1-5. Estas cosas os he hablado, para que no os escandalicéis, etc. —tanto las advertencias como los estímulos que acababa de darles. Os echarán de las sinagogas— (cap. 9:22; 12:42). Viene la hora, cuando cualquiera que os matare, pensará que hace servicio a Dios—Las palabras quieren decir “servicio religioso”: “que está ofreciendo un servicio a Dios”. (Así Saulo de Tarso, Gál. 1:13-14; Filemón 3:6). 4. Esto empero no os lo dije al principio—“desde el principio”; se la había dicho bastante temprano (Lucas 6:22), pero no tan claramente como en el v. 2. Porque yo estaba con vosotros. Mas ahora voy al que me envió, etc. —Mientras estaba con ellos, el odio del mundo se dirigía principalmente contra él mismo; mas su partida traería este odio sobre ellos, como los representantes de él. y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Adónde vas? —Lo habían hecho de cierta manera, cap. 13:36; 14:5; pero él deseaba una interrogación más inteligente y más ansiosa sobre el asunto. 6, 7. Antes, porque os he hablado estas cosas, tristeza ha henchido vuestro corazón— La tristeza los había paralizado demasiado, y él quería despertar sus energías. Os es necesario que yo vaya, porque si yo no fuese, el Consolador no vendría a vosotros, etc. Véanse las notas acerca del cap. 7:39; 14:16. 8. cuando él viniere, etc. —Este es uno de los pasajes más repletos de pensamiento entre los profundos discursos de Cristo; con unas pocas pinceladas grandes, describe todas las partes del ministerio del Espíritu Santo en el mundo: su operación con referencia a los individuos como también con la masa popular, con creyentes e incrédulos también. [Olshausen]. Redargüirá—La palabra “redargüir” es muy débil, pues el Espíritu hará más que presentar acusación contra el mundo. “Convencerá”, “probará la culpabilidad” es la idea, lo que tiene que efectuar en todos: en algunos para que se arrepientan y crean, en otros para su condenación. De pecado ciertamente, por cuanto no creen en mí—Así como todo pecado tiene su raíz en la incredulidad, así la forma más exagerada de la incredulidad es el rechazamiento de Cristo. Sin embargo el Espíritu al fijar esta verdad en la conciencia, no extingue el sentido de todos los demás pecados, sino al contrario, lo completa e intensifica. 10. de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más—Sin duda, es la justicia personal de Cristo, que el Espíritu había de llevar al corazón del pecador. La evidencia de ésta había de estar en el gran hecho histórico, de que “él había ido al Padre, y no era más visible entre los hombres”; porque si su pretensión de ser el Hijo de Dios y el Salvador del mundo, hubiera sido una mentira, ¿cómo habría el Padre, “Dios celoso”, levantado de entre los muertos a semejante blasfemo y lo habría elevado a su diestra? Pero si él fue, en efecto, “el Testigo fiel y verdadero”, “Siervo justo del Padre”, “su Elegido, en quien su alma tomaba contentamiento”, entonces su ida al Padre, y su desaparición consiguiente de la vista de los hombres, no fue sino la consumación propia, la recompensa augusta, de todo lo que él hizo aquí abajo, el sello de su misión, la glorificación del testimonio que llevó en la tierra, por el recibimiento de él en el seno del Padre. Esta vindicación triunfante de la rectitud de Cristo es para nosotros la evidencia divina, clara como el cielo, de que él es en efecto el Salvador del mundo, el Siervo justo de Dios para justificar a muchos, porque llevó sus iniquidades. (Isa. 53:11). Así el Espíritu, en esta cláusula, se ve convenciendo a los hombres de que hay en Cristo perfecto alivio del sentido del pecado, del cual él los había convencido antes; y lejos de lamentar su ausencia de entre nosotros, como una pérdida irreparable, aprendemos a gloriarnos en ella, como la evidencia de su perfecta aceptación por el Padre a favor de nosotros, exclamando con uno que entendía este punto: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que resucitó, quién además está a la diestra de Dios”. etc. (Rom. 8:33-34). 11. de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo es juzgado—Suponiéndose que se quiere decir aquí el juicio final, aun algunos intérpretes buenos han pasado inadvertido el sentido de esta cláusula. El dicho, “el príncipe de este mundo es juzgado”, quiere decir, sin duda razonable, la misma cosa como el del cap. 12:31: “ahora el príncipe de este mundo será echado fuera”; y los dos quieren decir que su dominio en los hombres, o su poder de esclavizar y así de arruinarlos, está destruido. La muerte de Cristo lo “juzgó”, o lo venció judicialmente, y entonces “fue echado fuera”, o expelido del dominio que había usurpado. (Heb. 2:14; 1Juan 3:8; Col. 2:15). Así, entonces, el Espíritu traerá a la conciencia de la humanidad (1) el sentido del pecado, consumado en el rechazamiento de aquel que vino a “quitar el pecado del mundo”; (2) el sentido del alivio perfecto en la justicia del Siervo del Padre, ahora sacado del mundo que lo había despreciado, a aquel seno donde había morado desde la eternidad; y (3) el sentido de la emancipación de los grillos de Satanás, el juicio de quien trae a los hombres la libertad de ser santos, y la transformación de siervos del diablo a hijos e hijas del Señor Todopoderoso. Sin embargo, a una clase de hombres todo esto traerá sólo la convicción; ellos no vendrán a Cristo, aunque él es revelado a ellos como quien da la vida, para tener vida en él. Los tales, quedando voluntariamente bajo el dominio del príncipe de este mundo, son juzgados en el juicio de él, la visible consumación del cual será en el gran día final. 12-15. cuando viniere aquel Espíritu de verdad… no hablará de sí mismo—es decir, desde sí mismo, de su iniciativa propia, sino, como Cristo mismo, “lo que oye”, lo que le es dado, para comunicar. Os hará saber las cosas que han de venir—refiriéndose de manera especial a aquellas revelaciones que, en las Epístolas parcialmente. pero más completo en el Apocalipsis presentan una visión del futuro del Reino de Dios, cuyo horizonte es las montañas eternas. 14. El me glorificará: porque tomará de lo mío, y os lo hará saber—Así todo el propósito de la misión del Espíritu es el de glorificar a Cristo, no en su Persona propia, porque esto fue hecho por el Padre cuando éste lo exaltó a su diestra, sino ante los ojos y en la estimación de los hombres. Con este propósito él había de “tomar de lo de Cristo”— toda la verdad acerca de Cristo—“hacerlo saber a los hombres”, o hacer que ellos lo disciernan en su propia luz. La naturaleza subjetiva de la enseñanza del Espíritu, el descubrimiento a las almas de los hombres de lo que es Cristo exteriormente, es expresada aquí muy claro; y, al mismo tiempo, la vanidad de buscar revelaciones del Espíritu que hagan algo más que arrojar luz en el alma sobre lo que Cristo mismo es, de lo que enseñó e hizo en la tierra. 15. Todo lo que tiene el Padre, mío es—una declaración más clara que ésta, de la comunidad absoluta con el Padre en todas las cosas, no puede concebirse, aunque “todo” aquí tiene referencia a las cosas del Reino de la Gracia, lo que el Espíritu había de recibir, para hacerlo saber a nosotros. Tenemos aquí un vistazo maravilloso en las relaciones internas de la Divinidad.