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Con la ayuda del espectroscopio no solo se pudo desarrollar una poderosa tecnología
que permitía analizar las sustancias en los laboratorios, sino que acoplando el
instrumento al telescopio fue posible confirmar la existencia en el espacio de elementos
bien conocidos, primero en el Sol y después en las estrellas lejanas.
A principio del siglo XX, después de constatar la existencia de numerosos elementos
químicos en estrellas y entornos estelares, éstos fueron encontrados en el espacio
aparentemente vacío existente entre las estrellas. En 1904, se descubrió el calcio
ionizado (Ca+, átomos de calcio a los que les falta un electrón). Este hallazgo se produjo
en aquel tiempo con observaciones espectroscópicas de la “estrella delta” de la
constelación de Orión. Poco después fueron descubiertos en el espacio interestelar calcio
atómico, Ca, potasio atómico, K, y titanio ionizado, Ti+, lo que indujo a pensar también
en la existencia de “especies químicas” de varios átomos, resultado de la formación de
enlaces químicos entre los átomos, la cual se confirmó entre 1937 y 1942 con el
descubrimiento de las “especies químicas” CH, CH+ y CN. Estas especies, al igual que
otras muchas cuya existencia es conocida actualmente en el medio interestelar, solo
pueden generarse en los laboratorios de nuestro planeta durante breves periodos de
tiempo y empleando condiciones muy energéticas como las originadas en descargas
eléctricas o mediante radiación de alta energía. Además son muy reactivas e inestables
desde la perspectiva terrestre y solo pueden existir en las especiales condiciones físicas
reinantes en el “medio interestelar· (MIE). Había nacido la “química interestelar”.
Recordemos el “espectro electromagnético”, con sus correspondientes “frecuencias” y
“longitudes de onda”:
Hasta 1931, hacer astronomía significaba estudiar objetos visibles en el cielo nocturno,
bien a ojo desnudo o mediante los adecuados sistemas ópticos y aún hoy día mucha
gente sigue haciendo esa asociación. Sin embargo, desde esa fecha y gracias al ingeniero
estadounidense Kart Jansky, se dio el punto de inflexión que iluminaba otra forma de
explorar el universo más allá de nuestra atmósfera desde la superficie terrestre:
estudiar las ondas de radio que nos llegan desde el cosmos. Sin saberlo ni pretenderlo,
Jansky se iba a convertir en un imitador de Galileo, pues se puede establecer un cierto
paralelismo entre el paso de la “observación a ojo” hasta la “observación con
telescopio” introducida por el italiano y, posteriormente, el paso de la “astronomía
óptica” a la “radioastronomía” propiciada por el norteamericano. Rastreando el
espacio, al azar, descubrió un potente emisor de ondas de radio, precisamente en la
región de Sagitario, a la que no se tiene acceso visual por la interposición de espesas
nubes de polvo que no dejan pasar la radiación visible, pero que se mostraban
transparentes a las ondas de radio.
Centro de nuestra galaxia, oculto por nubes de gas, en la región de Sagitario
Las moléculas tienen, para cada estado electrónico, un cierto número de “estados de
vibración” posibles. Además para cada estado de vibración pueden existir una serie de
“valores de energía rotacional”. Tenemos:
A = Estado electrónico fundamental.
B = Estado electrónico excitado.
Para cada uno de los estados electrónicos A y B existen una serie de subniveles o
números cuánticos vibracionales, V = 0, 1, 2, 3, 4 … y en cada uno de ellos, a su vez, son
posibles varios “subniveles de rotación”, R = 0, 1, 2, 3, 4, …
Parece que existen señales de “cadenas de carbono aniónicas”, C7-, y “fullerenos”, C60,
o fullerenos esféricos. Se piensa que la mayoría del carbono interestelar podría existir
en forma de “hidrocarburos aromáticos policíclicos” (PAHs), o como mezcla de ellos y
que podrían desempeñar un importante papel como catalizadores de la química estelar.
Hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAHs)
Las reacciones químicas en el MIE pueden ocurrir entre especies en estado gaseoso o
sobre granos de polvo. Aunque parece que la mayoría de las conocidas se dan en fase
gaseosa, sin considerar al “polvo” cósmico no se puede justificar el hecho de que la
molécula más abundante del MIE sea el H2. La reacción solo es posible, por
consideraciones de física cuántica, si consideramos dos átomos de H que por separado
se adhieren (en un fenómeno llamado de adsorción) a la superficie de un grano de polvo.
Una vez ha ocurrido este fenómeno y empleando intervalos muy dilatados de tiempo
cósmico, los átomos pueden difundirse, desplazarse sobre la superficie sólida, llegar a
encontrarse y reaccionar. Como esta reacción es exotérmica, el exceso de energía se
transmite al propio grano. Tras esto y dada la baja masa de la molécula formada, esta
pasa a su estado gaseoso en el MIE, pues la enorme escala del tiempo cósmico hace el
resto.
Grano de polvo
Dada la bajísima densidad en el ambiente en el que nos situamos, este mecanismo podría
ser también el que justifica la existencia de otras muchas especies químicas encontradas
en el MIE, donde el grano de polvo actúa como “catalizador” de estas reacciones. Si
bien, para despegar la molécula hay que contar con la intervención de fuentes de
energía adicionales como la luz, la radiación infrarroja o el choque de otras especies
químicas contra el grano. Por ejemplo, la adsorción simultánea de átomos de H, O y N
sobre la superficie de granos de polvo puede conducir a la formación de agua, H2O, y
amoniaco, NH3, que generarían un manto helado tal como han puesto de manifiesto las
observaciones espectrográficas del satélite de infrarrojos “ISO”. Por otro lado, el
monóxido de carbono, CO, es la cuarta especie química más abundante en el MIE tras
H, He y H2. La “adsorción” de éste sobre la superficie de granos de polvo
proporcionaría una fuente de carbono para iniciar la síntesis de sustancias orgánicas,
que se irían “hidrogenando” a través de sucesivas reacciones con el H también
adsorbido. De esta manera la superficie de los granos de polvo se convierte en un fértil
terreno de síntesis química:
1. CO + H HCO
2. HCO + H H2CO
3. H2CO + H H3CO
4. H3CO + H CH3OH
Las NUBES DENSAS, puesto que contienen gran cantidad de polvo, resultan opacas a
la “radiación ultravioleta”, por lo que los procesos que suele activar la misma son
despreciables. Aquí la única fuente de energía disponible con capacidad de penetración
son los rayos cósmicos. Al igual que en las “nubes difusas” los principales componentes
son H, H2 y He que se ionizan dando H+, H2+ y He+. El siguiente paso es la reacción
entre estos iones primigenios y otras especies para producir cationes altamente
reactivos, siendo el H3+ el más importante, que resulta de la reacción del H2+ con el
hidrógeno molecular H2:
H2+ + H2 H3+ + H
Los iones H3+ tienden a reaccionar con otras moléculas conduciendo finalmente a otras
especies hidrogenadas, como puede verse en el cuadro siguiente:
Química en las "nubes densas"
El H3+ puede reaccionar con otros átomos neutros y es el precursor de gran parte de la
química interestelar en fase gaseosa en las “nubes densas”. En estas nubes nos
encontramos con tres grupos de sustancias: las compuestas por C y H (hidrocarburos),
las que además incorporan O (oxigenadas) y las que incluyen al N (en general
denominadas nitrogenadas). Todas tienen un progenitor común, el ión CH3, aunque se
originan a través de diferentes mecanismos de reacción. La generación de
“hidrocarburos” tiene su origen en la reacción entre el CH3 y el H2. A continuación se
van agregando más átomos de C que conducen a la formación de hidrocarburos cada
vez más grandes. Y así sucesivamente. A partir de los iones primigenios se inicia una
cascada de reacciones entre estos y las demás especies sencillas presentes en la nube
para originar la gran variedad de compuestos moleculares detectados en estos
ambientes interestelares.
Mientras que los “hidrocarburos” parecen generarse abundantemente ya desde el inicio
de la formación de las “nubes moleculares densas”, las sustancias nitrogenadas parecen
ser más tardías, por lo que la relación entre cantidades de ambos compuestos detectadas
en una nube puede emplearse como “cronómetro químico” para medir su edad.
Existen muchas señales espectroscópicas que nos llegan del espacio que están
pendientes de designación, porque podrían pertenecer a especies químicas
desconocidas, solo existentes en las condiciones especiales del MIE. Por ello se intenta
reproducir en el laboratorio las condiciones extremas del espacio, con las enormes
dificultades que ello conlleva, y se trata de sintetizar las especies químicas que resulta
plausible su existencia, hallar después sus correspondientes espectros y finalmente
compararlos con los de las señales desconocidas que se han detectado. En muchas
ocasiones las sustancias exóticas sintetizadas en laboratorio son tan inestables que se
suele acudir a la “simulación en potentes ordenadores” y obtener allí los
correspondientes espectros teóricos, mediante complejos programas de ordenador
basados en la mecánica cuántica.
También está previsto para los próximos años, (2018-20), el lanzamiento del
granTelescopio Espacial de Infrarrojos James Webb, telescopio de 6´5 m. de diámetro
con el que se podrán medir las características de las grandes moléculas.
Para la elaboración de esta entrada se han utilizado los múltiples artículos de Luis
Lahuerta Zamora en la revista de “AstronomíA”; también el trabajo de Natalia Ruiz
Zelmanovich en la misma revista, así como los libros “La odisea de la materia” de Luis
Lahuerta y “Plasma:el cuarto estado de la materia” de las investigadoras Teresa de los
Arcos e Isabel Tanarro.