervos, los
antílopes, los osos, los coyotes, las zorras, los conejos, las
marmotas; águilas, halcones, cuervos, alondras, colibríes… Las
tradiciones del pueblo y la naturaleza están preservadas y viven
continuamente en la conciencia de la gente.

126
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

Nubarrones

Cippy y Susan CrazyHorse se casaron en el año de 1972. Su hija


llegó el mismo año. Su nombre, Erly, equivalente a la palabra
temprano en inglés, indicó que apareció casi inmediatamente en la
vida familiar. El primer hijo, Moses, nació en el año 1980; el
segundo varón, Wademah, llegó en el año de 1988.

*******
El primer día de enero de 1999 Cippy CrazyHorse recibió el honor
y la responsabilidad de servir como vicegobernador del pueblo
durante un año. Los gobernadores necesitan dedicar todo de su
tiempo al servicio del pueblo. —Será un año memorable— pensó
Cippy.

*******
En la madrugada —de un día del año 1999— tocó alguien a la
puerta. Susan CrazyHorse abrió. Vio a dos policías. Llamó a su
esposo.
—¿Qué pasó? —dijo Cippy.
—Disculpen, por favor —respondió uno de los hombres—.
Hubo un accidente… a cinco kilómetros al otro lado de la presa…
dos jóvenes en uno de los autos… Moses Crazyhorse no
sobrevivió… su primo Quintana tampoco sobrevivió… nadie
sobrevivió.
—¿Por qué? —preguntó Waddie, el hermano menor en el
undécimo año de su vida.

*******
En el pueblo Cochiti se dice que el espíritu de un viejo que murió
va lejos del pueblo y reside, invisible y tranquilo, en el bosque de
las Montañas de Jemez. El espíritu de un joven, después su vida
física, queda cerca del pueblo, a veces muy cerca de su familia,
invisible y presente.
Waddie me explicó:

127
Jann W. Gates

—Un 12 de febrero pusimos un globo rojo para Moses cerca


de su cruz conmemorativa al lado de la carretera donde murió. Al
siguiente día notamos que el globo había perdido su helio. Sin
forma cayó en el polvo. Estábamos un poco tristes. Sin embargo el
Día del Amor —el 14 de febrero— el globo estuvo flotando
alegremente otra vez en el cielo. Nuestro Moses nos dio su señal,
su mensaje: “Estoy cerca, quedé muy cerca. ¡Gracias por el globo
rojo!”. Creo que mi hermano no me había abandonado.

Polvo suave o duro

Hoy es difícil sostener económicamente a una familia en las


comunidades indígenas. Solamente una tercera parte de los
miembros del pueblo viven ahí. Los que viven en otros lugares
regresan en los tiempos de los bailes ceremoniales. Pero cada
generación debe decidir de qué manera puede relacionarse con la
comunidad nativa en su vida adulta. Por ejemplo, Waddie es el
primero en su familia que busca estudiar en una preparatoria
privada. Sus padres se dieron cuenta que frecuentemente “pierden”
a sus jóvenes en las escuelas secundarias públicas. Estudiaban
madre e hijo en la clase octava, pero después decidieron que una
preparatoria privada sería una mejor solución. ¡Eligieron una
preparatoria nueva en Santa Fe, la cual tenía 2 clases y 16
alumnos! Una atmósfera como una familia extendida y un balance
de las clases académicas, artísticas, artesanales y actividades en
apoyo a la comunidad beneficiaría a este Americano Nativo. Fue
un primer paso en el mundo moderno y de múltiples oportunidades.
Waddie sintió la tensión entre su respeto por su futuro
enfocado en la vida indígena y una vida como un Americano Nativo
que abraza una sociedad abierta, una economía sofisticada, un
sistema político que no funciona bien en este tiempo. En su cuarto
año de la preparatoria se dio cuenta y se dijo a sí mismo:
—Soy un Americano Nativo y seguiré siendo un hijo de mi
pueblo en Nuevo México. Pero elijo vivir y hacer mis contribuciones
en este tiempo moderno y en este mundo en el cual fluyen miles de

128
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

tradiciones.
En el último curso sobre la historia mundial, exploré con la
duodécima clase el tema: Nuestro Dilema Moderno y el Futuro
Social. Como le fascinan a Waddie las posibilidades en el futuro. Él
escribió:
“Tenemos modelos diferentes para un futuro positivo. ¿Cuál
queremos manifestar? La situación en nuestro mundo hoy nos tira
una pelota curvilínea en este juego para entender nuestro futuro
colectivo.
“He confrontado esta pregunta muchas veces en mi vida que
es relativamente breve. Sí, soy un Americano Nativo que vive en el
corazón de una reserva indígena. Sí, he estudiado. Sí, también me
he sacrificado mucho. Habría preferido quedarme en el pueblo y
hacer lo que mis ancestros habían hecho: cultivar el maíz, cazar. . .
pero no puedo hacerlo. ¿Por qué? Hoy la vida no es fácil: nos
enfrentamos con muchas obligaciones económicas, necesitamos
viajar largas distancias a nuestros lugares de trabajo. Siempre he
estado inclinado a la vida tradicional. Es mi preferencia. Pero
vivimos en el año 2006. Mis deseos no son razonables. Mi mundo
ideal es un sueño que desapareció en la década de los treinta del
siglo pasado.
“¡Pero mire! Nuestro mundo del futuro es nuevo, crece más y
más, puede estimularnos. Es un mundo que está esperando ser
explorado, amado, transformado. Debo tratar de comprenderlo,
porque este mundo impactará mi vida cada día. Estoy listo para
confrontar los peligros, las oportunidades y mi futuro. Podré
aprender y enseñar al mundo de mis experiencias. ¡Vayamos!”

Bailando en todos lados

La preparatoria Waldorf en Santa Fe, Nuevo México, representa


uno de los inicios de Waddie CrazyHorse en su viaje por descubrir
un camino que incluye lo tradicional y lo moderno en armonía. En
el año 2006 Waddie empezó sus estudios en la Universidad de
Stanford. En el año 2010 fue Co-Director de un evento para

129
Jann W. Gates

estudiantes nativos de todas partes de los Estados Unidos. En esa


ocasión los estudiantes representaron danzas espectaculares de
muchos pueblos con sus indumentarias típicas. ¡Más de 30,000
participantes y espectadores asistieron al Stanford Powwow del
2010!
Waddie se graduó el siguiente año y fundó una empresa para
hacer joyería de plata y piedras preciosas. Escribió recientemente
sus planes para su negocio en algunos años. Quisiera estudiar
para una MBA en negocios que están dedicados al bienestar de la
sociedad.
En la Navidad de 2011 regresó Waddie a su pueblo para bailar
las danzas tradicionales. Entre la Navidad y la celebración del Año
Nuevo, oí que su nombre había sido mencionado en relación a la
selección del consejo de gobierno del pueblo para el año 2012. El
dijo:
—Confronto siempre una batalla entre mi lealtad a dos
mundos. Si me quedara el primero de enero, la situación sería
difícil.
Waddie regresó a California por la mañana del 28 de
diciembre.
Le comenté a Waddie la semana pasada:
—Vives ahora en varios mundos y parece que te gusta la
variedad. Tu persona indígena tiene importancia en tu vida
profesional y personal. Eres la tercera generación de plateros en tu
familia. Cuando haces collares, brazaletes y anillos, creas diseños
contemporáneos y extiendes estilos tradicionales a tu manera.
Elijes no solamente piedras de turquesas, buscas otras piedras en
colores diferentes y figuras raras. Si investigas otros tipos de
negocios y te das cuenta que están enfocados a mejorar la vida de
la mayoría en la sociedad, es posible que cambies tu profesión y tu
vida sea más complicada.
Cambié el énfasis de la conversación:
—¿Waddie, en este momento, dónde estás? Nuestras
palabras no son suficientes. ¿Pero si tú dijeras una palabra, qué
sería lo más esencial en este año?

130
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

—¿En qué consiste la esencia de mi corazón ahora? —Waddie


pensó por un rato—. La alegría que siento cuando hago cosas que
le benefician a la comunidad, la alegría de conocer gente con
intereses similares. Personalmente quisiera crear recuerdos
bonitos con mi familia, amigos cercanos de mi pueblo y de todas
partes de mi vida en el mundo. Quiero que la gente pueda decir:
“Conozco a Waddie CrazyHorse. ¡Es un hombre loco! Me agrada
este caballero o en su caso, este caballo”.
Pensé que este ser humano, este Wademah CrazyHorse,
entendió su poema, el proverbio imaginado por el poeta Octavio
Paz:
—Necesitamos aceptar el lodo en un charco quieto. No es
posible evitarlo. Pero podemos elegir cada día si nuestra repuesta
a la vida está expresada por los pies danzantes.

DANZANTES DE LA NAVIDAD

A la familia CrazyHorse
y al Pueblo Cochiti
A mi ahijada Siena
y a mis nietos, Jack y Rob

Cuando pasó la noche


Cesó la lluvia insistente
Recuerda, por favor,
La mañana siguiente:

¡Ahora empieza!

Saluda el sol.
Despierta el viento.
Provoca la tierra.
Mandan

131
Jann W. Gates

los viejos susurrantes,


las mujeres danzantes,
los guerreros valientes.
Invita
a los jóvenes expectantes,
a los niños sonrientes,
a los bebés que se dan cuenta
la Estrella del Niño Jesús.
¡Es la Nochebuena!

¡Pasan por la plaza


Oh clan de turquesa
Oh clan de calabaza!
¡Escucha al coro
Responde al tono
del tambor resonante!
¡Es la Navidad!

¿Qué nos dicen


las conchas rasposas
los cascabeles ruidosos?
¿Qué nos dicen los pies
y sus rítmicos pasos?
¿Qué nos dicen
las filas serpentinas
de todos tipos
de la humanidad?
¡Se acercan los tres reyes magos!

Jann W. Gates
2012.11.11 Distrito Federal, México

132
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

UNA PROMESA

César Raúl González Bonilla

A mi padre.
Raíz de mi todo, espejo de mí mismo,
el mejor de los ejemplos
y el peor de mis fantasmas.

En la sala de exámenes profesionales, los cinco sinodales han


estado deliberando más de una hora y no se ponen de acuerdo.
Dos de ellos están convencidos de que el sustentante no tiene las
cualidades para ser médico; en tanto que otros dos lo respaldan,
más porque lo conocen y saben que trabajó muy duro para
terminar su carrera, que por la solidez con la que defendió su tesis.
El quinto sinodal, el inmigrante español, está confundido, escucha
los argumentos de uno y otro lado, girando como una veleta y
simplemente, no sabe qué hacer. El alumno tiene madera, pero
hay algo que no le satisface al maestro.
El examen profesional se encuentra al final de la segunda
parte, el escrutinio fue minucioso, profundo como una autopsia y la
discusión se prolongó tanto, que ya cayó la noche del miércoles 14
de noviembre de 1951 en el aula que se encuentra en la calle de
Cedro y Salvador Díaz Mirón. Ese año Adolfo Ruiz Cortines dejó la
Secretaría de Gobernación en el gabinete de Miguel Alemán, para
emprender su campaña presidencial como candidato del Partido
Revolucionario Institucional, Pedro Infante y Luis Aguilar invaden
los cines, vestidos de agentes de tránsito en ¡A toda máquina! y la
guerra de Corea se encuentra en un punto álgido. En Nueva York
apenas se estrenó la sede de la ONU, mientras se establece el
mando general de las fuerzas de la OTAN en Francia, y los
Estados Unidos juegan a realizar pruebas nucleares con una
bomba de un kilotón que estallan en Nevada, inaugurando
estruendosamente la guerra fría.

133
César Raúl González Bonilla

Nada de esto preocupa al joven pasante, pues tiene cosas más


importantes en que pensar. Apenas ayer tuvo lugar la primera fase
del examen, consistente en la exploración de sus habilidades
prácticas. Desde temprano, se presentó con los profesores en el
hospital, con su bigote recortado e impecablemente vestido con su
saco y pantalón blancos. Uno por uno los maestros lo llevaron a
algún pabellón y le presentaron a un paciente, con el que debió
demostrar su destreza clínica. En tanto que él trataba de obtener la
mayor cantidad de información útil, la avalancha de preguntas se
desprendía desde las rígidas miradas de los examinadores ¿Cuál
es su diagnóstico? ¿Qué maniobra de exploración debe usted
realizar? ¿Hay algún diagnóstico diferencial que debe tener en
cuenta? ¿Qué tratamiento daría usted, doctor?
Los primeros tres pacientes no representaron gran problema,
un caso de sarampión, un embarazo gemelar y un caso de sífilis
secundaria. En aquel entonces, los buenos clínicos decían que “el
que sabe sífilis, sabe medicina”. La penicilina, descubierta en 1928,
apenas comenzó a comercializarse, seis años antes de 1951 y
todavía había muchos pacientes con manifestaciones tardías de
ésta, que se conocía como la enfermedad de las mil caras.
Sin embargo, el último paciente, es un verdadero crucigrama,
el profesor de neumología es un inmigrante español que llegó a
México en 1942, expulsado por la guerra civil que llevó a Francisco
Franco al poder. Se trata de un clínico forjado en la escuela
francesa: por lo tanto, conoce profundamente la propedéutica. El
paciente tiene tuberculosis, es un problema frecuente que
seguramente será controlado en pocos años, porque ya existe la
estreptomicina, pero todavía no llega a todos los enfermos. Cuando
Albert Schatz, estudiante graduado de Abraham Waksman,
descubrió el antibiótico siete años antes, el distinguido profesor vio
el tremendo potencial económico del antibiótico y decidió no
compartir la gloria y las ganancias con nadie. Primero persuadió a
Schatz para que juntos convencieran a Elizabeth Bugie, la segunda
autora del reporte publicado en el Proceedings of the Society for
Experimental Biology and Medicine en 1944, para que renunciara a

134
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

los derechos de la patente, sólo porque al ser mujer pronto se


casaría, tendría hijos y no necesitaría el prestigio científico. El
ambicioso profesor después traicionará a su alumno y recibirá
–él solo– el premio Nobel al año siguiente. En tanto que los egos
se enfrentan en combate, la estreptomicina no llega a los pacientes
y las bacterias devoran los tejidos de los infortunados pacientes,
produciendo cavidades en sus pulmones.
El diagnóstico no es difícil, pero el profesor pretende que el
alumno delimite una caverna mediante percusión. El pasante
tamborilea su índice derecho contra los dedos de la mano
izquierda, que se extienden presionando la espalda del paciente,
quien se encuentra sentado y mirando también con ojos
inquisidores al pasante. Es inútil porque no alcanza a escuchar
ninguna diferencia en el sonido que produce. A pesar de que el
joven tiene un excelente oído musical, no puede precisar las notas
del claro pulmonar, el timpanismo o la matidez.
El alumno terminó la carrera en 1949, pero le tomó dos años
hacer el servicio social y concluir su trabajo de tesis. Ahora se
encuentra en el pasillo, fumando y dando vueltas como un tigre
enjaulado, esperando el dictamen. En casa, su esposa también
espera, pues se encuentra en su segundo embarazo de la que será
su hija y llevará su nombre. Sólo dos personas acudieron al
examen profesional, su cuñado Gilberto y su concuño Othón, los
dos jóvenes platican y tratan de animar al sustentante, pero él tiene
sus pensamientos en otro lugar y en otro tiempo.
Todo comenzó en Motul, una pequeña población treinta y tres
kilómetros al noreste de Mérida, que se encuentra en la
interminable llanura, cálida, plana y rocosa, donde apenas se
asoman escasos manchones selváticos de ceibas y chechenes
blancos, que se alimentan del agua que sólo corre en el subsuelo.
Motul se encuentra en el corazón de la zona henequenera de
Yucatán y la población se dedica a la elaboración tradicional de
hilos, tal y como lo aprendieron los mayas, miles de años atrás. A
mediados del siglo XIX, la fabricación de hilos se convirtió en una
industria próspera y el henequén se transformó en el “oro verde” de

135
César Raúl González Bonilla

la península. De tal manera que fue la fuente principal de tejidos y


de fibra natural en el mundo. Las haciendas, entonces, ingirieron
grandes extensiones de tierra, aprovechando la mano de obra
campesina y maya.
La riqueza germinó y la blanca Mérida floreció, llenándose de
enormes casonas de estilo francés en el Paseo Montejo, todas
propiedad de los ricos hacendados. Las jóvenes mestizas vestían
sus sencillos hipiles de una pieza de blanca tela de algodón,
adornada con elegantes bordados alrededor del escote y a la orilla
del vestido, pero lo más importante del atuendo eran los múltiples
collares y pulseras de oro. La clase alta de los hacendados
requería de actividades culturales, de arte y música. En las
vaquerías, el baile era amenizado al son de la jarana y abundaban,
la chaya con huevo, el puchero de gallina, el pipián de venado, la
yuca con miel y la calabaza melada.
Sin embargo, mientras los terratenientes y los pequeños
comerciantes acumulaban abundancia, el campo se llenaba de
miseria. Las diferencias entre las clases sociales se hicieron muy
hondas y Motul era una población aletargada por el calor,
embrutecida por el Xtabentún y abstraída en la calma de rutina
diaria, donde todos se conocían y desarrollaban lazos de afecto.
Ahí creció la familia Carrillo Puerto. Felipe, el segundo de
catorce hijos de Justino y Adela, desde muy joven aprendió el
idioma maya y después de haber sido leñador y ferrocarrilero, se
dedicó al periodismo y al autoimpuesto oficio de defensor de los
indígenas mayas. En 1913, se unió a las tropas zapatistas, pero
fue perseguido y se exilió en Nueva Orleans, donde trabajó como
estibador, hasta que encontró la manera de regresar a las filas de
Emiliano el año siguiente. En 1915 retornó a Yucatán como un
convencido socialista. Felipe sabía que, en tanto que se
promulgaba la Constitución Mexicana, Lenin llegaba a la estación
Finlandia de Petrogrado, tras atravesar Alemania en un vagón
blindado, tratando desesperadamente de alcanzar a la revolución
de octubre. La primera guerra mundial, la guerra de las trincheras,
estaba en un punto muerto, los desgastados ejércitos en Europa

136
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

eran víctimas del gas mostaza y los grandes movimientos de


ejércitos y refugiados gestaban la primera gran epidemia del siglo
XX: la influenza, que llegó al Continente Americano en 1918,
comenzó en los campos militares de los soldados que regresaban
del viejo continente. Así, el primer caso se presentó en el Fuerte
Riley en Kansas y se diseminó con la fuerza de un incendio
forestal, causando alrededor de 20 millones de víctimas en el
mundo.
En plena efervescencia del nacionalismo revolucionario en
México, el Primer Congreso Obrero, convocado por el Partido
Socialista de Yucatán, se realizó en la ciudad de Motul, en marzo
de 1918. La revolución alcanzó a la península, el pequeño pueblo
despertó de su modorra provinciana y comenzaron tiempos
violentos. De tal manera que Felipe llegó a gobernador interino en
1918 y confirmó su cargo a través de las urnas en 1921, apoyado
por el Partido Socialista del Sureste.
Este caudillo era mucho más peligroso que Zapata o Villa,
porque tenía muy claro qué camino debiera seguir la revolución.
Sin embargo, la pequeña burguesía hecha gobierno tenía otras
aspiraciones. A pesar de haber realizado múltiples obras sociales,
el líder se fue quedando aislado entre intrigas y traiciones,
acompañado sólo por los muy leales y, en los últimos cuatro meses
de su travesía, tuvo tiempo de vivir un amor imposible con la
periodista Alma Reed, a quien mandó componer la canción
Peregrina.
El sueño terminó en 1923, durante los turbulentos años del
gobierno de Álvaro Obregón, Felipe apoyó la candidatura de
Plutarco Elías Calles, que se convertiría en el Jefe Máximo de la
Revolución y envió todas sus tropas para aplacar la rebelión de
Adolfo de la Huerta, dejando la Ciudad de Mérida indefensa. En
Motul los indígenas no querían escuchar más palabras; se
cansaron de pedir alimentos pacíficamente y comenzaron a romper
las puertas de las tiendas y saquearlas. La guerra civil llegó a Motul
dejando cadáveres en las calles, olor a muerte y decenas de
cuerpos inanimados, ahorcados en las esquinas del otrora pacífico

137
César Raúl González Bonilla

pueblo. Por eso, fue sencillo que los rebeldes delahuertistas


llegaran a poner orden mediante la Ley Marcial. El líder socialista,
sin armas y sin ejército huyó, pero fue apresado, juzgado y
ejecutado el tres de enero en el Panteón Civil de Mérida junto con
trece de sus camaradas, entre los cuales se encontraban sus
hermanos Wilfrido, Edesio y Benjamín.
Como siempre sucede, el huracán golpeó con más fuerza a la
gente común, afectando su vida cotidiana. Poco antes de que
apresaran a Felipe y tomara el control el ejército de Adolfo de la
Huerta, don Leovigildo era un próspero comerciante que tenía una
carnicería, una panadería y una miscelánea en Motul. Una noche,
recién había oscurecido, cuando escuchó con sobresalto cómo la
turba de indígenas trataba de echar abajo la puerta de su tienda.
Sin dudarlo mucho, abrió las puertas y distinguió los enfurecidos
rostros de ojos rasgados de los mayas, apenas alumbrados por
unas antorchas con las que pretendían saquear la tienda y
quemarla, si fuese necesario. Sin decir mucho, el comerciante no
perdió la calma, entregó los costales de maíz a la multitud, los
gritos cesaron y el hormiguero se alejó en silencio, quedando la
empedrada calle tan silenciosa como siempre. Esa misma noche el
comerciante habló con su esposa Victoria, empacaron lo más que
pudieron de sus pertenencias y decidieron huir todos a Mérida. Su
hijo Federico no estaba dispuesto a irse solo, había estado
pretendiendo a Nelia, una niña adolescente de apenas quince
años, a quien veía a escondidas después de la misa del domingo y
le mandaba ardientes cartas de amor a través de sus amigas. Don
Sabas Alpuche le había prohibido acercarse a su hija, pues no veía
ningún porvenir el joven que pasaba el tiempo ayudando a su
padre en la carnicería.
En tanto que el resto de la familia preparaba el equipaje
mínimo, Federico fue a la casa de don Sabas. Sigilosamente tocó
en la ventana de la joven y susurrando le explicó lo sucedido y, sin
más, le propuso que se fuese junto con ellos para Mérida. La niña
no lo dudó mucho, quedaron de verse a media noche, juntó su
ropa, hizo un bulto con una sábana y esperó impaciente la media

138
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

noche. Mientras sus padres y sus hermanas dormían, en la


oscuridad se deslizó por los pasillos de la casa, llegó al corral
donde se encontraban los animales, salió a la calle y, como no
pudo cerrar el portón por fuera lo dejó atrancado con una piedra.
Cuando la familia estuvo lista para partir en dos carrozas, la
joven ya se encontraba sentada al lado de Federico, de tal manera
que don Leovigildo, los miró a los dos y sólo balbuceó una
maldición en maya

—¡Yax káakbach!, muchacho choko pool

Se subió a la carroza, azuzó suavemente a los caballos, que


comenzaron a trotar rumo suroeste, dejando una estela de sonar
de castañuelas, que se perdió en la oscuridad de la noche. Una
hora después, Pedro Dzul Canul, vecino de don Sabas, le avisó
que sus animales: caballos, mulas y gallinas estaban todos en la
calle. La familia Alpuche se levantó y dedicó la madrugada a
perseguir gallinas por las calles empedradas, cuando todos los
animales estuvieron en el corral, el severo don Sabas cayó en
cuenta que le hacía falta la más joven y preciada de sus potrancas,
su hija.

La familia de don Leovigildo, por su parte, llegó a la casa de un


pariente lejano en Mérida, conocido como el cura González, que
vivía cerca de la calle de Flor de Liz. Sin embargo, siendo hombre
de honor, el comerciante dejó a la niña Nelia en depósito en la
casa de su prima Epifania. A los pocos días, Federico y su padre
hicieron un viaje rápido a Motul, acompañados por el cura
González y la prima Epifania para pedir indulgencia por el rapto. La
plática fue tensa, pero el cura González era un hábil negociador y
finalmente don Sabas otorgó el perdón y su consentimiento para
que la pareja se casara, cerrando el trato con un trago de
Xtabentún. Una vez cumplida la sencilla boda en Mérida, que por
supuesto ofició el cura González, a Federico le cayó encima la
brusca realidad. De pronto se encontró, sin preparación, sin oficio,

139
César Raúl González Bonilla

sin trabajo y con una esposa que mantener. Por esto, un amigo le
recomendó que visitara al Dr. Góngora Triai en Puerto Progreso,
quien requería de un farmacéutico.
Por su parte, una vez que las aguas comenzaron a sosegarse,
don Leovigildo comenzó a viajar regularmente a Motul para atender
sus negocios. Primero regresaba a Mérida una vez por semana,
después cada dos semanas, más tarde una vez al mes, hasta que
un día ya no regresó con su esposa Victoria. Se quedó en Motul
cuidando sus negocios y a sus dos amantes, hasta que se
desvaneció en el tiempo. Federico, en cambió, se trasladó a Puerto
Progreso y en octubre de 1924 tuvo a su primer hijo, a quien puso
el nombre de Wilfrido, en memoria de su amigo de la infancia,
fusilado apenas al lado de su hermano Felipe Carrillo Puerto.
Federico resultó ser un excelente aprendiz de farmacéutico,
pues era meticuloso y organizado. Tenía una libreta en la que
anotaba con mucho detalle la sintomatología de los pacientes y las
fórmulas magistrales de los médicos. De tal manera que escribió su
propio tratado de Medicina Interna y al poco se convirtió en el
doctorcito, más por su corta estatura que por su juventud, y desde
entonces ejerció el oficio de curandero.
Todos los mediodías Wilfrido salía a recibir a su padre, cuando
escuchaba el retintín ocasionado por el chocar de las botellas, que
el farmacéutico siempre cargaba en su saco blanco que como
cascabeles anunciaban su llegada. Después de comer y dormir la
siesta recostado en una hamaca, se dirigía nuevamente a la
farmacia con el tintineo de las bolsas de su saco blanco.
Fueron días felices los de la infancia del niño Wilfrido en
Puerto Progreso, ahí cursó la escuela primaria y pasaba las tardes
jugando a la pelota en las calles de la ciudad, mientras las señoras
preparaban chocolate con agua y se sentaban a beberlo muy
caliente a sorbitos, en la puerta de sus casas, de altísimos techos,
para tomar el sereno, agitar rítmicamente los abanicos, conversar
sobre los vecinos y apaciguar un poco el tremendo calor.
A partir de 1924, comenzó una nueva etapa de calma,
prosperidad y crecimiento de la industria henequenera, proveyendo

140
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

de trabajo a Yucatán. Sin embargo, ya se gestaba otro desastre


mundial que empujaría nuevamente a la familia a emigrar y buscar
otros horizontes. El primer golpe mortal al oro verde y a toda la
economía yucateca vino, como casi siempre sucede, de los
Estados Unidos. El principio de esa década se caracterizó por el
consumismo y la exaltación del modelo de vida americano. El
capitalismo se consolidó, creyendo que la opulencia brotaría del
cuerno de la abundancia. Efectivamente, se vigorizaron nuevos
sectores productivos, pues nacieron la industria eléctrica, la
química, la petroquímica, la aeronáutica, la automotriz, el cine y la
radiofonía, pero en muchas regiones del mundo el campo se
deterioró gradualmente, ocasionando que incontables campesinos
vendieran sus tierras para emigrar a las ciudades. A partir de
entonces, el desarrollo no sustentable nos ha encadenado a
depender irremediablemente del petróleo y la electricidad como
fuentes de energía.
A fines de la década, la prosperidad basada en el desarrollo
industrial pasó a depender de las orgías especulativas en Wall
Street. El 24 de octubre de 1929, el jueves negro, la Bolsa de
Nueva York quebró y la crisis arrasó con el sistema bancario, la
industria, el comercio y el agro norteamericanos. La Gran
Depresión tuvo consecuencias globales, pues frenó las
exportaciones de muchos países, con lo que disminuyó el comercio
mundial. En Europa, la inflación, la falta de empleo, el Tratado de
Versalles y la especulación financiera, fueron el caldo de cultivo en
el que germinó la xenofobia y el nacional socialismo que llevó a
Adolfo Hitler al poder en 1933. Al no haber exportaciones de
henequén, la espina dorsal de la economía en Yucatán se fracturó
y la sociedad entera se paralizó porque el trabajo comenzó a
escasear. Por eso Federico decidió salir de Progreso y trasladarse
a Mérida, donde el poder adquisitivo de la clase media todavía le
permitía acudir al médico o directamente a la farmacia, en busca
de algún remedio para sus enfermedades.
Llegaron a una casona verde en la esquina de las calles 65
con 59, cerca del centro. Ahí el niño Wilfrido, que tenía alrededor

141
César Raúl González Bonilla

de 11 años, comenzó a ocupar las tardes en estudiar piano. Su


maestra, una mujer solterona que había estudiado el instrumento
en Francia, de inmediato notó el gusto y talento que tenía el
pequeño. Federico, por su parte, quería que su hijo fuese músico,
lo imaginaba concertista porque veía en el niño el oficio que él
mismo nunca pudo ejercer. Armando, el hermano mayor de
Federico, era un excelente pianista, al que hacía tiempo Mérida le
había quedado chica y había emigrado a la ciudad de México.
La familia no vivió mucho tiempo en Mérida porque las
conmociones del mundo externo obligaron a la familia a expatriarse
nuevamente. En 1938 el oro verde recibió el segundo golpe mortal,
que fue el tiro de gracia definitivo. Esta vez también proveniente de
los Estados Unidos. Aunque Wallace Hume Carothers había
inventado el neopreno desde 1924, fue en la Feria Mundial de
Nueva York, en 1938, que la empresa DuPont presentó el nylon, “la
fibra milagrosa”, que lleva en el nombre las iniciales de esta ciudad
y comenzó a producirla comercialmente en 1939. Si bien, el
producto más exitoso fueron las medias, que revolucionaron la
moda y el erotismo del Siglo XX, las mujeres apenas pudieron
probar su belleza y erotismo porque el gobierno de los Estados
Unidos destinó toda la producción de nylon para uso militar,
cuando se enganchó en la segunda Guerra Mundial.
Hacia 1937 tres hermanos de Federico ya habían emigrado a
la ciudad de México. Felipe, quien nunca se casó; Armando, que
estaba en su segundo matrimonio y Alfredo, que entonces ya
estaba consumiendo a su tercera pareja. En Mérida las cosas no
marchaban bien con Federico. Las carencias se acumulaban y la
pareja tenía que mantener a tres hijos. Por otro lado, requerían
alejarse de ese lugar que les traía muy malos recuerdos, pues el
segundo de sus hijos había fallecido atropellado por un tranvía. Tal
vez, más por este último hecho que por los problemas económicos,
Federico decidió vender todos sus bienes y reunirse con sus
hermanos en la ciudad de México.
Prepararon nuevamente su equipaje, se subieron a un camión
que los llevó a Puerto Progreso, tomaron el barco Emancipación

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

que en sesenta horas los llevó al puerto de Veracruz y ahí tomaron


el tren que llegó a la ciudad, atravesando las Cumbres de Maltrata
por una vía angosta. La familia de Federico llegó a la casa de su
hermano Alfredo el primero de enero de 1938, ubicada en una vieja
casa en Doctor Lucio 148 interior 48, que Alfredo compartía con
Julia Romero, su esposa en turno y al poco tiempo la familia se
trasladó a una vecindad casi enfrente, situada en Dr. Navarro 106
interior 27.
Apenas habían desempacado sus escasas pertenencias,
cuando Federico tomó de la mano al niño y lo llevó al
Conservatorio Nacional de Música, que entonces se encontraba en
la calle de Moneda 16, a unas cuantas cuadras del Zócalo
capitalino. Se escurrió por los pasillos y logró entrevistarse con
Manuel María Ponce quien, al escucharlo, no dudó en aceptarlo
como alumno. Así, el niño Wilfrido de 13 años recién había
terminado la escuela primaria y ya estaba estudiando piano en el
Conservatorio. Era el estudiante más adelantado en las clases de
ejecución del instrumento. Se sentaba frente al piano y sus
pequeñas manos volaban presto vivace a través del teclado. Por
las tardes, seguía practicando en un piano vertical antiguo con una
increíble capacidad acústica, que pertenecía a su tío Armando. El
gusto por la música le perduró por siempre, pero los deseos de ser
pianista se fueron evaporando larguisimo adagio cuando se
enfrentó a las clases de solfeo, composición y armonía.
Un día el adolescente llegó a la puerta del Conservatorio con
su cuaderno pautado, pero después de tres minutos de
permanecer en el umbral su mente comenzó a oscilar y su gusto a
decaer sin alguna razón en especial. Simplemente dio media vuelta
y comenzó a caminar sin rumbo por el centro de la ciudad. Al día
siguiente hizo lo mismo y al tercer día ya tomó un camino contrario
al Conservatorio. Pasaba el día sentado en alguna banca de la
Alameda Central, jugando rayuela o futbol y buscando la manera
de escabullirse al interior de algún cine.
Pero las madres siempre saben lo que sucede a sus hijos, de
tal manera que al notar la apatía y el desánimo de Wilfrido, Nelia le

143
César Raúl González Bonilla

avisó a su esposo que sospechaba que el niño había dejado la


escuela. Al día siguiente, por la mañana, Federico fue al
Conservatorio y dialogó, uno por uno, con todos los maestros. Por
la tarde Federico llegó como siempre, con su bata blanca y con el
tintineo de las botellas en sus bolsillos y antes de cenar preparó la
trampa y lanzó el anzuelo:
—¿Cómo te fue en la escuela?
—Bien, como siempre.
La actitud ausente y desganada del adolescente causó que por
primera vez en su vida el farmacéutico experimentase el
sentimiento de ira, y en un arranque de violencia cruzó la cara del
muchacho con fiereza.

—¡Mientes! ¡Hace tres meses que no vas al Conservatorio.


¡Hoy estuve ahí y platiqué con tus maestros!
Federico respiró hondo, tratando de recobrar la calma y
razonar con el embustero.
—Si te apuras todavía te puedes regularizar y te aceptan de
nuevo.
Pero el adolescente no movió un músculo de su cara
enrojecida por el azote y dijo con firmeza:
—No, yo no quiero ser pianista. Quiero ser doctor.

Imposible saber qué imágenes surgieron desde el inconsciente del


muchacho, pero su corazón hablaba con la verdad. Quizá fue el
retintín ocasionado por el chocar de las botellas que el farmacéu-
tico siempre cargaba en su saco blanco, que como cascabeles
anunciaban su llegada.
Federico comprendió que su sueño de ser músico,
transportado al mayor de sus tres hijos, se había desvanecido.
Tampoco creyó que el muchacho tuviese la fuerza de voluntad, la
disciplina y la capacidad para abordar una carrera tan larga como
la de medicina y dudó de la seriedad de las sus palabras, pues
apenas había terminado la escuela primaria.
Sin embargo, Federico decidió ofrecer a su hijo la oportunidad

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

de seguir estudiando bajo un severo escrutinio. Wilfrido se inscribió


en la Escuela Secundaria No. 13, que se encontraba en la avenida
Chapultepec. A pesar de haber ingresado ya avanzado el año
escolar terminó la educación secundaria, y leía sus libros con el
mismo gusto que tenían sus pequeñas manos cuando volaron una
vez presto vivace a través del teclado del piano. Sin embargo, su
padre y su tío Armando consideraban que el muchacho requería de
disciplina, por lo que lo inscribieron en la Escuela “Rafael Dondé”,
que tenía un sistema de internado militarizado.
La muerte siempre tiene autorización para llegar cuando le
apetece. A veces avisa y otras veces arriba de pronto. Corría el
año de 1943 cuando terminaban las batallas de Guadalcanal y de
Stalingrado; nacía el Instituto Mexicano del Seguro Social y el
joven Wilfrido, de 18 años, recién regresaba de Michoacán, donde
tuvo la oportunidad de presenciar cómo la tierra paría al volcán
Paricutín. La familia comenzó el día como siempre, pero de súbito
Federico comenzó a sentir falta el aire. Quizá el farmacéutico ya
tenía molestias y nunca dijo nada, posiblemente fue una endocar-
ditis o una válvula cardiaca que dejó de funcionar de pronto. Ahora
ya no importa el diagnóstico, el hecho es que lo llevaron al Hospital
Central de la Cruz Roja, que se encontraba en las calles de
Durango y Monterrey de la Colonia Roma, alcanzó a ver a sus hijos
por última vez mientras se ahogaba con su propia sangre en los
pulmones, alcanzó a despedirse de su hijo mayor. En el momento
del declive final, simplemente asintió con la mirada cuando Wilfrido
le susurró algo al oído. Después de ello dejó de ser.
La familia se quedó desamparada. Nelia, quien siempre tuvo el
papel de ama de casa porque fue educada en Motul para tejer,
bordar, cocinar y atender a su esposo, no encontró trabajo y se
dedicó a coser ropa ajena. De tal manera que la carga cayó sobre
el mayor de los tres hermanos, y Wilfrido tuvo que dividir su tiempo
entre la escuela y el trabajo. Sin embargo, no fue difícil ingresar a
la Escuela Superior de Medicina Rural. Aunque el Instituto
Politécnico Nacional se fundó en 1936, comenzó sus actividades

145
César Raúl González Bonilla

ocho años después, cuando la Segunda Guerra Mundial llegaba a


su fin y las puertas estaban abiertas para todos los aspirantes,
además con una beca de diecisiete pesos mensuales.

El jurado terminó de deliberar. El inmigrante español otorgó su voto


aprobatorio, mientras pensaba en Guernica, la ciudad vasca donde
se habían refugiado la gente común y las tropas que huían del
avance del ejército franquista. Ahí, el 26 de abril de 1937, la Legión
Cóndor de la fuerza aérea Alemana ensayaba lo que realizaría
durante la Segunda Guerra mundial a partir de 1939 y comenzó el
ataque a las 4:30 de la tarde, el cual se prolongó hasta llegada la
noche destruyendo la ciudad por completo. El maestro estuvo ahí y
atendió a muchos jóvenes moribundos, que vieron su futuro
truncado por la razón de las bombas incendiarias de 250
kilogramos de peso.

El sustentante fue llamado a la sala de exámenes profesionales y


el Presidente del Jurado leyó el acta, la cual especificaba que el
alumno fue aprobado por tres votos a favor y dos en contra. Dos
sinodales abandonaron la sala sin decir una palabra, mientras que
los otros tres felicitaron al nuevo médico dándole la bienvenida al
gremio. El profesor español, fue el último en felicitar a doctor y lo
hizo prometer que ejercería su profesión siempre con limpieza.
—Gracias maestro, tiene usted mi palabra que así será
Gilberto y Othón trataron de animar al nuevo médico, lo
felicitaron y lo llevaron a una pequeña cantina en la Avenida
México-Tacuba en la que una reluciente sinfonola tocaba un disco
de 78 rpm con el “Rico Mambo” de Dámaso Pérez Prado. Sin
embargo, sólo tomaron una cerveza y se retiraron porque Wilfrido,
como todos aquellos espíritus que no se permiten cometer errores,
sintió que su victoria tenía sabor a derrota.
La mañana del jueves 15 de noviembre de 1951 llegó
melindrosa, en tanto que Wilfrido y su esposa Celia se levantaron
temprano y desayunaron ligero para cumplir una tarea que quedó
pendiente. Para poder llegar hasta el lejano panteón Jardín, el

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

hermano de Celia les prestó un automóvil Fiat. Casi a las diez de la


mañana la pareja llegó al cementerio y, en tanto que la esposa
gestante buscaba agua y flores, Wilfrido nuevamente platicó un
rato con su padre y le recordó aquel día cuando le susurró al oído
la promesa de ser médico.

Recita el evangelio según Mateo 8: 21-23 lo siguiente:


Otro de los discípulos le dijo: “Señor, déjame ir primero a
enterrar a mi padre”
Pero Jesús le dijo: “Sígueme, y deja que los muertos entierren
a sus muertos.”
Subió a la barca y sus discípulos le siguieron.

Así, Wilfrido, el hombre común nacido en Puerto Progreso en


medio de la tormenta del henequén, subió a su nave y quedó en
paz con su padre. Sus discípulos le siguieron y nunca requirió
visitar nuevamente esa tumba.

En un rincón de la sala, en la casa de mi padre, se encuentra el


piano vertical antiguo de la increíble capacidad acústica que
perteneció al tío Armando. Espera paciente, callado, lustroso y
afinado, que su octogenario líder se atreva a ser niño sólo por un
rato, para que sus manos lo hagan cantar de nuevo con el retintín
ocasionado por el chocar de las botellas que el farmacéutico
siempre cargaba en su saco blanco.

147
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

PRESAGIO

Vicente Irigoyen Veloz

Esa tarde, mientras descansaba en el mullido sillón de la sala de


su casa, las imágenes de su sueño aparecieron en su mente por
enésima vez en la semana, situación que le crispó los nervios,
pues en su visión se veía en medio del caos intentando salvar su
vida ante el inminente desplome del edificio en el que se
encontraba. Dio un trago al vaso de agua que tenía a su lado para
despabilarse, se levantó y puso en la videocasetera la primer
película que encontró para tranquilizarse y olvidar su preocupación;
volvió a tomar asiento disponiéndose a pasar el rato, pero las
primeras escenas le hicieron dar un brinco de sobresalto al
constatar que eran las mismas imágenes de su pesadilla, y más
aún cuando descubrió que el protagonista tenía su rostro lo que lo
hizo levantarse y salir corriendo, mientras el techo de la casa
empezaba a desplomarse.

DE VECINAS Y BEATAS

Vicente Irigoyen Veloz

—Buenos días doña Meche.


—Buenos los tenga doña Chonita. ¿Ya de misa?
—Sí, austé gusta? voy al tianguis por mi mandado; por cierto
¿Ya vio usted al hijo de don Mirón, el carnicero. Si viera austé, ¡que
buena carne tiene!
—¿Cómo dijo?
—Sí, de res y de cerdo, no sea mal pensada.
—¿Oiga, no me diga que no le ha llegado el chisme de que se

149
Vicente Irigoyen Veloz

murió anteayer?
—Pus la mera verdá, pa qué le digo que sí, si no.
—¿Ya ve?, a todos nos llega la hora. Se le vinieron los años
encima y se quedó quietecito y muy serio, como pajarito, con sus
alas rotas y sus ojotes bien grandotes como tecolote, porque ya ve
austé que era rete rabo verde el pinchi viejo.
—No blasfeme doña Meche, acaba de confesarse y de
comulgar y ya está con sus palabrotas.
—Pero si es la puritita verdá, como dice mi nieto Jelipito, sin
albur ¿Eh?; el pinchi viejo era rete bien cabrón, o ¿No?
—Pus eso dicen, pero a mí no me consta porque eso sí doñita,
probe, probe pero muy honrada.
—Pus cómo le va a constar, si ya es veterana de mil batallas,
pero pregúntele a las muchachitas que se le atravesaron en el
camino y verá austé lo que le dicen. Si casi las embarazaba con la
pura mirada, que hasta bizco se quedó el ojete.
—Ave María purísima, usté sí que se va ir direitito al averno.
—Pus mire, a mis años y con lo friolenta que soy, bien me
caería un calentón con el cuernudo ese ¿No cree usté?

A SISMO CIERTO, GANANCIA DE ARRENDADORES

Vicente Irigoyen Veloz

La tierra se estremeció como nunca y las casas se agrietaron en un


gemido como de dolor que dejó paralizados a quienes las
habitaban. Doña fructuosa, sin pensarlo, salió corriendo en busca
de don Severo, su consejero en asuntos legales, para preguntarle
lo que debía hacer con sus añejos, morosos e insufribles inquilinos
de la vieja vecindad, que ya habían desalojado ante el sismo
registrado.
Don Severo con aires de enciclopedista le sugirió que se fuera

150
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

de volada a comprar cadenas y candados y se cerciorara de que


no quedara nadie en las viviendas antes de atrancar el portón y
cada una de las puertas para que ya no tuvieran manera de
volverlas a ocupar, cosa que puso en práctica a hurtadillas y de
inmediato doña Fructuosa.
Pocas horas después y nuevamente sorprendidos ante la
imposibilidad de entrar a sus viviendas, los enardecidos inquilinos
fueron a reclamarle a doña Fructuosa, quien ya los esperaba bien
pertrechada. Se asomó por la ventana y haciéndose la inocente
preguntó qué era lo que pasaba. Con gritos y abucheos le
exigieron que, por lo menos, los dejara entrar a buscar sus cosas,
a lo que se negó doña Fructuosa y, en cambio, les advirtió que no
entrarían ya.
Despechados, los vecinos respondieron que sólo les quedaba
la satisfacción de que no había sido ella la que los había sacado,
sino la Virgencita de Guadalupe para protegerlos, a lo que indigna-
da respondió doña Fructuosa: Pus será la virgencita o la tamalera
de la esquina, pero ahoritita mismo todos se van a la chingada.

NOTICIA A OCHO CALUMNIAS

Vicente Irigoyen Veloz

El desnaturalizado Chacal se había hecho presente por enésima


ocasión, con su inconfundible modus operandi, sobre una más de
sus víctimas. Los descomunales gritos del voceador del barrio
llamaban la atención de todo el vecindario: Espiolo, esperolo,
sorprendiolo, amagolo, tirolo y chingolo con inaudita saña y
encono, hasta dejar a su presa como inerte pichancha sobre el
piso, tras asestarle ciento ochenta puñaladas en lugares estraté-
gicos, para dejarla con una expresión de seriedad en el rostro,
digna de un payaso en día de asueto.

151
Vicente Irigoyen Veloz

LA LLAMADA

Vicente Irigoyen Veloz

El reloj marcaba las 21:35 horas, cuando el insistente repiquetear


del teléfono lo hizo levantarse de su escritorio, contrariado.
—Sí, ¿Bueno? ¿Quién habla?
—¿Roberto?, soy yo, Constanza. ¿Por qué no contestabas?
—Preparo un informe para el director y no escuché el teléfono.
¿Qué pasa?
—Estoy oyendo las noticias en el radio. Dicen que hay un
avión sobrevolando la ciudad y no puede aterrizar por una falla.
—¿Y qué con eso?
—Pues desde hace rato oigo que pasa y pasa un avión, bajito,
bajito, cerca de aquí, con un ruido infernal que ya despertó a los
niños y están llorando. Estoy muy nerviosa, ¿no será el mismo del
que habla el noticiero?
—No seas ideática, ¡cálmate!, no pasa nada.
—Pero es que…, en serio, oye, oye ¡ahí viene otra vez!, ¿lo
escuchas?
—Yo no oigo nada. Sólo son tus nervios.
—No, en serio. ¿Cómo no lo vas a oír?, si casi ni te escucho
del escándalo que hace ¡Óyelo! ¡Óyelo!, ahora se escucha mucho
más cerca y más fuerte, ¿Lo escuchas?, ¿Lo escuchas?
¿Roberto?, ¿Lo oyes? ¿Sí? ¡Ahora lo puedo ver por la ventana
¡Aquí!¡ ¡Enfrente de mí!, veo sus luces ¡Es enorme! ¿Lo oyes?,
¿Roberto?, ¿estás ahí?, ¡Roberto!, ¡Roberto!
—¿Bueno?, ¿bueno?, Constanza?, ¿qué fue eso?,
¿Constanzaaaa?.

El reloj marcaba las 21:40 horas.

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

LÓGICA PURA

Vicente Irigoyen Veloz

Después de concienzudos discernimientos Cronos había llegado a


la siguiente conclusión: La muerte existe por que existe el tiempo,
luego entonces, si no existiese el tiempo, la muerte no existiría.
Desde ese momento dedicó toda su inteligencia y esfuerzo a
terminar con cualquier vestigio que diera cuenta del transcurso del
tiempo, para alcanzar la inmortalidad.
Destruyó todos los aparatos para su medición, toda noción de
movimiento, pero al final se percato que no lo había logrado, ya
que en su subconsciente permanecía el concepto aprendido, así
que no tuvo otra alternativa que auto aniquilarse para alcanzar su
objetivo.

FIN DE SEMANA

Vicente Irigoyen Veloz

Era una chica inteligente y de ideas liberales, pero tuvieron que


transcurrir seis meses para que se animara a invitarla a pasar el fin
de semana en Tepoztlán, a lo que accedió Francesca, no sin antes
poner algunos pretextos.
Al llegar el sábado se levantó apresurado para arreglarse,
hacer una pequeña maleta y salir corriendo para ir al encuentro de
Francesca quien ya lo esperaba en su carro.
Mariano se sentó al volante y durante el viaje conversaron de
una y mil cosas con cierto nerviosismo pero finalmente se
relajaron. Al llegar al hotel mariano bajó del auto para abrirle la
portezuela a Francesca y tomarla del brazo para ayudarla a bajar.

153
Vicente Irigoyen Veloz

Se dirigieron a la recepción y Mariano mencionó a la persona


encargada que tenía una reservación de dos habitaciones, lo que
desconcertó a Francesca; el Bell boy tomó las maletas y los
condujo a sus habitaciones después de que se registraron.
El día transcurrió de maravilla en la alberca, donde
juguetearon, tomaron el sol mientras platicaron disfrutando de
refrescantes bebidas y más tarde degustaron una deliciosa comida,
acompañada de buen vino. Por la noche, decidieron ir a la
discoteca del hotel y bailaron durante horas entre risas y unas
copas hasta quedar extenuados, por lo que decidieron ir a
descansar. Al llegar al cuarto de Francesca, Mariano se despidió
con un beso.
Dieron las tres de la mañana sin que Mariano pudiera conciliar
el sueño pensando que tal vez no habría otra oportunidad de hacer
suya a Francesca. Se levantó y fue al bar por un trago para
calmarse un poco, antes de ir buscarla a su habitación.
Mientras tanto Francesca esperaba en su habitación que
Mariano tocara a su puerta para pedirle que lo dejara entrar pero al
ver que no llegaba decidió tomar la iniciativa; se levantó se dio un
duchazo rápido, se puso el camisón y después de aplicarse un
poco de lápiz labial y perfume se dirigió a la habitación de Mariano,
tocó discretamente a la puerta y al no obtener respuesta insistió
nuevamente con más fuerza sin resultados, molesta regresó a su
cuarto, tomó sus cosas para salir por su vehículo y regresar a la
ciudad.

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

ALONDRA

Vicente Irigoyen Veloz

Como todos los días te levantaste a las seis de la mañana para ir a


la Universidad, tomaste entre tus manos la fotografía que estaba
sobre la cómoda, aquella que te mostraba haciendo caras con tus
padres cuando tenías doce años, la apretaste contra tu regazo
dejando escapar un suspiro, como despidiéndote de ella y, en un
acto de exorcismo, la rompiste. Hoy cumples veintidós años; tu
vida cambiará radicalmente, pues haz decidido emprender el vuelo
con tus propias alas.
Al regresar por la tarde encontrarás a tus amigos de la niñez, y
tus padres te recibirán con besos y abrazos efusivos deseándote
parabienes, pero llegado el momento de soplarle a las velitas del
pastel de almendras que tanto te gusta, cerrarás los ojos con
fuerza y sólo pedirás que las cosas salgan bien y que tus padres
acepten de buena manera tu decisión.
¡Ese será el mejor regalo que podrás recibir!

AMARGO DESPERTAR

Vicente Irigoyen Veloz

Esa noche dormía envuelto en la oscuridad de su cuarto, inquieto y


bañado en sudor por el esfuerzo que realizaba inconscientemente
al tratar de salir de esa especie de capullo en el que se encontraba,
sin saber cómo había llegado allí ni qué se adhería a la piel de su
cuerpo mientras más se esforzaba por escapar de él; realmente
estaba alterado y la indescriptible angustia que experimentaba al
sentir la membrana húmeda y pegajosa en su rostro que le hacía

155
Vicente Irigoyen Veloz

respirar cada vez con mayor dificultad, lo hacia estremecerse sin


control.
En su sueño luchó con todas sus fuerzas hasta que logró
hacer una pequeña rasgadura con las uñas y sacar dos dedos de
su mano, mientras revolvía todo su cuerpo con dificultad. Así
transcurrieron varias horas de extraordinario esfuerzo que lo tenía
al borde del desfallecimiento, pero al fin, pudo liberar su brazo
derecho, poco después el otro y más tarde, aunque no con menos
dificultad, la cabeza que lo hizo despertar sólo para encontrarse de
frente con aquella criatura grotesca que lo miraba fijamente
disponiéndose a devorarlo.

LA FUENTE DE LA VIDA ETERNA

Vicente Irigoyen Veloz

Hubo una vez una civilización que alcanzó, después de millones de


años de investigación, la inmortalidad y, a partir de entonces, ha
vivido buscando con desesperación la forma para encontrar la
muerte.

EL DÍA ESPERADO

Vicente Irigoyen Veloz

Por fin recibía la carta largamente esperada, por lo que no esperó a


entrar a la casa para abrirla y leerla: “Querida Rosa, no imaginas lo
que te he extrañado en estos días, pero al fin podremos
conocernos. Ya tengo todo preparado para mi viaje a México y te
confieso que no he podido dormir estos últimos días pensando en

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

ti; tomaré mi vuelo mañana a las 12:00 p.m. y llegará a México a


las 6:00 a.m. el último de febrero. Llevaré puesta una camisa roja
para que me identifiques fácilmente. Disculpa mi español”. Oprimió
la carta contra su pecho y después de besarla la guardó entre el
libro que llevaba. Eran las tres de la mañana cuando despertó
sobresaltada y corrió a la ducha; se vistió con lo primero que
encontró a la mano y salió a esperar al taxi que la llevó hasta el
aeropuerto, justo en el momento en que el avión de Japan Airlines,
procedente de Japón, llegaba. Corrió sin parar hasta la sala de
llegadas internacionales y esperó a que empezaran a salir los
pasajeros. Después de media hora de espera, impaciente, volvió a
checar en la pantalla el número de vuelo y su procedencia, cuando
se percató de la fecha en el tablero de información que señalaba 1º
de marzo, ¡No era posible que lo hubiera olvidado! Aquél año era
bisiesto.

INVOCACIÓN

Vicente Irigoyen Veloz

Ya casi son las seis de la tarde y sigo aquí, bajo el árbol de esta
triste noche, desarmado de toda mi impaciencia después de dos
horas de desesperar por que salga Cecilia para ir al cine. Para
colmo de los moles, la llovizna de hace rato, convertida ahora en
un torrencial aguacero de los mil bomberos, me tiene como sopa a
pesar de todos mis esfuerzos por guarecerme. Nada más falta que
venga un perro o peor aún, ¡que se haya iniciado el diluvio
universal!
Cinco días después en medio de la oscuridad se escuchaba
una voz suplicante: ¡Señor!, solo bromeaba. Ya pasó otra noche y
sigo aquí, en la copa del triste árbol, desesperado por que el nivel
del agua sigue subiendo y la lluvia, ¡ni para cuándo termine!

157
Vicente Irigoyen Veloz

METAMORFOSIS

Vicente Irigoyen Veloz

Como acostumbraba hacerlo todas las mañanas, se levantó con el


rostro pálido, deslavado y la escasa cabellera crespa y
enmarañada.
Con los ojos entrecerrados y las imágenes del último sueño
todavía fijas en su mente se dirigió al baño tentaleando los
muebles que encontraba a su paso, para evitar caer.
Se despojó de la ropa que llevaba encima y abrió la llave de la
ducha, volviendo a la realidad al sentir el agua sobre su escuálido
cuerpo. Al terminar se envolvió en la toalla, se sentó frente al
espejo y se dispuso a iniciar el diario ritual. Alisó su pelo con el
cepillo recogiéndolo de manera que le permitiera colocarse
posteriormente la peluca; se maquilló el rostro disimulando las
líneas dejadas por el tiempo, enmarcó sus ojos con pestañas
postizas del tamaño apropiado, rímel y tonos contrastantes de
pintura, hasta darles la apariencia que deseaba. Colocó
cuidadosamente los lentes de contacto bifocales de color violeta
que tanto llamaban la atención de todo el que la miraba; delineó el
contorno de sus labios dándoles un toque sugestivo; tomó su
perfume favorito y lo esparció con el atomizador en lugares
estratégicos; alcanzó la larga y sedosa peluca negro azabache y se
coronó con ella; seleccionó un esmalte para uñas y se lo aplicó en
pies y manos. Finalmente se levantó y se vistió con las prendas
que había preparado la noche anterior, cuidando hasta el más
insignificante detalle de su arreglo.
Se había consumado la metamorfosis, quedando lista para
sorprender a la mejor presa.

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

LA CACERÍA

Vicente Irigoyen Veloz

Movidos por el deseo incontrolable de superarse mutuamente en


su afición por la caza, los entrañables amigos se encontraron, sin
saberlo, en las inmediaciones de aquella selva tras el rastro del
antediluviano pájaro del que habían tenido conocimiento.
Transcurrieron varios días en los que cada uno, por su lado,
tuvieron que sortear innumerables peligros en busca de su
ambicionada presa, reproduciendo el silbido con el que la extraña
ave llamaba la atención de su pareja, hasta que obtuvieron la
ansiada respuesta. Sin saberlo los dos camaradas se encaminaron
al mismo sitio desde puntos opuestos, orientados únicamente por
la respuesta que obtenían a su silbido, hasta quedar agazapados y
ocultos entre la espesa maleza, frente a frente. Permanecieron
unos minutos inmóviles y en silencio, en espera de que el pajarraco
se pusiera a la vista pero al no lograrlo prepararon sus armas,
apuntaron con firmeza hacia donde apenas era perceptible el
movimiento entre el espeso follaje y dispararon con certera
puntería.
Al día siguiente los nativos del lugar encontraron a los dos
cazadores forasteros muertos de un tiro en la frente.

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Vicente Irigoyen Veloz

POST MORTEM

Vicente Irigoyen Veloz

Primer Misterio: Santa Cachucha

—Buenas noches doña Julita, soy yo, Petra.


—Buenas noches. Pásele, pásele; ya la estábamos esperando.
—Dispénseme doña Julita pero mi viejo se puso una guarapeta
y no me pude salir hasta que se quedó jetón.

“Y’ora, ¿O’ntoy? ¿Por qué las velas? De seguro ya nos volvieron a


cortar la luz esos jijos, porque no es mi cumpleaños. ¿O si? ¿Y
toda esa bola de méndigos? ¿Quién los invitó? ¿Será otra
fiestecita sorprais de mi despilfarradora vieja?”

Segundo Misterio: Venga a nos tu reino

—Están tocando la puerta Gervasio, ve a abrir antes de que la


tiren.
—¡Ya buey! Digo ya voy. ¡Qué escándalo!
—Soy yo, la Pili se me hizo rete tarde pero ya estoy aquí.
—Sí, ya nos dimos cuenta pero ni se mortifique, ya sabe que
usted está rete bien recibida a cualquier hora.
—Órale, órale. No se mande mi Gerva y aguas que nos puede
oyir su mamá y entonces sí pa’que le cuento.

“Y’ora ¿Quién llegó? ¡Ah, si es el biscocho de mi vecinita, perdón la


vecinita del ocho. Adelante camiamante, acérquese al fogón, como
decía don Roque, para que pueda verla, pero no me vea con esa
carota, perdón voltéese pa’ca o qué ¿todavía me guarda rincor?
Acuérdese que usté tuvo la culpa; primero anduvo de sácale punta
y a l’ora de l’ora me salió con que siempre no, que su viejo no sé
qué y pus la mera verdá yo no sé si su viejo, pero yo sí le puse sus

160
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

sopapos por andar de resbalosa. ¡Viejas calaveras! Primero lo


invitan a uno a comer y a l’ora de la verdá, lo mandan a uno por las
tortillas. ¡No hay derecho!”

Tercer Misterio: Hágase tu voluntá

“Cierren las puertas´n, que hace riarto frío, pues´n. Ora sí ya me


cayó el chahuistle. Con su permiso, yo me paso a retirar y voy a
cerrar la ventanita antes de que me vea don Filemón. ¿Qué le voy
a decir? Después de que me le hice ojo de hormiga con tres rayas
adelantadas con la piadosa mentirilla de que no tenía ni pa´l cajón
de mi difunta suegra. ¡Ya ni la friegan! ¿Quién lo habrá invitado al
jolgorio? No gana uno pa vergüenzas. Puras fallas”

Cuarto Misterio: Rema por nosotros

—Buenas noches mi computer, dichochos los ojos. Qué, ¿nos


vamos a echar una? Una copa. Pa recordar los viejos trompos
pues. ¿Se acuerda de la vez que nos la corrimos como quince días
sin parar? No se haga, no se haga si fue usté el que consiguió el
carrito prestado sin que se enterara el dueño.

Quinto Misterio: Ahorra y en la gorra

“Ya estuvo suave ¿No? La mera verdá han sido muchas sorpresas
en el día y yo tengo riarto sueño. ¡Vieja, vieja!, dale su itacate a
esta bola de gorrones y mándalos a dormir el sueño eterno o
donde se te dé la gana, pero que ya dejen de enchinchar. Hay
mañana será otro día”

Tierra eres y en tierra te convertirás

“Órale, órale. Desgraciados, malagradecidos, no más se descuida


uno tantito y luego, luego le empiezan a echar tierra a uno¨
—Descanse con Paz, perdón en paz.

161
Vicente Irigoyen Veloz

—Disculpen al padrecito. Lo traicionó el sub cociente, pero


intelectual.

EL CÍCLOPE

Vicente Irigoyen Veloz

Tras encarnizadas batallas, al fin habían logrado someter al


gigantesco cíclope, quien con su descomunal, albo y brillante ojo,
aparecía todas las noches atisbando por aquel agujero del azul
firmamento, derramando su plateado llanto de estrellas titilantes
para tratar de conmover a sus captores y hacerlos desistir de
mantenerlo en su solitario y frío cautiverio.

EL ESPECTÁCULO DEL SIGLO

Vicente Irigoyen Veloz

El día del gran acontecimiento había llegado y la expectación


flotaba en el ambiente. Miles de comentaristas especializados de
televisión de todas las latitudes del mundo estaban preparados
para hacer la reseña del espectáculo del siglo, hasta el último
rincón de la tierra y mientras se acercaba la hora cero, se
encargaban de hacer el preámbulo al acontecimiento que por
primera y única vez se transmitiría a todos los rincones del orbe.
Al llegar el ansiado momento los cronómetros se detuvieron
indicando la hora señalada y la humanidad toda fijo su atención en
los televisores para presenciar la detonación del artefacto nuclear
que haría desaparecer a la tierra del sistema solar como en un
gran acto de magia.

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

ESPERANZA

José David Murillo Sánchez

La seducción puede tomar un sinfín de formas, pero la que más


añoro es la de la serpiente, pues ésta nunca me besó.

163
José David Murillo Sánchez

CONVERSACIONES

José David Murillo Sánchez

Cuando los soles hablan entre sí, se cuentan lo que sus planetas
hacen, es por eso que los vemos titilar. Algunos son aburridos e
inventan historias de cuando vivían solitarios, otros relatan
aventuras de la evolución de sus iluminados.
Nuestro sol es callado y nunca habla con sus similares, sin
embargo hoy es posible que converse cómo la luna le ha sido infiel
con Neptuno, pues no pienso guardarle el secreto.

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

ÉL Y ELLA

José David Murillo Sánchez

Nunca soportó escuchar el llanto de Blanca, a los 6 años de edad


agredió al niño que la molestaba dejándola sin aliento. Vladimir
siempre la seguía, esperando que ella no emitiera lágrima alguna.
Apenas con 13 años, ambos recorrían el parque sin rumbo
específico. A él no le molestaba la cadena. Compañeros del
colegio se acercaron y con cierta mofa extravagante, le hicieron
comenzar el llanto. Vladimir enfureció y en pocos minutos los dejó
sin vida, ella no pudo detenerlo ni los transeúntes que estaban
cerca.
Blanca observa pacientemente a Vladimir en una jaula con
resistentes barrotes, los mellizos que fueron diagnosticados con
parálisis cerebral, celebran 40 años de vida. Desde su
confinamiento, ella no ha dejado de llorar frente a Vladimir.

165
José David Murillo Sánchez

LA DECISIÓN DE FUMAR

José David Murillo Sánchez

Mi padre fuma El divorcio lo


secretamente en el jardín ha alterado

Quiere
relacionarse
conmigo

Me pregunta No sabe que


Desde hace varios si quiero fumo desde hace
meses no tenemos una fumar con él 2 años
conversación sensata

No Si
Acepto

Espero a que
termine, ansioso Observamos las
de fumar otra vez colillas en el suelo.
Las diferentes
marcas de cigarro
hacen notar nuestro
secreto, pero
ninguno lo revela
Simbología

Acción Comentarios Decisión Inicio

166
Tengo una extraña Cada mañana quiero
atracción desde que la conversar con la mujer Ella se sienta en el
conocí que trabaja conmigo escritorio contiguo

No ¿La saludo con una Si


conversación sencilla?

Le pregunto si las formas Me acerco y le hago Tiene una colección


Soy experto en B-12 se reciben con el
formas B-12 notar que su rana de aproximadamente
formato actual tiene mancha 150 ranas de peluche

Su novia le marca Antes de contestarme,


CADA MAÑANA

todos los días a su celular vibra y


distintas horas responde: “Buenos días
mi amor”

Espero ansiosamente el
siguiente día

Simbología

Acción Comentarios Decisión Inicio

167
José David Murillo Sánchez
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—
168
Agenda de un día complicado

- Me cuesta trabajo reconocer que mi sueño no es verdad y vuelvo a dormir


Fase 1 - Después de que la alarma ha sonado 7 veces me levanto a tratar de romper la rutina (No lo logro)
José David Murillo Sánchez

- Desayuno las sobras de la cena, mientras que mi comida es un paquete de cigarros


Fase 2 - Un perro vecino no deja de ladrar

- Tengo algo de dinero ahorrado para viajar


Fase 3 - Me doy cuenta que mi pasaporte ha expirado
VERSIÓN 2.7

- Tengo una colección de velas de cumpleaños (4 en total)


Fase 4

- Mi departamento es pequeño, por lo que la limpieza no es un problema (Hay cucarachas bajo el


Fase 5 refrigerador)
José David Murillo Sánchez
Presente y pasado

No hay Yo
Drogas Familia
relación

Rápido
ascenso Convenio Cenas
con mi jefe aburridas
en Navidad
PRESENTE Y PASADO

Esperas
Nocturnas
Trabajo
Pareja

169
José David Murillo Sánchez
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—
José David Murillo Sánchez

Tiempo
Parejas

Dependencia

170
Oda a mi mejor amigo

Café (México) Yo Café (México) Yo


1 Nov. 2008 1 Nov. 2010

Él Él

Café (México) Yo New York City


1 Nov. 2012 1 Nov. 2032

Él Él

171
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—
Familia

172
Hermanos
José David Murillo Sánchez

Papá Mamá

3 0

Yo
El marcador depende principalmente de los argumentos
relacionados al dinero disponible en casa
Mi pensamiento

Cuando el
gato me Soccer,
rasguñó el Metas no influenciado
ojo Sexo cumplidas por mi padre
Metas
cumplidas
Relación de
pareja
Dormir Familia defectuosa
Especio
dejado en
blanco a Conocimientos
propósito Fumar generales

173
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

AIRES DE SENECTUD 1

Tere O’Reilly de Lozano

Anciana sexagenaria tortura a su nieto. Con la


intervención de los vecinos y de los bomberos se
logró recatar al niño de 10 meses. La abuela fue
puesta a disposición de las autoridades. La nuera
interpuso su queja en la Comisión Nacional
de Derechos Humanos.

Benigna Malacara se encargó de cuidar a su nieto. Lo llevaron a


su domicilio con el equipo necesario y las instrucciones precisas.
Benigna lo durmió, le dio sus alimentos y cuando lo sacó a pasear
en la carreola, ésta se cerró y no hubo manera de abrirla. El niño
aullaba de dolor y los vecinos llamaron a las autoridades. Al lugar
acudió el equipo de rescate del Cuerpo de Bomberos que fueron
los que lo sacaron. El niño presentaba un estado emocional
alterado, moretones en la frente y magulladuras en los glúteos. Se
le llevó de inmediato al hospital de zona donde estuvo en
observación. Benigna está detenida en los separos de la
Delegación esperando ser consignada. Su abogado alega que
introdujo al niño en la carreola sin ningún dolo y que ésta se cerró
herméticamente sin que se pudiera abrir. Se consultó el manual de
operación del aparato y se llegó a la conclusión de que era muy
confuso. La defensa de Benigna señaló que simplemente se cerró
la carreola al introducir al niño. Se espera que en las próximas
horas se dicte sentencia y se fije el monto de la fianza.

175
Tere O’Reilly de Lozano

AIRES DE SENECTUD 2

Con la asistencia de representantes de


diversas agrupaciones Gubernamentales
y la Iniciativa Privada, se celebró en la
ciudad de México, la inauguración del
Museo del Recuerdo.

María Salvatierra, directora del Museo, quiso crear un espacio para


que la gente mayor se sintiera confortable al ver los equipos
electrónicos de su época y para que los jóvenes entendieran a los
adultos. Acudí curiosa, me molestaba que ahora todos los aparatos
se manejaran a control remoto.
En la primera sala estaba la silla alta de madera que se volvía
escritorio, la cuna convertible en corral, la carreola de cuatro
ruedas que se podía usar como cuna con techo plegable, donde su
uso no implicaba ningún riesgo.
En la segunda, se encontraban los teléfonos de pared y de
mesa que se marcaban con disco, cuyo único objetivo era hablar y
contestar.
En la tercera, la línea blanca, refrigeradores y lavadoras. Los
primeros ya no eran cajas de hielo para enfriar, ya ellos mismos
producían hielos y enfriaban, y las segundas, con una puerta
redonda donde se veían las burbujas y la ropa dar vueltas, las
mamás dudaban de su eficacia.
En la sala mayor, los radios de colores y formas, con dos
perillas los modelos sencillos y con tres los que tenían FM.
Encontré el RCA Víctor como el que tenía en mi niñez, de madera
color caoba, redondeado de las esquinas, forrado el centro con tela
beige jaspeada, con una perilla de cada lado y en el centro una
carátula con números. Una era para el volumen y otra para
sintonizar perfectamente cada estación. Estaba el tocadiscos de

176
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

45 rpm, se podía poner los pequeños discos rojo transparente y los


negros de cinco en cinco. Al final las primeras televisiones Admiral
pequeñas con pantalla redondeada.
Nostálgica salí del museo, recobrando la memoria y la
simpleza de la vida de mi infancia.

AIRES DE SENECTUD 3

Anciano no identificado, alterado de sus


Facultades mentales, se arrojó a las vías del
Metro en la Estación Pantitlán. Las personas
que estaban en el andén cuando ocurrió el
suceso no pudieron detenerlo. Hasta las 20:00 hs.
del día de ayer el cuerpo no había sido reclamado.

Konrad Pérez le regaló a su abuelo Wolfgang un teléfono celular


para que estuviera en comunicación con su familia y le dio una
breve explicación sobre su uso. Wolfgang no lo quiso utilizar hasta
haber concluido la lectura de la Guía del Usuario de 185 páginas,
impresa en Hong Kong y traducida al español en Tailandia. Tomó
el teléfono, en su carátula estaban las 21 teclas más micrófono y
antena, cada tecla con varias funciones, las opciones para el uso y
combinación llegaban a 1,500. Pasaban los días y únicamente
lograba poner una o dos funciones. Trabajaba estudiando la guía
hasta las altas horas de la noche. Con el sonido de las teclas logró
componer una melodía de Mozart como timbre de llamada. Se
comenzó a desesperar al no poder introducir su lista de direccio-
nes, correos electrónicos y teléfonos. El mensaje de voz no le
funcionaba, el correo para enviar y recibir mensajes se bloqueaba.
Desesperado se fue al metro. Su casa se encontró en desorden.
En su escritorio estaba su teléfono celular y la Guía del Usuario.

177
Tere O’Reilly de Lozano

MERCADOTECNIA

Tere O’Reilly de Lozano

Ansioso Mercado estaba quebrado, su negocio de ropa interior iba


a la baja y el mercado de sus productos estaba siendo obsoleto,
mucha gente no usaba ropa interior o la adquiría, manufacturada
en China a precios muy bajos.
La fábrica comenzó a despedir gente, las demandas laborales
llegaban a diario y estaba cercano a la quiebra.
Buscando una nueva opción abrió el periódico y una noticia
saltó a la vista: “Serias quemaduras en los genitales han causado
al sexo masculino por usar las computadoras portátiles sobre las
rodillas”. No tenía tiempo que perder, procedería de inmediato
antes de que lo madrugaran, fabricó y patentó una ropa interior de
algodón egipcio con escudo antitérmico, contra la temperatura y
ondas nocivas de las computadoras portátiles. Así fue como
comenzó a fabricar, con telas especiales, varios modelos de
calzones de hombre. Se asoció con las compañías de computa-
doras portátiles y ahora cada vez que compra usted una lap-top, le
incluyen, junto con los discos de instalación, un par de calzones
para proteger el futuro del país.

178
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

DE MORRALLAS AL PLÁSTICO

Tere O’Reilly de Lozano

Hace aproximadamente medio lustro, me iba al mercado en


camión, libre y feliz, con una bolsa de yute, una canasta de
mimbre, y mi monedero con morralla. En el interior del mercado
parecía que el sol resplandeciera, todo me invitaba a comprar, la
sonrisa de los vendedores, las palabras amables y las probaditas.
Qué deleite experimentaba en este teatro de la vida mexicana,
con personajes que interactúan en un mundo mágico de olores y
sabores, en el que se conservan nuestras tradiciones y
costumbres.
Pero llegaron cambios definitivos. Emulando a un Shakespeare
del siglo XX diría: “tener o no tener” refiriéndose a las tarjetas de
crédito, un pedazo de plástico que ha revolucionado al mundo. Nos
han enganchado con: “Si no tienes historial crediticio, simplemente
no existes”, y las frases publicitarias “compra con el poder de tu
firma”, “la tarjeta es la llave del mundo”, “mientras más compres,
más ganas”, y “el límite está en el cielo”. Si los bancos y las
instituciones fueran veraces, con decir: “Fácil de comprar y difícil
de pagar”, sería suficiente.
Hasta el diseño de las carteras ha sufrido los cambios. Una
sección para billetes, una pequeña bolsa para las monedas y una
división completa con espacios, para acomodar las tarjetas de
plástico en forma de abanico multicolor. Hay asaltos y es peligroso
llevar dinero en efectivo, todo se puede pagar con tarjeta: comidas,
viajes, gasolina, regalos. El pago se efectúa al deslizar la tarjeta
con la banda magnética codificada y el poder de la firma.
Llevo muchos años visitando semanalmente supermercados.
Todos son similares: fríos, llenos de gente, ofertas, artículos,
música ambiental, donde me siento robot empujando el carrito y
llenando de artículos a veces innecesarios. La incomunicación flota
en el ambiente. Los empleados escasean, el trato es únicamente

179
Tere O’Reilly de Lozano

con la cajera durante los pagos. Había pensado hacerme estudios


de memoria hasta que me di cuenta que constantemente cambian
la mercancía de lugar, ¡que alivio!
Tardé muchos años en comprender que el dinero es prestado,
que la firma no tiene poder alguno aunque la hagas bonita y que el
plástico que usas para comprar, es deuda que si no la pagas, los
intereses te comen.
Ahora es más peligroso llevar tarjeta, te las roban o clonan y
no sabes cuánto es lo que puedes perder.
Yo ya no quiero más plásticos, quiero regresar a mi vida feliz,
cuando acudía al mercado con la bolsa de yute, la canasta de
mimbre y la bolsita, y pagar sintiendo la textura de las monedas.

ALAS DE MARIPOSA

Tere O’Reilly de Lozano

Con mirada vigilante las observaba. Miles de ellas, que en vuelo


seguro y continuo, llegaban al bosque de los oyameles.
Amaba el excursionismo y realizaba grandes caminatas. Al
igual que las mariposas monarca, su cuerpo delgado, elegante, de
frágil apariencia era fuerte. Ella también era reina en su especie.
Llevaba el nombre de Mirasol, hija del Anhelo y del Amor. A
semejanza de las mariposas, sus antepasados provenían de
lejanos continentes en busca de mejores climas, ellos también
habían emigrado.
Al amanecer, las mariposas desplegaban sus alas y
descendían con los rayos del sol. Aleteaban sin cesar rompiendo
el silencio del bosque y regresaban a las ramas de los pinos a
mecerse con el viento.
En un principio, Mirasol quiso atraparlas, después decidió
dejarlas en libertad para recibirlas cada año. La naturaleza era su

180
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

mejor maestro, de ella aprendía. Poseía esa felicidad que parece


eterna y duradera. Una mañana, despertó por completo; su pierna
derecha se negó a hacerlo.
Las mariposas recorrían miles de kilómetros haciendo escala
en llanuras y montañas. Cruzando el mar, viajando impulsadas por
los vientos, venían huyendo de la nieve y alegraban el paisaje a su
paso.
Mirasol investigó, inició sus tratamientos. Era tentador pensar
encerrarse en un capullo, pero decidió combatir el mal. Encontraría
nuevas alternativas; volaría a través del conocimiento. Seleccionó
las mejores lecturas para enriquecer su espíritu. Inició una
alimentación especial para aligerar su peso. Decidió encontrarse
con la naturaleza, vivir plenamente en ella. Su actitud ante los
obstáculos fue de equilibrio.
Una mañana, mientras estudiaba en el jardín, una nube la
cubrió. Eran ellas, sus amigas monarca que la rodearon formando
un remolino de colores, invitándola a emprender el vuelo.

FRUTOS TROPICALES

Tere O’Reilly de Lozano

“Dr. González Pérez a Urgencias... Dr. González Pérez a


Urgencias...”. Antes de que sonara la tercera llamada ya estaba
listo, con mi bata blanca, en la entrada del departamento de
Urgencias.
Eran las cinco de la mañana y no había conciliado el sueño,
los sonidos de las ambulancias y del hospital no me dejaban
dormir, cuando ingresé vi en las camillas a dos cuerpos calcinados.
Eran una masa roja de carbón, sangre y ropas pegadas. Venían
cubiertos con sábanas. Había que levantar las actas correspon-
dientes ante el ministerio público que sus acompañantes efec-

181
Tere O’Reilly de Lozano

tuaron: “Ezequiel Miramontes y Horacio Peña, edad 28 y 32 años.


Explosión de la lancha en Can Cun, Quintana Roo”.
Habían sido trasladados directamente del Caribe en una
ambulancia aérea. Junto con el interno en guardia hicimos una
evaluación de los daños, ninguno traía seguro médico y el costo
del tratamiento sería muy costoso, durarían varios meses
hospitalizados. Sus compañeros tendrían que pasar a la caja a
dejar el depósito correspondiente.
No sabíamos por donde empezar, juntamos a varios médicos
para los primeros auxilios.
El más joven de los dos, Ezequiel, presentaba mayores
quemaduras que lo mantenían deshidratado. Fue casi imposible
colocarles el suero. No eran reconocibles, se tomaron fotografías
para la reconstrucción de su cara y se hicieron tomografías para
determinar los daños, afortunadamente había sólo daños en el
75% de la piel.
El tratamiento era lento, lo principal, quitar el dolor e
inmovilizarlos con sedantes. Diariamente los visitaba, cuando
recobraron la palabra, me dijeron llamarse El Gordo y El Güero.
Durante tres meses los traté continuamente, la evolución era
excelente, ya se les reconocía, el mosaico de injertos había
prendido, los globos instalados subcutáneamente servían para
agrandar la piel, ya podíamos cantar victoria.
Con una lista de instrucciones y recetas médicas se les dio de
alta, regresarían a Cancún completamente restablecidos. Pasé a la
caja el recibo de mis honorarios, la cuenta más grande que había
tenido en toda mi vida profesional. Cuando fui por el cobro en lugar
de cheque había una maleta negra con billetes, cuéntelos me dijo
el cajero, está bien. Subí al archivo y busqué los expedientes,
habían desaparecido. Al llegar a mi casa me salió al encuentro mi
hija de 12 años:
—Papá, unos señores muy amables te trajeron un regalo, una
canasta con frutas tropicales, con un recado: “Gracias por su
silencio”...

182
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

EMERGENCIA, EMERGENCIA…

Tere O’Reilly de Lozano

Desesperado marqué el 080. “Está usted llamando a los teléfonos


de emergencia, escuche con atención las siguientes opciones:
“Todas las llamadas se checan con identificador de llamadas y
se rastrean vía satélite. Marque usted su CURP para quedar
debidamente registrado. Si se encuentra en el Distrito Federal
marque 01, si está en el Estado de México marque 02, si es del
Estado de Morelos marque 03, si es del Estado de Hidalgo marque
04.
“Si lo están matando marque asterisco (*), si se trata de un
secuestro antepóngale el número 1, si es un solo asaltante marque
el símbolo de número (#) y el 1, si son varios marque el símbolo de
número (#) y a continuación el número de personas que participan
en el ilícito.
“Si se trata de inundación marque doble asterisco (**), el
número de su casa en la calle donde vive, más su código postal y
número de zona; si la inundación es por lluvia marque 11, si es por
fuga de agua marque 12, o marque cero y espere en la línea.
“Para reportar una fuga de gas marque triple asterisco (***) y
abra las ventanas, si la fuga es del calentador marque 1, si es de la
estufa marque 2, si es del tanque estacionario marque 3, si es del
tanque de cilindro marque 4.
“En caso de incendio marque cuatro asteriscos (****), y espere
en la línea, espere en la línea, espere en la línea…

183
Tere O’Reilly de Lozano

REVÉS Y DERECHO

Tere O’Reilly de Lozano

Al morir tía Raquel se repartieron sus pertenencias. A mis manos


llegó la caja sombrerera de cartón con muestras de tejido y la
carpeta morada con las instrucciones. Al hojearla encontré el
vestido blanco de crochet elaborado para mi cumpleaños y
heredado después a mis hermanas, las instrucciones del gorrito y
ropón de bautizo y las muestras de colchas y colchitas. Esa tarde
el entusiasmo me motivó para tejerles a los nietos unos suéteres, y
corrí a comprar las madejas de estambre azul y las agujas del 2 ½.
Conforme avanzaba la labor, reflexionaba sobre el arte milenario
de tejer transmitido de madres a hijas, y recordé el primer suéter
tejido durante el noviazgo, que sirvió para engancharlo.
Estaba concentrada en mis pensamientos cuando sonó el
teléfono. Lo que escuché fue tan impresionante que sentí que se
me abría el piso y una fuerza superior me congelaba. Sin saber, la
telaraña de la injusticia social y de la maldad nos había llegado, a
mi yerno lo habían secuestrado. Pensé en muchas de opciones
pero ninguna era viable. Esa noche recé lo que nunca había
rezado. La oración era mi compañera. Juntos en familia comen-
zamos a buscar opciones, primero había que actuar con
tranquilidad y calma. Dependíamos del hilo del teléfono.
Teníamos que demostrar fortaleza ante los niños y discreción
ante la sociedad. Sin darnos cuenta las malas noticias se
expandieron, el teléfono no cesaba. La curiosidad malsana nos
ahogaba.
Tomaba el tejido con más fuerza, la tensión del hilo
aumentaba. Un derecho un revés. Respiraba para tranquilizarme,
podía durar la angustia días o semanas. El hilo era la única
comunicación, esperar, esperar. Él, atrapado en lo desconocido,
nosotros, luchando para localizarlo. Sin darme cuenta acabé el
primer suéter, mi compañero el insomnio me lo había regalado.

184
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

Aparentar tranquilidad y agotar la mente. Alimentar el espíritu,


echar anclas, formar una cadena. Proteger lo visible. Minutos
extensos, horas interminables. Los ánimos crecían y decrecían. No
hay nada que hacer. Rezar y meditar. El espíritu languidece. El
silencio se agota. Las fuerzas se unen. La mano amiga conforta,
las oraciones se encadenan, la fe fortalece. La rudeza del que
habla, el aguante del escucha. La cantidad se pacta, aumenta la
angustia y desconfianza. Las pruebas de vida de ese momento,
pero después todo es incierto. Las horas se estancan, los minutos
van lentamente, el momento se torna más difícil. Con el alba lo
liberan, su llamada telefónica nos ahoga en llanto, es llanto de
alegría, de acción de gracias.
Tomo el tejido, paso el hilo, clavo la aguja, dos juntos y…
BASTA.

AMOR A PRIMERA VISTA

Tere O’Reilly de Lozano

“Abróchense los cinturones de seguridad y coloquen los respaldos


en posición vertical”. El avión estaba listo para su despegue.
Cuando se escucharon gritos de dolor, las sobrecargos acudieron
de inmediato a dar los primeros auxilios, varios pasajeros se
habían pellizcado con el cinturón.
Este suceso fue rápidamente registrado por Jennifer Castro,
periodista del New York Times, que había sido invitada por la
Asociación Nudista del Sur para cubrir el primer vuelo interna-
cional. El trabajo tenía una buena remuneración económica y
presentaba un reto superior a su pudor.
Esa mañana llegó con dos horas de anticipación al aeropuerto,
se trasladó de inmediato a la sala de la aerolínea donde se
encontraba el tour “Vacaciones en libertad”. Al dejar sus pertenen-

185
Tere O’Reilly de Lozano

cias en un casillero, quedó con la cámara al cuello como única


vestimenta. Al principio veía a los pasajeros a los ojos, sin embargo
se adaptó más rápido de lo que pensaba, se sentía como pez en el
agua.
En la sala se encontraba un hombre joven, atractivo, viril, que
no le quitaba la mirada, era Tony Fortes, conductor del tour, de
gran personalidad, excelente manejo del idioma y voz clara. Al
presentarse como reportera, él le explicó sobre los conceptos del
nudismo, la libertad de acción, la igualdad entre los hombres y la
aceptación propia y la del prójimo.
Cuando se acercó la hora de abordar todos se formaron, y a
cada pasajero se le entregó una toalla para sentarse y una tarjeta
de identificación con el nombre, número de vuelo y número de
asiento, que deberían pegarse al gluteo izquierdo. Las sobrecargos
fueron distribuyendo a los pasajeros, mientras que el capitán les
daba la bienvenida. Se mostraron las salidas de emergencia y por
último un aviso especial:

 Prohibido fumar durante el vuelo para evitar quemaduras.


 Un desodorante orgánico saldrá por los ductos del aire.
 En caso de siniestro, los chalecos salvavidas desechables
se han recubierto para evitar rozaduras.
 Los toboganes de salidas de emergencia tienen un
dispositivo líquido para su mejor el deslizamiento.
 Por higiene se han suprimido las charolas, en su lugar se
entregarán cajas desechables con los alimentos.
 El café y las bebidas con hielo se servirán bajo su propio
riesgo.

Jennifer tomaba notas, se sentaba con algunos pasajeros para


entrevistarlos y fotografiaba los mejores ángulos. Hacia donde
volteara encontraba imágenes disparadoras. Sus cuerpos eran
elocuentes, decían más que las palabras, en ellos se escribía su
historia. Observó la rapidez con que acudían y regresaban a los
servicios sanitarios y la tranquilidad de la tripulación que se

186
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

paseaba sin observar peligro alguno.


Continuamente su mirada y la del conductor se topaban, las
teorías sobre el naturismo la habían convencido y pensó en un
posible romance, si él se lo insinuaba. Se sentía más cómoda con
él que con sus amigos del periódico, aquí ninguno tenía nada que
ocultar. Si él la invitaba a quedarse lo haría con gusto, no
necesitaba nada, el nudismo era la forma más sencilla de viajar. Su
compromiso con la revista estaba casi terminado, tenía el material
para sus artículos “Naturismo y Libertad”, “Igualdad entre los
Sexos” y “El Nudismo como combate al Terrorismo”, así como las
fotografías para ilustrarlos.
El avión inició el descenso, los pasajeros se abrocharon los
cinturones con sumo cuidado, todos observaban por las ventanas
la isla caribeña, el mar turquesa y la exuberante vegetación. Los
aires de mar y el sol tropical les daban la bienvenida.
Ya en el aeropuerto comenzaron las despedidas, la tripulación
los felicitó por el magnífico viaje de prueba y, al acercarse Tony,
sintió que una ola de rubor le cubría todo su cuerpo, él, con voz
sensual, le agradeció su colaboración y le dijo: “Jennifer, me
encantó conocerla, admiro su adaptación y profesionalismo y
desde que la vi… no he dejado de admirar su cámara”.

187
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

ARCHI EL IRRESISTIBLE SEDUCTOR

Gloria Pérez Pacheco

Archibaldo Buenrostro se sentía soñado. Para los parámetros


estéticos de su barrio La Candelaria, era guapo. Había logrado su
fornida musculatura como físico culturista en el gimnasio anexo al
billar. Sus bíceps sobresalían de las entalladas camisetas que
marcaban su bien formado cuerpo. Estaba orgulloso de su figura. A
los veinte años podía tragarse el mundo a puños. Era la envidia de
los hombres jóvenes o maduros y la perdición de las mujeres
jóvenes o maduras. Por sus diestras manos habían pasado casi
todas las féminas del lugar. Sólo la Dolores se había resistido a sus
encantos.
Archi, como le decían, había tratado por todos los medios de
conquistarla, los amigos lo retaron.
—Un quinientón a que me la tiro en una semana.
Comenzaron a correr las apuestas, tenía que hacerlo con el
consentimiento de la muchacha.
Durante ese tiempo, trató de enamorarla. Dolores no lo dejó ni
acercarse. Desesperado le pidió a su primo Noé que lo ayudara.
—Tú le cuadras mi cuate, de ti no va a desconfiar. Llévala a tu
cantón, lo demás corre por mi cuenta.
Con engaños y promesas la llevó Noé, desapareciendo al
instante. Archi se presentó haciendo una entrada triunfal.
Traía puesta una bata de raso guinda que le había prestado el
Puas, un amigo boxeador. Se la fue quitando lentamente mirando a
Dolores con ojos sensuales, que a la chica le parecieron como de
borrego a medio morir . Ella abrió la boca en forma desmesurada.
Archi creyó que era por el asombro al descubrir tanta belleza oculta
sólo por una minúscula tanga.
—Gózame mamacita –le dijo contoneándose.
De la boca abierta de Dolores, salió una sonora carcajada a la
que siguieron muchas más.

189
Gloria Pérez Pacheco

Archi se cubrió con la bata desconcertado. Le quedaba chica, por


más que la jalaba, no la podía cerrar. Cada esfuerzo que hacía le
provocaba a Dolores otro nuevo ataque de risa, sacó de su bolsa
un pañuelo secándose las lágrimas que le provocaban las
tremendas risotadas.
—Por favor Lolita, no te rías, es que de verdad estoy
enamorado de ti, me traes loco, si quieres que sea tu noviecito
santo, te llevo serenata, flores, chocolates, puedo hacer lo que tú
me pidas, le doy un mes gratis en el gimnasio a tu hermano Raúl,
pero no me conviertas en tu burla ni en la de los demás, te prometo
comprarte una video o una grabadora.
Asombrado Archi, comenzó a oír que sus frases se repetían
como en un eco estereofónico: “no me conviertas en tu burla ni en
la de los demás, te prometo comprarte una video o una
grabadora…”
—No te molestes ya tengo una con la que te grabé todas tus
pendejadas y ésta sí sirve porque no es de fayuca.

EL LLAVERO

Gloria Pérez Pacheco

Carmen sintió mucho no haber podido hacer el viaje a Europa que


había planeado con su amiga Irene. Desde luego no iban a ir solas,
ya tenían contratada, en la agencia de viajes, una excursión para
personas de la tercera edad. Una serie de acontecimientos fortuitos
le habían impedido a Irene acompañarla. Carmen estaba muy
preocupada, últimamente a su amiga le había ido como en feria:
problemas de salud, familiares y económicos, todo al mismo
tiempo, parecía como si le hubiera caído el chahuistle.
Lo primero que hizo Carmen al regresar del viaje fue visitar a
Irene, las cosas seguían igual, su situación no había mejorado,

190
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

estaba peor que antes.


—Ya no te preocupes, te traigo el remedio a todos tus males
–le dijo, entregándole un curioso llavero en el que se encontraban
siete pequeñas llaves con la imagen de San Benito–. Estuve en
Monte Cassino, en donde se fundó la primera comunidad
benedictina. Quiero contarte parte de su historia que fue escrita por
el papa San Gregorio Magno. Nació en una familia rica en Nursia,
región de Umbría Italia, el año 480 y la clave de la llave se
encontró en las misteriosas siglas de un libro del siglo XlV. No sólo
es el patrón de Italia, también lo es de Europa, su advocación es
alejar las influencias malignas, su imagen se utiliza en los
exorcismos.
—Gracias –le dijo Irene recibiendo el llavero– lo voy a traer
siempre conmigo, tengo mucha fe en que San Benito me va a
proteger de todos los males.
Guardó el llavero en su bolsa y le dio un abrazo a su amiga.
Se dirigió al centro comercial más cercano, tenía varios
pendientes y algunas compras necesarias.
Al salir, sintió que la encañonaban dos individuos de mala
facha que le arrebataron su bolsa y se llevaron su coche.

EL ÚLTIMO DESEO

Gloria Pérez Pacheco

La noche iluminada por la luna ha plateado sus cabellos. Con ansia


febril extiende al cielo sus cansadas manos para atraparla.
Un lucero brillante da luz a sus ojos cegados por el tiempo.
Ha logrado su último deseo. Ya no le importa morir.
Abrazando el cuerno que le robó a la luna camina hacia el
infinito, guiado por la luz resplandeciente del lucero.

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Gloria Pérez Pacheco

EL TUNEL

Gloria Pérez Pacheco

Sandra y Raúl estaban eufóricos. ¡Por fin las vacaciones tan


anheladas!
Habían planeado el viaje con mucho cuidado, cuatro días en
Huatulco, casi no habría turistas, sobre todo por ser temporada
baja, lo más probable es que no se toparan con ningún conocido.
A Sandra le pareció bien, pero sintió cierta molestia de
ocultarse siempre como si huyera o fuera una delincuente.
—¡Cuándo será el día en que no tengamos que escondernos!
—Lo siento Sandra, desde que comenzó nuestra relación te lo
advertí: jamás me voy a divorciar, mi mujer y mis hijos significan
mucho para mí. Además mi padre es dueño de la empresa, está
chapado a la antigua y adora a Luisa. Un divorcio le causaría un
disgusto tan grande, que tal vez perdería mi puesto y mi
participación en el negocio, él confía en mí plenamente.
—Lo entiendo, mi amor, pero por favor no vayas tan aprisa.
El auto deportivo color rojo fuego, casi volaba en la carretera.
Al llegar a una curva pronunciada, perdió el control. Primero chocó
contra el muro de contención, después comenzó a caer en un
barranco de más de 10 metros.
Sandra y Raúl sintieron que se deslizaban en un tobogán sin
fin, hasta aterrizar en una especie de túnel. A lo lejos se veía un
haz de luz brillante.
—¿Qué pasó? –se dijeron al mismo tiempo mientras
caminaban hacia la luz.
Antes de llegar algo los detuvo, una especie de muro invisible.
Retrocedieron para salir por el lado oscuro, tampoco pudieron
hacerlo.
—¡Estamos atrapados! –exclamó Sandra asustada.
—No podemos estar muertos –reflexionó Raúl– te veo y
podemos hablar.

192
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

Sin embargo estaba paralizado de terror.


—¿Por qué no podemos llegar al final del túnel? –Preguntó
Sandra–, tal vez ya no estemos en el mundo de los vivos y la luz
sea el cielo y la oscuridad el infierno.
—Estás loca –contestó Raúl– nunca he creído en esas cosas,
he hecho en mi vida lo que he querido y jamás he tenido temor ni
de Dios ni del diablo.
—Yo sí les temía y me remordía la conciencia cuando hacía
algo malo, como por ejemplo nuestra relación. Pero si de verdad
estamos muertos, ya no tiene caso pensar en lo que hicimos.
Podríamos estar en un lugar que recuerdo en el catecismo de mi
primera comunión: el purgatorio. Lo que no sé es cuanto tiempo se
está en él o en qué forma se puede salir.
—Creo que es una pesadilla y que pronto despertaremos en la
cama de un hospital, porque el accidente estuvo fuerte –dijo Raúl
para consolarla.
—Si así fuera nos están dando una segunda oportunidad para
cambiar nuestras vidas, yo pienso aprovecharla –aseguró Sandra.
—Yo no me arrepiento de nada, el cielo y el infierno es un mito
que nos han enseñado para atemorizarnos, no existe otra vida,
ésta es la única que tenemos y hay que saber aprovecharla.
El eco de las voces se fue apagando en la resonancia del
túnel.
Ya no escucharon el ulular de la sirena de una ambulancia.

EL COLOR DE LA ALEGRÍA

Gloria Pérez Pacheco

Doña Amalia estaba segura de que la alegría tiene color, es dorado


brillante, como los rayos de sol que inundaban su casa llenándola
de luz radiante cuando llegaba su nieta a visitarla.

193
Gloria Pérez Pacheco

Cuando Sonia cancelaba algún compromiso con sus amigos para


ver a la abuela, ellos se burlaban diciéndole “otra vez la ruca”, no
les contestaba pues sabía que no comprenderían cómo disfrutaba
esas tardes en que recibía un regalo de amor, deleitando además
su paladar y su espíritu, ya que siempre le tenía preparadas dulces
golosinas y algún relato de las vidas, a veces divertidas, otras
truculentas de los miembros de una familia numerosa.

Una de aquellas tardes se encontraban hojeando un álbum de


fotografías, cuando a Sonia le llamó la atención la figura de un
hombre apuesto de grandes bigotes, vestido con uniforme militar.
—¿Quién es éste, abue? –preguntó la jovencita.
—Es el tío Filiberto, la oveja negra de la familia, estuvo en la
Revolución, era hermano de mi abuelo. Escribió sus memorias…
por aquí las debo tener –aseguró doña Amalia mientras buscaba
en una caja de papeles–. ¡Aquí están! –exclamó alegremente.
—No me las vas a leer ¿verdad abue?
—Claro que no chiquita, casi me las sé de memoria, sólo te
voy a contar pasajes interesantes y anécdotas de su vida. Vale la
pena que conozcas un personaje tan pintoresco y además sepas
algo de una etapa importante de la historia de México.
Era tarambana y mujeriego, le gustaba asistir al teatro frívolo
que en aquella época se llamaba Bataclán, bebía mucho tequila y
mezcal, en él se podía aplicar el dicho de “lo que en el rico es
alegría, en el pobre es borrachera”. Causaba alboroto por donde
pasaba, sus padres ya no sabían que hacer para que sentara
cabeza. Montaba muy bien a caballo, tocaba la guitarra y tenía
buena voz, le gustaba entonar huapangos con los que enamoraba
a cuanta mujer se topara en su camino, ya viviera en un palacio o
en un jacal.
A pesar de todo era el consentido de su madre. Cuando
regresaba a la hacienda después de sus aventuras amorosas ella
le complacía en todos sus gustos, le preparaba un champurrado
con atole y azúcar y le tenía su dulce preferido: acarameladas
charamuscas. Doña Margarita ya no sabía cómo halagarlo, la sola

194
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

presencia de su hijo la llenaba de felicidad, lo que no sucedía con


su esposo Eduardo, hombre rígido y enérgico que no se explicaba
cómo había podido tener dos hijos ten diferentes. Gustavo el
mayor, responsable, estudioso, a punto de terminar la carrera de
medicina, en contraste con Filiberto que sólo le ocasionaba dolores
de cabeza y para quien la vida era una interminable fiesta.
Los Villarreal alternaban temporadas entre su hacienda de San
Juan del Río en el Estado de Querétaro y su casa en la Colonia
Roma en la ciudad de México. Como casi todas las familias
acomodadas de entonces, vivían en el idílico limbo del Porfiriato sin
imaginarse que la efervescencia política los iba a rebasar, para
cambiar por completo la vida de los mexicanos.
Los dos hermanos se encontraban en la capital y presenciaron
los hechos vergonzosos de la decena trágica, cuando Huerta
mandó asesinar a Madero y a Pino Suárez.
Después de que Filiberto asistió al discurso del senador
chiapaneco Belisario Domínguez, en que acusó a Huerta de esos
crímenes y pagó con su vida el haber hablado con valentía, se le
despertó el amor patrio y decidió unirse a Carranza para combatir
al traidor. Su simpatía e inteligencia le hicieron ganarse la
confianza de sus jefes superiores y pudo combatir con las tropas
portando el uniforme militar.
Su atractivo con las mujeres aumentó y tal vez su
irresponsabilidad e inconsciencia le sirvieron paradójicamente de
escudo para librarse de la muerte. Como su madre se pasaba las
horas rezando por él, nunca supo si las oraciones lo protegían o
corrió con mucha suerte, el caso es que ni siquiera fue herido.
Se volvió temerario combatiendo a veces en las filas de
Obregón o en las de Villa. Si entre los caudillos había diferencias,
Filiberto pensaba que no tenía que ser fiel a ninguno e ellos.
Sufrió una gran desilusión al comprobar que los ideales de la
Revolución se habían transformado en una lucha por alcanzar el
poder de cada uno de los Jefes Revolucionarios.
Nadie sabía cómo conseguía el dinero, pero nunca pasó
apuros económicos, aunque en alguna ocasión quiso gastar papel

195
Gloria Pérez Pacheco

moneda que emitían los distintos caudillos cuando llegaban al


poder y que perdía su valor cuando el siguiente dominaba el país,
se llevó una decepción al comprobar que eran sólo “bilimbiques”,
como así los llamaban. Entonces decidió que se haría rico con
monedas de oro, nadie supo si lo logró, aunque algunos familiares
contaban que en algún lugar enterró un cofre lleno de dinero.
La fidelidad no fue una de sus cualidades, jamás se casó, tuvo
varias mujeres y dejó hijos regados por todos lados.
—¿Cómo terminó su vida? –Preguntó Sonia.
—Nunca se volvió a saber nada de él, se convirtió en una
leyenda –contestó la abuela.
Unos golpes secos en la puerta interrumpieron la
conversación. Sonia fue a abrir. En el umbral sólo pudo ver la
figura borrosa de un hombre apuesto de grandes bigotes, vestido
de militar.

ENCUENTRO

Gloria Pérez Pacheco

Había soñado tanto ese momento que me quedé paralizada. Se


acercó a mí muy lentamente. Percibí el aroma sensual de su
cuerpo. Nos miramos con el deseo a flor de piel. Acercó sus labios
a los míos, su boca golosa humedeció la mía. Sus besos fueron
recorriendo mi cuerpo sin dejar un solo rincón que sus labios no
tocaran. Se encendió la chispa del fuego abrasador que nos
sumergió en las olas de la pasión. Con el vaivén en el que crecían
y decrecían las sensaciones cabalgamos sin bridas y sin estribos
absorbiendo una a una las gotas del éxtasis. Los movimientos
cadenciosos inherentes al más absoluto placer se tornaron
vibrantes, vívidos, impetuosos hasta formar un torrente incontenible
en donde explotaron en un caudal de luces todos los sentidos.

196
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

EL CALDERO DEL DIABLO

Gloria Pérez Pacheco

Yadhira llegó de Cuba a la convención de brujería. Se había


iniciado en la santería bajo la guía de su madrina Berenice, pero la
discípula había aventajado por mucho a la maestra.
Aprendió todos los rituales de la santería originada en la
adoración de los orishas, personalidades con características tanto
humanas como divinas del panteón yoruba de Nigeria, equiparados
a los santos católicos, participando en la regla de ocha, religión
lucumi o yoruba.
Pero no conforme con eso, después de un largo aprendizaje e
iniciación en los ritos vudú, se convirtió en una temida hechicera
con el rango de boccor.
Sin lugar a dudas, Yadhira dejó asombrados a todos los brujos
y chamanes reunidos frente al caldero del diablo.
Nunca habían conocido a una hechicera que les diera tales
muestras de su poderío: establecía contacto con los muertos,
podía volar por el aire, aparecer en diversas formas, aplicar desde
los hechizos corrientes hasta maleficios de muerte con su brujería
mortífera y oscura: la lampe noire.
Cuando los concurrentes se dieron cuenta de que sus ritos
traspasaban los límites de la hechicería, se llenaron de pánico,
mientras se transformaba en un loup-garou, el mosquito que chupa
la fuerza vital de las almas convirtiéndolas en zombies. Desde
entonces nadie ha vuelto a ver a Yadhira, sólo se sienten sus
maleficios, el lugar se ha convertido en un pueblo fantasma del que
sus habitantes han huido.

197
Gloria Pérez Pacheco

SAN MIGUELITO

Gloria Pérez Pacheco

Fermín era el menor de cuatro hermanos. El padre borracho, la


madre enferma. Conforme lo lograban los hijos se iban de la casa,
si así se le podía llamar a un cuartucho de cartón y láminas.
Creció ganándose unas pocas monedas vendiendo chicles en
la calle o haciendo malabarismos entre los automovilistas. Se
había convertido en un vago que inhalaba cemento, pero se las
arreglaba para sacar unos centavos de aquí, otros de allá.
Cerca del lugar en donde pernoctaba había una iglesia
antigua, cuyo santo patrón era muy milagroso. Muchas veces se
acercó a San Miguel Arcángel para pedirle lo sacara de esa
miseria. Se volvió asiduo asistente a la Parroquia. De tanto verlo
por allí, el padre Melchor le dio casa y comida a cambio de barrer
el patio y hacer la limpieza. Pronto se aburrió. Comenzó a hurtar
pequeños objetos que luego vendía, y a robar algunas monedas
que recogía de las limosnas de los fieles.
Siguió rezando a San Miguel, pero parecía como si el santo
estuviera sordo. A pesar de su hermoso traje de pedrería, sus alas
de pluma de ganso y su magnífica espada que parecía de oro
cuando reflejaba los rayos del sol, a él no le concedía ningún
milagro.
Descubrió los sitios en donde podía vender la mercancía
robada y los lugares en donde le tomaban a buen precio los
objetos religiosos saqueados de la iglesia.
Desde entonces le echó el ojo a San Miguelito –como se le
conocía cariñosamente–, su devoción se había convertido en odio
contra el arcángel por el que sentía mucho coraje.
—¿Con que a mí no quieres hacerme favores? Pues entonces
no se los vas a hacer a nadie, porque yo me encargo de que pronto
salgas de aquí.
Con mucho cuidado planeó la fecha del robo, entre semana a

198
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

las horas en que no había feligreses en el templo. Primero vació


las cajas de las limosnas y después se subió al nicho para llevarse
al santo. Sería su golpe maestro.
Cuando lo tapaba con una lona para esconderlo, entró el
sacristán y dio la voz de alarma. No pudo escapar. La gente
comenzó a llegar arrastrándolo hacia el atrio. La muchedumbre lo
tundió a golpes con palos y piedras al grito de “¡maten al
sacrílego!”
Perdió el conocimiento, sintió que volaba. Su cuerpo ya no
estaba adolorido. Una sensación de paz lo invadió cuando se sintió
depositado suavemente en el nicho de San Miguelito.
Fermín comprobó finalmente que era milagroso.

DOÑA PERFECTA

Gloria Pérez Pacheco

Terminó el ciclo de conferencias sobre desarrollo humano, pero la


última dejó a Alicia impactada: “El perfeccionismo ¿virtud o
defecto?” Al llegar a casa releyó los apuntes. Los recuerdos de su
vida se fueron mezclando con las frases de la terapeuta.
“Los perfeccionistas esperan mucho de sí mismos y también
de los demás, sin embargo no confían en que los otros hagan el
trabajo tan bien como ellos. Cuando se dirigen hacia los hijos los
mensajes de desconfianza pueden tener efectos indeseados en su
desarrollo psicológico”.
—La frase predilecta de mamá es “te lo advertí” –oyó que
Andrea le decía a su hermano.
—Y qué me dices de cómo nos repite las cosas –contestó
Ricardo– parece que somos retrasados mentales, que sólo con su
ayuda podemos salir adelante.
Pasaron los años, sus hijos ya eran adultos. Nada había

199
Gloria Pérez Pacheco

cambiado. Ella seguía cuestionando sus vidas, pensando que era


indispensable.
Cuando vivía su marido a veces, entre reclamo y broma, la
llamaba doña Perfecta. Le agradaba el epíteto, lo sentía como un
elogio a su esfuerzo y dedicación, pues estaba segura que él
jamás había leído la novela de Benito Pérez Galdós, comparándola
con ese personaje oscuro, hipócrita y mezquino.
Con el tiempo se dio cuenta de lo inútil de sus sacrificios. Su
obsesión por enmendar los errores ajenos se había convertido en
un obstáculo para que su familia pudiera actuar con libertad.
Ella misma estaba sometida a una severa crítica interna
concentrando su atención a la forma correcta de proceder.
En el invierno de su vida se dio cuenta de que no la había
disfrutado. Dejó de hacer muchas cosas por cuidar su reputación,
por temor a la censura, a la falta de aprobación, a romper el
esquema de doña Perfecta.
Le hubiera gustado liberarse de la esclavitud del tiempo, tirar
los relojes a la basura, salirse de la rutina, viajar sin rumbo fijo,
tener noches de vino y sexo, bailar descalza sobre el pasto
mojado, pero ya era demasiado tarde… Alicia nunca pudo entrar
en el país de las maravillas.

LOS TIEMPOS PASADOS FUERON MEJORES

Gloria Pérez Pacheco

No se sabe quién tuvo la peregrina idea de proclamar la igualdad


entre hombres y mujeres. Fisiológica, mental y psicológicamente
son totalmente distintos. Como dice un libro de moda: Los hombres
son de Marte y las mujeres de Venus.
Las feministas de ahora no conocieron la vida de las abuelas,

200
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

que se pasaban el día bordando, en agradables tertulias con las


amigas, educando a los hijos ayudadas por las nanas, cocinando
exquisitos platillos. Los maridos las habían colocado en vitrinas
para protegerlas y para que no las molestaran ni con el pétalo de
una rosa.
En la siguiente generación, tampoco la pasaron mal. Tenían
servidumbre, podían hablar todo el día por teléfono, viajaban con el
esposo y los hijos, veían sus programas favoritos en la televisión,
pagaban sus caprichos y chucherías con su tarjeta de crédito. No
se usaban los divorcios y el plazo del matrimonio era “hasta que la
muerte los separe”.
Pero desde que se sintieron independientes y colocaron sus
derechos en un estante lleno de diplomas, maestrías, doctorados y
un curriculum impecable, se convirtieron en “súper mujeres”, pero
siguen ganando menos que los hombres que continúan dando las
órdenes, y además tienen que exhibirse delante de ellos con un
físico impresionante, bien vestidas, con un cuerpazo y una cara de
artista de cine para que las contraten en un buen trabajo o para
conseguir un galán, que a lo mejor hasta tienen que mantener.
Dicen que los tiempos pasados fueron mejores, aunque no lo
reconozcan las féminas contemporáneas, las mujeres del siglo
pasado vivían más felices, se sentían protegidas y apapachadas
por el marido y no tenían que ganarse el pan con el sudor de la
frente

UN BUEN CONSEJO

Gloria Pérez Pacheco

El joven se acercó a Sara y le preguntó la hora, son las 5 y 20 le


dijo después de mirar su reloj.
—Démelo –le increpó el joven–, la bolsa y el celular, si no

201
Gloria Pérez Pacheco

quiere pasar a mejor vida.


—Mira muchachito, tu puedes ser de la edad de mi nieto y no
tienes facha de ladrón, si necesitas tanto el dinero, te voy a dar lo
que me pides.
Sin inmutarse le entregó los objetos.
—El reloj es corriente, en mi cartera sólo tengo $50.00, el
celular me costó $200.00 y le quedan $20.00 de tiempo aire. Te
estás arriesgando mucho por una miseria. Si quieres llegar a viejo
oye mi consejo. Tal vez no has tenido oportunidad de estudiar,
pero hay otras formas de conseguir un trabajo honrado. Eres joven
y tienes toda la vida por delante, no la desperdicies y acabes en un
reclusorio.
—Cállese vieja estúpida, sus consejos me valen madre, ora sí
voy a fijarme en alguien que de veras traiga lana, y por mi se
puede ir al carajo con todas sus porquerías –le dijo– aventándolas
al suelo.

LA MUDANZA

Gloria Pérez Pacheco

Locadio Sampeiro, alcalde de un pueblecito perdido en la Sierra, se


levantó malhumorado.
—¿Qué te pasa, viejo? –Le preguntó su mujer.
—No pegué el ojo en toda la noche pensando en el problema
que tenemos en la comunidad. Como sabes, ya está saturado el
panteón y no hay terreno para ampliarlo, no sé dónde vamos a
enterrar al próximo muerto.
—¿Ya hablaste con Ramiro, el alcalde del pueblo vecino? Tal
vez pueda vender algunos lotes que nos saquen del apuro.
—Por supuesto que ya traté de negociar con él, pero me
mandó al diablo. Sólo se me ocurre sacar un decreto: “Prohibido

202
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

morir en este pueblo.”


—¿Y qué pretendes que la gente haga con los restos de sus
seres queridos?
—Les voy a ordenar que cuando alguien caiga gravemente
enfermo o esté moribundo, uno o varios familiares tendrán que
mudarse con él a otro lugar, en donde expire y lo entierren fuera de
aquí. Mi compadre me contó –dijo a modo de explicación– que
cuando a su hermano lo desahuciaron en un hospital de Estados
Unidos, lo tuvieron que regresar a México, pues a los gringos no
les gusta que se les mueran allí los extranjeros.
Los habitantes de Titilpan, al oír este discurso, pensaron que
su alcalde –haciendo honor a su apelativo– se había vuelto loco.
Sin embargo, todavía ahora puede verse el letrero que nadie
ha quitado:
“Prohibido morir en este pueblo”.

UNA VOZ DE ULTRATUMBA

Gloria Pérez Pacheco

Junto al espejo encontró la nota: cúlpese a todos de mi muerte.


Rodrigo no encontró por ningún lado el cuerpo de su amigo,
parecía como si se lo hubiera tragado la tierra. Daría la voz de
alarma sólo hasta estar seguro.
Juan era capaz de todo, pero no de llegar a una broma tan
macabra.
Órale güey –le gritó– ya estuvo suave de hacerte el chistoso,
deja que te encuentre y te voy a romper toda la madre. Ya sé que
traes muchas broncas, pero no es para tanto: que tu papi se enteró
de que tronaste todas las materias, que te expulsaron de la
escuela, que embarazaste a tu chava, y su papá ya te la tiene
jurada, que tu ma´ te pescó fumando mota, que chocaste el coche

203
Gloria Pérez Pacheco

de tu abuelo; pero todo tiene arreglo… no me asustes güey.


Lo buscó sin hallarlo en todos los lugares en donde podía
haberse escondido, no tuvo más remedio que avisar a su familia.
Después de ver la nota que había dejado, levantaron un acta
en el ministerio público y una denuncia por secuestro o suicidio.
Pasó más de un mes y Juan no aparecía, ni vivo ni muerto.
Los padres estaban desolados, lo buscaron por cielo, mar y tierra.
Ya habían perdido la esperanza de encontrarlo con vida, pero
mientras no apareciera su cuerpo legalmente no se podía expedir
el acta de defunción.
Una noche sonó el teléfono celular de Rodrigo, el corazón le
dio un vuelco al oír una voz de ultratumba.
–Soy yo, güey ¿Ya se calmaron las fieras?...

204
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

CACERÍA EN LA SELVA

Gustavo Ponce Maldonado

Me dicen el Malacara, no porque sea feo, es que soy como el


“Hombre Araña”, un niño de acción. Mis amigos, Carlos, Raúl,
Jorge, Mario y yo, vivimos al sur de la ciudad de México; enfrente
de sus casas hay un solar vacío donde en las noches se aparecen
fantasmas, ahí nos reunimos los fines de semana a jugar. Hoy los
convoqué, porque nos vamos de cacería a nuestra selva, es un
plantío de girasoles, la entrada al lugar parece una llanura. En ese
sitio ideamos cómo atrapar una presa, con cuidado escarbamos un
agujero de medio metro de profundidad, lo llenamos de lodo y lo
tapamos con paja y pasto, no sabemos a quién vamos a cazar.
Hoy es sábado, son las 11:00 de la mañana, la trampa está
lista, llamamos a Silvia, una hermosa niña morena de ojos negros,
tiene 10 años de edad, ella será el cebo. Mis amigos y yo, nos
escondemos entre los girasoles. Lalo, nuestro vecino, de origen
árabe, es rubio de ojos azules, sale de su casa impecable, vestido
de blanco, parece un palomo que va a hacer su primera comunión,
se prepara para salir con su mamá, travieso y alegre va a
buscarnos al solar para presumir su traje nuevo, al entrar ve a
Silvia, ella le grita,
—Lalo que bien te ves, ¿por qué tardaste en venir?, te
estamos esperando —él se emociona, pues ella nunca se había
fijado en él, se siente elegante y guapo, cree que la ha
impresionado, ahora ella se ha dado cuenta que es el más
hermoso de todos sus amigos; lo ha elegido, es el momento de
hacerla su novia, sus amigos lo van a envidiar cuando lo vean con
ella, ahora ve el sol más radiante que nunca, escucha el trinar de
los pájaros, arranca una pequeña flor y huele su perfume, el viento
acaricia suavemente su rostro; con prisa y una sonrisa de triunfo se
dirige hacia donde está Silvia; va directo a la trampa, pisa el suelo
falso, se hunde, entra al agujero vestido de blanco y sale pintado

205
Gustavo Ponce Maldonado

de negro. Entre risas salimos de nuestro escondite.


Lalo impotente corre llorando a casa, se rompió la ilusión como
una pompa de jabón, tiene la cara y la ropa blanca llena de lodo, su
mamá lo ve y le jala las orejas; le dice:
—Esto te pasa por tarugo.
Todos celebramos la travesura.
—¿Se fijaron qué limpio y blanco estaba y como se fue?
—Sííí. —Gritan todos.
—Ja ja ja ja ja —nos abrazamos unos a otros pensando que
fue genial, Silvia llora de risa, sin darnos cuenta que lastimamos a
nuestro amigo.
Llega la noche, la luna refleja en un pirú, la cara del diablo
parece que los quiere abrazar, ellos saben que se los puede llevar,
por las travesuras que han hecho durante el día. Todos tienen
miedo, se despiden de Malacara, un niño de once años, él vive en
el solar, se las tendrá que ver a solas con el diablo en sus
pesadillas
—Hasta mañana.
—Hasta mañana. —Sus amigos salen corriendo del lugar con
un sentimiento de culpa. Todos se van a dormir. Se escucha cerca
del árbol el aullido de los perros.

206
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

EL CÍRCULO

Gustavo Ponce Maldonado

En la poesía narrativa “El Cuervo”

su aleteo gira el laberinto


en la puerta de los sueños
el repiqueteo de su pico amarillo
sigue la huella de su sombra.

El pájaro de la noche que tocó


a la ventana de Allan Poe
en un extraño giro de su sombra
había llegado con su nido
hasta mi mente

A cualquier hora
y en cada lugar me seguía
algo así como un vigilante
de mi celosa conciencia
a donde quiera que fuera
su voz con toda intención
me decía “es tu culpa”

De niño yo fui camarada del viento


su soplo suave y sus hojas
viajaban conmigo
Crecí entre cardos y seda
mi juventud flagelada
por los sinsabores del mundo

Por primera vez vi una flor


sus pétalos vistieron
mi inquietud de perfume
yo la buscaba siguiendo la aurora

207
Gustavo Ponce Maldonado

sus ojos brillantes encendían


brasas en mi mente
su figura su piel de una diosa
descendía del templo de Eros
se llamaba Isabela
Desde entonces el pajarraco
repetía “es tu culpa”

Fui una piedra enamorada del río


que se hunde en su lecho
para seguir su camino
El jardín de sus piernas
se abrió generoso a mi boca
de él brotaron cerezas
que yo devoré lento muy lento
para así guardar su sabor en mi alma

Penetré sus rincones de miel


su voz era lluvia de nardos
que caían del cielo
mas aún entre flores
la voz murmuró “es tu culpa”

Ella como un sol


con sus besos en mi piel
penetró con el fuego
su pasión aroma de versos
por ese camino en donde
las sombras se besan
mas la voz susurró
con el viento “es tu culpa”

Al monte subí para alcanzar


un trozo de luna y guardarlo con ella
en mi alforja de sueños

208
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

Mas una noche Isabela se fue


quizá a viajar a mundos mejores
la felicidad agonizó entre mis brazos
vi su alma entre la niebla
despedirse de todo

A su partida brotaron las sombras


un color de terror en mis ojos
pintó su lecho vacío
Dónde dónde estás Isabela
a los rincones preguntaba
y muy lejos un eco de espanto
llegó a mis oídos “es tu culpa”

Su sombra muerta también


se fue con el viento
mis uñas y dientes abrían las heridas
dónde estás gritaba y lloraba
yo la busqué en mis noches
de sueño y no la solía encontrar
en mis noches sin sueño

Su ausencia era navaja


se hundía cortando mis ojos
los brazos los labios la piel
así la voz manchada de sangre
habló “es tu culpa”

Para arrancar el martirio


empecé a imaginar
que yo la podía alcanzar
Mi angustia voló con la noche
ya muy cerca de ella en mi locura
con la luna y el sol platiqué
les conté de una flor muy

209
Gustavo Ponce Maldonado

hermosa llamada Isabel


y si ella con ellos vivía
mas esa voz de tortura
exclamó “es tu culpa”

Seguí su estela en los cielos


a la nube y a la gaviota
pregunté si volaba con ellas
a las piedras levanté
para ver si estaba escondida debajo
Dónde estás en qué sombra vives
gritaba y lloraba
y la voz contestó “es tu culpa”

Al otoño también pregunté


si Isabela pasó
primavera o verano con ellos
sólo el invierno
con sus copos de nieve
me dio la respuesta
la busqué nuevamente en la noche
esperé la salida del sol
a cualquier lugar que yo fuera
una sombra decía “es tu culpa”

Mi cuerpo lleno de espinas sangraba


porque no la podía encontrar
mis uñas rasgaron al viento
como queriendo descubrir
si dentro se encontraba ella
entonces aproveché la ventisca
le grité con un eco muy largo
como si fuera de ultratumba
para que se oyera muy lejos
Dóóndeee dóóóndeeee eestááás Isaaabeelaa

210
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

Como ella no acudía al llamado


la busqué arañando a mi grito
hasta dejar la boca seca
entonces quedo muy quedo
la busqué en el silencio
invocando su nombre
Isabela Isabela dónde estás
mas la misma voz respondió
“es tu culpa”

Dejé de buscarla en las sombras


su ausencia me hizo volar
a un jardín de nardos
que se abría al paraíso
pregunté si ahí se encontraba ella
una flor señaló hacia abajo
el camino que debía seguir
donde entre tormentos de las almas
escuché un grito es tu culpa
Al bajar por entre las rocas
llegué a una puerta
que la consumía el fuego
en la desesperación toqué fuerte
para que oyera el latir de mi angustia
La puerta se abrió
delante de mi apareció una sombra
qué osas aquí entre los muertos
que sólo yo Dante he podido pasar

Enseguida pregunté por Isabela


que si ahí se encontraba
mas él por toda respuesta
preguntó por Beatriz
que si yo sabía de ella
como dijera que no

211
Gustavo Ponce Maldonado

me mostró una senda


por donde las almas se pierden
no obstante la presencia de Dante
la voz insistió “es tu culpa”

Decidido intenté pasar por la puerta


y llegar al infierno
por un momento me pareció mirar a Isabela
mi acompañante con un gesto gritó
detente son sólo fantasmas
no importando la advertencia
intenté arrojarme a un caldero
con las almas que se retuercen entre las llamas
mas un ángel se interpuso
una luz en lo alto ordenó regrésenlo
este no es su lugar todavía
no importando los designios supremos del cielo
la misma voz exclamó “es tu culpa”

De regreso a la tierra
ya flagelado en mis huesos
por no sentir a Isabela en mi piel
en un último esfuerzo
subí a la montaña
para buscar su belleza
en una noche de octubre
entonces llegué
a la orilla de un acantilado
las estrellas reflejaban
mi sombra a lo lejos
la luz de la luna jugaba
con las olas del mar

Por primera vez


desde que ella se fue

212
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

vi su deliciosa figura danzar


entre las olas que se estrellaban
sobre las rocas
me miró con sus ojos vacíos
y la voz repetía “es tu culpa”

Fue cuando me di cuenta


que la podía alcanzar
fueron testigos la noche
la luz de la luna
las estrellas y el mar
me arrojé al abismo
para así poder reunirme con ella
en mi caída del pajarraco de mal agüero
en un eco de muerte
alcancé todavía a escuchar
“es tuuu cuuulpaaaaaaaaaa”

213
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

EL SALTEADOR DE LOS SUEÑOS

Jorge Quintanar

Comencé a internarme en el mundo onírico a muy temprana edad,


todavía era un adolescente cuando ya me veía sumergido en libros
poco serios sobre las interpretaciones de los sueños, de los cuales
obtuve un alto número de prejuicios sobre mala suerte,
inseguridades, brujería y otros conceptos que mi joven preparación
no llegaba a comprender del todo, sin embargo seguía leyendo
todo lo que caía en mis manos relacionado con el tema que se
convirtió en mi obsesión.
Cuando cursaba mis estudios en la Universidad, mis lecturas
se volvieron más serias y selectivas, en esa época conocí las obras
de grandes investigadores de los sueños como Jung y Freud.
Llevaba ya diez años investigando y no había llegado a ninguna
parte, decidí comenzar a experimentar, de esta manera arribé a los
fumaderos de opio de la ciudad, de los cuales únicamente
quedaban dos, frecuentados por ancianos, pues las nuevas drogas
habían hecho casi desaparecer al opio fumado. Se volvió mi rutina
esa imagen que había visto en las viejas películas, donde había
varias personas acostadas en divanes conectadas a largas
mangueras por donde fluía el humo del opio, esta época estuvo
poblada de novedosas incursiones oníricas donde predominaban
sueños en colores muy vivos unidos a historias verdaderamente
inverosímiles.
Después de cinco años en esa vida, recapitule las expe-
riencias, hice el análisis más profundo que mi obnubilada cabeza
(totalmente llena de humo de opio) me permitió. Nuevamente
llegué a la conclusión de que otra vez me había estancado, perdido
en la niebla del opio, me estaba alejando del verdadero objetivo de
esta vida, yo quería ser un actor en mis sueños no el observador
que siempre había sido.
Tomé la decisión, hice las paces con mis padres y acudí a un

215
Jorge Quintanar

hospital para llevar a cabo el penoso proceso de desintoxicación,


fue un verdadero infierno colmado de pesadillas y delirios, un alto
precio que tuve que pagar por la falta de una clara dirección en mis
investigaciones.
Volví a la Universidad, mi prioridad era terminar mi carrera y
ponerme a trabajar, pues era indispensable tener dinero para
continuar mis investigaciones, los siguientes dos años me dediqué
a estudiar con ahínco y logré terminar mi carrera, alegría que fue
ensombrecida por el fallecimiento de mis padres en un accidente
aéreo.
Desde una nueva y sombría perspectiva me di a la tarea de
planear mi vida, ya no era necesario trabajar, pues mis padres me
dejaron como heredero universal de sus bienes, es decir una gran
suma de dinero, además de bienes inmuebles y negocios.
Encargué todo el manejo de mis capitales a una firma de prestigio,
la cual depositaría en mi cuenta bancaria las ganancias, habiendo
hecho esto me dispuse a continuar con mis experiencias oníricas.
Durante un periodo de seis meses estuve asistiendo a
diferentes clínicas del sueño, donde no hicieron más que llenarme
la cabeza de electrodos, tomarme películas dormido y registrar los
cambios eléctricos efectuados cuando me encontraba dormido.
Definitivamente nada de eso era el objeto de mi búsqueda.
Había llegado a un punto, en el cual me encontraba
desencantado por lo poco que progresaban mis estudios sobre los
sueños, decidí tomar unas vacaciones para que con la mente
serena pudiera diseñar el camino a seguir en mis investigaciones.
Me dispuse a recorrer Centro América en automóvil, mi primer
parada fue en la ciudad de Belice, allí pase un par de días, visité la
ciudad y partí rumbo a Guatemala, poco antes de llegar a la
frontera, a un lado del camino vi un letrero que indicaba un sitio
arqueológico, eran unas ruinas mayas, el sitio se llamaba San
Antonio Xunantunich.
El asombro me visitaba, existía una pirámide enorme y muchas
otras pequeñas, era un real placer estar en ese lugar mágico.
Además de mi persona, recorría el lugar un pequeño grupo de

216
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

turistas alemanes, que después de media hora de exploración se


retiraron.
Al quedar solo, no lo pensé mucho, se convirtió en una
necesidad imperiosa el que soñara en ese lugar, todo era perfecto,
existía calma y el sitio era poseedor de un gran magnetismo, así
los sucesos me dispuse a soñar. Dormí durante varias horas sin
poder recordar nada de mis sueños, esto era verdaderamente
insólito, pues si en algo estaba entrenado era en recordar con
detalles todo lo que soñaba, de hecho tenía un inventario
minucioso de todos y cada uno de mis sueños, desde hace varios
lustros me di a la tarea de compilar mi mundo onírico en más de
cincuenta volúmenes. Lo único que pude salvar de este sueño fue
una necesidad urgente de permanecer en ese lugar por no se
cuánto tiempo. Busqué un hotel en las cercanías y me dispuse a
desentrañar el misterio que se me presentaba.
Al día siguiente, fui la primera y única persona que tuvo acceso
a la ciudadela maya, no hubo más visitantes, volví a circular entre
pirámides y me dispuse a soñar; nuevamente al despertar no
recordaba nada de mis sueños, aunque ahora sentía una
tranquilidad que hacía mucho tiempo no disfrutaba, me sentí libre
con el espíritu lleno de felicidad. Al otro día me encontraba
repitiendo mi nueva rutina en las ruinas, cuando a punto de
dormirme se acercó un hombre, tenía el cabello largo, le llegaba
hasta los hombros, era de baja estatura y tenía facciones
indígenas, me habló en un castellano claro y preciso, fue muy
breve, me comunicó que tenía varios años esperándome y que
debía ir a Tiahuanaco, en Bolivia, para comenzar mi aprendizaje,
allá encontraría a mi maestro, una vez dicho lo anterior, se fue
sigiloso como había llegado dejándome en un mar de dudas, por
un lado mi parte real se negaba a dar credibilidad a un suceso tan
extraño, por el otro mi parte soñadora parecía estarse realizando
finalmente, me encontraba ante un hecho digno de un sueño, en
consecuencia perseveré en lo que tanto había perseguido: mis
sueños.
Inmediatamente volví al hotel, pagué la cuenta y manejé mi

217
Jorge Quintanar

camioneta hasta la ciudad de Guatemala, donde contraté un hotel y


por teléfono transmití instrucciones al consorcio que manejaba mis
bienes, para el traslado de la camioneta a mi casa en la ciudad de
México, lo demás lo viví dentro de un torbellino: llegar al aeropuerto
y volar a Panamá, un nuevo vuelo a Lima la capital de Perú y
finalmente uno más a La Paz, Bolivia, donde arribé ya entrada la
noche. Contraté un taxi que me trasladó a un hotel, donde me
dispuse a descansar, suceso que no fue posible, no podía dormir,
tantos hechos daban vueltas en mi mente y una creciente emoción
invadía todo mi cuerpo, por fin adquiría la certeza de que me
encontraba en el camino correcto, mi instrucción llegaba a buen
comienzo, después de varias horas de vuelos mentales conseguí
dormir un poco. Tuve un sueño apacible donde se presentó el
maestro soñador, en realidad era bueno, habló sin preámbulos, me
dio indicaciones sobre el arduo trabajo que me esperaba.
Al despertar tome una ducha, desayuné y me puse en camino
hacia la ciudad preincaica de Tiahuanaco, al llegar me dirigí
directamente a la Puerta del Sol, donde ya me esperaba mi mentor,
era un hombre pequeño, de complexión delgada, tenía ojos claros
muy penetrantes, me dijo que su nombre era Salvador Guerrero,
que debía mudarme a una casa al pie de Los Andes, donde se
llevaría a cabo mi entrenamiento, después de esta breve plática
tomamos camino para llegar a dicha casa, al anochecer arribamos
al lugar, la vivienda no tenía nada de extraordinario, dos
recámaras, baño, cocina, una amplia sala comedor y un gran patio
con varios árboles de tamaño colosal.
Una vez instalados, Salvador me explicó cómo él y otros
soñadores me habían conocido en mis sueños y cuando
observaron mi gran interés en volverme un ensoñador, habían
tomado la decisión de enseñarme, siempre y cuando yo se los
permitiera, de esta forma buscaron hacer contacto conmigo, me
encontraron desesperado y sin saber cómo continuar mi empalme
con los sueños.
Mis inicios fueron algo completamente inesperado: equilibrio y
meditación, mediante diferentes clases de ejercicios desde yoga

218
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

hasta escalada en roca, pasando por karate y thai chií, no entendía


cual era el objeto de equilibrar físicamente mis movimientos, por
otro lado, largas sesiones de meditación buscaban el equilibrio de
mi mente, por si fuera poco mis obligaciones incluían comprar y
preparar alimentos, limpieza, lavar ropa, en fin hacerme cargo de la
casa. Salvador fue mi guía durante los primeros seis meses que
pasé en la casa, todas las mañanas al levantarme él ya se
encontraba en la casa, me daba las indicaciones para el día y
supervisaba mis trabajos, comíamos y al anochecer se retiraba,
nunca me dijo en donde vivía, hablábamos muy poco de lo no
relacionado con las enseñanzas.
Todos los días apenas me alcanzaba el tiempo para realizar
mis tareas, en las noches caía exhausto, mis sueños extrañamente
se habían vuelto muy simples y casi no los recordaba, razón por la
cual me encontraba preocupado, ya que mi duro entrenamiento me
iba a dar poder sobre mis sueños y éstos se tornaron lacios y sin
chiste. Al comentarle esto a Salvador me aclaro las ideas, dijo que
era una situación normal, pues me encontraba en un periodo en el
cual tenía que reunir mis energías actuales y pasadas para llegar a
lograr el manejo de los sueños, me indicó que lo importante
vendría después, que siguiera meditando para continuar curando
mi pasado y recuperar toda esa energía atrapada en remotos
acontecimientos. Esta conversación le dio coherencia a todo lo que
estaba llevando a cabo, pues realmente nunca cuestioné nada de
lo que estaba pasando, me dejé llevar como el caballo tras la
zanahoria.
Después de tanto tiempo meditando descubrí que era un
auténtico egoísta al que no le había importado nunca nada, mi
único interés siempre estuvo volcado en los sueños, me sentí muy
triste al recordar a mis padres y lo poco que conviví con ellos, la
manera en que los fui sacando de mi vida hasta alejarlos por
completo. Y en el momento de su muerte, lo poco que me conmoví,
ahora me sentía como un ser sin sentimientos, una inmensa
soledad me atrapó, bañado en lágrimas y gimiendo, a gritos les
pedí perdón. Después de esta experiencia sentí una profunda

219
Jorge Quintanar

liberación y experimenté una paz mental que nunca había


conocido. Encontré nuevas facetas de la meditación.
Salvador me indicó nuevas tareas para los próximos seis
meses, pues él se ausentaría y yo debía continuar solo durante ese
tiempo, era vital seguir recuperando mi energía, así me lo hizo
saber. El proceso consistía en llevar la meditación a un suceso de
mi vida acontecido en el pasado, una vez allí debería recuperar mi
energía atrapada y a la vez devolver la energía ajena que yo había
atrapado de personas o situaciones, ya que no podía hacer uso de
energías que no fueran propias, de esta manera iba creciendo mi
almacén de energía, que en tiempos futuros ocuparía en tareas
fundamentales.
Al regreso de Salvador nos enfrascamos en la plática más
enriquecedora que habíamos sostenido sobre mi proceso,
comenzamos a tratar el tema de los sueños, no como algo
puramente incidental sino como el hecho más trascendental de la
existencia, como lo verdaderamente fundamental, por fin estaba
hablando con alguien con quien me entendía a la perfección. Me
explicó que se necesitaba una inmensa cantidad de energía
recuperada para poder llegar a manejar los sueños y que hasta el
momento había trabajado bien todo lo que se me encomendó, por
esa razón pronto recibiría mis objetos de poder y por medio de
ellos iría creciendo mi fuerza en el manejo de los sueños.
Nuevamente pasaron varios meses, nueve para ser exacto,
parecía que alcanzaba el equilibrio perfecto, cuando algún
movimiento o pensamiento fuera de lugar me evitaban llegar a él,
por alguna razón desconocida no podía llegar a ese punto tan
importante. Todos estos meses los transité prácticamente solo,
Salvador llegaba muy de vez en cuando con alguna instrucción o
algún nuevo ejercicio, en esta ocasión, me pidió que lo
acompañara al automóvil y me comunicó que traía algunos regalos,
me entregó un paquete grande, con sellos que indicaban que
procedía de México, viene de mi país comenté, a lo que Salvador
contestó con una afirmación con la cabeza, abrí la caja y descubrí
tres extraños objetos, no del todo desconocidos, eran un caracol

220
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

marino, una especie de lanza de madera en forma de rayo y un


espejo de obsidiana, mi estupor era enorme al contemplar los
objetos fuera de su empaque. Salvador me aseguró que eran mis
objetos de poder y que mediante ellos lograría tener acceso
consiente a mis sueños. En los siguientes días me fue enseñando
a utilizar los objetos. Lo primero que aprendí fue a tocar el Caracol
Marino, jamás esperé encontrar tanta belleza en los sublimes tonos
que desplegaba el Caracol, interpreté antiguas melodías que me
conmovían hasta las lágrimas, a pesar de las protestas de
Salvador, quien me aconsejaba que no me dejara llevar por la
emoción y no perdiera de vista mi objetivo principal. Después
ensayaba una especie de danza utilizando la lanza, Salvador me
indicó que su nombre era Cihuacóatl y que era un arma sagrada de
los antiguos mexicanos, su nombre literal es serpiente de fuego y
su uso era ceremonial, con ella tenía que hacer una representación
parecida a las katas de karate, la danza se prolongaba en
ocasiones por varias horas, me encontraba fascinado con la
música del Caracol y la danza con la Cihuacóatl. Por último venía
el trabajo con el Espejo de Obsidiana, el cual consistía en observar
fijamente el reflejo de mi rostro al momento de encontrarme en
meditación, con el propósito de borrar mi reflejo y pasar al otro lado
del Espejo, una vez lograda esta finalidad, me encontraría de
manera consciente dentro de mis sueños.
Fue un entrenamiento verdaderamente placentero, tocar el
Caracol se convirtió en una necesidad imperiosa, pasaban las
horas sin apenas sentirse, por otro lado mi danza con la Cihuacóatl
se trasformó en todo un ritual, en ningún tiempo imaginé todo lo
que podía implicar una danza sagrada; realizando estas
actividades llegué a tener trances que me trasladaban en el tiempo,
venían a mi encuentro multitud de imágenes de las antiguas
culturas americanas, desde los indios patagones en Argentina
hasta los apaches y pies negros en Arizona y Nuevo México, tuve
la fortuna de observar desde rituales rupestres en cavernas a la luz
de teas hasta sacrificios humanos en pirámides ensangrentadas,
seguía emocionándome e impresionándome el fervor con que los

221
Jorge Quintanar

antiguos realizaban sus ceremonias, podía sentir vibrante su


energía. En su momento el Espejo de Obsidiana pertenecía a
todos los enigmas, era todo un rito el sostenerlo en las manos,
articular las palabras rituales en idioma mexicano antiguo y dejarse
envolver por una atmósfera inesperada, a veces vientos muy
fuertes, otras ocasiones brisa marina, terremotos, silencios de
sepulcro, sombras rodeándome; en fin nunca tuve una clara idea
de lo que podía ocurrir al estar mirando el espejo, ya que eran
sucesos cambiantes y de poca duración, al mirar mi reflejo en el
pozo negro en ocasiones se perdía para dar paso a destellos que
me indicaban que se perdía la concentración y entonces me
invadía la sensación de caer en el vacío desde una gran altura.
Sumergido en esta rutina nada rutinaria, pasaron dos años
más cuando el momento esperado se reveló, cerca de la media
noche me encontraba perdido con mi reflejo en el Espejo de
Obsidiana, cuando éste adquirió un color azul e inmediatamente se
tornó blanco, para regresar al negro, mi imagen y el espejo habían
desaparecido, lo vi por un instante subiendo como una pequeña
claraboya hasta que se perdió en la oscuridad. Finalmente me
encontraba al otro lado del Espejo, en el paraje de los sueños,
sentía mi asombro acrecentarse por la ausencia de todo, es decir,
no había nada, solo me encontraba en mitad de un negro vacío,
por un momento me atrapó la desilusión, me sentía defraudado,
tantos años de trabajo, toda mi vida para llegar a la nada. Me puse
a meditar dentro del sueño, pues había aprendido que de esta
forma llegan todas las respuestas, logré entender que no había
nada pues todo debería ser creado, eran mis sueños yo sería el
creador.
Lo primero en crearse fue el mar, quise un mar en lo alto que
flotara en el vacío a varios kilómetros de altura, que estuviera
contenido por su lecho de unos trescientos kilómetros cuadrados
de extensión, lo primero que necesitaba eran arena y rocas para el
lecho y las playas, éstas las pretendía de color rojo, decidí traer
rocas y arena del planeta Marte, así lo hice, por medio de un
torbellino traje la “armazón” de mi mar, el agua no fue problema,

222
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

vivimos en un planeta acuático, diseñe una determinada fuerza de


gravedad para que no colapsara, había logrado un mar con playas
rojas que flotaba en lo alto, todo lo demás fue más fácil, tracé un
bosque donde estaría mi residencia, grandiosa y fastuosa, al norte
y al sur altas montañas nevadas de formas caprichosas, al
poniente un desierto con ruinas de antiguas ciudades, fauna
fantástica poblando el mar, el bosque y el desierto, me pasaba los
días investigando sobre especies extintas, para recrearlas en mi
mundo onírico. Pasé varios años disfrutando el paraíso de mis
sueños, sólo vivía en la búsqueda de cómo complementarlo, hasta
que me llegó el aburrimiento, acababa de resolver el último
problema que me había planteado, consistía en un sistema de
nueve soles de diferentes colores con órbitas semicirculares que
recorrieran mis sueños de forma tubular y continua, es decir, al
terminar el sol azul su recorrido, lo haría después el rojo que hacía
brillar el mar y las playas de una forma intensa y hermosa, después
seguía el blanco y así todos los demás hasta volver a repetir el
ciclo, fue un prodigio de ingeniería el haber logrado tal precisión ,
me sentía muy orgulloso de ello. Sin embargo el aburrimiento ya
me había hecho su presa, dejé de investigar animales y plantas,
pues ya no llamaban mi atención.
Fue incubándose una idea en mi mente, al comparar la
perfección del mundo de mis sueños con el mundo real, salía
perdiendo con mucho este último, me parecía una suma de errores
de todo tipo, entonces si pudiera llevar los sueños a la realidad y
suplantar ésta, todo cambiaría, creo que en este punto fue cuando
perdí la razón, pues los sueños de grandeza no me abandonaron
nunca, así deje de pensar con claridad.
Ya había hecho el experimento en una ocasión, llevé un objeto
real a mis sueños, era un hermoso cuarzo gigante, que por más
esfuerzos que hice no pude reproducir a detalle en mi sueño y
decidí llevarlo a mis sueños por medio del Espejo de Obsidiana,
me fue posible hacerlo, aunque tuve un gran disgusto con Salvador
Guerrero, mi antiguo maestro, quien me hizo ver que había
infringido la ley más importante de los sueños y que tenía que

223
Jorge Quintanar

revertirla, porque de lo contrario iba a crear un caos en los sueños


de todos los soñadores conscientes, además me indicó que sería
aislado porque las leyes de los sueños nunca se pueden violar sin
que existan consecuencias, nada de lo que me dijo me importó y
rompí con Salvador y con todos los ensoñadores.
Después de mucho pensar, decidí llevar mis objetos de poder
a los sueños, para trabajar con ellos y sacar mi mundo a la realidad
a través del Espejo de Obsidiana. Sin darle más vueltas me
dispuse a llevarlo a cabo, comencé el ritual con el Caracol y
continúe con la Cihuacóatl, todo mi mundo se comenzó a nublar,
después principió a desvanecerse, cuando me estaba mirando al
Espejo, no vi nada, cambié la vista, no había mar, ni montañas, no
había NADA.
Desde aquel día me encuentro vagando en la nada, se ha roto
mi capacidad de crear, estoy atrapado en este sueño de nada.

Reporte del Hospital General de la ciudad de México:

Paciente masculino de edad indeter-


minada, presenta estado de coma, se
ignoran las causas que lo provocaron. De
no presentarse algún familiar en un
periodo de una semana será desconec-
tado de los aparatos que lo mantienen
con vida.

224
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

MODIFICANDO REFRANES

Manuel Rico Bernal

Hay quienes, en su obsesión, muerden la mano de quien les da de


comer, y mientras más muerden, más quieren seguir comiendo,
como sí los límites no existiesen.

Existen personas que conservan su lento paso todo el tiempo, y


nunca hacen el intento de un ligero trote; quizá vivan tranquilos
pero, claro está, no llegan lejos.

Hay penas que aun consumiendo una torta gigante de varios


ingredientes, no disminuyen, no ceden ni un tantito.

Y después de la tempestad, viene la tristeza, el dolor, la evaluación


de los daños, la indiferencia de las aseguradoras y la burla del
cambio climático, y los que niegan su existencia, todo esto en un
ambiente de calma.

En una boca cerrada no entra ningún insecto y tampoco sale una


palabra de libertad.

A palabras necias, cuidado estamos ante un posible Presidente.

Hoy a cada maestrito, ya no es nada más su librito, sino un buen


soporte tecnológico informático, y si no está totalmente fuera de
lugar.

225
Manuel F. Rico Bernal

BEBÉ GRANDOTE

Manuel Rico Bernal

Se acaba de descubrir en nuestro bello y sorpresivo Universo un


“bebé grandote”, ¡que bendición!, hay un nuevo Planeta que es 13
veces más grande que Júpiter con una edad estimada en 120
millones de años, 38 veces más joven que la Tierra y múltiples
veces mucho mayor que nuestro planeta. Por fortuna está muy
retirado de nuestro Sistema Solar, si fuésemos capaces de
colonizarlo, quizá en breve tiempo sería destruido, siguiendo
nuestro comportamiento “antitodo” actual.

**

Tras un “ultrasonido” de última hora todo parece indicar que se


trata de un alumbramiento gemelar. Bienvenidos al campo de
nuestro conocimiento: dos bebesotes inmensos…

226
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

LA HIJA DE LA FELICIDAD

Adela Rojas Ramírez

Cuando Angelita era muy pequeña, le sucedieron algunos pensa-


mientos estremecedores: “Estoy aquí y yo soy Yo porque
observo… Pero… ¿por qué yo soy Yo y no soy otra, otro? Yo no
soy nadie de ellos. Yo sólo soy Yo porque los otros son los otros”.
Y así con un tanto de susto la pequeña se daba cuenta,
sorprendida: “¡¡Estoy sola!! Yo solamente puedo ser YO y no los
otros. ¡Estoy sola en el mundo con mi Yo!”. La problemática
existencial era pasajera. Como niña, la risa, las imágenes, los
juegos tenían un encanto especial que atraía poderosamente su
atención. Entre el correteo, el canturreo, la interacción y la
imaginación, las preocupaciones se esfumaban rápidamente.
Podía sentir el bienestar albergador, la placidez risueña del alma,
la tranquilidad colorida o atenuada de un paisaje de nubes de
montaña, de horizontes arbolados o secos a lontananza. A veces
su imaginación le sugería suposiciones como “y si ocurriera... a, b,
c, d...”. Un desfile de virtualidades de los hechos de su imaginería
infantil cuya lista podía alargarse indefinidamente, entre las que
podía estar un “y si viniera un tigre...”. Aprendía también del mundo
lógico y sobre todo, que ahí, junto a su madre, estaba segura.
Tiempo después, se le esbozarían temores respecto a su madre,
se le estrujaría el corazón de pensar que algo trágico le fuera a
pasar. Mientras tanto, vivía en la burbuja de la seguridad ¡y feliz!
Porque la felicidad podía ser una sensación envolvente, más aún
cuando mamá la arrullaba entre sus brazos. El bienestar plácido la
acunaba sin que la asaltara ningún mal pensamiento.
Al paso del tiempo, esas sensaciones estremecedoras en torno
a su Yo se iban alejando. En los sueños, se podía romper la lógica,
a su favor, ya que toda amenaza posible era vencida, superada,
solamente con la fuerza de su pensamiento, que, desde el fondo
de su ser era impulsado por su amor propio, por la conciencia de

227
Adela Rojas Ramírez

su “Yo Soy, y no me hagan daño pues quiero vivir bien, hasta en


los sueños. Con esa firme convicción, aunque sus palabras no le
alcanzaban para hacérsela explícita, lograba tener habilidades que
le daban solución: alejarse volando, detener una agresión. Sola,
podía defenderse más en los sueños que en la realidad, donde no
pasaba de rasparse las rodillas o hacerse una pequeña cortadita.
Vivía con seguridad en ese su mundo mágico en el cual sus
necesidades eran atendidas. Todo era resuelto. Después iba
dándose cuenta de que todo costaba un esfuerzo; una voluntad
importante determinaba los logros. Su madre se levantaba muy
temprano, desafiaba el frío, la oscuridad, el calor de la lumbre, el
cansancio, las eventuales enfermedades; todas las incomodidades
eran superadas para conseguir el alimento, la ropa limpia, un
juguete, unos zapatos nuevos. Oyó a su hermano afirmar: “estas
manos poderosas”, mientras observaba en sus manos las de la
madre. Así Angelita vivió un buen tiempo como la niña más feliz del
mundo, lo podía afirmar categóricamente aunque nadie le
preguntara. Disfrutaba de diversos juegos: el de risa mimada con
su madre; los gestos y rimas de su hermano, mucho mayor que
ella; las piruetas graciosas del gatito; el andar inocente de los
pollitos; el paseo de las nubes enigmáticas; la algarabía juguetona
de los pájaros. En la tarde mágica de risas, ya oscureciéndose el
patio, aún correteaba la felicidad imaginativa con cuerpo de niña de
poco más de dos años.
Ya percibía lo que decían de ella, a veces de lo que creían que
ella no se daría cuenta. Cuando su padre le hacía mimos, de
pronto mostraba molestia. Era porque quería que a su hermano le
hiciera los mismos cariños, aunque callaba el motivo. Sólo oía la
protesta del padre: ¡Oh, todavía de que te quiero, tú te enojas! Ante
otras personas, el padre mencionaba que ella era la consentida y
escuchaba cómo ellos planeaban sus quehaceres cotidianos: …y
la niña… que quién se la lleva, que con quién se queda, que qué
va a comer, que fríe un huevito, que rebanas calabacitas para tu
hermanita. A veces su padre le daba una papa asada, le doraba
semillitas de calabaza madura. En otras ocasiones, la abuelita la

228
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

llevaba a su casa, cargándola en la espalda. Y, a pesar de los


quehaceres incesantes, la mimaba con palabras pronunciadas en
tono mágico: “¡qué, mi alma!” y la tarde toda se enternecía para
ella, de modo que la pequeña podía no darse cuenta cuando le
daba un resfriado; no sabía bien por qué su abuela le frotaba el
pecho con sus manos algo rasposas por tanto quehacer hogareño,
pero ella se sentía feliz y protegida. Alguna vez la llevaron de
emergencia al doctor, quien rápidamente le puso oxígeno y dijo
que su vida corría riesgo pero que estuvo a tiempo de salvarse.
Todo lo arreglaba mamá, quien la envolvía con una manta, con un
rebozo o chal dentro del cual se traslucía la luz del sol, o la
albergaba de los misterios de la noche. La burbuja construida
principalmente por la madre era el mundo feliz ¡y en el centro
estaba ella!
Le eran gratos los pollitos, un encanto los gatitos, una
maravilla los pajaritos; así, en diminutivo, lo escuchaba y todo era
divertido. Sus pocos juguetes, mientras representaran más en
pequeño las cosas de los adultos, mejor. Un mundo de fascinación
se le ofrecía día a día entre la magia de las flores, las pequeñas
manzanas y ciruelas de los pocos árboles caseros, las piedrecitas
multicolores de los caminos, las arena brillante de puntitos
dorados, el olor a tierra mojada y limpia, o incluso el trenecito saca-
lengua y los letreros luminosos de la ciudad cercana que visitaba
junto a su madre.
Los juegos con las amiguitas vecinas se impregnaban de
pláticas conociendo más las percepciones de la gente. Podía ya
platicar con la perra y darle todo un discurso de cómo dejar de
portarse mal, de cómo seguir el camino del bien; se narraba
historias de sus juguetes protagónicos. Su participación en los
juegos de ronda en el amplio patio de doña Cirila también añadía
magia a su felicidad. Ahí se juntabas niños y niñas de las calles
vecinas y el tiempo se eternizaba en la tarde adornada de las
vocecillas cantarinas, entonando Doña Blanca, La pájara pinta, El
lobo del bosque, La paloma azul... No veía televisión, ni la
necesitaba para su imaginación; por ejemplo, se le ocurría, aunque

229
Adela Rojas Ramírez

no tenía miedo, la posibilidad de que otros seres pudiesen


observarla desde otro plano y se sentía como si estuviese
actuando para una película aunque no hubiese visto ninguna. En
otros ratos, disfrutaba la soledad del huerto hojeando a ratos los
libros de su hermano. Un día, se le quedó mirando a una página, a
un renglón, a una simpática letra y dijo en tono de juego: y ésta se
va a llamar… ¡iii! Unos años después, en la escuela, lo comprobó.
Después, sus sueños podían mostrarle curiosas máquinas con
pantallas en donde veía números y letras matizados de colores.
Tenían teclas con las que se manejaban datos. Veinticinco años
después, las reconoció en los cajeros automáticos y en las
computadoras. Una mañana, soñaba cómo una virgen con manto
azul extendía las manos recogiendo agua que chorreaba de una
cañería de fierro y la depositaba en otra cañería de piedra, seca.
Casi al instante, su madre la despertaba diciendo: levántate, ya hay
agua para acarrear, ya está yendo la gente. En otras ocasiones,
más de una vez su sueño le mostró una gran tragedia: vio rostros
sangrantes de jóvenes; una estremecedora violencia palpitaba en
el ambiente y una preocupación lacerante la invadía pensando en
su hermano ¡oh, su querido hermano! Y se aterrorizaba ante la
idea de que le fueran a hacer daño. Eran pesadillas inexplicables.
No llegaba ese tipo de noticias a la población, pero muchos años
después cayó en cuenta que, por ese tiempo, se daba la masacre
del 68 en contra de jóvenes estudiantes.
Lo que le gustaba soñar, era que volaba a libre voluntad
sorteando así cualquier peligro y que con el pensamiento decidido
lograba defenderse de todo tipo de amenaza. Era muy extraño
soñar ciudades mecanizadas, como si fuesen de una sola pieza. Y
también era posible hallar en el sueño un artefacto sencillo, volátil,
con una discreta palanca de control, casi una tecla; algo así como
una simple tabla, en la que era posible viajar sentada, a la altura de
los árboles o un poco más, sin ruido motorizado, y seguro, con una
suavidad bien equilibrada. En otros sueños raros, vio una extraña
nave elevándose verticalmente, con reflectores potentes ilumi-
nando hacia abajo. Una presencia estremecedora y trascendente.

230
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

Dizque eran algo así como visitantes de otros mundos lejanos y


desconocidos. En otro sueño vio cómo la gente hablaba de que
algunos de esos seres ya vivían entre nosotros, semiocultos. Era,
finalmente, la imaginación humana manifiesta en Angelita, para
quien los temores o lo desconocido le han señalado siempre la
felicidad que debe resguardar en todo momento, quizá desde su
recuerdo más remoto, el de ser una apacible bebé sin pensamiento
mirando al cielo, transportada por su padre, hasta cuando ahora le
resuenan los peligros de gente que no sabe ser feliz y que detona
tragedias a otros, más lo que pudiere cimbrar al planeta. Ahora
piensa en cómo cumplir el sueño de resguardar a su madre y otros
seres de su amada responsabilidad ante posibles embates
naturales y sobrenaturales de la felicidad que se prometió y se ha
de cumplir.

DON PEDRO Y TEODORITA

Adela Rojas Ramírez

En el parque del pueblo, a las tres y media de la mañana, pasaba


una comitiva con un gran canasto o chiquihuite de tamales, una
enorme olla de atole y una canasta de pan. Se trataba del
tradicional desayuno para los padres de la novia que se casaba
ese día. Una de las personas acompañantes vio un bulto en el
suelo y exclamó “¡Teodora! ¡¿Pues qué haces aquí?!” A lo que
Teodora contestó: “Pues mira, aquí estoy”. Pobre Teodora, ahí
tendida sobre un abrigo, a la intemperie de un poblado frío. Dicen
que llegó de otro poblado, creo que a encontrarse con Pedro.
Afirmaba tener unos tíos en su pueblo, pero a donde llegó no tenía
familiares.
Los niños suelen ser muy crueles si no le les educa o si un
adulto no está pendiente de sus reacciones y listo para frenar esos

231
Adela Rojas Ramírez

impulsos ofensivos. Se les oía decir a los chiquillos: “¡A’i viene la


Teodora!” Y las miradas morbosas corrían más que los propios
niños. O entre pláticas se les oía exclamar “¡Te pareces a la
Teodora!”, como un recurso ofensivo en contra de sus vecinos y
compañeros de juego.
Por las calles polvorientas del pueblo caminaba don Pedro. Un
señor casi ciego, porque veía muy poquito. Se le dificultaba
desplazarse solo y llegar a La Machincuepa a disfrutar de sus
pulques, con los cuales podía compensar un poco la dureza de su
vida. Casi siempre se le veía cargando a su Teodora, una señora
imposibilitada para caminar, y quien también tenía problemas en
los ojos con un poco de estrabismo pero veía mucho más que su
esposo. Se complementaban, pues a uno le tocaba caminar y a la
otra, guiar en el camino. Penosamente, como un Cristo pero con su
cruz por delante, avanzaba don Pedro, por las callecitas del
pueblo. Resistía el peso considerable de Teodora a quien sostenía
en los brazos y apoyaba en las rodillas. Ella era como una enorme
muñeca tullida de las piernas; su desplazamiento dependía de don
Pedro. Sola, en el suelo, apenas podía arrastrarse y con mucha
dificultad. Sin embargo, hacía algunos quehaceres domésticos.
Habrá sido el amor propio de Teodora lo que le haría
sobrevivir, a tanto abandono y agresión morbosa llegó rodando al
pueblo de Pedro. Quizá sus malas experiencias la hacían
reaccionar agresiva ante las ofensas imprudentes de murmullos y
miradas; a veces, aunque ya ni la ofendían, aventaba piedritas o
palabrejas detonadoras.
Pedro tenía una casa. Quién sabe cómo harían el contrato de
vivir juntos y cuál sería la ganancia de Pedro. Ambos pudieron vivir
de la caridad de la comunidad propia y vecina que en la pequeña
ciudad cercana realizaba sus compras. Después de una
peregrinación de varias cuadras, don Pedro lograba llegar al zócalo
donde pasaba el camión. Necesitaba de mucha voluntad y
esfuerzo para poder subir con su Teodora. Los choferes de los
autobuses se detenían pacientemente a esperar el ascenso y no
les cobraban el pasaje. Igualmente, al llegar, después de algunos

232
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

minutos, nuevamente se daba valor para bajarla y llegar a su


puesto de espera caritativa. Recogían en monedas la buena
voluntad de las personas, quienes conmovidas por esa pareja
especial, por el infortunio de Teodora y la osada valentía de don
Pedro, daban lo necesario para su sobrevivencia.
A la gente sensible, se le sobrecogía el corazón al verlos
avanzando en los caminos, hechos uno solo, de vez en cuando
deteniéndose a descansar para luego retomar el camino.
Penosamente, los pasos descompuestos de don Pedro alcanzaban
una esquina. Se esperaba a tomar aire una vez que la bajaba al
suelo, donde quedaba más al alcance de los toscos chiquillos,
porque el señor casi no veía y tal vez oía poco ¿era el cansancio o
las ganas de llegar a la meta del camión o del pulque lo que lo
distraía y por eso no la defendía?
El caso es que Teodorita era algo pesadita en kilos y en
carácter. Podía montarse en un genio de mil demonios y estallar
sus bombas cargadas de resentimiento entre niños, entre señoras
decentes que podían sonrojarse de la palabrería sexual lanzada a
los señores paseantes.
La falta de educación hacía falta en el entorno y en el núcleo
de la atención; el respeto se resquebrajaba entre culpados y
culpables de culpas oscuras aún no bien explicadas. La última vez
que la vi estaba rodeada de moscas, pero respondió tranquila
cuando alguien que no la culpaba le llevó unos vestidos para que
se mudara de ropa: “¡ah, sí, Amalita!” con tono de acuerdo y
gratitud; fueron palabras que embellecieron a Teodorita, resplande-
cieron en la casucha y, supongo, serían suficientes para que la
perdonasen aquellos a quienes se hayan dejado ofender, porque
ciertamente, tendríamos que encontrarla para pedirle perdón y a
don Pedro, también.

233
Adela Rojas Ramírez

LOS CASTILLOS DE ODILONA CASTILLEJOS

Adela Rojas Ramírez

Odilona Castillejos, mujer muy joven, morena, casada, con una


carrera y por si fuera poco, con un trabajo prometedor, se cimbró
cuando una compañera fue aceptada en esa empresa. Para ser tan
joven cualquiera le consideraría una buena lista de atributos pero a
la licenciada Castillejos le parecía insuficiente, ella merecía más.
No tenía la seguridad de que su contrato continuara, tampoco se
sabía la historia laboral de los otros. Una mañana, le zumbó a sus
oídos una nueva noticia, que ni era nueva ni era tan noticia pero
para su criterio prejuiciado era un terremoto. Otra mujer participaría
de las encomiendas de la empresa. Le llegó la versión por otros
oídos y otra boca, pero el asunto fue un estallido de ansiedad.
Sintió que su buena silla empequeñecía, en la oficina, se aparecían
como fantasmas las imágenes de sus nuevas compañeras. Ante
tanta amenaza, lo que resolvía por hacer era negar o negarse a sí
misma la existencia de ellas al no dirigirles la palabra. Parecía que
no las veía y no las saludaba. Las noticias inquietantes que le
llegaban eran las sonrisas, el reconocimiento y simpatía de los
buenos clientes hacia aquellas que le incomodaban en su
panorama o el buen sueldo de las otras trabajadoras y sus
prestaciones. Eso le provocaba una urticaria, una basurita en los
ojos, un desequilibrio en sus tacones, cierto temblor. No podía
ser... Su emoción le indicaba que algo tenía que hacer.
Trabajaba con esfuerzo y algo de buen tino. Su ánimo vibraba
en una frecuencia detectada por otros colegas suyos, aquellos que
tenían su vibración similar, porque los otros, no se daban cuenta,
confiados en la sonrisita modosa de Odilona. Aquellos que podían
beneficiarse de su atinado trabajo los empañó la emoción de ser
condecorados y la apoyaron ciegamente para continuar sus
propuestas. Por lo bajo, ideó un golpe ciego para sus compañeras
trabajadoras. Encontró un cortejo que la coronaba de elogios y

234
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

celebraba sus murmullos y comentarios desacreditadores. Hubo


otros que no eran ni tan inocentes ni tan arrastrados a su
aprobación y que filtraron la información de sus enconados
ataques, máxime cuando se trataba del incuestionable prestigio
internacional del Departamento de Clarificación de Verdades
Construidas o del Departamento Local de Cuestionamiento Lógico,
o del Departamento Nacional de Estudios de la Memoria Colectiva.
Sin embargo, Odilona logró una Beca de descanso, firmada por el
gerente de la empresa, con visto bueno del supervisor de Control
de Calidad y protegida por el checador de personal. Estaba
triunfando aunque la comunidad no le aplaudió.
Un día, algunos descubrieron huellas de su mano en la piedra
que preparó para golpear a sus compañeras. Con la protección de
que gozaba, no trascendió el descubrimiento. Odilona triunfaba,
triunfaba. Su triunfo era una grata compensación al ingrato salario
que no le subían, ¡pero ya se lo prometían! Sus compañeras
agredidas se desalentaban un poco pero seguían trabajando, tan
ocupadas en los requerimientos de los clientes que hasta se
desatendieron a sí mismas con algunas leves consecuencias de
salud.
Después de un tiempo, la empresa recibía un reconocimiento
por los esfuerzos comunitarios, un logro que condecoraría al
presidente supremo de la empresa. Habría nuevos cambios que
restructurarían las comisiones. Una de las beneficiadas fue Odilona
Castillejos sobre todo por su buen tino desacreditador, para cuando
hubiese voces capaces de cuestionar los derechos laborales de los
trabajadores. Se moldeaba por una habilidad similar a la de la
Diana cazadora, pero ésta neutralizaba o atenuaba los
señalamientos de los que demandaban respeto laboral.
Tan buena carrera política podía ser reconocida por cualquier
aspirante a las comisiones a nivel nacional y al gerente le alababan
su buen acierto que lo mantendría con los privilegios de que
gozaba. Pero un día, sin darse cuenta, estaba siendo desplazado
de su comisión por Odilona Castillejos. No pudieron hacer nada
sus colaboradores cercanos porque ya su nueva patrona les tenía

235
Adela Rojas Ramírez

la promesa de una comisión más alta, además de un Premio al


Mérito Empresarial, que haría eco en la localidad.
Sus compañeras, seguirían trabajando para evitar cuestiona-
mientos. Además habían consolidado la estructura departamental
que daba razón a la existencia de la empresa. Odilona tomó una
silla alta, un escritorio alto y amplio en la parte central. Se elogiaba
y comía, comía satisfaciendo su época de espera. No se esperaba
la caída, cuando ella misma derribó su silla haciendo gala de
equilibrio poniendo los pies en el escritorio resbaladizo. Fue mala
su política, decían. Despreció a quienes hubieran podido
sostenerla. Se golpeó solita la cabeza, rompió su corona distintiva,
y hasta se mordió la lengua. “Vamos a socorrerla, pero conste que
no lo haces por nada, va a tener que descansar sin poder regresar;
por la ley reformada, ante la crisis actual, a los que se incapacitan
o descansan ya no les pagan, sólo les dan un papel con la
promesa de sueldo acumulado mientras se mueren. La licenciada
Castillejos votó porque se aprobara esa ley ¿te acuerdas? Y el que
era antes el checador, o no sé si el otro, suspendió la nómina de
bonos especiales. Coperacha para sus primeros auxilios, porque a
los médicos del Departamento de salud ya los despidieron, están
atendiendo los del Departamento de limpieza con uniforme de
enfermeros. A ver si las compañeras de Enlaces internacionales le
consiguen un doctor a distancia, pero ya sabes que la señal de
internet está muy lenta o a veces con los hackers autorizados se
suspende el servicio por la zona.”
¡Bueno, ya! Levántate a Odilona...

236
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

EL FAUL DEL FUT

Adela Rojas Ramírez

Esta no era una vez. Eran muchas veces. Esta no era una voz. Era
una multitud de voces que repudiaba a la Instancia de Legalización
de Goleadores por permitir el trofeo los que cometían faul. Este no
era un presidente, eran muchos presidentes que reencarnaban en
la misma Liga de Partidos de Futbol que metía el mismo tipo de
goles a nombre del mismo equipo. Este no es un cuento, son
varios cuentos que se integraron en el mismo discurso. Pero, sobre
todo este no es el mismo público de los gritos y aplausos a los
premiados, o tal vez sí. Sin embargo, es el mismo lugar donde se
publicita incluso en las telenovelas. Había una vez, un gran
goleador... Y las porristas gritan la misma porra. La gente tiene
prohibida otras diversiones, a no ser que las inventen.
Así sonaba por el micrófono la voz al lado del Estadio de la
Liga Azul-Granada. De pronto, un rayo se incrustó en medio del
estadio. La multitud acalló los gritos, enmudecida por la sorpresa,
ensordecida por el estallido. Cuando se repusieron, pensaron que
era el Jefe de Premios que había decidido otro ganador para que
no perdiera las divisas apostadas en el Banco de Trofeos de Oro y
Plata. Sin embargo, cayeron otros rayos disparados por invasores
de otra liga, que no querían comprar a los jugadores, porque de
esos se podía hallar a montones porque no necesitaban jugar bien,
sino al apreciable público que había sobrevivido por mucho tiempo
pagando para aplaudir los falsos goles, comiendo restos de comida
enlatada, de bebidas cancerígenas, vistiendo camisetas y zapatos
plastificados y todavía con ganas de gritar hasta con sus hijos. Se
planeaba inducir y exportar a ese público y a las porristas a otro
país por las ganancias considerables.

237
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

DOÑA AMALIA

Amauri Sarmiento Barrios

Dedicado a doña Amalia Ramírez Ángel

En nuestra doctrina capitalista y en nuestra cultura occidental se


nos ha inculcado, y fácilmente hemos aprendido, que la
acumulación de bienes y un mayor consumo son señales de poder,
bienestar y felicidad.
Un día, cuando sentimos la necesidad —si nos alcanza el
tiempo— de cerrar el círculo, miramos hacia dentro y hacia el
oriente, e intuimos que se precisa de otro tipo de satisfactores para
un ser equilibrado. En el mejor de los casos, empezamos a ser
humildes y nos deshacemos de algunos lastres para nuestra vida.
A veces en la existencia tenemos la oportunidad de aprender
de las historias de algunos seres que han resuelto su vida de una
forma austera pero sabia, con una perspectiva que no privilegia la
acumulación de bienes ni de afectos, sino la paz del despren-
dimiento material y del equilibrio emocional. En este sentido, ojalá
tengamos la fuerza y el tiempo para alcanzar la armonía y la paz
de doña Amalia.
Amalia no fue a la escuela porque no la mandaron, únicamente
a su hermano, hasta que “llegó el señor Manuel Ávila Camacho y
ordenó que aprendieran todos los que no sabían leer”. Allá en
Ixtenco, su pueblo, “se apuntó su nombre”, una maestra les daba
clase en la casa de Micaela Hernández. La profesora era Julia
López, quien era originaria de Hidalgo, tenía cuatro hijos y era
viuda, no se quería con su suegra, doña Micaela, quien la acusaba
de haber engañado a su difunto hijo de ser más joven de lo que en
realidad era.
En su momento, no la mandaron porque “no sé quien le dijo”
—a su mamá— que “a las muchachas no conviene mandarlas a la
escuela porque luego se casan y qué gana uno”. Doña Rosario “tal

239
Amauri Sarmiento Barrios

vez lo creyó” y ya no la mandó. Cuando apuntó su nombre, le daba


vergüenza porque ya era grande, tenía 20 años y los demás tenían
entre siete y quince años.
La maestra le decía que no hiciera caso de su edad y que
aprendiera lo que le enseñaba. Así aprendió a coser, bordar y tejer,
pues ya sabía punto de cruz y pepenado. Aprendió a leer y a
escribir, aunque a veces faltaba hasta una semana por tener que ir
a trabajar —estudió como año y medio— lo que era de su agrado y
los hijos de la maestra también le enseñaban.
Se casó y se le olvidó lo aprendido porque ya no leyó. Con su
segundo esposo, leía la Biblia pero no se le quedaba. Cuando éste
murió —en 1999— vino a Puebla a vivir con su hija, ya casada, y
con el libro de lecturas bíblicas volvió a leer y a comprender lo que
leía. Ahora —a sus noventa años— ya no lee porque no ve las
letras.
Con enseñanzas elementales, con el reto de comunicarse en
una segunda lengua, con la valentía que se requiere para vivir al
día —para comer del producto de su trabajo cotidiano—, con la
complejidad de enfrentar a quienes le disputaban o quitaban lo
poco que tenía, doña Amalia es —para mí— un ejemplo de la vida
buena.
A su papá, Gregorio, lo mataron en abril de 1926 porque
andaba promoviendo el reparto de las tierras de un hacendado, a
ella “el sueño le enseñó a su papá herido” y su tío abuelo Fernando
Ángel lloró cuando ella, siendo una niña de menos de cuatro años,
le refirió su sueño.
Amalia se quedó sin su padre antes de los cuatro años y con
su hermano Aurelio de cinco meses de edad. De por sí habitaban
en un solar familiar —propiedad de su abuela Francisca— a la
sombra de su tío Abuelo Fernando Ángel, pero con la orfandad de
padre se acentuó la protección de su tío abuelo, quien fue un
verdadero ángel para ellos.
La circunstancias de escasez económica reforzaron su
carácter humilde y prudente; desde su tierna infancia aprendió que
lo que tenían o consumían sus familiares estaba vedado para ella.

240
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

Su lengua materna fue el otomí o lo que lograba aprender ante la


desatención de su mamá, debida a su necesidad de trabajar ante
la defunción temprana de su esposo.
Desde los seis años, Amalia –menuda y morena– iba al campo
a cuidar a su sobrino Memo Bixano, porque sus papás tenían que
trabajar y le pagaban un cuartillo de maíz por día.
Desde los siete años iban “al corte de café” al estado de
Veracruz, a las haciendas Orduña y Roma, donde les pagaban a 2
centavos el kilo, reunían entre 60 y ochenta kilos diarios entre los
tres (Rosario, Amalia y Aurelio). Se quedaban en galeras en el
campo.
Cuando tenía nueve años su mamá habló con Serafina Cajero
y “le pidió favor” para que le enseñara pepenado y la premió con
una gallina rayadita ponedora. Serafina era hermana de María
Cajero, quien era esposa de José Medina, medio hermano de su
papá. José moriría cerca de Córdoba, mientras partía leña, al
recibir una bala perdida de una riña entre borrachos.
A sus doce años ayudaban a su mamá (ella y su hermano) a
desyerbar para que “se componga la milpa” —se dé la mazorca—,
a juntar piedra para escombrar y que pudiera entrar el arado y
pudiera crecer la milpa. Llevaban “una servilleta de tortilla”, como
kilo y medio, y “una olla de frijol o de chile con pollo”. Se iban
desde las ocho de la mañana, haciendo una hora de camino hasta
el campo.
A los quince años empezó a salir a vender a Huamantla con su
tía Chuchita. Vendía napalitos, tunas, duraznos. Iba al campo,
hacía la comida, lavaba la ropa de su familia, acarreaba agua
desde la fuente del parque o desde el estanque que aún llaman “La
Conchita”; a partir de sus 18 años empezó a desplazarse a la
ciudad de México para su vendimia.
Cuando estaba aprendiendo a leer se dejaba guiar por Antonia
Hernández, la hija de su maestra; para sus ventas en la capital del
país, se quedaban a pernoctar con las hermanas de la maestra. En
ese tiempo eran pocos los habitantes de Ixtenco que se iban a
trabajar a México, donde encontraban a otros inmigrantes del

241
Amauri Sarmiento Barrios

Estado de México que hablaban una variante de su lengua otomí.


Antonia, pocos años mayor que Amalia, “moriría de la brujería
que le hizo” —como venganza— la esposa del hombre con el que
se casó, ya que éste le ocultó que era casado.
Posteriormente, Amalia venía a vender a Puebla, poniendo su
puesto a un lado de una tienda de acumuladores, frente a la
Comisaría; ahí la localizó Crisanto Rojas, quien sería su esposo y
quien pasaba ranchando las papas que llevaba cargando en un
ayate, mientras afirmaba vender en la calle de Los Gallos, aquí en
la capital poblana.
Crisanto había emigrado de Ixtenco, huyendo de un tío con el
que estaba arrimado, pues los bueyes de su tío habían dañado la
milpa de los vecinos al quedarse dormido por su debilidad de no
comer; la dueña llegó, le quitó el cotón y el sombrero, y lo fue a
acusar con su tío, quien se enojó y le pegó.
El papá de Crisanto tenía una nueva esposa que lo dominaba
y le impedía ayudar al hijo de su primer matrimonio. Crisanto pidió
prestado dinero a un amigo para venir a Puebla, donde lo invitaron
a trabajar —cuidando vacas— en Santa María Zacatepec.
Posteriormente regresó a Puebla, donde revendía papá y frijol.
Todos los días la iba “a molestar”, ella no le hacía caso, hasta
los dos años lo aceptó. El papá de Crisanto habló con su mamá y
su hermano —ya casado, entonces—, pusieron de plazo siete
meses. Su mamá le decía que no se casara pero ella —aunque le
daba miedo— “ya no vio remedio” pues no le gustaban las
costumbres de su cuñada, esposa de su hermano, con quienes
compartía la vivienda.
Se casó relativamente grande —a sus 31 años— con Crisanto
Rojas, en una boda doble, ya que también se casaron Luz Rojas
—medio hermano de Crisanto— e Isabel Torres, quienes han
abandonado ya este mundo en años recientes.
Amalia y Crisanto fueron padres de cinco hijos, pero solamente
Juan, el mayor, y Adela, la menor, llegarían a la edad adulta. Como
lo había previsto doña Chayito, Crisanto se encargó de hacerle la
vida pesada a doña Amalia, a causa de su afición a la bebida,

242
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

aunque ella siempre se preocupó por atenderlo y de curarlo en sus


padecimientos; murió cuando había decidido dar un giro a su
conducta, al ser atropellado a la entrada del pueblo, mientras
algunos vecinos se beneficiaban económicamente por encubrir a
los responsables.
La historia parecía repetirse, doña Amalia queda viuda con un
hijo de 20 años —casado y padre de familia— y teniendo a su lado
a su hija de once años, quien recibe mayormente la desventaja de
quedar huérfana de padre, pues ese desequilibrio permitió que
dejara de estudiar algunos años al concluir la educación primaria.
La vida de Juan no se caracterizó por la conciencia y la
gratitud hacia una madre que hizo lo que estuvo a su alcance por
convertirlo en un hombre de bien. No dejamos de advertir la
paradoja de que una mujer humilde y mesurada tuviera como hijo a
un ser soberbio e indisciplinado.
Por su vida imprudente, Juan le dio muchos dolores de cabeza
a su mamá, a quien le birló su propiedad con la casita en que lo
dejó viviendo ya casado, pues ella decidió regresar a vivir con su
hermano Aurelio ante la agresividad de su nuera, quien fue capaz
de correrla de su propia casa. Finalmente, Juan fue asesinado de
manera sospechosa, camino a un pueblo vecino —cuando había
mencionado a su hermana un cambio en sus proyectos— muriendo
prematuramente a los 38 años, sin que se responsabilizara a nadie
de su muerte.
Amalia iba a Apizaco a vender semillas y dulces, cuando su
hija se fue a estudiar allá la secundaria abierta y mientras lograba
estabilizar su situación, respecto a dónde vivir y cómo sobrevivir
ante una situación precaria; rentaron un cuarto que se inundaba y
luego rentaron otro mejor, de 250 pesos, después de un tiempo
—dos años— en que vivió con una viejita ideática que tenía una
tienda de abarrotes. Chenchita no permitía que nadie saliera o
entrara después de las siete de la noche, no quería que prendieran
la luz, no quería que usaran la estufa, no quería que lavaran la
ropa… Adela, que estudiaba la preparatoria en la mañana, salía de
trabajar a las once de la noche y Chenchita no le habría permitido

243
Amauri Sarmiento Barrios

regresar a casa a esa hora.


Allá en Ixtenco, en 1983, muere doña Chayito, mamá de
Amalia, mientras su hija egresa de la preparatoria en Apizaco y
decide continuar sus estudios en Puebla.
En Apizaco, Amalia conoce a un vecino de su pueblo, don
Pancho, es decir empieza a tener trato con él, que era viudo como
ella. Se casan en 1984 por lo civil y por la iglesia evangélica, para
entonces su hija Adela ya estudiaba la licenciatura en Puebla. Se
casaron en San Antonio Texca, en ocasión de una visita a ese
pueblo. Antes, en Apizaco, él le empezó a platicar de su religión.
Antes de eso era católica y “cada cuando” iba a la iglesia.
Él la adoctrinó diciéndole: que si los católicos adoran
imágenes… que sólo repiten los rezos… que la Biblia dice que
Jesucristo es el único camino… que no es bueno que la pareja
tenga religiones distintas.
Con don Pancho compartió un matrimonio de quince años, ella
siempre pacífica y atingente junto a un esposo autoritario y diez
años mayor, el cual no siempre le permitía visitar a su hija en la
ciudad de Puebla, quien estaba dispuesta —llegado el momento—
a acoger a su progenitora si ésta enviudaba por segunda vez, en el
entendido de que don Francisco había heredado en vida a sus
nietos todas sus propiedades.
Unos años antes de su deceso, don Pancho empezó a
“barruntar”… primero se le metió la idea de que quería irse a un
asilo, pero se desanimó al enterarse del costo de ese capricho…
se negaba a invertir en algún aparato eléctrico que aligerara el
trabajo de doña Amalia, argumentando que él ya pronto moriría…
empezó a pregonar que ya se quería morir, que la comida “ya no le
sabía”…esto ocurrió después de ser llevado por su hija a la ciudad
de México para ser atendido de un padecimiento en su salud, allá
se agravó y regresó para morir en su pueblo.
Doña Amalia había pasado a visitar a su hija a Puebla con la
mira de alcanzar a don Pancho en México, lo cual ya no fue posible
por su propia enfermedad, diagnosticada como tuberculosis renal.
Es avisada de la gravedad de su esposo, viaja al pueblo y él ya ha

244
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

fallecido. Después, ella viene a vivir con su hija a la capital


poblana.
En doce años de convivencia cercana con doña Amalia, he
tenido la oportunidad de advertir su perspectiva de la vida, siendo
alguien que no guarda resentimiento a pesar de los tragos amargos
que ha pasado, es una persona muy activa, con muchas ganas de
vivir y de ser útil, pero que no le teme a la natural partida hacia el
arcano.
Nunca se aferró a los territorios que otros le disputaron ni se
resintió por los afectos que el infortunio le arrebatara. Su
alimentación es sana por humilde, la que el mismo campo le ha
proporcionó, en tanto nos reímos de mi injusta ironía: “chile, frijol y
tortilla, antes de la iluminación; chile, frijol y tortilla, después de la
iluminación”, parodiando el pensamiento budista.
Mientras el común de los humanos tratamos de acumular
bienes y de aferrarnos a las comodidades, ella va requiriendo
menos espacio y vuelve superfluo lo que para nosotros es
indispensable.
Bendigo a mi suegra, doña Amalia, y sólo puedo desear, para
mis seres queridos y para mí, que alcancemos su equilibrio
emocional ante la vida y su paz espiritual ante la muerte.

Puebla, Pue., a 25 de noviembre de 2012

245
Amauri Sarmiento Barrios

TODOS SOMOS GENARO

Amauri Sarmiento Barrios

Enfrento con cierta incomodidad el eventual encuentro con Genaro,


un excompañero de trabajo, ya jubilado, de quien podemos decir
que se ha quedado estacionado en los años setenta, cuando
entonces él andaría en los veinte abriles y se creía en la posibilidad
de que se propalara una nueva ética política, basada en la doctrina
marxista, para avanzar hacia una sociedad económicamente más
igualitaria.
Ya en el presente milenio, en reuniones de simpatizantes del
Partido oficial de izquierda, se ha levantado de su asiento para
hablar de las cooperativas agropecuarias, provocando el rechazo y
los denuestos de una turba que no se preocupa de esas cuestiones
y menos en víspera de procesos electorales, retirándose Genaro
con su conclusión, espetada por lo bajo: “Pendejos, el Partido sólo
los va a usar para pegar propaganda”.
Otras veces, lo hemos visto pedir la palabra en medio de
reuniones sindicales para plantear e informar de la nueva
organización de sus luchas comunistas: “Apremia generar las
condiciones necesarias para que los de abajo podamos ser dueños
de nuestros destinos, cuestionando las formas representativas o
parlamentarias que suplantan la voluntad popular, para estructurar
un nuevo proyecto de poder”… teniendo que claudicar ante la
impaciencia y la rechifla de sus congéneres —que no de sus
camaradas— acusándolo de no centrarse en el objeto de la
discusión de ese momento.
En alguna ocasión toma el micrófono para comunicar que en
esos instantes parte como delegado a alguna asamblea de la
Organización Nacional del Poder Popular a efectuarse “en algún
lugar del territorio patrio”… y, en otras —ya exasperado— para
presentar su renuncia al gremio independiente universitario y
mandarnos francamente a la chingada.

246
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

Así lo vemos —con su piel clara, con su estatura mediana y con


una indumentaria informal— haciendo su labor con compañeros
que “le dan el avión” o que de plano, al verlo venir, “le sacan la
vuelta”. Y uno quisiera creer en su discurso de que las masas
populares puedan concientizarse y hacerse dueñas de su destino,
identificándose con los íconos revolucionarios: Emiliano Zapata,
Francisco Villa y El Che Guevara… aunque nos cueste soslayar
que son esas masas populares las que refrendan en las urnas, por
cien pesos, la hegemonía de los poderosos en nuestra tierra.
Sin embargo, no podemos restarle romanticismo a su accionar
aunque sepamos que —en nuestro contexto— los adolescentes
universitarios están muy lejos de interesarse, ya no digamos por
las luchas populares sino por la política misma, junto a unos padres
dispuestos a cachar con obediencia perruna los obsequios de la
clase política dominante y ceder inconscientemente su voto para
perpetuar el estado de cosas.
Tampoco podemos soslayar el ejemplo que los estudiantes
han tenido de sus maestros y de los funcionarios escolares,
prototipo del pensamiento político único y que casualmente
coincide con el de la jerarquía universitaria, cancelándose —casi
hasta el exterminio— cualquier espacio de disidencia. Sin olvidar la
estrategia de esos líderes morales que alambican los restos de
ilusoria inconformidad para aparentar una oposición que finalmente
abandonan, negociando beneficios para sus familiares y amigos,
traicionando el respaldo de aquellos que creyeron en la
autenticidad de su movimiento político opositor, siendo un puro
simulacro.
Sin embargo, no podemos dejar de reconocer la loable actitud
—hasta cierto punto, inesperada— de aquel grupo de estudiantes
que fueron capaces de cuestionar e inspirar el movimiento crítico
de otros sectores estudiantiles, frente al candidato oficial a la
presidencia de la república y su aplanadora gubernamental, junto al
servilismo de los medios de comunicación; grupo de estudiantes
que hicieron historia bajo el nombre de “Yo soy # 132”.
El romanticismo de Genaro puede equiparse al de otros

247
Amauri Sarmiento Barrios

personajes de nuestro medio, como la directora de teatro que se


afanaba en interesar a actores desvencijados para presentarlos en
lugares disímbolos e inapropiados o, perdiendo la dimensión
temporal, haciendo la dama joven en escenas pasionales que
convocaban a la burla o a la compasión, más que al erotismo, a los
escasos espectadores.
O como aquel periodista crítico que nos platicaba de sus
grandes proyectos en los que, según afirmaba, estaban
interesados varios “billetudos” de la comarca, los cuales nunca
acudían a las reuniones prácticamente desiertas.
O como el líder de nuestro sindicato independiente —con una
lucha ya de muchos años— que acepta la inminente muerte natural
de su asociación, en poco tiempo, viendo como parten
sucesivamente algunos agremiados hacia la otra dimensión,
cuando tiene que aceptar —ante su reciente infarto— que a él
mismo ya lo andan rondando los zopilotes… y que, a pesar de eso,
espera la toma de conciencia de sus afiliados —más allá de su
actitud utilitarista y gandallezca— en lugar de establecer medidas
de presión para obligarlos a participar a cambio de los beneficios
que reciben.
O como aquellos compañeros que aún solicitamos y
trasladamos las cuotas de los contados sobrevivientes de nuestro
sindicato en el convencimiento de que son necesarios espacios de
disidencia y de auténtica defensa laboral.
O como los que hemos invertido, a cambio de la satisfacción,
en crear espacios alternativos y gratuitos para que otros locos
puedan encontrarse en el teatro de la vida con otros yos y con sí
mismos.
Esa maestra de teatro es Genaro, ese periodista crítico es
Genaro, ese líder sindical independiente es Genaro, esos
sindicalistas disidentes somos Genaro, esos teatreros marginales
somos Genaro…los estudiantes del “yo soy # 132” también son
Genaro.
Este año 2012, según cifras oficiales, casi 16 millones de
electores y nuestros descendientes creímos posible una

248
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

transformación pacífica de nuestro país y tuvimos que aceptar


—una vez más— que las instituciones no estaban a la altura de
nuestra voluntad… Casi 16 millones de genaros…
Aunque ya no me es posible compartir el discurso y la
estrategia política de nuestro excompañero de trabajo, de alguna
manera: Todos somos Genaro.

Puebla, Pue., a 25 de noviembre de 2012.

249
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

SANTO NIÑO DE NUMARÁN

María Elena Solórzano

Desde hace muchos años visito un pueblito del Estado de


Michoacán llamado Numarán, “lugar de aromas”, pues en este
lugar abundan los árboles llamados Tzacalaxóchitl de flores
amarillas y rosas que despiden un perfume muy agradable. Este
pueblo se ubica a quince minutos de la ciudad de la Piedad, por la
carretera a Morelia. Era muy típico, recuerdo sus calles
empedradas que formaban listones de pequeñas piedras que
bajaban y subían; cuando los aguaceros de mayo y junio el agua
corría alegre como un cascabel buscando el camino hacia el río, a
veces era tanta que se desbordaba y llegaba a la puerta de
algunas casas. Me gustaba meterme a esas aguas cristalinas, los
niños atrapaban renacuajos para ponerlos en el aljibe que tenía el
corral para regar las macetas y lavar el patio con una hierba que
hacia espuma y que mi tía llamaba xi-xi.
El jardín municipal repleto de plantas y flores, la calle Real
venía desde la carretera y terminaba en la orilla del pueblo. En el
lado de la calle Real había una rampa de empedrado con dos
frondosas jacarandas y una parota que le daba una bonita vista,
después pusieron puestos de comida, carnicerías y hasta una
tortillería y echaron a perder el jardín municipal.
La iglesia de este pueblo es muy amplia y hermosa, parte de
su fachada es de cantera rosa, me encanta asistir a las ceremonias
religiosas: bodas, bautizos, primeras comuniones y hasta los
velorios, cuando me han invitado mis parientes a Estados Unidos
entre las cosas que más extraño estando allá, son estos festejos,
sólo en México se hacen así:
El día del bautizo es un gran día, pues el niño se hará
cristiano, le quitarán los cuernitos que aunque invisibles po’s allí
estaban. El padrino le regala un ropón blanco y una medalla que el
niño llevará toda su niñez. La iglesia repleta de flores recibe a los

251
María Elena Solórzano

infantes, a los papás y a los padrinos. Las mujeres se han


comprado un vestido nuevo, zapatos y se han enchinado el
cabello, los hombres se ponen el traje negro que vistieron el día de
su boda, los padrinos también echando tiros y el niño fue bañado
con agua de azahar para perfumarlo.
Las bodas son en grande, pues hasta la más humilde de las
parejas adorna la iglesia con flores, contrata cantantes, se corre la
alfombra, las damas con vestidos largos, los padrinos también de
gala. Todos los familiares derraman lágrimas por “la niña que ya se
nos casa”, por el varón que hace tres años todavía jugaba al
trompo con sus amigos, así es la vida “unos p’a arriba y otros p’a la
tumba”. La fiesta es con banda, los papás de los novios mataron
unos marranitos y se dará de comer a todo el pueblo: carnitas,
arroz, fruta en vinagre, frijoles refritos y tortillas recién hechas para
taquear; comida natural, sabrosa y nutritiva.
Las primeras comuniones me enternecen porque las niñas
llevan su blanco vestido y parecen palomitas prestas a volar. Se
ven preciosas, el lloradero de las mamás durante la misa es
inevitable. Terminada la solemne ceremonia vámonos al desayuno:
atole de masa con piloncillo o de maicena y guayaba o un espeso
chocolate acompañado de tamales de dulce y corundas (tamales
típicos de la región hechos de masa y envueltos en hojas de maíz,
cocinados a vapor), ya cocidos se sirven en rodajas, se bañan con
salsa de tomate picosita, picosita, crema y una rebanada de queso
fresco. Humm ¡Qué delicia!
El obispo acude al pueblo periódicamente para confirmar a los
niños en la fe católica. Los chamacos ya grandecitos son
confirmados, ahí van muy orgullosos con su traje nuevo, bien
bañados y peinados con gel. Las niñas no es necesario que asistan
a la iglesia de blanco, se presentan a la ceremonia con vestidos de
diferentes colores, pero elegantísimas, con sofisticados peinados.
Y después la fiesta, como platillo principal una birria estilo
Michoacán nos espera en la casa de los confirmados. Salud con
horchata o con cerveza, pues el calor está para tostar garbanzos.
Todo el pueblo asiste a los velorios y todo el pueblo acompaña

252
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

al difuntito a su última morada. La capilla ardiente se instala en los


tejados que tienen la mayoría de las casas, se coloca en medio el
ataúd y flores blancas alrededor. Hace tiempo se acostumbraba
alquilar algunas plañideras para incitar al llanto, esa costumbre va
desapareciendo. El luto se guardaba de dos a tres años, algunas
viudas ya no se quitaban el luto el resto de su vida, ahora es de un
año cuando mucho, el muerto al pozo y el vivo al gozo.
Se reparte café con o sin aguardiente, pan de dulce, tamales y
cigarros. También aquí existe la costumbre de contar “charritas”
(cuentos colorados). Las señoras de más edad cantan y rezan al
difunto. El entierro en el cementerio municipal es acompañado por
rezos y en algunas ocasiones por música de banda o mariachis.
Una de las celebraciones más singulares es la del 25 de enero,
se festeja al Santo Niño de Numarán. Suceso muy singular. Es del
dominio público la historia de cómo surgió esta devoción.
Hace aproximadamente dos siglos, cuando el pueblo era un
asentamiento de unas cuantas chozas al que se nombró como El
Barrio Alto o Barrio de la Magdalena, los indígenas que habitaban
este lugar construían sus casas con piedras, lodo y el techo de un
zacate llamado romerillo y que cortaban allá por las Lomas del
Arroyo de las Liebres. Los habitantes de este lugar se dedicaban a
fabricar cucharas, bateas y juguetes de madera que vendían en
San Sebastián Aramutarillo y que después sería la ciudad de la
Piedad de Cabadas. La mayoría se dedicaba a la agricultura y al
cultivo de los chilares.
Entre los nativos del barrio había un matrimonio: don José
María Ramírez y doña Teresa Berber, ellos eran muy humildes y se
dedicaban a la agricultura.
Habían llegado las lluvias cubriendo de jade el lomerío,
bajaban las aguas para alimentar al Arroyo de las Liebres. Uno de
esos días Teresita bajó al riachuelo a lavar su ropa y don José
María a recolectar leña seca para el fuego de su casa. Cuando
tomó una rama de huizache y al pasar frente a una cuevita,
escuchó llorar a un niño, empezaron a buscar de donde provenía el
llanto, encontraron una hermosa escultura de un Niño Dios

253
María Elena Solórzano

aparentemente abandonado, asombrados se acercaron para


adorarlo de rodillas y tomar la imagen entre sus manos. Entre las
ropas recién lavadas llevaron aquel bendito niño a su humilde casa
donde le hicieron un altar y lo adornaron con florecitas de San Juan
y pencas de nopal.
Doña Teresita no sabía si decir del prodigio o guardarlo en
secreto, empezó a contarlo a sus vecinos y a mostrar la escultura.
La noticia corrió como reguero de pólvora y empezaron a llegar
peregrinos para conocer al Niño Milagroso que tenía doña Teresa.
Los arrieros que pasaban por el lugar difundieron la noticia y la
fama del niño se extendió. Grandes peregrinaciones se
organizaban para visitar a la Santa Imagen, se convirtieron en
verdaderas romerías, gente que venía desde Tlazazalca y otros
lugares con obsequios: flores y limosnas para la divina escultura a
la que se le empezó a llamar “El Santo Niño de Numarán”. Los
milagros que se le atribuían eran muchos.
La primera capilla se construyó en el solar de los Berber entre
zapotes, guamúchiles y mezquites. Las hileras de gruesos adobes
ya formaban espesas paredes, aplanadas y remozadas en su
interior con pintura blanca de aceite, un guardapolvo color ladrillo y
en su borde superior unas guirnaldas de rosas.
El altar era una mesa de madera siempre cubierta de flores y
guirnaldas que tejían los visitantes. La bendita imagen se guardaba
en un rústico nicho adornada con arcos de flores.
De cuando en cuando en el atrio los danzantes ofrecían con
devoción su música, sus cantos y sus bailes. Una de las danzas
más llamativas era la llamada de Los Huicholes dirigida por un
anciano que tocaba un violín, vestía calzonera de color, abierta a
media pierna, bailaba, brincaba y se movía acompasadamente al
ritmo de su monótona melodía.
Los otros danzantes vestían jorongo de lana roja que les
llegaba más debajo de la rodilla. Abajo su camisa y calzón de
manta. Traían en la mano izquierda un pandero del que pendían
listones de varios colores y con una sonaja llena de arena que
portaban en la mano derecha y que golpeaban constantemente. Su

254
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

cabeza la coronaban con flores. Los niños formaban otro grupo,


ataviados de igual manera. Las mujeres vestían huipiles muy
largos con flecos amarillos formados con palitos sonoros en el
ruedo, también caían de los hombros y la espalda produciendo un
ruidito de acuerdo con el ritmo de la danza. Calzaban huaraches
con suelas de madera que producían un rítmico golpeteo en el
piso. Estos danzantes permanecían desde el veinticuatro de
diciembre hasta el Día de la Candelaria (dos de febrero) en el que
se quemaban pastos y boñiga seca para hacer las hogueras que
se acostumbraban en aquel entonces.
El sacerdote Luis Arroyo promueve la construcción de la actual
ermita que alberga una imagen del Santo Niño de Numarán, pues
la escultura original ocupa un lugar principal en el altar del templo
de Santiago Apóstol patrono del pueblo. Se instituye como fecha
para su magna fiesta el 25 de enero y desde entonces se festeja al
Santo Niño, llegan peregrinos de todo México e inclusive del
extranjero sobre todo de los numarences que residen en Estados
Unidos.
La celebración era el 25 de octubre y se cambió para el 25 de
enero, porque fue el día en que se apareció el Santo Niño. Durante
nueve días a las cinco de la tarde la gente sube a la ermita a rezar
y cantar. Cordeles con banderitas de papel picado en blanco y
amarillo adornan todas las calles.
El 25 de enero el sacerdote relata la historia del hallazgo de la
escultura, después la banda de viento toca las mañanitas, se
celebra una misa solemne y enseguida todos los fieles se preparan
para iniciar una procesión que parte a las once de la mañana y que
llegará hasta la ermita. EL Santo Niño de Numarán es llevado en
andas por varios hombres. Durante el recorrido la banda toca
canciones populares mexicanas y los danzantes entre pieza y
pieza interpretan danzas prehispánicas, el trayecto es largo, por fin
llegan a la loma donde se encuentra la capilla, se celebra otra
misa, el niño es expuesto en una urna de finas maderas construida
ex profeso y los fieles se acercan para hacer sus peticiones o para
agradecer los favores recibidos.

255
María Elena Solórzano

Los numarences llevan algunos alimentos y las familias se quedan


a comer en los alrededores de la ermita, todos conviven
alegremente y uno que otro se anima a cantar con los conjuntos y
guitarristas que amenizan el lugar.
A las seis de la tarde la gente baja, pues el Niño regresa a la
parroquia. El niño es arrullado por varios labriegos, y es muy
conmovedor ver como sus encallecidas manos lo mecen con
ternura y devoción y cantan con un tiplecillo alabanzas y canciones
de cuna. Se exhibe nuevamente y la gente se acerca otra vez.
En la noche sigue la fiesta, los niños se divierten en la feria con
los juegos mecánicos, disfrutan también de los antojitos que se
venden, en el kiosco toca la banda mientras llega la hora del
lanzamiento de bengalas que culmina con la quema del castillo.
Los milagros que se atribuyen al Santo Niño de Numarán son
muchos y dan constancia los numerosos retablos que existen. Uno
que llama la atención es el relato de una jovencita que sufrió un
accidente, pues iba en una moto con un galán, la máquina derrapó
y cayó encima de su pierna derecha provocándole fracturas y
quemaduras de consideración. Estuvo internada varios meses en
el hospital y ya estaba programada para amputarle la extremidad.
Los padres subieron a la ermita y bañados en lágrimas le pidieron
al Santo Niño el milagro de que su hija salvara la pierna.
Regresaron al hospital y ese día al revisarla el médico en turno
encontró una leve mejoría, la infección empezó a ceder y la niña
salvó su pierna. Este lugarcito de nuestro México tiene muchas
cosas que contar, lo fantástico es que esto que parece cuento es
real.

256
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

LOS MERCADOS

María Elena Solórzano

Los mercados llaman mucho la atención a los turistas extranjeros;


cuando vienen a México piden que los lleven a visitar un mercado
típico. Entre los pueblos prehispánicos los llamaban tianquiztli, de
donde se deriva tianguis. Era famoso el mercado de Azcapotzalco,
donde se expendían toda clase de mercancías, Tlaltelolco toma
como modelo este tianguis y lo organiza de forma similar.
Bernardino de Sahagún nos describe cómo estaba distribuido y de
esta forma podemos imaginar cómo era el de Azcapotzalco. El
mercado de Tlaltelolco estaba dividido en secciones: en un pasillo
se vendían telas de algodón de diferentes colores, enaguas,
huipiles, tilmas etc.; en otro abalorios y adornos: plumas, piedras
semipreciosas; otra sección exhibía joyas: diademas, ajorcas,
bezotes, brazaletes, orejeras, pectorales de oro y plata
primorosamente trabajados por los orfebres de San Miguel
Amantla; se vendía barro modelado de diferente forma: cántaros,
ollas, cazuelas, comales y sahumerios para quemar copal. El
púrpura extraído de la cochinilla, los tintes y tierras para colorear
también tenían su espacio.
En la sección de herbolaria se encontraban curanderos que
sabían de todas las hierbas medicinales que se cultivaban o
crecían silvestres en el campo, daban recetas de emplastos y
cocimientos para diferentes enfermedades. Orientaban a las
embarazadas y les ordenaban caminar mucho y gatear para que el
niño se acomodara adecuadamente en la matriz.
Había una especie de peluquería donde afeitaban y cortaban
el pelo a los varones y a las mujeres les trenzaban el cabello con
cordones de algodón de diferentes colores.
Tenían una zona para la venta de verduras y carne de
animales: perros comestibles, venados, patos, codornices,
chichicuilotes y otras aves que cazaban en el lago. Había otra zona

257
María Elena Solórzano

donde se ofrecía comida ya preparada y la gente podía comer ahí


o llevarla a su hogar.
Los tianguis de México heredaron esas costumbres y nuestros
mercados son una verbena llena de color, pero están
desapareciendo, es un patrimonio que debemos salvar.
Al mercado de Tacuba se lo acabó el ambulantaje que se
posesionó de la gran plaza que había antes de que entrara en
servicio la línea dos del Metro.
¡Ay, qué distinto era antes! Los sábados y domingos era día de
tianguis, bajaba la paisanada de San Bartolo, San Luis Ayuca, etc.
a ofrecer sus productos. Se encontraba desde una cobija de lana
hasta los aretitos de oro o el anillo de plata 0.720 con ópalos o
turquesas.
En la época de julio, agosto y septiembre llegaban las mujeres
con costales de elotes tiernitos, flor de calabaza, verdolagas,
quelites, ramos enormes de mirasoles (de corolas rosas, moradas
y blancas) poniendo su nota de color. También traían florecitas de
San Juan, blancas, olorosas y breves como un suspiro.
Las pajareras exhibían sus jaulas con pájaros cardenales,
rojos como el incendio de una tarde; canarios amarillos y
cantadores; calandrias de ojos vivaces y húmedos como hojitas
tiernas; verdines que no se quedaban atrás en trinos y cantos.
¡Qué bonitos tianguis los de entonces! Los infantes de aquella
época tuvieron la fortuna de gozarlos y por aquí picaba la nariz el
olor de la menta, allá mareaba el tomillo, la mejorana o la albahaca.
Aquí los racimos de pirul con sus frutitas rojas, alimento predilecto
de muchas aves y de muchos niños, porque eran dulces y les
gustaba comerlos.
El mercado de Azcapotzalco afortunadamente goza de cabal
salud, todavía los chintololos acuden a realizar muchas de sus
compras en este típico mercado. En enero se llena de juguetes. En
febrero de globos en forma de corazón y muchos chocolates. En
marzo de disfraces para los chiquitines que serán: ropavejeros,
payasitos, flores y princesas en el desfile de la primavera. En abril
de dulces mexicanos para el día del niño. En mayo ramos de flores

258
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

por doquier para celebrar a mamá. En junio de artículos para


caballero —quizá esa bufanda tejida con agujas para el próximo
invierno—. En julio las llantas, flotadores y trajes de baño. En
agosto torres de cuadernos, lápices, plumas y todo lo necesario
para la escuela. Septiembre se engalana con banderas tricolores
de todos tamaños. En octubre y noviembre se levantan pirámides
de camotes y calabazas; toda la nave huele a copal; amarillas
flores de cempoaxóchitl y las magenta de terciopelo; las calaveras
de azúcar se antojan al pasar; en cualquier esquina muestra su
osamenta una “catrina” enorme al estilo de Posada, una calaca
bonita, vestida de gala, con sus aretes, zapatos de tacón y su
sombrero adornado con flores, una muerte guapachosa con
muchas ganas de vivir y entrarle al jolgorio de los vivos. En
diciembre la techumbre del mercado se llena de destellos con la
escarcha multicolor que cuelga, los faroles y el heno también le
dan ese ambiente navideño; decenas de piñatas se bambolean en
las alturas y al mirar hacia arriba la gente se deleita con esas
efímeras obras de arte que salen de las nigrománticas manos de
nuestros artesanos: estrellas de pancitas brillantes y siete picos,
zanahorias, rábanos, mandarinas, uvas y muchas frutas más,
barcos en los que los chiquillos quisieran zarpar para navegar en el
mar de los ensueños; también se modelan personajes: Cenicienta,
Blanca Nieves, Bella Durmiente, Sirenita y los más feos: los héroes
que aparecen en las series infantiles en la televisión.
Los puestos de fruta exhiben gran cantidad de tejocotes,
jícamas, cañas, limas, mandarinas y cacahuates y no podían faltar
los dulces de la temporada: la colación que ha sido colocada en
canastitas hechas de papel crepé. Fuera del mercado se han
colocado los puestos que venden heno, musgo y todo lo necesario
para poner un nacimiento: portales, figuras de barro: María, San
José, pastorcitos, el ángel, el diablo, animales y otras curiosas
figurillas; también encontramos pinos ya sea artificiales o naturales,
y todos los adornos: estrellas, escarcha, pelo de ángel, esferas de
todos tamaños, guirnaldas, series de focos y mil colguijes más.
Nuestros mercados son una fiesta de olores, sabores y de

259
María Elena Solórzano

un colorido sin igual, y ¡cómo no!, si tenemos una gran variedad de


frutas que engalanan cada puesto y unas flores que aroman y
llenan de color los pasillos.
Al pasar por la sección de comidas, a eso de las tres de la
tarde, llega el olor sacrosanto de las petroleras No, no son las
propietarias de pozos petroleros. Las petroleras son unas gordas
de masa, más grandes que los sopes y de forma ovalada, se les
llamó así porque empezaron a venderse frente a las instalaciones
de la Refinería “18 de Marzo”. Se han popularizado tanto que ahora
se venden en todos los mercados de Azcapotzalco y del Distrito
Federal.
Y tienen su historia: cuando salía el primer turno de
trabajadores, con el hambre torturando el estómago, todos se
arremolinaban en los establecimientos que se abrieron frente a las
instalaciones de la refinería, las señoras hacían sopes y tlacoyos.
Un día llegó uno de los trabajadores y le dijo a la cocinera: “Ese
sope apenas para un diente, hágame uno grandote del tamaño de
la perra que traigo, digo de la perra hambre”, sus compañeros
soltaron la risa y la señora le hizo una memelota, todos pidieron
otras iguales y decían: “estas sí son para los petroleros”, de ahí en
adelante llegaban y decían “para los petroleros, las petroleras”.
Los “guaraches” son diferentes, también son ovalados, tienen
los frijoles adentro, se les pone salsa y se les agrega un bistec o un
huevo, queso, lechuga y salsa. Las “petroleras” son de la misma
forma, pero se embarran de frijol cocido, molido y espeso; después
se agrega salsa roja o verde según el gusto; se le pone crema y
queso rallado.
Una bebida que se vendía en los mercados era el tepache. Su
elaboración consistía en utilizar las cáscaras de la piña que se
ponían en un gran vitrolero o barril de madera, se le agregaba
azúcar, fermentaba y se formaba una especie de nata en el fondo a
la que se le llamaba madre, se regalaba una porción para los que
querían tener su vitriolero de tepache. Bebida sana y natural que
podía tomar todo mundo inclusive los niños, se bebía muy fría en
grandes tarros de cristal.

260
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

Hay mercados especializados en comida: quesadillas gigantes,


pozole, pancita, chiles rellenos, arroz, chamorros, carnitas,
barbacoa, cabrito y todas las exquisiteces culinarias que te puedas
imaginar. Al pasar, cuando aspiras el olor a cebollitas tatemadas, a
tortillas recién hechas y a chilillo tostado no es posible resistirse,
caes en la tentación de la gula y pecas. ¿Cuál dieta? Total, una
rayita más al tigre…
En los múltiples barrios que conforman las delegaciones del
Distrito Federal, se localizan mercados de diferentes giros como el
de la Lagunilla que ofrece ropa de todo tipo. Y si te vas a casar por
primera, segunda o tercera vez, compra el vestido de novia allí en
el Mercado de la Lagunilla, pues encontrarás una gran variedad de
estilos al alcance de todos los bolsillos y no se te olvide que el
precio que te dan no es el último, regatea y obtendrás un gran
descuento. Las mejores costureras de la ciudad de México están
en la Lagunilla. En una ocasión fue una jovencita a comprar un
vestido de quinceañera a una boutic y fue necesario que ajustaran
el traje de la cintura, y la mandaron nada más ni nada menos que a
un taller de costura con domicilio en la Lagunilla.
Entre los mercados más hermosos están los de artesanías, las
nigrománticas manos de los artesanos han convertido el modesto
barro en aves prestas a levantar el vuelo, en jarrones que
contendrán amarillos girasoles o rosas de fuego, en platones
donde las grecas son tan bellas que pueden decorar cualquier
lugar, en esculturas para adornar los jardines, vajillas pintadas a
mano que son un primor y que le dan elegancia a cualquier mesa
del mundo. Y el vidrio soplado con sus figuras de transparente
cuerpo donde el sol se descompone en vibrantes colores. Rebozos
donde el arco iris se ha estacionado brindando un abanico de color:
el azul turquesa de las campánulas silvestres, el verde donde el
jade se ha trasminado, el carmesí donde la pulpa de la pithaya ha
dejado su esencia, el guinda de los corazones ofrecidos al sol, el
rosa palpitante de las estrellas marinas que habitan el Mar Caribe.
¡Qué colores Dios mío! Los colores de mi Patria. Por eso estoy
tan orgullosa de ser mexicana.

261
María Elena Solórzano

FOTÓGRAFO AMBULANTE

María Elena Solórzano

Otro personaje imprescindible era el fotógrafo ambulante. Por aquí


merodeaba Nachito. Nunca tuvo el dinero suficiente para rentar
una accesoria y poner un estudio fotográfico, únicamente contaba
con una cámara portátil, pues ni modo a talonear todo el día por los
mercados para tomar muchas fotos y dedicar un tiempo a
entregarlas en diferentes domicilios, procuraba fotografiar a las
familias para que le conviniera negociar cuatro o cinco fotos, sabía
que las mujeres no se resistían a tener todos los retratos de sus
querubines, también aprovechaba muy bien la vanidad de las
doncellas. “Señorita, en esta foto parece artista de cine, le da un
aire a Lilia Prado… y usted es igualita a Blanca Estela Pavón”.
En los años cincuenta no era muy común tener en casa una
cámara fotográfica y manejarla tenía sus bemoles: necesitabas
pararte bien y tomar el instrumento con firmeza, porque podía salir
todo borroso o movido; centrar bien la figura pues se corría el
peligro de que las gentes salieran sin cabeza o cargados a la
izquierda o derecha; estar pendiente para que las damas o
caballeros no cerraran los ojos y se echara a perder la foto; que el
niño saliera con su mejor sonrisa a pesar de estar chimuelo y los
viejos cascarrabias se parecieran a los viejecitos de los cuentos.
También había que aprender bien como se colocaba el rollo,
correr la película con destreza para que no se atorara y se
rompiera o se velara; la cámara no se podía abrir pues al llegar la
luz se echaba todo a perder. Tomar buenas fotografías se convirtió
en todo un arte.
Así, iba a los mercados de tal o cual barrio y empezaba a
retratar a los niños o las señoritas que atravesaban por ahí.
Algunas veces le iba muy bien, en otras apenas le alcanzaba para
comprar un pan y un trozo de queso.

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

EL TRAGAFUEGOS

María Elena Solórzano

Al anochecer tomaba posesión del crucero, llevaba una mochila


donde tenía sus enseres de trabajo: una botella de gasolina, un
palo y estopa con lo que formaba lo que sería la antorcha. Siempre
trataba de apantallar con sus llamaradas, parecía que salían de lo
más profundo de su ser, dice el dicho “más vale maña que fuerza”
y el tragafuegos tenía sus secreto, tomaba un poco de gasolina, la
retenía en su boca, escupía sobre una tea semiapagada y ¡zas!, se
encendía en forma espectacular, parecía que le salía una gran
lengua de fuego.
La gente le daba algunas monedas y los niños le aplaudían,
eso era lo que más le gustaba, ni Superman escupía fuego como él
lo hacía, se sentía admirado y cada vez era más audaz, la cantidad
de gasolina que tomaba era mayor y el fuego más grande. Un día
se quemó la boca más de lo acostumbrado y suspendió sus
presentaciones callejeras por más de una semana.
Todos le decían: “deja ese oficio se te va a desarrollar un
cáncer en la boca de tanta quemada”, no respondía, simplemente
se encogía de hombros.
Empezó a sentir dolores muy intensos en la lengua, no hizo
caso, se tomaba un analgésico que aliviaba un poco su malestar
y… ya. Llegó a un hospital público, lo examinaron, le hicieron unos
análisis, los médicos sospechaban que el paciente presentaba
cáncer en la lengua y lo turnaron a Cancerología. Cuando fue
recibido le realizaron una serie de estudios que confirmaron el
primer diagnóstico y además le comunicaron que le quedaban
aproximadamente tres meses de vida. Sólo quedaba darle
analgésicos muy fuertes para paliar el dolor. Salió triste por la
noticia, pero daría sus últimas funciones que serían magistrales
El fuego ya no sólo se producía fuera, ahora se había instalado
dentro de su cuerpo, se sentía arder, excedía la cantidad de

263
María Elena Solórzano

analgésicos que debía tomar en su afán de mitigar sus dolencias.


Ya no podía comer, llegó el día en que ya no pudo sostenerse en
pie, estaba débil y la piel se pegaba al hueso, se encerró en el
cuartucho donde dormía y al día siguiente ya no lo vieron salir, allí
quedó su mochila que contenía sus enseres de trabajo: el palo, la
estopa y…la gasolina.

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NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

ACERCA DE LOS AUTORES

Enrique Aguirre Huacuja. Estamos todos juntos por el favor de un


señor que se le ocurrió dar un espacio con la venia del Señor. Yo
soy un humilde cancionero, y me pongo entre sus brazos, para
compartir mis risas, mis lágrimas y mis fracasos. Nací un cinco de
febrero del año 48 del siglo pasado. Y sigo aquí por alguna gran
razón. Soy chilango de hueso colorado y para aquellos que me lo
han de discutir, que se vayan a dónde nacieron, yo no tengo
problemas con los que son de aquí o de allá. Tuve estudios de
medicina, pero pronto comprendí que no era acumular
conocimientos, sino crecer en actitud. Saber entender el padecer
de los humanos, y saber que somos todos seres los mismos en las
rutas del vivir. Eso de las enfermedades, las estudié en la carrera
de médico cirujano, allá en esa Facultad de Medicina de la UNAM.
También me tocaron paros y huelgas, y hasta los trágicos hechos
del 68. También he sido presidente de la AMFEM con la cual he
compartido la acreditación de las carreras y las competencias
docentes por todo el país. Pero pocos han tenido ese privilegio, de
ocupar ese cancel. Por mis apellidos soy en vasco por lo paterno y
purépecha en lo materno símbolo de mestizajes de lo cual me
enorgullezco.
huacuen@cablevisión.net.mx

Alfredo Alcántar Camarena. Jalisciense de nacimiento. Médico,


Psiquiatra y Psicoanalista. Aficionado a las letras, al surgimiento y
evolución de las ilusiones y perseguidor de utopías como la justicia,
la verdad, la educación, la equidad y la belleza permanente. De
todos modos Profesor Titular de Carrera en la Facultad de Estudios
Superiores Zaragoza de la UNAM. Sus cuentos y relatos aparecen
en diversas publicaciones como en la revista La Pluma del Ganso,
y en las revistas universitarias Tendencias, Episteme, Nematihuani,
etcétera, así como en las antologías: El silencio se mudó al
armario, 2005; Cuentos húmedos y otras historias, 2006, Narrativa
en miscelánea II, III, IV y V, 2008; 2009; 2010 y 2011,

265
Acerca de los autores

respectivamente y Voceo de sombra, 2010, editadas por la UNAM.


otataneno@hotmail.com

Patricia Romana Bárcena Molina (México, 1952). Maestra


especialista en audición y lenguaje con 30 años de servicio
docente; analista lacaniana. Subdirectora de la revista literaria Al
Margen; colabora en las revistas Navegaciones Zur y Actualidades
Educativas; es miembro del Club literario Revista La Pluma del
Ganso. Ha publicado los libros: Traición al diablo; De suerte, amor,
honor y muerte; La noche del nuca; Los cuentos de la romana;
Largas historias en textos breves; Moneda al aire. Algunos de sus
textos han sido incluidos en las antologías Narrativa en Miscelánea
—Cuentos y relatos— I, II, III y IV, publicadas por la Academia de
Extensión Universitaria y Difusión de la Cultura de la UNAM.
romanapaloma@hotmail.com

Rodolfo Cisneros Márquez, originario de Tezoatlán, Oaxaca. Es


director de la Escuela de Artesanías del INBA; obtuvo el título de
Economía en el IPN, estudió el Posgrado en Instituciones
Administrativas en la UNAM y concluyó la Maestría en Diseño
Gráfico e Ilustración. Es miembro tanto de la Academia de
Extensión Universitaria y Difusión de la Cultura, en la FES
Zaragoza, UNAM, como del Jardín del Arte del Distrito Federal y ha
participado en múltiples exposiciones de artes plásticas. Es coautor
en las antologías Narrativa en Miscelánea II, IV y V –cuentos y
relatos–, 2008, 2010 y 2011, respectivamente, así como en Voceo
de sombra, 2010, todas ellas editadas por la UNAM, y Narrativa
Flamingos –cuentos y relatos–, 2011.
cisneros8_7@hotmail.com

María Judith Damián Arcos. Profesora de tiempo completo de la


Unidad Académica Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma
de Guerrero, posee la Licenciatura en Literatura Iberoamericana
por la UAG en 1983 y Maestría en Ciencias del Lenguaje por la
BUAP 1997. 100% de créditos del Doctorado en Ciencias del

266
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

Lenguaje por la ENAH. Pertenece a la planta de profesores del


programa de Licenciatura en Literatura Hispanoamericana desde
1978. Es responsable de la subárea de Lingüística del plan de
estudios de la Licenciatura en Literatura Hispanoamericana de
dicha universidad. Ha dirigido tesis, conducido estudiantes como
adjuntos de investigación en el servicio social y ha sido tutora de
estudiantes del programa de licenciatura. Ha desempeñado cargos
representativo de la UAFyL. Ha publicado artículos en revistas
literarias y culturales, participado con ponencias en congresos y
coloquios internacionales, nacionales y regionales.
damarju@yahoo.com

María del Consuelo Díaz de León de Boom (Chelo Boom). Nací


en el DF cuando jamás respondíamos feo a los padres, no por
buenas personas, sino porque no se tenía ni como tentación.
Estudié Química Farmacéutica Bióloga cuando a las tres de la
tarde, en mi camino a la Facultad, disfrutaba de la hora sinfónica
Corona Extra; cuando se podía manejar lentamente, por decisión,
en la calle de Ámsterdam a la sombra de sus árboles. Los
domingos paseaba a caballo por el Paseo de la Reforma. (No, no
llego al siglo todavía). Hice mi especialidad en Medicina Nuclear y
la ejercí en el Hospital de Enfermedades de la Nutrición, cuando
especializarse y trabajar en ello no era muy solicitado, por el temor
a la posibilidad de quedarse estéril. Tuve siete hijos. Escogí esa
carrera porque en mi duda entre Filosofía y Letras y Química fue
decisiva la película de Madame Curie, por la escenas de amor en
el laboratorio de sus protagonistas. Publique suficientes trabajos,
que en la actualidad son obsoletos y han sido superados, pero
fueron entonces méritos suficientes para ser miembro de la
Asociación Mexicana de Medicina Nuclear y eventualmente dar
clases en posgrados. A la muerte de mi esposo volví a lo que había
dejado pendiente, y entré al Taller del Cuento de Rosa Martha
Sosa. Eso fue un inmediato consuelo, pero lo más importante es
que me ha permitido conocer personas importantes y valiosas que
son mis amigos y que han tenido la gentileza de publicarme en

267
Acerca de los autores

Antologías, revistas y periódicos. Pero sobretodo son absoluta-


mente imprescindibles en mi bienquerencia.
chelodl@prodigy.net.mx

José Antonio Durand Alcántara (1947, México, DF). Psicólogo,


Maestro en Sociología. Profesor de Humanidades en la FES
Zaragoza, UNAM. Diplomado en Creación Literaria en el Centro
“Xavier Villaurrutia”, CONACULTA-INBA, 2011. Autor, entre otros,
de los libros de poesía y cuento: Sexo en exceso, 2000; Mudo
acudo, 2001; De canibalismo y otras filias, 2003; De nuevas filias y
otras fobias, 2009, editados por la UNAM; Patética promiscuidad
literaria, ULatE, AC, 2012. Ganador del Concurso “Cuento, Poesía
y Periodismo”, UAM Iztapalapa, 1983; 1er Lugar en el Concurso de
Cuento UPIICSA, IPN, 1986; 3er Lugar en el Concurso Nacional de
Poesía “Rubén Bonifaz Nuño”, UNAM, 1995; 1er Lugar en el
Concurso de Poesía “La Pluma del Ganso”, 2009. Reconocimiento
por aportación intelectual de obra escrita, INDAUTOR, 2005.
Reconocimiento por aportaciones a la difusión de la cultura y el
arte, UEEV, 2008. Traducido al francés en la antología Poesía
México-Quebec, Tomo I, 2008. Miembro de Honor de la Casa del
Poeta Peruano, 2009.
durandanja@yahoo.com.mx

Ernesto Durand Rodríguez (México, 1981). Psicólogo clínico,


cuenta con estudios de maestría en Filosofía de la Ciencia por
parte del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM. Es
autor del poemario Lobo, estoy aquí, UNAM, 1999 y ha colaborado
como coautor en las siguientes antologías de cuentos y relatos
publicados por la UNAM: Nuevo Cuentario, 2004; El silencio se
mudó al armario, 2005; Cuentos húmedos y otras historias, 2006;
Narrativa en miscelánea —cuentos y relatos—, 2007; Narrativa en
miscelánea II, 2008; Narrativa en miscelánea IV, 2010, y Voceo de
sombra, 2010. Asimismo, ha participado en diversos encuentros de
escritores a nivel nacional. Actualmente se desempeña como
gestor cultural en la UNAM.
incongruentemente@hotmail.com

268
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

Jorge Enrique Escalona del Moral. Ciudad de México (1962). Lic.


en Ciencias Políticas y Administración Pública (UNAM).
Colaborador en periódicos y revistas; 2° Lugar del Premio Nacional
de Cuento Carmen Báez, 2002 y 1° en el José Revueltas, 2003. Es
autor de Desfile de espejos (edmich. 2006), Laberinto de mujeres
(UNAM, 2008) y Trazos Simples –un divertimento literario- (ULATE,
2012); coautor de más de quince libros. Miembro de la Academia
de Extensión Universitaria y Difusión de la Cultura de la FES
Zaragoza, UNAM y Miembro fundador de la Unión Latinoamericana
de Escritores, ULATE.
frutasliterarias@yahoo.com.mx

Enrique Flores Amastal (Coronango, Puebla,1948). Estudio Arte


Dramático en el Instituto “Andrés Soler”; curso libre de literatura en
la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; Teatro y Sicoanálisis
en el Centro de Arte Dramático; Certificado de Locución categoría
“A” expedido por la SEP. Se graduó en Administración en la
Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa y es
candidato a Doctor en Administración Pública por el Instituto de
Estudios Superiores en Administración Pública. Ha publicado
poesía en Ediciones Artesanales, en la Gaceta de Lectura y
Redacción del IPN, en la revista La Pluma del Ganso. Es autor del
libro de poesía Aléia, contigo culmina mi vida y cuentos en la
revista de Administración de la UAM. Asimismo, sus textos
aparecen en las antologías Narrativa en Miscelánea, I, II, III, IV, V,
de la Facultad de Estudios Superiores Zaragoza, UNAM; Narrativa
“Flamingos”. En 2011 produjo el Cd Aléia que puede escucharse
en www.enriquefloresamastal.com.mx y actualmente publica en la
columna “Papel, Tinta y Verso…” del Diario de Chiapas.
amastalcoop@hotmail.com

Ángeles Gaos Hernández, nació en Valencia España en 1927.


Nacionalidad actual: mexicana. Licenciada en Letras Españolas por
la UNAM y profesora de Francés por el IFAL. Premios recibidos:
Primer lugar de poesía en el certamen Luis Astey del ITAM;

269
Acerca de los autores

Segundo lugar de cuento en el certamen Ramón Zorrilla del ITAM.


Tercer lugar en Poesía y Cuento en el concurso de la revista La
Pluma del Ganso. Publicaciones: Poesía: “Introspectiva” separata
de arte en la colección La Hoja de Alcatraz, Y todos tienen Alas
Colección Quincunce. Antología Poética editorial Nuevo Ser en
Argentina. Cuentos para niños: Cuentos de Renato y su abuela
editorial Fontamara. Memoria: Una tarde con mi padre, IPN.
Narrativa en Miscelánea III, IV y V, UNAM, 2009, 2010 y 2011,
respectivamente, y Voceo de Sombra, UNAM, 2010. En octubre de
2012 su obra literaria fue objeto de un Homenaje conjunto por la
ULatE, AC; La Academia de Extensión Universitaria y Difusión de
la Cultura, FES Zaragoza, UNAM, entre otras instituciones.
angelesgaos@gmail.com

Jann W. Gates. Escritora, poeta, traductora, editora, historiadora,


maestra. Cada lugar tiene una mezcla distinta de elementos
–fuego, aire, agua, tierra–, un ambiente especialmente agradable
para las plantas, los animales o los seres humanos. Nuevo México,
por ejemplo, es singular, vasto, majestuoso. Todavía este lugar
evoca una cierta inquietud por su belleza agreste. Los 19 pueblos
indígenas mantienen, cultivan, recrean las danzas ceremoniales en
los intervalos frecuentes. Es una estrategia para mantener la
armonía entre los humanos y las esfuerzas arrogantes e insistentes
de la naturaleza. También quieren los danzantes atraer el interés
del Cosmos en las vidas frágiles y casi invisible de los valientes
viajeros de la tierra. ¿Y por qué no? ¡Somos esenciales!
jgates144@gmail.com

César R. González Bonilla (México, DF, 1956). Médico Cirujano;


Maestro en Salud Pública; Maestro en Ciencias y Doctor en
Ciencias Biomédicas, con estudios postdoctorales en la Univer-
sidad de Maryland en Baltimore. Ha sido becario de la OMS en
Lausana, Suiza. Es profesor de Asignatura en la Facultad de
Medicina de la UNAM y en la Escuela Superior de Medicina del
IPN. Tiene más de 40 artículos publicados en revistas nacionales e

270
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

internacionales, 15 capítulos en libros y ha presentado múltiples


trabajos en congresos nacionales e internacionales. Recibió el
Premio Anual de Investigación Médica del Instituto Syntex en 1989,
y reconocimiento a su desempeño como investigador en 1995. Es
Investigador Nacional nivel II, y miembro de la Academia Mexicana
de Ciencias. Es Investigador Titular y Jefe de la Unidad de
Investigación Médica en Inmunología e Infectología en el Centro
Médico Nacional “La Raza” del IMSS.
crgb@prodigy.net.mx

Vicente Irigoyen Veloz. Nació en la Ciudad de México, Distrito


Federal, el 10 de julio de 1947. Licenciado en Economía por la
Universidad Nacional Autónoma de México, generación 1967–
1971. Ha participado en los talleres: “Taller de Literatura”,
Secretaría de Programación y Presupuesto, 1986, coordinado por
la Lic. Alicia Pastrana. “En busca del Cuento Perdido”, 2010.
Programa de radio que se difunde en Radio Horizonte (107.9 de
F.M.). “Taller de Cuento”, 2011, que impartió la Casa de las
Humanidades de la UNAM, dirigido por el Lic. Ignacio Trejo
Fuentes. “Taller de poesía”, 2012, dirigido por María Baranda. Es
coautor en las antologías de poesía “Sublevación y Delirio”, UNAM,
2012, coordinada por María Branda. “Narrativa Flamingos”, 2012, y
Poesía “Flamingos” Antología, 2012, ambas coordinadas por José
Antonio Durand Alcántara.
vicente.irigoyen@hotmail.com

José David Murillo Sánchez. Nacido en la ciudad de México,


licenciado en Mercadotecnia por el ITESM. Creador y Co-Fundador
del taller de Desarrollo de Arte y Cultura (DAC). Ganador del
obsequio de la Cátedra Alfonso Reyes en 2007. Publicaciones:
Cuentos de la Pluma IV, Narrativa en Miscelánea II, 2008, UNAM;
Narrativa en Miscelánea III; 2009, UNAM; y Narrativa en
Miscelánea V, 2011, ULatE.
hospitalet.de.temps@gmail.com

271
Acerca de los autores

Tere O’Reilly de Lozano nació a principios de la Segunda Guerra


Mundial en la ciudad de México. Está casada con el arquitecto
Carlos Lozano R., tiene dos hijos y cinco nietos. Ha realizado
estudios de pintura, grabado, esmalte sobre cobre y técnicas de
grabado. Tras el sismo que azotó la ciudad de México trabajó
activamente en la reconstrucción de 79 viviendas en el Centro
Histórico de esta ciudad. Desde hace 16 años su predilección ha
sido la escritura participando en el Taller Literario del Club France.
Ha colaborado, desde 2003, en la sección “Cartas al lector” del
periódico Reforma abordando diversos aspectos sociales y
problemas de la ciudad.
tereorlo@gmail.com

Gloria Pérez Pacheco. Seudónimo “Elena Pavón”. Maestra


normalista. Maestra en letras españolas. Labor docente en
instituciones de educación media y superior. Publicaciones: Umbral
del Recuerdo (novela), coautora en Cuentos y Relatos. Algunos de
sus textos aparecen en las Antologías : Narrativa en Miscelánea
II , III y IV. Así como en Voceo de Sombra, editados por la UNAM.
Y en Narrativa en Miscelánea V editada por Unión Latinoamericana
de Escritores AC y Narrativa Flamingos. Colabora en las revistas:
Noti France, La Pluma del Ganso, Classic Club. Es miembro del
Club literario “La Pluma del Ganso”, e Integrante del Taller de
Cuento en el Club France.
pgloria2003@gmail.com

Gustavo Ponce Maldonado. Profesor investigador titular en el


IPN. Estudia “Principales Elementos de Lingüística General”, 1987.
Se forma en el taller de poesía de la UNAM con Juan Bañuelos
1979, y en CONACULTA INBA con Raúl Renán, María Baranda y
María Rivera, 2011 y 2012. Participa activamente en diversos
talleres de poesía y cuento, organizados por la Academia de
Extensión Universitaria y Difusión de la Cultura de la UNAM de la
FES Zaragoza. Diplomado en Creación Literaria, Xavier Villaurrutia
CONACULTA INBA, 2011. Libros publicados en poesía, Rasgando

272
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

el viento, 1991; El sendero del retorno 2005. El jardín de jade,


2011. Nueve antologías compartidas en poesía y diez en narrativa,
editadas por: UNAM, ULATE, SOGEM, La Unión Mundial de
Poetas por la Vida, PERÚ y Asociación Prometeo de poesía,
Madrid España, todas de 1989 a 2012. Participa en encuentros
internacionales de escritores. Tiene reconocimientos nacionales e
internacionales en poesía y cuento. Participa como jurado de
Poesía y Cuento en la UNAM, de 1997 a 2011. Es miembro de la
Academia de Extensión Universitaria y Difusión de la Cultura en la
UNAM de la FES Zaragoza.
gustavomaldo2001@yahoo.com.mx

Jorge Quintanar

Manuel F. Rico Bernal. Miembro fundador, profesor y actualmente


Cronista de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza, de
la UNAM. Entre sus aficiones están el agrado a todos los deportes,
principalmente el futbol soccer, la música ranchera, los boleros y el
rock and roll en todas sus manifestaciones. Prefiere la pintura y
escultura clásicas, más que las modernistas. La comida mexicana
y la española le encantan, pero no le hace el feo a otras cocinas.
Desde muy niño ha sido devorador de la lectura, y ahora está
pegado al Internet. Ama a México y a la UNAM, trabaja muy
contento en la FES Zaragoza.
mafaribe@yahoo.com

Manuel F. Rico Bernal. Miembro fundador, profesor y actualmente


Cronista de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza, de
la UNAM. Entre sus aficiones están el agrado a todos los deportes,
principalmente el futbol soccer, la música ranchera, los boleros y el
rock and roll en todas sus manifestaciones. Prefiere la pintura y
escultura clásicas, más que las modernistas. La comida mexicana
y la española le encantan, pero no le hace el feo a otras cocinas.
Desde muy niño ha sido devorador de la lectura, y ahora está
pegado al Internet. Ama a México y a la UNAM, trabaja muy

273
Acerca de los autores

contento en la FES Zaragoza, UNAM.


mafaribe@yahoo.com

Adela Rojas Ramírez. Profesora en la Facultad de Filosofía y


Letras en la Universidad Autónoma de Puebla; cursó el doctorado
en Ciencias del Lenguaje en la Escuela Nacional de Antropología e
Historia del INAH, en la ciudad de México. Miembro del Seminario
de Estudios de la Significación, de la BUAP que forma parte de la
Red Internacional de Seminarios del G.R.S del CNRS, con sede en
Limoges, Francia. Miembro de la Academia de Extensión
Universitaria y Difusión de la Cultura, FES Zaragoza, UNAM.
Publicó el libro de poemas Voces y Siluetas (2006), edición
apoyada por CONACULTA. Coautora en las antologías Narrativa
en Miscelánea –Cuentos y relatos– I, III y IV: 2007, 2009, 2010 y
2011, respectivamente; Esperar lo inesperado, 2008, y Voceo de
sombra, 2010, todas ellas editadas por la UNAM, y Narrativa
en Miscelánea –Cuentos y relatos– V, editada por la Unión
Latinoamericana de Escritores AC (ULatE), 2011, y Narrativa
Flamingos, Casa de Cultura “Flamingos”, Iztacalco, DF. 2012.
adelarojas5@hotmail.com

Amauri Sarmiento Barrios (Tuxpan, Veracruz, 1956). Licencia-


turas de Ingeniería Civil, y Língüistica y Literatura, BUAP. Maestría
en Educación Superior por la Universidad Autónoma de Tlaxcala.
Doctorado en Pedagogía, UNAM. Autor de cuatro libros de poesía
y de diez obras de teatro, entre ellas: El autor intelectual,
Excelencia Académica, Televida: X-V-TU Telea-dicción y El Licen-
ciado Maromas. Protagonista del cortometraje “Eme” (guión y
dirección de Dana Albicker, 2010). En la ciudad de Puebla, donde
reside desde 1973, ha integrado y dirigido grupos de teatro de
aficionados —dentro y fuera de la BUAP— desde 1980, pre-
sentando obras de su autoría y de otros autores. Actualmente es
profesor de Literatura en la Preparatoria 2 de Octubre de 1968 de
la misma universidad. Es coautor en las antologías: Voceo de
sombra, UNAM, 2010; Narrativa en miscelánea IV, UNAM; 2010;

274
NARRATIVA EN MISCELÁNEA VI —Cuentos y relatos—

Narrativa en Miscelánea V, Unión Latinoamericana de Escritores


AC, y coautor en Narrativa Flamingos, 2012.
amaurisaba70@hotmail.com

María Elena Solórzano (1941, Chihuahua, México). Miembro de la


Asociación de Cronistas del DF y ZC, y del Consejo de la Crónica
de Azcapotzalco. Autora de: San Lucas Atenco México 1991
Cuéntame tu milagro, Bienal Guadalupana, México 1997. Los
oficios de los abuelos, FES Zaragoza, México 2010. Clavería
Centenaria, Info Editores, México 2011. Cementerio Vecinal de San
Juan, Nubes y arena, México 2011. Publicaciones colectivas:
Miscelánea I, II, III, IV Voceo de sombra, UNAM, México 2008,
2009, 2010, 2011. Memorias 5ªy 6ª reunión RMECF AC, México
2008, Abrevadero de Dinosaurios, Cofradía de Coyotes, México
2008. La travesía, Entrópico, México 2009. Danzando en el espejo,
Entrópico, México 2010. Seis conjuros en un pentagrama, Morgana
Editoras, México 2010. Cuarenta esquirlas al aire, Verso destierro y
Ediciones Andora, México 2011. Silueta, Entrópico, México 2011.
Crónicas de la ciudad (Agustín Guerrero Castillo, compilador). LXI
Legislatura, Cámara de diputados, PRD. México 2011. Memoria de
los encuentros de Cronistas en Culhuacan. D.F, SEDEREC,
Asociación por el rescate histórico y cultural de Culhuacan. México
2012. Narrativa Flamingos, México 2012. Por el sendero de las
hormigas, Nubes y arena, México 2012. Ha obtenido diversos
premios de narrativa en México y en el extranjero.
solmalena@hotmail.com

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