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LA MASACRE DE LAS BANANERAS

Fue un exterminio de los trabajadores de la United Fruit Company que se produjo entre el
5 y el 6 de diciembre de 1928 en el municipio de Ciénaga, Magdalena cerca de Santa Marta
(Colombia). Un número desconocido de trabajadores murieron después de que el gobierno
de Miguel Abadía Méndez decidió poner fin a una huelga de un mes organizada por el sindicato de
los trabajadores que buscaban garantizar mejores condiciones de trabajo.

Mientras el negocio bananero crecía, y con él la población, los pueblos más viejos de la
región se transformaron: Santa Marta y Ciénaga se convirtieron en ciudades sofisticadas con
hoteles de estilo europeo, luz eléctrica, bancos y muchas pequeñas fábricas manufactureras.

El transcurrir de la vida en los pueblos giraba alrededor de la economía bananera. El día de


pago los pueblos vivían, mientras miles de trabajadores buscaban descanso del trabajo duro y del
aislamiento de las plantaciones.

Los tenderos y comerciantes de la zona disentían de los almacenes de la United Fruit


Company. Surtidos de mercancías importadas que traían los barcos bananeros en sus viajes de
regreso, abastecen a los trabajadores a cambio de los vales emitidos por la compañía. Ésta
también poseía varias haciendas de ganado que aprovisionaban a los comisariatos con carne
fresca.

Los comerciantes revelaban los precios bajos de la United Fruit Company y el pago a sus
trabajadores con vales que podían ser utilizados únicamente en sus almacenes.

Para obtener préstamos y vender sus bananos, los cultivadores tenían que firmar
contratos de cinco años con la compañía. Los términos de tales contratos eran señalados
unilateralmente por la United Fruit Company, cuyo interés era excluir a compañías bananeras
competidoras, ajustar el suministro local a la demanda internacional y asegurar su propia posición
contra cambios en el medio económico. Por lo tanto, los contratos estipulaban que por un precio
fijo, el cultivador se comprometía a vender todo su banano a la compañía. El productor tenía que
cortar y entregar la fruta al ferrocarril en los días asignados por la compañía y absorber cualquier
incremento en el costo que resultara de nuevos impuestos. Al mismo tiempo, la compañía se
exime de cualquier responsabilidad de comprar banano en caso de guerra, huelga o desastre
natural que pudieran interferir con el mercado.
La masacre de las bananeras, uno de los capítulos más dolorosos de la historia
colombiana, se constituyó como referente de la represión estatal ejercida sobre la protesta social.
Miles de trabajadores de la multinacional bananera United Fruit Company entraron en huelga a
finales de 1928, reclamando mejoras de sus condiciones laborales. El 12 de noviembre, unas
25.000 personas bloquearon las vías férreas de Ciénaga (Magdalena).

Tras este acto, el presidente de la época, Miguel Abadía Méndez, y su ministro de Guerra,
Ignacio Rengifo, casi paranoicos ante la “amenaza comunista” que veían en las manifestaciones,
conjuraron la tragedia.
Le ordenaron al general Carlos Cortés que recuperara el orden en la zona. Después de
varias detenciones masivas de “revoltosos, incendiarios y asesinos”, como definía a quienes
protestaban, en la madrugada del 6 de diciembre ordenó que se abriera fuego contra los
manifestantes desarmados. No se sabe cuántos murieron.
Pero la masacre de las bananeras no terminó allí. En Colombia, entre 1997 y 2001, se
llevaron a cabo 78 masacres que dejaron un saldo aproximado de 1.117 personas asesinadas de la
manera más perversa por parte del paramilitarismo y con comprobada participación del ejército
colombiano.
El caso más evidente es el de la misma United Fruit Company, que bajo el nombre Chiquita
Brands aceptó en 2007 haber dado dinero a varios bloques de las autodefensas para asesinar
líderes sindicales y asegurar la salida de su producción.
El Centro de Memoria Histórica menciona que en el periodo de gobierno de Álvaro Uribe
Vélez (2002-2010) en Colombia se presentaron 26 masacres. Además, Alfredo Molano, en un
artículo publicado en El Espectador, describía como un 28 de marzo de 2010 en Polícarpa (Nariño)
paramilitares desmembraron los cuerpos de al menos diez campesinos cuyos restos humanos
fueron esparcidos por diferentes parajes de la región.
Los falsos positivos, cometidos también por la fuerza pública quienes con el ánimo de
mostrar resultados, obtener ascensos y vacaciones, asesinando campesinos, afrocolombianos,
indígenas y pobladores urbanos presentándolos como guerrilleros caídos en combate.
Este terror implantado mediante los asesinatos selectivos, las masacres, la desaparición
forzada, el encarcelamiento, el desvertebramiento y destrucción de las organizaciones
campesinas, negras e indígenas del país tiene como único fin entregar los territorios “libres de
problemas” para la inversión internacional, ejerciendo mediante la fuerza el control territorial en
lo económico, político, militar y social; justo en las regiones donde más se instauró esta política de
terror las empresas trasnacionales hacen hoy presencia para la explotación de recursos mineros,
energéticos, madereros, de biodiversidad, plantaciones de monocultivos, megaproyectos, agro
negocios, obras de infraestructura, turismo entre otras. ante esta macabra política mencionada se
ha presentado el despojo entre 1.2 y 10 millones de hectáreas como consecuencia directa del
desarraigo a por lo menos 380.000 familias campesinas.
Este despojo no solo se presenta por la acción de la guerra hacia los campesinos negros e
indígenas, se presentó también por la aplicación de la política y la legislación implementadas para
el campo colombiano, algunas:
En el caso del agua siendo Colombia el cuarto país en fuentes hídricas en el mundo, la
privatización de los acueductos municipales, el apropiamiento de las cimientos, cuencas y
microcuencas de agua en beneficio de las empresas trasnacionales caso aguas Barcelona, aguas
Canal de Isabel II, Tecvasa, aguas Roma y Tripe AAA y se presenta reglamentación especial en el
funcionamiento de las corporaciones regionales encargadas de temas ambientales.
En el caso minero solo para citar dos ejemplos, para la exploración y explotación a favor
del ANGLO GOLD ASHANTI, MURIEL MINING CORPORATION en el departamento del Choco, en lo
energético en el caso de los hidrocarburos el 80% de las ganancias se las llevan las multinacionales
el petróleo BP, TOTAL, PETROBRAS, CHEVRON, OXY, SHELL y REPSOL. Privatizando la empresa
estatal petrolera Ecopetrol.
Un ejemplo claro es el caso Carimagua cuando el ministro de agricultura Andrés Felipe
Arias pretendía entregar un terrero de 17.000 hectáreas en el departamento del Meta a un grupo
de empresarios para el cultivo de palma aceitera, negándose a entregarlo como había sido
previsto a 60 familias desarraigadas por el conflicto armado diciendo que “los pobres somos
inviables para producir”.
Otro ejemplo la producción de la panela: Durante siglos hemos producido nuestra panela y
con ella se alimentaron nuestros abuelos, nos hemos alimentado nosotros y alimentamos a
nuestros hijos. La estrategia es clara, no hay capacidad para el pequeño productor, nos ofrecen la
alianza estratégica con quien puede cubrir los costos y ésta deja de ser producción de alimento
para ser producción de etanol. También para tener el monopolio de la producción de panela y
comercializarla a precios altos afectando enormemente la alimentación de los colombianos.

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