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La Junta de Valladolid es el debate, organizado por el Consejo de Indias que tuvo lugar en 1550 y

1551 en el Colegio de San Gregorio en Valladolid. Opone dos vistas distintas de concebir la
colonización de América : la del Fray Bartolomé de Las Casas, quien defiende los derechos
humanos de los indígenas, y la del filósofo Juan Ginés de Sepúlveda, quien quiere legitimar el
dominio de los españoles sobre los indígenas.

El propósito declarado de la discusión era cómo se debía proceder en los descubrimientos,


conquistas y población del Nuevo Mundo frente a los nativos.

Juan Ginés de Sepúlveda defendía que la guerra que llevaban los conquistadores españoles a los
indios era justa acusando a los indios por sus pecados e idolatría. Para él, los indios eran seres
inferiores que pertenecían a otra categoría. Le correspondía entonces a Bartolomé de Las Casas de
defender la opiñon según la cual los indios son iguales a los españoles, y que debían de beneficiar
de un trato más humano.

Los argumentos de Sepúlveda se apoyaba en el mando evangelizador que Cristo dio al Pápa y al
Rey Católico. Según él, el derecho de tutela implica la servidumbre del indígena. Calificaba las
prácticas culturales de los pueblos indígenas como antinaturales. En cuanto a Bartolomé de Las
Casas, demuestra la racionalidad de los indígenas a través de su civilización.

Al final, no hubieron conclusiones al debate ya que los jueces no llegaron a pronunciarse, pero la
historia le ha dado una fama mayor a Bartolomé de Las Casas, quien permitió detener todas las
guerras de conquista hasta que se determinase el vencedor del debate. En 1556, se publicaron
Instrucciones en las que se afirmaba que sólo se podía hacer la guerra en legítima defensa.

Existe un telefilm francés que recrea el episodio de la Controversía de Valladolid. Os he puesto los
distintos fragmentos de la película en enlaces. El fragmento que más me ha interpelado es lo que
os he puesto en la página de presentación del blog. Aquí tenéis el enlace:

Junta de Valladolid
Hombres salvajes. Fachada del Colegio de San Gregorio, Valladolid.

Junta de Valladolid es la denominación habitual del célebre debate que tuvo lugar
en 1550 y 1551 en el Colegio de San Gregorio de Valladolid, dentro de la llamada polémica de los
naturales (indígenas americanos o indios), y que enfrentó dos formas antagónicas de concebir
la conquista de América, interpretadas románticamente como la de los defensores y la de los
enemigos de los indios: la primera, representada por Bartolomé de las Casas, considerado hoy
pionero de la lucha por los derechos humanos; y la segunda, por Juan Ginés de Sepúlveda, que
defendía el derecho y la conveniencia del dominio de los españoles sobre los indígenas, a quienes
además concibe como naturalmente inferiores. No hubo una resolución final.

No debe confundirse esta Junta con la Conferencia de Valladolid de 1527 sobre el erasmismo.

Índice

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 1Precedentes

 2Planteamiento del debate

 3Participantes

 4Enfrentamiento de posturas

o 4.1Tesis de Ginés de Sepúlveda

o 4.2Respuesta de las Casas

 5Trascendencia

 6Recreación fílmica
 7Referencias

 8Bibliografía adicional

Precedentes[editar]

La Junta de Valladolid también fue parte de la más extensa polémica sobre los justos
títulos del dominio de la Corona de Castilla sobre América, que se remonta a finales del siglo XV,
con las Bulas Alejandrinas y el Tratado de Tordesillas acordado con el Reino de Portugal, y a los
recelos con que ambos documentos fueron recibidos en otras cortes europeas. Se dice que el
rey Francisco I de Francia pidió retóricamente que le mostraran la cláusula del testamento de
Adán en que tales documentos se basaban y que diera derecho a repartir el mundo entre
castellanos y portugueses.

La consideración necesaria de los estudios y de una reflexión pública efectuada por esta Junta fue
excepcional, en comparación con cualquier otro proceso histórico de formación de un imperio y
estuvo en sintonía con la preocupación y la gran importancia que, desde el comienzo mismo
del descubrimiento de América, la Monarquía Católica sintió siempre de mantener bajo un
control paternalista a los naturales y que produjo y siguió produciendo el gran corpus legislativo
de las Leyes de Indias.

El precedente en la generación anterior a la Junta de Valladolid fue la Junta de Burgos de 1512,


que había asentado jurídicamente el derecho a hacer la guerra a los indígenas que se resistieran a
la evangelización (para garantizarlo se estableció la lectura de un famoso Requerimiento),
buscando un equilibrio entre el predominio social de los colonizadores españoles y la protección al
indio, que se quiso conseguir con la encomienda. Resultado de todo ello fueron las Leyes de
Burgos de 1512. En el siglo XVI, Hacia 1550 se suscitó en Valladolid, España, una intensa polémica
(1) en torno a los siguientes temas: los derechos naturales de los habitantes del Nuevo Mundo, las
justas causas para hacer la guerra a los indios y la legitimidad de la conquista. Esta polémica
estaba inserta en el marco de una larga controversia entre los que, por un lado, eran partidarios
de la libertad absoluta de los indios y de una entrada pacífica a las nuevas tierras y los que, por
otro lado, apoyaban el mantenimiento de la esclavitud y el dominio despótico y propiciaban el
empleo de la fuerza contra los indios del Nuevo Mundo. Si se lo analiza desde una perspectiva
antropológico-filosófica, se advierte que lo que estaba en tela de juicio era la dignidad humana de
los habitantes del Nuevo Mundo. Fray Bartolomé de las Casas (2) y Juan Ginés de Sepúlveda (3)
son los representantes de las dos posturas que disputaron por la humanidad del indio.

Planteamiento del debate[editar]

En la Junta de Valladolid la discusión partió de bases teológicas, consideradas superiores en ese


contexto a las de cualquier otro saber (philosophia est ancilla teologiae).

No discurrió en torno a si los indígenas de América eran seres


humanos con alma o salvajes susceptibles de ser domesticados como animales. Tal cosa hubiera
sido considerada herética, y ya estaba resuelta por la bula Sublimis Deus, de Paulo III (1537). Esta
bula fue una contundente respuesta del papado a opiniones que ponían en entredicho la
humanidad de los naturales. La bula, incitada por dos dominicos españoles, no pretendió definir
la racionalidad del indígena, sino que, suponiendo dicha racionalidad en cuanto que los indios son
hombres, declaró su derecho a la libertad y la propiedad, así como el derecho a abrazar
el cristianismo, que debía serles predicado pacíficamente.

El propósito declarado de la discusión en la Junta de Valladolid era ofrecer una base teológica y
de derecho para decidir cómo debía procederse en los descubrimientos, conquistas y población de
las Indias.

Participantes[editar]

En la Junta de Valladolid de 1550 los principales contendientes dialécticos fueron fray Bartolomé
de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda.

Participaron, entre otros, Domingo de Soto, Bartolomé de Carranza y Melchor Cano (que para la
segunda parte del debate tuvo que ser sustituido por Pedro de Lagasca, pues él partió al Concilio
de Trento).

No es casualidad que todos ellos fueran dominicos: la Orden de Predicadores controlaba


las universidades españolas a través de las cátedras y los colegios.

Varios en esa Junta (Soto y Cano) eran discípulos de Francisco de Vitoria, muerto cuatro años
antes, en 1546. Vitoria encabezó la escuela de Salamanca (por desarrollarse en la Universidad de
Salamanca).

Carranza enseñaba en el mismo Valladolid, y Sepúlveda, que había estudiado en Alcalá de


Henares y Bolonia y se había destacado por su antierasmismo, no era docente universitario, sino
preceptor del propio príncipe Felipe. Fue su oposición a las Leyes Nuevas de Indias de 1542 (cuya
revocación habían conseguido los encomenderos en los distintos virreinatos) lo que había
provocado la vuelta a España de Bartolomé de las Casas, quien era Obispo de Chiapas. Comenzó
una polémica intelectual entre los dos: Sepúlveda publicó su De justis belli causis apud indios y Las
Casas replicó con sus Treinta proposiciones muy jurídicas. La Junta debía resolver el conflicto.

Sepúlveda aportaba un trabajo titulado Democrates alter, en el que sostenía que los indios,
considerados como seres inferiores, debían quedar sometidos a los españoles, y lo completó con
más argumentación escrita en el mismo sentido. La Apologética de las Casas fue el texto clave en
las discusiones. Los trabajos se desarrollaron entre los meses de agosto y septiembre de 1550. La
Junta quedó inconclusa y por ello volvió a convocarse el año siguiente. En la disputa no hubo
resolución final. Los dos exponentes se consideraron vencedores.

Enfrentamiento de posturas[editar]

Juan Ginés de Sepúlveda estaba a favor de la guerra justa contra los indios, a quienes creía seres
humanos, y que era causada por sus pecados e idolatría. De no haberlos creído seres humanos,
tampoco podrían pecar, y malamente podrían los españoles tener el deber de evangelización.
También defendió su inferioridad, que obligaba a los españoles a tutelarlos.

Correspondió a Bartolomé de las Casas el esfuerzo de demostrar que los americanos eran seres
humanos iguales a los europeos. La contribución de Domingo de Soto a esta postura fue
fundamental.
En el mismo sentido que estos últimos, el espíritu intelectual que animaba el debate aun no
estando presente, era el de Francisco de Vitoria, que se había cuestionado si, desde un principio,
era lícita la conquista americana. Los asistentes a la Junta pudieron tenerlo presente en sus
reflexiones sobre la naturaleza de los indígenas.

Tesis de Ginés de Sepúlveda[editar]

Juan Ginés de Sepúlveda, partidario de la guerra justa contra los indios.

Sepúlveda en Democrates secundus o de las justas causas de la guerra contra los indios siguió
argumentos aristotélicos y humanistas que obtuvo de Palacios Rubios y Poliziano. Propuso cuatro
"justos títulos" a fin de justificar la conquista:

 El derecho de tutela de los indios que implicaba su sometimiento al gobierno de los


cristianos en el convencimiento que por su propio bien sujetarse a los españoles, ya que
son incapaces de gobernarse a sí mismos. Ello no significaba que se los debía reducir a
servidumbre o esclavitud.

 La necesidad de impedir, incluso por la fuerza, el canibalismo y otras conductas


antinaturales que practican los indígenas.

 La obligación de salvar a las futuras víctimas inocentes que serían sacrificadas a los dioses
falsos.

 El mandato de evangelización que Cristo dio a los apóstoles y el papa al Rey Católico.
 Hacer la guerra facilitaría la predica de la fe.

El conjunto de argumentos que utilizó es complejo, los desarrolló en varias obras más y pueden
englobarse en argumentos de razón y derecho natural y argumentos teológicos. 1

Los planteamientos que Sepúlveda utilizó para argumentar que la conquista española era
justificada, los escribió en sus publicaciones Demócrates Alter o Diálogo de las justas causas de la
guerra; la apología pro libro de Justis Belli Causis o Defensa de las justas causas de la guerra; su
defensa ante la junta de Valladolid y dos cartas a Melchor Cano, donde afirmó su doctrina
tergiversada. De estos escritos se desprendieron sus respectivos argumentos, que Sepúlveda
explicó, por un lado los que atentaban contra la razón y el derecho natural, como la
supuesta barbarie de los indios y el derecho a civilizarlos, por medio de la sumisión, se mencionba
como “servidumbre natural”, sus continuos pecados contra la ley natural que daba derecho a
corregirlos y evitar sus barbaries, y por último la defensa de la víctimas que creaban los indígenas
como producto de sus barbaries; y por otro lado los argumentos teológicos, que era la
autorización pontificia para combatir los pecados contra la supuesta ley natural y eliminar las
barreras que ponían los indios a la predicación del evangelio.

 Argumentos de razón y derecho natural: Sepúlveda explicó que el indio no era


intrínsecamente malo sino que lo que lo pervirtió fue su cultura, su entorno, por ende dijo
que la "barbarie" que autorizaba la conquista tenía una connotación fundamentalmente
moral. Sepúlveda dijo

...Digo que los bárbaros, se entiende como los que no viven conforme a la razón natural y tienen
costumbres malas públicamente entre ellos aprobadas....ora les venga por falta de religión, donde
los hombres se crían brutales, ora por malas costumbres y falta de buena doctrina y castigo...

con esto aseveró que el fin de la conquista era la civilización y bien de los bárbaros, ya que con
leyes justas y conformes a la ley natural, hacía de la vida de los indios una inserción a una vida
mejor y más suave, agregando que si se rehusaba al imperio puede ser obligado por las armas, y
esa guerra sería justa en virtud del derecho natural.

Dentro de la misma temática con respecto a la servidumbre natural, Sepúlveda se basó en las
sagradas escrituras y dijo

...Porque escrito esta en el libro de los proverbios “El que es necio servirá al sabio” tales son las
gentes bárbaras e inhumanas, ajenas a la vida civil y a las costumbres pacíficas, y será siempre
justo y conforme al derecho natural que tales gentes se sometan al imperio de príncipe y naciones
más cultas y humanas, para que merced a sus virtudes y a la prudencia de sus leyes, depongan la
barbarie y se reduzcan a vida más humana y al culto de la virtud.

Sepúlveda describió aspectos de los indígenas, los cuales calificó de acciones bárbaras, como que
no poseían ciencia y que eran iletrados, que no tuvieran leyes escritas, que eran caníbales,
cobardes y carecían de propiedad privada, entre otros. Sin dejar de lado que eran solo
connotaciones morales, el indio podía ser civilizado ya que la condición de bárbaro fue, en el
pensamiento de Sepúlveda, un estado accidental superable y no una naturaleza humana distinta y
por ende la posición de servidumbre del indio no fue en sí misma un estado de esclavitud sino un
sometimiento político del cual podían evolucionar intelectual y moralmente si eran gobernados
por una nación civilizada. Así mismo la barbarie, entendida como estado de atraso cultural y moral
que redundaba en costumbres condenadas "por la naturaleza" y en una supuesta ineptitud para
gobernarse humanamente, autorizaba a cualquier pueblo civilizado que estuviera en condiciones
de seguir a los bárbaros en conformidad con la "ley natural", de sacarlos de su estado inhumano
para someterlos a su dominio político. Incluso por las armas, si no había otro remedio. Esta
conclusión en que el hombre dependía de su propia razón, que le permitía autodirigirse y
autodiscernir, pero si el hombre era carente del uso de la razón no era dueño de sí y debía servir a
quien sea capaz de regirlo y por ende que si la finalidad de la guerra era la civilización de los
bárbaros, era entonces un supuesto bien para estos. Sepúlveda justificó la dominación política
pero rechazó la dominación civil, o sea la esclavitud y la privación de sus bienes. Sostuvo

No digo que a estos bárbaros se les haya de despojar de sus posesiones y bienes, ni que se les
haya de reducir a servidumbre, sino que se debe someter al imperio de los cristianos...

Es importante destacar que Sepúlveda defendió la sujeción política, pero no su esclavitud pues la
creencia vulgar confunde ambas cosas, y lo hace partidario de la esclavitud.

Con respecto a los "pecados contra la ley natural", Sepúlveda, basándose en el hecho de que los
indios ofrecían sacrificios humanos en gran número a sus dioses falsos, y otros actos similares,
dijo:

...y ha de entenderse que estas naciones de los indios, quebrantan la ley natural, no porque en
ellas se cometan estos pecados, simplemente, sino porque en ellas tales pecados son oficialmente
aprobados....y no los castigase en sus leyes o en sus costumbres, o no impusiese penas levísimas a
los más graves y especialmente a aquellos que la naturaleza detesta más, de esa nación se diría
con toda justicia y propiedad, que no observa la ley natural, y podrían con pleno derecho los
cristianos, si rehusaba someterse a su imperio, destruirlas por sus nefastos delitos y barbarie e
inhumanidad....

Sepúlveda trató de proteger a las víctimas de las barbaries humanas señalando:

A todos los hombres, les está mandado por ley divina y natural, el defender a los inocentes de ser
matados cruelmente, con una muerte indigna, si pueden hacerlo sin gran incomodo suyo

y puso como hombres rectos y salvaguardadores de las víctimas a los cristianos.

 Argumentos teológicos: Con respecto a la autorización pontificia para combatir los graves
delitos contra la supuesta ley natural, Sepúlveda dijo que la potestad del papa

Si bien se aplica propiamente a aquellas cosas que pertenecen a la salvación del alma, y a los
bienes espirituales, sin embargo, no está excluida de las cosas temporales en cuanto se ordenan a
las espirituales

por ello el Papa podía obligar a las naciones a que resguarden la ley natural.

Sepúlveda indicó, además, que a nadie se podía obligar a abrazar la fe católica

La razón de lo cual es porque aquella violencia sería inútil, pues nadie, repugnando su voluntad,
que no es posible coaccionar, puede ser hecho creyente. De modo que debe usarse la enseñanza y
de las persecuciones
pero a pesar de ello los cristianos podían inducir por medios racionales a los bárbaros a civilizarse,
ya que era su obligación. Si el primer intento no resultaba, Sepúlveda mencionaba

Si no se puede proveer de otro modo el asunto de la religión, es licito a los españoles, ocupar sus
tierras y provincias, y establecer nuevos señores y destituir a los antiguos.

Respuesta de las Casas[editar]

Fray Bartolomé de las Casas fue el principal defensor de los indios en la Junta de Valladolid.

Las Casas, que no le va a la zaga en aristotelismo, demostró la racionalidad de los indios a través
de su civilización: la arquitectura de los aztecas rebatió la comparación con las abejas que había
hecho Sepúlveda. No encontró en las costumbres de los indígenas americanos una mayor crueldad
que la que pudiera encontrarse en las civilizaciones del Viejo Mundo o en el pasado de España:

"Menor razón hay para que los defectos y costumbres incultas y no moderadas que en estas
nuestras indianas gentes halláremos nos maravillen y, por ellas, las menospreciemos, pues no
solamente muchas y aun todas las repúblicas fueron muy más perversas, irracionales y en
prabidad más estragadas, y en muchas virtudes y bienes morales muy menos morigeradas y
ordenadas. Pero nosotros mismos, en nuestros antecesores, fuimos muy peores, así en la
irracionalidad y confusa policía como en vicios y costumbres brutales por toda la redondez desta
nuestra España"2

Frente a los "justos títulos" que defendía Sepúlveda, las Casas se valió de los argumentos del
fallecido Francisco de Vitoria quien había expuesto una lista de "títulos injustos" y otros "justos
títulos":

En sus títulos injustos, Vitoria fue el primero que se atrevió a negar que la bulas de Alejandro VI,
conocidas en conjunto como las Bulas Alejandrinas o Bulas de Donación Papal, fuesen un título
válido de dominio de las tierras descubiertas. Tampoco eran aceptables el primado universal del
emperador, la autoridad del papa (que carecía de poder temporal) ni un sometimiento o
conversión obligatorios de los indios. No se les podía considerar pecadores o poco inteligentes,
sino que eran libres por naturaleza y dueños legítimos de sus propiedades. Cuando los españoles
llegaron a América no portaban ningún título legítimo para ocupar aquellas tierras que ya tenían
dueño.

 Las Bulas de donación papal y el Requerimiento que se leía a los indígenas para justificar
su sometimiento eran títulos menos seguros que los que daba la aplicación del derecho
de comunicación, que si era negado por los indígenas permitía a los españoles obtenerlo a
la fuerza.

 Negó el derecho de ocupación por la pura aplicación de la fuerza, pero defendió la libertad
de transitar por los mares, argumento muy polémico también defendido por Hugo Grocio,
y que no convenía al monopolio colonial del comercio con las Indias.

 La evangelización no era una obligación de los españoles, pero sí un derecho de los


indígenas.3

Trascendencia[editar]

Sacrificio azteca, Códice Mendoza. Argumentos para ambas partes del


debte: costumbres antinaturales y arquitecturacivilizada.

El debate de Valladolid sirvió para actualizar las Leyes de Indias y crear la figura del "protector de
indios".

Las conquistas se frenaron, regulándose de tal forma que, en teoría, sólo a los religiosos les estaba
permitido avanzar en territorios vírgenes. Una vez que hubieran convenido con la población
indígena las bases del asentamiento, se adentrarían más tarde las fuerzas militares, seguidas por
los civiles. Las ordenanzas de Felipe II (1573) llegaron a prohibir hacer nuevas "conquistas". Se ha
destacado lo históricamente inusual que son tales escrúpulos en la concepción de un Imperio.

Don Phelipe, etc. A los Virreyes presidentes Audiençias y gouernadores de las nuestras Indias del
mar oceano y a todas las otras personas a quien lo infrascripto toca y atañe y puede tocar y atañer
en qualquier manera saued que para que los descubrimientos nueuas poblagiones y pacificaçiones
de las tierras y prouincias que en las Indias estan por descubrir poblar y paçificar se hagan con más
façilidad y como conuiene al seruicio de dios y nuestro y bien de los naturales entre otras cossas
hemos mandado hazer las ordenanças siguientes (...) Los descubridores por mar o tierra no se
empachen en guerra ni conquista en ninguna manera ni ayudar a vnos indios contra otros ni se
rebuelban en quistiones ni contiendas con los de la tierra por ninguna caussa ni razon que sea ni
les hagan dagno ni mal. alguno ni les tomen contra su voluntad cossa suya sino fuese por rescate o
dandoselo ellos de su voluntad...

Ordenanzas de descubrimiento, nueva población y pacificación de las Indias dadas por Felipe II, el
13 de julio de 1573, en el bosque de Segovia. El orden que se ha de thener en descubrir y poblar.4

Surgió de esta disputa el moderno derecho de gentes (ius gentium). "Si pasamos a la América
española, en el campo de la historia de las ideas encontramos diferencias relevantes con cuanto
hemos dicho hasta ahora. En efecto, es intensa a finales de los primeros tiempos la actividad
misionera con acentos milenarios. Además, para todo el siglo XVI y las primeras décadas del siglo
XVII, se desarrolla un intenso debate político sobre la nueva tierra, sobre los indígenas, los motivos
que pueden justificar la conquista española. Es un debate del cual participaron las mejores
inteligencias españolas de la época, teólogos, juristas, políticos. Nada similar podemos encontrar
en otro lugar. También por los motivos circunstanciales: ni los franceses ni los ingleses ni los
portugueses se encontraron con organismos políticos desarrollados y organizados en Estados,
como los reinos azteca e inca que encontraron los españoles. En España, gracias también a la
decisión tomada de posiciones papales, se supera rápido el problema de la naturaleza del indio.
Pablo III con la célebre bula Sublimis Deus de 1537, declara a los indígenas hombres con todos los
efectos y capacidades de cristianos. Es cierto que esto no parece suficiente porque quedaba en
vigor el requerimiento y la bula Inter caetera promulgada por Alejandro VI en 1493, sobre la
cual Juan López de Palacios Rubios y Matías de Paz de 1512 fundaban jurídicamente la ocupación
de América. Lo que se quiere notar aquí es que siempre en los treinta años del 1500 dos teólogos
dominicanos de la celebérrima Universidad de Salamanca, Francisco de Vitoria y Domingo de Soto,
enfrentaron el problema de los principados indígenas americanos. Colocados en el camino que
conduce a la más moderna teoría del estado, construyeron un camino paralelo a aquel
de Maquiavelo y de Jean Bodin, los dos, pero sobre todo el primero con la fuerza de la novedad y
gran vigor polémico, que era de los eclesiásticos (por esto propia fuerza) corría lentamente la
discusión de lo religioso a lo político y declararon la legitimidad política de las regiones y de los
soberanos indígenas americanos. Ellos no eran ni paganos ni pecadores para sacarles la soberanía
india y la legitimidad de sus gobernantes, ya que la sociedad y el poder están fundados sobre
la naturaleza y no sobre la gracia, como decía santo Tomás de Aquino (los dos son dominicanos y
Victoria introduce como libro de texto la Suma Teológica de santo Tomás en Salamanca). La
legitimidad del poder no depende por lo tanto del hecho que el gobernante sea o no cristiano,
como habían sostenido primero algunos herejes para los cuales era después un
poder pagano legítimo y la afirmación de nuestros dos españoles, si nunca lo han conocido, sólo
podían estar en las aberraciones demoníacas papistas. Pero hay más. Para demostrar la
racionalidad de los indios americanos, Francisco se Vitoria recurre a lo político. Demuestra que
eran razonables y que podían tener una vida política, fundándose en abundante noticias que
llegaban de América a su convento de San Esteban, afirma que había vida social y política y por lo
tanto son racionales. De esta manera va más allá de lo que afirmó Pablo III en su bula de 1537,
cuando era la racionalidad el reconocimiento de la naturaleza humana de los indios. Para Victoria
la existencia de una vida asociada, con leyes, con comercio, instituciones, gobierno, es lo que
cuenta. De un lado, por lo tanto, Vitoria y Soto reconocen la legitimidad de los príncipes
americanos; por el otro niegan la existencia de poderes universales: ni el Papa ni el emperador son
los señores del mundo. No hay entonces valor político alguno en la bula Inter coetera con la que
en 1493 el papa Alejandro VI había dividido el mundo en meridional para los españoles y
portugueses. Vitoria y Soto deben preguntarse después cuál es ó puede ser el motivo legítimo que
permite estar a España en América. Vitoria dará una larga lista de motivos, muchos ilegítimos y
puestos premeditadamente, otros legítimos, por lo que la presencia española en América queda a
salvo, pero lo que aquí interesa es el reconocimiento a la política americana y de los estados
americanos. Las razones que en él aduce para justificar la legitimidad de la presencia española en
América son motivos que también se dan en Europa, por ejemplo entre franceses y españoles. No
es casual, en efecto, que Carlos V permanezca desconcertado de las dos relectiones de Indis que
Vitoria escribe al sacerdote del convento de San Esteban, donde Vitoria vivía, para prohibir los
debates posteriores a su argumentación. Sin peros (es significativo) saca su favor a Vitoria que
años después quisiera enviar a Trento como teólogo imperial. Esta fue por años y decenios la línea
vigente. No faltó también en el mundo hispano negadores radicales de la humanidad del indio o
de su posibilidad de civilización; mucho menos faltó quien explotó a los indios en su propio
interés. Pero el plan de debate de aquellas ideas que declaraba el derecho hispánico a la sumisión
de los indios por su naturaleza inferior, fueron voces minoritarias y perdedoras. De este punto de
vista me parece que se puede decir que resulta en cambio cuanto insatisfactoria la posición de
Bartolomé de Las Casas, el dominicano defensor de los indios, que muchos trabajos han estado y
se han aprovechado de la polémica sobre la colonización española y católica. En sus ideas, en sus
posiciones intelectuales y políticas hay algo que grita y contrasta con el mundo que está naciendo.
Se enfrentaban sus ideas con las de Vitoria y Soto, paradojalmente, Las Casas aparece más cerca
de Juan Ginés de Sepúlveda, el célebre autor de grandes textos políticos y filosóficos donde se
sostenía, casi solo entre los teóricos políticos y contrario a la autoridad de Carlos V, pero como
buen aristotélico, la esclavitud natural de los indios americanos. El gran amigo de los indios, Las
Casas, y el gran enemigo de los indios, Sepúlveda, tuvieron también un durísimo encuentro
público en Valladolid ante una comisión de estudiosos, teólogos, juristas, encargados de evaluar
las respectivas posiciones. No obstante, los dos adversarios pensaban del mismo modo ambos de
nuevo a esquemas políticos de tipo medieval, legados de la vieja concepción de la teocracia
pontificia, aquella que siguiendo la bula de Alejandro VI constituía título legítimo de infundamento
y de dominio político."Extracto del profesor Claudio Finzi de la Universidad de Perugia,
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En la práctica, las dos posiciones que se confrontaron en la Junta justificaban el dominio castellano
aunque con acciones muy diferenciadas entre sí.

Ambas motivaciones, así como el ambiente intelectual generado por la Junta de Valladolid y la
polémica, inspiraron nuevas Leyes de Indias a añadir a las anteriores. La sincera preocupación de
Bartolomé de las Casas por la suerte de los indios que tan crudamente describió en su
obra Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias le llevó a una notable propuesta que
permitió entender su concepción del indígena: Le parecía admisible una buena idea que salvó a
muchos lugares de América de la despoblación, sobre todo a las islas Antillas), la importación de
esclavos negros, naturalmente más inclinados al trabajo que los débiles indios. Un buen
argumento aristotélico, sin duda, pero floja defensa de los derechos humanos modernos, del que
más pocos años más tarde, en 1559 ó 1560 se desdijo:

Antiguamente, antes que hobiese ingenios, teníamos por opinión en esta isla [la Española], que si
al negro no acaecía ahorcalle, nunca moría, porque nunca habíamos visto negro de su enfermedad
muerto... pero después que los metieron en los ingenios, por los grandes trabajos que padecían y
por los brebajes que de las mieles de cañas hacen y beben, hallaron su muerte y pestilencia, y así
muchos dellos cada día mueren.5

Recreación fílmica[editar]

Existe un telefilm francés que recrea este episodio con el título de La Controverse de Valladolid del
año 1992, dirigido por Jean-Daniel Verhaeghe, con guion de Jean-Claude Carrière, y que cuenta
como actores con Jean-Louis Trintignant (Sepúlveda), Jean-Pierre Marielle (Las Casas) y Jean
Carmet (Legado del papa).6

Referencias[editar]

1. Volver arriba↑ José Joaquín Ugarte (1994) El doctor Ginés de Sepúlveda y los
justos títulos de España para conquistar América.

2. Volver arriba↑ Jesús Cuéllar Menezo, en El País, 29/08/2007; citando


la Apologética Historia Sumaria.

3. Volver arriba↑ TORO GUTIÉRREZ, Francisco M.: Del Descubrimiento al debate


indigenista

4. Volver arriba↑ 500 años de México en documentos

5. Volver arriba↑ Historia de las Indias (3 tomos). México, D. F.: Fondo de Cultura
Económica, 1951, citado en Bartolomé de las Casas y la esclavitud africana, de Luis
N. Rivera Pagán[1]. En este mismo artículo dijo:

Sobre la libertad o esclavitud de negros africanos e indígenas americanos es significativa una


marcada diferencia en las declaraciones papales. En el siglo quince diversas bulas y decretos
papales - Dudum cum ad nos (1436) y Rex Regum (1443), de Eugenio IV, Divino amore
communiti (1452) y Romanus Pontifex, (1455), de Nicolás V, Inter caetera (1456) de Calixto III
y Aeterni Regis (1481) de Sixto IV -, letras apostólicas de cruzada, algunas, de conquista
evangelizadora otras, avalaron y legitimaron la servidumbre forzada de los africanos negros
llevada a cabo por la corona portuguesa. Por el contrario, la bula Inter caetera (1493) de Alejandro
VI insiste en la conversión de los nativos americanos, suponiendo su libertad, y la Sublimis
Deus (1537) de Pablo III proclama esa condición y amenaza con la excomunión a quien los
esclavice. Como español y hombre de iglesia, por consiguiente, Las Casas se sentía firmemente
compelido a protestar a viva voce contra la esclavitud indígena. La africana llegó a cuestionarla en
su Historia de las Indias, pero sólo soto voce y con cierta discreción.
La razón de la diferencia fue, entre otras cosas, la asimilación de los africanos a la condición de
"moros" o "musulmanes" (con razón o sin ella), y como tales sujetos a un mismo trato con éstos,
que se consideraban "infieles".

Las Casas... nunca negó la licitud de ciertos tipos de esclavitud. Aceptaba el concepto tradicional
de ius gentium que preconizaba la licitud de esclavizar los cautivos en una guerra justa. Esta idea
tiene orígenes bíblicos (Deuteronomio 20:14) y clásicos (Aristóteles, La política, libro 1, capítulos 3-
8), modificada por la excepción de no someter a cristianos a la servidumbre forzada. También, al
menos inicialmente, no cuestionaba Las Casas el argumento, esgrimido por la corona portuguesa y
el papado, que los africanos eran moros y sarracenos y, por ende, susceptibles de lícitamente
someterse a servidumbre forzosa. En su opinión, por el contrario, los indígenas del Nuevo Mundo
eran esclavizados inicuamente porque: a) las guerras de los españoles contra ellos no eran justas;
o b) eran adquiridos por otros medios ilícitos robos, "rescates", tributos inhumanos) y, por tanto,
su sometimiento a servidumbre faltaba a la ética y al derecho. Esta es la tesis que defiende
en Tratado sobre la materia de los indios que se han hecho esclavos

6. Volver arriba↑ IMDb

Bibliografía adicional[editar]

 Marcel Bataillon, El padre las Casas y la defensa de los indios, Globus, 1994 ISBN 978-84-
88424-47-1 (or. 1971), con A. Saint-Lu.

 Jean Dumont (2009). El amanecer de los derechos del hombre. La controversia de


Valladolid. Ediciones Encuentro. ISBN 9788474909982.

 Ana Manero Salvador, La controversia de Valladolid: España y el análisis de la legitimidad


de la conquista de América, Revistra Electrónica Iberoamericana, Vol 3, N°2, 2009, Centro
de Estudios de Iberoamérica, Universidad Carlos III de Madrid (España) disponible
en http://e-archivo.uc3m.es/handle/10016/7733#preview

 La controversia de Valladolid

 Miguel Casado
 El Norte de Castilla (La sombra del ciprés)


 “La leyenda negra es la historia de España”, exclama Max Estrella en un momento
clave de Luces de bohemia: acaba de encontrar en una calle las huellas de una
carga conjunta de la policía y las milicias patronales (paramilitares, se llamarían
ahora) contra una manifestación obrera; ha habido muertos y aún deambula por
allí, trastornada de dolor, una mujer con el cadáver de su niño en brazos. En las
páginas siguientes, Max formula su teoría del esperpento, y poco después muere;
según esta sucesión, objetivada en su personaje, la estética innovadora de Valle-
Inclán surge de entrada como juicio político, respuesta a la situación social que
vive el país, años de la Dictadura de Primo de Rivera.
 En la frase de Max Estrella hay dos pasos: primero, la “leyenda” no es leyenda,
sino que da cuenta de la realidad; segundo, la historia y el presente confluyen,
se identifican. La historia se hace crónica del presente si se la libera de sus mitos
y sus coartadas. Recordé la escena pensando en Bartolomé de las Casas, ese
personaje extraordinario de nuestra historia; no en vano su Brevísima relación
de la destrucción de las Indias, que dejó estremecida a Europa, se ha considerado
con frecuencia el origen de la “leyenda negra”, es decir, de la imputación de
genocidio a la conquista española de América. He vuelto a ver La controversia de
Valladolid, la película que, con texto de Jean-Claude Carrière, evoca aquel
conflicto y, aunque Las Casas y Sepúlveda debatan en francés, aunque dos
conventos franceses sustituyan al vallisoletano Colegio de San Gregorio, sus
imágenes y su discurso guardan mucha fuerza y producen vértigo –esa sensación
irreal en que a veces consiste el tiempo de la historia: así, la discusión sobre el
alma de los indios, hoy que el Papa católico es argentino y ese continente aporta
el mayor número de sus fieles. Y, siempre, las mismas preguntas: ¿son
Sepúlveda y Las Casas mi tradición?, ¿o solo lo que elija como tal, aquello en lo
que me reconozca y pueda crecer?, ¿solo, entonces, Las Casas? Y, en aquella
calle por la que yo pasaba cada día, de adolescente, para ir al instituto, ¿qué
huella queda?
 Como se sabe, La controversia de Valladolid es un telefilm, rodado en 1992 por
Jean-Daniel Verhaeghe, que relata la polémica mantenida por Las Casas y Ginés
de Sepúlveda ante un legado pontificio, sobre si los indígenas del nuevo
mundo eran seres humanos y cómo se les debía en consecuencia tratar; varios
montajes teatrales (Rayuela, La Abadía, compañías latinoamericanas)
prolongaron su onda expansiva. No fueron como ahí se narran los hechos
históricos: por un lado, la corona de Castilla había ido dictando diversas y
contradictorias “Leyes de Indias”; por otro, el papa Paulo III decretó en 1537 que
los indios tenían alma. Por tanto, la Junta de Valladolid (celebrada en el verano
de 1550 y la primavera de 1551, sin que los dos portavoces llegaran nunca a
encontrarse en persona) se proponía sobre todo establecer una base teológica
que rigiera la colonización, el grado de libertad o imposición de la fe, el estatuto
jurídico de encomenderos e indios, etc, y en realidad no llegó a emitir un juicio.
Sin embargo, la mirada de Carrière logra, con sus elementos de ficción, una
potente síntesis de las dos posiciones: el germen de una justificación intelectual
para el colonialismo europeo que aún colea, contra el germen de una teoría de
los derechos humanos y la igualdad de todos los pueblos, hoy el discurso
formalmente aceptado (más allá de gritos de mono a los futbolistas negros en los
estadios, o del eco en el llamado Estado islámico de ideas como las de Sepúlveda:
“los idólatras mueren como chinches porque Dios deseaba eliminarlos”).
 La película pone en juego la pasión vehemente de Las Casas, que halla en la
indignación un motor del pensamiento, la frialdad lógica –que va atornillando
argumentos sin asumir las realidades que ocultan– de Sepúlveda (atormentado
solo en la reconcentrada, turbia, expresión de Trintignant, el actor, nunca en su
implacable discurso), y el pragmatismo como de serpiente del cardenal, quien
parece tan capaz de pronunciar su sentencia en favor de los indios como lo sería
de dictar otra cualquiera. Y los momentos memorables: el relato de las
brutalidades entre el abucheo de los clérigos asistentes, dos encomenderos
espiando desde la claraboya, los indios traídos como cobayas que tiritan
semidesnudos en la humedad abacial, la repulsiva acción de los bufones
convertidos en portavoces de una doble moral, la ira de Las Casas tirando los
papeles de Sepúlveda al suelo sin poder ya contenerse, el fondo del canto
gregoriano elevándose bellísimo al cierre de las sesiones, el suelo de ajedrez, la
penumbra en las celdas nocturnas…
 De lo mucho escrito sobre estos episodios, recuerdo ahora el trabajo de Francisco
Fernández Buey, en La gran perturbación y en otros textos, él mismo filósofo-
activista, como dice del dominico. Su reconocida admiración por Las Casas y el
empeño en reivindicarlo, no merman en nada el poder de su análisis, que lleva a
cuestionar los relatos habituales sobre la génesis de la modernidad. Mientras
Sepúlveda sería el típico humanista del Renacimiento, escritor en latín y experto
en Aristóteles, Las Casas bucea en el viejo universalismo medieval y en una
inspiración cristiana originaria para esbozar la propuesta de otro tipo de
humanismo; el discurso del primero, pronto aliado con el pragmatismo
protestante, desembocará en la modernidad capitalista, el reductor racionalismo
instrumental; el segundo, en las utopías de la libertad y la igualdad, en un
pensamiento crítico que busca cada vez su método para conocer el mundo –y
quizá la Ilustración, con sus insalvables contradicciones, fue un fugaz espacio de
encuentro de las dos vías, para volver luego a separarse. No sé si Fernández
Buey compartiría este resumen, pero sí que le habría gustado conocer, por
ejemplo, si no lo conoció, el trabajo del ecuatoriano-mexicano Bolívar Echeverría
sobre el Barroco, donde se abre otra puerta semejante para pensar formas
alternativas de modernidad.
 Carrière hace que el cardenal sugiera a los colonos preocupados por su ruina (“si
tenemos que pagarles y tratarlos como cristianos, costará mucho dinero”) la vía
de la esclavitud de los africanos, que –ellos sí– estarían mucho más cerca de los
animales. Y lo no dicho parpadea un momento sobre la hermosa capilla: más allá
de toda misión religiosa, la conquista ofrece una forma incomparable,
privilegiada y en extremo veloz, de acumulación de capital.

a controversia de Valladolid (1991)


Para continuar con más política sobre el Nuevo Mundo, el encendido debate que tuvo lugar en Valladolid
entre Ginés de Sepúlveda y Las Casas en torno a la naturaleza esclavizable o no de los indios, se escenifica
maravillosamente en esta película, La controverse de Valladolid (1991), dirigida por Jean-Daniel
Verhaeghe. El guión, a cargo de Jean-Claude Carrière, reproduce íntegros fragmentos importantes de las
obras más combativas de ambos contendientes, aquí interpretados por un contenido Jean Louis Tritignan
(Sepúlveda) y un arrebatado Jean-Pierre Marielle (Las Casas).
Tal y como se explica en el enlace al vídeo, la Junta de Valladolid es la denominación habitual del célebre
debate que tuvo lugar en 1550 y 1551 en el Colegio de San Gregorio de Valladolid, dentro de la llamada
polémica de los naturales (indígenas americanos o indios), y que enfrentó dos formas antagónicas de
concebir la conquista de América, interpretadas románticamente como la de los defensores y la de los
enemigos de los indios: la primera, representada por Bartolomé de las Casas, considerado hoy pionero de
la lucha por los derechos humanos; y la segunda, por Juan Ginés de Sepúlveda, que defendía el derecho y
la conveniencia del dominio de los españoles sobre los indígenas, a quienes además concibe como
naturalmente inferiores.

Estamos invitados a presenciar el debate del siglo. Dos hombres, de mente ágil, suben al estrado
y cada uno nos tratará de convencer de que sus argumentos son los verdaderos. ¿Qué está en
juego? La vida. Del resultado de este encuentro dependerá el futuro de millones de personas.

“La controversia de Valladolid”, montaje que se presenta en el teatro Ricardo Blume, nos
trasporta a 1550 cuando Fray Bartolomé de las Casas y el teólogo esclavista Ginés de Sepúlveda
debatieron una cuestión fundamental para la época: ¿los indígenas del Nuevo Mundo son seres
humanos como los demás?
Para encarnar a las imponentes figuras, el director Jorge Chiarella convocó a Alberto Ísola y al
actor uruguayo Augusto Mazzarelli. Jorge buscaba a “dos boxeadores del mismo peso” y fue el
director Marcelino Duffau quien le propuso a su compatriota.

“Estamos contentísimos. Augusto es una persona simpática, fuerte, muy retador en sus bromas y
es un magnífico contendor para Ísola. Es un actor muy potente, creo que va a ser un buen
choque”, promete el director sobre el enfrentamiento en escena, producido por Aranwa Teatro,
basado en la obra del francés Jean-Claude Carrière.

A un lado del estrado estará De las Casas, el defensor de indígenas, un personaje que ha
interesado a Chiarella por varios años. Él ha querido destacar su figura como precursor de los
derechos humanos y de la teología de la liberación. Del otro lado, Sepúlveda, quien considera que
algunos hombres son esclavos natos.

UN ETERNO ENFRENTAMIENTO
“Fue un hecho que conmovió al mundo entero porque de él dependía la vida de millones y a la vez
el futuro económico de las potencias colonizadoras”, subraya el director. Él había estado buscando
material sobre el fraile dominico, pues considera que su pensamiento y labor “cada día cobran
más vigencia”.

Como ejemplo, recuerda una noticia que leyó sobre el sacerdote español Joaquín García.
Recientemente, él brindó una conferencia en su país en la cual alertaba que las etnias amazónicas
aisladas, en el Perú están al borde del exterminio frente a las extractoras de petróleo. “Se está
reproduciendo lo mismo. Es impresionante”, sostiene.

Más allá de lo que significó la matanza durante la conquista de América –De las Casas denunció la
muerte de millones de indios–, a Chiarella le interesaba reflejar el pensamiento fundamentalista
de la época.

“Comprendemos mejor que hay una evolución de la moral pues no es estática. La Iglesia, por
ejemplo, también está comenzando a cambiar. No obstante, el hombre científicamente va a llegar
a Marte, pero moral y espiritualmente no ha avanzado nada. Eso hay que combatirlo”, recalca. Y
qué mejor lugar para la lucha que desde el teatro.

Por Luis Lozano

¿Hasta qué punto somos diferentes? La distinción va más allá de la frivolidad manifiesta en la
forma de los ojos o el color de la piel, pues en realidad no somos ni tan iguales como se piensa ni
tan diferentes como se cree.

Hacia el siglo XVI, cuando Las Indias se hallaban recién conquistadas, sus habitantes, incivilizados
para los “descubridores”, representaban una especie extraña, diferente, inferior. El argumento era
tan simple como ridículo e incluso insuficiente: “no pueden hacer lo que nosotros”. A pesar de su
incapacidad lógica, en la práctica bastaba para justificar la ignominia en que vivían y el maltrato al
que se les sometía. Además, la imitación era vista como reflejo de inferioridad, incluso de voluntad
al sometimiento: imitar el comportamiento de otro sólo toma sentido cuando se reconoce la
propia minusvalía. La condena era la conclusión de un razonamiento fallido.

Puesta en escena por José Caballero, director teatral quien montara en 2008 El tesoro perdido de
Jorge Ibargüengoitia, La Controversia de Valladolid refleja la debilidad humana ante dos de sus
más grandes tentaciones: la ignorancia y el dominio. Por un lado, el oscurantismo derivado del
afán eclesiástico de conservación de poder orilla a una audiencia a Fray Bartolomé de las Casas,
fraile dominico protector de los indios, ante un Legado papal (representante del Vaticano) y frente
a Juan Ginés de Sepúlveda, férreo defensor de la conquista y la evangelización de los indígenas.

En dicha audiencia, llamada también “polémica de los naturales” (es decir, los indios), la discusión
se lleva en un plano más emocional que racional. Los argumentos esgrimidos tanto por de las
Casas como por Sepúlveda están más sustentados por sus propias convicciones que por una
verdadera realidad. Los matices que cada uno da a sus dichos terminan por ser lo menos
trascendente de sus discursos. Al principio, aún así, la ventaja es para Sepúlveda debido a la
coincidencia de sus ideas con el entorno, pero más todavía a su serenidad.

Por otra parte, la importación siempre es una vía más engorrosa que la explotación de la materia
prima local. A su llegada al Nuevo Mundo, los conquistadores encontraron una inmensa fuente de
riquezas, de la cual expoliaron a sus dueños originales e incluso los obligaron a trabajar en su
explotación (tanto de las nuevas tierras como de los indígenas).
Bajo este argumento, al final la decisión del Legado se torna en algo impredecible, y quizá peor, en
insatisfactoria para ambas partes y con una tercera parte afectada que ni vela tenía en la Junta de
Valladolid.

Más allá de la historia de la injusticia bajo la que vivieron los indígenas apenas conquistados, La
Controversia… es un buen pretexto para reflexionar acerca de la argumentación como instrumento
de defensa y sobre la congruencia con la propia postura. En La República, Platón relata las
discusiones de Sócrates con sus discípulos acerca de la mejor forma del Estado, y la forma en
cómo “el Maestro” los conducía a incurrir en su propia contradicción basándose sólo en lo
expuesto por ellos. En el caso de la junta pucelana, el papel del Legado semeja la sabiduría
socrática, pero imbuida de preceptos católicos que sin embargo parecen no influir en la decisión
final.
Acaso el único reproche que se le puede hacer a esta obra está en el habla de los personajes.
Basada en una traducción de Jean Claude Carrière, La Controversia… se desarrolla con un lenguaje
actual, simplificado y sin interpretación alguna del acento español, lo que le resta realismo a la
obra.

Por lo demás, La Controversia de Valladolid es una obra que reflexiona sobre el pasado afrentoso,
pero también sobre cuestiones tan vigentes como la libertad, la equidad, la desigualdad, el
racismo, la arbitrariedad y la superficialidad de algunas observaciones que suelen ser
determinantes en las relaciones entre instituciones y sujetos. Acaso valdría la pena preguntar ¿qué
tan diferentes somos?

218 - SINTESIS DE LA CONTROVERSIA DE VALLADOLID DE 1550

Observando un fragmento de nuestra historia reflexionamos sobre la duda que surgió con el
descubrimiento de América, al preguntarse los europeos:

¿Los Indios del Nuevo Mundo son hombres como los otros?

Es inverosímil que un gran imperio haga autocrítica y se cuestione sobre sus propios métodos de
conquista y de colonización, quizás el imperio español fue el primero y último.

A partir de las Leyes Nuevas promulgadas el 20 de noviembre de 1542 por el Emperador Carlos
V que prohibían la esclavitud de los indios y la encomienda hereditaria, se originó en las colonias
una protesta por los encomenderos especialmente en Perú, donde estalló la guerra civil de 1545
obligando al monarca a abolirla, quien más tarde ordenará la suspensión de los descubrimientos y
las conquistas pendientes hasta decidir si eran justos.

Para la época se requería la intervención papal del Vaticano, el obispo de Roma se pronunció
enviando un legado papal a la ciudad española de Valladolid para análisis, estudio y decisión que
marcaría por muchos años la suerte de millones de personas.
En el Convento de San Gregorio se cuestionaba si los pobladores
del Nuevo Mundo tendrían alma o no. La indecisión de los asambleístas originó dos bandos, uno
de juristas representados por Juan Ginés de Sepúlveda, filósofo de corte aristotélico, teólogo
esclavista y jurista que había escrito en Roma por 1535 contra quienes defendían las políticas
pacifistas, su “Demócrates primus”. Este prestigioso humanista acababa de publicar otra obra
agregando y retocando la anterior, su “Demócrates Secundus” o “Tratado de las justas causas de
la guerra contra los indios”

Para él, como para Aristóteles, “ciertos hombres son esclavos natos, lo que importa es la salud del
alma”. Obra en la que propugnaba una evangelización radical de todos los territorios
conquistados, y, a la vez, la supresión de los llamados valores indígenas.

Residiendo en la corte del emperador fue llamado como su cronista, mostrando siempre
habilidades para defender los intereses del Imperio, a pesar de sostener que todas las guerras,
incluidas las defensivas eran contrarias a la religión católica, por lo que fue comisionado por el
papa Clemente VII, visitador general para resolver el asunto.

El otro grupo de teólogos dominicos formado por Melchor Cano, Domingo de Soto, Bartolomé
Carranza de Miranda y el franciscano Bernardino de Arévalo, quien apoyó luego a la contraparte,
era abanderado por Fray Bartolomé de las Casas, ardiente protector de los indios, quien
habiendo viajado a México con su secretario, el padre Rodrigo de Ladrada en 1538 para participar
en el capítulo de la orden dominicana, obtuvo la expedición de varias cédulas reales que
favorecían los trabajos de su misión en Tezulutlán.
Admirador de las grandes ciudades, el orden político y social de las sociedades americanas, el
carácter agradable y pacífico de las gentes, frente a la brutalidad, el egoísmo y la mentira de los
conquistadores, escribe en un corto tiempo su célebre “Brevísima relación de la destrucción de las
Indias”, y “Los dieciséis remedios para la reformación de las Indias”.
Conoció al Emperador Carlos V de Alemania y I de España unos veinte años antes, quien había
escuchado las quejas del padre Las Casas, incluso llegó éste a proponer, con poco sentido de la
realidad, que España abandonara aquellos territorios aun a sabiendas de que ya no era posible.
En 1544 llevó a Chiapas 45 frailes dominicos y un equipo laico de 5 personas, el mayor contingente
misionero jamás reunido hasta entonces. El emperador solicitó que la reunión fuese en Valladolid,
allí en el Convento de San Gregorio funcionaba el Colegio de Sabiduría, donde los padres
dominicos estudiaban y transmitían a sus alumnos los conocimientos de la época, era así un lugar
perfecto para decidir el destino de los hombres. Las consecuencias emanadas de las decisiones
tomadas entonces condicionarían la evolución de la historia de una buena parte de la humanidad.
En este espacio conventual se desarrolló un gran debate inflamado, barroco, profundo y
premonitorio donde Fray Bartolomé de las Casas y Ginés de Sepúlveda, fueron los protagonistas.

El estudio pormenorizado de la gran documentación de la época, deja sobresalir aquella polémica


entre dos situaciones que denominaron “La gran controversia de Valladolid” de 1550

En sus cuatro argumentos y fundamentación, Sepúlveda haría uso copioso de citas del Nuevo y
Antiguo Testamento, para justificar la guerra contra los indios:

1- Siguiendo en opinión de Aristóteles, sostenía que "la condición natural de algunos pueblos es
inferior, por lo que deben someterse al superior bien sea de manera pacífica o por la fuerza de las
armas" sin entender esa cualidad esencial de la naturaleza indígena, sino como un desarrollo
mental volitivo que podría cambiarse por cultura. Se apoyó en Proverbios 11,29 “Al que descuida
su casa nada le queda, el necio siempre será esclavo del sabio” que al tenor filosófico puso en
paralelo “Los que sobresalen en prudencia y talento aunque no en robustez física son señores por
naturaleza, en cambio los tardos y torpes de entendimiento, aunque vigorosos físicamente para
cumplir los deberes son siervos por naturaleza…”

Apela a San Pablo ante la condición bárbara de los nativos “cuyo fin es la muerte, cuyo dios es el
vientre pues tienen sabor a cosas terrenas” En Colosenses dirá “Vosotros siervos, obedeced en todo
a vuestros señores carnales …”
2- La guerra es legítima cuando se trate de desterrar crímenes contra la naturaleza como
antropofagia, idolatría y sacrificios humanos. Aunque reconoce que lo único que puede echarse en
cara es no ser cristianos, que adoren a un único Dios y respeten la naturaleza, cita a Romanos
2,14 “Pero los que no son judíos ni tienen la ley, hacen por naturaleza lo que la ley les manda, ellos
mismos son su propia ley”

Acude a Levítico y Deuteronomio interpretando que dichas leyes contra la idolatría no son solo
divinas sino naturales “Esos crímenes son tan nefandos que Dios destruyó a los cananeos, fereceos
y demás pueblos por medio de Israel…” “Los mismos judíos fueron castigados por su idolatría con
justísimas guerras… por Salmanasar rey de los asirios y Nabucodonosor rey de los babilonios”
como relata el Libro cuarto de los Reyes. "También, Antíoco IV el griego y su gobernador Filipo"
como consta en el segundo Libro de Macabeos.

Compara Génesis 19 con las naciones indias al igual que fueron Sodoma y Gomorra.

3- Aquí propugna que la guerra es justa si pueden salvarse muchos inocentes, aludiendo
paradójicamente al auxilio del débil exigido por la Biblia. Cita Salmo: 72,12-13; Proverbios:
24,12; Eclesiástico: 17,14; Lucas: 10,30-37 y muchos otros.

4- Cree que la guerra es justa para facilitar la propagación cristiana y las tareas de los
misioneros “Atañe al cumplimiento de un precepto evangélico de Cristo para atraer por un camino
más corto a la luz de la verdad a una infinidad de hombres, errante entre perniciosas
tinieblas” Veía ejemplos en el papa Adriano que exhortó a Carlomagno contra los lombardos y
a Alejandro VI quien exhortó a los Reyes de España para atacar a los bárbaros, someterlos y
permitir el camino de la predicación evangélica.

Ante este discurso, el arranque de Las Casas en su Apología, es contundente acusando a


Sepúlveda de manipular toda clase de textos incluyendo los bíblicos, exponiendo:

“Quienes dicen de aquellos que vulgarmente son llamados indios, después de haber sido
firmemente sometidos y después instruidos en la Palabra de Dios y la escuchen, cometen dos
torpes errores: En relación con el derecho divino y humano yerran al abuzar de las divinas palabras
y violentan el sentido de las Sagradas Escrituras, de los decretos papales y de las enseñanzas de los
Santos Padres. De otra parte traen a colación historias que no son sino meras fábulas y
desvergonzadísimos amaños con lo que hombres hostiles agreden al pobre pueblo indio. En
segundo lugar yerran en cuanto al sentido del decreto papal de la bula del sumo pontífice
Alejandro VI, cuyas palabras corrompen y violentan en apoyo de su opinión…”
El dominico refuta cada uno de los argumentos.
1-Tras defender la inocencia y mansedumbre de los indios, los considera más que otros pueblos,
“Aunque son declives a la idolatría y al abandono” hace un análisis de los bárbaros. “Ellos son
diferentes de los crueles y sanguinarios, pues carecen de lenguaje y no tienen idioma escrito. No
tienen ley, ni fueros, ni regimiento político. No son libres por naturaleza, ,salvo cuando están en su
patria, al no tener nadie que los gobierne” 2-Aquí hace un adiós a Aristóteles al contraponer el
pensamiento del filósofo griego sobre los bárbaros a la eterna Verdad de Cristo advirtiendo que al
ser todos los bárbaros hijos de Dios son capaces de entrar en el Reino de Cristo, quien también los
redimió con su sangre.
3- Las Casas ofrece una serie de citas bíblicas sapienciales que muestran que Dios al separar reinos
y gentes, en Deuteronomio: 32,8 "puso frente de cada pueblo mediante inspiración divina un
príncipe y gobernadores". Cita Eclesiástico: 17,17, entre bárbaros e infieles, Proverbios: 8,15-
16a quienes Él mismo se encargaría de castigar al no cumplir con su deber.
4- La Biblia y la Ley divina hacen injustificable el dominar a otros pueblos bajo pretexto de
superioridad cultural. Considera que los infieles que nunca abrazaron la fe en Cristo no son
súbditos en acto sino solo en potencia, por tanto tampoco son súbditos de la Iglesia ni están
sometidos a su autoridad.
Retomando la cita de Corintios: 5, usada por Sepúlveda para sostener la opinión contraria ¿Qué
me compete a mí juzgar a los de afuera? ¿No es a los de dentro a quienes os toca juzgar? Dios
juzgará a los de fuera, los infieles no pueden ser castigados por la Iglesia.

El dominico culmina su apología con una llamada a la evangelización pacífica de los nativos.
“Si buscáis indios, nuestros hermanos en Cristo para instruirlos en la Palabra de Dios, blanda,
moderada, suave y humanamente atraedlos al redil de Cristo infundiendo en sus mentes el
suavísimo Cristo “

Para ambos litigantes las Sagradas Escrituras son capaces de ofrecer criterios de actuación ante
grandes cuestiones políticas de su tiempo, en especial de la legitimidad o no, de la guerra justa
contra las poblaciones del Nuevo Mundo.

Juan Ginés de Sepúlveda al interpretar literalmente las citas veterotestamentarias, desconoce el


contexto y la supeditación de estas al Nuevo Testamento. Las Casas con un mayor acopio de citas,
hace una lectura más global de las Sagradas Escrituras.

Sepúlveda fuerza los textos apoyándose a veces en San Agustín, para hacerle decir lo que a él le
conviene avalando la violencia en la conquista de la tierra prometida. Aunque Las Casas en alguna
ocasión la usara para argumentar el comportamiento religioso de los nativos en cuanto a los
sacrificios humanos, sitúa al Cristo neotestamentario como cumbre de revelación y pauta de
comportamiento pacífico para la conversión de los indígenas.

Sepúlveda aunque más tarde fue preceptor de Felipe II, su obra sobre la que sustentara
sus doctrinas referentes a la conversión de los infieles, fue condenada por el obispo
de Segovia ante las Universidades de Salamanca y Alcalá.

Aunque ambos manejaron las mismas fuentes, Bartolomé elabora un discurso distinto, el de Ginés
de Sepúlveda priva de la razón instrumental, la razón funcionalista, el dominico priva lo
que Habermas llama la ética comunicativa y lo que en Kant aparece como discurso de la
Ilustración.

Las Casas murió en el convento de Atocha a los 82 años, había acompañado a Colón en su tercer
viaje y trascrito sus crónicas; fue un pensador de avanzada, teólogo de la liberación y artífice
de Los Derechos Humanos cuatrocientos años antes de su actual proclamación, criticado y
calumniado por muchos, nos deja este mensaje “Tenemos la obligación de recordar quiénes
somos”.

¿Cuál sería el objeto subyacente en el discurso de Las Casas? “La otredad o el encuentro con el
otro”.
Bibliografía:

Biblia de Jerusalem

A. Ozuna: “El tratado de las Doce dudas, como testamento doctrinal de Bartolomé de Las Casas”

J. A., Tudela “La cuestión dl otro en Bartolomé de Las Casas”

Juan Luis de León Azcárate: “La Biblia y la dignidad de los indios del Nuevo Mundo cuando la
teología ilumina laSinopsis
En un convento de Valladolid , en 1550, se debate una cuestión fundamental: ¿Los Indios del Nuevo
Mundo son hombres como los otros? Es preciso responder de una vez por todas. Dos hombres se
enfrentan. Uno de ellos es un filósofo llamado Juan Ginés de Sepúlveda, para él, como para
Aristóteles, ciertos hombres son esclavos natos, lo que importa es la salud del alma. El otro
es Bartolomé de las Casas, ardiente protector de los Indios. Debate inflamado, barroco, profundo y
premonitorio. De la decisión tomada por el Legado del Papa va a depender, por los siglos, la suerte
de decenas de millones de hombres.

Breve reseña histórica


En 1538 el padre Las Casas y su secretario el padre Rodrigo de Ladrada, viajaron a México para
participar en el capítulo de la orden dominicana. Concluido éste, ambos se embarcaron con rumbo
a España. Allí, a principios de 1540, Las Casas obtuvo que se expidieran varias reales cédulas que
favorecían los trabajos de su misión en Tezulutlán. Por ese tiempo escribió su célebre Brevísima
relación de la destrucción de las Indias, así como la obra que se conoce como "Los dieciséis
remedios para la reformación de las Indias." Residiendo en Valladolid, estuvo en contacto con el
emperador Carlos V (el rey español Carlos I), al que había conocido veinte años antes. Éste,
prestando oídos a las demandas de Las Casas, convocó a las que se conocen como Juntas de
Valladolid en las que fray Bartolomé, según se dice, presentó su Brevísima relación de la
destrucción de las Indias y los ya mencionados Dieciseis remedios . En 1550 en el convento de San
Gregorio se debate sobre si los pobladores del nuevo mundo tienen alma o no , Fray Bartolome de
las Casas y D. Gines Sepulveda son los protagonistas de este debate.
Ginés de Sepúlveda comenzó su
exposición manifestando
su oposición a las Nuevas Leyes de Indias de 1542,
proponiendo en su tesis "De justis belli causis apud indios" (Foto superior)

Resolución del debate (1)


Tras la enconada discusión de las dos partes, la Junta que debía resolver el conflicto no estableció
una resolución final a favor de ninguna de las teorías, por lo que ante la falta de un veredicto los
dos bandos se consideraron vencedores, aunque con el tiempo acabarían prevaleciendo las ideas
"lascasistas". Esta falta de resolución pone de manifiesto que el trasfondo del debate no respondía
a la mala conciencia de unos monarcas a los que una serie de clérigos con buenas intenciones
exponían su visión, sino al deseo del rey de justificar ante las monarquías europeas la verdadera
colonización de América. Es cierto que tras la Controversia de Valladolid se produjeron en algunos
territorios las llamadas "pacificaciones" y que se pararon las conquistas, pero en ese momento las
importantes civilizaciones precolombinas de México y Perú ya habían sido conquistadas y se
habían consumado los oscuros sucesos por parte de algunos conquistadores.
Fotografía obtenida de domuspucelae.blogspot.com

No obstante, un hecho muy destacable fue la celebración de la controversia en sí misma, puesto


que supuso un debate público sobre el sometimiento de pueblos en otras latitudes por parte de los
colonizadores. Un hecho muy importante, sobre todo para un país como España, que después sería
tan defenestrado por la leyenda negra. En definitiva, un debate pionero sobre derechos humanos
que nunca se produjo en otros países colonizadores, tales como Francia, Holanda o Inglaterra, del
que la ciudad de Valladolid fue testigo y escenario en la histórica controversia que con el tiempo ha
sido recreada en el cine y el teatro.

política de una época”.

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